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1 Aquino, Tomás de, Suma teológica, 1a. 2ae., cuestiones 90 a 108; 2a. 2ae, cuestiones 57 a 79.
cultura grecolatina, su labor fundamental fue de tipo sintético y herme-
néutico: reducir las contradicciones a síntesis dialécticas y buscar el senti-
do de las enseñanzas de los maestros antiguos y la posibilidad de armoni-
zarlas con las de los nuevos. Su mérito principal fue redescubrir a
Aristóteles y mostrar cómo sus doctrinas culminación indudable de la
elaboración de la razón humana --- no se oponían a las verdades revela-
das, sino que las completaban. Razón y fe aparecían como las dos gran-
des afluencias del saber humano.
En materia social y política, el aquinatense siguió, básicamente, el es-
quema trazado por Aristóteles en sus tratados de ética y política. Para él,
el hombre es un animal social y político que apetece, naturalmente, la
convivencia con sus semejantes. Tiene una dignidad eminente como per-
sona y como hijo de Dios, pero está obligado a buscar el bien común y
someter sus gustos personales a la necesidad de colaborar para que la so-
ciedad exista y se perfeccione.
Lo que Santo Tomás nunca enseñó, fue, en cambio, la licitud del tira-
nicidio, aunque el teólogo Juan de París (1407) afirmara lo contrario y su
opinión fuera muy aceptada en los siglos posteriores.
En lo que respecta a las formas de gobierno, el aquinatense sigue,
fundamentalmente a Aristóteles, sobre todo en cuanto habla de formas
puras e impuras de gobierno, pero introduce matices tomados de la teolo-
gía cristiana. En síntesis sostiene que todas las formas de gobierno son
buenas si buscan el bien común. La más perfecta es la monarquía, porque
se asemeja al gobierno de Dios sobre el mundo. Sin embargo, en la prác-
tica, el mejor régimen político es el mixto, o sea, aquél en que participan
elementos monárquicos, aristocráticos y democráticos, porque esto per-
mite que haya un equilibrio entre ellos que favorece la libertad de los ciu-
dadanos.
Pero no basta conseguir los bienes del espíritu. Los que gobiernan de-
ben procurar mantener la paz y buscar los bienes materiales necesarios
para la vida. Recordando los principios aristotélicos acerca de la comuni-
dad autárquica, Santo Tomás afirma: ‘‘Se requiere que el que gobierna
ponga toda su industria para obtener suficiente abundancia de medios ne-
cesarios para que se viva bien’’.7 Parece así definir el bien común, como
un conjunto de elementos espirituales y materiales que sirven como una
condición indispensable para que los hombres alcancen su fin existencial,
que es el de su perfección propia.
Muchos otros puntos de filosofía social, jurídica y política trata el
aquinatense con ocasión de sus estudios sobre la ley, la justicia y el go-
bierno de los príncipes. Lo mismo en su amplia Suma contra gentiles.
Pero quizá la cuestión de mayor trascendencia fue la de la propiedad, para
Santo Tomás, el derecho de propiedad es, en si mismo, legítimo y confor-
me al derecho natural; pero hay que distinguir entre su forma primaria y
su forma secundaria. En su forma primaria lo predominante es el bien co-
mún y por lo tanto, la prioridad la tiene el derecho general al uso de los
bienes de este mundo como fundamento del bien público temporal. En la
forma secundaria, en cambio, cada hombre puede apropiarse de algo
como particular, pero siempre en función del ejercicio de las virtudes,
siendo la más importante, la justicia, que constituye la condición indis-
pensable de la posibilidad de una vida comunitaria sana.
Aquí vemos que el filósofo de Aquino busca ----y logra a lo largo de
su pensamiento --- una síntesis entre lo individual y lo comunitario, que es
de suma importancia para una recta ordenación de la vida social. El bien
común ----dice ---- prevalece sobre el bien privado, si son del mismo géne-
ro. Pero si pertenecen a distinto orden de valores, debe prevalecer el valor
superior, que es el bien espiritual de la persona humana. Con ello corta el
nudo de una cuestión muy complicada: ¿quién tiene la primacía, el bien
particular o el bien común? Y dirá: en un orden de valores puramente
temporal e intramundano, tiene preeminencia el bien común; en un orden
6 Ibidem, I.14.15.
7 Idem.
de valores espirituales y trascendentes, la primacía corresponde al bien
privado, en cuanto toca al fin último del hombre.