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Material orgánico

Los autores denominan indistintamente materia orgánica


(Navarro et al., 1995) o humus (Gros y Domínguez, 1992) a la
parte orgánica que cumple un papel esencial en el suelo. No
existe una definición de humus con la que todos los
especialistas estén de acuerdo; pero, en general, el término
humus designa a las “sustancias orgánicas variadas, de color
pardo y negruzco, que resultan de la descomposición de
materias orgánicas de origen exclusivamente vegetal”.
Contiene aproximadamente un 5% de nitrógeno, por lo que su
valor en el suelo se puede calcular multiplicando por 20 su
contenido en nitrógeno total (Gros y Domínguez, 1992).

El humus tiene efecto sobre las propiedades físicas del suelo,


formando agregados y dando estabilidad estructural,
uniéndose a las arcillas y formando el complejo de cambio,
favoreciendo la penetración del agua y su retención,
disminuyendo la erosión y favoreciendo el intercambio
gaseoso. Cuando se refiere al efecto sobre las propiedades
químicas del suelo, los autores mencionan que aumenta la
capacidad de cambio del suelo, la reserva de nutrientes para
la vida vegetal y la capacidad tampón del suelo favorece la
acción de los abonos minerales y facilita su absorción a
través de la membrana celular de las raicillas. Y en cuanto a
su efecto sobre las propiedades biológicas, favorece los
procesos de mineralización, el desarrollo de la cubierta
vegetal, sirve de alimento a una multitud de microorganismos
y estimula el crecimiento de la planta en un sistema ecológico
equilibrado. Estos efectos de la materia orgánica también han
sido sugeridos por otros autores (Anónimo, 1988; Graetz,
1997).

Para Jhonstom (1991), la cantidad de humus en el suelo


depende de muchos factores, tales como la incorporación de
nuevos restos orgánicos al suelo y su velocidad de oxidación
química y biológica, la velocidad de descomposición de la
materia orgánica existente ya en el suelo, la textura del suelo,
la aireación, humedad y los factores climáticos. Las prácticas
de manejo del cultivo también pueden tener un efecto sobre
este parámetro, ya que, por ejemplo, el empleo de abonos
minerales acelera la descomposición de la materia orgánica
en el suelo. Esto es una manifestación del crecimiento de la
actividad biológica, que se traduce en la práctica en una
mejora de la fertilidad y, por tanto, de los rendimientos (Gros
y Domínguez, 1992).

La materia orgánica en el suelo también facilita los


mecanismos de absorción de sustancias peligrosas como los
plaguicidas. Por ejemplo, se sabe que la capacidad del suelo
para adsorber compuestos químicos como clorofenoles o
cloroanilinas aumenta con el contenido en materia orgánica
(Vangestel, 1996). La aplicación de enmiendas orgánicas
también aumenta la degradación de fumigantes como el 1,3-
D (Gan, et al., 1998a), bromuro de metilo y el isotiocianato
metilo (Gan et al., 1998b) y disminuye la volatilización de
estos tres pesticidas, cuando la enmienda se aplica en los
primeros 5 cm del suelo (Gan et al., 1998a; Gan et al.,
1998b). Los pesticidas con materiales catiónicos son
firmemente adsorbidos por los coloides del suelo; en cambio,
con los pesticidas ácidos hay muy poca adsorción, por lo
tanto, se concentran en la solución suelo y en las fases
gaseosas (Cremlyn, 1991).

LOS MICROORGANISMOS DEL SUELO

Según Wild (1992) un suelo naturalmente fértil es aquél en el


que los organismos edáficos van liberando nutrientes
inorgánicos, a partir de las reservas orgánicas, con velocidad
suficiente para mantener un crecimiento rápido de las plantas.
La actividad biológica de los suelos es la resultante de las
funciones fisiológicas de los organismos y proporciona a las
plantas superiores un medio ambiente adecuado para su
desarrollo. Pero la exigencia de los microorganismos edáficos
en energía, elementos nutritivos, agua, temperaturas
adecuadas y ausencia de condiciones nocivas es similar a la
de las plantas cultivadas.

Los suelos contienen una amplia variedad de formas


biológicas, con tamaños muy diferentes, como los virus,
bacterias, hongos, algas, colémbolos, ácaros, lombrices,
nemátodos, hormigas y, por supuesto, las raíces vivas de las
plantas superiores (Fassbender, 1982; Wild, 1992). La
importancia relativa de cada uno de ellos depende de las
propiedades del suelo (Thompson y Troeh, 1988).

Las bacterias son organismos procariotas unicelulares; la


mayor parte de ellas presenta forma esférica cocos o de
bastón bacilos y son importantes debido a que algunas
realizan funciones específicas como la oxidación del
amoniaco a nitratos, mientras que otras intervienen en el
proceso general de descomposición de materiales orgánicos
(Thompson y Troeh, 1988).

Los actinomicetos son organismos procariotas filamentosos;


sus hifas son cenocíticas, tienen el diámetro de las bacterias
y de la arcilla gruesa y están con frecuencia ramificadas y
entrelazadas, por lo cual son difíciles de contar (Thompson y
Troeh, 1988). Nutricionalmente, se trata de un grupo muy
adaptable, sus miembros son heterótrofos sin excepción y
pueden utilizar una amplia gama de compuestos carbonados
y nitrogenados, como polisacáridos, lípidos, hidrocarburos
saturados, fenoles, proteínas y quitina. Son organismos
típicamente aeróbicos, por lo que no suelen encontrarse en
suelos encharcados, son más frecuentes en los suelos
calientes que en los fríos y resultan muy poco tolerantes a la
acidez (Wild, 1992).

Los hongos, según Wild (1992), pueden representar el 70%


de la población microbiana y constituyen el segundo de los
dos grandes grupos de microorganismos del suelo. Todos
son eucariotas heterótrofos y se incluyen entre las especies
que necesitan nitrógeno, ya sea en forma de sales minerales
o de compuestos orgánicos nitrogenados, pues están
desprovistos de capacidad fijadora. Las especies edáficas
presentan gran diversidad en cuanto a exigencias en
sustratos carbonados, variando desde los que pueden utilizar
hidratos de carbono, alcoholes y ácidos orgánicos sencillos
hasta los que son capaces de descomponer compuestos
polimerizados, como la celulosa y la lignina. Este es el caso
de los que son parásitos obligados de los vegetales
superiores o de los que han desarrollado una simbiosis
obligada con determinadas plantas, como las micorrizas. Los
saprófitos comunes en el suelo pueden ser eficaces
transformadores de sustratos edáficos en tejidos microbianos.
Algunos de ellos pueden asimilar entre el 30 y 50% del
carbono presente en la materia orgánica que descomponen,
lo que representa una tasa de conversión muy superior a la
de las bacterias, que es del 5 al 20%. Esto significa que el
crecimiento muy rápido de los hongos puede originar una
elevada demanda del nitrógeno disponible en el suelo,
aunque ésta puede quedar mitigada por su relación C/N, que
es superior a la que presentan las bacterias (Wild, 1992).

Las dimensiones de los hongos oscilan entre el nivel


microscópico y los visibles a simple vista. Los pequeños son
los más numerosos y a menudo contribuyen, más que
cualquier otro microorganismo, al peso de la materia orgánica
en el suelo (Thompson y Troeh, 1988). Algunos hongos
pueden sintetizar compuestos polifenólicos, que se parecen a
las formas encontradas en la fracción húmica del suelo,
contribuyendo de esta manera a la formación de la materia
orgánica evolucionada y estable. Generalmente toleran mejor
las situaciones ácidas y el escaso suministro de calcio que
otros microorganismos, y su presencia cuantitativa en los
suelos ácidos es del mismo orden que en los neutros y suelen
predominar en la población microbiana de los suelos
forestales, porque los restantes microorganismos se hacen
menos numerosos en condiciones ácidas. Además, los
hongos disponen de diversos métodos para sobrevivir
durante épocas desfavorables, como el calor y la sequía del
suelo (producción de esporas en cuerpos fructíferos,
clamidósporas, esclerotes, etc.). Por otro lado, la excesiva
humedad suele ser desfavorable para ellos (Wild,1992).

La población fungosa predomina en suelos ricos en restos


vegetales, donde la competencia por alimentos y energía no
es demasiado aguda, pero declinan rápidamente cuando
desaparecen los materiales fácilmente degradables; en
cambio, las bacterias persisten más tiempo y consumen a los
hongos (Thompson y Troeh, 1988). La posibilidad de que
predominen los hongos o el grupo bacteriasactinomicetos
depende de las condiciones locales, especialmente del pH y
del contenido de humedad. Además, los mecanismos por los
que los fragmentos de hifas y especialmente las conidias de
los hongos no germinan o son estimulados al crecimiento,
son complejos y en cierto modo aún falta aclarar. Para
describir este efecto, se usa el término fungistasia edáfica y
se apoya en dos hipótesis: la primera, atribuía la disminución
de la germinación de las esporas a la ausencia de nutrientes
en el suelo, mientras que la segunda postulaba la presencia
de inhibidores fúngicos en el suelo. Esta última, inicialmente
no fue tenida muy en cuenta, pero después se reveló la
existencia de inhibidores volátiles de origen microbiano como
el etileno (Wild, 1992).
La abundancia y actividad de los microorganismos del suelo
pueden estar influenciadas por la actividad de la fauna del
suelo, como ocurre en las praderas (Bardgett et al., 1993). De
las interacciones que ocurren en el suelo, la que existe entre
la microbiota y los invertebrados es una de las más
relevantes (Vink y Van Straalen, 1999). Además de los
diferentes grupos que constituyen la fauna del suelo, los
nematodos son los más abundantes, calculándose que
existen entre 1,8 y 120 millones/m2 (Kevan, 1970). Estos
microorganismos presentan una gran plasticidad y, por tanto,
una gran adaptabilidad que les ha llevado a desarrollar
diferentes funciones dentro del suelo, basadas
fundamentalmente en su hábito alimentario y, por
consiguiente, en el lugar que ocupan a lo largo de la cadena
trófica. Generalmente se clasifican en especies bacteriófagas,
micófagas, depredadores y fitófagas (Zancada y Sánchez,
1994).

Existen métodos que permiten estimar la intensidad de la


actividad biológica en el suelo. Diferentes sustratos han sido
usados como material modelo para medir la actividad de
descomposición en el suelo (Velich et al., 1968, Pokorná and
Novák 1981, Rychnovská 1987). Así, Velich et al. (1968)
utilizaron una proteína animal regenerada (cutizina) para
evaluar la intensidad de la descomposición del nitrógeno
orgánico y la actividad proteolítica del suelo. Rychnovská
(1985) menciona los resultados de Úlehlová y Hundt, quienes
usaron celulosa (papel filtro) como sustrato y midieron la
velocidad de la descomposición de ésta en diferentes tipos de
asociaciones vegetales, hallando que la actividad celulolítica
se incrementaba principalmente con la productividad de la
vegetación, siendo a su vez dependiente de la humedad,
temperatura y tipo de suelo (Stanton 1988). Velich (1986)
utilizó ambos sustratos en el Test de Cutizina y Celulosa
(Figura 1) para evaluar la intensidad de la actividad
celulolítica y proteolítica de los microorganismos en el suelo.
En este Test, los sustratos de celulosa (papel filtro) y proteína
(cutizina) son depositados en una bolsa de malla de PVC
para luego ser enterrados a una profundidad de 100 mm.
Después de un tiempo determinado de exposición, las
pruebas son recuperadas del suelo, y los sustratos son
procesados en laboratorio. La tasa de descomposición de
celulosa y cutizina (mg/g/día) es calculada según la ecuación
de Wiegert y Evans (Meneses, 2005).
caliza
La caliza es una roca sedimentaria compuesta
mayoritariamente por carbonato de calcio (CaCO3),
generalmente calcita, aunque frecuentemente presenta trazas
de magnesita (MgCO3) y otros carbonatos.[1] También puede
contener pequeñas cantidades de minerales
como arcilla, hematita, siderita, cuarzo, etc., que modifican (a
veces sensiblemente) el color y el grado de coherencia de la
roca. El carácter prácticamente monomineral de las calizas
permite reconocerlas fácilmente gracias a dos características
físicas y químicas fundamentales de la calcita: es menos dura
que el cobre (su dureza en la escala de Mohs es de 3) y
reacciona con efervescencia en presencia de ácidos tales
como el ácido clorhídrico.
En el ámbito de las rocas industriales o de áridos para
construcción recibe también el nombre de piedra caliza. Junto
a las dolomías y las margas, las calizas forman parte de lo
que se conocen como rocas carbonáticas o calcáreas.
Si se calcina (se lleva a alta temperatura), la caliza da lugar
a cal (óxido de calcio impuro,
Limo

Los suelos tienen diferente textura según el tamaño de los fragmentos


de roca de que se componen. Las partículas menores son trozos
microscópicos de arcilla; las más grandes, granos de arena de diverso
tamaño. Las partículas intermedias forman el lodo.

El limo es una tierra compuesta de partículas de los tres tamaños: arcilla,


lodo y arena. Según la proporción de humus (materia orgánica
descompuesta) que contiene, el limo suele ser el tipo de suelo más
productivo. Las tierras ligeras y arenosas, por ejemplo, son tan porosas
que retienen muy poca agua. Las pesadas y arcillosas pueden contener
más agua, pero las partículas están tan comprimidas que dejan poco
espacio al aire que las raíces de las plantas necesitan para sobrevivir.
Los limos reúnen las mejores cualidades de ambas: retienen bien el agua
y el aire.

¿Por qué parece tan fértil el suelo de las selvas?

Las grandes selvas tropicales de Africa Ecuatorial y América del Sur son
quizá las más exuberantes del mundo. Grandes árboles, lianas y una
profusión de otras plantas prosperan en aquellos climas cálidos y
húmedos.

Sin embargo, el suelo que los sostiene es sorprendentemente poco fértil.


A causa de las intensas precipitaciones, las materias nutritivas
esenciales terminan por ser arrastradas. La fertilidad se mantiene sólo
porque el calor y la humedad estimulan el crecimiento rápido de las
plantas, así como la acelerada descomposición de los restos orgánicos
que devuelven materias nutritivas al suelo. Si se talan los árboles, sólo se
podrá cultivar la tierra durante unos pocos años antes de volverse estéril
y casi inútil para la agricultura.
Roca madre

Se denomina roca a una piedra sólida y de gran dureza. La


geología define a las rocas como sólidos cohesionados que
se forman por uno o varios minerales. La noción de madre,
por otro lado, refiere a una hembra que dio a luz o el origen
de algo.
La idea de roca madre hace mención a
aquella roca que define la matriz
mineral de un suelo. En otras palabras,
la roca madre es la clase de roca sobre
la cual se sustenta el suelo. A través de
la erosión y de un proceso de
meteorización, la roca madre permite el
desarrollo del sector inorgánico del terreno en cuestión.
Es importante destacar que sobre esta roca madre se
acumulan capas de otras rocas, fragmentos de
materiales, tierra, vegetación, etc. Las diferentes capas
reciben el nombre de horizontes.
La roca madre es el horizonte compuesto por el material
rocoso que no experimentó ningún cambio físico o químico de
importancia. De acuerdo a la relación que mantiene la roca
madre con el resto de los horizontes, se puede distinguir
entre suelo autóctono y suelo alóctono.
Encima de la roca madre se encuentran el subsuelo, la zona
de precipitado, la zona de lavado vertical y la capa
superficial, en ese orden. Esto quiere decir que lo que
vemos del suelo, como el pasto, las ramas o las hojas, es la
capa superficial del terreno, aquella que está más alejada de
la roca madre.
Es importante determinar, además de todo lo expuesto hasta
el momento, otra serie de datos de interés acerca de esta
roca madre:
-La ciencia que se encarga de estudiar a esa y a los suelos
en general se da en llamar Edafología. Esta, más
exactamente, podemos determinar que es la rama de la
ciencia que procede a analizar en profundidad lo que es la
composición y la naturaleza del suelo en cuanto a la relación
que mantiene tanto con el entorno como con las especies
vegetales existentes. En el siglo XVIII es donde se encuentra
el origen de esta disciplina.
-De la roca madre van a depender factores fundamentales del
suelo como la fertilidad, la morfología, las propiedades físicas,
el espesor o incluso las propiedades físico-químicas.
-Entre los tipos de rocas madres que pueden existir se
encuentran las margas y las calizas.
-Las margas tienen la particularidad de ser sedimentarias y
son fruto de la unión entre lo que es la arcilla, que surge a
partir de lo que es la descomposición de los feldespatos de
minerales de aluminio, y lo que es la caliza.
-Las calizas, por otro lado y como su propio nombre indica,
cuentan con la principal seña de identidad de que se
componen especialmente de lo que es carbonato de calcio.
Asimismo no hay que pasar por alto que tienen su origen en
lo que son mares cálidos y que poseen muy poca
profundidad.
No obstante, también pueden ser rocas madres el granito, la
pizarra, las arcosas, las rañas, las cuarcitas…
Roca madre también es el nombre que recibe la roca donde
se formó el petroleo, que luego pasa a una roca reservorio.

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