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Los estudios culturales de los 80 a los 90: perspectivas antropoldgicas y sociolégicas en América Latina ; jor qué existen tantas disciplinas para estudiar la ultura? Lahipétesis de partida deeste textoes que Gr: proliferacién de tendencias es resultado de pro- blemas no resueltos en Ia investigacién que dificultan cons- iniirun modelo tedrico y un conjunto coherente de-estrategias de conocimiento ampliamente compartidos, Pero las diver- gencias derivan también de las condiciones sociopotiticas y Jas wadiciones institucionales separadas en que se practican las ciencias sociales. 4Cémo organizar el tratamiento conjunto de tas variadas condiciones epistemoldgicas y sociales en que se desarrollan los estudios sobre cultura? Mas que dar una visién enciclopé- ddica sobre la multiplicacién de trabajos, me interesa encarar algunas encrucijacias de fa investigacién, Para hacerlo sugic- ro como segunda hipstesis que las diferenciasentre sociologia yanwopologta tienen su micleo, actualmente, en una incom- patibilidad entre sus concepciones sobre lo tradicional y lo modemo, Es necesario analizar tanto la inconmesurabilidad de sus enfoques como los intentos por superarla para ver sies Ene texto, asf como el de Nelly Richard (p.$-6 de exte mismo ndmero) y el 428. Salo (p. 28-31, coregido respecto de la version original), fue leiden 1 Congreso de la Latin American Studies Association, abil de. 1991, en paeles organizados par Jean Franco sobre los estdios cultural. FU WN T O iD SE posible sacar los estudios culturales de su situacién prepara: digmatica, en cl sentido kuhniano, 0 al menos establecer por qué es diffcil, cuando se analiza la cultura, saber de qué esta- mos hablando. A partir de esta discusién buscaremos descri- bir cmoseesté reformulando hoy el papel dela investigacién sobre cultura en la crisis do crecimiento académico y socioe- conémico de América Latina, De Jas humanidades a las ciencias sociales Si bien nuestro objeti vo no es aqui tazar la historia de los estudios latinoamericanos sobre cultura, convicne recordar que las trayectorias de la antropologfa y la sociologia en rela- cidn con clla tienen muy diversa duracién y estrategias diver- Zontcs, Hasta mediados de nuestro siglo, cuando las cuestio- nies culturales eran ocupaciGn casi exclusiva de escritores y filésofos, los antrop6logos {ueron los tnicos cientificos socia- Jes que las consideraron sistematicamente como parte de los rocesos sociales. Al estudiar los pueblos indigenas y campe- sinos, analizaron los mitos y el folclor con tanta dedicacién como las estructuras cconémicas y politicas. Aun en los aftos cincuenta y sesenta, cuando la sociologia superd su etapa en- sayistica mediante la investigacién empirica de los cambios demogrificos y socioeconémicos, relegaba las diferencias a culturales como aspectos insignificantes que sorian transfor~ mados por la modernizacién. Los antropélogos, entre tanto, se ‘concentraban en las formas propias de simbolizacién y ritua- lizacién de cada grupo, sobre todo de los mds “atrasados". Por otra parte, frente a los especialistas en la cultura de él te—Ios historiadores del arte y Ia litcratura— la antropologia reivindicaba las culturas populares. Su larga familiarizacién con la problematica cultural dio a los antropélogos una venta- jacn relacién con la historia, la sociologia y otras. ‘iplinas: que comenzaron a elaborar un saber cientifico sobre esta fea en los dtimos veinte afios, Pero la acumulaci6n antropologi- cade conocimientos, realizada preferentemente cn cl univer- 80 popular tradicional, limit6 los aportes de esta di el andlisis cultural de la modernidad. La formacién de la sociologéa cientifica en la segunda mi- tad de nuestro siglo, basada en estudios empiricos realizados en Facultades ¢ institutos independizados de las humanidades cldsicas, fue concebida como una ¢mpresa solidaria de ta it dustrializaci6n y la urbanizacién de las sociedades latinoame- ricanas. Para pasar de lo local y tradicional, 0 sca de! “atraso”, alas sociedades modemas habia que entender las leyes macro- sociales del descnvolvimiento wenoldpico y social. En vez.de interesarse por las modalidades antiguas de organizacién y simbolizacién (cl compadrazgo, el parentesco, los mitos), esas “obstéiculos al desarrollo”, era necesario que los cientif cos sociales contribuyeran a conocer las migraciones, la relo- calizacién de poblaciones para construir presas 0 carrcteras,la adaptaci6n de la fuerza de trabajo campesina a las relaciones laboralles de las empresas y a las estructuras urbanas. En esos cambios vertiginosos, que una visidn sesgada s6lo atribuia a impulsos tecnoldgicos y econémicos, no habia tiempo para ‘entretenerse con los procesos culturales. Unicamente en paf- ses con densa composicién indigena —particularmente Pert y México— algunos socidlogos vieron como “area primor+ ial estudiar y plantear soluciones précticas a los problemas nacionales, en especial a los de heterogencidad cultural, cen- trando su atencién en el problema indigena”.! Sin embargo, los, socidlogos que por esta razén trabajaron como ein dlogos y asi alenuaron la escisi6n entre antropologia y sociologia, juzga- ban lo indigena, segtin dice esta cita, como problema, Su cx nocimiento de las cul turas indias buscaba cémo subordinarlas ‘@.un proyecto nacional modero. Un punio en comin de esos estudios social6gicos con los que hacfan los antropélogos indigenistas cs que, al analizarla cultura, se dedicaban, mas que a precisar las dificultades te6- ricas y epistemoldgicas, a discernir cl sentido politico de la modemizacién. La obra mis creativa de esta 6poca, El proce- sode aculturacién, de Gonzalo Aguirre Beltrén, presenta una elaboracién conceptual imaginativa, pero tedricamente preca- ria, porque su eclecticismo est menos preocupado por justi- ficarse opistemoldgicameente que por armar un esquema ade~ ‘cuado a su proyecto politico: claborar una “‘doctrina que guéa yaclara los procedimientos y las metas que persigue la accién indigenista”> ' Manuel Villa, “Tdeolog(a oficial y sociologta critica en México, 1950: 1970", México, UNAM, Facultad de Ciencias Pollicas y Sociales « Centro de Estudios Latinoamericanos, Estudios, 16, p. 7. 2 Gonzalo Aguirre Relurin, EI proceso de acultwracién, México, Edi- cones de In Casa Chata, 1982, p. 9. 42 Eo pew ht 8 /¢ la antropologia para estudiar la modernidad? Al llegar a los afios noventa los tabiques entre antropé- Jogos y socidlogos no han cafdo, aunque si cambiaron las ‘condiciones politicas y académicas en que se produce el cono~ cimiento, A veces parecicra que la mayor autonomfaconquis- tadaporcl trabajo cientifico frentea poderes externos reforza- ralas distinciones historicas, las prioridades departamentales, las estrategias de crecimiento y prestigio de cada disciplina. Gran parte de Ia antropologia latinoamericana sigue centrando su investigacién y su enseftanza en la descripeién emogrifica de pequeflas comunidades tradicionales, Los estudios cultura les privilegian cl conocimiento de los rasgos que dan continui- dad hist6rica a un grupo éinico 0 un pueblo campesino, 0 re presentan su resistencia a la modemnizacién. Los pocos textos quese ocupan de las transformaciones tecnol6gicas, econdmi- ccas o generadas por la urbanizacién y la industrializacion suc~ Jen detenerse mis en las amenazas de esas fuerzas, vistas co- ‘mo extrafias, que: en explicar los entrecruzamicntos entre lo heredado y lo innovador, Esraroencontrar investigaciones quese pregunten por qué Jos grupos indigenas adoptan dentro de sus aiin llamadas “co- munidades” formas de produccidn capitalista, asimilan con gusto estructuras ideolégicas y biencs de consumo moder- nos: sabemos muy poco cémo usan los indios y campesinos Jos créditas bancarios y la tclevisién, c6mo se relacionan con los turistas en los mercados y con la informacién que obtie- nen cuando van a las grandes ciudades de su propio pats 0 de los Estados Unidos. Conocemos articulos y algunas tesis iné- ditas que lo tratan, pero al recorrer las investigaciones ex- tensas, los libros sobre estas cuestiones, la obra clisica de Lourdes Arizpe sobre las Marfas y la reciente de Catharine God Eshelman acerca de los productores de amate son ex- cepeiones.? Aun los estudios antropolégicos sobre cultura obrera y grupos marginales urbanosrepiten, en espacios donde la orga- nizacién macrosocial y moderna de la vida es insoslayabl estilo microctnografico: observacién intensiva y entrevistas ‘en profundidad para conocer la dindmica “aislada” de un ba- rrio ounenclave cultural. Las informaciones originales y den- sas queesta metodologia tieneel mérito de proporcionar nolo- gran ascender a visiones complejas sobre el significado de viviren la ciudad. Lo que dice Eunice Ribeiro Durham respec tode laantropologia brasilefia cs aplicable a toda América La- tina: sehace menos “una antropologa de la ciudad que una an tropologfaen laciudad, Setrata de investigaciones que operan con temas, conceptos y méiodos de la antropologia, pero vol- cdndose al estudio de poblaciones que viven en las ciudades. La ciudad es, por lo tanto, mas! lugar de investigacién que su objet » Lourdes Arizpe, Indigenas en la cludad de México. El caso de las "Marian", México, SepSetentas, 1979, Catharine Good Eshslman, Haciendo la tucha. Arte y comercia nahuas de Guerrero, México, Fondo de Cultura Broondmica, 1988. «Eunice Ribeiro Durham, "A pesquisa antropolégica con populagoes turbanas: problemas y perspectivas", en Ruth Cardoso (org), A aventura «antropotgica, S40 Paulo, Paz c Terra, 1986,p. 19. Resulta coherente con este paradigma de estudios —insti- tucionalizado por organismos de investigacién y politica cul- tural, por presupuestos especiales y mecanismos propios de pprestigio— que el papel principal de los antropGlogos en este fin de siglo latinoamericano sea el de criticos de la modemni- dad, Surechazo al evolucionismo y el etnocentrismo los indu- oa ver en las polfticas homogencizadoras de industrializa- cién y reconversién industrial, de integracién nacional y subordinacién a patrones transnacionales de desarrollo, impo- siciones occidentalesa las culturas étnicas y locates, dclas cla- sses hegemdnicas sobre las subaltemas, yen los més radicales, simpleetnocidio. Como lacontradictoriay dependliente moder- aci6n latinoamericana ha engendrado vastos dramas —mi- gracionesmasivas,clesempleo, gigantismo urbana y polucién— ‘no altan datos ni argumentos para cuestionarlaidentificacién Céndida de 1a modernidad con el progreso y de las tradiciones conelatraso, Hay, entonces, un lugar evidente para quelosan- tropdlogos se desemperten como defensores de las culturas indfgenas y campesinas, promotores de sus saberes y sus t6e- nicas,noséloen la academia sino en organismos gubernamen- tales y privados*, Pero también es posible que el pensamicn- to aniropol6gico sea vit para complejizar el debate sobre la moderidad, simplificado por el “éxito” de las pol liberales: puede incluir en la discusiGn diferencias no fécitmente reduetibles, otros modos de tratar a la naturale- ‘23,impulsar e} desarrollo y resolver solidariamente los proble mas colectivos. Lapregunta pendiente es si un paradigma que piensa reac- tivamente la modernidad, que ain dispone de escasos instru- mentos teéricos y metodoldgicos para entender la industri zacién (de los bienes materiales y simbélicos), la masificacion de los consumos, la reorganizaciGn de las culturas nacionales en un mercado transnacional, es capaz de producir un discur- 80 pertinente para intervenir en las crisis comempordneas. ‘Comienzan a aparecer en la antropologia latinoamericana estudias que logran responder afirmativamenie, Encuentro en Brasil algunos ejemplos: el libro de Roberto de Matta, Carna- vais, malandras ¢ hérois. Para una sociologia do dilema brasileiro, pescal subifiulo es una obra antropoldgica porque usa las teorfas de esa disci pina sobre ritualidad para claborar —lesle la descripcién det carnaval—una interpretacién de la sociabil dad nacional. Otros estudios innovadores son los que realizaron sobreel patrimonio cultural Antonio Augusto Aran- {cs Ribeiro Durham’, ya que trascienden la 6pticaconserva- ia y fundamentalista, habitual en este campo, y ubican Jos usos del patrim onio en las polémicas actuales sobre-el de- sarrollo brasilefio. Pienso, asimismo, en las obras de Renato ‘Oni, que oscilan entre la investigaciém antropolégica de: la identidad nacional y cémo se reformulan tas trad medio del avance de las industrias culturales*, 5 Eine: Jor autores mis incisivos eabe mencionar « Arturo Warman, (€Modemizarse zpara que?” Nexos, 50, febrero de 1982) Guillermo Bonfil Baulla (México profundo, México, Grijalbo, 1990). © Robertoda Matta, Carnavdis, malandros.e hérois, Rode Janciro,Zahar, 1980, 2, edicin. Antonio Augusto Arantes (org), Provaindo o pasado. Esiraidyias de ‘do patrimonio cultural, S40 Paulo, Bratliense, 1984. "Renato Oniz, Culwa brasileira e identidade nacional, S10 Pavlo, Brusiliense, 1987: A moderna tradigaa brasileira, Cultura brasileira € ‘industria cultural, Sa0 Paulo, Brasliense, 1988. phe uty Nee Tito D o£ En la antropologia mexicana de la primera mitad del siglo hhubo una reflexidn sobre la sociedad nacional muy influyen- ten el disefto de politicas culturales, pero fue interrumpida cuando la antropologia se volvid indigenista o se especiali en comunidades locales. Retomaron la preocupacién por ana- lizar globalmente a México algunos estudios de fa tiltima dé- cada, entre los cuales sobresalen das de orientacién muy diver- sa: ef de Guillermo Bonfil antes citado, y un libro de Roger Bartra, La jaula de a melancolfa’, que se presenta como una obra antropolégica, aunque en rigor es una desconstruccién posmodema del discurso sobre la cultura nacional, y uno que- dacon las ganas de que esa imaginativa labor desmistificado- ra fuera acompafiada, como corresponde a una investigaci6n antropoldgica, poruna etnografia de las representaciones de la identidad actuantes en las interacciones cotidianas. Los ejem- plos mexicanos més recientes de investigacién empirica sobre la cultura que a la vez ofrecen una reflexi6n tedrica innowado- ra provienen mas bien de textos que no se dedican centralmen- teala cultura, sino a la antropologta médica (los de Eduardo Menéndez y Maria Eugenia Médena), a la antropologia polf- tica Esteban Krotz, Silvia Gémez. Tagle, Roberto Varela), problemas del desarrollo y la reproduccién social (Larisa Lomnitz, Lourdes Arizpe, Guillermo de la Petia, Mario Mar- ‘gulis) y acuestiones de género (Lourdes Arizpe, Mary Golds- mith, Martha Lamas, Angeles Sinchez). Algunos autores plantean explicitamentelos problemaste- Gricos emergentes cuando se analizan loscambios de tradicio- nes y su reubicacién en ¢! México contempordneo: tales elca- so de las artesan as y las fiestas (Victoria Novelo, Garcfa Can- clini, Gobi Stromberg), la religiosidad y los mitos (Gilberto Giménez, Eckart Booge), Entre las lineas de investigaciGn ae- tales que emplean la antropologia para andlisis macrosocia- les sobre México, dedicdndose especialmente a sus aspectos modemos y complejos, se hallan estudios acerca de politicas educativas y culturales y de su recepcién por diversos actores forge Gonzdlez, Eduardo Nivon, Maya Lorena Pérez, Ana Marfa Rosas, Patricia Safa y José Manuel Valenzuela: el he- cho de que estos trabajos sean articulos recientes y algunos te- sis de postgrado inéditas revela el cardcter incipiente-de dicha tendencia). Cor ne considerarlos si tratamos de entender hacia d6nde va la investi Puede la sociologia pensar juntas la cultura y la, modernizacion? La sociologfa cientifica nace como socia de la modemiza- cidn, “Cuando don Lucio Mendieta y Niifez era ain licen- ciado —recuerda Sara Sefchovich— y en los tel6fonos se eseribfa el nombre de Ja empresa Ericson antes del ndmero, compuesto por cinco cifras, aparecié el primer mimero de la Revista Mexicana de Sociolog{a, publicaca por el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Auténo- ma de México. Era el mes de-abril de 1939”, Eran los afios Roger Rartra, La jaula dela melancalia. Identidad y metamorfosis del ‘mexicano, México, Grijalbo, 1987. 8” Sar Sefchovich, "Los eaminos de la soctologia en el Iaberinto de Ia ‘Revista Mexicana de Sociologia”, Revista Mexicana de Sociologia, ao L1, NPI enero-marzo de 1989. ie SW TS AR Ff 43 en que la estabilidad polftica permitia a México lanzar su de~ sarrollo industrial, confiar que su autonomia iba a afianzarse sustituyendo importaciones y que las fracturas sociales y cul turales irfan suturdindose mediante la integracién nacional del mercado y la exportaci6n de sus productos al extranjero. La sociologta, como ciencia positiva, que descartaba prejuicios y se consagraba.a conocer los hechos, parecfa un instrumento clave para decir emo debia organizarse esta sociedad que se renovaba y expandia. En los aos sesenta, Gino Germani, fundador de ta socio- Jogfa cientifica en la Argentina y uno de los teéricos més ¢s- cuchados en el continente, sosten{a que estaba acabandose en cl mundo a época de las sociologias nacionales, obligadas a diferenciarse por el “el peso dc las tradiciones culturales e in- telectuales”. Un saber caracterizado por la universalidad de conceptos y problemas, explicaba, cuyas diferencias internas se deberin a la especializacién para ¢l conocimiento riguroso delosocial, encontrar “crecientes aplicaciones pricticas” pa- “controlar racionalmente el cambio” en “la transicién de la sociedad preindustrial a la industrial”. Los dogmas politicos y religiosos, los “valores descriptivos” de los grupos locales y tradicionales, debfan ser desechados para que la sociologia cumpliera con su vocacién hist6rica, la que le prescribia la ra- cionalidad estructural-funcionalista, entendida en esos tiem- pos como culminacién del saber moderno". {Qué lugar podia tener en esta sociologia positivista, hos- tila las tradiciones, que juzgaba las diferencias culturales co- ‘mo prejuicios en viasde extincién, el conocimiento del mundo simbélico? Esa pareca una tarea para humanistas. La sociolo~ ‘glacientifica, al dejar el estudio de la culturaen manos de otras Aisciplinas, fueconformando una situacién que podriamos la- mar de discrepancia complice: los historiadores del arte y la li- {eratura sostenfan una estética idealista segiin la cual los fe- némenos creativos no podian explicarse desde teorias que hablaban de determinaciones y regularidadles sociales; los so- cidlogos vefan con incredulidad esas pretensiones de: la ppro- duccién artistica o no se daban cuenta de que lo que ocurre en clarte y la literatura cs mucho mis de Lo que sucede entre un autor solitario y su obra, es decir, que la produccién de bienes simb6licos es sintomética y expresiva de estructuras basicas de la sociedad. En todo caso, el estudio de la cultura hegeménica no for- ‘maba parte de los objetos de investigacisn sociol6gica priori- {arios nla modernizacién, ni daba puntos cn la carrera porses reconocido en una disciplina que se profesionalizaba veloz~ mente en tomo de objetivos “desarrollistas”. En cuanto a las -culturas populares, puesto que se las identificaba con rezagos destinados a evaporarse, era mejor dejarlas en manos de los _antrop6icgos, con los cuales también se discrepaba acerca de su valor pero se hacia una distribucién cémplice de-territorios. A fines de los ios sesenta, sin embargo, comienza aescri- birse estudios mas 0 menos sociol6gicos de la cultura en los ue se transgrede esa tendencia. Por una parte la efervescen- ccia politica y social de esa década —nacida en parte del '“Vease una exposice erica de este periodo en el opisculo de Fliseo Vert, mperialismo, cha de clases y conocimiento, 23 afios de sociotopia cena Argentina, Buenos Aitcs, Editorial Tiempo Contemporéneo, 1974 4“ fy Ba Uy We iT ‘descontento ante la frustracién del desarrollismo—Ilev6 aar= tistas y escritores a interrogarse no tanto por cOmo eran las re- laciones entre arte y sociedad, sino por cémo debfan ser. En. medio de esa bibliograffa abrumadoramente voluntarista al- gunos historiadores del arte y la literatura fueron situando las ‘utopias y lasconsignasen descripciones socioldgicas sobre las relaciones entre productores, intermediarios y piblicos. Men- ‘ciono como referencias, sin pretensiones de scr equitative con Jos que escribicron, los textos de Antonio Cindido, Nog Jitrik, Francoise Perus, Adolfo Prieto, Angel Rama y Roberto Schwarz, Del lado de la sociologia, también surgicron estudios s0- bre procesos culturales, La influencia ascendente del marxis- ‘mo redujo primero muchos trabajos a denuncias ideoldgicas {que “explicaban” los bienes simb6licos por sus vinculos con ladominacién econémica y politica: tanto en los textos orien- tados por Ia teorfa de la dependencia como en los que luego surgicron bajo el estricturalismo marxista la dindmica inter- nade los campos culturales recibfa poca atencién. La ventila~ cién renovadora del gramscismo y de la sociologia de la cul- tura francesa (especialmente Pierre Bourdicu) favorecieron un tratamiento mas complejo que reconocia lo especitico de Jas culturas populares y de cada campo de produccién cultu- ral. Sin embargo, los estudios marxistas ms cuidadosos con la diversidad empirica de los procesos simbolicos —que lo- {graron contrarrestar el énfasis exagerado en la cultura como ‘escenario de dominacién— fueron, mas que las sociolégicos, los realizados por antropélogos. En la iitima década la elabo- racién antropol6gica del gramscismo italiano (Alberto Cirese, Lombardi Satriani, Amalia Signorelli) tuvo eco también en la sociologiay los estudios comunicacionales, De hecho, la obra ms importante como reformulacién de la problemstica de la dominacién y la manipulacién en términos de hegemonfa cul- tural cs la de un autor que trabaja en forma transdisciplinaria: Jestis Martin Barbero! A diferencia de los autores marxistas, dedicadosa cuestio- nar las contradicciones y los tropiezos de la modernizacién en los pafses dependientes y en las clases populares, algunos socidlogos de: formacién estructural funcionalista realizaron cestudios sobre la cultura como expresién dela modemizacién. Sus investigaciones ticnen, ademas, el interés de haber cnsa~ yado las herramientras “duras" de la sociologta (encuestas, tc.) en cl andlisis de procesos simbélicos. ;Por qué a ciertos sociélogos se les ocurrié explorar las leyes de las vanguardias artisticas, precisamente las obras que no querian someterse al mercado, los gestos que rehusaban ser acciones eficaces, ex- per ias destinadas a subvertir la regularidad social? Me ‘acuerdo de los estudios precursores de Regina Gibaja, Martha F.de Slemenson y Germéin Kratochwill —miembros del orga- nismo que encabezaba Ia modernizacién de la sociologiaen Ia Argentina, Instituto Di Tella—que buscaron descubrirlal6- gica de las relaciones entre artistas, difusores y pilblicos"*. No "Jess Manin Barbero, De Jes medios a fas mediaciones, Comunicacion, Cultura hegemonia, México, Gustavo Gili, 1987. 9 "Regina Gitajs, El pablice de arte, Buenos Aires, Eudeba, 1964; Mar ‘hx de Slemensin y Germén Kratochwill, “Un ate de fuses. Apuntes paraia comprensién de un movimiento plisico de vanguardia cn Buenos Ai- tes, de ss creadores ss difusoresy su publico", en J. F, Manal (og) El inlet lainoaeriano, Buses Ais, Eira de nia Di Tea, 1976.

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