Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
tado, sea el que fuere, y mantener siempre si en orden a la santidad viniera a dar lo
y en toda circunstancia, con la gracia de mismo pobreza o riqueza, vivir de este modo
Dios, un fiat permanente a la voluntad divi- o de tal otro. Pero él sabe bien que la con-
na. versión cristiana, bajo la acción del Espí-
A partir de la publicación, en 1861, del ritu Santo, implica renovaciones no sólo
Abandono del P. de Caussade, el espíritu interiores, en el corazón, sino también ex-
de esta obra, e incluso no pocas de sus ex- teriores, en los modos de vida, y que a ve-
presiones e imágenes concretas, reapare- ces estas renovaciones han de ser muy gran-
cen una y otra vez en muchos autores espi- des: «vino nuevo en odres nuevos» (Mt
rituales, sobre todo de la tradición france- 9,17). Sin ellas se puede echar a perder la
sa. Hallamos, por ejemplo, su indudable vida interior.
influjo, directo o indirecto, en la infancia Muchas de las objeciones que se pueden
espiritual, es decir, en el caminito de San- hacer –y se han hecho– a de Caus-sade han
ta Teresa del Niño Jesús (1873-1897), en de resolverse alegando que él da por su-
el santo abandono del cisterciense Vital puestas muchas cuestiones ascéticas pro-
Lehodey (1857-1948), o en el precioso li- pias de una vida espiritual incipiente,
bro La Providen-ce et la confiance en pues sus escritos van dirigidos a personas
Dieu: fidélité et abandon (1953), del do- de vida espiritual avanzada. Notemos, por
minico Réginald Garrigou-Lagrange. ejemplo, que tampoco en San Juan de la
Cruz la vida litúrgica y sacra-mental es pre-
Algunos avisos sentada con frecuencia en sus obras mayo-
Con mucha alegría, pues, ofrecemos aho- res como la clave de toda conversión de
ra una nueva edición del Abandono del pa- vida, sin que por eso el Santo Doctor igno-
dre de Caussade. Y lo hacemos sin reserva re esta verdad. Simplemente, un escritor ha-
alguna, seguros de que los lectores actua- bla de lo que está tratando, sin que por eso
les están muy lejos de verse tentados a error niegue intencional-mente o menosprecie
por las imprecisiones que puedan darse en necesariamente lo que silencia.
esta obra.
Otras veces de Caussade, llevado por su
El autor, es cierto, de tal modo enfatiza impulso literario, encarece en gran medida
en estos textos la fuerza santificante del la lectura del Libro de la Vida diaria, recor-
momento presente que en algunas páginas dando escasamente que sin la Sagrada Es-
apenas alude al tema del discernimiento, critura y los libros espirituales apenas es
como si el momento presente expresara posible entender nada del libro diario que
siempre de modo inequívoco la moción de el Espíritu Santo escribe en nosotros. Pero
gracia que Dios ofrece con él. Tampoco dice se trata sólo de contraposiciones retóricas,
casi nada, por ejemplo, de la Eucaristía y literarias, expresadas en un género episto-
de los sacramentos, como clave decisiva de lar exhortativo.
toda la santificación cristiana, o de la im-
portancia de la pobreza, de la mortificación, Por otra parte, aunque de Caussade diga
de la fidelidad a una regla de vida o de la con cierta frecuencia que la acción divina
perseverancia en ciertas prácticas religio- necesita encontrar corazones sencillos
sas. para realizar su obra, es claro que, hablan-
Cuando este autor, en fin, ensalza tanto do de Dios, se trata de expresiones
la fuerza santificadora del momento pre- antropomórficas, que han de ser bien en-
sente, tenga éste la forma que tenga, podría tendidas. El autor sabe perfectamente que
también malentenderse su enseñanza, como toda la buena voluntad que Dios encuentra
4 El abandono en la divina Providencia
cirle ilusiones vanas, llena su fe de Aquél ¿Hay algún modo secreto para encontrar
que es siempre el mismo. Retírate ya, ar- este tesoro, este grano de mostaza, esta
cángel, que eres también una sombra. Pasó dracma? En absoluto. Es un tesoro que está
tu instante y desapareces. María sigue y va en todas partes, y que se ofrece a nosotros
siempre adelante, y tú ya estás muy lejos. en todo tiempo y lugar. Como Dios, las cria-
Pero el Espíritu Santo, que bajo el aspecto turas todas, amigas y enemigas, lo derra-
sensible de esa misión ha entrado en ella, man a manos llenas, y lo hacen fluir por
ya nunca la abandonará. todas las facultades de nuestro cuerpo y
Casi no vemos rasgo alguno extraordina- potencias de nuestra alma, hasta el centro
rio en el exterior de la santísima Virgen. mismo del corazón. Abramos, pues, nues-
No es, al menos, eso lo que la Escritura tra boca, y nos será llenada. Sí, la acción
subraya. Su vida es presentada como algo divina inunda el universo, penetra y envuel-
muy simple y común en lo exterior. Ella ve todas las criaturas, y en cualquier parte
hace y sufre lo que hacen y sufren las per- que estén ellas, ella está, las adelanta, las
sonas de su condición. Visita a su prima Isa- acompaña, las sigue. Lo único que hay que
bel, como lo hacen los demás parientes. hacer es dejar llevar por su impulso.
María va a inscribirse a Belén, con otros Es camino para todos
más. Su pobreza la obliga a retirarse a un
Quiera Dios que los reyes y sus minis-
establo. Vuelve a Nazaret, de donde la ale-
tros, los príncipes de la Iglesia y del mun-
jara la persecución de Herodes; y vive con
do, sacerdotes, soldados, ciudadanos, to-
Jesús y José, que trabajan para procurarse
dos, en una palabra, se convenzan de la fa-
el pan cotidiano.
cilidad con que pueden llegar a una santi-
Dejémonos llevar por Dios dad eminente. Para conseguirla sólo es ne-
en cada instante cesario cumplir fielmente con los senci-
Pero ¿de qué pan se alimenta la fe de llos deberes del cristianismo y del propio
María y de José, cuál es el sacramento de estado, abrazar con paciencia las cruces que
todos sus momentos sagrados? ¿Qué se éstos traen consigo, someterse a los desig-
descubre bajo la apariencia común de los nios de la Providencia, cumpliendo ince-
acontecimientos que los llenan? Lo que allí santemente todo cuanto el presente nos
sucede es visible, es lo que ordinariamente ofrezca para hacer o padecer.
vemos en todos los hombres; pero lo invi- Ésta es toda la espiritualidad que santifi-
sible que la fe allí descubre y reconoce es có a los Patriarcas y Profetas, cuando to-
nada menos que el mismo Dios realizan- davía no existían tantos métodos y maes-
do obras grandes [Lc 1,49]. tros. Ésta es la espiritualidad de todas las
¡Oh Pan de los ángeles, maná celeste, edades y de todo estado, que ciertamente
perla evangélica, sacramento del momento no pueden santificarse de un modo más alto,
presente! Tú nos das al mismo Dios bajo más extraordinario, y al mismo tiempo, más
las apariencias tan viles del estable y la fácil: la práctica sencilla de aquello que
cuna, la paja y el heno... ¿Pero a quién se lo Dios, único director de las almas, les da en
das? A los hambrientos los colma de bie- cada momento para hacer o sufrir, al mis-
nes [1,53]. Dios se revela a los pequeños mo tiempo que se obedecen las leyes de la
en las cosas más pequeñas; y los grandes, Iglesia o las del príncipe.
que solo miran la apariencia, no le recono- Si se viviera así, los mismos sacerdotes
cen, no lo descubren ni aun en las grandes. apenas serían necesarios, más que para los
Jean-Pierre de Caussade 7
sacramentos. Las demás cosas, sin ellos, zados. Es como un niño a quien se lleva
resultarían santificantes en todos y en cada donde se quiere, y que se limita a ver las
uno de los momentos. Y esas almas senci- cosas que se le van presentando. No hay ya
llas, que no se cansan de consultar sobre libros señalados para esta persona. No ra-
los medios para ir a Dios, se verían libera- ras veces se ve privada de director espiri-
das de fardos pesados y peligrosos, que tual, y Dios las deja sin otro apoyo que Él
aquellos que disfrutan gobernándolas les mismo. Permanece así en la tiniebla y el
imponen sin necesidad. olvido, el abandono, la muerte y la nada.
Esta persona experimenta sus necesida-
des y miserias sin saber por dónde ni cuán-
do le verá el auxilio. Simplemente, espera
en paz y sin inquietud que le venga la asis-
tencia, puestos sólo en el cielo los ojos de
su esperanza. Dios, que en esta esposa suya
no halla ninguna disposición más pura que
Capítulo II esta total dimisión de todo lo que ella es,
para solamente ser por gracia y por acción
divina, le proporciona oportunamente li-
Modo de actuar en el estado bros y pensamientos, proyectos y avisos,
de abandono y pasividad, consejos y ejemplos de sabiduría. Todo lo
y antes de que se haya llegado a él que las otras almas encuentra con su esfuer-
zo, ésta lo recibe en su abandono. Todo lo
que las otras guardan con precaución, para
retomarlo cuando les convenga, ella lo re-
cibe en el momento en que lo necesita, ad-
Estado activo y estado pasivo mitiendo precisamente sólo aquello que
Hay un tiempo en que el alma vive en Dios tiene a bien darle, para así vivir sola-
Dios, y otro en que Dios vive en el alma. Y mente de Él.
lo que es propio de uno de estos tiempos, Las otras almas emprenden para la gloria
es contrario al otro. Cuando Dios vive en de Dios un sin fin de cosas, pero ésta a ve-
el alma, ésta debe abandonarse totalmente ces está en un rincón del mundo, como los
a su providencia. Cuando el alma vive en restos de un vasija rota, que yo se sirva para
Dios, debe proveerse con mucha solicitud nada. El alma que se ve en tal estado, des-
y regularidad de todos los medios de los prendida de las criaturas, pero gozando de
que puede aprovecharse para llegar a esa Dios por un amor muy real, muy verdade-
unión con Dios. En efecto, todos sus ca- ro, muy activo, aunque infuso, en el repo-
minos están trazados, sus lecturas, sus asun- so, no se inclina a ninguna cosa por su pro-
tos todos. Su guía está a su lado, y todo está pio deseo. Ella solamente sabe dejarse lle-
regulado, hasta las horas de hablar. nar por Dios, y ponerse en sus manos para
Tiempo del abandono servirle de la manera que Él disponga.
Pero cuando Dios vive en el alma, ella Muchas veces ignora para qué sirve, pero
no ha de hacer nada desde sí misma, sino Dios lo sabe bien. Quizá los hombres la
aquello que le es dado hacer en cada mo- estimen inútil, y las apariencias apoyan este
mento movida por el principio que la ani- juicio; pero la verdad es que, por medios y
ma. Ya no hay provisiones, ni caminos tra- secretos y canales desconocidos, ella di-
8 El abandono en la divina Providencia
funde una infinidad de gracias sobre perso- las que me refiero viven pendientes de esa
nas que muchas veces la ignoran y en las que otra que yo llamo de pura providencia. Y
ella tampoco piensa. así sucede que su vida, aunque muy extraor-
dinaria, no ofrece sin embargo nada que no
Es ya Dios quien obra en el alma sea muy común y ordinario. Son personas
En esta almas solitarias, todo es efica- que cumplen sus deberes religiosos y los
cia, todo predica, todo es apostólico. Dios de su estado, lo mismo que aparentemente
da a su silencio, a su reposo, a su olvido, a vienen haciendo los demás.
su desprendimiento, a sus palabras, a sus
gestos, una cierta virtud que opera sin ellas Almas llevadas por Dios providente
saberlo en las almas. Y como estas almas Observadles con atención, y no aprecia-
son dirigidas por las acciones ocasionales réis nada impresionante, ni especial. Todas
de mil criaturas, de las que se sirve la gra- ellas viven el curso de los acontecimien-
cia para instruirles sin que ellas de den cuen- tos ordinarios, y aquello que podría distin-
ta, así también sirven ellas de confortación guirlas no resulta asequible a los sentidos.
y de dirección a no pocas almas, sin que Lo que parece representar todo para ellas
exista para ello ninguna vinculación o rela- es esa dependencia continua que mantienen
ción expresa. respecto de la voluntad de Dios. Esta vo-
Es Dios quien obra en estas almas, pero luntad de pura providencia las hace siem-
por movimientos imprevistos y muchas ve- pre señoras de sí misas, por la continua su-
ces desconocidos, de manera que son como misión de su corazón. Y se que cooperen
Jesús, del que manaba una virtud que cu- ellas expresamente o que obedezcan sin
raba a otros [Lc 6,19]. La diferencia está advertirlo, están sirviendo para el bien de
en que ellas no sienten la irradiación de esa las almas.
virtud, a la que no contribuyen por una co- No hay honores ni salarios para un servi-
operación activa; son, más bien, como un cio que, a los ojos del mundo, cumplen es-
bálsamo oculto, cuyo perfume se siente sin tas almas en la mayor desnudez e inutili-
conocerlo, y que él mismo se ignora. dad. Libres, por su situación, de casi todas
El estado espiritual que describo se pa- las obligaciones exteriores, estas almas son
rece sobre todo al estado de Jesús, de la poco aptas para el trato mundano o para los
santísima Virgen y de San José. negocios, lo mismo que para las reflexio-
nes o conductas complicadas. No es fácil
Voluntad divina ya expresada servirse de ellas para nada, y más bien dan
y voluntad divina providente la imagen de personas débiles de cuerpo y
Se trata de una plena dependencia respec- de espíritu, de imaginación y de pasiones.
to a lo que Dios quiera y de una pasividad No se les ocurre nada, no piensan en nada,
continua para ser y para obrar, según la li- no preven nada, no se toman a pecho nada.
bre voluntad de Dios. Y aquí es preciso des- Son, por decirlo así, muy bastas, y no se ve
tacar que ésta es una voluntad desconocida, en ellas el adorno que la cultura, el estudio
imprevisible, fortuita o, por así decirlo, y la reflexión dan al hombre. Se ve en ellas
casual. Yo le llamaría una voluntad de pura lo que la naturaleza muestra en los niños
providencia, para distinguirla de aquella que no han recibido aún formación alguna
voluntad que señala obligaciones preci- de sus maestros. Son en ellas patentes cier-
sas, de las que nadie puede dispensarse. tos pequeños defectos, de los que no son
Pues bien, dejando aparte esta voluntad más culpables que esos niños sin forma-
señalada y precisa, digo que estas almas a ción, pero que chocan más vistos en ellas
Jean-Pierre de Caussade 9
que en éstos. Y es que Dios despoja a estas tristes y dolorosas apariencias. A los ojos
almas de todo, menos de la inocencia, para del mundo vienen a ser lo que era Jesús a
que no tengan nada sino a Él mismo. los ojos de Herodes y de su corte.
De todo esto, me parece, es fácil con-
cluir que estas almas de abandono no pue-
Parecen despreciables e inútiles den, al contrario de las otras, ocuparse en
El mundo, que ignora este misterio, y que deseos, búsquedas, cuidados, ni tampoco
sólo juzga por las apariencias, no encuen- vincularse a ciertas personas o actividades,
tra en estas almas absolutamente nada de ni sujetarse a ciertos métodos o planes bien
lo que él le agrada y estima. Las rechaza y concertados para hablar, obrar o leer. Todo
desprecia. Más aún, vienen a hacerse pie- esto supondría que estaban en condiciones
dras de escándalo para todos. Cuanto más de disponer de sí mismas; pero todo eso
se las conoce, menos se entienden y más viene excluido por el mismo estado de
oposición suscitan. En realidad, no se sabe abandono en el que se encuentran.
qué decir o pensar de ellas. Hay algo, sin
embargo, no se sabe qué, que habla a su fa- Desasidas y entregadas a Dios
vor. Pero en lugar de seguir este instinto, o En este estado –es un estado de vida–, la
al menos en lugar de suspender el juicio, persona está en Dios por una cesión plena
se prefiere seguir la malignidad. Y así se y completa de todos sus derechos sobre sí
espía sus acciones con mala intención, y lo misma, sobre sus palabras y acciones, pen-
mismo que los fariseos reprobaban las ma- samientos y proyectos, sobre el empleo de
neras de Jesús, se mira a estas almas con su tiempo y sobre todas las relaciones que
prejuicios negativos, que todo lo hacen pa- pueda tener. Solamente permanece un solo
recer ridículo o culpable. deber que cumplir: tener siempre los ojos
fijos sobre el Señor que se ha dado, y man-
Y a esto se junta que estas pobres almas
tenerse siempre a la escucha, para adivinar
se ven a sí mismas como inferiores. Uni-
y captar su voluntad, ejecutándola al instan-
das simplemente a Dios por la fe y el amor,
te. Ningún ejemplo mejor que el de un ser-
todo lo sensible que ven en sí mismas les
vidor que no está junto a su señor sino para
parece un desorden. Y eso les previene aún
obedecer a cada instante todas las órdenes
más contra sí mismas, cuando se comparan
que le pueda dar, y que de ningún modo está
con quien pasan por santos, personas bien
para emplear su tiempo en gestionar sus
capaces de sujetarse a reglas y métodos,
propios asuntos, que debe abandonar, para
que en toda su personas y sus acciones dan
permanecer al servicio de su Señor en todo
un testimonio de vida ordenada. Entonces,
momento.
la vista de sí mismas les llena de confusión
y les resulta insoportable. De este modo, estas almas de las que ha-
blamos son, por su estado, solitarias y li-
De ahí nacen así, del fondo de su cora- bres, desasidas de todo, para contentarse
zón, suspiros y gemidos amargos, que no con amar en paz a Dios, que las posee, y
expresan sino ese exceso de dolor y de con cumplir fielmente el deber presente,
aflicción que les abruma. Acordémonos de según la voluntad expresada por Dios, sin
que Jesús era Dios y hombre al mismo tiem- permitirse ninguna reflexión, ni andar dan-
po; él estaba aniquilado como hombre, y do vueltas para examinar consecuencias,
como Dios, lleno de gloria. Estas almas, causas o motivos. Ha de bastarles ir ade-
sin participar de su gloria, sienten sólo esas lante cumpliendo con sencillez sus debe-
aniquilaciones que en ellas producen sus res, como si no hubiera en el mundo otra
10 El abandono en la divina Providencia
cosa que Dios y esta apremiante obligación. luntad de Dios que se da en el abandono y
la pasividad, el alma no pone nada de su par-
El momento presente te, fuera de su habitual buena voluntad ge-
El momento presente es, pues, como un neral, que quiero todo y no quiere nada, es
desierto, donde el alma sencilla sólo ve a decir, que se hace un instrumento sin ac-
Dios, y de Él goza, sin ocuparse de nada ción propia desde el momento en que se
más que de lo que Él quiera de ella: todo lo pone en manos del obrero. Por el contra-
demás queda a un lado, olvidado, abando- rio, la obediencia que se presta a la volun-
nado a la Providencia. Esta alma, como un tad de Dios manifestada y determinada se
instrumento, no recibe ni hace sino en la produce en un estado común de adverten-
medida en que la acción íntima de Dios la cia, de solicitud atenta, de prudencia y dis-
ocupa pasivamente en ella misma o la apli- creción, según que la gracia actúe sensible-
ca a lo exterior. Y esta dedicación a lo ex- mente o deje a la persona en sus esfuerzos
terior va acompañada por su parte con una ordinarios.
cooperación libre y activa, aunque infusa y
mística. Dios, por tanto, contento de su Vía pura y sencilla
buena disposición y hallando en ella cuan- En el abandono, pues, el alma deja que
to es preciso para que actúe en cuanto Él lo Dios actúe en todo lo demás, guardándose
ordene, le ahorra trabajos, dándole aquello sólo para sí el amor y la obediencia al de-
que de otra manera hubiera sido fruto de ber presente, pues en esto el alma actuará
sus esfuerzos y del ejercicio de su buena siempre. Este amor del alma, infuso en el
voluntad. silencio, es una verdadera acción, a la que
ella se obliga perpetuamente. Debe, en
Caminando bajo la guía de un amigo efecto, conservarla sin cesar y mantenerse
Es como si alguien, viendo que un amigo continuamente en estas disposiciones en
va a hacer un viaje, para ayudarle, penetrase que el deber la pone, lo cual el alma no pue-
al punto en este amigo, y bajo su aparien- de hacer, evidentemente, sin actuar. Y así
cia, hiciese el camino por su propia activi- esta obediencia al deber presente es al mis-
dad, de tal modo que a este amigo no le mo tiempo una acción por la que ella se
quedara sino la voluntad de andar, mientras consagra entera a la voluntad exterior de
iba caminando llevado por este ajeno im- Dios, sin esperar nada extraordinario.
pulso. Este caminar sería libre, puesto que
Ésta es, pues, la regla, el método, la ley,
sería efecto de la determinación libre del
la vía pura, sencilla y segura de esta alma:
amigo que así era ayudado; sería activo, ya
una ley invariable, que está vigente en todo
que se trataría de un caminar real; sería in-
tiempo, lugar y circunstancia de vida. Es una
fuso, pues se realizaría sin acción propia; y
línea recta, por la que el alma camina va-
sería místico, puesto que su principio per-
liente y fielmente, sin desviarse a derecha
manecería oculto.
o a izquierda, y sin ocuparse de otra cosa. Y
En todo caso, para explicar la clase de todo lo que vaya más allá de esto es recibi-
cooperación que se da en esta marcha ima- do por ella pasivamente y realizado en el
ginaria, adviértase que es completamente abandono. Es decir, es activa en todo lo que
diversa del cumplimiento que ese amigo viene prescrito por el deber presente, y es,
hace de sus obligaciones. Aquí la acción por en cambio, pasiva y abandonada en todo
la que las cumple no es mística ni infusa, lo demás, en lo que no hace nada por sí
sino libre y activa, como se comprende misma, sino acoger en paz la moción divi-
obviamente. Y así, en la obediencia a la vo- na.
Jean-Pierre de Caussade 11
No hay camino espiritual que sea más Iglesia prescribe, se considera libre para
seguro que esta sencilla vía, ni que sea tan entregarse sin trabas a los íntimos impul-
claro y fácil, tan amable y tan libre de erro- sos de Dios, y para seguir las mociones de
res e ilusiones. La persona ama a Dios, cum- su gracia en todos los momentos en los que
ple sus deberes cristianos, frecuenta los no se ve expresamente obligada a nada con-
sacramentos, practica las obras exteriores creto. En una palabra, se le condena porque
de religión que obligan a todos, obedece a se dedica a amar a Dios en el tiempo que
sus superiores, cumple sus deberes de es- otros dedican al juego o a sus asuntos mun-
tado, resiste continuamente las tentaciones danos. ¿No es esto una injusticia manifies-
de la carne, la sangre y el demonio. Nadie, ta?
en efecto, es más atento y vigilante para Es preciso insistir en ello. Si uno se man-
cumplir con sus obligaciones que las almas tiene en el nivel y estilo comunes, aunque
que van por esta vía. sólo se confiese una vez al año, nadie tiene
No faltan contradictores nada que decir, y se le deja vivir en paz, con-
tentándose eventualmente con exhortarle a
Y si ésta es la verdad, ¿cómo es posible
algo más, eso sí, sin presionarle demasia-
que tantas veces sean objeto de contradic-
do y sin hacérselo sentir como una obliga-
ción? Una de las contradicciones que más
ción. Ahora bien, si alguno se sale de la
frecuentemente han de sufrir consiste en
costumbre común, enseguida se le abruma
que, después de que han cumplido con lo
con normas, reglas y métodos. Y si él no
que los doctores más estrictos exigen de
pasa por ello, y no acepta lo que el arte de
todos los cristianos, todavía se pretende
la piedad ha establecido, o si no lo observa
imponerles ciertas prácticas enojosas, a las
con constancia, la cosa es clara: todos te-
que la Iglesia no obliga en modo alguno. Y
men por él, y su camino resulta claramente
si ellas se resisten, son acusadas de espiri-
sospechoso. Ahora bien, ¿no es cosa sabi-
tualidad ilusoria.
da que todas las prácticas, por buenas y san-
Pero analicemos el asunto. Si un cristia- tas que sean, no son, después de todo, sino
no se limita a los mandamientos de Dios y caminos que conducen a la unión con Dios?
de la Iglesia, y en todo lo demás, sin medi- ¿Para que, pues, ha de ejercitarse en ellas
taciones y contemplaciones, sin lecturas ni aquél que no está ya en el camino, sino en
dirección espiritual, se entrega al trato la meta?
mundano o a otros asuntos de la vida civil
¿puede decirse que va descaminado? A na- Todo esto, sin embargo, se le exige a esta
die se le ocurre ni remotamente acusarle alma, que se supone víctima de engañosas
de ello. Pues bien, comprendamos que ilusiones. En realidad ella hizo el camino
mientras no se moleste para nada al cris- como los demás, siguiendo al principio fiel-
tiano que acabo de describir, es de justicia mente todas las prácticas normales. Pero
no inquietar a esta alma que, no solamente ahora van a esforzarse en vano quienes pre-
cumple los preceptos como aquél, e inclu- tendan que siga sujeta a ellas. Una vez que
so mejor, sino que añade prácticas interio- Dios, conmovido por los esfuerzos que ella
res y exteriores de piedad, que el otro ni hizo para avanzar con esos medios, ha ve-
siquiera conoce o, si las conoce, las mira nido junto a ella, tomando a su cargo con-
con indiferencia. ducirla a la feliz unión; una vez que ella ha
llegado a esa hermosa zona, en la que sola-
A pesar de todo, el prejuicio llega a afir- mente se respira el abandono, y en donde
mar que esta alma se engaña, se equivoca, comienza a poseerse a Dios por el amor;
pues después de someterse a todo lo que la
12 El abandono en la divina Providencia
una vez, en fin, que Dios bondadoso, susti- sonas, sin conocerlas ni saber de dónde pro-
tuyendo sus empeños y esfuerzos, se ha vienen, por las que sentirá una secreta con-
hecho principio de su actividad, ya los pa- fianza que Dios le inspira. Él quiere servir-
sados métodos han perdido para ella toda se de ellas como de una señal, por la que
su utilidad, y no son más que un camino ya comunicarle alguna luz, aunque sólo sea
recorrido, que quedó atrás. Exigirle, pues, pasajera. El alma, entonces, consulta y si-
al alma que vuelva a adoptar aquellos mé- gue con toda docilidad los consejos que
todos o que continúe siguiéndolos, equiva- recibe. Pero cuando faltan estas ayudas,
le a pretender que abandone el término al guarda fidelidad a las orientaciones que le
que llegó, para volver al camino que a él le fueron dadas por su primer director. Y así
condujo. está siempre muy dirigida, bien por los an-
tiguos consejos recibidos hace tiempo, o
Perseverando en la paz bien por estos avisos ocasionales. A éstos
Son pretensiones y esfuerzos vanos. Si se atienen ellas hasta que Dios les dé al-
esta alma tiene algo de experiencia, no se guien a quien puedan confiarse por com-
afectará en nada al oír este griterío, y per- pleto, o hasta que se los lleve de este mun-
manecerá sin turbación ni inquietud alguna do, después de que ellas hayan caminado
en esa paz tan íntima, en la que con tanto en el abandono bajo su guía.
fruto se ejercita su amor. En ese centro es
donde hallará su descanso o, si se quiere,
ahí encontrará la línea recta trazada por el
mismo Dios, la que ella seguirá siempre.
Avanzará continuamente por ella, y en cada
momento todos sus deberes le serán mar-
cados siguiendo la dirección de esta línea.
A medida que se vayan éstos presentando, Capítulo III
ella los cumplirá sin vacilaciones y sin pri-
sas. Y en todo lo demás guardará una abso-
luta libertad, siempre pronta a obedecer las Disposiciones
mociones de la gracia en cuanto las sienta, para el abandono y sus efectos
abandonándose así al cuidado de la Provi-
dencia.
Dirección espiritual
Por lo demás, esta alma necesita menos Docilidad a la voluntad de Dios
que otras la dirección espiritual, pues no ¡Qué desasido hay que estar de todo lo
ha llegado donde está sino por medio de que se siente o se hace para caminar por
muy expertos y excelentes directores, y es esta vía, en la que sólo cuenta Dios y el
algo providencial que ahora se quede sin deber de cada momento! Todas las inten-
ayuda, cuando el que tenía está lejos o mu- ciones que vayan más allá de esto deben ser
rió. eliminadas. Es preciso limitarse al momen-
to presente, sin pensar en el precedente, ni
Incluso en este caso está dispuesta a de- en el que va a seguir.
jarse guiar, y espera con paz el momento
de la acción de la Providencia, sin pensar Guardando siempre a salvo, por supues-
ya después en ello. De vez en cuando, en to, la ley de Dios, hay algo interior que te
este tiempo de privación, encontrará per- está diciendo: «Me veo ahora inclinado a
Jean-Pierre de Caussade 13
esa persona, a este libro, a recibir o a dar soplo de estos impulsos íntimos, casi im-
tal advertencia, a presentar cierta queja, a perceptibles. Dios, que es su Señor, tiene
abrirme a esa persona o a recibir sus confi- derecho a aplicarlas a todo lo que sea para
dencias, a dar tal cosa o a hacer tal otra». su gloria. Y si ellas pretenden resistir esas
Es preciso, entonces, seguir lo que se mociones, aferrándose a las reglas de vida
presenta como moción de la gracia, sin apo- por las que se rigen las almas que avanzan
yarse ni un sólo momento en las propias con esfuerzo y modos propios, se privarían
reflexiones, razonamientos o esfuerzos. así de mil cosas necesarias para cumplir los
Hay que tener presente todo esto, pero para deberes de los días futuros.
el momento en que Dios venga, sin realizar Contradicciones
opciones propias. Dios nos da su voluntad,
Sucede, sin embargo, que como se igno-
ya que en este estado Él vive en nosotros.
ra esto, se les juzga, y se les censura por su
En efecto, la voluntad de Dios ha de ocupar
simplicidad, y ellas, que no censuran a na-
aquí el lugar de todos nuestros apoyos or-
die, que aprueban todos los estados, y que
dinarios.
saben discernir perfectamente los grados
Fidelidad a la gracia del momento y progresos, se ven despreciadas por estos
Cada momento va urgiendo la acción de falsos sabios, que no están en condiciones
cada una de las virtudes. Y el alma abando- de gozar de esa dulce y cordial sumisión a
nada responde con fidelidad en cada instan- las órdenes de la Providencia.
te, de modo que aquello que ha leído o es- ¿Aprobarían estos sabios mundanos aque-
cuchado lo tiene tan presente, que el novi- lla continua inestabilidad de los Apóstoles,
cio más abnegado no cumple mejor que ella que no les dejaba establecerse en ninguna
sus deberes. Eso lleva consigo, por ejem- parte? Ni siquiera los espirituales ordina-
plo, que estas almas son llevadas una vez a rios son capaces de sufrir a estas almas que
esta lectura, otra vez a otra, o bien a hacer viven así, pendientes en cada momento de
tal observación o cierta reflexión sobre la Providencia. Sólo algunas almas que son
sucesos mínimos. En un momento concre- como ellas las aprueban, y Dios, que ins-
to, les da Dios aliciente para instruirse en truye a los hombres por medio de hombres,
una doctrina, y en otro va a sostenerles en hace que aquellos que son sencillos y fie-
la práctica de la virtud. les para abandonarse a Él, encuentren siem-
En todas las cosas que van haciendo es- pre algunas almas de esta naturaleza.
tas almas, no sienten sino la moción inte- De guiarse a sí mismo
rior para hacerlas, sin saber por qué. Todo a ser guiado por Dios
lo que podrían decir vendría a ser: «Me
Hay un tiempo en el que quiere Dios ser
siento inclinado a escribir, a leer, a pregun-
por sí mismo la vida del alma, y perfeccio-
tar, a mirar tal cosa. Sigo esta atracción, y
narla directamente y de un modo secreto y
Dios, que me la da, pone en mis potencias
desconocido. Entonces, todas las ideas pro-
un fondo y una reserva de cosas particula-
pias, luces y maneras, búsquedas y razona-
res, para ser en seguida el instrumento de
mientos, no son sino una fuente de ilusio-
otras inclinaciones, que me darán el uso de
nes. Y cuando el alma, después de muchas
esa riqueza y reserva, para mi provecho y
experiencias de desatinos debidos a sus
el de los demás».
modos propios, reconoce finalmente su
Esto requiere que estas almas sean sen- inutilidad, se da cuenta de que el mismo
cillas, dúctiles, ligeras y dóciles al menor Dios ha ocultado y confundido todos los
14 El abandono en la divina Providencia
medios con el fin de hacerle encontrar la están todas ellas aparentemente muy lejos
vida en Sí mismo. de los brillos sublimes y extraordinarios de
Convencida, entonces, de que por sí mis- la virtud. En estas cruces, que se suceden
ma no es más que una pura nada, y de que una tras otra, el mismo Dios, velado y ocul-
todo cuanto saque de su propio fondo sólo to, se le comunica por su gracia de una
le servirá de perjuicio, se abandona del todo manera muy desconocida, pues el alma no
a Dios, para no tener nada más que a Él, y siente otra cosa que debilidad para llevar la
vivir sólo de Él y para Él. Desde ese mo- cruz, disgusto por sus obligaciones, y sus
mento es Dios para el alma una fuente de inclinaciones no le llevan sino hacia las
vida, no por ideas, luces y reflexiones, que prácticas más comunes.
como he dicho, son sólo una fuente de ilu- Un reproche continuo
siones, sino por la eficacia y la realidad de
En este estado, todo el ideal de la santi-
las gracias que derrama en ella, aunque ocul-
dad no es para ella más que un reproche
tas bajo apariencias encubiertas.
continuo de sus bajas y despreciables dis-
Y aunque la obra divina es desconocida posiciones. Todos los libros de vidas de
para el alma, recibe sin embargo su virtud santos la condenan, sin que tenga medio para
substancia y real a través de mil circuns- defenderse. El alma ve una santidad lumi-
tancias, que al parecer sólo son para su rui- nosa, que la desola, pues ya no siente en sí
na. fuerzas para elevarse a ella, y no capta su
No hay remedio para esta oscuridad, y es propia debilidad como ordenación divina,
preciso abismarse en ella. Allí y en todas sino como simple cobardía. Y todas aque-
las cosas Dios se le comunica por la fe. El llas personas que tenía como amigas y que
alma no es ya sino un ciego o, si se quiere, apreciaba como distinguidas por sus virtu-
es como un enfermo que ignora la virtud des o por la lucidez de sus ideas la ven aho-
de las medicinas, de las que sólo capta su ra con menosprecio. «¡Vaya santa!», co-
amargura. Incluso con frecuencia tiene la mentan, y el alma, creyéndolo así, viéndo-
sensación de que ellas más bien le van a se confusa por tantos esfuerzos inútiles que
producir la muerte; y las crisis y hace para elevarse de su bajeza, llena de
desfallecimientos que sufre parecen con- oprobios, nada tiene que responder a las
firmar sus temores. Y, sin embargo, es pre- acusaciones de los otros o de sí misma.
cisamente en esta apariencia de muerte
donde encuentra su salud, y sigue tomando Pero Dios obra en el centro del alma
las medicinas, fiado en el médico que se Sin embargo, siente el alma en sí una
las prescribe. fuerza fundamental que la centra en Dios, y
escucha en su interior una voz que le ase-
Antes el alma, por medio de ideas e ilu- gura que todo irá bien, siempre que ella le
minaciones, veía cuanto correspondía al deje hacer a Dios y no viva sino de la fe.
plan concreto de su perfeccionamiento. Como dice Jacob, «verdaderamente Dios
Pero ya no es así ahora, cuando la perfec- está aquí, y yo no lo sabía» [Gén 28,16].
ción se le comunica contra toda idea, luz o
sentimiento. Ahora se le da más bien a tra- Alma querida, tú andas buscando a Dios,
vés de todas las cruces de la Providencia, y Él está en todas partes. Todo te lo revela,
por las actividades impuestas por los debe- todo te lo da, está junto a ti, a tu alrededor,
res actuales, por ciertas atracciones en las en ti misma ¡y andas buscándole! Posees la
que no parece haber de bueno sino que en sustancia de Dios, y buscas su idea. Buscas
modo alguno llevan al pecado, pero que
Jean-Pierre de Caussade 15
la perfección, y está en todo cuanto de sí Pero haz que la inutilidad de todos estos
mismo se te presenta. Tus sufrimientos, tus esfuerzos le lleve finalmente en adelante a
acciones, tus inclinaciones, son enigmas dejarlo todo, y a encontrarte en ti mismo, y
bajo los cuales se da Dios a ti por sí mis- muy pronto en todo, en todo, sin necesidad
mo, mientras que vanamente sueñas ideas de reflexionar. Porque, oh, amor divino, ¿no
sublimes, de las que no quiere servirse para es un error no divisarte en todo lo que es
morar en ti. bueno y en todas las criaturas? ¿Por qué,
pues, buscarte en otras cosas que en las que
Dios oculto y disfrazado tú quieres comunicarte? Amor divino, ¿por
Marta quiere agradar a Jesús con platos qué querer hallarte bajo otras especies que
delicados, y Magdalena se contenta con aquellas que tú has elegido como sacramen-
Jesús y le recibe del modo como Él quiere tos tuyos, ignorando que su escasa aparien-
presentarse [Lc 10,38-42]. Jesús se oculta cia y leve realidad dan todo el mérito a la
también a Magdalena bajo la figura de jar- obediencia y a la fe?
dinero, y Magdalena le busca bajo la forma
que en su mente ha concebido [Jn 20,14-
16]. Los apóstoles ven realmente a Jesús,
y le toman por un fantasma [Lc 24,33-42].
Así gusta Dios de disfrazarse para elevar
al alma a una pura fe, con la que siempre le
encuentra, por más que se encubra bajo
enigmas obscuros, pues ella conoce el se-
creto de Dios, y le dice como a la esposa:
«Allí está; miradlo detrás de la cerca; mira Capítulo IV
por la ventana, acecha por entre las ce-
losías» [Cant 2,9].
¡Oh, amor divino!, ocúltate, salta, El estado de abandono,
estremécete en los dolores, aplica el atrac- su necesidad y sus maravillas
tivo o la obligación, mezcla, confunde, rom-
pe como hilo frágil todas las ideas y todas
las medidas que el alma se forme. Que ésta
pierda suelo, que nada sienta, que no vea ya
camino ni sendero ni luces, que no te en- Voluntad divina, fiesta continua
cuentre como en otro tiempo en tus ordi- ¡Qué verdades tan inmensas permanecen
narias habitaciones y vestiduras acostum- ocultas en este estado! ¡Qué verdad es que
bradas, que no te halle en la quietud de la toda cruz, toda acción, toda inclinación de
soledad ni en la oración, ni en la observan- la ordenación divina, comunica a Dios, lo
cia de tales o cuáles prácticas, ni tampoco da, de una manera que no puede explicarse
en los sufrimientos, ni en las ayudas pres- sino por comparación con el más augusto
tadas al prójimo, ni en la huida de vanas con- misterio [de la Eucaristía]! Y por eso, ¡qué
versaciones o de negocios. En una palabra, misteriosa es en su simplicidad y bajeza
que después de haber probado todos los aparente la vida más santa! ¡Oh, banquete,
medios y modos conocidos de agradarte, oh fiesta perpetua! Un Dios que se da con-
nada consiga, ni alcance a verte en nada tinuamente y que es siempre recibido no
como en otro tiempo. en el esplendor, en lo sublime y luminoso,
16 El abandono en la divina Providencia
se nos vaya presentando. Para combatir y res y reflexiones, como también las inquie-
vencer nos hemos alistado bajo las bande- tudes producidas por el cuidado de la sal-
ras de Jesucristo. «Salió como vencedor, y vación y de la propia perfección. Puesto que
para seguir venciendo» [Apoc 6,2]. Conta- Dios se nos ofrece para arreglar nuestros
remos tantos triunfos como pasos demos asuntos, dejémosle hacer, y no nos ocupe-
bajo su guía. mos más que de Él mismo y de sus cosas.
Dios es quien escribe nuestra vida Confiados, dejémosle hacer a Dios
El espíritu de Dios es el que, con la plu- Vamos, alma mía, vamos con la cabeza
ma en la mano, sigue escribiendo en el li- bien alta por encima de todo lo que pasa
bro abierto de las almas la historia sagrada, fuera o dentro de nosotros, siempre con-
que en modo alguno terminó ya, y cuya tentos de Dios, contentos de lo que El hace
materia no se agotará hasta el fin del mun- en nosotros y nos hace hacer. Guardémo-
do. Esta historia no es sino la crónica del nos bien de enredarnos imprudentemente
gobierno de Dios y de sus designios sobre en interminables reflexiones inquietantes,
los hombres. Y nosotros figuramos en la que, como otros tantos caminos perdidos,
continuación de esa historia, si unimos se ofrecen a nuestro espíritu para engañar-
nuestros sufrimientos y acciones a su guía. le, y para hacerle caminar sin fin pasos y
No, no, todo lo que se nos presenta, para pasos perdidos. Salgamos del laberinto de
hacer o para sufrir, no es para perdernos. nosotros mismos, saltando por encima, y
Son únicamente medios para que se conti- no tratando de recorrer sus interminables
núe esta Escritura santa, que se acrecienta vueltas y revueltas.
todos los días. Vamos, alma mía, atravesemos por me-
Un alma santa es aquella que se somete dio de los desalientos, enfermedades, se-
libremente, con la ayuda de la gracia, a la quedades, durezas de carácter, debilidades
voluntad de Dios. Todo lo que precede al del espíritu, lazos del diablo y de los hom-
puro consentimiento es obra de Dios, y en bres, desconfianzas y envidias, siniestras
modo alguno obra del hombre, que le reci- ideas y persecuciones. Volemos como un
be a ciegas en un abandono e indiferencia águila sobre todas estas nubes, fija siem-
universal. Dios no le exige sino esta única pre la vista en el sol y en sus rayos, que son
disposición; el resto, Él lo determina y eli- nuestras obligaciones. Sintamos todo eso,
ge según sus designios, como un arquitec- ya que no está en nosotros no sentirlo, pero
to señala y escoge las piedras. no olvidemos que nuestra vida no debe ser
Así pues, es preciso amar a Dios en todo, una vida de sentimiento, sino la vida supe-
en todo su orden providencial. Es necesa- rior del alma, donde Dios y su voluntad
rio amarle sea cual fuere el modo con que obran una eternidad siempre serena, siem-
se presente al alma, sin desearle de otra pre igual e inmutable.
forma. Si éstos u otros objetos son ofreci- Abandono y paz en todas las cosas
dos, eso no es asunto del alma, sino de Dios,
Es en esa estancia, completamente espi-
que da lo mejor para el alma. El gran com-
ritual, en donde lo increado, lo incompren-
pendio, la máxima más sublime de la espi-
sible, lo inefable, mantiene al alma infini-
ritualidad, es este abandono puro y entero
tamente alejada de todas las determinacio-
a la voluntad de Dios, en un continuo olvi-
nes de las sombras y demás cosas creadas.
do de sí mismo, para ocuparse enteramen-
Los sentidos, sí, experimentan sus agitacio-
te en amarle y obedecerle, apartando temo-
nes, sus vicisitudes y sus cien metamorfo-
20 El abandono en la divina Providencia
esta palabra y revelación mística, esta pren- tomar parte en su grandeza y en la excelen-
de de la predestinación y de todas sus feli- cia de sus valores. Es un imperio en el que
ces consecuencias: «¡Qué bueno es Dios toda alma puede aspirar a una corona, sea
para el justo, el Señor para los limpios de amor o sea de fe, que siempre es el rei-
de corazón!» [Sal 72,1]. no de Dios.
En puro amor Es cierto que existe una diferencia, pues
mientras unas están en las tinieblas, otras
Este toque en las almas abrasadas se lla-
están en la luz. Pero, digámoslo ya, ¿qué
ma puro amor, pues derrama un torrente
importa esto, con tal de que unas y otras
de gozo desbordante sobre todas las facul-
estén unidas a Dios y a su acción? ¿Es el
tades, con plenitud de confianza y de luz.
nombre del estado lo que cuenta? ¿En eso
Pero en las almas embriagadas de ajenjo
está su distinción y su excelencia? De nin-
ese mismo toque se llama pura fe, porque
gún modo. Lo decisivo es la unión con el
la obscuridad y las sombras de la noche son
mismo Dios y con su acción. La manera
todas ellas puras.
debe ser indiferente al alma.
El puro amor ve, siente y cree. La pura fe
Prediquemos, pues, a todas las almas no
cree sin ver ni sentir. Ésta es la diferencia
tanto el estado de pura fe o de puro amor,
entre uno y otra, que no se funda sino en
de cruz o de caricias, pues eso no puede
apariencias que no son las mismas, pues,
darse por igual a todas y de la misma mane-
en realidad, así como el estado de pura fe
ra. Prediquemos en cambio a todos los co-
no carece de amor, del mismo modo el es-
razones sencillos y entregados a Dios el
tado del puro amor no carece ni de fe ni de
abandono a la acción divina en general, y
abandono. Pero se emplean estos términos
hagamos comprender a todos que por es-
a causa de lo que predomina en cada esta-
tos medios recibirán el estado particular que
do.
esta acción divina les ha elegido y destina-
La mezcla diferente de estas virtudes do desde toda la eternidad.
bajo este toque del Espíritu marca la varie-
dad de todos los estados de la vida sobre- Todos llamados a la santidad
natural, y como Dios los puede mezclar en No desanimemos, no rechacemos, no ale-
infinitos modos, no hay alma que no reciba jemos a nadie de la más eminente perfec-
este precioso toque con alguna peculiari- ción. Jesús llama a todo el mundo a la per-
dad propia de ella. Pero ¿qué más da? Se fección, pues a todos exige que sean fieles
trata siempre de fe, esperanza y caridad. a la voluntad de su Padre, de modo que to-
dos vengan a formar su Cuerpo místico,
Abandono confiado, cuyos miembros no pueden llamarle Señor
camino universal con verdad sino en la medida en que sus
Pues bien, el abandono es el medio uni- voluntades se hallen perfectamente de
versal para recibir de algún modo las virtu- acuerdo con la suya. Repitamos incesante-
des generales de esos toques. No todas las mente a todas las almas que la invitación
almas pueden aspirar al mismo modo y al de este dulce y amable Salvador no exige
mismo estado bajo las divinas mociones; de ellas nada que sea difícil, ni extraordi-
pero todas ellas pueden unirse a Dios, to- nario. Él no les exige ninguna habilidad es-
das pueden abandonarse a su acción, todas pecial; solamente quiere que su buena vo-
ser esposas abandonadas en Él, todas reci- luntad esté unida a la suya, para así condu-
bir las gracias del estado que les es propio, cirlas, dirigirlas y favorecerlas en la medi-
todas, en fin, encontrar el reino de Dios y da de esa unión.
22 El abandono en la divina Providencia
¡Sí, almas queridas! Dios no quiere más recurso, pues, como dice la Escritura,
que vuestro corazón. Si buscáis este teso- «todo coopera para su bien» [Rm 8,28].
ro, este reino en que sólo Dios reina, lo
encontraréis. Si vuestro corazón se entre- Todos los estados son
ga totalmente a Dios hallaréis, desde ese santos y santificantes
momento, aquel tesoro, aquel mismo rei- Éste es, Amor querido, el abandono que
no que deseáis y buscáis. Cuando se ama a yo predico, y no un estado particular. Con-
Dios y su voluntad, se goza de Dios y de su sidero con gran amor todos los estados en
querer, y este gozo corresponde perfecta- que tu gracia pone a las almas y, sin tener
mente al deseo que se tiene de amarlo. Amar más estima por uno que por otro, enseño a
a Dios es desear sinceramente amarle. Y todas un medio general para llegar a aquél
porque se le ama, por eso se quiere ser ins- que tú les has designado. Solamente pido a
trumento de su acción, para que su amor todas esa voluntad de abandonarse comple-
obre en nosotros y a través de nosotros. tamente a tu guía. Tú les harás llegar
infaliblemente a aquel estado que es el más
Lo de menos es tener o no talentos excelente para ellas.
La acción divina corresponde a la volun- Ésta es la fe que les predico, el abando-
tad del alma sencilla y santa, y no a sus ha- no, hecho de confianza y fe. No pido sino
bilidades. Corresponde a su pureza de in- la voluntad de entregarse a la acción divina,
tención, y no a los medios que elige, a los para ser su instrumento, creyendo que obra
proyectos que forma, a las maneras que en todo instante y en todas las cosas, con
imagina o a los medios que adopta. En todo más o menos feliz resultado, según la ma-
esto puede engañarse el alma. Y no es raro yor o menor buena voluntad del alma. Ésta
que suceda. Pero su rectitud y su buena in- es la fe que predico. No un estado especial
tención no le engañan jamás. Y Dios cono- de fe y de amor puro, sino un estado gene-
ce y ve esta buena disposición de la perso- ral de buena voluntad, que abraza todas las
na, no se fija en el resto, y toma como he- diferencias de estado y circunstancias par-
cho todo lo bueno que ésta infaliblemente ticulares en que Dios pone a cada alma, y
haría, si conocimientos más exactos secun- donde, bajo distintas formas, les comunica
dasen su buena voluntad. las gracias que desde la eternidad les tiene
Nada, pues, tiene que temer el alma de preparadas. Hablo a las almas que sufren,
buena voluntad. Si cae, no puede caer sino pero aquí también hablo a toda clase de al-
en esta omnipotente mano, que la conduce mas, porque la verdadera intuición de mi
y levanta, en sus mismos extravíos, que la corazón es anunciar a todos el secreto evan-
aproxima al fin cuando se aleja de él, que la gélico y «ser todo para todos» [1Cor
vuelve a su camino cuando se extravió. El 9,22].
alma encuentra siempre un apoyo en esta
mano divina, que la guía entre los precipi- Con gracias extraordinarias o sin ellas
cios, en cuyo borde la coloca el esfuerzo y En esta disposición feliz, creo que es para
la astucia de las facultades ciegas que la mí un deber, que cumplo gustoso, «llorar
desvían; le hace ver cómo debe despreciar- con los que lloran, alegrarme con los ale-
las, contando sólo con ella y abandonándo- gres» [Rm 12,15], hablar a los ignorantes
se enteramente a su infalible gobierno. En en su lenguaje, y emplear con los sabios
todo caso, los errores en que caen las al- términos doctos y elegantes. Quiero hacer
mas buenas van a dar en seguida en el aban- ver a todos que todos pueden pretender no
dono, por lo que jamás se encuentran sin las mismas cosas, pero sí un mismo amor,
Jean-Pierre de Caussade 23
bierna las cosas de tal suerte que todo se gos; yo, Dios mío, no te haré más que una
remedia y se vuelve en bien para ellas. Por sola súplica: «dame un corazón puro» [Sal
más que estas almas se vean envueltas en 50,12]. ¡Oh, corazón puro, qué feliz es el
las mallas de múltiples intrigas, la Provi- que te posee! Él ve dentro de sí a Dios, por
dencia rompe esos lazos, confunde a sus la viveza de su fe. Le ve en todas las cosas y
autores, y les infundo «un espíritu de vér- en todos los instantes, obrando dentro y
tigo», que les hace caer en sus mismas fuera de él. Se ve siempre como su instru-
trampas [Is 19,14]. Bajo su guía, las almas mento, guiado y conducido por Él en todo.
a quienes se quería sorprender hacen sin Cierto es que casi nunca piensa en ello, pero
saberlo cosas que, inútiles en la aparien- Dios piensa por él. Aquello que sucede y
cia, sirven después para sacarlas de todos ha de suceder por una ordenación providen-
los apuros en que su rectitud y la malicia cial, basta con desearlo, pues Él compren-
de sus enemigos las habían puesto. de nuestra disposición.
Tobías En su pura sencillez, si el corazón inten-
ta precisar este deseo, no alcanza a verlo;
¡Qué finísima sabiduría lleva consigo la
pero Dios lo ve y lo conoce. En fin, ¿sabes
buena voluntad! ¡Cuánta ingenio en su can-
lo que es un corazón bien dispuesto? Es un
dor inocente! ¡Cuántos misterios secretos
corazón en el que Dios habita, y viendo to-
se esconden en su invariable rectitud!...
das sus inclinaciones, Él sabe bien que está
Recordad, si no, al joven Tobías [Tob 6,2-
siempre sometido a su beneplácito. Él co-
6]. No es más que un muchacho, pero a su
noce también que ese corazón apenas sabe
lado está Rafael. Con este guía angélico
lo que le es propio, y por eso Dios se en-
camina seguro, nada le espanta y nada le
carga de dárselo. A este corazón no le im-
falta. Los mismos adversarios que encuen-
portan las contrariedades. Quiere ir al
tra son los que le proporcionan alimentos
Oriente, y Dios le conduce al Occidente.
y medicinas, y el monstruo marino se vuel-
Iba a dar contra un escollo, el timón se vuel-
ve para él un dulce y suave alimento. Se va
ve y lo lleva al puerto. Sin conocer mapa ni
viendo ocupado en bodas y banquetes, pues
camino, vientos o mareas, sin nada de ésto,
así lo ordena la Providencia [6,10-18]. Tie-
siempre sus viajes terminan felizmente. Si
ne, sin duda, otros negocios importantes,
se le cruzan los piratas en el mar, un golpe
pero están abandonados a esa inteligencia
de viento inesperado le pone fuera de su
celeste encargada de dirigirle en todo. Y
alcance.
todos estos asuntos se van arreglando y
concluyendo con tal éxito que él solo no ¡Oh buena voluntad, corazón puro! Qué
lo hubiera logrado tan felizmente de no tra- sabiamente Jesús reconoció tu lugar al co-
tarse en realidad de una bendición. Sin em- locarte entre las bienaventuranzas [Mt 5,8].
bargo, la madre de Tobías llora, llena de ¡Qué mayor felicidad que la de poseer a
amargas preocupaciones, mientras que el Dios y ser al mismo tiempo poseído por
padre está lleno de fe. Vuelve al fin este Él! Estado maravilloso y lleno de encanto,
hijo, y toda la casa se llena de alegría [7,14- en el que se duerme tranquilamente en el
16]. seno de la Providencia, se juega inocente-
mente con la divina Sabiduría [Prov 8,30],
Un corazón puro sin inquietud alguna sobre lo acertado de
Que los demás, Señor, te pidan toda cla- su curso, que no sufre ninguna interrupción
se de bienes; yo no te pediré más un solo y que se cumple siempre felizmente, a tra-
don. Que multipliquen sus palabras y rue- vés de escollos, piratas y continuas tem-
Jean-Pierre de Caussade 25
dones que le acompañan, dones inefables dar secretamente, de modo que nunca le
que fluyen por todas partes, a derecha e iz- falte lo necesario. Pongo un ejemplo. Ima-
quierda, de los corazones abiertos a ella. ginad que alguien ayudara a un amigo por
Ésta es la semilla divina de la eternidad, que medio de unas donaciones, dejándole en-
jamás podrá alabarse dignamente. Vale más trever que proceden de él; y que, en un
poseerla en secreto, que ensalzarla con dé- momento dado, por el bien de ese amigo, y
biles palabras. Pero no es preciso cantar tu aparentando no querer obligarle más, no
alabanza solamente cuando se está poseído dejara tampoco de ayudarle, pero ahora sin
por ti. Pues cuando tú posees un corazón darse a conocer. E amigo, sin sospechar el
puro, leer, escribir, hablar, hacer esto o lo truco y este secreto de su amistad, se que-
contrario, todo es lo mismo para el cora- daría molesto. ¡Qué de cavilaciones! ¡Qué
zón. Ya nada busca, nada evita; solitario o de pensamientos sobre la conducta del
apóstol, sano o enfermo, sencillo o elo- bienhechor!
cuente, todo viene a ser lo que tú dictas al Pero imaginad que el misterio un día se
corazón. desvelara. Sólo Dios sabe qué sentimien-
Y el corazón, como un eco fiel tuyo, lo tos se alzarían a un tiempo de su alma: gozo,
repite todo a las demás potencias. En este ternura, enternecimiento, agradecimiento,
compuesto material y espiritual del hom- amor, confusión, admiración. ¿No crece-
bre, en el que tú, Señor, quieres establecer ría con esto el ardor de su afecto amisto-
tu reino, es el corazón el que gobierna bajo so? ¿Y esta prueba no le afirmaría en su
tu guía. Y como ya no hay en él otros movi- adhesión a él, haciéndole más fuerte frente
mientos que los que tú le inspiras, todo a futuras posibles sorpresas?
objeto que tú le ofreces le agrada, al mis- La aplicación es fácil. Cuanto más pare-
mo tiempo que aborrece cuanto el demo- ce perderse con Dios, más se gana. Cuanto
nio y la naturaleza le presentan en contra- más Él reduce en lo natural, más da en lo
rio. Y si alguna vez permites que se deje sobrenatural. Se le amaba antes un tanto por
engañar, sólo es para que vuelta a ti más sa- sus dones; parecen faltar sus dones, y fi-
bio y más humilde. nalmente se viene a amarle por Él mismo.
Es así, por la aparente sustracción de sus
mismos dones, por lo que Él prepara el alma
para este don, que es el mayor y el más
amplio de sus dones, pues los comprende
Capítulo VI todos.
Todo es para bien
Pura fe Según esto, una vez que las almas se han
y abandono a la acción divina sometido totalmente a su acción deben,
pues, interpretarlo todo favorablemente,
sea, por ejemplo, la pérdida del más exce-
lente de los directores, sea la vaga des-
confianza que sienten por otros que se ofre-
El Amigo oculto que nos guía en todo cen a serlo, y más de lo deseable –pues, en
Vayamos adelante en la contemplación de general, esos directores demasiado pron-
la acción divina. Lo que ella quita en apa- tos a ofrecer a las almas su guía merecen
riencia a la buena voluntad, se lo vuelve a que se desconfíe un poquito de ellos. Aqué-
llos que están verdaderamente animados por
Jean-Pierre de Caussade 27
bozo de tu miserable capullo, hasta que el sin método, actuando cuando es el momen-
calor de la gracia te forme y suscite tu eclo- to de obrar, cesando cuando la hora de pa-
sión [Sta. Teresa, V Moradas 2]. Aliménta- rar, perdiendo cuando es momento de per-
te con todas las hojas que esta misma gra- der. Y así es como, insensiblemente, obran-
cia te presenta, y tranquilo en medio de la do o cesando por mociones o por abando-
actividad a que te lleva tu abandono, no te no, se leen o se dejan los libros, se habla
aflijas por la pérdida de tu quietud interior. con las personas o se calla, se escribe o se
Detente cuando la acción divina te deten- deja la pluma, sin saber nunca lo que segui-
ga. Pierde, en estas variaciones de cesación rá después.
o actividad, en incomprensibles metamor- Y finalmente, después de no pocas trans-
fosis, todas tus antiguas formas, métodos formaciones, el alma perfeccionada reci-
y maneras. Acepta, muriendo y resucitan- be alas para volar a los cielos, después de
do, las formas nuevas que esa misma ac- haber dejado en la tierra una semilla fecun-
ción divina te irá designando. da para perpetuar su estado en las almas.
Así es como has de formar callandito tu
seda, haciendo algo que no te es dado ver
ni sentir. Sufrirás en todo tu ser una agita-
ción oculta, que condenarás tu mismo. Y
envidiarás secretamente a los que están
muertos o quietos, sin pensar que quizá no
han llegado aún al término en que tú te en-
cuentras, y sentirás admiración por ellos,
sin saber que los has dejado atrás. La agita- Capítulo VII
ción de tu abandono te hará hilar una seda
con que se gloriarán de vestirse los prínci-
pes de la Iglesia, los grandes de la tierra y El orden de la Providencia
las almas de todas clases. es el que nos santifica.
Y después de todo esto ¿qué será de ti, Pequeñez de esta ordenación
gusanito? ¡Oh, maravilla de la gracia! Tú ha- en aquellos que Dios santifica
llas todos los medios para dar mil formas a sin brillo y sin esfuerzos
las almas; pero ¿quién sabe a dónde quiere
llevar a un alma la gracia? ¿Quién podrá adi-
vinar, si no lo hubiese visto, lo que hace la
naturaleza de un gusano de seda? [V Mora- Ordenación divina providente
das 2,2]. Basta con ir dándole hojas, y la na- Orden de Dios, beneplácito de Dios, vo-
turaleza hace el resto. luntad de Dios, acción de Dios, la gracia,
De día y de noche, sin saber cómo todo esto no es más que una sola cosa. Y en
esta vida el fin de esta obra divina es la per-
Del mismo modo, almas queridas, tam- fección. Ese fin se produce en nuestras al-
poco conocéis vosotras de dónde venís ni mas y se desarrolla y acrecienta en secre-
a dónde vais. No sabéis qué idea de Dios os to, sin que ellas lo sepan. La teología abun-
saca la divina Sabiduría y a qué termino os da en concepciones y palabras que expli-
conduce. No os queda, pues, otro recurso can las maravillas de esa obra en todas las
que el entero y pasivo abandono a la acción dimensiones de cada alma. Toda esa espe-
divina, dejándole hacer a Dios lo que quie- culación puede conocerse, y de ella se pue-
ra, sin reflexión, sin modelo, sin ejemplo,
30 El abandono en la divina Providencia
de hablar admirablemente, escribir, instruir durante todas las otras cosas que vamos
y dirigir las almas. Pero si solamente se tie- haciendo, y no por sí mismas las ideas, es-
ne esta especulación en el pensamiento, pecies o lecturas, pues si éstas no son por-
ante las almas que reciben el término de la tadoras de la virtud vivificante de la dispo-
ordenación de Dios y de su divina voluntad sición ordenada por Dios, solamente son
–que no conocen todas esas teorías, de las letra muerta, que vacía el corazón, al mis-
que no sabrían hablar–, se viene a ser como mo tiempo que hincha el espíritu [1Cor 8,1].
un médico enfermo ante personas sencillas Por el contrario, cuando esta voluntad
que están en perfecta salud. divina fluye en el alma de una sencilla mu-
Interior instinto, chacha ignorante, a través de sufrimientos
no reflexiones o libros y acciones muy concretos, en la turbulen-
cia de la vida diaria, obra en el fondo de su
La ordenación de Dios, su voluntad divi-
corazón ese fin misterioso del ser sobre-
na, cuando es recibida por un alma fiel, obra
natural, sin que su espíritu reciba ninguna
en ella este fin divino sin que ella lo sepa,
idea natural. En cambio, el hombre sober-
como una medicina tomada por obediencia
bio, que estudia los libros espirituales por
obra la salud en un enfermo, sin que él sepa
vana curiosidad, y no por impulso de la vo-
ni pretenda saber nada de medicina. Así
luntad de Dios, no recibe más que letra
como el que calienta es el fuego, y no la
muerta en su espíritu, y éste se deseca y
filosofía y la teoría científica sobre este
endurece cada vez más.
elemento y sus efectos, así es en la ordena-
ción de Dios: es su voluntad la que obra la Voluntad divina siempre benéfica
santidad en nuestras almas, y no las curiosas La ordenación de Dios y su voluntad di-
especulaciones que podamos hacer sobre ese vina es la vida del alma, cualquiera que sea
principio y ese fin. la apariencia en que se le aplique o sea re-
Cuando se tiene sed, para saciarla, es pre- cibida. Cualquier modo de unión de esa
ciso dejar los libros que explican ese fenó- voluntad divina con el espíritu alimenta al
meno, y beber. La curiosidad de saber sólo alma y la hace crecer siempre hacia lo me-
es capaz de aumentar la sed de conocer. Del jor. No es esto ni aquello lo que produce
mismo modo, cuando se está sediento de tan felices efectos, es siempre la ordena-
santidad, la mera curiosidad de saber sólo ción de Dios en el momento presente.
consigue alejarla. Hay que dejarse de espe- Aquello que era mejor en el pasado, ya no
culaciones interminables, y beber sencilla- lo es, porque ya está destituido de la volun-
mente todo cuanto el orden de Dios nos tad divina, que se manifiesta ahora bajo otras
presenta para hacer o sufrir. Eso que nos va apariencias para mostrar el deber del mo-
sucediendo en cada momento por la provi- mento presente. Y es este deber, cualquie-
dencia de Dios es para nosotros lo más san- ra que sea su apariencia, lo que en el pre-
to, lo mejor y más divino. sente viene a ser más santificante para el
La ciencia del momento presente alma.
Toda nuestra ciencia consiste en cono- Cuando la divina voluntad ofrece la lec-
cer esta disposición divina del momento tura como un deber presente, la lectura pro-
presente. Por ejemplo, cualquier lectura duce en el corazón frutos misteriosos. Si
que no se haga por voluntad de Dios, cier- manda dejarla para entregarse actualmente
tamente será dañosa. El orden y la voluntad a contemplar, esta contemplación forma en
de Dios es la gracia, que obra en el fondo el fondo del corazón el hombre nuevo, y la
de nuestros corazones al leer, lo mismo que lectura entonces sería no sólo inútil, sino
Jean-Pierre de Caussade 31
perjudicial. Si esta misma divina voluntad voluntad de Dios es, en cambio, salvación,
manda dejar la contemplación para atender salud, vida del cuerpo y del alma, cualquie-
en confesión a unos penitentes, y esto va a ra que sea la experiencia bajo la cual se les
llevar un tiempo considerable, este deber aplique. Que el espíritu tenga las ideas que
da forma a Jesucristo en el fondo del cora- prefiera, que el cuerpo sienta lo que pueda,
zón, y toda la dulzura de la contemplación sufra el espíritu distracciones y turbacio-
no serviría más que para destruirla. nes, padezca el cuerpo una enfermedad
La ordenación de Dios es la plenitud de mortal, sin embargo, esta divina voluntad
todos nuestros momentos, y fluye bajo mil es siempre, en el momento presente, la vida
apariencias diferentes, que forman sucesi- del cuerpo y del alma, porque, después de
vamente nuestro deber presente, configu- todo, uno y otra, en cualquier estado en que
rando, acrecentando y consumando en no- se encuentren, están siempre sostenidos
sotros el hombre nuevo, hasta llegar a la por ella.
plenitud que la Sabiduría divina nos desti-
na.
Todo es nada sin la voluntad de Dios
Hace crecer en Cristo día a día Sin la voluntad de Dios, el pan es veneno,
Y este misterioso crecimiento «en la y con ella, remedio saludable. Sin ella, los
edad de Jesucristo» [Ef 4,15] es el fin pro- libros ciegan, y con ella el atolladero más
ducido por la ordenación de Dios, es el fru- oscuro viene a hacerse una luz. Ella es todo
to de su gracia y de su voluntad. Este fruto lo bueno y lo verdadero de todas las cosas.
se produce, crece y se alimenta por el cum- En todas ella se da como Dios, y Dios es el
plimiento de aquellos deberes sucesivos, ser universal. Por eso no se debe andar mi-
que la voluntad del mismo Dios nos pre- rando las relaciones que tienen las cosas
senta, de tal modo que cumpliéndolos en respecto al espíritu o al cuerpo, para juzgar
esta santa voluntad es siempre lo mejor. Así de su virtud, pues en este sentido todo es
pues, no hay más que dejar obrar a la volun- indiferente. Es la voluntad de Dios la que
tad divina, abandonándose ciegamente en da a las cosas, las que sean, eficacia para
una confianza perfecta. Ella es infinitamente formar a Jesucristo en nuestros corazones.
sabia, infinitamente potente, infinitamente Y en modo alguno hay que poner límites a
benéfica para aquellas almas que esperan esa voluntad.
totalmente en ella sin reservas, que no aman La acción divina no quiere encontrar obs-
ni buscan sino a ella sola, y que creen con táculo alguno en la criatura. Todo le es
una fe y una confianza inquebrantables que igualmente útil o inútil. Todo es nada sin
lo que ella hace en cada momento es lo me- ella, y la nada es todo con ella. La contem-
jor, sin buscar en otra parte más o menos, plación, la meditación, las oraciones voca-
sin andar evaluando los diversos aspectos les, el silencio interior, los actos de las
materiales de la ordenación divina, en lo que potencias sensibles, distintos u obscuros,
solamente habría una pura búsqueda del el retiro o la acción, serán lo que fueren en
amor propio. sí mismos, pero lo mejor de todo eso para
Lo verdaderamente esencial y real, la vir- el alma es todo lo que Dios quiere en el
tud de todas las cosas, lo que las arregla y momento presente. Por eso el alma debe
hace favorables para el alma, es la voluntad mirar todas esas alternativas con una per-
de Dios, sino la cual todo es vacío, nada y fecta indiferencia, viendo que en sí mismas
mentira, vanidad, letra, corteza y muerte. La no son nada.
32 El abandono en la divina Providencia
inspirada; el segundo, una simple y pasiva y la eficacia que la buena voluntad sincera
sumisión a las mociones de esa voluntad siempre tiene cuando el efecto no depende
de Dios. Pues bien, el abandono compren- de ella en absoluto; lo que ella ha querido
de todo eso, pues no es sino la perfecta hacer Dios lo tiene por hecho.
sumisión a las disposiciones de Dios se- Si el deseo de Dios pone límites al ejer-
gún la condición del momento presente. Y cicio de las facultades particulares, no se
poco le importa al alma saber de cuál de los pone a la voluntad. El deseo de Dios, el
los modos está obligada a abandonarse o ser y la esencia de Dios, son el objeto de la
cuáles son las cualidades del momento pre- voluntad y, a través del amor, Dios se une a
sente; lo único que le importa es estar aban- ella sin límite alguno, sin forma ni medida.
donada sin reservas. Y si este amor no se realiza en las faculta-
El abandono es fidelidad des particulares más que en un objeto u otro
a toda clase de voluntad divina bien concreto, es precisamente porque la
voluntad de Dios tiene en ellas su propia
El abandono comprende en el corazón
perfección, y se reduce, por así decir, se
todas las maneras posibles de fidelidad,
hace más pequeña en la cualidad del mo-
porque estando el propio ser entregado a la
mento presente, y de esta forma pasa a las
voluntad de Dios, y hecha esta cesión de sí
facultades y de éstas al corazón, porque éste
mismo por puro amor, afecta a todas las
es puro, sin límites y sin reserva, y se co-
operaciones posibles de ese beneplácito
munica a él a causa de su infinita capaci-
divino. Así el alma en cada instante se ejer-
dad, obrada por la pureza del amor que, ha-
cita en un infinito abandono, pues todas las
biendo hecho el vacío de todas las cosas,
condiciones y maneras posibles están com-
le hace capaz de Dios.
prendidas en su virtud.
Según esto, no es en absoluto asunto del Santo desasimiento
alma determinar concretamente el objeto Oh santo desasimiento, tú abres lugar a
de la sumisión que debe a Dios, sino que su Dios. Oh pureza, disposición a todo, sumi-
única ocupación ha de ser simplemente es- sión sin reserva, tú atraes a Dios al fondo
tar sumisa en todo y presta a todo. Eso es del corazón. Sea lo que fuere de todo lo
lo esencial del abandono, eso es lo que demás, tú, Señor, eres todo mi bien. Haz
Dios exige del alma, ésa es la donación li- todo lo que quieras de este pequeño ser.
bre del corazón que Él solicita: la abnega- Que actúe, que tenga inspiraciones, que re-
ción, la obediencia, el amor. El resto es ciba más o menos tus mociones, todo es lo
asunto de Dios. mismo, y todo es tuyo, de ti y para ti. Yo no
Y sea que el alma actúe atentamente para quiero por mí mismo ver o hacer nada, pues
cumplir el deber al que su estado y com- todos los instantes de mi vida son tuyos, y
promisos le obligan, sea que ella siga dul- ninguno está bajo mi disposición. Todo es
cemente una moción inspirada, o sea que tuyo, y yo no debo añadir nada, ni dismi-
ella se someta pacíficamente al impulso de nuirlo, ni buscar, ni reflexionar. La ordena-
la gracia en cuerpo y alma, en todo esto ción de todo es tuya. A ti corresponde or-
afirma en el fondo de su corazón un mismo denarlo todo: la santidad, la perfección, la
acto universal y general de abandono, que salud, la dirección, la mortificación. Todo
en modo alguno está limitado por el térmi- es asunto tuyo, y el mío no es otro, Señor,
no y efecto especial que se ve al momento, que estar contento de ti, sin apropiarme
sino que, en realidad, tiene todo el mérito acción ni pasión alguna, dejándolo todo a
tu libre voluntad.
36 El abandono en la divina Providencia
abandono sin límites a todo lo creado po- trias del alma, no valdrían ya sino para opo-
sible, o mejor, a todo lo creado o creable nerse a la manera de obrar de Dios, en la
por la voluntad de Dios. Y así cada momen- que está todo su bien, porque Él la santifi-
to lo contiene todo. ca, la purifica, la dirige, la ilumina, la ele-
va, la dilata, la hace útil a los demás, y la
Vía simple y universal vuelve apostólica, por medios y maneras en
La práctica de una teología tan admirable los que la reflexión no alcanza sino a ver lo
consiste en una cosa tan simple, tan fácil, contrario.
tan presente, que no hay más que quererla Todo, cada momento presente, parece
para tenerla. Este desasimiento, este amor contribuir a sacar el alma de su camino de
tan puro y universal, es actividad y es pasi- amor y de sencilla obediencia. Es necesa-
vidad; consiste, pues, en aquello que el alma rio, pues, tener un abandono y un coraje
debe hacer con la gracia y en aquello que la heroico para mantenerse estable en la sim-
gracia debe obrar en ella, sin exigir otra ple fidelidad activa, haciendo el alma su
cosa que abandono y consentimiento pasi- parte con seguridad, mientras que la gracia
vo, es decir, todo aquello que Dios quiere hace la suya con un aire y estilo que hace
hacer por sí mismo –eso que la teología creer al alma que estuviera engañada y per-
mística explica mediante una infinidad de dida.
concepciones sutiles, que con frecuencia
más vale ignorar, pues para vivirlo sólo se La Pasión del Señor
necesita el puro olvido y el abandono. Esto es, al menos, lo que llega a los oí-
Al alma le basta con saber lo que debe dos del alma, y si tiene el valor de no inmu-
hacer, que es lo más sencillo del mundo: tarse por el ronco gruñido de truenos y re-
amar a Dios como a su gran y único todo, lámpagos, tempestades y rayos, y marcha
estar contenta de cómo es Él, y aplicarse a con paso firme por el sendero del amor y
sus obligados deberes con solicitud y pru- de la obediencia al deber y a la gracia pre-
dencia. Un alma sencilla, por este único sente, puede decirse que el alma se hace
ejercicio, por este camino tan recto, tan semejante a Jesús, y que está participando
luminoso y cierto, adelanta con pasos se- del estado de su Pasión, durante la cual este
guros y con toda confianza. Y todas las ma- divino Salvador camina serenamente en el
ravillas explicadas por la teología mística, amor de su Padre y en la sumisión a su vo-
cruces y favores interiores, son obradas en luntad, dejándose hacer aquello que en apa-
ella por la voluntad de Dios sin que ella lo riencia parece lo más contrario a la digni-
sepa, pues no se ocupa de otra cosa que de dad de un alma tan santa como la suya.
amar y obedecer. Los Corazones de Jesús y de María afron-
tan el rugido de esta noche tan obscura, y
dejan que el huracán les envuelva en su tor-
Pasividad fielmente activa bellino. Un diluvio de calamidades, todas
Dios mismo, «Él solo hizo grandes ma- ellas aparentemente opuestas a los desig-
ravillas» [Sal 135,4], Él solo es el que hizo nios de Dios y a su voluntad, hunden en el
todo esto y lo hizo por tales medios que, abismo las almas de Jesús y de María, y,
cuanto más el alma se abandona, se distan- sin embargo, sacando ánimos de la flaque-
cia y separa de todo lo que pasa en ella, más za, siguen caminando sin venirse abajo por
y mejor perfecciona Él su obra. Por el con- el camino del amor y de la obediencia. Fi-
trario, las reflexiones, búsquedas e indus- jan sus ojos solamente en aquello que de-
38 El abandono en la divina Providencia
ben cumplir y, dejándole hacer a Dios, que en el mundo a quien no sea dada la posibili-
les está mirando, sienten sobre sí todo el dad de llegar a la perfección más eminen-
peso de esta acción divina. Gimen bajo este te. Todo lo que pertenece al estado de la
peso, pero ni vacilan con dudas, ni se detie- vida, a los deberes, a las condiciones cor-
nen un solo instante. Tienen fe en que todo porales, todo está al alcance del cristiano.
irá bien, con tal de que el corazón deje obrar Y en todo eso, dejando a un lado el pecado,
a Dios y permanezca en su camino. es en lo que Dios quiere que el hombre
empeñe su fidelidad activa. Él no espera de
Cara fea y cara bella del tapiz nosotros más que vernos cumplir su volun-
Cuando el alma va bien, todo va bien, por- tad significada por el deber, según nuestras
que aquella parte que corresponde a Dios, fuerzas corporales y espirituales, y perma-
es decir, su acción, es, por así decirlo, el necer celosos en nuestras otras obligacio-
centro y la consecuencia de la fidelidad del nes, en la medida en que nos sea posible.
alma: ella impulsa al alma, y el alma se apo-
¿Puede haber algo más fácil y razonable?
ya en ella. Ésta viene a ser como la cara de
Ése es todo el trabajo que Dios exige al
un tapiz magnífico, que va siendo tejido
alma en la obra de su santificación. Y eso
punto por punto por el revés. El obrero no
sí, lo exige a grandes y pequeños, sanos y
alcanza a ver más que cada punto y su aguja,
enfermos, es decir, a todos, en todo tiem-
y todos estos puntos, dados sucesivamen-
po y en todo lugar. Es cierto que Él sólo
te, van trazando figuras bellísimas, que no
pide de nuestra parte algo asequible y fácil,
van manifestándose hasta que, una vez aca-
ya que basta con mantener esa actitud sen-
bada la obra, se expone a la luz de cara. Pero
cilla para llegar a una gran santidad.
mientras dura el tiempo del trabajo toda esa
maravilla permanecía oculta. Deberes generales
Lo mismo sucede en un alma que se aban- y deberes particulares
dona a Dios. Solamente alcanza a ver la vo- ¿Y cuál es, pues, ese deber que constitu-
luntad divina y su propio deber. Y el cum- ye por nuestra parte toda la esencia de la
plimiento de este deber viene a ser en cada santidad? Se da de dos modos. Hay, en pri-
momento un punto imperceptible que se mer lugar, un deber general, que Dios im-
añade a la obra. Y sin embargo, mediante pone a todos los hombres. Y en segundo
estos puntos, Dios va obrando sus maravi- lugar, unos deberes particulares, que pres-
llas, de las que alguna vez hay indicios visi- cribe a cada uno, y por los que vincula a
bles ya en el tiempo, pero que no podrán cada hombre a estados concretos. Así es,
ser conocidas del todo hasta el día grande por consiguiente, como Dios nos manda
de la eternidad. cumplir los mandamientos que nos obligan
a su amor, y así es como nos invita a seguir
Fieles a los mandamientos, sus consejos, en la medida en que su reali-
dóciles a la ordenación providente zación se hace posible por las mociones de
¡Qué llena de bondad y de sabiduría está la gracia. Por tanto, lo que Él pide de cada
la acción de Dios! De tal modo ha reserva- uno nunca va más allá de las fuerzas que ha
do Él a su sola gracia y acción todo lo más recibido, y esto manifiesta su equidad.
sublime y elevado, lo más grande y admira- Escuchadme vosotros, que aspiráis a la
ble, en el camino de la perfección y santi- perfección, y que desfallecéis a la vista de
dad, y de tal modo ha dejado a las almas, lo que hicieron los santos y de lo que os
ayudadas por el auxilio de su gracia, lo que prescriben los libros de espiritualidad; vo-
es pequeño, claro y fácil, que no hay nadie sotros, que estáis abrumados por las tre-
Jean-Pierre de Caussade 39
mendas ideas que os habéis forjado sobre Él, se le abandona, y concentrada en su de-
la perfección. Conoced esto que parecéis ber, no piensa ni en sí misma, ni en lo que
ignorar. Dios quiere que yo escriba todo necesita, ni en los medios para procurárse-
esto para vuestra confortación. lo.
Camino fácil hacia la santidad Cuanto más el alma se aplica a sus pe-
Nuestro Dios bondadoso ha puesto a queños trabajos, tan sencillos y ocultos, tan
nuestro alcance todas las cosas necesarias inadvertidos y menospreciables al exterior,
y comunes del orden natural, como el aire, más Dios la llena de cualidades diversas, la
el agua, la tierra. No hay nada más necesa- embellece, la enriquece con los bordados
rio que respirar, dormir, comer, y al mismo y colores que va mezclando: «El Señor hizo
tiempo, nada más fácil que eso. Pues bien, milagros en mi favor» [Sal 4,4].
en el orden sobrenatural el amor y la fide- Un lienzo abandonado simplemente a cie-
lidad son igualmente necesarios, y no es gas a la acción de un pincel no siente en
posible que nos sean tan difíciles como a cada momento sino la simple aplicación del
veces nos lo presentan. Y Dios quiere con- pincel. Y una piedra inerte en cada golpe de
tentarse en todas estas cosas, incluidas las cincel que recibe no puede sentir otra cosa
más pequeñas, con la parte que el alma debe que una punta cruel que la destruye. Esta
poner en la obra de su perfeccionamiento. piedra, al recibir tantos golpes, en modo
Él mismo lo explica claramente, eliminan- alguno capta la figura que el obrero va rea-
do toda duda: «Venera a Dios y cumple sus lizando en ella. No siente más que un cin-
mandatos, y eso es todo el hombre» [Qoh cel que la disminuye, la raspa, la corta, la
12,13]. desfigura. Y esta pobre piedra, por ejem-
Es decir, eso es todo lo que el hombre plo, en la que se va configurando un cruci-
debe hacer de su parte, y en eso consiste su fijo o una estatua, y que lo ignora, si se le
fidelidad activa. Que él cumpla su parte y preguntara: «¿pero qué te está pasando?»,
Dios hará el resto. La gracia reserva para sí respondería: «no me lo preguntes a mí, pues
sola las maravillas que sabe obrar, y que van lo único que yo sé y hago es aguantar firme
más allá de toda inteligencia humana, pues bajo la mano de mi artista, amarle y sufrir
«ni oído oyó, ni el ojo vio, ni el corazón su acción para la obra a que me ha destina-
del hombre llegó» [1Cor 2,9] a captar lo do.
que Dios ha concebido en su mente, ha Él es el que sabe cómo ejecutarla. Yo no
decidido en su voluntad y ha ejecutado por tengo ni idea de lo que él hace y de cómo
su potencia en las almas que se le abando- me voy transformando bajo su operación.
nan con sencillez. Lo único que yo sé es que lo que él hace es
lo mejor y lo más perfecto, y por eso reci-
Lienzo o piedra bo cada golpe de cincel como lo más exce-
que se abandonan al artista lente para mí, aunque, si te he de decir la
Ese lienzo tan armonioso, esa capa tan verdad, cada golpe no puedo menos de sen-
bien aplicada, esos rasgos tan bellos, tan tirlo como una ruina, una destrucción, una
bien acabados, estas figuras admirables, desfiguración. Pero dejo a un lado este sen-
sólo las manos de la Sabiduría divina saben timiento y, contenta del momento presen-
hacerlo, partiendo de la sencilla tela de amor te, no pienso sino en lo que es mi deber, y
y obediencia que el alma tiende sin re- recibo la operación de este hábil artista sin
flexionar, sin buscar, sin andar cavilando entenderla y sin cavilar sobre ella».
por saber lo que Dios hace, pues se fía de
40 El abandono en la divina Providencia
perfecto para éstos. Pero para otros, ade- de pura providencia. Ellos han de extender-
más de lo que procede de la Pro-videncia se y medirse según la amplitud de los de-
sin actividad, esa ordenación divina señala signios de Dios, en esa vía que les es re-
también no pocos deberes concretos, di- querida por la gracia, siendo para ellos la
versas acciones que van más allá del pro- inspiración un deber al que han de ser fie-
pio estado. La gracia y la inspiración indi- les.
can entonces lo que dispone la voluntad de Y lo mismo que hay almas en las que todo
Dios. Y lo más perfecto para estas almas es su deber está marcado por una ley exterior,
añadir todas esas cosas inspiradas, pero con y que deben mantenerse encerradas en ella,
las precauciones que la inspiración exige para pues en ella les guarda la voluntad de Dios,
no faltar a los deberes de estado y a las obli- también hay otras que, además de su deber
gaciones de pura providencia. exterior, han de ser fieles a esa ley interior
No más santos por hacer esto o lo otro que el Espíritu Santo grava en su corazón.
Figurarse que estas almas son más o me- ¿Y quiénes serán los más santos? Pura y
nos perfectas precisamente a causa de las vana curiosidad sería tratar de indagarlo.
diferentes cosas a las que son movidas, es Cada uno debe seguir el camino que le ha
poner la perfección no en la sumisión a la sido señalado [+1Cor 7,17.20. 24]. La san-
voluntad de Dios, sino en las cosas mismas. tidad consiste en someterse a la voluntad
Dios se configura en los santos a su gusto, de Dios, y a lo que de más perfecto hay en
y es su voluntad la que los hace a todos, y esa voluntad, sin mirar a las cosas en sí
todos se someten a su ordenación. Esta su- mismas, porque no es la cantidad o la cali-
misión es el verdadero abandono, y en eso dad de ellas lo que obra la santidad, sino el
consiste lo más perfecto. perfecto cumplimiento de lo mandado. En
efecto, por más que nos afanemos para mul-
Cumplir los deberes de su estado y con-
tiplicar nuestras buenas obras, consiguien-
formarse con las disposiciones de la Pro-
do reunirlas en abundancia, siempre sere-
videncia, es común a todos los santos. Y es
mos muy pobres, si su principio no es la
la vocación que Dios da a todos en general.
voluntad de Dios, sino el amor propio, o si
Algunos santos viven ocultos en la obscu-
por lo menos no rectificamos éste en cuan-
ridad, porque el mundo es muy peligroso y
to captamos sus pretensiones.
ellos quieren evitar sus escollos; pero no
es en eso en donde radica su santidad. Sen- Jesús, María y José
cillamente, cuanto más se someten a la vo- Para decirlo más claramente: hay santi-
luntad de Dios, más se santifican. dad en la medida en que amamos la volun-
Del mismo modo, no hay que creer que tad de Dios, y cuanto más amamos la orde-
aquellos santos en los que Dios hace res- nación y voluntad divina, cualquiera que sea
plandecer las virtudes por acciones nota- la naturaleza contenida en su ordenación,
bles y extraordinarias, mediante gracias e tanto más santos seremos.
inspiraciones que se concilian con los de- Y esto lo vemos claramente en Jesús,
beres dispuestos por Dios, caminen por eso María y José, pues en su vida particular hubo
menos por la vía del abandono. En absolu- mucho más grandeza y forma que materia,
to. No estarían abandonados a Dios y a su y nunca se ha dicho que estas personas tan
voluntad, y todos sus momentos no serían santas buscaran la santidad de las cosas,
voluntad de Dios, si se contentaran con los sino únicamente la santidad en las cosas.
deberes de su estado y de las obligaciones Es, pues, necesario concluir que no exis-
42 El abandono en la divina Providencia
cho de la santidad unas ideas asombrosas la santidad del corazón es un simple fiat,
que, por muy buenas que sean, no hacen sino una simple disposición de la voluntad, que
perjudicarles, pues la limitan a lo brillante se conforma a la de Dios. ¿Hay cosa más
y maravilloso–; si todas, unas y otras, com- fácil? Porque ¿quién no amará una volun-
prendiesen que la santidad consiste en to- tad tan amable y tan buena? Sólo por ese
das las cruces providenciales de cada mo- amor todo se hace divino.
mento, las inherentes al estado propio; y
que todo eso que no tiene nada de extraor-
dinario puede conducir a la más alta per-
fección, y que la piedra filosofal es la obe-
diencia a la voluntad de Dios, que transfor-
ma en oro divino todas y cada una de sus
ocupaciones... ¡qué felices serían! Cómo Capítulo IX
entenderían que para ser santo no es nece-
sario sino hacer lo que hacen y sufrir lo que
sufren. Cómo verían que eso que ellas de-
jan perder y estiman en nada bastaría para La voluntad de Dios
adquirir una santidad eminente. y el momento presente
Dios se presenta a cada instante como un pre y en todos los momentos a esa volun-
mar inmenso, que vuestro corazón no pue- tad adorable.
de agotar. Él recibe tanto como abarca por ¿Pensáis que el alma juzga las cosas
la fe, la confianza y el amor. Todas las de- como aquellos que las miden por los senti-
más criaturas no pueden llenar vuestro co- dos y que ignoran el tesoro inestimable que
razón, pues éste es más grande que todo lo ellas encierran? Aquél que sabe que tal per-
que no sea Dios. Las montañas que asom- sona es el rey disfrazado, le recibe y trata
bran los ojos no son más que átomos en el de modo muy diverso que aquel otro que,
corazón. En esa voluntad divina, escondida no viendo más que la figura de un hombre
y oculta en todo lo que os va sucediendo en ordinario, le trata según su apariencia. Igual-
el momento presente, es donde hallaréis un mente el alma que ve la voluntad de Dios
tesoro que excede infinitamente todos en todas las cosas, hasta en las más peque-
vuestros deseos. ñas, lamentables y mortales, las vive y re-
No hagáis, pues, la corte a nadie. No ado- cibe todas con un gozo, con una alegría y
réis lo que no son más que sombras y fan- con un respeto siempre igual. Y abre todas
tasmas, que no pueden daros ni quitaros sus puertas para recibir con honor las mis-
nada. Solamente la voluntad de Dios reali- mas cosas que otros temen y procuran evi-
zará vuestra plenitud, sin dejaros ningún tar. Y mientras los sentidos, al no ver sino
vacío. Adoradla, pues, entregáos a ella rec- cosas miserables, las desprecian, el cora-
tamente, pentráos de ella, y abandonad en zón reconoce bajo esa presentación tan
cambio todas las apariencias. pobre al rey majestuoso, y le respeta tanto
más cuanto que ha venido en forma tan po-
Guiarse por la fe, no por los sentidos bre y secreta, y le ama por eso con un amor
El reino de la fe se establece sobre la más tierno y ardiente.
muerte de los sentidos, sobre su despoja-
miento, vacío y mortificación; pues mien- María, Jesús, los Magos, los pastores
tras que los sentidos adoran las criaturas, Yo no soy capaz de expresar lo que el
la fe adora solamente la voluntad de Dios. corazón siente cuando recibe la voluntad de
Derribad los ídolos de los sentidos, aun- Dios en forma tan empequeñecida, tan po-
que éstos lloren como niños desesperados, bre, tan aniquilada. Ah, hasta dónde penetra
y que la fe triunfe, pues no puede en el hermoso corazón de María esta po-
separársele de la voluntad de Dios. Y cuan- breza de Dios, este anonadamiento que lle-
do el momento presente aflige, oprime, ga a nacer en un pesebre, reposar sobre un
despoja, abruma todos los sentidos, enton- poco de paja, llorando, temblando. Pregun-
ces es cuando alimenta, enriquece y vivifi- tad a la gente de Belén, a ver qué piensan
ca la fe, que se ríe de todas esas pérdidas, ellos. Si este niño estuviera en un palacio,
como el gobernador de una plaza inexpug- rodeado de un lujo principesco, sin duda que
nable ante tantos asaltos inútiles. le prestarían su homenaje. Pero preguntad
El alma que se entrega totalmente a la a María, a José, a los Magos, a los pasto-
voluntad de Dios, que se le ha revelado, res, qué piensan. Os van a decir que en esta
conoce que Dios se le ha entregado a su pobreza extrema encuentran un misterio
vez, porque en toda ocasión experimenta su que les manifiesta aún más la grandeza y la
auxilio poderoso. Y gozo de la felicidad de amabilidad de Dios. Eso mismo que defrau-
esta venida de Dios a ella con tanta más da a los sentidos, es lo que eleva, acrecien-
dulzura, cuanto mejor comprende el bien ta y enriquece la fe. Lo que menos nutre
inmenso que le produce abandonarse siem- los sentidos, más alimenta la fe.
Jean-Pierre de Caussade 45
Adorar a Jesús en el Tabor, amar la vo- muertes y velos, sombras y apariencias, que
luntad de Dios en las cosas extraordinarias, se esfuerzan una y otra vez para hacer irre-
todo eso no indica tanto una vida excelente conocible la voluntad de Dios, ésa que ellos
de la fe como amar la voluntad de Dios en siguen y aman hasta la muerte en cruz. Sa-
las cosas comunes, y adorar a Jesús puesto ben que es siempre necesario atravesar las
en la cruz, pues la fe no alcanza su plena sombras para acercarse a ese divino sol que,
excelencia sino cuando lo que parece a los desde que amanece hasta que anochece,
sentidos la contradice, y pugna por destruir- sean como fueren los nubarrones obscuros
la. Es precisamente esta guerra que le ha- que lo oculten, ilumina, calienta, y hace ar-
cen los sentidos lo que ocasiona las más der los corazones fieles que le bendicen,
gloriosas victorias de la fe. le alaban y le contemplan en todos los pun-
Encontrar igualmente a Dios en las co- tos que forman es círculo misterioso.
sas pequeñas y comunes o en las grandes Apresuráos, pues, almas fieles, conten-
eso es tener una fe no común, sino grande tas e infatigables, y acercáos al Esposo
y extraordinaria. Contentarse con el mo- amado, que «sale a recorrer su camino, y
mento presente, eso es gozar y adorar la de un extremo del cielo llega al otro ex-
voluntad divina en todo aquello que es pre- tremo» [Sal 18,6]. Nada puede quedar ocul-
ciso sufrir y hacer en las cosas, que en su to a sus ojos, y camina igualmente sobre
paso sucesivo constituyen el momento pre- las pequeñas briznas de hierba, como entre
sente. Las almas sencillas, por la vivacidad los cedros grandiosos. Bajo sus pasos po-
de su fe, adoran a Dios igualmente en todas derosos, se igualan los granos de arena a
las situaciones, hasta en las más humillan- las montañas. Por donde quiera que vayáis,
tes, y nada escapa a la lucidez de su fe. Cuan- por allí ha pasado Él, y no tenéis más que
to más protestan los sentidos –«ahí no puede seguirle incesantemente para encontrarle
estar Dios»–, con más amor reciben esa bol- adonde quiera que estéis.
sita de mirra que Dios le da; nada les con-
funde, nada les disgusta. Dios habla en la Escritura y en la vida
La palabra de Dios escrita está llena de
María, la Virgen fiel misterios, pero no lo está menos su pala-
María ve cómo huyen los apóstoles, pero bra realizada en los sucesos del mundo. Se
ella permanece firme al pie de la cruz, re- trata de dos libros que verdaderamente es-
conociendo a su Hijo en aquella figura la- tán sellados. La letra de uno y otro mata.
mentable, escupida y llagada. Esta aparien- Dios es el centro de la fe, es un abismo de
cia tan miserable, a los ojos de esta dulce tinieblas, que desde ese fondo se esparcen
madre, no consigue sino acrecentar su ado- sobre todas sus producciones. Todas sus
ración y amor; y cuantas más blasfemias palabras y todas sus obras son, por así de-
vomiten contra él, mayor será la veneración cirlo, rayos obscuros de este sol todavía
de su corazón. La vida de la fe no es sino la más obscuro. Nosotros abrimos los ojos
búsqueda continua de Dios a través de todo corporales para ver el sol y sus rayos, pero
aquello que le disfraza, le desfigura, y por los ojos de nuestra alma, por los que ve-
así decirlo, le destruye y aniquila. mos a Dios y a sus obras, están cerrados.
Sigamos contemplando a María. Desde Las tinieblas ocupan aquí el lugar de la luz,
el pesebre hasta el Calvario, ella encuentra y la sabiduría es una ignorancia que ve en
siempre un Dios que todo el mundo igno- lo invisible.
ra, abandona o persigue. Igualmente, las al- La Sagrada Escritura es una palabra obs-
mas de fe atraviesan una serie continua de cura de un Dios todavía más misterioso. Y
46 El abandono en la divina Providencia
los sucesos seculares son también palabras suceden en el universo. Las revoluciones
obscuras de este mismo Dios, tan oculto y no son más que olas de tu Providencia, que
desconocido. Son como gotas de la noche, levantan tormentas y tempestades a los ojos
pero de un mar de noche y de tinieblas. To- de la gente curiosa.
das esas gotas, todos esos arroyos, guar- Y tú también hablas en particular a todos
dan el sello de su origen. La caída de los los hombres a través de cuanto les va suce-
ángeles, la de Adán, la impiedad e idolatría diendo día a día. Pero en lugar de captar
de los hombres, antes y después del Dilu- ellos en todas las cosas la voz de Dios, en
vio, y aún viviendo los Patriarcas, que sa- lugar de respetar la obscuridad y el miste-
bían y narraban a sus hijos la historia de la rio de su Palabra, no ven más que la mate-
creación y de la conservación del hombre, ria, el azar, el humor cambiante de los hom-
siendo aún tan reciente ¡son palabras de la bres. A todo tienen que contradecir, o que
Sagrada Escritura, pero obscuras! Unos añadir, disminuir o reformar, y se toman una
pocos hombres, preservados de la idolatría, completa libertad para cometer unos exce-
mientras todos los demás se extravían, hasta sos que el menor de ellos, tratándose de
la venida del Mesías; la impiedad que se una sola coma de la Sagrada Escritura, se-
hace universal y que manda en todo, este ría considerado como un atentado. «Esto
pequeño número de defensores de la ver- es Palabra de Dios, se dice, y en ella todo
dad, siempre perseguidos y maltratados, el es santo y verdadero». Y si no se compren-
trato dado a Jesucristo, ¡las plagas del Apo- de del todo esta Palabra, aún se le venera
calipsis!... ¿Cómo es posible? ¿Ésas son las más y se rinde gloria y honor a la profundi-
palabras de Dios, lo que Él ha revelado e dad de la sabiduría de Dios, lo cual es muy
inspirado? Y los efectos de esos terribles justo.
misterios, que continúan hasta la consuma-
ción de los tiempos, siguen siendo la pala- Aprender a leer en los sucesos diarios
bra viva de Dios, que nos enseña la Sabidu- En cambio, queridas almas, lo que Dios
ría, el Poder, la Bondad. Todos los atribu- os dice, las palabras que pronuncia momen-
tos divinos se manifiestan en todo cuanto to a momento, no con tinta y papel, sino
sucede en el mundo. Todo ello es una en- con lo que vosotros sufrís o hacéis en cada
señanza. Pero, ay: es necesario creer, pues instante, todo eso ¿no merece un poco más
ahí no se ve nada. de atención por vuestra parte? ¿Cómo es
que no respetáis en esas palabras la verdad
Dios sigue hablando en el presente y la bondad de Dios? No hay cosa que no
¿Qué quiere decirnos Dios por los tur- os disguste, y para todo tenéis pronta la crí-
cos, los Holandeses [jansenistas], los Pro- tica. ¿No os dais cuenta de que estáis mi-
testantes? Todo eso está predicando con diendo por sentido y razón lo que solamente
gran claridad, todo eso está significando las puede ser medido por la fe? Leéis con los
perfecciones infinitas de Dios. El Faraón y ojos de la fe la Palabra de Dios en las Es-
todos los impíos que le siguieron y le si- crituras, pero cometéis un grave error
guen no están más que para eso. Pero, sin leyéndola con ojos humanos en sus obras.
duda, visto todo eso con ojos humanos, la
letra, la apariencia, dice lo contrario. Es Es necesaria la fe para todo lo que es di-
preciso cerrar los ojos y dejar de cavilar vino. Si vivimos continuamente la vida de
con la razón para ver ahí misterios divinos. la fe, estaremos en un diálogo permanente
con Dios, hablaremos con Él siempre ami-
Tú, Señor, hablas a todos los hombres en gablemente. Lo que es el aire para la trans-
general por todos los acontecimientos que misión de nuestros pensamientos y palabras,
Jean-Pierre de Caussade 47
eso es todo cuanto nos sucede en el hacer Es necesario, pues, escuchar a Dios in-
o en el sufrir para transmitir los pensamien- cesantemente para ser doctor en esa teolo-
tos y palabras de Dios. Todos esos sucesos gía virtuosa, que es completamente prácti-
no serán sino el cuerpo de su Palabra, y ésta ca y experimental. Dejáos de aquello que
en todo se irá manifestando. Todo así ven- ha sido dicho por otros, y prestad oídos a
drá a ser santo, todo nos resultará excelen- lo que se os está diciendo a vosotros y por
te. La gloria constituye este estado en el vosotros. Con eso tenéis bastante para ejer-
cielo, pero la fe ha de establecerlo en la citar la fe, pues todo, en su obscuridad, la
tierra, y no habrá diferencia sino en la ma- estimula, la purifica y la acrecienta.
nera.
La fe de los santos sabe leer en la vida
Palabras de Dios escritas La fe es el intérprete de Dios, que nos
no en libros, sino en el corazón traduce el lenguaje de las criaturas, y si ella,
Nosotros somos enseñados verdadera- como en una escritura cifrada, no podría-
mente sólo por las palabras que Dios pro- mos ver más que miseria y muerte. La fe
nuncia expresamente para nosotros. No es, contempla la llama de fuego que arde en la
pues, por los libros, ni por la búsqueda cu- zarza de las espinas, interpreta las cifras
riosa de historias, por lo que se adquiere enigmáticas, alcanza a ver gracias y perfec-
sabiduría en la ciencia de Dios. Ésa no es ciones divinas en el galimatías y el barullo
más que una ciencia vana y confusa, que de las criaturas. Y así la fe da a toda la tierra
hincha mucho [1Cor 8,1]. Lo que de ver- un aspecto celestial. Gracias a ella el cora-
dad nos enseña es lo que nos va sucediendo zón se eleva y se hace capaz de entenderse
de un momento a otro: eso es lo que forma con el cielo. Y de este modo, todos los mo-
en nosotros esa ciencia experimental que mentos son revelaciones que Dios le hace.
Jesucristo quiso tener antes de dedicarse a Todo lo que vemos de extraordinario en
enseñar al pueblo –aunque siendo Dios, la vida de los santos, visiones, palabras in-
desde siempre conocía todo–. A nosotros, teriores, no es sino un destello de la exce-
en todo caso, nos es absolutamente nece- lencia de su continuo estado oculto en el
saria, si queremos llegar al corazón de las ejercicio de la fe. Esta fe experimenta esas
personas que Dios nos confía. elevaciones, puesto que vive de la posesión
Sólo se sabe perfectamente aquello que del dicho estado oculto de fe en todo lo
la experiencia nos ha enseñado por el su- que acontece momento a momento. Cuan-
frimiento o la acción. La unción del Espí- do a veces surge un esplendor visible, no
ritu Santo habla así a nuestro corazón pala- es porque la fe se viera hasta entonces ca-
bras de vida, y todo cuanto decimos a los rente de él, sino para manifestar su exce-
otros debe nacer de esta fuente. Lo que se lencia y atraer a las almas. Igualmente, la
lee o se ve no viene a hacerse ciencia divi- gloria del Tabor o los milagros de Jesucris-
na sino por esa fecundidad, esa virtud y luz to no significaban un acrecentamiento de
que viene de lo aprendido por la experien- su excelencia, sino que eran resplandores
cia. Todo eso no es más que una masa, que de vez en cuando irradiados desde la nube
requiere la levadura y también la sal para obscura de su Humanidad, para hacerla ama-
sazonarlo, y cuando no se tienen sino unas ble a los hombres.
ideas vagas sin esta sal, uno viene a ser Lo maravilloso de los santos es su visión
como un visionario que, conociendo todos continua de fe en todas las cosas. Sin ella,
los caminos del mundo, se pierde al ir a su todo vendría a devaluar su santidad. Esa fe
casa. amorosa, que les permite unirse a Dios en
48 El abandono en la divina Providencia
todas las cosas, hace que su santidad no esté nuevos santos, que no tienen necesidad al-
nunca necesitada de lo extraordinario. Si a guna de copiar la vida y escritos de unos y
veces esto viene a ser útil, es en favor de otros, sino de vivir en un permanente aban-
los otros, que pueden necesitar estos sig- dono a tus secretas mociones.
nos y señales. Pero el alma de fe, contenta Se dice muchas veces «oh, los primeros
en su oscuridad, deja para el prójimo todo siglos, la época de los santos»... Pero ¿qué
lo sensible y extraordinario, y toma para sí se consigue con eso? ¿Acaso no es verdad
lo más común, la voluntad de Dios, centrán- que todos los tiempos constituyen una su-
dose en la ordenación divina, en la que se cesión de efectos de la acción de Dios, que
esconde sin deseos de manifestarse. se expande sobre todos los instantes lle-
La fe genuina no necesita en absoluto de nándolos, santificándolos,
pruebas, y aquéllos que la necesitan no anda sobrenaturalizándolos? ¿Es que en otros
muy sobrados de fe. Los que viven de la fe tiempos pasados ha habido alguna manera
reciben las pruebas no como pruebas que de abandonarse a esa acción divina que hoy
ayuden a creer, sino como ordenaciones de ya no sea posible? ¿Los santos de los pri-
la voluntad de Dios. Y en este sentido no meros siglos estaban en posesión de algún
hay contradicción alguna entre el estado de secreto espiritual distinto, que el de ir rea-
pura fe y esas cosas extraordinarias que se lizando en cada momento lo que la acción
hallan en muchos santos, a los que Dios alza divina quiere realizar en ellos? ¿Habrá que
para la salvación de las almas, como luces pensar que esta acción divina dejará de di-
para iluminar a los más vacilantes. Así eran fundir su gracia hasta el fin del mundo so-
los profetas, los apóstoles y todos los san- bre las almas que se le abandonen sin re-
tos que Dios ha elegido para ponerlos so- servas?
bre el candelero [Mt 5,15]; siempre los ha Amor querido, amor adorable, eterno y
habido, y siempre los habrá. Pero en la Igle- eternamente fecundo y siempre maravillo-
sia hay también una infinidad de santos que so, acción de mi Dios: tú eres mi libro, mi
viven ocultos, pues están destinados a bri- doctrina, mi ciencia; en ti están mis pensa-
llar en el cielo, y en esta vida no irradian mientos y palabras, mis acciones y cruces.
luces especiales, sino que viven y mueren No llegaré a ser lo que tú quieres hacer de
en una gran obscuridad. mí, consultando tus obras en otros, sino
Sólo la fuente puede saciar la fe, pues los recibiendo yo tus obras en todas las cosas,
arroyos sólo sirven para acrecentarla. Si por esa vía real y antigua, el camino de mis
queréis pensar, escribir, vivir como los pro- padres. Como ellos, yo pensaré y hablaré y
fetas, apóstoles y santos, no tenéis más que seré iluminado. Y en esto es en lo que quiero
abandonaros a la acción de Dios, como imitarlos y citarlos a todos, copiándoles
ellos lo hicieron. siempre.
Si no se tiene la ciencia espiritual de sa-
Más atención al hoy que al ayer ber apropiarse en todas las cosas de la ac-
Oh, Amor desconocido, parecería que tus ción divina, es normal que se recurra al uso
maravillas se hubiesen terminado, y que no de innumerables medios. Pero esta multi-
nos quedara sino copiar de tus antiguas plicidad no puede dar lo que se encuentra
obras y citar tus enseñanzas del pasado. Ig- en la unidad original, en la que cada instru-
noramos que tu acción inagotable es una mento encuentra una moción genuina, que
fuente infinita de nuevos pensamientos, le lleva a actuar incomparablemente.
nuevos sufrimientos, nuevas acciones, y de
Jean-Pierre de Caussade 49
figuras celestiales. Todo es instrumento de rales son todos obras de gracia. Todos vues-
gracia para todas mis necesidades. Y cuan- tros sentimientos y pensamientos, vengan
to yo buscaba en tantas otras cosas, ahora de aquí o allá, todo procede de esta mano
me busca a mí incesantemente, y se me invisible.
entrega por todas las criaturas. En fin, no hay corazón ni espíritu creado
¿Por qué se ignora tanto todo esto? que pueda enseñaros todo lo que esta ac-
ción divina quiere hacer en vosotros. Pero
Amor divino, ¿será preciso que todo esto
ya lo iréis aprendiendo por sucesivas ex-
sea ignorado, que tú, por así decirlo, te
periencias. Vuestra vida se desliza sin ce-
eches a los brazos de todos lleno de gra-
sar en este abismo desconocido, donde no
cias y que, sin embargo, te anden buscando
habéis de hacer nunca otra cosa que amar,
en rincones y escondrijos donde no te van
creyendo que es lo mejor aquello que os
a encontrar? ¡Qué locura, no respirar al aire
es presente, y confiando totalmente en que
libre, no afirmar bien los pies en pleno cam-
esta acción, por sí misma, sólo puede
po, carecer de agua en medio del Diluvio,
haceros bien.
no encontrar a Dios, no gustar de Él, no
recibir su unción en todas las cosas! Todos podrían llegar a la santidad
¿Andáis buscando algún secreto para por esta vía
entregaros a Dios plenamente? No hay Sí, Amor querido, todas las almas llega-
otro, almas queridas, sino el de servirse de rían a estados sobrenaturales, sublimes,
todo lo que se presenta. Todo lleva a esa admirables, inconcebibles, si todas se con-
unión, todo perfecciona, fuera del pecado tentasen sólo con tus acciones. Ciertamen-
y de lo que falta al deber. No hay más se- te, si se supiera dejar hacer a esta mano di-
creto que recibirlo todo y dejarle hacer a vina, se llegaría a la perfección más alta.
Dios. Todo os dirige, os endereza y os lle- Todos la alcanzarían, pues ella está ofreci-
va. Todo es bandera, litera y carroza con- da a todos. No hay más que abrir la boca, y
fortable. Todo es mano de Dios, tierra, aire ella entra suavemente, como una bebida,
y agua, todo es divino para el alma. pues no hay alma que no esté llamada a una
santidad maravillosa. Todos vivirían, obra-
Fecundidad grandiosa rían y hablarían con una perfección mila-
de la acción divina grosa. Imitándose unas a otras, todas las
La acción divina es más extensa y pre- criaturas, mediante las cosas más comunes,
sente que los diversos elementos. Entra en se verían singularizadas por la acción divi-
vosotros por todos vuestros sentidos, siem- na.
pre que usáis de ellos según la voluntad de ¡Ay, Dios mío! ¿Cómo podría yo conven-
Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo cer a tus criaturas de las verdades que es-
lo que le sea contrario. No ha átomo que, toy diciendo? ¿Por qué, poseyendo yo este
al penetraros, no haga penetrar con Él esta tesoro, y pudiendo enriquecer con él a todo
acción divina hasta la médula de vuestros el mundo, he de ver secarse las almas como
huesos. Los humores vitales que llenan las plantas en el desierto? Venid, almas sen-
vuestras venas corren por el movimiento cillas, que no tenéis ninguna traza de devo-
que Él les imprime. Todas las diferencias ción; vosotras, que no tenéis talento algu-
de fuerza o debilidad, de euforia vital o de no y que ignoráis los primeros elementos
desfallecimiento, la vida y la muerte, no son de instrucción y método; que ni siquiera co-
sino instrumentos divinos que está obran- nocéis los términos espirituales; que os ad-
do. Y así, hasta los mismos estados corpo-
Jean-Pierre de Caussade 51
por la vía pasiva del abandono, que dispone perjudicial. En realidad lo único necesario
en todo a recibir y a ofrecerse, como un es aplicarse fielmente a aquello que Dios
metal en el molde, como una tela bajo el va dando para sufrir o hacer.
pincel, como una piedra bajo la mano del
escultor? No, no es el conocimiento de Vana curiosidad espiritual
todos esos misterios divinos que la volun- Y sin embargo, se deja este alimento
tad de Dios obra y obrará en todos los si- substancial divino y se ocupa el espíritu en
glos lo que nos hace conformes al plan que historias maravillosas de la obra divina, en
el Verbo ha concebido sobre nosotros, sino vez de continuarlas en uno mismo por la
la impresión admitida por nosotros de este fidelidad. Nuestra curiosidad se satisface
sello misterioso. Una impresión que no se leyendo esas maravillas de las obras divi-
hace en el pensamiento por medio de ideas, nas, pero esta lectura, en realidad, no sirve
sino en la voluntad por el abandono. más que para disgustarnos de esas cosas,
pequeñas en apariencia, por las que podría
Felices con el plan de Dios hacer Dios en nosotros cosas grandes, si
La sabiduría del alma sencilla consiste en no las despreciáramos. ¡Qué insensatos
contentarse con lo que le es propio, guar- somos! Admiramos, bendecimos esta ac-
dándose en los límites de su camino, sin ción divina en los escritos que exhiben es-
salirse de su línea, sin curiosidad por saber tas historias, y cuando Dios quiere conti-
cómo obra Dios, y se conforma con ver nuar escribiéndolas sin tinta en nuestros co-
cumplida su voluntad sobre ella. No hace, razones, movemos nosotros el papel con
pues, ningún esfuerzo por adivinarla por nuestras inquietudes continuas, y además no
medio de comparaciones y conjeturas, ni le dejamos escribir por la curiosidad de ver
se afana por saber más de lo que en cada lo que Él hace en nosotros y en los demás.
instante le revela esa voluntad divina. Es- Perdón, Amor divino, pues no puede es-
cucha la palabra del Verbo eterno cuando cribir aquí sino mis defectos, ya que en mí
se hace oír en el fondo de su corazón, y no mismo no he captado bien lo que es de ver-
está deseosa de saber lo que el Esposo dice dad dejarte hacer. Todavía yo no me he de-
a los otros, contentándose con lo que ella jado poner el molde. He recorrido tus ta-
misma recibe en lo interior de su corazón. lleres, admirando tus obras de arte, pero en
Y de esto modo, sea que reciba mucho o modo alguno me he entregado todavía a ti
poco, y de la naturaleza que sea, todo, en con el abandono necesario para recibir los
cada instante, la va divinizando sin ella sa- trazos de tu pincel. Pero, en fin, aquí me
berlo. tienes, querido Maestro mío, mi Doctor, mi
Así es como el Esposo habla a la esposa Padre, mi Amor querido. Quiero ser tu dis-
con el lenguaje real de su acción santa, que cípulo, y deseo ir solamente a tu escuela.
ella no comprende, pues sólo ve lo natural He vuelto como el hijo pródigo, hambrien-
de lo que le toca sufrir y hacer. Y así es to de tu pan. Dejo a un lado ideas y libros
como la espiritualidad del alma es santa, espirituales. Prescindo de conversaciones
completamente substancial e íntimamente vanas, y solamente usaré de todas esas co-
difundida en todo su ser. No la mueven a sas cuando lo quiera la acción divina, no por
obrar las ideas ni las palabras altisonantes, satisfacerme, sino para obedecerte en to-
que por sí mismas no sirven más que para das las cosas que se presenten. Quiero ocu-
hinchar el alma. Algunos dan en la vida es- parme en el único asunto del momento pre-
piritual mucha importancia al talento, pero sente para amarte, para cumplir mis obli-
no es apenas necesario, y a veces resulta gaciones y para dejarte hacer en mí.
Jean-Pierre de Caussade 53
Ciencia suprema del plan divino ble, inmutable, siempre eficaz, son capa-
Cuando un alma ha encontrado la moción ces de verla y de gozar de ella en todas las
divina, deja todas las prácticas y obras fi- cosas, sean grandes o pequeñas. Cada mo-
jas, métodos y medios, libros, ideas y per- mento les comunica la acción divina pura y
sonas espirituales, a fin de quedar suelto entera, y así usan ellas de las cosas no por-
solamente bajo la guía de Dios y de su mo- que pongan en ellas su confianza, sino por
ción, que viene a hacerse así el principio obediencia a Dios y a esta acción interior,
único de su perfección. El alma es de este que ellas por la fe encuentran perfectamente
modo, bajo la mano divina, como todos los hasta en las cosas aparentemente contrarias.
santos han sido siempre. Sabe bien que úni- Su vida se pasa así no en búsquedas y ansie-
camente esta acción divina conoce el ca- dades, no en disgustos y lamentos, sino en
mino que le es propio, y que si se pone a una seguridad continua de tener siempre lo
buscar medios creados no conseguirá sino más perfecto.
apartarse de la obra desconocida que Dios Todas las situaciones del cuerpo y del
realiza en ella. En efecto, sólo la acción alma, todo lo que les sucede por fuera o
divina misteriosa puede dirigir y guiar las por dentro, aquello que cada instante les
almas por los caminos que sólo ella cono- revela, constituye para estas almas su feli-
ce. cidad, pues es para ellas plenitud de acción
Participan estas almas de la disposición divina. El más o el menos no tienen impor-
del viento, que sólo puede ser conocido en tancia alguna, porque lo que esta acción
el momento presente, pues en qué direc- realiza es siempre la medida justa y verda-
ción haya de ir después, según la voluntad dera. Y así, si ella quita pensamientos y pa-
de Dios y su ordenación divina, únicamen- labras, libros, alimentos y personas, salud
te podrá ser conocido en los momentos si- y la misma vida, es lo mismo que si diera
guientes [Jn 3,8]. Lo que Él hace en estas lo contrario. Y el alma ama esa acción divi-
almas y les hace hacer, bien sea por inspi- na, y en uno u otro caso la cree igualmente
raciones secretas inequívocas, o bien por santificante, sin dudar nunca de la oportu-
el deber del estado en que viven, es todo lo nidad de su guía. Basta que las cosas estén
que ellas saben de espiritualidad: ésas son para que el alma las apruebe, y basta que no
sus visiones y revelaciones privadas, ésa es estén para que las considere inútiles.
toda su sabiduría y su don de consejo, y es
tal que nunca se ven carentes de nada. El momento presente
El momento presente es siempre como
El justo vive de la fe un embajador que manifiesta la voluntad de
La fe certifica a estas almas la bondad de Dios, y el corazón fiel le responde siem-
lo que están haciendo. Si leen o hablan, si pre: fiat. Así el alma en todas las alternati-
escriben o consultan, solamente es para vas se encuentra en su centro y lugar. Sin
discernir mejor los medios concretos de detenerse jamás, va viento en popa, y todos
la acción divina. Son cosas que entran en el los caminos y maneras la impulsan igual-
orden providencial, y ellas las toman en ese mente hacia adelante, hacia lo ancho e infi-
sentido, como todas las demás cosas, tra- nito: todo es para ella, sin diferencia algu-
tando de apropiarse totalmente la moción na, medio e instrumento de santidad, en tan-
divina, sin apropiarse de las cosas, y apro- to considere siempre que eso que se pre-
vechándose tanto de su presencia como de senta es lo único necesario [Lc 10,42].
su carencia. Estas almas, continuamente No busca ya el alma con preferencia la
apoyadas por la fe sobre esta acción infali- oración o el silencio, el retiro o la conver-
54 El abandono en la divina Providencia
na voluntad adorable. Y eso que la boca dice, Con libros o sin ellos,
pronunciando sucesivamente sílabas y pa- con medios o sin medios
labras, el corazón lo dice realmente en cada Es completamente justo, Señor, que el
instante. alma que no se satisface en la plenitud di-
Y de este modo las almas sencillas ben- vina del momento presente, «que descien-
dicen a Dios continuamente en lo más pro- de del Padre de las luces» [Sant 1,17], ten-
fundo de su corazón, doliéndose de su im- ga en ello su castigo, siendo incapaz de ha-
potencia, que no les permite hacerlo de otro llarse contenta con ninguna cosa.
modo. Así se hace verdad que a estas almas Si los libros, los ejemplos de los santos,
de fe Dios hace donación de sus gracias y los discursos espirituales quitan la paz y dan
favores incluso por aquello mismo que pa- sensación de hartura, eso es una señal de
rece una privación. Ése es el secreto de la que no nos hemos llenado de todas esas
Sabiduría divina, empobrecer los sentidos cosas por un puro abandono al momento
enriqueciendo el corazón; un vacío de aqué- presente de la acción divina, sino por pro-
llos permite la plenitud de este otro. Y todo pia avidez. La saciedad, entonces, cierra la
esto se cumple tan universalmente, que la entrada a la plenitud de Dios, y es preciso
santidad más grande se da en las aparien- vaciarse de todo eso. En cambio, cuando la
cias más pequeñas. acción divina dispone todas esas cosas, el
alma las recibe como recibe todo, es decir,
Todo lo que sucede en cada momento lle-
como voluntad de Dios, y hace uso de ellas
va en sí el sello de la voluntad de Dios. ¡Qué
en su justa medida, para ser fiel, y pasada
santo es su nombre! ¡Qué justo es, pues,
su hora, las deja al instante, contentándose
bendecir lo que sucede y tratarlo como algo
siempre con el momento presente.
sagrado, que santifica a quien se aplica!
¿Podrán considerarse los sucesos que ex- La lectura espiritual hecha por fidelidad
presan el nombre divino sin sentir hacia a la acción divina da con frecuencia inteli-
ellos una veneración infinita? Son un maná gencia de unas ideas que los autores nunca
divino, que baja del cielo para darnos un tuvieron. Dios se sirve así de palabras y de
crecimiento continuo en la gracia. Son un obras de otros para inspirar verdades que
reino de santidad que entra en el alma. Son no han sido expresadas. Quiere iluminar por
el pan de los ángeles, que se come en la estos medios, y se sirve de ellos en el aban-
tierra como en el cielo. Ninguno de nues- dono. Y todo medio dispuesto por la acción
tros instantes es pequeño, pues todos lle- divina tiene una eficacia que supera siem-
van en sí un reino de santidad, un alimento pre su virtud natural y aparente.
angélico. Es condición previa del abandono llevar
Venga, Señor, ese reino a mi corazón, para siempre por un camino misterioso, por el
santificarlo, alimentarlo, purificarlo y ha- que se recibe de Dios dones extraordina-
cerlo victorioso de todos mis enemigos. rios y milagrosos mediante el uso de cosas
Precioso momento, ¡qué pequeño pareces comunes, naturales, fortuitas, impuestas por
y qué grande eres a los ojos de mi corazón, el azar, en las que no se ve nada más que el
pues eres el medio para recibir uno a uno curso ordinario de los acontecimientos del
los dones de la mano de un Padre que reina mundo y de los elementos. Así, por ejem-
en los cielos! Todo lo que viene de lo alto plo, los sermones más simples y las con-
es excelente, todo lo que de allí viene lleva versaciones más comunes, igual que los li-
el sello de su origen celestial. bros menos notables, por la gracia de Dios,
se convierten para estas almas en fuentes
56 El abandono en la divina Providencia
de inteligencia y sabiduría. Por eso mismo ciertos medios creados, la acción divina le
ellas recogen con todo cuidado esas miga- dice al corazón «mi gracia te basta» [2Cor
jas que los espíritus fuertes desprecian y 12,9]. Pero si ella ansía renunciar a esos
pisan bajo sus pies. Todo les es precioso, medios, la acción divina le dice al alma que
todo les enriquece, guardan una indiferen- son instrumentos que ella no debe tomar o
cia indecible frente a todas las cosas, sin dejar por su cuenta, sino que debe ajustar-
menospreciar ninguna, respetándolas todas se con sencillez a la voluntad de Dios,
y obteniendo de todas alguna utilidad. «usando de todo como si no se usara»
[1Cor 7,31], o bien «privada de todo, pero
Encontrar a Dios en todas las cosas poseyéndolo todo» [2Cor 6,10].
Cuando se encuentra a Dios en todas las Siendo la acción divina una plenitud
cosas, el uso que de ellas se hace por su indeficiente, el vacío que causa la acción
voluntad no es uso de criaturas, sino frui- propia es una plenitud engañosa, que exclu-
ción de la acción divina, que transmite sus ye la acción divina. La plenitud de la ac-
dones por estos diversos canales. Estas ción divina, transmitida por el medio crea-
cosas no santifican en absoluto por sí mis- do que ella aplica, causa un verdadero cre-
mas, sino únicamente como instrumentos cimiento de santidad y simplicidad, de pu-
de la acción divina, que puede comunicar y reza y desasimiento. Se recibe así al prín-
comunica con gran frecuencia sus gracias cipe, recibiendo su séquito. Sería hacerle
a las almas sencillas a través de cosas que, injuria al príncipe no prestar ningún home-
en apariencia, son opuestas al fin que ella naje a sus acompañantes, con el pretexto
se propone. de que se le quiere recibir a él solo. Apli-
La acción divina limpia con el barro [Jn quémonos, pues, todo esto. El mismo Dios
9,6-7], igual que con la más sutil de las ma- santo de los siglos antiguos es el Dios del
terias, y el instrumento del que ella quiere presente y de los siglos por venir, y no hay
servirse [la fe] es siempre único y el mis- momento que Él no plenifique con su infi-
mo. La fe cree siempre que nada le falta. nita santidad.
Nunca se queja de la carencia de aquellos Si lo que Dios mismo elige para ti no te
medios que estima útiles para su adelanta- satisface ¿qué otra mano que la suya podrá
miento, porque sabe bien que el Obrero que contentarte? Si te disgusta la comida que la
les da eficacia, los suple eficazmente por misma voluntad divina te ha preparado ¿qué
su voluntad. En efecto, esta voluntad santa alimento será agradable a gusto tan depra-
divina es la virtualidad de todas las criatu- vado? El alma no puede ser verdaderamen-
ras. te alimentada, fortalecida, purificada, enri-
Con más o con menos talentos quecida, santificada, sino por esta plenitud
divina del momento presente. ¿Qué más
El talento, con todo lo que de él depen- quieres tú? Si puedes encontrar ahí todos
de, quiere ser considerado como el prime- los bienes ¿para qué los andas buscando en
ro entre los medios dispuestos por Dios otras partes? ¿Entiendes tú de estas cosas
para que de ellos nos sirvamos. Y sin em- más que Dios? Si Él ha ordenado que esto
bargo, es preciso reducirlo al último lugar, sea así ¿cómo te atreves tú a desear que no
como a un esclavo peligroso. El corazón sea así? ¿Piensas que pueden equivocarse
sencillo podrá obtener de él grandes servi- su sabiduría y su bondad? Desde el instante
cios, si sabe tenerlo a raya; pero sufrirá de en que ves que Él hace una cosa ¿no has de
él graves perjuicios, si no lo mantiene bien estar tú convencido de que es excelente?
sujeto. Cuando el alma ansía en exceso
Jean-Pierre de Caussade 57
Convéncete de que la acción divina emana- 8,48]. Y ahora, hoy mismo, ¿cómo se con-
da de la disposición de Dios es necesaria- sidera tu voluntad adorable, la tuya, que vi-
mente excelente, pues es su voluntad, y de ves y reinas por los siglos de los siglos,
que no vas a encontrar en otra parte una san- siempre digno de bendición y alabanza?
tidad, por buena que sea en sí misma, que ¿Habrá algún momento, desde la creación
sea más apropiada para tu santificación. del mundo hasta nuestros días o en el tiem-
po futuro, hasta el juicio final, en el que el
Contentos con lo que Dios dispone santo nombre de Dios no sea digno de ala-
¡Cuánta incredulidad hay en el mundo! banza? ¡El Nombre que llena todos los
¡Qué indignamente piensan y juzgan de tiempos y que atraviesa todos los siglos!
Dios, protestando sin cesar de su acción ¡El Nombre que hace santifi-cantes todas
divina y tratándola como no se trataría a un las cosas! Pero ¿cómo es esto? ¿Será posi-
artesano experto en su oficio! El alma se ble que eso que llamamos voluntad de Dios
empeña en obrar dentro de sus límites y pueda hacerme algún mal? A ningún sitio
según las reglas que forja su débil razón. puedo ir yo para encontrar nada mejor, si
Pretende una y otra vez reformar la dispo- soy capaz de captar la acción divina sobre
sición de Dios, y todo son quejas y mur- mí, recibiendo el efecto de esa divina vo-
muraciones. A veces nos sorprendemos de luntad.
lo mal que los judíos trataron a Jesucristo.
Y sin embargo ¡ay, Amor divino, voluntad Oyendo a Dios,
adorable, acción infalible, cómo se te tra- que nos habla en cada cosa
ta! Pero ¿es que acaso puede ser inoportu- ¿Cómo habremos de prestar oído a la pa-
na la voluntad divina o puede equivocarse?... labra que Dios nos dice en el fondo del
corazón en cada momento? Si nuestros sen-
Me dirás quizá: «es que yo tengo tal asun-
tidos y nuestra razón no oyen nada, si no
to, me falta tal cosa, se me quitan los me-
entienden la verdad y bondad de esas pala-
dios necesarios. Este hombre se atraviesa
bras, ¿no es debido a su incapacidad para la
en mis trabajos, que son tan santos. ¿No es
verdad divina? ¿Habrá de extrañarme que el
esto indignante? Esta enfermedad me so-
misterio divino desconcierte la razón hu-
breviene justamente cuando es absoluta-
mana?
mente necesario que yo esté sano»...
Y yo te contesto: la voluntad de Dios es Dios habla, y es un misterio, es muerte
lo único necesario [Lc 10,42]. Y todo lo para mis sentidos y para mi razón, pues los
que ella no da es completamente inútil. No, misterios los inmolan. Pero el misterio no
no, queridas almas, no os falta nada. Todo es sino vida del corazón por la fe, y no hay
eso que llamáis reveses, contratiempos, en esto contradicción alguna. La acción di-
inoportunidades, sinrazones y contrarieda- vina mortifica y vivifica al mismo tiempo.
des, si supiérais de verdad lo que son, que- Cuanto más se experimenta su muerte, más
daríais completamente avergonzados. Todo se cree que da vida. Cuanto más obscuro es
eso que decís, aunque no os deis cuenta, el misterio, más luz tiene para iluminarnos.
son blasfemias. Todo es no es otra cosa que Por eso el alma sencilla no encuentra nada
la voluntad de Dios, blasfemada por sus hi- tan divino como aquello que es menor en
jos queridos, que la desconocen. apariencia. Esto es lo que hace la vida de la
fe.
Jesús mío, cuando estabas en la tierra, los
judíos te trataron de embaucador [Lc
23,2.5.14] y te llamaron samaritano [Jn
58 El abandono en la divina Providencia
prudencia mayor que ésa de «no resistir al hacer o dejar las cosas, sin una razón clara.
malvado» [Mt 5,39], y la de no hacerle más Muchas veces la ocasión o la razón que
oposición que el simple abandono. Esto es determinan al alma fiel son simplemente
ir adelante viento en popa, guardando el de orden natural, sin que a sus ojos o a los
corazón siempre en paz. Con esas persecu- de los demás se muestre ningún misterio
ciones nuestros enemigos hacen de galeo- especial en ese puro azar o necesidad o con-
tes, que nos llevan a puerto con el trabajo veniencia. Y sin embargo, la acción de Dios,
de su remar. que es la inteligencia, sabiduría y consejo
de sus amigos, se sirve en su favor de todas
En la simplicidad del abandono esas cosas tan simples, se las apropia y las
No hay defensa más segura contra la pru- endereza de tal modo que vienen a frustrar-
dencia de la carne que la simplicidad. Sabe se los planes de quienes pretendían dañar
eludir ésta admirablemente todas las tram- al alma.
pas sin conocerlas, sin sospecharlas inclu-
Atentar contra un alma sencilla es lo mis-
so. La acción divina le mueve a tomar me-
mo que atentar contra Dios. ¿Qué podrá
didas tan justas, que llega a sorprender a los
hacerse contra el Omnipotente, «cuyos
que querían sorprenderle. Se aprovecha de
caminos son inescrutables» [Rm 11,33]?
todos sus esfuerzos, y los intentos para aba-
Dios mismo toma como suya la causa del
tirla le sirven de escalones para elevarse.
alma sencilla. No hace falta, pues, que ella
Todas las contradicciones se vuelven en su
investigue las intrigas de sus enemigos, que
favor, y dejando hacer a sus enemigos, que
enfrente su inquietud a la inquietud de ellos,
son instrumentos, obtiene de ellos un ser-
espiando atentamente todos sus movimien-
vicio tan continuo y suficiente, que lo úni-
tos. Su Esposo la descarga de todos estos
co que ha de temer es participar y trabajar
cuidados, y ella, confiándose a Él, descan-
en una obra de la que Dios quiere ser el
sa llena de paz y seguridad.
único principio.
La simplicidad no ha de hacer otra cosa El abandono todo lo simplifica
que contemplar en paz lo que Dios hace, y La acción divina libera al alma y le evita
seguir con sencillez las mociones de la gra- tener que usar de todos esos medios ras-
cia, que siempre son felizmente guiadas por treros e inquietos, tan empleados por la pru-
la prudencia sobrenatural del Espíritu divi- dencia humana. Todo eso va bien para
no, que abarca infaliblemente las circuns- Herodes y los fariseos, pero los Reyes
tancias más íntimas de cada cosa, y que magos no tienen más que seguir en paz su
conduce al alma tan hábilmente, sin que ella estrella. Y al niño le basta dejarse llevar en
lo sepa, que todo lo que se le opone es los brazos de su madre. Cuando sus enemi-
siempre destruido. gos lleven adelante sus manejos, cuanto más
El movimiento único e infalible de la ac- hagan por perjudicarle, hostilizarle y sor-
ción divina mueve siempre oportunamente prenderle, más libre y tranquilo irá, sin pre-
el alma sencilla, y ésta corresponde a todo tender rehuirles, sin tratar de halagarles
muy sabiamente, llevada por su íntima di- para evitar sus golpes, envidias y malas in-
rección. Por eso quiere todo aquello que tenciones: sus persecuciones le son favo-
le sucede, todo lo que ocurre, todo lo que rables.
experimenta, excepto el pecado. Así vivía Jesucristo en Judea, y así es
Esto unas veces lo hace conscientemen- como vive todavía en las almas sencillas.
te, otras sin darse cuenta, movida sólo de Sigue siendo generoso, dulce, libre, pací-
un instinto secreto que la impulsa a decir,
60 El abandono en la divina Providencia
fico, sin temer nada ni necesitar de nadie, acción divina, para entregarse a todo lo que
viendo todas las criaturas como instrumen- exigen las obligaciones del propio estado,
tos en las manos de su Padre para servirle, dejando hacer al Espíritu Santo en el inte-
unas por sus pasiones criminales, otras por rior, sin ir mirando lo que hace, incluso
sus santas acciones, aquéllas por sus con- estando bien a gusto de no saberlo. Todo
tradicciones, éstas por su obediencia y fi- cuando sucede en el mundo es solamente
delidad. Todo viene a ser ordenado maravi- para el bien de las almas fieles a la volun-
llosamente por la acción divina, y nada fal- tad de Dios.
ta ni sobra, ni hay más males o bienes de lo
preciso. La estatua imponente del mundo,
hecha de oro y bronce, hierro y barro
La voluntad de Dios dispone en cada
La figura del mundo es presentada bajo
momento el instrumento que conviene, y
el aspecto de una estatua de oro, bronce,
el alma sencilla, sostenida por la fe, en-
hierro y barro [Dan 2,31-35]. Este miste-
cuentra todo bien y no desea ni más ni me-
rio de iniquidad [mostrado en sueños al rey
nos de lo que tiene. Bendice, pues, en todo
Nabucodonosor] no es sino el obscuro con-
momento la mano divina, que derrama sua-
junto de todas las acciones interiores y ex-
vemente sus aguas tan santifican-tes en el
teriores de los hijos de las tinieblas, que
fondo del alma; y así recibe con igual dul-
son la Bestia salida del abismo para hacer
zura a los amigos y a los enemigos, pues
la guerra a los hombres espirituales [Apoc
ésa es la forma que tiene Jesús de tratar
13]. Y todo lo que sucede en la historia hasta
como instrumento divino a todas las cosas.
el presente es la continuación de esa gue-
En esa actitud espiritual no se necesita rra. Las Bestias se suceden unas a otras, el
de nadie, y sin embargo de todos se nece- abismo las devora y las vomita de nuevo,
sita. Hay que recibir la acción divina, cuya en medio de nuevos vapores.
ordenación es en todo necesaria, según su
El combate entre Lucifer y San Miguel
calidad y naturaleza, y corresponder con
comenzó en el cielo y perdura en la tierra
dulzura y humildad. Así lo enseñó San Pa-
[Dan 122,13.21; Apoc 12,7; +Vat. II, GS
blo [1Cor 9,19-23], y así lo había vivido
13a, 37b]. El corazón de este ángel sober-
Jesucristo, tratando con sencillez a los sen-
bio y envidioso es un abismo insondable de
cillos y con bondad a los groseros.
toda clase de males. Por él entró en el cie-
Pertenece exclusivamente a la gracia lo la revuelta de ángeles contra ángeles, y
marcar con ese sello sobrenatural a las al- desde la creación del mundo todo su em-
mas, distinguiendo y apropiándose maravi- peño es suscitar entre los hombres nuevos
llosamente de la naturaleza de cada perso- malvados, que ocupen el lugar de los que él
na. Es esto algo que no puede aprenderse se ha tragado. Lucifer es, pues, el jefe de
en los libros, pues es verdaderamente un aquellos que se le someten libremente.
espíritu profético, el efecto de una íntima
Este misterio de iniquidad está hecho de
revelación. Es, en fin, una enseñanza del
odio a la voluntad de Dios y produce un
Espíritu Santo. Y para vivirlo es necesario
desorden diabólico, un caos misterioso,
haber llegado al último grado del abando-
pues oculta bajo hermosas apariencias ma-
no, al desasimiento más completo de todo
les irremediables e infinitos. Todos los
objeto, deseo o interés propio, por santo
malos, desde Caín hasta los que hoy arra-
que sea.
san la faz de la tierra, han tenido siempre
Es preciso tener como único asunto en apariencia de grandes, de príncipes pode-
este mundo el dejarse pasivamente en la
Jean-Pierre de Caussade 61
rosos, que centraban la atención del mun- más que un sueño efímero, que huye de la
do, y que suscitaban la adoración de los memoria de Nabucodonosor cuando se des-
hombres [Apoc 13,3-4]. Y esta apariencia pierta, por fuertes que fueran las huellas que
fascinante y engañosa es un misterio: no grabaran en su espíritu.
hay en ella sino Bestias surgidas del abis- Todas esas Bestias sólo surgen en el mun-
mo, unas detrás de otras, con el fin de tras- do para ejercitar la valentía de los hijos de
tornar y falsificar el orden dispuesto por Dios. Y cuando éstos ya están suficiente-
Dios. mente adiestrados, Dios les concede la
Pero la ordenación divina, que es otro fuerza para matar las Bestias. Y el cielo al
misterio, ha suscitado siempre hombres punto eleva a los vencedores, y el infierno
verdaderamente grandes y poderosos, que traga a los vencidos.
han dado el golpe mortal a esas Bestias. Y a Al punto surge una nueva Bestia, y Dios
medida que el abismo ha vomitado otras suscita nuevos guerreros para darle batalla.
nuevas, el cielo ha hecho nacer también Y así, esta vida no es sino un espectáculo
héroes capaces de vencerlas. La historia continuo, que alegra el cielo, ejercita a los
antigua, sagrada y profana, es la historia de santos y confunde al infierno. Todos los
esta guerra, en la que la voluntad de Dios enemigos del bien vienen a ser esclavos de
permanece siempre victoriosa. Los que se la justicia, y la acción divina construye la
han alineado con ella, igualmente, han ven- Jerusalén celeste con trozos de Babilonia,
cido y son felices por toda la eternidad. Por compuesta por piezas usadas y rotas.
el contrario, la maldad nunca ha sido capaz
de proteger a los desertores, sino que les ¿Sirven para algo las más altas luces, las
ha pagado con la muerte y una muerte eter- revelaciones divinas, si no se ama la volun-
na. tad de Dios? Lucifer no fue capaz de apro-
bar esta voluntad. La decisión de la acción
¡El malo siempre se cree invencible en su divina que Dios le revelaba al mostrarle el
maldad! Pero, Dios mío, ¿quien podrá resis- misterio de la Encarnación, le encendió de
tirte? [Rm 9,19-24]. Aunque un alma sola tu- envidia. En cambio, un alma sencilla, ilu-
viera en contra suya a todas las fuerzas del minada por la luz de la fe, no se cansa de
infierno y del mundo, nada tendría que temer admirar, alabar y amar la voluntad de Dios,
si se abandona a la voluntad de Dios. Y esa descubriéndola no solamente en las criatu-
apariencia monstruosa de la maldad, que pa- ras santas, sino incluso en el desorden y
rece tan poderosa, esa cabeza de oro, ese confusión más caóticos. Un grano de fe pura
cuerpo de plata, bronce y hierro, no es más ilumina más el alma sencilla que a Lucifer
que un fantasma de polvo brillante. Una pie- todas sus luces tan elevadas.
drecilla, cayendo sobre ella, la derrumba, de-
jándola a merced del viento [Dan 2,34-35]. La victoria cierta de la fidelidad
La sabiduría del alma fiel a sus obliga-
El Espíritu divino ciones, tranquilamente sometida a las mo-
vence siempre a la Bestia mundana ciones íntimas de la gracia, dulce y humil-
¡Qué admirablemente va trazando todos de con todos, vale mucho más que la más
los siglos el Espíritu Santo! Todas esas re- profunda penetración de los mayores mis-
voluciones, que conmueven tanto a los hom- terios. Si sólo viéramos la oculta acción
bres, que irrumpen con tal luminosidad, divina en todo el orgullo y dureza de las
como si fueran astros que brillan sobre las criaturas, la recibiríamos con dulzura y res-
cabezas de los pueblos, tantos aconteci- peto. Sus desórdenes, por aparatosos que
mientos extraordinarios, todo eso no es
62 El abandono en la divina Providencia
sean, son incapaces de romper el orden di- rio, es una verdadera resistencia a la acción
vino. divina. En realidad, Dios no tiene otros ins-
Por eso, dulce y humildemente, nunca hay trumentos que los humildes, pues siempre
que dejar esa unión con la acción divina que es contradicho por los soberbios que, sin
esas cosas implican consigo y comunican. embargo, no pueden menos de servirle
Como tampoco hay que detenerse a mirar como esclavos en el cumplimiento de sus
la vía que siguen, sino asegurarse en el pro- designios.
pio camino. De este modo es como, ajus- El alma sencilla reconoce
tándose suavemente a las cosas, caen los y acepta en todo la voluntad de Dios
cedros y se derriban las rocas que no nos
Cuando veo un alma que hace de Dios y
dejaban pasar.
de la fidelidad a su voluntad su todo, por
Si queremos vencer infaliblemente a to- más pobre que esté de otras cosas, me digo:
dos nuestros adversarios, basta que les «he aquí un alma con grandes talentos para
opongamos estas armas. Jesucristo nos las servir a Dios». Así venían a ser las aparien-
ha puesto en las manos para que nos defen- cias de la santísima Virgen y de San José.
damos, y nada debemos temer si nos servi- Sin esta actitud, en cambio, todas las de-
mos de ellas sin cobardía, con generosidad, más cualidades me dan miedo, temo la ac-
pues en eso consiste la acción de los divi- ción de Lucifer en ellos, y me mantengo
nos instrumentos. Es Dios quien hace lo en guardia, pues todo ese encanto no es más
sublime y maravilloso, y jamás una acción que un brillo sensible, como una frágil y
particular que haga la guerra a Dios puede quebradiza copa de cristal.
resistir a quien está unido a la acción divi-
La voluntad de Dios es toda la estrategia
na por la dulzura y la humildad.
de un alma sencilla, que es capaz de reco-
Lucifer es la rebeldía nocerla hasta en aquellas acciones irregu-
contra la voluntad de Dios providente lares que el soberbio realiza para humillar-
¿Quién es Lucifer? Un espíritu bellísi- la. El soberbio desprecia al alma sencilla,
mo, el más inteligente de todos; pero un pero ante ésta él no es nada, pues ella sola-
espíritu descontento de Dios y de sus de- mente ve a Dios en él y en todas sus accio-
signios. Pues bien, el misterio de iniqui- nes.
dad no es sino la extensión de esa incon- A veces el soberbio, viendo al alma sen-
formidad, que se manifiesta de todas las cilla tan humilde, se imagina que se ve afec-
maneras posibles. Lucifer, en cuanto está tada por su desprecio; y no comprende que
en su mano, no querría dejar nada en el or- su humildad es solamente signo de su re-
den que Dios ha dispuesto. Y allí donde él verencia amorosa hacia Dios y su voluntad,
penetra, veréis siempre una desfiguración a quien capta en la misma acción del so-
de la obra de Dios. berbio. No, pobre insensato, no. Tú al alma
Cuanta más luz, sabiduría y capacidad tie- sencilla no le das ningún miedo; lo que le
ne una persona, mayores son para ella los das es compasión. Ella está respondiendo
peligros, si no está fundamentada en la pie- a Dios, cuanto tú piensas que te habla a ti.
dad, que consiste en estar conformes con Es con Él con quien lleva su negocio, y no
Dios y con su voluntad. Estamos unidos a contigo, que solamente eres para ella como
la acción divina por un corazón puro, bien un esclavo, o mejor, como una mera apa-
ordenado, y sin él todo lo que se haga viene riencia bajo la cual Él se disfraza. Por eso
a ser algo puramente natural y, de ordina- cuando tú te elevas, ella se anonada; y cuan-
do tú crees apresarla, es ella la que te cap-
Jean-Pierre de Caussade 63
guro de que me lleve bien, pero nada puede sino llevados en brazos de la Providencia?
impedirme que lo crea». Cuantas más tinieblas, abismos, obstáculos,
El espíritu ansía la luz, pero el corazón muertes, desiertos, temores, persecucio-
no quiere sino las tinieblas. Todas las per- nes, sequedades, pobrezas, aburrimientos,
sonas y espíritus lúcidos agradan a mi es- angustias, desesperaciones, purgatorios e
píritu, pero mi corazón sólo gusta de con- infiernos haya en nuestro camino, más gran-
versaciones y palabras que no comprende des serán nuestra fe y nuestra confianza.
en absoluto. Y todo su estado y camino son Bastará con levantar los ojos a ti para ver-
efectos del don de la fe, que lleva a amar y nos protegidos de tan grandes peligros.
gustar de principios, verdades y caminos de Entonces nos olvidaremos de los cami-
los que el espíritu no tiene ni objeto, ni nos y de sus condiciones, nos olvidaremos
ideas, y en los que tiembla, se estremece y de nosotros mismos y, absolutamente aban-
se tambalea. donados a la sabiduría, bondad y potencia
La seguridad está no sé cómo en el fon- de nuestro Guía, solamente nos acordare-
do de mi corazón, y éste camina según es mos de amarte, de evitar todo pecado, in-
impulsado, convencido de la bondad de su cluso el más pequeño, y de cumplir las obli-
impulso, no por evidencia, sino por testi- gaciones de nuestro deber.
monio de su fe. Es imposible que Dios guíe Éste será el único cuidado, Amor queri-
un alma sin comunicarle una certeza de la do, que tú encargas a tus queridos hijos pe-
bondad de su camino, tanto más grande queños, ocupándote tú de todo el resto. Y
cuanto menos se siente. Y esta certeza afir- ellos, cuanto más terrible sea este resto,
ma su victoria sobre todas las criaturas, más esperan y reconocen tu presencia. No
sobre todos los miedos y los esfuerzos, se preocupan más que de amar, como si
sobre todas las ideas espirituales. ellos ya no existieran. Y cumplen sus pe-
Es inútil entonces gritar, luchar, buscar queños deberes como un niño que en el re-
mejor. La esposa siente al Esposo sin sen- gazo de su madre se ocupa en sus entrete-
tirlo, pues cuando ella le va a tocar, Él des- nimientos, como si en el mundo no exis-
aparece. Siente que el Esposo la rodea con tieran más que su madre y sus juegos.
su brazo derecho [Cant 2,6], y prefiere per- El alma ha de ir más allá de todo lo que le
derse, abandonándose a su guía, que le va hace sombra. La noche no es tiempo de
llevando sin razón y sin orden, a tratar de obrar, sino de descansar. La luz de la razón
asegurarse, esforzándose en seguir los ca- solamente puede acrecentar las tinieblas de
minos señalados por la virtud. la fe, y el rayo de luz que las atraviesa ha de
venir de más alto que ellas.
A obscuras, en la paz del abandono
Cuando Dios se comunica a un alma como
Vamos, pues, alma mía, vamos a Dios por
vida, no se presenta ya a sus ojos como ca-
el abandono, y ya que la virtud exige indus-
mino y como verdad [Jn 14,6]. La esposa
tria y esfuerzos, confesémosle nuestra im-
busca al Esposo en la noche [Cant 3,1], y él
potencia y confiemos en que dios no per-
está detrás de ella, la tiene entre sus manos
mitirá que no podamos andar a pie, si Él no
y la impulsa. Ella le busca delante, sin en-
ha decidido en su bondad llevarnos en bra-
contrarle. Pero él ya no es objeto de ideas,
zos.
sino principio e impulso.
Y siendo así ¿qué necesidad tenemos de
En la acción divina hay recursos secre-
luz, Señor, de ver y sentir, de seguridad,
tos e inesperados, maravillosos y descono-
ideas y reflexiones, ya que no vamos a pie,
cidos, para todas las necesidades, proble-
Jean-Pierre de Caussade 65
lados tantos misterios, alcanzaré a ver con la llave del abismo [Apoc 9,1] y de la cien-
claridad todo lo que ahora no comprendo cia de Dios [Lc 11,52]. La fe denuncia la
sino confusamente, todo lo que se me mues- mentira de todas las criaturas, y por ella
tra tan revuelto y embrollado, tan desorde- Dios se revela y manifiesta en todas las
nado e imaginario. Y entonces todo me ale- cosas, divinizán-dolas. Ella es la que quita
grará, me llenaré de un gozo eterno por la el velo y descubre la verdad eterna.
bondad y el orden, la razón, la sabiduría y Cuando un alma recibe esta inteligencia
las incomprensibles maravillas que descu- de la fe, Dios le habla por medio de todas
briré. las criaturas. El universo es para ella una
Todo lo que vemos ahora es vanidad y Escritura viviente, que el dedo de Dios tra-
mentira. La verdad de las cosas está en Dios. za incesantemente ante sus ojos. La histo-
¡Y qué diferentes son las ideas de Dios de ria de todos los momentos que pasan es una
nuestras ilusiones! ¿Cómo entender, si no, historia sagrada. Los Libros santos, que el
que estando continuamente advertidos de Espíritu de Dios ha inspirado, no son para
que todo esto que pasa en el mundo no es ella más que el comienzo de las enseñan-
más que una sombra, una figura, un miste- zas divinas.
rio de fe, nos conduzcamos, sin embargo, Todo lo que sucede y que no está consig-
en todo humanamente, guiados por el sen- nado en las Escrituras es para ella una con-
tido natural de las cosas, que no alcanza tinuación de éstas. Y lo que está escrito no
nunca a descifrar el enigma? es más que el comentario de lo que no está.
Caemos una y otra vez en la trampa, como La fe juzga del uno por lo otro. La síntesis
insensatos, porque no levantamos los ojos escrita no es más que la introducción a la
al principio divino, a la fuente, al origen de historia de la plenitud de la acción divina,
las cosas, donde todo tiene otro nombre y que se encuentra resumida en las Escritu-
otras cualidades, donde todo es sobrenatu- ras. El alma descubre en ella los secretos
ral, divino, santificante, donde todo es par- para penetrar en los misterios que encie-
te de la plenitud de Jesucristo, donde todo rran toda su plenitud.
es piedra de la Jerusalén celeste [Apoc
3,12], donde todo se integra y hace entrar
en este edificio maravilloso.
Vivimos según lo que vemos y sentimos,
y hacemos inútil esta luz de la fe que po-
dría conducirnos con tanta seguridad por
este laberinto, donde hay tantas tinieblas e
imágenes, entre las que nos extraviamos
como necios. No avanzamos guiados por
la fe, que solamente ve a Dios y las cosas
en Dios, y que vive siempre de Él, dejando
a un lado lo visible, y yendo más allá de las
figuras.
La fe es la antorcha del tiempo, y ella sola
alcanza la verdad invisible, toca lo impal-
pable, ve todo este mundo como si no exis-
tiese, pues ve algo muy distinto de lo que
es aparente. La fe es la llave de los tesoros,
Jean-Pierre de Caussade 71
cisco 1982, 103 pgs.; introd. Richard J. Cruz, S. Francisco de Sales y de Caussade
Foster, Paperback, Harper, San Francisco sobre este autor.
1989, 128 pgs.). Patricia Noreen Benson, Surrender to
The flame of divine love: readings from God: a feminist critique an reinterpreta-
the spiritual counsels and letters of Jean tion (Graduate Theological Union, 1990),
Pierre de Caussade, S.J. (ed. e introd. de tesis que critica a de Caussade, consideran-
Robert Llewelyn, en Darton, Longman and do insano e inmaduro el abandono que él
Todd, London 1984, 62 pgs.). propugna y que la autora estima que resurge
Spiritual letters of Jean-Pierre de en el presente.
Caussade (trad. Kitty Muggeridge, en Otros estudios sobre de Caussade:
Collins, Fount, London 1986, 156 pgs.); la Madelaine Huillet, Le Père de Caussa-
misma obra y trad. (en Morehouse-Barlow, de et la querelle de l'Amour pur (tesis,
Wilton, Connecticut 1986, 148 pgs.). Paris 1958).
The joy of full surrender (trad. del Aban- La misma, Le Père de Caussade et la
dono, Paraclete Press, Orleans, querelle du pur amour (Montaigne, Paris
Massachussets 1986, 160 pgs.). 1965, 336 pgs.).
Daily readings with Jean-Pierre de George Scott-Moncrieff, Jean-Pierre de
Caussade (ed. por Robert Llewelyn, en Caussade («Te Month» 26, 1961, 5-14);
Templegate, Springfield, Illinois 1986). Jacques Le Brun, Quelques documents
Self-Abandonment to Divine Providen- relatifs au Père de Caussade, conservés
ce (vers. Ramière, trad. Algar Thorold, ed. aux Archives de Meurthe-et-Moselle,
John Joyce, en Tan Bks. & Pubs., Rockford, («Revue d'Ascétique et de Mystique» 40,
Illinois 1987, 450 pgs.). 1964, 477-480).
The sacrament of the present moment Ciertamente, la palabra de Caussade sobre
(Harper & Row, New York 1989); el abandono, expresada en sus cartas e ins-
The Fire of Divine Love: Readings from trucciones, después de dos siglos y medio,
Jean-Pierre De Caussade (ed. Robert sigue resonando hoy en la Iglesia.
Llewelyn, Paperback, Triumph Books,
1995).
Ediciones en otras lenguas
En italiano, L'Abbandono alla divina
provvidenza (Ed. Paoline, Milano 19865,
144 pgs.).
En alemán, Hingabe an Gottes Vorse-
hung (Benziger, Braunschweig 1981).
Estudios sobre de Caussade
Al menos dos tesis doctorales se han ela-
borado últimamente en los Estados Unidos
relacionadas con nuestro autor:
Ellen L. Joyce, Pray as you can: the
theory of prayer of John Chapman
(Fordham University 1981), en la que es-
tudia el influjo de Sta. Teresa, S. Juan de la
Jean-Pierre de Caussade 73
lo y parte del alma en la obra de la san- la fe, 58. El momento presente, 59. Lo úni-
tificación. Dios hace todo el resto Él co necesario: santificar el nombre de Dios,
solo. Ofrenda sacrificial continua, 39. Vo- 59. Job, David, 59. El Padre nuestro, 60.
luntad divina obligante y voluntad divina Con libros o sin ellos, con medios o sin
operante, 39. El abandono es fidelidad a toda medios, 60. Encontrar a Dios en todas las
clase de voluntad divina, 39. Santo desasi- cosas, 61. Con más o con menos talentos,
miento, 40. Amor puro es puro don de Dios, 61. Contentos con lo que Dios dispone, 62.
40. Amor puro es total indiferencia, 40. Oyendo a Dios, que nos habla en cada cosa,
Vacío de sí, abnegación perfecta, 41. Vía 63.
simple y universal, 41. Pasividad fielmen- X.– El secreto de la espiritualidad está
te activa, 42. La Pasión del Señor, 42. Cara en amar a Dios y servirle, uniéndose a
fea y cara bella del tapiz, 42. Fieles a los su santa voluntad en todo lo que hay que
mandamientos, dóciles a la ordenación hacer o sufrir. Ver al Señor en todo lo que
providente, 43. Deberes generales y debe- sucede, 63. Esta fe nos guarda en la paz y el
res particulares, 43. Camino fácil hacia la gozo, 64. En la simplicidad del abandono,
santidad, 43. Lienzo o piedra que se aban- 64. El abandono todo lo simplifica, 65. La
donan al artista, 44. Dejémosle hacer a estatua imponente del mundo, hecha de oro
Dios, 44. Siempre fieles a los deberes pro- y bronce, hierro y barro, 66. El Espíritu di-
pios, 45. Quietismo insensato, 45. No más vino vence siempre a la Bestia mundana, 67.
santos por hacer esto o lo otro, 45. Jesús, La victoria cierta de la fidelidad, 67. Luci-
María y José, 46. Hay tres deberes, 46. No fer es la rebeldía contra la voluntad de Dios
querer sino lo que Dios quiera, 47. Si se provi-dente, 68. El alma sencilla reconoce
conociera este camino... 47. Misionero de y acepta en todo la voluntad de Dios, 68. La
la voluntad divina, 48. ciencia suprema: conocer y aceptar la volun-
IX.– La voluntad de Dios y el momen- tad de Dios, 68.
to presente. Tesoro de la voluntad divina, XI.– En el puro abandono en Dios todo
48. Tesoro del momento presente, 48. lo que parece obscuridad es actividad de
Guiarse por la fe, no por los sentidos, 49. la fe. Caminando a ciegas, en total seguri-
María, Jesús, los Magos, los pastores, 49. dad, 69. A obscuras, en la paz del abandono,
María, la Virgen fiel, 50. Dios habla en la 70. Un cántico nuevo: todo va bien, 71. En
Escritura y en la vida, 51. Dios sigue ha- tinieblas absolutas, 71. Soñando o
blando en el presente, 51. Aprender a leer despertados por Dios, 72. Trucos del Amor
en los sucesos diarios, 51. Palabras de Dios divino providente, 72. Quietistas, 72. En
escritas no en libros, sino en el corazón, pura fe, en un purgatorio, 72. Un guía ami-
52. La fe de los santos sabe leer en la vida, go nos guía en la noche, 73. Dios conduce
52. Más atención al hoy que al ayer, 53. en la noche a sus santos, 73. Abandono per-
Atención al Maestro interior, 54. Inmensi- fecto de Jesucristo, 73. Camino fácil, sen-
dad de la acción divina, 54. ¿Por qué se ig- cillo, recto, 74. Camino oculto y obscuro,
nora tanto todo esto? 55. Fecundidad gran- 74. Evangelio vivo y diario, que sigue es-
diosa de la acción divina, 55. Todos podrían cribiendo el Espíritu Santo, 74. La fe sabe
llegar a la santidad por esta vía, 55. El Es- leer este Libro de Vida, 75. Espíritu Santo,
píritu Santo sigue escribiendo historias sa- enséñame a leer el momento presente, 75.
gradas, 56. Eterno plan de Dios hoy, en el
tiempo, 56. Felices con el plan de Dios, 57. Nota bibliográfica, 77.
Vana curiosidad espiritual, 57. Ciencia su- Índice, 80.
prema del plan divino, 58. El justo vive de