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Salud Mental y Derechos Humanosa
Salud Mental y Derechos Humanosa
Módulo 1
Antecedentes de la Ley de Salud Mental en la Argentina
Índice
Antecedentes 2
La Revolución Francesa 2
Segunda Guerra Mundial 6
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El presente curso tiene como propósito abordar el enfoque de derechos humanos en la
política pública de salud mental en la Argentina, tomando como eje de análisis la Ley
Nacional de Derecho a la Protección de la Salud Mental Nº26.657 sancionada en
diciembre de 2010 y reglamentada en mayo del año 2013.
Antecedentes
A los fines de historizar y reconstruir el contexto en el que surge la ley, se establece
como punto de partida para la comprensión de este proceso, que tanto la constitución de
los estados como las políticas públicas que se dan, determinan y definen los modelos de
atención de la salud y de la salud mental[1].
Para esto, tomamos dos hitos fundamentales en la historia de la psiquiatría y de la salud
mental vinculados al surgimiento de procesos políticos y constitución de los Estados: la
Revolución Francesa y la Segunda Guerra Mundial.
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generó hambrunas y miles de desocupados que quedaron marginados del aparato
productivo. La presencia de los marginados, una vez instalada la Revolución, generó una
tensión y gran contradicción entre la libertad del ciudadano, proclamada por la burguesía
naciente, y la seguridad de la sociedad burguesa[2].
No obstante, la terapéutica enmarcada en el control y la custodia del enfermo, necesaria
entonces para dar respuesta a la conflictividad del Estado moderno incipiente, deja
asociado y consolidado para el futuro, el vínculo inquebrantable entre la psiquiatría y el
aparato jurídico-penal y; entre enfermedad mental y la peligrosidad.
El asilo se constituye como marco de toda relación terapéutica, sosteniendo su
organización interna en el saber médico que se ejerce como poder sobre el
comportamiento de los sujetos. Se justifica el encierro en función de la seguridad de la
sociedad, cumpliendo el Estado su función de velar por el orden público.
Asimismo, en el plano teórico, la ubicación de lo patológico se sitúa en la pérdida de la
razón, la alteración de la conciencia es objetivada como dato natural y por lo tanto
pasible de conocimiento positivo. Las prácticas terapéuticas bajo el paradigma médico
dirigen las intervenciones hacia la segregación e internación de las personas que no
cumplen con las reglas de la sociedad.
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respecto: “La psiquiatría no es más que la forma histórica en que el racionalismo
iluminista se representa a la locura como enfermedad, y desde la perspectiva del
proyecto científico de la modernidad, significó un progreso disputar este territorio a las
representaciones míticas o religiosas La medicina mental nace como efecto de
decisiones políticas del Estado, no como efecto de un conocimiento médico sobre la
alienación”.
El higienismo mental es un modelo que pone el énfasis en las condiciones
ambientales de la enfermedad preocupándose por los problemas de la relación entre
el organismo y su medio natural. En este marco, para evitar la aparición de las
enfermedades mentales sugieren prestar atención a medidas profilácticas específicas
como las condiciones de higiene, alimentación y promoción del deporte. De este
modo, si la enfermedad mental está vinculada a un medio y ya no a una tara
hereditaria, se admite la posibilidad de que haya diferencias de grado y por lo tanto
las afecciones menos importantes podrían ser tratadas en forma ambulatoria, en
servicios externos. Si bien no cuestionó la existencia del asilo, fue determinante en la
modificación de antiguas prácticas asilares[5].
En concordancia con este primer proceso de cuestionamiento al sistema manicomial,
[6]
aparece en 1925 una carta de Antonin Artaud dirigida a los directores del manicomio
tras su propia experiencia de transitar por estos dispositivos.
Señores:
Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el espíritu. Esta
jurisdicción soberana y terrible, ustedes la ejercen con su entendimiento. No
nos hagan reír. La credulidad de los pueblos civilizados, de los especialistas, de
los gobernantes, reviste a la psiquiatría de inexplicables luces sobrenaturales.
La profesión que ustedes ejercen está juzgada de antemano. No pensamos
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discutir aquí el valor de esa ciencia, ni la dudosa realidad de las enfermedades
mentales. Pero por cada cien pretendidas patogenias, donde se desencadena la
confusión de la materia y del espíritu, por cada cien clasificaciones donde las
más vagas son también las únicas utilizables, ¿cuántas nobles tentativas se han
hecho para acercarse al mundo cerebral en el que viven todos aquellos que
ustedes han encerrado? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, consideran que el
sueño del demente precoz o las imágenes que lo acosan, son algo más que una
ensalada de palabras?
No nos sorprende ver hasta qué punto ustedes están por debajo de una tarea
para la que sólo hay muy pocos predestinados. Pero nos rebelamos contra el
derecho concedido a ciertos hombres - incapacitados o no - de dar por
terminadas sus investigaciones en el campo del espíritu con un veredicto de
encarcelamiento perpetuo.
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libertad de esos galeotes de la sensibilidad, ya que no está dentro de las
facultades de la ley el condenar a encierro a todos aquellos que piensan y
obran.
Sin insistir en el carácter verdaderamente genial de las manifestaciones de
ciertos locos, en la medida de nuestra aptitud para estimarlas, afirmamos la
legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de
ella se derivan.
Esperamos que mañana por la mañana, a la hora de la visita médica,
recuerden esto, cuando traten de conversar sin léxico con esos hombres sobre
los cuales - reconózcanlo - sólo tienen la superioridad que da la fuerza.
El segundo hito importante que hemos señalado, se consolida tras la Segunda Guerra
Mundial, reconocido como un momento de auge y reconocimiento de los derechos
humanos en un contexto de surgimiento de los Estados de “bienestar”, “providencia” o
“benefactor”.
El Estado de bienestar se define como una serie de disposiciones legales que dan
derecho a los ciudadanos a percibir prestaciones de seguridad social obligatoria y a
contar con servicios estatales organizados (en el campo de la salud y de la
educación, por ejemplo), en una amplia variedad de situaciones definidas, como de
necesidad y contingencia.[7]
A partir de los años treinta, específicamente después de la Segunda Guerra Mundial, se
puso en marcha un sistema de solidaridad social con el fin de corregir las injusticias del
capitalismo vigente, haciendo responsable al Estado del progreso de la población, como
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protector de los pobres. Como lo señaláramos anteriormente, la Revolución Francesa en
materia económica había dado rienda suelta a la libertad comercial e industrial en
beneficio de la clase burguesa creciente pero, dejando grandes masas de excluidos.
Tras la Segunda Guerra Mundial, las demandas de la población y las luchas obreras,
interviene el Estado para humanizar las consecuencias de la crisis. Asimismo, los
métodos de trabajo taylorista y fordista produjeron un incremento de la productividad y
el consumo de los sectores asalariados en base al modelo de acumulación, que permitió
un cambio sustancial en la calidad de vida de los sectores hasta ahora más
desfavorecidos.
Este proceso se acompañó de un sistema de bienestar social y redistribución del ingreso
en el que además, toman plena vigencia los derechos civiles, políticos, económicos,
sociales y culturales, promovidos por los organismos internacionales de derechos
humanos.
Por otra parte, la comunidad internacional se propone la reconstrucción de los países
devastados por la guerra y la obligación de los Estados de garantizar los derechos
sociales[8]. El bienestar como paradigma abarca la planificación de las políticas públicas,
y en este contexto, es cuando surge la definición de salud mental de la OPS
(Organización Panamericana de la Salud): “un estado de bienestar en el cual el individuo
es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la
vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una
contribución a su comunidad”. La dimensión positiva de la salud mental se destaca en la
definición de salud que figura en la Constitución de la Organización Mundial de la Salud
(OMS): ‘La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no
solamente la ausencia de afecciones o enfermedades’”.
Esta definición da la pauta de que se empieza a pensar a la salud entendida y enmarcada
en políticas dirigidas a un sector de las problemáticas humanas contextualizadas, a su
vez, en sus componentes sociales, políticos y económicos. Se inicia un pasaje en el que se
abandona en parte la psiquiatría positivista[9] para empezar a pensar en políticas en salud
mental. Este pasaje pone en cuestión el ejercicio de las relaciones y dimensiones del
poder al interior de las instituciones asilares, que quedan en un punto asimiladas a los
campos de concentración e instituciones del nazismo.
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El pasaje al que se hace referencia implica un cuestionamiento de la psiquiatría
tradicional que sostiene la opresión de las instituciones asilares como dispositivo de
atención, para dar lugar a una nueva perspectiva representada en las “políticas en
salud mental” que incluye la integración de experiencias psicosociales y
comunitarias. Podríamos decir en términos concretos, que si bien se produjo un
pasaje, puesto que el paradigma de la salud mental se desarrolla en un territorio
que ha sido exclusivo de la psiquiatría, al día de hoy se mantiene aún una
convivencia de ambos modelos.
Asimismo, la incorporación de instrumentos internacionales de derechos humanos en la
esfera internacional, agudiza la crítica al modelo asilar y permite pensar al sujeto en
contextos sociales, económicos y culturales. Así, en 1953 la OMS recomendó la
transformación en comunidades terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos,
adoptando el modelo de Inglaterra.
La comunidad terapéutica nació tras la Segunda Guerra Mundial para atender los
casos de prisioneros torturados y otras personas que habían sufrido tratos
degradantes durante el conflicto bélico. A lo largo de los años 50, las comunidades
terapéuticas tuvieron un notable desarrollo como sustituto de los hospitales
psiquiátricos, primero en Inglaterra y más tarde en EE.UU. y algunos países del
norte de Europa. Sin embargo en la década de los años 60 empezó a recibir las
mismas críticas que los hospitales psiquiátricos más tradicionales, porque también
trabajaban con la modalidad de internación[10].
En estos años se empieza a producir un movimiento de reordenamiento del abordaje de la
salud mental, que según señala Galende, no debe considerarse una expansión de la
psiquiatría sino justamente su crisis para dar lugar al nuevo modelo de acción que son las
políticas en salud mental. (Galende, E. 1990). En Francia se produce la reforma sanitaria,
que incluía entre otras cosas la participación de los internos en la toma de decisiones en
relación al tratamiento y alternativas que permitieran evitar las terapias agresivas.
En Italia se instalan las nuevas comunidades terapéuticas para luego, con Basaglia[11]
culminar con el cierre del Hospital de Trieste y la ley de salud mental en 1978. La
experiencia de Basaglia se transforma en referente para las reformas que posteriormente
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se llevaron adelante en otros países. En España este proceso se inicia en los años
1985-1986.
A pesar de las diferencias en las experiencias, se destacan algunos elementos en común
de las propuestas a las reformas psiquiátricas: sustituir el concepto de enfermedad mental
por el de sufrimiento psíquico o padecimiento subjetivo; romper con el supuesto de
peligrosidad; proponer formas de tratamiento ambulatorias o centradas en la comunidad;
incorporar la conceptualización de ciudadanía y derechos como componente de la
práctica curativa y preventiva y reconocer la necesidad de un abordaje interdisciplinario e
intersectorial[12].
En este proceso de reordenamiento de la salud mental, resultó entonces esperables que
los postulados arriba descriptos confluyeran con las propuestas de Atención Primera de la
Salud[13] que consiste en la estrategia de acercar la atención sanitaria al lugar donde
viven y trabajan las personas a fin de asegurarles la accesibilidad en el ejercicio del
derecho a la salud. Este postulado que surge de la Conferencia Internacional de Atención
Primaria de la Salud en Alma Ata en 1978, produce necesariamente una tensión con el
modelo de atención centrado en el hospital que rige para la atención en salud mental. Así,
en el año 1990 la Declaración de Caracas, conclusión de la Conferencia de
Reestructuración de la Atención Psiquiátrica en América Latina de la OMS/OPS, plantea
la reestructuración y adecuación de la atención psiquiátrica a lo establecido por la
Declaración de Alma Ata de implementar, por lo tanto, la estrategia de la Atención
Primaria de Salud para la atención en salud mental.
https://www.youtube.com/watch?v=zSJHa3yqnSA
En función de los procesos de reforma que se viene desarrollando en Europa,
profundizaremos en este apartado las referencias históricas en Argentina de reforma en
salud mental, entendiendo por ésta lo que define Schiarvetti: “Se trata de la
transformación organizativa en materia de salud mental que, en sus etapas más
avanzadas, con el desarrollo de programas y estructuras alternativas a la institución
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Primeros avances
En este marco, los primeros pasos de reforma comienzan a darse con las nuevas
propuestas de la gestión de Ramón Carrillo (1946-1954) en el Ministerio de Salud de la
Nación en consonancia con la concepción de un Estado benefactor, en línea con los
movimientos europeos como vimos anteriormente.
https://www.youtube.com/watch?v=KEtziEl6EA8
Si bien no llegó a cuestionar la existencia del hospital psiquiátrico, propuso la atención
de los enfermos mentales en los hospitales comunes y la creación de Centros de
Psiquiatría Preventiva como órgano técnico para la prevención de las enfermedades
mentales. Dichos centros podían ser independientes del hospital común o anexos a él
pero pertenecer al ámbito social y familiar de los pacientes, proveer un servicio
prehospitalario, de seguimiento de los pacientes dados de alta y el mantenimiento de una
relación directa con problemáticas del servicio social. No obstante, la obra de Carrillo
quedó inconclusa por razones políticas que lo alejaron del Ministerio de Salud de la
Nación en 1954.
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en 1957; la creación de las primeras carreras de psicología (Universidad Nacional del
Litoral en 1956 y Universidad Nacional de Buenos Aires en 1957).
Por otra parte, en el marco de los movimientos sociales en 1960 de la mano de la
Comisión se aprueban los estatutos de la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP),
constituida por un grupo de psiquiatras reformistas. Su primera comisión directiva fue
fundada por Omar Ipar, Enrique Pichón Riviere, Mauricio Goldemberg, Gregorio
Bermann y Jorge Thenon. No obstante, esta federación tuvo las limitaciones de no contar
con la participación y apoyo de otras profesiones, por presentar objeciones al respecto.
Posteriormente a esta fecha, la empiezan a integrar psiquiatras con perspectivas más
acordes a los modelos de reforma que se venían dando en otros países, Galende lo definió
como “el primer movimiento científico-gremial masivo que encara políticamente la
reforma en salud mental” (Galende 1990.)
En el año 1967, con la dictadura de Onganía, paradójicamente se promueve el Plan de
Salud Mental desde el INSM impulsando la incorporación de Comunidades Terapéuticas
en los asilos, se abre la participación de los psicólogos a las “colonias de alienados”. Se
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implementa el modelo de comunidades terapéuticas como experiencias piloto en la
Colonia Federal de Entre Ríos desde 1967 hasta 1976 y en el Hospital Estévez en Lomas
de Zamora hasta principios de 1971, fecha en la que fue violentamente cerrada durante la
dictadura de Levingston. Dichas iniciativas, no fueron compatibles con el autoritarismo
de las dictaduras puesto que los principios básicos de las comunidades terapéuticas eran
la democratización, permisividad, libertad de comunicación y, la instancia de asamblea
comunitaria.
Con el regreso de la democracia, en la presidencia de Raúl Alfonsín, se inicia un proceso
de cambios significativos impulsados por Vicente Galli, Director Nacional de Salud
Mental (dirección creada durante la última dictadura militar) entre marzo de 1984 y agosto
de 1989. Establece estrategias generales para la Salud Mental en el año 1986, tales como:
integración de las políticas en Salud Mental con las generales de salud; integración
intersectorial; acciones de promoción y prevención; participación de usuarios y
prestadores en la definición de necesidades, estrategias y asignaciones de recursos;
desplazamiento del eje centrado en el modelo hospitalario hacia el modelo centrado en la
comunidad. Para ello dispone de un incremento de presupuesto con la transformación de
los grandes hospitales psiquiátricos; desarrollo conceptual y práctico de la estrategia de
Atención Primaria de la Salud en Salud Mental. Se planteaba además la necesidad de una
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reconversión profunda de la formación de recursos humanos nuevos y de transformación
de tendencias de los ya formados.
Desgraciadamente, Vicente Galli no pudo con los grandes hospitales psiquiátricos en la
Ciudad de Buenos Aires principalmente por las resistencias a las reformas que opusieron
los gremios. No obstante, desarrolló una intensa actividad con las provincias, logrando
que al finalizar su gestión casi todas las provincias tuvieran la organización de una
conducción de Salud Mental diferenciada al interior del área de salud. Por último, la
gestión de Galli: fortaleció la formación de recursos humanos en salud mental y creó la
Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental (RISAM).
Muchas provincias crearon en sus propios hospitales programas de resocialización de
pacientes y sistemas alternativos a los vigentes. En esta época se crearon las condiciones
sociales y políticas para que posteriormente varias provincias se constituyeron como
referencias importantes al momento de pensar la actual ley 26.657 en tanto encararon
importantes cambios legislativos como Río Negro (Ley 2440/91 de Promoción Sanitaria
y Social de las personas que padecen sufrimiento psíquico, ley pionera en legislar sobre
desmanicomialización); Santa Fe (Ley 10.772/91 de Salud Mental de la Provincia de
Santa Fe) y Entre Ríos (Ley 8806/94 de Enfermos Mentales).
En cambio la ley de Santa Fe estableció que se privilegiarían las alternativas que menos
restrinjan la libertad. Estableció un plazo máximo de tres años para la transformación de
los establecimientos de internación y el reconocimiento de los recursos de la comunidad.
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Por último, la ley de Entre Ríos estableció que las instituciones psiquiátricas públicas ya
existentes continuasen funcionando con el sistema de puertas abiertas. Postuló que se
implementara una reforma en el sistema asistencial psiquiátrico de la Provincia tendiendo
a una progresiva desmanicomialización en todo el territorio en un plazo de dos años
desde su promulgación.
En el año 1989, con el gobierno del Dr. Carlos Menem, se intervinieron los tres
hospitales psiquiátricos Borda, Moyano y Tobar García, con el propósito de lograr un
cambio estructural en el marco de un plan de externación nacional. No obstante, en Junio
del año siguiente tras la denuncia sobre la muerte de 32 pacientes del Hospital Moyano
supuestamente a causa de desnutrición, se produjo la caída de quienes promovían el
cambio y de la interventora del Moyano.
Pese a la dificultades en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2000 se
sanciona la Ley 448/2000 de Salud Mental de la Ciudad que se dictó luego de un fuerte
debate y con la participación de los actores sociales como los gremios de los trabajadores
de los grandes hospitales y de las organizaciones médicas como la Federación Médica de
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La Ley de Salud Mental, como resultado de un proceso de construcción colectiva
La expresión “grupos en situación de vulnerabilidad” se utiliza para designar a
aquellos grupos de personas o sectores de la población que, por razones inherentes a
su identidad o condición y por acción u omisión de los organismos del Estado, se ven
privados del pleno goce y ejercicio de sus derechos fundamentales y de la atención y
satisfacción de sus necesidades específicas[15].
En este contexto, se sancionan diversas leyes a través de procesos participativos de los
actores sociales involucrados, entre otras: la ley 26.522 de Servicios de Comunicación
Audiovisual; la ley 25.871, Ley de Migraciones (Nuevo Régimen Legal); la ley 26.485
(Nueva Ley Nacional de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la
Violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollan sus relaciones
interpersonales); la ley 26.618 de Matrimonio Igualitario (“Los mismos derechos, con los
mismos nombres);la ley 26.417 (de Movilidad de las Prestaciones del Régimen
Previsional Público); la ley 26.061, Protección Integral de Derechos de niñas, niños y
adolescentes; y la ley 26.657, Ley Nacional de Derecho a la Protección de la Salud
Mental[16]
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De este modo, la ley ordena una nueva regulación de las tradicionales relaciones de poder
en los dispositivos de atención de la salud mental, democratizando el vínculo entre los
usuarios y profesionales, entre las distintas disciplinas y entre el Estado y la sociedad
civil. En un marco de asistencia en el cual la internación es considerada como el último
recurso terapéutico debiéndose privilegiar el tratamiento en dispositivos comunitarios.
En el marco de este proceso de participación, la Secretaría de Derechos Humanos
convoca en el año 2005, a un espacio intersectorial de Salud Mental y Derechos
Humanos conocido como “Mesa Federal de Salud Mental, Justicia y Derechos Humanos”
(en adelante la Mesa). Tras numerosos pedidos de intervención de esta Secretaría frente a
casos y situaciones de graves violaciones a los Derechos Humanos en instituciones
psiquiátricas, se consolida este espacio intersectorial en respuesta a las demandas de la
sociedad civil de incorporar la salud mental como un problema de derechos humanos. Es
de destacar en este sentido, la importancia que tuvo entre otras cosas, el informe “Vidas
Arrasadas. La segregación de las personas en los asilos psiquiátricos argentinos” (ed.
Siglo XXI), de la investigación efectuada por el Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS) y Mental Disability Rights International (MDRI), en el año 2007
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En el informe de Vidas Arrasadas, se denuncian “violaciones a los derechos
humanos perpetrados contra las aproximadamente 25.000 personas que están
detenidas en las instituciones psiquiátricas argentinas. Más de un 80 por ciento de
estas personas son encerradas durante más de un año, y muchas lo son de por vida.
Dos tercios de las camas psiquiátricas pertenecen al sistema público. A pesar de que
en muchas partes del mundo se han clausurado los grandes asilos psiquiátricos, el
75 por ciento de las personas en el sistema argentino de salud mental público se
encuentran detenidas en instalaciones de 1000 camas o más. Este informe registra
graves hechos de abuso y negligencia en las instituciones psiquiátricas argentinas, y
documenta, incluso, casos de personas que han muerto incineradas en celdas de
aislamiento, exposición a privación sensorial mediante el aislamiento por un largo
período de tiempo y actos de violencia física y sexual. El informe también detalla
condiciones de vida peligrosas e insalubres, tales como la falta de agua en los baños,
ausencia de cloacas, amenazas a la seguridad y riesgos de incendio en las
instituciones. La vasta mayoría de las personas detenidas en las instituciones
psiquiátricas argentinas deben sobrevivir en condiciones de casi total inacción y sin
posibilidad de pensarse a futuro por fuera de la institución. La institucionalización a
gran escala y los abusos que la acompañan se deben, en gran medida, a décadas de
una política de invertir en grandes instituciones que segregan a las personas, en
lugar de elaborar políticas y destinar los recursos necesarios para el desarrollo de
servicios de atención en salud mental y apoyo en las comunidades” Mental
Disability Rights International; Centro de Estudios Legales y Sociales.
En los primeros encuentros esta mesa se constituye con la presencia de la Unidad
Coordinadora Ejecutora de Salud Mental, dependiente del Ministerio de Salud de la
Nación, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la Secretaría de Derechos
Humanos. Posteriormente se van sumando organismos gubernamentales y no
gubernamentales, para luego tener una coordinación compartida con la Dirección
Nacional de Salud Mental y Adicciones del Ministerio de Salud, el Instituto Nacional
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Se planteó como primer objetivo de trabajo común, la necesidad de contar con una ley
nacional de salud mental que consolide una política pública capaz de dar respuesta a las
graves violaciones a los derechos humanos, teniendo en cuenta las iniciativas legislativas
previas de algunas jurisdicciones (Río Negro, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Entre
Ríos, Santa Fe), los instrumentos internacionales de derechos humanos en la materia y
los antecedentes políticos y sociales de los movimientos de salud mental en nuestro país.
Se consensuó en promover, respaldar y participar activamente en el proyecto impulsado
[17]
por el Lic. Leonardo Gorbacz .
Desde un principio, la Mesa realizó un intenso trabajo de sensibilización de actores
institucionales claves en la materia, destacando la necesidad de contar con este marco
normativo y la modificación de las prácticas sanitarias que promovieran la erradicación
de la cultura asilar y la importancia de la inserción comunitaria de los usuarios de los
servicios de salud mental. Se desarrollaron también tareas de capacitación, asesoramiento
y orientación en el armado de mesas intersectoriales en cada jurisdicción del país[18].
También se llevaron adelante acciones de relevamiento y construcción de consenso para
que la formulación del proyecto de ley, diera cuenta de las dificultades de todas
jurisdicciones y tuviera alcance nacional
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https://www.youtube.com/watch?v=4x0BSALQGIM
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