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1- Acompañar la Arquitectura

Acerca de un comienzo:
Podemos pensar en un aprendizaje sin que medie el encuentro, la mirada, la escucha, el rito y el ámbito
social que hace comunidad en tanto habitar.
Podríamos pensar en el texto y en el intercambio epistolar, como una experiencia virtual, en tanto recorte
de lo real. Si bien hoy el mail resulta anacrónico, todo correo o mensaje siempre contenían cierta
expectación del tiempo y la distancia, concluyendo en el saludo y la esperanza del reencuentro.

Y si de reencuentro hablamos, pensamos o escribimos en un primer contacto, iniciaremos con la


bienvenida al taller, hoy un taller “sin taller” y una bienvenida que puede sonar absurda y paradojal.
Paradojal en tanto encierra una contradicción, ya que bienvenida, supone un buen venir y un sentido del
camino que hoy contiene una incertidumbre.
Absurda supone en su etimología algo disonante que suena mal al oído, de seguro del ámbito musical. Lo
que suena mal en el contexto extraordinario de una pandemia es aquello que nos conecta con la idea o
fantasía de la muerte o finitud, justo en la “Bien venida”. Casualmente indagar en lo absurdo nos conecta
con el valor de la vida, donde su significado depende exclusivamente del valor que cada uno le asigne. Es
más, a esa corriente de pensamiento en la filosofía se la llamó “del absurdo”, sostenida por Jean Paul Sartre
y Albert Camus, este último quien escribe “La peste” en 1947.
También encontramos un teatro del absurdo y un humor absurdo. Todos movimientos que surgieron a fin
de la segunda guerra mundial y que llegaron a nuestro país.

Si indagamos en la historia hubo dos acontecimientos que pueden servirnos de espejo. Uno, la mal llamada
“gripe española”, en 1918 durante el último año de la primera guerra mundial. Motivo de ella, la
información de cada país no se hacía pública y que a pesar de diezmar la población la hemos olvidado.
Las medidas de protección fueron el distanciamiento social, el uso de barbijos y la higiene.
El país que más desarrollo científico tecnológico tuvo en esa oportunidad fue el que menos pérdidas tuvo,
juntamente con un Estado más centralizado y un mejor sistema de salud pública como Alemania.

El otro episodio para recordar fue la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires de 1871 que termina
conformando la ciudad y nos conecta con lo absurdo de la guerra. La epidemia se originó como
consecuencia del retorno de los soldados contagiados de fiebre amarilla en la guerra del Paraguay a una
ciudad hacinada y sin saneamiento.
Las consecuencias del hecho tuvieron implicancias urbanas demográficas, sanitarias y políticas.

Desde un primer momento se decide “no hacer


nada”, Laissez Faire y esperar que el tiempo olvide
los acontecimientos, luego culpar a los inmigrantes
extranjeros, hasta que las autoridades huyen de la
ciudad. Sarmiento, nuestro padre del aula, a cargo
del poder ejecutivo, abandona la Ciudad- escuela y
es defenestrado por la prensa. Episodio que la
historia oficial también pasa al olvido.

Una manifestación popular decide dar forma a una


comisión de salubridad con los médicos que se
hacen cargo de la cuestión sanitaria durante la
epidemia.

Actualmente los hospitales públicos de la C.A.B.A


llevan los nombres Javier Muñiz y Cosme Argerich
actores principales en dicha ocasión.
Se dispone el nuevo cementerio de Chacarita por falta de lugar en Recoleta, y en el cementerio del barrio
sur en Patricios, donde hoy se encuentra la Plaza Ameghino.

Las clases acomodadas huyen de Monserrat y San Telmo hacia Barrio Norte y zonas de quintas.
Esas viviendas deshabitadas, que no querían habitar más, serán a posteriori “los conventillos” de alquiler y
acogida para las sucesivas corrientes migratorias.
Pasada la epidemia el gobierno se restablece y se comienzan las imprescindibles obras de saneamiento con
las redes de agua y cloacas.
El edificio de Obras Sanitarias de la Nación es su ícono representativo comenzado en 1887 y terminado en
1884 alberga un tanque de agua en Av. Córdoba y Riobamba. Y no casualmente se llama El palacio de las
Aguas evidenciando su carácter simbólico y estratégico.

Por qué retrotraernos al pasado si todo acontecer es un reflejo donde mirarnos, donde pensar nuestro
presente e imaginar el futuro.
En tal sentido, lo que nos está ocurriendo, no traerá aparejados cambios en la arquitectura, en el habitar y
en la ciudad. ¿No se alterarán las nociones de habitar, de distancia y proxemia?

Así como la pandemia expone la crisis del modelo capitalista neoliberal, replantea el rol de la política.
¿Cómo afectará a la enseñanza, la arquitectura y la sociedad?
¿Qué mejor que plantearlo al inicio de la carrera?
A propósito ¿Por qué al estudio lo llamamos carrera?
¿Hay un inicio en la arquitectura?
¿Cuál es el fin, cuál es el sentido?
¿Quién nos corre y cuál es la prisa?
Mario Roberto Álvarez decía que uno empieza a ser arquitecto a los 50 años. No los quiero envejecer de
golpe, solo resaltar el valor del tiempo, y la madurez.
Ahora si de iniciar el estudio como camino les proponemos que disfruten y mediten cada paso sin pensar
en la meta. Que revisemos nuestros fines, nuestros medios y nuestros sueños.
Cuáles son las motivaciones para conectar con el sentido del estudio de la arquitectura. Aprovechamos
entonces esta bienvenida en “modo espera o confinada” para desconectarnos del wifi, del tiempo, para
matar el tiempo en ese sueño.

Por algún lado leí un grafiti que decía:


Sálvense quien venga
quién ría
quién canta
quién piense
quién calle
quién vele
quién tema
quién ore
quién salve
quién libre
quien quiera
quién crea
¡Quién sea!
Oviedo, España. Abril 16 de 2020
Entre acompañar y confinar la arquitectura.
Modelos para pensar el construir y el habitar.
Con antelación nos referimos a una bienvenida en esta etapa extraordinaria de cuarentena. Si es que
venimos de un bien venir del pasado y pensamos en el futuro.
Acompañados y confinados. Acompañados, o en compañía, proviene de “compañero” del latín cunpanis
“con panis”, junto a quien comparte el pan. En la edad media se refería a “hacer buenas migas” quienes
compartían el alimento, los pastores mientras hacían un alto en el camino. Entendiendo al pan nuestro
como el sustento de la construcción y el habitar.
Pensar acompañados y confinados nos invita a pensarnos por fuera del tiempo o en un tiempo distinto al
habitual, un tiempo alterado que nos permite otro pensar. Sin urgencias ni premisas. Un pensar en los
contenidos y por fuera de ellos.
Estar confinados requiere de un medio o un fin, un recinto, un cobijo donde recluirse, la vivienda. En tal
sentido el primer nivel de análisis es si la vivienda remite al ámbito de lo público o lo privado.
Si es una necesidad de orden público, un derecho humano vinculado a la salud, resulta un derecho civil
constituido en ley civil y construye ciudadanía.
Si queda librada al interés del mercado, su finalidad es el lucro o el interés como un instrumento de
consumo.
Esta situación vuelve a poner de relieve la relación de la vivienda con la salud, la economía, la propiedad.
Lo que es propio y lo común, tanto como lo que tenemos por apropiado, o el buen vivir.
En síntesis, pensar en la vivienda replantea el rol del Estado y la política (la polis o ciudad) para construir
ciudad, territorio y patria o patrimonio.

En el mundo griego quien no participaba en servir al estado, el ciudadano egoísta que solo se ocupaba de
sus negocios y se privaba de lo público, se lo consideraba “idiota”, luego se transformó en quien no poseía
habilidades para ejercer un oficio, trabajo o profesión.
En la edad media el concepto derivó en los monjes analfabetos o que no sabían latín.
Ya sea la privación de lo político, lo laboral o el conocimiento eran los atributos de la inclusión ciudadana.
En el Renacimiento se promueve la idea del hombre en armonía y proporción con su cuerpo como casa y
reflejo de Dios, la ciudad, polis y el cosmos. La mejor imagen de ello resulta el hombre de Vitruvio de
Leonardo Da Vinci, que simboliza precisamente el espíritu del Renacer de un hombre nuevo y la apertura a
la Modernidad justo en 1490, dos años antes de des cubrimiento de América para Europa y del fin del
asedio turco otomano.
De allí a la conquista de América donde las ciudades son organizadas en base a las leyes de Indias como
ciudades ideales basadas en las formas de colonización romanas con dos ejes perpendiculares, manzanas
cuadradas, disponiendo el lugar Sagrado Iglesia, el cívico, la plaza o mercado y el Ayuntamiento.
La relación casa, como extensión del cuerpo, ciudad o polis en su relación con el cosmos o el cielo
construyen la civitas y en esa tríada conforman un modelo de pensamiento con múltiples influencias que
tratamos de expresar y graficar en los adjuntos.

Gastón Bachelard decía que la casa es “instrumento para afrontar el cosmos”, vamos a pensar en base a
modelos. Un modelo se refiere a la creación, y lo creado, a la figura triangular indeformable. A los tres
estados de la materia, al fin de la arquitectura como expresaba Marco Vitruvio Polión en la resolución de lo
bello, lo firme y lo útil del mundo romano.
Esa idea absorbida del mundo helénico representa los tres estados del ser: Cuerpo, Alma (mente) y Espíritu,
tanto como los aspectos trascendentales del ser: verdad, bondad y belleza. El objeto y fin de la arquitectura
resulta por lo tanto congruente con el de la filosofía, en sus tres manifestaciones material, ideal y espiritual
como en la reflexión o el abrigo del ser en cuanto “yo soy” el espacio donde se desenvuelve la vida.
Entonces el ser se manifiesta en el espacio. El espacio tiene tres dimensiones 3D, alto, ancho y
profundidad, son cuatro direcciones que convenimos Norte, Sur, Este y Oeste, ortogonales.
Esa manifestación en que el hombre “es” la denominamos habitar.
Quizás la mayor influencia sobre el concepto de habitar la hizo Martin Heidegger. Después de la segunda
guerra mundial en oposición al funcionalismo y racionalismo predominante.
Desde 1920 ya se utilizaba el término función, como si el vivir o habitar se pudiera separar en funciones.
Con estricto afán de domesticar, controlar o dimensionar se precisaron los términos, se seccionaron sus
partes en lo que se idealiza como “La máquina de habitar” de Le Corbusier y consecuentemente se acuñó
“la forma sigue a la función” de Mies Van Der Rohe.
Entre guerras y posguerras se resignificó el sentido de la vida, el propósito de la vivienda y del hombre.
En 1951 Alemania queda en ruinas, después de la segunda guerra mundial, reconstruye aceleradamente las
viviendas de manera repetitiva y seriada perdiendo toda noción de habitabilidad.
Martin Heidegger sostiene en un texto breve y hermoso la idea de construir al habitar, al ser y del ser al
cuidar “construir - habitar - pensar”, también llamado el discurso de Darmstadt.
El escrito revisa las connotaciones del lenguaje replanteando sus etimologías para indagar el sentido y el
misterio que las palabras cobijan. Ubica al hombre entre el cielo y la tierra e instala su condición temporal
entre los mortales y lo divino.
El gráfico que sintetiza los conceptos resulta de un círculo inscrito en un cuadrado con sus ejes ortogonales,
concepto que denomina la cuaternidad.
Explicita que la manera que el humano “es” habitando, “somos ese habitar, morando en un lugar”, define al
ser situado con el nombre de Dasein (ser - ahí) o existencia.
La cuaternidad que sostiene la esencia de lo humano es sostenida por:
1- la Tierra: Es el lugar donde franquear el paso a la propia esencia del hombre. El lugar que salva y rescata
del peligro. Donde apropiarse sin adueñarse.
2- el cielo: Permite dejar al sol y la luna a su viaje. En ese ritmo respeta a la naturaleza, se deja a ser,
evitando hacer del día una carrera sin repaso por producir.
3- los divinos: El hombre mantiene una relación de misterio y enigma con lo sagrado donde lo divino
sostiene y espera lo inesperado.
4- los mortales: Somos los hombres que, en el ciclo de nacer, vivir y morir, encarnamos la conciencia en la
sabiduría de conducir y concluir esa esencia.
A la tarea de custodiar la cuaternidad en el habitar, la llama el “Cuádruple cuidar”.
Finalmente concluye que el construir produce lugares, sólo si somos capaces de habitar podemos construir.

De la caverna a la cabaña y de la cabaña al atelier.


Entre Heidegger y Le Corbusier
… Un tiempo de perplejidad detiene el tiempo, suspende el juicio y espera que aparezca la escucha que
origina todo lo que vive …

Dos sabios hablan a tiempo, se versan y reversan


Uno retorna del pasado sin expiar sus sombras y
asombra a la palabra que cuida la tierra
El otro al futuro arroja el pasado
salvando la luz del sabio, juego de los volúmenes.
En la selva negra la semilla.
El cielo en la costa azul
La pregunta por el hombre
¿Cómo construir, cómo habitar?

Dos modelos de pensar la arquitectura.


Dos casas. Dos Oikos.
Habitar la poesía o poetizar el espacio.
Dos maneras de buscar al hombre y la casa.
Si la reclusión en la cabaña, el atelier o la máquina.
Modelos trinos y en tétradas, la cuaternidad
Los cinco puntos de Le Corbusier. El cuádruple cuidar
El bosque profundo o la ciudad sin pasado
Transmutan el paisaje y la palabra. El fin de la morada.

Al mismo tiempo Winston Churchill que construía con discursos la historia, nos decía algo así:
“Nosotros construimos los edificios y los edificios nos construyen a nosotros”Moviendo la rueda de la idea a
la materia y del cuerpo al hábito.
Volvamos a los modelos y a la geometría que es la forma en que se materializan las ideas.

Esta figura se refiere a una idea contemporánea de otro filósofo Pierre Hadot (1). “si no tenemos una vida en
transformación no nos damos las verdades que necesitamos”.
A la construcción de la verdad los romanos lo llamaban Veritas y los griegos Aletheia. Esto está graficado en
un triángulo esférico, representado a la relación (yo - cuerpo - casa) – (somos - cosmos) – (polis - nosotros),
3 ejes cartesianos representan la tercera dimensión del espacio “x - y - z” sus ejes. Las curvas, la relación
recíproca de los tres vértices.

La figura bidimensional puede ser entendida como tres triángulos de un diedro interior o un tetraedro visto
en planta con su vértice superior. Para los romanos la verdad era hija del Dios del tiempo Saturno y de la
Virtud.
El tiempo en la arquitectura se materializa en la luz. Si bien para el hombre es una construcción mental que
no existe creemos en la luz del tiempo y en la ciencia de finitud.
En el modelo de ángulo inferior derecho con un pentágono se gráfica el esquema de los 5 elementos. Los
pitagóricos creían que la verdad del cosmos construía el mundo de la materia y al hombre con las
proporciones áureas. El pentagrama y la música de las esferas.
Los sólidos platónicos constituidos por figuras regulares con su geometría representan a cada material, el
cubo o hexaedro (la tierra), el icosaedro (el agua), el octaedro (el aire), el dodecaedro (el éter), el tetraedro
(el fuego). En el renacimiento Alberti y Leonardo circunscriben al hombre, al cuerpo como casa y ciudad (2)
Arriba el: “Conócete a ti mismo” estaba inscrito en el acceso al templo de Apolo en Delfos.
Mientras que abajo: “No entre si no sabe geometría”, era el precepto que regía en la Academia de Platón.
Hasta aquí la historia, los otros, ahora nosotros. Si integramos lo expuesto hacia un modelo natural donde
la materia y el ciclo relacione el habitar.
¿Cuál es nuestra relación con la tierra, se resume a una maceta, un cantero, un patio, un jardín?
¿Dónde hundimos nuestras manos y pisamos descalzos?
¿Cuál es el lugar del agua, un lavatorio, una ducha, un inodoro, una fuente, una cascada o una gotera?
¿Dónde encontrar el cielo, en un balcón, un aire y luz, una ventana, un patio, una terraza, dónde está el
tiempo y las estrellas?
¿Dónde está el lugar del fuego, en la parrilla, en una hornalla, donde transmuta la materia, vela lo oscuro,
ahuyenta las bestias, donde se cuida la familia y se abriga la memoria?
¿Dónde el sueño de la razón produce monstruos?

1. Pierre Hadot. Ejercicios espirituales y filosofía antigua. Rescata las meditaciones de Marco Aurelio y los ejercicios estoicos
tratando de encontrar en la filosofía, madre de todas las ciencias, una sabiduría práctica. Aletheia es quitar el velo.

2. Oikos en griego casa. Es la unidad básica social y económica de la sociedad y las ciudades estado, donde radica la vida
productiva en la granja como la paz familiar, Casa, Propiedad y Familia.
Habitar otra ciudad:

En una primera instancia expusimos dos concepciones del habitar para alcanzar el sueño de la razón.
En la segunda repensamos el habitar a la luz de la materia. El lugar de la tierra para el cultivo de lo humano,
el cielo como guía, el agua para fluir y diluir, el aire para inspirar y el fuego para transmutar, cambiar de
estado, dar a luz, nacer a la vida con el sol.
En este tercer momento vamos a indagar la relación de la ciudad, el hacinamiento y el confinamiento.

Pensemos en la palabra. Si la raíz “fasis” requiere a “haz” a manojo y miento resultado, algo que nos
aglomera como un paquete de fideos, donde la falta de espacio vulnera la dignidad.
Dignidad vulnerada por el mercado, no solo referido a la cantidad de m2 mínima, sino a la forma de
apropiarnos de la Tierra como objeto. Al carácter patriarcal, extractivo, de rendimiento sin respeto, al
peligro de la técnica. Así el habitar se malversa, se maldice y malvive en la palabra FUNCIÓN.

Se desacraliza en la acepción de utilidad, viene del ánima, aquello que posee un soplo vital, al inhalar el
espíritu encarna la materia.
No vamos a referirnos a la naturaleza desvirtualizada o mancillada, sino a la crisis de un modelo de
producción agotado.

Hegel decía que lo único que podemos aprender de la historia es que no aprendemos nada de la historia.

Volvamos de la naturaleza a la ciudad globalizada donde las distancias o la noción de espacio tiempo se
estrechan. Quisiéramos ahora indagar en cinco conceptos o ideas de ciudad sin explicarlos.

1. En la ciudad se refunda el cosmos. – COSMOS


2. La ciudad es lenguaje (Roland Barthes) – LENGUAJE
3. Civitas – ley – muralla (ciudadano - bárbaro) – LEY
4. La realización del laberinto de flâneur (Walter Benjamín) – LABERINTO
5. La ciudad es flujo, entrada, salida y ruta (Deleuze y Guattari) – FLUJO

Podríamos graficarlo en un modelo con un pentágono, con una estrella pentagonal de cinco puntos, o con
circo círculos concéntricos, pero vamos a hacer el ejercicio de pensar que nos depara o resuena en cada
uno de nosotros, en nuestra idea o memoria de ciudad.
Para empezar, voy a hacer el ejercicio o manera de expresar la confesión, salvando las distancias y
desnudando la experiencia asociativa.
1 cosmos: En la Plaza de Mayo como lugar de la memoria, en las plazas, en las copas de los árboles, en el
cielo sobre el Río de la plata, en el atardecer o en el alba.
2 lenguaje: La reclusión en un bar, extraño la posibilidad de encontrarme en la lectura y la reflexión tanto
como en la palabra, la amistad o el café.
3 ley: La milonga, el tango, su ley, su código sagrado y su propia liturgia. Bailar diluye la distancia en el fluir
de la música y la magia del abrazo.
4 laberinto: El laberinto del flâneur que significa vagar sin rumbo o callejear, refiere a dejarse perder en el
anonimato de la ciudad por fuera de la rutina. Encontrándonos con nuestro propio cuerpo en una ciudad
sin tiempo.
5 flujo: ver la ciudad pasar, el tránsito desde la vereda, un bar, un puente o un balcón.

Experiencias que suspenden el tiempo y la distancia en una memoria más cercana al sueño que a la razón,
como decía Eladia Blázquez
“Ahora sé que la distancia no es real y me descubro en cada punto cardinal…”

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