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Educomunicación

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El hecho educativo es, esencialmente, un hecho comunicativo. Hoy es
impensable hablar de comunicación y de educación como de procesos diferentes.
Los procesos de comunicación son componentes pedagógicos del aprendizaje. Oí
por primera vez el concepto en el entorno, tal vez a él mismo, de Paulo Freire,
en Chile por los años 70. Después lo volví a percibir en Argentina, en un
encuentro con educadores al que asistía Mario Kaplún. A pesar de que ya
andaba yo en aquellos tiempos enredado en la comunicación y en la educación, y
que participaba plenamente de las ideas de Freire y de Kaplún, me costó un poco
el aceptar el término, tal vez por mi reticencia a utilizar nuevos vocablos. La
UNESCO lo aceptó en 1979, y de ahí su recorrido fue rápido en América, en
relación con la educación popular, y más lento en Europa, pero imparable.
Acepté el término y la ideología que lo sustenta y he intentado, desde hace
muchos años, ser educomunicador con todas sus consecuencias.
La educomunicación solamente se puede entender en un contexto de cambio
cultural, revolucionario, dialógico, que nunca se acaba, dialéctico, global,
interactivo, que adquiere su pleno sentido en la educación popular, en la que
comunicadores/educadores y receptores/alumnos, enseñan y aprenden al mismo
tiempo, pues son alternativamente emisores y receptores. La relación pedagógica
se convierte en una situación de aprendizaje compartido entre los que se
comunican entre sí y que, al hacerlo, construyen el hecho educativo, cuyo
principal objetivo es el de desarrollar un pensamiento crítico ante la situación del
mundo y sus mensajes.
Quienes nos consideramos educadores basamos nuestra acción en la relación
con otras personas, en la comunicación con los demás. Las nuevas tecnologías de
la información y la comunicación, sin duda nos ayudan a ello, aportan nuevas
visiones y contactos y, sobre todo, son un desafío para nosotros. Los nuevos
ciberespacios educativos implican un avance espectacular y al mismo tiempo nos
obligan a los educomunicadores a ser más conscientes del sentido dialógico,
solidario, personal e intercultural y diferenciar claramente la comunicación del
terreno de los aparatos, programas y cachivaches para centrarlo en los procesos
sociales y personales, en la reflexión colectiva, en la participación y en la
búsqueda común y creativa de soluciones a los problemas cercanos y lejanos del
mundo.

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