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EL BICENTENARIO LÚGUBRE

La crisis del Poder Ejecutivo (cuatro presidentes en cuatro años). El colapso sanitario
causado por gobernantes incapaces que se han sucedido en el cargo sin que nada corrijan ni
remedien, rodeados de ministros y funcionarios en competencia por constituirse en el más
mentiroso e inescrupuloso, quienes dejan miles de muertos y contagiados en abandono. La
clase cultural inexistente, pero con un Ministerio de Cultura subversor, que se regocija
premiando huachaferías. La clase empresarial ausente y esquiva con respecto de la sociedad
donde cultiva sus intereses y ganancias. La élite episcopal-clerical que mayoritariamente ha
desistido de lo sacramental, quedándose en inerte complicidad con la arbitraria e
inconstitucional prohibición de uso de los templos, y sintiéndose satisfecha con sus emisiones
de misas virtuales. La siniestra posibilidad de que, en seis semanas, por vía electoral, se instale
un gobierno comunista.

Todas estas son causas concurrentes, que han pulverizado la presencialidad del hito
histórico que de celebrar el bicentenario de la independencia republicana. La independencia es
un proceso histórico que se inició en 1811 y que concluyó –según el criterio que se desee
validar– en 1824 con la victoria de la Batalla de Ayacucho; en 1826 con la rendición de las
últimas tropas de españoles en la Fortaleza Real Felipe del Callao; en 1836 con la renuncia del
parlamento español de todo derecho de soberanía sobre los territorios de América; en 1839
con el Convenio de Yanallay por el que las guerrillas de indígenas realistas (los iquichanos)
finalmente reconocieron la independencia republicana, o en 1879 (a seis meses de iniciada la
Guerra por Chile) con la firma por España del Tratado de París.

Por el primer centenario de la Independencia, hay obras monumentales en Lima, que


las gozamos hasta el día de hoy, luego de 100 años, tales como las remodelaciones de las
plazas de Armas y San Martín; las inauguraciones de la Av. Alfonso Ugarte, del Paseo Colón y
de la Av. Arequipa. Los monumentos obsequiados por las colonias de extranjeros: los alemanes
el reloj del Parque Universitario, el Arco Morisco por los residentes españoles, los japoneses el
monumento a Manco Cápac en el distrito de La Victoria, los chinos la fuente de agua en el
Parque de la Exposición, los norteamericanos las bibliotecas itinerantes. La estatua ecuestre
del General don José de San Martín y el Museo de la Cultura Peruana de estilo neoinca (en la
Av. Alfonso Ugarte). Y, el gobierno inglés obsequió el Estadio de Santa Beatriz.

Para el bicentenario no ha llegado ningún regalo. No se ha construido ningún


monumento. Ni se ha remodelado ninguna plaza. No hay aún ningún recuerdo que permaneza
para el goce y la memoria de los peruanos que festejarán el tercer centenario de la
independencia. No hay ni siquiera una celebración de luz y sonido, como se estila en nuestra
época. Pero, esto no se debe a las restricciones de la interacción social, por la pandemia. Sino a
una innegable falta de voluntad. Un desinterés. Una abulia por nuestra identidad histórica.
¿Nos habremos hastiado de ser república democrática? ¿Será por eso, que emerge
amenazante, la posible elección de un gobierno de cepa ideológica comunista?

Es dudoso que un partido ideológicamente motivado al genocidio y al crimen


sanguinario, que niega la naturaleza humana, con irreductible voluntad para instaurar un
Estado sistemáticamente absorbente de las realidades sociales (familia, cuerpos intermedios,
empresa, sindicatos, asociaciones, clubes, escuelas y universidades, etc.), sea válidamente
electo, como manifestación de voluntad sana por la ciudadanía.
Podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que la instalación de un gobierno
comunista será el fin de nuestro ciclo histórico demócrata republicano. Y, que la indiferencia y
el desgano en los diez años ya transcurridos, sin festejar nuestro proceso de independencia
nacional; no sea un preludio noctambular que esté dando aviso del abandono de nuestra
identidad histórica, que nos legó la vertiente hispánica, la muy rica y universal cultura greco-
latino-cristiana.

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