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5 enseñanzas esotéricas de la muerte y

resurrección de Cristo
Magia y Metafísica
Por: Alejandro Martinez Gallardo - 03/26/2016

5 cosas que podemos aprender de la Pasión de Cristo para el desarrollo espiritual

"Todas las religiones son verdad, pero ninguna literalmente", escribió Joseph Campbell.
Bajo esta perspectiva interpretamos aquí algunos de los eventos y enseñanzas
fundamentales de la vida de Jesucristo, extrayendo una esencia mística y delineando un
proceso alquímico en la muerte y resurrección, la cual se celebra en estos días de pasión
primaveral. Si queremos ver la vida de Cristo solamente desde una perspectiva
científica, escéptica y comprobar fechas y eventos históricos o poner a prueba supuestos
milagros dejaremos de ver el "corazón" de la historia de Cristo y dejaremos de apreciar
los valores y las enseñanzas que puede transmitirnos. "La historia religiosa es aceptada,
no históricamente, sino como un eterno fenómeno de la conciencia", dice Manly P. Hall.
En otras palabras, como sugiere el psicólogo William James en su estudio de las
experiencias religiosas, quien quiere determinar si la experiencia mística de Cristo es
verdadera, debe mirar hacia dentro y hacer un experimento religioso --no científico,
para lo cual necesita el recogimiento, el sosiego, la fe y en general la disposición de lo
místico. Mirar hacia dentro y escudriñar la propia conciencia en silencio para investigar
si habitan ahí los dioses y los héroes y sus grandes historias de muerte y renacimiento,
ocurriendo perpetuamente en el abismo radiante de la mente.  
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Por otro lado quiero reparar rápidamente en que actualmente el cristianismo como
religión ha sido gravemente herido, a razón de los actos de numerosos sacerdotes que
ciertamente no han vivido en carne el espíritu de la religión que profesan. Esto
lamentablemente ha ocurrido por siglos, y la institución de la Iglesia está seriamente
mancillada. Pero esto, sin embargo, no debería impedir a las personas obtener consuelo,
guía e inspiración en las enseñanzas religiosas, por ello existe desde siempre el camino
místico, independiente de las instituciones y sus dogmas, vivificado solamente por su
capacidad no mediada de tener experiencias de valor religioso, de unión con lo divino y
de hermandad con todos los seres vivos. El filósofo Manly P. Hall dijo:

Las corrupciones de la Iglesia no afectan la integridad del contenido espiritual de la


religión... Rechazar la sustancia [de las enseñanzas] debido a que una organización
humana fue inadecuada es estúpido... Todos los cuerpos finalmente se vuelven infirmes
y perecen. Pero la verdad en sí misma no puede desaparecer en el polvo, sino que
eternamente está esculpiendo formas más nobles a través de las cuales operar. 

Recalcar que es más fácil sentirnos atraídos por conceptos espirituales exóticos, muchas
veces orientales --y aprender de estas tradiciones es enormemente benéfico-- pero que
no debemos desestimar en Occidente la tradición mística cristiana que forma parte de la
sangre y la memoria colectiva más íntima.  
 

1. La resurrección de Cristo simboliza el triunfo del espíritu sobre la materia

Hoy en día a esto lo llamamos "mente sobre materia", pero los antiguos creían que la
vida era un espíritu y que la materia es sólo un vehículo para la evolución del espíritu.
La resurrección, escribe Manly P. Hall en su libro The Mystical Christ, "testificó la
completa victoria del espíritu sobre la materia. El místico acepta la resurrección como la
evidencia de la victoria de la vida en su interior... Si las plantas crecen hacia la luz del
Sol, ¿por qué no crecerán las almas hacia Dios, que es la fuente de su nutrición?".
Podemos llevar este simbolismo de crecimiento más allá y ver toda la doctrina de Cristo
como una enseñanza de crecimiento espiritual: "Fueron revelaciones del poder divino
moviéndose de la fuente invisible del bien a través del alma humana y hacia el cuerpo
mortal y el medio ambiente". El espíritu universal atravesando la materia, purificando y
liberando.

2. El poder de la fe

Hoy sabemos, por ejemplo, que el placebo funciona incluso cuando una persona sabe
que está tomando una pastilla que no tiene ningún ingrediente activo. Este "ritual" tiene
un poder de transformar el cuerpo, al ayudar a la mente a concentrar su energía e
intención. Esto es una forma de fe, que podemos utilizar en diversas formas. 

Los psicólogos explican la posesión demoníaca como una obsesión o una posesión de
áreas neuróticas y psicóticas del cerebro. En términos más sencillos, lo que ocurre es
que permitimos que ciertas actitudes se conviertan en hábitos fortalecidos por la
repetición y la visualización, hasta que llegan a tomar control de las emociones y nos
dominan. La fe exorciza 'demonios' al purificar nuestra conciencia de esos impulsos
destructivos que refuerzan los patrones psicóticos. La dedicación a los trabajos de la luz
remueve peligrosos hábitos en un proceso de revaluación.

Este proceso psicológico tiene su equivalente en los "milagros" de Jesús curando a los
enfermos: "La luz es la que lleva a cabo todas las maravillas, y la luz no es más que la
vida en su forma externa. Los milagros pueden ser interpretados místicamente". La luz,
el espíritu o la divinidad que la Biblia nos dice operaba a través de Jesús debe estar
también en nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer y actuar desde esta divinidad
interna: "Por un simple acto de fe, el hombre superó el intervalo entre sí mismo y Dios".
Mientras que la mente analiza y define, el corazón acepta, y en esa aceptación revela un
forma intuitiva de conocer que es unirse con lo que conoce. En los Evangelios se dice
que aquel que tenga fe podrá mover montañas. 

3. La entrega al prójimo o el vaciamiento del yo individual conduce hacia la


divinidad
Esto es una versión mística de la famosa ley de oro, común a todas las religiones. O una
forma de alquimia del amor, en la que un proceso espiritual es detonado por el servicio
desinteresado, sin otra motivación que la compasión.

En el misticismo cristiano existe una término griego que explica un proceso de éxtasis
religioso en el cual el individuo se vacía para que lo divino lo ocupe. Esto se llama
kénosis y evoca también el concepto oriental de vaciar la mente. En el caso cristiano es
un perder la importancia personal para entregarse al otro. Dice Rudolf Steiner:

Cuando nos sumergimos amorosamente en otros seres, nuestras almas permanecen


inalteradas; el hombre sigue siendo hombre incluso cuando va más allá de sí mismo y
descubre a Cristo en su interior. Que Él pueda ser así encontrado fue hecho posible por
el Misterio del Gólgota. El alma permanece dentro de la esfera humana cuando alcanza
aquella experiencia expresada por San Pablo, “No yo, sino Cristo en mí”. Tenemos
entonces la experiencia mística de sentir que una esencia humana superior vive en
nosotros, una esencia que nos envuelve en el mismo elemento que lleva el alma de vida
en vida, de encarnación en encarnación. Esta es la experiencia mística de Cristo, que
sólo podemos tener a través de un entrenamiento en el amor. 

Manly P. Hall señala que el "No yo, sino Cristo en mí" y el "Cristo, en ti la gloria y la
esperanza" de San Pablo "puede entenderse como el ejemplo perfecto de la unión entre
sujeto y objeto". Una no-dualidad en el corazón místico. El estado crístico obtenido por
Jesús, como afirmación de su divinidad, prefigura "la relación entre el ser humano y
Dios" donde "Dios es el eterno sujeto y la humanidad el objeto natural", dice Hall. En el
sentido más esotérico se sugiere que todos los hombres no son más que un solo Hombre
Cósmico, que juega el juego de la multiplicidad encarnando en múltiples hombres pero
que en el origen y en el fin no es más que un único Ser, el Purusa de los hindúes, el
Anthropos del hermetismo, el Hombre de Luz del misticismo iraní, el Adam Kadmon de
los cabalistas, el hombre primordial, el arquetipo... El paleontólogo jesuíta Pierre
Teilhard de Chardin creía que toda la materia, como depositaria de la semilla del
espíritu, evolucionaba hacia Cristo, el punto Omega.   

4. La experiencia mística está disponible para todos (pero cada quien debe
efectuarla por su propio mérito)

El misticismo no entiende el ministerio de Jesucristo como un acto de salvación de las


almas completamente pasivo y automático, sino que el alma individual debe reconocer
ese mismo proceso en su propia alma y "reactuarlo". La salvación de las almas es el
acto esencial del proceso humano, es decir, una realidad interna, onmipresente. La
salvación del alma no ocurre en un futuro a través de una intercesión externa, sino en
una identificación presente con la divinidad. Más que una acción proyectada en el
tiempo, es una percepción o una realización de la naturaleza intrínseca. Jesuscristo
muestra el camino de la experiencia mística inmanente. Pero aun así, sugiere el
misticismo, esta experiencia debe realizarse individualmente, generalmente como
resultado de la virtud, la caridad y la meditación. Para los alquimistas Cristo era el
símbolo de la piedra filosofal o del alma perfeccionada, también simbolizada en un
fénix, el ave que renace de sus propias cenizas. Los diferentes procesos de
transformación de la materia para conseguir el oro son símbolos de un proceso de
transformación de la sustancia material para la expresión y liberación del poder
espiritual. 

Angelus Silesius escribe:

Hasta que Cristo no nazca dentro de ti, tu alma no estará entera,

aunque en Belén mil veces más naciera.

Miras en vano al misterio de la Cruz

hasta que en ti otra vez no se crucifique Jesús.

El místico Meister Eckhart:

Aquí en el tiempo celebramos porque el nacimiento eterno que sostuvo Dios Padre y
que sostiene una y otra vez en la eternidad ahora se hace en el tiempo, en la naturaleza
humana. San Agustín dice que este nacimiento siempre está ocurriendo. ¿Pero si no
ocurre en mí, de qué me sirve? Lo que importa es que ocurra también en mí. Por eso
intentamos hablar de este nacimiento como ocurriendo en nosotros, como siendo
consumado en el alma virtuosa, ya que es en el alma perfeccionada que Dios pronuncia
su palabra.

5. Para evolucionar espiritualmente debemos "morir"

Según San Juan (3:30), "hasta que el hombre no nazca otra vez, no podrá ver el reino de
Dios". Para nacer otra vez hay que morir. San Pablo dice a los corintios: "lo que tú
siembras no se vivifica, si no muere antes". Esta semilla muerta es rediviva, puesto que
Dios da "a cada semilla su propio cuerpo" (Corintios 15:39). "Aquello que nace de la
carne es de la carne; y aquello que nace del espíritu es del espíritu", dice San Juan. De
aquí que este morir sea una purificación, una separación de lo impuro de lo puro (algo
que para Sócrates era esencialmente la labor filosófica). "En Grecia y en Egipto,
aquellos místicos que habían pasado el misterio del 'segundo nacimiento' eran llamados
los 'dos veces nacidos' y eran considerados con especial veneración", dice Manly P.
Hall. Podemos tomar esto como una muerte simbólica en vida, un cambiar de piel
(como la serpiente), un descender al inframundo y hacer consciente lo inconsciente a
través de procesos de purificación e iniciación o también como un entrenamiento para
morir a través de la purificación para llegar a la muerte como quien llega a una frontera
habiendo ya tramitado todos sus documentos migratorios.

Twitter del autor: @alepholo 

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