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A la mañana siguiente, las horas comenzaban a apoderarse de la casa, el sol bordeaba el lejano

horizonte montañoso, amenazando con ocultarse. A la muchacha le encantaba pasar las tardes
leyendo, y de vez en cuando combatía la silenciosa atmosfera del lugar, con una complicada e
intrépida melodía en el piano. El anglosajón por su parte, se aburría debido a que Leona
permanecía muy aislada de todo, ya sea en su dormitorio leyendo, o el piano tocando; y Wilson
siempre estaba ocupado encargándose de los quehaceres de la casa. Sin embargo, al igual que
ayer, ahora Abraham se encontraba sentado en la biblioteca, conservando aún sus viejos hábitos
adquiridos en el hospital; Eichhorst, por segunda vez, veía como Leona y Wilson interrumpían sus
rutinas a la misma hora del día, y de forma conjunta, entraban en una habitación donde
permanecían encerrados casi por una hora. El anglosajón no entendía la finalidad de tal
comportamiento, pero ya estaba comenzando a hartarse de que la joven le guarde secretos;
Abraham creía que ya era hora de que hable con ella.

Una vez, al igual que ayer, Wilson y Leona salieron de aquella habitación que los
reunía a la misma hora de la tarde; el mayordomo se dirigió a la cocina para preparar la cena, y
la muchacha por su parte, siguió tocando el piano. Abraham creí que este era el mejor
momento para hablar con ella con respecto a la fotografía que había encontrado. Eichhorst
cerraba el libro, salía de la biblioteca decidido a hablar con Leona, cuando alguien interrumpe
su cometido golpeando a la puerta de entrada.

Nadie se esperaba una visita, no había razón ni motivo para ello. Leona se dirigó a la
puerta, y esperó a que Asford la abriese; el mayordomo se encontró con un hombre de cabellos
largos y ojos celestes

- Muy buenas noches – dice él – Discúlpenme por molestar a estas horas. Pero ¿Es
aquí donde vive el señor Abraham Eichhorst?
- ¡Ah, pero si es usted doctor Lubchenko¡ - dice Wilson saludándolo

Leona se mantenía junto a Asford con expresión de extrañeza, la joven conocía ya


muy bien al doctor Lubchenko, pero nunca antes lo había visto en persona. ¿Acaso se vino a pie
desde la ciudad? No podría ser, está demasiado limpio. Pero ¿Por qué no hay un auto o carruaje
cerca? ¿Cómo llegó hasta aquí?

- ¿Se puede saber para que buscas a Abraham? – pregunta Leona


- Es muy simple. Solo vengo a visitar a mi amigo ¿Acaso no se puede?
- Esta por oscurecer y la ciudad no esta tan cerca. Además ¿No cree que es un poco
tarde para una visita?
- He estado muy ocupado los últimos días, y como mi turno terminó un poco antes
de lo usual, creía pertinente cumplir mi promesa, de venir a visitar todos los días a
mi amigo. Pero creo que fui demasiado lejos al decir “todos los días”, pero por lo
menos creo que lo visitare cuando pueda. Por cierto ¿Quién es usted, pequeña
señorita?
Leona no podía molestarse ante las palabras de Lubchenko, ya que debía de de seguir
la farsa que había armado con Wilson. Por tal razón, decir que Ashford era su mayordomo no
era una opción lógica

- Soy Natalia Ashford – dice, mintiendo respecto a su nombre

Cuando la joven entonó aquellas palabras, gracias a sus ojos analíticos, de inmediato
se percató de una pequeña y burlesca sonrisa que se enmarcaba en el rostro de Vladimir, aún
así no le dio mayor importancia. Sin embargo, quizás por mera intuición, a Leona le
desagradaba Vladimir. Era algo inexplicable para ella, pero había algo en Lubchenko, que a
Leona no le gustaba, su mera presencia tenía algo que no le agradaba. Era como si el ruso
estuviese intentando ocultar algo detrás de aquella simpática sonrisa que le gustaba exponer
en público, con quizás una doble finalidad

Wilson con mucha cortesía, y fingiendo ser él el dueño de la casa, llevó a Vladimir
hasta la sala de estar principal, donde ya antes Leona se encontraba tocado el piano.

- Por favor, tome asiento. Disculpe el desorden, pero a… Natalia le gusta componer
en sus tiempos libres
- Si, no se preocupes. Debe de ser toda una niña prodigio para componer a su
edad. Por cierto, Natalia ¿Cuántos años tienes?
- 14 – responde ella de forma fría y sin expresión

Nuevamente, la misma efímera y burlesca sonrisa de antes se plasmaba sobre el


pálido semblante de Lubchenko. Leona sentía que cada vez le desagradaba más y más este
hombre. El ruso se sentó en uno de los sillones a esperar a su amigo, mientras la joven iba en
busca del anglosajón

Abraham se encontraba aún leyendo en la biblioteca, tranquilo y concentrado, no le


había dado gran importancia al golpeteo de la puerta de hace un rato. La joven entró sin previo
aviso, Abraham se sorprendió debido a que no estaba acostumbrado a que la muchacha lo
buscase a él

Leona le explicó como el anglosajón se encontraba ahora esperándolo en la sala


principal, la joven le insistió fervientemente en que no debía decirle nada a Lubchenko, ya que
ella estaría oyendo toda la conversación que tengan ellas dos. A Abraham le molestaba un poco
toda esta actitud reservada de la muchacha, pero tambien entendía que era por el ben de la
investigación, por tal motivo, no puso objeción alguna. Posteriormente, cando Eichhorst ya
estaba en la sala, con Wilson y Leona, el ruso comienza a hablar

- ¡Mi buen amigo¡ - dice él – Lamento muchísimo no haber podido venir antes,
pero estuvo hasta le cuello copado de trabajo
- ¡Ah, no te preocupes¡ - responde muy tranquilo y alegre – la estadía aquí con mi
tío, es bastante grata. Además su pequeña hija es muy… simpática y agradable
- ¿Y cómo están tus recuerdos?
- Mejoran cada día, en verdad me ayudó el volver con mi tío. No podría haber
tomado una mejor decisión

Vladimir, al igual como hace siempre antes de hablar acerca de un tema serio, cruza
las piernas, apoya el codo en el brazo del diván en que se sentaba, e inclinando un poco la
cabeza, usa dos dedos para sostenerla. Esa era la posición en que pensaba Vladimir

- ¡Señor Wilson¡ ¿Le molestaría si me robo a mi amigo por algunos minutos?


Tampoco quiero faltarle el respeto a su cortesía
- ¿¡Que¡? – replica Leona

Los ojos verdes de la muchacha, como nunca antes miraban con atención los ojos de
casi eléctricos, del ruso. La joven lo analizaba de arriba a abajo, y más ahora con aquella
nefasta.

- Jaque – piensa Vladimir


- No…, no creo que sea… una muy buena idea, señor Lubchenko – dice Wilson con
una voz nerviosa e insegura
- ¿Por qué no?
- Esta por oscurecer afuera ¿Qué tal si se pierden? En los alrededores de la casa
hay demasiados arboles, es casi un bosque.
- La oscuridad no es ningún peligro, lo peligroso esta en lo que hay dentro de ella, o
lo que hay fuera de ella. Además… descuide, no nos iremos muy lejos

Abraham se limitaba solo a mirar cómo se las arreglaban para intentar no dejar a
solas al ruso y al anglosajón. Leona estaba preocupada, porque no sabía de lo que podrían
hablar los dos hombres; por otra parte Wilson solo le era fiel al cometido de la muchacha

- Además – continúa Vladimir – Necesito hablar a solas con mi amigo ¿Qué hay de
malo en eso? Hay cosas de hombres que quiero hablar con él
- Doctor Lubchenko – dice la joven interviniendo – Actualmente hablo 16 idiomas
distintos, si existe un idioma único, que solo los hombres lo conocen, por favor
dígamelo… para aprenderlo cuanto antes
- Vladimir, pareciendo ignorar las palabras de Leona, le responde - ¿16? Vaya…,
usted señorita, es todo una niña prodigio, tienes un cerebro bendecido por los
dioses ¿Está segura de que tienes 14 años? – pregunta sonriendo

Aquella molesta sonrisa estaba fastidiando a Leona, ella sentía que el ruso le escondía
algo, algo detrás de aquella mueca en sus labios. Leona no tenía opción, no podía parecer
sospechosa y arriesgarse a revelar su verdadera identidad ante el ruso, debido a que aún
desconoce a fondo la identidad de este; sin mencionar que el principal sospecho de los
asesinatos es muy probablemente, un doctor al igual que Vladimir. Finalmente la joven se vio
obligada a ceder ante la petición de Lubchenko, y dejó que Abraham se marchase por unos
minutos en las cercanías de la casa, con Vladimir
Los dos caballeros caminaban ahora en plena soledad del exterior, el único sonido
que los acompañaba eran el de sus pasos quebrando secas hojas otoñales que revestían el
suelo. Caminaron por algunos segundos, Vladimir no decía nada, se alejaron bastante de la casa
de Leona

- ¿A dónde vamos?
- Ten paciencia, hay algo importante que necesitaba hablar contigo

El sol cada vez comenzaba a desvanecerse por entre las montañas, Abraham no
entendía porque el ruso lo llevaba tan lejos, no podía captar el mensaje de este. Una suave
brisa comenzó a revolver los cabellos de Vladimir, y mover las hojas y ramas alrededor. A unos
cuantos metro, Abraham visualizó escondido detrás de unos árboles, lo que parecía ser un
lindo automóvil Ford, similar al de Wilson pero en color rojo oscuro. El anglosajón se dio cuenta
de que se dirigían hasta el auto, miraba el rostro de Vladimir y este solo veía hacia esa
dirección. Cuando ya estaban junto al Ford, Lubchenko le dice a su amigo

- Sube
- ¿Qué? ¿Por qué?
- No hagas preguntas solo sube – le dice mientras le abría la puerta trasera

Un sentimiento de inseguridad y hasta quizás de miedo, estaban emanado del interior


de Abraham. Sin embargo, sin dudar de su amigo, el anglosajón entró al automóvil y el ruso le
cerró la puerta. Al principio solo miró el interior, el cual le pareció bastante bonito, y al girar su
cabeza a la derecha, se asustó al ver a alguien sentando a su lado. Un muchacho muy joven de
cabellos rubios y gruesas cejas negras, miraba en silencio a Abraham. Vladimir se subió en el
asiento del conductor, y giró la cabeza mirando hacia atrás

Abraham – dice él – te presento al escritor del periódico “Queen Of The Liberty” y


columnista de la revista “Le Ponit De La Mort” Alex Blake. El hombre más
insistente de este mundo
- Es un gusto, señor Eichhorst– dice en un tono de voz nervioso y rápido
- No entiendo Vladimir ¿Por qué me trajiste hasta aquí y con esta persona?
- Porque estás viviendo en una gran mentira. Pero mejor que te lo explique él

Blake era un joven astuto, inteligente, pero inseguro de sí mismo. Sus artículos sobre
el asesino de Plutón era muy populares; se podría decir que Blake se ganó la fama de esa
manera, tampoco era una celebridad, pero sí alguien importante en el mundo periodístico

- Es un gusto – dice nervioso


- Eso ya lo dijiste – le responde el anglosajón
- Perdón, eso solo… que estoy algo inquieto ¡Su historia es magnífica para una
noticia perfecta¡
- ¿Mi historia? Vladimir ¿Acaso él sabe sobre mi amnesia?
- Si y no, será mejor que lo dejes terminar
- Se lo explicare en palabras sencillas, señor Eichhorst. Usted me contactó cuando
arribó al país, me dijo que necesitaba investigar a un persona
- Pero creí que eras periodista…, no detective
- Mi trabajo es investigar persona, al igual que un detective. Se podría decir que es
mi segundo empleo, y más aún cuando es una persona tan interesante como la
que me pidió buscar
- Bien…, pero aún no entiendo ¿Estás seguro de que yo te pedí buscar a alguien
cuando llegué al país? ¿A quién?

Eichhorst estaba ansioso, aquel chico era joven aún, pero por sus ojos y el
nerviosismo en sus palabras, se notaba de inmediato que tenía información valiosa consigo,
cosa que Abraham no dejaría de lado, necesitaba saber todo sobre su pasado y el por qué llegó
a San Listuriano

- Usted me pidió buscar a una mujer llamada Anastasia.


- ¿Anastasia?
- Si. Usted me dio una descripción de ella bastante buena, no había por donde
perderse a hora de buscarlo. No obstante, surgió un problema
- ¿Qué tipo de problema?
- Encontré a una mujer idéntica con la descripción que me había dado usted, el
único “pero” de la situación, era que la mujer que encontré ya no se llamaba
“Anastasia”, sino que ahora se hace llamar, “Leona”

Abraham estaba intentando digerir la situación, costaba un poco asimilar que una
persona que supuestamente él mismo contrato, ahora le esté diciendo que le había pagado
para investigar a Leona. ¿Por qué investigaría a Leona? ¿Qué tiene ella que me interese?
¿Acaso habrá sido esa la causa por la cual llegué al país?

- ¿Leona? – pregunta Abraham – ¿Hablas enserio?


- A sí es, la misma mujer de cabellos blancos con la que usted ha estado viviendo
estos días
- Espera…, entonces…, Vladimir, tu sabía sobre esto ¿Cierto?
- Si te refieres a la mentira que se armó esa nefasta criatura con aspecto infantil, te
mentiría si te digo que lo supe todo el tiempo, fue gracias a este chico, que me
enteré de todo
- Así es – dice Blake – seré claro y directo. Al principio no le di mucha importancia
al buscar al investigar sobre ella, pero mientras iba encontrando más y más
información, sabía que estaba enfrente de una mina hora noticiaría. El pasado de
esa mujer… ¿Cómo decirlo? Es horriblemente aterrador. Lo peor fue que usted
estuvo desaparecido por varios días, creía que estaba muerto, o que esa
psicópata la había matado
- ¿Qué? ¿Por qué Leona haría algo como eso? ¿Acaso no es ella una especie de
detective?
- Alex… ve más despacio – dice Vladimir interviniendo
- Perdón señor Lubchenko. Estuve preocupado por usted., Abraham. Como ya le
dije, estuvo desaparecido por varios días, no sabía nada de usted. Debido a eso,
me preocupe bastante, y tuve que acudir con mi amigo en la policía, Alexandre
River, y fue gracia a él que pude obtener respuestas acerca de su paradero
¿¡Pero por qué me dices esto ahora ¡? Estuve mucho tiempo en el hospital
- ¡Lo busqué¡ pero tampoco es fácil que la policía suelte información así como así.
- Es posible que River lo haya ayudado cuando usted ya no era sospechoso de nada
– dice Vladimir
- Así fue como conocí al doctor Lubchenko. Iba días tras días al hospital, y nadie me
daba una respuesta, decían que la información de los pacientes que ingresan, era
confidencial. Pero un día el señor Lubchenko me encontró discutiendo con la
enfermera que estaba en la recepción, él me oyó hablando sobre usted, y fue así
como me ayudó a encontrarlo

Abraham se acomodó bien en su asiento, intentando de procesar toda la información


que el joven le lanzaba. Eichhorst pareció estirase, y continuó oyendo con atención las palabras
de Blake

- ¿En dónde está el problema? Es cierto que no he recuperado aún mi memoria, y


que todo fue una mentira ideada por Leona, eso no lo discuto. Pero ella está
ayudando a la policía, por eso me necesita, para que yo la ayude tambien. No veo
donde está el problema
- El problema – dice Blake – está en que esa mujer…
- Llámala por su nombre mejor – dice Vladimir
- Cierto. Su verdadero nombre es: Aria Mikhailovich koriliova, o tambíen conocida
como Mikaela Aria. Ahora, señor Eichhorst lo que le diré es muy serio, por favor
ponga atención. Esta mujer, Mikaela, es una cazadora ¿Alguna vez le ha oído
referirse a los “contratos” que hace con la policía?
- A decir verdad, si. Una vez la escuche hablando de sobre eso con el inspector
Astor
- Le contare algo, señor Eichhorst; Mikaela posee una tremenda fortuna. No tengo
idea de donde la ha sacado, pero eso no es lo importante, Pregúntese entonces
¿Qué busca si no es dinero? Y por lo visto tampoco es fama, ya que no tiene ni la
menor idea lo difícil que es conseguir información acerca de ella. Pregúntese
entonces ¿Qué es lo que busca esta mujer si no es fama, dinero, ni mucho menos
sabiduría, y que además necesita la ayuda de la policía? Parece un acertijo ¿No? ,
¿Alguna idea?
- No… no lo se
- Es muy simple. El único requisito que Mikaela Aria pide antes de investigar un
caso, es que el sujeto al cual investigara este con la pena de muerte asegurada
- ¿Y esto para qué?
- ¿Acaso no es obvio? Mikaela captura al sujeto, y luego lo ejecuta personalmente.
Pero no crea que eso es todo. El trato entre la policía y ella, consiste en que ella
tendrá el poder legal suficiente, como para torturar a su víctima y quedar
inocente. Ese demonio de cabellos blancos que le mintió a usted, es una experta
torturadora, no se imagina cuántas vidas ha eliminado con sus propias manos. Es
una asesina más, no se diferencia en nada a los sujetos que captura. Es por eso
que Mikaela Aria, solo es llamada en situaciones críticas, cuando la policía ya está
desesperada, además que solo captura asesinos ¡Por eso me preocupe tanto por
usted señor Eichhorst, creí que esa mujer lo había asesinado¡

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