Está en la página 1de 325

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.

Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.

También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en

redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro.

Queda totalmente prohibida la comercialización del presente documento.

¡Disfruta la lectura!

Te desea todo el staff

Love Books
Créditos
Moderadora de Traducción

Mich Fraser

Traductoras

Mich Fraser Florpincha

Tannia Maddox Juliee

Ivic15 Jessibel

Moderadora de Corrección

Mich Fraser

Correctoras

Mich Fraser Nuwa Loss

Juliee LuVelitta

Florpincha Jessibel

Pagan Moore Caile

Romina22 Daliam

Larochz tamij18

Lectura final

Florpincha & Mich Fraser

Diseño

Daniela Herondale
Índice
Sinopsis Capítulo 18 Capítulo 37
Prólogo Capítulo 19 Capítulo 38
Capítulo 1 Capítulo 20 Capítulo 39
Capítulo 2 Capítulo 21 Capítulo 40
Capítulo 3 Capítulo 22 Capítulo 41
Capítulo 4 Capítulo 23 Capítulo 42
Capítulo 5 Capítulo 24 Capítulo 43
Capítulo 6 Capítulo 25 Capítulo 44
Capítulo 7 Capítulo 26 Capítulo 45
Capítulo 8 Capítulo 27 Epílogo
Capítulo 9 Capítulo 28 Acerca de la autora
Capítulo 10 Capítulo 29 Sobre el Foro
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Capítulo 34
Capítulo 16 Capítulo 35
Capítulo 17 Capítulo 36
Sinopsis
Un reto relacionado con una barba y un beso caliente como el infierno lo cambia
todo.
El defensor central de la NFL, Ethan Dexter siempre ha estado enfocado en jugar
fútbol y un poco más. Excepto cuando se trata de una mujer en particular. La preciosa
Fiona Mackenzie podría no preocuparse por su fama, pero también nunca lo ha mirado
como algo más allá que el mejor amigo de su cuñado. Eso termina ahora.
Fi no sabe qué hacer con Dex. El barbudo, tatuado, la montaña de hombre
musculoso que parece más un motorista que un jugador de fútbol. Los rumores dicen que
es virgen, pero ella lo encuentra difícil de creer. Porque desde el momento en que él
decide cambiar su intensidad serena sobre ella, la deja con las rodillas débiles y dolorida
al ver su famoso control totalmente desatado.
Dex está buscando una chica para siempre, pero ellos viven vidas muy diferentes
en ciudades separadas. Fi debería proteger su corazón y alejarse. Pero Dex ha aumentado
su juego y usa todo su encanto para convencer a Fi de que él es su hombre para siempre.
Que empiece el juego.

Game on #3
Prólogo
“¿Y cuándo crees que todo se aclarará?” —Lily Allen

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Nuwa Loss

DEX
El sudor se escurre por mi espalda. Me duelen los huesos y mis piernas tiemblan
como gelatina mientras poco a poco me acerco al césped verde, ahora destrozado.
A mi alrededor, los otros chicos deambulan con sus uniformes manchados de
sudor, sangre y tiza. Miles de espectadores animan con un ruido sordo que siento en la
boca de mi estómago.
Bienvenido a la noche del viernes del fútbol. El primer tiempo está en su máxima
expresión. Y mi equipo acaba de ganar. Hice mi trabajo, y ahora la adrenalina está
desapareciendo. Quiero una ducha, una comida caliente y dedicar unas pocas horas a la
pintura en mi pequeño estudio hecho en casa. Pero tengo una cita para cenar y un
invitado con quien encontrarme.
Mis compañeros de equipo me dan palmaditas en la espalda, diciéndome “buen
trabajo”, mientras camino a través del campo. Algunos otros chicos del otro equipo me
buscan, saludándome con la mano. Aunque yo busco a alguien en particular.
Lo veo, con la cabeza por encima de la mayoría. Él me mira y sonríe. Pero su rostro
está pálido, con círculos profundos que estropean sus ojos. Sé que no es porque su equipo
perdió. Vamos entre la multitud para reunirnos.
—¡Dex! —Gray Grayson, mi ex compañero de la universidad y uno de mis mejores
amigos en la tierra, me pone al día con un grande abrazo de oso. Es incómodo ya que
tenemos nuestras almohadillas y cascos en las manos—. Buen juego, hombre. Pero te
vamos a patear el trasero por completo para la próxima.
—Mejor diles que saquen sus cabezas de sus culos. —Entonces le doy un pequeño
golpe en la cabeza—. Es bueno verte, Gray-Gray.
Dios, extraño jugar con él. Es el mejor ala cerrada que he visto en años. Y nuestro
equipo de la universidad fue una máquina bien engrasada.
La NFL no es lo mismo que la universidad. Ego, dinero, apuestas altas, todo es
simplemente más. Ahora es un trabajo. Me encanta, pero la alegría despreocupada se ha
ido.
Caminamos hacia la línea juntos.
—¿Cómo están Ivy y el bebé? —Pregunto. Tuvieron un bebé hace un mes y lo
nombraron Leo, por Leonhard Euler1, uno de los matemáticos favoritos de Gray.
—Hombre —dice Gray con un movimiento de cabeza mientras sonríe
ampliamente—. Tengo que decir que creo que hice algo bien en otra vida.
—¿Es bueno, eh? —Estoy feliz por él. Incluso si su felicidad me recuerda que no
tengo a nadie.
—La mejor familia que un hombre pudo desear. —Gray pasa la mano por su cuello
y lo aprieta. A pesar de su declaración, suena desgastado.
—No es que no te crea, Gray, pero te ves como una mierda. ¿Qué pasa?
Su sonrisa es tensa. —Sólo tú te das cuenta de eso.
Estamos casi en la línea de la banda y él irá a los vestuarios de los invitados. Así
que vamos más despacio.
—Leo no ha aprendido a dormir toda la noche. Ivy y yo estamos sintiendo el
cansancio. —Hace una mueca—. En su mayoría Ivy, por desgracia, ya que yo viajo
mucho.
Si Gray está admitiendo que está perdiendo el sueño, tiene que ser malo.
Pongo una mano en su hombro. —Tienes una semana de descanso después de
esto, ¿no?

1
Leonhard Euler: Fue un matemático y físico suizo. Se trata del principal matemático del siglo XVIII y
uno de los más grandes y prolíficos de todos los tiempos.
—Sí.
—Yo también. ¿Te importa que te haga una visita?
Gray vive en San Francisco y aunque he tenido la intención de ir, todavía no lo he
hecho. Aunque estoy feliz de visitar a Gray, también lo puedo ayudar.
La sonrisa de Gray es enorme. —Me gustaría que lo hicieras. Sé que también a Ivy.
—¿Seguro? Ivy no querrá visitantes cuando tiene un nuevo bebé. —Es algo que
decir, porque Gray tiende a reaccionar antes de pensar.
—No, ha estado un poco sola. —Sus cejas se reúnen—. A ninguno de los dos nos
gusta la soledad.
Dime algo que no sepa. Le doy otro apretón. —Genial. Vayamos por algo de
comer.
Gray da un largo gemido. —Oh, hombre, he estado esperando esto. ¿Iremos a
Cochon, no? —Sus ojos brillan ante la perspectiva de comer en uno de los mejores
restaurantes de New Orleans. Y francamente, mi estómago también gruñe.
—Sí. Les dije que estamos yendo y están planeando algo bueno para nosotros. Creo
que escuché algo sobre un cerdo entero.
Gray gime de nuevo. —Como que tengo ganas de llorar.
A menudo se pone lloroso por la comida. —¿Nos vemos fuera de los vestuarios en
media hora?
Gray se quedará en mi casa esta noche antes de regresar a casa con su equipo.
Da un asentimiento y comienza a trotar lejos, pero después se vuelve. —Oh,
espera, Fi también pasará la semana con nosotros. ¿No te importa, verdad?
Todo dentro de mí se detiene, mi corazón, mi respiración. Después se empieza a
normalizar, duros e insistentes momentos.
Fiona Mackenzie. La hermana pequeña de Ivy. Y me refiero a pequeña-pequeña.
Con 1.54 metros, pero con curvas que me llaman la atención y lo mantuvo así desde que
la vi por primera vez hace dos años.
Con ojos verdes brillantes, cabello rubio salvaje, labios gruesos y sonrientes, y una
risa cantarina que cada vez que la escucho, hace que se me ponga dura la polla. Así es
como me imagino a Fi, cuando me permito verla en mi mente en las solitarias noches.
No me lo he permitido en un tiempo. Soñar con Fi es una especie de tortura, es
hermosa, pero más que eso, es una de las personas más directas que he conocido.
Como alguien que cuya carrera depende de analizar falsas obras de teatro, estar
cerca de ella, es como salir de la sofocante soledad y entrar en un día fresco y soleado.
Cada vez que estoy en su presencia puedo respirar mejor, ver más claro. Y ansío eso más
de lo que me gusta admitir.
Diría que es la chica que se fue, aunque nunca estuvimos tan cerca. Fi no se fijó en
mí más allá que con amabilidad de un conocido ocasional.
Fiona Mackenzie. En la misma casa. Por una semana.
Gray está esperando que responda. Le doy un asentimiento. —Está bien.
Y de repente. Es lo que más espero en mi vida.
1
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Nuwa Loss

Fiona
¿La verdad? Me encantan los hombres. Tacha eso. Amo a los hombres. Amo su
fuerza, sus voces gruesas y profundas, la forma sencilla en la que resuelven un problema.
Amo su lealtad. Amo la forma en que los huesos de sus muñecas las hacen más gruess y
sólidas y que sus caderas sean rectas y estrechas. Demonios, incluso amo ver su manzana
de Adán cuando pasan.
Y sí, estoy hablando de generalidades. Ya que he conocido una parte de hombres
de mierda. Por lo general, soy una gran fan del género masculino.
Es por eso que estoy un poco disgustada de no tener un hombre en este momento.
Tenía un gran novio en la universidad. Jake. Él era caliente y tolerante. Tal vez demasiado
fácil. Básicamente, él amaba a todos. Claro, yo era su novia, ¿pero si yo no estaba
alrededor? Sin problema. Pasaba el rato con un montón de personas.
No me engañaba. Sólo que no le importaba lo suficiente. Y después de ver lo de mi
hermana, Ivy, ¿con ese tipo? Ese estilo de estar al cien por ciento, ese tipo de ¿devoción
completa?
Quiero más que una cita casual.
Quiero ser la necesidad de alguien para que ese alguien sea la mía.
Claro, no voy a encontrarlo en este pequeño club en un martes por la noche. Pero
no estoy aquí por esos hombres, aquí hay más de los cuales claramente son de conexión
rápida. Me encuentro en este lugar por la música. La banda tiene un sonido funky que
me encanta y el ambiente es suave.
Ya que me reventé el trasero para terminar la universidad y comenzar un trabajo,
en el cual tengo un compañero que es un ladrón furtivo, al cual quiero matar, necesito
algo ligero.
Así que estoy sentada en un banco de la mesa de la esquina, con los hombros
caídos y bebiendo mi Manhattan, y disfrutando el momento.
He decidido que también amo San Francisco, que es donde estoy ahora, gastando
mis vacaciones en visitar a mi hermana y su marido. Por desgracia, Ivy y Gray no tienen
deseo de salir conmigo esta noche porque tienen un nuevo bebé que se despierta cada
dos horas. Sí, no diré que amo los hábitos de sueño de los bebés, no me importa cuán
hermoso e impresionante sea dicho bebé.
Suprimo un estremecimiento. Mi vida puede ser frustrante en este momento y tal
vez algo solitaria, pero al menos no estoy tambaleándome por la falta de sueño. En vez
de eso, estoy escuchando a un cantante canturrear acerca de las estrellas, su voz es suave
como el jarabe. Mi cóctel es ahumado y dulce en mi lengua y cálido en las venas. Estoy
tan relajada en este punto que casi no siento al hombre sentado a mi derecha.
En verdad, no sé qué me impulsa a dar la vuelta y mirar en su dirección. Tal vez
es porque el set termina y mi atención se desvía del escenario. O tal vez porque siento su
mirada, porque está sobre mí, estable y sin parpadear.
No retrocediendo, lo miro de regreso y lo mantengo.
No es mi tipo.
En primer lugar es enorme, como construido con ladrillos, con hombros tan anchos
que estoy bastante segura que una podría construirse sobre ellos y todavía quedaría
espacio de sobra. Está encorvado en su silla, por lo que no sé su altura, pero estoy
pensando que al menos 1.95 metros o más, lo que lo convertiría en alguien mucho más
grande que yo. No me gusta la sensación de sentirme pequeña; de hecho, ya es suficiente
que no esté de pie.
Y él tiene una barba. No una salvaje, pero si espesa, gruesa y abundante que
enmarca el borde de su cuadrada mandíbula. Es un poco caliente. Aun así, no estoy en la
onda de las barbas. Me gusta la piel suave, hoyuelos, una mirada dulce.
No hay nada dulce en este tipo. Es una extraña mezcla de un leñador y un
melancólico chico. Su cabello está recogido en un moño en la parte posterior de su cabeza,
al estilo samurái.
Puede que no sea mi tipo, pero sus ojos son preciosos. No tengo idea de qué color
son, pero son profundos, fuertes, y tiene unas oscuras cejas. Incluso aquí, sus pestañas
son espesas, casi femeninas. Dios, esos son unos ojos preciosos. Y fuertes. Siento su
mirada entre mis piernas como un golpe lento, caliente.
Me mira como si me conociera. Como si debería conocerlo también. Raro, creo que
me es familiar. Pero mi mente está tan bruta por demasiados cócteles para averiguarlo.
Al parecer, lo adivina porque la comisura de su amplia boca se levanta, como si yo
le entretuviera. O tal vez porque estoy aquí sentada, devolviéndole la mirada.
¿El del tipo descarado, no?, sólo del que mira de esa manera.
Por lo cual decido mirarlo fijamente, levantando una ceja de la misma forma en
que mi papá lo hace cuando está disgustado. Después de ser receptora al lado extremo
de esa mirada, sé que es eficaz en la mayoría de las personas. ¿En este chico? Su diversión
crece. A pesar que me sonríe con los ojos y levanta una ceja, como burlándose de mí.
Y entonces me golpea: Esa expresión ligeramente divertida, completamente en
silencio, la he visto antes. Lo he visto antes. Lo conozco. Es el amigo de Gray y viejo
compañero de universidad.
Como si leyera mis pensamientos, me da un lento guiño.
Me encuentro riéndome de mí misma. Él no me estaba echando una miradita, en
absoluto. Estaba esperando que lo reconociera. Mi cerebro atontado busca su nombre.
Dex. Él es Dex.
Le doy un asentimiento, inclinando la barbilla. Y él se levanta. Alto. Alto. Alto.
Sí. Tan alto como un árbol.
Recuerdo que ahora juega como defesa central de la NFL. Y a pesar que casi todos
los defesas deportivos tienen una barriga de barril, Dex no la tiene. No, es puro músculo,
y duro. Todo es visible bajo su playera negra y esos vaqueros desgastados. Todo eso se
mueve con gracia natural de un atleta profesional mientras camina hacia mí.
—Fiona Mackenzie. —Su voz es baja, estable y amigable.
No sé por qué me parece agradable, pero se atasca en mi cabeza y me relaja de una
manera que ningún chico que apenas conozca lo hiciera.
—Hola, Dex. Perdón, me tomó un minuto. Normalmente soy más rápida que eso.
—Asiento hacia la silla frente a mí—. ¿Te quieres unir a mí?
—Sí, gracias. —Sí sólo tuviera algo que hacer con mis manos. Porque, si bien él no
me amenaza, su presencia es potente.
Mi estómago se tensa cuando se inclina cerca como si me fuera abrazar, su enorme
sombra tapa la mesa. Con un movimiento de cabeza, se endereza y va hacia la barra.
No admiro su trasero mientras se aleja. Está bien, tal vez un poquito. Porque
maldita sea. Regresa muy pronto, con otro Manhattan en una mano y una botella de agua
en la otra.
Un recuerdo me golpea, sólo bebe agua, casi nunca licor. Antes de que pueda
sentarse, una chica se acerca a nuestra mesa con ojos suplicantes.
—¿Estás usando este banco? —Ella pone una mano en el único banco de la mesa.
El otro está contra la pared, a un lado de mí, Dex tiene que sentarse a mi lado.
Todos somos claramente conscientes de ello. La chica ve entre nosotros, como para
hacer entender este punto. Sería petulante de mi parte decir que no. Así que asiento. Y se
esfuma antes de que pueda cambiar de opinión.
Esa mirada divertida no deja a Dex mientras se acomoda a mi lado, con su muslo
lo suficientemente cerca del mío para que pueda sentir el calor de su cuerpo. No creo que
lo haga a propósito, sólo que es tan grande y el espacio es tan pequeño.
Sonriendo un poco, tomo un sorbo de mi bebida. —¿Sabías que estaba bebiendo
un Manhattan sólo por el olor?
Dex baja su agua en la mesa, llamando mi atención sobre los tatuajes en ambos
brazos. —Mi tío tiene un bar. Le ayudé unos años. —Mira mi copa—. Eso y la cereza.
Y es como si mi cerebro se apagara, porque saco la cereza fuera de la copa y la
pongo en mis labios para chuparla. Como una maldita estrella pornográfica. Su mirada
va hacia mi boca y sus ojos se estrechan.
Maldita sea, aunque lo siento de nuevo. Ese lento movimiento, ese calor entre mis
piernas.
Este chico me pone húmeda con una sola mirada.
Enrojecida y maldiciéndome por ser una idiota, tiro del tallo y como la fruta con
demasiada energía mientras bebo otro sorbo de mi cóctel. —Entonces, Dex —digo
rápidamente como si no estuviera tratando de llamar la atención sobre mi boca—. Ha
pasado un tiempo.
Él parpadea, arrastrando la mirada de mis labios a mis ojos. —Ethan.
—¿Qué?
—Mi nombre —dice—. Es Ethan. —Las comisuras de sus ojos se arrugan—. Ethan
Dexter.
—Ah. —Tomo otro sorbo—. ¿Así que no tengo permitido llamarte Dex? ¿Sólo
aplica para los amigos o algo así?
No se ríe o inquieta, sólo mantiene su mirada fija en mi rostro. —No lo quise decir
como un insulto. Me puedes decir Dex, si te gusta.
Antes de que pueda preguntarle por qué insistió en Ethan, habla de nuevo. —No
te he visto desde la boda.
La boda de Gray e Ivy. Ahora son recuerdos borrosos. Qué buenos tiempos.
En verdad, no bebo con frecuencia. Pero cuando lo hago… ejem. Es por eso que
trato de evitar el punto de máxima locura.
Los recuerdos de esa boda son borrosos, pero los bordes me llenan conmigo
bailando con los amigos de Gray, Dex incluido. Ivy bailando también, lo que siempre es
un buen espectáculo. Mi hermana, la cual amo como a nadie en la Tierra, es una bailarina
horrible, aterradora. Principalmente, me concentré en ayudar a Gray e interferir,
asegurándome que no rompiera la cabeza de alguien mientras se convulsionaba bailando.
—Te recuerdo apoyado en una pared la mayoría de la noche —le digo a Dex. Él
bailó algunas canciones, seguro que sí, después tomó botellas de agua y se apoyó en la
pared para vernos al resto de nosotros.
Agarra su botella. Está demasiado oscuro para ver lo que son sus tatuajes, pero
puedo decir que son coloridos, algo retro. Y tiene más que los que tenía hace un año.
—A veces es más divertido mirar. —Su mirada no se mueve de mi rostro, así que
siento lo que causa. Mis pechos se hinchan pesadamente contra mi sostén, más aún
cuando continúa—: Te arrancaste el vestido y lo arrojaste en un árbol.
Me ruborizo. Era un complejo tropical. Y quería nadar.
Todo el mundo lo hizo. Me inclino hacia delante. —¿Estás diciendo que te gusta
verme cuando me desnudo, Ethan Dexter?
Su risa es un ruido suave. —Yo digo que aquello fue memorable. —Mira hacia
abajo, esas largas pestañas ocultando sus ojos—. Y entretenido.
—Mi objetivo es complacer. —Cruzando una pierna sobre la otra, lo estudio. Estoy
disfrutándolo, lo que es una sorpresa porque nunca clasifiqué a Dex como un
conversador—. ¿Qué haces en San Francisco? No recuerdo que jugaras en el equipo de
Gray.
—Tengo una semana de descanso, y lo mismo pasa con Gray. —Sus anchos
hombros se encogen— …pensé en visitarlo y a Ivi.
—Espera. ¿Qué? —Un mal pensamiento se eleva en mi cabeza y me encuentro
inclinándome sobre él—. ¿Sabes que también me quedaré con ellos?
Asiente, la cautela se arrastra sobre sus características.
—¿Te enviaron aquí como mi niñero? —espeto. No puedo creer que sólo esté en el
mismo club. No después que Gray e Ivy se enteraran que saldría está noche.
—Sí y no. —Dex toma un largo trago de agua—. Sí, me dijeron que estabas aquí.
Sí, están preocupados. Pero resulta que me gusta esta banda, así que pensé en venir a
escuchar y decir hola en el proceso.
—Oh, qué conveniente. —Me siento contra la pared.
—No lo es —dice con voz seca.
Resoplo, la tentación de escupir el tallo de la cereza se levanta. No creo que le
importe si lo hago.
—No tienes que quedarte —le digo—. Le puedes informar a tus jefes que me viste
y estaba bien, y regresar por tu camino. ´
Él no se inmuta. —Quiero sentarme contigo.
Bueno. Correcto. El jugador de fútbol quiere escuchar música toda la noche. Claro.
Mi expresión debe ser escéptica porque me da una media sonrisa y me entrega
su móvil. —Comprueba mi música.
No tiene contraseña, lo que no es inteligente, así que es fácil de ver. Flunk,
Goldfrapp, Massive Attack, Portishead, Groove Armada, incluso algunos de Morcheeba… tiene
una biblioteca de trip-hop2 en verdadera marcha.
Le sonrío. —Sabes, antes de esto, te hubiera tomado de la clase de rock duro, tal
vez incluso del estilo country.
—¿Es la barba, no? —pregunta.
—Y el moño en la cabeza.
Se ríe, con un estruendoso sonido. —¿Quieres que me lo quite?
Sí. Tal vez.
—No es necesario. Los hombres con moños son calientes. Culpo a Jason Momoa3.
Tan sólo de verlo tomar a Khaleesi, la población femenina quiso a su propio Khal Drogo4.
Mierda. Realmente no sé lo que estoy haciendo. Ya que, para mí, se parece mucho
a coquetear. El instinto me dice que ligar con Ethan Dexter no es algo que tienes que hacer
a la ligera. Y está el hecho que no voy por los atletas. En absoluto. No me importa que tan
buenos estén. O el grado de confianza. No me gustan los deportes. El fútbol me aburre.
Ah, sé toneladas sobre el deporte, es imposible no hacerlo en mi familia, pero quiero
pretender que me ocupo de mejores cosas.
Los ojos de Dex se arrugan de nuevo y se vuelve hacia mí, apoyando un codo en
la mesa. —¿Momoa tiene barba?
Agito mi mano. —¿Quién tiene tiempo para mirar su barba cuando esos músculos
están en exhibición?
Yo ciertamente no estoy mirando los fenomenales brazos de Dex.

2Trip hop: Subgénero de música electrónica que se origina en los principios de los año ’90 en Reino Unido,
especialmente en Bristol.
3 Jason Momoa: Es un actor, modelo, director, escritor y productor Estadounidense. Es conocido por sus
roles de televisión como Ronon Dex (2005-2009) en la serie de televisión de ciencia ficción militar, Stargate
Atlantis (2004-2009) y como Khal Drogo en la serie de televisión de fantasía de HBO, Juego de Tronos (2011-
2012).
4 Khal Drogo: Personaje de la serie Gam Of Thrones.
—¿Por lo que tu postura sobre la barba es? —Su mirada es tan fuerte que la siento
en los dedos de mis pies.
Mi respiración se corta. —No me gustan en particular.
Es la verdad. Y sin embargo, no puedo dejar de mirar la suya. Es oscura,
enmarcando su boca, lo que debería ser la salida para mí. Sólo que extrae toda mi atención
allí. Por la forma de su boca, la suave curva de su labio superior, el labio más relleno que
el inferior, casi como un puchero. Hay algo ligeramente ilícito sobre el efecto.
Me aclaro la garganta, levanto la vista y cuando lo hago, encuentro que me ve a
través de los párpados bajos. No parece muy sorprendido por mi franqueza.
—¿Qué no te gustan de ellas?
¿Habla en serio?
Me mira fijamente.
Creo que sí.
Tomo un sorbo de mi bebida, busco una respuesta. —Son tan… risadas. Picosas.
Se mueve, no acaparando, pero sí poniendo al alcance su mano. Huele un poco
como a clavo de olor y naranjas. Debe ser su colonia, pero me gusta.
Estoy distraída por eso y casi salto cuando habla de nuevo. —¿Te basas en la
experiencia o estás haciendo una suposición?
Mi mirada se estrecha. —No eres un filósofo.
—No me has contestado la pregunta.
—Bien. Lo asumo.
Sus labios se curvan. —Debes averiguar si tu suposición es cierta antes de
condenar a la barba.
—¿Aquello es una manera espeluznante para conseguir que te toque la barba?
Un reto destella en sus ojos. —Hay un par de tipos con barbas en el bar. Podrías ir
a preguntarles. Pero ya que nos conocemos…
No tan bien.
—¿Prefieres que se lo pida a un extraño?
—Tú asumes que me importa lo suficiente para preguntar.
Sus dientes brillan en la oscuridad del club. —Sé que estás curioso. Estás nervioso
por descubrirlo.
Aplano mis manos contra la mesa y miro. ¿Soy yo o está más cerca? Tan cerca que
puedo ver sus ojos color avellana, más claros alrededor de la córnea. Me gustaría ver los
colores, pero bajo las sombras en este momento.
Y me está mirando. Paciente. Calculador. Tentador.
—Siempre son los más callados —murmuro antes de tomar un aliento—. Está bien,
te tocaré tu cara peluda.
—Espera. —Sin vacilar, alcanza mi bebida y toma un sorbo—. Valor líquido.
Una risa ahogada me deja. —Porque soy muuuy aterrorizante.
—No tienes idea, Cherry.
Creo que le gruño. Sin duda quiero darle a su preciosa barba un buen tirón, duro.
Pero él simplemente me levanta las cejas. —Adelante, entonces.
Este bastardo descarado, totalmente está jugando conmigo. Y aquí estoy, cayendo
en su trampa. Porque no puedo apartar la mirada de su barba. Más específicamente, de
sus labios, los cuales se separaron ligeramente. Una invitación. Un reto.
Mierda. Nunca he sido buena en ignorar un desafío.
No me gusta que mi mano tiembla cuando la levanto hasta alcanzarlo. Él se queda
completamente inmóvil, su brazo cuelga detrás de la cabina sobre mí, su cuerpo se alinea
con el mío. Pero no me pierdo cómo su respiración se acelera.
Vacilo, tímida. Campanas del infierno, sólo tocaré un poco de vello facial. ¿Por qué
se siente como si fuéramos dos niños tocándonos en un rincón oscuro?
Molesta conmigo, cierro la distancia entre nosotros.
Suave. Su barba es suave. Y ligera. No esperaba eso.
Suavemente aprieto los dedos, acariciando un poco. Sus orificios nasales se abren
en una respiración contenida.
Lo miro, busco sus ojos. No me da nada a cambio. Así que sigo adelante, pasando
los dedos por su mandíbula, a contrapelo. Hay un cosquilleo que me esperaba. Sólo que
se siente bien, envía pequeños estremecimientos sobre mi piel, mis muslos.
Trago saliva, presiono mis piernas juntas. ¿Él lo puede decir? Soy demasiado
gallina para comprobarlo. Mantengo mi enfoque en su rostro, labios, que parecen tan
suaves en comparación con la barba.
Mis propios labios se abren, de repente sensibles. De alguna manera me moví más
cerca. No pude evitarlo. Trazo el borde de su labio con el pulgar.
Dulce Mary Jane Watson5, esto fue un error. El contraste de su boca suave pero firme
y gruesa barba, envía un rayo puro, impactante, directamente a mi clítoris. Es un
deslumbramiento, acaricio sus labios de nuevo, siguiendo la curva superior,
manteniendo el contacto con la barba mientras lo hago. Joder, no puedo dejar de imaginar
su boca moviéndose sobre mi piel. ¿Sentiré su barba cuando chupe mis pezones?
Ahora estoy palpitante. Mis pezones duelen. La calidez de Dex es un muro contra
mi pecho. Muevo mis rodillas antes de que se de cuenta, mi mano libre agarra su hombro,
como si tuviera miedo de que fuera a retroceder.
Pero sé que no lo hará. No cuando su gran y pesada mano aterriza contra mi
cadera, con fuerza, sus dedos me agarran de una manera posesiva y un poco protectora.
Debería detenerlo. Me digo esto mientras sigo trazando su boca, las esquinas, la
barbilla. Dex respira a través de sus labios separados y cada exhalación envía una
pequeña ráfaga de calor sobre mí.
Quiero, no, necesito sentir más. Y esa necesidad tiene mente propia. Siento su
sorprendida respiración un segundo antes que mis labios se alimenten de él. Dios. Dios,
es bueno. Sedoso y firme, picante y suave. Lo hago de nuevo, toco la comisura de sus
labios, su barba hace cosquillear mis labios.
Un pequeño gemido suena entre nosotros. No sé si lo hice yo o él. No me importa.
Me he convertido en una obsesionada con su boca, tomando beso tras beso, simplemente
sintiéndola.

5 Mary Jane Watson: la novia de Spider–Man.


Jesús, francamente hay algo sucio sobre la barba. Jodidamente travieso. Todo en lo
que puedo pensar ahora es en sexo. Acerca de los otros lugares donde el pelo será suave
y cosquilloso. Mi mente se llena de imágenes de una espesa barba corriendo sobre mi
clítoris y cómo serían las cosquillas. Y eso me pone frenética.
Lamo su boca, codiciosamente, necesitada, mis pulgares se enroscan en las
esquinas para sentirlo.
Dex gime y se siente a través de su cuerpo. Una mano pesada acuna mi cabeza, sus
largos dedos se enroscan en mi cabello. Entonces está inclinando la cabeza,
devolviéndome el beso, profundo y completamente, como si hubiera despertado de un
sueño y se estuviera muriendo de hambre.
Lujuria se precipita a través de mí más dura y rápida como nunca antes la he
experimentado. Me roba el aliento, la razón. Sólo puedo acariciar los lados de su rostro,
presionar mis pechos contra su pecho y darnos lo que ambos queremos.
Él sabe a whisky y cerezas, y un poco de sabor delicioso que sólo puedo asumir
que es el suyo. Deslizo mi lengua por la suya un poco más.
El pecho de Dex suelta una respiración, abriendo más la boca para que me deje
pasar. Su gran mano acuna mi trasero. De repente estoy un poco ligera, me mareo.
Aterrizo en su regazo, cabalgando sus caderas. Es lo suficientemente grande para que
sólo sea un tirón. Envuelvo mis brazos alrededor de su cabeza, moliendo mi centro contra
una erección dura como la roca que es verdaderamente impresionante. Perfecta.
Él reacciona con un gruñido y me aprieta el trasero, abriendo mis nalgas de una
manera que es francamente obscena y tan caliente que me hace gemir, me muelo de
nuevo.
Básicamente estamos follando en seco y nos follamos la boca del otro, es todo lo
que importa. Hasta que escucho un silbido, fuerte e inconfundible.
—Jodidamente bueno, hombre. Dáselo a ella.
Nos congelamos, nuestros labios aún se tocan. Mi ritmo cardíaco truena en mis
oídos.
Poniendo una mano protectora contra mi cuello, Dex vuelve la cabeza y mira por
encima de mi hombro. No puedo evitar mirar también y encuentro en la mesa a tres
chicos que nos miran con interés descarado.
Malditos bocazas. —Jodidamente agradable, cariño.
Mierda. En realidad no es mi estilo dar un espectáculo público.
Los músculos de Dex se amontonan. Dios, es tan sólido. Un verdadero muro para
apoyarse. Su voz sale profunda y dura. —Suficiente.
Eso es. Una palabra. Y lo curioso es que lo escuchan. Inmediatamente se apartan.
Hecho un vistazo atrás para presenciar su mirada antes que vuelva a la neutra.
Algunos tipos son perros alfas, gruñendo y ladrando. Dex es más como un gorila
de espalda plateada, va en silencio con lo suyo hasta que algo lo molesta y da una
advertencia.
Me pregunto qué pasaría si pierde los estribos. Fácilmente podría golpear a la
gente lo suficiente. Esos tipos obviamente lo entendieron.
Pero ya no me preocupo por ellos. Ya no cuando estamos magullados entre
nosotros, un poco mortificada sobre la forma en que Dex saltó.
Su expresión no es presumida, sin embargo. Es reflexiva y un poco tierna. —¿Así
que todavía no eres fan de las barbas?
Me he convertido. —Di la verdad. ¿Hiciste todo eso sólo para conseguir que te
bese?
—No. —Le da a mi cabello un pequeño tirón en su mano, sosteniéndome un poco
lejos para mirar mis labios—. Sólo quería que me tocaras.
Luego toma mi boca de nuevo. Una vez más en un beso lento, una exploración
antes de dejarme ir.
Sin aliento y más que un poco confundida, me toma un momento conseguir mi
ingenio y bajarme de él. Ni siquiera sé qué hacer conmigo misma. No me malinterpreten,
me encanta el sexo y no me avergüenzo de ir tras él. Pero no hago esto. No lo hago con
los chicos que no son remotamente mi tipo. Y desde luego que no golpeo con los amigos
de la familia; eso pone las cosas raras.
—Vamos a casa —dice Dex en voz baja.
Mi mirada va hacia la suya de golpe y él se estremece.
—No digo que a la cama. Sólo a regresar a lo de Ivy y Gray. —Mira su reloj grueso,
con un cuero negro—. Es cerca de las dos de la madrugada. El bar cerrará pronto de todos
modos.
—Está bien, seguro. —Casa suena como un buen plan. Sólo que quiero ir sola y no
enfrentarme a Dex una vez más. El beso más caliente de mi vida no es algo que pueda
hacer de nuevo. Ethan Dexter puede convertirse en una adicción si tomo otra probada de
él.
2
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Nuwa Loss

Dex
En el curso de mi vida he hecho cosas estúpidas. ¿Y quién no?, pero besar a Fiona
Mackenzie se acerca a la parte superior de la lista. Irónicamente, también fue una de las
mejores cosas que he hecho en mi vida. Dolorosamente bueno.
Duele ahora mismo. Tengo una erección que no desaparece y se dobla con torpeza
por la pierna de mis vaqueros. Me ajustaría, pero sé que Fiona se daría cuenta.
Por otra parte, está haciendo un verdadero esfuerzo en ignorarme, con su mirada
fija en la ventana mientras conducimos la vieja camioneta de Gray a su casa.
Me encanta Grayson. El hombre vale más de veinticinco millones de dólares y aun
así conduce un viejo camión. Sin embargo, estoy pensando en el hecho de que tuve mi
lengua en la boca de su pequeña cuñada, y tengo que resistir las ganas de hacer una
mueca.
No tuve que hacer eso. Pero mi cerebro se fue de vacaciones. Sé lo bueno que soy
manipulando la situación y vi la curiosidad en los ojos brillantes de Fi. Así que la
engatusé, la tenté, casi la desafíe a acercarse y encontrarse con mi rostro. ¿Esperaba que
me besara? Demonios que no.
Pero quería tocarla, tanto como mi próxima jodida respiración. Lo he querido
desde el momento en que la vi hace dos años en la fiesta de navidad de su hermana.
Incluso en ese entonces, sabía que Fiona no era para mí. Soy una persona tranquila,
me controlo. Fiona es pura vida, una activa-burbujeante-ingeniosa-vida. Todo envuelto
en un paquete pequeño y perfecto.
A menudo escuché a Ivy comparar a Fi con Tinker Bell. Supongo que eso es
correcto. Sólo que yo encontraba a la pequeña cosa de dibujos animados un poco molesta,
y a Fi la podría verla todo el día. Sólo el sonido de su voz me encanta. ¿Y cuándo arruga
la nariz y tiene esa mirada feroz? Me pongo duro como una jodida roca.
Sip, lo tengo mal. Lo cual no es bueno. Sé muy bien que no quiere tener nada que
ver con los atletas profesionales. La escuché decirlo en la boda. Una chica que estaba
interesada en mí en la universidad me abandonó por la misma razón, y ahora no tengo
interés de conseguir un corazón roto de nuevo.
Es por ello que no tuve que haberla tocado, mucho menos besado. Porque en mi
mente, no puedo dejar de repetirlo. Ahora sé cómo sabe. Y sabe como a pura adicción.
Agarro el volante, girando en la calzada de Gray e Ivy. Compraron una enorme
casa en Pacific Heights. Tengo que admitir que tengo envidia. Es el tipo de lugar que me
gustaría llamar casa. Mi lugar es agradable, pero bastante vacío en New Orleans. Me
encantan sus techos altos, pisos de madera viejos y la luz natural. Pero no se siente como
un hogar. Por otra parte, tal vez es porque soy el único en el lugar.
Estamos en silencio mientras nos detenemos en el garaje y subimos los escalones
de la planta principal. Sólo soy vagamente sorprendido cuando Gray viene arrastrando
los pies fuera de la cocina con un biberón en una mano y una olla en la otra. Es un
desastre, su cabello rubio está aplanado a un lado, sus sudadores están mal puestos y hay
círculos oscuros bajos sus ojos.
—Hola —murmura—. ¿Se divirtieron?
No sé ve como si se preocupara mucho aparte de dormir por un rato.
—¿Para qué es la olla, hombre montaña? —le pregunta Fi antes de agarrarla de su
mano.
Él parpadea hacia ella. —Bueno. Iba a poner esto en el fregadero.
Desde arriba viene el llanto iracundo de un bebé.
—El pequeño supremo exige ser atendido —dice Gray. Pero se detiene a besar a Fi
en la mejilla. Su expresión se aligera un poco mientras se hace hacia atrás—. Hueles a
colonia de hombre, Fi-Fi.
Las mejillas de Fiona se enrojecen. —Huelo como a un club nocturno.
—Colonia de hombre —contrarresta Gray mientras avanza lentamente hacia las
escaleras. Su mirada se posa en mí—. A colonia de Dex. Y no te molestes en negarlo.
Fui su compañero de casa por un montón de años.
Por mucho que le esconda las cosas a Gray, el hombre es un genio, así que no estoy
sorprendido en que me atrapó.
No dice más sobre ello, sin embargo. Sus hombros caen mientras empieza a subir
las escaleras. —Juro por Dios, que le daría a alguien cinco, no, diez millones de dólares
en este momento si Ivy y yo consiguiéramos una buena noche de sueño.
Fi y yo intercambiamos miradas comprensivas. Podría ser incómodo entre
nosotros, pero al menos podemos escapar a nuestras camas y dormir.
—Voy a ganarme diez millones de dólares —le digo y voy hacia las escaleras.
Ella me sigue. —Esto es algo que quiero ver.
Nos encontramos con Gray en un cuarto de bebé bien decorado. Fi lo decoró y
claramente es talentosa. Gray se desplomó tratando de darle el biberón a su hijo. Pero el
pequeño hombre está gritando, con sus pequeños puños golpeando contra el brazo de él.
—Es mi turno de darle de comer —expresa Gray sin levantar la mirada—. Así que
es leche materna embotellada. La odia. Lo sé, pequeño —le dice al bebé—. Me encantan
las tetas de tu mamá también, pero ella necesita dormir.
Desde otra habitación un gemido amortiguado suena. —Ya mató mi sueño —
expone Ivy—. Y no hables de mis tetas con mi hijo, Pastelito.
Echo un vistazo a través de la puerta de comunicación y veo sus largas piernas
extendidas sobre una cama enorme. Fi es pequeña, pero Ivy es alta. Por el momento, está
totalmente destruida.
—Entrégamelo, Grayson —digo.
Gray me mira como si estuviera loco, entonces, niega con la cabeza y me ofrece a
su hijo. Su confianza es algo que nunca doy por sentado. Y la culpa me golpea de nuevo
por tocar a Fi. Pero ahora tengo a un bebé meneándose en las manos.
Voy hacia la mesa donde cambian los pañales, retiro una de las muchas mantas
apiladas sin usar en los estantes. Se pone de color rojo enojado mientras lo envuelvo a cal
y canto, metiendo sus brazos contra su cuerpo. El resultado es un bebé envuelto
seguramente con sólo su cabeza hacia afuera.
Gray y Fi vienen a ver, claramente curiosos. Entonces cuando recojo al pequeño G
y se calla, ambos se estremecen.
—Dex, amigo, qué…
Le doy una mirada de reproche a Gray y callo al bebé que llora de nuevo.
Finalmente me escucha y se calla bruscamente mientras agita su pequeño cuerpo, esta
vez callado.
La cabeza de Ivy aparece en la puerta. Sus ojos oscuros abiertos por la sorpresa.
—¿Qué…?
Gray menea frenéticamente su mano para tranquilizarla, pero niego con la cabeza.
—No tengas miedo del ruido —les digo—. El pequeño hombre lo ha escuchado toda su
existencia. Hasta que nació y después ustedes empezaron a ser silenciosos con él.
Le doy al bebé su biberón y comienza a beber mientras lo arrullo.
Fi se para junto a mí. —¿Y cómo es que sabes tanto sobre los bebés?
—Mi pequeño hermano fue una sorpresa. Mis padres lo tuvieron cuando yo tenía
diecisiete. Sé sobre bebés.
Le echo un vistazo a Ivy y Gray, los cuales están boquiabiertos hacia mí. —Si tienes
una máquina de ruido para dormir puedo sugerir que la enciendas y la mantengas en
alto.
Gray se tambalea para conseguirla e Ivy se acerca. —Dex, estoy tan cerca de llorar
en tus pies en este momento. No me dejes nunca.
—¿Lo podemos compartir? —pregunta Gray mientras enciende la máquina.
Me levanto y le entrego el bebé a Gray—. Mantenlo envuelto. Balancéalo si se despierta.
Voy a enviarte algunos enlaces de vídeo mientras tanto.
Ivy se arroja hacía mí. —Te amo, Dex.
—La otra mitad es mío —le recuerda Gray. Sus ojos están llorosos cuando se
encuentra con los míos—. Te enviaré el cheque cuando pueda ver bien, hombre.
—Me llevé tu X-box a mi habitación. Eso es suficiente pago.
Gray balancea su mano mientras mete a su hijo cerca de su pecho. —Puedes tener
la maldita cosa. Todavía siento que te tengo que besarte.
—Promesas, promesas. —Le doy un beso a la cabeza de Ivy. Huele a leche materna
y bebé. Pero muy por debajo de eso, hay una extraña similitud con Fi. Nada tan potente,
pero si lo suficiente para que me dé cuenta.
Soy consciente que Fi me sigue fuera de la habitación. Estamos tranquilos mientras
caminamos el siguiente tramo de escaleras hasta el nivel de invitados. Juntos. Solos.
Cada toque, cada deslizamiento de labios, lengua, dedos. Cada suspiro
entrecortado. Todo lo que hizo se mantiene como un archivo.
Sus mejillas se enrojecen ahora, sus pezones apuntan sobre el material fino que
lleva puesto. Quiero empujar mi pulgar contra uno de esos brotes. Tirar de su top por la
cabeza y…
Me aclaro la garganta cuando llegamos a nuestras respectivas puertas, una a cada
lado del pequeño rellano. Ella duda, obviamente, buscando algo que decir.
Yo sé lo que me gustaría decir. Bésame otra vez. Déjame entrar. Sólo…
déjame. Mantengo mi boca cerrada. Fiona Mackenzie no es para mí. Demonios, ni
siquiera le puedo decir que lo que hicimos esta noche fue la experiencia más erótica de
mi vida. Estoy seguro que sólo fui un encuentro con un chico extraño y barbón.
Paso una mano por mi boca, mis dedos se clavan en mi nuca. De repente me
molesta mi barba. Es como si ella quisiera más y no puedo soportarlo. —Bueno —le digo
antes de que pueda hablar—. Buenas noches.
—Dex —dice mientras abro la puerta.
Me detengo, mi corazón late contra mis costillas. Pero no me vuelvo. No quiero
que vea mi expresión. —Sí.
—Gracias. —Toma una respiración audible—. Por ayudar a mi hermana y a Gray.
Significa mucho para ellos.
La decepción me golpea a través del pecho, con fuerza. Me obligo a hacer una
inclinación de cabeza. —No fue nada. —Así que supongo que eso resume toda mi noche.
3 Traducido por Mich Fraser
Corregido por LuVelitta

Fiona
El desayuno en la casa de Ivy y Gray comienza a las once de la mañana, lo cual
está bien para mí. Después de ir a la cama anoche, di muchas vueltas, me dolían los
pezones y había un latido entre mis piernas exigiendo atención que no estaba dispuesta
a darle. No con Dex al otro lado del pasillo. No cuando hubiera pensado en él mientras
lo hacía. Eso solo empeoraría las cosas.
Entonces aquí estoy, de mal humor y masticando una rebanada de pan integral
con mantequilla como si estuviera intentando aniquilarla. ¿Lo peor? Ivy me está mirando.
Sus ojos oscuros siguen mis movimientos mientras recojo mi café y tomo un sorbo.
—Me estás mirando.
—Bueno, sí.
—¿Me estás pidiendo que te tire con este pan? —digo antes de tomar otro bocado
y hablar con la boca llena—. Porque totalmente lo haría.
Se ve semi-descansada ahora. Su cabello, al menos está lavado y peinado. Y sonríe
antes de beber de su jugo de naranja. —Gray dice que anoche olías como si te hubieras
frotado contra Dex.
—Gray puede sentarse en eso y removerse. —Lo juro, estos dos son los peores
chismosos.
Resopla en su vaso. —Graciosa. Ahora di la verdad, Fi-Fi. ¿Te frotaste toda contra
Dex?
Justo como un traje pegajoso en un día sofocante.
Como si hubiera leído mis pensamientos, apoya los codos en la mesa y me da una
sonrisa maliciosa. —Es totalmente caliente, un tipo de chico malo. Lo cual es extraño
teniendo en cuenta su trabajo.
—¿Golpear gente? —Me río sin humor—. Sí, totalmente extraño que parezca un
chico malo.
—El sarcasmo no luce bien en ti.
Le saco la lengua.
—Admítelo, Fiona May.
—Mierda —gimo—. Dijiste mi segundo nombre. Eso es duro.
Cruza los brazos sobre su pecho y espera.
—No hay nada que contar.
A diferencia de Ivy, en realidad tengo cara de póquer. Es una cosa que aprendí de
nuestro padre. Nunca dejes que te vean echarte hacia atrás.
Pero Ivy me conoce bien, así que tal vez no la esté engañando. O quizás,
simplemente, decide darme un descanso, porque se encoje de hombros y toma una
rebana de pan, echándole mermelada de mora.
—Dex es una especie de… —Hace una pausa, con el cuchillo en el aire—. Es
diferente.
—¿Diferente? —Bien, sé que es tranquilo. Y obviamente, se mueve rápido e
inteligente; me maneja con una destreza que me asusta. ¿Pero diferente?
Ivy baja su pan y su voz se reduce. —Es muy sensible. En un buen sentido, pero…
Gray piensa que podría ser un Tebow.
—¿Qué coño quieres decir con “un Tebow”? —¿Y por qué me molesta?—. ¿Te
refieres a que se arrodilla y ora?
Se inclina hacia delante. —No. A que es virgen.
Juro que toda la sangre se precipita fuera de mi rostro. —¿Qué? De ninguna
manera. Él es… bueno, es jodidamente caliente. —Está bien, eso se me escapó—. Y él…
—Me muerdo el labio para no decir que seguro que no besa como un virgen.
Solo ha pasado un tiempo desde que besé a un virgen, no estoy segura de cómo
son esos besos, o si la forma en que alguien besa es un indicador de su experiencia sexual.
Es decir, el sexo es mucho más que insertar la clavija A en el espacio B, o al menos debería
serlo.
Cubro mi desliz con otra verdad—: Tiene veinticuatro. ¿Cómo diablos podría ser
virgen? ¿Es por alguna razón religiosa?
Niega. —No creo que esté en lo religioso. Honestamente, no sé porque sería virgen.
Y no es algo que Gray y sus compañeros de la universidad hablen abiertamente, lo que
dice algo.
—Entonces no deberíamos estar chismeando sobre ello. —Sé que sueno irritable,
lo cual es injusto para Ivy porque siempre hablamos de todo. Pero se siente mal hablar
de Dex de esta manera.
Ivy parpadea como si la hubiera lastimado y me siento peor. Pero entonces me da
un pequeño asentimiento como si me entendiera. —Mira —dice en voz baja—. Solo lo
menciono porque… Demonios. Si tonteaste anoche, o lo que sea, solo sé cuidadosa con
él.
No puedo dejar de reír, me duele la garganta. —¿Qué? ¿Ahora soy una especie de
come-hombres?
—No. Claro que no. Pero Dex no es material de una sola noche.
—Creo que deberías dejar que Dex decida por sí mismo, ya que es un hombre
adulto y todo. Y antes de que empieces de nuevo conmigo, no haré nada con él. Jesús.
Solo estuvimos juntos una hora como máximo. —Y nos besamos como si nos
estuviéramos muriendo por ello—. Eso es todo.
Mentirosa. Mentirosa. Mentirosa.
Ivy sabe que lo soy. Puedo verlo en sus ojos. Tal vez la maternidad la ha suavizado
porque no empuja, solo toma un sorbo de su café y se queda en silencio.
Durante un largo momento, me siento allí, en silencio también. Entonces mis dedos
comienzan a tamborilear en la mesa.
—¿Cómo lo soportas? —Suelto.
—¿Qué? ¿Tu pequeño acto inocente? —pregunta con burla.
Me muerdo la lengua. —Conejita, chistosa. Me refiero, bueno… ¿Cómo soportas
ser dejada atrás cuando Gray viaja tanto?
Crecimos con un padre que abandonó a su familia para jugar baloncesto, después
se convirtió en agente deportivo. Y lo manejamos de manera diferente. Ivy era la que
arreglaba las cosas, siempre tratando de calmar los ánimos.
¿Yo? Salí de fiesta, hice cosas estúpidas y me cerré a cualquier tipo de conexión
profunda. Funcionó hasta ahora, ¿pero ver a Ivy y Gray con esta vida? No lo entiendo.
Los largos dedos de Ivy envuelven fuerte su taza. —Era mejor cuando podía ir con
él. Es un asco cuando estamos separados. No voy a mentir sobre eso, pero… —Se muerde
su labio inferior—. No sé de qué manera explicarlo salvo decir que Gray es mi corazón.
La vida simplemente no funciona sin él en ella, así que… —Se encoge de hombros—.
Hacemos lo que tenemos que hacer durante su temporada.
—¿Y eso es suficiente?
Sonríe casi secretamente. —Sí —indica en voz baja—. Gray es más que suficiente.
La forma en que lo dice, como si él fuera la alegría que comienza y termina sus
días, me golpea de lleno en el pecho, y tengo problemas para respirar. La soledad es esta
fría cosa corriendo sobre mí, dándome ganas de abrazarme fuerte a mí misma.
¿Cómo debe sentirse? ¿Ser parte de otra persona? ¿Y que sean parte de ti? ¿Alguien
que te cuide la espalda no importa qué?
Mis nudillos se presionan contra la mesa. Debería ser suficiente para mí. No
debería sentirme sola. Mierda. Tal vez solo estoy hormonal o algo así.
Afortunadamente, no tengo que revolcarme en mi estado de ánimo raro porque la
puerta se abre y Dex y Gray entran. Mi ritmo cardíaco se empieza a elevar, viendo al
masivo cuerpo de Dex.
Gray mira a Ivy. —¿Está dormido?
—Lo acosté hace unos veinte minutos.
Bebé G podría no dormir toda la noche, pero duerme la siesta como un campeón,
unas buenas dos horas de corrido. Algo que Gray sabe mejor que yo.
Sonríe. —Vamos a hacer travesuras.
Sí, no quiero saber lo que eso significa, sin embargo puedo adivinarlo.
Especialmente cuando Ivy se sonroja. —¿En serio?

—Como un Ave María en un domingo de Super Bowl. En tus pies, mujer. El


tiempo se está desperdiciando.
Ivy se queja en voz baja sobre algunos pastelitos pervertidos, otra vez, no quiero o
necesito saber por qué, y entonces se pone de pie. Se arrastra hacia Gray, y un segundo
después él la lleva por las escaleras, de dos en dos escalones a la vez.
—Tengo que reconocerlo —le digo a Dex que no ha salido de la cocina—. Su
resistencia es impresionante.
—La motivación ayuda —responde con sequedad. Dios, tiene una voz agradable.
Suave, profunda y uniforme—. Pero, ya sabes, somos todo entrenar y resistencia.
Hay un brillo en sus ojos que va directo a mi sexo, me da un pequeño pellizco.
Me tambaleo en mi asiento y vuelvo a llenar mi taza de café, porque no voy a caer
en aquello. —¿Quieres una taza? —pregunto.
Dex todavía no se ha movido desde la entrada de la cocina. Firme como siempre,
supongo. Mientras que revoloteo como una tonta.
Asiente y se acerca a la mesa de pino y se sienta en una silla debajo de una ventana.
La mesa me llena de orgullo porque yo la hice. Nunca tuve la intención de hacer muebles,
pero mis dos amigos, Jackson y Hal, son diseñadores de muebles y se me antojó darles la
oportunidad. Me encanta crear algo con mis manos, desde su concepto hasta su
realización.
Está mesa fue mi primer intento y mientras veo dónde podría mejorar las cosas, el
diseño funciona para mí, contrarresta con lo moderno de los brillantes armarios blancos
y los aparatos de cobre; porque Ivy pensaba que los de acero eran aburridos.
Y ya que estos gigantes viven en esta casa, los asientos son grandes y robustos. A
pesar de ello, Dex se traga media silla mientras se sienta.
Le sirvo una taza y entonces lo noto: tiene su cabello suelto. Santo infierno. Cae en
gruesas ondas marrones en la parte superior de su cuello. El sol le ha decolorado algunos
mechones. Y mientras que la combinación de la barba y cabello traen un recuerdo icónico
de Jesús, no se parece para nada. Luce caliente. Salvaje. Palpable.
Me siento y empiezo a recorrer mi taza con los dedos.
Hace lo mismo, y el sol del mediodía brilla a través de la ventana iluminando sus
tatuajes. Rosas negras y rojas, un reloj, una calavera, un dragón índigo, un buque de
guerra de los años cuarenta, hay tanto que mirar. Corren por sus brazos y debajo de sus
mangas, lo que hace que me pregunte si también tendrá en el pecho y el torso.
—¿Significan algo? —pregunto, porque obviamente lo estoy mirando.
—Algunos. —Su voz es rica, casi una conmoción para mi sistema, como si
sobrecargara todos mis sentidos. Pero no se da cuenta—. Algunos solo vinieron a mí
mientras lo dibujaba.
—¿Dibujaste estos?
Asiente, toma un sorbo de su café. —Me relaja.
—Me gusta dibujar también. Mayormente diseños.
—Hiciste un gran trabajo con la casa —dice, sin molestarse en mirar alrededor. No
tengo duda que ya ha hecho un estudio de todo el lugar.
—Gracias.
Me gustaría pensar que solo estamos haciendo charla. Que somos cualquier tipo
de conocidos ocasionales que resultan ser invitados al mismo tiempo y en el mismo lugar.
Pero eso no está pasando. Ya que la mirada de Dex nunca se aparta de la mía.
Es desconcertante. Caliente. Como si detrás de su conversación ligera, realmente
dijera, ¿te gustó, no? Chupar mi lengua, moler mi polla. ¿Quieres intentarlo de nuevo,
cierto?
Una ola de calor se precipita sobre mí, y me esfuerzo por no moverme de forma
nerviosa.
Me doy cuenta que hemos dejado de hablar y simplemente nos miramos. Cada
lugar que no tocó anoche, cada lugar donde quiero tocarlo, está caliente y doloroso.
Tomo una respiración profunda. Hace lo mismo.
Estoy a punto de salir corriendo cuando se inclina hacia delante, con sus
antebrazos musculosos deslizándose un poco más cerca. —Sal conmigo. En una cita.
—¿Qué? —Me empujo fuera de la mesa. Pero no puedo hacer que mis piernas se
levanten—. Creo que lo de anoche fue un…

—¿Un error? —Sacude la cabeza lentamente—. No para mí.


Sé que estoy boquiabierta. Parece que no lo puedo evitar. —Pero, pero…
Sus ojos se arrugan. En pleno sol, son una sorprendente mezcla de colores: azules,
verdes, oro y marrón, como si fuera una piedra celestial. —¿Sin palabras? —dice—. Me
gusta.
Mi boca se cierra de golpe. Entonces se abre rápidamente. —Me dejas muda.
Bueno, allí hay una gran razón para salir contigo.
—Te dejo sin palabras. Te pongo nerviosa. —Inclina su cabeza mientras me mira—
. Me provocas lo mismo. Pones todo patas arriba. Solo que me haces hablar más de lo
habitual, no menos.
Una nueva ola de calor se levanta sobre mí.
—Dex…
—Ethan —interviene en voz baja—. ¿Podrías llamarme Ethan? ¿Al menos por un
tiempo?
—Ethan —digo en voz baja, y se siente íntimo. Especialmente cuando sus
párpados caen como si lo hubiera acariciado con solo decir su nombre. Trago saliva—.
No lo tomes a mal, pero no pareces del tipo de solo pasar el rato.
—No lo soy. —Aprieta su taza de nuevo—. No creo que lo seas tampoco.
—No —admito con una pequeña sonrisa—. Realmente no. Ahora busco algo más.
Dex, Ethan, asiente—: La cosa es, los dos estaremos aquí por una semana. Ivy y
Gray no están en condiciones de entretener a nadie. Me gustas. Mucho. ¿Por qué no salir?
—Emm… eso no sonó como una proposición para mí. Dijiste una cita.
Sus labios se curvan. No, no veas su boca. Miro sus labios moviéndose.
—Lo hice. Quiero besarte de nuevo, Fiona. No pude dormir anoche por lo mucho
que te deseaba.
Mierda. Mierda. Mierda.
—Así que sí, dije cita. Porque si me dejas, te besaré de nuevo, todo lo que pueda.

Es una lucha encontrar mi voz—: Ninguno de los dos está buscando algo casual.
Ni siquiera vivimos en la misma ciudad. No salgo con atletas. O amigos de mi hermana.
O…
—Por qué no empezamos con lo que quieres hacer —me corta, con su mirada
directa y firme. Baja hacia mi boca antes de deslizarse de vuelta a mis ojos—. ¿Quieres
besarme otra vez, Fiona?
¿Por qué tiene que decir mi nombre de esa manera? Es como si fuera un desafío.
¿Y por qué es tan malditamente perceptivo?
Sus ojos se clavan en mí. —¿Pensaste en mí anoche? ¿En tu cama?
Nadie se ha burlado de mí. Nunca. Se mete en mi cabeza, y no me da lugar para
esconderme.
—Todo lo que pido es la verdad —expresa, su cuerpo grande, sólido como roca en
la silla.
Lamo mis labios, trato de respirar. ¿La verdad? Puedo decir la verdad. ¿No es tan
difícil? ¿Verdad?
—Sí.
Una de sus cejas oscuras se eleva. —¿Sí a qué?
Si tengo que deletrearlo, puede que explote. —¿Tiene importancia cuando la
respuesta es sí?
Sonríe, y es como el amanecer dominando el océano. —Cuando se trata de ti,
Fiona, la respuesta siempre importa. Pero tomaré el sí de antes.
La silla raspa mientras se eleva, y mi corazón empieza a golpear en mi pecho. Pero
no se acerca. No, el bastardo simplemente se acaba su café de un trago y lo pone en el
lavavajillas.
Me mira por encima del hombro antes de irse. —¿Puedes estar lista en una hora?
—¿Hola? ¿Qué pasa con todo lo que acabo de decir?
No parpadea. —Solo son miedos. Respeto eso. Pero tomemos las cosas como
vengan y veamos si funciona. ¿Bien?
—Está bien. —Es todo lo que consigo. Este tipo marea mi cabeza. Solo que es tan
razonable. No tengo defensa contra ello. Contra él y su maldito ser sexy. Maldición.
—Bueno. —Me da otra sonrisa—. Abrígate. Hará frío hoy.
—Eres del tipo mandón —digo detrás de él—. ¿Lo sabes?
Se detiene y me mira. —Al parecer solo contigo, Cherry.
No digo una palabra, solo veo su trasero apretado moviéndose por debajo de sus
vaqueros mientras se aleja.
—Bueno, jódeme —murmuro. Estoy en el juego. De nuevo.
Dex
Es oficial: perdí mí jodida mente. Después de pasar la noche, básicamente,
mirando el techo, decidí dejar a Fiona sola. Ser cortés. Retirarme. Un plan seguro y sólido.
Uno que se derrumbó como el césped al sol en el segundo que la vi sentada en la
cocina con la luz de la mañana brillando alrededor de su cabello dorado. Se veía tan
hermosa que me dolió el corazón.
Compartir una taza de café, viendo esos preciosos labios mientras me daba una
pequeña charla fue más de lo que podía tomar.
Quiero a Fiona.
Mucho.
Lo suficiente como para ignorar los temores e ir tras ella. Pero estoy tan fuera de
mi elemento que un temblor sacude mis dedos mientras los paso a través de mi cabello y
lo recojo en un nudo.
Con el ceño fruncido, peino mi barba y me miro en el espejo. Mi barba es una parte
de mí ahora. Como todo el mundo me ve. Demonios, es la razón por la cual Fiona me
besó. Y tengo ganas de afeitarme. También de cortar mi cabello. Honestamente, no sé si
me gustaría verme en el espejo si lo hiciera.
La puerta se abre, y Gray entra como si fuera el dueño del lugar. Aunque lo es.
Pero igual.
—Toca la puerta, Gray-Gray, es una habilidad valiosa.
—Estoy demasiado cansado para tocar. —Se deja caer en el sillón junto a la ventana
e inclina la cabeza hacia atrás con un gemido.
—¿No deberías estar satisfaciendo a tu esposa?
—La satisfice hasta la mierda. —Arrastra una mano por su rostro—. Y entonces se
quedó dormida.
Resoplo, y me fulmina con la mirada.
—Se quedó dormida en una ola de felicidad post-coital extrema —asegura antes
de observarme detalladamente—. ¿Vas a salir, chico grande?
La verdad es que Gray es cinco centímetros más alto que yo. Pero él es bueno en
la velocidad mientras que yo estoy hecho para bloquear, lo que significa que tengo más
músculo.
—Estoy llevando a Fiona al Jardín Japonés.
Silencio sigue.
—Así que… ¿Fiona, eh? —Gray suena reflexivo.
Poniendo las manos sobre la cómoda, me preparo para una pelea. —La quiero.
Más silencio. Me vuelvo. Me estudia con una mirada en blanco.
—¿Estás enojado? —pregunto. No lo voy a culpar. Caray, lo esperaba.
—¿Si fueras Johnson? ¿O Thompson? ¿O Marshal? O cualquier de esos tiburones,
me gustaría perforar tu garganta. ¿Pero tú? ¿Crees que no te confiaría a Fiona? Tomaría
una bala por ti, hombre.
Maldita sea. Mi garganta se cierra, y tengo que aclararla antes de hablar. —
Deberías dormir un poco. Te ves como la mierda.
Deja caer su cabeza hacia atrás en la silla. —¿Cuál es el punto? El pequeño hombre
despertará en cualquier momento.
—Lo llevaré con nosotros —le digo, poniendo mi billetera en mi bolsillo trasero.
Gray hace un sonido ahogado. —¿Hablas en serio?
Mis labios se contraen. —¿Por qué crees que estoy aquí?
—Um, ¿para pasar el rato con nosotros?
—Eso. Y antes sonaste como que te vendría bien un descanso. Así que aquí estoy.
—¿Viniste a ayudarnos? —Su voz es un poco chillona.
—Te dije que sé de bebés. Así que te daré un descanso hoy.
Juro que Gray se pone lloroso. Parpadea rápidamente antes de respirar. —Te amo,
hombre. Estoy a un paso de besarte en este momento.
—Sigues diciendo eso, pero no veo acción.
Lentamente, niega. —Amo a mi hijo. En verdad lo amo. Pero tengo que confesar
que, en este momento, deseo alguna droga para bebés.
Alcanzo mis botas. —Pronto aprenderá a dormir. Entonces también podrás. Ve y
consigue las cosas del pequeño.
Gray se arrastra fuera de la silla antes de enderezarse. En verdad parece que
tuviera pies de plomo. Lo siento por el chico.
Está a medio camino de la puerta antes de detenerse. —Dex, hombre… solo… ten
cuidado con Fi.
—Dijiste que no te importaba.
—No tú. —Hace una mueca y empuja el puño contra el marco—. Es un poco
caprichosa. Y nunca te he visto ir detrás de una chica, así que…
No quiere que salga lastimado. Bueno, tampoco quiero. Pero es un riesgo que
tendré que tomar. Además… —Creo que hay más solidez en Fi del crédito que le das.
Asiente, pero está claro que no está de acuerdo. Afortunadamente un llanto suena
abajo. El pequeño Leo está despierto. Gray inclina la cabeza. —¿Estás seguro de esto?
Sé que está preguntando más que sobre el cuidado del niño. Y yo debería estar
pensando en mi cordura. Pero solo puedo pensar en Fiona, en como sus labios exploraron
los míos. El mejor sentimiento de todos.
—Como nada en la vida.
4 Traducido por Mich Fraser
Corregido por LuVelitta

Fiona
—Me pregunto en qué piensas —dice Dex de manera ocasional. Me trajo al Jardín
Japonés, un lugar tan absolutamente hermoso y tranquilo que tuve que contener las
lágrimas tan pronto como entramos.
Ahora estamos sentados en el Tea House, yo en la barandilla, de brazos cruzados
contemplando el espejo del agua, y Dex con su bloc de dibujo y lápiz en mano. Su
expresión es relajada, con una sonrisa en sus ojos color avellana.
No puedo evitar sonreír de nuevo. —Estaba pensando que eres un hombre
valiente, Ethan Dexter.
Su risa es baja y sencilla. —¿Ahora, por qué dirías eso? —No mira hacia abajo, al
pequeño bebé acurrucado en el portador contra su pecho.
—Estoy segura de que no lo sé. —Arrastro las palabras.
Admito que cuando me encontré con él llevando al pequeño Leo en el asiento del
coche, me sorprendí. Amo a mi sobrino. Ferozmente. Pero no sé nada acerca de bebés.
Nunca he sido niñera, ni tengo amigos que lo hicieran. Así que la idea de cuidar a Leo es
intimidante.
¿Pero Dex? Sé que no se hubiera ofrecido si no estuviera seguro de poder hacer el
trabajo. No hay muchos hombres que estén dispuestos a renunciar a su tarde para cuidar
a un bebé de un mes. Aquello hace que sienta mariposas en el estómago.
Y mis malditos ovarios estuvieron a punto de cantar cuando Dex sacó uno de esos
portabebés y metió a mi sobrino allí para llevarlo en su enorme pecho.
No fui la única. No pudimos dar unos pocos pasos a través del jardín sin que
alguna mujer comentara: cuán dulce, oh, ¡que bebé más hermoso! Que hombre tan bueno,
eso de una ancianita que le dio una palmada en su trasero causando que se sonrojase
como una remolacha.
Ahora me está dibujando mientras tomo té verde y Leo duerme una pequeña
siesta.
—Lo juro, tienes todo el paquete de seducción —le explico, luchando contra el
impulso de moverme nerviosamente. No me había dado cuenta que me estaba dibujando
hasta que empezó. Me siento expuesta. Desnuda. Y un poco excitada por la forma en que
esos magníficos ojos estudian cada centímetro mío.
Los labios de Dex se contraen nerviosamente, pero su lápiz no deja de hacer esos
pequeños ruidos de trazos. —¿Paquete de seducción?
—Ya sabes, el bebé, el hermoso jardín, tú dibujándome. ¿Sacarás una guitarra y me
harás una serenata?
Se ríe de eso. —Sin guitarra. Puede o no que tenga una armónica en el bolsillo para
usarla más adelante. Pero prefiero mantenerlo en suspenso.
—Así que no es que estés contento de verme. Es bueno saberlo.
—Lindo.
—Es terrible y cursi. —Me inclino hacia delante—. ¿En verdad me estás dibujando?
¿No lo haces, cierto? ¿Solo hay una figura de palillos haciendo gestos obscenos en esa
hoja, no es así?
Su ruido sordo hace algo en mi vientre, un zumbido de satisfacción. Me encanta
cuando lo hago reír. No creo que lo haga a menudo, por lo que cada vez se siente como
una recompensa.
Gira su cuaderno para mostrarme sus esfuerzos. Y mi aliento queda atrapado.
Lo que dibuja no es dulce o sentimental. Ha hecho un plano de mi rostro, mi cabeza
inclinada, mi sonrisa casi secreta.
No me endulza. Mi cabello rubio en mi barbilla se dispara en todas las direcciones.
Dibujó la pequeña protuberancia en el puente de mi nariz y es una réplica femenina de
la nariz de mi papá, por desgracia, y también está la pequeña cicatriz al lado de mi
mandíbula que me hice cuando Ivy y yo de ocho y seis años saltábamos en la cama de
nuestros padres, y me caí en el vestidor.
Mi atención regresa a mi expresión. Es seductora y codiciosa, como si tuviera
hambre. El calor llena mis mejillas. Dios, ¿he estado mirando a Dex de esa manera?
Lo miro. Está esperando pacientemente.
—Está bien —digo con mi voz un poco ronca—. Así que en verdad puedes dibujar.
Se pasa la mano por la barba mientras me mira, después voltea su libreta en su
rodilla doblada y sigue dibujando. —Te dije que podía. —Su mirada parpadea hacia la
mía—. ¿Te resulta difícil confiar en los hombres?
—¿A menudo te escondes de las inseguridades de la gente?
Se congela. Un ceño fruncido tira de su boca. No quiero mirar esa boca. Llega a mí
cada vez que lo hago.
Por un momento estamos en silencio, y después Leo hace un pequeño sonido. Dex
regresa a su dibujo. —Touché —dice en voz baja, con su cuerpo tenso en el asiento.
Tomo un sorbo de mi té ya frío. —No confío en los hombres en general.
Su mano hace una carrera corta a través de la página, pero sus hombros se relajan
visiblemente. —Cuando analizo a los demás, me resulta más fácil averiguar mi propia
mierda.
—¿Así que estás sentado ahí, averiguando mis debilidades mientras al mismo
tiempo piensas en las tuyas?
—Algo como eso.
Me termino mi té, y me levanto. —Vamos, Ethan. Caminemos.
5 Traducido por Mich Fraser
Corregido por LuVelitta

Dex
¿Qué pasa con Fiona Mackenzie que me hace decir cosas que no debería? ¿Hacer
cosas que no debería? Puede ver a través de mí con sus ojos verdes.
Con su pequeña estatura, puede intimidar mi infierno. Lo que es un giro
inquietante, también.
Estamos caminando a través de los árboles de arce, ahora de color escarlata y con
su follaje de otoño. La cabeza de Fi apenas llega a mi hombro. Soy un gigante a su lado,
mis pies hacen un ruido sordo al pisar. Contra mi pecho, Leo se acurruca con su peso
caliente. Descanso una mano contra su pequeño culito mientras caminamos a través del
puente.
—¿Por qué juegas fútbol? —pregunta Fi, su voz es suave en la tranquilidad del
jardín.
—El dolor —contesto sin pensar y después hago una mueca. Mierda. Una vez más
me tiene confesando.
Sus ojos se asoman hacia mí mientras sus labios se fruncen.
—La agresión, la liberación. —Me siento obligado a añadir, de alguna manera
golpeado con diarrea verbal después de la mirada de Fi—. Es una manera de salir de mi
estado habitual. Me lleva a otro nivel físico.
Sostengo una mano para guiarla a lo largo de los escalones que salpican el estante.
Agarra mi mano, aunque sé que no necesita ayuda, y no la dejo ir una vez que estamos
de vuelta en el camino.
—Un centro no solo cubre al mariscal y crea carriles. Uno bueno lee el juego de
cada jugador, tanto ofensivo como defensivo, es pura planificación. Se anticipa, se adapta,
se protege.
—Perfecto para ti —murmura.
Un nuevo calor inunda mi pecho. —Sí.
La mayoría de las chicas con las que he estado alrededor se dividen en dos bandos:
las que me quieren porque soy un jugador de fútbol. Podría ser feo como un topo y un
completo idiota, y todavía querrían follarme. Después están las que me interesan, quiénes
irónicamente, no entienden lo que hago y en verdad no lo quieren hacer.
Amy era así. Una compañera de bellas artes mayores, me enamoré duro durante
el comienzo de mi tercer año. No me correspondió. Para ella, era un gran zoquete
obsesionado con un deporte violento.
Fi me ha dicho rotundamente que no sale con atletas. Pero está aquí ahora mismo.
Me tiene atrapado. Me gusta. Siempre lo ha hecho. Es honesta de una manera que nunca
es cruel, solo pura y sin filtro. Es tan refrescante. Me encuentro que realmente puedo
respirar tranquilo a su alrededor.
Su mano es delgada en la mía, sus huesos son delicados y tan fáciles de quebrarse.
Me aferro de ella con cuidado, mi pulgar acaricia su muñeca. Y aunque soy el que la
acaricia, un estremecimiento corre a lo largo de mi brazo y hacia mi pene. Porque la estoy
tocando. Y me está dejando.
Quiero correr mis dedos por todo su pequeño cuerpo lleno de curvas. Mi instinto
se aprieta con necesidad, mi corazón late en mi pecho porque realmente estoy jodido. No
sé qué mierda hacer con las mujeres, las cuales me evitaron durante años.
Lo cual apesta para mí ahora.
Fi se da cuenta que estoy callado, y me mira. —Sal de tu cabeza, Ethan.
—Vivo allí —señalo, tratando de parecer tranquilo—. No es fácil escaparse.
Me pone lo suficiente para entender eso de mí, aunque estoy feliz de que no sepa
lo que está atascado en mi cabeza.
—Ayer por la noche —dice en tono de conversación—, me fui a dormir
preguntándome cómo se sentiría tu barba entre mis piernas.
Me tropiezo. El bebé lloriquea, pero lo tengo rápidamente.
Fi no me está mirando. Está caminando unos pasos por delante de mí, su voz es
ligera y no está afectada. —Me preguntaba, si sentiría un cosquilleo si chuparas mis
pezones
El calor inunda mis pulmones. No puedo respirar. Mi pene se presiona contra mis
vaqueros. Tal vez hago un sonido porque se vuelve, me mira por encima del hombro. Lo
que sea que ve en mi expresión tiene a su sonrisa desvaneciéndose y un color rosa en sus
mejillas.
Sus pasos son lentos, pero los míos no. Voy hacia delante, manteniendo los ojos
clavados en los suyos. Aún ruborizada, sigue segura. Creo que sonrío. No estoy seguro.
Mi objetivo es claro.
La guío hacia el banco ubicado debajo de un sauce. Mis manos se extienden
fácilmente en su cintura y no me cuesta nada levantarla. Está delante de mí en el asiento.
Su respiración sale suave, audible, sus pechos coquetean a la altura de mis ojos.
No dice ni una palabra mientras mi mano se desliza por debajo de su suéter. Piel
satinada saluda la palma de mi mano. La deslizo hacia arriba, por encima de su vientre
plano, más allá de sus costillas, mirando a sus ojos todo el tiempo. Me encanta como esos
ojos se amplían, la sorpresa y el calor brillan en ellos.
No dice nada mientras corro mis dedos sobre la curva de su pecho y agarro su
sujetador de encaje, tirándolo hacia abajo. Un pequeño sonido se le escapa.
—El bebé…
—Está dormido. No lo despiertes. —Estoy tan cerca que puedo ver como aletea su
nariz cuando respira. Su cálido aroma inunda mis fosas nasales, a mujer, dulce y té verde.
El suéter se desliza sobre su pecho, liberándola con un poco de rebote y mi pene
salta de nuevo contra mis vaqueros. Me trago un gemido. Dios, es tan hermosa. Cremosa,
firme, su pezón es rosado y del tamaño de una moneda.
—Sostenlo. —Mi voz suena gutural.
Pero hace lo que exijo sacudiendo su pecho con cada respiración rápida.
Mi mano tiembla demasiado mientras acuno su piel caliente, su regordeta teta.
Después, beso su pezón, rozando la punta, haciendo cosquillas con mis labios y barba.
—Ethan… —Su mano aterriza en mi hombro, manteniéndolo apretado.
Estoy tan caliente, mi piel arde. Beso su pecho como si estuviera haciéndolo con su
boca, lamo y chupo, muerdo la punta dura, rozando mis labios sobre ella. Y lo hago todo
de nuevo. Me pierdo en el acto, follando su pecho de la forma en que debe ser.
Pequeños gemidos necesitados salen de su boca mientras aprieta mis hombros,
ahora con las dos manos, su suéter se cae un poco y cae sobre el puente de mi nariz.
No me importa. Arrastro la lengua sobre su pezón, saboreándolo y ella gime. Un
largo y ruidoso gemido. El suficiente para darle un tirón a mi polla.
Mi mano encuentra su cadera, la tiro hacia delante.
Y entonces Leo se despierta con un chillido y un grito de protesta.
Instantáneamente me detengo. Saco mi cabeza de debajo de su suéter y doy un
paso atrás con cuidado de mantener las manos en sus caderas para que no se caiga.
Cerrando los ojos, tomo una respiración y después otra. Jesús, nunca he hecho algo
así, nunca dejo que mi ser piense por sí mismo y tome lo que quiera. Y quiero hacerlo de
nuevo, y de nuevo, quiero perder mi mente dándole placer a Fiona Mackenzie.
Estoy casi respirando normalmente mientras me siento en el banco para ver lo que
quiere el pequeño hombrecito.
A mi lado, Fiona acomoda su ropa y salta hacia abajo. Está de espaldas mientras
se pasa una mano por el cabello. Cuando finalmente se gira, no se ve avergonzada o con
pesar. Simplemente ayuda a cambiar el pañal del bebé, como si nada hubiera pasado.
No sé si debería estar agradecido o decepcionado. Ahora mismo, estoy
decepcionado.
6
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

Fiona
—¿Es un error que esté pensando en contratar ayuda? —Ivy recoge un frasco de
perfume, lo huele, entonces arruga la nariz y coloca la botella en la mesa.

—Estoy inclinada a decir que es un error que todavía no la tengas —digo.


Suspira y se pasa una mano por su cabello oscuro. Es más largo de lo que lo he
visto en años, se balancea sobre sus hombros, su flequillo enmarca su cara. —
Culpabilidad de madre. Siento que debería estar avergonzada por querer algo de tiempo
para mí misma. Y con Gray.
—Ivy, he estado en tu casa por dos días y ya quiero llorar por ti. Los bebés son un
trabajo duro. Tienes los medios para contratar, así que hazlo. Mamá feliz, papá feliz, es
igual a un bebé feliz.
No menciono nuestra infancia. No lo necesito. Nuestra mamá se quedaba en casa
y se negaba a buscar cualquier tipo de ayuda a pesar de que tenía los medios. Ella era una
cesta llena de estrés caminando por ahí. Allí también hay culpabilidad. Y es una mierda.
Echo un vistazo al pequeño espejo que está apoyado en el mostrador de vidrio y
me pongo un poco de lápiz labial rojo. —Toma, este se ve mejor en ti.
Después de que Dex y yo regresáramos a la casa, Ivy lo tenía todo planeado,
primero lo atacó por agradecimiento. Unas horas de descanso la tenían bastante bien,
consiguió ayuda en un servicio para bebés y tuvo ganas de salir. Así que aquí estamos,
teniendo tiempo de hermanas y comprando. Y yo sólo estoy luchando por no pensar en
lo que pasó en el jardín.
Ivy niega con la cabeza. —A Gray no le gusta el lápiz labial. Dice que sabe mal.
Me río y sigo adelante.
—Sobre el trabajo —dice mientras dejamos la tienda—. ¿Cómo va el tuyo? ¿Bob
Sugar todavía te da dolor de cabeza?
Me río por el apodo que Ivy y Gray le dieron a Elena Ford, mi pequeña y cabrona
compañera de trabajo. Al menos Bob Sugar fue sincero en eso de robarle clientes a Jerry
Maguire. Elena es mucho más maliciosa. Hace unos dos meses empezó a diseñar en NYC
donde trabajo.
Al principio, pensé que había hecho una amiga. Elena era dulce, ligeramente
desorientada e inmediatamente vino a mí para recibir orientación.
—Has estado aquí seis meses —dijo con su voz dulce y suplicante—. Y eres tan
talentosa. ¿Yo?, estoy aterrorizada de echarlo a perder y conseguir que despidan mi
trasero.
Lo sé todo sobre el miedo al fracaso. Soy de la familia jodida, siempre he
revoloteado en eso. Así que ayudé a Elena, enseñándole mis diseños, hablando de lo que
me inspiró, lo que pensaba que el cliente buscaba.
¿Cómo iba a saber que ella mostraría una maqueta con los mismos diseños para el
condominio Greenberg que parecían exactamente como los míos?
Claro, había diferencias. Las suficiente para que no se vieran como una copia por
completo. Sin embargo, el estilo y los temas eran exactamente los mismos. Me había
sentido enferma, pero bueno, pudo haber sido una coincidencia. Y Elena todavía seguía
siendo agradable, agradeciéndome por mi ayuda. Contando chistes.
Pero nuestro jefe, Felix, eligió a Elena para que lo ayudara con el condominio. Ella
ganó. Y estuve bien con ello. Sólo que pasó de nuevo.
El brazo de Ivy rodea el mío, tirándo de mí. —Has estado tranquila.
Suspiro y me apoyo en su hombro mientras nos dirigimos al Embarcadero. —No
le desagrada a nadie, pero estoy empezando a odiar a esa mujer.
—¿Qué hizo ahora? —pregunta Ivy.
—Es mi culpa —murmuro, mi estómago se revuelve—. Le dije lo que planeaba
para el parque 44…
—Fi… —grita Ivy—. ¡No es cierto!
—Dame un descanso. Fue antes de que me diera cuenta de quién era, ya sabes, una
ladrona…
—Una sanguijuela —indica—. Argh, esa perra te manipuló totalmente.
—Sí. —suspiro—. Me siento tan estúpida. —Y enferma. Tengo el corazón
enfermo—. Lo hizo de nuevo. Esta vez peor. Usó el mismo Art Deco mezclado con
madera y un marco industrial. Los mismos colores de mierda.
—¿Cómo demonios no se da cuenta Felix? —Las cejas oscuras de Ivy casi se salen
de su cabeza.
—Una vez hizo un comentario sobre la similitud. Ella se limitó a sonreír y dijo que
las grandes mentes piensan igual.
Ivy resopla. —Brillante.
—Sí, ¿no es así? Su madre es editora de Elle Decor. Tiene numerosos y poderosos
contactos. ¿Por qué Felix debería preocuparse cuando es un buen negocio?
Como de costumbre, oscilo entre la rabia y la tristeza. Trabajar con Felix es el
trabajo ideal de mi vida. Él es un jugador mayor en Nueva York. Y yo hubiera sido su
aprendiz perfecta. Hasta que llegó Elena.
Ahora, soy un pastel secundario, observando mientras ella sube la escalera de mi
trabajo. Aquello apesta. Sobre todo porque ella hace su negocio para pasar por mi
escritorio y llenarme de los detalles.
—Bueno —dice Ivy—. Ahora ya lo sabes. No le des más cosas y ella tendrá que
hacer algo por su propia cuenta.
—Supongo. No dejo de pensar que yo estoy aquí y ella allá trabajando con su vudú.
—Una parte de mí no quería venir de vacaciones. Pero ya me habían dado unos días y el
vuelo estaba reservado.
—¿Quieres volver? —pregunta Ivy con simpatía en sus ojos.
—Nah. —Le doy un apretón a su brazo—. Necesito un descanso. Y te extraño a ti,
a Gray-Gray y al pequeño Leo.
—También te hemos extrañado. —Ella besa mi mejilla.
—Y supongo que podría ser peor. —Sonrío—. Podría estar trabajando con papá.
—Ivy es su socia.
—¡Eso fue duro! —Rueda los ojos—. No es tan malo como parece.
—Arriesgo que son opuestos.
—Ya sabes. Vamos a comer. Tengo hambre.
Terminamos en un restaurante de tapas españolas y, básicamente, ordenamos
nuestro peso en comida.
—Tal vez debería mudarme a San Francisco —le digo a Ivy—. Me gusta aquí.
Ella arruga la nariz. —No molestes. No es agradable.
—Lo digo en serio. He estado viviendo en el apartamento de papá como una
vagabunda. New York es agotador. Tal vez debería salir de allí.
Incluso mientras sigo las palabras, sé lo que estoy haciendo. Soñando con huir. Si
la mierda se pone dura, yo me voy. No estoy orgullosa de ello. Pero parece que no puedo
parar.
Ivy me da una sonrisa triste, como si también estuviera consciente. Pero no lo dice;
su atención se desvía por alguien detrás de mí.
Miro atrás para ver un tipo muy grande, muy caliente, haciendo su camino hacia
nosotras. Está vestido con unos pantalones gris humo y un suéter de color rosa pálido
que se vería horrible en la mayoría de los chicos, pero funciona con su piel bronceada y
músculos abultados.
—Hola, hola, señora Grayson, pensé que eras tú. —Se inclina y le da un beso en la
mejilla.
—Hola, Jaden. —Ivy me mira—. Fiona, mi hermana. Jaden Willingham.
Él me da una sonrisa. —El mejor liniero defensivo en el negocio.
—Modesto, también —digo, bien consciente de los egos de los atletas. Y a pesar
que no me meto con los deportes, es imposible no estar al tanto de las cosas de papá e
Ivy.
Así que sé que Jaden es jugador del equipo de Gray.
—Ya lo sabes —acuerda con felicidad.
—Come con nosotras —dice Ivy, haciendo un gesto hacia el asiento desocupado
entre nosotras.
—Estupendo. —Una vez que se sienta, se vuelve hacia mí—. Así que, Fiona… la
hermana de Ivy.
—Espera. —Levanto una mano—. No sigas. Ya sabes, ese momento en que nos
miras y dices que podríamos ser gemelas.
Se ríe y me da una mirada larga y apreciativa. —Hermosas gemelas idénticas.
Ivy y yo somos como el yin y el yang. Por lo que es divertido molestar.
Jaden toma el plato que Ivy le sirvió. —Entonces, ¿en dónde está tu perezoso
esposo?
—Trabajando —indica con una sonrisa.
Después que llegó la niñera, Gray y Dex fueron a entrenar. Ya sabes, para
divertirse. Me estremezco. Me canso hasta el trasero después de correr tres veces por
semana. ¿Pero hacerlo de la manera en que ellos lo hacen? No, gracias.
Aunque debo apreciar los resultados.
Tomo un sorbo de mi sangría y mi mente va a Dex. Es difícil. Juro que todavía
puedo sentir su boca sobre mi pecho.
¿Contestó a la pregunta acerca de si su barba crearía sensaciones en mis pezones?
Sí, oh sí. Hasta los dedos de mis pies.
Todavía experimento réplicas en mis muslos, laten con necesidad.
Mierda. Ese hombre es demasiado atractivo para su propio bien.
—¿Qué harás en tu semana de descanso? —Ivy le pregunta a Jaden—. ¿Jugar?
Él toma un trago de agua, luego se inclina hacia mí. —Eso es lo que me gusta de
tu hermana; es como una mamá y entrenadora, todo en uno.
Sé lo que quiere decir. Ivy tiene una manera de ser con los chicos. Siempre
terminan un poco enamorados de ella.
Se ríe cuando Jaden le da un agradable abrazo y un beso exagerado en la mejilla,
pero después frunce el ceño, su mirada se dispara al otro lado del restaurante.
—Maldición —murmura.
Jaden sigue su mirada. —¿Qué? ¿Ese tipo con la cámara? —Sacude la cabeza—.
Pequeños parásitos.
Paparazzis. Ivy y yo crecimos con ellos. Aunque son mucho menos molestos con
los atletas. A pesar de eso siempre los consideramos como enemigos.
Como yo no soy la noticia, me he vuelto perezosa al detectarlos. Pero Gray es una
enorme estrella aquí. Uno de los mejores alas cerradas de la NFL y ridículamente caliente,
por lo que es la atención. Ivy como agente, hija de mi padre y esposa de Gray, tiene mucha
atención también.
—Creo que tomó una foto de nosotros besándonos —le dice a Jaden.
—Y mañana dirán que estamos teniendo algo salvaje —él dice con un suspiro
molesto—. No dejes que te moleste, Ivy.
—A mí no. —Se encoge de hombros—. Simplemente me molesta. Pero Gray
merece algo mejor que esa mierda.
—Bien. —Bajo mi servilleta y me giro hacia Jaden—. Vamos a darles algo más para
que hablen. Anota, jugador.
Un destello ilumina sus ojos. —Me gusta tu estilo, Fiona.
Sé que Jaden puede decir que estamos saliendo por ahí, así ayuda a Ivy. Siempre
he sido una coqueta. Pretender besar a un chico no es nada para mí. Pero una pequeña
parte se pregunta por qué me ofrecí hacer esto, ya que de repente se siente muy mal.
Es demasiado tarde para echarme hacia atrás. Jaden lleva una mano a mi nuca y
se inclina. Su beso es un infierno breve, prácticamente se ríe mientras lo hace, pero sólo
es el tiempo suficiente para asegurarse que el fotógrafo lo vea y tome la imagen.
Jaden se separa y sonríe ampliamente. Ivy se ríe y niega con la cabeza. Pero sus
ojos se oscurecen, consternándose mientras mira por encima de su hombro.
Y siento que se me revuelve el estómago. Porque lo sé. Me giro y veo la mirada de
Dex enfrentándose con la mía. El frío en mi interior se convierte en plomo caliente,
doloroso. Su expresión no se puede leer. La de Gray sí, está enojado.
Juntos hacen su camino hacia nosotros.
—Ivy Mac —dice Gray en voz baja mientras se inclina para besar a su esposa.
Agarra una silla de la mesa vacía detrás y se sienta cerca de ella. Dex toma asiento en el
asiento vacío que está a mi lado.
Mierda. Jodida. Mierda.
Mi garganta se aprieta firmemente. Nosotros sólo hemos intercambiado un beso,
y de acuerdo, fue algo totalmente caliente, pero no estamos en una relación. Ni siquiera
vivimos en la misma ciudad. Entonces pienso en cómo reaccionaría yo si viera a Dex
besarse con otra persona. Me gustaría darle un puñetazo a la basura.
La culpa y la vergüenza crecen dolorosamente mientras Dex se sienta a mi lado,
con su brazo apoyado sobre la mesa, lo suficientemente cerca para tocarlo.
—Gray, mi hombre. —Jaden y Gray intercambian un apretón y después Jaden mira
a Dex—. Dexter. La última vez que te vi derribé a tu mariscal en el trigésimo.
La boca de Dex se retuerce en una sombra de una sonrisa. —Sí, los dos puntos que
hicimos para ganar el juego pudieron haberte irritado.
Gray empieza a reírse. —Esa jodida derrota apestó. Qué manera de traer el tema,
J. —Le da una palmadita a la espalda de Jaden.
Los chicos se ríen.
—Ya olvidé esa parte —admite Jaden negando con la cabeza.
—Sucede en los defensivos —dice Dex como si estuvieran simpatizando—.
Fácilmente se confunden.
La molestia se levanta dentro de mí. Me siento culpable hasta el infierno por besar
a un extraño y Dex está actuando como si nada. Me está ignorando.
Como si escuchara mis pensamientos, sus ojos color avellana se encuentran con los
míos. Aún nada. Nada que no sea amabilidad casual.
—Así que estás almorzando con mi chica —Gray le dice a Jason.
—Nah —responde Jaden, antes de arrojarme un brazo sobre los hombros para
darme un apretón amistoso—. Estoy almorzando con mi chica, Fiona.
Estupendo. Encantador. Perfecto.
Si las miradas mataran, estaría muerta. Aporreada por Gray.
Fuerzo una sonrisa y le doy un pequeño empujón a Jaden. —Entonces puedes ir
por el cheque.
Él pone su atención en Gray y Dex, las dos personas que ignoro.
—Tengo un juego de póker está noche —Jaden le dice a Gray—. Dean, Jamal y
Monroe. Incluso el niño bonito de James. ¿Vienes?
Gray ni siquiera parpadea. —De ninguna manera. Me quedaré en casa y dormiré
si puedo.
—Está bien. Olvidé que tienes al pequeño bebé. ¿Cómo está él?
Mis ojos van a la deriva de la conversación y a la mirada de Dex. Está concentrado
en Jaden y Gray, me da su perfil. La inclinación de la nariz y la parte sobresaliente de la
barbilla son como el sello de una moneda romana. Totalmente lo veo como un centurión
abriéndose paso a través de los ejércitos.
Realmente tengo que dejar de pensar en él. Me conozco. No soy buena. Las
conexiones de una sola noche no son problema. Pero si me comienza a gustar el chico,
necesito más. Y no conseguiré más con Dex.
Su voz profunda me saca de mi niebla.
—Sí, claro, iré —le dice a Jaden.
—Genial. —Jaden hace ademán de levantarse—. Empieza en una hora. ¿Por qué
no vienes conmigo ahora?
—Claro.
Así que Dex se va. Ni una sola vez me dirige la palabra. Se pone de pie, las patas
de la silla raspan en el suelo. Y entonces una pérdida se desploma en mi estómago.
Quiero pedir disculpas. Quiero gritarle por ignorarme.
No digo nada. Dex y Jaden se despiden de Ivy y Gray.
Consigo un beso en la mejilla de Jaden.
—Mucho gusto, Fiona. —Sus ojos oscuros centellan—. Si quieres ir por allí,
llámame. Gray tiene mi número.
Le doy una sonrisa tensa. Pero mi atención está en Dex. —Eso es dulce, pero pasaré
mi tiempo con Ivy y Gray, y Dex.
Ante la mención de su nombre, Dex finalmente me mira. —Buenas noches, Fi.
Eso es todo.
Asiento, decido que no me molestará más. De todas maneras, no estamos
destinados. Pero después, mientras él camina por detrás de mi silla, la punta de sus dedos
se deslizan a lo largo de la parte posterior de mi cuello.
Un escalofrío me atraviesa, una sonrisa crece en mis labios. Y después él se ha ido.

En el momento en que Dex está fuera del restaurante, Gray se gira hacia mí. —
¿Qué demonios fue eso, Fi?
—Oh, relájate —espeto—. Sólo fue una broma.
—Creo que me perdí. —Gray me frunce el ceño antes de robar mi agua y tomar un
trago, mientras me mira por el borde del vaso.
—Un paparazzi tomó una foto de Jaden besando mi mejilla —explica Ivy—. Fi y
Jaden sólo les daban algo para chismorrear.
—Supongo. —Gray se encoge de hombros, pero después me da una mirada dura—
. Aun así, Fi, no estuvo bien. A Dex le gustas y… —Él se estremece, retrocediendo
mientras una aceituna rebota en su frente—. ¿Me acabas de golpear con eso?
—¿No te diste cuenta que te lo lancé? —pregunto con dulzura antes de fruncir el
ceño—. No me gusta dar una conferencia de que soy una idiota, Gray. No tenía idea de
que ustedes estaban viniendo aquí. —Le doy a Ivy una mirada significativa porque ella
me pudo advertir—. Y me siento como la mierda.
—Bueno… —comienza Gray.
Lo interrumpo. —Dicho esto, Dex y yo no… —Agito una mano—. No sé qué
demonios somos. Sólo hemos salido en una cita y me voy en una semana.
Él pone mala cara, cruzando los brazos sobre su enorme pecho. —Entonces
deberías mantenerte alejada de él.
Eso dolió. —Guau. Gracias. Significa mucho para mí que te sientas con la
necesidad de proteger a Dex de mí.
La boca tensa de Gray se alivia un poco. —No quise decir eso. Bien, tal vez un
poco. Mierda.
—No, no. —Levanto una mano—. Lo entiendo. Y tal vez tengas razón. Pero es mi
asunto, no el tuyo.
El silencio tenso cae sobre la mesa.
Ivy coloca una mano sobre el brazo de Gray. —Tenemos una hora antes que la
niñera nos necesite. No perdamos el argumento, Pastelito.
La mira por un largo momento y después asiente. Sus ojos azules están amplios y
enojados, y me buscan. —Lo siento, Fi. No tuve que haberme pasado contigo.
—Siento lo de la aceituna. Esa mierda puede manchar —digo de mala gana—. La
próxima te lanzaré una nuez.
En cambio consigo una servilleta en la cara. Y ambos nos reímos. Pero mi interior
está pesado e inquieto. Y aunque esté molesta con Gray, sé que tiene razón. ¿Y eso no sólo
apesta enormemente?
7
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

Fiona
Dex no ha vuelto a casa. No cuando Ivy y Gray se van a la cama. No después que
he leído por horas en mi cama. Son casi las dos de la mañana cuando me rindo y apago
mi e-reader.
En el silencio acogedor de la habitación de huéspedes, me quedo mirando la
ventana bloqueada por cortinas color rosa. He decorado esta habitación. Fue mi primer
proyecto. Lo acompañé con paredes blancas, un aparador color oro, con estilo Louis XVI
en un verde lima. Todo en honor a mi mamá que es británica y usa esta habitación cuando
viene de visita.
La habitación al otro lado del pasillo, donde Dex se queda, está decorada para
papá, con una oscura combinación de colores, y masculina, franela gris por las paredes,
cama de madera de ébano, impresiones en negrita y cortinas grises a rayas. Ahora está
vacía. Algo de lo que soy muy consiente.
¿Dex me está evitando? ¿Está enojado? ¿Herido?
Reproduzco el roce de sus dedos contra mi piel cuando me dejó. Se sintió como
una conversación. Una promesa, tal vez.
¿Pero qué demonios sé yo?
¿Por qué me importa tanto? ¿Y tan rápido? Justo la noche anterior le dije que no
era mi tipo. Después de que lo besé hasta el infierno.
Mi piel pica como si tuviera hormigas. Tal vez debería escuchar a Gray y cortar
esta cosa desde la raíz. ¿Dex salió por la noche? Bien. Lo evitaré mañana. Y eso será todo.
Cortésmente haremos nuestros propios caminos y me iré en una semana.
Una hora después todavía estoy despierta.
Maldición.
Dex
Una cosa acerca de vivir solo es que no tienes que colarte a tu casa. Siendo un
huésped, sin embargo, me tengo que esforzar por subir las escaleras sin despertar a nadie,
ciertamente a un bebé para ser más específico.
Estoy cansado hasta los huesos y huelo a cigarro. Algunos chicos insistieron en
encender un cigarro. Juro por Dios que esos perros tienen mucho que responder. No
entiendo una buena razón para llenar una habitación de humo para ganar un juego.
Desde luego, yo no necesito ayuda para ganar. Podía leerlos como un libro y por
eso soy unos miles más rico. Una sonrisa tira de mi boca mientras recuerdo a Jaden
maldecir y perder una y otra vez.
Mi sonrisa se desvanece. Quería golpear su trasero. Me digo que no tiene nada que
ver con esa pequeña escena que vi en el restaurante, pero me estoy mintiendo a mí mismo.
Suprimiendo un suspiro, me arrastro a mi habitación. Y me detengo.
La lámpara de la mesita de noche está encendida dando una pequeña luz suave.
No hay mucha luz, pero sí la suficiente para ver perfectamente.
Sobre las sábanas hay un e-reader en una mano, la de Fi. Está dormida, su cabello
dorado se extiende a lo largo de mi almohada.
Por un segundo miro hacia atrás, a la puerta. ¿Fui a la habitación de Fi? No. He
visto su habitación. Es colorida y femenina.
Además, mis botas están en la esquina, con un par de vaqueros que cuelgan en
una silla.
Mi mirada se pierde de nuevo a Fi, parece tan pequeña en la gran cama. Y
definitivamente me siento como un oso que encontró a ricitos de oro invadiendo su cama.
Demonios.
Traté de evitar pensar en ella en toda la noche. Besó a Jaden. No sé por qué. Se
estaban riendo, haciendo el tonto con claridad. Todavía no puedo dejar de sentir como si
me hubieran perforado el pecho.
Pero sus grandes ojos verdes me miraron con culpabilidad y remordimiento. Así
que, ¿qué podía decir?
No soy el dueño de Fi. La quiero. Jodidamente la quiero. Pero no he hecho una
reclamación.
Un suave ronquido sale de los labios de Fi y ella se acurruca más en la cama.
Fi. En mi cama.
Tal vez tenga que hacer una reclamación.
Me desabrocho el cinturón y bajo mis vaqueros con el menor ruido posible.
Hubiera preferido tomar una ducha. Ahora mismo no me voy arriesgar a salir sólo para
descubrir que se ha ido cuando regrese. Mantengo mi playera y ropa interior, sin confiar
en mí mismo estando desnudo en la misma cama con ella.
Apago la luz, me acerco al lado vacío de la cama y me deslizo debajo de las
sábanas.
Fi no se despierta, pero se gira hacia mí como si me buscara. A la mierda. La pongo
en mi contra, manteniendo su espalda en mi frente. Y ella suspira somnolienta. Me relajo
en su cuerpo cálido, respiro el aroma de su piel. Se siente muy bien, me duele el corazón.
La acerco más, mi brazo está alrededor de su cintura estrecha, mi mano ahueca su
pecho suave. Se siente tan bien, todo en mí se relaja. Sí, ahora estoy caliente, pero el
agotamiento y el alivio de que Fi me buscó me relaja. Me quedo dormido antes de que
me dé cuenta.
8
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Florpincha

Fiona
Es un poco embarazoso despertar en la cama de un hombre cuando no recuerdas
haberte quedado dormida, mucho menos dormir con ese hombre. Es más vergonzoso
cuando te despiertas sola.
La luz del sol golpea mi cara y estiro los brazos sobre mi cabeza. Tengo un
calambre en el cuello por pasar demasiado tiempo leyendo en la cama. No sé qué impulso
loco tuve para colarme a la habitación de Dex y esperarlo. Está claro que eso no fue bien.
Echo un vistazo al lado arrugado junto a mí, puedo decir que durmió a mi lado.
Maldita sea si puedo recordarlo. Pica que ahora no esté aquí.
Lo que probablemente es una buena cosa. Tengo aliento mañanero y mi pelo se
siente loco. Merodear de regreso a mi habitación es como el paseo de la vergüenza sin los
beneficios de haber disfrutado la noche anterior. Sí, bueno.
Una ducha caliente y una taza de café no me quitan mi humor de perros. La casa
está totalmente silenciosa y vacía, me asusta. Uno pensaría que al menos hubieran dejado
una nota.
De vuelta en mi habitación me desplazo a través de mis redes sociales en el móvil
y me quedo mirando un episodio malo de Twilight Zone, donde desaparece una persona
de la faz de la tierra, cuando Dex se aparece en mi puerta.
Sólo la visión de él me tiene con la piel caliente y el corazón latiendo más rápido.
Y no importa que esté usando mi vieja playera y pantalones de yoga, o que todavía no
me haya puesto maquillaje, me mira y me siento hermosa.
—Hola. —Se inclina contra la puerta, con los brazos cruzados sobre su ancho
pecho. Ofreciéndome más.
Bajo mi móvil. —¿En dónde demonios has estado? ¿En dónde demonios está todo
el mundo? ¿Qué demonios en general?
Su boca se contrae en su barba. Sin embargo, esos ojos se mantienen como siempre,
mirándome directamente. —Veo que alguien está de buen humor.
—Sólo lo normal. Me gustaría verte si estuvieras feliz si despertaras solo y
preguntándote… —Cierro la boca. Apestoso Dex, siempre me hace decir más de lo que
quiero.
Su sonrisa crece en un lento movimiento. Pasa más allá de la puerta. Su paso es
moderado, cazando, y me excita, siento apretado el vientre bajo, tengo calor y un latido
insistente entre mis piernas.
El colchón cruje mientras pone una rodilla en él, arrastrándose hacia mí. Y a pesar
que estoy molesta, empiezo a sonreír, incluso cuando mi respiración es ligera y rápida.
Él sonríe también, sus ojos se arrugan en las esquinas.
No se detiene, sólo me besa, suave, fusionándonos. Mis manos tocan sus mejillas,
los vellos de su barba pican en mis palmas. Dios, sabe tan bien, se siente bien. Deslizo mi
lengua sobre la suya y tiemblo.
Dex gruñe y muerde mi labio inferior, succionando un poco, como si estuviera
hambriento. Después se hace hacia atrás para mirarme a los ojos. —Te dejé sola en la
mañana para no hacer eso.
Mi pulgar se desliza sobre su labio inferior, ahora ligeramente hinchado por el
beso. —¿De verdad crees que me hubiera importado?
Sus párpados se mueven mientras estudia mi boca y el suave roce de sus dedos a
lo largo de mi mandíbula sigue. —Te traje panecillos. Probablemente no son tan buenos
como los de New York, pero son recién horneados.
—Ethan —digo suavemente—. Estás evitando la pregunta.
Se acuesta a mi lado con la cabeza apoyada en una mano. —Gray me dijo que
besaste a Jaden para ayudar a Ivy.
Mis hombros se tensan. —Juro que Gray es más chismoso que un grupo de
ancianas en pleno cotillón. ¿En dónde están él e Ivy de todos modos?
—Tomaron al bebé y fueron hacia Muir Woods para caminar un poco.
—Esas mierdas. Yo quería ir.
—Te llevaré. —Su expresión es calmada, pero su mirada es intensa.
Me acurruco en mi almohada. —Gray tiene razón. Sólo fue un beso de piquito, una
broma estúpida, de verdad.
—No me gusta. —Una arruga se forma entre sus cejas—. Ver eso, quiero decir.
—Lo sé. —Mis dedos se enrollan en las sábanas para evitar llegar a él. No me siento
con el derecho ahora mismo—. Lo siento. No me gustaría verte besando a otra mujer.
—No quiero besar a otra mujer.
Nos miramos el uno al otro, casi tocando nuestras narices. Y se siente… cómodo,
tentativo, nuevo, extraño. —No sé qué hacer con esto —susurro—. No te esperaba, Ethan.
Sus ojos buscan mi rostro. —He estado esperando por dos años que me veas.
Dice las palabras con claridad, sin dudar y todavía no puedo creerlas.
Un nudo se levanta en mi garganta. —Sólo hemos interactuado dos veces en todo
ese tiempo.
—Cuatro, sin contar la boda. Estabas allí cuando Gray y yo nos graduamos. Y en
las preliminares.
—Estuviste tan bien la primera ronda —expreso, recordando ahora—. Es raro para
un centro.
—Tú llevabas un vestido blanco con cerezas para la graduación y un vestido con
botas negras para el día de las preliminares.
Mi pecho se siente muy apretado, y tengo que aclararme la garganta para hablar.
—¿Por qué no te noté antes? —Ya que estuvo justo en frente de mí todo el tiempo.
Este gran hombre, hermoso, no se merece más que honestidad.
Con una caricia de su pulgar, pone un mechón de cabello detrás de mi oreja. —
Exactamente no me di a conocer.
—¿Por qué no? ¿Y por qué ahora?
Frunce el ceño, mirando el borde de mi mandíbula, hacia mis labios. —Esta vez no
podía estar lejos de ti.
Antes que pueda preguntar lo que quiere decir, Dex desliza su gran mano por mi
nuca y me acerca. Su boca me reclama, exige, completamente me abarca.
Me vuelve loca y me presiono contra él, pasando mis dedos por su cabello mientras
lo beso.
Un gruñido de satisfacción retumba en su pecho mientras me suelta y se eleva por
encima de mí. Es enorme, con hombros tan anchos que bloquean la luz. También hay una
larga cabellera y una barba que lo hacen ver un poco salvaje.
En el exterior, Dex luce como alguien reservado, tal vez incluso tímido, pero no
actúa de esa manera cuando está conmigo. En este momento, está en total control. Inclina
su cabeza y me besa profundamente, explorando minuciosamente y desesperándome por
más.
Dex es demasiado perceptivo para no darse cuenta. Con movimientos lentos y
seguros pasa las manos por mis costados, yendo hacia mi trasero, calmándome. Y todavía
me besa como si fuera la cosa más absorbente del mundo.
Su tacto, la forma en que me saborea, como si fuera un vino o crema de leche, se
asienta en mis huesos, hace que mi carne se ponga caliente y pesada. Me pongo lánguida
bajo su cuidado.
La punta de su lengua traza la comisura de mis labios, el borde. Estoy tan sensible
ahora, su toque llega hasta mi sexo. Respirando con dificultad, giro mi cabeza hacia la
suya, mis labios se abren más, en silencio, pidiendo más de su tortura. Grandes manos
enmarcan mi rostro, me mantienen quieta mientras toma un bocado de mi boca.
Lo áspero de su barba me hace cosquillas en la garganta mientras se mueve hacia
abajo, deteniéndose para oler el lugar donde mi cuello se une con mis hombros.
—Sabes tan bien, Cherry. —Me lame otra vez—. Como a sueños húmedos.
Sus músculos se mueven y se agrupan bajo mi agarre. Lo agarro más fuerte, abro
mis piernas para que pueda estar entre ellas. Dex gruñe, moliendo su enorme pene contra
mí, como si no pudiera evitarlo.
Más. Necesito más.
Él también lo necesita. Sus manos juntan mi playera, tirándola por encima de mi
cabeza de un tirón impaciente. —Deja que te vea. —Sus dedos abren el cierre frontal de
mi sujetador antes que ponga su palma y acaricie mi pecho—. Deja que te toque.
Gimo, arqueándome, desesperada por quitarme el sujetador. Ayuda a deshacerme
de él.
Dex me besa una vez, casi distraído mientras mira hacia abajo. —Mmm —tararea,
con su palma rozando un círculo sobre mi pecho—. Allí están.
Captura la punta rígida de mi pezón entre sus dedos y la pellizca, tirando un poco.
Y lloriqueo, la acción enviando un calor directamente a mi clítoris.
—¿Te gusta eso? —Lo hace de nuevo, deteniéndose más tiempo antes de chupar
mi pezón en su caliente boca.
Dios. Mis manos agarran su cabello, manteniéndolo allí mientras chupa y muerde.
La forma en que me tiene, es como si el mundo pudiera colapsarse alrededor y no se
detendría. Es tan jodidamente caliente que casi no puedo respirar.
Sus grandes manos acunan mis pechos, amasándolos y jugando con ellos. Y todo
el tiempo me lame los pezones. Chupa y pellizca hasta que me estoy retorciendo debajo
de él, desesperada por un poco de alivio, para que hunda su pene en mí. Hago un sonido
de impaciencia, pero él simplemente levanta la cabeza y me mira fijamente.
—Dios, eres tan jodidamente preciosa. —Habla ronco—. Mírate, toda enrojecida y
jadeante, tan hermosa. —Aprieta la punta de su dedo contra mi pezón, haciendo que
gima—. ¿Te quieres correr de esa manera? ¿Conmigo jugando con tus tetas?
Tal vez…
—Dex…
—Ethan —dice—. Cuando tenga mi boca en ti, es Ethan.
Entonces pone su boca en la mía, afirmando que es el dueño. Me estremezco, lamo
a través de su labio superior antes de besarlo largo y profundamente. Entonces él se
estremece también.
—Ethan —le digo, sólo para darle lo que quiere—. Ethan.
Me besa con un ritmo ondulante, su lengua empuja lentamente dentro y fuera de
mi boca, sus dedos pellizcan mi pezón, tiran de él, lo mueven de una manera casi ruda.
Es demasiado.
—Toca mi coño —exijo contra sus labios. Estoy casi por venirme justo así—.
Tócalo.
Siento su sonrisa.
—¿Está mojado? —Su mano se desliza por mi estómago desnudo.
—Jodidamente goteando —jadeo, besando su mejilla, el rabillo del ojo y su boca
de nuevo.
Se desliza por debajo de mi ropa interior y estoy tan nerviosa, tan caliente, que me
arqueo en la cama, un gemido se me escapa cuando sus dedos tocan mi carne resbaladiza.
El mundo se inclina sobre su eje. Me mareo, agarro sus hombros duros como de
piedra. Su aliento golpea mi cara, sus labios rozan los míos mientras me mira. Lo miro de
regreso, incapaz de moverme, de jodidamente respirar, mientras sus dedos se deslizan y
hacen círculos en mi sexo. Su toque es desordenado. Sin finura, sólo pureza y codicia.
—Creo que eres un enorme sádico —digo entre dientes, sacudiendo las caderas
contra su mano.
A pesar de la agitación, sudor salpica su frente, sus ojos me sonríen. —¿Por qué?
—Estás disfrutando esto. Volviéndome loca… —Lloriqueo y gimo mientras su
largo dedo se hunde profundamente—. Oh, mierda.
Con otro gemido, arrastra el dedo hacia fuera, y después empuja de nuevo.
—Ethan… —Quiero follarlo. Necesito hacerlo. Mis dientes se muelen con
impaciencia.
Empuja otro dedo dentro. Tan grueso. Tan bueno.
—Cherry… —susurra, lamiendo mi pecho—. Dámelo, Cherry.
Mi orgasmo se libera con tanta fuerza, que vuelvo en sí despacio, con el calor de
su cuerpo duro, las sábanas se arrugan bajo mi piel sudorosa.
Un poco aturdida parpadeo hacia él. Se ve un poco aturdido, también. Tiene los
ojos muy abiertos y los labios entreabiertos.
—Eres hermosa —dice.
—Como tú. —Quiero lamer cada parte de su gran cuerpo. Pero se está alejando,
presiona un suave beso en mi vientre antes de pararse.
Está completamente vestido y aquí estoy, sin playera, con las bragas empapadas y
los pantalones a mitad de mi trasero. No soy tímida con mi cuerpo, así que me siento y
me pongo la playera. Él está claramente vestido, pero hay un bulto en sus vaqueros.
—Voy a tostar estos panecillos —dice justo antes de que se vaya.
9
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Dex
Hay un ligero temblor en mi mano mientras el cuchillo atraviesa el panecillo.
Agarro el mango apretadamente cuando en realidad quiero soltarlo con panecillo y todo
para ir a través de la cocina. Porque dejé a una Fi, una preciosa Fi, sola en la habitación.
Jesucristo, soy un idiota. Ella estaba allí, acostada, sonrojada y jadeante, con las
puntas rosadas de sus pezones brillando en mi boca. Y la dejé así.
Los dulces sonidos que hizo cuando se corrió, esos gemidos entrecortados,
perforan mi cabeza.
El panecillo se divide en dos y bajo el cuchillo, tomo una respiración lenta. Hice
que Fiona Mackenzie se corriera. Duro.
Ella no sabe que es el primer coño que toqué. No tenía idea de lo resbaladiza y
caliente que estaba, tan apretada. Mis dientes se muelen por el recuerdo.
La quiero follar tanto que duele. Mi pene duele por follar. Y aunque estoy
familiarizado con la necesidad reprimida, esto es un nuevo nivel. Estoy tan excitado
ahora que mis caderas se empujan contra el borde del mostrador, como si tuvieran mente
propia.
—Mierda.
¿Aunque ese era el problema, no? Ella estaba lista para que la follara,
prácticamente jadeando por ello. Pero no pude hacerlo. Así que la dejé como un cobarde.
No espero que Fi baje. Probablemente está enojada. Tal vez incluso disgustada
conmigo. Y con buena razón.
Mis ojos se cierran con fuerza y tomo otra respiración lenta a través de mis dientes
apretados. Mierda.
—Entonces, ¿Qué tipo de panecillos conseguiste?
Casi salto de mi piel ante el sonido de su voz alegre. Entra en la cocina con sus
caderas meciéndose. Está vestida con vaqueros negros ajustados y un suéter gris que le
llega a la mitad del muslo, se ve tan suave y agradable al tacto.
Hago todo lo que puedo para no mirar esos labios rosas, hinchados por besar. Así
que pierdo por completo mi voz.
Fi se detiene a mi lado y agarra el panecillo cortado a la mitad antes de alejarse a
la tostadora. —¿Conseguiste algún queso crema bueno?
Me mira. Sin juicio, sin ira.
Esperando, al parecer, para que le pase el queso.
—Fi… —Mi voz se rompe y trago duro—. Yo… uh…
Se abre la puerta principal. Entra Gray e Ivy.
—Hola. —Ivy saluda y pone el coche de bebé en la mesa de la cocina—.
¿Conseguiste panecillos? Gracias Dios. Estoy hambrienta. —Se inclina para sacar a Leo—
. Un malvado marido piensa que es divertido salir de excursión a las siete de la mañana,
está loco.
Gray deambula un poco más descansado. —Estaba inquieto en esta casa. Oh… ¿es
de semilla de amapola?
Trato de llamar la atención de Fi sobre la cabeza de Gray, pero ella está agarrando
a su sobrino de las manos de Ivy y besa su frente.
Un peso se posa sobre mi pecho. Siento como si hubiera perdido mi oportunidad.
Como si ella se hubiera ido.
Pero entonces levanta la cabeza y sus brillantes ojos miran los míos. —Vamos a
dar un paseo después de comer.

La llevé al parque Point Reyes, encontramos un estacionamiento y caminamos a


lo largo de los acantilados. La ladera de la montaña está cubierta de mantos marrones,
verdes y púrpuras suaves. Destellos de luz salen del océano azul. Sin embargo, en todo
lo que me puedo concentrar es en la chica al lado mío.
Lo está mirando todo con ojos muy abiertos, la brisa del mar se bate en su cabello.
La parte superior de su cabeza alcanza mi hombro. Y a pesar de que no estamos al borde
de los acantilados, tengo la imperiosa necesidad de mantenerla protegida del daño
potencial.
Mierda, ¿no murió hace unos años un excursionista por deslizarse? ¿Ha estado
lloviendo? Estoy listo para decirle que deberíamos irnos cuando da un pequeño suspiro
de felicidad.
—Dios, es hermoso aquí.
—Sí. —Mantengo un ojo en el camino.
Ella se da la vuelta y la suave luz del sol de California se establece en su piel
radiante. —¿Has estado en San Francisco muchas veces antes?
—Crecí en Santa Cruz.
—¿En serio? —Ríe—. ¿California, eh? ¿Así que eras uno de esos tipos que iban a
paseos marinos y hacían surf todo el día? —Sonríe como si la idea le divirtiera.
—Bueno, no todos los días. Sobre todo antes de la práctica o cuando tenía algo de
tiempo libre.
Sus ojos verdes se abren con sorpresa. Supongo que no me veo como un surfista.
En silencio, me río.
Toca la punta de su pequeña nariz. —Es muy bueno para el equilibrio, fuerza,
concentración y resistencia. Algo así como un entrenamiento de fútbol. Solo que más
divertido.
—Atletas —murmura, negando con la cabeza, después me mira otra vez—. No te
creí como un chico de California.
Me río de eso. —¿De dónde crees que era?
—No lo sé. —Se encoge de hombros—. De algún lugar tosco. Montana o Wyoming
o Texas.
—La única cosa tosca con la que estoy familiarizado es con la basura del campo
hablando.
Fi sonríe ampliamente y recoge una hoja de salvia, llevándola a su nariz para
respirarla. —De alguna manera no puedo imaginarte decir mierdas.
—No. Pero estoy muy familiarizado por los defensivos tratando de entrar a mi
cabeza.
—Y tú dejas que se te resbalen por la espalda, ¿no?
—Los tipos enojados dicen todo lo que pueden.
Me encanta el sonido de la risa de Fiona. Es fuerte, libre y sin vergüenza. Toda su
cara se ilumina cuando se ríe. Y tengo que apretar mis manos para no agarrarla, capturar
esos labios y comerlos.
Viene a mi lado y su delgada mano encuentra la mía. Al instante, entrelazo mis
dedos con los suyos.
—¿Así que tus padres viven muy cerca, entonces? —Sus dedos se aprietan un
poco—. ¿O se divorciaron?
—Todavía están juntos. La casa se encuentra a media hora en coche por la costa.
Pero están en Europa en este momento, fueron con mi pequeño hermano.
—¿Pero él no tiene… qué, ocho?
—Sí. Lo educan en casa para poder viajar por el mundo. —Las esquinas de mi boca
se levantan—. Probablemente estén en Alemania en este momento. Dylan, mi hermano,
tal vez este lloriqueando por un perrito caliente estadounidense.
—Creo que eso es encantador. —Hay un suspiro en su voz.
Por Ivy sé que sus padres son divorciados y lo han estado por años. Sean
Mackenzie pasa su mayor parte en New York o Atlanta y su mamá vive en Londres.
—¿Extrañas a tu mamá? —pregunto.
Entrecierra los ojos ante el océano iluminado por el sol. —Sí, algunas veces. Pasé
la mayor parte de mis veranos con ella, ya sea en Londres o de viaje. Pero se hizo forzado
a lo largo de los años. No sé… simplemente no somos muy parecidas. Ella es enfocada,
organizada. Yo soy…
Fi no termina.
Le doy un apretón a su mano, la acerco a mi lado. —Creativa. Llena de vida.
—Dulce adulador —se burla, pero su cabeza se apoya en mi hombro.
Estamos en silencio durante un minuto, solo viendo el océano, con mi mano entre
la suya. Paso el pulgar a lo largo de su palma y encuentro un callo. Ella se da cuenta y me
da una sonrisa irónica. —No es muy suave, lo sé.
Tomando mi tiempo, sigo un camino de nuevas cicatrices y manchas ásperas. Sus
manos están maltratadas. —¿Qué has estado haciendo?
Ella se mueve para alejarse, pero la sostengo fuerte, su mirada se queda atrapada
con la mía.
—Nada malo —dice, renunciando al tira y afloja que tenemos en marcha—. He
estado… —Sus mejillas se enrojecen—. Muebles. Uso guantes para algunas cosas, pero
algunas veces tienes que sentir la madera.
—¿Muebles? —Me encuentro sonriendo—. Eso es… bueno, jodidamente genial.
Su color rosa se hace más fuerte. —En realidad no he hablado de ello con nadie.
Es algo para relajarme. Pero me gusta.
—Así que son cicatrices que te ha costado ganar. —Levanto mi propia mano, mis
nudillos están hinchados, las uñas cortadas para que no se rompan en un partido.
Ella se inclina más cerca de mí. —Sí. Supongo que sí. —Hace una pausa—. Hice la
mesa de Ivy y Gray.
No le puse atención a la mesa ya que Fi estaba en la habitación, así que no puedo
recordarla lo suficientemente bien. —Es una pieza importante. Hermosa. —La miro, mi
barbilla descansa cerca de su mejilla—. Deberías estar orgullosa.
—Gracias. —Su voz es tranquila, casi tímida mientras mira hacia el mar.
Compartió su confidencia conmigo. Una que evidentemente, tenía problemas para
abrazar. No sé si lo hizo para hacerme saber que puedo confiar en ella, o simplemente
quería decir la verdad. De cualquier manera me humilla.
Fi es suavidad, feminidad como nuca antes lo he experimentado. Y sé que tengo
que decirle todo si alguna vez quiero tener la oportunidad de hacerla mía. Tomo aire,
huelo la mezcla de salvia, eucalipto, sal y sol. —Fi…
Pero ella me interrumpe. —He oído que por aquí hay una lechería que vende
quesos.
Frunzo el ceño. Para mí es fácil leer a las personas. Fi no es una excepción. El
problema es que ella también me lee fácilmente. No estoy acostumbrado a eso. Nunca
nadie se molestó antes.
Durante todo el día he estado esperando que ella quiera una explicación. Pero ni
una sola vez ha hecho mención de mi huida. Al principio, no sabía qué hacer con eso.
Ahora estoy pensando que está evitando deliberadamente porque sabe que estoy
luchando.
Se mueve para irse, pero la mantengo. —Sé que la cagué dejándote esta mañana.
—Un sudor frío se rompe a lo largo de mi piel y trago duro, pasándome una mano por el
cabello, solo para que mis dedos se enganchen porque lo tengo atado.
Maldición, miro sobre el océano. —Yo…
—Oye. —Toca mi brazo y lo puedo sentir hasta la columna—. No tienes que decir
nada.
—Sí, tengo que hacerlo. —Me esfuerzo para enfrentarla.
—¿Es el asunto de la virginidad?
Mi respiración se detiene.
Pero no se da cuenta y sigue hablando. —Porque no me importa. En absoluto.
Mierda, mis mejillas se están quemando. —Tienes razón, Gray es más chismoso
que un grupo de ancianas. —Aprieto la parte trasera de mi cuello—. Sí, técnicamente
supongo que lo soy. No es como si lo ocultara o algo. Simplemente no lo menciono.
—Bueno, ¿por qué deberías? Tu vida sexual no es asunto de nadie.
Bajo la vista hacia ella. —Me gustaría que fuera tu asunto.
Se ruboriza por eso. Dulce Fi, normalmente no se pone nerviosa con facilidad.
Me encanta que puedo hacerla sonrojar.
—Mira —digo—. No quiero hacer de eso la gran cosa, pero pensé que debía decirte
porque sé que hay tipos que enloquecen cuando una chica no tiene experiencia y no les
dicen y…
La boca de Fi me calla. Su beso es firme, como si estuviera tratando de decirme
que está bien, pero también es tierna, lo que hace que todo mi cuerpo se apriete con una
extraña emoción.
Baja las puntas de sus pies y me mira con ojos solemnes. Su delgada mano agarra
la mía de nuevo. —En verdad quise decir lo que dije; no tienes que hablar de ello si no lo
deseas. Puedo ver que te molesta. Así que si quieres decirme, Ethan, voy a escucharte.
La última cosa que quiero es hablar. Pero tomo una respiración profunda y trato.
Por ella.
10
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Fiona
El balbuceo y los sonrojos de Dex son nuevos. Es casi linda la forma en que este
tipo grande y corpulento fácilmente me podría levantar sobre su cabeza y hacerme girar
con una mano, poniéndose todo nervioso. Excepto que obviamente no me gusta que esté
molesto. Así que no sonrío. Simplemente tomo su mano y espero a que hable.
Porque sé que lo hará. A pesar de que es virgen, lo cual, santo infierno, no puedo
creer que este gigante sea virgen, Ethan Dexter es el hombre más sincero que he conocido.
Estoy acostumbrada a los hombres que fingen una vida llena de falsa valentía y grandes
cuentas. Aquellos que, cuando están arrinconados, arremeten. Chicos que mienten sobre
verdades incómodas.
¿Pero Dex? No, solo toma un respiro y admite que es un virgen de veinticuatro
años. Una vez más, el pensamiento se abalanza sobre mí y me encuentro un poco más
que excitada de ser la única chica en tenerlo, en verlo correrse. Maldito calor, quiero ser
fuerte.
Dex agarra mi mano y nos sentamos en un gran peñasco plano escondido en un
hueco de la ladera.
La comisura de los ojos de Dex se pliega en un ceño fruncido mientras mira
fijamente sus manos en sus enormes muslos. Después mete la mano en un bolsillo de
atrás y saca la billetera para sacar una vieja foto. No mira la imagen mientras me la
entrega.
—Conocí a Drew y Gray en un campamento de fútbol de verano, en mi primer
año de escuela. —Se aclara la garganta—. Soy el de la izquierda.
No necesita decirlo. Hay tres tipos en la imagen. Usan uniformes manchados de
tierra, tienen sus brazos colgados del uno al otro y están sonriendo para la cámara.
De inmediato noto a Gray. Es el más alto, con el cabello rubio y está sonriendo tan
enormemente como si estuviera en la cima del mundo. Drew, el que está en medio, es un
mariscal de campo y el cliente de Ivy ahora. Llegué a conocerlo bien cuando ella y Gray
se casaron. Fue el padrino de Gray y yo era la dama de honor. Es un lindo modelo, incluso
entonces, con el pelo y ojos color marrón y una torcida, casi maliciosa, sonrisa. Después
está Dex.
Si no fuera por esos grandes y bellos ojos color avellana, tal vez no lo hubiera
reconocido. No tiene barba, lo que no es sorprendente, dado que está en la preparatoria,
y sus mejillas son regordetas. Dex era un poquito regordete. Oh, se puede mirar el
comienzo de sus músculos masivos que tiene ahora, pero aún tiene grasa de bebé.
Su sonrisa es más reservada que sus dos amigos, casi cautelosa, pero veo la alegría
en sus ojos. Amaba ese campamento. Es evidente que amaba a sus dos amigos.
—Siempre fui un niño gordito —dice en voz baja—. Ya sabes, el tipo grande que
parecía que repetía año a comparación de la clase.
Tengo un nudo en la garganta, asiento.
—Las niñas nunca se fijaban en mí. —Dex agarra la foto cuando se la devuelvo y
la guarda—. No hasta la secundaria cuando empecé a jugar fútbol, y solo con un: Oye, ten
un buen juego, Dex, en el camino.
Se queda mirando hacia el océano. —Ellas me notaron en la preparatoria, sin
embargo. Cuando estaban los equipos universitarios buscando a los nuevos. En ese
entonces todavía era más grasa que músculo, pero las animadoras trataban a los
jugadores con amor. Yo incluido.
Bueno, ¿por qué no deberían? Dex es impresionante.
—Tontee con algunas. La cosa es que, sabía que ellas me hacían caso porque estaba
en el equipo.
—¿Por qué piensas eso? —No puedo evitar preguntar.
Me da una mirada que dice, sé realista. —Fuera de mi circuito de la escuela,
ninguna chica me daba la hora del día. Nunca y… —Se rasca la barba—. Una de ellas lo
admitió. Lisa Unger me dijo, No te preocupes, Dexter, nos ocuparemos de ti. Eres del equipo,
después de todo.
—Perra.
Sonríe. —Solo honesta, supongo. De todos modos, después de eso, no quería
perder el tiempo. Me guardé para mí. Al infierno iría para estar con una chica que solo
me quisiera porque jugaba fútbol.
—Está bien, pero, ¿qué pasa con la universidad? Hay un montón de chicas en la
universidad que no son unas pequeñas mierdas.
Dex resopla ante eso y sus ojos se arrugan. Pero se desvanece rápidamente y casi
se pone pálido. —Por el segundo año de la universidad, perdí la grasa y me sentí un poco
más… confiado. Pero entonces… —Suspira y envuelve sus rodillas con las manos.
—Ethan. —Toco su espalda y la encuentro sudada—. ¿Qué paso?
Sus grandes manos se aprietan en puños. —No estoy orgulloso de esta parte.
Mi estómago se aprieta, pero sigo firme. —Está bien.
Realmente no sé si lo está, pero no sé qué más decir para tranquilizarlo.
—Así que… yo… uh… en un Spring Break fuimos a México. Se puso salvaje.
Había chicas en todas partes. Sexo en todas partes. Nunca había visto algo parecido.
Nuestra temporada había acabado, ganamos nuestro primer Campeonato Nacional y nos
trataron como dioses.
Sus hombros se tensan, su cuerpo es como granito bajo mi mano. Un fino temblor
lo atraviesa y froto su espalda, desesperada por calmarlo. Cuando habla, su voz es áspera.
—La primera noche fuera, todos estábamos completamente ebrios, fumamos algo
de hierba. Nunca la había probado antes y me golpeó con fuerza. Estábamos en una fiesta
y dos chicas se me acercaron. Estaban usando nada más que dos diminutos bikinis y
estaban completamente ansiosas por complacerme. Estas chicas, eran como si quisieran
superarse la una a la otra de quién podía ser más salvaje y dispuesta.
Sí, conozco bien a ese tipo. Crecer rodeada de atletas, te hace conocer a esas
mujeres, incluso cuando eres demasiado joven para entender qué es sexo. Mi padre era
una estrella de la NBA antes de que fuera agente, se folló a esas mujeres y arruinó su
matrimonio.
La feminista en mí quiere decir que fue el hombre que se aprovechó y usó a las
mujeres como juguetes sexuales. Pero la verdad es mucho más fangosa, porque algunas
mujeres están dispuestas a desempeñar ese papel. De hecho, compiten por la
oportunidad de ser utilizadas.
—Estaba borracho y no lo suficiente drogado para pasar —dice Dex lentamente,
como si cada palabra fuera arrancada de él—. Lo siguiente que sé es que los tres
estábamos en un cuarto de atrás, una de ellas me chupaba el pene, aunque apenas lo pude
sentir y la otra tenía sus tetas en mi cara. Y estaba pensando en por fin, por fin. Pero
también se sintió un poco mal. Entonces una de ellas comienza a rogarme y hablarme
sucio, dice que le encanta lo sucio. Joder si sabía lo que eso significaba, pero después se
puso en cuatro patas, me dijo que follara su culo.
Dex se detiene, se pasa una mano por la cara. Se ve tan devastado, no quiero que
siga adelante. Y sin embargo, lo hago, porque si él confía en mí lo suficiente para
contarme sus secretos, los escucharé.
—Era virgen. ¿Qué carajos sabía yo de eso? Sin embargo la otra me estaba
persuadiendo: Hazlo. Déjame ver como la follas. Oh, eso será tan caliente, nene. —Se
estremece—. Estábamos todos demacrados, estúpidos. Yo no… recuerdo tratando de
entrar en ella, y dolió, no era cómodo. Pero la chica estaba hablando, Dale lo bueno y la
otra, con la que estaba, ya sabes, tratando de… estaba gritando, Vamos, entra. Pero mi
mente se preguntaba, ¿No tenía ella que estar mojada y resbaladiza?
Me siento enferma, oír su relato es retorcido y triste. Cuando él baja la cabeza y se
aclara la garganta, me dan ganas de llorar y mantenerlo abrazado. Pero no me muevo, no
quiero romperlo, así puede seguir hablando, porque es evidente que lo necesita.
—Entonces había una especie de mancha. Miré hacia abajo y... había sangre en
mi… vi eso y todo comenzó a girar. Vomité. Ellas se fueron, gritándome cosas, diciendo
que era una mala follada incluso para ser un jugador de fútbol… cosas de ese estilo.
Pero la chica que…
Sus ojos muy abiertos me miran. —Actuó como si le gustaba. Quería que le hiciera
eso. ¿Por qué? La hice sangrar. ¿Quién iba a querer eso?
—Ethan. —No dudo en acercarlo. Está rígido con resistencia, pero su cabeza se
apoya en mi hombro, su aliento sale en bocanadas agitadas.
—No podía hacerlo después de eso. Se sentía mal. Contaminado. Lo que hice, no
estuvo bien.
—No. —Mis manos acunan sus mejillas y la levanto para mirarlo a los ojos—. Solo
fuiste empujado a una mala escena. La gente hace cosas estúpidas cuando están ebrios.
Trata de sacudir la cabeza. —Si hubiera tenido más experiencia, hubiera sabido
mejor para negarme. O conseguir un poco de… —Sus mejillas se enrojecen—. Lubricante
o algo así.
—¿Sí? ¿Qué pasa con esa chica? Si le pidiera a un chico hacer eso, sería bueno que
yo exigiera lubricante.
No es que antes lo hubiera hecho anal. Pero los hechos son los hechos.
—Mira —digo cuando está a punto de discutir—, fuiste estúpido. Ella fue
estúpida.
Sus manos se envuelven alrededor de mis muñecas mientras me mira a los ojos.
—No me refiero a que sea una historia triste. Lógicamente sé todo esto. Pero lo recuerdo
y me siento avergonzado. Después de eso, simplemente no pude. No podía tener sexo
casual. En una relación estaba bien. Pero no quiero a alguien que me quiera por lo que
hago, quiero a alguien que me quiera por lo que soy.
Mi corazón se hunde un poco. —Dex, nosotros no podemos tener una relación.
Vives en New Orleans, y yo vivo en New York.
Sus ojos me perforan. —Te he deseado desde el momento en que te vi, Cherry.
Dices lo que crees y no…
Me estremezco. —Sigo trabajando en mis filtros.
Me da de una manera rápida una sonrisa. —Es una buena cualidad. Confío en ti.
Estoy locamente atraído por ti. Quiero follarte. Quiero conocerte. Quiero estar contigo. Si
tu quisieras todo de mí, no dejaría que algo tan pequeño como el inconveniente de vivir
en diferentes partes se entrometa.
Santo infierno. No puedo hablar.
Dejando ir mis muñecas, busca mi cara, su expresión es casi severa. —Te quiero
tanto como para poner todas mis cartas sobre la mesa, mostrar lo que soy realmente. Así
que supongo que ahora es tu turno. Entenderé si lo que acabo de decirte te avergonzara
y prefieres ponerle fin a esto.
Sus labios se presionan firmemente, como si se estuviera forzando a no decir más,
pero sus ojos no dejan los míos. Mis dedos se elevan, trazan su boca donde la barba la
enmarca. —Creo, Ethan, que te quiero más que antes. ¿Pero una relación? Tengo que
pensarlo. ¿Está bien?
Él parpadea. Entonces sonríe, su mirada se pone caliente como chocolate
derretido. —Solo di la palabra y puedes tenerme, Fiona.
11 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Pagan Moore

Dex
Paciencia. La tengo a montones. Me he entrenado para usar la paciencia como una
herramienta, sabiendo que el momento adecuado vendrá y cuando lo haga, lo tomaré.
Pero en este momento, la paciencia se me está agotando. Ya que Fiona aún me tiene que
dar una respuesta.
Regresando a lo del parque Point Reyes, ella me dio un beso en la mejilla y me dijo
que tenía que pensar si estar conmigo. No por mi pasado, me lo garantizó, sino porque
tiene miedo de empezar algo que tenga fecha de caducidad.
La frustración rueda a través de mí. Yo no le veo fin a nosotros, solo lo bueno que
podríamos ser juntos. Debí exponer mi caso hace años cuando la quise por primera vez.
Cuando vivíamos en el mismo maldito pueblo. Solo que en ese entonces ella tenía novio.
Y yo era demasiado cauteloso para ello. Soy un estúpido.
Tal vez con el tiempo nos desconectemos. Pero, a la mierda, no estoy dejando que
eso pase. De ninguna jodida manera. No cuando he conseguido el sabor de su boca. No
cuando ella ha escuchado mis feas verdades y las aceptó sin juicio. En verdad podemos
estar juntos, lo cual es raro y precioso en mi mundo. Así que me estoy reorganizando.
Primer paso: Salir con Ivy y Gray. Si no puedo conseguir una cita, por ahora será
una cita doble. Una donde los compañeros de Gray conozcan a Leo.
Primero vamos a cenar.
Ivy y Fi nos entretienen con historias de su infancia y cómo su padre trajo a casa a
atletas los cuales ahora son héroes.
—Cuéntales cómo ganaste la apuesta con Jordan hace seis años —le dice Ivy a Fi.
Los ojos verdes de mi chica brillan mientras se ríe. —Oh, Dios. —Toma un trago
de su cóctel—. Le aposté que podía saltar más alto que él.
—De ninguna manera pudiste vencer a Jordan —insiste Gray, negando con la
cabeza.
—¡Lo hice! —Sus mejillas se sonrojan—. La apuesta era una docena de rosquillas.
Él fue primero. Y hombre, salta alto.
Todos asentimos. Fi se inclina más cerca, su voz baja. —Reconocí sus habilidades
impresionantes, pero entonces era mi turno.
Ivy la interrumpe. —La pequeña cosa maloliente se fue pavoneando hacia nuestra
cocina, así que todos la seguimos. Y entonces Fi subió al mostrador, miró a Jordan y saltó.
—¿Qué? —grita Gray—. Eso es totalmente una trampa.
—Eso fue lo que dijo Jordan. —Fi se encoje de hombros—. Le señalé que nunca
dijimos que el salto tenía que comenzar en el suelo, y ya que salté de un punto más alto,
gané.
Me río por eso. —Y dices que yo soy el astuto.
Sonríe, sin arrepentimiento. —Oye, él reconoció la derrota y me trajo las rosquillas.
Dijo que podía respetar mi determinación de ganar a toda costa.
Y así sucesivamente, hablan y comen y tenemos más diversión de la que he tenido
antes. Cada vez que se pone silencioso, Fi me empuja en la conversación, algunas veces
tocando mi codo y mirándome de esa forma en que pide mi opinión. A veces dice algo
tan escandaloso que no puedo dejar de comentar.
Y tengo esa extraña sensación, algo muy dentro de mí que hace clic en su lugar,
como si estuviera convirtiéndome en esa persona que debería ser. Es un alivio y un poco
desconcertante al mismo tiempo.
Sentado junto a Fi, estoy lo suficiente cerca para atrapar el aroma de su cabello,
sentir el roce de su brazo contra el mío mientras se gira para decirle algo a Gray, quién
está al otro lado.
Quiero el derecho de poner mi brazo en el respaldo de su silla, de la manera que
Gray lo hace con su esposa. De inclinarme y besar en sus labios su sonrisa, la cual está
casi todo el tiempo.
Terminamos yendo a un bar y es noche de karaoke. Lo que significa cantantes
fuera de tono y ebrios. Nos la arreglamos para conseguir una mesa al frente. Estoy
pensando que es porque el dueño es aficionado del fútbol; estoy bastante seguro que la
mesa estaba ocupada cuando entramos.
Pero el anfitrión insiste que estemos aquí y se apresura con las bebidas.
—Excelente —dice Gray, frotándose las manos, con un brillo en sus ojos—. La
última persona en cantar compra las bebidas.
Ivy sonríe de lado. —Ya dijiste, Pastelito. Voy a enloquecerlos con mi canto.
Todos hacemos una pausa, nuestras miradas van como dardos de ida y vuelta,
cierta sensación de terror cae sobre la mesa.
Ivy nos ve y golpea su palma sobre la mesa. —Oh, por el amor a Dios. ¡Sé en lo
que están pensando! ¿Si soy mala bailando debo de apestar cantando? Pues bueno, no lo
soy. Canto increíble.
Hay un silencio incómodo, y ella resopla.
—¿Qué? ¿Piensan que no sé qué apesto para bailar? Me importa una mierda. —
Ella mira a Gray—. Así que puedes parar de bailar como un culo desde ahora.
Un sonido estrangulado lo abandona. —¿Lo sabías?
—Claro que sí. —Lanza un mechón de su cabello sobre el hombro—. Eres
demasiado coordinado en el campo, y se te olvida que haces esas danzas de victoria.
Él abre la boca por un segundo, entonces suelta una carcajada. —Jodidamente te
amo, Salsa Especial. —Con eso, lleva a Ivy a su regazo y la besa.
Fi, sin embargo, finalmente sale del trance en el que ha estado y confiesa. —Tú
cabrona —grita por encima de la música—. Todos estos años he estado cubriendo tu baile
espantoso y ¡lo sabías! —Levanta un puño—. Juro por Dios, Ivy Weed…
—Oh por favor —dice Ivy—. Tú pretendes que no sabes hornear así no tienes que
cocinar en las fiestas familiares.
Fi jadea. —No sé de qué hablas.
Ivy se inclina, sus ojos se estrechan. —Hornear galletas a media noche, ¿recuerdas?
Las mejillas de Fi arden y se mira las uñas con mucho interés mientras murmura
algo sobre los hermanos traicioneros en voz baja. —Esos eran antojos de síndrome
premenstrual y nada más. Estaba horneando bajo coacción.
—Bien, entonces —dice Gray, lo suficientemente inteligente para interrumpir
antes que la discusión se vaya a los rumbos oscuros de los períodos—. Hagamos un
dueto, Mac.
Ivy rebota hacia arriba. —¡Yo elijo la canción!
Ella sale corriendo y Gray sale disparado de su asiento. —No hay posibilidad en
el infierno de eso, Ivy Mac. ¡Mac!
Fi rueda los ojos. —Ella pondrá a Beyonce.
Me río con fuerza al pensar en ellos cantando “Drunk in Love”. —Estoy filmando
el asunto. —Saco mi móvil y lo dejo listo.
Ellos no cantan “Drunk in Love”. Es mucho peor. Demasiado. O tal vez igual de
horrible.
—Oh. Mi. Dios. —Los ojos de Fi se ensanchan antes de que se eche a reír.
Gray e Ivy se deciden por “You’re The One That I Want” de Grease. Ellos cantan a
todo pulmón las letras, sólo un poco fuera de tono, bueno completamente fuera de tono
en el caso de Gray y totalmente trabajando la multitud, quienes gritan y levantan sus
teléfonos para grabarlos. Está claro que Gray es reconocido.
Pero aun así, es terrible.
Fi y yo aullamos de la risa hasta que nuestros estómagos duelen y tengo que tragar
la mitad de mi agua embotellada.
—No puedo creer que ella sabía que apestaba bailando —murmura Fi,
observándolos, con una sonrisa tirando de sus labios.
—Bueno, cuando piensas en ello, tendrías que estar ciego para no darte cuenta —
contrarresto—. Quiero decir, su brazo agitándose sólo… —Me estremezco de manera
espectacular y Fi se ríe como esperaba.
—Cuidado —dice, con la mirada fija en el escenario y una sonrisa en sus ojos—.
Es mi hermana de la que hablas.
—Oye, amo a tu hermana también. ¿Eso cuenta?
Fi se gira y sus ojos verdes me mantienen cautivo. —Mientras eso no nos convierta
en hermano y hermana.
Me inclino hasta que casi la toco. —Ni siquiera cerca, Cherry. —Me robo un beso
rápido, suave y tengo la satisfacción de su jadeo.
Mi satisfacción crece cuando me voy hacia atrás y me mira un poco aturdida. Corro
la yema de mi pulgar sobre la suave curva de su labio inferior. Mi ingle se aprieta con
calor y necesidad.
—¿Me darás una respuesta pronto?
Sus pestañas se precipitan hacia abajo y alcanza su bebida. —¿Estamos en una cita
ahora, no? —Sus ojos verdes se asoman hacia mí—. ¿Se trata de una cita doble, verdad?
—Sí.
Sus labios tiemblan como si estuviera tratando de no sonreír. —Mañoso.
—En realidad no. —Me inclino más cerca, presionando mi brazo contra el suyo—.
Mira, sé que te estoy pidiendo salir de tu zona de confort…
—Sí, ¿qué con eso? Quiero decir, ¿siempre haces lo mismo? Porque de donde estoy
pareces ir a lo seguro.
Mis cejas se levantan. —Estoy bastante seguro que no hay nada seguro de ir por ti.
Sonríe, negando con la cabeza. —Pero sabes que estoy atraída por ti.
Me encanta escuchar eso. Me voy hacia atrás y miro a Gray ponerse de rodillas en
una triste parodia de John Travolta. Paso una mano por mi barba, me vuelvo hacia Fi. —
Bueno. ¿Qué tal esto? No me gusta ser el centro de atención. Si me levanto y llevo a cantar
a mi culo, ¿nos darías una oportunidad?
Se ríe. —¿En serio? ¿Me estás sobornando para tener sexo?
—En primer lugar, no hablo de sexo. Nunca te diría eso. —Sonrío, tocando mi
frente con la suya—. Podemos ir a casa ahora mismo y follar, Cherry, si eso es lo que
quieres.
Demonios, dime que eso es lo que quieres. No puedo soportarlo. Soy un niño
grande. Una parte de mí crece por la idea de tener finalmente a Fiona.
Ella se ve tan sonrojada.
—Estoy pidiendo una relación —digo—. O por lo menos un salto de fe.
Fi me mira como si estuviera tratando de averiguar si estoy loco o no.
Dejo que me mire, sentado hacia atrás, con mis caderas en el asiento. Su inspección
tiene hormigueando a mi piel. Tengo el loco impulso de arrastrarla a mi regazo y besarla,
perderme en esa dulce boca regordeta que tiene. Pero me quedo quieto.
—¿Subirás allá? —Asiente hacia el escenario donde Ivy y Gray se inclinan ahora.
—Y a cantar a todo pulmón —agrego. Mis tripas se revuelven ante la idea de actuar
delante de toda esa gente. No es algo que quiera hacer. Pero lo haré.
Ignoro la pequeña punzada de culpa que sigue cuando ella me da una sonrisa
malvada. Sé que está deseando verme, reírse de la misma manera en que lo hacemos de
Ivy y Gray.
—Antes de responder —digo por encima de los aplausos que siguen después del
desempeño de nuestros amigos—. Te advierto desde ahora. Nunca voy a mentirte, Fiona.
Pero no tengo la intención de luchar limpio.
Su sonrisa descarada apenas crece. —¿Estás jugando conmigo de nuevo, mañoso?
—Tal vez.
Ella acuna la parte posterior de mi cuello y me da un beso rápido y duro. —
Asómbrame, Dexter.
12 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Pagan Moore

Fiona
Oh, chico, estoy en problemas con este hombre. Me da una rápida sonrisa traviesa
mientras se levanta de su asiento, su cuerpo tan grande y fuerte se flexiona y se estira
bajo sus vaqueros desgastados y apretada playera gris. Él no se da cuenta de lo sexy que
es, eso sólo lo hace más caliente.
Pero no es tonto. Sabe que su osadía es irresistible para mí. Golpea su puño contra
la superficie de la mesa. —Voy a ganar, Cherry.
Gray e Ivy vuelven, con sus rostros radiantes y sudorosos. —Estuvimos
jodidamente grandiosos —anuncia Gray mientras Dex se va.
Mi atención se centra en el culo apretado de Dex. Como que quiero seguirlo y darle
una bofetada. En serio, su culo es una obra de arte. Estoy bastante segura que si alguna
vez lo veo desnudo me quemaré espontáneamente.
El calor sube hasta mis muslos. Quiero verlo desnudo. Lo quiero. ¿Lo suficiente
para arriesgarnos a una relación a larga distancia?
Gray finalmente se da cuenta que Dex va al escenario. —¡De ninguna jodida
manera! —Me mira, sus ojos están muy abiertos—. ¿No es él, verdad?
Mis mejillas duelen por mi sonrisa. —Sí lo es.
Ivy se deja caer a mi lado y toma un trago de su cerveza. —Alguien debe salir y
ver si los cerdos están volando.
Gray aún tiene los ojos y su boca abiertos mientras se sienta junto a ella. —No
jodas. ¿Qué le diste Fi-Fi?
—¿Por qué me miras? —Parpadeo con toda la inocencia que puedo reunir.
—Tiene que ser sobre ti cuando se trata de Dex.
No voy a reconocer que eso me calienta. En su lugar miro a Dex hacer su elección
y decir unas pocas palabras al operador de karaoke. Un aleteo de nervios me atraviesa.
Se ve lo suficientemente relajado, pero sus hombros en definitiva están tensos.
Mierda. Lo hice subir hasta allí. Bueno, no lo hice. Fue su idea.
Para impresionarme.
Me pongo roja. Tiene más agallas que yo. No hay manera que yo cante en público.
Los gatos de afuera suenan mejor que yo.
Me muevo en mi asiento, inclinándome hacia al frente, y luego hacia atrás,
mientras que Gray saca su móvil y se prepara para grabar, todo el tiempo enloqueciendo
sobre Dex.
¿Tal vez debería poner fin a esta situación?
Dex agarra el micrófono y camina lentamente por las escaleras hasta el escenario.
Hay una ola que lo saluda. También lo reconocieron.
Mierda en un palo. Él odiará esto.
Mis puños se aprietan mientras toma el centro del escenario, con la cabeza
inclinada, su mano agarra el micrófono apretadamente.
Mierda. Mierda. Mierda.
Estoy a mitad del camino de la silla para detenerlo, cuando la música empieza.
Reconozco las primeras notas. Ha escogido “Gold on The Ceiling” de los Black Keys.
—Mala elección —murmura Gray.
Mi corazón late muy fuerte, apenas puedo respirar.
Entonces Dex comienza a cantar. Y juro que mi mandíbula golpea la mesa.
La de Gray e Ivy también.
—Santa mierda —dice Gray antes de saltar de pie, con los puños en el aire y
gritando fuerte—. ¡Dex! —grita, salta arriba y abajo mientras la música truena.
Porque Ethan Dexter está derrumbando la casa, cantando como si fuera el jodido
dueño de la canción.
Su profunda voz rueda sobre mí y mis pezones se ponen duros. Me subo a mi silla
y grito, bailo con la música, cantando con el resto de la multitud.
¿Pero qué hace Dex? Sostiene el micrófono con las dos manos, con los ojos
cerrados, sus gruesos muslos entreabiertos. Una pierna salta al ritmo. Tatuado y barbudo,
los músculos flexionados, él es tan malditamente caliente, las mujeres le gritan.
No parece darse cuenta.
Entonces sus ojos se abren de golpe y se fijan en mí. Ese tramposo bastardo me
sonríe mientras canta las letras. Sé que me habla a mí. Espera mi respuesta.
Sonrío de nuevo, bailando, con mis caderas moviéndose. He estado en
innumerables fiestas, clubes y conciertos. He tenido novios de una sola noche. He crecido
en torno a la fama. Y hasta ahora, no me había dado cuenta de lo aburrida que había
estado pasando por las señales. Tal vez así es la vida; eres sólo una especie de avance
lento pero constante, caes en una rutina poco agradable hasta que algo viene a sacudir
las cosas.
Dex no me aburre. Ni siquiera un poco. La vida es un camino fuerte a su lado.
Termina la canción en un barrido, le regresa el micrófono al operador, salta hacia
abajo, y se dirige directamente hacia mí.
El sudor brilla en su frente. La gente le da palmaditas en la espalda y hombros,
tratan de darle los cinco, incluyendo a Gray, que está fuera de sí por la alegría. Dex no va
más lento, o rompe su mirada.
Cada célula de mi cuerpo salta, poniéndome nerviosa con necesidad y alegría.
Cuando está a un par de pasos, me lanzo hacia él y me atrapa. Mis piernas
envuelven su cintura mientras me aferro a él, encontrando su boca y la tomo.
Él acuna mi culo, me sostiene tan cerca en su contra mientras su lengua se desliza
profundamente.
Estamos sin aliento cuando nos separamos.
—Sabía que estabas jugando conmigo —digo contra su boca.
Se ríe. —Nunca dije que apestaba, sólo que no me gustaba la atención. Te dije que
no iba a pelear limpio, Cherry.
Pellizco su labio inferior. —Llévame a casa y vamos hacerte saltar, chico grandote.
—Dex se pone serio y me inclino hacia atrás para mirarlo—. ¿Eso fue poco convincente,
no?
Dex se sacude como si despertara. Su agarre en mí se aprieta. —No estoy seguro.
¿Eso es un sí a mi pregunta?
Mis dedos se enroscan en su cabello. —No voy a mentirte tampoco, Ethan. A pesar
de mí… en… en verdad no me gusta estar en el ojo público. Crecí en ello.
Su mirada es constante en la mía. —No te pondré en el ojo público, Fi. Nunca.
Asiento, porque sé que me protegerá. Es su naturaleza. Por desgracia, la mía
también. —Y no sé si estaré satisfecha con una relación a larga distancia. —Abre la boca
para hablar. Lo beso para calmarlo—. Pero voy a tratar, Ethan. Por ti.
Su respuesta es llevarnos fuera del club.
13 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Dex
A pesar de querer dejar el club tan rápido como sea humanamente posible y
encontrar una cama donde pueda tener mi tiempo con Fi, nos vamos a casa con Gray e
Ivy, sentados en el asiento trasero de la camioneta cavernosa de Ivy.
Gray es un paquete de energía efusiva.
—Amigo, eras como una estrella de rock —grita por encima del hombro, mientras
conduce hace una mueca de dolor hacía Ivy.
—Después de ti, Pastelito.
Él ignora a Ivy y sigue.
—¡Nunca me dijiste que podías cantar así! Jesús, ya no sé qué pensar. Mi esposa
sabe que es la peor bailarina del mundo y Dex es como un Dios del Rock.
Eso le gana una palmada de Ivy en la cabeza y unos ojos blancos míos.
—No soy tan bueno.
Estoy muy consiente de Fi a mi lado. Es cálida y suave y se apoya en mi hombro
con total confianza.
La voy a follar. El pensamiento es una declaración cruda salpicando en mi mente.
Hago todo lo que puedo para no estallar fuera de mi piel. Mi corazón late a un ritmo
frenético, ansioso y mi pene palpita contra mi pierna con la necesidad de ser impaciente.
Tomo una respiración, ignorando sus demandas.
—Sólo soy un imitador.
—¿Un imitador? —pregunta Fi. Su cara parpadea dentro y fuera de la vista, ya que
pasamos por varios postes de luz.
—Sí. Puedo cantar bien, pero básicamente pretendo ser Dan Auerbach allá arriba,
uso su estilo y entonaciones. —Me encojo de hombros. No es gran cosa. Así suene como
el cantante de The Black Keys. Fue divertido.
—Es fácil ser alguien más ahí arriba. —Fi me mira, su mirada penetra—. ¿Te
encantó, verdad?
Me encuentro sonriendo, recordando la oleada poderosa de energía y la alegría
que pasó por mí, sabiendo que la estaba entreteniendo a ella.
—Sí —digo—. Es verdad.
Y porque de repente me siento expuesto, el coche está demasiado tranquilo, llamo
la atención de Ivy.
—Ivy, ¿qué paso con el Fiat?
Ivy y Gray se conocieron porque él tomó prestado su pequeño Fiat rosado. Los
chicos se rieron tanto y le dieron mierda sin fin cuando él se apretó el culo en ese coche.
La nariz de Ivy se arruga con una sonrisa.
—Todavía lo tenemos. No creo que alguna vez nos deshagamos de él.
—Mejor que no —dice Gray—. Es nuestro coche del amor.
A mi lado, Fi hace una cara de náuseas, mete su dedo en la boca como si fuera a
vomitar. Me río y me acerco más a ella, tomando su delgada mano en la mía.
—De todos modos —dice Ivy, con todavía una sonrisa—. Cuando nació Leo, pensé
que sería mejor tener un coche familiar.
—Y yo le dije que por encima de mi huevo izquierdo conseguiríamos un
monovolumen. —Gray hace una mueca.
Ivy acaricia su rodilla.
—Y porque me gusta tu huevo…
—Y yaaaaa hay que terminar. —Corta Fi. Gracias a Dios. La palabra huevo me
llama la atención. Están doloridos ahora mismo.
El coche se pone silencioso de nuevo. Gray enciende la música. Lo que me deja en
mi capullo en la oscuridad con Fi. Los tonos calmados de Fluck6 derivan sobre nosotros
y mi conciencia se convierte en respiraciones suaves. Su olor crece, huele a champú
femenino, con una patada en el estómago, es un recuerdo de la excitación.
La voy a follar. Probablemente debería expresarlo mejor, haré el amor con ella o
adoraré su cuerpo con mi pene. Sí, algo como eso. Pero estoy bastante seguro que mi
primera vez será toda fuerza y frenético. Sólo ruego durar más de un minuto. Que pueda
satisfacerla.
El temor de no hacerlo se hace nudo en mi pecho. Quiero complacer a Fi. Más que
complacerla. Quiero que olvide a todos los chicos antes de mí. Pero aparte de ver porno
y leer sobre algunas técnicas, tengo cero experiencia, lo que reduce enormemente darle
su máxima satisfacción.
¿Por qué esperé todo este tiempo? Sé que es muy importante practicar. Debí de
dejar de pensarlo tanto y haberlo hecho en la universidad. Joder mi camino más allá de
la ignorancia y acumular algunas habilidades para hacerlo bien.
El pulgar de Fi se desliza sobre mi palma, apenas un toque, pero cada nervio de
mi cuerpo lo sigue. Esa pequeña caricia se siente mejor que cualquier cosa. Me inclino a
su toque, llevo mi nariz a su cabello. Nadie en la tierra huele como Fi. Nadie hace ese
sonido particular que hace cuando respira. Y ante eso, me alegro que no he estado con
alguien más. No quiero tocar a nadie más que a ella.
Las puntas de sus dedos vagan por mi brazo interior. Arriba y abajo. Siento como
si lo corriera por el eje de mi pene. El peso de su mirada me tiene cerrando los ojos
fuertemente, aprietos los dientes, así no la tomo aquí y ahora, arrastrándola sobre mi polla
dura.
Liberando un aliento, me encuentro con su mirada. En la oscuridad del coche, sus
grandes ojos brillan. Mis respiraciones son lentas hasta que inhalo.
Y sigue acariciándome, como una ligera pluma a través de mis bíceps,
deteniéndose en mi muñeca. Jesús. Le da un pequeño tirón a mi dedo y es como si
agarrara mi pene. Gruño, trago un gemido más fuerte.

6
Grupo musical.
Y Fi lo ve todo, su expresión es absorta. Estoy en su hechizo, mientras ella habla
únicamente para mis oídos.
—No puedo dejar de tocarte —dice.
—¿Me has escuchado quejarme?
Sus labios se rizan. Pero la sonrisa muere con la misma rapidez y libera una
respiración suave.
—Este es el viaje más largo de todos.
No puedo evitarlo. Tengo que tocarla. Mi mano se desliza por su muslo. Sé que
debajo de esos vaqueros apretados está la piel más suave que la seda, suave y exuberante.
Ella tiembla bajo mi tacto y cuando acuno su calor, esos muslos se frotan sobre mi mano.
Le doy un apretón. Está húmeda, incluso a través de esos gruesos vaqueros. Jódeme.
—¿Estás dolorida aquí, Cherry? —susurro, mirando sus ojos vidriosos, sus
párpados aleteando hacia abajo.
Sus pequeños dientes blancos muerden su labio inferior mientras me mira. Mi
pecho se engancha. Empujo un poco más duro y soy recompensado con la vista de sus
labios abriéndose, como si estuviera luchando contra un gemido.
Ella agarra mi muñeca, y creo que me apartará, pero me sostiene. Poco a poco,
llevo mis dedos en un círculo.
—Este es el único lugar donde quiero estar —digo, mi voz es como un fantasma
en la oscuridad.
Se inclina contra mí, con los labios abiertos en mi hombro, jadeando y húmeda.
Por debajo de su suéter sus pezones están duros, quiero atraparlos con los dientes,
chuparlos.
Estoy cayendo con la intención de hacer eso cuando el coche se detiene, rompiendo
el hechizo. Gray enciende la luz cuando abre la puerta. Fi llama mi atención. Sus mejillas
están rosadas.
Y ya estamos aquí. Y va a suceder.
Fiona
Juro que mi corazón está tratando de salir de mi pecho mientras Dex agarra mi
mano y en silencio, subimos las escaleras, consciente de la mirada de mi hermana y Gray.
Dex me sigue, su agarre es seguro, sus pasos constantes.
Él me lleva con esa mirada intensa, todo caliente y con ganas. Hace que dé un paso
tras otro. Yendo más y más alto.
Tiemblo al subir las escaleras. Esta será la primera vez de Dex. Y es un honor para
mí.
Lo que me sorprende de cuanto me importa. Cuánto le importa a él.
Cuando estoy con Dex, no me preocupo de ser lo suficientemente buena. En lugar
de ello, soy consciente de mi cuerpo, la forma en que se siente, se mueve y reacciona al
suyo. Me pone en un estado de euforia con anticipación. Es adictivo y lo quiero todo de
él.
En el momento en que entramos a su habitación y cerramos la puerta, me tiemblan
las rodillas. Me vuelvo para enfrentarme a él. Su boca es cálida y abierta, asegurando lo
que quiere. Mi pulso salta. Atrapo un aliento y lo beso de nuevo, saltando en sus brazos
cuando me agarra el culo y me levanta alto.
La habitación da vueltas y entonces estoy en la cama de Dex, cabalgando sus
muslos gruesos mientras él se inclina sobre la cabecera. Como si el estar en la cama nos
ralentizara.
—Me encanta la forma en que me besas —digo contra los labios de Dex.
—Me encanta la forma en que sabes —murmura antes de dar una lenta probada.
Me estremezco, sintiéndolo por mi columna, por mis piernas.
—No besas como un virgen, Ethan.
Me besa de nuevo, un poco más profundo, mordiendo mi labio inferior. Con un
gruñido se apodera de mi culo y me acerca más.
—Y seguro que no actúas como uno —susurro sin aliento.
—Supongo que olvidé leer el manual de los vírgenes. —Su voz es ronca contra mi
piel—. He tenido mucho tiempo para pensar en lo que te haría si alguna vez tuviera la
oportunidad. Los planes son detallados, Cherry.
Su mano acuna mi cabeza, me envuelve por completo y besa su camino por mi
cuello. Me estremezco en respuesta, envolviendo mis brazos a su alrededor, acercándome
más, porque no hay manera que lo pueda mover. Es demasiado grande.
¿No había rechazado a los tipos grandes antes? Que error. Hay tanto que explorar.
Mis manos caen sobre sus hombros, sus músculos son como granito.
—Quítate esto. —Jalo su manga. Quiero verlo, sentir su piel caliente.
Dex jadea en la base de mi garganta antes de retroceder. Agarra su playera y la tira
por su cabeza en un rápido movimiento. Su cabello fluye alrededor de su rostro mientras
se sienta y me mira con los ojos llenos de humo.
—Santa y dulce mierda —digo en un jadeo.
Él sonríe, incluso los dientes blancos destellan en el marco de su barba oscura.
—Nunca escuché eso antes.
Ni siquiera puedo responder. Estoy demasiado ocupada mirándolo. Ya que Ethan
Dexter, sin camisa, es impresionante. Sabía que estaba bien construido, pero esto es
mucho más.
No hay nada de grasa o lleno de rollos. Simplemente es sólido, definido. Un cuerpo
diseñado para tener impacto duro. Para soportar. Hombros anchos. Su abdomen es como
una losa, con un pequeño sendero feliz de vello dorado unas pulgadas más debajo de su
ombligo.
Las mangas de tatuaje van desde sus muñecas a los hombros. La escritura elegante
se extiende por las clavículas.
—Aquí hay dragones. —Leo en voz alta—. ¿Tú eres el dragón?
La comisura de sus labios se levanta. Sus manos descansan en mis caderas,
sosteniéndome.
—Los cartógrafos lo ponen a lo largo de las fronteras, en lugares donde aún no han
sido trazados. Es una referencia a lo desconocido, a ser conscientes de lo inexplorado.
Me asomo y veo las líneas de latitud y longitud débiles debajo de las palabras. El
mapa se extiende hasta los hombros, donde juegan dos serpientes de mar.
Trazo las palabras y él se estremece, sus pezones de ponen duros.
—Santo infierno. —Su pezón izquierdo está perforado—. No esperaba eso.
Sus mejillas están sonrojadas.
—Yo… ah… tengo la piel sensible. Tatuajes, perforaciones, esos dolieron como un
hijo de puta. Pero el dolor me ayuda a concentrarme cuando estoy demasiado… —Su
color se hace más rojo.
—¿Caliente? —digo, pasando mi dedo suavemente por su piel porque no puedo
dejar de tocarlo.
—Sí.
—Tienes muchos tatuajes, Ethan.
Sus ojos arden en los míos.
—Sí.
Casi es demasiado, pensando que suprime toda esa lujuria y necesidad y cómo
todo eso se concentra en mí ahora. Toco la pequeña barra de plata. Dex gruñe, empujando
sus caderas contra las mías. Me mira, con los párpados un poco bajos y los labios
entreabiertos.
—¿Te gusta eso? —susurro, haciéndolo otra vez.
Sus dedos se aprietan en mis muslos, su gruesa erección en sus vaqueros se
balancea hacia atrás y adelante. Pongo mis manos en sus hombros, acariciando su piel
suave.
—¿Tienes alguna idea de lo jodidamente caliente que eres? —Presiono un beso en
el hueco de su garganta.
Él traga duro.
—Lo que sea que digas ahora, te creo.
Tarareando una respuesta, lo beso de nuevo, entre sus pectorales, moviéndome
hacia abajo para tocar el pezón.
Gruñe mientras chupo la barra dura, se siente fresca en mi boca. Todo su cuerpo
tiembla, sus dedos amasan mis hombros como si no pudiera sostenerse o dejarlos ir.
Me incita, me hace tomar ese delicioso nudo entre los dientes y morderlo, tirar del
metal.
—Oh, mierda, Cherry. —Prácticamente me sacude con el empuje de sus caderas,
arqueando su espalda fuera de las almohadas. Y ni siquiera he llegado a su pene.
Lo que es todo lo que quiero ahora. Sonrío contra su piel y mordisqueo un camino
por su abdomen. Dex me mira. Me pongo de rodillas, inclinando mi cuerpo para que él
tenga una mejor vista. Mi lengua sale, lamiendo el pequeño botón de sus vaqueros.
—Estás tratando de matarme —dice ronco.
—De la mejor manera posible. —Acaricio un sendero, mis dedos van hacia la
cremallera. Está estirada sobre su pene y la cremallera hace un fuerte zumbido mientras
la bajo.
Me encanta la forma en que jadea, sus abdominales se contraen como si tuviera
miedo de sentir mi tacto, pero después se levantan como si dijera, por favor, por favor,
más abajo.
Poco a poco bajo los vaqueros y rizados vellos me saludan. Demonios, no hay nada
más que Dex aquí.
Su pene se desliza fuera, levantándose por atención.
—Jesús —jadeo.
—¿Qué? —susurra ronco y levanto la vista para ver sus mejillas enrojecidas, su
expresión aturdida. Tiene sudor reluciente sobre todo su pecho.
—Dame un momento —digo, mi mano se estira para tocar su piel caliente. Está
tan jodidamente duro que pulsa. Él traga, su pene salta bajo mi tacto.
Tengo que tomar un respiro y calmarme. A algunas chicas no les gustan los penes,
o como luce. Pero a mí sí. Me encanta todo lo relacionado con la anatomía masculina. Dex
es hermoso, tan grande que se ve todo trabajado y sé que voy a sentir cada empuje que
haga. El único pensamiento tiene presionando mis muslos por la anticipación.
Pero eso no es lo que mantiene mi atención ahora.
No.
Tiene una perforación. Una barra de metal en la cabeza de su pene. Y otra en la
parte baja. Nunca he estado con un tipo que tiene perforaciones, pero he oído historias.
Sé que esas pequeñas bolas llegan a todos los lugares correctos.
Mi pulgar frota la bola grande en la parte superior y Dex aspira aire con fuerza.
Pero no se mueve. Está esperando lo que diré.
—Ahora, esto. —Lo froto de nuevo, amando la manera en que se contorsiona—,
tuvo que doler.
—No tienes idea —dice con una voz cruda.
—¿Cuándo? ¿Y por qué?
Dex se lame el labio inferior. —Después de la boda. Te quitaste ese sujetador verde
y bragas tan diminutas. Mi sueño húmedo de pie frente a mí. Tuve que ir detrás de ti en
ese entonces.
No estaba lista para él en ese entonces. Todavía estaba sobre las fiestas salvajes y
arrastrándome a través de la universidad. No habría apreciado a Ethan de la forma en
que se merece.
Me muevo a través de su cabeza ancha, buscando la perforación más pequeña. Sus
caderas se mueven y silba, pero me deja seguir jugando.
—Pudiste encontrar a alguien más —murmuro—. ¿Sabes cuántas mujeres
matarían por tenerte?
—No quería a nadie más —susurra—. Tenías que ser tú.
Dios, el pensamiento de que me desee tanto. Es todo lo que se necesita para ocultar
la fachada de calma. Esto me aterra. Y me dan ganas de llevarlo con fuerza y mantenerlo
para siempre.
Sus ojos solemnes son enmarcados por esas pestañas gruesas, las cuales están bien
abiertas y su pecho sube y baja con cada respiración pesada.
—¿Ellos no tienen ni un puta idea, verdad? —Mi voz apenas es un susurro.
Se queda quieto, los músculos a lo largo de su torso se aprietan mientras me
devuelve la mirada. No tengo que dar explicaciones; él sabe exactamente lo que quiero
decir, y me da una negación de cabeza, con su garganta tragando duro.
No. Nadie más que yo. Porque él no los deja. El contenido alojándose en las
sombras, proporcionando apoyo cuando sea necesario, sin exigir nada para sí mismo.
Hasta que llegué yo.
Veo a Ethan Dexter; él brilla para mí. Y me quema más que cuando estoy en el sol.
Tomo una respiración profunda y el aire se siente caliente y seco, estoy tan
necesitada de él. Pero esto no es sobre mí. No ahora.
Mi mano se desliza por su longitud, casi sin tocar su piel sedosa. Aun así, su cuerpo
tiembla por completo, su expresión es como si estuviera en la pura tortura y éxtasis.
—No pienses más, Ethan. Muéstrame como lo quieres. —Beso su punta
redondeada y salta contra mis labios. Está tan ansioso. Mis ojos se quedan en los suyos—
. Necesito que me muestres.
Sus orificios nasales se abren en una respiración contenida y después me alcanza,
su gran mano abarca la parte posterior de mi cabeza. Sus largos dedos se enredan en mi
cabello. Me sostiene lo suficientemente apretado que siento que jala mi cuero cabelludo.
Demonios, lo siento en mis muslos.
Ellos se aprietan cuando guía mi cabeza hasta su pene. Esos serios ojos me miran.
Su voz es un ruido sordo.
—Abre.
Dios.
Mis labios se abren, mi respiración se agita. Pero él no me empuja. No, el desvía
su mano libre alrededor de la amplia base de su pene y aprieta la punta, pasándolo por
mi labio superior.
La bola de metal fresca pasa a lo largo de mis labios, es un contraste con toda esa
carne caliente, un profundo gemido se rompe dentro de mí. Sin licitación, abro más la
boca, deseándolo en mi lengua.
Sus ojos queman en los míos.
—Chúpala.
Y lo hago, una probada a lo largo de la ranura de su pene.
Sus fosas nasales se abren.
—Más, Cherry. Lame duro y lento.
—¿Así? —Corro mi lengua por su corona, lamiendo como si fuera un cono de
helado.
Ethan se muerde el labio inferior, sus pestañas revolotean hacia abajo y se las
arregla para darme un asentimiento. Así que lo hago de nuevo, ganándome un gemido
de él.
—Oh, Jesús, Fi… tal vez… ah… Dios, Cherry, hazme lo que quieras. Soy tuyo.
Todo tuyo.
Se tira hacia atrás, su cuerpo ocupa toda la cama, tiene un brazo sobre su frente,
un labio entre sus dientes, como si tuviera dolor. Me mira hacia abajo, lleno de deseo y
necesidad, parece casi indefenso.
Mío.
Beso la punta, le sonrío y después lo chupo profundamente.
Grita fuerte y largamente con su garganta ronca mientras su espalda sale de la
cama, casi saliendo de mi boca. Envuelvo mis dedos alrededor de su base, bajando y
subiendo, ya que tengo mi boca en su perforación.
—Mierda, mierda, mierda. —Sus manos se hacen puños en las mantas, tirando de
ellas, mientras sus caderas se mueven y contraen.
Sonrío alrededor de su pene. Pronto.
Torturar a Ethan me tortura también. Estoy tan caliente entre mis muslos, y mis
pezones duelen. Me hundo en él, aprieto las manos en sus gruesos muslos. Es tan grande
y duro en mi boca, mi mandíbula duele. No me importa. Podría hacer esto todos los días.
Me tomo mi tiempo, explorando cada pulgada, la gloría de él, sus bolas pesadas y
ruedo suavemente mi palma en ellas. Oh, él ama eso.
—Dales un tirón —susurra, sonando desesperado.
Cuando lo hago, todo su cuerpo se estremece.
—Fi, Fi, voy a… —Se lame los labios y me mira como si hubiera perdido la
capacidad de hablar.
Oh, pero lo sé. Quiero que él se corra de manera espectacular. El poder de su
cuerpo se mueve bajo mi tacto. Es embriagador. Y cuando se viene con un gemido de
agonía, se entrega totalmente a mí, es cuando caigo completamente bajo su hechizo.
14 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Dex
La fantasía y la realidad, nunca son iguales. He fantaseado con la boca de Fiona
Mackenzie chupando mi polla más veces de lo que debería admitir. Ni una sola vez se
pareció a esto.
No quería recordar esos vagos recuerdos, esas memorias fracturadas de la única
otra chica que me prestó estos servicios hace tantos años. Ellos no tenían lugar en
comparación a Fi. Así que sólo tuve mi imaginación para seguir adelante.
Mi imaginación es una perra débil en comparación con el calor de Fi, la boca que
se siente como la seda de Fi, la forma en que sus delicadas manos se deslizan sobre mí,
acarician y tocan como si quisiera sólo complacerme, llenar mi necesidad, y eso es lo que
importa.
Me siento débil. Quiero caer a sus pies y confesar mi devoción eterna. Si esto es lo
que pasa con una simple mamada, no quiero ni pensar lo que pasará cuando por fin me
hunda en su dulce cuerpo. Probablemente tenga un puto aneurisma o algo así.
Tal como es, ahora mismo estoy jadeando como si hubiera corrido por kilómetros.
El sudor sale de mi piel, hace que mis vaqueros estén húmedos y pegajosos alrededor de
mis muslos. Los quiero fuera. Quiero todo fuera. Nada entre nosotros.
La verdad, es que soy un puto desastre. Mis manos son torpes y tiemblan mientras
alcanzo a Fi, levantándola sobre mi pecho para poder besarla. Ella viene de buena gana,
con sus labios abriéndose, enredando su lengua con la mía. Sabe a mí, a ella, a nosotros.
El hecho que nos hemos convertido en “nosotros” tiene a mis dedos enredándose
en su cabello, tirándolo de él. Mi beso ahora no tiene ninguna habilidad. Sólo necesidad.
—Te necesito desnuda. Necesito tocarte.
Ella asiente, me da otro beso, se suelta para llegar el borde de su suéter. La estoy
sosteniendo demasiado cerca, no la quiero dejar ir. Quito rápidamente su top de abajo y
entonces me quito mis propios vaqueros.
—No me quería correr —le digo. Suena como una acusación, pero en realidad no
lo es.
Venirme en su boca. Joder. Sólo joder. Ella me chupó tan bien, su boca tiró de mi
polla como si la necesitara para vivir. Me hizo sentir débil hasta el demonio y como un
Dios entre los muertos. Ya que Fi me había elegido. Fuera de todas las perspectivas, ella
me quería.
—Te correrás de nuevo —asegura, mordisqueando mi cuello—. Sólo tomé la
ventaja.
Más bien soltó mi lado primitivo, reclamándola en el momento. Parece que no
puedo controlar a mi miembro. Demonios, mi pene se está poniendo duro de nuevo.
Estoy seguro que estará duro y listo durante muchos días.
Se está riendo ahora. Sé que es porque estoy atrapado en mis vaqueros, la tela se
enganchó en mis tobillos. Fi extiende la mano y me libera. Estoy desnudo y ella no. Eso
tiene que ser solucionado.
—Estos fuera. —Un solo tirón y sus pequeños vaqueros están volando a través de
la habitación.
—Guau, chico grandote —dice con otra risa, sus ojos verdes brillan—. Espera un
segundo.
He esperado veinticuatro años. Tomo un respiro, calmándome. Lo que quiera Fi,
se lo voy a dar.
Tragando con dificultad, me incorporo, presionando mis puños contra mis muslos
para no alcanzarla. Porque es tan hermosa sentada en su sujetador de encaje y bragas.
Ella agacha su cabeza, metiendo un mechón de pelo detrás de su oreja. —Tengo
un DIU7.

7
DIU: Dispositivo Intrauterino Anticonceptivo
—¿En serio? —Probablemente no debería decirlo de esa manera, todo consternado
y como mierda, pero estoy distraído y se me salió. Eso sonó como a una chica con una
relación comprometida. No me gusta la idea de Fi habiendo tenido una relación seria
antes de mí.
Ella me da una mirada.
—Sé que suena… extremo. Pero después de lo de Ivy… —Se muerde el labio y se
encoge de hombros—. Sólo quería ser muy cuidadosa.
Asiento, porque ahora lo entiendo. Ivy y Gray quedaron embarazados en su último
año de universidad. No fue planeado y después Ivy abortó. Gray quedó destrozado, y
pasé muchas noches con él y Drew jugando juegos de video, básicamente para distraer al
chico. Más tarde, cuando se casaron y quedaron embarazados de nuevo, Gray era un
manojo de nervios hasta que Ivy llegó a su segundo trimestre y en realidad pudieron ver
la ecografía de un bebé vivo y saludable dando vueltas en su vientre. Puedo imaginar
que Fi también fue testigo de la gran cantidad de dolor de Ivy.
Fi pone su mano sobre la mía.
—Estoy limpia. Me hice un estudio después de mi último novio. Tengo un correo
con mis resultados. —Ella se mueve para alcanzar su móvil pero le toco el hombro antes.
—Te creo.
Curiosamente, frunce el ceño.
—No deberías. No creas lo que cualquier chica te diga. Hay muchas mentirosas y
tramposas haciendo diciendo mierda para atrapar a los atletas. Demonios, debes
comprobar que tengo un DIU…
La beso. No con lengua, sólo presionando mis labios con lo de ella para detenerla.
Ella parpadea hacia mí cuando me alejo.
—Cherry, sólo se trata de tú y yo. Así que deja de hablar de otras chicas locas.
Confío en ti y en verdad me importa una mierda si crees que no debería hacerlo.
Lucha contra una sonrisa.
—Tan delicado.
—Sí, bueno, me enoja que me imagines con otras mujeres.
—Ese pensamiento también me enoja demasiado, chico grandote.
—Bien. —Acaricio la pequeña curva de su labio con mi pulgar—. Ahora, ¿eso es
tu forma de decirme que no quieres usar condón?
El pensamiento hace cosas divertidas en mi interior. Me hace pensar en un por
siempre y en exclusividad y finalmente estar dentro de Fi.
—Estás sonriendo. —Señala.
—Lo estoy. —Sonrío un poco más, besando la curva de su cuello.
Fi inclina la cabeza más para darme espacio.
—Es tu primera vez, Ethan. Debes tener la experiencia completa.
Delicadamente, como puedo, paso la punta de mi lengua por su cuello, amando la
forma en que se estremece. Cuando llego a su boca, me baño de su sabor, y ella gime.
Dios, es deliciosa.
Mía. Toda mía.
Mis dedos van por su cabello, sosteniendo con fuerza.
—¿Puedo tener la experiencia completa ahora?
Se ríe, el sonido es amortiguado contra mis labios y sus brazos se envuelven
alrededor de mi cuello mientras me acercan.
—Puedes tenerlo todo, Ethan.
—Estás advertida, Cherry, voy a tomarlo. —Con eso, la pongo en mi regazo. Con
un movimiento suelto su sujetador. Toco sus pechos, paso mis labios sobre el pezón antes
de succionarlo más duro, tomando gran parte de su pecho en mi boca como puedo. Soy
codicioso, tan codicioso con ella.
Me encanta la forma en que gime y se acerca a mi tacto. Quiero darle más sonidos.
Mis dientes muerden lo suficiente para hacerla sentir, hacerla que se retuerza. Con dolor
y placer.
Sé cómo debió sonar mi confesión, cómo me perforé en un lugar doloroso para
poder alcanzarla. Pero no fue completamente impulsivo. Sabía que finalmente todo eso
se iría y sólo vendría el placer.
Siempre imaginé a Fi. No importaba si trataba de seguir adelante. Con el tiempo
mi mente volvía a Fiona. Ella es mi primera, la quiera o no. Pero pasa que sí lo hago. Y
voy a tenerla. Así que mis nervios sobre tener sexo por primera vez se esfuman como la
niebla al sol.
Poniendo su espalda sobre la cama, agarro sus bragas. El viaje del pequeño trozo
de tela parece no tener fin por sus piernas. Tortura.
Fi sólo se ríe. Nunca he conocido a una chica como ella. No es tímida, sin embargo,
tampoco presumida. Sabe que me muero por verla. Es claro por la forma en que se
acuesta, con un brazo sobre su cabeza y el otro en mi hombro. La forma en que me dice,
soy tuya, haz lo que quieras conmigo.
Un soplo sale de mi boca. Estoy temblando como una hoja. El sudor cubre mi piel,
me hace temblar aún más. Y sin embargo, estoy tan jodidamente caliente que casi no
puedo respirar.
No puedo dejar de acariciar sus curvas, su piel tan lisa y suave que podría tocar
para siempre. No puedo dejar de mirar la punta rozada de sus pezones, tan cremosos que
encajan perfectamente en la palma de mi mano. En la caída de su cintura y el ancho de
sus caderas, el pequeño triángulo de oro.
Es tan hermosa, tan perfecta, mi pecho se siente como si pudiera hundirse.
Sus carnosos labios se enrollan en una sonrisa.
—Ahora sé que incluso un jugador de fútbol tiene que haber visto una buena parte
de mujeres desnudas.
Está en lo correcto. Las chicas no son tímidas alrededor de los atletas estrellas. He
visto a un montón de ellas. Todo tipo de formas, tamaños y colores.
—No puedo ser tan diferente —dice.
Mis manos se fijan en la curva de sus caderas, en el punto el cual desciende hasta
su delicioso trasero.
—Lo eres. —Un pequeño surco se forma en sus cejas y me inclino para presionar
mis labios allí—. Eres mía. Eso hace toda la diferencia del mundo.
Puedo sentir su sonrisa. Acuna la parte trasera de mi cuello, pasa los dedos por mi
piel, enviando rayos de calor a lo largo de mi espalda.
—Tómame, Ethan.
Ni siquiera estoy consciente de moverme, pero la estoy besando, profundo y duro,
como si la necesitara para respirar. Suaves labios, bocas calientes. Mi lengua se sumerge
de nuevo, una vez más, necesitando más. Me muevo sobre ella, mis caderas se asientan
en sus piernas.
Maldita sea, es mucho más pequeña que yo, delicada y frágil. No quiero aplastarla,
pero abre sus muslos más, suspiro mientras ella lo hace y sólo quiero presionarme hasta
que cada pulgada de mi piel cubra la suya.
Mi pene está a lo largo de su canal entre sus piernas y está tan duro que duele. No
puedo evitar mover las caderas, deslizándome y moliéndome contra su dulce coño. Pero
no es suficiente. Quiero entrar. Es pura agresión, necesidad.
Aprieto los dientes, descanso mi peso sobre los codos y la miro.
—¿Está bien? —No sé si se lo pregunto a ella o a mí mismo. Estoy temblando de
nuevo. Siempre agitado con ella. Podría detenerme con una palabra, una mirada y lo
sabe.
Su sonrisa es tierna mientras quita la maraña de mi cabello húmedo colgando
alrededor de mi rostro.
—Perfecto, Ethan.
Fuerzo a que mis pulmones respiren, luego levanto mis caderas lo suficiente para
que la punta de mi pene se encuentre en su apertura. Es tan cálida y resbaladiza. Trago
convulsivamente, mi corazón amenaza con salirse fuera de mi pecho.
—Fi —susurro, buscando sus ojos.
Su mano se desliza sobre mi trasero, lo aprieta, instándome a moverme. Y entonces
estoy empujando. Y entro.
Un gemido se escapa de mí, suena como si tuviera dolor, cuando en realidad estoy
en el cielo. Apretado, húmedo cielo caliente. Creo que estoy llorando. No lo sé. Mi único
pensamiento es más. Y ahora.
Empujo hasta que es demasiado apretado para llegar más lejos. Entonces me hago
hacia atrás.
Santo y dulce infierno. El deslizamiento hacia fuera es casi tan bueno. Sólo, mierda,
necesito empujar de nuevo. Y más duro. Más profundo. Así que lo hago, haciendo mi
camino, luchando por cada pulgada y disfrutando de cada puto segundo de ello.
Debajo de mí, los ojos de Fi revolotean cerrados, su delgada espalda se arquea
hacia mí. Es tan frágil. Y sin embargo, Dios, ella separa las piernas más, hace esos
pequeños gemidos y jadeos al aire, como si estuviera desesperada porque fuera más duro.
Se necesita de toda mi voluntad para no golpear en ella como una bestia. Porque
la necesito con seguridad.
—¿Es bueno? —susurro, mi voz parece más un jadeo, mis brazos se agitan a su
lados.
—Muy… demasiado… —Traga con dificultad estrellando sus caderas,
trabajándose en mí.
Es apretada. Sus paredes resbaladizas me aprietan. Mi polla palpita y va más
profundo.
—¿Te gusta estar llena de mi polla?
—Joder, sí. —Las puntas duras de sus pezones se presionan contra mi pecho—.
Más —dice—. Más.
Así que se lo doy. Bombeo su perfecto coño. Hasta que toco fondo. Por un segundo,
me mantengo inmóvil, todo mi cuerpo se tensa contra ella. Cierro los ojos, aprieto los
dientes. Tiemblo a través del calor de mi piel. Mi pene se pone más duro, siento las olas
de calor en mi trasero, bajando por mis muslos.
No te corras. Jodidamente no te corras.
Tomo aire y quema a través de mis pulmones.
Entonces ella me toca, el roce de sus dedos trazan mi mejilla.
—Ethan.
La encuentro mirándome, con sus mejillas sonrojadas y está húmeda por el sudor.
Tan hermosa que no puedo hablar. Su pulgar acaricia mi piel.
—Ahora, bebé.
Un gemido se me escapa. Me pierdo, empujando con necesidad ciega. Y se siente
tan bien, tan jodidamente bien, todo mi cuerpo arde. No puedo evitar mirar hacia abajo,
mirarme a mí mismo, más duro de lo que he estado y reluciente con sus jugos interiores
y salientes de su precioso coño.
La vista me envía a toda marcha, me tiene empujando con más fuerza, amándola
con todo mi cuerpo.
Pero tengo que hacer lo correcto por ella.
—Dime qué hacer —digo roncamente contra su boca—. Dime cómo complacerte.
Está respirando tan ligero y rápido, sus brazos rodean mis hombros.
—Lo que haces ahora… —Se desplaza un poco debajo de mí, frunciendo el ceño
en concentración. Tan jodidamente hermosa—. Empuja hacia arriba cuando empujes.
Bien… —Su respiración se engancha cuando lo hago—. Sí. Justo allí, Ethan.
Lo hago de nuevo. Observándola. Amando la forma en que su cara bonita hace
una mueca con el placer, mientras gime y suplica que llegue a ese lugar dentro de ella. Y
cada vez que lo hago, mi perforación empuja y tira, enviando putas olas de sensaciones
por mi polla.
La follo hasta que mis bolas se llenan, golpeándola, siento un hormigueo por mi
espalda. —Cherry, estoy cerca. No quiero… —Empujo de nuevo y gimo. La lujuria es
como un trueno dentro de mí—. No me quiero correr sin ti.
Sus grandes ojos se aturden.
—Chupa mi pezón y fóllame duro, Ethan.
Jesús. Casi me vengo en el acto.
Jadeando, estiro el cuello, encuentro el brote rígido de su pezón y tiro de él. Ella
gime, se retuerce contra mí como si quisiera alejarse. Sólo que está tirando de mi cabello
más cerca, como si tuviera miedo que fuera a parar. De ninguna manera.
Golpeo en ella. Dándole más. Tomando más.
Hasta que Fi grita, su delgado cuerpo se tensa contra el mío. Las paredes de su
coño se aprietan, comenzando a tirar de mi polla en pulsos rítmicos. Y lo pierdo.
Tan bueno. Tan bueno, que no puedo pensar. Su pezón queda libre y mi cara se
entierra en el hueco de su cuello húmedo cuando gimo y empujo hasta que me corro tan
duro, que ni siquiera puedo recordar mi nombre.
Sólo el de ella.
—Fi.
15 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Fiona
Me despierto tarde. Otra vez. Bueno, me había despertado antes con Dex
deslizándome en mí y follando con un ritmo lánguido, casi perezoso. Estaba dolorida, y
él también. Lo que no fue suficiente para detenernos. No hasta que perdí mi mente, lo
que hago cada vez que se desliza dentro de mí.
¿Por qué su perforación? ¡Aleluya! Y alabado sea el alma valiente que pensó, voy
adornar a mi hombría con una corona. Nada, nada en esta Tierra verde era tan bueno
como la sensación del grueso pene perforado de Dex, empujándose y saliendo de mí.
Bueno, tal vez sí había otra cosa: ser testigo de Ethan Dexter corriéndose. Lo juro,
podría tener un orgasmo sólo de verlo, la forma en que su gran cuerpo empieza a temblar,
sus cejas apretándose mientras pareciera que está en un dolor. Pero sobre todo, la forma
en que se entrega, golpeando en mí como si fuera a morir si se detuviera, esos sonidos
desesperados que hace entre gemido y gemido.
Que este grandote, me hace caer cada vez más. Y hubiera querido que se quedara
en la cama conmigo. Posiblemente nunca lo deje.
Pero el fastidioso de Gray comenzó a mandar mensajes y después subió las
escaleras, molestando a Dex que levantara su trasero y se preparara.
—Él no dejará pasar esto —murmuró Dex.
—¿Se trata sobre una venganza, no? —Me dejé caer sobre mi espalda.
—Los hombres son una especie de gilipollas de esa manera. —Se sentó con un
gemido.
Así que mientras se duchó y salió, me dejé caer en el sueño de nuevo, con una
felicidad sin fondo para sólo aquellos que saben cómo se siente trabajar hasta tarde.
Tan pronto como despierto, lo quiero aquí. Ha estado fuera durante dos horas y lo
extraño tanto que me duelen los huesos terriblemente. Mi estómago debe estar hecho
nudos por el desorden de trabajo. No puedo esperar para escuchar su voz. Quiero sentir
su calidez sólida, tocar su cuerpo.
Dios, mis manos se cierran con la necesitad de envolverlas en la gruesa polla fuerte,
jugar con su perforación plateada y oírlo hacer esos gemidos bajos.
Tengo que presionar mis piernas para aliviar el vacío allí.
Todo esto y sólo han pasado unos días con él. Soy una adicta ahora. Una dosis y él
es mi droga. ¿Y qué tan bueno será esto cuando regrese a New York?
El timbre de mi móvil me saca de mis pensamientos.
El identificador de llamadas dice que es mi compañera de trabajo Alice. Lo cual es
bastante raro, así que contesto.
—Hola. —La voz de Alice es baja, el sonido del tráfico suena en el fondo—. ¿Te
estás divirtiendo en San Francisco?
Diversión no es ciertamente la palabra en la cual pienso. ¿Súper feliz en un tornado
de lujuria? ¿En el palacio del placer de mi vida?
—No me quejo —digo casualmente. Lo que es un eufemismo—. ¿Qué pasa?
No suelo recibir llamadas de Alice.
—Felix nos reunió en una junta. Dijo que estaba pensando en nombrar un nuevo
asistente de diseñador para la mañana del viernes.
Me enderezo, mi columna se pone rígida.
—¿Viernes? Pero no estoy de vuelta hasta el lunes.
Alice hace un ruido que suena parecido a un duh, aunque es demasiado buena
para hacerlo más fuerte. Ella es una diseñadora secundaria, por lo que no tiene nada de
qué preocuparse. Yo, por el contrario, claramente tengo la mierda hasta el cuello sin una
movida.
—¿Y desde cuándo planeó tener una nueva asistente? —Prácticamente chillo.
—Probablemente después de la enésima vez que Elena mencionó lo bueno que
sería para él tener una. Se ha puesto demasiado cómoda con él esta semana.
Alice es una de las pocas personas que ve a Elena por lo que es, y lo desaprueba.
Al menos para mí, nos hace compañeras de algún tipo.
—Claro que lo está —digo, mi sangre caliente se eleva sobre mi pecho y cara—.
Sabía que no tenía que irme de vacaciones. Mierda.
—Mira, normalmente no diría esto, pero es posible que debieras considerar
recortar tus vacaciones. Entrar aquí y muéstrale a Felix lo que tienes. Algo nuevo, no
contaminado por Elena.
Ya estoy de pie, corriendo por mi habitación tan rápido como mis piernas cortas
pueden hacerlo. Me niego a mirar hacia la cama que he dejado. Pero eso no importa. Me
persigue, como un puño frío por mi espalda.
—Gracias por el aviso.
Ella hace un ruido de disgusto.
—Si esa pequeña perra consigue una promoción, no habrá quién lidie con ella.
—Me reuniré contigo.
—Además, es sólo cuestión de tiempo antes de que empiece a copiarle a otra
persona, y yo no seré su próxima víctima.
—Lo sé, Alice. —Me río sin mucho humor—. Mantén la calma; estoy en ello.
Pero tengo el sentimiento horrible, uno que se hunde como si fuera un hecho. Así
que, ¿por qué estoy haciendo mis maletas tan frenéticamente? ¿Por qué estoy en línea
sacando provecho de mis preciosas millas de viaje para tener un boleto de vuelta para
New York ahora mismo?
Con cada acción decisiva, mi mandíbula se pone más rígida, mi corazón un poco
más frío.
Estás huyendo. Sólo estás usando esto como excusa.
No. Necesito proteger mi trabajo. No estoy huyendo.
Treinta minutos más tarde, cuando por fin dejo de moverme y de planear, me
siento en silencio en la habitación de invitados que decoré y pienso en Dex.
Lo estoy dejando a pesar de todo. Si no es hoy, entonces definitivamente será el
domingo. Unos días más es peor. He tenido novios antes; sé cuándo estoy en peligro de
perder la cabeza por un hombre. Y nunca ha sido un sentimiento tan fuerte como este.
Por lo general, el inicio de una relación es la mejor parte para mí. La atracción es una
carrera vertiginosa, una especie de vértigo alto para salir y bailar toda la noche. Sabes que
va a terminar con el tiempo. Es sólo la parte del proceso que falla para mí, para así no
apegarme tanto.
¿Pero con Dex? No me gusta la idea de nosotros teniendo una fecha de finalización.
En absoluto.
Me cuesta tragar más allá del pánico. Estoy tan profunda en mi propio miedo que
no lo escucho hasta que está caminando en la habitación.
Recién duchado del gimnasio, con su cabello húmedo y pulcramente peinado
hacia atrás en un moño grande. Lleva una playera azul marino con una imagen del puño
de Hulk rompiendo una pared de cemento. Apuesto a que Gray se la dio.
También estoy apostando que Dex la está usando ahora, porque Gray se la acaba
de dar. Dex es así, el gran papá oso que se asegura que todos en su círculo sepan que son
amados y apreciados.
El dolor en mi garganta crece. Tengo que deslizar mis manos en mis rodillas y
presionarlas con fuerza para no llegar a él.
Hay una sonrisa en sus ojos. Pero ve claramente que algo está mal y se detiene. Al
instante su mirada explora la habitación como si tuviera que buscar cualquier amenaza
posible.
Sus ojos se detienen en la maleta en el suelo y se forma una línea entre sus espesas
cejas.
—¿Te estás yendo?
Suena tan incrédulo, su voz ligera con el shock, su cuerpo retrocede visiblemente
como si lo hubiera abofeteado. Lo hice. Me odio por eso.
Resulta más difícil hablar.
—Emergencia de trabajo.
La línea entre sus ojos se hace más profunda, y pone las manos en sus caderas, de
la forma en que todos los chicos lo hacen, su postura es amplia. Sus puños se aprietan lo
suficiente para que sus nudillos se pongan blancos y tengo la sensación de que está
tratando de no agarrar mi maleta y lanzarla de nuevo al armario.
Quiero hacer lo mismo. Pero estoy cortando y corriendo como una cobarde en su
lugar.
Los ojos de Dex encuentran los míos. En realidad ya tiene poder sobre mí. Una
mirada y quiero caminar en su abrazo, rogarle que me folle, que me haga olvidarme de
todo y todos. Sería tan fácil. Sé que él lo haría.
Su voz grave se desliza sobre la distancia entre nosotros.
—¿Cuál es la verdad por la cual te vas?
¿Soy tan obvia? Aparentemente sí.
—Yo… mierda. —Me pongo de pie, tomo una respiración profunda y lo suelto—.
Creo que hemos cometido un error. —Mi voz es chillona y desesperada.
—¿Por qué? —Su pregunta es rígida, como si la hubiera arrancado para sacarla—
. Estuvo bien. Sé que estuvo mejor que bien…
—Oh, Dios. —Levanto mi mano para que deje de hablar—. No es eso. Ethan… —
Me paso una mano por el cabello. Estoy tan fría y húmeda, mi cabello se pega a mi piel—
. Fue demasiado bueno.
Da un paso hacia delante, inclina la cabeza mientras me mira. —No estoy seguro
del por qué tengo que pensar que demasiado bueno es un error.
—Porque voy a querer ser follada-tan-jodidamente-fantástico-que-mis rodillas-se
sentirán-débiles-cada día. —Ante eso, su peculiar boca se riza, sus ojos brillan y tengo
que luchar contra una sonrisa—. Soy un poco egoísta de esa manera.
Otro paso y está casi al alcance de mi mano, pero no se acerca más.
—Todavía no puedo ver el problema, Cherry. —Su voz se vuelve gruesa—. Te lo
daré todos los días. Varias veces al día, si tengo algo que decir en el asunto.
Se acerca más, como si tuviera miedo de que me escapara. Lo quiero hacer. Tanto,
que presiono una mano en su pecho sólido. Al instante que lo toco, todas mis partes
felices se aprietan y calientan. Pero sostengo su mirada, no dejo que agache la cabeza para
que me bese.
—Ese es el problema, chico grandote. No puedes. No estás donde yo estoy. Y yo…
El suave roce de los labios de Dex me roba el aliento.
—Y yo… —digo de nuevo—. Te voy a extrañar demasiado.
Una vez más me besa, en una lenta fusión de labios. Relajante, tentadora. A pesar
de mí misma, acuno su mejilla, a lo largo de su barba. Su gran mano cálida sostiene la
parte trasera de mi cuello, me mantiene en el lugar mientras me da otro beso. Sin lengua,
sólo bocas, un intercambio de aire. Sólo lo suficiente para hacerme sentir.
—Te estoy besando —susurra contra mis labios—, y ya te extraño.
Una respiración entrecortada me deja y me separo de él. No es que me deje ir muy
lejos. Tiene mis mejillas y su frente presionada con la mía. Con su gran estatura, la acción
parece que me da refugio, sus anchos hombros se encorvan, sus gruesos brazos van a mí
alrededor.
Con otro hombre podría ser intimidante. Pero simplemente me siento protegida
con Dex. Hace que todo esto sea mucho más difícil.
—Ese es el punto. Odio la separación, Ethan. Odié cuando mi padre lo hacía. Lo
odié cuando mi mamá se fue a vivir a otro país. No me gusta la idea de hacerlo ahora.
Traté de decirte esto antes. Pero eres… tú, todo atractivo, dulce y fuerte y hermoso…
Dios, estoy balbuceando. Me haces balbucear, Ethan. Ningún chico me ha hecho hacerlo.
¿Cómo se supone que me tuviera que resistime a ti?
—No lo haces. —La comisura de sus labios se arrugan, pero no parece divertido;
parece que tiene dolor. Tal vez el mismo dolor que estoy sintiendo.
—Ayer por la noche —digo—, fue… nunca me sentí así antes. No sólo fue sexo,
aunque… Demonios, Ethan Dexter, haces rockear mi mundo. —Mis dedos se aprietan en
su mandíbula—. Sé que dije que lo intentaría, pero… mierda… ahora sé que me matará
lentamente el no tenerte.
—Me tienes —dice roncamente como si lo estuviera matando ahora—. A la mierda,
tú siempre me tienes.
Su declaración me llena el corazón. Sólo hemos pasado un par de días juntos. En
realidad, él sabe cómo yo lo hago, que hicimos una verdadera conexión. Mi garganta se
aprieta.
—Esa es la cosa. No te tengo. No te tendré conmigo todo el tiempo.
Su cuerpo se sacude y soy la que lo sostiene con miedo de que se aleje.
—Ethan, no te cambiaría para el mundo. El fútbol es parte de lo que eres. Quita
eso, y quitas un componente especial de quién eres. Pero eso no cambia el hecho de que
si no me retiro ahora, lo lamentaré.
Da un paso lejos, metiendo sus puños en los bolsillos de sus vaqueros. Sus
músculos se aprietan a lo largo de sus hombros y brazos. Su expresión es como piedra,
pero Dex nunca fue muy bueno en ocultar la emoción en sus ojos. Tal vez no lo quiere
hacer. Hay tanto dolor allí. Ira, también.
—No quiero ser un lamento para ti, Fiona. —Su garganta trabaja y mira lejos, me
da su perfil—. No quiero dejarte ir. Pero si eso es lo que quieres, respeto tu decisión.
Tan malditamente adulta. No me siento así. Soy una estúpida niña que toma
decisiones equivocadas. ¿Esta es una de ellas? Estoy trabajando para hacer lo correcto, y
sé que mi estado habitual sería echar una caña al aire y que se jodan las consecuencias.
Pero eso me ha llevado abajo demasiadas veces.
Esta es la opción más inteligente. Terminar ahora, antes que me convierta en un
lloriqueo, una molesta novia sanguijuela.
Una respiración inestable me deja.
—Yo…
Levanta una mano, sus ojos todavía no se reúnen con los míos.
—No puedo. Lo que sea que quieras decir… —Se mueve entonces, más rápido de
lo que pude imaginar.
Antes de que incluso pueda parpadear, me tiene, sus manos van hacia mi cabello,
su boca está en la mía. Es duro, su agarre, su toque. Me toma, separando mis labios con
los suyos, hundiendo su lengua.
Mis rodillas se debilitan mientras me besa hasta el infierno. Ni siquiera puedo
soportarlo.
Cuando se me acaba el aire, sus labios dejan los míos en un jadeo suave. Dex
descansa su frente contra mi mejilla. La punta de sus pulgares de deslizan en mi piel. Y
cuando habla, su voz es tan áspera que casi no la reconozco.
—Adiós, Fiona Mackenzie. También haces rockear mi mundo.
Y después se va, saliendo de la habitación y no volteando para verme caer.
16 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Dex
Por lo general, hago mi rutina subiendo y bajando las escaleras del estadio, o
remolque mientras que hago revelos, son entrenamientos brutales diseñados para
aumentar mi fuerza y dureza mental o desarrollar velocidad. Correr a lo largo de un
sendero plano es más que un lujo en una sesión de ejercicios. Aquí afuera, puedo disfrutar
del paisaje, un poco de aire fresco que tanto necesito.
Por desgracia, no soy tan rápido como Gray, y la pequeña mierda me alcanza en
un kilómetro y medio. El cómo me encontró debe ser algún tipo de magia de Houdini
porque seguro como la mierda que no le dije a dónde iba.
—Oye —dice mientras se pone a mi lado.
Creo que gruño. No estoy en un estado de ánimo para hablar.
—Supongo que sabes que Fi se va —expresa con cuidado.
Echo un vistazo en su camino antes de mirar de nuevo al frente.
—Di lo que vas a decir, Grayson, y déjame seguir con mi carrera.
—¿Sabes cuánto tiempo he esperado tener una charla de corazón a corazón
contigo? Mierda, Drew se pondrá tan celoso de no estar aquí.
Estoy tan contento que mi dolor sea todo un evento.
Debe leerlo en mi cara porque se estremece.
—Lo siento. Apesto en esto. No soy tú.
—Sí, por lo general llevo una pregunta a la reflexión, entonces, me voy lejos para
que puedas pensar por tu cuenta. —Asiento hacia el camino detrás de nosotros—. Puedes
saltarte la primera parte.
—Buen intento, gran D.
A nuestro lado, el puente Golden Gate Bridge se levanta en la niebla de la mañana.
Es hermoso. Casi pacífico. Sólo que Gray no me deja en paz.
—¿Solo dejarás que ella se vaya?
Por un segundo caliente, en verdad quiero golpearlo. ¿Pensaba que no me mató
ver cómo se alejaba? Respiro para calmarme. Siempre estoy en calma.
—Ella tiró un argumento por el cual no tenía solución.
Salvo dejar mi trabajo, no hay nada que pudiera hacer para resolver el problema
de yo siempre dejando a Fi.
El dolor sordo en mi pecho se extiende por mis brazos. Todo lo que puedo hacer
es correr, escuchar el sonido de mis pies golpeando el pavimento, mi respiración
entrando y saliendo.
—Hombre —dice finalmente Gray—. Lo siento. Pensé que ella sería diferente
contigo. Que no iba a esconder…
—Grayson. —Interrumpo, porque realmente no puedo manejar esa mierda ahora
mismo—. No hay nada que lamentar. Tal vez tú podrás ser padre, pero no eres el mío o
el de Fi. Yo sabía lo que estaba arriesgando.
Se las arregla para estar en silencio durante unos segundos, pero Gray es un
hablador, incapaz de estar callado mucho tiempo.
—Aun así —murmura—. Apesta como la mierda.
No podría estar más de acuerdo.
Me da una mirada de reojo.
—Entonces, ¿qué harás al respecto? —Me conoce demasiado bien.
Lucho para mantener mi cara neutral.
—Lo que hago mejor. Evaluar a la defensa, encontrar otro puto ángulo. —Porque
he conocido el sabor de Fiona, y no puedo renunciar sin luchar. Por desgracia, hasta que
llegue la inspiración, tengo que retroceder, darle espacio, o tomar el riesgo de actuar como
un acosador, que ningún hombre en su sano juicio debe de hacer.
Gray le da un empujón a mi brazo.
—Oye. El último que llegue al muelle compra el desayuno.
Pequeño bastardo. Ambos somos buenos para los movimientos rápidos. Pero Gray
es mejor en distancias largas. Así que hago lo que cualquier competidor haría. Lo empujo
en la hierba y lo tiro.
Fiona
El aeropuerto apesta. Tan pronto como entro me tenso. Siempre hay alguien
mirándote en alguna parte. Te tratan como ganado. Ganado malo. Y todo lo que tienes
que esperar es un asiento estrecho y comida basura envuelta en plástico. Yupi.
Mis ojos arden y me duele la garganta. Tal vez me estoy enfermando con algo.
Porque me cuesta respirar también.
He estado así prácticamente desde que salí de la casa de Ivy. Ivy quien me miró
con tanta decepción, me sentí más baja que la mierda en un zapato. Gray ni siquiera se
molestó en mirarme. Se cerró por completo y murmuró algo acerca de ir a correr.
El empleado me informa que tengo un asiento en la última fila del avión. Otra
ventaja: todas las personas esperando ir al baño estarán allí, empujando su culo en mi
cara.
Si no fueras una gallina miedosa, todavía estarías en la cama con Dex. Lo que ahora es el
mejor lugar en el mundo.
Le digo a mí ser que cierre la boca.
Con la tarjeta de embarque en una mano, paso, tirando de mi bolso de mano y casi
choco contra una pareja besándose.
Joder.
Están en ello. No de una manera bruta, pero… mierda, sí de una manera
romántica. El tipo agarra las mejillas de su chica con cuidado e inclina la cabeza para ir
más profundo. Ella agarra su espalda como si nunca lo dejara ir.
Y aquí estoy yo, mirando como una pervertida. No puedo evitarlo. Ahora sé cómo
se siente besar así. De la manera en que te consume, en la forma en que todo tu cuerpo se
balancea en el de tu amante para hundirse en su carne y huesos y formar parte de él.
El dolor en mi garganta aumenta, alojándose en mi pecho. Paso la pareja y
ciegamente voy a la línea. Pero no sirve de nada. No puedo dejar mis pensamientos. O el
dolor.
Como un zombi, espero en la puerta. Como un zombi, me subo al avión, encuentro
mi asiento. No es hasta que otra pareja de sienta frente a mí, el chico ayuda a su chica con
la bolsa antes de darle un beso en la mejilla, que me rompo.
Reprimiendo un sollozo, tiro de mi bolsa y busco mi móvil.
Llamo al número equivocado dos veces, mi dedo tiembla mucho. Estúpida. Fui tan
estúpida. La idea de que arruiné todo tiene a mi pecho encogiéndose. A mi alrededor, los
pasajeros están encontrando su asiento.
Y el teléfono sigue sonando. La contestadora de Dex se pone en marcha. Parpadeo
duro. Sólo escuchar su voz me llega. ¿Pero es una mala señal que fuera directamente al
buzón? ¿Está evitando mi llamada? No lo culpo.
No me gusta dejar un mensaje.
Por favor no termines conmigo.
—Hola, soy yo. Fi. Mierda, rima. Odio hacerme rima. Es decir, ¿uno no hace una
rima con su propio nombre o sí? —Cierra la boca, Fi. Tomo aire, la palma de mi mano se
desliza en mi teléfono—. Yo… ah… había un par de parejas besándose. Una en el
mostrador. No sé si se iban o volverían a conectar después. Pero estaban tan en su mundo,
¿sabes? Y me golpeó. Nunca sentiría tus labios de nuevo. Nunca sentiría tus brazos
sosteniéndome cerca. Y…
Mierda estoy a punto de llorar. Mi mano limpia mi ojo tan duro que duele. Trago
saliva.
—Me dolió, Ethan. Demasiado. ¿Cómo puede ser posible eso? ¿Cómo es posible
que ya te sientas como una parte de mí? Pero supongo que la idea de nunca más verte…
joder. Estoy balbuceando. De nuevo. Pero Ethan…
El altavoz resuena, anunciando que es hora de apagar todos los aparatos
electrónicos.
Me encorvo, girando mi cuerpo hacia la ventana.
—Ethan, olvida lo que dije, ¿bien? Lo siento. Estaba siendo una cobarde. Te quiero.
Sólo a ti. No me importa el resto. Por favor, di que no es demasiado tarde. Que no lo jodí
antes de que pudiéramos comenzar.
—¿Señorita? —La asistente de vuelo se asoma—. Tiene que apagar tu teléfono
ahora.
Le echo un vistazo, con lágrimas en mis ojos, levanto una mano.
—Me tengo que ir —digo al teléfono—. Estaré en New York está noche. Yo…
sólo… lo siento, ¿de acuerdo? ¿Me llamas de vuelta? —Lamo mis labios secos—. Bueno,
entonces. Adiós.
Finalizo la llamada, me siento y miro por la ventana. Y espero que todavía me
quiera.
17
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Dex
No veo que tengo un mensaje hasta que estoy fuera de la ducha y pasando una
toalla por mí cabello goteando. No sé cuánto tiempo me quedo ahí, con el móvil en mi
mano, deliberando si quiero escuchar ahora o más tarde lo que Fi tiene que decir.
La habitación está fresca, eso hace hormiguear mi piel. Debería vestirme, ir a cenar
con Ivy y Gray. Pero prefiero no hablar con nadie. Sólo regresar a mi casa vacía en Nola
y pintar hasta que mis ojos no puedan ver.
Pero Fi me llamó. Lo que significa que voy a escuchar; nunca la ignoraría.
Mi corazón golpea con fuerza en mis costillas mientras presiono el botón y pongo
el teléfono en mi oído. Su voz ligeramente ronca es una patada en mi estómago. Dios, la
extraño.
Después escucho, de verdad lo escucho. Y poco a poco las palabras penetran. Mis
labios tiemblan en una sonrisa mientras inclino mi cabeza contra el borde de la cama.
Escucho su mensaje incoherente, una y otra vez. La quiero tanto que mis muslos
se contraen con la necesidad de moverse. Una risa baja me deja. No puedo evitarlo. Soy
feliz. Verdaderamente feliz. Todavía no tengo ni idea de cómo hacer esto. Pero sé una
cosa: tengo una oportunidad con Fiona Mackenzie. Proteger eso, ahora, se ha convertido
en mi prioridad número uno.
Fiona
—Oye. Tengo tu mensaje. —A pesar que es a través del teléfono, la voz de Dex se
hunde en mi corazón y calienta todo.
—¿Sí? —Es todo lo que puedo pensar decir, estoy tan nerviosa. Yo. Nerviosa por
un chico. Por un jugador de fútbol. Lo siguiente que sé, es que estaré comprando su
playera. Aunque, en realidad, debería mostrar un poco de apoyo a Dexter.
—Sí —dice de nuevo en voz baja.
Apoyo la cabeza contra el asiento de la cabina apestosa y apenas sonrío. —
Entonces… ¿estamos bien?
—Cherry, déjame decirte algo. Estoy dentro. Te quiero. Siempre lo he hecho. —Su
voz se hace más profunda—. ¿Me vas a dejar tenerte?
Jesús. Cruzo las piernas con fuerza, el calor pulsa a través de mí. —La verdad es
que ya me has tenido.
—Sólo fue una pequeña muestra. —Es como un estruendo en mi oído, todo
necesitado e impactando con fuerza, lo que me deja sin aliento y temblorosa—. Quiero
más.
—Ethan. Me estás matando.
Maldice en voz baja y lo escucho respirar. —Me estoy matando a mí mismo. Sé
que esto no es lo ideal. Sólo… —Claramente está luchando con darme algo de consuelo—
. ¿Puedes confiar en mí? ¿En qué encontraré la manera de estar juntos?
Mi mano pega el teléfono en mi mejilla, un sustituto débil para tocarlo. Pero es
todo lo que tengo. —Puedo hacerlo.
Una vez más suspira. Está vez parece aliviado. —Gracias. Mira, iré. Yo… —Deja
de hablar. Es como si en verdad pudiera oír a su mente ir a toda marcha, por lo que la
claridad repentina en su voz ni siquiera es una sorpresa, aunque sus palabras sí—.
Encontré tu ropa interior hecha bola en la parte inferior de la cama, Cherry.
Me ahogo en una risa. —Dios. Dáselas a Ivy y ellas me las enviará por correo.
Hace un ruido de incredulidad. —¿Quieres que le dé a tu hermana tu ropa
interior? Claro que no.
—¡Dex! Esos son Myla. Fueron un regalo de cumpleaños de Ivy, muy costoso,
quien sabía que los compraba en una boutique cuando iba a Londres a visitar a mi mamá.
—No tengo idea de que es Myla, querida, pero pronto estarán envueltas en mi
pene. Si no puedo tenerte, estaré follando tus bragas.
Con eso, el gran bastardo cuelga. Y sólo sé que él tiene una sonrisa en su cara.
Barba Furiosa: supongo que pensaste que mandarme esa foto tuya usando nada
más que lencería superior sería una especie de compensación. Sabes. Mi mano está
cansada, pero tu amada Myla y yo nos conocemos muy bien ahora.
CherryBomb: No sé si debería estar perturbada o excitada. Creo que un poco de
ambas.
Barba Furiosa: No más fotos, Cherry. Estoy bastante seguro que tendré una
inflamación en el tendón de mi codo si seguimos así.
CherryBomb: Recuerda: reposo, hielo, comprima, elevar.
Barba Furiosa: Eres malvada, ¿sabías?
CherryBomb: Soy la dulzura personificada. Y me parece justo que tenga una foto
de un hombre sexy a cambio.
Barba Furiosa: Si bueno, no.
CherryBomb: ¡ETHAN!
CherryBomb: ¡DAME, DAME, DAME!
CherryBomb: Una foto de ti mirando hacia algo NO es lo que tenía en mente.
Barba Furiosa: La venganza es una perra, cariño.
CherryBomb: Tendré eso en mente mientras que salga sin ropa interior hasta que
te vea de nuevo.
Barba Furiosa: Mierda.
18
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Fiona
Regresar al trabajo apesta. La realización me golpea en la cara con tanta fuerza
para que me detenga. Odio entrar a esta oficina. No debería hacerlo. Es un espacio
precioso, con un amplio loft y todo luminoso, blanco brillante.
Hay un tipo de energía aquí, como si cada persona estuviera agradecida de ser
parte de este lugar. Cada persona, menos yo, al parecer. Mis pies se arrastran con clara
renuencia, una sensación fea se aloja en mi vientre bajo.
Nadie parece particularmente sorprendido de verme. Consigo algunos guiños
simpáticos en mi camino mientras voy hacia mi escritorio.
—Brillante —murmuro en voz baja. Puedo manejar un montón de cosas, pero ser
compadecida me mata.
Mi escritorio es un masivo Palladian8 de vidrio que inicia en el suelo y se eleva por
encima de mí. En el exterior, el tráfico fluye, la genta va y viene. Quiero estar con ellos.
Justo estoy encendiendo mi ordenador cuando aparece Elena. Sinceramente, para
alguien que me ha causado tanto pesar, no lo parece. No sé, tal vez si tuviera la mitad del
cabello blanco y la otra negra, unas uñas largas de color rojo. Creo que también sería más
normal si ella persiguiera perritos dálmatas.
Pero se ve… normal. Cabello rubio oscuro, altura media. Se ve como tu amiga feliz,
algo boba.
Es un buen disfraz.
Estoy tentada a preguntarle si ella es Kaiser Soze. Pero dudo que ella sepa quién
es. Elena nos dijo que la única vez que estaba dispuesta a ver una película era si su cita la

8
Palladian: El palladianismo (a veces paladianismo) o arquitectura palladiana es un estilo arquitectónico
originado en la obra del arquitecto italiano Andrea Palladio (1508-1580).
llevaba a ver una, y entonces seguiría adelante, porque no habría manera que ella saliera
con un hombre quien creía que ir a ver una película en una cita fuera aceptable.
Por otra parte, una semana más tarde, cuando Felix mencionó su profundo deseo
por las cosas de Loki, Elena entró con todo acerca de Los Vengadores y quién era él más
caliente.
Perdí puntos por escoger a Hulk. Podrían mirarme como si estuviera loca; ¿pero
cuando Bruce Banner pierde el control y ruge hasta la mierda? Mis pezones se ponían
duros.
Por alguna razón, eso me hace pensar en Dex. Y no quiero pensar en él cuando
Elena se alza sobre mi escritorio. Él es mi lugar feliz. Ella no.
—¿Qué puedo hacer por ti, Elena?
No se me escapa que está inclinando la cabeza para echarle un vistazo a la pantalla
del ordenador. No sé lo que espera encontrar allí desde que hago todo en mis cuadernos
de dibujo.
Me da una sonrisa brillante. La misma sonrisa, la amigable que se mete con mi
cabeza y me tiene preguntándome si estoy pensando de más con ella.
—¿Sólo acabas de llegar?
Teniendo en cuenta mi bolsa en mi escritorio y que tengo una café para llevar. —
Sí. Acabo de llegar. —Así mismo, no digo que ella ha estado aquí por un tiempo.
—Mira, Fiona… —Ella coloca su mano cálida y ligeramente húmeda sobre la
mía—. Sé que las cosas han estado tensas entre nosotras últimamente. Y lo siento mucho.
Algo de rigidez se alivia de mis hombros. Pero ella sigue hablando.
—Sé que es difícil para ti cuando tenemos este tipo de gustos familiares, sin
embargo si Felix me elige, estaría demasiado molesta también.
Bien. Ahí está la Elena que conozco. Mis ojos se estrechan mientras se inclina más
cerca.
—Tal vez podamos trabajar juntas.
Me paro abruptamente. —En realidad ya lo hacemos.
—Sabes lo que quiero decir, tontita. Tal vez podamos colaborar en un proyecto.
Mi sonrisa duele, estoy presionando mis labios con tanta fuerza. Cuando me las
arreglo para hablar, lo hago a través de mis dientes. —Si colaboramos más, vamos a tener
que compartir un cerebro.
Ella frunce el ceño mientras me sigue a la sala de conferencias para nuestra
reunión.
Tom, Alice y Nathan, están sentados alrededor de la mesa de cristal impecable. No
sé cómo se las arreglan para que no tenga huellas y manchas básicas, pero lo hacen.
Felix se desliza un momento más tarde, con una taza de café en la mano y lentes
de sol Prada en su nariz. —Alguien que me diga, de quién fue la idea de pintar blanca la
oficina. Es jodidamente cegador.
—Fue tu idea —dice Nathan inexpresivo—. ¿Resaca, valiente líder?
Por suerte para Nathan, es uno de los mejores diseñadores de Felix. Y él lo sabe.
Felix mira pero no contesta.
Con cuidado exagerado, Felix coloca su taza y se sienta en su silla, doblando la
pierna delgada sobre la otra. Vestido como una estrella de cine italiano de los años 50’s,
su cabello está impecablemente peinado y brillando, podría ser de otra época. A través
de sus gafas, su mirada oscura encuentra la mía. —Bueno, hola Fiona. No te esperaba tan
pronto.
—Oh, ya sabes, San Francisco no se compara con New York. —Poco convincente.
Su expresión dice lo mismo y lucho para no encogerme. Afortunadamente, sigue
adelante. —Ahora bien, ¿en dónde estamos con el proyecto Meyer?
Nathan se sienta de nuevo, con aire aburrido. —La señora Meyer decidió que
quería su habitación color rojo manzana. Toda la habitación.
—Entonces que arrastre su trasero a Home Depot y lo pinte ella misma. —Felix
suspira y se pellizca el puente de la nariz—. ¿Qué le dijiste?
—Que una sala con rojo brillante polvoso tendría mayor impacto y todos sus
amigos serían capaz de verlo.
Un movimiento de nariz nos dice que Felix está complacido. Su cabeza gira en mi
dirección. O la de Elena. No puedo estar segura porque ella está flotando a mi lado, como
de costumbre. —La señora Peyton decidió que las cortinas de seda azul le recuerdan a su
primer marido, Clyde. Como ella se divorció después de encontrar a su pequeño y
caliente, Jonathan, no las quiere.
—Después de ver a Clyde, mis simpatías van hacia Jonathan. Elena, ¿qué piensas
tú?
—¿Acerca de Clyde o Jonathan? —chilla.
Me las arreglo para sostener una mueca de dolor. Felix está molesto. —De las
cortinas.
Una prueba. A Felix le gusta estallar pequeñas preguntas sobre nosotros. La boca
de Elena se abre, su mirada va como dardo alrededor de la mesa como si alguien de
nosotros fuera a decir algo y salvarla.
El silencio se extiende mientras Elena comienza. —Um, bueno…
Felix suspira y se vuelve hacia mí. —¿Fiona? ¿Pensamientos?
Mi mente vuelve a tocar mi bloc de dibujo. Es mi oportunidad de ganar terreno y
recordarle a Felix lo que puedo hacer. —Estoy pesando que la impresión de Jonathan
Alder es como el oro y la crema.
—La crema. —Corta Elena. Tiene su teléfono y frenéticamente pulsa en el mientras
habla con Felix—. Fiona y yo estábamos hablando de esto en la mañana. Estaba diciendo
lo atemporal que era ese patrón.
Mi boca se abre. Congelada en shock. Dentro de mi cabeza me grito a mí misma
que diga algo. Ella está sosteniendo su teléfono. —Si te gusta la idea, tengo un proveedor
y tiene uno en stock.
El aire sale de mis pulmones y me giro hacia Felix, que está sonriendo.
—Me encanta la tela —dice, girando la silla hacia atrás y adelante—. Funcionará
bien… —Se queda quieto—. Gran trabajo, Elena.
Frente a mí, Alice levanta una ceja, su mirada es dura. Porque todavía estoy aquí
sentada como una tonta. ¿Qué se supone que tenga que decir? Que grite, ¡estás mintiendo
bruja! Sólo se traducirá en mí siendo una amargada.
Mis dientes rechinan mientras giro mi silla y miro fijamente a Elena. Ella no se
inmuta y me da una gran sonrisa. —Sabes, se me ocurre que la señora Peyton se opondrá
al azul en su dormitorio.
—Es lo más probable —acuerda Felix desde la cabecera de la mesa.
Mantengo mi mirada en la pequeña rata. —¿Qué sugieres para eso Elena? ¿O he
olvidado una de las muchas conversaciones que tuvimos esta mañana?
Ella se sonroja. —Bueno… yo… podríamos… —Se muerde el labio.
—Eso es bueno —dice Felix—. Estoy seguro que puedes resolverlo con Fiona.
Tráeme un esquema a color después de la comida. —Y como si eso no fuera un puñetazo
en el estómago, se pone de pie—. Ahora voy acostarme. A menos que la oficina esté en
llamas, no quiero ser molestado.
En mi escritorio, me permito un momento para desplomarme, presiono mi frente
contra la superficie de vidrio. Así que volver al trabajo antes ha sido un fiasco. Pero tengo
tiempo. O simplemente podría irme. Me lo imagino, lo bien que se siente. ¿Y entonces
qué? ¿Qué debería hacer?
Afortunadamente el timbre de mi móvil me distrae. Mi voz es ahogada cuando
contesto porque no levanto mi cabeza. —¿Hola?
—Fi, querida bebé, ¿cómo estás?
Mi mamá. Su voz con su acento inglés es relajante y molesto. Calmante porque es
mi mamá, la mujer me sostenía cuando lloraba, me metía a la cama todas las noches hasta
que tenía catorce años. Molesta porque nunca se agotaba. Era perfecta. Oh, sé que tiene
algunos defectos, pero para mí, siempre sería impresionante y fresca, ni un cabello rubio
fuera de lugar.
—Hola, mamá. Estoy bien.
—Suena como si estuvieras boca abajo en la cama.
Lo suficientemente cerca. Me incorporo y quito el cabello de mi cara. —Mala
conexión. Estoy en el trabajo.
—Encantador. He tenido la intención de decirte lo orgullosa que estoy de ti por
esa posición. No podría estar más feliz, Fiona.
Bien. —Gracias.
—Y sabes que si te mantienes en él, pronto tendrás una firma de diseño.
Está siendo alentadora. Pero la conozco lo suficiente para oír el tono un poco
desesperado por debajo: por favor Fiona, mantente allí. No renuncies esta vez.
Escuché el mismo tono cada vez que cambiaba de carrera. Cada vez que pedía
tocar un instrumento nuevo o unirme a una clase de baile. Ni siquiera puedo culparla,
porque renuncié a todas esas clases y campamentos, por lo general sólo pasaba unos días
en ellos.
Hago una mueca, giro mi silla y miro la ventana.
Mi mamá sigue parloteando. —¿Y cómo van Ivy y Gray? ¿Y mi pequeño?
—Todo bien y más que bien. Leo está más grande. —Y fuerte.
—¿Es hermoso, no? —Mamá estuvo para su nacimiento—. Yo digo que tiene mis
ojos.
No puedo dejar de reír por eso. —Mamá, sus ojos son azules.
Los de ella son verdes como los míos.
—Todos los bebés tienen los ojos azules. Les cambian. Y se verán como los míos.
Cualquiera puede ver que Leo tiene los ojos azules de Gray. El mismo tono de
azul. Pero no discuto. —¿Cómo va el negocio? —pregunto en su lugar. Mi mamá es
propietaria de una cadena de panaderías. Se supone que Ivy iba a asociarse con ella, pero
eligió ser una agente como nuestro papá.
No sé quién estaba más sorprendido por eso, mamá, papá o yo. Ivy odiaba el
negocio de papá, sin embargo aquí estamos, Ivy como agente y diablos, yo enamorada
de un jugador de fútbol.
Mientras mi mamá habla de sus tiendas, la imagen de la sonrisa de Dex aparece,
preciosa, enmarcada por su exuberante barba. Mis manos hormiguean con la necesidad
de tocarla, tocar su masivo pecho caliente.
Trago y me concentro en mi mamá. Ella me dice sobre una entrega de levadura en
mal estado, su voz es desesperada y parpadeo duro. La extraño. Extraño a Dex. Extraño
a todos.
Agarro mi teléfono, sintiéndome perdida y abandonada, lo cual es ridículo. Nadie
me ha dejado atrás. Estoy aquí porque yo lo escogí. Así es la vida.
Esta no es la primera vez que me he sentido así. Pero, por lo general, soy capaz de
distraerme con amigos, fiestas y risas. Sólo que ya no puedo encontrar la risa en mí. Y me
pregunto si es la única forma en que la vida puede ser. Porque quiero el puto control de
vuelta.
19
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Jessibel

Dex
—¡Mira, es Sinatra! —Delgado, mi compañero de equipo grita cuando entro en el
vestuario.
Me saludan con el coro de Gold on the Ceiling, fuerte y alto. Me dijeron que el video
casero de Gray conmigo cantando en el karaoke se hizo viral. Como si eso no hubiera
sido suficiente, lo más destacado de la ESPN hizo chistes malos que me dejaron claro que
conseguiría la mierda en la mañana del lunes.
—Sí, sí. —Agito una mano ociosa—. Ríanse hasta reventar, bolas peludas.
Sampson mueve la nariz, hace un intento de rugir como el Chewbacca pero
termina asfixiándose, haciendo que los chicos se rían más fuerte.
Sonriendo, me siento y me quito los zapatos. Finn Mannus, mi mariscal de campo,
se pone al frente con una amplia sonrisa en su cara. Me da una palmada en el hombro.
—Por lo tanto, Dexter, ¿tuviste unas buenas vacaciones?
—Di lo que quieres decir, Manny, y escúpelo —le digo a la ligera.
Todavía me sonríe mientras se encoge de hombros. —Debo decir, que me gusta
ver tus pelotas colgando allá afuera, Dex. No sabía que tenías eso en ti.
—Estoy bastante seguro que no sabes muchas cosas de mí.
—Es una clase de punto —dice—. Eres mi centro.
Sus palabras me hacen hacer una pausa. Me agrada Finn. Es un novato, lo que
apesta para él porque tiene que liderar al equipo sin libertad de hacer su propio trabajo.
Pero también es un buen mariscal, y es mi trabajo protegerlo. Pero no lo conozco
como conozco a Drew. No me he tomado el tiempo. La culpa se agrupa en mi estómago.
—Vamos a tomar unas cervezas más tarde —sugiero—. Y te diré todo sobre mi
semana salvaje.
Me mira con esos famosos ojos melancólicos que tienen a todas las mujeres de
América suspirando y lanzándoles sus tangas en su dirección. No me afecta en nada, ya
que estoy bastante cómodo con mi hombría para ver a las polluelas lanzándose hacia él.
Pero creo que estoy condenado a siempre cubrir a los chicos bonitos.
—Sí —dice—. Suena bien. —Se mueve para irse pero después se detiene—.
Demonios. Tenemos que ir a una sesión de fotos a las cuatro.
Un ceño fruncido atraviesa su cara y ahora soy el que se ríe. —Ah, el calendario
de caridad. Pensé que estarías de acuerdo.
Aparentemente no, su mirada de disgusto me dice otra cosa. —Con la caridad sí.
Sólo que prefiero hablar con los niños en persona o algo así, no ofreciendo mi trasero
como un trozo de carne.
—Aw, Manny —dice Sampson, caminando más allá—, pero si tienes un gran
trasero. Casi tan grande como tu cabeza. —Con eso, le da una bofetada en el trasero con
la toalla mientras Mannus se lanza sobre él.
—Sigue corriendo, cabrón —grita Mannus.
Me pongo de pie, más feliz porque la atención se deslice fuera de mí y de nuevo
hacia Mannus, a donde pertenece. Sólo que eso no pasa. Por el resto de la práctica los
chicos me cantan. Cuando estoy bebiendo Gatorade y haciendo calentamientos, Dean
Calloway, nuestra línea ofensiva, se para detrás de mí con los ojos en los jugadores pero
con su boca temblando.
—Supongo que serás nuestro líder en el equipo de música anual, Dexter.
—No sabíamos que teníamos equipo musical. —Lanzo mi botella vacía en la
basura.
Se vuelve hacia mí. —Tal vez deberíamos empezar ahora. —Me da una palmada
en la espalda y se va con un—: Buen trabajo, Dex.
Lo miro marcharse y se me ocurre que a pesar que he jugado con este equipo por
dos años, en verdad no he interactuado. Es demasiado fácil para mí esconderme del
mundo. Pero reírme con mi equipo, no decir nada serio, se siente bien.
Sólo que podría ser más feliz. Me falta una sola cosa y está a más de mil seiscientos
kilómetros de distancia.
Fiona
Voy por unos tragos cuando Dex llama. Lo que me hace tener una sonrisa antes de
contestar el teléfono. —Hola.
—Hola, Cherry. —Su voz profunda me emociona. Cada vez—. ¿Qué haces?
—Estoy por salir con Anna para tomar unos tragos. —Voy por la quinta avenida
y paso a una familia de turistas caminando lento.
—¿La Anna de Drew? —pregunta Dex con obvia sorpresa.
—Sí. Nos hemos llegado a conocer bastante bien en los últimos años. Gray siempre
los invita a pasar la navidad con nosotros.
Drew perdió a sus padres cuando estaba en la secundaria y Gray perdió a su mamá
por cáncer en la misma época. Se ha convertido en prioridad de Gray nunca dejar que
Drew pase las fiestas sin familia.
—Sí, se me había olvidado eso. El año pasado me pateé a mí mismo por pasar
navidad en la casa de mis padres en lugar de la de Gray —dice Dex con risa.
Ya que también fue invitado. Todos los años.
—Estabas siendo un buen hijo —digo.
—Estaba evitando la tentación de ti —responde.
Eso me hace tropezar. Frunzo el ceño, apurando el paso. —¿Por qué me estabas
evitando?
Suspira y puedo imaginarlo con la mano a lo largo de su barba, en la manera que
lo hace cuando no quiere admitir algo. —Bueno, el año pasado todavía estaba en la
universidad y era un novato en la NFL. No había ninguna esperanza de vernos. Y
además, eras la hermana bebé de Gray.
—Todavía soy eso. Aunque me opongo al término de bebé.
—Bien, la hermana menor. —Hay una sonrisa en su voz antes que su tono se
vuelva serio—. Le pregunté, sabes. Si se oponía que fuera detrás de ti.
—¿Qué? —Prácticamente chillo.
—Es uno de mis mejores amigos, Fi. Es un código de hombre. Y tú no te puedes
oponer al código.
—¿Y si hubiera dicho que no? —La idea de Gray siendo el señorío de mi vida
sexual no me cae bien.
—Entonces hubiera presentado un argumento perfectamente lógico e irrefutable
para que cambiara de opinión —dice Gray—. O lo hubiera golpeado hasta que aceptara.
Me río. —Que gran código de hombre.
—Los golpes son parte aceptada de una resolución en los códigos de hombres. Es
parte de nuestros estatutos.
—Y dicen que las mujeres son las confusas. —Me río y me apresuro para no llegar
tarde—. ¿Y qué me dices de ti? ¿Qué haces esta noche?
—La misma cosa. Salgo con mi mariscal.
—¿Finn Mannus? —Doy un pequeño suspiro—. Él es un sueño.
Bien, todavía estoy un poco molesta con el “código de hombre” de Dex y Gray, y
la venganza es una perra.
Como era de esperar, Dex hace un ruido de molestia. —Pensé que no seguías el
fútbol.
—Hay una diferencia entre seguir al deporte y seguir a un jugador caliente —
bromeo.
—No pensé que fuera del tipo celoso. —Arrastra las palabras—. Pero supongo que
lo estoy porque tengo la necesidad repentina de perforar su pequeña cara de mierda en
este momento.
—¡No hagas eso! ¡Vas arruinar la belleza!
—Fi. —Dex hace sonidos siniestros y dolidos.
Riéndome, pongo fin a su sufrimiento. —Nene, sabes que sólo tengo ojos para un
hombre. Y él es más sexy que un mariscal todo flaco.
—¿Sí? —Prácticamente está ronroneando ahora.
Todos mis puntos de placer duelen. —Sí.
Lo escucho suspirar y su voz disminuye. —Quiero ver esa foto que me enviaste.
La quiero tanto que mi pene duele. Pero sé que si lo hago, dolerá más. Ya no puedo
imaginarte más, Fi.
Mi respiración se engancha. —¿Por qué?
—Porque he tenido lo real. La imaginación ya no es suficiente.
—¿Tú… tú te me imaginabas cuando te tocabas?
Juro que lo oigo gemir. —Sabes que lo hice.
—Podríamos… —Esquivo a una mujer corriendo hacia el metro—. Podríamos
hablar y hacerlo.
Otro gemido de Dex. —No —dice—. Me va a matar, Cherry. No seré capaz de
tocarte.
—Yo me puedo tocar. Imaginando que eres tú. —No sé por qué estoy empujando
esto. Estoy en medio de Manhattan y no puedo hacer nada. Pero burlar a Dex se está
convirtiendo rápidamente en una de mis cosas favoritas. Sólo porque sé que le gusta. Aún
más, lo necesita. Dex es demasiado cerrado. Lo cual no importa, pero he visto la chispa
de vida para salir a jugar.
Puedo escuchar cuando me da una risa oscura. —Bebé, el pensamiento de tocarte
a ti misma es peor. Es algo que tengo que ver, no escuchar.
—Podrías usar Skype.
—Fi.
—Ethan.
Hay risa en su voz pero no suena con fuerza. —No tengo palabras suaves. Lo
jodería diciendo algo equivocado. No necesitas escuchar como hoy pensé en tenerte en
una de las esquinas de mi vestuario para que pudiera meter mi mano en tu falda y follarte
con los dedos, sabiendo que mis chicos estaban caminando a unos pocos pies de distancia.
Te diría que fueras agradable y estuvieras tranquila mientras lo hacía, que no hagas ruido,
a pesar que te estés muriendo por hacerlo. En como pellizcaría tus pequeños pezones
rosados con la otra mano. Agradable y firme de la manera en que te gusta.
Desacelero hasta pararme por completo, mi piel está en llamas, mi respiración es
corta y áspera mientras el mundo me pasa. Jesús. Mi pezón palpita como si él estuviera
aquí ahora, pellizcando con su tacto áspero; me duele mi sexo, el fantasma de los gruesos
dedos de Dex bombea en él.
Me aclaro la garganta. —Creo que hablas en un momento inoportuno, chico
grandote.
Hace una pausa y toma una respiración audible. —Nunca me dejaste probarte, Fi.
Me arrepiento de eso. No tengo idea de cómo sabe tu coño y en todo lo que puedo pensar
es en eso. Dios, quiero abrir ampliamente la boca y tomarme mi tiempo, saborear cada
pulgada, ver si tu sabor cambia cuando te corres.
—Ethan. —Mi voz se quiebra.
De alguna manera me las arreglo para reír. —Un poco más y me voy a quemar
espontáneamente en la quinta avenida.
—¿Sí? —Suena sorprendido.
—Creo que tienes razón —digo, obligándome a caminar de nuevo—. No hay que
hablar de sexo. También me está matando.
Una triste especie de risa retumba en el teléfono. —Lo sé, así que… dime algo más
para sacar a mi mente de debajo de tu falda. ¿Cómo va el trabajo?
Sí, eso mata el momento.
Joder, me duele la garganta de nuevo. Quiero decirle todo, pero no quiero que vea
ese lado de mí. La Fi frívola que no puede juntar su mierda. No puedo soportar la idea
de ser disminuida en sus ojos.
—Está bien.
Está silencioso por un momento, y por primera vez, estoy agradecida por la
distancia física entre nosotros. Él no puede ver mi cara.
—Pensé que tenías que irte por un problema del trabajo —dice con cuidado.
Estupendo. O estoy mintiéndole sobre el trabajo o mintiendo por la razón que lo
dejé. Maldiciendo en silencio, rechino los dientes y busco la respuesta.
—Está todo arreglado. No fue tan grave como pensé.
—Bueno —dice—. Eso es genial.
No suena como si comprara la historia. Dios, estoy jodida, construyendo esta
relación con un montón de mentiras. Pero no puedo decirlo. No puedo. Voy a empezar a
llorar aquí y ahora.
—Estoy en el bar —digo con falsa ligereza—. ¿Te llamo más tarde?
—Siempre, Cherry —dice en voz baja. Lo escucho tomar una respiración—. ¿Fi?
Mi corazón late mientras agarro el teléfono como si fuera de vida o muerte. —¿Sí?
—Sólo para que tengas en cuenta que estoy contigo. Incluso cuando estoy lejos,
estoy contigo.
Es todo lo que puedo hacer para no llorar. Me paro en la 5ta. y el mundo fluye
como agua, puedo sentir tanta soledad que me abrazo a mí misma. —Gracias, Ethan.
Entonces cuelgo, porque no puedo decir más sin romper mi corazón.
20 Traducido por Mich Fraser
Corregida por Caile

Fiona
Anna y yo no terminamos bebiendo, pero sí comprando sándwiches en Eataly y
reclamamos una mesa en la plaza Flatiron, un pequeño triángulo peatonal entre
Broadway y la quinta avenida. El clima es precioso con la brisa de otoño a través del aire
calentado por el sol.
No hablo sobre mis problemas en el trabajo. Prefiero disfrutar de una noche en vez
de arruinar mi apetito.
—¿Así que Dex? —Anna sonríe antes de tomar un sorbo de su café con leche.
No sé si se enteró por Ivy o Gray se lo chismeó a Drew, aunque apuesto que fue
Gray. De todos modos, no puedo evitar sonreír también.
—Sí. Dex.
Sostengo un suspiro soñador, porque sería una exageración. Pero Anna es
demasiado rápida. Mi satisfacción no se le escapa.
—¿Eso es bueno, no? —Sus mejillas se sonrojan y la brisa envía sus rizos rojos
alrededor de su cabeza.
—Digamos que los improvisados orgasmos son innecesarios.
—¿Improvisados orgasmos? —pregunta Anna con una risa.
—Falsos orgasmos. —Le doy una mirada—. Dios, por favor no me digas que nunca
has tenido que fingir. Creo que voy a morir de la envidia.
Mi vida sexual no ha sido horrible ni nada de eso, pero los chicos universitarios,
en general, son más o menos de bombea una vez y explota.
Dex había sido virgen y sin embargo, puso todo su cuerpo y alma en el acto. Me
sentí querida y mi cuerpo adorado. No importa que Dex sea tan malditamente atractivo,
todo lo que tiene que hacer es mirarme y soy un desastre caliente.
Anna traga un bocado antes de sacudir la cabeza.
—Claro que he fingido. Nunca con Drew, sin embargo.
Ruedo los ojos antes de reír.
—Espero que no, ya que te vas a casar con el hombre.
—Oh, él me deja muy satisfecha. Bastante.
Nos reímos.
—Tengo que admitir, que me sorprendió —dice Anna.
—¿Por qué? ¿Porque es atleta?
—Bueno, en parte por eso. Me refiero a que has ignorado a todos los amigos de
Drew que han querido ligarte.
Más que un par de tipos del equipo de Drew me han hecho insinuaciones cuando
salgo con él y Anna. Y sí, mis rechazos fueron principalmente porque eran jugadores de
fútbol. Pero porque también son unos tontos totales.
—Pero en realidad. —Anna continúa—, es más porque Dex es tan tranquilo.
Quiero decir, amo al chico, pero tú no eres exactamente tranquila.
Tengo que reírme.
—No es tan tranquilo cuando estamos juntos. De todos modos, estoy bastante
segura que yo mataría a alguien que fuera igual a mí. ¡Imagina todo el ruido! —Finjo un
estremecimiento.
Anna me da una sonrisa obligada, pero después se desvanece.
—Entonces, ¿por qué estás tan triste, Fi?
Y así me marchito. Podría hablarle sobre mi trabajo. Pero eso no es lo que está
lastimando mi corazón en el momento.
—Porque creo que no estoy hecha para una relación a larga distancia. Lo extraño
mucho. —No sólo lo extraño. Lo necesito. Aquí. Ahora—. Tengo toda esta anticipación
fluyendo y no se irá a ninguna parte hasta que nos veamos de nuevo. ¿Eso no empeorará
si me apego más?
Extendiendo la mano, toma la mía y le da un apretón.
—Mierda, me gustaría ser mejor en esto. No lo sé. Yo jodidamente odio cuando
Drew se va. Pero, ¿qué se le puede hacer? Amamos lo que amamos.
—Pensé que enamorarme de alguien iba a ser impresionante.
—Ja. —Anna se hecha hacia atrás con los ojos brillando—. Lo mejor y lo peor al
mismo tiempo, chica.
Dex
El estudio fotográfico está en New Orleans. Seremos fotografiados en pequeños
grupos. Estoy aquí con Rolondo, Finn y Jae Ryder.
Aparte de Ryder, nadie de nosotros está especialmente cómodo con la idea de
modelar por las próximas horas, pero es para la caridad, por lo que vamos a hacerlo.
Nadie está aquí para saludarnos, lo cual es extraño. Cuando suena la campana, no
hay respuesta.
—¿Llegamos en un momento equivocado? —pregunta Finn sobre su hombro.
—No. De hecho, llegamos tarde.
—Es mejor que el fotógrafo no esté haciendo una rabieta de artista.
Finn es el que parece tener una rabieta de cinco segundos, pero me encojo de
hombros.
—Tal vez esté en el baño o algo.
—Genial —escupe Ryder—. ¿Tenemos que esperar a que cague? Eso podría tardar
una media hora por lo menos.
La puerta se abre de repente poniendo fin a nuestra conversación. Una mujer alta
de cabello largo y recto en un tono magenta nos da un ceño fruncido mientras nos mira.
Supongo que estamos resultando deficientes.
—¿Eliminarás lo que dijiste? —pregunta, su voz es tan ronca que me pregunto si
es fumadora.
Miramos a todas partes, entonces Finn da pasos hacia adelante.
—Em… estamos aquí para la sesión de calendario.
—Bueno, ciertamente no pensé que estabas aquí para una sesión más tarde.
—¿Eres el fotógrafo? —Los ojos de Finn se abren en shock evidente.
—¿No somos un cliché, eh, niño bonito?
Ryder se ríe.
—Ella te tiene, mejillas dulces.
Finn es un niño bonito. A todos nos gusta bromear sobre eso. Pero parece que
ahora no le agrada mucho.
—Oye, nos dijeron que el nombre de nuestro fotógrafo era Chester Copper.
Perdóname si asumí que era un hombre.
Los labios de ella se aprietan.
—Prefiero Chess. No tengo idea de cómo su manager consiguió mi nombre
completo.
—Probablemente porque hicieron una verificación de no antecedentes para
eliminar a los raros. —La expresión dudosa de Finn claramente cuestiona la decisión del
manager en este caso.
Chess rueda los ojos con aire aburrido.
—Chester Copper… es parecido a Chester Copperpot de The Goonies. —Añade Ryder
amablemente—. ¿Recuerdas la película?
Nuestra fotógrafa maldice.
—Sí, esa es una buena película —dice Rolondo a Ryder—. El pequeño tipo que
jugó y creció en Samwise Gamgee. Hombre, hablando de cosas tristes. Si yo fuera a
tirarme en los fuegos del Monte des Destino, es que la tengo dura por un hobbit.
—Él estaba en una misión para salvar la Tierra de Sauron, cabeza de chorlito —le
digo.
—Nah, él deseaba a Frodo a montones.
Ryder hace un ruido de molestia.
—¿Hola? ¿Podemos volver a The Goonies y a Chester Copperpot? Ya sabes, ¿el
viejo que se encuentra arrugado y aplastado por una roca?
Chess se pone toda roja.
—Sí, lo sé —dice moliendo los dientes—. Mis padres se conocieron viendo la
película. Esperaban a un niño y ya que mi abuela había bordado todas mis mantas de
bebé… —Se encoge de hombros, como diciendo, ¿qué se le iba hacer?
—¿Y en realidad te nombraron por el personaje de Goonies? —pregunto, con algo
de horror. Es peor que la mamá de Gray nombrándolo por el personaje de John Grisham.
—Sí. —Su voz es firme y ninguno de nosotros dice una palabra, aunque escucho a
Rolando murmurar algo sobre que la gente blanca está loca.
Con eso ella se da la vuelta y camina rápidamente al estudio. Después de
intercambiar miradas, la seguimos. Las luces se colocaron en torno a una gran manta. Al
lado, hay una mesa con cosas de fútbol: balones, cascos del equipo, cojines.
Aparece un chico delgado que lleva un sombrero de fieltro y pantalones verde
sacados como de la década de 1960. Al igual que yo, tiene una barba, pero la suya es de
color roja.
—Soy James —nos dice—. El asistente de Chess. Lamento la demora. Estábamos
en el balcón fumando. —Sonríe, dándole una mirada de reojo a Ryder. Eso hace que Ry
desplace sus pies y frunza el ceño en confusión—. O yo lo estaba. Chess sólo me estaba
haciendo compañía.
Chess va a la mesa y recoge una gran cámara.
—No necesitan una excusa, James. —No mira en nuestro camino mientras ajusta
su equipo—. El vestuario está a la izquierda. Quítense la ropa y James los aceitará.
Bien pudo haber dejado caer una bomba de olor en el centro de la habitación. Juro
que todos damos un paso atrás, torciendo la cara con varios niveles de shock.
—¿Aceitado? —Finn suena como si estuviera chupando un limón a través de sus
dientes—. ¿Estás jodiendo con nosotros?
—Cuando yo jodo con alguien, él lo sabe, señor Mannus.
Ryder se ríe.
—Me encanta esta pollita.
—No soy una pollita, señor Ryder. Soy una mujer.
Rolondo hace un falso rugido y le doy un codazo.
—Déjame adivinar. —Finn arrastra las palabras—. Estás obsesionada con
encontrar al tuerto Willie (personaje de la película).
Ryder se ahoga con una risa y tengo que pasar la mano por mi barba para controlar
la mía.
—Hombre —murmura Rolondo—. Te has pasado.
Chess tiene una mirada de muerte. Como una feroz. Estoy bastante seguro que su
armario está lleno de esqueletos de otros jugadores con boca inteligentes que se
atrevieron a ponerse en su camino. Es tan malo que hemos sido llevados allí como niños.
Mis labios tiemblan. Sé que en unos diez minutos vamos a estar desnudos y Finn
va odiar cada minuto de ello. Me pica sacar mi móvil y mandarle un mensaje a Fi. Mi
sonrisa muere al pensar en ella. Fi no está bien. Está herida y vaya si sé por qué. La
distancia entre nosotros es una mano fría agarrando mi columna vertebral. No me gusta
la sensación o el hecho que no me dijo la verdad.
Pero la voy a averiguar.
Lo más rápido que puedo me desnudo y me aceito. Tomo una respiración
profunda y doy un paso adelante.
—Yo iré primero.
21 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Fiona
Es una verdad universal que a las mujeres les gusta hablar sobre sus problemas.
Por desgracia, todas las conversaciones en el mundo no hacen que el problema
desaparezca. El mío me espera como una nube negra que se avecina tan pronto como
llego al trabajo y veo que Elena se ha trasladado a su propia oficina en el extremo de la
sala.
Ella me saluda agitando la mano con una sonrisa, mientras que paso. Me pregunto
si debería devolverle el saludo, pero no me molesto. En cambio, ella consigue un
movimiento de barbilla como si yo fuera un cliché de motorista. Se siente estúpido e
ineficaz y estoy en un ánimo malo en el momento que llego a mi escritorio y está la lista
de tareas de Felix que incluye el pedido de telas que yo escogí, pero ahora como si fuera
contribución de Elena.
Ella viene a mi escritorio mientas enciendo mi computadora.
—Pensé que te gustaría escucharlo de mí. Felix me llamó a su oficina esta mañana.
Me dio el trabajo de diseñadora asociada. —Aprieta mi mano—. Espero que podamos
seguir siendo amigas. He disfrutado mucho de intercambiar ideas entre nosotras.
Dios, lo está diciendo sinceramente. ¿Y qué puedo hacer? Estoy bastante segura
que golpearla en la cara no ayudará a la situación. A pesar que podría ser jodidamente
grandioso.
Miro hacia abajo, a mi mano, mis dedos se cierran lentamente en un puño. Pero
por alguna extraña razón, me pongo a pensar en envolver la mano de Ethan alrededor de
la mía, sosteniéndome mientras él se desliza dentro de mí.
—Te sientes tan bien, Cherry. —Ojos brillantes de color ámbar miran hacia mí con
asombro acristalado—. No hay nada mejor en la Tierra que esto.
—¿Fiona? ¿Estás bien?
Suspiro y miro hacia Elena, quien permanece inmóvil.
—Sí. Todo bien. —No del todo cierto. Pero estoy más tranquila. Capaz de hablar
de todos modos—. ¿Algo más?
Ella frunce el ceño.
—Ah… no.
—Bien. Bueno, entonces voy a conseguir un poco de café.
La dejo allí de pie. Por ahora estoy tranquila. Pero cada paso que doy es como un
martilleo de: Odio esto. Odio esto.
Se me ocurre que tengo que ser más proactiva. Tomar al toro por los cuernos. Soy
una mujer, escúchenme rugir y todo eso.
Espero hasta el final del día para hacer mi movimiento. Sí, soy valiente.
—¿Felix? ¿Tienes un momento? —Junto mis manos húmedas.
Felix levanta la vista de su ordenador portátil. Una pequeña taza blanca de café
expreso está junto a él, lo que significa que probablemente esté leyendo sobre chismes de
celebridades.
—Seguro, cariño.
¿Cariño? Quiero vomitar. Y ahora que he trabajado para tener el suficiente valor
para acercarme a él, tengo que hablar. Una parte de mí quiere reírse. No tengo ningún
problema en hablar con la gente. No creo que pueda ir un día sin decirle algo a alguien,
incluso si es para decirle a una persona que tiene zapatos lindos.
Pero ahora tengo una pelota de golf en mi garganta y hago todo lo que puedo para
sentar mi trasero frente a Felix.
—¿Quieres un expreso? —Me da una sonrisa demasiado amable, la que usa con
los clientes que podrían ser difíciles. Así que sé que no sabe la razón por la cual vine.
—No. Estoy bien. —Me concentro en sus ojos. Siempre mira a los ojos. Recuerda
que hablas con otro ser humano—. Tú… ah… ¿has puesto a Elena como tu diseñadora
asociada?
Todo dentro de mí quiere gritar, tal vez tirar el café de Felix.
Con un gran suspiro, se recuesta en la silla, cruzando una pierna sobre la otra.
—Sí, lo hice, cariño.
—Pensé que no tomarías esa decisión hasta el próximo mes.
—Fiona, entiendo que estés decepcionada. —Su tono es tan condescendiente, que
tengo que cavar mis uñas en las palmas de mis manos—. Pero tú y yo sabíamos que esto
iba a pasar. —Toma un sorbo de su café—. Simplemente aceleré el proceso.
—Es porque… —Suspiro de nuevo—. ¿Porque me fui de vacaciones?
Su taza tintinea en su escritorio.
—Dios, no. —. Me mira por un momento, sus ojos son casi tristes—. Simplemente
es que Elena tiene un margen que tú no tienes. Nombres, contactos.
Está vez un sollozo se me escapa, lo que parece más como una risa.
—¿La ascendiste por su mamá?
—No, por los amigos de su madre. Ella tiene un montón y montones de amigos
con montones de dinero en efectivo. —Sonríe maliciosamente—. Sus diseños no están tan
mal. Son frescos y bonitos, sin ser demasiados atrevidos. Justo lo que un aburrido rico de
Manhattanite quiere.
Juro por Dios que todo mi cuerpo se paraliza. De alguna manera me las arreglo.
—Sus diseños son…
—¿Copias de los tuyos? —Suspira—. Sí, lo sé.
Creo que me quedo boquiabierta. No sé porque me he vuelto insensible. —¿Lo
sabes?
Felix se encoge de hombros, toma otro sorbo de su bebida.
—Habría que ser ciego para no darse cuenta, cariño. Los tuyos son un poco más
arriesgados, sin embargo. Tú empujas a otro nivel mientras que ella se va a lo seguro.
Bien, ahora sí lo miro boquiabierta.
—No puedo creer esto. ¿Los míos son más atrevidos y la estás premiando a ella?
—Cariño, lo seguro vende más. Y realmente tienes que aplaudir su ingenio. —
Suspira de nuevo, apoyando los codos sobre el escritorio—. Mi primer cliente lo marqué
con un diseño de José, mi amante, un diseñador. He perdido un buen polvo, pero gané
una empresa.
—Eso es horrible.
—Son negocios. Riesgos calculados, uso lo que sé que funcionará. —Me da una
mirada de reproche—. Deberías entenderlo.
—No recuerdo tomar ese curso en la universidad —espeto.
—Estoy hablando de tu padre, cariño. Los agentes deportivos no son exactamente
conocidos por ser buenos. Francamente, supuse que serías más dura. Más feroz.
—Mi padre —muelo a cabo—, nunca apuñaló la espalda de sus colegas.
Felix me da una mirada de incredulidad. Lo ignoro y me pongo de pie. Quiero
irme, decirle que se vaya a la mierda con sus preciosos zapatos Ferragamo. Quiero
sabotearlo tan mal. Sin embargo, la sola mención de mi padre me sostiene la lengua. Él
piensa que dejaré todo. La caprichosa Fi que siempre sale corriendo a la señal de
problemas.
Y tal vez Felix me despedirá ahora. Pero no explotaré en un ataque. En vez de eso,
enderezo mi falda, me las arreglo para componerme.
—Mañana llegaré tarde. Estaré recogiendo las muestras de tela —le digo.
—Está bien. —Regresa su atención a sus chismes en línea—. Tómate tu tiempo.
Oh, para en esa pequeña tienda de sándwiches de al lado. A ver si alguien quiere. Yo no.
Estoy evitando el almuerzo esta semana.
El leve zumbido de la ciudad se filtra por las ventanas. En algún lugar del pasillo
suena el teléfono. No es comparación para el zumbido en mis oídos. ¿Sándwiches?
¿Espera que vaya con Elena y le pregunte si quiere un puto bocadillo para el almuerzo
de mañana?
—Sí —digo ronca—. Seguro.
Excepto que no le estoy preguntando nada a nadie. Me tiemblan las manos en el
momento que tiro de mi bolso y agarro mi abrigo.
Es una lucha no llorar. Con cada paso que doy, mi tacón golpea con la madera y
mi corazón late. Mi garganta se cierra.
Componte Mackenzie. Respira profundo.
Quiero gritar tan fuerte que mi estómago se aprieta. Juro por lo más sagrado, que
si veo la jodida cara de pato de Elena perderé mi maldita mierda.
Manteniendo la cabeza hacia abajo, así no veo a nadie, paso por el vestíbulo.
El ascensor suena antes de que esté lo suficientemente cerca. Levanto la cabeza
lista para correr hacia él, porque necesito salir. Pero mis pasos tropiezan, hay un choque
a lo largo de mi pie.
No llores. No llores.
Dex está a unos diez pies de distancia, sus grandes manos están metidas en los
bolsillos de sus vaqueros, sus anchos hombros están cubiertos por un Henley azul. Su
poderosa mirada se encuentra con la mía.
Mis labios tiemblan, la emoción se empuja por mi garganta. Tiene que ver mi
angustia porque su sonrisa cae.
Mi pecho exhala mientras lucho para mantener una respiración normal. Sí tan sólo
pudiera llegar a Dex, todo estará bien.
Camino directamente a él, sin detenerme hasta que envuelvo mis brazos alrededor
de su cintura y entierro mi cara contra su pecho sólido. El aroma a clavo de olor y naranjas
es más fuerte ahora que no ha estado cerca por un tiempo. Es cálido y fuerte. Sus brazos
me rodean, me sostienen segura.
—Hola —digo contra su pecho.
Dex presiona sus labios en mi cabeza.
—Cherry. ¿Estás bien?
No, en absoluto. Mis ojos arden y pican. Lo abrazo más fuerte, lo oigo respirar.
—Sólo estoy… estoy tan contenta de verte, Ethan.
Su pecho se levanta y deja salir un aliento y su voz ronca retumba por encima de
mí.
—También te extrañé, Fiona.
Dex
A pesar que juego fútbol profesional para ganarme la vida, no soy un hombre
violento. Resuelvo los problemas con mi mente, no con los puños. Me digo esto mientras
meto a Fi a mi lado cuando tomamos un taxi hacia su apartamento. Está temblando, su
delicada mano vaga por mi torso como si necesitara acariciarme para mantenerse segura.
Y eso me mata. La necesidad de golpear a alguien, algo, cualquier cosa, surge a
través de mí, en olas tan fuertes. Entierro mi nariz en su cabello y respiro profundo.
El cabello de las mujeres siempre huele bien, eso es un hecho. Pero el olor de Fi,
sólo me pone loco. Las feromonas. Un señuelo biológico básico que engancha a una
persona con otra. Una bocanada de Fi y estoy totalmente duro.
—Estás aquí —susurra—. No puedo creer que estés aquí.
Tomo otra respiración profunda antes de hablar en voz baja, tratando de
controlarme.
—¿Qué pasó, Cherry?
Se pone rígida contra mí y tengo que moler los dientes. Si alguien le hizo daño…
sí, voy a recurrir a la violencia. Pero entonces ella suspira y sus dedos derivan en mi
pecho, buscando mi pezón y moviéndolo sobre la fina tela de mi playera. Trato de ignorar
ese toque mientas ella me dice toda la historia.
La angustia en su voz crea propias lágrimas en mi corazón. Ella sangra, yo sangro.
Eso es lo que pasa ahora. Peor, no puedo luchar contra ello por ella. No puedo ir y golpear
a su jefe superficial o a su doble cara compañera de trabajo. Sólo puedo abrazarla fuerte,
presionando mis labios contra su cabeza y dejarla hablar.
—Me siento tan… —Hace un movimiento con la mano mientras lucha por
encontrar las palabras—. Enojada. Herida. Abatida. Sí, esa es la emoción que predomina
en este momento.
Con un respiro, ella presiona su nariz contra mi pecho. Su aliento caliente se filtra
a través de mi playera. Sigue jugando con mi pezón, girando la pequeña barra que la
siento hasta en mis bolas.
Mis caderas se mueven en reacción, pero mi mente está tratando de hacer lo
correcto.
—Nena, yo…
Me calla con una mirada, sus grandes ojos verdes están llenos de lágrimas.
—Ethan, sé que quieres arreglar esto. —Me da una sonrisa acuosa—. No luzcas tan
sorprendido. Sé muy bien lo que piensas.
—No estoy sorprendido. —Me encanta la facilidad con la que me lee—. Lo admito.
Quiero tomar tu dolor y desaparecerlo.
Estirándose, Fi besa mi mandíbula. Mi barba hace que sea imposible que sienta
más que una ligera presión de sus labios. Quiero más. Quiero imprimir su piel en la mía.
Me vuelvo hacia ella, y bajo la cabeza. La beso suavemente, con ternura, queriendo que
sepa lo preciosa que es.
Fi sonríe contra mis labios.
—¿Quieres mejorar esto, grandote? Cuando lleguemos arriba, hazme olvidar el
mundo por un rato.
El taxi se detiene frente a su apartamento. Enredo mis dedos en su cabello,
manteniéndolo seguro.
—Cherry, eso siempre fue parte del plan.
22 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Fiona
Desde que tenemos una necesidad desesperada de tener nuestras manos entre sí,
Dex y yo estamos en lados opuestos del ascensor que sube hasta mi apartamento. El
principal elemento de disuasión a cualquier travesura es el hecho que a señora Flannery,
mi vecina viuda de setenta y tantos años, se interpone entre nosotros.
Ella mira hacia el frente, con sus labios pintados en color carmesí templados. Es
como si supiera exactamente la cantidad de deseo que tenemos Dex y yo por tocarnos, lo
que no me sorprendería ya que su vida sexual es mucho más activa que la mía hasta
ahora. La he atrapado en muchos abrazos en el elevador. Honestamente, la mujer es mi
héroe del sexo.
Por encima de su cabeza, los ojos de Dex se encuentran con los míos. Su mirada
caliente hace que respire más rápido. Pero entonces se empuja sobre el borde; hace una
mueca tonta y me saca la lengua.
Se ha ido en un instante, pero es tan anti Dex, que resoplo en una risa baja.
La señora Flannery me mira.
—¿Estás atrapando un resfriado, querida?
Tosiendo una risita, me aclaro la garganta y me mantengo erguida.
—Puede ser.
Su sonrisa es serena.
—Estoy segura que tu joven de aquí te cuidará muy bien.
Dex se mueve nerviosamente.
La señora Flannery se inclina hacia mí, su voz es un susurro.
—¿Siempre los grandes son los buenos, no?
Ja. Solemnemente asiento.
—Sí, señora, lo son.
El ascensor llega a su piso. Tan pronto como las puertas se cierran detrás de ella,
me lanzo hacia Dex, golpeando sus costillas, se ríe.
—Ella totalmente sabe que vamos a tener sexo —le digo, riéndome pero tratando
de ser medio seria.
Sus brazos me rodean, me apoyo contra su pecho.
—Claro que lo sabe. —Besa mi sien—. Teniendo en cuenta que me miró el trasero
justo antes, diría que aprueba tu elección.
—¿Qué? Esa pequeña mirona.
Sonríe ampliamente.
—En realidad te ves enojada.
—Claro que lo estoy. —No lo estoy, pero aun así. Mi mano baja hacia su
impresionante trasero. En serio, su trasero es como granito caliente—. Tu trasero es mío,
Ethan Dexter.
—Te prometo que podrás jugar con él más tarde.
Porque quiero que el “más tarde” pase pronto, casi lo empujo por el pasillo cuando
las puertas del ascensor se abren en mi piso.
Cuando llegamos a la puerta de mi apartamento, Dex se presiona por detrás de
mí, sus antebrazos se colocan a cada lado de mi cabeza.
—Dime que vives sola.
Una sonrisa se clava en mis labios.
—Vivo sola.
El deja escapar el aire y sus labios se arrastran por la piel sensible de mi cuello, su
barba me produce cosquilleo.
—Bien. —Su dura longitud empuja mi trasero—. Abre la puerta, Cherry.
Mis manos tiemblan con la llave y después tropiezo en mi apartamento, oh,
siempre soy tan elegante. Riéndome un poco, espero que Dex me tome, que me dé el beso
que los dos queremos.
Pero no lo hace.
Me acosa en lugar de eso, sus pasos son constantes, su mirada es caliente. Y me
acelera el pulso mientras retrocedo, manteniendo mis ojos en él.
Una lenta sonrisa se propaga en sus labios.
—Sigue adelante.
Las palabras arrastradas funcionan como una banda alrededor de mi cintura,
quitándome la respiración, apretando mi vientre. Retrocedo hasta que mi trasero golpea
la mesa del comedor. Atrapada.
Mis muslos duelen en la anticipación. Mi clítoris está tan hinchado que puedo
sentirlo allí, ese pequeño botón caliente lleno de necesidad de su toque.
Se detiene frente a mí, tan alto que casi es abrumador y sin embargo, reconfortante
porque sé que usará su tamaño y fuerza para protegerme. Sin decir una palabra, se hunde
hasta las rodillas, después se sienta sobre sus talones. Sin embargo, su mirada no deja la
mía. Su voz se vuelve profunda.
—Muéstrame dónde te duele, Cherry.
Una bocanada de aliento se me escapa, mis pezones se ponen duros. Oh, Santo
infierno. Sus palabras me ponen más dolorosa entre las piernas. Sin apartar la mirada de
él, encuentro el borde de mi falda de lana y la levanto, agrupándola alrededor de mis
caderas.
Su atención va a mi ropa interior, y todo su cuerpo parece balancearse. Con un
cuidado, agarra mis bragas de los lados y poco a poco las baja. Las veo irse, veo su
expresión mientras me mira expuesta. Sus orificios nasales se abren como si me estuviera
inhalando.
Debería ponerme nerviosa, pero el fuerte rubor que se levanta sobre sus mejillas y
la forma en que su pecho se mueve con cada respiración jadeante envía una ola de calor
a través de mí. Abro más mis piernas, con ganas de toda su atención.
Traga con dificultad; su mirada se vuelve más feroz. El calor en sus manos cubre
mis muslos, sus dedos se cierran alrededor de ellos, presionando suavemente.
—Lo más malditamente hermoso que he visto —dice roncamente.
Sólo me puedo quedar allí, con mis palmas sudorosas agarrando mi falda, mis
muslos tiemblan debajo de su alcance. Estoy tan mojada ahora, el aire en mi sexo se siente
frío, me hace temblar.
Después levanta una de esas manos enormes, con sus dedos brutales toca
delicadamente mis pliegues. Mis rodillas se debilitan. Creo que gimo. No lo puedo decir
porque toda mi atención está en Ethan, en la forma en que poco a poco se inclina hacia
delante, en cómo sus labios se separan y su ceño fruncido está en total concentración.
Dios, se ve tan hermoso, es todo líneas gruesas, con su cara tensa y enrojecida. Sus
labios se presionan contra mi clítoris y un gemido se escapa de él, su cuerpo entero
tiembla. Mi respiración sale en un silbido, pero no llego a recuperarme porque está
lamiendo mi coño en largos y persistentes trazos, sus labios chupan y acarician.
—Oh, jodido infierno, Cherry. —Lame más profundo, más lento.
Tan atento. Pero nunca frenético.
Me está saboreando. Eso, más que nada me tiene tan caliente que rompo a sudar,
lucho para encontrar el aliento. Los gemidos, casi indefensos que hace, sus suaves jadeos
cuando tiene que respirar antes de venir por mí otra vez, comerme como si fuera la mejor
comida que ha probado, es casi mejor de lo que me está haciendo.
Casi, porque, maldición. Podría ser un novato en esto, pero está recuperando el
tiempo perdido. Fuertes labios, lengua cálida y esa barba. Santa mierda, esa barba. Suave,
espinosa que añade otro nivel de sensación, tan bueno, tan travieso, que hace que mis
caderas se muevan en círculos, persiguiendo la sensación de rozar mi clítoris, mis muslos
internos cosquillean.
Es demasiado. Me apoyo en la mesa del comedor, temo que me voy a caer o tal vez
perder el conocimiento. No lo sé. No puedo pensar con claridad.
Y entonces veo el movimiento de su brazo. Oh, Dios. Por el camino se ha deshecho
de sus vaqueros y sacó su pene. Su erección es enorme, rojiza y enojada. Agarra su pene,
tirando de él fuertemente.
Cuando lleva su pulgar sobre su corona reluciente, juega con la perforación, la
vista es tan ilícita, que me vengo sin previo aviso. Un pequeño gemido sale de mis labios
mientras me hundo en la sensación.
—Ethan.
Se eleva, tirándome hacia arriba.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura, froto mi sexo dolorido contra los
vellos rizados de la base de su pene.
—Ethan. —Mis labios encuentran los suyos. Sabe a sexo. Mi beso es frenético,
jadeos se me siguen escapando—. Ahora. Ethan. Ahora.
Sus grandes manos acunan mi trasero. Me levanta alto y después se empuja,
profundo. Se queja en mi boca.
—Oh, mierda, sí.
Sólo me puedo sostener, mis brazos van alrededor de su cuello grueso, mientras
bombea duro y rápido, golpeándome con su pene. Con cada impacto de sus caderas con
las mías, siento una onda de choque a través de mi cuerpo, una llamarada de placer en
mi clítoris. Cada golpe de esa bola de metal en su pene envía una ráfaga de felicidad a
través de mí.
—Más —digo—. Dame más. Dámelo todo.
Y lo hace, se conduce en mí hasta que grito su nombre arqueando todo mi cuerpo
mientras me vengo tan duro, que mi visión se oscurece.
Él se corre conmigo, con sus dientes mordiendo mi hombro mientras se chorrea,
caliente y húmedo dentro de mi cuerpo. Las secuelas nos tienen a los dos temblando y
jadeando. Apoyo la cabeza en su hombro, temblando tan fuerte que me duele el
estómago.
Nos lleva a la habitación, con movimientos lentos, como si estuviera ebrio.
Extrañamente tengo ganas de llorar. Me duele la garganta y mis ojos pican. La
sensación se intensifica cuando me pone en mi cama, su pene se ablanda dentro de mí,
con los brazos duros me sostiene cerca de él. No sé qué camino es el bueno o el malo. Lo
único que sé es que Ethan se siente real y verdadero, es el hombre del cual sólo puedo
tener momentos robados de tiempo.
23 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Daliam

Fiona
—Sonríe para la cámara. —Mi sonrisa es torpe y ancha.
Dex da una risa de protesta y trata de moverme. —Aléjate de mí con esa cosa. Nada
de fotos.
Estamos en la cama, teniendo un descanso bien merecido, y he estado
divirtiéndome tomando varias fotos de Dex. Finge que está molesto, pero lo sé mejor. No
puede ocultar la sonrisa en sus ojos o en la curva de sus labios.
—Si no quieres que siga jugando con el móvil, ponle la contraseña a esta cosa,
nene. —Tomo una foto. La imagen de su gran mano llena la pantalla—. Aw, hombre. Lo
has arruinado.
Suspira. —Cherry, no necesito fotos de mí desnudo en mi propio teléfono.
Con un movimiento rápido me arrebata el teléfono y me acerca. —Aquí —dice,
sosteniendo el teléfono con el brazo extendido—. Sí estamos haciendo esto, tienes que
salir en ellas.
—Dices eso como si hubiera protestado.
Tomamos las fotos, riéndonos de los resultados. Tomo una de mí lamiendo el
pezón apretado de Dex. —Aquí una para mi billetera.
—¿Acabas de citar a Parenthood? —Su sonrisa es relajada y feliz. Me encanta verlo
de esa manera, sin muros, simplemente siendo él mismo.
—No te tomé por un aficionado del cine de los ochenta.
Dex se encoge de hombros. —Los chicos miran un montón la tv en el camino.
—Bueno, tienes puntos por darte cuenta, grandote.
—Mmm… ¿y qué recibo de premio? —Se da la vuelta y me lleva con él.
Mucho, mucho más tarde, me relajo contra él con un suspiro. —¿Crees que alguna
vez realmente averigüemos lo que somos? —Mi voz es suave.
A mi lado se mueve, levantando la cabeza para descansarla en su mano. —Bueno,
ahora —dice arrastrando las palabras—, déjame ver si puedo ayudarte. Yo soy Ethan y
tú eres Fiona.
—Ja. —Le doy un golpe en el pecho—. Sabes a lo que me refiero. O tal vez no lo
haces. —Acaricio el borde de su mandíbula—. No creo que he conocido a alguien que
conoce su propia mente tan bien como tú lo haces.
Rueda los ojos, pero pone una mano en mi cadera, acariciando y acercándome.
—Bebé, odio cada puto segundo de ser tatuado. Odio las agujas con pasión, pero
me dan una inyección de cortisona después de cada práctica y juego. Los que tengo en
las manos me hacen sentir tan mal y bien al mismo tiempo que tengo que mirar hacia otro
lado.
Agarro su mano en la mía. No son bonitas, son maltratadas, con los nudillos
hinchados y callosidades; el dedo del medio está doblado hacia el centro, como si se lo
hubiera roto muchas veces. Tiene manos de guerrero.
Esos dedos largos y llenos de cicatrices envuelven las mías más pequeñas
suavemente y levanto su mano para besar sus nudillos enrojecidos.
Bajo el velo de sus pestañas mira lo que hago. —Odio esas cosas y sin embargo,
mírame. Tatuado, perforado y un jugador de fútbol profesional. El hecho es que, corro
hacia el dolor. Una parte de mí se excita con eso. Así que mientras bien podía conocer mi
mente, claramente tengo mis propios problemas.
No se ve avergonzado por esto. No, sus ojos brillan con buen humor. Lo que hace
toda la diferencia y prueba mi punto. Se conoce a sí mismo de la manera en que yo no lo
hago; envidio eso.
La punta de su pulgar está magullada, la rozo contra mi mejilla. —¿Por qué
preguntas sobre conocerte a ti misma, Fi?
Con un suspiro, vuelvo a caer sobre las almohadas y miro hacia el techo. —No
quiero volver al trabajo.
—Entonces no lo hagas.
Un fuerte resoplido sale a través de mis labios. —No es así de simple.
—Claro que lo es. Eres infeliz allí. Así que déjalo.
Una mirada de él revela que es absolutamente serio.
—¿Esto viene de un jugador de fútbol? Pensé que ustedes siempre trabajaban en
no darse por vencidos. Resistencia mental y física es la clave, y bla, bla, bla.
El me da una sonrisa rápida. —¿Bla, bla, bla? Es bueno saber que los jugadores son
tan elocuentes. —Su sonrisa cae—. También olvidaste el “no juegues a menos que estés
cien por ciento dispuesto”. Lo que realmente significa, si no lo amas, no salgas. No vale
la pena el dolor, de lo contrario.
—Si me voy, ella gana.
Dex me mira por un momento con esa mirada suya que siempre siento hasta mis
huesos. Cuando habla, su voz es constante, reflexiva. —Ganar es una cosa subjetiva, Fi.
—De nuevo, no puedo creer que un jugador de fútbol diga eso.
Se ríe. —Si alguien es un experto en el tema de ganar y perder, es un atleta. El año
pasado perdimos en el campeonato de la NFC basados en una pérdida. Una jodida falta
que los árbitros dieron mal. Esa mierda quemó, Fi. —Su expresión se mantiene con calma,
pero sus ojos están llenos de ira—. Incluso ahora, cuando lo pienso, tengo ganas de
perforar algo. Y es mejor que creas que esos cabrones se burlaron sin vergüenza. No
importa que ganaron por un detalle técnico. El marcador fue todo lo que necesitaron.
Lentamente, extiende la mano y acuna mi mandíbula. —Querida, esas cosas pasan
todo el tiempo. Lo sé por experiencia personal, ganar no significa necesariamente que
una persona sea mejor. A veces, sólo los hace afortunados.
—Bueno —le digo, todavía llena de petulancia y resentimiento—, esa perra será
aún más suertuda si la dejo.
—No. Demonios, un día ella podría convertirse en la diseñadora más exitosa de
New York…
—Eso no ayuda.
—Pero será basado en su propia inseguridad. ¿Mientras que tú? —Inclina la cabeza
y me da un beso suave y prolongado—. Tienes verdadero talento y serás feliz con tus
propios méritos.
Tengo que reírme de eso. Pero eso muere rápidamente y pongo un brazo sobre mi
frente caliente. —No lo entiendes.
—Entonces edúcame.
—Soy una cobarde.
—Fi…
—Es la verdad. Casi todos los planes que comienzo, y créeme, siempre tengo un
plan, se descarrilan en algún momento.
—Estás describiendo a la mayoría de la población, Cherry.
—¿Tus planes fracasan?
La boca ancha de Dex se aprieta como si estuviera molesto por mí. Pero la mirada
que me da es tierna. La cama cruje cuando me tira en sus brazos, metiéndome contra su
costado. —Planeé mantenerme alejado de ti. —La punta de su dedo áspero acaricia mi
labio inferior—. Es el plan más grande que ha fallado.
—Ethan. —Su corazón late contra la pared ancha de su pecho y le doy un beso allí.
Suspirando, descanso mi mejilla en su hombro—. Es sólo que… siempre soñé en grande
y nunca he temido contar todos y cada uno de mis sueños. Excepto que mi sueños
cambian a menudo, son vivos y brillantes, con todas esas posibilidades, entonces, se
mueren y sigue algo nuevo.
Miro a sus ojos solemnes. —Desafortunadamente, mi exuberancia me ha
convertido en la niña que llora por sueños. Y mis amigos y familia ya no me creen cuando
me aferro a una nueva pasión. No los culpo, pero estoy cansada de ver que la gente se
apena, un poco condescendiente con una sonrisa irritada. No quiero ser vista como un
desertor más.
—A la mierda lo que otras personas piensan. ¿Crees que eres una cobarde?
—Te lo dije. Nunca me adherí a cualquier cosa. —Mi dedo traza una línea en su
clavícula. Me encanta la forma en que su piel se enchina por mi toque—. He cambiado
mi especialidad tres veces en arte y diseño.
Dex se mueve un poco, su cadera se mece mientras raspo su pezón con la uña. Su
voz es ronca, un signo de que está excitado. Pero pasa una mano por encima de mi
hombro, acariciándome. —¿Por qué lo cambiabas?
Por un segundo, simplemente juego con sus pezones, preocupándome, ya que
también me excita, la forma en que él reacciona, su respiración es cada vez más pesada,
su pene se pone duro de nuevo. —No lo sé.
En un abrir y cerrar de ojos, estoy contra mi espalda, mis muñecas están clavadas
por encima de mi cabeza. Con un gruñido de instala entre mis piernas y se cierne sobre
mí, los largos mechones de su cabello causan cosquillas en mis mejillas. —Ahora —dice
en voz baja—, me encanta tu forma particular de evitar las preguntas difíciles.
—¿En serio? —Desafío, abriendo más las piernas para que su dura polla llegue
entre mis labios. Un murmullo de placer me atraviesa.
—En serio. —Mueve la cadera ligeramente, frotando su dureza por encima de mi
sensible carne, lo suficiente para burlarse—. La cosa es que quiero una respuesta antes de
follarte.
Dios. Es un muro rodeándome, implacable, caliente. Quiero toda esa fuerza
golpeando en mí. Creo que gimo. Sé que muevo mis caderas, tratando de buscarlo. —
¿Por qué es tan importante para ti?
Sus ojos ahora son oscuros, viendo más de lo debido. —Es importante para ti. —
Se balancea contra mí, enviando pequeños escalofríos de dulce deseo—. Responde a la
pregunta, Cherry. ¿Por qué… —Se desliza hacia arriba—…. Seguiste…. —Después baja—
… cambiando?
Lamo mis labios secos. —Nunca se sintieron correctas.
—Mmm. —Se mueve de nuevo, la cabeza de su polla carnosa estira mi apertura.
Poco a poco, con un suave deslizamiento se hunde.
Y levanto mis caderas, mis piernas se abren más, como si esto de alguna manera
pudiera darle más espacio. Me llena tan bien, que apenas me puedo concentrar.
Pero los ojos de Dex están en mí, sus labios se detienen justo por encima de los
míos. —Querías ser feliz.
—Uh… uh… —En realidad no me puedo concentrar, no cuando se desliza
suavemente dentro y fuera de mi carne hinchada, tomando mis labios con besos suaves
y lentos.
Me acaricia mientras habla y folla. —Buscaste alegría en tu vida, ¿no es así, Cherry?
Me estremezco, mis dedos se cierran alrededor de su mano. Todavía clavándome.
—Sí.
Sonríe contra mi boca. —Nunca abandonaste nada. Sólo estabas buscando.
A pesar de lo que me está haciendo, mi atención se atrapa en sus palabras. Él hace
una pausa, su pene está dentro de mí, sus ojos brillantes se abren. Buscando la alegría.
Una risa brota dentro de mí y estiro el cuello para llegar a su boca. Lo beso tan
profundo como sea posible mientras todavía me estoy riendo. Y él sonríe contra mis
labios, mezclando nuestro aliento.
—Fóllame, Ethan —le digo, no dejando que se vaya—. Y dame un poco más de esa
alegría.
Se muerde el labio inferior mientras que todavía sonríe. —Sí, señora.
Y lo hace. Lo hace tan bien que estoy débil y sin aliento cuando terminamos.
Debería moverme, limpiarme, ofrecerle cena o algo. Pero sólo puedo estar contra él,
cubierta con su cuerpo sólido como una manta sudorosa.
—¿No tienes miedo? —le susurro después de un tiempo—. También revoleteé de
novio en novio.
No sé por qué estoy diciendo esto. Tal vez quiero ponerlo a prueba. Tal vez sólo
quiero saber que cree de mí. Todo lo que sé es que un miedo helado corre por mi espalda
ante la idea de volver a terminar las cosas con Dex.
Me rueda hasta su lado, mira hacia abajo, buscando mi cara. —No. Esa sólo fue
otra búsqueda. —Se inclina, mordiendo mi oreja—. La búsqueda ha terminado, tarta de
Cherry.
—Uf. ¡No me llames como una tarta! —Cuando él sólo se ríe tengo que sonreír—.
Eres un tipo arrogante, ¿lo sabes?
—Mmm… —Su pulgar calloso acaricia mi pezón—. Creo que hemos cubierto eso.
—Me estremezco. Lo hace de nuevo, lentamente—. Abusa de mí todo lo que quieras;
sabes que tengo razón.
Dios, me encanta la forma en que me toca, amo lo oscuro y ronco de su voz. Incluso
me encanta su inquebrantable confianza en todas las cosas de nosotros.
La palma de mi mano se desliza hacia debajo de su espalda, directo a su trasero.
En verdad amo su trasero. Es masivo, duro como una roca. El trasero de un titán. Riendo
un poco por ese pensamiento, le doy un apretón, ganando un gruñido profundo de él.
—Sí —sigo con una pequeña sonrisa mientras lo siento—. Creo que estás en lo
correcto.
24 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Daliam

Fiona
Dormimos envueltos, mis piernas más pequeñas se aferran a Dex. Estamos
muertos para el mundo hasta que la luz del día se asoma a través de la cama y brilla en
nuestros ojos. Dex intenta protegernos metiéndonos en su lado y hundiéndome en el
hueco de su hombro, pero es demasiado tarde. Estoy despierta, y la vida real está sobre
nosotros una vez más.
Gruñendo sobre comprar cortinas oscuras, me arrastro sobre él, ganando un azote
en mi trasero mientras que voy a preparar un poco de café.
Cuando regreso, Dex está de espaldas, con la cabeza apoyada en las almohadas.
La vista me hace parar un momento en el umbral de mi habitación. Bañado por el sol, con
el cabello castaño dorado, el cual se derrama sobre el lino blanco; con su exuberante barba
oscura y la boca en forma de puchero; con tatuajes coloridos, y músculos duros. Dios, está
tan bueno, como algo ilícito que aterrizó en mi cama y está esperando otra ronda de
libertinaje.
Fantasías ridículas bailan en mi cabeza y lucho contra una risita. El sonido llama
su atención y su boca de enrosca lentamente.
—¿Estás pensando que aún no te llenas, querida?
La barra de plata en su pezón guiña a la luz mientras se mueve para agarrar su
taza.
—No creo que me pueda llenar del todo. —Me deslizo a su lado, donde es cálido
y maravilloso—. Estoy pensando en conseguir unos aros, tal vez un pañuelo para la
cabeza y un machete y así podemos jugar más tarde a captura al pirata.
Dex gruñe, sus ojos color avellana brillan ante el placer evidente. —Te diré que,
ponte uno de esos atuendos de puro encaje dulce, dejaré que me ates a la cama y puedes
trabajar mi mástil todo lo que quieras.
Me da una mirada lasciva exagerada y ambos nos echamos a reír.
Presiono mi nariz contra su hombro. —Dios, eres terrible.
—Tú empezaste. —Se ríe.
Tomamos café bajo las sábanas, después dejamos las tazas así nos podemos
acurrucar de nuevo.
A pesar de nuestras bromas, o quizás por ellas, un peso se hunde bajo mis costillas
y se me hace un nudo en la garganta.
Paso la mano sobre su pecho, el poco vello de sus pectorales causa cosquillas en la
palma de mi mano. —¿Cuándo es tu vuelo? —No llegamos a esos detalles anoche. Pero
sé que no estará aquí por mucho tiempo. Y por mucho que lo odio, tengo que ir al trabajo
pronto.
Su pecho se levanta en un suspiro. —En pocas horas.
—Oh. —Esperaba más. Al menos una noche más.
Dex traga salida y mira hacia la ventana, la luz del sol se curva sobre su mejilla. —
Tenía que haber esperado para tener más tiempo. —Se vuelve hacia mí—. Pero estabas
molesta. Lo pude escuchar cuando hablamos. Así que salté en un avión.
Mis dedos se extienden sobre el centro de su pecho. Vino por mí. Lo dejó todo y
vino aquí por mí. Nadie ha hecho eso.
El bulto en mi garganta crece. —Gracias —susurro—. Yo… tú… —Tomo una
respiración entrecortada y presiono mis labios contra su pecho duro—. Significa mucho,
Ethan.
No contesta, pero asiente. La habitación se queda en silencio, torpe y espeso con el
peso de su eventual partida.
Dex toma una respiración profunda y rueda fuera de mí, se sienta en el borde de
la cama con los hombros encorvados y la cabeza agachada. No dice nada, solo se queda
tranquilo, su perfil se endurece con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa? —pregunto, sentándome también.
No se mueve, y por un segundo, creo que no me ha escuchado. Pero entonces su
ceño se profundiza. —No quiero decirte.
—¿Qué? —chillo, conmocionada y ofendida—. De modo que las palabras “me
puedes decir lo que sea” ¿solo aplica para que yo desnude mi alma? Estupendo.
Encantador.
Él hace una mueca. Sus gruesos músculos se agrupan y flexionan mientras se pasa
las manos por el cabello suelto. —Siento que no tengo derecho, Fi. —Su voz se reduce a
un murmuro ronco—. Odio esto.
Las palabras envían a mi corazón a latir fuertemente contra mis costillas. —¿Odias
esto?
—Dejarte —dice, agitando un brazo hacia la puerta. Un suspiro grande deja sus
labios—. Sé que soy el que empujó a tener una relación a larga distancia. Te pedí confiar
en mí para que funcionara. Pero la idea de estarte dejando constantemente me consume.
No quiero.
La cama cruje mientras se gira y sus ojos encuentran los míos. Su expresión es
triste, perturbada. —Odio que ahora sé tú dolor. La idea que enfrentes esta mierda sola…
—Se muerde el labio y niega con la cabeza—. Jodidamente apesta, Fi.
Una pequeña sonrisa tira de mis labios mientras me arrastro hacia él. Su piel está
caliente y suave, y presiono mis pechos contra su espalda, envolviendo mis brazos
alrededor de su cintura para absorber todo ese maravilloso calor.
Dex de inmediato pone su mano sobre la mía, su toque es casi necesitado.
—Lo sé —digo, mis labios se deslizan sobre su piel—. No quiero que te vayas
tampoco.
Se estremece, como si todo su cuerpo se estremeciera por el pensamiento y el
agarre de su mano se aprieta. Pero no dice nada, simplemente se aferra.
La tristeza se hunde en mis huesos. —Esto… —Me aclaro la garganta—. Esta es la
razón por la cual querías permanecer lejos.
Dex tiembla, su cuerpo se pone rígido. Lo escucho tragar, siento la ondulación de
sus músculos. —¿Quieres dejarlo?
No puedo respirar. Mis costillas duelen. —¿Eso es lo que quieres? —pregunto en
voz baja.
Me olvido de lo rápido que Dex puede ser. Apenas lo veo girar cuando estoy
siendo levantada y sentada en su regazo. Unos gruesos brazos están a mí alrededor,
aplastándome contra un pecho sólido.
—No —casi grita y después se calma—. No, Cherry. —Suavemente besa la parte
superior de mi cabeza—. Por eso no quería decir nada. Siento que estoy siendo egoísta y
petulante.
Sonrío contra su cuerpo y me acurruco más cerca. —Me siento un poco de esa
manera. Está bien, nene.
Dex gruñe, pero su agarre su vuelve más suave. Su gran mano callosa corre por mi
espalda. —Desde el primer momento que agarré una pelota de fútbol, he soñado con
jugar en la NFL, lo deseé tanto. La promesa de estar en ese lugar me mantuvo a través de
momentos duros. —Su mano desacelera, sube a mi nuca para descansar—. Ahora que
estoy aquí… —Sacude la cabeza—. Es una vida solitaria, Fi. Ellos nunca te dicen eso.
—¿Qué? —digo impulsivamente, mi voz es gruesa—. ¿No se trata todo de coches
rápidos y mujeres dispuestas?
Mujeres que voy a despellejar si las atrapo tocando a mi hombre.
Casi puedo sentir que sonríe y me pregunto si conoce la dirección de mis
pensamientos.
—Sí solo quieres a una mujer, el resto es solo ruido.
Consigue un gran beso por eso y su pequeño pezón se pone duro en respuesta. Lo
estoy tentando, torturando un poco. Pero sus palabras me hacen pausar un poco.
—Solo… pensé que sería más feliz en este momento —dice—. Satisfecho, tal vez.
Levantando la cabeza, me encuentro con su mirada preocupada. Sería tan fácil
animarlo que lo deje. Lo puedo sentir en mi piel. Una parte de él quiere una razón.
El poder que tengo sobre él hace que me duela el corazón.
Podría hacerlo, decirle que lo deje, probar que pone en riesgo contusiones o
lesiones de médula, eso si no lo envían lejos de mí todas las semanas.
Podría tenerlo todo sin competir con el fútbol.
—¿Amas jugar? —pregunto.
—Siempre —dice sin dudar.
—Entonces hazlo, si vale la pena. —Beso el hueco de su cuello, donde su piel es
más suave. Ama ese punto y se estremece, presiona su mejilla contra la parte superior de
mi cabeza.
—Fi, te prometí honestidad. La verdad que mi deseo de tenerte me cegó a la dura
realidad de estos momentos, que todo lo que podemos tener, son unos pequeños
momentos durante la temporada. Cuando no estoy jugando, estoy practicando,
revisando secuencias, ejercitándome, comiendo, durmiendo. El tiempo libre es un mito.
—Me mira y hay dolor en sus ojos—. Quería darte más. Pero no puedo. Y no sé qué hacer
al respecto.
Siempre he sabido esto. Lo beso de nuevo, poniendo toda mi fe en él, en nosotros.
—Vive tu sueño, Ethan. Vamos a encontrar la manera de hacerlo menos solitario.
Pero incluso mientras hago la promesa, tengo miedo que nos estemos mintiendo.
Porque está claro que la relación no está funcionando de la manera que necesitamos, y
algo tendrá que ceder antes de que estalle.
25
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Larochz

Fiona
Algunas personas odian Nueva York. Lo entiendo, el lugar es ruidoso, ocupado, sucio,
un hervidero en actividad. Pero a mí me encanta. En el momento que salgo a sus calles el
sábado por la mañana, me siento llena de energía, mi ritmo sube y mi espalda se pone
más recta. Caminar por el parque para tomar el metro, es como si casi pudiera fingir que
mi tiempo con Dex fue un sueño.
Excepto que mis pezones y muslos duelen. Cada paso que doy, envía una pequeña
punzada de placer a través de mi sexo que duele como si hubiera sido golpeado desde
adentro hacia fuera con un objeto grande y contundente.
Sonrío, recordando la longitud del pene de Dex golpeando en mí. Y casi dejo de
caminar y aprieto los muslos, como si retuviera la sensación conmigo por un poco más.
Lo extraño. Ha pasado menos de una semana y extraño el sonido de su voz, el
calor de su piel, la forma astuta en que se burla de mí. Extraño burlarme de él. Y en verdad
solo quiero estar de vuelta en la cama con Dex, trazando las líneas de sus tatuajes, hacerlo
que contenga el aliento mientras juego con el anillo de su pezón.
Nada de esto es bueno. Él no vive aquí. Solo nos veremos cuando él pueda tomar
un vuelo a esta ciudad. Necesito una distracción y mi objetivo es conseguirlo.
Mis pasos aumentan mientras dejo el metro en el subterráneo de la calle novena y
hago mi camino hacia Horatio. En el momento que llego al apartamento de Jackson, estoy
desesperada por una solución. Afortunadamente, me deja entrar de inmediato mientras
el elevador industrial se para en su piso.
Guapo y en forma, me da una sonrisa satisfecha. —No tengo ni un día en la ciudad
y ya estás aquí. Te dije que te harías una adicta.
Le doy a su mandíbula un pequeño golpe. —Sí, sí, eres muy inteligente. Ahora
cállate.
Jackson echa un brazo alrededor de mi hombro. —¿Acabas de citar The Princess
Bride?
—Si tienes que preguntar, no eres digno, Jax.
El apartamento es parte de un almacén reformado. Astrid Gilberto canturrea en
voz baja sobre una chica y hay cierta fragancia de café recién hecho y pan las cuales se
mezclan con los aromas predominantes de madera y barniz.
Jackson me deja ir y dice en voz alta—: ¿Quieres dejar de jugar con esa mierda?
Nos vas a convertir en un chiché.
Hal sale de la cocina, sosteniendo una bandeja. —Tú aguanta aquí y yo iré hacia el
barrio chino para comprarnos juegos de seda, idiota.
Entonces Hal me sonríe, sus ojos azules brillan. —Fi-da-lee. —Arrastra las palabras
mientras le doy un abrazo—. Jack tiene razón, eres una adicta.
—Tal vez solo vine aquí por la comida. —Agarro un croissant y le doy un gran
mordisco.
Jackson se apoya en la encimera de la cocina de acero. —¿Así que no quieres ver
tu mesa?
—¿Está lista? —digo con la boca llena de comida.
—El desayuno en primer lugar —insiste Hal, dándome un poco de café.
Lo que hace que Jackson ruede los ojos y regrese a su trabajo, Hal nos dice bárbaros
mientras que nosotros nos vamos.
He conocido a Hal y Jackson desde mi último año en el bachiller cuando mi mamá
me dejó en su estudio para ver algunas mesas de comedor. La pareja crea alguno de los
más hermosos muebles modernos que he visto.
Trabajan fuera de su apartamento y tienen un estudio en la planta baja, ambos los
heredó Jackson de su tío, quien compró el lugar en los años ochenta cuando el distrito
Meat Packing era, como Jackson le dice: “el dominio de los homosexuales y novillos”.
Ahora es un distrito de moda, lleno de tiendas de costura, discotecas y
restaurantes. Y ahí está mi bebé. Doy un suspiro feliz mientras corro hacia la mesa que
hice. Un metro sesenta y cinco de largo, que cuenta con una cubierta dura de madera
reciclada, organizada en un patrón de colores naturales.
—¿Quieres hacer los honores? —pregunta Jackson.
En realidad ya le estoy quitando todo, deseosa de verla.
Durante los últimos cinco veranos, he sido la aprendiz de Jack y Hal, asimilando
todo lo que pueda acerca de la fabricación de muebles. Eso me ha ayudado a ser mejor
diseñadora y me gusta trabajar con las manos en lugar de simplemente hacer bocetos de
habitaciones.
Todos nos echamos atrás y miramos la mesa. Es dura y necesita ser lijada. No
quiero usar barniz, planeo frotar varias capas suaves de cera.
—No me gusta la pieza oscura —digo, apuntando al trozo de madera que llama
mi atención—. Parece fea.
—Necesitas un poco de equilibrio —argumenta Hal—. De lo contrario la cosa se
vuelve sosa.
—Hal tiene razón. —Jackson camina alrededor de la mesa con ojo crítico—.
Funciona.
Discutimos los méritos de la mesa y lo que puedo hacer para mejorarla con el
tiempo, mis amigos alejan mis problemas.
Acurrucada en una esquina de sus sofás grandes, voy por mi segunda taza y
termino mi historia dolorosa del trabajo.
—Entonces déjalo. —Hal hace un gesto con la mano como si ese consejo resolviera
todo.
—¿Y hacer qué? Necesito trabajar. Y no puedo huir cuando las cosas se ponen
difíciles.
—Felix es una bruja sin talento —dice Hal con una mueca—. Y sabe cómo
manipular. ¿Te quieres quedar en ese ambiente tóxico? ¿Para qué? ¿Así podrás perder tu
alma?
—Tan dramático —dice Jackson inexpresivo antes de mirarme—. Pero tiene razón,
Felix no te enseñará nada, más que cómo tener éxito en los negocios por ser un trasero
arrogante. Hay otras maneras. Haz lo que amas, ama lo que te hace hacerlo.
—¿Quieres decir, ama lo que hagas? —pregunto con una sonrisa.
Jackson se ríe. —Eso también.
—Tendré eso en mente —digo tomando un sorbo de café—. Tendré mucho que
hacer mientras él y la ladrona que no debe ser nombrada, tienen mucha diversión con el
proyecto de Robertson.
—¿Robertson como en Cecilia? —pregunta Hale.
—Sí. Cecilia Robertson y su ático de treinta millones de dólares.
—Nos compró un juego de comedor el año pasado. —Hal cruza una pierna sobre
la otra—. Mejor que esa perra no esté abandonando su rediseño.
—Perra —espeta Jackson, mirándome—, está en una fuerte competencia con Janice
Marks. Lo sé porque es de todo lo que hablaba durante nuestra consulta. En cómo tenía
que ser más grande y mejor que Janice. En cómo su mesa no podía parecerse en nada que
Janice compraría.
Una lenta sonrisa maligna se extiende por mi cara. —No lo digas.
—Mmm… Janice tendrá una fiesta en dos semanas en su casa. ¿Quieres ser mi
pareja, cosa dulce?
Hal mira entre nosotros y sonríe también. —Ustedes son…
Ante eso me pongo de pie. —Señores, como siempre, ha sido un placer. Pero de
repente tengo la necesidad de buscar un vestido de cóctel.
Tengo una venganza que planificar.
Es una verdad triste que sí, mato tiempo en redes sociales cuando estoy en horas
de trabajo. Con un poco de café y el almuerzo. Es un mal hábito. Estoy tratando de dejarlo.
Pero no me siento tan culpable ya que atrapé a Felix haciendo lo mismo muchas veces.
¿A quién engañamos? Nuestro mundo es de adictos al internet.
Mi mano se detiene mientras la imagen de Dex aparece en el título. Al principio
aquello no coincide. Dex en su perfil, tiene su boca, tan perfectamente enmarcada y su
barba es severa. ¿Por qué diablos está en un sitio de chismes?
Inclinándome hacia mi computadora, mi corazón late con fuerza, leo la historia. Y
casi me ahogo.
—Mierda…
El titular es grande y feo:
Pippa Blooom ofrece un millón de dólares por probar la virginidad del jugador de
la NFL Ethan Dexter
Mis mejillas pican y las yemas de mis dedos hormiguean. No puedo creerlo. He
leído el artículo, es una breve discusión en cómo un club privado llamado Pippa Bloom
no cree que el soltero principal siga siendo virgen. Quieren acabar con él.
¿Por qué? No hay explicación, excepto por el hecho que hay toneladas de
publicidad solo apuntando a mi hombre.
Estoy tan enojada, no puedo mover los ojos de la pantalla. Mis dedos tiemblan
mientras golpeo el enlace en el que discuten las ofertas, como si Dex fuera una especie de
triste caso.
Mi primer instinto es llamarlo. Pero no, solo estaré chillona y no ayudará en la
situación. Podría llamar a Ivy, pero supongo que estará toda enojada y no puedo manejar
eso en este momento. Así que llamo a mi amiga Violet.
Violet y yo éramos compañeras de cuarto en el primer año y aunque rápidamente
me mudé a vivir en la casa de huéspedes de mi papá en el segundo año, permanecimos
como amigas cercanas.
—¿Qué pasa, Fi-Fi? —responde.
Ruedo mis ojos. —Señorita Day. —Sí, sus padres en verdad la llamaron Violet Day.
—¿Qué puedo hacer por ti, Fi?
—Sabes, en verdad tienes que dejar de hablar como si fueras tu hermano. Se está
poniendo incómodo. —Me río mientras ella maldice, pero el feo título en mi pantalla me
hace volver—. Así que, conocí a un chico.
—Ohh, cuenta todo.
Puedo imaginarla ahora, con las piernas estiradas en la enorme silla de su oficina,
con sus ojos grandes mientras retuerce un mechón de cabello oscuro alrededor de su
dedo.
—Su nombre es Ethan. Es amigo de Gray. Solían jugar juntos en la universidad. Es
el defensa de la NFL ahora.
—¿Un jugador de fútbol? Cállate.
—Lo sé. También me sorprendió.
Violet sabe de mí no gusto por los atletas.
—Pero él es un poco diferente. Inesperado. Solo… realmente me gusta.
—Lo puedo decir por tu voz —dice suavemente.
—Sí, la cosa es que… —Me vuelvo y me desplazo por el artículo horrible—. ¿Has
leído las noticias de hoy?
—Sí. —jadea—. Santa mierda, ¿estás hablando de Ethan Dexter?
No me gusta el escándalo en su tono. Sé que ella no lo hace con mala intención,
pero mis mejillas cosquillean con irritación. No por ella, si no con toda la situación fea. —
El mismo.
—¿Estás saliendo con un virgen? —Casi grita.
—Sabes que —espeto—. Voy a colgar.
—¡Lo siento! —Interrumpe Violet—. Eso fue totalmente grosero. Y no es mi asunto.
—No.
—¿Pero lo estás? —Ella corre como si no pudiera detenerse.
Miro el techo. —Digamos que ellos están tarde en su búsqueda.
Da una risita disimulada, pero es un sonido feliz. —Suertuda, estoy mirando su
foto y Santo Moisés, él es caliente. No tu tipo habitual. Pero caliente. Mucho más que
caliente de hecho.
No puedo evitar sonreír. —Sí, lo es. Pero en este momento estoy preocupada por
la oferta. ¿Y quién diablos es Pippa Bloom?
Hay un momento de silencio, y sé que Violet se ha calmado lo suficiente para llegar
al punto del artículo.
—Pippa Bloom… —Violet se burla de las palabras—. Es tanto el nombre de un
club y una pequeña mierda espumosa, creo.
—Dime más.
—Pippa Bloom, es una mujer, que comenzó como casamentera para los ricos y
poderosos. Pero pronto se hizo evidente que estos señores querían una conexión fácil, sin
toda lo pegajoso de una relación o ilegalidad para pagar por sexo.
—¿Esa no es la forma en que siempre ha sido?
—Sí, pero ella hizo una conexión y encontró la manera de proporcionar esto, una
clase de servicio de citas de alta clase. Así que formó un club. Es como el Tinder de los
ricos. Los miembros son investigados; atractivos hombres y mujeres lo adquieren. Todos
ellos saben sobre la puntuación.
—Realmente no quiero estar del lado de cualquier persona que lastime a Dex, pero
todavía no le veo lo malo a eso.
Violet hace un sonido molesto. —El club promueve trampa. Juegan con el tabú en
torno a su cónyuge, comercializan en su mayoría a hombres. Y lo hacen con esta mierda
barata, como el truco con Dex para conseguir publicidad.
—Bien, Pippa Bloom es una ramera…
—¿Qué? —Violet se ríe.
Mis labios se contraen. —Una persona muy mala. Una idiota.
—Me encanta cuando insultas en británico.
Adquirí la educación de las maldiciones durante mis veranos en Londres.
—Solo pasa cuando estoy realmente enojada. Pero hablando en americano, es una
rata.
—Los insultos están muy bien, pero voy acabar con esa perra y su club. —El tono
de Violet es duro y decidido.
—No veo cómo. —Golpeo la pluma en mi escritorio—. No importa de todos
modos. Lo que importa es Dex. Tengo que hablar con él.
—A mí sí me importa. Esa mierda separó a mis padres. ¿Ahora tu hombre es un
objetivo? Claro que no. Ya es suficiente. Ella se viene abajo.
La cosa es que Violet quiere hacerlo, sé que puede hacerlo. Detrás de su sonrisa
soleada y boca sucia hay un genio de la informática. Desde muy temprana edad ha vivido
y respirado en los ordenadores. Ahora, a los veintiún años, es un consultor de valores de
la red, muy bien paga. Lo que significa que también sabe cómo ir a los lugares oscuros.
—Genial, quémala. Solo sé cuidadosa.
—Voy a encontrar algo.
—Me tengo que ir.
—Ve y encuentra a tu hombre y dale comodidad, Fi-Fi. Deja que yo me ocupe del
control de daños.
Realmente no me quiero imaginar la versión de control de daños de Violet. Mejor
seguir siendo ignorante en el caso de un proceso penal. Y en este momento, tengo que
concentrarme en mi propia versión de control de daños.
26
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Larochz

Dex
Nunca había estado en el centro de atención antes, puedo decir de plano, que
apesta ser arrojado a la vista. Al principio, no sabía lo que estaba pasando. ¿Por qué las
cámaras estaban dirigidas a mí? Ocasionalmente toman una foto mía, pero nunca soy el
centro. No doy noticias. Solo hago mi trabajo y apoyo al equipo.
¿Ese puto bombardeo de flases que me deja ciego mientras dejo la práctica? Nunca
me había pasado. Y entonces están los gritos.
—¿Dexter? ¿Dexter? ¡Por aquí!
—¡Dexter! ¿Qué piensas sobre la virginidad?
—¡Dexter! ¿En verdad que eres virgen?
Durante un largo momento, solo puedo tratar de parpadear, tratar de mirar. Una
palabra hace que todo mi cráneo martille: virgen. Es como un golpe a las costillas. No
puedo respirar.
Están hablando sobre que soy virgen.
La vergüenza se abalanza sobre mi piel como olas, como si hubiera sido despojado
de mi ropa y colocado en un desierto. Agacho la cabeza y empujo con mi hombro a través
de la multitud mientras que mis compañeros detrás de mí se me quedan viendo. Y
después viene la rabia. No debería tener vergüenza. Mi vida es mi propio negocio.
En realidad, me toma cinco pasos darme cuenta que no soy virgen. Estuve tan
jodidamente cegado por un minuto, que lo había olvidado. Fi. Jesús. No soy virgen. Pero
evidentemente, el mundo cree que lo soy. ¿Y por qué?
—Dex. —Alguien agarra mi codo. Me estremezco, listo para atacar. Pero es
Rolondo con oscuros ojos serios.
—Vamos, hombre. Te voy a llevar a la cena.
¿Cena? La gente sigue gritando. Las cámaras están fijas en mi cara.
Londo agarra mi brazo y me empuja hacia su camioneta. Bien. Se supone que
saldríamos a cenar con Drew y Johnson. Mañana jugamos contra su equipo. La cena. No
creo que pueda comer. Como que tengo ganas de vomitar en su lugar.
Aturdido, me meto en la camioneta de Rolondo. El ruido de la puerta cerrándose
es un alivio. Amortigua los sonidos del exterior.
Londo salta en el asiento del conductor. —Vamos a parar en mi casa hasta que sea
hora de irse. No es necesario que estés en esta mierda.
Gira el encendido y el sistema de sonido explota tan fuerte que mi culo vibra. Él
me da una amplia sonrisa y se desvía de la zona de aparcamiento, dejando atrás la
multitud.
Vamos un bloque abajo cuando baja el volumen. —Maldita sea, no doy una mierda
por esos hijos de puta. —Sé que es mitad broma. Su expresión se vuelve sombría mientras
mete la mano en el bolsillo de sus vaqueros y me entrega su móvil.
—Googleate y averigua qué diablos está pasando, D.
Una parte de mí no quiere. Pero el conocimiento es poder, y no puedo luchar
contra lo que no entiendo.
El titular aparece inmediatamente en la parte superior de la búsqueda, y es un
puñetazo en el estómago de nuevo. Mierda. Mierda. Mierda. ¿Soy un virgen vendido?
¿Con una jodida recompensa por mi pene?
Casi me puedo reír, pero mi estómago se revuelve en su lugar. Rolondo acaba de
silbar largo y bajo.
—Mierda, hombre. Eso es… —Se estremece, frota una mano por su vaquero—.
Una mierda, Dex.
—¿Quién carajo es Pippa Bloom?
Me da una mirada. —¿Nunca has escuchado de ello?
—¿Ello? Suena como una mujer para mí.
—Pippa Bloom es uno de esos sitios para citas. Solo atiende a tipos ricos. Ya sabes,
se especializa en la mierda excéntrica. La verdad, creo que hay mucho más que sexo. Su
lema es: ¿Cuál es tu placer? Yo lo tengo todo, y me refiero a todo.
—¿Cómo sabes de ellos?
Rolondo se retuerce en su asiento. —Porque… uh… no solo es para hombres
buscando mujeres.
—Dios, ¿eres miembro?
—No después de esto —espeta—. No después que se metieran con mi amigo.
—Gracias. —Paso una mano por mi cabello—. No juzgo por cierto.
—Bien, hombre. No he oído ningún juicio en tu tono.
Prácticamente puedo sentirlo rodando los ojos. Lo miro. Cuando nos graduamos,
Rolondo le contó a nuestro círculo que era homosexual. Yo lo había sospechado, pero
nunca dije nada. Fue tan difícil para él, pero lo apoyamos. Siempre. Sin embargo aún debe
decirle a los medios.
—Estoy siendo serio —digo—. Vive y deja vivir. Pero, sí, bien, estoy juzgando este
sitio de mierda ahora mismo. La puta recompensa por mi trasero mató mi buena
voluntad.
Rolondo se ríe. —Pero, bueno, después de esto serás famoso.
Sé que está bromando. Pero no sirve de nada, sin embargo. Ya puedo escuchar a
los comentaristas de la ESPN. Las bromas. Estoy atascado aquí, sintiéndome expuesto,
enfadado, humillado, entonces, molesto de nuevo.
—¿Por qué demonios quieren venderme? —Ni siquiera soy consciente de que
hablado hasta que Rolondo se encoge de hombros.
—Tienes todo, tatuajes, una cosa de melancólica de chico grande. ¿Sabes cuántas
chicas van tras esa mierda? ¿Y ser virgen por encima de eso? Mierda. Es atractivo como
la hierba.
Mis cejas se levantan mientras lo miro. —¿Cosa melancólica de chico grande?
Suenas como un chico de dieciocho, ¿sabes?
Juro que se sonroja. Pero niega con la cabeza como si yo fuera el loco. —Hombre,
tengo hermanas menores. Es imposible no saber de esta mierda.
Me aprieto el puente de la nariz. Siento un dolor de cabeza.
—La verdadera pregunta es, ¿cómo se dieron cuenta que eres virgen?
—No lo soy.
Sé que es consciente de lo que estoy diciendo. Ni siquiera debería mencionarlo.
Pero jodidamente me irrita que este sitio de citas me marcara como un objetivo porque
piensan que aún lo soy. —Quiero decir, lo era antes. Antes… mierda, no importa.
—Bueno —dice Rolondo pausadamente—, alguien señaló que eras un virgen, D.
—Sabes a lo que me refiero. Nunca lo escondí. Pero tampoco lo anuncié. No
importa eso porque…
—Ya no lo eres; lo entiendo. —Gira en la entrada de su apartamento—. No tienes
que explicar nada. Pero tienes que estar preparado para esta mierda. ¿Esta agencia de
mierda ofreció un millón de dólares para que alguien se metiera en tus pantalones? —
Una baja risa sin alegría lo abandona—. Hombre, mierda. Vas a tener putas por donde
quieras para lamer tu trasero.
Con un gruñido, me dejo caer en mi asiento, mi corazón se aprieta en mi pecho. —
Mierda. —Tengo miedo de hablar con Fi, prepararla para lo que se viene. Le prometí su
intimidad, ser normales. Esto está lejos de ser normal.
Cuando llego al interior de la casa de Rolondo, trato de localizar a Fi, pero mi
llamada va directamente al correo de voz. Se mantiene el buzón hasta que llega la hora
de la cena. Y me quedo con esta sensación que todo se acaba de caer en pedazos.
A pesar de mi mal humor, la cena con los chicos en realidad ayuda.
Inmediatamente me están dando palmadas en mi espalda y diciendo chistes estúpidos
mientras estamos en la cabina en una tranquila esquina.
Pero una vez sentado, Johnson se inclina, usando la fiera expresión que tiene, le
dicen El Vikingo, por su largo cabello rubio y tez ligeramente rojiza.
—En serio, Dex, ¿por qué coño se metieron contigo? es decir… —Se sonroja un
poco—. Todos pensábamos que eras…
Cierra la boca, indispuesto a ir por allí, lo que es un poco irónico teniendo en
cuenta que hablamos sobre toda la mierda debajo del sol. Y me pegunto si le doy pena,
pensando que soy un caso perdido. Eso me enoja. Una parte de mí quiere decirle lo que
le conté a Rolondo, que ya no soy virgen, o que me importa una mierda que lo fui antes,
porque estar con Fi es la mejor sensación del mundo.
Pero lo que hago con Fi es privado. Y ni siquiera voy a pensar en ello ahora mismo,
no cuando ella está a miles de kilómetros de distancia y la extraño hasta el punto en que
duele.
Sí, duele. Lo siento en mi pecho. Froto el lugar, odiando que se siente frío y vacío.
Hay una presión a lo largo de mi espina dorsal. Se está poniendo peor esta necesidad de
estar donde esté ella. ¿Por qué no está contestando su teléfono?
Tengo docenas de mensajes de voz en este momento. Desde Ivy y Sean Mackenzie,
preguntándome si estoy bien y si quiero discutir un plan. Llamadas de casi todos, menos
de Fi.
Johnson está esperando una respuesta.
—Sinceramente, no lo sé. —Me froto la parte trasera de mi cuello donde está rígido
y dolorido—. Mantengo el perfil bajo.
—Hombre, no lo creo —dice Rolondo con un movimiento de cabeza—. No cuando
cuentas en bares y esa mierda.
Johnson se ríe, doblándose. —Oh, hombre. Casi me oriné en mis pantalones
cuando vi ese video. Jodidamente loco, D. No puedo creer que lo hicieras, loco.
Yo tampoco. Pero en ese entonces Fi trajo partes de mí que no sabía que estaban
allí. Estaba tratando de ganarle, pero me divertí. Me dejé llevar de una manera que solo
lo he hecho en el campo.
—La cosa es que ese video ha estado fuera por un tiempo. Consiguió estar en las
redes sociales, tener una buena risa en la ESPN, pero eso fue todo.
—Fue su calendario. Han sacado las fotos. —Drew extiende su teléfono. Hay una
foto en su navegador, y todos se alzan para ver. Llego allí en primer lugar, dando un
codazo a Johnson que mira hacia abajo, a la pantalla.
—Mierda. Me había olvidado de esto.
—Pero que sexy, Dex —dice Rolondo con una risa, ganando un empujón de mi
otro codo. Son las fotos del calendario de mi equipo. Fotos de nosotros desnudos. Sí, lo
hice. Principalmente porque el fotógrafo era una mujer joven que nos cagaba de miedo.
Literalmente.
La cosa es, que ella claramente tiene talento, y no nos trató como un espectáculo
gratuito, no es que a la mayoría de los chicos les hubiera importado. Las fotos eran de
buen gusto, a todo color.
Mi foto era una con el fondo color rojo oscuro. Sobre una rodilla, mi casco está a
mi lado en el suelo, tengo la cabeza inclinada y mi brazo apoyado en el muslo. Una
especie de “Pensador” insistió la fotógrafa.
Aparte de mostrar el lado de mi trasero, ninguno de mis bienes están en exhibición,
aunque sospecho que podría haber un poco de Photoshop en el trabajo, las cosas cuelgan
y todo eso.
—Es una buena foto —digo con aire ausente.
Drew sonríe.
Y yo le doy una mirada. —¿Qué? Tiene mérito artístico.
—Es como el hombre caramelo —dice Johnson—. Mírate, todo cuidadosamente
flexionado sobre tus músculos. ¿También hizo reflexionar a tu treasero?
—Nada de flexiones. Esa es mi forma natural. —Le echo un vistazo—. ¿Celoso?
Rolondo se ríe. —Sí, lo está. —Hace un gesto hacia la pantalla—. Tendré mi
calendario colgando por encima de mi cama.
—Típico —dice Johnson—. ¿Cómo posaste para la tuya? ¿Haciendo un baile de
exhibicionismo?
—Sosteniendo un balón frente a su pene mientras hacía poses de exhibicionismo
—digo inexpresivo.
—Jodidamente caliente como el infierno —asegura Rolondo.
—No dejaré que Anna vea esto. —Drew niega con la cabeza—. Va a empezar con
que querrá que también lo haga. Pero, sí, hombre. Hay un artículo aquí. —Le da un
golpecito a la pantalla y va hacia otra página—. Te están llamando el caliente, tatuado,
sensible centinela del fútbol. Al parecer tu imagen tiene el mayor número de éxitos.
—¿Qué? ¿La cosita sexy de Dex tiene más calificación que yo? Oh Demonios, no.
—Rolondo frunce el ceño y saca su teléfono, al parecer, comprobando todos los artículos
él mismo.
Ruedo los ojos.
La boca de Drew se tuerce de las esquinas mientras lee. —Fue ese hijo de puta de
Randolph Norris quien dijo que eras virgen.
Norris, era un defensa que jugó para el equipo rival de la universidad, le ganamos
los dos últimos campeonatos. Él y yo nos enfrentamos varias veces y siempre se vió como
un pendejo. Decir que nos disgustábamos el uno al otro era poco.
Y desde luego que jugaba en una universidad a solo dieciséis kilómetros de la
nuestra, estaba al tanto de los chismes locales.
—Hijo de puta —murmura Johnson—. Odiaba a ese tipo.
—Fue seleccionado para jugar para New Orleans este año —agregó—. Pero el
entrenador lo cortó durante la última ronda de entrenamiento. El rumor era que no le
gustaba la actitud de Norris.
—Porque apesta —murmura Rolondo—. Casi rompió la cabeza de Finn durante
una práctica ligera.
Poner en juego la salud de tu mariscal no es una decisión inteligente. Gracias a
Dios no lo tengo sobre mi equipo nunca más.
—Así que está amargado y claramente odia a Dex —dice Drew—. Tuvo muchas
cosas que decir… acerca de cómo Dex nunca salió con una mujer, u hombre. En cómo
nuestra escuela lo llamó el Santo del Fútbol. En cómo la gente apostó en cuándo iba a
perder su trajera V.
—¿Ellos decían eso? —pregunto.
Todos me dan miradas vacilantes. Supongo que sí. Realmente no estoy enojado
con ellos, pero es jodidamente molesto darse cuenta que la gente ha estado hablando de
mí todo este tiempo.
Y ahora el mundo es demasiado.
Me siento con un suspiro. —Aleja esa basura. Conseguiré una indigestión antes de
que tenga la oportunidad de comer.
—Y todos sabemos que no te debes interponer entre Dex y su comida. —Johnson
menea un dedo.
—No, ese eres tú —digo.
—Cierto. —Rolondo sonríe ampliamente.
—Hombre, ahora eres como el programa The Bachelor9 —dice Johnson—. Ahora
lo puedo ver. —Su voz cae—. En esta temporada, un hombre muy especial de la NFL…
—¿Es tu programa favorito, no? —pregunta Drew con una sonrisa—. Apuesto que
lo miras por las noches y simplemente lloras cuando una pobre chica es enviada a su casa.
Todos nos reímos mientras Johnson se pone rojo, su piel blanca es incapaz de
ocultar su rubor. —No lo hago.
—De todos modos —dice Drew—, Dex no puede ir a un programa así. Ya tiene
una chica.
—¿No me jodas? —Johnson me mira como si me hubiera crecido la cabeza.

9 The Bachelor: Programa americano donde hacen citas.


—Sip —responde Drew por mí—. Fiona Mackenzie. La hermana pequeña de Ivy.
—¿La linda rubia que se quitó el vestido en la boda? —La expresión de Johnson se
vuelve lasciva.
—Oye —advierto—. Solo limpia esa mierda de tu memoria.
Drew niega con la cabeza. —¿Ven? En realidad ya está perdido.
Bebo mi agua y soporto una ronda de ruido de besos. —¿Ya acabaron, niños?
Johnson mueve la lengua de una manera lasciva. —Ahora he terminado.
—Puño de niños —murmuro. Pero no estoy enojado. Extrañaba esto. Extrañaba a
mis chicos.
Rolondo frunce el ceño. —Si estás con Fiona, todo esto de la caza virgen sale por
la puerta.
—No —digo con fuerza—. No quiero a Fi cerca de esto. La prensa no conseguirá
un pedazo de ella.
—Respeto eso —expresa Rolondo—. Pero tienes que saber que lo que tú quieres y
lo que las demás personas quieren son diferentes cosas, amigo.
Por desgracia, tiene razón. No me gusta el miedo que se arrastra sobre mis
hombros. Hay cosas de las que no puedo proteger a Fiona, y eso me frustra hasta el
infierno.
Comemos y chismeamos. No tengo miedo de admitir que son puros chismes:
quién se ha ido al banco, qué entrenadores apestan, quiénes no lo hacen.
Y claro, las historias de guerra. Cómo hemos tripulado a través de la adversidad y
dolor e hicimos jugadas espectaculares, las cuales siempre son más impresionantes en el
relato, cuando todos sabemos que estamos mintiendo hasta el trasero.
En el momento que el camarero desliza un postre que consiste en chocolate en
cinco formas diferentes frente a mí, casi soy normal otra vez.
Johnson le frunce el ceño a su plato. —Esto es tan pequeño. Todo aquí es pequeño.
—Es gourmet —dice Rolondo, agarrando su cuchara.
—¿Quién escogió este lugar de todos modos? —Se queja Johnson.
—Yo lo hice. —Deslizo una cucharada de Mousse de chocolate amargo a mi boca
y casi gimo. Maldita sea. Fi necesita venir aquí conmigo. Y justo así, lo estoy perdiendo
de nuevo. Ignoro la emoción y el brillo de mis chicos—. Esto es delicioso. Solo pide otro
si todavía tienes hambre.
Rolondo solo se ríe y mientras que Johnson murmura que soy un especie de
metrosexual.
—Lumbersexual10. —Contrarresto para conseguir la mirada de horror de Johnson.
Me encojo de hombros—. Eso es lo que dice Fi de todos modos.
—¿Por qué ella habría dicho que luces como un leñador? —pregunta Johnson con
el ceño fruncido.
Rolondo le lanza una servilleta a la cabeza. —Hombre, no sabes nada.
—¿Leñadores?
Todos gemimos.
Excepto Drew, que no dice ni una palabra. Ni siquiera le hace caso a su postre. Está
demasiado inquieto y prácticamente pegado a la pantalla de su teléfono, lo que no es
propio de él.
—¿Por qué sigues mirando tu teléfono? —pregunto—. Mierda, ¿Hay más cosas
malas en la prensa? ¿Ahora soy subastado para ambos sexos?
—Yo te compraría. —Rolondo tiene una gran sonrisa.
—Eres demasiado para mí.
—Eso es cierto. —Londo asiente y me mira—. Me gustaría afeitarte la barba. No
me inclino hacia los osos.
Me encojo de hombros. —No estamos destinados a ser.
Johnson rueda los ojos. —No me importa si esto me hace sonar como un idiota.
Todo este intercambio es extraño.

10 Lumbersexual: Término que se usa para denominar a los hombres que lucen un estilo "leñador”
—Tú siempre suenas como un idiota —dice Rolondo—. Así que ya estamos
acostumbrados.
Él esquiva un trozo de pan. Una pareja de ancianos pasando se nos queda viendo.
—Damas —digo suavemente—, cuiden sus modales. Esto no es un bar de
universidad.
—Sí, mamá. —Johnson se sienta y mira alrededor—. ¿Por qué no estamos en un
bar? Quiero decir, sí, ahora tenemos dinero. Pero este lugar hace que mis hombros
piquen.
—Estoy checando el lugar —les digo—. Está a la venta, y Gray, Drew y yo estamos
pensando en invertir en restaurantes.
—¿En serio? —Johnson se ve sorprendido.
—Necesitamos algo de respaldo. No podremos jugar por siempre.
Dado que a los tres nos encanta comer, pensamos en el negocio de los restaurantes.
Gray y Drew han estado buscando lugares en la costa este y oeste.
Miro a Drew. —Si un respectivo mariscal de campo sacara la cara fuera de su
teléfono y probara la comida, sería mucho más fácil de hacer.
Drew levanta la cabeza. —El ambiente es un poco serio, pero la comida es buena
y el lugar está lleno.
—De acuerdo —digo—. Siempre lo está, pero me gustaría hacer cambios.
Drew asiente y después se lanza de nuevo a su teléfono.
Rolondo se encoge de hombros. —Con tal de que no vayamos a unos de los bares
desnuditas de Johnson, estoy bien con cualquier cosa.
—¿Prefieres que vayamos a uno de esos bares desnudistas que a ti te gustan? —
pregunta Johnson.
—No, no quiero que desarrolles un complejo con tus deficiencias de corta
duración, hombre.
—No hay nada corto en mí. Y cuando hago que una señorita se corra, tomo toda
la noche.
—¿Toma toda la noche para que se corra? Sip, me gustaría comprar eso.
Mientras Rolondo y Johnson se ríen entre sí, miro de nuevo a Drew, quien todavía
está en su teléfono y está muy callado. —Enserio, Baylor, estoy a punto de confiscar esa
cosa.
Me levanta una ceja y me da su vieja sonrisa inocente, la cual nunca caigo. —En
verdad eres la mamá, ¿no?
—Por lo que recuerdo, tú jugabas el rol de la mamá… y yo era el papá.
—¿Eso significa que estamos en una cita ahora? ¿Y todo lo que consigo es esta cena
costosa? —Drew apoya sus brazos sobre la mesa—. ¿Dónde están mis flores?
—Haré contigo esta cosa dulce más tarde. Ahora responde la pregunta, Baylor.
¿Qué diablos pasa con el teléfono?
Como si lo hubiera activado, la maldita cosa se ilumina y Drew mira hacia abajo.
Lucha para ocultar una sonrisa. —¿Qué puedo decir? Estoy totalmente azotado por mi
futura esposa. Así que, te estoy remplazando con Anna. —Con eso, presiona las palmas
en la mesa—. Señores, es hora de terminar con esto. Tengo una cita telefónica.
Curiosamente, los chicos no le dan mierda a Drew. Me miran y después el uno al
otro, no es exactamente sutil, aunque creo que ellos lo creen.
—¿Ahora qué? —pregunto mirando alrededor.
—Nada, hombre —asegura Rolondo—. Deja de ser tan tenso. No todo es acerca de
ti, D. —Su expresión dice algo diferente, pero lo dejo pasar.
Johnson saca unos billetes. —Mi regalo de esta ocasión.
—Perdóname si me tomo unos momentos —dice Rolondo, con los brazos
abiertos—. El trasero de Johnson está pagando.
—Hombre, cierra la boca —expresa Johnson con una sonrisa—. ¿Nos vemos
mañana para tomar un café?
—Sí, hombre —dice Rolondo—. Voy a pagar eso.
—Hablando de lo barato.
—El desayuno es la comida más importante del día, muchacho.
—Y la más barata.
—Voy a pagar por cada comida de la temporada si ustedes dos se callan ahora —
dice Drew.
Desde la graduación, hemos hecho un trato para reunirnos un par de veces al año.
A veces hay más de nosotros, a veces menos. Mayormente nos encontramos cuando
estamos jugando contra el equipo de oro. Pero los Red Dog siempre serán hermanos.
Drew nos empuja a lo largo, más a Johnson hacia la puerta.
Siempre envidié lo que Drew tiene con Anna. No es solo sexo, sino el conocimiento
que le perteneces a alguien. Incluso cuando él sufrió por primera vez cuando se
conocieron, lo envidié. Ya que sus emociones con ella eran reales. Honestas.
Toda mi vida se siente como una larga nube de adormecimiento, marcada por el
dolor. Los tatuajes, las perforaciones, el entrenar tan duro en el campo, todos ellas
maneras de hacerme sentir más.
Pero con Fi, estoy vivo. Preveo cada respiración porque es un momento más
cercano para estar con ella de vuelta.
Sigo a los chicos hacia fuera, pero mi mente está en Fi, y el dolor en mi corazón
crece. La extraño tanto que en el momento que la veo apoyada contra un coche negro,
creo que estoy imaginando.
Una brisa levanta las puntas de su cabello dorado y también su falda. Lleva un
vestido blanco salpicado de cerezas rojas brillantes. Ese vestido tiene un arco rojo justo
debajo de sus pechos. Ese vestido me ha perseguido por una eternidad. Soñé que me
ponía sobre mis rodillas y levantaba su falda para encontrar el premio debajo de él. Está
usando ese vestido para mí.
Estoy congelado, sin duda boquiabierto mientras los chicos caminan más allá. Por
el rabillo del ojo veo sus caras con aire satisfecho. Drew asiente hacia Fi.
—Gracias, Drew Bee —dice, sacando la inicial de su apellido con afecto.
—En cualquier momento, Fi-Fi. —La sonrisa de él es amplia y satisfecha.
Recuerdo que se conocen entre sí y viven en la misma ciudad y también pasan el
rato. Estoy celoso de Drew por eso. Pero él claramente ayudó en este encuentro con mi
chica, por lo que no puedo estar en su contra.
Mi atención está en Fi de todos modos. En su vacilante sonrisa, en el brillo de
felicidad en sus ojos. Ella levanta un brazo, sosteniendo una bolsa de plano llena de algo
amontonado.
Su voz ligeramente ronca se desplaza en el espacio entre nosotros. —Sé que los
chicos le llevan flores a las chicas, pero pensé que te gustaría más la comida. Así que te
traje algunas cerezas…
Sus palabras son cortadas con un chillido mientras envuelvo mis brazos a su
alrededor y la levanto. La beso sin dudar, abriendo su boca con la mía, deslizando mi
lengua a lo largo de la de ella. Sabe a cerezas, a Fi y alegría.
Mi alegría. Mi Fi.
Así como estoy abrumado. Joder, estoy casi lloroso.
Mi voz es áspera cuando me hago hacia atrás y le sonrío. —¿Comiste algunas de
mis cerezas?
Arruga su nariz. —Tenía que ver si sabían bien. No te iba a dar cerezas mediocres.
—Tienes todo un lema aquí.
—No soy tan sutil, Ethan —dice con una sonrisa tonta—. Mejor acostúmbrate
ahora.
—Nunca cambies.
Todavía está en mis brazos, con sus pies colgando alrededor de mis espinillas, esas
dulces tetas están apretadas contra mi pecho. No puedo dejar de besarla de nuevo, justo
debajo de su oreja, en la comisura de su boca, lo que siempre la hace temblar.
Demonios, no puedo dejar de besarla.
Y ella está pasando sus dedos a través de mi nuca, masajeando los músculos
apretados allí, como si supiera que lo necesito.
—Fi… —Ni siquiera puedo hablar.
—Muéstrame tu casa, chico grandote.
El problema es que creo que no seré capaz de dejarla ir una vez que llegue allí.
27
Traducido por Mich Fraser
Corregido por Tamij18

Fiona
Ethan insiste en caminar. Es una noche agradable; el aire casi cálido. Y a pesar que
estamos en noviembre, es lo suficientemente cálido para llevar este vestido de verano
lleno de cerezas tontas y un pequeño suéter. Pero valió la pena ver la sonrisa de Dex
ensancharse cuando su mirada se deslizó sobre mí. Sí, sabía que llevaba ese vestido por
él. Y eso lo iluminó con felicidad. Así que. Totalmente. Valió. La. Pena.
—¿No te da miedo ser descubierto? —pregunto mientras deambulamos, su brazo
está a mi alrededor, mi cabeza apoyada contra el calor de su pecho.
Se detiene y me besa, suave, pidiendo, una sonrisa tira de sus labios mientras se
aparta. —La verdad, no. No hay nadie alrededor. Tengo mi gorra puesta. —Le da un tirón
a su gorra gris mientras hace un guiño—. Y no luzco exactamente como yo.
No. No está en sus vaqueros y playera estándar, sino que usa unos pantalones de
vestir negros y un suéter que cubre sus tatuajes. Ahora luce más como un apuesto
caballero de New Orleans que como un jugador.
Drew y sus amigos se habían ido conduciendo, haciendo mucho ruido, supongo
que para llamar la atención sobre ellos y lejos de Ethan. Son buenos amigos, leales. Sé que
harían cualquier cosa para protegerlo. Y, sin embargo, tengo la sensación de que hay una
pared entre Ethan y bueno, todos menos yo.
—Tus amigos nunca te dicen Ethan. Siempre es Dex o Dexter. ¿Por qué?
Se encoge de hombros. —Siempre he sido Dex para ellos. Ni siquiera estoy seguro
de que todos sepan mi nombre de pila. Es quien soy.
La forma casual en que lo acepta me molesta. Quiero gritar, lanzar mi puño al aire,
algo. Tal como lo está, mi voz sale feroz y enojada. —Eres más que eso. Mucho más.
—Solo para ti. —Toca mi cara, lleva la punta de sus dedos a lo largo de mi sien,
mientras me mira con tanta ternura que me duele el corazón—. Nadie más me tiene,
Cherry.
Este hombre. Sé que no está tratando de hacerlo, pero siempre dice algo único para
garantizar poner mi mundo patas arriba. Mi ira en su nombre desaparece, dejando atrás
el calor suave de la satisfacción.
Sonriendo, apoyo la mejilla en la palma de su mano. —Solo para que lo sepas,
nadie más me puede llamar como una fruta tonta.
El blanco de sus dientes parpadea en la sombra de su barba. —Lo sé. —Su pulgar
acaricia mi mejilla—. He echado de menos tu cara.
—Yo he extrañado tu… todo. —Han pasado dos semanas. Una eternidad cuando
se trata de mi necesidad por él.
Me besa de nuevo mientras caminamos, y estoy entre mareada y riendo contra sus
labios, como si estuviera ebria de Ethan.
Y él parece estar de la misma forma también, ambos nos reímos de la nada, más
que de la alegría de estar juntos, deteniéndonos cada pocos pasos para besarnos, tocarnos
los rostros, porque podemos.
Empieza a llover, una suave caída que hace resaltar los olores de la ciudad, los
pasillos de ladrillos, los aromas cálidos de la cocina y, debajo de todo, un ligero olor a
moho y putrefacción que le da a la ciudad una sensación de edad, que New York se niega
a adquirir.
A nuestro alrededor llegan ligeras notas rítmicas de Jazz, ritmos duros de rock, el
sonido vibrante del país, con algunas notas de pop. Todo se funde para hacer su propia
melodía. La lluvia se siente suave, lavando nuestra piel de la calidez y la humedad.
Pasamos por la calle Bourbon y vamos a lo profundo del barrio francés, lejos del
río. Es una calle tranquila, Ethan me apoya contra un par de brillantes puertas francesas
negras, protegidas de la lluvia por un arco de estuco.
Acuna mi mejilla y me besa como si sufriera por ello. Lento, febril, profundo. Lame
suavemente mi labio superior, pellizca duro mi labio inferior. Se siente tan bien, me
estremezco contra él, mis manos hacen puños su suéter.
Es tan grande, que borra la luz de la calle por completo, y sé que estoy escondida
detrás de él en este pequeño rincón húmedo. Sus manos abarcan los lados de mi cuello,
sus pulgares van a mi mandíbula, me sostiene donde quiere.
Solo puedo gemir, aferrarme a él, besarlo de nuevo.
Una gran mano se desliza por mi pecho, cubriéndolo, dándole un apretón posesivo
antes de deslizarse más abajo, más allá de mis costillas, mi cadera. Se inclina hacia mí, su
pecho está contra el mío mientras se agacha y sube mi falda.
—Sabes… —murmura casi conversacional contra mis labios—, que cuando te
quedas sin aliento y haces esos pequeños gemidos… —Sus dedos rozan el pliegue de mi
cadera, trazando el borde de mi ropa interior—. Siempre te encuentro… —Se desliza por
debajo de mi ropa interior—, mojada. —Su cuerpo se estremece mientras su áspero dedo
frota a lo largo de mi carne resbaladiza—. Siempre tan jodidamente mojada para mí.
—Sí.
—Dios, solo te puedo sentir. Estás goteando en mis dedos. —Un pequeño temblor
llega a su brazo mientras cierra sus ojos y me besa de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo.
Me está hechizando, haciendo que mis extremidades se sientan pesadas y
calientes. Mi sexo palpita amando la atención, deseando más de lo mismo.
Sus dedos encuentran mi abertura y gimo. Se sumerge en mi lo suficiente para que
lo sienta, quiera más, después se aleja, y hace trazos y círculos, una exploración perezosa
y lánguida.
—Ethan… —Muevo mis caderas, desesperada por conseguirlo más profundo—.
Deja de jugar conmigo.
Lame un poco mi labio superior y todavía hace caricias suaves. —Lo quieres.
Lo hago. Tanto. Pero soy incapaz de hablar en este momento. Solo puedo gemir y
balancear mis caderas, con ganas de más. Me sostiene, no cede.
—Dilo, Cherry. Dime cuánto lo quieres y te daré lo que necesitas.
Lamiendo mis labios hinchados, lo miro, con la cara en las sombras de la
penumbra. —Lo amo, Ethan. No me folles con esos largos dedos y empuja tu gruesa polla
en mí.
Su aliento sale con una ráfaga. —Bien jugado, cariño. — Se hunde profundamente,
duro y allí. Es todo lo que se necesita para ponerme en marcha. El orgasmo se precipita
sobre mí tan rápido, respiro tan rápido como si me estuviera ahogando.
Ethan trabaja con los dedos lentos y firmes, su otra mano ahueca mi cuello, sus
labios recorriendo los míos como si quisiera beber mi placer.
Y cuando finalmente me relajo contra él, mi cuerpo está débil y gastado, saca sus
dedos y los levanta a sus labios para chuparlos y limpiarlos. —Lo más dulce que he tenido
en mi boca en toda la noche.
Una risa débil se me escapa. —He creado a un monstruo.
Ethan solo sonríe más antes de volver su atención al pequeño panel de control que
está a un lado de mi cabeza. —Ahora, observa cuidadosamente. —Se mueve para marcar
un número, pero lo detengo con un pequeño grito.
—¿Esta es tu casa? ¿Me corrí justo en frente de tu casa?
No deja de sonreír. —Pareces molesta.
—Bueno… —Estoy nerviosa—. ¿Por qué no entramos? Ya sabes… —El calor en
mis mejillas sube—. Antes. —No sé por qué estoy siendo mojigata. Desde luego, no me
importó.
Una risa retumba en su pecho y me mira como si estuviera pensando en la misma
cosa. —Ese era el plan. Pero entonces sentí tu dulce cuerpo contra el mío, y todo había
terminado.
Mordiéndose el labio inferior para no sonreír más, él pincha el código: 11-55-88.
La puerta se abre—. ¿Lo tienes?
—Sí. —Me obligo a recomponerme.
—Bien. —Asiente hacia el panel—. Recuérdalo. En cualquier momento que quieras
venir aquí, mi casa está abierta para ti. En cualquier momento, Fi. Por todo el tiempo que
quieras.
La parte posterior de mi garganta pica. Lo miro fijamente, sin hablar y solo soy
capaz de apretar su gran mano con la mía mucho más pequeña. Se siente trascendental
lo que ha hecho. Enorme. El tipo de compromiso que habla sobre permanencia.
Es aterrador y maravilloso todo de un tirón. Por eso digo lo único que puedo. —
¿Estoy equivocada, o el número de camiseta de la universidad de Gray era el ochenta y
ocho?
Ethan parpadea, esperando claramente algo más, pero asiente. —Sí. El de Drew
era el once. El mío fue, y sigue siendo el cincuenta y cinco.
—Aww. ¿No eres lindo? —Es perfecto. Y mío.
—Es fácil de recordar —dice con brusquedad—. Ahora entremos.
Fiona
La puerta de la casa de Ethan se abre paso a un pequeño camino, iluminado por
una lámpara de hierro forjado por encima. Seguimos el camino hacia un patio privado.
—Guau —digo mientras caminamos más adentro—. Esto es hermoso.
Linternas de globo cuelgan a través del patio. Pequeñas luces brillan en las paredes
cubiertas de hiedra que rodean un jardín de arbusto y varias palmeras. En el centro, hay
una fuente adornada.
—Vino así —dice Dex a mi lado. Mira alrededor como si lo viera en mis ojos. Un
techo ovalado cubre una buganvilia con una tumbona de doble ancho. Hay un enorme
neumático de tractor a un lado del patio. Es tan ancho como yo de alta. Sus labios se
curvan al verlo—. Bueno, excepto por el neumático.
—¿Vas a decirme qué pasa con el neumático?
Agacha la cabeza y se rasca la parte posterior de su cuello. —A veces lo golpeo con
un mazo. A veces le doy la vuelta.
—Oh, por supuesto. ¿Por qué no?
—Funciona. Es parte del entrenamiento fuera de la temporada. —Tan
despreocupado. Pero en realidad no puede ocultar su sonrisa burlona.
—Eso tiene qué pesar, ¿cuánto?
Se encoge de hombros. —Unos quinientos kilos.
Riendo, niego con la cabeza. —A la mierda.
Dex guiña un ojo. —Si JJ Watt lo hace, por qué yo no. De ninguna manera seré
atrapado con mi pene en el viento frente a uno de los defensas que vendrán por mí como
un tanque.
Así como es modesto, también es muy competitivo.
Le doy un apretón a su brazo. —Mi grandote y fuerte hombre.
—Sí, lo soy —expresa sin dudar, entonces, mira el patio—. El edificio estrecho a lo
largo es una casa de huéspedes. El otro por allá era una casa antigua, ahora hay un garaje
en la planta baja y mi estudio de pintura está por encima.
—Puedes mirarlo mañana —concluye, su voz es suave y su mano cálida en la mía.
Me está jalando hacia la casa principal. Subimos un tramo de escaleras, directamente al
segundo piso. Pasamos junto a una enorme sala expuesta con paredes de ladrillo, con
suelo de madera y con conexión a una cocina gourmet. Más ladrillo expuesto. Una
enorme isla central, electrodomésticos de acero inoxidable, contadores de mármol blanco.
Quiero absorberlo todo, pero Dex está en una misión guiándome con pasos
decididos.
—¿No tienes hambre? —pregunto mientras pasamos.
Me mira, hay calor y necesidad en sus ojos. —No de comida. —Frunce la nariz—.
Cristo, eso fue cursi, ¿no?
Me río. —Fue lindo.
—Lindo —repite—. Justo lo que cada chico quiere ser llamado. —Duda en la
puerta que conduce fuera de la cocina—. ¿Tienes hambre? Debería haberlo preguntado.
Yo…
—No de comida —digo. Porque también puedo ser cursi.
Eso levanta su ritmo. Tomamos un conjunto de escaleras a la planta superior. Su
habitación tiene vistas al patio. Y la tenue luz de las linternas exteriores atraviesan las
ventanas cubiertas de persianas. No hay mucho aquí, solo una gran silla, un armario y
una cama matrimonial con una cabecera de cuero acolchado.
Huelo el pino de las tablas del suelo, el olor picante de la piel de Ethan. Es cálida
y tranquila su habitación. Lo suficientemente tranquila para escuchar sus respiraciones
suaves y el golpeteo constante de mi corazón. Él se pone de pie frente a mí, tan grande y
presente; siento su calor, aunque todavía no nos toquemos.
Poco a poco se inclina y desliza mi suéter húmedo. Dedos gentiles bajan la correa
de mi vestido. Cuando mi pecho queda libre, se mueve al otro lado, tirando de la otra
correa hasta que el otro está expuesto. Ethan me ha visto desnuda, ha lamido y chupado
cada pulgada de mí, pero estar de pie aquí y ahora, exhibiéndome para él, me pone tan
caliente. Me cuesta recuperar el aliento.
Esto aumenta cuando él da un pequeño zumbido de satisfacción y pasa la punta
de sus dedos a través de mis pezones. De ida y vuelta, apenas tocándolos. Dios. Lucho
por el impulso de arquearme en su toque, porque es más caliente contenerse, dejar que
acaricie mis pezones mientras se pones duros y adoloridos.
Los rodea, preocupándose por las puntas con sus ásperos dedos, y después sin
previo aviso, los pellizca hasta que mis pechos se estiran, antes de soltarlos.
Mis pechos vuelven a su lugar y gimo, mis rodillas se sienten débiles.
—Tenía toda esta seducción planeada —susurra mientras juega conmigo,
acariciando, pellizcando. Es casi lascivo la forma en que me trata, como si fuera su
juguete, excepto que también es considerado—. Pero no creo que pueda esperar.
Lamo mis labios secos. Estoy cerca de correrme ahora, y él solo está tocando mis
tetas. —No esperes más —digo.
Su mirada capta la mía. En las sombras, se ve tan serio, casi feroz. Pero conozco
esa expresión. Necesidad. Fuerte y pura. Solo como la de él. Levanto su suéter húmedo
sobre su cabeza y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello. La presión de su cálida
piel contra la mía nos hace gemir. Con un suspiro, beso el hueco de su garganta. Eso es
todo lo que necesita.
Suave ropa de cama me rodea y el cuerpo duro de Ethan cubre el mío. No hay más
que decir.
28 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Tamij18

Fiona
Sudorosa y agotada, estoy tendida sobre el cuerpo desnudo de Ethan. Me encanta
que sea tan grande, que ni una pulgada de mí cuelga sobre los bordes de él. Aun así, su
brazo se envuelve libremente alrededor de mi cintura, sosteniéndome segura como si
tuviera miedo de que me fuera a caer. Sus dedos trazan patrones al azar en mi espalda.
—¿Cómo quieres manejar esto? —le pregunto.
Su cuerpo se tensa, así que sé que entiende mi pregunta. —No hay nada que
manejar. No haré ningún comentario, y desaparecerá.
Levanto mi cabeza para poder descansar mi barbilla en su pecho. —Odio decir
esto, pero no creo que desaparezca rápidamente. Tal vez… Bueno, ¿por qué no les dices
que estás conmigo?
—No. —Prácticamente grita la palabra, sus labios se aprietan. Y mi corazón se
derrumba como si lo hubieran pisoteado fuertemente.
—¿No quieres contarle a la gente acerca de nosotros?
Al instante, me toma la mejilla con los ojos bien abiertos. —Mierda, Fi, no quería
decir que estuviera avergonzado o que quisiera ocultarlo. Quiero decir que no hay
manera en el infierno de que te ponga en medio del espectáculo de mierda de los medios.
—Eso debería ser mi decisión. Especialmente si te ayuda. Y quiero ayudarte,
Ethan.
Con un suspiro, deja caer la cabeza sobre las almohadas y se queda mirando el
techo, su mano no deja de acariciar mi mejilla. —Gracias por eso, Cherry. Pero no
puedo… —Toma una respiración entrecortada—. No me pidas que esté de acuerdo con
eso. No podría soportar verlos desgarrarte. —Me mira, sus ojos ahora se ven verdes por
la luz de la lámpara—. Por favor.
—De acuerdo —digo de mala gana—. Por ahora. Pero, juro que, si un grupo de
mujeres locas te empiezan a acosar, intervendré.
Una lenta sonrisa tira de sus labios firmes. —Que amabilidad de tu amor siendo
todo posesivo, Fi.
Carraspeo, pero le doy un beso a su pecho. —Lo siento, sin embargo. Que esto esté
sucediendo, quiero decir.
—Sí —dice con un suspiro—. Yo también.
Nos quedamos callados, perdidos en nuestros propios pensamientos, Dex acaricia
mi cabello y me lleva a un extraño estado de semi-sueño.
Six underground de Sneaker Pimps suena desde unos altavoces.
—Nunca te pregunté cómo te llegó a gustar la música trip hop —murmuro,
demasiado contenta para hablar más fuerte.
—¿Me lo estás preguntando ahora? —Hay una sonrisa en su voz.
—Listillo. —Le doy un pequeño empujón a sus costillas, amando la forma en que
se retuerce como si le hiciera cosquillas—. Y sí. Te dije cuando nos besamos por primera
vez que no esperaba que te gustara esta música. Todavía es una sorpresa.
Toma aliento, y me levanto junto con su pecho. —Está bien, pero no te rías.
—Eso básicamente asegura que me voy a reír.
—Bien. Ríete —dice—. Fue por un anuncio de coches. No deje de oír la canción
y… —Levanta la cabeza para mirarme, aunque hay una sonrisa en sus labios—. ¿Ya te
estás riendo?
Ahogo mi risa. —Me pasó lo mismo, eso es todo.
Sus labios se contraen. —¿Cuál canción?
—Fueron dos canciones. Crimson de Morcheeba y Paradise Circus de Massive
Attack. ¿Y tú?
—In the Waiting Line de Zero 7.
—Me encanta esa canción. La usaron en Sex and the City también.
—Voy a tomar tu palabra. —Con un gruñido se gira, y de repente estoy en la cama
y él sobre mí, su cuerpo caliente presiona suavemente el mío. Sus labios encuentran mi
cuello y succionan—. Dios, me encanta tu olor.
Mis dedos peinan hacia atrás su cabello suelto. —¿Y cómo huelo?
—Como a sueños felices y a mujer bien follada.
Un grito de risa me abandona, y me acerco más a él, ya que trabaja su camino a lo
largo de mi clavícula, deslizando su mano hasta mi pecho. Su erección presiona contra
mi muslo, tentándome, pero dejo que la anticipación crezca por ahora.
—Me encanta tu olor también.
Hace una pausa, sus labios rozan mi hombro, su barba hace cosquillas en mi pecho.
—¿Cómo huelo?
—Como… —Sonrío hacia el techo, pensando—. A panqueques y medianoche.
—¿Eh? —Su voz es ahogada mientras reanuda la exploración en mi cuello y se
burla de mi pezón con la punta de su pulgar.
Me estremezco, tratando de abrir más las piernas para dejar que se instale entre
ellas. Lo hace con un gemido, pero no entra en mí. Está esperando mi respuesta.
Mi voz sin aliento, distraída por sus labios. —Ya sabes… —Beso su sien, lo alto de
su mejilla—, como cuando has tenido una noche sudorosa, jodidamente caliente… —
Rozo su mandíbula con mi boca—. Yendo a ello hasta que apenas te puedes mover. Y
después tienes tanta hambre para comer una pila de panqueques y más sexo caliente.
Ethan levanta la cabeza entonces, sus ojos somnolientos pero su expresión
cuidadosa. —¿Has tenido muchas de esas noches?
Me golpea lo que he dicho, y mis dedos se aprietan en su cabello mientras digo la
verdad absoluta. —Solo contigo, Ethan. Es por eso que es tu olor.
Dios, su sonrisa se despliega como una hoja ante la lluvia, es amplia y abierta. —
Buena respuesta.
Por desgracia, mi estómago también responde y eso hace un espantoso ruido,
como si hablar de comida trajera el apetito.
Ethan hace una mueca y después sonríe. —¿Qué fue eso? No pude entender la
última parte.
—Cállate. —Golpeé su hombro mientas mi cuerpo entero se sonrojaba—. Hemos
estado trabajado por muchas horas.
—Y horas —confirma con una solemne inclinación de cabeza, aunque la
satisfacción de su expresión crece.
Antes de que pueda decir una palabra, se levanta de un salto, arrastrándome con
él. Chillo mientras me levanta con un brazo. —Ethan, ¿qué demonios?
Se aleja del dormitorio. Por mucho que esté agotado su resistencia me impresiona.
—¿Qué necesito para prepararte unos panqueques? Necesito mantener fuerte a mi chica.
Dex
A pesar de mis buenas intenciones, mi plan de alimentar a Fi con panqueques se
arruina tan pronto como me dice que necesitamos harina para prepararlos.
—Mierda —digo, parado en medio de la cocina. Fi esta aferrada a mí como una
lapa, sus piernas envueltas alrededor de mi cintura, su coño empuja contra mis
abdominales, lo que amenaza con romper mi voluntad y me haga girar de regreso a la
habitación.
Ella sonríe con ojos de sueño, pero llenos de lujuria. —Nunca has hecho
panqueques, ¿verdad?
—No soy muy buen cocinero. Espera. —Vamos hasta la nevera. Sosteniéndola con
fuerza con un brazo, abro la puerta con el otro y rebusco.
Fi hace otro de sus adorables chillidos mientras nos inclinamos hacia abajo. Pero
la tengo bien sostenida. No se me va a caer. Casi no pesa nada.
Vagas fantasías de hacer ejercicios mientras llevaba a Fi en mis espaldas se deslizan
por mi cabeza mientras tomo una caja de comida para llevar y la siento en el mostrador,
ganando otro chillido.
—Mierda, hace frío —expresa con una risa. Pero se inclina hacia atrás y me da una
sonrisa descarada, sus cabellos dorados sobresalen salvajemente alrededor de su cara.
Maldición, es hermosa. Tan jodidamente perfecta para mí que me quita el aliento.
Dulces tetas con pezones hinchados que siempre parecen pedir que los chupe. Una
cintura pequeña y caderas anchas. Un trasero que es más que un puñado. Un verdadero
cuerpo de Campanilla.
Aunque nunca la llamaría Campanilla, como Ivy y Gray hacen. Podría ser tan
diminuta, pero para mí, también es lo más grande en mi vida.
Agarrando sus rodillas, abro sus muslos anchos. Ah, y ahí está ese coño rosado,
todo reluciente para mí. Mi lugar favorito en todo el mundo. Doy un paso entre sus
piernas y froto gloriosamente. —Voy a calentarte.
—Estoy segura que lo harás —murmura, su mirada vaga sobre mi pecho de una
manera posesiva que me llena de orgullo y agradecimiento.
—En primer lugar, sin embargo, te prometí alimentarte. —Agarro la caja de
comida para llevar y saco una bola de masa china.
Las cejas de Fi se levantan. —¿Bolas de masa frías?
—Es el mejor bocadillo en la noche. —Llevo una bola de masa cerca de sus labios—
. Créeme.
Su expresión es dudosa, pero toma un bocado y hace un pequeño gemido de
satisfacción.
—Bueno, ¿verdad?
Traga y abre su boca para más.
Con cuidado, la alimento con bolas de masa hasta que me dice que está llena.
Entonces le doy algo de agua. —¿Todo bien? —pregunto, besando el pequeño rincón
sensible de su boca.
—Sí.
Bueno. Lamiendo mis dedos para sacar la grasa de la masa, me acerco más a ella.
—Perdón por no darte panqueques a medianoche.
Paso mis manos por sus muslos suaves. Le doy un tirón y ella está en el borde de
la encimera. Los ojos de Fi se estrechan, sus labios carnosos se curvan con una sonrisa
maliciosa.
Sonrío de nuevo, sin decir una palabra, pero haciéndole saber que ella es toda mía.
La punta de mi polla acaricia su entrada. Está resbaladiza y caliente y tiene toda mi
atención.
Un escalofrío recorre su cuerpo. —Las bolas de masa hervida son muy buena
alternativa.
—Mmm. —Empujo ligeramente, agarrando sus caderas para mantenerla estable—
. Bolas de masa y una profunda follada.
Se ríe de eso. —Profunda follada… ¡Oh!
Empujo sin previo aviso.
—¡Oh! —jadea Fi de nuevo, arqueando su espalda, mientras que empujo más
profundo. Sus tetas se elevan como una ofrenda. Bien, entonces… me abalanzo y capturo
una punta color rosa con mi boca.
—Oh, mierda —susurra, sus cejas se aprietan juntas y su boca se abre—. Oh,
mierda, Ethan.
No me detengo, sino que la empujo más hacia mi polla, amando la forma en que
ella gime y se menea mientras lucho por acomodarme, ya que es evidente que quiere cada
pulgada que puedo darle.
Es un ajuste tan apretado, el cierre caliente, húmedo, apretándome tan fuerte que
lo siento en mis bolas y por mis muslos.
Cuando toco fondo, hago una pausa porque es demasiado bueno. Pero Fi está
agarrando mi cabello, empujando su teta en mi boca como si fuera a morir si no la chupo
más fuerte y se retuerce como si necesitara más.
Y no puedo contenerme. Ambos gemimos mientras trabajo en un ritmo ligero,
ondulante y sin pausa, porque Fi es el puto cielo. El puro y perfecto cielo. Cada empuje
se pone más duro, un poco más profundo, mi piercing deslizándose sobre ese punto en
su interior que la tiene jadeando un ¡Ah! Una y otra vez.
Llevo mi boca a su pezón, deslizando la lengua en él. El calor va a mis muslos y
por debajo de mi espina dorsal. Gimo, chocando contra ella una y otra vez. Y ella lo ama,
sus manos agarrando mis hombros, envolviendo sus piernas alrededor de mi cintura
mientras se desploma contra la encimera de mármol.
—Ethan. Ethan. —Es un débil canto necesitado.
Me inclino sobre ella, prácticamente arrastrándome sobre el mostrador,
bombeando con lujuria ciega. Es absolutamente hermosa extendida para mí, con su
expresión llena de placer.
—No pares —dice.
No lo haré. No puedo.
Esto. Esto es lo que quiero, lo que necesito, esta conexión con Fiona en cualquier
variación que pueda tener el tiempo que pueda.
Ella se corre, solloza y eso me rompe. ¿Cómo voy a dejarla ir otra vez? Mi orgasmo
me quita el aliento, mi voz. Me vacío en ella, dándole todo lo que tengo, y eso no será lo
suficiente para mantenerla aquí.
Nunca es suficiente.
29 Traducido por Mich Fraser
Corrección SOS por Larochz

Fiona
El aeropuerto de nuevo. ¿Por qué todos huelen igual? Dex me acompaña a la línea
de trasporte, y siento que es mi ejecución. Todo mi cuerpo quiere resistirse a seguir
adelante. Tal vez Dex también lo siente porque no trata de apurarme, aunque mi paso
lento le hace tomar pasos anormalmente cortos.
Cuando llegamos a la vista de la línea, la punta de sus dedos presiona mi espalda
baja, como si tuviera la idea de agarrarme y llevarme lejos. No me opondría.
Con una especie de gruñido suave, me gira para enjaularme en un abrazo. Consigo
ver sus ojos y son serios, con dolor. Sus cálidas manos acunan mis mejillas y después me
besa.
Es profundo, desesperado, y saborea como si estuviera poniendo todo su corazón
en cada toque y gusto, como si estuviera tratando de memorizar cada segundo. Y estoy
perdida. Completamente perdida.
Los sonidos se desvanecen. Solo hay un Ethan y se siente tan bien. Estoy de
puntitas, con los brazos alrededor de su cuello, mientras lo beso de nuevo, consumida
por mi necesidad de él. No sé cuándo tiempo nos quedamos ahí, pero cuando se mueve
de mi boca para explorar mi mandíbula, dando mordiscos suaves, mis labios se sienten
sensibles e hinchados.
Grandes manos acarician mi espalda, mis costados, deslizándose a la cima de mi
trasero y hasta por debajo de mis pechos. Manteniéndose en lo decente, sin embargo, me
enloquece al mismo tiempo.
—Asegúrate de beber agua —murmura contra mi piel, besando mi cuello, la
barbilla, mi boca, mi mejilla.
—Está bien. —Mis manos deambulan también, buscando sus masivos hombros,
deslizándose sobre sus firmes pectorales.
Me acerca más, su cálido aliento toca mi piel. —Si un tipo raro trata de hablar
contigo, mándalo a la mierda.
Me río de eso. Pero Ethan no lo hace. Roza el lado de mi cuello con sus dientes, su
barba me hace cosquillas. —Trata de hacer un esfuerzo por estirar tus piernas.
—Ethan. —Paso los dedos por su cabello sedoso—. No es más que un viaje en
avión.
—Por demasiado tiempo —gruñe. Y sé que no está hablando de tiempo, pero sí de
distancia. Mi respiración se engancha con una punzada de dolor.
Se rompe el hechizo entre nosotros. Da un paso atrás, sus manos se alejan como si
el sostenerme por más tiempo le doliera.
Se queda mirando hacia abajo, a mí, con los ojos sospechosamente brillantes y
vidriosos.
—Te veo pronto, Ethan.
El asentimiento apenas es un fantasma de movimiento.
Se requiere un esfuerzo para moverse, para tomar la maleta. Estoy girando para
irme cuando él murmura un juramento y me agarra. Estoy envuelta por una pared de
músculos y brazos de acero. Me abraza fuerte, encorvándose sobre mí, con su nariz
enterrada en el hueco de mi cuello.
Mis brazos se envuelven alrededor de su cintura, con los dedos clavados en el
tejido suelto de su camisa.
Respira profundo, entonces se aleja con una ráfaga inestable. —Odio esto. Odio
esto tanto. —De nuevo su agarre hace protestar mis costillas y su voz es áspera—. Siento
como si un órgano esencial de mí estuviera siendo arrancado de mi cuerpo.
Mis ojos arden, mi garganta está tan apretada. Tengo que tragar saliva para hablar.
—Ethan…
Pero él niega con la cabeza y me aleja. Su expresión es casi enojada, tiene la
mandíbula tan apretada debajo de esa barba. —Es tiempo de que te vayas, Cherry. Solo…
no mires atrás, ¿bien?, de lo contrario no te dejaré ir.
Mierda. Mi visión se pone borrosa. Sollozo, asiento. —Todo bien.
Pero no me puedo mover.
Con una sonrisa triste, me toma de los hombros y me gira hacia la temida línea de
abordaje. —Vamos, ahora. —Su gran mano golpea mi trasero—. Ve.
Salto un poco, mirando por encima de mi hombro. —En este momento, suenas
terriblemente como del sur, señor.
Sonríe. —Fui a la universidad del sur. Supongo que atrapé algunas cosas, señora.
—Su sonrisa cae—. Vamos, Cherry. No mires atrás.
—No lo haré. —No puedo. O nunca lo dejaré.
Mi pequeña maleta pesa como cuatrocientos kilos mientras la arrastro detrás de
mí, cada paso me lleva lejos de Ethan. No me doy la vuelta, pero lo siento observándome.
Sé que no se irá hasta que esté fuera de la vista.
Lágrimas amenazan con caer, pero me resisto. No puedo dejar que me vea llorar.
Cuando estoy a través de la línea, mi móvil suena. Miro hacia abajo, casi perdida
de nuevo.
Barba Furiosa: <3 <—Estoy contigo. Siempre.
30
Traducido por Florpincha & Tannia Maddox
Corregido por Mich Fraser

Dex
Lunes, noche de fútbol. El público no es tan ruidoso como en la universidad. Los
aficionados son más propensos a gritar "apestas" que dar su amor eterno. Debido a que
se trata de la victoria. Por supuesto, tuvimos necesidad de ganar en la universidad. Pero
el espíritu de la escuela triunfó sobre el récord del equipo. ¿Aquí? Mi trabajo es en la línea
si no funciono.

El estadio no es tan grande. No necesita serlo. Las cámaras están en todas partes,
fijándose en cada puto movimiento que hacemos para un público que crece año tras año,
una gran masa, voraz de los aficionados que no se ven. Vaya si no he empezado a pensar
que ya no es un deporte, sino un teatro. Les estamos dando un espectáculo, y más vale
que sea bueno.

En este momento, estoy frente a frente contra un gran bastardo liniero defensivo.
Emmet Sampson. Hemos jugado el uno contra el otro en la universidad, y ya conozco
bien sus caminos. Le encanta hablar mierda. Sobresale en ello, en realidad. Estoy bastante
seguro de que hace un estudio de su oponente para encontrar la peor suciedad que pueda
sobre ellos.

Emmet no me soporta porque nunca, ni una vez, he parpadeado ante su


mamarracho. No es que no lo siga intentando.

—Mira aquí —dice mientras tomamos el campo—. Es el viejo Paul Bunyan11.


¿Dónde está tu gran buey azul, muchacho?

11Paul Bunyan: es un leñador legendario gigantesco que aparece en algunos relatos tradicionales del
folclore estadounidense.
En la casa de tu madre teniendo una calada.

Pero no lo digo. No hablar es mucho más eficaz.

Me agacho, mi equipo dando un buen tramo que me lleva de nuevo a la línea.

—¿Así que esa mierda es cierta, Dexter? —continúa—. ¿No has reventado tu
cereza? Maldita sea, hombre. —Sacude la cabeza—. Alguna mierda de trasero lamentable
allí mismo.

Respiro profundo. Presto atención a mi equipo. Su equipo. Visualizo. Espero.


Escucho.

—Nah, no lo creo. ¿Qué te pasa, Dexter? ¿Miedo al coño?

Emmet maúlla como un gato. El sonido desaparece a medida que me centro en la


línea. Las yemas de los dedos enguantados descansan en la bola, dejándome en tierra.
Dejo escapar un aliento, mi mirada se abre hasta que veo la imagen entera, una fotografía,
mis chicos, la defensa, la forma en que se alinean.

Llamo a un ajuste de juego. Mis chicos de prisa cambian de posición. Y la defensa


se apresura a seguir.

En el instante en que Finn hace su señal, rompo el balón y exploto en acción.


Emmet y yo nos encontramos como un trueno, cascos chocando, huesos traqueteando.
Mis muslos se aprisionan cuando empujo hacia adelante, las puntas de los pies excavando
en la tierra suave conduciéndola hacia atrás. Él está golpeando mis muñecas, enviando
fragmentos de dolor desde mis brazos directamente a mi cerebro. Pero lo sostengo
apretado, y la mano dura hacia un lado para despejar el camino para mi chico.

Emmet baja en una caída. Y, cuando termina el juego, me inclino sobre él. —Si
hicieras correr a tu trasero la mitad de bien que lo haces con la boca, tal vez tendría miedo,
perra.

Trotando de nuevo al grupo, le doy a Finn una palmada en el casco. —Vamos a


encenderlos, roca.

Él me da una sonrisa. —Ya lo sabes.


Para el resto del juego, hacemos apenas eso. Jugamos inteligentes, astutos, y los
encendemos como fuegos artificiales en el cuatro de julio. Mis chicos juegan como una
máquina bien engrasada, Finn escarbando la defensa con un sentido de fútbol que no se
puede aprender; es solo innato, y es una hermosa puta cosa para ser testigo.

Pero las burlas no se detienen, crecen. No importa si juego lo mejor posible. Ya no


es todo acerca de mi rendimiento. El mundo está tirando abajo las paredes que he
construido para protegerme a mí mismo, exponiéndome sin mi consentimiento.
Fiona
Amo las fiestas. Me encanta el ruido, la vibración y la oportunidad de hablar con
personas nuevas. Me encantan las bebidas gratis y tomar muestras de pequeños
aperitivos lindos. Me encanta vestirme y mirar a otras mujeres, siempre me encuentro
envidiando algún conjunto de ropa.

¿Pero esta fiesta? Es un tipo de golpe.

Oh, la comida es maravillosa. El champán fluye y la decoración es tan impecable


como la vista. El ático de Mark es increíble, con vista a toda la ciudad que se extiende por
debajo de nosotros como un vestido de lentejuelas brillantes y parpadeantes en la noche.

Puedo decir que todos aman esto, lo deben hacer. Decenas de los mejores
diseñadores de interiores están aquí y me da la oportunidad de conseguir contactos. Y la
energía de la habitación es tan alta.

Es solo que no lo siento. Porque Ethan no está aquí. La parte triste es que estoy
igualmente segura que odiaría esta fiesta. Me lo puedo imaginar ahora, tirando de su
cuello y encontrando un rincón agradable. Ahora eso tiene toda mi atención, recuerdos
de él antes que estuviéramos juntos empiezan a fluir. Siempre estaba en una esquina, con
una botella de agua, hablando con un par de chicos, o escuchando, en su lugar, y diciendo
poco.

Pero siempre lo que él decía contaba más. Ethan elige cuidadosamente sus
palabras, nunca se da por vencido con respuestas inútiles. Ahora lo recuerdo y la forma
en que me fascinó en ese entonces.

Recuerdo que solía mirarme con esos ojos color avellana. No habían dado la gran
impresión porque frecuentemente yo era del tipo de gente que miraba el suelo cuando
estaba en una habitación. En realidad nunca me molestó. Asumí que Ethan me estaba
haciendo la misma cosa, dándole un vistazo a la loca vida de Fi Mackenzie.

Ahora sé que eso fue mucho más. Extrañamente, eso me pone caliente por todas
partes. Pero ahora él está en Nueva Orleans y yo estoy atascada en Manhattan, rodeada
de gente con la que crecí alrededor. Y eso se siente ajeno y aburrido. Nada es correcto.
—¿Fabulosa fiesta, no? —Jackson se ve resplandeciente en un traje azul zafiro
brillante que se vería ridículo en la mayoría de los hombres, pero en él le da carácter.

—Lo es. —Incluso aunque prefiera estar en otro lugar, puedo admitir—. Me hace
pensar que Felix no está aquí. —Mi jefe debería estarlo.

—Como he dicho antes, Janice, nuestra encantadora anfitriona, está de enemiga


mortal con su cliente actual, Cecelia. La sola noción de dejar entrar a un espía potencial
en su nido enfurecería a Janice. Lo que me recuerda… —Baja su voz—. No le digas a
nadie que trabajas para Felix, ¿bien?

Mis labios se enroscan. —¿No quieres ser expulsado?

—Ni de broma. —Juega con los puños de su camisa.

—Bien. —Dejo la copa de champán que he estado llevando media hora. Ahora está
cálida—. Cerraré la boca.

—¿Qué te pasa? —Jackson me mira con el ceño fruncido—. ¿Te falta tu gran
jugador de futbol?

Le doy una mirada de lado. —¿Cómo lo supiste?

—Porque Benedict Cumberbatch justo acaba de pasar y ni siquiera parpadeaste.

—¿Qué? —Giro mi cabeza alrededor, buscándolo en la habitación—. ¿Dónde?

—Estoy bromeando. —Se ríe cuando lo miro—. Deberías haber visto tu cara.

—Eres un cabrón. —Le doy un codazo—. Eso fue bajo. —Jackson sabe que tengo
una cosa por Cumberbatch. Con esa voz profunda y tranquila que solo esconde que es
un pervertido total en la alcoba.

Jackson hace el intento de sacar el pañuelo perfectamente doblado de su bolsillo


así lo puede agitar. —Oye, ahora, duendecillo. Me rindo. Me rindo. Soy un idiota.
—Tienes razón, lo eres —digo con un resoplido—. Me gustaría ver cómo te pones
si digo que vi a Fassy.

Hace una cara de horror. —No lo harías. Mi amor por Fassy es muy superior a una
colegiala caliente.

—En realidad me gusta más él como Khan.

—Oh, a mi también. Creo que si alguna vez me lo encuentro gritaría Capitan Kirk.
—Jackson hace cara como si estuviera gritando—. ¡Khaaahhnn!

Y me río.

Sonriente, apoyo la cabeza en su hombro y él envuelve un brazo a mí alrededor y


me da un apretón. —¿Así que extrañas a tu hombre?

—En serio, Jax, ¿cómo lo sabes?

—Estoy bastante seguro que esa mirada estaba en mi cara cuando encontré por
primera vez a Hal y él decidió que tenía que vivir en Milán por un verano para aprender
sobre textiles. El bastardo hijo de puta. —Jackson toma un sorbo de vino blanco mientras
me conduce a lo largo de una pared con ventanas que da al centro de la ciudad—. Era
una miseria. Pero tenía el consuelo que él lo era también.

—Frío consuelo. No quiero que Dex sea infeliz.

Jackson le da un beso a la parte superior de mi cabeza. —Dulce niña.

—Me duele, Jax. De hecho me duele ahora. —Presiono un puño contra mi pecho
donde se centra el dolor—. No me gusta.

Se me queda mirando con ojos solemnes. —¿Qué harás al respecto?

Con un suspiro irregular miro por la ventana. La vieja yo habría corrido, deshecho
el problema y seguir adelante. Me impacta que exista una vieja yo, porque he cambiado.
Creo que Dex me ha cambiado, por estar con él, cuidándolo, lo ha hecho. Y la nueva yo
no corre.
Por desgracia, la nueva yo no viene con instrucciones de cómo manejar una
relación a larga distancia. Lo que habría sido impresionante. Entonces, ¿qué voy hacer?

—Algo drástico. —Me encuentro diciendo. Tomo un respiro y miro a los ojos de
Jackson—. Algo loco.

Solo decirlo tiene a mi corazón latiendo con anticipación. Sí, algo arriesgado,
audaz y correcto. Por primera vez en varios días, siento que puedo respirar.

Mi viejo amigo comienza a sonreír como si hubiera esperado que dijera lo mismo.

—Por cierto. —Jackson mete la mano en su bolsillo y saca el trozo de papel—.


Vendí tu mesa el otro día.

—¿Lo hiciste? —Prácticamente chillo pero me las arreglo para mantener mi


dignidad.

—Sí, madame. —Me entrega el papel—. Tu cheque.

Mi mandíbula cae tan pronto leo. —¡Puta madre! —Me quedo boquiabierta a
Jackson, entonces compruebo—. ¿Esto es real?

—Asumiré que eso es retórico.

Bien, lo es y no lo es. Porque no puedo creer lo que estoy viendo. —¿Hice treinta
mil dólares en una mesa de comedor?

Jackson me da una mirada aburrida. —Cariño, esto es Manhattan. Haces muebles


de esa manera y los vendes a las personas adecuadas. Más valía que hicieras treinta mil
grandes. Por lo menos.

Mis labios se sienten entumecidos. —No tenía idea. Es decir, sé lo mucho que
tenemos que pagar por los muebles de nuestros clientes, pero no me esperé mucho.
Apenas mi nombre es conocido.
—Aún no. Pero yo sí, y sé cómo vender. En cuanto a ti, esto solo es el principio Fi-
da-lee. —La expresión de Jackson es seria—. Mi amor, yo nunca tendré hijos, así que tú
serás como un sustituto.

Sonriendo, beso su mejilla. —Papi Jackson. ¿Puedo hacer mi lista de navidad


ahora?

Le da a mi hombro un empujón. —No había terminado, descarada. Ven a trabajar


con nosotros, Fiona. Haz muebles y vendamos. Cuando seas establecida, puedes ir por tu
cuenta.

Por un segundo, solo puedo mirarlo. —Eres serio.

—Como un entrenador personal el día de Año nuevo. —Su sonrisa es suave—. Sé


tu propio jefe, y forja tu propio camino.

Un poco más allá del hombro de Jackson, las luces de Nueva York brillan. Es tan
familiar para mi cara, pero quiero más.

—¿Me tengo que quedar aquí en Nueva York?

—Ir a otro campo será difícil, pero cariño, haremos que funcione. —La sonrisa de
Jackson crece—. Y hay una zona del sur que te espera, sobre todo cuando hay contactos
en la zona.
31
Traducido por Juliee & Florpincha
Corregido por Mich Fraser

Fiona
Sentada sola en la oficina, dejo que la tranquilidad me rodee. Todo continúa, los
sonidos de Manhattan son un zumbido lejano. Miro hacia afuera por la ventana a la luz
gris. Me encanta esta ciudad. La amo con todo mi corazón. Pero he sido feliz en otros
lugares también.

Y no soy feliz aquí. ¿Fue culpa de Elena? Sí y no. Sí, hizo mi vida una miseria. Pero
no habría importado si verdaderamente amara mi trabajo.

Sé que el mundo está lleno de Elenas. Las conoceré una y otra vez. Pero la pregunta
es, ¿por qué es lo que quiero luchar? ¿La aprobación de Félix? No. No, ya no tengo ningún
respeto por él.

Volteando en mi asiento, deslizo mi mano en mi cartera de cuero liso debajo de mi


palma. Una pequeña sonrisa tira de mi boca. Es agridulce. Tal vez estoy haciendo algo
equivocado. No sé. Pensé que tendría una mejor idea del camino de mi vida cuando me
graduara de la universidad, que todo estaría claro.

Amé la Universidad. Me encantó. La vida era una gran fiesta, sazonada con
pimienta y frenéticos pedazos de estudiar en el medio. No tomé nada demasiado en serio,
y eso fue muy bueno. Tenía tiempo. Porque, seamos sinceros, estar en la universidad es
seguro, un poco como la preparatoria pero sin supervisión paterna.

¿Pero ahora? Nada es seguro. Estoy balanceándome sin red. Y se siente


sorprendentemente bien. Emocionante. Sí, podría joderlo espectacularmente. Podría
nunca encontrar lo que busco en una carrera. Pero tengo una cosa.
Ethan. Es mío. Todo mío. Es sorprendente lo completamente satisfactorio que es.
Y aterrador. Si resbalo y caigo con él, voy a estrellarme, toda rota y dañada. Pero al menos
quiero luchar por él.

Solía pensar que tal vez un chico me completaría. Pero eso no es realmente la
verdad. Esto me obliga a juntar y sacar mi mierda, pero Ethan hace las luchas más fácil
de soportar. Es mi recompensa cuando todo está dicho y hecho.

¿Y este lugar? He terminado.

Hay solo queda una cosa por hacer.

—¿Fiona? —Como si hubiera sido convocada, Elena camina alrededor de la


esquina y me encuentra sentada en su escritorio—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Reflexivamente, mi palma empuja contra el cuero fresco de mi cartera. —Te estaba


esperando.

Sus pasos son lentos, y me pregunto si está sobre mí. Le doy una sonrisa brillante,
la misma que me ha dado por meses.

—Quería preguntarte tu opinión sobre algo. —Mi mano continua moviéndose


mientras la abro y saco un montón de dibujos.

Vacila, su mano rondando y funde el ceño en su frente. —¿Oh?

—Sí. Renuncié esta mañana y estoy pensando en usarlos para mi currículum.

—¿Renunciaste? —Hay un extraño toque de pánico en su voz—. Pero ¿por qué?

—No lo sé... —Me encojo de hombros—. No encajo muy bien aquí. Félix tiene una
cierta visión... —Me encojo otra vez.

—Oh, pero, ¡lo harás! —Insiste—. Te ayudaré.


Quiero a reírme por la ironía. —Entonces ayúdame ahora. Renunciar es un desafío
hecho.

Y lo es. Mi carta de renuncia está sobre el escritorio. Y no voy a darle aviso dos
semanas antes. ¿Mierda? Sí. Pero él podrá sobrevivir. Además, no necesito sus
referencias; tengo otros planes.

Presiono los diseños hacia ella.

Finalmente los toma, sus ojos escaneando las páginas. —Estos son geniales. Me
encantan.

Hice la mitad sobre la élite de Manhattan cuando admiraban el pent-house de


Janice Mark. ¿Me siento culpable por mostrarle a Elena lo que son esencialmente bocetos
del apartamento? Quizá debería, pero no lo siento.

Me levanto y cierro mi caso. —¿Puedo dejártelos por el fin de semana? No quiero


estar aquí cuando Félix regrese. —Doy una pausa exagerada—. No ha visto estos, y no
quiero que lo haga, ¿está bien?

Allí. Si roba estos diseños, caerá todo sobre ella.

Incluso no parpadea cuando me da un asentimiento solemne, su mano sigue


ojeando las páginas. —Las guardaré bien.

Le doy mi propio asentimiento. Pero cuando comienza a jalarlos hacia ella, mi


mano va hacia los bocetos con una palmada. —¿Sabes qué? No puedo hacerlo. Iba a
dártelos, sabiendo que están mal, sabiendo que los tomarías como tuyos. Pero no puedo
salir de aquí y pretender que lo que hiciste, lo qué has estado haciendo, no es seriamente
jodido.

Su rostro palidece y me da una mirada atónita. Entonces se sonroja de un rojo


oscuro, su mirada se estrecha. —¿Otra vez? Jesús, Fiona, tienes que parar. Es patético. No
copié tus diseños. Solo los hice mejores.
—Lo que sea que tengas que decirte a ti misma para sobrevivir el día, Elena. —Me
inclino hacia adelante, el impulso de golpearla es tan fuerte que mis dedos se flexionaron
realmente en un puño—. ¿Esa mierda que pusiste con las cortinas pretendiendo que
habíamos hablado acerca de ello? No es justo. Y es solo una de las muchas mentiras que
has dicho. Así que no te atreves a actuar como si lo que está pasando estuviera todo en
mi cabeza.

—Se trata de negocios. Haces lo que tienes que hacer para salir adelante.

—No quiero ganar de esa manera.

Una fea sonrisa curva sus labios. —Noticias rápidas, Fi. Tú no ganaste.

Un golpe. Sin duda un golpe estaría bien ¿no?

Me mantengo calmada por un hilo. —No soy la única que lo sabe.

Respinga. —¿Qué?

—Félix lo sabe. Siempre lo supo. Simplemente no le importa porque tu madre tiene


los contactos que necesita. —Tomo una respiración—. Que es por lo que estoy
renunciando. No puedo trabajar para un hombre que no tiene moral, o bien junto a una
mujer que usa a las personas como su personal creativo.

Las manos de Elena se envuelven en un puño también. —Tengo talento...

—Eso es lo trágico. Lo tienes. Talento real y honesto. Pero en lugar de cultivarlo,


pierdes tu tiempo robando ideas de otras personas.

Su cara se arruga, volviéndose de rojo brillante. —Solía pensar que eras agradable.
No eres nada más que una perra amargada.

Tengo que reírme. —Si ser una perra amargada significa que ya no soy tu
trampolín, entonces con mucho gusto acepto el título. —Con eso me levanto—. Ten una
vida agradable, Elena.

—No sabes cómo es —dice de pronto—. La presión. Mi mamá. Todo el mundo


sabe quién es...
—¿No sé lo que es? —Me la quedo mirando atónitamente—. ¿Estás bromeando?
Mi papá era una superestrella incluso antes de que naciera. Mi mamá tiene su propio
negocio. Mi hermana se está convirtiendo rápidamente en un accesorio regular en ESPN.
Demonios, estoy nadando en una piscina de miembros de mi familia sobresalientes.

—No es lo mismo. No estás en las mismas industrias. —Su puño golpea su


pecho—. Tengo que dejar mi huella en este negocio.

Puedo entenderlo. Demonios, puedo casi sentir empatía. Casi. —Nuestros padres
no nos definen, Elena. Nuestras acciones lo hacen. Y las tuyas apestan.

Va desde sonrojarse hasta volverse de un pálido blanco. —Vete a la mierda, Fiona.

Niego con mi cabeza, pero estoy sonriendo ahora. —Ya me has jodido. Y sin
embargo, soy la única que saldrá caminando con la cabeza en alto.

Y lo hago, dejando mis bocetos, a Elena y toda su mierda detrás.

Hay un leve olor a pescado en el aire. No quiero estar cerca cuando sea más fuerte.
Porque he dejado un regalo para Félix también. Operación pescado podrido, como a Ivy
le gusta llamarlo.

Hicimos la misma broma a nuestra perra ex consejera de campamento un verano,


residuos de aceite de pescado debajo de su litera y en el interior de su cajuela. Llámalo
un pequeño jódete por mantener mi cabeza bajo el agua cuando no podía nadar, y por
decirle a Ivy que parecía un mástil cuando claramente tenía preocupaciones por ser la
chica más alta y más delgada en el campo.

Al final del verano, el hedor se había vuelto tan malo, que tuvieron que fumigar.
Pero la cajuela se quedó y también lo hizo el olor.

Y aunque me gustaría creer que he crecido desde entonces, el pensamiento de todo


el aceite de pescado bajo del escritorio de Félix y las tablas de la oficina de Elena me da
una oleada de satisfacción. Tal vez una parte de nosotros nunca crece. Y estoy
sorprendentemente bien con eso.
Dex
—¡Dexter, el hombre, que está viviendo el sueño! —Shockey, uno de mis hombres
de línea me da una palmada en el hombro a medida que caminamos a nuestros coches.

—No es mi sueño —refunfuño.

El "sueño" al que se refiere Shockey, es el enjambre de mujeres actualmente


persiguiendo todos mis pasos. Bragas en mi casillero. Tweets que ofrecen mamadas,
pajas, beso negro, no-sé-qué-carajos-es-esa-mierda-de beso negro. Las mujeres aparecen
fuera de mi casa unifamiliar. Esperándome antes de la práctica. No es necesariamente
algo nuevo. Todos los jugadores consiguen esto. Es el gran volumen y la intensidad lo
que me está volviendo loco.

—Dex. —Una guapa morena se pasea arriba. Ella lleva mi camiseta, o lo que queda
de ella, porque ha cortado las mangas y la ató en un nudo al descubierto en su vientre—
. Te ves cansado. Me encantaría darte un masaje.

Y me esperan después de la práctica. Niego con la cabeza, encogiéndome de


hombros de sus manos prensiles, y sigo caminando. Shockey, por otro lado, desacelera.

—Aw, miel, no pierdas tu tiempo con él. ¿Por qué no vienes y me haces compañía
en mi baño después del entrenamiento?

La niña me mira como si estuviera tratando de averiguar si me derrumbaré. No


rompo la marcha. Mis llaves están fuera, y ya estoy en mi coche. Shockey conduce a la
chica, y yo atrás y simplemente respiro el aroma del cuero fino.

No importa quién eres, cada chico va un poco loco cuando firma y obtiene su
primer gran cheque. Habría que ser inhumano para no hacerlo. Algunos van demasiado
locos, compran de todo a la vista y de ahorro nada para después. Otros obtienen unos
artículos de gran valor y luego logran contenerse. Yo, me he comprado una casa y un
coche.
Mis amigos esperaban que me vaya por un camión, tal vez un SUV. Ellos estaban
equivocados. Me enamoré de una pequeña y dulce azul Aston Martin Vanquish. Drew al
instante quería uno también, pero Anna lo convenció de que vive en la ciudad de Nueva
York y no necesita un coche. Ahora tiene que contemplar el mío desde lejos. Imbécil.

Probablemente soy demasiado grande para este coche, pero no me importa. Lo


amo. Y ahora es mi santuario. De acuerdo, lo será tan pronto arranque las numerosas
notas y fragmentos de bragas con perfume y olor que se encuentran dispersas como la
nieve sobre el parabrisas. Que la gente se haya tomado muchas libertades con mi coche
hace a mi ojo moverse nerviosamente.

—Joder... —Tomo aire, arrojando todo el lío en el lado del pasajero de mi coche,
porque me niego a la basura de mierda y cierro la puerta.

¿Peor? No va a desaparecer. Está creciendo. Soy la culata de cada broma maldita


sobre sexo en el deporte en este momento. Tal vez no debería estar avergonzado. Pero lo
estoy. Mi piel se siente muy apretada y mi estómago de plomo. Cada vez que una mujer
se me acerca, en busca de su oportunidad, se siente como la escuela secundaria de nuevo.

Frotando la parte de atrás de mi cuello, enciendo el coche y salgo. Me deleito en el


acto de conducir, perdiéndome en el ronroneo del motor y la forma en que el coche
responde a mi tacto más leve. Estoy en casa demasiado pronto. Solo para encontrar mi
calle bloqueada por unos pocos periodistas y grupos de chicas desesperadas, unos pocos
hombres también que asumen, tal vez, que aún no salí del armario. Voy en coche a la
parte trasera de mi propiedad y aparco en el garaje el pequeño carro.

El motor hace tictac cuando me siento allí, no queriendo salir.

Al departamento de relaciones públicas del equipo le gusta este lío. Consigo la


atención, no por las drogas o la violencia, pero por ser virtuoso, que es como una mina
de oro oculta para ellos. Más venta de entradas, más prensa.

Ivy me dice que debería solo salir y confesarme con respecto a Fi. O lo hizo hasta
que le pregunté a quemarropa. —¿Y de verdad crees que van a dejarla en paz?
No. Ivy no podía asegurarme eso.

Creo que Fi es la única cosa perfecta en mi vida. Quiero mantenerla a salvo,


abrigada de toda esta fealdad. Solo guardarla. Por siempre. Ella es mía. Mía de proteger.
Y realmente no me importa una mierda sí eso me hace sonar como un hombre de las
cavernas. Porque, francamente, Fi arrastra al hombre de las cavernas de mí y lo coloca de
frente y al centro.

Pero la verdad del asunto me golpea como un martillo en el pecho. En este


momento, con toda esta mierda pasando, Fi no necesita protección frente a cualquier cosa
excepto de mí.
32
Traducido por Tannia Maddox
Corregido por Jessibel

Fiona
Me encuentro con mi papá en nuestro restaurante chino favorito en la calle Mott.
Él y yo no tenemos casi nada en común, pero sí compartimos un amor profundo y
duradero por la sopa de albóndigas, y por lo tanto hemos perseguido las mejores. A pesar
de que mis nervios están revoloteando, me deslizo en la cabina roja con un murmullo de
expectación.
—¿Qué has estado haciendo, chica? —pregunta papá mientras baja su teléfono. Ya
tiene su botella de agua Tsongtao a un lado y el menú.
No protesto porque sabe lo que me gusta.
Prueba de ello, la camarera bajó una botella de Tsingtato para mí también. Se lleva
nuestra orden y se va sin una palabra.
—Mucho de mucho —contesto antes de tomar un trago. Está tibia.
Papá gruñe, se centra en su propia bebida. Es un tipo grande. No en la forma
muscular de Dex, pero sí todo miembros largos.
No sé cuánto tiempo ha estado en la ciudad. Nunca lo pregunto. Papá es así, parece
que le gusta ser de esa manera. Cuando está aquí, se queda en un elegante, exclusivo,
hotel para miembros. Lo cual está bien para mí.
Amo a mi papá. Realmente lo amo. Solo que, a veces, es extrañamente incómodo
estar en la presencia del otro. Ni siquiera sé por qué, pero se cierne sobre nosotros como
una nube negra de la que nadie quiere hablar. Y está el hecho que nunca me ha aprobado.
Para terminar, pongo mis palmas sobre la mesa de madera desgastada y respiro.
—Dejé mi trabajo actual.
Papá baja su cerveza. —¿Por qué?
—¿Importa?
—Claro que sí. Si fuiste víctima de acoso sexual, me voy a levantar y darle caza al
bastardo hijo de puta, haciendo que sienta vivir. Si estás aburrida, te diré que lo superes,
escoge un trabajo mejor la próxima vez. —Se encoge de hombros—. La razón hace la
diferencia.
Estoy feliz de la idea que mi padre le patee el trasero a alguien por mí. —Supongo
que tienes razón. —Le cuento la razón por la cual lo dejé, todo el tiempo con una agitación
en la boca de mi estómago. Odio admitir el fracaso. Pero odiaba más mi situación.
Mientras hablo, la camarera baja una cesta de cocción de albóndigas. Papá recoge
una pequeña bola de masa. El aroma del caldo de pollo y jengibre llena el aire cuando
muerde.
—Por lo tanto —dice—, lección aprendida. No hay que confiar en esos amigos
repentinos que están en la misma posición que tú.
Tengo la boca llena de albóndiga, por lo cual me toma un momento tragar y hablar.
—¿No me vas a dar mierda por eso?
—¿Por qué haría eso? —Su frente se arruga, haciendo que las arrugas de su cara
sean más profundas.
—Uhm, porque siempre me fastidias por mi… —Hago una pausa. —Naturaleza
caprichosa.
Frunce el ceño como si no pudiera entender lo que acabo de decir.
»Oh, vamos papá —digo impaciente—, me has llamado Fi la caprichosa desde que
era una niña.
—Oye, espera. Era un apodo. Una expresión de cariño.
—Tus expresiones de cariño apestan, papá.
Su ceño se profundiza. —Bien, está bien. Siento si no te gusta el término. Pero…
—Se encoge de hombros—. Eres una clase de caprichosa.
Mierda. Eso no debe doler, pero lo hace. Bastante tengo que parpadear para aclarar
mi vista.
Empujo mi plato. —¿Tienes alguna idea de lo que me hace que pienses así?
Papá hace una pausa con la bola camino a su boca. Poco a poco la baja a su plato.
—Cariño… —Hace una pausa torciendo la boca como si estuviera buscando algo para
calmarme.
Quiero salir de aquí, pero no puedo escapar de esto.
—Me duele, papá. Tú y mamá, los dos están tan orgullosos de Ivy. ¿Pero de mí?
Soy el triste caso de los dos.
Por un segundo enfermo, en verdad me identifico con Elena, la cara de pato. Lo
que hace que mis sentimientos duelan más. Seguro como la mierda que no me quiero
identificar con ella.
Papá lanza los palillos sobre la mesa. —No estamos defraudados. Tú solo… tienes
tanto potencial. Queremos que todo eso tenga frutos. —Se inclina hacia delante, la cabina
vieja cruje debajo de él—. Fiona, eres mi pequeña. Cada padre quiere ver a sus hijos
instalados. O deberían, de todos modos.
Un soplo gorgotea en mi garganta. —El deseo de verme establecida y dudar sobre
mi capacidad para dirigir mi vida son dos cosas diferentes. Sé que no soy como Ivy…
—No —interrumpe—. Eres como yo.
—¿Tú?
—No te veas tan horrorizada —indica secamente.
—Es solo… tú eres tan exitoso, papá. La gente aspira ser como tú.
Juro que se enrojece. No me mira a los ojos cuando se frota la parte posterior de la
cabeza. —Soy un bastardo con suerte que pasó a ser importante en el juego. Es un juego
de agente, así que... —Se encoge de nuevo, agarrando los palillos para empujar la bola de
masa—. Sabía cómo era el negocio entonces, así que tomé la oportunidad.
No puedo creer que le esté restando importancia.
—Lo eres, sin embargo. —Sigue en voz baja—. Como yo. Siempre buscando algo
que me inspirara, algo que me excitara.
Me quedo con la boca abierta. Porque, ¿cómo diablos sabe eso de mí? Cómo, si
pensaba que nunca me prestaba atención. Mi papá sigue hablando.
»Mi problema es que lo jodí con tu madre. La bebida y las fiestas fueron
demasiado. ¿Pero tú? —Encuentra mis ojos, aunque debo decir que es difícil para él por
la forma en que se estremece—. Eres más constructiva. Estás buscando un sentido de
vida. Estoy orgulloso de ti por eso. Siempre lo he estado.
—Papá… —Una risa acuosa se me escapa—. Mierda, harás que me ahogue con las
albóndigas.
—Nunca malgastes unas buenas albóndigas, Fiona.
Me río de nuevo y él me da una sonrisa tensa. Pasar el rato ligero y bromear con
mi papá es una cosa nueva. Se me ocurre que también es tímido para él también. Me
acerco y agarro su muñeca con el puño. —Estoy orgullosa de ti, pá.
—Recuerda lo de las albóndigas —dice, aunque se sonroja de nuevo—. Y nunca
olvides esto. Por mucho que quiera tu respeto, nunca, nunca vivas para hacer feliz a
alguien más. ¿Me entiendes?
Mira hacia abajo, tan serio como nunca lo he visto. Se me forma un nudo en la
garganta y asiento. Él asiente también.
Comemos en silencio por un tiempo, ordenando un plato de bollos de cerdo. A
nuestro alrededor, la gente del barrio chino charla y sorbe albóndigas que hace que papá
y yo seamos aficionados.
Saboreo mi comida. Pasé cuatro años en el Sur, jugando el papel de la chica
universitaria. Fue divertido, ¿pero aquí en Nueva York? Me siento en casa. Amo esta
ciudad. Zumba por mis venas y hace que mi corazón lata. Y me iré. Porque quiero algo
más.
Estoy a punto de decirle a mi papá esto cuando habla.
—Estoy… ah… viendo a alguien. —Bien, ahora definitivamente está rojo—.
Genevieve. Ella es representante para los Hawks.
Justo así estoy sonriendo. —Debe ser serio.
Papá inclina la cabeza en reconocimiento antes de sorber una albóndiga. —Se
mudó a la casa —expresa después de un momento.
—Bueno. No me gusta la idea de tu solo en ese lugar tan grande. Solo dime que no
es de mi edad.
Papá pone los ojos en blanco. —Agradable, Fi. Y me acusas que te fastidio.
—Lo siento. —Fue un golpe bajo.
—Solo es cinco años menor que yo. ¿Eso es aceptable? —No está sonriendo, pero
puedo decir que quiere.
—Sí. Claro. Estaba siendo una cabrona.
—No serías mi hija si no lo fueras.
Es mi turno de agachar la cabeza de vergüenza.
—Entonces, ¿qué harás ahora? —pregunta papá.
—Dex.
Papá se alza. —¿Qué?
—Mierda. No. Quiero decir… —Me muerdo el labio antes de terminar con esto—
. Estoy viendo a alguien también. Ethan Dexter. —Y mierda. Estoy ruborizada ahora.
Papá me mira fijamente durante un largo momento, su nariz se arruga
ligeramente, entonces gruñe. —¿Con que Dexter? Pensé que te enamorarías de un chef o
algún tipo artístico….
—Gracias, papá —digo, sin molestarme en aclarar que Dex en realidad es un
artista.
Papá no se detiene. —Pero él es una buena decisión.
Parpadeo. —¿De verdad? ¿Eso piensas?
—¿Por qué no? ¿Le gustas a él, no?
—Claro que sí.
—Él es constante, tranquilo, honesto. —Papá frota una mano por su cara—. No
estoy muy emocionado por la idea de qué haces con él, pero finjamos que eso nunca fue
mencionado.
Entierro mi cabeza en mis manos. —Lo sé. Dios, soy espantosa en la conversación
básica contigo.
Papá se ríe. —No me digas.
—¿Podemos pasarlo ahora? —pregunto desde la seguridad de mis manos.
—Claro. —Se queda en silencio y levanto mi cabeza para encontrarlo
mirándome—. ¿Así que es seria la relación con él?
Ahora soy la que se siente tímida. —Sí, pá. Lo es. Tanto que voy a reclamarlo.
Me estremezco de nuevo. Lo dije en sentido figurado, pero probablemente no es
algo que mi padre quiera escuchar. Mejor me lleno la boca de albóndigas y no hablo de
nuevo.
Afortunadamente papá solo asiente. —Una cosa menos.
No sé si él tenga razón, porque el hecho es que hay cosas que necesito contarle a
Dex también, y no tengo idea de cómo se las tomará.
33
Traducido por Lvic15
Corregido por Jessibel

Barba Furiosa: ¿Podemos hablar por Skype?


CherryBomb: Me encargo de eso ahora.
Barba Furiosa: Voy a tomar eso como un sí.
CherryBomb: 😏

Lo confieso, me arreglo el pelo y me pongo algo de pintalabios y máscara antes de


hablar por Skype con Dex. De acuerdo, cambio mi camiseta también. De ninguna manera
voy a ponerme una camiseta desaliñada que me llega hasta la rodilla y que se lee, en la
parte trasera, Princesa en la Calle, Ogro entre las Sábanas, en la parte de delante. Gracias,
Gray, por otro regalo de cumpleaños con el tema de Fiona.
En cambio, me pongo una camiseta blanca informal y me quedo sin sujetador. Si
no puedo ver a Dex cada día, tengo que hacer que las veces que nos conectemos cuenten.
Un estremecimiento de anticipación me recorre mientras me instalo en mi cama,
mi portátil abierto en el cojín. Verlo de esta manera es un regalo y una tortura. Sin
importar cuán bueno es hablar con Dex, cuando acabamos, cierro mi portátil sola.
Aun así, sonrío como una loca tan pronto como su cara aparece. Mierda, está
bueno. Bronceado de practicar bajo el sol sureño, mechas doradas atraviesan su pelo
marrón. Dex nunca será un chico guapo; sus rasgos son demasiado fuertes, su cuerpo
demasiado grande y corpulento. Sus ojos, sin embargo, son devastadores y hermosos, y
como siempre, brillan cuando me ve. La manera en que me mira es adictiva. Lo es todo.
Mi voz es un jadeo. —Hola, chico grande.
La esquina de su deliciosa boca se eleva. —Hola, Cherry. —Su voz se nota cansada
y tensa, y me duele no estar con él.
—¿Cómo van las cosas? —Sé muy bien que está siendo acosado por la prensa,
seguido por las mujeres, odio tanto esa idea que me hace rechinar los dientes. Pregunto
porque quiero que deje caer sus problemas sobre mí.
Traga visiblemente, y todo su cuerpo parece desinflarse. —No muy bien, Fi. —
Lentamente levanta su cabeza, como si pesara una tonelada—. Mi privacidad es nula
ahora.
—Bebé. —No puedo evitarlo pero alargo la mano y toco el borde de mi pantalla,
esperando acariciar el suave pero duro borde de su mandíbula—. Se pondrá mejor.
Su asentimiento es vago, su mirada alejándose.
—Oye. —Me inclino—. Tengo muchas cosas que decirte.
De nuevo asiente, pero claramente no está escuchando. Después respira y sus
hombros van hacia atrás, cuando mira directamente a la pantalla, sus ojos están abiertos
y angustiados. —Fi… No… —Sus respiración se acelera—. No creo que debamos vernos
por un tiempo.
Mis orejas comienzan a sonar mientras la sangre se va de mi cara, dejándola
entumecida. —¿Qué?
Dex se inclina adelante, sus ojos están rojos. —Están encima de mí todo el tiempo.
—¡Entonces solo digámoslo! —Mi voz es demasiado alta, demasiado frenética.
Pero después de todo, también lo está mi corazón. No puedo respirar correctamente—.
Cuéntales sobre mí y acaba con ello.
—No. —Su barbilla se eleva—. No, Fi. Te lo dije antes, eso no va a pasar.
—¿Por qué? ¿Porque me estás protegiendo? Eso es mentira, Ethan.
Un sonrojo baña sus mejillas. —Mírame a los ojos y dime que no te despedazarían.
Dímelo, Fi, porque sé de hecho que lo harían. Y tú también.
—Quizás lo hagan. —Dios, mi pecho duele. No puedo encontrar mi respiración—
. Lo superaré.
Pero Dex está sacudiendo su cabeza. —Yo no. Te prometí normalidad. O lo más
cerca que pueda de ello. No te meteré en este lío.
—Así que… —Contengo un sollozo—. ¿Así que prefieres dejarme?
Se inclina lo suficiente como para que vea sus ojos llenarse de lágrimas. —No.
Cherry… solo creo que debemos dejar que esto se calme por un tiempo, no visitarnos
hasta que…
—Casi no nos vemos ahora. ¿Cuál es el punto, si tenemos incluso menos que
ahora? —Tengo que parpadear para evitar llorar. No lo haré. No rogaré—. Por favor,
Ethan. No hagas esto.
—Tengo que hacerlo —dice con la voz rota—. Es tan malditamente feo aquí, Fi.
Jadeo. —¿Así que esto es todo? ¿Solo vas a empujarme a un lado?
Se queda blanco. —Por favor no pienses así. Estoy tratando de protegerte, Cherry.
Incluso si eso significa que te proteja de mí mismo.
—No necesito que me protejas, Ethan. Necesito que me quieras.
—Te quiero. Eres la persona más importante de mi vida.
Un sonido feo sale de mí. —Tienes una manera divertida de demostrarlo, Dexter.
—Lo eres —expone con sentimiento, sus mejillas enrojeciendo—. Lo eres todo para
mí.
—¡Entonces no me alejes!
Se vuelve a sentar en su silla con un golpe audible. Cuando me mira de nuevo,
está lleno de dolor. —Sé que no me crees, Fiona. Pero no hay nadie, nadie, por quien me
preocupe más que por ti. No puedo dejar que esos jodidos buitres te tomen. ¿Lo
entiendes? No. Puedo. Hacerlo.
Una sola lágrima cae de su ojo. No la limpia sino que me mira, rogándome.
Y de repente, estoy tan enfadada que no puedo hablar. Mis uñas se hunden en mi
piernas mientras respiro a través de mi rabia.
—Fi. —La voz de Dex viene desde la distancia—. ¿Fi?
Mis labios están presionados juntos mientras contengo un grito. Finalmente lo
miro, pero todo lo que veo es el rojo de mi propia frustración. —No puedo hablar contigo
ahora.
Asiente débilmente. —De acuerdo. Lo entiendo. Te llamaré más tarde.
Y mi rabia crece.
—No… —Contengo un grito—. No me llames. No me escribas. So… no.
Cierro de un golpe la pantalla de mi portátil y apago mi teléfono. Durante un largo
rato me quedo estirada en mi cama, mirando ciegamente al techo, y pienso.
34
Traducido por Jessibel
Corregido por Mich Fraser

Dex
Otro día. Otra práctica. No me importa una mierda sobre cualquier cosa. Y se nota.
Mi entrenador de línea ofensiva me entrega mi trasero después de mi juego de piernas
de mierda y el lento tiempo de reacción aún deja a otra defensiva final tomar a mi
mariscal.
Si se tratara de un juego, estaría en el banquillo. Tal como es, estoy relegado a un
segundo plano para realizar ejercicios de escalera. Estoy agradecido por ello. La práctica
juego de pies es complicado, mantiene mi mente ocupada, mi cuerpo en movimiento.
Sigo en ello hasta que soy el único que queda en el campo. Esforzarme hasta que mi
cuerpo se siente como cálida gelatina.
Porque hay un vacío que amenaza con abrirse y me consumirá si me dejo pensar.
Fi.
La cagué. No debería haberle dicho todo lo que le dije a través de Skype como un
tonto idiota. Le hice daño en lugar de convencerla de que era lo más seguro de hacer por
ahora. Debería haber esperado a decírselo en persona cuando podía abrazarla, mostrarle
que solo estaba pensando en su felicidad.
Solo que todo eso es una mierda. Aplasté su felicidad tan efectivamente como si le
hubiera dado un puñetazo a la cara. Vi su cara sonriente deformarse con el dolor. Yo hice
eso. A ella. A mi chica.
Y me destripa. Tengo que hacer lo correcto. Solo me temo que he hecho un daño
permanente.
Un gemido me abandona mientras me apoyo en la cabina de ducha después de la
práctica, el agua golpeando mi cráneo. Siempre he querido una novia. Alguien que fuera
mía y solo mía. Pero la verdad es que no tengo ni puta idea de lo que hay que hacer
cuando se trata de relaciones.
Cuando finalmente salgo de las duchas, los vestuarios están casi vacíos, solo
quedan unos chicos que se visten, y ninguno de ellos me presta atención. Devon, de
seguridad, está quejándose por la pérdida de sus calcetines favoritos Grinch, y cómo lo
está afectando. Ryder está explicando a Morgan cómo hacer un budín de pan adecuado,
que aparentemente involucra una docena de huevos y una cantidad enorme de crema.
Doy un paso lejos cuando empieza su entusiasmo sobre el uso de los tipos de pan.
No me di cuenta hasta que Finn me da una palmada en el hombro. —¿Qué haces,
Gran D? Jugaste como la mierda hoy.
—Un maestro al afirmar lo obvio, ¿verdad?
Él solo sonríe como un estúpido chupamedias. —¿Así que era obvio para ti
también? Bueno. Por un segundo, me preguntaba si tenías la cabeza totalmente por el
trasero.
Froto una toalla sobre mi pelo y lo tiro hacia abajo. Estoy tentado de mandarlo a
la mierda, pero está diciendo la verdad, y algo peor viene en su lugar. —¿Están todos los
hombres desorientados cuando se trata de manejar mujeres? ¿O solo estoy dotado para
ser un fracasado espectacular?
Finn parpadea como si le hubiera dicho que tengo una enfermedad venérea. Creo
que podría estar sobresaltado también; no necesito todos los cambiadores para conocer
mis asuntos.
—Bueno, demonios —dice finalmente—. No lo sé. ¿No es nuestro trabajo cagarla?
Desde el otro lado del camino, Ryder resopla. —En primer lugar, nunca “manejes”
a una mujer. Ella te maneja. Tú trabajo… —Señala a dos de nosotros—, es agarrarte fuerte,
ir adelante en el paseo y rezar para que no la cagues.
—¿Qué te hace un experto? —pregunta Finn—. Que yo sepa, no has estado con la
misma chica durante más de una noche como por... siempre.
—Cuatro hermanas, idiota —responde Ryder mientras se miraba en el pequeño
espejo unido a su cubículo. Se pasa la mano por el pelo húmedo—. Y criado por mi madre.
Conozco a las mujeres. —Él me llama la atención en el espejo—. ¿Qué fue lo que hiciste?
Recorriendo los dedos por la barba, debato de decirle, pero ya he dicho demasiado
ahora para dar marcha atrás. —Le dije a Fi que debemos mantener las cosas en secreto
hasta que toda esta mierda acabe.
Todos los chicos de los vestidores gimen como uno. Mierda, debería haber sabido
que estarían escuchando. Cabrones entrometidos.
—Amigo —dice Ryder—. ¿Estabas apuntando para decir lo más estúpido? Porque
le atinaste.
—Sí —indica Jones, un ala defensiva que está tirando de su sudadera—. Lo único
peor sería que lanzaras la línea de “no eres tú”.
—Le dije que ella no era...
Otra ronda de gemidos, aún más dolorosa, retumba a través del vestuario.
—Mala jugada, hombre.
—Así se hace, cabeza hueca.
—Envía flores.
—Claro que no. Eso es un maldito cliché. Permanece fuera de su ventana y sostén
uno de esos viejos equipos de música.
—Mientras, ella manda a la policía en tu trasero.
Pongo los ojos en ellos. —Lo siguiente que me dirán es que todos ustedes están
solos por elección.
No sé si tienen referencia de la película, pero alguien me lanzó un calcetín sudado.
Creo que es Ryder, pero no puedo estar seguro. Miro alrededor de la habitación, mientras
la sensación de hundimiento horrible dentro empeora.
—Dex. —Finn arrastra las palabras con un movimiento de cabeza—. Eres el chico
que esperábamos que tuvieras todas las respuestas.
—¿Qué mierda, hombre?
Con un gruñido, dejo que mi frente golpee contra en el borde de mi casillero. El
dolor se siente bien. —No sé. —Él tiene razón, yo soy al que vienen en busca de consejo,
no algún tarado que se toma todo por equivocado.
¿Las lecciones de vida son un asco? Dar consejos es mucho más fácil que vivir tu
propia vida.
¿Algo peor que las lecciones de vida? Darse cuenta de esto después de haberla
cagado gravemente.
—Solo quiero protegerla. —Salen las palabras tan débiles como parecen. Y
realmente no estoy hablando con los chicos de todos modos. Estaba protegiendo a Fi,
pero también estaba protegiéndome a mí mismo. Porque me da vergüenza. Toda esta
situación me hace sentir como si yo fuera el blanco de una broma, algo que hemos tratado
de evitar toda mi vida. Y no quiero que Fi lo vea de cerca y personal. No quiero que me
vea como algo inferior.
Pero ahora he ido y la herí.
Un empujón en el hombro me ha levantado la cabeza. La expresión de Finn es
neutral. —Ry y yo vamos por unos cangrejos y ostras por la orilla del lago. Ven con
nosotros. Toma una cerveza y olvida toda esta mierda por un tiempo.
Frotando la parte de atrás de mi cuello, me trato de animar, al menos, dar la
apariencia de un tipo que no está perdiendo. —Gracias. Quizá la próxima vez.
En este momento, tengo un billete de avión que comprar y una tonelada de mierda
de humillación para planificar.
Es de noche cuando llego a casa.
Tiro mi trasero por las escaleras. Mi rodilla izquierda late y la espalda se siente
como una barra de hierro caliente que ha sido empujado por mi columna vertebral. Eso
es solo la parte superior de mi lista de diversos dolores y molestias. Tengo veinticuatro
años y estoy cojeando como una persona mayor en su camino a una cena de cuatro de
julio. Envejecido antes de tiempo, lo pienso al abrir mi puerta, tirar las llaves sobre la
mesa auxiliar y entrar en una casa vacía.
Por un oscuro segundo, la soledad me inunda y no puedo respirar. Toma mi aire
y pesa sobre mi pecho. Fijo la mirada en el suelo mientras mi mano tantea para encontrar
mi teléfono en el bolsillo.
Necesito escuchar la voz de Fi. Ahora. Dios, necesito verla y tocarla tan mal que
muelo los dientes de deseo. Pero su voz lo tendrá que hacer.
Entonces me golpea, una cierta calidez, el aroma de café, y la fragancia de las flores
frescas subyacente. La siento. Aquí.
Fi está aquí.
Mi bolsa golpea el suelo con un ruido sordo, y prácticamente corro a la sala
principal. Ella se está sirviendo una taza de café, el pelo reluce como oro pálido bajo la
luz de la cocina. Ella levanta la mirada a mi llegada, una sonrisa nerviosa se dibuja
estrecha sobre sus delicados rasgos. —Hola.
Me detengo en el otro lado de la isla gruesa cubierta de mármol, presionando mis
manos contra la losa fría para sostenerme. —Dime que estás realmente aquí.
Su sonrisa crece más caliente, más real. —¿Piensas que estás alucinando, chico
grande?
—Podría ser. Yo sueño mucho sobre esto. —Todo el puto día.
Coloca la taza en la mesa con un tintineo de porcelana y redondea la isla. La veo
acercarse, sus caderas balanceándose debajo de una de esas pequeñas coquetas faldas que
le favorecen. Mi pecho se contrae cuando sus delgadas manos se deslizan hacia arriba,
dibujando pequeños temblores en su estela. Sus pulgares se extienden sobre el borde de
mi barba, y luego a lo largo de mi labio inferior. Es todo lo que puedo hacer para no
morder ese pulgar, chuparlo en mi boca.
—¿Lo sientes suficientemente real para ti? —Su voz es ronca.
Inhalo el aroma de Fi, inclinado en ella. —No estoy seguro. Creo que necesito más.
—Lo necesito todo. Toda de ella.
Ella lo sabe. Con un suave tirón, me acerca más. Voy de buena gana. Su boca dulce,
suave encuentra la mía, y todo dentro de mí suspira con alivio.
No sé cuánto tiempo la beso, pero no es lo suficientemente largo. Demasiado
pronto, ella está tirando hacia atrás, pero mantiene sus brazos alrededor de mi cuello, y
la abrazo. Es entonces cuando me doy cuenta que su cuerpo está tenso, su mirada
vacilante.
—He decidido —dice ella—. No vas a elegir nuestro destino sin consultarme.
—De acuerdo.
Mi respuesta inmediata parece darle pausa, inclinando la cabeza hacia atrás como
si no entendiera. Su voz sale inestable pero fuerte. —Bien. Me enfadaste, Ethan.
—Lo sé. —Debería estar más dolido, pero estoy tan jodidamente feliz de que ella
esté aquí. No puedo contener mi sonrisa, no puede dejar de tocar su mejilla.
Ella bate mi mano. —Lo digo en serio. Tú... me haces daño. Si no me quieres, dilo
ahora. No te escondas detrás de alguna ridícula alegación para tratar de protegerme,
porque…
Ahueco su mejilla suave y la beso. La boca de Fi se mueve contra la mía, formando
palabras, probablemente tratando de decirme algo. Sigo besándola suave y lento hasta
que se relaja con un suspiro. Mis dedos enhebran a través de su cabello mientras miro
hacia ella.
—Tienes razón. Fui un idiota. Lo siento. —Acaricio su mejilla—. Estaba en camino
a verte. Para disculparme. —Para pedir otra oportunidad.
Su nariz se arruga en una mirada dudosa. Le beso la punta de ella, pero no cede.
—Quiero decir, ¿cómo pudiste hacer eso? ¡Y a través de Skype, Ethan!
—Soy un idiota. —Mantengo los ojos fijos en los de ella—. Me dio vergüenza, Fi.
No quiero que me veas así.
Su voz es suave. —¿Cómo qué?
Mi piel se contrae incómodamente, y mi interior rueda como si hubiera un peso de
plomo que cae a través de mí. Pero le debo las palabras. —Todas estas mujeres vienen
después de mí por el dinero. Con compasión en sus ojos y signos de dólar bailando en
sus cabezas.
Ella está en silencio durante un segundo. —Por suerte no saben lo que se pierden
—dice ella en voz baja y feroz—. Significa que te tengo todo para mí.
Cierro los ojos y presiono mi frente contra la parte superior de su cabeza. —Nadie
más tuvo una oportunidad en contra de ti, Cherry. —Mantenerla cerca alivia todos los
espacios reducidos dentro de mí—. Entré en pánico y te hice daño. No tienes idea de
cuánto lo siento.
—Está bien, entonces. —Su mano alisa mi camisa—. Estoy contenta de haber
tenido esta charla.
No puedo dejar de darle otro beso rápido. Se siente muy bien, incluso si estoy en
la caseta del perro. —¿Podemos llegar al sexo de reconciliación ahora? —pregunto, con
ganas de hacerla reír—. He oído cosas buenas.
Afortunadamente, Fi se ríe y le da a mi pectoral un pequeño golpe. —Sí, por
supuesto. —Su sonrisa se cae rápidamente—. Tengo que decirte algo primero.
Honestamente, ella podría decirme que robó un banco, y yo diría que por mí,
estaba muy bien. Pero sigo mi expresión neutral, tratando valientemente de no sonreír
como un tonto. Ella está aquí. Ella sigue siendo mía. Eso es todo lo que importa.
—Está bien. Dime lo que has hecho, Cherry.
Tan pronto como ella saque lo que sea de su pecho, voy a follarla hasta que mi
pene se rinda.
35 Traducido por Lvic15
Corregido por Caile

Fiona
Ethan está claramente luchando contra una sonrisa arrogante, viéndose como si
estuviera planeando todo tipo de maneras infames de follarme. Lo cuál sería caliente si
no estuviera tan nerviosa que quizás fuera a vomitar en cualquier momento.
Incluso así, me tomo un momento para empaparme de él. Dios, se siente bien.
Sólido y caliente. Estoy muriendo por meter mi nariz en el centro de su pecho y solo
respirar. El bulto endureciéndose y creciendo en sus pantalones de chándal me distrae y
es delicioso a la vez. He extrañado su magnífica polla. Sin pensarlo, me presiono contra
él. Gruñe, su agarre sobre mí apretándose.
Pero no puedo hacer esto mientras me está tocando. Dándole un beso a su carnoso
bíceps, me salgo de su abrazo. Ethan frunce el ceño, pero me deja ir.
—De acuerdo —dice, pasando una mano por su pelo, haciendo que mechones del
mismo se muevan por delante de su cara—. Ahora estás empezando a asustarme. ¿Qué
está pasando, Fi?
Amo que ni siquiera me pregunte por qué estoy aquí, solo por qué estoy
preocupada. Me agarro a ese hecho mientras trazo una veta del blanco mármol de la
encimera.
—He dejado mi trabajo.
Amo la manera en que puede sonreír solo con sus ojos. Y amo la ternura que veo
en ellos ahora.
Su gran palma descansa al lado de la mía.
—Hiciste algo que te asustaba pero que tenías que hacer. Estoy orgulloso de ti,
Fiona.
Un jadeo sale de mí.
—Gracias. Estoy orgullosa de mí también. Se siente bien. Voy a empezar un
negocio de fabricación de muebles, vendiendo mi trabajo a través de la tienda de mis
amigos en Nueva York. Y después quizás haga algo de consultoría de diseño yo sola.
Ethan parpadea, sus rasgos estoicos no se mueven, y puedo decir que está tratando
de averiguar por qué estoy asustada si estoy feliz. Porque estoy a punto de enloquecer.
Un escalofrío lento empieza en mi estómago y cae hacia fuera mientras busco las palabras.
Lo ve e inmediatamente se acerca, sus manos cálidas y encallecidas acariciando
mis brazos.
—Cherry…
—Sé que todo está en el aire. Solo he dimitido. No hemos estado juntos durante
mucho tiempo. Pero solo… no lo sé. La cosa es… —balbuceo—. Pensé en que te visitaría
por un tiempo. Traje algunas cosas y quizás.
—Quédate —expone, sus dedos agarrando mi brazo como si fuera a mantenerme
físicamente aquí. Y entonces eso no es suficiente para él porque me toma en brazos de esa
manera tan fácil suya.
Doy un pequeño grito de sorpresa y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello
mientras me lleva al comedor con tres largos pasos. Estoy en el sofá sobre su regazo en el
siguiente momento.
Sus ojos están abiertos y brillantes mientras acaricia mis mejillas.
—Quédate conmigo.
—Bueno —digo, apretando la parte de detrás de su cuello—. Ese era el plan. Te
quiero más que solo durante un triste pequeño fin de semana. Un mes o así sería mucho
mejor.
Su deliciosa boca se ladea en una sonrisa, pero no acaba de crecer. Me mira a los
ojos, su expresión casi tímida.
—No. Un mes no, Cherry. —La punta de su pulgar toca mi labio inferior. No me
pierdo la manera en que él también tiembla—. Vive conmigo. Aquí. Haz tu vida conmigo.
Sus palabras nos dejan a los dos callados. Ethan se ve como si realmente no creyera
que me acabara de hacer la oferta. ¿Yo? Tampoco puedo creerlo.
Sus piernas se mueven y se endurece debajo de mí, y me doy cuenta que está
conteniendo su respiración. Quizás yo también, porque exhalo un largo y desigual
suspiro.
—¿Lo dices en serio? —susurro.
Su garganta traga. —No lo hubiera dicho sino.
—Ethan… —No puedo hablar. Mis dedos se enredan en su pelo, sosteniéndome.
Esto es demasiado, y aun así todo lo que quiero es hundirme en él, descansar contra su
fuerza durante un buen y largo tiempo. Nunca dejar su lado—. Acabamos de empezar a
salir. Solo hemos estado juntos unas pocas veces.
Todo verdad y sin embargo, incluso mientras lo digo, sé que quiero esto. Quiero
estar con él.
—No cambia la manera en que me siento —dice—. Soy miserable sin ti. Te
necesito, Fi.
Un pequeño sollozo crece, y mi voz se rompe.
—Te necesito también, Ethan.
Se siente como si estuviéramos diciendo otra cosa. Pero no importa porque me está
besando, profundamente y buscando, un poco frenético, como si estuviera tratando de
convencerse de que es real. Y lo estoy besando, igual de desesperada.
Ethan sostiene mi cabeza, inclinando su boca para poder profundizar más, y, Dios,
sabe bien; se siente bien.
Suavemente toca mi mejilla, sus dedos trazándola. —¿Cómo es —susurra—, que
estaba bien estando solo hasta que me besaste en ese club?
Trago duro, mi piel enrojecida por el calor. Un nudo en mi garganta hace que mi
voz sea gruesa.
—No lo sé. —Pero es lo mismo para mí. Un reto por una barba, y estuve perdida.
Sus dedos pasan por el lado de mi garganta, después arriba de nuevo.
—Me has arruinado, Fiona. No estoy seguro de cómo vivir sin ti.
Antes de que pueda responder, me quita la camiseta. Mi sujetador la sigue
mientras me besa por el cuello. Sus dedos juguetean con la cremallera de mi faldilla.
—Quítate tú camisa primero —le digo, necesitando verlo también.
No duda, no aparta la mirada de mí, solo alarga la mano detrás y se saca la camisa
por su cabeza. Todos esos músculos ganados con ejercicio se mueven y agrupan bajo su
suave piel mientras lanza la camisa lejos.
No siendo alguien que deja las cosas a medias, me deja suavemente a un lado y se
levanta para sacarse los pantalones, quedándose gloriosamente desnudo, esa gruesa y
larga polla suya recta, orgullosa y dura, los piercings plateados brillando a la luz.
Mientras miro, Ethan se aleja para mirarme, su ceja elevada con expectación.
Esperando.
Me levanto para enfrentarlo. La cremallera produce un alto siseo mientras la bajo.
Muevo mis caderas, sacudiéndome, y la tela se desliza por mi piel, mi faldilla cayendo a
mis pies.
Por un largo momento, me mira, su pecho elevándose y cayendo con cada
respiración, su polla moviéndose, como si estuviera impaciente. Después cae sobre sus
rodillas. Espero un beso, su boca explorando mi cuerpo. Pero no hace nada de eso.
Ethan Dexter envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y presiona su mejilla
entre mis pechos. Me abraza cerca y suspira con todo su cuerpo.
—Te amo.
Mi respiración se acelera con un sonido audible, y mira arriba, sus ojos avellana
solemnes y con intención.
»Lo hago. Mucho. Cada hora de cada día. Nunca pienses lo contrario.
El alivio y la felicidad son una calidez líquida corriendo a través de mí. Mis manos
pasan por su suave pelo y lo agarro fuerte contra mí.
—Te amo también, Ethan.
Un escalofrío atraviesa su cuerpo, y deja salir un largo suspiro. Sus brazos me
aprietan más fuerte. Cuando habla, es un sonido áspero y roto, como si viniera de un
largo viaje.
—Bien. Porque no te voy a dejar ir de nuevo, Fi.
No puedo evitar sonreír.
—¿En vedad vamos a hacer esto? ¿Vivir juntos?
Sonríe también, su barba hacienda cosquillas en mi piel.
—Joder sí, lo vamos a hacer.
Durante el resto de la noche, somos solo Ethan y yo, cada toque una afirmación de
todo lo que nos hemos estado perdiendo, de todo lo que tenemos de este día en adelante.
¿Vivir juntos? Lo tenemos. Después de todo, ¿qué es lo peor que puede pasar?
36 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Fiona
Vivir con alguien como nunca lo había hecho, me hace preocuparme por la forma
en que me muevo con Ethan. ¿Es torpe? ¿Sofocante? ¿Vamos a estrellarnos y arder?
Porque no importa lo mucho que quiero a Ethan, solo hemos estado físicamente
juntos un puñado de veces.
Pero él no me da tiempo para preocuparme. Cada noche está en la ciudad,
exploramos New Orleans, a un club de Jazz, donde persuado y atraigo para que Ethan
baile, o un restaurante tan bueno, que estoy a punto de gemir entre bocado y bocado.
Soy una neoyorquina de corazón, así que estoy acostumbrada a la comida buena.
Sin embargo, New Orleans le podía dar una patada a New York.
No nos ocultamos para estar juntos. Y algunas fotos de nosotros se han publicado,
junto con la especulación acerca de una nueva novia de Ethan. Pero la caza del virgen
sigue. Principalmente porque Ethan se niega obstinadamente a hablar de mí, incluso si
es para confirmar o negar una relación sexual.
—No es su puto negocio —gruñe. En público es más moderado y simplemente
dice: “A menos que sea algo relacionado con fútbol, sin comentarios”.
A pesar de la fealdad, soy feliz. Hay tantas cosas que anticipo y amo, como la cara
de Ethan cada vez que entra por la puerta delantera, su expresión de felicidad, sus ojos
calientes con necesidad.
Ya que en el segundo que entra en la casa, me está retrocediendo contra la pared,
o inclinándome sobre el sofá, follándome como si estuviera recuperando el tiempo
perdido.
Tampoco puedo quitar mis manos de él. Lo atrapo haciendo abdominales y salto
a horcajadas sobre sus caderas antes de que haga otra contracción. Su risa muere en un
gemido ahogado cuando lo beso y lamo un camino por encima de su cuerpo duro, tirando
hacia abajo esos shorts para sacar ese glorioso pene grueso que tanto anhelo.
Ethan usualmente no está. Lo que no es genial. Sin embargo, no duele de la manera
que pensé. Porque sé que en las noches él llegara a casa, caeremos en su cama ancha para
así abrazarnos bajo las sábanas y hablar de cualquier cosa hasta que un toque o una
mirada desencadene la necesidad que tenemos por el otro y nos fundamos como un
incendio, un ardor caliente y brillante. Y solo cuando estamos completamente agotados
conciliamos el sueño.
Más importante aún, sé que soy amada. Y lo amo. Tener esa seguridad en mi vida
es una alegría, ahora me doy cuenta que la había buscado por mucho tiempo.
Me mareo de ver los grandes zapatos de Ethan, los que incluyen una cantidad
ridícula de zapatillas para deportes agrupados con los míos, bajones líquidos y productos
para el cabello desplazando a su champú y jabón solitario.
Llego a hablar con los padres de Ethan, una experiencia que temí que fuera torpe
dada a las circunstancias. Pero ellos fueron cálidos, agradables, normales. Los padres de
Ethan me dan las gracias por hacer a su hijo feliz. Su mamá me asegura que su hijo tiene
un gusto impecable, así que si él me quería, ella también. Me quedé sonrojándome y
tartamudeando que, sí, me encantaría reunirme con ellos cuando regresen a California.
El hermano pequeño de Ethan es un juez un poco más complejo. Me preguntó si
me gustaba Minecraft. Cuando confesé tener una figurita de Enderman en mi escritorio
de la universidad, fui determinada cool.
Pero me quedo irrevocablemente loca cuando en una mañana soleada Ethan me
toma de la mano y me pide que vaya a su estudio. He estado ahí antes. Es un espacio
luminoso. Sus obras viejas cuelgan de las paredes o se apilan en alguna esquina. Algunas
piezas están a la mitad y en los caballetes esperando la finalización.
Ethan se especializa en realismo fotográfico. Utiliza colores exuberantes y hace
estudios de primer plano. La mayoría de sus temas están relacionado con fútbol, a pesar
que ha hecho a algunas personas también. Ha estado trabajando en uno de Drew, vestido
con su uniforme, el casco en el suelo, con las manos bajo sus caderas estrechas mientras
mira a lo lejos.
—Anna me pidió que hiciera este —me dice Ethan—. Será un regalo de bodas.
Aunque creo que ella lo disfrutará más que Drew.
Creo que tiene razón.
Me lleva al estudio con una sonrisa secreta en sus labios.
—¿Has terminado tu retrato? —pregunto, no sé si él ha encontrado el tiempo. El
mes pasado hemos estado en el bolsillo de cada uno.
Niega con la cabeza.
—No.
—¿Por qué estás tan raro?
Su sonrisa crece más.
—Ya verás.
—Dime. —Le doy un tirón a su mano.
—No.
—Dime, dime, dime. —Tiro de nuevo, moviendo su brazo mientras le sonrío.
Se ríe y me balancea en sus brazos.
—Pequeña plaga. Tan impaciente. —Besa mi nariz y me lleva por las escaleras. Los
olores agudos de pintura y trementina se mezclan con el aroma de pino y llenan mi nariz
mientras abre la puerta.
Ethan me baja y me da la vuelta solo para que jadee, mi mano sale volando a mis
labios.
Lienzos y caballetes se han ido. En su lugar es la fantasía de un carpintero: sierras
circulares, sierras de cinta, sierras de mesa, sierras de mano, taladros, ensambladores…
todo lo que necesito para hacer muebles.
—Pensé que podrías empezar más pronto que tarde —dice, reflejando mis
pensamientos.
—Oh, sí —murmuro, rodeando todo.
Hay mesas de trabajo, aspiradoras para el polvo, pilas de diferentes tipos de
madera. La emoción me toma de la garganta cuando me vuelvo hacia Ethan, quien se
apoya en la puerta con las manos en los bolsillos, una curiosa expresión, casi ansiosa en
su cara.
—¿En dónde están tus cosas de pintura? —pregunto roncamente.
—Las moví a la casa de huéspedes —responde encogiéndose de hombros—. No
necesito toda esta habitación de todos modos.
Trago.
—¿Cómo, cuándo?
Se aleja de la puerta.
—Encontré un tipo que se estaba retirando. Compré todo el lote. Tuve algunos
chicos entregándolo ayer. —Mira a su alrededor y después a mí—. ¿Te gusta?
—¿Gustarme? —Una risa gorgoja en mi garganta—. Lo amo. Te amo a ti.
Sin decir una palabra me lanzo hacia él y me atrapa, me sostiene segura mientras
envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y beso su cuello.
—Gracias, Ethan. Es la mejor sorpresa.
Besa la punta de mi nariz.
—Te amo también. Feliz cumpleaños, Cherry.
Sus palabras me paran en seco.
—¿Cómo supiste?
Ethan me da una mirada exasperada.
—Ivy no fue a nuestro último campeonato de última división porque era tu
cumpleaños. Eso fue hace dos años.
—¿Recuerdas eso desde hace dos años?
—¿Crees que he olvidado una sola cosa sobre ti? —Con un suspiro, inclina su
frente contra la mía—. Lo que quiero saber es por qué no me dijiste que era tu
cumpleaños.
Mi mirada se mueve rápidamente mientras me encojo de hombros.
—No lo sé. Simplemente no estoy acostumbrada a agitar mi propia bandera en ese
tipo de cosas.
Con un agarre firme pero suave, gira mi cara para encontrarla con la suya. Me
resulta totalmente caliente que me pueda sostener con un brazo. Su expresión es dulce.
—Ya no tienes que agitar tu propia bandera nunca más, Fi. Ese es mi trabajo ahora.
Mi privilegio.
Mis labios tiemblan en una sonrisa.
—Bueno.
Me besa, labios con labios y después se aleja.
—Mi cumpleaños es el dos de junio, por cierto.
Me río y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, con lo que me acerco más.
—Nota debidamente tomada. Espera algunos muebles. Tal vez una consola para
que haga juego con tu tv.
Ethan le da a mi trasero un apretón.
—Eso suena perfecto.
Perfecto. Por primera vez en mi vida todo es perfecto.
Dex
Arizona es… jodidamente seco. Me deshago de mi Gatorade mientras entro al
ascensor y pulso el botón a mi piso, a mi suite. Sí, pedí una suite con la esperanza de que
Fi vendría conmigo. Pero ella me informó que estaba “montando la ola carmesí” y no
habría manera que estuviera viajando. Me tomó un momento averiguar lo que era la ola
carmesí, entonces lo bloqueé rápidamente de mi mente. O lo intenté. Hay cosas, por
desgracia, que no puedes desimaginar.
Y sin embargo, me encanta que esté lo suficientemente cómoda para decírmelo sin
rodeos. Me encanta tener sus sujetadores colgados en mi armario, las múltiples botellas
de champú, los acondicionadores, el jabón para cuerpo, que dulce Jesús… las chicas
tienen un montón de jodidos jabones para cuerpo, desordenados en mi ducha. Demonios,
incluso amo sus cajas de tampones invadiendo el gabinete de mi fregadero.
Y no me importa una mierda si eso me hace raro. Ya que todo eso afirma que Fi
está viviendo conmigo.
Así que ayer cuando me miró con los ojos doloridos, me apresuré, pedí una lista
de todo lo que necesitaba y fui a la tienda a comprar sus bizcochos de chocolate, Midol,
y sí, más tampones y toallas con alas, lo que me hizo preguntarme, qué jodidas eran las
“alas”, pero realmente no quiero saber.
Lo hice sin queja y después me fui a mi juego. Ahora voy a dormir y tengo ganas
de volver a casa. Por primera vez, pienso en mi casa como un hogar, ¿y eso no es una cosa
hermosa?
Estoy sonriendo mientras saco mi móvil y compruebo mis mensajes mientras el
ascensor me lleva a mi piso.
CherryBomb: Terminé una pieza hoy. Estoy cansada así que me voy a dormir. Buen
juego, nene. ¡Estuviste genial! Te veo pronto. XOXO
Todavía no puedo creer que ella mire mis juegos. Fi nunca ocultó su disgusto por
el fútbol. Ahora no solo los ve, sino que duerme con mi camiseta, cuando no la despojo
de ella.
Entro a mi habitación y me saluda luz en vez de oscuridad. ¿Las chicas de la
limpieza encendieron las luces? Por alguna razón, los pequeños vellos en la parte trasera
de mi cuello se elevan.
Oigo un ruido y me doy cuenta que no estoy solo.
Al instante, cada músculo y sentido se pone en alerta. Entonces veo un sujetador
en el suelo, de encaje y color púrpura pálido, también un montón de pétalos de flores al
azar y se me detiene el corazón. He visto un sujetador así antes.
¿Fi? ¿Está aquí? ¿Está tratando de sorprenderme? Pongo mi móvil sobre la mesa y
me muevo a través de la habitación hacia la puerta del dormitorio. Una pequeña braga
cuelga sobre la perilla de la puerta.
Cruzo la pequeña sala con una sonrisa creciendo.
La sonrisa muere rápidamente cuando alcanzo el dormitorio.
—¿Qué demonios? —Mi grito hace eco a través de la suite.
Una chica desnuda en mi cama hace una mueca, pero pone una buena cara. —Hola
allí. Yo… ah…
—¿Cómo diablos has entrado aquí?
Estoy tratando muy duro de no gritar de nuevo o perder mi mierda, soy un tipo
grande y hay una chica desnuda muy a solas conmigo. Estoy consciente de su
vulnerabilidad y su estupidez, incluso si no lo está. Podría ser golpeador de mujeres por
lo que podría saber.
Y también soy consciente que ella podría gritar de esa forma. De repente tengo
miedo de ella. Por lo que representa.
—Sal ahora mismo. Ya.
La chica se levanta sobre sus rodillas, sus tetas apuntan directamente hacia mí. La
vista no hace más que enviar una oleada de indignación frustrada a través de mi pecho.
—Pero, Dex, cariño, está bien. ¡Quiero estar aquí! Quiero ayudarte.
Me río sin humor.
—No creo que lo captes. No te quiero aquí y la única forma en que puedes ayudar
es que te vistas y te largues.
—Voy a dividir el dinero contigo —dice, separando los muslos.
Miro por encima de su cabeza.
—Voy a salir, pero te comento que ganar dinero sobre tu propia espalda te va a
comer el alma.
—¿Me estás llamando puta? —grita.
Oh, me río. Realmente lo hago. Solo quiero golpear la pared una vez más. Tomo
una respiración y relajo los puños.
—Fuera. Antes que llame a la policía.
Escucho su arrebato y se pone en marcha sobre la cama, recogiendo su ropa.
—¿Eres gay? ¿Es eso no?
Y ahí está, el golpe bajo. Ni siquiera contesto. Cuando ella pasa, miro hacia abajo.
Afortunadamente ella se viste, si lo pudieras decir por la braga rosa que apenas se
extiende por su trasero. —Si te vuelves a acercar a mí, voy a llamar a la policía.
Su cara se pone roja.
—No te follaría ahora incluso si te pusieras de rodillas, idiota.
Bien. Hago un gesto hacia la puerta y gruñe de nuevo antes de salir corriendo. El
golpe en la puerta de mi suite me dice que estoy solo. Quiero hundirme en mi cama y
dormir. Pero no la estoy tocando ahora. En su lugar alcanzo el teléfono y me preparo para
patear el trasero de la seguridad del hotel.
No es hasta que tengo una nueva habitación, compensación desde la
administración, que me arrastro por debajo de las mantas frescas, listo para quedarme
dormido, cuando mis ojos se abren de golpe al darme cuenta de algo. La pequeña bruja
robó mi móvil.
37 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Caile

Fiona
Espera lo inesperado es la frase más molesta de todas. Es decir, si lo estás
esperando, ¿cómo puede ser inesperado? Y sin embargo, esa frase estúpida corre como
un insulto por mi cabeza cuando estoy en la cocina para mi café de la mañana y abro mi
navegador como siempre lo hago y veo mi propia cara sonriente hacia mí.
Esto es raro. Me quedo mirándome, la misma cara que veo todos los días en el
espejo, pero no puedo aceptar que soy yo. ¿Por qué una foto de mí es el centro de Twitter?
Y entonces toma significado. No es solo mi cara. Ni por asomo.
Pinchos calientes de horror estallan sobre mi cara, mis brazos, mi cuerpo entero.
La bilis resurge en mi garganta mientras miro las imágenes, muchas imágenes en la
misma que han sido llevadas a los medios.
Soy yo, sonriendo mientras mi lengua se extiende sobre el familiar pezón
perforado de alguien. Jesús. Es la imagen que tomé en la cama de Dex, yo en toda mi
gloria, desnuda, cubierta encima de su pecho mientras juguetonamente lamo su pezón.
Habíamos estado riéndonos y mientras tanto tomamos esa selfie. Divirtiéndonos.
—Aquí hay una para mi billetera.
—Mierda —susurro, sin embargo no hay nadie en la casa para escucharlo.
—Mierda.
Porque de alguna manera, esa imagen con mis tetas desnudas apuntando
directamente hacia la cámara, ahora está afuera en el mundo.
Ya no quiero existir. No morir, simplemente dejar de existir. La fealdad es una
mancha que se filtra a través de mi piel, tan pesada y pica como una manta de pelo. Se
agarra de mi pecho, se hunde más profundo, tirando del centro de mi esternón.
Hacerme ovillo no ayuda. No importa cuánto quiera exprimir mi cuerpo, todavía
se sienta violado, en exhibición.
Otra foto fue publicada: la que le envié a Ethan de mí, usando nada más que un
sostén. Me planteé como una chica modelo, burlándome de él por no regresarme mi
braga. Me sentí segura mandándole esa foto a Ethan, me sentí atractiva y deseada. No
tanto ahora.
Tanta fealdad. Hay tweets sin fin, mensajes de Facebook, mensajes de Instagram,
diciendo que soy una puta, preguntándome si quiero follar, criticando cada parte de mi
cuerpo. Traté de no mirar, pero fue casi imposible esconderme de ello, no cuando una ola
de odio repugnante se apodera de mí una y otra vez.
Apago mi móvil y me meto en la esquina de la habitación. Sé que debería hablar
con Dex por lo menos. Pero no puedo. No me puedo mover.
Vagamente, escucho la puerta principal abrirse. Todo en mí se tensa.
Dex está en Arizona. Incluso si se las arregló para conseguir un primer avión, dudo
que estaría aquí en este momento. A Dex lo puedo manejar. Creo. No sé a ciencia cierta
cómo las fotos salieron de su teléfono. ¿Cómo las consiguieron? Me temo que si le
pregunto, voy a rabiar. Sé que él no lo hizo. Pero, ¿cómo?
Pasos hacen eco mientras alguien pasa la sala de estar de abajo. No dejen que mi
papá se entere. No él. Solo la idea de mis padres viendo esas fotos me dan ganas de
vomitar. Y sé que papá las verá. Es tan inevitable como que salga el sol. Papá no debe
tener el código de la casa de Dex, pero quién sabe con ese hombre. Por lo que sé, podría
derrumbar la puerta.
—¿Fi? ¿Fi, cariño? —Es la voz de Ivy.
Me aparto, mirando la pared. Tal vez ella no me vea.
Pero entonces se abre la puerta y una figura alta y delgada llena la luz. Toma todo
lo que necesito para no estallar en sollozos.
—Oh, Fi. —Ivy instantáneamente está a mi lado.
Sus fuertes brazos me tiran más cerca mientras lloro, aferrándome a ella como una
balsa.
—Cariño. —Me acerca, murmurando palabras sin sentido acerca de nuestra madre
cuando éramos pequeñas.
No sé cuánto tiempo lloro. Siento a otra persona en la habitación y entonces tengo
una gran mano acariciando la parte trasera de mi cabeza. Es Gray. —Fi-Fi. Te ayudaremos
a pasar esto.
Habla tan bajo, apenas es audible. Pero la ira bajo sus palabras es feroz. Lo aprecio,
pero está equivocado. No me puede ayudar a pasar esto. El mundo me ha marcado como
una puta que folla a Ethan Dexter por un premio y hay fotos de ello. Dios, lo han
convertido en algo tan feo y peligroso.
Ivy se aleja y Gray se inclina para recogerme. Por alguna razón, esto me hace llorar
aún más. Amo a Gray por su cuidado. Pero quiero que Ethan me lleve. Gray me deja en
mi cama e Ivy aparta las cubiertas antes de subir conmigo. Sus suaves murmullos van
por encima de mi cabeza mientras me entierro, pero pronto Gray sale de la habitación.
—Estoy tan avergonzada —susurro.
—Lo sé. Vamos averiguar lo que pasó. Entonces, voy a patear algún trasero, en
serio.
Hay una nota de acusación en su voz que no me gusta.
—Ethan no lo hizo.
Su cuerpo se tensa.
—Lo sé. Pero es lo que hay ahora y tenemos que pensar en el control de daños.
Esa sensación se retuerce en mi interior una vez más.
—El daño ya está hecho, Ivy.
Me da un beso en el hombro.
—Duerme un poco. Estamos aquí.
La idea me da un poco de comodidad. Por primera vez en mi vida, realmente me
siento impotente.
38 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Pagan Moore

Dex
¿Cómo un vuelo puede ser tan jodidamente lento? En el momento en que estoy en
tierra, estoy casi fuera de mi mente. Por lo general, tengo cuidado por mi tamaño, cuidado
de no chocar accidentalmente con alguien y enviarlos a volar. Hoy, lo uso a mi favor,
tomando más camino de las personas lentas.
Mis entrañas están enredándose tan fuerte que tengo que tragar varias veces para
evitar estar enfermo. No importa que me comuniqué con mi proveedor de telefonía e
informé que mi teléfono fue robado. El daño ya estaba hecho. Porque soy un estúpido y
perezoso que no tenía contraseña. Soy el que dejó que una chica desesperada y rencorosa
saliera de mi habitación con mi teléfono, y ella vendió las imágenes a la prensa.
Y no solo las imágenes, también los mensajes de texto entre Fi y yo. Pensamientos
personales ahora son de dominio público. Pero esas imágenes. Fi, mi chica, la persona
que más me importa, aparece apenas vestida. Me pone tan loco que no puedo ver bien.
No importa que tenga abogados de mi parte, amenazando con demandar, ordenando
bajar el contenido. Las imágenes ya están afuera, y en internet, por siempre.
El mundo ha visto a una Fiona expuesta. Jodidamente odio eso. No puedo soportar
la idea de chicos mirándola de esa manera. No sin su permiso, sin su consentimiento.
Un gruñido sale desde muy dentro de mí. Y es todo lo que puedo hacer para no
empezar a gritar o llorar. Porque es mi culpa. Todo es mi culpa.
El servicio de Taxis es peor. Los hijos de puta me reconocen.
—¡Hola, hombre! ¡Eres Ethan Dexter!
Como si no conociera mi jodido nombre. Gruño y empujo con fuerza. Solo. Llévame.
Con. Fi.
—¿Realmente eres virgen, hombre? —Alguien está a punto de ser golpeado—.
Bueno, ya no, ¿eh? Ese pedazo dulce de…
—Otra palabra y perderás tu lengua —espeto.
El taxista palidece, sus ojos molestos. Demonios. Puede que me eche del taxi, y yo
estaré atascado en el lado de la puta carretera mientras Fi sufre. Me obligo a respirar.
—Esa es mi señora de la que hablas, ¿bien?
El taxista asiente, su mirada su desplaza entre mí y el camino por delante. —Sí,
hombre. Eso es genial. Uh… sin faltar el respeto.
Rechino los dientes, tratando de calmarme. —Si pudieras llegar a casa lo más
rápido posible.
—Claro amigo. Por supuesto. No hay problema.
Con eso mi taxista parlanchín acelera.

Espero que Ivy y Gray estén en mi casa; le di a Gray mi código de acceso. Ellos
estaban más cerca de Fi. Gray estaba jugando un juego en Atlanta e Ivy había estado
visitando a su papá con el bebé. Lo que probablemente no esperé, es que el papá de Fi e
Ivy, Sean Mackenzie, mi co-agente, estuviera aquí.
Mierda.
No parece contento.
Sean o el gran Mac, como muchos de nosotros lo llamamos, solía jugar para la
NBA. Con sus dos metros de altura parece un moderno Abe Lincoln. También tiene una
mirada feroz que dice que estaría encantado de desgarrarme. En este momento, puede
que no dé una mierda, pero es el papá de Fi. Si las cosas van a mi manera, él estará en mi
vida por un tiempo, lo que significa que prefiero estar en su lado bueno.
Él no espera a que ponga mi maleta en el suelo antes de lanzar un ataque. —¿Qué
demonios hiciste, Dexter? —Da un paso adelante como si fuera a lanzar un puñetazo.
Gray también lo da. —Cálmate, Sean.
Sean lo mira y después regresa su mirada a mí. —Te hice una pregunta.
—La cagué. —Y eso me desgarra.
—No jodas, Sherlock.
Mi mirada se desliza hacia delante de él, a Ivy, quien está inusualmente pálida y
tranquila. —¿Fi? ¿Está aquí? Ella… —Mierda. No puedo encontrar las palabras. El
arrepentimiento se aplasta sobre mi pecho.
Me da un asentimiento y un gesto hacia las escaleras. —Está durmiendo.
Mi maleta golpea el suelo y me muevo.
—¿A dónde diablos crees que vas? —se queja Sean.
—Donde más necesito estar. —No miro hacia atrás—. Me puedes gritar más tarde.
39 Traducido por Mich Fraser
Corregido por LarochzCR

Fiona
La habitación está tenue y fresca, pero las mantas se sienten pesadas y calientes.
Amo esta cama. Es grande, el colchón firme, sin embargo cómodo, la ropa de cama es
blanca y suave. La cama de Ethan. Nuestra cama. Así que huele a él y a calidez.
Abrazo su almohada y suspiro. Sin embargo, el chasquido de la puerta abriéndose
me pone tensa. La luz atraviesa más allá de la cama y después se desvanece cuando la
puerta se cierra suavemente. Abrazo la almohada más cerca, tratando de no levantar la
cabeza mientras Ethan entra. No tengo que verlo para saber que es él. Ahora está en mi
sangre. Soy tan consciente de él como de mi propia respiración.
La cama cruje y se hunde, me lleva a sus brazos. Fluyo en él, un sollozo se me
escapa a pesar de mi mejor esfuerzo.
—Ethan. —Me envuelvo alrededor de él, aferrándome con fuerza.
—Cherry, nena. —Su agarre es tan fuerte que duele. Me encanta. Me sostiene como
si estuviera tratando de hacer mi cuerpo fuerte, capaz, un centinela contra toda la mierda
que el mundo nos ha lanzado. Sus manos acarician mi cabello, mi espalda, todas las partes
que puede tocar.
—Cariño —susurra—. Cherry… Yo… —Una respiración entrecortada y después
lágrimas salen de él y se sacude—. Mierda. Lo siento tanto. Jodidamente lo siento.
Me aferro, agarrando su cabello. —Está bien.
—No lo está —espeta, bajo y enojado. Toma una respiración profunda que riza mis
vellos—. Fue mi culpa. Te he decepcionado.
Suena tan roto que vuelvo la cabeza y beso el hueco de su sudoroso cuello,
sintiendo su movimiento de garganta mientras traga.
—¿Qué pasó? —pregunto.
Ethan traga de nuevo, otro temblor lo atraviesa. Sus labios se presionan contra mi
cabeza mientras toma respiraciones profundas. Y temo. ¿Qué ha hecho?
Cuando empieza a decirme lo que pasó, ya no tengo miedo. Estoy enfurecida.
Corre a través de mí como pólvora, calienta mi sangre y acelera mi corazón.
Él termina con un suspiro ilegible, hunde la cabeza como si ya no pudiera
sostenerla. Me hago hacia atrás para enfrentarlo, tocando su mejilla para que levante la
cabeza. Su expresión sombría es dolorosa de ver. —¿Quieres oír algo jodido? —pregunto.
Frunce el ceño. —¿Qué?
—Mi cerebro se detuvo en la mujer desnuda en tu cama.
Una triste sonrisa se desplaza a través de su cara. —Esa es la parte menos
importante de toda la historia, Cherry.
—Lo sé. Pero tengo este impulso loco de cazarla y darle un puñetazo en la teta.
Ethan se ríe como si no pudiera evitarlo. —¿En su teta? Eso es… específico.
Me encojo de hombros. —No estoy siendo muy racional en este momento. —Mis
ojos comienzan a llorar de nuevo—. Supongo que tengo tetas en vez de cerebro.
Casi como si la palabra teta encendiera algún interruptor, me pongo a llorar, gritar
con todo mi pecho agitado. Ethan maldice y me aprieta contra su pecho una vez más. —
Fi… ángel, bebé… —murmura palabras cariñosas mientras acaricia mi espalda, pasando
los dedos por mi cabello.
Suavemente me mece mientras nos acostamos en la cama y lloro.
—Me estás matando, Fi… —susurra entrecortadamente.
—Lo sé —jadeo—. Parece que no puedo parar.
Quiero seguir con la vida y olvidar toda la mierda. Pero esto no funciona de esa
manera. Tengo una fuente inagotable de lágrimas y rabia.
Su abrazo se aprieta más, cerca del punto de dolor, pero lo recibo, quiero que me
mantenga así por siempre. —Entonces llora todo lo que quieras. No iré a ninguna parte.
Lo extraño es que en el momento que me da permiso de perderme, me calmo.
Después de un tiempo mi cuerpo deja de temblar y se siente pesado con la fatiga.
Ethan nunca se detiene de acariciarme. Mi nariz se presiona en el centro de su
pecho. Cuando habla, su voz es áspera y agrietada como si él también estuviera llorando.
—Gray me envió un mensaje de broma el otro día. ¿Quieres escucharlo?
—Conociendo los terribles chistes de Gray, probablemente no. Pero está bien.
Se frota la parte posterior de su cuello. —¿Cómo llamas a una vaca sin piernas?
Acaricio su cintura donde los músculos se ondulan. —¿Cómo?
—Carne molida.
Los dos estamos en silencio por un rato, y después me echo a reír. —Dios, eso es
simplemente incorrecto.
—Es terrible. —Ethan se gira sobre su propio lado y toca mi mejilla—. Pero te hizo
reír. Eso es todo lo que importa. —El dolor y pesar se oscurecen en sus ojos—. Quiero
arreglar esto, Fi. Pero no sé cómo. No sé qué hacer.
Para un tipo como Ethan, debe arder sentirse impotente. Puedo sentirlo en la forma
en que sus músculos siguen agrupándose y liberándose, como si todo su cuerpo quisiera
actuar y atacar.
Mi mirada se desplaza más allá de él, centrándome en un punto distante y mi voz
sale como un hueco. —La cosa es, Ethan, que no puedes.
Sé que esto no le sienta bien. Está con el ceño fruncido como si quisiera golpear
algo. Me identifico. Pero por primera vez, realmente no me importa. He perdido la
capacidad, eso parece.
Dex
Tan pronto como le digo a Fi que su padre está aquí, ella se sienta como un tiro,
con los ojos abiertos y su cabello en diferentes ángulos extraños. Se ve desgarradoramente
hermosa y completamente asustada.
—Madre puta. —Saca su pequeño trasero de la cama, va hacia el baño y comienza
a lavar su cara—. A la mierda todo. No quiero enfrentarme con papá en ese momento.
Me levanto y la sigo mientras comienza a ponerse maquillaje con mano hábil. No
tengo idea de cómo no se logra meter en el ojo esa cosa de rímel. Independientemente de
la situación, ver a Fi así es una cosa fascinante. Es una cosa tan privada y puedo ser testigo
de esto.
—Bueno, él está aquí, y no creo que planee ir a ninguna parte —digo mientras se
frota algún tipo de crema bajo sus ojos—. ¿De todos modos, por qué te pones maquillaje?
Te ves perfecta.
Resopla. —Soy un maldito desastre. No voy a enfrentar a mi papá luciendo como
si hubiera llorado.
Un peso pesado se sienta en mi corazón. —Pero lo has hecho. No hay vergüenza
en eso. —Joder, tengo ganas de llorar también. Y esa es la verdad. Tomó todo lo que tenía
no llorar junto a ella. Me siento tan malditamente indefenso en este momento, quiero
hacer un agujero en la pared.
Cruzo los brazos sobre mi pecho y aprieto los puños así no lo hago.
Fi revolotea por delante de mí, yendo al armario para sacar una playera limpia. —
Bueno, me da vergüenza. —Su cara hace una mueca—. Probablemente vio las fotos de mí
desnuda, Ethan.
Agacho la cabeza y la sigo.
Como era de esperar, Sean está esperando en la sala. Se gira tan pronto como
entramos, su atención es exclusivamente para su hija. —Fiona, cariño… —Da dos pasos,
como si quisiera abrazarla, pero el lenguaje corporal de Fi es duro y ella retrocede hasta
toparse conmigo.
La dejo descansar contra mi pecho, pero tampoco subo una mano para tocarla. Está
claro que la comodidad física es lo último que necesita ahora mismo.
—Hola, papá. —Su mirada de dolor va hacia Ivy y Gray, quienes también están de
pie con el bebé Leo seguro contra su pecho—. Hola.
Ivy mira alrededor. —Haré café. Gray ayudará.
—He hecho sopa para más tarde —nos dice Gray, entonces se aclara la garganta y
sigue a Ivy hacia la cocina. Más como que corre de la habitación. No lo puedo culpar.
Fi parece querer que se la trague la tierra y Sean dirige su atención hacia mí. Estoy
bastante seguro que estaría muerto y enterrado, si por él fuera.
—Quiero saber que mierda pasó, Dexter —exige—. ¿Por qué un coño tiene tu
teléfono?
Desde la cocina oigo decir a Gray ¿Coño? Y después gruñe. Estoy bastante seguro
que Ivy le dio un codazo. Resistiendo el impulso de correr la mano por mi barba, le digo
a Sean lo que pasó.
A pesar que ella ya ha escuchado la historia, el cuerpo de Fi se pone más rígido y
más mientras hablo. Sé que estoy causando su mayor vergüenza y mentalmente maldigo
a la perra que robó mi teléfono y vendió nuestra privacidad.
Sean mira a Fi de nuevo. —Lo siento, pequeña. Ya he enviado una orden de
desistimiento.
—Lo que es completamente inútil —dice con voz muerta—. El daño está hecho.
—Maldita sea si es verdad —espeta Sean, mirándome—. Maldito imbécil, idiota,
estúpido, hijo de puta, sin cerebro…
—Papá, detente. —Fi lo interrumpe con un tono duro—. Gritarle a Ethan no
cambiará nada.
—Se siente un infierno mucho mejor. —No aparta los ojos de mí—. Confié en ti
para protegerla.
—Lo sé. —Me las arreglo para tragar el nudo en mi garganta—. Usted no está
diciendo nada que no he pensado de mí mismo.
—No fue su culpa —dice Fi. Suena lejos, su mirada no tiene brillo—. Fue de esa
oportunista. Déjalo.
Sean se pasa la mano por el cabello. —Mira, ¿por qué no empacas una maleta?
Vuelve a New York mientras esto termina.
En este momento, mis manos agarran los hombros de Fi. —Como el infierno.
—No tienes derecho de decir una palabra, Dexter. No después que jodiste su vida.
La verdad de sus palabras son un golpe feo, pero no lo suficiente para quedarme
tranquilo. —Soy consciente que está molesto, Sean, pero no hay manera que permita que
se lleve a Fi de aquí. No la dejaré sola.
Él gruñe con disgusto. —¿Ya que has hecho un buen trabajo por cuidarla hasta
ahora, no?
Fi se encoge de mi agarre, alejándose de mí. Bien pudo haber arrancado mis manos
de encima. Ni siquiera me mira mientras se acerca más a su padre. Lejos de mí. Quiero
agarrarla de su espalda, atravesar la sala y de nuevo hacia la cama.
—Papá —expresa con un suspiro—. Necesito que te vayas a casa.
Él parpadea como si ella no estuviera hablando su idioma.
Ivy y Gray salen lentamente de la cocina como si no pudieran ocultarse más de
esto. Sean no se da cuenta. —Fiona…
—Lo siento —interrumpe—. Sé que quieres ayudar. Pero que estés aquí,
diciéndole esas cosas a Ethan, solo hace que todo se sienta más real. Más… humillante.
—Su pequeña mano tiembla mientras la pasa por su cabello, es un gesto igual al de su
padre—. No puedo manejar la realidad, ahora, ¿bien? Quiero que me dejen sola.
Su mirada sin brillo va hacia Ivy y Gray. —También para ustedes. Estoy tan
agradecida que estén aquí por mí, pero quiero que se vayan.
Ivy asiente, su expresión es rota. —Está bien, Fi. Te daremos tu espacio.
—Ahora, espera un minuto. —Comienza Sean, solo para ser interrumpido de
nuevo por Fi.
—Por favor, pá. No puedo. —Su barbilla tiembla, pero se mantiene firme—.
Necesito esto. Por favor, vete ahora.
Lo siento por el hombre; se ve devastado. Por un segundo todos estamos allí, nadie
hace ruido. Y después Sean suspira. —Muy bien, Fiona. Me iré.
Se mueve con pasos heridos, lentamente agarrando su teléfono en la mesa. Gray
se aclara la garganta. —Nos iremos contigo, Sean.
Ivy mira alrededor como si de repente no supiera dónde está la salida. —Solo…
hay café y en el horno un pastel de nuez, y… bueno. —Su mirada va a Fi, pero no hace
ningún movimiento para abrazarla, como si supiera que Fi no lo quiere ahora mismo—.
Llámame, ¿bien?
—Sí. —Fi se queda mirando el suelo, con su cuerpo rígido, sus brazos abrazándose
a sí misma. Se ve tan pequeña y derrotada, estoy más devastado. Murmuro mis
despedidas, pero mantengo los ojos en Fi.
No es hasta que estamos solos en la casa silenciosa que la abrazo. Pero su mano
izquierda se desliza hacia arriba, interponiéndose entre nosotros. —Lo dije en serio —
dice—. Quiero estar sola por un tiempo.
Dejarla sola va contra todo el instinto que tengo. Pero lo hago. Porque todo lo que
quiera Fi, se lo voy a dar.
40 Traducido por Mich Fraser
Corregido por LarochzCR

Dex
Caminar por el oscuro túnel de los vestuarios hacia la luz brillante del campo, es
una actividad a la que siempre le he prestado atención. Creo que todos los chicos lo hacen.
Y parece una locura, pero es una imagen inevitable, el amanecer de un nuevo juego, una
nueva oportunidad para cambiar el destino, para ganar.
Es diferente al medio tiempo. Puedes estar en la cima del mundo, patear traseros,
o estar bajo el lodo por unos números horribles, o en algún punto intermedio. En esos
minutos, son pasos entre la fría oscuridad y el duro brillo, tomas una decisión, dejarlo o
seguir luchando.
Todos los discursos, o aplausos, no pueden hacerlo por ti. Es algo que cada hombre
tiene que encontrar en su interior. Claro, somos un equipo. Pero no importa cómo lo
mires, un equipo se compone de individuos y es solo tan fuerte como su eslabón lo es
más débil.
Estoy casi al final del túnel cuando se trata de Fi. Puedo ver la luz y las
posibilidades entre nosotros. Pero en este momento, está jodidamente oscuro. Tengo
miedo por ella. Ha sido golpeada por esta mierda y no sé cómo solucionarlo.
Dios, quiero arreglarlo. Quiero mantenerla a salvo, abrigarla de toda esta fealdad.
Solo mantenerla segura. Por siempre. Ella es mía. Mía para proteger.
Pero le he dado el espacio que pide. Jodidamente odio esa palabra ahora. Espacio
significa que estoy solo en mi patio y Fi está encerrada en la habitación, durmiendo una
siesta. Es todo lo que hace ahora: dormir.
Y no puedo culparla por eso. No quiere salir, tampoco puedo culparla. Demasiadas
personas la reconocen ahora por todas las razones equivocadas. Probablemente no es una
buena idea de todos modos, teniendo en cuenta que golpearé a alguien si hace una
observación equivocada.
He tratado de hacerla salir de la habitación por lo menos, ver una película, hacer
ejercicio conmigo. El sexo está fuera de cuestión. Ella se cambia en el baño y se arrastra
bajo las sábanas antes de que pueda acercarme a ella. Siempre se acerca en la noche, pero
si trato de tocarla en cualquier manera sexual, se congela.
Cuando le pregunto qué pasa, sacude la cabeza y dice lo mismo de todo el tiempo.
—Solo no dejo de pensar en toda esa gente mirándome desnuda, Ethan.
¿Qué puedo decir a eso?
Sentado en mi neumático de tractor, miro hacia la ventana de nuestra habitación.
Me duele por Fi.
Afuera está bastante frío, el aire está cargado de humedad. Lo siento en todas mis
articulaciones. Mi móvil vibra en mi bolsillo trasero. Es Drew.
—Hola, hombre —digo.
—Hola. ¿Cómo está Fi?
Pellizco el puente de mi nariz. —No bien. Está indiferente, no le interesa nada.
Parece como… si se estuviera escabulléndose, ¿sabes?
—Suena como si estuviera deprimida.
—Sé eso, Batalla. —Espero, entonces suspiro—. Simplemente no sé qué hacer al
respecto.
Le di un comunicado a la prensa, diciendo que Fi era mi novia formal y alguien
que admiraba y me preocupaba. Implicando que todos los que odiaran a Fi se fueran a la
mierda.
La voz de Drew es baja. —Necesitas sacarla de la casa.
—No lo hará.
—El amor es duro, Dex. Conozco al tipo que me pateó el trasero cada vez que me
quise rendir. Tú eres un ancla, nuestro gran papá.
Me río sin mucho humor. —Realmente no quiero jugar al papá grande con Fi.
Se ríe también. —Sí, bueno, no es correcto. Pero a la mierda.
Miro de nuevo hacia la ventana. —Ella está frágil en este momento. No quiero
hacerle más daño.
—No lo harás. Pero de eso se trata el amor duro, ¿no? hay que hacerlo no importa
qué.
No importa qué. Me empujo de mi asiento. —Tengo que atender algunas cosas —
le digo a Drew—. Te llamo más tarde.
—Buena suerte.
Probablemente la necesitaré. Cuelgo y entro a la casa.
Fiona
En mayor parte, evito mi teléfono. Pero contesto la llamada de Violet porque sé
que no va a renunciar hasta que hablemos y es de mala educación dejarla preocupada.
—Jodidamente voy a enterrar a esa puta compañía —promete, su voz se dispara a
través del teléfono como si estuviera en la calle.
—No, no lo harás —digo con severidad—. No quiero que vayas a prisión por mí.
La venganza no devolverá mi orgullo.
—Es un comienzo.
—No, Violet, no —repito de nuevo porque necesito que me escuche—. Prométeme
que no los tocarás. Estaré preocupada y molesta si pienso que estas violando la ley.
Ella resopla, fuerte y agudo. —Bien. Está bien. Pero tengo que hacer algo. —Puedo
escuchar sus uñas—. ¡Ya sé! Te enviaré una bolsa patea culos.
—¿Una bolsa?
—Una bolsa nueva siempre me hace sentir mejor. Oh, Prada, una turquesa linda.
Te enviaré esa. Mi primo trabaja en Vogue. Puede conseguir cualquier cosa.
Hablamos por un tiempo, pero esto me agota.
Un mensaje entra que no puedo ignorar. Es de mi vieja compañera Alice.
AliceW: Esto podría animarte. Elena se fue. Félix pateó su trasero esta mañana.
Yo: ¡La sacaron! ¿Por qué?
AliceW: Al parecer sus diseños para el departamento de Cecelia Robertson terminaron
siendo una copia exacta del ático de Janice Mark. Cecelia fue humillada. Lo que significa que Félix
también. Él está en una gran mierda ahora.
Parpadeo hacia el teléfono con la boca abierta. Santa mierda. Elena usó los diseños
de todos modos. Le dije que eran malos. Por otra parte, no expliqué por qué eran malos.
Tal vez ella confundió mis palabras.
Espero que la culpabilidad me golpee, pero no llega. Solo puedo negar con la
cabeza. Una parte de mí espera que aprendiera su lección. La otra no da una mierda por
ella. Una vez ladrón, siempre serás ladrón, supongo.
Le contesto a Alice.
Yo: Estoy agobiada.
AliceW: Cuídate, chica. Nosotros (y me refiero a todos los trabajadores humildes) estamos
levantando el dedo medio en tu nombre.
Yo: Gracias. A cada uno (y me refiero a todos los trabajadores humildes) les envío
un gran abrazo.
Después de esa revelación, estoy en la deriva por un tiempo. Entonces llamo a mi
mamá. No puedo evitarlo. Todo lo que quiero hacer es dormir, esconderme bajo la
protección de las cubiertas suaves, y sé que no es saludable. Lo sé y sin embargo no puedo
dejar de hacerlo. He alejado a Ethan, ignorado el dolor en sus ojos. Ignorando todo, hasta
los pensamientos en mi cabeza.
Mis ojos arden por tanto llanto, y mi piel se siente hinchada. Sé que estoy siendo
sentimental y dramática. No puedo seguir así. Así que llamo a mi mamá.
A pesar que suena la línea, sudo y me pregunto por qué tengo que recurrir a mamá.
Ella responde antes de que pueda reunir el valor para colgar.
—Fiona, querida —dice a modo de saludo.
—Hola, mamá. —Mi voz tambalea y mis ojos arden.
—Iba a llamarte para decirte que he reservado un vuelo para verte.
Aprieto mi teléfono. —No. No hagas eso. Por favor. —Inhalo—. Es más difícil
cuando tengo que enfrentarlos en persona.
Silencio. —Sean me dijo que lo echaste. Estaba bastante triste.
—No fue mi intención herir sus sentimientos, mamá. No podría enfrentar… nada.
—No quieres ser mimada —dice—. Lo entiendo. Más de lo que sabes.
Un recuerdo feo despierta, mamá encerrada en su habitación después de los
numerosos asuntos de papá públicos. Lo cual era una especie de broma, porque su
engaño no sorprendió a nadie, ni siquiera a ella. Pero la humillación pública fue
demasiado.
—No sé cómo superar esto —digo.
—Solo hazlo. —Su voz es suave y calmada—. El tiempo pasa y las cosas se ponen
más fáciles.
—Traté de salir, pero la gente me miraba… —Se me revuelve el estómago,
recordando la forma en que un chico pareció leer mi pecho mientras pagaba por comida
para llevar.
Ethan entró un segundo más tarde, poniéndome suavemente detrás de él y
pagándole al chico. No dijo ninguna palabra. No tuvo que hacerlo. Era obvio que el
repartidor estaba aterrado. Tomó el dinero y prácticamente corrió lejos.
Puede ser que me sienta bien de tener a Ethan cuidándome como un gran oso, pero
no puede estar allí todo el tiempo. No puede evitar que la gente piense lo que quiere.
Algún reportero hijo de puta subió las imágenes de mí besando a Jaden, ese truco
tonto que parece eterno, y ahora están llamándome cazadora de dinero. No me debería
importar lo que dicen los extraños. Pero es una realización horrible que en verdad me
importa.
Mamá está hablando de nuevo, mi atención vuelve al presente. —¿Por qué no
vienes a London en su lugar?
—No lo sé…
—Aquí nadie da un penique por el fútbol americano. Puedes relajarte. Podemos ir
de compras navideñas, tener ponche, tal vez asistir a un musical.
Suena tan perfecto que me desgarro de nuevo. Extraño a mamá. Echo de menos
ser una niña bajo su cuidado. La voz de mamá me está persuadiendo, trabajando en mí
como azúcar. —Piensa en ello, mi bebé.
Cierro los ojos y respiro. —Está bien.
41 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Pagan Moore

Dex
Encuentro a Fi en la cocina. No está bebiendo, comiendo o preparando nada. Lo
que me preocupa. No es como si ella se parara para mirar a la nada.
Fi es luz y amor. Felicidad y risa. Incluso cuando está tranquila tiene un
resplandor. Pero se ha ido ahora. Está pálida y tranquila. Su cabello ha perdido su brillo,
colgando alrededor de su cara bonita.
Quiero ir y abrazarla. Pero últimamente se estremece cuando la toco. Y me duele
demasiado para correr ese riesgo ahora mismo. —Hola, Cherry.
Fi parpadea como si saliera de una niebla. —Hola. ¿Estabas entrenando?
—No. Simplemente salí por un tiempo.
Mi natural chica curiosa no pregunta por qué. Drew está en lo correcto; necesito
sacarla. Incluso si la tengo que llevar sobre mi hombro.
—Estaba hablando con Drew.
Se estremece, encorvando los hombros. —Déjame adivinar, de mí.
—Quería saber cómo estabas. Se preocupa por ti, Fi.
Niega con la cabeza. —Sabes que estás jodida cuando prefieres que a nadie le
importes.
—No quieres decir eso en verdad.
—Lo hago —espeta con los ojos duros y fríos—. Estaría muy feliz si nadie me
pregunta de nuevo cómo estoy.
Es mi turno de hacer una mueca. Ya que todos los días se lo pregunto. Su expresión
me dice que es exactamente lo que está pensando.
Mi cabeza empieza a latir junto a mi corazón. Paso una mano cansada sobre mi
frente, sin saber qué diablos decir.
Fi pasa un dedo encima de la encimera de mármol. —He estado hablando por
teléfono también. Con mi mamá.
He conocido a la mamá de Fi dos veces. Fi tiene su color, pero Ivy tiene sus rasgos.
Tengo muchas ganas de conocerla como el hombre de Fiona, pero no creo que de eso se
trate esta conversación. El instinto me tiene retorciéndome.
La mirada de Fi encuentra la mía rápidamente. —Me pidió que fuera a Londres.
—Londres, ¿ahora? —El latido de mi corazón se hace más duro, más rápido.
Fi se encoge de hombros, mira el mármol. —Podría ir ahí. Hacer cosas. No estar
atrapada.
Atrapada como lo está aquí conmigo.
Paso una mano por mi barba y descubro que mis dedos tiemblan. —No puedo ir
contigo en este momento, Fi.
Ella no levanta la mirada. —Lo sé.
Si hubiera sido golpeado por trecientos hombres, hubiera dolido menos que esas
palabras planas. Ella no quiere que vaya. Su voz es suave cuando habla, como si no
quisiera herir mis sentimientos.
—Una vez dijiste que los dos debíamos retroceder un paso hasta que las cosas se
tranquilizaran.
—Y tú me dijiste que estaba equivocado. —Dime que estoy equivocado de nuevo.
Lucha por nosotros.
—Tal vez tenías razón.
Mi garganta se obstruye y tengo que aclararla. —Dijiste que no querías que
estuviéramos separados.
—No lo quería, no. Pero esto… —Hace un gesto hacia las ventanas y al mundo
exterior—. No es manera de vivir.
—Deja de esconderte. Salgamos y manda a la mierda los pensamientos de los
demás.
Sus ojos parpadean, están profundamente verdes y enojados. —Es fácil para ti
decirlo.
—No es fácil en absoluto, Fi. Todo este asunto de mierda me mata.
—Entonces ayúdame —expone, inclinándose hacia mí, su delgado cuerpo está
apretado y tenso—. No puedo soportar esto, Ethan.
No puedo mirarla. No sin perderla.
—No es para siempre —dice.
Ella está en lo correcto. Es solo un viaje, no el final. Pero se siente como si fuera así.
Tengo un miedo enfermizo que en el segundo que camine fuera de mi puerta, la pierda.
Quiero luchar por ella. Insistir que esté conmigo. Pero no puedo ser egoísta. Si la
obligo a quedarse, la perderé de todos modos. Fi no es un objeto. Es la mujer que amo. Y
si necesita a su madre en estos momentos, entonces es lo que tendrá.
Trago saliva y se siente como si estuviera bebiendo vidrios rotos. Cuando hablo
mi estómago se revuelve.
—Avísame cuando te quieras ir, y te reservaré un vuelo.
42 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Romina22

Dex
Voy a la cama primero, y en la oscuridad, espero a que Fi termine en el baño. Solía
dormir tumbado, en un punto muerto de mi cama. Ya no. Ahora tengo el lado izquierdo,
que es el más cercano a la puerta. Lo elegí por una necesidad instintiva de estar entre Fi
y cualquier peligro posible que pudiera entrar en la habitación.
Eso ya no importará cuando se vaya a Londres. Sé que debería aguantarme. Que
es solo un viaje. Pero se siente como un fracaso. Ella se va porque yo lo jodí.
Paso una mano por el centro de mi pecho. Está encogido, no me deja respirar
correctamente. Escucho los sonidos del agua parando y después a Fi apagando la luz del
baño mientras entra a la habitación.
Miro hacia el techo. Me encantaba verla caminar hacia la cama, con sus caderas
balanceándose, con una sonrisa tocando sus labios. Dios, me encantaba ese espectáculo,
amaba ver el calor en sus ojos. Casi todas las noches, no podíamos quitarnos las manos
de encima. Es muy difícil mirarla en estos días, sabiendo que ya no quiere que la toque
más.
Las cubiertas se levantan, y me tenso para el momento inevitable cuando ella
susurra un “Buenas noches” y se hace un ovillo.
Pero no lo hace. Se mueve a través de la cama, hacia mí, la acción me sorprende y
me giro en su camino. La envuelvo automáticamente en mis brazos, mi cuerpo reacciona
antes que mi cerebro se ponga al día. Pero entonces siento su piel suave y cálida contra
la mía y me doy cuenta que está desnuda.
Demonios.
Ella no ha entrado a la cama desnuda en lo que parece una eternidad. Un temblor
me recorre mientras mi mano corre por la parte baja de su espalda. He extrañado esto.
Solo sostenerla. Quiero rodarla sobre su espalda y empujar en ella, pero me
controlo, con miedo de romper este hechizo donde finalmente ha regresado a mis brazos.
Su cara se entierra en mi cuello mientras sus manos agarran mis hombros.
—Gracias, Ethan.
Frunzo el ceño hacia su cabeza. —¿Por qué?
Fi se inclina un poco hacia atrás, levantando su cara a la mía. —Por dejarme ir.
Es difícil seguirla mirando a los ojos. No quiero que vea mi mueca. Querer que se
quede porque se sienta culpable está absolutamente fuera de cuestión. Así que la
distraigo, y a mí mismo, acariciando su brazo. —Te irás… —Me aclaro la garganta—. Te
irás a pasar algo de tiempo con tu mamá. Será bueno.
Eso es todo lo que puedo decir. Los ojos de Fi brillan con la luz que cruza a través
de las ventanas. Su expresión es reflexiva. —Sé que eres infeliz —murmura, pasando los
dedos por mi barba.
—Estoy feliz cuando tú estás feliz. —Tan simple como eso.
Suspira y se inclina más cerca, presionando su frente contra la mía. Cierro los ojos
y respiro, absorbiendo tanto de ella como sea posible. Y ella hace lo mismo, respirando
lento y profundamente.
Antes de Fi, no tenía idea de lo mucho que necesitaba ser tocado. No es algo que
pueda entender completamente hasta que lo tienes. Las manos de Fi en mi piel me alivian
de una manera elemental, hasta mi núcleo. La ansío ahora, la quiero para siempre.
Y ella me está dejando. Tal vez no mañana, pero pronto. No sé si volverá, ya que
pregunté. Me dijo que me amaba. También se lo dije, demasiado. ¿Pero eso es suficiente?
Quiero decirle de nuevo, ahora, pero las palabras se atascan en mi garganta. Decirlo en
este momento se sentiría como una plegaría. No puedo hacer eso. No, cuando sé que
yéndose a Londres estaría más relajada de lo que lo ha estado desde que las imágenes
fueron publicadas.
Pero eso no detiene el dolor que se ha instalado en mi pecho.
Fi pasa sus manos por mi cabello, y pequeños escalofríos corren por mi espina
dorsal. Se siente tan bien que me apoyo en el tacto. Lo hace una y otra vez. —La primera
vez que nos vimos —dice—, llevabas unos vaqueros desgastados y una camisa blanca de
botones.
Exhalo en respiraciones desiguales. —¿Recuerdas eso?
Suaves labios rozan mi pómulo. Acercándose más, me besa la sien, el punto antes
de mi oreja. —Tu cabello estaba más corto entonces, pero tenías esa espesa barba, y esos
ojos amables. Te sentaste a mi lado en la cena, mirándome.
Una media risa retumba en mi pecho. —Jesús, debiste pensar que era un total raro.
Puedo sentir su sonrisa contra mi piel. —No. Me excitó.
—¿Lo hizo? —Mierda, ¿eso sonó más como un chirrido? No.
Su sonrisa crece mientras acaricia mi cuello. —Claro que sí. Tú, todo grande y
mirándome como si yo fuera la cena. ¿Cómo no me iba a poner caliente?
La había querido para la cena. La quería poner sobre la mesa y hundir mi lengua
en su coño y probar su sabor. No tenía idea en ese momento de lo dulce que podría ser.
Fi sigue hablando, incluso mientras me besa en todos los lugares que pudiera
encontrar. —Pero tenía novio… —Mierda—… Y era demasiado joven para ti.
Tengo que reírme. —Solo soy tres años mayor, Cherry.
Ella levanta su cabeza, con el cabello revuelto, las mejillas sonrojadas, es la
perfección. Su mirada es suave y tierna y me estruja el corazón. —Era una jovencita en
ese entonces, estropeada, y no estaba lista para madurar. Tú eras un hombre. Siempre has
sido un hombre, Ethan. Fuerte y firme, velando por todos los demás. Lo supe con tan solo
mirarte.
Me está matando poco a poco. Meto un mechón de su cabello detrás de su oreja,
usando esa excusa para acariciar su mejilla. Pero ella no ha terminado de hablar.
Al presionar la mejilla en mi palma, sonríe un poco.
—En la graduación, llevabas una túnica clara y una corbata de color rojo oscuro.
Nada especial, pero te paraste junto a mí mientras tomaba fotos de Ivy y Gray. Un tipo
corriendo casi me golpeó, pero te interpusiste en el último segundo y te llevaste el
impacto.
No puedo hablar. Fi se inclina y besa el hueco de mi cuello. Lo siento en mi
corazón, en los dedos de mis pies.
—El día preliminar, llevabas un traje gris oscuro y una corbata azul cielo. Hacían
que tus ojos se vieran más azules que avellana. Todos a tu alrededor estaban nerviosos.
Gray prácticamente estaba saltando en el lugar, sudando y tirando de su cuello. Pero tú
simplemente te sentaste en la mesa y bebiste agua.
Se ríe, el sonido hace que mi piel se apriete. —Te pregunté si estabas nervioso y
me guiñaste un ojo y dijiste…
—Los nervios no harán que todo terminé más pronto. —Termino por ella, mi voz
es ronca y gruesa.
Su sonrisa se hace más grande. —Exactamente.
Aprieta los labios en mi esternón antes de levantar la cabeza de nuevo. —Recuerdo
todo sobre ti, Ethan. Solo que me tomó un tiempo hacerlo.
Respiro de nuevo. Después otra vez. La presión se acumula en el puente de mi
nariz y detrás de mis párpados. —Cherry.
La beso suavemente, con cuidado, porque puedo hacerlo. Y sus dedos van a mi
cabello, jugando con él como si le gustara la sensación.
Pero entonces no se detiene. En cambio se mueve para besar mis cejas. Mis ojos se
cierran. Su voz viene como un sueño. —No soy nadie especial, solo una chica que trata
de hacer lo correcto cuando puede.
Mis ojos se abren de golpe. —Lo eres todo. —Protesto en un susurro feroz—. Eres
perfecta…
Me da un beso rápido. —Para ti, lo soy. Pero supongo que ese es el punto. Nadie
me ha visto como soy realmente, hasta tú, Ethan.
—Ya que lo hago —digo—. Siempre lo he hecho.
—Y no quiero que nadie me vea más que tú. No importa si estamos a kilómetros
de distancia, siempre te voy a querer a ti. Porque eso es lo que pasa cuando encuentras
tu “por siempre”.
Mis orificios nasales se abren. La acerco tan apretado, probablemente la estoy
aplastando. Pero no puedo dejarla ir. Mi cara se entierra en su cabello. En la siguiente
respiración estoy rodando sobre ella y empujando dentro de ella con una necesidad sin
sentido.
Hace un pequeño gemido, y me congelo, al darme cuenta que mi desesperación
no me dejó ver si estaba lista. Está resbaladiza, pero no lo suficiente. Me muevo, tal vez
si beso entre sus piernas lo puedo hacer mejor.
Pero su mano se desliza por mi espalda y me agarra el trasero. —No pares —
susurra—. Por favor no pares.
Un gemido hace que las lágrimas se me escapen y empujo de nuevo, encontrando
su boca con la mía. Su cuerpo se somete al mío, es suave y delicioso, liso y apretado.
Ondulaciones atraviesan mi cuerpo. Siento tensión en mi trasero cuando empujo.
Mi piel pica con calor y mis jadeos se mezclan con los de ella.
Me pierdo en el acto de amar a Fi, entrando y saliendo de ella con fuertes golpes y
constantes que tienen a mi polla palpitando y mis bolas apretadas. La beso hasta que mis
labios están hinchados y sensibles.
Debajo de mí, el cuerpo delgado de Fi tiembla mientras sus caderas se levantan
para encontrarse con las mías en todo momento.
—¿Te gusta eso, querida? —murmuro en su boca—. ¿Te gusta cómo mi pene se
mueve dentro de ti?
Agarra mi trasero más fuerte, instándome a ir más profundo. —Sí. Sí.
—Bueno, porque es tuyo, Cherry. Eres la única dueña de este pene. —Golpeo su
interior, la cama cruje debajo de nosotros—. La única.
Gime, arqueando su espalda, su piel está resbaladiza por el sudor en la penumbra.
—Ethan… —Las puntas de sus pezones rozan en mi pecho mientras se retuerce—.
Ethan…
Está cerca. Tan cerca. El conocimiento envía placer caliente hasta mis muslos
internos. —Vamos, Cherry, amor. —Empujo, trabajando ese lugar dentro de ella que sé
que ama—. Déjalo ir. Te tengo.
Todo el cuerpo de Fi se encierra en un grito mudo. Su cabeza se aprieta contra la
almohada, sus uñas se clavan en mi carne mientras se corre. La humedad mancha mis
muslos mientras las paredes de su sexo se empapan con la leche de mi polla.
Eso me envía al borde y me corro con ella, gritando tan fuerte que hace eco a través
de la habitación. Jadeando, ruedo sobre mi lado, acercándola. Mi cuerpo está inerte con
la liberación. Fi está tranquila y puedo sentir los latidos de su corazón contra mis costillas.
Una solitaria lágrima resbala por su mejilla, pero está sonriendo suavemente, su
expresión se relaja. —Necesitaba eso.
Estoy bastante seguro que yo lo necesitaba más.
Aparto la lágrima con la punta de mi pulgar y le beso el rabillo del ojo. —Cualquier
cosa que necesites, Fi, te lo daré.
Incluso si hacerlo rompe mi corazón.
43 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Romina22

Fiona
Caminando hacia el baño, me siento hueca, aunque más tranquila. Ayer por la
noche, con Ethan, me recordó lo bueno que puede ser estar juntos, cuán necesario. Nada
es perfecto, pero ahora me siento conectada a la tierra. Un poco más como yo.

En la ducha, pongo el agua tan caliente como me creo capaz de soportarlo. La


ducha de Ethan es una cosa gloriosa con múltiples cabezas, diseñadas para disparar agua
a diferentes velocidades y fuerza. La primera vez que la usé, todas estaban ajustadas en
alto y los chorros de agua me dieron en la cara.
Al escuchar mis gritos de ira, Ethan había entrado al baño y de inmediato se echó
a reír. Una toalla mojada sobre su cara puso fin a su alegría. Se había desquitado
follándome contra los azulejos de la ducha hasta que lloré por piedad.
Sonrío ante el recuerdo, mis muslos se aprietan con el delicioso tirón que me hace
desear a Ethan aquí y ahora para que me ame duro y profundo de nuevo. Pero él ya se
ha ido al estadio para prepararse para su partido de hoy.
Sé que no quiere que vaya a Londres. Mientras es excelente en ocultar sus
pensamientos del resto del mundo, yo lo puedo leer como mi historia favorita. Sé que la
idea de que me vaya lo lastima. Sin embargo, estuvo de acuerdo de todos modos. Porque
así lo quería.
Por mucho tiempo pensé que necesitaba un hombre que estuviera ahí. Quien se
aferrara a mí y me dijera que no podía alejarme de su vista. Que me preguntara en qué
demonios estaba pensando. Me gusta mi espacio, los momentos tranquilos cuando estoy
en mi propio mundo, creando un diseño o trabajando en una pieza.
Un controlador sacaría la mierda de mí. Ethan no hace eso. Tiene su propia vida y
mientras apesta cuando está en un juego lejos, cuando estamos juntos es perfecto. Estar
separados y tener esos momentos solo me hace desearlo más, me hace atesorar nuestros
momentos juntos.
Me digo que será lo mismo cuando me vaya a Londres, que nuestro reencuentro
será impresionante. Pero todo se siente apagado, mal de alguna manera. Pienso sobre
irme, y no estoy feliz; estoy triste, desesperada por aferrarme a Ethan y no dejarlo ir. ¿Eso
me hace dependiente ahora?
Con el ceño fruncido, cierro los grifos y alcanzo una toalla. Solo cometo el error de
encender mi teléfono mientras me lavo los dientes. Es una costumbre mirar los mensajes.
Estúpida costumbre.
Porque me han encontrado de nuevo. No importa si he cambiado todas las cuentas.
Los feos mensajes encuentran su camino hacia mí.
Apestas, maldita zorra.
¡No lo mereces puta!
Quiero follarte duro.
Con una mano temblorosa borro todo, dejo el teléfono y cierro los ojos. No quería
esto, no quería llamar la atención. Pero ahora eso es mi mundo.
La realidad amenaza con romperme. Incluso ahora, puedo sentir todo ese juicio
empujando mi carne y expandiéndose, llenándome de odio.
Me dan ganas de correr. Muy lejos. Londres parece la respuesta. Pero incluso
mientras me aferro a la idea, pienso en Ethan. Temo que si huyo nos romperá. Él se culpa
por esto. Si me voy, estaré confirmando que es verdad.
Dicen que el amor lo conquista todo. Solía creer eso. Solía pensar que si alguien
me amaba lo suficiente, todo sería mejor.
Ahora sé la verdad. El amor de Ethan no me va arreglar. Tengo que hacerlo yo
misma. Así que no, su amor no es la cura. Pero es un motivo para vivir. Sin él, puede que
no me quiera arreglar a mí misma. Ethan Dexter me hace querer ser mejor persona. Ser
valiente.
Con un golpe duro, quito el vapor del espejo. Una nueva versión de mí me
devuelve la mirada, con los ojos rodeados por la fatiga y el estrés, las mejillas hundidas.
Me paso los dedos por mi cabello mojado, y la cara de Fi en el espejo entra en un mayor
relieve.
La veo, estudio sus ojos sin parpadear. Se ve como una mierda. Harapienta.
Derrotada.
Antes que se fuera, Ethan le dio un beso a esta cara, regalando amor sobre las
mejillas, nariz, barbilla, boca. Ethan ha adorado esta cara, susurrando, “eres hermosa”.
La cosa es que él no quería hablar sobre cómo me veía, pero sí en cómo me miraba él.
¿Quién es mi verdadero ser? No estoy segura de haberlo conocido.
La verdad es que todos proyectamos un falso frente ante el mundo, salpicando
nuestras redes sociales con palabras ingeniosas y emoticones tontos. La vida se ha
reducido a 140 caracteres, autofotos, y opiniones. Viviendo para la aprobación de las
masas, todo esto mientras te desgarran por el más mínimo paso en falso.
Y cuando te alejas de todo ese resplandor, cuando ya no ves esas opiniones
silenciosas, ¿quién eres en realidad?
¿A quién ves en el espejo? ¿Cuándo el sentido de las masas desconocidas se
convierte en tu existencia? Esa gente nunca estará allí para ti, excepto para juzgar.
Si corro, estoy diciendo que cada palabra horrible que arrojan en mi camino es
verdad. Peor, si corro, estoy tomando el camino más fácil. Estoy dejando que estas
personas me definan.
Mirando el espejo fijamente, una oleada de furia me golpea. Todo es una jodida
mentira, esas fotos me han derribado. Dejo se sentir rabia. Y eso me da energía. Me llena
y se me escapa con un grito. Porque estoy cansada de sentir vergüenza, y no estaré
huyendo de mi vida otra vez.
Una vez Ethan me dijo que yo había estado buscando mi alegría. La he encontrado.
Ahora necesito recuperarla.
Los bordes de mi teléfono pican mientras lo aprieto y marco.
—Se ha comunicado con Bloom —ronronea la voz de una mujer—. ¿Cuál es su
placer?
Aprieto los dientes y agarro el teléfono lo suficiente fuerte para que cruja. —Mi
nombre es Fiona Mackenzie. Tomé la virginidad de Ethan Dexter. Quiero mi premio de
un millón de dólares.
Dex
No tengo absolutamente ningún deseo de jugar el juego de hoy. Pero no hay tal
cosa como tomar un día libre en la NFL. Ciertamente, no porque alguien quiere cuidar a
su novia. Y seguro como la mierda, no en un día de juego.
Fi me empujó por la puerta, asegurándome que estaría bien. Correcto. Como si no
hubiera visto las sombras bajo sus ojos, las líneas apretadas alrededor de su boca que
generalmente están suaves.
Estoy de mal humor cuando entro al vestuario. Pero el olor familiar del sudor, el
gel de baño y el equipo me tranquiliza un poco.
Nadie hace contacto visual. Es jodidamente incómodo y detecto más de una mueca
de dolor al caminar. La idea de que estos hijos de puta hayan visto el cuerpo desnudo de
Fi, me da ganas de romperles los dientes.
Estoy casi en mi lugar cuando Darren, un defensivo, murmura “tetas”. No llega a
decir otra cosa. Con un gruñido lo agarro por la garganta, estrellándolo contra la pared.
Los chicos corren alrededor de mí, tirando de mis brazos para que deje ir a la pequeña
perra. Los empujo, acercándome a la cara de Darren.
—¿Tienes algo que decir, hijo de puta?
Darren está meneándose como un gusano, apretando mis brazos, su cara se
oscurece bajo mi agarre. —Quítame tus jodidas manos.
No lo creo. Ni siquiera cuando manos duras me jalan hacia atrás. No cuando todos
los chicos me están gritando que lo deje. Le doy a Darren otro golpe antes de dejarlo ir.
Tropieza pero se para, y da un paso hacia mí, hay furia en sus ojos. Bueno. Tráelo.
—Dexter. —Ante el grito del entrenador todo el mundo voltea.
Le doy a Darren una mirada mientras me vuelvo. Nadie me está mirando.
La expresión del entrenador es tensa. —A mi oficina.
No digo una palabra mientras sigo al entrenador. No lo necesito. Haría esa cosa de
nuevo, y todo el mundo en esa habitación lo sabe.
La llamada de atención de un entrenador nunca es buena sensación.
En el interior, el entrenador me mira desde el lado opuesto de la mesa brillante. —
¿Serás capaz de mantenerlo, Dexter?
—Sí. —No. Tal vez. Jodidamente no sé. Pero él no quiere escuchar eso. Así que lo
miro de regreso con calma.
Pone sus dedos debajo de la barbilla, descansando de esa forma molesta en que
todos los entrenadores lo hacen y mantienen esa mirada fría.
Por desgracia para él, esa mirada nunca ha funcionado en mí. Algo de lo que se da
cuenta cuando suspira y deja caer las manos a su regazo. —Eres uno de los chicos más
inteligentes en el equipo, Dexter. Siempre juegas bien. Hay un poco más de la intensidad
que faltaba. Ahora está allí. Centrado. Estás jugando mejor de lo que te he visto en mi
vida.
Estupendo. Así que mi rabia es una ventaja. No me había dado cuenta de eso. Pero
me gusta. Tal vez el entrenador lo sabe también, porque se inclina hacia delante,
apoyando las manos sobre el escritorio.
—Este circo morirá muy pronto. Mientras tanto, toma esto como una oportunidad.
Canaliza esa rabia, Dex. —Su expresión se ve brutal y habla en serio—. Pero hay que
tenerlo en el jodido campo.
—Claro entrenador. —¿Qué más puedo decir?
No estoy menos enojado una vez que entro al campo y juego. No por mucho
menos. Oh, pero canalizo esa rabia, empujándola a través de mis pulmones hasta que
queman, obligo a mis músculos hasta que se contraen en la necesidad de castigarme. Lo
uso para romper la defensa, y lo absorbo cuando la multitud ruge en aprobación.
Se siente bien. Todo es jodidamente bueno, una descarga de adrenalina, la cual
solo se asemeja cuando empujo en Fi.
Me gusta el fútbol. Siempre lo ha hecho. Lo he vivido y respirado. Pero nunca de
esta manera. Esta rabia, la forma en que fluye a través de mí, sin obstáculos, es diferente.
Algo en el interior se ha liberado. No más frenos. No más miedo.
Pero la lógica en mi cerebro no se apaga por completo. Porque todavía siento el
dolor de Fi.
En la línea, la defensa se revuelve alrededor, y tengo la sensación de un
bombardeo. Lo puedes ver, si prestas atención, no solo en la forma en la que los defensas
se posicionan, pero sí en sus ojos, la tensión alrededor de su boca.
Sé que piensan que Finn es demasiado inexperto para tratar con ellos. Están
equivocados.
Señalo la jugada y mis chicos asienten rápidamente. Salgo y estamos
contrarrestando el bombardeo antes de que sepan lo que está pasando.
Es un juego hermoso y está claro que eso les molesta. Norris, quien me ha vendido
a la prensa, silba largo y bajo. —¿Te sientes bien, Dexter? Seh, lo haría también si mi chica
tuviera esas tetas rellenas.
Mi visión se empaña de rojo. —¿Qué mierda? —Me lanzo hacia delante, solo para
toparme con Rolondo, quien palmea mi intestino.
Sus ojos son serios. —Deja que se vaya a la mierda, hombre. Solo está tratando de
meterse contigo.
Detrás de él, escucho una risa. —Chupar esas tetas…
Rechino los dientes. Pero mis chicos me están rodeando.
—Guárdalo para el juego —dice Ryder a mi lado—. Vamos a joderlos.
Alguien me da una palmada alentadora a mi casco. Vuelvo al pelotón, tratando de
concentrarme. Finn me da una mirada rápida, pero ya está diciendo la siguiente jugada.
Respirar. Concentrarse. Recomponerse.
Lo intento. Realmente lo hago. Pero pierdo el ritmo y cuando cierro el balón, un
defensa saca a Finn.
—Mierda.
Norris viene de nuevo, riéndose. —¿Fiona Mackenzie, eh? Una pequeña y dulce,
D. parece que es rubia natural…
No veo más que neblina y la parte blanca de los ojos de Norris mientras agarro su
casco y hago pedazos su cabeza. No estoy seguro de cómo hacerlo. No importa. Mi puño
conecta con su cara, rompiéndolo con tanta fuerza que lo siento en mi columna vertebral.
Silbatos soplan. Las banderas amarillas vuelan.
Chicos se acumulan en la parte superior de nosotros. Los míos. Los de él.
Golpeando mi cabeza, la espalda. No los siento. Estoy golpeando a Norris que está
atrapado debajo de mí.
Y entonces soy tirado con un ruido discordante.
—Tranquilos —grita un árbitro.
Finn está en mi brazo, tirándolo hacia atrás. —Tranquilo, Dex.
Pero entonces Norris se acerca a mí, la sangre corre por su nariz y en los dientes.
—¡Eso es porque tu chica tomó el dinero! ¡Eres un jodido loco!
Estoy a dos pasos de vengarme de él cuando sus palabras me congelan.
¿Tomó el dinero?
Rolondo ahora está en la cara de Norris, llamándolo mocoso de mierda, los árbitros
están separándolos.
Alguien me está empujando hacia atrás, a la orilla, mientras los gritos continúan.
Pero estoy entumecido, mis oídos suenan y toda mi sangre corre en la boca de mi
estómago.
¿Tomó el dinero?
El árbitro me expulsa y a Norris, y el estadio estalla en un coro de abucheos. A mi
margen, mi entrenador está gritándome que la cagué. Que soy un idiota, pero apenas
escucho.
Encuentro un asistente de coordinación. —¿Tienes un teléfono?
Me mira como si estuviera tratando de encontrar una vía de escape.
—Dame tu puto teléfono —espeto. La sangre se escurre de mi ojo y el médico está
tratando de presionar un paño para el corte en mi frente. Agarro el teléfono que me ofrece
con una mano temblorosa.
Una mirada alrededor confirma que todos han estado ocultando algo. Lo averiguo
tan pronto entro en los titulares.
Fiona Mackenzie reclama el millón de dólares.
Hay una foto de Fi y yo, difusa y tomada desde la distancia. Nos estamos riendo,
mi brazo está alrededor de sus hombros delgados mientras paseamos por la plaza
Jackson.
Y debajo de eso, la confirmación de que Fi llamó a Bloom está mañana, exigiendo
su premio.
44 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Juliee

Dex
No voy a casa. No puedo.
Rolondo me lleva a su apartamento. Voy directamente a su habitación de invitados
y a la ducha. No me había molestado en regresar al estadio, simplemente me senté en una
silla hasta que los chicos regresaron por mí y Rolondo me sacó de allí a empujones.
Ahora estoy debajo del agua fría, dejando que me golpee. Recuerdos estallan en
mi mente: la sonrisa de Fi, Fi llorando, la fea mueca de Norris, la sangre corriendo por su
nariz, Fi arqueándose debajo de mí mientras la tomaba, Fi y yo riéndonos, Fi diciéndome
que se va a Londres.
Reclamó el dinero.
Rabia negra, gruesa, caliente y asfixiante surge en mi garganta. Mi grito rompe el
aire cuando mi puño se estrella contra las baldosas. El dolor estalla en mi mano, debido
a que me toma un momento detenerme.
Dejándome caer pesadamente, miro mis nudillos, la sangre corre y se mezcla con
el agua.
Estúpido. Tan estúpido al arriesgarme a tener una mano rota. Tendría que estar
horrorizado. No lo estoy. Mi mente tiene una imagen de Fi, en un momento hermoso que
se convirtió en algo feo y barato. ¿Me odia porque una oportunista robó mi teléfono? ¿Es
la razón de esto?
No tiene sentido. Nada lo tiene. Creo en Fi y en todo lo que me dijo la noche
pasada.
No haría esto. Tiene que haber mucho más.
Con el pecho apretado, paso mi mano sana por mi cara mojada y mis dedos se
enredan en mi barba. Una vez más lleno de rabia, es pegajosa y espesa. Empujando los
dedos, cierro el grifo de la pared.
Cuando salgo, Rolondo se ha ido, probablemente pensando que necesito estar solo.
Tiene razón.
El dolor en los nudillos me mantiene concentrado. Por mucho tiempo el dolor es
la única cosa real en mi vida. Saboreo el dolor, ignoro el resto.
En el momento que encuentro lo que estoy buscando, la habitación es un desastre.
No me importa una mierda. Mi pecho exhala mientras estoy de pie y miro el espejo.
Durante mucho tiempo, no sabía quién coño era. Solo Fi hizo que me sintiera bien,
cómodo con mi cuerpo. El mundo ha manchado eso también.
Al diablo con eso.
Tristemente, levanto la máquina de afeitar y la presiono contra mi piel.
Fiona
Con un exceso de energía nerviosa recorriéndome, decido hornear algunas
galletas. Ivy estaba en lo cierto; sé hornear. Solo que lo hago en emergencias. En este
momento, hornear es la única cosa que puedo pensar para calmar mis manos temblorosas
y reafirmar que la casa de Ethan también es la mía.
Ha sido un día raro entre exigir el dinero de Bloom y dar una entrevista a la prensa
para explicar por qué lo hice. Ivy me ayudó con eso, escogiendo un reportero simpático,
una mujer con la que me sentí más cómoda. Hicimos la entrevista a través de Skype. Ivy
se había unido desde su casa en San Francisco, actuando como agente de Dex y mi apoyo
moral.
Estaba tan nerviosa que pude haber vomitado apenas unos segundos antes. Pero
entonces una extraña calma se apoderó de mí mientras le dije al reportero mis planes con
el dinero. No hablé acerca de las fotos o cómo me sentía al estar expuesta, e Ivy evadió
esas preguntas cada vez que se acercaron. La verdad es que nada de eso importa. Lo que
importa es que el sucio dinero de Bloom será usado para el bien. Un millón de dólares
ayudará a detener un poco el hambre infantil y la falta de viviendas.
Fui tan lejos para retar a Bloom, desafiándolos a duplicar el dinero y hacer el bien
por una vez. No esperaba que lo hicieran, pero fue satisfactorio hacerlos retorcerse.
Ivy pensó que fue una excelente venganza contra Bloom y toda esa gente odiosa.
Estoy feliz que haya terminado. Quiero volver a mi vida, centrarme en la fabricación de
mis muebles y lo más importante, en Ethan.
No había tenido tiempo para decirle lo que estaba haciendo y el porqué. Él estaba
en su juego y yo estaba demasiado ansiosa para esperar, con miedo de acobardarme.
Pero ahora ya estaba hecho. Me siento más ligera, libre. Todo lo que queda es
explicarle a Ethan y decirle que me voy a quedar aquí, a donde pertenezco.
La alegría que siento al saber que él es mío, de estar con él, es tan fuerte que asusta.
Quiero proteger eso con toda mi alma. Quiero meter al grande y fuerte Ethan Dexter a mi
lado y protegerlo contra el mundo.
Lo que no tiene ningún sentido, no necesita mi protección. Pero el deseo está ahí
de todos modos. No quiero que sea infeliz o vulnerable a los buitres que hay. Quiero,
necesito, que sepa que es amado.
Sé que se siente igual por mí. Está en cada caricia, en cada palabra, mirada y sonrisa
que me da. Con él, este es un hogar, siento esa seguridad.
Solo que ahora temo haberla jodido por no avisarle. Aspectos del juego muestran
que lo expulsaron por iniciar una pelea. He visto las imágenes una y otra vez, con la boca
abierta. Ethan nunca pelea, en realidad nunca se deja llevar.
Dios, pero se veía tan enfadado, la sangre y sudor corrían por su cara mientras
golpeaba hasta la mierda a otro jugador del otro equipo.
Al principio pensé que estaba luchando a causa de un comentario despectivo que
ese tipo hizo de mí. Pero ahora no estoy tan segura. Ya que es mucho más, y Ethan todavía
no regresa a casa.
Cuando traté de llamarlo, encontré su teléfono en la cómoda, olvidado en su prisa
de hoy.
Ahora solo puedo quedarme aquí, encender el horno y esperar.
Estoy sacando la bandeja del horno cuando lo escucho entrar. ¿Ethan?
El sonido de sus llaves cayendo en el recipiente llena el silencio. Después habla, su
voz es profunda.  Sí.
Una palabra. No debería leer nada en ello, pero sí en el sonido apagado.
Espero que tengas hambre digo en voz brillante, tratando de sonar
optimista. Estoy haciendo galletas y pensando en conseguir algunas gumbos12 de la
calle.
Pasos resuenan en el piso de madera y aparece Ethan.
Una galleta cae de mis dedos al suelo mientras contemplo al hombre de pie en el
umbral de la cocina. Es alto, ancho y musculoso, con los ojos brillantes. La línea de su
mandíbula está limpia, con una barbilla obstinada, suave y desconocida para mí. Este

12
Gumbos: Gumbo es una sopa que se puede encontrar en algunos restaurantes del golfo de México en los
Estados Unidos.
hombre no tiene barba. O mucho pelo. Todo ese glorioso cabello castaño bañado por el
sol ha sido despojado fuera de su cráneo.
Y allí está, con las manos en sus bolsillo, con una camisa de algodón tirando de sus
hombros, con un aspecto tan diferente que casi no lo reconozco. Más joven, más
vulnerable. Expuesto.
¿Por qué? digo con voz ronca.
Se encoge de hombros, deslizando su mirada lejos. Sentí que necesitaba un
cambio.
Aturdida camino hacia él. Mantiene la cabeza gacha, su mandíbula se tensa.
Ethan. Mi mano toca su suave mejilla. Dios. Su barba. Su gruesa barba se ha
ido. Una punzada de duelo me atraviesa. ¿Por qué?
Niega con la cabeza una vez, como diciendo no me preguntes. No me hagas
decirlo.
Pero lo sé. Con un grito, me arrojo sobre él. Me atrapa, me sostiene contra él
mientras presiono mi cara en el hueco caliente de su garganta. Huele igual.
Exactamente lo mismo. Como un cumpleaños, un día de navidad y panqueques a
media noche. Necesitaba sentir su fuerza sólida y escuchar su respiración constante, más
de lo que creía. Lágrimas calientes y pesadas salen de mis ojos mientras mis dedos
encuentran la parte posterior de su cabeza rapada.
Debo estar ahogándolo, mis brazos se envuelven alrededor de su cuello con tanta
fuerza. Pero no puedo parar. Quiero estar más cerca, debajo de su piel, o tal vez meterlo
bajo la mía donde puedo mantenerlo tan seguro como pueda. Sollozos salen de mí.
El brazo de Ethan me envuelve más cómodamente alrededor de mi cintura, su
mano grande y cálida en la parte posterior de mi cabeza. Estás llorando por la pérdida
de mi barba. No suena molesto, pero sí como si estuviera confirmando una sospecha.
Y me rompe el corazón. De alguna manera me las arreglo para mirarlo. Sus ojos
son solemnes, tristes, como si odiara verme llorar.
Su pulgar roza mis mejillas húmedas, pero no dice nada.
Acuno una de sus mejillas, aprieto la mano contra su piel cálida. Estoy llorando
porque pensaste que esta capa exterior es más significativa para mí que lo que hay dentro
de ti.
Su gran cuerpo sacudiéndose es una sorpresa, pero me aferro, no dejo que se vaya.
Como si estuviera demasiado cansado para mantener su cabeza erguida, se agacha y
entierra su cara en el hueco de mi cuello.
Suavemente acaricio su cabeza, su cabello muy corto todavía se eriza. ¿Crees
que te besé por primera vez por tu barba? No podrías estar más equivocado. Fue porque
eres sexy hasta el infierno, astuto, encantador, llamaste mi atención y la mantuviste.
Un gruñido sordo sopla en mi cabello.
»Quiero decir, mírate digo, a pesar que todavía estamos aferrados y no puedo
ver nada. Pero mi memoria es muy buena. Pienso en sus ojos solemnes y su boca, amplia,
suave, con ese puchero. Estoy en peligro de tener un momento como en la película Un
Tranvía llamado Deseo, aquí. Como que quiero desgarrarte la camisa y gritar, ¡Stella! O
supongo que debería ser “Fiona”.
Ethan resopla como si estuviera tratando de no reírse. Aun así, la tensión vibra a
lo largo de su fuerte cuerpo y sé que sigue estando molesto.
Cuando por fin responde, su voz está en carne viva. Mejor que escuchar mi
nombre, Cherry.
No se mueve, solo se pone más rígido.
Ethan, amaba esa barba, pero te amo mucho más a ti.
Parpadea hacia mí, después traga con dificultad como si estuviera tratando de
aclararse la garganta. Te amo demasiado, Cherry. Presiona su frente contra la mía.
Se siente como si siempre te he amado. Pensé que sabías eso.
Hay acusación en su voz suave.
Lo hago, Ethan. Has sido tan bueno conmigo.
Su agarre se flexiona en mis caderas. ¿Entonces, por qué lo hiciste? ¿Por qué
tomaste el dinero?
La sorpresa me congela en el lugar. Me mira y ya no es suave, ahora es dura, rígida,
fría y desbastadora cólera en sus ojos.
45 Traducido por Mich Fraser
Corregido por Juliee

Fiona
Ethan nunca me ha mirado con ira. Es una cosa horrible de ver. Puedo explicarlo
digo.
Bufa. Esas son las palabras que un hombre quiere oír después de que
metafóricamente su mujer le encajó los dientes.
Mi respiración sale con ansiedad. No iré a Londres.
No es la mejor cosa que decir. Lo sé por la mirada dura que me da Ethan.
Bueno. ¿Y eso qué tiene que ver con reclamar el dinero de Bloom?
Contrayéndome de dolor, trato de tocar su pecho, pero se aleja, metiendo las
manos en sus bolsillos. El hecho que ya no quiere que lo toque, que está poniendo
distancia entre nosotros, me duele.
Me di cuenta que quería ir a Londres porque solo estaba huyendo…
No me digas mierdas. Interrumpe, su voz es plana, su mirada arde. Pero
lentamente el fuego se apaga. Se ve tan diferente sin barba, con la cabeza afeitada. Sus
características son severas e impecables.
Agarro mi falda con los dedos fríos. Bien, entonces… la cosa es, no quería huir
más. Reclamé el dinero de Bloom porque sabía que con eso iba acabar con todo.
Otro bufido feo lo deja y niega con la cabeza. Bueno, ciertamente las cosas no
terminaron…
No, Ethan digo, dando un paso adelante. No así. Estoy dando el dinero a la
caridad. Todo el millón. Ivy y yo tuvimos una conferencia de prensa. Les dije que iba a
donar el dinero en tu nombre, porque Bloom consigue sucia publicidad mediante la
explotación de tu vida personal, y eso debería traer algún bien.
Se calma, entrecerrando los ojos. ¿Lo diste a la caridad?
Por supuesto que sí. ¿De verdad crees que me iba a quedar con ese premio
desagradable para mí? Trago saliva, tratando de no estar ofendida con la idea. Tuve
que haberle advertido.
Los hombros de Ethan se abultan por la tensión. No. Pero no sabía que pensar,
Fiona. Tenía a ese hijo de puta riéndose en mi cara, indicando que mi chica reclamó el
dinero.
Bebé… lo siento mucho. Doy un paso hacia adelante.
Pero él se aleja, con la cara cerrada. Es como otro golpe para mí.
Tienes alguna idea de lo que me hizo eso espeta. ¿Escucharlo de otra
persona? Porque déjame decirte algo, ni una sola persona de mierda en ese campo sabía
que le estabas dando el dinero a la caridad. Me miraron como si fuera una víctima, una
puta broma.
Mierda. No consideré el tiempo de retraso entre pedir el dinero y la entrevista, la
cual se debe estar emitiendo ahora mismo.
Lo siento, Ethan. Tienes razón. Debería haberte advertido. No estaba pensando.
Yo solo… nos quería libres. Entonces tomé el viento a favor. ¿Qué dice sobre nosotros
eso? ¿Tomar el dinero y dárselo a la caridad?
Exhala. Bien, está bien. Pero tuvimos que haberlo hecho juntos.
Lo siento.
Ethan se ríe sin humor, inclinando la cabeza hacia atrás para parpadear hacia el
techo. Dios. Me cortaste las rodillas allá afuera, Fi. Entré en la oscuridad.
Ethan…
Lo sé dice con una mueca. Sé que lo lamentas. No lo tienes que decir. Me
mira y no hay alegría en su mirada. Créeme, estoy tratando de superarlo. Pero tú eras
mi ancla, Fi. La única persona por la cual me tuve que preocupar…
Deja salir una maldición y se da la vuelta como si no pudiera mirarme.
Eres mi ancla, también digo, conteniendo un sollozo. Lo arruiné. Nunca
quise hacerte daño. No creí…
No grita. No lo hiciste.
La emoción da un puñetazo en mi pecho y grito. Maldita sea, Ethan. ¡También
he sido herida! No fueron tus fotos desnudas los que se publicaron en internet. ¡No eres
tú el que está siendo llamado puta o teniendo comentarios horribles sobre tu cuerpo!
¿Crees que no sé eso? Da un paso hacia mí mientras un color rojo sube por su
cuello. ¿Crees que eso no me jode? Sabes que lo hace.
¡Entonces no me regañes por finalmente tomar el control de la situación! Porque
tus “no comentarios” estaban haciendo un trabajo de mierda.
Se congela y me frunce el ceño como si me viera por primera vez. Mierda,
¿hiciste esto porque estabas enojada conmigo?
Todo el aire sale de mis pulmones. Prácticamente me ahogo mientras tropiezo
hacia atrás. ¿Acabas de decir eso? ¿Jodidamente acabas de acusarme? ¡Jódete, Ethan!
Su cara hace una mueca. No pongas todo contra mí. Tengo derecho a cuestionar
esto.
Entonces no lo pongas todo sobre mí. Espero de regreso, señalo con mi
dedo. Entiendo que la cagué. Entiendo que estés enojado. Pero no tienes derecho a…
¿Qué no tengo derecho? Ahora, su expresión es feroz, enseñando sus dientes,
sus músculos se abultan. ¿Por qué soy el tranquilo, Dex? ¿El tipo que toma los golpes
y no dice nada? Bueno, a la mierda eso. Estoy furioso. Y siento que eso te ofenda, pero no
voy aceptar esto. Aún no. ¡Jodidamente aún no, Fiona!
No me gusta el sonido de mi nombre en sus labios, no en una maldición. No fue
mi intención hacerte daño susurro.
Su barbilla se inclina hacia arriba. Lo sé. Sé que no quisiste, pero… mierda.
Empieza a caminar, con las manos en su cabello, el cual ya no está allí. Lo sé. Solo.
Joder. No puedo… Toma una respiración profunda y después otra.
Veo el momento en que pierde totalmente su mierda. Se rompe con un grito
desigual. ¡Mierda! Estampa un puño contra la pared de ladrillo. ¡Mierda, mierda,
mierda! Cada maldición es marcada con un golpe.
Ethan. Cálmate…
¡No! me grita con los ojos aún en la pared. Una capa de sudor cubre su piel,
brilla sobre sus bíceps. No. ¡Estoy jodidamente harto de ser siempre el racional!
¿Adivina qué? He terminado.
Su voz se eleva con cada palabra. Estoy furioso. Por todo. Estoy furioso…
¡Jodidamente furioso, Fi!
Ya me di cuenta.
Me muerdo el labio con las lágrimas quemando. Esto no se trata sobre lo de hoy.
Esto es desde antes. Es Ethan dejándose llevar por completo hasta ahora.
Con un grito, se vuelve, arrancando las pinturas de la pared. Vuelan por el aire,
girando como cajas de pizza antes de chocar con la pared en un chasquido.
Solo puedo estar de pie en silencio mientras grita, con su voz llena de dolor y rabia.
Golpea el librero de madera que divide la sala y un pequeño rincón de lectura. Solo….
¡A la mierda todo!
Los libros salen volando a través de la habitación.
Siempre me pregunté cómo sería Ethan dejándose llevar totalmente. Ahora lo sé.
Y me rompe el corazón. Porque sé que su rabia en este momento es dolor, un alma
profundamente herida que no tiene otra salida para quemar.
Un sollozo de frustración sale de su pecho y se agarra contra la estantería. Por un
segundo creo que se ha calmado.
Un rugido se le escapa y sus músculos aumentan de tamaño mientras empuja la
estantería atornillada al suelo. La madera cruje, amenazando con derribarse.
Ethan grito. Cuidado…
Pero es demasiado tarde. Cruje y se estrella contra el suelo con tal fuerza que
sacude la casa. Salto hacia atrás, aplastada contra la pared mientras trozos de cerámica se
rompen, adornos, libros vuelan por todas partes.
Eso me asusta hasta la mierda. Sé que nunca me haría daño, pero tal violencia
asusta mis huesos.
Se para allí, con los músculos tensos, el pecho agitado. Parpadea rápidamente
como si aclarara sus pensamientos, pero esa mirada enloquecida todavía está allí.
Está bien digo a través de una respiración. Eso es.
Me vuelvo, agarro mi bolso y abrigo del gancho.
¡Fi! me grita Ethan. Si sales por esa puerta…
No escucho el resto porque ya cerré la puerta de golpe.
Dex
Una neblina roja nubla mi visión con el golpe de la puerta. Durante mucho tiempo
simplemente me quedo mirando el espacio vacío que Fiona solía ocupar, tratando de
averiguar lo que acaba de pasar. Y entonces lo que he hecho me golpea. Mi respiración
sale en un silbido y me esfuerzo por encontrarlo de nuevo.
¡Fi! Tropiezo hacia adelante, chocando con el estúpido librero. Mierda.
¡Mierda!
Saltando hago camino a través del desorden. Mierda, soy un idiota. Hice un total
berrinche y ahora la asusté hasta el infierno. La expresión aterrorizada en sus ojos. Eso es
todo por mi culpa.
Abro la puerta y trato de encontrarla.
¡Fi! No la veo, pero no pudo haber ido muy lejos.
Afuera, la lluvia está cayendo duro. Estoy empapado al instante, mi visión se
oscurece mientras el agua corre por mis ojos. Me limpio la cara, escaneando el patio
sombrío. Vacío.
Gritando su nombre, corro hacia el garaje. No está allí. No está en el estudio. Mi
corazón late con fuerza, el miedo pesa en mi pecho. Supe en el momento que vi su
expresión de angustia que no tuvo la intención de hacerme daño, de hacernos daño. Y de
todas maneras lo perdí. Dije cosas horribles, la hice tener miedo. Pienso en la habitación
que hice trizas delante de ella y me siento enfermo.
Abrazando mis rodillas mojadas con las manos, trato de respirar, de pensar dónde
podría estar. Se me ocurre que pudo haber salido por la puerta principal. Pero la calle
está oscura y vacía, a excepción de un vagabundo solitario encorvado en la distancia,
abriéndose camino a través de la basura.
Con un suspiro, me dejo caer en la puerta, indispuesto a volver a entrar. Ríos de
agua sucia se precipitan a lo largo de la cuneta. La lluvia cae con tanta fuerza que rebota
en el pavimento. Me siento con mis rodillas arriba, sosteniendo la cabeza entre mis manos
como si doliera. No me voy a mover. No hasta que Fi vuelva.
Demonios, podría no volver. ¿La he perdido?
La idea que piense que ya no la quiero hace que mi garganta se cierre.
Hola, amigo. Un anciano sin hogar se pone delante de mí. Su abrigo andrajoso
parece mantenerlo bastante seco, aunque su cabello gris está empapado. Toma esto.
Me pasa lo que solía ser un paraguas, roto. Esto no protege contra la lluvia. Pero
es suyo y me lo está ofreciendo.
Parpadeo hacia él, sorprendido y hecho una mierda, pero encuentro mi voz. Está
bien, hombre. No me pudo poner mucho más mojado.
Deja escapar una risa ronca, metiendo el paraguas de nuevo en la cesta que tiene
a su lado. No es verdad. Asiente hacia el cielo nocturno. El mal tiempo pasa.
Siempre lo hace.
Quiero reír hasta llorar, pero asiento y meto la mano en mi bolsillo para alcanzar
mi billetera. Me ve y levanta una mano. No hay necesidad de eso. Ninguna necesidad
en absoluto. Estoy yendo a casa ahora.
Lo he visto por ahí y sé que eso es una mentira. Pero el orgullo es muy poderoso y
eso hace que guarde mi billetera. Tenga una buena tarde, señor.
Me deja en silencio y el sonido de la lluvia golpea contra el pavimento. Y me siento
de nuevo, golpeando la cabeza contra la puerta, cierro los ojos.
Orgullo. Pensé que era jodidamente humilde, por encima de todo. Pero mi orgullo
me impidió ir tras Fi cuando la vi por primera vez. Me ha alejado de exigir las cosas que
quiero de la vida. Y me ha hecho arremeter cuando tuve que haber escuchado.
Orgullo de mierda.
¿Ethan?
Mis ojos se abren inmediatamente. Fi se encuentra a unos pocos pies de distancia,
sosteniendo una bolsa de compras en su mano. Me pongo de pie, mis zapatillas de
deporten chirrían.
Fi. Doy un paso hacia delante, mi pecho se agita. Cherry, yo… lo siento. No
fue mi intención asustarte.
Lo sé.
Toda la mierda que dije, solo…
Se acerca también. No tienes que explicarlo. Todos tienen derecho a aullar a la
luna de vez en cuando. Y has tenido un mal día. Un mes de mierda en realidad.
Los dos hemos tenido un tiempo de mierda, sin embargo, ella no entró en modo
Hulk. No debí arrancar el librero de la habitación. Te asusté.
Frunce el ceño y el agua corre por sus mejillas como lágrimas. Lo que me asusta
más es que necesitas ocultar tus emociones.
Mi garganta trabaja un nudo y tengo que parpadear las gotas que me ciegan.
¿Qué es lo que realmente te molesta? pregunta cuando no hablo.
Me gustó confieso con voz tensa, mis ojos encuentran los de ella. Dejarme
soltar.
Tenía que aliviar la presión que se sintió crecer en lo que pareció una eternidad.
Me da una pequeña sonrisa. Está bien enojarse o molestarse, ya sabes. Si todo
esto me ha enseñado algo, es que no podemos planificar la vida. Solo pasa. Si la mantienes
demasiado, puede que se rompa. No quiero verte roto, Ethan.
No puedo explicar el miedo que tuve al sentir que se había ido. Si perder los
estribos significa perderla, me aferraré a ella tan fuerte como pueda. Porque sin ella,
estaría roto de todos modos. Estando contigo, amarte… me haces sentir todo.
Otro paso y está al alcance de mi mano. ¿Y eso es una mala cosa?
No. Estaba entumecido antes. Quiero sentir. Solo que… no quiero asustarte. Me
enojé, y tú te fuiste. Pensé… Se me escapa el aliento. Que te fuiste.
Ojos verdes me miran a través de pestañas agrupadas y húmedas.
Necesitaba aire. Tenías que calmarte.
No me dejaste terminar. Si te vas, te voy a seguir. Siempre te seguiré.
Sé eso. De hecho, estoy contando con eso. Pero ya he terminado de huir. Estás
atrapado conmigo, grandote. Levanta su mano un poco y me muestra la bolsa que
sostiene. Solo pensé que te gustaría un gumbo. Estas frío y un poco mojado, y tu amas…
La agarro y la arrastro cerca, envolviéndola en mis brazos. Mis labios encuentran
los de ella, fríos y húmedos, pero perfectos. Deslizo la lengua en su boca cálida donde
sabe a lluvia y a Fi. Acuno sus mejillas, trato de calentar su piel y la beso hasta que no
puedo respirar.
Se inclina hacia mí, su impermeable chirría, sus suaves pechos regordetes se
presionan contra mi pecho. De alguna manera nos estamos pidiendo perdón en besos.
Con cada toque de su boca en la mía, el nudo dentro de mi pecho se alivia. He
hecho una costumbre encerrar mis emociones y ocultarlas del mundo. Pero esta chica, la
que me inspiró a cantar en un escenario, me trae gumbo cuando le he mostrado mi peor
versión. Me ayudó a encontrar mi ser.
Fi ha terminado de huir, y yo he terminado de esconderme. Tan simple como eso.
Nuestros labios se separan. La lluvia convierte al mundo en una falta de definición,
pero mi mente está clara. Te amo. No lo digo lo suficiente. Solo sé que lo que sea que
haga, donde quiera que esté, esto es constante en mi corazón. Tú coloreas mi mundo, Fi.
Me sonríe, su piel es reluciente y sus ojos brillan. Suavemente toca mi mejilla con
su mano libre. Ethan, tal vez no sea perfecta, pero nadie va amarte más que yo.
No sabía lo mucho que necesitaba escuchar esas palabras hasta que las dice. Apoyo
la frente contra la suya. Me estoy congelando, pero mi corazón finalmente está caliente
de nuevo. La acurruco más cerca.
Eres perfecta, Cherry. Eres mi tipo de perfección.
Eres mi perfección, también, Ethan Dexter.
Eso es todo lo que había necesitado.
Epílogo
Un año más tarde…

Traducido por Mich Fraser


Corregido por Juliee

Fiona
La casa se ve perfecta. Guirnaldas verdes se entrelazan con luces blancas en los
marcos de las puertas, ventanas y la gran chimenea. Velas se agrupan junto a las naranjas
y ramitas de clavo. En la esquina una de las grandes ventanas que da a la calle muestra
un pino de doce pies. Como que me encantó el hecho de que incluso Ethan tuviera que
sacar la escalera para decorar la parte superior.
Sin embargo, lo hizo con una sonrisa en su cara. Colgando pequeños cascos de
fútbol cubiertos de diamantina, cerezas color rojo, y miniaturas de aviones comerciales,
incluso la forma del puente Golden Gate.
Seguro fue idea de Fi. Observa Gray, ayudando también.
Ethan sonríe, concentrado en colgar un pequeño micrófono. Hay un rubor en sus
mejillas, que sé que es de felicidad. Este año, nuestro árbol cuenta la historia de nosotros,
y sabe el significado de cada cosa que compré.
¿Qué hay con esto? pregunta Ivy, sosteniendo una pila de panqueques.
Ethan los mira y llama mi atención. Sus cejas se levantan con humor, incluso su
mirada se ve más caliente. Mis mejillas se calientan en respuesta. Hemos tenido un
montón de panqueques a media noche después de nuestro primer encuentro. Después
de todo, una chica necesita mantener su fuerza.
Una broma de sexo adivina Anna, arrugando su nariz. Rápido, ponlo en el
árbol y sigue adelante antes que se vean obligados a explicar.
A su lado, Drew besa la parte superior de su cabeza antes de decir: Estoy
bastante seguro que Dex se expondría a daños corporales antes de hablar.
Le paso a Drew una taza de sidra caliente antes de darle una a Anna. Ella no está
bebiendo alcohol: hay tres conjeturas del por qué. Les estoy dando una gran y dulce
sonrisa.
Estaré feliz de contarles acerca de los panqueques…
¡No! grita toda la habitación. Bueno, todos menos Ethan, quien se ríe mientras
salta de la escalera y viene hacia mí.
Me envuelve en sus brazos, con lo que mi espalda está contra su pecho duro. Su
respiración se agita en mi cabello. Eres tan mala, Cherry.
Me relajo contra él. Aguafiestas. Como si fuera hablar de nosotros en media
noche.
Su risa es un ruido que siento a través de mi cuerpo. Con un beso rápido y
afectuoso en mi mejilla, se marcha para agarrar la escalera y apartarla.
¿Cómo va la tienda, Fi? pregunta Anna.
El pasado abril, tuve a mi primer cliente en New Orleans, un compañero de Ethan
llamado Rolondo.
Rolondo me hizo redecorar su apartamento y después su casa de playa en Florida.
Cuando se dio cuenta que estaba planeando abrir mi propio negocio, se ofreció a
respaldarme financieramente. Y mientras que Ethan había insistido en ayudarme con los
fondos, por fin le hice entrar en razón que tenía que hacer esto sin la ayuda de mi novio.
En octubre, abrí una tienda de muebles de diseño en la avenida Royal.
Muy bien, en verdad le digo a Anna. Estoy en el punto de que necesito
contratar un asistente.
Más como dos dice Ethan. Así mi chica puede pasar más tiempo en su taller.
Me encanta cómo sabe que necesito dedicar más tiempo a mis piezas.
Eso es cierto le explico a Anna. Sin duda dos ayudantes.
Todavía estoy trabajando con Jackson y Hal, vendiendo muebles a sus clientes de
New York, que pagan mucho dinero. Decir que el negocio está en su auge es un
eufemismo.
Cuando Ivy va a comprobar a Leo, quien está durmiendo en el dormitorio, Drew
y Ethan ayudan a poner la mesa. Anna y Gray revolotean por la cocina. Al parecer están
continuando con un argumento que empezaron esta mañana acerca de rociar el pavo.
Gray ha discutido sosteniendo las matemáticas aplicadas, con estadísticas y ratios
de retención del agua, lo que tenía a nuestros ojos vidriosos. Porque nadie podía soportar
escucharlo hablar más sobre el tiempo. Ya que Anna todavía piensa que salado es mejor.
Ethan termina el argumento señalando que el maldito pájaro ya está hecho y que
si por favor, ¿ya podíamos comer?
Ya verás promete Gray mientras saca el pavo marrón dorado digno de un
cuadro de Norman Rockwell. Simplemente la mantequilla hilvanada hace que el sabor
del ave sea superior.
Un pájaro seco replica Anna.
A pesar de sus peleas, todos estamos mirando hacia nuestra cena, ya que estamos
sentados en la mesa, una de mis primeras creaciones hechas en mi nuevo taller, hecha de
madera de ciprés, es amplia para que seis de nosotros se sienten, ya que la mesa está llena
de comida.
Los jugadores de fútbol comen. Un montón. Pero no me quejo. Especialmente
cuando tengo el gran y fuerte cuerpo de Ethan para jugar.
Lo observo mientras se inclina para encender las velas. Está vestido con vaqueros
y una camisa azul oscuro con botones que abrazan su amplio pecho. Las mangas están
enrolladas hasta los codos dejando al descubierto los tatuajes coloridos de sus antebrazos.
Esos brazos que pueden hacer girar el neumático de un tractor sin romperse y
manteniéndose tan suaves.
Una barba, no tan llena como solía estar, pero no menos sexy, llena su mandíbula.
Su cabello está creciendo demasiado, siendo corto de los lados y sobresaliendo en
mechones marrones en la parte superior.
Es tan malditamente caliente, que me deja sin aliento cada vez que lo miro.
Sinceramente, no sé cómo no salté sobre él en esa primera fiesta de navidad.
Encuentra mi mirada, me guiña y se sienta a mi lado. Una mano se desliza bajo la
mesa para encontrar mi rodilla mientras con la otra levanta una copa de vino.
En un instante, todos agarramos nuestra copa.
Bueno, entonces dice. Feliz navidad.
A pesar que técnicamente es víspera de navidad, todos brindamos.
Gray baja la copa. ¿Fi no debería estar diciendo: Y Dios nos bendiga a todos, y a
cada uno?
¿Estás insinuando que soy Tiny Tim en el escenario, cara de pene?
¿Cara de pene? Gray hace una cara de indignación fingida. Si no es porque
tengo este impresionante pene, podría estar ofendido.
¿Estás diciendo que estás de acuerdo con que tienes cara de pene? pregunta
Drew con una risa.
Estoy diciendo que si mi cara tiene que parecerse a un pene, bien podría hacer
un espectáculo impresionante con el mío propio replica Gray con un meneo de sus
cejas.
Me apoyo en la mesa. Si quieres hablar de penes impresionantes…
¡No! Todo el mundo grita de nuevo.
Me encojo de hombros y oculto mi sonrisa mientras tomo un sorbo de vino.
Estoy muy contento de que salchichas estén en el menú dice Ethan
inexpresivo antes de cortar su salchicha. Drew y Gray hacen una mueca de dolor, pero
Anna, Ivy y yo nos reímos.
La felicidad es contagiosa y me llena de calidez. Ya no soy esa chica inquieta que
había sido durante mucho tiempo. Por fin he encontrado mi lugar. Le doy un beso al
hombro de Ethan y me guiña el ojo como si supiera exactamente cómo me siento.
Mucho más tarde, solo somos Ethan y yo, en nuestra gran cama, con el brillo
dorado de la luz artificial que acentúa sus características. Con infinita ternura, acuna los
lados de mi cuello lentamente mientras me da besos. Suaves labios y barba espinosa
envían pequeñas cosquillas a lo largo de mi piel y suspiro, inclinándome ante su toque.
Su voz es un ruido sordo. ¿Así que te gustan las barbas?
Sonrío, recordando la forma en que me llevó a besarlo por primera vez. Una fan
total. Incluso podría llamarme una groupie.
Sonríe antes de chupar mi labio un poco. ¿Y los jugadores de fútbol?
Estoy completamente perdida por uno en particular.
Tararea una señal de aprobación. Es algo bueno. Porque él te ama, con el corazón
y el alma.
Esta vez, capturo sus labios y lo beso con el calor suficiente para que sostenga una
respiración. Sonrío ante eso. También te amo.
Ráfagas de aire cálido llegan mientras habla de nuevo. Dime murmura,
todavía dándome besos. ¿Cuál es tu postura sobre el matrimonio?
Mi corazón se detiene y doy un pequeño jadeo. Ethan se aleja lo suficiente para
mirarme a los ojos. Me mira con esa mirada solemne y constante que he llegado a amar
tanto, ve mi alma y la mantiene en su cuidado.
Las lágrimas obstruyen mi garganta, hacen mi voz gruesa, pero mis labios
tiemblan con una sonrisa. ¿Está es tu manera de pedir que me case contigo? bromeo,
mientras que mi corazón late con fuerza contra mis costillas.
Sus pulgares acarician mis mejillas mientras sus ojos tranquilos miran fijamente a
los míos. ¿Lo harías?
Me río, el sonido queda atrapado en un gorgoteo de lágrimas de felicidad. Sí,
Ethan Dexter. Demonios que sí. Me lanzo a sus brazos.
Riéndonos, caemos en la cama. Espera dice mientras cubro su cara con
besos. No me dejaste darte el anillo.
¡Un anillo! Olvidé eso. Dámelo, dámelo.
Se ríe de nuevo. Entonces dame algo de espacio para conseguirlo.
Tan pronto como me inclino hacia atrás, sonríe y mete la mano en su bolsillo para
sacar el anillo.
Es un diamante grande, redondo, color rosa. Simplemente elegante, todo
maravillosamente femenino. Lo desliza en mi dedo y al instante lo amo.
¿Lo mandaste a hacer, no? pregunto, mi mirada va a la suya y de regreso a mi
anillo.
El diseño, sí. ¿Cómo supiste?
Porque te conozco. Ethan planifica todo, el anillo me lo muestra.
¿Te gusta? Mira con el ceño fruncido el anillo, como si buscara defectos en su
diseño.
Acuno su mejilla y me apoyo en su sólido calor. Es absolutamente perfecto. Al
igual que tú.
Se sonroja por eso. Lo beso un poco más hasta que se olvide de estar avergonzado
y me regresa los besos. Ahora es completamente mío. Puso un anillo en mí y haré lo
mismo.
Vamos a hacerlo en San Francisco digo, descansando la barbilla en su pecho y
admirando la forma del diamante rosa bajo la luz.
Asiente, como si esto tuviera mucho sentido. En la escena del crimen.
Le hago cosquillas, y me agarra la mano, atrapando mis dedos.
Ten cuidado expreso. Puede ser que tenga la necesidad de quitarme el
vestido y saltar a la piscina. Pero si lo hago, te voy a llevar conmigo esta vez.
Su sonrisa mantiene la promesa de siempre. Suena como un plan, Cherry.

Fin
Sobre la autora

Kristen Callihan es un autor porque no hay nada más que


prefiera hacer. Es ganadora y tres veces nominada a los premios
“Escritores Románticos de América” y dos veces ganadora de RT
Reviewer’s Choise Awards. Sus novelas han cosechado criticas
buenas en Publisher’s Weekly y Library Journal. Cuando no está
escribiendo, está leyendo.

También podría gustarte