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Educación Física

Nombre y Apellido: Laura Deisyre piña Hernández


Matricula: 100477896 sección:257

Edad contemporánea de Francia

La Revolución Francesa marca el fin de una época, de un mundo, de un


sistema, y todo ello a pesar de sus contradicciones y sus cambios, evoluciones
y marchas hacia delante y detrás. El final de la dinastía Capetos-Borbones se
acaba en 1792 cuando la cabeza de Luís XVI rueda en la plaza de la
Concordia.
Los mejores deseos de la burguesía ilustrada, de los campesinos libertos, de
los ideales cosmopolita iban a agitar Europa durante 20 años provocando
cambios vitales. La democracia el Estado social, la ciudadanía, el laicismo,
todos ellos elementos capitales van a nacer con la Revolución en Francia.
Junto a ellos guerras, invasiones, muerte y destrucción, que muchas veces han
sido agitados, con razón y sin ella, para espantar el fantasma, el mismo que
Marx destaca en 1848 en el manifiesto comunista, el miedo al cambio, a la
agitación social y la perdida de privilegios. Sin exculpar los errores y los
crímenes cometidos durante la Revolución, – y después de ella por el
Imperialismo napoleónico -, no podemos juzgar el acontecimiento clave para la
civilización del mundo actual con los mismos baremos de violencia y guerra
que eran comunes hasta la fecha (la terrible guerra de los 30 años por ejemplo
en mitad del siglo XVII), y que desgraciadamente seguirán siendo habituales
hasta hoy en día.
La Revolución, “Libertad, Igualdad y Fraternidad”.

El establecimiento de una república basada en los idearios de la Ilustración,


con una base social importante y con una proyección cosmopolita e
internacional será la consecuencia de la resistencia monárquica y nobiliaria a
las reformas del Antiguo Régimen.
Ante la resistencia a las modificaciones, la burguesía, y está es la gran
diferencia, se apoyará en las masas campesinas y urbanas.
En una carrera hacia delante, la incipiente burguesía francesa se lanza a un
programa de reformas mucho más revolucionario que el de Inglaterra en 1688,
donde la burguesía se alía a la nobleza, y que el de los EE.UU. en 1776, donde
el individualismo se conjuga a la cuestión colonial. La burguesía francesa fue
obligada a revolucionarse y de ese camino sin retorno nacerá Francia.
No es este el lugar para un análisis profundo, para eso tenemos los libros de
Albert Sobaul, Michel Vovelle, Georges Duby, Jacques Godechot o Mona
Ozouf, por citar sólo a los clásicos, por ellos sólo esbozaremos un proceso
estudiado durante 200 años. La revolución aparecerá en muchas de las
páginas de blog-francia.com, por lo que les invitamos a conocer más a través
de las páginas más específicas de sus destino o interés.
Con todo destacaremos el innegable interés progresista de un tiempo en que
los deseos de mejora y de reforma de una sociedad caduca se sobrepusieron a
la molicie de la pasividad. La opresión tan común hasta ese momento, – y si
quieren tan habitual hoy en día también, bien que de forma diferente -, se sintió
por un instante, 20 años, inaguantable y movilizó sin posible vuelta atrás a
millones de personas, de gentes de Francia, de Francia antes de que Francia
fuera Francia, y del resto del mundo.
Habría que esperar hasta la desastrosas Guerra Civil española para
contemplar un proceso de simpatía universal semejante. Después las
promesas y las esperanzas se desvanecieron, se fundieron en las nieves
imperiales del Moscuú ardiente, en las arenas de Egipto conquistado por
Napoleón, y tumba faraónica del hombre que substituyó ideales generosos por
acciones egoístas.
De todo ello, quedan las graves palabras de Danton, de Sieyès, del Abad
Gregorie, de Condorcet, de Marat, de Saint-Just y Robespierre, la mirada de
Jefferson y de Kant sobre el brasero parisino, la Declaración Universal de los
derechos del Hombre y del Ciudadano, el propio concepto de ciudadanía, la
centralización napoleónica, el sistema métrico decimal, etc… 200 años
después, lejos del furor de la batalla y del rumor de los cañones, puede
parecernos que mereció la pena.
Napoleón Bonaparte y el final de la Revolución.

Tras el golpe de estado del 9 de Termidor, en marzo de 1794, la Revolución


quiere moderarse. Agitando el espantapájaros del Terror, represión
antimonárquica en un periodo de crisis total, -con quintacolumnistas en el
interior de la República y todos los ejércitos de las monarquías del antiguo
régimen en las fronteras-, las fuerzas más conservadoras de la coalición
revolucionaria toman el poder.
Las derivas populares de Robespierre habían sido útiles durante los peores
momentos de la contrarrevolución europea. La mano de hierro, la dictadura,
-dictadura en el sentido romano-, del Comité de Salud Pública había sido útiles
para gestionar la guerra y sostener al nuevo Régimen. Sin embargo, con la
estabilización, la parte social ya no era asumible para la mayor parte de la
burguesía. Termidor es el punto de inflexión de la Revolución.
De esta etapa más conservadora y derechista surgirá Napoleón, como nexo
entre el pasado y el presente, general victorioso primero, Cónsul después y
Emperador finalmente, Bonaparte simboliza la mezcla, la creación de un nuevo
sistema político que conjugue los intereses de la nueva clase superior, la
burguesía, y frene a las masas desbordadas. Al mismo tiempo, el Imperio de
Napoleón es el imperio de un hombre que no es noble y que, a pesar de todo,
está imbuido en los principios progresistas de la Revolución.
Los ejércitos franceses son acogidos en Alemania, en Italia, en Hungría, como
libertadores, adalides de la libertad. Junto a la bayoneta, Napoleón lleva la
abolición de la servidumbre, el Código Civil, el sistema métrico, la ciudadanía.
Pero el gran error de Napoleón seré no cumplir sus propios preceptos, ni en
Francia ni mucho menos en Europa. Así, de libertadores, las tropas francesas
se convierten pronto en conquistadores y opresores. Es el principio del fin.
Las potencias extranjeras se aliaran para intervenir en Francia procurando
derrotar a la revolución, utilizando la religión y la tradición. Un aliado de talla
será el nacionalismo incipiente que la Francia revolucionaria desarrollará en
Alemania, Italia, Holanda, el Imperio Austro-Húngaro y España. El sueño
imperial de Napoleón se acabará en Waterloo en 1815, dando pie a las
restauraciones conservadoras. A pesar de todo, ya nada será igual.

La Restauración Monárquica 1815-1848, La era de las revoluciones.


La victoria de la Santa Alianza
devuelve el trono de Francia a los
Borbones. Luís XVIII (1814-1824)
supone un periodo de represión y de
recorte de las libertades duramente
ganadas. Será el comienzo de 60
años de revoluciones revueltas,
cambios de gobierno e inestabilidad
política que va a contrastar con el
desarrollo económico, industrial y
colonial de Francia, que sin
igualarse al poderoso Imperio
británico rivalizará con él.
La Revolución de 1820 obligará a una cierta apertura del régimen, pero la
llegada de Carlos X (1824-1830), supondrá de nuevo la vuelta del absolutismo.
Una nueva revolución, está vez en 1830 devuelve a Francia al candelero
internacional. Una nueva dinastía es colocada en el trono y con Luís Felipe de
Orleans se abre la primera monarquía constitucional de Francia. Este periodo
(1830-1848), supone el despegue industrial de Francia, el comienzo de su
expansión colonial y el desarrollo de la prensa. Las tensiones sociales, entre la
burguesía triunfante y el proletariado naciente vuelven a agitarse y por última
vez burgueses y proletarios, campesinos y citadinos se unen en la última gran
revolución la de 1848, inmortalizada por Delacroix.ra de las revoluciones.

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