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“Teoría de la acción comunicativa”, p. 129.
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“Teoría de la acción comunicativa”, p. 131.
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“Teoría de la acción comunicativa”, p. 131.
Los deseos y sentimientos, basados en las necesidades, son fundamentales en la
acción dramatúrgica. La interpretación de estas necesidades se realiza a través de
valoraciones o juicios de valor. Al respecto, Habermas indica:
Las expresiones valorativas y los estándares de valor tienen fuerza justificatoria cuando
caracterizan una necesidad de forma que los destinatarios, en el marco de una tradición
cultural común, puedan reconocer bajo tales interpretaciones sus propias necesidades.
Esto explica por qué en la acción dramatúrgica las características de estilo, la expresión
estética y, en general, las cualidades formales llegan a adquirir un gran peso.12
No es posible evaluar la acción dramatúrgica en términos de si el actor realmente
piensa lo que dice, pues en cuestión de emotividad habitualmente faltan palabras para
expresar lo que se siente. Sin embargo, sí es posible hacerlo en base a la veracidad de su
expresión, es decir si corresponde o no a la realidad. Además, la acción dramatúrgica se
ve como una acción estratégica y también puede ser evaluada en función a su eficacia.
No hay que olvidar que en el caso de la acción regulada por normas y en el de la
acción dramatúrgica es necesario que exista entre los participantes un consenso de
naturaleza lingüística.
Llega ahora el momento de abordar la acción comunicativa propiamente dicha.
Para hacerlo es preciso recurrir al concepto de medio lingüístico, el que se define como:
“[es un medio] en que se reflejan como tales las relaciones del actor con el mundo”.13
La acción comunicativa como tal deriva del interaccionismo simbólico de Mead, del
concepto de juegos del lenguaje de Wittgenstein, de la teoría de los actos de habla de
Austin, de la hermenéutica de Gadamer y de la etnometodología de Garfinkel.
El mecanismo lingüístico es un mecanismo de coordinación de la acción, el cual
ajusta los planes de acción y las actividades teleológicas de los participantes para que
exista una interacción.
Las limitaciones de los modelos teleológico, regido por normas y dramatúrgico se
aprecian muy bien al ver cómo abordan el lenguaje. Para el modelo teleológico, el
lenguaje es un medio para conseguir fines. Después, el modelo normativo lo ve como un
medio para transmitir valores culturales. En lo que se refiere al modelo dramatúrgico, el
lenguaje es un espacio de escenificación. Como se ve, ninguno de estos modelos ve al
lenguaje como un “medio de entendimiento”, que es precisamente lo que hace la acción
comunicativa. Habermas indica:
Sólo el concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio de
entendimiento, sin más abreviaturas, en que hablantes y oyentes se refieren, desde el
horizonte preinterpretado que su mundo de la vida representa, simultáneamente a algo
en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo, para negociar
definiciones de la situación que puedan ser compartidas por todos.14
En este punto, Habermas analiza el carácter de las acciones independientes. Para
ello, puntualiza que las acciones comunicativas:
[…] expresan un contenido proposicional, la oferta de una relación interpersonal y una
intención del hablante.15
12
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 134.
13
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 136.
14
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 137 – 138.
15
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 138 – 139.
Las acciones, si bien se realizan mediante conductas, no son una mera suma de
conductas, sino algo cualitativamente superior. El fin de un actor es realizar un plan de
acción y no movimientos aislados. En cambio, Wittgenstein se vale precisamente de
movimientos aislados que, por sí mismos, no tienen un sentido teleológico de acción.
Posteriormente, Habermas analiza por qué los actos de entendimiento no pueden
ser analizados de la misma forma que las oraciones gramaticales. Lo importante en la
acción comunicativa es el tipo de relaciones que se establecen entre los hablantes y entre
los hablantes y el mundo.
Para que el entendimiento funcione como mecanismo coordinador de la acción es
necesario que los participantes se pongan de acuerdo sobre la validez que pretenden para
sus emisiones, o sea que reconocen la validez que el otro le da a su propia afirmación.
Esto lo aclara Habermas de la siguiente manera:
El concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio dentro del
cual tiene lugar un tipo de procesos de entendimiento en cuyo transcurso los
participantes, al relacionarse con un mundo, se presentan unos frente a otros con
pretensiones de validez que pueden ser reconocidas o puestas en cuestión.16
Para que un actor se mueva dentro del plano de la acción comunicativa, se requiere
que haga uso de su racionalidad para:
• Que el enunciado que haga sea verdadero, o sea conforme a la realidad (mundo
objetivo).
• Que el acto de habla sea correcto en relación con el contexto normativo vigente
(mundo social).
• Que la intención expresada por el hablante coincida realmente con lo que él piensa
(mundo subjetivo).
De esta manera, el modelo de los tres mundos de Popper ha sido transformado por
Habermas de una forma más coherente y funcional, además de epistemológicamente
correcta.
El proceso de entendimiento tiene lugar sobre el fondo de una precomprensión de
carácter cultural. Sólo una parte del saber contextual puede ser puesta en duda en por los
implicados, lo cual es negociado de manera racional.
De manera más práctica, la acción comunicativa bien realizada tiene las siguientes
características:
Para ambas partes la tarea de interpretación consiste en incluir en la propia
interpretación la interpretación que de la situación nace el otro, de suerte que en la
versión revisada “su” mundo externo y “mi” mundo externo, sobre el trasfondo de
“nuestro” mundo de la vida [social], queden relativizados en función de “el mundo”
[objetivo] y las definiciones de la situación antes dispares se puedan hacer coincidir
suficientemente. Mas esto no significa que las interpretaciones tengan que conducir en
todo caso e incluso normalmente a una asignación estable y unívocamente
diferenciada.17
Como se ve, la comunicación “normal” (i.e. habitual) no sigue el modelo de la acción
comunicativa, aunque sería de gran beneficio que así fuera. Por otra parte, el modelo de
acción comunicativa no equipara comunicación y acción, pues en un modelo de acción
16
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 143.
17
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 145.
pura no necesariamente debe haber entendimiento. Por eso, la acción comunicativa es un
proceso cooperativo de interpretación.
18
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 159 – 160.
19
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 160.
20
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 162.
La participación virtual de un investigador social se refiere a aquella que “persigue
fines que no se relacionan con el contexto que está investigando, sino con un sistema de
acción distinto”21.
Habermas plantea luego que para entender un acto de habla es preciso conocer
qué lo hace aceptable. Para ello, es necesario comunicarse con alter para recibir
retroalimentación que indique si la interpretación dada por ego es aceptable. No puede
hacerse de otra manera un proceso de enjuiciamiento de validez.
Por esto, es imprescindible contar con una evaluación para poder interpretar
racionalmente un proceso social y esta evaluación puede ser hecha a través de la acción
comunicativa. Y en este proceso de evaluación tomar postura es legítimo. Al respecto,
Habermas indica:
No pueden entenderse las razones [que alter da] si no se entiende por qué son sólidas o
no lo son, o por qué, llegado el caso, no es posible (todavía) una decisión acerca e si
son buenas o malas. De ahí que un intérprete [i.e. científico social] no pueda interpretar
manifestaciones que a través de pretensiones de validez susceptibles de crítica van
asociadas con un potencial de razones y que, por tanto, representan un saber, sin tomar
postura frente a ellas. Y no puede tomar posturas frente a ellas sin aplicar sus propios
estándares de evaluación, o estándares, en todo caso, que él ha hecho suyos22.
Si un investigador social no toma este camino metodológico, sólo podría seguir el
de la habitual objetividad, con lo cual no podría acceder a los nexos internos de sentido,
como ocurre por ejemplo en un trabajo antropológico de campo.
Habermas realiza luego una valoración de la labor del cientista social desde el
punto de vista teleológico. Si ego interpreta las expresiones de alter como meras
manifestaciones expresivas, ajenas a lo que es la verdad, entonces no podemos hacer un
análisis de veracidad de esta información y es posible que desde nuestro bagaje no
logremos llegar a toda la riqueza que la acción comunicativa con alter podría brindar.
Dicho de otra manera, al solamente recabar información se llega a conocer una versión 1,
con posibles errores; en cambio, con un diálogo basado en la acción comunicativa, la
calidad y la cantidad de información se incrementa muy significativamente, como ocurre
habitualmente en psicoterapia.
Lo mismo es válido para el análisis de la acción regulada por normas, donde se
puede evaluar en base al comportamiento que se ajusta o se desvía de las normas. Cabe
recalcar que la razón es el filtro que permite, a través de la acción comunicativa, llegar a
tener un alto grado de veracidad en la interpretación.
En lo que se refiere al plano metodológico, al trabajarse bajo el modelo sujeto –
objeto se produce un desnivel metodológicamente relevante en el campo de las ciencias
sociales, mientras que en lo que se refiere a la acción comunicativa existe el mismo nivel
de complejidad en ambos sujetos. Esto incluso facilita la crítica que otros sujetos pueden
hacer al trabajo científico, pues este se desarrolla en un contexto especialmente abierto al
diálogo.
Habermas indica que:
Las mismas estructuras que posibilitan el entendimiento suministran también la
posibilidad de un autocontrol reflexivo en el proceso de entendimiento.23
21
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 162.
22
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 164.
23
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 170.
Y además respalda su argumento en varias posturas científicas. La primera de ellas
es la de A. Schütz (c. 1932), quien indica que el seguir una metodología de acción implica:
a) Describir la realidad social como parte de un “mundo de la vida” al estilo que Habermas
plantea. b) Es necesario contar con un modelo previo en el cual basar la investigación,
como es el caso del modelo de ser (i.e. persona) y el modelo de los hechos a observarse
en el trabajo científico. c) Los conceptos teóricos del científico tienen que relacionarse, de
alguna manera, con los conceptos preteóricos con que los miembros del contexto social
interpretan su realidad; este último punto es algo cuestionable, pero la actitud científica
tendría que bastar para que el científico no se deje arrastrar por la particularidad de las
características sociales que investiga.
El planteamiento de Schütz indica que un observador fuera del sistema no aportaría
información sustancial al análisis de los procesos sociales, pero la experiencia en terapia
familiar sistémica prueba lo contrario.
Por otra parte, la etnometodología todavía no ha dado un paso decisivo hacia la
objetividad de su saber, al no haber incorporado el concepto de verdad, limitándose a
señalar su aporte como particular. Por esto, el tema principal de los trabajos de Garfinkel y
colaboradores, el habla, no puede rebasarse para abarcar otros contextos.
Habermas, al igual que Garfinkel, hace un gran énfasis en la comprensión del
contexto para poder realizar un adecuado trabajo de exploración e interpretación de los
hechos sociales. Para ello, el observador científico tiene que acceder al campo de
observación a través de los procedimientos de interpretación que adquiere en su propia
cultura.
Th. P. Wilson indica que si un científico social trabaja sólo con documentación, no
es posible verificar los conocimientos en un sentido riguroso:
Si en este nivel elemental la única posibilidad que tiene el observador de identificar las
acciones con que se topa consiste en tomar el camino de la interpretación documental,
entonces las descripciones de interacciones no son intersubjetivamente verificables en
ningún sentido riguroso.24
Y, desde luego, mucho de su interpretación responde directamente a sus mismos
patrones culturales y sociales. Por esto, “la autoaplicación radical de la crítica
metodológica lleva a la conclusión de que las ciencias interpretativas tienen que renunciar
a la pretensión de generar saber teórico”25. Sin embargo, esto lleva a una relativización de
la verdad, como algo socialmente construido y susceptible a cambio. Esta posición, por
eso, es rechazada por Habermas, por relativista y negadora del mundo objetivo como tal.
Habermas también critica la posición que matiza el relativismo detrás de una
supuesta deficiencia metodológica en lo referido a la investigación. La propuesta de
Garfinkel, a la que Habermas se adscribe indica que:
El interés se centra principalmente en las características universales del sistema de
referencia que subyace en las relaciones hablante – oyente, es decir, en la organización
narrativa de las secuencias temporales, en la organización interpersonal de las
distancias espaciales, en la objetividad de un mundo común, en las expectativas básicas
de normalidad, en la sensibilidad para la dependencia contextual y para la necesidad de
interpretación de las manifestaciones comunicativas, etc.26
24
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 176.
25
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 177.
26
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 179.
Sin embargo, la posición de Garfinkel adolece de un punto débil: considera a las
pretensiones de validez como meros fenómenos (i.e. percepciones subjetivas) y no como
algo intrínsecamente relacionado con el mundo objetivo. Además, considera los
estándares de racionalidad como algo contingente, que puede ser descrito pero no
evaluado sistemáticamente. Por este motivo, los etnometódologos no pueden, en última
instancia, reclamar para sí un status teórico.
La salida a este problema radica, necesariamente en retomar las bases de la
modernidad:
Garfinkel sólo podría escapar a la alternativa que representa el absolutismo husserliano
y el confesado relativismo de Blum y de McHugh si tomara en serio la pretensión de
universalidad implícitamente contenida en las ideas de verdad y rectitud, como una
indicación de lo que llamo base de validez del habla.27
Además, complementa esta aseveración indicando:
Quien convierte en tema lo que los participantes se limitan a suponer y adopta una
actitud reflexiva frente al interpretandum no se sitúa fuera del contexto de comunicación
investigado, sino que lo profundiza y radicaliza por un camino que en principio está
abierto a todos los participantes. Este camino que va del la acción comunicativa al
discurso está bloqueado de múltiples modos en contextos naturales, pero es algo ‘ya
siempre’ inscrito en la acción orientada al entendimiento.28
Luego Habermas continúa precisando las características de la hermenéutica
filosófica, indicando que:
[…] la hermenéutica filosófica investiga la competencia interpretativa de hablantes
adultos bajo el punto de vista de cómo un sujeto capaz de lenguaje y de acción puede
hacerse entender en un entorno extraño, repleto de manifestaciones que le resultan
ininteligibles. La hermenéutica se ocupa de la interpretación como labor de excepción,
que sólo es necesaria cuando fragmentos relevantes del mundo de la vida se vuelven
problemáticos y cuando las certezas del propio trasfondo cultural se vienen abajo y los
medios normales de entendimiento fracasan. Bajo el macroscopio, el entendimiento sólo
aparece amenazado en los casos extremos de penetración en un lenguaje extraño, en
una cultura desconocida, en una época lejana y, sobre todo, en los casos de penetración
en ámbitos de la vida que han sufrido alguna deformación patológica.29
Más específicamente, Habermas dice:
La tarea de interpretación puede entonces delimitarse en los siguientes términos: el
intérprete aprende a distinguir su propia comprensión contextual, que al principio creía
compartir con el autor, pero que en realidad se había limitado a suponérsela a éste, de la
comprensión contextual del autor. La tarea consiste en alumbrar las definiciones de la
situación que el texto recibido presupone, a partir del mundo de vida del autor y de sus
destinatarios.30
Hay otras precisiones metodológicas que, por su importancia, también son
transcritas íntegramente:
Sólo en la medida en que el intérprete penetre en las razones que hacen aparecer las
emisiones o manifestaciones del autor como racionales, entiende qué es lo que éste
pudo querer decir. Sobre este trasfondo puede identificarse también tal o cual
idiosincrasia, es decir, aquellos pasajes que ni siquiera resultan comprensibles desde los
supuestos del mundo de la vida que el autor compartió con sus contemporáneos.
27
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 182.
28
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 182.
29
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 182 – 183.
30
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 183.
El intérprete entiende, pues, el significado de un texto en la medida en que intelige por
qué el autor se creyó con derecho a hacer determinadas afirmaciones (como
verdaderas), a reconocer determinados valores y normas (como correctos), o a
manifestar determinadas vivencias (como veraces). El intérprete tiene que hacerse cargo
del contexto que tuvieron que presuponer el autor y sus contemporáneos como saber
común, para que en su tiempo no surgieran las dificultades que hoy el texto nos depara y
para que los contemporáneos pudieran encontrar otras que hoy a su vez nos parecen
triviales. Sólo sobre el trasfondo de los componentes cognitivos, morales y expresivos
del acervo cultural de saber a partir del que el autor y sus contemporáneos construyeron
sus interpretaciones, puede alumbrarse el sentido del texto. Pero el intérprete posterior
no podrá identificar estos presupuestos si no toma postura, siquiera sea implícitamente,
frente a las pretensiones de validez vinculadas al texto.31
Habermas postula que, en principio, todo alter es prejuzgado como capaz de
responder por sus actos (i.e. responsable). Dicho de otra manera, “el intérprete no puede
entender el contenido semántico de un texto mientras no sea capaz de representar las
razones que el autor podría haber aducido en las circunstancias apropiadas”32.
Incluso en el caso de que una manifestación sea considerada ‘opaca’, es necesario
que el intérprete explique cómo pudo la opacidad producirse. Esto se sintetiza de la
siguiente manera:
El intérprete está obligado a mantener una actitud realizativa que adopta como agente
comunicativo, aún en el caso en que se pregunta, y precisamente cuando se pregunta,
por los presupuestos que subyacen a un texto que no entendemos.33
Gadamer se refiere a esto como ‘anticipación de perfección’. Esto es necesario para
llegar a entender verdaderamente a alter. Habermas, al respecto puntualiza:
Toda interpretación lograda se ve acompañada de la expectativa de que el autor y sus
destinatarios, si pudieran superar la distancia en el tiempo, mediante un proceso de
formación complementaria de nuestro proceso de interpretación, podrían compartir la
comprensión que tenemos de su texto.34
Por otra parte, Gadamer considera que el saber encarnado en el texto es
necesariamente superior al del intérprete, lo que parece no corresponder a los hechos en
el campo de la antropología. Sin embargo, su crítica hace patente la necesidad de
elaborar una historia sistemática de la racionalidad, campo apenas estudiado por la
filosofía, la psicología y la historia.
Habermas resume la contribución de la metodología de la hermenéutica en los
siguientes puntos:
• El intérprete no puede esclarecer el significado de una manifestación simbólica sino como
un participante virtual en el proceso de entendimiento de los directamente implicados;
• esta actitud realizativa se vincula a la precomprensión que caracteriza a la situación
hermenéutica de la que parte;
• pero la validez de su propuesta no tiene por qué verse menguada por esa vinculación;
• ya que puede servirse de la estructura racional interna de la acción orientada al
entendimiento y a hacer un uso reflexivo de la competencia de juicio que caracteriza a un
participante de la comunicación que sea capaz de responder de sus actos, para
31
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 184.
32
“Teoría de la acción comunicativa”, pp. 184 – 185.
33
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 185.
34
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 187.
• poner sistemáticamente en relación el mundo de la vida del autor y de sus
contemporáneos con su propio mundo de la vida
BIBLIOGRAFÍA
Habermas, Jürgen
Teoría de la acción comunicativa (I). Racionalidad de la acción y racionalización
social. Taurus. Madrid, 1981.
35
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 188.
36
“Teoría de la acción comunicativa”, p. 189.