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Números Primos
Números Primos
Las muescas presentes en el hueso de Ishango, que data de hace más de 20 000
años (anterior por tanto a la aparición de la escritura) y que fue hallado por el
arqueólogo Jean de Heinzelin de Braucourt,5 parecen aislar cuatro números primos: 11,
13, 17 y 19. Algunos arqueólogos interpretan este hecho como la prueba del conocimiento
de los números primos. Con todo, existen muy pocos hallazgos que permitan discernir los
conocimientos que tenía realmente el hombre de aquella época.6
Numerosas tablillas de arcilla seca atribuidas a las civilizaciones que se fueron sucediendo
en Mesopotamia a lo largo del II milenio a.C. muestran la resolución de problemas
aritméticos y atestiguan los conocimientos de la época. Los cálculos requerían conocer
los inversos de los naturales, que también se han hallado en tablillas.7En el sistema
sexagesimal que empleaban los babilonios para escribir los números, los inversos de los
divisores de potencias de 60 (números regulares) se calculan fácilmente; por ejemplo,
dividir entre 24 equivale a multiplicar por 150 (2·60+30) y correr la coma sexagesimal dos
lugares. El conocimiento matemático de los babilonios necesitaba una sólida comprensión
de la multiplicación, la división y la factorización de los naturales.
En las matemáticas egipcias, el cálculo de fracciones requería conocimientos sobre las
operaciones, la división de naturales y la factorización. Los egipcios solo operaban con las
llamadas fracciones egipcias, suma de fracciones unitarias, es decir, aquellas cuyo
numerador es 1, como , por lo que las fracciones de numerador distinto de 1 se escribían
como suma de inversos de naturales, a ser posible sin repetición en lugar de .8 Es por ello
que, en cierta manera, tenían que conocer o intuir los números primos.9
Antigua Grecia[editar]
Pierre de Fermat
Después de las matemáticas griegas hubo pocos avances en el estudio de los números
primos hasta el siglo XVII. En 1640 Pierre de Fermat estableció (aunque sin demostración)
el pequeño teorema de Fermat, posteriormente demostrado por Leibniz y Euler. Es posible
que mucho antes se conociera un caso especial de dicho teorema en China.
Fermat conjeturó que todos los números de la forma 22n+1 eran primos (debido a lo cual se
los conoce como números de Fermat) y verificó esta propiedad hasta n = 4 (es decir,
216 + 1). Sin embargo, el número de Fermat 232 + 1 es compuesto (uno de sus factores
primos es 641), como demostró Euler. De hecho, hasta nuestros días no se conoce ningún
número de Fermat que sea primo aparte de los que ya conocía el propio Fermat.
El monje francés Marin Mersenne investigó los números primos de la forma 2p − 1,
con p primo. En su honor, se los conoce como números de Mersenne.
En el trabajo de Euler en teoría de números se encuentran muchos resultados que
conciernen a los números primos. Demostró la divergencia de la serie , y en 1747
demostró que todos los números perfectos pares son de la forma 2p-1(2p - 1), donde el
segundo factor es un número primo de Mersenne. Se cree que no existen números
perfectos impares, pero todavía es una cuestión abierta.
A comienzos del siglo XIX, Legendre y Gauss conjeturaron de forma independiente que,
cuando n tiende a infinito, el número de primos menores o iguales que n es asintótico a ,
donde ln(n) es el logaritmo natural de n. Las ideas que Bernhard Riemann plasmó en un
trabajo de 1859 sobre la función zeta describieron el camino que conduciría a la
demostración del teorema de los números primos. Hadamard y De la Vallée-Poussin, cada
uno por separado, dieron forma a este esquema y consiguieron demostrar el teorema en
1896.