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F.

dil iom·s y t'studios (selección), por orden cronológico:

l. ¡:_;¡;,·iones Prólogo del autor


1. Collected Papm, vol. I-Vl, ed. Charles H arcshorne y Paul Weiss, Harvard Univcrsity
Prcss, Ca mbridge/Mass., 1931 -1935, ' 1960, vol. VII-Vlii, ed. Arthur W. Burks,
Harvard Unjversity Press, Cambridge, 1958.
(Aneologias) El presente libro fue concebido en los años sesenta como doble in-
2. Morris R. Cohen (ed.): Chance, Love and Logir. New York, 1923. troducción a la edición alemana, en dos vol~es, d~ los principales es-
3. Justus Buchler (ed.): The Phi/osophy ofPeiru, Ncw York, 1940, ' 1956. criros de Charles Sanders Peirce sobre Pragmatismo y Pragmaticismo'.
4. Vinccnt Tomas (ed.): Ch. S. Peirce: Essays in ehe Philosophy of Sicmce, New York, Ambas introducciones aparecieron reunidas en 1975 bajo el título Der
1957.
5. Philip P. Weiner (cd.): Va/ues in a Universe ofChance, New York, 1958. Denkweg von Charles Santlers Peirce2, publicándose en 1981 la traducción
6. Kari-Ono Apcl (cd.): Ch. S. Prirce: Schriftm 1, Frankfurt a. M., 1967, Schriften ll. inglesa bajo el título Charles S. Peirce. From Pragmatism to Pragmaticism'.
Frankfurt a. M., 1970; en lo sucesivo en mi volumen: Charles Sanders Peircc, Schrif Supone para m í una gran satisfacción y honor que pueda aparecer
tm zum PragmaJúmus und PragmatiziJmus, Frankfucr a. M., 1976. ahora una traducción española. Ahora bien, habiendo transcurrido más
7. Elisabcth Walther (ed.): Ch. S. Pcirce: Die Fmigung tkr Oberzettgung tmd andere Sch-
riftm, Baden-Baden, 1967.
de dos decenios desde la primera redacción del libro y habiéndose mo-
8. Klaus Oehler (ed.): Ch. S. Peircc: Ober die Klarheit unserer Gedanken, Fmnkfurr a. dificado en el ínterin el contexto de la recepción de la obra de Peirce,
M., 1968. creo razonable una visión retrospectiva del trasfondo y resu ltados de mi
trabajo. Pienso que tal visión podría interesar al lector de la edición es-
11. Esmdios {selección) pañola, roda vez que, entretanto, han aparecido en castellano algunos
de mis trabajos filosóficos esencialmente inspirados en mis estudios so-
l . Jusrus Buchler: Ch. S. Peirce's Empiritm, New York, 1939. bre Peirce4 • Estos trabajos atestiguan de algún modo la recepción histó-
2. J. K. Fleibleman: An lntroduceion eo Peirce's Philosophy, interpreud ns a Systnn, New rica específicamente alemana de la filosofía peirceana.
York, 1946.
3. Philip P. Wiener and F. H. Young (ed.): Studies in the Philosophy ofCIJ. S. Peirce,
Específicamente alemanes -o continentales- fueron los temas que
1larvard University Press, Cambridge/Mass, 1952. me llevaron, en lo años sesenta, del estudio de William James y John
4. Philip P. Wiener and F. H. Young (cd.): Studies in the Phi/osophy o[Ch. S. Peirce, D ewey, los representantes más conocidos del pragmatismo americano,
Harvard University Press, Cambridgc/Mass, 1952. al estudio intensivo de su «precursor>•, Charles Peirce, aún desconocido
5. W . 13. Gallie: Peirce t111d Pragmarism, Harmondworrh/Midd lesex 1952, rcv. Auflage,
Ncw York, 1966.
por -aquel ento nces. También fueron éstos los que, en definitiva, me
6. Jürgen v. Kempski: Peirce und der Pmgmntismus, Srutrgart und Koln, 1952. condujeron a considerarle el representante más importante de la filoso-
7. Murray G. Murphey: Tht: Deuelopmmt of Peirce's Philosophy, Harv:trd U niversiry fía americana y a darle a conocer en Alemania. El horizonte de m i
Press, Cambridge/Mass., 1961. planteamiento histórico-filosófico lo constitUÍ<;! P<?:f::-e~'!tO~.~s elpr:oyec-
8. Hjalmar Wennerberg: The Pragmatism ofC S. Prirce: a11 analyticnl Smdy. Lund u.
Copenhagen, 1962.
co de una comparación .crí,tlco-reconscructiva de_!au.r~.fllo~¡;>fías d~ la
9. Edw:ard C. Moore and Richard S. Robin (ed.): StutÜ6 i11 th~ Philosophy of Ch. S. méd~a-clóñ-eñtré reo~f~ .Y,praxis r~fc:;,ridas al futuro_que, según mi pare-
Peirce, second series, The Univcrsity of Massachusecrs Press/Amherst, 1964. cer, r~presentaban la respuesta del.siglo X1X a H egel (es decir, a la cul-
10. Rid1ard J. Bernstein (ed.): Perspectiva on Peirce, Yale University Press, Ne!w Haven minación de la metafísica como teoría retrospec.riva de la historia desde
and London, 1965.
11. Transactions ofthe Ch. S. hirct Society, Universily of Massachuserrs Prcss, 1965.
su final anticipado): el marxismo, el existencialismo (desde Kierkega-
ard) y el ~gm'!~}ffi!.oS. -
(El completo repertorio bibliográflco sobre Pei rce, elabo rado por M. fisch, puede con- Mediante esta comparación ideal-típica p ude establecer, en el seno
sultarse en H , 9, pp. 486 y ss. Un repertorio de bibliografía alemana sobre Pcirce se en- del pragmatismo americano, correspondencias estructurales con las dos
cuentra en Peirce, Schrifren, I, p. L9, nota 7.)
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~~ mencionadas filosofías continentales de la praxis. Así, por ejemplo, en- roda filosofía transcendental: el supuesto de las condiciones de posibili-
( }!,1 í ) tre William James (particularmente en su The Will to Believe) y la preo- dad necesarias y universalmeme válidas de la validez intersubjetiva del
V cupación existencialista por lo privado y subjetivo; entre el experimen- conocimiento.
tal ismo socialdemócrata de John O ewey y su contrapartida Si abstraemos con la suficiente radicalidad :os presupuestos catego-
histórico-dialéctica, el marxismo. En Charles Peirce veía, sin embargo, riales y mentalistas de la ftlosoffa del sujeto de Kant, podremos, más
a un continuador de Kant que había renovado, en el contexto del Prag- bien, comprobar que Peirce resolvió de un modo completamente nue-
matismo americano, los fundamentos de la ftlosofia transcendental en vo el problema central de los fundamentos de la validez del conoci-
general en el sentido de una semiótica transcendental (crítica del senti- miento en el sentido de una lógica semiótica normativa de la investiga-
do). Esta transformación de la ftlosofía transcendental en los términos ción. Peirce resolvió el problema de: lo transcendental de un ~~do_ ~~
del giro Lingüístico-hermenéutico o semiótico de la filosofía actual ser- abstracco .=en- sentido tránscende.~ tall2gi~. k.ruJ,ti~o, y no sólo formal
vía por aquel entonces a mis intereses sistemáticos fundamentales por lógico- que tiene en cuenta desde un principio roda relativizacjón del
refundamentar la filosofía teórica y práctica. En ese marco, Peir<;~ pudo ~priorismo transcendental, que hoy relacionaríamos ~on las revolucio-
tener, junto a Heidegger y Wittgenstein -e incluso como cOnCrapeso y nes científicas (teoría de la relatividad y· microfísica), con la historiza-
alternativa a ambos pensadores-, un alcance paradigmático en la r~­ cíón de la teoría de la ciencia (<•cambio de paradigmas») o con una teo-
construcción de la filosofía transcen&~ntal como prima philosophia, que ría evolutiva del conocimiento. A diferencia de Kant, la solución
yo consideraba posible y necesaria. . >· · a la fi"ación de « riñci" ios» sint · non
· Tanto esta vasta comparación como, en mayor medida, el discurso e la ciencia or ello udo afirmar eirce «there is no need of trans-
programático de una renovación de la filosofía transcendental como cendentalism»12). No obstante, confía la fun amencación de la validez
prima philosophia serán hoy recibidos con cierta sorpresa, e incluso ex- dclas «inferencias siméticas» en las ue se basa ·nvesti ación a Umt
trafieza, especialmente en el ámbito de la filosofía anglosajona. ¿No son suerte de «ló ica transcen ental», que es también u
acaso estos tres pensadores los guías de una filosofía post-metafísica (y e a interpretación e os st nos .
por ello también pose-transcendental)? Cierto que todos ellos comenza- Puesto que esta ógica de la investigación supone que todas las pro-
ron reconstruyendo y transformando la obra de Kant; Heidegger en Ser posiciones científicas -incluso cuando funcionan de facro como princi-
y Tiempo 6, Wittgenstein en el Tractatus Logico-Philosophicus7 y Peirce pios- proceden de procesos de inferencia - en gran medida inconscien-
en sus esfuerws por conseguir una New List of Categories8 • Pero es tes- , le es posible escapar sin esfuerro al relativismo de los paradigmas
igualmente cierro que en sus obras de madurez los tres -obviamente de o de los frameworks a través de una idea de progreso que es compatible
modos distintos- abandonaron la metafísica tradicional, incluida la fi- con la detranscendentalization de los categorial schemes en el sentido del
losofía transcendental clásica. Heidegger y Wittgenstein en favor de holismo de forma y contenido del conocimiento (Davidson, Rorry).
una filosofía post-metafísica y post-sistemática en general; Peirce en fa- (Aunque el apriorismo de las tres categorías fundamentales de Peirce,
vor de una concepción de la metafísica como ciencia empírica de las hi- ·" «Primeridad», «Segundidad» y «Terceridad>>, quedaría excluido del al-
pótesis globales9• l ·¡ ·• '
canee de tal suposición). Sin embargo, para Peirce como para Kant, el
Pues bien, al menos por lo que se refiere al acta de defunció~ de lii \'! ,, proceso de int~rp¡:e_taci?n e inferencia estásu'jeto a priori a ideas regul'!:.
metafísica tradicional, no es mi intención discurir tales afirmaciones, e 1
JJ ,.r • ~~s ~ a postulados normatj.vos. ~tos evidencian que tal proceso tiene
incluso las a!=epto como sistemáticamente vinculantes10. Sin embarg~; -\'14 \/ senci(l únicamente si presuponemos ue la meta de la interpretación
por lo que respecta a la detranscendentalisation (R. Rorry) quiero hacer ,· ,'" ~~ _!>.s si rnos el u ttmate o ical interpretant que encontraría tgu -
algunas observaciones. O más exactamente, quiero negar que Heideg- <'\ mente su correspondencia en un a zt e comportamiento) a~.mo
ger y Wittgenstein hayan logrado demostrar la caducidad de los presu- ' ·l la tucta de la construcción i ótesis ciendftcas -como idea regulati-
puestos trascendentales necesarios de su propio pensamiento -crítico- va c..k la. m:d,~¡:=.-;a-e-1 con· so último u ttmaté.o¡¡;;;i"on) de una~­
destructivo- (mostrando, por ejemplo, su contingencia en el sentido de l~t unidau . il i mita~hui.c investigadores.
la «Historia del Ser» o en el sentido de la infinita multiplicidad de «jue- Mt'diantl' ~·stc<:dt.:_p~~ d~.l__e~.d~.:-g¡ay.c.JacLieLapr.iQQs-
gos lingüísticos>> y «formas de vida» 11). En el caso de Peirce quiero negar 111o ~.!.DJ!lscendrnt:D de la investigaci<'>n, (]tiC de las «formas
incluso que haya puesto en tela de juicio el supuesto fundamental de 3~a int uicii'lll» y lo.~ «principio.~>) pasa a las ideas rq.\ulat ivas dt: los pro-

12
cesos de inferencia e interpretación, Peirce fundamenta en mi opinión, de la semiótica. Además, hace J?..<?_S~bl~ ~0.!\. cl~r-ª 9-J~~.~r:_~~~ _e~u:e. ~1 ma-
indirectamente al menos, el concepto Cle-~na lóg!éá-s~miótica transcen- teéial fenQm~rÜ<;Q._dd~$~fiénéias de la nacuraJ.~Z4. (únicamente <1Q_dl~>>
deEt<!l. que . preced.~ metódicame.ii."te; ·e·n tanto que.prima philosophia, a ~;<iéon~~») y _el 4~ las. ~i~~ci~ -s.odaf~;··~ d~l esp.íricu (que incluye ade-
toda ~nscrucción hipotética empírica y falible (incluida la metafísica más a los símbolo~). lo que CO!J.S.tit_uiría .un3: aportación de~i~iva a. la
e'iñpírica). láJógica..~eg@rt-¿a transcendental presupone, a su vez, ún_i- «'Controversia expliq¡.ción-co'!'pfensión»18•
camence aquellas disciplinas -qüe,-co-mo fa -fenomenología c;·phaneros- ~ - Otro atractivo del programa inspirado por Peirce estaría en el~
40py») y la matemática o lógica matemática, no proporcionan conoci-
~ien~o alguno de lo real 14 • Peircé estaba diseñando de este modo, al
J ~-J.l.Q_~~Lo. _d~<;_rip~.v.o...sino.. normati_va..me!l!~ !.e~evante ~t:l~:!~..2!Ía
: del significa.d o que ~osquejaría en ~ «m 1ma_pragrt1 ~~»} A_ diferen-
menos para la filosofía teorécica, una alternativa a esa «superación» cia de Jo que sucede tanto en el conducns o e ar es 1\irorns'' como
(Oberwindung) de la metafísica y de la filosofía transcendental que as- en la idea de juego del lenguaje del último Wittgenstein 20, e~.S!~<?E~a
pira hoy a la rotal decranscendencalización (y en ese sentido a la histori- la clarif!:cación pr?-g~~!.i~ del sjgnificado no recu.fre red~ctivament~- a}
zación y relacivización) de coda condición imaginable de validez inter- uso fáctico de los signos sino a experimentos ~enta;les. En ellos se ma-
subjetiva -y no en última instancia también de las normas ii:icas. nifestarí~ las coordinaciones condicionales de acciones y experiencias
En lo que resta de prólogo 9HSFÍ<!J.~f~ri~~e b~evemc;nte al ámbito \ \? posibles en las que se haría presente el significado - normacivamente co-
de p!oblemas de la filosofía teórica -e indirectamente también de la ·.' . .,--.· rrecro- de un signo (del logical interpretant). Par~':'-~. ~!a;ifi_ca~ión tal
práctica- e!l-ei.qY.~ este estudio sobre Peirce ha sido fructfferq para mí 1 ., ~\ del significag9 no es determinante en -últimainscancia el status quo del
mismo des!ie 1970 aproximadamente. \v ·~·,: uso .sígnico -fijado, por lo general, mcdiance convenciones lingüísti-
- La comparación crítica y la recíproca complemencación entre el 1 cas- q~_p.resupQne, .c9mO J.. Searle ha mostrado, siempre ya un~-
programa de una semiótica transcendental de inspiración peirceana y el ' • 1 •1 ~~~"~und de precompre.nsión ele~ental del mun~o de 1~ v~da •• ~íJ~; e~,
21

programa de la filosofía contemporánea del análisis del lenguaje, en ,,.. .~!} qunbio, explorar 1.pnovadoramence el espaciO de s1gmficac10n logi-
particular del pragmatic turn representado por el último Wittgenstein y
la teoría de los actos de habla, me parecen hoy fundamentales, desde
1 ·r
r4 .,¡,. k<:amence posible _qu~ todo signo ~elimita, de modo que sea posible in-..
duso dar¡_fiqr la parte inconsciente del background de la precompren;
un punto de vista metodológico, para la fundamentación de una prima siÓn del m!J.ndo ditla vida. UM~nplo de cal clarificación exploratoria
philosophia moderna•s. En este sentido, ~~~a peir~¡u~.o presenta, del s•gmftcado en el sentido de la «.ñ.iáiima pragmática» lQ.PJ9PO.CCiona
1 ) entre otros, el atractivo de hacer p.osiPLd;tj.l),~egración de la teoría del 1 1• ¡ .,( la teoría especial d~ la r~lacividad de Einstein. Esta se reduce, en lo
1
c_i;:!q~r;niento Y .de _1~ ~ién.c\a riacur;¡, ~í__s..o!!!.o. de l;¡s ci~ncias herme- , , ¡. i ¡,,esencial, a una serie de ~pt~IÍ.!11 ~n~o~ _me~taJ~s referidos a ~edicion~
1 1
néuticas, en el marco de una teoría de la evolución de la cultura. posibles. Mediante éstos se decermtna el s1gmficado de la «sJmultanet-
Del resto de los atractivos referidos cabe mencionar, en primer lu- 1" ,1 ,. • • • dad de dos sucesos». ÜJ.r.O.. ejemplo podría constituirlo un libro cor:no
gar, la amplia base semiótica que contempla, además de los signos con- T~e_ory. .o.f]u,$q,_de.J9.hn_Rawls, ~.en lo esencial, puede encenderse
ceptuales (•<símbolos») que caracterizan únicamente al lenguaje hluna- como un experimento mental exploratorio - la construcci6n de la origi-
no, los signos inicialmente no conceptuales («índices» e «iconos>>) en nal positúm- p_~<!:_l-ª..deter~~iQ.a~ión 9~1 §ign!f~ca4<?. 4e_i~ti§_e_.
tanto que signos integrados en el lenguaje y que funcionan como sig- 1 Considero, en fin, que el realismo crítico del sentido Y. la teorí~
.nos naturales. Esta clasificación triádica de los ~ignos ~ibilica por un conse'nsual de la verdad (teoría normativo-procedimental aplicable a
e; lado -y en especial ~n ·el j uiéio perceptivo- la. relación enere evolución rodo criterio posible de verdad) son dos de los mayores atractivos del
de la n;uuraleza y lóg\ca ,normativa de la investigación 16; por otro la 1
programa de la semiótica transcendental. Mediante an1bas teorías es
~~integración, C?m? _c!it~r~~? d~ verdaq)?,Qf~?-tJv.a,tn~~nc_:_~e•. de hi posible evitar cualquier forma de realismo acrítico «externo» o «metafí-
évldencía-fenoménica («Primeridad» más «Segundidad» de la percep- sinm, así como su teoría de la verdad como correspondencia, teoría que
~ión, segú¡:;P~i .:Ce)eñ la lógica de la inves_Eig;l.~i9n, de la cual había sido presupone un punto de vista situado al margen de la relación sujeto-
erróneamente excluRia; en.tarÍ.t~..qÜe.·m;~amence psicológica, por el se- ohjl·IO. lnduso la cosa en sí incog,noscible - que Kant conjeturaba at'tn
mancicismo de Carnap e incluso de Popper' 7. ~0.~~4-tl.c~~.ell.tl).Í opi- mclaHsico-rransn·mknralmentc- guede i~~.~g!'_a r~~- el) ~1. ~P<l~i9.. 9e_la
nión, a una rehabilitación pa':_c~al de_la fe:'1:_o.~.e~ología. - que, por su- inrcrprctacic'm sígnica como lo cognosci51e in t~e long nm (a diferencia
~to, rTüsser1er1celiaía-ai.ít1 en términos preseroióticos- en el marl:o Jc .-~¡udln que, dt• lwdw, nllnca podrá conocerse). Con ello no se efec-

14
rúa, sin embargo, una reducción idealista de lo real-de la resistencia de NOTAS
los brute facts y su ser así-. Únicamente se traslada el realismo «exter- 1
Cfr. K.-O. Apcl (Ed. e 1ntroducción): C harles S. Peirce: Schriften I y ll, Frankfurt
no» (metafísico) al realismo <<interno» (crú!oo 'del sentido) 22. Y es tam::. a M., Suhrkamp, 1967 y 1970.
o~ó," éste óltimo el que, en mi opinión, caracteriza a la teoría-sém-iócica 1
K.-O. Apel: Der Denkweg von Charles Sonden Peirce, Frankfurt a.M., Suhrkamp,
rra~s<;:eQ.d~ntal de la verdadco1no .~nse_nso, que procede de Peirce._Es- 1975.
t~Q p.r~tende sustituidos crite.rios disponibles de concordancia de: los ' K.-O. Apcl: Charles S. Peirce: From Pragnuzrism ro Pragmaticism, Arnherst, Univ. of
Massachuseus Press, 1981.
juicios cognitivos con la realidad (por ejemplo el de la evidencia per- • Cfr. K.-O. Apd: La Transformación de 14 filosofla, 2 vols., Madrid, Taurus, 1985,
ceptiva y el de la cOherencia de los conceptos, juicios o teorías) _p_<?r el en especial Vol. 2, 2.• panc. Además del mismo autor: Teorla de 14 verdad y ttica del dis-
criterio del consenso fáctÁCO (<<de todos, de la mayoría o de los sabios» curso, Barcelona, Paidós, 1991.
como dice Aristóteles), sino fijar un principio regulativo que nos fuerce ' Cfr. en el presente libro. p. 21 y ss.: Peirce y la fonción el Pragmatismo m el pre-
~-relacionar, desde el postulado de una comunidad ideal e ilimitada de sente.
6 Cfr. M. Heidegger, El Ser y el Titmpo, México D.F., F.C.E., 1951; del mismo au-
argumentación, interpretación y experimenta~ión , todos los criterios tor: Kant y el problema de 14 Mnafoica, México D .F., F.C.E., 1954.
~9i.v.aÍ\tci -auri cuando nunca suficientes- de. y~t:4~~ con una sínres!s 7
L. Wittgenstein, Tractatw Logico-Philosophicus, Madrid, Alian:u Editorial, 197 5.
de La interpretación posible (<<punto supremo» de la teoría semiótica del • C. S. Peirce: On a Nt'UJ List of Cattgorits, en: Procecdings of the American Aca-
conoéimienro). · demy of Arts ans Sciences, VIl, 287-298, mayo 1867. Al respecto: Murray G. Murphcy,
The Devdopment of Peirce's l'hilosophy, Cambridge/Massachusem, Harvard University
No quiero dejar de decir, por último, que la concepción peirceana
Press, 1961, pp. 66 y ss.
de la comunidad ideal e ilimitada de interpretación y argumentación ' Cfr. en la presente obra, 2.• parte, 1-II, asf como K.-O. Apcl: Transcendental Semio-
ha constituido un fructífero punto de vista heurístico para mi funda- tics and Hypothetica/ Metaphyrics oftvo/utíon: A Peircmn or Quasi-Peircean An=~· toa
mentación de una ética de la comunicación o del discurso. Del mismo Recurrmt problem of Post-Kantian Phi/osophy, en: K. L. Ketner (ed.): Peirce and Contem-
modo que en el caso de la fundamentación de las ciencias sociales y del porary Thought. Transacrions of che Sesquícentcnual Intcrnational Congress, Texas Tech
University Press (de prólcima apa rición).
espíritu, cuyo objeto - la cultura y la ciencia misma- se determina no 1
° Cfr. K.-O. Apel: Kann es in der Gegenwa1·t ein postrnctaphysischcs Paradigma der
tanto mediante leyes como mediante normas (según Kant <<leyes repre- Erstm Philosophie geben?, en: H . Schnadclbach (Ed.): Phi/osophit der Gegenwart-Gegen-
sentadas»), en este caso fue obviamente necesario ir mucho más allá de wart der Philosophit, Hamburg, junio, .!J9J.
Peirce, cuyo pensanliento se define primordialmente por la relación en- 11
Cfr. K.-O. Apel: Sinnkonstimtíon und Geitungsr"hrfortígung. Heidegger und das
tre evolución de la naturaleza y progreso posible de las ciencias natura- problem der Transzmdentl1ipbi/osophie, en: Forum flir Philosophie Bad Homburg (Ed.}:
les24. Martin Heidegger: lnnen-und Aussmansichun, Frankfurt a.M., Suhrkamp, 1989, 131-
175, así como del mismo autor: Wittg~nsttin rmd Heidegger: kritische Wiedt:rholrmg ~in~
No querría terminar este prólogo sin expresar mi sincero agradeci- Vergleichs, en: J. Habermas (Ed.): Der Lowe sprichr... und wir konnen ihn nicht verste-
miento a la editorial Visor y a Ignacio Olmos y Gonzalo del Puerto, hcn, Frankfurr a.M., Suhrkamp, 1991, 27-68.
11
traductores de La presente edición, por su contribución a la publicación Cfr. M. Murpbey, op. cit., p. 39.
u . Cfr. C. S. Peírce: Th~ Grormds of the Va/idity of the Laws of Logic (Co/L. Papen,
de esta obra.
5.318-5.356). A1 respecto vid. III, 3, c. de la presente obra.
14 Cfr. 2.• parte, TI de la presente obra, asf como K.-O.Apel: Transcmdental

Semiotics... {véase nota 9).


•s Cfr. a este respecto los artículos de K. -O. Apcl: Totvards a Transcendental Snnio-
tics, New York, Humanitíes Press, 1993 (de próxima aparición).
,. Cfr. K. -O. Apel: Transcmdental Semiotics... (ver nora 9), así como del mismo: The
·l'mgmatic Turn» and Tramcmdt:ntai s~miotics, en: Towards a Transcendmtal Semiotics,
"/'·ríe.
" !!lid así como en K. -O. Apcl: Fa/libi/ismw, Konsenstheorie der Wahrheit rmd Letzt-
l~tr,r.iiiJ(Iung, cn: Fowm für Philosophic Ba<} Homburg (Ed.): Phi/osophie und Begrün-
t!ung. l'rankfitrt a.M., Suhrkamp, 1987, y.-6-2 11. Igualmente en: K.-O. Apel: Teorfa de
¡,, Vatlllfl... (11itl. nora 4). También K.-O. Apel: Teorla de la Verdad... (vid nora 4).
Tamhirn K. e l. Apcl: Das Problem der phanomenologische Evidenz im Licht-e einer trans-
;·.mtlrmtllru Snniotik, en M. Benedikr/ R. Burger (Eds.): Die Krise der Phiinomenologie
11111! ,¡¡,. l'nl.~llllltil: ,¡,... \'(/is..-tmthtifi.sfortschriw, \'(/ien: iistcm:ichische Staatsdruckerei, 1986,

16 17
78-99- (Traducción castellana en: VATIIMO, G. (Comp.) La secularizació11 d~ la Filos()-
fia, Barcelona, Gcdisa. 1992.).
•• Cfr. K.-O. Apel: Die Erkliirm/Vmtehm Kontrovene in transundmta/ pragmatischcr
SiciJt, Frankfun a.M., Suhrkamp, 1979 (traducción inglesa: Understanding and Explana-
tion: A Transcmdmtai Pragmatic Persptetive, Cambridge/Massachusctts: MIT Prcss,
1984; del mismo: The Erk/iirm-Vmtt>hm controveny in tht> phik>sophy of the natural a11d
human sciences, en G. Floistad (Ed.): Contcmporary Phi/Qsophy. A New Survry, vol. 2: Phi-
losophy of Science, 19-50; también del mismo: History ofScience as a Probkm for Herme-
nc•tics, en: E. Ullmann-Margalir (Ed.): Thc Scientific bu¡uiry. The Israel Colloquium
PRIMERA PARTE
Studies in History, Philosophy, and Sociology of Sciences, voL 5, Dordreclu, Kluwer,
1993.
" C&. K -0. Apel: Charles W. Mo"is und tÚls Probkm ciner pragmatisch imegriertm
Snniotik, en: A. Eschbach (Ed.): Zeichm, iilm Zeichen übcr Zeichcn. 15 Srudien übcr Ch.
W. Morris, Tübingcn, G. Narr, 1981,25-82.
10 Cfr. K.-O. Apd: Wittgenstein und Hádeggcr... , op. cit. (vid. nota 11), así como del
El trasfondo filosófico
mi1mo: Pragmatic Philosophy of Languagt Based on Transmu:knta! Scmiotics, en la obta
del mismo: Tozvards a Tranrcmdmtal Semiotics, op. cit. del surgimiento del pragmatismo
1' Cfr. J. R. Searle: !ntentionality, Cambridge, Cambridge University Press, 1983, ca-

pítulo 5. / · en Charles Sanders Peirce


u Cfr. en este libro, Primera Panc, lll, 2, así com{H. l'utnany' The many foces ofre-
(lli!m, La Salle, 1987. \...____..../ .
~. Apel: Fallihi/ismus... (vid. noca 17), así como del mismo au tor: Peirce
and Post-1imkyan Tmth, en: Towards a Tmmcendental Semiotics, op. cit.; del mismo:
Transcendental Semioeics and Truth, en M. A. Bonfanrini/A. Martone (Eds.): Pein·l! iu
Italia, Nápolcs, Lignori, L993, 19 1-209.
u Cfr. K.-O. Apcl: Szimtimms oder transzentale Herml!lll!utik y Dns Apriori der Kom-
munikatiomgeml!inschafi und die Grrmdlagen der Ethik en la obra del mismo autor: Trrms-
.formation der Philosophie, Fmnkfurt a.M., Suhrkamp, 1973, vol. II (vid. nora 4 para la
traducción española).

18
I
Peirce y la función del pragmatismo
en el presente

Con la exageración y simplificación que se requiere para hacer com-


prensible una verdad compleja, podría decirse que en el mundo del pre-
sente S.Qf.l t~es las _filosofías ,q\-1.~. real!llente funcionan; con ello no quere-
mOS decir que estén justificadas, sino únicamente que, de hecho,
median entre teoría y p(axis en la situación vital d~ la ll3:mada sociedad
i.ndustrial: estas filosofías son el marxismo, el existencialismo y el prag-
matismo1. Las tres comparten esa funci ón simplemente porque son las
que por primera vez convirtieron en tema de reflexión el gran problema
de una humanidad que no depende sino de sí misma en un mundo ina-
cabado: la mediación de teoría y praxis ante un futuro incierto. Cada
una a su modo ha reconocido que, en un mundo que está lejos de ser
un cosmos perfecto, en una vida que «debe ser vivida hacia delante»
{Kierkegaard), en una situación social que puede ser cambiada, la filoso-
fía no puede ser aurosuficien te; que ella, en tanto que teoría, no puede
dejar fuera de sí la praxis de la vida, bien como si pudiese conocer la
esencia de las cosas en una contemplación pura y carente de intereses y
sólo después orientar la praxis conforme a la teoría, o bien, como si se
pudieran determinar a priori las leyes de un mundo inacabado y «supe-
rar» (aujheben) la historia, siempre abierra al futuro, por medio de una
reflexión que en sí misma no es práctica ni comprometida. No quere-
mos prolongar este intento de una vaga caracterización de la nueva
autocomprensión común a las tres filosofías mediadoras de teoría y pra-
xis. Demasiado pronto se pierde lo común del punto de partida, que
histtí ricamcnte podría entenderse como ligado al primado kantiano de
la raz6n pdctica y como respuesta al cumplimientO hegeliano de la
m<·tafbica tt·oréti<.:a como metaffsida de la historia.
En lugar de intentar desarroÍlar las doctrinas teóricas de estas tres
tilusofbs ...muy complejas en sí- a partir de dicho punto de partida,
vamos a nlllsidnar brevemente su función en el mundo del presente,

21
:.·,,...,..,
esw es, el hecho de que las tres mencionadas filosofías se repartan el
,1 ·· ·:... ~J?hre algo así como un «proyectO» (Won4mwillen) absoluto. Pero en la
conjunto de tareas propias de la mediación teoría-praxis en la moderna
,·.'•···- medida en que se produce esa divergencia entre situaciones y situacio-
sociedad industrial.
nes límite, no se pueden hacer coi ncidir sin conflicto los intereses
Podría pensarse aquí, por de pronto, en la siguiente distribución
públicos y los privados; y de ello resulta una d_iyisión del trabajo en~
geográfica: El marxismo domina en la Eurasia comunista, el pragma-
pragmatismo y existencialism o gue me parece caracrerísrica de la
tismo en los países anglosajones y en Escandinavia, y el existencialismo
en el resto de Europa (cuya influencia, a su vez, alcanza a los países lati- mediación fllosófica entre teoría y praxis en el mundo occidental.
Con ello no quiere declfse que los seres humanos de nuestro
noamericanos). Aunque tal localización no fuese ciertamente falsa, qui-
ámbito geográfico representen explícitamente y según el caso una u
sien considerar como más instructiva otra división:
El marxismo-leninismo ortodoxo que ha llevado a cabo la d irec- otra de estas dos filosofías complementarias, exactamente según el prin-
('l!'. · :!•i' ción de la revolución proletaria y q ue actualmente conduce la «cons- cipio señalado y así, por ejemplo, un diputado profese el existencia-
tucción del socialismo» en la fase de la dictadura del p roletariado, ha lismo en la vida privada y el pragmatismo en el ámbito de lo público.
debido instalarse, e n la medida en que hasta hoy podemos juzgarlo, Tal c;!iputadq podría profesar -:<;Q..mo cualquier o tro miembro de la
como regulación dogmática de la mediación entre teoría y praxis. Po r S<;"ciedad pluralista- todas las (<conce dones del mundo» osibles,~o
medio de la llamada «linea del partido» debe postular, al menos como \} en tanto que representante de una_gc:mocracia par ~enta~ia ha_d_e
ficción institucional, cuando no forzar de facco, una permanente «uni- .t\JI ~ortarse co~i fuese prag~~ lo público x,~~~~e~cialista,
dad de la teoría y la praxis» para todos los ámbitos de la vida de una \ por ef"Coñrnrrid', en la vida privada. Esto es: sólamente en su vida pri-
colectividad, penetrando profundamente incluso en la vida privada. \" X Vida y asum1endo su nesgo existencial puede hacer valer como verdad
Sólo así, de acuerdo con sus presupuestos, puede alcanzarse la acción ~," ~\ absoluta la concepción del mundo que personalmente y de forma más
solidaria de todos los miembros de la sociedad y con ello el dominio de . ~? o menos consciente ha adoptado, aun cuando, por su propia narura-
los hombres sobre la historia (el «reino de la libertad») . Esta mediación '·' · ,_-:. leza, ésta pudiera estar determinada por unos contenidos fijados dog-
de teoría y praxis sólo puede funcionar en la medida en__que el indiyi- ~ ...o'' máticamenre con pretensiones de validez privadas y públicas. En su
?~o encienda voluntariamente su vida privada a pi!J..tiLJ&la acción soli- "..y función pública de diputado puede sólamente someterla a discusión
~aria de la-c0lecnv1dad. Desde el momento en que éste ~uvíaa ' -filtrada, claro está, a través de las reglas de juego pragmáticas propias
privada -s•qwera tácitamente- del compromiso de la colectividad, ésta del proceso de formación de opinión en el seno de un partido. Esto sig-
cae automáticamente en manos de la regulación de la mediación exis- nifica que únicamente puede proponerla como hipótesis entre otras
tencial entre teoría y praxis, mientras que los asuntos públicos (política, hipótesis a la aprobación por parte de la comunidad -acaso como pre-
economía, ciencia, técnica) son abordados mediante criterios pragmáti- supuesto del derecho positivo o de la ! ~políti ca.
cos de análisis y regulación2 • Con ello se muestra, cal y C_?mc/~ew;>1obseryó correctamente,
Con ello, sin embargo, se ha formulado ya el principio de una que, conforme a sus estructuras o~, el orden democrático de la
división del trabajo que parece funcionar de hecho de acuerdo con la vida es una comunidad de experimentación de hombres ad~!tos .en )a
mediación entre teoría y praxis en el «mundo occidental» -esto es, pre- que cada cual confía por principio en la formula~ión de hipótesis plau-
cisameme allí donde efectivamente se dan las condiciones para el fun- sibles -esto es verificables- por parte de los demás,· y desconfía"de la
cionamiento de la democracia parlamentaria- : sólo puede hablarse de posesión de la verdad absoluta. -
una mediación unificada de teoría y praxis en la me~ en que los Esta estructura objetiva de un orden de vida, que K. R. Popper,
intereses privados coincidan sin violencia con los intereses públicos con algún derecho , ha contrapuesto, como estructura ..de la (<~.P-,en
(por ejemplo, en la investigaci6n estrictamente científica). En los res- socictyw', a las presuposiciones implícitas de la metafísica anterior e
tantes ámbitos de la vida, por el contrario, se diferencia normalmente incluso a las tendencias histórican¡l.ente demostrables del <<hisroricismo»
entre aquellas situaciones que hay que dominar mediante una «intclli- díalú:ti<.:o, determina en el mundo occidental las reglas de juego de la
gent mediation of means and ends» (Dewey), de aquellas otras <~situa­
nwdiaci6n nloscíflca entre teoría y praxis en el ámbito público de la
ciones límite» (Jaspers), en las cuales ya sólo el facturo de «mi propia
vida y. con ello, relega automáticamente la orientación metafísico-reo-
muerte» (Heidegger) es suficiente para exigir una decisión arriesgada
l6gí~:a de la vida al ~mbito de aquellas otras reglas de juego propias de

22 23
socialmente aceptable de la fe religiosa en un mundo caractcri·t.adu 1'()'
las ¿;cisiones de la vida privada que la filosofía de la existencia ha ana-
la ciencia y la tolerancia democrática.
lizadP desde Kierkcgaard. El presente estudio pretende, por el contrario, introducir en el pro-
~~ su ve:r., este mismo orden objetivo de una complementariedad saico mundo del pragmatismo al receloso lector alemán, quien tiende,
funcional de la mediación pragmatista y existencialista entre la teoda en lo tocante a filosofía, bien al existencialismo, bien al idealismo dialéc-
1 os<Sfica y la praxts · 14 me parece determinar el ser social de la ftlo-
· vna
fil tico. Y ello se llevará a cabo de la mano de los textos, por primera vez
sofía en el mundo occidental. El reconocimiento consciente de esta rea- publicados en lengua alemana (N. del T.) de un pensador que hasta
lidad en los dive~sos ámbitos geográficos del mundo occidental es, sin ahora había permanecido prác ticamente desconocido, incluso para
embilrgo, muy diferente. En los países anglosajones la filosofía oficial aquellos pocos autores que se han ocupado del pragmatismo
tienJe a const~erar superflua cualquier complememación de la media- americano7• Por otra parte, Ch. S. Peirce (1839-1914) -a quien nos
ción¡ pr~gmá~1came?te formulada, de teoría y praxis, ya sea por medio estamos refiriendo- no sólo es el fundador del pragmatismo, como ya
de la: one~tactón e:xJstencialista de la vida, ya por medio de una filoso- en 1898 le definiera expresamente W. James, sino además, probable-
fía dtalécuca d~ la historia -<iesdogmatizada en la medida de lo posible. menee, el más grande pensador americano; por él se vieron profunda-
Por ~l contrano, en Centroeuropa, y especialmente en Alemania se mente in.fluidos no sólo W. James y J. Dewey, sino también el gran sisee-
dete¡;tan . mu' 1ttp
· les reststencias
· -apoyadas en una mezcla de piedad '
. mático idealista J. Royce, el lógico (vinculado a Kant) C. J. Lewis y los
hum.amsta para con la metafísica tradicional y en una obstinada igno- '\ fundadores de una ciencia social o semiótica cuasi-conductista, G. H .
ranc~a de la filosofía anglosajona contemporánea- a reconocer como Mead y Ch. Morris. Asimismo es uno de los pioneros de la lógica mate-
filos~fi~amente relevantes las reglas pragmáticas de la vida cotidiana, de mática del s. XIX, en la que, con su <liógica de las relaciones>>, prosiguió
la p<)Httca, la economía, la ciencia y la técnica, así como a tomar en el desarrollo de los planteamientos de Boole y De Morgan y sentó los
serid aquel.las filosofías que han analizado esta realidad5• presupuestos del «álgebra de relativos» de Ernst Schrode~. La razón del
11 La an1m a dversJ'ó n d e la filosofía anglosajona oficial a considerar tardío descubrimiento de Peirce en el mundo filosófico reside, en primer
se;iamente los temas de la filosofía de la existencia y del marxismo es lugar, en el hecho externo de que sus numerosos artículos, dispersos en
algo que no se ve confirmado en los clásicos del pragmatismJ W. revistas especializadas, y los mucho más numerosos trabajos que no
1~~~ ~~u ensayo The. WilL to bel~ev~, ha lle:ad~ ~a preocupación cen- publicó en vida, se editasen sistemáticamente por vez primera entre
trlff . . r.kegaard - el Interés subJetlvo del md!Vlduo en una verdad, 1931 y 1935 (vols. I-VI de los Colkcted Papers) y en 1958 (vols. VII y
por pnn~1 P 10 • no demostrable pero, precisamente por ello, existencial- VIII de los Collected Papers). Sin embargo, esta causa externa del tardío
mente re eva~te- al terreno de la comunidad científica de experimenta- descubrimiento de Peircdl es precisamente la expresión misma de una
ción• prop~nténdola como su límite mismo6; y se hará bien en encen- transformación más profunda en la valoración del significado de Peirce
der ~~ vemón del .Pragmatismo desde este argumento, y no desde la en comparación con los otros dos clásicos del pragmatismo, cuyas obras,
metf ora d.el «bustncss life>>, equívoca para oídos no americanos. J. a pesar de todas las referencias al precursor, eclipsaron durante mucho
DeW~Y·_ qute~ buscaba ame todo desarrollar las consecuencias socio- tiempo su figura. Los artículos de Peirce fueron poco conocidos mien-
poHt:tcas Y é.nco-pedagógicas del «instrumentalismo>> pragmatista, desa- tras vivió, no sólo a causa de su inaccesibilidad -y de la circunstancia de
rroll.Ó tambtén ~e un modo muy parecido a Marx- una crítica de la que la prometedora carrera académica de Peirce en la universidad John
ideolog.ía al estJlo del «materialismo histórico>> en una transformación Hopk.ins, que había comenzado en 1879, terminase repentina e irrever-
natura~Jsta de su pasado hegeliano; entretanto, siguió con simpatía el siblemente en 1883'0- ; debido también a su sutileza analítica, a sus
«expenmento» ruso de la reconstrucción marxista de la~iedad míen-
eras le p~reció resultar compatible con la idea de una com~nidad
ejemplos extraídos de la historia de las ciencias exactas -comprensibles
sólo para el especialista-, a sus disgresiones historico-ftlosóficas (en espe-
dem~cráttca de experimentación. Que la estructura existencialista, pos- cial histórico-terminológicas) y a }a ininterrumpida relación del autor
rula< a por nosotros, de las situaciones límite en la orientación privada con las investigaciones lógicas en fntido estricto, dichos artículos resul-
de lt vida exis~e, de hecho, también en los países anglosajones y hace taban pocas veces comprensibles e interesantes para sus contemporá-
valú sus nece~tdade.s, ~s algo que se puede comprobar de la forma más neos. Sólo un par de ensayos, hasta cierto punto famosos en vida de
dad en la .e tenctahzación mundial de la teolo ía rotest t . Esta Pcirce - The fixation of beliefde 1877 y How to make our ideas clear de
corr~sponde de hecho a a única autocomprensión posible, honesta y
25
24
1878- constituyen una excepción. Sin embargo, entre sus contemporá- generalmente pragmáticas o pragmatoides: así, la «semántica lúl-\il·••"
neos, las ideas básicas cop.tenidas en estas dos actas de fundación del fundada por Carnap se vio forzada a reconocer la importancia d~.: la
pragmatismo parecían haber encontrado en las claras y expresivas confe- dimensión pragmática del signo, que Ch. Morris - recurriendo conscien-
rencias y lecciones de W. James una formulación autorizada y una ilus- temente a Pcirce- habfa introducido 1 ~. La discusión del principio de
tración de su importancia para la vida. Si bien la interpretación subje- verificación llevó asimismo a reconocer, tal y como ya había anticipado
tivo-psicologista del pragmatismo, característica de James, fue después Peirce, que la reducción del significado de los conceptos generales a
frecuentemente criticada por Peirce11 , esta deficiencia pareció eliminarse datos sensoriales (o bien de las proposiciones científicas a «enunciados
fmalmente en la recepción más bien sociologista del pragmatismo de J. protocolares») era algo fmalmente imposible y que había q ue confor-
Dewey. Ciertamente, Peirce desaprobó también la falta de sutileza lógica marse con la «importancia predictiva>>de los «conceptos teóricos» o con
de Dewey12, pero la surileza lógica no era aún, hacia el año 1900, una la de los enunciados científicos que los contienen. En concreto, los des-
exigencia del espíritu filosófico de la época. cubrimientos de K. R. Popper (los enunciados generales no son comple-
Precisamente en este punto, sin embargo, se operó la transforma- tamente verificables pero sí completamente falsables, y los denominados
ción más radical en la filosofía anglosajona del siglo XX. El campo de la protocolos de experiencia, en tanto que enunciados que contienen con-
lógica matemática, que el mismo Peirce había cultivado -así tan inad- ceptos generales, siguen planteando el problema de la verificación a tra-
vertidamente como su contemporáneo alemán Gotdob Frege-, dejó de vés de nuevos protocolos de experiencia, y así ad infinitum) suponen de
pasar inadvertido tras la aparición de los Principia Mathematica de B. hecho el redescubrimiento de las concepciones de Peirce16 • En la misma
Russell y A. N. Whitehead (1910-1913) y logró incluso renovar, en el dirección, la problemática de los «conceptos de disposición» descubiena
marco de la llamada «filosofía analítica>• nacida de Russell, G. E. Moore por Carnap nos remite de nuevo a Peircc17 •
y Wittgenstein, el estilo entero de la filosofía académica en Inglaterra y . La intuición fundamental, surgida al hilo de todas estas dificulta-
Norteamérica. Ya el mero cambio de estilo permitiría que los aspectos des, de la «reductive fallacy» del positivismo radical tuvo también que
·¡ hasta entonces impopulares de la ft..losofía peirceana apareciesen bajo limitar las pretensiones del «conductismo)>, desarrollado en la misma
·. · una luz más positiva. En este estilo se encuadraba incluso su propia dis- época, especialmente en América, e incorporado al programa neopositi-
persión leibniciana en opuscula, que parecía cumplir el lema propuesto vista de la «ciencia unificada>>. Y también aquí se observa cómo el pre-
por Moore de un ft..losofar «piecemeal and by fragments». A ello se sumó cursor, Peirce, a quien los behavioristas y semi-behavioristas americanos
' el hecho de que en la época de la aparición de los Coilected Papers, el (como, por" ejemplo, G. H. Mead y C h. Morris) se remitían a menudo,
«Círculo de Yiena» 13, inspirado por Russell y Wittgenstein, emigró a ~abía considerado ya desde u~ princiP.~O !a imp.osibmdíld de una
América y allí comenzó a desplegar una poderosa influencia que llega reducción del sentido, de la intención del sentido y de l.a e<omprensión
hasta nuestros días. A este «empirismo lógico» debió de resultarle más del sentido a una conducta . ~mpírica 1 ~.. Con ello. guarda una estrecha
afín y más decisivo el pragmatismo, reelaborado lógicamente, de Peirce relación la circunstancia, sin duda aún por apreciar, de que Peirce no
que aquel otro pragmatismo, a menudo impreciso y de intención más sólo se hubiese ocupado de una filosofía de la verificación experimental
popular, del psicólogo W. James y del sociólogo comprometido político- posible y de la «comunidad de expcrimemacióm) de los investigadores
pedagógicamente J. Dewey. En Pcirce los neopositivistas pudieron que aquélla presuponía, sino que, mucho antes, hubiese desarrollado ya
encontrar prefigurados ya todos sus problemas clave e incluso, como en u~_!!.-~~<?.ff~. qe la interp.retación de las opi.~iones (Meinurtgen). y .d~ l~
un primer momento pareció, también sus soluciones: así, por ejemplo, «comu.~idad ~e inr~~pretación>> presupuesta y~ en la comumdad de
el planteamiento semántico de la filosofía (análisis lin~stico), la pre- experimentación 19• . .

gunta por un criterio que diese cuenta del sentido de los enunciados, y La semiótica pragmática de_Peircc interpretaba el problema de la
la respuesta a esta pregunta por medio del llamado «principio de verifi- compreñsión del sent(~.q e,n términos de interrelación .social entre
cación». El parentesco prima focie entre Peirce y el ncopositivismo se reglas -ere-comportamiento y experiencia posible y, al mismo tiempo,
revela sin duda muy problemático tras un examen más detenido. La prei:eridía-resítuar los fundamentos de la filosofía del lenguaje en una
actualidad de Peirce, sin embargo, siguió creciendo a medida que el «gramática especulativa» y una «retórica». Precisamente por esto, la
empirismo lógico entraba en una penosa aporética14 y la filosofía analí- semiótica peirceana tuvo que resultar tanto más actual cuanto que la
tica, por el contrario, evolucionaba -más allá de él- hacia posiciones «filosofía analítica>> heredera--dél segundo Wittgenstein acabó orientán-

26 27
dose hacia el análisis del lenguaje ordinario o, más exactamente, hacia la mediación entre teoría y praxis no sólo es hoy el problema clave de la
los <<juegos del lenguaje» en tanto que unidades público~institucional­ filosofía especulativa, sino también el de la propia ciencia empírica.
mente reguladas del uso del lenguaje, de la praxis del comportamientO Ch. S. Peirce, quien, a diferencia de James y Dewey, era científico
y de la posibilidad de la ex:periencia20 • Desde Moore hasta el segundo profesional en ejercicio (geodésico y astrónomo, además de licenciado
Wittgenstein se produjo una valoración progresiva de los criterios del en química) 22 se reveló de hecho cómo el intérprete adecuado de la pro~
<<COmmonsense>>, subyacentes al uso cotidiano del lenguaje, respecto de blemática en corno a la mediación técnico~operativa del sentido de los
lo significativo e incluso -en el correspondiente horizonte pragmático conceptos teóricos fundamentales de la física, problemática que sólo en
del sentido- también de lo verdadero. También en esto se reveló un el siglo XX accede por primera vez a la conciencia pública. La «revolu~
estrecho paralelismo con el tema del commonsensism, tal y como se ción semáncica» -que, como subrayó Ph. Frank, se produjo ya desde
extiende a su vez desde Reíd o Hamilcon hasta Peirce. Ciertamente, el que Einstein exigiera una definición del concepto de «simultaneidad»
commonsensísm pragmático -como el pragmatismo en general- del que incorporase instrucciones para las mediciones posibles de la simul-
último Wittgenstein es mucho más extremo y parcial que el de Peirce, taneidad de sucesos- condujo en el posterior desarrollo de la crisis de
puesco que de hecho no pretende otra fmalidad para la filosofla que la fundamentos de la física moderna a la postulación de un «Sistema
del diagnóstico y la terapia de aquellas funciones del lenguaje aparente~ semántico consistente>> de la física que, en sus fundamentos teóricos,
mente desprovistas del elemento pragmático; con ello parece considerar justificaba y legitimaba al mismo tiempo las condiciones materiales de
el uso cotidiano del lenguaje como medida sacrosanta. Frente a esto, e! la realización operativa de sus conceptos (p. ej., <<constantes naturales»
como la velocidad de la luz, la constante de Planck o las long~tudes ele~
commonsensísm de Peirce es un <<critica! commonsensism>. Si bien se sirve
mentales) 23 • Esta «revolución semántica>> se corresponde, a mi juicio,
de la probada eficacia práctica -e .incluso de la .raÍz instintiva- del com~
mucho más con la «logic of inquiry» de Peirce (esto es, con la síntesis
monsense para oponerse a la especulación vacía, apela, por otro lado, en
que ésta postula entre la construcción lógicamente convergente de la
el contexto de la regulación científica del lenguaje («ética de la termi-
teoría y la clarificación operativa del sentido en el experimento) que,
nología>>) y del progreso del conocimiento ciend.fico - sujetos ambos a
por ejemplo, con las sugerencias de E. Mach, a las que Einstein a veces
principios regulativos ideales (en el sentido de Kant)- a una conrra-ins~
se remite, o con el programa del «positivismo lógico», al que también
tancia que nos proteja de la mera validación provisional del common- se refiere a menudo la «interpretación de Copenhage>> de la teoría cuán-
sense como cualquier otra convicción científica (que, por el momento, ticaZA. En realidad me parece que la comparación entre las concepciones
no resulta realmente cuescionable)21 • De ello se deduce que Peirce ha de Pcirce y los resultados de la «lógica de las ciencias exactas>> -sólo
«mediado» ya con su concepción del «Crítica/ commonsensis¡;:¡; -entre, desarrollada ampliamente en el siglo XX- revela claramente que ~ prag-
por- una parte, los cernas -considerados hoy a menudo mutu~mente macismo tiene la última palabra (también) en la interpretación de la
excluyentes- de la consrcucción logicista de lenguajes de precisión mediación experimental entre teoría y praxis en el ámbito de la ciencia
(Carnap) y de la lógica de la ciencia (Carnap, Popper y H empel, entre y que conserva en sf mismo las tesis aceptables del posirivismds.
otros) y, por otra parte, los de las llamadas escuelas «lingüísticas» de la En este punto -y para evitar desde ya, en la medida de lo posible,
filosofía analítica (Oxford y Cambridge). los prejuicios existentes- ha de hacerse hincapié en el hecho de que~
Las relaciones señaladas anteriormente entre Peirce y la «filosofía pragmatismo de ascendencia peirceana casi nada tiene que ..~er c~n
analítica» revelan, a mi juicio, las profundas razones que explicarían la aquella otra concepción del pragmatismo -y especialmente con su ceo~
circunstancia por la que el fundador del pragmatismo (quien fue asi- ría de la verdad- que la vieja discusión alemana creía poder extraer de
mismo el lógico del pragmatismo) sólo cobrase actualidad e? el mundo las lecciones de W. James (Pragmatismo, 1907). Con esto no queremos
anglosajón después de que lo hicieran el psicólogo del pragmatismo dar a entender que no existiesen puntos de contacto entre Peirce y
W. James y el sociopedagogo del pragmatismo J. Dewey. Este orden ]<l lllt'S, o que ~:ste tíl timo simplemente no hubiera comprendido a
por el que estos tres filósofos fueron cobrando sucesivamencc actuali~ l'c:-irct'. J)t' ht·dm, t;mto .J:um:s como Dewey deben casi todas las nuevas
dad refleja, en última instancia, el hecho de que sólo después de que el liguras n>nlqlluaks dl· su fllo.mffa a lo~ planteamientos de Peirce -a
intento de restringir y renovar el ideal de la theoria pura mostrase las menudo c.-n una recepd6n casi literal-, pero extraen estas figuras con~
aporías del moderno positivismo lógico, se fue viendo claramente que ceptuóllc~ del contcxm ~<arquí'i'CZtt'lnico» dt: la fi losofía peirceana y le

28 29
·1""'~,· ~.""'., t :"i, t~
t . u -e.-
dan un nuevo acento (en cada caso diferente). Para la aclaración de esta orra filosofía del ((como si»- históricamente como l:t , o11~1'1 llf"IH 1,1
' , .\. tesis puede resultar provechoso introducir una breve disgresión sobre la 1íltima del (mominalismo» y, acto seguido, con ayuda J~.: ~~~ lli :IJ',III .I
i.: ·· \elación del pragmatismo americano con el pragmatismo de Nietzsche: 1ismo semántico, la habría _.4_~!!!_maSEJ.J:.~do C<?P-?-<? _ll_!la ..apm)cncia ~¡ 11
En la descripción que Hermano Noack hace de la «Filosofla de la s<.:nrido16• Por lo demás, habría vinculado el estilo general del pensa-
Europa occidental» (Philosophie Westeuropas, 2.a ed ., 1965, p. 73 y ss.) lllicnco que habla posibilitado el carácter ocurrente, nihilista-román-
puede encontrarse una referencia -muy característica de la perspectiva lico, literariamente efectista del pragmatismo con la decadencia de la
alemana- al pragmatismo americano en el marco de una «Valoración lógica en Europa central, constatada ya por él desde sus mismos inicios.
de la obra y la influencia de Nietzsche»: El pragmacism9 d~ la verd<!d del <(cqrp.o sj» .tampoc9 .~i.en.e na~.a
Nietzsche coincide aquí [esto es, en la sospecha de que la «supuesta que ver ni c~n el. ((instrumentalismo» de Dewey, ni mucho menos con
verdad» consiste al final «únicamente» en «ciertos conceptos y represen- b defensa psicológico-existenciálista delJarne~ dc;l 'Wi/1 to~_ftelieve~~a_
taciones que satisfacen la necesidad de la conservación de la vida y que, pcsar Íf! ~~~A~9. l!~ ..l,l..n _pa.r:..de._<;;.Qm.en ta.rios .descuidado~ _d~.. Em~s
por tanto, son correctos sólo en el sentido de su utilidad] ampLiamente parezcan cu_adra•: bien en .el_ cqnt~_!~ del_E.rag.ITI~ri~mo de Nietzsche. El
con el «pragmatismo», difondido especialmente en los paises anglosajones. pragmatismo americano carece completamente de ese dobkfon.CÍO que
Según esta doctrina, fundada por Ch. S. Peirce (1839-1914) y W. james puede apreciarse en la definición de Nietz.sche: no se aucoaniquila en el
(1842-1910) y representada en Inglaterra por F. C. S. Schiiler (1864- mnflicto provocado por Nietzsche entre una reducción biologicista de
1937), todos nuestros conceptos, juicios y creencias son únicamente reglas b verdad y un simulráneo desenmascaramiento de esa verdad como
para nuestro conportamiento (Pragma) que poseen tanta «verdad>> como «mentira» o ((ficción» sobre la base de una concepción, secretamente
beneficios nos proporcionan en nuestra propia vida. sostenida, de la verdad puramente contemplativa. El pragmatismo no
Noack aclara inmediatamente esta descripción del carácter del dcfiende ninguno de los dos conceptos de verdad de Nietz.Sche; antes
pragmatismo por medio de una referencia a la Phílosophie des Als Ob ª'
bien, pret~!14~. ~veriguar~. !rav~s de una desapasionada crítica del sen-
(«Filosofía del "como si"», 1911) de H. \Ca_ihinger, para quien ((todos liJo, aq~ell.o que la verqad puede-sTgiiificáf- eñ ·el'éorüexco de.sicuacio-
los conceptos fundamentales del conociemienco ciendfico y filosófico ncs de experien~ia posibles -Peirce- diría: posibles e.n ·cañeó pensables
son meras "ficciones" que, si bien pueden reconocerse como tales, ~·,>mo .reales- y relevanc~s..c!_e~?e._:¡~ J?..l1.n.C<? A~xis(a.práctico. ~E:lilu~cio,
resultan sin embargo indispensables para el dominio teórico y práctico en el mten~o_ d~ ~esponder a esta cuestión, planteada por Peirce, tan.i:o ·
de la vida». l:tmes com,o Dewey -a diferencia del propio Peirce- fueron incapaces
Sobre esta descripción -y en el contexto de la presente ((introduc- 1k sustraerse completamen!e a 1 ~ ((r~ductive fallacy» .(e~ el sencido de
ción»- es preciso observar lo siguiente: lo que Noack describe aquí es un psicologismo o de un darwinismo social). Del_p~!iS!.?__9.e desl!zarse
justamente lo que Scheler llamó el ((pragmatismo honrado»; éste ·ª
rn el «naturalismo» de la época, Peirc<: s~empre le ha~ía ;ffianrenido a
-como Scheler ya sabía- no era en absoluto característico de los países .d vo su kantismo, que sostuvo durante coda ~u vida27 en la línea de una
anglosajones. (Dejaremos a un lado la ingenuidad -¿o, quizá, falta de n·interpretación de la concepci6r1 del ((principio regulativo que no
honradez?- que subyace en la posición de Scheler). De todas formas, pu~.:de corresponderse con nada empírico», en términos de una teoría
resulta evidente que este ((pragmatismo» que pone en duda el sentido rt·alista de los universales -una reinterpretación que, por otro lado,
de la Verdad con expresiones como ((asf llamado>>, «Únicamente», ((como l:tmhién le había protegido del ficcionalismo del kantiano Vaihinger.
sÍ>J, (mo más que» .. ., en lugar de explicarlo por referencia a la praxis Este kantismo de Peirce, con su visión realista de los universales,
posible, sólo puede concebirse en el contexto del problema del nihi- nos lleva final mente al último aspecto de la actualidad de Peirce -el
1 lismo planteado por Nietzsche. En la temible (<defmición» de Nietzsche •'•h imo asimismo en haber sido reconocido en todo su alcance y en toda
¡ 1
habría que encontrar su más acertada (y exagerada) for~ulación: «La su peculiaridad. El pragmatismo, tal como habitualmente se le
verdad es ese tipo de error, sin el cual un determinado tipo de seres ¡·nr icnde, parece presentarse siempre como ultima ratio, cuando el posi-
vivos no podda vivir. Lo decisivo en últim~ instancia es el valor para la rivismo -o incluso el kantismo- asume hasta las últimas consecuencias
vida» (La voLuntad de poder, aforismo n: 493Jl ,.( momento de la crítica nominalista de la metafísica, contenido en sus
Nada J11~S J~jos de Peirce qu~. sc~ejafi:t_e .~Qn_ceP.~ión .~.e)~ ..:Y~rd<!d. propias posiciones. La filosofía trascendental kantiana de las condicio-
Pi!~c~ la habría entendido -al igual que habda hecho con cualquier Jws :1 priori de la posibilidad d0-a-experiencia (y, a la vez, de los objetos

30 31
mismos de la experiencia) parece disolverse así en un convencionalismo que como aquello.que es «cognoscibb (5.275; cfr.infra). Esta reflexión
de «presupuestoss» fácticamence realizados, que sólo son a priori en rela- crítica del sentido le abre a Peirce el camino hacia una metafísica evolu-
ción a una experiencia determjnada y considerada válida. Pero el positi- cionista en la línea de Hegel y Schelling28•
j
vismo converge con esta disolución del kantismo al asumir consciente- El fundador del pragmatismo, que en tantos respectos había antici-
mente la imposibilidad de la reducción de Las Leyes de la naturaleza a pado la problemática de la «lógica de la investigación cienúfica>> neopo-
meros datos sensoriales, al darse cuenta de que incluso los enunciados sitivista. resulta, a fin de cuentas, más bien anticuado -si es que hemos
,e_rotocolares esconden, en tanto que enunciados~ éieña.S conv~nciones de aplicar los criterios de la «filosoffa analítica»- por lo que se refiere a
cuya validez descansa únicamente en su verificabilidad práctica. A pri- la tendencia estratégica general de su obra. Su estilo de fUosofar «piece-
mera vista, el pragmatismo de Peirce parece coincidir con esta tendencia mal and by fragments>>, que habría de granjearse posteriormente el
característica de la moderna teoría del conocimiento: Peirce entiende los favor de algunos modernos, había sido completamente involuntario.
«presupuestos» trascendentales de Kant, en primer lugar, según el Dicho esrilo revelaba en el fondo -cosa que ya no puede pasarse por
modelo de los «postulados» de la razón práctica y, en segundO lugar, alto tras la publicación de los Coliected Paperr una profunda cohesión
romo meras conve nciones hipotéticas y provisionales; sustituye así la sistemática -o, como el mismo Peirce dice por referencia a Kant, una
exigencia posirivisra de una reducción de codos los conceptos y teorías a «arquitectónica>>- que refleja quizá el más ambicioso intento de una
datos de la experiencia por la exigencia de una verificación o confirma- síntesis comprehensiva de todos los temas del pensamiento que la his-
ción de los mismos por medio de los datos de la experiencia. Pero esta toria de la fil<>-~ofía haya podido ver hasta hoy desde Hegel. Si bien
teoría pragmatista de la validez, que contiene explícitamente el «falibi- Peirce, con su commonsensism y su «máxima pragmática>> de la clarifica-
lismo» de todas las creencias humanas (de todos los juicios sintéticos), ción de las ideas y de La crítica del sentido, había anticipado ya los
no tiene por qué terminar necesariamente, según Peirce, en una victoria temas fundamentales de la filosofía analítica del lenguaje, y más con-
incondicional del nominalismo convencionalista, sino más bien con cretamente incluso los del segundo Wittgenstein, no por ello había
una .ceor alista de los universales bien encendida. La característica ·extraído la consecuencia - para decepción de muchos modernor de que
decisiva dé esta crítica del semi o -que aparece aquí como distintiva y la metafísica en tanto que ciencia fuese imposible y que la tarea de la
que le había permitido al joven Peirce ver ya en el nominalismo el ,\
• !
filosofía hubiera de consistir esencialmente en prevenirnos contra los
1tp<1)-cov \!fE'OOO<; de la filosofía moderna- puede formularse así: el juegos de lenguaje pragmáticamente vados29 • Ciertamente La «máxima
nominalismo convencionalista (bajo el que habría que incluir también pragmática>> de la clarificación y crítica del sentido debe desenmascarar
el ficcionalismo de Vaihinger) sólo tiene sentido si se presupone - por desde el principio -como más tarde propondrán igual~ente Wittgens-
contraste con las convenciones humanas- la existencia de las cosas-en-sí ll·in y el neopositivismo- toda formulación de problemas ontoló~icos
incognoscibles. Para Peirce, sin embargo, este presupuesta -aceptado sin carentes de $~Jnido. Sin embargo, ~llo no, signillca pa~;a Peirce -tal y
más por Kant- característico de todo nominalismo, es él mismo una nnno él mismo subraya expHCitamence- la solución mi~ma de lo$. pro-
<dicción» innecesaria propia de esa mala metafísica que la «máxima hit· mas filosóficos, sino únicamente una presuposicióJ! metod9!ógica
pragmática» desenmascara fácilmente como carente de sentido. Lo ·purg-.Itorio e hilo de Ariadna, a la vez- de una metafísica .hipo_t~!!~o:
incognoscible sin más no puede postularse como presupuesto del cono- ind11<.:tiva verificable «in th.e long r~:~m>.
_cimiento, pues codo conocimiento tiene él mismo el carácter de una En la misma época en que W James, apoyándose en Peirce, procla-
postulación hipotética. En otras palabras: Peirce se reconoce kantiano ma ha d «pragmatismo>> como filosofía independiente, Peirce se veía
en la medi~a -~n que. ello implica una restricción de la validez de codos obligado, para fundamentar esa metafísica, a situar el principio meto-
l~<;:onceptos a la experiencia posible y, acto peguido, denomina a esto Jol6gím de la «máxima pragmática» en el contexto de una lógica nor-
\
\ «pragmatismo» (5.5Z5}:" Pero, puesto que, m\>tivado precisamente por rnaliva de la ciencia, la cual presuponía, a su vez, por una parte, las dis-
esa restricción crítica, rechaza las cosas-en-sí incognoscibles (5.452), ello c:iplinas normativas de la ética y la estética y, por otra, una doctrina
mismo le conduce a la posibilidad -o, más bien, a la inevirabilidad- de ~C.nonlt:uológica de las categorías30 • La metaffsica misma, a la que Peirce
una metafísica realista cuyos postulados hipotéticos son todos en princi- ~r: habla dedicado sobre todo en la última década del siglo XIX, debía
pio falsables, pero cuyos conceptos generales deben poder mostrar «in 81Hisfac:er los siguientes tres postulados (en tanto que visión de una evo-
the long run» su validez objetiva: puLS no podemos pensar lo «real>> más ludón dJsmi~;~ infini1a, en b que la razón se materializa y concretiza en
' /
32 lj"\ -~N: \ rv¡ :J~ )
33
acuerdo con el lema «pieccmal and by fragmentS>>- de aspectos o pro- Esta opinión contr:~dit·l· s<'>lo ;tp.ttl'lltl'lll<"llt<' Lt ulr.t, 1.111 rstrlldtcl.t
blemas muy específicos de la obra de Peircels. c·11 las publicaciones de la crítica amt.:ril.:ma, sq;ún b nt.tl d :uttéllttc"
A su vez, el presente estudio se ve limitado también en su perspec- l11gar de nacimiento del pragmatismo - y, por tanto, dt.: un filo~olb :llllt'
tiva al haber sido escrito para servir de introducción al pragmatismo 1 i,·ana independiente- fue el ccMetaphysical Club» de 187 L/72, en
con motivo de la publicación de la edición alemana de una selección de dcu.tt~l' P~irce y W James se impregnaron de las teorías positivistas de la
textos escogidos de Peirce. Por otro lado, sin embargo, el punto deBr- wnl tct<.:aón y de las doctrinas darwinistas a través de Ch. Wright, así
tida de este estudio consis~~nside_r~L<!lll.iru;.ici..o-metoQ.cl..Qg!gl»
llllll() Je la psicología protopragmatista del ccbelief-doubt>f de Alexander
áJ;;-r marismo» como la clave ue nos ermite acceder a la totalidad 1\ai n a través de Nicholas St.John Green~ 1 • Así es: de hecho, las teorías
~filosofía peirceana -aún cuando el mismo Peirce nÓ·~~(iich~ c¡tw Pcirce pu?licó en 1 ~77/78 sin utilizar el término «pragmatismo» -y
qul· James caltficó de pnmeros documentos del pragmatismo- las había
principio el origen de una «cosmovisión>> cerrada en sí misma* , sino
p~t·st.:ntado por primera ve2 en 1872 en el «.Metaphysical Club». Acle-
que más bien exigiese la colaboración simultánea de otros principios
37 uds, según testimonios del propio Peirce, el término «pragmatismo>>,
para lograr una solución positiva de los problemas filosóficos • Con
tomado de Kant, lo había utilizado Peirce por primera vez en este club
ello, por tanto, estamos presuponiendo ya una interpretación del prag-
c¡uc él ~is~o fundase, para designar su propia doctrina. Sin embargo, el
matismo peirceano a la luz de aquellas implicaciones que sólo más ade-
tn onoctmtento de todas estas circunstancias no contradice el hecho
lante postularía explícitamente Peirce en su definición del concepto de ÍJ•,ualmente demostrable, de que con anterioridad al periodo dei
«pragmaticismo», y con las que pretendía marcar una distancia defini- "Ml·taphisical Club», Peirce había defendido una ftlosofía mucho más
tiva frente a todas las versiones psicológico-nominalistas del pragma- r:tl·ionalista y que ya en 1871 había concebido, en el marco de su «the-
tismo38. my of cognition. and rea1ity»42 y en polémica con la filosofía medieval y
Sin embargo, no puede negarse que estas implicaciones -a saber: la moderna - espectalmente con Kant y Berkeley-, los fundamentos esen-
teoría realista de los universales, el «critica! commonsensism>>, la doc- • ialcs del pragmatismo. A partir de ahora me referiré a todos estos fun-
trina de las categorías, la semiótica de la interpretación, la lógica nor- damentos mediante el concepto de~"alisino crítico del sentido».
mativa y la merafísica sinejisra- recibieron una atención más bien insu- La época del «Metaphysical Club;>· coñstituye ciertamente u.n hito
ficiente en los dos célebres ensayos de 1877 y 1878, que pasan por ser c·n 1:~ historia de la filosofía americana, pero representa un periodo
las «partidas de nacimiento» del pragmatismo y a los que se referiría W .ullhtvalente en el desarrollo intelectual de Peirce, en el que se emrecru-
James en su proclamación pública del «pragmatismo»39 • De hecho, en tan dos tendencias muy diferentes: una, de Bain/Green y Ch.Wright,
estos dos ensayos se fomentaban tendencias psicologistas, naturalistas y nos lleva, a través de la fundación del pragmatismo por parte de Peirce
pominalistas, que más adelante Peirce se vería obligado a corregir una·y ( 1H?l - 187~), hasta las fi~osofías de James y Dewey. La otra, por el con-
otra vez40 • No obstante, es posible demostrar también que casi todas llano, paruendo del realtsmo de la crítica del sentido del joven Peirce y
~quellas implicaciones específicamente peirceanas del pragmac'ismo l:tsando P.or el pe.riodo ~~1 nacimi.ent? del prag~atismo -surgido a1
-que más tarde le llevarían a distanciarse de sus «disdpulos»- habían l ulo Je la mfluenc1a empmsra-nommahsta de las discusiones del club-
sido ya esboudas, al menos implícramente, en los escritos de 1867- l'onduce ~~almente a. la .consolidación de la filosofía peirceana en el
1869 y en la recensión de Berkeley de 1871 (en donde además se for- •pragmanctsmO>l. El stgutente esquema gráfico puede ilustrar el curso
mulaba una primera versión de la «máxima· pragmática»). Atendiendo a de' t·sras tendencias:
las investigaciones históric~ás recientes -y a los textos mismos-
parece un hecho inconrrovercíble que Peirce se vio temporalmente W. James, J. Dewey
seducido por la tradición nominalista-empírica a través de las reuniones
4elllamado ccMetaphysical Club» de Cambridge (desde el invierno de
1871 hasta finales de 1872), pero antes y después de esa época su pen-
samiento estuvo mucho más profund3,ltleiire influenciado por Kanc y
Úuns Escoto (en ocasiones incluso también por Hegel -o, más bien, 1 :h. Wrighc Peirce
por el hegeliano Royce- y por Schelling). 1\.•iu/( ;reen

37
36
El segundo periodo (de 1871 a 1883) se corresponde con la época
El desarrollo posterior de la ftlosofía peirceana verifica con bastante del éxito de Peirce y su reconocimiento público, desde la fundación del
exactitud este esquema. Sin embargo, no se trata de que Peirce reto- «.~et~p~xsi~~- q _ub_» en Cambridge hasta aquel drástico cambio de su /ó1, · ~ - ,
mase la tendencia del periodo de 1868 a 1871 sólo porque se viera VIda que concluyó con su separación definitiva de la docencia en la ;~ . .)
influido por la publicación del «Pragmatismo» de W James; más bien, Universidad Johns Hopkins4~. En ese periodo - aparte de numerosos
esa vuelta sobre su propio pensamiento se había producido ya en la trabajos de investigación sobre geodesia y astronomía, expediciones y
última década del siglo XIX, cuando Peirce se estaba enfrentando con asistencias a congresos en representación de la «United States Coast
los problemas de una metafísica a la vez teleológica y sinejisra. La Survey», así como de las Photometric Researchs en el observatorio de
publicación del «Pragmatismo» de James hizo súbitamente famoso a H arvard46- destaca sobre todo la serie de seis «Illustrations of the Logic
Peirce, un filósofo bastante olvidado que desde 1887 vivía solitaria- of Science» (Popular Science Monthiy, 1877/78). Los dos primeros artí-
mente en Milford (Pensilvania) y, en efecto, le obligó a aclararse defini- culos de esa serie, The Fíxation of Belíef y How to Make Our Ideas
tivamente sobre las implicaciones de su <<pragmatismo» y a formular C/.ear, son considerados· iradicíonalmenre como las parridas de naci-
explícitamente su posición en diversos ensayos y conferencias. Esta cla- miento del pragmatismo. Los frutos de la actividad docente de Peirce
rificación la llevó a cabo Peirce en los años subsiguientes, siempre bajo en la Universidad Johns Hopkins (1 879-1883) se materializaron en
las muy delicadas circunstancias de su situación personal: por un lado, 1883 en el volumen Studies in Logic (Boston y Cambridge), que recoge
artÍculos de Peirce y de sus alumnos sobre lógica matemática• • f.,st~
7
debía sentirse agradecido a sus (<discípulos>> y, a la vista de su cada vez
más precaria situació n económica, no podía renunciar a la fama que per~~ _pue~e .<?.-!ifi~~se c.o_m 9 Ja época clásica ~el surgimiento del prag-
suponía haberse convertido oficialmente en el fundador del pragma- matismo y de la «Hlosofía americana». · ·
tismo; por otro lado, sin embargo, tampoco podía ser infiel a su propia ·-FJ.ú!rcér periodo é~globa aqu.e Üos años (de 1883 a 1893 o a 1902)
concepción filosófica general, que le había llevado por derroteros tan e~ los que ~eirce -~spe.cialme~te tras su tr~slado a Mil~ord (Pennsylva- 31'
43
distintos a los de su viejo y siempre solícito amigo W. James • La solu- ma)- trabaJÓ en sohtano en d1versos estud10s sobre lóg1ca y metafísica,
ción a este conflicto la encontraría Peirce en _!.2.05 al adoptar el nombre Y C<!.~clllyó, -~E()?'Í~~~-~~en~e en 190 1(02,_la arquitectónica deftnitiva
de «PE~g111aticisroo» para definir su doctrina. de ~-u_¿,~§J¿roa...filos<?fi.c o. La püblicación filosófica central de este J..H -
La descripción que hemos hecho de la trayectoria in~electual de periodo es una serie de seis artículos sobre m etafísica ( The !!f!Ej_st, ,; ~, o 't
Peirce nos permite dividir el desarrollo de su filosofía en( cuatro perio- 1891-93), en la que describen los aspectos esenciales de laoosmologfa
dos tllfercnres. Estos periodos pueden apreciarse·aaiimente también en cvolt!_9s>-nist~ -<<Tijismo», «Sinejismo» y <<Agapismo». A ese~ peil.odo
la fiistoria de las publicaciones de Peicce: en medio de cada uno de ellos pertenecen también sus repetidos intentos de conseguir una subven-
podemos encontrar una serie de artículos publicados en una determi- óón para una amplia obra filosófica, todos los cuales fracasaron (el
nada revista. Además, estos cuatro periodos se corresponden con cam- 1'1ltimo intento fue su solicitud de ingreso en la Carnegie Foundatíon,
bios fundamentales en la vida personal del filósofo •
44 t¡ue contó con el apoyo de numerosos intelectuales destacados, pero
El primer periodo (de 1855 a 1871) comprende los primeros años que fracasaría también en 1902 debido a la circunstancia de que sus
0
de la vida intelectual de Peirce, desde el comienzo de sus estudios sobre t rabajos se ocupaban más de «lógica» que de «Natural Science» ) .
¡ <. :omo consecuencia de todo ello y tras su separación del servicio en la
Kant a los dieciséis años hasta la conclusión provisional de sus análisis
de la tradición filosófica. Aparte de una serie de cinco artículos sobre ..Coast Survey» en el año 1891, Peirce se vio forzado a ganarse la vida
'r
lógica formal y doctrina de las categorías, aparecidos en 1867 en Proce- por medio de trabajos ocasionales en revistas y diccionarios.
El cuarto periodo (de 1898 ó 1902 hasta 1914) abarca la época de A,,,,;. 1,.:\:
edings of the American Academy of Arts and Sciences, los textos m ás
representativos de este periodo son una serie de tres ensayos sobre «teo-
la discusión internacional del pragmatismo, eras la «California Address»
1k W. James, que le dio a Peirce la última oportunidad de granjearse un
ría del conocimiento>> ( The journal of Speculative Philosophy, 1868/69)
público para su filosofía. Este periodo concluye en 1914 con la muerte
y la recensión de Berkeley (The North American Review, 187 1), en
drl f·il6sofo, que desde 1906 vivía de la ayuda económica de sus amigos
donde ya se an,ticiP.a.l.a «m;ixima.pragmátic;:<J.)> de la cl<t,rif¡c;acjón del sen-
y quc en 1909 cayó enfermo de cáncer. Las obras características de esta
tido. Me referiré a este primer periodo bajo el título «De la gjjjs;.~.4~l t'poca son: i) las lecciones de Harvard de 1903 sobre «pragmatismo»
·é~n~~i_T..i~~.t<?.•~ l~,.c r!~ica_del ~~':l!;~d_Q». · -~ -··
39
3H

1
-difíciles pero estructuralmente («arquitectónicamente>>) muy significa-
tivas- , en las que Peirce, intentó vincular por primera vez todos los
aspectos de su «sistema>> de 190 1/02 con el concepto de «pragma-
tismo», y ii) la serie de tres ensayos sobre «pragmaticismo>> ( The Monist,
1905/06), así como los numerosos complementos de aquella serie, que III
permanecieron inéditos hasta su muerte. En todos estos trabajos Peirce
concluye definitivamente su concepción del pragmatismo. El primer periodo: Peirce y la tradición,
Esta división en cuaúó periodos que acabamos de esbozar, permite
reconocer un corte más profundo que separa claramente los periodos
o: De la crítica del conocimiento
segundo y tercero. Este corte, marcado también por la interrupción de a la crítica del sentido
la earrera académica de Peirce, puede apreciarse ta_E!_O desde el punto de
vista bibliográfico como en la evolución histórica de su filosofía.
Hemos dado cuenta de esta circunstancia dividiendo este libro en dos
partes. La primera se ocupa del «Surgimiento del pragmatismo» y la
segunda de los desarrollos posteriores de la filosofía peirceana y de la 1. La critica peirceana de la tradici6n y su 11superaci6n»
transición «del pragmatismo al pragmaticismo». A continuación nos (una consideraci6n previa)
adentraremos en el trasfondo filosófico del surgimiento del pragma-
tismo en Peirce, esto es, en aquel periodo de su trayectoria intelectual No puede decirse -como de algunos defensores actuales de la
que, a partir de su análisis de la tradición filosófica occidental, conduce <<lógica formal» y de la «lógica de las ciencias exactas»- que Peirce care-
a Peirce «de la crítica del conocimiento a la crítica del sentido». ciese de semido histórico, que no tuviese conciencia del hecho de que
todo pensamiento está mediado siempre por la tradición. Más bien, al
contrario: desde el comienzo mismo de sus estudios sobre Kant en
1885, Peirce desarrolló s_u p~n~amie n to sistemático en diálogo conti-
IHIO con la gran tradición filosófica occidental. En su necesidad de dar
n1enra de la historia fú'é(;n lejos que, ya en sus trabajos de 1868,
inrrodujo los términos que más tarde habrfa de utilizar -como, por
l'jcmplo, «intuición», «hipótesis>>, «Contemplación»- acompañándolos
tk· largas disgresiones histórico-terminológicas. (Y en la «ética de la ter-
minología>>, por la que abogada más rarde él mismo, el asumo no era
l'lnicamente la claridad lógica de las definiciones, sino precisamente la
rl'llexión sobre el propio punto de partida en la historia del lenguaje
filosófi.co49). Ciertamente, los estudios históricos de Peirce no estuvie-
ron nunca dirigidos exclusivamente a la exposición e interpretación his-
ct,rica del pasado; más bien, aparecían en la labor creativa de Peirce,
C'llt rchu.ados siempre con la investigación de problemas específicos. Sin
rmhargo, esto no le impidió a Peirce desarrollar algunas intuiciones
revolucionarias en ciertas áreas específicas de la historia y llevarlas al
pupc:l . Probablemente fue el más profundo conocedor de la lógica en el
siRio XIX, un hombre que conocía minuciosamente no sólo los textos
lltlliguc)s y medievales, sino además - salvo las obras de Gottlob Frege-
pnkriGlmcncc todos los documentos de la lógica de su tiempo. Este
conncimitnro y la circunstancia de que él mismo había participado

41
40

1
decisivamente en el renacimiento de la lógica a la luz de la matemática, d propio Duns Escoro le parecerá demasiado nominalista). Lo lJIW
probablemente hicieron de Peirce el primer teórico en percatarse de la !>circe censura al nominalismo moderno no es su rechazo a reconocer la
~p.por,J:aJ).C~a de la escoJástica.como ép'oca efe florédi~.ie'~!?"d'e la'J.6gÍCa existencia de los conceptos generales en abstracto (en terminología
(y de una Hlosofla disciplinada lógicamente) , y Ie permitieron com- escolástica: ante res). El platonismo que aquí se combate no tiene nada
prender la decadencia de la lógica a partir del humanismo, especial- que ver, según Peirce, con un realismo de los universales bien entendido
mente en el «psicologista>> siglo XIX50• Su identificación personal con la (como el que puede encontrarse ya en Duns Escoto); más tarde el pro-
situación histórica de la vida en la Edad Media recuerda a veces a Her- pio Peirce corroborará la crítica ami-platónica del ~_cw:tinalismo, al
der o incluso a Novalis, aun cuando supiese introducir sus apreciacio- ucg~ I~;eXls.cé~ci~'---=~-~ñ9u~~:~~J!_!.~~!9~st-=:. d~.J9.s~ ~P.iv~r.§~.c~. _~~a
nes en un esquema de desarrollo dialéctico a la manera de Hegel o de Pcirce, la existencia ~c~:J es propia. !Ínicarne~~e d~ la.cosasJndtvid!J~es
Comrc)1 • Peirce puede ser considerado asimismo un experto y un pio- <JUC podemós iaenrificar ~ic et nun~. Tampoco critica Peirce el nomi-
nero de la investigación en la historia de la ciencias exactas -también nalismo (moderado) porque vincule la validez de los universales en
aquí en virtud de la unión personal entre el historiador y el especialista. principio a la posibilidad de su representación por medio de signos para
A pesar de todo ello, no nos ocuparemos aquí de sus intuiciones wdo pensamiento en general, y niegue la existencia de los universales in
históricas particulares o de su erudición intelectual, sino del enfrenta- n·hus fuera de ese contexto. Esa vinculación de la validez de los univer-
miento del joven Pcirce con la tradición filosófica, que ya entre 1867 y sales a Jª-.!.epr~~e_qt.ac;iqn.del nmnd~ P~.~ ii!~4ío~~- sigñ.2~~¿r!_üna.comu­
1871 le permitió disefiar algo así como una nueva «salida» al dilema de nidad de seres pensantes es ella misma ~9.9 qe los preslfpuestos básicos
las diversas posiciones encontradas del siglo XIX. No sería descaminado de la hl~_?'f~ P.eiLc~_a_!la, que sin duda se debe a la gran tradición semió-
caracterizar la !}!_ru;l.ame_¡g~~!~~- P.~!fC!!JlO_a de ~a - ~l_osofía americana 1il·a dcT nominalismo británico qu~_parce d~ Ockham, Bacon y Hobbes.
C<?}!lO una síntesis de las f).losoffas ing~~§~ . Y ale~~~a, o, ll)áS exac~~­ En esta línea se inscribe lo que MurpheyS5..ha denominado el ~~fel'!-~me:
mente, de"Kánt y d~ f!l!.me; como una nueva mediación entre raciona- nalismo semiótico» o «idealis!n1!.~~eJ:jóy~!!. P.~ir~~5 ~; y justamente de
llsm?.Y empirismo-que fundarne~ra -como ya antes hiciera Karu- una OI<JUÍ nare-SU. nueva' fuñdamentaCÍÓn de la semiótica COmO lógica semió-
ñueva posición ·iñtermedia _qu~ sac~ a !a_luz ciertos dogmatismos y los lica, con disciplinas subordinadas como la «gramática especulativa>>, la
desacredita· definitivame~re. Sin embargo, esta caracterización no da , ){,gica crítica» (aproximadamente lo que hoy denominarnos la ccsemán-
cuenta aún suficiéntemente del profundo alcance de ese enfrenta- lil·a•>) y La <cret6rica especulativa>> (o teoría de la interpretación y de la
miento del Peirce pre-pragmárico con la historia de la filosofía. Peircc comunidad de interpretación, que fi nalmente incluye también la teoría
no se limita a moverse en ese espacio que separa a Hume de Kant, sino pragmática del significado). Lo _q~~ Peirce crjrica en el nominalismo es
que pone en cue.stión presupuestos esenciales que no son propios sólo 1ínicamente esto: su incapacidad para conjugar/¡J.Cmoni'?.3X la dependen-
de Hume y Kant, sino de, roda ~.-ms>~gfí.~uno.derna. Inspirándose en su (·ia fundamental de los_uni_versales r~sp~~t<?. ~-e_ la posi~l~ __representaci6n
conocimiento de la historiaoela lógica, se orienta hacia el espíritu aris- dd mundo a través de signps, conJ~ validez objetiva de los universales,
totélico de la Edad Media, pero siempre conservando a la vez. ciertos con .su re_~id~d vjnÚ~Len las cos~j_n,.gividuales~· i!lq~pe~~~ñremenré éle
presupuestos fundamentales de la moderna crítica del conocimiento. lo que un if1.díY~d~~ aql!( y ¡¡.h.ora, o una <;:Ofl!':Jniqa<;i !imitada pue.dan
Resulta cuando menos dificil extraer a partir del Peirce pre-prag- pensar sobre esas c~s~~-~!~_u!1 .~9!:!f!J!~9 ~~~~E.~i.JE.d.2: Expresémoslo de
mático una información satisfactoria sobre su propia posición filosófica. llll:l manera' más''[adical: Peirce acu~a ~ lqt nqg¡il)alis!!!S_eQ g~neral 9e
Utiliza términos aparentemente contradictorios como «fenomenalismo» pran icar un~ ~~l~ .~taffsica, una metafísica que se apoya en la
o «idealismo», por un lado, y «realismo», por otro; casi en la misma 11lmmla r)reS!fpOsÍCÍÓ_!! .?ejue:plf.eden -o incJ~so deb.en:- existir C<?~as­
frase se remite a Duns Escoro y a Kanr52, e incluso, con ciertas reservas, CII ·.~I (jliC, por principio, !19 son r~p.reseN;¡.bles~ pP.r. nJeq!_<;>_~~ ~ ign.o~,_ es
también a Berkeley$'· No obstante, el mismo Peirce nos ofrece un dcdr, que no sor: cqgp._Q~c!9~~s . Para Peirce, esta presuposición s;ª~~f.<:
punto de apoyo en su utilización negativa de un término que, por otro ~umpleramentc _4e sentido, puesto que, en la medida en que fuese una
lado, le sirve también de contraejemplo perfecto respecto de sus propias hipó1e:-sis mn sentido, habría de aplicar la función de la representación
intenciones: se trata del concepto de «nominalismo», un concepto sin- AIRn ka a bs cosas-en-sí.
gular -ciertamente amplio- con el que Peirce caracteriza su critica a Estt· wprm:hc va acompafiado de toda una crítica a ese concepto de
prácticamente todos los pensadores a partir de Ockham (más adelanrc cnnm·imit'nl<l en ranco que medíum quod -que, según Peirce, se

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remonta hasta San Agustíns7- según el cual no conocemos las cosas Esta trans~~r~a~ión Se!!_l~~t i~ d~!._ ~<?__n_~p,~o~n~ ~e conm:i-
mismas, cal y como éstas existen en el mundo exterior, sino t'micamence mienco, basada en la idea de la inferencia hipotética, supone en cierta
sus efectos sobre nuestra conciencia, por lo que habremos de suponer rñeaioa el paso de un concepto de conocimiento en tanto que medium
que el conocimiento como tal de algún m odo nos impide absoluta- quod a uñcoñcepto-del ñiismo en 'canto qúe . medium quo; e1lo le pe~:­
mente cJ acceso a las cosas-en-sf. Este concepto de conocimiento, pre- m ite a Péirce ltéVaracabo laioeducci6n
c. . • «metaftsica»
. y «tráscendentah>
. .
dominante en el panorama filosófico ya desde la Baja Edad M edia, de sus categorías fundamentales: esta deducción consiste precisamente
implica, entre otras cosas, una _c~!lCeP.ci ón de la conciencia como en sacar a la luz (por medio de la abstracción) aquellos tres conceptos
«receptáculo», cuyos contenidos serian los «signos naturales» (Ockham) elemenrales contenidos en la función del conocimiento como represen-
de las cosas; los seres humanos accederían a estos signos a través de una tación sfgnica y que son imprescindibles para alcanzar una síntesis de la
reflexión introspectiva, mientras que Ja existencia exterior de las cosas diversidad de los' datos sensoriales en -la unidad de una opinión consis-
(el llamado «mundo exterior») se les revelaría como una realidad funda- tente. En la caracterización del conocimiento como función sígnica ya
mentalmente problemática (desde Descartes hasta Kant). Tampoco nos hemos referido a estos tres con-ceptÓs~ q~e son~ (1) •<Cúilidad» (o
aquí propone Peirce negar sin más todos los progresos hechos por la «expresión» de la naturaleza particular de las cosas por medio .de la
crítica del conocimiento desde O ckham: acepta, por ejemplo, el semejanza «ic6nica» de los «feelings») . (2) «Relación•> o confrontación
modelo de la afección causal de los sentidos a partir de las cosas del real del sujeto con los objetos existentes o «brute facts» (que en el len-
mundo exterior, así como la idea según la cual, a partir de los «signos guaje encuentra su equivalencia en los llamados «índices») . (3) ~<Repre­
naturales>> (las «impresiones» en la conciencia) inferimos la existencia y sentación» de los hechos reales como «mediación»de la indicación de
naturaleza de Jas cosas del mundo exterior. Pero Peirce no identifica la existéné'ia y de las expresiones icónicas cualitativas de la (posible) natu-
af~cción de los sentidos en las «impresiones» con el conocimiento que, raleza particular de las cosas en una «hipótesis», esto es, en una inferen-
en este caso, debería concebirse como primariamente «introspectivo», cia abductiva que tiene por resultado la formación simbólico-predica-
<<intuitivo» y completamente independiente del uso de los signos. Más tiva de una síntesis (de «algo» como «algo»). Mi§_adelante, tras haber
bien, identifica el conocimiento con la inferencia hipotética de las cosas formulado la deducción lógica de las categorías~ en términos de la
c!dm.undo_c;xc~ri_or, inferencia que se JJeva a cabo sobre la base de ciú- lógica de relaciones, Peirce concibió la «cualidad» - en sí misma carente
tas condiciones susceptibles de una investigación puramente físic;¡. y de relaciones- como ilustración de la categoría formal de «Primeridad»
fisiológica (l~_egj_~l}.!ac:;_i~.n~s nerviosas producidas ame la presencia de («Firsrness»), Ja relación diádica de la confrontación entre sujeto y
19._~ «b~~~te f~c.~»), y sobre la base de la cualidad sígnica de ciertos datos objeto com o ilustración de la categoría formal de «Segundidad»
psíquicos, si bien estos no constituyen todavía el conocimiento mismo («Secondness>>) y la relación trádica de la «representación» (la designa-
(los llamados «feelings», en los cuales los resultados de las estimulacio- ción-de algo como algo para una conciencia interpretativa) como ilus-
nes nerviosas son puramente cualitativos y se representan bajo la forma tración de la «Terceridad» («Thirdness»). Según la lógica de las relacio-
de «disposiciones emocionales»). Para Peirce, el conocimiento no con- nes de Peirce -al igual que, anteriorm ente, según la deducción
siste en ser afectado por las cosa.S-en-sí;· ni en la intuición de cierros semiÓtica de las ilustraciones para las tres categorías- no puede haber
ctatoS:Sinb ·en lá «mediación» de una opinión consistente sobre Jo real; más categorías fundamentales, puesto que cualquier otro concepto ele-
es -de.Cir: eri la ~~-~ep!esen tacjón.».. .de los «hechos» exteriores. En el mental podrá remitirse siempre a alguna de estas eres categorías. Por
¡ eñ:Cue·ñ-ci-o Clef sÜjeto con el objeto -susceptible de ser invesc{gado física otro lado, sólo la consideración simultánea de estas tres categorías fun-
y fisiológicamente- esos hechos nos dan indicios de su propia existencia damentales pw!de ~antizar un sistema filosófico completo desde el
y dejan tras de sí, en la confusa variedad de los estados sensitivos que punto de visea arquitectqn ico y fenomenológico, ~iencras que cual-
tal encuentro provoca, ciertos signos expresivos cualitativos o «semejan- quier intento de eliminar alguna de estas categorías básicas ~cabará
zas» («icons») de su ser así («Sosein»); signos que, en la inferencia hipo- necesariamente en una <•reductive fallacy>> 59 •
tética (la «conceptioro> de algo como algo), son reducidos a la unidad En la ahora esbozada «Superación trascendenral»60 del plantea-
de una proposición consistente sobre el hecho exterior a través del des- lllicnto básicamente nominalista de la filosofla moderna - reconocido
cubrimiento de un predicado bajo la forma de un símbo lo interpreta- l'omo tal por Peirce desde el inicio mismo de sus investigaciones- , pue-
tivo («inrerprerant»). tkn encontrarse ya, siquiera dibujadas, las distintas fases o aspectos de

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. · ~'u crítica a los principales representantes de la historia filosófica occi- Duns Escoto. Posteriormente Peirce definiría este concepto como el
.' dental desde Duns Escoto. Todos los nominalista.~ británicos, desde principio de individuación -tal y como se explicita pragmáticamente en
{l:,. ,_ .' Ockham hasta J. St. Mili, se ven sometidos a esta critica en la medida
1
el lenguaje por medio de la función de los «índices») . En consecuencia
· en que defienden un concepto de conocimiento sensualista e intuido- con su docaina de las categorías, sin embargo, Peirce rechaza enérgica-
nista que identifica las condiciones psíquicas del conocimiento (los mente toda reducción de la «Terceridad•> («mediation», «thought»,
«sense-data»), o incluso las condiciones físicas y psicológicas de la reali- «law.>, «habit», <<COntinui~>, «normative science», «final cause») a «Pri-
zación de los «sense-data» (la afección causal de los sentidos por las meridad» (por ejemplo, las «ideas» como «scnse-data») o a «Segundi-
cosas-en-sí exteriores), con el conocimiento mismo. En opinión de dad» (por ejemplo, las <<impresions» como «hard faces», acciones o
Peirce, se dio un paso decisivo en la historia de la Hlosofía cuando Ber- «behavior») como una aplicación absolutamente ilícita de la «Ückharn's
keley (y posteriormente D. Hume y J. St. Mili) abandonó la presuposi- razor>>.
ción de que las causas de la experiencia sensorial fuesen en última ins- El extremo opuesto a la tradición del nominalismo británico - a la
tancia incognoscibles y se p ropuso expresar la llamada «potencia de las luz de la doctrina peirceana de las categorías- viene representado por la
cosas del mundo exterior» por medio de conceptos que definiesen la filosofía de Hegel, de la que Peircc se ocupó por primera Vf':t al hilo de
experiencia sensorial posible. Pero en esta evolución -que indica ya la su polémica con el hegeliano Harris, editor del journal of Speculative
dirección en que habría de desarrollarse el pragmatismo- desde las cau- Philosophy63 • Aunque a lo largo de toda su vida Peirce rechazó con
sas desconocidas a los resultados que nos cabe esperar de la experiencia, mayor o menor rotundidad la lógica de Hegel, siempre se sintió atraído
se confundía el <<Conocimiento» (esto es, según Peirce, la hipótesis de por el programa de una <<lógica objetiva» de la «continuidad» de la
que lo substancialmente real era aquello cuya realidad habrfa de reve- naturaleza y de la historia, y más tarde se referiría incluso a los «tres
larse en el contexto reglamentado de las posibles experiencias sensoriales estadios del pensamiento» en Hegel como correlatos en cierto sentido
cualitativas) con las sensaciones fácticas particulares. Berkeley suprime de sus tres categorías fundamentales. No obstante, Pcirce acusa a Hegel
así la substancia material de las cosas y no acierta a comprender que su de haber pretendido «superar» la irracionalidad de la primera categoría
realidad consiste precisamente en la función de «explicar la unión per- y la contingencia de la segunda en la tercera categoría y, precisamente
manente de los accidentes». A falta de una hipótesis de la substancia por ello, de no haber hecho justicia al «oucward clash», a la confronta-
bien entendida, Berkeley se ve obligado a ceder a Dios esa función -a ción con los «brute facts», o al elemento de la posibilidad indetermi-
saber, la función de «excitar las ideas con tal regularidad,. que podamos nada del futuro («chance» como momento de la «Primeridad>>) 64 • Desde
saber lo que nos cabe esperar>>61 • Al identificar sin más la realidad de las una perspectiva esencialmente histórica, Peirce se decide a incluir tam-
cosas con su ser-percibidas -o en caso necesario con su ser-pensadas en bién a Hegel en la hiswria general del nominalismo y ello, al parecer,
todo momento por Dios- , Berkeley no se da cuenta de que la «coheren- por dos razones: l . Si bien Hegel, al contrario que los sensualistas bri-
cia de una idea con la experiencia en general no depende en absoluto de d nicos, aprueba el triunfo absoluto de la validez de los conceptos gene-
que la experiencia esté presente constantemente en la menee... de que la rales sobre la naturaleza inmediata particular y el hic et nunc de la per-
independencia de un objeto respecto de su ser-pensado (fácticamente) n :pción sensorial, no por ello demuestra esa validez in rebus, sino que
por nosotros está constituida (precisamente) por su conexión con la absolutiza la posición arbitraria de la subjetividad, que tiene un origen
experiencia en general»62 • No obstante, Peirce reconoce que la tradición inequívocamente nominalista (el platonismo y el nominalismo, en
británica del empirismo nominalista en su conjunto -a la que sin duda gmcral, tienen para Peirce un secretO parentesco) 6} . 2. En un orden de
no pudo sustraerse tampoco el pragmatismo de James- tiene el mériw msas completamente distinto, Hegel vuelve a aparecer como <<nomina-
indiscutible de haberse esforzado siempre por encontrar soluciones sim- lista» a los ojos de Peirce precisamente porque concibe el objeto de la
ples y claras a los problemas filosóficos (siguiendo así el principio de lilosofía -ahora en alianza secreta con los empiristas británicos- como
economía de Ockham) y de haberse orientado en todo momento por la d mundo de los hechos consumados, esto es, el pasado, y excluye así
irrefurabilidad de la indicación inmediata de los hechos en tanto que l.ts posibilidades reales de las cosas, el esse in foturif6. En su critica al
existentes hic et nunc en la percepción sensorial. (La tendencia última tll>utiualismo Peirce coincide ciertamente con H egel en un punto
de la filosofía británica encuentra su más plena expresión, incluso antes -quid el más importante-: en la convicción de que el presupuesto de
que en el nominalismo de Ockham, en el concepto de haecceitas de (;¡s l·osas-cn-sí incognoscibles (en otras palabras: el intento de limitar a

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1
priori la potencia del conocimiento por medio del conocimiento esq_ue~~tiuble~9 , entonces pierde definitivamente sentido la posibili-
mismo) es un absurdo. Este es, sin duda alguna, el aspecto más decisivo dad de oponer -como hizo Kant- la nueva capacidad de concebir un
de la crítica del Peirce pre-pragmatista al nominalismo en general; y mundo en sí mismo incognoscible a la capacidad de representarnos las
esto demuestra claramente que esa crítica no estaba interesada sólo ni cosas en un mundo de apariencias espacio-temporales70; si la cdtica del
principalmente en la problemática de los universales, tal y como ésta conocimiento exigía la restricción de la vaJidez de las categorías y de los
había sido formulada por los escolásticos, sino especialmente en la conceptos generales a la experiencia posible, la crítica del sentido exi-
superación definitiva de ese absurdo, profundamente enrai1..ado en los girá ahora la restricción del signific.ado d~ es9 .qg~$11 generalllam~mos
presupuestos mismos de la ftlosoffa moderna. reatí.<:raa;arconocim.iento posible, esto es, a la cognoscibilidad.
Cón eSta definición de lo real como lo cognoscible, Peirce dispone
ahora de un nuevo instrumento teórico que le permite reinterpretar
2. La tesis de la «critica del sentido» y la nueva «teorfa de la realidad». uno de los argumentos kantianos -ciertamente, no el más
imporrante7 1- en favor de la distinción entre <(fenómeno» y «noú-
Este presupuesto carente de sentido es característico de toda la teo- meno)): la concepción kantiana de la «cosa-en~sí)) podría considerarse
ría moderna del conocimiento y puede encontrarse especialmente en como indispensable en la medida en que en ese concepto las cosas mis-
Ockham, en Descartes, en Locke e incluso en Kant. Todos ellos mas - que son lo que son, con independencia de lo qu~ nosotros poda-
habrían supuesto impücirameme que el conocimiento, por su propio mos pensar sobre ellas- se difere~cian de los divers.os aspectos huf!IanOs
mecanismo causal, se veda a sí mismo el acceso a las cosas que real- deJas. c_os<~;5, as~ctos que se <,lescubren. aquí,o ~.á siempre bajo condi-_
mente habría que conocer, y que tiene que ver primariamente con los ciones ftnitas. Esta diferenciación podría verse enton.ces como .üñ"ele-
efectos de las cosas en el receptaculum de la conciencia, mientras que las me·rlió' coii~titutivo esencial de la conciencia «ex-céntrica» del mundo
cosas permanecen como «cosas-en-sí»67• A esta tesis, que pretende tener frente -~-!a dependencia «céntrica>• de los animales respecto de su
el carácter de una crítica del conocimiento, Peircc opone su tesis - y en entornó72.' Pero si Peirce puede dar cuenta de este argumento es precisa-
esto radica realmente su originalidad- de un crítica del ~en_!i.do; esta mente gracias a la distinción entre lo cognoscible ad infinitum y lo que
nueva tesis debió nacer aproximadamente hacia 1868 de la transforma- de hecho conocemos en uno u orro momento determinado. Peirce
ción semiótica del concepto de conocimiento que Peirce ya había efec- mismo formuló muy claramente esta posición ya en el primero de los
tuado previamente. ensayos de 1868:
Desde esta nueva perspectiva, no podemos concebir las cosas más
que por referencia al conocimiento posible, esto es, primariamente, por «... la ignorancia y el error sólo pueden concebirse como correlatos del
referencia a la posibilidad de construir una opinión sobre ellas que a la conocimiento real y la verdad, pero sólo estos últimos poseen la natura-
vez tenga sentido -que sea semánticamente consistente- y sea verda- leza del conocimiento. Más aUá de todo conocimiento, y por oposición
dera. Que esco es así, lo demuestran incluso aquéllos que hablan de las a éste, puede pensarse una realidad desconocida pero cognoscible; pero
más allá de todo conocimiento posible, y también por oposición a éste,
cosas-en-sí mismas incognoscibles, en la medida en que, al hacerlo,
sólo está la auto-contradicción. Para decirlo brevemente: la cognoscibili-
pretenden haber construido ya una opinión semánticamente consis- d4d (en el más amplio sentido) y el ser no sólo son mctaflsicamente lo
teme y verdadera sobre las cosas en tanto que cosas-en-sí. En esta for- mismo, sino que además son términos sinónimos>>7$.
mación de la opinión («representation», «opinion)), «belief») -ya sea
ésta la consecuencia de un proceso consciente o inconsciente- reside En el segundo de los ensayos de 1868, Peirce repite esta tesis -»no
para Peirce la esencia misma del conocimiento. En 1866/67, y como 1mcmos un concepto de lo absolutamente incognoscible»74- y corro-
complemenro, Peirce llevó a cabo la interpretación de la «síntesis tras- hor;t la crítica del sentido como el enfoque general que ha de determi-
cendental de la apercepción•> kantiana como «reducción de la multipli- nar roda su argumentación:
cidad de los dacas sensoriales a la unidad de la consistencia>> por medio
de una «hipótesis»68 • Pero si l~ ~~~-fl:C~ ..d~l- ~<?!l?cimiento reside en la «...si el significado de una palabra reside en el concepto que ésta trans-
[orm~.9P.J.1 9e una.opirlión. sem.~nticamen te consis.~~nte, y no primaria- miw, lo absolutarneme incognoscible no tendrá entonces ningún signifi-
mene~. en una «rep~es~ntación» u~itar1a del mundo, iñtuíi:ivamente !'ado, puesro que no se corresponde con ningún concepto. Se trata, por

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1
tanto, de una expresión carente de significado; y, consiguientemente, Más adelante, en el contextO de la doctrina de las categorías, d
signifique lo que signifique un término como «lo real», será siempre mismo Peirce iluminará la obscuridad de esta afirmación al vincular la
cognoscible en un cierto grado, y pertenecerá así a la natu raleza del pura existencia de las cosas reales (con independencia de su relación
conocimiento en el sentido objetivo del término>>'s. con el entendimiento) con la experiencia de la «resistencia a la volun-
tad» en el «outward clash»79 , así como con la función «indicativa» del
La última parte de esta frase denota una cierta inseguridad sobre lenguaje -como, por ejemplo, en la expresión «eso de ahh>, que no
esta nueva posición. De hecho, Peirce parece entenderla en principio puede utilizarse como «símbolo» independientemente de una situación
como una variante del idealismo de Berkeley; así, ya en el p rimer concreta- («Segundidad»), mientras que la realidad, en tanto que reali-
ensayo de 1868, dice: dad «con sentido>>(representada en símbolos), queda referida al conoci-
«Si pienso "blanco", no iré tan lejos como Berkeley que afirma miento posible («Terceridad»). No obstante, en el contextO en que nos
pensar una persona que ve algo blanco, pero sí diré que lo que pienso encontramos -1868- Peirce se está ocupando fundamentalmente de la
posee la narurale7.a del conocimicnro>>76 • determinación del sentido posible (representable) de la realidad, y éste
Y cuando Peirce retoma el problema en el segundo ensayo de sólo puede buscarse en la relación .con el entendimiento, es decir, en la
1868, parece concebir su propia posición como idealista, en un sentido «cognoscibilidad>>. A partir de aquí obtiene Peirce su característica defi-
amplio del término; en el contexto de una reflexión histórica Peirce nición de la realidad de lo real, una definición que, como veremos, pro-
introduce alü esta posición, de la siguiente forma: porciona el marco para el pragmatismo semántico y sólo necesita ser
completada por medio de la máxima pragmática. La primera formula-
«Que la auténtica realidad de las cosas, sobre la base de los princi-
ción de esta definición reza así:
pios carccsianos [Peirce se refiere aquí al presupuesco de que sólo tene-
mos certC'.ta de los contenidos de nuestra propia conciencia, mientras
«... y ¿qué queremos decir con «lo real»? Es un concepto que sin duda ya
que 1~ existencia de las cosas exteriores, fuera de la conciencia, es siem-
poseíamos cuando descubrimos que algo era irreal, ilusorio; esto es,
pre problemática; la afección causal en la conciencia, en la que podemos
cuando nos corregimos a nosotros mismos por primera vez. La distin-
reconocer la existencia misma de las cosas a partir de sus efectos, sólo
ción que este solo hecho exigía lógicamente es la distinción entre un ens
podría explicarse apelando a la asistencia divina] no puede conocerse
que depende de las determinaciones privadas internas, de las negaciones
jamás ni siquiera en lo más mínimo, es algo de lo que probablemente la
que perteocen a la idiosincrasia, y un ens cal y como permanecería a
mayorfa de las personas ilustradas están convencidas desde hace mucho
largo plazo. Lo real, por tanto, es aquello en Lo que, tarde o temprano,
tiempo. De ahí la irrupción del idealismo -una filosofía esencialmente
resultada fi nalmente toda información y codo razonamiento 30 y que,
anti-cartesiana- en todas Las direcciones, ya sea entre los empiristas (Ber-
consiguientemente, es independiente de nuestras caprichosas divaga-
kclcy, Hume), o encre los noologistas (Hegel, Fichte}». Y, a modo de
ciones»". ,
conclusión, Peirce añade: «El principio que queremos someter ahora a
discusión [a saber, que el concepto de lo incognoscible carece de signifl-
f~ oh <,v-.s- e"' .\.:._,? .!:i ·.yV\1-\J.,
cadol es claramente idealisra»" . Esta definición de la realidad por medio de la «ultimare opinion»
o del «ideal perfection of Knowledge>> 82, que aparece por primera vez
De los pasajes que acabamos de citar se desprende claramente que en el segundo de los ensayos de 1868, puede hallarse en tamo que
la pretensión de Peirce consiste precisamente en no reducir la realidad, «Theory of Reality»- en todos los trabajos posteriores de Peirce33• En
de una forma subjetivo-idealista, al ser-conocido (Erkanntwerden), tal y ellos se va revelando cada vez más claramente que no se trata aquí de
como hizo Berkeley. De hecho, Peirce intenta formular una posición una teoría idealista, sino más bien de un nuevo camino que evita tanto
que dé cuenta tanto del idealismo como del realismo: el idealismo como el realismo dogmático y metafísico. Este nuevo
punto de partida es el que, a mi juicio, debería denominarse el realismo
«... no hay nada que sea en-sí-mismo, en el sentido de que no esté en crítico del sentido. Que esta «theory of reality» no es idealista en su esen-
relación con el entendimiento, si bien las cosas que están en relación cia es algo que se hace patente sin duda en uno de los desarrollos poste·
con el entendimiento existen también al margen de esa relación>>78 • riorcs de esta teoría; un desarrollo que, en cierto modo, concretiza la
idt:a de la «conciencia en general» en la línea de un «posrulado de la

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razón práctica» (en el sentido de Kant); Peirce añade a su definición de matismo no es más que otro de los puntos en que se concreta la presu-
«realidad» el siguiente comentario: posición de una comunidad real, introducida ya en 1868 como condi-
ción de posibilidad de una definición de la realidad a partir de su cog-
«Así, el origen mismo del concepto de realidad [a saber, la diferen- noscibilidad. La comunidad que Peirce presupone debe también ser
cia entre mi idiosincrasia y aquello que se impone como opin6n «in the real como «comunidad de interpretación>> lingüísticamente comunica-
long run»] muestra que ese concepto comporta ya la idea de comunidad, tiva (y, por tanto, como condición de posibilidad de las llamadas «Geis-
una comunidad sin límites definidos, pero capaz de propiciar un creci- teswissenschaften»)88; y esto -como más adelante mostrarán los análisis
miento po:. ;vo del conocimiento»". pragmatistas- lo prueba el hecho de que esta comunidad convierte su
comprensión de los símbolos en reglas de comportamiento realmente
En/1874 Peirce precisará esta idea en los siguientes términos: eficaces («habits»). Esta introducción de una dimensión real como con-
dición de posibilidad de la defmición de smtidc (y, con ella, de la crí-
«...el consensus catholicus8\ qu~t~y~- ia -;c;d~> no debe limitarse tica del sentido, que deberá sustituir a la crítica del conocimiento) sólo
en absoluto a los hombres en esta~íóaTerrenat'o" ala especie humana en puede comprenderse en todo su alcance si pensamos que las llamadas
general, sino que ha de extenderse a la comunidad [communion] de «Condiciones materiales del conocimientO» -la física actual se ve obli-
todos los seres pensantes a la que nosotros pertenecemos, pero que pro- gada a considerarlas hoy en las definiciones operativas de sus conceptos
bablemente incluye también a otros seres cuyos sentidos son muy dife- fundamentales89 (en la línea de la «máxima pragmática» de Peirce)- no
rentes de los nuestros, de tal manera que no podrá formar parte de aquel son otra cosa que «presupuestos realeS>> de la definición de sentido. Por
consenso ninguna predicación de una cualidad sensorial, a no ser (1ue se otro lado, están más próximas -y son más parecidas- al presupuesto de
admira con ello que de este modo son afectados ciertos sentidos cspeclfi- la comunidad real en la definición peirceana de la realidad90 que al pre-
COS»86. supuesto de la «conciencia general» en la crítica kantiana de la razón91 •
Esta es la diferencia entre la filosofía trascendental de la «conciencia
De esta caracterización de la «indefinite community» se despren- pura>> y una filosofía que, aparte del a priori de la reflexión (en donde,
den claramente dos cosas: l. que se trata de la .~c;a.r~~fi20- ..~e .!~. !'~:~~ obviamente, es el espíritu o - para decirlo con Peirce-la «Terceridad» la
misma como un principio normativo e ideal en el sentido de Kant. que tiene la última palabra), reconoce también el a priori del conoci-
Debe lograr lo que ninguna conciencia finita en su conocimiento fac- miento comprometido o de la mediación a través de la praxis real. El
tual puede lograr, aquello que ninguna comunidad finita -que puede marxismo, el existencialismo y el pragmatismo (en cierto sentido, tam-
desaparecer o ser destruida por una catástrofe- es capaz de alcanzar: bién las «filosofías de la vida>> de Dilthey, Nieczsche y Bergson) han
debe poder hacer frente al progreso (ilimitadamente posible) del cono- descubiemo el problema de la mediación previa del sentido teórico a
cimiento de lo real (ilimitadamente cognoscible)87 • 2. Que la «indefi- través de la praxis real y con ello han superado los límites de la .filosofía
nitc community «CS una encarnación de la razón, esto es, que no se de la conciencia, tanto en su versión empirista como noologista. Si en
erara de una «conciencia en general» o de un «reino espiritual», sino principio cabría esperar de todo esto una falta de atención al a priori de
más bien de $¿O_m unid_ad -cono siempre ilimitada- de seres que poseen la reflexión (que ,Erjch Hr:jncel denomina el «olvido dellogos», por
cienos sentidos y que pueden comunicarse a través de signos. oposición a la acusación heideggeriana del «olvido del sen>), este es un
Más adelante, en el periodo del pragmatismo, Peirce describirá con reproche que difícilmente podría imputársele a Peirce.
mayor precisión el método de conocimiento que esa comunidad deberá Volviendo a la definición de realidad, cal y como Peirce la concibió
utilizar, a partir de un uso lógicamente correcto de los signos, para l'll el contexto pre-pragmático de la crítica del sentido, el presupuesto
poder ser propiamente portadora del progreso del conocimiento, un 111ismo de la comunidad real (implkita en esta definición) muestra cla-
progreso que, en principio, dispone de la posibilidad de alcanzar la ramente que la «theory of reality» no debe interpretarse idealista-
«ultimare opinion» sobre lo real en general y en su totalidad. Esa llll'llCe92; por otro lado, esta teorfa fue elaborada desde sus mismos orí-
comunidad, por ramo, ha de ser una comunidad de investigadores gl'IH.:s sobre la base de una concepción realista de los universales. Esta
capaces de efectuar operaciones técnicas en la naturaleza (p. ej., medi- llllt'va orientación del pensamiento se sigue inmediatamente (en 1868
ciones). No obstante, esta «comunidad de experimentación» del prag- y 1X7 1) del rechazo del concepto de cosa-en-sí absolutamente incog-

52 ' '1 1 lr 1 53

,, .• ; .i . Jd
/
noscible, y marca de algún modo la transición a la crítica del nomina- una realidad que sólo existe en virtud del acto de pensamiento que la
lismo propiamente dicha. Peirce describe las cosas-en-sí supuestamente conoce, pero ese pensamiento no es arbitrario o accidental, no depende
incognoscible como los elementos singulares que desencadenan inicial- de ninguna idiosincrasia particular; al contrario, es un pensamiento
menee el proceso de conocimiento, interpretado éste como el proceso que se sostendrá también en la opinión final»9s.
inferencia} -constantemente mediado en sí mismo- de la construcción Hasta ahora nos hemos referido deliberadamente sólo a aquellos
de una hipótesis. Es decir: ~sí des~ribe!L~ ~~9.eal.Jim~_dd argumentos (fundamentales) de Peirce que pueden encenderse perfecta-
~i_m ient~ co~o_ci!l}!~~-~<? que,..~O•.I!l.9 ~?], .d~b.e__re~i~rse c?ns_~~n­ mente al margen de la polémica medieval sobre los universales. Con
~!ll.U.J.ta~~~-d~ <?~c~p.tos ge.nerales (y, por ello, vagos) y que, por ello no queremos dar a entender que la relación con esta controversia y
tanto, sólo puede aproximarse de una manera infinita a la cosa indivi- la referencia positiva a Duns Escoro no desempeñasen ningún papel en
dual, concebida ésta como algo completamente determinado" . Pero, la determinación de la posición de Peirce. Pero, con codo, esta conside-
puesto que, a su vez, la cosa individual, como •ideallimit» del conoci- ración abstracta de los argumentos que se derivan inmediatamente de
miento, sólo puede pensarse a través de conceptos generales (esta es, la definición de la realidad de Peirce sí muestra al menos lo siguiente: el
vagos y abstractos), el pensamiento debe entonces poder ser también realismo peirceano de los universales se sigue primariamente de su crí-
verdadero en conceptos vagos y abstractos. En otras palabras, el conoci- tica realista del sentido, una crítica que, como hemos visto, comporta
miento filosófico no puede él mismo argumentar contra la posible vali- una superación del nominalismo mediada por la moderna crítica idea-
dez objetiva de sus conceptos. (Debe «confiar en sí mismo para alcan- lista del conocimiento. Lo que propiamente dio origen en Peirce a la
zar la verdad», como dice Hegel). Con ello, sin embargo, queda ya crítica realista del sentido - incluyendo la renovación del realismo de los
establecido para Peirce el realismo de los universales. universales- fue su origi nal recepción de Kant y, en concreto, su rein-
Peirce formula esta idea en los siguientes términos: «Pero de ello se terpretación de la restricción de la validez de todos los conceptos a la
sigue que, desde el momento en que ninguno de nuestros conocimien- experiencia posible en el sentido de la ccanalítica tascendental>>. Peirce
tos está absolutamente determinado [con respecto a las cosas individua- mismo confirma este extremo cuando, inmediatamente a continuación
les], los conceptos generales han de tener una existencia real. Este rea- de la citada apología del realismo de los universales, añade:
lismo escolástico a menudo se asocia con la creencia en las ficciones
metafísicas. Pero, de hecho, un realista es simplemente aquél que no ((Esta teoría [que la realidad de los universales no puede pensarse al
reconoce otra realidad «más recóndita» que aquella que se representa en margen de los actos de pensamienro) comporta un fenomenalismo. Pero
una representación [sígnica] verdadera. Así pues, dado que la palabra se trata aqul del fenomenalismo de Kant, y no del de H ume. De hecho,
((hombre» es verdadera en relación a algo, aquello que significa cchom- lo que Kant denominó su giro copernicano consistía precisamente en el
bre» es real. El nominalista habrá de admitir que ((hombre» puede apli- abandono de la visión nominalista de la realidad y su sustitución por
otra concepción de carácter realista. La esencia de su filosofía consistÍa
carse realmente a algo; pero cree, sin embargo, que tras ese algo se
en considerar el objcco real en tanto que determinado por el entendi-
esconde siempre una cosa-en-sí, una realidad incognoscible. Es él quien miento. Y esto no significaba otra cosa que considerar que todo conoci-
cree en quimeras metafísicas»94 • miento y roda intuición que formasen parte necesariamente de la expe-
En 1871 Peirce vuelve a incidir en esta idea de la siguiente forma: riencia de un objero (y que, por tanto, no fuesen transitorios o
«Está claro que esta visión de la realidad [a saber, aquélla que, indepen- accidentales) habrían de tener una va1idC7. objetiva. Para decirlo breve-
diente de las opiniones concretas, define la realidad ((externa» de las mente, esto significaba concebir la realidad como el producto normal de
cosas a través de su cognoscibilidad en la opinión última ideal de la la actividad mental, y no como la causa incognoscible de la misma»96•
comunidad ilimitada de investigadores] es inevitablemente realista [con
respecto a los universales], ya que los conceptos generales aparecen en Este curioso pasaje muestra claramente en dos lugares concretos
todos los juicios y, por tanto, también en las opiniones verdaderas... Es tJUe Peirce aún no había asumido su nueva posición de una manera ple-
absolutamente cierto que todas las cosas blancas comparten la blancura namente consciente; la crítica realista del significado, cal como se for-
[whiteness], lo que no es sino otra forma de decir que todas las cosas mula en este pasaje, arrastra aún la cáscara, por decirlo asf1 del idea-
blancas son blancas; pero, si es verdad que las cosas blancas poseen la lismo tradicional: el más fácil de explicar es quizá el primero de esos
blancura, la blancura existe entonces realmente. Ciertamente se trata de lu~arcs en donde Peirce presenta su posición como ccfenomenalismo»

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que pretende «concebir la realidad como el producto normal de la acti- de la «indefinite community» 107 • Si consideramos que la encarnación
vidad mental, y no como la causa incognoscible de la misma». real de los resultados del conocimiento consiste para Peirce en el esta-
En esta formulación puede apreciarse claramente el viraje intelec- blecimiento de los ((habits of action» (como la verificación pragmática
tual que habrá de marcar el desarrollo del pragamtísmo: el paso de las de los universales), es fácil concluir entonces que el objeto de la ((ulti-
causas del conocimiento en el pasado a los objetivos del conocimiento mare opinion» ha de identificarse con la consecución del orden com-
en el futuro. El precio que habrá de pagarse por ello es un idealismo pleto de todos los hábitos que completan el orden imperfecto de las
más claro, más absoluto: la identificación -contradictoria con el critical leyes de la naturaleza.
commonsensism- del conocimiento con la producción de la realidad. Esta conclusión se confirma explícitamente en la metafísica del
Después de haber utilizado críticamente la metáfora de la «conciencia último Peirce, si bien es interpretada allí en el sentido de un «idealismo
como receptáculo», Peirce parece caer víctima de la metáfora del cono- objetivo»: los «habits» no son concebidos «desde abajo» como leyes de
cimiento como fabricación. No puede negarse que su famosa defin i- la naturaleza, sino más bien (como en Schelling) (<desde arriba», de
ción de la realidad «in cerros of the ultimare opinion» recibe en algunos manera que las leyes de la naturaleza son consideradas como «habits»
pasajes una formulación bastante idealista, como, por ejemplo, en el petrificados. Por otro lado, Peirce caracteriza en todo momento el obje-
artículo de 1869 sobre los Fundamentos de La validez de Las leyes de La tivo último de este desarrollo como «concrete reasonableness» 108•
lógica, en donde se habla de ((ideal perfection of knowledge by which Tras este breve examen de las consecuencias de la definición peirce-
we have seen that reality is constirmed» 102, o incluso mucho más ade- ana de la realidad109, volvamos ahora a la tesis de la crítica del sentido
lante, en 1893, cuando ofrece - si bien de una manera incidental y a propia de su primer periodo. Ya debería resultar evidente que es justa-
modo de resumen- la siguiente formulación103: << ...The real is the idea in mente en esta posición (que Peirce prefiere entender como una inter-
which che community ultimatcly settles clown». No obstante, en la defi- pretación de Kant, más que como una refutación del mismo) donde
nición oficial de ((verdad» y «realidad», preparada cuidadosamente sobre hemos de buscar el origen de todo el movimiento pragmatista, en tanto
la base de la «máxima pragmática» y presentada en How to Make Our que apoyado efectivamente en este principio de la crítica del sentido.
Ideas Clear (1878), encontramos lo siguiente: «The opinion which is Alguien podría caer en la tentación de ver en esta crítica realista del
fated to be ultimately agreed ro by all who investigare, is what we mean sentido la respuesta adecuada a la filosofía de Kant, una respuesta que
by che truch, and the object represented in this opinion is che real»104• Y nos conducida directamente -pasando por encima del realismo especu-
en la polémica con el hegeliano J. Royce (<muestro Platón americano»), lativo y del neokantismo- a la filosofía moderna, que se esfuerza cons-
que intentaba «subsumir» [aujheben] el pragmatismo en el idealismo tantemente por denunciar la falta de sentido oculta en todas aquellas
absoluto, Peirce subraya «that che essence of the realist's opinion is that construcciones metafísicas que no son compatibles con el «common-
it is one thing ro be and another thing to be represent-td> 105• Previamente sense» del uso cotidiano del lenguaje (y que se inspiran más en una
había tomado prestado del propio Royce el argumento de que la identi- «apariencia metafórica» que en el uso correcto de los medios lingüisti-
ficación de lo real con la opinión última conduciría a un regressus ad COS110) . Sin embargo, si queremos interpretar la recepción peirccana de
infinitum: (( ... if the non-ego ro which che inquirer seeks co make his Kant en el sentido indicado, no podemos ignorar la razón fundamental
ideas conform is merely an idea in thc future, that future idea muse have que le mueve a Kant a distinguir el «fenómeno» del «noúmeno» 111 •
for its object an idea of the future to it, and so on ad infinitum>. De ello Kant se vi6 obligado a establecer esta distinción porque sin ella no creía
extrae Peirce explícitamente la siguiente conclusión: «There is no esca- poder responder a la pregunta «¿cómo son posibles los juicios sintéticos
ping the admission that the mould to which we endeavor to shape our a priori?». O, para expresarlo con mayor exactitud, porque la respuesta
opinions, cannot itselfbe of the nacure of an opinion,,106• que Kant d ió a esa pregunta -a saber, que el entendimiento dicta las
De hecho, lo real - en el sentido de la definición de 1878, esto es, leyes a la naturaleza- no podía pretender ser válida respecto de las
como aquello que constituiría el objeto de la opinión última y defini- cosas-en-sí, sino más bien respecto de las cosas tal y como éstas se nos
tiva sobre lo real- debería abarcar no sólo todo aquello que un sujeto aparecen en el tiempo y en el espacio.
pueda percibir en un momento determinado como independiente res- Lo que sí puede decirse de Peirce es que se tomó muy en serio la
pecto de él mismo y sin embargo «cognoscible» hic el nunc, sino tam- Cll(:srión trascendental en su forma más elemental: el problema del paso
bién el desarrollo real del conocimiento en el proceso de investigación dt· b l6~ica a las categorías (la «deducción metafísica» de Kant) le preo-

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cupó profundamente no sólo en el periodo que va, aproximadamente, esta concordancia ha de entenderse como una concordancia con las
de 1860 a 1887 -esto es, hasta la conclusión definitiva de la New List of cosas-en-sí, entonces lo que se está afirmando es un hecho casual o for-
Categories-, sino también muy posteriormente, cuando intentó una tuito que ya no puede fundamentarse científicamente; lo único que nos
derivación de las categorías a panir de la lógica de las relaciones112• Ade- cabe -dencro de una metafísica dogmática- es creer en él. Así pues, la
más, como ya hem os sefialado 113, en la obra de Peirce puede encon- distinción enue ,,fenómeno» y «noúmeno» es un presupuesto necesario
trarse un equivalente de la deducción trascendental kantiana. Y en la para una ftlosofía crítica que pretenda fundamentar la validez de la
aceptación del «fenome nalismo» de Kant (en el pasaje que hemos ciencia. La única alternativa seda el escepticismo de D. Hume. La res-
citado anteriormente), Peirce hace suya la pretensión de un «giro puesta que Peirce ofrece en esta problemática situación puede resumirse
copernicano». Pero entonces, ¿cómo concuerda esro con la superación ron un término q ue designa uno de los aspectos de su posterior «prag-
de la distinción entre <<fenómeno» y «noúmeno»? Lo más sencillo sería maticismo» (en tanto que critica/ commonsmsism): el término «falibi-
suponer que Peirce jamás entendió correctamente a Kant 114• lismo». Y ¿qué hemos de entender por «falibilismo» en este contexto?
No vamos a intentar refutar esta sospecha directamente, atenién- Más o menos lo siguiente: entre el escepticismo de Hume y la pre-
donos aquí a la circunstancia de que los grandes pensadores no suelen rensión de Kant de poder explicar la necesidad de los postulados cientí-
entender a sus predecesores como los historiadores profesionales de la ~'icos a partir de sus condiciones lógicas trascendentales, existe una ter-
filosofía suelen hacerlo. Nosotros formularemos l.a pregunta de otra cera vía115• Esta vía consistiría en admitir el carácter hipotético, y por
forma: ¿puede extraerse de los escritos de Peirce, especialmente de ramo falíbilista, de todos los enunciados científicos, pero demostrando a
aquellos primeros escritos en que desarrolla su crítica a Kant, una res- la vez en una deducción trascendental la validez necesaria «in che long
puesta a la pregunta sobre cómo ha de compaginarse la «deducción run» del procedimiento inferencia!, a través del cual se obtienen los
trascendental» (aunque sea bajo una forma distinta) y el rechazo de las enunciados sintéticos de la ciencia. Con ello, la distinción kantiana
cosas-en-sí incognoscibles? entre «fenómeno» y <<noúmeno» queda sustituida de nuevo -como lo
A mi juicio, es posible y merece la pena reconstruir una respuesta fue antes en la teoría de la realidad- por la distinción entre lo efectiva-
positiva a esta pregunta a partir de aquellos primeros escritos de Peirce. mente conocido y lo infinita m ente cognoscible. Sólo la
!al recon.strucción sería además, desde mi punto de visea, la m ejor cognoscíbilidad, que se seguía necesariamente de la definición de la rea-
tntroducctón a la <<theory of cognitiom> del joven Peirce, una teoría ésta lidad en el marco de la crítica del sentido, puede demosuarse también
que, preparada ya aproximadamente en 1860, habría de desarrollarse como necesaria en la lógica del conocimiento.
aún en los tres ensayos de 1868/69 (especialmente en el tercero, el Pero por lo que respecta a todos nuestros conocimientos reales, lo
menos estudiado) y que acabaría finalm ente en 1872 siendo integrada cierto es que, en tanto que «hipótesis» que reducen la multiplicidad de
en la <<theory of inquiry» del pragmatismo. los datos sensoriales a una opinión consistente, trascienden la experien-
cia, po r más que no dejen de estar sujetos (si es que efectivamente tie-
nen sentido) a la verificación «inductiva» por medio de la experiencia.
3. Fa/ibilismo y deducción trascendentaL· la nueva «teorfa l lipótesis y experiencia ya no son mutuamente excluyentes para Peirce,
del conocimiento». que sustituye la distinción kantiana entre enunciados sintéticos a priori
y enunciados sintéticos a posteriori por el círculo fructífero de la presu-
a) La nueva teoría del conocimiento como alternativa a la crítica kan- posición recíproca de hipótesis (inferencia abductiva) y confirmación
tiana de la razón. Para todos aquellos que le han entendido, Kant c·xpcrimiental (procedimiento inferencia! inductivo) 116• Incluso las pre-
parece hallarse ante la siguiente disyuntiva: o bien es preciso recha:Lar misas generales más fundamentales (prácticamente indudables) que se
las cosas-en-sí incognoscibles, o bien hay que renunciar a fundamentar presuponen implícitamente en esas inferencias - como, por ejemplo,
la validez objetiva de la c iencia. Y esto es así porque la validez objetiva lJIIC existen cosas reales, que éstas afectan nuestros sentidos, etc.- sólo
de la ciencia descansa en la necesidad de sus «postulados fundamenta- 1it·ncn una validez a priori en relación con aquellos conocimientos en
les>>; la necesidad del conocimiento sintético, sin embargo, sólo puede los que dichas premisas han sido presupuestas; sin embargo, en su pre-
explicarse si las condiciones de posibilidad de la experiencia son a su tensión de: verdad son «falibles», al igual que el corpus entero de cono-
vez las condiciones de posibilidad de los objetos de la experiencia. Si dmit'ntos que· d st·r humano finito puede llegar a obtener, y consi-

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guientemente están sometidas también a la confirmación por medio de b) Los estudios kantianos del joven Peirce (aprox. 1860-1867). La
la experiencia. <(síntesis trascendental de la apercepción» de Kant significó para Peirce
Para Peirce, el único presupuesto completamente a priori y trascen- desde un principio, el punto de partida de la teoría del conoci~ento;
dentalmente necesario es la validez del procedimiento inferencia! sinté- no obstante, ya en 1861 interpretaba dicha síntesis como una mferen-
tico «in rhe long run». De nuevo Peirce sigue estrictamente a Kant en cia: todo conocimiento exige una operación del entendimiento que
esta modificación de la deducción trascendental, al demostrar - por reduce a una unidad la multiplicidad de los datos sensoriales, <(an ope-
oposición a J. Sr. Mili- que la validez del procedimiento inferencia! rarion upon data resulring in cognition is an infere~ce» 121 • • •
inductivo y abductivo no puede fundamentarse empíricamente, esto es, En aquella época, Peirce pensaba aún en una mferenc1a deducnva
que no cabe atribuirla a hechos metafísicamente casuales. en el modo «Barbara» -aunque de hecho ya había introducido el tér-
Con esta «abreviación» 117 de la filosofía trascendental puede afir- mino <Júpótesis»-, y debía por ello concebir el conocimiento como u~
marse ahora que el entendimiento dicta en cierto modo la ley a la natu- sistema axiomático cuyas premisas últimas universales estaban contem-
raleza («in che long run»), sin impedir por ello que la naturaleza, por su das ya en el encendimiento. Es significativo el hecho de que ya enton-
parte, pueda determinar el contenido de todos los enunciados sintéti- ces Peirce se hubiese negado a adoptar para estos ((postulados funda-
cos posibles, en la medida en que les obliga a ser confirmados en la mentales» últimos (((primal truths») la demostración kantiana de la
experiencia. Para decirlo con las categorías de Peirce: la «Terceridad» (la validez de los juicios sintéticos a priori, y que, en lugar de esto, prefi-
mediación sintética de los datos de la experiencia por medio del proce- riera referirse a dichos postulados como presupuestos en los que sólo
dimiento inferencia!) y la «Segundidad» (la aucoindicación de las cosas cabía ((creen>. No entraremos aquí a analizar si la interpretación peirce-
existentes en la experiencia sensorial, que se corresponde con la función ana de Kant era correcta o no, pero lo cierto es que Peirce veía en la
«deíctica» del lenguaje) se compenetran y complementan recíproca- solución trascendental de Kant una cierta circularidad, en la medida en
mente. Con ello, sin embargo, no hay ya razón alguna que nos obligue
t¡ue su demostración <(afirma que los resultados de la metafísica carecen
a reducir el conocimiento, en función de la siempre necesaria valide1.
de valor, a no ser que el estudio de la conciencia nos proporcione una
objetiva de la ciencia, a un conjunto de meras apariencias. Esta posi-
~arantía de la autoridad de la conciencia. Pero la autoridad de la con-
ción sólo tenía sentido cuando la filosofía, guiada por la concepción
ricncia debe [ella misma] ser válida en la conciencia, pues, en caso con-
platónica de la ciencia, É1tl<Y'tTIJl'l1 se veía obligada a sostener apodícti-
' rario, ninguna ciencia -ni siquiera el trascendentalismo psicológico-
camentc cienos conocimientos como la única alternativa al escepti-
cismo absoluco 118• Peirce denomina esta época de la historia de la filoso- ~n<Í válida ... »122•

fía la fase del «método a priori» de la «fijación de la creencia»119• Esta A partir de esta crítica del ((trascendentalismo» kantiano, Peirce
fase sucede históricamente a la del «método de la autoridad» y queda lll'ga a poner en duda la separación de la razón teórica y la razón prác-
finalmente superada por la del ((método de la ciencia». Es preciso seña- tica -una duda, por otro lado, característica de todos los pragmatismos,
lar que el ((método de la ciencia>> de Peirce, tal y como lo fundamenta :tsf como del exisrencialismo y del marxismo. En su polémica con Kant
en su «logic of inquiry», no coincide con el positivismo concebido por t·sto d~bía significar que aquella creencia en postulados que Kant que-
Cornee y Mill, ni siquiera si le añadimos a este positivismo el reconoci- da rt:servar a la razón práctica, había de formar parte, según Peirce, de
miento de la lógica formal deductiva y la matemática, como sucede en l.t teoría misma del conocimiento:
el positivismo lógico. Peirce no sólo reconoce los hechos y la lógica «Faich is noc peculiar to or more needed in one province of
deductiva, sino también la síntesis a priori que está a la base de la thought chan in anocher. For every premise we require faith and no
inducción y la construcción de hipótesis, y que hace posible una suerte wht·rc clse is chere any room for it. - This is overlooked by Kant and
de ars inveniendi. Con ello, Peirce vuelve a mediar de hecho -como otlu.:rs who drew a discinction becween knowledge and faitÍJ>>m.
había hecho Kant- entre el racionalismo y el empirismo, entre la filo-
sofía alemana y la británica. Ciertamente, este pasaje de 1861 puede aclararnos una crítica a
A continuación vamos a examinar brevemente la génesis de la «teo- Kam t¡llt' l'l·ircc desarrollaría en una nota a pie de página .de. 1893 y
ría del conocimiento» de Peirce en su fase prepragmática a la luz de cun la que ¡m·tcndía ilustrar la utilización del «método a pnon» en La
ciertos textos 120 • fijnddn dr /11 armcia. Allí podemos leer: <(Cuando (Kant] aborda las

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1t Ir··" d.. 1,¡.,,,, 1i!.n tad t' iuuwrtalidad ... , somete estaS ideas a un tipo discurren de acuerdo con leyes, como inferencias iiH.:onst i<'llt(·.,, ... l'nn
di l;·1n1t<· tk t·xamcn [esto es, diferente de las categorías], y admite aquella época, hacia 1868, el programa que se había pwpucsto lt·
1'11
finalmente su validez por razones que, si bien al seminarista le parece- mndujo a su primer gran descubrimiento en el campo de la lógica: la
rán más o menos sospechosas, a los ojos del científico de laboratorio distinción entre «deducción», «inducción» e «hipótesis» (más tarde,
son infinitamente más poderosas que las razones en que se apoya su denominada también «abduccióm>o «recroducción»). Peirce da cuenta
aceptación del espacio, el tiempo y la causalidad ... Si Kant simple- de ello en el manuscrito de una lección de 1903:
mente hubiese dicho: por el momento, aceptaré la creencia de que los
tres ángulos de un triángulo son equivalentes a dos ángulos rectos, «Me propuse formular el proceso [de inducción] silogísticamente; y
puesto que nadie, salvo el hermano Lambert y cierro italiano, lo ha hallé que se definía como la inferencia de la premisa mayor de un silo-
puesto jamás en duda; entonces su acritud habría sido perfectamente gismo a pardc de la premisa menor y de la conclusión ... Esta forma de
correcta. En lugar de esto, sin embargo, Kam y los que hoy representan describir la naturaleza de la inducción me llevó inmediatamente a obser-
var que, si esto era así, debía entonces haber otra forma de inferencia en
su escuela afirman explícitamente que la proposición queda demostrada
la que, a partir de la premisa mayor y de la conclusión, se infiriese la
y los seguidores de Lambert refutados, lo cual, obviamente, nos impide premisa menor. Por otro lado, además, Aristóteles habría sido el último
estar de acuerdo con ellos» 124 • hombre en no darse cuenta de esto. Investigué, pues, más detenida-
Aunque rechaza la fundamentación trascendenral de la verdad de mente y me encontré con que Aristóteles comienza el capítulo 25 [del
los juicios sintéticos a priori, Peirce sostiene la posibilidad de una Libro TI de Analytica Priora] con una descripción de la inferencia de la
deducción «metafísica» y «trascendental» de las categorías como los premisa menor, a partir de la mayor y de la conclusión,.•lO.
conceptos simples de una lógica ontológica. Hemos descrito ya el resul-
tado de aquellos penosos esfuerws que condujeron finalmente, en la Consiguientemente, Peirce podía interpretar ahora las eres formas
New List of Categories de 1867, a la deducción de las tres categorías diferenciadas de la inferencia, deducción, hipótesis e inducción, como
fundamentales a partir de la función de la representación sígnica (como las formas explícitas de los juicios analíticos, sintéticos y de los así lla-
la unidad de codas las formas de síntesis de los datos sensoriales para mados por Kant juicios sintéticos a priori (aquí los juicios sintéticos
una conciencia)m. Vamos a considerar ahora más detalladamente el generales pierden naturalmente su carácter apriorístico) " '· Con ello
carácter inferencial de la representación sígnica. Dado que ya en 1861 Peirce se encuentra en posición de responder a la pregunta: «¿Cómo
Peirce veía en la sínresis de la apercepción la realización de una inferen- son posibles los juicios sintéticos?», pregunta que Peirce antepone explí-
cia, es comprensible que Ja función de la representación sígnica, que citamente en 1869 a la pregunta kantiana sobre la posibilidad de los
Peirce analizó en 1867, describiese para él tanto la unidad de todas las juicios sintéticos a priori, considerando aquélla más fundamental'n.
formas de juicio como la unidad de todas las formas de inferencia. Así, En particular la «hipótesis» (también llamada inferencia «abduc-
el juicio es simplemente, como transición semiótica de un antecedente tiva») desempeña una función clave en la «theory of cognition» de Peirce
(sujeto) a un consecuente (predicado), una inferencia implícira126• -<:omo también para la comprensión de la «máxima pragmática» en la
Ahora Peirce se ve llevado -al parecer, influido por Duns Esco- «theory of inquiry». Para Peirce, una hipótesis no es sólo una «explica-
to127- a entender las formas del juicio en términos de su función en la ción» de un suceso sobre la base del presupuesto de una ley general y
inferencia. En un fragmento de 1865 escribe: <<It is necessary to reduce una condición antecedente"', sino -<omo ya hemos indicado de muy
all our actions to logical processes so rhat to do anyching is bur to cake diferentes maneras- tOda cpncepción unificada y sintética de una plura-
another step in che chain of infercnce. Thus only can we effect rhac lidad de datos sensoriales en un juicio de experiencia. Según Peirce,
complete reciprocity berween Thought and its Object whích ir was también encontramos aquí implícitamente (en términos psicológicos:
Kant's Copernican step to announce» 128• inconscientemente) una «explicación» de los datos sensoriales como
En los ensayos de 1868 Peirce intentó demostrar que todas las resultado de postular hipotéticamente un hecho bajo la presuposición
acciones humanas tienen el carácter de inferencia lógica; más tarde, en de una ley general. Precisamente por esto, todo juicio de experiencia, si
su periodo pragmatista, incluyó las acciones reales de los seres humanos tiene pleno sentido, deberá poder probarse inductivamente por referen-
dentro de esta interpretación; y, por último, en su tercer periodo, cia a las consecuencias sensorialmente perceptibles que deductivamente
intentó concebir también los procesos naturales, en la medida en que se deriven de éL Esra prueba, recomendada por la máxima pragmática

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como experimento mental, permite constatar -con la ayuda de inferen- ·k Peirce140 • El problema del nacimiento de una «síntesis hermenéutica»
cias deductivas e inductivas- si un juicio de experiencia es una «hipóte- (l leidegger) - pues no se trata aquí de otra cosa- ha sido caracterizado
sis» aceptable que «explica» de hecho determinados fenómenos, es decir, e n la tradición alem ana de la hermenéutica (y no casualmente)
que los reduce a la unidad de una opin ión consistente sobre lo real. nu.:diante el topos del «CÍrculo de la comprensión» 141 •
Peirce reconoció muy pronto la estrecha relación entre el problema Ya en el primer borrador de su <<Logic of Science» de 1866/67, se
de la interpretación p rimaria de los datos sensoriales en una hipótesis y un~pa Peirce de una caso límite de su teoría de la hipótesis, un caso en
el problema de la constitución del objeto en ellenguaje134 • En un pri- el que resulta en principio imposible colocar el proceso inferencia! bajo
mer borrador de la «Nueva lista de las categorías» podemos leer lo el control de la conciencia. Este caso límite se encuentra en el «judge-
siguiente: «... ro conceive is ro collect under a suposition, to make a n•cnt of sensacion,.. Según Peirce, incluso en la sensación de un color se
hypothesis, and rherefore cannot d ispense with che use of words»•.ss. El cst ~\ llevando a cabo una inferencia. Puesto que «el color [entiéndase
problema que aquí se plantea recibiría un desarrollo más radical en la 1111;1 determinada percepción de un color) sólo puede surgir de los esta-
lecciones de Harvard de 1866/67 sobre la «Logic of Science••: «En dos relativos del nervio en diferentes momentos». O, como dice en otro
nuestros días los nombres se introducen comúnmente como sinónimos h agmento: «..• el color más simple es casi tan complicado como una
de nombres más largos y menos manejables ... Pero es evidente que en pieza musical. El color depende de las relaciones entre las diferentes par-
la primera juventud del lenguaje, y de cada ser humano, fue preciso res de la impresión. D e ahí que las diferencias entre colores sean dife-
adoptar muchos nombres que no tenían equivalente alguno 136 • Y yo u·ncias entre armonías; y para ver esa diferencia hemos de contar con
sostengo aquí que tal adopción de nombres es un proceso hipotético. l:ls impresiones elementales, cuya relación hace posible la armonía. Por
Antes de que un nombre que connota ciertos caracteres haya sido l·llo el color no es una impresión, sino una inferencia»142•
inventado, esos caracteres no pueden ser pensados, en sí mismos, en Pero puesto que la inferencia aquí postulada tiene lugar -al menos
absoluto . .El objeto es pensado a través de esos caracteres, y consiguien- en un nivel elementaJl 43- sin la intervención de ninguna intuición inte-
temente es pensado en tanto que determinado en cierto modo. Pero ll·ct'ual, sino más bien sobre la base de una constitución antropológico-
para poder pensarlo como una de esas cosas que tienen ciertos caracte- J,iol6gica, Peirce habla aquí de una «Contirutional nominal hypothesis»,
res en común, o para poder pensar las cosas que reúnen esos caracteres .1 diferencia de una «Íntellectual hypochesis» 144 •
en tanto que determinadas o indeterminadas desde otros puntos de E.~te caso Límite de una interpretación del mundo a través de hipó-
vista, es preciso disponer de un término que connote esos caracteres>>m. te-sis o inferencias abductivas habría de adquirir posteriormente una
El problema lógico que Peirce ve aquí consiste en que el nombre•~ importancia decisiva para Peirce, puesro que este caso resulta muy ade-
necesario para la interpretación primaria de algo «como algo» no puede lllado para mediar entre la tesis racionalista de que todo conocimiento
obtenerse -como en la subsuncióo convencional- por deducción, r.,t;i mediado por un conocimiento previo -una idea implícita en la
puesto que en este caso presuponemos una premisa general que con- mnccpción del conocimiento como inferencia- y la exigencia empirista
tiene ya el término comprehensivo. La solución peirceana a este pro- dr uná «percepción inmediata del mundo exterior>>. Para Peirce, los
blema es más o menos ésta: puesto que la única premisa que nos es • pal:cptual judgments» proporcionan las primeras premisas presupues-
dada para la hipótesis interpretativa es la confusa impresión de que fils por todas las ciencias empíricas, así como las últimas consecuencias
«esta cosa es así», es preciso que, sobre la base de esta realidad, rengan vcrifi~.:;.¡bles de las teorías. Peirce no ofrecerfa una solución definitiva a
lugar simultáneamente una inferencia inductiva sobre la premisa mayor eMle problema hasta las lecciones sobre el pragmatismo de 1903 145 • En
(«whacever sho uld have chis name would be chus») y una inferencia lus tratados de 1868, sobre los que queremos volver ahora, Peirce desa-
hipotética -que vagamente presuponga ya la inferencia inductiva- rrolló profundamente el lado racionalista de su teoría del conoci-
(<<this thing is one of those which have chis narne»). miento, y lkvcS a sus últimas co nsecuencias la tesis de que no hay
C uando Murphey discute este interesante pasaje, se refiere a esta •lmuición•>alguna, esto es, ningútl conocimiento, que no esté mediado
argumentación como una petitio principii, si bien observa que Peirce se por un mnocimicnto previo.
defiende con el argumento de que la inducción y la hipótesis no son
formas de la demostración139• Con ello, a mi juicio, entrarnos de lleno e) l:l primer tmtado sobre la «Teorla del Conocimiento» de 1868. En
en el problema de las <<inferencias sintéticas» de la «logic of discovery» ~ate primer tramdo Jc l 868 («Problemas sobre ciertas facultades preten-

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tlidanu.: ntc humanas», Pcirce discute siete grandes problemas a la ,J, ·muestra en una pequeña obra maestra llena de sutileza lógi<.:a 1 ~11 • No
manera de una tratado escolástico y de acuerdo con el método sic et .,J,~tante, lo verdaderamente relevante desde el punto de vista metafí-
010 n. 46 Allí encontramos la tesis de que no existe ninguna «intuicióm>, ,¡.-o en la teoría peirceana de la autoconciencia es el hecho de que,
1

unida a otras tesis más específicas: (2) no hay ninguna t<autoconciencia "·gún Peirce, las experiencias negativas de la ignorancia y del error son
Intuitiva» (esto es, conciencia del Yo individual); (4) no hay ninguna l.ts que nos imponen la idea de una autoconciencia privada: «lgnorance
~facultad de introspección»; (5) no podemos pensar «sin signos>>; y (6) .uul error are al! that distinguish our prívate selves from the absolute
un signo de «algo absolutamente incognoscible» no tiene ningún signifi- r',f!..ll or pure apperception»ISI. Aquí puede verse el trasfondo religioso-
cado. Es característico del refinamiento lógico con que Peirce defiende moral de la concepción metodológica de la «community of investiga-
estas tesis, el hecho de que introduzca la tesis principal-la de que (7) no ,,_,.·s», que tiene la misión de «encarnar» 1, 2 el Yo absoluto o la «apercep-
existe ningún conocimiento que no esté determinado por un conoci- ' u'111 pura» en el proceso infinito de la investigación, así como eliminar
miento previo- sólamente después de haber investigado si podemos l.ts «idiosincrasias» mediante la creación de esos «habits» que surgen en
decidir a través del conocimiento intuitivo (1) si existe un conocimiento d <.:urso de ese proceso.
intuitivo o, mejor aún, (3) si podemos decidir intuitivamente «entre los En la discusión del problema sobre si podemos distinguir intuitiva-
elementos subjetivos de diferentes tipos de conocimiento». lllcnte los elementos subjetivos del conocimiento, Peirce trae a colación
D e las numerosas y extaordinariamente agudas reflexio nes de por primera vez la definición de Bain de una creencia (<•belieh>) como
Peirce, sólo podremos fijarnos aquí en las más importantes, en aquellos .. that judgement from which a man will act» y la contrapone a la mera
resultados especialmente característicos de la fJlosofía pei rceana enten- n·rceza sensible de la creencia. Y lo hace con un comentario que tiene,
dida como un rodo. sc'•lo aparentemente, resonancias conductistas: «Si entendemos la creen-
Podemos comenzar por el cuestionamiento del criterio de eviden- ' ia en el sentido activo (i.e., en el sentido de Bain], entonces podemos
cia subjetiva para la conciencia, un problema que será fundamental en descubrirla a través de la observación de hechos exteriores y a través de
el pragmatismo posterior de Peirce. L~ p~incip~l ~quí es ~ue, ~ara la sensación de convicción que normalmente la acompaña>> 153• Esto sig-
Peirce, un ser humano que apela a este cnteno subJettvo de ev1dencra se uifica que es posible verificar la creencia de que alguien tiene una deter-
está cerrando con ello la posibilidad de agotar el criterio positivo de minada creencia «infiriendo» los comportamientos que habitualmente
evidencia en la experiencia exterior' 47; o, dicho con otras palabras, que se· esperan en ese caso. (Sin embargo, no es posible determinar el hecho
una creencia surge siempre del agotamiento del criterio positivo de evi- el,· que alguien tenga una determinada creencia sólamenre por medio
dencia, y que el criterio subjetivo (reflexivo) de evidencia -postulado tk la observación externa. Peirce dejó al siglo XX la investigación y for-
por Descartes- no añade contenido alguno a la creencia as{ formada. mulación de este tipo de tesis.)
Este último punto de vista adquirió una importancia decisiva para El rechazo de la intuición introspectiva condujo a Peirce a la con-
Peirce en su crítica pragmatista de Descartes'48• Peirce equipara la apela- d usión de que el pensamiento sólo puede reconocerse a sí mismo en
ción cartesiana al criterio subjetivo de evidencia (como «interna/ autho- los signos a través de los cuales se comunica: c<El único pensamiento
rity») con la práctica medieval de apelación al principio de autoridad' 4' . pues, que posiblemente puede conocerse es el pensamiento formulado
Con ello está preparando el camino para su doctrina de los diferentes -~ígn icamente. Pero el pensamiento que no puede conocerse no existe.
métodos (o periodos) de la «fiXation of belieh>, en donde se opone la 'li>do pensamiento, consiguientemente, debe formularse necesaria-
autoridad exterior de los textos en la Edad Media a la autoridad «inte- mente sígnicamente>>154• Para Peirce esta tesis implica también que no
rior» del método a priori, y ésta, a su vez, a la autoridad -de nuevo puede existir. ningún conocimiento intuitivo en absoluro, puesto que
exterior- de la evidencia experimental. todo pensamtento formulado con signos tiene su realidad no en una
Otra conclusión que Peirce siempre consideró válida es la tesis de visión instantánea y carente de relaciones, sino en la interpretación de
que nuestra autoconciencia privada es el resultado .de ~na com.pleja un pensamiento-signo por medio de un pensamiento que le sucede en
multiplicidad d e inferencias; entre ellas, la expenencta extenor o d tiempo, el cual, a su vez, se convierte en un signo para otro pensa-
incluso el mundo compartido son necesarias aun para un nifio. El miento, y así hasta el infinito',,·
hecho de que tengamos mayor certeza de nuestra autoconciencia que Esta idea de un proceso semiótico de interpretación infinita tanto
de ninguna otra cosa, no contradice la tesis de Peirce -como él mismo hacia adelante como hacia atrás recibirla de Peirce un tratamiento más

68 69
detallado en los últimos párrafos del segundo de sus tratados de 1868, ntferencias que se apoyan sucesivamente en conocimientos previos con
en los que aborda el problema de la «realidad de la mente»' 56• Allí se l.t idea de que el conocimiento surge en el tiempo (por lo que respecta
aclara definitivamente que los signos mediante los que se comunica el .1 su conocimiento empírico, a partir de una afección derivada del
proceso de pensamiento entre los individuos no determinan sólamente 11hjcto individual)? A la luz de la doctrina peirceana de las categorías162,
el lenguaje hablado o escrito, sino también los datos mismos de la rl problema puede formularse también así: la afección de los sentidos
experiencia exterior e interior. Efectivamente Peirce va más lejos: el ser pnr la cosa individual es un suceso natural en el espacio y en el tiempo
humano debe concebirse como un pensamiento-signo («thoughc- (que cae bajo la categoría de «Segundidad>>) y, como tal, no puede ser-
sign»). Los contenidos individuales de su conciencia (sentimientos en vir nunca para explicar el «conocimiento>>, puesto que el conocimiento
el sentido más amplio del término) son, como los elementos materiales rs «mediación>> («Terceridad») y no puede nunca reducirse a suceso
del mundo exterior, vehículos del signo, es decir, que en el contexto del natural'63 •
proceso inferencia! supraindividual el ser humano desempeña la fun- La solución del problema al que Peirce se enfrentaba en 1868, se
ción de cualidad material del pensamiento-signo157• Peirce opone esta rxpone por medio de una comparación matemática16-i : Peirce compara el
idea a la habitual auto-comprensión del yo centrada en la voluntad: la ~ ··mocimiento del mundo exterior con la inmersión de una triángulo en
voluntad -que, como «brute force» de la arbitrariedad privada, cae bajo <'1 a¡.;ua, colocado éste con uno de sus ángulos hacia abajo. La conciencia
la categoría de la «Segundidad»- no puede garantizarle al ser humano .Ir la intuición, propia del conocimiento, se corresponde entonces con la
la identidad consigo mismo. Esta sólo puede hallarla en la medida en linea horizontal que marca el nivel del agua sobre el triángulo. El cons-
que él mismo se integra literalmente -con su organismo y, en sentido tante remitir un conocimiento a otros conocimientos previos sería com-
amplio, con todas las palabras de su lenguaje- en el proceso de pensa- parable a extraer lentamente el triángulo del agua. Las sucesivas líneas
miento, se deja él mismo utilizar como un signo y recibe así de la con- dibujadas por el agua en el triángulo serían cada vez más cortas; esto se
sistencia de este proceso de pensamiento supraindividual su identidad et~rrcspondería con el hecho, repetidamente señalado por Peirce, de que-
consigo mismo, la identidad del «Yo pienso» kantian0158 • lo~ conocimientos sobre la base de los cuales inferimos un nuevo cono-
En este contexto altamente especulativo, Peirce desarrolla algunas cimiento, tienden a ser cada vez mucho menos conscientes y evidentes
intuiciones esenciales sobre la relación entre el hombre y el lenguaje. Al ~}tw los nuevos conocimientos a los que sirven de mediación. Final-
concebir el contenido significativo de las palabras por analogía con el mrntt:, en la lema extracción del triángulo, ya no seremos capaces de
contenido intelectual del hombre-signo, Peirce constata no sólo que rcwnocer aquellas marcas dejadas por el agua; y, sin embargo, el mate-
ambos aumentan con la acumulación de informaciones, sino también 11liilico sabe que aún ahora, esto es, en la parte del triángulo que todavía
que la información del hombre enriquece el significado de sus palabras, permanece sumergida en el agua, son posibles infinitas líneas entre la
e inversamente el almacenamiento de información en las palabras enri- iletualmente dibujada por el agua y el extremo del ángulo sumergido.
quece intelectualmente al hombre. Como creación humana, las pala- !J.(Ita :;icuación se corresponde, según Peirce, con el hecho de que todos
bras «podrían volverse al hombre y decirle: "No puedes decir nada que nuesrros procesos cognoscitivos, a partir de un cierto umbral, se pierden
nosotras no te hayamos enseñado, y sólo así te refieres a una palabra t n rl inconsciente; así pues, hemos de admitir la existencia de procesos
como el interpretante de tu pensamiento''>> 159 • lnfrrt·nciales también por debajo de ese umbral. Por ejemplo, los proce-
Ya hemos visto al discutir la «theory of reality» de Peirce, que una IOA infi.:rcnciales sintéticos por medio de los cuales obtenemos el conoci-
filosofía que concibe el conocimiento como representación por medio miento del espacio tridimensional' 65 , resultan tan poco conscientes
de signos (la formación de una opinión verdadera sobre lo real) debe romo aquellos otros en virtud de los cuales obtenemos el conocimiento
recha:z.ar el concepto de lo absolutamente incognoscible como algo dé una superficie o incluso de una linea (sin que aquí la retina juegue
carente de sentido y, consiguientemente, convertirse en una crítica del nlngt'lll papel en absoluto) 166•
sentido 160 • También hemos mencionado ya una consecuencia de esta Sin t•mbargo, lo verdaderamente relevante en esta comparación
concepción, a saber, que la cosa individual sólo puede concebirse como rv•l~lr ~·n d hecho de que el triángulo puede con todo sumergirse en el
el caso límite ideal del conocimiento 1G1• El problema central que Peirce qua t' n un momento determinado. Este suceso natural («Segundidad>>)
quiere resolver en el primero de sus tratados de 1868 es eéste: ¿cómo lf corresponde con el suceso natural del impulso del conocimiento en
reconciliar la idea de que todo conocimiento está mediado por infinitas la t!KpcrictKia :;(:nsorial. Según Peirce, este «hecho>) sólo parece contra-

70 \ 71
decir el postulado (•<Terceridad») del carácter infinitamente mediado de m la observación interna. Sostiene, más bien, que «algo... tiene lugar
codo conocimiento como pensamiento (<<Terceridad»). La eliminación en el organismo que equivale al proceso silogfstico» 171 • A fin de explicar
de esta aparente contradicción se corresponde, según Peirce, con la t•l proceso inferencia] al que se está refiriendo, Peirce introduce la doc-
solución de la paradoja formulada por Zenón, de Aquiles y la Tor- ' rina de las tres formas de inferencia a las que hicimos mención ante-
tuga167. En el concexco presente, esto significa lo siguiente: un proceso rionnente: la forma apodíctica de la deducción y las dos formas de la
temporal como el conocimiento, que tiene un comienzo (afección de inferencia simética o probable (inducción e hipótesis) 172• De este modo
los sentidos) y un final (el nivel actual -provisional- del conoci- t rce estar preparado para hacer frente a la principal crítica que puede

miento), describe un continuo en el tiempo en el que cada parte con- hac.:érsele a su concepción lógica de la actividad intelectual humana; es
tiene ella misma otras partes. Evidentemente, aquí Peirce es de la opi- , lrc.:ir, la referencia al hecho de que existe algo así como el error intelec-
nión de que el conocimiento como pensamiento («Terceridad») -y no lllal 173. En lo que sigue, intenta ofrecer la prueba de que todos los casos
como objeto empírico de la investigación psicológica y fisiológica 1oncebibles de c.rrores intelectuales pueden reducirse a operaciones que,
(«Segundidad»)- puede concebirse según el modelo del continuo como 1i.-rcamence, son débiles, en el sentido de que pertenecen a la lógica no
algo infinitamente mediado. En su posterior lógica y metafísica de la d1·moscrativa de la inferencia sintética, y, sin embargo, son fundarnen-
continuidad, en las que trabajó especialmente en la última década del LIImente válidas 174 .
siglo diecinueve y que consideró como su más importante logro filosó- En la sección siguiente, que se ocupa de las consecuencias de la
fico, Peirce aplicó también esta concepción a la Legalidad evolutiva de la 1oncepción semiótica del proceso del pensamiento, encontramos otro
naturaleza encendida a partir del pensamiento. Con ello se transfor- ar~umenro importante que ayuda a probar que todo pensamiento
maba el problema de la compatibilidad entre la afección fáctica de los humano puede reducirse a inferencias. Como experto en la psicología
sentidos y la mediación infinita del pensamiento en el problema de la hrinínica, formulada por Berkeley, Hartley y Hume, Peirce se enfrentó
compatibilidad entre la facticidad contingente («Segundidad») y la ~·on la tesis, aparentemente contraria a la suya propia, de que toda infe-
legalidad teleológica y normativamente determinada («Terceridad»). rrnda lógica, y en especial la inferencia sinrética que supuestamente
l'onduce a la expansión del conocimiento, puede reducirse a las leyes
d) El segundo tratado sobre la « Teorfa del Conocimiento» de 1868. p~icológicas de la asociación de las impresiones de los sencidos•n, leyes
En el segundo de los tratados de 1868 extrae Peirce Algunas consecuen- q11 c incluso podrían considerarse fisiológicas 17~. Peirce se esmera ahora
cias de cuatro [de entre las previamente afirmadas] incapacidades (del rn mostrar que las llamadas leyes de la asociación tienen, por el contra-
hombre]. Ya hemos analizado las consecuencias de la incapacidad de rio, que reducirse a las tres formas de inferencia. Conforme a su arqui-
pensar sin signos1u (3), así como las derivadas de la incapacidad de lmf>nica categorial subsume la asociación por parecido bajo la hipóte-
pensar lo absolutamente incognoscible (4) (ambas nos conducen a la A i~. y la asociación por contigüidad en el espacio y el tiempo bajo la
«teoría de la realidad» propia de la crítica del sentido, con la que hemos inducción. El argumento esencial para ello es su tesis de que no pensa-
comenzado nuestra Introducción). Quedan aún por analizar las conse- n m~ a·través del recuerdo de imágenes, sino siempre en cuasi-conceptos
cuencias derivadas de la incapacidad de la «introspección» (1) y de la ullslracros que deben encenderse en términos de juicio, pese a lo poco
incapacidad de la «intuición» (2). rxpl kitos que puedan ser.
Peirce concede mucha importancia al hecho de que las tesis episte- Para Peirce, esta línea argumental está esrrech arnence vinculada a
mológicas que había defendido anteriormente en sus Quaestiones, no •u roncepción realista de los universales, dado que de lo que se trata
puedan pretender alcanzar el esracus de certeza absoluta. En cambio, ACJIII t•s de mostrar que el hombre no está limitado, corno pretenden
esto no puede decirse de su filosofía falibilisra. Por todo ello, resulta [lrrkdq y Hume, a pensar objetos completamente determinados, y as(,
inevitable mostrar la plausibilidad de estas tesis mediante el análisis de rur t•jt·mplo, que cuando pensamos en un triángulo «tengamos que
sus consecuencias 169. P"llsar t•n tmo cuyos ángulos estén determinados en grados, minutos y
Como consecuencia de los dos primeros principios negativos sobre •~Aundos» 111 • Por el contrario, el pensamiento se compone en primer
la naturaleza del conocimiento humano, Peirce deriva la tesis positiva IUglll' de ah.~ tracciones vagas. Esco no debe hacer pensar qut! Peirce no
de que tenemos que «reducir toda la acción mental a la fórmula del u~p1.1 que los objetos son algo completamente determinado; sólo signi-
razonamiento válido» 170. No se refiere aquí a un proceso que se apoya fkll tJllt" para él «lo~ nominalistas (...) confunden el pensar un triángulo

72 1 73
si n pensar que es o equilátero o isósceles o escaleno, con pensar un De ahí que lo verdaderamente relevante en su respuesta al problema de
triángulo sin pensar si es equilátero, isósceles o escaleno»178 • b posibilidad de los juicios sintéticos a priori, resida en la tesis de que
Para la interpretación de la ftlosofía de Peirce, una de las consecuen- :.ólo son posibles como formulación de las condiciones de posibilidad
cias más importantes de esta reinrerpretación de la psicología nomina- de nuestra experiencia, y no como formulación de intuición ninguna
lista de la asociación conforme a la lógica y la teoría del realismo de los sobre la esencia de las cosas-en-sí. Para Peirce, por el contrario, el pro-
universales es el nuevo concepto de «hábito» que emerge de este pro- hlema del fundamento de la validez de la experiencia no es en principio
ceso. Hume reduce las leyes de la naturaleza, o mejor las operaciones idéntico al problema de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori,
lógicas por medio de las cuales éstas se infieren, a meros hábitos, es puesto que él tiene un concepto diferente de la validez de los juicios
decir, a hábitos fácticos formados por asociación en el sentido de la cate- .~ intéticos de la ciencia. F..stos no tienen que ser necesariamente verda-
goría peírceana de «Segundidad». Por contra, Peirce concibe los «hábi- deros para ser «objetivamente» válidos. Según Peirce, su validez objetiva
tos», de modo parecido a Hegel, como medio a través del cual se trans- puede fundarse en el hecho de que el método lógico mediante el que se
miten los pensamientos, es decir, como encarnación de la «mente» o han obtenido debe ser válido a largo plazo. Precisamente por ello, los
«Terceridad»1" . Si no nos damos cuenta de esto es inútil intentar enten- juicios de experiencia particulares deben su valide-z no sólo a un con-
der la máxima pragmática de La teoría peirceana del sentido180• junto de leyes dadas a priori para la experiencia posible («Terceridad»),
sino también al estado en que en cada momento se encuentra la expe-
e) B tercer tratado sobre la «Teoría del Conocimiento» de 1869 (y un riencia en su relación con la realidad de la namraleza en sí (<<Segundi-
apéndice sobre la deducción trascendental de la validez de las infmmcias dad»). Dicho de otro modo: el fal ibilismo defendido por Peirce con
sintéticas de 1878). Sólo en este tercer tratado se aborda específica- respecto a la verdad de todas las proposiciones científicas, implica la
mente la cuestión que le había planteado a Peirce el ed itor del journal posibilidad sistemática de una vuelta atrás desde el fenomenalismo
ofSpeculative Philosophy, el hegeliano W T. Harris181 , y que Peirce creyó kantiano al realismo metafísico - siempre bajo el presupuesto de que es
poder responder sólamente a lo largo de una serie de tres artículos: la posible demostrar al mismo tiempo la verdad necesaria de la ciencia «in
cuestión de las Razones de la validez de las leyes de la lógicd 8l . Después 1he long run». Esto significa que el problema de una deducción tras-
de que en los dos primeros tratados Peirce h ubiera referido la esencia cendental de la valide-¿ objetiva de la ciencia se plantea ahora bajo la
del conocimiento (esto es, los juicios sintéticos) a las inferencias sintéti- li1rma del procedimiento inferencia! sintético que utiliza. Puesto que lo
cas que encontramos en hipótesis e inducciones, se dispone a abordar r'111ico que aquí puede preocuparnos - bajo el supuesto de la falibilidad
ahora un problema cuasi-kantiano: la pregunta por las condiciones de de todo juicio particular- es demostrar la validez de las inferencias sin-
la validez objetiva de los juicios sintéticos. Sobre esto, Peirce mismo téticas <<Ín che long run>>, el problema de la deducción trascendental
escribe lo siguiente: «Según Kant, el problema fundamental de la filo- tkberá transformarse consiguientemente en el problema de la fu nda-
sofía es '¿cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Pero previa- mentación de la inducción. ELpropio Peirce confirmó este extremo en
mente debemos responder a la pregunta sobre cómo son posibles los repetidas ocasiones. En una nota a pie de página en el primero de los
juicios sintéticos en general y, todavía más generalmente, cómo es posi- trarad"os de 1868 podemos leer 184 :
ble el razonamiento sintético [inferencia!] ... Este es el candado con que «De hecho, la función específica de la inducción es producir pro-
nos encontramos en la puerca misma de La filosofía>> 183 • posiciones universales y necesarias. Ciertamente, Kant señala queJa
La nueva concepción general de Peirce, a la que ya hemos hecho universalidad y necesidad de las inducciones científicas son meramente
referencia, le Uevó a modificar el problema kantiano y, de acuerdo con ~tnalogías de la universalidad y necesidad filosóficas; y esto es cierto, en
cUo, a elaborar también una nueva versión de la deducción trascenden- In medida en que nunca podemos aceptar una conclusión científica sin
tal de la validez objetiva de la ciencia. También para Kant la pregunta una <.: ierta contrariedad indefinida. Pero ello se debe al número insufi-
por la posibilidad de los juicios sintéticos era anterior a la pregunta por ~!knte de ejemplos; si dispusiéramos de un número de ejemplos tan ele-
la posibilidad de los juicios sintéticos a priori. Pero él veía en la existen- Vüd o wmo quisiéramos, ad infinitum, podría inferirse de ellos una pro-
cia de los juicios sintéticos a priori el fundamento de la posibilidad de ¡to.~kil'ln verdaderamente universal y necesaria>•.
los juicios sintéticos (esto es, de los «juicios de experiencia» objetiva- llna vez que Peirce, con esta progresión ad infinitum, ha extraído
mente válidos, por contraposición a los meros «juicios de percepción»). I11N l'llllsn:uencias de la afirmación kantiana de que la universalidad de

74 1 75
la inducción (que Peirce considera posible) es análoga a la de los juicios determinista. Lo que en realidad Peirce está presuponiendo con ello es
sintéticos a priori (que Peirce no cree seriamente posible), se propone que no sólo inferimos atendiendo a un determinado principio lógico
ahora utilizar análogamente «el supremo principio» kantiano - aquel (sintético), sino que también -de acuerdo con este principio- «tenemos
que debe explicar la posibilidad de los juicios sintéticos a priori- para l'Xperiencias>> [Erfahrungen machen] en nuestras actuaciones experimen-
una deducción trascendental de la validez de la inducción. El texto de tales en el mundo (cada una de las cuales no es aquí otra cosa que una
1868 continúa así: «Por lo que respecra al segundo principio de Kant, extracción de muestras al azar). La fundamentación de la inducción
según el cual la verdad de las proposiciones universales y necesarias mediante la presuposición de condiciones de experiencia siempre
depende de las condiciones de la experiencia en general, éste no es ni implica, sin embargo, la utilización del procedimiento «in the long
más ni menos que el principio de inducción». ¿Cómo puede conver- run». Peirce lo expresa así: «... en el caso de la inferencia analítica [=
tirse esta tesis en una fundamentación trascendental de la validez de la deductiva] conocemos la probabilidad de nuestra condusión'87 (siendo
inducción? La breve referencia de esta nota a pie de página de 1868 se las premisas verdaderas); pero en el caso de la inferencia sintética sólo
encuentra mucho más extensamente desarrollada en la última sección mnocemos el grado de fiabilidad de nuestro procedimiento».
de un ensayo de 1878 titulado La probabilidad de la inducción' 85 • Aquí La verdadera razón de la validez de la inducción no reside para
hallamos el siguiente ejemplo: «Tomo de un saco un puñado de judías; l'circe en ningún tipo de condiciones fácticas de la experiencia, sino
todas son pintas e infiero que rodas las judías del saco son pintas. más bien en la definición, necesaria desde la crítica del sentido, de lo
¿Cómo puedo decir semejante cosa? Pues bien, apoyándome en el prin- real como lo cognoscible «in the long run>>, y esto significa, dicho con
cipio de que todo lo que es universalmente verdadero en mi experiencia otras palabras, cognoscible en conceptos generales mediante un proce-
(en este caso, la apariencia de las diferentes judías) está incluido en las dimiento inductivo. Sólo mediante una progresión ad infinitum -a
condiciones de la experiencia. La condición de esta experiencia panicu- saber, hasta el objetivo de la «ultimare opinion>> de la «community»,
lar es que todas esas judías fueron extraídas de aquel sacO>>. postulado en la «cognoscibilidad» de lo real- Peirce es capaz de estable-
¿Dónde se encuentra lo característicamente kantiano en esta fun-
n·r «el punto supremo» que le posibilita una deducción trascendental
damentación de la validez de la inducción?
de la validez. objetiva de la inducción, y con ella de la ciencia: <<Aunque
Apoyándose en Hume y especialmente en la Logic of Chance 186 de
nna inferencia sintética no pueda reducirse en ningún caso a una
John Venn (1866), Peirce parte de la consideración de que no podemos
tkducción, el hecho de que la regla de la inducción sea válida a largo
encontrar en los hechos ni la más mínima razón que justifique el que
plazo sí puede deducirse, no obstante, del principio según el cual la rea-
«cuando examinamos un saco de judías, el hecho de que algunas sean
pintas implique la necesidad o siquiera la probabilidad de que haya lidad ran sólo es el objeto de la opinión última a la que llevaría una
otras que también lo sean»'85 De la misma manera en que Kant res- investigación suficiente»' 88•
ponde a Hume en relación al problema de la causalidad, así introduce Aquí es fácil de reconocer que la función de la constitución de la
Peirce ahora el principio kantiano en su solución al problema de la vali- validl."l objetiva que corresponde, para Kant, a la <<SÍntesis transcenden-
dez de las inferencias probables: «Pero la inferencia sintética se apoya en la
tal de apercepcióm> tiene que pertenecer, para Peirce, a lo que Kant
una clasificación de los hechos, atendiendo no a sus características, sino .lt-nomina «principio regulativo» de la investigación, «al cual nada
al modo en que estos se obtienen. Su regla es que un conjunto de en•pírico puede corresponderle>>. Es evidente que no podemos entender
hechos obtenidos de una determinada manera evocarán en general , en estl' principio regulativo según Kant concebía rales principios, es decir,
mayor o menor medida, otros hechos obtenidos de la misma forma. (omo ficciones del tipo <<como sí». Con indiferencia de cuán necesarios
Dicho de otro modo: experiencias cuyas condiciones son las mismas ten- tl't'Yl'Sc Kant que eran estos principios, tal enfoque arrebataría su único
drdn las mismas caracter{sticas generaleS>> 185 • fundamento al realismo falibilista peirceano.
La conclusión de la última frase, en la que Peirce pretende expresar En <<hmdamentos de la validez de las leyes de la lógica», ensayo de
la analogía con «el principio supremo» kantiano, debería enunciarse en 1Hc,•J, l't'in:c desarrolla la deducción transcendental de la objetividad de
realidad así: «tendrán [en general] las mismas características generales>>; l01 lc',gic• inductiva de un modo más trabajado que el esbozado más
de otro modo, podría creerse que la fundamentación de la inducción ;tl'l'ilm. Junro a tal desarrollo presenta la deducción transcendental de la
en Peirce presupone en sí misma un principio de causalidad de carácter lt~~ica sinrérica l'll ~eneral, puesto que ella depende también de esta

76 77
En su teoría falibilista del conocimiento, Peircc sustituye d pritll i
validez en general o «in che long run» 189• En el presente contexto sólo
pío <<constitutivo» (en sentido kantiano) de la unidad del objeto dc.:l
podré caracterizar el curso general del pensamiento de Peirce.
conocimiento por el postulado de la «ultimate opinion» infinitamente
Para empezar, Peirce no cree posible apoyar la validez de la induc-
distante; o, mejor, por el postulado de la validez del conocimiento «in
ción en el hecho de la regularidad del universo, cal como trataron de
the long run». Haciendo esto introducía en el contexto de la funda-
hacer lo empiristas, y John Sruart Mili en panicular190 • En primer lugar,
mentación de la lógica del conocimiento rodas las conocidas preguntas
el universo contiene al menos tanras irregularidades como regularida- que Kant reservaba para el ámbito de la razón práctica. La pregunta
des; en segundo lugar, si se supone que la constitución empírica del «¿qué puedo saber?» no podría ya separarse, como en Kant, de las pre-
universo se apoya en la validez de la inducción, entonces tendríamos guntas «¿qué debo hacer?» o «¿qué puedo esperar?». Si bien Peirce era
que ser capaces de pensar en un universo en el cual las inferencias un admirador del «Cornmon-sensism)) de Thomas Reíd y muy pronto
inductivas no fuesen válidas. En una serie de observaciones sumamente manifestó la tendencia a mediar recíprocamente los problemas de la
penetrantes, Peirce muestra que esto es imposible. La prueba positiva razón teórica con los de la razón práctica' 96 , sólo después de haber con-
de la validez de la inducción consta, para él, de dos partes. Primero, duido su deducción transcendental de la validez del conocimiento
muestra que la validez general que demanda toda inferencia inductiva llegó a ser totalmente consciente de los presupuestos éticos, exisccncia-
«depende simplemente de que se dé un estado de cosas tal que cual- lcs y religiosos del procedimiento lógico y metodológico que proponía
quier término general sea posible» 191• Pero que esto sea así es una conse- a la humanidad. Dado que en la ciencia el resultado de cualquier infe-
cuencia de la definición de la realidad formulada por la crítica del sen- rencia particular es siempre provisional, falible, es decir, no garantiza la
tido, es decir, del realismo de los universales implícito en ella. Este posesión del conocimiento, Peirce sólo puede prometer que <<partici-
presupuesto de la crítica del sentido, según el cual los conceptos uni- pando en ese modo de inferencia iremos, en conjunto, aproximándo-
versales como tales tienen que ser válidos, pues de lo contrario no nos a la verdad» 196'. Se pregunta, sin embargo, por aquel hombre indivi-
podríamos tener un concepto con sentido de la realidad, no significa, dual que no tiene posibilidad alguna de vivir lo suficiente para llegar a
con todo, que una determinada inferencia inductiva sea válida. Por lo ver el fin previamente determinado del proceso de investigación, la
tanto, la cuestión sigue siendo «¿por qué no está siempre condenado el «ttltimate opinion», y que opone el interés común por el proceso infi-
192
hombre a iluminar esas inducciones que resultan tan engafiosas?» • uito del conocimiento a un «interés personal transcendente infinita-
Pcirce cree que también en esta ocasión puede deducir la respuesta a lllCnte más importante que cualquier otro», por ejemplo el interés por
esta pregunta de la definición que la crítica del sentido formula de la una creencia religiosa última capaz de ofrecerle un sentido a su vida.
realidad. Pero esto significa que la deduce, como en el caso del argu- No hay duda de que Peirce está planteando aquí la pregunta cen-
mento de 1878 aludido anteriormente, de la circunstancia, presupuesta tral de Kierkegaard. Aún hoy es este interés existencial el que explica
en la definición, de que tiene que haber una opinión final ideal sobre por qué no se puede hacer coincidir la ftlosofía de la mediación privada
esta realidad, opinión que será posible alcanzar en una serie suficiente- rnrre la teoría y la praxis con su mediación pública 197 • La respuesta que
mente larga de inferencias. l'l·irce propone es el cientifismo religioso. Su enfoque es anti-kierke-
Sin embargo, y de acuerdo con Peirce, aún habría otro presupuesto ~:tardiano y de un existencialismo infmitista: «La lógica exige rigurosa-
último implicado en la deducción transcendental de la validez de la nwnte, ames que nada, que ningún hecho determinado, nada que
inducción, a saber, el de que existe un mundo real. Peirce no intenta pueda sucederle al yo tenga más importancia para él que cualquier otra
proporcionar una prueba de la realidad193 • Más bien, muestra que quien ~osa. Quien no esté dispuesto a sacrificar su propia alma para salvar el
quiera negar la realidad, así como quien quiera probarla, la está presu- lllltndo es ilógico en todas sus inferencias, colectivamente. De tal modo
198
I'Sl:Í d principio de lo social incr{nsecamence arraigado en la lógica» ,
poniendo ya, es decir, presupone la existencia de lo reaJl 94 • Este es, por
lo que yo sé, uno de los primeros documentos que testimonian un En la continuación de este texto Peirce intenta moderar el carácter
modo de filosofar que se mueve en el plano de la crítica del sentido, .1pclarivo de esta afirmación. Una vez más, el teórico que es Peirce, es el
qu(' acaba por manifestarse al tratar de dejar sentado que la logicidad
modo que en el siglo XX estaría particularmente representado por Witt-
(c'tl d sentido de su teoría del conocimiento) implica de hecho la <<COm-
gen-stein. Tal modo de filosofar no cree ya posible situarse fuera del
pleta identificación de los propios intereses con los de la comu-
mundo para probar luego la existencia de éste195 •
79
78
nidad>>wJ. Peirce es plenamente consciente de que no puede contrarres- 1'·"'" dr •.u·. 1 ~>lllrt r tll '·"· .,.,¡ ,, ,. ¡.,., '1"" drn~>tlllll" .. V11.tlly ltn¡uoti.IIJI
tar los riesgos de la creencia subjetiva con ninguna suene de prueba d e li>¡tll , .. , dr III'JH, w VIII ·.111 rtn lo.I IJ', " lntt.ul" ; t .ultllitir lll ll ~arcístit.:a
que la comunidad de los investigadores alcanzará la verdad «in the long " '''l',tl.wii'> n t<; n g.t~r <'11 , ll<'lll.t qtt l' ~~· trataba d~.: una conferencia popu-
run». Lo que s{ cree poder probar (deducir) en su filosofía es lo l.u '1''~' Sl' hahb visw l'll la pn.:cisi6n de impartir- que el hombre se
siguiente: en primer lugar, que concebimos, siempre ya, la realidad '"n1purta de un modo bastante diferente en los <<asuntos vitales» y en la
como aquello que conoceríamos (realismo crítico del sentido) como 1 wn<·ia: «En tales asuntos nos vemos forzados a actuar; y el principio

opinión última ideal de la comunidad ilimitada de los investigadores; y '"lll'l· el cual actuamos voluntariamente es la creenciaJ>z05• Peirce emplea
en segundo lugar y, como consecuencia de lo anterior, que tiene que .u¡11l la palabra «creencia» en un sentido expresamente jamesiano, es
haber una posibilidad real de alcanzar la meta del conocimiento, posi- cln ir, según sus propias palabras, de un modo que carece de sentido
bilidad que se convierte en necesidad si se dan realmente las condicio- par;, la ciencia206 • Con anterioridad, empero, en el primero de sus artf-
nes para una investigación suficientemente prolongada y exenta de obs- • 11los sobre el pragmatismo de 1877-78, Peirce había empleado el con-
táculos. Pero Peirce se da perfectamente cuenta de los riesgos de su • ~'Pto de tal modo que el «método de la cienciaJ> tendría, en última ins-
«socialismo lógico»: «No tenemos la más mínima prueba capaz de mos- Ltnda, que aparecer como único método para «fijar las creencias» de un
trar que la humanidad entera no vaya a ser aniquilada en algún IIH>do aceptable también en la praxis. Vamos a examinar ahora cómo
momento, y que, después de ello y para siempre, vaya a darse en codo ll~'gó Pcirce a tal concepción.
el universo una forma cualquiera de inteligencia»200 • Y es aquí donde se
pone d e manifiesto el carácter existencial de su infinirismo. La meta
misma del proceso de investigación remite a un interés «transcendente
de un peso infmicamente mayor al de cualquier otro: La esperanza infi-
nita que todos tenemos (...) es algo tan augusto y transcendental, que
todo rawnamienco que se refiera a ella es una mera impertinencia frí-
vola. Nuestra situación es la del hombre que se encuentra en una lucha
a vida o muerte; de carecer de fuerzas suficientes, le será absolutamente
indiferente cómo actúe, de tal modo que el único supuesto sobre el que
puede actuar racionalmente es el de la esperanza del éxito» 201 •
En los argumentos que acabo de citar, en los que Peirce defiende
su «principio esperanw> 202, es posible enconuar el núcleo del pragma-
tismo existencial que William James presentó en su «The Will ro
Belicve» 203 • La tesis jamesiana de que la creencia en la verdad de ciertas
convicciones puede en algunos casos ayudar a hacerlas verdad (y en su
exposición d e esta idea mediante el ejemplo de un escalador que tiene
que determinar - lo que aquí significa decidir- si es capaz de saltar un
cortado ante el que se encuentra), puede considerarse consecuente con
el principio peirceano de esperanza. Sin embargo, James manifestó una
cierta tendencia a enfatizar los aspectos irracionales implícitos en el
cientismo peirceano, lo que va en favor del individuo que ve el destino
de su alma como algo independiente de la sociedad y su progreso cien-
tífico, particulamente en materia d e creencias religiosas. No hay duda
de que James representa en este punto el espfritu de esa modalidad del
pragmatismo americano que se orienta a la privacidad.
Peirce mismo renovó sin vacilaciones su apoyo al «socialismo
lógico» en 1878204 • En «Philosophy and the Conducr of Life», primera

80 81
IV
El segundo periodo: El surgimiento
del pragmatismo de la crítica
del sentido (1871-1878)

l. De la recensión de Berkeley (1871) al nacimiento del pragmatismo


en el «Metaphysical Club» (1871172)

A estas alturas de la exposición debe haber quedado claro que el


origen de la nueva propuesta de la fi losofía peirceana no ha de bus-
rarse en los ensayos de 1877/78, posteriormente popularizados por W.
/ames como actas de nacimiento del pragmatismo. Más aún, tal y
1 omo hemos señalado repetidas veces, el planteamiento mismo del
pragmatismo se encuentra ya implícitamente contenido tanto en la
"teoría de la realidad» como en la nueva «teoría del conocimiento» -
rn la interrelación de «hipótesis» («abducción»), «deducción» (de las
1 onsecuencias de la hipótesis) e «inducción» (comprobación de la uni-

vnsaJidad de tales consecuencias en los datos sensoriales). De hecho,


.antes de que se iniciaran las discusiones del «Metaphysical Club» (del
invierno de 1871 hasta el invierno de 1872)207 , Peirce ya había formu-
lado cla:ramente en varias ocasiones la esencia de lo que más tarde
dmominarfa la «máxima pragmática»: así, por ejemplo, en un pasaje
dd tercer tratado de 1868208 , y de forma absolurameme inconfundible
rn la recensión de Berkeley de 1871.
En esta larga recensión, Peirce ajusta las cuentas a la tradición bri-
t;\nica, ofrece la más completa exposición de su realismo crítico del sen-
tido (realismo de los universales) e introduce la máxima pragmática
wmo una alternativa al principio de verificación de Berkeley y Mili en
tanto que criterio para la formación de enunciados con sentido. Lo que
11c·iH·c tiene q ue objetar a este criterio de sentido es lo siguiente: no es
la ll,gica de la construcción de hipótesis, sino la capacidad psicológica-
lll CIHt· relevante, de formar una representación (sensorial) del objeto lo
1111c ••quí st· eleva a criterio de posibilidad de existencia de entidades

83

\
(como, por ejemplo, la materia). Según Peirce, tal principio de verifica- vxplicarse por la estructura condicional de ciertas precondiciones de
ción impide la construcción de teorías más complejas tamo en la mate- tomportamiento y - bajo este presupuesto- por las experiencias que
mática como en las ciencias narurales209 • Para mostrar ahora cómo los ,·abría esperar que se sucediesen con regularidad. De hecho, Peirce
conceptos generales (también llamados por Berkeley «abstractos>>) lkgó a esta solución inmediatamente después de concluir la recensión
admiten también su comprobación por referencia a la experiencia posi- M>bre Berkeley y la presentó en 1871 ame el <<Mctaphysical Club»,
ble, Peirce propone una modificación de la crítica de Berkeley (asi- presumiblemente fundado por él m ismo aquel año, bajo el título
mismo sostenida por Hume, Comte y Mill) de los signos lingüísticos (romado de Kant) de «Pragmarismo» 2 '~. En este p ragmatismo de
sin sentido: 1H?l/72 se introdujeron, sin embargo, algunos cambios, derivados de
l a~ sugerencias aportadas por los miembros del «Metaphysical Club»,
<<Una regla más adecuada para evitar las traiciones del lenguaje es la que condujeron finalmente a una reformulación de la <<theory of cog-
siguiente: ¿cumplen las cosas [léase las entidades sefíaladas por el len- llition» de 1868 en una nueva <<theory of inquiry». Veamos breve-
guaje) la misma función desde d punto de vista práctico? Llamémoslas lllcnte algunas de aquellas sugerencias.
entonces con la misma palabra. ¿No cumplen la misma función? Enton- En una retrospectiva del año 1906 (o, según opiniones más recieo-
ces distingámoslas.»
t¡·s, de 1907/08)21 s Peirce calificaba al filósofo Chauncey Wrighr, falle-
··ido en 1875 y «muy famoso en aquel tiempo», de «boxing master» del
A continuación Peirce aplica este nuevo punto de vista (pragmá- dub. Peirce había mantenido una larga relación intelectual con Wright
tico) al concepto de la «idea general», criticado por el empirismo:
(al menos desde la aparición del Examination ofSir William Hamilton's
l'lúlosophy de John Stuart Mili en 1865). En una recensión de 1865
«Si he aprendido una fórmula del lenguaje coloquial que, cada ve:z
sobre aquel polémico e influyente libro de Mili, Wrighr ofrecía su pro-
que me encuentro en un caso particular, activa de alguna manera mi
memoria permitiéndome actuar como si tuviese una idea general, ¿qué pio análisis de <<belie.6> y «doubt», <<knowledge» e <<ignorance», «in terms
utilidad puede reporrarnos el distinguir enue una expresión del lenguaje uf motives to action». De aquel análisis opina Max Fisch que <<se acer-
coloquial, una fórmula y una idea?210>> raba más a los ensayos pragmatistas de Peirce de 1877/78 que cual-
quiera otro de Jos escritos de Peircc hasta la fecha>>2 16• El propósito parci-
Se introduce aquí un n uevo criterio para el sentido de una idea ' ular de Wrighr consistía en desarrollar el «method of science>) en roda
general, en el que d icho sentido ya no depende de la posibilidad de for- 'u capacidad de rendimiento, y esto significaba para él, al mismo
mar una idea (en el sentido del sensualismo), sino más bien de la posi- t il·rnpo, su independencia respecto de las cuestiones especulativas de la
ble regulación del comportamiento <<en cada caso particular>>. Si cabe n•crafísica 217 • El describía el método de la ciencia en los siguientes rérmi-
esperar una tal regulación, entonces incluso una expresión del lenguaje
coloquial puede mostrarse como símbolo con sentido de una idea «El méwdo objetivo consiste en la verificación por medio de tests
general (cuya posibilidad negaba el empirismo radical). .de experiencias sensibles; es decir, es una deducción de las consecuencias
En el texto anterior Pcirce muestra que el sentido de una «capaci- de una teoría, de las que podemos tener experiencias sensibles si son ver-
dad», que nosotros atribuímos a las cosas, descansa en la regularidad daderas. El método subjetivo, por ocra parte, apela a criterios de eviden-
cia interna, a la razón y a datos de la autoconciencia ... Aun cuando de
de los sucesos futuros esperados 211 , y algunos párrafos más adelante
hecho se admiten en las investigaciones científicas elementos ideales o
defiende la tesis de Duns Escoro según la cual el concepto general en
trascendentales, no siendo siquiera susceptibles de una simple verifica-
tanto que species inte/Jigibilis no ha de existir acmaliter en la concien- ción, dichos elementos deben resultar plausibles a los sentidos, bien pro-
cia, sino únicamente habitualitefl12 • Ya en 1868 había incerpretado los duciendo consecuencias que podemos verificar sensorialmente, bien
<<habits» de la psicología asociacionista de Hume como resultados de produciendo consecuencias en conjunción con ideas que son verificables
inferencias inductivasm . Parecía aquí evidente combinar la regularidad por sí mismas»111•
esperada en el comportamiento de las cosas y la regulación habitual
del comportamiento humano por medio del concepto que el hombre Wrighr se revela aquí como un avanzado precursor del moderno
obtiene de una cosa, en una única doctrina sobre la posible clarÍflca- ncoposit ivismo; y su discinción entre evidencia objetiva y subjetiva pro-
ción de los conceptos. De esta forma, la esencia de las cosa.~ podría hahlcml'tllc in~luy6 hasrante en la crítica de Peirce a Descartes de 1869.

84 85
Si el antiguo positivismo se centraba en la derivación genética de las ntllla que tanta importancia tendría, según Peirce, para el pragmatismo:
ideas a partir de la experiencia sensorial, Wright puso el acento en la «la creencia se remite fundamentalmente a la acción, esto es, a la deci-
preocupación moderna - a veces francamente instrumentalista- sobre lo si{m de la voluntad ... Estar preparado para actuar en función de lo que
que podemos hacer realmente con las ideas: afirmamos es, como en todo el mundo se admite, el único, el genuino,
('1 inconfundible criterio de la creencia... »12• •
.. Nada justifica el desarrollo de principios abstractos en la ciencia, De hecho, Bain se acercó todavía más a la versión específicamente
salvo su utilidad a la hora de ampliar nuestro conocimiento concreto de pdrceana (condicional) del pragmatismo, como puede constatarse en la
la naturaleza. Las ideas sobre las que se funda la mecánica matemática y ~iguiente formulación: «La creencia es la actitud o disposición en que
d cálculo, las ideas morfológicas de la Historia Natural y las teorías de la 1onsiste estar preparado para actuar cuando se presenta la oportuni-
quimicas son de este tipo de ideas frucóferas que «buscan» la verdad y d:td»225.
no son un mero resumen de ella,.21 ' . Esta proximidad resulta también evidente en el siguiente ejemplo:
nuestra creencia en un reportaje sobre Africa se explicita en la afirma-
Aquí se ve una tendencia que parte de Wright y conduce, a través ~ i!'m de que« ... si fuésemos a Africa hariamos ciertas cosas como conse-
de Peirce y James, directamente a Dewey. 1ul.!ncia de la información recibida, 216 • Como el «habit>> peirceano, tam-
Muy moderna resulta también la tesis de Wright sobre la crltica de bién la «belief» de Bain se revela como un a disposición de
la metafísica en su concepto de «closed questions», que no sólo encon- 1omportamiento a partir de la «inducción», que en Bain ciertamente,
traría su eco en Peirce, sino también en Wittgenstein, Carnap y Popper. 1·omo en Hume, conduce a un proceso de asociaciones, que puede
Wríght define este concepto como sigue: ~·nconcrarse también en los animales: «.. . una creencia es una disposi-
rión primitiva a seguir una secuencia, que previamente ya ha sido expe-
«Una cuestión está cerrada cuando tenemos un conocimiento que
rimentada, y a esperar el resultado acostumbrado>> 227 •
impide la posibilidad de una evidencia de su comrario, o también
Bain describe la <<duda» por oposición a «creencia>• y caracteriza
cuando nuestra ignorancia va más allá de los limites de una posible ilus-
tración sobre dicha cuestión. Un conocimiento ontológico de lo sobre-
rstos estados mentales opuestos como sigue: la creencia «es el nombre
natural, o incluso de lo natural - esto es, un conocimiento de algo que para una configuración anímica serena, satisfecha y feliz», mientras que
existe por si mismo e independientemente de sus efectos sobre noso- !.1 duda, por el contrario, es un estado mental «de incomodidad en la
tros- es, de acuerdo con la filosofía experimental, una cuestión 111ayoría de los casos, y a veces la más profunda aflicción humana>> 228 •
cerrada»210 • ( :onsiguientemente, el ser humano está inclinado por naturaleza a esca-
par de la duda y alcanzar el estado de la creencia, que es su estado naru-
Ch. Wright combinaba su versión del positivismo con ideas evolu- t:ll. Tenemos una confianza primitiva en la continuidad de las relacio-
cionistas que tomaba directamente de Darwin - y no de Spencer, a nes actualmente existentes, así como en la continuada efectividad de
quien tenía por un medio metafísico ajeno a la investigación. En su nu¡·srra ·forma de comportarnos. Pero la experiencia nos traiciona y
ensayo uThe Evolution of Self-Conciousness•• intentaba trazar una ~urge entonces la duda, que durará hasta que aparezca una nueva creen-
línea continua entre el instinto animal y la inteligencia humana, y da, esto es, una nueva y segura disposición comporcamental que pueda
explicar los conceptos humanos -y las diferentes épocas o métodos del l.an;r frence a la situación.
pensamiento- «in tcrms of adaptive behavior». Puede afirmarse que en el primero de sus artículos sobre el prag-
Para llevar a cabo este proyecto, Wright pudo encontrar un buen matismo, <<The Fixation of Belien>, Peirce asumió casi en su totalidad
apoyo en la teoría de la «Belief-Doubt» del filósofo escocés Alexander CNt:• rcoría de la BeliefDoubt, mientras que en el segundo artículo,
Bain (1818-1903), que era conocido también entre los miembros del · l low ro Make Our Ideas Clean>, pretendió combinar en cierto modo
<<Metaphysical Club>>221 y cuya obra - según el testimonio posterior de rl principio de verificación de Wright y la interpretación de la creencia
Peirce212- fue divulgada sobre todo por el jurista Nicholas St. John de Bain t:omo una disposición comportamental condicional. Y si consi-
Green, a quien Peirce designaría por ello el «abuelo del pragmatismO>!m· dt'ratnos ahora la síntesis de ambas concepciones sobre el trasfondo de
Bain presentó por primera vez su teoría de la <<Belief-Doubt» en su li~ro ht teorfa Jt: la t:volución, tenemos entonces prácticamente reunidos
The Emotions and the Wil/ (1859). Se encuentra aquí aquella famosa tór- rudos ll)s dcmcnws del pragmatismo popular, tal como lo definiera

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más tarde James -y en ningún modo, sin embargo, el pragmatismo de ,nHatiom>), por ejemplo, en la función de la inferencia en el proceso
Peirce, quien preferiría distinguir su concepción con el término «prag- u •~inito de la interpretación sfgnica. En la teoría del conocimiento de
matidsmo»-. Quien esté interesado en la obra de Peirce deberá tomar l H68, el concepto de verdad aparece como el propio de una teoría
en serio su intención última, anteriormente descrita, de elaborar una 1 acionalista de la coherencia. Al menos no queda claramente explícito

síntesis entre las propuestas sin duda significativas de la nueva fllosofía , (lino la consistencia de una hipótesis, que se supone debe reducir los
británica y las concepciones que desarrolló entre 1867 y 1871 bajo la daros sensoriales a la unidad de una opinión, puede comprobarse no
iruspiración de Kant y Duns Escoto (así como también de Th. Reid, "',lo por referencia a sus premisas, sino también por la contrastación
Hamilton y Whewell129). Peirce jamás quiso presentar el pragmatismo , on los datos sensoriales mismos. Aquí aparece un segundo rasgo carac-
como una filosofía autosuficiente; para él, el pragmatismo era un prin- terístico de la teoría del conocimiento de 1868: el conocimiento, con-
cipio metodológico en e1 marco de su «logic of science» o «theory of ' cbido esencialmente como el proceso supraindividual de la inferencia,
in,quiry>•, una herramienta con la que siempre había trabajado desde .-.~t<Í vinculado a los signos y a una comunidad de comunicación; Peirce
1865230 • En la «Lógica de 1873», que se ha conservado y que fue publi- también se siente inclinado a pensar que el conocimiento, a pesar de su
ca«:Ja en 1958 en el séptimo volumen de los «Collected Papers»131 , se n•t·diación infinita en tanto que proceso inferencia!, tiene su origen
trazan las líneas de esta gran síntesis entre la filosofía anterior a Peirce y t<"mporal en la afectación de los sentidos: pero el conocimiento no
el principio metodológico del pragmatismo. Estos esbozos preliminares parece tener propiamente una función en la vida. En las situaciones
revelan una coherencia arquitectónica que apenas puede apreciarse en , oncretas a las que los hombres tienen que hacer frente aquí y ahora (o
aq_uella popular serie de artículos publicada en 1877/88. Lo que más se frmte a los objetivos que tienen que alcanzar para mantenerse vivos), el
echa ~n falta en los artículos de 1877/8.8 es la doctrina de las categorías l·onocimiento no parece que tenga nada que hacer. En cuanto proceso
y d marco semiótico, que desde el principio tuvieron para Peirce la <JliC se extiende hacia adelante y hacia atrás infinitamente, el conoci-
importante misión de sumi nistrar al pragmatismo una teoría del miento parece tener en la vida únicamente su materia sfgnica, a través
significado232 • Hasta el afio 1903, o quizá mejor 1906, Peirce no repeti- de la cual se orienta hacia su verdadero objetivo: obtener una «ultimare
ría el intento de integrar el pragmatismo en su sistema semiótico gene- opinion», en la que lo real alcanza su más adecuada representación.
ral, intento que por cierto no se publicó13·'. En varios pasajes -como en Aquí la teoría de La BeliefDoubt (divulgada entre los miembros del
el famoso ejemplo de los diamante~- los manuscritos de 1873 ofre- ~Metaphysical Club>> por Green}, con todo su trasfondo biológico,
cen análisis más profundos de la problemática de la <<máxima pragmá- tuvo que darle a un Peirce ya orientado hacia la lógica, un impulso
tica» que los que se encuentran en el famoso artículo de 1878, tal como dl'cisivo para la refundación de su teoría del conocimiento. Esta teoría
veremos más adelante. Consideremos primero la nueva concepción del <'ra capaz de integrar el conocimiento, desde sus formas más primitivas
proceso del conocimiento, gran parte de cuyo mérito debe imputarse hasra el proceso de investigación científica, en el contexto de la vida. La
sin. duda a los estímulos del «Metaphysical Club». ..duda», como turbación del sentimiento de seguridad en el comporta-
ntil·nto, y la «creencia», como restableciemiento de esa seguridad:
.tnthos conceptos constituían un terminus post quem y un terminus ante
2. La nueva « Teoria de la Investigación» (1872173 y 1877188) t¡uml del proceso del conocimiento en el tiempo: en cierto modo, defi-
nlan en cada caso una unidad funcional finita en el proceso infinito del
Si observarnos los artículos del afio 1868 como un todo, se tiene la , onocimiento. Efectivamente, con ello surgía a la vez el nuevo pro-
im presión de que el momento empírico de nuestro choque con la expe- hirma de la relación entre la función vital del conocimienro, en tanto
riencia o, por decirlo de otro modo, la verificación de las proposicio- tJll<' limitado por dudas concretas y sus respectivas nuevas creencias, y
nes:, aún no ha encontrado su verdadero lugar en la teoría del conoci- l11 filllci<'>n infinita del conocimiento, tal como queda definido por el
miento de Peirce. Lo que, e n la terminología de las categorías pl'im:ipio regulativo de la <<Ultimare opinion>> -más aún, tal como
pei¡rceanas, podría expresarse también de este modo: la «Primeridad» trMtila tlcwrminado por la cognoscibilidad de lo real. Pero hemos de
(lo cualitativamente dado en el mundo) y la «Segundidad» (la confron- fCl on<Kcr también que, a pesar de que Peirce no resolvió entonces
tación con los «brute facts») pasan a un segundo término frcnrc a la ~urisE11.: toriamentc la tensión problemática que se deriva de esa relación,
cuidada elaboración de la «Terceridad» («thought>>, «reasoning», «rcprc- dejó la t.:uesti6n sil·mprc abierta hasta que más tarde (en el critica/ com-

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monsensism) estuvo en condiciones de poder establecer una mediación 1,.,r fin confrontados en este ensayo. Esta cuestión conducirá directa-
entre los dos polos. Aquí reside una de las diferencias fundamentales IIH.:nce a la discusión sobre el problema de la verdad, posteriormente
entr: su filo~offa y todas las demás variedades del pragmatismo, que planteada por W. James. En la primera parte del ensayo, a saber, allí
com1enzan Siempre por sacrificar los principios ideales regulativos en donde Peirce define el objetivo de la investigación [«inquiry»] encone-
favor de la función vital del conocimiento. xic'm con la teoría de la BeliefDoubt de Bain, escribe: <<Con la duda,
De la tensión entre la inacabable tarea de la búsqueda de la verdad .onsiguientemente, comienza el esfuerzo [por lograr una nueva cer-
y la función finita del conocimiento en la vida (en la formación de ll..t.a], que cesa cuando termina la duda. De ah1 que el único objetivo
creencias firmes), surge claramente para Peirce un nuevo punto de vista .k la investigación sea el establecimiento de una opinión>>. Y afiade
sobre el problema del método del conocimiento: en el postulado de la !'circe: «tan pronto como alcanzarnos una creencia firme, quedamos
«ultimare opinion», en tanto que representación de lo real, se presu- 1 ompletaroente satisfechos, con independencia de que sea verdadera o

pone n~turalment_e q~e sólo puede haber un método de investigación falsa ... Lo más que puede afirmarse es que buscamos una creencia que
?ormauvamente JUStificado y ••predestinado» a alcan2.ar ese objetivo 1mdremos por verdadera. Pero como consideramos verdaderas todas y
236
1deal. Este presupuesto aparece explícitamente en todos los escritos de 1 ada una de nuestras creencias, es una mera tautología afirmar esto» •
Peirce del primer periodo. Sin embargo, sí se considera la •<fijación de Este pasaje parece acercarnos a aquella teoría de la verdad, defen-
una creencia» desde el punto de vista de aquella función vital que persi- dida más carde por W. James y J. Dewey, según la cual lo verdadero
gue estabilizar el comportamiento humano, se abre entonces el campo dd'e ser idéntico con aquello que nos satisface, esto es, con aquello que
de la enorme diversidad de métodos que ayudan al hombre a alcanzar rn cada situación concreta nos ayuda, nos resulta fructífero, ajusta los
este objetivo «pragmático» y que, de hecho, le han permitido alcanzarlo 111cdios a nuestros fines, etc. Pero casi al final del texto, cuando Peirce
en el curso de la historia. De esta consideración se deriva todavía otra inrroduce el <<método de la ciencia» objetivo como el método definiti-
pregunta: ¿existe realmente, entre estos muchos métodos, sólo uno vamente normativo de la investigación, escribe:
capaz de hacer verdaderamente justicia tanto a la función vital finita
del conocimiento como a la tarea infinita de la búsqueda de la verdad? <<... el método deberla ser tal que la última conclusión d e cada ser
O, más aún: ¿existe realmente una tendencia en la historia que, par- humano sea la misma>~ .
tiendo de la función vital del conocimiento, esto es, de la estabilización
de la creencia como disposición componamencal, converja finalmente (En la revisión del texto de 1903 se precisará: «Ü sería la misma si
en la tarea de la búsqueda de la verdad? la investigación se prolongase lo suficiente»). Y Peirce continúa:
Estas preguntas configuran el horizonte temático en el que habría
de desarrollarse la nueva <<teoría de la investigación>> en 1872/73 y que «Tal es el método de la ciencia. Su hipótesis fundamental, expresada en
Peirce publicaría por primera vez en el ensayo «The Fixation of Beliefi> un lenguaje más coloquial, es ésra: existen cosas reales, cu~ _característi-
(1877). cas son completamente independientes de nuestras optn~ones sobre
ellas; estas realidades afectan nuestros sentidos según determinadas leyes
y, aunque nuestras sensaciones son tan distintas como lo son nuestras
relaciones con los objetos, no obstante, tomando en cuema las leyes de
a) «The Fixation ofBeliefi> (1877) la percepción, podemos cerciorarnos mediante razonamiento de cómo
son verdadera y realmente las cosas; y cualquier ser humano, si tiene la
Este artículo de las series del Popular Science Monthly, muy sinto- suficiente experiencia y reflexiona lo bastante sobre ello, llegará a la
mático del giro pragmático que se había operado en la <<teoría de la tínica conclusión verdadera»m.
investigación», fue caJificado con cierta justicia por Murray Murphey
corno <<uno de los ensayos más curiosos y menos satisfactorios de los Esta definición de la verdad se corresponde exactamente, en la crí-
escritos por Peirce»m. Pero con la misma justicia cabe situar este ensayo tica del sentido, con la definición de la realidad de 1868 y 1871; y
entre las obras peirceanas más interesantes y fructíferas para la historia como tal correspondencia, vuelve a repetirse explícitamente en el
de la filosofía. Ambas valoraciones encuentran su razón última en la aiguientc ensayo, <<How to Make Our Ideas Clear» (1878), en donde se
tensión, anteriormente sefialada, entre dos motivos opuestos que se ven deducirá, como definición, a partir de la «máxima pragmática»238 •

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Frente a la definición tradicional de lo real como lo absolutamente d ~:sinteresada descripción y evaluación del comportamiento humano
independiente de nuestras opiniones actuales, esta definición se presen- m n las intenciones genuinas de los seres humanos; o, dicho de otro
taba ya en 1871 como su equivalente en el contexto de la crítica del 111odo, que olvidó confiar en la capacidad de los hombres para recono-
sentido y como su complemento positivo239; en 1878 quedaría definiti- ' rr la diferencia -por él mismo establecida- entre lo que de hecho se
vam ente caracterizada como la <<superación» pragmatista de la defini- puede alcanzar (una creencia fume) y lo que seda la verdad absoluta (la
ción abstracta de lo real240 • Obviamente, esto apenas tiene nada que ver nmvicción última ideal de cualquier investigador). Este olvido sistemá-
con lo que, a partir de James, se ha venido en llamar habitualmente la tico de la capacidad crítica del ser humano parece ser característico de
«definición pragmática de la verdad», por cuanto que ésta, dado su todos los «desenmascaramientos» naruralistas de la actividad intelectual
carácter ideal normativo, queda por principio al margen de cualquier (i.c., regida por ideales) del ser humano242 • No cabe ninguna duda de
«reducción» a opiniones reales o incluso a consecuencias prácticas. Esta que Peirce sucumbió en 1877 a una sutil variedad de esta falacia naru-
definición no sólo se encuentra en perfecta armonía con la intención ' alista 243 • Donde mejor puede estudiarse la naturaleza de su error es pre-
absolutista del concepto tradicional de verdad como correspondencia, ' isamente en su crítica a Descartes, que Peirce creyó poder derivar
sino que revela incluso la pretensión metodológica de aquella idea de la inmediatamente de su definición del objetivo de la investigación.
v~rdad qu~ quercfa eliminar a priori todo relativismo en las experien- Ya en el segundo de sus ensayos de 1868, Peirce había argumentado
Cias senson ales particulares y, consiguientemente, en las verificaciones r·n contra de la duda metód ica de D escartes e n los siguientes
concretas. La definición peirceana, por el contrario, satisface esta fun- tt\rminos244 : en la investigación científica no se puede partir nunca de
ción regulativa por medio del principio de convergencia inmanente a una «duda total y absoluta» o de un «escepticismo radical». Este «forma-
ella, que opone a cualquier relatividad concebible en la experiencia la lismo» es «una mera ilusión>> y jamás puede conducir a una verdadera
fue rza del pensamiento inferencia! «in the long run » 2~ 1 • Ahora bien, all\pliación del conocimiento. Cuando comenzamos a estudiar un pro-
¿cómo puede concordar esta definición normativa de la verdad, propia hlt:ma, hemos de «empezar con todos los prejuicios» que de hecho
de un optimismo racionalista, con la tesis, derivada de la teoría de la tmemos y esperar esa «duda real» que surgirá en el curso de la investi-
Beliif-Doub:, de que los hombres no buscan en absoluto una opinión gación y que nos conducirá a ulteriores análisis concretos. A la visra de
ve~dadera, smo sólo aquella que les ayuda a superar sus dudas y, consi- csre proceso de investigación que procede a partir de dudas reales y cre-
gUientemente, les permite estabilizar su comportamiento? c·ncias sustantivas, la duda cartesiana es «Un acto preliminar tan inútil
. ~~ primera clave para responder a esta pregunta es el principio del romo querer ir a Constantinopla y dirigirse primero al Polo Norte para
falibthsmo, al que ya hemos hecho mención en numerosas ocasiones. !.ajar desde allí a lo largo de un meridiano». Peirce retoma este argu-
Peirce está convencido de que las opiniones que los seres humanos pue- lllt:nro en el ensayo de 1877 e intenta fu ndamentarlo en el principio de
den elaborar aquí y ahora (incluso en la ciencia), nunca pueden identi- que nadie puede dudar de una creencia firme, previamente establecida,
ficarse con la verdad en el sentido de la «final opinion». De ahí su afir- r·n aras de la verdad absoluta24s. Una vez que se han aplicado todos los
mación _de que los hombres quedan satisfechos con cualquier opinión nircrios de experiencia disponibles a un problema concreto, la creencia
establecida, «con independencia [en el sentido de la definición norma- que consiguientemente haya quedado establecida - sea verdadera o
c~va) de que sea verdadera o falsa». Pero esta respuesta no basca para cla- t:.lsa- resultará en la práctica indubitable, y cualquier duda meramente
nficar completamete aquella tesis específica y sin duda aparentemente llll"tódica o formal no podrá hacer nada en contra de esa creencia.
ex~raña, de~ pasaje citado en la primera parte del ensayo. Puesto que No es preciso encarecer la enorme influencia que esta crítica a Des-
Peirce no dtce que el ser humano obtiene únicamente creencias firmes ' arres ha tenido en la época de la fllosofia existencial y del pensamiento
y no la verdad; lo que afirma es que el ser humano busca sólamente his16rico-hermenéucico246 • La duda metódica de Descartes no puede ni
~na ~reencia firme que le satisfaga, y que «el único objetivo de la inves- sustituir de hecho a la duda real y motivada, ni generar a partir de ella
ngactón es el establecimiento de una opinión>>. Parece esconderse aquí ningtín motivo de duda concreto y sustantivo; como tampoco puede el
una contradicción evidente entre el comienzo y el final del ensayo. llounado criterio de evidencia subjetivo (reflexivo) - que Peirce también
. . E~t~s afirmaciones aparentemente extrañas pueden interpretarse, a , rilica 147- apoyar nuestras creencias concretas más allá del criterio de
m1 JUIC10, desde dos perspectivas distintas: ante todo, puede conjetu- t'vidcncia objetivo. En esta argumentación, Peirce vuelve a olvidar que
rarse que Peirce simplemente confundió el resultado de su propia y él mismo - en tanto que falibilista- está en condiciones de poder man-

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tener una fuerce reserva crítica respecto incluso de las creencias más
lwcho el establecimiento de creencias firmes y satisfactorias. Peirce
comprobadas y más indubitables en la práctica. ¿Tendría algo que ver
uln..:ce incluso una definición más precisa de los criterios de configura-
esta reserva formal -que, según nos asegura Peirce en repetidas ocasio-
' i.'ul de las creencias que todo ser humano persigue, una definición que
nes, es lo que constituye el espíritu mismo de la creencia- con la duda
r \ ncurral, en el sentido arriba indicado, respecto de todos los métodos
metódica y formal de Descartes? En efecto, Peirce simplemente olvida posibles de «fijación de creencias>> y que, al mismo tiempo, hace visible
aquí la diferencia entre los niveles de reflexión científico y ftlosófico: rl morivo real de una diferenciación de métodos. Dice así:
profundamente comprometido con el análisis de las condiciones del
proceso concreto de investigación, no reflexiona sobre las condiciones «Ciertarneme, lo mejor para nosotros es que nuestras creencias sean
de posibilidad del propio análisis científico248• Deberíamos considerar tales que puedan guiar fielmente nuestras acciones para poder satisfacer
entonces si la duda metódica y radical de Descartes, aun cuando no así nuestros deseos; y esta reflexión nos hará rechazar toda creencia que
fuera capaz por sí misma de inspirar o motivar ninguna investigación no parezca estar constituida para garantizar ese rcsultado»2l0.
concreta, no ha generado de hecho una nueva disposición general de la
humanidad hacia el más elevado nivel de reflexión; ese nivel de refle- Con esta formulación Peirce no está introduciendo una teoría de la
xión que ha permitido no sólo poner en cuesción cualquier tipo de vndad en el sentido del pragmatismo popular, sino simplemente norn-
dogma, sino desarrollar también proyectos de investigación que no 111 :~ndo el criterio mediante el cual el ser humano -mucho ames de
podían detenerse en comprobaciones particulares; ese nivel de refle- r~tar en posesión de un concepto filosófico de la verdad- establece y
xión, en fin, que abrió las puertas precisamente a esa comunidad de debe establecer sus creencias. Pero este criterio pragmático, según el
experimencación con la que soñaban Peirce y Dewey. De hecho, el pro- ~·11al nuestra conducta se dirige hacia la satisfacción de nuestras inten-
pio Peirce identificó este problema en su concepción posterior del «Cri- dnnes de comportamiento, sigue siendo adecuado y oportuno cuando
tica! commonsensisrn», e intentó reconciliar la posibilidad de una •r quiere formular una definición filosófica de la verdad, normativa-
reserva formal sobre cualquier creencia con la indubitabilidad práctica IIH"nte válida, que no se quede en la mera abstracción, sino que pueda
de la creencias que han sido suficientemente comprobadas24' . ~rrvir de principio regulativo para la evaluación de las creencias. Así lo
El motivo justificado de la crítica de Peirce a la duda formal reside r111 icnde Peirce en su definición de la verdad en el sentido de máxima
en su rechazo de la pretensión cartesiana de alcanzar, mediante esta pr.•gmática, tal como lo expresó en una noca de 1903 añadida al texto
duda, un fondamentum inconcussum a partir del cual seda posible dedu- c¡11c· venirnos comentando251 :
cir a priori cualquier creencia empírica concreta -o incluso todas ellas-.
Teniendo esco en cuenta, es fácil ver ahora, bajo otra luz, la peculiar tesis "··· la verdad no es ni más ni menos que aquel carácter de una proposi-
peirceana de que el objetivo de la investigación no es la verdad (abso- ción [proposition} que consiste en que la creencia en dicha proposición
luta), sino (únicamente) el establecimiento de una creencia: para el teó- no~ conduciría, con la suficiente experiencia y reflexión, a un comporta-
rico faübilista de la ciencia, que sabe distinguir entre el objetivo ideal de miento tal que tendría que satisfacer los deseos que entonces tuviése-
mos. Decir que la verdad significa algo más que esto es decir que no
la investigación y las creencias a las que de hecho podemos aspirar y que
tiene significado en absoluto».
son siempre provisionales, el problema que ha de plantearse es, por un
lado, qué objetivo alcanzable en la práctica puede entonces fijarse aquí y
Fsta definición no supone de ningún modo una reducción de la
ahora el investigador y, por otro, qué criterios pueden ser los adecuados
verdad a la utilidad subjetiva y arbitraria del ser humano. En primer
para dictaminar si en la solución de un problema se ha alcanzado o no
htHar, f>eirce limita la utilidad de una creencia verdadera justamente a
realmente el objetivo de la investigación. En esta coyuntura, Peirce desea
lus consecuencias prácticas que están implicadas en la creencia en cues-
obviamente llegar a una definición del objetivo de la investigación que,
tl6n, si es verdadera. (Por ejemplo, la creencia de que soy inmune a las
ante codo, sea neutral respecto de la diferenciación histórica de los
heridas no resulta verdadera por el h echo de que, creyendo en mi
métodos, pero que, al mismo tiempo, abra un campo de juego lo sufi-
illlllunidad, lleve a cabo valerosas hazañas -ésta serfa una perspectiva
cientemente amplio como para permitir comprender esta diferencia-
m ~s propia de W. James-, sino porque de hecho no pueden hcrirme_en
ción. Esta definición, antropológicamente neutral, la encuentra l'll el
pasaje que hemos citado, según el cual los seres humanos busl:an dt·
lií b11talla - lo lJUC se corresponde con el criterio operativo de una venfi-
eaclón ciemHica, que Pcircc llegó finalmente a concebir-. Este es preci-
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samente el criterio que debió guiar el comportamiento experimental 111.111o métodos. El «método de la tenacidad», de acuerdo con el cual el
del hombre desde tiempo inmemorial y que Scheler denominó «el itulrviduo se adhiere a una opinión que ha sido previamente establecida
saber del trabajo» [«Arbeitswissen»]) . En segundo lugar, la definición y permanece fiel a ella contra coda influencia exterior, es, en cierto
peirceana de la verdad tampoco implica una «reducción» de la verdad a tundo, el más evidente y sencillo. Funciona bastante bien en aquellas
los criterios operativos objetivos de la verificación de una creencia. Esta ~1e.r~ írttimas de la construcción de creencias últimas en las que difícil-
sería también una perspectiva más propia de James. Por el contrario, en llll'lll t: puede aplicarse una verificación o falsación exteriores253 • No obs-
la formulación de la defmición de Peirce no es gratuita la complejidad h111fl·, este método resulta insostenible en la práctica porque aisla a los
gramatical de los llamados condicionales concrafácticos252: la verdad de •r• ~'·' humanos, lo que es incompatible con las condiciones sociales de
una proposición no tiene que probarse en determinadas comprobacio- 111 rxistencia: «El impulso social va contra ello... Salvo que queramos
nes prácticas, ni tampoco puede en principio probarse exhaustivamente tl•nwnirnos en ermitaños, nos influenciamos necesariamente los unos
en tales comprobaciones fácticas; pero, si se cumpliesen ciertas condi- 11 1.. , otros en la construcción de opiniones; de manera que el problema
ciones, probarla su verdad en una continuada tendencia a la satisfacción fi , (amo fijar una creencia, no sólo paca el individuo, sino para toda la
~"'" '"údad>> >~ .
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de nuestros deseos lógicamente justificados. Una definición pragmática
de la verdad, según Peirce, debe satisfacer al menos lo siguiente: debe El método que surge a continuación - para Peirce tanto desde una
explicar el sentido posible del predicado «verdadero•> de tal modo que pc• ~pl·ctiva histórica como sistemática- es aquel que transfiere la fuerza
nos proporcione los criterios que nos permitan reconocer en la práctica 't" la 1cnacidad y su resistencia frente a las influencias perturbadoras al
si una proposición es - probablemente- verdadera2s2• • Al formular en el B.t.,dn en tanto que «gran sujeto general». Se trata del «método de la
ensayo de 1877 -o más bien en la revisión de 1903- una definición de auwridad» que, por lo que respecta al menos a las concepciones más
la verdad en la práctica tan útil, nos está ofreciendo el complemento Alndamentales sobre el mundo, fuerza un consensus catholicus a través
pragmático de su definición (crítica del sentido) de la realidad y de la fk instituciones como el «magisterio>>, la «Inquisición», la t<Censura»,
verdad en términos de la «ultimare opiniom>. Con ello, no sólo muestra tt~. y que, a través de una adaptación progresiva a todas las experien-
lo que serfa en última instancia -idealiter- la verdad, sino también tlll~ totidianas periféricas del ser humano 25 \ consigue mantener el
cómo puede el ser humano reconocer aquí y ahora si se encuentra ord•·n efectivamente establecido. Peirce no oculta su respeto por las
-metodológicamente- en el camino adecuado para alcanzar aquella inH•t·nsas conquistas históricas de este método, que ya en 1868/71 veía
verdad absoluta. lt¡u,uligmáticamenre representadas en la época de la escolástica y de las
No obstante, como ya hemos señalado, Peirce entiende la defini- jl'illldl"s catedrales. Lo que más le impresionaba era la idea directriz del
ción del objetivo de la investigación (tomando aquí la investigación en ;,mmsus catholicus como tal256• Sin embargo, paca Peirce el t<método de
su más amplio sentido antropológico), iniciada a partir de la duda real, la tlllloridad» fracasa «in the long run» por dos factores exteriores que
como una definición capaz no sólo de hacernos comprensible el desa- tJrvit·nm paca generar argumentos internos contra él. El primero de
rrollo final del método científico-experimental de investigación, sino fllus argúmenros es que 1<ninguna institución puede pretender regular
también incluso los intentos precientíficos (insatisfactorios a largo túdt~~ las opiniones» 2s7 • Esta circunstancia no basta por sí misma paca
plazo) de ttfijación de la creencia». Estos intentos, según Peircc, deben Introducir limitaciones en las funciones del tcmétodo de la autoridad»,
al menos parecer estar constituidos de tal modo que «nos permitiesen ptru 1:111 pronto como la semilla de la duda se haya introducido en la
confiar en nuestras acciones paca satisfacer nuestros deseos». Esta refle- tondcncia de la pequeña élite intelectual258 , comenzará a ponerse en
xión le ofrece a Peirce la posibilidad de deducir tipológicamente, a par- eueuión la verdad de las opiniones autorizadas, hasta entonces tenidas
tir de una misma raíz antropológica, los diferentes métodos, científicos ~f rvitknrc.:s. Esa élite llegará entonces a intuir que <<no hay razón
y no ciencfficos, de ttfijación de una creencia» y, consiguientemente, i!JUIIa para rcner en mayor estima las opiniones propias que las de otras
hacer comprensible el desarrollo histórico desde los métodos precientí- nac:iunt·s o las de.: otros siglos» 259 • Más aún, ctllegarán a darse cuenta de
ficos a los científicos. que 1111a duda como ésta deberán aplicarla a rodas las creencias que
No podemos abordar aquí la deducción y caracterización de.: t:ada h11yun sido l'.~Lahlecidas arbitrariamente, bien por los individuos mis-
uno de los cuatros métodos de <tfijación de la creencia», pero sí quere- mot, bien por aquellos gue crean y controlan la opinión pública» 260 •
mos sefialar el movimiento dialéctico que determina la suct:sión dc los Con dlu, sin en\hargo, aparece una nueva exigencia metodológica para

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el «establecimiento de una opinión». Esta ya no será únicamente una • '1 wricncia sensorial (la categoría <(Segundidad»), y la teoría, desarro-
11 >~.1 ., por él mismo en 1868, de la inferencia sintética de la estructura
técnica de estabilización del comportamiento, sino que habrá de aporcar
un criterio que permita también «decidir qué proposiciones son aquellas 'curr:1l de la realidad (la categoría (<Terceridad>>) 267 • Peirce postula explí-
cltJtucnte la necesidad de esta síntesis cuando afirma: (<Nuestra perma-
en las que debemos creet>>16 ' . D e ahi surgirá el método de la discusión
Hrtu ia exterior no sería, en nuestro sentido, verdaderamente exterior si
dialéctica, ese método del conocimiento propio de la filosofía especula-
f!ituvi cra limitada en su influencia a un solo individuo. D ebería ser
tiva que se remite sistemáticamente a la razón como medida de todas las
11l~o que afectase, o que pudiera afectar, a todos los hombres. Y, si bien
cosas.
tJ • ierto que estas afecciones son necesariamente can variadas como lo
Tras este último giro de la argum entación peirceana, cabría esperar
11111 las condiciones de cada individuo, el método debería ser tal que la
que este nuevo método de discusión racional debiese conducirnos, tras
Ultima conclusión de cada ser h umano fuese la m isma. (0 sería la
el consensus dogmático alcanzado ya por el método de la autoridad, a
llll~tna si la investigación se prolongase lo suficiente)»268 •
un nuevo consensus catholicus que verdaderamente vinculada ahora a
Aquí vuelve a establecer Peirce su antigua definición crítica del
todos los hombres. De hecho, en la «Lógica de 1873» Peirce había cali-
•rnt ido y normativa de la realidad (o de la verdad), y también se ve
ficado este tercer método como el de la <<opinión pública» 262 • En su
d .uo cómo se logra, mediante el pri ncipio de convergencia, la síntesis
argumentación de 1877 se demuestra, sin embargo, q ue el método de
tlllt e esta definición de la realidad, en su sentido general y concebible
la razón especulativa nos conduce de nuevo al aislamiento característico
(; l(·rceridad»), y la exigencia planteada por el método experimental de
del primer método, si bien esta vez se trata del aislamiento de los pen-
""·' determinación externa del pensamiento a través de una evidencia
sadores y de sus sistemas filosóficos. La razón de ello, según Peirce, t;1111111ndente de la experiencia («Segundidad») 169; de acuerdo con este
reside en el hecho de que la presuposición última del método especula- principio, el pensamiento inferencia!, interpretando los datos de la
tivo es la aceptación de un principio único, a partir del cual todo cono- : txprriencia y sus correspondientes condiciones subjetivas en tanto que
cimiento válido puede ser deducido a priori. Pero, si lo consideramos tlgnos, dirige las contundentes pero siempre relativas evidencias de la
m:is detenidamente, veremos que tras este principio último subyace un nperiencia hacia el conocimiento de lo real, tal como es en sí y para
criterio de preferencia estética: ha de resultar agradable a la razón nosotros. Así pues, la exigencia de este cuarto método de fijación de
[»agreeable to reason»)263 • Y es precisamente este presupuestO, en última ttrrrtcias consiste, literalmente, en hacer valer el dictamen de la natura-
instancia incontrolable, el que hace fracasar el «método a priori»264 en el let.t · cuya voz se hará oír metodológica y experimentalmente- en el
establecimiento de una opinión265 • d i~logo de la «comunidad ilimitada» y en su infinito proceso semiótico
En la medida en que los p rincipios racionales de los filósofos dr interencia. Cuando se logre esto, se estará por fin en el camino hacia
apriorísticos sirven sólo para resolver sus propias dudas, pero no las de l11 .. final opinion». Más aún, se podrá incluso alcanzar un consensus
los demás, y dado q ue esta regresión a la creencia dogmática - la misma rt~tholicus, una satisfactoria fijación de las creencias que agota todos los
que se producía con el método de la autoridad- tampoco es capaz de c;ritnios disponibles en la com unidad experimental de investigadores y
apaciguar la duda filosófica una vez que ha surgido, aparece entonces mant icne, desde el principio, una reserva falibilista. Resulta difícil resis-
como inevitable la necesidad de un método completamente nuevo para tlr~c aquí a la impresión de que Peirce consigue aquí «apresar su tiempo
la fijació n de las creencias: llil épm:a de la ciencia) en pensamientos», una época aún vigente y que
au..:c.-dc a la época de los grandes sistemas y de los necesariamente indi-
«Para resolver nuestras dudas es necesario, por tanto, encontrar un vl~ualcs creadores del pensamiento en quienes el absoluto se revelaba a
método que permita determinar nuestras creencias a través de algo que
no sea humano, sino más bien en función de una cierta permanencia lf mi.mlO.
. Si se compara, desde el punto de vista pragmático adoptado por
exterior - algo sobre lo que nuestro pensamiento no tenga ninguna
l 1cir~·c, el «método de la ciencia>> con los métodos precientíficos
influencia (pero que, a su ve:z., tienda a influenciar constantemente nues-
tro pensamiento)->>266
dr fijaciém de creencias, se verá entonces que su superioridad consiste
r.n l]llc, por primera vez, se atiende a la fun ción vital de la creencia, que
Peirce intentará elaborar una síntesis entre el aspecto categorial de dc~(ansa en el establecimiento de una regla de comportamiento
la realidad, que se hace valer leg~timamente en el choque exterior Jc la (•lllthir») <¡uc se prueba a sí misma a largo plazo. A diferencia de los

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libilidad, que las ideas debían ser claras. Que pueda existir una diktc·n
modos de proceder precientíficos, el método científico agota todos los
cía entre una idea que parece clara y otra que lo es de hecho, es algo que
criterios prácticos de confirmación de una creencia, disponibles en ese
jamás se le ocurrió»271•
momento, antes de que la creencia quede defmitivamente «fijada>>. Este
es el resultado pragmático del ensayo La fijación de una creencia. Puede
Para el propio Peirce, la definición típica de la claridad de una idea
ser, no obstante, que el examen previo de los criterios posibles de con-
-en el sentido de que esa idea no puede «confundirse» con otra- se
firmación de una creencia como disposición de comportamiento, no
reduce a la mera familiaridad con el uso habitual de esa ideam. Tam-
sólo sea necesario para su «fijación», esto es, para evaluar la verdad de
bién ?es:arces ~ebi6 de percatarse, como sospechaba Peirce, de que la
una opinión, sino ya incluso antes, para evaluar su posible sentido.
conciencia de 1deas claras no evitaba que los hombres asociasen a
Con este paso en la reflexión -que, por lo demás, nos remite a la radi-
cal distinción entre la cuestión del sentido y la cuestión de la verdad en dichas ideas opiniones conrrarias. Por esa razón hubo de distinguir el
el pensamiento post-wittgensteiniano-270 , vamos a efectuar más fácil - criterio añadido de la «distinción», con el que habría querido dar a
mente la transición desde la primera hacia la segunda y más conocida entender que las ideas «debían superar la prueba de un examen dialéc-
partida de nacimiento del pragmatismo. tico» que, sin embargo, <<nunca sería capaz de arrojar luz sobre los pun-
tos oscuros asociados a ellas» 273 • Leibniz habría intentado precisar un
poco más este último punto remitiéndose al método tradicional de la
b) How to Make Our Ideas Clear (1878) definici?n ~~ la logica y situando allí la «distinción» de un concepto en
la «analizabtltdad completa» de su definición27~ .
El segundo ensayo de la serie de 1877/78, Cómo clarificar nuestras Peirce admite que el método abstracto-analítico de la definición,
ideas, tiene una clara función en el contexto de la «teoría de la investi- propio de la lógica, es el más adecuado «para establecer un orden en
gación>>: completar de tal modo el análisis de la definición que vimos nuestras creencias actuales» y por ello los diccionarios cumplen bien su
realizado en la «teoría de la realidad>> de 1868/71, que se haga justicia función «cuando hacen de la familiaridad con un concepto el primer
al «método de la ciencia», tal como quedó caracterizado en el primer paso hacia la claridad de la comprensión, y de su definición el
ensayo de la serie. Es decir, debe mostrar cómo los criterios experimen- segundo» 275 • Pero lo que Peirce desea es obtener, sobre la base de los
tales de verificación científica pueden aplicarse incluso al método principios establecidos en el primer ensayo de la serie, un método de
mismo de la definición. En esta tarea se revela un cieno paralelismo en definición capaz de alcanzar «un grado de claridad de pensamiento más
la construcción de los dos primeros ensayos de la serie del pragma- elevado» que el de la «distinción» de los lógicos implantado desde Des-
tismo. En ambos se persigue, en última instancia, la elaboración de un cartes y Leibniz276• A continuación, Peircc recapitula los principios de la
nuevo método científico sobre el trasfondo del resto de los métodos teoría de la BeliefDoubt en una detallada descripción, tanto desde el
que han ido quedando obsoletos. En el segundo ensayo, que tiene punto de vista psicológico como fenomenológico. No obstante, al plan-
como objeto el método de la definición, los métodos prerracionales no tear el nuevo mét~o de la clarificación del sentido, la pegunta relevante
desempeñan ningún papel, puesto que no conocen ninguna defmición ya no es cómo obtener una creencia firme (es decir, la cuestión de los
en absoluto. Así, el segundo ensayo comienza con una breve descrip- criterios pragmáticos de verdad), sino más bien qué es una creencia
ción del método apriori tradicional de la definición o clarificación del
~irme de acuerdo con su función en la vida (es decir, la cuestión de su
sentido en general. Como en 1868 y de nuevo en 1877, Peirce se
sentido pragmático). Peirce responde a esta pregunta con una metáfora:
enfrenta también aquí a Descartes, distanciándose de su exigencia de
«representaciones claras y distintas». Si ya entonces había desacreditado Una creencia «es una semicadencia que cierra una frase musical en
el principio subjetivo de evidencia -que, para Descartes, debía reem- la sinfonía de nuestra vida incelectual ... El resultado final del pensa-
plazar el principio de la autoridad de la escolástica- como criterio de miento es la manifestación de una voluntad...»
verdad, ahora lo pondrá en cuestión incluso como criterio de sentido:
La esencia de la creencia [«belief»], entendida como una semica-
«Pero puesto que, evidentemente, no todas las ideas son verdaderas,
[Descartes) se vio llevado a considerar, como primera condición de infa- dencia entre el comienzo del proceso del pensamiento y su resultado

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final, puede caracterizarse ahora por medio de tres atributos de la lwhaviorista del sentido (p. ej., en la lingüística), cuando se dictaminase
creencia: <JIIl' la existencia de un comportamiento uniforme (p. ej., el de los
~!.,hi a ntes de una lengua) está en relación directa con las manifestacio-
«En primer lugar, es algo de lo que somos consciente, en segundo lw.~ o expresiones cuyo sentido está en cuestión (como, por ejemplo, en
lugar, apacigua la exasperación de la duda y, en tercer lugar, implica la 1111 <<juego de lenguaje» wittgensteiniano como unidad de forma de
introducción en nuestra naturaleza de una regla de comportamiento o, vida, uso del lenguaje e interpretación del sentido del mundo 280). En
dicho más brevemente, de un hábito»m. r'tos casos, sin embargo, se está presuponiendo tácitamente que el
1 n111porcamiento que se está observando está vinculado a la expresión
Es fácil ver cómo estas eres propiedades se corresponden con tres •uyo sentido hay que juzgar mediante una regla que se corresponde
valoraciones filosóficas de la creencia muy diferentes entre sí: la con- rx.actamente con la comprensión normativamence correcta de la expre-
ciencia subjetiva de la creencia es el punto de partida y la base de una -il'111 de un sentido. Y el hecho es que este presupuesto no es en abso-
filosofía introspectiva de la evidencia al estilo de Descanes278 ; el apaci- luw evidente. Precisamente en aquellos casos críticos con que nos
guamiento de la exasperación de la duda se corresponde (como obje- ruwncramos en el campo de la filosofía y de la historia de las ideas, es
tivo psicológico de la investigación) con el problema pragmático de la ,londe se revela en roda su problematicidad lo que pueda ser <<la com-
verdad, que ya había sido tratado en el ensayo ~<La fijación de la creen- ptt'llsión correcta de la expresión de un sentido». Por ejemplo, cuando
cia»; y la introducción de una regla de comportamiento ofrece ahora el d tl"ma que se discute es cuál es el verdadero sentido de las doctrinas de
punto de partida para la elaboración de una teoría de la definición o, lo lln metafísico o del fundador de una religión, entonces, al orientarnos
que es lo mismo, de la clarificación del sentido. De hecho, Peirce uti- hucia las consecuencias prácticas de sus doctrinas, estaríamos legiti-
Liza este punto de vista al presentar por primera vez lo que más tarde se mando (como criterio de sentido), entre otras cosas, aquellas controver-
denominará la «máxima pragmática», y lo hace por cierto con el mismo IÍils vacías e incluso aquellos conflictos armados que la crítica del sen··
tono espontáneo y casual con el que ya había sugerido indirectamente tido querría mostrar como carentes de fundamento.
este concepto en su recensión sobre Berkeley: En realidad, nada está más lejos de la intención de Peirce al intro-
Jm·ir la «máxima pragmática>>de la clarificación del sentido, que la sus-
«La esencia de la creencia es el establecimiento de un hábito; y las
titttt·i6n de la comprensión del sentido de las ideas por la observación o
distintas creencias se distinguen justamente por los diferentes modos de
comportamiento a que dan lugar. Si las creencias no se distinguen en t!nt ripción de sus consecuencias fácticas. Más aún; como lógico asume
este aspecto, si apaciguan la misma duda, produciendo la misma regla 411r los <<modos de acción» (que determinan un criterio para analizar
de comportamiento, entonces es imposible que meras diferencias en el lu~ •<ripos de creencias»), se siguen precisamente de aquellas creencias
modo de concebirlas en la conciencia den lugar a creencias efectiva- uc acuerdo con una regla que se corresponde con la correcta compren-
mente distintas ...»279• Alón de esas creencias. (Para Peirce, la correcta comprensión de una ere-
enria significa su interpretación adecuada por medio del pensamiento
Si consideramos más detenidamente esta formulación de la lttlrrmcial). Ciertamente, se podría objetar aquí que si la ~<máxima
«<máxima pragmática», veremos cómo ella misma se protege de los rr¡¡gmática» de la clarificación del sentido presupone ya la correcta
malentendidos que habrían de conducir inmediatamente al pragma- comprensión del sentido, sería entonces contradictorio pretender una
tismo popular y al más burdo conductismo. Cuando se lee que ~·las dis- elnrifkación metódica del sentido con ayuda de aquellos comporta-
tintas creencias se distinguen justamente por los diferentes modos de mirruos que se siguen de una creencia. Para decirlo brevemente: el
comportamiento a que dan lugar», podría concluirse fácilmente que la prngmacismo semántico, en canto que método de la comprensión, des-
cuestión de si estamos o no ante creencias distintas deberfa decidirse on.~a t'n un círculo lógico. Pero este argumento, que goza de una gran
mediante la observación (y la descripción exacta) de aquellas acciones pnpularidaJ, alude en este caso -como casi siempre que se presenta en
que efectivamente se derivan de las creencias en cuestión. Este princi- ~m~xtos lógicos no triviales- a la confusión entre el legítimo circulus
pio («por sus frutos los conoceréis») bastaría, de hecho, para dilucidar ,frtll'lllomJ de la lógica sintética y el circulus vitiosus de la lógica deduc-
las creencias humanas en muchos casos de la vida cotidiana. E incluso rlv¡¡, t¡uc t·vidcnremente hay que evitar281 • De hecho, el singular descu-
serviría realmente como criterio fundamental para la investigación brimiento de Pcirce consiste precisamente en reconocer que la; com-

102 103
prensión del sentido de un concepto o de una proposición sólo puede namiento lógico del que más tarde necesitaría echar mano para defen-
profundizarse a través de una «representación» («Vorstellung») -obte- Jer su versión del pragmatismo:
nida por un experimento mental, no por observaciones empíricas- de
las consecuencias prácticas (incluyendo las posibles observaciones <<Ahora bien, la identidad de un hábito depende de cómo puede
empíricas) que «se derivarían» de una comprensión correcta. A mi jui- conducimos a actuar, no meramente bajo aquellas circunstancias que
cio, estamos aquí ante una versión del «CÍrculo hermenéutiCO>> descrito probablemente surgirán, sino bajo aquellas que podrían surgir, con
por Dilthey o, para decirlo con Hegel, de la «mediació n>> dialéctica, independencia de lo improbables que puedan sellOu..
que ha asimilado el nuevo momento de la mediación precedente de la
comprensión del sentido a través de la praxis futura282 • Aquí Peirce expresa claramente que el hábito ~ue, por así decirlo,
En su ensayo de 1878, Peirce aún no había descrito la «máxima encierra el secreto del significado- no es una consecuencia fáctica que
pragmática» con aquel refinamiento lógico con el que posteriormente podamos esperar con cierta probabilidad, sino más bien una guía norma-
intentaría defenderla, en nombre del «pragmaticismo>>, frente a las sim- •iva para toda acción posible cuya función regulativa universal puede y
plificaciones populares. Del mismo modo, puede verse que incluso las debe anticipar el intérprete de una idea en un experimento mental. En
formulaciones del pragmatismo de 1878 deberían interpretarse única- una nota a pie de página de 1893, Peirce acentúa aún más la diferencia
mente en la línea de la <mormative science>> (que sólo quedada estable- mtre el hábito entendido como «condicional contrafáccico>} y como el
cida como tal en 1903). Podemos aplicar esto, por ejemplo, a la mnjumo de «resultados concretos esperados>>, al añadir la siguiente aco-
segunda formulación fundamental del pragmatismo que, por cierto, tación: <<Con independencia de que [la circunstancia] sea contraria a toda
parece haber constituido también un punto de partida para el desarro- nperiencia previa>>. Incluso entonces, el hábito (en el que está implícito
un concepto universal) revelaría en esa circunstancia su identidad como
llo del pragmatismo popular y del conductismo:
regla, esto es, como <<mediación>> de los hechos en el sentido de la «Terce-
«Para desarrollar el significado de un pensamiento, consiguiente- ridad». En última instancia, todo esto implica que la correcta interpreca-
mente, tenemos que determinar simplemente todos los hábitos que pro- cil'm de las ideas, que se manifestaba en el establecimiento de una dispo-
duce, puesto que lo que una cosa significa es simplemente los hábitos ,¡~·ión comportamemal, tiene la función de cambiar el mundo fáctica y
que compocta» 20. r 111píricamente descriptible, en el sentido de la idea interpretada. O,
1 01~10 el propio Peirce diría más tarde, la razón se realizará más y más en

El hecho de que Peirce utilice dos veces la palabra «simplemente», l.t forma de nuevas leyes mediadas por el pensamiento humano285.
puede sugerir fácilmente al lector que se ha procedido aquí a una En el texto siguiente, en que se prosigue con la explicación del con-
«reducción» naturalista del sentido. Más aún, el lector puede interpre- tcpto de «hábiro», Peirce bosqueja por primera vex la síntesis del motivo
tar los «hábitOS>> -que Peirce designa como equivalentes del «signifi- pt oropr¡¡gmático de la disposición comportamcntal, derivado de Bain, y
cado» de un pensamiento- como hechos observables, lo que concuerda dd principio empírico de verificación, inspirado por Ch. Wright, Berke-
con el sentido que le da a ese término Hume o el conductismo, pero lry y Mili, por medio de la concepción de una estructura condicional
que nada tiene que ver con el sentido que de hecho le da Peirce, que ltSgit·a en la que las acciones posibles y los datos sensoriales se remiten
entiende los hábitos como reglas de comportamiento en las que se reali- ltltos a otros como posibles disparadores o resultados de las acciones:

zan los universales y que no pueden corresponderse categorialmente


con nada empírico. Es fácil pasar por alto el hecho de que Peirce dice <<Lo que el hábito es [es decir, aquello en que consiste la regulación
dd comportamiento], depende de cuándo y cómo nos lleve a actuar. Por
explícitamente que tenemos que «determinar» (y no «observar>> o «des-
lo que se refiere al cuándo, cualquier estimulo a la acción se deriva de la
cribir>>) los hábicos que un pensamiento produce. Igualmente, es fácil pnccpción; en cuanto al cómo, cualquier propósito de actuar consiste
no percatarse de que la palabra <<comporca>> al final de la frase no quiere c·11 producir un resultado sensorialmente perceptible» 2116 •
decir «tiene fácticamente como consecuencia», sino «tendría como con-
secuencia lógica en función de una regla>>. Tras exponer esta provoca- A mminuación, Peirce ofrece un ejemplo que ilustra las posibles
tiva formulación de la «máxima pragmática», Peirce desarrolla este rcfi- rehtdonc.-s t•ntrt· la t·xpcricncia sensorial y el comportamiento práctico

104 105
regulado por el hábito. Enfrentado a las disputas dogmáticas entre ·.c·r··sujeto-de-propiedades.... Y si le arrebatásemos todas sus propieda-
católicos y protestantes sobre el significado de la doctrina de la tran- des ... , entonces no sólo no existida, sino que ni siquiera tendría nin-
substanciación, Pcirce intenta ante todo determinar cómo podemos ~·,llna posibilidad definida y positiva... >> 289 • Por primera vez se ve aquí
formular un concepto del «vino» en el marco de una creencia posible. ' l.u·amente que el método pragmático del análisis del significado puede
Para ello distingue dos formas posibles de enunciados: ws11ltar también adecuado para ofrecer un criterio de diferenciación
«'111 re proposiciones con sentido y sin sentido -un aspecro éste que

l. ••Esto, aquello o aquello otro es vino». !'circe formulará más adelante explícitamente como principio-290•
2. «Aquel vino posee ciertas propiedades». Inmediatamente a continuación del ejemplo sobre los posibles sig-
nificados, Peirce llega a esa formulación decisiva de la <<máxima prag-
El primer enunciado tiene en cierro modo la función de indicar ndtica» a la que se remitirá desde entonces una y otra vez. Por razones
una experiencia sensorial en canco que disparador (stimulus) de una •¡u~: exponemos más adelante hemos de reproducirlo aquí en versión
acción posible (p. ej., por medio del término defctico «eso de ahi»). La inglesa y castellana:
acción que sea aplicable estará determinada por el hábito regulativo que <cConsider what effects, that might conceivably have practica! bea-
se corresponde con el predicado «es vino». Consiguientemente, «eso de l•ngs, we conceive che object of our conception to have. Then, our
ahí es vino» podría significar, entre otras cosas, «eso de ahí se puede •onccption of these effects is che whole of our conception of thc
beber». El segundo enunciado explicita ahora el significado del con- uhjcct•• 291 • (Consideremos qué efectos que concebiblemente pudieran
cepto «vino» por medio de otros predicados que indican las propieda- trncr una relevancia práctica, concebimos <=experimento mental> que
des del vino. Dicho de otro modo: este enunciado invita a aquellos que trnga eJ objeto de nuestra concepción. Enronces, la concepción de
ya han sido animados a actuar por el enunciado <<eso de ahí es vino» a llirhos efectos es nuestra concepción integral del objeto).
considerar ahora uno por uno los ((sensible effects» de sus posibles En esta formulación de la <<máxima pragmática», que desde luego
acciones (p. ej., beber). Desde un principio, la relación entre la acción no es de las más claras ni de las más instructivas, se utiliza el concepto
y sus posibles fines se explica a partir del conjunto de propiedades de dr los efectos sensoriales y experienciables que cabe esperar de un
una cosa y consiste en esperar determinados resultados posibles, Jo que ohjcro (p. ej., del vino), para explicar el significado de ese objeto. La
permite finalmente controlar el éxito del propio comportamiento. Las posible mediación condicional de esas expectativas por un comporta-
relaciones implícitas en los dos enunciados citados entre la experiencia ltlicnto humano regulado, o el posible desencadenamiento de acciones
sensorial posible y las acciones posibles, quedan resumidas como sigue: orimcadas a un fin a pardr de los «sensible effects>> del objero, es algo
qu•· aparece sugerido en la formulación anterior, si bien de forma insu-
<<Tales creencias no son sino auw-notaciones conforme a las cuales, lldl'nte e insatisfactoria debido a la inserción de la cláusula <<que conce-
según la ocasión, debemos actuar frente a aquello que creemos que es hiblcrnenre pudieran tener una relevancia <bearings> práctica». Más
vino de acuerdo con las cualidades que creemos que el vino posee. La intncsante es esa quíntuple utilización de derivaciones del verbo ((con-
ocasión de una acción tal sería una percepción sensorial, y su motivo ~·c:ivl'>>, que inmediatamente llama la atención en el cexro inglés. A esa
producir un resúltado sensorial mente perceptible»,.,. lhunativa utilización de esta palabra se referirá Peirce con mucha razón
tn una nota a pie de página de 1906 sobre la <<máxima pragmática»,
Sobre la base de este análisis pragmatista, Peirce calificará de «jerga ~(.)11 la intención de hacer frente a la sospecha de que en 1878 hubiera
sin sentido» la pretensión dogmática de que algo es vino, es decir, que qurrido «reducir» el «Sentido conceptual» («intellectual purport») de los
tiene «todas las propiedades del vino y, sin embargo, en realidad, es tlruholos a algo que no tuviera el carácter universal de los conceptos
sangre»281 • Con ello se está presuponiendo que, a diferencia del dogma (por ej., a datos sensoriales o acciones concretas) 292 • De hecho, la pala-
católico, la sustancia del vino no puede separarse de sus propiedades ni bra «conccive» siempre había sido utilizada en todos los textos de
ser concebida, por tanto, como objeto de una <<transubstanciación>>. flt'irn· , desde la época de sus primeros estudios sobre Kant, para desig-
Para Peirce, la sustancia del vino no se deja reducir íntegramente, como lhll' <·1 mnocirnienro conceptual segút:l el entendimiento (inferencial-
en el caso de Berkeley, a las propiedades sensorialmente perceptibles, mrtH•· nH·diado) por oposición a la «sensation>> (= ((intuition>>) del
pero «no tiene tampoco ninguna existencia en absoluto excepto la de nomin alismo y Jel empirismo. Esta última sólo podía operar para

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Peirce en el contexto de la función sintética de la «concepción» univer- para un experimento es posible y de hecho se pone en práctica, entonces
sal como verificación inductiva hic et nunc («Segundidad» dentro de la de eUo se seguirá una experiencia de una determinada descripción. De lo
«Terceridad»). Efectivamente, en la «máxima pragmática» de 1878 se contrario, no verá ningún sentido en absoluto en lo que se le diga» 297 •
postula la equivalencia entre los conceptos de las cosas (en la experien-
cia mental) y los conceptos que se obtienen de los efectos de las cosas; En el mismo año en que Peirce escribía estas líneas, aparecía en el
pero esa equivalencia se corresponde implícitamente con una formula- volúmen 17 de los ~Annalen der Physik» la obra fundacional de Albert
ción más avanzada de la «máxima pragmática» en términos de análisis Einstein sobre la <<teoría especial de la relatividad», en la que se revelaba
proposicional. Esta prescribe la reformulación equivalente de enuncia- en codo su alcance la «revolución semántica» (Ph. Frank) que las defini-
dos asertivos sobre las cosas y sus propiedades en enunciados condicio- ciones operativas de los conceptos fundamentales de la física contenían.
nales que se refieren a los «sensible effects» que cabe esperar de las cosas S_ólo después de examinar detenidamente algunos documentos poste-
con respecto a las posibles acciones humanas. En los ejemplos sobre nares, podremos entrar a analizar el significado del operacionalismo de
física, deliberadamente popular es, con los que Peirce ilustra su formu- Peirce para los problemas fundacionales de la ffsica y de la matemática.
lación definitiva de la «máxima pragmática», se produce ya una primera A continuación y sobre la base de algunos pasajes problemáticos del
aproximación a tal formulación de la máxima en términos de análisis acta ~e nacimiento del pragmatismo, haremos un rápido examen de las
proposicional. Por ejemplo: «... preguntémonos qué queremos decir cuesuones filosóficas no resueltas por el joven Peirce, cuestiones que le
cuando llamamos dura a una cosa. Obviamente, que otras muchas sus- servirían a él mismo como punto de partida para la posterior «revisión>>
tancias no pueden rayarla»293 • O bien: «Decir que un cuerpo es pesado del pragmatismo en nombre del pragmaticismo.
significa simplemente que, en ausencia de una fuerza opuesta, caerá»194 •
Aquí se hace claramente visible la estructura «si - entonces>> de la
fórmula del pragmatismo para el análisis proposicional; es preciso 3. Los problemas no resueltos del segundo periodo. (Una aproximación)
observar, sin embargo, que Peirce no introduce aún en el enunciado <1SÍ
- entonces>> las operaciones que los seres humanos habrán de poner en En el ensayo Cómo clarificar nuestras ideas, inmediatamente a con-
práctica, sino únicamente los posibles efectos causales de los procesos tinuación de la interpretación pragmática del enunciado «Una cosa es
naturales. No obstante, es un principio básico de las ciencias naturales dura>>, Peirce hace esta sorprendente afirmación: «No hay ninguna dife-
desde Galileo, el argumento según el cual sólo podemos obtener un rencia en absoluto entre una cosa dura y una cosa blanda, en tanto que
conocimiento objetivamente válido sobre un proceso natural, si somos no se hayan sometido a una prueba»298 • Con esta tesis Peirce parece
capaces de reproducir ese proceso, en un experimencom. Inversamente, contradecir los puntos esenciales de la concepción fundamental de su
sin embargo, esa capacidad para reproducir un proceso natural presu- filosofía tal como la había desarrollado hasta entonces:
pone, ciertamente, el conocimiento teórico de las causas y efectos del
proceso que ha de reproducirsel%. De ello se deduce que una formula- l. En primer lugar, Peirce hace que la diferenciación del signill-
ción de la <<máxima pragmática» en términos de análisis proposicional rado de los predicados «duro» y <<blando» dependa de la ejecución fác-
1ica de un experimento. Esto contradice la utilización de esa forma del
que quiera servir como <<operative definition» en la física, no sólo
deberá introducir las posibles acciones humanas en el enunciado «si ... pensamiento lógico-gramatical que es el condicional contrafáctico para
entonces>> de una estructura condicional, sino que deberá además pres- t·xplicar el sentido de los conceptos generales, forma que habíamos
cribir precisamente esas <<acciones>> posibles como «operaciones>> que l'Onsiderado hasta ahora la esencia de la teoría del sentido peirceana299 •
implican un conocimiento exacto. Más tarde, Peirce ofrecería esa for- 2. De ello resulta que también la verdad de los enunciados «Ese
mulación de la «máxima pragmática>>, que simultáneamente expresa su ohjcto es duro» o «Ese objeto es blando>> se hace depender ahora de una
función como criterio de sentido. En 1905, por ejemplo, describía la vniflcación fáctica a través de una prueba. Esto contradice la posición
<¡lit" Pcirce siempre había sostenido, según la cual las propiedades de lo
mentalidad del «típico científico experimental» del siguiente modo:
n ·al son independientes del conocimiento fáctico de los hombres.
«...ante cualquier afirmación que se le pueda hacer, él siempre enten- l't"irn: paree~ abandonar aquí el realismo crítico del sentido y, en parti-
derá su significado en estos términos: si una determinada pn.:scripción ' u lar. d rt·altsmo de los universales implícito en él, en favor de un posi-

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--
tivismo sensualista. Estas son tesis que encajan bien con el protoprag- Allí Peirce afirma correctamente que cuando decimos «El tintero es
matismo de Ch. Wright y con el posterior pragmatismo popular de W. pesado» entonces «únicamente queremos dar a entender que si quitáse-
James, pero que frustran la pretensión fundamental de la filosofía peir- mos el soporte sobre el que se apoya caería irremisiblemente al suelo.
ceana. ¿Se trata acaso, como quisiéramos inclinarnos a pensar, simple- Quizá esto no llegue a sucerder nu nca y, sin embargo, seguimos
mente de una formulación descuidada? Esta hipótesis queda anulada diciendo que es pesado»302 • Pero Peirce se pregunta por este uso del len-
por el siguiente pasaje, en el que Peirce pretende corroborar su tesis con guaje , ve que en él se encierra una paradoja, y trata de explicarla con el
un ejemplo: ejemplo del diamante en los siguientes términos:

«Supongamos que un diamante pudiera cristalizar en el interior de «... pero aunque su dureza (se. la del diamame) no consiste sino en el
una almohada de algodón y que permaneciese allí hasta que finalmente hecho de que el diamanre tritura cualquier otra piedra, sin embargo, no
se desincegrase. ¿Seria falso entonces decir que el diamante era blando?» pensamos por ello que el diamante empieza a ser duro cuando comienu
a triturar de hecho otra piedra»30' .
Peirce formula la pregunta de forma aún más precisa:
La dificultad con que tropieza Peirce aquf, considerada a la luz de
«¿Qué nos impide decir que todos los cuerpos duros permanecen su propia filosofía, se explica obviamente por el siguiente error catego-
perfectamente blandos hasta que se les toca y que entonces su dureza rial (contenido en su formulación de la supuesta paradoja): la dureza
empic-¿a a aumentar con la presión hasta que llegamos a poder golpear- del diamante no consiste en ningún tipo de experimento <<fáctico», sino
les?» más bien siguen una <<ley» real en función de la cual, en todos los expe-
rimentos que siguen cierto procedimiento, aparecerían ciertos «efectos
Cabría esperar ahora que Peirce movilizase su realismo de los uni- .~cosibles». Respecto de estos experimentos posibles en la realidad, la
versales para explicar lo que nos impide realmente semejante uso del dureza del diamante es una posibilidad real de las cosa que los experi-
lenguaje. En lugar de eso, Peirce nos responde: mentos se limitan a poner de manifiesto. Sin embargo, Peirce no sería
rapaz de proporcionar un fundamento a esta solución hasta 1900, en el
<<No habrfa folsedad ninguna en expresarse de este modo. Supon- mntexco de la tardía versión ontológico modal de su realismo de los
dría una modificación en nuestro uso actual del lenguaje con respecto a universales304•
las palabras duro y blando, pero no de sus significados. Pues nunca des- El contexto en el que Peirce presenta el ejemplo del diamante en la
criben un hecho de forma distinta a como es; ... la cuestión de qué ocu- «Lógica de 1873» pone de manifiesto una dificultad aún más profunda
rriría bajo circunstancias que realmeme no se dan no es una cuestión de m la concepción de su sistema o, mejor, en la conciencia reflexiva que
hecho, sino únicamente una cuestión de una más comprensible organi- .k éste había alcanzado hasta el momento. Peirce intenta del siguiente
zación lingüística de los hechos».IOO. lllodo general obtener una solución a la <•paradoja» que le sale al paso:
.. El objeto de la creencia existe, es verdad, sólo porque la creencia
Inequívocamente adopta Peirce aquí una postura nominalista y, al t'Xiste; pero esto no es lo mismo que decir que sólo empieza a existir
hacerlo, anticipa esa versión del nominalismo que Rudolf Carnap desa- tuando la creencia empieza a existio> 305 •
rrollaría en el siglo XX. Para Carnap, por ejemplo, la cuestión de si el Es obvio que esta formulación no soluciona la paradoja y la razón
m u ndo consiste en datos sensoriales o en cosas materiales queda des- ~k ello está en que Peirce no había llegado aún a superar enteramente el
plazada por la cuestión de si resulta más útil a la ciencia un lenguaje idealismo berkelyano, el cual es también una forma de empirismo -que
sensualista o fisicalista. Más tarde, el propio Peirce reconocería esta ya l.Titica en 1871. El objeto de una creencia no existe en modo alguno
regresión al nominalismo en el sentido indicado301 • ¿Cómo pudo Peircc porque existan las creencias, ni siquiera porque tengamos que postular
incurrir en este lapsus nominalista después de la recensión sobre Berke- la l'XÍstencia de una «creencia última>> en la que éste sería conocido.
ley de 1871? Su «Lógica de 1873», en la que Peirce discute detenida- Más bien, su existencia ha de ser presupuesta en toda creencia, tal
mente el ejemplo del diamante, puede ayudarnos a encontrar una ~·wnu Peirce reconoció acertadarn.ente en 1868. Lo que en cierto sen-
explicación. l ido dl'pcndc de la creencia de los seres pensantes es sólo el sentido

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posible de lo real, es decir, su realidad en tanto que objeto para noso~ NOTAS
tros309• Pero, de acuerdo con la definición peirceana de la realidad, esto
' Conste desde ya que en la utiHz.ación de estos conceptos nos asiste el derecho del
depende no de creencias fácticamente existentes, sino de la creencia loistoriador (constructivo) de la fUosofla a la formulación de vagas y amplias clasificacio-
última ideal~normativa a la que a nosotros, seres humanos, nos remire "<"S: es sabido que los autores subsumidos bajo estos conceptos rechazaron en vida tales
todo sentido de lo real, en tanto que universal, cuando intentamos dar .lasificaciones, puesto que con ello habrfan admitido haber fracasado de alguna forma en
una definición de ella a partir de la crítica del sentido. "' intento de ofrecer una fUosofía omnicomprensiva. Tan pronto como los historiadores
mmicnz.an a ocuparse de ellos, los pensadores sistemáticos tratan de desembarazarse de
A fin de clarificar estos problemas, Peirce se vio en la necesidad de l.t< etiquetaS que se les adjudican y de sustituirlas por otras: excepción hecha del primer
retocar su doctrina de las categorías, cosa que hizo en 1885, volviendo S:trtre, ninguno de los fundadores del exisrcncialismo quiso ser calificado como exisren-
a su concepción preliminar de 1867. De este modo, se vio llevado a • i:tlisra; tampoco Marx quiso ser marxista; James prefirirfa más tarde ser llamado •empi-
distinguir claramente entre la «realidad» y la «existencia» de lo real, ,¡,ta radical» y o~ey. por su pane, se decantó por · instrumemalista• , •experimenralis-
pues la primera cae bajo la categoría «Terceridad» (junto a la «ley», el •.•• , e incluso «naruralista•. Peirce mismo se disranció del término •pragmatismo• en
• uanto éste comenzó a divulgarse, para adoptar en su lugar el término •pragmacicismo».
«pensamiento», la «mediación», la «Continuidad>> y la «universalidad••) Sobre el problema de la mediación entre reorfa y praxis -rema clave de la filosofía
mientras que la segunda no puede reconocerse, es decir, inferirse con el •k-spu6 de Hegel- cfr. J. Habermas, Theorie und Praxis, Ncuwicd, 1963. [Ed. española,
pensamiento, sino únicamente experimentarse como resistencia a la Madrid, Tecnos, 1987. N. tkt T.)
2
voluntad, pudiendo sólo ser indicada en el lenguaje mediame los <<fndi~ Resulta innecesario ilustrar csra tesis apelando a las relaciones, en sf muy diferencia-
ces» que dependen de la situación. La «existencia>>, la experiencia de la .J:os, entre los diversos países que componen el •bloque del Este•.
' K. R. Popper, The open society and its cnemi11s, 2 vols., Londres, 1945. [Ed. españo-
resistencia a la voluntad, la función indicativa del lenguaje -por oposi~ la, Barcelona, Paidós.]
ción a la <<symbolic representation»- y todo cuanto nos hace frente 4
Este nuevo orden fue preparado institucionalmente por la sepatación entre Estado
como suceso sin presuponer la <<mediación» del sentido; todo esto, cae ~ l¡;lcsia en la época moderna.
bajo la categoría «Segundidad>>m. ' Allí donde se nos pro mete una seria consideraci6n de tales cuestiones, el resultado
""suele ser más que una dcformaciótl caricaturesca en la q ue se confunde la fl losofla del
Tal como las dificultades que acabo de señalar permiten ver, el
pragmatismo con aquellas prácticas oportun istas que, de no ser por los mesurados análi-
pragmatismo peirceano es el resultado de una tensión productiva entre ,i~ ofrecidos por ral o cual autor, escaparían de hecho a cualquier control de la conciencia
su realismo crítico del sentido (que primariamente fue un kantismo l' •k-gradarían la filosofía «oficial• ha.~ta convenida en una mera ideología sin valor algu-
transformado y secundariamente un escotismo sumamente moderno), ""· U n sintomático ejemplo de tal confusión - por lo demás, un resumen del provincia-
el estímulo constante de sus amigos empiristas y nominalistas y la tra~ uisrno alemán frente a las enseñanzas de los pragmatistas americanos- puede encontrarse
ru Wilhem Seeberger, Wahrheit in tkr Politik - Pragmatismus in Theorie und Praxis,
dición anglosajona, est ímulo que alcanzaría su p unto álgido en la ~lllttgart, 1965.
época del «Metaphysical Club»:l08 • En estas condiciones no puede sor~ • W. James, The Wilt 10 Belie~. Nueva York, 1986.
prender que sus amigos, y especialmente William James, entendiesen (N. del T.) Vid. Prólogo del autor a esta edición, p. 11 .
el pragmatismo de modo distinto a como debía entenderse desde el 1
Las exposiciones más significativas del pragmatismo en lengua alemana pasan por
trasfondo de la concepción del sistema de Peirce. Pero puede que la •ltu a Peirce: cfr. Gümher Jakoby, D11r Pragmatismus: Neue Bahnm in tkr Wissmschafis-
lrhrr tÚs Auslands, Leipzig. 1909; Max Scheler, Erkennmis und Arbeit: Eine Studie über
presente interpretación y documentación permita también dejar claro \\'l,·rt und Grmzm tÚs pragmatischen Motivs Í11 dtr Erkenntnis tkr Wtlt, en Gerammelte
que el Peirce posterior siguió siendo una fuente inagotable de fructífe~ Wrrke, Berna y Munich, 1960, vol. 8, pp. 191 -382; y Eduard Baumgarten, Die geistigm
ros malentendidos; y no sólo para James, sino tan1bién para esa gene~ .~•undlagm dfJ amt~rikanischm Gemeinumms, vol.2: D11r Pragmatismus: R. W. Emmon, W.
ración de estudiosos, conocedores m inuciosos de los innumerables f,unes, }. D~, Frankfurt a M., 1938. Baumgartcn exduyc conscientemente a Peirce;
-'• hder sólo le conoce a través de los escritos de James y, aunque atribuye los «dos postu-
«opuscula» peirceanos que, entretanto, ha venido formándose en los
IJdus fundamenrales del pragmatismo• a Peirce, interpreta mal el alcance de los mismos
Estados Unidos. (rll d mismo sent.i do que James).
!lasta ahora el único libro aparecido en alemán sobre Peirce es el de Jürgcn von
1\rmpslci, Ch. S. Peirct und tkr Pragmatismus, Stuttgart y Colonia, 1952. Alli podemos
''"' o111rar también algunas referencia a las poca~ opiniones con co nocimiento de causa
1rl.u ivas a Pcirce, dispersas por la literatura filosófica alemana anterior (op. cit. p. 6), so-
lur wdo la importante recensión de H. Scholz sobre los Coilected Papers en la Deutsche
1•tmtlllrzeitung (1934, p. 392 y ss. y 1936, p. 137 y ss.). Desde emonccs han aparecido
utw~ tlos (·nsayos en alemán sobre Peircc (corno puede comprobarse en la comprehensiva

11 2 113

--
bibliografía de Max H. Fisch. cA DrafL of a Bibliography abouc Ch. S. Peirce• , en 1.1 •reductive fallacy- inherente a todas las variedades de materialismo, positivismo y con-
Eduard C. Moore y Richard S. Robin, Studies in th~ Philosophy ofCh. S. P~iru, Amhersc, •luctismo.
1964, II, pp. 486-514). Estos ensayos son: Perer Krausser, •Die drei fundamentalen " ar. infra. En sus últimos a.ños Peirce recogió de nuevo esta ftlosoffa de la interpre-
Strukrurkategorien bei Ch. S. Peirce., en Philosophia Natttralis, 6 (1960), pp. 3-31; y las t.t.:ión y la puso expllcitamence en conexión con d •pragmari(ci)smo». Sobre esto cfr. mi
recensiones de Waher Jung de los libros de M. Thompson y J. v,, Kcmpski sobre Peirce r11~ayo •Szicntismus oder rranszcndentale Hermeneurik? Zur Frage nach dem Subjekt
en Philosophische Rundschatt, 4 (1956), p. 129-143 y 143-158. (AgradeLCO al Prof. Klaus ,J..r Zcicheninterpretation in der Scmiotik des Pragmatismus», en R. Bubner et al. (eds.),
Oeh lcr la referencia del artfculo de E. Walrer, «D ie Begründung der Zcichentheorie bei 1/mnenmeik und Dialektik, Fescschrift für I-1.-G. Gadamer, Tübingen, 1970, vol. I, pp.
Ch. S. Pcirce, en Grundúzgenstudien aus Kybernetik und Geisrtswissenschafien, 3 (1962), 105-145 (también en Kari-Otto Apel, Transformation der Philosophie, Frankfu.rt, 1973,
pp. 33-44. Allí mismo {p. 44] aparece la referencia a Theodor Schul:r., •Panorama der vol. U).
Peicerschen Asthetik., 1961, inédito. Otros dos libros de Georg Klaus se ocupan de la "' Cfr. Kari-Orro Apcl, • Die Entfalrung dcr sprachanalicyschen Philosophie... •, en
semiótica de Peircc y Morris: S~miotik und Erluntnnistheorú, Berlín, 1963, y Di~ Macht /'!Ji/osophisches]ahrbuch, 72 (1965), pp. 239-289; ídem, «Wittgenstein und das Problem
tÚs Wortes, Berlin, 1964). ,Jo-s hermeneurischen Verstehens», en Zeitschrift for Theologi~ und Kirch~ 63 (1966), pp.
' Cfr. v. Kempski, op. cit., p. 84 y ss. Asimismo, J. M. Bochénski, Fonnal~ Logik, ·1'1-87 (ahora en ídem, TT41ujómll1tirm der P!Jilosophie, vol. I y Il). Sobre la relación entre
Friburgo/Munich, 1956. Wilrgcnstcin y Peirce, cfr. Richard Rorry, •Pmgmatism, Categories, and Languagc•, en
' Cfr. la cronologla de las obras que aparecen en la literatura secundaria al principio l'f,ilosophical Rroi~70 (1961), pp. 197-223.
11 La formación del Critica! Commonsemirm tiene lugar esencialmente en el periodo
de este libro con las fechas de publicación de los Collect~d Papen, a.~l como las cuatro edi-
ciones de textos escogidos. 1ilt imo del opragmaticismo•; cfr. especialmente 5.497 y ss., y 5.523 y ss.
10 Sobre este misterioso capítulo de la vida de Peirce, que dio al eraste nigicamente " El úlrimo libro que Peircc publicó en vida fue Photomerric R=arches, vol. 8 de los
con la bril!ahte carrera académica que acababa de iniciar, cfr. Max H. Fisch y J. l. Cope, :lnuals ofthe Astronomical Observatory ofHarvard Colkg~. Lciplig, 1878. La conexión en-
•Peirce ar rhe Johns Hopkins UniversityJo, en Philip P.Wiener y Frederic Young (eds.), ' u· sus trabajos científicos y su filoso Ha ha recibido recientemente una mayor atención;
Studies in th~ Philosophy of Ch. S. Peirc~, Cambrige/Mass., 1952, pp. 277-3 11. La in- 1ti·. Victor F.Lenzcn, «Ch. S. Peirce as Astronomer•, en Moore y Robín (eds.), op. cit.,
fluencia de este suceso en el «de.~arrollo de la filosofía de Peircc• ha sido examinado por 1'1'· 33-50; cfr. también las publicaciones del vol. 7 de los Collmed Papm, §§ 1-36.
Murray G. Murphcy en su libro Thl! Development of Peírce 's Philosophy, " La expresión «Sistema scminticamente consistente» se la debo a Carl Fricdrich von
Cambridge/Mass., 1961, p. 291 y ss. Wcizsacker, que me la tr-dnsmició en el curso de conversaciones personales. Sin embargo,
" Cfr. infra, Segunda Parte, I y IV, 1. 1lc·ho asumir la responsabilidad por la imerpretación esbozada aquí. Sobre el concepto de
11
Cfr. la carta de Peirce a J. Dewey del 9 de Junio de 1904, en CoJlect~d Papen, •l.1s condiciones materiales de la realización experimental de los conceptos flsicos•, cfr.
8.239 y SS. l'rlcr Minelsradr, Philosophisch~ Prohlrm~ d" modemm Physik, Mannheim, 1963, pp. 15
y \1 y SS. ') • • ~' •
u Cfr. V. Kraft, D~r Wí~r Kr~is. Viena, 1950. fEd. española, Madrid, Taurus. N.
tkl T.] " En su Logic ofMotkm Physics (1927) P. W. Bridgman analiza e:xdusivamc~ce un
J'J'<'CtO muy particular de la •Logic of lnquiry» de Peircc ~videnrcmente, sin demasiado
" Para un análisis de e.~ta~ aporías, cfr. Wolfgang Stegmüllcr, HtttJptstromungen tkr
1u11odmiemo de Peirce-, a saber, la exigencia de una posible sustitución de las dcfinicio-
Gegmwartsphiwsopbie, 3.• ed., Stuttgart, 1965, caps. IX y X.
1, Sobre la semiótica de Morris, cfr. Kari-Orro Apel, <•Spmche und Wahrheit in der lle., de los conceptos físicos por instrucciones operncivas para la física e:xperimcnral.
l.a explicación operativa del significado de los junrorcs lógicos en el contexto de un
gegenwartigen Situation der Philosophie•, en Philosophische Rundschau 7 (1959), pp.
"·~'"' dialógico entre proponente y oponente -tal y como ha sido fundamentada por P.
161-184; Ernst Tugendhat, «Tarskis semancische Definirion der Wahrhcic und ihre Ste-
lun·n:r.en- puede entenderse también, a mi juicio, como un desarrollo consecuente de las
llung innerhalb der Geschicbte des Wahrhcicsproblenas im logischen Posirivismus~, en
ukas básicas del pragmat1smo semántico de Peirce. Cfr. Paul Lorenlen, •l..ogik und
Philosophisch~ Rundschau 8 (1 960), pp. 131- 159. Sobre la relación entre Morris y Peirce,
Atl"""• en Atti del XI/ Congresso /numazionak di Fi/o¡ofin (Venecia, 1958) y •Ein dialo-
cfr. la controversia entre Morris y Dcwey en joun111l ofPhilosophy 43 ( 1946), pp. 85-95, ¡4i>< !tes Konsrrukrivitiitskriterium•, en lnfinitist M~thods. Prouedings ofthe Sympomim on
196, 280 y 363-364. Cfr. mi introducción crítica a l.a versión alemana de Ch. W. Mo- l·it~~llllariom ofMathematics, (Varsovia, 1959), Oxford, 1951.
rris, Signs, Language and Behavior, Nueva York, 1946 («Ch. W. Morris und das Problcm " 1 ·~~ evidente que con esto no estamos afirmando que Peirce, con sus intuiciones
einer pragmatisch inregriercen Semiorik», en Ch. W. Morris, Zeichm, Sprttche und Ver- ft"gmcntarias y originales, hubiera anticipado ya -o incluso hecho complctamemc inne-
ha/ten, Oüsseldorf: Schwann, 1973). •r•aria·- la detallada clarificación de los problemas fundamentales de la ciencia en el siglo
1' Cfr. infrn. Peirce puede relacionarse con Popper en virtud del interés específico en
~x . una clarificación que debemos, entre otras cosas, a las arriesgadas aporías d e los neo-
la filosoña e historia de la ciencia. 1'"'¡' iviMas.
17 Cfr. Sregmüllcr, op. cit., p. 462.
" t :rr. ínfra.
'* Ch. Morris se reconoce abiertamente conductista en Signs, Language and Behavior, .. <:fr. infm. Muchos estudios americanos prestan poca o ninguna atención al kantis-
mientras que la ceorla de las expectativaJ co mportamenrales reciprocas de G. H. Mead "'" .¡,. l't·ircc; s61o así pueden alcam.ar -a cosca del propio Peirce- una concepción unifi-
(Mind, Self. and Society: From th~ Standpoim ofa Social Behaviorist, Chicago, 1934) {Ed. uul.t ,¡..¡ •pragm;•rismo americano». Este es el caso, por ejemplo, de Edward C. Moorc
castellana, México, Paidós, 1990. N. del T.J no responde realmente a un conductismo t .imrrÍt't/11 /'mgmrltism: Peirce, james, Dewey, N. Y., 1961) que cree que la «lnd cfin ire
consistente y en muchos aspt'O:os se encuentra más próxima al pensamiento de Pcircc t :un11uunily of' lnvcsrigators• poswlada y anhelada por Pcirce -que sólo puede tener va-
que Morris mismo. Por otro lado, Peirce habfa intuido ya en su doctrina de l:ts c;uq;urlas liJo t•n d ,.¡¡J<"al limic. de la •ultimare opinion», postulado en la definición de la verdad-

114 115
puede identificarse con una humanidad finita. Esta brutal simplificación arruina, a mi '" Cfr. infra, Segunda Parte, ll, L, y IV, l.
juicio, esa dialéctica enue •cornmonsensism• e infinitismo, can importante en la ftlosofía ,.. En una conferencia en la Universidad de California en el año 1898 bajo el titulo
de Peirce.
l'hi/osophical Conuptions and Practica/ &mlts (cfr. Murpbcy, op. cít., p. 156).
n En el folleto publicado en 1893, en donde se anuciaba el proyeao -realizado ya en "' Cfr. infra, Segunda Paree, 11, 1, y IV,l.
parte- de una obra que habrla de constar de doce vohimenes (•The Principies of Philo- " La exposición clásica d e esta concepción puede encontrarse e n Philip P.\Viener,
sophy»), Peirce definía su posición en los siguientes términos: •Los principios defendidos ¡:l'llfution and tht' Founden ofPragmatism, Harvard Universiry Press, 1949. U n valioso
por Mr. Peirce reflejan una profunda afinidad con los de Hegel; qui7.á no son más que lo , uonplcmenco lo ofrece Max H. Fisch, ~Alexander Bain and the Genealogy of Pragma-
que los principios de Hegel habrían podido ser, si ésre se hubiera educado en un labora- tt,tu •, joumal of the HiJtory of Ideas XV (1954), pp. 413-444. La relación de Peirce
torio frsico en lugar de en un seminario de teología. Asl pues, Mr. Pcirce reconoce una , "" el • Mecaphysical Club• es analizada minuciosamente en Max H. Fisch, •Was
lógica objetiva (aunque su movimiento se diferencia de la dialéctica de Hegel) y se esfuer- rlwrc a Mctaphysical C lub in Cambridge?», en Moore y Robín (eds.), Studies, II, pp.
7.a, al igu al q ue Hegel, por asimi lar una verdad q ue sólo se obtiene a partir de muchos s is- 1 .\l.
temas d iferentes.» (Cotlected ?apers [bibliografía] 8, p. 283). Y en un articulo de 1893 en " Cfr. Murphcy, op. cit., pp. 106-1SO.
The Monist, en donde entabla una polémica con el editor de la revista, el Dr. Carus, que •• Cfr. Murphcy, op. cit., p. 358 y ss.
le había definido como •David Hume Redivivus•, Peirce escribe: cEn el primer arúculo " Cfr. Paul Wiess, •Biography of Ch. S. Peirce•, en Dictionary of American Bio-
de esra serie [Peirce se refiere aqul a • The Architecrure ofTheories•, que había aparecido X'"f'I!Jy en Richard J. Bcrnstein, op. cit., pp. 1-12. Max H. Fisch prepara desde hace
ya en The Monisten 1891; cfr. CP6.7-34] ... dejaba ya consrancia de mi oposición a ro- •h"' una extensa biografía sobre Pcirce.
das aquellas filosofías que niegan la realidad de lo absoluto y aftrmaba que "la única teo- " Cfr. supra, nora 1O. Si el despido de Pcirce fue de alguna forma motivado por ha-
ría comprensible del universo es la del idealismo objetivo y que la materia es esplricu pe- lort~•· divorciado éste en 1883 de su primera mujer, Ha.rrict Melusina Fay, sobrina del
uificado [~u]"» (6.605).
ool>i>pO John Henry Hopkins, o por el hecho de que en el mismo año contrajese matri-
" Según Peirce, la única forma de protegernos contra la metaftsica es, en última ins- oou>nio con Juliecte Froissy, de Nancy (Francia), es algo que hasta hoy no se ha aclarado.
tancia, la metafísica misma: •Buscad algún denrlfico que afirme poder prescindir de "· Cfr. supra, nora 22.
cualquier forma de metafísica ... y sólo encontraréis a alguien cuyas docninas estarán pro- " Charles S. Peirce (ed.), S111dies in Logic, by Membm of thl! ]ohm Hopkins
fundamente impregnadas de la más cosca y acrítica metafísica. Hemos de filosofar, dijo el l lni,mity, Boston, 1883. Murphey (op. cit., p. 297) califica la obra como «thc mosr im-
gran naturalista Aristóteles -aunque sólo sea para eludir la filosofía• (1.129). l""'tant single volume on logic writtcn in Amcrica in the nineteenth ccntul)'l'.
14
Sobre la relación entre la «fenomenología• pei rccana y las fenomcnologías de He- •• Cfr. P. Weiss, op. cit., p. 1 l.
gel y HuS$erl, cfr. Herbert Spiegelbcrg, •Husserl's and Peirce's Phcnomcnologies: Coin- •·· C fr. p.ej. 5.413 y 5.502. Para el estudio de la • historia de la terminologfa• -hoy
cidence or Inreraction•, en Phiwsophy and Phmomeno/ogical Rmarch 17 (1 956), pp. 164- r.uo •·n boga- la obra de Pcirce respresenta un auténtico filón. especialmente para la his-
185. Sobre la relación de la doctrina de las categorías de P eirce con la de Nicolai tooti.o de los términos lógicos.
Hartmann, cfr. Peter Krausser, op. cit. (nora 7). " Su valoración de la Gachichu du Logik im Abmdlande (4 vols., Lei¡nig, 1855-70)
'' Cito a continuación la resumida caracterización de Murphey, op. cit., p. 406 y ss. .Ir l'r.md coincide en muchos puntos con la de l. M. Bochensló (en: Fonnale Lbgik, Fri-
, Juscus Buchler sostuvo esra concepción en su libro Ch. S. Peirct's Empirism (N .Y., l•ut¡:o/Munich, 1956, p. 8 y ss.), si bien el interés fundamental de Peirce no era en abso-
1939). En su edición de escriros e.~cogidos de Peirce, sin embargo, da cuenca también de luto la •lógica formal• en el sentido estricto del término.
Peirce como metafísico. Edward C. Moorc hace asimismo una reducción positivista de la " Cfr. su caracterización de la Edad Media (en particular su idea del con.renrus catho-
filosofía peirccana en su Amt'rican J>ragmatism (N.Y., 1961). Sobre este rema, cfr. mi ensa- ¡¡, ,,) en la recensión de Berkeley de 1871 y en la doctrina de los cuatro métodos de la fi-
yo «Yon Kanr zu Peirce•, en K.-O. Apel, Transfonnation der /'hiwsophie, op. cit., vol. 2. 1Wion11fbeliifde 1877 (8.11, 8.12 y 5.379 y ss.).
" Esta es la opinión de J. v. Kempski, a q uien le corresponde el mériro de haber lla- " <:fr. p.ej. 8.1S.
mado la atención sobre los presupuestos kantianos de Peirce como elemento indispensa- " (:fr. 8.30.
ble a la hora de estudiar el pragmatismo americano. M u rphey, que analizó y difundió los " Cfr. 3.613, 6.318 y 6.630; as imismo cfr. infra.
estudios del joven Peirce sobre Kant, compa rte en gran medida la opinión de v.Kempskí " <:fr. Murphey, op. cit., p. 90 y S$.
sobre la existencia de errores fundamentaics en la interpretación de Kant por paree de •· l'or ello, creo que es perfecmmcntc concebible que hasta 1867 Peirce, en canto que
Peirce. A mi juicio, ambos sobrevaloran la posición de Kant o, lo que es lo mismo, infra- •lrnoon~<·n~lista» y kantiano, se considerase as{ mismo un • nominalista• . Un reciente es-
valoran los argumentos que aporta Peirce contra el irreflexivo (• unreflekriem) nominalis- uuliu ,¡,. Max H. Fisch, que me ha sido facilitado en forma de manuscrito, tiende a co-
mo metafísico de Kam.
rllll••ta r c-sl:t suposición.
M Esra descripción se ajusta en cieno modo también a Feibleman quien, por oua ' <:fr. H.2GI.
parte, fue el primero en considerar la fragmentaria filosofla de Peirce como un sistema " En •<)ne, Two, Three: Fundamental Categories ofThoughr and Nature•, manus-
global -tal y como ésta habla sido recopilada por los editores de los Collrcf.t'd Papers-. crito .le: J XHS (1.369-72 y 1.376-78). Cfr. Murphey, op. cir., p. 303 y ss.; asimismo Pe-
'' Sobre este tema, cfr. Moore y Robín (eds.), Srudies... y Richard J.13ernsrein (ed.), • ~• Kt.tii\Sc·r, op. c.:it.
Pmpectives un Peirce, New Havcn/London, 1965. " t :rr. 'l./'J-!ll .
"' Cfr. 5. 13 n., 5.18, 5.464, 8.206 y 8.259. •• l lc- dt· :ulmit ir hal>cr expuesto aqul el desar rollo intelectual de Peirce en el primer
El principio más importante d e la ftlosofía peirceana, aparte del pragmático C$, ~in
31
pc·riucln (apwx. ,¡.. 1HW a 187 1) - un desarrollo extraordinariamente complicado y que,
duda, la docrrina de las cacegorlas. • vr•r•. ,-.u.-.-.:· el.- un:~ nooosisll:nc:ia inrerna- teniendo en cuenca las Hneas funclamenrales

116 117
de su evolución general, líneas que por lo tanto sólo pueden reconocerse ex post. En algu- • icín semiótica del concepto moderno de conocimiento -y, con ella, la posibilidad del pa-
nos puntos concretos -p. ej. en la cuestión de las categorías o en la cuestión, esa·echa- '·" de la crítica del conocimiento a la crftica del sentido-.
rnentc relacionada con la anterior, de la inmediatez mediada de las cosas del mundo exte- 70
Esta línea de argumentación, que siempre permaneció implícita en Peircc, volvería
rior- hemos adelantado incluso las soluciones que Peirce ofrece más adelante a los ·' repetirse ya en el siglo XX de una forma más expHc.ita en la obra de M. Schlick. Schlick
problemas que presentamos ahora. pnJía introducir ahora esa supaación de la representación del mundo intuitivamenre cs-
,, 8.31.
•rncmatizable por el conocimiento de la física moderna, formulado en un sistema mate-
6> 8.30.
ln:ltico de signos, como argumento en favor de la transformación semiótica del concepto
" Colltctt'd Papm, 6.619-628. En una lección de 1898 (4.2), Peirce menciona que 1k conocimiento que él mismo y Wittgenstein habfan llevado a cabo. {Cfr. M. Schlick,
¡u primeros conocimientos sobre Hegel se los debió a un libro de Augusto Vera {lntro- ·Erleben, Erkennen, Meraphysih. En: Kamstudim XXXI, 1926).
duction ala Phiwsophit tk H~t' París, 1855). n Sobre los motivos fundamentales de esra distinción cfr. in fra.
" Cfr. p.ej. 8.41, 6.436 y 5.90 y ss. n Para la discusión de este problema en la •antropología filosófica- de Max Scheler,
1
' Para Pdrce, por tanto, Hegel no es un realisra (con respecto a los universales), sino lldmut PlessnC!', Aroold Gehlen y Erich Rothacker, cfr. el artículo .Anthropologieo de
nás bien un «nominalista ávido de realismo• (1.19). Jiirgcn Habermas en DtZJ Fischer úxikon: Phiwsophit (Frankfun, 1958, pp.l8-35).
" Cfr. CP, 8, p. 292: «Nominalism, up ro that of Hegel, looks ar realiry rc:rrospecti- 1J 5.257.

,el~. What all modern Philosophy docs is ro deny that rhcre is any mt in fotttro.• " 5.265.
71
( " Ya en el fragmento titulado •Principies. (1861), en donde se enfrenta a Kant, 5.310.
>eirée caracteriza el esquema boisico (nominalista) de la teoría del conocimiento moderna ,. 5.257.
:n los siguientes términos: 7'1 5.310.

«La concepción más habitual -y, a mi modo de ver, errónea- de la relación entre la ,. 5.311.
10
:osa conocida y el sujcro que la conoce, es más o menos ésra: (1) En primer lugar existe En este punto podría compararse esta argumentación con las doctrinas correspon-
:1 sujeto, cl Ego. La cosa conocida es conocida en virtud de una aftcción de la conciencia, dientes de Maine de Biran y de Dild1cy.
r consiguientcmencc sólo a través de su efecto. Así pues, se esrablece una distinción enue .'"" La imprecisión de esta formulación -¡es el objem rea l un resultado último delco-
2) el noumeno o la cosa tal como ésta existe -lo cual permanece enteramente desconocí- IHH.:imienro que obtendremos de hecho •tarde o temprano.,, o es que la obtención de una
lo (salvo para la razón pura, según algunas filosofías)- y (3) el objeto o cosa m tanto que .,final opinion» presupone un proceso ilimitado de conocimiento?- queda dcfinitivamen-
unsada. (4) Existe la afección de la conciencia o el fenómeno, y (5) existe la relación de le ~clarada por Peircc en 1890 (en su recensión de The Wo,.ld and the Individual de J.
:ausalidad entre el objeto y el fenómeno .... Yo [por el contrario} represento esa n:lación ltoyce) en los siguientes réHninos: «... che ultimare opinion ... will, as we hope, acruaUy
le la sigicnte forma: (1) Existe el alma. (2) Existe el campo de la conciencia en que cono- lw atrained conccrning any given question (though not in any finitc time concerning all
¡emos el alma. (3) Existe la cosa m qut u piensa [thought ofi. (4) Existe el poder real de la II'ICSCÍons)~> (8. 113). Sobre el principio de •csperam.a•, que no tiene que ver con algo así
1 nn1o la corrección de la definición, sino con la cuestión de si la «final opinion» puede o
10sa que se ejerce sobre el alma. (5) Existe la idea o impresión que la cosa deja en el alma.
1111 obtenerse de hecho, cfr. infta.
6) Existe el pmsamimlo o la idea tal como aparece en la conciencia.» («Principies•, ma-
., 5.311.
JUScrito fechado el 21 de agosto de 1861, p. 7 y ss.; citado por Murphey, op. cit., p. 23 y
s.). ., 5.356.
Es interesante observar que, en este primer esbozo, el conocimiento mismo •• Cfr. 1869: 5.354 y ss.; 1871: 8.12; 1878: 5.405 y ss.
~5.311. Cfr. supra nota 80.
tcthought" en [6)) aparece ya claramente diferenciado de las condiciones del mecanismo
causal bajo las cuales aquél se realiza. Con ello queda ya superada en principio el prcsu- '" Peircc hace aquí una alusión a la idea de •una sola iglesia universal•, idea que sin
¡uesro en que descansaba el problema cartesiano del conocimiento del «mundo extcrioOt clncl:t constituía un modelo para la idea de su •communiry of investigators». Cfr. la últi-
m.• frase de 8.12. Asimismo cfr. supra nora 51.
)> clcitamente, rambit!n el presupuesto kantiano de las cosas-en-sí. La cosa misma, inclu-
... 8.13
S> aunque no sea conocida aún •como algo» en el predicado de una oración, está conrc-
"' Para Peirce, es preciso sostener en todo momento el carácter normativo de un
1ida en codo caso en el sujeto de la oración como aquello «en lo que se piensa• (3). Esra
·idd limir- en la definición de verdad o de realidad por medio de la •ultimare opinion•;
.hipótesis• garantiza, según Peirce, la idenridad del objeto de conocimiento y de la cosa
• nal11uier orra definición (meramente empirista) comporraría, según l>eirce, un error ca-
oc:terior.
lq:orial, o, por decirlo con la terminología moderna, una •reductive fallacy».
61
A mi juicio, J. v. Kempski ha pasado por alto este hecho, tan esencial para com-
.. R~ta exigencia podría compararse con la sustitución, llevada a cabo por los jóvenes
rrender la recepción de Kant en la obra del joven Peirce. No obsrame, quizá ello se debe
ltr¡:,·lianos, del •espíritu absoluto• de Hegel por la comunidad de los •yoes» racionales
a que Kcmpski no habla conocido aún los escudios del joven Peirce sobre Kant que
(1\runo Bauer), la humanidad real (David Fr. Strau{¡), la comunidad natural-sensorial
Murphey pusiera en circulación. Cfr. infra.
lh·unhach) y, finalmente, por la «clase de la humanidad• (K. Marx). Todas estaS solu-
~ El matiz esencial que distingue la inrerprctación de Kant po r parte del joven Peircc
1 i"""' se presentaban también como un nuevo garante de la verdad última y de la validez
c.ueda oscurecido en gran medida por el hecho de que el término de Kant «rcpresenra- dr lm valores.
¿Ón• [ Vo,.sullungJ suele traducirse sin más al inglés por «represeotarion» - incluso por "' ( :ti-..~upra nota 26.
kmrianos ortodoxo.~. Lo que para Peirce se esco nde tras el término «representation», que '" No soy capaz de percibir ninguna circularidad en la argumentación de esta presu-
<±signa la primera y más característÍ<;a ilustración de la «Te.rceridad», es la transforma- pmic ic'on, drmlaridad que Murphey sí parece denunciar (op. cit., p. 141). Lo que Peirce

118
119

--
pretende en su •theory of realiry» no es en absoluto una demostración de existencia, sino '"unidad real a la •ul rimate opinion• en tanto que idta. Sobre la falta de claridad de Peir·
más bien una clarificación del sentido -lo mismo vale decir respecco de su trabajo poste- • ,. en este punto, cfr. infra.
3
rior How to Make Our Ideas Ckar. Para Peirce, en todo caso, la duda sobre la existencia ' Cfr. 5.311. En 1885 Peirce critica el hegelianismo de Royce y subraya que, antes
misma de lo real carece de sentido desde el punto de vista práctico y conduce al absurdo .11'111 de alcanzar el conocimiento conceptual de las cosas individuales, que queda reserva-
-as( lo afirma cxplrcitamenre e n 1869 (5.352) y de nuevo en 1878 (5.384)-, puesto que ,¡., a una «ideal perfection of knowlcdge• en la •ultimare opinion•, podemos experimen-
en cualquier pregunta o duda respecto de la realidad de un fenómeno ya se está presupo- urlas como resistencia a nuestra voluntad. En este sentido, las señalamos e identificantos
niendo la existencia del mundo real-de la misma forma que en la pregunta por los •fun- • u1110 cosas existentes con ayuda de los términos delcticos del lenguaje, aunque no por
damentos de: la validez de la lógica» hemos de presuponer prácticamente la valide-L de la rllu las lleguemos a conocer. Cfr. 8.41 y s. Sobre este punto, cfr. infra.
lógica. A mi juicio, este tipo de argumentación -en tanto que prepararorio del •critica! .. 5.312.
commonsensism• posterior- caracteriza la tesis fundamental de la crítica del sentido, .. 8.14.
propia de la ftlosofla de Peirce. Cfr. infra. .. 8.15.
Como Pei rce subrayaba en 1885 &eme a Royce, nosorros «experimentamos- la exis- " 8.16. Esra superación del primado de la llamada «experiencia interior» probable-
tencia del mundo real en la resistencia que éste presenta a nuestra voluntad, esto es, en el lllrllte se la debe Peirce en última instancia a l«tnt -o, más precisamenre, a la compara-
•outward clash• . Y esta experiencia se introduce hic et nunc como criterio de evidencia , '""'entre las dos ediciones de la Critica de la razón pura. De la lecrura de la •Refutación
necesario en la verificación experimental de una creencia. Sin embargo, cuando más tar- .t.-1 idealismo» (B 274 y ss.), añadida en la segunda edición, Peirce cxrrajo unas conclu-
de Peirce coma esta experiencia de la existencia de lo real -por p rimera ve-L, probable- \lollcs que iban más allá del pensamiento de Kant en la llnea de un realismo de la crírica
meme, en 1873 (7.326 y s.) en el concepco de •sensación• u •observación.- como crite- olrl sentido. El propio Peirce parece confirmarlo en una vindicación de K<tm del afio
rio en la definición del •mécodo de investigación• apropiado, ello no significa que se esré 1'!0.\. AlH distingue tres •momentos• dial6cricos (sic) en el desarrollo del problema idea-
dando por scnrado algo así como una prueba de la existencia del mundo real. Y esto es l!""" versus realismo: l. La posición kamiana de la restricción de la validez de todos los
asl porque para Peirce la •experiencia• d e la resistencia a nuestra voluntad hic et tzunc (co- • onceptos a la experiencia posible. 2. La conclusión idealista de que, en este caso, sólo
mo un caso de •Segundidad») no es en absoluto un conocimiento («Tcrccridad•), sino nistcn nuestras representaciones [ Vormdlungen]. 3. «... el tercer momento en el pensa-
que más bien sólo puede introducirse legítimamente en el marco del conocimiento en mi•·•tro kantiano, que no se hace patente hasra la segunda edició n de la Critica ... Se trata
ra.nto que formación de una opinión con sentido («Terceridad•). Por tanto , debe ser po- ti•· un elemento verdaderamente iluminador del pensamiento ka ntiano. Podría decir que
sible establecer el sentido de una definición de la realidad sin necesidad de aporrar pre- r• •·1sol alrededor del cual gira todo lo demás. Este tercer momento co nsiste en rechazar
viamente una prueba de la existencia de lo real , puesco que la mera expedencia de la exis- duramente {la afirmación de] que los conccpcos metaflsicos no se refieran a las cosas-en-
tencia de lo real sólo tiene sentido «como algo» en el marco del conocimiento posibl e de d Kant nunca dijo esto. Lo que dijo c.~ que estos conceptos no tienen aplicación alguna
lo real. D e codo ello se sigue, a mi juicio, que la existencia del mundo real (cxperímenra- 111,h allá de los límites de la experiencia posible. Pero tenemos experitmcia directa de lasco-
ble sólo hic tt mmc) no sólo resulta imposible demostrarla, sino que tampoco es necesario 111' r11 ·si». (6.95)
hacerlo. Lo que, sin embargo, sí pued e demostrarse es que todo intento de demostrar o "b ¡;.Sto puede compararse no sólo con la crítica de Wittgenstein al metaphorischer
cuestionar la existencia del mundo real presupone ya esa existencia. ,\, hrm o.:n las lmestigaciones filosóficas (en donde se dessarrolla la tesis de la crítica del sen-
" En el prólogo a la segu nda edición de la Critica de la razón pura, señala Kant que a cltln como tal), sino también con el siguienrc pasaje de Heidegger en Ser y tiempo:
la razó n le es posible, involucrándose en la praxis de la ciencia natural , emplear •princi-
pios de sus juicios de acuerdo con leyes constantes(...) "obligandon a la naturaleza a res- ..Al "dirigir.¡e a ... ~ y u aprehender", no sale el "ser ahí" de una su esfc.ra inrerna
ponder sus preguntas•. Para cllo, obviamente, la razón no sólo debe elaborar a priori mo- en la que empiece por estar enclaunrado, sino que el u ser ahín es siempre ya, por
delos conceptuales o matemáticos, sino aplicarlos también a la naturale-La en forma de o.bra de su forma de ser primaria, "ahí fuera", ea be entes que hacen frente dentro
«proyccriles• , •planos inclinados», •columnas d e aguv, ere. Es decir, d ebe materializarlos del mundo en cada caso ya d escubierto. Y el de d etenerse determinante cabe el
en la natura1C7.a para permitir que la naruralcza misma responda a la namraleza «hecha• t·ntc que se traca de conocer no es un dejar la esfera interna, sino que en este mis-
por los hombres. El viejo Kanr retomó en su Opus Postumum esre problema de las condi- mo "ser ahí fuera" cabe el objeto el "ser ahí" es "ahí dentro" en el senrido bien
ciones de posibilidad de la •ciencia natural experimental. e inten tó resolverlo por medio n1mprendido, es decir, él mismo es quien, como "ser en el mundo", conoce. Y,
del concepto de la •autoafección d el YO» en la inrervención del Yo corporal en la natura- :nín , el percibir lo conocido no es un retornar del salir aprehensor con la presa ga-
leza (sobre este punto, cfr. el excelente trabajo de Hansgeorg Hoppe, Die Objektivitiie der nada a la "jaula" de la conciencia, sino que incluso percibiendo, conservando y
bctonderm Naturtrkennmis, tesis docroral, Universidad de Kiel, 1966). M e parece, sin n·tl"niendo sigue el "ser ahí", cognoscente, en cuanto "ser ahí" ahí fuera.• [p. 75
embargo, que es precisamente aquí donde la aporía de la filosofla transcendental de la dt• b ni. d e José Gaos. N. del T.J
conciencia de l«t nt se hace más evidente: es incapaz de reconocer como condiciones d~
posibilidad d e la experiencia aquellos presupuestos que no son propios de la conciencia, y Ayul y m d wnrcxro de la discusión del «Ser en el mundo• en general como estruc-
que, sin embargo, siempre ha asumido -por ejemplo, en la •afección• de la •sensibilidad, lüfa fund:mtt·ncal dd «Ser ahí» al que pcrrenece este pasaje, se encuentra el correlato fe-
por la •cosa-en-sí•- y tiene que asumir absolutamente para fundamentar la posibilidad de Af)inrnolt\~it"o lu·rmcnéutico de la superación de In •crítica del conocimiento• por la
la ciencia experimenral. aCtlll\~ 1.lrl M'nlido, (desde Peirce hasta Wittgenstein).
91 Por supuesto, es cierto que la comunidad real misma sólo podría rcconnCl"T.~<" - sC'- " H, 1.1.
gún el sentido pleno de su realidad- en la •ultimare opinion•, pero esw no n·dun· In W · "" 5.'11.S.

120 121

---
101
Peirce se refiere aquí a una publicación del afio 1892 ( The Critic of Argummts, wlt ich as 1 originally named rhem ... were qualitíes (of feeling), (dyadic) relatiom, and
CP, 3.417 y ss.). 1p11.:Úicarions of) representatúms.• (l. 561).
101
5.356. .. •u Cfr. supra.
10
) 6.610. (Se trata de un pasaje su polémica con el editor de The Monist, el Dr. Ca- "' Este punto de vista es compartido por Murphey (op. cit., p. 23 y ss.) y v. Kemps-
rus, de su articulo Repiy to the Necessitariam). ~ 1. En casi todos los puntos en los que Murphcy afirma que Peirce interpreta errónca-
•5.407. Cfr. asimis.m~ el siguiente pasaje fundamental de la «Lógica de 1873•: . ...
104
llwnte a Kanr, podría verse también una muy justificada crítica a Kant, bajo el supuesto
t:he ObJeCt of rh.c final opmJon which we have seen ro be independent of whar any parci- .Ir <¡ue la posición finalmente alcan7.ada por Peirce sea más consistente que la kantiana.
cul~r person t~mks, may vcry well be exrernal to t:he mind. And t:here is no objecrion ro l'~~thablemente Peirce no tuvo conciencia plena del alcance de sus críticas a la obra de
saymg mar thas externa! reaJiry causes t:he sensation, and t:hrough t:he sensarion has cau- f\.tllt.
sed al! that line of thought which has finally led ro t:he bdief». (7.339). '" No se trata, sin embargo, de esa «VÍa intermediv de un sistema de epigénesis de la
los 8.129. (Se trata de la reseña de de 1890 de Royce, The World and the Individua~. a.w'm pura, al que Kanr se refiere en la Crítica de la razón pura (B 167). Al comienzo de
106
8.104. (op. cit.). '"' estudios de filosofla Peirce compartió esta posición con su padre, Benjamín Peirce,
101
Peirce concibió esros pensamientos ya en 1868 (5.313 y ss.) y los reclaboró más 1111 matemático influido por LeibllÍ7., pero en 1862 la abandonó. (Cfr. Murphey, op. cir.,

detalladamente en su meraflsica de la evolución a partir de 1892. 1'· ,.¡ 1).


'"' Cfr. infra, Segunda Parte, 111, 2 C&. asimismo las notas a pie de página que aña- "' Nuestra exposición está orientada aquf en función de la concepción más avanzada
dió Peirce en sus últimos años a How to Make Our Ideas Clear (5.402). de l'eirce en torno a la relación entre •inducción• e •hipótesis». La lógica peirceana de las
lO? ~ara una detenida discusión de csre problema, cfr. los penetrantes y aporéticos co- -mli.:rencias sintéticas» permite limitar de una vcr. por todas la aplicabilidad del postulado
men ranos de M. Thompson en Studies, op. cit., I, pp. 133-142 y John E. Smith en Pm- tlrl otdrculo vicioso» a su lugar propio dentro de la lógica deductiva.
pmives, op. cir., pp. 92- 119. 111
Por emplear la expresión de v. Kcmspki.
110
En esre contexto podemos ignorar la cuestión de si la alternativa entre el uso co- '" Sobre esro, cfr. Gerard Radnio;ky, •Über cmpfehlcnswerte und verwerliche Spiel-
rrecto, de !os medios lingüfst~cos.' por un lado, y el extravío producido por el metaphoris- ·1111'11 derSkepsis»,en Rario, 7. pp. 109- 135.
11 1
cher Sclmn, por otro, hace JUStiCia o no al problema del pensamiento creativo, que se ' Cfr. infra.

gu(a po~ la fuerza de la revelación prcconceprual de las metáforas, sin sucumbir por ello a ''" Utilizaremos aquí aquellos textos del joven Peirce que muestran sus primeros es-
su Sclmn. Incluso para aquellos que, como Heidegger, entiendan las metáforas como al- tudios sobre Kant (dados a conocer por Murphey), así como los trabajos sobre lógica y
go que <~simultáneamente cubre y descubre», la crítica del sentido es siempre una condirio tlmcrina de las categorías, publicados en 1867.
!Í11e qua 11on de la filosofra moderna. 111
Cfr. M urphey, o p. d t., p. 2 1.
El ~otivo indirecro .<pero no menos fundamental) podría haber sido la preserva-
111 111
• Citado en Murphey, op. cit., p. 26. Podría hablarse aqul de una errónea intcrprc-
CIÓn de .la labenad o, más b1en, del mundo moral del •juego de lenguaje del Yo• frente a a.eo io'm psicologista de Kant, que resultaría imposible seguir sosteniendo tras la segunda
la necesadad mecánica del •juego de lenguaje del Ello• propio de las ciencias naturales rtlicitín de la Crítica de la ra.ztJn pura. Cabe preguntar alin si una supresión realmente
concemporáneas. , llttsc;cuente de todo •trascendentalismo psicológico• en la Critica de la ra.ztJn pura no de-
'" I;- complicada j~rarquia de ~as discipl~1as filosóficas hacia el año 1901 y siguien- l»· mnducir al resultado final de que la verdad necesaria de los juicios sintéticos a priori
tes, segun la cual la lógaca (normanva de la Ciencia) presuponía aún la .fenomenología» ..slu st-a válida bajo la conjetura de que los enunciados empíricos de la ciencia, que presu-
(d~ las caregorfas), no contradice esro necesariamente, puesro que la «fenomenología. llllllt·n estos juicios, son ellos mismos apodícticamenre ciertos.
m~s~a, a su v~, presuponía la lógica (formal de relaciones), que forma parte de las mate-
111
Citado en Murphey, op. cit., p. 27.
1
mancas, y en. la cual.las categorías son ya deducidas como posibilidades del pensamiento. .. 5.382 n. Agradezco al Dr. Perer Krausser su amable indicación sobre la sintornáci-

Sobre l.os pru~eros ~ncentos de una deducción de las categorías -que condujeron a la • ~ 'i¡;nificación de este pasaje para la orientación de Peitce hacia los postulados de la ra-
Nro1 Lm- escnbe Pe~rce en 1898: •In the carly sixries I was a passionare devoree ofl<ant, ¡,\ 11 pr-.kcica.
ar lcasr as rcgarded che transcendental Analytic in the Critic ofthe Pure &ason. J believed "' Cfr. supra III, l. Sobre esto cfr. Murphey, op. cit., pp. 55-94. A mi juicio, no se
~ore implicitly in che rwo cables of me Funcrions of Judgemenr and t:he Categories t:han 11~ 1.1 aquí únicamente de una «deducción metaflsica• en el sentido de Kant, sino también
tf rhey had been broughr down from Sinai ...• (4.2). 1lt 1111a •deducción trascendental•, puesto que la obtención de una opinión consistente
Sobre d desarrollo posterior, Peirce escribe hacia 1905 en una nota a la Nro1 List lo tulu·" In real es para Peirce el •punto supremo• (Kant) al que va ligado su filosofía rras-
siguiente: •The firsr qucsrion ... was wherher or not the fundamental caregorics of ccault·nral. En un borrador de la •New List of Caregories• Pcirce critica el método de
thoughr really have t:har sort of dependence u pon formal Logic rhat Kant asserted. 1 be- 1<~111 ,¡,. la deducción de las categorías por referencia a una tabla de juicios, puesto que
carne t:horoughly convinced thar such a relation reatly did and musr ex.ist. Afrcr a series •fltt tlcsa rrolla esa referencia directa a la unidad de la consistencia, que es la única que da
of inquiries, 1 carne to sec t:hat Kant ought nor ro have confined himsclf ro divisions of ~Mlitl ~1. a la.~ categorías• (Citado en Mucphcy, op. cit., p. 65.) Peirce confía en que su
proposicions, or «judgcments•, as t:he Germans confuse che subjecr by eaJiing rhem, bur •N u~va List;l• haya establecido justamente esa referencia directa en su análisis de los con-
oughr ro havc taken accounr of all dementary and significant differences of form amonK upr.,~. <'""'''"idos en la representación sfgnica de lo real (1.550). En la deducción tras-
signs of all sorrs, and rhat, above all, he ought nor to have left out of account fi.mdamcn- ~t•tulrma l d<·la validez de las inferencias sintéticas, que Peirce presenta en 1868 y de nue-
tal forms of reasonings. At lasr afrer che hardest two ycars' mental work thac 1 havc cvcr ~111'11 1H7H. la ooultimace opinion• de la «com munity• - sólo alcanzable ooin the long run»-
done i~ my life, I found myself wirh bur a single assured resu!t of any po.~itive importan- ltuwinn:¡¡·unw d oopunw suprc.:mn• en esre semido (cfr. infra). Con ello se obciene aque-
ce. Tlus was rhat there are but three elementary forms of predicarion or signifkninn, 11~ wm rrti·t.;ll'ión dd "1'11111'0 supremo» de una filosofra transcendental, que ya estaba

122 123

--
presente en la transformación semiótica peirceana del concepto de conocimiento y que es mas de la llamada «retórica especulativa•, 1 saber, la relación del signo con la conciencia
o;aracrerística de la trans ición de la filosofía de la «conciencia en general» al pragmatismo onmprensiva del ser humano bajo la forma del «Interprerant•. Esta dimensión de la •Tcr-
.::n tanto que realismo de la crlrica del sentido. En la filosofía actual se discute este pro- o-cridad• (•mediación» en tamo que •interpretación•) es además aquella en la que tiene su
l:>lema bajo el titu lo ele «<enguaje y conciencia» o, más claramente, «sociedad, lenguaje y
,;;oncicncia». lugar semiótico la clarificación del sentido de los conceptos o de las proposiciones por
ntcdio de la «máxima pragmática». Charle> Morris, que sometió la semiótica peirceana a
"' En un esbozo autobiográfico de 1898 escribe Peirce: •Esto [i.e., la interpretación
una reducción conductisra, habla de la •clímcnsión pragmáti::a del signo• como equiva-
.fe la relación entre sujeto y predicado como relación sígnica) me llevó a ver que la rela-
lmte de la •retórica• tradicional. Cfr. infra. Segunda Paree, JI, 2 y IV.
.:ión entre sujeto y predicado, o entre antecedente y consecuente, es esencialmente la
m Citado en Murphcy, op. cit., p. 70.
1nisma que la que hay entre la premisa y la condusió11» (4.3).
ov Cfr. Murphey, op. cir., p. 56.
•• Se reara, de acuerdo con la tcrminok>gia posterior de Peirce, de un •súnbolo incer-
"' Citado e~ Murphey, op. cit., p. 56. prctame» que se diferencia caregorialmenre de un nombre propio meramente •dektíco•.
"' Cfr. infra. ..,. Cfr. Murphcy, op. cit., p. 70.
140
Cfr. supra nora 116.
,,. Citado en Murphcy, op. cit., p. 60. En la «Memoranda Concerning rhc: Aristote-
lian Syllogism» (2.792-807) de 1868 Peirce critica la posición que adopta Kant en •Die: ••• Cfr. J. Wach, Das Vtrsuhm, 3 vols.. 1926-1933.
41
(alsche SpirLfindigkc:ir der vier syllogisrischen Figuren» (1762), y muestra que cada una ' Citado en Murphey, op. cit., p. 71.
0
de las tres figuras silogisticas encierran un principio independiente, o, más exactamente: ' Las recientes investigaciones sobre: d lenguaje han mostrado que la función cogni-
1 iva del lenguaje desempeña un cierto papel incluso a la hora de descomponer y ordenar
.que cada figura conrienc: el principio de la primera figura, pero las figuras segunda y ter-
cera contienen además otros principios• (2.807, cfr. Murphey, op. cit., pp. 57-63). l., percepción del color. Cfr. H. Gipper, .über Aufgabe und Leiswng der Sprache beim
1
' ' No podemos entrar aquí en las modificaciones que se introducen en la concep-
l lmgang mit Farbcn•, en Die Farbe, 6 (1975), pp. 23-48.
ción pcirceana de la deducción a consecuencia de su desa.r rollo posterior de la •lógica de '*' Cfr. Murphey, op. cit., p.71.
14
l~s relaciones•. l Cfr. infra, Segunda Parte, U, 2 y IV, 2.

m 5.348. "' Prestar atención a esra arquitectónica es tan importante para interpretar aquí co-
l rn~tameme a Peirce como lo es la constante referencia a las categorías de •Primeridad>>,
111
En las teorlas modernas de la lógica de la ciencia, la «explicación» se concibe co-
nlO la deducción de un explanandum sobre la base de leyes generales y condiciones ante- .. Scgundidad» y «Terccridad• en sus trabajos posteriores.
cedentes. Por tanto, no existe d iferencia lógica entre una explicación y una predicción.
147
Cfr. 5.214.
~~sí, por ejemplo, en Hempcl-Oppenheim, Readings in the Phiwsophy ofScience, Nueva '" Cfr. infra.
York, 1953.) Pero también en este caso la asunción de condiciones anrecedenres que pcr- '" 5.215.
n•itirfan la deducción del explanandum bajo el presupuesto de una ley general, sólo es '"' Cfr. 5.237.
pOSible con un mayor o menor grado de probabilidad. Esta asunción, que hace posible "' 5.235. Esta idea probablemente recibió la influencia de la filosofla de Sweden-
una •explicación• en el sentido de Hempei-Oppenheim, es lo que Peircc llama una •ex- l•url\• a través del libro de Henry Jan1es Substanet and Shadow (Bosto n, 1863). Así lo
p.icación• de fenómenos por medio de una •hipótesis-. Este cambio de acento, en el sen- tunllrma Peirce explícitamente en su metallsica posterior (cfr. Murphey, op. cit., p. 350
ti:lo de un ars invtnimdi (•logic of discovery») -considerado por los neopositivistas como y "·>· Las estrechas relaciones con Bühme y Schelling -que aparecen parricularmente cla-
p;icologista- tiene una importancia capital para la teoría de la ciencia, puesto que todo ••, en el tercer periodo del desarrollo de 12 filosofia pcirceana- bien pudieron estar mc-
d>pende -como, por ejemplo, en el caso de la explicación histórica- de encontrar condi- tli.ulas por el •transcendemalismo• de Henry James.
ct:>nes antecedentes y las premisas más generales sólo pueden presuponerse de una forma ''' o.Embodying» (o •incarnacioru) es el concepto básico de la metafísica de H. James
fllll vaga que la deducción de sucesos en el sentido de Hempei-Oppenheim no es posible (oli. Murphey, op. cit., p. 350 y ss.)
e~ principio. (Sobre este punto, cfr. Dray, Explanaticn in Him"Y· Oxford, 1964.) "-' 5.242.
U< Sobre este rema, cfr. la introducción de Erich Heintd a los Sprachphi/oJ()phischt '" 5.251. Este pasaje recuerda claramente a la definición hegeliana del lenguaje co-
S;!Jriften de Johann Goufried Herder, 2• ed. Harnburgo, 1964. El problema que a Peirce llllt •la autoconciencia que es para otros y que: en cuanto tal está inmediatamente dada
le ocupa aquf bien podría describirse, utilizando la expresión de L. \Veisgcrber, como la y •111<" es universal como ésta» (Fenomenología del espíritu). La correspondiente defini-
. Wortung der Wdt• en el lenguaje. Crf. Weisgergcr, «Das Worren der Welr als sprachli- 1 il•n del lenguaje correspondiente en Marx. lo describe como: •inmediata realidad del
cteAufgabe der Menschhei t», Sprachforom 1 (1955), pp. 10-19. prn~:uniento, la conciencia real y prácti ca existente para otros hombres, es decir, la
'" Citado en Murphey, op. cit., p. 67 y ss. t111u i<"ncia existente también para mí mismo• (L.1 ideología alemana). La identidad dcl
16
' En su semiótica, inspirada en la lógica medieval del lenguaje (•T ractatus de pro- individuo con el otro o, mejor, con la sociedad, idencidad establecida ya en el lenguaje,
p~etatibus rerminorum•), Peirce distingue entre denota.tio (designación de las cosas que •r rxprcsa en la concepción peirccana de la •communiry• que se convicrca en el punto
cam bajo la definición de un concepto cxtensionalmenre) y connotatio (designación de tlt> in1crsccción de roda su filosofía. Sobre el principio peirceano de •esperanza» cfr. in-
lo: rasgos que pertcltecen al significado intcnsional de un símbolo). Peirce considera estas 11 ~ .
d<:i dimensiones tradicionales del significado propias de la llamada •gramática especulati- ').2S3.
·~\
va• como ejemplos de la •Segundidad>> (denotatio como relación de un signo con el obje- '1..1 13-3 17.
to exterior en una situació n) y de la «Primeridad» (connotatio como designación de los l'.n una nota a pie d e página de un texto anterior (5.289) Peircc observa que
ca¡acceres cualitativos que cxprc.~ao una forma de ser). Aquí emra en juego uno de los te· o,., IJIU.ll qu~· d ecimos que un cuerpo se encuentra en movimiento, y no que el moví-

¡;4
125
miento se encuentra en un cuerpo, debemos decir que nosotros nos enco ntramos en pen- ,•f '·¡••·mlative Phikisophy>. Cfr. la divertida narración del surgimiento de una escuela he-
sam ientos, y no que los pensamientos se encuentran en nosotros•. ti' 1&.111.1 americana en los lfmices del salvaje Oeste en Gustav E. Müller, Am"ikanische
1>1 5.3 15. Por el contrario, un . idiota" es aquí, en el sentido original y estricto del 1'/.tlow¡;híe, 2• ed., Stuttgart, 1950, p. 110 y ss.
término, la •persona privada» sin más. ••· Cfr. Max. Fisch, A Chronícle..., op. cit., p. 446.
11
' 5.313. '5.348.
"" Cfr. supra. "
1
).223 n.
1" Cfr. supra.
l•• 2.690-692.
1'"' Peirce no introduce realmente esta doctrina hasta el segundo de los tratados de
,... Cfr. la recensión de Peirce de esta obra de 1867 (8.1-6).
1868, y no la aplica enteramente a su teoría del conocimiento hasta 1903. ••· l'eirce piensa aqw en una inferencia deductiva de probabilidad en el senrido de
1'> El problema que aquí nos ocupa encontró en Heidegger esta penetrante reformu-
i• 1rurb matemática de la probabilidad, que no debe confundirse en absoluto con una
lación: por mucho que acerquemos una silla a la pared, nunca Uegará a cocar realmente la iul ru·ncia meramente probable (inducúva o abducriva). Sobre esto, cfr. 5.346 Y 2.620-
pared. La «iluminación~ [Lichtttngl del Ser en el Logos no puede nunca reducirse a suce- f•! 1
sos o relaciones inrramundanas. ... 2.693.
'" 5.263. 1" Según Peirce, la validez objetiva de las hipótesis basadas en la •abducción» sólo
16> Peirce sigue aquí la «meory of vision• de Berkeley. Cfr. 5.2 19.
pttr.lrn confirmarse inductivamente. Esta es también la estructura lógica del principio de
"' Es esca unificación de los fenómenos, que más carde sería objeto d e estudio por vn 11i1 a<.:ión implícito en la •máxima pragmática». Asl pues, la cuestión de la validez de la
paree de la psicología de la Gmalt, la que queda reducida en Peirce a inferencias incons- lttolllo, ión tiene el mismo significado que tenía para Kant la cuestión de la validez de los
cientes. Sobre esto llegó a escribir lo siguiente: •Es una conocida ley del entendimiento In lo ios ~intéticos a priori. Esta es la verdadera razón por la que Peirce, después de haberse
que, cuando se presentan fenómenos de extrema complejidad que se reducirla!\ a Ull cier- mup.~<lo de la deducció n, pudo concentrarse totalmente en el tercero de los ensayos de
to ordm o simplicidad mediada mediame la aplicación de un cierco concepto, este con- 1MhH/(1') en el estudio de la inducción. Ciertamente, el propio Peirce atín no expresa cla-
cepto llega ance.~ o después a aplicarse cfcccivamence a dichos fenómenos.• (5.223). lilltll"nlc así esta cuestión en el ensayo de 1869; más bien sugiere una analogía entre la in -
161
Cfr. 5.250 y 5.263, así como 5.157, 5. 181 y 5.202.
166
En los parágrafos 5.283-290 del segundo de los tratados de 1868, Pcirce pone en
du" i&'m y la hipótesis (5.349 y 5.352).
relació n su sem iótica con su doctrina de las categorías. Ambas hablan sido ya desarrolla- '5 .342-345.
111 1 ).349.
das, especialmente en la «New Use of Cacegories• de 1867, a partir de una concepción
1'1) ).351.
úni ca. Sobre la conexión entre semiótica y doctrina de las categorlas, cfr. infra Segunda
Murphey parece esperar de Peirce una prueba de esce cipo. Cfr. supra.
Parte, especialmente II.
,.., S.352. Al comienzo de este ensayo Peircc nos muestra que quien quiera negar o
"' 5.264.
I?O 5.267.
p11•lo.u· la validez de la lógica deductiva, ya está presuponiéndola.
l?l 5.268.
•·" Heidegger calificó en este sentido la exigencia - propuesta d esde Descartes- de
111 Peirce desarrolló esra doctrina monográficamente por primera vez en el artículo un~ dt·mostración de la existencia del mundo exterior como un •escándalo•. Giarnbattis-
•Ün d1e Natural Classificarion of Argumencs• de 1867. La segunda exposición monográ- 1~ Vttn sostenia que querer demosuar la existencia de Dios o del mundo significaba tan-
fica tiene lugar en el marco de las series sobre • l..ogic of Science» de 1878. Para un análi- tu , umu querer ser capaz de hacerlos realidad.
sis de esta docrrina y un desarrollo sistemático de la misma, cfr. von Kempski, op. cit., ,... ( :fr. supra.
capítulos l. lll y IV. ..... '>.354.
m 5.280. ,.. Cfr. supra.
"'Cfr. 5.280-282.
1
""'>.354.
l7i Como Max. Fisch revela en «A Chronide ofPragmatism, 1865-1879• (en: The ·~ '5.356.
Monist, 48, 1964, p. 442-466), Peirce ruvo conocimiento de la aparición d e la psicología '"' '5.357. Este pasaje describe un complemento necesario a la caracterización de la
fisiológica en Alemania con Fechner y W. Wundr. al .wnntuniry• en 8.13.
1" Cfr. 5.295-307. ., '>.357.
'" 5.299. "" Sobre el principio de esperan7.a véanse los siguientes textos: 5.357, 5.402, noca,
l7t 5.301. ~ 1-i()/ y SS., 2.652-55, 8.12-14.
"' Sobre esto, e&. la comprehensiva monografía de Gerhard Funke sobre el concepto William James, The Wi/L to Believe, N ew York, 1897.
d e •Costumbre. (Archiv for Begriffigeschíchte, vol. 3, 606 págs., Bo nn , 1958). Incluso Vt-ase nuestra selección de •La doctrina del azar•.
aqul, el filósofo por excelencia del «habit• aparece casi exdusivan1cnte por relación a la fi- ju\ ).()J6.
gura de W. James. J'"·l.l,JS.
1110 C fr. in fra. ,,. St·¡.:tiu Max Fisch (cfr. supra nota 41).
181 Harris fue disdpulo y amigo del fundador alemán de la escuela hegeliana de St. j!!ll '1 ..\.\ 1.
Louis, Henry Brockmeyer. Escribió un libro sobre la lógica de Hegel y fundó en 1867 "" l'circ~ :uu idpa aq uf la problemática de los llamados «Conceptos teóricos•, en los
con Dcnton J. Sncidcr la primera revista filosófica especializada en América, • The jotlrnttl !flir l~.tmllp mwntr6 d limite a su programa neoposicivista d e definiciones. Cfr. Rudolf

126 127

/
t ;""""!' m Minn~sota Studies in the PhibJsophy ofSciena, vol 1 (Minn eapolis, Univcrsiry
of M in neso ta Prcss, 1956). 1,,., l. l\1anículo de Maddcn se basa en los siguientes escritos de Wright: The Philosophy
110
8.33. ··1 1ln.¡mt Spencer (Nonh American Review, 1865, pp. 423-76), The Evolution of Self
211
8.12. 1 •'ll•umm~ss (North American Review, 1873) y el libro publicado pósrumamente Phi/Q-
8.18.
l ll ;,•p/.,,·,¡/ Discussions (Nueva York, 1877).
Ju Cfr. supra p. .... '" De la crírica a Spenccr de 1865, op. cit., p. 427 (citado en Madden, op. cit.).
., Op. cit., p. 431.
'" En 1908 el propio Peirce escribió sobre esto lo siguiente: •En 1871, en el Me-
·• Citado en Madden, op. cit.
taphysical Club de Cambridge, Massachusetrs, acostumbraba a utilizar este principio co-
mo una forma de evangelio lógico para predicar ese método que Berkeley no llegó a for- ., Así lo ha demostrado Max Fisch en su ardculo Akxander Bain nnd rhe Gen~alogy
mular pero que de hecho pracricaba, y que en nuestras conversaciones yo solía llamar ••/l'mK'nnrism (en: Journal of the HiS[ory of Ideas, XY, 1954, 423). En lo sucesivo nos
pragmatismO». (6.481). tnni1imos a la exposición de Max H. Fisch.
5. 12.
Max Fisch (.A Chron ide of PragmatisJTIJt, p. 442) enconuó en el libro de nocas de .. , 5.12.
Pierce sobre terminología filosófica numerosas entradas de 1865 sobre la voz •pragmati-
cal• y la siguiente sobre •pragmatic•: «Pragmatic Amhropology Kant VU (b) 4 "Peircc ·• Alexandcr Bain, Th~ EmQtions and th~ Wi/4 3• edición, Nueva York, 1875, p 505
,. ··'· (, irado en Fisch, op. cit., p. 423).
disponía de la edición de Rosenkranrz y Schuberr, 1838-42"... (horizonte) ... Kant 111
.,. nain, op. cir. (Fisch, op. cit., p. 419).
206•. En 1902 Pcircc empieza un artículo sobre el tema •Pragmatic and Pragmatism•
con eS[as dos referencias a Kant en 1905, en «Whac Pragmacism Is•. Peircc explica del si- ·•· Bain, Mental and Moral Scienu, Londres, 1872, p. 373 (citado en Fisch, op. cit.,
1' ·1.'0).
guiente modo por qué no ha denominado a su doctrina •Praccicismo• o •Practicalismo•:
Bain, op. cit., Primera Parte, Apéndice, p. 100 (Fisch, p. 422).
•Para alguien que, como el autor, así como 19 de cada veinte experimentalistas con
"" 13ain, The Emotiom and the Wi/1, p. 573 (Fisch, p. 420).
oriemación filosófica, se formó filosóficamente en la obra de Kam y que piensa aún en
términos kantianos con la mayor solrura, los términos p'l"aktisch y pragmntisch estaban tan · ·• Pcirce siempre prefirió la filosofía de la ciencia hisróricamente concebida de Whe-
alejados el uno del otro como lo e.~tán los dos polos terráqueos. El primero pecccneda a
wrll a In de su gran oponente J. Sr. Mili. Cfr. Max Fisch, Chronicle ..., p. 450.
una región del pensamiento donde la mente de ningÚJil experimemalista en cuanto ral "' Como Max Fisch ha mostrado (véase su Chronic/e ..., p. 465 y s.), Peircc no podía
puede asegurar, o contar con, un terreno sólido bajo sus pies; el último se relaciona con
dr•id irse a publicar la conferencia sobre el pragmarismo que había pronunciado ante el
los propósitos humanos. Ahora bien, casi lo más sorprendente de la nueva reoría era su •Mt•fa physical Club», separadamente del lihro que tenía planeado sobre «The Logic of
rcco nocim icnro de una conexión inseparable enrre conocimienco racional y propósito ra- S, irun:». Más carde asumió el compromiso de publicar la serie de artículos fltustrations of
cional: y esa consideración fue la que me decidió por el nombre pragmatismo• (5.412). ¡/, l.11gic ofScience en el «Popular Science Monthly», un compromiso que posteriormente
lllll<'lllldo lamentó.
En la definición de la •máxima pragmática• de 1902 Peitce simplemenre come nc-.¡: • La
'" 7.3 13-361.
reflexión sobre la Critica de la Razén Pura llevó al autor a la máxima• (5.3). El p;1sajc que
'" Cfr. Max Fisch, op. cit., p. 454 y s. y p. 466. .
co n mayor probabilidad podría haber sugerido la máxiima pragmática es el siguiente:
"' Un ejemplo de este intento es la conferencia de Harvard sobre .Pragmarism• de
·~Práctico" es todo lo que es posible mediante libertad. P ero si las condiciones del ejerci- 1'111.\, 'i.l4 y SS.
:10 de nuestra voluntad libre son empíricas, la razón no puede tener a este rcpecto más
~ue un uso regulador ni servir más que para llevar a cabo la unidad de las leyes empíricas ·•• 5.403; cfr. 7.340 y s. (de la •Lógica. de 1873); y también las correcciones poste-
ritttrs <'ll 5.453-458 y 8.208.
...) De ahí que las únicas leyes que la razón puede suministrarnos sean, no leyes puras y
Murphey, op. cit., p. 164.
mteramenre determinadas a priori, sino leyes pragmáticas de la conducra libre encam ina-
'i.375.
~as a la consecución de los fines que los sentidos nos recomiendan• <B 828>.
'i.384.
En el segúndo capítulo de su «Fundamenración en la Metafisica de las costumbres» Cfr. 5.407.
Mnt distingue enue •imperativos hipotéticos» que son indicaciones para la prudencia, y Cfr. 8.12.
!C llaman también «pragmáticos» (que conducen a n uestro bienestar), y aquellos impera-
,.. Cfr. 5.406.
~vos merameme «técnicos• que sólo afirman qué vías y medios se necesitan para consc>
ruir un objcrivo particular. La máxima pragmática pei.Jrccana para la clarificación de "' (:fr. el impresionan re ejemplo de la convergencia de las experiencias del ciego y
ruestras ideas se ajusta mejor al primer tipo de «imperativo hipotético• porque presupo-
drl \ur.ln en la recensión sobre Bcrkeley (8. 12).
re el objetivo particular de clarificar cienos concepros. Cfr. la autorizada definición peir- "' l.a reducción naturalista de la verdad procede según esre esq uema: •Esas acrivida-
c:ana de la máxima pragmática en 5.402. dro " " ""l sino la satisfacción de tales necesidades. Yo soy el único que penerra codo esro
m 5. 12. Cfr. •Pcircc's Description of che Meraphysical Club in a 1909 Draft of a
y H'< unnt·c la 'verdad' por lo que es•. Los representante.~ clásicos de esra figura del pensa-
ntlrntu snn Schopenhauer y Nietzsche.
.(l'ctaCC ro 'M y Pragmarism'», publicado como apéndice a Max H. Fisch, WílJ' There 11
Netnphysicnl Club?, en Moore y Robín , Studíes, pp. 24-29. '" l'n.~ccriormenre el propio Peirce protestará a menudo contra el psicologismo en
26
' Max Fisch, A Chronic!e ... , o p. cit., p. 444.
l111 cm,<yns sobre el pragmatismo de 1877/78.
"' ( :ti·. 'i.265.
m Nos apoyamos aquí en el ensayo de Edward H. Madden, «Pragmarism, Posiri- '" ( :ti·. '5.376.
vism, and Ch . Wrighr>>, en Phi!osophyandPhenomenologicd/RmarchXlV, 1953, pp. ó2-
"" ( ;i;unhattista Vico fue el primer pensador que criticó la d uda radical d e Descartes
7l; cfr. también .E. H. Madden , Ch. Wright and the Fourr.dations ofPragmatism, Se~ u le,
un "'"nf,·r d~· los presupuestos históricos y sustancial es del desarrollo del conocimiento,

128
129

/
tal y como funcionan de hecho en el senms communis. Recientemente y desde un p unto · .1mino que co ndujese a la verdad. Pero para Peircc: lo que esto significa no es más que
de vista simjlar, la ficción canesiana de una absoluta libertad de prejuicios ha sido critica- 1.1 última confirmación d el método a priori como un método •con forme a la razón•
da por H eidegger en nombre de la estructura a priori existencial-hermenéutica de nues- ! "• ..11!2, nora).
tras preconcepcioncs. Cfr. Hans-Georg Gadamer, Wahrheit und Methode, Tubinga, ·'h El añad ido entre paréntesis se encuentra en la nota a píe de página de 1903.
.., Ya en 1871 Peirce había afirmado: • ...we find our opinions consrrained... !• y la
1960.
1" Cfr. supra. ··¡><-rmanencia exterior• de la que habla Peirce en nuestro texto bien puede esta.r determi-
"* Es significativo que esta crítica se aplique no sólo a todo el pragmatismo sino tam· "·"la por la definición de Berkelcy y Mili de la potencia de afección de las sustancias ex-
bién a la filosofla de la vida, al existencialismo y al marxismo. Los logros de esw filosofl- tro ínres como •pcrmanent possibilities of sensation•. Para esto, cfr. M. Fisch, A Chroni-
as descansan en los diferentes modos en que desacroUan las &stinw formas en que el co- ,¡~ ..• op. cit. p. 444.
nocimiento está comprometido con el mundo. El límite de estas ftlosoflas reside en su ""' 5.384.
ceguera para con ese nivel de reflexión más elevado que temati-za las conruciones de posi- '"' Esto queda confirmado por la confrontación entre el principio de convergencia
bilidad de la filosofla y, con ello, del pensamiento no dogmático como tal. .kl •method of investigaciono y el método dialéctico de la convergencia de Hegel en la
.., Cfr. infra, Scgnnda Parte, IV, 3. · 1<'>¡.;ica de 1873•: rruentras que para Hegel todas las opiniones opuestas con las que co-
tlO 5.375. uwll'l.amos se subsumen en la síntesis y ayudan a definirla, en el •método de la cicncia.>t la
lSI 5.375. ·liual conclusiotll>, en la que al final todo debe coincidir, está predeterminada, «Sin refe-
m Con este refinamiento lógico que se correspondía con las ampHas pretensiones oful"Ía al estado inicial de la creencia• (7.319).
sintéticas de su sistema, Peircc irritó a su público a lo largo de toda su vida. Pero este ri- ·ro Cfr. el Tractatus logico-philosophicur, proposición 4.024: «Entender una proposi-
gor lógico era también el que le permitiría alcam.ar la fama en el siglo XX. 1io'nt quiere decir, si es verdadera, saber lo que acaece•. (Se puede entender también sin
m. E.~to es justamente lo que no se encuentra ni en la teoría de la adewación aristo- u l ...r sí es verdadera).
télica de la verdad ni en su «formulación moderna• (como se la llama) en la semántica ló- .'JI 5.391.
gica de Alfred Tarski. El neopositivismo admite sus propias limitaciones cuando separa .' IJ 5.389.
de la semánrica el estudio del problema de la verificación y lo transfiere al análisis con- Jl,l 5.391.
ductista del uso del lenguaje, esto es, a la «dimensión pragmática>> del uso de los signos, y ""' De hecho, Leibniz vio en la posibilidad de reducir codos los co ntenidos concep-
considera este an~ lisis la tarea propia de los científicos empíricos (Morris, Carnap). tnal<:s a ideas úlrimas y abstractas (simplim) el fundamento de su idea de una ars combí-
>l> Véase rambién la crítica irónica del ideal del hombre de acción. (5.386). "'""rirl que, a su ve-z, fue pensada como base de su idea de una lingun universnlís live phí-
,,.. 5.378. lllillf'hica y a la que se suponfa capaz de resolver todos los malentendidos enrre los
m Cfr. 5.380. lilohofi>s. Esta ideas fueron asumidas en cierto modo por el •atomismo lógico• de Ber-
>l6 Cfr. 8.12 y 8.16. "·""1 Russell y del joven W ittgenstein, así como en el la •construcción lógica del mun-
ll7 5.381. ,J.,.. de Carnap. Es obvio que el desarrollo posterior de la idea de una clarificación del
>st Parece evocarse aquí la idea de la •alta conversación espiritual• de Perrarca o, des-- •rutido (o del lenguaje) en Wittgenstein y en el empirismo lógico, ha discurrido en la dj.
de un un punto de vista h istórico, aquella pasión propia de la conversación d ialéctica de tr•• io)n marcada por Peirce y su método pragmático-operativo. Este método no busca la
la élite intelectual durante la ilustración griega. .t~tilic~ción de las ideas me&ante otras ideas, o mediante datos sensoriales, sino a través
, 5.381. olr '"s propias posibilidades de aplicación (incluyendo las posibles inferencia y verifica-
"" 5.382. ' Í•u~<·s ~ rravés de los datos sensoriales.)
261
5.382. ).392.
16: Cfr. 7.317. ..._ S.394.
"'> 5.382. Cabe mencionar aquí que al final de su tercer periodo, Pcirce reconoció .., S.397.
p recisamente este criterio estético (de la armonía) como el principio superior de la .... Más adelante, hacia 1900, en la fundamentación de su •fenomenología.>t Peirce re-
«ciencia normativa• y, consiguientememe, como el principio regulativo de su propia ar- ltJhilitarfa de nuevo, bajo la categoría de «Primeridad• su concepto de evidencia (como
quitectónica especulativa. Ciertamente, Peirce exige de la meraflsica -que no es en si ru lídad nbjetiva e inmeruatamente dada), e intentarla reconcíliarla con las otras dos cate•
misma una ciencia normaríva, pero que la presupone ya en la lógica- que se somera, en l'url;~s fimdamenrales del pragmatismo: la «S~:gundidad• (p. ej. el choque de la experien-
tanto que ciencia de la experiencia en general, a criterios empíricos de verificación y fal.
d~ I"Xtcríur) y la «Tercerídad• (leyes, reglas de comportamiento). Cfr. infra, Segunda Par-
sación. le, ...,pcci:tlmente II.2 y 11.3 as{ como IV.2.
"' 5.838. , ••, <; ••198.
"' Este juicio de Pei rce se corresponde exactamente con la protesta contemporánea
"" l :li·. K.-O. Apel, .Wittgenstein und das Problcm des hermcncutíschen Verste-
de Dilthey contra los distintos sistemas metafísicos y •cosmovisiones» en general, en
hen.l .. , <"" Zci1schrift für Theologic und Kirche, 63, 1966, pp. 49-87. (Ahora en: Trans-
tanto que e nfrentados entre si de forma insoluble e insuperable. Como D ilthey, Peircc
fo},,¡,lfifllt rla l'hilosophie, op. cit. vol. 1).
opina q ue también Kant permaneció dentro d e los confines del método apríori y cuns·
" 1 l·:st:t dist ínción puede fundamentarse sobre la base de la idea pcirccana de la lógica
truyó un sistema metafísico motivado por una cierra cosmovisión. Asimismo, Pcirt:c
observa que Hegel quería - sobre la base de un nivel de reflexión fundamentalmente •intc'ti,·.t de- 1:.! modo que puede quizá resultar plausible incluso para aqu ellos lógicos que
nuevo- elevar la oposición enrre los diferemes puntos de vista metafísicos a un llnko tllll•ido·t.tn :mrid,·ndfico el conocido •círculo hermenéu tico•.

131
130
m Otra forma muy similar a esta figura del pensamiento puede encontrars-e en Hei- .,, 5.403.
degger para el que coda comprensión de «algo como algo• descansa siempre sobre el pre- "" De hecho, en cierro modo Peirce ya había utilizado instintivamente el condicional
supuesto correlativo de una anticipación de las posibilidades de nuestra existencia presen- · n11crafácúco (el famoso •would be•) en sus obras del primer y segundo periodo. No obs-
te (Proyecto) y el carácter simultáneamente determinado de esa anticipación a través de '""H·. sólo en el último periodo lo convirtió en principio formal y, consiguientemente,
aquello que hay que comprender (A"ojamiento). También La mediación mau~ta ~el sen- .,,,111uyó todas las form~laciones en indicativo de las consecuencias anticipadas de un ex-
tido de la historia a través del compromiso social muestra -ames de su dogmatiUCIÓn- la 1'.., unc:nto por formulaciones •would be». Sobre esto, véanse las no ras de los editores de
1"' t .olkcted Papers acerca de las modificaciones del texto.
misma estructura. ... 5.403.
Además, la mediación marxiana de todas las instancias históricas de la donación del
sentido mediante el compromiso social ([Omando partido por la praxis futura) revela bá- "' Cfr. 5.453-5.458 y 8.208. Sobre esto, cfr. infra, Segunda Paree, IV.3.
sicamente la mima estructura, al menos hasta que las teorías marxianas se dogmati-zaron. "" 7.341.
... 7.340.
Pero aqu!, como en el caso del «compromiso existencial•, cenemos que escoger entre las
explicaciones de sentido que en nuestra situación son prácticamente relevantes (ética, po· "' Sobre esto, cfr. infra, Segun<h Parte, JV.3.
Ulica y c:x.istencialmcnte relevantes) de enue cl número ilimitado de aquellas que son, se- .... 7.340.
gún Peirce, técnica y práaicamente posibles. Por ello, el sentido posible tiene que deter- ·~ Esta distinción, hecha aquí en los términos de la doctrina pcirceana de las carego-
minarlo en última instancia una decisión subjetiva que puede, sin duda, tene r una rl••· ·'e corresponde con la «diferencia óntico-ontológiC:lJI de Heidegger. Obsérvese la fra.
motivación racional. En la comparación postulada entre tres formas de mediación de ,,. tnonediacarneme siguiente.
nuestra comprensión del sentido en términos de praxis futura, está, en mi opi nión, la cla- •· Cfr. supra, noca 54.
ve del problema que discudamos al principio de este libro: la distribución de las careas ... Sobre. esto, véase la descripción que hace Peirce de csra situación en su prólogo a
lt/y l'rngmattsm de _1909. Esta obra se publicó por vez primera en forma de apéndice del
que comparten hoy pragmatismo, existencialismo y marxismo.
•llloulo de Max F1sch «Was there a Metaphysical Club in Cambridge?• Cfr. Moore y
m 5.400.
ll~>hin, Studies, pp. 24-29.
U< 5.400.
m Sobre la metaflsica de la evolución en la que Peirce está pensando aqur, cfr. infra,
Segunda Parte, 111.2.
:lf{o 5.400.
1
" 5.401.
2
"" 5.40 l.
U.> 1.527. (Este pasaje procede del manuscrito de una conferencia sobre la doctrina

de las categor!as de 1903. Tomé conciencia de la importancia de este texto gracias al tra-
bajo de Pcter Krausscr).
"" Cfr. infra.
'" 5.402.
"' Cfr. 5.402, nota 3, 1906.
'" 5.403.
,. 5.403.
m Aqui se concreta el principio que ba guiado la filosofia moderna de la ciencia, des-
de Nicolis de Cusa y Cardano hasta Vico y Kant, y que consiste en que sólo podernos
entender aquello que podemos hacer. En sus Refkxionen (n°395), Kant aftade: •··· si se
nos da el material para ello•. Una analog!a de la concreción pragmática de este •hacer co-
sas con elementos materiales• puede encontrarse en el ejemplo de Friedrich Engels sobre
la s!ntesis de la alizarina: •Si podemos probar que es correcta nuestra concepción de un
proceso natural reproduciéndolo nosouos mismos, creándolo a parúr de sus precondicio-
nes y haciéndolo servir a nue.mos fines, entonces esa inconcebible cosa-en-s{kanriana deja
de tener sentido alguno• (en: Ludwig Feuerbach..., Philosophische Bibliothck, vol. 230,
Leipz.ig, 1946, p. 15). No es preciso recordar que Peirce esraba plenamente de acuerdo
con las consecuencias realistas de Engels, si bien no fue nunca materialista.
>94 También aquí encontramos una forma interesante de ese •CÍrculo•, como nos re-

cuerda Bridgman (si bien, a mi juicio, no lo explica). Sobre esco, véase la crítica de K. R.
Popper al «operacionalismo• reducdonista en Conjectures and Refiuations (L?ndres,
1893, p. 62) y en The Logic ofScientific Discovery (Londres, 1960, p.440 y s.) [Ex1ste ver-
sión castellana de ambas obras].
:m 5.4 11.

132 133
SEGUNDA PARTE

Delpragmatismo al pragmaticismo:
la evolución del pensamiento
de Peirce

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I
Exposición preliminar:
El último Peirce. Los dos últimos periodos
de la evolución de su pensamiento

En la primavera de 1884, a la edad de 45 años, Peirce es separado


di' la actividad docente, que ejercía desde 1879, sin que se diesen razo-
nt·s públicas de su expulsión. Esra se produjo, como hoy sabemos•, tras
una junta del Executive Committee de la Universidad Johns Hoplcins,
rt·unido para tratar cierta «información» relativa al Sr. Peirce. De este
111odo terminaba la prometedora carrera académica del más original fi-
lt~.mfo americano2, pues a pesar de sus ilustres parientes -hijo del famo-
'o maremácico de Harvard Benjamín Peirce (1809-1880) y hermano
.¡,.¡ dcan del College de Harvard, James Peirce (I 834-1906)- Ch. S.
!'circe no volvería a obtener cargo universitario alguno. Tras construir,
e-n 1887, una casa en Milford (Pennsylvania) con la ayuda de una pe-
c¡llcña herencia, vive en ella en «un aislamiento casi absoluto»3• Pese a
t;d retiro, existe un motivo biográfico para distinguir dos periodos en la
ohra del último Peirée. Y es que el pensador solitario se convierte nue-
v.llnente en foco de atención de la opinión pública hacia finales del si-
l(lo y, y este cambio en los avatares externos de su vida, el último signi-
lkarivo desde un punto de vista psicológico, condujo su filosofía a una
4
lllll'Va fase •
Con la metafísica de la evolución ya elaborada en la soledad de
Mil~i>rd desde aproximadamente el afio 1890 y, tras intentar en vano la
pnhlicación5 de un sistema filosófico completo, Peirce cobra fama re-
pt•nrina el afio 1898 y gracias a la «CaliforniaAdress» que W James de-
clit-a al tema <<Philosophical Conceprions and Practica! Results» como
fu ndador del pragmatismo6 • El nuevo papel que en cierto modo le atri-
hura su fiel amigo James obligaba a Peirce a volver a una conjetura que
' ir111prc había considerado como mera máxima en el marco más am-
plio <k una lógica de la investigación y, en ningún caso, como funda-
mrnto positivo y ratio sufficiens de una filosofía y aún menos de una

137
«visión del mundo». Las primeras reacciones de Peirce a la discusión en ••tetafísica de la evolución, elaborada por Peirce en el tercer periodo,
torno al pragmatismo muestran claramente cuán extraños le resultaban J''<'lcnde analizar la continuidad entre el primer y segundo periodos,
en cierto sentido los puntos fundamentales de sus ensayos de 1877 y r•Hrc la <<teoría del conocimienco y la realidad» de 1868 y años subsi-
18787, ensayos que James había denominado «partida de nacimiento» ~uimres y la «teoría de la investigación» de 1871 en adelante, dándole
del pragmatismo•. E incluso el largo curso sobre el pragmalismo que 11.tcmás un fundamento cosmológico12• Sin embargo, la interpretación
James le había concertado en la Universidad de Harvard en 1903 está de b metafísica de la evolución, publicada por Peirce en forma de serie
entretejido de un modo tan complejo con el programa sistemático del p.u·a el «Monist>> en 1891-93, no es en absoluto suficiente para hacer
último Peirce que James fue incapaz de reconocer pragmatismo alguno \Oillprensible el importante curso sobre el pragmatismo de 1903, curso
en él, desaconsejando insistentemente publicarlo en vista de su incom- que documenta la vuelca de Peirce al rema de su «Lógica de la investí-
prensibilidad'. Las cuestiones que el público consideraba propias del ((·•• i1Ín». Por lo que parece, tampoco le fue posible al mismo Peirce opi-
pragmatismo tras las publicaciones de W. James no encontrarían una u.u inmediatamente, desde el punto de vista de la posición metafísica
réplica de Peirce hasta la serie de tres artículos aparecidos en «The Mo- .. h .mzada en 1898, sobre el rema del pragmatismo tal y como había si-
nist» en 1903, en la que aborda tales cuestiones de modo cada y~¿ más ,lo expuesto por W. James. Para ello necesitaba reorganizar la concep-
especifico. Pero es precisamente entonces cuando considera necesario ,,.·u, «arquitectónica», de inspiración kantiana, de su sistema, la cual
distanciar su respuesta a estas cuestiones, que ahora presenta expresa- prr~cguía ofrecer un fundamento nuevo a su «Lógica de la investiga-
mente como interpretación ·genuina de sus propios trabajos de li!'tn>> en el marco de una jerarquía completa de las ciencias. Antes de
1877/1878, de la respuesta del resto de los pragmatistas y, a fin de pro- lllllparme de la interpretación cronológica de los textos elegidos quie-
tegerla de futuros <<secuestradores», le da la nueva y conscientemente ro, primero, dar una idea general de la problemática de su última con-
fea denominación de «pragmaticismo•> 10• cepción de sistema, concluida en 1903, tarea que representa el más di-
En una introducción al pragmatismo de Peirce que se apoya en una tidl escollo en la interpretación de la obra de Peirce'' · Partimos del
limitada selección de textos podría ser tentador pasar inmediatamente cauwcncimiento de que el sistema proyectado en 1903 proporciona la
de la discusión del periodo clásico del nacimiento del pragmatismo, en ~h1vc para la comprensión del último Peirce al asignar un lugar sistemá-
los años 70 del siglo XlX, a los enayos del «pragmaticismo» de 1905/06, tilo a su metafísica del tercer periodo y poner de manifiesto los presu-
excluyéndose así el periodo intermedio de los ensayos sobre metafísica y puestos del <<pragmaticismo» del cuarto periodo.
los ambiciosos programas sistemáticos del pensador solitario de Milford.
En cierto sentido, que popularmente se denominaría «pragmático», tal
procedimiento facilitada mucho el trabajo de tal introducción. Sin em-
bargo, insistimos en la primera parte de esta obra en el esclarecimiento
del «transfondo filosófico» del pragmatismo peirceano, así como en se-
pararlo, con la claridad necesaria, de las ideas al uso que pragmatismo
circulaban por Alemania a principios de siglo. Por ello hemos intentado
explicar el pragmatismo peirceano de los años setenta desde el punto de
vista de la superación del nominalismo de la filosofía moderna a través
del realismo crítico del sentido de los años sesenta, no infravalorando el
importante incentivo que para Peirce supuso d protopragmacismo no-
minalista de N. St. J. Green y Ch. Wright, miembros del «Meraphysical
Club» 11 • En esa misma línea intentaremos ofrecer a continuación una
comprensión más profunda del pragmaticismo del 4. 0 y último periodo
del desarrollo del pensamiento de Peírce recurriendo al fondo de la con-
cepción del sistema desarrollado desde 1903.
En cualquier caso es recomendable tener en cuenta el periodo in-
termedio entre los ensayos pragmatistas y pragmacicistas, dado lJlll. h1

138 139
II
La concepción de sistema del último Peirce

El principio de la «.Arquitectónica» es uno de los presupuestos fun-


damentales que la filosofía de Peirce tomó de Kant14• De acuerdo con él,
Peirce no podia considerar metafísicamente neutrales ni la «lógica>> ni las
ciencias particulares, tal como recomendaba su maestro Ch. Wright y
romo hoy es costumbre extendida de un cierro positivismo práctico (y
del pragmatismo convencional). Más bien, tenia que atenerse, siguiendo
a Kant, a la opinión de que la «lógica formal>> representa la base de una
«deducción metafísica» de las categorías, las cuales constituyen las con-
diciones de posibilidad de toda ciencia empírica. En lugar de partir de la
«deducción trascendental>> de las categorías a partir de la «sínresis tras-
cendental de la apercepción», que Kant denominaba «punto supremo»,
Pcirce parre, como ya he intentado mostrar'$, de la <<lógica de la invesri-
~ación>>. A ella le correspondía deducir, partiendo del postulado (y
«principio regulativo») del consenso necesario de una <<comunidad ilimi-
rada de investigadores••, postulado exigido por su crítica del sentido, la
validez objetiva de los procedimientos sintéticos de inferencia (induc-
l'i6n y abducción) en el contexto de la ciencia experimental.
Los resultados del tercer periodo, unidos a la reactualización que
W. James había llevado a cabo de la problemática del pragmatismo,
obligaban ahora a Peirce a introducir una serie de precisiones en la
ar<¡uitectónica que acabamos de esbozar en un doble frente: Por una
parte, había que definir de nuevo la relación entre la lógica pragmatista
rn sentido amplio -que asumía la herencia de la lógica trascendental
kantiana como lógica de la investigación y como semiótica-, la metaff-
~ict de la evolución y, mediadas por esta última, las ciencias particula-
rc·s, en especial la psicología. Por otra parte, había que distinguir, de un
modn aún más claro que el kantiano, el problema de la deducción
nwrafísica de las categorías que parte de la lógica formal, del problema
dr la lógica trascendental dei conocimiento. Podría conseguirse haciendo
tk~cansar aquélla sobre la base de la lógica matemática de relaciones, a
In saz<'>n recién fundamentada. Pero para reformular la relación entre

141
truqui comme je taime
ton trudics
17/05/13
lógica matemática y lógica cuasitrascendental16 de la investigación en De hecho, las interpretaciones especulativas que Peirce lleva a cabo
términos de una doctrina filosófica de las categorías, Peirce se vio for- del comportamiento autocomrolado en términos de «evolurionary
zado a intercalar aun entre ambas disciplinas una nueva disciplina filo- love» se alinean con la forma especulativa del imperativo categórico en
sófica: la «Fenomenología» o «Faneroscopia». En ésta, las categorías for- la que Kant define la obligatoriedad universal de la ley moraP0 , sumi-
males de la lógica de relaciones aún no se mostraban empíricamente nistrando, de este modo, el principio regulativo de una interpretación
válidas, sino que se presentaban esquemáticamente en términos de sig- de la hisroria natural a la luz de su continuación consciente y responsa-
nificado material posible. En lo que se refiere a la primera cuestión -el ble en la historia humana. Con todo, la mediación entre lógica norma-
lugar de la lógica pragmática en la arquitectónica- Peirce se da cuenta tiva de la investigación, ética de la lógica y metafísica de la evolución
en 1900 de la necesidad de acentuar el carácter normativo de la lógica tenía que ir, en la obra de Peirce, más allá de Kant, puesto que aquel
de la investigación a fin de contrarrestar el tratamiento predominante- rechazaba la distinción kantiana entre fenómenos y noúmenos conside-
mente antropológico y psicológico que le diera a su función en los rándola sin sentido. Para Peirce las que llamamos leyes namrales no
ensayos sobre pragmatismo de 1877/78 popularizados por James; y podrían ser válidas en un mundo de meras apariencias, puesto que sólo
para contrarrestar, asimismo, la fundamentación cosmológica y evolu- puede pensarse tal mundo presuponiendo la errónea metafísica nomi-
cionista de la función antropológica de la lógica que elaborase en los nalista del «mundo subyacente» (ccHinterwelt»), metafísica que el
afios noventa 17• En lo esencial Peirce llevó a cabo la necesaria mediación mismo Kant había desacreditado. Más bien, estas leyes tendrían que ser
de la perspectiva empírico-genética, cuya absolutización habría desem- metafísicamente reales por principio, sin importar cuán provisional o
convencionalmente pudiesen estar fijadas en el conocimiento que de
bocado en una «nacuralistic falJaC)I)> 18, con la perspectiva normativa (de
ellas tuviésemos. En esta medida, formarían un cominuum con la ccley
los postulados críticos del sentido, los principios regulativos y no en
moral» de Kant, ley moral que los hombres han de realizar (cwerkor-
última instancia de la máxima pragmática misma), tornada desde un
pert»), en forma de hábitos de conducta (cchabits»), mediante el auto-
principio de Kant, a través de la distinción entre procesos de inferencia
control lógico-moral. En este continuum, que Kant sólo pudo concebir
inconscientes y por ello incontrolables y no criticables, por una parte, y
m la forma de ficción cccomo si», residía para Peirce la posibilidad real,
procedimientos de inferencia guíados metódicamente, por otra19 • Visto 1¡ue la crítica del sentido ha de suponer, de la consumación («Vollen-
de otro modo: distinguiendo entre juicios del Commonsense, práctica- dung») del universo en términos de «razón concreta» (ccconcrete reaso-
mente indubitables, que se realizan mediante inferencias inconscientes nableness»). Sin embargo, la fundamentación normativa de este enfo-
en el curso de la adaptación evolutiva (a los que pertenecen tanto los 'lue trajo consigo otros problemas que afectaron a la reorganización de
juicios de percepción condicionados constitutivamente como las llama- su concepción de sistema. Tales problemas hicieron preciso situar la
das verdades a priori en el sentido de «lumen naturale»), e hipótesis de «lógica de la investigación» en el contexto de la fundamentación de
la ciencia, que han de formularse y contrastarse según las reglas de la rodas las «ciencias normativas». Finalmente Peircc se vio forzado a rras-
lógica de la investigación. En mi opinión, esta distinción hiro posible ~ ·cnder las reflexiones hipotéticas relativas a la ccmáxima pragmática» en
que Peirce conciliase el legado kantiano de «Su lógica de la investiga- beneficio de una visión especulativa del fin último de las acciones
ción» con la «lógica objetiva» de la evolución, que, siguiendo los pasos humanas controladas por la lógica, recurriendo a tal fin, además de a la
de Hegel, Schelling, Darwin y Lamarck, había postulado implícita- l6gica, a otras dos ciencias normativas que, hasta entonces, habían sido
mente ya en 1868 y desarrollaría explícitamente en 1890 y años subsi- objeto de escasa atención por su parte: la ética y la estética.
guientes. Si se tiene en cuenta que la metafísica de la evolución de
Peirce tenía, por un lado una inspiración naturalista y darwiniana,
cuanto, por otra parte, estaba ligada teleológicarnente a un «admirable» l. 1,n «máxima pragmática» y la fi¡ndamentación de las «Ciencias
fin último del «evolurionary love», se verá cl:rramente que la proclama- Normativas}}
ción de la lógica normativa de los procesos de investigación controla-
bles conscientemente asume la función de prorporcionar a la metafísica l.a «lógica de la investigación» ofrece una guía normativa para la
teleológica una fundamentación crítica, en sentido kantiano, la f(>J'lna ulJHinuaci<'>n consciente del proceso de inferencia que determina ya la
de bajo principio regulativo o postulado normativo. C'Volucil'ln dd universo según una «lógica objetiva» inconsciente. Por

142 143
ello si la lógica de la investigación relevante para la práctica hubiere de ¿Cómo podría dar sentido a su creencia directriz en el marco dd prag-
fundamentar críticamente una metafísica teleológica, tendría que tener maüsmo?
como presupuesto obvio la ética de las normas de la acción. Esta conse- No cabe duda de que aquí nos encontramos ante un «crucial pro-
cuencia estaba ya implícita en la superación de la distinción kantiana hlem» que afecta a todo el pragmatismo americano procedente de
entre fenómenos y noúmenos, entre uso constitutivo y regulativo del !'circe. W. James28 parece a veces equiparar el fm práctico (en el que
entendimiento y entre razón teórica y práctica. La filosofía de Peirce cree ver, siguiendo a Peirce, el sentido de todo concepto) con el efecto
parte de que, «in the long run», el proceso de investigación regulado psicológico que produce en quien se sirve de conceptos, es decir, con la
correctamente por normas será constitutivo no sólo de la opinión teó- reacción de su conducta; además, no es difícil ver que sólo reconoce
rica verdadera de la «Community» acerca del universo, sino también de mmo fin último de toda praxis la utilidad individual, lo que incluye el
la realización práctica de la razón en los hábitos de conducta que se hicnestar espiritual. J. Dewey -el «instrumentalista» consecuente que
corresponden con la creencia verdadera. Con otras palabras: para tomara de Hegel la lógica de la mediación en vista de la impotencia y la
Peirce, la regulación lógica correcta del proceso de la investigación es a umala infinitud» de las exigencias absolutas del deber- intentó cons-
priori moralmente relevante porque es metafísicamente relevante. Ade- ,·ientemente evitar el planteamiento de la pregunta por el fin último
más, del hecho de que la convergencia de todos los resu1tados del pro- procurando concebir la «intelligent mediation of means and end» en
ceso de investigación -y con ello a la vez la racionalización práctica del t ada situación social imersubjetivamente vincuJante (es decir, allí

universo- podría y tendría que ser postulada en términos ~e crítica del donde se origina la «creative valuation») en términos de necesidades
sentido se infería que la lógica normativa presupone la ética 21 • Sin naturales humanas. Con ello, «the growth of humanity» -o, por decirlo
embargo, esto no garantiza en modo alguno la continuación («Forrset- n>n Kant: la exigencia del desarrollo de la especie humana como fin
zung») real del proceso de investigación comenzado por los seres huma- moral absoluto de la naturaleza29- se convertía en un presupuesto evi-
nos sobre la tierra22 • Por tanto, el proceso de investigación exige de los dente de su compromiso político-pedagógico y su optimismo evolucio-
miembros de la «comunidad ilimitada de los investigadores» -que reco- nista. Peirce -el lógico normativo de procedencia kantiana y el escató-
nocen conscientemente los principios normativos de este proceso en logo de los principios regulativos de la «indefinite Comunity»-. no
todas sus consecuencias- un compromiso moral sin garantía de éxito, a pudo resolver el problema. Enfrentándose directamente con la posición
saber: «Fe, esperanza, caridad»u. Peirce concibió de modo intuitivo lo uds tarde adoptada por Dewey, Peirce declara en 1903: «El único mal
principal de esta ética de la lógica en su primer intento de exposición n111ral consiste en no tener fin último alguno»JO, haciendo depender
de los «Fundamentos de la validez de las leyes de la lógica», es decir, ya rxpresamente del presupuesto de una finalidad ética absoluta in the
en el periodo pre-pragmático, caracterizándolo como principio de la long run la validez del pragmatismo: «Si queremos comprender el prag-
narurale7..a social de la lógica24 • Pero, entretanto, había establecido el marismo de un modo lo suficientemente correcto como para poder
principio del «pragmatismo» como máxima normativa de explicación "',meterlo a critica racional, nos incumbe investigar qué pueda ser una
(«Explication») de toda creencia con sentido. Como declararía más finalid¡¡.d última susceptible de ser perseguida en un curso de acción
tarde, la denominación «pragmatismo», en lugar de «Practicismo», se indefinidamente prolongado»31 • Aquí Peirce sobrepasa claramente el
debía a que la explicación del sentido de una creencia científicamente ámbito de la «inteligencia,, delimitado por él mismo en su <<pragma-
relevante conduce siempre a un imperativo hipotético que liga las con- IÍMIIO>l, en favor de la «práctica» en sentido kantiano. Por otro lado, el
diciones empíricas de una situación a fines prácticos posibles. Por pmrulado de un fin último que una comunidad ilimitada puede perse-
medio de la máxima pragmática para la clarificación del sentido los J!Hir a largo plazo, se corresponde obviamente con la ética de la lógica
imperativos categóricos que, según Kant, forman la esfera de «lo prác- c¡ut· Pcirce proyectara en su primer periodo, anterior a la fundación el
tico», se excluyen a limine por «pertenecer a una región del pensa- pr;•gm:uismo, ética en la que equiparaba los principios regulativos del
mienro donde la comprensión de ningún experimentador puede asegu- proceso de la ciencia con los postulados morales de la razón práctica.
rarse un terreno firme bajo los pies»1s. Pero ¿qué sucede si el lógico l'rircc ~e veía ahora forzado a pensar conjuntamente su filosofía más
normativo ve que el sentido de su ciencia no reside en su <<utilidad nau- IIIHigua y el ((pragmatismo» desarrollada en los añ.os setenta en el
seabunda,>26 para fines prácticos subjetivos, sino en la consecución de la "Meraphysical Club». Por ello es comprensible que, al hacer su primer
racionalización del universo como un mmmu,m bonurrr7 escatológico? itparidóll oficia] como fundador del pragmatismo (en un artículo de

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diccionario de 1902), intentase ir más allá del tercer grado de claridad debe encontrarse el nuevo grado (cuarto) de la clarificación del pensa-
de ideas que había reclamado para su máxima pragmática de 1878, miento. Esta recomendación destruye obviamente el marco instrumen-
diferenciándola asf de los métodos de definición de Descartes y lal del pragmatismo en sentido escricto)6. Sin embargo, no se renuncia
Leibniz32• Para ello propuso un cuarto grado de claridad: al principio de la mediación de la clarificación del pensamiento por la
consideración de las consecuencias prácticas; pues el «modo>> universal
«La doctrina <de 1878> parece suponer que el fin del hombre es la de estimular la «razonabilidad concreta» al servicio del Summum
acción - un axioma estoico que hoy en opinión del autor, a la edad de Honum no tiene, como podría parecer a primera vista, el carácter de un
sesenta afios, no se recomienda a sí mismo con tanta fuerza como lo concepro universal abstracto, sino el de regla materíalízada en el com-
hada a los treinta-. Si se admire, por el contrario, que la acción requiere portamiento humano, lo que para Peirce significa: el carácter de un
un fin y que ese fin tiene que poder determinarse en una descripción universal real. De lo que aquí se trata, como el experto en la obra tem-
general, entonces el espíritu de la máxima misma, según el cual tenemos
prana de Peirce no dejará inmediatam ente de percibir, es del «hábito
que atender al resultado de nuestros conceptos para comprenderlos
entonces correctamente, nos conduciría a algo distinto de los hechos
cid comportamiento» («habit»), en el que, por decirlo así, tiene que
prácticos, a saber: a ideas generales en canto que incerprerames («imer- c·ncarnarse la universalidad del concepto como regla del comporta-
preters») verdaderos de nuestro pensamiento.» miento posible, si es que el hombre no sólo comprende el sentido de lo
que dice, sino que cree en el aspecto vinculante de lo que dice37 •
En este texto parece como si Peirce quisiese renunciar completa- No cabe duda de que Peirce no se percata totalmente de la medida
menee a la máxima pragmática en favor del método tradicional de defi- c·n que destruye el marco de un instrumentalismo pragmatista al perge-
nición por medio de conceptos abstractos universales. Pero no era esta ltar esos «habits» que, en tanto que disposiciones del comportamiento,
su in.tención, pues el texto prosigue: l..'ontribuyen al desarrollo de la <<racionalidad concreta». Pues evidente-
mente no reflexiona sobre la diferencia fundamental entre reglas del
«El <el autor> se atrevería sugerir que <la máxima pragmática para mmportamiento que transforman el conocimiento de las leyes en capa-
la clarificación del pensamiento> tendría siempre que ponerse en prác- cidad técnica y las disposiciones del comportamiento que le ocupan
tica con cuidado esmerado, pero que, hecho esto y nunca antes de .t!wra. Estas deberían de funcionar como materialización en los hábitos
hacerlo, podrfa conseguirse un grado mayor de claridad de pensamiento de la «modalidad» moralmente relevante de la determinación de fines.
si se tomase en consideración que el único bien último <ultimare good> ·1:a1 como el texro revela, Peirce cree salirse del marco del pragmatismo
al que los hechos prácticos (a los que la máxima pragmática dirige su oc!'StOiCO» de la Utilidad haciendo que el CentrO de gravedad deJ experi-
atención) pueden contribuir es el de desarrollar la razonabilidad con- llll'lltO mental pragmático se desplace desde la noción de «reacciones
creta <concrete reasonableness'3>; de forma que el sentido del concepto individuales» hasta la noción de regulación normativa y universalmente
no reside en absoluto en una reacción individual cualquiera", sino en el v;Hida del comportamiento. Al oponer al pragmatismo nominalista de
modo en que estas reacciones contribuyen al mencionado desarrollo»>s. un James, el punto de vista normativo y el del realismo de los universa-
les»'", Peirce cree estar ocupándose igualmente del tipo de hábitos que
Así pues, Peirce recomendaba empezar por la clarificación del sen- t"M;\ al servicio de la materialización del fin último y el bien supremo.
tido de los conceptos traduciendo los enunciados que los contienen a Sununbe aquí, finalmente, al modo de pensar científico-técnico propio
enunciados (condicionales que --conforme al continuo de saber experi- del pragmatismo instrumental que él mismo había pu~sto en cuestión.
mental y tecnológico- equivalen a imperativos hipotéticos). A conti- E~a es la ideología del ingeniero social, que debido a su concepto de las
nuación debería mostrarse que en los imperativos hipotéticos están pre- leyl'S de la naturaleza, cree ver en la garantía del comportamiento racio-
supuestos, siempre ya, determinados fines de la acción. También estos nul wn respecto a fines esa «razonabilidad concreta» que según Kant
debedan fundamentarse en «el modo» universal en que estas acciont!s conduciría a una continuación («Fortserzung») de las leyes de la natura-
contribuyen al desarrollo de la «razonabilidad concreta» en tanto qut! lc·/.a rllt:dianrc la materialización del imperativo categórico. Peirce no se
fin supremo de coda acción (el cual «tiene que poder determinarse en pen.:116 nunca totalmente de que su intento qe rebasar el tercer grado
una descripción general»). En este segundo paso que nuestra imagina· de darif'ú.:aci<'Ín del pensamiento de 1878, por medio de un cuarto
ción hermenéutica dirige hacia las consecuencias del pensamienw, 8r¡¡Jo, (.'onllcva el correspondiente paso hacia adelante en la teoría de la

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BeliefDoubt de 1877. En el marco del pragmatismo instrumental, esta fin moral último de toda acción con las condiciones particulares de su
teoría sólo podía interpretarse aduciendo que el fin de roda «<nvestiga- realización en una situación -como, por decirlo así, harían los «estilos
ción» consiste en el necesario reestablecimiento de los «Belief-Habits» sociales de vida»39 • Pero, con ello, no desaparece la diferencia funda-
alterados por la duda en determinadas circunstancias; esto es, en la rea- mental entre disposiciones determinadas del comportamiento
daptación del organismo a su medio ambiente. De esta interpretación («habits>>) y el fin último universalmente válido. De hecho, ni a los
no se seguiría una responsabilidad común de los seres humanos para hombres finitos ni a una sociedad humana finita les es posible incorpo-
con el fin del desarrollo de la naturaleza. Pero de eso se trataba cuando rar a su Voluntad una ley moral (<<Sittengeserz») absolutamente univer-
Peirce, en 1869, presentó su principio de la ética de la lógica y del -~al materializable en la actitud y el «estilo vital)), tal como pragmatismo
socialismo lógico. Y explícitamente ese fue su asunto una vez más en la y existencialismo exigían de una genuina creencia. Siempre quedará
metafísica de la evolución a partir de 1890 y en su fundamentación de una diferencia específica en la que se expresa la ley de la individuación
las ciencias normativas de 1902/03 en el marco de la concepción <¡ue exige la ftlosofía de la cultura. Esta dificultad se corresponde, en la
úldma de su sistema. Este problema, al que también se enfrenta hoy la l<'>gica de la investigación de Peirce, con la inconmensurabilidad de las
teoría de los «sistemas adaptativos» orientada cibernéticamente, puede aeencias concretas, de las que no es posible dudar en la práctica, con eJ
caracterizarse del modo siguiente. Puesto que el hombre se distingue de ideal de la verdad como creencia de la «comunidad ilimitada», ideal
los animales por su trabajo y esto significa, en última instancia, por su que postula la crítica del sentido. Con todo, toda concreción finita de
tecnología, no se erara tanto de su adaptación a la naturaleza como de la razón sigue, en tanto concreción de la razón, apuntando al ideal infi-
la adaptación de la naturaleza a sus necesidades racionales. Pero esto, a nito. Peirce nunca restó tensión al problema característicamente suyo
su ve'l., significa que se trata de complementar las leyes de la naturaleza de la mediación entre lo finito y lo infinito en favor de la concreción de
mediante «habits» no meramente instrumentales, sino teleológicamente lo individual, como a menudo hicieron el pragmatismo y el existencia-
relevantes. Sin embargo, para Peirce, la mencíonada ampliación de la li.~mo40. En los mismos términos que H. James padre, quien se inspi-
máxima pragmática tampoco resolvía el problema de definir, a través raba en Swedenborg, Schelling y Béihme, Peirce vio siempre en la obsti-
de la lógica normativa, el fin último de toda acción en términos de una nación de este finitismo, en la individualidad y su renuncia al <<amor
«descripción universal>> (vid. supra). Peirce no veía ciertamente diferen- l"volutivo», el origen de la idiosincrasia y, desde el punto de vista reli-
cia alguna entre reglas del comportamiento tecnológicamente relevan- ~~ioso-moral, del pecado41 •
tes y las reglas político-moralmente relevantes, que de hecho él habfa Así pues, a Peirce se le planteaba de modo acuciante la siguiente
postulado; pero vio con toda claridad otra diferencia. Tampoco aque- pregunta: ¿Cómo puede el summum bonum o fin último de toda acción
Has disposiciones del comportamiento («habits>>) , que él postulara 1"11 general convertirse en objeto de una idea dotada de sentido en la
como fundamento («Basis») universal de nuestros respectivos fines par- pr:lctica? O bien: ¿Cómo puede justificar una semiótica lógica de carác-
ticulares, son inmediatamente idénticas al bien supremo tomado como 1<-r normativo que la visión de un fin úJtimo -y Peirce ya había intro-
fin último de coda acción -y, así, de la evolución misma. Dicho de un Jucido la noción de tal visión en su metafísica de la evolución- sea una
modo más preciso: Peirce se da cuenta de que en tanto que se las consi- hipótesis con sentido? Este problema llegó a convenirse, desde 1902
dera determinadas, las disposiciones del comportamiento («habits of o~proximadamente, en el punto central de la especulación peirceana
actiom) tienen que poder formularse como si fuesen aplicables a las -ubre las «Ciencias normativas>>11•
condiciones de la situación, esto es, en forma de oraciones condiciona- Si volvemos a la teoría de la realidad y de la verdad que el joven
les que presuponen ya el fin último de toda acción. El asunto es aquí la l'rircc desarrollara en términos de una teoría crítica del sentido, podría-
diferencia última entre reglas de acción concretables y el bien supremo, nws argumentar del siguiente modo: la realidad no puede definirse
diferencia que ha de reconocer quien -yendo más allá de Peirce- dis- 1ino como correlato del consenso de una «comunidad ilimitada>>,
tingue las disposiciones del comportamiento moralmente relcvarues, de pue-sto que sólo así puede pensarse que la cog;noscibilidad fundamental
aquellas cuya relevancia es únicamente instrumental. La diferencia con~ lJe lo real sea idéntica a la independencia de lo real respecto de todo
sisee en que las disposiciones del comportamiento en las que se mate- J't'llsamiento fáctico, cal como exige el realismo crítico del sentido. De
rializa una moral no se limitan a relacionar medio y fines como lo ~Hr modo se establece ya un ideal éticamente relevante para todo
hacen las instrucciones técnicas, sino que relacionan implkitamcntc el lllil'mhro de la «COmunidad de los investigadores>>; pues la idea del

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carácter fundamentalmente social del conocimiento posible de lo real, tiva, es que nada puede ser ni lógicamente verdadero ni moralmente
fuena a la solidaridad ética entre los investigadores particulares y la bueno sin el propósito de que lo sean. Puesto que una proposición, -y
comunidad, pues sólo en ella puede alcanzarse el fin de su investiga- especialmente la conclusión de un argumento-, que sólo fu ese verda-
ción. Ya en 1869 había llegado Peircc a esta posición del «Socialismo dera accidentalmente, no sería lógica» 46 • En un primer momento,
lógico» 4'. La mediación del proceso del conocimiento y de la praxis real Peirce interpreta, de un modo pragmático, que el autocontrol metódico
de la vida que se produce en el pragmatismo del segundo periodo y la del pensamiento lógico está vinculado a fines; lo cual le permite consi-
metafísica del tercero da contenido al ideal: la realización el consenso derar que aquél es un caso particular de acción moralmente buena.
sobre la verdad en la comunidad ilimitada significa igualmente la cul- Pero, sin embargo, continúa: «Por otro lado, algo es bello o feo con
minación de la evolución de lo real en forma de orden definitivo de los independencia de que exista un propósito de que así sea» 47 • Y llega a la
modos de comportamiento reales que corresponderían a creencias ver- conclusión de que «la ética pura, la ética filosófica, no es normativa,
daderas. De acuerdo con ello, la ética en que se basa la lógica de la sino prenormativa>>48 • La cuestión del fin último que ya no es deducible
investigación podría definirse en términos de la siguiente regla hipoté- de fin alguno llevó a Peirce fuera del ámbito de lo que puede funda-
tica de comportamiento: si ha de alcanzarse la meta del conocimiento y mentarse normativamente; a lo prenormativo. Y en el intento de imagi-
así también el fin último de la acción, entonces, codos los miembros de nar el prenormativo «por mor de» (<<WorumwilJen») último que se fun-
la comunidad de los investigadores deben hacer de «la necesidad lógica damenta en sí mismo, llegó a lo bello. Peirce, que se había definido a sí
de la completa auto-identificación del propio interés con el interés de mismo como <<animal lógico», se enfrenta aquí a una dificultad funda-
la comunidad» máxima de su acción44 • A la inversa, si todos los miem- mental. En su teoría del conocimiento de 1868 había negado la posibi-
bros de la comunidad ilimitada de los investigadores procediesen, tal lidad de un conocimiento intuitivo inmediato49 y en su lógica de la
como prescribe la máxima del socialismo lógico, entonces, supuesto que investigación de 1877 había acusado al «método a priori» de la filosofía
el resto de las restantes condiciones metodológicas y metafísicas del precientífica de extraer sus presupuestos últimos de un juicio del gusto
proceso real de investigación postuladas pudiesen cumplirse, se alcanza- que no resulta ya de deducción alguna: el ser «agreable to reason».
ría «in rhe long run» la meta del conocimiento y, de ese modo, también Rechazó por entonces tal fundamentación del conocimiento por consi-
la de la acción. De esta manera, se lograría una formulación condicio- derarla mero principio subjetivo de autoridad 50• La fundamenración
nal que muestra que el principio del socialismo lógico es una hipótesis normativa de su propia lógica de la investigación científica, que debía
significativa de acuerdo con las condiciones de interpretación prescritas ¡;ustituir al método a priori, le avocaba ahora a él mismo a seguir preci-
por la máxima pragmática. samente por esa dirección. A esto se afiadió algo que habría de tener
Sin embargo, se podría seguir preguntando por qué habría de pre- una importancia primordial a partir de 1903. La cuestión de que el
tenderse la ineta de la realización del consenso de la verdad y el corres- prenormativo «por mor de» (<<Worumwillcn») último de toda determi-
pondiente orden definitivo de los hábitos del comportamiento. La fun- nación de fmes (la cual no es ya susceptible de fundamentación racio-
damentación de la máxima ética universal que acabamos de exponer nal) parecía conducir a lo agradable entendido como satisfacción de las
presupone, sin que quepa ya una fundamentación ulterior, es decir, necesidades de los sentidos51 • Y justamente es contra este punto de la
como summum bonum atractivo en sí mismo, que debe comarse parte llamada «teoría de la satisfacción» de la verdad y del bien, tan caracte-
en la racionalización del universo en el marco de la «lndefinite Com- rlstico del pragmatismo vulgar, contra el que Peirce había luchado más
munity>>4$. Y sólo gracias a este presupuesto de un fin último para el dccididament~2 • Por otra parte, Peirce no pudo evitar concluir que el
que no cabe ya fundamentación alguna parece poder establecerse la hien en sí mismo, que podía considerarse como la meta última de toda
ética, como ciencia de la acción correcta, sobre máximas racionales, an.:i6n, no podía encontrar una fundamentación ulterior en una rela-
esto es, sobre proposiciones hipotéticamente demostrables. En esta ,-í,ín (<<Relation») con un propósito. En la terminología de su doctrina
reflexión se quintaesencia, en mi opinión, el problema de la fundamen- de las categorías esto significaba que el summum bonum, en tanto que
tación de las «ciencias normativas», abordado por Peirce en 1902. La puro «ser así» («Sosein»), tendría que pertenecer a la categoría «primeri-
solución que Peirce encuentra le resulta tan soprendente como a su dad», es decir, tendría que ser aprehendido por una sensación carente
público. Se expone por primera vez en un manuscrito de 1902/03: de rdercncia a la realidad. Era precisamente esta misma categoría la
«(...) lo que hace de la lógica y de la ética ciencias propiamente norma- \¡ue Pein.:e solfa ejemplificar por medio de impresiones de los sentidos o

150 151
de sus cualidades. Sólo en sus primeros años, en la época de la primera estriba en que la idea de <(intuición» (que rechazara tan enérgicamente,
concepción de las tres categorías fundamentales, había ejemplificado, en el primer periodo del desarrollo de su pensamiento, por ver en ella
en términos platónicos, la «primeridad» como «fundamentO>> del signi- la pretensión de un conocimiento inmediato de los principios sensibles
ficado de las palabras mediante ideas puras y abstractasn. La cuestión o racionales de la filosofía) se presenta, después de 1900, bajo una luz
del carácter y la cognoscibilidad del summum bonum le condujo ahora completamente nueva. Habiendo reducido en el pasado todo conoci-
a una nueva ilustración de la ((primeridad>>, que no por casualidad miento, aun el de la apariencia inmediata de la percepción sensible, a
encontró en la dimensión en la que Platón, Kant, Schillcr y Schelling un proceso inferencia! infinito (el único responsable de garantizar la
habían buscado la mediación entre la idea y lo sensorial: en el ámbito continuidad de nuestro conocimiento en cuanto que a aproximación a
de la estética. Por ello Peirce presentaría en 1903, precisamente en las la verdad), ahora Pcirce enfatizaba, en sentido inverso, la necesidad de
conferencias sobre el pragmatismo que James había organizado en Har- la percepción sensorial de la continuidad real de la mediación racional
vard, la siguiente solución al problema de las ciencias normativas: infinita. Esto es, en vez de poner el énfasis en la ((terceridad» de la <(pri-
meridad», ahora lo ponía en la ((primeridad» de la ((terceridad».
«Un razonador lógico es un razonador que ejerce un gran autocon- Habiendo reducido en el pasado la percepción sensorial misma a racio-
trol sobre sus operaciones intelectuales; y de ahf que lo lógicamente nalidad inconscient~8, Peirce fundamenta ahora la racionalidad misma
bueno no sea sino una especie particular de lo moralmente bueno. La
de las deducciones de la matemática y de la lógica en la observación
ética (...) es la ciencia normativa par exceUmu, porque una finalidad -el
objeto esencial de la ciencia normativa- está vinculada al acto voluntario (<diagramática» 59• El siguiente párrafo de la conferencia sobre el pragma-
de un modo tan primordial como no lo está a nada más (. ..) Por otro rismo de 1903 es característico de la nueva situación:
lado, un fin último de una acción deliberadamente adoptado -es decir,
razonablemente adoptado- debe ser un estado de cosas que por sí mismo ((Si se objeta que no puede haber conciencia inmediata de la gene-
se recomienda razonablemente a sí mismo, con independencia de cual- ralidad ((<AIIgemeinheit»), lo concedo. Si se afiade que no es posible
quier consideración ulterior. H a de ser un ideal admirable, en posesión tener experiencia directa de lo general, lo concedo igualmente».
del único tipo de bondad que puede tener un ideal tal: la bondad esté-
tica. Desde esta perspectiva lo moralmente bueno se presenta como una Tras esta ratificación de su posición de 1868 prosigue:
especie particular de lo estéticamente bueno»J4.
«La generalidad, la terceridad, afluye sobre nosotros en nuestros
Lo que hizo posible que Peirce aceptase la cualidad sensible de la mismos juicios perceptivos; y todo razonamiento, en la medida en que
belleza como manifestación del summum bonum, pese a su rechazo del depende del razonamienco necesario, es decir, del razonamiento mate-
hedonismo, fue su interpretación categorial de la cualidad estética mático, remite a cada 'paso a la percepción de la generalidad y la conti-
como (<primeridad» de la ((terceridad», es decir como expresión cualita- nuidad>>l.o.
tivamente unificada y, por tanto, intuitivamente perceptible, de la uni-
versalidad, de la continuidad y del orden; o en otras palabras, de la El fenómeno que Peirce tiene aquí presente es manifiestamente el
racionalidad concreta del universo futuro: «No he logrado decir con mismo que el que llevó a Platón a interpretar la validez general de las
exacritud qué es, pero es una conciencia que pertenece a la categoría de verdades geométricas, que puede extraerse de un dibujo percibido por
la Representación <i.e. de la "terceridad">, si bien representa algo en la los sentidos, como muestra de que lo dado a los sentidos participa de las
Categoría de la Cualidad de la Sensación <i.e. de la "primeridad">»55• iclcas. Sin em bargo, para Platón el ámbito de las evanescentes aparien-
(~la luz de la docrrina de las categorías yo diría que un objeto, para ser t ias sensibles y el de las ideas eternas son ámbitos separados, a pesar de

estéticamente bueno, ha de tener una multitud de partes relacionadas l;~ participación de la primera en la última. Esta separación se produce
entre sí de tal modo que impriman a su totalidad una cualidad positiva porque, en t.'iltima instancia, Platón piensa la contemplación de las ideas
simple e inmediata» 5~. Peirce, quien una y otra vez insiste en su incom- por analogía con la percepción de los sentidos y sus objetos. Peirce, por
petencia en el terreno de la estética57, llega aquí a nociones que son rl mntrario, persiste en el rechazo de la noción de la inruición inme-
completamente tradicionales. La particular importancia de su concep- Ji;~ta dl· las ideas~>~ 1 • Apunta a una filosofía de la continuidad en la que la
ción de la conciencia estética en el contexto de su filosofía última percepción y su objeto, por una parte, deben concebirse como caso

152 153
ción. La creación del universo, que no mvo lugar durante una ciena
límite de la racionalidad, mienrras que la racionalidad misma ha de con~ semana atareada del afio 4004 a.C., sino que continúa aún hoy y nunca
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cebirse, por la otra, como objeto de la percepción sensorial • En la terminará, es el desarrollo mismo de la razón. No veo cómo pueda
medida en que la percepción debe concebirse como caso limite de la tenerse un ideal más satisfactorio de lo admirable que el del desarrollo
racionalidad (por así decir, como «inmediatez mediada>>), y esto era así de la razón así entendido. La única cosa cuya admirabilidad no se debe a
una razón ulterior es la Razón misma comprendida, hasta donde pode-
ya en el primer periodo, Leibniz y Hegel se constituyen en modelos de
mos comprenderla, en toda su plenitud. Según esta concepción, el ideal
la filosofía de la continuidad del último Peirce. Pero por otro lado, en la de la conducta consiste en cumplir con nuestra pequeña función en la
medida e n que la racionalidad misma debe ser percibida, defiende el obra de la creación colaborando a hacer el mundo más razonable
63
primado de la conciencia estética como «primeridad de la terceridad» • cuando, como se dice en argot, "esté de nuestra mano hacerlo"" ·"
Que la primeridad de la terceridad, la transparencia sensorial en la
conciencia estética del orden general del universo inscrito en el proceso Tras esta «fundamentación» de la ciencia normativa en el ideal
de su desarrollo, no pueda superarse en la obra de Peirce (a diferencia c.:stético, Peirce (en una decisiva nota de 1905 a la formulación de 1878
de la de Hegel) por medio de la terceridad del concepto, es consecuen~ de la máxima pragmática) vuelve una vft:l. más y, mediante la pondera-
cia en última instancia de la relación del pragmatismo con el tiempo. ción del fin último de la acción, al intento de alcanzar un cuarto grado
Aunque las tres categorías fundamentales fueron equiparadas expresa~ de claridad de pensamiento mediante la anticipación de sus consecuen-
6
mente por Peirce con las tres «etapas del pensamiento» de Hegel \ cias68:
aquéllas estaban, sin embargo, rígidamente coordinadas con las eres
dimensiones del tiempo6s; y del mismo modo que el pensamiento no <<Para el pragmatismo, el pensamiento consiste en el metabolismo
puede superar las dimensiones del tiempo, tampoco puede superar inferencia! viviente de los símbolos cuyao contenido significativo reside
(«aufheben») las tres categorías fundamentales. Para Peirce la <<Terceri- en resoluciones universales hipotéticas de la actuación. Por lo que se
dad>> -como categoría de la continuidad infinita y de la universalidad refiere al propósito último del pensamiento, que ha de ser el propósito
de todo, está más allá de la comprensión humana. Pero de acuerdo al
real- está primariamente referida al futuro, en el cual garantiza, en
grado de aproximación al mismo por parte de mi pensamiento -con la
tanto que principio regulativo de la acción humana, la consumación de ayuda de muchas personas, entre las que puedo mencionar a Royce (en
la legalidad real del universo. En la «Terceridad» no puede concebirse su "World and Individual"), $chiller (en sus "Riddles of the Sphinx")
como pasado el proceso del infinito «crecimiento de la razón concreta» como también, dicho sea de paso, al famoso poeta [Friedrich Schiller]
66
que con ella se está postulando sin reducirlo con ello a un «factum » en (en sus "Asthetische Briefe"), a Henry James el viejo (en su "Substance
el sentido de la «Segundidad» y sin que con ello la «terccridad se can- and Shadow" y en sus conversaciones), junto con el mismo Sweden-
cele a s{ misma. De ello resulta que la orientación significativa última borg- es la reiteración indefinida del aucocontrol sobre el autocontrollo
de la praxis humana, enfrentada al futuro infinito, depende de la visión que engendra al "vir", y por medio de la acción, a través del pensa-
estética. Peirce lo expresa de este modo: miento, crece en él un ideal estético; no sólo para el uso de su desvalido
cerebro, sino como la participación que Dios le permite tener en la obra
«El ser de lo general («Allgemein»), de la razón, radica en su de la creación. Este ideal, al modificar las reglas del autocontrol. modi-
gobierno de los sucesos particulares. Asf pues, está en la esencia de la fica la acción y con ello también la experiencia, así la propia como la de
razón que su ser no pueda nunca ser completamente consumado los demás, con lo que este movimiento centrifugo redunda en un nuevo
(«vollenden>). Tiene siempre que permanecer en estado de incipiencia, movimiento centrípetO, y asf sucesivamente; y el conjunto, podemos
de crecimiento. En esto se parece al carácter del hombre, que reside en suponer, es un fragmento de lo que ha estado sucediendo durante un
las ideas que concebirá, los esfuerz.os que hará y que sólo se desarrolla tiempo, en comparación con el cual la suma de las edades geológicas es
cuando las ocasiones para codo ello se le presentan efectivamente. Pero como la superficie de un electrón en comparación con la de un pla-
en el transcurso emero de su vida ningún hijo de Adán ha manifestado neta»69.
nunca totalmente loque había en él. Así pues, el desarrollo de la razón
requiere más sucesos particulares de los que podrían nunca suceder. Esta explicación de la máxima pragmática de 1878 es la culmina-
Requiere también de la completa coloración de todas las cualidades de á'lll Jc los esfuerzos de Peirce por ampliar su pragmatismo según su
la sensación, incluido el placer. Este desarrollo de la razón consiste, nlt:taffsica teleol6gica de la evolución, trascendiendo lo que había
como puede observarse, en su materialización, esto es, en su manifesra-
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denominado pragmatismo estoico de la utilidad. El intento estaba abo- fin de hacer comprensible la afección del psiquismo por el «ideal admi-
cado al fracaso en la medida en que el paso que debía conducir más allá rable», se vio forzado, entre 1902 y 1903, a trascender el marco lógico-
de la máxima pragmática de 1878 tenía que hacerse cargo de un sen- trascendental del pragmatismo dirigiéndose a una fundamentación
tido que el pragmatismo no podía explicar. El problema de la justifica- estética de la teleología cosmológica que había desarrollado, como
ción racional de la afección cuasi-sensible del psiquismo por el «Ideal hipótesis metafísica, en el tercer periodo. Podríamos relacionar con lo
admirable» revela un paralelismo entre la aporía peirceana y una difi- anterior, que Peirce, habiendo intentado integrar (en el gran ciclo de
cultad característicamente kantiana. También Kant se enfrentó, en la conferencias sobre el pragmatismo impartidos en la Universidad de
«Fundamentación de la Metafísica de las costumbres», al problema de Harvard el año 1903) todos los aspectos de su filosoffa en la prueba de
cómo podía afectar la razón, a fin de hacerse práctica, la sensibilidad la verdad del pragmatismo, escribiese a W. James en 1904:
del hombre no según un interés «patológico», sino según el «interés
puro». La versión aporética que da al respecto reza: <<También quiero decir que, después de codo, el pragmatismo no
resuelve ningún problema real. Sólo muestra que los problemas supues-
«Para querer aquello sobre lo cual la razón misma prescribe el deber tos no son problemas reales (...), el efecto del pragmatismo es simple-
a un ser racional afectado por los sentidos, hace falta, sin duda, una mente el de abrir nuestras menees a la recepción de cualquier material
facultad de la razón que inspire un sentimiento de placer o de satisfac- probatorio, no el de suministrarnos material probatorio»71.
ción al cumplimiento del deber y, por consiguiente, hace falta una cau-
salidad de la razón que determine la sensibilidad conforme con sus prin- No quiero detenerme más en la problemática de lo normativo del
cipios. Pero es imposible por completo conocer, esto es, hacer proyecto de sistema peirceano de 1902-3; prefiero considerar las conse-
concebible a priori, cómo un mero pensamiento, que no contiene en sí cuencias ulteriores relativas al énfasis puesto en la categoría de la prime-
nada sensible, produzca una sensación de placer o de dolor; pues ésta es ridad, énfasis atestiguado en el descubrimiento de la conciencia esté-
una especie particular de causalidad, de la cual, como toda causalidad, rica. Estas consecuencias apuntan, como ya he indicado, a la
nada podemos determinar a priori, sino que, sobre ello, tenemos que rehabilitación del conocimiento intuitivo, que una vez más habría de
interrogar a la experiencia. Pero (...) la razón pura, por medio de meras
wnducir a la revisión de los fundamentos semióticos de la lógica del
ideas (que no pueden dar objeto alguno para la experiencia), debe ser la
causa de un efecto que reside, sin duda, en la experiencia; resulta com- t.:onocimiento. Sólo eras esta revisión llegó Peircc a lo que para él fue
pletamente imposible para nosotros, hombres, la experiencia de cómo y una mediación satisfactoria de la lógica normativa de la investigación y
por qué nos interesa la universalidad de la máxima como ley y, por la concepción de la «lógica objetiva» de la evolución desarrollada en el
ramo, la moralidad»7°. tercer periodo.

Con la restricción lógico-trascendental del uso de las categorías al


ámbito de las apariencias posibles (en el sentido de la ciencia natural l. La revisión de los fUndamentos semióticos de la lógica de la investigación
teórica), Kant se habría privado de la posibilidad misma de explicar la y su mediación con la metaftsica de la evolución
afectación del psiquismo por medio de la idea de ley moral. Peirce
había superado la distinción entre «apariencias» y «COsas en sí» en la En 1885 Peirce se vio for-t.ado a revisar significativamente su teoría
transformación de la lógica trascendental que lleva a cabo su crítica del de la «representación» («Reprasentation») posible de lo real, que se
sentido; pero, en su lógica de la investigación, había restringido tam- basaba, en tanro teoría crítica del sentido, en la anticipación del resultado
bién la explicación causal de la afección, el psiquismo a un terreno (el ídtimo del proceso de la investigación metódica. Lo que obligó a efectuar
del conocimiento de la ciencia natural y de la mediación instrumental tal revisión fue la siguiente objeción, planteada por el idealismo absoluto
entre teoría y praxis) en el que la ley absoluta de la moralidad o el Jt· J. Royce: A menos que nos podamos identificar desde un principio
«ideal excelente de un reino universal de los fines en sí (seres raciona- wn un espíritu infinito (garante actual de la verdad eterna) capaz de pen-
les), al cual sólo podemos pertenecer como miembros cuando nos con- Aal' d :;ujero de todo juicio en su completa determinación predicativa, es

ducimos cuidadosamente según máximas de la libertad, cual si ellas impo:;ible una comprobación de los errores mediante la identificación de
fueran leyes de la naturaleza» 71, no podrfa darse como apariencia. Así, a los sujt~tos de juicios falsos o verdaderos y, por ello, la corrección aproxi-

156 157
mativa de hipótesis, en el sentido postulado por Peirce73 • Peirce replicó a («Begegnung>>), satisfactoria o no, entre un observador y unos hechos
esta objeción alegando que los «índices» de nuestro lenguaje, los pro- existentes: Sin la confrontación enrre los predicados (no sólo los rela-
nombres demostrativos por ejemplo, nos permiten en todo momento un cionales sino también los atributivos) y el elemento cualitativo de los
contacto real con los sujetos individuales de nuesuas proposiciones; por fenómenos, un investigador dado no podría averiguar mediante infe-
consiguiente, rea.li7_an una cierta identificación provisional y no cognitiva rencias si las cosas a las que hacen frente sus sentidos se comportan o
de lo real, cuya representación («Repriisentation») por medio de determi- no como sus hipótesis le permiten esperar. Desde este punto de vista, la
naciones universales constituiría el contenido de las creencias últimas de función de los juicios perceptivos («perceptual judgements») que Peirce
la comunidad ilimitada de los investigadores. Los «índices» desempefian había interpretado, en 1868, como resultado hipotético de la media-
por tanto, dentro de la categoría «Terceridad» (esto es, en el seno de la ción infinita a través de inferencias abductivas tenía que resultar nueva-
mediación triádica, la función representativa del lenguaje), la función de menee problemática. No bastaba con asegurar mediante consideracio-
la categoría «Segundidad», puesto que establecen un contacto denotativo nes matemáticas la compatibilidad de la mediación infinita de los
con los hechos existentes mediante una forma del uso del lenguaje que juicios perceptivos con la posibilidad de un comienzo en el tiempo del
depende por principio de las situaciones. Los «índices» hacen posible que conocimiento79, sino que debía explicarse en qué medida los juicios que
dirijamos nuestra atención a fenómenos similares entre sí y de este modo se apoyan en la percepción sensorial están capacitados para expresar
a la confirmación inductiva de hipótesis mediante enumeración de aque- inmediatamente en sus predicados el elemento cualitativo («qualitative
llos casos que las confirman74 • De esa manera, el aspecto emp(rico de la Soseim>) de la realidad80 , pudiendo así asumir la función de primeras
lógica de la investigación, la posibilidad de una experiencia de lo real premisas en la conformación inductiva de nuestras teor(as81 •
parece, pese a la naturaleza provisional de toda representación concep- 2. A las imaginativas hipótesis de leyes que están a la base de la
tual, estar adecuadamente fundamentado en términos semióticos, esto es, f·o rmación de las teorías de la ciencia natural se les presenta el mismo
en términos del análisis de las categorías. En el contexto de la concepción problema: la determinación cualitativa de nuestra experiencia en la rea-
definitiva de su sistema Peirce llegó, sin embargo, a la conclusión de que lidad. Esta es anterior a la representación conceptual y ofrece una
la categoría Primera tenía también una función indispensable en el seno orientación positiva a las vías de aproximación a la ((ultimate opiniom).
de la lógica de la investigaciónn. En su «New List of Categories» de Pues bien, de acuerdo con el último Peirce, tampoco el hecho de que
186]76, esta categoría, la categoría de la «cualidad» (más tarde formali- t·scas hipótesis (que al igual que los juicios perceptivos se apoyan en
zada mediante la lógica de relaciones como «Primeridad>>), había sido inferencias abductivas) lleguen a formularse puede explicarse única-
deducida de la función sígnica (como el equivalente de la apercepción mente mediante la conjunción del principio racional de coherencia con
trascendental de Kant). En tanto que vehículo intercambiable de «infor- la selección mecánica de ideas idóneas de entre las ocurrencias casua-
mación» para la «COmunidad de todos los seres racionales», el contenido b"2. Así pues, ¿cómo es posible que, de todas las ocurrencias que son
cualitativo de la percepción y su representación en el lenguaje no podían posibles de acuerdo con las leyes del azar, los hombres conciban como
agotarse, como Peirce había sugerido en su «Theory of Cognition» de u naturales>> (en términos de [ Commonsense] o lumen natura/e), y con
1868-71, ni en la «cualidad material>> del signo lingüístico" , contingente rdativa rapidez y seguridad, aquellas que poseen afinidad cognitiva con
y por principio intercambiable, ni en la materia de las impresiones de los la realidad? 83 • Peirce nunca dejó de sorprenderse al plantear esta pre-
sentidos78, igualmente contingente. gunta. La cuestión de la formulación de hipótesis no debe confundirse
De la lógica de la investigación se siguieron dos problemas interre- nm la cuestión cuasi-trascendental de la validez objetiva del proceso de
lacionados que mostraban lo insatisfactorio de la explicación de cómo inlcrencias sintéticas in the long run, que Peirce había resuelto en 1868-
el proceso de investigación va aproximándose a la verdad, coda vez que (11) .~ iguiendo la línea del principio de convergencia postulado por la
ésta se apoya únicamente en el postulado de la validez de la inferencia 1 rhica del semido84 • Pero Peirce reconoce ahora que, en cualquier caso,
sintética en conjunción con una selección mecánica de las hipótesis d<'bc dársele una respuesta (y ciertamente a través de la lógica de la
idóneas por medio de la confrontación con los «brute factS>). investigación en conjunción con la metafísica de la evolución), puesto
t¡ut· la «deducción trascendental)) de la validez de las inferencias sintéti-
l. Ya en la confirmación o falsación de hipótesis se da algo más ""·~ no puede ella misma mostrar cómo la experiencia en general sea
que lo que puede explicar la presión mecánica de la confrontación pnsihle•s.

158 159
Una respuesta a estas cuestiones centrales de la lógica de la investi- l'lnbargo, sólo recurriendo explícitamente a la conciencia estética en el
gación peirceana parece posible si suponemos que tanto en l~ na~ura­ 'onrexto de la fundamentación de las ciencias normativas le fue posible
leza como en la función sígnica que la representa hay una pnmendad .11·ricular semióticamente la concepción categorial de la (<Primeridad de
cualitativa que no es sólo un vehículo material de información inter- 1., Tcrceridad», esto es, la percepción cualitativa cuasi sensorial que
cambiable y casual86, sino también una expresión gráfica intuitiva nprcsa icónicamente el desarrollo del orden ideal del universo. En uno
(«anschaulich-bildhaft») de las estructuras racionales. La dificultad que 'k los parágrafos de sus conferencias de 1903 sobre el pragmatismo
se le presentaba aquí al análisis categorial de Peirce era, en el fondo , la 1es umió su posición:
misma que la de la introducción de la confrontación («Begegnung»)
con los 11brute facts» en el proceso cognitivo. Al igual que en el caso de «Por canco, si me preguntan Vds. qué papel pueden jugar las cuali-
ésta (que vendría a ser una ilustración de la Segundidad), Peirce consi- dades en la economía del universo, responderé que el universo es un
deró que las cualidades sensoriales (que serían ilustraciones de la Prime· inmenso signo <a vasr representamen>, un gran símbolo del propósito
ridad) eran completamente irracionales, separándolas por ello de la de Dios que ejecuta sus conclusiones en la~ realidades vivas. Ahora bien,
función genuinamente cognitiva87• En el caso de la Segundidad la difi· todo símbolo debe tener, en relación orgánica con él, sus índices de
cultad se superó gracias al descubrimiento de los <!Índices», que la reacción <a la situación dada> y sus iconos de cualidad; y el mismo
representan lingüísticamente. En tanto que símbolos lingüísticos perre· papel que juegan estas reacciones y estas cualidades en un argumento lo
neceo a la categoría Terceridad, pues se interpretan racionalmente en el juegan, desde luego, en el universo -siendo ese universo, como he
dicho, un argumento-. En la minúscula brizna que Vds. o yo podamos
marco del enunciado. Pero, al mismo tiempo, en el lenguaje, es decir,
descifrar de esta enorme manifestación, nuestros juicios perceptivos son
en la Terceridad, representan también la Segundidad de la conexión
las premisas para nosotros; estos juicios perceptivos tienen iconos como
fáctica del lenguaje con el mundo real en una situación y su interpreta• . predicados, en los cuales las cualidades icónicas están inmediatamente
ción depende de esta relación con la situación. De esta forma, Peirco . representadas» 9'.
podía recurrir a la función deíctica (~<Index-Funktion») dellenguajo
como condición semiótica de posibilidad de identificación de objeroe Mediante la experiencia sensorial del mundo, Peirce pretende fijar
individuales en el marco del conocimiento -por ejemplo, a través de la l11' 1 ondiciones semióticas de posibilidad de la determinación cualita-
enumeración, que es una función de la lógica de la investigación, de lo1 tiv.t del proceso del conocimiento. Si la función deíctica del lenguaje,
hechos existentes para su confirmación inductiva-. De modo análogo ~C'IHTalmeme representada en el sujeto de la proposición, posibilitaba
hubo entonces de urgirle el encontrar una representación lingüística de 1~¡,,,
roducción de la facticidad pura en el proceso racional de la inter-
la Primeridad cualitativa, siendo natural que recurriese para este fin a la jlrcl:tción, la función icónica del lenguaje en el predicado proposicio-
función icónica del lenguaje que había postulado en 186788• Para Peirce na.~l dchía atrapar la expresión cualitativa del mundo en tantO que Pri-
la adopción de este enfoque fue en el fondo equivalente y su descubrl~ nwridad en la Terceridad de la síntesis predicativa de la enunciación,
miento de la conciencia estécica19• h\mrj,orándola al proceso racional de la interpretación. Sin embargo,
La metafísica de 1891 hi1-0 posible que Peirce encontrase los fun.. la función cognitiva de la Primeridad en la Terceridad tiene mayor
clamemos necesarios para resolver la cuestión de la afinidad entre ti' ~~I.Hlo metafísico que el de la mera introducción de la facticidad. Tal
conocimiento humano y la naturaleza en términos de su idealis lcJmo enunciaba el postulado predictivo-heurístico de la metafísica de
objetivo. Así pudo interpretar, en 1883, la estructura categorial de Prlrcc, al arrojar luz sobre el ser-así (<(Sosein») lo aporra de modo
naturaleza como estadio anterior y análogo, en el nivel inconsciente,
l"mr diaw a la estructura intencional de los conceptos (que Peirce
de la estructura categorial de la lógica semiótica de la investí
4enumiua ((deprh»), mediando por consiguiente entre la lógica de la
conscientemente aplicada. Precisamente aquí, en la teoría del
11\vc:~ligaciún y el ser-así (<~Sosein») de la naturaleza. Teniendo esro en 11
pasmo», Peirce consideró que su intento de explicar el conocirn 1
tucnra, no c.~ de exrrañar que Peirce acudiese a la función icónica en
satisfactorio («erfolgsreich») partiendo únicamente de la conjunción
MI lnrt'nro d(· explicar la analogía metafísica entre el proceso de infe-
las ocurrencias casuales con la selección mecánica de las ocurn••nct..
"nda dc- la natu raleza y el proceso de inferencia controlada de la
idóneas era finalmente inadecuado. Por ello, postuló una cmpada lf\\II.'U i¡:(at. i6n:
patética divinatoria en la tendencia final de la cvolm.:ión" 0 •

160 161
«Pero lo que es primero para nosotros no es primero en la natura- liza mediante deducción. Me parece muy útil escoger un sistema de
leza. Todas las premisas del proceso mismo de la naturale-ta son los ele- lógica que preserve todas esras concepciones naturales»9 s.
mentos independientes e incausados de esos hechos que van a consticujr
la diversidad de la naturaleza, diversidad que los deterministas suponen En un primer momento, la metafísica de la evolución desarrolló
ha esrado en la existencia desde la fundación del mundo, pero que los
esta comprensión «antropomórfica» de la naturaleza sin tener en cuenta
«tijisras» suponen producto de un proceso continuo de crecimjenco. Sin
la lógica semiótica y su relación con la naturaleza96• En la concepción
embargo, estas premisas de la naruralez.a, aunque no son los htcho; dt ptr-
sistemática de 1902/03 se hizo explícita por vez primera esta relación,
ctpción que son premisas para nosotros, han de asemejarse a ~llos por ser
premisas. Sólo podemos imaginar lo que son por comparactón con las l·n la que a la función icónica del lenguaje humano y del correspon-
premisas para nosotros. En cuanto premisas, deben indwr .cuaüdades. . diente «lenguaje de la naturaleza>> que le precede, les correspondía la
Pasemos ahora a su función en la economía del uruverso. El um- tarea de establecer el enlace definitivo entre el ser-así cualitativo de la
verso, en canco que argumemo, es necesariamente una grandiosa obra de naturaleza y los predicados de los «juicios perceptivos» humanos como
arre, un gran poema -pues todo bello argumento es un poema y una lo que es <<primero para nosotros». Fue únicamente este contacto ícó-
sinfonla- al igual que rodo poema auténtico es un buen argumen.ro. nico entre naturaleza y conocimiento, entendido en términos semiótí-
Pero vamos a compararlo más bien con un cuadro -con una marwa ms; entre «argumentación» consciente e inconsciente, lo que permitiría
impresionista-: toda cualidad en una premisa es entonces uno de los l:t mediación entre La metafísica de Peirce y su lógica normativa de la
pigmentos de color del cuadro; todos ellos han de ensamblarse para investigación, completando esta última en virtud de esta misma media-
componer la cualidad prefijada que pertenece al todo en tanto qu~ cal. <i1ín. La concepción que la teoría crítica del sentido de 1868 se había
El efecto global <del universo> queda fuera de nuestro alcance v1sual; f(,rmado de la realidad parecía concentrar el proceso entero de la inves-
pero en alguna medida podemos apreciar la cualidad re~ulca.nte de las
tigación en la representación conceptual de lo real por medio de infe-
partes del codo y dichas cualidades resultan de la combmac1ón de las
rl'llcias racionales (<<Terceridad»). La teoría de los índices de 1885 sólo
cualidades clemema.les que pertenecen a las premisas» 91 •
mnsideró el contacto <<denotativo» con los <<hechos existentes» hallados
rn la verificación experimental (<<Segundidad»). La teoria icónica de los
En esta visión icónicamente acentuada del universo como signo o
predicados perceptivos hizo posible, por vez primera, la introducción,
argumento que consigue una representación de sf mismo por ~ed.io de
t'n el marco de la representación conceptual, de la comparación cualita-
su continuación consciente en la actividad humana de la c1encJa, la
1iva entre el conocimiento formulado lingüísticamente y el ser-así de lo
concepción tardía de Peirce completa su idealismo semiótico y obje- Jl·al; y sobre todo, posibilitó la introducción, en ese mismo marco, de
tivo. Este idealismo estaba ya latente en 1868 en su teoría del hombre l.t percepción primaria del ser-as{ de lo real como función de la infor-
como signo9l y fue desarrollado detalladamente ~n 1883~, ~n su «t~orfa Juación empírica. Incluso la compre nsión «an tropomórfica» del
de la inferencia probable» como doctrina de la mferenc1a 1nconsc1ente Inundo, a la que Peirce se refiere una y otra vez como «afinidad del
en la naturaleza: lll111a humana con el alma del universo»97 ha de deducirse, en tanto que
horizonte heurístico de roda hipótesis científica, de la concepción
-.A menudo nos parece que la naturaleza está constantemente lle· ~t'nt iótica de la función icónica del conocimiento.
vando a cabo inferencias deductivas en el modo Barbara. Concebimos
Partiendo de esta versión ampliada de la semiótica, Peirce vio taro-
leyes de la naruralez.a, que son sus reglas o premisas mayor~. Conce-
bimo que los casos se dan bajo estas leyes; estos casos consiSten en la
birn l:t posibilidad de coordinar los tres tipos de inferencia postulados
predicación, o en la existencia, de causas que son los términos medios de rn 1HtB con la experiencia sensorial del acontecer de la naruraleza. El
los silogismos. Y finalmente concebimos que, en virtud de las leyes d~ la ~nh~is semiótico concedido a la ~<Primeridad>> en la representación icó-
naturaleza, la existencia de causas produce efectos que son la conclns1ón nk;t mndujo a una nueva caracterización de la función de la inferencia
de los silogismos (realizados por la naturale7.a). Concibiend~ la .n:H~!Til• ahduc1iva, caracterización que Peirce consideró definitiva. Para Peirce,
leza de este modo, se nos ocurre de modo natural que la Clcnc•a ueno •1::1 lwdto de que el hombre esté facultado para explicar su propio sig-
tres tareas: (1) El descubrimiento de leyes, que se produce por mnlio do nlfkado <d significado de los símbolos> valida la deducción» 98 • «La
la inducción; (2) el descubrimiento de causas, que se produ<.:e por medio dcdu~·l'ic'm se limita a desarrollar las consecuencias necesarias de una
de inferencias hipotéticas; y (3) la predicción de los cfcc.:ros, lJilt' se rea• hip,)tesis»·•·•. El c.:onracto de la inducción con la realidad se produce

162 163
mediante la <<indicación» o «denotación>> de los hechos a los que hace- ~n de las categ~rías semióticas del conocimiento. La adopción del rea-
mos frente aquí y ahora. En contra de los sugerido po~ P~irce aún en !tsm.~ ~e los umver~al~s es un resultado inmediato de la concepción
1883, esto significa que ni descubre los caracteres cuahtauv?s de _algo semwuca del cono~1m1en~o y de la «representación» verdadera, puesto
ni el ser-así de las leyes. Sirve únicamente para «evaluar» hipóteSIS ya
existentes, bien mediante confirmación, bien mediante falsación'00 • La 07
~ue en _ell~s 1~ UOJ~ersal!dad de los conceptos es un constituyente
1mpres~md1ble .. As1 pues, el realismo de los universales forma parte
abducción, dice Peirce, «es la única operación lógica que introduce una del reahsmo educo del sentido, mientras que la hipótesis absurda de un
idea nueva»'o'. En canco que inferencia, en cuyo caso limite incons- trasmundo incognoscible se revela como el 1tpúnOV 'I'EVOO~ de todo
ciente se apoya la percepción (y en consecuencia coda «intu!ción». cien- nominalismo.
tífica), expresa las cualidades icónicas de la nat~raleza en hip~tests for- 2. Para Peirce la disolución que la crítica del sentido había llevado a
muladas lingüísticameme 101• En consecuencia, la abducc1ón es la cabo del trasmundo incognoscible conllevaba la inclusión del conoci-
primera etapa de coda investigación y, puesto que es la respuesta espon- ~ienco mism~ e~ el mundo real que puede investigarse de modo empí-
tánea y divinatoria del hombre a los estímulos de su entorno, es el nco. El conoclffilento no era ya, como lo era para Kant, un límite deJ
equivalente humano del instinto animal103• Esta analo~ía entre el p ro- mundo empírico'08, una función de la facultad trascendental de la con-
ceso de la naturaleza y el proceso semiótico del pensamtento, que cons- ciencia que se relaciona de un modo misterioso con las cosas-en-sí que
tituye la base de la mencionada mediación entre lógica y ~etafísi~a la afectan (lo que forzó a Kant a expresarse por medio de analogías'®); se
podría, como observa el mismo Peirce, «parecer m~y fan ras10~a a _pn- c~nce?ía ahora como la manifestación sociolingüística de un proceso
mera visca»' 04 • Podría parecer que el teórico pragmatista de la c1enc1a es h1stónco que, desde el punto de vista de sus fundamentos inconscientes
víctima de una recaída en la metafísica pretrascendencal y «trascenden- f~rma un continuo con el proceso evolutivo de la naturaleza, pero qu;
talista>>, en el sentido americano del término. Los temas de la «natura- VIsto desde su extremo consciente, está sujeto a la lógica normativa que
leza como lenguaje>> y del «Lagos» creador del ~unclo que se «ex~resa» lo «autocontrola». Como sustituto de la distinción kantiana entre el
en este lenguaje y en los predicados del lenguaJe humano que lo mter- ámbito de los objetos de la experiencia posible y el ámbito metafórico
pretan, eran, en efecto, moneda corrien~e en _las primer.as obr~s de de los objetos de la metafísica trascendental (ámbito que no puede sepa-
Peirce (las anteriores a 1867)' 0l . Son el testtmoruo de una vmculacJÓn a rarse del de la metafísica trascendente de las cosas en sí), Peirce intro-
la tradición que parte de las doctrinas del Logos y el lenguaje de la duj~ 1~ distinción _entre el ámbito de la ciencia empírica y el de la lógica
naturaleza del renacimiento y el barroco (Nicolás de Cusa, Bohme, semiÓtico-normativa de la investigación. El primero se corresponde con
Leibniz, Berkeley) y llega hasta Emerson'06 • Pero, por otro lado, no la metafísica de la evolución del universo en tanto que «visión general»
puede ignorarse que Peirce llegó a su ontología serr_tió~ica a través de ~a («Coenoscopy») que no se ocupa de la investigación experimental110 • Se
transformación semiótica de la teoría del conoc1mtento y la consi- s~bdivi~e _en ciencias «idios~ópicas» p~ticulares que someten las hipóte-
guiente transformación de la filosofía rrascendencal ~tiana desde el SIS heunsucas de la concepclón mecafís1ca del mundo a prueba empírica
punto de vista de la crítica del sentido. Los pasos esenc1ales de esta evo- indirecta"' . El último investiga las condiciones de validez de los méto-
lución teórica pueden resumirse brevemente: dos de investigación de aplicación consciente (procedimientos inductivo
y ~intético de in~erencia, lo que incluye los correspondientes procedi-
1. Después de que la crítica del sentido ~oscrase e_l carácter a~to­ nHentos de expenmentación y comunicación). En esa medida asume la
contradictorio de la hipótesis de la cosa en sí tncognosctble y defimese, ht:rencia de la lógica trascendental de Kant. La relación que Peirce man-
en su lugar, lo real como lo que la «Commu?icy of inv~ti~ators» p~ede lmdría con la f.tlosofía post-kantiana parte de esa asunción.
conocer «in che long run», Peirce no podta ya restnngu la reahdad 3; _Al eliminar la _cos~ en sí incognoscible, Peirce introduce la pro-
ontológica de las categorías lógicas del lenguaje ~ontrastán_dolas - aun hlcmauca de la conc1enc1a trascendental en la historia evolutiva del
tácitamente- con las hipótesis de un trasmundo mcognosctble. Como mundo que hay que conocer. Al hacer esto está siguiendo con interna
en el caso de cualquier hipótesis científica, sólo sería posible ahora res- consistencia el curso tomado por la filosofía idealista postkamiana con
tringir su validez de conformidad con la res~rva_ Fal~bilista que afi~ma la s,·.hclling y Hegel. Sin embargo, la identificación peirceana del conoci-
corregibilidad de todo conocimiento; e:~ d~c~r, srgute~do una ~rítlca del llllt'nto tanto con el proceso evolutivo de la naturaleza (en lo referido a
conocimiento que presupusiese, por pnnc1p1o, la valtdez real m the long ,,u.~ presupuestos inconscientes) como con el proceso histórico de la

164 165
sociedad (en cuanto a que sus supuestos son controlables en principio), el mundo exterior. Sin embargo, tanto la primera como estos últimos
es diferente de la del idealismo alemán. Así, Peirce no reduce el proceso representan, por ser fuentes de información, el sustrato empírico indis-
de la investigación empírica al constructo ftlosófico-transcendental del pensable de las operaciones sintéticas de inferencia (inducción y abduc-
proceso de la conciencia, sino que incluye todos los aspectos del .cono- ción). La teoría del conocimiento de Peirce se enfrentaba aquí a una
cimiento, a excepción de los lógico-trascendentales, en el ámbtto de aporía central: tener que presuponer algo (una fuente de conocimiento)
problemas de la formación empírica de hipótesis. Esto es especialmente que, por ser irracional, no puede considerarse real desde el punto de
evidente en el modo de plantear la alternativa entre idealismo (espiri- vista de la crítica del sentido. En su «gnoseología» («theory of cogni-
tualismo) y materialismo de su metafísica cosmológica112• tion))) racionalista de 1868, Peirce pasó por alto esta aporía, creyendo
4. La decisión que en el tercer periodo llevó a Peirce a optar por el que bastaba con mostrar que las cualidades de la vivencia («Erlebnis»)
idealismo objetivo (o quizá sería mejor decir espiritualismo) tiene el (los «feelings))) en tanto sean pensables, son siempre ya interpretables
carácter de hipótesis empírica en el sentido de su Coenoscopia metafí- conceptualmente, y en ramo estén dadas de modo inmediato no pue-
sica. Esta hipótesis es fundamental mente independiente del realismo den ser pensadas en modo alguno, siendo así irrelevantes para la teoría
cdtico del sentido desarrollado en el primer y segundo periodo y con- del conocimiento orientada por la crítica del sencido 11 6• Pero resulta evi-
firmado en el pragmaticismo de su cuarto periodo. Es decir, cuando dente que con ello Peirce se contradecía a sí mismo, pues él mismo
Peirce, apoyándose en Schelling, enuncia la hipótesis metafisica según la había considerado expresamente las cualidades no-relacionales de la
cual la materia es espíritu petrificado (espíritu en tanto que sensación = sensación en términos de la categoría «Primeridadn. En la «lógica de la
«Primeridad))) y las leyes naturales hábitos petrificados (espíritu en investigación» de 1872/73 había tenido que reconocer lo indispensable
tanto que principio regulador= «Terceridad))) no está alterando el pre- de la función de los elementos no racionales de la «Primeridad)) y la
supuesto del Common Sense que afirma que la existencia y el ser-así de «Segundidad» en tanto elementos constitutivos de la información en d
lo real son independientes de la opinión que los sujetos finitos tengan t:onocimiento empírico y experimental 117• Fue la semiótica especulativa
de ella, presupuesto que el Crítica! Commonsensism identifica con aquel de 1903 la que permitió a Peirce integrar los «brute facts)) a los que
de la cognoscibilidad de lo real por una comunidad ilimitada de seres hace frente la experiencia en la representación de lo real. Y los integra
pensantes113 . De hecho, la tesis realista de la independencia es confir- en tanto sefiales, no conceptualizadas aún más conceptualizables por
mada por el hecho mismo de que la lógica normativa no puede en principio, de fenómenos naturales utilizables inductivamente. Pero
absoluto controlar las bases inconscientes del conocimiento (y, en par- además, y sobre todo, le permitió integrar en esta representación las
ticular, las abducciones inconscientes, en las que, según Peirce, se apo- cualidades de la vivencia que entran a formar parte de los predicados de
yan los juicios perceptivos114) y por ello se las debe considerar pert~ne­ los juicios perceptivos en tanto que cualidades icónicas. Estas se inte-
cientes a la realidad independiente del conocimiento 115• Ahora bten, gran en la representación de lo real como expresión de la afinidad entre
aquí se muestra una compatibilidad de la hipótesis metafísica del idea- los procesos inconscientes de inferencia de la naturaleza exterior y la
lismo objetivo con el realismo crítico del sentido que apunta, más allá naturaleza interior de los hombres.
de la mutua independencia entre ambos teoremas peirceanos, a su
refuerro muruo. Desde esta perspectiva resulta, en mi opinión, bastante Podría, ciertamente, objetarse que esta especulación sólo resuelve la
comprensible la mediación semiótico-especulativa entre metafísica y .tporía central, ya mencionada, de la teoría del conocimientO de Peirce,
lógica normativa del conocimiento que Peirce llevara a cabo en 1903. si se admite que los elementos de <<Primeridad» y «Segundidad», que
5. El realismo crítico de 1868 definía lo real como el objeto de la mnstiruyen tanto el fundamento empírico del conocimiento como el
representación conceptual alcanzada al final de un proceso ilimitado de C'kmcnto contingente e irracional del universo en evolución, pueden,
investigación y comunicación. Tenía, por ello, que considerar como rci n rhe long run>1, ser mediados totalmente por el elemento racional de
momentos fundamentalmente irracionales y precognitivos del proceso lil ,/IC.:rceridad>> (como representación conceptual y como consumación
de investigación, tanto la existencia individual aquf-y-al1ora de lo real de la organización del mundo en los «hábitos)) de los seres pensantes).
de la que sólo cabe, en el hacer frente al mundo exterior, la indicación a EMo es, en términos de Hegel, si este último puede «superan) a los dos
través de «índices)), como los aspectOs cualitativos de la sensaci<'lll, pritm·ros. Podría argumentarse que esta exigencia está implícita, desde
mediante los cuales reacciona la conciencia privada del organismo ante el punto de vista de la crítica del sentido, en la definición de lo real

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t .,
' . 1

11
como cognoscible, es decir, como objeto de la <<Ultimare opiniom> de vivencia 11' . En su pensamiento maduro, Peirce concibió como mero
una «indefinite community of investigators». Con otras palabras: la condicional (((would be») el fin absoluto del desarrollo del mundo que
metafísica peirceana del «idealismo objetivo» y el realismo crítico del ha de postularse normativamenre y ha de pensarse como realmente
sentido de su gnoseología no sólo se apoyarían mutuamente, sino que posible. Con ello estaba haciendo depender el «essere in futuro» de la
para la hipótesis metafísica del conocimiento verdadero serían coinci- Terceridad de los hechos contingentes que no pueden ser presupuestos
dentes. Así, las resistencias irracionales de la experiencia y de las cuali- (((Segundidad>>) y de la libertad espontanea (((Primeridad») 120•
dades sensoriales intuitivas de la vivencia serían sólo síntomas (que
obviamente se esclarecen mutuamente en el caso de las cualidades de la
vivencia) de lo que la experiencia no tiene aún expectativa alguna. 3. La ccFenomenologla» como Phiksophia Prima
Serían, en consecuencia, meros síntomas de que nuestro conocimiento
conceptual de lo real no es aún adecuado. Los aspectos de la concepción tardía del sistema peirceano que
Diversas tendencias de la obra del último Peirce parecen apuntar hemos expuesro someramente hasta ahora pueden entenderse, sin
claramente en esta dirección118• Podríamos pensar que Peirce habría lle- mucha dificultad, como consecuencias de la concepción fundamental
gado canco más fácilmente a esa conclusión cuanto que, a diferencia de perfilada ya en el primer y segundo periodos. Desde cierro punto de
Hegel, colocaba el punto absoluto de convergencia de su sistema no en vista, representan una vuelta del pensador solitario de Milford, ahora
la perfección mística dellogos de la reflexión, sino en el infinito futuro. separado de sus amigos del ((Metaphysical Club>>, a las tendencias cen-
Además, la «superación» («Aufhebung») en el conocimiento de los ele- trales de sus primeros tiempos 121 • Esto puede decirse, como ya he subra-
mentos irracionales del mundo no era, para Peirce, tarea de la especula- yado, del enfoque kantiano adoptado, en el «Socialismo Lógico» de
ción filosófica, sino de la ciencia empírica. Tampoco la tarea de la 1868, para el desarrollo de las ciencias normativas; puede decirse tam-
racionalización absoluta del universo era un asunto de mera teoría, sino bién de la metafísica de la evolución y de la semiótica especulativa, cla-
también de praxis mediada por la teoría. En cualquier caso, las circuns- ramente prefiguradas tanto en la «New List of CategorieS>> de 1867
tancias que acabamos de mencionar, que parecen borrar el odium a lo como en la antropología semiótica y la doctrina del espíritu de 1868 122•
híbrido de la idea hegeliana de la ((mediación total», impidieron que El nuevo énfasis en la categoría «Primeridad» (y así en la función icó-
Peirce aceptase la posibilidad de la superación de la «Primeridad» y la nica del lenguaje, en la inmediatez mediada de los juicios perceptivos,
((Segundidad» por la «Terceridad». Como epistemólogo de procedencia en la abducción y en la conciencia estética) puede comprenderse, en
kantiana, Peirce pensaba en términos de principios regulativos de la este conrex.to, como remate de una arquitectónica filosófica que, en lo
lógica normativa de la investigación, quedando de este modo ligado al esencial, había sido concebida ya en 1867 a partir de las tres categorías
lugar de la situación histórica para la cual los «ékstasis del tiempo» limdamentales, alcanzando su forma integral en 1903 113•
(Heidegger) tienen validez transcendental. El pragmatismo - al igual Sin embargo, con los aspectos esbozados hasta ahora, sólo hemos
que el marxismo y el exisrencialismo- no es una filosofía de la reflexión caracterizado la primera mitad, de algún modo la superior, del sistema
a la que pudiese emplazarse al final del desarrollo real-o siquiera posi- arquitectónico de 1902/1903: La metafísica de la evolución y las cien-
ble- del mundo. Para el pragmatismo, la relación con el futuro es cons- cias normativas que ésta presupone (lógica, ética y estética), ciencias
titutiva del sentido. Pero, en la medida en que existe una relación con que de modos distintos se refieren al mundo real y sus posibilidades
el futuro y es constitutiva de nuestra comprensión de algo en tanto que r'l:ales, presuponen aún a su vez dos ciencias abstractas que no se ocu-
«algo», no es superable en la universalidad del concepto, al menos para pan en absoluto del mundo. Una de ellas, a la que Peirce denomina
la ciencia empírica y para la comprensión que el Commonsense tiene de "Fenomenología» o (<Faneroscopia», formaría parte de la filosofía,
la praxis de la vida, de las cualidades de la experiencia y de la facticidad nticntras que la otra, la lógica formal de relaciones, presupuesta por la
de los hechos y las acciones de la voluntad. Por el contrario, la univer- fenomenología misma, no pertenecería ya a la filosofía, sino a la mate-
salidad, como concepto referido a lo legal, presupone la confirmación nt:irÍ<.:a. La matemática asume, de este modo, la función de presupuesto
futura (esto es, el dominio sobre los hechos en los que se prueba) y, formal de la filosofía. Esta parte de la ((clasificación de la ciencias»,
como regla de comportamiento, presupone las acciones de la voluntad dl·.~arrollada por Peircc en 1902/03, no es sólo la parte que desarrolla
que ha de guiar, las cuales presuponen, a su va., las cualidades ck la dt· 1111 modo más confuso, sino que es la que, sin duda, plantea mayores

l 168 169
dificultades a los intérpretes del pensamiento de Peirce, especialmente proceso supraindividual de inferencia de la lógica sintética, en ese pro-
cuando tienen a Peirce por fundador del pragmatismo. ceso de investigación e interpretación intersubjetiva ((<Terceridad») que
Debido a vagos prejuicios, incluso el experto en historia de la ftlo- conduce a la «ultimare opinion» de la «indefinite community of inves-
sofla se verá inclinado a colocar el pensamiento fenomenológjco y el tigators» y que, a la vez, realiza en los «habits» de los hombres, o más
pragmatista en dos polos opuestos: el recurso a la evidencia intuitiva específicamente de los seres capaces de comunicarse, el orden legal del
((<intuitive Evidenz») , la teoría eidética del significado, a la contempla- universo como «ultimare logical interpretanD> de todo signo.
ción de esencias («Wessensschau»), a la radical ausencia de presupues- Con todo, en los afios 1902 y siguientes y en el marco de su clasifi-
tos, en un caso; el recurso a la apelación a la capacidad de actuar, a la cación definitiva de las ciencias, Peirce fundamentó como prima philo-
teoría operacionalista del significado, al constructivismo, al reconoci- sophia una «Fenomenología» 125 (a la que desde 1904llamó «Fanerosco-
miento de los presupuestOs del contexto lingüístico y situacional de la pia»). O mejor, la postuló programáticamente. Esta fenomenología
praxis de la vida («Lebenspraxis») en el otro, ofrecen una caracteriza- debía obviamente cumplir las siguientes condiciones:
ción aproximada de ambos polos. Los d<!>s modelos clásicos de fenome-
nología filosófica, la «Fenomenología del Espíritu•>de Hegel y la «feno- l. La naturaleza de este conocimiento debía ser intuitiva, es decir,
menología» de la «Conciencia pura» de Husserl, no coinciden por pura visión (cualitativa) que describiese sin presupuestos lo que se nos
casualidad en excluir el accionismo volumarista, en sentido más o presenta de modo inmediato:
menos fichteano, de la fundamentación de la ftlosofía para reintroducir
en su lugar y, en el modo de la reflexión radical, la idea griega de la «Lo que tenemos que hacer, como estudiosos de la fenomenología,
'[coría pura como sumisión contemplativa a la cosa. En las condiciones es abrir simplemente los ojos de nuestra mente, contemplar bien el
de la reflexión radical moderna no parece que sea una coincidencia que fenómeno y decir cuáles son las características que nunca faltan en él,
tanto la fenomenología de Hegel como la de Husserl se sumen a una bien sea este fenómeno algo que la experiencia exterior impone a nues-
filosoffa de la conciencia que ratifica el tema central de la filosofía de tra atención, bien el más loco de nuestros sueños, o bien la más abs-
Descartes; ni que, en la fenomenología de Husserl, se llegue incluso a rracra y general de las conclusiones de la ciencia»' 26•
<<La primera y más elevada capacidad del fenomenólogo es la rara
una especie de neo-cartesianismo. ¿Cómo habría de ser posible bajo
capacidad de ver lo que se nos presenta y precisamenre como se pre-
estos auspicios una mediación entre pragmatismo y fenomenología? senta, sin sustituirlo por una interpretación~ m.
No cabe duda de que Peirce, al menos en su primer y segundo «La fenomenología se ocupa de las cualidades universales de los fenó-
periodos, fundó su lógica de la investigación guiado por el pragmatismo menos en su carácter fenomtnico inmediam, es decir, en sí mismos en
antifenomenológico que acabamos de describir: Había rechazado el tanto que fenómenos. Traca pues de los fenómenos en su Primeridad>•"'·
recurso cartesiano (introspectivo) a la evidencia como criterio de ver-
dad y de sentido; había desacreditado la filosofía de la intuición (de 2. La fenomenología parece recurrir a un tipo de contemplación
procedencia tanto empirista como eidético-apriorística) y había susti- dt: esencias («Wesensschau»), la generalización eidética, que no
tuido la teoría (de raíz platónica) eidético-intensional clásica del signifi- dt:pende del número de datos individuales:
cado y de la definición por una operacionalista-experimentalista; con-
cebía el co nocimiento como función vital (((Lebensfunktion») y «La segunda capacidad de la que debemos armarnos es la de una
describía la radical ausencia de presupuestos como ilusión de la «papee resuelta capacidad de discernimiento que se aferre como un bulldog a
doubt»; pero sobre codo, había transformado la «teoría del conoci- los rasgos particulares que escudiamos (...) la tercera capacidad que nos
miento» de Kant (fundamentada en la conciencia trascendental, sus será necesaria es la de producir generalizaciones como las que produce el
facultades y funciones) en una lógica semiótica de la investigación. Esta matemático. Esre produce la fórmula abst.racta que comprende la verda-
comprendería, en consonancia con la realización radical del proyecto dera esencia del rasgo examinado, purificado de toda mezcla con ele-
de 1868' 24 , la conciencia individual misma sólo como un signo icónico mentos extraños e irrelevantes»' 29 •
(cualidad de sensación); C(ln el que el organismo del «hombre.signo»
«reacciona a su medio ambiente» (<<Segundidad»). Este signo icónico J. !.as nociones («Einsichten>l) de la fene~menologfa tienen vali-
sólo sería relevante para el conocimiento integrándose, por medio del de·¡. tJnivcrsal, intemporal e intersubjetiva, pese a no estar mediadas

170 171
lingüísticamente, y presuponen un tipo de «Conciencia en general» plación («Anschauung») fenomenológica en la teoría semiótica dd
pura: conocimiento: «Percepts are signs for psychology; but they are not so
tor phenomenology» 134 • Lo mismo sucede en la comparación entre la
«La Faneroscopia es la descripción del phaneron. Por phaneron contemplación (<<Anschauung>•) fenomenológica y la estética. Aun
entiendo la totalidad colectiva de todo lo que, de cualquier forma o en cuando apela a la capacidad cognoscitiva del artista como requisito
cualquier sentido, está presente en la mente («mind»), con independen- para la intuición especulativa (cualitativa) del universo y para la feno-
cia de que corresponda o no a algo real. Si no me preguntas cuándo está menología135, y aun cuando incluye explfcitamente tanto la fenomeno-
presente y al espíritu de quién, te respondo que dejo esas preguncas sin logía como la estética bajo la categoría de «Primeridad»' 36 (la primera
contestar; con todo, nunca he dudado de que esos rasgos del phaneron en el marco de la tríada «Fenomenología», «Ciencia Normativa••,
que he encontrado en mi espíritu estén presentes en todo tiempo y en «Metafísica»; la segunda en el de «Estética», «t.cica», «Lógica>>), la afini-
codo espfritu»'JO.
dad de la contemplación («Anschauung») fenomenológica con la con-
templación (<<Konremplation») estética, como la afinidad con el juicio
Quien compare esta caracterización del conocimiento de la «filoso- perceptivo, no es suficiente para situar a la primera en el ámbito de
fía primera», conocimiento carente de presupuestos y, principalmente, aplicación de su teoría semiótica del conocimiento. Peirce insiste, más
intuitivo y no lingü(scico, con la fundamentación del resto del conoci- bien, en que la contemplación fenomenológica, en tanto que contem-
miento científico, que Peirce lleva a cabo por medio de la lógica semió- plación pura, no es «experiencia>> en absoluto; y por lo tanto, no con-
tica de las operaciones de inferencia, no podrá evitar llegar a la conclu- duce a una enunciación verdadera del mundo real" 7 •
sión de que la concepción del sistema del Peirce tardío contiene ¿Cómo puede conciliarse esta concepción de una «filosofía prima>>
justamente esa misma oposición polar de presupuestos últimos entre con el sistema arquitectónico de la teoría peirceana de la ciencia? O,
fenomenología y pragmatismo que acabamos de constatar. Y es probable planteado de un modo más moderado: ¿Cómo puede comprenderse
que el principal motivo de que W James encontrase tan incomprensi- desde el desarrollo de la filosofía de Peirce?
bles las conferencias que Peirce impartió en Harvard en 1903 fuese que La exigencia de una «Fenomenología» como «filosofía prima>•, en el
Pcirce introdujo allí, para sorpresa del público, el análisis categorial contexto de una clasificación sistemática de las ciencias, se le presentó a
fenomenológico como presupuesto esencial del pragmatismo13'. Pcirce como consecuencia obvia de la fundamentación de la lógica
Es obvio que Peirce podr.ía haber objetado a su amigo que su feno- (semiótica) de la investigación en el contexto de las ciencias normati-
menología estaba muy próxima a lo que el «empirismo radical» de vas. El hecho de que tanto el carácter dual de todas las ciencias norma-
James llamaría más tarde <<experiencia pura», pero entonces también tivas (que han de «separar las ovejas de las cabras») 138 como la división
habría tenido que indicarle que su «experiencia pura» no es 'experien- t riádica de las ciencias normativas')' presupongan ya las categorías fun-
cia' en el sentido habitual del término, y, por ello, no tiene nada que damentales, hizo ver a Peirce que la lógica de la investigación no podía
ver con la psicología 132• ser ella misma docrrina de las categorías, sino que la presuponía como
Con ocasión de estas conferencias Peirce dejó claro que su concep- ,·icncia más abstracta'40 • Por ello, Peirce introdujo el término fenome-
ción de la fenomenología no podia entenderse como una generaliza- nología como rítulo para algo que durante mucho tiempo había tenido
ción de la doctrina, que tanta significación tuvo para la semiótica espe- ya un lugar en su ftlosoffa, a saber, la doctrina de las categorías' 4'. Cier-
culativa de 1903, del «juicio perceptivo», anteriormente descrita. Sin tamente, el término fenomenología se introdujo no simplemente como
embargo, es evidente que con esta doctrina Peirce queda permanecer un nombre nuevo, sino como el resultado conceptual de una reflexión
en el marco de su lógica de la investigación, aun cuando ésta enfatizaba metodológica. Y ello nos da la clave decisiva de la conexión entre la
claramente la primeridad de la noción cualitativa («qualitative Ein- lenomenología peirceana y la lógica de la investigación semiótico-prag-
sicht»), puesto que concebía el juicio perceptivo como caso límite ndtica. La necesidad de una fundamentación fenomenológica de la
inconsciente de la inferencia abductiva y la cualidad percibida, o per- doctrina de las categorías llevó a Peirce de facto, y por vez primera, a
cepto, como signo icónico que sólo puede entrar a formar parte de la rdkxionar sobre el hecho de que una lógica semiótica de la «investiga-
experiencia integrándose en el proceso de inferencia semiótica""· Sin l i6n» experimental que base ésta en la interacción entre las eres catego-

embargo, Peirce rechaza explícitamente el intento de basar la t:omcm- rías li1ndamentales (la «experiencia•• cualitativa y de reacción con la

172 173
<~interpretación>> racional que media entre ellas) no se ha fundamentado espíritu de su época, giro que culmina con las «Investigaciones Lógicas»
aún a sí misma en modo alguno como lógica semiótica. En este punto de Husserl. Y es precisamente el giro subjetivo de este movimiento,
es necesario volver al problema central de la «arquitectónica» en el operado por el Husserl tardío, lo que, en última instancia, sólo puede
desarrollo de la filosofía de Peirce 112• comprenderse si se tiene en cuenta el fracaso de la filosofía del siglo XIX
La doctrina de las categorías de Peirce y su semiótica se formaron en la tarea de reconstruir la «Crítica de la Razón Pura>)J 48 • Pero obvia-
conjuntamente en el trabajo de 1867 titulado «New List of Categories», mente v. Kempski no tiene en cuenta que en 1902/03 Peirce no había
germen especulativo de toda la fllosofía peirceana143• En esa época Peirce renunciado en modo alguno al problema kantiano del paso de la lógica
dedujo, partiendo de la función representativa del signo que después de la investigación a la metafísica (éste es precisamente el problema que
denominaría <<Semiosis», las tres categorías fundamentales (partiendo de creía haber resuelto definitivamente con su semiótica especulativa de
la lógica de relaciones realizaría una deducción formalizada en 1885), así 1903)' 49 • Estaba haciendo suyo un problema completamente nuevo que
como la distinción de las tres relaciones del signo (relación con el objeto se presenta en un nivel más elevado de reflexión, a saber: cómo eran
-denotatio-, relación con la idea abstracta que fundamenta el signifi- posibles la semiótica lógica y la doctrina de las categorías, en las que lle-
cado - significatio, connotatio, sentido- y relación con el «Ínterpre- vaba trabajando desde 1867. Con independencia de cómo se interprete
tante») la correspondiente división de los signos en «índices», <<Íconos» y la transformación peirceana de la lógica trascendental de Kant en una
<<símbolos»' 44 • Esta deducción y la deducción correspondiente de las tres lógica semiótica de la investigación, no podría ciertamente sostenerse
formas de inferencia y su validez' 45 constituyeron para Peirce el análogo, liUe en su deducción trascendental de las categorías de la «experiencia»
largamente deseado, de la deducción trascendental de las categorías y de Kant haya respondido ya a la cuestión de cómo sea posible su filosofía
la validez objetiva de los juicios de experiencia de Kant. Este proyecto 1rascendental. Kempski confirma involuntariamente que aquí hay un
fundamental unificado de la filosofía peirceana se llevó a cabo en el espí- problema que puede conducir a la idea peirceana de una contempla-
ritu de la transformación de la crítica gnoseológica trascendental en una ción (<<Ailschauung») fenomenológica (que no es aún «experiencim> de
lógica de la investigación semiótica y crítica del sentido, cuyo «punto lo real) cuando afirma que: «En él ¡en Kant! se trata de si las representa-
supremo» no sería ya la «síntesis trascendental de la apercepción» (y por ciones («Vorstellungen») tienen que poder determinarse en cuanto a su
ello la unidad de la conciencia del objeto en general), sino la unidad de validez objetiva, y muestra (o intenta mostrar) que ... la necesidad de la
la representación semiótica consistente del mundo (que en última ins- posibilidad del conocimiento objetivo es idéntica al yo (pensante).
tancia sólo puede alcanzarse en una comunidad ilimitada de comunica- Estas son, formuladas sucintamente, las circunstancias fenomenológicas
ción y experimentación)' 46 • · subrayado de v. Kempski> que Kant toma como punto de partida;
En la concepción del sistema de 1902/03 Peirce parece retomar la llllc presupone y describe, pero que no deduce en modo alguno»' 50• De
totalidad de ese proyecto, puesto que revindica como presupuesto de la l•ccho, tanto si se considera la síntesis trascendental de la apercepción
semiótica y de la doctrina de las categorías una modalidad cognoscitiva mmo si se considera la unidad semiótica de la representación del
que no se basa en la mediación interpretativa de sus resultados en el lllllndo como «punto supremo» de una lógica del conocimiento, es
proceso ilimitado de comunicación, sino únicamente en la intuición i11dudable que, comparada con el problema de la deducción trascen-
(«lntuition») de la conciencia individual, que se supone, eo ipso, uni- dental, la presuposición de este «punto supremo>) representa un pro-
versalmente válida. Con ello parecía estar renunciando al programa hbna nuevo de carácter, por así decirlo, metateorético' 5'.
arquitectónico del sistema de Kant y, en consecuencia, a las categorías En la medida en que Peirce se pregunta por la naturaleza del cono-
que se deducen de la lógica. J. v. Kempski considera que ello prueba su Óillicnro de la filosofía primera no se queda más acá de Kant, sino que
tesis de que, en el proyecto de su doctrina de las categorías, Peirce per- va l'u ndamentalmente más allá de él; igual que la fenomenología
manece más acá de Kant debido a su defectuosa comprensión de la 111odcrna e igual que Hegel en su «Fenomenología del Espíritm>. Otra
«síntesis trascendental de la apercepcióm>. La introducción de la «feno- ~.:ul·srit'm es, obviamente, si Peirce se percató de que su indagación por
menología» mostraría tan solo que Peirce tenía que renunciar a la tarea l11 tw ruralcza del conocimiento de la «filosofía primera» tiene carácter
de una deducción trascendental de las categorías, recayendo de este dr rdlexiún y si su concepción de la contemplación fenomenológica
modo en un mero «buscar a tientas» las categorías' 47• Peirce permanece pura c.~ la respuesta adecuada a la pregunta por las condiciones de posi-
así, según v. Kempski, ligado al <<giro hacia los fenómenos» propio dd hilidad de la <<filosofía primera».

174 175
El hecho de que Peirce rechazase contundentemente, en 1868 y Pero puesto que la Fenomenología no tiene carácter reflexivo, no tiene
aún en 1905 152, la posibilidad de la introspección, no me parece consti- rampoco carácter de mediación racional. La <(mediación», así como la
tuir necesariamente un argumento contra el carácter reflexivo de la «inmediatez», la (<lucha» y la «mediación se <(con templan» más bien
meditación peirceana sobre la necesidad de una filosofía primera, como como elementos irreductibles de la experiencia posible, a la vez que
piensa Spiegelberg'53• Sin embargo, ese rechazo determina la diferencia como de los objetos de la experiencia. Para Peirce, sin embargo, la
esencial entre la fenomenología de Peirce y la fenomenología del acto misma contemplación pura tiene carácter de (<Primeridad» carente de
de Husserl. El problema de los grados de la reflexión en la teoría de la relaciones 158 - si bien queda sin decir cómo conoce la contemplación
ciencia, que conduce necesariamente al problema de autorreflexión pura ese carácter que le es propio-. Podemos ver aquí un paralelismo
metodológica de la filosofía, no tiene que ver de modo inmediato, en con la característica, ya mencionada, de la visión icónica de la evolu-
mi opinión, con la introspección en sentido psicológico. De aquf ción del universo o de los fines más elevados de toda acción: Del
puede inferirse que la can citada convicción de que la introspección psi- mismo modo que con esta mediación estérica de la «ciencia normativa»
cológica no puede hacer del yo («Selbst») su objeto, pues siempre ante- y la (<metafísica», el planteamiento peirceano de la modalidad cognosci-
cede al acto de la introspección, representa en sí misma una afirmación tiva de la fenomenología no recurre, a diferencia de Hegel, a la terceri-
en el nivel de la reflexión filosófica sobre el yo («Selbst»), hecho del que dad, esto es, desde un punto de vista gnoseológico, a la mediación
a su vez podemos percatarnos, como acabamos de hacer, por medio de racional como instancia úlrima de una reflexión definitiva sobre la rea-
la reflexión sobre el modo reflexivo de la filosofía. Pienso que al desa- lidad y el conocimiento, sino a la <<primeridad de la terceridad», esto es,
creditar esta forma agustiniano-cartesiana de autorreflexión que, :1 la mediación racional como algo dado en la (<contemplación pura>>.
entiendéndose as( misma como introspección privada en el sentido del Con este giro hacia la primeridad de la <(contemplación» Peirce
solipsismo metódico cree haberse apartado de la comunicación pública, muestra claramente la aporía de su Sistema tardío; aporía que había
Peirce empezaba a preparar el terreno de la problemática, genuina- podido ocultar mediante de su concepción del juicio perceptivo, al
menee filosófica, de la reflexión. Contamos además con un indicio de t•ntenderlo no sólo como inmediatez de la mediación (por ejemplo
que Peirce no se enfrentó al problema de la reflexión desde una com- mmo contemplación de lo universal en tanto que continuidad159), sino
pleta incomprensión. En el pasaje en el que explica por vez primera la a la vez como «inmediatez mediada»; es decir, como caso límite de la
necesidad de la fenomenología, recurre a la «Fenomenología del Espí- inferencia abductiva' 60 • En el hecho de que tanto la «Terceridad» (gene-
ritu» de H egel para su brayar q ue las tres categorías fundam entales ralidad, ley, regla, racionalidad, continuidad, mediación, concepto,
corresponden a los «tres niveles del pensamiento» («three stages of n<:.) pueda estar dada cualitativamente en la contemplación (como
thougth) «de H egel, observación que repetirá constantemente')-4. De .. Primeridad>>) como a la inversa, que esta contemplación pueda, en
hecho, Peirce enuncia sus tres categorías fundamentales, en alusión tanto que conocimiento, comprenderse como caso de Terceridad, pode-
deliberada a la tríada dialéctica de Hegel, como «inmediatez>> del pre- mos ver un triunfo de ese modelo -o cifra- del <(Concinuum» que,
sente, «lucha» (o «dualidad» del «yo» y el «no-yo>>, y ((mediación». .~rgún opinión unánime de los expertos en Peircc, representa el soporte
Llega incluso tan lejos como para admitir que la Terceridad en tanto t'tlrimo de la concepción tardia del sistema peirceano'6 '. Sin embargo, la
que mediación ((conlleva las ideas de Segundidad y Primeridad» y, más mnremplación pura -carente de postulados de la fenomenología y de
aún, que (<no será posible nunca encontrar Segundidad o Primeridad intcrprecación- no puede apenas entenderse, según Peirce, como inme-
alguna que no esté acompañada de Terceridacb>155. diarcz mediada. Pero lo que no está mediado no tiene significado, de
Sin embargo, en este pasaje Peirce rechaza el carácter reflexivo de la acuerdo con la teoría semiótica del conocimiento de Peirce. Esto es, no
Fenomenología el Espíritu de Hegel, puesto que, como ya he mencio- pnt·de referirse o apuntar más allá del momento presente, lo que signi-
nado, se opone a la idea de que la tercera categoría pueda. «superar» 1 ~1' ft< a, además, que no puede ser interpretado 162 • Así pues, quedaba aún
las dos primeras, transformando el mundo en un hecho perteneciente por explicar cómo podía la fenomenologia ser una ciencia capaz de
al pasado. Según Peirce, la fenomenología, en tanto que ciencia refle- y,c·nnar proposiciones con sentido. Peircc mismo formula esta aporía:
xiva de la «concienca aparente», reduciría su enflaque a las (<experien-
cias actuales del espíritu», ignoraría <da distinción entre esencia y exis- '" r <el pensamiento fenomeno lógíco como «sing u lar sort of
tencia» y perdería de vista el amplio campo de la experiencia po.~ibk "'' · dwughr»> can hardly be said ro involve reasoning; for reasoning reaches

176 177
a conclusion, and asscns it to be true however matters may seem; while mediación racional. Para aquellos que se toman aún en serio la sistemá-
in Phenomenology there is no assenion except that there are certain see- t~ca filosófica, e~pecialmente aquella capaz de suministrar una justifica-
mings; and <:'en thcse are not, and cannot be assertcd, because they can- CiÓn de su propto método, estas consideraciones explicarán la necesidad
not be descnbed. Phenomenology can only tell the reader which way ro teórica de un hegelianismo criticamente renovado.
look and co see what he shall sce))' 63 •

Podría considerarse que la solución de este problema estaría en que


4. La lógica matemática como condición formal tÚ posibilidad
la contemplación fenomenológica, a diferencia de la percepción y tam-
tÚ la filosofta
bién de la visión estética, tiene que ver no con el mundo real, sino, en
todo caso, con el carácter de «realidad» («Realitat») en tanto que contra-
De acuerdo con Jürgen von Kempski, Peirce elaboró un equiva-
puesw a otros caracteres ontológicos. Por tanto, podría concluirse que la
lente de la <<deducción metafísica» de las categorías de Kant apoyán-
f~nomenología no. está supeditada a la lógica semiótica que mide el sig-
dose .en su lógica formal de relaciones; o mejor, aplicando la lógica de
mficado de <<aserctones>> («asserrions») 16' considerando su posible verifi-
relaciOnes a las «rhemata» (las «funciones proposicionales>> de Russell)
c~ció~. Pe.ro ¿cómo podr~a la fenomenología desempeñar el papel de
descubiertas por él mismo' 66 • Sin embargo, en 1903, habría renun-
c~encta umversalmente váhda no dependiendo de afirmaciones significa-
ciado a esta deducción de las categorías en favor de la fenomenología
tivas y verdaderas? La caracterización de la filosofía primera de Peirce se
debido a que, faltándote el hilo conductor de la síntesis trascendental
acerca aquí al discurso místico del primer Wittgenstein sobre lo que sólo
de la apercepción, había sido incapaz de resolver el problema de la
se «~uestra» pero no se puede decir. La dificultad en ambos pensadores
(<deducc~ón ~rasce ndental» de las categorías' 67 • Sin embargo, J. von
estnba, claro, en que ya las condiciones mismas de posibilidad de la
Kempski olvtda que en 1903 Peirce no hace depender la lógica del
experiencia sensible y de la comprensión lingüística sobre hechos del
presup.uesto de la fenomenología. Lo que hace es dividir la lógica en
mundo real tienen que ser descritas y afirmadas por la filosofía, bajo la
dos e mserrar la fenomenología entre medias'G8• No es la lógica «for-
f~rma de ontología o de filosofía trascendental; para Peirce estas condi-
mal>> de relaciones sino la lógica semiótica de la investigación, que
ctones son las tres categorías fundamentales de la lógica semiótica; para
puede concebirse como equivalente peirceano de la !<deducción tras-
Wi.ttgenstein, las. «relaciones internas» que determinan el «espacio
cendental>> de las categorías' 69 , la que, según la clasificación de las cien-
lóglCo» del lenguaJe y el mundo. Las condiciones formales de posibili-
l·ias de 1902/03, presupone la fenomenología. Pero ésta, a su vez, pre-
dad del discurso significativo y verdadero no parecen, sin embargo,
supone la matemática como filosofía primera, en la que Peirce incluye
poderse pensar como tema del discurso signiftcativo y verdadero. Por
también ahora a la lógica formal de las relaciones170• Puede mostrarse
otro. lado, una observación privada («singleminded observation») que no
mncluyentemente que la «Arquitectónica» de las relaciones de funda-
pudiese comunicarse, no podría servir como fundamento de la ciencia
n~cntación entre «metafísica>>, <<lógica semiótica del conocimiento>>,
fenomenológica. Del mismo modo que Wittgenstein, Peirce parece
wfcn~meriología>> y la llamada <<matemática de la lógica» no pierde aún
haber descubierto la aporeticidad de un problema que, de hecho, rebasa
d~.: v1sta el problema de la relación entre la «deducción metafísica>> del
el ámbito de la lógica de las ciencias de la experiencia: el problema de las
origen de las categorfas, a partir de las «funciones lógicas universales
cond iciones de posibilidad de la filosofía como reflexión, por medio del
dd pensamient0>> 171 y la «deducción trascendental» de la validez obje-
lenguaje, sobre las condiciones lingüísticas de posibilidad de la experien-
tiva de las categorías.
cia'6~. Con todo, la aporía en la que se enreda, al encontrarse en contra-
.Que la filosofía, y con ella la fenomenología, presuponga la <<mate-
dicción inmediata con su lógica semiótica, la concepción peirceana de la
ndllca (de la lógica)» lo justifica Peirce del siguiente modo:
fenomenología como contemplación no mediada ni mediable, no es
sino. u?a amplificación de la aporía en la que se enreda ya su lógica «La fenomenología es en mi opinión la más fundamental de las
sernlÓttca cuando desenmascara primero la impensabilidad de lo irracio- l:iencias positivas. Es decir, sus principios no se fundamentan en nin-
nal (p. ej. la cosa en sí), e impugna después por principio la posibilidad ~u na orra ciencia positiva (...). Sin embargo, debe hacerse depender la
de una .«superación>> de la «primeridad>> de la contemplació n y la ft:nonwnología, si ha de fundamentarse de modo apropiado, de la cien-
<<segundJdad» del hacer frente a la facticidad en la «tcn:cridad>> lk la ,·ia condicional o hipotética de la matemática pura, cuyo único fin con-

178 179
sisee en descubrir no cómo se comportarán las cosas en la realidad sino En este texto, Peirce muestra con toda claridad que antes de que la
cómo hay que suponer se comportarían, si no en nuestro mundo, sí en fe nomenología pueda proceder a la descripción de los fenómenos en
un mundo cualquiera.» canto que primera de las ciencias positivas, presupone ya una deduc-
óón apriórica de las eres categorías fundamentales. El presupuesto
Y en alusión a la fenomenología de Hegel, Peirce concluye: mencionado es, en realidad, esa deducción de la «Primeridad», «Segun-
didad» y «Terceridad» de la lógica de relaciones que Peirce presentó en
«Una fenomenología que no cuente con la matemática pura (...) forma definitiva en 1885 m y que J. v. Kempski consideró, en su aplica-
será el mismo asumo penoso y cojo que Hegel produjo172.» ción a las funciones proposicionales, el equivalente de la «deducción
metafísica» de las categorías de Kant. Lo más n otable de esta deducción
Aqu í se expresa más claramente hasta ahora por qué la concep- more mathematico es que sean precisamente tres las categorías funda-
ción reflexiva de la «fenomenología» como ciencia de la experiencia mentales necesarias y suficientes. Peirce las fundamenta de este modo:
de la conciencia (consigo misma) conlleva, para Peirce, una limita- «(... ) mientras q ue es imposible construir un tres genuino mediante
ción inadmisible del campo de la filosofía primera: a diferencia del una modificación cualquiera de parejas, sin introducir algo que en su
punto de vista hegeliano de la <<Superación» (al final de la historia del naturaleza es distinto de la unidad y de la pareja, puede construirse el
mundo), Peirce no sólo quiere salvar la experiencia posible como l·uacro, el cinco y cualquier número mayor por medio de meras com-
experiencia del <<esse in futuro», sino, además, que su fenomenología plicaciones de tríos» 178 •
rome de antemano en consideración, dando en cierro modo un paso ¿Cómo podía probar Peirce tal cosa? En 1885 ofreció una ilustra-
atrás respecro del mundo real en general, roda experiencia posible de ción diagramácica que contenía la siguiente figura:
los mundos posibles. Pero es evidente que, p ara ello, su visión feno-
menológica necesitaba un hi lo conductor; la matemática, entendida
como ciencia de la estructura formal de todos los mundos posibles, lo
proporcionaría. La matemática es la última condición formal de posi-
bilidad de toda visión fenomenológica, p ues se ocupa únicamente de
las «creaciones de nuestro propio espíritu»173, aunque por ello mismo
también de las condiciones de la imaginación hipotética en generaL
Con ello, Peirce vuelve a una noción kantiana y por medio de ella al
viejo tem a del matematicus creator alter deus, en cuyo espíritu se desa-
rrolló la filosofía moderna de las matemáticas, desde Cusa hasta Leib-
niz'74.
Ahora bien, si la fenomenología presupone las matemáticas com o
condición formal de toda imaginación, Peirce exageraba al afirmar que Si se dibujan los términos de la lógica de relaciones en forma de
la contemplación fenomenológica carece de presupuestos y se somete caminos que vuelven sobre sí mismos, entonces «ninguna combinación
de un modo completamente pasivo a los fenómenosm. En <<The Basis dl· caminos sin bifurcación puede tener más de dos términos, pero
of Pragmatism», obra de 1905, Peirce ofrece, en efecto, la siguiente cualquier número de términos puede conectarse por medio de caminos
introducción a su «fenomenología»: lflll. no tienen en parte alguna un nudo de más de tres senderos)l•n.
l.a interpretación conceptual que Peirce da en 1890 es más radical:
«Por ramo, descubrimos a priori que en el phaneron hay que contar •<:inramente, la idea misma de combinación implica la idea de Terceri-
con rres categorías de elementos que no pueden descomponerse: los que
dad, pues una combinación es lo que es gracias a las partes que pone en
son totalidades simples <positive rotals> y positivas, los que implican
rc-laciiÍn recíproca» 180• Si se acepta esto puede refutarse siempre la reduc-
dependencia <dependence> pero no combinación y los que implkan
combinación. ri•'m a díadas de la relación rriádica, operada por la logística moderna' 8 ';
Volvamos ahora al phaneron y veamos qué encontramos de puesto q ue, incluso en este caso, la reducción sólo puede consistir en un
hecho>>176• .udlisi.~ <fU<: contempla elementos y una reÚlción combinatoria. Por otro

180 181
lado, toda relación superior a la triádica puede construirse por combina- proceso supraindividual de inferencia no basta para explicar cómo Uega-
ción de tríadas. Peirce ejemplifica esta deducción de la necesidad y com- 11IOS a una representación verdadera o cómo pueda aceptarse tal repre-
plerud de su tabla de las categorías por medio, entre otras cosas, de los ~t·ntación (y Peirce introduce en este punto la Segundidad y la Primeri-
ejemplos «A da B a e" y «A vende e a B al precio 0». El primer ejem- dad para oponerse al racionalismo de su primer periodo). Para eUo se
plo no puede reducirse a las dos relaciones diádicas <<A se desprende de •~:quiere de las percepciones cualitativas y las confrontaciones -enume-
B» y «e se queda con B»; el segundo ejemplo, por el contrario, puede 1ables- con los hechos de las conciencias individuales. De acuerdo con
reducirse a: <<A realiza con e una cierta transacción E; y segundo, que l'~:irce, las experiencias de éstos no pueden ser «superadas>> por la media-
esta transacción E sea una venta de B al precio 0» 182• ' i<)n racional, sino que, para poder contribuir al conocimiento en tanto
En términos generales, podría objetarse aquí que al presuponer la que representación sígnica verdadera, tienen, por así decir, que tomarse
Terceridad en la combinación, Peirce introduce en ésta una interpreta- dl: la Primeridad y la Segundidad de la pura experiencia sensorial e
ción filosófica del método matemático para luego inferirla, disfrazada introducirse, mediante las funciones icónicas y deícticas del lenguaje, en
de resultado, de un análisis matemático. En realidad no es muy difícil b Terceridad de la representación simbólica, suministrando así el conte-
reconocer que Peirce introduce en su concepto de combinación lo más nido informarivo a las inferencias abductiva y deductiva.
característico de su doctrina de las categorías desde 1867: la idea tÚ la Ejemplos como los ahora expuestos muestran la fecundidad del
naturaleza triádica tÚ todas las operaciones mentales, idea que se le hizo .111álisis peirceano de las categorfas. Es cieno, con todo, que nuestra
patente por vez primera al encender en términos semióticos la relación exposición ha rebasado el marco de la lógica formal o puramente mate-
cognitiva. Los ejemplos más impresionantes de la irreductibilidad de la 111;\tica de las relaciones y que, siguiendo la clasificación peirceana de
Terceridad a la Segundidad y la Primeridad los proporciona la crítica de las ciencias, debería incluírsela en el terreno de la «fenomenología». No
la «reducción», usual en las filosofías naturalistas, de los fenómenos obstante, no carece de importancia ni de sentido que del desarrollo de
mentales en su sentido más amplio. Así por ejemplo, la doctrina de las la lógica formal matematizable de las relaciones (en la que él mismo
categorías de Peirce puede mostrar que la conciencia de algo, como fenó- l1abía realizado la más importante aportación a la lógica moderna en
meno tÚ conocimiento, no puede reducirse ni a los datos de los sentidos M·ntido cstricto18s) Pcirce concluyese, en 1903, que había de verse en
(las «impresiones» de Hume), ni a la relación diádica sujeto-objeto (por t-., ta la condición formal de posibilidad de la filosofía -entendida como
ejemplo en el encuentro («Begegnung>>) del yo con la resistencia a la .111;\lisis fenomenológico de las categorías. El ejemplo clásico de la feno-
voluntad de los «brute facts»), ni a una mera coincidencia de las cuali- ntt•nología de Peirce, su análisis de la función sígnica, puede servir para
dades sensoriales con el encuentro («Begegnung») fáctico con el mundo <·xplicar la mencionada conclusión del modo más claro. Si en «The
exterior183 • La relación cognitiva -triádica- sólo puede constituirse en la Ncw List of Categories>>, de 1867, Peirce había deducido la necesidad
mediación de un objetO del mundo exterior por una función sígnica <k las tres categorías de la necesidad de la representación sígnica de
que define el objeto como algo para una conciencia interpretativa. uwdo análogo a la deducción trascendental kantiana, obteniendo con
A diferencia de la experiencia sensorial inmediata (sea como cuali- ello el equivalente de la síntesis trascendental de la apercepción, la for-
dad de la vivencia, sea como confrontación con el no-yo en el aquí y tnalización de estas categorías en el seno de la lógica de relaciones ponía
ahora) la mera intención de algo, inmanente al lenguaje, es, en tanto ahora a Peirce en condiciones de subsumir toda relación meramente
que mediación sígnica, siempre conocimiento en potencia; y no requiere posible y, con ello, también la relación sígnica, bajo las tres clases irre-
de la «experiencia>> ni de la «representación» («VorsteUung») del estado 1luctibles de relaciones. En lo que sigue exponemos brevemente las ven-
de cosas lingüísticamente intencionado en la conciencia del que posee rajas que supone para el análisis fenomenológico de la función sígnica
ese conocimienro para valer como conocimiento en acto, esto es, para c·l hilo conductor de la lógica de relaciones 186•
ser una «representación» («Reprasentation») verdadera184 ; el «Sujeto>> del !'circe distingue, desde el punto de vista formal, entre relaciones
conocimiento en tanto que representación («Reprasemation») verdadera cliádicts y triádicas que, a su vez, pueden ser genuinas y degeneradas. Las
es más bien la comunidad de comunicación de los investigadores -en prir11nas están constituidas de tal modo que los miembros singulares
términos de estricto falibilismo, la <<comunidad ilimitada», o hablando •on sujetos de la relación en cuestión únicamente si se presupone que
en los términos prácticos del critica/ commonsensism, la comunidad de cxistt·fl los correspondientes sujetos de la relación. Las segundas no
expertos competentes en cada campo particular. Por supuesto que el '"d~bn·n t·sra condición. En este sentido díada genuina es, por ejem-

182 183
médico como en el sentido de las ciencias de la expresión'~ ; son cjcm·
2

plo, según Peirce, la relación «hermano de»; una díada degenerada, la plos de lo mismo los procesos de «información» técnicamente simula-
rel~ción «tan azul como>•'87 • Las triadas pueden ser, en este sentido, sim-
pley doblemente degeneradas dependiendo de si en la tríada hay relacio- bies que presupone la cibernética'93 •
A diferencia de los ejemplos de la función icónica y deictica que aca-
ne~ diádicas, que son independientes de la existencia de un tercer
bamos de exponer, el lenguaje humano, como ya se mencionó, se basa
miembro, o de si todos los términos singulares mantienen sus caracte-
fundamentalmente en simbo/os. Estos reciben su funció n significativa
res como miembros de una relación triádica con independencia de la
e)(dusivamente de la interpretación convencional, la cual se basa en la
exi>tencia de los otros miembros' 8' .
La aplicación de este enfoque de la lógica de relaciones al análisis precomprensión implícita o explícita del uso de los signos en la comuni-
94
de la función sfgnica conduce a cienos resultados fenomenológicos dig- dad lingüística entendida como ((comunidad de interpretación»' • Peirce
hace constar, sin embargo, que sí el lenguaje se compusiese únicamente
nos de mención:
La relación sígnica (representatio, signhooti semiosis) es, en cuanto de símbolos, no podría satisfacer su función de medio para el acuerdo
tal, triádica. Esto es, dicho grosso modo, se compone del signo, en el intersubjetiva (~Nerstiindigung») pues los hombres no podrían hacer uso
sentido restringido de la palabra, el objeto designado y el interpretante. de él' 95• Para conseguir tal cosa se requiere una función significativa en
Incluso una formulación tan lapidaria como esta tiene consecuencias t:ierto modo presimbólica o, en todo caso, no exclusivamente conven-
críticas de importancia, por ejemplo en relación a la teoda semántica cional, que introduzca en el seno del lenguaje, o de su uso, la función
del positivismo lógico, como mostraré más adelanre. La relación sígnica sígnica degenerada de los iconos y de los indices. Por tanto, para que los
es una relación triádica genuina, si bien únicamente en la medida en predicados simples (monádicos) del lenguaje vivo puedan funcionar en
que es simbólica en sentido estricto. Y en esa medida la relación sígnica los juicios perceptivos, han de tener además el carácter icónico de la
del lenguaje humano es fundamentalmente una tríada genuina, si bien ex:presión figurativa o cualitativa; éste, a su vez, caracterizaría el lado
con ciertas de las cuales restricciones habremos de ocupamos más ade- t·stético del lenguaje'96 • Los predicados poliádicos funcionan, además,
lante. No obstante, hay fenómenos exteriores al lenguaje humano que como iconos en el sentido de figuración estructural de la realidad,
alcanzan un carácter sígnico degenerado cuando se introducen en la rwiendo así la capacidad de establecer la relación interna del lenguaje
197
interpretación lingüística del mundo 189• De este modo los fenómenos von los diagramas matemáticos y los modelos técnicos • Por otra parte,
naturales singulares pueden figurar para nosotros como imágenes (ico- los términos sujeto de las proposiciones lingüísticas tienen que funcio-
nos) o modelos estructurales, que podemos construir artificialmence'90, nar como «indiceS>> de forma mediata o inmediata. Estos atan en cierto
de otros fenómenos naturales, quizás más complejos. Estas imágenes o modo el lenguaje -en su uso dependiente de la situación- a la realidad
modelos son casos de una función sígnica doblemente degenerada, pues (cxperienciable a través de los sentidos)'98 de los hechos individuales con
las imágenes o modelos singulares mantienen potencialmente su carác- los que nos encontramos aquí y ahora. De esta última función se hacen
ter con independencia de la existencia de sus correlatos (denominados cargo los llamados pronomina'99 (de modo inmediato los pronombres
habitualmente «modelos») y de los intérpretes humanos. Esco es, son demostrativos, de modo mediaro los pronombres de relativo y los cuan-
imágenes o modelos potenciales sólo en función de su ser-así cualita- ri~lcadores200 lógicos, a los que Peirce llamaba ((pronombres selectivos»),
rivo («Primeridad>>)''' · Junro a tales signos doblemente degenerados exis- las expresiones adverbiales y preposicionales de orientación en el espacio
ten aún fuera del lenguaje -esto es, en la naturaleza y en la técnica en y el tiempo, los nombres propios (de modo tanto mediato como inme-
tanto que segunda naturaleza producida por nosotros- signos degenera- diato) e incluso (de modo mediato) los nombres colectivos que funcio-
dos de modo simple, que Peirce denominaba índices. Su potencial fun-
uan como sujeto201•
ción sígnica descansa sobre la relación fáctica dinámico-física con Aun sin contar con la mencionada necesidad de mediación entre
determinados procesos naturales. Es decir, que retienen su carácter síg- lenguaje y experiencia situacional, determinada por la inclusión de la
nico con independencia de la existencia actual del interpretante en función icónica y la función deíctica en la función simbólica, el análisis
tanto que tercer miembro de la relación sígnica, si bien presuponen la lk la función sígnica genuina en términos de lógica de relaciones pro-
existencia actual de los correlatos de la relación diádica. Ejemplos de porciona resultados de la mayor relevancia crítica para la filosofía del
indices extral ingüfsticos son el humo (indicador del fuego), la veleta, el
pulso y el termómetro; todos ellos son «síntomas» tanto en scntidt> lrn~u:tíe.

185
184
C~mo ya h~mos m encionado, para Peirce en una tríada genuina 1. figuración icónica del cálculo sfgnico. En otras palabras: si fuese posi.ble
~os mtemb:os St~gulares no pueden tener su función con independen- fundamentar un sistema lingüístico basado únicamente en la functón
Cia de la extste~cta Y. fu~ción del resto de los miembros, 2. No puede sígnica doblemente degenerada del icono -esto es, con independencia
?arse una re ~actón dtád1ca entre un par cualquiera de miembros con de la función-indice vinculada a la situación, y de la función~simbolo
mdependenc1a de la existencia y función del tercer miembro. Con res- vinculada a la interpretación- se dispondría de un instrumento de
pecto a la relación sígnica esto significa que: l. Los tres miembros de la designación unívoco y universal, y, como cal, podría usarse siem.pre.
semiosis -signos en sentido restringido- (el vehículo m aterial de la fun- Esta concepción caracteriza en realidad la noción central de la tdea
ción sígnica), los objetos desi~ados (denotata o designata) e interpre- lcibniziana de Lingua universalis como calculus ratiocinator y characteris-
tantes son lo que son sólo gractas a la semiosis entendida como unidad tica universalis, desarrollada en el Tractatus de Wittgenstein hasta sus
funcional triádica. 2. Las tres relaciones diádicas posibles en la función consecuencias paradójicas: la imposibilidad de la reflexión y, por consi-
sígnica se fundamentan en el correspondiente tercer miembro ausente· guiente, del acuerdo inrersubjetivo («Verstandigung») sobre el lenguaje
ese? es, el_ interpretante es el fundamento de la relación entre signo ; que refleja la estructura lógica del mundo. Si devolvemos esta secreta
obJeto destgnado; la mediación del signo es el fundamento de la rela- metafísica de la relación isomórfica y su correspondiente contemplación
ción entre interpretante (p. ej . la conciencia humana) y el objeto; y diagramdtica de la forma sígnica (Leibniz-Peirce204) a la función-icono
~nalmence, la existencia del objeto, u objetos, que estipula el valor del en el sentido de Peirce, se hace evidente que el cálculo sígnico repre-
stgno en el terreno extensional es el fundamento de la relación entre el senta tan sólo un modelo parcial del lenguaje. Es un modelo en el cual
signo y su incerpretante202 • las relaciones sintácticas del vehículo sígnico son un reflejo de las rela-
Este a~álisis h~ de desarrollarse aún desde, al menos, el siguiente ciones lógicas de un sistema axiomático que garantiza, evidentemente,
punto de VISta: el «mterpretante» -concepto característico de la semió- la consistencia («Widersprüchsfreiheit>>) del lenguaje. Pero es sólo un
tica peirceana, que sostiene la teoría pragmática del significado- tiene modelo parcial, por cuanto sólo puede interpretarse con ayuda del len-
aún que analizarse a la luz de las tres categorías fundamentales. De guaje ya en uso.
loque ~e sigue d~ acuer~o con Peirce, la distinción entre «interpretante- En el concepto de exégesis («Deutung») o interpretación («lnterpreta-
semociOnal» o «mmed1ato» (la cualidad significativa característica del tiom>) de un icono se esconde, sin embargo, una ambigüedad que ha de
uso del lenguaje), del «interpretante energético» o «dinámico» (el efecto analizarse a la luz de la tríada peirceana de las funciones icono, fndice y
psicológico individual de la comunicación), «interpretante normal>> o sfmboio. Para empezar, la inrerpretación sólo puede significar la consta-
«ló_gico» (la interpretación conceptual normativa y correcta), y por tación de una relación de figuración (<<abbild-Beziehung») -en última
últtmo -en el «ultimare logical itnerpretant»- la costumbre convertida instancia una relación de isomorfismo- entre un modelo icónico y un
en regla de comporcamiento (<<habit«) 203 • objeto estructurado. Ahora bien, en este caso se reata de un modo de
~ relevanc~a crítica d~l análisis categorial de la función sfgnica en degeneración doble de la interpretación, puesto que sólo a partir de la
t~rrrunos de .lógtca de relactones puede, en mi opinión, destacarse con- constatació n de la relación de figuración puede un objeto imaginario
vt~cmente .si se contrapone al «análisis lógico» del lenguaje del «ato- funcionar también como modelo para la interpretación de un icono.
m ismo lógtco» (B. Russell, el Tractatus de Wittgenstein) y al «positi- Partiendo únicamente de la función icónica no puede constatarse la
vismo lógico» posterior: existencia de un modelo real. Por ejemplo; para que pueda interpretarse
. Por lo pronto, se comprobaría que la funci ón de un cálculo sígn ico que un retrato corresponde a un hombre realmente existente, alguien,
no mterpre~do se corresponde, en términos de semiótica peirceana, gracias al retrato, ha de poder referirse a un hombre determinado y decir
con la del stgno doblemente degenerado, o más concretamente con la algo parecido a.: «Es él». En ese caso tanto la función-icono del retrato
func~ón de un modelo icónico que puede ser «figurado» («abgebildet») (Primeridad) como la función~lndice, que liga el signo a la realidad exis-
me~tante estructuras. La simulación del lenguaje mediante tal cálculo tt:nte aquí y ahora (Segundidad}, se integran en la función sígnica actual
sígmco sólo sería concebible si pudiese formularse, con validez univer- a rravés de la función interpretativa que realiza quien, gracias al retrato,
sal,_ una prescripció n figurativa para la relación entre un cálculo sfgnico pt~t:de remitirse al retratado (Terceridad). La interpretación especulativa
u.mversal y el m~ndo, de forma que toda función-lndice y toda fun - dd c<ílculo universal del lenguaje implícita en la ontología, o más exac-
ctón-sfmbolo postbles en el lenguaje se fijasen a priori en la fun ci(>n de tamcnrt: en la ontosemátnica, del Tractatus logico-philosophicus equivale,

186 187
en mi opinión, a una interpretación icónica doblemente degenerada, Vista la situación aporética en la que se enconrra?a la semántica
pu.csto que no tiene en cuenta la función-índice. Esto es lo que sucede positivista, trascendida ya por la observación poppenana de que ~as
cuando, por ejemplo, el joven Wittgenstein se limita a postular que el «proposiciones básicas» dependen fun~~men~almente de las co~venct.~­
criterio de sentido de la verificación está implicado en la comprensión ncs, Charles Morris introdujo el análtSIS pe1r~e~no d~ la funciÓn tna-
correcta de la «forma lógica» del lenguaje y el mundo, sin probar en nin- .l ica de los signos en su propia semiótica cndu~ens10~al. Con él, el
gún momento ni la existencia de «proposiciones elementales>> que retra- · · de la fundamentación de una <<smtácnca»
.1spect0 d eClSIVO . . ·abstracta
J y
tan «hechos elementales» ni la existencia de «nombres» que designan unidimensional y una <<semántica» abstracta y b~dJmenswna r~ca~
«objetos» elementales. mbrc la «p ragmárica» tridimensio nal, concebtda como semtosts
Una interpretación del cálculo sígnico que tiene en cuenta la fun- n mcreta.!06. · fi 1
ción-índice del lenguaje pero considera su relación con la función figu- La recepción carnapiana de la obra de Morris pus~ d~ mant testo a
rativa como algo independienre de la función-interpretación recibe, en 111suficiencia que para la comprensión .~e~ carácter tná~co de la ~?-

términos del análisis peirceano, el nombre de interpretación degene- 1·iún sígnica presenta el análisis neoposltlvtsta dell~?guaJe. La relact?n
, 1·mántica de designación se funda en la incerprcta~10n el uso ~e. los s1g-
rad a de modo simple. En mi opinión, la semántica neopositivista
nos, interpretación que es prop1a . d ~ 1a d'1m e~s10n · pragmauca·• del
supuso tácitamente tal interpretación, cuando menos hasta la aparición
de la semiótica tridimensional de Charles Morris205. A partir de ese 111 ismo modo, esta misma interpretaciÓn es postble sólo a rrav~. de la
momento, no tardó en percibiese la insuficiencia de un análisis lingüís- fi!nción designativa del signo y depende, ~n tant~ que comprens10n del
tico puramente si ntáctico (que consideraba icónico el le nguaje), nnmdo, de la función de mediación del stgno. S1~1 embargo, .P:Ua Car-
máxime c uando contradecía el ideal empirista del análisis filosófico. nap, la dimensión pragmática debía quedar ex:clut?a d.cl anál~s~s filosó-
Sin embargo, fue este mismo ideal el que llevó a concebir que la lla- fico (metalenguaje) al considerarla objeto de .la ctencla em~mca (len-
•uaJ·e obJ'eto)2o7. Como si la autocomprenstón de los filosofes que
mada interpretación semántica es una relación diádica en tanto que
relación del sistema de signos con los hechos que podemos experimen-
h
construyen un sistema semánuco · ·
no ~uvtese na.d a que ver con la
dimensión pragmática del uso interpretatiVO de los stgno~. O aun P~~r,
tar a través de los sentidos. Al considerárselo como lenguaje ciendfico
wmo si el acuerdo («Versdindigung>•) - inherenre a la m~e~pretacton
fiable desde un punto de vista empírico y lógico, se suponía que un sis-
qua auto-acuerdo («Selbstversüindigung»)- co~ los pa~nctpes de la
tema de signos interpretado semánticamente en los términos descritos
wrnunicación (entre los que se encuentran también t.os ctennfic?s q.ue
podlría ser empleado de algún modo.
til'nen que emplear y ratificar un lenguaje recon.s~rutdo de la .cte~~a)
La dificultad de reducir la interpretación a las funciones icono e
pudiese ser objeto de una ciencia p uramente e~p1~1ca (conduc~tsta) . ;
ínc:lice se había puesto ya de m anifiesto en el «Atomismo lógico» de A diferencia de las viejas «teorías del c.onoctmtento», de on.entac!On
Bertrand RusseU, en particular en su intento de comprender los nom-
psicologista-empirista y lógico-trascendental, la .~~derna «lógtca de la
bres propios primero y los pronombres deícricos luego como <<nombres
1 ¡1•11 cia» (Logíc of Science) de inspiración neo.posm vtsta. comparte con la
lógicos» de las cosas. Al constituirse en su «significado», los nombres ·lógica de la investigación» (Logic of Enqutry) de Petrce el punto _de
lógicos se coordinarían con las cosas completamente al margen de la parnda · semiÓtico
· · o d e ao ál'tSIS · d e1 1enguaJe.
· 1-,0
or ello
• no
• es de extranar

inte.-pretación actual de la situación, teniendo que proporcionar, junto 'l"l' la insuficiente comprensión de la estructura mádtca de la .funciÓn
con la figuración en la proposición de sus relacion es externas (de •fgnica acabase afectando a los planteamientos básicos ~e la lóg¡ca de la
«hechos») y con la forma lógica del lenguaje reflejada sintácticamente, drnc.:ia. Lo cual se refleja en el hecho de que sus te~taovas de ~mpr:~­
un s.istema semántico listo para el uso. Esta misma dificultad reaparece ci<'ln del fenómeno de la ciencia se limiten a recurnr a te~rías SlSt~matt­
en la semántica con structiva del N eopositivismo con el problema de las CIIS lógico-sintácticas o lógico-semánticas y sus co.rrelanvas teO~Ias de
«pro¡posiciones protocolares». En virtud de su estructura figurativa (Pri- ~~~~~ f,1rmaci'ó n209 . Para ev1
·tar los problemas de la anticuada filosofia tras-
meridad) y de la introducción de funciones identificativas (Segundi- cendl'nl'al, la moderna lógica de la ciencia concibe al hombre ~o como
dad),, las «proposiciones protocolares» tendrían que mostrar que ciertas •ujC'to 1k la ciencia capaz de intervención práctica, y ~n parnc.~ar ~e
cosas; reales aqui y ahora <<son como éstas enuncian» (cfr. el esquema ¡111 arogarst.: por ella e interpretarla, sino como mero obJeto empmco e
tarsk.iano de las posibles definiciones de la verdad). ¡11 invrstigac.:i<Ín científica, por cuyo sujeto, en tanto que tal, no puede ya
188 189
correcta- como disposición del comportamiento («hábito» en tanto aplica, con la ayuda de la fenomenología, a la semiosis o función síg-
que «ultimare logical interpretant>>) en el «comportamiento deliberado nica, la cual es, en sí misma, condición trascendental de posibilidad de
y autocontrolado de todo intérprete215 • wdo conocimiento empírico de la realidad, asf como de la metafísica y
La concepción no reduccionista de la interpretación como represen- de las ciencias particulares. Con ello, la idea «arquitectónica» del sis-
tación («Repriisentation»), es decir, como el elemento constitutivo de la tema, que Peirce había tomado de Kancl22, culminaba en 1902 en una
estructura triádica de la función del signo, implica, según Peirce, el jerarquía de las ciencias construida sobre el principio de que las ciencias
postulado de un futuro abierto e infinito, pues únicamente éste puede más concretas presuponen las más abstractas223.
realizar lo universal del sentido en la praxis2'6• La decisiva influencia de Sin embargo, con este principio de clasificación, Peirce conseguía
la Terceridad opera aquí una transformación del hilo conducror del sis- sólo en apariencia la pretendida fundamentación no circular de su sis-
tema del último Peirce. Este hilo conductor no será ya la matemática tema224. Pues la vieja y cuasi trascendental concepción filosófica de una
en tanto que lógica de relaciones, sino la matemática del continuq111• En deducción de las condiciones de posibilidad y validez de todo conoci-
nuestro contexto podríamos caracterizar a esta última como condición miento, desde el «punto supremo» de la representación semiótica,
de posibilidad del sistema metafísico que el último Peirce denominaría seguía estando en conflicto con la construcción lineal del sistema, que
Sinejismo 218 • Volveremos sobre este asunto cuando nos ocupemos dela .~e basaba únicamente en la «deducción metafísica» (en sentido kan-
metaflsica de la evolución 219 • Este dato nos bastará, por el momento, tiano) de las categorías a partir de la lógica formal; esto es, a partir de la
para estudiar el lugar que Peirce asigna a la matemática, en tanto que matemática de las relaciones. En nuestro análisis de la fenomenología
ciencia más abstracta, en su clasificación de las ciencias de 1902/03. De hemos señalado ya la tensión existente entre la necesidad de una refle-
este modo nos situamos nuevamente ame ese problema central que xión fenomenológica sobre la semiosis y la necesidad de una justifica-
también el tardío sistema periceano vinculaba al problema kantiano de ción del conocimiento fenomenológico mediante la lógica semiótica
la deducción metafísica o trascendental de las categorías: el problema del conocimiento. Esta tensión entre las pretensiones recíprocas de fun-
de la «arquitectónica>>. damentación se repite de modo más complejo en las relaciones entre
En 1896 Peirce denomina <<lógica de las matemáticas», y no ya filosofía y matemática. Peirce afirmaba explícitamente que, en virtud
<<matemática de la lógica», a la deducción de las categorías fundamenta- de su lógica utens, la matemática, en tanto que «ciencia que extrae con-
les por medio de la lógica de relaciones. Ya entonces concebía la rela- d usiones necesarias>> 225, es anterior a toda filosofía que logica docens, y
ción entre esta clasificación formal de las categorías y su uso en metafí- no puede por tanto fundarse en ella22~. Pero es evidente que esta afirma-
sica de forma que la nueva ciencia de la Fenomenología tuviese que ción misma es una justificación filosófica del primado de las matemáti-
intercalarse entre la lógica formal y la metafísica: de este modo se reali- Gts. De hecho, no hace sino reforzar aquella concepción de 1869 según

zaba la transición desde la «deducción metafísica» del origen de las la cual el intento de dar un fundamento deductivo a la lógica tiene que
categorías a priori a partir de las «funciones lógico universales del pen- acabar en una petitio principii, puesto que toda fundamentación deduc-
samiento» a la <<deducción trascendental» de la validez objetiva de las tiva de la la lógica presupone ya su valide-.t.221 • Con todo, esta concep-
categorías. Para esta tarea Kant había recurrido al «esquematismo del L·i6n no impidió que Peirce llevase a cabo una reflexión filosófica acerca
entendimiento puro» como facultad que introduce las condiciones for- de las condiciones de posibilidad y validez de la matemática (como
males de la sensibilidad de los concepros 220 • En 1896 Peirce escribe: l·icncia que se ocupa del pensamiento lógico que presuponen todas las
demás ciencias, desarrollando todas sus posibilidades), tal y como había
<<Las categorías metafísicas de cualidad, hecho y ley, siendo catego- hecho con la lógica en 1869.
rías de la materia de los fenómenos, no se corresponden exactamente Así, Peirce no sólo reflexiona sobre el hecho de que la matemática,
con las categorías lógicas de mónada, díada y políada o conjunto supe- mm o despliegue creativo de la lógica utens en la imaginación hipotética,
rior, puesto que éstas son las categorías de las formas de la experien· procura las condiciones formales de roda ciencia, incluida la filosofía;
cia»~ 1 '. ., ino rambién sobre el hecho de que el conocimiento matemático, a su
ve1., implica la contemplación pura de la fenomenologfa en tanto que
Hasta ahora he imemado mostrar cómo la deducción matcm~tica olm'rt'm·ión diagramdtica 228 ; y aun, finalmente, sobre el hecho de que
de las categodas formales de Primeridad, Segundidad y Tcrccridad se mcdiantt~ la construcción y la observación diagramácicas la matemática

192 193
dirige los experimentos desde la esfera de la imaginación pura de lo
posiblel29• En esta medida, sus hipótesis, del mismo modo que los enun-
ciados del resto de las ciencias (excepto, quizá, los de la fenomenología),
están sujetos a la lógica normativa de la investígaci6n y en especial a la
crítica pragmática del sentido a través de criterios operacionales y de III
verificacíón 230 • En definitiva, es poco probable que Peirce hubiese puesto
en duda que también el conocimiento matemático, operacionalmente El tercer periodo: del pragmatismo
verificable, contribuye a un establecimiento de disposiciones de con-
ducta («habits») en los seres humanos cuyo sentido metafisico último a la metafísica de la evolución
(como corresponde al cuarto grado de claridad de ideas, postulado en (ca. 1885-1898)
1902) sería la racionalización progresiva del universo.
En conclusión, es evidente que el esquema lineal de una jerarquía
de las ciencias inspirado en Comte caracteriza superficial e insuficiente-
mente a la arquitectónica de la filosofía de Peirce, tal como la concep-
ción madura de su sistema había desarrollado entre 1902/03. En un l. Los comienzos (1885): La defensa del realismo crítico del sentido
nivel más profundo, el de su l6gica utens operativa, continúa estando contra el idealismo absoluto de Royce y el programa peirceano
sometida a la tensión, legada por Kant, entre la deducción lógico for- de una metaftsica de la evoluci6n
mal (matemática en última instancia, según Peirce) de las categorías y
su deducción gnoseológica (fenomenológica y semiótica, de acuerdo . Si tenemos en cuenta nuestra periodización el pensamiento de
con Peirce). A esto se añade que, en la obra de Peirce, la aplicación heu- Petrce, r~s~lta natural comparar su recensión de la obra de Josiah Royce
rística de las tres categorías a su caracterización de las ciencias, con cuya The ~elzgzous Aspect ofPhilosophy, que data de 1.885 según los editores
ayuda se deduce o desarrolla el contenido de las categorías, conlleva de de Peu ce, ~on la gran recensión sobre Berkeley de 187 1, que media
facto una combinatoria de perspectivas en la que todo está presupuesto en_tre el pnmer y. segundo períodos de su pensamiento y conriene la
en todo (por ejemplo, la Primeridad en la percepción de la Terceridad pnm_era fo~mulactón de la máxima pragmática. Lo que externamente
como racionalidad concreta, y la Terceridad en la mediación racional de las dífe~ncta, a saber, que la recensión de Royce, de comienzos del ter-
la misma percepción). Esta particularidad del «sistema>~ de Peirce (o cer _pen odo, no fue aceptada para su publicación, revela el cambio
mejor, de su fllosofía •<sistemática») podría, tal vez, interpretarse como sufndo por las relaciones del autor con el mundo académico una vez
expresión de esa idea cuya de continuo absoluto, o Sinejismo, en la que hubo concluido su carrera universitaria233 • Lo que en nuestro contexto
numerosos expertos en Peirce quieen ver la idea dominante de su pen- r~sulta más esencial es, sin embargo, la comparación de las dos recen-
samiento maduro23 1• stones desde el punto de vista de la historia de la filosofía.
Esta vaga especulación pone punto final a nuestra exposición de la
. En ambos cas?s se. trae~ de. una confrontación con un represen-
concepción del sistema del último Peirce. En los capírulos restantes
t.ulte de la m:tafístca tetsta-tdcaltsta en la que está en juego el enfoque
intentaremos interpretar, en orden cronológico, los textos que hemos
n:ntral del Petrce temprano: el realismo crítico del sentido. En los dos
seleccionado de las dos últimas fases de su Hlosofía a la luz de la visión
~asos el punto de vista de Peirce, que se apoya en la radicalización de la
de conjuntO que hemos establecido2)2 • Esta interpretación debería, en
particular, de hacer visible el punto de unión de las diferentes ideas, td_t·a _fundamental de la analítica uascendental kantiana, a saber, la res-
poniendo así de manifiesto la conexión interna de los textos -ausente ••:•n :t?n de _la val!dez del sentido de los conceptos sobre lo real a la expe-
en una documentación fragmentaria como la presente. rwma postble, nene que medirse con posiciones idealistas, a menudo
dc:sconcercantemente rróximas a las propias y que, en cualquier caso,
no pueden superarse sm conducir al mismo realismo crítico del sentido
<1 una nueva fase de auto-comprensión crítica que concluye, a su vez, en
1111 11m·vo programa filosófico.

195
194
La recensión sobre Berkeley de 1871 forzó a Peirce, 1.0 : a clarificar También en la recensión de 1885 confronta Peirce la dialéctica
la diferencia entre la reducción nominalista de la realidad a la experien- idealista de Royce con su lógica y semiótica. Claro que aquí no se trata
cia actual, y la reducción de la realidad a la experiencia posible que tanto del principio de la naturaleza triádica de la interpretación de los
opera el realismo de los universales; 2. 0 : a presentar una crítica del sen- signos como mediación (con el que el hegeliano Royce ya contaba de
tido de aquellos conceptos que no pueden reducirse a datos de los sen- modo implícito, fundamentándolo incluso de modo explícito en 1913
tidos. Esta crítica alternativa tendría que autorizar la tarea de explicitar con la ayuda de la lógica de relaciones peirceana), sino más bien del
diferencias entre ideas generales mediante diferencias en las reglas del principio de la experiencia precogniriva, diádica, del «choque con el
comportamiento práctico, lo que a la vez permitiría reclamar pata las mundo externo», de la voluntad del yo con la resistencia del no-yo, que
ideas universales una validez real234 • En ello estribaba el programa del de acuerdo con Peirce se representa por medio de «índices» en el marco
«pragmatismo», cuya virtual superación del idealismo nominalista ber- de la función interpretativa triádica del lenguaje. En 1885 Peirce afirma
keleyano no estaba aún suficientemente segura de sí, como lo muestra que este principio, <<casi totalmente ignorado» por Hegel, «forma parte
el ejemplo de los diamantes de la «Lógica de 1873» y de «How to Make de todo conocimiento» en tanto que «conciencia directa del golpear y
Our Ideas Clear»235 • En el fondo, la recensión sobre Royce de 1885 se el ser golpeado» y «sirve para hacer que éste <el conocimiento> signifi-
ocupa también de una virtual superación del idealismo por medio de que algo real»241 • Peirce insinúa que incluso Kant, al referirse a la necesi-
un realismo crítico del sentido que concilia la idea de una restricción dad de la intuición espaciotemporal, había tenido en cuenta el princi-
del concepto de realidad al ámbito de la experiencia posible con la de pio de que el objeto real de la experiencia aquí y ahora no puede
independencia de la realidad de lo real de toda experiencia fáctica. No distinguirse de otros objetos por medio de conceptos2 42 • «Estudios
cabe duda de que en este caso Peirce está defendiendo sus posiciones recientes en lógica formal» habrían mostrado además que «el sujeto real
del ataque que, desde el punto de vista del idealismo absoluto, le había de la proposición no tiene por qué ser designado mediante conceptos
dirigido el antiguo estudiante de la Johns Hopkins y catedrático en universales», puesto que «además de los conceptos universales, otros
Harvard desde 1882, Josiah Royce (1855-1916}236• dos tipos de signos son perfectamente indispensables en todo razona-
Este idealismo absoluto, forjado esencialmente en los años de estu- miento»w.
dio de Royce en Alemania237 y desarrollado, hasta constituir una de las Peirce se está refiriendo a los tres tipos de signo que había distin-
posiciones clásicas de la filosofía americana, en constante discusión con guido ya en 1867: los símbolos (para los conceptos universales), los
su colega de Harvard W James, habría de ir convirtiéndose progresiva- fndices («cuya relación con objetos consiste en la correspondencia con
mente en el más relevante interlocutor del Peirce maduro en materia de un hecho» 244 ) y los iconos. Una nota a pie de página245 indica que los
metafísica religioso-especulativam. Tras la esencial contribución del «estudios recientes en lógica formal» a los que se refiere son el descu-
obispo Berkeley, representante de la variante inglesa del idealismo, a la brimiento de los cuantificadores, realizado por su alumno O. H. Mit-
creación peirceana del pragmatismo, la obra de Royce supuso, a partir chell en .18832-4<> y su propia interpretación de este descubrimiento en
de 1885, un estímulo esencial para el desarrollo posterior de la filosofía «Aportación a la Filosofía de la Notación», de 1885 247 • En esta ocasión,
de Peirce hacia una metafísica de inspiración religiosa, en cuyo seno !'circe parece haber reconocido por primera vez el alcance completo
debía de superarse tanto el enfoque de la teoría pragmatista de la cien- t¡ue para la conexión lingüística de los conceptos universales del cono-
cia como los resultados de las ciencias empíricas, especialmente los de cimiento con los individuos dados en la situación tiene la función-
la biología. Aproximadamente a partir de el año 1900, fue Royce quien índice:
empezó a su vez a recibir de Peirce una influencia creciente. Fue éste
«El mundo real», escribe en el artfculo de 1885, «DO puede distin-
quien le animó, con sorprendenre éxito, al estudio de la lógica matemá- guirse de un mundo imaginario mediante descripción alguna. De ahila
tica moderna239 • Y, en fin, en el segundo volumen de su última obra, neéesidad de pronombres e índices, y cuanto más complicado sea el
The Probkm of Christianty (1913), Royce realiza, con su idea de u na objeto, mayor será la necesidad de éstos. La introducción de índices en
«comunidad de interpretación»210 , la aportación probablemente más el álgebra de la lógica representa el mayor mérito del sistema de Mr.
importante a la interpretación hermenéutica y científico-social de la Mirchell. Este escribe F 1 significando que la proposición Fes verdadera
semiótica de Peirce. para todo objeto dd universo, y Fu para decir que lo mismo es cierto de

196 197
algún objero. Esta distinción sólo puede llevarse a cabo de un modo cos» de elementos de lo real designados inequívocam<.:nrt: ~.:n prnpo.\i
semejante a éste»141• ciones atómicas teoréticas como «esto de aquí jumo a eso de allí». 1~•
La observación de que los símbolos (es decir, los signos de concep- semiótica pragmática de Peirce se distingue en primera instancia de tal
tos universales) no pueden designar al individuo como lo real identifi- atomismo lógico por la superación de su solipismo metodológico. En
cable en una situación, si bien los índices pueden hacerlo, posibilitando este punto coincide con la teoría de los juegos del lenguaje del segundo
Wittgenstein.
así su conversión en sujeto de un juicio verdadero o falso, es una con-
Desde el punto de vista del solipsismo metódico del «Principie of
clusión de los «estudios lógicos» de la Universidad Johns Hopkins que,
Aquaintance» russelliano, puede considerarse que un índice es la desig-
como ames se indicó249 , sirve a Peirce para rechazar, por lógicamente
superado, el argumento principal de Royce contra el realismo crítico
naciÓ11 inequfvoca de un cierro objeto particular, siendo en esta medida
un nombre Mgico en el sentido de un lenguaje privado. De acuerdo con
del sentido, es decir, su prueba de la existencia de un saber absolutO
Peirce, un índice, «del mismo modo que un dedo que señala, ejerce una
que pOStula la realidad a partir de la existencia del errorSO:
jiterza psicológica real, que recuerda a la del hipnotizador, sobre la
«El argumento principal del Dr. Royce ... se sigue de la existencia atención, dirigiéndola a un objeto particular»253 • Pero Peirce, ya antes
del error. El sujeto de una proposición errónea no podrfa identificarse de que Wittgenstein, sabía que un lenguaje priviUÚJ es algo inconcebi-
con el sujeto de la homóloga proposición verdadera, salvo en caso de ser ble, puesto que el pensamiento no está «en mí» sino que yo estoy «en el
completamente conocido; en ese conocimiento no habría error posible. pcnsamiento»254 • Sabía que tanto la comprensión el mundo como la
La verdad, en consecuencia, tiene que estar presente en la conciencia autocomprensión que fija el lenguaje, en tanto que descansa necesaria-
actual de un ser viviente.>> mente sobre la idenrificación deíctica de objetos experimentables en el
s~.:ntido de la categoría de Segundidad, tiene también que estar mediada
A este argumento replica Peirce: por la interpretación intersubjetivamente válida en el sentido de la
~:ategoría de Terceridadzss. De aquí que si el índice ha de mediar la com-
«Si el sujeto del discurso tuviese que distinguirse de otras cosas por prensión comunicable que tenemos de los individuos, no puede entonces
medio de un concepto universal, es decir, mediante sus rasgos peculia- limitarse a expresar la colisión del yo con el no-yo como un suceso de
res, sería muy cierto que su completa diferenciación requerirla el conoci-
la naturaleza, como sucedería en el caso de un grito de dolor551 • Así, no
miemo completo de sus rasgos, lo que excluiría la ignorancia. Pero el
índice, que en realidad sólo puede designar el sujeto de la proposición, debería aislarse como relación diádica de la experiencia, tal como hace
lo designa sin dar a entender rasgo alguno. El destello cegador del c·l empirismo solipsista, sino que tendría que usarse en el contexto de la
relámpago fuerza mi atención y la dirige a un cierto instante con un limción simbólica descriptiva como ejemplo de la imbricaciónde la
enfático "¡Ahora!". Inmediatamente después me es dado juzgar que va a Scgundidad en la Terceridad 2l<í.
sonar el estruendo de un trueno, y si no sucede así reconozco que me he Este trasfondo, sobre el que sólo más tarde reflexionó Peirce com-
equivocado»251 • pl~.:tamente, nos permite entender su respuesta una la pregunta pro-
puesta por él mismo, a saber, «cómo pueden saber dos hombres distin-
Está claro que Peirce usa aquí el índice «ahora», dándole el sentido cos que están hablando de una misma cosa»251 • Como ya Aristóteles
de «esto-aquí-y-ahora», como designación de un objetO real individual pcrcibiera, la descripción de rasgos característicos («Merkmalenn) tiene
o sujeto de una proposición. Con ello no está supon iendo que el ~111e valerse, en este contexto, de conceptos universales que no sustitu-
tiempo y el espacio sean principium individuationis, puesto que sabe yan la identificación el sujeto real intencionado primeramente por la
que «un instante es, en sí mismo, exactamente igual que cualquier otro; lilllción preconcepwal de la deixis. Peirce escribe: «Uno (de los interlo-
un punto del espacio es igual que cualquier otro»252 • La individuación cucorcs) diría, "me refiero a ese relámpago fuerte, al que precedieron
que se expresa en el uso, dependiente de la situación, de los índices, rn·.~ débiles, ya sabes"»m. Aquf se trata de un modo discursivo que
resulta, según Peirce, antes que nada, de la colisión fáctica de la volun- rrntitc por principio a la situación, y no de un tipo universalmente
tad del yo con el no-yo. Precisamente por esto Peirce no opina, como vdlido de definición de individuos que diese cuenta de uno cualquiera,
más tarde lo haría Russell, que los «índices» puedan funcionar, con prc·suponiendo de este modo una descripción del sujeto real de una
independencia del contexto del discurso, como <<nombres propios lógi· fHoposición que tendría que estar basada en un saber absoluto. Esta era

198 199
la pretensión de Nicolás de Cusa y Leibniz de Dios; y de Hegel, Royce mente, de los presupuestos del conocimiento de lo real, postulados
y Bradley respecto del conocimiento conceptual en general. como reales (el presupuesto de la comunidad ilimitada de los investiga-
Conforme a este rechazo del idealismo absoluto, la pregunta que dores o del proceso ilimitado de la investigación, por ejemplo). Des-
obviamente ha de formularse es la siguiente: supuesto un conocimiento pués de probar que codo intento de negar la existencia del mundo real
que mediante la deixis precogniciva remite siempre, en última instancia, es absurda264 , Peirce no tenía, en mi opinión, por qué hacer depender la
a la situación, ¿es posible seguir manteniendo que tenga sentido el pos- validez de su defmición de lo real de la existencia de la ilimitada comu-
tulado central del realismo crítico del sentido (la defmición de lo real nidad real de investigadores, a través de la cual se alcanzada de hecho la
como lo cognoscible, o mejor, como objeto de la creencia [última, inde- creencia verdadera. En la «Lógica de 1873» Peirce comete este error
pendiente de la situación, de la comunidad de comunicación de los (falacia reductiva), viéndose envuelto en una interpretación paradójica
investigadores)? Kant evitó este problema mediante la distinción entre del ejemplo del diamante26~. Más tarde, con ayuda de su doctrina de las
cosa en sí y mundo de la apariencia, si bien al precio de presuponer categorías, distingue la existencia de lo real, que sólo puede experimen-
paradójicamente que el objetO propiamente dicho del conocimien~o es tarse fácticamente, de su realidad ((Realitat»), que sólo puede interpre-
incognosciblem . Peirce intentó superar este supuesto absurdo medtante tarse como sentido. También distingue lo que se presentará como un
la distinción crítica del sentido entre lo cognoscible y lo que de hecho se hecho con mayor o menor probabilidad, de lo que tiene que postularse
conoce en cada caso260• Pero ¿qué sentido tiene la cognoscibilidad de lo en términos condicionales («would-be»), si es que el sentido de la reali-
real cuando aquello que en cualquier momento puede de hecho cono- dad, o incluso de un mero atributo real de un cierto objeto real, tiene
cerse tiene que caracterizarse, en razón de la inevitabilidad de la función que definirse mediante la experiencia posible. Sin embargo, esta misma
delctica, como fundamentalmente dependiente de la situación, y en esta distinción plantea el siguiente interrogante, a saber, ¿qué significado
medida como representación no universal de lo real? tiene para la lógica de la investigación empírica una definición de lo
¿Qué sentido tiene en este contexto el concepto de experiencia (o real que sea conforme con el punto de vista de la crítica del sentido? O
el de conocimiento) posible? ¿Tiene él mismo, o el concepto de lo real con otras palabras: ¿qué hipótesis teóricas pueden ser formuladas acerca
que define, un doble sentido dependiendo de si tenemos que pensar lo de la posibilidad o probabilidad de conseguir la meta ideal del conoci-
real bien como lo que es experimentable aquí y ahora, bien como aque- miento de lo real?
llo que puede conocerse conceptualmente? . . Partiendo de estas reflexiones puede hacerse una interpretación crí-
En 1885 Peirce no se planteó estas preguntas en coda su radicalt- tico-inmanente de la reconstrucción de la «Theory ofRealicy and Cog-
dad, pero después de su primer rechazo de la crítica de Royce se convir- nition», que el mismo Peirce efectuara en su recensión sobre Royce.
tieron en su tarea más urgenre261 • Frente a Royce, quería mostrar que Prima focie es aquí donde, por vez primera, Peirce parece ver el pro-
sus filosoHas respectivas conducen a un mismo punto, puesto que blema de la definición de lo real como problema de la formulación con-
«cada una mantiene como teoría lo que la otra acepta como dicional («would-be-Formulation»). Sin embargo, sus respuestas a las
definición»162• Roycc afirma ciertamente como un hecho lo que Pcirce Judas de Royce acerca de la mera posibilidad de que un juez de lo ver-
se limita a presuponer como definición condicional («would-bc-Defini- dadero y lo falso «viese el error cuando se le presentase»266 revela una
cion) del sentido del concepto de realidad: el concepto completo de lo absoluta falta de claridad con respecto a la relación lógica existente
real en el conocimiento absoluto; y Peirce convierte en objeto de su entre la definición de la realidad y la teoría del proceso del conoci-
teoría del proceso empírico de investigación posible lo que Royce pre- miento realmente posible. De acuerdo con la distinción entre defini-
supone como definición del conocimiento (en el sentido de la «propo- t·ión y teoría, distingue la creencia definitiva («que con toda seguridad
sición especulativa» de Hegel): su conexión de principio con lo absolu- resultará de una investigación suficiente>>) de la circunstancia empírica-
tamente real. Este comentario de Peirce es digno de mención por mt·nre condicionada de que la creencia última ((tal vez no se alcance
cuanto hace posible una distinción fundamental entre dos problemas ,.fi.·(:tivamente nunca en relación a un problema dado, sea porque la
que han confundido a muchos de sus esrudiosos26~. Me refiero al pro- vida racional se extinga, sea por cualquier otra razón» 267•
blema de una definición de lo real, por medio' de proposiciones condi- Pt:ro si por ello llegamos a la conclusión de que en lo sucesivo
cionales («would-be-Satzen»), que sea adecuada desde un punto de vista Peirn· va a distinguir claramente la definición de la realidad, en el sen-
crítico del sentido; y al problema de la existencia, demostrable teórica- lidu tk csrc postulado condicional («would-be-Postulat»), del problema

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·k la consecución efectiva de la meta recién postulada, el texto que contrafáctica) del problema, decidible mediante hipótesis empíricas, de
sigue resultará decepcionante. las posibilidades de llegar a un conocimiento fáctico de lo real; y sólo
Peirce empieza por subrayar, contra Royce, que el concepto de después de interrelacionar ambos puntos de vista. Creo que la determi-
conocimiento posible que emplea en su definición de la realidad no nación pragmatista del sentido de la realidad no pretende «reducir» los
debe confundirse con el concepto de posibilidad meramente lógica. hechos a hechos futuros, como tampoco lo pretendía en el ejemplo de
Hace, a continuación, codo lo posible por mostrar, con ayuda de la la dureza del diamante; más bien pretende proporcionar y precisarla
lógica inductiva -lo que significa, por mostrar «con el más alto grado comprensión correcta del sentido, siempre vagamente presupuesto, de
de fiabilidad empírica»- que problemas que son significativos desde el lo real existente aquí y ahora. Para ello se sirve de un experimento men-
punto de vista de la máxima pragmática «pueden recibir soluciones tal en el cual la consumación ideal del proceso real del conocimiento de
definitivas» 268 . Aun con independencia de que el género humano siga lo real, se concibe cal como lo exige el sentido de la realidad vagamente
existiendo, Peirce cree tener que aceptar «Con toda seguridad» la exis- comprendido273 • En otras palabras:
tencia futura de la comunidad real de investigadores que queda ahí pre- Se persigue la distinción y mediación entre lógica normativo-prag-
supuesta269, puesto que «la vida intelectual en el universo no terminará matista de la clarificación del sentido («Sinnklarung») y metafísica
nunca definitivamente». Sin embargo, una reflexión matemática - la hipotético-inductiva de la evolución, en la que los postulados de la crí-
comparación del índice de crecimiento del número de problemas pro- tica normativa del sentido sirven de principios regulativos.
puestos con la capacidad de resolverlos- le obliga a concluir que una En la clasificación de las ciencias de 1902/03, Peirce llegó por vez
proporción infinitesimal de problemas no llegará a ser, de hecho, solu- primera a la definición que acabamos de postular, pero hasta 1905 no
cionada nunca. Por ello, Peirce cree forzoso conceder que «en ese caso empleó, de forma consecuente con su realismo crítico del sentido, el
( ...) esa concepción de realidad era bastante defectuosa <rather faulry>; ejemplo del diamante para clarificar la relación enrrc la definici6n con-
pues aunque hubiese algo real que correspondiese a un problema que dicional (<<Would-be-Definition») de la realidad y la facticidad de aque-
podría ser resuelto, no hay nada real que corresponda a un problema llas operaciones y experiencias postuladas en ella274 • En la recensión
que no se resolverá nunca, coda vez. que una realidad incognoscible es sobre Royce de 1885, Peirce se contentó con señalar, en los términos
un absurdo». Habiéndose topado con esta dificultad, Peirce parece del pragmatismo del sentido común, que si nos apoyamos en nuestra
tener la intención de poneren duda incluso su argumentación crítica experiencia práctica «tenemos que proceder como si rodas (las pregun-
del sentido dirigida contra Kant, puesco que añade: «Con esta afirma- tas con sentido) pudiesen responderse»m. Lo que lleva, en realidad, a
ción, el lector no idealista se preparará <¿a formular sus crfticas?>»270• aceptar «como conceptO regulativo y no especulativo» la defmición de
Y en efecto, si esta aurointerpretación de Peirce fuese correcta, pre- lo real en tanto que objeto del conocimiento absoluto216 •
supondría entonces una definición nominalista-idealista de la realidad Pero no es este giro pragmático el que supone la auténtica res-
que reduciría lo real a lo ya efectivamente conocido, o, como en el caso puesta de Peirce al idealismo absoluto de Royce, sino la referencia a
de Berkeley, que reduciría la realidad de lo real a lo que efectivamente una teoría, que «será pronto publicada», en la que piensa emplear el
llega a conocerse271 • mencionado principio regulativo. En ella, a la metafísica idealista tra-
Siendo esto así, el realista rechazaría por insuficiente, y con toda dicional (para la que la realidad del mundo consiste en su actualidad
razón, la defmición peirceana de la realidad como conocimiento posi- l·n el pensamiento de Dios) debe conrraponérsele la idea de que «la
ble. En estas circunstancias el realista tendría la sensación de que la l·xiscencia de Dios... consiste en esto, que la tendencia hacia fines es
posición más plausible sería la de admitir, con Kant, algo real por prin- una parte necesaria del universo ... >•, así como la de que <<la omniscien-
cipio incognosciblem. Pero creo que lo decisivo de la «teorfa de la reali- cia divina, concebida desde un punto de vista humano, consiste en el
dad» de 1868, lo decisivo del realismo crítico del sentido de Peirce, se hecho de que el desarrollo del conocimiento no deja problema alguno
perdería si tuviésemos que aceptar esta alternativa. No se traca de, o sin resolver» 277 • Teniendo aún que aparecer en el proceso del mundo y,
bien poder reducir lo real a lo ya conocido, o bien de tener que pensar t·.~pecialmente, en el proceso del conocimiento humano, el «hecho» del
una realidad incognoscible por principio. Más bien se traca, en primer 1>ios omnisciente no constituye aún hecho alguno, sino que por el
lugar, de distinguir la justificación normativa de la definición de la rea- mntrario está sujeto al «escepticismo del que acabamos de hablar».
lidad de lo real (en términos de una proposición «SÍ-entonces» tal ve'/. l'no, para Peirce, esto no hace sino aumentar su rendimiento

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religioso278 • Para ello, tenemos que comprometern(OS en «la fe, el amor lenguaje: «Una proposición metafísica en el sentido de Comte sería(...)
y la esperanza»m. una disposición gramatical de palabras que simulan una proposición y
no una verdadera proposición, puesto que le falta todo sentido». Pero
lejos de llegar a las conclusiones de Wittgenstein o Carnap, Peirce pro-
2. La Metafisica de la Evolución del año 1891 y sigu:ientes sigue: «el uso que Comte hace de la palabra metafísica, que la convierte
en sinónimo de sin sentido, caracteriza sin más la tendencia nomina-
En 1885, Peirce anunció la publicación de su teoría del autodesa- lista de Cornee (. ..)» 290 •
rrollo el universo, que no aparecería hasta la décadat de los 90, en forma La clave de la positiva valoración que Peirce hizo de la metafísica
de serie de ensayos, en la revista «The Monist»280 • La serie estuvo prece- puede encontrarse, de un lado, en su alineamiento con la defensa del
dida de un proyecto inacabado, el libro A Gutess at the Riddle (c. realismo de los universales; del otro, en su peculiar concepción de la
1890) 28 1, y fue seguida por otros tres ambiciosos p¡royectos de publica- metafísica como ciencia sujeta a comprobación empírica, concepción
ción (1893), todos ellos abortados: l. la Grand Logic, terminada como establecida definitivamente en la ya expuesta clasificación de las ciencias
libro pero nunca publicada282 ; 2. el libro Search for- a Method, tampoco de 1902/03. Gracias al realismo de los universales, pudo Peirce concebir,
publicado, en el que iba a reunir viejos ensayos Ilógicos revisados en en 1871, la mdxima pragmdtica como alternativa a la crítica nominalista
1893m ; y 3. «The Principies of Philosophy or, Log;ic, Physics, and Psy- del sentido de Berkeley; y de modo tal que los conceptos universales no
chics, Considered as a Unity in che Light Q)f che Nineteench tuviesen que reducirse a daros de los sentidos, sino que su sentido
Century» 284 • Al igual que las dos series anteriores (!las de 1868-69 y las pudiese interpretarse en los «habits», esto es, en la encarnación real de lo
de 1877-78), la serie de ensayos publicados en ell «Monist>> llegaría a universal como regulación continua de la praxisl91• En esta concepción
convertirse en documento permanente de uno de lros periodos del desa- temprana del pragmatismo latía ya el proyecto de una metafísica que
rrollo filosófico de Peirce. Comparados con los de las series anteriores permitía considerar los «habits» humanos como el equivalente y la pro-
estos ensayos son, ciertamente, mucho menos cono>eidos; contienen, de longación de las leyes de la naturaleza. La metafísica de la evolución del
hecho, la parte más sorprendente de la filosofía de Peirce, su metafísica año 1891 y siguientes supuso el desarrollo completo de este elemento
cosmológica28s. latente. Por otra parte, la clasificación de la metafísica como ciencia
Ya el hecho de que el fundador del pragmatismlO crítico del sentido empírica no era sino el resultado de considerar que la metafísica, a dife-
esbozase una metafísica expresis verbis tendría que suponer un choque rencia de la lógica normativa de la investigación, no convierte a la
para muchos de sus lectores modernos, dado qwe él mismo, mucho máxima pagmática en una regla, sino que convierte en objeto de la
antes que Wittgenstein y el neopositivismo, sospechaba que las propo- investigación a la realidad de los conceptos que, concebidos como
siciones filosóficas tradicionales carecían de semtido. Peirce mismo «habits», postula la máxima pragmática. Para Peirce, la metafísica, en
nunca sostuvo que la «máxima pragmática», aun pUldiendo mostrar que ramo que exploración del proceso real de investigación (que se entiende
proposiciones de la «metafísica ontológica» como «la energía es una como prolongación consciente de la historia natural) sólo podría tener
entidad» carecen de sentido, fuese capaz de elimina:r completamente los las características de aquellas ciencias que formulan hipótesis abductivas
problemas de la metafísica286 • Por el contrario, Peirce estaba convencido contrastables inductivamente mediante la deducción de sus consecuen-
de que intentar prescindir de la metafísica conduc<e sólo a una metafí· cias. Pero en esa medida sus proposiciones estarían sujetas a priori a la
sica más pobre por irreflexiva287 • Para él, no habría .nunca que restringir . posible clarificación pragmática del sentido, distinguiéndoselas per defi-
el vuelo de la imaginación metafísica, mostrando s1u convicción de que nitionem de las proposiciones carentes de sentidom.
la observación de la máxima pragmática conducilría a una metafísica La concepción peirceana de la metafísica responde a una exigencia
depurada288 • Peirce reconoció además que el desarrcollo fructífero de lu de la crítica del sentido, proporcionando una prueba o comprobación,
ciencias, y en especial de las ciencias humanas («<Moral or Psychic.l por así decirlo, de la realidad última siempre ya presupuesta. En mi
Sciences»), exige una base metafísica adecuada289 • La crítica comrean& opinión, la única alternativa a esta concepción de la metafísica sería
que afirma la falta de alcance experimental de lla metafísica, y qut 1111;1 filo~ofía que, no sosteniendo presupuestos metafísicos, permitiese
podría considerarse como una anticipación del pra{gmatismo critico del · dif(·n:JKiar proposiciones metafísicas y no metafísicas a partir de un cri-
sentido, fue formulada por Peirce en términos de all1<í.lisis filosófico dol lc-rio tito ~l'JHido. La filosofía analítica del lenguaje del siglo XX optó por

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esta vía, si bien dejando ver, según creo, que su crítica del sentido bien la metafísica, puede considerarse a ésta como una ciencia de la obs~:rva
presupone una metafísica que no puede ser aceptada por la misma crí- ción en el sentido de la «Coenoscopia>>, dado que «se basa en fenóme-
tica del sentido (este es el caso el Tractatus logíco-philosophicus de Witt- nos de los que la experiencia de codos está tan impregnada que habi-
genstein, e incluso del primer positivismo lógico), bien tiene que refu- tualmente no se les presta la más mínima atencióro>m.
giarse en una fijación arbitraria de criterios de sentido d e las D e acuerdo con la arquitectónica del sistema trascendental que
proposiciones (lo que sucede con la semántica constructiva del positi- Peirce tomó de Kanc298 , la metafísica presupone la lógica. Y esto para
vismo posterior), o bien tiene que renunciar a coda pretensión teórica, Peirce significa que presupone la lógica normativa de la investigación,
lo cual implica, en rigor, a la crítica a la metafísica293 • En la práctica esto la fenomenología y la lógica matemática, de acuerdo con la diferencia-
1Htimo conduce fácilmente a una glorificación ideológica del Common ción de la arquitectónica trascendental adoptada en la «Clasificación de
Use del Ordinary Language y de sus formas sociales de vida294 (como las Ciencias». La metafísica toma de estas ciencias no empíricas dos
muestra el caso de la filosofía del segundo Wittgenstein y de la filosofía tipos de principios que ciene que presuponer desde un punro de vista
británica que se inspira en él). heurístico y que, a la vez, reconfirma en la explicación teórico-evolutiva
Por otro lado, da la impresión de que la última fase de la filosofía del concepto último de Commonsense: l. los «principios regulativos» de
analítica (incluida la escuela de K. Popper) llega a hacer plausible la la lógica normativa de la investigación, 2. las r.rcs categorías fundamen-
concepción peirceana de la metafísica como estudio cosmológico tales que, como sucede en el caso de la metafísica misma, coostituyen
macro-empírico en el que las hipótesis globales, vagas pero heurística- la fenomenología coenoscópica desde el punto de vista de su contenido
mente imprescindibles, pueden verificarse o falsarse a través de las intuitivo («anschaulichen»), y la lógica matemática de relaciones, desde
construcciones teóricas de las ciencias particulares. De aquí procede la el punto de visea de sus presupuestos formales. Sobre esta cuestión
communis opinio de la teoría de la ciencia, según la cual no son loscon- tenemos que añadir aún algo que afecta a la concepción peirceana de la
ceptos individuales, o aun las proposiciones, los que tienen que ser sus- metafísica.
ceptibles de contrastación empírica, sino las teorías enceras, que Los principios regulativos de la metafísica se centran en lo que a
podrían contener conceptos básicos altamente especulativos. Si desliga- menudo Peirce denominó «teoría social de la realidad»299 • Ya he mos-
mos esce punto de visea del contexto del análisis formal-abstracto de las trado cómo la defensa peirceana de esta teoría conr.ra el idealismo abso-
teorías y de su posible corroboración; y si observamos la dimensión his- luto de Royce apuntaba al programa de la metafísica de la evolución.
tórica del <<Crecimiento de la ciencia», tal como pidió a menudo Peirce, Lo más importante en el presente contexto es mostrar cuál es la rela-
podremos ver, por ejemplo, que las falsaciones no sirven para poner sin ción enr.re el uso «metafísico» que hace Peirce de los «concepcos regula-
más, fuera de juego, a una teoría científica, sino que conducen con fre- tivos» y el uso kantiano de tales conceptos. Podría suponerse que
cuencia a la reconsideración de los presupuestos «paradigmáticos>> de cuando Peirce describe la idea de realización del concepto adecuado de
los juegos del lenguaje en los que se formó la teoría. Partiendo de esos realidad en un proceso de investigación ilimitado como «concepto
presupuestos (relativos, pongamos por caso, a la naturaleza del espacio regulativo... y no especulacivo»300 se está limitando a adoptar la distin-
y el tiempo, a la causalidad y ocros de la misma índole) se sigue, o bien ción kantiana de ambos conceptos. Esto mismo parecía afirmar el
una reconstrucción de la ceorfa problemática, o bien una problematiza- n1ismo Peirce cuando, en 1890, decía del principio crítico del sentido
c ión de los presupuestos <<paradigmá ticos» mismos de la <<Normal de la cognoscibilidad o explicabilidad por principio de lo real que: «a
Science» -en lo que ha venido en llamarse crisis de fundamentos295 • Los éste, Kant lo denomina principio regulativo, es decir, esperanza intelec-
presupuestos «paradigmáricos» que acabamos de mencionar serían naal»3111 . Sin embargo, el hecho de que mediante el principio crítico del
idénticos, en la lógica peirccana de La investigación, a las creencias «ins- ¡¡entido de la cognoscibilidad por principio de lo real se aparte de la
tintivas» a las que apela el Commomense o lumen naturale de los seres mncepción filosófica fundam ental de Kant indica que también su «uso
humanos. Ellas constituirían el trasfondo metafísico de rodas las hipó- metafísico» de los principios regulativos difiere del de Kant.
tesis y teorías creativas de la ciencia y, as(, el contenido temático de la De hecho, a la distinción peirceana entre principios especulativos y
metafísica de la evolución, hipotética ella misma 296 • Puesto que la rq~,ulativos le faltaba por completo el fundamento de la distinción kan-
observación de las ciencias particulares parte de Los presupuestos, indu- tiana entre fenómenos y noúmenos 302 • Al rechazar el nominalismo de
bitables en la práctica, del Commonsense, y puesto que de ellos se m:u pa t·sta distinción, los conceptos regulativos de Peirce habr ían de ser a la

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vez, y desde este punto de vista, especulativos'03 • Peirce no había tomado sica de la evolución308• Esta opinión no me parece convincente ni desde
de Kant esta distinción por considerar que puede verse a priori que el punto de vista de una interpretación de Peirce ni desde el punto de
nuestro conocimiento está limitado a la mera apariencia, sino por con- vista del asunto mismo. N i al fundamentar su metafísica, ni aún menos
siderar que no puede conocerse a priori si el proceso del conocimiento al fundamentar su fenomenología, estaba Peirce invalidando su deduc-
alcanzará su meta. O de m odo más radical: no puede saberse si el pro- ción semiórico-crascendencal de las tres categorías fundamentales de la
ceso del conocimiento de lo real mismo alcanzará la realidad posible de <<New List of Categories» de 1987. No había motivo alguno para ello,
su fin a través del proceso del conocimiento y de la praxis que éste puesto que, en mi opinión, la deducción de las tres categorías a partir
guía304• Por esta razón el giro pragmático empleado por Peirce (según el del fenómeno radical del conocimiento entendido semióticamente (es
cual en la práctica tendríamos que comportarnos como si roda pregunta decir, según el criterio de que cualquier cosa que haya de tematizarse
con sentido fuese a ser respondida in the long run 305 carece de ese punto tendrá que experimentarse como ser-as/ cualitativo en la confrontación fdc-
específicamente ficticio que Vaihinger toma de Kant y Nieczsche y que tica entre el yo y el no~yo, y tendrá que representarse simbólicamente en un
subyace a su «Filosofía del como SP>. En lugar de esto, Peirce supera enunciado intersubjetivamente válido) representa muy plausiblemente
(<<aufhebt») el aspecto práctico de la concepción kantiana de las <<ideas una alternativa a la deducción kantiana y, al mismo tiempo, una reduc-
regulativas» en su <<Principio Esperanza>>306 • ción de las formas lógicas del juicio a las tres form as de inferencia
A pesar del rechazo de las cosas en sí incognoscibles, el último lógica309• Como ya he dicho' 10, no creo que la metafísica de la evolución,
Peirce encontró en su doctrina de las categorías una poderosa razón para que pretende concebir este proceso semiótico de conocimiento e infe-
volver a la concepción genuinamente kantiana de las ideas regulativas. rencia -y con ello, en última instancia, el propio conocimiento y su
Puesto que los «principios regulativos» caen bajo la caregorfa de «Terce- confirmación práctica- como producto y prolongación controlable de
ridad», que comprende el conocimiento como «mediación>> racional así un proceso natural que es inicialmente inconsciente, entre en contradic-
como continuidad infinita del «essere in futuro» (mientras que todo ción con aquella filosofía trascendental que comprende el conocimiento
conocimiento fáctico, en tanto que encuentro empíricamente constata- mismo y su objew trascendental (la cosa en sí) no como conceptos
ble entre el yo y el no-yo, cae bajo la categoría de «Segundidad))), los límite extramundanos de lo incognoscible, sino como conceptos Límite
principios regulativos son algo a lo que, con total independencia de la de lo cognoscible. Me parece en esta medida que, en el contexto de la
incertidumbre relativa al futuro, <<nada empírico puede corresponderle}), «arquitectónica» de Peirce, la m etafísica de la evolución es más una
com o deda Kant. La realidad, encendida como aquello que sería cono- prueba que requiere confirmación empírica a través de las ciencias pani-
cido en un proceso de investigación iLimitado y continuo, sería inconce- culares que una alternativa a la deducción semiótico-rrascendemal de la
bible como algo ya conocido 3117• Al parecer, las paradojas de la cosa en sí validez de las tres categorías fundamentales. Partiendo de estas conside-
kantiana se convierten con Peirce en paradojas de lo infinito. raciones heurísticas, que ciertamente van más allá del nivel de autocom -
Con los puntos de visea que acabamos de ex?oner hemos presen- prensión que Peirce tenía de su método en 1890, pretendo ofrecer en lo
tado el presupuestO último de la arquitectónica del sistema de Peirce: la que sigue una interpretación más precisa de la introducción «arquitectó-
doctrina de las tres categorías fundamentales. Como ya se ha mencio- nica» de esta seria de ensayos.
nado, en su metafísica de la evolución Peirce vuelve a recurrir a este pre-
supuesto. D e hecho, puede sostenerse que su metafísica debe en última a) Tal como muestran el plan y las partes conservadas del esbow
instancia su extraña peculiaridad a la doctrina de las categorías y, en inacabado de libro de 1890 (A Guess at the Riddle), Peircc quer ía cons-
cualquier caso, no puede entenderse sin presuponerla. M. Murphey truir su filosofía completa en términos estrictamente arquitectónicos,
opina que la metafísica de la década de los noventa, en tanto verifica- esto es, partiendo del presupuesto de la doctrina de las categorías y de
ción empírica de la doctrina de las categorías, tendría que haber susti- acuerdo con la jerarquía de las ciencias que,.a excepción de la fenome-
tuido a la deducción trascendental de la universalidad y necesidad de las nología, había desarrollado ya enteramente. A la deducción de las cace-
tres categorías fundamentales, deducción que partía del fenómeno radi- godas «Üne, Two, Three» por medio de la lógica de relaciones sigue
cal de la representación sígnica de lo real (en tanto que transformaciém lllla presentación de las categorías en d marco de la lógica sem iótica de

de la <<SÍntesis transcendental de la apercepción)) de Kant). Según Murp· la investigación, titulada <<The triad in reasoning» . A ésta sigue una
hey, Peirce fracasó en esta tarea, abandonándola en favor de su nwtafl· ~erie de secciones que se ocuparían de la <<tríada>> en la metafísica, la

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psicología, la biología, la física, la sociología o «pneumatología)) e 2. Pero lo que tenía validez para las simples nociones de panid.1 dr
incluso la teología311 • En la introducción a su serie de ensayos Peirce se la mecánica no la tiene, en opinión de Peirce, para el desarrollo dl· b
limita a adoptar un tono asistemático y conscientemente divulgativo física en la teoría de la luz, la electrodinámica, la teoría cinética de gases
sobre el proyecto arquitectónico de su obra312 • Las categorías, que en y el estudio correlativo de las estructuras de moléculas y átomos, que se
vida de Peirce y mucho tiempo después sólo le parecieron al público alejan progresivamente de «los fenómenos que han influido en el desa-
una extrafia curiosidad, no son explicadas en términos de su función de rrollo del entendimiento humano». Cuando nos internamos en estas
fundamentación. Más bien aparecen, en los párrafos finales 313 , como dimensiones desconocidas para el hombre, tenemos que contar con que
una extrafia ordenación de las tesis y puntos de vista que habían ido ya no nos encomraremos con leyes «simples» que gobiernan la natura-
exponiéndose. Se llega a ellas de un modo más bien inductivo, de la leza; esto es, con leyes compuestas por un número reducido de nocio-
mano de una visión de conjunto del problema de la fundamentación nes connaturales a nuestro entendimiento>l 317• Por ello, a Peirce le
de diversas ciencias particulares314. parece indudable que «caben serias dudas de que las leyes fundamenta-
Su primera tesis principal, que debería fundamentar la necesidad les de la mecánica sean aplicables a los átomos paniculares», pues «muy
de una metafísica de la evolución como ciencia teórica, conduce a una probablemente puedan moverse en más de tres dimensio nes»318•
reflexión sobre el desarrollo de las hipótesis relativas a las leyes funda~ Estas reflexiones criticas acerca de los principios paradigmáticos de
mentales de la física, desde el tiempo de Galileo hasta el tiempo la mecánica anticipan, como podemos comprobar hoy, varias de las
m ismo de Peirce, a fi nales del XIX, que es cuando los principios de la ideas características de la discusión que sobre las relaciones entre la
mecánica entran en una crisis que Peirce seguiría de cerca con gran física clásica y la teo ría de la relatividad po r una parte, y entre la física
co.mpetencia. clásica y la mecánica cuántica por o tra, ha venido manteniéndose en
este siglo. Peirce anticipa, por ejemplo, el acuerdo, alcanzado entre las
l. Peirce expone la primera tesis de partida de su teoría de la evo- posiciones de Hugo Dingler y la Escuela de Copenhague, sobre un a
lución, tesis que más tarde repetiría con frecuencia, por medio de una priori antropológico de los principios clásicos (geometría euclídea
referencia al descubrim iento de las leyes básicas de la mecánica, las cua- incluida) de la física experimental, principio que no excluye su inapli~
les, como los axiomas de la geometría euclídea que presuponen, surgen cabilidad en la representación teórica de lo infinitamente pequeño y lo
no tanto de experimentos como del recurso al «common sensel• y a lo infinitamente grandeJ•?.
que Galileo llamaba «il lume naturalc»m. Las ideas fundamentales de la Estas reflexiones sobre la historia de la ciencia son únicamente el
ciencia moderna no se obtendrían ni por inducción (es decir, a partir punto de partida de la primera tesis fundamental de Peirce sobre la teo~
de una selección darwinista entre todas las construcciones teóricas posi- ría de la evolución, que a la luz de la presente discusión nos resulta en
bles), ni simplemente sobre la base del a priori formallógico~matemá­ parte familiar y plausible y en parte enormemente extraña. Confron-
tico de las construcciones posibles en general, sino a partir de una tando estas dos tesis sobre el origen de La mecánica clásica por un lado
adaptación instintivo- analógica del entendimiento humano a las y sobre el problema de la fundamencación de la física molecular y ató-
estructuras del medio ambiente que ha de conocer: mica por el otro, Peirce llega a la conclusión de que la metafísica casi
instintiva del Commonsmse o del fumen natura/e, que suministran a la
«(...) La línea rcwt nos parece simple porque, como dice Euclides, Hsica sus primeras hipótesis de leyes fundamentales, es insuficiente en
se extiende entre dos pumos; es decir, porque visea desde el final parece d presente. La función de esta metafísica ingenua debería ser reromada
un punto. Esto es, insisto, porque la luz se mueve en línea recta. Ahora en lo sucesivo por una metafísica histórica de la metafísica que reflexio-
bien, la luz se mueve en linea recmen razón de la paree que juega la línea na.~e sobre las condiciones histórico naturales de la construcción de
recta en las leyes de la dinámica. Se trata por tamo de que en nuestro
hip<Stesis cientí.ficas. Esta metafísica de la evolución debería explicar las
entend imiento, constituido bajo el rnflujo de fenómenos gobernados
kycs mismas de la naturaleza de un modo histórico, «mostrándonos
por las leyes de la mecánica, se graban cierros conceptos de cal forma
que se constituyen en un componente de cales leyes que nos las hacen qul- dase de leyes cabe esperar»320•
comprender con facilidad. Sin ese impulso narural, teniendo que husrar 1,a exigencia de una reflexión sobre las condiciones históricas del
a ciegas una ley que se ajustase a los fenómenos, nuestra probabilidad de d<·.mJbrimiento de leyes de la naturaleza parece hoy muy comprensible,
encontrarla sería de una entre infinitas,l'6• uHno rambién la exigencia de una explicación de las leyes «que el

210 211
entendimiento puede aprehender, pero cuya forma específica, sin como reqlllslto de la explicaciónm . Pero su aceptación del azar
embargo, carece de fundamento»32 '. Lo que resulta más problemático es («chance») o espontaneidad no serviría canco para inferir, a partir de
que Peirce parece identificar ambas tareas. Por «explicación» de una ley leyes estadísticas, leyes estrictamente deterministas entendidas como
de la naturaleza suele entenderse su deducción de una ley más general, casos límite de un ámbito sistemático, como para explicar histórico-
mientras que lo que se espera de una reflexión sobre las condiciones genéricamente la legalidad (ccGesenmaBigkeit») a parrir del azar. Peirce
históricas es, primordialmente, una comprensión hermenéutica del des- no parece conceder la.última palabra a las leyes válidas sub especie aeter-
cubrimiento de las leyes de la naturaleza en el contexto de la historia nitatis, sino a una «historia natural de las leyes»326•
del espíritu («Geiscesgeschichte») o de la historia social, además, quizá, Uegado a este punco de su esbozo arquitectónico de la hiswria de la
de una comprensión teórica de la evolución de los univerales gnoseoan- flsica, Peirce pasa a ocuparse de las teorías de la evolución del siglo XIX,
cropológicos contenidos en ese comexto.m. , . . que tan intensamente estudiara desde los tiempos del «Metaphysical
Para que tal fusión pueda entenderse aqut como «exphcac~Ó~» Club», si no antes -con la aparición, en 1859, de EL Origen de las Espe-
última, la explicación en cuestión tendría en todo caso que constsm, cies de Darwin327• Ya en 1877 había comparado la teoría de Darwin,
conforme tanto a la lógica de la ciencia moderna como peirceiaoa en la como aplicación del método estad1scico al campo de la biología, con la
deducción de todos los sucesos h istóricos a partir de una ley en sf teoría de gases de Clausius y Maxwell3u. Así mismo, intentó constante-
misma no deducible así como de las condiciones originales no deduci- menee generalizar la teoría de Darwin con la ayuda de la teoría matemá-
bles de todos los sucesos. Varios de los rasgos característicos de la cos- tica de las probabilidades desarrollada desde Fermat y Pascal a partir de
mología de Peirce pueden entenderse, en los términos de una ex~lica­ los juegos de azar329• Pero Peirce no se limitó a considerar las teorías esta-
ci6n cua.si científico~natural del desarrollo el mundo, como cterto dísticas al modo de Maxwell o del mismo Darwin, es decir, como susti-
modo de explicación histórico-genérica que tiende a destacar el hecho tuto -evenrualmence eliminable- de una explicación determinista de
de que a la explicación, no sólo pertenecen las leye~, sino ra~bién las sucesos individuales que no es posible dar por falta de conocimientos.
condiciones originales a las que éstas se pueden aphcar (o meJOr, a las Del mismo modo, rechazó el intento spenceriano de reducir la evolu-
que ellas remiten). Sin embargo, la intención funda~en_tal de Peirce es ción a principios mecánicos de necesidad3~. Para Peirce, el presupuesto
evidentemente más radical. No apunta a una exphcactón que presu- darwiniano de ~<Variación fortuita» (ccChance-variation, sporring, arbi-
pone leyes sino, partiendo de las condiciones originales de la historia trary hererogeneity») contiene una referencia a un principio de esponta-
del mundo, a una explicación histórico-genética de toda ley y aun de la neidad o posibilidad absoluta y creativa en un sentido activo, sin el cual
legalidad en general. En pocas palabras, no pretende ofrecer una «cos- no se pueden explicar fenómenos como el de la ccdiversidad», la c<herero-
mología» sino una «Cosmogonfa>l323: geneidad>>, la «diferenciación», la ~especificación~> y el «crecimienco»331•
~si pues, d (mico modo posible de explicar tamo las leyes de la Peirce concebía incluso las mismas leyes de la naturaleza como fenóme-
narurale-z.a como la uniformUúui m gm~ral <scursivas de K. O. A> es nos de especificación del azar, en el que el continuo original de posibili-
considerarlas como productos de la evolución. Pero esto significa consi- dades de la potencialidad creativa se limitan más y más. Por ello podrfa
derar que no son absolutas y que no se cumplen de modo preciso. Con «generalizan, la teoría de la evolución de Darwin como sigue:
ello se atribuye a la naruraJeza un elemento de indeterminación, de
espontaneidad o de absoluto azar <chance>»32'. «Siempre que haya un gran número de objetos que tengan tenden-
cia a retener inalterados cierros caracteres y siempre que esa tendencia
Esta tesis indeterminista ha cobrado actualidad en el siglo XX de la no sea absoluta y deje espacio para variaciones fortuitas, entonces, si las
mano de la relarivización de la mecánica clásica, que ha venido a con- dimensiones de la variación están absolutamente limitadas en cierras
vertirse en caso Jfmire de la teoría estadística cuántica. Y lo mismo ha direcciones por la destrucción de todo cuanto alcanza esos límites, habrá
sucedido en el intento de explicar leyes a partir de leyes más compre- una tendencia gradual a la variación en una dirección determinada que
hensivas, más generales (en las que tienen que presuponerse, obvia- se aparta de los objetos originales,m.
mente, condiciones marginales específicas para la inferencia de los
casos límite). Peirce mismo se refirió constantemente a un nuevo tipo Esta generalización de la formación de diferentes géneros y especies
de construcción teoría estadística que tendría que presuponer el azar de los seres vivos (o, en la esfera de la historia humana, de las instiru-

212 213
ciones y hábitos de conducta) como producto de variaciones fortuitas y rente aquí y ahora-, actualización de lo posible; o en términos teológi-
de la selección sirvió a Peirce, obviamente, de modelo para concebir cos: La voluntad de Dios, que llama a la existencia al mundo real desde
para el surgimiento de leyes de la naturaleza en general. el continuum de sus ideas de lo posible, que es lo que Bohme y Sche-
Peirce resume en cuatro argumentos su rechazo de una explica- lling337 describían como autolimitación de la voluntad divina mediante
ción mecánico-determinista (<mecesarista» o «anancástica») de la evoJu- la «Contracción>>de su «agonía» («Qual») o de su «manantial espiritual»
ción3JJ: («Quellgeister>>) hasta hacer posible la exjstencia de lo real y de sus
leyes3JS). Ahora bien, Peirce presupone desde el primer momento un
l. El principiode la evolución, es decir, el principio creativo de la tercer principio en ese proceso que es el continuum indiferenciado de
variación fortuita al que nos hemos referido aquí en el sentido de prin- posibilidades en el sentido de la «Primeridad». Por medio de ese princi-
cipio del crecimiento, no necesita explicación, dado que «no requiere pio se preserva, en la variación fortuita qua diferenciación y creci-
una caua cxte.rna» sino sólo «la tendencia al crecimiento que empezó a mienco, la coherencia («Zusammenhang») bajo la forma de semejanza
formarse a partir de una combinación infmitesimalmente pequeña». («Ahnlichkeit»). Ese principio cuida incluso de que la irrupción de la
2. Las leyes, más que cualquier otra, tienen que explicarse como facticidad (de la voluntad d ivina) qua individuación no destruya la
resultado de la evolución. coherencia die universo, sino especifique el cominuum originario del
3. La diversidad (heterogeneidad, especificación) del universo no poder ser como continuum diferenciado de leyes de la natur_aleza o
puede explicarse con exactitud como resultado necesario de la homoge- hábitos de comportamiento. En su metafísica, Peirce caractenza este
neidad, sino que es esencia variación fortuita. principio de La mediación raciona4 que ya hemos acreditado como cate-
4. Todos los procesos sujetos a las leyes de la mecánica son reversi- goría de «Terceridad», como universalidad o «continuidad» real el modo
bles"~ . De aquí que afirme: «el crecimiento no es explicable mediante de la temporalidad. En tanto «Law ofhahit>>m funciona como ley fun-
cales leyes, aun cuando no sean violadas en el proceso de creci- damental, tácitamente presupuesta, de la evolución; ella le permite a
miento»m. Peirce «explicar» rodas las leyes pardcu lares de la naturaleza y las corres-
pondientes reglas de conducta de la investigación y la praxis racionales.
El primer, tercer y cuarto argumentos no parecen, en mi opinión, Desde la perspectiva de la doctrina de las categorías se comprende
incomprensibles, especialmente si se contemplan a la luz de frlosofías también que Peirce no se refuiese sólo, en su metafísica de la evolución,
desarrolladas a principios del siglo XX, como son la de la «évolucion eré- a la teoría de Darwin (en la que aparecen en primer plano aspectos
arrice» de Bergson y de la «emergent evolutioO>> de C. Lloyd Morgan y «nominalistas y materialistaS>>, en términos de Peirce, de las categorías:
S. Alexander. Las concepciones implícitas en el segundo argumento, sin chance como ciego azar, selección como fuerza brutaP~0), sino a otras
embargo, siguen causando problemas en el contexto de la lógica peir- dos teorías evolucionistas más-1'1•: a la teoría de las catástrofes de Cla-
ceana de la ciencia, puesto que suponen que las leyes de la naturaleza rence King y, sobre todo, a la teoría lamarckiana de la adaptación releo-
han de explicarse mediante una teoría de la evolución que no emplea lógica y la herencia de los resultados de la adaptación. Resulta evidente
ley alguna3)6. En este punto es indispensable referirse a las tres catego- que la teoría de las catástrofes interesó a Peirce en tanto que teo~ía de la
rías fundamentales como presupuestos intrínsecos de una «explicación csrimulación o desafío («Segundidad») y, por tanto, como equtvalente
cosmogónica» en el sentido de Peirce; categorías que, como se des- de su propia teoría de la alteración, vía duda, de los hábitos de con-
prende del borrador del libro de 1890, representan el punto de vista ducta~2. De ahí que le atribuyese una importancia singular en la evolu-
heurístico último de su metafísica. A su luz, el principio de evolución ción de instituciones e ideas~'. Por otro lado, la reoría de Lamarck le
al que se refiere el primer argumento (chance variation, espontaneidad y, E1cilitaba a Peirce el equivalente de su teoría de la adquisición positiva
más tarde: continuum indiferenciado de posibilidades, cualidades o sensa- de los hábitos de conducta a través de un esfuerzo dirigido a objetivos.
ciones) es reconocible como ilustración de la categoría «Primeridad». El 1k este modo era posible comprender desde dentro la evolución en tér-
segundo, el principio darwiniano de la selección de los aptos mediante minos de la categoría «1erceridad», comprensión en la que se compati-
la eliminación de los mal adaptados a la «srruggle for life», se revela bilizan realismo de los universales e idealismo objetivo344. Mientras que
como ejemplificación de la categoría «Segundidad» (acción -reacción, rn d «Tijismo» se generaliza el principio del darwinismo, al que
choque, lucha, facticidad, encuentro con lo real -entendido como lo cxis- dt·llt·ndc t~n un artículo específico contra el «necesarismo>> mecani-

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cisca345, el principio lamarckiano opera la transición a la visión psicoló- dad de la mente Peirce hizo, en 1891, una lectura cosmológica de su
gica del principio de continuidad, generalizado como principio del interpretación de la asociación a fin de hacer comprensible el surgi-
«Sinejismo» en el artículo «The Law of Mind»346 • miento gradual del cosmos a partir del caosm .
En la lógica de la investigación se explica la categoría «Terceridad» Sin embargo, para ello tenía que concebir el sustratO de «Primeri-
como espontaneidad de la irrupción de lo cualitativo (<<Primeridad») dad» de la <<Law ofMind», el continuum de sensaciones que se delimi-
«mediada» por la confirmación o refutación selectiva de las ideas por tan en la resistencia frente al mundo exterior y se asocian a los «hábi-
los «brute facts» (~Segundidad»), mediación cuya meta es la verdad. tos>>, como sustrato de la variación fortuita en sentido cosmogónico.
Del mismo modo, en la evolución biológica, la «Terceridad» se explica Dicho de otro modo: era necesario reducir un aspecto de la materia a
como variacwn fortuita y selección «mediadas» por el habit taking en el ese sustrato de Primeridad. En esta tesitura, Peirce extrajo del con-
sentido de adaptación teleológica. En definitiva, el principio de cepto aristotélico de materia un aspecto de «Primeridad» de alcance
Lamarck, objetivo e idealista en este sentido, tendría que hacer posible, cosmogón ico: la materia como pura posibilidad puede concebirse
en el seno de la teoría peirceana de la evolución, una síntesis de los como el elemento (que no puede ser ya explicado puesto que está pre-
principios tijistas y anancáscicos de Darwin (y King, asf como de supuestO en toda explicación) a partir del cual comenzó el mundo,
Hegel) en el sentido de la empada («Einfühlung••) simpatética del «Cre- como la absoluta nada de la que partió la creación. Este era el ele-
ative !ove», es decir, del <<Agapasmo»)47: mento que Peirce había buscado consrancemente354 • Y a partir de él le
fue posible incluso establecer un nexo de unión con la tradición reli-
«El desarrollo agapástico del pensamiento es la adopción de cierras giosa, que si bien no era inevitable si era deseado'ss. Claro está que
tendencias mentales de modo no completamente irreflexivo, como en el Peirce, como pensador formado en la ciencia narural, no podía ignorar
tijasmo; ni ciegamente, por la mera fuerza de las circunstancias o de la aspectos del concepto moderno de materia, como son el de su existen-
lógica, como en el anancasmo; sino por una atracción inmediata por la cia fáctica y su determinabilidad mediante leyes. Pero precisamente
idea misma, cuya naturaleza es aprehendida, previamente a ser conce- éscos le permitieron interpretar desde dentro, por decirlo así, el fenó-
bida por el entendimiento, por la fuerza simpatética, esto es, en virtud meno entero de la materiaen términos de sus tres categorías funda-
de la continuidad de la metHe»j••. mentales. De aquí que concibiese el lado interno del continuo de las
posibilidades de la materia, en términos de «Primeridad», como
La función heurística de las tres categorías fundamentales en la espontaneidad y libertad y a la vez como sensación intensiva o <<Quali-
«arquitectónica» de Peirce se hace más evidente cuando consideramos tative-Consciousness»'S6; que concibiese el lado interno de la factici-
la transición a la psicología34v. La categoría no relacional de «Primeri- dad, brutal y persistente, de la existencia en términos de <<Segundi-
dad» del ser-as{ se explica mediante la <•sensación>> (<<feeling») precognl- dad», como volu ntad o «contraction» de la vaguedad 357 ; y que
tiva; la «Segundidad», mediante la experiencia sensorial de la «acción» y concibiese el lado interno de la legalidad, en términos de «Terceridad»,
la «reacción» (exp erimentada activamente como esfuerzo y resistencia, como solídificación de los hábitos. Solidificación que, a la vez, mostra-
pasivamente como irrupción sorprendente del mundo externo, de los ría que para Peirce el caso límite del aspecto mecanicista de la materia
<<brute facts», del destino o simplemente como modificación en los es la interioridad y espontaneidad de la mente:
estados internos o en la relación entre representaciones, mientras no se
llegue con ello al conocimiento de algo en tanto que algo). Finalmente, «La única teorfa razonable del universo es la del idealismo objetivo,
la categoría <<Terceridad», mediante el «concepto universal» que se cons- que afirma que la mreria es espíritu e.~rancado, hábitos arraigados que se
tituye por medio de la «conciencia de un (. ..) hábito de conducta»~)O. convierten en leyes físicas"~ss.
Resulta interesante en este contexto la alusión a la <<Única y primaria ley
fundamental de la actividad mental», que consiste en <<una tendencia a Posteriormente añade:
la generalización»3s1• Ya en 1868 había interpretado Peirce toda clase de
asociaciones de ideas como «Terceridad» en d sentido de mediación «Tenemos ( ... ) que considerar la materia como mente («Geist»)
racional por medio de inferencias sintéticas, incluida la inducción en cuyos hábitos se han ido arraigando hasta perder la capacidad de for-
tanto que habit taking352 • Partiendo del punto de vista de la continui- marlos y perderlos, mientras que la mente <en sentido estricto> tiene

217
216
~ue contemplarse com~ género químico extremadamente complejo e cual la evolución, entendida como habit-taking, tiene esencialmente el
mestable, que se ha habttuado, en grado notable, a adquirir hábitos y a carácter de una limitación del continuum original de posibilidades'~".
perderlos»m. De acuerdo con esta concepción, es precisamente en la «quale-cons-
ciousness» original donde son mayores la intensidad y la plenitud de la
Este texto nos da una idea del modo en q ue Pdrce se propuso sensación362• Peirce sostuvo de hecho ambas tesis, presagiando con ello
abordar la distinción, condicionada por la evolución, entre leyes de la un modelo de pensamiento que encretando ha llegado a ser un lugar
naturaleza y hábitos de conducta humanos. En la cuarta serie de ensa- común en biología. De acuerdo con él, toda evolución tiene que encen-
yos que escribió para el «Monist» en 1892 la expuso, relacionándola derse por un lado como especialización, y por ello como incremento de
con la evolución de las sensaciones, de la siguiente forma: la rigidez en la vida creadora, pero por otro reconoce que la mayor evo-
lución abre paso a una potencialidad original no especializada' 63 • H ei-
«(...) una vez que hemos concedido que los fenómenos de la materia no degger desarrolló este modelo en el ámbito de la historia del pensa-
son sino el resultado de un dominio absoluto, en el ámbito de nuestra miento, hasta el punto de mantener que para poder trascender los
percepción, de los hábitos de conducta sobre la mente, sólo queda expli- «hábitos•• del pensamiento occidental, todo pensamiento radical sobre
car por qué en el protoplasma se han roto a pequeña escala estos hábitos
la posibilidad de lo futuro tiene que ser, al mismo tiempo, «Un paso
de conducta, de forma que de acuerdo con esa cláusula especial de la ley
de la mente, que a veces se llama principio de adaptación, se intensifican
atrás)} hacia las posib ilidades no contempladas ni pensadas de los
las sensaciones. Pues bien, los hábitos de conducta se rompen por lo comienzos de la historia de nuestros conceptos.
g~neral del modo iguiente. Las reacciones suelen cesar con la desapari- Pienso que, de este modo, pudo Peirce sostener simultáneamente,
CIÓn del estímulo, puesto que la excitación dura tanto como el esrímulo y sin caer en contradicciones~, una teoría que «emancipaba» de las
esté presente. E~ ~onsecuencia, los hábitos son modos de conducta liga- (<leyes»'6sa la vida creadora y una teoría de la racionalización y aun de la
dos a la desapanctón de un estímulo. Pero cuando la esperada desapari- personalización del universo366 por medio del habit taking. Al final de
ción de un estímulo no se produce, la excitación continúa y se incre- su introducción «arquitectónica» a la metafísica lo esboza del modo
menta, teniendo lugar reacciones no habituales que tienden a debilitar el siguiente:
hábito. Así pues, si asumimos que la materia no cumple n unca con
absoluta precisión sus leyes ideales, sino que se producen desviaciones «Una filosofía cosmogónica (...) tendría que admitir que en el prin-
fortuitas y casi imperceptibles de la regularidad, éstas producirán, en tér- cipio - infinitamente remoto- había un caos de sensaciones impersonali-
~inos general~·- efectos igualmente diminutos. Pero el protoplasma 7-<tdas que, al carecer de conexión o regularidad, no tendría propiamente
ue_ne_ una condtctón demasiado inestable, y es característico del equli- existencia. Esta sensación, que mutaba <Was sporting> aquí y allá de
bno mestable que cerca de ese punto causas extraordinariamente dimi- modo purameme arbitrario, habría sido el germen de una tendencia a la
nutas provoquen efectos sorprendentemente grandes. Por ello, entonces, generalización. Este germen tendría la capacidad de seguir desarrollán-
a las desviaciones usuales de la regularidad les seguirán otras muy marca- dose, mientras que las demás mutaciones <sporrings> volverían a desa-
das; y las grandes desviaciones fortuitas de la ley producidas de este parecer. De este modo, habría comenz.ado la tendencia a la formación
modo tenderán aún más a romper las leyes, suponiendo que éstas ten- de hábitos y a partir de la acción conjunta de esta tendencia con el resto
gan la naturaleza de los hábitos. Pues bien, esta ruptura del hábito y esta de principios de la evolución, se habrían desarrollado todas las regulari-
renovada espontaneidad fortuita estarán acompañadas, de acuerdo con dades del universo. Sin embargo, siempre sobrevivirá un elemento de
la ley de la mente, de una intensificación de la sensación. El proto- puro azar, que permanecerá hasta que el universo sea un sistema absolu-
plasma nervioso tiene, sin lugar a dudas, una condición más inestable tamente simétrico, perfecto y racionaL En un futuro infinitamente
que la de cualquier tipo de materia; y, en consecuencia, la sensación lejano, la mente («Gcist») cristalizará finalmente en él»J67.
resultante es allí la más manifiesta»~. Si atendemos al atrevimiento especulativo, la ambigüedad y oscuri-
Tras esta descripción de la evolución podría tenerse la impresión de dad de la cosmogonía de Peirce, apenas inferior a las de la metafísica de
que hay un desarrollo estable desde la naturaleza rígida, insensiolc, un Schelling o un Hegel, podremos encender la sorpresa y decepción
i~orgáni_ca,_ hacia 1~ flexibilidad siempre creciente, la inestabilidad y la <k un buen número de neoposicivistas, a quienes habría gustado cele-
dtfere~ctación nerviOsa de la sensación. Pero esa impresión parece con- brar como predecesor al fundador del pragmatismo. Es verdad que un
tradecirla aquella otra, a la que ya nos hemos ido refiriendo, segt'm l¡¡ mnocimiento más preciso de las intenciones de Peirce368 hace muy ten-

218 2 19
tador considerar a Peirce, más como representante tard1o del trascen-
dentalismo de Concord que como un precursor de la filosofía crítica
mo~erna. Si~ embargo, en última instancia, esta valoración me parece
equrvocada, tnduso en el caso de la metafísica de la década de 1890.
Hay varias características esenciales que distinguen a las especulaciones IV
peirceanas del estilo de la vieja metafísica, y particularmente del estilo
del idealismo alemán. Ya he mencio nado que la metafísica de la evolu-
ción no representa «la» filosofía de Peirce, sino que se sitúa bajo el pre-
El cuarto periodo: del pragmatismo
supu.esto de una lógica c rítica y normativa que, por así decirlo, le al pragmaticismo (ca. 1898-191 4)
otorga el derecho a una especulación sin trabas bajo la forma de hipóte-
sis últimas revisables empíricamente. Por ello, en ninguno de los escri-
r?s de Peirce e~contra:nos la agotadora afectación del penador dogmá-
ttco que desea tnmuntzar su sistema, al que considera como visión del
mundo universalmente vinculante, contra las posibles críticas. En lugar l. Motivo y temas de La revisión del Pragmatismo (1898-1903)
de estto, el lector se encuentra con la molestia de ver cómo Peirce pone
constantemente en peligro sus presupuestos y terminología para con- Como ya hemos mencionado, la publicació n, en 1879, de la colec-
frontarlos con el material aporcado por las ciencias (que Peirce, una de ción de artículos titulada The Will to Believe:m, que James dedicara a
las últimas menees enciclopédicas, conoda a fondo)' 69 • En un frag- Peirce, y sobre todo del ensayo de James <<Philosophical Conccptions
mento de 1897 aproximadamente, Peirce da una descripción precisa de and Practica! Results» 372, de 1898, colocó a Peirce ante una nueva sicua-
la actitud metodológica que adopta en tanto que metaffsico: ciónm. Se le citaba como fundador de una nueva filosofía o <<Visión el
mundo»374 , denominada pragmatismo, en un momento en el que
«(...) mi filosofía podría describirse como el esfucno de un flsico por estaba inmerso en la elaboración de una m etafísica teórico~cosmológica
formular, con la ayuda de todo cuanto han elaborado los filósofos prece- que, cuando menos, le había alejado de la versión que James había pre-
dentes, cuantaS conjeturas sobre la constitución del universo permitan los sentado, en interpretación subjetiva y orientada a la praxis, de sus ideas
mérodos de la ciencia. Sostendré, mientras pueda, mis proposiciones de los años setenta. El conflicto entre sus posiciones respectivas ha que-
mediante tal clase de argumentos. No ha de pensarse en pruebas demos- dado registrado principalmente en los documentos conservados de las
trativas. Las demostraciones del metafísico son pamplinas. Lo mejor que
Cambridge Lecturesde 1898315•
puede hacerse es formular una hipótesis que no carezca de toda verosimi-
litud, en la línea general del crecim iento de las ideas científicas, y que sea En su tercera conferencia, «Detached Ideas on Vitally lmportant
susceptible de ser verificada o refutada por observadores fururoS»"0 • Topics», Peirce propuso una distinción entre <<Ciencia» y «Praxis vital»
que representa una réplica manifiesta al pragmatismo existencialista del
Es a:>ncebible que el día en el que la filosofía acepte los principios ensayo The Will to Believe, de W James. Dice así:
de la crítica del sentido, del «socialismo lógico» de una sociedad abierta
de críti~os y del falibi lismo, todo lo cual defendió Peirce en su lógica <<Ella {se. la ciencia) concede valor a los hechos únicamente porque
normat1va, no muera la metafísica, sino que se establezca como especu- pertenecen a la naturaleza; y la naturaleza es algo grande, bello, sagrado,
lación hipotética o, por así decir, como arte reflexivo de la heurística eterno y real -el objeto de su culto y de su aspiración. En este sentido
metacientífica. adopta una actitud para con los hechos completamente diferente de la
que adopta la práctica. Para la práctica, los hechos son fuenas arbiuarias
con las que tiene que conrar y contra las que tiene que luchar. La cien-
cia, cuando se comprende a sí misma, considera los hechos como mero
vehículo de la verdad eterna, mientras que para la práctica permanecen
como obstáculos que tiene que cambiar, el enemigo al que tiene que
derrocar. La ciencia siente que hay un elemento de arbitrariedad en sus
teorías, pero continúa pese a todo su estudio en la confianza de que, de

220 221
este modo, se irá purificando más y más de las unilateralidades de la ciones sintáctico-semánticas de los lenguajes formalizados. Ni siquiera
subjetividad; la praxis, en cambio, necesita algo de lo que partir; para en 1898 tenía la intención de excluir completamente la dimensión
ella no es consuelo alguno saber que se encuentra encaminada hacia la pragmática de la lógica de la ciencia, sino entender esta dimensión en
verdad objetiva; necesita la verdad actual, o, cuando no puede alcanzar
el sentido de la comunidad ilimitada de comunicación de los científi-
ninguna certidumbre, necesita al menos una alta probabilidad, esto es,
tiene que saber que si bien algunas de sus empresas pueden fallar, la
cos. Su tarea fue la de desarrollar una alternativa al pragmatismo subje-
mayor parte de las mismas tendrá éxito. Por ello puede la hipótesis, que tivista de James enfatizando el crecimiento de la imersubjetividad en
corresponde a los fines de la formación de la teoría, car~er t~talmente esta dimensión.
de valor para la técnica de la vida <art>. Después de un c1eno nempo de La respuesta de Peirce a esta situación puede observarse en ese for-
progreso llega la ciencia a tener <ciertamente> sólidos fundamentos. Y zado desarrollo del sistema de clasificación que he esbozado al princi-
es entonces cuando está preparada para la reflexión. Ese fundamento se pio de este libro. Su inclusión de la «máxima pragmática» en el con-
ha preservado largo tiempo sin dar señales de ir a derrumbarse; hay que texto de las tres ciencias normativas)10 pretendía, obviamente, hacer
mantener la esperanza de que durante mucho más tiempo seguirá resis- justicia a la acentuación jamesiana de la relación entre pensamiento
tiendo. Sin embargo, esta reflexión está al margen del propósito de la teórico y praxis vital, de modo que fuese compatible tanto con larela-
ciencia. No modifica en lo más mínimo su procedimiento. Es exrracien- ción releológica de la ciencia con la verdad como con la evolución del
dfica. Pero para la praxis tiene una importancia vital, lo que transforma
summum bonum que tiene que realizarse en el desarrollo de la ciencia.
la situación enteramente.
Mientras que James y, poco después, F. C. S. Schiller habían generali-
Desde el punto de vista de la praxis, la hipótesis no descansa ya en
una inferencia retroductiva <= abductiva>, se apoya ahora inductiva- zado el pragmatismo hasta convertirlo en una filosofía o visión del
mente (...) En otras palabras existe un fundamento <para la praxis> para mundo humanística y subjetivista, Peirce intentó limitarlo al status de
creer <believe> en la teoría, puesto que la creencia es la disposición a una máxima en la lógica de la ciencia que pudiese ocupar un lugar
asumir un gran riesgo confiando en una proposición. Pero esta creencia apropiado en una filosofía general y sistemática381 •
no es asunto de la ciencia, que nada se juega en una empresa temporal, Sin embargo, aún después de haber elaborado, hacia el cambio de
sino que busca verdades eternas (no verosimilitudes <semblances to siglo, un nuevo sistema de coordenadas que ofrecía un lugar y una fun-
truth>) y se ocupa de la búsqueda de la verdad no en la vida de un hom- damentación al pragmatismo; Peirce siguió siendo muy crítico con sus
bre, sino en la de generaciones que se siguen ilimitadamente unas a propios ensayos de 1877-78, aquellos en los que James se había apo-
otras»,-'6• yado. Lo cual se manifiesta claramente en sus textos de 1902/03, en los
que se presenta por primera vez al público como fundador del pragma-
Si se deja a un lado el apasionamiento de su exposición, esta antíte- tismo182. Por ello, en su artículo «Pragmatic and Pragmatism» del Dic-
sis entre teoría y praxis recuerda, al lector moderno, la distinción habi- cionario Baldwin de Flosofla y Psicologla, tolera la interpretación jame-
tual del empirismo lógicom entre los aspectos cognitivos relevam es siana de la máxima pragmática de 1878, para proceder a continuación a
desde el punto de vista de la lógica científica y los relevantes desde el distanciarse no sólo de la exagerada posición de James sino también de
punto de vista meramente pragmático, por ejemplo en la distinción su propio «axioma estoico», según el cual «la finalidad del hombre es la
entre «X explica y <Sc. en general e independientemente de un sujeto acción»383 • Ratifica la utilidad de la máxima pragmática como principio
real>» y «X explica y en z <SC. en la situación psicológica Z>». Y, prima para la clarificación de nuestro pensamiento, pero a la ve:z. relativiza su
facíe, Peirce, en el cexto citado, parece tratar de este modo la ~i~ensión valor refiriéndolo a otro principio de mayor alcance334 • Incluso en la
prag,mática. Obviamente tal interpretación estaría en contrad1cc1ón con larga e importante conferencia sobre el ((Pragmatismo», de 1903, Peirce
el disefio entero de su sistema378 • Pero al menos sigue resuhando cierto admite, justo al comienzo, que ((se ha visto forzado a realizar objeciones
que Peirce está lejos de todo pragmatismo finirista de la situación, a esta forma de pensar da pragmatista>»385 • A continuación insiste una
tamo de corte psicológico-existencial como de corre sociológico, en el y otra vez en que no se trata tan sólo de mostrar la significación huma-
cual se forja el concepto de lo «pragmático» de la Logic ofScience neo- nística del pragmatismo, sino de probar su aplicación en tanto (<máxima
positivista; así como lo está de la misma Logic ofScience neopositivsta, de la lógica», evaluando sus pros y sus contras' 86 •
por ser irrelevante para la teoría de la ciencia379 • Pero Peirce no podía, al ¿Por qué en 1902/03 seguía Peirce manteniendo reservas críticas
conrrario que el neopositivismo, reducir la lógica de la ciencia a las fun- rrspl:<.:to dl· la validez de la máxima pragmática? Aparte de sus objecio-

222 223
nes al hinchamiento metafísico-teleológico y normativo-ético sufrido empírico, es decir, ninguna encarnación de la Segundidad, puede
por la máxima pragmtitica, la revisión de su pragmatismo le planteó el corresponderles. De todos modos, los ((habits•• tendrían que ser explica-
problema de si el sentido de las ((creencias teóricas», es decir de las pro- bles en la acción. Y Peirce, al igual que Brouwer, definió en diversos
posiciones científicas, se identifica con la ((expectativa» de experiencias lugares las matemáticas como un tipo de acción constructiva que,
ligadas a la praxis" 7• En el siguiente párrafo de un articulo de 1903, encendida como acáón lógica, es anterior a la lógica entendida como
Peirce expone sus razones: reflexión sobre la acción 393.
Tal como señala Murray Murphey394 , incluso después de funda-
«El autor vio más tarde <así pues hacia 1878> que el principio (se. mentar el pragmatismo, la filosofía de las matemáticas de Peirce, al
de la máxima pragmdticll> podía con facilidad emplearse de modo erró- contrario que su lógica de la ciencia natural, conserva el presupuesto
neo, de modo que barrirese la doctrina entera de los inconmensurables e platónico-leibniziano, tomado de su padre, de un mundo de ideas que
incluso la perspectiva encera que WeierstraSS tenía del cálculo <infinite- existen en sí mismas39s. Su teoría de los conjuntos transfiniros, elabo-
simal>»'". rada en su tercer periodo, sigue por lo general a Georg Cantor, si bien
algunas características como la distinción entre «colecciones enumera-
Peirce se topa aquí con el problema fundamental de cómo aplicar das, enumerables e inenumerables•• nos recuerdan a Brouwer96 • Sin
Ja Máxima Pragmática y su crítica del sentido a los conceptos matemá- embargo, lo esencial es que Peirce reafirma la preexistencia de una tota-
ticos y a la construcción de teorías. Esto no sucedía por primera vez. Ya lidad de posibilidades - y con ello el principio del tercio excluso397• Su
en 1l871, Peirce apoyaba su primera introducción de la máxima prag- postulado de la construcción creativa de las estructuras matemáticas no
mdt.ica, como alternativa al criterio empirista del significado de Berke- es finitista en sentido moderno, sino que, de modo parecido al de los
Ley, en la observación de que el principio berkeleyano simplificaba la platónicos cristianos Nicolás de Cusa y Leibni:t., se concibe como
ciencia de tal modo que conceptos como los de ((las cantidades negati- ((explicatío mentís dei instar>•.
vas, la raíz cuadrada negativa y las magnitudes infinitesimales, quedan Sobre este transfondo evaluaremos la revisión de la máxima prag-
exlcuidos, puesto que de ellos no podemos formarnos representación mtitica, que, especialmente en relación con las matemáticas, Peirce llevó
alguna»:'8, , Pues bien, en el ínterin, Peirce había llegado a preguntarse si a cabo tras el cambio de siglo.
la máxima pragmdtica era capaz de explicar, a diferencia del criterio de En un fragmento de 1902, Peirce no sólo sostiene, siguiendo a
signiificación de Berkeley, conceptos matemáticos como los menciona- B. Riemann, que podemos explicar, conforme a la mdxima pragmti-
dos. tica, el sentido de los predicados geométricos «finito» e ((infinito»
En estas circunstancias debe recordarse que, ya en la década de los por referencia a mediciones posibles, sino que afirma que ((una ecua-
ochenta, el matemático L. K. Kronecker había formulado su crítica ción cuadrática que no tenga raíz real tiene dos raíces imaginarias
sobne el sentido del uso de los números irracionales y de las definicio- diferentes•• y que ((la diagonal de un cuadrado es inconmensurable
nes indccidiblesl90 • Poco después de 1900, L. E. J. Brouwer, en su «teo- con su lado»398 • Esta última afirmación, dice Peirce, expresa lo que
ría i ntuicionista de los números•},., radicalizaba esta crítica exigiendo ((puede esperarse de una persona que se ocupa de fracciones»399, a
que las definiciones matemáticas fuesen verificadas mediante un •pro- saber, que es ((inútil» intentar encontrar la expresión exacta de la dia-
cedimiento de decisión». Y ello a fm de postular la construcción como gonal como fracción racional dellado 400 •
únic.o instrumento de definición y la base de toda prueba de existencia. La conferencia sobre el pragmatismo de 1903, por el contrario,
La ptrofunda semejanza entre el método ((intuicionista - constructivisra» afirma que ((parece bastante absurdo decir que hay una diferencia prác-
y la crítica pragmática del sentido (así como la crítica del operaciona· tica objetiva entre conmensurable e inconmensurable» 401 • La diferencia
lism10 de Bridgman) no puede pasarse por alto 392 • Y, naturalmente, entre operaciones posibles en el cómputo de fracciones o de sus resulta-
hemos de reparar también en que en 1871, y de nuevo en su controver· dos, de la que Peirce se había ocupado en 1902, sólo le parece ahora
sia c:on el pragmatismo de James, Peirce insistió en que no podemos una diferencia ((en la conducta frente a las palabras y los modos de
redu·cir el sentido de los conceptos a la praxis actual, o a sus corrclaro8 cxpresióm}. Pero supuesta que la máxima pragmática sirve precisamente
expe:rienciales, sino únicamente a disposiciones comportamcntalcs para desenmascarar el sin sentido eventual de diferencias meramente
(habtits), a las que - en tanto que encarnaciones de la Terceridad- nada verbales, Peirce cree no poder admitir por más tiempo la relevancia

224 225
práctica o experimental del establecimiento de diferencias entre las ope- median~e ~guna otra fuente histórica, bien mediante un hipotético
raciones con símbolos matemáticos y sus res ultados~02 • descubnmtenco de que las ondas sonoras de la voz de Aristóteles «se
En una carta a F. C. $chiller del 1O de diciembre de 1906, Peirce habían registrado de algún modo>•m.
parece querer admitir una vez más ((~a conducta. del aritmét~co como En 1902, Peirce basa su tesis de que roda proposición con sentido
tal» como criterio pragmático del senndo403 • Pero mcluso así, stgue con- tie?e un~ relación con el futuro en la interesante observación de que
siderando que las «abnumerables multitudes», descripti?les únicameme qutenqutera que enuncie o afirme que un juicio (((proposirion») es ver-
mediante conceptos generales, representan la mayor dificultad para el dadero, asume con ello responder de las predicciones condicionadas
principio del pragmatismo~ 04 • • • • • que de él se derivan 41 ~. Peirce desarrollaría este punto de vista, valién-
Si comparamos los amb1guos _meemos pe1r~~anos de ap!1car la dose del análisis lingüístico, en su conferencia sobre el pragmatismo de
4 13
máxima pragmática a las matemáticas con la cnnca del sentido del 1903 y, en especial, en un fragmento de 1908 414 • Las aserciones for-
intuicionismo-construccionismo (que Peirce obviamente desconocía), males qtte asumen explícitamente la responsabilidad de su contenido,
tiene que sorprendernos que Peirce pasase po~ ~w el pune? d~ arran- co~o por ejemplo un juramento ante un tribunal, se limitan, segán
que de esa crítica. Por una parte, parecía provlSlonalmen_te md~nad? _a Petrce, a poner de manifiesto, como a través de un cristal de aumento,
no admitir como criterio distinción alguna en las operac10nes slmboh- el momento volitivo y moralmen te relevante de la acción, momento
cas de la matemática, pues hacerlo «simplificaría» la ciencia en exceso, que está presente en toda afirmación de la verdad de un juicio. Por
por emplear la terminología que Peirce utilizaba_e~ 187140s. Pe~o. ~or tanto, par~ Peirce existe un continuo entre expresiones «performativas»
otra, es evidente que no pensaba establecer prescnpcwnes o prohlbtclO- y ((constattvas», que el análisis lingüístico moderno, siguiendo a Ausrin,
difer:ncia • ~o sól~ el juramento, en tanto que acto legal, sino roda
415
nes específicas para que los procedimientos aritméticos de decisión fue-
sen aceptables desde el punto de vista de la crítica del sentido, porque aserctón que tmplícJtamente sostiene su propia verdad es una acción
ello limitaría seriamente el ámbito de aplicabilidad de la teoría de con- por medio de la cual el que la realiza interviene en la realidad de modo
juntos. Como matemático de filiación platónica que erá, no d~daba, casua activo, comprometiéndose moralmente con la comunidad de
en lo esencial, del sentido y la validez de los conceptos de los conJuntos comunicación. La (<expresión performat iva» muestra, como acto de
transfinitos•06 y en 1898 aplicó sin reservas las operaciones de la ló~ica habla autoexpresivo, que aun la afirmación constaciva -a diferencia de
clásica, incluida la ley del tercio excluso, a tales conceptos 407 • Petr~e l~ propo~ició? pragmáticamente no interpretada de un lenguaje forma-
creía, ciertamente, que el concepto metafísico de la realidad de lo um- l~zado- tmphca esa autorreflexión efectiva del lenguaje vivo, ((ordina-
versal q~a contin~i'fad, tan ~encral en su s~stema tar~í~,. presufo?ne la no», que se convierte en medio de la comunicación intersubjetiva41 6.
existencia matemanca de conJuntos transfirutos de pos1bihdades .
En 1902, Peirce enfrentó el pragmatismo a una nueva dificultad: el
problema del sentido de los juicios ~e hecho de cará~ter históric040~. 2. Las conferencias sobre el Pragmatismo (1903): Las tres «Proposiciones
También en este caso, como en los eJemplos matemáttcos antes men- Cotarias»
cionados Peirce intenta demostrar que toda creencia teórica con sen-
tido conlleva una expectativa respecto al futuro. En el caso de los jui- El gran ciclo de conferencias impartidas en Harvard en 1903 cons-
cios históricos, la respuesta surge de hecho de la distinción entre el tituye el último documento de la fase de reorganización de la filosofía
significado extensional-objetivo de las proposiciones (la «refe~enc:» en peirceana comenzada en 1898. Constituye a la vez el intento más com-
terminología más moderna) y su significado en tanto que «logJcal mter- pleto d_e insta!ar. ~l pragmatismo en el sistema filosófico que Peirce
pretant>•, como después ven d ría a llamarse•10 . Es te u'1_umo
· ten d na_
' que denommara sznepsmo. Hoy nos parece justificable que W. James lo
satisfacer el criterio de sentido de la máxima pragmática. Así, por eJem- encontrase oscuro y poco menos que incomprensible417, sobre todo si
plo, el significado objetivo de_la leyend~ de que <<Aris_tótele~ no podía tenemos en cuenta que el público, incluido el mismo James, sabfa poco
pronunciar la letra R», recogtda por Dtógenes _La~rcto, Sutda y ~!u­ menos que nada acerca de los presupuestos especulativos del solitario
tarco, se refiere obviamente al pasado. Pero su stgmficado pragmática- ¡w_nsa_d~r de Milfo:d, y en particular de su doctrina de las categorías. Al
mente relevante debe buscarse en la expectativa de encontrar en el pnnctpto de esta mtroducción he intentado reconstruir el t rasfondo
futuro alguna comprobación o refutación de esta leyenda -b ien «a rquitectónico» al que la estructura de las conferencias pretende ajus-

226 227
tarse: la clasificación de las ciencias, que, de modo primordialmente Por otra parte, el procedimiento de la inducción no podía seguir
heurístico, está determinada por las tres categorías fundamentales, y siendo para el último Peirce completamente inteligible como procedi-
que asigna, a la vez, el lugar sistemático de la máxima pragmdtica en la miento de confirmación experimental si se lo concebía únican1enre, en
primera de las tres ciencias normativas. Estas últimas, tomadas en con- términos de selección darwinista, como encuentro (<IBegegnung») afor-
junto, constituirían el punto medio, entre la Fenomenología y la Meta- tunado (l<erfolgsreich») entre los seres h umanos (que actúan a partir de
física, de las tres ciencias filosóficas. sus creencias) y los hechos del mundo exterior. En esta interpretación
En lo que sigue centraremos nuestra interpretación en la última de la inducción echaba de menos la mediación cualitativa entre los
parte del ciclo (conferencia 7) . En ella Peirce deslinda, en el terreno de individuos hic et nunc y la ley general que los hechos habrían de con-
la lógica normativa, la lógica de la abducción como objeto específico de fumar425; o, dicho con mayor precisión, la posibilidad de una experien-
la máxima pragmdtica, pretendiendo fundamentar su función en el cia de la confirmación de la ley general mediante la comparación de las
contexto de esas tres «Proposiciones Cotarías» ( Cotary Propositions) que predicciones deducidas de las hipótesis de leyes con el ser-así cualitativo
habrían de (<aguzar el fllo de la máxima del pragmatismo»418 • de los hecho~.
Con las tres «Proposiciones Cotarías» Peirce buscaba resolver la Desde la perspectiva de la doctrina de las categorías, la tarea que
siguiente pregunta: ¿cómo puede la información que procede de la Peirce tenía ante sí era la de mostrar: 1, cómo puede el ser-así cualita-
parte incontrolable de la mente -es decir, que procede de la naturaleza tivo y no relacional de la experiencia («Primeridad,) incorporarse al
(den tro y fuera del hombre)- pasar a formar parte de las premisas de la conocimiento -entendido como proceso lógico de mediación («Terceri-
dad») y como proceso de confirmación mediante la confrontación con
argumentación lógica? Esco es, ¿cómo es posible el conocimiento en
hechos sorprendentes («Segundidad»)-; y 2, cómo puede servir de
tanto que experiencia en general? Como mostrara en 1869, Kam había
material de partida y criterio de evidencia, en sí mismo no criticable,
pasado por alto este problemam, clave para la filosofía, si bien él mismo
de toda argumentación susceptible de crftica427 • Ahora bien, puesto que
lo había resuelto insuficientemente en la «Theory of Cognition•• de
la deducción, como mediación lógica pura, sólo puede buscarse en la
1868/69. Para Peirce era algo cierto, ya en aquel entonces, que la infe-
Terceridad; y puesto que la inducción, como evaluación cuantitativa
rencia abductíva tendría que ocupar el lugar de la síntesis kantiana de
del grado de confirmación a través del encuentro afortunado con los
los datos de la intuición en el juicio de experiencia e igualmente que la
hechos428, es fundamentalmente expresión de la Segundidad; la reinter-
fundamentación trascendental de la validez categorial apriori de los jui- pretación de la abducción cendrfa que orientarse principalmente hacia
cios de experiencia tendría que sustituirse por la fundamentación de la la Primeridad de la experiencia, puesto que «es la única operación
validez del procedimiento inductivo in the long run420 (que en sí misma lógica que introduce ideas nuevas»429 • La abducción fue postulada en
sería aún trascendental en el sentido del «principio supremo de los jui- 1868 como proceso infinito de mediación lógica de toda primera expe-
cios sintéticos»). Pero el desarrollo posterior de ambos presupuestos no riencia entendida como «intuición» meramente aparente. Ahora, sin
bastaba aún para responder a la cuestión de cómo era fácticamente embargo; tenía que concebirla de modo que no sólo fuese demostrable
posible el contenido cualitativo-material de la experiencia411 • la consistencia de la idea de una primera experiencia no deducible del
La inferencia abductiva puede expresar, en tanto que inferencia sin- ser-así cualitativo (el comienzo del conocimiento en el tiempo)430, sino
tética, la estructura de la conjetura421 que subyace a todo juicio de expe- que pudiese considerársela como presupuesto necesario de toda argu-
riencia en tanto que (<juicio extensivo». Es decir, puede expresar el mentación del alcance empírico y suscep tible de comprobación. Preci-
carácter lógicamente mediado de toda aparente inmediatez del conoci- samente esto es lo que ten ían que conseguir las «Proposiciones Cota-
miento, a la que Peirce había concedido tanto valor en 1868m. Pero, rías». Para comprenderlas tenemos que tener presente el contexto de la
en tanto que inferencia, no puede explicar la inmediatez práctica del metafísica de la evolución. En éste, el proceso humano de la investiga-
punto de arranque del conocimiento en la situación. Ni puede explicar ción se concibe como prolongación controlada y consciente de los pro-
el hecho de que toda inferencia tenga que remitir al contenido empí- l:csos naturales inconscientes de inferencia e informaciónH•. Peirce se
rico de unas premisas que - aun pudiendo ellas mismas estar mediadas sirvió de la distinción entre una parte consciente y otra inconsciente
lógicamente- no pueden ser criticadas en términos lógico-normativos del proceso, no obstante continuo, de la realidad, para relacionar su
como resultado de inferencias424 • metafísica de la realidad con la lógica normativa del conocimiento

228 229
posible de la realidad m . Esta distinción tendría que explicar también general se diese de modo distinto a como se da en un juic.:io pr t< ··pttv••.
en qué sentido el conocimiento, sin perjuicio de su carácter fundamen- sólo podría aparecer por vez primera en una conjetura abdllltiv.t, lu
tal de Terceridad o de mediación, puede tener un comienzo en el que en esencia, como puede verse ahora, viene a ser lo mismo»''i", 1) e
tiempo y una base de evidencia cualitativa. La explicación rezaría apro- hecho, si el juicio perceptivo es un caso límite de la inferencia ahduc
ximadamente lo siguiente: en la percepción humana concluye el pro- tiva o, interpretado metafísicamente, el resultado del proceso natural dl'
ceso de inferencia consciente y conuolable. De este último se ocupa la inferencia inconsciente441 , entonces la formulación aristotélica cuasi-
lógica normativa de la investigación. Sin embargo, entre percepto empírica de la primera proposición cotaría puede ampliarse en térmi-
(«percept») y juicio perceptivo («perceptual judgement>>) media el caso nos del racionalismo leibiniziano: «nisi intellecrus ipse» (se. del proceso
límite, aún inconsciente, de la inferencia abductiva. Esta suministraría continuo de inferencia).
la base de evidencia no criticable, pero susceptible de error en grado Como prueba del carácter inferencia! del juicio perceptivo, Peirce
extremo, de nuestros argumentos433 • Más adelante expondremos cómo apela, como ya hiciera en 1868442 , al «carácter interpretativo del juicio
estos planteamientos conllevan una dificultad o una ambigüedad fun- perceptivo», que «conoce cualquier esrudioso de la psicología>>443• Pero,
damental en la concepción de Peirce. Pero primero vamos a examinar por otro lado, hace énfasis en la diferencia que existe entre la inferencia
más de cerca las tres <<Proposiciones Cotarías». abductiva y su caso límite: el juicio perceptivo. Esta diferencia consiste
Las dos primeras enfatizan, prima facie provocativamente, la nueva en que "no podemos en absoluto representarnos qué significaría cues-
inflexión de la teoría peirceana del conocimiento de 1903. En la pri- tion~r un juicio perceptivo»444 • De no existir esta diferencia no podría
mera tesis, Peirce sostiene la proposición escolástica, que se remonta a exphcarse -como le sucedía al mismo Peirce en 1868- por qué el cono-
Arisrócelcs, «Nihil ese in intellecru quod non prius fueric in sensu» 4' 4• cimiento en general tiene un comienzo en el tiempo y por qué toda
En la segunda, afirma que «los juicios perceptivos contienen elementos interpretación cognitivamente relevante tiene una base de evidencia.
generales de modo que de ellos se deducen proposiciones Pero ¿cómo hemos de entender que los juicios perceptivos, en tanto
universales» 4·~ 5 • Todo ello conduce, en apariencia, a un empirismo que que interpretaciones, sean susceptibles de reflexión y, en esa medida, de
hace caso omiso del elemento kantiano de la teoría del conocimiento crítica44s, si los juicios perceptivos no son en absoluto susceptibles de
del joven Peirce, toda vez que ignora una mediación que no procede de crítica, en tanto que perceptivos?
los datos sensibles de la experiencia: la mediación de algo en tanto que . Por de pronto, podría creerse que este problema surge de la equi-
algo de la inferencia abductiva -que es a la ve-t. interpretación lingüís- voctdad del concepto peirccano de juicio perceptivo. En el caso de los
tica-. Sin embargo, Peirce no deja de observar que su reducción gené- juicios perceptivos interpretativos, que en tanto tales contienen elemen-
tica del sentido de los conceptos no pretende volver a una idea prelin- tos conceptuales generales, Peirce está pensando al menos en aquellos
güfsrica de la percepción sensorial, cosa que hacen los sensualistas de cuyos predicados pueden entenderse, con ayuda de la lógica de relacio-
orientación psicológica. Conforme a su teoría semiótica del conoci- nes, como conceptos disposicionales. Estos pueden interpretarse, con
miento, pretende únicamente apoyarse en juicios perceptivos (perup- ayuda de. la máxima pragmática, mediante predicciones condicionales;
tual judgements) formulables en proposiciones.,6 • Esto lo confirma la por ejemplo, «esto es un diamante», o también «esto es duro»446 • Sin
segunda proposición cotaría, que, bien mirada, deja de parecer provo- embargo, los juicios perceptivos no susceptibles de critica en los que
cativa. Pues el predicado de todo juicio perceptivo formulable tiene, de Peirce está obviamente pensando son, fundamentalmente, aquellos
hecho, que contener ese sentido general que puede expresarse en pro- cuyos predicados expresan únicamente cualidades sensoriales en el sen-
posiciones condicionales, tal como lo prevé la máxima pragmática para tido de Primeridad; 11esco es rojo», por ejemplo447 • En 1906 había dicho
la experiencia posible07• La tercera Tesis Cotaría, que afirma: «la infe- que estas cualidades carecían de •<Íntrinsic signification beyond them-
rencia abductiva se funde gradualmente con el juicio perceptivo sin que sclves» y que, por tanto, no podían, al contrario que los «intellectual
se den lineas claras de demarcación entre ambas»438, explica el hecho de concepts», interpretarse con ayuda de la máxima pragmdtica 44s.
que, como enuncia la segunda tesis, nuestros juicios perceptivos con- Es de suponer que esta sola razón sería suficiente para excluir los
tengan ya elementos gencrales439 • Como observa Peirce, la primera tesis, jui~ios perceptivos del segundo tipo, y sólo estos, de cualquier crítica.
«todo elemento general está dado en la percepción», pierde «gran parte lho de ahí resultaría una distinción demasiado fuerce, en sentido peir-
de su peculiaridad» por mor de la tercera tesis; «pues si un cll·ml.'nto n·ano, entre juicio perceptivo genuino e inferencia abductiva. El pri-

230 231
merO> no podría aducirse ya como interpretación de la realidad y, en esa falsedad de juicios perceptivos como «eso es duro)) o «eso es un dia-
mediida, no podda considerarse tampoco como caso límite de la infe- mante» puede y debe comprobarse mediante una transformación, que
renciia abductiva. ya no es susceptible de critica, de los contenidos de la percepción en
lEn mi opinión, estas conclusiones muestran que la distinción entre juicios perceptivos453 •
dos ttipos de juicios perceptivos, respaldada por La distinción posterior- Así pues, lo crucial en la valoración peirceana de los juicios percep-
men1te formulada por Peirce entre dos tipos de predicados""', no basta tivos no es la distinción entre dos tipos de juicios perceptivos conforme
para explicar que los juicios perceptivos no sean susceptibles de crítica. a sus predicados, sino la distinción entre interpretación del sentido, por
lOe hecho, los ejemplos que da Peirce del carácter interpretativo de una paree, y por otra, la mera comparación, en los juicios de hecho, de
los julicios perceptivos muestran que también las sensaciones no critica- los contenidos perceptivos con los predicados proposicionales posibles.
bles introducen una función interpretativa al convertirse en predicados Pero, puesto que juicios perceptivos como «esto es rojo» satisfacen
de juicios perceptivos, aun cuando ésta se limite a fijar selectivamente ambas funciones (ciertamente, esta proposición puede emplearse como
un ruspecto de la realidad cuando juzga un contenido perceptivo como una afirmación de hecho que presupone la interpretación de cualidades
algo41 ~. Pero Peirce no sólo insiste en la no criticabilidad de las sensacio- sensoriales en términos de conceptos abstractos de color, y como inter-
nes, sino también en la de su enjuiciamiento mediante el juicio percep- pretación de la realidad), Peirce puede entenderlos a la vez como no
tivo:· susceptibles de crítica y como casos límite de inferencias abductivas
(conjeturas acerca de la realidad) altamente falibles y por tanto critica-
«Pero que un hombre cualquiera tenga un percepto similar al mío y bles. Sólo si pudiésemos controlar la función interpretativa -en gran
se pregunte a sl mismo si este percepto es rojo, lo que presupondría que medida inconsciente- de los juicios perceptivos, dejarían de ser a la vez
ya había juzgado que algún pencepto es rojo y que declare, en cuidadosa prácticamente no criticables y virtualmente falibles en extremo. En ese
atención a su percepro, decidida y claramente, que no es rojo, cuando yo caso, su función de transformar los contenidos perceptivos en predica-
juzgo que es inequ1vocamenre rojo; eso es para mí totalmente incom- dos de proposiciones, función por principio inconsciente y no suscepti-
prensible. Sin embargo, una conjetura abductiva es algo cuya verdad ble de crítica, no operada sino como umbral genético, antropológico y
puede ser puesta en cuestión o incluso negada»4s'. biológicamente condicionado, y como base de evidencia de toda argu-
mentación cognitivamente relevante4s4 • Las funciones lógicamente con-
En mi opinión, este experimento mental revela la razón de la difi- trolables y las incontrolables del conocimiento humano se distinguirían
cult:ad a la que Peirce se enfrenta aquí. Es obvio que la no criticabilidad entonces con claridad, si bien como condiciones que remitirfan mutua-
de lms juicios perceptivos se refiere únicamente a esa subsumción de los mente la una a la otra. Sobre este modelo se establece, en el sentido de
datOls de los sentidos bajo un concepto que la interpretación lingüística las ((proposiciones cotarías», el principio regulativo de la función de la
de los contenidos perceptivos como algo no efectúa, sino presupone. máxima pragmática: según Peirce, esra máxima tendría que clarificar el
Tampoco es en absoluto irrelevante este presupuesto en el caso de sentido de las hipótesis abductivas hasta que la argumentación lógica
juiciios referidos a datos sensoriales. Por ello, no es en absoluto obvio pudiese fmalmente anclarse en juicios de experiencia irrefutables.
que las cualidades de los colores puedan subsumiese bajo conceptos Pero aquí nos enfrentamos a una ambigüedad inherente al con-
abstractos de color. Que estO les resultase imposible a los griegos del cepto de inferencia abductiva y su conversión en juicio peceptivos.
tiennpo de Homero, por ejemplo. no prueba su ceguera para el color, Según Peirce, la inferencia abductiva puede esclarecerse, en tanto que
sino) el resultado de un condicionamiento operado por la estructura interpretación del sentido, a través de la mtixima pragmática. Pero ade-
sem;ántica de su lenguam. Por tantto, el juicio «esto es rojo», aún si con- más es contrastable en tanto que inferencia sintética, en tanto que
sideJramos que no es susceptible de crítica (en tanto que enjuiciamiento hipótesis explicativa dotada de verdad factual («Tatsachen-Wahrheit>>).
lógi<camente incontrolable de un contenido perceptivo), presupone una !.a transformación de la inferencia abductiva en juicio perceptivo no
inte1rpreración unívoca del sentido de la realidad («Realitat»). Por otra niricable, que Peirce está postulando, se refiere, al parecer, tanto a la
part·:e, y como ya ha mostrado Peirce, el presupuesto de la interpreta- naturalc7.a inequívoca de su sentido como a la certeza respecto de su
ciórn unívoca del sentido puede extenderse también a los «intellectual Vl'rdad. Sin embargo, sentido y verdad no son lo mismo, sino que cada
conccepts» con ayuda de la mtixima pragmática. En este caso, la verdad o 11110 de dios media en el otro. La clarificación del sentido se basa en la

232: 233
idea de la posible experiencia experimental que prueba la verdad de una De hecho, Peirce no extrajo todas las conclusiones que se siguen
hipótesis. Y a su vez, la clarificación de sentido es un presupuestO de la del postulado de la Community sobre el que, en 1868, basó su teoría
contrascación inductiva de la verdad de una hipótesis. Peirce concibe el semiótica del conocimiento, haciéndole ocupar el lugar de la noción
proceso inductivo como un proceso ilimitado de aproximación a la ver- kantiana de «conciencia en general». Había ignorado la función comu-
dad de las hipótesis de leyes, verdad que los juicios perceptivos no sus- nicativa de la interpretación de los signos, el condicionamiento socio-
ceptibles de crítica van confirmando. Concibe, por otra paree, la clarifi- lingüístico de la interpretación del mundo. Además, en 1903, la idea
de comunidad (especialmente en su función Hlosófica cuasi-trascenden-
cación pragmática del sentido como un proceso semiótico ilimitado de
tal) se vio can relegada a un segundo plano por la interpretación cos-
interpretación que (en tanto experimento mental mecacientífico) se
mológico-metafísica de los procesos de información e inferencia que
refiere de antemano a la experiencia exr,rimencal posible, esto es, a la
casi se tiene la impresión de que en sus «proposiciones cocarías» Peirce
contrastación inductiva de las hipótesis de leyes. ¿Queda así suficiente-
quiso reducir el contenido significativo de todo concepto a un inter-
mente explicada la relación entre la interpretación del sentido y el pro- cambio lógicamente mediado de información entre persona individual
ceso de inferencia lógica? y nacuraleza457 • Frente a ello, como ya hemos mencionado458 , la obra
No quiero plantear aún la pregunta de si la orientación metacientl- tardía de Royce hace justicia al tercer factor de la constitución del sen-
fica de la clarificación del senrido es también apropiada para cierto cipo tido que acabamos de postular, al acentuar la idea de la «Community
de interpretación del mundo, para Peirce igualmente abductiva; es of lnterpretarion)) 459 , idea que concibe en estrecha relación con los
decir, no para la interpretación de la naturaleza regida por leyes, sino escritos tempranos de Peirce.
para aquella que remire a la historia que sigue construyéndose de J. Royce se oponía conscientemente a la teoría del conocimiento
acuerdo con máximas -máximas que se verifican en el proceso irreversi- tradicional al reconocer que los conceptos («conceptions») humanos no
ble y lleno de riesgos de la interacción humana455, y no a través de expe- deben su contenido de sentido únicamente al intercambio de informa-
rimentos esencialmente repetibles- . En lugar de ello y en relación con ción de los hombres con la naturaleza mediante percepciones («Perzep-
la función de los juicios perceptivos, tendríamos ahora que preguntar- tiot~en»), sino también, siempre ya, al intercambio de información
nos si la interpretación del mundo implícita en codo símbolo, según entre seres humanos mediante la interpretación de los signos. En desa-
Peirce, puede reducirse únicamente a inferencias abduccivas -según cuerdo con la interpretación jamesiana de la máxima pragmática,
Peirce supraindividuales, es decir, a priori válidas intersubjecivamence. subraya que no sólo ha de dilucidarse el <<Valor nominal» del concepto
Para Peirce, tales inferencias se producen de un modo inconsciente en por referencia al reintegro del <<Valor efectivo» operado en la verifica-
la naturaleza, y sólo tienen que irrumpir en la conciencia, por decirlo ción experimental, sino que, como esta misma explicación se encarga
así, para suministrar a toda persona individual un mundo de la situa- de mostrar, también el reintegro del «valor efectivo» operado en la veri-
ción incerprerado como algo. A esto se opone ciertamente el hecho, ficación perceptiva presupone la fijación del «valor nominal» mediante
atestiguado por el pragmatismo semántico, de que los seres humanos la inte~pretación 460 • Tal re-fijación del valor nominal de las ideas
tienen que ponerse de acuerdo («sich verstandigen») acerca del sentido mediante la interpretación no sólo se produce allí donde, de modo
de los símbolos que emplean - lo que incluye la expresión de las inter- explícito, las consideraciones metacientíficas aclaran (definen, diluci-
pretaciones de la naturaleza. De acuerdo con esto, además de los proce- dan) los conceptos, sino también allí donde, de modo implícito, se usa
sos de inferencia supraindividual y de los datos de los sentidos~56 , igua- interpretativamente el lenguaje heredado cuando tiene lugar una expe-
les p ara .todos los seres humanos según la rei terada suposición riencia perceptiva. Ya aquí está presente ese intercambio interpretativo
peirceana, tiene que haber un tercer factor en la constitución del sen- de información entre los seres humanos que se tematiza explícitamente
tido de los juicios perceptivos humanos. Este se infiere del hecho de en el acuerdo («Versrandigung») entre contemporáneos y en la media-
que los seres humanos, a diferencia de los animales, carentes de len- ción histórico fllológica de la tradición. La clarificación conceptual
guaje, median ya siempre sus experiencias siruacionales, en tanto que propuesta por Peirce en relación a la experiencia experimental posible
ligadas a signos, con la experiencia de sus interlocutores -lo que incluye tendría que constituir únicamente el caso límite metacientifico de la
las generaciones del pasado-. Esta experiencia se convierte así en con- comprensión (<<Verstandigung») comunicativa mediante la interpreta-
ciencia individual y virtualmente pública. ción de los signos. Esta concepción complementa, a través de la dimen-

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234
sión histórico-hermenéutica, la perspectiva evolucionista peirceana de teorías de la inducción.Llegado a este punto, como el mismo sdtala' ' '.
la continuación controlada de los procesos cósmicos de información e se ve forzado a anticiprulos resultados de su matemática del continuo''' \
inferencía461 • Volveremos más tarde sobre el asumo. Según Peirce, la ce·cera posición tiene frente a la segunda (la idea
Como ya se ha rucho, Peirce ideó las «proposiciones cotarias» para de una verificación in he long run) la ventaja de estar capacitada, mer-
exponer la lógica de la abducción como lógica de la experiencia, esto es, ced a su renuncia a la (videncia experimental positiva, para suponer la
como lógica de la incorporación de ideas nuevas a la argum entación. revisabilidad de hipó:esis o teorías universalmente válidas475 • Sin
Así pues, según Peirce, la función del pragmatismo consistiría en deci- embargo, tiene la desv!ntaja de que sólo puede fundamentar la falsa-
cür la aceptabilidad de las hipótesis sobre la base del punto de vista de ción mediante proposi:iones existenciales relativas a hechos discretos
la lógica de la abducción462• Pero ello exige dar una respuesta a la pre- en el espacio y el tiemp> (o al menos en el tiempo). Empleando los tér-
gunta: ¿qué ha de entenderse por una buena abducción?463 • Por otra minos de su matemáti;a del continuo, Peirce lo expresa del siguiente
parte, esro implica responder a la pregunta sobre qué se enciende por modo: la tercera formade apoyar la inducción conlleva (a diferencia de
hipótesis (abductivas) contrastables inductivamente? 464 • En la última la segunda) 1<el recono:imiento de que podemos inferir <en una infe-
parte del ciclo de conferencias, Peirce se ocupa una vez más de la lógica rencia abductiva> una proposición que implique una multitud infmita
de la inducción a fm de responder a esta pregunta46s. Las reflexiones y que, por tanto, impique la realidad de la multitud infinita misma,
extraordinariamente concisas que ahí expone se apoyan en los presu- mienuas que su modo de justificar la inducción <el de los lógicos del
puestos de su matemática del continuo y en su doctrina de las catego- tercer grupo> excluirá toda multitud infinita excepto el grado más
rías. Estas reflexiones resultan de gran interés porque también aquí, en bajo, el de la multitud :le todos los números enteros» 476 •
el problema de la inducción, Peirce va más allá de sus posiciones anre- Sin embargo, segm Peirce, de esta limitación de los criterios de
riores466 y, además, porque hace uso del principio metafísico del Sine- evidencia de la inducc.ón a instancias discretas cabe inferir una dificul-
jismo. En términos gnoseológicos, este principio enuncia la percepción tad fundamental en cUilquier hipótesis, ya afirmativa, ya negativa, refe-
de la generalidad o mediación racional como conrinuidad. rida al continuo espa::ial o temporal. Peirce pone como ejemplo la
Peirce distingue cinco posiciones en lógica inductiva: La primera hipótesis de que Aquits adelanta a la tortuga, en la que habríamos de
corresponde al positivismo estrecho de Cornee y ]. S. Mill, que sólo presuponer (<que nuesro único conocimiento se deriva inductivamente
tolera aquellas hipótesis que pueden reducirse fácticamente a datos de de la observación de hs posiciones relativas de Aquiles y la tortuga en
los senridos 467 • Esta posición es fundamentalmente inconsistente, aquellas etapas de la c~rrera que el sofisma supone y(...) que Aquiles se
puesto que se refuta a sí misma468 • También conduce a contradicciones, mueve realmente dos '\'eces más de prisa que la rortuga»m .
dado que no puede reconocer la realidad de ley general alguna y menos Los defensores de la tercera posición admiten hipótesis del tipo <<X
que ninguna la de la ley de la regularidad de la naturaleza, sobre la que nunca sucede>> únicanence si del suceso en cuestión puede afirmarse
Mili basaba su fundamentación de la validez de la inducción469 • que «no podría ocurrir sin ser detectado»m. Y puesto que no pueden
La segunda posición es la que el mismo Peirce había venido soste- conceder que entre A}uiles y la tortuga pueda haber distancia alguna
niendo hasta entonces, según la cual es posible aproximarse a la verdad menor que la que es posible medir, pueden admitir que la hipótesis
de las hipótesis mediante la confirmación inductiva in the long rurt 70 • sofística de que Aqui.es no podrá nunca adelantar a la tortuga tiene
Esta posición supone la aceptación de la vaguedad y la ilimitada capaci- sentido, puesto que la hipótesis sólo prevé refutaciones detectables. Sin
dad de rectificación de toda hipótesis fáctica471 • Por su estructura lógica, embargo, únicamente bajo el presupuesto irrealizable de que Aquiles
la tercera posición parece coincidir con la teoría de la falsación, defend- pudiese reducir a cerc la distancia mensurable que le separa de la tor-
dida mucha después por K. R. Popper. Peirce cree, con todo, que el tuga parriéndola una y otra vez a la mitad pueden conceder que la
principio básico de la inducción, presupuesto ya en la segunda posición hipótesis del Commor.rense que afirma que Aquiles adelanta a la tortuga
y que Popper rechaza, 1mos autoriza a sostener una teoría (no verifica- tenga sentido479• Esto es, siguiendo sus presupuestOs no pueden admitir
ble mediante "evidencia experimental positiva") siempre que sea tal que que pueda experimentarse un continuo del movimiento para el cual la
si implica cualquier falsedad un experimento pueda detecrarla» 472 • cüvisión métrica sea e;terna480 •
Las posiciones cuarta y quinta remiten a un problema que, de Peirce compara la aporfa de la tercera posición 481 con la de la
acuerdo con Peirce, no puede resolverse mediante las ya mencionadas cuarta, muy extencüch entre los matemáticos y que, desde el punto de

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visea de la teoría de la inducción, conduce sólo en apariencia a la ter~ que podemos controlar (...) Pero de la suma de codo ello resul¡a qm·
cera posición. Según esta posición cualquier cantidad inconmensurable nuestros pensamientos lógicamente controlados constituyen una
de un continuo (por ejemplo, la longitud de un círculo comparada con pequeña parte de la mente, el mero florecimiento de un vasto complejo
la de un polígono, la longitud de la diagonal de un cuadrado compa- al que podrlamos llamar mente instintiva, en la cual este hombre no
rada con sus lados o la longitud de una línea comparada con una serie dirá que tiene ft, porque ello equivaldrla a decir que es concebible la
desconfianza, pero sobre la cual construye, como el hecho mismo sobre
de puntos discretos) puede admitirse como «cantidad real irracional>>.
el que incumbe a su lógica ser verdadera»439•
Pero, al mismo tiempo, se razona que cuando la distancia entre dos
puntos es menor que cualquier cantidad asignable, esto es, menor que
Sin emb<l!go, la fundamentación de la posibilidad o de la necesi-
cualquier cantidad finita, no existe distancia alguna entre ellos482 • Por
dad de una percepción del continuo mediante las ~<proposiciones coca-
ello es evidente que esta posición se enrreda, según Peirce, en las mis-
rías» conlleva aún una reflexión que introduce una corrección esencial
mas contradicciones que la teoría de la falsación ya expuesta, la cual,
del pragmatismo de Peirce y su teorfa de la realidad: En las proposicio-
por un lado, admite el sentido de enunciados sobre el continuo, pero,
nes cotarias generalidad y continuidad se equiparan en canco que aspec-
por otro, lo hace bajo el presupuesto de que su falsedad puede probarse
tos de la Terceridad' 90 • De ello se sigue que la percepción de la conti-
mediante medida o aserciones existenciales relativas a sucesos discretos
nuidad (p articularmente la temporal) es para Pcirce el aspecto
en el espacio y el tiempo. La contradicción interna de ambas posiciones
perceptible de la generalidad, puesto que es el aspecco inconsciente e
consiste en que pretenden concebir de modo racional lo que conforme
incontrolable de la mediación racional en el proceso de inferencia~91 :
a sus supuestos es irracional.
La solución a esta formulac ión del problema de la inducción «(...) así como Aquiles no tiene que hacer la serie de esfuerzos distintos
supone, según Peirce, una quinta posición: la de las «proposiciones cota- que se representa que hace, as{ también este proceso de formar el juicio
rías>>. Admite el sentido de enunciados sobre un continuo genuino, en perceptivo, debido a que es subconsciente y por ello no susceptible de
panicular el continuo temporal, pues presupone que «ese continuo se da critica lógica, no tiene que hacer actos separados de inferencia, sino que
en la percepción»48 J. En particular, este presupuesto implica para Peirce ejecuta su acto en un proceso continuo»492 •
que «nos parece percibir un genuino flujo del tiempo, de forma que los
instantes se funden unos en otros sin individualidad separada» 484 • De aquí se sigue una consecuencia novedosa para la teoría peirce-
El ciclo de conferencias sobre el Pragmatismo de 1903 muestra ana del realismo de los universales. A partir de ahora, el punto de vista
aquí su rasgo distintivo y por ello el de la filosofía del sinejismo del que defendiera desde 1868 no se apoyaría ya en la mera consideración
último Peirce. Su trascendencia se pone de manifiesto cuando repara- crítica del sentido, de acuerdo con la cual las proposiciones generales (o
mos en que la teoría peirceana del conocimiento de 1868 y 1878 negó mejor, las proposiciones que contienen predicados generales) han de
en general la posibilidad misma de la «intuición» («lntuition») -es poder, por principio, ser verdaderas (u objetivamente válidas) para que
decir, de la percepción inmediata-, y en particular la concepción (ber- los argumentos tengan realmente sencido49>. Ahora se apoyada, además,
keleyana) del espacio y del tiempo como producto de procesos de infe- en el postulado de que las proposiciones generales empíricas genuinas,
rencia48,. Históricamente, este cambio de interpretación, larvado desde es decir, las hipótesis de leyes, han de ser comprobables mediante la
1893456, podría haberlo propiciado la lectura de los «Principios de Psi- percepción de la generalidad como continuidad para que pueda admi-
cología» de W. James487 • Desde un punto de vista lógico se apoyaba en tírselas como hipótesis con sentido.
la siguiente reflexión peirceana: los procesos inconscientes de inferencia A fin de aporcar claridad a esta situación problemática, Peirce dis-
no están sometidos al control racional de la lógica normativa y, por tingue una vez más al final del ciclo de conferencia, entre tres posiciones
tanto, no sólo no excluyen que la percepción inmediata sea el punto de filosóficas posibles49•. La primera es el nominalismo, contra el cual luchó
partida de la inferencia consciente y controlada, sino que abiertamente toda su vida. La segunda supone «que la cerceridad es verificable experi-
lo exigen488: mentalmente <in the long rurr>, es decir, que es inferible por inducción,
aun cuando no pueda ser percibida directamente»495• La tercera posición
«Quien (...) acepte las proposiciones cotarías se atendrá, con la más corresponde a la de las proposiciones cocarías. La ceorfa de la realidad de
firme adhesión, al reconocimiento de que la crítica lógica se limita a lo la segunda posición, según la cual ~<la única realidad que podría darse

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sería la conformidad con los resultados últimos de la investigación»~ 96 , «Quiero agradecerle la amable referencia que me dedica en su artí-
muestra un gran parecido con su propia teroría de los años 1868 y culo acerca del Humanismo de Schi11er (...) El elemento humanista del
pragmatismo es muy cierto, importante e impresionante; pero no creo
siguientes -o mejor, con esa reducción idealista del realismo crítico del
que la docaina pueda probarse de ese modo. La generación de hoy gusta
sentid~ de la que Peirce no pudo librarse nunca totalmente-497 • Es ver-
de prescindir de tales pruebas. Estoy tentado de escribir un librito de unas
dad que ya en 1871 había ido más allá de esta teoría y, recurriendo a la 150 páginas sobre el pragmatismo que perfile mis opiniones al respecto y
verificabilidad y correctibilidad (falsabilidad) inductivas de las creencias añadirle algunos viejos fragmentos míos acompañados de notas críticas.
mediante la fijabilidad delctica de la existencia real aquí y ahora, la había En mi opinión, Vd. y Schiller llevan el pragmatismo demasiado lejos103.»
trascendido completamente en 1885. Sin embargo, en 1903 esto no le
satisface ya, pues su objeción principal a la segunda posición es que no Este fragmento epistolar caracteriza de modo muy exacco la situa-
puede responder a la pregunta ~<¿por qué se debe conceder tal autoridad ción problemática en la que Peirce se encontraba después de que James
a la percepción con respecto a lo que es real?>>m. le desaconsejase la publicación del «incomprensible» curso impartido
Peirce echa de menos la mediación (a través del ser-así cualitativo de en Harvard en 1903504 • El plan del librito se plasmó en forma de una
los hecho~ que chocan aquí y ahora con el yo pero no le hacen frente serie de anículos para «Tbe Monist» 1905/1906. Este cuarto y último
en tanto que algo) entre el aquí y ahora de los «brute facts» individuales conjunto de publicaciones representativas aparecidas en vida de Peirce
y lo general de la teoría. Para que esta mediación sea posible, la ley gene- formula el punto de vista del cuarto periodo de su producción ftlosó-
ral tiene que ser experimentable en el ser-así cualitativo de los hechos fica bajo el título «pragmaticismo». Por comparación con el curso de
que obedecen a dichas leyes. Es decir, no sólo tiene que haber una 1903 sobre el pragmatismo, los artículos de 1905/06 no sólo son más
impresión o sensación del ser-así cualitativo en el sentido de la categoría asequibles al público, sino que desde el principio se concentran mucho
«Primeridad)), sino percepción de lo general en lo particular (Primeridad
más escrupulosamente en el asunto a discutir con su propio pragma-
de la Terceridad), al menos como vaga anticipación de una posibilidad
tismo y con el pragmatismo de sus contemporáneos. El trasfondo del
real500. Este problema, que ya había llevado a Peirce a postular una fun-
sistema, en el que inmediatamente después de 1903 Peirce había inten-
ción icónica cognicivamente relevante de los predicados proposiciona-
tado integrar su Pragmatismo, sólo es visible en fragmentos sueltos de
les501, se identifica ahora con el de la experienciabilidad del continuo.
esta serie de artículos y, sobre todo, en los esbozos no publicados de lo
Sin una experiencia de este tipo no podría verificarse la reaJjdad de «un
que habría sido la continuación de la seriesos.
orden determinado de sucesión entre... estados>>. Lo único que cabría
postular, en términos del pragmatismo nominalista (idealista), es que un
a) El artículo introductorio «¿Qué significa el pragmatismo?» se
orden de sucesión es más fácilmente captable que otro. Pero entonces
faltaría una orientación empírica del «curso del proceso de investiga- plantea, obviamente, como retrospectiva de las dos actas de naci-
ción», curso que, en términos del principio regulativo que Peirce seguía miento del propio pragmatismo («The Fixation of Bclie& y «How to
admitiendo, llevaría al consenso de todos los investigadores502• make our_Ideas Clear>>). Tras una introducción sobre el «espí.ritu de
Peirce concluyó su curso de 1903 con esta vinculación del pragma- laboratorio>>, que distingue la propia posición, en tanto «pragmati-
tismo con el realismo de los universales, vinculación sorprendente y cismo», en nombre de una ética de la terminología filosófica del con-
apenas comprensible, cuando menos para sus contempóraneos, tras de cepto más amplio del pragmatismo humanista de James y Schiller506,
la cual se encuentra su teoría fenomenológica de las categorías y su encontrarnos una recapitulación de la teoría de la BeliefDo~bt501 , a la
matemática y metafísica del continuo. Los preliminares para la discu- que se añade, en forma de diálogo «catequético», una clarificación de
sión con las versiones contemporáneas, más o menos nominalistas, del los malentendidos referidos a la máxima pragmdticas08 • Encontramos,
pragmatismo estaban sentados. además, un anexo sobre la «Terceridad» y el pragmatismo, en el que se
hallan resonancias de la doctrina de las categorías y de la metafísica
sinejística509 , y un post-scriptum al lector, en el que se le invita a enviar
3. Los ensayos del Pragmaticismo (1905 y ss.) objeciones510 .
Al contrario que en 1903, Peirce se retrotrae de un modo tan
El 7 de marzo de 1904 Peirce escribe a James: exacto al espíritu de su teoría de la BeliefDoubt que reproduce taro-

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bién, ampliamiente, el psicologismo de la teoría de la verdad que había ve forzado a actuar como si ese algo fuese la verdad absolutam. Por lo
criticado en 1903)11 ; para ser más precisos tendríamos que decir que demás, esto es algo que el filósofo pragmatista puede constatar al refle-
reproduce esa psicología naturalista que reduce las posibilidades de la xionar críticamente sobre el comportamiento de los seres humanos,
reflexión a las dudas forzadas por los hechos exteriores novedosos, reflexión que presupone ya la diferencia entre creencia y verdad.
reduciendo de modo simplista la historia del espfritu al mecanismo de En conjunto, el texto no deja ninguna duda de que en 1905 Peirce
«trial and erron>. La lucha con Descartes, iniciada en 1868 y 1877, no tenía :an poco interés como en 1877 en equiparar la verdad con aque-
queda decidida aún por una indiscutible victoria del pragmatismo512 • lla creencia de la que no es posible dudar en la práctica. Su intención
Cierto que Peirce da a entender convincentemente que el pensa- era únicamente la de definir el sentido de la verdad, no por recurso a la
miento humano, incluida la filosofía, no puede provenir de un ficticio suposición de entidades metafísicas, sino refiriéndola a la praxis posible
punto de partida (ya fuere el de los sentidos, ya el del entendimiento), y a la posible experiencia humana; esto es, «valiéndose de los términos
sino sólo del «estado del espíritu en el que uno se encuentra fáctica- "duda, y "creencia"»524 • La verdad es, pues, «aquello relativo a la creen-
mente en el momento en el que éste se "pone en marcha"»m. Pero cia (...) a lo que tendería esa creencia de tender indefinidamente a la
incluso este intento de <<rehabilitar los prejuicios» 51 ~ no hace realmente estabilización absoluta}> 525 • Con el would-be-conditionalis que aparece en
justicia, ni a la reserva crítica del propio nivel de reflexión, ni a las posi- esta definición, Peirce da a entender, de modo implícito, que el hombre
bilidades de una reconstrucción crítica del contenido material de la his- está capacitado para definir, mediante la reflexión formal-universal526 y
toria d~l espíritu (crítica hermenéutica de la tradición, incluyendo la sin tener que suponer entidades no experimentables, lo que seria la ver-
crítica de las ideologías) a la que acompafian tales dudas formales. Sin dad con absoluta independencia de sus creencias y distinguiéndola de
duda, hay que concederle a Peirce que siempre habrá mucho «de lo que éstas. Sin embargo, a esta definición condicional siguen faltándole datos
no se duda en absoluto»m, que nuestra capacidad de duda tiene límites de contenido acerca del criterio alternativo que el individuo ha de
reales; es decir, que existen límites para la reflexión material. Estos lími- poner en lugar de los supuestos metafísicos y frente al cual el ego finiro
tes no los establecen únicamente las circunstancias contingentes, sino la riene que contrastar sus creencias firmes. Para que el would-be de la
situación presente de la conciencia histórica 516 o, incluso, la condición, definición no acabe siendo un postulado tautológico, tal criterio es
evolutivamente forjada, de la naturaleza humana517 • De ello no se sigue, imprescindiblem.
claro está, que «aquello de lo que no se duda lo más mínimo tiene que El parágrafo final de su recapitulación de la teoría de la Belief
considerarse y se considera ( ...) como verdad absoluta»518• Esto no sería Doubtofrece una pequefia muestra del tipo de solución que la fi.losofía
conciliable con el particular credo peirceano en un falibilismo funda- peirceana, en su apogeo, daría a este problema: siguiendo a Platón,
mcntal519. También sería, como poco, inoportuno caracterizar la rela- Peirce sefiala que todo pensar es un diálogo del alma consigo misma.
ción del hombre con los presupuestos materiales últimos de su pensa- En este diálogo, y lo que sigue ya no es Platón sino Peircc, la sociedad
miento, de tal forma que el individuo pudiese decirse a sí mismo: «No (y en ella, una vez más, la ilimitada comunidad ideal de los científicos)
puedo pensar de otro modo»520• La reflexión no tiene capacidad paca tal aparece personalizada como interlocutor crítico del alma. La apelación
constatación material. Muy al contrario, puede por principio, en tant:O a la creenciá que, siguiendo los criterios teóricos de la inducción, alcan-
que reflexión ftlosófica posible en todo tiempo a partir de la «posicio- zaría la community en la consumación del proceso ilimitado de investi-
nalidad excéntrica»511 , reconocer la posible diferencia entre la propia cre- gación, permite al individuo presente «distinguir entre verdad absoluta
encia y la verdad. Por otro lado, en tanto que reflexión efectiva de la y aquello de lo que no duda -si bien sólo in abstracto y en sentido
praxis vital vinculada a la situación y comprometida céntricamente, Pickwickiano»528• La posibilidad de una mediación entre el pragma-
puede decidir sobre la base de creencias que tienen en cuenta en mayor tismo de los criterios ideales de verdad de la lógica normativa de la
o menor medida las propias posibilidades del pensamiento, aun cuando investigación, y el pragmatismo del common-sense, que sigue los crite-
el acto de volición fuerce constantemente a suspender la reflexión rios de evidencia disponibles aquf y ahora - no sólo en la vida cotidiana,
material522. Las creencias de la praxis no siempre pueden llevarse a la sino también en las decisiones de los expertos sobre, por ejemplo, pro-
acción de ese modo reflexivo. Pero no por ello podrá decirse que quien posiciones básicas- depende de hecho de esta distinción abstracta.
no duda de algo tiene que identificarlo con la verdad absoluta en el Siguiendo a Peirce, podríamos denominar critica/ commonsensísm al
sentido de una definición filosófica. Unicamente podrá decirse que se pragmatismo que tomando en consideración la diferencia entre erice-

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ríos ideales y fácticos, establece, en la situación, una mediación entre humana, no en ésta o aquella circunstancia específica, ni cuando se pcr
ambos~ •
29 sigue ésta o aquella finalidad específica, sino esa forma que puede apli-
El texto prosigue con una sección dedicada a despejar los malen- carse de un modo más inmediato al autoconrrol, en toda situación y
para cualquier finalidaciJ,m.
tendidos relativos al p ragmatismo de 1878, centrándose en atacar la
idea de que éste reduce el sentido general de los conceptos a acciones o
daros fácticos de la experiencia. A este error, que considera nominalista Peirce mismo se da cuenta de que lo que está postulando aquí in
e individualista, Peirce opone el análisis del experimento científico. En abstraCto no puede expresarse mediante la forma de una proposición.
tanto que el significado de los conceptos físicos está mediado desde el En este sentido, ¿qué significado tendría para una ffsico o para un quí-
principio por la praxis material y sus condiciones limitativas natura- mico la proposición: «Esto es un diamante»? Peirce aborda por segunda
les~30, el experimento científico presupone, en términos de Segundidad, ve:z la cuestión y responde:
un «experimentado r de carne y hueso», un «acto externo o (cuasi-
«La descripción general de todos los fenómenos experimentales
externo~31) por medio del cual él <el experimentador> modifica los
<por tanto, de los resultados que se espera obtener regularmente con
objetOS>> y la «reacción del mundo exterior sobre el experimenrador>>m .
operaciones prescriptibles> que el enunciado de la proposición predice
Sin embargo, la concepción pragmatista del experimento no se ocupa virtualmente»s31•
de los actos o las experiencias individuales inconexas, sino de las opera-
eones repetibles conforme a reglas y de los «tipos generales de fenóme-
En su interpretación semiótica del pragmatismo, Peirce va aún más
nos experimentales>> intcrsubjetivamente comprobablesm . D e este
allá y define el «logical interpretant último>> del sentido universal de los
modo, Peirce llega al asunto principal: una versión moderna del rea-
conceptos no como una descripción verbal, sino como la implícita dis-
lismo de los universales)34 que se basa en la continuidad entre leyes de
posición normativa de la conducta:
la naturaleza y disposiciones del comportamiento humano («habits>>).
Esa continuidad se expresa, en la formulación de predicciones condi-
«El concepto que es un interpretante lógico, lo es sólo de modo
cionales e imperativos hipotéticos, como posibilidad de racionalización
imperfecto. Participa en cierro modo del carácter de una definición ver-
del universom. bal y es tan inferior, de ese mismo modo y en mayor medida, al hábito
La dificultad que plantea esta concepción consiste, ciertamente, de componamiemo, como una definición verbal lo es respecto de una
en que la realización («Realisation)>) continua de lo universal que prevé definición real. El hábito de comportamiento deliberadamente formado
no depende únicamente del conocimiento humano de las leyes de la y que se analiza a sí mismo (...) es la definición viva, el verdadero y
naturaleza, sino también de la elección de fines. La conversión de un último logical interpretant»S39•
conocimiento de leyes en razón instrumental no tiene por qué racio-
nalizar automáticamente este factor indecidido, a no ser que queramos Con ello se muestra una dimensión de la progresiva racionaliza-
suponer que las necesidades de una adaptación óptima del organismo ción del cómportamiento a través de la clarificación del significado. En
al medio establecen a priori y de modo suficiente el fin último de la 1905, Peirce mismo trató de relacionarla con la dimensión de la racio-
vida. En su lógica normativa, Peirce había visto, o al menos conjetu- nalización ética:
rado, este problema536. Ahora intentaba determinar el «significado
racional de toda proposición» en el sentido de la mdxima pragmática, «Pues bien, del mismo modo que el comportamiento controlado
de tal forma q u e el facco de la elección de fines fuese con templado y, a por la razón ética tiende a la fijación de ciertos hábitos de conducta,
la vez, permaneciese indecidido en el sentido del continuo de las posi- cuya naturaleza (la de los hábitos padficos, no la de los de enfrenta-
bilidades reales de actualización de las disposiciones del comporta· miento) no depende de ninguna circunstancia accidental y, en ese sen-
miento: tido, nos permite decir que por destino es lo que es; así, el pensamiento
controlado por una lógica experimental racional, tiende a una fijación
«Pero de las miríadas de formas en las que puede traducirse una igualmente fatal de cierras opiniones, cuya naturaleza será la misma al
proposición ¿cuál es la que ha de llamarse su significado? Según el prag· final, por mucho que la perversidad del pensamiento de generaciones
maticista, es aquélla en la cual la proposición es aplicable a la ~:ondm:tll enteras pueda causar el aplazamiento de su fijación úlcima» 1~0 •

244 245
Al menos en este pasaje, Peirce parece proyectar la fundamentación digung») (N. del T.) de todos los ciudadanos sobre las normas de la
de la bidimensionalidad de la formación de hábitos541 entre los seres vida buena que hay que crear teniendo en cuenta la totalidad de las
humanos a partir tanto de la aplicación pragmático-tecnológica del experiencias predecibles.
conocimiento de leyes como de la orientación ética en el sentido de Por un lado, el mencionado acuerdo intersubjerivo formaría parte
establecer fines aceptables. Según Peirce, ambas tendencias a la raciona- de un continuo con esa mediación hermenéutica de la tradición que,
lización revelan, de acuerdo con su sentido último, la predestinación de en su filosofla de la interpretación vinculada a la semiótica de Peirce547 ,
un summum bonum escatológico que, según el pragmaticismo, repre- J. Royce analizara en 1903. Por otro lado, estaría prácticamente orien-
sentaría la medida última de la clarificación del significado)4 2• Pero ¿no tado al posible mejoramiento de la interacción y la comunicación
hay diferencia alguna entre la clarificación pragmática de los conceptos, sociales por medio de la interacción y la comunicación sociales. En
en términos de adaptación del comportamiento a las leyes invariables tanto que «mediación inteligente entre medios y fines>> (Dewey), ten-
de la naturaleza y la posible y muy necesaria clarificación de los con- dría que mediar, en la situación histórica, entre el proceso de la conver-
cepros (o al menos del significado de ~os s~mbolo~) respecto de 1~ o~ien­ sión en hábito del progresivo conocimiento de la realidad (Peirce) y el
tación de objetivos de un proceso htstónco-soctal que no se limna a proceso de conversión en hábito del perfeccionamiento de la realidad
conocer progresivamente la realidad mediante la investigación cientí- orientado éticamente (Peirce). A esta mediación le es, sin embargo,
fica, sino a modificarla y a perfeccionarla en el sentido peirceano de inherente un momento de irrepetibilidad e irrevocabilidad del proceso
una great community oflove? Cómo habría que defi_nir, por eje~plo, el que implica ciertos riiesgos. Este momento está también presente en la
concepto de justicia - que el realismo de los untversales pe1rceano explicación del sentido de todos aquellos conceptos que no son sólo
cuenta enrre las ideas de mayor «eficiencia física>>54 ~- en relación a la cientÍfico-tecnológicamente relevantes. Este momento no debe confun-
habituación posible del comportamiento humano? dirse con el de la provisionalidad e imprecisión del conocimiento cien-
Lamentablemente Pcirce no intentó nunca, por lo que yo sé, for- tífico de la realidad, puesto que de lo que aquí se trata es de una expli-
mular una definición de ese tipo. Sin embargo, sus comentarios a la cación del sentido que dependería a priori de una verdad que no sólo
distinción kantiana entre «práctico» y «pragmático» 544 parecen indicar hay que descubrir progresivamente sino, dicho de un modo provoca-
que nunca pensó que ésta pudiese lograrse únicamente mediante las tivo, que hay que construir mediante decisiones prácticas. En las filas
predicciones condicionales o los imperativos técnico~hipo~éticos de la del pragmatismo, W. James tuvo ciertamente presente esa clase de ver-
«comprensión experimental». Dewey, el pedag~go soctal, dtscre~ab~ ~n dad548. Ejemplo de ello es su famoso símil de un escalador que tiene
este punto. Para alguien que, como él, prescmde de todo pnnc1p10 que saltar un cortado en un glaciar y que, al decidir salear en la creencia
regulativo del comportamiento, incluso los conceptos de valor pueden de que será capaz de hacerlo, contribuye prácticamente a realizar la ver-
explicarse pragmáticamente a través de experimentos sociales; esto es.' a dad de lo que cree. Para escándalo del lógico de la ciencia que era
través de la mediación comunicativa de las necesidades y las valoraciO- Peirce549, James rendía a explicar el concepto de verdad en general
nes creativas de los individuos y a través de la «mediación inteligente según este modelo de <<verificación»~50 , reducido además al problema de
entre medios y fines>' en las correspondientes situaciones)4s. Estas ideas la «Satisfacci"ón» (satisfaction) existencial de la persona individual.
de Dewey son, en mi opinión, lo más próximo al procedimiento presu- Peirce, como metafísico de la Community y del ~volutíonary love, consi-
puesto por el orden social democrático para el establecimiento del sen- deró en ocasiones que esta perspectiva individualista era francamente
tido de los conceptos valorativos. Sin embargo, a este uso del concepto inmoralss 1• Sin embargo, puede demostrarse que el problema de una
«experimentalismo>> podría objetársele que aquí lo decisivo no son los verdad que ha construirse primariamente en la praxis se le plantea tanl-
experimencos repetibles del tipo de los que, acerca de la naturaleza, rea- bién a la sociedad y precisamente cuando - tal como prevé Peirce en su
lizan unos experimentadores perfectamente incercambiables a partir de ética y su metafísica de la <<esperanza»m- se compromete en la «encar-
las condiciones iniciales prefijadas, sino,en rigor, los experimentos irre- nación de la razón concreta».
petibles de interacción~ 46 y comunicación entre personas individuales. En Por ello, permanece al final la duda de si «toda la intención intelec-
última instancia, no son las experiencias condicionales predecibles las tual de un símbolo consiste en el total de todos los modos generales de
que explicitan el sencldo de los conceptos valorativos de estos cuasi- comportamiento racional que, condicionados por todas las diferentes
experimentos socio-históricos, sino el acuerdo intersubjetivo («Ycrsriin- circunstancias y deseos posibles, resultarían de la aceptación del sím-

246 247
bolo>>m. Tendríamos que preguntarnos si una ética o una metafísica enfoques particulares del critica/ commonsensism de los que ya nos
que, como las de Peirces~, hayan sido concebidas en términos de un hemos ocupado en otro contexto. Con codo, hay que decir que uno de
historicismo tan marcado, no tendrán que contener, además de una estos puntos de vista -aquél según el cual las creencias del commonsense
explicación de conceptos que remita a posibles generalizaciones del com- son vagas y dejan, por tanto, abierta la posibilidad de que sus interpre-
portamiento, una explicación que se refiera a una totalización hipoté- taciones sean contradictoriass61- conduce inmediatamente al punto de
ticam de nuestras decisiones responsables relativas a la modificación vista adoptado en el segundo arcículo de la serie del pragmatismo para
deseable de la situación sociaL De ser as{, el criterio de sentido no lo abordar el problema de la conexión entre el realismo de los universales
constituiría aquello que pueden hacer en todo momento experimenta- y el pragmatismo: el punco de vista de la waguedad real» o de la «posi-
dores intercambiables, sino lo que, en las condiciones históricamente bilidad real,s62 •
formadas del presente, todos los individuos irreemplazables pueden En su recensión sobre Royce de 1885, Peirce llamó la atención
concebir como meta común, a la vez realizable y digna de ser realizada. sobre el hecho de que la defmición crítica del sentido de lo real como
En este sentido puede aclararse al menos un concepto que lógica lo cognoscible, o mejor, como el objeto posible de la creencia consen-
semiótica de la investigación peirceana presupuso siempre: el concepto sual última de la comunidad ilimitada de los científicos, emplease un
de una ilimitada «Community of Interpretarion», elaborado por Royce. concepto de posibilidad más potente que el de la mera posibilidad
Este concepto hace referencia a algo que, por una parte, presupone ya (lógica)s63 • Volvió a hablar de la predeterminación fatal, o tendencia
roda argumentación, pero que por orca, la sociedad tiene aún que cons- ínsita en el proceso teleológico del conocimiento que postula la dcfmi-
uuir en su propio seno. ción de lo real. Insistió, adem ás, en que no puede darse una respuesta
definitiva a la cuestión de si se alcanzará realmente la meta y frente al
. b) En «Temas del Pragmatismo)), segundo ensayo de la serie del idealismo absoluto de Royce y H egel afirmó que es precisamente la
«Monisc)) de 1905, Peirce pretende exponer como consecuencias del indeterminación fáctica del futuro la que provoca nuestro compromiso
pragmaticismo dos doctrinas que había sosten ido en el primer periodo ético y nuestra esperanza y, por lo tanto, la que decide la «riqueza reli-
de su filosofía (1868-1871): l. El critica! commonsensimrY> y 2. El rea- giosall de su docuinaS64. En 1900, la segunda recensión sobre la obra de
lismo de los universalesm. Ambos temas aparecieron ya en el primer artí- Royce discute nuevamente la definición de la realidad en relación con
culo de la serie, pero debemos reconsiderarlos ahora desde un punto de la experiencia posiblem. La problemática se agudiza aquí al introducirse
vista temático. la distinción entre «would be» y «·Will be>> 566 • Peirce concedió desde
Los argumentos del critica/ commonsensísm se remontan a la crítica entonces un valor tan grande a esta distinción que en lo sucesivo corre-
a Descartes del año 1868, si bien igualmente a su temprana crítica del giría todas las formulaciones de la •máxima pragmática» aparecidas en
sentido de la «cosa en SÍ>> kantianam. Retoman la teoría de la Be/ief sus primeros escritos, dándoles ahora el sentido de proposiciones con-
Doubt de 1872 y 1877, resumida en «¿Qué es el Pragmatismo?>>, y la dicionales subjuntivass67 • Ahora se comprenderá por qué, mientras que
vinculan a la distinción entre procesos de inferencia inconscientes la realidad de las leyes universales garantiza la posibilidad de las expec-
(«acríticos>>) y conscientes (críticamente controlables), distinción desa- tativas condicionales relativas al futuro, las condiciones de partida, aún
rrollada hasta 1903 en el contexto de la metafísica de la evolución (teo- no satisfechas, de toda predicción condicionada fundamentan esencial-
ría del instinto) y de la concepción de las «ciencias normativas,. La idea menee la indeterminación de las expectativas de futuro que, conforme a
que en concreto está detrás de la denominación resumida de Critica/ la máxima pragmática, están implicadas en la definición de la realidad y
Commonsensism procede obviamente de la polémica entre la filosofía de todos los predicados reales.
del commonsense de Th. Reíd, la crítica gnoseológica del empirismo bri- Pero lo anterior sitúa al realismo peirceano de los universales ante
tánico y el criticismo kancianom. Esta polémica tuvo gran vigencia en el una nueva situación problemática que cobraría una peculiar actualidad
periodo de juventud de Peirce, época en la que, por ejemplo, su maes- a raíz del desarrollo de la metafísica de la continuidad y, en especial, de
tro Ch. Wright pasó de posiciones próximas a Hamilton a posiciones la del tiempo, de 1900. La real idad (<<Realitat») de las leyes que en
más cercanas a J. St. Mili. La perspectiva del pragmatismo crítico dd cierto modo tienen que suponerse invariablemente actuales («wirklich>>)
sentido se proponía lograr la síntesis de estas tendencias, cosa que ya no basca para explicar esa posibilidad con la que, siempre ya, cuenca el
Hamilton había intencado560• No será necesario repetir aquí aquellos pragmatismo cuando explica todo concepto en términos de experiencia

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posible, o lo que es lo mismo, condicionada y predecible. Si lo real es sería «la única creencia que podía resultar de la investigación llevada lo
todo aquello que puede ser objeto de proposiciones verdaderas, tiene suficientemente f4ofls,s?G.
entonces que haber una «vaguedad reah> que corresponda exactamente
a la vaguedad de las proposiciones condicionales subjuntivas de las que Merece la pena observar que con esta corrección Peirce no deseaba
se sirve el Pragmatismo para la clarificación el sentido. Pero esto con- reromar el argumento del año 1878, según el cual, la cuestión de la
duce a una ampliación el realismo de los universales hasta abarcar las ~ur~ o debilidad del diamante era una cuestión de terminología. Se
modalidades del serS'S: lim1taba a descartar el tratamiento nominalista y convencionalisra de
esta cuestión, que la convertía en un «mero>) asunto de regulación lin-
«El pragmacicismo hace consistir la incenci6n intelectual última de güística, de <<uso del lenguaje>) arbitrariom. Su lógica semiótica de la
lo que se quiera en resoluciones condicionales concebidas169, o en su sus- investigación estaba anticipando aquí un desarrollo característico de la
tancia; y, por lo tamo, las proposiciones condicionales junto con sus filosofía del análisis del lenguaje del siglo XX. Al igual que el p rimer
ancecedcnces hipotéticos, en las que consisten tales resoluciones, al po- Carnap, Peirce estuvo un tiempo fascinado por la idea de reducir los
seer la naturaleza última de la significación, tienen que ser susceptibles
problemas de la ontología a meros problemas de lógica del lenguaje (in
de ser verdaderas; es decir, de expresar cualquier cosa que haya, que sea
tal como la proposición expresa, con independencia de que en todo jui- the Formal Mode), lo que le permitida eliminarlosm. De modo seme-
cio se piense que es así, o de que se represente siendo así en cualquier jante al de la <<Onto-semántica» del último Carnap y al de la teoría de
otro símbolo de cualquier persona o personas. Pero esto es tanto como los juegos del lenguaje del último Wittgenstein, Peirce volvería al pro-
decir que la posibilidad es a veces real.,s7o blema de la ontología como problema a resolver mediante el análisis y
la crítica dellenguaje579.
La ampliación modal-onrológicam del realismo crítico del sentido Pero para Peirce ¿cuál sería la solución al problema de la dureza,
del afio 1868 brinda a Peirce la oportunidad de distanciarlo conse- nunca realmente comprobada, del diamante, según una semio-ontolo-
cuentemente, tal como deseaba en su crítica a Berkeley de 187lsn, del gia modal positiva? Peirce busca la solución en una referencia al orden
modelo idealista-nominalista de explicación de la realidad, mediante r~al de las leyes de 1~ naturaleza que vincula la dureza que se predica del
el concepto de experiencia posible. Igualmente le permite transformar d1amante como atnbuto suyo al resto de sus atributos experimentables
el modelo kantiano de limitación de la valide-t de los conceptos a la y a los del resto de los diamantes: «¿cómo puede dejar de insinuar la
experiencia posible en un sentido pragmatista (es decir, empleando dureza de todos los otros diamantes alguna relación real encre ellos, sin
experimentos reales para establecer la validez de los conceptos). Una la cual un trozo de carbón dejaría de ser un diamante?>> 580• Esta referen-
muestra de esta clarificación de la posición peirceana es la reinterpreta- cia permite responder a la siguiente pregunta: ¿en qué consiste la
ción, tras los intentos fracasados de 1872 y 1878, del ejemplo del dia- dureza experimentable de un diamante si no se tiene experiencia efec-
tiva de ella? (es decir, la pregunta a la que Berkeley sólo pudo contestar
mantem.
recurriendo a la perreptio perennis divina). Sin embargo, deja sin res-
Por lo pronto, Peirce supera la tentación, a la que había cedido en
ponder una pregunta más profunda: ¿en qué consiste el significado de
varias ocasiones, de reducir el sentido del concepto «duro» en «el dia-
la dureza (es decir, la dure-ta en cuanto atributo predicado) en general y
mante es duro» a una prueba factual de su dureza, y enfrenta esta
en el caso de que su predicación esté correctamente fundamentada pero
reducción a la estructura lógico-gramatical del would-be-conditionalis.
no haya sido aún verificada? Más bien, la respuesta a esta pregunta
Análogamente, enfrenta la realidad de lo real a la incertidumbre de que
- formulada por el pragmatismo semántico- está ya presupuesta en la
lo real llegue a ser conocido:
pregunta por la dureza experimentab/e del diamante cuando no ha sido
efectivamente experimentada. Pero ¿en qué consiste la experimentabilí-
(<Pues, si el lecror vuelve a la máxima original del pragmaticismo
(...)S7~ verá que la cuestión es, no la de qué sucedió de hecho, sino la de si dad de la dureza del diamante aquí presupuesta? Esta es en realidad la
hubiese estado bien adoptar una línea de comportamiento cuyo éxito pregunta que, en el marco de la lógica y la ontología modales que había
dependía de si este diamante resistir/a un intento de rayarlo, o de si postulado, se hizo Peirce en 1905.
todos los otros medios lógicos de determinar cómo debía clasificarse He- Su respuesta es la siguiente:
varEan a la conclusión que, por citar las mismas palabras de este articulo,

250 251
«A la vez. <que tomamos en consideración el orden real legal de la lismo de los universales implicado en el pragmaticismo se limitaría a
naturalet.a>, tenemos que descartar la idea de que el oculto estado de dar por supuestas leyes reales; o, para ser más exactos, se limitaría a dar
cosas (sea una relación entre átomos u otra cosa), que constituye la reali- por supuesto que éstas, en tanto que leyes siempre ya existentes, ten-
dad de la dureza de un diamante, pueda posiblemente consistir en algo drían que determinar de modo absoluto todo acontecer. Peirce rechazó
que no sea la verdad de una proposición condicional general. Pues, ¿a
este supuesto en la metafísica del Tijismo de los afios 1891 y siguientes,
qué otra cosa se refiere toda la enseñanza de la química sino al «Compor-
tamiento» de diferentes posibles tipos de sustancia material? Y, en qué concibiendo las leyes mismas de la naturaleza como <<habits» que se
consiste este comportamiento, sino en que si una sustancia de un cierto constituyen constamentemente en el continuo de las posibilidades rea-
tipo estuviese expuesta a un cierto tipo de agente se seguiría un cierto lesss5. En el análisis del ejemplo del diamante de 1905, la lógica prag-
tipo de resultado sensible?»141 • mática de la investigación ratifica el concepto de posibilidad real postu-
lado especulativamente en su metaflsica: la clarificación del sentido de
Si la interpretamos desde el punto de vista del pragmaticismo peir- la realidad mediante experimentos mentales no puede, de hecho, espe-
ceano, esta respuesta contiene dos asuntos centrales: En primer lugar, la rarse de predicciones incondicionales o de sus respectivas proposiciones
idea de un pragmatismo trascendental elaborado a partir de su propia en modo indicativo, sino sólo de prognosis condicionales que han de
transformación del pensamien to de Kant mediante la semiótica y la formularse en proposiciones condicionales contrafácticas o subjunti-
lógica de la investigación de 1869 y 1871 582• vasssG. La «Verdad de una proposición condicional universal» a la que
Este rasgo estructurals8' puede expresarse también mediante la Peirce recurre no sólo implica la posibilidad, condicionada por la reali-
siguiente proposición condicional contrafáctica: Si no existiese una dad de una ley, de deducir el resultado experiencia! esperado del antece-
comunidad real de los científicos que mediante procedimientos de dente; implica también la posibilidad de que el experimentador satis-
inferencia (deducción, inducción, abducción) y mediante la interpreta- faga la condición del antecedente mediante la praxis real. En pocas
ción sígnica interrelacionase y constituyese conjuntamente las experien- palabras, la posibilidad de la experiencia de la realidad de lo real (por
cias experimentales y la acción insrrun1ental, o mejor, racional con- ejemplo, la dureza del diama nte) presupone, en tanto que libertad
forme a fines; entonces, la dureza del diamante existiría tan poco como práctica, la posibilidad real o la vaguedad real.
la realidad («Rcalitat») de lo real. Por explicarlo brevemente con un El excurso sobre la lógica modal ratifica la corrección de esta inter-
ejemplo: Si en la práctica nadie pudiese hacer comprobaciones acerca pretación. En él, Peirce contrasta la posibilidad meramente subjetiva (la
de la dureza, no tendría sentido hablar de la dureza del diamante. Esta falta de conocimiento acerca de un estado de cosas) con la posibilidad
proposición condicional concrafácrica manifiesta indirectamente, en el objetiva. Ejemplifica esta última con la proposición «Si quiero puedo ir
nivel de la reflexión ftlosófica trascendental, el horiwnre apriórico de a la costa>• y con el supuesto del a7..ar absoluto o de la vaguedad en el
referencia o, por decir lo así, el ((paradigma>• del juego del lenguaje de la universo «análoga a la indecisión de una persona»s17•
ciencia natural y la tecnología (que incluye a las ciencias sociales y a la Otra .confirmación la ofrece la parte final del texto, que a la pre-
tecnología social estilizadas al modo cientifista y tecnológico)SM. Pero si gunta «¿Cuál es el contenido intelectual del pasado, el presente y el
admitimos, con Peirce, que una ft.losofía crítica del sentido implica una futuro?»588 busca una respuesta en términos de la máxima pragmática.
teoría del realismo de los universales, tendremos que reconocer que la De modo parecido al de la oncología existencial de M. Heidegger, se
referencia peirceana según la cual sólo en la «Verdad de una proposición investiga el tiempo no como tiempo de fechas objetivas, como sucesión
condicional universal» podría <<radicar la realidad de la dureza del dia- cualitativa o cuantitativa de momentos, sino en sus tres aspectos (cfr.
mante» tiene que contener aun un aspecto ontológico-modal, al que en los «extasis» de Heidegger), cuyo sentido diferencial (¡sólo!) puede
la siguiente aclaración nos referiremos como estructura counter-foctuaL explorarse en «la repercusión que se concibe tiene en nuestro compor-
La reflexión que sigue puede aclarar este punto: tamiento»589. No obstante, en este intento de explicar su sentido, Peirce
Si pudiésemos tener expectativas seguras de la experiencia de la parte del supuesto de que «el tiempo es real))S90 , e incluso del de que (<el
dureza del diamante (o del conocimiento completo de la realidad de lo tiempo es una variedad particular de la modalidad objetiva»m. Por ello,
real), o mejor, si pudiésemos predecirla mediante un pronóstico incon- Peirce considera, también aquí, que la tarea del pragmaticismo consiste
dicionado entonces, como Peirce sugiere en diversas ocasiones, el rca- en desvelar, en términos del realismo de los universales, las implicacio-

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nes modal-ontológicas a partir de una descripción de la situación prác- de que el presente, en tanto que «percepción», es sólo un tipo de expe-
tica en el sentido del commonsensrr92 • riencia prerreflexiva del objeto del deseo y, por ello, también de la resis-
Peirce caracteriza del siguiente modo los tres aspectos del tiempo tencia a la voluntad: ((La conciencia del presente es, pues, la de una
que se concibe tienen repercusión en nuestro comportamiento: lucha por lo que será <of a struggle over what shall be>» 601 • La situación
problemática que había forzado a Peirce a postular la percepción en tér-
l. El pasado es el modo temporal que abarca todo lo que podemos minos de Primeridad de la Terceridad surge de nuevo aquí en forma
saber, es decir los hechos consumados o existentes que nos afectan y sobre aporética, pues ¿de qué otro modo podríamos concebir la posibilidad
los cuales nosotros, por el contrario y por principio, no podemos ya de una descripción fenomenológica de la experiencia precognitiva del
influir593• Por ello, nos lo representa inmediatamente la memoria; pero presente como «el estado naciente de lo actual»601 entre lo determinado
también «la parte del pasado que está más allá de la memoria» tiene y lo indeterminado?603 •
para nosotros el significado de que «tenemos que comportarnos en La imponancia de este intento de explicar el tiempo comando en
conformidad con la misma»s94, puesto que podemos llegar a conocerla consideración la situación práctica de los hombres y la mediación entre
y nos afecta. Este es para Peirce el tema pragmático de la investigación teoría y praxis (que por lo que sé es el primero), se hace patente si con-
histórica en un sentido amplio, que incluye la historia natural. sideramos un pasaje de las conferencias Gifford sobre ((Física y Filoso-
2. El futuro es el modo temporal que no puede afectarnos como fía» en el que Werner Heisenberg expone la teoría de la relatividad de
algo existenre, no siendo en esta medida «real» («actuah>). De ello Peirce Einstein604 • En primer lugar, Hcisenberg da una definición de los con-
ceptOs ((pasado» y «futuro» que apenas difiere de la de Peirce. Según
no deduce que el futuro no nos afecte en absoluto o que, por el contra-
Heisenberg, este tipo de definición tiene la ventaja de ajustarse al uso
rio, podamos controlarlo indiscriminadamente. El futuro nos afecta,
corriente de estas palabras y de no hacer depender «el contenido del
más bien, <<a través de su idea, esto es, tal como lo hace una ley» 595•
fumro o del pasado» del estado de movimiento del observador o de
Peirce vuelve a toparse aquí con el problema de la posibilidad real impli-
otras propiedades del mismoGos. Con todo, Heisenberg hace comprensi-
cada en la estructura de las proposiciones contrafácticas. En esta oca-
ble, partiendo de estos presupuestos, una distinción decisiva entre la
sión, su respuesta es la siguiente: «la concepción simple es la de que, en
teoría clásica y la relativista. Esta discinción implica que la teoría de la
el futuro, codo está o bien destinado, es decir, dado ya necesariamente, o
relatividad difiere, en su concepción del presente, tanto de la concep-
bien no está decidid0>>596• Respecto de la repercusión que se concibe tiene
ción clásica como de la de Peirce:
en nuestro comportamiento, esto significa que «los hechos futuros son
los únicos hechos q ue podemos controlar en alguna medida; y todo lo «En la teoría clásica suponemos que el fururo y el pasado están
que pueda darse en el futuro que no sea somecible a control, es lo que separados por un intervalo de tiempo Lnfinitamente corto que podría-
seremos, o tendrfamos que serlo, capaces de inferir en circunstancias mos denominar momento presente. En la reorla de la relatividad hemos
favorables»597• aprendido que la situación es diferente: el futuro y el pasado están sepa-
rados por un intervalo finito de tiempo cuya extensión depende de la
3. Para Peirce, el presente, «esta muerte viviente en la que renace- distancia <¿de los sucesos?> respecto del observador. Cualquier acción
mos»s93, es lo más difícil de explicar racionalmente. Ello se debe, obvia- puede sólo propagarse a una velocidad menor o igual a la de la luz. Por
mente, a que el presente es el modo de la experiencia precognitiva consiguiente, un observador no puede, en un momento dado, ni saber
-canto del puro ser así del mundo (sensación en el sentido de Primeri- ni influir en suceso alguno en un punro distante que tenga lugar entre
dad no relacional) como de la sorprendente resistencia a la voluntad-, dos tiempos característicos. Uno de ellos es el instante en el que la señal
del no-yo, del mundo en tanto que «mundo exterior» independiente luminosa rendda que emitirse en el. lugar del suceso para alcanzar al
del yo (experiencia en el sentido de Segundidad)s99• Según Peirce, «en el observador en el momento de la observación. El otro es el momento en
el que una señal luminosa que emite el observador en el momento de la
presente no hay tiempo en absoluto para inferencia alguna». Y eso sig- observación alcanza el lugar del suceso. Todo intervalo temporal finito
nifica, por tanto, que no hay tiempo para el conocimiento consciente y entre esos dos instantes puede decirse pertenece al tiempo presente del
controlable en el sentido de la Terceridad, y ((menos que nada» tiempo observador en el instante de la observación. Pues en ese intervalo tem-
para la inferencia relativa al «self»Goo. De ello Peirce saca la consecuencia poral cualquier suceso puede conocerse allí en el acto de la observación

254 255
o ser influido desde alll. Así es como se ha definido el concepto de pre-
sente. Cualquier suceso que tiene lugar entre estos dos tiempos caracte-
rísticos puede llamarse "simultáneo al acto de observacíón"»606 •

Partiendo de esta definición amplia de la simultaneidad, Heisen- V


berg desarrolla la definición einsteiniana, más restringida, que parte de
la coincidencia de dos sucesos en un mismo tiempo y en el mismo Conclusión:
punto del espacio. Lo decisivo para esta definición y para la definición
del instante presente en la que se basa es que el tiempo no se defina ni Peirce y el futuro de la teoría de la ciencia
con independencia de la distancia espacial entre sucesos y observador,
ni con independencia de la luz, cuya velocidad es finita, como medio
óptimo de percepción o medida. Sólo porque la medida en el mundo
humano cotidiano permite, en la práctica, considerar infinitamente
grande a la velocidad de la luz, pudo ignorar la física clásica el continuo De este modo creo haber llegado al punto ftnal de mi interpreta-
espacio temporal (Minkowski-Einstein) y sup oner que el presence es un ción de los escritos de Peirce. El germen del pragmatismo especifica-
intervalo infinitamente pequeño en la transición del futuro al pasado. meme peirceano aparece en 1871 y empieza a desarrollarse en el «Me-
No hay duda de que Peirce estaba aún atado subjetivamente a la caphysical Club» bajo la influencia de los amigos del Pcirce. De él
definición clásica del instante presente. Pero tampoco puede haber nin- procede la posterior, y en mi opinión más original, concepción del rea-
guna duda de que su pragmaticismo semántico contenía los presupues- lismo cdcico del sentido y la transformación semiótica del kantismo.
tos filosóficos de la explicación y definición de todo concepto físico Pero fue la concepción de la modalidad y del tiempo, que he expuesto
espacio-temporal en términos de posibles mediciones; lo que a la vez al final de la anterior sección, la que dio a esta filosofia su forma defini-
significa, en términos de condiciones materiales de posibilidad de la tiva. Peirce mism o le dio la denominación de {<Pragmaticism». Por
medida. Al comienzo de su análisis del tiempo, Peirce parece haber pragmaticismo entendía la concepción básica de una lógica normativa
adoptado ya una vía de reflexión que podría h aber conducido a su y metódica de la investigación cienúfica. Según la intención de Peirce,
desarrollo a su completo en los términos de H eisenberg: «Por ejemplo, ese planteamiento dotaría al pragmaticismo de un perfil más riguroso y
cuando una Nova Stella irrumpe en los cielos, afecta a nuestros ojos matizado que el de La <Nisión human ista del mundo» que W James y F.
tanto como lo haría una luz que hubiésemos encendido en la oscuridad C. S. Schiller habían ido desarrollando desde 1897 a partir del pragma-
con nuestra propia mano; y, sin embargo, es un suceso que ocurrió tismo. Pero por otra parte, y también conforme a las incenciones de
antes de que se construyesen las pirámides» . Está claro que a Peirce no Peirce, mediante la fijación mecaciendfica de objetivos y la restricción
le interesaba aquí «si el pasado lejano puede actuar inmediatamente que acabamos de mencionar, el pragmaticismo, a diferencia del <{prag-
sobre nosotros, sino si nos afecta tal como hace cualquier existente»607 • matismo» de orientación subjetiva de James y Schiller, tenía que reco-
Fue precisamente esta equiparación de lo pasado con lo existente, que ger en su seno la primacía de la metafísica sinejística de la evolución
podemos conocer desde el punto de visea de su «repercusión concebible orientada cosmológicamenre. En razón de estos cometidos, el pragmati-
sobre nuestro comportamiento», la que abrió la perspectiva intelectual cismo tenía que apoyarse canto en el critica/ commonsensism como en el
desde la que se respondió a la crisis de fundamentos de la física a prin- reaLismo de los universales.
cipios del siglo XX. Dicho con mayor exactitud: Sígztiendo a Kant y Hume y a través de
coda la radicalización moderna de la critica del conocimiento, el critica/
commonsensism tenía que hacer posible un filosofar nuevo al estilo de
Aristóteles; respetando la reserva metódica del falibilismo y el melioris-
mo tenía que hacer valer, mediante la conciencia crítica del sentido, la
pretensión de verdad (en cierto modo proto-ontológica) del common-
.rm.re y el lenguaje ordinario, pretensión que pervive ingenuamente en

256 257
las proposiciones de roda filosofía, por crítica o escéptica que fuere608 • Este empieza a ceder terreno frente a una «teoría de sistemas» que con-
En mi opinión, Peirce nunca conceptualizó suficientemente este tema, cibe la ciencia como una «empresa» humana y social.
el más profundo de su filosofía. Pienso también que, en su último in- Llegado a este punto, creo necesario traer a la memoria (hoy que
tento de realizar una síntesis reflexiva del critica! commonsensism como Peirce corre el riesgo de ser considerado precursor y profeta de un cien-
posición filosófica, se quedó, en parte, más acá de los artículos en los tifismo cibernético-tecnológico, e incluso de una filosofía cecnocrática)
que llevó a cabo su primera transformación de la filosofía de Kant en las reflexiones de Peirce acerca de los lfmites de la razón instrumental,
términos de crítica del sentido. Esto mismo es también parcialmente así como el lado hermenéutico de la idea, elaborada por él mismo y por
válido en el caso de ese realismo de los universales que, formulado entre Royce, de una «COmunidad de comunicación». Siguiendo el modelo de
1868/71, era el resultado necesario, de acuerdo con el punto de vista los procesos de regulación y adaptación, la ((teoría de sistemas» cree
del critica/ commonsensism, de la fundan1emación, en términos de críti- inútilmente poder objetivar la relación que la ciencia mantiene con la
ca del sentido, del «realismo empírico» kantiano. Por otro lado, como praxis, y así la comunicación entre los sujetos humanos de la ciencia.
ya se ha reiterado, Peirce no aplicó su genial bosquejo de definición de Esto conduciría, según la perspectiva peirceana, a una reducción semió-
la realidad de lo real hasta 1905, cuando empleó su concepción lógico- tica inaceptable de la comunidad de interpretación en cuanto sujeto de
modal y ontológico-modal de la teoría de los universales para criticar la ciencia. Representaría una recaída en la metateoría bidimensional.
todos los prejuicios del nominalismo tardo medieval y moderno contra En el pragmaticismo, la ((comunidad de interpretación», como sucesora
los que había luchado toda su vida. Sólo entonces consiguió liberar de del <(sujeto en general» kantiano, tiene que mantener su lugar sistemáti-
todo vestigio de ese nominalismo metafísico que encontramos en Ber- co trascendental. En términso modernos, esto significa que tiene que
keley, o incluso en Kant, a su proyecto de «mellonización», es decir a su representar la metadimensión de toda objetivación de las empresas hu-
proyectO de interpretación del sentido de la realidad por referencia a la mano-sociales que la teoría de sistemas lleve a cabo.
experiencia posible en el futuro, tan profundamente característico de su Nos encontramos aquí con el punto a partir del cual la teoría de la
filosofía. De hecho, pienso que el desarrollo de esta idea en términos de ciencia tendrá que ir más allá de Peirce y, por ello, más allá de la forma
posible verdad ontológico-real de las proposiciones condicionales contrafác- más sublimada de cientifismo. Si llevamos a sus últimas consecuencias
ticas se convierte en postulado obligado cuando consideramos como la idea, presente ya de modo implícito en el «Socialismo Lógico» de
mala metafísica tanto el idealismo teológico berkeleyano como el pre- Peirce, de que el mundo no puede conocerse («explicarse») partiendo
supuesto kantiano del trasmundo («Hinterwelt>>) de la cosa en sí incog- de sus estructuras prefijadas conforme a leyes, sino que ha de seguir
noscible. conscruyéndose responsablemente en tanto que mundo histórico-social
Si volvemos al pragmaticismo peirceano desde la perspectiva del de las instituciones y de los hábitos, se verá con claridad que al hom-
presente, vemos primordialmente en él el bosquejo programático de bre, situado frente a la humanidad, se le presentan otras tareas que de
una «lógica de la ciencia» para el futuro. No hace falca decir que entre las de objetivar y explicar el mundo mediante la scimce o la de conver-
tir a la science en comportamiento guiado por la racionalidad de los fi-
tanto, en la filosofta analftica, la lógica de la ciencia ayudada por la lógi-
nes (esto es, en tecnología en el más amplio sentido del término). En
ca matemática, ha dejado atrás a Peirce en materia de technicalities. Pe-
tanto que miembros de la comunidad de interpretación, los seres hu-
ro me parece igual de cierto que el proyecto radical bidimensional (sin-
manos tienen que seguir siendo para la humanidad el sujeto de la cien-
táctico-semántico), que la lógica de la ciencia moderna toma del
cia y, con todo, tema del conocimiento y la praxis racionales. A través
programa metafísico del empirismo lógico antimetafísico y que obliga a
del problema metacientífico del acuerdo («Verstandigung») sobre con-
la reducción de los problemas metacientíficos de la llamada «dimensión
ceptos y operaciones de la science, Peirce, y de modo implícito la mo-
pragmática» (esto es, los problemas relativos al sujeto intérprete de la derna logic of sicence, llegan a considerar expresamente esta situación.
ciencia) al problema de una science empírica, es por principio inferior al Sin embargo no tienen en cuenta que el acuerdo de sentido referido a
proyecto semiótico tridimensional de Peirce. Además, a menos que me la experiencia experimental posible y a las operaciones técnicas repre-
engañe, estamos asistiendo ya a una reestructuración, o bien a la diso- senta sólo un caso límite de las tareas que, en el seno de la comunidad
lución, de la «lógica (bidimensional) de la ciencia» orientada, en última de interpretación, se le presentan a la comprensión intersubjetiva; caso
instancia, según un modelo metamatemático de raigambre platónica. lfmire en el que el correspondiente acuerdo de sentido, basado en ope-

258 259
raciones lógicas y técnicas repetibles y en experiencias de experimenta- ciclo pueda evaluarse como aportación al diálogo en la comunidad de
dores intercambiables, puede alcanzarse en la situación histórica canto los intérpretes. Y es precisamente aquí, enel punto de arranque de la ca-
entre individuos irreemplazables como entre grupos de individuos. rea propiamente hermenéutica de las Geisteswissenschaften, donde nos
Pero incluso en este caso la <<communiry of investigacors» requiere enfrentamos a la particularidad de que los documentos humanos del
en la práctica, tal como La reciente <<crítica de la tradición» de las escuelas pasado podrían retener lo que para nosotros serían posibilidades vitales
cienríficas está en condiciones de mostrar609, de un genuino acuerdo aún no realizadas. No me refiero con ello a la particularidad, analizada
(«Verscandigung») hermenéutico orientado históricamente. Este acuerdo por Peirce, de que para nosotros el sentido de la tradición consista en la
dentro de, y entre, Las diferentes escuelas, asf como en fin, y esto consti- posible confirmación futura, o falsación, de información relativa a de-
tuye una carea cada vez más urgente, el acuerdo entre juegos del lengua- terminados hechos que son aún actuales («wirkencb,). Me refiero a algo
je esotéricos de las escuelas científicas y la sociedad que ha de organizar completamente distinto, algo que, de acuerdo con Peirce, tendría su lu-
la ciencia y aplicar sus hallazgos responsablemente; eJ acuerdo en el ám- gar en el futuro. Los documentos del pasado contienen argumentos sig-
bito de la science, en una palabra, constituye en última instancia, cal co- nificativos («Sinnmotive») que, en tanto argumentos («Motive»), ni
mo sostuvo Royce, un continuo con el acuerdo política y moralmente han producido ni producen consecuencias en términos de explicación
relevante encendido como mediación de la tradición y orientación hacia causal («Kausal-Erklarung))), sino que en tanto visiones comprensivas
fines en la comunidad humana de interpretación en general. de objetivos («verstehende Zielvisionen))), señalan objetivos que posi-
De este modo, el fundamento semiótico de la filosofía de Peirce (el a blemente podremos realizar6 13•
priori de la comunidad de comunicación) abre por sí mismo el camino Así, en el problema de la comunicación que Peirce reconocía como
para una interpretación complementaria a la de la interpretación cienri- problema de presupuestos de la moderna lógica de la ciencia se delimi-
fi.sta de Peircé'0 • Caracteriza, según creo, el punco de arranque de una ta, a la vez, un programa complementario al del análisis pragmaticista
nueva fundamentación de las ciencias del espíritu comprensivas («versee- de la posible mediación entre teoría y praxis. Lo que aquí está en juego
hende Geisteswissenschafcen))), concibiéndolas como ciencias del acuerdo no es sólo el consenso (en el sentido peirceano del término) referido a
(«Verstandigungswissenschafcem,) 611 • Desde el punto de vista de estas la interpretación de los resultados de la science, consenso que garantiza-
ciencias del acuerdo, la explicación pragmaricista de las dimensiones del ría el autoconrrol del comportamiento humano en términos de «ha-
tiempo requiere de una nueva revisión, puesto que el futuro no queda su- bits'' tecnológicos; está además en juego un consenso referido a las in-
ficientemente determinado para el acuerdo imersubjetivo acerca del hori- Lerpretaciones de sentido que han de acreditarse a través de una
zonte de sentido de los diferentes fines posibles en términos de la alterna- interacción histórica entre los hombres y cuyo resultado es incierto. To-
tiva que plantea Peirce (que afuma que, o bien es cognoscible como algo das las interpretaciones relevantes de las ciencia.~ del espíritu y de las
determinado, o bien es modificable mediante manipulación). ciencias sociales críticas remiren en llltima instancia a esta clase de con-
En cuanto representación humana, el futuro no puede considerarse senso. Y es aquí donde, como ya he indicado, las ideas de James y De-
en la práctica como mero objeto de la manipulación posible, puesto wey acerca de una verdad que ha de ser hecha por los hombres se con-
que no está aún determinado. Pues aunque la manipulación sea posible vierten en punto central de un pragmatismo humanista que va más allá
o incluso deseable desde el punto de visea de la ingeniería social, presu- de Peirce. Por esta razón, estas ideas no merecen considerarse como una
pone un acuerdo comunicativo entre quienes la conciben y quienes en ampliación del pragmaticismo peirceano, puesto que presentan como
el futuro habrán de ser los sujetos de la manipulación planificada612• ilusión que debe abandonarse en favor de una concepción subjetivista,
Tampoco el pasado («Vergangenheic,,), como pasado intersubjetivo ficcionalisca y utilitarista la verdad la idea de lo real como verdad obje-
(«intersubjekcive Gewesenheit))) de la comunidad de los intérpretes, tiva que puede alcanzarse in the long run. Esa clase de pragmatismo vul-
contiene llnicamenre hechos consumados cuya relación con nosotros gar, que podría apelar a Niet2Sche o a W James, no tiene ninguna pro-
haya de ser la de la causalidad eficiente. Sólo aquellos hechos y docu- babilidad de éxito frente a la fundamentación de la argumentación
mentos de la llamada historia real que han de evaluarse como «restos» posible que realiza la crítica peirceana del sentido. Pero el descubri-
de esta historia o, a lo sumo, como «fuentes)) de investigación de los he- miento del problema de la verdad de los asuntos de hecho que los seres
chos de la historia real, sirven a la explicación metacientífica del pasado humanos tienen aún que construir sobre la base de, y como comple-
tal como Peirce la entiende. No así los documentos -textos- cuyo st·n- nKnto a, las realidades existentes es un caso diferente.

260 261
NOTAS
Aquí es donde el concepto de objetividad propio de la science, al
igual que el de la racionalidad técníco~instrumental válida para todos, 1
Cfr. Murphey: The Devewpmm& of Peirce's Philosophy, Cambridge, Mass, 1961 ,
tiene que tenerse en cuenra y finalmenre trascenderse. También aquí, el p. 29 1 y S.
' Peirce pudo haber concebido su ideal de una Communiry ofScho/a, en la Universi-
pragmatismo humanista se encuentra con las otras dos filosofías de la
dad Johns Hopkins. Con una clase de estudiantes entre los que se enconreaban Christine
mediación entre teoría y praxis elaboradas en la sociedad industrial Ladd y O. H. MitcbcU, el cofundador de la lógica de cuanrorcs, preparó los Srudits in
contemporánea' '". En The Wiil to Beiieve, W James defendió de forma Logic, by Members ofthe fohns Hopkim Univmity (Boscon, 1883). Como precepcor aca-
clásica el derecho a la mediación existencial de teoría y praxis en «Situa~ démico y principal figura del •Metaphysical Club•, fundado por él en 1879 (siguiendo el
ciones limite». En ellas, todo ser humano libre y consciente es un «indi~ modelo del famoso «Meraphysical Club• en el que naciera el pragmatismo, de 1871 y
años sucesivos) influyó en una élire de jóvenes investigadores americanos, de entre los
viduo» (Kierkegaard), sea cual sea el orden social al que perrenezca. Es-
cuales puede cirarse a Thomas Craig, Josiah Royce, John Oewey y Thorsrein Veblcn.
ta perspectiva existencial no sólo establece los límites pragmáticos de las Cfr. Max Fisch y )ackson ). Cope: •Pcirce at Lhe Johns Hopkins Universicy», en Studies
pretensiones del «socialismo lógico» de Peirce, sino las de ese otro de l, loe. cir. pp. 277-311).
mayor alcance, el socialismo de Marx. Y ello a pesar de lo justificado de , Murphey, loe. cit., p. 292.
la exhortación de este último a la integración del compromiso existen~ 4 Cfr. supra.
5 Cfr. supra, nota 28 y p. 40.
cial del individuo en el de la sociedad. Por otro lado, es dudoso que a la
• El 10 de noviembre de 1900 Pcircc escribe a James: •¿Quién inventó el término
larga pueda bastar con glorificar ideológicamenre ese sistema de com~ pragmatismo, tú o yo? ¿En dónde apareció publicado por vez primera? ¿Qué enciendes tú
plementariedad, constituido en el mundo occidental, en el que el prag- por pragmatismo?». James responde en una postal del 26 de noviembre de 1900: •Fuiste
matismo público carente de valores y la racionalidad científico-tecnoló- tú quien invenró el término • pragmatismo• y yo quien lo refrendó en una conferencia ti-
gica relegan todo problema ético a la esfera, presuntamente existencial, tulada " Philosophical Conceptions and Practica! results» de la que te envié dos copias ha-
ce un par de años, sin que dieses acuse de recibo» (8.253, p . 543 de mi edición). Cfr. la~
de la decisión privada. En las presentes condiciones de tecnología social detal ladas memorias de la época del «M etaphysi(.-a ) C lub», que Pcirce escribió en 1907
y manipulación, esa despolicización y la disolución de la «opinión pú- (5.13, pp. 500 y s. de mi edición) y 1909 (pp. 141 y ss. de mi edición).
blica» que la acompafia no garanri1.an la libertad, sino que tienden a 1 «The .Fixation of Belie& y «How ro M ake our Ideas Clcar•, vid. pp. 149 y ss. de mi

que, con el tiempo, se eliminen los presupuestos políticos y morales en edición.


los que se apoyan tanto la science valorativamente neutral como las de- ' En la conferencia popular que James organizara en 1898 sobre el rema «Philosophy
and che Conduct of üfe• (1.616-667), el • padre del pragmatismo• se presenta ante el des-
cisiones existenciales valorativas de los individuos. concertado público con las siguientes palabras: «1 stand beforc you an Arisrorclian and a
De este modo, pienso, se perfila el campo de acción de una media- sc.ientific man, condemning with the whole stregth of convicrion rhe HeUenic tcndency ro
ción emancipacoria y pública de la teoría y la praxis. En él se decidirá la mingle phylosophy and practicO> {1.618). De este modo desahogaba su enfudo por no po-
lucha dialéctica que por la esencia de la democracia mantienen el mar- der hablar, de acuerdo con su propuesra, de la •Übjcaivc Logio (esto es, Idea lógica de la
xismo y el pragmatismo alineado en torno a Peirce y Dewey. El prag- Evolución), viéndose p recisado a haceclo sobre •top ícs of vital importancoo (Cfr. 1.623).
En su artículo de 1902 sobre •Pragmatic and Pragmatism• perteneciente al Baldwin's ~Díc­
matismo tendrá que aprender del marxismo que la esuucrura de la me- tionary of Phílosophy and Psychology», escribe: • T he Doctrine appears ro assume tbat the
diación histórica entre la teoría y la praxis no puede reducirse a end of man is action - a stoical axiom which, ro che presenr writer ar rhe age of sixty, does
experimentos, repetibles por principio, en sentido técnico y científico. not recommend itself so forcibly as it did at thircy» (5.3; p. 316 de mi edición); cfr. ínfra.
Pero, por otro lado, el marxismo sólo podrá ser tomado en serio como ' Cfr. carta de Pierce a Mrs. Ladd-Franklin fechada el 20-10-1904 (p . 421 nora 1 de
mí edición). James caracteriza el curso con las siguientes palabras tomadas de su propio
teoría de la ciencia cuando renuncie definitivamente a la pretensión de
curso sobre el pragmatismo de 1908: •flashes of brilliant lighr rclicved againsr Cimme-
ser una science objetiva capaz de enunciar predicciones absolutas acerca rian darkness». (Según cira de los edicores de los Collected Papers, vol. 5, p. 11.)
del proceso histórico, pretensión que diferencia al marxismo del mode- 10 5.414 (432). En lo sucesivo círaremos los rexcos de la última serie dcl •Monist» co-

lo de science analizado por Peircé'5. Tendrá que renunciar al programa mo «Artículos sobre el pragmaricismo•.
11
ciendfico-objetivisra de mediación entre la teoría y la praxis en favor de Cfr. supra, Primera Pane, IV. H e prestado poca arenci6n a la relación entre la teo-
ría pragmática del significado, tal como apareció en la recensión sobre Berkeley (1871) y
un programa «Crítico>• y comprometido con la emancipación. Pero, pa~ la lógica de relaciones, desarroUada por Pcírce entre 1869 y 1870 a partir de los trabajos
ra defenderlo realmente como programa de la emancipación posible de de De Morgan. Vid. Murphey, Developemcnr, pp. 151 y ss. Cfr. infra p. 000 y ss.
la humanidad, tendrá que aprender del pragmatismo a superar el espí- " Sobre la d ivisión del desarrollo de la obra d e Peircc en cuatro periodos. Cfr. supra
ritu dogmático en favor de aquel espíritu de comunicación y comuni- p. 38 y SS.
dad de experimentación que Peirce y Dewey preconizaran. u Cfr. Murphey, cap. XVII.

263
262
•~ Cfr. Kant: Kr.d.r.V. (A 832 y s., B. 860 y s.). Cfr. Peirce 5.7-12 (498 y ss.) y górico> es: la naturaleza racional existe como fin en sr mismo•. Además A y 11. p. llll
1.176- 179. Murphey empleó el principio de la arquitectónica como hipótesis heurística •(...) una completa determinación de todas las máximas mediante aquella fórmula, :1 ~.•
subyacente en su impresi9nanre •Historia del desarrollo de la filosofía de Peirce•. ber: que todas las máximas, por propia legislación, deben concordar en reino posible de
•s Cfr. supra. . los fines, como un reino de la naturale-ta». Al respecto observa Kant: •la teleología consi-
" Es importante distinguir claramente entre el problema trascendental de 1~ •lógt· dera la naturaleza como un reino de los fines; la moral considera un posible reino de los
ca de la investigación• (y en particular de la •deducción trascendental• .de la valtdc-z de fines como un reino de la naturaleza. Allí es el reino de los fines una idea teórica para ex-
las inferencias sint~ticas, que Pcirce presentó en 1869 y 1878) en rérmmos de las con- plicar lo que cs. Aqu í es una idea práctica para realizar lo que no es, pero puede ser real
diciones de posibilidad de la experiencia, y el • trascendentalismo• que Peirce rechazó por muchas acciones y omisiones, y ello de conformidad con esa idea».
siempre. Por este último Pcircc entendía esa metafísica ~e un sujeto .trascendem.al: ~us 11
Se recuerda aquf que según la m:Uima pragmática no es posible la dive.rgencia de
facultades y sus funciones a priori, que supone la posibihdad y neccsadad de los JWCtos los resultados de la investigación porque a rrav6 de ella se establece a priori una media-
sintéticos a priori, y que habría de explicarse mediante la distinción ~ncre .mun~o de la ción semántica entre los criterios para la determinación de la evidencia de la coherencia
apariencia, constituido por el sujero, y cosa en sí. De esta metafístca dice Pearce en entre teorías rivales, por un lado, y su confirmación experimental por el otro. Si, por
1910: •There is no necd for Transcendenralism• (Cfr. Mu rphey, p. 39). Por orca par- ejemplo, dos teorías consistentes explican in the úmg run exactamente los mismos fenó-
re, en 1893, Peirce sigue empleando el tÍtulo • Transcendental Logico para un fragmen- menos experimentales, entonces y de acuerdo con la máxima pragmática, tienen id~mico
to de su oGraod Logico, obra que llegó a terminar pero no fue publicada (Cfr. CP, sentido.
Vol. 8, p. 279). 12
Cfr. 5.357 (102 y s.).
17 Cfr. la carta a W. James del25 de noviembre de 1902 (CP, 8.254-257).
n Cfr. 2.655 (220 y s.); cfr. 6.357.
" No dcberfa dejar de decirse aquf que en la obra de Peirce, sobre todo en su tercer " Cfr. 5.354 y ss. 2.654 y s. (101 y ss. y 2 18 y ss.).
periodo, pueden encontrarse numerosas formulaciones que con~uccn, a la luz d~ s~ •ló- u 5.412 (429); Cfr. supra. E n el manuscrito no publicado •Basis of Pragmacism•, de
gica de la investigación• de orientación l~ciana, a ~na c~nfusJÓn entre 1U1Wt10 mrzs y 1906, Peirce de hecho denomina «Practics» a la ética entendida como ciencia de la ac-
quaestio Jacti. Sin embargo, aquí tiene más amportancta su tntenco de medaar.' yendo más ción conforme a normas justas. (Cfr. 1.573 y s.)
allá de Ka m, entre estos opuesros, intento que podríamos reconstruir con Pearce y COtltra ,.; En 1898, año en el que sorprendentemente se recordó el «Pragmatism•, Peírce es-
él. Además, Peirce luchó expresamente concra la •naruralistic fallacy», al menos desde su cribe: «Ethics (...) is as useless a science as can be conceivcd. But it must be said, in fa-
fundamentación explfcita de la •lógica no rmativa». Ejemplo de ello es su crítica del pro- vour of erhical writers, that thcy are commonly free from thc nauseating custom ofboas-
grama que Dcwcy formuló para sustituir la lógica por la •historia natural del pensamien- ring of the utility of rheir science• (1.667). C fr. ~demás 1.635, 1.637. 1.653, 1.672,
to» (Cfr. 8.239-43). pasajes todos del año 1868.
•• Esta distinción aparece por primera vez en un manuscrito de 1893, <~ lntroduc­ ,., C fr. 5.3-4 (315 y ss.), 5.433 (418); el pasaje más antiguo es probablemente el
tion, Association ofldcas•. Murphey (op. cit., p. 359 y s.) supone que Peirce llegó a tal 2.11 6, del año 1900.
distinción tamo a través de los trabajos en psicología experimental que Jastrow y él mis- " Cfr. La carta q ue Peirce escribe a James en 1897 (en panicular 8.251) y la que le
mo habían realizado en la Universidad Johns H opkins sobre el tema «small differences escribe en 1902 (en particular 8.256), p. 54 1 y ss. de mi edición.
of sensation• (cfr. en particular 7.21-35), como sobre todo a través de los Principlfs of "' Cfr. supra nota 7.
Psycholog:r de W . James (2 vols., Ncw York 1890). En su manuscrito,. Peirce escribe: )O 5. 133 (388).
«Todas las inferencias se real izan bajo la influencia de la ley de la asocaactón. Pero pode- " 5.135 (389).
mos divid ir toda acción física en dos grandes clases, las que se realizan bajo el dominio n Cfr. 5.392 y 5.394 (185 y 187); cfr. supra.
incontrolado de la asociación y aquellas en las que mediante el papel •agente• de la » Cfr . 5.433 (448).
mente, signifique esto lo que signifique, las acciones quedan sometidas a la aurocrítica y l4 Esto se dirige contra la interpretación que W. James hizo de la máxima pragmáti-
al autoconrrol. Los actos pertenecientes a la última clase pueden calificarse de buenos o ca. Cfr. p. 527 de mi edición.
malos, los de la primera no podrían ser de otro modo que como son• (7.444). En los J} 5.3 (316). Cfr. al respecto esta nota con la 5.402, n. 2 (211, n. 19), de 1893, cuyo
párrafos que siguen, Pcircc intenta explicar: co~ ejemplos sum~meme i.me~esant~, la comenido es casi idéntico.
diferenciación gradual del control de la concaencaa, que desde las mferet?CI~ mconsc.ae~­ -" Cfr. supra.
tes en los animales (asociación por contigüidad) y pasando por las asoaacaones de sama- '
7
Cfr. supra.
litud parcialmencc consciences (inferencias por analogía) que se encuentran sólo en los ,. 5.3 (317); cfr. 5.430 y ss. (445 y ss.).
seres humanos y desempeñan un imporranre papel en el pensamiento mítico, llega hasta » En el marco del relativismo histórico, Erich Rorhacker ha mostrado de un modo
las inferencias concroladas por la lógica y su sedimentación en la profesión de hábitos convincente cómo las •culturas en tamo que estilos vitales• (•Lcbcnssrile•) remiten de va-
(•habi rs•). rios modos al Summum Bonum. Cfr. en particular «Probleme der Kulturanrhropologie•,
2° Cfr. Kanc (Gr. d. M. d. S., A y B, p. 52): «La universal.i dad de la ley por la cual su-
Bono, 1948. John Dewey desarrolló la idea de los value belitfl habituali:z:ados, equipara-
ceden efectos constituye lo que se llama naturaleza en su más amplio sentido (según la bles con los habits que, según posm laba Peircc en 1902, esrán al servicio de la mareriali-
forma); esto es, la existencia de las cosas, en cuamo que está determinada por leyes uni- ~.ación de la concrete reasonabknest.
versales. Resulta de aquf que el imperativo categórico del deber puede formu larse: obra •• Puede demostrarse que todos los teoremas importantes de Pcircc y los más logra-
como si la mbima de tu acción debiera cornarse, por tu voluntad, ley universal de la na- dos desde un punto de vista lógico, convergen en las paradojas del infinito o, co mo diría
turaleza». Cfr. ibid. A y B, p. 66: «El fundamento de este principio <el imperativo l·:m·- l'ci rcc, en el problema de la «Continuidad» o del «s inej ismo•.

264 265
4' Cfr. supra; cfr. infra. M En una reducción tal de lo universal a un F.tctum individual, aun cuando sea al de

•• Cfr. 1.575-1.584, 1.585-1.590, 1.591-1.615; además 5.121-5.136 (383 y ss.). la historia del mundo, Peircc sigue viendo un ejemplo de nominalismo. Y asf puede ob-
" Cfr. 5.353 y ss. scn-ar en el artículo •Pragmatic and Pragmatism» escrito en 1902 para el Dicrionary of
44 As! lo afi rma Peirce en 1869 (5.356). Philosophy and Psychology de Baldwin: «El nominalismo, hasta d hegeliano, mira rettos-
" En •The Fixation ofBeliefi., de 1877, Peirce caracterizaba la decisión de adoptar el pectivanlente la realidad. Lo que roda la fdosoHa moderna hace es negar que haya un esse
m~todo de la ciencia como "una elección que es mucho más que la adopción de una opi- in futuro• (CP, VIIT, p. 292). Cfr. además su critica del hegelianismo como absolutiza-
nión intelectual, puesto que es una de las decisiones más imporrantes de la vida (...)» ción de la T crceridad: 5.90 y ss. (373 y s.). Para Peirce, la absolutización de la razón con-
(5.387, p. 170 ys. de mi edición). En 1902 escribe: «( ...) ¿Qué es el bien? Esta es apenas duce a una reducción de su universalidad a la factualidad.
una pregunta normativa: es prcnormativa. No pregunra por las condiciones del cumpli- " 1.615 ( 1903).
miento de un fin dcfinicivamenre aceptado, sino por lo que hay que buscar, no partiendo " Cfr. 5.3 (315 y s.).
de un razonamiento, sino más allá d e razonamiento alguno» (1.577). Esto podrla compa- ., Nota de 1905 a la máxima pragmoitica (5.402, n., p. 212, n. 20 de mi edi-
rarse con la pretensión formulada por K Popper de que la opción por el •racionalismo ción).
critico• se basarla en una «decisión moral irracional•, en un •act of faich» ( Th~ Opm So- ,. Kanr, GMS, A y B, p. 123.
ci~t:y and its En~müs, London 1945, Vol. JI, p. 231 y ss.). " Kant, GMS, A y B, p. 127. Cfr. J. Habermas: Erkmnmis und lnuresu, Frankfurc
" 1.575; cfr. 5.131 (387) y 1.573. a. M. 1968, cap. 9.
41
1.575. ,. 8.259 (545) .
., 1.577. n Cfr. 8.39 y ss. (253 y ss.). Para una inrerpreración más precisa de la recensión de
49
Cfr. 5.213-5.263 (13-39); cfr. supra. Royce de 1885, cfr. infra.
,. Cfr. 5.382-5.383 (164 y s.); cfr. supra. " Esta concepción de la función indéxica esraba ya completamente elaborada en
,, Cfr. 1.582, además 5.1 11 y ss. 1868, si bien F.lltaba aún la correspondiente distinción ontológica entre «existencia» de lo
n En una cdtica de 1906 al •pragmatismo Pluralista>> de W. James no publicada en
individual, ligada a los índices, y •realidad•, representable mediante conceptos universa-
vida del autor, Peirce observa: ¿Significa lo satisfactorio <satisfactory> lo que excita una les. Cfr. 5.287, 5.296, 5.352 (56 y s., 67, 69 y s.).
cierta sensación peculiar de satisfacción? En ese caso la doctri na rcstuta ser hedon ista en 1s Cfr. supra.
lo que hace al ámbito del conocimiento. Pues cuando los h edonistas h ablan de «placero 16
Ya en 1885 escribe Peirce: «Nos encontramos al1ora con q ue, además de los con -
«<pleasure•> no quieren decir lo que asf se denomina en el lenguaje corriente, sino lo que
ceptos universales, hay orcos dos tipos de signos que son perfecrameme indispenables
excita una sensación ele satisfacción.
para todo razonamiento• (8.41, p. 256 de mi edición). Sin embargo, parece que Peirce
Pero decir que una acción o el resulrado de una acción es satis&ctorio es simplemen-
no había considerad o aún que los iconos eran expresión de un contenido empírico de
te decir que no es congruenre con el objetivo de esa acción. En consecuencia, el objetivo
las proposiciones. Pensaba en cambio que sólo eran necesa rios para reflejar inruitiva-
tiene que determinarse antes de poder acordarse, sea en el pensamiento o en la acción,
mente la forma lógica de la proposición, en el sentido de la •observación diagramática».
que el resulrado es satisfactorio. Una acción que no riene orro objetivo que ser congruen-
Esto puede comprobarse en su •Contribución a la Filosofla de la Notación•, donde in-
te con su objetivo no tendrfa objetivo alguno y no sería una acción deliberada <deliberate
troduce los iconos del siguiente modo: • Estos dos tipos de signo <símbolos e índices>
action> (... ) Pues bien, es concebible que una acción no esté en relación con ninguna
otra en lo que hace a su objetivo. Oc acuerdo con la doctrina hedonista, tal acción no bastan para expresar codo juicio <proposition>, pero no bastan para razonar a partir de
proposiciones, puesto que obrener conclusiones mediante el razonamiento es observar
podrfa tener otro obje1ivo que el de satis&cer su propio objetivo, lo cual es absurdo•
(5.559-561, p. 494 y ss. de mi edi ción). que allí donde se dan ciertas relaciones, se hallarán también oteas, lo que en consecuen-
" Cfr. 1.551. C fr. Murphcy, p. 74 y ss., p. 88, p. 129. cia requiere que las mismas se muestren en un icono• (3.363). Si se considera que para
S4 5.130 (386 y s.). Cfr. 5.36; 1.91; 1.612 y s.; 2.199. Cfr. adem:ls la nora de 1905
Peirce los juicios de experiencia son tambi~n inferencias (sintéticas), parece muy natural
sobre la máxima pragmática (5.402, n. 2). En éste como en otros numerosos pasajes, postular aquí un contenido icónico de los datos de la experiencia que renga que pasar a
Peirce alude a las ..Asthetische Briefe de SchiUer», la primera obra de carácter ft!osófico formar paree de los juicios de experiencia. Así como en el lenguaje la forma icónica del
que leyó Peirce, contrando en ronces quince años. signo proporciona al cálculo lógico un •hilo de Ariadna• (Lcbiniz), así el lenguaje icóni-
,, 5. 1 13. co de la naturaleza tiene de alguna forma que ofrecer un apoyo a la construcción de hi-
56 5.132. pótesis de nuesrros juicios de experiencia. Peirce llegó precisamente a esa conclusión en
" Cfr. 5.113, 5.129 (384 ys.), 5.132. 1903 (5.119).
,. Cfr. 5.219-5.223, 5.291-5.292 (17 y ss. y 60 y ss.). n C&. 5.291 (61 y s.).
78 8.1 3 (117); cfr. además 5.289 y 5.300 (59 y s.).
,, Cfr. por ejemplo 2.81, 5.162 (395 y s.). Cfr. in fra.
' 0 5.150, cfr. 5.157: i f h irdness pours in upon us througb everyavenue ofsense•. " Cfr. 5.263 (34 y ss.).
6
' Cfr. 5.181-5.185 (403 y ss.) "' Peirce adoptó la doctrina de la •percepción inmediata» del mundo exrerior al re-
., Cfr. 5.194, 5.205, 5.209yss. (4 15 yss.) . chazar, en su reseña sobre Berkeley de 1871, la teoría del conocim iento y su •fen omena-
63 Cfr. 5.113, 5. 119 (382 y s.), 5.132, 5. 150. 5.157. lismo de la inmanecia>> (8.16; p. 119 de mi edición). Sin embargo, no Llegó a explicar có-
~~' Cfr. 5.38, 5.43 (344 y ss.), 8.213 (583 y s.). mo podía conciliarse esta docrrina con la afirmación del carácter mediado de todo juicio,
,, Cfr. 5.458 y ss. (473 y ss.). l'n la que tanto hincapié habla hecho en 1868.

266 267
81 Para Peirce, como posteriormente para el n eoposicivismo y para Popper, la dificul- 91
No tendríamos que pensar aqul únicamente en la expresividad icónica de los pre•
tad consisda en que la verdad de las hipótesis puede probarse únicamente mediante pro- dicados simples sino también y especialmente, en la ciencia, en la figuración estructural
posiciones (que son a su vez hipótesis, y as! ad indinirum) y no por comparación de las de la realidad en los predicados relacionales poliádicos, vinculados ellos mismos a la fun-
proposicio nes con los as{ llamados hechos. Pues, como obsetva Peirce en una brillante ar- ción icónica de los modelos técnicos y los diagramas matemáticos; cfr. infra sección 4 p.
gumentación de la 6.• Lovell Lccture de 1903: •(...) you look at any object and say, 226 y SS.
"That is rtá'. 1 ask how you prove that. You tell me you see ir. Y es, you sce something; ~· 5.119 (382 y s.).
bu t you do not sce that it is mi; because that ít is red is a proposicion ( ...)•. Al mismo •J Cfr. 5.313 y ss. (78 y ss.). Aquí aparece una Hnca de la especulación pcirceana que
ricmpo, Peirce tenia que mostrar que, y cómo, la caracterización de los juicios percepti- parece remitir direcramente a la concepción d e N. Wicner del ser humano como «infor-
vos como premisas últimas irrebasables en la práctica descansa en imágenes percibidas mación• y del universo como proceso de información.
(los llamados • percepts•) que entran a formar parte de los predicados de los juicios per- " 2.711-713 (82 y ss.).
ceptivos como fuentes de información. 91
2.713 .
., Cfr. infra acerca de la polémica con el da.r winísmo y ellamarkismo. " Cfr. por ejemplo, 6.189 y ss. Cfr. infra.
u C fr. 5. 172 y s. (400 y s.), 5.591, 5.603 y ss., 6.10 (268 y s.), 6.474 y ss. 91 5.47 (350); cfr. 5.212 (418 y ss.), 5.536, 6.477.

" C fr. supra. " 6.474.


11 Cfr. por el contrarío 5.348-5.352 (97 y ss.): Peirce identificó, en 1869, la pregun- .. 5.171 (400).
100
ta por las condiciones de posibilidad de la experiencia en sentido kantiano con la pregun- 5.171 400); cfr. 5.145 (393 y s.) y 6.475.
ta lógico-trascendental por la valide-z. de la experiencia y ésta, a su vez, con la pregunta 101
5.171 (400); cfr. 5.145 (393 y s.).
por la validez de las inferencias inductiva.s in rht úmg run. En lo sucesivo, Peirce separarla .., Peirce está pensando aqul en ese caso límite del conocimiemo discursivo formula-
la pregunta por el origen de las hipótesis (por las inferencias abductivas que están a la ba- do lingülsricamente, que B. Croce idcmificaba con el arre al equiparar •intuitione=es-
~e de los juicios perceptivos presupuestos en la confirmación inducdva) de la p regu nta pressione». Cfr. igualmente supra, nota 76.
por la validez de la experiencia, que hay que responder mediante la reor!a de la induc- '
03
Cfr. 5.171 y ss. (400 y ss.), 5.181 (403 y ss.) y 6.475 .. 577.
ción. ,.. 2.711.
86 En 1903 Pcirce cuestionó scriamenrc la doctrina tradicional de la subjetividad d e 10
' Cfr. Murphcy, op. cit. Part One.

las cua)jdades sensoriales, cfr. 5.116 y ss.; cfr. i nfra. "'' En Nature, Addresses and Leclures (Boswn 1885, p. 3 1) expuso Emerson sus tres
87
Cfr. 1.420 , 1.357, 2.85, 5.289 (59 y s.). famosas tesis: " l. Words are signs of natural fucts. 2. Panicular na rural facts are symbols
88 Función que, bajo el nombre de •likeness•, se vincula por primera ve-¿ a la catego- of panicular spirirual fucts. 3. N ature is the symbol of spirit• (citado en Murphey, p. 51).
ría de lo «Primero• (•J<irst•) en «Th e Ncw List of Categorie.s» (cfr. 1.558); cfr. además 107
Cfr. 8.14 ys. (118); cfr. supra.
1
5.283 (54). .,. Este dualismo trascendental kantiano sufre una transformación analírico -lin-

" Peircc reúne co mo correlatos cogn itivos de la «Primeridad. (de la •Terceridad•) fe- güfstica en el Tractarus Logico-Philosophicus del primer Wittgenstein. Esta transforma-
nómenos o topoi tales como conciencia estética, «noción• (•Einsicht») natural, •Com- ción es la vez una reductio ad absurdum en la que el sujeto, privado de coda posibili-
monsense•, •lumen narurale» y sobre todo y una vez más, el •instinto• animal. Considera dad de autorreflexión, coincide con la forma del lenguaje que constituye los •límites
que las funciones cognitivas de «an ticipación• de los seres humanos, funciones que están del mundo•.
ligadas a la cualidad , son transformaciones de ese insrinro. A estas funciones corresponde, .., Cfr. E. K Specht: Dtr Analogiebtgriffbti K.am und Htgt4 Kantstudien, Erg. H efr,
1

en la lógica sintética, el modo abductivo de inferencia. Sólo a través de éste se generan 66, Koln t 952.
nociones n ue-vas. Por contra entiende ahora la inducción únicamente como mérodo de 11
° Cfr. 6.6, 1.241.
111
confirmación o falsación mediante la confronración (cBegegnung») con los hechos exis- Cff. infra.
tentes («Seguodidadc), vinculándosela a la selección evolutiva en senrido darwinista. El "' Cfr. 6.24 y S. (277).
desarroUo de la teoda de Peirce a través del hilo conductor de sus tres carcgorlas funda- 1
" Cfr. infra, en particular notas 105, 126 y 127.
1
menrales ofrece aqu! un inreresante paralelismo con la antropología de A. Gehlen. En un " Cfr. 5.181 y ss. (403).
primer momento, Gehlen consideró que la adapración a través del ensayo y error de la us Cfr. 5.55, 5.212 (418 y ss.).
•conducta de experiemación• era la única responsable del desarroUo de la cultura. Más "' Cfr. 5.289 (59); Peirce se sitúa aqul muy cerca de la interpretación hegeliana de la
tarde elaboró una teoría de las cualidades estético-numinosas vinculadas a la «conducta •cerreza sensible•, que utilrz.arfa más tarde en su inrerpretación semiótica del •eso de ahí•
de represencación•, que interprera como indiferenciación de las cualidades disparador y del •sentido inmediato» de la percepción. Cfr. 5.44 (346 y s.), 5.92 (374).
vinculadas al instinto animal (cfr. A Gehlen : Urmensch und Spiitkultur, Bonn 1956). 117
Cfr. 7.328.
90 Cfr. p. c. 6.307: «El desarroll o agapástico del pensamiento es la adopción de cier- 118
Cfr. por ejemplo, 8.103 (1900): <~Pero en esas fuerz.as ciergas dos hechos de los
tas tendencias mentales, y no por cierto complerameme a la ligera como en el T ijasmo, que se tiene experiencia en el semido de la Segu ndi dad> se vislumbra <g)jmpses> un ob-
ni tampoco de un modo absolutamente ciego, por la mera fuerza de las circunstancias <) jeto desconocido. Ahora bien, lo desconocido es, con forme a nue.~ tra teorla , precisa-
de la lógica, como en el Anancasmo, sino por una atracción inmediata por la idea misma, menee aquello cuya determinación habrá d e manifestarse, as! lo esperamos, en el futuro.
cuya naturaleza se vislumbra, antes de que el entendimiento se halle en posesión de clln, F.~as fuerz.as ciegas pueden, por ranro, considerarse como acciones del futuro sobre el pa-
en virtud del poder de la simpa da, es decir, de la continuidad de rodo lo mcnml ( ... )». sado. Desde este punto de visra se comprende que no puedan ser sino brutas <brute> y

268 269
ciegas y además que en el crasncurso del tiempo haya de verse cómo ellas mismas van ra-
1
~<~ J. v. Kempski, op. cit., p. 63.
111
cionalizindose, disolviéndose en la medida en que el conocimiento se desarrolla•. Walter Jung destacó claramente este pumo en su recensión del libro de v. Kemps-
"' Cfr. 5.436 (450 y s.) y 5.91 (374). ki en • Philosophische Rundschau 4• (1956): 143-158, en especial pp. 148-49. Sin em-
110 Cfr. en su metaflsica de la evolución la crítica del «J\nancasmo• en Hegel: 6.63 bargo, creo que fue demasiado lejos al decir que la posición fenomenológica de Peirce es
(307 y s.), sobre todo 6.218 y ss. y 6.305. •mucho más clara que la de KantJO. Y sobre codo, pienso que la afirmación de Peirce cwe
111 Cfr. supra. dirccrly pcrceive the continui¡y of consciousness• (6.12, Jung, op. cit., p. 157), que él
121
Cfr. en particular 5.313 y s. (78 y ss.). mismo describe como «punto supremo• de la •Faneroscopia~, no explica por qué Pcirce
m Cfr. al respecto el proyecto de una ripologfa de sistemas filosóficos basado en las puede dejar sin fundamcnrar scmióticamenrc el conocimiento fenomenológico de la fUo-
tres caregorias fundamentales (5.77 u ss.; p. 365 y ss. de mi edición). soffa. Puede que la «conrinuidad de la conciencia» sea el punro supremo de la «media-
1" Cfr. 5.289 y s.; 5.313 y ss.; sin embargo, cfr. 5.440 y s. y 5.492 y s. (454 y s. y ción• mctaffsica entre el conocimiento y la realidad en el sentido de la categorfa peircea-
528 y s.). na de Terceridad, pero eso no exime aún a la <<Fenomenología• de la Tcrceridad qua
111 Por primera vez en la •Minute I..ogic• (1902), CP, 2.120. En 1901 apareció el se-
continuidad de la tarea de fundamentar semióticamente su propia valide:t partiendo de
gundo volumen de las •l.ogischen Unrcrsuchungen• de Husserl con el titulo •Untcrsu- esa Terccridad, tal como habla hecho previamente al fundamentar la valide¿ de la investi-
chungen zur Phanomenologie und Theorie der Erkennrnis». Pese algunos paralelismos gación empfrica.
en los objeros de estudio, resulta obvia la imposibilidad de encontrar una conexión histó- IS> Cfr. 5.244 y ss. (28 y ss.) y 5.462 (477). Cfr. por el contrario 5.71 y ss. (360 y ss.)
rica entre estas dos fundamenracione de la fenomenología. Cfr. Herben Spicgelberg, donde Peirce compara la autoconciencia con el procedimiento infinito de un mapa que
H 11surl's and Peirce's Phmommologin: Coincidmce or lnuracrion, en: Philos. and Phe- incluye una representación de sí mismo. Cfr. además 8.288 y ss. (557 y ss.) acerca de los
nom. Rescarch, 17, 1956, pp. 164-185. eres aspectos caregoriales de la conciencia.
U 6 5.41 (343 YS~).
m Cfr. H. Spiegelberg, op. cit., p. 174.
117 5.42 (344); cfr. 1.287.
1
"' Cfr. 5.37 y s., 5.43 y ss. (344 y ss.), 5.90 y ss. (373 y ss.), 5.436 (450 y s.), 8.213
'"' 5.122 (384). (583 y s.), 8.267 y ss. (550 y ss.), 8.297 y s. (561 y s.), 8.329.
l~) 5.42 (344).
l 'l) 5.90 (373 y s.).
"" 1.284. ' 1" Cfr. supra.
OJI Cfr. H. Spiegelberg, op. cit., p. 168 y ss.
111 5.37.
uz Cfr. 8.295, 8.297 y 8.301. Incluso la distinción entre fenomenologfa y psicologfa
os• Cfr. 5.121-124 (383).
del vol. 2 de las •Investigaciones lógicas• le re.~ulta a Peirce cierramenre irtsuficiente,
puesto que escribe en 1906: •How many wrirers of our generarion (... lec ir be in chis ca- '~ Cfr. 5.181 (403 y ss.) y 5.209 y ss. (417 y ss.).
1
" ' Cfr. 5.181 yss. (403).
se che disringuished Husserl), after underscored protestations mar thcir discours shall be
of logic exclusively and not by any means of psychology (almost alllogicians procese that
141
Cfr. supra.
1
on fde), forthwith become imem upon those elements of the process of thinking which " Cfr. 5.289 (59 y s.), 5.428 (443), 5.467 (503), 5.475 y s. (5 12 y s.), 5.501, 5.541
secm to be special ro a mind likc rhat of che human race, as we find ir, ro roo great a ne- y ss. (324 y ss.).
glect of those elements which muse belong as much to any one as to any other mode of '~ 2.197; cfr. 1.287: •The srudcnr's effort is not to be influenced by any tradition,
cmbodying me same thought» (4.7). Cfr. Spiegelberg, op. ciL, pp. 183 y s. any authori¡y, any reasons for supposing thar such and such oughc ro be the facts, or any
IIJ Cfr. 5.119 (382 y s.) y 5.181 y ss. (403 y ss.). fancies of any kind, and ro confine himsclf co hones singleminded obscrvation of che ap-
,,. 8.300 (562). pearances. The reader, upon his sidc, muse repeat the author's obscrvation fort himself,
us Cfr. 5.42 (p. 344) y 5. 119. and decide from his own obsci'Vations wcchcr rhe author's accounr of che appearance is
1,. Cfr. 5.122 y ss. (384) y 5.129 (384 y s.).
corrccr or not>•.
m Cfr. en especial 2.197: •lt can hardly be said ro involve reasoning; for reasoning 164 Cfr. 5.32 (341 y s.), 5.543 y ss. (329 y ss.), 5.546 y ss. (334 y ss.).
reaches a conclusion, and asserts w be true however matters may seem•. 1
" Cfr. K-0. Apel: Wittgmstdn rmd HtitÚggn'. Die Fragr nach tÚm Sinn von Sein
,,.. Cfr. 5.37. und rkr Sinnlosigkritsvmlncht grgtn al/~ Metaphysik (Philos. Jb., 75., 1967, pp. 56-94), II
1
" Cfr. 5.129 (384 y s.). parte. Del mismo: Spradu und Rt:jkxion (en: Akten des XIV lnternarion. Kongr. f. Phi-
140
Cfr. Murphey, op. cit., p. 366. losophie, Ill, Wien 1969, pp. 417-29). Ambos ankulos aparecen hoy en K. O. Apcl,
'" Cfr. 1.280, 5-37, 5.43 (344 y ss.). Transformation tkr Philosophit, Frankfurt 1973. Trad. cast.: Madrid, Tauius 1985, 2
141
Cfr. supra. vols.; cl primer artículo aparece en las pp. 217-264 del primer volumen; el segundo apa-
IU Cfr. Murphey, Cap. m.
1' 4 Cfr. 1.558; cfr. además 5.283 y ss. (54 y ss.).
rece, bajo el título •El lenguaje como rema y medio de la reflexión rrascendencal•, en las
pp. 297-314 del segundo volumen de la edición en castellano.
'" Cfr. 1.559 y 5.318-5.356 (88-105).
ot. Cfr. J. v. Kempski se refiere a 3.422 y ss. (1892).
6
'" Cfr. supra.
' ' Cfr. J. v. Kempski, op. cit., p. 56 y s.
1
"' Cfr. J. v. Kempski, op. cit., p. 58 y ss.
uo~~ Cfr. M. Murphey, op. cit., p. 368.
'" J. v. Kempski, op. cit. IM Cfr. supra.
1
' ' Vid. supra

270 271
°
17 Cfr. •The Simplest Mathematics» (1902), 4.227-323 (=capítulo 3 de la inacaba- de la función icónica parece situarse en primer plano ante el intérprete. En la hermenéu-
da «Minute Logic•, en la que el término •fenomenología» se introduce por primera vez. tica, por ejemplo en la interpretación de obras de arce, habría que tener en cuenta com·
Cfr. supra p. 206, nora 11 2; cfr. 1.247 (1903). plicadas combinaciones de las funciones icónica, indéxica y simbólica.
l1l Kant, Kr. d. r. V., 2.• ed., p. 159, B 159, p. 171 de la ed. case. (Madrid, Alfaguara). "' Así, por ejemplo, la información como mecanismo conductor en genética o en la
an 5.39 Y S. dirección de misiles por radar. Pero la «influencia de los signos en el comportamiento de
17
Cfr. 5.166 (398).
'
los organismos•, tal como se produce de hecho en el marco de la comunicación entre se-
17~ Cfr. K.-O. Apel: Di~ ldu tkr Sprach~ in tkr Tradition &ks liumanismus von Dante res humanos, es sólo un modo degenerado de la función sígnica en el sentido de la segun-
bis Vico, Bonn 1963, pp. 321 y ss. dilkzd cuando se la considera en los términos de la semiótica peirccana; puesto que aquí
"' Cfr. por ejemplo 1.357: •Whar me world was co Adam on rhe day he opencd his el .Jogical imerpretanr- {la traducción del sign ificado de los signos, basada en la com-
eyes to it, before he had drawn any rustinctions, Ot had become conscious of his own prensión correcta, en regla del comportamiento) se reduce, en la perspectiva cibernética,
exisrence...•. al odynasnical imerprecanr- (el cumplimiento f.ktico d e la comunicación). Para Peirce es
176 1.299; cfr. Murphey, op. cit., p. 367. importante insistir en la diferencia entre conducción mediante signos y mero proceso
117 En: «Üne, Two, Thrc:e: Fundamental Categories ofThough and ofNature• (cfr. causal en sentido mecanicista. Esta diferencia permite concluir que la simulación ciber-
Murphey, p. 296 y ss.); partes de este manuscrito fueron publicadas en 1.369-372 y nética de los procesos de comunicación, al igual que la de las funciones icónica y deíctica,
1.376-378. sólo puede valorarse como modo degenerado de la comprensión comu nicativa (•Verstin-
171
1.363; cfr. 1.369 y ss., 1.515. digung») entre los seres humanos. Cfr. infra.
1
"' 1.371. '" Este concepto está implícito enel concepto pcirceano de «Communiry-, pero co-
110 1.363; cfr. l.S 1S (1896). mo término que más allá de Peirce se adentra en el desarrollo de la dimensión hermenéu-
181 Willard v. O. Quinc: Mathematical Logic (Cambridge, Mass., 1951), p. 198 y ss. tica de la intersubjetividad se encuentra por primera vez en la obra tardía de Josiah Roy-
Cfr. Murphey, p. 304 y s. ce. Cfr. in.fra pp. 246 y ss.
182
Cfr. 1.363 y 1.371. 195 Segú n Peirce, símbolos puros -a diferencia de proposiciones y conceptos- son

"' Cfr. 5.90 (p. 373 y s.). 1\nicameme los argumemos que establecen unívocamente un a interpretación racional; sin
1

'" Yendo, con M. Schlick, más allá de Peircc podríamos afirmar que la moderna físi- embargo no median -como las proposiciones- 1~ información d efinitiva sobre el ser-así
ca teórica pued e teJter el valor d e una representación verdadera, sin ser in mediatamente hic et nunc al modo de los genuinos índices, ni lo evocan asociacivamenre - como los
evidente para la experiencia de una conciencia cualquiera o sin ser traducible a una repre- conceptos- al modo de los iconos y las imágenes deícticas. C fr. al respecto 5.76 (364).
sentación intuitivamen te esqucmati7,able. Cfr. supra, p. 53. n. 70. 196 Cfr. supra. La relación con B. Croce y A. Gehlen, mencionada en las notas 76 y
1" Después de que en 1966 A. De Morgan • honrase al desconocido principiame en 89, debería ampliarse para dar cabida tamo a la idea de •universale fantastico• de G. B.
filosofía (... ) enviándole una copia de su memo ria •Ün the Logic of Relacions (...)» Vico, tan importante para la estructura arcaica del lenguaje, como a la tesis, enunciada
(1.562), Peircc publicó, en 1870, su original contribución •Dcscription of a Notacion for por W. v. Humboldt, de que el uso discurs ivo (•rcdnerisch•) de la palabra posee a la ve-1.
che Logic of Rdativcs (...)• (3.45- 149), que, prosiguiendo el camino abierto por aqul!l, carácter de «signo• y d e •reproducción~ (a diferencia del uso ciendfico del lenguaje, en el
influyó decisivamente en el cálculo de relaciones de E. Schroder. Cfr. C. l. Lewis: A S11r· que el carácter reproductivo de la estructura si ntáctica de los signos puede emplearse con
vry ofSymbolic Logic (Berkeley, 1918), pp. 79 y ss.; J. M. Bochenski: Formal~ Logik mayor profusión).
(München, 1956), pp. 436 y ss.; M. Murphey, op. cit., pp. 151 y ss. 197 Virrualmence, la semiótica pcirceana da aquí cabida tanto a aquellas tendencias de

'" Cfr. para lo que sigue 5.73-76 {362-364). la hlstoria de la ftlosofla del lenguaje que pugnan por reducir la función cognitiva del
117 Cfr. 1.365, l.358; cfr. Murphey, p. 304. lenguaje científico a la estructura figurativa y al •pensamiento ciego•, usando a cal efecro
1
" Cfr. 1.366 y s.; 1.370-372. la •obserVación diagramáticv de la forma slgnica como •hilo de Ariadna• {Leibni-1. y el
1" Los análisis d e las funciones icónica y delctica fuera del ámbiw del lenguaje, en- primer Wittgenstein), como a aquellas que se sirven de la figuración de la naturaleza en
tendido áte en sentido estricto, podrían ayudar a la racionalización de viejos topoi como el dibujo y los diagramas de la matemática para oponerse a la falsedad del lenguaje con-
el del «lenguaje de la naturaleza>~ O. Bohme) o el de la «cscricura sígnica>t de la naturaleza
vencional (Leonardo da Vinci, P. Valéry).
(Paracelso), parricularmenrc si se efectúan otras combinaciones, por ejemplo, entre la 1'* Peirce introdujo los •índices• por primera vez. en 1867 (1.558). A pesar de la dife-
función icónica y la defccica, entre ambas y la función simbólica, etc. rencia que su análisis de las categorías traz.a entre éstos y los símbolos, Pcirce consideraba,
' 90 Podemos ver aquí que el concepto semiótico de «Ícono• puede proporcionar un
aún en 1867, que los índices eran conceptos del •presenrin general• (1.547). Sólo en
conceptO general para los diversos usos del término •modelo•, aplicado tanto a teorías o
1885 y en el comexto del descubrimiento de los cuantificadores (vid. nota 187), llegó a
conmuctos técnicos (incluyen do diagramas y lenguajes artificiales) como a las ejemplifi-
concebir su referencia a lo individual en el sentido de la haecceiras de Duns Escoro, para
caciones de estas teorías y constructos.
la cual no puede haber concepto, según Peirce. En la recensión d e Royce de 1885 Peirce
' 9 1 Cfr. además 5.73 y s. (362 y s.).
191 Según Peircc: los lndict!S genu inos son duales; es decir, además de la vinculación
observaba: «(Royce) Parece pensar que el sujeto real de una proposición puede denotarse
espacio-temporal con su objeto conllevan una representación icónica del mismo , que me- mediante un término d e la proposición (...) Em.1dios recienrcs en lógica formal <Vid. no-
ta 187> han clarificado esm cuestión. Vemos ahora que, además d e los términos genera-
dia la información (cfr. 5.75; pp. 363 y s. de mi edición). En consecuencia, ti<:nc <¡uc
existir una continuidad entre •síntomas• en sentido médico (por ejemplo , el pulso) y les, hay dos tipos de signo de los que el pensamiento no puede en absoluto prescindir.
«síntomas• en el sentido de las c iencias de la expresión (por ejemplo, la grafuln(.\b), don· Uno de ellos es el índice» (8.4 1), p. 256 de JTii edición. C fr. además 3.363.

273
272
'" En 1903 escribía Peirce: •El pronombre, al que cabe definir como la parte del dis- "" Cfr. infra nota 201 sobre P. Winch y N. C ho msky.
c urso d estinada a cumplir la función de un índice, nunca es inteligible tomado por sí "" Esco no es aplicable a las •teorías de sistemas• de inspiración cibernética, las cuales
mismo, al margen de las circu nstancias de su preferencia; y el nombre, que puede defi- consideran a los seres humanos sujetos pragmáticos del uso de los signos y de la orienta-
nirse como aquella parte del discurso que se pone en lugar de un pronombre, es siempre ción ciendfica del mundo, si bien, ciertamente, tras la previa reducción de su praxis al
susceptible de equivocidad•. Cfr. 2.287 n. (sobre la historia de la gramática). «comportamiento adaptativo» oriencado a la supervivencia.
""' El descubrimiento de los •cuantificadores• fue el resultado del trabajo conjunro " 0 La •degeneración•, en el sentido peirceano del término, sería legítima en caso de

realizado por Peirce y su alumno Mitchell en la universidad Johns Hoplcins. Cfr. Mit- que fuésemos conscientes del carácter abstracto d e los análisis de la lógica de la ciencia
chcll, O. H .: •Ün a New Algebra of Logico en: Peirce (ed.): oSrudies in Logico (Boston, (por ejemplo, en el análisis del problema de la •explicación• [explanation] en un lenguaje
1883); cfr. 3.351-354, 3.393 y ss., 3.361 t ss., al respecto Murphey, op. cit., pp. 298 y formalizado) y los ampliásemos, corrigiéndolos en ocasiones mediante el análisis gnoseo-
ss. G. Frege se habla anticipado a este descubrimiento en su •Begdffsschrift» sin encon- antropológico de las situaciones en las que el sentido de la pregunta ¿por qué? se consti-
trar reconocimiento alguno (cfr. Bochenslci, op. cit., pp. 302 y ss.). tuye pragmáticamente. Cfr. al respecto G. Radnirzky: Contmzporary Schoo/s ofM~tascien­
~· Para una exposición exhaustiva de est:as complicadas relaciones, cfr. CP, 11, Li- re (Giiteborg 1968) 1, pp. 146 y ss. [Sobre el concepto de gnoseoamropología, cfr. Apel,
bro II: •Speculative Grammar•; además, la correspondencia con Lady Wclby (8.327- K.-O., Cientíscica, hermcnéudca y crítica de las ideologías, en: Transfonnaci6n tk la fiw-
8.379). sofla, vol. ll, pp. 91-120, en esp. 91-96. Una exposición general de su significado en la
102
11or esta razón, los d~signata ficticios, carentes de extensión denotativa, por ejem- obra de Apella encontramos en: Conill, J. El crep(ucuw tÚ la mnafoica, Anthropos. Bar-
plo, un unicornio, no pueden fundamentar la función sfgnica uiádica. Sólo son com-
celona, 1988, pp. 297-307. N.T.)
prensibles como ficcion~s si se presupone la existencia de designara reales. Si codos los dt- '" Cfr. al respecro K.-O. Apel: Die Entfoltung der •sprachanalytischen» Phi/osophie
signata fueran meras ficciones, la expresión •mera ficción» perdería su sentido. Esto nos und das Problem der •Geisteswissemchafim• (Phil. Jb., 72, 1965, pp. 239-89); del mis-
muestra que la función sígnica depende de la existencia de un mundo real que puede ser
mo: Szimtistik, Hermmetttik, Ilkowgiekritik (Wiener Jb. f. Philos., tomo 1, 1968, pp.
representado en tanto que algo.
0
15-45); del mismo: Szimtismus oder transundmtale Htrmmeutik: Zur Frage nach dem
' ' Cfr. 5.482 (5 18 y s.), 5.49 1 (527 y s.), 8.315 (5 63 y ss.); al respecto infra.
Subjekt dcr Zcicheninterpretation in der Semiotik des PragmatiJmus (en: «Hermeneutik
'"' Vid. infra, nora 2 15.
und Oialekrik», Tübingcn, 1970). Escos artículos aparecen h oy en: Transformation der
20
~ Ch. Morris: Formdatiom ofthe Theory ofSigns, Chicago, 1938.
2<16 La representación esquemática típica de la naturaleza triádica de los signos oculta
Phiwsophie, op. cit. [pp. 27-90, 91- 120, 169-208 respectivamente del vol~men Il de l.a
trad. cast. Cfr. además: Z ur Idee einer transzcnd enralen Sprachpragmank, en: J. Sl-
obviamente este aspecto pragmático. Tal repre.~enración sugiere que las dimensiones si n-
táctica, semántica y pragmática son relaciones coordinables en términos d e relaciones
mon (cd.), Aspekte tmd Prob/eme der Sprachphilosophie, freiburg, 1974, rrad. cast. en
Simon, J.: AspeciQs y problemas d~ /afiwsofla del lenguaj~. Alfa, Buenos Aires, 1977.
diádicas (vid. ilustración):
N.T.]
"' Para el conducrismo cstricro, por tanto, la relación rriádica A regala B a C debe

·~ ~F"::
considerarse reducible a las dos relaciones diádicas: A se desprrode tÚ B (o mejor, B se se-
para tÚ A) y C toma posesión de B (o mejor, By C se retinen).
"' Vid. supra.
pragmática
' " Cfr. al respecto P. Winch: Die !de~ der Sozialwiss~mchafi und ihr Verhii/tnis zur
Phiwsophie (Frankfun a. M. 1966) y para el caso de la lingüística, la crítica de N.
Sere< humanos
Chomsky a Slcinner y la escuela de Bloomficld c:n: J. A. Fodor y J. J. Katz (eds.): Th~
Stnu:tureofLanguagdEnglc:wood Cliffs 1964).
"s Cfr. 5.403, nora 3 (212, nora 20); 5.453 (467 y s.); 5.491 (527 y ss.); 8.315; cfr.
"" Cfr. ll Cacnap: lntroduction IQ Semantia (Cambridge, Mass., 1942), parágrafos 5
y 39. Creo que si se restringe el concepto de cPragmática de los signas» a1 uso fáctico del además infra p. 327.
lenguaje (a la •parolco en sentido saussureano) y se piensa que es suficiente con analizar ... Cfr. 8.208 (577 y ss.).
el sistema lingüístico (la clanguc• en sentido saussureano) construyendo un sistema se- ' '' Cfr. sobre la introducción a las matemáticas 1.185 y 1.285. Cfr. Murphey, op.
mántico de relaciones dioidicas, se ignora la importancia fundamental de la esrructura cir., caps. XI, XII, XIII, XVIII.
triádica del signo.se se prosigue consecuentemente habrá, por fuena, que interpretar, de
211 En una carta del12 de mayo de 1905, Peirce escribe a F. C. S. Schiller: «La gene-

ralidad en la lógica norelariva logic corresponde a la continuidad en la lógica de relativas;


acuerdo con la tesis de la cxtensiona1idad, el significado de los signos como designación
de hechos que existen al margen del lenguaje. Habrá también que ignorar la interpreta- y el desarrollo del principio de continuidad a la luz de tal perspectiva lógica y su adop-
ción de los hechos •en tanto que algo•; interpretación que se da en el sistema lingiilscico ción como principio central de la mctaflsica, es una indicació n de lo que entiendo por Si-
en cuanto obra intensiona1 colectiva. Pienso que la llamada «lingüística orientada al con- nejismo• (citado por Murphey, op. cir., p. 397).
tenido• (de Leo Wcisgcrbcr y otros) absrrae correctamente la «langue» en términos triádi- m Vid. infra.
21° Cfr. supra.
cos cuando considera que la interpretación que los hombres hacen de los signos (y dd
221
mundo mediado por ellos) no es ajena al sistema sino que, por así decir, es un produnn 1.452.
cristalizado en el sistema como «visión lingüística del mundo» (W. v. Humboldt). w Cfr. los parágrafos 5.7- 12 del artículo «The Archirecrure of T heories• de 1891
(pp. 460 y ss.) y 1.176-179.

274 275
m Cfr. 1.180-1.283. Con su principio de clasificación Peirce sigue el Cours ek Philo- ,. Cfr. 5.289 n. (84, n. 12).
sophii! Positivt de Comte, 6 vols., París, 1830-42 (cfr. 3.428). m Cfr. supra.
n 4 Cfr. M. H. Thompson: The Pragmatic Philosophy ofC S. Páru(Chicago, 1953), >ss. Para Wittgenstein incluso un grito de dolor es parte de un juego lingüístico (y de
pp. 156-162. Cfr. Murphey, p. 368. ese modo un ejemplo de Terceridad), puesto que se aprende como •comporcamiemo an-
m Peirce tomó esta definición de su padre, Benjamín Peirce. Cfr. Murphey, p. 229. te el dolor~.
126
Cfr. 1.245 y ss., 1.417. "' Cfr. además 5.448 (463).
m Cfr. 5.319 (89).De nuevo comprobamos aquí que Peirce nunca reconoció que el "' 8.42 (258).
método reflexivo (que ¿¡ mismo practicara con tal virtuosismo, especialmeme en 1869) "' 8.42.
sobre las condiciones indispensables de toda argumentación Oa tranSformación de la cri- "' Las modernas filosofías de la situación (el pragmatismo de James y Dewey, el exis-
tica trascendencal del conocimiento en crítica del semido) fuese el método espedfico de tencialismo, algunas formas de neomarxismo y el segundo Wittgenstein) evitan la proble-
la fundamentación de su filosofla. mática pcirceana en la medida en que, de modo más o menos explícito, consideran sin
221
Cfr. 5.148 y s., 5.162 y ss. (395 y ss.). senrido cuestiones teoréricas como las de la verdad absoluta, el objeto real del conoci-
m 5.162 y SS., 3.363, 3.556. miento en general y otras de índole semejante.
uo Cfr. 5.8, 5.32 y s. (341 y ss.); cfr. infra. "" Cfr. 5.257 (33).
'" Cfr. supra Cfr. Murphcy, op. cit., cap. XVIII. 26
' Cfr. 8.43 y ss. (259 y ss.).
uz Cfr. supra. ,., Cfr. 8.41 (252 y ss.).
m Cfr. Carca de Peircc a W. James, del 28 de octubre de 1885 (en mi edición, p. l6J Entre los que, en mi opinión, se encuentra un experto en Pcirce ran destacado co-
264, n. !). mo M. G. Murphey, por cuanto considera que la aceptabilidad de la defrnición de lo real
U< Cfr. 8.33 (129 y s.). de Peirce y, por ello, su método critico del sentido, depende de la prueba previa de la
m Cfr. supra. •existencia» del mundo real en general, así como de la existencia de •othcr mind.~· y fi-
.U6 Cfr. supra. nalmente, incluso, de la existencia de un proceso ilimitado de investigación. Cfr. Murp-
u' Sobre e.~te asunto Cfr. K. - Th. Humbach: Das Vi!rhiiltnis von Einzelperson tmd hey, entre otros lugares, p. 141 y pp. 301 y ss. Las dificultades que analiza Murphey no
Geml!inschaft r1ach josiah Royct, Heidelberg 1962, Introducción. se resuelven, en mi opinión, mediante una definición de lo real en términos de experien-
m Cfr. la recensión de la obra de Royce «The World and th e Individual•, de cia posible, sino mediante una especificación d e c.~ca definición con la ayuda de proposi-
1900/02 (B. 100-13 1) y la referencia a Royce en la tUtima anotación que Pcirce escribe, ciones condicionales (<<would-be-Satzen»), que independ i1'""n la respuesta del problema de
en 1905, sobre la •máxima pragmática» (5.402 n.; en mi edición p. 212, n. 20). las posibi lidades de éxito del proceso del conocimiemo. Obviamenre, Peirce tuvo que
m Cfr. cana de Peirce a Royce del 27-5- 1902 (8.117 n. 10) y «The Principies of Lo- abandonar la reducción de la realidad a la «obtención de la opinión (ti tima•, como consta-
gico en el primer volumen de la EncicloptdÍil de las Ciencias filosóficas (Tübingen, 1912), ta Murphey. Después de 1855 (vid. infra, n. 45) Peirce reconoció que la definición con-
especialmente p. 78, en la que hace referencia a Peirce como su maestro en el terreno ló- dicional (•would-be-Definition•) sólo puede ser válida como principio regulativo para
gico. evaluar el proceso efectivo («faktisch») de conocimiento. Como tal, la definición de lo re-
2
"' Cfr. K-Th. Humbach, op. cit., p. 110 y ss. Además: J. Smith: Rqyct's Social !nfi- al en términos de conocimiento absoluto nos permite establecer qué es real por medio de
nitt; an Analysis oftht Thi!ory oflnurpmation and Community (Nueva York, 1950). K.- la deixis o haecceitas (•Segundida<L.) as( como mediante la intuición (..Anschauung») de
O. Apel: Ciemificismo o Htrmenéutica rrasccndemal: Sobre el problema del Sujeto en la lo universal como continuidad de la experiencia (la • Primeridad» de la •Terceridad»),
lntcrpreración de los Signos en la Semiótica del Pragmatismo (en: R Bubner (ed.): fli!r- postulada por Peirce en 1903. Vid. 5.205 y 5.209-12.
mmtutiltundDialektilt, Tübingen 1970,1, pp. 105-144). "" Creo que, implícitamente, Peirce llevó a cabo cal reducción al absurdo en su críti-
,.. 8.41 (258). ca del año 1868 a la duda universal de Descartes.
w 8.41, n. 7 (264). '" Cfr. 7.341 (supra).
w 8.4 1 (254 y ss.), cfr. supra n. 185. "' 8.41 (254); Cfr. 8.43 (259 y ss.).
247
'" 1.558. Cfr. 8.43 (259).
t<~ 8.41, n. 8 (264). ,.. 8.43 (260).
'" O. H. Mitcbell: •O o a New Algebra of Logic., en: Srudits in úgic, by Mtmbm of "' 8.43 (261).
thejohm Hopkim Univmity, ed. Ch. Peirce, 1883, pp. 72-106. "" 8.43 (261 y s.).
"' 3.359-403. '" En este caso Peirce se enreda una ve-e más en las paradojas que le resultaron pro-
"'' 3.363. blemáticas en su interpretación del ejemplo de los diamantes de 1872-73 y 1878 (Cfr.
'" Cfr. supra. supra). Y es tan poco capaz de movilizar lo decisivo de su realismo crítico del sentido
>s• Se traca de la variante pasada por Hegel de una prueba de la existencia de Dios, contra el idealista Royce como lo habla sido contra Berkeley.
prueba que se encuentra prefigurada sobre codo en Leibniz y que tiene su exacta conrra- 271 En este sentido, en su libro Die SpraciJ/ichen Grundlagen der Philosophie (Graz,

partida en el giro ce!sta de la fenomenología operado por Berkeley. 1962), G. Jánoska h a considerado fundamentalmente idealista, y en esa medida y con ra-
lSI 8.41, p. 41 (257). 7.Ó n fracasado, el inrenro de interpretar la realidad como experiencia posible -o también,
,, 8.41 (257). según él- el intento de interpretar la realidad desde el criterio de verificabi lidad (Vid. p.
m 8.41 (256 y s.). 16 y ss., entre otras). También la crítica aJ opcracionalismo de Bridgman ha subrayado la

276 277
irreductibilidad de la realidad de lo real (Cfr. A. Cornelius Benjamín: Operationism, de las que será una consecuencia lógico-formal que las condiciones A, en cualquier
Springfield/111. 1955, p. 79 y ss.). Me parece, sin embargo, que el planteamiento peirce- orro mundo en el que pudieran cumplirse y en el que esras leyes universales fuesen
ano, cuando se inrerprera de acuerdo con lo que hemos venido Uamando «realismo criti- igualmente válidas, implicarían la ocurrencia del suceso B» (8.ll3). Peirce distingue
co del sentido•, ofrece una salida al dilema idealismo/renuncia a la crítica del senrido (al aquí las leyes de la naturaleza reconocidas como válidas en última instancia de las con-
concepto de objeto incognoscible del conocimicnro). Incluso una proposición como «los diciones antecedentes contingentes de procesos causales posibles y pronosricables. Esta
planeta:s continuar-án girando aú n después de que toda conciencia se haya extinguido•, distinción es el fundamento tanto de la d iferencia enrre <<would be» y «will be• como
que Jánoska, siguiendo a C. J. Lewis, aduce contra el verificacionismo, puede usarse para de la posibilidad, no sólo lógico sino real, de la superación de esta diferencia. Creo
referirse a una experiencia posible en el sentido de la formulación condicional contrafácti- que sí la pragmática de Peirce se interpreta en este sentido, tendría que ser posible re-
ca (Contrary to fact-Conditionalis) . Cfr. n. 44. ferir a la experiencia posible (considerándola en esa medida significativamente válida)
m Hay que admitir que la efectiva reali7.ación de las operaciones representadas en una proposición sobre la remperarura en el interior del sol, cuya verificación puede ser
el experimenro mental (p. ej. aquellas por medio de las cuales la dureza de los diaman- considerada físicamente imposible en nuestro mundo. Incluso la proposición «Los pla-
tes riene que ser comprobada) puede conducir a la falsación o correcció n de nuestra in- netas continuarán girando aun después de la desaparición de roda conciencia» tendría
terpretación hipotética (basada en inferencias abductivas) de lo real «en tanto que algo•> que probarse significativa de este modo. La creencia de que el movimiento de los pla-
(dotado de un carácter determinado). En la práctica, por supuesto, ha conducido siem- netas tiene lugar con independencia de la existencia empíricamente comprobable de la
pre a cales revisiones. Pero esta inevitable y fructíferamente «hermenéutica» (cfr. supra) conciencia humana es el correlato de una ley universal de la naturaleza que tendría
csrrucruracircular de la deducción, la inducción y la abducción (o hipótesis) sólo con- que ser válida tanto en nuestro mu ndo, donde se dan las condiciones para su observa-
fi rma la peculiar naturaleza normativa de la fase deductiva en la que las implicaciones ción, como en ese mundo en el que supuestamente no habda conciencia alguna. Cfr.
prácticas de una comprensión el sentido tienen que ser desplegadas en forma de postu- in fra.
lados condicionales («Would-be-Postularen•). Además, la hipótesis «hay cosa.~ reales», "" 8.44 (263); Cfr. 1.405 (1890). Sin embargo, Cfr. infra acerca del diferente valor
cuyo sentido quiere explicar Peirce, en última instancia, en términos de conceptos de sistemático que Kant y Peirce dan a los <<principios regulativos•.
experiencia posible, no puede fa lsearse ni corregirse, puesto que toda falsación o co- 2n 8.44 (263).

rrección de una h ipótesis presupone ya la existencia de un mundo real. Ahí encontra- 118
lbid.
mos una prueba indirecta de la existencia del mundo real que además y, puesto que se 27
' Cfr. 5.357 (102 y s.), 2.652-55 (215-221); además, el artículo «Evolutionary Lo-
trata de una prueba crítica del sentido, hace patente lo absurdo de exigirle a Peirce una ve" de 1893 (6.287 y ss.; al respecto, infra) y la segunda recensión sobre Royce, de 1900
prueba de la existencia del mundo real, cosa que Murphey hace. Cfr. supra, nn. 32 y (en especial, 8.105).
33. ) . Habermas, interpretando a Peirce en Conocimiento e interés (Frank.furt a. M., U<o A la que pertenecen l. The Architecture ofTheoríes (enero de 1891; CP, 6.7-34;
1968), critica la prueba indirecta de la existencia de un mundo real así como el postu- en mi edición pp. 266-285); 2. The Doctrine of Necessity Examined (abril de 1892; CP,
lado crítico del sentido de la cognoscibilidad de ese mundo real en un proceso de in- 6.35-65; en mi edición, pp. 289-239); 3. The Law ofMind (julio de 1892; CP, 6.102-
vestigación ilimit~do. Piensa que incurren en pet'itiones principii, puesto q ue ambos su- 163); 4. Mans Glassy &sence (octubre de 1892; CP. 6.238-271); 5. l::.vo!utionary Love
puestos y su recíproca implicación se integran en el marco trascendental de la filosofía (enero de 1893; CP, 6.287-3 17). A estos escritos se añade una reveladora réplica de Peir-
de Peirce y sólo en esa medida podrían dejar de ser puestos en duda (p. 150 y s., enrre ce a las críticas del editor de •The Moniso•, Dr. Carus: Reply to the Necmitarian... (julio
otras). Por el contrario, yo mantendría que este marco trascendental no es arbitrario, de 1893; CP, 6.588-618).
sino que nuestro discurso sobre lo real lo presupone necesariamente. Lo cual p uede "'" Cfr. CP, 1.354-368, 1.373-375, 1.379-416.
1
verse claramente en el propio intento habermasiano de poner este marco en duda me- "' Cfr. CP, Vol. 8, p. 278 y ss.
diante el concepro de «realidad perspecrivista e irracionalista» de Nietzsche. Esre pro- "'' loe. cit., p. 280.
clama que nos es fáci l concebir una realidad únicamente consistente en una pluralidad "'" loe. cit., p. 282 y ss.
de «ficciones ligadas a un punto de vista». Me parece, sin embargo, que tal concepto de us W. B. Gallie (Peirce and the Pragmatísm, Penguin Books/Harmondsworrh, 1952)
realidad no es concebible. Para hacerlo, o bien tendríamos que cambiar el sentido de la denomina «el elefante blanco» de la filosofía peirceana. Asimismo Cfr. M. Murphey:
«Wl.lidad», destruyendo aquello que pretende (así, el senrido de la frase «todo es única- On Peirce's Mecaphysics, en: Transactionsofthe Ch. S. PeirceSociety, Vol. 1,1 (1965), p.
mente un sueño• se anula [«aufhebt»] a sí mismo), o bien tendríamos que suponer tá- 12 y SS.
citamente el concepto peirceano de realidad en nuestro uso del concepto «ficción». 186 Cfr. 8.43 (259 y ss.), 5.423 (439 y s.).

Cfr., infra 287


Cfr. 1.129, supra.
271
Cfr. infra. m 5.423 (439 y s.).
m Por lo que sé, la primera reflexión de Peirce sobre la relación entre «would be» 139 Cfr. 5.423 (439 y s.), 6.2 y 6.4 (1898).

y «will be» puede encontrarse en su recensión de 1900 sobre la obra de Royce Tlu: m 7.203 (c. 1900).
World and the Individual. Allí escribe: «a mi entender este "would be" puede fácilmen- m Cfr. 8.33 (129 y s.).
te convertirse en una esperanza para el "will be". Pues cuando decimos que un suceso 191
En un fragmento de 1903 (6.6), Peirce presenta un catálogo de problemas que, en
cualquiera, B, tendría lugar caso de darse ciertas condiciones, A, que no se cumplen su opinión, debe resolver la metafísica. Algunos de estos, por ejemplo, el problema de si
nunca, queremos decir lo siguiente: la opinión última que, según confiamos, ha de al .. el espacio o el tiempo tienen un lími.re, se encuentran también en el catálogo de proble-
canzarse realmente con respecto a cada problema determinado (si bien no en un lapso mas carentes de sentido que P. W. Bridgman, fundador del operacionalismo, reunió en
de tiempo finito referido a un problema cualquiera) admitirá ciertas lcyl:s univt·rsa lc.,, su Logic ofModem Physiscs(Nueva York 1927, p. 30 y s.).

278 279
293
Cfr. K.-O. Apcl: Heideggers Radikalisierung der Hermeneutik und die Fragc m 6.11 (270); cfr. 6.575.
nach dem Sinnkricerium der Sprache, en: Di( h(mleneutische Frage in der ThtoÚ>gie, edi- "' Cfr. la formulación de C. F. von Wcizsacker: •El hombre es anterior a la ciencia
ción de O. Lorct2 y W. Scrolz, Freiburg i. Br. 1968, pp. 86-152; y en: Transformation natural, pero la naturaleza es anterior al hombre•.
der Philosoplüe, Bd. 1, pp. 276-334. )lO 6.12 (270).
,.. Cfr. la crítica de la «filosoffa unidimensional» de H. Marcuse (en Der Eindimen- '" ibid.
sionttk Mensch, Neuwied y Bedin 1967, cap. 7). Sin embargo, la crítica de Marcuse no m La acrualidad de esra clase de problemas puede ejemplificarse hoy en la controver-
hace justicia al significado positivo de la critica wittgensteiniana del sentido. sia, abicrra en la filosofía del lenguaje, entre los seguidores de la tesis relativista de Sapir-
m Cfr. al respecto Th. S. Kuhn: Dú Struktur wissensachaft/icher RtvOiutionen, Frank- Whorff sobre la imagen lingüística del mundo y aquellos que defienden el postulado de
furt a. M. 1967; además: Stephen Toulmin: Voraussicht und Vemehen. Ein Versuch iiber los • universales• sintáctico-semánticos de la gramática generativa de Chomsky.
dú Ziek der Wissenschaft, Frankfim a. M. 1968. "' Lo que declara el mismo Peirce, 6.33 (285).
"' Cfr. 6.13 y s. (270 y s.). m 6.13 (271).
"' 6.3, cfr. 1.242. Jl> Según Ph. Wiener (vid. nota 95) Peirce fue el primero en analizar, por una parte,
1M Cfr. supra. la relación entre los métodos estadísticos empleados en la formación decimonónica de las
"' Cfr. 6.10 (i 1893!); cfr. también 2.220 y 2.654, al respecro de la «Social rheory of teorías ñsicas, sociológicas y económicas y la idea darwiniana dd •azar en las variaciones•
logioo. por la otra. En 1909 el anciano Peirce escribe: «Anyone who is old enough, as 1 aro, ro
..., 8.44 (Cfr. supra). have been acquainred with the spirir and habirs of science before 1860, must admit that
"'' 1.405. (...) the work of elevating the characrer of science that has been achic:vcd by a simple
"'' Cfr. supra. principie of probabiliry has been truly srupendous». (Citado en Wicner, op. cit., p. 82.)
30
' Por d io Peirce puede escribir en 1896: •la metafísica es el resultado de la acepta- " 6 6.12 (270). Como Marx y Engels, Peirce, Schelüng y Darwin fueron más allá de
ción absoluta de los principios de la lógica, no sólo en tanto que válidos en sentido regu- Hegel en la historización de la naturaleza, llegando así, al igual que su contemporáneo B.
lativo sino en tanto verdades refe!'idas al ser. En consecuencia, ha de aceptarse que cabe Croce, a una especie de •Hisroricismo absolutO».
una expli cación del universo. La función de esta explicación, como la de cualquier expli- m Cfr. Ph. Wiener: Evolution and the Foundm of f>ragmatism, Cambridgc/Mass.
cación lógica, es la de unificar su diversidad observable» (l. 487). 1949, p. 70 y ss.
'o-o Partiendo de aquí se entenderán pasajes como el siguienre: «De esrc modo, si pen- 318 Cfr. 5.634 (151 y s.).

samos que algunos problemas no se resolverán nunca, deberíamo admitir que nuestra 3" Cfr. 6.15 (272).

concepción de la naturaleza como absolutamente real es sólo parcialmente correcta• ,,. Cfr. 6.14 (271 y s.).
(8.43, 262). A diferencia del pasaje que critiqué arriba (supra), aquf no se trata ramo de '" Cfr. 6.553: •T he cndless variery in the world has not been created by law. lt is
que la realidad se convierta en dependiente de su f.íccico llegar a ser conocida, en el senri- not of the nature of uniformiry ro originare variation, nor a law to beger circumstance.
do d el nominalismo, cuanto de que la consumación del mundo real a través del proceso When we gaze u pon rhe multifariousness of narure, wc are looking srraight into the face
del conocimiento tiene que considerarse incierta. of a living spontaneity». Cfr. 6.47 y ss. {299 y ss.).
JOS Cfr. 8.43. m 6.15 (272).
'"' Cfr. supra. Mientras que W. James alcanza en 1896 el pragmatismo existencial de m Cfr. 6.14 (271 y s.) y 6.613 (respuesta a las objeciones del Dr. Caros).
WiU to believe, que sigue las ideas peirceanas de 1869, Peirce transforma, en el tercer pe- ,,. Peirce identifica de modo erróneo estos procesos con aquellos que están sujeros a
riodo de su obra, el Socialismo Lógico en ..Agapismo• evolutivo. la ley de la conservación de la energía, e intenta confrontarlos en un sentido evolucionis-
,., Cfr. supra sobre las diferencias entre Peirce y Hegel. tacon los procesos irreversibles en el sentido de la segunda ley de la rermodinimica. Cfr.
...., Cfr. Murphcy: On Peirce's Meraphysics. Murphey considera -coincidiendo en 6.14 (271 y s.), 6.69 y s., 6.101, 6.213, 6.261, 6.275, 6.289, 6.316.
ello con v. Kempski- que la fenomenología es un intento análogo de demostrar inducti- »> 6.14 (272).
vamente la valide-1. univc.rsal y necesaria de las categorfas, en este caso por medio de una JJ6 En su discusión con el editor del •Monist», el Dr. Carus, Peirce mismo se hace la
investigación inductiva d e roda experiencia meramente posible. objeción de que ..from mere nonlaw norhing necessarily follows, and therefore nothing
"'"" Cfr. K.-O. Apel: from Kant to Peirce: rhe Semiotical Transformation of thc can be explained» (6.606). Su respuesta a esta dificultad reza: •(...) thc existence of abso-
Transcendental Philosophy. En: f>roceeding.r of the 3rd lntemationai Kant-Congms. Ro- lute chance, as weU of many of its characters, are not thcmselvc:s absolute chances, or
chester/Y. Y. 1970, trad. alemana en TransfomuJtion der Phiwsophie, vol. Il. sporadic events, unsubject ro generallaw. O n the comrary, these things are generallaws.
"° Cfr. supra. Everybody is familiar with rhe fact rhat chancc has laws, and rhat statistical resulrs follow
' " Cfr. 1.354 y párrafos siguientes hasta cl1.416. from therefrom (... ) 1 only proposc to explain the regularities of nature as consequences
'" Cfr. 6.9 (267 y s.). of the only uniformiry, or general fact, d1ere wa.~ in the chaos, namely, the general absen-
"' Cfr. 6.32 y ss. (283 y ss.). ce of any determinare law• (6.606). Cfr. igualmente 6.63 (307 y ss.).
'" Cfr. 6.9, cap. 2 (268). m Cfr. 6.19 1 y ss. Al principio de su tercer articulo del Monist, Peirce comenta iro-
m 6.10 (268 y s.). nizando sobre sí mismo: «Podría mencionar (...) que nacJ y fui educado en las proximi-
m 6. 10 (268 y s.); cfr. 6.50 (300 y s.), 5.47 y 5. 173 (350 y 402), 5.445 y 5.491! (4S9 dades de Concord ( ... )en la época en la que Emerson, Hedge y sus amigos divulgaban las
y ss. y 485 y ss.), 5.586, 5.591, 5.603 y 1.118. ideas que habían tomado de Schelling, y Schelling de Plotino, 'de Bohme o de dios sabe
Jl7 6.10 (269). qué mentes infectadas del monstruoso misticismo oriencal. Pero la atmósfera de Caro-

280 281
bridge fue como un antiséptico contra el trascendentalismo de Concord; y no soy cons- crira como intensiva e incomparable, recuerda los términos •Qualen» o «Quellgeisrer» '"'
ciente de haber padecido ninguno de sus virus. Con todo, es probable que algún cultivo Bohme.
de bacilos, alguna forma benigna de la enfermedad se implamase en mi alma sin que yo m Cfr. 6 . 196 y ss. Peirce remite aqur, además de a Bohme y Schelling, a Duns Esco-
fue.~e consciente y que ahora, después de una larga incubación, haya aflorado modificada to, para quien la naturaleza de las cosas -que son universales en la mente- se «conrraen»
por concepciones matemáticas y por una larga práctica de investigación flsica~ (6.102). por volunrad divina en la ha~ccátas de las cos:l.S particulares, alcan~ndo así la individua-
Peirce no menciona aqul su atracción por las obras especulativo-religiosas del anciano H. lidad (Cfr. 8.18 y 8.208).
James, muy influenciadas por Bohme y Swedenborg. Cfr. 6.287, 6.507, 5.402 n. 3 (213 ns 6.25 (278). Cfr. 6.101, 6.158, 6.261, 6.264 y ss., 6.605.
n. 20). "' 6.101. Cfr. 6.23 (276 y s.); 6.148.
,,. Cfr. 6. 191 y ss. lOO 6.264.

,, Cfr. 6.23 (276). Pcirce responde, en los términos de esta metaley, a la objeción de '" Cfr. 6.132, 6.191 y SS.
Carus •that absolute chance could not beget ordeno. En consecuencia: •(...) rhe rendency >61 Cfr. 6.265. En la línea de su segunda rcoda de la evolución, Peirce expresa una

ro take habirs, bcing irself a habit has ~o ipso a rendency ro grow; so thar only a slighresr idea que Bergson desarrollaría posteriormente de forma similar: «El desarrollo de la men-
gcrm is necdcd? A realist, such as I am, can find no difficulry in thc production of that te humana ha extinguido prácticamente roda sensación (originaria), salvo unos pocos ti-
first infinitesimal germ ofhabir-taking by chance, provided he thinks chancc could act at pos como sonidos, colores, olores, calores, etc.• (6.132; Cfr. 6. 197, 1.312).
all• (6.61 2). Cfr. 6.259-263; cfr. adem~s infra nota 132. "' Cfr. por ejemplo, J. Huxley, Evolutíon in Actíon, london, 1953; traducción ale-
_... A pesar de toda su admiración por la ingeniosa simplicidad de las esrruc[Uras lógi- mana: Frankfurr a. M. y Hamburg, 1954.
164
cas de la teoría de Darwin, Pcirce la denominaba «evangelio de la codicia. (6.294) y rea- Las paradojas del infinito aparecen aquí, obviamenrc, del mismo modo que en el
li¡aba la siguiente critica ideológica: •El Origen de las Especies de Darwin se limita a am- resto de las concepciones peirceanas del fururo. El problema que se plamea aquí (y re-
pliar las ideas polrtico-económicas del progreso hasta abarcar la tot.'llidad de la esfera de la cuerda a la cuestión de si a largo plazo es el número de prcb'llnras o el número de res-
vida animal y vegetal• (6.293). puestas el que aumenta con mayor rapidez) es el de cómo los • hábitos• habrlan resistido
~· Cfr. 6.16 y s. (272 y ss.), 6.296 y ss., 1.103 y s., 1.173 y s. la irrupción de la capacidad originaria de la sensación (la duda o la sorpresa, por ejem-
'" Cfr. •The Fíxation ofBdief•, de 1877 (149 y ss.). plo). Ciercamenrc, aqur necesitamos averiguar cuál de los dos aspectos de la evolución
''J 6.17 (273 y s.). viene a ser el «prin cipio regulativo» de la praxis. Pero decidir sobre esta cuestión es difícil,
,.,. Cfr. 6.16 (272 y s.). ranto en el plano de lo individual como en el de lo social.
,,, 6.35 y ss. (288 y ss.). "' Cfr. por ejem plo, 6.266.
.l«i Cfr. 6.268 y SS.
'" 6.102 y ss. (1892); cfr. además 6.21 y ss. (276 y ss.); vid. al respecto supra, nora 367
48. 6.33 (285).
368
m Cfr. elt~ltimo ardculo de la serie que publicó en el «Monisr- en 1893 («Evolutio- Murphey sin duda acierta cuando incluye a Peirce entre los pensadores del
nary Lovc•, en especial 6.296-307). siglo XJX que querían reconciliar ciencia y religión. Cfr. M. G. Murphey •Kant's chil-
,.. 6.306. Precede a este pasaje una referencia de Peirce a una teoría del aprendi¡aje dren: The Cambridge Pragmatists», en: Transar:tíons of th~ Ch. S. Peirce Society, 1968,
que rendda que integrar, desde el punto de vista agapásdco, el desarrollo «tijásrico» y el vol. IV, p. 3 y ss.
uanancásrico• del pensamiento sobre la base de la espontaneidad fortuita y el condiciona- >67 En lo que precede he prestado poca atención a los excursos de Peirce sobre mate-

miento ejercido por fucr¡as internas y externas (cfr. 6.301 y ss.). mática y ciencias de la narurale¡a; excursos que, incluso en su metaffsica, no dejan de
"' Cfr. 6.18 y ss. (274 y ss.); cfr. 5.290 (60). aparecer jamás.
)!O 6.21 (276). "" 1.7.
)}l 6.21 (276).
.,, Cfr. La respuesta de Peirce a James del 13-3-1897 (8.249-252; pp. 541 y ss. de la
m Cfr . .especialmente 5.297 (68), 5.367 y ss. (153 y ss.), 5.397-401 (190 y ss.). edición· alemana).
m Cfr. en especial «The I..aw of Min<Lo, 6.1 03, 6.152. m En: Universiry ofCalifornia Chronicle 1898, y en •Colleaed Essays and Review»
'" 6.215 y ss., 6.265, 6.490, 6.612 y s. lo esencial de la relación entre aspectos cos- (ed. por R. B. Pcrry). Cfr. además 5.3 (315 y s.).
YJ Cfr. supra.
mogónicos de la primeridad, como son la materia en tanto que posibilidad, la libertad, la
m Cfr. 5.13, n. 1 (534, n. 11).
espontaneidad, o la nada que, como posibilidad de ser, caracteri¡a tanto los comienzos
., Cfr. supu.
del mundo como su futuro abierto, puede reencontrarse en la filosofla rardla de Heideg- 6
ger, asr como en la ontología cuasimaterialista del •aún no• de Ernsr Bloch. " 5.589. Peirce parece olvidar aqur que él mismo identificó en cierra ocasión la ver-
''' Cfr. 6.216, 6.490, 6.533, 6.613. dad con aquella creencia de la que no puede dudarse en la práctica. Al respecto, cfr. infra.
m Cfr. por ejemplo, C. G. Hempel: Aspects ofScimtific Exp/anation, Nueva York/Lon-
'~ Pcirce escribe en •Man 's Glassy Essence• (1892): «Siempre que nos encontramos
ante la comingeneia-esponraneidad, nos encomramos con sensación en la misma propor- dres 1965, passim. De modo parecido W. Stegmüller: Problnne tmd Remúate t:Úr Wirsens-
chafotheorie undAnalytitchen Phiwsophie, Berlín-Heidelberg-Nueva York, 1969.
ción. De hecho, la contingencia es el aspecto exterior de lo que interiormente es sensa- 8
" Sobre el alcance que la relación rriádica del signo tiene en la teoría de la ciencia,
ción» (6.265). En 1898 escribe: •(... ) la. inexistencia (•zero») de la pura posibilidad saltó
cfr. especial mente supra.
envirtud de la lógica de la evolución a la unidad («unit») de una cualidad cualquiera>•.
-''~'' Para la reo da de la ciencia es irrelevame e l hecho de que una explicación •pragmá-
Peirce in terpreta este saleo a la •quale-collJcioumesS>> como p rimera inferencia h ipotética
l it~,mcnte•> tíril (o id ónea) en el contexto de una lección escolar, por ejemplo, sea relativa
de la naturaleza (6.220-21). La función cosmogónica de esta <<qua~consciousnrss•. drs·

282 283
al conocimiento y a la conciencia que los alumnos hayan alcanzado de los problemas. 411 5.542 (329) C&. 5.461. En 1901 Peirce vinculó la interpretación de la pmpo.~i

Una cuestión emerameme diferente es la de si el concepto de explicación que es relevante ción •César cruza el Rubicón• con una referencia al hed1o de que la explicación pragmá-
para la teorfa de la ciencia no implica una relación con un sujeto real (por ejemplo, en el tica del sentido mediante La experiencia posible hace justicia a la definición que la critica
sentido de la community ofimmtigators). del sentido ofrece de la realidad, siempre que la experiencia se conciba como algo ilimita-
,.. Cfr. en una carta a James de 25-11-1902 (8.255, p. 543 de mi ed.) la referencia do (e&. 5.565). En los últimos tiempos, contamos con ejemplos sorprendentes de cómo
de Peirce a este complemento de su sistema que faltaba en 1898, C&. igualm ente la in- los métodos de la ciencia natural pueden confirmar la información histórica. Los trabajos
troducción de las conferencias sobre el pragmatismo, de 1903 (5.34 y ss.). bioquímicos de Margacet Oakley Dayhoff, por ejemplo, hacen verosimil la posibilidad
'" Cfr. 8.255 (543) y 8.259 (545). de que un dla pueda reconstruirse el código genético de animales prehistóricos extingui-
.., Cosa que hizo después de pedir a James confirmación de que era él mismo, Peir- dos hace mucho tiempo y, a partir de ahi, pueda reconstruirse el medio ambiente al que
ce, y no James, quien habla empleado el término •pragmatismo• por primera vez. Cfr. éstos escaban adaptados. Vid. H oimar v. Dirfunh •Nichts ist endgültig voerübe(lt, Die
supra. Zeit, sept 12, 1969.
"' 5.3 (316). Sin embargo, en 1905 Peirce rcromar!a su crítica anterior, calificando "' 5.546-5.547 (334 y ss.).
la autocomprensión estoica de 1902 de autoincomprensión en el sentido de James. Al M Cfr. 5.29 y ss. (340 y ss.).

respecto, e&. 5.402 nota- en mi edición p. 212, nota 20. '" 5.546-5.547 (334 y ss.).
"' 5.3 (315 y ss.). Cfr. supra. "' C&. John Austin cPerformative und konstatierende Ausserung• en Sprache und
liS 5.15 (337). Anaiysis, R. Bubner (ed.), Gottingen, 1968, p. 140 y ss.
,.. Cfr. 5. 15 (337), 5.26 (339 y s.), 8.258 (544 y s.). '" Es obvio que no hay que confundir la autorreflexión efecriva con la auto-objetiva-
" ' Cfr. el fragmento 5.538-5.545 (3 19 y ss.) y 5.32 (341 y s.). ción metaceorética, que Peirce, en calidad de lógico, declara imposible (C&. 5.86, p. 369
"' 5.3 (316); cfr. 5.539 y 5.541 (321 y ss. y 324 y ss.), 5.32 y s. (341 y s.), y 8.325 y ss. de mi edición). Peirce repara tan poco en esta distinción como la moderna semánti-
(589). ca de orientación logicista. La semántica moderna, desde la tcor!a russelli.ana de tipos y el
>89 8.33 (130).
Tractatus de Wittgenstein, ha considerado temas tabú la reflexión filosófica sobre el len-
19° Cfr. L. K. Kronecker: Gnmziige einer arithmetischen Theorie der algebraischm guaje y su sujeto y la auto-objetivación mcratcorética (C&. K.-O. Apel •Sprache und Re-
flcxion•, en: Akten des XIV Internar. Kongr. f. Philosophie, vol. lll, Wien, 1969, p. 4 17
Griiften. 1882, § 4, y: Übcr den Zahlbegriff, 1887.
"' Cfr. l. E. J. Bro uwer: Over tk grondslagen der wiskunde, Amsrerdam y Lcipzig,
y ss.).
417 Cfr. supra.
1907. ,,, 5.180 (403).
"' Hoy puede consultarse al respecto J. Klüver: Operationalismus ..., Kieler Disserra-
"' Cfr. 5.348 (97).
rion, Stuttgan-Bad Cannstan 1970.
<>• Cfr. supra. También 5.170 (399 y s.), donde no se traca ya obviamente, del mar-
m Cfr. 2.19 1; 1.245 yss.; 1.417.
co uasncendental de la teoría de la inducción de 1869 y 1878.
m M . Mu rphey, op. cit., cap. Xlll.
"' C&. supra.
m En el folleto de sus •Principies of Philosophy». obra planeada en 12 volúmenes en
"' Cfr. además 5.181, (3) (404 y s.).
el afio 1893, el volumen cuarto lleva el titulo Platos World: An Elucidation ofthe ltkas of •u C&. pp. 13-87 de mi edición.
Modem Mathematics (cf. C P, VUI, p. 284). .,. e&. 5.194.
"" Cfr. Murphey, op. cit., pp. 286 y s. •u e&. 5.205 (4 15).
m Cfr. sin embargo, 5.505 y 5.448 (463), donde Pcirce dcfme lo general como lo
"' C&. supra.
objetivamente indeterminado y, por ello, como aquello a lo que no puede aplicarse el w Cfr. 5.212 (418 y ss.).
principio dd tercio excluso. ° Cfr. 5.170 y s. (399 y s.); sin embargo, cfr. 5.20 1 y ss. (411 y ss.), al respecto in-
"" Cfr. 5.539 (32 1 y ss.) y 5.54 1 (324 y ss.). fra.
m 5.541 (325). '" C&. 5.171 (400) .
... 5.539 (321). <» Esto es lo que, ya en 1868, intentó monrar Peirce, e&. 5.263 (34 y ss.).
"'' 5.32 (342). 0 ' C&. supra.
"" Cfr. 5.33 (342 y ss.). m Cfr. supra.
<ol Cfr. 8.323 y ss. (588). ""' Cfr.5.181 (3) (404ys.);cfr.5. 115 yss.,5. 142(391 yss.).
'""Cfr. 8.325 (589). •>< 5.181 (1) (403).
oW! De hecho, conrradiría codo Jo que Peirce dice acerca de la posibilidad de los des- .... 5.181 (2) (404).
cubrimienros lógico-macemácicos mediante la observación diagramácica. '"' Cfr. 5.18 1 (1) (403).
"" Cfr. 8.325 (589). "' Cfr. al respecto las aporías neoposirivistas de proposiciones protocolares o básicas
.., Cfr. 6. 185 y s. wmo «Aqu! hay un trozo de tiza•. Sirviéndose de su lógica de relaciones, Peirce va mu-
<Oa Cfr. 5.67 (359), 5.103 (379 y s.). rh n más allá q ue la teoría moderna de los conceptos disposicionales. En 5.157, por ejem-
<O? Cfr. 5.541 (324 y ss.), 5.542 (326 y ss.). 5.461 (476). plo, hact" ver q ue la proposición perceptiva «El suceso C parece ser posterior a otro suce-
••• Cfr. infra 326.5. so A• pucdt" interpretarse mediante la consecuencia de que si A es posterior a B, entonces

284 285
C tiene también que ser posterior a B•. Por lo tanto, el predicado general • posterioridad• embargo, en 1906, Peirce parece dar un paso atrás al considerar, igual que en 1868, que
en la proposición singular •C parece ser posterior a Ax. puede interpretarse mediante la las cualidades del color son •sensaciones meramente subjetivas,., cuya especificidad es
p roposición universal: •Todo lo que es posterior a Ces posterior a algo, A, a lo que Ces completamente irrelevante para el proceso argumentativo de la información (5.467).
posterior». Incluso la proposición •Tul io es Cicerón• contiene un predicado general que •n Cfr. in fra.
puede explicarse mediante una proposición condicional, pues, desde el punto de vista del .,, Cfr. 5.118.
análisis de la lógica de relaciones, enuncia .Ja relación general de identidad de Tulio y •s• Cfr. al respecto el símil del final de la conferencia, en el que Peirce resume el as-
Cicerón• (Cfr. 5.151). Peirce parafrasea el contenido de la segunda •proposición cotariao pecto crucial de la relación de las proposiciones cotarías con el pragmatismo: •Los ele-
en los u!rminos de esta explicación (característica de la lógica de relaciones) de los predi- mentos de todo concepro entran en el pensamiento lógico por la puerca de la percepción
cados de los juicios perceptivos. As(, dice; «La rerceridad afluye a nosotros por las vías de y salen por la puerta de la acción deliberada; y todo lo que no pueda mostrar su pasapor-
todos los sentidos» (5.157, cfr. 5. 150). te en ambas puertas ba de ser detenido como no autorizado por la razón» (5.212, p. 420
m Cfr. 5.181 (3) (404). de mi edición).
m Cfr. 5.186 (406ys.). 4
" Cfr. supra.
40
' Cfr. 5.186 (406). m C fr. sobre lo que sigue J. Roycc: The Problnn ofChristianity, Nueva York, 1913,
••• Cfr. 5.181 (3) (404). pp. 146 yss.
441
Cfr. 5.2 16 (15). "" Este aspecto de circularidad y recíproco condicionamiento de la interpretación y
..., Cfr. 5. 184 y s. (405 y s.).
444
la comprobación experimental de hipótesis o teorías resulta especialmente relevante
Cfr. 5.186 (407), cfr. 5.181 (3) (404 y s.). cuando un resultado experimental sorprendente -la fulsación de la interpretación presu-
« s Peircc mismo afirma que • percibimos, o nos parece percibir, los objetos de modo ! puesta en la hipótesis- exige una abducción creativa vinculada a la reimerpretación de
diferente a como realmente son, acomodándolos a su intención manifiesta• (5.185, p.
405 y s. de mi edición).
'" Cfr. 5.544 (331).
' " Cfr. 5.186 (407).
! esos conceptos fundamentales de las teorías que, según Peirce, poseen un alto grado de
vaguedad por su •antropomorfismo• y su carácter cuasi-instintivo (Cfr. 5.446 y ss. res-
pecto de la vaguedad de los conceptos del commonsmse). Es evidente que esta función ge-
neradora de ides nuevas, para Pcirce la función más interesante de la abducción, no cua-
'" Por otro lado, en 1902, Peircc intentó, sirviéndose d e la máxima pmgmática, in-
dra con el marco metodológico de los procesos de inferencia lógicamente controlables
terpretar la proposición «este barquillo parece rojo•. Pero, por esa vía, no llegó a explicar

1
(deducción, inducción y abducción). Pero no porque represente la transición de la ab-
el concepto •rojo», sino únicamente una instrucción operativa para futuras confirmacio-
nes de este juicio perceptivo, el cual no sería ya susceptible de explicación. ducción a los juicios perceptivos no susceptibles de crítica, sino, más bien, porque em-
plea la función interpretativa que Peirce combina con la de la explicación (•Erklarung•)
"'' Cfr. 5.467 (503 y s.)- 1906.
de los hechos en el concepto de abducción (Cfr. también: J. Habermas: Erlrmntnis und
"" Cfr. 5.186 (406 y s.) y 5.184 (405).
<SI 5. 186 (407).
!nterau, nota 97, p. 165).
' Cfr. infca; cfr. adem~s K-0. Apcl: Szimtismus odrr tramzmdrtak Hmnmn~tik,
405
m Cfr. L Weisgerber: Vom Weltbifd der deur:schm Sprache, D üsscldorf, 1950, pp.
140 y s. op. cit., sección 3 [pp. 188-208, vol. Il, de la ed. cast. N.T.]
461 Cfr. 5.196 (407 y ss.).
•» El presupuesto tácito de la clarificación del sentido me parece constituir el aspecto 46
' Cfr. 5.197 (409 y s.).
central del esquema de definición, aparentemente trivial, sobre el que A. Tarski .fUnda-
464 !bid.
menta su clarificación semántica del concepco de verdad: «La proposición 'las cosas son
de éste o aquel modo' es verdadera si y sólo si las cosas son de este o aquel modo». Esto •.n Cfr. 5.198 y ss. (410 y ss.).
460
significa, naturalmente, que la clarificación semántica del concepto de verdad por medio También va más allá de la posición que había sostenido en los parágrafos 5.170 y
d lenguajes formalizados presupone siempre ya una clarificación «pragmática• (en senti- ss. de la conferencia. Cfr. supra, nota 58, e infra, p. 315 y ss.
do peirceano) del concepro de verdad. '" Cfr. 5.198 (410).
En la siguience definición, Peirce expresa la relación entre la interpretación del senti- ... !bid.
do y la constatación de la verdad o &!sedad mediante juicios perceptivos no susceptibles '" Cfr. 5.210 (417); cfr. además 5.3-12 y ss. (92 y ss.).
110
de crítica: «Una proposición falsa es una proposición respecto de la cual algún interpre- 5.199 (410 y s.); cfr. 5.170 y ss. (399 y ss.).
tante muestra que, en una ocasión que este mismo muestra, una imagen perceptiva <pcr- "' En el Dicciorrary de Baldwin de 1901, Peirce intentó definir el concepto de ver-
ccpt:> tendrá un cierto carácter, mientras que el juicio perceptivo inmediato en esa oca- dad teniendo en cuenta el falibilismo fundamental de toda hipótesis de la que puede
sión en uncia que la imagen perceptiva no tiene ese carácter. Una proposición verdadera cnunciarse verdad en general: «Ttuth is the concordance of an abstraer statemem with
es una proposición respecto de la cual la creencia correspondiente no llevará nunca a tal thc ideal limit towards which endless investigarion would cend to bring scientific belief,
desengaño, siempre que la proposición no se entienda de modo distinto a como fue pro- which concordance che abstract staremenc may posess by virtue of the confession of its
yectada• (5.569). inaccuracy and onesidedness, and this confession is an essencial ingrcdient of truth•
•s• Esra reor!a supone, como ya he indicado (p. 189 y ss.), que las cualidades senso- (S. %5).
riales no son meramente subjetivas, es decir, vehfculos arbittariamente inrcrcambiublcs 411
(~fr. 5.200 (411).
de información, sino un tipo de caso límite icónico de la información que emplea la in- 4
Cfr. al respecto M. Murphey, op. ch., pp. 282 y ss.
"

terpretación simbólica de la naturaleza. Peirce mismo lo dice en 1903 (5. 11 '5- 19). Sin .,. Cfr. 5.201 (411 y s.).

286 287
7
' s Obviamente sin la reserva crítica, referente a la inexactitud, de la segunda posi- 494 Cfr. 5.209 {417).
ción, reserva que se expresa en la definiciónde la verdad de 1901. Cfr. nora 101. <9S Jbid.
476 5.203 (4 12 y s.).
~ 5.211 (418).
m 5.202 (412). '" Cfr. supra.
471
5.200 (411). •.. 5.210 (417).
.,., 5.202 (412). "'' Acerca del correspondiente •problema ontológico del principio de individuación»
'"" C&. 6.121: •(...) the distinction between a continous anda discontinous series is cfr. 5.107 (381 y s.).
manifest:ly non-metrical»; además, 1.276: •(...) years do not constitutc the flow of time, ""' En la ontología modal de Peirce, la posibilidad representa la Primeridad, la actua-
but only measure that floW». Cfr. igualmente 5.181 (3). lidrd la Segundidad y la neces.idad la Terceridad. Pero, en su crítica a Royce (8.43) había
"' En lo que sigue, Pcirce se ocupa de esta aporía como si se le presentase a todo decicado atención al hecho de que la •posibilidad real» fuese más potente que la mera
enunciado legal. Podría objetarse que la teoría de la falsación de Popper, no habiendo si- po.libilidad lógica porque la primera implica una ley, es decir, Terceridad. Por canto, la
do, obviamente, concebida como teoría de la inducción, puede, no obstante, servir para estructura categorial de la posibilidad real se corresponde con la de la percepción com-
refutar definitivamente enunciados legales mediame enunciados existenciales referidos a prcnsivo-anticipatoria, sin imporrar si ésta se dirige a la realización de una ley natural o a
sucesos discretos en el espacio-tiempo. No hay duda de que en lo que sigue Peirce no es- «la conformidad entre acción e intenciones generales• (5.212). Cfr. 5.107: «la analogía
ti pensando ya en la con traSlación mediante la falsación, sino más bien y de acuerdo con permite conjeturar que las leyes de la naturaleza son resoluciones en la mente de una vas-
los presupuestos de su teorla de la inducción, en que la realidad de una ley debe mosrrar- ta conciencia•.
se a sí misma con claridad en la continuidad del comportamiento regido por leyes. Cfr. 101 Cfr. 5.119 (382); sobre la revisión de los fundamentos semióticos de la lógica de
infra. la investigación, supra.
412 5.204, cfr. 5.32. La comparación de ambos parigrafos parece indicar que Peirce
S<» Cfr. 5.211 (418).
piensa en Newcomb ~and all matchamticians ofhis rather antiquated fashion• como re- SO.l 8.258 (544).
presentantes de la cuarta posición. La teoría peirceana del continuo se dirige también 104 Cfr. la n. 1 relativa al curso sobre el pragmatismo, p. 421 de mi edición.
contra Cantor y Dedekind, por cuanto éstos niegan que un conjunro de puntos lineales "'s En mi edición aparecen los dos primeros artículos de 1905 que fueron publica-
pueden ser un continuo geométrico. Cfr. Murphey, op. cit., p. 281 y ss. dos. dos aportaciones que complementan el •Critica! Commonsensism» del segundo artí-
••J 5.205 (415). culo de 1905. un fragmento no publicado de 1906 y la parte principal del artículo en
'" Ibid. Cfr. 5.210 (417) y para una exposición más precisa 8.123, n. 20. Podrlamos forma de carta «A Survey on Pragmaticism• de 1907.
comparar lo anterior con la doctrina jamesiana de la experiencia de relaciones y en pani- sao 5.411-415 (427 y ss.).
cular del flujo de la conciencia, doctrina que vio la luz en los «Principies of Psychology•, 507
5.416-421 (434 y ss.).
de 1890 y en el «Essai sur les donnés immédiares de la conscience•, escrito por Hcnri ""' 5.422-435 (438 y ss.).
Bergson en 1898. Estas filosoffas de la continuidad se corresponden en matemáticas con "" 5.436 (450 y s.).
la tesis de B. Riemann (•Sobre las hipótesis que fundamenran la geometría», 1854), se- ,,. 5.4.3 7 (451).
gún la cual el fundamento de la posibilidad de la medida de una multiplicidad continua ,, Cfr. 5.28. En 1898 esta teoría le era ran extraña que no se la atribuyó a sí mismo
tiene que venir de fuera. Para Peirce, Riemann era •the highest authoriry u pon the philo- sino a la obra de James The Wi/J to Beliew, mientras que parece concebía su propia lógica
sophy of gcomctryo (Cfr. Mu rphey, op. cit., p. 219 y ss., y p. 285). En el terreno de la fi- de la investigación como una teoría de «verdades eternas•. Cfr. supra.
sica, cabe pensar en la teoría de los campos continuos de Martell, que Pcirce no analizó, su Cfr. al respecto y para lo que sigue supra.
pese a su afinidad con el espíritu del Sin:ejismo (Cfr. Murphey, op. cit., p. 391, nota 11). SI) 5.416 (434) .
.., Cfr. 5.223 (18 y ss.) y 6.416 (1878). s" Cfr. H. G. Gadamer: Wahrheit und Methode, Tübingen 1960, p. 250 y ss.
416 Cfr. 6.110 y s., 7.451-457, y sobre todo 8.123 (c. 1902).
m 5.416 (435).
417 En la critica que en 1891 Peirce dedicó a esta obra (8.55-89), Peirce defendió
"' Pe.irce coincide aquí con la idea de Collingwood sobre los •presupuestos absolutos
en6-gicamente conrra James su propia tesis, a la que no renunció posteriormente, de que del pensar» que se aceptan «sin preguntar», y con la de M. Heidegger sobre el clugaro del
la percepción es una inferencia inconscieme. Con rodo, alabó los comentarios de James pensar •en la historia del seco. Cfr. al respecto J. Brühning: R. G. Co/Jjngwood und das
sobre cthe stream of thought• (8.89). Probkm des Historismus, Kieler Diss., 1969, y O. Poggelcr: Metaphysik und Seinstopik
411 Cfr. 5.181 (3) (404 y s.).
bci Heidegger (Philos. Jb, 70. Jg., 1962, p. 188-37).
•., 5.212 (419); cfr. supra p. 299 yss. '" Cfr. 5.419 (437).
490 Cfr. 5.205 (415); cfr. 5.181 (403 y ss.), 5.209 (417); cfr. además 5.436 (450): 108
5.416. En un fragmento del mismo año (5.498), Peirce admite que: •si pensamos
•Continuiry is simply what generality becomes in the logic of relatives•. que cada una de cierras proposiciones son individualmente perfectas, podemos y tenemos
"' Esto recuerda al dictum de Schiller: •La naturaleza es el espíritu .,.jsible, el espíritu que pensar que es, sin embargo, probable que alguna de ellas, si no muchas, sea falsa>>.
es la naturaleza invisible•. Fundamenra la posibilidad de mantener esta reserva crírica respocro de sus propias creen-
'" 5. 181 (3) (404 ys.). cias en el hecho de que tal certidumbre inmediata es algo vago y, en consecuencia, una
m Cfr. 5.312 y 8.14; al respecto, supra. Peirce no abandonó esta teoría critica Jcl "insmncia de la emancipación de la vaguedad respecto del principio de contradicción»
sentido, sino que la empleó posteriormente, como argumento de fondo de un realismo (1.49/i, nota).
de los universales más comprehensivo. Cfr. por ejemplo, 5.434. '" (:fr. supra (nota 101) la citada defmición de la verdad de 1901.

288 289
120
5.419; cfr. por el contrario 5.498: En este parágrafo Peirce se acuerda de que, tal del experimentador. Cfr. supra, p. 24. [Sobre el «a priori corporal~ Vid. Apel, K.-0.: Das
como afirmara en 1868, «el hombre no posee una faculrad infalible para la introspección Leibapriori rks Erkenntnis, Archiv fiir Philosophie, 12, 1963, pp. 152-172 (N. del T.)
de los secretos de su propio corazón, es decir para saber qué cree y de qué duda.• . >ll 5.424 (441).

'" Cfr. H. Plcssner: Die Stufon rks Organischen und rkr Mensch, Berlin y Leiptig, s31 Cfr. supra.
1928, cap. 7. »l 5.426 (441 y s.}; cfr. 5.425 (441).
) l l Este a.~pecto de la obra de James The WilJ tQ Believe lo comparó Peirce, en 1898, "' La modernidad de esta teoría radicaría en la • prueba experimental• en la que se
con la actitud fitlibilista de los ciendficos. Cfr. supra. apoya, gracias a su teoría de la inducción, la acepración de los universales reales (5.430).
su Peirce llegó a una distinción parecida en 5.523: . Ni la filosofía del commonsense ni La máxima pragmática ciene que explicar (•explizieren•) el sentido de los universales me-
sus representantes aceptan creencia alguna amán®u en el hecho de que n o haya sido diante la lógica de relaciones (en proposiciones del ripo «Si... entonces•), es decir, en tér-
criticada... Pero es bastante cieno que el common-unsist como cualquiera, incluido el cri- minos de ontología modal (ibid.).
ticisu, cree en determinadas proposiciones porque no han sido criticadas ( ...)•. Cfr. asi- SJs C fr. 5.427 y ss. (442 y ss.).
mismo 5.563. SJO Cfr. supra.

'" 5.417. Quien quiera explicarse el sentido del predicado «duro» en términos del w 5.427 (442).
pragmatismo debe llevar a cabo cxpcrimencos mentales con objetos desgarrablcs; pero ,. 5.427 (442).
quien quiera explicarse el sentido del predicado «verdadero» debe llevar a cabo los corres- m 5.491 (527). Este rasgo de su pragmatismo semiótico lo formula Peirce de un
pondientes experi mentos mentales con creencias; creencias que podría sostener un indivi- modo aún más claro en una cana a William James de 1909: • El inrerprerante definitivo
duo en su existencia finita, una sociedad en su situación histórica o la comunidad ilimita- no lo constituye el modo en que una mente actúa, sino en el modo en que cualquier
da de los científicos. Esta distinción manifiesta tres tipos posibles d e teorías pragmádcas meme actuaría ( ...) "si a algw1a menee le sucediese tal y tal otra cosa, este signo determi-
de la verdad: el de James, el de Dewey y el de Ch. S. Peirce. naría a esa mente tal y tal orro compormmicnto". Por comportamiento entiendo única-
"' Ibid. Cfr. la refinada definición de 1903, 5.375, nota, que introduce la posible mente la acción realizada bajo una in tención de autocontrol. Ningún acontecimiento
confirmación práctica como criterio de su fijación posible. Al re.~pecto, supra. p. 125 y s. que le ocurra a mente alguna, ninguna acción de menrc alguna puede constituir la ver-
'"' El texro muestra, sin embargo (cfr. 5.418 sobre el posible auroconrrol humano), dad de ra.l proposición condicional» (8.315; 564 y s.).
que Peircc sólo es capaz de concebir el problema de la reflexión como problema psicoló- ,.. 5.430 (446).
gico en el sentido de una iteración infinita o de una transición infini ta al va lor lfmire de '" Cfr. supra; cfr. además 5.431 sobre la eficiencia real de ideas tales corno justicia y
la certeza absoluta. No, en cambio, corno aurogradación de la reflexión que ve a través verdad.l72 Cfr. supra; cfr. además 5.431 sobre la eficiencia rcalde ideas tales como justi-
del «y asl sucesivamenre» de la iteración y se cercio ra del nivel más alto de generalidad de cia y verdad.
la propia pretensión cognitiva filosófica. En esta época de metateorías, esre aspecto dia- ,.., Cfr. 5.430 (445 y ss.) y 5.433 (448); cfr. además 5.3 (3 15 y ss.), 5.133 (387 y s.),
léC[ico sólo parece ser comprensible para un número reducido de neo-hegelianos. Cfr. 5.402 n. (2 12, n. 20); cfr. al respecco supra Il, l.
pra una discusión sobre esta idea, Th. Lin: Denken und Sein, Stuugarr, 1948; del mismo °
5 Cfr. 5.431 (447).
autor: Mensch tmd Welt, Heidelberg, 1961, 2.• ed. "' Cfr. supra.
"' 5.421 (438). ,., Cfr. la discusión sobre este modelo de pragmatismo en •Jürgen Habermas: •Ver-
128
Ibid; cfr. el locus dassicus 5.311. El texto de 1903 permite adivinar que Peirce wissenschafcliche Polirik und offencliche Meinung" en Ttchnik und Wisstnschaft als «lde-
da,entre canto un giro metafisico al «soc!alismo lógico~ de 1868 al concebir una integra- owgit», Frankfuct a. M., 1968. [Articulo aparecido en la edición casteUana bajo el útulo
ción creciente entre individuo y pueblos a través de la «continuity of mind» y el «agapas- «Política científica y opinión ptíblica>t. Cfr. •Ciencia y técnica corno "ideología"•, Ma-
tic dcvelopmenOt que conduce a una pe.rsona-colecrivo, es decir, a Dios. Cfr. 6.271 y drid, Tecnos, 1984, pp. 131-158 (N. del T.) )
6.307. "' No me refiero aqu! a las acciones reciprocas entre objetos, sino a la comparación
10 de roles en el sentido de acciones anticipadas, únicamente posible en la comunicación in-
' Cfr. al respecto infra.
,. Con la expresión característica •acto cuasi-externo•, Peirce emra en contacto con tersubjetiva. George H erberr Mead fue el primero en analizar esta cuestión en el contexto
la problemática, hasta hoy apenas resuelta, del llamado «operacionalisrno• . Esta tiene su del pragmatismo americano (Cfr. su obra póstuma Mind, St/fand Socitty, Chkago 1934.
contrapartida marxista en la problemática, igualmente irresuelra, de la praxis subjetiva y (Ed. castellana: Espíritu, PmonaySocitdad, México, Paidós, 1990 {N. del T.)]. En el te-
objetiva. La cuestión es si el acto de observación y el de medida son actos menrales cog- rreno de la ftlosofía social y la teoría de la ciencia, Jürgen Habermas ha contrastado el
noscirivos, comprensibles en ramo que actos intencionales, o son ellos mismos son fcnó- concepto de comunicación intersubjetiva con el de trabajo o, mejor, con el de comporta-
menso naturales observables y mesurables (o ambas cosas). En el Prefacio a la Critica de miento técnico-experimental. Cfr. •cArbeit und ln reraktion• en Technik unfWissemchaft
la Ramn Pura (B Xlll), Kanr escribió esta frase singular: «La razón debe abordar la natu- als •lrkologie». [•Trabajo e interacci6n• en la edición castellana citada en la nota 176 (N.
raleza llevando en una mano los principios ( ...), y en la otra, el experimento ( ...)». Sin del T.)]. Cfr. además K.-O. Apel: SzientismiiJ oder Trans:undentale Hmnmeutik.
embargo, en su critica de la ratón no investigó sino el a priori de la razón (si bien cfr. su- (N. del T.) Sobre la traducción del término 'Vcrstandigung' Vid. la nota de los na-
pra, nota 91). En su critica se echa en falta el a priori corporal (•Leibapriorj,} mediante ductores al castellano (Adela Cortina y Jesús Conill) del prólogo de la obra de Apel La
el cual la razón podrfa dirigirse hacia la naruraleta con el experimento en la mano <!>. El Transfonnación de la Filosofla en Apel, K.-0.: La traniformacióll rk la fiwsofla, voL l, p .
operacionalisrno moderno ricnde, por contra, a desarrollar el problema por el lado con- u.
trario, limitándose a C(>nsidcrar en términos conductisras el lado «externo• de los atto~ '" Clr. supra.
290 291
148
Cfr. W. James: Tlu Wil/ to Believe, Nueva York, 1897 y: Pragmatism, Londres- s" Habría que recordar aqul que la antología modal no representa, desde el punto de
Nueva York, 1907, pp. 257 y ss. visea peirceano, un paso atrás en dirección a la metafrsica pre-kantiana (dogmática), pues
,., Sin embargo, Peircc ignora los problemas que ocupan a James cuando, por ejem- la crítica del sentido, como transformación semiótica de la crítica kantiana del conoci-
plo, ironiza sobre la tesis jamesiana de que el conocimiento cambia la realidad (5.555 y miento, la fundamema sobre el presupuesto ineludible de la posible verdad de las propo-
ss.) en nombre de la definición de la realidad que formula la crlrica del sentido, es decir siciones ftlosóficas. Se reara, pues, del mjsmo tipo de fundamenración que el querecibió
en nombre de la verdad que, como ultimau opinüm de los investigadores, ha de alcanzar- el realismo de los universales de 1868. Desde el punto de vista de la doctrina fenomeno-
se in the kmg run. En mi opinión, es correcto que las intervenciones en la realjdad, ruan- lógica de las categorías, la posibilidad real o vaguedad presupuesra en las proposiciones
do tienen un carácter experimental y repetible, están al servicio del conocimiento de leyes condicionales conrrafácticas es un ejemplo de la Primeridad de la Terceridad, mientras
y tienen validez con independencia del acto cognoscitivo, no modifican en conjunto la que la realidad de las leyes lo es de la Segundidad de la Tercccidad y la necesidad, en el
realidad a conocer. Creo que esto es rambi~ aplicable a las leyes microflsicas que se ocu- senrido de la determinabilidad legal de lo real, lo es de la Terccridad pura. La meraf'ISica
pan del comportamientO estadstico de las panículas elementales. Este es el modelo que hipotética de los años '90 constituyó, bajo este supuesto, un intento de pensar la evolu-
Peircc está manejando. Por conrra, puede concebirse un modelo completamente diferen- ción del mundo de modo sinejíscico, concibiéndolo como un continuo que va del caso U-
te, según el cual, el conocimientO existencial e histórico-prácticamente relevante esrá liga- •
t mire iWcial -la alternativa entre la nada y el caor- y el caso limite escatológico del cos-
mos como cristalización. Desde el punto de vis ta de la clasificación peirceana de las
do a una intervención no repetible (y por tanto, no corregible estadísticamente) en la rea-
lidad (•Wirklichkeit•) que ha de conocer. Este es, básicamente, el modelo de W. James. ciencias, tal intento va más allá de la ontología fundada sobre la critica del sentido; inten-
s,. Cfr. James loe. cit., pp. 201 y 218. f to que, sin embargo, está clasificación exige.
112 Cfr. 8.30 (123 y ss.).
SSI Cfr. supra.
m Cfr. supra. m Cfr. supra.
m 5.438 (454). sJ< Cfr. la reproducción de la máxima pragmática de 1878 {5.402) al principio del

ss;Para evitar cualquier malentendido, me permito decir que incluso la filosofía pop- artículo de 1905 (5.438). Este texto llama la atención sobre los derivados del término
pcriana de una •sociedad abierta» que ha de crearse progresivamente es historicista en es- com:eive, que ponen de manifiesto su carácter de experimento mental.
te sentido. El significado de la «Sociedad abierta» que ha de realizarse en el esfuerzo co- m La aurocira se refiere a 5.408 (205 y s.).
mún no puede explicarlo Popper, ni Peirce, recurriendo a las predicciones condi
l iG 5.453 (468).
cionadas, válidas para todos, de la social engineruing. Sólo pueden clarificarlo el acuerdo '" !bid.; cfr. 5.457 (471 y ss.).
171
(«Verstandigung») -siempre renovado sobre un compromiso absoluto con los fines- de Cfr. especialmente 5.403, 5.409, e incluso el tratamiento proto-positivista de la
los individuos desiguales en la situación histórica concreta. La obra de Popper •La socie- ontología en 5.411 y 5.423.
5
" Con respecto al retorno a la ontología mediante el análisis del lenguaje, véase es-
dad abierta y sus enemigos• es una aportación hermenéutica y crítica de la ideología a ese
acuerdo; una aportación que, obviamente, el programa del cientificismo no considerará pecialmente, E. K. Specht: Die sprachphilos. und ontolog. Grundlagm im Spiitwerk L.
científica. Wittgensteins (Kantstudien Erg. Heft 1963) y S¡mtche und S~in. Zur rprachana/ytischen
m Cfr. al respecto J. P. Sarrrc: Manósmus und Exisuntialismus. Vm11ch ~iner Metho-
Gnmdkgund der Ontologie, Berlín, 1967. A diferencia de Peirce, Specht llega a una solu-
dik, Hamburg, 1964. ción nominalista del problema del ser. Para una posición enfrentada cfr. K.-O. Apel:
oHeideggers Radikalisierung der Hermenurik u.nd die Frage nach dem Sinnkriterium der
SS6 §§ 5.439-452 (454-467); resultan complemenrarios al respecto los &amentos
Sprache», en Die hmnmeutisch~ Frag~ ín der Th~ologi~. Wien-Freiburg 1968, p. 86-152;
5.497-499 (485-488) y 5.523-525 (490-492). ahora en «T ransformation der Philosophie., vol. l.
"' §§ 5.453 y ss. (467 y ss.).
• 5.457 (47 1 y ss.).
ss• Cfr. 5.525 (491 y s.) y 5.451 (466).
SOl 5.457 (472 y s.).
SS' Cfr. es particular 5.523 (490 y ss.).
Sil Cfr. supra, primera parre, In.
S'" Cfr. 6.452 (466 y s.).
S'l Cfr. 5.446 y ss. (461 y ss.).
"' J. Habctmas lo toma por fundamento de su interpretación de Peirce, concibién-
dolo como marco rrascendemal de la acción instrurnenral y la experiencia experimental.
SQ Cfr. 5.453 (467).
Cfr. «Erkenntnis und Interesse», cap. 6.
S&J 8.43 (259 y ss.).
,.. La tarea pragmático-transcendental de establecer horizontes de sentido puede en-
)64 Cfr. supra.
tenderse, respecto de la constitución dd sentido ligad.1 a ella, como caso límite de la tem-
S6s Cfr. 8.101 yss. poralización y espacialización del mundo por medio del •Dasein,. como lugar de la com-
su Cfr. 8.104 y 8.113 y ss. prensión del ser en sentido heideggeriano. Sin embargo, a diferencia de Habermas (cfr.
>G> Cfr. las noras sobre los arrlculos de 1868-78 en mi edición de los textos de Peircc, <>p. cit. p. 169 [p. 140 ed. castellana (N. del T .)J), yo no creo que haya que exigirle a
Partes 1 y Il. pcirce una versión inalterada de la diferencia ónrico-ontológico heideggeriana. Para ser
~~ Cfr. 5.453 (467 y s.) y 5.454 y ss. (468 y ss.). más exactos, la mencionada djferencia tiene en mi opinión su correlato en la obra de
s<? Pcircc traduce aquí las predicciones cond icionadas a instrucciones hipotéticas para l'cim:. Este lo constituye la diferencia entre lo real existente (que se experimenta en la re-
la acción. Cfr. al respecto 5.5 17 nota, donde distingue entre resoluciones categóricas, n~­ sistciKia a la voluntad) y la realidad interpretable de lo real. Esto indica, sin embargo,
soluciones condiciona.les y hábitos condicionales. '111<" la definición que la critica del sentido pcirccana da de la realidad, refiriéndola a la ex-
SIO 5.453 (468). lll"rit·m·ia t"XIwrimcnral posible, no puede relativizarse en el ámbito conceptual de la reili-

292 293
dad, sino, en todo caso, en el ámbito del ser, del que puede tenerse algo más que una ex- 592 Cfr. la polémica sobre la irrelevancia práctica del determinismo metafísico
periencia experimental. Dicho en términos posicivos, por realidad entendemos, siempre (5.459). En 1878 (5.403) había argumentado de un modo muy parecido, pero enronces
ya, el ser del ente, por cuando éste (en tanto que r~istencia virtual a nu~tra voluntad) caracterizó la prcguma moral de si «podría haberme resistido a una tentación, actuando
existe, es decir, está ahí dado («Vorhanden>>) a un saber de manipulación. El <<marco tras- de otro modo• no como pregunta sobre hechos, sino sólo como pregunta sobre «la orde-
cendental» del pragmatismo no es, por tanto, un horiwme de referencia relativizable nación de los hechos> <mediame el lenguaje>. Hoy nos sorprende la modernidad de ~ta
cuando se trata de la realidad de lo real. Por el contrario, ~ el único que se ajusta a la crí- sugerencia para la resolución del problema de la libertad de la conciencia mediante la re-
tica del sentido, lo cual demuestran todos los intentos de negar la existencia de un mun- ducción de antinomias metafísicas a diferencias entre juegos del lenguaje. Al último Peir-
do real o de reducir la realidad («Realitat») de lo real a ficciones (cfr. supra, nora 41). Por ce sólo le fue posible mantener esta sugerencia apelando a que los juegos del lenguaje no
este motivo, creo que es importante distinguir claramente entre pragmatismo trascenden- son meras combinaciones verbales arbitrarias, sino modos de comprensión del ser y de
tal en tanto que realismo critico del sentido y cua.lquier forma de pragmatismo ficciona- apertura del mundo posibles en la práctica.
lisra, tales como los de Nietzsche y Vaihinger. El horizonre de referencia de la racionali- l'J Cfr. 5.459 y s. (473 y s.).
dad dirigida a fin~ no le sirve a Peirce de base para una reducción psicoanalítica -del S.. 5.461 (476).
tipo «nada sino»- de la verdad del conocimiento de la ciencia natural. Más bien lo conci- 5' 5 5.459 (475).
be como demenro necesario a priori para desarrollar el único conocimiento posible que )% Ibid.
podemos tener de lo real. Por consiguieme, tal conocimiento tiene que caracterizarse co- S'Jl 5.461 (476).
mo conocimiento genuino a priori relevante rccnológicameme. En mi opinión, este reco- S'JS 5.459 (475).
nocimiento no supone una objeción a la distinción habermasiana entre diversos «intere- S9? Cfr. 5.426 (477).
600
ses del conocimiento». Pues tan pronto como reconocemos que la [Science] y su Ibid.
601
explicación a través de leyes es el conocimiento verdadero de lo real en su realidad, tene- Ibid. Cfr. sin embargo, 5.45, 5.52, 5.57, 5.539, 8.282, 8.266. En todos estos pa-
mos también que reconocer que este conocimiento presupone un acuerdo de sentido sajes paralelos Peirce subraya la coexistencia, si no del conocimiento, sí de la experiencia
(•Sinnverstandigung») entre los hombres, acuerdo cuyo inrerés no coincide -aun cuando del yo y el no-yo en la experiencia del encuentro, la sorpr~a y el conflicto. De acuerdo
se persiga por medios científicos- con el de la [Science]. Para esra tesis de «complemema- con 8.282, .la diferencia entre mundo interior y exterior la experimentamos inmediata-
riedad» cfr. K.-O. Apcl: «Szientistik, Hermeneut.ik, Idcologickritik» (Wiener Jb. f. Ph.ilo- mente como diferencia entre pasado y presente.
sophie, I, 1968, p. 30 y s.; cfr. «Man and World•, 1, 1968, p. 50 y s.). Ahora en: Tmns- 602 5.462 (477).
formatitm der Philosophie, vol. U. 601
Cfr. 5.459 (473 y ss.).
600
" 5 Cfr. supra. Cfr. W. Heisenberg: Physik undPhilosophie, Berlín, 1959, pp. 92 y ss.
586
Tampoco puede seguirse de proposiciones «Si... entonces» en rendidas como impli- (.()5 Jbid. p. 92.
caciones materiales susceptibles de verificación en términos de lógica de las funciones de 6<1« Ibid. PP· 92 y S.
verdad; pues, en ~re caso, aparecerían paradojas como ésta: roda proposición conrrafácti- 607 5.459 (474).
008 En este punto converge, en mi opinión, la crítica del sentido de Peirce con la jus-
ca sobre «disposiciones condicionales» (en sentido peirceano) es a priori verdadera, pues-
ro que las implicaciones materiales con antecedente falso son verdaderas. Las proposicio- tificada pretensión de la metacrítica de Herder y sobre todo de Hegel a la crítica kantiana
n~ «De haberse intentado, se habría comprobado que el diamante podía ser rayado• y del conocimiento.
609 Un ejemplo de este tipo de crítica de la tradición lo enconrramosne el libro de G.
«De haberse imenrado, se habría comprobado que el diamante no podia se rrayado• ten-
drían que ser ambas verdaderas si se interpretase su carácter condicional en el sentido de Radnitzky: Contempormy Schools ofMetascience, 2 vols., Goteborg, 1970, 2.• ed.
la implicación material. De d io parece seguirse que sólo interpretando las proposiciones '"' Cfr. K.-O. Apel: Szientismus oder tramzmdentale Hermeneutik, loe. cit.
6" Cfr. K.-O. Apel: Die erkenntnisanchropologische Funktion der Kommunika-
de la forma «Si... entonces» como [Contrary to Fact-Conditionalis] -capaces, por pfinci-
pio, de cumplir con la condición antecedente- podemos explicar que las proposiciones tionsgemeinschafr und die Grundlagen der Hermeneurik, en: lnformation und Kommu-
relativas a «disposiciones condicionales» sigan siendo verdaderas aun en el caso de que no nikation, Wien-München 1968, p. 163-7l.
cumplan las condiciones antecedentes, cumplimiemo que sigue dependiendo de la posi- "' Para el metafísico de la cibernética añado que en el caso de una completa simula-
ción por ordenador de un ser humano nos enfrentaríamos a la rarea de al<;anzar con el
bi.lidad real. Acerca de las aporías de la discusión moderna sobre los •condicionales con-
trafácticos» cfr. W. Sregmüller: Prob/,eme und Resuitate der Wmenschaftstheorie und Analy- .f ordenador un acuerdo comunicativo sobre la fijación de objetivos de la praxis. Y a realizar
tischen Phi/osphie, vol. 1, Berlin-Heidelberg-New York, 1969, cap. V.
ss' Cfr. 5.455 (469 y ss.).
; una exploración hermenéutica de sus opiniones, sometiéndolas en caso necesario a la crí-
tica de las ideologías. También en esce caso el programa del cientifismo conduce a un ab-
S88 5.458 y SS. (473 y SS.).
539 5.460 (475 y s.). i surdo.
613 Este ejemplo mu~rra, dicho sea de paso, que al postulado cientifista que conside-

t
sro 5.458 (473). ra todo «morivo» («Motive») como «causa>>(dado que desde un punco de vista teleológico
s?• Heidegger no puede, de hecho, dejar de suponer una cierta objetividad en el «<..~1- es preciso suponer motivos para acciones aún no sucedidas) se le escapa por muy poco el
rácrer de acontecer• de la «temporalización• del tiempo (más tarde del «acaecimiento•). interés cognitivo de las ciencias de la comprensión («verstehenden Wissenschaften»).
614
Esta objetividad se verla tácitamente ratificada en su concepción posterior de un;\ «histo- Cfr. supra.
65
' Cfr. además la demoledora crítica de K. R. Popper a esras pretensiones del mar-
ria del ser», cosa que sucedió sin que se hubiese producido una mediación corKepwal en·
tre temporalidad y tiempo, entre historicidad e historia. xismo ortodoxo en Das E/.end des fli.itorizismus.

294 295
Indice de autores

Alexander, $., 214. Bubner, R., 285.


Apel, K.-O., 17*, 18, 114-116, 131, Buchler, J., l16.
271, 272, 275, 276, 280, 285,
287,291,293,295. Cantor, G., 225, 288.
Aristóteles, 16, 34, 65, 199, 227, Cardano, 132.
230, 116. Carnap, R., 14, 27, 28, 86, 110, 189,
Austin, J., 227, 285. 205, 251, 127, 128, 130, 131,
274.
Bacon, F., 43. Carus, Dr., 116, 122, 279, 281.
Bain, A., 37, 69, 86, 87, 91, 105, Chomsky, H., 275, 281.
129. C lausius, 213.
Baldwin, M., 267, 287. Collingwood, R. G., 289.
Bauer, B., 119. Comre, A., 42, 62, 84, 194, 205,
Baumgarren, E., 113. 236,276.
Benjamín, A C., 278. Cope, J. J., 263.
Bergson, H., 53, 214, 283, 288. Craig, Th., 263.
Berkeley, G., 35-38, 42, 46, 50, 56, Croce, B., 269, 273, 281.
73, 83-85, 102, 105, 106, 110, Cusa, N. de, 164, 180, 200, 225,
164, 195, 196, 202, 205, 250, 132.
251, 258, 117, 126, 128, 129,
131, 263, 267, 276, 277. Da Vinci, L., 273.
Biran, M. de, 119. Darwin, Ch., 86, 142, 213, 215, 216,
Bloch, E., 282. 281,282.
Bochenski, J. M., 114, 117. 212. Dayhoff, M. 0., 285.
Bohme, J., 149, 164, 215, 125, 272, Dedekind, 288.
282,283. Descartes, 44, 48, 68, 85, 93, 94,
Boole, 25. l 00- 102, 146, 170, 242, 248,
Bradley, F. H., 200. 127, 129, 277.
Bridgman, P. W., 224, 115, 132, Dewey, J., 11, 12, 22-26, 28, 29, 31,
278,279. 35,37,86,91,94, 145,246,247,
Brockmeyer, H., 12é. 261, 262, 113, 114, 263, 264,
Brouwer, L. E. J., 224, 225, 284. 265, 277, 290.
Brilhning, J., 289. Dilthey, W., 53, 104, 119, 130.

• l.uJ númt'ms e-n rursiva remiten a noca en las páginas señaladas

297
Dingler, H ., 211. H empel, C. G., 28, 124, 283. Kronccker, L. K., 224, 284. Pascal, B., 2 13.
Diógenes Laercio, 226. Herder, J. G., 42, 124. Kuhn, Th. S., 280. Peirce, B., 137, 123, 276.
Ditfurth, H. von, 285. Hobbes, Th., 43. Pecrarca, 130.
Dray, 124. Homero, 232. Ladd, Chr., 263. Planck, M. K., 29.
Duns Escoto, 36, 42, 43, 46, 47, 55, H umbach, K. Th., 276. Lamarck, J. B., 142, 215. Platón, 58, 152, 153, 265.
64, 84, 88, 273, 283. Humboldt, W. von, 273,274. Lamben, J. H., 64. Plessner, H., 119, 290.
Hume, D., 35, 42, 46, 50, 55, 56, Leibniz, G. W., 101, 146, 154, 164, Plotino, 281.
Einstein, A., 15, 29, 109, 255, 256. 6 1, 73, 74, 77, 84, 87, 104, 182, 180, 187, 200, 225, 123, 131, Plutarco, 226.
Emerson, R. W., 164, 269, 281. 257. 198, 273, 276. Poggeler, 0., 289.
Engels, F., 132, 281. Husserl, E., 14, 170, 175, 176, 116, Lewis, C. J., 25, 272, 278. Popper, K. R., 14, 23, 27, 28, 86,
Euclides, 210. 270. Litt, Th., 290. 206, 236, 113, 114, 132, 266,
H uxley, J., 283. Locke, J., 48. 268, 288, 292, 295.
Fechner, G. Th., 126. Lorenzen, P., 115.
Feibleman, 116. Jakoby, G., 113. Lorerz, 0., 280. Quine, W., 272.
Feuerbach, L., 119. James, H., 149, 155, 125.
Fichte, J. G., 50. James, W., 11, 12, 24-26, 28-3 1, 33, Mach, E., 29. Radnitzky, G., 275, 295.
Fisch, M., 85, 114, 117, 126-129, 35-39, 46, 80, 83, 86, 88, 91, 92, Madden, E. H., 128, 129. Rawls, J., 15.
131, 133, 263. 95, 96. 110, 112, 137-139, 141, Marcuse, H., 280. Reid, Th., 28, 35, 79, 88, 248.
Frank, Ph., 29, 109. 142, 145, 147 , 152, 157, 172, Marx, K., 24, 262, 113, 119, 125, 281. Riemann, B., 225, 288.
Frege, G. 26, 41. 196, 221, 223, 224, 227, 238, Maxwell, J. C., 213. Rorty, R., 12, 13, 115.
Funke, G., 126. 240, 241, 247, 257, 26 1, 262, Mead, G. H., 25, 27, 114, 291. Rothacker, E., 119, 265.
113, 126, 127, 263-266, 276, Mili, J. Sr., 46, 78, 83, 84, 85, 105, Royce, J., 25, 36, 58, 155, 157,195-
Gadamer, H. G., 130, 289. 277. 280, 282, 283, 288-292. 236, 248, 129, 131 . 198, 200-203, 207, 235, 247-249,
Galileo, 108, 21 O. Jánoska, G., 277. Mitchell, O. H., 197, 263, 274, 276. 259, 260, 119-122, 263, 267.
Gallie, W. B., 279. Jaspers, K., 22. Mittelstadr, P., 115. 273, 276-279, 287, 289.
Gehlen, A., 119, 268, 273. Jung, W . 114, 271. Moore, E. C., 115, 116. Russell, B., 26, 179, 186, 188, 198,
Gipper, H. 125. Moore, G . E., 26, 28. 131.
Green, N. Se. John, 37, 86, 89, 138. Kant, I., 12, 13, 15, 16, 25, 28, 32, Morgan, A. de, 25, 263, 272.
33, 36-38, 41, 42, 44, 48, 49, 52, Morgan, C. L., 214. San Agustín, 44.
Habermas, J., 17, 113, 119, 267, 55-57, 59-65, 74-77, 85, 88, 107, Morris, Ch., 15, 25, 27, 188-191, Sapir, E., 281.
278,287, 291, 293. 14 1-1 45, 152, 156, 158, 165, 114, 125. 130, 274. Sartre, J. P., 113, 292.
H amilton, G. H., 28, 88, 248. 170, 174, 175, 179, 181, 192- Müller, G . E., 127. Scheler, M., 30, 96, 113, 119.
Harris, W. T., 47, 74, 126. 194 , 197. 200, 202, 207' 208, Murphey, M., 43, 66, 90, 208, 225, Schelling, F. W. J. von, 33, 36, 59,
Hartmann, N., 116. 228, 252, 257, 258, 116, 118. 116-119, 123-125, 127, 129, 263, 142, 149, 152, 165, 166,21 5,
H edge, 281. 120-124. 127, 128, 130, 132. 264, 266, 269-272, 274-276. 277- 219, 125.281,283.
Hegel, G. W. F., 11, 33, 36, 42, 47, 264, 265, 267. 271, 272, 279, 280. 283, 284, 287, 288. Schiller, Fr., 152, 155, 266.
50, 54, 74, 104,142, 145,154. 290. SchiJicr, F. C. S., 30, 152, 155, 223,
165, 167, 168, 170, 175-177, Kempski, J. von, 174, 175, 179, 181, Newcomb, $., 288. 226,241,257,275.288.
180, 197, 200, 216, 219,249, 113, 114, 116, 118, 123, 126, Nieczsche, F., 30, 31, 53, 208, 261, Schlick, M., 119, 272.
113, 116, ll8, 119, 126, 130, 270, 271, 280. 129, 278, 294. Scholz, H ., 113.
131. 270. 276, 280, 281, 295. Kierkegaard, $., 11 , 21, 24, 79, 262. Noack, H., 30. Schopenhauer, A., 129.
Heidegger, M., 12, 22, 67, 168, 219, King, C., 215, 216. Novalis (Hardenberg, F. von), 42. Schroder, E., 25, 272.
253, 17, 121, 122, 126, 127, 130, Klaus, G. 114. Schulz, T h., 111.
132, 133,271,282,289,294. Klüver, J., 284. ( kkham, W ., 42-44, 46, 48. Searle, J., 15, 18.
Heincel, E., 53, 124. Kraft, V., 114. O chler, K., 114. Seeberger, W., 113.
Heisenberg, W., 255,256, 295. Krausser, P., 116, 117, 123, 1.'12. <)ppcnhcim, 0., 124. Skinner, 275.

298 299
1'1,
Smith, J. E., 122, 276. Wach, J., 125.
Sneider, D. J., 126. Walter, E., 114.
Specht, E. K., 269, 293. Weisgerber, L., 124, 274. 286.
Spencer, H., 86, 129. Weiss, P., 117.
Spielberg, H., 176, 116,270, 271. Weizsacker, C. F. von, 115, 281.
Stegmüller, W., 114, 283,294. W elby, L., 274.
Strauss, D. F., 119. Whewell, W., 88, 129. Indice analítico
Strolz, W., 280. Whitehead, A. N., 26, 35.
Suida, 226. Whorff, 281.

~ipótes~
Swedenborg, E., 149, 155 . 125. Wiener, N., 269.
282. Wiener, Ph. P., 117, 281. Abducción (v., además, 173 ss., 179-181, 192, 193,
Winch, P., 275. ferencia), 158-160, 163, 166, 167, 123.
Tarski, A., 130. Wittgenstein, L., 12, 14, 15, 26-28, 172, 227 SS., 230 SS., 233-236, Chancc-Variation, 213-216.
Thompson, M. H., 114, 122, 276. 33, 56, 78, 86, 178, 1 86-188, 252, 278*. Cibernética, 185, 259, 295.
T oulmin, S., 280. 199, 204-206, 251, 17, 115, 119, Adaptación instintivo-analógica, 21O, Ciencia
Tugendhat, E., 114. 121, 131, 269, 271, 273, 277, 215. - normativa, 150-152, 173, 177,
285. Mección (de los sentidos), 44, 71, 72, 223.
Vaihingcr, H., 30-32, 208, 294. Wright, Ch., 37, 85, 86, 105, 110, 89, 91, 99, 156. 157. - de la lógica (v., además, lógica de
Valéry, P., 273. 138, 141, 248. Agapismo (Agapasmo), 34, 39, 216, la investigación), 212.
Veblen, Th., 263. Wundt, W., 126. 280. Ciencias del acuerdo, 260.
Venn, J., 76. Análisis, 53, 106. Cientifismo, 259, 260, 295.
Vico, G., 127, 129, 132, 273. Zenón, 72. Anarquismo, 216. Círculo (v., además, circulus), 132.
A priori, 211. - de hipótesis y confirmación ex-
- de la razón, 290. perimental, 61.
Aguiles-Tortuga, 72, 237. - en demostración (Kant), 63.
Argumentos significativos, 261. - hermenéutico, 67, 104.
Arquitectónica, 33, 34, 88, 141, 169, Circulus fruccuosus, 61, 103.
173, 174, 192, 194, 208, 209, Circulus vitiosus, 103, 123.
125. Clarificación conceptual, 235.
Atomismo lógico, 186, 188, 199. Coenoscopia, 165, 166, 207.
Autoconciencia, 68 ss., 85, 271. Cognoscibilidad, 51, 61.
Autoridad, 97 ss. -de lo real, 33, 49, 149, 166, 200,
207.
Behaviorismo, 102- 104, 190, 191, Cognoscible lo, 209, 245.
275. Commonsense, 28, 59, 159, 166,
Bello, lo, 151, 152. 168, 210, 211.
- filosofía, 243, 248, 285.
Cálculo, 86, 186 ss., 198. Commonscnsism, crítico, 28, 57, 58,
Caregorlas (v., además, primeridad, 61, 89, 90, 94, 166, 182, 243,
secundidad, terceridad, relación 248, 249, 257.
representación), 208-210, 214, - pragático, 28, 217.
216,217. Community, 52, 59, 79, 80, 144,
-deducción de las, 45, 64, 141, 145, 150, 235.

• 1.us números en cursiva remiten a nota en las páginas señaladas

300 301
-experimental, 27, 52, 99. Consensus catolicus, 52, 99. - metódica, 93. Explicación, 65.
- of invcstigators, 69, 144, 150, Construcción, 224. -real, 87, 89, 93, 96, 102. Expresión, 227.
164, 171, 243, 246, 260, 119, Continuidad, 238, 239, 293.
284. Continuum, 72, 143, 146, 165, 177, Efectos sensibles, 106, 107, 111. Facticidad, 214.
- of !ove, 246, 247. 194,272. Ejemplo de las judías, 76. Facts, brute, 44, 45, 88, 160, 167,
- of scholars, 263. -de leyes de la naturaleza, 2 15. Ejemplo de los diamantes, 88, 11 ss., 182.
Como-si, 3, 31, 7, 143,208. - de lo posible, 215,217,219. 196, 201, 203, 250 SS., 277. Falacia
Comportamiento -matemática del, 236-238, 240. Emancipación, 219, 262. - naturalista, 93, 142.
- reglas de, 217-219. Convención, 185. Empirismo, 42, 47, 62, 67, 107, 1 11, - reductiva, 27, 31, 45, 201, 119.
Comunicación, 190 ss., 227, 246, Convencionalismo, 32. 112, 172, 188, 199,230. Falibilismo, 60 ss., 77, 79, 92 ss., 99,
247, 259, 273. Cosa-en-sí, 32, 43, 44, 48 ss., 53, 54, - lógico, 26, 222. 164, 182, 220, 287.
- comunidad de, 89, 174, 182, 56 ss., 75, 156, 164 ss., 200, 208 Empirista-nominalista, 112. Falsación, 87, 206, 278.
190, 200, 227. SS., 120. Enunciado - teoría de la, 236, 288.
- a priori de la, 260, 262. Cosmogonía, 212, 217, 219. 1' - si-entonces, 108, 202. Faneroscopia, 169, 171, 172,271.
Comunidad Cosmología, 212, 21 7. Escepticismo, 61, 62, 93. Fenomenalismo, 42, 55, 56, 60, 276. .
- de cxperimenracion, 27, 52, 99. Crecimiento, 214. Escolástica, 1OO. Fenómeno, 49, 56, 59 ss., 143.
158. Creencia (v., además, opinión), 59, Escotismo, 112. Fenomenología (v., además, faneros-
- ilimitada, 54, 99, 144, 150, 166, 69, 80, 81 , 89, 148, 149, 242, Esperanza, 144. copia), 142, 169-181, 183, 184,
182, 20 1. 243,245. - como principio regulativo del 192, 207, 209.
-real, 52 ss., 201 . Criterios de confirmación, 100. conocimiento, 80, 119. Ficción, 278.
Concepto disposicional, 285. Crítica del conocimiento, 53. Espontaneidad, 212,213, 217. Filosofla
-especulativo, 207. Cualidad, 45, 152, 158 ss., 161 ss., Estética (estético), 152, 154 ss., 157, -analítica, 258.
-matemático, 224, 225. 164, 168 SS., 182, 183, 240. 160,173,266. - ordinary-language, 206.
- meraffsico, 261 ss. Escfmulo, 218. - trascendental, 31, 32, 62 ss.,
- regulativo, 207. Datos de los sentidos, 205. Estructura counter-factual, 252. 175, 189, 209.
-valor de, 235 Deducción, 65, 66, 76, 83, 163, 229, Erica, 150, 151. Función
- valorativo, 246. 252. Evidencia, 85, 99, 100, 102, 170. - icón ica del lenguaje, 160-164,
Conciencia, 44, 45, 48, 58, 121, 267. - trascendental, 75, 77, 80, 159, - base de, 230, 231, 233. 167, 169, 174, 177, 183-188,
Condición antecedente, 6, 279. 208. -criterio de, 68, 93. 211,262, 198,273.
Condicionales comrafáctico (v., ade- Definición, métodos de, 100 ss., 146. Evidencia de la experiencia, 99. - indicativa del lenguaje, 51, 106,
más, would-be), 96, 105, 109, -crítica del sentido, 112, 167. Evolución, 212 ss., 218, 219. 161, 185-187, 197,267
203, 204, 278. - crírica del sentido-de La realidad, - créatrice, 214. Fundamen rum inconcussum, 94.
Con juntos, rransfinicos-infinitos, 48 SS. , 53, 57, 58, 78, 91, 92, - del·proceso de lo real, 208. Futuro, 154, 168, 192, 253, 254.
225, 226, 237. 95,96,99, 108,203,248,249, -ley fundamental, 215.
Conmensurable, 225. 257,258, 293. - lógica y metafísica de, 33 ss., 39, Gcisteswissenchaften, 53. 190.
Conocimiento - would-be, 203, 249. 139, 141-144, 163, 192, 196, Geometría euclídea, 210 ss.
-como inferencia, 54. Degeneración (de una relación), 64, 203-2 11, 215, 220, 229. Gramática., especulativa, 124.
- como pensamiento, 118. 67 SS. , 71. Existencialismo, 21-24, 53, 63, 168,
-concepto del, 44-47. (v., además Terceridad). 113, 130, 132. Habit (v., además, hábito de compor-
- concepto del (transformación se- Deixis (pronombres demostrativos), Experiencia, 229 ss. tamiento), 53, 59, 69, 74, 84, 85,
miótica), 48 ss., 164, 174, 124. 185, 188, 189 SS. Experimentabilidad, 251. 87, 99, 102, 104, 105, 143, 147-
- del mundo exterior, 118. Diferencia óntico-onwlógica, 252, Experimento, 108 ss., 212, 246, 247, 149, 19 1, 192, 194, 205, 215,
-esencia del, 44, 48. 133. 293. 290. 217-2 19,224,225.
- y vida práccica, 89, 90. Dimensión intersubjetiva, 124. -mental, 66, 105, 107, 108, 147, Hedonismo, 152,. 266.
- teoría del, 83-85, 88, 139, 158, Dinámica, 210. 278. H ermenéutica, 67, 146, 204, 196.
167. Duda, 98. - social, 246. Hipótesis (v., además, abducción),

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