Está en la página 1de 40

.

_
.

\
l�
LA CIENCIA .PEL TOP-O
-

D· D D SAC'R-IFI�IO o D
-'
(
t
E_S PROPIEDAD DE LOS EDITORES
/.

t.
".

J
8 LA CIENCIA DEL TOPO
LA CIENCIA DEL TOPO
9

����������������������W�·
�. .

� €
dolor de vientre, le hizo el topo masticar va-
�o
� rias hojas de borraja, con lo cual se alivió: €0

� otra, en
que un
topo amigo sintióse abrasado €
� por la fiebre, le ordenó frecuentes baños de €
� asiento, que tomaba hurtadi11as y de noche
a €
� en

a una
el canal del huerto abierto a flor de tierra:

lagartija que se quebró la cola, le hizo



� €
� aplicar dos palillos y atarlos fuertemente con €
� una cuerda hecha de fibras de
pita: a una €
� rana que padecía tos crónica, la alivió nota

blemente propinándo1e pedacitos de remo1a-



� cha, más dulces que el azúcar. €
� €
� Naturalmente, dada Ia insignificancia de la

� dolencia, curaron todos los pacientes, con 10 �
� cual Ia nombradía del
topo se extendió de un €

v
modo colosal, llenándole de paso la despensa
de los más �
exquisitos manjares.
� y el roedor llevaba
sin buscar una sola raíz;
una vida de
sin abrir
príncipe,
dedo de

� un

� galería; engordando bajá.como un

� En cuanto había anochecido, salía sosega- €
� damente de su profunda mina, para darse un €
� verde por la huerta y bañarse plácidamente
a la luz de la luna,
.

saturándose al propio

� € .

tiempo del aire puro del campo.


� €
� y topo, se volvía grave como un sa-
maese

� bio académico, y orgu11oso corno un pavo real, €
� viéndose tan respetado y querido por su cien- �
�. cia,
Que
en la cual acabó por creer a pies
tal les ocurre a los tontos, al verse
juntillas. �

� siderados como
gentes dignas de admiración
con-

y


�ov .

V


respeto por los bobalicones más torpes que e11os.

.
�o

o

������������������������
LA CIENCIA DEL TOPO -
2
ro LA CIENCIA DEL TOPO

�����������������������
�' �

� �
'�

�. li �
� €
� C,uando mayor era el renombre de que dis- �

� ,frutaba el ilustre roedor, acertó a enfermar
� '�
� gravernente el rey de unas ratone�as situadas �
� algo lejos del huerto en que vivía el topo. �
,

� ,La enfermedad del velludo soberano era �

� misteriosa, pues, mientras unos días se sentía


perfectamente bien, otros, en cambio, no' po-

�� día sosegar un momento, acausa de unos ?o':'
lores horribles e� la barriga; dolores atroces

'�
� que aumentabansegún la posición que adop- �
� taba el paciente. �

� Los ratones dados al arte de


agotado farmacopea ratonil, sin propor-
ya Ia
curar, habían

� �
-cionar al paciente el menor alivio; y éste, de-
� �
� sesperado de mejorarse, se iba volviendo in- €
� sufrible para su familia y sus' cortesanos. �
� Sucedió que, un día llegó a oídos del enfer- �
'� mo ilustre -la noticia de la prodigiosa ciencia �

t del topo: reanimóse COll la esperanza de que
arreglara para sienipre la barriga, y resolvió �
� le
ir a verle
aquella misma noche.
� �
� Como 'no podía caminar el abatido rey, ,sus �
� cortesanos le prepararon unas angarillas he- �
� chas dos tronquitos de arbusto y unas ho-
con �

,�� ,jas
ya,
resistentes de lirio silvestre, y anochecido
a la tenue luz de una luna en cuarto men-
��
guante, se dirigieron aTa casa del sabiondo
� �
� doctor. �
� '. �
� ,�
�������������������������
LA CIENCIA DEL 'topo II

I
I2 LA CIENCIA DEL TOPO
LA CIENCIA DEL TOPO 13

�������������������������
� �
� �
de su ciencia, y recetaba los más extrambó-
� � .

� ticos potingues, como jugo de tomate, semillas �


� de pimiento, raicillas de rábano, emplastres �

� de perejil, etc., etc.
Pero aquel poderoso rey languidecía en su �

,



ratonera: [ni fuerzas tenía ya para salir a to-
mar el sol! y naturalmente, en su morada todo


era dolor y tristeza,
� pensando que un soberano �
� tan recto y bondadoso, probablemente deja- �
� ría de existir el día menos pensado. �.

�� ,y la pesadumbre de la corte cundía por todo

el reino, penetrando hasta en las ratoneras más


�. r
,


humildes.
� .


� Entretanto, el topo desesperábase, pensan,- �
á

� do que no podría curar, tan egregio persona- �


� �
.,

je, curación hubiera redon- .

con su se
porque
� deado la fama de que disfrutaba. �

�� Verdad era que se trataba de una enferme-'


dad misteriosa, rebelde a todas las medicinas;


� por 10 menos a cuantas conocía el sesudo doc- �.,
� tor apócrifo y había propinado hasta enton- �
� ces, 'generahnente con éxito. �
�,' �,
� �

� III

� �
tranquilamente �
I

�. Una noche dormía nuestro


'é:7
topo, luégo ,de regalarse con un opípara cena,
cuando la rata que le servía, corrió a desper-
.

.

� tarle, diciendo que el
lado.
rey de los ratones le lla-

.� maba a su

� Al curandero dióle un vuelco el corazón: �
� €

.


'�������flt,lJ������(J;vl&���{!JiJ�:iJ���
LA CIENCIA DEL TOPO
LA CIENCIA DEL TOPO IS

.

'.
������������������������.


.



correr de los ratones, dirigiéronse al palacio
� �
� real, al cual llegaron en corto espacio de tiem- �
� po: pero llegaron tarde; el rey h:¡tbía. dejado
'é:7



de existir.
Quiso el topo ver al soberano: con permiso
��

o


de su familia, examinóle detenidamente, des-
de 10 cual y el mayor

� pués con aplomo, ase- �
� guró que la enfermedad que padecía era una �
� hipertrofia del corazón, dolencia incurable 'y �
� mortal de necesidad. �

� cluyó
-

El corazón de .este excelente rey


con énfasis, -

no podía. contener l?s


-

con-

� �
buenos sentimientos que abrigaba, y se iba en- �'

siéndole .:
� sanchando sin cesar,
hast� que, no �
.� .

posibleresistir la carga, ha estallado repenti- �


� .'

namente. La ciencia resulta impotente en es- �

.� tos
casos
casos de

por cierto, puesto


hipertròfia del corazón, muy 'es-
que no abundan los
,��

� animales dotados de tan excelentes sentimien- �
� tos como los que atesoraba tan ilustre so- � .

� �
.

berano.
� Mientras el audaz topo hablaba así a la �

� reina viuda y a sus

llorar, los médicos de cámara procedían


hijos, que no cesaban de
al de-
�.
� �.
tenido del cuerpo del difunto (cosa
� examen
€ .

les permitido hacer en vida del



que no era

��o

monarca, por

te), al
impedirlo .la etiqueta de la cor-
objeto de entregarlo luego al servicio,


� para su lavado y compostura, antes de expo-

nerlo al público.
� �
� Terminaban ya su cometido; cuando en me-

� dio de la barriga del muerto vió el doctor más �
� .�
� .'" �
����t&iJ��������������������� :
LA CIENCIA, 'DEL TOPO
.

I
I
LA CIENCIA DEL TOPO
• I7

������������������������� '

� I
,�
� en

diciendo:
ella, y sacó un enorme espina de zarzal,

� �
� Ved, señores, ¡ved 10 que ha matado a
,
-


� nuestro rey! �
� ciano
¡Infeliz!
-

exclamó el médico más an-


-

y
-,

[tan fácil cómo era curarle! �


� �
¡Con quitarle la espina! observó otro
,�
-
-


doctor.
'

�o,o
V'
-

¡Pobre rey! -

continuó viejoel -

ha �o



.
muerto víctima de la
no
dejarse examinar de nosotros.
etiqueta palaciega, por

� dico
Hubo una

joven, gritando:
pausa solemne que rompió el mé-

.

� �
� -

Pero, ¡ese topo, es .un imbécil! �


� -

¡De cabo a rabo! -

corearon los otros �


� facultativos
al ilustre enfermo
-

porquè él examinó a su

no supo
sabor

� varias veces, y ver

la enorme herida.' �
� �.
[Cosa tan 'sencilla! mas, sabido es que
,


-


� leis topos están ciegos. �
.

� -

Ahora mismo, hace unos momentos, le �

� ha examinado
.
-

Una necedad.
con toda detención y ha dicho...
�.
� terminó el

-

Señores, joven e impetuo-


-

� �
� so doctor ese
-

topo no es un médico, si no �
� un farsante: hay que echarle a empellones del �
� palacio. Vamos a contarle el caso a la reina. � _

� La 'soberana experimentó un disgusto enor-


,

� me

de
al conocer

esposo, pero tuvo la suficiente presencia


su
la sencilla causa de la muerte

� �
de ánimo para llamar al topo y decirle:


� Señor' médico: conocemos ya. positiva-
-


� ..�
������������������������
LA CIENCIA DÉL TOPO -

3
18 LA CIENCIA DEL TOPO
LA CIENCIA DEL TOPO
I9

�������������������������
� <€
� <€
� un vientre, ni encontrar cuerpo extraño
un
<€
� en los intestinos de un enfermo, después de �
� dos horas de masaje. ¡Váyase usted de mi pre- �
� sencia, pero antes, que le propinen cien palos, �

�� como últimos honorarios y después, ¡qué se

pregone su necedad por todo mi reino!




� �
� �
� �
� IV �
� �
� �
� �
� El falso doctor hubo de cobrar, bien a pe- <E@
sar suyo, en la moneda
por la reina señalada, �
� y después, a empellones y rodando como una

� pelota, fué arrojado fuera de la residencia real,


y acompañado por tina patrulla armada hasta

� las cercanías de la huerta, llegando a su do- �.
� �
micilio ya bien alto el sol y en el más deplo-
� �
� rable estado. <E@
� Su sirvienta lanzó un grito de sorpresa al �
� verle, y cuando él Ie refirió la fatal aventura, �

� intentó consolarle de

que de topos es errar, y que a todos los nié-


su fracaso, diciéndole

� �
� dicos se les mueren enfermos, aun a los mis-

� mas hombres, cosa que sabía ella muy bien, �
� por haber nacido en el desván de la casa de �
� un médico rural. �
� -

Si yo hubiera tenido buena vista -

mur- �

�� muraba el topo
fracaso, pero,
-

no me

¡si estoy ciego! ¡si


habría sucedido este
a duras penas
��
� veo la silueta de mis enfermos! ¡si nunca estoy �
� .
. �
� �
�������������������������
20 LA CIENCIA DEL TOPO

�����t:�¡l«!/)���������/}���������(j;J
'.
� . .

� �
seguro de que el que me habla, el mismo
� es

� a quien tomo el pulso! �
� La ratita oyendo monologar a su señor, �
� hízose a un lado sorprendida y asustada, te- <¿@

� miendo que los ratones indignados


fin de su soberano, se presentaran
por el triste
en tropel

� €
en la mansión del topo y le hicieran también <¿@

� a ella, como cómplice del curandero, objeto �

.

de algunas duras
represalias. �
� dose
Maese topo seguía monologando
frenéticamente por la covacha, como
'y paseán-

� actor què estudia su papel y no le encuentra

� �
� .

gusto alguno. �
Y decía: <¿@
� .

� Verdaderamente, no
puedo ej ercer más: �
� cualquier día voy a mandar al otro barrio a �

� un nuevo

la piel
personaje
de vivo en
y
vivo!
me arrancan sus deudos

� �
ta verdad es que yo no he estudiado nada,
� �
� nada absolutamente. Lo que sé, 10 sé sólo de �
� rutina, por haberlo oído decir a gentes viejas. �
� Y, ¡cómo iba a estudiar sin conocer letra algu- <¿@

� na! ¡X cómo conocer las letras si


ni fregándome los escritos por el hocico! Los
no las veo

� �
hòrnbres dicen, según creo, que de sabios es
� �
� cambiar de consejo, y yo añadiré que de to- <¿@
� pos es mudar de vida. Porque de no hacerlo, €
� soy topo al agua. N ada, nada, concluyó
-
-


� �
quedamos en que no veo pizca y en que mi
�� saber, mi experiència
una solemne
paparrucha
y mi ojo clínico, eran
inventada para vivir
,�<¿@
� regaladamente. .
<¿@
� . �
.

.� <¿@
�����(f),,��(IJiJJi&:iJJ:i"'������(&l!jiftoi&iJjlfo���
.
LA CIENCIA DEL TOPO 2r

������������������������� .

� � .

� �
� .Al oir tan explícita confesión, la sirvienta

� midió con una mirada de arriba a abajo a su �
� señor, y calculando que viviendo con un cu- �
� randera tan desaprensivo se tenía siempre la �

� pelleja en peligro, le abandonó' a la noche si-


guiente, dejándole solo con su ciencia infusa.
.

� �

� �
�. .�
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� b....

� Pero si estoy ciego! �.
� �
� �
� La muerte del rey dió al traste con la fama �
� del topo, el cual era ya viejo para dedicarse �
� a su antiguo oficio de abrir galerías en la tie- �
� "rra y buscar en sus entrañas gusanos sabrosos

� y raíces tiernas. Los enfermos que acudían, a
él, eran cada día más escasos, y._por lo regular,



� gente pobre que sólo podía pagar con modes- � .

� ,
tas raicillas a diminutas larvas los servicios �
.

� que les prestaba, y el falso médico iba per- �


� dienda aquella gordura de que se mostraba

� tan satisfecho tiempo atrás; sentíase invadido

por la tristeza en las profundidades de su ga-





� Iería, al verse pobre, solo, ciego y abandonado .
�.
.'
� �
@����������������������
22 LA CIENCIA DEL TOPO

como un trasto inútil, amenazado siempre de


morir olvidado y en la mayor miseria.
y para que no le ocurriera tal, cierta tarde
de otoño abandonó aquellos lugares para ir en
busca de algún país donde por ser desconocido,

pudiera medrar algo a expensas de los anima­


litos ignorantes.

Dedic6se al curanderismo rural

Pero sus años, achaques y su ceguera


sus

completa casi, no.1e


dejaron ir muy lejos. Sentó
sus reales algunas huertas más abajo, creyendo

haber dado la vuelta al mundo, pero no pudo


hacerse con una clientela aceptable y cambió
de domicilio, sin lograr en el nuevo mayor for­
tuna. Y era que la fama de su fracaso corría
más que él, y nadie osaba consultarle ni aún
LA CIENCIA DEL TOPO 23

������������������������
� €
� €
� por unajaqueca, un dolor de muelas, a una €
� descomposición intestinal. €
� No pudiendo vivir con decencia en un do- €
� micilio fijo el curandero hubo de cambiar de €

� costumbres: metió en un

poseía y dedicóse al curanderismo rural, echan-


saco todo cuanto

� €
do largos discursos al populacho campestre de
� €
� su
jaez, para convencerle de que era una no- €
� tabilidad en el arte de curar toda suerte de €
� enfermedades, por misteriosas
fuesen todos los tratamientos
y rebeldes que
ensayados


a

hasta entonces.

� €
� Y, naturalmente; acabó mal: viviendo mi- €
� serablemente de los mendrugos q ne le arroj a- €
� ban las ardillas compasivas y los ratones €

� generosos, teniendo po� único consuelo de vez


en cuando, la fortuna de dar con algún
topo


.� como él,
danzas de cuando
a quien le refería
era el
pasadas bienan-
sus

médico predilecto del


.�
�. €
� rey de los ratones. €

� * * * �




Heaquí, poco más a menos, lo que conta-

ron aquellos vivarachos campañoles a las gra-

� €
�. ciosas rat it as blancas que venían de lejanas €
� tierras atraídas por la fama del popular cu- €
� randera, cuando a éste no le quedaba de ella €
� más que el recuerdo de su pasado esplendor, €

� y veía transcurrir los últimos días de


atenazeado por el hambre y el remordimiento.
su vida

� €
Y claro está, que las ratitas blancas vol-
� €
� viéronse a su país sin ver. al falso médico. €
� €
� -€
�����������������������
24 LA CIENCIA DEL 'l'OPO

�������������������������

I


� �
� Edificante me
paredó la historia'del
topo, �
� y más, por la semejanza que tiene con muchas �
� historias de enfermos y curanderos que me �

� han referido por esos mundos de


también hay entre los humanos, gentes que
DIos, pues

� �
� niegan al hombre de verdadera ciencia su �
� confianza, y en cambio, otorgan al: primer
la

� charlatán que se les pone por delante, pro- �
� metiéndoles el alivio de enfermedades que �

t� desconocen por completo, aun a
riesgo de


pagar conla piel
al coronado ratón
su necedad, como le ocurrió
de quien hemos hablado en


� el transcurso de esta verídica historia.

� �
� �
� �
�. �
� �
� �
� �
� �
� �
.� �
�. �
� �
� �
�/ €
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
�. �
� �
�. .'
.�.
����������������������
SACRIFICIO 25

.
LA CIENCIA DEL TOPO -
4.
26 SACRIFICIO

t
.�
SACRIFICIO 27

�������������������������
�. �
� �
albura inmaculada del lirio! ¡Acerqueme ti
� a

� enamorado, y te brindé mi amor... �
� -Que yoacepté conmovida- se apresuró a �
� decir la hormiga. Entonces yo era joven,
--

� era bella, era fuerte como esta hija nuestra

que acaba de partir; mi cintura se cimbreaba



� �
� primorosa, mis antenas se doblaban flexibles, �
� mis ojos brillaban como luceros, mis alas res- �
� plandecían al sol.. ,�
� -

Así eras, efecto, amada mía, cuando


en �
� conocí: así yo también, cuando co-

Y9 te era

� rreteando por el valle, 'buscábamos un sitio


donde abrir nuestra vivienda; donde colocar

� �
� el nido de nuestro amor! �
� -

¡Cómo se pasa el
tiempo, amado mío! �
� aquellos días de felicidad agotáronse pronto; tu-
vimos hijos, muchos hijos, y hube de abandonar �
� mis alas, mi manto nupcial. Hoy, nuestra ciu-

� �
dad subterránea es extensísima. I.(as galerías
� �
� abiertas por nuestros descendientes surcan el �
� suelo en todas direcciones. �
� -

Pero la paz más absoluta y el orden más �


� completo reinan en la obscura ciudad que

I

� gobernamos.
Gracias aprevisión, a tu sabiduría y
tu

� �
-


I

� a tu
espíritu de justicia; observó ella, ha-
-.

� ciéndole al macho un cariño, pero mira,



-


¿?
nuestra hija apenas se divisa como un punto

imperceptible en la lejanía.

� -

Es verdad: otro punto diminuto se le


acerca. Paréceme que se juntan, que revolo-

� �
� �
tean jugueteando...

.� �
� �
�����������������������
28 SACRIFICIO

������������������������
�, ,�
� €.
Habrá encontrado novio: [es tan hermosa!
-



� [Bendigamos
-

su unión para que sean tan �


� dichosos como nosotros, sobre la tierra! � -

� exclamó el padre, solemnemente. �


-

cionada.
[Bendita sea! -

respondió la madre emo-


� ,I

'§7 �
y como los dos puntitos negros que flota- �

� ban en el aire habíanse confundido con el �
�' azul del cielo sobre cuyo fondo se destacaran, €


¿::7
el feliz matrimonio deslizóse lentamente por
la rama y el tronco del
arbusto,.y pasito a

� paso, regresó al hormiguero, donde fué reci-
bido con inequívocas muestras de cariño Y
� I
� <:@
� sumisión. � I
� � f¡
� �
� �
� n �
I
� �
� Ved estas lindas hormiguitas; [con qué afan �
'� abren en la tierra dura un profundo agujero. �
� Válense de las mandíbulas y de las patas de- �

,

lanteras par� horadar la tierra y luégo, vuél- �


� �
vense de espaldas al hoyuelo y con las patitas
� €
traseras la tierra arrancada tanto
� .sacan con

� afán, vaciándola en derredor de la pequeña �
� abertura. �

� dura, pesada y larga: pero como


La labor es

los' activos insectos no desdicen, el hoyo se



� hace profundo, cada vez más.

� �
� [Hermosa mía!
-

dice el macho a -

la

� hembra; mucho siento no poder abrir por mi ,�

� 3
�������������������������
,
.
SACRIFICIo' 29

Il
3° SACRIFICIO

�������������������������
� �
� �

-

¡Voy a estrenarla, pues! �


� Nuestra lindahormiguilla penetra airosa- �
� mente por la obscura galería, busca un rincón �

L:::?
resguardado, y deposita en él sus primeros
huevecillos, que muestra a su compañero. De


� aquellas diminutas esferillas blancas nacerán
los primeros hijos del joven matrimonio.



� Cumplida su misión maternal, echa la hor- �
� miga a volar, en tanto su amado rodea los �
� huevecitos de cuántas comodidades puedan �
� exigir unas larvas de hormiga, al salir del cas-
carón. Cuando la esposa vuelve, encuéntrase .

� �
� con que el macho, intrigado por su ausencia, �
� la espera impaciente en el umbral del nuevo �
� hormiguero.. �
� La madre viene volando, como era de
no �
� �
esperar, sino arrastrándose penosamente por

� el suelo: cuando él Ia ve, lánzase tembloroso


a recibirla, y exclama:

� �
� -

¿Qué has hecho, amor mío? ¿Dónde es- �


� tán tus bellísimas alas? �
� -

En la corteza de un

las arrancaste?
árbol: allí las dejé. �
¿Tan pronto
� �
-

¡No pronto, no, amado mío, puesto


es
-

� �
� que ya soy madre! ¿De qué me serviría ahora �
� tan inútil adorno? Pero, [cómo me duele el �
� dorso! �

� ¡Notable sacrificio! dice él-


propio de

- -

una madre solamente. ¡Por tus hijos, que aún


� renuncias

no conoces, para siempre a los go-
� �
ces del volar, a los anhelos de mundo, la
� ver a

� coquetería femenina! �
� �
� ,


�������������������������
SACRIFICIO 31

.
I
,


-_-
==-

SACRIFICIO
32

����������������������� .
.

� �
� �
y desde entonces las hormigas madres vie- �

sacrificando al amor de sus hijos sus alitas �
� nen

� tornasoladas, para que tengan un espejo en �


� aquellos hombres desnaturalizados

que mirarse

� que no

ellos el
aman a sus hijos ni quieren hacer por

menor sacrificio. Mas, por fortuna son




.


humanos que concentran en
� pocos los seres no

sus hijos todo su amor y todos sus afanes. �

� Como pocos, poquísimos son también los hijos �

� amor maternal, con �


que no corresponden al �

abnegación que so 1 a-
aquella ternura y aquellaa abnezaci
� mente podemos sentir quienes estamos dotados

� �
de un alma racional, para comprender aquel �
� .

� divino precepto que dice: �

.
� Honrarás padre y madre.:

� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �
� �

�� ��
� �
� .


.


�����������������������
\
I

,
..

f/

,.

I
,';.J.

I

/
{

También podría gustarte