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Resumen
El principal objetivo de este artículo es reflexionar sobre los límites de
la humanidad en las sociedades amerindias. Para ello analizamos la impor-
tancia de las aves en la sociabilidad del pueblo Guna de Panamá. Gracias
a una investigación etnográfica de largo recorrido con expertos botánicos,
maestros ceremoniales e intérpretes de la tradición, hemos documentado el
significado que tienen las aves en los cantos (igargan), su utilización como
alimento, mascota o medicina, así como sus distintos roles en la vida coti-
diana guna. La evidencia empírica muestra que en este universo cultural las
aves suelen presentarse como protectores de los humanos, tienen un papel
protagónico en los mitos y están sujetas a tabúes sobre su consumo. Es-
tas restricciones deben ser observadas por los humanos para vivir en equi-
librio con los no humanos. En Gunayala, al igual que en otros contextos
indígenas en América Latina, los humanos y las aves, en lugar de mante-
Esta investigación ha sido posible gracias al proyecto: “La avifauna del sector occidental
de Kuna Yala: inventario, etnotaxonomía y turismo responsable” (CCP09-15)
financiado por SENACYT y la contratación del Subprograma Juan de la Cierva (2011)
del Ministerio de Economía y Competitividad, España.
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Investigadora postdoctoral Subprograma Juan de la Cierva, Ministerio de Economía
y Competitividad, España.
Abstract
In the ethnography and tropical biology of Panama, little attention has
been paid, either to the avian fauna of Gunayala, or to the way the Guna
classify birds and other parts of the natural world. In Panama as a whole, in
fact, there has been no systematic study of indigenous classification of birds.
Since 2010, however, a project entitled “The Birds of the Western Sector of
Kuna Yala: Inventory, Ethnotaxonomy and Tourism”, funded by the Secretaria
Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación of Panama (SENACYT) (2010-
2012), has addressed those topics. A team composed by Mònica Martínez
Mauri (social anthropologist), George Angehr (biologist), Euclides Campos
(guide) and Igua Jiménez (guide), has built a biological inventory of the birds
of the gardi, while documenting the traditional knowledge of the Guna peo-
ple regarding avian ontology, survival strategies, and use of natural resources.
In this paper we aim to reflect on the boundaries between nature and
culture, and its effects on the limits of humanity in Amerindian societies. We
examine the role of birds in Guna sociality and the knowledge of the natural
world held by botanical curers (inadurgana), chiefs (sailamar), and ceremo-
nial performers (gandurgan). We also consider the presence of birds in myths
and rituals and their various transformations into food, medicine, and amu-
lets. We find that in this cultural universe birds typically appear as protec-
tors of humans. Birds have until recently been subject to severe restrictions
on their consumption, restrictions that preserve a balance between humans
and non-humans. Among the Guna, as in other tropical forest Amerin-
dian societies, humans and birds interact, not through hostility or domina-
tion, but through an ongoing exchange of knowledge, skills, and opinion.
In short, our study shows that the boundaries between nature and culture
are shaped by the premises of animistic belief and practice (Descola 2005).
Este artículo pretende ser una pequeña contribución a una de las gran-
des cuestiones que han guiado el desarrollo de la antropología en los úl-
timos cincuenta años: la conceptualización de las relaciones entre huma-
nos y animales en distintas sociedades.
Hace más de medio siglo, uno de los debates por excelencia en la antro-
pología estuvo relacionado con la asociación de humanos con animales
en el totemismo y las prohibiciones alimentarias o tabúes. Lévi- Strauss
en El Pensamiento Salvaje (1962) mostraba que había una conexión empíri-
ca entre las normas que permitían el matrimonio y las prohibiciones ali-
mentarias. Una conexión que según él no era casual, sino metafórica. Un
poco antes, Mary Douglas (1957) también se había fijado en los animales
catalogados como anómalos entre los Lele, para pensar las prohibicio-
nes alimentarias con relación a la sistematización ordenada de las ideas
(sistema de clasificación). En 1964 otro prominente antropólogo, Edmund
Leach, postuló la teoría del tabú -basada en la idea que este inhibe el re-
conocimiento de las partes del continuum que separa cosas- para explicar
el sentido de las prohibiciones alimentarias.
Durante esta época de gran importancia para el desarrollo teórico de
la antropología social con base etnográfica, muchos antropólogos se con-
centraron en estudiar la relación entre las prohibiciones vinculadas con
los animales y los sistemas de clasificación, o en entender la conexión
entre las reglas relacionadas con la ingestión de animales y las reglas ma-
trimoniales y sexuales. Pocos fueron los que como Tambiah (1969) cues-
tionaron la correlación que establecía Douglas entre las anomalías clasi-
ficatorias y las normas alimentarias, o las deducciones intelectualoides
con base en el sistema de categorización de los animales. A partir de una
minuciosa etnografía en tierras tailandesas, Tambiah mostraba que los
nexos entre: 1) sexualidad y reglas matrimoniales, 2) categorías espacia-
les del hogar y 3) diferenciación entre animales domésticos y salvajes, no
eran determinantes en su caso de estudio. Gracias a su experiencia empí-
rica, señalaba los límites del estructuralismo para caracterizar la relación
entre el mundo de los animales y el de los humanos, o el papel que ju-
gaban las regulaciones alimentarias en el ordenamiento de las relaciones
sociales (Tambiah 1969:452).
por estudiar lo que separa y hace diferentes a los seres humanos de los no
humanos (animales, plantas, minerales, entre otros). Se trata de averiguar
qué lugar ocupa el ser humano en el mundo y si esta posición es compar-
tida por otros seres. Gracias a la antropología, y otras disciplinas afines,
hoy sabemos que lo que separa a humanos de no humanos no es univer-
sal, es una construcción cultural muy variable (Ventura i Oller 2011:127).
La variabilidad en el sistema de clasificación de humanos y no huma-
nos es paralela a la gran diversidad cultural respecto a la construcción de
la naturaleza. Lejos de ser compartida por todas las sociedades del plane-
ta, la naturaleza, construida en oposición a la idea de cultura, es un pro-
ducto histórico muy particular. Tal y como se ha esforzado en demostrar
Philippe Descola, -quien tuvo que luchar contra el estructuralismo fran-
cés anclado en el binario “naturaleza vs. cultura”, reinventando la noción
de animismo para dar sentido a modos de relación alternativos-, la gente
no solo es diferente en su manera de construir la cultura, sino también en
sus naturalezas, la manera de concebir las relaciones entre humanos y no
humanos (Descola 2005).
En una línea parecida, Eduardo Viveiros de Castro (1992), ha propues-
to el término perspectivismo para un modo de relación que no entra en la
perspectiva de naturaleza vs. cultura. Para algunas sociedades indígenas
del Amazonas con los que ha estudiado, la naturaleza humana es lo que
une a todos los seres (animales y plantas incluidos). Las divisiones que
existen entre ellos corresponden con su cuerpo. Un cuerpo que es perci-
bido como un medio de comunicación gracias a su capacidad de transfor-
mación y metamorfosis. Estas realidades han llevado a Viveiros de Castro
a hablar de la existencia de multinaturalezas en la Amazonía, pues no se
trata de una naturaleza humana y una diversidad de culturas, como en
Occidente, sino de una cultura humana y una diversidad de naturalezas.
Tal como apunta Bruno Latour, tras la obra de Descola y Viveiros de
Castro, “now the nature has shifted from being a resource to become a highly
contested topic” (Latour 2009:2), en poco tiempo se ha consolidado una
nueva manera de ver y entender las relaciones entre humanos y no huma-
nos. Este cambio de perspectiva se conoce como el giro ontológico. Una
nueva mirada hacia el mundo de las relaciones sociales que nos permite
ver cómo, en algunas culturas, la intencionalidad y la consciencia reflexi-
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George Angehr, Gwen Keller, Igua Jiménez y Euclides Campos realizaron giras
ornitológicas en 2010 en Nusagandi, Diur Di, Pingandi, Mandinga y zonas aledañas
a la carretera Llano-Gardi. Estas giras se realizaron durante los períodos: del 20
al 26 de enero en el proyecto de Diur Di; el 30 de enero en Nusagandi; del 31 de
enero al 3 de febrero en Gardi; del 19 al 26 de mayo en Nusagandi; entre el 1 y
el 6 de junio en Pingandí; del 18 al 23 de junio en Mandinga. Las aves fueron
identificadas utilizado los siguientes materiales: ipod con bocinas con los cantos
de aves, binoculares, libro guía y check-list. En ningún momento se utilizaron redes
para capturar especímenes.
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En el marco del proyecto, los métodos empleados por los investigadores han sido
los tradicionalmente utilizados por la etnografía y la ornitología. Hemos compilado
historias míticas de las aves y recogido los nombres de estas en dulegaya (lengua
guna), trabajando con informantes clave. Es decir, con expertos botánicos y rituales,
Etnotaxonomía
En general los gunas suelen prestar mucha atención a las aves. Los que
todavía hoy se dedican a la agricultura y a la caza conocen sus hábitos,
cantos y lugares de anidamiento. De las 378 especies de aves identificadas
por los ornitólogos, los habitantes del sector de Gardi reconocen un total
de 250. Aunque no poseen nombres específicos para cada una de ellas,
estas especies corresponden a 156 denominaciones. La gente clasifica
principalmente las especies grandes, diurnas y sociales.
Con relación a los criterios de etnoclasificación, los habitantes de Gardi
clasifican las aves con base en múltiples criterios que se pueden dividir en
tres grandes grupos:
a) Características morfológicas: color, forma o aspectos característicos
del cuerpo, tamaño del organismo o de alguna parte de su cuerpo.
b) Observaciones etológicas de las distintas especies: aspectos del
comportamiento de determinadas aves percibidos por los humanos.
c) Criterios ecológicos: los más utilizados se refieren al tipo de hábitat o
sustrato en el que vive el ave (costa, islas, montañas, río).
En el universo guna no existe la categoría genérica “aves”. Tal y como
nos recalcaba el argar (intérprete) Inaiduli de Myria Ubigandub en una de
nuestras conversaciones, esta categoría se divide en tres:
Ontología
¿Qué significa ser humano para los gunas? ¿Qué lugar ocupa el ser
humano en el cosmos? ¿Qué relación mantienen los no humanos con los
seres humanos? Estas son algunas de las preguntas que intenta responder
una aproximación ontológica a la cultura guna. La ontología nos introdu-
ce al estudio de las múltiples formas de relación de los seres humanos con
sus ambientes.
En la Gunayala de hoy, al igual que hace decenas de años, las relacio-
nes entre los no humanos -así como las relaciones entre los humanos y los
no humanos-, son equiparables a las relaciones que mantienen los huma-
nos entre sí. Es por ello que, en este caso, podemos hablar de la presencia
de un sistema animista, que distribuye a humanos y no humanos en tan-
tas especies “sociales” como formas-comportamientos existen (Descola
2005:346 a 356). Las especies dotadas de una interioridad análoga a la de
los humanos viven en el seno de colectivos que poseen una estructura
y propiedades idénticas: se trata de sociedades completas, con jefes, con
chamanes, con rituales, entre otros.
De entre los modos de relación posibles que cita Descola (2005) -tales
como intercambio, depredación, don, producción, protección, transmi-
sión- los gunas mantienen relaciones potencialmente reversibles (inter-
cambio, depredación, don) con estos colectivos no humanos. En este caso,
dar, tomar, intercambiar, suponen el movimiento de un valor entre dos
términos del mismo estatuto ontológico.
En el Bab Igar (“El camino del padre”: una compilación de historias
míticas que guía al pueblo guna en su andar cotidiano), las aves ocupan
un papel muy destacado. Wagibler, uno de los poderosos ocho neles (cha-
manes) que estudiaron la obra de Baba (el padre), se dedicó a entender el
mundo de las aves viajando a Billibage (la octava capa que forma el mun-
do). Allá pudo ver cómo vivían y se organizaban estos seres.
Los gunas, siguiendo las enseñanzas de Iberogun -una de las figuras
más importantes del Bab Igar-, y recordando lo que les explicó el nele Wa-
gibler a su regreso de Billibage, sostienen que cuando morimos el cuerpo
se pierde pero nuestro espíritu perdura. Cuando alguien muere, el espíri-
tu del difunto es acompañado por los masardulegan (unos espíritus guías)
a la morada de Baba. Al igual que los humanos, las aves también tienen la
capacidad de revivir en otro lugar. Si cuando muere su cuerpo es preser-
vado, enterrado y no se tira al mar, puede continuar su existencia espiri-
tual en la morada de su Baba.
Los gunas suelen compartir el espacio doméstico con algunas especies
de aves. Unas de las más comunes son los gwili (Perico Barbinaranja, Bro-
togeris jugularis). Las cuidan muy bien: les brindan alimento diariamente
y cuando mueren, les dan sepultura. Humanos y no humanos comparten
la vida del presente y también estarán juntos en la vida que vendrá tras la
muerte y el entierro.
Pero aves y humanos no sólo comparten el espacio, también intercam-
bian símbolos, se comunican. Tal y como sostenía Leonidas Valdés Kan-
tule, cacique general guna durante la década entre los años 1980 y 1990:
“el gigga [Piaya cayana], cuando alguien pasa por el monte, avisa que
alguien viene. Gigga puede prevenir a un cazador de que viene el saíno
o un ñeque. La gente dice que cuando gigga canta, viene un nia [diablo].
Hay árboles que tienen espíritu al igual que el suelo que pisamos. A ve-
ces estos espíritus salen para conversar con nosotros, gigga se encarga
de avisarnos si salen” (entrevista a Leonidas Valdés [q.e.p.d], Igodub,
Gunayala, realizada el 3 de febrero de 2008, traducción de la autora).
Ritualidad
Las aves están muy presentes en la vida ritual guna. Según el testimo-
nio de Igualiginya, también conocido como Gandur Dummad de Myria
Ubigandub, es indispensable para la realización de la ceremonia de pu-
bertad de las jóvenes gunas la inna (chicha fuerte). Las 16 personas, hom-
bres y mujeres, que participan en la ceremonia del gammu4 , previa a la
elaboración de la chicha, deben comer determinadas aves. Según Iguali-
ginya, “Bab Dummad envió al Pavón, sigli [Crax rubra], para ser alimento
en esta ceremonia. Bab Dummad envió también a sigli hembra, y luego
envió a la iguana para combinar el alimento. Existen aves que no se pue-
den comer, no son para gammu, pues se trata de aves que llegaron con
alguna dificultad, con una enfermedad”. Durante esta fase de preparación
de la ceremonia solo se pueden comer 12 tipos de aves.
Una vez superada la fase inicial, el ave que adquiere un gran simbolis-
mo durante la celebración de la chicha fuerte es la paloma. Según Igua-
likinya: “Ella alimenta al gammu y el gammu alimenta a las palomas, los
gammu no pueden existir sin las palomas. Estas aves están relacionadas
con las niñas, son las que las guían en su proceso de paso a la adolescen-
cia”.
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La ceremonia del gammu se refiere al momento previo al canto de la chicha donde
los especialistas rituales se preparan.
“Nuestros padres dicen que allá arriba están los nibar, las hembras de
los espíritus guardianes, ellos son los que despertarán a las niñas en la
madrugada y dejarán que se alimenten de esta gallina allá arriba. Sin
gallina o gallo tampoco se puede realizar esta ceremonia, sin su presen-
cia puedes crear un problema para el gandur o para la niña. La gallina
ofrece su espíritu (burba) a las niñas en esta ceremonia. El gallo le canta
ocho veces, en la madrugada todas las gallinas cantan ocho veces. Su
canto aporta mucho conocimiento a las niñas, por eso después de sacri-
ficarla se le da de comer a las niñas, este es el sentido de su participación
en esta ceremonia” (entrevista a Igualiginya, Myria Ubigandup, reali-
zada el 25 de enero de 2010).
Conclusiones
Reconstruyendo las etnotaxonomías gunas en relación a la avifauna,
recopilando los nombres de las aves en dulegaya y prestando atención a
su presencia en la vida ritual y mitológica, hemos acumulado una serie de
informaciones que nos permiten reflexionar sobre la relación entre hu-
manos y no humanos en las sociedades amerindias. Al documentar el
significado que tienen los pájaros en los cantos, su uso como alimento,
mascota o medicina, o al observar los distintos roles de las aves en la vida
en el monte −como compañeros protectores de los humanos o mensa-
jeros de alegrías e infortunios−, hemos constatado que entre los gunas
las fronteras entre naturaleza y cultura se perfilan bajo las premisas del
animismo (Descola 2005).
A modo general constatamos que las aves en el mundo de los gunas
suelen presentarse como protectores de los humanos, tienen un papel
protagónico tanto en los mitos de creación del mundo como en el Bab
Igar, y están vinculadas a un buen número de tabúes sobre su consumo,
que deben ser observados para vivir en equilibrio con los no humanos: un
rasgo típicamente animista.
En la Gunayala de hoy, la comunicación y el intercambio no sólo se
realiza entre humanos; trascienden las fronteras impuestas por el dua-
lismo cartesiano y afectan por igual a humanos y no humanos. Las aves
informan a los humanos de peligros y les transmiten habilidades; los hu-
manos las alimentan y, si mueren, les dan sepultura para que puedan
llegar a la morada de su creador. La humanidad guna no está restringida
a las relaciones intraespecie; los gunas mantienen relaciones típicamente
humanas con seres que, según la ontología que rige el mundo occidental,
no lo son.
Aunque parezca un tanto sorprendente, en este mundo globalizado
en el que vivimos, el animismo continúa condicionando las relaciones
Agradecimientos
Nuestros agradecimientos van dirigidos a los comuneros de Gardi
Sugdub, el Congreso General Guna, la Secretaría de Turismo del Con-
greso General Guna, el Instituto de Investigaciones y Desarrollo Integral
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