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La Nación Revista, Domingo 7 de marzo de 2010

Oxígeno/Diálogos del alma


La gratitud es gratuita
Por Sergio Sinay

Señor Sinay: en tiempos de individualismo, de acumular éxitos y riquezas, y de anteponer la propia felicidad a
todo, es imposible ser primero feliz y luego interesarse por el otro. En esta búsqueda me topé con dos ideas: la
gratitud y la gratuidad. Me parece importante ser agradecidos por todo lo que nos ha sido dado (a mi parecer
sería prestado, ya que nada nos pertenece, sino que es parte del universo). Un día de sol, nuestros seres
queridos, y una infinidad de cosas cuyo valor a veces escapa de nuestras miradas inconformistas. Es importante
dejar de conservar para uno y dar gratuitamente, sin buscar el beneficio propio sino el bien común. En la medida
en que uno sepa agradecer, dar y compartir, será uno verdaderamente rico y feliz, y no al revés. Josefina Fassio.
Después de haber vivido una infancia verdaderamente feliz en Borgoña, Francia, donde había nacido
en 1873, Sidonie Gabrielle Claudine Colette se casó, a los 20 años, con Henry Gauthier-Villars,
novelista y vividor, con el que se mudó a París. Allí él la instó a escribir. Ella lo hacía con talento. El se
apropiaba de aquellas obras y las firmaba con su nombre. Fue un matrimonio tormentoso, al que ella
puso fin en 1906. Lanzada a vivir su propia vida, usó su apellido paterno como seudónimo; tuvo años
de excesos; en 1912 se casó con Henry de Jouvenel y fue madre de una niña; pasó a la historia como
Colette, autora de novelas y obras de teatro muy divulgadas, como las de la serie Claudine, como
Cheri, El trigo verde, El nacimiento del día, Mitsou, La gata o Gigi, acaso la más conocida.
Se cuenta que Colette, que murió en 1954, asistió al estreno de una versión fílmica de su vida y al final
de la función un espectador le dijo: "Se ve que fue usted una niña inmensamente feliz". Ella respondió:
"Eso parece; lástima que no me di cuenta a tiempo". En su Diccionario filosófico, el pensador francés
André Comte-Sponville define la gratitud como "recuerdo agradecido de lo que ha sucedido". Según él,
esta virtud se refiere a lo que fue, "en tanto lo que fue permanece". Habría, pues, una estrecha
relación entre gratitud y memoria. Sólo puede olvidar el agradecimiento quien cree que lo que tiene
surgió por generación espontánea, que nada debe, que aquello que forma parte de su vida es lo
menos que se merece y que aquello que no tiene es lo que otros le deben. Acaso así había
considerado Colette su infancia, hasta que vio la película de su vida.
Quienes piensan que no tienen nada que agradecer (según sus códigos) tampoco imaginan que
deben legar, que deben ceder, que deben cuidar. Avanzan sobre las prioridades de otros, ignoran
necesidades ajenas, depredan en beneficio propio los espacios y los bienes comunes. Pasan primero,
sin respetar normas, edades, circunstancias. Lo hacen en las rutas, en la cola de un colectivo, en una
ventanilla o en donde sea. Olvidan mirar a sus semejantes a los ojos y jamás cruzan con ellos una
sonrisa porque sí, gratuitamente.
Como apunta con lucidez nuestra amiga Josefina, también hay un íntimo vínculo entre la gratitud y la
gratuidad. No hay pago, premio ni retorno que se pueda esperar a cambio de la gratitud. El
agradecimiento es un deber moral, una necesidad de la condición humana para perpetuarse como tal.
Y nada puede exigir quien, agradeciendo, simplemente cumple con un deber humano. La gratitud es
gratuita.
¿Qué da, entonces, la gratitud? "Se da a sí misma", responde Comte-Sponville, en su Pequeño tratado
de las grandes virtudes. "Es como un eco de la alegría, y por eso es amor, es reparto y don". Como se
ve, la gratitud estaría en las antípodas del egoísmo. Quien tiene mucho para agradecer, siente que
mucho ha recibido. El egoísta siente, en cambio, que todo es poco y que por eso debe sentarse sobre
lo suyo, abrazarse a eso y no dar ni un gramo. Dar, para él, es perder.
Aunque se agradece algo que ocurrió, que se hizo, que se recibió, es decir algo que fue, la gratitud
nada tiene que ver con la nostalgia. Ella afirma que aquello que pasó está instalado en el presente,
está vivo bajo la forma de la alegría, del regocijo, y, digámoslo otra vez, del amor. En otro plano, el
médico naturista alemán Andreas Moritz (autor, entre otros, de Los eternos secretos de la salud) dice
que "la gratitud nos conecta con todo aquello de lo que nos hemos distanciado; es el mayor secreto de
la curación y un requisito esencial para que ésta se produzca". Habrá más salud física, psíquica,
emocional y espiritual cuando más gratitud, expresada en actos, circule entre nosotros.
sergiosinay@gmail.com
El autor responde cada domingo en esta pagina inquietudes y reflexiones sobre cuestiones relacionadas
con nuestra manera de vivir, de vincularnos y de afrontar hoy los temas existenciales. Se solicita no
exceder los 1000 caracteres.
Comentarios de lectores
Davidese
Amo a Colette, como escritora y como persona, he leído muchas de sus obras (extraordinarias)y su biografía más de una
vez, una persona de una valentía extraordinaria para vivir. En cuanto a eso de la gratitud gratuita, a menos que uno sea una
persona completamente despojada de ego, se hace muy difícil ¿eh? La caridad, los gestos amables, la dádiva, se deben
hacer por el mero placer de hacerlo, sin esperar agradecimiento alguno, porque la persona que los recibe raramente te lo va
a agradecer ¡al contrario! Si uno puede aceptarlo así, fantástico, pero se debe ser una persona muy parecida a Teresa de
Calcuta o a algún mártir budista.

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