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se atrevía a pasar por la gruesa capa de nubes que revestía la ciudad. Una suave y agradable
brisa recorría el cuerpo de Mary Ann Henderson, y encendía aún más la minúscula
incandescencia del rojo vivo, en la punta de su cigarrillo, que con delicadeza y elegancia, la
muchacha lo sostenía con una boquilla para que sus dedos no quedasen con olor a tabaco. A
Mary Ann le gustaba ver las estrellas de noche, pero estaba desilusionada, no veía ninguna. A
sus espaldas, la profunda voz de un hombre le dice:
Sus palabras se detuvieron de golpe, un recuerdo que deseaba olvidar las cortó de
una tajada. Abraham recordó aquella imagen del hospital que tanto había turbado su mente, y
dado mala imagen del doctor Lubchenko
- Oh… - responde ella, en un tono de intriga - ¿Qué sucede, señor Británico? Parece
que se quedó sin palabras, pero no por mi culpa. Parece que acaba de recordar
algo que preferirá olvidar
- El silencio fue la única respuesta ante la palabras de Mary Ann
- Como te decía – continua Henderson – Vladimir me iba a visitar todas las noches.
Al principio, claro; era muy encantador y considerado, pero con el tiempo se fue
volviendo más… no sé, aburrido quizás
- ¿Así te haces llamar amiga de la señorita Romanova?
- La muchacha ríe y le responde – te digo algo gracioso, cuando conocí a Vladimir él
nunca me dijo que estaba casado, así que no tenía ninguna problema en estar con
él. Pero cuando me dijo acerca de Emma, me desilusioné porque me había
mentido. Sin embargo, me convenció con sus lindas y hermosas palabras - dice
sarcásticamente – y nos volvimos amantes nuevamente
- Eso quiere decir que antes no conocías a la señorita Romanova…
- Bien lo has dicho. Vladimir fue quien me presentó a Emma. Según él era para
estar mejor informados con respecto a sus acciones, y de esa forma no tomar
riesgos innecesarios. Algo verdaderamente maquiavélico – dice riendo – pero
sensato a le vez. Fue así como me hice amiga de Emma, y debo de admitir que
cuando me gané su amistad de forma plena, no fui capaz de seguir mintiéndole, y
dejé de ver a Vladimir. Y desde ese momento, nunca volvió a ser igual de
considerado conmigo, ahora ya casi nunca me dirige la palabra, si fuese por él me
mandaría al lugar más recóndito de este planeta. No creas que Vladimir es una
persona tan perfecta como se ve, todos cometemos pecados, errores, si los
quieres así; pero al fin y al cabo, la gracia esta en quien los oculta mejor, ya que
nadie está libre de ellos, porque si no, no seriamos humanos
- Pobre Emma… - dice Abraham – se ve tan alegre y es engañada en cada
momento…
- Ja ¿Acaso te estás haciendo ilusiones con las esposas de otros?
- No, no es eso
- Ja, ja. Si no podrías con Vladimir, la historia de “amor”, de ellos dos es algo…
complicada, rara, mejor dicho
- ¿A qué te refieres?
Vladimir estaba sumamente molesto por las innecesarias palabras de Mary Ann, no
obstante, el ruso sabía bien que la muchacha ya no podía hablar nada peor de lo que ya había
dicho. Lubchenko sabía cuáles iban a ser las próximas palabras de la tan parlanchina Mary Ann,
pero aquello no le molestaba porque no era ninguna secreto, es más, aquella historia se podría
encontrar fácilmente en los periódicos antiguos de hace dos años atrás, aproximadamente
- Sucedió hace… dos años creo. Como bien ya debes saber, Emma perteneció a la
ya extinta nobleza, de lo que fue la Rusia imperial. Sin embargo, cuando Lenin y
Stalin soltaron a sus pelotones de fusilamientos revolucionarios… en el 18 creo;
estos realizaron una matanza de nobles y aristócratas, hecho por el cual muchos
se vieron obligados a huir de Rusia. Emma, su hermano y su madre, huyeron del
país. No dejaron de moverse país tras país hasta encontrar algo estable donde
prosperar…
- ¿Y ahí fue cuando encontraron San Listuriano?
- Exacto, mi buen amigo. Los Romanov, venían de Alemania, ya habían cruzado la
frontera Belga- Listuriana, estaban tan solo a unos… 4 o 5 kilómetros antes de
llagar a Demert, y fue cuando sucedió. Según me contó, la misma Emma, el
conductor del carruaje se detuvo de la nada en medio del camino, sin explicación
alguna. Entonces el sujeto se bajó, y la señora Elizabeth Romanova, madre de
Emma, se bajó para ver que sucedía. Entonces el conductor sin una razón
aparente, tomó una enorme piedra del suelo, y de un golpe mató la mujer. Por
supuesto entenderás que los dos hermanos quedaron en shock, Emma no sabía
qué hacer, y como ella me dijo, y su hermano la tomó por los hombre le dio una
bofetada para que reaccionara, Edward Romanov, se llamaba su hermano, quien
peleo y detuvo al asesino hasta que Emma ya había corrido muy lejos
- Aún no entiendo como esto se supone que es una historia de amor
- Tranquilo, ya llegaré a esa parte. Emma corrió hasta la ciudad, donde fue
rápidamente socorrida. Es entonces allí cuando la persona que le tuvo que
realizar el chuqueo medico, supuestamente – dice riendo – se enamoró de ella,
¿Lindo, no? Lo extraño está en que cuando las autoridades llegaron a la escena, el
cuerpo de la madre y el hermano de Emma, estaban con los rostros hechos
pedazos, como si los hubiesen rematados en el suelo, usando la piedra. Ahora
bien, la policía nunca pudo atrapar al supuesto “conductor” del carruaje, y más
extraño aún, después de todo el ajetreo, Emma recibió una increíblemente
millonaria fortuna, gracias su herencia ¿Qué dice señor Británico? ¿No le parece
extraño todo eso? ¿o acaso cree que solo fue un, sangriento, pero afortunado,
golpe de suerte?
El grito no cesaba, era agudo y desesperante, el corazón del ruso latía como nunca
mientras bajaba rápidamente de dos en dos los peldaños de la escalera. El ahuecado gritó
parecía ser proveniente de la bodega de vinos. Lubchenko corría a toda velocidad olvidándose
del mundo a su alrededor, sus cabellos se suspendían en el aire moviéndose de arriba a abajo,
una y otra vez. Al llegar, acalorado y con el rostro encendido, el ruso se encontró con todos los
presentes que había invitado. Emma Romanova se encontraba de rodillas en el suelo del lugar,
mientras era consolada por la enfermera, Judith Van Der Brouwer
Sin que Vladimir se hubiera dado cuenta, llagó Abraham y Mary Ann, posicionándose
justo detrás de él
Astor, al escuchar la palabra “muerta”, como todo hombre de la ley, fiel a su trabajo
en cualquier momento o situación, intentó abrir la puerta que era de madera, pero lo único
que logró fue hacer un escabroso sonido, debido a que un candado mantenía cerrada la puerta.
- Vladimir, no te vayas aún ¿Dónde están las llaves para abrir el candado?
El ruso, sin pensarlo y por mero reflejo, desde su bolsillo saca un manojo de llaves,
Lubchenko le indica cual era la que debía usar, y se retira sin problemas, mientras ayudaba a
Emma a caminar. Vladimir no se di cuenta, de que la mirada de todos se posó sobre él cuando
sacó la llave de su bolsillo, aquellas no eran más que peculiares miradas de sospechas.
- Por lo visto, no tienes fiebre. Pero tu sudor está muy frio ¿Acaso estas nerviosa?
- Es solo la impresión de ver un cadáver…
- Espera un momento, iré por algo que te calmará
Vladimir, desde una maleta que guardaba en el closet de la habitación, sacó una
pequeña jeringa acompañada de un diminuto frasquito transparente con un líquido del mismo
color dentro. Sus ojos fueron cuidadosos al calcular el contenido exacto, para que la dosis de
sedantes que le daría a Emma, se lo suficientemente fuerte como para que no despertase hasta
mañana, y además de esa forma no lo molestaría por el resto de la noche
- Estas son las ventajas de tener un marido que sea medico. Ahora por lo menos
ahora te calmaras un poco – dice mientras con mucho cuidado, introducía la
ajuga en el brazo de la joven y inyectaba el liquido dentro
- Gracias – le responde sonriendo
El ruso dejó a su esposa tendida en la cama, quien se quedó dormida en solo cuestión
de segundos. Lubchenko entró al baño del mismo dormitorio. El lugar era frio y silencioso, la
única canción que decoraba el lugar como música de fondo, era el penetrante y constante
sonido de una gotera agüereando el agua donde caía. Vladimir abrió la llave del lavaba, y se
lavó las manos y cara, sintiéndose a la vez que estaba teniendo un pequeño y relativo respiro.
Sus manos húmedas pasaron por sobre su cabello y lo encasillaron en la misma humedad.
Frente a él, se encontraba un amplio espejo que lo reflejaba desde su cabeza hasta su ombligo,
Vladimir al igual que antes, se quedó mirando por unos segundos a su propio reflejo, con una
mirada fría a inexpresiva, seria pero a la vez molesta; cerró sus ojos y presionó sus parpados
con sus dedos, como si le doliera ver su propia imagen. Lubcenko, abrió sus ojos celestes, y se
quedó mirando nuevamente por algunos segundos, pero ahora invadido por una furia
inexplicable, le da un fuerte puñetazo al espejo, intentando golpear a su reflejo. Todo el baño
quedó invadido por un remesón sónico de cristales rompiéndose entre sí. Rápidamente sacó su
mano, y se dio cuenta de que pequeños cristales le atravesaban su carne, haciendo que un
líquido rojizo se desprende desde su interior empapando por completo la manga de su camisa.
Vladimir rápidamente salió del baño, y buscó unas vendas para evitar la hemorragia
que él mismo se había causado. Pero Lubchenko antes, de forma muy dolorosa, con unas
pinzas debió de retirarse vidrio por vidrio. Su mano sangraba de forma exponencial, y a la vez
tiritaba del dolor. Pero eso era lo que él quería, eso era lo que él deseaba, que aquella imagen
que todos tienen acerca de él, sufra como nunca antes.