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El crecimiento económico determina el nivel de vida promedio al que pueden aspirar los

habitantes de nuestro país, y es por lo tanto una de las condiciones necesarias para
asegurar el desarrollo humano de la Argentina

Los servicios son desde hace tiempo un sector dominante en la economía global, ya que
representan la mayor parte del PBI y del empleo, tanto en las economías desarrolladas,
como en buena parte del mundo en desarrollo. La importancia de este sector no es sólo
cuantitativa sino también cualitativa. Por ejemplo, en la medida en que el capital
humano es un factor cada vez más crucial para la competitividad, contar con un sistema
educativo de calidad se hace crecientemente prioritario. Las presiones por reducir costos
y tiempos han convertido a la logística en una actividad central para el eficiente
intercambio de mercancías a nivel global. Las finanzas (para bien o para mal) se han
expandido globalmente a escala inusitada. En tanto, el sector fundamental de la llamada
sociedad del conocimiento, las tecnologías de la información y las comunicaciones
(TICs), está compuesto en gran medida por servicios (comunicaciones, software,
servicios informáticos, etc.).

La incapacidad de crecer y la inestabilidad macroeconómica son las características


salientes de la Argentina de los últimos años. El 2011 fue el último año en el cual
Argentina pudo aumentar el tamaño de su economía a una tasa superior al agregado
mundial. Desde aquel entonces, nunca pudo superar el 3,3 – 3,7% de la economía
global, alternó alzas con bajas, y promedió un crecimiento neutro.

La lógica de caída en años pares y de crecimiento en los impares (años electorales)


se romperá con la contracción económica del año 2019.
Fuente: Invenómica con datos del FMI.

La falta de crecimiento junto con la inestabilidad aceleró la conflictividad y los


problemas sociales. La volatilidad perjudicó a los sectores poblacionales y
empresariales con menor capacidad de defensa. Por otro lado, entre el 2011 y el
2018 la economía mantuvo su tamaño y la población creció alrededor de un 8%,
redundando en una importante caída del PBI per cápita.

Esta incapacidad de poder engrosar el nivel de actividad se vio también reflejada en


su imposibilidad de generar nuevos empleos genuinos. Si bien el empleo creció
entre los años 2012 y 2019 casi un 10%, este se explica abrumadoramente por los
mayores puestos de trabajo en el sector público.

Mientras el empleo público creció persistentemente hasta el 2017 estabilizándose en


el 2018 hasta alcanzar un aumento del 18,7% (500.000 asalariados públicos
adicionales), el empleo del sector privado se mantuvo relativamente constante
(+1,3% versus 2012). Los 6,1 millones de trabajadores que había en el sector
privado en noviembre de 2018 son prácticamente la misma cantidad que en el año
2012.
Fuente: Invenómica con datos del Ministerio de Producción y Trabajo.

La normalización de los precios, del tipo de cambio y de las tasas de interés son
centrales para generar las bases de un crecimiento sostenido. El actual superávit
comercial externo coyuntural y las mejoras en las cuentas fiscales colaboraron solo
de manera parcial para alcanzar ese objetivo.

Si bien se han realizado reformas en la estructura de funcionamiento de la economía


y en la operación y transparencia del Estado, queda mucho camino por recorrer.
Mejorar la competitividad de la economía, la eficiencia del Estado y las cuentas
fiscales implica la implementación de políticas profundas. Y no hay posibilidad de
instrumentar reformas de fuste con éxito en un contexto de recesión económica y
achicamiento del empleo.

Para asegurarse un crecimiento sostenido en el largo plazo, primero hay que hacer
reformas importantes, y para poder implementar esas reformas hay que crecer en el
corto plazo. La clave está en el crecimiento de hoy.

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