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G io vann a B orradori

La f il o s o f ía en u n a
ÉPOCA DE TERROR
D iálogos con J ürgen H abermas
y Jacques D errida

Traducción deJuan José Botero y L u is Eduardo H oyos

TAURUS

PENSAMIENTO
Título original: Philosophy in a Time o f Terror.
Dialogues with Jürgen Habermas and Jacques Denrida
© Giovanna Borradori, 2003
© De la traducción: Juan José B otero y Luis Eduardo Hoyos profesores del
Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de C olom bia
© De esta edición:
Santillana Ediciones Generales, S. L., 2003
Torrelaguna, 60. 28043 Madrid
Teléfono 91 744 90 60
Telefax 91 744 92 24
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Para Gerardoy Lucía,
mispequeños héroesprivados.
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Santafé de Bogotá, Colom bia

Ilustración de cubierta: Danilo Ramírez

ISBN: 84-306-0526-6
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C ontenido

P refacio
La filosofía en una época de t e r r o r ............................... 11

A gradecim ientos ..................................................................... 19

Introducción
El terrorismo y el legado de la Ilustración
Habermas y D e r r id a ...................................................................23
¿T iene a l g o que decir la filosofía acerca de l a h istoria ? ............ 24

D o s MODELOS DE PARTICIPACIÓN PÚBLICA:


ACTIVISMO POLÍTICO Y CRÍTICA SOCIAL ...........................................27
La filosofía y los traumas de la h istoria del siglo x x .................. 32

El legado de la I lustración en un m u n d o g l o b a u z a d o ............... 39

SECCIÓN PRIM ERA

Fundamentalismo Y TERROR
Diálogo con Jürgen H aberm as ................................................ 53

Reconstruir el terrorismo : H aberm as ..............................79


9/11: EL PRIMER ACONTECIMIENTO HISTÓRICO MUNDIAL .................. 83
D el D erecho I nternacional clásico a un nu evo

ORDEN COSMOPOLITA................................................................... 87

El terrorism o y la esfera p ú b l i c a .............................................................. 93


La dem ocracia del discurso c o t id i a n o .................................................... 98
La violencia c o m o co m u n icació n distorsion ada .............................103

9
La jaula de h ierro del fundamentalísimo ............................................ 112 P r e f a c io
El proyecto inconcluso de la m o d e r n i d a d ......................................... 120 La f il o s o f ía e n u n a é p o c a d e t e r r o r

SECCIÓN S E G U N D A

A utoinmunidad : suicidios simbólicos y reales


Diálogo con Jacques D errida ................................................ 131
L os libros de filosofía rara vez se conciben en un m o­
D econstruir el terrorismo : D e r r i d a ............................... 197
m ento preciso del tiempo o en un lugar específico. Kant refle­
La deconstru cción del p e r d ó n ................................................................. 202
xion ó sobre la Crítica de la razón pura durante on ce años, a los
Los LÍMITES DE LA INTERVENCIÓN............................................... 207 cuales llamó «la década silenciosa». Spinoza trabajó la mayor
¿P o r qué llam am os a « e so » 9 / 1 1 ? ...........................................210 parte de su vida en su Ética, la cual fue publicada postuma­
T raum a y a u t o in m u n id a d ............................................................................. 214 mente. Sócratesjamás escribió una línea. El caso de este libro
R esponsabilidades reugiosas .................................................................... 220 es diferente, pues fue concebido en el lapso de pocas horas,
L as condiciones de la t o l e r a n c i a ........................................................... 226 en la ciudad de Nueva W>rk, durante la mañana del 11 de sep­
La violencia e x c e s i v a ................................................................................... 231 tiembre de 2001.
La promesa e u r o p e a ...................................................................................... 240 Yo viví de primera mano el 9/11*: estaba lejos de mis hijos,
inmovilizados en sus escuelas al otro extremo de la ciudad, y
N otas 245 de mi esposo, un periodista que arriesgó su vida para cubrir
el ataque a las Torres Gemelas. Desde mi propia perspectiva,
lo increíble irrumpió en una magnífica mañana de fin de vera­
n o que de m od o inexplicable se transformó en algo cercano
al apocalipsis. Toda com unicación se interrumpió de repen­
te: el teléfono e Internet estaban muertos, n o había transporte
público, los aeropuertos fueron cerrados, lo mismo que las es­
taciones de tren y los puentes. Com o el resto del mundo, vi de­
sarrollarse la tragedia en la televisión; a diferencia del resto del
m undo, sabía que a unas cincuenta cuadras de mi casa m on­
tones de personas estaban saltando desde noventa pisos hacia
la muerte, algunos con las manos agarradas, otros solitariamen­
te. Cuando el World Trade Center se derrumbó, parecía que
la escalada de acontecimientos no iba a tener fin: el Pentágo­
no estaba en llamas, el Presidente era un desplazado más, pero

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La filosofía en una época de terror
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por los aires, el Vicepresidente estaba escondido en algún lu­ Mis diálogos con ellos son el centro de Lafilosofía en una época
gar secreto, la Casa Blanca había sido evacuada, e informes de terror. A pesar de que este libro contiene muchas referencias
acerca de una explosión en el Capitolio acababan de generar a los eventos actuales, su hilo conductor es someter a un análi­
una estampida general de senadores y congresistas. Mientras sis filosófico las preguntas más urgentes a propósito del terror
n o se confirm ó que el cuarto avión había caído en Pennsylva- y del terrorismo. ¿El Derecho Internacional clásico se ha vuelto
nia, estuve convencida, com o muchos otros, de que lo peor aún obsoleto frente a las nuevas amenazas subnacionales y transna­
estaba por pasar. cionales? ¿Quién tiene soberanía sobre quién? ¿Es útil evaluar
Aunque el grado en que cada persona se vio implicada va­ la globalización mediante las nociones de cosmopolitismo y ciu­
rió en cada caso, virtualmente todo neoyorquino recuerda en dadanía mundial? ¿Es la noción política y filosófica de diálogo,
detalle qué estaba haciendo cuando se enteró de que dos avio­ tan crucial para toda estrategia diplomática, una herramienta
nes comerciales, repletos de pasajeros y de combustible, se ha­ universal de com unicación? ¿O es el diálogo una práctica cul­
bían estrellado contra los edificios más altos de Manhattan. Abo­ turalmente específica que en ocasiones podría resultar simple­
gados de Wall Street y taxistas, tenderos y actores de Broadway, mente inadecuada? X finalmente, ¿en qué condiciones es el
porteros y académicos, todos tienen una historia para contar. diálogo una opción viable?
Hasta los niños tienen sus propias historias especiales, matiza­ La ideología explícita de los terroristas responsables de los
das de m odo insólito con incredulidad, m iedo y soledad. ataques del 9 /11 rechaza la modernidad y la secularización. Da­
La mía es la historia de una filósofa en un m om ento de te­ d o que estos conceptos fueron articulados por primera vez en
rror. Com o cualquier otra historia, está tejida de manera úni­ el siglo xvm por los filósofos de la Ilustración, la filosofía es­
ca con la vida de su narradora, de m od o que es inevitable que tá llamada a responder, pues es claro que ella puede ofrecer
tenga que ver con Europa y con la tradición filosófica euro­ una contribución única a esta delicada coyuntura geopolíti­
pea de la que Jürgen Habermas yjacques Derrida son las dos ca. En mi ensayo introductorio, «El terrorismo y el legado de
voces vivas más importantes. Ensordecida por la miríada de si­ la Ilustración: Habermas y Derrida», defiendo esta tesis desde
renas que se precipitaban hacia el centro de la ciudad, y sola en el ángulo que abren las lecturas netamente distintas que tie­
mi apartamento del East Side, recuerdo que traté de centrar­ nen Habermas y Derrida de la Ilustración. Así mismo discuto
m e en la realidad de mi vida más allá del m omento inmediato. las relaciones entre filosofía e historia e identifico diferentes
Entre muchos otros pensamientos que se amontonaban de ma­ m odelos de com prom iso político. Esto le permitirá al lector si­
nera caótica en mi mente, recordé que ambos, Habermas y De­ tuar las intervenciones de Habermas y Derrida en un contexto
rrida, estaban programados para venir a Nueva York, separada­ más amplio.
mente y a través de canales diferentes, en sólo pocas semanas. Los diálogos no solamente expresan los estilos únicos de
Entonces me pregunté: ¿Todavía podrán venir? ¿Qué pensarán pensamiento de Habermas y Derrida, sino también ponen en
de esta tragedia? ¿Seré capaz de preguntárselo? ju eg o el núcleo mismo de sus teorías filosóficas. Cada diálogo
Habermas y Derrida terminaron viniendo a Nueva York se­ está acom pañado de un ensayo crítico en el cual me propon­
gún sus planes originales, y yo tuve el privilegio de recoger sus go a la vez resaltar los argumentos principales sobre el terror
respuestas al ataque terrorista más devastador de la historia. y el terrorismo que Habermas y Derrida presentan en esta oca­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

sión y mostrar de qué m od o esos argumentos encajan en el En contraste, el diálogo con Derrida lleva al lector por un
contexto más amplio de sus respectivos marcos teóricos. largo y agitado camino, que se abre de manera impredecible
Este libro es la primera oportunidad en que Habermas y hacia amplias vistas y estrechos cañones, algunos tan profun­
Derrida están de acuerdo en aparecer conjuntamente, respon­ dos que no se puede ver el fondo. Su extrema sensibilidad por
diendo a una secuencia similar de preguntas de un m od o pa­ los hechos sutiles del lenguaje hace al pensamiento de Derri­
ralelo. Aprecio enormemente su buena voluntad para hacerlo da virtualmente inseparable de las palabras en que se expresa.
sobre el tema del 9 /1 1 y la amenaza del terrorismo global. La magia de este diálogo está en presentar, de una manera ac­
El 9 /11 Habermas se encontraba en su casa de Stamberg, en cesible y concentrada, su inigualada capacidad para combinar
el sur de Alemania, en donde ha vivido durante muchos años. rigor e inventiva, evasivas y aseveraciones. Otro gran filósofo
Derrida estaba en Shanghai, China, para dar una serie de con­ francés, Blaise Pascal, habló de estas parejas com o los dos re­
ferencias. Las noticias lo sorprendieron sentado en un café con gistros de la filosofía: esprit definesse y esprit de géométrie.
un amigo. Este libro también cuenta sus historias. En los dos A pesar de las marcadas diferencias que hay entre sus res­
diálogos que sostuvieron conm igo se refirieron a lo que signi­ pectivos enfoques, ambos pensadores sostienen que el de «te­
ficaba para ellos estar en Nueva York, una ciudad que ambos rrorismo» es un concepto difícil de precisar, lo cual expone a
aman, durante las repercusiones inmediatas del 9 /11. Ambos la arena política global a peligros inminentes y a desafíos futu­
vivieron con intensidad el m iedo que produjeron los ataques ros. N o es claro, por ejemplo, sobre qué bases puede reclamar
con ántrax y la devastación emocional que podía palparse con el terrorismo un contenido político y separarse de este m od o
sólo salir a la calle a caminar. Sin embargo, su historia también de la actividad criminal ordinaria. Es una cuestión aún no re­
es la historia de lo que significó para ellos, en cuanto filósofos, suelta también si puede haber un terrorismo de Estado, si el
exponer los andamiajes de sus propios pensamientos a la más terrorismo se puede distinguir de manera nítida de la guerra,
dura de las tareas: la evaluación de un acontecimiento históri­ y finalmente si un Estado, o una coalición de Estados, puede
co único. Dada la enorme confianza en sí mismo y el gran ries­ declarar la guerra a algo distinto a una entidad política. Con
go que implica el exponerse de esta forma para un filósofo, demasiada frecuencia los medios de com unicación occidenta­
ésta es ciertamente una historia muy personal para contar. les y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, quienes
El encuentro con uno de los días más destructivos de sus utilizan el término terrorismo com o si se tratara de un concepto
vidas de adultos estimuló, tanto en Habermas com o en Derri­ evidente por sí mismo, pasan por alto este carácter evasivo del
da, respuestas muy auténticas, esto es, respuestas que reflejan concepto.
las maneras supremamente originales com o cada uno de ellos Habermas reconstruye el contenido político del terrorismo
da forma, com bina y crea sus ideas. com o una función del realismo político de sus objetivos, de m o­
El diálogo con Habermas es denso, muy compacto y elegan­ do que adquiere contenido político sólo retrospectivamente.
temente tradicional. Su uso más bien espartano del lenguaje Es bastante com ún que en los movimientos de liberación nacio­
le permite a su pensamiento progresar de concepto en concep­ nal aquellos a quienes se considera terroristas, e incluso muy
to con el ritmo estable y lúcido que ha hecho tan especial a la posiblemente a quienes se haya condenado com o tales, se con­
filosofía clásica alemana. viertan, en un giro repentino de los acontecimientos, en el nue~

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

vo liderazgo político. Com o el tipo de terrorismo que introdujo xión crítica. Es com ún que mediante la repetición de los re­
el 9 /1 1 no parece tener objetivos políticamente realistas, Ha- cuerdos traumáticos las víctimas traten de darse a sí mismas la
bermas descalifica su contenido político. Basado en ello, se alar­ seguridad de que pueden aguantar el impacto de lo que aún
ma un p oco ante la decisión de declararle la guerra al terroris­ pueda ocurrir. Desde el 9 /1 1 todos nos hemos visto forzados
mo, lo cual le otorga a éste una legitimación política. También a darnos esta seguridad, con el resultado de que el terror apa­
le preocupa la potencial pérdida de legitimidad p or parte de rece menos com o un evento pasado que com o una posibilidad
los gobiernos democráticos liberales, a quienes ve com o siste­ futura. Derrida se muestra incluso sorprendido por la forma
máticamente expuestos al riesgo de reaccionar exageradamen­ tan ingenua com o los medios de comunicación contribuyeron
te contra un enemigo desconocido. Este es un riesgo grave tan­ a multiplicar la fuerza de esta traumática experiencia. Pero, al
to en el plano doméstico, en donde la militarización de la vida mismo tiempo, también se desconcierta al constatar cuán real
cotidiana podría minar el funcionamiento del Estado constitu­ es la amenaza de que el terrorismo explote las redes tecnológi­
cional y restringir las posibilidades de participación democrá­ cas y de información. A pesar de todo el horror que presencia­
tica, com o en el internacional, en donde el uso de recursos mi­ mos, me dijo, es muy factible que un día veamos al 9 /1 1 com o
litares puede resultar desproporcionado o p o co efectivo. el último ejemplo de vínculo entre terror y territorio, com o la
Derrida sostiene que la deconstrucción de la noción de te­ última erupción de un arcaico teatro de violencia destinado a
rrorismo es el único curso de acción políticamente responsa­ golpear la imaginación. Pues los atentados futuros (com o se­
ble, pues el uso público que se hace de esta noción contribuye ría el caso con armas químicas y biológicas, o simplemente me­
de manera perversa a la causa terrorista. Dicha deconstrucción diante desordenamientos masivos de la comunicación digital)
consiste en mostrar que los conjuntos de distinciones dentro pueden ser silenciosos, invisibles y, a la larga, inimaginables.
de las cuales com prendem os el significado del término terro­ Frente a estos peligros devastadores, tanto Habermas com o
rismo están llenos de problemas. En su opinión, no es sólo el Derrida hacen un llamado a una respuesta planetaria que im­
hecho de que la guerra entraña la intimidación de la población plique la transición del Derecho Internacional clásico, aún an­
civil, y por consiguiente elementos de terrorismo, sino también clado en el m odelo decim onónico del Estado-nación, hacia un
que no se puede trazar ninguna separación rigurosa entre di­ nuevo orden cosmopolita (cosmo-político) en el cual las institu­
ferentes tipos de terrorismo, tales com o nacional e internacio­ ciones multilaterales y las alianzas continentales lleguen a ser
nal o local y global. Al rechazar la posibilidad de adscribir cua­ los actores políticos principales.
lesquiera predicados a la supuesta sustancia del terrorismo, En el ámbito de lo práctico, esta transición puede requerir
obviamente negamos que el terrorismo tenga significado, agen­ la creación de nuevas instituciones. Pero es indudable que el
da y contenido político estables. primer paso es fortalecer las instituciones actuales, poner en
Además, Derrida nos exhorta a estar atentos a las relaciones obra su alcance diplomático y respetar sus deliberaciones. En
entre el terrorismo y el sistema globalizado de comunicación. el ámbito de lo teórico, el otorgamiento de poder a los actores
Es un hecho que, a partir de los atentados del 9/11, los medios internacionales exige una reevaluación crítica del significado
han estado bombardeando al m undo con imágenes e historias de la soberanía. Con respecto a esto, tanto Habermas com o De­
acerca del terrorismo. Derrida siente que esto exige una refle­ rrida afirman el valor de los ideales de ciudadanía mundial y

16 i7
La filosofía en una época de terror

derecho cosmopolita, propios de la Ilustración. Com o lo plan­ A g r a d e c im ie n t o s


teó Kant, se trata del estado de una comunidad universal en el
cual todos los miembros tienen el derecho «a ofrecer su com ­
pañía, fundados en la com ún posesión de la superficie de la
tierra»1. Tan pronto com o esté establecida esa comunidad, una
violación de derechos en una parte del m undo será sentida
en todas partes. Sólo con esta condición seremos capaces, dice
Kant, de halagarnos con la certeza «de que avanzamos conti­
nuamente hacia una paz perpetua»2. (Q u ie r o expresar toda mi gratitud a Jürgen Habermas y
Jacques Derrida por su participación en este libro. % crecí con
sus textos, preguntándome a m enudo a qué tipo de personas
podrían pertenecer tan asombrosas mentes. Esta ocasión me
dio la oportunidad no sólo de tener una idea de sus mentes en
pleno trabajo, lo cual fue para mí una experiencia que ha trans­
form ado mi vida, sino también para conocerlos com o las inol­
vidables personas que son: dos muy diferentes y, n o obstante,
indiscutibles caballeros europeos a quienes les han ocurrido
muchas cosas en sus vidas y cuyo fantástico poder intelectual
jamás hace sombra a una muy tangible sensibilidad humana.
También quiero agradecer a mi querido amigo y colega Mi-
chael Murray, sin quien este libro n o sería lo que es, y tal vez
ni siquiera se hubiera completado. Difícilmente puedo encon­
trar palabras para expresar lo que significó para mí su respal­
do. Michael leyó y criticó cada página de este libro, en cada
etapa de su elaboración, brindándome su inacabable conoci­
miento filosófico y agudeza analítica en cada vuelta del camino.
Sé cuánto le d eb o y lo guardo muy adentro de mi corazón.
Este proyecto tiene una fecha de nacimiento trágica: el 11
de septiembre de 2001. Durante ese día y los meses que siguie­
ron consolidé un vínculo muy estrecho con Mariangela Zappia-
Caillaux, una amiga a quien apreciaré por siempre. Ella me ani­
m ó sin descanso, com o persona y com o diplomática de carrera,
y para mí fue esencial su convicción de que ésta era una contri­
bución única y útil. Mis agradecimientos van también para el

18 !9
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Dr. Alvin Mesnikoff, cuya firme creencia en que el libro final­ que significaba m ucho para mí y soportaron mis extensas au­
mente se terminaría permitió que no naufragara en los momen­ sencias del hogar y de sus vidas. Quiero agradecerles por ello.
tos más oscuros. Finalmente, último en la lista pero primero en mi corazón,
Estoy muy agradecida con tres maravillosos amigos: Richard está mi esposo, Arturo Zampaglione. Por haber vivido juntos
J. Bemstein, quien ha sido para mí fuente incomparable de ins­ la tragedia y el trauma del 9 /1 1 , éste también es su libro. Aquel
piración filosófica y humana a través de los años; James Traub, día, y todos los días desde entonces, él me ha ofrecido nada
quien con su aguda mente e implacable sentido del humor me menos que su amor incondicional.
ayudó a reír cuando reír era precisamente lo que yo necesita­
ba, y Brooke Kroeger, la mujer más fuerte que conozco, cuyo
afecto y confianza en mí simplemente jamás olvidaré.
Entre las personas a quienes siento que debo más están mi
editor en la University o f Chicago Press, David Brent, y Giu-
seppe Laterza, de Editori Laterza. Su confianza en este libro,
así com o su amabilidad y amistad han sido preciosas para mí.
En la University o f Chicago Press quisiera agradecer a Maia Me-
lissaRigas por su excelente trabajo de edición del manuscrito,
el cual fue realizado en circunstancias extremas.
Le debo mucho a Luis Guzmán, quien realizó un excelente
trabajo de traducción al inglés de mi diálogo con Habermas,
y a Michael Naas y Pascale-Anne Brault, cuya transcripción al
inglés de mi intercambio conjacques Derrida es una verdade­
ra obra de arte.
Este libro me hizo darme cuenta de lo importante que es
sentirse valorada y respaldada por la institución donde uno
labora. Estoy muy agradecida con el Vassar College y su pre­
sidente, Francis Fergusson; con el director de mi departamen­
to, Douglas Winblad, y con Kathy M agum o, la asistente admi­
nistrativa del departamento. También quiero agradecer a todos
mis estudiantes de Vassar College, quienes me animaron y man­
tuvieron mi entusiasmo. Doy un agradecimiento especial a Max
Shmookler, mi maravilloso asistente de investigación, y a Za-
chary Alien, cuyas pasión por la filosofía y dedicación a mi pro­
yecto fueron algo que para mí será realmente inolvidable.
Mis dos hijos, Gerardo y Lucía Zampaglione, fueron un res­
paldo fabuloso para este libro. Comprendieron perfectamente

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In t r o d u c c i ó n
El t e r r o r is m o y e l l e g a d o d e l a I l u s t r a c ió n

H aberm as y D e r r id a

(Traducido del ingléspor}. J. Botero)

v>abe preguntarse si la discusión acerca del 9 /1 1 y el te­


rrorismo global debería tener el alcance de una evaluación crí­
tica de los ideales políticos de la Ilustración. La tesis de este libro
es que sí. Tanto los atentados del 9 /11 com o la amplitud de las
reacciones diplomáticas y militares que ellos provocaron requie­
ren una respuesta filosófica.
Habermas y Derrida están de acuerdo en que el sistemaju ­
rídico y político que les da su estructura al Derecho Internacio­
nal y a las instituciones multilaterales existentes resulta de la
herencia filosófica occidental basada en la Ilustración, enten­
dida com o una orientación intelectual general ligada a un de­
terminado núm ero de textos claves. Si esto es verdad, ¿quién,
si n o un filósofo, dispone de las herramientas para examinar
críticamente la adecuación del andamiaje existente con rela­
ción a sus precedentes históricos? Yo añadiría que también hay
que tener en cuenta que la batalla contra el terrorismo n o es
una partida de ajedrez. En efecto, n o hay reglas preestableci­
das, así que, en principio, n o hay distinción entre movimien­
tos legales e ilegales ni bases para decidir cuál sería la m ejor
jugada; tam poco hay piezas identificables, y, finalmente, el ta­
blero n o está completamente definido, pues coincide con lo
que Kant definió com o «la posesión comunal de la superficie
terrestre». Desde su alborada griega, la filosofía siempre ha si­
do el lugar para tratar esta clase de enredos conceptuales. Por
ser una disciplina qüe va determinando su cam po de com pe­
tencia a medida que se mueve en él, la filosofía debería saber

23
La filosofía en una época de terror G iovanna B orrad orí

mejor que cualquiera cóm o reorientarse incluso cuando los racional y universal al manojo de emociones que dirigen la exisr
puntos de referencia familiares parecen haber sido pulveri­ tencia humana, la tragedia se mueve por un camino paralelo
zados. Este es el caso tanto con el esquivo concepto de terro­ a la filosofía. En contraste, dado que la historia no gira alrede­
rismo com o con la experiencia del terror que emana de él. dor de principios universales, permanece opaca al análisis filo­
En nuestros diálogos, Habermas y Derrida trazan claramen­ sófico. En la línea del argumento de Aristóteles, puesto que no
te los riesgos que entraña el enfoque pragmático que se sustrae hay un principio universal obvio a la luz del cual Napoleón tu­
de manera deliberada a la tarea de enfrentar la complejidad viera que enviar quinientos mil soldados a conquistar a Rusia
conceptual que subyace a la noción de terrorismo. En la última en 1812, causando la muerte de cuatrocientos setenta mil de
sección de este ensayo introductorio presentaré las razones que ellos, la filosofía no tiene m ucho que decir al respecto.
ellos ofrecen para hacer esta advertencia. Sin embargo, creo Así com o la filosofía no puede aportar nada a la com pren­
que el lector sólo podrá apreciar completamente los argumen­ sión de la campaña rusa de Napoleón, se podría sostener que
tampoco tiene nada interesante que añadir acerca del 9 /1 1 , el
tos de Habermas y Derrida si se sitúa en la perspectiva de la po­
cual, según esta interpretación, mantendría su estatus de mor­
sición única en la que se encuentra la filosofía frente a un even­
tal contingencia.
to histórico singular de significación mundial. Tras explorar
A partir de Aristóteles, la indiferencia de la filosofía con res­
brevemente este asunto en la sección siguiente, pasaré a des­
pecto a la historia dom inó la tradición occidental hasta media­
cribir dos modelos alternativos de compromiso político, lo cual
dos del siglo xvm2, cuando las revoluciones francesa y norteame­
nos dotará de un contexto para las intervenciones de Habermas
ricana revelaron que el presente puede albergar la posibilidad
y Derrida. En la tercera sección abordo el tema de cóm o los
de un rompimiento radical con el pasado. Sólo entonces la fi­
enfoques filosóficos respectivos de estos dos filósofos han si­
losofía em pezó a preguntarse si la razón podría tener una m o ­
do moldeados por los traumas de la historia del siglo xx, inclu­
ral y una responsabilidad social intrínsecas, y si, sobre esa base,
yendo el colonialismo, el totalitarismo y el Holocausto. Mi su­
no debería desarrollar una relación más activa con la historia.
gerencia es que el terrorismo global es el trauma inaugural del A pesar de su disposición conservadora, Kant admiraba el es­
nuevo milenio. píritu revolucionario por haberles dado a los individuos un sen­
tido de su propia independencia frente a la autoridad, inclu­
¿T iene algo que decir la filosofía acerca de la historia ? yendo a la autoridad del pasado. Para Kant y otros filósofos de
la Ilustración se hizo claro que la autoafirmación de la razón
Es bien sabido que Aristóteles afirmó que, puesto que la fi­ tiene un impacto histórico, pues sólo la razón puede indicar
losofía estudia principios universales y la historia eventos sin­ cóm o transformar el presente en un futuro mejor. Sin embar­
gulares, «hasta la poesía es más filosófica que la historia»1. Su go, la razón seguía siendo para ellos una facultad mental que
argumento depende del género poético de la tragedia. Desde poseen todos los individuos simplemente p or el hecho de per­
la Orestíada hasta Antígona, la lectura de toda tragedia griega tenecer a la especie humana y cuya fuerza es enteramente in­
deja ver la aspiración fundamentalmente racional a com pren­ dependiente de las contingencias de la historia.
der, y posiblemente incluso a explicar, los sentimientos y conflic­ Sólo una generación después de Kant, Hegel dio el paso fi­
tos internos de los protagonistas. Al tratar de darle un sentido nal en el acortamiento de la distancia entre historia y filosofía

24 25
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

cuando declaró que la razón misma está ligada a la historia. ción permanente con fuerzas externas. De este m od o la liber­
Para él, la razón n o es una facultad mental abstracta con la tad se mide por el grado de control que se tenga sobre estas fuer­
cual vienen equipados todos los seres humanos y que éstos pue­ zas, las cuales de otro m odo nos controlarían a nosotros. En esta
den afirmar de manera autónoma; más bien resulta de la ma­ perspectiva, la filosofía no sólo puede sino que tiene la respon­
nera com o el individuo se com prende a sí mismo com o parte sabilidad de prestar su contribución a la discusión pública del
de una comunidad. Si la capacidad de pensar está configura­ significado del 9 /1 1 , el cual emerge com o un evento que tiene
da de manera invariable por el tiempo y la cultura, entonces un impacto en nuestra comprensión del m undo y de nosotros
solamente el estudio de la historia puede revelarnos nuestra mismos.
naturaleza y nuestro lugar en el mundo. Desde la perspectiva
hegeliana, puesto que la razón misma es dependiente de la his­ Dos MODELOS DE PARTICIPACIÓN PÚBLICA:

toria, el dicturn aristotélico debe ser puesto al revés: fuera de la ACTIVISMO POLÍTICO Y CRÍTICA SOCIAL

filosofía, nada hay más filosófico que la historia.


La consideración de la relación entre la filosofía y el presen­
La relación entre historia y filosofía tiene un impacto direc­
te ha tenido en el siglo x x un impacto crucial en la manera co­
to en el significado de la responsabilidad y la libertad. Si la ra­
mo los filósofos han interpretado su responsabilidad frente a
zón se concibe com o anterior a la historia, hay espacio para que
la sociedad y la política. Me gustaría distinguir entre dos m o­
el individuo se experimente com o una unidad autónoma cu­
delos diferentes de com prom iso social y político, alineados en
yas decisiones provienen de su voluntad única y de sus necesi­
términos muy generales con el enfoque liberal y con la tradi­
dades singulares. A mediados del siglo X IX la tradición liberal
ción hegeliana: los llamaré activismopolíticoy críticasoáal, encar­
desarrolló este sentido de la autonomía individual com o una
nados respectivamente por las figuras del filósofo británico Ber-
noción de libertad negativa, según la cual yo soy libre cuando
trand Russell y de la norteamericana de origen alemán Hannah
no se meten conmigo, cuando no se me interfiere, cuando pue­
Arendt. Ambas figuras se com prom etieron con la política has­
do decidir lo que me plazca3. La respuesta de Hegel a esto, así
ta el punto de convertirse en intelectuales públicos; pero am­
com o la de sus seguidores, incluyendo a Marx y Freud, fue que bos, es lo que sugiero, entendieron la relación entre filosofía
ésta era una concepción ilusoria, pues n o explora bajo la su­ y política desde extremos diferentes. Mientras que Russell to­
perficie para indagar por qué los individuos toman las deci­ mó el compromiso político com o un asunto de decisión perso­
siones que toman. Dado que estas decisiones están limitadas nal, basado en que la filosofía está com prom etida con la bús­
por el acceso que se tenga a toda clase de recursos (económ i­ queda de la verdad intemporal, para Arendt la filosofía está
cos, culturales, educativos, psicológicos, religiosos, tecnológi­ determinada históricamente, así que cualquier com prom iso
cos) , la idea de que la gente tome sus propias decisiones sin in­ con ella acarrea un significado político. La distinción entre el
terferencia de los demás no la hace libre; por el contrario, la activismo político y la crítica social que voy a articular en segui­
deja a merced de las fuerzas dominantes del momento. da aclara el alcance intelectual de la contribución de Habermas
Creer que no hay nada más filosófico que la historia im­ y Derrida al examen del 9 /1 1 y el terrorismo global4.
plica que la libertad real comienza cuando uno se da cuenta Russell, una figura monumental en los campos de la lógi­
de que las decisiones individuales se forman en una negocia­ ca, la filosofía de las matemáticas y la metafísica, también fue

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

uno de los activistas políticos más visibles que hayan opera­ a la filosofía independencia con respecto a las presiones his­
d o en la escena internacional. La historia de su com prom iso tóricas. «La única filosofía cuyo talante permite una justifica­
político cubre toda la extensión del siglo xx, desde la Prime­ ción teórica de la democracia es el empirismo»5. «Esto ocurre
ra Guerra Mundial hasta los estadios finales de la Guerra Fría. en parte porque la democracia y el empirismo (los cuales se ha­
Com o pacifista comprometido estuvo seis meses en prisión, en llan íntimamente conectados) no exigen que se distorsionen
1918. Durante los años 1920 y 1930 escribió libros, que gene­ los hechos en interés de la teoría»6. Tómese la controversia en­
raron agitadas controversias, acerca de la liberación sexual, el tre el sistema geocéntrico de Ptolom eo y el sistema heliocén­
carácter obsoleto de la institución del matrimonio y los m ode­ trico de Copém ico. Sabemos que Ptolomeo estaba equivocado
los progresistas en educación. Tras recibir el Premio N obel de y que C opém ico tenía razón, simplemente mediante la obser­
Literatura en 1950 se convirtió en un clamoroso miem bro de vación. La responsabilidad de la filosofía, sostenía Russell, «tal
la Campaña por el Desarme Nuclear. Es responsable de la crea­ com o se la practica en las universidades del m undo democrá­
ción de la Atlantic Peace Foundation, dedicada al estudio del tico occidental, es, al menos en su intención, parte de la búsque­
desarme y a la defensa de los pueblos oprimidos. En 1966 con­ da del conocim iento, y apunta al mismo tipo de objetividad
siguió crear el primer tribunal internacional para crímenes que se persigue en la ciencia, sin que las autoridades le exijan
de guerra. Este tribunal, al que se le dio el nom bre de Russell, llegar a conclusiones que sean de la conveniencia del gobier­
acusó a los Estados Unidos de genocidio en la Guerra de Viet­ n o»7.
namí. Bertrand Russell murió en 1970, a la edad de noventa y Para un activista político según el m odelo russelliano, lo es­
dos años. pecífico de la contribución del filósofo radica en compartir
El perfil público de Russell es el de un activista político, pues con el público sus herramientas analíticas, ayudarlo a pensar
entendió el compromiso público com o el resultado de su con­ de manera lúcida a propósito de temas confusos y multifacéti-
tribución a asuntos apremiantes específicos. El activista políti­ cos, separar los buenos de los malos argumentos, respaldar los
co, en el sentido que estoy tratando de demarcar aquí, puede buenos y combatir los malos. El compromiso público de Noam
elegir libremente si se compromete políticamente o no, y es es­ Chomsky, el cual incluye un breve libro sobre el 9 / 1 18, conti­
to lo que hace que intervenga y que luche a favor o en contra núa esta tradición russelliana de activismo político.
de algo. Presuponer que se dispone de todas estas opciones En contraste, la vida y el compromiso político de Arendt nos
es adoptar la concepción liberal — «vive y deja vivir»— de la proporcionan una definición diferente del perfil público de
libertad, de acuerdo con la cual el sujeto tiene el poder autó­ un filósofo. Arendt, uno de los pensadores políticos más im­
nom o de actuar y deliberar más allá de lós condicionamien­ portantes del siglo xx, experimentó personalmente el cataclis­
tos sociales. mo del nazismo en Alemania, país de donde escapó hacia los
Una condición para el activismo político de Russell es que Estados Unidos para no retom ar jamás en calidad de residen­
se suponga que la filosofía tiene la misma libertad negativa con te. Hija única de una familiajudía laica, a los veintitrés años ya
respecto a la historia que el ciudadano individual tiene con res­ había publicado su tesis doctoral. Tras el incendio del Reichs-
pecto a la sociedad. El empirismo, al vincular el conocim iento tag en Berlín en 1933, fue arrestada junto con su madre, rete­
a la experiencia, era para Russell la única orientación que le da nida e interrogada por la policía durante una semana. Al ser

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La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

liberada escapó hacia Checoslovaquia y Suiza, para aterrizar ofrecer una crítica de la modernidad, esto es, una evaluación
finalmente en París, en donde pasó siete años trabajando para de los desafíos característicos que se le presentan al pensamien­
organizaciones judías que facilitaban el viaje de niños hacia to por parte de la historia europea moderna: en ella figura, co­
Palestina. En 1940 se casó con su segundo esposo, un refugia­ mo desafío definitivo, el totalitarismo.
do político alemán, izquierdista y gentil (no ju d ío ), que acaba­ A diferencia de la tiranía, que promueve la ausencia de lega­
ba de ser liberado después de dos meses de detención en un lidad, los dos regímenes totalitarios de mediados del siglo xx,
campo de intemamiento. Pero antes de acabar ese año la pro­ el estalinismo y el nazismo, no eran ilegales en este sentido. En
pia Arendt fue internada junto con su madre en un campo pa­ lugar de ello promovían leyes inexorables que eran presenta­
ra mujeres «extranjeras enemigas», del cual escapó posterior­ das, o bien com o leyes naturales (las leyes biológicas de la su­
mente. Después de reunirse con su esposo, abordó un barco de perioridad racial), o bien com o leyes de la historia (las leyes
Lisboa a Nueva ’Vbrk. Ya en los Estados Unidos se convirtió en económicas de la lucha de clases). Según Arendt, el totalitaris­
una crítica de la fijación que tenía el movimiento sionista ha­ mo es un peligro político distintivamente m oderno que combi­
cia Palestina, en lugar de Europa: una de las causas que apo­ na la coacción «señalizada» sin precedentes con una ideología
yó activamente fue la formación de un ejército ju d ío para lu­ secular totalizadora9. El «terror total» practicado en los campos
char junto a los Aliados. Desde 1933 hasta 1951, año en que de exterminio y los gulags n o es el m edio sino «la esencia del
finalmente obtuvo la ciudadanía norteamericana, habló de sí gobierno totalitario»10. A su vez, la esencia del terror no es la
misma com o de una «persona sin Estado». Murió a la edad de eliminación física de todo aquel que sea percibido com o dife­
sesenta y nueve años, después de enseñar en varias universida­ rente, sino la erradicación de la diferencia en la gente, a sa­
des de los Estados Unidos y de escribir en la prensa en condi­ ber, de su individualidad y su capacidad de acción autónoma.
ción de intelectual pública. El m onopolio del poder que se busca en los regímenes totali­
Si para Russell el primer com prom iso del filósofo es la bús­ tarios «puede ser conseguido y salvaguardado solamente en
queda del conocim iento, por encima y más allá de las contin­ un m undo de reflejos condicionados, de marionetas sin la me­
gencias temporales, para Arendt ese primer compromiso es con nor traza de espontaneidad. Precisamente en razón de la gran
las leyes e instituciones humanas, las cuales, por definición, evo­ magnitud de los recursos de que dispone el ser humano, éste
lucionan a través del tiempo. Para ella, dichas leyes designan no puede ser dominado completamente sólo cuando se haya con­
solamente las fronteras entre el interés público y el privado, si­ vertido en un espécimen de la especie animal hom bre»11.
n o también la descripción de las relaciones entre los ciudada­ La objetivización que Arendt establece com o núcleo defini-
nos. En sus dos libros más importantes, The Human Condition torio del totalitarismo no se restringe a las víctimas de los asesi­
(1944) y The Origins ofTotalitarianism (1958), Arendt destaca la natos masivos llevados a cabo en los lagersy en los gulags, sino
necesidad que tiene la filosofía de reconocer la extrema fragi­ que también se les exige a los perpetradores. En 1961 el New
lidad de las leyes e instituciones humanas, la cual piensa ella Yorkercom isionó a Arendt para cubrir el ju icio del criminal na­
que se ha incrementado de forma dramática con el advenimien­ zi fugitivo A d olf Eichmann, quien había sido capturado en Ar­
to de la modernidad, asumida com o paradigma histórico y cul­ gentina p or el servicio secreto israelí y trasladado para serju z­
tural. En este sentido, su responsabilidad en tanto filósofa es gado ajerusalén, en donde posteriormente fue ejecutado. La

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

corresponsalía de Arendt desde Jerusalén rom pió el silencio el colonialismo, el totalitarismo y el Holocausto. Sus contribu­
que se había impuesto a sí misma acerca de la «cuestión judía» ciones al tema del 9 /1 1 son inseparables de este contexto his­
y que databa desde el establecimiento del Estado de Israel y el tórico.
fracaso de los esfuerzos de Judah Magnes por establecer una Habermas y Derrida nacieron con sólo un año de diferen­
federación democrática binacional en Palestina. El reportaje cia, en 1929 y 1930 respectivamente, y eran unos adolescen­
de Arendt, revisado y publicado más tarde en forma de libro12, tes durante la Segunda Guerra Mundial. Habermas vivía en
se centró en la descripción de Eichmann com o un individuo Alemania bajo el ominoso yugo del Tercer Reich, mientras De­
obtuso, a la deriva del tiempo, que rehusaba examinar crítica­ rrida vivía en Argelia, que en esa época era una colonia fran­
mente cualquiera de sus acciones criminales. En su irreflexiva cesa.
insignificancia— hablando en frases de cajón, desprovisto apa­ Habermas recuerda la profunda con m oción que les pro­
rentemente de odio fanático hacia los judíos y orgulloso de ser dujo a él y a sus amigos el enterarse de las atrocidades nazis,
un ciudadano respetuoso de la ley— , Eichmann se le aparecía primero en los juicios de Nuremberg y posteriormente en una
a Arendt com o la encarnación de lo que hoy se designa me­ serie de películas documentales. «Pensábamos que una reno­
diante su célebre fórmula: «la banalidad del mal»13. vación espiritual y moral era indispensable e inevitable»14. El
Sin duda, su creencia de que la filosofía gira en tom o al cul­ reto de cóm o llevar a cabo una renovación moral en un país
tivo y la protección de un espacio político saludable — forjado con un «pasado indominable» (unbewáltigte Vergangenheit)15 ha
con los elementos de la participación popular, la diversidad hu­ sido la búsqueda de Habermas de toda su vida, la cual ha sos­
mana y la igualdad— reflejaba la urgencia de su propia res­ tenido con lealtad y pasión excepcionales, a la vez en cuanto fi­
puesta personal al terror total: una respuesta surgida del trau­ lósofo y en cuanto intelectual público. Se trataba de una tarea
ma, el desplazamiento, la pérdida y el exilio. Pero esto no es más tan monumental que uno no puede evitar preguntarse por qué
que la marca de una antigua orientación que Arendt heredó un hombre con un talento tan grande com o el suyo, a quien
de los griegos. Desde Sócrates la filosofía ha involucrado la irre­ se le han hecho tantas ofertas académicas en todo el m undo,
soluble pero productiva tensión entre acción y especulación, no decidió abandonar Alemania, cosa que le hubiera permiti­
temporalidad e intemporalidad, vita activay vita contemplativa. do sacar «la cuestión alemana» del centro de la escena de su
vida y su pensamiento. Después de todo, tal decisión hubiera
La filosofía y los traumas de la historia del siglo xx sido perfectamente consistente con sus creencias cosmopolitas.
El hecho de que nunca hubiera decidido irse es para mí gran
A pesar de sus enfoques netamente distintos de la filoso­ motivo de admiración. El papel crucial que cum plió durante
fía, Habermas y Derrida siguen el m odelo arendtiano. Com o el Debate de los Historiadores (Historikerstreit) es una prueba
Arendt, y a diferencia de Russell, n o ven el com prom iso polí­ inobjetable del com prom iso público de Habermas.
tico com o un com plem ento de su com prom iso con la filoso­ A mediados de los años ochenta, varios historiadores alema­
fía, una opción que se puede tomar, posponer o incluso re­ nes empezaron a cuestionar el carácter «único» de los críme­
chazar totalmente. Ambos hallaron y abrazaron la filosofía en nes nazis, con lo cual abrieron el camino para una lectura revi­
el contexto de los traumas de la historia europea del siglo xx: sionista encaminada a equipararlos con otras tragedias políticas

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

del siglo xx. Habermas se sintió particularmente ofendido por Está el simple hecho de que las generaciones subsiguientes
las palabras del renom brado historiador berlinés Ernst Nolte, crecerán también dentro de una forma de vida en la que aque­
quien sugirió que «un defecto notable de la literatura acerca llo fue posible. Nuestra propia vida está ligada al contexto vital
del nacionalsocialismo es que no sabe, o no quiere, admitir has­ en el cual Auschwitz fue posible, no debido a circunstancias con­
ta qué punto todo lo que hicieron posteriormente los nazis, tingentes, sino de m odo intrínseco. Nuestra forma de vida está
con la única excepción del procedim iento técnico del gasea­ conectada con la de nuestros padres y abuelos a través de una
do, ya había sido descrito en una extensa literatura que data red de tradiciones familiares, locales, políticas e intelectuales que
de com ienzos de los años veinte»16. Nolte sostiene que el H o­ es difícil desenredar, esto es, a través de un medio histórico que
locausto se equipara fundamentalmente con las purgas esta- hizo de nosotros lo que somos. Ninguno de nosotros puede esca­
linistas e incluso con la hecatombe bolchevique, excepto por par a este medio, pues nuestras identidades, a la vez como indi­
«el procedim iento técnico del gaseado». viduos y como alemanes, están indisolublemente entretejidas
En aquella ocasión Habermas representó la voz más elo­ con él18.
cuente contra la normalización del pasado alemán y en defen­
sa de la absoluta necesidad que tenía Alemania de hacerse car­ No obstante, n o se debe suponer que, al poner en primer
go del lado oscuro de su pasado, haciendo notar que desde plano el papel constitutivo de la historia, Habermas desesti­
la caída del Tercer Reich había estado operando en la nación ma la importancia de la participación individual en la arena
un «rechazo traumático» a enfrentar la realidad del nazismo. política o cree que la identidad política la proporciona auto­
Al describir la perspectiva de su propia generación, escribió: máticamente una tradición históricamente establecida; por el
contrario, él defiende, particularmente en el contexto de la
Los nietos de quienes al final de la Segunda Guerra Mundial identidad nacional alemana, una noción de patriotismo cons­
eran demasiado jóvenes para poder experimentar una culpa per­ titucional. Sólo un patriotismo semejante, basado en el libre so­
sonal ya están creciendo. La memoria, sin embargo, no se ha dis­ metimiento a la Constitución por parte de cada ciudadano in­
tanciado en consecuencia, pues, independientemente de la pers­ dividual, puede forjar una alianza nacional progresista. Para
pectiva subjetiva de cada quien, su punto de partida sigue siendo Habermas, es esencial que los alemanes se com prendan a sí
el mismo: las imágenes de la rampa de descargue de Auschwitz1^. mismos com o nación solamente en virtud de su lealtad hacia
la Constitución republicana, sin depender de lo que él llama
La culpa n o es simplemente individual, y la responsabilidad «las muletas prepolíticas de la nacionalidad y la comunidad
no se restringe a las decisiones personales. Éste es un punto de destino».
que comparten Habermas y Derrida, pues, tal com o Arendt, Derrida tuvo la experiencia personal de estas muletas cuan­
ambos son filósofos del post-Holocausto. do, en octubre de 1942, fue expulsado de su escuela, el Liceo
Habermas articula la manera com o la culpa y la responsa­ Sen Anoun, ubicado en un antiguo monasterio cerca de El-
bilidad están arraigadas en el contexto de nuestra interacción fiiar, en Argelia, en donde creció y vivió hasta los diecinueve
cotidiana con los demás: citando a otro filósofo germano, Lud- años. La razón de esta expulsión no fue ningún comportamien-
wig Wittgenstein, llama a este contexto una «forma de vida». to inapropiado, sino la aplicación de las leyes raciales en Fran-

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La filosofía en lina época de terror G iovanna B orradori

ciay sus posesiones coloniales, incluyendo a Argelia. La iden­ términos que se ramifican en laberintos históricamente cons­
tidad emergió para Derrida com o un m anojo de limitaciones truidos que amplían y complican indefinidamente el espectro
inestables. Com o él mismo lo recuerda dolorosamente, el ni­ semántico de esta expresión. Por un lado, la especie humana,
ño que fue expulsado en 1942 era «un ju d ío negrito y muy ára­ tal com o ocurre con todas las especies, se inscribe en la histo­
be que no entendía nada, a quien nadie, ni sus padres ni sus ria evolutiva: la pregunta acerca de cuándo nos convertimos
amigos, le dio jamás la más mínima razón»19 de lo que ocurría. en humanos depende del principio de clasificación que adop­
Los antecedentes de Derrida destacan el desafío de existir en temos, el cual en teoría podría ser diferente del que es21. Por
los límites de múltiples territorios: judaismo y cristianismo, ju ­ otro lado, el adjetivo «hum ano» que acompaña, o a la noción
daismo e Islam, Europa y África, Francia continental y sus co­ de un ser individual o a la especie toda, nos pone frente a fren­
lonias, el mar y el desierto. Éste es el mismo desafío que Derri­ te con el problema de lo que significa «humano». ¿Significa ac­
da le presenta a la filosofía. tuar com o humano? ¿Cóm o demarcar el comportamiento hu­
El lenguaje que, según recuerda Derrida, se utilizaba en la mano? N o podem os ni siquiera empezar a aproximamos a
época en que fue expulsado de la escuela hace resaltar la poli­ esta cuestión sin referimos a la noción de naturaleza humana,
fonía de estas voces: «En mi familia y entre los judíos argeli­ su humanidad o inhumanidad.
nos n o se decía casi nunca “circuncisión” sino “bautismo”, no Esta cuestión fue crucial paira la respuesta que dio Derrida
se decía “Bar Mitzvah” sino “com unión”; y esto tuvo com o con­ a los eventos de 196822. Su contribución a aquellos tiempos de
secuencias un ablandamiento, un deslucimiento, a través del gran conflicto intelectual y agitación política consistió en in­
enculturamiento temeroso que he padecido siempre de ma­ terrogarse acerca de la concepción del hom bre que estaba de
nera más o menos consciente, de eventos inconfesables, sen­ hecho enjuego en esos momentos. Sus consideraciones arran­
tidos com o tales, no “católicos”, violentos, bárbaros, difíciles, caron cuestionando el «antropologismo» que a sus ojos dom i­
“árabes”, circuncisión circuncidada, interiorizada, acusación naba la escena intelectual francesa, la cual daba por sentada la
secretamente asumida de asesinato ritual»20. Para Derrida, en­ herencia humanística asociada con el ideal griego de anthmpos.
tonces y por el resto de su vida, toda palabra se ramifica en Desde el Renacimiento italiano hasta la Ilustración, el huma­
una red de conexiones textuales e históricas. Sus intervencio­ nismo permaneció fiel a lo que Derrida ha llamado la «unidad
nes políticas están orientadas a m enudo a arrojar luz sobre es­ del hom bre». N o tendríamos «ciencias humanas» si no creyé­
tos continentes ocultos. Mientras usemos el lenguaje de mane­ ramos en una actividad que es, de manera única y distintiva,
ra irreflexiva, no los notaremos; el problema con esta bendita «humana», en la cual se sostiene «hombre» com o un concepto.
ignorancia es que, al basamos en ellos, reiteramos una canti­ En la oscuridad de la Segunda Guerra Mundial, filósofos
dad de supuestos normativos de los que ni siquiera somos cons­ existencialistas com o Jean-Paul Sartre tenían la esperanza de
cientes. lanzar una nueva versión del humanismo clásico. Sartre pro­
Tomemos com o ejem plo al ser humano. La mayoría de la puso redefinir al hom bre en términos de «realidad humana»,
gente supone que se trata de una designación que es evidente con lo cual quería decir que n o se podía entender al sujeto hu-
por sí misma: un ser humano es un miembro de la especie hu­ utano sin su m undo23. Esta interdependencia entre el sujeto y
mana. El problema es que tanto «humano» com o «especie» son el mundo le aseguraba a Sartre un camino para fundar firme­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

mente la moral y la responsabilidad política en la constitución Para Arendt, Habermas y Derrida, el primer com prom iso
misma del sujeto. Anclar la realidad humana en la responsa­ de la filosofía es con las leyes e instituciones humanas a medi­
bilidad hacia el m undo propio parecía ser el antídoto necesa­ da que evolucionan con el tiempo. Esta creencia es la que los
rio contra la inhumanidad del totalitarismo. marca com o filósofos del post-Holocausto. Su desafío com ún
Pero, sostenía Derrida, aunque el existencialismo fue el pri­ ha consistido, necesariamente, en buscar cóm o darle un giro
m ero en plantear la pregunta por el sentido del hombre, no positivo a la depresión intelectual en que cayó la generación
logró superar el ideal clásico de la unidad del hom bre24. «A de sus maestros tras la experiencia del exilio personal y de los
pesar de que el tema de la historia está bien presente en el dis­ horrores de las décadas de 1930 y 1940. Por un lado, Haber-
curso de este período, aún hay muy poca práctica de la histo­ mas toma el valor universal de las instituciones republicanas
ria de los conceptos. Por ejemplo, jamás se examina la historia y de la participación democrática com o un don, el cual nos fue
del concepto de hombre. T odo ocurre com o si el signo “hom ­ transmitido por la tradición de la Ilustración. Al hablar con ­
bre” no tuviera un origen, ningún límite histórico, cultural o tra la normalización del pasado alemán, escribió: «Después de
lingüístico»25. La posición de Derrida aquí es que, en cuanto
Auschwitz nuestra conciencia nacional deber ser derivada só­
se le den al concepto de hom bre sus fronteras históricas, cul­
lo de las mejores tradiciones de nuestra historia, una historia
turales y lingüísticas, va a ser m ucho más difícil recurrir a cual­
que no tomamos sin examinarla sino de la que nos apropiamos
quier argumento existencialista. La misma multiplicidad de
críticamente»26. El problem a para él n o es que la Ilustración
narrativas históricas tirará de la alfombra bajo los pies de cual­
haya fracasado en tanto proyecto intelectual, sino que su acti­
quier intento de construir el concepto en términos de pares
tud crítica original hacia la historia se perdió, abriéndole así
irreductibles — hom bre vs. mujer, humano vs. inhumano, hu­
el camino a la barbarie política. Por otro lado, Derrida cree que
mano vs. animal, racionalidad vs. instinto, cultura vs. natura­
el universalismo es aquello p or lo que luchan las instituciones
leza— , lo cual, en opinión de Derrida, produce peligrosas sim­
republicanas y la participación democrática en su búsqueda
plificaciones.
El punto de vista de Derrida añade una dimensión total­ infinita de justicia. Esta búsqueda da resultado solamente si es­
mente nueva al concepto de crítica social, particularmente pa­ tamos abiertos a considerar las nociones de republicanismo y
ra una generación que tuvo que darle algún sentido al fracaso democracia, institución y participación, no com o absolutos si­
del ideal humanístico de proteger a Europa del totalitarismo no com o construcciones cuya validez evoluciona con el tiem­
y el genocidio. Para él, com o para Habermas, la culpa y la res­ po y que requieren en consecuencia una constante revisión.
ponsabilidad por los horrores del siglo x x no se pueden limi­
tar a quienes estuvieron directamente involucrados. En la mis­ El legado de la Ilustración en un mundo globalizado
ma vena, para ambos el com prom iso político de la filosofía no
es un asunto de decisión personal. Al hacer filosofía uno se La ideología explícita de los terroristas que atacaron las To­
com prom ete automáticamente con el esfuerzo de tener en rres Gemelas y el Pentágono el 9 /1 1 es un rechazo a la clase
cuenta a su tiempo: en este sentido ninguno de los dos es un de modernidad y secularización que se asocia en la tradición
activista político, mientras que ambos son, de muy diferentes filosófica con el concepto de Ilustración. En filosofía, la Ilustra­
modos, críticos sociales. r o n describe n o solamente un período específico, que coinci­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

de históricamente con el siglo xvm, sino también la afirmación ramificaciones políticas. C om o m uchos filósofos que alcanza­
de la democracia y la separación del poder político y las creen­ ron su mayoría de edad en la década de 1980, yo crecí con el
cias religiosas, que fue en lo que se enfocaron las revoluciones convencimiento de que Habermas y Derrida expresaban visio­
francesa y norteamericana. nes netamente opuestas a propósito de la Ilustración: Haber-
Kant escribió, en un texto célebre, que «la ilustración con­ mas la defendía y Derrida la rechazaba. Más tarde me di cuenta
siste en el hecho por el cual el hom bre sale de la minoría de de que ésta era una imagen sesgada de la cual el principal cul­
edad. El mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba pable era la obsesión intelectual de esa década: la querella en­
en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la tre el modernismo y el posm odem ism o. Si bien la identifica­
dirección de otro»27. Más que un conjunto coherente de cre­ ción de Habermas con el modernism o y los valores políticos
encias, la Ilustración marca una ruptura con el pasado, que só­ de la Ilustración n o tiene discusión, la pretensión, permanen­
lo se hace posible sobre la base de la independencia personal te durante aquellos años, de que Derrida es un pensador con ­
frente a la autoridad. «Si se nos preguntara: ¿vivimos ahora en trario a la Ilustración simplemente está equivocada31.
una época ilustrada?, responderíamos que no, pero sí en una Habermas continúa la tradición de la Teoría Crítica32, que
época de ilustración»28. atribuye a la filosofía una función diagnóstica con respecto a
El 14 de febrero de 1989, más de doscientos años después los males de la sociedad m oderna y al discurso intelectual que
de la publicación de las palabras de Kant, el m undo recordó subyace a su surgimiento yjustifica su alcance y sus motivacio­
que tenía razón: nunca se debe confiar en que vivimos en una nes. Tal com o ocurre con la práctica médica clínica, para la
época ilustrada, sino en una época en que la ilustración es un Teoría Crítica el diagnóstico no es una actividad especulativa
proceso que requiere que se lo cultive constantemente. Ese día, sino una evaluación orientada hacia la posibilidad de la cura.
el líder absoluto de la República Islámica de Irán, el ayatolájo- Tal evaluación le confiere a la filosofía el peso y el privilegio de
meini, lanzó una fatwa, o sentencia de muerte, contra el escri­ la responsabilidad política. U no de los axiomas de la Teoría Crí­
tor de origen indio Salman Rushdie, con el siguiente anuncio tica es la interdependencia de teoría y práctica. Su centro de
en la radio oficial: «Informo al digno pueblo musulmán en to­ atención es la emancipación, entendida com o exigencia de me­
d o el m undo que el autor del libro Versículos satánicos, el cual joramiento de la situación humana presente. Habermas llama
va contra el Islam, el Profeta y el Corán, así com o todas las per­ a esta exigencia «el proyecto inacabado de la modernidad». Ini­
sonas involucradas en su publicación que tuvieron conocimien­ ciado con Kant y otros pensadores ilustrados, este proyecto re­
to de su contenido, han sido sentenciadas a muerte»29. Durante quiere que se crea en principios cuya validez es universal, pues
nueve años Rushdie tuvo que vivir escondido, pesadilla de la se mantienen vigentes a través de las especificidades históricas
cual fue liberado formalmente en 1998, cuando representan­ y culturales.
tes de los gobiernos británico e iraní concluyeron un acuerdo En cambio, lafundamentación intelectual de la deconstruc­
en las Naciones Unidas para poner fin a la amenaza de muer- ción derridiana debe m ucho a la herencia de los siglos xix y
'te en su contra30. XX constituida por Nietzsche, Heidegger y Freud. Según Derri­
La posición de un filósofo frente al legado de la Ilustración da, m uchos principios a los cuales la tradición occidental ha
n o es solamente un asunto teórico; también implica delicadas atribuido validez universal n o capturan lo que todos comparti­

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La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

mos o incluso esperamos. En lugar de eso, lo que hacen es im­ genética u organicista. En Francia se llama «umbral de toleran­

poner un conjunto de estándares que benefician a algunos y cia» al límite más allá del cual no es decente pedir a la comuni­

acarrean desventajas para otros, según el contexto. Para él, la dad nacional que reciba un número mayor de extranjeros, de

demarcación de las fronteras históricas y culturales de dichos trabajadores inmigrantes, etc.

principios es una precondición para adherir a la exigencia ilus­


trada de justicia y libertad para todos. Pero el enfoque que hace Para Derrida, la noción de tolerancia es inadecuada para
Derrida de la ética y de la política tiene otra dimensión: él la utilizarla en la política secular. Su resonancia religiosa, que tie­
llama una responsabilidad anterior a la alteridad y la diferen­ ne raíces profundas en la concepción cristiana de caridad, des­
cia, que se sitúa más allá de las fronteras de la descripción, barata cualquier aspiración de universalidad33. Siempre aten­
excluida y silenciosa. Para él, este sentido de responsabilidad to a todos los hechos del lenguaje, Derrida señala que n o es
articula la exigencia de universalismo que se asocia con la Ilus­ una coincidencia que el discurso biológico se haya apropiado
tración. del concepto de tolerancia para indicar la fina línea que sepa­
ra la integración del rechazo. El umbral de tolerancia designa,
A la luz de los diálogos reunidos en este libro, uno n o pue­
como ocurre en los transplantes de órganos y la terapia de ma­
de evitar convencerse de que Habermas y Derrida comparten
nejo del dolor, el límite extremo de la lucha del organismo pa­
una fidelidad hacia la Ilustración. La diferencia entre sus enfo­
ra mantenerse balanceado antes de sufrir un colapso.
ques n o es sólo un asunto de interés histórico (pues arroja una
Así, la tolerancia es lo opuesto a la hospitalidad, la cual es
nueva luz sobre su relación), sino también una exhibición de
presentada por Derrida com o su alternativa. Es claro que la
la riqueza y la variedad que sólo la filosofía es capaz de ofre­
distinción entre tolerancia y hospitalidad n o es una sutileza se­
cer para la interpretación del momento presente. El problema
mántica sino que apunta al aspecto más importante del en­
de la tolerancia, un concepto clave tanto de la Ilustración co­
foque derridiano de la ética y la política: la singular obligación
m o de la imagen que tienen de sí mismas las democracias occi­
que cada uno de nosotros tiene frente al otro. «La hospitali­
dentales, es un caso ilustrativo de ello. dad pura o incondicional n o consiste en una invitación («yo te
Derrida recalca la matriz distintivamente cristiana de la no­ invito, yo te acojo en mi casa [chez moi] con la condición de que
ción de tolerancia, lo cual hace de ella un concepto político y tú te adaptes a las leyes y normas de mi territorio, según mi len­
ético menos neutro de lo que pretende ser. Debido a su origen gua, mi tradición, mi memoria, etc.). La hospitalidad pura e
y enfoque religiosos, la n oción de tolerancia es un remanen­ incondicional, la hospitalidad misma se abre, está de antema­
te de un gesto paternalista en el que n o se acepta al otro com o no abierta a cualquiera que no sea esperado ni esté invitado,
igual sino que se lo subordina, quizás sé lo asimila y ciertamen­ a cualquiera que llegue com o visitar absolutamente extraño,
te se lo malinterpreta en su diferencia. no identificable e imprevisible al llegar, un enteramente otro».
El aval de Derrida a la hospitalidad en lugar de la tolerancia
Por supuesto, la tolerancia es ante todo un acto de caridad. constituye una sofisticada reelaboración de un texto clave de
Caridad cristiana, por consiguiente, incluso si puede parecer que un filósofo clave de la Ilustración, Kant, quien fue el primero
judíos o musulmanes se apropian de ese lenguaje [...] Al sen­ en plantear la cuestión de la hospitalidad en el contexto de las
tido religioso [...] hay que añadir una connotación biológica, relaciones internacionales.

42 43
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Quienes interpretan a Derrida com o una especie de pos- política, cuyos ciudadanos se han otorgado recíprocamente los
modernista— un pensador contrario a la Ilustración, con cierta mismos derechos, no hay lugar para una autoridad que pueda

inclinación hacia el relativismo— podrían utilizar su decons­ fijar unilateralmente los límites de lo que se tolera. Sobre la base

trucción del alcance universal de la tolerancia para respaldar de la igualdad de derechos y del reconocimiento recíproco de

sus argumentos34. Para Derrida, por el contrario, la demarca­ los ciudadanos, nadie posee el privilegio de poner los límites de

ción de los límites históricos y culturales de nociones aparen­ la tolerancia solamente desde la perspectiva de su propia valo­

temente autoevidentes, com o la de tolerancia, expande y actua­ ración.

liza la agenda de la Ilustración35, en lugar de traicionarla. Para


enfrentar los retos específicamente globales de nuestra épo­ La objeción que Habermas les dirige a Derrida y a su decons­
ca, la crítica social y la responsabilidad ética exigen que se lleve trucción de la noción de tolerancia se aplica a una situación
a cabo la deconstrucción de ideales que son falsamente neu­ política muy específica: una democracia participativa funcio­
tros y potencialmente hegemónicos. La deconstrucción, lejos nal. En ella n o es posible practicar la tolerancia com o la razón
del más fuerte. N o obstante, me atrevo a decir que la globaliza-
de cercenar la demanda de justicia y libertad universales, la
ción parece haber transformado las condiciones y el significa­
renueva infinitamente.
do de la participación, tanto económ ica com o políticamente.
En contraste con lo anterior, Habermas apoya la toleran­
¿Quién participa en qué? Si es verdad que se están abriendo
cia en los frentes ético y legal. Su defensa de ella emerge de su
más vías de participación global, ¿por qué el umbral de toleran­
concepción de la democracia constitucional com o la única si­
cia parece haber retrocedido, particularmente en la parte que
tuación política que puede combinar de manera consistente
les corresponde a quienes supuestamente acaban de ingresar
la com unicación libre y exenta de coacción y la form ación de
com o participantes al foro público? ¿Deberíamos admitir que
un consenso racional. Es cierto, dice, que el término tiene un
la globalización difunde más la ilusión que la realidad de par­
origen religioso y que sólo posteriormente se lo apropió la po­
ticipación universal? Y si es así, ¿qué hacemos con la toleran­
lítica secular. Es más: también es cierto que la tolerancia es uni­
cia?
lateral: «Es obvio que el umbral de tolerancia, que separa lo
Habermas se vuelve hacia la modernidad para enfrentar
que aún es “aceptable” de lo que n o lo es, lo establece arbitra­ estas críticas. Toma el paradigma de la intolerancia religiosa,
riamente la autoridad existente». Sin embargo, opina que la que interpreta en términos de fundamentalismo, com o un fe­
unilateralidad de la tolerancia se neutraliza si se la practica en nóm eno exclusivamente m oderno. En la misma vena de Kant,
el contexto de un sistema político participativo, tal com o el que entiende la modernidad más com o un cam bio en la actitud
proporciona la democracia parlamentaria. En respuesta direc­ de creencia que com o un cuerpo coherente de creencias. Una
ta a Derrida, aclara este punto: actitud de creencia indica más la manera com o creemos que
aquello en lo cual creemos. El fundamentalismo tiene menos
La completa deconstrucción del concepto de tolerancia cae que ver con algún texto o algún dogma específico que con la
en una trampa. Pues el Estado democrático de derecho contradi­ modalidad de la creencia.
ce exactamente la premisa a partir de la cual se deriva el sentido Habermas concede que toda doctrina religiosa está basada
paternalista de la tolerancia. En el interior de una comunidad en un núcleo dogmático de creencias; de otro m odo, no se se­

44 45
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

guiría la fe. Sin embargo, con el surgimiento de la modernidad La relación entre fundamentalismo y terrorismo está me­
las religiones tuvieron «que dejar ir el carácter vinculante y la diada por la violencia, que Habermas entiende com o una pa­
aceptación política universales de sus doctrinas» con el fin de tología comunicativa.
coexistir en una sociedad pluralista. La transición de la actitud «La espiral de la violencia comienza com o una espiral de
de creencia prem odem a a la moderna representó un desafío comunicación deformada que conduce, a través de la espiral
monumental para las religiones mundiales. Éstas son religio­ de la desconfianza recíproca incontrolada, al colapso de la c o ­
nes cuya pretensión exclusiva de verdad estaba respaldada y municación.» Sin embargo, el rasgo distintivo de las socieda­
confirmada por situaciones políticas «cuyas periferias parecían des occidentales, a las cuales ciertamente persiguen la desigual­
desdibujarse más allá de sus fronteras». La modernidad da ori­ dad social, la discriminación y la marginalización, es que en
gen a una pluralidad de naciones y a un crecimiento tal de la ellas las personas «n o se encuentran com o “camaradas” o co ­
complejidad social y política, que la exclusividad de las preten­ mo “parientes” que — en la familia o en la vida diaria— se vuel­
siones absolutas se hace simplemente insostenible. En Euro­ ven ajenos uno al otro a través de una com unicación sistemá­
pa, el cisma confesional y la secularización de la sociedad obli­ ticamente distorsionada».
garon a la creencia religiosa a reflexionar sobre su lugar no El marco legal no aporta m ucho a la prom oción de un cam­
exclusivo dentro de un discurso universal compartido con otras bio de mentalidad, el cual «ocurre más bien a través de la li-
religiones y limitado por un conocim iento del m undo gene­
beralización de condiciones, de un alivio objetivo de la opre­
rado científicamente.
sión y el miedo. La confianza se tiene que poder desarrollar en
La globalización ha acelerado la reacción defensiva que
las prácticas comunicativas cotidianas. Sólo entonces se podrá
acompaña al temor de lo que Habermas define com o «el vio­
extender una amplia ilustración efectiva a los medios, las es­
lento desarraigo de los m odos de vida tradicionales» del cual
cuelas y los hogares. Y esto se debe hacer mediante la adhesión
se acusa generalmente a la modernidad. N o podem os negar,
a las premisas de la propia cultura política». El rem edio con ­
dice Habermas, que la globalización ha dividido la sociedad
tra las distorsiones sistemáticas de la com unicación consiste
mundial en ganadores, beneficiarios y perdedores. En este sen­
en reconstruir un vínculo de confianza fundamental entre la
tido, «el m undo occidental en su conjunto le sirve de chivo ex­
gente, lo cual no puede ocurrir mientras dom inen la opresión
piatorio a la muy real experiencia de pérdida del m undo ára­
y el miedo. Tal vínculo depende tanto del mejoramiento de las
be. En un nivel psicológico, tal experiencia crea una situación
favorable a una visión del m undo altamente polarizada según condiciones materiales com o de la cultura política en la que los
la cual diversas fuentes espirituales hacen resistencia a la fuer­ individuos se encuentran interactuando mutuamente, pues si
za secularizadora de la influencia occidental». Para disipar es­ falta alguno de los dos se hace imposible asumir una perspec­
ta peligrosa polarización entre la amoralidad de Occidente y tiva mutua.
la supuesta espiritualidad del fundamentalismo religioso, Ha- Mientras para Habermas la razón, entendida com o la p o­
bermas llama a la cultura occidental a realizar un riguroso au- sibilidad de com unicación transparente y n o manipuladora,
toexamen. Pues si el mensaje normativo que exportan las de­ puede curar los males de la modernización, entre ellos el fun­
mocracias liberales occidentales sigue siendo el consumismo, damentalismo y el terrorismo, para Derrida estas cepas destruc­
el fundamentalismo continuará sin ninguna oposición. tivas pueden ser detectadas y nombradas, pero n o totalmente

46 47
La filosofía en una época de terror G iovanna Borradori

controladas o conquistadas. Mientras para Habermas los agen­ lencia de los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono
tes patológicos tienen que ver con la velocidad con que se im­ reveló un abismo de terror que va a perseguir nuestra existen­
puso la modernidad y la reacción defensiva que provocó de cia y nuestro pensamiento p or años, y quizás p or décadas. La
parte de las formas más tradicionales de vida, para Derrida es­ elección de una fecha, 9 /11, com o nombre para los atentados,
ta reacción defensiva viene con la modernidad misma. El terro­ tiene por objeto atribuirles monumentalidad histórica, lo cual
rismo es para él el síntoma de un desorden autoinmunitario íniorptpt o ln vp? Hp lr>« mpHins nrrirlpnfalps v He los
que amenaza la vida de la democracia participativa, el sistema terroristas.
legal que le subyace y la posibilidad de una separación neta Para Habermas, así com o para Derrida, la globalización tie­
entre las dimensiones secular y religiosa. Las condiciones au- ne un gran papel frente al terrorismo. Mientras para Habermas
toinmunes implican el suicidio espontáneo del mecanismo de­ consiste en incrementar la desigualdad debido a una m oder­
fensivo que, se supone, debe proteger al organismo de las agre­ nización acelerada, Derrida tiene de ella una lectura diferen­
siones externas. Desde el punto de vista de este sombrío análisis, ciada, según el contexto. Por ejemplo, ella hizo posible el rápi­
Derrida nos exhorta a proceder lenta y pacientemente en la do y relativamente suave proceso de democratización de los
búsqueda de una cura. países del este de Europa que antes hacían parte de la Unión
La tesis de Derrida en nuestro diálogo es que el tipo de te­ Soviética. Derrida piensa que la globalización allí fue buena.
rrorismo global que está tras los atentados del 9 /1 1 no es el pri­ «Los recientes movimientos de democratización [...] deben
mer síntoma de la crisis autoinmunológica sino solamente su mucho, quizás casi todo, a la televisión, a la com unicación de
manifestación más reciente. Durante la Guerra Fría las dem o­ modelos, normas, imágenes, mercancía informacional, etc.»
cracias occidentales estuvieron armando y entrenando a sus fu­ En contraste con esto, Derrida se muestra extremadamente
turos enemigos en una forma cuasisuicida. El simétrico desplie­ preocupado por el efecto que tiene la globalización sobre la
gue de poder de la Guerra Fría fue minado por la diseminación dinámica de los conflictos y la guerra. «Entre los dos supues­
del arsenal nuclear así com o de las armas químicas y bacte­ tos líderes guerreros, entre las dos metonimias “Ben Laden”
riológicas. Ahora nos enfrentamos a la realidad de un conflic­ y “Bush”, la guerra de imágenes y de discursos va a un ritmo
to asimétrico que, com o tal, representa un paso más de la cri­ cada vez más rápido en todas las ondas, disimulando y extra­
sis autoinmunológica. En la época del terror n o sólo no hay viando cada vez con mayor rapidez la verdad que revela».
posibilidad de balance, dado que la amenaza n o proviene de Pero en otros casos la globalización n o es más que un arti­
un Estado sino de fuerzas incalculables, sino que el concepto ficio retórico dirigido a disimular la injusticia. En opinión de
de responsabilidad total se hace potencialmente incalculable. Derrida, esto es lo que pasa en las culturas islámicas, en donde
¿Quién es responsable de qué, en qué etapa de la planeación, se cree que la globalización está ocurriendo, pero en realidad
ante qué cuerpo jurídico? no lo está. Aquí Derrida se acerca a Habermas, n o solamente
Com o la Guerra Fría, el espectro del terrorismo global ron­ ^ entender la globalización bajo la rúbrica de la desigualdad,
da nuestro sentido del futuro, porque mata la promesa de la sino también al conectarla con el problema de la modernidad
que depende una relación posible con nuestro presente. En Yde la Ilustración.
todo este horror, el 9 /1 1 nos dejó esperando lo peor. La vio­

48 49
La filosofía en una época de terror

En el transcurso de los últimos siglos, cuya historia habría que


volver a estudiar con cuidado (ausencia de un período de Ilustra­
Se c c ió n primera
ción, colonialismo, imperialismo, etc.), se acumularon las premi­
sas de una situación geopolítica cuyos efectos sentimos hoy, en
primer lugar la paradoja de una marginalización y de una paupe­
rización a un ritmo que es proporcional al crecimiento demográ­
fico. Las poblaciones aquejadas no están solamente privadas del
acceso a lo que llamamos la democracia (en razón de la historia
que acabo de evocar rápidamente); fueron incluso despojadas
de las riquezas llamadas naturales que se encuentran en su suelo
[...] Estas riquezas «naturales» son en realidad los únicos bienes
no virtualizables y no desterritorializables hoy en día.

La posición del m undo islámico es única en dos aspectos:


de una parte, carece de la experiencia esencialmente m oder­
na de la democracia que tanto Habermas com o Derrida ven
com o algo necesario para que una cultura enfrente de mane­
ra positiva la modernización; de otra parte, muchas culturas
islámicas prosperaron en un suelo rico en recursos naturales
com o el petróleo, al que Derrida define com o el último recur­
so «no virtualizable y n o desterritorializable». Esta situación
hace que el bloque islámico sea más vulnerable a la m oder­
nización salvaje acarreada por los mercados globalizados y do­
minada por un pequeño núm ero de Estados y corporaciones
internacionales.
Mientras para Habermas el terrorismo es el efecto del trau­
ma de la modernización, la cual se ha extendido por todo
el m undo a una velocidad patológica, Derrida lo ve com o un
síntoma de un elemento traumático que es intrínseco a la ex­
periencia moderna, que se focaliza siempre en el futuro, en­
tendido patológicamente com o promesa, esperanza y autoa-
firmación. Ambas son reflexiones sombrías sobre el legado de
la Ilustración: la búsqueda incansable de una perspectiva críti­
ca, que debe arrancar con un examen de nosotros mismos.

50
F u n d a m e n t a l ís im o y terror

D iá l o g o con J ü r g e n H a berm as
(Traducido del alemán por Luis Eduardo Hoyos)

¿ Considera usted lo que solemos llamar el «11 de septiembre»


también como un «acontecimiento sin precedentes», es decir, como un
acontecimiento que ha cambiado radicalmente la comprensión que te­
nemos de nosotros mismos ?
Déjeme decir ante todo que yo respondo a sus preguntas
desde una distancia de tres meses después del acontecimien­
to1. Quizás sea bueno mencionar el transfondo de mi propia
experiencia. Desde principios de octubre he pasado una vez
más aproximadamente dos meses en Manhattan. D ebo confe­
sar que esta vez, en la «capital del siglo xx» — que me fascina
desde hace más de tres décadas— , me he sentido de algún m o­
do más extraño que durante todas mis anteriores estadías. No
es sólo el patriotismo agitador de banderas y algo altivo — « Uni­
ted we stand»— el que había cambiado el ambiente. N o es sola­
mente la inusual aspiración a la solidaridad y la sensibilidad,
ligada a ella, con respecto a cualquier presunto «antiamerica­
nismo». La impresionante generosidad americana frente a los
extranjeros, el encanto del abrazo solícito, muchas veces inclu­
so también conscientemente calculado, esa magnífica menta­
lidad abierta pareció haber cedido ante una leve desconfian­
za. ¿Nosotros, que n o estuvimos ahí, nos presentaríamos ahora
frente a ellos también sin reservas? Incluso aquellos que goza­
mos de un record libre de sospechas, com o es mi caso entre mis
amigos norteamericanos, tenemos que ser muy cautelosos a
la hora de hacer críticas. Desde la intervención en Afganistán
se empezó a notar repentinamente en conversaciones políticas

53
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

si había europeos conversando entre sí (o estaban solamente vista retrospectivamente, estaba en cierto sentido desorientada.
con gente de Israel). Esa guerra inauguró una época de guerra total y de represión
Por otra parte, yo sólo percibí la completa dimensión del totalitaria, de barbarie mecanizada y de asesinato en masa bu-
acontecimiento en el lugar mismo. El horror frente a esa des­ rocratizado. En aquel m om ento se éxpandió, ciertamente, al­
gracia que irrumpe, literalmente, desde el cielo límpido — y el go así com o un presentimiento de esto. Pero solamente desde
inferné sentimiento de ese pérfido atentado— , se sentía de m o­ una visión retrospectiva podrem os saber si el derrumbamien­
do muy distinto en el sitio mismo que en casa, lo mismo que to simbólico de la ciudadela capitalista en el sur de Manhattan
la depresión que se incubaba sobre la ciudad. Cada amigo y ca­ significa una cesura tan profunda, o si esa catástrofe solamen­
da colega se acordaban exactamente de su propia situación en te ha confirmado de un m odo dramáticamente inhumano una
aquella mañana p oco después de las nueve. Para decirlo breve­ vulnerabilidad desde hace rato consciente de nuestra com ple­
mente, he aprendido a entender m ejor ese ambiente cargado ja civilización. Cuando no se trata propiamente de la revolu­
de fatalidad, que resuena aún en su pregunta. También entre ción francesa — Kant habló, de hecho, muy pronto de un «sig­
la gente de izquierda está muy difundida la conciencia de es­ no histórico» que indicaba una «tendencia moral del género
tar viviendo un cambio de época. N o sé si el gobierno estaba al­ humano»— , es decir, cuando se trata de algo menos ambiguo,
go paranoico o sólo temeroso respecto de su responsabilidad. es solamente la historia efectiva la que decide sobre el rango
En todo caso los repetidos anuncios, sin ninguna especifica­ de un acontecimiento histórico.
ción, de nuevos ataques terroristas y los llamados sin sentido Quizás más tarde se podrán remitir importantes desarrollos
— «be alert» — , el m iedo vago y una indeterminada disposición al 11 de septiembre. Pero no sabemos cuál de los muchos esce­
de alarma, es decir, todo aquello que constituye justamente el narios que se dibujan hoy en día se llegue a alcanzar realmen­
propósito de los terroristas, todavía atizaban el fuego. En Nue­ te en el futuro. La coalición inteligentemente convocada por
va York la gente parecía resignada a lo peor. De un m odo, en los Estados Unidos, aunque frágil, contra el terrorismo, podría
cierto sentido, obvio se les atribuían a las fechorías diabólicas fomentar en el mejor de los casos un tránsito del derecho clási­
de Osama Ben Laden los atentados con ántrax, o también la co internacional a un estado de derecho cosmopolita. La con­
caída del avión en Queens2. ferencia cumbre sobre Afganistán en el Petersberg, en Bonn,
Con todo esto com o telón de fondo usted comprenderá un que, bajo el patrocinio de las Naciones Unidas, reorientó las
cierto escepticismo. ¿Es tan importante para sacar un diagnós­ cosas en la dirección correcta, fue al menos una señal de espe­
tico a largo plazo lo que nosotros los contemporáneos senti­ ranza3. Pero los gobiernos europeos han fallado completamen­
mos en este momento? Si es cierto que el ataque terrorista del te. Son abiertamente incapaces de mirar más allá del ámbito
11 de septiembre representó, com o muchos creen, un corte en nacional para darle al menos, com o europeos, un espaldarazo
la historia mundial, entonces tendría que soportar una compa­ a un Powell en contra de los partidarios de la línea dura. El go­
ración con otros acontecimientos de la historia mundial. Para bierno de Bush parece continuar más o m enos sin inconve­
hacer esa comparación n o sería adecuado Pearl Harbor, sino nientes el curso centrado en sí mismo de una raída política de
más bien agosto de 1914. Con el estallido de la Primera Gue­ superpotencia. Se resiste aún contra la instauración de un Tri­
rra Mundial llegó a su fin una época pacífica, una época que, bunal Penal Internacional y en lugar de ello confía en sus pro­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

pios tribunales militares, que violan los derechos de los pue­ virtieron los aviones repletos de combustible con sus rehenes
blos. Se niega a firmar la convención de armas biológicas. Ha en proyectiles vivientes, ni tam poco únicamente al insoporta­
dado por terminado unilateralmente el tratado antimisiles y ble número de víctimas, ni a la dramática dimensión de la des­
se siente desde el 11 de septiembre absurdamente confirmado trucción. También fue nueva la fuerza simbólica de los objeti­
en su plan de instalar un sistema de defensa contra cohetes. vos alcanzados. Los que atentaron n o solamente dem olieron
Para esa unilateralidad tan p o co disimulada el m undo se ha físicamente las torres más altas de Manhattan, sino que destru­
vuelto demasiado com plejo. Aun si Europa n o se anima a des­ yeron un icon o en el hogar de las imágenes de la nación ame­
empeñar el rol civilizador que sobre ella recae hoy en día, la ricana. Sólo después del paroxismo patriótico que sobrevino
creciente potencia mundial que es China y la decreciente Ru­ se pudo reconocer la importancia tan central que ese objeto
sia no se acomodarán así sin más al m odelo de \apax americana. de admiración en la silueta de Manhattan había adquirido, la
En vez de las acciones policivas que estuvimos esperando du­ relevancia que había alcanzado para la imaginación de todo
rante la guerra del Kosovo, hay de nuevo guerras, guerras al el pueblo esa poderosa encam ación de potencia económ ica
más alto nivel técnico, pero en el viejo estilo. y de voluntad de futuro. También fue nueva la presencia de las
La miseria en el destruido Afganistán recuerda las imágenes
cámaras y de los medios que hicieron de un hecho local al mis­
de la guerra de los Treinta Años. Por supuesto que había bue­
mo tiempo un acontecimiento global y a la población mun­
nas razones, también buenas razones normativas, para desha­
dial en su conjunto la convirtieron en testigo ocular pasmado.
cerse de forma violenta del régimen talibán, que ha reprimido
Quizás pueda hablarse del 11 de septiembre com o del primer
brutalmente a toda la población y no solamente a las mujeres.
acontecimiento histórico mundial, en el estricto sentido de la
Igualmente se ha impuesto en contra la exigencia legítima de
palabra: el choque, la explosión, el lento derrumbamiento, to­
extraditar a Ben Laden. Pero la asimetría entre la fuerza des­
do eso que n o estaba ocurriendo en Hollywood de m odo irreal,
tructiva concentrada de las bandadas de cohetes elegantemen­
sino que era una cruel realidad, se consum ó literalmente a los
te maquillados que eran impulsadas al aire electrónicamente
ojos de la opinión pública mundial. El amigo colega que des­
y la arcaica fiereza de las hordas de guerreros de tierra barbu­
de la terraza de su casa en la calle Duane, a pocos metros del
dos, armados con fusiles Kalaschnikov, queda com o un espec­
táculo moralmente obsceno. Eso se capta correctamente sólo World Trade Center, vio explotar el segundo avión en los pisos
cuando uno recuerda la historia colonial, poseída por la violen­ de arriba, vivió y sintió algo distinto (sabrá Dios qué) a lo que
cia, de esa porción geográfica recortada arbitrariamente y de viví y sentí yo en Alemania frente a la pantalla de televisión, pe­
la permanente instrumentalización a la que ha sido sometido ro no vio nada distinto a lo que yo vi.
ese país en el ju ego de las grandes potencias. Pero los talibanes Por supuesto que las observaciones de un acontecimiento
ya son parte de la historia. único no explican aún por qué razón el terrorismo ha adquiri­
do con ello una nueva característica. En ese sentido me parece
Bien. Nuestro tema es el terrorismo que a partir del 11 de septiem­ ante todo relevante una circunstancia: n o se sabe realmente
bre ha adquirido una nueva característica... quién es el enemigo. La persona de Osama Ben Laden desem­
El mismo acto tan monstruoso ya fue algo nuevo. N o me re­ peña más bien una función representativa. Lo muestra la com ­
fiero solamente a la acción de los terroristas suicidas que con­ paración con partisanos o con terroristas comunes, digamos

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

en Israel. También esa gente lucha frecuentemente descen­ vicio secreto, si está reaccionando desproporcionadamente. Por
tralizada en pequeñas unidades, autónomamente decididas. eso el Estado corre el peligro de quedar en ridículo debido a
También en esos casos hace falta una concentración de fuer­ la demostración de la inadecuación de sus medios, y esto tanto
zas armadas o un centro de organización que ofrezca objetivos internamente, a causa de una militarización de las medidas de
de ataque fáciles. Pero los partisanos luchan en territorio co­ seguridad que amenaza el Estado de derecho, com o en el ám­
nocido con objetivos políticos declarados para la conquista del bito externo por cuenta de la movilización de un superpoder
poder. Eso los diferencia de los terroristas dispersos por todo tecnológico-militar igualmente desproporcionado e ineficaz.
el globo y conectados en red según los principios de un servi­ A mediados de diciembre, en Bruselas, en el marco de la reu­
cio secreto. Esos terroristas dejan conocer, ciertamente, sus m o­ nión cumbre de la otan , el Ministro de Defensa Rumsfeld pre­
tivos fundamentalistas, pero no siguen ningún programa que vino nuevamente, por motivos claros, contra atentados terro­
vaya más allá de destruir y de minar la seguridad. El terrorismo ristas indeterminados. «Si observamos la destrucción que han
que en este m omento asociamos al nombre de Al-Queda hace causado en los Estados Unidos, nos podem os imaginar lo que
imposible una identificación del enemigo, así com o también ellos pueden llegar a hacer en Nueva York o en Londres o en
una evaluación realista del riesgo. Esa inaprehensibilidad le París o Berlín con armas nucleares, químicas o biológicas»
confiere una nueva característica. (Süddeutsche Zeitung del 19 de diciembre de 2001). Otra cosa
Cierto es que la indeterminación del riesgo forma parte de son la medidas necesarias, pero solamente a largo plazo efica­
la esencia del terrorismo. Pero los escenarios de una guerra bio­ ces, que el gobierno de los Estados Unidos tom ó inmediata­
lógica o química, imaginados hasta en los últimos detalles en mente después del ataque. Me refiero a la construcción de una
los medios americanos, las especulaciones sobre los m odos de coalición de Estados de alcance mundial en contra del terroris­
ju ego del terrorismo nuclear, sólo delatan la incapacidad del mo, al control eficaz de los corrientes financieras sospechosas
gobierno de determinar al menos la dimensión del riesgo. No y de las conexiones bancarias internacionales, a la coordina­
se sabe cuánto hay de cierto en todo ello. En Israel se sabe lo ción en red de los flujos de información cruciales de los ser­
que puede pasar cuando se sube uno a un bus, o cuando uno vicios secretos nacionales, así com o también a la coordinación
entra a un restaurante o va a una discoteca, o se mueve por de las correspondientes investigaciones policiales.
plazas públicas; también se sabe con quéfrecuencia ocurren esas
cosas. En los Estados Unidos o en Europa no se puede delimi­ Si es cierto que el intelectual es unafigura can rasgos históricamen­
tar el riesgo. N o hay una evaluación realista del tipo, la dimen­ te específicos, ¿desempeña él en nuestro actual contexto un papel espe­
sión y la probabilidad del riesgo, ni tampbco algún tipo de de­ cial?
limitación de las regiones que pueden ser afectadas. Yo n o diría tal cosa. Todos los escritores, los filósofos, los
Eso pone a una nación amenazada, que sólo puede reac­ científicos sociales y los representantes de las ciencias huma­
cionar a tales riesgos indeterminados con medios de poder or­ nas, los artistas, que usualmente se pronuncian, también han
ganizado estatalmente, en la penosa situación de reaccionar reaccionado esta vez. Hemos visto el habitual pro y contra, la
posiblemente de m odo desproporcionado, sin poder saber, de niisma maraña de voces con las consabidas diferencias nacio­
acuerdo con el insuficiente estado de las informaciones del ser­ nales de estilo y de resonancia pública (no muy diferentes a

58 59
La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

durante la guerra del G olfo o durante la guerra de Kosovo). ciedad pluralista desde el punto de vista de las concepciones
Quizás se oyeron algo más rápido y más alto que de costum­ del mundo y se empeña — incluso con violencia— en la im po­
bre las voces americanas, pero al final también algo más fieles sición política y en la obediencia general de su doctrina.
al gobierno y más patriotas. Inclusive los liberales de izquierda Las doctrinas proféticas que surgieron en la antigüedad fue­
parecen estar de acuerdo con la política de Bush. Los puntos ron, hasta la incursión en la modernidad, religiones mundiales
de vista emitidos por Richard Rorty no son completamente atí­ en el sentido de que ellas se pudieron difundir en el horizonte
picos, si lo veo correctamente. Por otra parte, los críticos de la cognitivo de un imperio percibido por dentro com o difuso y
intervención en Afganistán han partido de falsos pronósticos omniabarcante. El «universalismo» de los antiguos imperios,
en su evaluación pragmática de las perspectivas de éxito. Es que a partir de cuyo centro pareció perderse la periferia en lo ilimi­
esta vez, además de algunos conocimientos histórico-antropo- tado, ofreció el transfondo perspectivista adecuado a la exclu­
lógicos aislados, se requería también conocim iento militar y siva pretensión de validez de las religiones mundiales. Pero, ba­
geopolítico. N o es que quiera hacer m ío el prejuicio antiinte­ jo las condiciones del acelerado incremento en complejidad
lectual según el cual los intelectuales renuncian regularmen­ de la modernidad, no se puede seguir manteniendo de un m o­
te al necesario saber de los expertos. Si uno no es propiamente do ingenuo semejante pretensión de verdad. En Europa la se­
cesión confesional y la secularización de la sociedad forzaron
un economista, se abstiene también de juzgar los complejos
a la creencia religiosa a hacer una reflexión sobre su posición
contextos económ icos. Pero con respecto a los asuntos milita­
no exclusiva dentro de un saber científico profano y de un uni­
res los intelectuales no se comportan evidentemente de un m o­
verso discursivo compartido con otras religiones. La conciencia
do diferente a com o lo hacen los otros estrategas de tertulia.
reflexiva de transfondo de una doble relativización del propio
sitio de ubicación no podía llevar, naturalmente, a una relati­
En su discurso de laPaulskirche4 usted llamó alfundamentalismo
vización de las propias verdades de fe. Ese ejercicio de refle­
un fenómeno específicamente moderno. ¿Por qué?
xión de una religión que aprende a verse con los ojos de otra
Eso depende, por supuesto, de cóm o se quiera usar el tér­
ha tenido importantes implicaciones políticas. Los creyentes
mino. «Fundamentalista» tiene una acepción peyorativa. Con
pueden com prender ahora p or qué ellos tienen que renun­
ese calificativo designamos una actitud espiritual que se empe­ ciar a la violencia, y más aún a la violencia organizada estatal­
ña en la imposición de convicciones y de razones propias aun mente, con el propósito de imponer sus pretensiones de fe. Só­
cuando ellas están lejos de ser aceptadas generalmente. Eso lo un em pujón cognitivo com o ése hizo posible la tolerancia
vale especialmente para verdades de fe religiosas. N o debemos, religiosa y la separación de la religión de un poder estatal, neu­
ciertamente, confundir dogmática y ortodoxia con fimdamen- tral con respecto a cualquier visión del mundo.
talismo. Toda doctrina religiosa se apoya en algún núcleo dog­ Si un régimen contem poráneo com o el de Irán se niega a
mático de verdades de fe. Ya veces hay una autoridad com o el llevar a cabo esa separación, o si movimientos inspirados reli-
papa o la congregación de fe que establece cuáles concepcio­ gtosamente persiguen el reestablecimiento de una forma isla-
nes se desvían de la ortodoxia. Una ortodoxia com o ésas se vuel­ mista de teocracia, entonces a eso lo consideramos fundamenta­
ve fundamentalista cuando los guardianes y los representantes d o . Y d explicaría esa mentalidad endurecida fanáticamente
de la verdadera fe ignoran la situación epistémica de una so- j en el sentido de la represión de disonancias cognitivas. Tal re­

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La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

presión se hace necesaria cuando se propaga el retorno a la cada de sus tradiciones culturales en el curso de procesos de
exclusividad del punto de vista prem oderno de la fe bajo las modernización radicalmente acelerados. L o que en Europa,
condiciones cognitivas del saber mundano cientifista y del plu­ en circunstancias más favorables, pudo ser de todas maneras
ralismo relativo a la visión del mundo, es decir, después de que experimentado com o un proceso de destrucción creativa, no
la inocencia de la situación epistémica de una perspectiva del ofrece en otros países la perspectiva de una compensación ex-
m undo omniabarcante está desde hace rato perdida. Esa pos­ perimentable, de una compensación que pueda redimir, en la
tura genera disonancias cognitivas, porque las complejas rela­ distancia de generaciones, por el dolor de la desintegración de
ciones vitales en las sociedades pluralistas sólo son compatibles las formas de vida acostumbradas.
con un universalismo estricto en el que se respeta a todos por Que la reacción defensiva se alimente de fuentes espiritua­
igual, ya se trate de católicos o de protestantes, de musulmanes les, las cuales, com o parece, ponen ahí en movimiento un p o­
o de judíos, de hinduistas o de budistas, de creyentes o de no tencial perdido, es algo que se puede com prender psicológi­
creyentes. camente. El furioso recurso fundamentalista a una postura de
& fe a la que la época m oderna no le ha h echo ver la necesidad
l Cómo se diferencia, entonces, elfundamentalismo islámico que de un proceso de aprendizaje autorreflexivo, de una diferen­
vemos hoy de antiguas corrientes y prácticasfundamentalistas coma, ciación respecto de una concepción del m undo separada de
por ejemplo, la cacería de brujas en los albores de la modernidad? la política, extrae su plausibilidad justamente de la circunstan­
Probablemente hay un motivo que conecta los dos fenó­ cia de que ese recurso se alimenta de una sustancia que pa­
menos que usted menciona; a saber: la reacción defensiva por rece faltarle a Occidente. El m undo occidental sale al encuen­
m iedo a un desarraigo violento de formas de vida tradiciona­ tro de otras culturas, que deben su perfil a la marca de una de
les. Los comienzos de la modernización política y económ i­ las grandes religiones del mundo, únicamente con el excitante
ca pueden haber dado lugar anteriormente a tales temores en y banalizador carácter irresistible de una cultura de bienes de
algunas regiones de Europa. Con la globalización de los mer­ consumo niveladora desde el punto de vista materialista. Acep­
cados, especialmente de los mercados financieros y de las in­ témoslo: Occidente se presenta de hecho en una forma despo­
versiones directas, nos hallamos hoy, por supuesto, en un es­ jada de normatividad mientras con los Derechos Humanos no
tadio totalmente distinto. Las cosas son también diferentes en tenga en la mira m ucho más de lo que tiene en la mira con la
cuanto que, entre tanto, la sociedad mundial está escindida en exportación de libertades de m ercado y mientras deje que en
países ganadores, en países que disfrutan, y en países perde­ la propia casa de la división de trabajo neoconservadora se an­
dores. Para el m undo árabe los Estados Unidos son la fuerza de libremente entre el fundamentalismo religioso y la vacía
motriz de la modernización capitalista. Con su insuperable secularización.
ventaja en el desarrollo, su aplastante superioridad tecnológi­
ca, económ ica y político-militar, los Estados Unidos constitu­ i Considera usted como cosa convenida, desde un punto de vista
yen al mismo tiempo una afrenta para la propia autoestima y f1 sofico, que el terrorismo espnalmente un acto político?
un m odelo que se admira secretamente. El m undo occidental No en el sentido subjetivo en el que Mohammed Atta, aquel
sirve en su conjunto de chivo expiatorio para las propias expe­ arabe saudí proveniente de Hamburgo que piloteaba el prime-
riencias, muy reales, de pérdida que sufre una población arran­ ° de los aviones de la catástrofe, le daría a usted una respuesta

6a 63
G iovanna B orradori
La filosofía en una época de terror

política. Pero el fundamentalismo islámico de hoy en día des­ derables. El terrorismo global ejerce al extremo ambas cosas:
arrolla ciertamente motivos políticos. En todo caso no se pue­ la falta de metas realistas y la utilización cínica de la vulnera­
den pasar por alto los motivos políticos que encontramos hoy bilidad a la que están expuestos los sistemas complejos.
en las formas del fanatismo religioso. Con eso concuerda la in­
formación de que muchos de los terroristas que hoy se embar­ ¿Se debe distinguir el terrorismo del crimen común y de otrasfor­
can en la «guerra santa» fueron hasta hace pocos años nacio­ mas de utilización de la violencia ?
nalistas seculares. Si uno les echa una mirada a las biografías Sí y no. Moralmente considerado, no hay para ningún acto
de esa gente, obtendrá com o resultado llamativas continuida­ terrorista una disculpa, independientemente de sus motivos y
des. La desilusión con relación a los regímenes autoritarios ha de las circunstancias en que es realizado. Nada nos da derecho
contribuido seguramente a que actualmente la religión ofrez­ a asumir la vida y el sufrimiento de otros com o un costo nece­
ca para las antiguas orientaciones políticas un nuevo lenguaje, sario de los fines elegidos p or nosotros mismos. Cada asesina­
sin duda psicológicamente más convincente. to es un asesinato de más. Sin embargo, visto históricamente,
el terrosismo se halla en contextos diferentes a los de los crí­
¿ Qué entiende usted realmentepor terrorismo? ¿Sepuede distinguir menes con los que tiene que ver el juez. El terrorismo merece
con algún sentido entre terrorismo nacional y terrorismo global? interés público — cosa que n o ocurre con un acontecimiento
El terrorismo de los palestinos tiene, desde cierto punto de privado— y exige otro tipo de análisis que el que exige el ase­
vista, todavía algo de algún m odo pasado de moda. Aquí se tra­ sinato por celos, por ejemplo. Si no fuera así, n o estaríamos
ta de asesinato y de homicidio, de la destrucción indiscrimina­ teniendo esta entrevista. La diferencia entre terror político y
da de enemigos, de mujeres y de niños. Vida por vida. El terror crimen com ún se hace clara en los cambios de regímenes que
que surgió en la forma paramilitar de la guerra de partisanos llevan al poder a antiguos terroristas y los convierten en respe­
se diferencia de éste. El terror de la guerra de partisanos ha de­ tados representantes de su país. A semejante trasformación p o­
terminado el rostro de m uchos de los movimientos de libera­ lítica sólo pueden aspirar terroristas, claro está, que persiguen
ción nacional en la segunda mitad del siglo xx y todavía le da
de m odo realista fines políticos por lo menos comprensibles
su impronta, por ejemplo, a la lucha por la independencia de
y que pueden extraer de la superación de una situación ma­
los chechenos. Comparado con éste, el terror global, que cul­
nifiestamente injusta, al menos retrospectivamente, una le­
mina en el atentado del 11 de septiembre, com porta las ca­
gitimación para sus acciones criminales. Pero no puedo ima­
racterísticas de una revuelta impotente en la medida en que
ginarme en este m om ento ningún contexto que, a partir del
se dirige contra un enem igo que no puede ser derrotado de
monstruoso crimen del 11 de septiembre, haga de algún m o­
acuerdo con los conceptos de la acción orientada a fines. El
do comprensible y explicable algún día una acción política.
único efecto posible es atemorizar e inquietar al gobierno y a
la población. Considerada desde un punto de vista técnico, la
¿ Cree quefue bueno interpretar ese acto como una declaración de
propensión hacia la perturbación de nuestras complejas socie­
guerra?
dades ofrece condiciones ideales para una interrupción pun­
tual de sus cursos normales, una interrupción tal que, con muy Aun cuando la expresión «guerra» es menos fácil de malin-
p oco esfuerzo, puede traer consecuencias destructivas consi­ terpretar que el discurso sobre una «cruzada» y es también m e­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

nos objetable que éste, considero que la decisión de Bush de dad y la confusión. Conflictos que — cuando las consecuen­
declarar una «guerra contra el terrorismo» es, tanto normati­ cias son lo suficientemente dolorosas— conducen a donde el
va com o pragmáticamente, un grave error. Desde el punto de terapeuta o al tribunal. La espiral de violencia comienza con
vista normativo les otorga a esos criminales el valor de enemi­ una espiral de la com unicación perturbada que — a través de
gos de guerra, y, desde la perspectiva pragmática, contra una la desconfianza recíproca n o dominada— condu ce a la inte­
«red» difícilmente apresable n o se puede hacer la guerra, si es rrupción de la comunicación. Ahora bien: cuando la violencia
que esta palabra ha de tener algún sentido definido. comienza con perturbaciones en la com unicación, se puede
saber qué fue lo que resultó mal y qué es lo que debe ser repa­
Si es áerto que Occidente debe desarrollar mayorsensibilidady más rado después de que ella ha estallado.
autocrítica en su trato con otras culturas, ¿ cómo debe llevar a cabo Esa trivial reflexión se puede trasladar también a aquellos
eso? Usted habla, en relación con eso, de «traducáón», de la búsqueda conflictos de los que usted habla. El asunto es aquí más com ­
de un «lenguaje común». ¿Qué quiere decir eso? plicado porque se trata de naciones, formas de vida y culturas
Después del 11 de septiembre se me ha preguntado con fre­ distintas que están separadas entre sí por grandes distancias
cuencia si, de cara a semejantes fenóm enos de violencia, no desde el origen, es decir, que son extrañas entre sí. Ellas no se
queda en ridículo toda la concepción de la acción orientada a encuentran com o «camaradas» o com o «parientes» que — en
la comprensión, tal com o la he desarrollado en la Teoría de la la familia o en la vida diaria— se vuelven ajenos u n o al otro a
acción comunicativa. Cierto es que en el interior de nuestras pa­ través de una com unicación sistemáticamente distorsionada.
cíficas y pudientes sociedades que forman parte de la ocde (Or­ En el tráfico internacional, el derecho, ese instrumento de la
ganización de Cooperación y Desarrollo Económ ico) vivimos, domesticación de la violencia, desempeña un papel relativa­
junto con la violencia estructural, y en cierto sentido habitual, mente débil. Y en las relaciones interculturales el derecho crea,
de la ofensiva desigualdad social y de la degradante discrimi­ en el m ejor de los casos, el marco institucional para intentos
nación, con la violencia del em pobrecim iento y la marginali- de entendimiento formal, para la conferencia vienesa sobre
zación. Y esjustamente debido a eso, a que nuestras relaciones los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, por ejemplo.
sociales están atravesadas por violencia, acción estratégica y ma­ Encuentros formales de ese tipo no pueden por sí mismos rom­
nipulación, que no debemos pasar por alto otros dos hechos. per la espiral de la construcción de estereotipos, p or más im­
Por una parte, la práctica de nuestra vida colectiva diaria des­ portante que sea a muchos niveles el discurso intercultural so­
cansa en un sólido pedestal de convicciones de trasfondo co­ bre la controvertida interpretación de los Derechos Humanos.
munes, de supuestos culturales ya admitidos y de expectativas La apertura de una mentalidad funciona m ejor a través de la
recíprocas. La coordinación de la acción fluye a través de jue­ liberalización de las relaciones, de la descarga de la presión y
gos de lenguaje habituales, a través de pretensiones de validez del miedo. En la práctica comunicativa cotidiana se tiene que
formuladas mutuamente y aceptadas, al menos implícitamen­ formar un capital de confianza. Sólo después puede propagar-
te, en thepublic space ofreasons. De ahí que, por otra parte, sur­ so una ilustración amplia y efectiva en los medios, las escuelas
jan conflictos a partir de perturbaciones en la comunicación, Ylas casas paternas. Esa ilustración debe estar asentada en las
del malentendimiento y la incomprensión, de la deshonesti­ Premisas de la propia cultura política.

67
La filosofía en u na época de terror
G iovanna B orradori

En ese contexto también es importante el m odo com o se


sean pequeñas o grandes. Todas las interpretaciones son traduc­
presenta uno a sí mismo normativamente frente a las otras cul­
ciones in nuce. N o es necesario remitirse al famoso argumen­
turas. En el curso de una tal revisión de su propia imagen, O c­
to de Davidson para com prender que la idea de un esquema
cidente podría, por ejemplo, aprender qué es lo que tendría
conceptual que constituye un m undo entre muchos no es de
que cambiar en su política si quiere ser percibido com o un p o­
ningún m odo pensable sin contradicción. También se puede
der de configuración civilizador. Sin una domesticación polí­
mostrar con argumentos de Gadamer que la idea de un univer­
tica del capitalismo sin fronteras no se le puede salir al paso a so de significaciones cerrado en sí mismo, el cual es inconmen­
la devastadora estratificación de la sociedad mundial. La dispa­ surable con otros universos de ese tipo, es un concepto incon­
reja dinámica de desarrollo de la econom ía mundial tendría
sistente.
que ser por lo menos balanceada en sus consecuencias destruc­
De ahí no se sigue necesariamente, sin embargo, un etno-
tivas — estoy pensando en la depravación y el empobrecimien­
centrismo metódico. Rorty, y también Mclntyre, defienden un
to de regiones completas y de continentes enteros— . N o se
modelo de asimilación con relación a la comprensión. Según
trata únicamente de la discriminación, del agravio y de la hu­
ese m odelo la interpretación radical significa, o bien la nivela­
millación de otras culturas. El tema «choque de las culturas»
ción a la escala de la racionalidad propia, o bien la conversión,
es con frecuencia el velo bajo el que se esconden sólidos in­
es decir, el sometimiento a la racionalidad de una imagen del
tereses materiales (por ejemplo, intereses en la obtención de
mundo completamente extraña. Solamente debem os poder
fuentes de petróleo y en el aseguramiento del abastecimiento
comprender aquello que se somete al dictado de un lenguaje
de energía)5. que se abre al mundo. Pero una descripción semejante se ade­
cúa, en el m ejor de los casos, a un punto de partida que real­
Entonces ahí sí debemospreguntar si el modelo del diálogo cuadra mente desafía al esfuerzo hermenéutico porque hace que los
en general con el intercambio intercultural. ¿No son siempre solamente implicados sean conscientes de la unilateralidad de su inicial
los conceptospropios los que se usan parajurar que hay una comuni­ perspectiva de interpretación. Los participantes de una con ­
dad entre las culturas ? versación que luchan con dificultades de entendimiento com o
La permanente sospecha deconstructivista en la parcialidad
ésas pueden ampliar sus perspectivas y, finalmente, ponerlas
eurocentrista provoca la contrapregunta: ¿por qué debería fra­ al descubierto, porque al asumir los roles dialógicos de «hablan­
casar repentinamente el m odelo de comprensión hermenéu- te» y «destinatario» ya han aceptado entrar en una simetría fun­
tico que se ha ganado en las conversaciones cotidianas y se ha damental que, en el fondo, exigen todas las situaciones de ha­
desarrollado metodológicamente desde Humboldt a partir de
bla. Todo hablante competente ha aprendido cóm o se ha de
la práctica de interpretación de textos más allá de los límites
usar el sistema de los pronom bres personales. Al mismo tiem­
de la propia cultura, de la propia forma de vida y de la propia
po, ha adquirido con ello la competencia para intercambiar en
tradición? En todo caso, una interpretación tiene que salvar conversaciones las perspectivas de la primera y la segunda per­
la distancia entre la precomprensión hermenéutica de uno y sonas. En la dinámica de esa adopción mutua de perspectivas
otro lado, ya sea que las distancias culturales y espaciotempo-
se funda la producción cooperativa de un horizonte com ún de
rales sean cortas o largas, ya sea que las diferencias semánticas
uiterpretación en el cual ambas partes pueden llegar al resul­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

tado, n o de algo así com o una interpretación etnocéntrica- y de cara a sus consecuencias prácticas, peligrosa. Es que esa
mente acaparadora o convertida, sino de una interpretación ontologización de la relación amigo-enemigo sugiere que los
compartida intersubjetivamente. intentos de darles carácter jurídico a las relaciones entre suje­
Ese m odelo hermenéutico explica, además, por qué los in­ tos bélicos del D erecho Internacional sirven siempre sólo co ­
tentos de comprensión sólo tienen posibilidad de éxito si pue­ mo encubrimiento universal de los propios intereses particu­
den tener lugar bajo condiciones simétricas de la adopción lares. N o se puede, por supuesto, hacer abstracción del hecho
mutua de perspectivas. La buena intención y la ausencia de vio­ de que los regímenes totalitarios del siglo xx, con sus cruelda­
lencia manifiesta ayudan, pero no son suficientes. Sin las estruc­ des de criminalidad política de masas, desmintieron la presun­
turas de una situación comunicativa n o distorsionada, libre de ción de inocencia del Derecho Internacional clásico de m odo
relaciones latentes de poder, siempre caerán esos resultados escandaloso. Por esa razón histórica nos encontramos desde
bajo la sospecha de una imposición. Es obvio que en el carác­ hace tiempo en una transición del Derecho Internacional clá­
ter selectivo, en la capacidad de ampliación y en la necesidad sico a lo que Kant anticipó com o un Estado cosmopolita. Ese
de corrección de las interpretaciones pretendidas, la mayo­ es un hecho y yo no veo, tam poco normativamente, ninguna
ría de las veces tan sólo se hace manifiesta la inevitable falibili­ alternativa con sentido frente a ese desarrollo. N o se puede
dad del espíritu finito. Pero con frecuencia ellas son indistin­ ocultar, claro está, la otra cara del asunto. A partir de los tribu­
guibles de aquel momento de ceguera que las interpretaciones nales para crímenes de guerra de Nuremberg y Tokio después
deben a las huellas imborrables de una asimilación violenta. del final de la Segunda Guerra Mundial, a partir de la funda­
En esa medida, la comunicación es siempre ambigua, y es tam­ ción de la O N U y de la declaración de los Derechos Humanos
bién una expresión de violencia latente. Pero cuando se on- de las Naciones Unidas, a partir de la política de Derechos Hu­
tologiza la comunicación bajo esa descripción, cuando en ella manos que se ha vuelto tan activa después del fin de la Guerra
no se ve «nada más» que violencia, se desconoce lo esencial: Fría, a partir de la controvertida intervención de la o t a n en
que sólo al telos de la comprensión, y sólo a nuestra orienta­ Kosovo, y ahora a partir de la declaración de guerra al terroris­
ción hacia esa meta, le es inherente la fuerza crítica de rom­ mo internacional; a partir de todo eso también se ha presen­
per con la violencia sin que ella se reproduzca en una nueva tado cada vez con más claridad la ambivalencia de ese estado
violencia. de transición.
Por una parte, la idea de una comunidad de naciones — que
La globalización nos ha llevado a cuestionar el concepto de sobe­ suprime el estado de naturaleza entre Estados por m edio de
ranía delDerecho Internacional. ¿ Cómo ve usted elpapel de las organi­ una efectiva penalización de las guerras de agresión, crimina­
zaciones internacionales?En las actuales circunstancias, ¿desempeña liza los genocidios y en general los crímenes contra la huma­
todavía algún papel de utilidad el cosmopolitismo, una de las ideas nidad y sanciona las violaciones a los derechos humanos— ha
centrales de la Ilustración ? adquirido en la O N U y en sus órganos cierta forma institucio-
La concepción existencialista de Cari Schmitt según la cual nal. El Tribunal de La Haya actúa contra Milosevic, un exjefe
la política se agota en la autoafirmación de una identidad co­ Estado. Los jueces supremos de Gran Bretaña por p oco im-
lectiva frente a identidades colectivas diferentes me parece falsa Piden el retorno de Pinochet, un dictador criminal. Va en ca­

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m ino la conform ación de un Tribunal Penal Internacional. El intereses entre el sur y el norte, el oeste y el este, sino que ade­
principio de no intervención en los asuntos internos de un Es­ más estimula la desconfianza de la superpotencia contra todas
tado soberano está perforado. Varias decisiones del Consejo de las restricciones normativas de su libertad de movimiento. De­
Seguridad le han quitado al gobierno de Irak la libre disposi­ bido a eso surge un disenso en el interior del lado occidental
ción sobre su propio territorio. Los cascos azules garantizan la entre los países anglosajones y los continentales. Los unos se
seguridad del gobierno que reemplazó a los talibanes en Ka­ inspiran sobre todo en la «escuela realista» de las relaciones
bul. Montenegro, que se hallaba al borde de una guerra civil, internacionales, mientras que los otros también legitiman sus
ha tenido en cuenta las exigencias de la minoría albanesa gra­ decisiones bajo el aspecto normativo del fom ento y la acelera­
cias a la presión de la Unión Europea. ción de la transformación del derecho internacional en la di­
Pero, por otra parte, la organización mundial n o es con fre­ rección de un orden jurídico transnacional.
cuencia más que un tigre de papel. Ella requiere de la coopera­ En el curso de la guerra de Kosovo, o también en la política
ción de las grandes potencias. El Consejo de Seguridad puede respecto de Afganistán, se hicieron claras las respectivas dife­
lograr la obediencia a los principios declarados por la com u­ rencias en las metas a seguir. Esa tensión entre una orientación
nidad de naciones sólo de manera muy selectiva, incluso des­ de la acción más bien realista y una más fuertemente norma-
pués del cambio de 1989. Las tropas de la ONU muchas veces tivista se podrá disolver cuando algún día los grandes regíme­
no están en condiciones de hacer cumplir determinadas garan­ nes continentales com o la Unión Europea, el n a f t a y a s e a n
tías, tal com o lo muestra la tragedia de Srebrenizca. Si el Con­ se conviertan en actores con capacidad de acción para hacer
sejo de Seguridad está bloqueado incluso en sus decisiones, acuerdos transnacionales y para asumir la responsabilidad de
com o en el caso del conflicto de Kosovo, y si en lugar de él ac­ un tejido transnacional más cohesionado de organizaciones,
túa una coalición regional sin mandato com o la o t a n , enton­ congresos y prácticas. Sólo con ese tipo de globalplayers, capa­
ces se hace visible el fatal diferencial de poder que hay entre ces de formar un contrapeso político contra los mercados hui­
la autoridad legítima, pero débil, de la com unidad de nacio­ dizos, la O N U encontraría una infraestructura que garantice la
nes, y los Estados nacionales que tienen capacidad de actuar implementación de programas y políticas magnánimas.
militarmente, pero que persiguen sus propios intereses.
La discrepancia entre el deber y el poder, entre el derecho Muchos han admirado el universalismo que usted defiende en sus
y el poder distorsiona tanto la credibilidad de la O N U com o la escritospolíticos y morales. Muchos también lo han criticado. ¿ Qué tie­
práctica de intervención de Estados poderosos que tan sólo ne que ver ese universalismo con la tolerancia, por ejemplo ? ¿No es el
usurpan un mandato — así sea por buenas”razones— y con ello de tolerancia un concepto más bienpaternalista que mejorvaldría reem­
pervierten en acto de guerra lo que sería legítimo com o acción plazar por el concepto de «hospitalidad» ?
policiva. De ese m odo, la presunta acción policiva no se dife­ El uso histórico del concepto de tolerancia sugiere semejan­
rencia en nada de una fétida guerra normal. Esa mezcla p oco te connotación. Piense, por ejemplo, en el Edicto de Nantes,
clara de política clásica de poder, preocupación por los aliados con el cual el rey francés permitió a los hugonotes, es decir, a
regionales e ideas relativas a un régimen de derecho cosm opo­ una minoría religiosa, la confesión de su creencia y el ejercicio
lita no sólo fortalece en el interior de la ONU la oposición de de su culto bajo la condición de que ellos n o cuestionaran la

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

autoridad de la monarquía ni el predominio del catolicismo. loración. Cierto es que la tolerancia mutua de las conviccio­
La tolerancia ha sido practicada en ese sentido paternalista du­ nes de otros que se rechazan, la tolerancia respecto de otras
rante siglos. Lo que es ahí paternalista es la unilateralidad de formas de vida que se aprecian m enos que las propias, exige
la explicación de que el señor soberano, o la cultura mayori- trazar un límite sobre la base de orientaciones valorativas com ­
taria, están dispuestos a «aguantar», según su libre criterio, la partidas. Pero en el caso de una com unidad democrática ésos
práctica desviada de la minoría. En ese contexto tolerar, aguan­ son principios que están consignados en la Constitución com o
tar una carga, tiene algo de acto de gracia o de prueba de fa­ principios de justicia. Por supuesto que también hay contro­
vor. Una de las partes permite a la otra ciertas desviaciones de versia acerca de las normas y los principios de la Constitución.
la «normalidad» bajo la condición de que la minoría tolerada De lo que se trata, para mí, es de la reflexividad característica
no traspase los «límites de lo soportable». Esa «concepción del de esos principios y de esas normas. Y con eso llegamos a la
permiso» autoritaria (Rainer Forst) está con razón expuesta pregunta del universalismo.
a la crítica. Pues es obvio que la autoridad existente fija de ma­ Ya en la misma Constitución están fijadas instituciones y pro­
nera arbitraria los límites de la tolerancia: los límites entre cedimientos que deben decidir los conflictos en la interpre­
lo que todavía se «acepta» y lo que ya n o se «acepta». De m odo tación de la Constitución, así com o también deben decidir la
que puede surgir la impresión de que la tolerancia, que sólo cuestión de por dónde, en casos particulares, va el límite más
puede ser practicada dentro de un límite a partir del cual ter­ allá del cual una agitación pública (com o actualmente en el ca­
mina, posee ella misma un núcleo de intolerancia. Esa refle­ so del extremismo islámico) abandona «el suelo de la Cons­
xión está detrás de su pregunta. titución». La Constitución, y esto es interesante, es suficiente
Hoy en día, por ejemplo, encontramos esa paradoja en el también en relación con esos procedimientos e incluso en re­
concepto de «democracia capaz de defenderse», según el cual lación con prácticas e instituciones en las cuales su contenido
las libertades democráticas de los ciudadanos encuentran sus normativo ha adquirido una forma obligatoria. Ella puede has­
límites en la práctica de los enemigos de la democracia. Nin­ ta recuperar reflexivamente las condiciones que son confor­
guna libertad para los enemigos de la libertad. Con ayuda de mes a la Constitución en casos de violación de sus límites, en
ese ejemplo se puede, ciertamente, demostrar que la completa cuanto permite la desobediencia civil. Una Constitución dem o­
deconstrucción del concepto de tolerancia cae en una trampa. crática tolera aun la resistencia de disidentes que, después de
Pues el Estado democrático de derecho contradice exactamen­ haber agotado todos los caminos legales, se enfrentan n o obs-
te la premisa a partir de la cual se deriva el sentido paternalis­ tante a decisiones y ajuicios ya realizados. Pero, claro está, ba­
ta de la tolerancia. En el interior de una com unidad política jo la condición de que esa resistencia violatoria de las reglas
cuyos ciudadanos se han otorgado recíprocamente los mismos este eha misma plausiblemente justificada a partir del espíritu
derechos n o hay lugar para una autoridad que pueda fijar uni­ y la letra de la Constitución y sea conducida con ayuda de m e­
lateralmente los límites de lo que se tolera. Sobre la base de la dios que le confieran al enfrentamiento el carácter de un 11a-
igualdad de derechos y del reconocim iento recíproco de los mado no violento a la mayoría con el objeto de que reflexio-
ciudadanos, nadie posee el privilegio de poner los límites de *je nuevamente sobre su decisión. De ese m odo, el proyecto
la tolerancia solamente desde la perspectiva de su propia va­ emocrático se nutre de la realización de los mismos derechos

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G iovanna B orradori
La filosofía en una épo ca de ter r or

civiles de la resistencia de aquellas m inorías que, aunque hoy del uso ideológico encubierto de los discursos universalistas
se presenten a la mayoría com o enemigas de la democracia, se ve remitido a los puntos de vista críticos que han sido anti­
podrían probar mañana ser sus verdaderas amigas. cipados p or esos mismos discursos. El universalismo moral y
Esa autotransgresión reflexiva de los límites de la tolerancia jurídico no puede ser sobrepujado en el sentido de que la prác­
de una «democracia capaz de defenderse» se debe, para regre­ tica falible solamente puede ser criticada con ayuda de los pro­
pios patrones.
sar a su pregunta, al universalismo de los fundamentos m o­
rales y jurídicos de un orden liberal. «Universalista» es, en es­
tricto sentido, solamente el individualismo igualitario de una Una última pregunta: ¿qué se le ocurre que sepuede hacer con el
concepto de heroísmo ?
moral racional que exige a cada uno el reconocim iento mu­
tuo, en el sentido del mismo respeto p or el otro y de la conside­ No se puede menos que admirar el valor, la disciplina y
ración recíproca. La membresía en la com unidad incluyente, la autoentrega de la gente del cuerpo de bom beros de Nueva
es decir, en la com unidad moral abierta para todos, prom e­ York que puso su vida e n ju eg o para salvar la vida de otros el
te n o sólo solidaridad y una inclusión n o discriminatoria; ella 11 de septiembre. Pero ¿por qué tienen que ser proclamados
significa también, al mismo tiempo, el m ism o derecho de ca­ «héroes»? A lo m ejor la palabra tiene diferentes connotacio­
da uno a su individualidad y a ser de otra manera. Discursos nes en inglés americano y en alemán. A mí me parece que siem­
que están inspirados por este pensam iento se diferencian es­ pre que los «héroes» son exaltados surge la pregunta: ¿quién
tructuralmente de todos los otros discursos en dos caracterís­ los necesita y por qué? También en ese sentido inofensivo se
ticas esenciales. puede entender la advertencia de Brecht: «¡Ay de aquel país
Por una parte, se puede abusar de los discursos universa­ que tiene necesidad de héroes!»
listas del derecho y de la moral con miras a lograr una forma
especialmente pérfida de legitimación, porque detrás de la lím­
pida fachada de la generalidad racional se pueden esconder
intereses particulares. En esa función ideológica, que ya fue
denunciada por el joven Marx, se apoya, p or cierto, el resen­
timiento de Cari Schmitt cuando m ete en el mismo saco los
términos «humanidad» — la concordancia de los patrones del
individualismo igualitario— y «bestialidad». Lo que fascistas co­
m o él pasan por alto, y que Marx n o ig n oró en absoluto, es la
otra propiedad de esos discursos; a saber, aquella característi­
ca autorreferencialidad que los convierte en vehículos de pro­
cesos de aprendizaje que se corrigen a sí mismos. Así com o to­
da crítica que ejercemos a la aplicación selectiva y tuerta de
los patrones universales tiene que presuponer ya, justamen­
te, esos patrones, así mismo todo develamiento deconstructivo

76 77
r e c o n s t r u ir e l t e r r o r is m o : H aberm as
(Traducido del inglés porJ. J. Botero)

D u ra n te cuatro décadas el pensamiento de Habermas


ha estado centrado en la idea de que la democracia, y la lucha
pública por alcanzar su m ejor forma, es la clave para resolver
problemas aparentemente insuperables. La democracia, con
su estructura perfectible, es a la vez el medio y el fin de la eman­
cipación individual y social. En el siglo xvm Kant definió la
emancipación com o el proceso de maduración cívica que pro­
vee a los individuos de confianza en sí mismos para utilizar su
propia razón y su entendimiento. Tal madurez es un requisito
previo para participar, libremente y en condiciones de igual­
dad, en una comunidad estructurada políticamente com o una
democracia constitucional. Sin embargo, mientras que Kant
vivió bajo el reinado ilustrado de Federico el Grande de Pru-
sia, durante el cual la democracia liberal n o era más que un
sueño político, Habermas creció en la Alemania de la posgue­
rra, en donde la democracia n o sólo era una realidad sino que
se la había abrazado apasionadamente. Esta posición lo llevó
a insistir en la emancipación com o «un tipo muy especial de
experiencia de sí, pues en ella el proceso de autocomprensión
está conectado con un incremento de la autonomía»1. En otras
palabras, el tipo de emancipación que la democracia estimula
en los individuos los lleva a realizar la vivencia de la interde­
pendencia entre el conocim iento de sí y la libertad. Entre más
discursivamente uno se examine a sí mismo, más libremente
Podrá pensar y actuar.
El cultivo del conocimiento de sí mismo es una de las aspira-
Cl°nes más antiguas de la filosofía. «Conócete a ti mismo» era
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

la inscripción que había a la entrada del santuario de Delfos, te desregulado, un contexto en el cual predom inen la menti­
consagrado a A polo, el más racional de todos los dioses. Pero ra, la mistificación y la manipulación. Para que la comunica­
para Habermas el conocimiento de sí debe estar orientado a la ción tenga éxito se requiere que exista por parte de ambos in­
muy específica esfera del desarrollo de la autonomía del juicio terlocutores el compromiso de decir la verdad y de querer decir
y la libertad de acción, los dos pilares del proyecto político de exactamente lo que se dice. Esto hace de la comunicación una
la modernidad canonizados por Kant. Esta forma de entender práctica racional que permite la formación d e un consenso li­
el conocimiento de sí es un tema permanente en la filosofía de bre entre los hablantes. Tal consenso es estructuralmente aná­
Habermas que se remonta a su obra Conoámiento e interés (1962). logo a la naturaleza abierta del debate que fundamenta la
En ella compara a la teoría social con el psicoanálisis para sub­ deliberación democrática.
rayar que no da por sentada la autonomía individual, com o si
se tratara de algo dado por la naturaleza a los sujetos humanos, Realmente se trata de algo muy simple: cuando queremos de­
sino que ella es más bien una función del intercambio inter­ cir lo que decimos, planteamos la pretensión de que lo que diji­
personal. El diálogo que un paciente tiene con su terapeuta no mos es verdad, o correcto, o verídico. Con esta pretensión irrumpe
es ni manipulador ni explotador sino que está dirigido a esti­ en nuestra cotidianidad un trozo de idealidad, pues tales preten­
mular el potencial humano de autorreflexión y conocim iento siones de validez finalmente sólo se pueden resolver mediante
de sí mismo. Esta comparación entre el psicoanálisis y la teo­ argumentos. Al mismo tiempo sabemos que argumentos que hoy
ría social se sostiene sólo en el nivel de las estructuras m etodo­ nos parecen válidos pueden resultar falsos mañana, a la luz de
lógicas y los conceptos básicos. Habermas, en efecto, nunca ha nuevas experiencias y de nueva información^.
concebido a la sociedad com o un sujeto unitario que manten­
ga con el teórico de la sociedad la misma relación asimétrica La pretensión de que lo que digo es válido — en el senti­
que tiene un paciente con su terapeuta. Para él, la autonomía do de verdadero, correcto o verídico— es el «trozo de ideali­
siempre ha sido una función de la simetría, o igualdad, funda­ dad» que según Habermas «irrumpe en nuestra cotidianidad».
mental entre interlocutores, una simetría que se encuentra in­ Aunque es posible que los individuos decidan no decir la ver­
volucrada en el concepto de participación democrática. dad, que la información circule en una forma distorsionada
A finales de la década de 1970 Habermas com enzó a formu­ por razones personales, comerciales o políticas, no todo el mun­
lar los problemas de autonomía y participación en el marco de do puede conducirse de manera manipuladora todo el tiem­
la práctica de la comunicación cotidiana. Desde la publicación po. Si esto llegara a suceder, la categoría de la mentira, la cual
de su monumental Teoría de la acción comunicativa (1981), su se define en oposición a la de veracidad, se perdería; se haría
supuesto ha sido que aprendemos quiénes somos com o agen­ imposible la apropiación de la tradición y, en definitiva, no ha­
tes autónomos a partir de nuestras relaciones básicas con los bría com unicación. Para Habermas, entre más nos com uni­
demás. Entre éstas, la más básica es el acto de com unicam os a quemos efectivamente con los demás, y más nos entendamos
través del lenguaje. Su punto de partida es que la sustancia de a nosotros mismos y a los demás, más trozos de idealidad se
la comunicación consiste en el entendimiento mutuo; pero este irán colando en nuestras vidas cotidianas. Esto nos permite vol­
entendimiento no puede ocurrir en un contexto completamen­ vernos individuos más autónomos y funcionales, agentes más

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La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

emancipados y maduros, y en definitiva ciudadanos más racio­ nar por el mismo sendero que siguió Habermas para llegar a
nales. Com o la emancipación queda reubicada en la práctica susjuicios sobre el terrorismo. También hará resaltar algunas
comunicativa cotidiana, pierde el carácter de una experiencia implicaciones que podrían pasarse por alto, especialmente por
extraordinaria, pues queda reformulada fundamentalmente parte de quienes se acercan p or primera vez al pensamiento
com o la pretensión de validez que acompaña a todo acto de ha­ de este filósofo.
bla dirigido por un hablante a un oyente en una situación exen­
ta de manipulación y de mistificación. 9 / 1 1 : EL PRIMER ACONTECIMIENTO HISTÓRICO MUNDIAL
El objetivo de la filosofía es ofrecer una reconstrucción de las
condiciones que hacen que la comunicación sea no sólo posi­ Es un gran privilegio tener a una mente del calibre de la de
ble sino también efectiva y productiva, tanto en el plano indivi­ Habermas aplicándose a la lectura e interpretación de un even­
dual com o en el social. La reconstrucción de estas condiciones to que con tanta fuerza acabó con el sentido de seguridad que
le da a la filosofía una afilada herramienta crítica para evaluar había traído el fin de la Guerra Fría. Este filósofo se encontra­
el presente y sus distorsiones comunicativas. A diferencia de la ba en Nueva York por casualidad en las semanas subsiguientes
filosofía política clásica, cuya tarea consiste en esbozar los re­ a los atentados terroristas que destruyeron las Torres Gemelas
quisitos para el establecimiento de una sociedad justa y bien y una porción del Pentágono en Washington, y que conduje­
ordenada, el enfoque habermasiano le proporciona a la filoso­ ron a la caída de un avión comercial lleno de pasajeros en el
fía la posibilidad de hacer un diagnóstico de los males de la so­ oeste de Pennsylvania. La experiencia directa de estas secue­
ciedad en términos de defectos en la comunicación. las le dio una perspectiva completamente diferente del grado
¿Es el terrorismo un defecto en la comunicación? Si es así, de devastación emocional que padeció Nueva York el 11 de sep­
¿ocurre este defecto en el nivel de la comunicación local — den­ tiembre.
tro de los límites de una sola cultura, nación o religión— o en Nuestro diálogo com enzó con el reconocim iento por parte
el de la comunicación global? Sea local, global o ambas, ¿quién de Habermas del abismo irreductible que hay entre el hecho
responde por él? y la representación, entre las perspectivas de primera y de ter­
Mi diálogo con Habermas giró en tom o a estas cruciales pre­ cera persona. Con franqueza admite que fue sólo después de
guntas. Habermas expuso en él todo su marco de referencia llegar a Nueva York que se hizo patente para él toda la inten­
para interpretar los atentados del 9 /11, la acción terrorista más sidad em ocional de este abismo. Hasta un rígido defensor de
gigantesca y atroz que jamás se haya perpetrado. Mirado co­ los beneficios que trae la articulación discursiva com o Haber­
m o un todo, el diálogo tiene la estructúra de un estudio de ca­ la s admite la fuerza de lo indecible cuando evoca la historia
so: a través del análisis de esta ocurrencia específica, Habermas de un amigo que observó el desarrollo de la tragedia desde el
ofrece una interpretación del terrorismo global que permite techo de su casa. Por más gráficas y chocantes que hayan sido,
rescatarlo de su peligrosa fugacidad. El propósito de mi ensa­ las imágenes que Habermas vio en el televisor de su casa en
yo es revisar los principales argumentos avanzados por él y ubi­ ^emania tenían el formato de las «últimas noticias» y permi­
carlos en el contexto más amplio de su filosofía. Entender cómo tían así la posibilidad de tener una perspectiva de tercera per-
encajan en su proyecto filosófico le ayudará al lector a cami' ^na. Los neoyorquinos, en cambio, se vieron precipitados en

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La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

un caos existencial y sensorial: n o fue solamente aquel pene­ antallas de televisión pone a funcionar nuestra propia imagi­
trante olor que permaneció durante semanas en Manhattan; nación»5- La guerra del G olfo expuso al público a un mínimo
fue también el agudo chillido de las sirenas, que habitualmen­ de imágenes de lo que ocurría en el campo de batalla. Mientras
te se pierde en m edio de la contaminación acústica y que esta que en 1991, com o una confirm ación del viejo dicho de que
vez perforaba el silencio dejado por el espacio aéreo vacío: la «la primera víctima de la guerra es la verdad», al público glo­
enorm e cúpula de estelas y rugidos entrecruzándose sobre la bal se le dio una construcción mediática, en 2001 este mismo
ciudad. público global fue súbitamente convertido en un «testigo ocu­
Y sin embargo, puntualiza Habermas, nunca antes nadie ha­ lar universal». Para Habermas, este solo hecho hace del 9 /1 1
bía obtenido tanta realidad de una pantalla de televisión como el «primer acontecimiento histórico mundial.»
la que tuvo la gente en todo el m undo el 9 /1 1 . Nada de lo que Aunque Habermas subraya el carácter absolutamente úni­
apareció en las pantallas el 11 de septiembre fue editado, su
co del 9 /11 desde el punto de vista de su modalidad com u­
cubrimiento por parte de los medios ni siquiera contó con un
nicativa, prefiere dejar que sea la historia la que juzgue su im­
trabajo previo de producción, y eso lo convierte, en sus propias
portancia relativa. Es ella, dice, la que debe juzgar si el 9 /1 1
palabras, en el «primer acontecimiento histórico mundial»3.
«es comparable a otros eventos de impacto histórico mundial».
Pero ¿cóm o va ajuzgar la historia? La respuesta a esta pregun­
Quizás pueda hablarse del 11 de septiembre como del primer
tayace para él en la noción de «historia efectual» (Wirkungsge-
acontecimiento histórico mundial, en el estricto sentido de la pa­
schichte), teorizada en primer término por otro filósofo alemán
labra: el choque, la explosión, el lento derrumbamiento, todo
(fallecido en 2002), Hans-Georg Gadamer. Con la noción de
eso que no estaba ocurriendo en Hollywood de modo irreal, sino
historia efectual Gadamer alude al hecho de que, para la evalua­
que era una cruel realidad, se consumó literalmente frente a los
ción de un acontecimiento pasado, el intérprete está condicio­
ojos de la opinión pública mundial.
nado por los efectos de su propio presente. Esto niega al co n o ­
cimiento histórico cualquier grado de objetividad, por la simple
Una comparación con la reacción de Habermas a la gue­
rra del Golfo, cuando también él fue una activa voz pública, razón de que siempre estamos ya inmersos en la historia. En
puede ayudar a aclarar su idea del carácter único del 9 /11. En cambio, los juicios históricos se basan en una peculiar interac­
enero de 1991, cuanto estalló la guerra del Golfo, el mundo fue ción entre pasado y presente a la que Gadamer llama «fusión
impactado por la apariencia de «montaje» que aquella guerra de horizontes»6.
parecía tener: ella nos invitaba, com o escribió más tarde, a es­ Al contrario de la mayoría de los comentaristas políticos, Ha-
tablecer «comparaciones con los juegos de video, con la repe­ dermas aventura la idea de que el 9 /11 es más comparable con
tición irritante e irresistible de un programa electrónico»4. No aS°sto de 1914, el inicio de la Primera Guerra Mundial, que
obstante, «nosotros, com o observadores externos, estábamos c°n el ataque sorpresivo de los japoneses contra la flota naval
muy conscientes de que una buena porción de la realidad —de norteamericana en Pearl Harbor, en 1943. En su opinión, tal
hecho, la dimensión bélica de la guerra— se estaba disimulan' c° mo ocurrió en 1914, el 9 /1 1 marca el com ienzo de una era
do, y esta conciencia pudo haber estimulado nuestra imagina' de pronunciada inestabilidad no sólo en lo que respecta a las
ción. El parche negro que a veces colocan los censores en las elaciones entre Este y Oeste sino también, e incluso quizás de

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

manera más inquietante, entre los Estados Unidos y Europa. depende de su «uso público» significa afirmar que, si se esta­
La respuesta norteamericana al terror ha generado una des­ blece la libertad pública, habrá un efecto ilustrador exponen­
confianza fundamental hacia los extranjeros y, al mismo tiem­ cial. La libertad pública estimula la libertad «privada» porque,
po, la expectativa de un apoyo incondicional por parte de sus según Kant, todo individuo acogerá «naturalmente» su au­
aliados políticos, principalmente y ante todo la Comunidad Eu­ tonomía de ju icio si las condiciones externas se lo permiten.
ropea. Estas dos actitudes, desconfianza hacia los extranjeros E l juicio autónomo, o libertad privada, consiste en la formula­

y expectativa de apoyo incondicional, van a contrapelo del en­ ción de un argumento racional: dado que los argumentos, pa­
foque habermasiano de los ámbitos ético y político, que para ra Kant, consisten en el intercambio entre interlocutores que
él están regidos por el diálogo y la argumentación racional. se consideran mutuamente iguales, la verdadera forma de la
El énfasis en la argumentación racional com o condición argumentación se moldea según el uso público de la razón, in­
fundamental de lajusticia es el tema central de la posición filo­ cluso cuando los argumentos se formulan en la privacidad de
sófica de Habermas, la cual proviene del enorm e desafío que la propia mente de cada cual.
se le presenta por el hecho de ser un intelectual alemán de la Si bien la libertad privada depende de su uso público, co ­
posguerra. El haber crecido en un país devastado física y cultu­ mo ocurre para Kant, también depende de que haya disponi­
ralmente por un «pasado indominable» hizo que Habermas ble un interlocutor abierto a escuchar y a responder verazmen­
asumiera en toda su plenitud la responsabilidad de ser un ciu­ te. Asumir la perspectiva kantiana, com o lo hace Habermas,
dadano alemán y europeo. Europa «debe utilizar una de sus significa deJacto rechazar cualquier exigencia de apoyo incon­
fortalezas, a saber, su capacidad de autocrítica, su poder de au- dicional9.
totransformación, para relativizarse m ucho más radicalmente
con respecto a los otros, los extraños, los incomprendidos. Esto D el D erecho In t e r n a c io n a l c l á s ic o

es el opuesto del eurocentrismo. Pero nosotros podremos supe­ A UN NUEVO ORDEN COSMOPOLITA
rar el eurocentrismo sólo a partir del mejor espíritu europeo»7.
Para Habermas, el mejor espíritu de Europa es la tradición ra­ Para Habermas, la demanda de apoyo incondicional que
cionalista, para la cual ningún apoyo se garantiza sin argumen­ hizo la administración norteamericana, n o sólo a sus aliados
tación racional. Dentro de esta tradición, Kant se eleva com o políticos sino a todo «el m undo civilizado», es solamente uno
el maestro insuperable. de los rasgos característicos de la era post-9/11. Otro es el he­
Por cierto, la concepción que tiene Kant de la Ilustración cho de que la amenaza del terrorismo global aceleró la nece­
es contraria a la noción de apoyo incondicional, que es lo que, sidad de una conversión del Derecho Internacional clásico en
en el sentir de Habermas, los Estados Unidos solicitaron a sus un nuevo orden cosmopolita a escala mundial.
aliados tras el 9 /1 1 . Para Kant, la Ilustración marca la libera­ Durante al menos tres décadas la globalización financiera
ción de la humanidad de la obediencia ciega a la autoridad, ga­ Ypolítica ha estado presionando la forma de organización del
nada mediante la autoafirmación racional. La Ilustración con­ Estado-nación, concebido com o Estado territorial. La duración
siste en «la libertad de hacer un uso público de la propia razón, de este proceso plantea la pregunta p or cuánto más va a durar
en cualquier dom inio»8. Declarar que el ejercicio de la razón la forma del Estado-nación y qué lo va a reemplazar. La inter­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

vención política de Habermas con ocasión de la unificación Para deshacerse de todos los atavismos, el pensamiento p o­
de las dos repúblicas alemanas en 1989 habla directamente de lítico tiene que abandonar la idea de que la política es algo
su posición a propósito del destino del Estado-nación. La larga distinto a un intercambio comunicativo cuyo requisito clave
sombra de Kant se puede apreciar en su declaración de que es alcanzar un acuerdo racional sobre lo que queremos decir
los alemanes cometerían un error si buscaran su identidad en cuando nos hablamos mutuamente. Hablantes y oyentes sus­
la tradición. Para él, la única forma legítima de articular políti­ criben implícitamente este acuerdo cada vez que se comuni­
camente la identidad de una nación, con o sin pasado indomi- can sobre cualquier tema y en cualquier escenario, privado o
nable, es un «patriotismo constitucionalista» en el cual la leal­ público, ético o político. La política se hace así indistinguible
tad a la constitución da fe de la participación consensual de de la modalidad comunicativa que es propia de los intercam­
todos los ciudadanos. Esta lealtad expresa también lealtad a la bios cotidianos. En la política, lo mismo que en el discurso ordi­
idea de derechos universales, la cual él toma com o condición nario, no pueden dominar la mentira y la manipulación, el en­
para la coexistencia de los seres humanos, particularmente en gaño y el malentendido, pues si lo hicieran la comunicación no
una sociedad compleja y multicultural. Pocos meses después tendría lugar. Tal com o ocurre con el discurso cotidiano, nues­
de la caída del muro de Berlín, que condujo a la unificación de tro objetivo debería ser que el núcleo comunicativo de la polí­
las dos repúblicas alemanas, Habermas escribió lo siguiente: tica friera más efectivo, pues ello fortalecería automáticamente
la identificación de cada ciudadano con su com unidad única­
Si no nos liberamos de las difusas nociones acerca del Estado- mente sobre la base de sus reglas constitucionales.
nación, si no nos deshacemos de las muletas de la nacionalidad Habermas considera al filósofo del derecho alemán Cari
y la comunidad de destino, seremos incapaces de continuar con Schmitt com o el emblema de la manera equivocada de pensar
desahogo la vía que desde hace tiempos hemos elegido: la vía acerca de la política. Su oposición a esta bien controvertida fi­
hacia una sociedad multicultural, la vía hacia un Estado federal gura11, la cual no es tan clara en el caso de Derrida, es indicati­
con amplias diferencias regionales y un fuerte poder federal, y va de cuán implacable es Habermas con los aspectos de la cul­
sobre todo la vía hacia un Estado europeo unificado formado por tura alemana y europea que él asocia con políticas nacionalistas
muchas nacionalidades. Una identidad nacional que no esté ba­ y valores prepolíticos tales com o etnicidad o «com unidad de
sada de forma predominante en una autocomprensión republi­ destino». Habermas tiene el sentimiento de que su primer de­
cana y un patriotismo constitucional necesariamente choca con ber cívico com o ciudadano alemán es recobrar solamente lo
las reglas universalistas para la coexistencia mutua de los seres que es racionalmente seguro de las herencias alemana y euro­
humanos10. ° pea.
Schmitt, miembro del partido nazi desde 1933, fue quizás el
La noción de patriotismo constitucional es un punto de par­ constitucionalista más prominente del Tercer Reich; arrestado
tida útil para tratar el punto de vista de Habermas sobre la posi­ en 1945, se le prohibió enseñar y se retiró a un largo exilio vo­
bilidad de un nuevo orden cosmopolita, al cual ve com o el reto luntario. Schmitt creía que la dinámica de la historia europea
más urgente que enfrenta la escena geopolítica tras los aten­ moderna está guiada por la búsqueda de una esfera neutral,
tados terroristas del 11 de septiembre. libre del conflicto violento y de la contestación intelectual. Es-
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

ta historia resulta de una reacción contra las guerras de reli­ cedentes la presunción de inocencia que se encuentra en el De­
gión que peijudicaron a Europa en el siglo xvi. De acuerdo con recho Internacional clásico.
Schmitt, varias amenazas expansionistas amenazan a Europa
haciendo inalcanzable su deseo de paz. Desde sus escritos tem­ La posición de Schmitt desconoce lo que Habermas consi­
pranos de la década de 1920, durante la República de Weimar, dera un hecho obvio: que el Derecho Internacional es un acuer­
Schmitt estuvo obsesionado p or la expansión de lo que él lla­ do logrado libremente entre socios iguales.
m ó «la Rusia soviética», en la cual la guerra civil había segui­ Habermas alaba la superación del nacionalismo en Europa
d o a la abdicación del zar en 1917. Asus ojos, Rusia estaba de­ como una prueba de madurez cívica y de prudencia. Sin em­
dicada a absorber todas las oportunidades tecnológicas para bargo, incluso dentro de la Comunidad Europea la posibilidad
desarrollar un ejército superpoderoso. En sus escritos de la pos­ de concebir el Derecho Internacional desde un ángulo cosmo­
guerra extendió su obsesión al otro gigante de la escena inter­
polita sólo surgirá después de que los Estados-naciones aban­
nacional: los Estados Unidos. Frente a estas amenazas, Europa
donen el centro de la escena. Cuando eso suceda, otras «alian­
seguía siendo, para él, la patria del concepto y la práctica de
zas continentales» podrían convertirse en los principales actores
Estados soberanos, equilibrados mediante el derecho interna­
políticos de la escena internacional. La asean (Asociación de
cional12.
Naciones del Sureste Asiático) y el nafta (Acuerdo de Libre
La idea central de Schmitt, com o afirma Habermas en nues­
Comercio de América del Norte) son sólo dos ejemplos ya es­
tro diálogo, es que los contornos del ámbito político los deter­
tablecidos.
mina la autoafirmación de una identidad colectiva contra otra:
Hace más de doscientos años Kant anticipó la posibilidad
para él, una nación soberana no está basada en la autodetermi­
de transformar el Derecho Internacional clásico en un nuevo
nación que dan las libertades cívicas sino en la singularidad de
orden cosmopolita. Con notable perspicacia política, especifi­
una nacionalidad étnica frente a las demás. Definir la política
có que sólo podrían participar de este orden los Estados re­
de este m od o significa «ontologizar» la relación amigo-enemi­
go y convertirla en la sustancia, o la esencia, de la política. Es publicanos constitucionales, pues «cada uno, para guardar su
precisamente en relación con esta premisa que Schmitt desa­ propia seguridad, puede exigir del otro que participe con él
rrolla la sospecha de que el Derecho Internacional pueda es­ en una constitución semejante a la Constitución política, en
tar al servicio de los intereses expansionistas de los actores más la cual el derecho de cada uno pueda hallarse asegurado. Esto
fuertes. Habermas rechaza esta línea de razonamiento, no sólo sería una federadón depueblos»^. La idea de Kant exige que la
porque funda la política en valores y supuestos prepolíticos, j sociedad civil coincida con la com unidad internacional; esta
sino también porque minimiza la legitimidad interna del De­ coincidencia eliminaría automáticamente el estado de natura­
recho Internacional, reduciéndolo a la mediación contingen­ leza entre naciones, descrito por Schmitt mediante el esque-
te entre actores políticos nacionales. hta amigo-enemigo.
En el cuadro cosmopolita kantiano, un sentido de hospita­
No se puede, por supuesto, hacer abstracción del hecho de lidad reemplaza a la enemistad entre naciones. «La hospitali­
que los regímenes totalitarios del siglo xx, con sus atrocidades dad significa el derecho de un extranjero a no ser recibido con
de crímenes políticos masivos, repudiaron de una forma sin pre- Muestras de hostilidad por el m ero hecho de haber arribado

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

a territorios pertenecientes a otro»14. Después de observar que cosmopolitismo n o es solamente un asunto teórico sino tam­
el concepto de hospitalidad no se refiere a la filantropía sino bién práctico, pues se necesita que las decisiones de la comuni­
al derecho, Kant continúa especificando su sentido. El extraño dad internacional sean respetadas. El caso de la masacre ocu ­
n o debe aspirar al derecho del huésped, pues ello entrañaría cier­ rrida en 1995 en la ciudad bosnia de Srebrenizca, mientras ésta
ta relación de amistad con el anfitrión. Pero el huésped puede se encontraba bajo la protección de las tropas de paz holande­
pretender un derecho de estadía, «propio de cada hom bre, fun­ sas de las Naciones Unidas, es un ejem plo de la preocupación
dado en la com ún posesión de la superficie de la tierra que, en de Habermas con respecto al «fatal diferencial de poder que
siendo un globo, es limitada, así que los hombres no pueden hay entre lá autoridad legítima, pero débil, de la comunidad
dispersarse sobre ella infinitamente, sino que han de tolerarse de naciones, y los Estados nacionales que tienen capacidad de
en convivencia, ya que originariamente nadie tiene más dere­ actuar militarmente, pero que persiguen sus propios intere­
cho que otro a estar en cualquier lugar de la tierra»15. Así, tan ses». Infortunadamente, el diferencial de poder entre autorida­
sólo en virtud de la posesión compartida de la superficie terres­ des nacionales e internacionales corre el riesgo de debilitar la
tre las personas se harán miembros de una comunidad univer­ legitimidad de cualquier intervención militar y de instrumen­
sal y cosmopolita, concebida de acuerdo con el principio de tar la acción policiva com o acto de guerra. La crítica de Haber-
que «una violación de la ley en cualquier lugar de la tierra es mas a la declaración de guerra contra el terrorismo por parte
sentida por todos»16. Esto les daría a todos los seres humanos de la administración norteamericana tiene dos caras: por un
la condición de «ciudadanos mundiales». lado, entra en el ju eg o de las pretensiones políticas del terro­
Tanto Habermas com o Derrida deben m ucho a Kant en la rismo y, por el otro lado, rehabilita la relación amigo-enemigo
construcción de su cosmopolitismo. Pero, mientras que Derri­ entre los Estados-naciones, que es precisamente lo que Schmitt
da se explaya sobre la noción kantiana de hospitalidad com o interpretaba com o el fundamento del Derecho Internacional.
alternativa a la relación amigo-enemigo, Habermas insiste en
la eliminación del estado de naturaleza sobre la base del respe­ El terrorismo y la esfera pública
to mutuo entre Estados republicanos constitucionales. En opi­
nión de Habermas, la institución de una corte penal interna­ La cuestión del nacionalismo yace en el centro de la discu­
cional es la primera estación en la línea cosmopolita. Otra es la sión de Habermas del terrorismo. Los guerreros santos de hoy,
superación del principio de no-intervención en los asuntos d o­ dice, fueron los nacionalistas seculares de ayer: la decepción
mésticos de Estados extranjeros. Dos ejemplos de esto fueron con los regímenes autoritarios nacionalistas com o los de Irán,
la prohibición de las Naciones Unidas a Irak de utilizar parte Irak, Arabia Saudita y posiblemente también Pakistán hace que
de su propio espacio aéreo tras la guerra del Golfo y la contro­ la religión sea «más subjetivamente convincente» que cualquier
versia suscitada por el pedido de extradición del dictador chi­ motivación política secular.
leno Augusto Pinochet de Gran Bretaña, en donde se encon­ Objetivamente, sin embargo, el terrorismo sólo puede jus­
traba bajo arresto domiciliario17. tificar un contenido político si tiene metas políticas realistas,
N o obstante, Habermas también está convencido de que lo pues de otro m od o se equipara con la actividad criminal ordi­
que separa al m om ento presente de una transición plena al naria. Com o sólo el futuro puede juzgar si las metas que per­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

sigue se cumplen o no, «terrorismo» es una designación retros­ La transformación estructural de la vida pública (1962) analiza el
pectiva. Para Habermas, vincular el alcance del terrorismo al papel clave que cumple la esfera pública en la formación de las
cumplimiento de sus metas ofrece la posibilidad de distinguir decisiones políticas en una democracia.
entre al menos tres diferentes tipos de terrorismo18: guerra de De nuevo Kant es el punto de partida de Habermas, al ob ­
guerrillas no discriminativa, guerra de guerrillas paramilitar y tener de él una visión de la esfera pública com o la institución
terrorismo global. La primera está representada por el terroris­ definitiva de la democracia, aquella sin la cual no existiría nin­
m o palestino, en el cual el asesinato es llevado a cabo a menu­ guna teoría del republicanismo constitucional. Sólo una esfe­
do por un militante suicida. El m odelo de guerra de guerrillas ra pública activamente implicada abre la vía a un intercambio
es propio de los movimientos de liberación nacional que se verdaderamente democrático. Aunque Habermas admira a
legitiman retrospectivamente mediante la formación de un Es­ Kant por haber presentado la esfera pública com o constituida
tado. El tercero, el terrorismo global, no parece tener objeti­ alrededor de la argumentación racional y n o de las identida­
vos políticos realistas distintos a explotar la vulnerabilidad de des de quienes argumentan, también lo critica por su descrip­
ción elitista y en cierto m od o burguesa de su dinámica. Para
sistemas complejos. En este sentido, el terrorismo global tiene
Habermas, la con cepción que tiene Kant de la esfera pública
la m enor oportunidad de que se lo reconozca retrospectiva­
es la expresión de una ideología burguesa que concibe la par­
mente com o algo que tenía pretensiones políticas.
ticipación com o una prerrogativa del nivel alto de la población,
A diferencia de las redes multinacionales de los terroristas
predominantemente educada, opulenta y masculina19.
globales, el m odelo n o discriminativo y el m odelo paramilitar
Habermas se embarca de este m odo en una reconstrucción
de actividades terroristas comparten lo que Habermas llama
crítica e histórica del desarrollo de la esfera pública en las de­
un perfil «partisano» que los ancla a ubicaciones específicas.
mocracias occidentales. El advenimiento de la com unicación
En cambio, el carácter esquivo y la intangibilidad representan
masiva representa claramente el cambio fundamental ocurri­
la novedad del terrorismo global, así com o su gran potencial
do desde Kant. De un lado, tuvo el efecto positivo de expandir
destructivo, que, para Habermas, tiene que ver con la pérdida progresivamente la esfera pública, ampliando la participación
de legitimidad de los gobiernos democráticos. El riesgo de reac­ a un espectro m ucho más amplio de ciudadanos. De otro la­
cionar exageradamente tras los atentados del 9 /1 1 , por parte do, la expansión cuantitativa de la participación ha significado
de los Estados Unidos y de cualquier nación que se encuentre un decrecimiento en su calidad. A ello han contribuido diver­
bajo la amenaza del terrorismo global, tiene para él una impli­ sos factores: el ritmo al que la información es procesada por, y
cación trágica y paradójica: a pesar de no expresar objetivos po­ circula en, la esfera pública hace difícil mantener el m odelo
líticos realistas, el terrorismo global tendría éxito en el obje­ de com unicación que Kant tenía en mente cuando discutía el
tivo eminentemente político de deslegitimar la autoridad del tema de la esfera pública: el intercambio académico. Mientras
Estado. que en éste se da a los participantes en una discusión suficiente
Desde el com ienzo de su carrera Habermas dedicó mucha tiempo para pensar y formular sus argumentos, la rapidez que
atención a la cuestión de la legitimidad, la cual para él está re­ implica la comunicación masiva sirve a los intereses de quienes
lacionada de manera inextricable con el funcionamiento de la seleccionan y distribuyen la información y no a los de quie­
esfera pública. En su libro Historia y crítica de la opinión pública. nes la reciben.

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G iovanna B orradori
La filosofía en una época de terror

Habermas sugiere que la presión de pensar y evaluar datos ideales de la Ilustración y el marxismo: no un derribamiento
rápidamente tiene un significado político, pues ello facilita una radical del capitalismo sino más bien una conversión a una de­
experiencia de la política basada en la persona de los actores mocracia socialista con una amplia participación del Estado. Pe­
más que en las ideas que cada uno de ellos defienda20. La difi­ ro después de que estos mismos críticos regresaron de un largo
cultad para poner entre paréntesis el impacto dramático de los y penoso exilio fuera de Alemania se volvieron radicalmente
atributos personales se debe al poder de la industria de relacio­ pesimistas acerca de las posibilidades de cambio, tanto teóricas
nes públicas (publicidad), cuyo objetivo es construir consenti­ como concretas. Adorno, en particular, sugirió que la única
miento entre los consumidores de la cultura masiva. Para Ha- escapatoria al dom inio sofocante de la homogenización cultu­
bermas, el consum o masivo y su ideología, el consumismo, no ral y el consumismo había que encontrarla en la experiencia
sólo silencian el consenso racional-crítico sino que se imponen del arte y la música22. En cambio, para Habermas, un ciudada­
a los participantes más vulnerables en la esfera pública: aque­ no com prom etido y un intelectual público de la nueva Repú­
llos cuyo nivel de riqueza es mayor que su nivel de educación. blica Federal de Alemania, este pesimismo nunca ha sido una
Este tipo de análisis está en la misma línea de la orientación solución: plantear la cuestión de la legitimidad de la esfera pú­
original de la Teoría Crítica21, en el sentido de su fuerte tras­ blica fue el com ienzo de su propia respuesta, su propia y muy
fon do a la vez histórico y sociológico y debido a su preocupa­ original definición de la nueva agenda para la Teoría Crítica.
ción por los efectos negativos de la cultura masiva. Habermas El punto de partida de Habermas era que nuestras democra­
comparte con la fase temprana de la Teoría Crítica cierta des­ cias masivas del capitalismo tardío, o postindustriales, «pueden
cripción del funcionamiento político y social del capitalismo aspirar a darles continuidad a los principios del Estado consti­
tardío: más gente está informada de manera más amplia y tucional liberal solamente en la medida en que traten seria­
más consistente, lo cual crea mayores oportunidades para ella mente de vivir de acuerdo con el mandato de una esfera pú­
de participar en la esfera pública. Pero también comparte la blica que cumpla funciones políticas»23. Pero ¿cóm o puede lo
creencia de que esta expansión es a m enudo inducida de ma­ público echar a andar un proceso crítico a través de la misma
nera forzada y manipuladora sobre estratos enteros de la po­ comunicación masiva que lo manipula y lo controla? Para evi­
blación general, en lugar de ser conseguida libremente por tar la retirada de Adorno de los aspectos políticos y sociales
ellos. En un giro paradójico, la mayor información se convier­ de su teoría hacia la dimensión utópica del arte, sólo parecían
te en la causa de la atrofia de varias funciones democráticas. estar disponibles dos soluciones: o esperar una inversión de
Maniobrada por corporaciones multinacionales y un mercado la tendencia capitalista en un sentido marxista, lo cual se hacía
libre desenfrenado, la cultura masiva im pone sus propias re­ cada vez menos atractivo dados los fracasos de la promesa de
glas a la participación democrática: reglas utilitaristas que sir­ los Estados comunistas24, o formular el concepto de esfera pú­
ven a intereses privados en lugar de reglas universales que blica sobre nuevas bases. La última fue la estrategia de Haber­
sirvan al interés público. la s, la cual alcanzó su plena madurez con la publicación de
Los filósofos de la Teoría Crítica de comienzos de la década la Teoría de la acción comunicativa (1981).
de 1930 aún tenían esperanzas de que este problem a tuviera Seguir la reconstitución que hace Habermas del concepto
una solución material, consistente en una combinación de los de esfera pública en relación con su teoría de la acción comuni­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

cativa es un preludio necesario para comprender, tanto su in­ cual las opiniones y las opciones morales toman forma a tra­
terpretación de la violencia y el terrorismo global en tanto de­ vés del diálogo intersubjetivo. Capturar la comunicación en este
fectos de com unicación, com o la solución que él contempla nivel más profundo implica una separación radical del para­
para estos problemas. digma m onológico centrado en el sujeto. Mientras que en este
modelo el hablante individual preexiste a la com unicación in­
L a democracia del discurso cotidiano tersubjetiva, para Habermas ésta es la condición de posibilidad
del hablante individual. A la luz de esto, el hablante individual
El m odelo de esfera pública defendido por Kant está fuer­ no es un agente solitario sino una unidad funcional de una co­
temente anclado en las condiciones materiales de la sociedad munidad de hablantes. Habermas llama «pragmática univer­
de finales del siglo xviii, una sociedad n o mediatizada, no glo- sal»26 a este nuevo enfoque. El argumento que le permite es­
balizada, caracterizada por una distinción relativamente bien tablecer la interdependencia entre el hablante individual y su
demarcada entre los ámbitos político y económ ico. En opinión comunidad es que un individuo aislado no puede establecer re­
de Habermas, estas condiciones limitan la concepción kantia­ glas para su uso privado, o al menos n o reglas que pueda seguir
na de la esfera pública dentro de fronteras «monológicas». El con sentido27. Dado que el acto de habla y las diversas m oda­
monologismo se refiere a la idea de que la participación de los lidades de comunicación dependen de reglas, también depen­
individuos en la esfera pública se limita al simple compartirsus den de una pluralidad de usuarios. De lo cual se sigue que el
opiniones y opciones morales ya constituidas. En la perspec­ uso individual presupone una com unidad de usuarios.
tiva m onológica, el razonamiento moral se define com o una La «com petencia» lingüística requerida p or el proceso de
conversación hipotética consigo mismo (o con un oyente ima­ comunicación cubre a la vez las reglas gramaticales de los len­
ginario) . guajes naturales y una orientación hacia el consenso que Haber-
Con la noción de m onologism o Habermas quiere subrayar mas ve com o intrínsecamente presente en todo acto de habla28.
dos elementos que concurren en la ética y la política kantianas. Cuando yo digo algo, dice el argumento, implícitamente me ha­
El primero es la naturaleza solitaria del imperativo categórico: go disponible para defenderlo: esto es lo que él llama la «pre­
el experimento mental en el que uno se pregunta si sus accio­ tensión de validez universal» de un acto de habla. T odo acto
nes están basadas en un principio de acuerdo con el cual elegi­ de habla requiere que el hablante esté dispuesto, si se lo con­
ría actuar el resto de la humanidad, en cualquier cultura y en fronta, ajustificarlo o a «redimirlo». En opinión de Habermas,
cualquier m omento de la historia25. El segundo es la prioridad en la misma estructura del habla se encuentra implícita algu­
de la subjetividad sobre la intersubjetividad en la concepción na forma de pretensión de validez, lo cual lo lleva a concluir
kantiana de la autonomía individual: esta prioridad postula a que la racionalidad proporciona a la vez la estructura y el al­
la autonomía com o un dato natural de todo ser humano, y no cance de la com unicación. Su argumento crucial es que cada
com o el producto del intercambio comunicativo racional en­ Vez que nos comunicamos nos com prom etem os automática­
tre ellos, com o piensa Habermas. mente con la posibilidad de llegar a un acuerdo dialógico li­
El esfuerzo de Habermas está orientado a capturar la comu­ bremente conseguido en el cual el m ejor argumento será el
nicación en un nivel más profundo que Kant, un nivel en el que prevalezca29. De ahí que cada vez que enfrentemos desa­

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La filosofía en una época de terror
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cuerdos, o al menos el pluralismo de convicciones diversas, opone totalmente a la n oción de que n o hay criterios para es­
siempre estemos a la búsqueda de una resolución futura. Ac­ tablecer la validez universal de una creencia, de tal m od o que
ción comunicativa es el nom bre que Habermas da al residuo mi creencia sería en principio tan válida com o cualquiera otra.
de racionalidad que hace parte integrante de nuestros inter­ Sostener una posición, para él, significa que ella es una posi­
cambios cotidianos. ción válida a la luz de los argumentos racionales que la hacen
En la acción comunicativa los individuos llegan ajuicios con­ aparecer com o la m ejor posición disponible hasta que se me
versando con otros participantes, quienes a su vez se verán afec­ ofrezca una mejor. Si una posición es válida en este sentido,
tados por esos juicios. Esto la hace fundamentalmente emanci- no es válida solamente para mí, sino para cualquiera que esté
patoria, porque afirma la necesidad de resolver los desacuerdos participando honestamente en la discusión. La defensa haber-
a través de la argumentación. Además, la acción comunicativa masiana del «universalismo» en las teorías ética y política nace
es emancipatoria porque expresa el interés sistemático de la ra­ de la posibilidad de justificar racionalmente las creencias, lo
zón en buscar las condiciones materiales que le permitan de­ mismo que los consensos.
sarrollarse en toda su extensión. La acción comunicativa, es­ El universalismo se apoya en la clásica distinción socrática
cribe Habermas con elocuencia, «se renueva en cada acto de entre el conocim iento y la opinión, en donde el primero está
entendimiento sin constricciones, en cada m om ento de con­ fundado en la verdad mientras que la segunda es el resultado
vivencia solidaria, de individuación exitosa, y de emancipación de una evaluación subjetiva provisional. Afirmar la diferencia
salvadora [...] La razón comunicativa opera en la historia co­ entre conocim iento y opinión, entre com prensión objetiva y
m o una fuerza vindicadora»30. evaluación subjetiva, sirve para resaltar lo que separa los acuer­
Mientras que la voz m onológica de la ética kantiana opera dos utilitarios temporales del consenso propiamente dicho. Si
en la primera y segunda personas del singular («yo» y «tú»), sólo tuviéramos en cuenta acuerdos utilitarios, sería muy difí­
la voz dialógica de la acción comunicativa habla en la primera cil, según Habermas, establecer los límites entre la comunica­
persona del plural («nosotros»). Este «nosotros» hace posible ción no forzada y la comunicación mendaz. Básicamente, sería
que las máximas morales no se queden en la abstracción si­ imposible distinguir quién manipula a quién, quién dice la
n o que más bien broten de necesidades concretas individua­ verdad y quién está mintiendo.
les y de compromisos socialmente situados. En la medida en La posibilidad de consensos racionalmente justificados es
que la acción comunicativa «intenta sacar a la luz el potencial absolutamente crucial desde una perspectiva política, pues sin
racional intrínseco a las prácticas comunicativas cotidianas»31, ellos la filosofía no sólo perdería su filo crítico sino que tam­
funciona de abajo hacia arriba (bottom up) y n o de arriba hacia bién se dejaría abierta la puerta a una definición de la solida­
abajo (topdown). ridad hecha o bien en términos de valores prepolíticos, o bien
Para Habermas, es importante que el énfasis que se hace en términos de la volatilidad de los sentimientos subjetivos de
en lo concreto y particular no conduzca a otorgarle un valor c°mpasión. Para Habermas, por el contrario, la solidaridad y
relativo a cada posición: para él, la racionalidad no es un asun­ el vínculo social son una función estructural de la comunica­
to de preferencias personales. A diferencia de Richard Rorty ron, que puede fortalecerse una vez nos damos cuenta de las
y otros defensores del enfoque neopragmatista, Habermas se Pretensiones de validez que se encuentran inmersas en cual­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

quiera de nuestras declaraciones. Tan pronto com o entramos diante una escena de una conversación solitaria consigo mismo
en discusiones significativas con los demás, nuestro compromi­ (o con un interlocutor imaginario) en la que uno busca identi­
so de redimir tales pretensiones nos impulsa sistemáticamente ficar el principio de acuerdo con el cual elegiría actuar el resto
a buscar soluciones racionales que serán evidentes para todo de la humanidad, el principio de acción comunicativa corres­
aquel que no se encuentre bajo el embrujo de la manipulación ponde a un foro en el que una pluralidad de hablantes pue­
o la distorsión. Estas soluciones permitirán la formación de con­ den estar o n o de acuerdo, sobre la base de la fuerza de sus ar­
sensos durables y racionalmente validados en lugar de cam­ gumentos respectivos. Habermas identifica la libertad de estar
biantes alianzas de conveniencia o acuerdos utilitarios32. o no de acuerdo sobre la base del argumento más fuerte com o
Toda discusión de la esfera pública se refiere a la naturale­ el rasgo formal de la racionalidad y, a la vez, el principio fun­
za de nuestro interés en los demás y al logro de un compromiso dador de la democracia.
político. Sin un interés en los demás y un sentido de com pro­ Habermas es consciente de que esta libertad describe un
miso con el bienestar de la colectividad no hay esfera pública. modelo teórico que n o se encuentra con toda su pureza en el
La teoría de la acción comunicativa afirma haber encontrado mundo real, en donde la com unicación se distorsiona debido
la manera de entretejer el nivel abstracto de la validez de las aúna variedad de factores: desde la consecución de consensos
normas morales (la exigencia de que las creencias no sean un mediante técnicas de ingeniería por parte de la industria de
asunto de preferencia o de inclinación sino de validez, basada las relaciones públicas, hasta toda la variedad de presiones y re­
en la argumentación racional) con la dimensión concreta, de laciones de poder que el hablante puede ejercer sobre el oyen­
carne y hueso, de la existencia. Si Habermas está en lo cierto, te. Sin embargo, el mismo carácter abstracto de lo que él llama
la clásica dificultad de reconciliar la autonomía individual y el «la situación ideal de habla» hace de ésta precisamente un prin­
vínculo social estaría fundamentalmente resuelta. Además, al cipio regulativo y una guía para nuestra conducta33.
establecer que nuestro interés y nuestra motivación hacia los
demás son constitutivos de lo que somos, más que el resultado L a violencia com o comunicación distorsionada
de una intención que podría revocarse en cualquier momen­
to, se refuerzan a la vez nuestro com prom iso con el proceso Según el argumento de Habermas, si el terrorismo global
democrático y nuestro em peño por la justicia social, pues es­ no tiene un objetivo político realista, entonces se lo puede ca­
tos dos aspectos se convierten también en experiencias de au- racterizar com o una actividad criminal corriente, esto es, co ­
torreflexión y autotransformación. mo violencia sin ley. Surgen entonces las preguntas: ¿qué es
Esta concepción de la com unicación modifica de manera la violencia?, ¿por qué ocurre la violencia?, ¿hay una manera
sustancial la noción de esfera pública. De ser una arena en la de detenerla? Habermas admite que la violencia existe en toda
cual los participantes debaten sus posiciones previamente for­ sociedad:
muladas, la esfera pública pasa a ser el marco dialógico dentro
del cual el individuo y sus creencias y principios morales emer­ Cierto es que en el interior de nuestras pacíficas y pudientes
gen en respuesta a una comunidad de hablantes iguales. Mien­ sociedades que forman parte de la o c d e (Organización de Coo­
tras que el imperativo categórico kantiano se ilustra bien me­ peración y Desarrollo Económ ico) vivimosjunto con la violencia

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La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

estructural, y en cierto sentido habitual, de la ofensiva desigual­ prensión o un engaño, de lo cual la versión más extrema es
dad social y de la degradante discriminación, con la violencia del el terrorismo.
empobrecimiento y la marginalización. Uno de los argumentos centrales que em ergió de nuestro
diálogo es precisamente que el terrorismo es una patología co ­
La razón que explica por qué en las sociedades democrá­ municativa que se alimenta de su propio impulso destructivo.
ticas la violencia no estalla resulta del argumento clave de la Dice: «La espiral de violencia comienza con una espiral de la
teoría de la acción comunicativa de Habermas. comunicación perturbada que — a través de la desconfianza
recíproca no dominada— conduce a la interrupción de la co­
La práctica de nuestra vida colectiva diaria descansa en un municación». En las democracias liberales occidentales se dis­
sólido pedestal de convicciones de trasfondo comunes, de supues­ pone de canales establecidos para paliar las interrupciones de
tos culturales ya admitidos y de expectativas recíprocas. La coor­ comunicación. En el nivel individual, la psicoterapia ayuda a
dinación de la acción fluye a través dejuegos de lenguaje habitua­ recobrar los m omentos internos de silencio. En la arena pú­
les, a través de pretensiones de validez formuladas mutuamente blica intersubjetiva, las demandas legales resuelven conflictos
y aceptadas, al menos implícitamente, en el espacio público de las entre individuos que han agotado todas las posibilidades de dis­
razones. cusión. En contraste con esto, la globalización parece inyectar
combustible al movimiento en espiral de la violencia comuni­
Nuestra vida cotidiana, dice Habermas, está estructurada cativa.
por las prácticas comunicativas que nos permiten entendemos Habermas señala que la justicia distributiva es la primera
entre nosotros. Mediante el solo acto de hablar concordamos víctima de la globalización, la cual no solamente acaba con
implícitamente en un conjunto de reglas gramaticales que to­ formas tradicionales de vida sino que divide al m undo en ga­
dos usamos de manera veraz, con el fin de comunicar y no de nadores, beneficiarios y perdedores. La toma recíproca de pers­
manipular. El punto que sostiene Habermas es que, de una ma­ pectiva se hace cada vez más difícil frente a semejantes desa­
nera análoga, implícitamente concordam os en las reglas de la fíos. La carga de la responsabilidad claramente recae sobre los
cultura, la sociedad, la comunidad dentro de la cual funcio­ hombros de las naciones más poderosas. Esto explica por qué
namos. Estas reglas son lo que él define com o «un sólido pe­ Habermas hace un llamado a las democracias liberales occi­
destal de convicciones de transfondo comunes, de supuestos dentales para reconstruir canales de comunicación, pues el ca­
culturales ya admitidos y de expectativas recíprocas». El tras- pitalismo desbordado y la rígida estratificación de la sociedad
fon d o com ún es lo que nos da la posibilidad de ponernos en mundial se encuentran en la raíz misma del colapso del diá-
los zapatos del otro, que Habermas define com o las condicio­ logo.
nes simétricas de «adopción mutua de perspectivas». Pero si la La idea de que la globalización se puede interpretar en tér­
adopción mutua de perspectivas no se puede lograr por al­ minos de una patología comunicativa se cruza con el debate
guna razón, hablante y oyente se vuelven mutuamente ajenos acerca del choque de civilizaciones34. Este debate, que inició
e indiferentes a la redención de sus pretensiones. Este es el co­ el científico político Samuel Huntington en 1993, el año del
mienzo de una perturbación en la comunicación, una incom­ Primer atentado terrorista contra el World Trade Center por

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

parte de un grupo fündamentalista islámico, gira en tom o a la Abarca todo el rango de las actividades sociales cotidianas que
hipótesis según la cual hay un movimiento importante que se se dan por sentadas, pero también, y de manera conjunta, el
está llevando a cabo en la política mundial. Este movimiento es­ papel de la tradición, así com o todos los m odos establecidos
tá determinado por un cambio radical en la naturaleza de los de pensar y de actuar sobre la comunicación.
conflictos, los cuales, en opinión de Huntington, estarán pro­ La transición de la esfera pública a la noción de m undo de
gresivamente ligados más a motivos religiosos y culturales que la vida marca un importante cambio conceptual en el desarro­
a diferencias ideológicas o desigualdades económicas. Según llo teórico de Habermas. La referencia a la «vida» ciertamente
su lectura de los acontecimientos, a pesar de los deseos indivi­ subraya su com prom iso con la naturaleza concreta y la absolu­
duales de poder o dinero, la fuerza directriz y movilizadora en ta especificidad del lugar del sujeto dentro de su comunidad
los conflictos actuales es la cultura. Huntington identifica a la de hablantes. A su vez, el concepto de «m undo» libera al ám­
civilización musulmana com o la que tiene mayor probabilidad bito de lo público de toda conexión con el m odelo de la socie­
de convertirse en la principal fuerza desafiante en el siglo xxi. dad europea del siglo xviii con respecto al cual se concibió en
Habermas rechaza esta hipótesis de Huntington. La causa un principio la noción de esfera pública. Tal noción entiende
de la dolencia comunicativa provocada por la globalización no a la sociedad com o una totalidad, netamente dividida en los do­
es cultural sino económ ica. Para curarla, la coalición occiden­ minios privado y público: en ella, los individuos participan en
tal tiene que trabajar en dos frentes. Por un lado, en la repre­ el proceso de deliberación democrática com o si frieran miem­
sentación que tiene de sí misma: es importante que los países bros de una organización abarcadora. Esta premisa, dice Ha-
en vías de desarrollo dejen de percibir la política extranjera de bermas, es simplemente inadecuada para describir la com ple­
las naciones occidentales com o un frente imperialista que bus­ jidad de nuestra sociedad contemporánea, en donde el flujo
ca su expansión financiera. Por otro lado, lo que estas dem o­ del diálogo argumentativo se encuentra sistemáticamente ame­
cracias tienen que hacer n o se puede reducir a una estrategia nazado por fuerzas n o políticas: desde el fundamentalismo re­
de mercadeo, pues es un triste hecho que el consumismo occi­ ligioso hasta todas las formas de fanatismo, desde el mercado
dental explota com o un misil en m edio de las capas más desa­ hasta la administración estatal. La esperanza de cambiar radi­
ventajadas de la población mundial. Este estallido consumista, calmente estas fuerzas mediante su politización es la ilusión
sugiere Habermas, provoca la reacción espiritual, la cual es vis­ que guía la crítica de Marx a la ideología, la cual es considera­
ta por mucha gente com o la única alternativa al silencio y la da por Habermas com o un m odelo demasiado totalizador pa­
resignación. ra hacer justicia a una estructura tan com pleja com o la socie­
A partir de finales de la década de 1970, cuando culmina dad postindustrial global de nuestra época.
su articulación sistemática de la teoría de la acción comunica­ La publicación de la Teoría de la acción comunicativa (1981)
tiva, Habermas empieza a referirse a la esfera pública en térmi­ marca el giro de Habermas hacia un nuevo marco de investiga­
nos de «m undo de la vida». La noción de m undo de la vida, ción que mezcla una amplia gama de fuentes, tanto de la filo­
que fixe acuñada por la tradición fenom enológica iniciada por sofía analítica, con una atención particular hacia la escuela del
Edmund Husserl, se refiere al trasfondo preinterpretado y pre- lenguaje com ún de J. L. Austin y jo h n Searle, com o de las cien­
rreflexivo sobre el cual se desenvuelve nuestra vida cotidiana. cias sociales. Fuertes influencias en este nuevo marco son: el en­

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G iovanna B orradori
La filosofía en una época de terror

Luhmann a propósito del sentido y el valor del enfoque de la


foque generativo de la lingüística de Noam Chomsky, las teo­
teoría de sistemas en sociología36. Paralelo al sistema, pero irre­
rías del desarrollo psicológico y moral de Jean Piaget y Lawrence
ductible a él, está el m undo de la vida, expresión que denota
Kohlberg, y el m odelo social de análisis elaborado por Talcott
«todas aquellas formas de comunicación bajo las cuales puede
Parsons y G. H. Mead.
darse una formación discursiva de opinión y de voluntad de par­
El encuentro con la nueva red de fuentes contribuye de ma­
te de un público compuesto por los ciudadanos del Estado»37.
nera diferenciada a la creencia de Habermas de que las socie­
Estos dos dominios designan el contraste entre dos tipos de ac­
dades postindustriales consisten en un cuerpo con dos niveles,
ciones: el sistema corresponde a la acción estratégica y el mun­
cada uno de éstos gobernado por diferentes reglas y m odos
do de la vida al ámbito de la acción comunicativa38.
de desarrollo.
Habermas utiliza el contraste entre acción estratégica y ac­
ción comunicativa, y la distinción asociada entre sistema y mun­
Desde esa época he considerado que el aparato del Estado y
do de la vida, com o m arco analítico para interpretar un nue­
la econom ía son campos de acción sistemáticamente integrados
vo rango de movimientos sociales enfocados en el bienestar
que ya no se pueden transformar democráticamente desde el in­
del m undo de la vida frente a lo que él llama la intrusión de
terior, esto es, conducirlos a un m odo político de integración, sin
imperativos del sistema. Ejemplos de ellos son los movimien­
afectar su propia lógica sistemática y con ello su capacidad de
tos ambientalistas, de derechos civiles y pacifistas, a los cuales
funcionamiento. El colapso profundo del socialismo de Estado
podríamos añadir, a partir de años más recientes, el movimien­
no ha hecho más que confirmar esta apreciación. En vez de ello,
to antiglobalización. En opinión de Habermas, todos estos m o­
la democratización radical apunta ahora a un cambio de fuerzas
vimientos son eventos históricos nuevos porque n o se coligan
en el interior de una «separación de poderes» que debe ser man­
alrededor de quejas o reivindicaciones individuales, las cuales
tenida en principio. El nuevo equilibrio que hay que alcanzar no
caerían bajo un horizonte práctico estratégico, sino más bien
es entre los poderes del Estado, sino entre los diferentes recur­
se configuran alrededor de principios de libre expresión y ac­
sos para la integración social. El objetivo ya no es el de reempla­
ción comunicativa. La prueba de ello está en su ausencia de
zar un sistema económico que tiene su propia vida capitalista y un
interés por conseguir alguna participación en el poder del Es­
sistema de dominación que posee su propia vida burocrática, si­
tado, así com o en el debate persistente que mantienen acerca
no el de erigir un dique democrático contra la intrusión coloniza­
de su identidad39.
dora de imperativos del sistema en áreas del m undo de la vida35.
Si los dominios del sistema y del m undo de la vida están es­
tablecidos com o dominios heterogéneos, el desafío se convier­
En este pasaje, Habermas subraya la irreductibilidad de dos
te en el de proteger al m undo de la vida para que n o se con ­
dominios económ icos, sociales y cognitivos: el primero es el
traiga bajo la presión de intereses particulares. La amenaza real,
sistema, un m odelo de desarrollo n o integrado y n o participa-
para Habermas, está en que el sistema tiende a colonizar el
tivo: tanto el aparato del Estado com o la econom ía funcionan
m undo de la vida: si este asalto llegara a tener éxito, las ma­
com o sistemas autosubsistentes de este tipo. El concepto de
quinarias dogmática, económ ica y burocrática desplazarían el
sistema autosubsistente, o que mantiene sus fronteras, es pro­
poder emancipatorio de la racionalidad encam ado en las ins­
ducto del intenso debate sostenido por Habermas con Niklas

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orrador !

tituciones democráticas. Sólo mediante la apropiación, a tra­ de la creencia en una norma dada e indica el procedim iento
vés de la reflexión, y la afirmación, a través de la práctica, de las mediante el cual se puede poner a prueba su validez. Una vez
condiciones de comunicación en el mundo de la vida podemos que su validez queda establecida mediante una argumenta­
resistir la creciente influencia de los imperativos n o políticos. ción racional (discursiva), la norma se supone válida no sólo
El énfasis en el m odelo comunicativo es pertinente para la para el individuo que la acepta o para los interlocutores racio­
nueva articulación habermasiana del concepto de crítica. Mien­ nales involucrados en la discusión, sino para todo hablante ra­
tras que en la Teoría Crítica clásica y en el marxismo el objeti­ cional posible que intervenga en cualquier discusión viable. El
vo de la crítica era hacer explícitas las contradicciones produci­ ideal de un enfoque discursivo de la ética identifica a una co ­
munidad moral cuyas normas y prácticas son aceptadas com ­
das en el mundo por la injusticia social inherente al capitalismo,
pletamente por quienes están sujetos a ellas. Esta comunidad
para Habermas la función de la crítica es afirmar la racionali­
forma una sociedad basada en el acuerdo de todos los que la
dad comunicativa y su potencial de autorreflexión y autoexa-
integran de manera libre y en igualdad de condiciones y en
men. Dado que la racionalidad no es una función abstracta si­
la cual se han abolido la imposición y la manipulación.
no el soporte conceptual de la práctica comunicativa cotidiana,
El enfoque discursivo de la ética y la filosofía política se con­
la crítica pasa a ser el esfuerzo por ampliar la producción de
centra menos en la discusión del contenido normativo de nor­
consenso, basado en la discusión libre y sin perturbaciones en­
mas o principios específicos, y más en identificar cuáles normas
tre los hablantes. Así, la crítica se convierte en el examen de los
se pueden justificar discursivamente y el tipo de procedimien­
procedimientos conceptuales y prácticos que permiten la for­
tos racionales que requiere dicha justificación. La interpreta­
mación de consensos racionales. ción que hace Habermas del locus classicus de la Teoría Crítica,
El giro hacia la acción comunicativa causa que el fo co de el concepto y el destino de la modernidad, ocurre sobre el tras­
Habermas se mueva de los análisis histórica y sociológicamen­
fondo de esta orientación discursiva foijada recientemente. Pa­
te fundados hacia un enfoque más formal en el cual se les da ra Habermas, la modernidad es el nom bre que se le da a una
mayor prominencia a los procesos institucionales y a las estruc­ manera de pensar y de actuar en concordancia con la racio­
turas argumentativas que a las condiciones materiales. nalidad comunicativa. Una discusión más detallada de su tra­
Los argumentos a través de los cuales redimimos pretensio­ tamiento de la modernidad revelará las premisas de su com ­
nes de validez son unidades de lo que Habermas llama «discur­ prensión del fundamentalismo religioso com o un desorden
so». La noción de discurso fue elaborada por etnolingüistas co­ singularmente m oderno, idea que se encuentra en el centro
m o Émile Benveniste40 y se refiere al lenguaje analizado con de su lectura del terrorismo global. Además, el debate acerca de
respecto al hablante y su ubicación espacicrtemporal, incluyen­ qué hacer con el legado de la modernidad es el eje de la res­
do todas las variables que especifican el contexto de enuncia­ puesta de Habermas a Derrida, la cual voy a articular median­
ción. Habermas hace de este término la piedra angular de su te la consideración de la lectura que estos dos autores hacen
enfoque comunicativo de la ética y la filosofía política. Desde de un tercer filósofo, Walter Benjamin. Benjamin se sitúa en­
la publicación de uno de sus libros más recientes, Facticidady tre Habermas y Derrida com o un Jano de doble rostro: miran­
validez, Habermas lo ha ampliado para que cubra también la do intensamente tanto hacia la Teoría Crítica com o hacia la de-
teoría del derecho. El discurso entraña una cierta suspensión c°nstrucción.

1ÍO 111
La filosofía en una época de terror G iovanna B orrador !

L a JAULA DE HIERRO DEL FUNDAMENTALISIMO Después de vivir de primera mano las innombrables atroci­
dades del totalitarismo, muchos intelectuales alemanes, y segui­
El interés de Habermas en el concepto de modernidad, to­ dores de la Teoría Crítica, pensaron que la historia les había
mado com o la herencia política del legado dejado por la Ilus­
proporcionado la corroboración definitiva de lo peor de los te­
tración, le viene de sus mentores, Adorno y Horkheimer. Para
mores weberianos. Dialéctica de laIlustración, publicado en 1947
estos dos filósofos la Ilustración representa el grito justo y ne­
por Adorno y Horkheimer cuando regresaban a Alemania tras
cesario contra la opresión de autoridades unilaterales, com o,
una década de exilio en los Estados Unidos, constituye la expre­
por ejemplo, la religión. Sin embargo, este noble propósito es-
sión más pura de esta convicción: que Weber estaba en lo cierto.
tá en abierta contradicción con lo que muchos intelectuales ale­
A d om o fue quizás la figura que ejerció la influencia más
manes interpretaron com o tendencias autodestructivas de la
grande sobre el joven Habermas. Sin embargo, Habermas n o
Ilustración: ¿cóm o pudo suceder que el sentido compartido de
sólo luchó con todas sus fuerzas, desde el comienzo, para supe­
responsabilidad cívica, cultivado durante dos siglos por el pen­
rar el pesimismo y el nihilismo de su maestro, sino que también
samiento ilustrado poskantiano, n o evitara dos guerras mun­
obtuvo de él la clave para ir más allá de la visión del m undo
diales y el surgimiento de regímenes totalitarios? La amenaza
de su mentor.
de terrorismo global, que inauguró el com ienzo del tercer mi­
lenio, podría interpretarse fácilmente de manera que se aña­
Volver a leer a Adomo me ha dado la fuerza para abordar sis­
dieran más pruebas a favor de este argumento.
En m edio de las ruinas de las ciudades alemanas bombar­ temáticamente [...] la teoría de la reificación como una teoría
deadas y de la cultura germana destrozada, Adorno y Horkhei­ de la racionalización, en el sentido de Max Weber. Ya en esa épo­
mer se tom aron hacia la obra del sociólogo Max Weber, quien ca mi problema era una teoría de la modernidad, una teoría de
de manera explícita había expuesto esta hipótesis41. la patología de la modernidad desde el punto de vista de la rea­
El argumento de Weber gira en tom o a la posibilidad de que lización —realización deformada— de la razón en la historia4?.
la secularización del conocimiento ordenada por la Ilustración
haya iniciado un «desencantamiento del mundo» que erosiona Desde su época más temprana Habermas ha estado buscan­
los fundamentos de las formas de vida tradicionales. Tal desen­ do una teoría positiva y constructiva de la modernidad. La ex­
cantamiento deja al ser hum ano solo: com o todos los ideales presión «la patología de la m odernidad» se puede leer con el
de armonía cósmica han desaparecido, el m undo se empieza significado de que la modernidad misma es la enfermedad; pe­
a percibir com o un objeto extem o que hay que utilizar para ro Habermas asume el punto de vista de que existen tenden­
fines utilitarios. El desencantamiento constituye así el campo cias patológicas dentro de la m odernidad y de que éstas se pue­
abonado para una concepción instrumentalista de la racio­ den separar de la totalidad, la cual es más saludable.
nalidad, denominada por Weber Zweckrationalitat, dominada Leer la teoría weberiana de la racionalización en conexión
por los términos causales reductivos de medios y fines. La ra­ con la teoría de la reificación es el primer paso que Habermas
zón, entendida de este m odo, representa la prom oción pura y a en esta dirección. La reificación indica la manera com o las
simple del control: control de los seres humanos sobre el mun­ relaciones sociales han sido deformadas, incluso desfigura-
do y del ser humano individual sobre los demás. as>por el m odelo capitalista de producción. El capitalismo,

11 3
La filosofía en u na época de terror G iovanna B orradori

de acuerdo con el diagnóstico marxista, im pone a la clase tra­ La crítica de Habermas al pesimismo de Weber con respec­
bajadora el peso insoportable de la alienación, lo cual reduce to a la modernidad nos ofrece una clave única para interpre­
la fuerza de trabajo a la condición de ser sólo una mercancía tar el fundamentalismo religioso. La descripción negativa que
más. Según el argumento, en la modernidad capitalista la vida hace Weber de los efectos de la racionalidad instrumental y
de la clase obrera se entiende com o un medio para obtener be­ la secularización se ajusta de manera inquietante a la percep­
neficios. Este mecanismo impide que el trabajador se apropie ción fundamentalista religiosa de que la cultura occidental está
del sentido de su propio trabajo. Si la alienación es el resulta­ desarraigando las formas tradicionales de vida. El fundamen­
do de su actividad, también se le niega una relación autónoma talismo reproduce la aseveración de Weber de que tal desarrai­
con su entorno. En la Alemania de la segunda posguerra, la go, al hom ogenizar culturas y enajenar a los miembros indi­
teoría de Weber según la cual la modernidad trae consigo un viduales de sus comunidades, tiende a destruir la posibilidad
tipo destructivo de racionalización fue interpretada en cone­ de una identidad espiritual y moral. Precisamente debido a su
xión con la teoría marxista de la reificación. El joven Habermas oposición a la modernidad y a la modernización, el fundamen­
com binó estas dos teorías para darle un sentido a la tendencia talismo es considerado por Habermas com o un fenóm eno dis­
patológica de la modernidad. tintiva y singularmente m oderno.
En el centro del oscuro escenario weberiano se encuentra Toda religión implica un núcleo dogmático de creencia, di­
la figura de lajaula de hierro, una prisión de eficiente ceguera ce Habermas, lo cual explica que toda religión necesite una au­
burocrática creada por el crecimiento indiscriminado de la ra­ toridad constituida que discrimine entre interpretaciones or­
cionalidad utilitaria o instrumental. La concepción de Haber- todoxas, o válidas, e interpretaciones n o ortodoxas, o inválidas,
mas de los m odos de desarrollo en dos niveles de las sociedades del dogma. Pero, com o lo declara en nuestro diálogo, «una or­
complejas, en los cuales se describen la econom ía y el apara­ todoxia com o ésas se vuelve fundamentalista cuando los guar­
to administrativo com o «sistemas» autoalimentados, es clara­ dianes y los representantes de la verdadera fe ignoran la situa­
mente una herencia de Weber. Muy en la línea de este autor, ción epistémica de una sociedad pluralista desde el punto de
Habermas ve el peligro del poder expansivo de las fuerzas eco­ vista de las concepciones del mundo y se em peña— incluso con
nómicas impersonales y de los procesos administrativos buro­ violencia— en la imposición política y en la obediencia gene­
cráticamente organizados. Sin embargo, muy a diferencia de ral de su doctrina». La modernidad n o se limita a confinar a la
él, Habermas n o piensa que la racionalización social equivalga religión dentro de la dimensión espiritual de la vida, sacándo­
al poder creciente de la tecnología y el cálculo, de la organi­ la del manejo político de la esfera pública; le exige además que
zación y la administración, ni que el triunfo de la razón sea un acepte, en el nivel cognitivo, su ubicación en una sociedad plu­
obstáculo para la libertad en vez de ser su oportunidad defi­ ralista. En otras palabras, la religión tiene que enfrentar el com ­
nitiva. Por el contrario, Habermas adopta incondicionalmente plejo desafio de relativizar su posición frente a otras religiones
la agenda política de la Ilustración, a la cual da el nom bre de Sln relativizar su propio núcleo dogmático. Esto es lo que Ha-
«discurso de la modernidad». Es este discurso, dejado inacaba­ bermas llama «la situación epistémica» de la religión en la m o­
do por la Ilustración, el que las sociedades complejas postin­ dernidad. A partir de la Reforma, que causó el cisma interno
dustriales de hoy deberían dedicarse a completar. en cristianismo occidental entre el catolicismo rom ano y el

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La filosofía en u na época de terror
G iovanna B orradori

protestantismo, durante cuatrocientos años la religión en Eu­ Mientras que ésta es la razón para que Derrida rechace el
ropa ha tenido que soportar una situación semejante. concepto de tolerancia, dicho carácter paternalista n o le impi­
Lo que la modernidad le ha pedido a la religión es que se de a Habermas defenderlo basado en un argumento que tam­
vea a sí misma a través de los ojos del otro. El otro es, en este bién utiliza contra la n oción de que la democracia puede ser
caso, una pluralidad de otros en competencia, que incluye di­ una forma de gobierno culturalmente específica y, por consi­
ferentes formas de fe religiosa, el conocim iento científico y las guiente, no preferible de manera universal. Dice:
instituciones políticas. El fundamentalismo consiste en el re­
chazo de este m anojo de desafíos, lo que Habermas llama «la En el interior de una comunidad política cuyos ciudadanos
represión de disonancias cognitivas» y el retom o a «la exclusi­ se han otorgado recíprocamente los mismos derechos no hay lu­
vidad del punto de vista prem odem o de la fe». El «punto de gar para una autoridad que pueda fijar unilateralm ente los límites
vista de la fe» indica más la manera com o creemos que aque­ de lo que se tolera. Sobre la base de la igualdad de derechos y del
llo en lo que creemos. El fundamentalismo tiene menos que reconocimiento recíproco de los ciudadanos nadie posee el privi­
ver con algún texto o dogma religioso específico que con la mo­ legio de poner los límites de la tolerancia solamente desde la pers­
dalidad de la creencia. «Las complejas relaciones vitales en las pectiva de su propia valoración.
sociedades pluralistas sólo son compatibles con un universa­
lismo estricto en el que se respeta a todos por igual, ya se trate Para Habermas, se puede defender la tolerancia si se la prác­
de católicos o de protestantes, de musulmanes o de judíos, de tica en el contexto de una com unidad democrática. En dicho
hinduistas o de budistas, de creyentes o de no creyentes». Este contexto, dado que los ciudadanos se reconocen recíprocamen­
universalismo es «estricto» porque se aplica a la manera como te los mismos derechos, nadie tiene el privilegio de fijar los lí­
cada religión se relaciona con las otras y con su propia fe. Un mites de lo que se ha de tolerar. Mientras que Enrique IV pro­
universalismo puro es el fundamento sobre el que Habermas clamó unilateralmente la tolerancia hacia los protestantes, en
defiende la noción de tolerancia. las democracias occidentales modernas la tolerancia adquiere
La tolerancia describe la condición de estricto universalis­ un perfil dialógico. Lo que se tolera n o se fija de manera uni­
m o exigida por las sociedades pluralistas modernas. Habermas lateral o monológica sino que se consigue de manera dialógica
evoca el Edicto de Nantes (1598), en el cual Enrique IV, rey de a través del intercambio racional entre los ciudadanos.
Francia, «permitió a los hugonotes, es decir, a una minoría re­ En una democracia liberal, el único patrón com ún que se
ligiosa, la confesión de su creencia y el ejercicio de su culto ba­ requiere para que haya tolerancia — la condición bajo la cual
j o la condición de que ellos no cuestionaran la autoridad de la una persona religiosa tolera a un ateo— es la lealtad a la Cons-
monarquía ni el predom inio del catolicismo.» Así, la minoría titución. La Constitución, para Habermas, es la encam ación
protestante fue «tolerada» con la condición de que renuncia­ P°lítica del ideal de una comunidad moral cuyas normas y prác-
ra a cualquier pretensión de poder político o antagonismo ha­ hcas son plenamente aceptadas por quienes están sujetos a
cia la mayoría católica. Habermas reconoce fácilmente que es­ eUas. Así, fidelidad a la Constitución quiere decir fidelidad a una
tas son condiciones paternalistas, por lo cual la aceptación del P ie d a d en la cual el consenso de todos los miembros, libres y
otro tiene el carácter de un «acto de gracia». en condiciones de igualdad, se consigue independientemente

117
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

de toda imposición y manipulación. En la visión de Habermas, chos civiles en realidad se nutre de la resistencia de las mino­
la constitución de un Estado democrático republicano es el mo­ rías, cuya hostilidad a la voluntad de la mayoría en el m om en­
delo de validación discursiva en toda su pureza. to presente puede renovar la propia autocomprensión de la
El caso de los conflictos que se presentan al interpretar la mayoría en el futuro.
Constitución ilustra bien este elemento discursivo en ella, pues De acuerdo con Habermas, los derechos n o son caracterís­
«ya en la misma constitución están fijadas instituciones y pro­ ticas que los individuos posean naturalmente sino relaciones
cedimientos que deben decidir los conflictos en la interpreta­ que están basadas en el reconocim iento mutuo. Al respecto
ción de la Constitución; así com o también deben decidir la cuesr escribe:
tión de por dónde, en casos particulares, pasa el límite más allá
del cual una agitación pública [...] abandona el suelo de la Los derechos subjetivos no están referidos ya, por su propio

constitución”». En la medida en que haya procedimientos co­ concepto, a individuos atomísticos y extrañados, que autoposesi-
múnmente aceptados, también existirá la posibilidad de ar­ vamente se empecinen unos contra otros. Como elementos del
ticular los conflictos de una manera racional. Esta posibilidad orden jurídico presuponen más bien la colaboración de sujetos
entraña dos compromisos rivales: uno es el compromiso del ha­ que se reconocen como sujetos de derechos, libres e iguales en
blante de decir la verdad y de defenderla a través de la reden­ sus derechos y deberes, los cuales están recíprocamente referidos
ción de sus pretensiones de validez; el otro es el compromiso unos a otros. Este reconocimiento recíproco es elemento inte­
del oyente de aceptarla o de oponerse a ella con un m ejor ar­ grante de un orden jurídico del que se derivan derechos subjeti­
gumento. Si estos dos compromisos han sido establecidos, hasr vos cuyo cumplimiento esjudicialmente exigible. En este sentido
ta la lealtad a la Constitución está sujeta a constante revisión los derechos subjetivos y el derecho objetivo son cooriginales4^.
de parte de todos los agentes involucrados.
El caso de la desobediencia civil también es interesante des­ Los individuos se confieren mutuamente derechos tan pron­
de el punto de vista de la apreciación que hace Habermas de to com o aceptan regular su vida com ún mediante el derecho
la estructura discursiva de la Constitución y de su alcance auto- positivo. En las democracias liberales, el derecho n o es, y n o se
reflexivo. «Ella [la Constitución] puede incluso recuperar re­ lo debería interpretar com o si fuera, un sistema internamen­
flexivamente las condiciones que son conformes a la Constitu­ te coherente de normas abstractas; más bien, el cuerpo legal
ción en casos de violación de sus límites, en cuanto permite la corresponde a la libertad subjetiva, y com o tal se lo debería to-
desobediencia civil». Esto quiere decir que la Constitución con­ mar- Subyacente a esta creencia, que es central en las contribu-
tiene disposiciones para la situación más radical, aquella en la ciones más recientes de Habermas a la teoría política y legal,
cual un disidente decide n o someterse más a ella. Tales disp°" Se encuentra el principio kantiano que garantiza a cada indi-
siciones ordenan que la resistencia del disidente sea manejada Vlduo la mayor cantidad de libertad que sea compatible con
de acuerdo con ciertos procedimientos. Estos procedimientos Una libertad semejante para todos.
constitucionales permiten a la mayoría permanecer críticamen­
te comprometida con sus propias decisiones. De este m odo, e
proyecto democrático de hacer realidad la igualdad de dere

TTi J19
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

El proyecto inconcluso de la modernidad Como declaró públicamente tras la reunificación alemana en


1990, Habermas no cree en una identidad nacional construida
La modernidad es para Habermas el emblema mismo del sobre tradiciones pasadas o en la noción de un destino común.
valor procedimental de la racionalidad. El problema, tal como El progreso moral de la modernidad consiste en haber mostra­
él lo ve, es que su promesa n o se ha cumplido. La articulación do que si una nación quiere evitar riesgos totalitarios, necesi­
de esta promesa incumplida lo ha distinguido netamente de ta apoyarse única y exclusivamente en el compromiso, logrado
la tradición de pensadores alemanes — incluyendo a Weber, libre y racionalmente, con sus propias reglas y normas. El don
Adorno y Horkheimer— que responsabilizaron a la racionali­ de la modernidad occidental es haber mostrado los beneficios
dad de la Ilustración de haber infectado a la modernidad con que trae el excluir del abanico de normas políticamente acep­
el virus de la autodestrucción. tables todo parámetro mítico o religioso. Lo que Habermas lla­
En opinión de Habermas, los pensadores franceses asocia­ ma moralidad posconvencional descansa en el procedimiento
dos con la crítica de la racionalidad de la Ilustración e identi­ racional de someter a prueba las pretensiones de validez en
ficados, aunque de manera p o co rigurosa, con la etiqueta del un marco intersubjetivo.
posm odem ism o, radicalizan esta posición y caen en aprecia­ A medida que Habermas desarrollaba su reflexión sobre
ciones fundamentalmente irracionalistas, las cuales nos hacen la modernidad en oposición a la tradición, y en relación con la
más, y no menos, vulnerables ante la amenaza del fascismo. En forma com o la racionalidad se afirma a sí misma en un marco
las sociedades postindustriales complejas, el fascismo corres­ democrático, surgía la cuestión de si la m odernidad tiene el
ponde a la colonización del m undo de la vida p or parte de las carácter de una experiencia histórica o si es simplemente un
presiones sistemáticas de los mercados globales desenfrenados, conjunto de requisitos formales que se aplican a todas las épo­
de la expansión salvaje de la tecnología y, podemos agregar, del cas y lugares. Ésta es una cuestión crucial si uno quiere, com o
fundamentalismo religioso. Habermas simplemente no ve có­ Habermas, unlversalizar estrictamente la agenda de la moder­
m o enfrentar esa colonización si n o se reconoce a la raciona­ nidad com o el único vehículo nada menos que del progreso
lidad com o la herramienta central y universal de resistencia, en moral.
línea con las tesis de la Ilustración. Para com prender las sutilezas del punto de vista de Haber-
Contra las interpretaciones negativas de la modernidad, mas acerca del fundamentalismo religioso com o un fenóm eno
Habermas avanza la tesis de que ésta ha producido el progreso m oderno, puede ser útil separar los detalles de la distinción
moral. Este progreso descansa en la conciencia de que el pro­ entre la modernidad, tomada com o la agenda política surgida
ceso de socialización tiene que estar estructurado por un siste­ en un momento histórico particular, y la modernización, enten­
ma de normas que requieren una justificación argumentativa, dida com o un proceso que puede tener lugar en cualquier m o­
sin apelar de ningún m odo a la tradición. Precisamente porque mento o lugar. ¿Qué quiere decir Habermas con «m oderno»?
el m undo de la vida se encuentra estructuralmente amenaza­ ¿Es el fundamentalismo una reacción de pánico ante la m o­
do, esta conciencia ha madurado y se ha asentado, liberando dernidad o la modernización? En esta última sección me gus­
a la sociedad para que construya su identidad independien­ taría reconstruir las bases históricas de esta distinción y mostrar
temente de cualquier sentimiento de deuda hacia el pasado. cóm o Habermas, siguiendo a Hegel, localiza una vía interme­

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

dia entre las dos. En El discursofilosófico de la modernidad, Haber- dor que inauguró la discusión filosófica de esta noción: Georg
mas discute con Weber en cuanto éste es un defensor tenaz de Wilhelm Friedrich Hegel.
la interpretación de la modernidad com o una época histórica.
Para él, la modernidad está más fuertemente arraigada en el Cuando la modernidad deviene consciente de sí misma sur­
contexto histórico y cultural europeo porque Europa es la re­ ge una necesidad de autocercioramiento que Hegel entiende
gión en donde primero se tradujeron las visiones del mundo como necesidad de filosofía. Ve la filosofía puesta ante la tarea
religiosas a la cultura secular. Esta premisa lo condujo a plan­ de aprehender su tiempo (y para Hegel ese tiempo es la Edad
tear la pregunta de por qué fuera de Europa «el desarrollo cien­ Moderna) en conceptos. Hegel está convencido de que no es po­
tífico, artístico, político o económ ico [...] n o ingresó a la senda sible obtener el concepto que la filosofía se hace de sí misma, con
de la racionalización que es tan peculiar a Occidente»44. La res­ independencia del concepto filosófico de modernidad46.
puesta de Weber fue que existe una conexión necesaria entre
la noción de modernidad y la orientación intelectual del racio­ Para Hegel, la m odernidad tiene una función histórica pe­
nalismo occidental. ro no es única de una época histórica. La era m oderna es la
Otros sociólogos, señala Habermas45, ofrecieron puntos de época en la que tanto los individuos com o las comunidades de­
vista relacionados con éste, según los cuales la secularización sarrollan una conciencia histórica de sí mismos y de sus accio­
de las sociedades modernas se produce por algún tipo de «ma­ nes: una conciencia de su propio lugar en la historia y su p o­
duración» de tradiciones, las cuales, al haber perdido su espon­ tencial para cambiarla. Todo sujeto m oderno está confrontado
taneidad y vitalidad, se han transformado en autorreflexivas con «la tarea de captar su propio tiempo», lo cual significa apro­
y autoexaminadoras. En estos modelos, la racionalidad n o se piarse críticamente de su sentido independientemente de lo
concibe com o específicamente occidental ni se le atribuye el que ordenen las Sagradas Escrituras o la tradición. La filosofía
papel edificante de emancipar a la gente de condiciones res­ es el nom bre para la emergencia de esta conciencia histórica,
trictivas. la cual es emancipatoria de manera singular, para Hegel lo mis­
En lugar de interpretar la modernidad com o una experien­ mo que para Habermas, porque abre la posibilidad de apro­
cia históricamente específica, algunos académicos la ven co ­ piarse críticamente el presente. La modernidad se renueva ca­
m o un esquema general de desarrollo social que consiste en un da vez que se enfrenta críticamente el presente y que se lo toma
determinado núm ero de condiciones: movilización de recur­ com o una puerta abierta al futuro. En el lenguaje de Haber-
sos, implementación de la productividad, formación de pode­ mas, la edad moderna « tiene que extraersu narmatividad de si mis­
res políticos centralizados, surgimiento de la identidad nacio­ ma. La modernidad no tiene otra salida, no tiene más remedio
nal, un sistema educativo, secularización de valores y normas, que echar mano de sí misma»47.
afirmación de formas urbanas de vida. El término descriptivo Com o Hegel, Habermas piensa que una sociedad verdade­
para este esquema general es modernización, la cual emerge ramente democrática tiene que estar com prom etida con sus
com o una dinámica social cuasievolucionista. normas, independientemente de cualquier autoridad exter­
Habermas se declara favorable a una tercera hipótesis, cer­ na, sea ella el pasado, la tradición o la ortodoxia religiosa. Es­
cana a la comprensión de la modernidad que ofrece el pensa­ to implica que la modernidad no es una emergencia histórica-

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G iovanna Borradori
La filosofía en una época de terror

mente restringida, determinada irreductiblemente por el cur­ La intensa implicación de Habermas en este debate de la
so de la historia y la cultura europeas, sino un proyecto adop­ modernidad proviene de su preocupación de que la orienta­
tado de manera deliberada en un cierto punto en la historia ción posm odem a esconda la irresponsabilidad política y el
por una com unidad de ciudadanos48. El fundamentalismo es potencial de desarrollarse com o un peligroso despertar reac­
la reacción violenta contra este proyecto. La modernidad es el cionario51. Habermas acusa a esta casta de pensadores, inclu­
nom bre para la posibilidad de adoptar un ángulo crítico con yendo a Derrida, de n o prestar la debida atención al soporte
respecto a la tradición, de apropiarse críticamente cualquier político de la modernidad: un llamado universalista a favor
tradición de tal m odo que los individuos y las comunidades pue­ de la libertad y la igualdad que no es posible relativizar de nin­
dan adelantar, de manera libre y consensuada, sus propias de­ guna forma. Me voy a referir a la crítica de Habermas a De­
liberaciones. rrida de manera indirecta al discutir la respuesta de Habermas
Abandonar la modernidad significa para Habermas aban­ a Walter Benjamin52. En opinión de Habermas, Benjamin es
donar el compromiso con la libertad y lajusticia social, las cua­ el directo antecesor de Derrida por el sentido mesiánico que
les constituyen el corazón mismo de su sistema filosófico. Esto le atribuye al m om ento m oderno. Pero la opinión que tiene
explica por qué tomó tan a pecho el debate sobre el destino de Habermas de Benjamin es significativa no sólo porque extien­
la modernidad y se opuso tan firmemente a cualquier insinua­ de sujuicio sobre éste a Derrida, sino también porque Derrida,
ción de que nuestra época podría estar en una era posmoder­ quizás com o respuesta a Habermas, utiliza a Benjamin com o
na. Desde la década de 1980, su com prom iso con la m oder­ una fuente primaria de uno de sus textos cruciales sobre filo­
nidad asumió la tarea de desenmascarar la irresponsabilidad sofía política, «La fuerza de la ley»53. Deseo concluir este en­
política de los filósofos posm odernos que operan bajo la in­ sayo con la discusión de la visión habermasiana de la concep­
fluencia de Nietzsche y Heidegger. En el prefacio a El discurso ción de Benjamin de la modernidad.
filosófico de la modernidad declara cuánto lo había ocupado es­ Habermas introduce su discusión de Benjamin alineándo­
te tema, casi de manera obsesiva, desde que por primera vez lo con el poeta francés Charles Baudelaire:
lo abordó con ocasión de su recepción del prestigioso Premio
A dorno49: Mientras que Baudelaire se había contentado con la idea de
que la constelación del tiempo y eternidad acontece en la obra
Este tema controvertido y rico en facetas no me ha dejado de arte auténtica, Benjamin quiere retraducir esta experiencia
desde entonces. Sus aspectos filosóficos han penetrado más pro­ estética fundamental en una relación histórica. Forma el concep­
fundamente en la conciencia pública al traducirse las obras de los to de «ahora» (Jetztzeit), un ahora que lleva incrustadas astillas del
neoestructuralistas franceses [...] El desafío que representa la tiempo mesiánico o de la consumación del tiempo [...] Se vuel­
crítica neoestructuralista a la razón constituye, por tanto, la pers­ ve por un lado contra la idea de un tiempo homogéneo y vacío
pectiva desde la que trato de reconstruir paso a paso el discurso que queda lleno por la «obtusa fe en el progreso» que caracteriza
filosófico de la modernidad. En este discurso la modernidad que­ al evolucionismo y a la filosofía de la historia, y por otro contra
da elevada a tema filosófico desde finales del siglo xvm50. aquella naturalización de todos los criterios que el historicismo
impulsa cuando encierra la historia en un museo «dejando discu­

125
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

rrir entre sus dedos la secuencia de los hechos históricos como Las dos condiciones que Benjamin considera esenciales pa­
si de un rosario se tratara» (Walter Benjamin, «Theses on the Phi- ra una conexión significativa con el presente — a saber: que es­
losophy o f History,» in Illum inations, New York, 1969 p. 263)^. té orientado hacia un futuro impredecible y que sea selectivo
con respecto al valor de lo pasado sobre la base de sus expec­
Baudelaire es un defensor irrestricto de la modernidad es­ tativas incumplidas— revelan conjuntamente el carácter abso­
tética: para él, la libertad sin restricciones de que disfruta la lutamente único y singular de nuestra ubicación en la historia.
obra de arte moderna le da la oportunidad de expresar el cho­ Esto es lo que Benjamin llama mesianismo.
que entre la impermanencia del presente y el peso de la eter­ Una mirada atenta a la posición de Benjamin revela que
nidad. En la lectura que hace Habermas, Benjamin es aún más ésta se encuentra conectada de manera fundamental con la
exigente en sus demandas. Para él, la obra de arte realiza la au­ articulación hegeliana de la modernidad, la cual he mostrado
téntica modernidad n o sólo por su libertad subjetiva y su des­ que es muy cercana a Habermas. Si esto fuera cierto, habría
confianza hacia las convenciones, sino también com o resulta­ un traslape de Habermas y Benjamin sobre la base de funda­
do de su conexión productiva con el presente, entendido en
mentos hegelianos. Este es, en efecto, el caso, pero la base del
clave mesiánica.
traslape es limitada. Hegel concebía el sentido de la m oderni­
En opinión de Benjamin, la moderna filosofía de la histo­
dad en conformidad con una absoluta singularidad del presen­
ria ha sofocado el mesianismo de dos maneras: o bien al mirar
te con respecto a su ubicación en la historia. Esta singularidad
a la historia com o un curso predeterminado de eventos, o bien
se ha puesto de presente, tanto para Hegel com o para Benja­
al aceptar todo lo histórico de manera indiscriminada y ubicar­
min, sólo en la época moderna: lo ha hecho com o un arma p o­
lo, con igual respeto, en un museo. En contraste, su propio
derosa puesta en las manos de individuos y comunidades. Sin
llamado a un nuevo mesianismo es el llamado a un presente
embargo, Hegel despreciaba la limitada visión que tenía el pa­
que n o es ni predecible — com o quienes ven la historia com o
sado de la trayectoria global de la historia, la cual sólo se hizo
un curso predeterminado de eventos quisieran que fuera—
ni indiferente a su pasado — com o lo verían quienes reveren­ visible, en su opinión, desde el punto de vista moderno. En con­
cian de igual m od o todo lo pasado— . El presente necesita ser traste, Benjamin pensó el pasado com o un rango de expectati­
una respuesta a la completa impredecibilidad del futuro y una vas incumplidas de las cuales el sujeto m oderno aún se debería
evaluación crítica del pasado, construido com o el horizonte sentir responsable, pues es sólo sobre la base de este llamado
de expectativas incumplidas. del pasado com o se puede enfrentar al futuro com o lo total­
mente nuevo.
Esta necesidad de redención de épocas pasadas que mantie­ Benjamin, y más tarde Derrida, desarrollan una línea de la
nen sus esperanzas dirigidas en cada caso a nosotros nos trae a la reflexión hegeliana sobre el sentido de la modernidad que es
memoria aquella idea familiar tanto a la mística judía como a precisamente la que Habermas, quien también se inspira en
la mística protestante, de la responsabilidad del hombre por el Hegel, ha suprimido. Esta línea tiene que ver con un pasado
destino de un Dios que en el acto de creación se despojó de su que n o se puede articular discursivamente. Para Habermas, no
omnipotencia para dejar espacio a la igual de noble libertad del hay nada más peligroso que la idea de construir el futuro co­
hombre55. mo respuesta a un llamado cuasimesiánico del pasado56.

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A u t o in m u n id a d :
SUICIDIOS SIMBÓLICOS Y REALES
D iá l o g o con J a c q u e s D e r r id a 1
(T raducido del fra n cés p o rJ . J . Botero)

Jlil 11 de septiembre (le 11 septembre) nos dio la impresión de


habersido un major event, uno de los acontecimientos históricos más
importantes a que asistiremos en nuestra vida, enparticularpara quie­
nes no vivimos la (segunda) guerra mundial. ¿Está usted de acuerdo?
«El 11 de septiembre», dice usted — o, ya que nos hemos
puesto de acuerdo para hablar dos lenguas, September eleventh.
Más adelante deberem os regresar a este asunto de la lengua,
así com o a este acto de nombrar: una fecha y nada más. Cuan­
do usted dice «el 11 de septiembre», se trata ya de una cita, ¿no?
Para invitarme a hablar, usted recuerda, com o entre comillas,
una fecha, una datación, que invade nuestro espacio público
y nuestra vida privada desde hace cinco semanas. Hay algo que
fait date, diría yo en francés, «hace época», y éste es su impacto,
el impacto mismo de aquello que es, por lo menos, sentido, de
manera aparentemente inmediata, com o un acontecimiento
que marca, un acontecimiento singular o, com o se dice en in­
glés, unprecedented. Y digo «de manera aparentemente inme­
diata», pues este «sentimiento» es menos espontáneo de lo que
parece: en gran medida está condicionado, constituido, si no
efectivamente construido, en todo caso mediatizado, por una
formidable maquinaria tecnosociopolítica. «Hacer época», en
todo caso, supone que «alguna cosa» ocurre por primera y úl­
tima vez, «alguna cosa» que todavía n o podem os identificar,
determinar, reconocer, analizar, pero que en adelante debe­
ría permanecer com o inolvidable: un acontecimiento imborra­
ble en el archivo com ún de un calendario universal — o supues-
G iovanna B orradori
La filosofía en una época de terror

tamenteuniversal, pues no tenemos, y quiero insistir en ello des­ hartida doble: par una parte, para conjurar mágicamente la «co­
de el comienzo, más que supuestos y presupuestos, primarios sa» misma, el m iedo o el terror que inspira (la repetición tiene
dogmáticos, o bien pensados, organizados, calculados, estraté­ siempre el efecto protector de neutralizar, de amortiguar, de
gicos, o bien todo eso a la vez— . Pues el índice que señala esta alejar un traumatismo, lo cual vale para la repetición de las imá­
fecha, el simple acto, el deíctico mínimo, el apuntar minima­ genes televisivas de que hablaremos más adelante); y, de otrapar­
lista de este fechado marca también otra cosa. ¿Qué? Pues bien, te para negar, en este mismo acto de habla y de enunciación,
que quizás no disponemos de ningún concepto, de ningún sig­ la impotencia para nombrar de manera apropiada, para carac­
nificado para nombrar de otra manera esta «cosa» que acaba terizar, para pensar la cosa de que se trata, para ir más allá del
de ocurrir, este supuesto «acontecimiento». Acto del «terro­ simple deíctico de la fecha: algo terrible tuvo lugar el 11 de sep­
rismo internacional», por ejemplo (volveremos sobre ello), es tiembre, y en el fon d o n o se sabe qué. Pues, por más que nos
cualquier cosa menos un concepto riguroso y satisfactorio pa­ indignemos ante la violencia, por más que deplorem os since­
ra captar la singularidad de aquello de lo que vamos a tratar ramente, com o lo hago yo con todo el m undo, el número de
de hablar. «Alguna cosa» tuvo lugar, se tiene el sentimiento de muertos, no haremos creer a nadie que en el fon d o es de eso
no haber podido verla venir, y es innegable que la «cosa» tiene de lo que se trata. Sobre esto volveré de nuevo. Por el m om en­
sus consecuencias. Pero el lugar y el sentido mismos de este to sólo nos preparamos para decir algo.
«acontecimiento» permanecen inefables, com o una intuición Hace ya tres semanas que estoy én Nueva York. N o solamen­
sin concepto, com o una unidad sin generalidad en el horizon­ te es imposible no hablar de este tema, sino que uno siente, o
te, sin horizonte incluso, fuera de alcance para un lenguaje se le hace sentir, que le está prohibido (no se le da el derecho
que confiesa su impotencia y en el fon do se limita a pronun­ de) empezar a hablar de cualquier cosa, sobre todo en públi­
ciar mecánicamente una fecha, a repetirla, a la vez com o una co, sin cumplir con esta obligación y sin hacer una referencia,
especie de encantamiento ritual, conjuro poético, letanía pe­ en el fon do siempre ciega, a esta fecha (pero lo mismo ocurría
riodística, ritornelo retórico que confiesa n o saber de qué ha­ ya en China, en donde me encontraba el 11 de septiembre, y
bla. No se sabe bien qué es lo que se llama o nombra de este después en Francfort el 22 de septiembre)2. Admito que me he
m odo: el 11 de septiembre, Septembereleventh, le 11 septembre. La sometido regularmente a esta conminación; y de algún m odo
brevedad de la denom inación (September eleventh, 9/11 *) surge lo hago de nuevo al tomar parte con usted en esta amigable en­
no solamente de una necesidad económ ica o retórica. El tele­ trevista, pero siempre tratando de acudir, por encima de la con­
grama de esta metonimia (un nombre, una cifra) muestra lo m oción y la más sincera compasión, a preguntas y a un «pen­
incalificable al reconocer que n o se reconoce: ni siquiera se sar» (entre otras cosas, un verdadero pensamiento político) lo
conoce, aún n o se puede calificar, no se sabe de qué se habla. que, tal parece, acaba de ocurrir el 11 de septiembre allí, a dos
Este es el primer efecto, indudable, de lo que se produjo pasos de aquí, en Manhattan y, n o muy lejos, en Washington.
(que haya sido calculado, bien calculado o n o ), precisamente, Siempre creo en la necesidad de poner atención en primer
el 11 de septiembre, a algunos pasos de aquí: se lo repite, y hay término a ese fenóm eno del lenguaje, la denominación, la da-
repetirlo, tanto más cuanto que no se sabe muy bien qué tación; a esa compulsión de repetición (a la vez retórica, mági­
es lo que denominamos de ese m odo, com o para exorcizar por ca, poética). A lo que esta compulsión significa, traduce o re­

132 133
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

vela. No para encerrarse en el lenguaje, com o quisieran creer­ nes diplomáticas, los medios de comunicación, la mayor poten­
lo personas apuradas, sino, al contrario, para tratar de com­ cia tecnocientífica, capitalista y militar. Y aquí se trata m ucho
prender lo que pasa precisamente más alládel lenguaje que lle­ de la esencia, aún enigmática pero también crítica, de esta he­
va a repetir sin fin y sin saber de qué se habla, precisamente gemonía. Por crítica entiendo a la vez decisiva, potencialmen­
allí en donde el lenguaje y el concepto encuentran sus límites: te decisoria, decidente, y en crisis: hoy en día más vul^er^ble^y
«11 de septiembre, 11 septembre, September eleuenth, 9/11». amenazada que nunca. j* ^
Hay que tratar, pues, de saber más, de tomarse el tiempo y Que esta «impresión» esté justificada o no, ella es en sí mis4 ^ '
mantener la libertad para empezar a pensar este primer efec­ ma un acontecimiento, no hay que olvidarlo jamás, sobre todo\
to del así llamado acontecimiento: ¿de dónde nos viene, cómo cuando, aunque de manera diferenciada, es un efecto propia-'
se nos impone esta amenazante conminación? Quién o quénos mente mundial. N o se puede disociar la «impresión» de todos
da esta orden conminatoria (algunos dirían este imperativo ate­ los afectos, interpretaciones, retóricas que la han reflexiona­
rrorizante, incluso terrorista): nombre, repita, re-nombre, el do, comunicado, «globalizado», pero también, y ante todo, que
«11 de septiembre», «11 septembre», «September llth », aun cuan­ la han formado, producido, hecho posible. La «impresión» se
do en el fon d o usted no sepa lo que dice ni haya aún pensado parece así a la «cosa misma» que la produjo. Incluso si esa «co­
en lo que llama de este m odo. Estoy de acuerdo con usted: sin sa» no se reduce a ella. Si, por consiguiente, el acontecimientono
duda, esta cosa, «el 11 de septiembre», «nos dio la impresión de se reduce a ella. El acontecimiento está hecho de la «cosa» mis­
haber sido un majorevent». Pero ¿qué es una impresión en este ma (lo que sucede) y de la impresión (a la vez «espontánea» y
caso? ¿Yun acontecimiento? ¿ Y sobre todo, a majorevent? To­ «controlada») que tal cosa nos da, nos deja o nos hace. Diga­
mándola al pie de la letra, voy a señalar más de una precau­ mos que la impresión está «informada», en el doble sentido de
ción. Voy a hacerlo en un estilo aparentemente «empirista», la palabra: un sistema predominante le dio forma, y esta forma
pero apuntando más allá del empirismo. Indudablemente, di­ pasa por una maquinaria de información organizada (lengua­
ría un empirista del siglo xvm, ha habido una «impresión», la je, comunicación, retórica, imagen, medios, etc.). Este dispo­
impresión de lo que usted llama, y no por nada, en inglés, a sitivo de información es de una vez político, técnico, económ i­
majorevent. Insisto en lo del inglés porque es la lengua que ha­ co. Pero se puede, y yo creo que se debe (se trata de un deber
blamos aquí, en Nueva York, aunque n o sea ni la suya ni la a la vez filosófico y p olítico), distinguir entre el hecho supues­
mía; pero también porque la conminación viene ante todo de tamente bruto, la «impresión» y la interpretación. Reconozco
un lugar en donde domina el inglés. No lo digo solamente por­ que es, por supuesto, casi imposible disociar el hecho «bruto»
que se haya apuntado, atentado, violadora los Estados Unidos del sistema que produce la información acerca de él. Pero el
en su propio suelo por primera vez en este siglo, y desde hace análisis debe llegar tan lejos com o sea posible. Por desgracia
cerca de dos siglos, desde 1812, sino porque el orden mundial no basta, y esto es cierto desde hace tiempos, con matar en al­
que sintió que se le apuntaba a través de toda esta violencia es­ gunos instantes cerca de 4.000 personas, sobre todo «civiles»,
tá ampliamente dom inado por el idioma angloamericano, un utilizando una tecnología reconocida com o avanzada, para pro­
idioma indisolublemente ligado al discurso político que domi­ ducir un majorevent. Se podrían dar muchos ejemplos durante
na la escena mundial, el Derecho Internacional, las institucio- guerra mundial (y usted precisó muy bien que este aconteci-

*34 J35
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

miento parece aún más importante para quienes no han «vi­ horizonte del concepto o de la esencia desde donde se cree re­
vido una guerra m undial»), pero también después de ella, de conocer a un acontecimiento en cuanto tal De ahí que las pre­
semejantes asesinatos masivos y casi instantáneos que n o fue­ guntas «filosóficas» sigan estando abiertas, y quizás más allá de
ron registrados, interpretados, sentidos, presentados com o ma­ la filosofía, en cuanto se trata de pensar el acontecimiento.
jar events. Esos asesinatos no dieron la «impresión», en todo ca-
. so n o a todo el m undo, de constituir catástrofes inolvidables ¿El acontecimiento en el sentido de Heidegger?
ni. -
, Hay que preguntarse entonces por qué, y distinguir entre Sin duda. Pero, curiosamente, en la medida al menos en
, j ' estas dos «impresiones»; por una parte, la compasión hacia las que el pensamiento de la Erágnis en Heidegger no estaña tor­
5y í víctimas y la indignación ante la matanza; esta tristeza y esta nado solamente hacia la apropiación de lo propio (eigen) sino
| condena no deberían tener límites, deberían ser incondiciona­ también hacia una cierta expropiación que el mismo Heideg­
les y de principio; responden a un «acontecimiento» innega­ ger nombra (Enteignis). La prueba a que nos somete el aconte­
ble, situado más allá de todo simulacro y de toda virtualización cimiento, aquello que en la prueba a la vez se abrey resiste a la
posibles; responden al evento con lo que podríamos llamar el experiencia, es, me parece, cierta inapropiabilidad de lo que su­
corazón, y van al corazón del acontecimiento; por otraparte, la cede. El acontecimiento es lo que sucede y al suceder llega a *
impresión interpretada, interpretativa, informada, la evalua­ sorprenderme, a sorprender y a suspender la comprensión:
ción condicional que nos hace creer que se trata de un majar el acontecimiento es ante todo lo que yo no com prendo. O me­
event. La creencia, el fenóm eno del créditoy de la acreditación, es jor: el acontecimiento es ante todo que yo no comprenda. Con
una dimensión esencial de la evaluación, de la datación, inclu­ siste en aquello que yo n o com prendo: lo que yo no com pren­
so de la inflación compulsiva de la que hablábamos. Al distin­ do, y ante todo que yo no comprenda, el h echo de que yo no
guir la impresión y la creencia hago com o si privilegiase este comprenda: mi incomprensión. Éste es el límite, a la vez ex­
lenguaje del empirismo inglés, el cual sería un error desdeñar terno e interno, sobre el que quisiera insistir aquí: aunque
aquí. Las preguntas filosóficas siguen estando, entonces, abier­ la experiencia de un acontecimiento, el m od o bajo el cual nos
tas, a menos que se nos abran de nuevo de manera tal vez iné­ afecta, precisa de un movimiento de apropiación (com pren­
dita: ¿qué es una creencia?, ¿qué es una impresión? Pero, sobre sión, reconocim iento, identificación, descripción, determina­
todo, ¿qué es un acontecimiento digno de este nombre? ¿Yun ción, interpretación a partir de un horizonte de anticipación,
acontecimiento «mayor», es decir, uno que es más «aconteci­ saber, denominación, etc.), aunque este movimiento de apro­
miento», que tiene más «acontecer» que cualquier otro? ¿Un piación sea irreductible e inevitable, sólo hay acontecimiento
acontecimiento que daría testimonio, de rñanera ejemplar o digno de este nom bre en donde esta apropiación fracasa en
„r hiperbólica, de la esencia misma de un acontecimiento, inclu­ una de las fronteras. Pero en una frontera sin frente ni con ­
ir* , so de un acontecimiento más allá de la esencia? Pues un acon- frontación, una frontera contra la cual la incomprensión no
• y / ’ tecimiento que se conformara aun a una esencia, a una ley o choca de frente, pues ella no tiene la form a de un frente sóli­
! ' *' 3 una verdad, incluso a un concepto del acontecimiento, ¿sería do: ella se escapa, permanece evasiva, abierta, indecisa, inde­
, un acontecimiento mayor? Un acontecimiento mayor debería terminable. De ahí la inapropiabilidad, la imprevisibilidad, la
i ser 1311 imprevisible e irruptivo com o para perturbar hasta el sorpresa absoluta, la incomprensión, el riesgo de engañarse,

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

la novedad inanticipable, la singularidad pura, la ausencia de paciencia. Después de todo, cada vez que algo sucede, hasta en
horizonte. Si aceptamos esta definición mínima, aunque do­ la experiencia cotidiana más trivial, hay una parte de aconteci­
ble y paradójica, de acontecimiento, ¿podríamos afirmar que miento y de imprevisibilidad singular: cada instante marca un
el «11 de septiembre» constituyó un «acontecimiento» sin pre­ acontecimiento, y todo lo que es «otro» también, y cada naci­
cedentes? ¿Un acontecimiento imprevisible? ¿Un aconteci- miento, y cada muerte, por más tranquila y «natural» que sea.
miento totalmente singular? ¿Se dirá por eso que (y aquí la cito a usted) el 11 de septiembre
\\$ ■» es seSuro- N o era imposible prever el ataque, en suelo fue un «acontecimiento mayor.» ( « majorevent») ? Aunque la pa­
norteamericano, por parte de los llamados «terroristas» (habrá labra «mayor» haga alusión a la altura, la evaluación no podría
/í que volver sobre esta palabra, cuya carga política es tan fuer- ser en este caso puramente cuantitativa, trátese de la dimensión
te y tan equívoca), de un edificio o de una institución sensibles, de
*•* las torres, del territorio atacado o del núm ero de víctimas. vVteyi
espectaculares, altamente simbólicos. Para no hablar de Okla- Usted sabe muy bien que no se cuenta de la misma forma a los 'Vi,
homa City (se dirá que el atacante venía de los Estados Unidos, muertos en todas partes. Es nuestro deber recordarlo, sin a te-V f
pero lo mismo pasó e l «11 de septiembre»), ya había ocurrido nuar con ello nuestra tristeza por las víctimas de las Torres Ge­
un atentado con bom ba contra las Torres Gemelas hace unos melas, nuestro espanto o nuestra rabia frente a este crimen.
años, y las secuelas siguen siendo de actualidad, puesto que los Tenemos el deber de recordar que la resonancia que tienen
presuntos autores de este acto de «terrorismo» siguen presos estos asesinatos jamás es puramente natural y espontánea. De­
y enjuiciados3. Para no hablar de tantos otros atentados del pende de una maquinaria compleja (histórica, política, mediá­
mismo tipo, fuera del territorio nacional de los Estados Unidos tica, etc.). Trátese aquí de respuesta o de reacción psicológi­
pero contra sus «intereses». Y de los fracasos que se han de­ ca, política, policial o militar, hay que reconocer lo que es ob ­
nunciado de la cía y del fbi: esas antenas del organismo norte­ vio, a la vez cualitativa y cuantitativamente: matanzas cuan­
americano estaban ahí para ver venir los atentados, para evitar titativamente comparables, e incluso superiores en número,
la sorpresa (digamos de pasada, ya que acabo de decir «terri­ inmediatas o indirectas, jamás producen, en Europa, en Esta­
torio nacional de los Estados Unidos» o «intereses» norteame­ dos Unidos, sus medios de comunicación, su opinión pública,
ricanos, que lo que el «11 de septiembre» recuerda, más que una conm oción comparable cuando ocurren fuera del espacio
revela, es al menos que, por miles de razones, sería difícil defi­ europeo o norteamericano (Camboya, Ruanda, Palestina, Irak,
nir los límitesrigurosos de estas «cosas»: el «territorio nacional» etc.). Lo que parece nuevo y major tam poco es el arma emplea­
y los «intereses de Estados Unidos». ¿Dónde se detienen hoy da: aviones que destruyen inmuebles repletos de civiles. N o es
en día? ¿Quién está autorizado para responder a esta pregun­ preciso remontarse, por desgracia, a todos los bombardeos de
ta? ¿Solamente los ciudadanos de Estados Unidos? ¿Solamen­ la segunda guerra mundial, a Hiroshima y Nagasaki para en­
te sus aliados? Es aquí donde se encuentra quizás el fon d o del contrar muchos ejemplos. Lo menos que se puede decir de es­
problema, y una de las razones para que sea tan difícil saber tas agresiones es que sus dimensiones, cuantitativas o de otra
si hay, stricto sensu, dónde y cuándo, un «acontecimiento»). índole, no fueron inferiores a las del «11 de septiembre». Ylos
Sin embargo, aceptemos, com o hipótesis, hablar a este pro­ Estados Unidos, digámoslo en form a de litote, n o siempre es­
pósito de un «acontecimiento» y procedamos lentamente, con tuvieron del lado de las víctimas.

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La filosofía en una época de terror
G iovanna B orradori

Hay que buscar entonces otras explicaciones que sean sig­ ca, la retórica, los conceptos y las evaluaciones que, se supone, .
nificantes y cualitativas. Primero que todo, nadie, bien sea o no deben permitimos comprendery explicar, precisamente, una co- é
aliado de los Estados Unidos, que apruebe o no lo que perma­ sa com o «el 11 de septiembre». Hablo aquí de todo el discursA ^ , 1 ^
nece más o menos constante y continuo en sus políticas de una que se encuentra acreditado, de manera predominante, masi­
administración a la siguiente, discutirá, me parece a mí, un he­ va, hegemónica, en el espacio público mundial. Lo que se en-)
cho de bulto que determina el horizonte del «m undo» desde cuentra legitimado de este m odo por el sistema predominante
lo que se con oce com o el fin de la GuerraFría (tendremos que (conjunto constituido por la opinión pública, los medios, la re­
V ' r e i n t e r p r e t a r sin cesar esta cosa, el llamado fin de la GuerraFría, tórica de los políticos y la presunta autoridad de todos aque­
t desde diversos puntos de vista, y eso es lo que voy a hacer den- llos que, mediante diversos mecanismos, tienen o se toman la
^ ' tro de un momento; pero por ahora permítame recordar sola- palabra en el espacio público) son las normas inscritas en todas
f n , mente que el «11 de septiembre» es también, en muchos aspeé­ las frases aparentemente con sentido que se pueden hacer con
i s rí'' tos, un efecto lejano de la Guerra Fría, antes de su «fin», de la el léxico de la violencia, de la agresión, del crimen, de la gue­
b , época en que los Estados Unidos sostenían a los enemigos de rra y el terrorismo, con las supuestas diferencias entre guerra
-y' la URSS que ahora se han convertido en los suyos, armándolos y terrorismo, entre terrorismo nacional e internacional, terro­
y formándolos, por ejemplo, en Afganistán, pero no solamen­ rismo anti-Estado y terrorismo de Estado, con el respeto de la
te allí). ¿Cuál es este h echo de bulto? Desde el «fin de la Gue­ soberanía, del territorio nacional, etc. L o que se ha tocado, he­
rra Fría», lo que podem os llamar el orden mundial, con su rido, traumatizado con este doble crash ¿es sólo esto o aquello,
relativa y precaria estabilidad, depende ampliamente de la so­ un «qué» o un «quién», unos edificios, unas estructuras urba­
lidez y confiabilidad, es decir, del crédito del poderío norteame­ nas y estratégicas, unos símbolos del poderío político, militar
ricano. Y ello en todos los planos: económ ico, técnico, militar, y capitalístico, un núm ero considerable de personas de todos
mediático, incluso en el de la lógica discursiva, de la axiomáti­ los orígenes que viven sobre un territorio nacional intocado
ca que sostiene mundialmente a la retórica jurídica o diplomá­ desde hace muchísimos años? No, no es solamenteeso; quizás es,
tica, y por consiguiente al Derecho Internacional, por más que sobre todo, y a través de ellos, el aparato conceptual, semánti­
los Estados unidos lo violen sin dejar de presentarse com o sus co, hermenéutico, si usted quiere, que habría podido permitir
máximos defensores. De ahí que desestabilizar a esta super- ver venir, comprender, interpretar, describir, hablar, nombrar
potencia que cumple al menos con el «papel» de guardián del el «11 de septiembre», y, al hacerlo, neutralizar el traumatismo,
orden mundial es arriesgarse a desestabilizar al m undo entero, amortiguarlo en un «trabajo de duelo». Lo que sugiero aquí
incluyendo a los enemigos declarados d e io s Estados Unidos. puede parecer abstracto y demasiado dependiente de lo que
¿Yqué es lo que se amenaza, entonces? N o solamente un gran parece ser una simple actividad conceptual o discursiva, de -J. -
número de fuerzas, de poderes, de «cosas» que dependen, in­ una cuestión de saber; en efecto, es com o si me contentara c o n ^ ¿ $
cluso entre los adversarios más determinados de los Estados decir: lo que es terrible en el «11 de septiembre», lo que sigue
./ir'
Unidos, del orden más o menos asegurado por esta superpo- siendo «infinito» en esta herida, es que no sabemos lo que es y,
tencia; también, y de manera aún más radical (quisiera subrayar así, no sabemos describirlo, ni identificarlo, ni nombrarlo. Yes-
este punto), el sistema de interpretación, la axiomática, la lógi- to es, efectivamente, lo que estoy diciendo. Pero para mostrar

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orrador !

que este horizonte de no saber, este no horizonte de saber (la crédito (cuya necesidad es sentida por todo el mundo, aun por
impotencia para comprender, para conocer, para reconocer quienes tratan de arruinarlo) y lo hacen manifiesto, n o sola­
para identificar, para nombrar, para describir, para ver venir) mente en razón de su riqueza y de su poderío tecnocientífico
puede ser todo menos abstracto e idealista, tengo que decir al­ y militar, sino también, al mismo tiempo, por el ejercicio de su
L go más. Y decirlo, precisamente, de manera más concreta. arbitraje en todos los conflictos, a través de su presencia dom i­
O 1
y Lo voy a hacer en tres momentos. Y dos veces con referencia a nante en el Consejo de Seguridad y en muchas otras institucio­
a
lo que se ha llamado la «Guerra Fría», el «fin de la Guerra Fría» nes internacionales. Incluso cuando, con total impunidad, no
o «el equilibrio del terror». Estos tres tiempos, estas tres series respetan ni el espíritu ni la letra de sus resoluciones. Los Es­
de argumentos recurren todos a una misma lógica. ¿Cuál? Pues tados Unidos, con todo, tienen el poder de acreditar frente al
, bien, la que en otro lugar4 he propuesto reconocer, extendién- mundo una autopresentación: representan la última presun­
y^fclola ilimitadamente, bajo la forma de una ley implacable: la ta unidad de la fuerza y del derecho, de la mayor fuerza y del
r ^ 1 ley que rige todo proceso autoinmune. Un proceso autoinmune, discurso del derecho.
va\Tx. com o se sabe, es ese extraño comportamiento del ser vivo que, Ahora bien, aquí aparece el primer síntoma de autoinmu­
< y de manera casi suicida, se aplica a destruir «él mismo» sus pro­ nidad suicida: no solamente el suelo, esto es, la figura literal del
í^ y fundamento o de la fundación de esta «fuerza de la ley», se ve
pias protecciones, a inmunizarse contrasu «propia» inmunidad.
'3 1. Primer momento, primera autoinmunidad. Reflejo y reflexión. expuesto a la agresión, sino que la agresión de que es objeto (el
r
La GuerraFría en la cabeza. M ucho más allá de los mismos Esta­ objeto expuesto, precisamente, a la violencia pero también, «en
dos Unidos, el m undo entero se siente oscuramente afectado un bucle»5, a sus propias cámaras, en su propio interés) viene,
por una transgresión que n o solamente se presenta, en cuanto como desde el interior, de fuerzas que aparentemente n o tienen ,J vt
transgresión, com o sin precedente en la historia (la primera fuerza propia pero que encuentran la manera, mediante la
violación del territorio nacional de los Estados Unidos desde astucia y el despliegue de un saber high-tech, de apoderarse de
hace casi dos siglos, prácticamente, en todo caso en la fantas­ un arma norteamericana, en una ciudad norteamericana, en
magoría que ha prevalecido siempre), sino com o una transgre­ el suelo de un aeropuerto norteamericano. Inmigrantes forma­
sión de un nuevo tipo. ¿Cuál? Antes de responder a esta pre­ dos, preparados para su acción en los Estados Unidos por los
gunta recordem os una vez más la evidencia: esta transgresión Estados Unidos, estos hijackersincorporan, si puede decirse, dos
viola el territorio de un país que, aun a los ojos de sus enemi­ suicidios en uno: el suyo (y lo que más aterroriza es que siem­
gos, y sobre todo desde el llamado «fin de la Guerra Fría», des­ pre estaremos desarmados ante una agresión suicida, autoin­
empeña un rol virtualmente soberano entre los Estados so­ mune) , pero también el suicidio de quienes los recibieron, los
beranos. Desempeña, por consiguiente, el rol de garante o de armaron, los entrenaron. No hay que olvidar que anteriormen- 0' j
tutor de todo orden mundial, el cual, en principio y en última te los Estados Unidos habían preparado el terreno y consolida! ^
instancia, se supone que garantiza el crédito en general, el cré­ do las fuerzas del «adversario» al formar gente com o «Ben La4
dito en el sentido de transacción financiera tanto com o el crédi­ den», quien aquí representa un ejemplar eminente, pero ante
to acordado a los lenguajes, a las leyes, a las transacciones p o­ todo al crear situaciones político-militares favorables a su sur­
líticas o diplomáticas. Los Estados Unidos disponen de este gimiento y a su cambio de bando (por ejemplo, la alianza con

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La filosofía en una época de terror
G iovanna B orradori

Arabia Saudita y otros países árabes musulmanes en su gue­ ocurrió, de una buena vez, innegablemente, de m od o que la
rra contra la URSS o Rusia en Afganistán; pero se podrían mul­ compulsión de repetición que pueda seguirse n o haría más
tiplicar al infinito los ejemplos de estas paradojas suicidas). que reproducir lo que ya se ha producido. Pero yo creo que
Doblemente suicida, esta fuerza se ajustará con una extraor­ tenemos que complicar este esquema (incluso si n o es total­
dinaria economía (el máximo de seguridad, de preparación, de mente falso), tenemos que sospechar de su crono-logía, a saber:
competencia técnica, de eficacia destructiva con una inversión del pensamiento y el orden de la temporalización que parece
mínima de m edios). Apuntará y alcanzará el corazón o, mejor, implicar. Tenemos que pensar de manera distinta la tempo-
la cabeza simbólica del orden mundial. A la altura de la cabeza ralización de un traumatismo si queremos comprender en qué fé f ^
(head, cap, caput, capital, capital, Capitolio), el doble suicidio to­ el «11 de septiembre» separece a un major event. Pues la herida * ^ ^
cará dos lugares simbólica y efectivamente esenciales del cuer­ permanece abierta por el terror ante el porvenir, no solamente ^ v ^
p o norteamericano: el lugar económ ico o la «cabeza» capital ante el pasado (por lo demás, usted misma definió el aconte f
del capital mundial (el World Trade Center, el arquetipo del cimiento en futuro, en su pregunta: usted se anticipó y dijo «al;
género, pues ahora hay, con este nom bre, w t c en muchos lu­ que asistiremos en nuestra vida»). La prueba que nos hace sufrir f
gares del m undo, por ejem plo en China) y el lugar estratégi­ el acontecimiento tiene com o correlato trágico, n o lo que pa- “V
co, militar y administrativo de la capital, la cabeza de la repre­ sa actualmente o lo que pasó en el pasado, sino el signo precur­
sentación política norteamericana, el Pentágono, no lejos del sor de lo que amenaza con pasar. El porvenir es quien deter­
Capitolio, sede del Congreso. mina lo inapropiado del acontecimiento, n o el presente ni el
Al nombrar al Capitolio, paso ya a un segundo aspecto del pasado. O, p or lo menos, si son el presente o el pasado, será
mismo «acontecimiento», de lo que podría hacer de él un ma­ solamente en tanto lleven sobre su cuerpo el signo terrible de
jar event. Se va a tratar nuevamente de un terror autoinmune, lo que podría o podrá suceder, y que será peor de lo que haya su­
y de nuevo de la «Guerra Fría», de lo que se llama un p oco a cedidojamás.
la ligera su «fin» y de lo que, visto desde el Capitolio, podría Permítame precisar esto. Se trata de un trauma y, por con ­
ser peor que la «Guerra Fría». siguiente, de un acontecimiento cuya temporalidad no procede
2. Segundo momento, segunda autoinmunidad. Reflejoy reflexión. ni del ahora presente ni del presente pasado, sino de un in-pre-
Peor que la guerra fría. ¿Qué es un acontecimiento traumáti­ sentable que está por venir. Un arma hiere y deja abierta por
co? En primer lugar, todo acontecimiento digno de este nom­ siempre una cicatriz inconsciente; pero esta arma es aterrado­
bre, incluso si es «feliz», tiene dentro de sí algo traumatizan­ ra porque viene del porvenir, de un porvenir tan radicalmente
te. Siempre inflige una herida al tiempo corriente de la his­ por venir que se resiste incluso a la gramática del futuro ante­
toria, a la repetición tanto com o a la anticipación ordinaria de rior. Imagine que se hubiera dicho a los norteamericanos, y a
toda experiencia. Un acontecimiento traumático no está sola­ riavés suyo al m undo entero: lo que acaba de pasar (la destruc­
mente marcado, com o acontecimiento, por el recuerdo, inclu­ ción espectacular de las torres, la muerte teatral pero invisible
so inconsciente, de lo que ha ocurrido. Al decir esto parece que de miles de personas en unos pocos segundos, etc.) es algo gra­
voy en contra de una evidencia, la que vincula el acontecimien­ vo, un crimen terrible, un dolor sin fondo; pero, bueno, ya se
to con la presencia o con el pasado, con el ocurrir de lo que acabó, no volverá a comenzar, jamás habrá algo tanto o más

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La filosofía en una época de terror G iovanna Borradori

grave que esto. Presumo que el duelo habría sido posible en matizado (¿X? ¿Quién? ¿Qué? Nada m enos que el «m undo»,
un tiempo bastante corto. U no podría quejarse o alegrarse por bastante más allá de los Estados Unidos, en todo caso la posi­
ello, pero en todo caso muy rápidamente las cosas habrían vuel­ bilidad del «m u n do»), pero traumatizado no en presente, o
to a tomar su curso normal. Hay que trabajar el duelo, se habría desde el recuerdo de lo que habrá sido un presente pasado.
dicho, y se habría vuelto la hoja com o se hace con tanta fre­ No; ha sido traumatizado desde el porvenir impresentable, des­
cuencia y con tanta facilidad para lo que ocurre en otras par­ de la amenaza abierta de una agresión capaz de golpear un día,
tes, lejos de Europa y de Norteamérica. Pero eso no fue lo que más tarde, quién sabe, a la cabeza del Estado-nación soberano
” ocurrió, en absoluto. Hay traumatismo sin trabajo de duelo po- par excellence.
^sible cuando el mal viene de la posibilidad de que lo peor esté ¿Por qué esta amenaza tiene la firma del «fin de la Guerra
i porvenir, de la repetición porvenir, pero mucho peor. El trau- Fría»? ¿Por qué es peor que la misma «Guerra Fría»? Com o la ,
Imatismo es producido por el porvenir, por la amenaza de lo constitución de redes terroristas árabe-musulmanas equipadas
peor por venir más que por una agresión pasada y «termina­ y entrenadas durante la Guerra Fría, ella representa la conseja ''
yyy'
da»6. Lo que pasó, aunque n o haya sido dicho, y con razón, cuencia residual tanto de la Guerra Fría como del rebasamiento, v.
con toda la claridad necesaria, es esto: para el futuro, y para de la Guerra Fría. De un lado, en razón de la diseminación, inJ „
siempre, la amenaza que se señaló mediante estos signos pue­ controlable a partir de entonces, del poder nuclear, es difícil
de ser peor que todas, peor aún, com o lo vamos a precisar, que medir los grados y las formas de este poder, así com o es difí-|
l '
la que organizó la llamada «Guerra Fría». Amenaza de agre­ cil delimitar las responsabilidades de esta diseminación; pero, r
sión química, sin duda, amenaza de agresión bacteriológica (se dejemos este punto en suspenso. De otro lado (y aquí tocamos ¡f
creyó recibir ese mensaje aquí, en Nueva York, recuerde, ayer lo que es p eor que la Guerra Fría), en adelante ya no puede
mismo, en las semanas siguientes al 11 de septiembre), pero haber equilibrio del terror. Ya no hay un duelo entre dos Esta- \i
sobre todo amenaza nuclear. Aunque se haya dicho más bien dos poderosos (eu/ urss) empeñados en una teoría de juegos •
p oco sobre eso, los responsables de la administración y del y capaces ambos de neutralizar el poderío nuclear del adver­
t -. /
Congreso tomaron rápidamente las medidas necesarias para sario en una estimación recíproca y organizada de los riesgos
que el Estado de derecho sobreviva a un ataque nuclear con- respectivos. En lo sucesivo, la amenaza nuclear, la amenaza «to- ■/'
tra Washington, el Jefe de Estado y el Congreso (Pentágono, tal», n o proviene de un Estado sino de fuerzas anónimas, al>°¿JÚ
Casa Blanca y Capitolio). Ciertos representantes del Congreso solutamente imprevisibles e incalculables. Y com o esta amena-" '$
lo han hecho saber, por ejemplo, en el transcurso de un debate za absoluta habrá sido secretada por el fin de la Guerra Fría y jy 1*
público televisado que pude observar aquí: en adelante, todas la «victoria» del cam po de los eu, com o ella amenaza aquello 5e ,
las cabezos del Estado (Presidente, Vicepresidente, Ministros y que supuestamente sostiene el orden del m undo — a saber:o
?VV
Congreso) n o se reunirán jamás en un mismo sitio en el mis­ la posibilidad misma de un m undo y de una mundialización ^
m o m om ento, com o ocurre hoy en el caso del Discurso sobre (Derecho Internacional, mercado global, lenguaje universal,
y v l - ’J

el Estado de la Unión, por ejemplo. Esto significa que «el acon­ etc.)— , lo que se encuentra de este m od o puesto en riesgo por0- ■'
tecimiento mayor» no habrá consistido el «11 de septiembre» esta aterradora lógica autoinmune es nada menos que la exis­
en una agresión pasada, presente y efectiva. X habrá sido trau- tencia del mundo, de lo mundial mismo. N o hay límites a esta
í w-ñu 0-1/W -
La filosofía en una época de terror G iovanna Borradori

amenaza que busca sus antecedentes o sus recursos en toda a su vez, tentativas desesperadas. Y movimientos autoinmunes
la historia de la Guerra Fría, pero que a la vez parece infinita­ que producen, inventan y alimentan la monstruosidad que pre­
mente más peligrosa, horrorosa y aterradora que ésta. De ahí tenden abatir.
que veamos, en efecto, incontables signos de que esta amena­ Lo que jamás se dejará olvidar es entonces el efecto perver­
za acelera y confirma el fin de la Guerra Fría, precipitando la so de la autoinmunidad misma. Hoy sabemos que la repre­
reconciliación al menos aparente de dos enemigos igualmen­ sión, en el sentido psicoanalítico y en el sentido político-polici-
te atemorizados. Cuando Bush y los suyos acusan a «the axis of vo, político-militar, político-económ ico, produce, r e p r o d u c e ^ ¡''
evil», sin duda hay que sonreír y al mismo tiempo denunciar regenera precisamente aquello que trata de desactivar. ^
las connotaciones religiosas, las estratagemas infantiles, las mis­ 3. Tercermomento, tercera autoinmunidad. Reflejo y reflexión. El •’ ■ „
tificaciones oscurantistas de esta prosopopeya. Y, sin embargo, círculo vicioso de la represión. N o se puede decir que la human i - "
hay efectivamente un «mal» absoluto que por todas partes ex­ dad esté indefensa ante la amenaza de este mal. Pero hay que
tiende la sombra de su amenaza. Mal absoluto, amenaza abso­ saber que las defensas, y todas las formas de eso que llaman,
luta, pues compromete nada menos que la mundialización del
con dos palabras tan problemáticas la una com o la otra, «war
m undo, la vida sobre la tierra y en otras partes, sin ningún re­
on terrarism», trabajan para regenerar, a corto o a largo plazo, l
cato.
las causas del mal que pretenden exterminar. En Irak, en A fga-^j
Pero hay otra paradoja: aun si éste es el origen del «terror»
nistán e incluso en Palestina, las «bombas» no serán jamás lo # /
con el que juegan los «terrorismos», aun si éste terror es el peor
suficientemente «inteligentes» para evitar que las victimas (mi-/,j)
de todos, aun si toca al inconsciente geopolítico de todos los
litares o civiles, otra distinción cada vez menos confiable) res
seres vivos y deja en ellos huellas indelebles, aun si eso es a lo
pondan, en persona o por delegación, con lo que les será fácib ^ f
que se alude cuando se habla, com o acaba de hacerlo usted,
presentar com o represalias legítimas, o contraterrorismo. Yasí
y com o se hace con tanta frecuencia, del «11 de septiembre»
com o de un majarevent porque es el primer signo (consciente- hasta el infinito...
Por com odidad y porque así lo exigía el análisis, he distin­
inconsciente) de este terror absoluto, pues bien, al mismo tiem-
^ po, a causa de la invisibilidad anónima del enemigo, a causa guido tres terrores autoinmunes. Pero en la realidad estos tres
recursos del terror n o se distinguen: se acumulan y se sobre­
.’f origen indeterminado del terror, a causa de su ausencia de
$ /? rostro (individual o estatal), a causa del hecho de no saber lo determinan. Son en el fon d o el mismo, en la «realidad» per­
I que es un acontecimiento del inconsciente y para este incons­ ceptible y sobre todo en el inconsciente, el cual n o es la me­
ciente (que sin embargo hay que tener en cuenta aquí), pues nos real de las realidades.
bien, sí, lo peor puede parecer simultáneamente inconsistente,
pasajero, ligero, negado, reprimido, hasta olvidado, relegado Sea o no el 11 de septiembre un acontecimiento de importancia ma­
a ser un acontecimiento entre otros, uno de los «acontecimien­ yor, ¿qué papel le ve usted a lafilosofía? ¿Puede lafilosofía ayudar­
tos mayores», si lo prefiere, de una gran cadena de aconteci­ nos a comprender lo que pasó?
mientos pasados y por venir. Sin embargo, todos estos esfuer­ Sin duda, un «acontecimiento» semejante requiere una
zos por atenuar o neutralizar el efecto del traumatismo (para respuesta filosófica. Mejor aún, una respuesta que replantee,
negarlo, reprimirlo, olvidarlo, para hacer su duelo, etc.), son, con la mayor radicalidad, los presupuestos conceptuales me-

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

jo r anclados en el discurso filosófico. Los conceptos con los son también santuarios, lugares de formación y de información
que más a m enudo se ha descrito, nombrado, categorizado es­ para todos los «terroristas» del mundo. Desde hace tiempos, en­
te «acontecimiento» pertenecen a un «sueño dogm ático» del tonces, ninguna geografía, ninguna asignación «territorial» es
que sólo nos puede despertar una nueva reflexión filosófica, pertinente para localizar la sede de estas nuevas tecnologías de
una reflexión sobre la filosofía, especialmente sobre la filosofía transmisión o de agresión. (Digámoslo muy apresuradamente
política y sobre su legado. El discurso corriente, el de los me­ y de pasada, para prolongar y precisar lo que decía atrás acer­
dios y el de la retórica oficial, confía fácilmente en conceptos ca de una amenaza absoluta de origen anónim o y n o estatal:
com o el de «guerra» o el de «terrorismo» (nacional o interna­ las agresiones de tipo «terrorista» no tendrían ya necesidad de
cional) . aviones, de bombas, de kamikazes, pues basta con introducir­
Una lectura crítica de Schmitt, por ejemplo, sería muy útil. se en un sistema informático con valor estratégico, con in stad
Por una parte, para seguirlo tan lejos com o sea posible al dis­ lar en él un virus o alguna perturbación grave, para paralizar^
tinguir entre la guerra clásica (confrontación directa y decla­ los recursos económ icos, militares y políticos de un país o de *
rada entre dos Estados enemigos, en la gran tradición del de­ un continente. Eso se puede intentar desde cualquier lugar so-
recho eu rop eo), la «guerra civil» y la «guerra de partisanos» bre la tierra, a un bajo costo y con medios muy reducidos. La
(en sus formas modernas, aunque ella aparece, com o lo reco­ relación entre la tierra, el territorio y el terror ha cambiado; y -
noce Schmitt, desde el com ienzo del siglo x ix ). Pero, por otra hay que saber que ello se debe al conocim iento, es decir, a la
parte, tenemos que reconocer, contra Schmitt, que la violencia tecnociencia. Es ella quien enturbia la distinción entre guerra
que se desencadena en la actualidad no se desprende de la gue­ y terrorismo. A este propósito, com parado con las posibilida­
rra (la expresión «guerra contra el terrorismo» es muy confu­ des de destrucción y de desorden caótico que se encuentran
sa, por lo que hay que analizar la confusión y los intereses a los en reserva, para el futuro, en las redes informatizadas del mun­
que pretende servir este abuso retórico). Bush habla de «gue­ do, el «11 de septiembre» pertenece aún al teatro arcaico de
rra» pero es incapaz de determinar el enemigo al que declara la violencia destinada a impactar la imaginación. Se podrá ha­
haber declarado la guerra. Afganistán, su población civil y sus cer un daño m ucho peor mañana, de manera invisible, en si­
ejércitos n o son enemigos de los norteamericanos, cosa que lencio, m ucho más rápido, sin sangre, al atacar las networks» in­
jamás se ha dejado de repetir. Suponiendo que «Ben Laden» formáticas de las que depende toda la vida [social, económica,
sea aquí quien toma las decisiones soberanamente, todo mun­ militar, etc.] de un «gran país», de la mayor potencia del mun­
do sabe que este hom bre n o es afgano, que es rechazado por do. Un día se dirá: el «11 de septiembre» fueron los [«buenos»]
su país (por todos los «países» y por todos los Estados casi sin viejos tiempos de la última guerra. Las cosas aún eran del orden
excepción ), que su form ación debe m ucho a los Estados Uni­ de lo gigantesco: ¡visible y enorme! ¡Qué tamaño, qué altura!
dos y sobre todo que n o está solo. Los Estados que le ayudan Desde entonces ha habido cosas peores. Las nanotecnologías
indirectamente no lo hacen com o Estados. Ningún Estado co­ de todo tipo son m ucho más poderosas e invisibles; inasibles,
m o tal lo respalda públicamente. En cuanto a los Estados que se insinúan por todas partes. Son rivales micrológicos de los mi­
albergan (harbour) las redes «terroristas», es difícil identificar­ crobios y las bacterias. Pero nuestro inconsciente ya es sensi­
los com o tales. Los Estados Unidos y Europa, Londres y Berlín, ble a eso, ya lo sabe, y eso es lo que da m iedo.)
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Si bien esta violencia n o es una «guerra» entre Estados, tam­ cia (Crítica de la violencia). Se dirá, naturalmente, que no toda (
p oco es una «guerra civil» o una «guerra de partisanos», en el experiencia de terror, incluso si es muy específica, es necesa- |
sentido definido por Schmitt, en la medida en que no consis­ ñámente efecto de un terrorismo. Sin duda; pero la historia J r
te, com o la mayoría de las «guerras de partisanos», en una in­ política de la palabra «terrorismo» se deriva ampliamente de |
surrección nacional ni en un movimiento de liberación desti­ la referencia al terror revolucionario francés que se ejerció a
nado a tomar el poder en el suelo de un Estado-nación (incluso nombre del Estado y que suponía precisamente el m onopolio
si uno de los objetivos, lateral o central, de las redes de «Ben legal de la violencia. Si nos remitimos a las definiciones corrien­
Laden» es desestabilizar a Arabia Saudita, aliada ambigua de tes o explícitamente legales del terrorismo, ¿qué encontramos?
los e u , e instalar un nuevo poder estatal en ella). Si después Allí la referencia a un crimen contra la vida humana cometido
de todo se persiste en hablar aquí de terrorismo, esta denomi­ en violación de las leyes (nacionales o internacionales) siem­
nación cubre un nuevo concepto y nuevas distinciones. pre implica a la vez la distinción entre civil y militar (se supone
que las víctimas del terrorismo son civiles) y una finalidad po+<e?J
¿ Usted cree que se pueden hacer estas distinciones? lírica (influenciar o cambiar la política de un país aterrorizan- •'
' ir* Hoy es más difícil que nunca. Si no se quiere confiar ciega- do a su población civil). Estas definiciones, p or consiguiente, ,j
íente en el lenguaje corriente, el cual casi siempre se presta no excluyen el «terrorismo de Estado». Todos los terroristas del -
Icón docilidad para las retóricas de los medios de comunicación mundo pretenden responder en defensa propia a un terro­
0 las gesticulaciones verbales del poder político dominante, rismo de Estado previo que n o dice su nom bre y se cubre con
1 hay que ser muy prudente al usar la palabra «terrorismo» y, so­ toda clase de justificaciones más o menos creíbles. Usted con o­
bre todo, «terrorismo internacional». Ante todo, ¿qué es el te- ce las acusaciones que se han lanzado, por ejemplo, y sobre to­
Irror? ¿Qué lo distingue del miedo, de la angustia, del pánico? do, contra los Estados Unidos por la sospecha de practicar o
Hace un momento, al sugerir que el acontecimiento del 11 de alentar el terrorismo de Estado7. De otra parte, los desborda­
septiembre sólo era majaren la medida en que el traumatismo mientos terroristas eran frecuentes incluso durante las guerras
que infligió a las conciencias y a los inconscientes n o consistía declaradas de Estado a Estado, dentro de las formas del dere­
en lo que había ocurrido sino en la amenaza indeterminada cho europeo tradicional. Mucho antes de los bombardeos más
de un futuro más peligroso que la Guerra Fría, ¿hablaba yo de o menos masivos de las dos últimas guerras mundiales, la inti­
terror, de miedo, de pánico o de angustia? ¿En qué se diferen­ midación de las poblaciones civiles constituía un recurso clási­
cia el terror organizado, provocado, instrumentalizado, de ese co. Desde hace siglos.
miedo que toda una tradición, de Hobbes a Schmitt, e incluso Hay que decir algo también acerca de la expresión «terro­
a Benjamin, considera com o la condición de la autoridad de rismo internacional» que alimenta los discursos políticos ofi­
la ley y del ejercicio soberano del poder, com o la condición ciales en todo el mundo. Esta expresión se encuentra también
de la política misma y del Estado? En el Leviathan, H obbes no en numerosas condenas oficiales de parte de las Naciones Uni­
habla solamente de fear sino de terrour (11, §27). Benjamin di­ das. Después del 11 de septiembre, una mayoría aplastante de
ce, a propósito del Estado, que éste tiende a apropiarse, me­ los Estados representados en la ONU (quizás incluso la unanimi­
diante la amenaza, precisamente, del m onopolio de la violen­ dad, n o lo recuerdo, habría que verificarlo) condenó, com o lo

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori
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había hecho en más de una ocasión en el transcurso de los sideró que Argelia hacía parte integrante del territorio nacio­
últimos decenios, lo que llama el «terrorismo internacional». nal francés; igualmente, el terrorismo francés de ese entonces
Ahora bien: durante una sesión televisada de las Naciones Uni­ (ejercido por el Estado) se presentaba com o una operación de
das el Secretario General Kofi Annan tuvo que recordar de pa­ policía y de seguridad interior. El Parlamento francés solamen­
sada numerosos debates anteriores. En el m om ento mismo en te confirió el estatus de «guerra» (y, por consiguiente, de con ­
que se alistaban para condenarlo, algunos Estados manifesta­ frontación internacional) a ese conflicto retrospectivamente, va­
ron sus reservas sobre la claridad de ese concepto de terroris­ rios decenios después, en los años noventa, y eso con el fin de
m o internacional y sobre los criterios para identificarlo. Como poder asegurar unas pensiones a los «veteranos» que las recla­
ocurre con muchas nociones jurídicas que tienen una impor­ maban. ¿Qué reveló entonces esta ley? Que se debía, y se p o­
tancia crucial, el que haya cosas oscuras, dogmáticas o precríti­ día, cambiar todos los nombres utilizados hasta entonces pa­
cas en esos conceptos n o impide que los poderes establecidos ra calificar lo que antes se había denom inado con pudor, en
y llamados legítimos hagan uso de ellos cuando les parece opor­ Argelia, precisamente los «acontecimientos» (a falta, una vez
tuno hacerlo. Por el contrario, entre más confuso es un concep­ más, para la opinión pública popular, de poder nombrar la
to, con mayor docilidad se presta para su apropiación oportu­ «cosa» de manera adecuada). La represión armada, com o ope­
nista. Por lo demás, fue com o consecuencia de esas decisiones ración de policía interior y terrorismo de Estado, se convirtió
precipitadas, sin debate filosófico, a propósito del «terrorismo de pronto en una «guerra». En el otro bando, los terroristas
internacional» y de su condena, que la O N U autorizó a los e u eran y en adelante fueron considerados en una gran parte del
a utilizar todos los medios que la administración de ese país juz­ mundo com o combatientes de la libertad y héroes de la inde^
gara oportunos y apropiados para protegerse contra el llama­ pendencia nacional. En cuanto al terrorismo de los grupos ar­
d o «terrorismo internacional». mados que impusieron la fundación y el reconocim iento del
Sin necesidad de ir demasiado atrás, incluso sin recordar, Estado de Israel, ¿se trataba de un terrorismo nacional o inter­
com o se hace tan a m enudo, y con razón, por estos días, que nacional? ¿Yel de los diversos grupos de terroristas palestinos
unos terroristas pueden ser admirados com o combatientes de de hoy? ¿Y los irlandeses? ¿Y los afganos que lucharon contra
la libertad en un contexto (por ejemplo, en la lucha contra el la Unión Soviética? ¿Ylos chechenos? ¿A partir de qué momen­
ocupante soviético en Afganistán) y denunciados com o terro­ to un terrorismo deja de ser denunciado com o tal para ser sa­
ristas en otro (hoy en día, a m enudo los mismos combatientes ludado com o el único recurso de un combate legítimo? ¿O a
con las mismas armas), no olvidemos la dificultad que tendría­ la inversa? ¿Por dónde trazar el límite entre lo nacional y lo in­
mos para decidir entre lo «nacional» y lo «internacional» en ternacional, la policía y el ejército, la intervención para «man­
el caso de terrorismos que han marcado la historia de Argelia, tener la paz» y la guerra, el terrorismo y la guerra, lo civil y lo
de Irlanda del Norte, de Córcega, de Israel o de Palestina. Na­ militar, en un territorio y dentro de unas estructuras que ase­
die puede negar que hubo terrorismo de Estado en la repre­ guren el potencial defensivo u ofensivo de una «sociedad»? Di­
sión francesa en Argelia, entre 1954 y 1962. El terrorismo que go vagamente «sociedad» porque hay casos en los que una de­
practicaron los rebeldes argelinos fue considerado durante mu­ terminada entidad política más o menos orgánica y organizada
ch o tiempo com o un fenóm eno doméstico, mientras se con­ no es ni un Estado ni una entidad totalmente no estatal, sino

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a

La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

un estado virtual: véase lo que se llama hoy en día Palestina 0 cen ya su hegem onía en la forma colonial o imperial de una
Autoridad Palestina. ocupación del territorio, ni de parte de los países que en otra
Inestabilidad semántica, confusión irreductible de la fron­ época estuvieron sometidos a este colonialismo o a este im­
tera entre los conceptos, indecisión en cuanto al concepto mis- perialismo. La alternativa «terrorista/combatiente de la libert
m o de frontera: no basta con que todo ello sea analizado como tad» también corresponde a categorías del pasado. Incluso allí
un desorden especulativo, un caos conceptual o una zona de en donde hay «terrorismo de Estado», ya no se trata de ocupar
turbulencia aleatoria en el lenguaje público o político; por el un territorio sino de asegurar un poder tecnoeconóm ico o un
contrario, es preciso reconocer allí unas estrategias y unas rela­ control político que sólo requiere un mínim o de territorio. Si
ciones de fuerza. El poder dominante es quien logra imponer, bien el recurso petrolero, por ejemplo, sigue siendo uno de los
y por consiguiente legitimar, incluso legalizar (pues siempre se raros territorios, uno de los últimos lugares terrestres no virtua-
trata del d erech o), en un escenario nacional o mundial, la de­ lizables, será suficiente con asegurar el derecho de paso para
nominación y, consecuentemente, la interpretación que le con­ un oleoducto. Pero es cierto que por el momento toda la estruc­
viene en una determinada situación. Es así com o, en el trans­ tura tecnoindustrial de los países hegem ónicos depende de él
curso de una larga y complicada historia, los Estados Unidos y que, por más com pleja y sobredeterminada que sea, la posi­
han conseguido suscitar un consenso intergubemamental en bilidad de aquello de lo que acabamos de hablar sigue ancla­
América del Sur para llamar oficialmente «terrorismo» a toda da, si se me permite decirlo, en esos lugares n o reemplazables,
resistencia política organizada al poder establecido, verdade­ en esos territorios no desterritorializables. Los cuales siguen
ramente establecido, y por ahí derecho convocar a una coalición perteneciendo, en derecho y dentro de la tradición aún sólida
armada contra el susodicho «terrorismo». De ese m odo, los Es­ del Derecho Internacional, a Estados-naciones soberanos.
tados Unidos pueden delegar tranquilamente la responsabili­
dad en los gobiernos de América del Sur y evitar las acusacio­ Lo que usted dice exige un cambio muy profundo en el ámbito de
nes justificadas de intervencionismo violento. las instituciones internacionales y del Derecho Internacional.
Pero en lugar de continuar en esta dirección multiplican­ Una mutación semejante deberá producirse. Pero es im po­
do ejemplos, me voy a contentar con subrayar una vez más la sible prever a qué ritmo ocurrirá. En todas las transformacio­
novedad que hace urgentes tanto una refundación, si es que nes de que hablamos sigue siendo incalculable ante todo el rit­
aún se puede decir así, de lo jurídico-político, com o una muta­ mo, el tiempo de aceleración y la aceleración del tiempo. Y ello
ción conceptual, es decir, a la vez semántica, léxica y retórica. por razones que son esenciales y que se refieren a la velocidad
Consideremos nuevamente la mayor parte de los fenómenos misma de los cambios de velocidad tecnocientíficos, así com o
que se pretende identificar e interpretar com o acciones «te­ a los cambios de dimensiones que las nanotecnologías introdu­
rroristas» (nacionales o internacionales), actos de guerra o in­ cen en nuestras evaluaciones y en nuestras mediciones. Estos
tervención de peacekeeping. Estos fenóm enos ya n o tienen co- trastornos del D erecho Internacional son necesarios, pero se
m o objetivo la conquista o la liberación de un territorio y la pueden producir en una o en veinte generaciones: ¿quién pue­
fundación de un Estado-nación. Ni de parte de los Estados Uni­ de decirlo? Sin considerarme capacitado para saber quién me­
dos o de Estados (ricos) llamados del norte, los cuales n o ejer­ rece hoy en día el nom bre de filósofo (no confiaría para ello

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

en criterios profesionales o corporativos), estaría tentado a porque tiene en cuenta un hecho esencial: todo terrorismo se
llamar en el futuro filósofo a todo aquel que reflexione de ma­ presenta com o una réplica en una situación de puja y forcejeo.
nera responsable sobre estos asuntos y pida cuentas a quienes Equivale a decir: «Recurro al terrorismo com o último recur­
tienen a su cargo la palabra pública, el lenguaje y las institucio­ so porque el otro es más terrorista que yo; me defiendo, con ­
nes del Derecho Internacional. Es «filósofo» (yo preferiría de­ tra-ataco; el verdadero terrorista, el peor, es quien me privó de
cir «filósofo-deconstructor») quien intente analizar, con el fin cualquier otro m edio diferente a éste antes de presentarse él
de extraer consecuencias prácticas y efectivas, el vínculo entre mismo, el primer agresor, com o víctima». Es así com o los Es­
las herencias filosóficas y la estructura del sistemajurídico-po- tados Unidos, Israel, las potencias coloniales, los países ricos,
lítico aún dominante y visiblemente en mutación. Es «filóso­ los poderes de forma imperialista son acusados de practicar el
fo» quien busque una nueva criteriología para distinguir entre terrorismo de Estado y de ser «más terroristas» que los terro­
«com prender» y «justificar». Se puede describir, comprender, ristas de los que se dicen víctimas, etc. Com o el patrón es bien
explicar determinadas sucesiones de eventos que conducen conocido, no insisto. Pero es difícil descalificarlo pura y sim­
a la «guerra» o a los «terrorismos» sin justificarlos en lo más plemente, incluso aunque a veces se lo utiliza de forma simplis­
mínimo, incluso condenándolos y tratando de inventar nue­ ta y abusiva. Inversamente, la pregunta que usted hace, la de
vas cadenas de eventos. Se puede condenar incondicionalmente
un «más o menos» en el terrorismo, n o se debería referir a una
los actos de terrorismo (sean o n o de Estado) sin desconocer
lógica pura y objetivamente cuantitativa, pues no debería dar
la situación que pudo generarlos, si no legitimarlos. Para dar
lugar a ninguna estimación formalizable. La acción «terroris­
ejemplos tendríamos que em peñam os en análisis largos, en
ta» busca producir efectos psíquicos (¡conscientes e inconscien­
principio hasta interminables. Se puede condenar incondicio­
tes!) y reacciones simbólicas o sintomáticas que pueden tomar
nalmente, com o lo hago yo aquí, el atentado del 11 de septiem­
numerosos rodeos (incalculables, en realidad). La calidad o la
bre sin prohibirse tener en cuenta unas condiciones, reales o
intensidad de las emociones que provoca (conscientes o incons­
alegadas, que lo hicieron posible. Todos aquellos que, en todo
cientes) no siempre guarda proporción con el número de víc­
el mundo, organizaron o intentaron justificar este atentado vie­
timas o con la cantidad de daños causados. En una situación
ron en él una respuesta a los terrorismos de Estado de los Es­
tados Unidos y de sus aliados. Tal fue el caso, por ejemplo, sola­ y una cultura determinadas, siempre y cuando la repercusión
mente por ejemplo, en el M edio Oriente, aunque Yasser Arafat mediática no espectacularice el acontecimiento, la muerte de
haya condenado también el «11 de septiembre» y rehusado miles de personas en un tiempo muy breve puede provocar
con razón a Ben Laden el derecho a hablar en nombre del pue­ menos efectos psíquicos y políticos que el asesinato de un solo
blo palestino. individuo en otro país, otra cultura, otro Estado-nación sobre­
equipado desde el punto de vista mediático. Pero, además, ¿el
Si la distinción entreguerray terrorismo esproblemáticay se acepta terrorismo pasa solamente por la muerte? ¿No se puede aterro­
la noción de terrorismo deEstado, aún queda lapregunta: ¿quién es rizar sin matar? ¿Ymatar es necesariamente hacer morir? ¿No
más terrorista? es también «dejar morir»? ¿Acaso «dejar morir», «no querer sa­
¿El más terrorista? Esta pregunta es necesaria, pero al mis­ ber que se deja morir» (a cientos de millones de seres huma­
m o tiempo está destinada a quedar sin respuesta. Necesaria nos de hambre, del sida, de falta de atención médica, etc.) no

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puede hacer parte de una estrategia terrorista «más o menos» resonancia posible a la agresión contra la que quiere prote­
consciente y deliberada? Quizás es un error suponer con lige­ gerse. Se trata otra vez de la misma perversión autoinmune.
reza que todo terrorismo es voluntario, consciente, organiza­ Habría que decir más bien «pervertibilidad», para designar así
do, deliberado, intencionalmente calculado: hay «situaciones» una posibilidad, un riesgo o una amenaza cuya virtualidad n o
históricas o políticas en las que el terror opera, por decirlo así, tiene la forma de una intención maligna, de un espíritu del
com o por sí mismo, com o simple efecto de un dispositivo, en mal, de una voluntad de hacer daño. Pero esta virtualidad sola
razón de las relaciones de fuerza instaladas, sin que nadie, nin­ basta para asustar, digamos que para aterrorizar. Es la raíz n o
gún sujeto consciente, ninguna persona, ningún yo se sienta erradicable del terror y en consecuencia de un terrorismo que
consciente o se haga responsable de él. Todas las situaciones se anuncia incluso antes de organizarse com o terrorismo. Im­
de opresión, social o nacional estructural, producen un terror placablemente. Sin fin.
que no es nunca natural (que es, por lo tanto, organizado, insti­ Añado aquí un llamado: no hay nada puramente «m o­
tucional) y del cual dependen, sin que jamás quienes se bene­ derno» en esta mediatización del terror, en un terrorismo que
fician de él tengan que organizar actos terroristas y sean trata­ opera mediante la propagación, a través del espacio público,
dos com o terroristas. El sentido estrecho, demasiado estrecho, de imágenes o rumores que aterrorizan a la llamada población
que se le da comúnmente a la palabra «terrorismo» hoy en día civil. Es cierto que, a través de la radio y la televisión, lo que se
se hace circular en todas sus formas en el discurso que domina llama «propaganda» organizada (cosa en efecto relativamen­
el espacio público, ante todo gracias al poderío tecnoeconó- te moderna) tom ó en el siglo xx, y ya desde la Primera Guerra
m ico de los medios de comunicación. ¿Qué habría sido el «11 Mundial, parte esencial en la guerra «declarada». Acom pañó,
de septiembre» sin la televisión? Esta pregunta ya se planteó de manera indisociable, bom bardeos (convencionales o ató­
y se exploró, y no voy a insistir más en ella. Pero hay que recor­ micos) que n o podían distinguir entre lo «civil» y lo «militar»,
dar que la mediatización máxima era un interés común de los com o p or su parte tam poco podían hacerlo las «resistencias»
organizadores del «11 de septiembre», de los «terroristas» y de y las represiones de los movimientos de resistencia. Ya entonces,
quienes, en nom bre de las víctimas, ansiaban declarar la «gue­ en las dos guerras mundiales, era imposible distinguir riguro­
rra contra el terrorismo». Entre estas dos partes, este cubrimien­ samente entre guerra y terrorismo. Vea, por ejemplo, a los hé­
to mediático era, com o el buen sentido al decir de Descartes, roes de la Resistencia francesa, que continuaron la «guerra»
la cosa mejor repartida del mundo. Más que en la destrucción después del armisticio y a m enudo en nom bre de la «Francia
de las Torres Gemelas o el ataque al Pentágono, más que en el libre» de De Gaulle. Estos resistentes eran tratados regularmen­
asesinato de miles de personas, el verdadero «terror» consistió te de «terroristas» por los nazis y por los colaboradores de Vi-
(y com enzó efectivamente) en exponer, en explotar, en haber chy. Esta acusación cesó con la Liberación de Francia, pues era
expuesto y explotado su imagen por parte del propio objetivo un instrumento de propaganda nazi. Pero ¿quién puede ale­
del terror. Este objetivo (digamos que son los Estados Unidos gar que n o tenía nada de verdad?
y todo lo que se una o se alíe a ellos en el m undo, lo cual prác­
ticamente n o tiene límites) estaba él mismo interesado (tenía el ¿Dónde estaba usted el 11 de septiembre?
mismo interés, el cual, por consiguiente, comparte con su ene­ Estaba en Shanghai, al final de un largo viaje a China. Allá
migo mortal) en exponer su vulnerabilidad, en darle toda la era por la noche, y el dueño del café en donde me encontraba

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con unos amigos nos anuncia que un avión se había «estrella­ Si se deconstruye radicalmente la distinción entreguerray terroris-
do» contra las Torres Gemelas. \b regreso precipitadamente ffio, y entre tipos diferentes de terrorismo (nacional o internacional), se
al hotel y desde las primeras imágenes televisadas (las de cnn, se hace muy difícil concebir lapolítica de manera estratégica. ¿ Quiénes
preciso) era fácil prever que aquello se iba a convertir, a los ojos son los actores en el escenario mundial? ¿ Cuántos hay ? ¿No ve usted
del mundo, en lo que usted ha llamado un «acontecimiento ma­ el riesgo de una anarquía total?
yor». Aun si lo que debería seguir era, en cierto m odo, invi­ La palabra «anarquía» amenaza con llevamos a renunciar
sible e imprevisible. Pero para darse cuenta de la gravedad del demasiado rápido al análisis y la interpretación de lo que, en
acontecimiento y de sus dimensiones «mundiales» bastaba con
efecto, separeceau n puro caos. Hay que tratar, tanto com o sea
movilizar dentro de sí algunas hipótesis políticas probadas con
posible, de dar cuenta de esta apariencia. Hay que hacer todo
anterioridad. Hasta donde me pude dar cuenta, China trató
para que este nuevo «desorden» sea lo más inteligible posible.
durante los primeros días de circunscribir el alcance del acon­
El análisis que acabamos de esbozar hace un m om ento iba en
tecimiento com o si se tratara de un episodio local. Pero ya es­
este sentido: un fin de la «Guerra Fría» que deja un solo cam­
ta interpretación organizada, que respondía al estado de las
po, en realidad una coalición de Estados que aspiran a la so­
relaciones entre China y los EU (tensiones diplomáticas e inci­
beranía, frente a potencias anónimas y no estatales, organiza­
dentes de orígenes diversos), tuvo que ceder ante otras necesi­
ciones armadas, virtualmente con poder nuclear, pero que
dades: CNN y otros medios internacionales penetran el espacio
también pueden, sin utilizar armas, sin provocar explosiones,
chino, y China también tiene su propio problema «musulmán».
Le tocó unirse, de una u otra forma, a la «coalición» «antiterro­ sin realizar ataques personales, utilizar técnicas informáticas
rista». En la misma lógica habría que analizar las motivaciones temiblemente destructoras, o en todo caso capaces de llevar
y los intereses detrás de los diversos desplazamientos geopolí- a cabo operaciones para las cuales n o se tiene un nom bre (ni
ticos o estratégico-diplomáticos que, por decirlo así, «revistie­ guerra ni terrorismo), que n o se realizan ya en nom bre de un
ron» al «11 de septiembre» (acercamiento entre BushyPutin, Estado-nación y cuya «causa», en todos los sentidos de la pala­
a quien se dejan las manos libres en Chechenia, asimilación bra, es difícil de formalizar (causa teológica, étnica, socioeco­
bastante útil pero bastante apresurada del terrorismo palesti­ nómica, etc.). De ningún lado se cuestiona jamás una lógica
no al terrorismo internacional, lo cual implica un llamado a de la soberanía (política, relativa al Estado-nación, de origen
una respuesta universal, etc. En estos dos casos hay quienes ella misma ontoteológico aunque más o m enos secularizado
están interesados n o solamente en presentar a sus adversarios en una parte, o puramente teológico y no secularizado en la
com o terroristas — que lo son, en efecto, en cierta medida— , otra). Ni del lado de los Estados-naciones y de las grandes p o­
sino solamente corno terroristas, y sobre todo «terroristas inter­ tencias que tienen sede en el Consejo de Seguridad, ni del otro,
nacionales» que hacen parte de la misma lógica, incluso de la ni de los otros lados, pues precisamente hay un núm ero inde­
misma red, y a quienes se pretende oponer, no un contrate­ terminado de ellos. N o hay duda de que todo el m undo seña­
rrorismo, sino una «guerra», en el subentendido de que se tra­ lará la existencia del Derecho Internacional (cuyos fundamen­
ta de una guerra «limpia». Los «hechos» muestran bien que tos, en mi opinión, pueden ser perfeccionados, revisados, y
estas distinciones son impracticables, carentes de rigor y mani- exigen una com pleta reestructuración, tanto conceptual
pulables de la manera más oportunista). com o institucional). Pero este Derecho Internacional n o se

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respeta en ningún lugar. En cuanto una parte no lo respeta, bién del caso, por lo menos igualmente grave, de Pakistán) son
las otras dejan de considerarlo respetable y lo traicionan a su también el enem igo o el blanco de quienes organizan el lla­
vez. Los Estados Unidos e Israel no son los únicos países que mado «terrorismo internacional» contra los Estados Unidos y,
desde hace tiempos se dan todas las libertades que conside­ virtualmente al menos, contra sus aliados. Eso forma más de un
ran necesarias con respecto a las resoluciones de la onu . triángulo. Y en el torneo y el contorneo (le toumoi et le toumoie-
Para responder de manera más precisa a su pregunta, di­ ment) de los triángulos, es difícil discernir la motivación rezil de
ría que los Estados Unidos n o son tal vez el único blanco, ni la alegación, el petróleo de la religión, lo político de lo econó­
siquiera el blanco central o final de la operación a la que se ha mico o de la estrategia militar. Ciertamente, la diatriba de tipo
asociado el nombre de «Ben Laden», al menos por metonimia. «Ben Laden» contra el diablo norteamericano asocia en sus te­
Quizás se trata de provocar una situación militar y diplomá­ mas la perversión de la fe y la increencia, la violación de los lu­
tica que desestabilice a algunos de los países árabes que se en­ gares sagrados del Islam, la presencia militar cerca de La meca,
cuentran desgarrados entre una poderosa opinión pública (an­ el respaldo a Israel, la opresión de las masas árabe-musulma­
tinorteamericana, incluso antioccidental por mil razones que nas. Pero, aunque esta diatriba encuentre un eco innegable en­
tienen que ver con una historia compleja, vieja de varios siglos, tre la población, e incluso entre los medios de com unicación
pero también, com o consecuencia de la era colonial o impe­ del m undo árabe y musulmán, los gobiernos de esos Estados
rial, con la miseria, la opresión y un adoctrinamiento ideoló­ (a la mayoría de los cuales los derechos humanos y la democra­
gico y religioso), de una parte, y de otra, la necesidad de asen­ cia los preocupan tan p o co com o a Ben Laden) son práctica­
tar su autoridad no democrática en una alianza diplomática, mente todos hostiles, en principio, en tanto «gobiernos», a la
económica y militar con los EU. La lista la encabeza Arabia Sau­ red «Ben Laden» y a su discurso. Se debe concluir entonces
dita, país que sigue siendo el enem igo privilegiado de todo que «Ben Laden» emplea también su fuerza para desestabili­
aquello que puede representar un «Ben Laden» (me sigo va­ zarlos...
liendo de este nombre com o de una sinécdoque) o un Saddam
Hussein. Ahora bien: Arabia Saudita (gran familia y gran po­ Lo cual sería un objetivo clásico de los terroristas: desestabilizary
tencia petrolera) alimenta todos los focos del fanatismo y has­ no obtener, desestabilizar la situación tal como se encuentra en el es­
ta del «terrorismo» árabe-islámico en el mundo, al tiempo que tado actual.
mantiene su alianza con el «protector», el «cliente» y el «pa­ La estrategia más com ún consiste siempre en desestabilizar
trón» norteamericano. Esta es una de las situaciones paradó­ no solamente al enem igo principal y declarado, sino, simultá­
jicas, una vez más autoinmune, de lo que usted llamaba la neamente, en una especie de confrontación cuasidoméstica,
«anarquía total»: el ju eg o y el desplazamiento de las alianzas a los más cercanos. A veces incluso a sus aliados. Este es otro
estratégicas petroleras entre los Estados Unidos (campeones efecto necesario del mismo proceso autoinmune. En todas las
declarados del ideal democrático, de los derechos humanos, guerras, en todas las guerras civiles, en las guerras de partisa­
etc.) y regímenes de quienes lo menos que se puede decir es nos o las guerras de liberación, la inevitable escalada conduce
que no responden a este m odelo. Pero estos regímenes (pu­ a atacar a los compañeros rivales no menos que al supuesto ad­
se el ejemplo de Arabia Saudita, pero habría que hablar tam­ versario principal. En la guerra de Argelia, entre 1954 y 1962,

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las violencias de corte «fratricida» entre las diferentes fuerzas servicio del fanatismo religioso. No: es sobre todo que esta ac­
insurreccionales eran aveces tan graves com o las que se daban ción y este discurso no abren ningúnfuturo y en mi opinión no tie­
entre ellas y las fuerzas coloniales francesas. nen ninguno. Si queremos y podem os poner un p o co de fe en
Razón de más para no considerar a todo lo que pertene­ la perfectibilidad del espacio público y del cam po jurídico-
ce al Islam, o al «m undo» árabe-musulmán, com o un «mun­ político mundial, del «m undo» mismo, entonces no podem os
d o», en todo caso com o un conjunto hom ogéneo. Y el tomar esperar nada bueno por ese lado, según me parece. Lo que se
en cuenta todas estas divisiones, diferencias y diferendos no propone, al menos implícitamente, es poner todas las fuerzas
constituye forzosamente un acto de guerra, com o tampoco el capitalísticas y tecnocientíficas modernas al servicio de una in­
procurar, de manera consecuente, que en este «m undo» ára­ terpretación dogmática de la revelación islámica del Uno. Me
be-musulmán (que no es un mundo ni un m undo uno) n o pre­ parece que en el discurso «Ben Laden» no tiene ningún lugar
dominen las corrientes que empujan hacia el fanatismo, hacia nada de lo que se ha secularizado laboriosamente bajo las for­
el oscurantismo armado hasta los dientes de tecnociencias m o­ mas de lo «político», de la «democracia», del «Derecho Inter­
dernas, hacia la violación de todo principio jurídico-polí tico, nacional» y hasta bajo la forma no teológica de la soberanía
hacia el desprecio cruel por los Derechos Humanos y por la de­ (suponiendo que se pueda secularizar totalmente o desteolo­
mocracia y hacia el irrespeto total por la vida. Hay que ayudar gizar el valor de soberanía, cosa de la cual n o estoy seguro).
a lo que se llama Islam y a lo que se llama «árabe» a liberarse Por eso, si en esta violencia desenfrenada y sin nom bre tuvie­
de estos dogmatismos violentos. Hay que ayudar a quienes lu­ ra que tomar partido en una situación binaria, yo lo tomaría.
chan heroicamente desde dentro en este sentido. Y esto puede A pesar de mis reservas radicales con respecto a la política nor­
ser un asunto de política en el sentido estrecho tanto com o de teamericana, incluso europea, e incluso, con mayor amplitud,
interpretación del Corán. ¡Cuando digo que hay que hacerlo con respecto a la coalición «antiterrorista internacional», a pe­
por lo que se llama Islam y lo que se llama «árabe», doy a en­ sar de todo, a pesar de todas las traiciones de hecho, a pesar de
tender también que no hay que hacer menos en Europa, Amé­ todas las infracciones contra la democracia, el Derecho Inter­
rica, Africa y Asia! nacional, las instituciones internacionales que los Estados de
esta «coalición» han fundado y respaldado hasta cierto punto,
Usted subrayó anteriormente elpapel esencial que tienen las orga- yo tomaría partido por el cam po que deja, en principio, en dere­
nizadones internacionales y la necesidad de reforzar el respeto a las cho, una perspectiva abierta a la perfectibilidad, en nom bre de
leyes internacionales. ¿Piensa usted que este terrorismo ligado alaor- lo «político», de la democracia, del Derecho Internacional, de
ganizaáón Al-Queday a Ben Laden cultiva un sueño político inter­ las instituciones internacionales, etc. Incluso si este «en nom ­
nacional? bre de» no es todavía más que una alegación y un compromiso
Lo que me parece inaceptable en la «estrategia» (práctica, puramente verbal. Esta alegación misma, aun en su m odo más
armada, ideológica, retórica, discursiva, etc.) del «efecto Ben cínico, permite todavía que resuene en ella una promesa in­
Laden» n o es solamente la crueldad, el desprecio por la vida, vencible. Yo n o la escucho del lado «Ben Laden», al menos no
el desprecio por el derecho, el desprecio por las mujeres, etc., para «este m undo».
la utilización de lo peor de la modernidad tecnocapitalista al

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Me parece que ustedpone todas sus esperanzas en la autoridad del No me engaño acerca del carácter aparentemente utópico
Derecho Intemaáonal. del horizonte que trazo de este m odo, el de una institución in­
Sí. En premier lugar, por imperfectas que sean, estas insti­ ternacional del derecho o una corte internacional de justicia,
tuciones internacionales deberían ser respetadas, en sus deli­ etc., que dispongan de su propia fuerza autónoma. Aunque no
beraciones y en sus resoluciones, por los Estados soberanos considere al derecho com o la última palabra de la ética, de la
que hacen parte de ellas com o miembros y que por consiguien­ política o de lo que sea, aunque esta unidad de la fuerza y del
te han suscrito sus cartas. Hace un m om ento recordé las in­ derecho (exigida p or el concepto mismo del derecho, com o
fracciones graves de ciertos Estados «occidentales» contra estos lo explicó bien Kant) sea n o solamente utópica sino también
compromisos. Estas infracciones provienen al m enos de dos aporética (ella implica que más allá de una soberanía de Esta­
series de causas. do nacional, incluso dem ocrática— cuyos fundamentos onto-
De una parte, sin duda, tales fallas tienen que ver con la es­ teológicos se deben deconstruir— , se reconstituya una nueva
tructura de los axiomas y de los principios de estos derechos y figura, no necesariamente estatal, de soberanía universal, de
por consiguiente de las cartas y convenciones que los institu­ derecho absoluto que disponga de toda la fuerza autónoma que
cionalizan. Una reflexión (yo diría de tipo «deconstructor») necesite8) , insisto en pensar que lo que debe regir todas nuesr
debería, en mi opinión, sin menoscabarlos ni destruirlos, cues­ tras decisiones es esta fe en la posibilidad de esta cosa imposi­
tionar y refundar esos axiomas y principios, refinarlos y unlver­ ble y verdaderamente indecidible desde el punto de vista del
salizarlos sin fin, sin dejarse desanimar p or las aporías con las saber, de la ciencia y de la conciencia.
que semejante trabajo se deberá encontrar necesariamente.
De otra parte, tales infracciones no se exponen, en el ca­ Sepodría deár que este ataque terrorista, de un lado, fue un ata­
so de Estados tan poderosos com o los Estados Unidos o Israel que contra elprincipio de soberanía que losEstados Unidos tienen sobre
(respaldado por los eu) , a ninguna sanción disuasiva. La ONU su sueloy, de otro lado, constituyó un ataque contra elpapel soberano
n o tiene ni la fuerza ni los medios para tales sanciones. Hay que los Estados Unidos cumplenfrente al mundo occidental, política­
que hacer entonces todo lo que sea posible (tarea inmensa, mente, económicamente, culturalmente. ¿Han desestabilizado estos dos
temible y de largo aliento) para que, en la situación en que se ataques el concepto de soberanía, tal como ésta ha sido desarrolladapor
encuentran estas instituciones, las infracciones actuales se san­ la tradición histórica de la modernidad occidental?
cionen efectivamente y para que una nueva organización ver­ Lo que llaman los «terroristas», en este contexto, no son «los
daderamente las desincentive de antemano. Esto supone que otros», los otros absolutos, aquellos a quienes nosotros, «occi­
una institución com o la onu (una vez modificada en su estruc­ dentales», n o podríamos comprender. No olvidemos que a me­
tura y en su Carta: pienso sobre todo en el Consejo de Segu­ nudo han sido formados, entrenados, hasta armados, desde
ridad) disponga de una fuerza de intervención suficiente y no hace tiempos, al estilo occidental, y de diversas formas, por un
dependa más, para poner en ejecución sus decisiones, de Es- Occidente que fue quien inventó la palabra, la técnica y la po­
tadosnaciones ricos y poderosos, real o virtualmente hegemó- lítica del «terrorismo» en el curso de su historia antigua y re­
nicos, que pliegan el derecho a su fuerza o a sus intereses. A ciente. Luego hay que dividir, o en todo caso diferenciar, todos
veces cínicamente. los «conjuntos» a los que quisiéramos atribuir la responsabili­

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dad de este terrorismo. N o son «los árabes» en general, ni el eso que hablo de una nueva cara de Europa. Sin renegar de su
Islam, ni el Oriente M edio árabe-islámico. Cada uno de estos memoria, extrayendo de ella, al contrario, un recurso esencial9,
conjuntos es a la vez heterogéneo y está trabajado por tensio­ Europa aportaría una contribución esencial al futuro del Dere­
nes, conflictos, contradicciones esenciales y, nuevamente, por cho Internacional de que hablaba hace un m om ento. Espero
procesos autodestructores, cuasisuicidas; en una palabra, au- que «en Europa» haya «filósofos» capaces de medírsele a esta
toinmunes. Lo mismo ocurre para «Occidente». Lo que, a mi tarea (pongo comillas, pues esos filósofos de tradición europea
juicio, cuenta mucho para el futuro (volveré sobre esto) es tam­ no serán forzosamente filósofos profesionales, sino también ju ­
bién una diferencia, incluso, hasta cierto punto y dentro de ristas, políticos, ciudadanos, incluso n o ciudadanos europeos;
ciertos límites, una oposición entre los Estados Unidos (diga­ y porque podrán ser «europeos», estar «en Europa» sin vivir en
mos más bien, de forma más honesta, para no ser demasiado ningún territorio de un Estado-nación de Europa sino encon­
injustos con la sociedad norteamericana, aquello que domina trándose muy lejos de allí, ya que la distancia y el territorio no
cuentan hoy com o contaban en épocas anteriores). Pero per­
y gobiernaen los Estados Unidos) y cierta Europa. Precisamente
sisto en nombrar a «Europa», aunque sea entre comillas, por­
a propósito de los problemas de que hablamos. Pues la «coali­
que, en la vasta y paciente deconstrucción necesaria para la
ción» que se acaba de formar alrededor de los eu sigue siendo
transformación que está por venir, la experiencia que Europa
frágil y heteróclita. Ella no es solamente occidental, y el «fren­
inauguró, en la época de las Lumieres, de la Aufkldrung, del Ulu-
te» sin frente de esta «guerra» sin guerra no opone a Occiden­
minismo, de la 1lustraáón, en cuanto a las relaciones entre lo po­
te y a Oriente, ni al extremo Oriente (China acabó por unirse,
lítico y lo teológico, o más bien lo religioso, sigue siendo sin
a su manera, a la coalición), ni al M edio Oriente, en donde to­
duda desigual, inacabada, relativa, compleja, etc., pero habrá
dos los países condenaron, con mayor o m enor sinceridad, el
dejado en el espacio político europeo, en cuanto a la dogmá­
terrorismo y se com prom etieron a combatirlo. Algunos lo ha­
tica religiosa (n o digo la religión o la fe10, sino en cuanto a la
cen de manera solamente retórica; otros, aportando un respal­
autoridad de la dogmática religiosa sobre lo p olítico), marcas
do militar y logístico. En cuanto a los países europeos y la otan, absolutamente originales que no se encuentran ni en el mun­
su compromiso con la mencionada «coalición» es también muy do árabe, ni en el m undo musulmán, ni en el Lejano Oriente,
com plejo; es desigual de un país al otro, y las opiniones públi­ ni siquiera (y éste es el punto más delicado) en la democracia
cas están lejos de haber sido conquistadas para las iniciativas norteamericana, en aquello que, de hecho, domina, n o los prin­
norteamericanas. La evolución de las alianzas, el acercamien­ cipios, sino la realidad dominante de la cultura política norte­
to entre la Rusia de Putin y los EU de Bush, la solidaridad al me­ americana. Este último punto es complejo y delicado. N o se tra­
nos parcial de China en el mismo combate: todo eso cambia ta de que esta «deconstrucción» filosófica opere contra alguna
la situación geopolítica, ayuda pero también complica el juego cosa que se llamarían «los Estados Unidos», sino contra lo que
norteamericano, que tiene necesidad de todos esos acuerdos constituye hoy en día una cierta hegem onía norteamericana,
para actuar. lo cual en realidad domina y marginaliza algo de la propia his­
Lo que más esperanza me daría en m edio de todos estos toria de los Estados Unidos, algo que está también relaciona­
trastornos es una diferencia potencial entre una nueva cara de d o con esta extraña «Europa» de la Ilustración más o menos
Europa y los Estados Unidos. Lo digo sin eurocentrismo. Es por inacabada de que estoy hablando.

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i Quépapel le ve usted a la religión en ese contexto ? Quisiera esperar que en «Europa», o en una cierta tradi­
Hablamos de una extraña «guerra» sin guerra. A menudo ción moderna de Europa, habrá, al precio de una deconstruc­
tiene la forma, al menos aparente, de una confrontación entre ción que aún se busca, la posibilidad de un discurso y de una
dos grupos con una determinación religiosa muy fuerte. De política diferentes, de una forma de salir de este doble progra­
un lado, la única gran potencia «democrática» de tipo euro­ ma teológico-político. El «11 de septiembre» (cualquier cosa
peo en el m undo que mantiene, por una parte, la pena de que se ponga bajo este título) habrá sido en ese caso a la vez
muerte en su sistema penal y, por otra, a pesar de la separación una señal y un precio a pagar, precio ciertamente muy alto, sin
de principio entre el Estado y las religiones, una referencia bí­ redención ni salvación posibles para las víctimas, pero también
blica (ante todo cristiana) fundamental en el discurso oficial una etapa importante de este proceso.
de su política y de sus líderes políticos; el « God bless America»,
la referencia a los «evildoers» o al «axis ofevil», y la primera con- Usted le ve entonces un papel muy importante a Europa.
signa (retirada después) de «justicia infinita», evocan, entre Yo lo deseo, pero n o lo veo. N o veo nada en los hechos que
tantos otros, algunos signos de ello. Al frente, del otro lado, un pueda dar lugar a una certeza o a un saber. Simplemente algu­
«enem igo» que se identifica com o islámico, com o islamismo nos signos para interpretar. Si hay responsabilidades por asu­
integrista o fundamentalista, aunque no represente necesaria­ mir y decisiones por tomar, responsabilidades y decisiones que
mente al Islam auténtico y todos los musulmanes estén lejos de merezcan estos nombres, ellas pertenecen al tiempo de un
reconocerse en él. Así com o todos los cristianos del mundo no riesgo y de un acto de fe. Mas alia del saber. Si yo decido por­
se reconocerían en las profesiones de fe fundamentalmente que yo sé, en los límites de lo que yo sé y sé que se debe hacer, en­
cristianas de los Estados Unidos. tonces desarrollo un programa previsible y n o hay ni decisión,
Estoy simplificando m ucho pero esta simplificación, creo, ni responsabilidad, ni acontecimiento. En cuanto a lo que aca­
nos proporciona los rasgos generales de una innegable situa- bo de arriesgar a propósito de «Europa», digamos que estoy
ción general. Habría, entonces, una confrontación entre dos planteando algunas preguntas, en m edio de una determinada
teologías políticas, por lo demás surgidas del mismo tronco, o noche y a partir de un determinado núm ero de signos. Yo des­
del suelo com ún de una revelación que yo llamaría abrahámi- cifro, apuesto, espero. Si les p on go tantas comillas prudentes
ca. Es muy significativo que el epicentro, al menos metoními- a todos esos nombres propios, com enzando por «Europa», es
co, de todas estas «guerras» sea el enfrentamiento entre el Es­ porque n o estoy seguro de nada. Sobre todo no de Europa o
tado de Israel (otra «democracia» que no ha cortado el cordón de la com unidad europea tal como ella existe o se presenta de
umbilical con la autoridad religiosa, incluso étnico-religiosa, fado. Tiene que ver con pensar ese «tal vez» del que tanto ha­
y que está respaldada de manera masiva, aunque muy comple- blé en Politiques de l’amitié, a propósito de la «democracia por
ja, por los Estados Unidos: pero n o podem os reabrir aquí este venir».
difícil debate) y un Estado palestino virtual que n o ha renun­
ciado a inscribir el Islam com o religión de Estado en la prepa­ Quedémonos por un momento conEuropa tal como es ahora. ¿ Có­
ración de su Constitución y que se encuentra respaldado de mo ve sufunción política y sus posibilidades de influencia reales ?
manera masiva, aunque muy compleja, y a m enudo perversa, En este m om ento los gobiernos francés y alemán tratan, tí­
por los Estados árabe-musulmanes. midamente, de frenar un p o co el apresuramiento o la precipi­

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tación de los Estados Unidos, al menos frente a ciertas formas {anto insisto. A pesar de su aparente origen en la biología, la
que podría tomar su «waragainst terrorism». Pero aquí se escu­ genética o la zoología, estas contradicciones, así entendidas, tie­
cha muy p o co a Europa. Las grandes cadenas de televisión no nen que ver más allá de lo pura y simplemente vivo. Aunque
hablan sino de la alianza incondicional y afanosa de la Inglate­ sólo sea porque llevan la muerte en la vida.
rra de Tony Blair al lado de los eu. Francia debería hacer más
y actuar mejor, me parece, por hacer oír una voz original. Pero A mí meparece que el asunto de la soberanía internacional es muy
se trata de un país pequeño, aunque disponga de una fuerza complicadoporque si se lleva al extremo elpapel de las organizaciones
nuclear y de un voto en el Consejo de Seguridad. Mientras Eu­ internacionalesy delDerecho Internacional, vamos a regresara un mo­
ropa no disponga de una fuerza militar unificada y suficiente delo deEstado: un Metaestado, una metaley.
para realizar intervenciones autónomas, motivadas, calculadas, Se trata, en efecto, de un problem a inmenso. Para mí,
discutidas, deliberadas en Europa, las premisas fundamentales las grandes referencias para discutir aquí son Kant y Hannah
de la situación actual no van a cambiar, y n o nos vamos a acer­ Arendt. Ambos estaban a favor de un Derecho Internacional y
car a la transformación a la cual aludía hace un m om ento (un a la vez excluían, e incluso condenaban, la hipótesis de un Su-
nuevo Derecho Internacional, una nueva fuerza internacional perestado o de un gobierno mundial. N o se trata, com o ocurre
puesta al servicio de nuevas instituciones internacionales, etc., hoy, de atravesar crisis más o menos provisionales de la sobe­
un nuevo concepto, una nueva figura concreta de la sobera­ ranía para desembocar en un Estado mundial, en un Estado-
nía, otros nombres, sin duda, para todas esas cosas que habrán mundo. Esta desestatización absolutamente nueva e inaudita
de llegar). nos llevaría a pensar, más allá de lo que Kant o Arendt form u­
N o quisiera privilegiar demasiado la esfera jurídica, el De­ laron de manera determinada, en la nueva figura por venir
recho Internacional y sus instituciones, aunque sí creo más que de un último recurso, de una soberanía (digamos mejor, y más
nunca en la importancia que tienen. Entre las instituciones simplemente, pues ese nombre, «soberanía», sigue siendo muy
internacionales que más cuentan hoy en día no está solamen­ equívoco, demasiado teológico-político: una fuerza o poder,
te la onu , sino también el Fondo Monetario Internacional, el una erada), de una erada aliada a, o incluso que form e una
g8, etc. Pensemos en lo que ocurrió recientemente en Génova unidad con, n o solamente el derecho sino también lajusticia.
(durante la cumbre del g8), por ejemplo. H ubo quienes dije­ Esto es lo que yo quisiera entender p or «democracia por ve­
ron, de forma a la vez abusiva y verosímil, que entre las fuer­ nir». «Democracia porvenir» n o quiere decir democracia fu­
zas que se movilizan hoy en día contra la globalización, de una tura que un día será «presente». La democracia jamás existirá
parte, y el terrorismo internacional (en po°cas palabras, «el 11 en presente: n o es presentable, y tam poco es una idea regula­
de septiembre»), de otra, había alianza objetiva, causa común tiva en el sentido kantiano. Pero hay lo imposible cuya promesa
y colusión de hecho, si no conspiración intencional. Se requie­ inscribe la democracia — que arriesga y debe arriesgar siem­
ren esfuerzos inmensos para introducir aquí las distinciones pre con pervertirse en una amenaza— . Hay lo imposible, y lo
necesarias ( ¡distinciones conceptuales y prácticas!), pero estos imposible sigue siendo imposible en razón de la aporía del de­
esfuerzos deberán todos tener en cuenta las contradicciones, mos: éste es a la vez, de una parte, la singularidad incalculable de
es decir, las sobredeterminaciones autoinmunes sobre las que cualquiera, antes de todo «sujeto», el posible desleimiento social

174 US
L a. filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

de un secreto que hay que respetar, más allá de toda ciudada­ pen u m b ra . Sin embargo, percibo allí muchas conminaciones
nía y de todo «Estado», incluso de todo «pueblo», y del estado intratables.
actual de la definición del ser viviente com o viviente «huma­
no»; y, de otraparte, la universalidad del cálculo racional, de la ¿ Cuál es su posidón sobre el concepto de globalizaáón y qué rela­
igualdad de los ciudadanos ante la ley, el vínculo social del es­ ción hay entre globalizaáón y cosmopolitismo?
tarjuntos, con o sin contrato, etc. Yeste imposible que hay per­ En cuanto a la globalización, o a lo que yo prefiero llamar,
manece imborrable. Es tan irreductible com o nuestra exposi­ en francés, y por razones que explico en otro lugar12, la mun-
ción a lo que viene. Es la exposición (el deseo, la apertura, pero dialización, la violencia del «11 de septiembre» quizás mues­
también el temor) que abre, que se abre, que nos abre al tiem­ tra, nuevamente, una serie de contradicciones. Estas contra­
po, a lo que viene a nosotros, a lo que ocurre, al acontecimiento. dicciones, por lo demás, están destinadas a permanecer; son
A la historia, si usted quiere, una historia que hay que pensar, aporías y pertenecen también, me parece, a esta fatalidad au-
no desde un horizonte teleológico, e incluso desde un horizon­ toinmune cuyos efectos hemos estado registrando todo el tiem­
te sin más, sino de una manera totalmente distinta. Cuando di­ po. En primer término, la mundialización no ocurre en los luga­
go «el imposible que hay», designo este otro régimen de lo «po- res y en los momentos en que se dice que ocurre. En segundo,
sible-imposible» que trato de pensar al cuestionar en toda clase en todas partes en donde tiene lugar sin tener lugar, ocurre
de formas (por ejemplo, alrededor de los temas del don, del para lo m ejor y para lo peor. Voy a tratar de precisar estos dos
perdón, de la hospitalidad, etc.) o, si usted quiere, al tratar de puntos.
«deconstruir» la herencia de los conceptos de «posibilidad», 1. Ella no tiene lugar. En la época de la llamada mundializa­
de «poder», de imposibilidad», etc. Pero no me puedo exten­ ción, en la época en que algunos están interesados en hablar
der más sobre este punto aquí11. de ella y en celebrar sus beneficios, sin duda la heterogenei­
Entre todos los nombres de lo que se clasifica, de mane­ dad de las sociedades humanas, las desigualdades sociales y
ra un tanto apresurada, en la categoría de los «regímenes po­ económicas han sido más graves y más espectaculares (pues,
líticos» (yo n o creo que «democracia» designe finalmente un en efecto, el espectáculo es más fácilmente «mundializable»)
«régimen p olítico»), el concepto recibido de democracia es el que nunca antes en la historia de la humanidad. Mientras que
único que acoge la posibilidad de discutirse, de criticarse y de el discurso en favor de la mundialización insiste en la transpa­
mejorarse indefinidamente a sí mismo. Si después de todo fue­ rencia que hacen posible las teletecnologías, la apertura de las
ra un nombre de un régimen, sería el del único «régimen» que fronteras y del mercado, la igualdad de oportunidades, etc.,
asume su propia perfectibilidad y, por consiguiente, su propia jamás ha habido en la historia de la humanidad, en cifras abso­
historicidad, y que responde de la manera más responsable po­ lutas, tanta desigualdad, malnutrición, desastres ecológicos y
sible, diría yo, por la aporía o la indecidibilidad en cuyo fondo epidemias rampantes (piénsese, por ejemplo, en el sida en Afri­
sin fon do se decide de este régimen. Me doy cuenta perfecta­ ca y en los millones de personas que dejamos morir allí ¡y que,
mente de que estas formulaciones son oscuras, pero si la de­ por consiguiente, matamos!). Piénsese en el hecho de que me­
mocracia es también una cosa relativa a la razón por venir, esta nos del 5% de la humanidad tiene acceso a Internet, cuando
razón sólo se puede presentar hoy, me parece, dentro de esta en 1999 la mitad de los hogares norteamericanos la tienen y la

176 177
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

mayoría de los servidores son anglófonos. En momentos en que jadas tanto por los propietarios, es decir, por los vendedores,
se anuncia un dichoso «fin del trabajo» (J. Rifkin) Jamás ha ha­ como por los explotadores y los clientes; en realidad, por el ju e­
bido tantas personas aplastadas por los condiciones de trabajo go de alianzas o de transacciones más o m enos pacíficas entre
o, inversamente, privadas de un trabajo al que aspiran13. Sólo las dos partes. Estas riquezas «naturales» son en realidad los
algunos países, y ciertas clases en ellos, se benefician plenamen­ únicos bienes n o virtualizables y no desterritorializables hoy en
te del proceso de mundialización. Los países ricos, en el norte, día, y allí se encuentra la causa de m uchos de los fenóm enos
acaparan los capitales y controlan los instrumentos de las de­ de los que estamos hablando. Con todas estas víctimas de la su­
cisiones económicas (g8, fmi, Banco Mundial, etc.). Si bien los puesta mundialización no se da el diálogo (verbal y pacífico).
autores organizados del atentado del «11 de septiembre» par­ El recurso a la peor violencia se presenta a m enudo com o la
ticipan también de esta parte privilegiada de la llamada mun­ única «respuesta» posible a los «oídos sordos». Tenemos mil
dialización en curso (poder capitalístico, telecomunicación, tec­ ejemplos de ello en la historia moderna, m ucho antes del «11
nología avanzada, posibilidad de pasar por las fronteras, etc.), de septiembre». Es la lógica alegada p or todos los terrorismos
al menos pretendieron (abusivamente, sin duda, pero fue un en las luchas de emancipación. Mándela explica bastante bien
abuso bien eficaz) actuar en nom bre de los condenados de la cómo, luego de años de lucha no violenta, su partido tuvo que
mundialización, de todos aquellos que se sienten excluidos o decidirse, ante el rechazo al diálogo, a recurrir a las armas. La
perdedores, marginalizados, abandonados a la vera del cami­ distinción entre el civil, el militar y el policía n o tiene enton­
no, poseedores solamente de los medios del pobre en la época ces ninguna pertinencia.
Desde este punto de vista, la mundialización n o ha tenido
de la mundialización (la televisión, hoy en día, y este instru­
lugar. Es un simulacro, un artificio o un arma retórica que di­
mento jamás es neutro) para asistir al espectáculo del enrique­
simula un creciente desequilibrio, una nueva opacidad, una
cimiento insolente de los demás. Habría que darles aquí un
no com unicación parlanchína e hipermediatizada, una acu­
espacio especial a las culturas y las poblaciones islámicas en este
mulación masiva de riquezas, de medios de producción, de te­
contexto. En el transcurso de los últimos siglos, cuya historia ha­
letecnologías y de armamentos militares sofisticados, la apro­
bría que volver a estudiar con cuidado (ausencia de un perío­
piación de todo este poderío por parte de un pequeño número
do de Ilustración, colonialismo, imperialismo, etc.), se acumu­
de Estados o de corporaciones internacionales. Su control es
laron las premisas de una situación geopolítica cuyos efectos
a la vez cada vez más fácil y cada vez más difícil. El poderío del
sentimos hoy, en primer lugar la paradoja de una marginaliza-
que hay que apropiarse tiene tal estructura (casi siempre de&-
ción y de una pauperización a un ritmo que es proporcional
territorializable, virtualizable, capitalizable) que, en el m om en­
al crecimiento demográfico. Las poblaciones afectadas no están to mismo en que parece controlable p or un pequeño número
solamente privadas del acceso a lo que llamamos la democra­ (de Estados, por ejem plo), se escapa para pasar a las manos de
cia (en razón de la historia que acabo de evocar rápidamente); estructuras internacionales n o estatales y tiende a diseminar­
fueron incluso despojadas de las riquezas llamadas naturales se en el movimiento mismo de su concentración. El terroris­
que se encuentran en su suelo, el petróleo en Arabia Saudita, m o del tipo «11 de septiembre» (rico, hipersofisticado, teleco-
por ejemplo, o en Irak, o en la misma Argelia, el oro en África municador, anónim o y sin Estado asignable) form a parte de
del Sur, y tantos otros minerales en otras partes. Fueron despo­ esta aparente contradicción.

178 i79
La filosofía en una época de terror
G iovanna B orradori

2. Por el contrario, allí donde, según se cree, la mundializa la lógica de lo autoinmune15. La podem os ver en la inevitable
áón time lugar, ella ocurre para lo mejory para lo peor. Lo mejor' diversión de los avances tecnocientíficos (el dom inio de lo vi­
los discursos, los saberes, los m odelos se transmiten mejor dente, la aviación, las nuevas teletecnologías de la información,
más rápido. La democratización tiene allí más oportunidades^ el e-mail, Internet, la telefonía móvil, etc.), en armas de des­
Los recientes movimientos de democratización en el este de trucción masiva, en «terrorismos» de todos los tipos. Perversión
tanto más rápida cuanto el progreso en cuestión es ante todo
Europa deben m ucho, quizás casi todo, a la televisión, a la co­
un progreso en velocidad y ritmo. Entre los dos supuestos líde­
municación de modelos, normas, imágenes, mercancía infor-
res guerreros, entre las dos metonimias «Ben Laden» y «Bush»,
macional, etc. Las instituciones n o gubernamentales son cada
la guerra de imágenes y de discursos va a un ritmo cada vez más
vez más numerosas y m ejor conocidas o reconocidas. Véanse
rápido en todas las ondas, disimulando y extraviando cada vez
los esfuerzos para instalar un Tribunal Penal Internacional
con mayor rapidez la verdad que revela, imprimiendo siempre
Usted habló de «cosmopolitismo». La cuestión es muy difí­
mayor aceleración al movimiento que substituye la revelación
cil. Progreso del cosmopolitismo, sí. Se lo puede celebrar, co­
por la disimulación, y recíprocamente. Por consiguiente, lo
m o todo acceso a la ciudadanía, en este caso a la ciudadanía
peor y lo mejor. Lo peor, según parece, es también lo mejor.
del mundo. Pero la ciudadanía es también un límite, el del Es­
Esto es lo que es terrible, aterrador, aterrorizante; éste es, so­
tado-nación; y ya hemos enunciado nuestras reservas sobre
bre la tierra, y más allá de todos los territorios, el último recur­
el Estado-mundo. Inversamente, creo que habría que ver, más
so de todos los terrorismos.
allá del viejo ideal cosmopolita grecocristiano (estoico, pauli­
no, kantiano), cóm o se anuncia una alianza o una solidaridad ¿Quérelaáón hay mtre la mundialización, como usted la llama,
universal que se extienda más allá de la internacionalidad (de
y la tolerancia?
los Estados-naciones) y por consiguiente de la ciudadanía. És­ Si, efectivamente, la palabra y el tema de la tolerancia están
te fue uno de mis temas en Espectros deMarxy en otros lugares. de regreso, tal vez es para acompañar a lo que de manera de­
Siempre nos vemos llevados de nuevo a la misma aporía: ¿có­ masiado fácil y confusa se llama «el retom o de lo religioso». Lo
m o decidir entre, de una parte, el papel positivo y saludable de que está en ju eg o en toda esa violencia de la que hablamos
la forma «Estado» (la soberanía del Estado-nación) y, por con­ tiene a m enudo, en efecto, una apariencia religiosa. Hay otras
siguiente, de la ciudadanía democrática, com o protección con- cosas enjuego, por supuesto: económicas, territoriales, étnicas,
tre las violencias internacionales (el mercado, la concentración etc. Pero la religión, sin importar si sirve o n o com o disculpa,
mundial de capitales, así com o la violencia «terrorista» y la di­ es una referencia mayor, de manera explícita y literal en el la­
seminación de armamentos), y, de otraparte, los efectos negati­ do «Ben Laden», y de manera implícita, encubierta pero pro­
vos o limitativos de un Estado cuya soberanía sigue siendo una funda y fundamental en el lado «Bush». La intolerancia, enton­
herencia teológica, que cierra sus fronteras a los no ciudada­ ces. ¿Qué edad tiene este concepto? ¿Podemos aún formular
nos, m onopoliza la violencia14, controla sus fronteras, exclu­ la pregunta: «¿Qué es la tolerancia?» com o lo hizo Voltaire desr
ye o reprime a los n o ciudadanos, etc.? Una vez más, el Estado de la primera frase de su artículo del Diccionariofilosófico? ¿Có­
es a la vez autoprotector y autodestructor, remedio y enferme­ m o se escribiría ese artículo hoy? ¿Quién lo escribiría, con y
dad. El pharmakon es otro nom bre (un antiguo nom bre) para sin Voltaire?

r8o 181
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Si queremos permanecer fieles al recuerdo de la Ilustra­ cluso de las responsabilidades del sujeto-ciudadano de un Esta­
ción, si no debemos olvidar ciertos m odelos ejemplares del do-nación particular o de tal o cual democracia) analizar a la
combate contra la intolerancia, los cuales hacen parte de nues­ vez las leyes de esta recurrencia y el surgimiento de lo que es
tra herencia, ¿no deberíamos hoy, precisamente por fidelidad nuevo e inédito? Sólo el tomar en cuenta de forma rigurosa es­
plantear de nuevo la pregunta por el concepto mismo de tole­ ta novedad permitirá ajustar las reacciones y los actos de resis­
rancia, sin que eso equivalga a atacarlo? Con todo lo que lo ha tencia. Si bien para lograr esto nos toca hacer una especie de
marcado históricamente, ¿bastaría este concepto para inspi­ genealogía histórica del concepto de tolerancia; si bien nos to­
rar, iluminar y guiar hoy en día nuestra resistencia contra las ca celebrar, estudiar, enseñar los admirables ejemplos de todas
violencias desencadenadas a través del mundo (en condiciones las luchas contra la intolerancia, en Europa y en otros lugares,
que son, por una parte — pero ¿qué parte? es la pregunta ine­ de Voltaire a Zola o a Sartre, pero también a tantos otros, etc.;
luctable— , inéditas) contra todos quienes no respetan incon­ si bien nos toca también inspirarnos en ellos y extraerles sus
dicionalmente ciertas ortodoxias? Todas estas persecuciones lecciones, una tarea no menos urgente consiste en intentar ana­
dogmáticas tienen el rostro de la intolerancia, ciertamente, pe­ lizar aquello que hoy en día ya no depende de las mismas condi­
ciones o de la misma axiomática. Un terremoto trastornó el
ro ¿es eso suficiente para definirlas? Y la tolerancia, ese «atri­
paisaje en donde el ideal de la tolerancia asumió al menos una
buto privilegiado de la humanidad» (Voltaire), ¿constituye lo
primera figura hace algunos siglos. Habría que analizar todas
esencial de lo que debemos oponerles?
estas mutaciones: en la estructura del espacio público, en la in­
Se trata, en efecto, una vez más, de la Ilustración, es decir,
terpretación de la democracia, de la teocracia y de sus rela­
del acceso a la razón en un determinado espacio público, pe­
ciones respectivas con el derecho internacional (en su estado
ro esta vez en unas condiciones que la tecnociencia y la mun-
actual, en lo que lo lleva a transformarse y, p or consiguiente,
dialización económ ica o telemediática han transformado por
en lo que en él permanece com o ampliamente por venir), en
completo: en el tiempo y como espado, en los ritmos y las propor­
los conceptos de Estado-nación y de su soberanía, en la noción
ciones. Si los intelectuales, escritores, investigadores científicos,
de ciudadanía, en la transformación del espacio público por
profesores, artistas y periodistas n o se reúnen para levantarse,
los medios de com unicación, que sirven, pero a la vez amena­
antes que cualquier otra cosa, contra estas violencias, su abdi­
zan, a la democracia, etc.
cación sería a la vez irresponsable y suicida.
Me parece que nuestros actos de resistencia deben ser a la
Aunque no todas las figuras de la intolerancia (anatema, vez intelectuales y políticos. Debemos unir nuestras fuerzas pa­
excomunión, censura, marginamiento, desfiguración, control, ra tener peso, para ejercer presiones, organizar respuestas, etc.,
programación, expulsión, exilio, encarcelamiento, secuestro, para hacerlo a escala internacional y en formas novedosas, pe­
amenaza de muerte, ejecución y asesinato, etc.) sean nuevas; ro sin dejar nunca de analizar y discutir los fundamentos mis­
aunque nunca hayan sido disociables del movimiento mismo mos de nuestra responsabilidad, sus discursos, sus herencias,
de la cultura, de la tradición, de los procesos de legitimación, de sus axiomas. El concepto de tolerancia es un ejem plo impor­
las comunidades en general, en particular de las instituciones tante de esto.
eclesiásticas o estatales, ¿no es acaso una de nuestras primeras El artículo «Tolerancia» en el Dicáonaríofilosófico es un tour
responsabilidades (intelectuales, éticas y políticas, y más allá in­ deforcé, algo así com o un fax para el siglo xvm. Gran riqueza de

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G iovanna Borradori
La FILOSOFIA EN UNA ÉPOCA DE TERROR

ejemplos y de análisis históricos. Muchos axiomas y prin . . . iente hay que calmarlos, asegurarse de su respaldo, di-
para meditar hoy, palabra por palabra. Pero también c Qpi° S C°fíSlños del «terrorismo», dividir el cam po adversario. Eso es
preguntas plantearía ese mensaje! ¡Y con cuánta c a u t e X ^ 8001 propio de una causajusta. Sin dejar de preferir las ma-
parece, deberíamos interpretar su legado! A cada frase m e ’ ^ ^•f taciones de tolerancia a las manifestaciones de intoleran-
to inclinado a decir «sí y no», «sí pero no», «sí, aunque, n o ^ ' n M antengo sin embargo cierta reserva hacia la palabra «to-
tante...», etc., y a actuar, en consecuencia, de manera muvd ^ Cia» y hacia el discurso que ella organiza. Es un discurso
tota a com o hacían los apóstoles cristianos, los discípulos v ]^ í raíces religiosas, que se tiene por lo regular del lado del p o
cuáqueros: «Los apóstoles y los discípulos», dice Voltaire « ■°S ¿er>siempre como una especie de concesión condescendien­
raban por sí y por no; los cuáqueros no juran de ninguna X te..-
forma». La palabra «tolerancia» está ante todo marcada no
una guerra de religiones entre cristianos, o entre cristianos v Usted interpreta la tolerancia como una forma de caridad.
n o cristianos. La tolerancia es una virtud cristianay, en este ca­ Por supuesto: la tolerancia es ante todo un acto de caridad.
so, católica. El cristiano debe tolerar al n o cristiano, pero, sobre Caridad cristiana, por consiguiente, incluso si puede parecer
todo, el católico debe dejar vivir al protestante. Hoy en día co­ que judíos o musulmanes se apropian de ese lenguaje. La tole­
m o se tiene la fuerte impresión de que la alegación religiosa rancia está siempre del lado de «la razón del más fuerte»; es
se encuentra en el corazón de la violencia (sigo diciendo, de una marca suplementaria de soberanía; es la cara amable de
manera deliberadamente general, «violencia», usted entien­ la soberanía que dice, desde sus alturas, al otro: yo te dejo vivir,
de, para evitar las palabras equívocas y confusas de «guerra» | tú no eres insoportable, yo te abro un lugar en mi casa, pero
y de «terrorism o»), se recurre a la buena y vieja palabra «tole­ ! no lo olvides: yo estoy en mi casa...
i
rancia»: que los musulmanes acepten vivir con judíos y cris­
tianos, que los judíos acepten vivir con musulmanes, que los ¿Estaría usted de acuerdo con alguien que k dijera que la tokran-
creyentes acepten tolerar a los «infieles» o a los mm-beUevm (es­ j áa es u n a condición de la hospitalidad?

ta es la palabra que utiliza «Ben Laden» para denunciar a sus Precisamente, no. La tolerancia es el inverso de la hospita­
enemigos, en primer término a los norteamericanos). La paz lidad. En todo caso, es su límite. Si yo creo ser hospitalario por­
consistiría en la cohabitación tolerante. En los Estados Unidos que soy tolerante, es que deseo limitar mi acogida, mantener
se hace todo lo posible (y más les vale hacerlo, cualquiera que el poder y controlar los límites de «mi casa» (chez mcd), de mi
sea la motivación) para n o identificar al enem igo com o el ex­ soberanía, de mi «yo puedo» (mi territorio, mi casa, mi lengua,
tranjero religioso, el musulmán. Se repite, esencialmente, lo mi cultura, mi religión, etc.). Al sentido religioso cuyo origen
siguiente: «N o luchamos contra el Islam; las tres religiones mo­ acabamos de recordar hay que añadir una connotación bio­
noteístas siempre han enseñado la tolerancia, etc.». Se sabe lógica, genética u organicista. En Francia se llama «umbral de
que esto es bastante inexacto, pero no importa; es mejor decir tolerancia» al límite más allá del cual n o es decente pedir a la
esto que lo contrario. Estas declaraciones oficiales de toleran­ comunidad nacional que acoja un núm ero mayor de extran­
cia obedecen también a una estrategia: hay muchos, hay cada jeros, de trabajadores inmigrantes, etc. Frangois Mitterrand uti­
vez mas musulmanes en América del Norte y en Europa; por lizó malhadadamente una vez esta expresión («umbral de to-

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

ejemplos y de análisis históricos. Muchos axiomas y princi • consiguiente>hay que calmarlos, asegurarse de su respaldo, di­
para meditar hoy, palabra por palabra. Pero también ¡cuánta* sociarlos del «terrorismo», dividir el cam po adversario. Eso es
preguntas plantearía ese mensaje! ¡Y con cuánta cautela usto y propio de una causa justa. Sin dejar de preferir las ma­
parece, deberíamos interpretar su legado! A cada frase me ’skn nifestaciones de tolerancia a las manifestaciones de intoleran­
to inclinado a decir «sí y no», «sí pero no», «sí, aunque, no ob j cia, mantengo sin embargo cierta reserva hacia la palabra «to­
tante...», etc., y a actuar, en consecuencia, de manera muy dis­ lerancia» y hacia el discurso que ella organiza. Es un discurso
tinta a com o hacían los apóstoles cristianos, los discípulos y los de raíces religiosas, que se tiene por lo regular del lado del po­
cuáqueros: «Los apóstoles y los discípulos», dice Voltaire, «ju­ der, siempre com o una especie de concesión condescendien­
raban por sí y por no; los cuáqueros no juran de ninguna otra te...
forma». La palabra «tolerancia» está ante todo marcada por
una guerra de religiones entre cristianos, o entre cristianos y Usted interpreta la tolerancia como unaforma de caridad.
n o cristianos. La tolerancia es una virtud cristianay, en este ca­ Por supuesto: la tolerancia es ante todo un acto de caridad.
so, católica. El cristiano debe tolerar al no cristiano, pero, sobre Caridad cristiana, por consiguiente, incluso si puede parecer
todo, el católico debe dejar vivir al protestante. H oy en día, co­ que judíos o musulmanes se apropian de ese lenguaje. La tole­
m o se tiene la fuerte impresión de que la alegación religiosa rancia está siempre del lado de «la razón del más fuerte»; es
se encuentra en el corazón de la violencia (sigo diciendo, de una marca suplementaria de soberanía; es la cara amable de
manera deliberadamente general, «violencia», usted entien­ la soberanía que dice, desde sus alturas, al otro: yo te dejo vivir,
de, para evitar las palabras equívocas y confusas de «guerra» tú no eres insoportable, yo te abro un lugar en mi casa, pero
y de «terrorismo»), se recurre a la buena y vieja palabra «tole­ no lo olvides: yo estoy en mi casa...
rancia»: que los musulmanes acepten vivir con judíos y cris­
tianos, que los judíos acepten vivir con musulmanes, que los Estaría usted de acuerdo con alguien que k dijera que la toleran­
creyentes acepten tolerar a los «infieles» o a los non-believers (es­ cia es una condición de la hospitalidad f
ta es la palabra que utiliza «Ben Laden» para denunciar a sus Precisamente, no. La tolerancia es el inverso de la hospita­
enemigos, en primer término a los norteamericanos). La paz lidad. En todo caso, es su límite. Si yo creo ser hospitalario por­
consistiría en la cohabitación tolerante. En los Estados Unidos que soy tolerante, es que deseo limitar mi acogida, mantener
se hace todo lo posible (y más les vale hacerlo, cualquiera que el poder y controlar los límites de «mi casa» (chez moi), de mi
sea la motivación) para n o identificar al enem igo com o el ex­ soberanía, de mi «yo puedo» (mi territorio, mi casa, mi lengua,
tranjero religioso, el musulmán. Se repite, esencialmente, lo mi cultura, mi religión, etc.). Al sentido religioso cuyo origen
siguiente: «N o luchamos contra el Islam; las tres religiones mo­ acabamos de recordar hay que añadir una connotación bio­
noteístas siempre han enseñado la tolerancia, etc.». Se sabe lógica, genética u organicista. En Francia se llama «umbral de
que esto es bastante inexacto, pero no importa; es mejor decir tolerancia» al límite más allá del cual n o es decente pedir a la
esto que lo contrario. Estas declaraciones oficiales de toleran­ comunidad nacional que acoja un núm ero mayor de extran­
cia obedecen también a una estrategia: hay muchos, hay cada jeros, de trabajadores inmigrantes, etc. Franqois Mitterrand uti­
vez más musulmanes en América del Norte y en Europa; p °r lizó malhadadamente una vez esta expresión («umbral de to­

184 185
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

lerancia») com o una advertencia autojustificadora: más allá abre, está de antemano abierta, a cualquiera que n o sea espe­
de cierto número de extranjeros, de inmigrantes que no com­ rado ni esté invitado, a cualquiera que llegue com o visitor ab­
parten nuestra nacionalidad, nuestra lengua y nuestras cos­ solutamente extraño, n o identificable e imprevisible al llegar,
tumbres, había que atenerse a que se presentaran fenómenos un enteramente otro. Llamemos a esta hospitalidad de visita-
de rechazo casi orgánicos e irreprimibles. Fenómenos natu­ áóny n o de invitación. La visita puede ser muy peligrosa, no hay
rales, para decirlo brevemente. En esa época denuncié, en un que ocultarlo; pero una hospitalidad sin riesgo, una hospita­
artículo para Liberation, esta retórica organicista y la política lidad garantizada por una póliza de seguro, una hospitalidad
«naturalista» que trataba de justificar. Es cierto que Mitterrand protegida p or un sistema de inmunidad contra el totalmente
corrigió en seguida este lenguaje, que él mismo consideró desa­ otro, ¿es una hospitalidad verdadera? Aunque es cierto, digá­
fortunado. Pero la palabra tolerancia alcanzaba ya entonces moslo una vez más, que el levantamiento de la inmunidad que
me protege del otro puede acarrear un riesgo de muerte.
su límite: se acepta al extranjero, al otro, al cuerpo extraño, up
Una hospitalidad incondicional es, ciertamente, práctica­
to a certainpoint [hasta cierto punto], en condiciones muy limi­
mente imposible de vivir; uno no puede en todo caso, por de­
tativas. La tolerancia es una hospitalidad condicional, circuns­
finición, organizaría. Lo que llega llega, lo que ocurre ocurre,
pecta y prudente.
y éste es en el fondo el único acontecimiento digno de este nom­
bre. Y soy consciente de que ese concepto de la hospitalidad
¿Entonces la toleranáa es el permiso de sobrevivir?
pura n o puede tener ningún estatusjurídico o político. Ningún
Por supuesto, más vale una tolerancia limitada que una in­
Estado puede inscribirlo en sus leyes. Pero sin el pensamiento,
tolerancia absoluta. Pero la tolerancia sigue siendo una hospi­
al menos, de esta hospitalidad pura e incondicional, de la hos-
talidad escrutada, sometida a vigilancia, avara, celosa de su so­
pitalidad misma, no tendríamos ningún concepto de la hospi­
beranía. Digamos que, en el m ejor de los casos, forma parte talidad en general, n o podríamos ni siquiera determinar nin­
de lo que yo llamo hospitalidad condicional, la que practican guna norm a de la hospitalidad condicional (con sus ritos, su
generalmente los individuos, las familias, las ciudades o los Es­ estatus jurídico, sus normas, sus convenciones nacionales o in­
tados. Se ofrece hospitalidad con la condición de que el otro ternacionales) . Sin este pensamiento de la hospitalidad pura
observe nuestras reglas, nuestras normas de vida, incluso nues­ (pensamiento que también es, a su manera, una experiencia)
tra lengua, nuestra cultura, nuestro sistema político, etc. Éstos no habría ni siquiera la idea del otro, de la alteridad del otro,
son el sentido corriente y la práctica común de la hospitalidad, es decir, de aquel o aquella que entra en nuestra vida sin haber
aquella que da lugar, bajo ciertas condiciones, a usos regula­ sido invitado. N o tendríamos siquiera la idea del amor o del
dos, a leyes, a convenciones a escalas nacionales e internacio­ «vivirjuntos» con el otro en un «vivirjuntos» (vivre ensemble) que
nales, incluso, com o dice Kant en un texto célebre, «cosm opo­ no se inscribe en ninguna totalidad, en ningún conjunto (en­
litas»16. Pero la hospitalidad pura o incondicional no consiste semble). La hospitalidad incondicional, que no es aún ni jurídi­
en una invitación («yo te invito, yo te acojo en mi casa [chez moi] ca ni política, es sin embargo la condición de lo político y de
con la condición de que tú te adaptes a las leyes y normas de lo jurídico. Por las mismas razones, n o estoy seguro de que sea
mi territorio, según mi lengua, mi tradición, mi memoria», etc.). ética, en la m edida en que ni siquiera depende de una deci­
La hospitalidad pura e incondicional, la hospitalidad misma se sión. Pero ¿qué sería una ética sin hospitalidad?1^

186 187
La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Paradoja, aporía: estas dos hospitalidades son a la vez hete­ desde la Primera Guerra Mundial), debemos, con el fin de ajus­
rogéneas e indisociables. Heterogéneas: n o se pasa de la una tarlas a nuestro tiempo, comenzar por cuestionar los límites que
a la otra sino mediante un salto absoluto, un salto más allá del les asignan, de manera determinante, los discursos ontoteoló-
saber y del poder, de la norma y de la regla. La hospitalidad in­ gicos, filosóficos y religiosos en los cuales está formulado este
condicional es trascendente a la mirada de lo político, de lo ju­ ideal cosm opolítico. Se trata de una tarea inmensa que ni si­
rídico, incluso de lo ético. Pero (y ésta es la indisociabilidad) yo quiera tenemos el tiempo de esbozar aquí18. Lo que yo llamo
no puedo abrir la puerta, exponerme a la llegada del otro y dar­ «democracia por venir» desbordaría los límites del cosm opo­
le cualquier cosa sin hacer esta hospitalidad efectiva, sin dar litismo, es decir, de una ciudadanía del mundo. Concordaría
concretamente alguna cosa determinada. Esta determinación de­ con aquello que deja «vivir juntos» a vivientes singulares (sin
be reinscribir entonces lo condicional en unas condiciones. Si importar quiénes) cuando aún no están definidos por una ciu­
no, no da nada. Lo que permanece incondicional o absoluto dadanía, es decir, por su condición de «sujetos» de derecho de
(unbedingt, si usted quiere) amenaza con no ser nada si no hay un Estado y miembros legítimos de un Estado-nación, por más
uñéis condiciones (Bedingungen) que hagan de ello alguna cosa que se trate de una confederación o de un Estado mundial. Se
(Ding, thing). Las responsabilidades (políticas, jurídicas, éticas) trataría, en suma, de una alianza más allá de lo «político» tal
tienen su lugar, si tienen lugar, en esta transacción, cada vez úni­ com o ha sido determinado siempre (privilegio acordado al Es­
ca com o un acontecimiento, entre estas dos hospitalidades, la tado o a la pertenencia ciudadana en una nación ligada a un
incondicional y la condicional. territorio, etc., incluso si, com o lo recuerda Schmitt, el Estado
no es la única forma de lo p olítico). Esto n o entraña una des­
El hecho de que estos dos polos sean a la vez heterogéneos e indiso­ politización: todo lo contrario; pero exige con seguridad otro
ciables es, filosóficamente, muy difícil depensar. ¿ Cómopuede asimi­ pensamiento y otra aplicación de los conceptos de lo «políti­
larlo el discurso político1
? ¿Es el ideal moderno del cosmopolitismo la co» y del «m undo», que no sea el «cosmos». Dicho lo anterior,
solución? com o todo esto estará por m ucho tiempo fuera de alcance, yo
La idea del cosmopolitismo responde a una tradición muy creo que hay que hacer todo lo posible para extender el ejerci­
antigua que se remonta, com o lo notamos antes, tanto a San cio de la ciudadanía en el mundo: demasiados hombres y mu­
Pablo, en su Epístola a los Efesios, com o a los estoicos o a Kant, jeres están privados de ella de muchas maneras. Cuando no
quien, en su breve tratado La paz perpetua, explica p or qué hay se les niega el título de ciudadanos, se limitan masivamente los
que renunciar sin duda a la idea de una «república mundial» «derechos del hom bre y del ciudadano» a los que pueden as­
(Weltrepublik) pero n o a «la idea de un derecho cosmopolita» pirar.
que no tiene nada de una «representación fantasiosa y extra­
vagante del derecho» (keinephantastische und überspannte Vors- Me parece que esta deconstrucción del concepto de cosmopolitismo
tellungdesRechts)». Este sería, por el contrario, la condición pa­ implica una deconstrucción de la idea de Estado.
ra acercarse continuamente a la paz perpetua. Pero si bien hay El cosmopolitismo clásico supone una form a de soberanía
que cultivar, en efecto, el espíritu de esta tradición (com o creo estatal, algo así com o un Estado mundial, cuyo concepto pue­
que lo hacen la mayoría de las instituciones internacionales de ser teológico-político o secular (es decir, por su filiación,

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todavía secretamente teológico-político). Yo no creo que una del otro, com o intenté demostrarlo en otro lugar19. La respon­
deconstrucción, si quiere ser tan consecuente com o le sea po­ sabilidad de una decisión, si es que la hay y si se debe respon­
sible, deba oponerse frontal y unilateralmente al Estado. En nu­ der por ella, se reduce cada vez más, de manera irreductible­
merosos contextos que habría que determinar, el Estado sigue mente singular, sin programa normativo, sin saber asegurado,
siendo la mejor protección contre múltiples fuerzas y peligros. a una transacción entre el imperativo de autonomía y el impe­
Y él puede asegurar la ciudadanía de la que hablábamos. Las rativo de heteronomía. Ambos son igualmente imperiosos.
responsabilidades que hay que asumir en lo que se refiere al
Estado son entonces en cada caso diferentes, según los contex­ Hemos hablado de tolerancia, de hospitalidady de cosmopolitismo.
tos, y reconocerlo n o implica ningún relativismo. Pero a la lar­ ¿ Cómo ve usted elproblema de losDerechos Humanos ? ¿ Cuál es la rel­
ga estas transacciones necesarias n o deben interrumpir una ación entre la noción de derechoy la de hospitalidad? Un derechopre­
deconstrucción de la forma-Estado que, algún día, no debe­ supone alguien que se vale de élfrente a otro, y más precisamente en
ría ser ya la última palabra de lo político. Este movimiento de un contexto social, en una comunidad organizada. Si el concepto de
«deconstrucción» n o ha esperado a que se hable de «decons­ Estado, que es el concepto de una comunidad organizadajurídicamen­
trucción»; está en marcha desde hace tiempos y durará mucho te, ya no es la última palabra de lo político, ¿ cómo va a mantener us­
tiempo. N o tomará la forma de una supresión del Estado so­ ted la idea de Derechos Humanos ?
berano, un buen día, en un instante determinado, sino que pa­ Hoy en día, y cada vez con mayor frecuencia, es por el con ­
sará por una larga serie de convulsiones y de transformaciones trario en nom bre de los Derechos Humanos y de su univer­
aún imprevisibles, por formas aún inéditas de compartir y li­ salidad que se cuestiona la autoridad soberana del Estado, que
mitar la soberanía. Se ha aceptado desde hace m ucho la idea, se instalan cortes penales internacionales, que nos alistamos
e incluso la puesta en práctica, de un reparto, es decir, de una ajuzgar jefes de Estado o de ejércitos sustrayéndolos a lajusti­
limitación de la soberanía. Ahora bien: una soberanía divisi­ cia de su Estado. Los conceptos de crimen contra la humani­
ble o compartida es ya contradictoria con el concepto puro dad y de crimen de guerra no pertenecen ya a la competencia
de soberanía. Bodin, Hobbes y otros recuerdan que la sobera­ de justicias nacionales y de Estados soberanos. Al menos en
nía debe ser y permanecer siempre indivisible. La deconstruc­ principio. Usted conoce los terribles problemas que hay actual­
ción de la soberanía, entonces, ya com enzó, y no tendrá fin, mente a este respecto.
pues n o se puede ni se debe renunciar, pura y simplemente, Ahora más que nunca hay que mantenerse del lado de los
al valor de la autonomía, de la libertad, pero tam poco del po­ Derechos Humanos. Necesitamos losDerechosHumanos. Los necesi­
der o de la fuerza, que son inseparables de la idea misma de tamos, lo cual quiere decir que hay una carencia, un defecto:
derecho. ¿Cómo conciliar la auto-nomía incondicional (funda­ los Derechos Humanos jamás son suficientes. Lo cual basta pa­
mento de la moral pura, de la soberanía del sujeto, del ideal ra recordam os que ellos no son naturales. Tienen una historia
de emancipación, de la libertad, etc.) y la hetero-nomía, a propó­ — reciente, compleja, incompleta— . Desde la Revolución Fran­
sito de la cual recordaba yo que se imponía a toda hospitalidad cesa y las primeras declaraciones hasta la posterior a la Segun­
incondicional digna de ese nombre, a toda recepción del otro da Guerra Mundial, los Derechos Humanos n o han dejado de
en tanto otro? La decisión, si es que la hay, es siempre decisión enriquecerse, de especificarse, de determinarse (derechos de

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la mujer, derechos de la infancia, derecho al trabajo, derecho der en nada una totalización o una reapropiación que el don,
a la educación, Derechos Humanos más allá de los «Derechos la hospitalidad, el acontecimiento mismo deberían desbordar.
del Hombre y del Ciudadano», etc.). Para tomar en cuenta de Se debe entonces deber más allá del deber, se debe ir más allá
manera afirmativa esta historicidad y esta perfectibilidad, ja­ del derecho, de la tolerancia, de la hospitalidad condicional, de
más debemos dejar de cuestionar, de la manera más radical que la economía, etc. Pero ir más allá no quiere decir desacreditar
se pueda, todos los conceptos involucrados: la humanidad del aquello que se desborda. De ahí la dificultad de la transacción
hombre (lo «propio del hom bre», lo cual plantea el asunto de responsable entre estos dos órdenes o, más bien, entre el or­
los seres vivos no humanos, así com o el de la historia de con­ den y su «más allá». De ahí todas esas aporías, de ahí la fatali­
ceptos o performativos jurídicos recientes tales com o «crimen dad del riesgo autoinmune.
contra la humanidad», etc.), lo mismo que el concepto mismo
de derecho, y hasta el concepto de historia. Eso separece a una idea regulativa, aunque yo sé muy bien que a
Pues la justicia n o termina en el derecho20. Ni siquiera en usted no le gustaría esta expresión...
los deberes que, de manera totalmente paradójica, «deben», Es cierto. Sin embargo, mis reservas no son objeciones fron­
«deberían» llevarse más allá de la obligación y de la deuda. En tales. Son reservas, justamente. A falta de algo m ejor (si es que
otro lugar trato de mostrar que la ética pura comienza más allá se puede decir «a falta de algo m ejor» a propósito de una idea
del derecho, del deber y de la deuda. Más allá del derecho, eso regulativa), la idea regulativa es quizás una última reserva. Aun­
es fácil de entender. Más allá del deber, es casi impensable. Re­ que este último recurso puede amenazar con convertirse en
una excusa, mantiene cierta dignidad; y yo n o juraría queja-
cuerde lo que dice Kant: una acción moral no debe solamente
ser «conform e al deber» (Pflichtmássig), sino que debe ser lle­ más voy a ceder a él.
Mis reticencias serían, en pocas palabras, de tres clases. Algu­
vada a cabo «por deber» (eigentlich aus Pflicht), «por puro de­
nas se refieren primero al uso ya corriente y nada riguroso que
ber» (aus reinerPflicht). Una vez que se sigue a Kant hasta ahí,
se hace de esta n oción de idea regulativa, fuera de su código
com o sin duda hay que hacerlo, aún queda por dar un salto
estrictamente kantiano. En ese caso la idea regulativa sigue es­
necesario. Si yo actúo por puro deber, porque debo, porque se
tando en el orden de lo posible, un posible ideal sin duda, que
trata de una deuda que tengo que pagar, pues bien, todavía
remite al infinito pero que participa de lo que, al término de
quedan dos límites que manchan la eticidad pura, o la pura
una historia infinita, pertenecería aún al ámbito de lo posible,
moralidad.
de lo virtual y de la potencia, de lo que está en el poder de al­
1. De una parte, yo subordino mi acción a un saber (se supo­
guien, de algún «yo puedo» alcanzar, en teoría y bajo una for­
ne que yo sé qué es este deber en cuyo nom bre d eb o actuar).
ma que n o está exenta de todo fin teleológico.
Ahora bien: una acción que se contenta con obedecer a un sa­ A lo cual yo opondría, en primer lugar, todo lo que coloqué
ber no es más que una consecuencia calculable, la aplicación hace un rato bajo el título de lo im-posible, de lo que debe per­
de una norma y de un programa. N o involucra ninguna deci­ manecer (de manera no negativa) extraño al orden de mis po­
sión ni ninguna responsabilidad dignas de ese nombre. sibles, al orden del «yo puedo», al orden de lo teórico, de lo des­
2. De otraparte, al actuar por puro deber yo cancelo una deu­ criptivo, de lo constativo y de lo performativo (en tanto este
da y cierro así el círculo económ ico de un intercambio, sin exce­ último implica aún un poder del «yo» garantizado por conven-

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don es que neutralizan lo evendal puro del acontecimiento) gaña necesariamente, la figura del acercamiento o de la apro­
Es lo que sugería hace un m om ento al hablar de la heterono- ximación (zu nahem) que tiende indefinidamente hacia las re­
mía, de la ley que viene del otro, de la responsabilidad y de la glas de la universalidad, y sobre todo el uso indispensable del
decisión del otro: del otro en mí más grande y más antiguo que «como si» (ais ob) 22 N o podem os tratar de esto ahora, pero pue­
yo. Este im-posible n o es privativo. N o es lo inaccesible, no es de usted imaginar con cuánta circunspección me apropiaría,
lo que yo puedo diferir indefinidamente: se me anuncia, se me siendo muy riguroso, esta idea de idea regulativa. N o olvide­
funde encima, me precede y me agarra aquíy ahora, de forma mos (ya que hem os hablado tanto de m undo y de mundializa-
n o virtualizable, en acto y n o en potencia. Me viene desde lo ción) que la idea misma de m undo es una idea regulativa para
alto, en forma de una conminación que n o espera en el hori­ Kant23, la segunda, situada entre otras dos ideas que permane­
zonte, que n o me deja en paz y n o me autoriza jamás a dejar cen com o dos formas de soberanía, si se me permite decirlo:
para más tarde. Esta urgencia no se deja idealizar, lo mismo que entre «yo mismo» (ich selbst), en tanto alma o naturaleza pen­
el otro en tanto otro. Este im-posible n o es, pues, una idea (re­ sante, y Dios.
gulativa) o un ideal (regulador). Es lo más innegablemente real Éstas son algunas razones para que yo, sin renunciar jamás
que existe. Com o el otro. Com o la diferencia irreductible y no a la razón y a cierto «interés de la razón», dude m ucho para uti­
reapropiable del otro. lizar la expresión «idea regulativa» cuando hablo de por-venir
En segundo lugar, la responsabilidad de lo que queda por de­ o de democracia por venir.
cidir o por hacer (en acto) no puede consistir en seguir, apli­
car, hacer efectiva una norma o una regla. Cuando hay una re­ En ese sentido, usted sigue a Kierkegaard.
gla determinable yo sé lo hay que hacer, y, com o ese saber hace Sin duda, com o siempre. Pero un Kierkegaard que n o sería
la ley, la acción sigue al saber com o una consecuencia calcula­ necesariamente cristiano; imagínese lo difícil que es pensarlo.
ble: se sabeajilé camino tomar, sin más vacilaciones; la decisión En otra parte ya había tratado de explicarme sobre esto24. To­
no decide, se despliega con el automatismo que atribuimos a davía actúo como si suscribiera los como si de Kant (cosa que no
las máquinas. N o hay lugar para ninguna justicia, ninguna res­ logro hacer) o como si Kierkegaard me ayudara a pensar más
ponsabilidad (jurídica, política, ética, etc.). allá de su propio cristianismo, como si en el fon d o él n o quisie­
En fin, en tercer lugar, si volvemos al sentido más estricto ra saber que n o era cristiano o negara n o saber qué significa
que daba Kant al uso reguladorde las ideas (por oposición a su ser cristiano (por lo demás, yo n o consigo creer esto, no con ­
uso constitutivo), para pronunciarse y, sobre todo, para apro­ sigo creer en general, lo que se llama creer).
piarse este tema habría que suscribir toda Ja arquitectónica y Pero lo que hace imposible, impracticable, la regla de una
toda la crítica kantiana. Yo n o puedo hacer esto, ni decidir ha­ entrevista com o ésta es una ley del género, la cual nos ordena
cerlo seriamente aquí. Para ello se debería al menos interro­ actuar siempre como si: com o si todo aquello de lo que habla­
gar lo que Kant llamaba «el interés diverso de la razón»21, el mos de forma casi espontánea no hubiera sido ya abordado
imaginario (el foco imaginario, focus imaginarius, hacia donde en otro lugar, por otros o por nosotros mismos, en escritos ya
tienden y convergen todas las líneas que dirigen las reglas del publicados y con argumentos más elaborados. Com o ve, a ca­
entendimiento — el cual n o es la razón— , y de este m odo se da instante yo creo que debo hacer com o si respetara y al mis»
le acercan indefinidamente), la ilusión necesaria y que no en­ m o tiempo traicionara nuestro contrato.

!9 4 i9 5
D e c o n s t r u ir e l t e r r o r is m o : D e r r id a

(Traducido del inglés porJ. J. Botero)

]V Í ientras que la obra de Habermas ha sido casi exclusiva­


mente sobre filosofía social y política, Derrida ha estado contri­
buyendo desde el com ienzo a un amplio espectro de ámbitos
filosóficos: de la filosofía de la literatura a la lingüística, de la
filosofía de la historia a la ética y la política. Sus puntos de vista
éticos y políticos están contenidos en diversos tratados que co­
menzaron a aparecer en la década de 1980. Por esta razón se
cree a m enudo que Derrida llegó a estos temas tardíamente,
quizás com o ocurrió con Locke, Kant, Spinoza y Hegel, para
quienes las discusiones sobre ética y política sólo se volvieron
centrales en la segunda mitad de sus carreras. Pero se trata só­
lo de una impresión, pues Derrida ha estado sosteniendo im­
plícitamente consideraciones éticas y políticas durante todo
el tiempo que ha estado escribiendo. La razón de que haya si­
do difícil detectar su contribución a estos ámbitos antes de que
la presentara de una manera más explícita y sistemática es que,
desde muy temprano, Derrida transformó la perspectiva de es­
tas disciplinas en tal grado que a m enudo sus lectores ni siquie­
ra las reconocían. «Deconstrucción» es el nombre que Derrida
le dio a dicha transformación.
La deconstrucción busca desmontar y desmantelar todo dis­
curso que se presente com o una «construcción»1. Dado que
la filosofía es acerca de ideas, creencias y valores construidos
dentro de un esquema conceptual2, lo que se deconstruye es la
forma com o ellos se sostienen mutuamente en un esquema da­
do. A diferencia de lo que sucede con un m étodo general o con

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un procedimiento analítico, la deconstrucción es un tipo de in­ dos a deformarla, reformarla y posteriormente transformarla.
tervención altamente individualizado, dirigido a desestabilizar Dada la manera tan estrecha com o el trabajo de deconstruc­
las prioridades estructurales de cada construcción particular ción está tallado sobre la especificidad de su objeto, a Derrida
La razón para que Derrida busque desestabilizar en lugar de le gusta referirse a él com o una «intervención».
digamos, consolidar, es que le parece que las construcciones fi­ Bayo la presión de la deconstrucción, las construcciones fi­
losóficas dependen irreflexivamente de oposiciones netas y pa­ losóficas adquieren la apariencia de fachadas barrocas: lejos de
res conceptuales irreductibles: espiritual y material, universal ser lineales, ahora aparecen retorcidas y deformadas, com pli­
y particular, eterno y temporal, macho y hembra son sólo algu­ cadas internamente por la superposición de patrones y un ju e­
nos ejemplos. Estos pares conceptuales muestran una doble go de perspectivas sin fin. En definitiva, se transforman hasta
dificultad: por un lado, com o resultado de su extrema rigidez, quedar irreconocibles, después de que su motivo original ha
todo lo que no se ajuste perfectamente a sus relaciones de opo­ sido forzado hasta sus límites y de que muy posiblemente se lo
sición tiende a ser marginalizado e incluso suprimido; por otro ha extendido más allá de éstos. Para Derrida, hacer la experien­
lado, estas oposiciones imponen un orden jerárquico. Por ejem­ cia de los límites de la filosofía cambia positivamente la mane­
plo, en el marco platónico que posteriormente adoptó el pen­ ra com o pensamos. El reconocim iento de los límites protege
samiento cristiano, la verdad y la bondad coinciden con el la­ al pensamiento del dogmatismo, lo mismo que de una excesi­
d o espiritual, universal, eterno y masculino de la oposición, a va confianza en sí mismo, y le inyecta un saludable sentido de
expensas del lado material, particular, temporal y femenino. incompletitud sistemática y de duda. Sócrates acostumbraba
La deconstrucción empieza p or sacar a la luz e identificar hacer enojar a sus amigos atenienses precisamente exponién­
la construcción conceptual de un cam po teórico dado, tráte­ dolos a los límites de su propio pensamiento: súbitamente, en
se de la religión, la metafísica o la teoría ética y política, el cual el curso de sus diálogos con él, académicos, retóricos, poetas,
habitualmente utiliza uno o más pares conceptuales irreducti­ generales y hasta autodenominados filósofos se sentían parali­
bles. En seguida, resalta la ordenación jerárquica de los pares. zados por dilemas, paradojas y aporías. La distintiva dedicación
Posteriormente, invierte o subvierte su ordenación mostrando de Sócrates a la filosofía muestra cuánto apreciaba toparse con
que los términos ubicados en el fondo — material, particular, tem- estos límites, el sentido de desafío y desorientación, el riesgo y
poralyfemenino, en nuestro ejemplo— podrían moverse hacia la sorpresa que propagaban tan pronto com o se los encontra­
el tope, justificadamente, en lugar de espiritual, universal, eterno ba. La deconstrucción sigue a Sócrates en esta tradición huma­
y masculino. Mientras que la inversión revela que la ordenación na e inhumana de poner a prueba los límites del pensar.
jerárquica refleja determinadas opciones éstratégicas e ideoló­ En nuestro diálogo, Derrida aborda los temas del terror en
gicas, y no una descripción de características intrínsecas de los cuanto estado psicológico y metafísico, y del terrorismo en cuan­
pares, el cuarto y último movimiento consiste en producir un to categoría política. Otra vez al m od o socrático, me presentó
tercer término para cada par de oposiciones, lo cual complica un núm ero de aporías que al principio sencillamente me deso­
la sesgada estructura original hasta hacerla irreconocible. Si rientaron. En este ensayo quiero identificar los principales ar­
los dos primeros movimientos asumen la descripción de una gumentos de Derrida, los cuales muy a m enudo se desenvuel­
construcción conceptual dada, los dos siguientes están dirigi­ ven a partir de aparentes callejones sin salida conceptuales. Mi

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L a filosofía en u n a época de terror G iovanna B orradori

objetivo aquí es desenmarañar los aspectos productivos de las hace Derrida del terrorismo com o síntoma de una crisis auto-
aporías que expone Derrida, en las cuales, creo, reside la extre­ inmunitaria, cuya causa atribuye en parte a la compleja heren­
ma originalidad de su pensamiento. Es, ciertamente, un gran cia de la Guerra Fría, así com o también al matrimonio infeliz
privilegio el ver a Derrida abordar el delicado problema del te­ entre la religión y la red global de información.
rror de manera tan directa. Pues el lector que no está familia­ Un m om ento notable de mi diálogo con Derrida lo cons­
rizado con su manera de pensar debería saber que este diálogo tituye su crítica devastadora de la tolerancia, en lo cual está en
es un ejem plo purísimo de su peculiar y único estilo de pensa­ franco desacuerdo con Habermas. Sus puntos de vista relativos
miento: una mezcla fascinante de erudición y exuberancia, de al carácter inadecuado de la tolerancia me permitirán identi­
rigor conceptual y de genialidad lingüística, de profundidad ficar algunos elementos claves de su relación con Kanty la filo­
existencial y de sofisticación intelectual, de intemporalidad y sofía de la Ilustración. Mostraré cóm o Derrida se opone a Kant
de temporalidad. sobre la base de que la tolerancia es cualquier cosa menos una
Quisiera comenzar por darle un marco al enfoque derridia- exigencia neutra; y, sin embargo, toma de Kant los medios mis­
no de la ética y la política, atendiendo a un tema que marcó mos para ir más allá de él, mediante el expediente de tradu­
de manera consistente nuestro diálogo sin que jamás hubiera cir la tolerancia en hospitalidad.
asomado a la superficie. Se trata del concepto de perdón, el En las dos últimas secciones discutiré el pensamiento de
cual es crucial, tanto desde el punto de vista teórico com o del Derrida acerca de la naturaleza de la violencia, un concepto
práctico, para las cuestiones que rodean los crímenes de gue­ que es esencial para cualquier apreciación del terrorismo. El
rra, el genocidio y el terrorismo. Explorar la noción de perdón problema de la violencia abrirá la vía al tema crucial del secu-
de Derrida le dará además al lector un ejemplo claro de decons­ larismo en la política de hoy. Derrida cree que el escenario
trucción operante, iluminando una senda similar a la que De­ geopolítico posterior al 9 /1 1 presenta dos entidades políticas
rrida toma para comentar los atentados del 9 /11 y el terrorismo infiltradas teológicamente: los Estados Unidos y su enem igo
global. C om o veremos, Derrida define el perdón com o la ta­ declarado. Esta situación plantea nuevas posibilidades para el
rea imposible de perdonar lo imperdonable. Esto explica por interlocutor político más secularizado que él encuentra dis­
qué para él el perdón n o se puede reducir a ningunos límites ponible: Europa. Más allá de los programas alternativos del eu-
legales o morales sino que sólo se lo puede apreciar cuando y rocentrismo y el antieurocentrismo, que para él n o se pueden
com o llega. olvidar aunque estén agotados, Derrida señala una tercera vía:
La conclusión de Derrida acerca del perdón m e dará la no la Comunidad Europea tal com o ella existe sino el recuer­
oportunidad de explorar, en la segunda sección de este ensa­ do de una promesa europea que aún n o ha sido cumplida: la
yo, la significación de los límites y las fronteras en la decons­ democracia y la emancipación para todos. Esto significa, para
trucción, ju n to con las relaciones de inclusión y de exclusión Derrida, lo mismo que para Habermas, que la Ilustración no
que ellos establecen. Aclarar el papel de las fronteras es esen­ está muerta. Sin embargo, y ésta es la diferencia de Derrida, pa­
cial para com prender la interpretación que hace Derrida del ra ser efectivos contra el terrorismo es imperativo que «traba­
9 /1 1 com o un acontecimiento innombrable, tema que abor­ jem os en esta Ilustración de esta época, esta época que es la
d o en la tercera sección. Examinaré allí la interpretación que nuestra: hoy»s.

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L a deconstrucción del perdón más que la enmienda de la conducta impropia, se encuentra


en el centro del animismo americano nativo, en donde la fi­
Frente a los sangrientos traumas de la historia, desde las gura del chamán no exige al individuo o a la comunidad actos
traiciones que aparecen en las guerras civiles hasta las masa­ de confesión o de arrepentimiento.
cres terroristas de civiles, Derrida llama a una reflexión rigu­ Sin importar dónde aparezca, el perdón pertenece a una
rosa sobre la noción de perdón. El rigor que invoca tiene que herencia religiosa específica, que Derrida define com o abra-
ver con el estudio de este concepto no com o una entidad abs­ hámica «con el fin de reunir al judaismo, los cristianismos y
tracta sino tal com o se lo emplea en contextos históricos y cul­ los Islams»5. Un acontecimiento notable ocurrido en la escena
turales concretos. geopolítica de finales del siglo xx es que contextos geográfica
y culturalmente muy distantes de las raíces abrahámicas del
En todas las escenas de arrepentimiento, confesión, perdón monoteísmo occidental lo han absorbido hasta el punto de
o disculpa que se han multiplicado en el escenario geopolítico moldear su perfil internacional en concordancia con él. Tal
desde la última guerra mundial, y de una manera acelerada en es el caso del Japón, quien públicamente se disculpó ante Co­
los pasados años recientes, uno ve no sólo a individuos, sino tam­ rea por el sometimiento sexual de miles de mujeres coreanas
bién comunidades enteras, corporaciones profesionales, repre­
durante la Segunda Guerra Mundial.
sentantes de jerarquías eclesiásticas, soberanos yjefes de Estado
El primer movimiento deconstructivo es ubicar la raíz abra-
pedir «perdón». Lo hacen en un lenguaje abrahámico que no es
hámica en el significado del perdón, lo cual vincula al perdón
con la posibilidad de la expiación. Esto lo conduce rápidamen­
(en el caso de Japón y Corea, por ejemplo) el de la religión do­
te a la exposición de varios pares de oposiciones: finito e infini­
minante en su sociedad, sino que se ha convertido ya en el modo
to, inmanente y trascendente, temporal y eterno, reparable e
de expresión universal del derecho, de la política, de la econo­
irreparable, expiable e inexpiable, posible e imposible. Desen­
mía o de la diplomacia: al mismo tiempo el agente y el síntoma
terrar estos pares de oposiciones es su segundo movimiento.
de esta intemacionalización4.
El tercero consiste en mostrar que estos pares están organiza­
dos en un orden jerárquico. Para que se pueda calcular el cas­
Sin la presencia de un dios omnipotente de ancestro abra­ tigo se requiere que sea finito, inmanente y delimitado en el
hámico, las dos preguntas esenciales del perdón n o encontra­ tiempo; en consecuencia, el perdón se acuerda, de manera li­
rían respuesta, a saber: lo que se pide que se perdone y quién mitada, a casos expiables y reparables. Sólo en esas condicio­
pide el perdón. En el politeísmo de la antigua Grecia o en el nes el perdón se convierte en el fundamento para la salvación,
animismo americano nativo, para nombrar sólo dos estructu­ la reconciliación, la redención y la expiación. El cuarto y úl­
ras diferentes de creencia religiosa, el perdón no ocupa un lu­ timo movimiento de deconstrucción consiste en trastornar el
gar prominente. Cuando los dioses griegos se molestaban por funcionamiento de los pares al sugerir que el axioma abrahá­
la arrogancia humana o por sus juicios errados, se desquita­ mico de que el perdón se aplica solamente a lo que es repara­
ban con individuos o ciudades enteras, e incluso extendían el ble se funda en una paradoja. Si el perdón perdona lo que se
castigo a los descendientes del culpable sin ninguna misericor­ puede expiar, ¿se trata realmente de perdón? Si no, ¿podemos
dia. Una com unión profundamente sentida con la naturaleza, perdonar lo imperdonable?

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L a filosofía en una época de terror
G iovanna B orradori

El supuesto abrahámico del perdón tiene una profunda in­ das. Y ésta es una maldad que, en la medida en que es irredi­
fluencia en el discurso político occidental, el cual define Derri-
mible, se puede repetir en el futuro. El mal, escribe Derrida,
da com o «la geopolítica del perdón». A este respecto cita una «es capaz de repetirse, imperdonablemente, sin transforma­
declaración hecha por Jacques Chirac, a la sazón Primer Mi­ ción, sin mejoramiento, sin arrepentimiento ni promesa»8.
nistro de Francia, a propósito de los crímenes antisemitas co­
Así, se pueden distinguir dos tipos de perdón: el primero
metidos bajo la República colaboracionista de Vichy: «Ese día es el «perdón condicional», cuya condición es la calculabilidad
Francia realizó lo irreparable». Varios estudiosos del Holocaus­ del castigo. Este tipo de perdón a m enudo sigue a un acto de
to estuvieron de acuerdo con la posición expresada por Chirac:
arrepentimiento en el cual el agente culpable promete no vol­
si no se encuentra un castigo que sea proporcional al crimen
ver a hacer jamás aquello por lo cual pide perdón. El segundo
cometido, éste permanece com o imperdonable6. Claramente, tipo de perdón es llamado «incondicional» porque consiste en
el Holocausto es el ejemplo más puro. Derrida se opone de pla­
perdonar lo imperdonable sin condiciones. Pero ¿puede exis­
no a la simetría entre castigo y perdón, así com o a la organiza­
tir realmente el perdón incondicional? ¿Nos es posible perdo­
ción conceptual binaria que le subyace. nar lo que n o puede ser perdonado?

Si yo digo: «lo perdono con la condición de que, al pedir per­


Si yo digo, como creo, que el perdón es una locura y que
dón, usted haya cambiado y no vuelva a ser el mismo», ¿estoy per­
debe seguir siendo una locura de lo imposible, no es ciertamente
donando? ¿Qué perdono? ¿Y a quién? [...] ¿Perdona uno algo,
para excluirlo o para descalificarlo. Es incluso, quizás, la única
un crimen, una falta, un error, es decir, un acto o un momento
cosa que sucede, que sorprende, como una revolución, el curso
que no agota a la persona incriminada, y en el límite no se con­
ordinario de la historia, la política y el derecho. Porque eso sig­
funde con el culpable, quien de este m odo sigue siendo irreduc­
nifica que sigue siendo heterogéneo con el orden de la política
tible a él? ¿O más bien perdona uno a alguien, de manera ab­
o de lo jurídico tal com o se los entiende de ordinario. Uno nun­
soluta, sin marcar más el límite entre el daño, el momento de la
ca podría, en el sentido ordinario de las palabras, encontrar una
falta, y por otro lado la persona tomada en cuanto responsable
política o una ley acerca del perdón9.
o culpable? Y en el último caso (la pregunta por «¿quién?») ¿pide
uno perdón de parte de la víctima o de algún testigo absoluto,
El tipo incondicional de perdón pertenece al ámbito de lo
de Dios, de un Dios tal que, por ejemplo, prescribiera perdonar
incalculable, de lo que no se puede medir, quizás hasta de
a otra [persona] con el fin de merecer ser perdonado a su vez?"7
lo imposible. En principio, es imposible, o al menos inconcebi­
ble, perdonar lo imperdonable. Esto podría sonar com o el epi­
¿Qué hacemos con el perdón? Derrida cree que lo que pue­
tafio para toda la cuestión del perdón: un concepto que tiene
de ser perdonado de manera auténtica es de hecho sólo lo im­
sentido solamente com o autocontradicción. Pero ésta no es la
perdonable, bien sea que hablemos de la falta de quienquiera
conclusión de Derrida: él admite que el perdón incondicional
que sea el culpable o del agente culpable mismo. El perdón,
pertenece a «la locura», pero también subraya que «sucede»,
para él, perdona tanto la intención malvada (quién) com o la
en el sentido fuerte de algo inesperado que sucede com o una
acción malvada (qué) por ser exactamente lo que son: malva­
sorpresa, trastornando el «curso ordinario de la historia, la p o­

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

lítica y el derecho.» Sin la experiencia del perdón incondi­ incondicional nos da una indicación de su alcance, así com o
cional n o habría perdón en absoluto. de su carácter inefable.
Siempre que se le ponen condiciones al perdón, un castigo Al indicar un territorio más allá de la historia, la política y
proporcionado, calculable, corresponde a quienquiera o a lo el derecho, Derrida logra dos objetivos concurrentes: expone
que sea que se perdone. En este sentido, el perdón condicio­ el concepto de perdón a los límites impuestos por su heren­
nal concurre con el derecho y la política, pero queda reduci­ cia — cristiana, judaica e islámica— y lo empuja más allá de sus
d o a una terapia de reconciliación. Si, en lugar de ello, se ha límites, transformándolo desde su interior, al tiempo que lo
de mantener al perdón distinto de la reconciliación, com o pien­ complica con el fin de exhibir sus múltiples implicaciones.
sa Derrida que se debe hacer, termina volviéndose incondicio­
nal. Condicional e incondicional son dos sentidos netamente Los LÍMITES DE LA INTERVENCIÓN
separados y, sin embargo, naturales del perdón. El perdón con­
dicional pertenece al orden del derecho y la política, de las ne­ Intervenir en los límites de un concepto significa redefinir­
gociaciones pragmáticas y las deudas calculables. El perdón in­ lo, así com o la red de relaciones en las que se inscribe. La geo­
condicional, el acto de perdonar lo imperdonable, n o se puede grafía sirve com o un ejem plo para aclarar el papel que cum­
reconciliar con el derecho y la política, porque no permite la plen los límites y las fronteras en la definición de un concepto.
negociación pragmática ni el intercambio equitativo. En geografía, una entidad política o física, tal com o un de­
sierto o un océano, se demarca trazando las fronteras a su alre­
El secreto de esta experiencia permanece. Debe permanecer dedor. Una frontera es la línea en donde una cosa termina y
intacto, inaccesible al derecho, a la política, incluso a la moral: otra comienza. C om o la geografía, el trabajo filosófico de acla­
absoluto. Pero yo haría de este principio transpolítico una regla rar el sentido de los conceptos, categorías y valores, así com o
política o una toma de posición: es necesario también en políti­ los campos, tales com o la ética y la política, consiste en trazar
ca respetar lo secreto, aquello que excede la política o que ya no fronteras a su alrededor11.
está dentro del dominio jurídico10. La reflexión de Derrida sobre la n oción de frontera se en­
foca en el hech o de que una frontera tiene que ver tanto con
Sabemos demasiado bien que existe una distinción entre identificar com o con excluir. Algunas veces las implicaciones
la reconciliación legal y el perdón propiamente dicho (y qui­ de esta doble función son triviales; algunas no. Tómese, por
zás solamente privado). Es muy fácil imaginar un caso de una ejemplo, el monte Blanco, la montaña más alta de Europa, que
víctima que ya haya perdonado al criminal en cuyas manos su­ es mitad francesa y mitad italiana. La línea de separación en­
frió, incluso aunque esté exigiendo una acusación legal. Del tre Francia a Italia es el producto de una convención benigna,
mismo m odo, es muy posible que una víctimajamás perdone, que es n o sólo reconocida por todos como una convención, si­
incluso después de un proceso de absolución o de amnistía. La no que tiene consecuencias inocuas: a nadie le importa real­
conclusión es que el sentido del perdón sigue siendo enigmá­ mente cuáles piedras o cuáles hojas de hierba deben incluirse
tico: no podem os reducirlo a una definición simple o unívoca. o excluirse de cada país. En contraste, algunas convenciones
Su oscilación entre los dos órdenes de lo condicional y de lo no son tan benignas y hacen resaltar el dolor que pueden cau­

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sar las inclusiones o exclusiones. El muro de Berlín es un ejem­ duye o excluye sino que se extiende a cuestionar la forma co­
plo en el que la exclusión se aplicó más bien a personas que mo entendemos la identidad de lo que ella encierra. El ejem­
fueron repentinamente separadas de sus familias y amigos. plo del muro de Berlín es útil de nuevo. En la mente del ofi­
Derrida sostiene que la filosofía tradicional tiende a evadir cial de Alemania del este, el m uro encierra simbólicamente la
la doble función de las fronteras al minimizar su contingencia esencia de la promesa igualitaria y emancipatoria del comunis­
En su búsqueda de verdades últimas y conocim iento infalible, mo. La forma com o el m uro establece lo que está en su inte­
la tradición filosófica occidental niega la potencial inestabili­ rior (el comunismo) es a través de la exclusión de lo que queda
dad que es intrínseca a toda frontera contingente. Esta doble por fuera de él (el capitalismo). Una relación de mutua exclu­
supresión de la contingencia de las fronteras y de la ambigüe­ sión se instala así entre los dos mundos, entendidos com o to­
dad estructural que pertenece a su doble función acarrea una talidades autocontenidas.
consecuencia política sustancial. Esta concepción de la identidad entraña que ésta sea in­
Creer en la contingencia de las fronteras no fue ciertamen­ ternamente hom ogénea, lo cual constituye, según Derrida, el
te un asunto m enor para los miembros de una misma familia error de la metafísica tradicional. A un lado del muro están la
que vivían en los dos lados opuestos del muro de Berlín. De he­ corrupción, la injusticia y la civilización burguesa, y al otro
cho, afirmarlo era probablemente la única manera de sobrevi­ la utopía emancipatoria comunista. En este cuadro, un lado
vir a una absurda e injusta separación que nunca debió haber es perfectamente inmune al otro12. Por el contrario, objeta De­
ocurrido. En contraste, piénsese en un alto oficial de la anti­ rrida, dentro de una totalidad siempre hay huellas silenciosas
gua República Democrática Alemana, quien creía firmemen­ de lo que ella explícitamente excluye. Siguiendo una línea de
te, cuando se construyó el muro en agosto de 1961, que éste argumentación derridiana se podría ilustrar este punto resal­
simplemente materializaba la Cortina de Hierro, es decir, la tando la presencia de miembros de familias separadas a cada
idea de una separación esencial y no contingente entre lajus­ lado del muro, pues ellos representan una instancia de estas
ticia y la injusticia, entre el futuro y el pasado, el progreso y la huellas. ¿Adonde pertenecen? ¿Qué tan lejanos o cercanos de­
decadencia. Tomar partido por la interpretación convencio- ben ser los lazos familiares que justifiquen una política de reu­
nalista o esencialista del m uro de Berlín habría significado re­ nificación de familias? Los grandes monumentos del Imperio
chazar o suscribir implícitamente las relaciones de inclusión y Prusiano, así com o las mallas urbanas de la mayoría de las ciu­
exclusión que dependían de él. Abordar la filosofía tal com o dades de Alemania Oriental, plantean preguntas similares: ¿no
nos la presenta cierta tradición nos inclina a aceptar los supues­ revelan la sedimentación de una estructura burguesa? ¿Podrían
tos normativos que están detrás de su organización conceptual: estar afectando silenciosamente la manera com o hasta los c o ­
sus categorías, distinciones, oposiciones, y la demarcación de munistas ortodoxos se relacionan entre sí, en situaciones tan­
áreas com o la ética y la política. Así, a los ojos de Derrida, exis­ to públicas com o privadas?
te una urgencia ética y política de entender qué estamos sus­ Para Derrida, reflexionar críticamente sobre la naturaleza
cribiendo y de qué nos estamos haciendo responsables. de los límites y fronteras transforma nuestra bien acom odada
Sin embargo, asumir una responsabilidad filosófica no se re­ manera de pensar acerca de la identidad com o una totalidad
duce a develar el significado político de lo que una frontera in- hom ogénea y cerrada. C om o lo muestra el ejem plo del muro

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de Berlín, una identidad dada puede n o ser perfectamente tual, sino que también se nos exhorta incesantemente a repe­
hom ogénea porque incluye huellas de lo que explícitamente tirlo por m edio de «una prodigiosa maquinaria tecnosociopo-
excluye. La deconstrucción busca estas huellas y las utiliza pa­ lítica», la misma maquinaria que es responsable del bautizo ori­
ra darle voz a lo que no encaja en el conjunto dominante de ginal de los atentados terroristas com o «9 /1 1 ». La razón para
inclusiones y exclusiones. Las intervenciones deconstructivas esta exhortación es consolidar la impresión de que ha ocurri­
destotalizan totalidades cerradas enfrentándolas a su diferen­ do un acontecimiento mayor. Referirse a un acontecimien­
ciación interna. to con una fecha le da automáticamente estatura histórica: lo
monumentaliza. Llamar a los atentados terroristas contra el
¿Por q u é i .i a mamos a « eso» 9 /1 1 ? World Trade Center y el Pentágono con el nom bre «9 /1 1 » ali­
via el sentido de responsabilidad por el fracaso en evitarlos, así
Las huellas en las que insiste la deconstrucción se encuen­ com o el sentido de vulnerabilidad que tal fracaso inevitable­
tran diseminadas primero y ante todo en el lenguaje. En su lec­ mente provoca.
tura del ataque terrorista del 9 /1 1 , Derrida comienza reflexio­
Derrida desarrolló este argumento sometiendo los dos tér­
nando acerca del significado que tiene denominar tal evento
minos que yo utilicé en mi primera pregunta, «acontecimien­
con una fecha. ¿Qué significa nombrar un evento con una fe­
to» e «impresión», a una intervención deconstructiva. Ninguno
cha, se pregunta, mientras que el lugar y el significado del even­
de estos dos términos, me advirtió, es autoevidente.
to permanecen inefables? La fecha, 9 /1 1 , se repite sin cesar
Para Heidegger, la n oción de «acontecim iento» indica al­
com o si su singularidad fuera tan absoluta que n o pudiera ser
go que se ofrece a la experiencia pero que también se resiste a
capturada por ninguna generalización. 9 /1 1 le suena com o
ser completamente com prendido y apropiado14. Un aconteci­
una intuición sin concepto, una especie sin género.
miento nos expone a una situación en la que somos incapaces
Para Derrida, al pronunciar «9 /1 1 » n o usamos el lengua­
de apropiamos completamente de lo que sucede. Total impre-
je en su función referencial obvia; más bien, lo urgimos a que
decibilidad es un rasgo de los acontecimientos, pues si algo no
nom bre algo que n o puede nombrar porque sucede más allá
del lenguaje: el terror y el trauma. puede ser predicho tampoco puede ser completamente expli­
Para Freud, un trauma es el efecto de una experiencia cu­ cado. Esto hace que el acontecimiento permanezca irreprodu-
ya intensidad n o puede ser encajada por los mecanismos ha­ cible, singular y, en cierto m odo, sin razón aparente. La muer­
bituales de respuesta del sujeto13. Una experiencia traumática te, el perdón y la poesía son todos acontecimientos en este
entraña terror porque designa un peligro que es a la vez im­ sentido fuerte: ellos nos caen de manera inesperada.
predecible y está fuera del control del sujeto. La repetición es ¿Fue el 9 /11 realmente impredecible? N o para Derrida. Des­
una reacción com ún al trauma: al repetir algún fragmento de pués de todo, me hace recordar, el World Trade Center había
la situación traumática la víctima trata, retrospectivamente, sido objeto de un ataque previo en 1993. Además, el tipo de ata­
de dominarla. Derrida sugiere que de manera similar nosotros que que los terroristas lanzaron contra él en 2001 había si­
repetimos «9 /1 1 » sin siquiera preguntarnos lo que nombra. do prefigurado con detalles p or la cultura tecnocinemática de
Pero no solamente nos lo repetimos a nosotros mismos co­ nuestra época. Durante m ucho tiempo, películas y videojuegos
m o si fuera un mantra tranquilizador o un encantamiento ri­ habían estado anticipando el destripamiento (éventrement) y el

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derrumbe de las dos inmensas torres de Manhattan. Es más, auténticas impresiones, en el sentido de Hume, que inmedia­
añade Derrida, ellos no solamente visualizaron literalmente los tamente nos afectaron com o la forma y la temperatura de la
ataques, sino que también les dieron voz a los sentimientos que llama: compasión humana, infinita tristeza ante las pérdidas
estos dos inmensos e inconfundiblemente fálicos objetos esti­ y el dolor, indignación ante la violencia ciega de los ataques.
mularon en la imaginación colectiva: sentimientos de amor y El segundo título agrupa las impresiones inauténticas desde el
odio, admiración y envidia, sublimidad y vergüenza. punto de vista humeano, porque no son inmediatas sino cons­
Por todas estas razones, el 9 /1 1 no encaja en la descripción truidas por los medios. Prosiguiendo el argumento de Hume
de un acontecimiento y quizás, si nos atenemos al número de acerca de cóm o se forman las ideas a partir de impresiones, De­
víctimas y al volumen de destrucción en el terreno, no parece rrida pregunta: ¿qué clase de ideas del 9 /1 1 produjimos so­
ser tam poco uno «mayor»15. Derrida me recuerda con cierto bre la base de estos dos grupos de impresiones?
pesar que «no se cuenta de la misma forma a los muertos en El primer grupo de impresiones se cristalizó en la idea de
todas partes. Es nuestro deber recordarlo, sin atenuar con ello que el 9 /1 1 es un acontecimiento absolutamente singular en
nuestra tristeza por las víctimas de las Torres Gemelas, nues­ todos los aspectos: inenmarcable, impredecible y, en últimas,
tro espanto o nuestra rabia frente a este crimen». incomprensible. Esta idea coincide con la n oción fuerte de
T odo esto puede ser cierto. Y, sin embargo, Derrida admite acontecimiento avanzada por Heidegger: una ocurrencia que
que la impresión de que se trató de un acontecimiento mayor se resiste a su apropiación y a su comprensión. Para Derrida,
persiste. Una mirada más cercana al concepto de impresión ex­ lo que distingue al 9 /1 1 com o un acontecimiento de esta clase
plica esta aparente contradicción. En el vocabulario de la tra­ es que, al final, se resiste a su virtualización y a su reproducción
dición filosófica occidental, la noción de impresión lleva la ilus­ mediática.
tre firma de David Hume, el empirista del siglo xviii que hizo En contraste, el m anojo de impresiones inauténticas im­
de ella el centro de su pensamiento. El creía que el material puesto por los medios de com unicación a la audiencia global
bruto del pensamiento eran impresiones, entendidas com o la formó la idea de que el 9/11 es un acontecimiento mundial de
marca que deja el m undo externo en nuestro sistema nervio­ la mayor importancia. Com o se trata de datos estratégicamen­
so16. Si yo me encuentro próxim o a una llama, por ejemplo, te organizados, los confundim os con impresiones, cuando en
me parece que recibo un número de vividas impresiones: el co­ realidad son actos de propaganda. Nosotros, la audiencia glo­
lor de la llama, su temperatura, su forma y su movimiento. Se­ bal, tendemos a confundir las impresiones reales e inmediatas
gún Hume, sólo después de haber recolectado todas estas im­ y las impresiones fabricadas por los medios. Aunque Derrida
presiones podem os darles la forma de la°idea de una llama. concede que experiencialmente es imposible mantenerlas ne­
Para Derrida, las impresiones que el 9 /11 dejó en la audien­ tamente separadas, cree que tenemos el deber moral de sepa­
cia global, así com o las víctimas y los que estaban por ahí, caen rarlas al m enos conceptualmente.
bajo dos títulos: la compasión por las víctimas y la indignación Al recitar «9 /1 1 » com o una letanía, nos repetimos a noso­
por las matanzas, y el batir de tambores de los medios de co­ tros mismos lo que necesita permanecer en el silencio: el sen­
municación que de manera obsesiva calificaron los atentados timiento de dolor incondicional por la pérdida de vidas hu­
com o un acontecimiento mayor. El primer título agrupa las manas y la vulnerabilidad del sistema que, se suponía, debía

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protegem os. Este sistema está encarnado por una figura pa­ nistán bajo lo que fue quizás la interpretación más extrema que
ternal, los Estados Unidos de América, que son a la vez el lugar se haya hecho de la ley coránica. El 9 /1 1 , dice Derrida, podría
de los ataques y el depositario del orden mundial. Los Estados interpretarse com o el final implosivo de la Guerra Fría, muer­
Unidos, en su papel de la mayor potencia tecnocientífica, ca­ ta por sus propias circunvoluciones y contradicciones.
pitalista y militar, simbolizan el orden mundial, la legitimidad El segundo m omento de la autoinmunidad lo constituye lo
del Derecho Internacional y la diplomacia, y el poder de los me­ que Derrida dice que es «peor que la Guerra Fría», tanto histó­
dios. El orden mundial, dice Derrida, está basado en la solidez, rica com o psicológicamente. Si bien se ha de entender el 9/11
la confiabilidad y la credibilidad de la potencia norteamerica­ como la consecuencia o, incluso, com o el puesto más avanza­
na. Exponer la fragilidad de la superpotencia significa expo­ do de la Guerra Fría, históricamente marcaría también el paso
ner la fragilidad del orden mundial. a algo que muy bien podría resultar peor que la Guerra Fría.
Mientras que ésta se caracterizó por la posibilidad de un equili­
T rauma y autoinmunidad brio entre dos superpotencias, es imposible construir un equi­
librio con el terrorismo, pues la amenaza n o proviene de un
En la lectura que hace Derrida, el 9/11 es el síntoma de una Estado sino de fuerzas incalculables y de incalculables respon­
crisis autoinmunitaria que ocurre en el interior del sistema sabilidades. La proliferación del arsenal nuclear y la relativa
que ha debido predecirla. Las condiciones autoinmunes con­ disponibilidad de armas químicas y bacteriológicas es una rea­
sisten en el suicidio espontáneo del mecanismo de defensa que, lidad que tiene su incidencia en el terrorismo. La proclamación
se supone, debe proteger al organismo de la agresión extema. de George W. Bush de que todas las naciones a las que acusa de
Se trata de un mecanismo mediante el cual, com o anota De­ amparar el terrorismo constituyen un «eje del mal» habla de la
rrida, un organismo vivo «se aplica a destruir “él mismo” sus negación que hacen los Estados Unidos de la naturaleza esqui­
propias protecciones, a inmunizarse contra su “propia” inmu­ va de las fuerzas del terror.
nidad». Psicológicamente, lo que es «peor que la Guerra Fría» trae
Derrida cuenta tres momentos en la crisis autoinmunitaria al primer plano la temporalidad del trauma, el cual está orien­
de la que el 9 /1 1 es un síntoma. El primer m omento es la Gue­ tado hacia el futuro. Toda experiencia traumática afecta al fu­
rra Fría, una guerra que se libró «en la cabeza» más que en la turo tanto com o al presente. Jugando con la palabra francesa
tierra o en el aire. Si miramos el 9 /1 1 desde el punto de vista para el futuro, avenir (porvenir), Derrida sostiene que, com o la
de su continuidad con la Guerra Fría, los secuestradores de amenaza persigue al porvenir, en un sentido ella aún está por
los aviones cometieron dos suicidios en uno: el suyo y el suici­ venir (á venir). Este señalamiento de la temporalidad del trau­
dio de quienes los entrenaron, quienes a su vez fueron entrena­ ma es una consecuencia directa de su discusión de la significa­
dos por los norteamericanos durante la invasión soviética de ción que tiene el haber elegido «9 /1 1 » com o nombre para los
Afganistán. Armas e inteligencia norteamericanas aportaron atentados. C om o el 4 de julio, reconocido universalmente co ­
una contribución esencial a los luchadores islámicos afganos mo el día de la independencia de los Estados Unidos, o el Io
desde comienzos de la década de 1980, algunos de los cuales de mayo, reconocido com o el Día del Trabajo en Europa y en
se convirtieron en la élite política talibán que gobernó Afga­ la mayoría de países del mundo, el 9 /1 1 tiene la virtud de mo-

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numentalizar los ataques. Puesto que esta monumentalización tados, mientras que el terrorismo es un conflicto entre fuerzas
les conviene tanto alos medios de com unicación occidentales diferentes a un Estado soberano. La historia política del térmi­
como a los terroristas, ello le añade un pliegue más a la reacción no «terrorismo» contradiría fácilmente esta definición. Desde
autoinmune. siempre los Estados soberanos han hecho terrorismo contra sus
Este segundo momento de la autoinmunidad despliega otra propios pueblos o contra otras poblaciones, en tiempos de paz
característica importante. Al monumentalizar los atentados te­ lo mismo que en tiempos de guerra. El uso actual del término
rroristas, la fecha del 9 /11 también declara que ya terminaron «terrorismo» proviene de la última fase de la Revolución Fran­
Al hacerlo, niega precisamente el carácter futuro de la amena­ cesa, durante la cual el llamado Reinado del Terror de Robes-
za, la posibilidad de que lo peor aún esté por venir. Para Derri- pierre se dedicó a ejecuciones masivas y purgas de ciudadanos
da, la información de los medios masivos se llevó a cabo de ma­ civiles. Robespierre infligió terror en nom bre de un Estado so­
nera sincronizada con la denominación de los atentados como berano; además, dado que su objetivo declarado era librar a
«9 /1 1 ». Com o la tragedia aún se estaba desarrollando, dice, Francia de todos sus enemigos internos, esta temprana histo­
denominarla «9 /1 1 » revelaba la ilusión de que ya había pa­ ria del terrorismo parece señalar precisamente el elemento au­
sado. toinmune sobre el que teoriza Derrida. Esto no equivale a negar
El tercer y último m om ento de la crisis autoinmunitaria es el hecho de que los terroristas se justifican a sí mismos presen­
lo que Derrida llama «el círculo vicioso de la represión». Es el tando sus atentados com o respuestas a actos previos de terroris­
más obviamente suicida de los tres porque describe la forma mo realizados contra ellos por parte de un Estado.
com o la declaración de guerra contra el terrorismo por par­
Todos los terroristas del mundo — observa Derrida— pre­
te de la coalición occidental engendra una guerra contra sí
misma. tenden responder en defensa propia a un terrorismo de Estado
previo que no dice su nombre y se cubre con toda clase de justi­
Una función del concepto de autoinmunidad es la de ac­
ficaciones más o menos creíbles.
tuar com o tercer término entre los opuestos clásicos de amigo
y enemigo. Com o hemos visto, identificar un tercer término
Para complicar más el asunto, los terroristas pueden ser
es un movimiento característicamente deconstructivo, dirigi­
combatientes de la libertad en un contexto y simples crimina­
do a desplazar la tendencia metafísica tradicional a basarse en
les en el mismo contexto pero en un m om ento diferente del
pares irreductibles. Aunque la discusión explícita sobre la au­
tiempo. Un ejemplo son las guerrillas islámicas que lucharon
toinmunidad se limita a los tres momentos que acabo de resal­
contra la invasión soviética de Afganistán en los años 1980 y
tar, ella continúa de manera implícita cuando Derrida plantea
que se convirtieron en los nuevos líderes políticos de ese país.
que se cuestione la distinción entre guerra y terrorismo. Otro es la historia reciente de Argelia, particularmente aprecia­
Las guerras siempre han estado contaminadas de terroris­ da por Derrida, pues éste es el país en el que nació y en donde
m o a través de la intimidación de la población civil. Pero aun vivió los primeros diecinueve años de su vida.
en el plano puramente teórico también es imposible trazar la
distinción. Supóngase, dice m encionando a Cari Schmitt, que Nadie puede negar que hubo terrorismo de Estado en la repre­
se dice que una guerra sólo puede ser declarada entre dos Es­ sión francesa en Argelia, entre 1954 y 1962. El terrorismo que

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practicaron los rebeldes argelinos fue considerado durante mu­ Derrida se mostró sombrío también a propósito de la difi­
cho tiempo como un fenómeno doméstico, mientras se consideró cultad de combatir la dinámica perversa de la autoinmunidad.
que Argelia hacía parte integrante del territorio nacional fran­ Ninguna de las partes involucradas en la lucha contra el terro­
cés; igualmente, el terrorismo francés de ese entonces (ejercido rismo puede permitirse no hablar de él, pero mientras más lo
por el Estado) se presentaba como una operación de policía y hagan más ayudarán a la causa terrorista, otorgándole estatus,
de segundad interior. Fue solamente varios decenios después, en
visibilidad y un propósito razonable. Así es com o los sistemas
los años noventa, cuando el Parlamento francés confirió retros­
informativo y político, que deberían proteger a los civiles de la
pectivamente el estatus de «guerra» (y, por consiguiente, de con­
amenaza del terrorismo global, progresivamente se debilitan
frontación intemaáonal) a ese conflicto con el fin poder asegu­
frente al peligro17.
rar unas pensiones a los «veteranos» que las reclamaban.
Otro efecto devastador de la crisis autoinmunitaria que co­
menzó con el 9 /1 1 es el hecho de que constantemente se nos
En opinión de Derrida, es imposible trazar líneas divisorias
esté recordando el carácter futurista de la amenaza terrorista.
claras entre ninguno de los conjuntos de distinciones que se
De acuerdo con la interpretación del terror com o la esencia del
hacen a propósito del terrorismo: entre guerra y terrorismo, te­
trauma que ya mencioné, las víctimas de una experiencia trau­
rrorismo de Estado y no de Estado, terrorismo y movimientos
mática necesitan reproducir incesantemente el trauma para sí
de liberación nacional, terrorismo nacional e internacional. Si
mismas con el fin de sentirse seguras de que ya lo soportaron.
es tan difícil asignar con sentido predicados a esta palabra, ello
Esta tendencia autodestrudiva se convierte en un arma destruc­
simplemente significa que el terrorismo es irreductiblemente
tiva en manos de los medios, así com o de los líderes políticos.
inefable y enigmático. Ésta es una verdad que es difícil aceptar
pero que es aún más peligroso rechazar. Imagínese, dice Derrida, que dijéramos al público norteame­
Hablando en términos políticos, mientras más resbaloso es ricano y al m undo que lo que ha sucedido es sin duda un cri­
un concepto más fácil es apropiárselo de manera oportunis­ men inadmisible, pero que ya terminó. Todo el m undo se sen­
ta. Derrida n o duda en afirmar que la apropiación oportunista tiría liberado para comenzar su propio duelo, el primer paso
más poderosa y más destructiva del terrorismo consiste pre­ para volver la página. Todos los sectores responsables tienen
cisamente en la utilización que se hace del término, com o si que facilitar este tornar la página y dejar de ser un obstáculo
fuera un concepto autoevidente, por parte de los sectores que para ello. Ésta es una responsabilidad urgente, y evadirla transr-
están involucrados en la lucha. Éstos incluyen lo que él llama forma a los enemigos del terrorismo en sus aliados.
«los medios tecnoeconómicos», el Departamento de Estado de La necesidad de actuar con responsabilidad por parte tan­
los Estados Unidos, los gobiernos nacionales, así com o las ins­ to de los líderes políticos com o del sistema global de informa­
tituciones internacionales pertinentes. Obviamente, nadie pre­ ción se intensificará en el futuro a la luz de lo que Derrida teme
tende hacer daño con ello. Pero esto no borra la responsabi­ que sea el futuro del terrorismo: los atentados virtuales. En su
lidad, lo cual significa que todos los interlocutores políticos, lectura, la «tecnociencia», com o Derrida la llama, ha transfor­
económ icos y militares de la escena global posterior al 9 /11 es­ mado la relación entre terror, terrorismo y territorio, palabras
tán ante la extrema necesidad de utilizar el lenguaje con sumo que comparten la raíz del término latino térra. Desde este án­
cuidado. gulo,

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el «11 de septiembre» pertenece aún al teatro arcaico de la a sí mismo, que, sea religioso o irreligioso, todos estemos de acuer­
violencia destinada a impactar la imaginación. [...] Un día se do en llamar «religión»1^.
dirá: el «11 de septiembre» fueron los («buenos») viejos tiempos
de la última guerra. Las cosas aún eran del orden de lo gigan­ La religión, sostiene Derrida, no sólo viene del latín reli­
tesco: ¡visible y enorme! go sino que es una creación de la antigua Roma, apropiada
subsecuentemente por el cristianismo. La discusión de Derri­
La ominosa sospecha de Derrida es que la virtualización del da acerca de las raíces romanas de la religión comienza con
terrorismo borrará los remanentes de la distinción entre terro­ su etimología, la cual ha sido objeto de debates desde la anti­
rismo y guerra y entre guerra y paz. Esto es peor, dice, que dos güedad. En el siglo i a.C., Cicerón, quizás el intelectual públi­
aviones comerciales que se estrellan contra unos rascacielos y co más importante de la Rom a de entonces, señaló que reli­
causan su derrumbe. Al menos, los ataques del 9 /1 1 fueron goviene de relegere, tan sólo una ligera modificación del verbo
realizados contra lugares determinados y en momentos deter­ latino legere, el cual significa recolectar o reunir. En el siglo ii
minados. U no sabe exactamente cuándo comenzaron y cuán­ d.C., Tertuliano, un escritor rom ano tardío llegado del norte
do terminaron. Por el contrario, de África y convertido al cristianismo, sugirió en vez de ello
que la etimología de la palabra religión era religare, que signi­
las nanotecnologías de todo tipo son mucho más poderosas fica atar, lo cual para él quería decir estar ligado por una obli­
e invisibles, inasibles, se insinúan por todas partes. Son rivales mi- gación, la deuda existente entre el hom bre y Dios.
crológicos de los microbios y las bacterias. Pero nuestro incons­ A la luz de esta duplicidad etimológica, Derrida insiste en
ciente ya es sensible a eso, ya lo sabe, y eso es lo que da miedo. que hay dos elementos distintos, aunque inextricables, que son
inherentes a la experiencia religiosa occidental: la sacralidad
R esponsabilidades religiosas y la obligación (deuda)19. Posteriormente, con la expansión de
la cristiandad la religión se focalizó progresivamente más en la
Derrida com enzó su reflexión acerca del mecanismo de obligación y la deuda y se apartó cada vez más del sentido de
la autoinmunización durante el invierno de 1994, unos ocho sacralidad, más allá de todo intercambio. Derrida observa que
años antes de la catástrofe del 9 /1 1 . Su interés en este tema esta nueva focalización introdujo en la religión cuestiones que
surgió en conexión con un estudio del concepto de religión, tenían pertinencia jurídica, lo cual la situó en una relación
el cual enmarca su discusión del fundamentalismo religioso y esencial con la esfera del derecho.
de su papel en el terrorismo global. Continuando con la genealogía de religo, Derrida ve otro as­
Basado en la obra del lingüista francés Émile Benveniste, pecto destacado en el hecho de que contenga el prefijo «re-»,
quien descubrió que «no hay un término indoeuropeo “co­ una marca de repetición y autorreferencia, «una resistencia o
m ún” para lo que llamamos “religión”», Derrida afirma que una reacción ante la dis-yunción o la alteridad absoluta»20. El
hecho de que el prefijo «re-» se presente tanto en re-legere co ­
no siempre ha habido, por consiguiente, ni siempre y en m o en re-ligarele da a Derrida una prueba etimológica para el
todas partes hay [... ] algo que sea único e identificable, idéntico argumento que está adelantando: a saber, que la religión, en

221
La filosofía en una época de terror Giovanna Borradori

la definición abrahámica, n o permite una apertura hacia el de justicia está ligado a esta expectativa [...} Sólo estajusticia, que
otro. yo distingo de algún derecho, permite la esperanza, más allá de

Para Derrida, la deconstrucción de los límites latinos y cris­ todo «mesianismo», de una cultura de singularidades susceptible

tianos de la religión, tomado «límite» equivocadamente como de ser unlversalizada, una cultura en la que la posibilidad abstrac­

un término descriptivo neutro, puede abrir las puertas a una ta de la traducción pueda no obstante anunciarse. Esta justicia

sensibilidad nueva y más propiamente «religiosa». Esto es lo se inscribe de antemano en la promesa, en el acto de fe o en el

que quiere decir cuando escribe: «Un cristiano (pero también llamado a la fe que habita en todo acto de lenguaje, en todo diri­

un judío, o un musulmán) sería alguien que albergaría dudas girse al otro2"1.


acerca de este límite; acerca de la existenáa de este límite o acer­
ca de su posibilidad de ser reducido a otro límite»21. Sólo con La apertura al otro que impulsa Derrida apunta a una co ­
la deconstrucción de la religión tal com o se la concibe ahora munidad religiosa en la que la membresía n o esté vinculada
podrem os realmente abordarla tendiendo la m ano al otro y al cumplimiento de una obligación sino que más bien se esta­
rom piendo el círculo de obligación y liberación. Esta apertura blezca p or la simple relación entre diferencias25. Derrida ad­
singular al otro es muy cercana a la noción de perdón incondi­ mite que una comunidad de esta clase no proporcionaría una
cional, al acto de perdonar lo imperdonable. «El advenimien­ plataforma com ún para establecer una identidad religiosa.
to del otro sólo puede emerger com o un acontecimiento sin­ En una comunidad sin obligaciones mutuas se tendría que
gular cuando ninguna anticipación lo ve venir, cuando el otro concebir el concepto de responsabilidad en nuevos términos.
y la muerte — y el mal radical— pueden venir com o una sor­ Derrida se vuelve de nuevo hacia la etimología en busca de una
presa en cualquier m om ento»22. guía. La resistencia ante la disyunción que revela el prefijo
Sin duda, hay una cualidad mesiánica en el anhelo que ex­ «re-» que aparece en «religión» así com o en sus dos fuentes
presa Derrida por este encuentro. Sin embargo, com o él mis­ etimológicas latinas relegarey religare, emerge de un m odo para­
m o nos advierte, es esencial que n o haya ningún mesías, nin­ lelo en «responsabilidad» y «respuesta». Además, ambos vienen
guna última palabra de un mesías que tuviera que repetirse, del latín spondeo, que significa garantizar o prometer, cercano
que tomarse com o una promesa o que interpretarse com o una en cuanto al sentido a religare, o atar, el verbo que Tertuliano
obligación. C om o el perdón incondicional, esta «mesianidad identifica com o el origen de la palabra «religión». «Respondeo,
sin mesianismo»23 implicaría asumir riesgos, pues el otro po­ responsum, se dice de los intérpretes de los dioses, de los sacer­
dría ser lo mejor o lo peor: el otro nos puede acoger o nos pue­ dotes, de manera notable de los arúspices: ofrecer una promesa
de matar. Pero, para Derrida, sin un sentido de lo que significa en respuesta a una ofrenda, depositar una prenda en respuesta a
esperar al otro de esta forma no podemos ni siquiera comenzar un don; es la “respuesta” de un oráculo, de un sacerdote»26.
a discutir de ética o de política. En la lectura que hace Derrida, este análisis etimológico re­
vela que, tal com o la misma religión, las nociones de respuesta
Esta dimensión mesiánica no depende de ningún mesianis­ y responsabilidad están demasiado fuertemente determinadas
m o, no sigue una revelación determinada, no pertenece propia­ por los intercambios económicos, trátese de una prenda a cam­
mente a ninguna religión abrahámica [...] Un deseo invencible bio de un don o de una promesa a cambio de una ofrenda. Es

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

la misma queja que Derrida tiene contra el perdón, el cual se Se toma venganza contra la máquina descorporalizadora y

limita a perdonar lo que corresponde a un castigo. Entender expropiadora recurriendo (volviendo) a las manos desnudas, a

respuesta y responsabilidad de manera tan limitada a tales in­ los órganos sexuales o a herramientas primitivas, a veces a las ar­

tercambios económ icos, lo cual casi siempre va acompañado mas blancas [... ] Aquello a lo que se hace referencia como «ma­

de la garantía jurídica de que el intercambio ha sido justo, no tanzas» o «atrocidades» — palabras que no se empleanjamás en

toca lo que Derrida cree que es el núcleo de la responsabi­ las guerras «limpias» en donde, precisamente, ya no se cuenta a

lidad: responsabilidad frente a lo incalculable, sea humano o los muertos (misiles guiados e «inteligentes» dirigidos contra ciu­

divino. Responder al llamado mesiánico, lo cual implica de­ dades enteras, por ejemplo)— se suplanta aquí por torturas, de­

construir nuestro sentido familiar de religión y de responsa­ capitaciones o mutilaciones de todas las clases. Lo que siempre

bilidad, tiene una urgencia política. Esto tiene que ver con lo aparece es la venganza, a veces calificada como venganza sexual
que Derrida describe com o el matrimonio infeliz entre la reli­ violaciones, genitales mutilados o manos arrancadas, cadáveres

gión, en su sentido corriente, y la red global de información. exhibidos en público, cabezas puestas, como se hacía hasta hace

N o se puede negar, en opinión de Derrida, que la religión no mucho en Francia, en estacas (procesiones fálicas de las «reli­

se afirma por medio de la red global de información, pero tam­ giones naturales») 27.

p oco que sus efectos la aterran. Todos los componentes consti­


tutivos de la religión — el respeto por la sacralidad de la reco­ La descripción de Derrida se aplica a la mayoría de las gue­
lección, un sentido de obligación hacia Dios y la promesa de rras declaradas o n o declaradas de la última década, entre ellas
veracidad absoluta— hablan de la profunda cautela de la re­ el genocidio de Ruanda, los conflictos de Bosnia y Kosovo, la
ligión frente al desplazamiento, la fragmentación y el desen- guerra civil de Argelia y las interpretaciones fündamentalistas
camamiento, características que constituyen las condiciones de la ley islámica en Irán, Afganistán, Pakistán, 'Vfemen, Sudán
de existencia de la tecnología digital. Mientras que la red glo­ y Arabia Saudita. Todas ellas sugieren que el cuerpo tom ó re­
bal de información y su soporte tecnológico representan las vancha de su propia expropiación, identificada en la disemi­
fuerzas de la abstracción y la disociación, la religión permane­ nación global del mercado y la hegem onía capitalista occi­
ce anclada en la necesidad de inscripción y encarnamiento. dental. U no podría pensar justificadamente en los atentados
Si la información circula en el lenguaje formal de los bits y los del 9 /11 com o una mutilación de esta clase.
bytes, la religión se propaga en las formas de expresión de los Si bien es cierto que detrás de las características primitivas
lenguajes naturales (inglés, árabe o japonés). La religión, es­ de las guerras contemporáneas yace un deseo de volver a ins­
cribe Derrida, que se encuentra inextricablemente ligada al tituir al ser vivo por encima de su reproductibilidad mecánica,
cuerpo y a la inscripción lingüística, se siente dominada, so­ lo que m uchos llaman «el retorno de lo religioso» es en cam­
focada, expropiada por el sistema global de información. Este bio, para Derrida, la expansión sin precedentes de la herencia
sentimiento de expropiación y de autoextrañamiento explica romana de la religión, con la ayuda y bajo la amenaza de lo que
la modalidad primitiva de las nuevas guerras que se pelean en el llama la teletecnociencia, el sistema global de información.
su nombre. El uso que hace Derrida de nombres alternativos para la globa-
Hzación — «mondíaMatinización» o el término francés mondia-

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

lisation— resalta su convicción de que un elemento crucial en que hace Derrida de este ensayo muestra que el intento de Kant
lo que él llama «mundialización» es el matrimonio infeliz en­ de proporcionar a la religión una justificación racional termi­
tre la religión y la teletecnociencia, exportado de manera im­ na en el resultado paradójico de tener a la razón fundada en
perialista a través de todo el m undo. En esta perspectiva, cada la religión, y más específicamente en el cristianismo. Explorar
vez que pensemos en la globalización tenemos que pensar en la intervención derridiana en el texto de Kant no sólo mostra­
la dispersión de una determinada forma de construir religión rá el alcance de la implicación de Derrida en el legado de la
de acuerdo con la impronta latina y cristiana. Ilustración, sino que además despejará cualquier sospecha de
D icho esto, a pesar de todas las tensiones que caracterizan que su lectura del terrorismo global com o crisis autoinmunita-
a la alianza entre la religión y el sistema global de información, ria pueda estar afirmando una actitud nihilista.
n o hay duda de que su vínculo es increíblemente poderoso. La intervención de Derrida en el texto de Kant comienza
Para haber alcanzado tal escala planetaria de expansión, este desde el título. Mientras que el título del tratado de Kant reza
vínculo debe contar con un fuerte sistema inmunitario que lo La religión dentro de los límites de la mera razón, la respuesta de De­
protege contra la agresión externa. Sin embargo, com o seña­ rrida, que aparece en el subtítulo de su propio tratado, Fe y
la Derrida, n o hay inmunidad sin autoinmunidad, la cual es la saber, reza La religión en los límites de la mera razón. Decir que la
autodestrucción de las propias defensas. La globalización mues­ religión no surge dentro de los límites de la mera razón (com o
tra tanto su fuerza inmunitaria com o una debilidad autoinmu- en el título de Kant), sino en sus límites (com o en la apropia­
ne. Y en ésas estamos. ción que Derrida hace del título kantiano) apunta a la interde­
pendencia entre lo que es incluido y lo que es excluido por este
L as condiciones de la tolerancia límite. Así com o la identidad geográfica de dos países, digamos
Canadá y los Estados Unidos, depende de que compartan una
La tolerancia es uno de los conceptos claves de la globaliza­ frontera que tiene la doble función de incluir un país y de ex­
ción. Propuesta com o un llamado moral y políticamente neu­ cluir al otro, la línea de demarcación entre la razón y la religión
tro a la hospitalidad y la amistad entre diferentes pueblos, et- tiene para él el mismo papel, entrelazándolos mutuamente de
nias, tradiciones y creencias religiosas, ella está de hecho, según manera inextricable.
Derrida, profundamente marcada por un marco de referen­ Kant distinguía entre dos tipos de religión: una es la «reli­
cia normativo: el cristianismo. gión del m ero culto», que enseña la oración y el deseo y que
El sentido m oderno de la tolerancia ha sido heredado de no exige al creyente que encuentre su propia salida del peca­
la Ilustración. Kant entendía la tolerancia com o la promesa do persiguiendo una vida moral. La otra es la «religión moral»,
emancipatoria de la era moderna. En la lectura de Derrida, las la cual prescribe que el individuo se haga m ejor actuando so­
implicaciones problemáticas de la tolerancia comienzan con bre su propio fundamento moral, el cual expresa Kant en una
el proyecto kantiano de reubicar a la religión «dentro» de los forma axiomática: «N o es esencial, y p or consiguiente no es
límites de la razón con el fin de neutralizar su potencial irracio­ necesario, que cada cual sepa lo que Dios hace o ha hecho pa­
nal. Un texto clásico de Kant, La religión dentro de los límites de ra su salvación, pero es esencial saber lo que el hambre mismo debe
la mera razón28, ilustra este esfuerzo. La lectura deconstructiva hacer con miras a hacerse m erecedor de su asistencia»29.

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

En correspondencia con estos dos tipos de religión, Kant ta a sí mismo com o religiosamente neutro y sin embargo con­
describe dos tipos de fe: la «fe dogmática», que no opera sobre tiene un fuerte com ponente cristiano. El caso de la tolerancia
este principio y no reconoce la distinción entre revelación y está configurado de manera casi demasiado fácil por la histo­
conocim iento, y la «fe reflexiva», para la cual la salida del pe­ ria cristiana para servir com o prueba para el argumento de De­
cado no depende de la revelación histórica sino de la raciona­ rrida.
lidad y de la buena voluntad humanas. La fe reflexiva nos or­
dena «suspender» nuestra creencia en Dios y hacer com o si La palabra «tolerancia» está ante todo marcada por una gue­

Dios no existiera con el fin de probar nuestro compromiso mo­ rra de religiones entre cristianos, o entre cristianos y no cristia­

ral. En este texto, nuestra responsabilidad filosófica, secular y nos. La tolerancia es una virtud cristiana y, en este caso, católica.

moral aparece ligada a la experiencia del abandono: la muer­ El cristiano debe tolerar al no cristiano, pero, sobre todo, el cató­

te de Dios, silenciosa e inexplicable, más allá de cualquier na­ lico debe dejar vivir al protestante. Hoy en día, como se tiene la

rrativa escritural. fuerte impresión de que la alegación religiosa se encuentra en el


corazón de la violencia (sigo diciendo, de manera deliberadamen­
Después de trazar esta clasificación, Kant identifica al cristia­
te general, «violencia», usted entiende, para evitar las palabras
nismo com o el arquetipo de la única religión moral. En su in­
equívocas y confusas de «guerra» y de «terrorismo»), se recurre
terpretación, el cristianismo ha liberado a la fe reflexiva de la
a la buena y vieja palabra «tolerancia»: que los musulmanes acep­
espera paralizante de un mesías: para él, la revelación históri­
ten vivir con judíos y cristianos, que los judíos acepten vivir con
ca ya ha tenido lugar, de m od o que el proceso de autoedifica-
musulmanes, que los creyentes acepten tolerar a los «infieles» o
ción puede arrancar basado en la fuerza individual del creyen­
a los non-believers (ésta es la palabra que utiliza «Ben Laden» para
te, en su carácter y en su dedicación30. Esta «fuerte, simple y
denunciar a sus enemigos, en primer término a los norteameri­
vertiginosa» conclusión, en palabras de Derrida, implica que
canos) . La paz consistiría en la cohabitación tolerante.
la pura moralidad y el cristianismo son indisociables: si ella es
cierta, todo el aparato de la teoría moral kantiana, incluida «la
La historia del concepto revela que la tolerancia está siem­
universalidad incondicional del imperativo categórico, es evan­
pre del lado del más fuerte, firmemente atada a la figura del
gélico. La ley moral se inscribe en el fondo de nuestros corazo­
soberano que Habermas m enciona también en nuestro diá­
nes com o el recuerdo de la Pasión. Cuando se dirige a nosotros,
logo. Desde este punto de vista, ser tolerante n o va a hacer que
o bien habla el idioma del cristianismo, o bien es silenciosa»31- aquellos que se sienten dejados por fuera estén más inclui­
El proceso de secularización de la religión, que es el objetivo dos o sean m ejor comprendidos. Esta era una afirmación muy
de Kant, resulta de este m odo inseparable de la esencia del cris­ fuerte para hacer en las circunstancias que siguieron a los aten­
tianismo, la religión que se com prende a sí misma en térmi­ tados del 9 /1 1 , cuando los países occidentales se estaban apo­
nos de la muerte de Dios32. yando en la tolerancia com o el compromiso moral que los uni­
El esfuerzo de Kant por moralizar la religión lo empujó, se­ ficaba.
gún Derrida, al resultado paradójico de transformar a la mo­ Mientras que en opinión de Derrida n o hay manera de su­
ralidad en una empresa religiosa. El concepto de tolerancia es perar la unilateralidad de la tolerancia, el de hospitalidad es
el ejemplo más puro de este doble vínculo kantiano: se presen­ un concepto m ucho más flexible.

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Si yo creo ser hospitalario porque soy tolerante, es que deseo Llamemos a esta hospitalidad de visita y no de invitación. La vi­
limitar mi acogida, mantener el poder y controlar los límites de sita puede ser muy peligrosa, no hay que ocultarlo; pero una hos­
«mi casa» (cha. moi), de mi soberanía, de mi «yo puedo» (mi te­ pitalidad sin riesgo, una hospitalidad garantizada por una póliza
rritorio, mi casa, mi lengua, mi cultura, mi religión, etc.). La to­ de seguro, una hospitalidad protegida por un sistema de inmu­
lerancia sigue siendo una hospitalidad escrutada, sometida a vi­ nidad contra el totalmente otro, ¿es una hospitalidad verdadera?
gilancia, avara, celosa de su soberanía. Digamos que, en el mejor
de los casos, forma parte de lo que yo llamo hospitalidad condi­ Así com o n o podría existir un sentido del perdón sin el
cional, la que practican generalmente los individuos, las familia perdón incondicional, el cual llega com o una sorpresa tanto
las ciudades o los Estados33. para los demás com o para nosotros mismos, así tam poco po­
dría existir un sentido de la verdadera hospitalidad y apertura
La ventaja de la hospitalidad sobre la tolerancia es que ella al otro sin la hospitalidad incondicionada.
se presta, com o el perdón, a que se la ponga en el doble regis­
tro de lo condicional y de lo incondicional. De hecho, la tole­
L a violencia excesiva
rancia es, para Derrida, hospitalidad condicionada. Al ser to­
lerante, uno admite que el otro ha sido colocado bajo nuestras La hospitalidad condicionada, o tolerancia, es fundamen­
propias condiciones y, por consiguiente, bajo nuestra autori­ talmente el derecho de invitar y en cuanto tal pon e las condi­
dad, nuestra ley y nuestra soberanía. En lugar de ello, Derrida ciones para las convenciones internacionales y cosmopolitas.
tiene la esperanza puesta en una nueva concepción de la hospi­ La hospitalidad incondicional, por el contrario, corresponde al
talidad, en cierto sentido m ucho más tolerante que la toleran­ derecho de visitar. En cuanto tal, expone al anfitrión al máximo
cia. De manera sorprendente para quienes creen que Derrida riesgo, al n o admitir ninguna defensa sistemática ni ninguna
es un pensador contrario a la Ilustración, su punto de referen­ inmunidad contra el otro. Derrida admite que la hospitalidad
cia aquí es Kant. La articulación que hace Derrida de la hospi­ incondicional n o puede tener un estatuto político o jurídico.
talidad incondicional se apoya en la distinción que hace Kant Los Estados n o la pueden incluir en sus leyes, pues la hospita­
entre dos clases de derechos: el derecho de invitar y el derecho lidad sin condiciones es irreconciliable con la misma idea de
de visitar. Estado soberano. X sin embargo, sólo desde el punto de vista
de la hospitalidad incondicionada, o del derecho de visitar, po­
Pero la hospitalidad pura o incondicional no consiste en una demos obtener una perspectiva crítica acerca de los límites del
invitación («yo te invito, yo te acojo en mi casa [cha moi] con la derecho cosmopolita, la tolerancia, la hospitalidad condicio­
condición de que tú te adaptes a las leyes y normas de mi territo­ nada y el derecho de invitar.
rio, según mi lengua, mi tradición, mi memoria, etc.). La hospita­ En su tratado La paz perpetua, Kant respalda la idea del de­
lidad pura e incondicional, la hospitalidad misma se abre, está de recho cosmopolita sin el soporte de un gobierno mundial. Las
antemano abierta a cualquiera que no sea esperado ni esté invi­ instituciones internacionales han operado bajo esta posibi­
tado, a cualquiera que llegue com o visitar absolutamente extra­ lidad desde la Segunda Guerra Mundial. Y éste es el sueño po­
ño, no identificable e imprevisible al Uegar, un enteramente otro. lítico que suscriben tanto Derrida com o Habermas; pero, a di­

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

ferencia de éste, Derrida n o lo ve com o un programa sino más La aplicabilidad, el «cumplimiento obligado» (enforceability),

bien com o un ideal que se puede perseguir mejor haciéndolo no es una posibilidad exterior o secundaria que pueda o no ser
enfrentar continuamente con sus límites. Pues, com o hemos añadida a la ley como un suplemento. Es la fuerza implicada esen­
visto, el cosmopolitismo expresa solamente la hospitalidad con­ cialmente en el mismo concepto de lajusticia como derecho, de la
dicionada, o lo que Kant llama el «derecho de invitar». justicia en la medida en que se hace derecho de la ley como «dere­
Para Derrida, el ideal de democracia está más allá del cos­ cho» (pues debo insistir inmediatamente en mantener en reserva
mopolitismo y la ciudadanía universal, más allá de la econo­ la posibilidad de unajusticia, incluso de una ley, que no solamen­
mía de la soberanía, la política y la jurisdiccionalidad. El cos­ te exceda o contradiga al derecho, sino que también, tal vez, no
mopolitismo se aplica a un m undo visto com o un cosmos, lo tenga ninguna relación con el derecho o que mantenga con él
cual significa desde los griegos un todo ordenado, regulado una relación tan extraña que pueda también comandar el dere­
por principios y leyes. Aun cuando Derrida se declara favora­ cho que la excluye). La expresión «obligatorio cumplimiento»
ble al cosmopolitismo y la ciudadanía universal, siente que el (enforceability) me recuerda que no hay tal cosa com o una ley (de­
com prom iso con la justicia no se puede ejercer plenamente recho) que no implique, en sí misma, apnori, en la estructura analí­
dentro de los límites del derecho y el cosmopolitismo. Pues la tica de su propio concepto, la posibilidad de que «se la haga cumplir»,
justicia, así com o la democracia, n o está referida solamente a
de ser aplicada a la fuerza35.
nuestra conducta dentro del marco del Estado o bajo las obli­
gaciones que impone la ciudadanía, sino también a nuestro en­
Las nociones de exceso y suplemento son centrales en la
frentamiento con un extraño. Quiero subrayar, sin embargo,
concepción derridiana de la política y revelan una diferencia
que la creencia de Derrida de que se le debe abrir espacio a al­
clave entre su pensamiento y el de Habermas, pues ellas impli­
go situado en algún lugar más allá de la política y el derecho,
can que la política tiene que admitir la existencia de algo si­
del cosmopolitismo y la ciudadanía mundial, está firmemente
tuado más allá de sus límites. Para Derrida, la justicia es lo que
atada a un esquema formal: la distinción entre los registros de
está más allá del derecho, pues de otro m odo quedaría redu­
lo condicional y lo incondicional. El formalismo conceptual de
este gesto n o abre la vía a ningún renacer nostálgico y reaccio­ cida al expediente de hacer cumplir las leyes (enforceability). El
nario, a ninguna lectura esencialista de la tradición y la iden­ derecho (la ley) y la justicia pertenecen a dos dimensiones di­
tidad. La cualidad de estar más allá de la política y el derecho ferentes. Com o el derecho es el producto de la dinámica social
jamás se hace explícita en términos de ningún contenido valo- y política, es finito, relativo e históricamente situado. En con ­
rativo específico, sino simplemente se la indica com o la condi­ traste, la justicia trasciende la esfera de la negociación social
ción de posibilidad de lo que la política y el derecho articulan34. y la deliberación política, lo cual hace que ella sea infinita y ab­
Así com o el perdón, puesto en manos de la política y del soluta. La justicia, para Derrida, se sitúa más allá de las fron­
ámbito jurídico, se convierte en una terapia de reconciliación, teras de la política, com o su exigencia inagotable.
y la hospitalidad, puesta en manos del cosmopolitismo, se con­ Examinemos más estrechamente la manera com o Derrida
vierte en el simple derecho de invitar, así mismo lajusticia, pues­ llega a esta conclusión. Su punto de partida es la expresión en
ta en manos del derecho, queda reducida al simple expedien­ inglés «to enforce the lavo». A diferencia de la expresión en fran­
te de hacerla cumplir. cés « appliquer la loi» o de la española «hacer cumplir la ley», « to

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

enforce the law» revela un supuesto decisivo a propósito de la torizada sino entre «la fuerza que hace la ley», que se refiere
naturaleza de la ley, a saber: que su enforceability demarca el uso al m om ento fundador del sistema legal, y «la fuerza que con­
autorizado de la fuerza. En una democracia constitucional la serva la ley», que corresponde a la vigencia, o enforceability, de
ley está autorizada porque ella representa la voluntad de los la ley. Derrida recoge de Benjamin esta distinción y la utiliza
ciudadanos. En el caso de un sistema político no democrático, para deconstruir la distinción más tradicional entre fuerza au­
la autorización le corresponde a la autoridad incontestable de torizada y no autorizada que Benjamin parece dejar de lado
un gobernante o un partido gobernante absoluto. Sin embar­ olímpicamente37.
go, en ambos casos el lazo entre la enforceabilityy la ley permite En la lectura de Derrida, lo que Benjamin llama «la fuerza
la distinción entre la ley en cuanto fuerza autorizada y la vio­ que hace la ley», el acto de fundar un nuevo sistema legal, no
lencia en cuanto fuerza no autorizada. se puede llevar a cabo dentro de fronteras legales. «El origen
Insistiendo en el elemento idiomático, presente en el len­ de la autoridad, la fundación, o el fundamento, la posición de
guaje, Derrida se vuelve hacia el sustantivo alemán Gewalt, que la ley, n o pueden por definición descansar en nada distinto
significa tanto violencia, en el sentido de fuerza no autorizada, a ellos mismos»38. Este pronunciamiento suena trivial si se
com o poder legítimo o fuerza pública. El argumento que quie­ le aplica a la posición de un monarca absoluto, digamos Luis
re defender es que la oscilación semántica que despliega Gewalt XIV de Francia, quien es el autor del célebre pronunciamien­
no es una rareza aislada sino una ventana hacia la inestabili­ to «L’État, c’est moi». Sin embargo, desde la sorprendente pers­
dad estructural de la distinción conceptual entre fuerza auto­ pectiva de Derrida el caso de Thomas Jefferson y los padres fun­
rizada y no autorizada, la cual se construye casi siempre com o dadores de la democracia parlamentaria norteamericana no es
un par de oposiciones. Derrida prosigue su argumento a través diferente, pues hasta los principios mismos de la Constitución
de una lectura atenta del impenetrable ensayo de Benjamin de los Estados Unidos carecen de justificación legal previa39.
«Zur Kntik der Gewalt», traducido comúnmente com o «Críti­
ca de la violencia», el cual gira precisamente alrededor de la Todas las situaciones revolucionarias, todos los discursos re­
ambivalencia de Gewalt36. Com o lo muestra claramente la dis­ volucionarios, de derecha o de izquierda [... ] justifican el recur­
tinción entre uso autorizado y uso n o autorizado d e la fuerza, so a la violencia alegando la fundación, en marcha o por venir,
Benjamin supone que tradicionalmente se ha abordado la eva­ de un nuevo derecho. Como este derecho que ha de venir ha­
luación de la violencia a través de su uso o aplicación, dejando rá a su vez legítima, retrospectivamente, la violencia que puede
sin explorar la discusión acerca de qué es, en sí misma, la vio­ ofender el sentido de justicia, su futuro anterior ya la justifica.
lencia. La fundación de todos los Estados ocurre en una situación que,
¿Qué es Gewalt? Un terremoto, un tsunami, una matanza en consecuencia, podemos llamar revolucionaria. Ella inaugura
hecha por un animal o cualquier otro evento natural es violen­ un nuevo derecho, y siempre lo hace con violencia. Siempre,
to solamente en un sentido figurado. Violencia es un concep­ esto es, aun cuando no haya habido esos genocidios espectacu­
to que pertenece al orden simbólico del derecho, la política lares, esas expulsiones o deportaciones que tan a menudo acom­
y la moral. Dando por sentado que esto es así, para Benjamin pañan la fundación de Estados, grandes y pequeños, viejos o
la distinción pertinente no es entre fuerza autorizada y no au­ nuevos, cerca o lejos de nosotros [...] Estos momentos, suponien­

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do que se los pueda aislar, son momentos aterradores. Por causa sición entre acción legal e ilegal. ¿Tiene la violencia en sí mis­
de los sufrimientos, los crímenes, las torturas que rara vez dejan ma que ver con este m om ento fundacional? ¿Sería esta la vio­
de acompañarlos, sin duda, pero así mismo porque ellos son en lencia «pura»? La distinción entre violencia autorizada y no au­
sí mismos, en su misma violencia, ininterpretables e indescifra­ torizada no sirve para salir de este atolladero, del que, que para
bles40. Derrida, definitivamente no es posible escapar. Pues la solución
consiste en aceptar que la violencia es algo interno, y no exter­
La fundación de un nuevo sistema legal ocurre en ausen­ no, al orden de lo legal.
cia de cualquier parámetro legal. Este hecho lo convierte, lite­ Bajo esta premisa, el terrorismo parecería ser la quintae­
ralmente, en a-legal (lawless). Com o consecuencia de ello, da­ sencia de la violencia fundacional. Incluso en la escala mayor
do que el derecho retiene el m onopolio de la fuerza autorizada de la mafia o del fuerte tráfico de drogas, el crimen transgrede
y de la no autorizada, hasta la más amigable de las inauguracio­ la ley con miras a un beneficio particular, de m od o que el siste­
nes de un nuevo orden legal ocurre por encima de la distin­ ma legal y el Estado que depende de él no se ven amenazados
ción entre uso autorizado y n o autorizado de la fuerza. en sus fundamentos. Pero con el terrorismo se trata de una si­
Derrida es muy cuidadoso al subrayar que la fundación de tuación completamente diferente, porque lo que se amenaza
la ley excede los límites de la legalidad en vez de violarla. Co­ es el m om ento fundador de la ley y, a través de él, del Estado.
m o la inauguración de un nuevo orden es inconmensurable La dificultad para perseguir legalmente al terrorismo en cuan­
con el orden precedente, esta misma ausencia hace virtualmen­ to terrorismo reside precisamente en este punto, pues el terro­
te imposible establecer la ilegalidad de la violencia fundatriz. rismo le plantea al sistema legal el mismo desafío que una re­
De ahí que él crea que los momentos revolucionarios son fun­ volución o que una guerra. De ahí que Derrida sugiera que la
damentalmente ininterpretables e indescifrables. La fundación distinción entre terrorismo y guerra es muy p o co firme. X sin
de todo derecho permanece opaca desde la perspectiva del pre­ embargo, ¿podem os realmente «declararle» la guerra a algo
sente, pues su legitimidad n o se puede ofrecer sino retrospec­ distinto de un Estado soberano?
tivamente, es decir, una vez que el sistema legal ya está estable­ Junto a las cuestiones jurídicas relativas a la persecución le­
cido y es susceptible de ser aplicado (enforceable). En esta medida gal del terrorismo se encuentra la cuestión moral relativa a los
Derrida piensa que la dimensión moral del derecho — a saber, parámetros de juicio. ¿Cóm o hemos de juzgar al terrorismo si,
la justicia— está siempre por venir (á venir). El carácter irre­ de hecho, su violencia no es ni legal ni ilegal? Esto fue lo que
ductiblemente futuro de lajusticia es lo que Derrida, tomando Derrida dijo en nuestro diálogo:
prestada una expresión del filósofo ffancés°del siglo xvm Mi-
chel de Montaigne, llama la «fundación mística de la autori­ Lo que me parece inaceptable en la «estrategia» (práctica,

dad». armada, ideológica, retórica, discursiva, etc.) del «efecto Ben La-

El reconocimiento de la condición de alegalidad que acom­ den» no es solamente la crueldad, el desprecio por la vida, el des­

paña la fundación de todos los sistemas de leyes es aterrador precio por el derecho, el desprecio por las mujeres, etc., la utili­

n o solamente porque a m enudo tiene lugar en m edio de ba­ zación de lo peor de la modernidad tecnocapitalista al servicio

ños de sangre de todo tipo, sino también porque excede la opo­ del fanatismo religioso. No: es sobre todo que esta acción y este

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1
L a filosofía en u n a época de terror G iovanna B orradori

discurso no abren ningún futuro, y en mi opinión no tienen ninguno. cia nos presenta una serie de exigencias imposibles: juzgar lo
Si queremos y podemos poner un poco de fe en la perfectibili­ que es absolutamente singular y distinto de cualquier otra co­
dad del espacio público y del campo jurídico-político mundial, del sa, relacionarse con el otro en su plena alteridad y decidir an­
«mundo» mismo, entonces no podemos esperar nada bueno por te la infinita perfectibilidad de cualquier decisión. La justicia
ese lado, según me parece. requiere de nosotros que calculemos lo incalculable y que de­
cidamos lo indecidible. En suma, la justicia requiere la expe­
Lo que le falta al terrorismo es la proyección hacia un futu­ riencia de la aporía, ciertamente una experiencia imposible.
ro y el interés en la perfectibilidad del presente, que Derrida Y, sin embargo, insiste Derrida, «n o hay justicia sin esta expe­
identifica con la demanda inagotable de justicia. En este sen­ riencia, por imposible que ella sea»41. Mantener el hiato entre
tido, el terrorismo simplemente carece de justicia. justicia y derecho significa mantenem os atentos a la imposi­
ble promesa de la utopía.
Por eso, si en esta violencia desenfrenada y sin nombre tu­ La concepción de lajusticia de Derrida exige un concepto
viera que tomar partido en una situación binaria, yo lo tomaría. diferente de responsabilidad, que ya emergió en relación con
A pesar de mis reservas radicales con respecto a la política nor­ la religión. Pues si lajusticia no se puede constreñir dentro de
teamericana, incluso europea, e incluso, con mayor amplitud, las fronteras del derecho, de lo calculable y de lo universal, la
con respecto a la coalición «antiterrorista internacional», a pe­ responsabilidad n o se puede concebir bajo la égida del agente
sar de todo, a pesar de todas las traiciones de hecho, a pesar de moral autónom o, definido com o la capacidad que tiene cada
todas las infracciones contra la democracia, el Derecho Interna­ individuo de legislar para sí mismo. Esta concepción clásica de
cional, las instituciones internacionales que los Estados de esta la autonomía, expuesta por Kant, entiende la responsabilidad
«coalición» han fundado y respaldado hasta cierto punto, yo to­ com o el m om ento fundador de un orden legal separado. En
maría partido por el campo que deja, en principio, en derecho, una contraste, Derrida cree que tal m om ento fundador excede la
perspectiva abierta a la perfectibilidad, en nombre de lo «políti­ ley que él establece. Del mismo m od o com o la justicia excede
co», de la democracia, del Derecho Internacional, de las insti­ el derecho, se necesita que haya un concepto de responsabi­
tuciones internacionales, etc. lidad que exceda la autolegislación del libre albedrío. Com o
lajusticia, una responsabilidad radicalmente incondicional es
La visión que tiene Derrida de lajusticia lo lleva a interpre­ una experiencia imposible, sin que, sin embargo, no sea posi­
tar el derecho com o universal y la justicia únicamente com o ble que n o haya ética y moralidad. Ser responsable es respon­
particular. Mientras que el ámbito legal presupone la genera­ der al llamado del otro: otro individuo, otra cultura, otro tiem­
lidad de reglas, normas e imperativos universales, lajusticia tie­ po. Tal respuesta también me hace responsable del otro «en
ne que ver con los individuos, con el carácter único de sus vidas mí mismo».
y sus situaciones. En la medida en que el derecho se organiza
alrededor de la exigencia de universalidad — reglas e impera­ Para ser justa, la decisión de un juez, por ejemplo, no debe

tivos— , opera en el dom inio de lo que es posible, a menudo solamente ajustarse al derecho, o a una ley general, sino que la

predecible y ciertamente calculable. En lugar de ello, la justi­ debe asumir, aprobar, confirmar su valor, mediante un acto de

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La filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

interpretación que la vuelve a instituir, como si en definitiva nada ne que una guerra sólo puede tener lugar entre dos Estados
existiera previamente a la ley, como si el mismo juez inventara soberanos. N o es sólo que ningún Estado haya ofrecido for­
la ley en cada caso. [... ] En suma, para que una decisión seajusta malmente ayuda o soporte al terrorismo, sino también que la
y responsable debe, en su mismo momento, si lo hay, ser a la vez tesis de la administración Bush de que hay naciones que «am­
regulada y sin regulación: debe confirmar la ley y también destruir­ paran» la actividad terrorista es difícil de probar, dado que Lon­
la o suprimirla lo suficiente para tener que inventarla de nuevo dres, Madrid y Hamburgo han albergado células terroristas en
en cada caso, volverla ajustificar, al menos volverla a inventar en las que se entrenó, adoctrinó y despachó a numerosos indivi­
la afirmación de la nueva y libre confirmación de su principio42. duos.
El problema de la soberanía, dice Derrida en nuestro diálo­
La promesa europea go, afecta las relaciones internacionales también en otro ni­
vel: el carácter incompleto de los procesos de secularización en
En la visión de Derrida, después del 9 /1 1 la política in­ la política de hoy. La visión de Derrida es que el 9 /1 1 reveló el
ternacional y la diplomacia se beneficiarían enormemente si conflicto existente entre dos teologías políticas. De un lado es­
trabajaran conjuntamente con los filósofos. Más que nunca, el tán los Estados Unidos, la única gran potencia democrática en
desafío de hoy es desarrollar un marco crítico para evaluar y mantener la pena de muerte y en cultivar una impronta bíbli­
volver a inventar el lenguaje de las relaciones internacionales. ca cristiana en su discurso político. Del otro está su enemigo,
La filosofía podría cumplir un papel único en esta coyuntura que se identifica a sí mismo com o islámico. Derrida observa que
porque ella sabe cóm o examinar los vínculos entre el sistema no solamente está el hecho de que estas dos teologías políticas
jurídico-político y la herencia filosófica que lo produjo. Sólo brotan de la misma fuente abrahámica, sino también que el epi­
mediante la apropiación de esta compleja red de vínculos ex­ centro de su conflicto, al m enos simbólicamente, es el Estado
plícitos e implícitos ocurrirá la transformación del sistema. Con de Israel (un estado ju d ío) y el Estado virtual de Palestina.
su acceso privilegiado a ellos, la filosofía puede ayudar a eva­ El frente, tal com o lo ve Derrida, no es el Oriente contra el
luar el lenguaje que se utiliza en la política internacional y con Occidente, tal com o se lo configura comúnmente. Más bien, es
el tiempo plantear la cuestión de la responsabilidad (account- entre los Estados Unidos y una Europa a la que identifica com o
ability) de quienes la manejan. el único actor secular en la escena mundial. Al nombrar a Eu­
Tras el 9 /1 1 , es necesario volver a plantear desde el princi­ ropa, Derrida se refiere a «una nueva figura de Europa», o la
pio un número de problemas grandes y difíciles. U no de ellos, Europa-por-venir, y no a la Comunidad Europea, a la que no
según Derrida, es el de la soberanía, que constituye la especial obstante acredita com o una de las más avanzadas culturas po­
aporía del cosmopolitismo: cóm o establecer un Derecho Inter­ líticas n o teológicas.
nacional sin un gobierno mundial. La política mundial parece La reflexión de Derrida sobre la Europa-por-venir com en­
girar sobre estos goznes. Por ejemplo, el problema de la sobe­ zó en 1990, cuando el filósofo italiano Gianni Vattimo le pidió
ranía domina la discusión sobre la legitimidad de declarar la que respondiera a la pregunta por la identidad cultural eu­
guerra contra el terrorismo. Derrida la llama «una guerra sin ropea, sólo unos pocos meses después de la caída del muro de
guerra». Siguiendo la senda de Cari Schmitt, Derrida mantie­ Berlín. De manera sorpresiva, dado su hábito de abstenerse

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

de hacer declaraciones axiomáticas, en aquella ocasión Derri- basada en la diferencia y la heterogeneidad45. Para ser res­
da ofreció una que repite mi anterior discusión de los límites ponsables deesta memoria europea necesitamos transformar­
y la identidad en relación con el m uro de Berlín: «L o que es la hasta el punto de reinventarla. De este m od o n o nos limita­
propio de una cultura no tiene que ser idéntico a sí mismo»43. remos a repetir o a abominar su nombre. Esta transformación
La identidad implica diferenciación interna o, en su formu­ tendrá lugar solamente si aceptamos la posibilidad de una im­
lación, «diferencia consigo mismo». La relación consigo mis­ posibilidad, la experiencia de la aporía.
m o produce cultura; pero n o hay cultura sin relación con el
otro. Ninguna cultura tiene un origen único y es de la propia Es necesario que nos convirtamos en los guardianes de una
idea de Europa, de una diferencia de Europa, pero de una Euro­
naturaleza de la cultura el explorar la diferencia, el desarro­
pa que consiste precisamente en no encerrarse en su identidad
llar una apertura sistemática hacia los demás dentro de la pro­
y en avanzar como una vía ejemplar hacia lo que no es, hacia el
pia cultura, así com o en las otras culturas.
otro rumbo o hacia el rumbo del otro46.

De un lado, no se puede dispersar la identidad cultural euro­


La noción de capital aparece en el título que Derrida dio
pea [...] N o se la puede ni se la debe dispersar en una miríada
a su breve libro sobre Europa: The OtherHeadingf1. El libro es­
de provincias, en una multiplicidad de idiomas cerrados o de
tá destinado a responder a la promesa política de una Euro­
pequeños nacionalismos mezquinos, cada uno celoso e intradu­
pa unificada haciéndose responsable del pasado europeo: un
cibie. N o debe y no puede renunciar a los espacios de gran circu­
pasado que Derrida espera que proteja a Europa y a la vez le
lación y tráfico pesado, de grandes avenidas y vías públicas de
dé otro rumbo, otro destino. En términos geográficos, Euro­
traducción y comunicación y, con ello, de mediatización. Pero,
pa se ha visto a sí misma com o un prom ontorio o un cabo: la
por otro lado, no puede y no debe aceptar una capital como au­
porción extrema de Eurasia o el punto de partida de descubri­
toridad centralizada que, mediante sus mecanismos transeuro­
mientos y colonizaciones. Aun cuando la necesidad de una ca­
peos [ ...] controle y estandarice44.
pital física, de una única metrópoli que cumpla la función de
ser el corazón de una nación, ya tiene sus años, el «discurso
Más allá del eurocentrismo y del antieurocentrismo, dos de la capital» aún permanece intacto. Este discurso está entre­
programas que Derrida caracteriza com o «inolvidables» pero mezclado con la cuestión de la identidad europea. La cultura
«agotados», ¿cuál es la identidad europea de la que somos res­ europea es responsable de la emergencia del ideal de la nación-
ponsables? ¿Qué recuerdo y qué promesa evoca el nom bre de Estado «encabezado» (headed) por una ciudad capital. París,
Europa? ¿Por quién y ante quién somos responsables? Derrida Berlín, Roma, Bruselas, Ámsterdam, Madrid, son todas capita­
enumera dos clases de responsabilidades. Está la responsabili­ les en este sentido fuerte de la palabra. La palabra «capital» vie­
dad hacia la memoria y está la responsabilidad para con uno ne de la palabra latina caput, cabeza, la cual aparece también
mismo. Mientras que la responsabilidad para con uno mismo en numerosas y muy variadas expresiones, tales com o los enca­
subyace a la necesidad de un compromiso personal e incondi­ bezamientos de un periódico o, en inglés, el título (heading) de
cional con el proceso de toma de decisiones, la responsabili­ un libro. Europa, para Derrida, es el nom bre para la dirección
dad hacia la memoria exige una autocomprensión histórica de la cultura, la ejemplar dirección para todas las culturas.

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La filosofía en u n a época de terror

Hacerse responsable de Europa significa responder al teji­ N otas


do de facetas que constituyen su pasado, su presente y su futu­
ro, y reinventar sus relaciones. La soberanía, a la que Derrida
da el nom bre de «discurso de la capital», es la primera en la
lista. Para hacerlo tenemos que creer en contaminaciones pa­
radójicas com o la de «el recuerdo de un pasado que nunca ha
estado presente» o «el recuerdo del futuro». Después de to­
do, señala Derrida, el movimiento de la memoria no está nece­
sariamente atado al pasado. La memoria no es un asunto sólo P r e f a c io
de preservar y conservar el pasado, al estar éste siempre ya vuel­
* n .t . En español es común utilizar para estos casos una expresión co­
to hacia el futuro, «hacia la promesa, hacia lo que viene, lo que m o 11-S. En este libro se deja intacta la forma original como se usa en
llega, lo que suceda mañana»48. inglés una fecha cuando se la quiere utilizar como un nombre ( 9 /1 1 ) ,
debido al papel central que ella cumple en los textos, muy especialmen­
Esta otra dirección es el rumbo en el cual Europa, la actual te en la entrevista ajacques Derrida y en el ensayo de Giovanna Borra-
Europa, debería estar viajando. Es también la dirección hacia dori a propósito de ella.
una nueva forma de soberanía, requerida con urgencia si el 1 Immanuel Kant, La paz perpetua, trad. Baltasar Espinosa, Madrid, Agui-
lar, 1966, p. 67.
cosmopolitismo se ha de convertir en una realidad política en
2 Kant, op. át., p. 72.
el m undo posterior al 9 /1 1 . Este destino no es ni nuevo ni vie­
jo , sino la memoria de un pasado que jamás ha sido presente. I n t r o d u c c ió n
Este es el recuerdo de una promesa: la emancipación, o la pro­ El terrorismo y el legado de la Ilustración
HABERMAS Y DERRIDA
mesa de la Ilustración.
1 Aristode, Poetics, trans. and with an intro. Gerald F. Else (University o f
Michigan Press, 1967), p. 33.
2 Hay algunas excepciones notables a la visión predominante que ha­
bía iniciado Aristóteles. U n ejemplo sobresaliente es el del filósofo ita­
liano del siglo xviii Giambattista Vico, quien defendía la prioridad de
la historia y la memoria sobre la razón, entendida como una facultad
intemporal. A su pensamiento subyace el principio de que «lo verdade­
ro y lo hecho son lo mismo», verum ipsurnfactum. Si por «lo hecho» en­
tendemos el ámbito de hechos y eventos producidos por el hombre, lo
que Vico defiende es la idea de que el conocimiento histórico puede as­
pirar a la certeza absoluta. Al contrario del punto de vista racionalista de
Descartes, la tesis de Vico es que las ciencias humanas pueden proporcio­
nar un conocimiento exacto, pues las sociedades, lo mismo que los acon­
tecimientos históricos, son nuestra propia creación. Véase Giambattista
Vico, The New Science: Unabridged Translation of the Third Edition, rev. ed.,
trans. Thomas Goddard Bergin and Max Harold Fisch (Com ell Univer­
sity Press, 1984).
3 El tratado On Liberty de John Stuart Mili es un manifiesto del principio
de libertad negativa. «El objeto de este ensayo es aseverar un princi-

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L a filosofía en u n a época de terror G iovanna B orradori

pió muy simple [...] que el único fin que justifica que la humanidad, in­ 13 El primer punto que se señala repetidamente a lo largo del libro es
dividual o colectivamente, interfiera con la libertad de alguno de sus que lajusticia política, moral, criminal, involucra las acciones particula­
miembros, es la protección de sí misma. Que el único propósito con el res de personas particulares, de m odo que cualquier juicio que se emita
que se puede ejercer poder legítimamente sobre algún miembro de la estará desvirtuado tan pronto como se olvide este aspecto clave. Una de
comunidad civilizada contra su voluntad es evitar hacer daño a otros. sus principales acusaciones a la forma como se procedió en Jerusalén es
Su propio bien, físico o moral, no es una justificación suficiente» (John que el proceso fue deliberadamente maniobrado, a pesar de las intencio­
Stuart Mili, On Liberty, New York, Norton, 1975, p. 48). nes de los jueces, en función de intereses de grupo, tanto durante los
4 Cuando se pide reflexionar en modelos de compromiso político entre eventos que se estabanjuzgando como en el momento del juicio, el cual
los filósofos del siglo xx, muchos lectores pensarán en Jean-Paul Sartre tuvo lugar quince años después de terminada la guerra. Para Arendt era
primero que en Russell o Arendt. Quiero subrayar que mi interés aquí muy problemático que durante el juicio no se hubiera puesto de presen­
es el contraste entre dos formas diferentes de entender la relación entre te la cuestión de la colaboración judía. Además, en su opinión, el go­
filosofía y política: me parece que este contraste se ve con máxima cla­ bierno israelí quería un juicio que le recordara al mundo el sufrimiento
ridad en la yuxtaposición de estas dos figuras. Además, la base que tengo del pueblo judío y que les permitiera finalmente a los sobrevivientes te­
para poner en una misma línea a Arendt, Habermas y Derrida es la ex­ ner una audiencia oficial. El hecho de que hubiera una agenda política
periencia de la historia como trauma. La articulación que hace Arendt dirigiendo el juicio es una perversión de lajusticia, independientemen­
de la filosofía com o respuesta al trauma histórico se cruza con las tra­ te de la simpatía que se pueda sentir con respecto a las motivaciones para
yectorias personales de Habermas y Derrida. ello. La controversia se volvió tan amarga que llevó a Gershom Scholem,
el eminente sionista, a declarar cruelmente que el reportaje de Arendt
3 Bertrand Russell, Philosophy and Politics (Cambridge University Press
1947), p. 20. sobre el juicio de Eichmann carecía de «Ahabath Israel», o amor por el
pueblo judío. Véase Seyla Benhabib, «Arendt’s Eichmann in Jerusalem»,
6 Ibid., p. 26.
in The Cambridge Companion to Hannah Arendt, ed. Dana R. Villa (Cam­
7 Ibid., p. 8. bridge University Press, 2000), pp. 65-85. Sobre este tema se pueden en­
® Noam Chomsky, 9-11 (Seven Stories Press, 2001). contrar recursos excelentes en Richard J. Bemstein, Hannah Arendt and
theJewish Question ( m it Press, 1996) y Dana R. Villa, Politics, Philosophy, Te­
9 Hay muchos aspectos de la anatomía arendtiana del totalitarismo que
rror. Essays on the Thought of Hannah Arendt (Princeton University Press,
no podré discutir aquí. Por ejemplo, Arendt enfatiza que la instalación
de regímenes totalitarios a mediados del siglo xx es el resultado del pro­ 1999).
gresivo empobrecimiento de la concepción occidental de ciudadanía. 14Jürgen Habermas, «Ideologies and Society in Post-War World», in Au-
Simbólicamente, esto significa el triunfo del bourgeois, el individuo codi­ tonomy and Solidarity: Interviews withJürgen Habermas, ed. con una intro­
cioso que busca la riqueza y el poder a cualquier costo, sobre el átoyen, ducción por Peter Dews (Verso, 1986), p. 43.
alguien que cree en el valor de la vida política. En su lectura de los acon­ 43 La expresión «pasado indominable» (unbewaltigte Vergangenheit) surgió
tecimientos, el imperialismo del siglo xix, con su afán de conquista glo­
en el contexto de la historia intelectual alemana posterior a la Segunda
bal más allá de las fronteras de la nación-Estado, abre el escenario para
Guerra Mundial. Fue acuñada para describir las tentativas de los alema­
que surjan movimientos políticos cuyo interés es la autoafirmación de
nes de asimilar el pasado nazi. Volvió a tener gran importancia durante el
su identidad racial, étnica o nacional, más que la preocupación por un
Historikerstreit sobre la normalización del pasado alemán. Véase Charles
mundo público estable y autocontenido. Véase Hannah Arendt, The Ori-
S. Maier, The Unmasterable Past: History, Holocaust, and Germán National
gins ofTotalitarianism (Alien and Unwin, 1967).
Identity (Harvard University Press, 1988).
10 «Si queremos sentirnos a gusto en esta tierra, aún al precio de sentir­
16 Ernst Nolte, «Vergangenheit, die nicht vergehen will. Eine Rede, die
nos a gusto en este siglo, debemos tratar de tomar parte en el intermina­
geschrieben, aber nicht gehalten werden konnte», FrankfurterAllgemeine
ble diálogo con la esencia del totalitarismo». Hannah Arendt, «Unders-
Zeitung, June 6 ,1 9 8 6 .
tanding and Politics (The Difficulties o f Understanding)», in Essays in
Understanding 1930-1954, ed. Jerome Kohn (Harcourt, Brace & Co., 17Jürgen Habermas, «O n the Public Use o f History», in Habermas, The
1994), p. 323. New Cmseroatism: Cultural Criticism and the Historians’Debate, ed. and trans.
11 Arendt, The Origins ofTotalitarianism, p. 457. Shierry Weber Nicholsen, with an intro. Richard Wolin ( m it Press, 1989),
p. 229.
12 Hannah Arendt, Eichmann inJerusalem: A Report on theBanality ofEvil
(Viking Press, 1963). 13 Habermas, «O n the Public Use o f History,» p. 233.

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L a filosofía en una época de terror G iovanna B orradori

Jacques Derrida, «Circumfession», in Geoffrey Bennington and Jac- 28 Kant, «Respuesta a la pregunta: “¿qué es la Ilustración?”», p. 64.
ques Hernán, Jacques Derrida, trans. Geofifrey Bennington (University o f 29 Ayatollah Ruhollah Khomeini, Radio Announcement, 14 February
Chicago Press, 1993), p. 58. 1989, «Fiction Fact, and the Fatwa,» in TheRushdieLetters. Freedom to Speak,
20 Derrida, «Circumfession,» p. 73. Freedom to Write, ed. Steve Mac Donogh (University o f Nebraska Press,
1993), p. 130.
21 Además, la noción misma de especie tiene una historia específica que
se remonta a Aristóteles, quien utilizaba la palabra eidos para las espe­ 30 Kant vivió una experiencia de primera mano con el prejuicio religio­
cies, en contraste con los particulares (un individuo) y el género (el reino so cuando, a raíz de la publicación de un tratado sobre la religión, ofen­
animal). Véase Aristóteles, «Categories» 2al4, in The Categories; On Inter- dió a Federico Guillermo II, rey de Prusia. A diferencia de su predecesor,
pretation, trans. Harold P. Cooke; Prior Analytics, trans. Hugh Tredennick Federico el Grande, Guillermo II no era partidario de la tolerancia reli­
(Harvard University Press, 1973). giosa. Mientras que Salman Rushdie recibió una amenaza de muerte
mundial, que incluía a sus editores y traductores, por parte del gobierno
22 El ensayo en el que Derrida desarrolla esta línea de argumentación
teocrático de Irán, a Kant se le exigió formalmente mediante una carta
se titula «The Ends o f Man» y fue leído en el coloquio «Philosophy and
la promesa de que jamás volvería a escribir sobre la religión. El aceptó
Anthropology» que tuvo lugar en New York en octubre de 1968. Se le pi­
con reticencias el requerimiento en su calidad de «El Súbdito Más Leal
dió específicamente que hiciera un comentario acerca del estado del de­ De Su Majestad». Esta calificación le permitió volver a escribir sobre reli­
bate sobre el humanismo en la filosofía francesa de la posguerra. Derrida
gión tras la muerte del rey, la cual ocurrió sólo tres años después. Como
declaró desde el comienzo la implicación política de su intervención. «Re­ explicaría más tarde Kant, la muerte del rey lo liberó de su promesa, pues
cuérdese que estas semanas fueron las de la apertura de las conversacio­ él ya no era más ese súbdito específico del rey. [Véase Immanuel Kant,
nes de paz sobre Vietnam y del asesinato de Martin Luther King. Un poco GesammelteSchriften (PrussianAcademyofSciences), 1900ff, vn, pp, 7-10].
más tarde, cuando escribía este texto, las universidades de París fueron
31 Christopher Norris ha afirmado, de manera más lúcida que cualquie­
invadidas por las fuerzas del orden social, por primera vez a petición de
ra, la necesidad de reconocer la heterogeneidad del posmodemismo y
un rector, y posteriormente vueltas a ocupar por los estudiantes en los
ha advertido a los académicos sobre el peligro de confundir posiciones
disturbios que ustedes conocen [...] Simplemente creí que debía mar­
serias y cuidadosamente elaboradas con esa especie de embrollo filosó­
car, fechar y participar a ustedes las circunstancias históricas en las cua­
fico con el que algunas veces se dejan seducir los teóricos. Para Norris,
les preparé esta comunicación. Me parece que ellas pertenecen con todo
Jean Baudrillard es un depurado representante de la vena anti-Ilustra-
derecho al campo y a los problemas de que trata este coloquio.» Jacques
ción a la que erróneamente se acusa a Derrida de pertenecer. Desde su
Derrida, «Les fins de l’hom me», in Marges de la Philosobhie (Les Editions
perspectiva, Baudrillard hace equivalentes «lo que actualmente y de
de Minuit, 1972), p. 135.
manera contingente es “más persuasivo creer” con los límites de lo que
2^ Véase Jean-Paul Sartre, Being and Nothingness. AnEssay in Fundamental es posible saber desde un punto de vista crítico e interesado por la ver­
Ontology, trad. con una intro. Hazel E. Bames (Citadel Press, 1956) y The dad. Por supuesto, esto va junto con la m oda más amplia de las teorías
Emotions. Outline ofa Theory, trad. Bemard Frenchtman (Philosophical del conocimiento pragmatistas, antifúndacionalistas o consensúales, las
Library, 1948). cuales dan por sentado que la “verdad” en una situación dada sólo pue­
24 Derrida critica profundamente la apropiación que hizo el existen- de ser un asunto de los valores y creencias que prevalecen de hecho en­
tialismo francés de la tradición alemana, incluyendo a Hegel, Husserl tre los miembros de alguna “comunidad de interpretación” existente...»
y Heidegger, a la cual ve como menos dependiente del ideal antropoló­ [ Uncritical Theory. Postmodemism, Intellectuals and the GulfWar (The Uni­
gico de la unidad esencial del hombre: «La lectura antropológica de He­ versity o f Massachussetts Press, 1992), p. 16]. Por el contrario, la orienta­
gel, de Husserl y de Heidegger era un contrasentido, quizás el más grave ción deconstructiva de Derrida no rechaza que haya criterios de
de todos. Y fue esta lectura la que proporcionó los mejores recursos con­ referencia, validez y verdad. La posición de Norris, que yo apoyo com­
ceptuales al pensamiento francés de la posguerra». (Derrida, «Les fins pletamente, es que urna de las virtudes del trabajo de Derrida radica en
de l’hom me,» p. 139). que «plantea problemas de rendición ética de cuentas (junto con cues­
25 Ibid., p. 137. tiones epistemológicas) que se hacen invisibles debido al recurso directo
a la referencia, las intenciones, la autoridad textual, la lectura correcta,
26 Habermas, «O n the Public Use o f History,» p. 234. la justificación por parte del autor, etc.» (p. 18). Esto es lo que le per­
2^ Immanuel Kant, «Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?», mite a Norris hacer la importante afirmación de que Derrida «apoya el
en Filosofía de la historia, traducción de Emilio Estiú, Buenos Aires, Edi­ impulso de la crítica ilustrada aunque someta esta tradición a una reva­
torial Nova, 1964, p. 58. loración radical de sus conceptos y categorías fundamentales» (p. 17).

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32 La expresión «Teoría Crítica» fue acuñada por Max Horkheimer en 35 La crítica de Derrida a la tolerancia fue anticipada por uno de los
un artículo titulado «Teoría tradicional y teoría crítica» (véase Max Hor principales representantes de la Teoría Crítica: Herbert Marcuse. En un
kheimer, «Teoría tradicional y teoría crítica», en Teoría crítica, traducción breve ensayo titulado «Repressive Tolerance,» de 1965, Marcuse escribió
de Edgardo Albizú y Carlos Luis, Buenos Aires, Amorrortu, 1974, pp. lo siguiente, en la misma línea de las reservas de Derrida con respecto
223-271). Publicado en 1930, cuando era director del Instituto de In­ a la noción de tolerancia: «Lo que hoy se proclama y practica como tole­
vestigaciones Sociales en Frankfurt, este artículo presenta los puntos de rancia sólo sirve, en la mayoría de sus manifestaciones más efectivas, a
vista que circulaban entre un grupo de filósofos y teóricos sociales que la causa de la opresión». Herbert Marcuse, «Repressive Tolerance,» in
incluían a Theodor W . Adorno, Herbert Marcuse y Walter Benjamín. Robert Paul Wolff, Barrigton Moore, Jr., Herbert Marcuse, A Critique of
Habermas es el más importante intérprete de la segunda generación de Puré Tolerance (Beacon Press, 1965), p. 81. Contra la concepción clásica,
esta línea de pensadores a los que se conoció con el nombre de «Escuela liberal, de la tolerancia, Marcuse aboga por «la práctica de la tolerancia
de Frankfurt». Las posiciones que se asocian bajo este título general dis­ discriminativa [...] La tolerancia que es el elemento vital, la marca distin­
tan mucho de ser homogéneas, tanto entre sus propios representantes
tiva de una sociedad libre, jamás será el regalo de los poderes estableci­
como a través del tiempo. Aún más: la evolución filosófica de Habermas
dos; en las condiciones prevalecientes de tiranía de la mayoría, sólo puede
está marcada por diversas evaluaciones de las posiciones de los principa­
ser ganada mediante el esfuerzo sostenido de las minorías radicales que
les teóricos de la Escuela de Frankfurt. Una discusión de la complejidad
quieren romper esta tiranía y trabajar en favor del surgimiento de una
de estas relaciones dentro de la orientación general de la Teoría Crítica
mayoría libre y soberana: minorías intolerantes, militantemente intole­
nos llevaría más allá de los límites de esta introducción. La bibliografía
rantes y desobedientes de las reglas de conducta que toleran la destruc­
sobre el tema es amplia. Menciono solamente dos artículos de Habermas
ción y la supresión» (123).
dedicados a la primera generación de pensadores de la Teoría Crítica
asociados con la Escuela de Frankfurt: «Horkheimer y Adorno: el entre­
lazamiento de mito e Ilustración», in Jürgen Habermas, El discursofilo­
sófico de la modernidad, trad. Manuel Jiménez Redondo, Madrid, Taurus, SECCIÓN PRIMERA
1988, pp. 135-162, y «Psychic Thermidor and the Rebirth o f Rebellious
Subjectivity,» in Habermas and Modemity, ed. Richard J. Bernstein ( m it
Press, 1985), pp. 67-77. El lector puede buscar una orientación inicial
Fundamentalismo y terror
general en el ensayo de Albrecht Wellmer, «Reason, Utopia, and the Dia- D iálogo con Jürgen H abermas
lectic of theEnlightenment» in Habernos and Modemity, pp. 35-66. Finalmen­
te, como Adorno fue el pensador de esta época más cercano a Habermas,
1 Este diálogo tuvo lugar en diciembre de 2001, tres meses después de
se puede consultar el excelente ensayo de Romand Coles titulado «Iden-
los atentados del 9 /1 1 .
tity and Difference in the Ethical Positions o f Adorno and Habermas»,
in The Cambridge Companion to Habermas, ed. Stephen K. White (Cam­ 2 El doce de noviembre de 2001, sólo dos meses y un día después de
bridge University Press, 1995), pp. 19-45. los atentados del 9 /1 1 , un avión comercial se estrelló en el sector de
Queens, en Nueva York, con un saldo de 265 personas muertas: 260 que
33 En el diálogo, Derrida extiende su rechazo de la universalidad de la
tolerancia a la noción de religión, la cual, debido a su demarcación abra- iban a bordo del avión y cinco que estaban en tierra. De toda la ciudad
hámica, no se puede utilizar de manera indiscriminada en todos los con­ se apoderó el temor de que la estrellada fuera el resultado de otro aten­
textos en todo el mundo. tado terrorista. Habermas, quien se encontraba por entonces en Nueva
York, vivió ese momento de primera mano.
34 Para Derrida, la tolerancia es un principio que no se puede reducir
a una regla aplicable. Así como la justicia no se puede definir en térmi­ 3 Habermas se refiere aquí a las conversaciones de paz que tuvieron lu­
nos de ley, pues es posible que haya leyes injustas, es necesario mantener gar a finales de noviembre de 2001 en las cercanías de Bonn, en Alema­
a la tolerancia como algo distinto a normas o decisiones políticas especí­ nia. Allí se reunieron los líderes políticos de la Alianza del Norte, con­
ficas. Kant parece insinuar una posición similar cuando se refiere a la formada en su mayor parte por las etnias de los tajikas, uzbekos y hazras,
actitud ilustrada de Federico el Grande de Prusia: «Un Príncipe que no y por tres facciones de exiliados, en su mayoría pashtunes, conocidas co­
encuentra indigno de sí declarar que sostiene como deber no prescribir m o los grupos de Roma, Chipre y Peshawar. El grupo de Roma represen­
nada a los hombres en cuestiones de religión, sino que les deja en ple­ tó a los aliados del antiguo rey, cuyo retomo fue rechazado por la Alian­
na libertad y que, por tanto, rechaza el altivo nombre de tolerante, es un za del Norte, incluso como figura simbólica.
príncipe ilustrado» (Kant, «Respuesta a la pregunta: “¿qué es la Ilustra­ 4 Se trata del discurso de aceptación de Habermas del Premio de Paz
ción?”» p. 65). de la Asociación de Editores y Libreros Alemanes, el cual recibió en la

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Paulskirche, Frankfurt, en octubre de 2001. El tema del discurso fue la 9 El contexto social en el que el «uso público» de la razón es más obvia­
biotecnología. Sin embargo, como le fue entregado un mes después de mente crucial es el académico, el cual es señalado por Kant como el mo­
los atentados del 9 /1 1 , Habermas enmarcó el tema original en el pro­ delo ideal de todos los intercambios políticos: «Entiendo por uso público
blema más amplio de la rivalidad entre lo que él llama «ciencia orga­ de la propia razón el que alguien hace de ella, en cuando docto, y ante
nizada» y «religión organizada»: «si un lado le temía al oscurantismo y la totalidad del público del mundo de lectores. Llamo uso privado al em­
al retorno de una sospecha atávica hacia la ciencia, el otro acusaba a la pleo de la razón que se le permite al hombre dentro de un puesto civil
creencia dentista en el progreso de un crudo naturalismo que minaba o de una función que se le confia» («Respuesta a la pregunta “¿qué es la
las bases de la moralidad. Pero después del 11 de septiembre la tensión Ilustración?», p. 60). El uso privado de la libertad, que Kant también cali­
entre la sociedad secular y la religión explotó de un m odo enteramente fica con el término «civil», es lo que llamamos aveces «discreción indivi­
distinto». Süddeutsche Zeitung, 15 de octubre de 2001. dual», el ejercicio del juicio individual dentro de los límites establecidos
5 Habermas se refiere al debate que abrió el artículo de Samuel P. Hun- por el sistema legal, así como por las circunstancias de nuestras propias
tington «The Clashof Civilizations?» publicado enForeignAffairsen 1993. responsabilidades sociales. Para Kant, pensar libremente, en el sentido
El argumento de Huntington es que la política mundial se está reconfi­ teorético, y actuar libremente, en el ámbito práctico, son funciones dis­
gurando culturalmente, de m odo que los conflictos del futuro no se da­ tintas, aunque estructuralmente interdependientes: «Un mayor grado
rán por motivos económicos o políticos sino con base en diferentes va­ de libertad civil parecería ventajoso para la libertad del espíritu del pue­
lores culturales. Las «culturas» islámica, occidental y asiática son las que blo y, sin embargo, le fija límites infranqueables. U n grado menor, en
más parecen preocupar a Huntington. Véase Samuel P. Huntington et cambio, le procura espacio para la extensión de todos sus poderes» (p.
66). Aunque parezca que un mayor grado de libertad civil estimula la li­
al., The Clash o f Civilizations'? The Debate (Foreign Affairs, 1993); Many
bertad intelectual, Kant advierte que esto no siempre es el caso. La liber­
Globalizations. CulturalDiversity in the Contemporary World, ed. Peter L. Ber-
tad civil, o poder discrecional, requiere reglas para ser ejercida. En au­
ger and Samuel P. Huntington (Oxford University Press, 2002).
sencia de éstas se convierte en un asunto de preferencias personales y no
en el resultado de la argumentación racional de las decisiones o posicio­
nes personales. La libertad intelectual, o la fuerza del mejor argumento,
R econstruir el terrorismo : H abermas puede florecer entonces sólo en un contexto democráticamente regu­
lado en el que los individuos se sientan con el poder suficiente para dis­
1Jürgen Habermas, «What Theories Can Accomplish,» in ThePastasFu- cutir acerca de la validez de las reglas a las que se han sometido. La ilus­
ture, p. 103. tración ocurrirá si las restricciones impuestas por la legislación permiten
2 Ibid., p. 102. a los ciudadanos hacer un «uso público» de su razón. De este modo,
hombres y mujeres desarrollarán la naturaleza humana, cuya «inclina­
3 Desde una perspectiva comunicativa, la guerra del Golfo se le presen­
ción y disposición», dice Kant, es precisamente hacia la ilustración (ibid).
tó al público como un montaje producido por los medios; en contraste,
el 9 /1 1 fue narrado y televisado en tiempo real. La noción de aconteci­ 10 Habermas, «Yet Again: Germán Identity-AUnified Nation o f Angry
miento histórico mundial que utiliza Habermas para especificar el ca­ DM-Burghers,» in New Germán Critique, volume 5 2 ,1 9 9 1 , pp. 86-102.
rácter singular del 9 /1 1 se refiere a la simultaneidad de la realidad y la 11A pesar de su afiliación política con los nazis, lo cual claramente afec­
representación en el ámbito global, o mundial. ta muchas de sus opiniones, Cari Schmitt sigue siendo el tema de un pro­
4 Jürgen Habermas, «The GulfWar,» in ThePastasFuture, p. 6. ductivo debate entre los jóvenes teóricos políticos y filósofos del derecho.
5 Ibid., p. 7. Véase, por ejemplo, Gershon Weiler, From Absolutism to Totalitarianism:
Cari Schmitt on Thomas Hobbes (Hollowbrook Publishers, 1994); Heinrich
6 Hans-Georg Gadamer llama a esta interacción «fusión de horizontes», Meier, Cari Schmitt and Leo Strauss: The Hidden Dialogue, trans.J. Harvey
negando con ello la posibilidad de abordar o de dar cuenta de una tra­ Lomax (University o f Chicago Press, 1995) y The Lesson of Cari Schmitt:
dición de una manera inmediata o neutral, pues el presente es el ángulo Four Chapters on the Distinction between Political Theology and Political Phi-
único desde el cual el acceso al pasado se hace disponible. Véase Hans- losophy, trans. Marcus Brainard (University o f Chicago Press, 1998) ¡John
Georg Gadamer, Verdad y método, i-n, Salamanca, Sígueme, 1992. P. McCormick, Cari Schmitt’s Critique ofLiberalism: Against Politics as Techno­
7 Habermas, «Europe’s Second Chance,» in TheFuture ofthePast, p. 96. logy (Cambridge University Press, 1997).
8 Kant, «Respuesta a la pregunta: “¿qué es la Ilustración?”», en Filosofía 12 Si el colonialismo británico aplazó el desarrollo de este modelo de na­
de la historia, traducción de Emilio Estiú, Buenos Aires, Editorial Nova, ciones soberanas alrededor del mundo, las tendencias imperialistas que
1964, p. 60. Schmitt atribuye tanto a la URSS como a los eu hicieron exactamente lo

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mismo. Para tener un sentido del papel que Schmitt le atribuye a Euro­ 21 Lo cual contrasta con el rechazo que tuvo el libro de parte de los dos
pa, véase John McCormick, «Cari Schmitt’s Europe. Cultural, Imperial padrinos de la Teoría Crítica, Horkheimer y Adorno, cuando fue presen­
and Spatial Proposals for European Integration 1923-1955», sin publi­ tado com o Habiütationschrifi, la disertación con miras a una calificación
car aún. Diferentes versiones de este artículo fueron presentadas en el posdoctoral que requieren los profesores alemanes. Ambos lo encontra­
European University Institute, Florence, Italy, en 1999 y 2000, como par­ ron insuficientemente crítico de las fuerzas potencialmente destructivas
te del proyecto de investigación «Perceptions o f a European Legal Or- implicadas por el pensamiento de la Ilustración, así como de su carácter
der During the Fascist and National Socialist Era». Véase también el ca­ en general ilusorio. En este sentido, Historia y crítica de la opinión pública.
pítulo 2 del libro de McCormick Cari Schmitt’s Critique ofLiberalism, 1997. La transformación estructural de la vida pública está en la línea de la orien­
13 Immanuel Kant, La paz perpetua, trad. de Baltasar Espinosa, Madrid, tación teórica «original» de la Teoría Crítica, no en la de su desarrollo
Aguilar, 1967, p. 59 [se ha modificado ligeramente la traducción citada posterior a la Segunda Guerra Mundial, al cual Adorno y Horkheimer
para hacerla más conforme al original]. adherían en esa época. Con el tiempo, el libro fue aceptado como Ha-
14 Ihid., p. 66. bilitationschrifen la Universidad de Marburgo.
Ibid., p. 66-67. 22 Véase Theodor Wiesegrund Adorno, Aesthetic Theory, trans. C. Len-
hardt, eds Ethel Adorno and Rolf Tiedemann (Routledge and K. Paul,
16 Ibid., p. 71.
1984).
En 1973, Pinochet tomó el poder en Chile mediante un golpe de Es­
23Júrgen Habermas, «Further Reflections on the Public Sphere», in Craig
tado, tras lo cual más de 3.000 opositores políticos fueron arrestados, in­
Calhoun, ed., Habermas and the Public Sphere ( mtt Press, 1992), p. 441.
terrogados, torturados y asesinados, y un millón de chilenos tomaron el
camino del exilio. En 1988 se retiró de la política y se hizo proclamar 24 A diferencia de una amplia mayoría de intelectuales europeos de iz­
«senador vitalicio». Mientas se encontraba en Londres haciendo su via­ quierda, quienes expresaron en 1968 una fuerte desilusión frente a las
je anual de compras, el general presentó serias dolencias en la espalda instituciones democráticas de sus respectivos países, el respeto de Haber-
y fue hospitalizado en una clínica. Allí fue arrestado inmediatamente mas por ellas jamás decayó. En una entrevista recuerda cuán enojado
después de una cirugía. Los siguientes 503 días los pasó bajo arresto do­ se puso en 1968 cuando Inge Marcuse le sugirió que el movimiento estu­
miciliario en una propiedad en las afueras de Londres mientras que la diantil estaba por primera vez confrontando la herencia del fascismo de
Cámara de los Lores discutía si debía ser extraditado a España para res­ una manera crítica. Habermas se enojó porque sintió que «en su mayor
ponder en un juicio por sus crímenes. Fueron muy criticadas las visitas parte los estudiantes de izquierda tenían una noción más bien estereo­
de cortesía que le hizo la ex primera ministra Margaret Thatcher a Pi­ tipada del fascismo. En aquella época hubo que hacer un real esfuerzo
nochet, quien fue un aliado de los británicos durante la campaña de las para afirmar en público que los órganos del Estado también desempe­
islas Malvinas. Aunque la Cámara de los Lores llegó a despojarlo de la in­ ñaban funciones que contribuían a garantizar la libertad o que, a pesar
munidad legal que ha protegido tradicionalmente a los jefes de Estado de todo, la Bundesrepublik era uno de los seis o siete países más libera­
contra las acusaciones de crímenes contra la humanidad, al general se le les del mundo. Para mí fue muy difícil encontrar audiencia para tales de­
permitió regresar a Chile por razones de salud. A pesar de que se le con­ claraciones, que estaban dirigidas a introducir un sentido de propor­
sideró demasiado enfermo para ser sometido ajuicio en Santiago, la Su­ ción histórica» («The Role o f the Student Movement in Germany», in
prema Corte lo despojó de su inmunidad, lo declaró un criminal y lo Autonomy and Solidarity, ed. Peter Dews [Verso, 1986], p. 231).
mantiene bajo arresto domiciliario.
25 Júrgen Habermas, Communication and the Evolution of Soáety, trans.
13 Como anoto en la Introducción, éste es uno de los puntos de mayor Thomas McCarthy (Beacon Press, 1979), p. 93.
desacuerdo entre Habermas y Derrida.
26 Véase «¿Qué significa pragmática universal?» en Júrgen Habermas, Teo­
19 Esta cualidad elitista, que se muestra a través de la concepción kantia­ ría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos, trad. Manuel
na de la esfera pública, es consistente con su confianza en la academia Jiménez Redondo, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 299-368. Habermas no es
como el modelo ideal de todos los intercambios políticos (véase nota 9 el único filósofo que trata de desarrollar este enfoque. Karl Otto Apel es
de esta sección). otro importante teórico de la pragmática universal. Véase su Understan-
La línea de argumentación de Habermas abrió todo un amplio cam­ dingandExplanation. A Transcendental Pragmatic Perspective, trans. Georgia
po de discusión acerca de la espectacularización de la política. U n texto Warnke ( m it Press, 1984). Un excelente punto de partida para la ex­
clásico en este campo es el libro de 1967 del sociólogo francés Guy Dé- ploración de la pragmática universal es el ensayo de John P. Thompson,
bord, La sociedad del espectáculo, trad. Jorge Diamant, Buenos Aires, Edi­ «Universal Pragmatics,» in Habermas. CriticalDebates, eds. John P. Thomp­
ciones de la flor, 1974. son and David Held ( m it Press, 1982), pp. 116-133.

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27 En este punto Habermas sigue las huellas del argumento wittgenstei- 33 Habermas especifica la situación ideal de discurso como un conjunto
niano del lenguaje privado. [Véase, Ludwig Wittgenstein, Investigaciones de propiedades formales que las argumentaciones discursivas deben po­
filosóficas, trad. Alfonso García Suárez y Ulises Mulines, México-Barce- seer si se ha de distinguir netamente el consenso que ellas producen de
lona, UNAM-Crítica, 1988, parágrafos 243-264.] El argumento es que para un mero compromiso o acuerdo de conveniencia. La situación ideal
que alguien siga una regla debe ser capaz de seguirla correcta o incorrec­ de discurso tiene cuatro condiciones vinculantes: «primero, cada partici­
tamente: «Una expresión lingüística sólo puede tener un significado idén­ pante debe tener la misma oportunidad de iniciar y de continuar la comu­
tico para un sujeto que sea capaz de seguir, a lo menos con otro sujeto, nicación; segundo, cada uno debe tener la misma oportunidad de hacer
una regla válida para ambos. Ni puede seguirse una regla privatim, ni un aseveraciones, recomendaciones y explicaciones y de exigir justificacio­
sujeto monódicamente encapsulado puede emplear con significado idén­ nes; tercero, todos deben tener las mismas oportunidades, como actores,
tico una expresión» (Jürgen Habermas, Pensamiento postmetafisico, trad. de expresar sus deseos, sentimientos e intenciones; cuarto, el hablante
Manuel Jiménez Redondo, Madrid, Taurus, 1990, p. 120).
debe actuar como si en contextos de acción hubiera una equitativa distri­
28 Puesto que «un hablante simultáneamente hace algo al decir algo, bución de oportunidades de ordenar y resistirse a órdenes, de prometer
enunciar una oración no es ni describir lo que digo que estoy haciendo y de rehusarse, de hacerse responsable de su propia conducta y de exigir
mientras lo hago, ni declarar que lo hago: es simplemente hacerlo» (Ha- que los demás se hagan responsables de las suyas» [Jürgen Habermas,
bermas, Pensamiento postmetafisico, p. 115). Ver también J. L. Austin, Cómo «Wahrheitstheorien», in Wirklichkeit und Reflexión: Walter Schulz zum 60.
hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós. Geburtstag, ed. Helmut Fahrenbach (Neske, 1973), p. 256.]» [Seyla «The
29 La idea de que siempre hay un mejor argumento claramente presu­ Utopian Dimensión in Communicative Ethics», in New Germán Critique
pone una unidad epistemológica fundamental: a saber, la existencia de 35 (spring-summer 1985), pp. 83-96; incluido posteriormente en Criti­
un único esquema dentro del cual se pueden ordenar todas las posibles que, Norm and Utopia: A Study of theFoundations of Critical Theory (Colum-
posiciones de acuerdo a una unidad de medida. El que tal unidad exista bia University Press, 1985).] Las cuatro condiciones de la situación ideal
en la práctica es materia de debate. A l creer que éste es el caso, Haber- de discurso son, en la teoría de la acción comunicativa de Habermas, los
mas toma una posición cognitiva muy fuerte. A través de toda su articu­ parámetros que guían la formación de creencias y de la voluntad de ac­
lación de la ética del discurso se encuentra una inclinación cognitivista, tuar en la esfera pública.
lo cual es muy discutible. Habermas sostiene que incluso los problemas
34 Ver Samuel P. Huntington, The Clash of Civilizations and the Remaking
morales se pueden resolver de una manera racional y cognitiva, rechazan­
of the World Order (Simón and Schuster, 1998).
do de este modo todos los tipos de escepticismo moral que sostienen que
no se pueden resolver cuestiones de racionalidad práctica sobre bases 35 Habermas, «Further Reflections on the Public Sphere,» p. 444.
racionales. Sin embargo, las inclinaciones cognitivistas de Habermas no 38 Véase Jürgen Habermas, Problemas de Ultimación, trad. José Luis Etche-
pretenden asimilar el fenómeno específico de la «moralidad» al domi­ verry, Buenos Aires, Amorrortu, 1975. El debate de Habermas con Luh-
nio cognitivo, que es el de la verdad. Hay una diferencia obvia entre «No mann tiene un extenso primer capítulo cuyo pico es Problemas de Ultima­
debes ser racista» y «La nieve es blanca». De ahí que el término de «ver­ ción, y un segundo capítulo en los años 1990 que se refleja en el nuevo
dad moral» sea tan problemático, como el propio Habermas lo recono­ énfasis que pone sobre el derecho y la comunidad legal frente al proble­
ce. Por ello admite para oraciones normativas solamente la suposición ma de la legitimación democrática que emerge en Factiádad y validez.
de una pretensión validez «más débil» que la de la análoga pretensión Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del dis­
de validez de la verdad. curso, trad. Manuel Jiménez Robledo, Madrid, Trotta, 1998-2001.
30Jürgen Habermas, «A Reply to My Critics», in John B. Thompson and 37 Habermas, «Further Reflections on the Public Sphere,» p. 446.
David Held, eds., Habermas. Critical Debates (Macmillan, 1983), pp. 221,
227. 38 Jürgen Habermas, Teoría de la acción comunicativa, vol. 11.
31 Habermas, «Further Reflections on the Public Sphere,» p. 442. 39Jürgen Habermas, «NewSocial Movements,» Telos49 (1981), pp. 33-
37.
32 En este sentido, la noción de «consenso» de Habermas se distingue ne­
tamente de la que adoptan neopragmatistas tales como Richard Rorty, 49 Ver Émile Benveniste, Problems in General Linguistics, trans. Mary Eli-
para quien el consenso se supone como, literalmente, el acuerdo deli­ sabeth Meek (University ofM iam i Press, 1971).
berado alcanzado por dos o más participantes en una discusión o miem­ 41 La hipótesis de que la modernidad está inoculada con un virus auto-
bros de una comunidad. Véase Richard Rorty, «Habermas y Lyotard destructivo hace parte integral de cierta sección de la cultura conservado­
acerca de la postmodemidad», en Ensayos sobreHeideggery otrospensadores ra alemana en el cambio de siglo que no está necesariamente asociada
contemporáneos, Ensayos Filosóficos, vol. 2, Barcelona, Paidós, 1993, pp. con Weber. Véase, por ejemplo, Oswald Spengler, The Decline o f the West,
229-246. trans. Charles F. Atkinson (Knopf, 1926-1928).

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42 Jürgen Habermas, «The Dialectics o f Rationalization: An Interview Unfinished Project of Modernity (Routledge, 2000), pp. 48-74. Otra evalua­
with Jürgen Habermas», Telas 49 (fall 1981), p. 7. ción, muy reflexiva y balanceada, de esta relación entre Habermas y De­
rrida en cuanto pensadores políticos se puede encontrar en la obra de
43 Jürgen Habermas, Factiádad y validez, p. 154.
Bill Martin, «What Is at the Heart o f Language? Habermas, Davidson,
44 Max Weber, The Protestant Ethic and the Spirit o f Capitalista (Scribner, and Derrida», in Matrix and Line. Derrida and thePossibitities of Postmodem
1958), p. 25. Social Theory ( su n y Press, 1992), pp.65-124; y Bill Martin, «Transforma-
45 «Emile Durkheim y George Herbert Mead vieron más bien los mun­ tions o f Humanism», in Humanism and Its Aftermath. The SharedFate of
dos de la vida determinados por un trato, convertido en reflexivo, con Deconstruction andPolitics (Humanities Press), pp. 47-137, pero particu­
tradiciones que habían perdido su carácter cuasinatural; por la universa­ larmente, 47-72. Estrechamente alineado con el lado habermasiano es­
lización de las normas de acción y por una generalización de los valores, tá Thomas McCarthy, Ideáis and Rlusions: On Reconstmction and Deconst­
ruction in Contemporary Critical Ttheory ( m it Press, 1991).
que, en ámbitos de opción ampliados, desligan la acción comunicativa
de contextos estrechamente circunscritos; y, finalmente, por patrones de 53 Mi indicación general de que Benjamín es una figura clave para en­
socialización que tienden al desarrollo de «identidades del yo» abstrac­ tender la relación entre los marcos políticos de Habermas y Derrida está
tas y que obligan a los sujetos a individuarse». (Habermas, El discursofilo­ respaldada por Beatrice Hanssen, en su excelente libro Critique ofVio-
sófico de la modernidad, traducción de Manuel Jiménez Redondo, Madrid, lence Between Poststmcturalism and Critical Theory (Rouüedge, 2002).
Taurus, 1989, p. 12). 54 Habermas, El discursofilosófico de la modernidad, pp. 21-22.
46 IbieL, p. 28. 35 Ibid., p. 26
47 Ibid., p. 18. 56 En nuestro diálogo, Derrida confirma la lectura de Habermas: este lla­
mado no se puede articular discursivamente. Pero, a diferencia de Ha-
48 El que una cultura pueda tomar esta opción sin ningún soporte his­
bermas, Derrida piensa que ésta es precisamente su virtud.
tórico sigue siendo discutible. El ejemplo de las culturas islámicas, que
no pueden contar con la experiencia histórica de las revoluciones demo­
cráticas o con algo comparable a un momento del tipo de la Ilustración
en su historia reciente (un punto que Derrida señala en nuestro diálo­ SECCIÓN SEGUNDA
go) plantea directamente esta cuestión, aunque no nos ofrece ninguna
respuesta definitiva a ella.
A utoinmunidad : suicidios simbólicos y reales
49 El discurso de Habermas al aceptar ese premio, titulado «La moderni­
Diálogo con Jacques D errida
dad: un proyecto inacabado» [in Postmodem Culture, ed. Hal Foster (Plu-
to, 1883), pp. 3-15] muestra una relación interesante y casi inquietante
* n .t . Véase la n .t . al inicio del Prefacio acerca de la utilización aquí de
con el alcance de este libro: no solamente la ciudad de Francfort decidió,
la expresión « 9 /1 1 » en lugar de la expresión, más conforme al uso en
veintidós años más tarde, conferir el mismo premio a Derrida, sino que
lengua española, de «11-S».
el día de su aceptación fue el 22 de septiembre de 2001, sólo once días
después de los atentados contra el World Trade Center y el Pentágono. 1 Aunque he modificado algunas formulaciones y tratado de precisar
o hacer explícitos algunos argumentos, he seguido tan fielmente como
39 Habermas, «Prefacio», El discursofilosófico de la modernidad, p. 9. me fue posible la transcripción de una entrevista que tuvo lugar en Nue­
54 Esta es una definición muy peculiar, que confunde el posmodemis- va York el 22 de octubre de 2001. H e querido respetar no solamente el
m o y el postestructuralismo y que se usa solamente en el contexto ale­ orden de las preguntas, como es natural, sino el tono y todo aquello que
mán. Habermas y Manffed Frank parecen permanecerJieles a ella, aun tiene que ver con las condiciones que plantea la improvisación oral. Por
después de todas las críticas que se les han hecho. Véase M. Frank, What el contrario, las referencias y las notas a pie de página han sido añadi­
is Neostructuralism ?, trans. Sabine Wilke and Richard Gray, introd. Mar­ das posteriormente, como es obvio. M e pareció necesario hacerlo para
tin Schwab (University o f Minnesota Press, 1989). ayudar al lector a prolongar, si así lo desea, los análisis que el tiempo y
el género de la entrevista me obligan a abreviar, j .d .
52 Hay unas cuantas fuentes excelentes para explorar la complejidad de
las relaciones entre Habermas y Derrida en cuanto pensadores políticos. 2 Derrida se refiere aquí a la conferencia que pronunció el 22 de sep­
Véase Christopher Norris, «Deconstruction, Postmodemism and Philo- tiembre de 2002 en Francfort a propósito de su aceptación del Premio
sophy: Habermas and Derrida», in Derrida: a Critical Reader, ed. David Adorno. [Véase Fichus, Discours deFrankfort (París, Galilée, 2002). Gb ]
W ood (Blackwell, 1992), pp. 167-192. También de Norris, «Deconstruc­ 3 De hecho, la reflexión de algunos arquitectos a propósito de la Torres
tion and the Unfinished Project o f Modernity», in Deconstruction and the Gemelas ya había tenido en cuenta la posibilidad (premonitoria, fatal,

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G iovanna Borradori
La filosofía en una época de terror

simple, a lo que se cree poder reconocer como lo «zoológico», «biológi­


espectral, inscrita en la piedra del inconsciente) de una agresión «terro­
co», «genético» puro: «Es sobre todo en el dominio de la biología en
rista» bastantes años antes del 11 de septiembre de 2001. En un notable
donde el léxico de la inmunidad ha impuesto su autoridad. La reacción
artículo (aúninédito), «TargetArchitecture: Destinationand Spectacle
inmunitaria protege la indemnidad del cuerpo propio produciendo anti­
before and after 9.11», Terry Smith habla de una «architecture o f trauma»
cuerpos contra los antígenos extraños. El proceso de autoinmunización,
y cita el comentario de Joseph B. Juhas sobre Yamasaki, en Contemporary
que es el que nos interesa particularmente aquí, consiste, para un orga­
Architects. St James Press. ¡El texto es de 1994!; «The WTC had been our
nismo vivo, com o se sabe, en protegerse contra su autoprotección des­
Ivory Gates to the White City [...] Though, at least when viewed from
truyendo sus propias defensas inmunitarias. Dado que el fenómeno de
a distance, the wrc still shimmers — it is at the m oment thoroughly bes-
estos anticuerpos se extiende a una zona de la patología y que cada vez
mirched by its unfortunate role as a target for Middle-East terrorism.»
más se recurre a las virtudes positivas de los inmunodepresores destina­
Y más adelante: « O f course, any “stability” based on the suppressión o f
dos a limitar los mecanismos de rechazo y a facilitar la tolerancia a cier­
open systems becomes an element in a drama which in its own term
must terminate in cataclysm. In an allegorical sense, the vast, twinned dou- tos transplantes de órganos, nos sentimos autorizados para realizar esta
bled ghostly presence o f WTC presents a sepulchre from which ghosts ampliación y hablaremos de una especie de lógica general de lo autoin-
will not rise on the day o f cataclysm as the resurrected dead: rather as a munitario. Esta lógica nos parece indispensable para pensar en la actuali­
tombstone it prophecies the raising o f Golems and Zom bies...» Esto se dad las relaciones entre fe y saber, religión y ciencia, como la duplicidad
escribió, recuerden, y se publicó ¡en 1994! Sin tener en cuenta los pro­ de fuentes en general» (p. 67, n. 23). H e subrayado atrás «aterradora» pa­
blemas arquitectónicos (urbanísticos, técnicos, políticos, estéticos) que ra insinuar al menos una hipótesis: ya que hablamos de terrorismo, y por
plantea el w t c , se debe al menos reconocer lo siguiente: el afecto, incluso consiguiente de terror, la fuente más irreductible del terror absoluto, la
la afección que inspira, y el amor (cuyo doble espectro invade mi propio que, por definición, se encuentra más desarmada frente a la peor ame­
recuerdo, por ejemplo, desde hace diez años), no pueden excluir el sen­ naza, sería la que procede «desde dentro», de esa zona en donde el peor
timiento al menos inconsciente de una terrible vulnerabilidad, de la «afuera» vive «en mí». En ese caso, mi vulnerabilidad, por definición y
exposición fascinante de esos dos inmensos cuerpos verticales a la agre­ por estructura, por situación, no tiene límites. Y de ahí el terror. El te­
sión odiosa o amorosa. ¿Cómo «ver» esas dos torres sin «verlas» ya, de rror siempre es, o se convierte en, «interior», al menos en parte. Y el
antemano, sin pre-verlas, ofrecidas al acontecimiento? ¿Sin imaginar, en terrorismo siempre tiene algo de «doméstico» y hasta de nacional. In­
un terror ambiguo, su derrumbe? ¿Es decir, su relevo sublime en el archi­ cluso cuando parece externo e internacional, el peor «terrorismo», el
vo fílmico, una película más inolvidable que nunca para la memoria en más eficaz, es el que instala o recuerda una amenaza interior, at home, y
duelo, idealizadora, de la mundialización del mundo? Además de mu­ recuerda que el enemigo también está alojado siempre en el interior del
chos otros análisis que son necesarios, ¿no deberíamos tratar de recons­ sistema que viola y aterroriza.
truir los fantasmas — conscientes e inconscientes— de quienes decidie­ 5 La figura del «bucle» se impondría aquí por tres razones.
ron y llevaron a cabo, en su cabeza y en su avión, hasta el suicidio, el 1. La continuidad re-productiva de la transmisión «en bucle», como se
destripamiento y el derrumbe de esta doble torre? Estos fantasmas mascu­ dice, de las imágenes televisivas de un «directo» (el destripamiento y pos­
linos, arcaicos y por siempre pueriles, terriblemente infantiles, se alimen­ terior derrumbe de las dos torres) cuya película no cesa de pasar y re­
taron además de toda una cultura tecnocinematográfica, y no solamen­ pasar en las pantallas en todo el mundo; esta compulsión de repetición
te del género de la ciencia ficción. Lo cual evidentemente no basta, todo confirma y neutraliza a la vez el efecto de una realidad en una mezcla
lo contrario, para hacer de la agresión del 11 de septiembre una «obra indisociable de dolor espantoso, espantado, aterrado, y de goce inconfe­
de arte», como Stockhausen tuvo el muy mal gusto de decir para obte­ sable, tanto más inconfesable, desenfrenado, irreprimible, cuanto que se
ner con ello, al precio barato de la provocación, una miserable prima de goza en la distancia, neutralizando y manteniendo así a raya a la rea­
originalidad. . lidad.
^ Por ejemplo en Foi et savoir, les deux sources de la «religión» aux limites de 2. El bucle alude también a la espectacularidad circular y narcisista de
la simple raison (Seuil, 1996-2002), retomado después en La religión, ed. este goce doloroso, de este clímax, aterrorizado por el otro y aterrado al
J. Derrida et G. Vattimo, Seuil 1996. [«Fe y saber. Las dos fuentes de la encontrar que se goza mirando, aterrado al verse calmar su propio terror
“religión” en los límites de la mera razón», trad. C. de Peretti & P. Vidar- mediante su propio voyerismo.
te, in j. Derrida & G. Vattimo (eds.), La religión. Madrid, ppc , 1996.] Allí
3. En fin, bucle o círculo vicioso de un suicidio que se confiesa en la
propuse, al analizar «esta aterradora y fatal lógica de la autoinmunidad
negación, se detesta al atestarse, se deja llevar por su propio testamento,
de lo indemne que asociará siempre la ciencia y la religión», extender
atestigua sobre lo que quedará, del lado de los «suicidados» (los secues­
a la vida en generalla. figura de una autoinmunidad cuyo sentido o proce­
tradores y los cadáveres «desaparecidos») sin testigos.
dencia parecía limitarse ante todo a la vida llamada «natural», o pura y

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6 El mal de este traumatismo tiene que ver con el hecho de que la agre­ a. biological agent, Chemical agentor nuclear weapon or device, orb. explosiveor
sión no ha terminado. La primera conclusión es que nada de eso ha ter­ firearm (other thanfor mere personal monetary gairi), with intent to endanger,
minado. Entre todas las reflexiones que puede inspirar (que ya ha inspi­ directly or indirectly, the safety of one or more individuáis or to carne substantial
rado) la mediatización televisiva del acontecimiento, me gustaría destacar damage to property. 6. A threat, attempt, or conspiracy to do any of theforegoing>.
la siguiente, de la que creo que no se ha hablado aún. Constituir un ar­ Esta definición «legal» (que, dicho sea de paso y para confirmar lo que
chivo completo y permanentemente accesible, reproducible en todo mo­ ya dije, incluye lo nuclear) es lo suficientemente amplia para cubrir prác­
mento, en forma de bucle, es procurarse el sentimiento apaciguador de ticamente cualquier crimen, cualquier «assassination». N o tiene, pues,
que «ya pasó». ¡Claro, puesto que se archivó y que todo mundo puede ningún rigor. N o se ve allí la diferencia entre un crimen no terrorista y
consultar el archivo! El archivo, el efecto de archivo, tranquiliza (¡el asun­ un crimen terrorista, un terrorismo nacional y un terrorismo internacio­
to está cerrado, ya está grabado!), y se hace todo lo posible para comple­ nal, un acto de guerra y un acto de terrorismo, lo militar y lo civil. Si bien
tar las grabaciones haciendo de ellas un monumento, asegurándose de la restricción que precisa « other thanfor merepersonal monetary gain» pare­
este m odo de que los muertos están muertos: no volverá a ocurrir, puesto ce exonerar de terrorismo el robo a mano armada, el asalto bancario
que ya ocurrió. Se hace así negación del presentimiento irresistible de que o el gangsterismo, ella está en contradicción con la que define como
lo peor no ha ocurrido, ¡no todavía! Es así como recientemente se pudo terrorista a todo aquello que pueda «cause substantial damage to property».
añadir al archivo visual la grabación, conseguida por un radioaficionado La definición que da el United States Code Congressional andAdministra-
de San Francisco, de todos los mensajes que se intercambiaron entre la tiveNews, en 1984 (West Publishing Co., 1984) es más breve pero sustan­
policía y los bomberos durante el derrumbe de las torres. Los únicos tes­ cialmente igual, con una diferencia: identifica com o «civiles» a las vícti­
timonios que se salvan de ser archivados son los de las víctimas, no los mas directas cuando son atacadas para «influenciar» a un gobierno. La
de los muertos o los cadáveres (¡hubo tan pocos!), sino los de los desa­ población «civil» es nombrada también por el FBI. Y la dimensión in­
parecidos. Los desaparecidos se resisten al trabajo del duelo, por defini­ ternacional se especifica en las definiciones publicadas por la c ía y los
ción, como el porvenir y como los más obstinados fantasmas. El desapa­ Departments o f State and Defense.
recido del archivo, el fantasma, el espectro, es el porvenir. 8 El contenido que doy aquí a las palabras utopia y aporía me sugiere, al
^ Véase, por ejemplo, Noam Chomsky, 9-11, An Open Media Book, New releerlo, una interpretación divertida e irónica de las palabras de Hei-
York, p. 43 ss. Estas páginas traen interesantes estadísticas comparativas degger («Solamente un dios puede aún salvamos». Entrevista concedida
a propósito del número de víctimas del «11 de septiembre» y del núme­ al Spiegelen 1976). En efecto, ¿cómo negar que el nombre «dios porve­
ro de víctimas de esos otros atentados recientes achacables a un «terro­ nir» pueda convenir a una última forma de soberanía que reconciliaría
rismo de Estado.» lajusticia absoluta con el derecho absoluto, y por consiguiente también,
Las definiciones oficiales del terrorismo por parte de las institucio­ como toda soberanía y todo derecho, con la fuerza absoluta, con una om­
nes norteamericanas jamás definen el estatus (individual o colectivo, na­ nipotencia salvadora? Se podría llamar aun «dios por-venir» a la impro­
cional o internacional, estatal o no estatal) del origen o del autor de los bable institución de lo que acabo de evocar en este párrafo al hablar de
actos de terrorismo. En consecuencia, éste puede ser un individuo, un la «fe en la posibilidad de esta cosa imposible». Esta fe no es extraña a
grupo de individuos o un Estado. El gobierno norteamericano define lo que yo he llamado en otro lugar la mesianidad sin mesianismo, como
del siguiente modo, no el terrorismo, sino la expresión «actividad terro­ estructura universal (en Espectros de Marx, por ejemplo, y en otros nume­
rista»: rosos lugares). Esta deriva interpretativa, por supuesto, le hubiera cho­
«The terrn “terrorist activity” means any activity which is unlawfulunder cado a Heidegger; ciertamente no es lo que él «quería decir»; y él
the laws of the place where it is committed (or which, if committed in the United hubiera visto (equivocadamente, me parece) en la ironía de mi discurso
States, would be unlawful under the laws ofthe United States or any States) and el síntoma de todo lo que había denunciado bajo las categorías de lo ju ­
which involves any ofthefollowing: 1. The highjacking or*sabotage o f any con- rídico y de lo técnico, incluso del «Estado técnico». De hecho, en la mis­
veyance (includingan aircraft, vessel, orvehicle) [es decir, el terrorismo em­ ma entrevista respondió con un sí lacónico, firme y claro, lapidario, sin
pezaría con el robo de un coche; como esto no es, obviamente, lo que el comentarios, a la siguiente pregunta del periodista: « — ¿Usted ve clara­
texto quiere decir, significa que el concepto es confuso]. 2. The seizing or mente, y lo ha expresado en esos términos, un movimiento mundial que,
detaining andthreateningtokill, injure, or continué to detain, another indivi­ o bien lleva, o bien ya llevó, al advenimiento del Estado absolutamente
dual in arder to ccrmpel a thirdperson (includinga govemmental orgarázation) to técnico? — Sí.» Es claro que nada se parece menos a un «Estado absolu­
do or abstainfrorn doing any act as an explicit or implicit conditionfor the reléa­ tamente técnico» que aquello de lo que yo hablo con los nombres de fe,
se o f the individual seized or detained. 3. A violent attack upon an intemation- mesianidad, dernocraáa por venir, la promesa imposible de cumplir de una
ally protected person (as defined in sección 1116 (b) (4) of title 18, United States institución internacionaljusta, y fuerte de sujusticia, soberana sin soberanía,
Code) or upon the liberty o f sucha person. 4. An assassination. 5. The use of any etc.

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9 Me permito remitir aquí a unos cuantos textos que desarrollan este te­ tica tiende a que estudiemos la naturaleza] como si en todas partes exis­
ma (De Tesprit, L ’autre cap, Khora, Foi et savoir, etc.). tiese,juntamente con la mayor variedad posible, una unidad sistemática
y teleológica in infmitum» (ais ob allenthalben ins Unendliche systematische
10 Para complicar y refinar un poco el uso que hago aquí de estas pala­
und zweckmássige Einheit bá der grossmoglichen Mannigfaltigkeit angetmffen
bras, me permito remitir nuevamente a Foi et savoir.
umrde) (op. cit., p. 565 [B 728]). Para ir en el sentido que indicaba más
11 Véase, por ejemplo, «As if it were possible, “within such limits”», en arriba al distinguir «reserva» y «objeción», digamos que aveces me siento
Questioning Derrida, With his Replies on Philosophy, Ashgate, Burlington, tentado a hacer «como si» no tuviera objeciones a los «como si» de Kant.
USA, 2001, retomado en Negotiations, Interventions and Interviews, ed. tr. con En Universidad sin condición abordo el asunto difícil del «como si» en
una Introducción por E. Rottenberg (Stanford University Press, 2002); Kant y en otros.
PapierMaChina, Galilée, París, 2001, «Universidad sin condición» (trad.
23 «Die zweite regulative Idee der bloss speculativen Vemunft ist der
de Cristina de Peretti y Paco Vidarte), Madrid, Trotta, 2002, etc.
Weltbegriff überhaupt» [«La segunda idea reguladora de la razón me­
*2 «Universidad sin condición», op. cit. ramente especulativa es el concepto del mundo en general» (op. cit., p.
13 Ibid. 555 [B 7 1 2 ])].
14 Véase Benjamín, Zur Kritik der Gewalt,]. Derrida, Forcé de loi, Galilée, 24 Véase Donner la morí, Galilée, 1999, especialmente pp.113 ss.
París 1994 [«Fuerza de ley: El “fundamento místico de la autoridad”»,
trad. A. Barbera & P. Peñalver, in Doxa, 11 (1992).]
D econstruir el terrorismo : D errida
15 Véase «La pharmacie de Platón», en La dissémination, Seuil, 1972. [La
diseminación, trad. J. Martín, Madrid, Fundamentos 1975.] 1 La elección por parte de Derrida del término «deconstrucción» emer­
16 Véase J. Derrida, De l’hospitalité, Calmann-Lévy, París, 1997; Cosmopolites ge de su diálogo con Heidegger. Cómo él mismo lo recuerda, «cuando
de toas lospays, encore un effort!, Galilée, París 1997. [ Cosmopolitas de todos elegí esta palabra, o cuando ella se me impuso [ ... ] creo que fue en De
los países, ¡un esfuerzo más!, trad. J. Mateo Ballorca, Valladolid, Cuatro Edi­ la gramatología, quería traducir y adaptar para mi propia conveniencia
ciones, 1996.] el término heideggeriano Destruktion o Abbau. En el contexto en el cual
figuran, estas palabras significan una operación desarrollada sobre la es­
!7 Véase Adieu á Emmanuel Lévinas, Galilée, París 1997. [Adiós a Emma-
tructura, o sobre la arquitectura tradicional, podemos decir, de los con­
nuelLévinas, trad. J. Santos, Madrid, Trotta.]
ceptos fundamentales de la ontología, vale decir, de la metafísica occi­
13 Cosmopolites de tous lospays...(op. cit.) y Politiques de l’amitié (especial­ dental. Ahora bien: la traducción literal de tales términos al francés tenía
mente sobre el tema de la fraternidad). obvias implicaciones que le otorgaban un sentido de aniquilación, o de
19 Politiques de l’amitié, op. cit. reducción negativa, mucho más cercano a una “demolición” nietzschea-
2° Véase Forcé de loi, op. cit. na que a la interpretación heideggeriana o al tipo de lectura que me
proponía en ese momento». Jacques Derrida, «A Letter to ajapanese
21 «.. .ein verschiedenes Interesse der Vemunft», Kritik der reinen Vemunft, Friend», in Derrida and Différance, ed. David W ood and Robert Bemas-
(2a. edición, 1887), Anhangzur Transzendantale Dialektik, Vom derregula- coni (Northwestern University Press, 1988), p. 1.
tiven Gebrauch der Ideen der reinen Vemunft (Walter de Gruyter, Berlín 1968,
2 Véase Donald Davidson, «De la idea misma de un esquema concep­
Band 111, p. 440 [694]). [ Crítica de la razón pura. Apéndice a la dialéctica
tual», en De la verdad y la interpretación, trad. de Guido Filippi, Barcelona,
trascendental. El uso regulador de las ideas de la razón pura, Madrid, Alfa­
Gedisa, 1990. La posibilidad de conectar la noción davidsoniana de es­
guara, 1978. Traducción de Pedro Ribas. Véase p. 545 (B 694).]
quema conceptual con el proyecto de la deconstrucción ha sido explo­
22 Se conoce el papel decisivo y enigmático que tienq el «ais ob» en todo rada por Rorty. Véase Richard Rorty, «The Contingency o f Language»,
el pensamiento kantiano, pero esto es especialmente cierto alrededor in Contingency, Irony, Solidarity (Cambridge University Press, 1989), pp.
de la idea regulativa. Se trata de considerar las relaciones entre los fe­ 3-22.
nómenos « como si fuesen disposiciones de una razón suprema de la que
3 Jacques Derrida, The Other Heading: Reflections on Today ’sEurope, trans.
la nuestra no es sino urna débil copia» (ais ob sie Anordnungen einerhóch-
Pascale-Anne Brault and Michael B. Naas (Indiana University Press,
sten Vemunft waren, von der die unsrige ein schwaches Nachbild ist) (op. cit.,
1992), p. 79.
p. 552 [B 706]); « como si ésta [causa] fuese, en cuanto inteligencia su­
prema, la causa de todo conforme al más sabio propósito» (ais ob diese 4Jacques Derrida, «O n Forgiveness,» in Cosmopolitanism andForgiveness,
ais hóchste Intelligenz nach der weisesten Absicht die Ursache von allem sei) (op. trans. Michael Collins Hughes (Roudedge, 2001), p. 28.
cit., p. 558 [B 717]). « [En efecto, la ley reguladora de la unidad sistema- 5 Ibid., loe. át.

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6 Com o un ejemplo de esta orientación entre los teóricos del Holocaus­ 14 Heidegger trabajó sobre la noción de acontecimiento (Ereignis) a lo
to, Derrida menciona a Vladimirjankélévitch. Véase su L ’Imprescriptible largo de su carrera. La encontramos en relación con la muerte como un
(Editions du Seuil, 1986). ejemplo de acontecimiento que no nos permite apropiárnoslo [Véase
7 Ibid., p. 38. Martin Heidegger, Ser y tiempo, trad. de Jorge Eduardo Rivera, Santia­
go de Chile, Editorial Universitaria, 1997, Segunda sección, Capítulo I,
8 Ibid., p. 39.
§§50-52.] Más tarde, Heidegger distinguió entre acontecimiento y pro­
9 Ibid., p. 39. ducto (Erzeugnis) [Véase Martin Heidegger, «Introduction to WhatlsMe-
10 Ibid., p. 55. taphysics?»in Pathways, ed. William McNeill (Cambridge University Press,
11 Sin embargo, las fronteras son más centrales para la filosofía que pa­ 1998) ] y utilizó la noción de acontecimiento que emerge de esa distin­
ra la mayoría de las demás disciplinas, pues trazar fronteras conceptua­ ción para describir la forma como todos los acontecimientos históricos
les no es solamente algo que hace la filosofía sino el objeto mismo de su auténticos implican un cambio en la mentalidad y en la comprensión del
acción. La cuestión de las fronteras de la filosofía misma ha sido la prin­ mundo, de tal m odo que no se los puede considerar meras ocurrencias.
cipal pregunta filosófica desde los griegos. A través de sus 2.500 años de [Véase Martin Heidegger, Identity andDijference, trans. Joan Stambaugh
historia, la filosofía nunca ha dejado de examinar y de justificar sus fron­ (Harper and Row, 1974).] La noción de acontecimiento domina toda
teras, trazándolas repetidamente de diversas maneras. La incesante ne­ la obra de Heidegger durante las últimas dos décadas de su vida, cuan­
gociación acerca de la demarcación de su campo de investigación ha le­ do se la asocia con la esencia de la poesía, el lenguaje e incluso el pensar.
vantado en algunos filósofos la sospecha de que es un error suponer que [Véase Martin Heidegger, Contributions toPhihsophy, trans. Parvis Emad
la filosofía nombra «algo». Más bien se la debería entender com o un and Kenneth Maly (Indiana University Press, 1999).]
método de análisis aplicable a diversas cosas, materiales y conceptuales.
15 Todo depende del patrón de medida, sin duda. El ataque contra el
Esta es la razón que llevó a René Descartes en el siglo x v ii a esperar re­
wrc en la ciudad de Nueva York es con seguridad el atentado más gran­
solver la cuestión de las difusas fronteras de la filosofía. Descartes conce­
de que se haya cometido contra una gran área metropolitana en tiem­
bía a la filosofía como una técnica constructiva «sólida» que garantizaba
pos de paz.
que el edificio del conocimiento se construyera sobre cimientos de roca
firme. Esto, por supuesto, no lo dispensó de la necesidad de trazar fron­ 16 Véase David Hume, Investigación sobre el conocimiento humano, trad. Jaime
teras entre fundamentos auténticamente seguros y fundamentos poco de Salas Ortueta, Madrid, Alianza, 1980, secciones 2-3.
sólidos. La manera com o Descartes resolvió este paso consistió en apli­ 47 Este argumento acerca a Derrida de Habermas, quien no discute el
car la «duda metódica» a todas las creencias e invitamos a retener sólo terrorismo en relación con los procesos autoinmunitarios pero afirma
aquellas que fueran indudables. Descartes estaba convencido de que la el riesgo sistemático que acecha a las democracias liberales de reaccio­
duda metódica, como la que aparece en las Meditaciones metafísicas, lle­ nar exageradamente y así perder legitimidad en su lucha contra el terro­
varía a que la distinción fuera autoevidente, despojándonos así de la car­ rismo.
ga de tener que trazar las fronteras entre creencias dudables e indudables:
si yo pienso, existo, pues aunque esté despierto, dormido o soñando, o 18Jacques Derrida, «Faith and Knowledge. The Two Sources o f Religión
intoxicado y alucinando, siempre estoy metido en alguna clase de pen­ at the Limits o f Reason Alone», in Acts o f Religión, ed. con una introduc­
samiento. Com o se ha discutido de manera incesante desde Descartes, ción Gil Anidjar (Routledge, 2002), pp. 72-73. [«Fe y saber. Las dos fuen­
este argumento es menos definitivo de lo que parece. Primero que todo, tes de la “religión” en los límites de la mera razón», trad. C. de Peretti
tiene una curiosa calidad temporal, pues yo puedo estar seguro de que & P. Vidarte, en J. Derrida & G. Vattimo (eds.), La religión, Madrid, p pc ,
existo solamente mientras estoy teniendo ese mismo pensamiento. En 1996.]
segundo lugar, producir un conocimiento objetivo que sólo pueda ser 19 Derrida ve que la conexión entre estos dos elementos de la experien­
garantizado por un fundamento inconmovible depende de algo adi­ cia religiosa sobrevive en la práctica católica de cargar estatuas y mario­
cional: de que el sujeto cognoscente tenga la capacidad de probar la netas en procesiones, por lo general en honor a un santo. Se pregunta:
existencia de Dios. «¿no es lo fálico, como algo distinto al pene, y ya desprendido del cuer­
42 Mi ejemplo no busca excluir el que haya podido existir exactamente po, la marioneta que se erige, se muestra, se fetichiza y se adorna en las
el mismo prejuicio de parte de occidentales de mente estrecha, conven­ procesiones?» (Derrida, «Faith and Knowledge,» p. 83). De este modo,
cidos de que el muro era la frontera entre el bien y el mal, la justicia y la dimensión pagana de la religión, propuesta por el estudio etimológi­
la injusticia. co de la palabra realizado por Cicerón, se puede asimilar a la interpre­
13 véase Sigmund Freud, Beyond the Pleasure Principie, trans. and ed. Ja­ tación que hace de ella Tertuliano como obligación.
mes Strachey, con una introducción Gregory Zilboorg (Norton, 1961). 2° Derrida, «Faith and Knowledge», p. 74.

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21 Ibid., p. 53.
33 El tema de la hospitalidad se volvió central para Derrida en sus inter­
22 Ibid., p. 56. venciones políticas al abordar el tema de los derechos cosmopolitas apli­
23 Esta expresión se repite en muchos lugares, nuestro diálogo incluido. cados a los inmigrantes, refugiados y demandantes de asilo. A mediados
Su tratamiento más completo, sin embargo, se encuentra en su Espectros de la década de 1990 este tema se volvió el centro de un debate público
de Marx. en Francia, conocido como el debate de los sanspapiers (indocumenta­
24 Derrida, «Faith and Knowledge», p. 56. dos) . Según Hannah Arendt, la historia moderna de las minorías coinci­
de con la historia de estos apátridas (Heimatlosen), sin hogar, personas que
25 Derrida señala que la palabra «comunidad», derivada del latín commu-
han sido deportadas o desplazadas por emergencias políticas o econó­
nitas, es también la noción de obligación, expresada por el término la­
micas. Al implicar, o bien la repatriación o bien la naturalización del ex­
tino murvus. «Inmune» tiene la misma derivación, excepto que, al contra­
tranjero, representa las limitaciones de una hospitalidad concedida, o
rio de la comunidad, significa exento o liberado de la obligación, lo cual
bien por el soberano de quien huye el refugiado, o bien por el soberano
tenía originalmente un acento fiscal. «Esta exención», subraya Derrida,
que lo refugia. En este sentido, el derecho al asilo es un equivalente le­
«ha sido transportada a los dominios del derecho constitucional e inter­
gal del concepto de tolerancia.
nacional (inmunidad parlamentaria o diplomática), pero también per­
tenece a la historia de la Iglesia cristiana y al derecho canónico; la inmu­ 34 Es factible interpretar el doble registro de lo condicional y lo incondi­
nidad de los templos también incluía la inviolabilidad del asilo que se cional como una versión del argumento trascendental de Kant. Diferen­
podía encontrar en ellos (Voltaire atacó indignado esta “inmunidad de tes académicos han explorado esta posibilidad, la cual, si es aceptada,
los templos” como un “ejemplo repugnante” de “desacato a las leyes” y despeja considerablemente la preocupación de Habermas de que basar
de la “ambición eclesiástica”) . Urbano VIII creó una congregación para la política en su «más allá» es irreconciliable con la democracia. Véase
la inmunidad eclesiástica: contra los impuestos y la milicia... y contra las Rodolphe Gasché, The Stain in theMirror. Derrida and thePhilosophy ofRe-
pesquisas policiales» (Derrida, «Faith and Knowledge», p. 80). flection (Harvard University Press, 1986); Richard Rorty, «Is Derrida a
26 Derrida, «Faith and Knowledge», p. 69. Transcendental Philosopher?», aparecido originalmente en YaleJournal
of Criticism, vol. 2, n. 1 (1989), pp. 207-217; y finalmente mi ensayo «Two
27 Ibid., p. 88.
Versions o f Continental Holism,» in Philosophy and Social Criticism, vol.
23 Kant, Religión within theLimitsofReason Alone, translated with an intro- 26, n. 4 (2000), pp. 1-22.
duction and notes by Theodore M. Greene and Hoyt H. Hudson (The
35Jacques Derrida, «Forcé o f Law: The “Mystical Foundation o f Autho-
Open Court Publishing Company, 1934).
rity”», in Deconstruction and the Possibility ofjustice, ed. Drucilla Com ell,
29 Citado en Derrida, «Faith and Knowledge», p. 49. Michel Rosenfeld, and David Gray Carlson (Rouüedge, 1992), pp. 5-6.
30 Derrida considera a Voltaire como otro caso interesante que conside­ [«Fuerza de ley: El “fundamento místico de la autoridad”», trad. A. Bar­
ra al cristianismo como el único modelo de religión moral. La definición bera y P. Peñalver, en Doxa 11 (1992) ].
de Voltaire de la tolerancia está en la misma línea de Kant, dice Derrida, 36 Walter Benjamín, «Crítica de la violencia».
porque ata la tolerancia a la fe cristiana. Voltaire ofrece una lectura histó­
rica del cristianismo en la que afirma que el mensaje tolerante de los pri­ 37 En aras de la simplicidad, esta formulación pasa por encima del he­
meros cristianos fue renegado por la tendencia exageradamente ritua­ cho de que Derrida deconstruye la distinción entre los tipos de violen­
lista del catolicismo romano. La intolerancia cristiana es así un hecho cia fundacional y conservador y afirma que ambos están mutuamente
contingente, basado en una mala interpretación del cristianismo, y no incluidos o «diferencialmente contaminados». La fundación de todos
parte de sus auténticos principios. Desde el comienzo, no solamente el los estados inaugura un nuevo derecho en medio de la violencia, una
cristianismo enseña la tolerancia mejor y antes que cualquier otra reli­ violencia que, para afirmarse, necesita aplicarse, preservarse.
gión, sino que se «siente obligado» a presentarse él mismo domo un ejem­ 33 Derrida, «Forcé o f Law: The “Mystical Foundation o f Authority”», p. 14.
plo de tolerancia. Voltaire reconoce a la religión cristiana como la única
39 Véase Jacques Derrida, «Declarations o f Independence,» trans. Tom
verdadera fe moral, precisamente por haberse elegido a sí misma como
Keenan and Tom Pepper, New Political Science 15, pp. 7-15.
canon moral «ejemplar».
40 Derrida, «Forcé o f Law: The “Mystical Foundation o f Authority”», p. 35.
31 Derrida, «Faith and Knowledge,» p. 50.
41 Ibid., p. 16.
32 Véase Gianni Vattimo, «The Trace o f the Trace», in Religión, ed. Jac-
ques Derrida and Gianni Vattimo (Stanford University Press, 1996). 42 Ibid.
[Trad. C. de Peretti & P. Vidarte, en J. Derrida & G. Vattimo (eds.), La 43 Jacques Derrida, The Other Heading: Rejlections on Today’s Europe, p. 9.
religión, Madrid, p pc , 1996.]
44 Ibid., p. 39.

268 269
La filosofía en una época de terror O tros títu lo s p u b licad o s
en esta c o le cció n :

45 Discuto la noción de responsabilidad hacia la memoria en el contexto


de la crítica de Habermas a la perspectiva mesiánica de Benjamin al final JOSEPH S.NYE JR.
de mi ensayo sobre Habermas. La paradoja del poder norteamericano
48 Derrida, The Other Heading: Reflections on Today’s Europe, p. 29.
47n .t . El título en inglés aprovecha la compleja ambigüedad semántica JAVIER FERNÁNDEZ LÓPEZ
del término heading, ambigüedad que también puede encontrarse en Militares contra el Estado
español, aunque quizás sólo parcialmente, en la palabra «dirección»:
heading puede significar a la vez encabezamiento, rumbo y comando. JOSÉ LUIS BARBERÍA Y
48 Jacques Derrida, «From Traumatism to Promise,» in Points...: Inter­ PATXO UNZUETA
views, 1974-1994, ed. Elisabeth Weber, trans. Peggy Kamuf et al (Stan-
Cómo hemos llegado a esto
ford University Press, 1995), p. 383.

EDUARDO ARROYO
El Trio Calaveras

ROBERT KAGAN
Poder y debilidad

DAVID RIEFF
Una cama por una noche
se I
en los Talli
Na EMILIO LLEDÓ
en el 1 El epicureismo

GIOVANNI SARTORIY
GIANNI MAZZOLENI
La tierra explota

FERNANDO REINARES
Terrorismo global

JOSÉ VIDAL BENEYTO


Hacia una sociedad civil global

JOSÉ MARÍA MARAVALL


El control de los políticos

GIOVANNI SARTORI
¿Qué es la democracia?

JOAQUÍN ESTEFANÍA
La cara oculta de la prosperidad
270
taurus

La filosofía en una
Giovanna Borradori época de terror
Diálogos con Jürgen Habermas
ocos filósofos opinaron públicamente tras los ataques y Jacques Derrida
del 11 de septiem bre y sus escritos apuntaron a sa­
tisfacer una necesidad específica: la sed por parte del
público de tener una guía para tom ar partido en un
número apremiante de asuntos políticos. En contraste con
lo anterior, la actitud intelectual de este libro no es la de
proporcionar buenos argumentos para elegir entre opciones
predeterminadas sino más bien la de llevar al lector a ver y
evaluar el trasfondo conceptual que está detrás de cada una
de las opciones.
Mis conversaciones con Jürgen Habermas y Jacques Derrida,
los dos filósofos vivos más importantes de la escena europea,
exploran precisamente este reto. Desde los diálogos socrá­
ticos, la filosofía ha afrontado el presente menos como un
agente de activismo político que como un estimulante del
poder crítico, la independencia y la autocomprensión de la
esfera pública. A pesar de las m últiples referencias a los
acontecim ientos actuales, estos diálogos son socráticos,
representan un ejercicio único de análisis del aparato ideo­
lógico que opera siempre que las nociones de terror y te­
rrorismo se discuten. Forzados a confrontar el evento histórico
más im portante de sus vidas adultas, Habermas y Derrida
se enfrentan por primera vez en este libro, en una variedad
de registros que va desde el estilo lúcido y conceptualmente
apretado del que sólo filósofos de su calibre son capaces,
hasta la voz realmente personal.

Giovanna Borradori

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