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Magistrada Ponente
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
Referencia: 8800131030012002-00251-01
Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la parte demandada frente a la sentencia de
17 de julio de 2006, proferida por la Sala Única del Tribunal Superior del Distrito Judicial de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina dentro del proceso ordinario seguido por el departamento del
mismo nombre contra Hugo Cuevas Gamboa.
I.- EL LITIGIO
1.- Pidió el demandante, declarar que le pertenece el derecho de dominio pleno y absoluto del
inmueble urbano cuyos linderos y demás características relaciona y, en consecuencia se ordene al
demandado la restitución del mismo junto con los frutos naturales y civiles no sólo los percibidos sino
los que el dueño hubiera podido obtener desde el momento en que éste entró en posesión o desde
la contestación de la demanda; se disponga que no está en la obligación de reconocer las expensas
a que se refiere el artículo 965 del Código Civil por ser su señorío de mala fe; se cancele cualquier
gravamen que pese sobre el bien; se inscriba la sentencia en el folio inmobiliario y se condene en
costas.
b.-) Del mencionado acuerdo se desprende como el círculo de abogados reconoció en forma expresa
que el citado departamento era el titular del derecho de dominio del inmueble objeto de litigio; que
aquél transfirió a favor de éste las mejoras plantadas en el predio, las que quedaron reservadas
como suyas en el contrato celebrado con Hugo Cuevas Gamboa, según documento que se anexó,
avaluadas en cuarenta y ocho millones trescientos sesenta y dos mil pesos ($48.362.000) y de las
que hizo “entrega real y material”; que el precio actualizado de la venta se fijó en la suma de sesenta
millones de pesos ($60.000.000); que se solicitaría la terminación del proceso respectivo sin lugar a
condena en costas y expresamente ambas partes “renuncian a cualquier acción legal posterior
derivada de las resoluciones 2369 y 2684 de septiembre 22 y noviembre 08 de 1995
respectivamente, emanadas del despacho del Gobernador”.
c.-) El actual poseedor del bien es Hugo Cuevas Gamboa, quien de mala fe ha plantado mejoras
“consistentes en construcciones diferentes de las que el departamento Archipiélago adquirió de su
tradente”, por lo que está en imposibilidad de ganar por prescripción.
3.- El contradictor, una vez recibió notificación de la demanda, se opuso a la prosperidad de los
pedimentos aduciendo, en esencia, que por ser tercero ajeno a la transacción no se le pueden
extender sus efectos; formuló las defensas que denominó “inoponibilidad”, “pretensiones de
declaraciones improcedentes” y “buena fe”; además, pidió el pago de “mejoras y expensas” por ser
poseedor en la condición antes mencionada (artículos 965 y 966 del Código Civil), junto con el
derecho de retención.
4.- Tramitado el proceso, se dictó sentencia de primera instancia que decretó la restitución del
inmueble a favor del demandante; condenó a éste a reconocerle al accionado por concepto de
mejoras y expensas, la suma de un mil cuatrocientos treinta y ocho millones seiscientos cuarenta y
siete mil setecientos veinte pesos ($1.438.647.720), actualizada “acorde con la corrección
monetaria”; le otorgó al pasivo el derecho de retención, y se abstuvo de condenar en costas y
perjuicios.
2.- La controversia se centra en determinar si las mejoras fueron plantadas en el inmueble por Hugo
Cuevas Gamboa, de buena fe, y si ello ocurrió antes o después de proferidas las resoluciones 2369
y 2684 de septiembre y noviembre de 1995, respectivamente.
3.- Por mayoría se concluye que no hay lugar a reconocer el pago de las mismas ni a conceder el
derecho de retención por las razones que pasan a expresarse:
a.-) El accionado conoció la revocatoria de la cesión hecha por el actor al círculo de abogados,
según resolución 2648 de noviembre 8 de 1995, la que se le notificó por intermedio de su apoderado
judicial el 10 de los mismos mes y año (folio 83 del cuaderno de pruebas), de donde se desprende
“que después de esa fecha no podía seguir adelantando ningún tipo de obra sobre el inmueble” (folio
102 del cuaderno del tribunal).
b.-) Las mejoras puestas a expensas de Hugo Cuevas, por las que se pagó al círculo de abogados la
suma de sesenta millones de pesos ($60.000.000) a que alude la transacción de 27 de agosto de
1997 “no pueden ser otras que las existentes en el año 1995, sino con qué facultad el círculo de
abogados, podría entregar el lote y las respectivas mejoras al departamento como lo hizo” y éste en
el referido arreglo “quiso transferir a título oneroso a favor de Cuevas, la totalidad de los derechos
litigiosos folio 31 del cuaderno principal, que no son otros que las mejoras” (folio 102).
c.-) En el contrato suscrito entre el demandante y el círculo de abogados “estos entregaron el lote” y
aquél “se comprometió a construir, no se habla o reseñan mejoras, folio 50-51 del cuaderno del
tribunal”.
d.-) Todos los aumentos efectuados por el demandado en el inmueble desde el inicio de la relación
contractual, esto es, el 23 de abril de 1994, hasta la fecha en que se le notificó la aludida resolución
le fueron canceladas en el convenio referido y, en consecuencia, las que se hayan construido con
posterioridad “son de mala fe y no se pueden pagar ni tampoco dan derecho a reconocer su
retención”. Esta conducta no puede considerarse saneada por la circunstancia de que el gobernador
hubiese firmado después un documento en el que declaraba que el contradictor era poseedor de
buena fe porque, tal como se deduce de la simple narración de los hechos, ya se había pactado con
la transacción la restitución del inmueble y el pago de las mejoras, siendo, entonces, inexplicable que
las mismas pasaran de cuarenta y ocho millones trescientos sesenta y dos mil pesos ($48.362.000)
a dos mil ciento tres millones de pesos ($2.103.000.000).
e.-) Como Cuevas Gamboa tuvo la calidad de poseedor de buena fe hasta el momento en que el
departamento canceló la indemnización, a partir de ese instante se convirtió en de mala fe, lo que
implica que la parte actora no le deba suma alguna imputable a dicho rubro. Además, “al no existir
pruebas que determinen que las construcciones o mejoras son anteriores o posteriores a septiembre
de 1995, tal como lo informa el dictamen pericial que obra a folio 83 y siguientes del cuaderno del
tribunal, no hay lugar al derecho de retirar los materiales constitutivos de las mejoras”.
Cinco cargos se formulan contra la sentencia del tribunal con fundamento, todos, en la causal
primera, los que, en aplicación de lo dispuesto en el artículo 51 del decreto 2651 de 1998, convertido
CARGO PRIMERO
1. Se combate la sentencia del tribunal por quebrantar, vía indirecta, los artículos 965,
966 y 970 del código civil, a consecuencia de error de hecho cometido por falta de
apreciación de los siguientes documentos:
2. En suma, de haber apreciado las citadas pruebas habría tenido que concluir que “el
demandado no adelantó ningún tipo de obra sobre el inmueble después del 10 de
noviembre de 1995, como lo sugiere la sentencia”, porque desde fecha anterior, esto es, a
partir del 22 de septiembre de ese mismo año, a través de la resolución 2369, se ordenó
paralizar el trabajo, constituyendo lo anterior un imposible jurídico y material en cuanto a la
continuación de la obra.
CARGO SEGUNDO
1. También con apoyo en la causal primera, por vía indirecta, se acusa la sentencia de
quebrantar los artículos 966, 965 y 970 del código civil, por interpretación errónea:
1. Por la misma causal y vía elegida se alegan errores de idéntica laya en la apreciación
del documento de transacción administrativa.
CARGO CUARTO
1. Denuncia por la misma vía, error de hecho por la indebida apreciación que hizo el ad
quem de cara al contrato de obra que aparece a folios 50 y 51 del cuaderno principal, y
ausencia de análisis de las resoluciones 2369 y 2684, ambas de 1995.
a) Estimó el ad quem que en el contrato suscrito entre Hugo Cuevas y el círculo , “no se
hablan o se reseñan mejoras”, lo que lo llevó a concluir que “todas las mejoras que se
construyeron en el lote por parte de Cuevas, desde el inicio del contrato que data de Abril
23 de 1994, hasta la fecha de la resolución que se le notificó, fueron pagadas en la
transacción referida, y si se construyeron otras mejoras con posterioridad, estas son de
mala fe y no se pueden cancelar, ni dan lugar al derecho de retención”.
b) Por apresurarse a emitir el anterior concepto, dejó de apreciar la cláusula sexta del
mismo instrumento, que a la letra reza: “el contratista se obliga a reiniciar la construcción
que anteriormente había comenzado la sociedad Bahía Fragata Limitada, dentro de los
sesenta días calendario después de la suscripción del presente documento” (fls. 50 y 51,
cuaderno del tribunal), es decir, que sí existían mejoras antes del 23 de abril de 1994.
c) También erró el fallador en la calificación que hizo del demandado como tercero de
mala fe basado únicamente en juicios de valor de imposible comprobación, desconociendo
con ello, que éste fue tenido como de buena fe por la resolución 2684 de 8 de noviembre de
1995.
CARGO QUINTO
1. Este, viene sustentado como los precedentes en la causal primera, vía indirecta por
error de facto recaído en la interpretación del hecho 12 de la demanda.
R.M.D.R. Exp. 8800131030012002-00251-01 4
a) En la explicación de este reproche, transcribió primeramente el impugnador lo
afirmado por el propio accionante en el libelo introductor cuando confesó que Hugo Cuevas,
con sus pretensiones de dueño, sin serlo, estableció mejoras en el inmueble “consistentes
en construcciones diferentes de las que el departamento Archipiélago adquirió de su
tradente”, observando que es una verdad revelada (por confesión del propio demandante)
que aclara y define que hay dos clases de mejoras, y que las realizadas por el opositor son
las descritas en los peritajes que obran en el proceso (folios 161 a 164 del cuaderno
principal, 5 a 12 y 21 a 25 del cuaderno de pruebas de la parte demandada, folios 84 a 88,
cuaderno del tribunal), estas últimas erigidas a sus expensas desde el 23 de abril de 1994
hasta el 22 de septiembre de 1.995.
1.- Es reiterada y pacífica la doctrina de la Corporación en el sentido de que únicamente los errores
cometidos por el tribunal que sean trascendentes tienen la virtualidad de abrir paso al aniquilamiento
de la sentencia atacada por medio del recurso extraordinario de casación. Lo anterior significa, a
contrario sensu, que un yerro que no ostente tales características, o sea, el que es intrascendente
carece de idoneidad suficiente para quebrar el fallo, puesto que, a pesar de que la censura logre
demostrar con claridad y precisión que el juzgador incurrió en él, la Sala al proferir la decisión de
reemplazo necesaria y fatalmente llegaría a la misma conclusión a la que se arribó en las instancias.
4.- La parte recurrente, en los cinco cargos que se han compendiado, en esencia, argumenta que el
error medular del juzgador consistió en no haber tenido en cuenta que en el inmueble se plantaron dos
clases de mejoras diferentes y por distintas personas. Unas fueron las que se negociaron en la suma
antes aludida entre el departamento y el círculo de abogados, consistentes en las levantadas por la
sociedad Bahía Fragata a expensas de éste, y otras, las que instaló Cuevas Gamboa, tasadas en mil
cuatrocientos treinta y ocho millones seiscientos cuarenta y siete mil setecientos veinte
pesos ($1.438’647.720).
6.- Ciertamente, el ad quem incurrió en el yerro que se le atribuye en los distintos cargos por lo
siguiente:
6.1. No obstante la claridad de la demanda sobre el tema de las mejoras, cuando se afirmó en el
hecho 12 que el accionado “con sus pretensiones de dueño, sin serlo, ha establecido mejoras en el
inmueble, consistentes en construcciones diferentes de las que el departamento Archipiélago
adquirió de su tradente”, el fallador concluyó en la sentencia opugnada que “en la transacción
administrativa entre la Gobernación de San Andrés Islas, y el círculo de abogados se entrega el lote
y las mejoras que a sus expensas plantó Hugo Cuevas, recibiendo el círculo el pago de ellas por la
suma de sesenta millones de pesos m.l. ($60’000.000), mejoras que no pueden ser otras que las
existentes al año de 1995, sino con qué facultad el círculo de abogados, podría entregar el lote y las
respectivas mejoras al departamento como lo hizo”, asumiendo que se trataba de las mismas sin
parar mientes en que el propio libelo genitor las diferencia, al afirmar que Hugo Cuevas estableció
otras distintas de las que el departamento recibió de su tradente.
6.2. Pero, además, ningún elemento de convicción daba pie para deducir, como lo hizo el fallador de
segundo grado, que el accionado recibió el lote sin ninguna obra preliminar, basado en que en el
contrato suscrito entre el demandado y el círculo de abogados se plasmó que, “estos entregaron el
lote y el señor Cuevas se comprometió a construir, no se habla o reseñan mejoras, folio 50-51, del
cuaderno del tribunal” porque, si se examina la cláusula segunda del aludido documento, en ella se
indica que el ahora recurrente se comprometió a erigir sobre él un edificio de tres pisos, mínimo, de
acuerdo con los planos aprobados por planeación departamental, y en la regla sexta se obligó a
“reiniciar la construcción que anteriormente había empezado la sociedad Bahía Fragata”, lo que no
fue apreciado por el ad quem y deja sin piso lo definido sobre el punto por dicha Corporación.
6.3. Si el sentenciador hubiera examinado en conjunto los medios de convicción atinentes a las
mejoras, y en especial el inobjetado dictamen pericial obrante entre folios 5 a 11 del cuaderno de
pruebas del demandado, habría llegado a conclusión distinta, pues las obras que describe la citada
experticia relacionan unas medianamente representativas constituidas por cinco plantas y un altillo, -
seis niveles- con todas sus instalaciones eléctricas y sanitarias en tanto que las que aparecen
relacionadas en el contrato de transacción, (fl. 18, C.1) corresponden a un cerramiento parcial del
lote en muro de bloque y cemento, 16 zapatas de soporte para estructura, excavaciones y vigas de
amarre al piso y doce columnas de concreto reforzado, las que denotan ser de menor entidad que
las arriba citadas, circunstancia que, en todo caso, pone de relieve que no corresponden a las
mismas, esto es, que son diferentes.
6.4. En lo que respecta al calificativo de poseedor de mala fe asignado a Hugo Cuevas, refulge el
yerro del ad quem pues si como concluyó en la sentencia, no existe prueba que determine que las
construcciones o mejoras son anteriores o posteriores a septiembre de 1995, mal podría designar al
accionado como poseedor en esa condición, al no estar definidos esos linderos temporales. Amén de lo
anterior, no consideró el contenido de la resolución 2684 de 8 de noviembre de 1995, que al confirmar
la número 2369 del citado año que revocó la cesión efectuada por el departamento Archipiélago al
círculo de abogados, la aclaró en el sentido de “reconocer expresamente a los terceros de buena fe
representados en todos quienes hicieron parte, antes de la expedición de la misma, en el contrato de
fiducia que dio origen a la revocación de la cesión”, observándose que precisamente el demandado
Hugo Cuevas, fue quien celebró la aludida negociación.
6.5. También se le atribuye al tribunal el haber pretermitido la valoración del documento atinente a las
mejoras impuestas por el accionado, que se refiere al acta de conciliación prejudicial número 002 de 12
de abril de 1996 de cuya lectura habría podido inferir que existían dos clases de mejoras diferentes, en
la forma que lo predicaba el demandado, escrito que fue reconocido por el testigo Felipe Karol Pernett
Pineda, quien actuara como perito al momento de realizarse el acuerdo conciliatorio entre las partes de
R.M.D.R. Exp. 8800131030012002-00251-01 6
este proceso, con la finalidad de “establecer y cuantificar las inversiones del señor Hugo Cuevas en el
predio de la Gobernación”.
7. No obstante la confusión y omisiones develados en los párrafos precedentes por parte del
tribunal, las que son reprochables por cuanto no corresponden a la expresión que deben los fallos
judiciales contener en materia de valoración probatoria, tales falencias no tienen la virtualidad suficiente
para quebrar la sentencia, pues resultan intrascendentes de cara a las conclusiones finales que
definirán este asunto.
7.1. En efecto, si bien las mejoras que levantó Hugo Cuevas Gamboa le fueron desconocidas por el
fallador porque las asimiló a las que se transaron y pagaron en el año 1995 por el demandante al círculo
de abogados y en virtud del error cometido correspondería reconocerlas en sede de casación, observa
la Corporación, que éstas fueron objeto de conciliación prejudicial entre las partes, en diligencia
adelantada ante el procurador II administrativo de ese mismo departamento, en cuya acta iniciada el 20
de marzo de 1996 figura el acuerdo a que llegaron los litigantes sobre los perjuicios sufridos por Hugo
Cuevas “en su condición de tercero de buena fe, como resultado de las decisiones adoptadas en las
resoluciones 2369 y 2684 de septiembre 22 y noviembre 08 de 1995” siendo reconocidas tanto las
edificaciones levantadas por éste, la licencia de construcción, como el lucro cesante en la suma de dos
mil ciento tres millones de pesos ($2.103’000.000), por lo que el ahora accionado manifestó que
transfería al departamento Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, todas las
construcciones objeto de conciliación “de las cuales hace entrega real y material al señor Gobernador”.
Este instrumento sólo fue mencionado en el fallo de primera instancia, sin atribuírsele cualidad
probatoria alguna, desconociéndolo a su turno el ad quem, no obstante ello, la Corte ha de
pronunciarse sobre su contenido definitorio en cuanto a lo aquí demandado.
7.2. El aludido escrito que contiene la conciliación fue aportado por el accionado en copia
auténtica obrando a folios 211 a 215, tratándose de un documento público que fue exhibido en la
diligencia de inspección judicial efectuada el 16 de junio de 2005 y reconocido por el declarante
Felipe Karol Pernett por haber sido perito avaluador de las mejoras, tal como se señaló
anteriormente, así como por Andrés Brand, jefe de la oficina jurídica de la Gobernación de San
Andrés para esa época, quien ratificó con su testimonio que obra al folio 2 del cuaderno de pruebas
del accionante haber comparecido a la misma en compañía del gobernador de la época, de los
apoderados especiales del departamento designados específicamente para actuar en ese acto, así
como el procurador segundo judicial y administrativo, agotándose aquella hasta obtener el acuerdo
respectivo por el cual se reconoció a Hugo Cuevas, a título de mejoras, la suma de dos mil ciento
tres millones de pesos m.l. ($2.103’000.000), en virtud de lo cual éste hizo entrega real y material de
las mismas, junto con los documentos correspondientes a las licencias respectivas, al citado jefe de
gobierno departamental de la Isla.
7.3. En consecuencia, si el asunto quedó definido en la referida conciliación administrativa y ante
autoridad competente, no procedía reconocer las mejoras reclamadas por el demandado, ni el
derecho de retención, cuánto más si cedió la totalidad de las construcciones al actor e hizo entrega
real y material de ellas.
V.- DECISIÓN
En mérito de las consideraciones anteriores, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,
administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia de
17 de julio de 2006, proferida por la Sala Única del Tribunal Superior del Distrito Judicial de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina dentro del proceso ordinario seguido por el departamento
contra Hugo Cuevas Gamboa.
Las costas en este recurso corren a cargo del impugnante y serán tasadas en su oportunidad.
Notifíquese y devuélvase
(SALA)