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"EL SAPO JUAN"

un cuento extraído del libro "Cuentos analgésicos" de Carlos López Cubas

¡Esta es la historia del sapito juan!


un sapo que, cuando se ponía nervioso, nervioso, nervioso...
¡se convertía en piedra!
se convirtió en piedra un día que, mientras estaba discutiendo con un amigo empezó a
enfadarse, empezó a enfadarse...
y aunque tenía la razón no la pudo defender.
Se convirtió en piedra el día que tocaba examen de salto a la charca.
imaginando todos allí, preparados para saltar y cuando le toco saltar a juan, ¡hop! plup,
plup, plup, hasta el fondo se hundió...
Se convirtió en piedra el día que le tocaba cantar en el fondo de la charca.
Cuando vio a todas las ranitas allí adelante, se puso tan nervioso, que ni un ¡croac! pudo
soltar. y ni les cuento el día que tocaba revisión médica, cuando el doctor sapote dijo: -
¡abra la boca! ni con palanca pudieron abrir la boca del sapito juan, un desastre...
El caso es que lo más, lo más problemático, era que, después de convertirse en piedra,
tardaba horas y horas en volver a estar blandito.
Y además se le quedaba ¡un dolor de cabeza tan grande ¡que se tenía que quedar encerrado
en casa todo el día.
Un día hablando con su maestra ella le dijo: - que digo yo juan, que igual sería conveniente
que aprendieses a relajarte, - ¿Que aprenda a relajarme? -Croac! ¿y como hago eso? ¿Me
concentro y pienso, pienso en no estar nervioso? - más bien lo contario, yo creo que
podemos encontrar formas en las que tu te relajes sin pensar en ello.
Y ahí estuvieron hablando la maestra y el sapito Juan, y es cierto que, desde aquel día, el
sapito Juan, cuando nota que va a enfadarse, respira hondo, sonríe, ¡y hasta escucha!, y mas
de una vez se ha dado cuenta de que no tenía la razón.
También cuando toca examen de salto a la charca el se relaja y pone blanditas sus ancas,
preparadas para saltar y... ¡más alto!
Y eso si para la revisión medica se ha tenido que inventar un truco especial, cuando le toca
abrir la boca, cierra los ojos, y piensa en esa princesa que llegara un día le dará un beso y se
convertirá en una ranita preciosa. Lo cierto es que esa princesa todavía no ha llegado, pero
lo que también es verdad es que tampoco ha vuelto a venir el dolor de cabeza.

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