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1960-2017
3 – 1960-1976
Durante la primera década y media del período que
estudiamos, Argentina estuvo cerrada a los movimientos
internacionales de capital. Al mismo tiempo, el mercado
financiero nacional estaba fuertemente regulado. La tasa
de interés era fijada por el gobierno y la intermediación
crediticia se realizaba mayormente a través de bancos de
propiedad estatal. Como resultado, había muy poco
margen para financiar los déficits fiscales con deuda. En
1960, la relación entre la deuda pública y el PIB era de
apenas el 9,8%.
El periodo que tratamos en esta sección comienza en
medio de un plan de estabilización que se había puesto
en marcha en 1959, cuyo objetivo era reducir la tasa de
inflación. El ancla nominal elegida fue el tipo de cambio.
Pero, como se aprecia en el gráfico 3, el ajuste fiscal
requerido no complementó los esfuerzos de
estabilización y pasó del 2% en 1960 a cerca del 5% en
1962. En consecuencia, y como se explica en el capítulo 2,
debido a las dificultades de endeudamiento, parte de ese
déficit se financió con la expansión monetaria del banco
central. Mostramos esta expansión en la figura 9, que
traza dos componentes de la base monetaria: las reservas
internacionales y el crédito al mercado interno. El gráfico
muestra que, a partir de principios de 1961, el aumento
del crédito interno va acompañado de una reducción de
las reservas internacionales, hasta el punto de que a
finales de año se había perdido la mitad de las reservas.
Esta tendencia duró hasta febrero de 1962, cuando se
abandonó la política de tipo de cambio fijo y se produjo
una devaluación del 60% en los tres meses siguientes,
que elevó la inflación hasta el 30% a finales de 1962. La
figura 9 es un ejemplo transparente de la mecánica de
una balanza de pagos que se deshace debido a una
financiación monetaria del déficit, como se describe en el
capítulo 2.
El resto de la década mostró un ajuste gradual del déficit
seguido de un ajuste gradual similar en la tasa de
inflación, que alcanzó una tasa anual de un dígito en
1969. Los argentinos tuvieron que esperar más de dos
décadas, hasta 1993, para volver a vivir en una economía
con una inflación de un dígito.
A partir de 1970, la saludable tendencia a la baja del
déficit se invirtió y empezó a crecer de nuevo cada año,
alcanzando un máximo histórico del 11% del PIB en 1975.
Dadas las dificultades de endeudamiento, nuestro marco
conceptual implica que la inflación también debería
aumentar, que es exactamente lo que ocurrió (véase el
gráfico 2), lo que es coherente con el hecho de que la
deuda pública total apenas cambió durante este periodo
de quince años. Un rasgo aparentemente contradictorio
entre las figuras 2 y 3 es el descenso de la tasa de
inflación en 1973 y 1974 a pesar de los déficits
galopantes. Estos años se caracterizaron por políticas de
control de precios que en ocasiones generaron escasez de
productos. Estos controles de precios se eliminaron en
julio de 1975, y se produjo el primer estallido de inflación,
que alcanzó valores entre el 300% y el 700% anual
durante varios meses de 1975 y 1976.
La deuda pública total se redujo sustancialmente entre la
crisis de 1962 y 1968, tanto en dólares constantes como
en fracción del PIB. Conjeturamos que parte de esta
reducción puede explicarse por los rendimientos
negativos a posteriori de la deuda denominada en pesos,
inducidos por una inflación inesperada o por controles
directos del tipo de interés nominal. Como ya hemos
mencionado, durante el periodo, el sector financiero
nacional estuvo fuertemente regulado, incluyendo la
imposición de límites máximos a los tipos de interés
nominales. Nótese que, en 1975, más del 90% de la
deuda estaba indexada o en dólares (véase el gráfico 6).
Este resultado fue muy probablemente el resultado de
experiencias pasadas durante las cuales el gobierno
inflacionó parte de su deuda.
En resumen, este periodo coincide con el análisis del
capítulo 2 de forma notable. El gobierno no tenía acceso a
los mercados de crédito internacionales, y el mercado
nacional ofrecía una financiación limitada. Por lo tanto, el
déficit fiscal impulsaba la inflación durante este periodo.
A medida que el déficit fiscal se descontrolaba en 1975,
también lo hacía la tasa de inflación.
4 – 1977-1990
Los primeros años del periodo 1977-1990 están marcados
por una desregulación generalizada de la economía. Se
redujeron sustancialmente las barreras comerciales y se
liberalizó la cuenta de capital, permitiendo el
endeudamiento tanto privado como público. Esto
permitió al gobierno financiar su déficit en el extranjero
en un momento de gran liquidez en los mercados
internacionales. Además, también se desreguló el
mercado de crédito nacional. Se relajaron las
restricciones de entrada para las instituciones financieras
privadas y se dejó que el tipo de interés lo determinara el
mercado. Como es habitual en muchos países, el gobierno
decidió proporcionar un seguro de depósitos.
Tras estos cambios, muchos bancos entraron en el
mercado, y el tamaño del sector financiero como
proporción del PIB aumentó drásticamente. Esto se
refleja en la figura 10, en la que se representan los
pasivos totales del sector financiero, menos las reservas
internacionales del banco central, divididos por el PIB. La
medida del gráfico 10 representa los pasivos contingentes
en poder del gobierno, que no se registran en las medidas
de la deuda, mientras no se produzca una crisis bancaria.
En este caso, en el que había un seguro de depósitos, la
cifra representa los pasivos contingentes explícitos.
Debido a que Argentina experimentó tres grandes crisis
bancarias durante el periodo que estudiamos, esta
medida nos ayudará a entender el comportamiento de la
deuda pública total en algunas ocasiones, como
comentamos a continuación.
Una última característica que es relevante para entender
los primeros años de este periodo es que el gobierno
también adoptó un sistema de crawling-peg como forma
de frenar gradualmente la inflación. El esquema, muy
similar a los adoptados por Chile y Uruguay en la misma
época, consistía en una secuencia de devaluaciones
preanunciadas y decrecientes del peso frente al dólar.
Este sistema reduciría gradualmente la tasa de inflación,
que había sido superior al 700% en 1976. Con la
esperanza de hacer más creíbles los mecanismos de
cambio, el gobierno ofreció un seguro de cambio en caso
de que se produjera una devaluación.
El comportamiento del déficit en 1977 fue coherente con
este enfoque desinflacionista gradual, ya que se redujo de
más del 8% en 1976 a menos del 4% en 1977. Sin
embargo, como puede verse en el gráfico 3,
inmediatamente empezó a subir de nuevo, hasta superar
el 8% en 1981. El sistema de "crawling-peg" tuvo éxito al
principio, por lo que la inflación siguió bajando hasta
1981. Esto podría ocurrir, a pesar de los crecientes
déficits porque el gobierno podía acceder a los mercados
de deuda externa en esos años (véase el gráfico 4). Sin
embargo, como muestra el gráfico 11, a partir de 1980, el
banco central empezó a financiar un déficit galopante
aumentando el componente de crédito interno de la base
monetaria. Por lo tanto, las reservas internacionales
empezaron a descender, al igual que durante la crisis de
1962, y en consonancia con lo expuesto en el capítulo 2.
La devaluación de 1981 y el consiguiente estallido de la
inflación fueron inevitables.
La devaluación desencadenó los dos mecanismos
mencionados anteriormente. En primer lugar, hubo que
pagar los contratos de seguro de cambio. En segundo
lugar, debido a un desajuste monetario en los activos y
pasivos, la devaluación afectó al sector bancario. Además,
una regulación muy débil de las instituciones financieras,
junto con el seguro de depósitos, creó un problema de
riesgo moral sistémico, induciendo una alta fracción de
préstamos morosos en los balances de las instituciones
financieras. Esta combinación explosiva generó una crisis
bancaria masiva y la decisión de nacionalizar las deudas
del sector bancario. Los déficits desenfrenados, más la
materialización de estos pasivos contingentes,
condujeron a un nivel de endeudamiento muy elevado, a
una alta inflación y al impago de la deuda pública en
1982.
La teoría que hace hincapié en la madurez (de la deuda)
es una forma atractiva de entender este episodio. Como
se ha mencionado anteriormente, el gobierno acumuló
deuda contingente a través de los mecanismos de tipo de
cambio y de seguro de depósitos. Los depósitos del sector
financiero tenían un vencimiento muy corto, en su
mayoría de unos pocos meses. La garantía del tipo de
cambio comenzó para las deudas de más de un año y
medio, pero se extendió rápidamente también a los
pasivos a corto plazo, por lo que este rescate también
incluía la deuda a corto plazo. Al mismo tiempo, el
vencimiento de la deuda existente en 1982 tenía un
importante sesgo hacia el corto plazo. Según el gráfico 7,
más del 40% de la deuda vencía en el plazo de un año.
Así, 1982 y 1983 fueron años en los que vencieron
importantes cantidades de pasivos.
La restricción presupuestaria discutida en el capítulo 2
tiene una implicación directa: los déficits implican
inflación, y esa es la característica dominante de
Argentina durante este período. La hiperinflación de 1985
es el resultado de un déficit decreciente pero aún
elevado.
El default de 1982 obligó al gobierno a salir de los
mercados internacionales de capital hasta principios de
los 90; por lo tanto, los desequilibrios fiscales tuvieron
que ser financiados por el señoreaje. La restricción
presupuestaria discutida en el capítulo 2 tiene una
implicación directa: los déficits implican inflación, y esa es
la característica dominante de Argentina durante este
período. La hiperinflación de 1985 es el resultado de un
déficit decreciente pero aún elevado. El Plan Austral de
junio de 1985 redujo inmediatamente la inflación, y un
esfuerzo fiscal redujo el déficit al 3,7% y al 2,9% del PIB en
1985 y 1986, respectivamente. Pero este esfuerzo se
revirtió, y el déficit creció hasta alrededor del 5% en los
tres años siguientes. En consecuencia, en 1989 se
desarrolló un nuevo periodo de hiperinflación. Esta
década es quizás el ejemplo más dramático y claro de las
fuerzas que subyacen al marco conceptual de la
restricción presupuestaria del gobierno que se discute en
el capítulo 2.
La falta de acceso a los mercados de crédito se refleja en
la parte plana de la deuda total que se exhibe durante la
década de 1980 (véase la figura 4). De hecho, durante
este periodo, la única fuente de financiación del gobierno,
aparte de la impresión de dinero, fue a través del sistema
financiero, mediante el aumento de los requisitos de
reserva de los bancos comerciales depositados en el
banco central. Estas reservas se remuneraban a tipos de
interés determinados por el mercado. De este modo, una
fracción importante del ahorro interno en forma de
depósitos financiaba al gobierno central. El banco central
actuaba, pues, como el brazo financiero del Tesoro. Como
comentamos más adelante, este mecanismo creó una
deuda de corto plazo y denominada en australes que
plantó las semillas de un problema de deuda de alto costo
que condujo al Plan Bonex en diciembre de 1989.
El gráfico 12 muestra los pasivos remunerados del banco
central, neto de las reservas internacionales, como
fracción del total de pasivos del sector financiero. Este es
un elemento clave para entender algunos
acontecimientos del periodo 1989-1991. La estructura de
vencimientos implícita de esta deuda es la estructura de
vencimientos de los pasivos del sistema financiero,
principalmente los depósitos. Durante el periodo, el
vencimiento más común de los depósitos era de una
semana, casi nunca superior a un mes. Por lo tanto, el
gobierno estaba endeudado con el sector privado a través
del sistema financiero a plazos muy bajos para depósitos.
Esta forma de financiación -con plazos muy cortos y tipos
de interés muy elevados- es la génesis de otro episodio
de riesgo de refinanciación: el Plan Bonex de diciembre
de 1989.
Para entender las principales fuerzas de este plan,
volvamos a la figura 12. En 1989, casi el 90% de la
capacidad de préstamo del sector bancario se destinaba a
la financiación del gobierno. Debido a la extrema
inestabilidad de la época, con tasas de inflación muy
volátiles, el vencimiento más común de los depósitos era
de una semana. Por lo tanto, los pasivos del banco central
representaban deuda con vencimiento a muy corto plazo.
Al borde de un plan de estabilización, esta deuda a muy
corto plazo denominada en pesos representaba tanto un
exceso en el maturity de vencimientos como un exceso
en la cantidad de emisión que pueden entenderse
utilizando el marco conceptual del capítulo 2. El Plan
Bonex fue un intercambio de vencimientos y un
intercambio de valores. Cambió obligatoriamente los
depósitos a corto plazo del sector privado denominados
en pesos por bonos denominados en dólares con un
vencimiento de diez años. El efecto del plan puede verse
en la figura 10, que muestra la gran caída de los pasivos
del sector bancario en 1989.
El canje del Plan Bonex puede haber evitado los malos
equilibrios, en los que unos tipos de interés elevados
justifican una mayor probabilidad de impago (ya sea
explícita o a través de la inflación futura), y la mayor
probabilidad de impago justifica esos tipos de interés más
elevados. Esta es una de las posibles implicaciones de los
modelos de Calvo (1988), Cole y Kehoe (1996, 2000) y
Calvo (1998) revisados en el capítulo 2. La razón es que el
plan cambió la denominación y el vencimiento de la
deuda que tenía el gobierno cuando se puso en marcha la
junta monetaria al año siguiente. Así, el plan fue con toda
probabilidad un ingrediente importante para domar la
elevada inflación en Argentina durante la última década
del siglo pasado. Los depósitos se canjearon por Bonex,
bonos nacionales denominados en dólares. En ese
momento estaban en circulación varias series de bonos
Bonex, y el gobierno nunca dejó de pagarlos. Los Bonex
emitidos para este plan fueron pagados en su totalidad
por el gobierno en su momento. Sin embargo, en la
semana inmediatamente posterior al plan, la deuda
recién emitida se vendía a treinta centavos por dólar. Por
lo tanto, supuso una importante redistribución de la
riqueza de los titulares de depósitos para los que sus
depósitos a plazo (de una semana) eran activos
transaccionales y los titulares de depósitos que
necesitaban de liquidarlos debido a las obligaciones
entrantes a aquellos titulares sin esas restricciones de
liquidez.
5 – 1991 – 2001
6 – 2002-2017
8 – Conclusiones