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El abuso sexual implica un avasallamiento al psiquismo infantil, y a su
identidad de género, a la vez que implica uno de los actos más crueles
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y desubjetivantes del sistema patriarcal… Para facilitar el
» Psicoanálisis y Ciencias entendimiento de los particulares mecanismos que pueden darse en
varones abusados sexualmente y pensar qué implicancias tiene esta
» Lecturas intromisión en la identidad de género de los mismos, debemos
considerar cuestiones vinculadas a la constitución de género
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Introducción

  El presente trabajo busca ahondar en torno al carácter intrusivo que tiene el abuso
sexual y sus implicancias en la constitución de la subjetividad masculina de niños con
los que se ha trabajado en el dispositivo de cámara Gesell. Esto se sustenta en el hecho
de que a través de la práctica mencionada se han evidenciado particulares diferencias
en torno al posicionamiento y –por ende– modo y capacidad de relato, que asumen
varones y mujeres frente a hechos de abuso sexual de los que han sido víctimas.

  En esta realidad en donde el abuso sexual implica un avasallamiento al psiquismo


infantil, y –también– a su identidad de género, a la vez que implica uno de los actos más
crueles y desubjetivantes del sistema patriarcal, es que se buscará trabajar ciertos
recortes de las entrevistas mencionadas a la luz del corpus teórico psicoanalítico con
perspectiva de género.

Aclaraciones necesarias Del mismo autor


No hay más artículos de este autor
  Si bien se ha esclarecido que el presente trabajo se enmarca en un posicionamiento
psicoanalítico con perspectiva de género, debe anticiparse que no podrán obtenerse de Búsquedas relacionadas
él conclusiones cerradas ni desarrollos de índole clínico por emerger su casuística de
un ámbito forense en donde el encuentro con los NNyA víctimas de estos delitos se da » abuso sexual a niños
una única vez, careciendo de instancias de trabajo posteriores que permitan vislumbrar » consecuencias
lo que aquí quedará plasmado al modo de hipótesis de trabajo.
» identidad de género
  Por ello puede resultar útil al lector un mayor esclarecimiento del encuadre de trabajo
» entrevistas a niños
en el cual se toma contacto con los niños que posteriormente serán referidos.
Puntualmente, se trata de una práctica al interior del Ministerio de Justicia y DDHH, » subjetividad
como profesional que realiza entrevistas en Cámara Gesell a NNyA víctimas y/o testigos
de abuso sexual y otros delitos en el marco de un proceso de investigación penal. » identi�cación
Mayormente suele realizarse una única entrevista, cuyo objetivo es recolectar, -a través » sufrimiento
de un proceso sistematizado- la mayor cantidad posible de información aportada por el
NNyA acerca del/los delito/s en que éste/éstos han sido víctimas y/o testigos. » escucha

  Sin embargo, esta sistematización se sostiene con miramientos y cuidados frente a


cada subjetividad con la que se realizan las entrevistas, de la mano de una escucha
psicoanalítica con perspectiva de género que busca evitar caer en prácticas
tecnocráticas (Volnovich, 2016) y vacías debido a la aplicación de un enfoque
standardizado. De allí emergen cuestionamientos como el que inaugura el presente
trabajo.

Identidad de género masculina

  Previo a adentrarnos en la problemática que nos convoca, y sin ánimos de extendernos

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de los particulares mecanismos que pueden darse en varones abusados sexualmente,
debemos considerar cuestiones vinculadas a la constitución de género masculino.

  Siguiendo los desarrollos realizados por diversos autores (Stoller, 1968; Burin,
1985/1998, Burin y Meler, 1998, entre otros) podemos pensar al género en su doble
implicancia: social y subjetiva.
  En términos sociales, el género es aquel “… conjunto de prescripciones y
prohibiciones para el ejercicio de una conducta” (Dio Bleichmar, 1992, p. 135)
impartidas socio-culturalmente que van consolidando identidades genéricas vinculadas
a lo femenino/masculino.
A la vez que puede afirmarse que el “… género es un concepto que pertenece al
dominio de la subjetividad y del orden de lo simbólico; (…) Se trata de un componente
inseparable del yo, del sí-mismo y del sistema Superyó-ideal del yo” (Dio Bleichmar,
1996, p. 136).

  Benjamin (1996) tomando en cuenta este doble anclaje del género y a partir de
priorizar la intersubjetividad como modo de explicación de la constitución de género va
a plantear que el género es producto de un proceso de escisión mediante el cual el
varón disocia de sí mismo todos aquellos aspectos vinculados a la feminidad,
atribuyéndoselos proyectivamente a las mujeres. Esto lo hace en virtud de una
identificación primaria con la madre, que se disuelve al descubrir que no pueden ser
como ella,  solo pueden anhelar tenerla, conduciendo a la ruptura por la cual deben
constituirse como el sexo diferente con respecto del objeto originario. Este es punto
resulta central para nuestro trabajo, dado que se conjetura que algo de esto es puesto
en juego en los casos que pretendemos abordar. 

  Es decir, si bien sabemos que “… todos los sujetos construimos nuestra identidad a
partir de una relación positiva de inclusión (identificarnos o parecernos a otros) y una
relación negativa de exclusión (ser distintos de otros)” (Burin, 2009, p 135), pareciera
que la identidad masculina como tal “… deberá afianzarse en tres pilares: que no es
mujer, que no es un bebé y que no es un homosexual” (Burin, 2009. P. 135). Pilares de la
identidad que podrían entrar en contradicción con lo que el abuso sexual implica para
éstos varones.

Abuso sexual a varones: su efecto intrusivo en la identidad de género masculina

  Podemos entender el abuso sexual infantil como un  “… acto sexual impuesto a un niño
cuyo desarrollo afectivo y cognitivo es insuficiente para que pueda comprender
plenamente la naturaleza del acto propuesto y realizado, y que no está en posibilidad de
aportar su consentimiento.” (Giberti, 2015, p. 34)

  Se trata de un acto en el que se da la confluencia de tres características: 1) una


diferencia de poder, el cual es otorgado al adulto por relaciones de parentesco, vínculos
jerárquicos y/o diferencias de índole física; 2) una diferencia de conocimiento, ya que el
niño o adolescente aún no posee un desarrollo tal como para la comprensión de la
genitalidad adulta; y 3) una diferencia en las necesidades satisfechas, pues el niño y/o
adolescente es sometido a los fines de la satisfacción sexual del adulto (Intebi, 2013).

  En la problemática del abuso sexual “… la intensidad de la sorpresa como el contacto


con el cuerpo adulto, así como la imposibilidad de huir o defenderse configuran una
experiencia traumática” (Giberti, 2015, p. 166) y como tal deberemos comprender sus
características particulares, pues la intromisión de la genitalidad adulta en la infancia
“reviste un nivel de impacto en la subjetividad que le imprime un estatuto singular”
(Calvi, 2012 p. 124).

  Intromisión que incluye “… todo aquello que ingresa al psiquismo produciendo


cortocircuito” (Bleichmar, 2016, p. 156) generando en el niño –entre otras cuestiones–
una imposibilidad de simbolizar, sensaciones de inermidad, percepción de falta de
recursos para proteger al psiquismo, junto con la imposibilidad de imaginar un futuro
diferente.

  Más aún, Bleichmar (2016) propone pensar el proceso de desubjetivación propio del
abuso como el que se da en la tortura, dado que en ambos se pretende “(…) fracturar la
subjetividad de manera que quien lo padece deje de tener autonomía frene al otro que
ejerce el poder y termine por aceptar que eso es lo que buscaba” (p. 156). Respecto de
esto es interesante traer a colación el juego que se atreve a narrar un adolescente
víctima de abuso sexual. “Él [por el abusador] le decía la tortura, si perdían a la mancha
o la escondida se tenían que sentar sobre la mesa y te levantaba así [mostrando con los
muñecos anatómicos una apertura de piernas] y él me apoyaba y hacía cosquillas”. Es
de destacar que este mismo adolescente negó haber sido víctima o testigo de estos
abusos, pero todo el tiempo algo de lo vivencial escapaba en su discurso recortado y
cuidado.

  Ahora bien, ya adentrados en la particularidad de varones abusados, algunos autores


como Volnovich (2016) indican un achicamiento de la brecha entre abusos sexuales
cometidos a niños y niñas; sin embargo en la práctica que se sostiene en la Ciudad de
Santa Fe puede indicarse que la denuncia de niños víctimas de abuso sexual continúa
siendo notablemente menor. De hecho, de 30 entrevistas que he realizado a lo largo de
éste último año, sólo 5 corresponden a varones y de ellos sólo 1 indicó ser víctima de
abuso, los demás fueron entrevistados porque al ser testigos de los abusos iniciaron la
denuncia, pero ellos no verbalizaron ser víctimas de abuso. Se nos instala al respecto la
misma duda que se formula Calvi (2012) en torno a si el abuso sexual en varones es
menos frecuente o si es menos denunciado.

  Una de las respuestas de Gartner (1999) a esta cuestión se sostiene en la hipótesis de


que los varones informan menos el abuso que las mujeres porque “… parece sentirse
menos traumatizados, a pesar de manifestar una amplia gama de síntomas relacionados
con el abuso” (citado en Calvi, 2012, p. 84). Puntualmente se considera más
conveniente considerar el hecho de que más que sentirse menos traumatizados existe
algo del orden de una mayor imposibilidad de tomar contacto directo con dichas
vivencias que probablemente esté vinculado con cuestiones de género.

  En este contexto, es viable que emerja la pregunta ¿Qué implicancias tiene esta
intromisión en la identidad de género de los varones? Pues dependen de múltiples
factores como la edad, los recursos, el contexto, entre otras variables que se combinan

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en una configuración única en cada caso. Y aquí es interesante pensar el concepto que
aporta Silvia Bleichmar (2008) de metábola, para poder entender que entre aquello que
ingresa al psiquismo y lo que realmente aparece a posteriori hay un procesamiento
singular que se vincula con el modo subjetivo en que cada sujeto organiza su
sufrimiento e inscribe los padecimientos a los que han sido sometidos. Sin embargo, se
han presentado ciertas constantes en la casuística, dignas de ser pensadas como
propiamente vinculadas a la cuestión de la identidad de género de estos varones, tanto
a nivel social como  subjetivo.

  Una de las cuestiones que interesa pensar, como se ha anticipado, es el silencio sobre
la implicancia y/o participación en torno a hechos de abuso sexual. Si bien tenemos
conocimiento de que el silencio es uno de los elementos emergentes de este tipo de
actos, vinculado con el secreto, la culpa, la manipulación del adulto y la vulnerabilidad
en que se percibe el niño o adolescente; sucede que existen casos en donde pareciera
que este silencio se vincula con otras cuestiones.

  Al respecto es interesante lo que sucedió en la entrevista con un niño de 7 años, cuyo


profesor había realizado tocamientos con él y algunos varones de su grupo de pares.
Cuando se indagan los motivos por los que asiste a la entrevista se encierra en un
mutismo totalmente antagónico a la expresividad previa. Luego de un tiempo en
silencio, con una mirada solicitante por su parte, se le pregunta si quiere escribir eso
que pareciera querer decir y escribe “el profesor toca a los chicos”, y llora tímidamente.
Posteriormente narra ciertas situaciones y frente a la enunciación de la entrevistadora
que afirmó “pero los chicos no entendían, era el profesor el que sabía que estaba
actuando mal”[1], él cuenta que también le pasó una vez, y poco a poco pudo decir algo
de lo experimentado, muy breve y con una mirada solicitante.

  Vale también al respecto pensar cómo “En situaciones traumáticas el empleo de la


palabra activa la representación y no necesariamente la liga [aunque en otras sí] (…) al
tener que hablar de ciertos temas, uno siento que el sujeto no está preparado porque la
sola mención del tema produce desbordes emocionales” (Bleichmar, 2016, p. 155)

  Ahora bien, si tomamos en cuenta la identidad de género masculina en términos


sociales y subjetivos, podemos conjeturar que ciertas resistencias a narrar esos actos
implican correrse de los estereotipos clásicos masculinos. Esto en la línea de entenderlo
como una “… lucha por conciliar el abuso sufrido con sus representaciones acerca de lo
que es ser hombre” (Calvi, 2012, p. 88). Esto puede pensarse para el caso del
adolescente que aclaraba que todas las escenas estaban implicadas las niñas más
pequeñas del grupo de amigos, siendo que en sus “tropiezos narrativos” daba cuenta de
haber sido víctima.

  Más aún, contrastando los relatos de los niños y niñas involucrados pudimos arribar a
la conclusión de que el abusador los sometía al juego de “la tortura” de modo diferente
si eran varones o mujeres. A los primeros los sometía en posiciones más pasivas
(apertura de piernas por ejemplo) y a las segundas las tomaba por la espalda.
Cuestión interesante de ser pensada en términos de las implicancias en la identidad de
género dado que si este adolescente “iguala abuso con feminidad, cualquier
reconocimiento que él realice de haber sido víctima de abuso puede avergonzarlo
debido a que asume su incapacidad de ser masculino” (Calvi, 2012, p.98)

  Es decir, estos silencios pueden estar en consonancia con las luchas que refiere Calvi
(2012)  en el sentido que “… un varón que ha sido víctima debe combatir a menudo una
convicción interna que señalaría su falta de virilidad” (p. 88)

  Por ello es que nos es permitido conjeturar que “Cuando un hombre acepta haber sido
víctima de abuso ingresa en un conflicto importante desde la perspectiva de su
identidad de género” (Calvi, 2012, p 99), pues debe volver a conectar también con todo
aquello escindido que –tanto social, como subjetivamente– es desmerecido y proyectado
al género femenino.

Interrogantes finales

  Muchas son las cuestiones a profundizar, algunas imposibilitadas por la dificultad en


el contacto posterior con éstos varones y otras por encontrarse las conjeturas en
estadios iniciales, plausibles de profundizarse teóricamente conforme se vayan
adquiriendo mayores herramientas.

  Sin embargo, algunos anclajes han sido establecidos y serán los que nos posibilitarán
avanzar en la comprensión futura de la problemática visibilizada, rescatando las
subjetividades con las que uno trabaja y generando aquello que el psicoanálisis
garantiza, un miramiento por el sufrimiento subjetivo que se corre de la tecnocracia con
la que algunos espacios pretenden abordar realidades tan complejas como las
presentadas.

Nota: Este trabajo fue distinguido con una mención en las XIII Jornadas Internacionales
del Foro de Psicoanálisis y Género (APBA), realizadas los días 3 y 4 de noviembre de 2017
en la CABA.

Bibliografía

· Benjamin, J (1996). Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de


la dominación. Buenos Aires, Paidós.
· Bleichmar, S. (2016) Vergüenza, culpa, pudor: relaciones entre la
psicopatología, la ética y la sexualidad. Buenos Aires, Paidós.
· Burin, M y Meler, I. (1998). Género y familia. Buenos Aires: Paidós.
· Burín, M y Meler, I. (2009) Varones: género y subjetividad masculina. Buenos
Aires, Librería de Mujeres Editoras.
· Calvi, B. (2012) Abuso sexual en la infancia: efectos psíquicos. Buenos Aires:
Lugar Editorial.

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· Dio Bleichmar, E. (1992) “Del sexo al género”. Revista de la Asociación Escuela


Argentina de Psicoterapia para Graduados N°18, págs. 127 a 155. Buenos Aires.
· Dio Bleichmar, E. (1998). La sexualidad femenina. De la niña a la mujer.
Barcelona: Paidós.
· Giberti, E. (2015) Abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes. Un daño
horroroso que persiste al interior de las familias. Buenos Aires: Editorial Noveduc.
· Intebi, I (2013). Proteger, reparar, penalizar: evaluación de las sospechas de
abuso sexual infantil. Buenos Aires, Granica.
· Stoller, R. (1968) Sex & Gender. Nueva York: Jason Aronson.
· Volnovich, J. (2016) Abuso sexual en la infancia: el quehacer y la ética. Buenos
Aires, Lumen.

[1] Es de destacar que no se nos permiten hacer intervenciones y mucho menos interpretaciones por fuera del
protocolo acordado para la entrevista, pero en éste caso se percibió como necesario en términos éticos, de allí
la brevedad de lo dicho, dado que luego se debieron dar las explicaciones que justificaron el actuar.

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