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Memoria de la asignatura Nociones de

historiografía y teoría del patrimonio


Máster en Patrimonio, Arqueología e Historia Marítima.

Inmaculada Segundo Torres.


La siguiente memoria pertenece a la primera parte de la asignatura de Nociones
de historiografía y teoría del patrimonio, donde se establecen diversas cuestiones
relacionadas con el concepto patrimonial, siendo todas estas ligadas a una última cuestión:
¿qué es patrimonio? Cada clase irá acompañada de una serie de preguntas y unos textos
que responderán, dentro de lo posible, a esas incógnitas formuladas y relacionadas con el
patrimonio junto con sus vertientes.

La primera de esas preguntas corresponde a la primera sesión y alude a los


consumidores del patrimonio: ¿A quién le importa el pasado? Para responder a esta
cuestión, observamos dos textos; el primero de ellos se titula Razones para la historia:
¿Cuánta historia hace falta?, artículo localizado en el libro Reivindicación del Centauro.
Actualidad de la filosofía de la historia. Madrid, Akal, 2003, de Antonio Gómez Ramos.
El capítulo trata sobre las dos concepciones que los individuos de la actualidad
manifiestan ante el patrimonio. Este hecho sucede en el siglo XVIII, momento en el que
se desarrolla la Ilustración y comienza a cambiar la percepción del mundo por parte de
los europeos. El pasado, que nunca antes se había separado del presente, comienza a tomar
forma propia. Junto a este movimiento, surgió el Romanticismo, fenómeno que fue una
respuesta adversa a la Ilustración, donde se anhelaban ciertos conceptos como la prioridad
de los sentimientos o la exaltación del Yo.

Es en este momento cuando se aprecian dos vertientes antagónicas entre sí: por un
lado, de la mano de la Ilustración, observamos el término alemán zeitgeist, donde el
pasado y el presente son discernidos, siendo estas dos palabras conceptos individuales en
sí mismos; por otro lado, partiendo del Romanticismo, nos encontramos con la expresión
latina Historia magistra vitae, es decir, la Historia como maestra de la vida de un
individuo, pues en la Antigua Roma no existían estos términos, por lo que el pasado
formaba parte del presente y del día a día de las personas.

Este fenómeno creó a los dos herederos directos que podemos apreciar hoy en día,
y que se relacionan con el término consumidor del patrimonio. En primer lugar, se
encuentran los turistas, espectadores ajenos a lo que sus ojos aprecian. Estos visitan los
diversos bienes culturales de manera que no se involucran en lo que ven, exaltándose con
la monumentalidad del suceso, pero no lo reconocen como algo propio. Los turistas
serían, pues, herederos de los ilustrados, ya que disciernen el pasado del presente. En
segundo lugar, se hallan los nacionalistas, herederos de los románticos. Estos se

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identifican con las culturas pasadas, concibiendo un sentimiento de anhelación ante los
vestigios que observan y que, según ellos, les fueron arrebatados.

El segundo texto pertenece a Agustín Cócola Gant, artículo perteneciente a la


Revista electrónica de patrimonio histórico (2012) y titulado “La fabricación de
monumentos antiguos en la era del turismo de masas”. El autor expone una serie de
cuestiones referidas al concepto monumento. A partir del siglo XIX, surgen diversos
ámbitos para preservar los elementos del pasado. Los nacionalistas, herederos de los
románticos, tenían que dejar a un lado la percepción de estos vestigios históricos,
considerados como memoria de su propio pueblo. El concepto de monumento avanza
hasta convertirse en un archivo, un documento en sí mismo con un interés más enfocado
a lo científico. Sin embargo, debido al auge del turismo de masas, herederos de los
ilustrados, estos bienes terminan convirtiéndose en un objeto mercantil, un medio para
conseguir dinero, separándose, pues, de cualquier elemento que recuerde a ese
monumento como la memoria de un pueblo.

Cócola hace una especial mención a Alois Riegl, historiador del siglo XIX, quien
crea el concepto de valor de antigüedad, pues a estos turistas no les atraían tanto el valor
histórico que esos restos emanaban como aquella presencia externa que les hacía
atractiva. Observamos, una vez más, el vestigio como un objeto mercantil, cuya principal
función es atraer a estos turistas ilustrados para que la economía del lugar aumente.

Junto a este concepto de valor de antigüedad, se localizan otros de igual


relevancia, como es la restauración de estilo. En esta idea, el autor menciona numerosos
casos relevantes donde se han restaurado objetos históricos con unas características
significativas a una corriente estilística concreta con el fin de asemejarlo a una concepción
más atractiva de esos turistas. En este aspecto, Agustín menciona el concepto de
autenticidad, ya que a los herederos de los ilustrados no les interesa tanto la realidad de
lo que ven, como la experiencia que experimentan al observar estos objetos históricos.
Entre los ejemplos propuestos por el autor, podemos mencionar el Palazzo dei Priori,
edificio de carácter austero situado en la Toscana y que fue restaurado a un estilo más
medieval colocando almenas y merlones en la parte superior del mismo, dándole un
aspecto de castillo. Tras estas ideas, Cócola menciona el supuesto falso histórico que,
relacionándolo con el caso anteriormente expuesto, sería la dotación de elementos
anacrónicos o incoherentes de una obra encasillada en un estilo particular con el fin de

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que dicho documento fuera un pintoresco atractivo turístico, siendo, pues, un objeto
mercantil.

Finalmente, el autor hace alusión a los parques temáticos, pues si el objetivo es el


enriquecimiento económico y no el valor histórico lo que prevalece en un bien histórico,
¿en qué se podría diferenciar un yacimiento arqueológico de gran valor científico,
inapreciable en ciertos sentidos para los turistas, de un parque temático de fantasía?

En lo que a la segunda clase respecta, titulada ¿Es real el pasado? comenzamos


con dos videos; por un lado, la batalla de Orreaga del 778, donde se aprecia un punto de
vista perteneciente al romanticismo, pues hay una concepción nacionalista de la historia.
En ella, se representa a los vascones como una entidad directamente ligada a las personas
que hoy en día habitan en Navarra y el País Vasco. Viven esa batalla como si fuera suya
para reivindicar su independencia.

Por otro lado, observamos una recreación basada en la toma de la villa de Zahara
de la Sierra. Esta es recreada de manera objetiva, ya que lo que prima en este caso es el
uso de dicho hecho histórico como un objeto mercantil, y no como un medio para retomar
el pasado. En este caso, apreciamos una postura más ilustrada, siendo pues, un punto de
vista más enfocada a sus herederos, los turistas. Bien es cierto que, a pesar de esta
disyuntiva, sigue habiendo cierto componente identitario entre los pueblerinos del lugar.

A continuación, se nos expone la siguiente pregunta a resolver: ¿Es real el


pasado? Junto a esta cuestión, aparecen tres textos de varios autores. El primero de ellos
pertenece a David Lowenthal y se titula “El pasado experimentado y creído”, del libro El
pasado es un país extraño (1985). En este capítulo, el autor expone el concepto de pasado
como algo que no se puede palpar ni experimentar. Es cierto que podemos observar los
vestigios históricos de antiguas identidades que una vez existieron en un presente remoto,
pero que son inconexas al nuestro. En este sentido, Lowenthal evidencia dos
interrogantes; por un lado, expone si el pasado alguna vez ha existido y, por otro lado, se
pregunta que, si de haber existido, esta pueda ser expuesta de manera legítima a la
realidad.

El siguiente texto pertenece a Hernan Paul. El capítulo se titula “¿Qué es el


pasado?”, y pertenece a la tesis La llamada del pasado: claves para la teoría de la historia
(2015). En este texto, el autor expone las diversas reconstrucciones que se puede realizar
en lo que al pasado se refiere. La “realidad histórica” es aquello que existió realmente,

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mientras que las personas que interpretan esta cuestión lo hacen mediante cuatro tipos
distintos de pasados, todos ellos modelados por la imaginación de las personas. Estos
diversos pasados emanan de la concepción subjetiva del individuo y no son más que las
diversas maneras que este tiene de relacionarse con aquella “realidad histórica” tan
remota e inexistente para nosotros.

Por un lado, observamos el pasado cronológico, que se trataría de un marcador de


tiempo. El autor, en este caso, expone el ejemplo del 31 de diciembre como marcador del
tiempo, pues desde las 00 horas del día 1 de enero, comienza un nuevo año que durará 12
meses, hasta ese 31 de diciembre.

Por otro lado, el autor expone el concepto de pasado concluso, es decir, un pasado
que ha quedado ya clausurado, como son los periodos en la historia. El Paleolítico y
Neolítico serían pasados conclusos, pues se sitúan en unos periodos muy concretos.

De igual modo, se encuentra el pasado presente, un pasado que no ha terminado


de concluir, como son aquellos objetos que forman parte de un pasado concluso, pero que
siguen suscitando interés en el presente. Ejemplo de ello lo podemos localizar en
compositores barrocos, cuyas obras aún se siguen tocando.

Por último, nos encontramos con el pasado extraño. Como ejemplo, podemos
observar esas costumbres sucedidas antaño y del que actualmente el individuo no se siente
identificado. Las diversas formas de relacionarse con esta “realidad histórica” que se
observan son reconstrucciones de algo que pudo ser distinto, ya que nos estamos basando
en esa concepción subjetiva que tiene el individuo de interpretar lo que realmente fue.
Por lo tanto, estas reconstrucciones son, en todo caso, provisionales. Esto se reconoce
como verdad provisional, ya que este pasado puede variar con una nueva interpretación
de las fuentes o la aparición de fuentes nuevas.

El último texto pertenece a Rafael Núñez Florencio. Este texto se titula “¿Sirve la
historia para algo?”, localizado en la Revista de Libros (28/02/2014). El autor establece
la premisa de que el pasado no existe, pues este es construido desde el presente. Este autor
presenta una percepción nacionalista de la historia, y se basa en la reconstrucción por ese
pasado inexistente a través del nacionalismo español. De igual modo, el autor comenta la
tesis de Miguel-Anxo Murado, La invención del pasado: verdad y ficción en la historia
de España. Esta tesis afirma que, al no haber un pasado existente y, por ende, falsable, no
es posible diferenciar la realidad de lo que en su día fue un mito o una leyenda. Núñez

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Florencio, sin embargo, menciona la reconstrucción del pasado como algo posible, y no
como algo lejano y extraño, ya que, según él, es el individuo quien le da sentido a esos
sucesos marcados en la historia.

A modo de conclusión, el autor expone que no se debe desmentir toda la historia,


pues para poder llegar a la verdad debemos, al menos, asumir que lo que tenemos ante
nosotros es una verdad provisional. Este hecho podemos observarlo en la Prehistoria.
Hasta hace escasos años, se pensaba que en la sociedad cazadora-recolectora eran los
hombres los únicos encargados de realizar las actividades de caza, mientras que las
mujeres esperaban a la llegada de estos y hacían labores dedicadas al hogar o al cuidado
de los más pequeños. Esta teoría tan ligada a la sociedad actual se ha desmentido, pues
uno de los últimos hallazgos arqueológicos ha sido el de una mujer que se encontraba
enterrada en los Andes con vestimentas de caza, y, junto a ella, armas dignas de la cacería
de grandes mamíferos. Tras esto, se analizaron los restos de cientos de individuos de
diversos yacimientos y comprobaron que, en numerosos casos, los individuos hembras
presentaban elementos relacionados con esta actividad propia de los hombres. Aquí
exponemos un ejemplo claro de verdad provisional, pues la concepción sobre la sociedad
paleolítica ha cambiado por completo.

En lo que a la siguiente clase respecta, se nos introduce la cuestión ¿cómo nos


relacionamos con el pasado? A continuación, observamos un texto de Herman Paul, autor
de cuya tesis ya habíamos visto anteriormente. El capítulo se titula “Relaciones con el
pasado”. En este capítulo, Paul nos sitúa en un mercadillo de antigüedades donde expone
distintos motivos que presentan los individuos con los objetos de dicho mercadillo:
económicos, políticos, estéticos o el de conocer y comprender la pieza. El autor, a través
de esto, nos introduce las diversas formas de relacionarse con el pasado. Estas son:

• Epistémica: esta relación trataría el pasado de manera objetiva, con el fin


de conocer hechos o momentos en la historia y aprender. En esta relación,
observamos que el individuo presenta inquietudes científicas.
• Moral: observamos paradigmas relacionados con la ética del momento,
sobre por qué a una sociedad le llevó a hacer algo. Esta forma de
relacionarse con el pasado tendría un sentido de la justicia.

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• Política: Los que se relacionan con el pasado de manera política, emplean
un hecho histórico del pasado como forma de unir a un pueblo; es decir,
se trataría de un ejercicio de poder.
• Estética: En este sentido, la relación con el pasado se basa en las
características formales de una pieza, en la pátina externa que un
monumento presenta. El fin no es más que la exaltación de una persona
con la belleza que observa. Esta forma de relacionarse con el pasado me
recuerda al síndrome de Stendhal, fenómeno que se manifiesta en un
individuo al observar numerosos elementos artísticos al mismo tiempo.
• Material: El autor relaciona esta forma de relacionarse con el pasado con
un concepto que ya habíamos visto anteriormente, el pasado presente. En
este sentido, el individuo se relaciona con los elementos que formaron
parte de un pasado pero que actualmente siguen vigentes.

Finalmente, el autor habla del modelo heurístico que presenta a lo largo del libro.
Este no trata de solventar teorías, sino que pretende proporcionar de manera sencilla los
análisis de la realidad mediante distinciones simples.

Tras este capítulo de tesis, observamos un documental y un texto que tratan sobre
una recreación histórica sucedida en Arroyomolinos, Cáceres. En ella, los pueblerinos
combaten junto con las tropas aliadas contra el ejército de Napoleón en 1811. En esta
reconstrucción apreciamos cómo los habitantes de Arroyomolinos participan anualmente:
desde niños de corta edad, hasta mujeres que realmente no formaron parte del batallón
aliado, ancianos cuya edad no era la adecuada para luchar contra los franceses, etc. Sin
embargo, aquí observamos un componente unificador de la población. En el texto que
vimos anteriormente, Herman Paul menciona distintas formas de relacionarse con el
pasado. En este caso, podríamos observar una relación política ya que, como dije
anteriormente, este hecho histórico sirve como nexo de un pueblo y, al ser una atracción
turística, pues se encuentra catalogada como fiesta regional, contemplaríamos un
componente económico. Asimismo, estos pueblerinos se relacionan con el pasado como
lo hacen los herederos de los románticos, es decir, de manera nacionalista, ya que ese
hecho histórico de hace 2 siglos sigue siendo una seña identitaria de dicho pueblo.

Esta reconstrucción del pasado tiene como finalidad reconocerse así mismo. Esto
se realiza mediante la invención de una nueva tradición, como vemos en este hecho. Ya

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no importa tanto esa batalla, sino la experiencia de vivirla, convirtiéndola en un lugar de
memoria. Cada año, convivientes y gente académica se reúne con el fin de dicha
recreación. De igual modo, apreciamos dos tipos de cohesión social: horizontal (cohesión
social donde todo el pueblo se encuentra ligado) y vertical (cohesión familiar,
experiencias que pasan de padres a hijos mediante la memoria directa de estos).

El último texto va muy ligado al documental del que hemos hablado. Se titula
“Construyendo el pasado, reproduciendo el presente: identidad y arqueología en las
recreaciones históricas de indígenas contra romanos en el Noroeste de España”, y sus
autores son Pablo Alonso González y David González Álvarez. Tal y como se indica en
el título, este ensayo trata sobre la finalidad de las recreaciones históricas, tomando como
ejemplo las batallas que son recreadas en el norte de España, donde los indígenas lucharon
contra los romanos para defender sus tierras, conocido como las Guerra Cántabras. Los
autores plantean que estas recreaciones históricas no se centran en los hechos históricos,
sino que son una atracción turística en la que no se profundiza en exceso. En este caso,
las recreaciones sociales se dividen en tres grupos: el primero de ellos presenta un sentido
más nacionalista de los consumidores de patrimonio, aquellos que observan estas
recreaciones como lazos de unión entre el pueblo que luchó contra los romanos y los
ciudadanos del presente; en el segundo, observamos el “monumento” (en este caso,
recreación histórica) como objeto mercantil, pues lo que prima es la potencialización del
consumo económico a través de la atracción de un público al que no le interesa tanto la
veracidad de dicho acontecimiento, como la experiencia que se lleva; por último, aquellos
que tienen como finalidad la difusión de los hechos históricos con la máxima veracidad
posible.

En este sentido, los autores nos introducen el término de la Arqueología Pública,


pues estas recreaciones van muy ligadas a los intereses públicos actuales, donde las
cuestiones identitarias y económicas se complementan. Actualmente, existen numerosos
tipos de relaciones con el pasado, siendo la percepción que la persona refleja a través del
hecho histórico más importante que el conocimiento que puede trasmitir. Los autores
centran su marco de actuación en dos disciplinas: la Antropología y la Arqueología, pues
la etnografía convive con la cultura material del lugar donde se recrea un hecho histórico.

Las cuestiones identitarias se ven perfectamente reflejadas en cómo se reconstruye


lo indígena. En este caso, tomando como ejemplo las recreaciones situadas en el norte de
la Península la identidad indígena es algo propio, basándose no tanto en hechos históricos
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como en las descripciones que estos romanos hacían de los bárbaros. Asimismo, en estas
recreaciones se pueden llegar a apreciar anacronismos y discontinuidades históricas con
el fin de asemejar la cultura actual con estos indígenas.

Los autores, además, establecen el concepto de sujeto bisagra, es decir, aquella


persona no experta de la cuestión histórica, pero siendo la mediadora del público. Un
ejemplo sería la de los actores que participan en estas recreaciones, pues no son
conocedores del hecho, pero, sin embargo, actúan de emisores del mensaje.

Las recreaciones históricas, por ende, son el producto de un gran proceso donde
confluyen numerosas cuestiones económicas, políticas, identitarias y sociales. Los
autores, tras analizar los numerosos hechos históricos que se localizan en el norte
peninsular, concluyen que en estas recreaciones debería haber una mayor participación
de arqueólogos académicos, dando la facilidad a los sujetos bisagra de obtener artículos
científicos relacionados más fácilmente, para que así hubiese una arqueología crítica
donde se pudiese discernir entre lo real y lo ficticio, pudiendo de esta manera los
espectadores disfrutar de la experiencia que prima junto con un mayor conocimiento de
estos hechos históricos.

En la penúltima clase se plantea la siguiente cuestión ¿Necesita el pasado de


profesionales? Para resolverlo, la lección dispone de tres textos; el primero de ellos
pertenece a Sonia Gutiérrez Lloret, titulado “La arqueología ensimismada”. Este articulo
se localiza en el libro El futuro de la arqueología en España (2011). La autora, arqueóloga
de profesión y profesora de universidad, explica que esta arqueología universitaria
debería modelarse y adaptarse a las condiciones sociales actuales, pues deberían de
enfocarse más a la gestión del patrimonio y a la museografía. Asimismo, Lloret habla
sobre la situación detenida en la que esta disciplina se encuentra: en los estudios
científicos observables, hay un gran vació en lo que a la arqueología medieval y
postmedieval respecta, así como el escaso crecimiento de información y conocimientos
para futuros investigadores y la sociedad en general, habiendo un gran número de
intervenciones arqueológicas hasta 2008, pero sin un usufructo científico notable.

A modo de conclusión, la autora afirma que existe la necesidad de que en las


investigaciones científicas se introduzca la “arqueología de gestión” (aquella relacionada
con la arqueología urbana, pues es sometida a las necesidades inmobiliarias), aumentando
el número de proyectos científicos y que estos resultados lleguen a toda la sociedad.

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El segundo texto pertenece a Francisco Javier Capistegui y se titula “El papel
social del historiador, o ¿para qué servimos?, localizado en la revista Memoria y
civilización. El artículo recorre las diversas funciones científicas que los historiadores han
protagonizado a lo largo de la historia. En primer lugar, a lo largo del siglo XIX, eran
considerados como una clave para legitimar una sociedad concreta a una nación soberana,
por lo que se encontraban muy ligados a los nacionalismos y a la pedagogía.

Tras la I Guerra Mundial, el papel de los historiadores sufre una crisis. En este
momento, la historia comienza a relacionarse con los turistas, los otros consumidores de
la historia que comentábamos al principio del texto. Los historiadores se aíslan en las
academias, cumpliendo simplemente con esa función pedagógica. Esto, sin embargo,
comienza a cambiar a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, donde esta disciplina se
diversifica y se vuelve complementaria de otras. De este modo, observamos a
historiadores en la industria cinematográfica, para representar películas de época, experto
en medios de comunicación, el desarrollo de la Historia Pública como disciplina, etc.

Finalmente, el autor nos introduce en el siguiente debate, ¿Cuál es el papel actual


de los historiadores? ¿Sigue siendo una herramienta que sirve para cambiar cómo
pensamos, una herramienta que promueve la justicia? Puede ser que sí. A través de la
historia, conocemos los hechos de un pasado y todo el contexto social que este conlleva.
Además, con el aumento de otras disciplinas, como los videojuegos o las series basadas
en acontecimientos históricos, el papel del historiador es fundamental para que ese filme
o ese videojuego sea lo más fidedigno posible. Es cierto que, tanto historiadores como
arqueólogos, deberían escuchar las necesidades actuales de nuestra sociedad para así
llevarles un mensaje más preciso a las peticiones de hoy día.

El último texto pertenece a Marisa González de Oleaga. Este capítulo se titula “La
tribu desafiada: el pasado es de todos” y se localiza en el libro ¿Qué hacemos con el
pasado? Catorce textos sobre historia y memoria (2014). En este ensayo, la autora expone
su pensamiento acerca del papel de los historiadores. Estos, según ella, no son dueños de
la historia, sino delegados de ella. La historia no les pertenece, sino que es propiedad de
la sociedad, pues todos nos relacionamos de algún modo con esta disciplina. Lo que la
autora propone es que ellos sean los que alerten a la ciudadanía de que no existe una
versión real de la historia, pues es creada a partir de hechos que pueden ser rectificados
con nuevas cuestiones producidas por las necesidades de la sociedad. Este concepto ya lo
expuso anteriormente Hernan Paul, pues nos encontramos ante verdades provisionales
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que nunca deberán ser explicadas como algo definitivo. Esto se debe a que el pasado lo
creamos a través de hallazgos a los que le damos interpretaciones propias.

Respecto a la pregunta formulaba en clase (¿Necesita el pasado de


profesionales?) podemos concluir que, para que el mensaje llegue lo más fidedigno al
receptor, este debe ser explicado a través de personas que puedan concluir en verdades
provisionales más próximas a la verdad histórica. Tal y como explica la autora, el pasado
no les pertenece a los historiadores (y arqueólogos), pero deben ser ellos quienes
transformen este mensaje y lo adapten a las necesidades actuales la sociedad presenta.

En la última lección se nos expone la siguiente cuestión: Patrimonio, ¿Qué es eso?


En esta última clase, observamos el siguiente texto: “El modelo patrimonial: el
patrimonio cultural como emergencia tardomoderna”, de Daniel Muriel. Muriel expone
que el concepto patrimonio es una invención establecida como tal de las últimas décadas.
Para ello, analiza brevemente la aparición de dicho concepto, no siendo hasta la mitad del
siglo XX cuando se comienza a consolidar. Para ello, menciona ciertos organismos
relevantes como es la UNESCO, destacando la Convención del Patrimonio Mundial
Cultural y Natural (1972), donde aparecen por primera vez los conceptos bien cultural y
patrimonio cultura. El autor, además, establece dos mecanismos de generalización de
patrimonio, por un lado, la equiparación (una realidad pasada es asemejada a un hecho
localizado en la actualidad) y por otro, la adaptación (continuidad de realidades anteriores
que se desarrollan, se unen y terminan perteneciendo a una misma realidad). Finalmente,
el autor concluye con que, a la hora de hablar de patrimonio, se observan dos
retrospectivas: génesis histórica, donde el patrimonio es una forma actual de relacionarse
con el pasado, y un modelo teórico, es decir, patrimonio como una herramienta analítica.

El siguiente texto pertenece a Laurajane Smith y se titula “El espejo patrimonial.


¿Ilusión narcisista o reflexiones múltiples? La autora comienza con una idea
perteneciente a Fançcoise Choay, en el que establece el concepto patrimonial como una
forma narcisista de contemplar la historia. Asimismo, Laurajane habla de un discurso
patrimonial autorizado que excluye otros tipos de patrimonio, establece unas formas de
conocimiento específico y, además, oscurece estos procesos culturales y los procesos que
se llevan a cabo en la conservación de este. Para la autora, el patrimonio es una
representación subjetiva de valores; sin embargo, este discurso legitima el patrimonio y
el gobierno de las narrativas históricas.

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Laurajane establece tres casos de estudio. Como ejemplo, observamos la de los
museos históricos, donde se aprecia que estos museos se encuentran vivos. Estos centros
se convierten en un lugar de memoria en la que las personas recuerdan sus vidas o las de
los familiares.

Finalmente, la autora concluye que el patrimonio es algo activo, pues se podría


considerar proceso crítico de comunicar ideas, de reivindicar hechos del pasado. Sin
embargo, el discurso patrimonial autorizado no deja que el patrimonio como herramienta
crítica fluya libremente.

El último de los textos pertenece a Nieves Herrero. Este ensayo, titulado “La
atracción turística de un espacio mítico: peregrinación al cabo de Finisterre”, habla sobre
la patrimonialización de un lugar, en este caso el cabo de Finisterre. La autora explica los
diversos procesos sobre los que este sitio emblemático debe pasar para que se
patrimonialice. Entre ellos, destaca la peregrinación de los jacobitas y los rituales que se
realizaban en el Fin del Mundo y Fin del Camino, exaltando la cultura mítica gallega.
Asimismo, asemejan este lugar con el Camino de Santiago y emplean, de igual modo, los
mismos argumentos que le llevaron a ser Patrimonio de la Humanidad.

En este texto observamos dos cuestiones: por un lado, tal y como explicaba con
anterioridad Laurajane Smith, existe un discurso patrimonial autorizado, pues se deben
cumplir unos requisitos específicos para poder llamar a esta zona Patrimonio de la
Humanidad y, por otro, el concepto de patrimonializar no se disgrega de la
mercantilización de este objeto. Uno de los claros objetivos de patrimonializar es la
fomentación del turismo, habiendo así un incremento económico del lugar.

Los procesos por los que pasan estos bienes culturales ya sean tangibles o
intangibles, son, de un modo u otro, puestos en cuestión. Lo que se observa con ellos es
si realmente merece la pena esta patrimonialización. Los requisitos a los que son
expuestos sirven, en cierto modo, para ver si dan un usufructo económico, es decir, si
estos terminarían siendo un atractivo turístico. Bien es cierto que patrimonializar también
implica proteger, aunque con el turismo de masas que se está observando en los últimos
años, no está bien claro si realmente esto se hace para proteger o para incentivar la
economía de un lugar.

Por último, reflexionamos acerca de un video del Ministerio de Cultura de Cusco


titulado “10 cosas que debemos saber sobre el patrimonio cultural”. Al comienzo del

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mismo, una persona pregunta a diversos ciudadanos del Perú ¿Qué es el patrimonio?
Entre las respuestas, observamos conceptos como herencia, protección, antepasados, etc.
El objetivo de este video es hacer llegar a toda la población lo relevante que es cuidar de
su cultura, tanto tangible como intangible.

A modo de reflexión final, diré que el patrimonio es de todos y nosotros somos


los responsables de que llegue a futuras generaciones. Para ello, hay que incentivar lo
importante que es cuidar y proteger nuestro entorno cultural. Independientemente de la
visión ilustrada o romántica que se tenga de este, existe un concepto más objetivo dentro
del patrimonio, y es el derecho que tienen los ciudadanos de disfrutar de ello.

Bibliografía empleada:

Alonso, P. y González Álvarez, D. (2013) “Construyendo el pasado, reproduciendo el


presente: identidad y arqueología en las recreaciones históricas de indígenas contra
romanos en el Noroeste de España” (pp. 305-330). Revista de Dialectología y
Tradiciones Populares, 68/2.

Capistegui, F. J. (2003) “Sobre el papel social del historiador, o ¿para qué servimos?,
Memoria y Civilización (pp. 191-207), 6.

Cócola, G. A. (2012) “La fabricación de monumentos antiguos en la era del turismo de


masas”, erph. Revista electrónica de patrimonio histórico, 11, pp. 114-133

Gómez Ramos, A. (2003) “Usuarios del pasado: turistas y nacionalistas”. En


Reivindicación del centauro: actualidad de la filosofía de la historia (pp. 23-27).
Madrid, España. Akal.

González de Oleaga, M. (2014) “La tribu desafiada: el pasado es de todos”, en ¿Qué


hacemos con el pasado? Catorce textos sobre historia y memoria, Ediciones
Contratiempo.

Gutiérrez Lloret, S. (2011) “La arqueología ensimismada”, en El futuro de la arqueología


en España (pp. 111-116). JAS Arqueología.

Herrero, N. (2009) “La atracción turística de un espacio mítico: peregrinación al cabo de


Finisterre” (pp. 163-178) Pasos. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7/2,

Lowenthal, D. (1985) “El pasado experimentado y creído”. En El pasado es un país


extraño (pp. 274-281) Madrid: Akal.

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Muriel, D. “El modelo patrimonial: el patrimonio cultural como emergencia
tardomoderna” (2016), Pasos: Revista de Turismo y Patrimonio cultural (pp. 181-
192)., 14/1.

Núñez Florencio, R. (28 de febrero de 2014) “¿Sirve la historia para algo?”, Revista de
Libros.

Paul, H. (2015) “¿Qué es el pasado?”, en La llamada del pasado: claves de la teoría de


la historia (pp. 49-66). Zaragoza: Institución Fernando el Católico.

Paul, H (2015) “Relaciones con el pasado”, La llamada del pasado: claves de la teoría
de la historia (pp. 67-83). Zaragoza: Instituto Fernando el Católico.

Smith, L. (2011) “El espejo patrimonial. ¿Ilusión narcisista o reflexiones múltiples?”,


Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología (pp. 39-63). 12.

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