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Estilo participativo: este estilo confía en la habilidad de los empleados para establecer su propia

dirección y resolver constructivamente sus conflictos. El directivo, pese a tener él mismo la última
decisión, consulta y evalúa las opiniones del resto del equipo en la toma de decisiones.

Su motivación principal es crear espíritu de equipo, donde cada individuo se sienta importante
dentro de la organización y sobre todo valorado, teniendo así un impacto muy positivo en la
motivación del grupo de trabajo. Típicamente se caracteriza por muchas reuniones, mucha
escucha activa, reconociendo el buen desempeño y no siendo excesivamente crítico con el malo o
deficitario.
Este estilo se recomienda cuando sea de vital importancia trabajar en equipo y la calidad sea
prioritaria ante la rapidez en resolver las tareas. No se debe utilizar en situaciones de crisis,
cuando falta información clave, o los empleados necesitan mucha supervisión debido a su limitada
competencia.

Cuando se carece de una visión clara, este estilo puede derivar en el laissez faire: el jefe no
interviene en las decisiones, no motiva, no da instrucciones de trabajo y deja libertad de actuación
a los empleados para tomar sus propias decisiones. Este tipo de dirección conduce a un
desconcierto generalizado si no están definidas las pautas de trabajo.

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