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Es en este momento cuando se aprecian dos vertientes antagónicas entre sí: por un
lado, de la mano de la Ilustración, observamos el término alemán zeitgeist, donde el
pasado y el presente son discernidos, siendo estas dos palabras conceptos individuales en
sí mismos; por otro lado, partiendo del Romanticismo, nos encontramos con la expresión
latina Historia magistra vitae, es decir, la Historia como maestra de la vida de un
individuo, pues en la Antigua Roma no existían estos términos, por lo que el pasado
formaba parte del presente y del día a día de las personas.
Este fenómeno creó a los dos herederos directos que podemos apreciar hoy en día,
y que se relacionan con el término consumidor del patrimonio. En primer lugar, se
encuentran los turistas, espectadores ajenos a lo que sus ojos aprecian. Estos visitan los
diversos bienes culturales de manera que no se involucran en lo que ven, exaltándose con
la monumentalidad del suceso, pero no lo reconocen como algo propio. Los turistas
serían, pues, herederos de los ilustrados, ya que disciernen el pasado del presente. En
segundo lugar, se hallan los nacionalistas, herederos de los románticos. Estos se
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identifican con las culturas pasadas, concibiendo un sentimiento de anhelación ante los
vestigios que observan y que, según ellos, les fueron arrebatados.
Cócola hace una especial mención a Alois Riegl, historiador del siglo XIX, quien
crea el concepto de valor de antigüedad, pues a estos turistas no les atraían tanto el valor
histórico que esos restos emanaban como aquella presencia externa que les hacía
atractiva. Observamos, una vez más, el vestigio como un objeto mercantil, cuya principal
función es atraer a estos turistas ilustrados para que la economía del lugar aumente.
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que dicho documento fuera un pintoresco atractivo turístico, siendo, pues, un objeto
mercantil.
Por otro lado, observamos una recreación basada en la toma de la villa de Zahara
de la Sierra. Esta es recreada de manera objetiva, ya que lo que prima en este caso es el
uso de dicho hecho histórico como un objeto mercantil, y no como un medio para retomar
el pasado. En este caso, apreciamos una postura más ilustrada, siendo pues, un punto de
vista más enfocada a sus herederos, los turistas. Bien es cierto que, a pesar de esta
disyuntiva, sigue habiendo cierto componente identitario entre los pueblerinos del lugar.
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mientras que las personas que interpretan esta cuestión lo hacen mediante cuatro tipos
distintos de pasados, todos ellos modelados por la imaginación de las personas. Estos
diversos pasados emanan de la concepción subjetiva del individuo y no son más que las
diversas maneras que este tiene de relacionarse con aquella “realidad histórica” tan
remota e inexistente para nosotros.
Por otro lado, el autor expone el concepto de pasado concluso, es decir, un pasado
que ha quedado ya clausurado, como son los periodos en la historia. El Paleolítico y
Neolítico serían pasados conclusos, pues se sitúan en unos periodos muy concretos.
Por último, nos encontramos con el pasado extraño. Como ejemplo, podemos
observar esas costumbres sucedidas antaño y del que actualmente el individuo no se siente
identificado. Las diversas formas de relacionarse con esta “realidad histórica” que se
observan son reconstrucciones de algo que pudo ser distinto, ya que nos estamos basando
en esa concepción subjetiva que tiene el individuo de interpretar lo que realmente fue.
Por lo tanto, estas reconstrucciones son, en todo caso, provisionales. Esto se reconoce
como verdad provisional, ya que este pasado puede variar con una nueva interpretación
de las fuentes o la aparición de fuentes nuevas.
El último texto pertenece a Rafael Núñez Florencio. Este texto se titula “¿Sirve la
historia para algo?”, localizado en la Revista de Libros (28/02/2014). El autor establece
la premisa de que el pasado no existe, pues este es construido desde el presente. Este autor
presenta una percepción nacionalista de la historia, y se basa en la reconstrucción por ese
pasado inexistente a través del nacionalismo español. De igual modo, el autor comenta la
tesis de Miguel-Anxo Murado, La invención del pasado: verdad y ficción en la historia
de España. Esta tesis afirma que, al no haber un pasado existente y, por ende, falsable, no
es posible diferenciar la realidad de lo que en su día fue un mito o una leyenda. Núñez
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Florencio, sin embargo, menciona la reconstrucción del pasado como algo posible, y no
como algo lejano y extraño, ya que, según él, es el individuo quien le da sentido a esos
sucesos marcados en la historia.
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• Política: Los que se relacionan con el pasado de manera política, emplean
un hecho histórico del pasado como forma de unir a un pueblo; es decir,
se trataría de un ejercicio de poder.
• Estética: En este sentido, la relación con el pasado se basa en las
características formales de una pieza, en la pátina externa que un
monumento presenta. El fin no es más que la exaltación de una persona
con la belleza que observa. Esta forma de relacionarse con el pasado me
recuerda al síndrome de Stendhal, fenómeno que se manifiesta en un
individuo al observar numerosos elementos artísticos al mismo tiempo.
• Material: El autor relaciona esta forma de relacionarse con el pasado con
un concepto que ya habíamos visto anteriormente, el pasado presente. En
este sentido, el individuo se relaciona con los elementos que formaron
parte de un pasado pero que actualmente siguen vigentes.
Finalmente, el autor habla del modelo heurístico que presenta a lo largo del libro.
Este no trata de solventar teorías, sino que pretende proporcionar de manera sencilla los
análisis de la realidad mediante distinciones simples.
Tras este capítulo de tesis, observamos un documental y un texto que tratan sobre
una recreación histórica sucedida en Arroyomolinos, Cáceres. En ella, los pueblerinos
combaten junto con las tropas aliadas contra el ejército de Napoleón en 1811. En esta
reconstrucción apreciamos cómo los habitantes de Arroyomolinos participan anualmente:
desde niños de corta edad, hasta mujeres que realmente no formaron parte del batallón
aliado, ancianos cuya edad no era la adecuada para luchar contra los franceses, etc. Sin
embargo, aquí observamos un componente unificador de la población. En el texto que
vimos anteriormente, Herman Paul menciona distintas formas de relacionarse con el
pasado. En este caso, podríamos observar una relación política ya que, como dije
anteriormente, este hecho histórico sirve como nexo de un pueblo y, al ser una atracción
turística, pues se encuentra catalogada como fiesta regional, contemplaríamos un
componente económico. Asimismo, estos pueblerinos se relacionan con el pasado como
lo hacen los herederos de los románticos, es decir, de manera nacionalista, ya que ese
hecho histórico de hace 2 siglos sigue siendo una seña identitaria de dicho pueblo.
Esta reconstrucción del pasado tiene como finalidad reconocerse así mismo. Esto
se realiza mediante la invención de una nueva tradición, como vemos en este hecho. Ya
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no importa tanto esa batalla, sino la experiencia de vivirla, convirtiéndola en un lugar de
memoria. Cada año, convivientes y gente académica se reúne con el fin de dicha
recreación. De igual modo, apreciamos dos tipos de cohesión social: horizontal (cohesión
social donde todo el pueblo se encuentra ligado) y vertical (cohesión familiar,
experiencias que pasan de padres a hijos mediante la memoria directa de estos).
El último texto va muy ligado al documental del que hemos hablado. Se titula
“Construyendo el pasado, reproduciendo el presente: identidad y arqueología en las
recreaciones históricas de indígenas contra romanos en el Noroeste de España”, y sus
autores son Pablo Alonso González y David González Álvarez. Tal y como se indica en
el título, este ensayo trata sobre la finalidad de las recreaciones históricas, tomando como
ejemplo las batallas que son recreadas en el norte de España, donde los indígenas lucharon
contra los romanos para defender sus tierras, conocido como las Guerra Cántabras. Los
autores plantean que estas recreaciones históricas no se centran en los hechos históricos,
sino que son una atracción turística en la que no se profundiza en exceso. En este caso,
las recreaciones sociales se dividen en tres grupos: el primero de ellos presenta un sentido
más nacionalista de los consumidores de patrimonio, aquellos que observan estas
recreaciones como lazos de unión entre el pueblo que luchó contra los romanos y los
ciudadanos del presente; en el segundo, observamos el “monumento” (en este caso,
recreación histórica) como objeto mercantil, pues lo que prima es la potencialización del
consumo económico a través de la atracción de un público al que no le interesa tanto la
veracidad de dicho acontecimiento, como la experiencia que se lleva; por último, aquellos
que tienen como finalidad la difusión de los hechos históricos con la máxima veracidad
posible.
Las recreaciones históricas, por ende, son el producto de un gran proceso donde
confluyen numerosas cuestiones económicas, políticas, identitarias y sociales. Los
autores, tras analizar los numerosos hechos históricos que se localizan en el norte
peninsular, concluyen que en estas recreaciones debería haber una mayor participación
de arqueólogos académicos, dando la facilidad a los sujetos bisagra de obtener artículos
científicos relacionados más fácilmente, para que así hubiese una arqueología crítica
donde se pudiese discernir entre lo real y lo ficticio, pudiendo de esta manera los
espectadores disfrutar de la experiencia que prima junto con un mayor conocimiento de
estos hechos históricos.
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El segundo texto pertenece a Francisco Javier Capistegui y se titula “El papel
social del historiador, o ¿para qué servimos?, localizado en la revista Memoria y
civilización. El artículo recorre las diversas funciones científicas que los historiadores han
protagonizado a lo largo de la historia. En primer lugar, a lo largo del siglo XIX, eran
considerados como una clave para legitimar una sociedad concreta a una nación soberana,
por lo que se encontraban muy ligados a los nacionalismos y a la pedagogía.
Tras la I Guerra Mundial, el papel de los historiadores sufre una crisis. En este
momento, la historia comienza a relacionarse con los turistas, los otros consumidores de
la historia que comentábamos al principio del texto. Los historiadores se aíslan en las
academias, cumpliendo simplemente con esa función pedagógica. Esto, sin embargo,
comienza a cambiar a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, donde esta disciplina se
diversifica y se vuelve complementaria de otras. De este modo, observamos a
historiadores en la industria cinematográfica, para representar películas de época, experto
en medios de comunicación, el desarrollo de la Historia Pública como disciplina, etc.
El último texto pertenece a Marisa González de Oleaga. Este capítulo se titula “La
tribu desafiada: el pasado es de todos” y se localiza en el libro ¿Qué hacemos con el
pasado? Catorce textos sobre historia y memoria (2014). En este ensayo, la autora expone
su pensamiento acerca del papel de los historiadores. Estos, según ella, no son dueños de
la historia, sino delegados de ella. La historia no les pertenece, sino que es propiedad de
la sociedad, pues todos nos relacionamos de algún modo con esta disciplina. Lo que la
autora propone es que ellos sean los que alerten a la ciudadanía de que no existe una
versión real de la historia, pues es creada a partir de hechos que pueden ser rectificados
con nuevas cuestiones producidas por las necesidades de la sociedad. Este concepto ya lo
expuso anteriormente Hernan Paul, pues nos encontramos ante verdades provisionales
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que nunca deberán ser explicadas como algo definitivo. Esto se debe a que el pasado lo
creamos a través de hallazgos a los que le damos interpretaciones propias.
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Laurajane establece tres casos de estudio. Como ejemplo, observamos la de los
museos históricos, donde se aprecia que estos museos se encuentran vivos. Estos centros
se convierten en un lugar de memoria en la que las personas recuerdan sus vidas o las de
los familiares.
El último de los textos pertenece a Nieves Herrero. Este ensayo, titulado “La
atracción turística de un espacio mítico: peregrinación al cabo de Finisterre”, habla sobre
la patrimonialización de un lugar, en este caso el cabo de Finisterre. La autora explica los
diversos procesos sobre los que este sitio emblemático debe pasar para que se
patrimonialice. Entre ellos, destaca la peregrinación de los jacobitas y los rituales que se
realizaban en el Fin del Mundo y Fin del Camino, exaltando la cultura mítica gallega.
Asimismo, asemejan este lugar con el Camino de Santiago y emplean, de igual modo, los
mismos argumentos que le llevaron a ser Patrimonio de la Humanidad.
En este texto observamos dos cuestiones: por un lado, tal y como explicaba con
anterioridad Laurajane Smith, existe un discurso patrimonial autorizado, pues se deben
cumplir unos requisitos específicos para poder llamar a esta zona Patrimonio de la
Humanidad y, por otro, el concepto de patrimonializar no se disgrega de la
mercantilización de este objeto. Uno de los claros objetivos de patrimonializar es la
fomentación del turismo, habiendo así un incremento económico del lugar.
Los procesos por los que pasan estos bienes culturales ya sean tangibles o
intangibles, son, de un modo u otro, puestos en cuestión. Lo que se observa con ellos es
si realmente merece la pena esta patrimonialización. Los requisitos a los que son
expuestos sirven, en cierto modo, para ver si dan un usufructo económico, es decir, si
estos terminarían siendo un atractivo turístico. Bien es cierto que patrimonializar también
implica proteger, aunque con el turismo de masas que se está observando en los últimos
años, no está bien claro si realmente esto se hace para proteger o para incentivar la
economía de un lugar.
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mismo, una persona pregunta a diversos ciudadanos del Perú ¿Qué es el patrimonio?
Entre las respuestas, observamos conceptos como herencia, protección, antepasados, etc.
El objetivo de este video es hacer llegar a toda la población lo relevante que es cuidar de
su cultura, tanto tangible como intangible.
Bibliografía empleada:
Capistegui, F. J. (2003) “Sobre el papel social del historiador, o ¿para qué servimos?,
Memoria y Civilización (pp. 191-207), 6.
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Muriel, D. “El modelo patrimonial: el patrimonio cultural como emergencia
tardomoderna” (2016), Pasos: Revista de Turismo y Patrimonio cultural (pp. 181-
192)., 14/1.
Núñez Florencio, R. (28 de febrero de 2014) “¿Sirve la historia para algo?”, Revista de
Libros.
Paul, H (2015) “Relaciones con el pasado”, La llamada del pasado: claves de la teoría
de la historia (pp. 67-83). Zaragoza: Instituto Fernando el Católico.
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