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EPISTEMOLOGÍA PARA LA PSICOLOGÍA

NCR: 5239

El legado de la modernidad

¿Es posible ser racional desde la modernidad justificando la irracionalidad

cotidiana?

Integrantes:
Marcelo Alarcón
Paula Miranda

Docente: Sergio
Quintanilla Venegas
Numero de palabras:
2.699

05 DE ENERO DE 2019
FACULTAD CIENCIAS SOCIALES
Barrio universitario
Tesis

Desde la modernidad, no es posible ser racional, nuestros actos son irracionales y es el

precio que debemos pagar por ser modernos. Esto debido a que la modernidad por un

lado nos despertó de la verdad revelada, pero por otro, el capitalismo y la burguesía han

sido artífices en separar las esferas de lo social y lo cultural reduciendo el proyecto de la

modernidad a una serie de procesos acumulativos que se refuerzan mutuamente, es

decir, a una serie de check list. Los posts weberianos denominan a este concepto

“modernización” y esto no es racional, ya que hacerlo la modernidad se desprende de sus

orígenes (modernidad y racionalización) por lo tanto la modernidad se vuelve un proceso

autónomo, es decir, las esferas sociales y culturales ya no están al servicio en forma

conjunta para la sociedad, sino separadas. Por ejemplo, no es racional que un teléfono

inteligente cueste 3 veces el sueldo mínimo. Esta es la razón por la cual seguimos siendo

unos sujetos de obediencia, disciplinados y de rendimiento.

Introducción

Entender al hombre y su conducta, han sido las interrogantes de todos los tiempos, cada

época se ha encargado de responder de acuerdo con su contexto histórico, cultural, social

y hasta económico. Al tratar de describir o explicar la sociedad y los individuos que la

componen en la actualidad, se debe entender desde su época y ambiente, sus relaciones

y demandas, sin dejar de lado su paradigma. ¿modernidad o posmodernidad? Se cree

que son dos períodos completamente opuestos y contradictorios, pero la verdad es que

utilizan elementos que coexisten y se complementan, una es parte de la otra, y a la vez

niega todo lo que valida:

“Era la mejor de las épocas, era la peor de las épocas, la edad de la locura, pero

también de la sabiduría; el tiempo de no creer y de las creencias; la era de las


tinieblas y de la luz; el invierno de la desesperación y la primavera de la

esperanza. En ese tiempo todo nos pertenecía, pero no teníamos nada;

caminábamos directamente al cielo y nos perdíamos por el sendero opuesto. Esa

época, en pocas palabras, era tan similar a la de hoy, que nuestras autoridades

más notables y destacadas insisten en que únicamente se puede aceptar la

comparación en grado superlativo, tanto en lo que se refiere al bien como al mal”.

(Dickens, 1859, pág. 5)

El párrafo anterior es tomado de historia de dos ciudades de Charles Dickens, en este se

plasma perfectamente el alma de la época actual, describiendo de forma certera la

sociedad y su espíritu tan paradójico y contradictorio, pero que funciona si es visto como

dialéctica, con sus tesis, antítesis y síntesis, como una época en constante devenir.

Desde esta base se busca el entendimiento o desentendimiento de las acciones

humanas. Donde es imposible no recordar a Weber, cuando vaticina el exceso de

racionalidad y como este impactaría en los individuos, tanta racionalidad nos lleva a

cometer actos irracionales. Sumado a eso, una época donde no existen certezas, donde

no hay grandes ideologías o creencias, según Lyotard es la desaparición de los meta

relatos, es decir, las ideas que guiaban el andar del ser humano y de la sociedad. Por lo

tanto, es una época donde se tiende a relativizar todo, ya que el presente es lo único que

importa, exaltando la individualidad propia de los sujetos.

Desarrollo.

Si se busca entender el actuar de los seres humanos en la sociedad, el ¿por qué se actúa

como se actúa?, ¿por qué se sigue cuando lo racional sería detenerse?, ¿por qué se

incentiva una doctrina que va en contra de la libertad y autonomía?, pero más importante

que eso, es identificar ¿cuál o cuáles son las motivaciones que impulsan las actividades

de los individuos sin muchas veces conocer los objetivos de estas?


Antiguamente, los hombres creían en una fuerza sobrenatural y divina, que les aseguraba

según sus acciones, un espacio en el mundo extraterrenal, en el mundo de Dios. Esta

energía los motivaba y guiaba su proceder, sus decisiones, sus pensamientos y

creencias, que eran una forma disciplinaria, que, de cierta manera, les aseguraba la

felicidad. El hombre, al darse cuenta de que esta divinidad no podía dar respuestas a las

nuevas e incipientes interrogantes, sustituye la verdad revelada por una nueva forma de

conocer, emergiendo de esta manera un nuevo motor en la vida de las personas, la

Razón.

La fuerza de la razón que abrazó el ser humano como fuente de libertad y progreso, que

dejaba de lado lo divino, comenzando de esta manera a surgir un nuevo hombre,

disciplinado pero pensante, mirando a la tierra y no el cielo, donde la libertad estaba muy

cerca. Progresivamente esta fuerza comienza a mostrar su esplendor, y desde esta se

desarrollaron muchas actividades las cuales hacían sentir a los individuos libres y

autónomos, con capacidad de decidir sobre su vida y escoger de mejor manera un futuro.

La industrialización, la tecnología y los avances en todo lo relacionado con la cultura y lo

económico impulsaba a pensar que esta nueva fuerza era lo que se necesitaba, por lo

tanto, los hombres ya no caminaban cautos, y se arrojaban rápidamente al camino que

finalmente los conduciría a la felicidad. La razón, no era suficiente para satisfacer las

necesidades de los hombres y el capitalismo se apoderó de todo lo humano, conduciendo

al hombre a un abismo, a ser parte de una máquina, donde la individualización y la

especialización era la única vía para seguir un ritmo extremadamente alto y exigente.

Este proyecto de la modernidad, en el cual la razón era el conductor principal hacia el

progreso y conseguir alcanzar y mantener los ideales ilustrados, para algunos ya estaba

acabado, sin embargo, existía otra fuerza en que creer, El yo.


El Yo, en efecto, tiene la capacidad de poder soltar las ataduras de la antigüedad y de la

modernidad, un yo sin límites, un hombre que salta progresivamente de lo disciplinario a

un hombre de rendimiento, Autónomo y libre. No existe nada por encima de él que pueda

indicarle que hacer y quien debe ser, porque es el único dueño de sí mismo.

Esta fuerza del Yo, donde el sujeto es además objeto, avanza de manera acelerada su

camino, ya no caminando a paso lento como lo hacían los hombres en la antigüedad, lo

hace rápidamente, y con la convicción de tener todas las herramientas de forma interna,

sin ayuda, sin apoyo, solo el yo y su objetivo, de esta manera busca lograr eficientemente

su cometido, que es la felicidad, movilizado en todo momento por la esperanza de un

futuro mejor, y este era posible encontrarlo a través de la razón, y por medio de esta se

obtiene libertad y si se es libre existe la capacidad de progreso, y si se progresa se es

feliz, se obtienen certezas y el limbo en el que se encontraba sometido el hombre

desaparece, este sería el regalo y el legado de la modernidad, el problema es que se les

dijo donde comenzar, en que deben confiar, lo que deben buscar, pero nunca le

enseñaron donde, cuando y como detenerse.

Desde lo anteriormente mencionado hace sentido lo siguiente:

“no eres más libre cuando has alcanzado tu propósito, no eres tú mismo cuando te

has convertido en alguien”. El estado de incompletud e indeterminación implica

riesgo y ansiedad. Pero su opuesto tampoco produce placer, ya que cierra todo

aquello que la libertad exige que permanezca abierto. (Bauman, 2002, pág.68)

Este ser humano posmoderno o de modernidad tardía se podría entender por medio de la

equívoca comparación de Alain Ehrenberg del hombre contemporáneo con el hombre

soberano de Nietzsche:
“El individuo soberano, semejante a sí mismo, cuya venida anunciaba Nietzsche,

está a punto de convertirse en una realidad de masa, nada hay por encima de él

que pueda indicarle quien debe ser, porque se considera el único dueño de sí

mismo”. Justamente, Nietzsche diría que aquel tipo de ser humano, el que está a

punto de convertirse, está lejos de ser un superhombre, sino el último hombre que

solo trabaja. Este sería un hombre indefenso y desprotegido frente al exceso de

positividad, con falta de soberanía, depresivo y capaz de explotarse a sí mismo, de

manera voluntaria, siendo al mismo tiempo verdugo y víctima. (Byung-Chul, 2012,

pág. 19)

Progresivamente nos vamos convirtiendo en sujetos de rendimiento, este sujeto que está

libre del dominio externo que lo obligue a trabajar o explotar, es dueño y soberano de sí

mismo, no está sometido a nadie más que a sí mismo, que es la diferencia con el sujeto

de la antigüedad que camina lento, que es disciplinado, es decir, un sujeto de obediencia.

Este dominio externo no lleva al sujeto de rendimiento a una libertad; más bien hace que

la libertad y obligación coincidan, esta libertad obligada y el exceso de trabajo por

consiguiente se convierte en auto explotación , que es mucho más eficaz porque va

acompañada de un sentimiento de libertad, el explotador es al mismo tiempo explotado,

víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse y finalmente conduce a una libertad

paradójica, libertad que a causa de obligaciones inherentes a ella se convierten en

violencia. Las enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento constituyen

precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad paradójica.

El exceso de positividad y la carga de trabajo requiere que en los sujetos de rendimiento

generar distintos cambios, en particular la administración del tiempo y la atención que

precisamente genera un nuevo termino social, como lo es el multitasking, o multi tareas,

que es la capacidad de realizar muchas tareas a la vez.


Este Multitasking que la cultura requiere es un entorno en donde debe existir una atención

profunda, pero progresivamente esta atención profunda es reemplazada por una hiper

atención que se caracteriza por un acelerado cambio de foco entre distintas tareas, es

decir, podemos estar realizando una actividad y rápidamente estamos pensando en la

próxima tarea que debemos realizar sin siquiera haber terminado la primera. Es por tal

motivo que no es admitido el hastió y el aburrimiento.

Quien se aburra por ejemplo al caminar y no tolere el hastió deambulara inquieto y

agitado, o pensara y buscara alguna razón para realizar una nueva actividad, pero en

cambio la persona que tolera de mejor manera el hastió y el aburrimiento reconocerá

después de un rato que quizás andar así, le aburre.

La sociedad de rendimiento, paulatinamente se convierte en la sociedad de dopaje, esto

permite que la sociedad de rendimiento puede seguir siendo competitivo, es decir, seguir

siendo de rendimiento sin rendimiento.

Los fármacos, permiten que la sociedad puede generar mayor concentración, inteligencia

y proveer a todos quien necesite la capacidad de seguir siendo competitivos y de

maximización de rendimiento, por tanto, generar inevitablemente “máquinas de

rendimiento”.

El problema de estas máquinas de rendimiento es que produce un cansancio y un

agotamiento excesivos, los estados psíquicos que se producen por una sobreabundancia

de positividad que a consecuencia de los fármacos produce, genera un infarto del alma.

Desde esta perspectiva es necesario preguntarse ¿que produce este infarto en el alma?
Marshall Berman dirá:

“... El capitalismo imparte a todas las facetas de la vida moderna. Nos hace sentir

que somos parte de la acción arrastrados por la corriente, lanzados hacia

adelante, sin control, deslumbrados y amenazados al mismo tiempo por la

avalancha que se nos viene encima. “(Berman Marshall, 1982, pág. 86)

Dentro de este contexto, nos damos cuenta de que algo extraño pasa, nos empujan

rápidamente hacia adelante con mucha intensidad y en todo ámbito. Esta fuerza y este

poder de la burguesía es sorprendente ya que ha logrado despertar y acelerar los

procesos industriales para aumentar la productividad, pero no tan solo en el ámbito

económico, Todo lo que nos podamos imaginar, arte, cultura, televisión etc. Todo esto ha

sido posible gracias a la burguesía quien en un siglo de existencia ha creado fuerzas

productivas que todas las generaciones anteriores juntas.

La burguesía, con todos los modos de producción solo busca hacer dinero, el fin es

acumular capital y con este fin es que realmente pueden cambiar de manera demostrable

cambiar el mundo.

Esta mirada moderna también conlleva a que la burguesía deba adaptarse a los cambios,

a innovar simplemente para mantenerse a flote de lo contrario se convertirá en víctima de

los cambios propuestos, por tanto, la burguesía no puede sino revolucionar en forma

constante los medios de producción.

Los burgueses generan de todo, inventan todo, la tecnología, vida, arte política, todo para

conseguir un único fin: poder, dinero y sometimiento para que desde esa perspectiva no

exista una revolución del proletariado.

El problema del capitalismo es que en forma progresiva va destruyendo todas las

posibilidades humanas, donde solo se puede desarrollar en forma restringida.


Todo lo que construye e inventa la burguesía está destinado a ser destruido (todo lo

solido) para que cada vez todo sea más rentable, que recordemos es el fin de la

burguesía. Así, podemos observar todo lo que el hombre puede hacer por dinero, incluso

destruir el mundo entero si no es rentable. Todo se destruye, se eliminan familias,

personas etc. Pero la burguesía siempre quedara intacta (en su estructura) es decir, la

burguesía es el sujeto (económicamente) y los hombres y mujeres son el objeto.

La burguesía, también ha intervenido la esfera de lo cultural, donde esta esfera estaba al

servicio de las personas, también las han intervenido produciendo que solamente exista

entre los profesionales con los sujetos una mera relación de dinero incluso la moralidad,

los valores, todo tiene precio y es desarrollada si esta es rentable. Todo se vende, todo se

obliga para adquirir bienes. Se ha perdido la libertad de las profesiones, ahora solo son

servidores asalariados. Todo se vende y todo se somete a la burguesía, todo se controla

no hay forma de no ser asalariado.


Conclusión

La modernidad, nos ha dado la posibilidad de elegir, de ser libres y generar autonomía en

todos los ámbitos de nuestras vidas, sin embargo, el capitalismo y la burguesía han

generado que progresivamente nos volvamos más dependientes de la instantaneidad, del

consumo y por consecuencia ser sujetos de rendimiento, donde no importa el cómo, sino

el ahora. Desde este punto de vista citare a Bauman con el siguiente párrafo:

“El mundo está lleno de posibilidades como una mesa de buffet repleta de platos

apetitosos, cuya cantidad excede la capacidad de degustación del mas eximio

glotón. Los invitados son consumidores, y el desafío mas exigente e irritante que

deben enfrentar es la necesidad de establecer prioridades: la necesidad de

desechar algunas opciones y dejarlas inexploradas. La desdicha de los

consumidores deriva del exceso, no de la escasez de opciones” (Bauman, 2002,

pág.69)

Este párrafo nos invita a reflexionar sobre el exceso de racionalidad en que vive nuestra

sociedad. cuando la modernidad se desprende de sus orígenes y lo social con lo cultural

se vuelven procesos autónomos y únicamente somos bienes de consumo.

¿será que necesitamos cansarnos? es decir, ¿podemos no-hacer?

Finalmente nos quedaremos con las palabras de Byung-Chul han:

“El cansancio profundo incluso a una forma de salvación, esto es, a una forma de

rejuvenecimiento. El cansancio devuelve el asombro al mundo. […] el cansancio te

rejuvenece, te da una juventud que nunca has tenido. […] todo en la calma el

cansancio se hace sorprendente.” (Byung-Chul, H. ,2012, pág.48).

¿Seremos capaces aun de asombrarnos del mundo?


Bibliografía

-Bauman, Z. (2002). “Modernidad líquida”. Buenos Aires. Fondo de cultura económica


Argentina.

-Berman, M. (1988). “Todo lo sólido se desvanece en el aire: la experiencia de la


modernidad”. México. Siglo veintiun editores.

-Byung-Chul, H. (2012). “La sociedad del cansancio”. Barcelona. Herder editorial.

-Dickens, C. (2017). “Historia de dos ciudades”. Barcelona. Plutón ediciones.

-Lyotard, J. (1987). “La condición postmoderna”. Madrid. Editorial ediciones cátedra S.A.

-Habermas, J.(1989)”, El discurso filosófico de la modernidad (Doce lecciones) ,Taurus ediciones.

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