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En el editorial anterior señalamos que se viene en el país un nuevo boom minero, con énfasis en la

sierra sur peruana (Ayacucho y Apurímac, además de Arequipa), lo cual implicará una serie de
impactos socioambientales, que difícilmente serán todos positivos, a contracorriente del discurso
oficial y empresarial. Uno de los protagonistas de ese boom es la empresa Southern Copper
Corporation-SCC (antes Southern Perú Copper Corporation), perteneciente al Grupo México.

Por Raúl Chacón Pagán, con la colaboración de Paul Pilco publicado en El E-cochaski

10/10/2010. Dicha minera tiene, en realidad, una larga historia en el Perú, habiendo sido creada
en 1952 como subsidiaria del consorcio estadounidense ASARCO, que tenía el 52% de las acciones,
siendo los otros socios Phelps Dodge Overseas Capital Corporation (16%), Marmon Group Inc
(20.7%) y Newmont Mining Corporation (10.7%).

Si bien el nombre de la SCC sonó en los últimos meses en los medios nacionales y otras esferas
públicas y privadas a causa del conflicto social, consulta vecina incluida, que despertó su proyecto
Tía María en el distrito de Cocachacra, provincia de Islay, región de Arequipa, su historia está
indesligablemente unida a sus operaciones mineras en Cuajone (Moquegua) y Toquepala (Tacna),
así como metalúrgicas en Ilo (Moquegua). Sin embargo, en los últimos 15 años la SCC ha ido
dejando un legado no menos polémico también en el distrito de Tapairihua, provincia de
Aymaraes, Apurímac, a raíz de su proyecto Los Chancas. Proyecto de exploración que desde 1996
viene generando una serie de impactos en el anexo de Quichque y las comunidades vecinas de
Tapairihua y Tiaparo. En principio, la empresa construyó carreteras de acceso, destruyendo tierras
de cultivo y debilitando los suelos, lo cual provocó, durante las lluvias, derrumbes y deslizamientos
que sepultaron al colegio primario, la capilla y viviendas de pobladores de Quichque. Ante los
daños sufridos a su infraestructura, los pobladores del anexo le pidieron a la empresa una
compensación, obteniendo sólo ofrecimientos de parte de aquella. Otro elemento de conflicto es
que la empresa sólo empleaba a unos pocos lugareños, a los que hacía trabajar 12 horas, sin
pagarles el salario completo, según denuncias locales.

En agosto del 2000, la empresa respondió negándose a indemnizar a Quichque por los daños,
ofreciendo que le restituiría el agua recién en noviembre, pues esta era muy necesaria para su
proyecto. A fines de setiembre, representantes de Quichque le informan a la empresa que sólo
negociarían una compensación económica con ella por separado de las comunidades de
Tapairihua y Tiaparo, con las que tenían un antiguo juicio de linderos. Entonces, la Asociación
Centro Unión de Quichque, ubicada en Lima, pidió a la empresa, a nombre de su comunidad, lo
siguiente: un pago global por daños de 500,000 dólares; la suspensión del proyecto minero Oso 4;
la restitución del agua potable y de regadío del anexo, reparando o construyendo un nuevo
reservorio; la interrupción de cualquier ruta de comunicación del asiento minero con el distrito de
Tapairihua y el retiro del proceso judicial iniciado contra el representante de Quichque. El
Ministerio de Energía y Minas (MEM) informó en setiembre del 2000 al Congreso de la República
que carecía de información respecto a si la construcción de la carretera Huayllao-Quichque "que
efectúa una empresa minera en Apurímac con fines de exploración y explotación de minerales,
viene causando daños ecológicos" (Oficio No 434-2000-EM-SG-ST). Y acusó recibo de la carta del
25 de octubre de los dirigentes de la comunidad sobre su conflicto con la empresa minera. A fines
de octubre del 2000, representantes de la comunidad se dirigen al director general de minería del
MEM para denunciar los daños y abusos sufridos por parte de la empresa. Agregaron que ésta no
les presentó un Estudio de Impacto Ambiental respecto al yacimiento en cuestión, que la carretera
construida no contaba con la autorización correspondiente y que el verdadero titular del
yacimiento no es una persona natural, como se consigna en el petitorio, sino la minera. Un
representante comunal tramitó en febrero del 2001 la certificación por parte del destacamento de
seguridad policial del Puente Antarumi-Aymaraes de los efectos adversos de la construcción de la
carretera hacia la zona del proyecto minero, ocurridos en mayo del 2000. Poco después,
representantes de la comunidad en Lima exigieron ante el MEM, el Ministerio de la Mujer y
Promoción del Desarrollo, la Defensoría del Pueblo y el Ministerio de Agricultura el inmediato
retiro de la empresa de las tierras de la comunidad.

Por su parte, también en febrero, la presidenta de la comunidad de Tiaparo le escribió al


coordinador regional del CORECAMI-Apurímac para denunciar las irregularidades cometidas en su
zona por la empresa minera Southern Perú Cooper Corporation "Los Chancas de Apurímac",
afectando en especial a sus anexos Quichque y Flor de Huarancca. Precisó que la empresa instaló
motobombas en los puquiales para llevar agua a las maquinarias de perforación, contaminando el
agua que riega los pastos naturales, lo que causó la muerte de animales. Agregó que la empresa
pretendía comprar a su antojo las tierras de los pobladores, bajo amenaza de acogerse a la Ley de
servidumbre. El 12 de marzo del 2001, el alcalde de Tapairihua, solicitó ante el Juzgado Mixto de
Abancay una medida cautelar que disponga la suspensión de los trabajos de exploración minera de
la Southern en la zona del Huipani. Pidió eso "en tanto se resuelva el proceso de cancelación de la
concesión e indemnización por daños y perjuicios y el cobro de frutos civiles que pretende
interponer en forma y plazo de ley". El 3 de abril se dictó la medida cautelar excepcional solicitada.

Sin embargo, un hecho que alteró por entonces la marcha de las cosas fue la extraña muerte de
una comunera, durante la gresca entre las dos comunidades del 10 de abril, en la zona de Cruz
Ccasa. Esa persona era casualmente una de las pocas que se oponía abiertamente a los abusos de
la minera. Por si fuera poco, ambas comunidades se culparon entre sí de haber iniciado la agresión
a la otra. La minera, según pobladores de Tiaparo, le habría proporcionado "hombres y
conductores" a los de Tapairihua, a los que dejó pasar en vehículos por su control policial. Las
autoridades de Tiaparo también se dirigieron al prefecto de Apurímac para pedirle garantías
personales y comunales a favor de los tiaparinos, acusando a los de Tapairihua de querer invadir
sus tierras, en el contexto de un juicio de linderos. Por su parte, ese mismo mes, el presidente de
Tapairihua le comunicó a la Asociación de Residentes Tapairihuinos de Lima que ellos actuaron a
fin de recuperar una cosecha de papas robada por los de Tiaparo, cuya respuesta fue el ataque con
piedras y balas.

Este año, algunos hechos actualizaron los hechos relatados arriba. En primer lugar, el 17 de enero
Tapairihua convocó a un paro de 24 horas, acatado por todos los pueblos de la cuenca media y
baja del río Antabamba, obligando a la empresa a dialogar con las autoridades y dirigentes
comunales. Sin embargo, en marzo, justo cuando Tiaparo y Tapairihua trataban de resolver sus
antiguas diferencias y enfrentar juntas a la minera, la justicia apurimeña resolvió el derecho de
posesión de tierras a favor de Tiaparo, reviviendo las viejas rencillas entre ambos pueblos. Debido
a que Tapairihua apeló, actualmente el caso está en la Corte Suprema. Por ello, no fue
aprovechada la publicación, en abril, de un estudio de calidad hídrica efectuado por la Dirección
de Ecología y Protección Ambiental de la Dirección Regional de Salud de Apurímac. Estudio que
halló metales como hierro, cobre, plomo y cadmio en los principales afluentes y cuerpos de agua
de las comunidades de Tiaparo y Tapairihua, contiguos a la zona del proyecto Los Chancas. Más
bien, la empresa modificó su estrategia de relacionamiento comunitario, con un nuevo equipo de
profesionales, que tienen ascendencia en la zona por haber sido funcionarios de la desaparecida
Corporación de Desarrollo (CORDE). Por último, a principios de mes, a través de algunos medios
capitalinos, se conoció que la SCC terminará el estudio de factibilidad o viabilidad para su proyecto
de cobre y molibdeno Los Chancas a principios de 2011, y que desarrollarlo representará una
inversión de 1,200 millones de dólares, estando programado su inicio en el 2013. Sin olvidar que el
año pasado la empresa anunció que está evaluando dos proyectos de centrales hidroeléctricas,
uno en Arequipa y otro en Apurímac. De modo que mientras las comunidades afectadas se
enfrentan entre sí, la empresa sigue avanzando, con estrategias y metas claras, además de un
entorno político regional favorable, tras la victoria del nuevo presidente regional, Elías Segovia, un
hombre proveniente del círculo fujimorista. Esperemos que la Mesa de Minería y Desarrollo
Regional de Apurimac, a través de su intervención empoderante en la zona, logre revertir
paulatinamente la división intercomunal.

Raúl Chacón Pagán, con la colaboración de Paul Pilco

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