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RELACIONES CON EL MUNDO Y ASPECTOS DE LA RACIONALIDAD DE LA ACCIÓN

EN CUATRO CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS DE ACCIÓN


En esta parte de la obra “Teoría de la Acción Comunicativa” (1981), Jürgen
Habermas enfoca el concepto de racionalidad comunicativa desde la historia de la teoría
sociológica. El eje de su análisis es el concepto de entendimiento (Verständigung), el cual
define como:
[…] un acuerdo racionalmente motivado alcanzado entre los participantes, que se mide
por pretensiones de validez susceptible de crítica.1
Este enfoque presupone un saber que se encarna en manifestaciones de carácter
simbólico. De esta manera, la racionalidad comunicativa incluye: a) las diversas formas de
desempeño discursivo de las pretensiones de validez y b) las relaciones que entablan los
participantes con el mundo para reclamar validez para sus manifestaciones. Por esta
causa, el problema de la racionalidad se presenta tanto en el plano metateórico como en
el metodológico.
Habermas analiza cuatro conceptos sociológicos de acción que tienen gran
relevancia tanto en sociología como en otras ciencias sociales (incluida la historia). Para
ello, primero analiza la teoría popperiana de los tres mundos; luego, analiza los conceptos
de acción teleológica, acción regulada por normas y acción dramatúrgica; finalmente,
introduce el concepto de acción comunicativa.
La teoría de los tres mundos, planteada por Karl Popper en su trabajo
“Epistemología del sujeto cognoscente” (1967) indica que:
[…] se pueden distinguir los tres mundos o universos siguientes: en primer lugar, el
mundo de los objetos físicos o de los estados físicos; en segundo lugar, el mundo de los
estados de conciencia o de los estados mentales o quizá de las disposiciones
comportamentales para la acción [i.e. actitudes]; y en tercer lugar, el mundo de los
contenidos objetivos del pensamiento, en especial del pensamiento científico y del
pensamiento poético y de las obras de arte, [en otras palabras] un mundo de los
productos de la mente humana.2
De esta manera Popper rebate al empirismo en su tesis de que el sujeto se enfrenta
al mundo sin mediaciones y, más bien, retoma una posición más próxima a la tomista
respecto a la percepción. Popper se atiene a la primacía del mundo sobre a la mente,
derivándose el segundo y tercer mundos del primero, un mundo objetivo, el cual es
susceptible de enunciados verdaderos (o sea, conformes a la realidad).
Habermas interpreta los tres mundos de Popper como:
[El primer mundo] se trata de objetos o sucesos físicos; [el segundo mundo] de estados
mentales o de episodios internos; [el tercer mundo] de contenidos semánticos de los
productos simbólicos.3
Esta teoría demuestra, por un lado, la independencia propia del mundo del espíritu
objetivo. Existe en todo producto simbólico un nexo, aunque opaco, con el mundo objetivo.
Sin embargo, en el tercer mundo, los productos de la mente humana se convierten en
problemas autónomos que “existen antes de que los descubramos”, o sea que son reales
(!). Se indica además que, como nadie puede vivir si usar el lenguaje, nadie puede vivir sin
estar en contacto con el tercer mundo. Sin embargo, el tercer mundo ha crecido más allá
1
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 110.
2
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 112.
3
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 110.
del alcance de la humanidad. Como el primer y el tercer mundo sólo están en contacto a
través del tercero, se refuta una vez más al empirismo, que niegan la reducción del tercer
mundo a estados mentales (ideas) y que no hay una relación causal entre el primer y
segundo mundos. Las relaciones cognitivo instrumentales y las cosas dominan el
intercambio entre el primer y segundo mundo.
De esta manera, la autonomía del tercer mundo es garantía de que el conocimiento
y la acción vienen mediados por el descubrimiento de una lógica específica de los nexos
internos de sentido.
El tercer mundo de Popper incluye los elementos cognitivos de la tradición cultural
que sean científicamente elaborables. En esto se basa I. C. Jarvie (1972) para
representarse a los sujetos que actúan socialmente como científicos que desarrollan
teorías y resuelven problemas. Sin embargo, esta propuesta (como la de Popper) se
encuentra con tres dificultades:
• Jarvie difumina la diferencia entre una actitud realizativa y una actitud hipotético
reflexiva frente a las tradiciones culturales. Cualquier persona toma parte en un
proceso de entendimiento haciendo uso de un saber cultural común de una forma muy
diferente a la labor científica. Al hacer ciencia, si bien se toma parte en interacciones,
se somete a un examen de validez a aquellas partes del saber que se vuelven
problemáticas. Además la meta de la actividad científica no es coordinar acciones
(como es el caso de la cultura) sino la crítica y el incremento del saber.
• Jarvie no presta atención a los componentes del saber cultural que no pueden ser
reducidos a pensamientos o enunciados susceptibles de verdad. Al tomarlos como
patrones de interpretación cognitiva, se obliga a tener que crear una categoría de
interpretación superior a la existente en el tercer mundo, por lo que implícitamente crea
un cuarto, el cual precisará de un quinto para su interpretación y así ad infinitum. De
esta manera, queda pendiente el asignar a los patrones culturales pretensiones de
validez análogas a la verdad.
• Jarvie no distingue entre valores culturales y la materialización institucional de estos
valores en normas. De esta forma, toda sociedad debería subsumirse de forma similar
en una cultura, lo cual no ocurre. En un nivel profundo, no se diferencia entre ética y
moral, lo que sin embargo acontece en el mundo real. De esta manera, las normas
culturales no tienen vigencia universal a su interior mismo. Además, al ser particulares
de un contexto, no disponen del mismo carácter obligatorio de las normas de acción
legítimas.
Por estos motivos, se hace necesario revisar la teoría de los tres mundos de
Popper. Para ello, Habermas plantea:
• Sustituir el mundo ontológico popperiano por otros dos: a) el “mundo”, a secas, que
es el mundo real. b) el “mundo de la vida” que es aquel que es producto de una
tradición cultural compartida, que cada persona encuentra ya interpretado. El mundo
de la vida aparece como el fondo, el contexto de la acción comunicativa de una manera
análoga a como lo hace el mundo real. Ambos son insoslayables de la experiencia
humana.
• Además, corresponde reemplazar el espíritu objetivo subyacente en la teoría
popperiana por un concepto del saber cultural como algo diferenciado en distintas
pretensiones de validez. Por ello, Habermas plantea que:
Las acciones sociales se orientan por valores culturales. Pero éstos no guardan relación
alguna con la verdad.4
Siguiendo a Max Weber, Habermas plantea dar a la cultura un rango diferenciado,
una esfera de valor diferente al de la ciencia.
• Por ello, Habermas decide seguir empleando provisionalmente los tres niveles
correspondientes a los tres mundos, pero diferenciando el ámbito cultural como
“mundo de la vida”, con otras categorías. Y el lenguaje, con todas sus categorías y
funciones, pertenece al tercer mundo.
Posteriormente, Jürgen Habermas aborda el análisis de la acción teleológica (de
telos = fin) como base de la filosofía de la acción. Desde Aristóteles se aborda que un
actor (una persona que actúa) realiza un fin o hace que se produzca un estado de cosas
deseado eligiendo los medios más adecuados y aplicándolos de manera correcta. Esta
acción se convierte en estratégica cuando:
[…] en el cálculo que el agente hace de su éxito interviene la expectativa de decisiones
de a lo menos otro agente que también actúa con vistas a la realización de sus propios
propósitos.5
Luego, Habermas incluye el concepto de acción social o acción regulada por
normas, que se basan en valores comunes que orientan la acción. Es necesario que
exista la observancia a una norma para el adecuado funcionamiento de un grupo social.
Dicho de otra manera:
[…] los integrantes de un grupo tienen derecho a esperar un determinado
comportamiento. Este modelo normativo de acción es el que subyace a la teoría del rol
social.6
A continuación, Habermas aborda el concepto de acción dramatúrgica, basada en
el concepto de auto escenificación, que corresponde a:
[…] participantes en una interacción que constituyen los unos para los otros un público
ante el cual se ponen a sí mismos en escena.7
Finalmente, aparece el concepto de acción comunicativa, el cual engloba la acción
teleológica, la acción regulada por normas y la acción dramatúrgica, el que es planteado
como:
[…] la interacción de a lo menos dos sujetos capaces de lenguaje y de acción que (ya
sea con medios verbales o con medios extraverbales) entablan una relación
interpersonal. Los actores buscan entenderse sobre una situación de acción para así
poder coordinar de común acuerdo sus planes de acción y, con ello, sus acciones.8
En este planteamiento el papel de la interpretación es fundamental, por lo que el
lenguaje es el fundamento mismo del modelo. A continuación, Habermas realiza un breve
repaso histórico del uso moderno de los tipos de acción que componen la acción
comunicativa.
La acción teleológica es planteada por Neumann y Morgenstern para su teoría de
los juegos estratégicos. Es claramente racional y presupone la relación entre un actor y el
mundo objetivo. El actor se forma opiniones sobre los estados de cosas existentes y
4
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 120.
5
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 122.
6
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 123.
7
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 122.
8
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 124.
desarrolla intenciones para lograr los estados de cosas deseados. La acción estratégica
presupone un solo mundo, el objetivo. De esta manera, el actor estratégico debe lograr:
a) Poner en concordancia sus percepciones y opiniones con aquello que es el caso en
el mundo: debe actuar de acuerdo a la realidad. Así, puede expresar afirmaciones que
sean verdaderas o falsas. De esta forma, es posible enjuiciar sus acciones en base a
criterios de verdad (aquello conforme a la realidad).
b) Poner en concordancia lo que es el caso en el mundo con sus ideas e intenciones.
Así, puede tener éxito o fracasar en sus intenciones. De esta forma, es posible
enjuiciar sus acciones en base a criterios de eficacia (logro de los fines).
La acción regulada por normas es trabajada por Durkheim y Parsons. Precisa
necesariamente de dos mundos: el mundo objetivo y el mundo social. Es una acción que
corresponde a interacciones normativamente reguladas. Una norma social goza de validez
cuando es reconocida por los destinatarios como válida o justificada. Las acciones
sociales se expresan mediante oraciones universales de deber o mandatos. Sin
reconocimiento intersubjetivo no es posible aplicar la validez de ninguna norma social.
Cabe distinguir que los valores culturales no tienen el mismo carácter normativo de
validez, pero pueden llegar a tenerlo en materias necesitadas de regulación.
El modelo normativo dota a las personas de un complejo cognitivo y de un complejo
motivacional. Al respecto, Habermas indica:
Las normas vigentes sólo adquieren fuerza motivadora de la acción en la medida en la
medida en que los valores materializados en ellas representan patrones conforme a los
cuales se interpretan las necesidades en el círculo de destinatarios de las normas y que
en los procesos de aprendizaje se hayan convertido en patrones de percepción de las
propias necesidades.9
Por estas razones, el enjuiciamiento de las acciones sociales se hace en base a si
las acciones del actor concuerdan o se desvían de las normas vigentes. Pero, además de
eso, también se ve si las normas vigentes encarnan valores susceptibles de
universalización, o sea si están justificadas (i.e. basadas en la justicia, que es dar a cada
quien lo suyo) y son legítimas (i.e. pueden volverse leyes sociales).
La acción dramatúrgica es planteada por Goffman (1956), a través del estudio de la
presentación de la persona en la vida cotidiana. Una acción dramatúrgica es:
[…] un encuentro en el que los participantes constituyen los unos para los otros un
público visible y se representan mutuamente algo.10
La acción dramatúrgica es la parte de la comunicación en la que más se aprecia el
carácter subjetivo. Busca concretamente atención y aceptación por parte del público.
Habermas indica que las acciones dramatúrgicas “son en cierto modo parasitarias; van
montadas sobre una estructura de acción teleológica” 11. El rol profesional es el campo
más estilizado de acción dramatúrgica. En la acción dramatúrgica el actor se relaciona con
sus vivencias subjetivas, las que no deben entenderse como estados mentales o episodios
internos: no son materiales, sino espirituales (i.e. inmateriales).

9
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 129.
10
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 131.
11
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 131.
Los deseos y sentimientos, basados en las necesidades, son fundamentales en la
acción dramatúrgica. La interpretación de estas necesidades se realiza a través de
valoraciones o juicios de valor. Al respecto, Habermas indica:
Las expresiones valorativas y los estándares de valor tienen fuerza justificatoria cuando
caracterizan una necesidad de forma que los destinatarios, en el marco de una tradición
cultural común, puedan reconocer bajo tales interpretaciones sus propias necesidades.
Esto explica por qué en la acción dramatúrgica las características de estilo, la expresión
estética y, en general, las cualidades formales llegan a adquirir un gran peso.12
No es posible evaluar la acción dramatúrgica en términos de si el actor realmente
piensa lo que dice, pues en cuestión de emotividad habitualmente faltan palabras para
expresar lo que se siente. Sin embargo, sí es posible hacerlo en base a la veracidad de su
expresión, es decir si corresponde o no a la realidad. Además, la acción dramatúrgica se
ve como una acción estratégica y también puede ser evaluada en función a su eficacia.
No hay que olvidar que en el caso de la acción regulada por normas y en el de la
acción dramatúrgica es necesario que exista entre los participantes un consenso de
naturaleza lingüística.
Llega ahora el momento de abordar la acción comunicativa propiamente dicha.
Para hacerlo es preciso recurrir al concepto de medio lingüístico, el que se define como:
“[es un medio] en que se reflejan como tales las relaciones del actor con el mundo”.13
La acción comunicativa como tal deriva del interaccionismo simbólico de Mead, del
concepto de juegos del lenguaje de Wittgenstein, de la teoría de los actos de habla de
Austin, de la hermenéutica de Gadamer y de la etnometodología de Garfinkel.
El mecanismo lingüístico es un mecanismo de coordinación de la acción, el cual
ajusta los planes de acción y las actividades teleológicas de los participantes para que
exista una interacción.
Las limitaciones de los modelos teleológico, regido por normas y dramatúrgico se
aprecian muy bien al ver cómo abordan el lenguaje. Para el modelo teleológico, el
lenguaje es un medio para conseguir fines. Después, el modelo normativo lo ve como un
medio para transmitir valores culturales. En lo que se refiere al modelo dramatúrgico, el
lenguaje es un espacio de escenificación. Como se ve, ninguno de estos modelos ve al
lenguaje como un “medio de entendimiento”, que es precisamente lo que hace la acción
comunicativa. Habermas indica:
Sólo el concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio de
entendimiento, sin más abreviaturas, en que hablantes y oyentes se refieren, desde el
horizonte preinterpretado que su mundo de la vida representa, simultáneamente a algo
en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo, para negociar
definiciones de la situación que puedan ser compartidas por todos.14
En este punto, Habermas analiza el carácter de las acciones independientes. Para
ello, puntualiza que las acciones comunicativas:
[…] expresan un contenido proposicional, la oferta de una relación interpersonal y una
intención del hablante.15

12
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 134.
13
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 136.
14
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 137 – 138.
15
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 138 – 139.
Las acciones, si bien se realizan mediante conductas, no son una mera suma de
conductas, sino algo cualitativamente superior. El fin de un actor es realizar un plan de
acción y no movimientos aislados. En cambio, Wittgenstein se vale precisamente de
movimientos aislados que, por sí mismos, no tienen un sentido teleológico de acción.
Posteriormente, Habermas analiza por qué los actos de entendimiento no pueden
ser analizados de la misma forma que las oraciones gramaticales. Lo importante en la
acción comunicativa es el tipo de relaciones que se establecen entre los hablantes y entre
los hablantes y el mundo.
Para que el entendimiento funcione como mecanismo coordinador de la acción es
necesario que los participantes se pongan de acuerdo sobre la validez que pretenden para
sus emisiones, o sea que reconocen la validez que el otro le da a su propia afirmación.
Esto lo aclara Habermas de la siguiente manera:
El concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio dentro del
cual tiene lugar un tipo de procesos de entendimiento en cuyo transcurso los
participantes, al relacionarse con un mundo, se presentan unos frente a otros con
pretensiones de validez que pueden ser reconocidas o puestas en cuestión.16
Para que un actor se mueva dentro del plano de la acción comunicativa, se requiere
que haga uso de su racionalidad para:
• Que el enunciado que haga sea verdadero, o sea conforme a la realidad (mundo
objetivo).
• Que el acto de habla sea correcto en relación con el contexto normativo vigente
(mundo social).
• Que la intención expresada por el hablante coincida realmente con lo que él piensa
(mundo subjetivo).
De esta manera, el modelo de los tres mundos de Popper ha sido transformado por
Habermas de una forma más coherente y funcional, además de epistemológicamente
correcta.
El proceso de entendimiento tiene lugar sobre el fondo de una precomprensión de
carácter cultural. Sólo una parte del saber contextual puede ser puesta en duda en por los
implicados, lo cual es negociado de manera racional.
De manera más práctica, la acción comunicativa bien realizada tiene las siguientes
características:
Para ambas partes la tarea de interpretación consiste en incluir en la propia
interpretación la interpretación que de la situación nace el otro, de suerte que en la
versión revisada “su” mundo externo y “mi” mundo externo, sobre el trasfondo de
“nuestro” mundo de la vida [social], queden relativizados en función de “el mundo”
[objetivo] y las definiciones de la situación antes dispares se puedan hacer coincidir
suficientemente. Mas esto no significa que las interpretaciones tengan que conducir en
todo caso e incluso normalmente a una asignación estable y unívocamente
diferenciada.17
Como se ve, la comunicación “normal” (i.e. habitual) no sigue el modelo de la acción
comunicativa, aunque sería de gran beneficio que así fuera. Por otra parte, el modelo de
acción comunicativa no equipara comunicación y acción, pues en un modelo de acción
16
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 143.
17
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 145.
pura no necesariamente debe haber entendimiento. Por eso, la acción comunicativa es un
proceso cooperativo de interpretación.

LA PROBLEMÁTICA DE LA “COMPRENSIÓN” EN CIENCIAS SOCIALES


La problemática de la racionalidad también se ve afectada por la metodología de las
ciencias sociales. En ellas hay distintos modelos de acción que presuponen distintas
relaciones del actor con el mundo, las cuales afectan incluso la interpretación de los
hechos. En la acción comunicativa, las interpretaciones racionales se hacen en actitud
realizativa, pues se requiere una base de enjuiciamiento común entre las partes
implicadas.
Un actor sólo puede seguir (o violar) las normas que considera válidas. Si no
considera válida una norma, puede rechazarla como algo sin sentido. Esta valoración del
especto social escapa del marco únicamente adscrito a la consecución de los fines
(teleológico).
Aún cuando uno de los participantes deliberadamente quiera engañar a su
oponente, las reglas de la acción comunicativa permiten que estos mecanismos queden al
descubierto. Una especial dificultad se plantea en el nivel dramatúrgico, donde hay
aspectos que incluso escapan al propio emisor (la parte inconsciente); sin embargo, la
psicoterapia y el psicoanálisis ofrecen vías para poder hacer una interpretación racional en
el plano dramatúrgico.
En lo que concierne a la hermenéutica, cuando se plantea la ‘comprensión’,
necesariamente tiene que tomarse en cuenta la racionalidad, pues es posible realizar un
enjuiciamiento objetivo de la acción comunicativa. Por eso, el primer paso consiste en
ponerse de acuerdo en un enjuiciamiento intersubjetivamente válido de sus relaciones con
el mundo. Sobre esta base, recién se toma una postura de afirmación o negación de las
pretensiones de validez del otro, apoyándose en las razones (o sea, en la racionalidad).
En este punto, Habermas se pregunta cómo afecta este proceso a un tercero, a un
intérprete no implicado (i.e. un observador).
La tarea del cientista social no termina con una explicación exacta de una
secuencia observada. Es preciso que su análisis vaya más allá. Un primer nivel de
distinción es el referido a las operaciones interpretativas: el cientista social no trata de
interpretar la realidad de forma consensuada, mientras que las personas que estudia en el
ámbito social sí. Este problema es planteado desde una perspectiva por la teoría de la
ciencia y desde otra por la fenomenología, la etnometodología y la hermenéutica de
sociología comprensiva.
En lo que se refiere a esta última postura, Dilthey, Husserl y Gadamer plantean que
es preciso entender (Verstehen) al otro como punto de partida para un trabajo
científicamente válido en ciencias sociales. De hecho, sin entendimiento (Verständigung)
no se puede llegar a un conocimiento válido. Un científico social, al momento de trabajar,
invariablemente se encuentra ante objetos estructurados simbólicamente, los cuales crean
reglas generativas de la vida social. Por eso, normalmente todo lo que puede denominarse
“mundo de vida” (desde las sociedades hasta las estructuras de personalidad) es objeto
de estudio de las ciencias sociales.
Habermas plantea que un científico social no puede acceder al “mundo de la vida”
sólo a través de la observación, como hasta ahora es casi regla hacerlo. Esto, en primer
lugar, porque entre un lego y un científico social existe el mismo tipo de acceso al “mundo
de la vida”.
La teoría de la ciencia, que es la que más apoya una radical distinción entre sujeto
y objeto, lo cual se aplica en las ciencias sociales, ha sido definitivamente cuestionada por
Kuhn, Popper, Lakatos y Feyerabend, a través del falsacionismo y la teoría de
paradigmas, demostrando que la formación de teorías en las ciencias naturales es similar
al de las ciencias sociales, por lo podrían ser susceptibles de un análisis hermenéutico si
éste se presenta como más adecuado.
Para las ciencias sociales hay dos grandes obstáculos metodológicos: a) la
obtención de datos y b) la descripción teórica de los mismos.
En el primer caso, el lenguaje que el científico social emplea no puede ser visto
como un instrumento neutral, sino como un sesgo subjetivo en su trabajo. Y menos puede
usar ese mismo lenguaje sin emplear, a su vez, su propio bagaje social de su particular
“mundo de vida”. Desde luego que esto “contamina” incluso su bagaje teórico.
Estas dificultades metodológicas comienzan a ser resueltas por H. Skjervheim
(1959), quien indica que la comprensión es un modo de experiencia, la cual exige una
relación intersubjetiva entre el ego (yo) y el alter (otro), diferente a la dicotomía sujeto –
objeto. En primer lugar, si un sujeto y luego otro y otro constatan un hecho, podría llegarse
a la objetividad. Sin embargo, la comprensión exige además la participación en un proceso
de entendimiento que sea “iluminado” por la interacción entre sujetos. Habermas indica:
Los significados, ya sea que se encarnen en acciones, en instituciones, en productos del
trabajo, en contextos de cooperación o en documentos, sólo pueden ser alumbrados
desde dentro.18
Esto quiere decir que una dicotomía sujeto – objeto es incapaz de ofrecer “desde
fuera” la riqueza que un análisis “desde dentro” puede. Y esto sólo se puede lograr
mediante la empatía, o sea “participando, al menos virtualmente, en las comunicaciones
de sus miembros y, por tanto, convirtiéndose a sí mismo en un miembro por lo menos
potencial”19.
Y Skjervheim es lo suficientemente profundo para darse cuenta que cualquier cosa
que alter diga tiene que ser respondida por ego con una afirmación, un rechazo o una
postergación de respuesta, pero que de todas maneras esto impide a alter permanecer en
el rango de objeto en el sentido estricto.
Ya que es imposible que el científico social sea “objetivo” en sentido estricto, hay
que ver cómo podría el científico social participar de la experiencia comunicativa, de la
interacción social. En primer lugar, el científico social tendría que priorizar su
concentración en el entendimiento, despojándose de alguna manera de sus atributos de
actor. A este respecto, Habermas indica:
Esto puede verse recurriendo al modelo del especialista en ciencias del espíritu que
descifra documentos recibidos, traduce textos, interpreta tradiciones, etc. En este caso
los implicados en el proceso original de entendimiento ni siquiera pueden notar la
participación virtual del intérprete, quien se suma a este proceso cuando ellos ya no
existen.20

18
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 159 – 160.
19
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 160.
20
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 162.
La participación virtual de un investigador social se refiere a aquella que “persigue
fines que no se relacionan con el contexto que está investigando, sino con un sistema de
acción distinto”21.
Habermas plantea luego que para entender un acto de habla es preciso conocer
qué lo hace aceptable. Para ello, es necesario comunicarse con alter para recibir
retroalimentación que indique si la interpretación dada por ego es aceptable. No puede
hacerse de otra manera un proceso de enjuiciamiento de validez.
Por esto, es imprescindible contar con una evaluación para poder interpretar
racionalmente un proceso social y esta evaluación puede ser hecha a través de la acción
comunicativa. Y en este proceso de evaluación tomar postura es legítimo. Al respecto,
Habermas indica:
No pueden entenderse las razones [que alter da] si no se entiende por qué son sólidas o
no lo son, o por qué, llegado el caso, no es posible (todavía) una decisión acerca e si
son buenas o malas. De ahí que un intérprete [i.e. científico social] no pueda interpretar
manifestaciones que a través de pretensiones de validez susceptibles de crítica van
asociadas con un potencial de razones y que, por tanto, representan un saber, sin tomar
postura frente a ellas. Y no puede tomar posturas frente a ellas sin aplicar sus propios
estándares de evaluación, o estándares, en todo caso, que él ha hecho suyos22.
Si un investigador social no toma este camino metodológico, sólo podría seguir el
de la habitual objetividad, con lo cual no podría acceder a los nexos internos de sentido,
como ocurre por ejemplo en un trabajo antropológico de campo.
Habermas realiza luego una valoración de la labor del cientista social desde el
punto de vista teleológico. Si ego interpreta las expresiones de alter como meras
manifestaciones expresivas, ajenas a lo que es la verdad, entonces no podemos hacer un
análisis de veracidad de esta información y es posible que desde nuestro bagaje no
logremos llegar a toda la riqueza que la acción comunicativa con alter podría brindar.
Dicho de otra manera, al solamente recabar información se llega a conocer una versión 1,
con posibles errores; en cambio, con un diálogo basado en la acción comunicativa, la
calidad y la cantidad de información se incrementa muy significativamente, como ocurre
habitualmente en psicoterapia.
Lo mismo es válido para el análisis de la acción regulada por normas, donde se
puede evaluar en base al comportamiento que se ajusta o se desvía de las normas. Cabe
recalcar que la razón es el filtro que permite, a través de la acción comunicativa, llegar a
tener un alto grado de veracidad en la interpretación.
En lo que se refiere al plano metodológico, al trabajarse bajo el modelo sujeto –
objeto se produce un desnivel metodológicamente relevante en el campo de las ciencias
sociales, mientras que en lo que se refiere a la acción comunicativa existe el mismo nivel
de complejidad en ambos sujetos. Esto incluso facilita la crítica que otros sujetos pueden
hacer al trabajo científico, pues este se desarrolla en un contexto especialmente abierto al
diálogo.
Habermas indica que:
Las mismas estructuras que posibilitan el entendimiento suministran también la
posibilidad de un autocontrol reflexivo en el proceso de entendimiento.23

21
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 162.
22
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 164.
23
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 170.
Y además respalda su argumento en varias posturas científicas. La primera de ellas
es la de A. Schütz (c. 1932), quien indica que el seguir una metodología de acción implica:
a) Describir la realidad social como parte de un “mundo de la vida” al estilo que Habermas
plantea. b) Es necesario contar con un modelo previo en el cual basar la investigación,
como es el caso del modelo de ser (i.e. persona) y el modelo de los hechos a observarse
en el trabajo científico. c) Los conceptos teóricos del científico tienen que relacionarse, de
alguna manera, con los conceptos preteóricos con que los miembros del contexto social
interpretan su realidad; este último punto es algo cuestionable, pero la actitud científica
tendría que bastar para que el científico no se deje arrastrar por la particularidad de las
características sociales que investiga.
El planteamiento de Schütz indica que un observador fuera del sistema no aportaría
información sustancial al análisis de los procesos sociales, pero la experiencia en terapia
familiar sistémica prueba lo contrario.
Por otra parte, la etnometodología todavía no ha dado un paso decisivo hacia la
objetividad de su saber, al no haber incorporado el concepto de verdad, limitándose a
señalar su aporte como particular. Por esto, el tema principal de los trabajos de Garfinkel y
colaboradores, el habla, no puede rebasarse para abarcar otros contextos.
Habermas, al igual que Garfinkel, hace un gran énfasis en la comprensión del
contexto para poder realizar un adecuado trabajo de exploración e interpretación de los
hechos sociales. Para ello, el observador científico tiene que acceder al campo de
observación a través de los procedimientos de interpretación que adquiere en su propia
cultura.
Th. P. Wilson indica que si un científico social trabaja sólo con documentación, no
es posible verificar los conocimientos en un sentido riguroso:
Si en este nivel elemental la única posibilidad que tiene el observador de identificar las
acciones con que se topa consiste en tomar el camino de la interpretación documental,
entonces las descripciones de interacciones no son intersubjetivamente verificables en
ningún sentido riguroso.24
Y, desde luego, mucho de su interpretación responde directamente a sus mismos
patrones culturales y sociales. Por esto, “la autoaplicación radical de la crítica
metodológica lleva a la conclusión de que las ciencias interpretativas tienen que renunciar
a la pretensión de generar saber teórico”25. Sin embargo, esto lleva a una relativización de
la verdad, como algo socialmente construido y susceptible a cambio. Esta posición, por
eso, es rechazada por Habermas, por relativista y negadora del mundo objetivo como tal.
Habermas también critica la posición que matiza el relativismo detrás de una
supuesta deficiencia metodológica en lo referido a la investigación. La propuesta de
Garfinkel, a la que Habermas se adscribe indica que:
El interés se centra principalmente en las características universales del sistema de
referencia que subyace en las relaciones hablante – oyente, es decir, en la organización
narrativa de las secuencias temporales, en la organización interpersonal de las
distancias espaciales, en la objetividad de un mundo común, en las expectativas básicas
de normalidad, en la sensibilidad para la dependencia contextual y para la necesidad de
interpretación de las manifestaciones comunicativas, etc.26

24
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 176.
25
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 177.
26
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 179.
Sin embargo, la posición de Garfinkel adolece de un punto débil: considera a las
pretensiones de validez como meros fenómenos (i.e. percepciones subjetivas) y no como
algo intrínsecamente relacionado con el mundo objetivo. Además, considera los
estándares de racionalidad como algo contingente, que puede ser descrito pero no
evaluado sistemáticamente. Por este motivo, los etnometódologos no pueden, en última
instancia, reclamar para sí un status teórico.
La salida a este problema radica, necesariamente en retomar las bases de la
modernidad:
Garfinkel sólo podría escapar a la alternativa que representa el absolutismo husserliano
y el confesado relativismo de Blum y de McHugh si tomara en serio la pretensión de
universalidad implícitamente contenida en las ideas de verdad y rectitud, como una
indicación de lo que llamo base de validez del habla.27
Además, complementa esta aseveración indicando:
Quien convierte en tema lo que los participantes se limitan a suponer y adopta una
actitud reflexiva frente al interpretandum no se sitúa fuera del contexto de comunicación
investigado, sino que lo profundiza y radicaliza por un camino que en principio está
abierto a todos los participantes. Este camino que va del la acción comunicativa al
discurso está bloqueado de múltiples modos en contextos naturales, pero es algo ‘ya
siempre’ inscrito en la acción orientada al entendimiento.28
Luego Habermas continúa precisando las características de la hermenéutica
filosófica, indicando que:
[…] la hermenéutica filosófica investiga la competencia interpretativa de hablantes
adultos bajo el punto de vista de cómo un sujeto capaz de lenguaje y de acción puede
hacerse entender en un entorno extraño, repleto de manifestaciones que le resultan
ininteligibles. La hermenéutica se ocupa de la interpretación como labor de excepción,
que sólo es necesaria cuando fragmentos relevantes del mundo de la vida se vuelven
problemáticos y cuando las certezas del propio trasfondo cultural se vienen abajo y los
medios normales de entendimiento fracasan. Bajo el macroscopio, el entendimiento sólo
aparece amenazado en los casos extremos de penetración en un lenguaje extraño, en
una cultura desconocida, en una época lejana y, sobre todo, en los casos de penetración
en ámbitos de la vida que han sufrido alguna deformación patológica.29
Más específicamente, Habermas dice:
La tarea de interpretación puede entonces delimitarse en los siguientes términos: el
intérprete aprende a distinguir su propia comprensión contextual, que al principio creía
compartir con el autor, pero que en realidad se había limitado a suponérsela a éste, de la
comprensión contextual del autor. La tarea consiste en alumbrar las definiciones de la
situación que el texto recibido presupone, a partir del mundo de vida del autor y de sus
destinatarios.30
Hay otras precisiones metodológicas que, por su importancia, también son
transcritas íntegramente:
Sólo en la medida en que el intérprete penetre en las razones que hacen aparecer las
emisiones o manifestaciones del autor como racionales, entiende qué es lo que éste
pudo querer decir. Sobre este trasfondo puede identificarse también tal o cual
idiosincrasia, es decir, aquellos pasajes que ni siquiera resultan comprensibles desde los
supuestos del mundo de la vida que el autor compartió con sus contemporáneos.

27
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 182.
28
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 182.
29
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 182 – 183.
30
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 183.
El intérprete entiende, pues, el significado de un texto en la medida en que intelige por
qué el autor se creyó con derecho a hacer determinadas afirmaciones (como
verdaderas), a reconocer determinados valores y normas (como correctos), o a
manifestar determinadas vivencias (como veraces). El intérprete tiene que hacerse cargo
del contexto que tuvieron que presuponer el autor y sus contemporáneos como saber
común, para que en su tiempo no surgieran las dificultades que hoy el texto nos depara y
para que los contemporáneos pudieran encontrar otras que hoy a su vez nos parecen
triviales. Sólo sobre el trasfondo de los componentes cognitivos, morales y expresivos
del acervo cultural de saber a partir del que el autor y sus contemporáneos construyeron
sus interpretaciones, puede alumbrarse el sentido del texto. Pero el intérprete posterior
no podrá identificar estos presupuestos si no toma postura, siquiera sea implícitamente,
frente a las pretensiones de validez vinculadas al texto.31
Habermas postula que, en principio, todo alter es prejuzgado como capaz de
responder por sus actos (i.e. responsable). Dicho de otra manera, “el intérprete no puede
entender el contenido semántico de un texto mientras no sea capaz de representar las
razones que el autor podría haber aducido en las circunstancias apropiadas”32.
Incluso en el caso de que una manifestación sea considerada ‘opaca’, es necesario
que el intérprete explique cómo pudo la opacidad producirse. Esto se sintetiza de la
siguiente manera:
El intérprete está obligado a mantener una actitud realizativa que adopta como agente
comunicativo, aún en el caso en que se pregunta, y precisamente cuando se pregunta,
por los presupuestos que subyacen a un texto que no entendemos.33
Gadamer se refiere a esto como ‘anticipación de perfección’. Esto es necesario para
llegar a entender verdaderamente a alter. Habermas, al respecto puntualiza:
Toda interpretación lograda se ve acompañada de la expectativa de que el autor y sus
destinatarios, si pudieran superar la distancia en el tiempo, mediante un proceso de
formación complementaria de nuestro proceso de interpretación, podrían compartir la
comprensión que tenemos de su texto.34
Por otra parte, Gadamer considera que el saber encarnado en el texto es
necesariamente superior al del intérprete, lo que parece no corresponder a los hechos en
el campo de la antropología. Sin embargo, su crítica hace patente la necesidad de
elaborar una historia sistemática de la racionalidad, campo apenas estudiado por la
filosofía, la psicología y la historia.
Habermas resume la contribución de la metodología de la hermenéutica en los
siguientes puntos:
• El intérprete no puede esclarecer el significado de una manifestación simbólica sino como
un participante virtual en el proceso de entendimiento de los directamente implicados;
• esta actitud realizativa se vincula a la precomprensión que caracteriza a la situación
hermenéutica de la que parte;
• pero la validez de su propuesta no tiene por qué verse menguada por esa vinculación;
• ya que puede servirse de la estructura racional interna de la acción orientada al
entendimiento y a hacer un uso reflexivo de la competencia de juicio que caracteriza a un
participante de la comunicación que sea capaz de responder de sus actos, para

31
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 184.
32
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 184 – 185.
33
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 185.
34
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 187.
• poner sistemáticamente en relación el mundo de la vida del autor y de sus
contemporáneos con su propio mundo de la vida

• y reconstruir el significado del interpretandum como contenido objetivo de una emisión o


manifestación susceptible de crítica, que es sometida a un enjuiciamiento por lo menos implícito.35
Por otra parte, Gadamer limita la hermenéutica a su aplicación al análisis de textos
sagrados, o sea a la acepción clásica del término. Sin embargo, Habermas amplía este
concepto para la hermenéutica filosófica:
La hermenéutica filosófica sostiene con toda razón la existencia de una conexión interna
entre cuestiones de significado y cuestiones de validez. […] Pero entender una
manifestación simbólica no significa asentir a su pretensión de validez sin tener en
cuenta el contexto.36
Ya terminando su análisis sociológico, Habermas reivindica para su hermenéutica
una validez universal y no una limitada culturalmente. Para conseguir este reconocimiento,
Habermas indica que hay que identificar la “estructura racional interna de los procesos de
entendimiento”, que caracteriza con:
• Las relaciones de los actores con el mundo y los correspondientes mundos objetivo,
subjetivo y social.
• Las pretensiones de validez que son: verdad proposicional, rectitud normativa y
veracidad o autenticidad.
• El concepto de acuerdo racionalmente motivado, basado en el reconocimiento
intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica.
• El proceso de entendimiento como negociación cooperativa, el cual posee validez
universal.
Habermas admite que la acción orientada al entendimiento no es la norma en la
vida cotidiana, pero considera que la práctica le dará la razón.

BIBLIOGRAFÍA
Habermas, Jürgen
Teoría de la acción comunicativa (I). Racionalidad de la acción y racionalización
social. Taurus. Madrid, 1981.

35
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 188.
36
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 189.

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