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El Evangelio de la Alegría La segunda reacción de María resulta enigmática.

En efecto, después del titubeo pensativo con que había


recibido el saludo del mensajero de Dios, el ángel le había comunicado que había sido elegida para ser la
En el saludo del ángel llama la atención el que no dirija a María el acostumbrado saludo judío, shalom -la madre del Mesías. María pone entonces una breve e incisiva pregunta: «¿Cómo será eso, pues no
paz esté contigo-, sino que use chaire: ¡Alégrate! Con este saludo del ángel comienza el NT. conozco varón?». María no duda. No pregunta sobre el «qué», sino sobre el «cómo» puede cumplirse la
promesa.
La misma palabra reaparece en la Noche Santa en labios del ángel, que dijo a los pastores: «Les anuncio
una gran alegría». Vuelve a aparecer en Juan con ocasión del encuentro con el Resucitado: «Los discípulos Después de esto sigue la 3ra reacción, la respuesta esencial de María: su simple «sí». Se declara sierva del
se llenaron de alegría al ver al Señor». Señor. «Hágase en mí según tu palabra». Bernardo de Claraval describe dramáticamente en una homilía
la emoción de este momento. Tras la caída de nuestros primeros padres, todo el mundo queda
La alegría aparece en estos textos como el don propio del Espíritu Santo, como el verdadero don del oscurecido bajo el dominio de la muerte. Dios busca ahora una nueva entrada en el mundo. Llama a la
Redentor. Así pues, en el saludo del ángel se oye el sonido de un acorde que seguirá resonando a través puerta de María. Necesita la libertad humana. No puede redimir al hombre, creado libre, sin un «sí» libre
de todo el tiempo de la Iglesia y que, por lo que se refiere a su contenido, también se puede percibir en la a su voluntad. Al crear la libertad, Dios se ha hecho en cierto modo dependiente del hombre. Su poder
palabra con la cual se designa todo el mensaje cristiano en su conjunto: el Evangelio, la Buena Nueva. está vinculado al «sí» no forzado de una persona humana. Así, Bernardo muestra cómo en el momento de
la pregunta a María el cielo y la tierra, contienen el aliento:
«Alégrate, llena de gracia.» Hay conexión entre alegría y gracia. En griego, las dos palabras, alegría y
gracia, se forman a partir de la misma raíz. Alegría y gracia van juntas. Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu vientre al Creador. Mira que el
deseado de todas las naciones está junto a tu puerta y llama. Si te demoras, pasará de largo y entonces,
Parafraseando a San Agustín: ¿Qué había hecho María para merecer el privilegio de dar al Verbo su con dolor, volverás a buscar al que ama tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por el
humanidad? ¿Qué había creído, pedido, esperado o sufrido para venir al mundo santa e inmaculada? amor, abre por el consentimiento. Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu
Busca también aquí méritos, justicia, busca todo lo que quieras; y a ver si encuentras algo que no sea palabra.
gracia. María, con toda razón, puede hacer suyas las palabras del apóstol y decir: Por gracia de Dios soy lo
que soy. En la gracia reside la mejor comprensión de María, su grandeza y su hermosura. Es importante escuchar también la última frase de la narración lucana de la anunciación: «Y el ángel la
dejó». El gran momento del encuentro con el mensajero de Dios, en el que toda la vida cambia, pasa, y
¿Qué significa, para la Iglesia y para cada uno de nosotros, el hecho de que la historia de María comience María se queda sola con un cometido que, en realidad, supera toda capacidad humana. Ya no hay ángeles
con la palabra gracia? Significa que también para nosotros, al principio de todo, está la gracia, la elección a su alrededor. Ella debe continuar el camino que atravesará por muchas oscuridades, comenzando por el
libre y gratuita de Dios, su inexplicable favor, su salir a nuestro encuentro en Cristo para darse a nosotros desconcierto de José ante su embarazo hasta el momento en que se declara a Jesús «fuera de sí» (Mc
por puro amor. Significa que la gracia es «el primer principio» del cristianismo. 3,21), más aún, hasta la noche de la cruz. En estas situaciones, cuántas veces habrá vuelto interiormente
María al momento en que el ángel de Dios le había hablado. Cuántas veces habrá escuchado y meditado
La respuesta de María aquel saludo: «Alégrate, llena de gracia», y sobre la palabra tranquilizadora: «No temas.» El ángel se va, la
misión permanece, y junto con ella madura la cercanía interior a Dios, el íntimo ver y tocar su proximidad.
La respuesta de María se desarrolla en tres fases. Ante el saludo del ángel, primero se quedó turbada y
pensativa. María reflexiona (dialoga consigo misma) sobre lo que podía significar el saludo del mensajero Solo es digna morada de Cristo aquél o aquella que abre todo su espacio para el misterio del Verbo
de Dios. Así aparece ya aquí un rasgo característico de la imagen de la Madre de Jesús, un rasgo que Encarnado, del Dios salvador, del Rey y buen Pastor de nuestras almas.
encontramos otras dos veces en el Evangelio: el confrontarse interiormente con la palabra (cf. Lc 2,19.51).
Ella no se detiene ante la primera inquietud por la cercanía de Dios a través de su ángel, sino que trata de María Santísima, por supuesto, es el ejemplo más elocuente de lo que esto significa, y Ella necesitaba
comprender. María se muestra por tanto como una mujer valerosa, que incluso ante lo inaudito mantiene estar completamente llena del amor de Dios, de la bendición de Dios y de la presencia de Dios. Así la
el autocontrol. Al mismo tiempo, es presentada como una mujer de gran interioridad, que une el corazón saludó el ángel: “Llena de Gracia”, no había espacio para nada más, solo había espacio para la gracia de
y la razón y trata de entender el contexto, el conjunto del mensaje de Dios. De este modo, se convierte en Dios; no había espacio para nada más, solo espacio para el amor de Dios, la bendición de Dios y la luz de
imagen de la Iglesia que reflexiona sobre la Palabra de Dios, trata de comprenderla en su totalidad y Dios. No quedó espacio para María, todo lo llenó Jesucristo. Eso se llama comunión, eso se llama
guarda el don en su memoria. santidad, eso se llama inhabitación divina en el corazón humano. Así tiene que suceder también en
nosotros.

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