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La superación de la creencia religiosa mediante la razón científica en

Las tentaciones de san Antonio de Gustave Flaubert

Alumnos: Marcela Aimée Pavón Lugo y José Antonio Cruz Alcántara

En la novela Las tentaciones de san Antonio de Gustave Flaubert, considerada por otros

como un poema epistemológico o, mejor aún, cosmogónico, podemos apreciar un

trabajo investigativo que resulta sofocante y tedioso para quien se acerque a la obra

esperando encontrar un rato de distracción o relajación mental. En ella hay una cantidad

abrumadora de referencias a personajes históricos y otros que pertenecen al imaginario

de las muy variadas culturas y de diversas épocas plasmadas en esta obra. En este

ensayo se pretende señalar que una de las ideas principales, si no es que la fundamental,

de Las tentaciones de San Antonio es la superación de las creencias religiosas, las

supersticiones, a través de la razón, la razón científica, que es representada mediante un

personaje muy particular y significativo: el Diablo.

La novela sobre la que se basa este ensayo narra el mito de la tentación de san

Antonio que, tras sentirse desdichado por el tipo de vida que lleva, la soledad, tantas

restricciones y exigencias con referencia a la obtención de conocimientos y los goces

carnales, llega a dudar que la vida que eligió sea la correcta, con todas las verdades

(morales, religiosas, etc.) que ello conlleva, y termina siendo tentado por el Diablo por

medio de diversas ilusiones. Podría decirse que Antonio tiene un combate interior entre

la fe, incapaz de cuestionar la realidad, y las pasiones y la razón científica, que observa

el mundo y trata de desentrañar sus misterios desde la frialdad de lo calculable.


No obstante, en esta empresa en favor de la razón, Flaubert hace uso de un

elemento propio del romanticismo, el momento más propicio del sujeto para la

revelación: la noche. El momento en el que se suscitan las tentaciones y la revelación es

precisamente en la noche. Pareciera hasta una remembranza a Himnos a la noche de

Novalis. Por ello, para explicar lo referente a este recurso romántico se usará la

siguiente cita:

“La noche es el dominio propio del romanticismo, no porque los románticos


subrayaran el aspecto sombrío de la naturaleza humana, sino porque su oscuridad permite
al genio romántico permanecer entre otros y aun simular que está loco y sin ninguna
influencia. La noche lo libra de caer en sus sueños, pero, dado que sus sueños son
pesadillas, a la vez teme y guarda la muerte de la luz”. (Siebers)

De tal manera que la trama es presentada a la manera de la corriente romántica, en

la que el autor intentaba encontrar una escapatoria de su realidad yendo por una época

lejana al escribir, así como ver lo sublime en cuanto a grandeza absoluta en este caso de

la idolatría con la figura de san Antonio como un incomprendido, pues él decía vivir de

lo peor para obtener al subir al cielo, lo mejor, y lograr ver a Jesús.

Al igual, es menester recordar que “la corriente romántica se oponía al

racionalismo en defensa de la fe como instrumento de esperanza ante la dura realidad de

la vida; no pretendía la desvalorización completa de la razón como instrumento del

conocimiento humano, sino la impulsividad que es llevada por la pasión exacerbada a

provocar la ceguera emocional y la falta de límites.” (Costa: 111) Esto explicaría que

nuestro autor recurra a este elemento romántico, con la finalidad no de demeritar a la

razón, sino de darle realce.

Ahora bien, para tener una noción más clara de la propuesta hecha por Flaubert a

este respecto, retomaremos la división de la sociedad entre clases y grupos sociales

propuesta por Goldmann. La primera (la clase social) tiene una función de producción
para determinar una clase específica, al igual pueden establecer relaciones con otras

clases y tienen una escala de valores; por lo que estas tendrán visiones del mundo que

será el pensamiento ya establecido. La segunda (el grupo social) se define por su

incapacidad de ofrecer una respuesta de organización social general; por lo tanto, esta

producirá una ideología que es una respuesta particular.

Teniendo en cuenta esta propuesta de Goldmann, se puede interpretar que, en este

caso, San Antonio forma parte de las clases sociales y, el Diablo, presente gran parte de

la narración disfrazado con el cuerpo de Hilarión, está representando a los grupos

sociales. Esto se puede afirmar ya que, al principio de la obra, se expresa de parte del

mismo protagonista, su relación con las distintas clases sociales antes de su retiro; por

ello, este se ve determinado por las creencias que ha recibido.

Parte de estas influencias, primordialmente religiosas, es la que lo llevan a pasar

de una vida como ciudadano a una como eremita. Mientras que el tentador, quien le

presentará las diferentes visiones / tentaciones, es propuesto como el representante de

un grupo social, plasmando su ideología, intentando de cierta manera abrir la mente de

nuestro protagonista.

Es interesante la manera en la que Flaubert va llevando al lector, poco a poco,

mostrando argumentos sobre situaciones más carnales: la sensualidad de la reina de

Saba, la opulencia del rey Nabucodonosor, entre otros. Para mostrar cómo los valores y

creencias del protagonista pueden verse puestas en tela de juicio mediante las

tentaciones, y aún así este las pueda rechazar, el autor recurre al empleo de las imágenes

grotescas.

Un ejemplo se ve en la aparición de varios dioses que no dejan de multiplicarse,

no solo en cuanto a integrantes, sino miembros de su cuerpo: “Les crecen brazos en los

hombros, y en los brazos manos que llevan estandartes, hachas, escudos, espadas,
quitasoles y tambores. Les brotan fuentes de la cabeza y les salen hierbas en los

orificios de la nariz.” (Flaubert: 86) También se podría pensar en las expresiones del

personaje como muestra de lo aferrado que se encuentra a sus propias creencias, o bien

lo curioso de tener su religión como la única, sin respetar o considerar cualquier otra, lo

dicho se observa en el siguiente fragmento: “ aparece una criatura singular, con cabeza

de hombre y cuerpo de pez. Avanza por los aires en línea recta, pegando con la cola en

la arena; y esta figura de patriarca con brazos cortitos provoca la risa de Antonio.”

(Flaubert: 91)

Posteriormente pasa a los argumentos más elaborados, los teológicos y

filosóficos, presentados por los teólogos cristianos y los herejes, los cuales resultan más

atractivos a Antonio. Más adelante presenta los argumentos cargados de nostalgia de

parte de los mismos dioses, pues estos se lamentan porque han perdido su poder y, uno

por uno, mueren o van desapareciendo, como si se desvanecieran en la nada o el olvido.

Respecto a esto, citamos el siguiente ejemplo:

HÉRCULES
se ha quitado su piel de león y afianzándose con los pies, arqueando la espalda y
mordiéndose los labios, hace esfuerzos desmesurados para sostener el Olimpo que se derrumba.
“Vencí a los Cercopes, a las Amazonas y a los Centauros. Maté a muchos reyes.
Rompí el cuerno de Aquelo, que era un gran río. Seccioné montañas, uní océanos. A los
países esclavos, yo los liberaba y a los países deshabitados, yo los poblaba. Recorrí las
Galias. Atravesé el desierto en donde uno siente tanta sed. Defendí a los dioses y me
deshice de Ónfale. Pero el Olimpo pesa demasiado. Mis brazos pierden fuerza. ¡Me
muero!”
Hércules cae aplastado por los escombros. (Flaubert: 107)

Inclusive, se hace mención del Dios de Israel, el mismo reconocido por los

cristianos, que pierde su fuerza. Él que había inundado el mundo, liberado, guiado y

alimentado a su pueblo por el desierto, y que resulta impotente a la hora de defenderse.


Su muerte es una fiesta que participa del mundo ambivalente en donde su deceso es una

fiesta de resurrección; cada golpe contra el viejo mundo facilita el nacimiento del

nuevo. Esto queda más claro en la afirmación de Bajtín acerca de que la muerte, en este

caso la muerte-desaparición de estas divinidades, “no es sino una fase de la vida

triunfante del pueblo y de la humanidad, una fase indispensable para su renovación y su

perfeccionamiento”. (Bajtín: 279)

Pasando esto es el momento que nos resulta más crucial para el tema que estamos

abordando, pues, después de su desaparición, el hombre, en este caso el hombre

occidental representado por el protagonista, queda a oscuras, prácticamente abandonado

a su suerte, hasta que aparece un haz de luz muy peculiar, el Diablo, quien dice de sí

mismo “me llaman la Ciencia”. (Flaubert: 117) Este es propuesto como el portador de la

racionalidad y el conocimiento científico, en contra de todos los dogmas o “verdades”

incuestionables de la religión.

Es por ello que podemos aseverar que, todo este desenvolvimiento en el

argumento de la novela, tiene como función llegar a la manifestación de la razón, o

tambíen la Ciencia, como aquella que es capaz verdaderamente de alcanzar a descubrir

los misterios más lejanos que se le han planteado al hombre. “Por eso habla Bajtin de

ambivalencia, al degradar se amortaja y se siembra a la vez, se mata y se da a luz algo

nuevo y superior (...) es ambivalente porque niega y afirma a la vez, porque lo inferior

es siempre un comienzo, siempre es origen de vida”. (Rodríguez) Toda esta degradación

que Flaubert nos presenta de las explicaciones religiosas que se conocían acerca del

mundo, o de las que el autor tenía conocimiento, y no eran pocas, estaba en función de

la presentación de una visión más madura y superior a esta: la visión racional científica.

Posteriormente, le asaltan las tentaciones de la Muerte y la Lujuria, que también

rechaza; y, por último, surgen las apariciones de las criaturas mitológicas, la Quimera y
la Esfinge, que tienen una discusión y terminan desapareciendo, la primera por los aires

y la otra tragada por la tierra. También surgen criaturas como el Grifo, el Cinocéfalo, el

Unicornio, etc., que terminan desapareciendo igualmente. Pensamos que es la

insinuación, de parte de Flaubert, de que todo este mundo de fantasías que se quiso

retomar, resulta ya insostenible y es como una premonición de que la Razón volverá a

resurgir.

De tal manera llevaría a cabo lo que para Goldman es el objetivo de la obra

literaria que es la evaluación de valores desde un punto de vista supraindividual. A

pesar de no utilizar Flaubert la teoría del reflejo, sino hacer de su novela toda una

metáfora para hacer una crítica a las clases sociales aún apegadas a la religión o, más

bien, alejados de su entorno, quienes, según él, impedían el progreso. O bien, cerrar con

el aparente distanciamiento de estos procesos dirigidos al saber, ocasionado por el

romanticismo.

Bibliografía

Bajtín, Mijaíl “Formas e imágenes de la fiesta popular en la obra de Rabelais” en La

cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, en: https://cutt.ly/5ybM3ec

Costa, Mario (2015) Reflejos de San Antonio: Análisis de la producción artística en

Salvador de Bahía como agente mantenedor de una tradición, en: https://cutt.ly/zyb7ZrP

Flaubert, Gustave, Las tentaciones de san Antonio, en: https://bit.ly/3cmoOMM

Goldmann, Lucien (1986) El hombre y lo absoluto. El dios oculto, Planeta de Agostini:

Barcelona.
Rodríguez Pequeño, Javier (2001) “Poética del realismo grotesco: el carnaval en El

Diablo Cojuelo”, consultado el 10 de mayo de 2020 en: https://bit.ly/3fCZ80g

SIEBERS, Tobin. Lo fantástico romântico. México: Fondo de Cultura Económica,

1989.

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