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Jean-Pierre de Caussade 1

ta, y al año siguiente publica sus Ins-


Jean-Pierre de Caussade, S.J. tructions spirituelles.
El abandono en la divina Providencia La obra sobre L'Abandon
Fundación Gratis Date Mucho más tarde, en 1861, se publica-
rán algunos escritos del padre de Caussade
Pamplona 2000
sobre el Abandono. En efecto, una colec-
ción de cartas e instrucciones suyas dirigi-
das a sus visitandinas en torno a este tema
llega a las manos del eminente jesuita P.
Henri Ramière (1821-1884), Director del
Apostolado de la Oración y gran apóstol del
Corazón de Jesús. Él es quien descubre con
Introducción entusiasmo la calidad espiritual de estos es-
critos, y su fuerza doctrinal frente a las ten-
dencias quietistas y jansenistas.
Es, pues, el P. Ramière quien reorganiza
El autor completamente ese conjunto de escritos,
Jean-Pierre de Caussade (1675-1751), y los publica en París en 1861 con el título
nacido en Quercy, ingresa en la Compañía L'Abandon à la Providence divine
de Jesús en Tolosa, en 1693, y a partir de envisagé comme le moyen le plus facile
1715 se dedica a la predicación y a la ense- de santification; ouvrage inédit du R. P.
ñanza, viviendo sucesivamente en varias re- J. Pierre Caussade. La obra alcanza gran
sidencias. Entre 1729 y 1739 es asidua su éxito, y las visitandinas de Nancy le hacen
relación con las religiosas de la Visitación llegar al P. Ramière otros dos cuadernos
de Nancy, y dirige su casa de ejercicios des- con 101 y 24 cartas más, de modo que éste,
de 1733. en la quinta edición del libro (1867), inte-
gra todas ellas en el tratado sobre el Aban-
Varias de estas visitandinas reciben de dono que se hará clásico. Así fue como, bajo
Caussade un profundo influjo espiritual en la docta pluma de Ramière, los antiguos
dirección espiritual y por carta, y todas ellas escritos del padre de Caussade experimen-
a través de frecuentes retiros comunitarios. tan un gran número de añadidos aclaratorios,
Especialmente receptiva se muestra la su- supresiones, glosas e introducciones.
periora, Madre Marie-Anne-Thérèse de
Rosen, que reúne muchas cartas espiritua- L'Abandon viene de este modo a hacer-
les del Padre. También la sobrina de la M. se un clásico de la literatura espiritual mo-
de Rosen, la Madre Marie-Anne-Sophie de derna, y ha tenido muchas ediciones y tra-
Rottembourg, superiora desde 1738, tiene ducciones, también en el siglo XX, como
en gran estima la enseñanza del Padre de puede verse al final en la Nota bibliográfi-
Caussade, y ella también guarda un gran nú- ca.
mero de cartas suyas de dirección. Estas La presente edición
cartas, con otras instrucciones y avisos del El jesuita Michel Olphe-Galliard es uno
mismo autor, fueron coleccionadas y co- de los mejores conocedores de Jean-Pierre
piadas varias veces. de Caussade en nuestro tiempo, y después
En 1740, el P. Caussade es destinado a de haber publicado las Lettres spirituelles
Perpignan como rector del colegio jesui- de éste, partiendo de ese trabajo, edita de
2 El abandono en la divina Providencia

nuevo L'Abandon à la Pro-vidence divine Una obra genial


(Desclée de Brouwer, París 1962, 324 pgs.; A pesar de estas imperfecciones, en cier-
ib. 1966, 151 pgs.). En estas ediciones no to modo necesarias, el Abandono del Pa-
reproduce ya el texto retocado por Ramière, dre de Caussade es un obra genial. No sig-
sino que se limita a publicar los auténticos nifica esto que sea absolutamente original;
escritos del padre de Caussade sobre el si así lo fuera, sería ajena a la mejor tradi-
abandono. ción espiritual cristiana, y por tanto falsa.
Pues bien, de esta última edición de los No, la espiritualidad del abandono, muy al
escritos originales de Caussade sobre el contrario, tiene innumerables precedentes.
Abandono (1966) hemos realizado la tra- En realidad, el tema del abandono espiri-
ducción que aquí ofrecemos. Sólo nos he- tual, aunque expresado con otros términos,
mos permitido introducir en el texto unos está presente en toda la historia de la espi-
subtítulos que faciliten su lectura, y hemos ritualidad cristiana, desde su inicio.
añadido también entre corchetes las refe- Si buscamos los precedentes más próxi-
rencias de los lugares citados en el texto, mos al abandono de Caussade, habremos
bíblicos casi todos. Buena parte de estas de recordar, por ejemplo, la indiferencia
referencias se incluyen ya en la edición de espiritual de San Ignacio de Lo-yola (1491-
Olphe-Galliard. 1556, «Ejercicios espirituales» 16, 23,
234); la conformidad con la voluntad de
Una obra imperfecta Dios, enseñada por el jesuita Alonso
El Abandono del P. de Caussade es sin Rodríguez (1526-1616, «Ejercicio de per-
duda una obra in-perfecta, ante todo, por- fección», I, cp. 8) y por tantos otros auto-
que se trata principalmente de un conjunto res; el abandono confiado de San Francis-
de cartas ocasionales de dirección espiri- co de Sales (1567-1622, «Traité de l'Amour
tual o de fragmentos de instrucciones. Esto de Dieu», lib. 8-9); o el notable «Discours
implica inevitablemente un gran desorden sur l'acte d'aban-don à Dieu», de Bossuet
en la exposición de las ideas, una falta de (1627-1704).
precisión teológica en ciertas expresiones
–normal en un género íntimo y epistolar–, Parece cierto, sin embargo, que el Padre
y también un cierto énfasis ocasional y li- de Caussade, por especial don de Dios, ha
terario, que no siempre guarda del todo la vivido personalmente y ha expresado con
armonía propia de una verdad espiritual genial elocuencia la santificación diaria
completa. del momento presente, la fuerza santi-
ficante de las pequeñas cosas de cada
Pero la mayor imperfección, también de- día, en las que la fe ha de captar continua-
bida a las causas señaladas, viene constituida mente la ordenación bondadosa de la Pro-
por las frecuentes reiteraciones. La obra, en videncia divina.
efecto, es una serie de «variaciones sobre un
mismo tema», el tema precioso del aban- El mismo de Caussade se confiesa mi-
dono en la acción divina provi-dente. Po- sionero de la voluntad divina: «Dios mío,
dría asemejarse al Bolero de Maurice Ravel, yo quiero con toda mi alma ser misionero
donde un mismo tema melódico se repite una de tu santa voluntad, y enseñarle a todo el
y otra vez a lo largo de la obra, con maravi- mundo que no hay cosa tan fácil, tan co-
llosas variaciones tímbricas y rítmicas de la mún y tan al alcance de todos como la san-
orquesta. tidad». Basta para alcanzar ésta vivir fiel-
mente las pequeñas cosas de la vida diaria,
cumpliendo bien los deberes del propio es-
Jean-Pierre de Caussade 3

tado, sea el que fuere, y mantener siempre si en orden a la santidad viniera a dar lo
y en toda circunstancia, con la gracia de mismo pobreza o riqueza, vivir de este modo
Dios, un fiat permanente a la voluntad divi- o de tal otro. Pero él sabe bien que la con-
na. versión cristiana, bajo la acción del Espí-
A partir de la publicación, en 1861, del ritu Santo, implica renovaciones no sólo
Abandono del P. de Caussade, el espíritu interiores, en el corazón, sino también ex-
de esta obra, e incluso no pocas de sus ex- teriores, en los modos de vida, y que a ve-
presiones e imágenes concretas, reapare- ces estas renovaciones han de ser muy gran-
cen una y otra vez en muchos autores espi- des: «vino nuevo en odres nuevos» (Mt
rituales, sobre todo de la tradición france- 9,17). Sin ellas se puede echar a perder la
sa. Hallamos, por ejemplo, su indudable vida interior.
influjo, directo o indirecto, en la infancia Muchas de las objeciones que se pueden
espiritual, es decir, en el caminito de San- hacer –y se han hecho– a de Caus-sade han
ta Teresa del Niño Jesús (1873-1897), en de resolverse alegando que él da por su-
el santo abandono del cisterciense Vital puestas muchas cuestiones ascéticas pro-
Lehodey (1857-1948), o en el precioso li- pias de una vida espiritual incipiente,
bro La Providen-ce et la confiance en pues sus escritos van dirigidos a personas
Dieu: fidélité et abandon (1953), del do- de vida espiritual avanzada. Notemos, por
minico Réginald Garrigou-Lagrange. ejemplo, que tampoco en San Juan de la
Cruz la vida litúrgica y sacra-mental es pre-
Algunos avisos sentada con frecuencia en sus obras mayo-
Con mucha alegría, pues, ofrecemos aho- res como la clave de toda conversión de
ra una nueva edición del Abandono del pa- vida, sin que por eso el Santo Doctor igno-
dre de Caussade. Y lo hacemos sin reserva re esta verdad. Simplemente, un escritor ha-
alguna, seguros de que los lectores actua- bla de lo que está tratando, sin que por eso
les están muy lejos de verse tentados a error niegue intencional-mente o menosprecie
por las imprecisiones que puedan darse en necesariamente lo que silencia.
esta obra.
Otras veces de Caussade, llevado por su
El autor, es cierto, de tal modo enfatiza impulso literario, encarece en gran medida
en estos textos la fuerza santificante del la lectura del Libro de la Vida diaria, recor-
momento presente que en algunas páginas dando escasamente que sin la Sagrada Es-
apenas alude al tema del discernimiento, critura y los libros espirituales apenas es
como si el momento presente expresara posible entender nada del libro diario que
siempre de modo inequívoco la moción de el Espíritu Santo escribe en nosotros. Pero
gracia que Dios ofrece con él. Tampoco dice se trata sólo de contraposiciones retóricas,
casi nada, por ejemplo, de la Eucaristía y literarias, expresadas en un género episto-
de los sacramentos, como clave decisiva de lar exhortativo.
toda la santificación cristiana, o de la im-
portancia de la pobreza, de la mortificación, Por otra parte, aunque de Caussade diga
de la fidelidad a una regla de vida o de la con cierta frecuencia que la acción divina
perseverancia en ciertas prácticas religio- necesita encontrar corazones sencillos
sas. para realizar su obra, es claro que, hablan-
Cuando este autor, en fin, ensalza tanto do de Dios, se trata de expresiones
la fuerza santificadora del momento pre- antropomórficas, que han de ser bien en-
sente, tenga éste la forma que tenga, podría tendidas. El autor sabe perfectamente que
también malentenderse su enseñanza, como toda la buena voluntad que Dios encuentra
4 El abandono en la divina Providencia

en el hombre procede de Su gracia previa,


ha sido causada por ella, y que Él, propia-
mente, no necesita hallar en la persona nada
precedente a su gracia para poder conce-
derle sus dones. Precisamente, la primacía
de la gracia –total, continua, universal– es Prefacio
una de las verdades más claramente expues-
tas por de Caussade.
Todos estas insuficiencias de la presente
obra son perfectamente explicables si te-
nemos en cuenta que se trata de un conjun-
[El breve prefacio que sigue, según Olphe-
to ocasional de cartas y de instrucciones Galliard, parece haber sido escrito por la Madre
dadas por el autor sobre el tema concreto Marie-Anne-Sophie de Rottembourg, para presen-
del abandono. tar el manuscrito que, por iniciativa suya, compu-
Entre ya, pues, el lector en los escritos so hacia 1740 su tía, la Madre Marie-Anne-Thérè-
se de Rosen (+1747)].
del padre de Caussade sobre el Abandono
en la Providencia divina. Por sí mismo
comprobará que este religioso ejemplar, Esta breve obra se compone de cartas
como Santa Teresa, nunca habla sino de lo escritas por un eclesiástico a la superiora
que él mismo ha experimentado profunda- de una comunidad religiosa. En ella se ve
mente en sí y en otros. Y en muchas de las claro que el autor fue un hombre espiritual,
páginas que siguen hallará luces tan verdade- interior y gran amigo de Dios. Él descubre
ras y tan bellas que solamente pueden proce- en sus cartas, aquí abreviadas a veces, el
der del Espíritu Santo. verdadero método, el más corto y real-
mente el único para llegar a Dios.
José María Iraburu Feliz aquél que reciba fielmente estas
lecciones. Los pecadores encontrarán
cómo redimir sus pecados, expiando las
acciones cumplidas por su propia voluntad,
por la adhesión única a la voluntad de Dios.
Y los justos comprobarán que, con muy
poco esfuerzo y trabajo en sus ocupacio-
nes y quehaceres, podrán llegar muy pron-
to a un alto grado de perfección y a una
eminente santidad.
No es otro el fin que aquí se pretende sino
la mayor gloria de Dios y la santificación
del lector.
[Las páginas que siguen son ya textos escritos
por el padre Jean-Pierre de Caussade].
Jean-Pierre de Caussade 5

bra [Lc 1,38], sintetiza toda la teología


mística de sus antepasados. Entonces como
ahora, todo se reducía al más puro y senci-
Capítulo I llo abandono del alma a la voluntad de Dios,
bajo cualquier forma que se presentase.
Esta disposición, tan alta y bella, que cons-
Cómo Dios nos habla tituía el fondo del alma de María, brilla ad-
y cómo debemos escucharle mirablemente en estas sencillísimas pala-
bras: Fiat mihi. Es la misma exactamente
que aquellas otras que nuestro Señor quie-
re que tengamos siempre en nuestro cora-
zón y en nuestros labios: Hágase tu volun-
tad [Mt 6,10].
Dios habla hoy como ayer
Dios nos sigue hablando hoy como ha- Es verdad que lo que se exige de María
blaba en otros tiempos a nuestros padres, en este solemne instante es gloriosísimo
cuando no había ni directores espirituales para ella; pero todo el brillo de esta gloria
ni métodos. El cumplimiento de las órde- no la deslumbra: es solamente la voluntad
nes de Dios constituía toda su espirituali- de Dios la que mueve su corazón.
dad. Ésta no se reducía a un arte que nece- Esta voluntad de Dios es la regla única
sitase explicarse de un modo sublime y que María sigue y que en todo ve. Sus ocu-
detallado, y en el que hubiese tantos pre- paciones todas, sean comunes o elevadas,
ceptos, instrucciones y máximas, como no son a sus ojos más que sombras, más o
parece exigen hoy nuestras actuales nece- menos brillantes, en las que encuentra siem-
sidades. No sucedía a así en los primeros pre e igualmente con qué glorificar a Dios,
tiempos, en que había más rectitud y senci- reconociendo en todo la mano del Omni-
llez. potente. Su espíritu, lleno de alegría, mira
Entonces se sabía únicamente que cada todo lo que debe hacer o padecer en cada
instante trae consigo un deber, que es pre- momento como un don de la mano de Aquél
ciso cumplir con fidelidad, y esto era sufi- que llena de bienes un corazón que no se
ciente para los hombres espirituales de en- alimenta sino de Él, y no de sus criaturas.
tonces. Fija su atención en el deber de cada La virtud del Altísimo la cubrirá con su
instante, se asemejaban a la aguja que mar- sombra [+Lc 1,35], y esta sombra no es
ca las horas, correspondiendo en cada mi- sino lo que cada momento presenta en for-
nuto al espacio que debe recorrer. Sus es- ma de deberes, atracciones y cruces. Las
píritus, movidos sin cesar por el impulso sombras, en efecto, en el orden de la natu-
divino, se volvían fácilmente hacia el nue- raleza, se esparcen sobre los objetos sen-
vo objeto que Dios les presentaba en cada sibles, como velos que los ocultan. Y del
hora del día. mismo modo, en el orden moral y sobre-
natural, bajo sus oscuras apariencias, encu-
María, abandonada en Dios bren la verdad de la voluntad divina, la úni-
Éstos eran los ocultos medios de la con- ca realidad que merece nuestra atención.
ducta de María, la más simple de todas las Así es como María se encuentra siempre
criaturas y la más abandonada a Dios. La dispuesta. Y esas sombras, deslizándose
respuesta que dio al ángel, contentándose sobre sus facultades, muy lejos de produ-
con decirle: Hágase en mí según tu pala-
6 El abandono en la divina Providencia

cirle ilusiones vanas, llena su fe de Aquél ¿Hay algún modo secreto para encontrar
que es siempre el mismo. Retírate ya, ar- este tesoro, este grano de mostaza, esta
cángel, que eres también una sombra. Pasó dracma? En absoluto. Es un tesoro que está
tu instante y desapareces. María sigue y va en todas partes, y que se ofrece a nosotros
siempre adelante, y tú ya estás muy lejos. en todo tiempo y lugar. Como Dios, las cria-
Pero el Espíritu Santo, que bajo el aspecto turas todas, amigas y enemigas, lo derra-
sensible de esa misión ha entrado en ella, man a manos llenas, y lo hacen fluir por
ya nunca la abandonará. todas las facultades de nuestro cuerpo y
Casi no vemos rasgo alguno extraordina- potencias de nuestra alma, hasta el centro
rio en el exterior de la santísima Virgen. mismo del corazón. Abramos, pues, nues-
No es, al menos, eso lo que la Escritura tra boca, y nos será llenada. Sí, la acción
subraya. Su vida es presentada como algo divina inunda el universo, penetra y envuel-
muy simple y común en lo exterior. Ella ve todas las criaturas, y en cualquier parte
hace y sufre lo que hacen y sufren las per- que estén ellas, ella está, las adelanta, las
sonas de su condición. Visita a su prima Isa- acompaña, las sigue. Lo único que hay que
bel, como lo hacen los demás parientes. hacer es dejar llevar por su impulso.
María va a inscribirse a Belén, con otros Es camino para todos
más. Su pobreza la obliga a retirarse a un
Quiera Dios que los reyes y sus minis-
establo. Vuelve a Nazaret, de donde la ale-
tros, los príncipes de la Iglesia y del mun-
jara la persecución de Herodes; y vive con
do, sacerdotes, soldados, ciudadanos, to-
Jesús y José, que trabajan para procurarse
dos, en una palabra, se convenzan de la fa-
el pan cotidiano.
cilidad con que pueden llegar a una santi-
Dejémonos llevar por Dios dad eminente. Para conseguirla sólo es ne-
en cada instante cesario cumplir fielmente con los senci-
Pero ¿de qué pan se alimenta la fe de llos deberes del cristianismo y del propio
María y de José, cuál es el sacramento de estado, abrazar con paciencia las cruces que
todos sus momentos sagrados? ¿Qué se éstos traen consigo, someterse a los desig-
descubre bajo la apariencia común de los nios de la Providencia, cumpliendo ince-
acontecimientos que los llenan? Lo que allí santemente todo cuanto el presente nos
sucede es visible, es lo que ordinariamente ofrezca para hacer o padecer.
vemos en todos los hombres; pero lo invi- Ésta es toda la espiritualidad que santifi-
sible que la fe allí descubre y reconoce es có a los Patriarcas y Profetas, cuando to-
nada menos que el mismo Dios realizan- davía no existían tantos métodos y maes-
do obras grandes [Lc 1,49]. tros. Ésta es la espiritualidad de todas las
¡Oh Pan de los ángeles, maná celeste, edades y de todo estado, que ciertamente
perla evangélica, sacramento del momento no pueden santificarse de un modo más alto,
presente! Tú nos das al mismo Dios bajo más extraordinario, y al mismo tiempo, más
las apariencias tan viles del estable y la fácil: la práctica sencilla de aquello que
cuna, la paja y el heno... ¿Pero a quién se lo Dios, único director de las almas, les da en
das? A los hambrientos los colma de bie- cada momento para hacer o sufrir, al mis-
nes [1,53]. Dios se revela a los pequeños mo tiempo que se obedecen las leyes de la
en las cosas más pequeñas; y los grandes, Iglesia o las del príncipe.
que solo miran la apariencia, no le recono- Si se viviera así, los mismos sacerdotes
cen, no lo descubren ni aun en las grandes. apenas serían necesarios, más que para los
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sacramentos. Las demás cosas, sin ellos, zados. Es como un niño a quien se lleva
resultarían santificantes en todos y en cada donde se quiere, y que se limita a ver las
uno de los momentos. Y esas almas senci- cosas que se le van presentando. No hay ya
llas, que no se cansan de consultar sobre libros señalados para esta persona. No ra-
los medios para ir a Dios, se verían libera- ras veces se ve privada de director espiri-
das de fardos pesados y peligrosos, que tual, y Dios las deja sin otro apoyo que Él
aquellos que disfrutan gobernándolas les mismo. Permanece así en la tiniebla y el
imponen sin necesidad. olvido, el abandono, la muerte y la nada.
Esta persona experimenta sus necesida-
des y miserias sin saber por dónde ni cuán-
do le verá el auxilio. Simplemente, espera
en paz y sin inquietud que le venga la asis-
tencia, puestos sólo en el cielo los ojos de
su esperanza. Dios, que en esta esposa suya
no halla ninguna disposición más pura que
Capítulo II esta total dimisión de todo lo que ella es,
para solamente ser por gracia y por acción
divina, le proporciona oportunamente li-
Modo de actuar en el estado bros y pensamientos, proyectos y avisos,
de abandono y pasividad, consejos y ejemplos de sabiduría. Todo lo
y antes de que se haya llegado a él que las otras almas encuentra con su esfuer-
zo, ésta lo recibe en su abandono. Todo lo
que las otras guardan con precaución, para
retomarlo cuando les convenga, ella lo re-
cibe en el momento en que lo necesita, ad-
Estado activo y estado pasivo mitiendo precisamente sólo aquello que
Hay un tiempo en que el alma vive en Dios tiene a bien darle, para así vivir sola-
Dios, y otro en que Dios vive en el alma. Y mente de Él.
lo que es propio de uno de estos tiempos, Las otras almas emprenden para la gloria
es contrario al otro. Cuando Dios vive en de Dios un sin fin de cosas, pero ésta a ve-
el alma, ésta debe abandonarse totalmente ces está en un rincón del mundo, como los
a su providencia. Cuando el alma vive en restos de un vasija rota, que yo se sirva para
Dios, debe proveerse con mucha solicitud nada. El alma que se ve en tal estado, des-
y regularidad de todos los medios de los prendida de las criaturas, pero gozando de
que puede aprovecharse para llegar a esa Dios por un amor muy real, muy verdade-
unión con Dios. En efecto, todos sus ca- ro, muy activo, aunque infuso, en el repo-
minos están trazados, sus lecturas, sus asun- so, no se inclina a ninguna cosa por su pro-
tos todos. Su guía está a su lado, y todo está pio deseo. Ella solamente sabe dejarse lle-
regulado, hasta las horas de hablar. nar por Dios, y ponerse en sus manos para
Tiempo del abandono servirle de la manera que Él disponga.
Pero cuando Dios vive en el alma, ella Muchas veces ignora para qué sirve, pero
no ha de hacer nada desde sí misma, sino Dios lo sabe bien. Quizá los hombres la
aquello que le es dado hacer en cada mo- estimen inútil, y las apariencias apoyan este
mento movida por el principio que la ani- juicio; pero la verdad es que, por medios y
ma. Ya no hay provisiones, ni caminos tra- secretos y canales desconocidos, ella di-
8 El abandono en la divina Providencia

funde una infinidad de gracias sobre perso- las que me refiero viven pendientes de esa
nas que muchas veces la ignoran y en las que otra que yo llamo de pura providencia. Y
ella tampoco piensa. así sucede que su vida, aunque muy extraor-
dinaria, no ofrece sin embargo nada que no
Es ya Dios quien obra en el alma sea muy común y ordinario. Son personas
En esta almas solitarias, todo es efica- que cumplen sus deberes religiosos y los
cia, todo predica, todo es apostólico. Dios de su estado, lo mismo que aparentemente
da a su silencio, a su reposo, a su olvido, a vienen haciendo los demás.
su desprendimiento, a sus palabras, a sus
gestos, una cierta virtud que opera sin ellas Almas llevadas por Dios providente
saberlo en las almas. Y como estas almas Observadles con atención, y no aprecia-
son dirigidas por las acciones ocasionales réis nada impresionante, ni especial. Todas
de mil criaturas, de las que se sirve la gra- ellas viven el curso de los acontecimien-
cia para instruirles sin que ellas de den cuen- tos ordinarios, y aquello que podría distin-
ta, así también sirven ellas de confortación guirlas no resulta asequible a los sentidos.
y de dirección a no pocas almas, sin que Lo que parece representar todo para ellas
exista para ello ninguna vinculación o rela- es esa dependencia continua que mantienen
ción expresa. respecto de la voluntad de Dios. Esta vo-
Es Dios quien obra en estas almas, pero luntad de pura providencia las hace siem-
por movimientos imprevistos y muchas ve- pre señoras de sí misas, por la continua su-
ces desconocidos, de manera que son como misión de su corazón. Y se que cooperen
Jesús, del que manaba una virtud que cu- ellas expresamente o que obedezcan sin
raba a otros [Lc 6,19]. La diferencia está advertirlo, están sirviendo para el bien de
en que ellas no sienten la irradiación de esa las almas.
virtud, a la que no contribuyen por una co- No hay honores ni salarios para un servi-
operación activa; son, más bien, como un cio que, a los ojos del mundo, cumplen es-
bálsamo oculto, cuyo perfume se siente sin tas almas en la mayor desnudez e inutili-
conocerlo, y que él mismo se ignora. dad. Libres, por su situación, de casi todas
El estado espiritual que describo se pa- las obligaciones exteriores, estas almas son
rece sobre todo al estado de Jesús, de la poco aptas para el trato mundano o para los
santísima Virgen y de San José. negocios, lo mismo que para las reflexio-
nes o conductas complicadas. No es fácil
Voluntad divina ya expresada servirse de ellas para nada, y más bien dan
y voluntad divina providente la imagen de personas débiles de cuerpo y
Se trata de una plena dependencia respec- de espíritu, de imaginación y de pasiones.
to a lo que Dios quiera y de una pasividad No se les ocurre nada, no piensan en nada,
continua para ser y para obrar, según la li- no preven nada, no se toman a pecho nada.
bre voluntad de Dios. Y aquí es preciso des- Son, por decirlo así, muy bastas, y no se ve
tacar que ésta es una voluntad desconocida, en ellas el adorno que la cultura, el estudio
imprevisible, fortuita o, por así decirlo, y la reflexión dan al hombre. Se ve en ellas
casual. Yo le llamaría una voluntad de pura lo que la naturaleza muestra en los niños
providencia, para distinguirla de aquella que no han recibido aún formación alguna
voluntad que señala obligaciones preci- de sus maestros. Son en ellas patentes cier-
sas, de las que nadie puede dispensarse. tos pequeños defectos, de los que no son
Pues bien, dejando aparte esta voluntad más culpables que esos niños sin forma-
señalada y precisa, digo que estas almas a ción, pero que chocan más vistos en ellas
Jean-Pierre de Caussade 9

que en éstos. Y es que Dios despoja a estas tristes y dolorosas apariencias. A los ojos
almas de todo, menos de la inocencia, para del mundo vienen a ser lo que era Jesús a
que no tengan nada sino a Él mismo. los ojos de Herodes y de su corte.
De todo esto, me parece, es fácil con-
cluir que estas almas de abandono no pue-
Parecen despreciables e inútiles den, al contrario de las otras, ocuparse en
El mundo, que ignora este misterio, y que deseos, búsquedas, cuidados, ni tampoco
sólo juzga por las apariencias, no encuen- vincularse a ciertas personas o actividades,
tra en estas almas absolutamente nada de ni sujetarse a ciertos métodos o planes bien
lo que él le agrada y estima. Las rechaza y concertados para hablar, obrar o leer. Todo
desprecia. Más aún, vienen a hacerse pie- esto supondría que estaban en condiciones
dras de escándalo para todos. Cuanto más de disponer de sí mismas; pero todo eso
se las conoce, menos se entienden y más viene excluido por el mismo estado de
oposición suscitan. En realidad, no se sabe abandono en el que se encuentran.
qué decir o pensar de ellas. Hay algo, sin
embargo, no se sabe qué, que habla a su fa- Desasidas y entregadas a Dios
vor. Pero en lugar de seguir este instinto, o En este estado –es un estado de vida–, la
al menos en lugar de suspender el juicio, persona está en Dios por una cesión plena
se prefiere seguir la malignidad. Y así se y completa de todos sus derechos sobre sí
espía sus acciones con mala intención, y lo misma, sobre sus palabras y acciones, pen-
mismo que los fariseos reprobaban las ma- samientos y proyectos, sobre el empleo de
neras de Jesús, se mira a estas almas con su tiempo y sobre todas las relaciones que
prejuicios negativos, que todo lo hacen pa- pueda tener. Solamente permanece un solo
recer ridículo o culpable. deber que cumplir: tener siempre los ojos
fijos sobre el Señor que se ha dado, y man-
Y a esto se junta que estas pobres almas
tenerse siempre a la escucha, para adivinar
se ven a sí mismas como inferiores. Uni-
y captar su voluntad, ejecutándola al instan-
das simplemente a Dios por la fe y el amor,
te. Ningún ejemplo mejor que el de un ser-
todo lo sensible que ven en sí mismas les
vidor que no está junto a su señor sino para
parece un desorden. Y eso les previene aún
obedecer a cada instante todas las órdenes
más contra sí mismas, cuando se comparan
que le pueda dar, y que de ningún modo está
con quien pasan por santos, personas bien
para emplear su tiempo en gestionar sus
capaces de sujetarse a reglas y métodos,
propios asuntos, que debe abandonar, para
que en toda su personas y sus acciones dan
permanecer al servicio de su Señor en todo
un testimonio de vida ordenada. Entonces,
momento.
la vista de sí mismas les llena de confusión
y les resulta insoportable. De este modo, estas almas de las que ha-
blamos son, por su estado, solitarias y li-
De ahí nacen así, del fondo de su cora- bres, desasidas de todo, para contentarse
zón, suspiros y gemidos amargos, que no con amar en paz a Dios, que las posee, y
expresan sino ese exceso de dolor y de con cumplir fielmente el deber presente,
aflicción que les abruma. Acordémonos de según la voluntad expresada por Dios, sin
que Jesús era Dios y hombre al mismo tiem- permitirse ninguna reflexión, ni andar dan-
po; él estaba aniquilado como hombre, y do vueltas para examinar consecuencias,
como Dios, lleno de gloria. Estas almas, causas o motivos. Ha de bastarles ir ade-
sin participar de su gloria, sienten sólo esas lante cumpliendo con sencillez sus debe-
aniquilaciones que en ellas producen sus res, como si no hubiera en el mundo otra
10 El abandono en la divina Providencia

cosa que Dios y esta apremiante obligación. luntad de Dios que se da en el abandono y
la pasividad, el alma no pone nada de su par-
El momento presente te, fuera de su habitual buena voluntad ge-
El momento presente es, pues, como un neral, que quiero todo y no quiere nada, es
desierto, donde el alma sencilla sólo ve a decir, que se hace un instrumento sin ac-
Dios, y de Él goza, sin ocuparse de nada ción propia desde el momento en que se
más que de lo que Él quiera de ella: todo lo pone en manos del obrero. Por el contra-
demás queda a un lado, olvidado, abando- rio, la obediencia que se presta a la volun-
nado a la Providencia. Esta alma, como un tad de Dios manifestada y determinada se
instrumento, no recibe ni hace sino en la produce en un estado común de adverten-
medida en que la acción íntima de Dios la cia, de solicitud atenta, de prudencia y dis-
ocupa pasivamente en ella misma o la apli- creción, según que la gracia actúe sensible-
ca a lo exterior. Y esta dedicación a lo ex- mente o deje a la persona en sus esfuerzos
terior va acompañada por su parte con una ordinarios.
cooperación libre y activa, aunque infusa y
mística. Dios, por tanto, contento de su Vía pura y sencilla
buena disposición y hallando en ella cuan- En el abandono, pues, el alma deja que
to es preciso para que actúe en cuanto Él lo Dios actúe en todo lo demás, guardándose
ordene, le ahorra trabajos, dándole aquello sólo para sí el amor y la obediencia al de-
que de otra manera hubiera sido fruto de ber presente, pues en esto el alma actuará
sus esfuerzos y del ejercicio de su buena siempre. Este amor del alma, infuso en el
voluntad. silencio, es una verdadera acción, a la que
ella se obliga perpetuamente. Debe, en
Caminando bajo la guía de un amigo efecto, conservarla sin cesar y mantenerse
Es como si alguien, viendo que un amigo continuamente en estas disposiciones en
va a hacer un viaje, para ayudarle, penetrase que el deber la pone, lo cual el alma no pue-
al punto en este amigo, y bajo su aparien- de hacer, evidentemente, sin actuar. Y así
cia, hiciese el camino por su propia activi- esta obediencia al deber presente es al mis-
dad, de tal modo que a este amigo no le mo tiempo una acción por la que ella se
quedara sino la voluntad de andar, mientras consagra entera a la voluntad exterior de
iba caminando llevado por este ajeno im- Dios, sin esperar nada extraordinario.
pulso. Este caminar sería libre, puesto que
Ésta es, pues, la regla, el método, la ley,
sería efecto de la determinación libre del
la vía pura, sencilla y segura de esta alma:
amigo que así era ayudado; sería activo, ya
una ley invariable, que está vigente en todo
que se trataría de un caminar real; sería in-
tiempo, lugar y circunstancia de vida. Es una
fuso, pues se realizaría sin acción propia; y
línea recta, por la que el alma camina va-
sería místico, puesto que su principio per-
liente y fielmente, sin desviarse a derecha
manecería oculto.
o a izquierda, y sin ocuparse de otra cosa. Y
En todo caso, para explicar la clase de todo lo que vaya más allá de esto es recibi-
cooperación que se da en esta marcha ima- do por ella pasivamente y realizado en el
ginaria, adviértase que es completamente abandono. Es decir, es activa en todo lo que
diversa del cumplimiento que ese amigo viene prescrito por el deber presente, y es,
hace de sus obligaciones. Aquí la acción por en cambio, pasiva y abandonada en todo
la que las cumple no es mística ni infusa, lo demás, en lo que no hace nada por sí
sino libre y activa, como se comprende misma, sino acoger en paz la moción divi-
obviamente. Y así, en la obediencia a la vo- na.
Jean-Pierre de Caussade 11

No hay camino espiritual que sea más Iglesia prescribe, se considera libre para
seguro que esta sencilla vía, ni que sea tan entregarse sin trabas a los íntimos impul-
claro y fácil, tan amable y tan libre de erro- sos de Dios, y para seguir las mociones de
res e ilusiones. La persona ama a Dios, cum- su gracia en todos los momentos en los que
ple sus deberes cristianos, frecuenta los no se ve expresamente obligada a nada con-
sacramentos, practica las obras exteriores creto. En una palabra, se le condena porque
de religión que obligan a todos, obedece a se dedica a amar a Dios en el tiempo que
sus superiores, cumple sus deberes de es- otros dedican al juego o a sus asuntos mun-
tado, resiste continuamente las tentaciones danos. ¿No es esto una injusticia manifies-
de la carne, la sangre y el demonio. Nadie, ta?
en efecto, es más atento y vigilante para Es preciso insistir en ello. Si uno se man-
cumplir con sus obligaciones que las almas tiene en el nivel y estilo comunes, aunque
que van por esta vía. sólo se confiese una vez al año, nadie tiene
No faltan contradictores nada que decir, y se le deja vivir en paz, con-
tentándose eventualmente con exhortarle a
Y si ésta es la verdad, ¿cómo es posible
algo más, eso sí, sin presionarle demasia-
que tantas veces sean objeto de contradic-
do y sin hacérselo sentir como una obliga-
ción? Una de las contradicciones que más
ción. Ahora bien, si alguno se sale de la
frecuentemente han de sufrir consiste en
costumbre común, enseguida se le abruma
que, después de que han cumplido con lo
con normas, reglas y métodos. Y si él no
que los doctores más estrictos exigen de
pasa por ello, y no acepta lo que el arte de
todos los cristianos, todavía se pretende
la piedad ha establecido, o si no lo observa
imponerles ciertas prácticas enojosas, a las
con constancia, la cosa es clara: todos te-
que la Iglesia no obliga en modo alguno. Y
men por él, y su camino resulta claramente
si ellas se resisten, son acusadas de espiri-
sospechoso. Ahora bien, ¿no es cosa sabi-
tualidad ilusoria.
da que todas las prácticas, por buenas y san-
Pero analicemos el asunto. Si un cristia- tas que sean, no son, después de todo, sino
no se limita a los mandamientos de Dios y caminos que conducen a la unión con Dios?
de la Iglesia, y en todo lo demás, sin medi- ¿Para que, pues, ha de ejercitarse en ellas
taciones y contemplaciones, sin lecturas ni aquél que no está ya en el camino, sino en
dirección espiritual, se entrega al trato la meta?
mundano o a otros asuntos de la vida civil
¿puede decirse que va descaminado? A na- Todo esto, sin embargo, se le exige a esta
die se le ocurre ni remotamente acusarle alma, que se supone víctima de engañosas
de ello. Pues bien, comprendamos que ilusiones. En realidad ella hizo el camino
mientras no se moleste para nada al cris- como los demás, siguiendo al principio fiel-
tiano que acabo de describir, es de justicia mente todas las prácticas normales. Pero
no inquietar a esta alma que, no solamente ahora van a esforzarse en vano quienes pre-
cumple los preceptos como aquél, e inclu- tendan que siga sujeta a ellas. Una vez que
so mejor, sino que añade prácticas interio- Dios, conmovido por los esfuerzos que ella
res y exteriores de piedad, que el otro ni hizo para avanzar con esos medios, ha ve-
siquiera conoce o, si las conoce, las mira nido junto a ella, tomando a su cargo con-
con indiferencia. ducirla a la feliz unión; una vez que ella ha
llegado a esa hermosa zona, en la que sola-
A pesar de todo, el prejuicio llega a afir- mente se respira el abandono, y en donde
mar que esta alma se engaña, se equivoca, comienza a poseerse a Dios por el amor;
pues después de someterse a todo lo que la
12 El abandono en la divina Providencia

una vez, en fin, que Dios bondadoso, susti- sonas, sin conocerlas ni saber de dónde pro-
tuyendo sus empeños y esfuerzos, se ha vienen, por las que sentirá una secreta con-
hecho principio de su actividad, ya los pa- fianza que Dios le inspira. Él quiere servir-
sados métodos han perdido para ella toda se de ellas como de una señal, por la que
su utilidad, y no son más que un camino ya comunicarle alguna luz, aunque sólo sea
recorrido, que quedó atrás. Exigirle, pues, pasajera. El alma, entonces, consulta y si-
al alma que vuelva a adoptar aquellos mé- gue con toda docilidad los consejos que
todos o que continúe siguiéndolos, equiva- recibe. Pero cuando faltan estas ayudas,
le a pretender que abandone el término al guarda fidelidad a las orientaciones que le
que llegó, para volver al camino que a él le fueron dadas por su primer director. Y así
condujo. está siempre muy dirigida, bien por los an-
tiguos consejos recibidos hace tiempo, o
Perseverando en la paz bien por estos avisos ocasionales. A éstos
Son pretensiones y esfuerzos vanos. Si se atienen ellas hasta que Dios les dé al-
esta alma tiene algo de experiencia, no se guien a quien puedan confiarse por com-
afectará en nada al oír este griterío, y per- pleto, o hasta que se los lleve de este mun-
manecerá sin turbación ni inquietud alguna do, después de que ellas hayan caminado
en esa paz tan íntima, en la que con tanto en el abandono bajo su guía.
fruto se ejercita su amor. En ese centro es
donde hallará su descanso o, si se quiere,
ahí encontrará la línea recta trazada por el
mismo Dios, la que ella seguirá siempre.
Avanzará continuamente por ella, y en cada
momento todos sus deberes le serán mar-
cados siguiendo la dirección de esta línea.
A medida que se vayan éstos presentando, Capítulo III
ella los cumplirá sin vacilaciones y sin pri-
sas. Y en todo lo demás guardará una abso-
luta libertad, siempre pronta a obedecer las Disposiciones
mociones de la gracia en cuanto las sienta, para el abandono y sus efectos
abandonándose así al cuidado de la Provi-
dencia.
Dirección espiritual
Por lo demás, esta alma necesita menos Docilidad a la voluntad de Dios
que otras la dirección espiritual, pues no ¡Qué desasido hay que estar de todo lo
ha llegado donde está sino por medio de que se siente o se hace para caminar por
muy expertos y excelentes directores, y es esta vía, en la que sólo cuenta Dios y el
algo providencial que ahora se quede sin deber de cada momento! Todas las inten-
ayuda, cuando el que tenía está lejos o mu- ciones que vayan más allá de esto deben ser
rió. eliminadas. Es preciso limitarse al momen-
to presente, sin pensar en el precedente, ni
Incluso en este caso está dispuesta a de- en el que va a seguir.
jarse guiar, y espera con paz el momento
de la acción de la Providencia, sin pensar Guardando siempre a salvo, por supues-
ya después en ello. De vez en cuando, en to, la ley de Dios, hay algo interior que te
este tiempo de privación, encontrará per- está diciendo: «Me veo ahora inclinado a
Jean-Pierre de Caussade 13

esa persona, a este libro, a recibir o a dar soplo de estos impulsos íntimos, casi im-
tal advertencia, a presentar cierta queja, a perceptibles. Dios, que es su Señor, tiene
abrirme a esa persona o a recibir sus confi- derecho a aplicarlas a todo lo que sea para
dencias, a dar tal cosa o a hacer tal otra». su gloria. Y si ellas pretenden resistir esas
Es preciso, entonces, seguir lo que se mociones, aferrándose a las reglas de vida
presenta como moción de la gracia, sin apo- por las que se rigen las almas que avanzan
yarse ni un sólo momento en las propias con esfuerzo y modos propios, se privarían
reflexiones, razonamientos o esfuerzos. así de mil cosas necesarias para cumplir los
Hay que tener presente todo esto, pero para deberes de los días futuros.
el momento en que Dios venga, sin realizar Contradicciones
opciones propias. Dios nos da su voluntad,
Sucede, sin embargo, que como se igno-
ya que en este estado Él vive en nosotros.
ra esto, se les juzga, y se les censura por su
En efecto, la voluntad de Dios ha de ocupar
simplicidad, y ellas, que no censuran a na-
aquí el lugar de todos nuestros apoyos or-
die, que aprueban todos los estados, y que
dinarios.
saben discernir perfectamente los grados
Fidelidad a la gracia del momento y progresos, se ven despreciadas por estos
Cada momento va urgiendo la acción de falsos sabios, que no están en condiciones
cada una de las virtudes. Y el alma abando- de gozar de esa dulce y cordial sumisión a
nada responde con fidelidad en cada instan- las órdenes de la Providencia.
te, de modo que aquello que ha leído o es- ¿Aprobarían estos sabios mundanos aque-
cuchado lo tiene tan presente, que el novi- lla continua inestabilidad de los Apóstoles,
cio más abnegado no cumple mejor que ella que no les dejaba establecerse en ninguna
sus deberes. Eso lleva consigo, por ejem- parte? Ni siquiera los espirituales ordina-
plo, que estas almas son llevadas una vez a rios son capaces de sufrir a estas almas que
esta lectura, otra vez a otra, o bien a hacer viven así, pendientes en cada momento de
tal observación o cierta reflexión sobre la Providencia. Sólo algunas almas que son
sucesos mínimos. En un momento concre- como ellas las aprueban, y Dios, que ins-
to, les da Dios aliciente para instruirse en truye a los hombres por medio de hombres,
una doctrina, y en otro va a sostenerles en hace que aquellos que son sencillos y fie-
la práctica de la virtud. les para abandonarse a Él, encuentren siem-
En todas las cosas que van haciendo es- pre algunas almas de esta naturaleza.
tas almas, no sienten sino la moción inte- De guiarse a sí mismo
rior para hacerlas, sin saber por qué. Todo a ser guiado por Dios
lo que podrían decir vendría a ser: «Me
Hay un tiempo en el que quiere Dios ser
siento inclinado a escribir, a leer, a pregun-
por sí mismo la vida del alma, y perfeccio-
tar, a mirar tal cosa. Sigo esta atracción, y
narla directamente y de un modo secreto y
Dios, que me la da, pone en mis potencias
desconocido. Entonces, todas las ideas pro-
un fondo y una reserva de cosas particula-
pias, luces y maneras, búsquedas y razona-
res, para ser en seguida el instrumento de
mientos, no son sino una fuente de ilusio-
otras inclinaciones, que me darán el uso de
nes. Y cuando el alma, después de muchas
esa riqueza y reserva, para mi provecho y
experiencias de desatinos debidos a sus
el de los demás».
modos propios, reconoce finalmente su
Esto requiere que estas almas sean sen- inutilidad, se da cuenta de que el mismo
cillas, dúctiles, ligeras y dóciles al menor Dios ha ocultado y confundido todos los
14 El abandono en la divina Providencia

medios con el fin de hacerle encontrar la están todas ellas aparentemente muy lejos
vida en Sí mismo. de los brillos sublimes y extraordinarios de
Convencida, entonces, de que por sí mis- la virtud. En estas cruces, que se suceden
ma no es más que una pura nada, y de que una tras otra, el mismo Dios, velado y ocul-
todo cuanto saque de su propio fondo sólo to, se le comunica por su gracia de una
le servirá de perjuicio, se abandona del todo manera muy desconocida, pues el alma no
a Dios, para no tener nada más que a Él, y siente otra cosa que debilidad para llevar la
vivir sólo de Él y para Él. Desde ese mo- cruz, disgusto por sus obligaciones, y sus
mento es Dios para el alma una fuente de inclinaciones no le llevan sino hacia las
vida, no por ideas, luces y reflexiones, que prácticas más comunes.
como he dicho, son sólo una fuente de ilu- Un reproche continuo
siones, sino por la eficacia y la realidad de
En este estado, todo el ideal de la santi-
las gracias que derrama en ella, aunque ocul-
dad no es para ella más que un reproche
tas bajo apariencias encubiertas.
continuo de sus bajas y despreciables dis-
Y aunque la obra divina es desconocida posiciones. Todos los libros de vidas de
para el alma, recibe sin embargo su virtud santos la condenan, sin que tenga medio para
substancia y real a través de mil circuns- defenderse. El alma ve una santidad lumi-
tancias, que al parecer sólo son para su rui- nosa, que la desola, pues ya no siente en sí
na. fuerzas para elevarse a ella, y no capta su
No hay remedio para esta oscuridad, y es propia debilidad como ordenación divina,
preciso abismarse en ella. Allí y en todas sino como simple cobardía. Y todas aque-
las cosas Dios se le comunica por la fe. El llas personas que tenía como amigas y que
alma no es ya sino un ciego o, si se quiere, apreciaba como distinguidas por sus virtu-
es como un enfermo que ignora la virtud des o por la lucidez de sus ideas la ven aho-
de las medicinas, de las que sólo capta su ra con menosprecio. «¡Vaya santa!», co-
amargura. Incluso con frecuencia tiene la mentan, y el alma, creyéndolo así, viéndo-
sensación de que ellas más bien le van a se confusa por tantos esfuerzos inútiles que
producir la muerte; y las crisis y hace para elevarse de su bajeza, llena de
desfallecimientos que sufre parecen con- oprobios, nada tiene que responder a las
firmar sus temores. Y, sin embargo, es pre- acusaciones de los otros o de sí misma.
cisamente en esta apariencia de muerte
donde encuentra su salud, y sigue tomando Pero Dios obra en el centro del alma
las medicinas, fiado en el médico que se Sin embargo, siente el alma en sí una
las prescribe. fuerza fundamental que la centra en Dios, y
escucha en su interior una voz que le ase-
Antes el alma, por medio de ideas e ilu- gura que todo irá bien, siempre que ella le
minaciones, veía cuanto correspondía al deje hacer a Dios y no viva sino de la fe.
plan concreto de su perfeccionamiento. Como dice Jacob, «verdaderamente Dios
Pero ya no es así ahora, cuando la perfec- está aquí, y yo no lo sabía» [Gén 28,16].
ción se le comunica contra toda idea, luz o
sentimiento. Ahora se le da más bien a tra- Alma querida, tú andas buscando a Dios,
vés de todas las cruces de la Providencia, y Él está en todas partes. Todo te lo revela,
por las actividades impuestas por los debe- todo te lo da, está junto a ti, a tu alrededor,
res actuales, por ciertas atracciones en las en ti misma ¡y andas buscándole! Posees la
que no parece haber de bueno sino que en sustancia de Dios, y buscas su idea. Buscas
modo alguno llevan al pecado, pero que
Jean-Pierre de Caussade 15

la perfección, y está en todo cuanto de sí Pero haz que la inutilidad de todos estos
mismo se te presenta. Tus sufrimientos, tus esfuerzos le lleve finalmente en adelante a
acciones, tus inclinaciones, son enigmas dejarlo todo, y a encontrarte en ti mismo, y
bajo los cuales se da Dios a ti por sí mis- muy pronto en todo, en todo, sin necesidad
mo, mientras que vanamente sueñas ideas de reflexionar. Porque, oh, amor divino, ¿no
sublimes, de las que no quiere servirse para es un error no divisarte en todo lo que es
morar en ti. bueno y en todas las criaturas? ¿Por qué,
pues, buscarte en otras cosas que en las que
Dios oculto y disfrazado tú quieres comunicarte? Amor divino, ¿por
Marta quiere agradar a Jesús con platos qué querer hallarte bajo otras especies que
delicados, y Magdalena se contenta con aquellas que tú has elegido como sacramen-
Jesús y le recibe del modo como Él quiere tos tuyos, ignorando que su escasa aparien-
presentarse [Lc 10,38-42]. Jesús se oculta cia y leve realidad dan todo el mérito a la
también a Magdalena bajo la figura de jar- obediencia y a la fe?
dinero, y Magdalena le busca bajo la forma
que en su mente ha concebido [Jn 20,14-
16]. Los apóstoles ven realmente a Jesús,
y le toman por un fantasma [Lc 24,33-42].
Así gusta Dios de disfrazarse para elevar
al alma a una pura fe, con la que siempre le
encuentra, por más que se encubra bajo
enigmas obscuros, pues ella conoce el se-
creto de Dios, y le dice como a la esposa:
«Allí está; miradlo detrás de la cerca; mira Capítulo IV
por la ventana, acecha por entre las ce-
losías» [Cant 2,9].
¡Oh, amor divino!, ocúltate, salta, El estado de abandono,
estremécete en los dolores, aplica el atrac- su necesidad y sus maravillas
tivo o la obligación, mezcla, confunde, rom-
pe como hilo frágil todas las ideas y todas
las medidas que el alma se forme. Que ésta
pierda suelo, que nada sienta, que no vea ya
camino ni sendero ni luces, que no te en- Voluntad divina, fiesta continua
cuentre como en otro tiempo en tus ordi- ¡Qué verdades tan inmensas permanecen
narias habitaciones y vestiduras acostum- ocultas en este estado! ¡Qué verdad es que
bradas, que no te halle en la quietud de la toda cruz, toda acción, toda inclinación de
soledad ni en la oración, ni en la observan- la ordenación divina, comunica a Dios, lo
cia de tales o cuáles prácticas, ni tampoco da, de una manera que no puede explicarse
en los sufrimientos, ni en las ayudas pres- sino por comparación con el más augusto
tadas al prójimo, ni en la huida de vanas con- misterio [de la Eucaristía]! Y por eso, ¡qué
versaciones o de negocios. En una palabra, misteriosa es en su simplicidad y bajeza
que después de haber probado todos los aparente la vida más santa! ¡Oh, banquete,
medios y modos conocidos de agradarte, oh fiesta perpetua! Un Dios que se da con-
nada consiga, ni alcance a verte en nada tinuamente y que es siempre recibido no
como en otro tiempo. en el esplendor, en lo sublime y luminoso,
16 El abandono en la divina Providencia

sino en lo que es debilidad, desconcierto, se mueve ni se sostiene con esas cosas. El


nada. Dios elige aquello que la estimación alma no ve ni prevé ya por dónde habrá de
natural desprecia y todo lo que la pruden- avanzar. No se ayuda ya con reflexiones para
cia humana deja a un lado. Dios está en el animarse al trabajo y aguantar las incomo-
misterio y se da a las almas en la medida en didades del camino, y va pasando por todo
que éstas creen y le encuentran en él. en el sentimiento más íntimo de su debili-
La anchura, la solidez y la firmeza de la dad. El camino se va abriendo a su paso, en-
piedra, sólo se encuentran en la vasta ex- tra en él, y por él marcha sin ninguna vaci-
tensión de la voluntad divina, que se pre- lación. Esta alma es pura y santa, simple y
senta sin cesar bajo el velo de las cruces y verdadera: camina por la línea recta de los
acciones más ordinarias. Es en la sombra mandamientos de Dios, en una continua
de éstas donde Dios esconde su mano para adhesión al mismo Dios, que incesante-
sostenernos y conducirnos. Esta convicción mente encuentra en todos los puntos de esta
debe bastar a un alma para llevarla al más línea.
sublime abandono. Y en el momento en que No se entretiene ya en buscar a Dios en
así lo hace, queda ya a cubierto de la con- los libros, en las infinitas cuestiones y en
tradicción de las lenguas, pues el alma no la vicisitudes interiores. Abandona el papel
tiene nada que decir ni hacer en su defensa, y las discusiones, y Él se da al alma y viene
puesto que su obra es la obra de Dios, y no a encontrarla. No sigue buscando ya cami-
en otra parte puede hallarse su justificación. nos y vías que le conduzcan, pues el mismo
Además, sus efectos y consecuencias le jus- Dios le traza el camino, y a medida que ella
tificarán suficientemente, y bastará con avanza, lo encuentra claro y abierto. Así es
dejar que todo vaya adelante. «El día al día que todo lo que le queda por hacer es man-
le pasa el mensaje» [Sal 18,3]. tenerse bien asida de la mano de Dios, que
se le ofrece directamente a cada paso y en
Impulso continuo de gracia cada momento, en los diversos objetos que
Cuando uno no se gobierna por sus pro- encuentra día a día, y que se van presentan-
pias ideas, no necesita defenderse con pa- do sucesivamente.
labras. Nuestras palabras no pueden expre- El alma sólo tiene, pues, que recibir la
sar más que las ideas que concebimos; y si eternidad divina en el deslizamiento de las
no existen estas ideas, tampoco hay pala- sombras del tiempo. Estas sombras varían,
bras, porque ¿para qué servirían? ¿Para dar pero el Eterno que ocultan es siempre el
razón de lo que se hace? Pero si es que el mismo. Por eso el alma, sin apego a nada,
ama no conoce esa razón, que permanece debe abandonarse en el seno de la Provi-
oculta en el principio que le hace actuar, y dencia, seguir constantemente el amor por
del que sólo siente el impulso de una ma- el camino de la cruz, de los deberes cier-
nera inefable. Es preciso, pues, dejar que tos y de las mociones indudables.
cada momento sostenga la causa del mo-
mento siguiente; y todo se sostiene en este Camino llano y recto del abandono
encadenamiento divino, todo resulta firme ¡Qué claro y luminoso es este camino!
y sólido, y la razón de lo que precede se ve Lo defiendo y lo enseño sin ningún temor,
por el efecto de lo que le sigue. y estoy seguro de que todos me compren-
Quedó atrás una vida de pensamientos, den cuando digo que toda nuestra santifi-
imaginaciones, una vida de palabras múlti- cación consiste en recibir en cada instante
ples. Ya no es todo eso lo que ocupa al alma, las penas y deberes de nuestro estado como
lo que la alimenta y entretiene. Ya ella no velos que nos ocultan y nos dan al mismo
Jean-Pierre de Caussade 17

Dios. do, y por eso entiende que es su deber ado-


En el abandono la única regla es el mo- rarla en todo cuanto sucede, amarla y reci-
mento presente. En este estado el alma es birla siempre con los brazos abiertos. La
ligera como una pluma, fluida como el agua, persona cobra así en todo un aire alegre, de
simple como un niño, móvil como una pe- confianza, elevándose en todas las cosas por
lota, para recibir y seguir todos los impul- encima de unas apariencias que sólo sirven
sos de la gracia. Estas almas no tienen la para las victorias de la fe. Éste es el medio
consistencia y rigidez de un metal fundido. que yo os doy para honrar a Dios y tratarlo
Cómo éste acepta todos los trazos del mol- como a Dios.
de donde le fundieron, así estas almas se Vivir de la fe es, pues, vivir la alegría, la
amoldan y ajustan con la misma facilidad a seguridad, la certeza, la confianza de que
todas las formas que Dios les va dando. Su todo lo que es preciso hacer o sufrir en cada
disposición, en una palabra, es semejante a momento es por disposición de Dios. Y si
la del aire, siempre dócil a todo soplo y a veces este designio resulta incomprensi-
siempre configurado a todo. ble, es para animar y fortalecer esta vida de
fe; para eso Dios hace entrar al alma en
medio de estas olas tumultuosas de tantas
Vivir muriendo penas y turbaciones, contradicciones,
Una observación importante a todo esto desfallecimientos y fracasos. En efecto, es
es que en esta actitud de abandono, en esta precisa la fe para encontrar a Dios en todo
vía de fe, todo lo que va pasando en el alma eso, y hallar esta vida divina que ni se ve ni
y en el cuerpo, en los asuntos y diversos se siente, pero que se da en todo momento
acontecimientos, presenta una apariencia de de forma desconocida, pero bien cierta. La
muerte, que no debe extrañar. ¿Y qué espe- apariencia de muerte en el cuerpo, de con-
rabais? Es la condición propia de este esta- denación en el alma, de trastorno en las
do. Dios tiene sus designios sobre las al- empresas, eso es lo que alimenta y sostie-
mas y, bajo oscuros velos, los ejecuta to- ne la fe. Ella atraviesa todo eso y llega a
dos muy felizmente. Y entiendo por esos apoyarse en la mano de Dios, que le da la
velos las contrariedades, las enfermedades vida en todo aquello en lo que no haya pe-
corporales, las debilidades espirituales. En cado cierto. Por eso es necesario que el
las manos de Dios todo eso prospera, todo alma de fe camine siempre segura, toman-
se resuelve para bien. Precisamente por do todo como un velo y disfraz de Dios,
esas cosas que son desolación para la natu- cuya presencia más íntima estremece y ate-
raleza, Él prepara el cumplimiento de sus moriza las potencias.
más altos designios: «Todas las cosas co- Fuerza y fidelidad de la fe
operan para el bien de aquéllos que son
No hay corazón más valiente que un co-
escogidos por su libre elección» [Rm
razón lleno de fe, que no ve más que vida
8,28].
divina en los trabajos y peligros más mor-
El justo vive de la fe tales. Si fuera preciso beber un veneno, atra-
Él vivifica así bajo las sombras, cuando vesar la brecha de un muro, servir como
los sentidos se ven aterrorizados, y es en- esclavo entre los apestados, en todo eso
tonces la fe la que, llena de valor y seguri- encontrará una plenitud de vida divina, que
dad, obtiene de cuanto sucede lo bueno y se le da no solamente gota a gota, sino que,
lo mejor. La fe sabe que la acción divina en un instante, inunda y sumerge el alma.
todo lo dispone y conduce, menos el peca- Un ejército de soldados semejantes resul-
18 El abandono en la divina Providencia

taría invencible. Y es que el impulso de la mores y cuidados.


fe eleva el corazón y lo dilata más allá y Más aún, quien vive abandonado en Dios
por encima de todo lo que se presente. debe procurar mantener habitualmente en
La vida de la fe o el instinto de la fe son su exterior el aspecto de un niño dócil y
una misma cosa. Este instinto hace gozar- amable, porque ¿hay algo que temer cuan-
se en la bondad de Dios, es una confianza do se avanza bajo la guía de Dios? Guiados,
fundada en la esperanza de su protección, sostenidos y protegidos por Él, nada deben
que vuelve agradable todo y que hace reci- presentar sus hijos en su exterior que no se
bir todo con buen ánimo; es, pues, una in- vea lleno de ánimo. ¿Qué importancia tie-
diferencia que nos dispone a todos los lu- nen los objetos espantosos que se encuen-
gares, a todos los estados y a todas las per- tran en el camino? Si Dios los guía por allí,
sonas. La fe nunca es desgraciada, nunca sólo es para embellecer sus vidas con glo-
enferma, ni nunca está en pecado mortal. riosas hazañas. Si los mete en problemas
La fe viva está siempre en Dios, siempre de toda clase, donde la prudencia humana
en su acción, más allá de las apariencias no ve ni imagina salida alguna, es para que
contrarias que oscurecen los sentidos. Y sientan toda su flaqueza y se vean incapa-
cuando éstos, espantados, le gritan de pronto ces y confundidos. Entonces es cuando la
al alma: «¡desgraciada, estás perdida, ya no Providencia divina manifiesta en todo su
hay solución!», la fe al instante afirma con esplendor lo que es para aquellos que se
una voz más fuerte: «aguanta firme, avanza, abandonan totalmente a ella, y los libra de
y no temas nada». modos mucho más maravillosos que cuan-
tos pudieran inventar los historiadores fa-
Fe y abandono entre tormentas bulosos, cuando, esforzando su imagina-
Dejando aparte las enfermedades eviden- ción en la comodidad y sosiego de sus es-
tes que, por su naturaleza, obligan a perma- critorios, discurren las intrigas y peligros
necer en cama y a tomar las medicinas con- de sus héroes imaginarios, para concluir
venientes, todos esos otros temores y felizmente sus vanas historias.
desfallecimientos de las almas que viven en
Sí, la divina Providencia conduce las al-
el abandono no son más que ilusiones y
mas con habilidad mucho más prodigiosa y
apariencias que se deben superar con la
admirable por medio de muertes, peligros
confianza. Dios las permite o las envía para
y monstruos, infiernos, demonios y sus
ejercitar esa fe y ese abandono, que son la
trampas, y eleva hasta el cielo a estas al-
medicina verdadera. Por tanto, sin prestar-
mas, que son materia después de aquellas
les mayor atención, deben proseguir gene-
historias místicas, incomparablemente más
rosamente su camino en medio de las vici-
bellas y curiosas que todas cuantas puedan
situdes y sufrimientos que Dios les envía,
inventar las más cavilosas imaginaciones
sirviéndose sin dudarlo de su cuerpo con
humanas.
toda libertad, como se hace con los caba-
llos de alquiler, que no valen más que para Vamos, pues, alma mía. Atravesemos los
trabajar, y que se les trata sin mayores cui- peligros y horrores, que no pueden dañar-
dados. Esto da mejor resultado que las de- nos mientras nos hallemos conducidos y
licadezas, que no sirven más que para debi- sostenidos por la mano segura e invisible,
litar al espíritu. Esta fortaleza de espíritu pero omnipotente e infalible, de la divina
tiene una virtud oculta para sostener un Providencia. Vamos sin miedo, dirigiéndo-
cuerpo débil. Y vale mucho más un año de nos a nuestra meta con paz y alegría, ha-
vida noble y generosa, que un siglo de te- ciendo materia de victoria de todo cuanto
Jean-Pierre de Caussade 19

se nos vaya presentando. Para combatir y res y reflexiones, como también las inquie-
vencer nos hemos alistado bajo las bande- tudes producidas por el cuidado de la sal-
ras de Jesucristo. «Salió como vencedor, y vación y de la propia perfección. Puesto que
para seguir venciendo» [Apoc 6,2]. Conta- Dios se nos ofrece para arreglar nuestros
remos tantos triunfos como pasos demos asuntos, dejémosle hacer, y no nos ocupe-
bajo su guía. mos más que de Él mismo y de sus cosas.
Dios es quien escribe nuestra vida Confiados, dejémosle hacer a Dios
El espíritu de Dios es el que, con la plu- Vamos, alma mía, vamos con la cabeza
ma en la mano, sigue escribiendo en el li- bien alta por encima de todo lo que pasa
bro abierto de las almas la historia sagrada, fuera o dentro de nosotros, siempre con-
que en modo alguno terminó ya, y cuya tentos de Dios, contentos de lo que El hace
materia no se agotará hasta el fin del mun- en nosotros y nos hace hacer. Guardémo-
do. Esta historia no es sino la crónica del nos bien de enredarnos imprudentemente
gobierno de Dios y de sus designios sobre en interminables reflexiones inquietantes,
los hombres. Y nosotros figuramos en la que, como otros tantos caminos perdidos,
continuación de esa historia, si unimos se ofrecen a nuestro espíritu para engañar-
nuestros sufrimientos y acciones a su guía. le, y para hacerle caminar sin fin pasos y
No, no, todo lo que se nos presenta, para pasos perdidos. Salgamos del laberinto de
hacer o para sufrir, no es para perdernos. nosotros mismos, saltando por encima, y
Son únicamente medios para que se conti- no tratando de recorrer sus interminables
núe esta Escritura santa, que se acrecienta vueltas y revueltas.
todos los días. Vamos, alma mía, atravesemos por me-
Un alma santa es aquella que se somete dio de los desalientos, enfermedades, se-
libremente, con la ayuda de la gracia, a la quedades, durezas de carácter, debilidades
voluntad de Dios. Todo lo que precede al del espíritu, lazos del diablo y de los hom-
puro consentimiento es obra de Dios, y en bres, desconfianzas y envidias, siniestras
modo alguno obra del hombre, que le reci- ideas y persecuciones. Volemos como un
be a ciegas en un abandono e indiferencia águila sobre todas estas nubes, fija siem-
universal. Dios no le exige sino esta única pre la vista en el sol y en sus rayos, que son
disposición; el resto, Él lo determina y eli- nuestras obligaciones. Sintamos todo eso,
ge según sus designios, como un arquitec- ya que no está en nosotros no sentirlo, pero
to señala y escoge las piedras. no olvidemos que nuestra vida no debe ser
Así pues, es preciso amar a Dios en todo, una vida de sentimiento, sino la vida supe-
en todo su orden providencial. Es necesa- rior del alma, donde Dios y su voluntad
rio amarle sea cual fuere el modo con que obran una eternidad siempre serena, siem-
se presente al alma, sin desearle de otra pre igual e inmutable.
forma. Si éstos u otros objetos son ofreci- Abandono y paz en todas las cosas
dos, eso no es asunto del alma, sino de Dios,
Es en esa estancia, completamente espi-
que da lo mejor para el alma. El gran com-
ritual, en donde lo increado, lo incompren-
pendio, la máxima más sublime de la espi-
sible, lo inefable, mantiene al alma infini-
ritualidad, es este abandono puro y entero
tamente alejada de todas las determinacio-
a la voluntad de Dios, en un continuo olvi-
nes de las sombras y demás cosas creadas.
do de sí mismo, para ocuparse enteramen-
Los sentidos, sí, experimentan sus agitacio-
te en amarle y obedecerle, apartando temo-
nes, sus vicisitudes y sus cien metamorfo-
20 El abandono en la divina Providencia

sis, que pasan siempre, desapareciendo en


el aire, como sin orden ni concierto. Pero
Dios y su voluntad es el objeto eterno que
fascina el corazón en la vida de la fe, y que, Capítulo V
en la vida de la gloria, constituirá la verda-
dera felicidad.
Y este estado glorioso del corazón influi- El estado de pura fe
rá en todo el compuesto material del hom-
bre, que ahora es presa de monstruos, pája-
ros nocturnos y bestias feroces. Bajo estas
apariencias horribles, la acción divina, dán-
dole una facilidad completamente celestial, En pura fe
le hará brillar como el sol, porque las fa- El estado de pura fe es cierta unión de fe,
cultades del alma sensitiva y las del cuer- esperanza y caridad en un solo acto que une
po, se preparan y trabajan aquí abajo como el corazón a Dios y a su acción. Estas tres
el oro, el hierro, el lino o las piedras. Estas virtudes unidas forman una sola virtud, un
diversas cosas no pueden gozar del brillo y solo acto, una elevación única del corazón
pureza de su ser sin haber sufrido muchos a Dios y un simple abandono a su acción.
golpes, destrucciones y despojos. Y del mis- Pues bien, ¿cómo expresar esta divina
mo modo, todo lo que las almas tienen que unión, esta esencia espiritual? ¿Cómo en-
sufrir en la tierra bajo la mano de Dios, que contrarle un nombre que exprese bien su
es este amor, divino obrero, no sirve sino para naturaleza y su idea, y que haga concebir la
disponerles a esa gloria eterna. unidad de su trinidad? Ya no son tres virtu-
El alma de fe, que conoce el secreto de des, sino una sola fruición y gozo de Dios
Dios, permanece absolutamente en paz, y y de su voluntad. Este objeto adorable se
todo lo que le pasa, en lugar de alarmarle, ve, se ama y se espera de él todas las cosas.
acrecienta su seguridad, pues está íntima- A esto se le puede llamar amor puro, pura
mente persuadida de que es Dios quien la esperanza, pura fe, y a esta unidad mística
conduce. Por eso lo recibe todo como una puede dársele el nombre de pura fe, aunque
gracia, y vive olvidada de sí misma, deján- bajo este nombre haya que entender las tres
dole trabajar a Dios en ella, sin pensar más virtudes teologales. Nada hay más cierto que
que en la obra que Él le ha encomendado, este estado en lo que respecta a Dios, y nada
que es amarle sin cesar y cumplir con fide- más desinteresado en lo que respecta al
lidad y exactitud sus obligaciones. corazón. Por la unión de Dios y del cora-
El alma recibe distintas impresiones sen- zón el estado de pura fe tiene, del lado de
sibles, aflictivas o consoladoras, por me- Dios, la certeza de la fe, y del lado de la
dio de los objetos a que la voluntad divina libertad del corazón, la certeza sazonada por
la aplica incesantemente, buscando sólo su el temor y la esperanza.
bien. Pero todas le sirven para encontrar a ¡Qué unidad tan preciosa la de la trinidad
Dios, que es el objeto de la fe, y para unir- de tan excelentes virtudes! Creed, pues,
se a Dios en todas las diferentes situacio- esperad, amad, pero por el solo toque del
nes y disposiciones. Espíritu divino, que Dios os comunica y que
produce en vuestro corazón. Ésta es la
unión del Nombre de Dios, que el Espíritu
difunde en el centro del corazón. He aquí
Jean-Pierre de Caussade 21

esta palabra y revelación mística, esta pren- tomar parte en su grandeza y en la excelen-
de de la predestinación y de todas sus feli- cia de sus valores. Es un imperio en el que
ces consecuencias: «¡Qué bueno es Dios toda alma puede aspirar a una corona, sea
para el justo, el Señor para los limpios de amor o sea de fe, que siempre es el rei-
de corazón!» [Sal 72,1]. no de Dios.
En puro amor Es cierto que existe una diferencia, pues
mientras unas están en las tinieblas, otras
Este toque en las almas abrasadas se lla-
están en la luz. Pero, digámoslo ya, ¿qué
ma puro amor, pues derrama un torrente
importa esto, con tal de que unas y otras
de gozo desbordante sobre todas las facul-
estén unidas a Dios y a su acción? ¿Es el
tades, con plenitud de confianza y de luz.
nombre del estado lo que cuenta? ¿En eso
Pero en las almas embriagadas de ajenjo
está su distinción y su excelencia? De nin-
ese mismo toque se llama pura fe, porque
gún modo. Lo decisivo es la unión con el
la obscuridad y las sombras de la noche son
mismo Dios y con su acción. La manera
todas ellas puras.
debe ser indiferente al alma.
El puro amor ve, siente y cree. La pura fe
Prediquemos, pues, a todas las almas no
cree sin ver ni sentir. Ésta es la diferencia
tanto el estado de pura fe o de puro amor,
entre uno y otra, que no se funda sino en
de cruz o de caricias, pues eso no puede
apariencias que no son las mismas, pues,
darse por igual a todas y de la misma mane-
en realidad, así como el estado de pura fe
ra. Prediquemos en cambio a todos los co-
no carece de amor, del mismo modo el es-
razones sencillos y entregados a Dios el
tado del puro amor no carece ni de fe ni de
abandono a la acción divina en general, y
abandono. Pero se emplean estos términos
hagamos comprender a todos que por es-
a causa de lo que predomina en cada esta-
tos medios recibirán el estado particular que
do.
esta acción divina les ha elegido y destina-
La mezcla diferente de estas virtudes do desde toda la eternidad.
bajo este toque del Espíritu marca la varie-
dad de todos los estados de la vida sobre- Todos llamados a la santidad
natural, y como Dios los puede mezclar en No desanimemos, no rechacemos, no ale-
infinitos modos, no hay alma que no reciba jemos a nadie de la más eminente perfec-
este precioso toque con alguna peculiari- ción. Jesús llama a todo el mundo a la per-
dad propia de ella. Pero ¿qué más da? Se fección, pues a todos exige que sean fieles
trata siempre de fe, esperanza y caridad. a la voluntad de su Padre, de modo que to-
dos vengan a formar su Cuerpo místico,
Abandono confiado, cuyos miembros no pueden llamarle Señor
camino universal con verdad sino en la medida en que sus
Pues bien, el abandono es el medio uni- voluntades se hallen perfectamente de
versal para recibir de algún modo las virtu- acuerdo con la suya. Repitamos incesante-
des generales de esos toques. No todas las mente a todas las almas que la invitación
almas pueden aspirar al mismo modo y al de este dulce y amable Salvador no exige
mismo estado bajo las divinas mociones; de ellas nada que sea difícil, ni extraordi-
pero todas ellas pueden unirse a Dios, to- nario. Él no les exige ninguna habilidad es-
das pueden abandonarse a su acción, todas pecial; solamente quiere que su buena vo-
ser esposas abandonadas en Él, todas reci- luntad esté unida a la suya, para así condu-
bir las gracias del estado que les es propio, cirlas, dirigirlas y favorecerlas en la medi-
todas, en fin, encontrar el reino de Dios y da de esa unión.
22 El abandono en la divina Providencia

¡Sí, almas queridas! Dios no quiere más recurso, pues, como dice la Escritura,
que vuestro corazón. Si buscáis este teso- «todo coopera para su bien» [Rm 8,28].
ro, este reino en que sólo Dios reina, lo
encontraréis. Si vuestro corazón se entre- Todos los estados son
ga totalmente a Dios hallaréis, desde ese santos y santificantes
momento, aquel tesoro, aquel mismo rei- Éste es, Amor querido, el abandono que
no que deseáis y buscáis. Cuando se ama a yo predico, y no un estado particular. Con-
Dios y su voluntad, se goza de Dios y de su sidero con gran amor todos los estados en
querer, y este gozo corresponde perfecta- que tu gracia pone a las almas y, sin tener
mente al deseo que se tiene de amarlo. Amar más estima por uno que por otro, enseño a
a Dios es desear sinceramente amarle. Y todas un medio general para llegar a aquél
porque se le ama, por eso se quiere ser ins- que tú les has designado. Solamente pido a
trumento de su acción, para que su amor todas esa voluntad de abandonarse comple-
obre en nosotros y a través de nosotros. tamente a tu guía. Tú les harás llegar
infaliblemente a aquel estado que es el más
Lo de menos es tener o no talentos excelente para ellas.
La acción divina corresponde a la volun- Ésta es la fe que les predico, el abando-
tad del alma sencilla y santa, y no a sus ha- no, hecho de confianza y fe. No pido sino
bilidades. Corresponde a su pureza de in- la voluntad de entregarse a la acción divina,
tención, y no a los medios que elige, a los para ser su instrumento, creyendo que obra
proyectos que forma, a las maneras que en todo instante y en todas las cosas, con
imagina o a los medios que adopta. En todo más o menos feliz resultado, según la ma-
esto puede engañarse el alma. Y no es raro yor o menor buena voluntad del alma. Ésta
que suceda. Pero su rectitud y su buena in- es la fe que predico. No un estado especial
tención no le engañan jamás. Y Dios cono- de fe y de amor puro, sino un estado gene-
ce y ve esta buena disposición de la perso- ral de buena voluntad, que abraza todas las
na, no se fija en el resto, y toma como he- diferencias de estado y circunstancias par-
cho todo lo bueno que ésta infaliblemente ticulares en que Dios pone a cada alma, y
haría, si conocimientos más exactos secun- donde, bajo distintas formas, les comunica
dasen su buena voluntad. las gracias que desde la eternidad les tiene
Nada, pues, tiene que temer el alma de preparadas. Hablo a las almas que sufren,
buena voluntad. Si cae, no puede caer sino pero aquí también hablo a toda clase de al-
en esta omnipotente mano, que la conduce mas, porque la verdadera intuición de mi
y levanta, en sus mismos extravíos, que la corazón es anunciar a todos el secreto evan-
aproxima al fin cuando se aleja de él, que la gélico y «ser todo para todos» [1Cor
vuelve a su camino cuando se extravió. El 9,22].
alma encuentra siempre un apoyo en esta
mano divina, que la guía entre los precipi- Con gracias extraordinarias o sin ellas
cios, en cuyo borde la coloca el esfuerzo y En esta disposición feliz, creo que es para
la astucia de las facultades ciegas que la mí un deber, que cumplo gustoso, «llorar
desvían; le hace ver cómo debe despreciar- con los que lloran, alegrarme con los ale-
las, contando sólo con ella y abandonándo- gres» [Rm 12,15], hablar a los ignorantes
se enteramente a su infalible gobierno. En en su lenguaje, y emplear con los sabios
todo caso, los errores en que caen las al- términos doctos y elegantes. Quiero hacer
mas buenas van a dar en seguida en el aban- ver a todos que todos pueden pretender no
dono, por lo que jamás se encuentran sin las mismas cosas, pero sí un mismo amor,
Jean-Pierre de Caussade 23

un mismo abandono, un mismo Dios, una gido para él por la Providencia.


misma docilidad a su acción, y que todos Desde que esta buena voluntad nace en el
puedan llegar así a una gran santidad. corazón de un alma, ésta se sumerge en la
Aquello que decimos gracias y favores acción divina y ésta obrará más o menos en
extraordinarios se denomina así por el es- ella, según esté más o menos abandonada.
caso número de almas que por una fideli- Por lo demás, el arte de abandonarse no es
dad constante se hacen dignas de recibir- otro que el arte de amar. El amor encuentra
los. El día del juicio se entenderá bien. En- a Dios en todo, y nada le rehusa. ¿Cómo
tonces se verá muy claramente que esto no rehusarlo? El amor no puede pretender otra
viene de que Dios no quiera comunicarlas, cosa que lo que quiere el amor.
sino sólo por culpa de quienes se vieron Cuando Dios actúa en el hombre sólo tie-
privados de estos divinos dones. ¡A qué ne en cuenta la buena voluntad. Y la capaci-
sobreabundancia de bienes se abre el seno dad de las otras potencias no le atraen, ni
de quien mantiene siempre constante la su incapacidad le alejan. Cuando Él encuen-
sumisión total de una buena voluntad! tra un corazón bueno y puro, recto y sim-
Cuando nuestro divino Salvador vivía en- ple, dócil, filial y respetuoso, ya no nece-
tre los hombres, los que no le veneraban, sita más, sino que se apodera de ese cora-
los que no ponían en Él su confianza, eran zón, posee todas y cada una de sus poten-
los únicos que no disfrutaban de los favo- cias, y va concertando todo tan a favor del
res que a todos dispensaba. Y esto sólo ha alma, que en todas las circunstancias halla
de atribuirse a sus malas disposiciones. Es ésta cómo santificarse. Y aquello mismo
cierto también que no todos pueden aspi- que es veneno mortal para otros, resulta
rar a los mismos estados sublimes, a los inocuo por completo cuando actúa el con-
mismos dones y grados de excelencia; pero traveneno de la buena voluntad.
si todos, fieles a la gracia, correspondie- Si el alma llega al borde de un precipi-
sen en su medida, todos estarían conten- cio, la acción divina le sujeta; y si en él ca-
tos, porque llegarían todos al nivel de ex- yera, suspendería su caída. Y aún si cayera
celencia y de gracia que satisfaría plena- del todo, ella le levantará. Después de todo,
mente sus deseos. Y estarían contentos se- las faltas de estas almas no suelen ser sino
gún naturaleza y según gracia, porque la faltas de debilidad, cometidas con poca ad-
naturaleza y la gracia se confunden en el vertencia; y el amor sabe siempre transfor-
mismo deseo anhelante que del fondo del marlas para su provecho espiritual.
corazón se alza hacia tan preciosos dones.
Paz bajo la guía de Dios
Contentos con el don de Dios El Señor, por secretas insinuaciones, les
Si uno no recibe los talentos propios de va haciendo entender siempre a estas almas
un estado, recibirá los peculiares de otro. lo que han de decir o hacer según las cir-
Unos estarán en pura fe, otros en otra si- cunstancias: «los que temen a Dios poseen
tuación de espíritu. En la misma naturaleza una mente recta» [Sal 110,10]. En efecto,
creada, cada criatura tiene lo que conviene iluminados por la divina inteligencia, se ven
a su especie: cada flor tiene su encanto, cada acompañados por ella en todos sus pasos,
animal su instinto, cada criatura su perfec- y ella misma les saca de los malos sende-
ción. Así, en cada estado diverso de la vida ros en que entraron por ignorancia.
espiritual, cada persona tiene su gracia es-
pecífica, y cada uno está contento si su bue- Y cuando se metieron sin saberlo en una
na voluntad sabe acomodarse al estado ele- situación perjudicial, la Providencia go-
24 El abandono en la divina Providencia

bierna las cosas de tal suerte que todo se gos; yo, Dios mío, no te haré más que una
remedia y se vuelve en bien para ellas. Por sola súplica: «dame un corazón puro» [Sal
más que estas almas se vean envueltas en 50,12]. ¡Oh, corazón puro, qué feliz es el
las mallas de múltiples intrigas, la Provi- que te posee! Él ve dentro de sí a Dios, por
dencia rompe esos lazos, confunde a sus la viveza de su fe. Le ve en todas las cosas y
autores, y les infundo «un espíritu de vér- en todos los instantes, obrando dentro y
tigo», que les hace caer en sus mismas fuera de él. Se ve siempre como su instru-
trampas [Is 19,14]. Bajo su guía, las almas mento, guiado y conducido por Él en todo.
a quienes se quería sorprender hacen sin Cierto es que casi nunca piensa en ello, pero
saberlo cosas que, inútiles en la aparien- Dios piensa por él. Aquello que sucede y
cia, sirven después para sacarlas de todos ha de suceder por una ordenación providen-
los apuros en que su rectitud y la malicia cial, basta con desearlo, pues Él compren-
de sus enemigos las habían puesto. de nuestra disposición.
Tobías En su pura sencillez, si el corazón inten-
ta precisar este deseo, no alcanza a verlo;
¡Qué finísima sabiduría lleva consigo la
pero Dios lo ve y lo conoce. En fin, ¿sabes
buena voluntad! ¡Cuánta ingenio en su can-
lo que es un corazón bien dispuesto? Es un
dor inocente! ¡Cuántos misterios secretos
corazón en el que Dios habita, y viendo to-
se esconden en su invariable rectitud!...
das sus inclinaciones, Él sabe bien que está
Recordad, si no, al joven Tobías [Tob 6,2-
siempre sometido a su beneplácito. Él co-
6]. No es más que un muchacho, pero a su
noce también que ese corazón apenas sabe
lado está Rafael. Con este guía angélico
lo que le es propio, y por eso Dios se en-
camina seguro, nada le espanta y nada le
carga de dárselo. A este corazón no le im-
falta. Los mismos adversarios que encuen-
portan las contrariedades. Quiere ir al
tra son los que le proporcionan alimentos
Oriente, y Dios le conduce al Occidente.
y medicinas, y el monstruo marino se vuel-
Iba a dar contra un escollo, el timón se vuel-
ve para él un dulce y suave alimento. Se va
ve y lo lleva al puerto. Sin conocer mapa ni
viendo ocupado en bodas y banquetes, pues
camino, vientos o mareas, sin nada de ésto,
así lo ordena la Providencia [6,10-18]. Tie-
siempre sus viajes terminan felizmente. Si
ne, sin duda, otros negocios importantes,
se le cruzan los piratas en el mar, un golpe
pero están abandonados a esa inteligencia
de viento inesperado le pone fuera de su
celeste encargada de dirigirle en todo. Y
alcance.
todos estos asuntos se van arreglando y
concluyendo con tal éxito que él solo no ¡Oh buena voluntad, corazón puro! Qué
lo hubiera logrado tan felizmente de no tra- sabiamente Jesús reconoció tu lugar al co-
tarse en realidad de una bendición. Sin em- locarte entre las bienaventuranzas [Mt 5,8].
bargo, la madre de Tobías llora, llena de ¡Qué mayor felicidad que la de poseer a
amargas preocupaciones, mientras que el Dios y ser al mismo tiempo poseído por
padre está lleno de fe. Vuelve al fin este Él! Estado maravilloso y lleno de encanto,
hijo, y toda la casa se llena de alegría [7,14- en el que se duerme tranquilamente en el
16]. seno de la Providencia, se juega inocente-
mente con la divina Sabiduría [Prov 8,30],
Un corazón puro sin inquietud alguna sobre lo acertado de
Que los demás, Señor, te pidan toda cla- su curso, que no sufre ninguna interrupción
se de bienes; yo no te pediré más un solo y que se cumple siempre felizmente, a tra-
don. Que multipliquen sus palabras y rue- vés de escollos, piratas y continuas tem-
Jean-Pierre de Caussade 25

pestades. amigos [5,5].


¡Oh corazón puro, buena voluntad! Tú eres Llave de los tesoros celestiales
el verdadero fundamento de todos los es-
Vamos pues, almas queridas, corramos,
tados espirituales. Es a ti a quien son co-
volemos al lado de esta Madre amorosa que
municados los dones maravillosos de la
nos llama. Vayamos al instante, y perdámo-
pura fe, la esperanza, la pura confianza y el
nos en Dios, en su mismo corazón, embria-
puro amor. En tu tronco brotan las flores
gándonos con el licor de esta buena volun-
del desierto, esas gracias tan preciosas que
tad. Tengamos en el corazón la llave de los
no suelen florecer sino en aquellas almas
tesoros celestiales, y emprendamos ahora
perfectamente desasidas, en las que Dios,
mismo nuestro camino hacia el cielo, sin
como en una casa deshabitada, establece su
temor alguno de encontrarlo cerrado: esa
morada, excluyendo a todo otro morador.
llave nos abrirá todas las puertas. No habrá
Tú eres esa fuente abundante de donde lugar, por secreto que sea, donde no nos sea
manan todos los arroyos que riegan el ver- dado penetrar. Nada estará cerrado para
gel del Esposo y amenizan el jardín cerra- nosotros, ni el jardín [de la Esposa: Cant
do de la Esposa. ¡Ah! con qué verdad pue- 4,12], ni la bodega, ni la viña. Respirare-
des decir a las almas todas: Consideradme mos si nos agrada el aire del campo, pa-
bien, y veréis que soy padre del amor her- seando a nuestro gusto. En fin, iremos y
moso, amor que distingue lo más perfecto vendremos, entraremos y saldremos libre-
y lo abraza. Yo soy el que hago nacer el te- mente con esta llave de David [Apoc 3,7],
mor dulce y fuerte, que da horror al mal y que es la llave de la ciencia [Lc 11,52], la
lo evita sin turbación. Yo soy el que encien- llave del Abismo [Apoc 9,1], que guarda en
de las luces que nos descubren las grande- su seno los tesoros profundos y secretos
zas de Dios y la hermosura de la virtud que de la Sabiduría divina [Sab 7,14].
le honra. Yo soy, en fin, quien suscita los Esta llave divina abre las puertas de la
ardientes deseos que, acompañados de la muerte mística, penetrando sus tinieblas
santa esperanza, animan a practicar cons- sagradas; da acceso al profundo lago y al
tantemente el bien, a la espera de aquel Dios foso de los leones. Ella es la que adentra
cuya posesión un día debe hacer, como aho- las almas en estos oscuros calabozos, para
ra pero mucho más gozosamente, la felici- sacarlas de ellos sanas y salvas. En fin, esta
dad de estas almas fieles. llave nos introduce en la feliz morada de la
Y tú, corazón bueno, tú puedes convidar inteligencia y de la luz, donde el Esposo
a todos para enriquecerlos con tus inagota- toma el aire en el descanso del mediodía
bles tesoros. A ti van a dar todos los esta- [Cant 1,6], donde se sabe bien pronto, en
dos y caminos espirituales, y es en ti don- cuanto se le ve, cómo obtener un beso de
de ofrecen esa belleza, atracción y encanto su boca [1,1], y cómo compartir confiada-
que de ti proceden. Los frutos maravillo- mente su lecho nupcial, donde se aprenden
sos de gracias y virtudes de toda clase, que los secretos del amor. ¡Secretos divinos,
resplandecen y alimentan, proceden de tus que no está permitido revelar y que ningu-
ricos plantíos. Tú eres «la tierra que mana na lengua humana es capaz de expresar!
leche y miel» [Sir 46,8], tus pechos desti-
Dios reina en un corazón puro
lan néctar delicioso, en tu seno descansa
«la bolsita de mirra» [Cant 1,13], y de tus ¡Amemos, pues, almas queridas! Todos
dedos fluye con abundancia y pureza el vino los bienes, para enriquecernos, no esperan
delicioso con que el Esposo convida a sus sino el amor. Él da la santidad y todos los
26 El abandono en la divina Providencia

dones que le acompañan, dones inefables dar secretamente, de modo que nunca le
que fluyen por todas partes, a derecha e iz- falte lo necesario. Pongo un ejemplo. Ima-
quierda, de los corazones abiertos a ella. ginad que alguien ayudara a un amigo por
Ésta es la semilla divina de la eternidad, que medio de unas donaciones, dejándole en-
jamás podrá alabarse dignamente. Vale más trever que proceden de él; y que, en un
poseerla en secreto, que ensalzarla con dé- momento dado, por el bien de ese amigo, y
biles palabras. Pero no es preciso cantar tu aparentando no querer obligarle más, no
alabanza solamente cuando se está poseído dejara tampoco de ayudarle, pero ahora sin
por ti. Pues cuando tú posees un corazón darse a conocer. E amigo, sin sospechar el
puro, leer, escribir, hablar, hacer esto o lo truco y este secreto de su amistad, se que-
contrario, todo es lo mismo para el cora- daría molesto. ¡Qué de cavilaciones! ¡Qué
zón. Ya nada busca, nada evita; solitario o de pensamientos sobre la conducta del
apóstol, sano o enfermo, sencillo o elo- bienhechor!
cuente, todo viene a ser lo que tú dictas al Pero imaginad que el misterio un día se
corazón. desvelara. Sólo Dios sabe qué sentimien-
Y el corazón, como un eco fiel tuyo, lo tos se alzarían a un tiempo de su alma: gozo,
repite todo a las demás potencias. En este ternura, enternecimiento, agradecimiento,
compuesto material y espiritual del hom- amor, confusión, admiración. ¿No crece-
bre, en el que tú, Señor, quieres establecer ría con esto el ardor de su afecto amisto-
tu reino, es el corazón el que gobierna bajo so? ¿Y esta prueba no le afirmaría en su
tu guía. Y como ya no hay en él otros movi- adhesión a él, haciéndole más fuerte frente
mientos que los que tú le inspiras, todo a futuras posibles sorpresas?
objeto que tú le ofreces le agrada, al mis- La aplicación es fácil. Cuanto más pare-
mo tiempo que aborrece cuanto el demo- ce perderse con Dios, más se gana. Cuanto
nio y la naturaleza le presentan en contra- más Él reduce en lo natural, más da en lo
rio. Y si alguna vez permites que se deje sobrenatural. Se le amaba antes un tanto por
engañar, sólo es para que vuelta a ti más sa- sus dones; parecen faltar sus dones, y fi-
bio y más humilde. nalmente se viene a amarle por Él mismo.
Es así, por la aparente sustracción de sus
mismos dones, por lo que Él prepara el alma
para este don, que es el mayor y el más
amplio de sus dones, pues los comprende
Capítulo VI todos.
Todo es para bien
Pura fe Según esto, una vez que las almas se han
y abandono a la acción divina sometido totalmente a su acción deben,
pues, interpretarlo todo favorablemente,
sea, por ejemplo, la pérdida del más exce-
lente de los directores, sea la vaga des-
confianza que sienten por otros que se ofre-
El Amigo oculto que nos guía en todo cen a serlo, y más de lo deseable –pues, en
Vayamos adelante en la contemplación de general, esos directores demasiado pron-
la acción divina. Lo que ella quita en apa- tos a ofrecer a las almas su guía merecen
riencia a la buena voluntad, se lo vuelve a que se desconfíe un poquito de ellos. Aqué-
llos que están verdaderamente animados por
Jean-Pierre de Caussade 27

el espíritu de Dios no muestran de ordina- nes, se hallaría en ellas una conformidad


rio tan oficiosidad y suficiencia. Más que perfecta con todo lo que prescriben las re-
buscar ellos, son buscados; e incluso en- glas de la música. Nunca este músico habrá
tonces van siempre adelante con una cierta cumplido mejor con esas reglas que cuan-
desconfianza en sí mismos–. do, libre su genio de su constricción es-
crupulosa, ha actuado sin temor alguno, de
Guiados por mociones, tal modo que sus impromptus, como ver-
más que por ideas daderas obras de arte, llenarán de admira-
Pero volviendo a estas almas, puede de- ción a los entendidos.
cirse que su corazón es el intérprete de la
voluntad de Dios. Hay que sondear aquello La fidelidad a la obligación
que dice el corazón, pues él la interpreta lleva a la libertad del amor
según las circunstancias. La acción divina Así es como en el alma largamente ejer-
revela sus deseos al corazón no por ideas, citada en la ciencia y en la práctica de la
sino por mociones. Ella se los descubre o vida espiritual, siguiendo las normas del
por hallazgos, haciéndole obrar a la aven- razonamiento y los métodos de los que ella
tura, o por necesidad, no permitiéndole otra se servía para secundar la gracia, va formán-
opción que aquélla que se le presenta, o por dose poco a poco un hábito por el que re-
la aplicación eventual de medios necesa- sulta connatural obrar según fe y razón.
rios, como, por ejemplo, cuando es preci- Resulta entonces que esta alma no podrá
so decir o hacer algo en un primer movi- hacer nada mejor que aquello que se le ocu-
miento, o en un impulso sobrenatural o ex- rre en principio, sin que recurra a esa serie
traordinario; o bien, en fin, por una aplica- de reflexiones que en otro tiempo necesi-
ción activa de inclinación o alejamiento, taba. Lo que le conviene ahora es obrar
según la cual se acerque o aleje de cierto como a la aventura, confiándose a la gra-
objeto. cia, que no va a engañarle. Lo que ella va
Pues bien, si juzgamos por la apariencias, obrando en este estado de simplicidad, al
en se dejarse ir hacia lo incierto no hay sino menos para los ojos iluminados y los espí-
una gran falta de virtud. Si se juzga la cues- ritus sabios, es algo maravilloso. Sin reglas,
tión por las reglas ordinarias, esa conducta nada más reglado; sin que ande midiendo,
carece por completo de regularidad, uni- nada más mesurado; sin reflexión, nada más
formidad y concierto. Y sin embargo, la eficaz; y sin previsiones, nada más ajusta-
verdad es que se necesita el máximo grado do a los acontecimientos que sobrevienen.
de virtud para llegar a ese estado espiritual, Crisis dolorosa
y normalmente no se alcanza dicho estado
Y sin embargo, el alma se encuentra
sino después de haberse ejercitado largo
como perdida en este estado. Ya no encuen-
tiempo en los modos ordinarios. La virtud
tra apoyo y conocimiento ni en las reflexio-
de este estado es la más pura virtud, es, sim-
nes que antes guiaban y disponían sus obras,
plemente, la misma perfección.
ni tampoco en la gracia, pues ésta obra en
Es como un músico que uniera a un pro- ella ahora sin que lo sienta. Pero es preci-
longado ejercicio un conocimiento perfec- samente en este despoja-miento donde ella
to de la música. Su arte sería tan pleno que, reencuentra todo, pues esa misma gracia,
sin pensarlo, todo lo que hiciera en el cam- bajo una nueva forma y un espíritu nuevo,
po de su arte llevaría el sello de la perfec- devuelve al alma el céntuplo de lo que le ha
ción. Y si se examinaran sus composicio- quitado por la pureza de sus mociones ocul-
28 El abandono en la divina Providencia

tas. Y en todo esto resulta admirable ver esta


Es, sin duda, para el alma un gran golpe alma, a los ojos de aquellos de los que Dios
de muerte ese perder de vista la voluntad la distancia interiormente, y a los ojos de
divina, que se retira de delante de sus ojos, ella misma, aparece como situada en senti-
por así decirlo, para mantenerse detrás de mientos muy contrarios, pues no aparenta
ella, impulsándola ante sí, y no siendo ya sino obstinación, desobediencia y turba-
su objeto, sino su principio activo. Es sabi- ción, desprecio e indignación sin remedio.
do por experiencia que nada inflama tanto Y cuanto más el alma quiere reformar sus
los deseos de esta voluntad como cuando desórdenes, más crecen éstos, ya que son
el corazón sufre esa pérdida. Ahí surgen verdaderas inspiraciones de la gracia las
gemidos desde los más profundo, y no hay que desvían al alma de los escollos en don-
consolación sensible alguna. de ella naufragaría; y además el amor que
habla a su corazón la aleja de esto práctica-
Que Dios arrebate un corazón, que no mente, a pesar de todos sus estados de es-
quiere otra cosa que Dios, es gran secreto píritu que, en conciencia, ella se cree obli-
de amor. Y lo es bien grande, pues es por gada a seguirlos.
esta vía, y sólo por ella, por donde la pura
fe y la pura esperanza llegan a establecerse ¡Qué procedimientos sigue la acción di-
en un alma. Entonces se cree lo que no se vina! Santifica Él realmente al ama bajo unas
ve, y se espera aquello que no se posee sen- apariencias tales que no muestran otra cosa
siblemente. Cuánto nos perfecciona esta que humillación. Y esto es en verdad admi-
conducta secreta, la de una acción divina de rable y divino, y se da ahí una santidad com-
la se es sujeto e instrumento, sin que de ello pletamente extraordinaria, que no puede sino
haya apariencia alguna, pues en todo apare- acrecentar la humildad. Ahí se dan favores,
ce lo que se hace como si fuera pura casua- caricias, dones de la gracia ciertísimos, y los
lidad o inclinación natural. frutos de esa pura fe no se corrompen, en
absoluto: tienen la corteza demasiado árida
Humillación y dura.
Todo esto humilla al alma. Cuando habla
por inspiración, siente como si sólo habla- Crece el corazón como gusano de seda
ra por naturaleza. Nunca ve el espíritu que Viva, pues, mi corazón en medio de la
le está impulsando. El más divino de los oscuridad y el secreto de Dios, y que de su
soplos espanta al alma, y todo lo que hace raíz interior, por la secreta virtud divina,
o siente viene a resultarle siempre despre- crezcan ramas, flores y frutos, y aunque yo
ciable, como si todo que en ella se produ- no pueda verlos, sean alimento y gozo para
ce fuera fallido e imperfecto. Se admira los demás. Da, corazón mío, a todas las al-
siempre de los demás, de los que se ve cien mas que vengan a descansar bajo tu som-
veces inferior. No hay cosa que haga que bra, buscando refresco, frutos oportunos no
no le produzca confusión. Desconfía de para tu gusto, sino para el de ellos. Que los
todas sus luces, no puede apoyarse en nin- tiernos vástagos que la gracia injerte en ti
guno de sus pensamientos, muestra una su- reciban una savia indeterminada, que lleve
misión excesiva hacia los inferiores, que en sí todas las propiedades que convengan
estima veraces, y la acción divina no pare- a cada uno de estos injertos. Hazte todo a
ce distanciar el alma de los virtuosos sino todos [1Cor 9,22], y por ti mismo no seas
para hundirla en una profunda humildad, que sino abandono e indiferencia.
por lo demás al alma no le parece virtud, Vive, corazón, quieto y encerrado, como
sino, a su juicio, mera justicia. un gusanito en el estrecho y oscuro cala-
Jean-Pierre de Caussade 29

bozo de tu miserable capullo, hasta que el sin método, actuando cuando es el momen-
calor de la gracia te forme y suscite tu eclo- to de obrar, cesando cuando la hora de pa-
sión [Sta. Teresa, V Moradas 2]. Aliménta- rar, perdiendo cuando es momento de per-
te con todas las hojas que esta misma gra- der. Y así es como, insensiblemente, obran-
cia te presenta, y tranquilo en medio de la do o cesando por mociones o por abando-
actividad a que te lleva tu abandono, no te no, se leen o se dejan los libros, se habla
aflijas por la pérdida de tu quietud interior. con las personas o se calla, se escribe o se
Detente cuando la acción divina te deten- deja la pluma, sin saber nunca lo que segui-
ga. Pierde, en estas variaciones de cesación rá después.
o actividad, en incomprensibles metamor- Y finalmente, después de no pocas trans-
fosis, todas tus antiguas formas, métodos formaciones, el alma perfeccionada reci-
y maneras. Acepta, muriendo y resucitan- be alas para volar a los cielos, después de
do, las formas nuevas que esa misma ac- haber dejado en la tierra una semilla fecun-
ción divina te irá designando. da para perpetuar su estado en las almas.
Así es como has de formar callandito tu
seda, haciendo algo que no te es dado ver
ni sentir. Sufrirás en todo tu ser una agita-
ción oculta, que condenarás tu mismo. Y
envidiarás secretamente a los que están
muertos o quietos, sin pensar que quizá no
han llegado aún al término en que tú te en-
cuentras, y sentirás admiración por ellos,
sin saber que los has dejado atrás. La agita- Capítulo VII
ción de tu abandono te hará hilar una seda
con que se gloriarán de vestirse los prínci-
pes de la Iglesia, los grandes de la tierra y El orden de la Providencia
las almas de todas clases. es el que nos santifica.
Y después de todo esto ¿qué será de ti, Pequeñez de esta ordenación
gusanito? ¡Oh, maravilla de la gracia! Tú ha- en aquellos que Dios santifica
llas todos los medios para dar mil formas a sin brillo y sin esfuerzos
las almas; pero ¿quién sabe a dónde quiere
llevar a un alma la gracia? ¿Quién podrá adi-
vinar, si no lo hubiese visto, lo que hace la
naturaleza de un gusano de seda? [V Mora- Ordenación divina providente
das 2,2]. Basta con ir dándole hojas, y la na- Orden de Dios, beneplácito de Dios, vo-
turaleza hace el resto. luntad de Dios, acción de Dios, la gracia,
De día y de noche, sin saber cómo todo esto no es más que una sola cosa. Y en
esta vida el fin de esta obra divina es la per-
Del mismo modo, almas queridas, tam- fección. Ese fin se produce en nuestras al-
poco conocéis vosotras de dónde venís ni mas y se desarrolla y acrecienta en secre-
a dónde vais. No sabéis qué idea de Dios os to, sin que ellas lo sepan. La teología abun-
saca la divina Sabiduría y a qué termino os da en concepciones y palabras que expli-
conduce. No os queda, pues, otro recurso can las maravillas de esa obra en todas las
que el entero y pasivo abandono a la acción dimensiones de cada alma. Toda esa espe-
divina, dejándole hacer a Dios lo que quie- culación puede conocerse, y de ella se pue-
ra, sin reflexión, sin modelo, sin ejemplo,
30 El abandono en la divina Providencia

de hablar admirablemente, escribir, instruir durante todas las otras cosas que vamos
y dirigir las almas. Pero si solamente se tie- haciendo, y no por sí mismas las ideas, es-
ne esta especulación en el pensamiento, pecies o lecturas, pues si éstas no son por-
ante las almas que reciben el término de la tadoras de la virtud vivificante de la dispo-
ordenación de Dios y de su divina voluntad sición ordenada por Dios, solamente son
–que no conocen todas esas teorías, de las letra muerta, que vacía el corazón, al mis-
que no sabrían hablar–, se viene a ser como mo tiempo que hincha el espíritu [1Cor 8,1].
un médico enfermo ante personas sencillas Por el contrario, cuando esta voluntad
que están en perfecta salud. divina fluye en el alma de una sencilla mu-
Interior instinto, chacha ignorante, a través de sufrimientos
no reflexiones o libros y acciones muy concretos, en la turbulen-
cia de la vida diaria, obra en el fondo de su
La ordenación de Dios, su voluntad divi-
corazón ese fin misterioso del ser sobre-
na, cuando es recibida por un alma fiel, obra
natural, sin que su espíritu reciba ninguna
en ella este fin divino sin que ella lo sepa,
idea natural. En cambio, el hombre sober-
como una medicina tomada por obediencia
bio, que estudia los libros espirituales por
obra la salud en un enfermo, sin que él sepa
vana curiosidad, y no por impulso de la vo-
ni pretenda saber nada de medicina. Así
luntad de Dios, no recibe más que letra
como el que calienta es el fuego, y no la
muerta en su espíritu, y éste se deseca y
filosofía y la teoría científica sobre este
endurece cada vez más.
elemento y sus efectos, así es en la ordena-
ción de Dios: es su voluntad la que obra la Voluntad divina siempre benéfica
santidad en nuestras almas, y no las curiosas La ordenación de Dios y su voluntad di-
especulaciones que podamos hacer sobre ese vina es la vida del alma, cualquiera que sea
principio y ese fin. la apariencia en que se le aplique o sea re-
Cuando se tiene sed, para saciarla, es pre- cibida. Cualquier modo de unión de esa
ciso dejar los libros que explican ese fenó- voluntad divina con el espíritu alimenta al
meno, y beber. La curiosidad de saber sólo alma y la hace crecer siempre hacia lo me-
es capaz de aumentar la sed de conocer. Del jor. No es esto ni aquello lo que produce
mismo modo, cuando se está sediento de tan felices efectos, es siempre la ordena-
santidad, la mera curiosidad de saber sólo ción de Dios en el momento presente.
consigue alejarla. Hay que dejarse de espe- Aquello que era mejor en el pasado, ya no
culaciones interminables, y beber sencilla- lo es, porque ya está destituido de la volun-
mente todo cuanto el orden de Dios nos tad divina, que se manifiesta ahora bajo otras
presenta para hacer o sufrir. Eso que nos va apariencias para mostrar el deber del mo-
sucediendo en cada momento por la provi- mento presente. Y es este deber, cualquie-
dencia de Dios es para nosotros lo más san- ra que sea su apariencia, lo que en el pre-
to, lo mejor y más divino. sente viene a ser más santificante para el
La ciencia del momento presente alma.
Toda nuestra ciencia consiste en cono- Cuando la divina voluntad ofrece la lec-
cer esta disposición divina del momento tura como un deber presente, la lectura pro-
presente. Por ejemplo, cualquier lectura duce en el corazón frutos misteriosos. Si
que no se haga por voluntad de Dios, cier- manda dejarla para entregarse actualmente
tamente será dañosa. El orden y la voluntad a contemplar, esta contemplación forma en
de Dios es la gracia, que obra en el fondo el fondo del corazón el hombre nuevo, y la
de nuestros corazones al leer, lo mismo que lectura entonces sería no sólo inútil, sino
Jean-Pierre de Caussade 31

perjudicial. Si esta misma divina voluntad voluntad de Dios es, en cambio, salvación,
manda dejar la contemplación para atender salud, vida del cuerpo y del alma, cualquie-
en confesión a unos penitentes, y esto va a ra que sea la experiencia bajo la cual se les
llevar un tiempo considerable, este deber aplique. Que el espíritu tenga las ideas que
da forma a Jesucristo en el fondo del cora- prefiera, que el cuerpo sienta lo que pueda,
zón, y toda la dulzura de la contemplación sufra el espíritu distracciones y turbacio-
no serviría más que para destruirla. nes, padezca el cuerpo una enfermedad
La ordenación de Dios es la plenitud de mortal, sin embargo, esta divina voluntad
todos nuestros momentos, y fluye bajo mil es siempre, en el momento presente, la vida
apariencias diferentes, que forman sucesi- del cuerpo y del alma, porque, después de
vamente nuestro deber presente, configu- todo, uno y otra, en cualquier estado en que
rando, acrecentando y consumando en no- se encuentren, están siempre sostenidos
sotros el hombre nuevo, hasta llegar a la por ella.
plenitud que la Sabiduría divina nos desti-
na.
Todo es nada sin la voluntad de Dios
Hace crecer en Cristo día a día Sin la voluntad de Dios, el pan es veneno,
Y este misterioso crecimiento «en la y con ella, remedio saludable. Sin ella, los
edad de Jesucristo» [Ef 4,15] es el fin pro- libros ciegan, y con ella el atolladero más
ducido por la ordenación de Dios, es el fru- oscuro viene a hacerse una luz. Ella es todo
to de su gracia y de su voluntad. Este fruto lo bueno y lo verdadero de todas las cosas.
se produce, crece y se alimenta por el cum- En todas ella se da como Dios, y Dios es el
plimiento de aquellos deberes sucesivos, ser universal. Por eso no se debe andar mi-
que la voluntad del mismo Dios nos pre- rando las relaciones que tienen las cosas
senta, de tal modo que cumpliéndolos en respecto al espíritu o al cuerpo, para juzgar
esta santa voluntad es siempre lo mejor. Así de su virtud, pues en este sentido todo es
pues, no hay más que dejar obrar a la volun- indiferente. Es la voluntad de Dios la que
tad divina, abandonándose ciegamente en da a las cosas, las que sean, eficacia para
una confianza perfecta. Ella es infinitamente formar a Jesucristo en nuestros corazones.
sabia, infinitamente potente, infinitamente Y en modo alguno hay que poner límites a
benéfica para aquellas almas que esperan esa voluntad.
totalmente en ella sin reservas, que no aman La acción divina no quiere encontrar obs-
ni buscan sino a ella sola, y que creen con táculo alguno en la criatura. Todo le es
una fe y una confianza inquebrantables que igualmente útil o inútil. Todo es nada sin
lo que ella hace en cada momento es lo me- ella, y la nada es todo con ella. La contem-
jor, sin buscar en otra parte más o menos, plación, la meditación, las oraciones voca-
sin andar evaluando los diversos aspectos les, el silencio interior, los actos de las
materiales de la ordenación divina, en lo que potencias sensibles, distintos u obscuros,
solamente habría una pura búsqueda del el retiro o la acción, serán lo que fueren en
amor propio. sí mismos, pero lo mejor de todo eso para
Lo verdaderamente esencial y real, la vir- el alma es todo lo que Dios quiere en el
tud de todas las cosas, lo que las arregla y momento presente. Por eso el alma debe
hace favorables para el alma, es la voluntad mirar todas esas alternativas con una per-
de Dios, sino la cual todo es vacío, nada y fecta indiferencia, viendo que en sí mismas
mentira, vanidad, letra, corteza y muerte. La no son nada.
32 El abandono en la divina Providencia

Indiferencia espiritual mas de mil modos diferentes, y aquél que


El alma que no ve las cosas sino en Dios, nos apropia es siempre el mejor para no-
las toma o las deja según su beneplácito, y sotros. Todos los modos deben ser estima-
así viva, se alimenta y espera solamente de dos y amado, porque todos pueden ser or-
su voluntad, y no de las cosas, que no tie- denación de Dios, que se acomoda a cada
nen fuerza ni virtud sino por Él. Y así, ante alma para obrar en ella la unión divina, eli-
cualquier situación y en todo momento, giendo para aquella el modo propio. Y el
debe decir como San Pablo: «Señor ¿qué alma debe contentarse con esta elección,
quieres que haga?» [Hch 22,10]. sin elegir nada distinto por sí misma, pre-
No esto o lo otro, sino lo que tú quieras. firiendo seguir esta voluntad adorable, hasta
El espíritu quiere esto, el cuerpo desea el punto de amarla y estimarla igual que
aquello, pero yo, Señor, sólo quiero tu san- aquellos otros modos destinados a otras.
ta voluntad. La contemplación o la acción, Por ejemplo, si la voluntad divina me
la oración vocal o mental, activa o silen- manda oraciones vocales, sentimientos
ciosa, de fe o de luz, con formas claras o afectivos, luces sobre los misterios, yo
en gracia general, todo, Señor, por sí mis- debo amar también el silencio y la desnu-
mo es nada, porque tu voluntad es lo único dez que la vida de fe opera en otros; pero,
real y la única fuerza de todo eso. Ella sola en cuanto a mí, me entregaré a practicar este
es el centro de mi devoción, y no las cosas, deber presente, y por él me uniré a Dios.
por sublimes y elevadas que sean, pues el
fin de la gracia no es la perfección de la Quietistas
mente, sino la del corazón. De ningún modo se me ocurrirá reducir
toda la religión, como hacen los quietistas,
Templos de la Trinidad a la aniquilación de actos distintos, menos-
La presencia de Dios, que santifica nues- preciando todos los demás medios, porque
tras almas, es esta morada de la Santísima lo que perfecciona es la ordenación de
Trinidad, que toma posesión de nuestros Dios, y Él es quien hace bueno para el alma
corazones, cuando éstos se someten a la todo medio al cual la aplica. No, yo no pon-
voluntad divina. Porque la presencia de Dios dré límites, ni maneras, ni condiciones a la
que se realiza por el acto de la contempla- voluntad de Dios, sino que me empeñaré
ción no obra en nosotros esta íntima unión en recibirla bajo todas las formas por las
sino como todas las otras cosas que se vi- que se me quiera comunicar, y estimaré tam-
ven según la ordenación de Dios. Entre to- bién todas las otras por las que Él quiera
das ellas, la contemplación tendrá siempre unirse a los demás.
el primer lugar, porque es el medio más
excelente para unirse a Dios; pero siempre Dios da un camino a cada alma
y cuando su voluntad ordene que se ejerci- Según esto, todas las almas sencillas no
te. tienen sino un solo camino general, que se
Gozamos de Dios y lo poseemos por la diferencia y particulariza en todo para for-
unión con su voluntad, y buscar ese divino mar la variedad de los vestidos místicos. Y
gozo por otros medios sería una ilusión. La todas las almas sencillas se aprueban y es-
voluntad de Dios es el medio universal. El timan mutuamente, diciéndose entre ellas:
medio no es ni esta manera ni esta otra, pues «Vamos adelante, cada una por su camino,
Él tiene la virtud de santificar todas las con la misma meta, unidas en un mismo
maneras y todos los modos particulares. empeño y en una misma ordenación de
Esta divina voluntad se une a nuestras al- Dios, diversificada en cada una de noso-
Jean-Pierre de Caussade 33

tras». do alimentada por un pan completamente


Así es como hay que leer la vida de los repugnante, que no corresponde en absolu-
santos y los libros espirituales, sin hacer to a su gusto; ella aspira a otras cosas muy
nunca cambios que nos lleven a dejar nues- distintas, pero todos los caminos que con-
tro camino. Por eso mismo, es absoluta- ducen a esa santidad tan deseada se le mues-
mente necesario hacer lecturas y mantener tran cerrados.
conversaciones sólo según la voluntad de Es necesario vivir de esta pan de angus-
Dios, pues cuando esta voluntad hace de tia, de este pan de ceniza, con una congoja
todo eso un deber presente, el alma, muy interior y exterior continua. Es necesario
lejos de hacer cambios falsos, se ve con- aceptar una modalidad de santidad que sin
firmada en su propio camino por esas mis- cesar contraría de una manera cruel e irre-
mas cosas tan diferentes que ve en su lec- mediable. La voluntad sufre hambre, pero
tura. Pero si la voluntad de Dios no nos pro- no halla medio de saciarlo. ¿Para qué todo
pone la lectura ni la consulta espiritual esto? Todo esto es para que el alma sea
como un deber presente, de todo ello sal- mortificada en todo aquello que en ella hay
drá siempre perturbación, y vendrá a darse de más espiritual e íntimo, de modo que,
en una confusión de ideas y en una varia- no encontrando gusto ni satisfacción en
ción continua, pues sin la ordenación de nada de lo que le sucede, ponga todo su
Dios, en nada puede haber orden. gusto en Dios, que la lleva expresamente
por esta vía, para que sólo Él mismo pueda
El pan vivo del momento presente agradarle.
¿Hasta cuándo andaremos llenando la ca-
Dejemos, pues, la corteza de nuestra pe-
pacidad de nuestra alma de las penas e in-
nosa vida, ya que no sirve más que para hu-
quietudes particulares acerca de nuestros
millarnos ante nuestros ojos y ante los de-
momentos presentes? ¿Cuándo consegui-
más. O mejor, ocultémonos bajo esa cor-
remos que en nosotros «Dios sea todo en
teza y gocemos de Dios, el único que es
todas las cosas» [1Cor 15,28]? Dejemos
todo nuestro bien. Sirvámonos de esta en-
que esto y aquello nos muestren lo que de
fermedad, de estas limitaciones y preocu-
verdad son, y nosotros, más allá de todo eso,
paciones, de estas necesidades de alimen-
vivamos muy puramente de Dios mismo.
tos, vestidos o muebles, de estas desgra-
Por esto es por lo que Dios permite tan- cias, de ese desprecio de algunos, de esos
tas destrucciones y aniquilamientos, tantas temores e incertidumbres, de todas esas tur-
muertes, obscuridades, confusiones y mi- baciones, para encontrar todo nuestro bien
serias en todo lo que sucede a ciertas al- en el gozo de Dios que, a través de todas
mas. Todo lo que sufren y hacen se mues- esas cosas, se nos da totalmente como
tra muy pequeño y despreciable a sus pro- nuestro único bien.
pios ojos y a los de los demás. En todos
los instantes de su vida no hay nada que bri- Pobre apariencia de la presencia divina
lle, todo es común. Dentro, turbación; fue- Dios muchas veces quiere estar entre no-
ra, contradicción y planes fracasados. Un sotros pobremente, sin el acompañamien-
cuerpo débil y sujeto a mil necesidades, to de esos signos de la santidad que hacen
cuyas sensaciones son todo lo contrario de admirables a los santos. Lo que sucede es
la admirable pobreza y austeridad de los que Dios solo quiere ser el único objeto
santos. No se ven limosnas excesivas, ni un de nuestro corazón, y desea ser Él solo
celo ardiente y expansivo, y el alma, en quien nos agrade. Sabe muy bien que so-
cuanto a los sentidos y al espíritu, está sien- mos muy débiles, y que si nos concediera
34 El abandono en la divina Providencia

el esplendor de la austeridad y del celo


apostólico, de la limosna y de la pobreza,
pondríamos en ello parte de nuestro gozo.
Pero es el caso que en nuestro camino no
hay nada que no nos sea desagradable, y pre- Capítulo VIII
cisamente por este medio es Dios toda
nuestra santificación y nuestro apoyo. Y lo
único que puede hacer el mundo es despre- Hay que sacrificarse a Dios
ciarnos y dejarnos gozar en paz de nuestro por amor al deber.
tesoro. Fidelidad para cumplirlo y parte
Dios quiere ser el principio de todo lo del alma en la obra
que hay en nosotros de santo, y por eso todo de la santificación.
lo que depende de nosotros y de nuestra Dios hace todo el resto Él solo
fidelidad activa es tan pequeño y, aparente-
mente, opuesto a la santidad. Sólo por vía
pasiva puede haber algo verdaderamente
grande en nosotros. Así que, no nos pre- Ofrenda sacrificial continua
ocupemos más. Dejemos a Dios el cuida- «Ofreced sacrificios legítimos, y confiad
do de nuestra santidad; Él conoce bien los en el Señor» [Sal 4,6]. En efecto, el gran-
medios. Todos ellos dependen de una soli- de y sólido fundamento de la vida espiri-
citud y de una operación singular de su Pro- tual es darse a Dios, y estar siempre sujeto
videncia. Todos ellos operan en nosotros en todo a su voluntad, en lo interior y exte-
ordinariamente sin que lo sepamos, a tra- rior, olvidándose de sí mismo, como de una
vés de aquello que más tememos, y por cosa vendida y entregada, sobre la cual no
donde menos esperamos. se tiene ya derecho alguno. Todo, pues, ha
Contentos con el pan que Dios nos da de ser para agradar a Dios, de modo que Él
sea toda nuestra alegría, y que su felicidad
Caminemos en paz en los pequeños de- y su gloria, su ser, venga a ser nuestro úni-
beres de nuestra fidelidad activa, sin aspi- co bien.
rar a grandes cosas, pues Dios no quiere
dársenos por medio de nuestras preocupa- Apoyada sobre este fundamento, el alma
ciones. Nosotros vamos a ser los santos de ha de centrar toda su vida en alegrarse de
Dios, de su gracia y de su providencia es- que Dios sea Dios, dejando su propio ser
pecial. Como Él sabe bien el rango que de tal modo entregado a su voluntad que esté
quiere concedernos, dejémosle hacer. Y sin igualmente contenta con hacer esto, aque-
formarnos falsas ideas y vanos procedi- llo o lo contrario, según disponga el bene-
mientos de santificación, contentémonos plácito divino, sin andar cavilando sobre lo
con amarle sin cesar, caminando con sim- que su voluntad santísima ordena.
plicidad por el sendero que El nos ha traza-
Voluntad divina obligante
do, y en el que todo es tan pequeño a nues-
y voluntad divina operante
tros ojos y a los del mundo.
La voluntad de Dios dispone de nuestro
ser de dos maneras: o le obliga a hacer cier-
tas cosas, o simplemente obra en él. El pri-
mer modo exige de nosotros el fiel cum-
plimiento de esa voluntad manifestada o
Jean-Pierre de Caussade 35

inspirada; el segundo, una simple y pasiva y la eficacia que la buena voluntad sincera
sumisión a las mociones de esa voluntad siempre tiene cuando el efecto no depende
de Dios. Pues bien, el abandono compren- de ella en absoluto; lo que ella ha querido
de todo eso, pues no es sino la perfecta hacer Dios lo tiene por hecho.
sumisión a las disposiciones de Dios se- Si el deseo de Dios pone límites al ejer-
gún la condición del momento presente. Y cicio de las facultades particulares, no se
poco le importa al alma saber de cuál de los pone a la voluntad. El deseo de Dios, el
los modos está obligada a abandonarse o ser y la esencia de Dios, son el objeto de la
cuáles son las cualidades del momento pre- voluntad y, a través del amor, Dios se une a
sente; lo único que le importa es estar aban- ella sin límite alguno, sin forma ni medida.
donada sin reservas. Y si este amor no se realiza en las faculta-
El abandono es fidelidad des particulares más que en un objeto u otro
a toda clase de voluntad divina bien concreto, es precisamente porque la
voluntad de Dios tiene en ellas su propia
El abandono comprende en el corazón
perfección, y se reduce, por así decir, se
todas las maneras posibles de fidelidad,
hace más pequeña en la cualidad del mo-
porque estando el propio ser entregado a la
mento presente, y de esta forma pasa a las
voluntad de Dios, y hecha esta cesión de sí
facultades y de éstas al corazón, porque éste
mismo por puro amor, afecta a todas las
es puro, sin límites y sin reserva, y se co-
operaciones posibles de ese beneplácito
munica a él a causa de su infinita capaci-
divino. Así el alma en cada instante se ejer-
dad, obrada por la pureza del amor que, ha-
cita en un infinito abandono, pues todas las
biendo hecho el vacío de todas las cosas,
condiciones y maneras posibles están com-
le hace capaz de Dios.
prendidas en su virtud.
Según esto, no es en absoluto asunto del Santo desasimiento
alma determinar concretamente el objeto Oh santo desasimiento, tú abres lugar a
de la sumisión que debe a Dios, sino que su Dios. Oh pureza, disposición a todo, sumi-
única ocupación ha de ser simplemente es- sión sin reserva, tú atraes a Dios al fondo
tar sumisa en todo y presta a todo. Eso es del corazón. Sea lo que fuere de todo lo
lo esencial del abandono, eso es lo que demás, tú, Señor, eres todo mi bien. Haz
Dios exige del alma, ésa es la donación li- todo lo que quieras de este pequeño ser.
bre del corazón que Él solicita: la abnega- Que actúe, que tenga inspiraciones, que re-
ción, la obediencia, el amor. El resto es ciba más o menos tus mociones, todo es lo
asunto de Dios. mismo, y todo es tuyo, de ti y para ti. Yo no
Y sea que el alma actúe atentamente para quiero por mí mismo ver o hacer nada, pues
cumplir el deber al que su estado y com- todos los instantes de mi vida son tuyos, y
promisos le obligan, sea que ella siga dul- ninguno está bajo mi disposición. Todo es
cemente una moción inspirada, o sea que tuyo, y yo no debo añadir nada, ni dismi-
ella se someta pacíficamente al impulso de nuirlo, ni buscar, ni reflexionar. La ordena-
la gracia en cuerpo y alma, en todo esto ción de todo es tuya. A ti corresponde or-
afirma en el fondo de su corazón un mismo denarlo todo: la santidad, la perfección, la
acto universal y general de abandono, que salud, la dirección, la mortificación. Todo
en modo alguno está limitado por el térmi- es asunto tuyo, y el mío no es otro, Señor,
no y efecto especial que se ve al momento, que estar contento de ti, sin apropiarme
sino que, en realidad, tiene todo el mérito acción ni pasión alguna, dejándolo todo a
tu libre voluntad.
36 El abandono en la divina Providencia

Amor puro es puro don de Dios Vacío de sí, abnegación perfecta


La doctrina del amor puro no se adquiere Un alma para quien el bien y la felicidad
más que por la gracia Dios, y no por el pro- de Dios son los suyos, no se inclina ya por
pio esfuerzo. Dios instruye el corazón no amor, ni por confianza en las cosas crea-
por medio de ideas, sino por penas y reve- das, y las admite solamente por deber, es
ses. Esta ciencia es un conocimiento prác- decir, por voluntad de Dios, y por la con-
tico por el que se gusta de Dios como úni- creta determinación de su voluntad. Ella,
co bien. Para adquirir esta ciencia es pre- por encima de la abundancia y por debajo
ciso estar desasido de todos los bienes par- de la privación, vive en la plenitud de Dios,
ticulares; y para llegar a ello, hace falta ver- que es su bien permanente.
se privado de ellos. Y así, no es sino por Dios encuentra, pues, esta alma comple-
medio de contrariedades continuas y de una tamente vacía de inclinaciones propias, de
larga serie de mortificacio-nes de todas cla- movimientos propios, de elecciones pro-
ses, respecto a inclinaciones y afecciones pias. Es como un sujeto muerto, abandona-
concretas, por lo que llega a vivirse en el do a una indiferencia universal. La plenitud
puro amor. del ser divino, manifestándose así en el fon-
Amor puro es total indiferencia do del corazón, tiende sobre la superficie
Hay que llegar, pues, a un punto en que, de todos los seres creados un velo de nada,
para uno, todo lo creado no sea ya nada, y que elimina todas sus distinciones y varie-
Dios lo sea todo. Y por eso es necesario dades. Así la criatura, en el fondo de su co-
que Dios se oponga a todas las afecciones razón, queda sin virtud ni eficacia, y el co-
particulares del alma, de manera que, des- razón se ve sin tendencias e inclinaciones
de el momento en que ella se adhiere a al- hacia las criaturas, pues la majestad de Dios
guna forma especial, a una cierta idea de llena toda su capacidad.
espiritualidad, a algún medio de perfección El corazón que vive de Dios de esta ma-
o devoción, a unos planes, a tales vías o nera queda muerto a todo el resto, y todo
caminos que den acceso a ciertas metas, a lo demás queda muerto para él. Correspon-
algunas personas que presten su ayuda, o de a Dios, que da la vida a todas las cosas,
en fin, a cualquier criatura que sea, Dios vivificar el alma en relación a las criaturas,
confunde nuestros planes y permite que en y a éstas en referencia al alma. La voluntad
vez de conseguir nuestros proyectos, no en- de Dios es esta vida. El corazón, movido
contremos en todo eso sino confusión y por esta voluntad divina, es llevado hacia
turbación, vacío y desatino. las criaturas y, por esta misma voluntad, las
Apenas el alma se ha dicho: «Por ahí es criaturas son llevadas hacia el alma, para
por donde hay que ir, con esta persona es que puedan ser acogidas por ella.
con quien tengo que hablar, así es como hay Sin esta virtud divina de la libre disposi-
que actuar», en seguida Dios dice todo lo ción de Dios, lo creado no es recibido por
contrario y retira su virtud de esos medios el alma, y el alma no se dirige a ello. Esta
decididos por el alma. Y así, no encontran- reducción de todo lo creado, primero a la
do en todo sino pura criatura y, nada y seguidamente al punto de la ordena-
consiguientemente, pura nada, el alma se ción de Dios, hace que en cada instante Dios
ve obligada a recurrir al mismo Dios y a es para el alma Dios mismo y todas las co-
contentarse con Él. sas. Pues cada momento es, en el fondo del
alma, un contentamiento de Dios solo y un
Jean-Pierre de Caussade 37

abandono sin límites a todo lo creado po- trias del alma, no valdrían ya sino para opo-
sible, o mejor, a todo lo creado o creable nerse a la manera de obrar de Dios, en la
por la voluntad de Dios. Y así cada momen- que está todo su bien, porque Él la santifi-
to lo contiene todo. ca, la purifica, la dirige, la ilumina, la ele-
va, la dilata, la hace útil a los demás, y la
Vía simple y universal vuelve apostólica, por medios y maneras en
La práctica de una teología tan admirable los que la reflexión no alcanza sino a ver lo
consiste en una cosa tan simple, tan fácil, contrario.
tan presente, que no hay más que quererla Todo, cada momento presente, parece
para tenerla. Este desasimiento, este amor contribuir a sacar el alma de su camino de
tan puro y universal, es actividad y es pasi- amor y de sencilla obediencia. Es necesa-
vidad; consiste, pues, en aquello que el alma rio, pues, tener un abandono y un coraje
debe hacer con la gracia y en aquello que la heroico para mantenerse estable en la sim-
gracia debe obrar en ella, sin exigir otra ple fidelidad activa, haciendo el alma su
cosa que abandono y consentimiento pasi- parte con seguridad, mientras que la gracia
vo, es decir, todo aquello que Dios quiere hace la suya con un aire y estilo que hace
hacer por sí mismo –eso que la teología creer al alma que estuviera engañada y per-
mística explica mediante una infinidad de dida.
concepciones sutiles, que con frecuencia
más vale ignorar, pues para vivirlo sólo se La Pasión del Señor
necesita el puro olvido y el abandono. Esto es, al menos, lo que llega a los oí-
Al alma le basta con saber lo que debe dos del alma, y si tiene el valor de no inmu-
hacer, que es lo más sencillo del mundo: tarse por el ronco gruñido de truenos y re-
amar a Dios como a su gran y único todo, lámpagos, tempestades y rayos, y marcha
estar contenta de cómo es Él, y aplicarse a con paso firme por el sendero del amor y
sus obligados deberes con solicitud y pru- de la obediencia al deber y a la gracia pre-
dencia. Un alma sencilla, por este único sente, puede decirse que el alma se hace
ejercicio, por este camino tan recto, tan semejante a Jesús, y que está participando
luminoso y cierto, adelanta con pasos se- del estado de su Pasión, durante la cual este
guros y con toda confianza. Y todas las ma- divino Salvador camina serenamente en el
ravillas explicadas por la teología mística, amor de su Padre y en la sumisión a su vo-
cruces y favores interiores, son obradas en luntad, dejándose hacer aquello que en apa-
ella por la voluntad de Dios sin que ella lo riencia parece lo más contrario a la digni-
sepa, pues no se ocupa de otra cosa que de dad de un alma tan santa como la suya.
amar y obedecer. Los Corazones de Jesús y de María afron-
tan el rugido de esta noche tan obscura, y
dejan que el huracán les envuelva en su tor-
Pasividad fielmente activa bellino. Un diluvio de calamidades, todas
Dios mismo, «Él solo hizo grandes ma- ellas aparentemente opuestas a los desig-
ravillas» [Sal 135,4], Él solo es el que hizo nios de Dios y a su voluntad, hunden en el
todo esto y lo hizo por tales medios que, abismo las almas de Jesús y de María, y,
cuanto más el alma se abandona, se distan- sin embargo, sacando ánimos de la flaque-
cia y separa de todo lo que pasa en ella, más za, siguen caminando sin venirse abajo por
y mejor perfecciona Él su obra. Por el con- el camino del amor y de la obediencia. Fi-
trario, las reflexiones, búsquedas e indus- jan sus ojos solamente en aquello que de-
38 El abandono en la divina Providencia

ben cumplir y, dejándole hacer a Dios, que en el mundo a quien no sea dada la posibili-
les está mirando, sienten sobre sí todo el dad de llegar a la perfección más eminen-
peso de esta acción divina. Gimen bajo este te. Todo lo que pertenece al estado de la
peso, pero ni vacilan con dudas, ni se detie- vida, a los deberes, a las condiciones cor-
nen un solo instante. Tienen fe en que todo porales, todo está al alcance del cristiano.
irá bien, con tal de que el corazón deje obrar Y en todo eso, dejando a un lado el pecado,
a Dios y permanezca en su camino. es en lo que Dios quiere que el hombre
empeñe su fidelidad activa. Él no espera de
Cara fea y cara bella del tapiz nosotros más que vernos cumplir su volun-
Cuando el alma va bien, todo va bien, por- tad significada por el deber, según nuestras
que aquella parte que corresponde a Dios, fuerzas corporales y espirituales, y perma-
es decir, su acción, es, por así decirlo, el necer celosos en nuestras otras obligacio-
centro y la consecuencia de la fidelidad del nes, en la medida en que nos sea posible.
alma: ella impulsa al alma, y el alma se apo-
¿Puede haber algo más fácil y razonable?
ya en ella. Ésta viene a ser como la cara de
Ése es todo el trabajo que Dios exige al
un tapiz magnífico, que va siendo tejido
alma en la obra de su santificación. Y eso
punto por punto por el revés. El obrero no
sí, lo exige a grandes y pequeños, sanos y
alcanza a ver más que cada punto y su aguja,
enfermos, es decir, a todos, en todo tiem-
y todos estos puntos, dados sucesivamen-
po y en todo lugar. Es cierto que Él sólo
te, van trazando figuras bellísimas, que no
pide de nuestra parte algo asequible y fácil,
van manifestándose hasta que, una vez aca-
ya que basta con mantener esa actitud sen-
bada la obra, se expone a la luz de cara. Pero
cilla para llegar a una gran santidad.
mientras dura el tiempo del trabajo toda esa
maravilla permanecía oculta. Deberes generales
Lo mismo sucede en un alma que se aban- y deberes particulares
dona a Dios. Solamente alcanza a ver la vo- ¿Y cuál es, pues, ese deber que constitu-
luntad divina y su propio deber. Y el cum- ye por nuestra parte toda la esencia de la
plimiento de este deber viene a ser en cada santidad? Se da de dos modos. Hay, en pri-
momento un punto imperceptible que se mer lugar, un deber general, que Dios im-
añade a la obra. Y sin embargo, mediante pone a todos los hombres. Y en segundo
estos puntos, Dios va obrando sus maravi- lugar, unos deberes particulares, que pres-
llas, de las que alguna vez hay indicios visi- cribe a cada uno, y por los que vincula a
bles ya en el tiempo, pero que no podrán cada hombre a estados concretos. Así es,
ser conocidas del todo hasta el día grande por consiguiente, como Dios nos manda
de la eternidad. cumplir los mandamientos que nos obligan
a su amor, y así es como nos invita a seguir
Fieles a los mandamientos, sus consejos, en la medida en que su reali-
dóciles a la ordenación providente zación se hace posible por las mociones de
¡Qué llena de bondad y de sabiduría está la gracia. Por tanto, lo que Él pide de cada
la acción de Dios! De tal modo ha reserva- uno nunca va más allá de las fuerzas que ha
do Él a su sola gracia y acción todo lo más recibido, y esto manifiesta su equidad.
sublime y elevado, lo más grande y admira- Escuchadme vosotros, que aspiráis a la
ble, en el camino de la perfección y santi- perfección, y que desfallecéis a la vista de
dad, y de tal modo ha dejado a las almas, lo que hicieron los santos y de lo que os
ayudadas por el auxilio de su gracia, lo que prescriben los libros de espiritualidad; vo-
es pequeño, claro y fácil, que no hay nadie sotros, que estáis abrumados por las tre-
Jean-Pierre de Caussade 39

mendas ideas que os habéis forjado sobre Él, se le abandona, y concentrada en su de-
la perfección. Conoced esto que parecéis ber, no piensa ni en sí misma, ni en lo que
ignorar. Dios quiere que yo escriba todo necesita, ni en los medios para procurárse-
esto para vuestra confortación. lo.
Camino fácil hacia la santidad Cuanto más el alma se aplica a sus pe-
Nuestro Dios bondadoso ha puesto a queños trabajos, tan sencillos y ocultos, tan
nuestro alcance todas las cosas necesarias inadvertidos y menospreciables al exterior,
y comunes del orden natural, como el aire, más Dios la llena de cualidades diversas, la
el agua, la tierra. No hay nada más necesa- embellece, la enriquece con los bordados
rio que respirar, dormir, comer, y al mismo y colores que va mezclando: «El Señor hizo
tiempo, nada más fácil que eso. Pues bien, milagros en mi favor» [Sal 4,4].
en el orden sobrenatural el amor y la fide- Un lienzo abandonado simplemente a cie-
lidad son igualmente necesarios, y no es gas a la acción de un pincel no siente en
posible que nos sean tan difíciles como a cada momento sino la simple aplicación del
veces nos lo presentan. Y Dios quiere con- pincel. Y una piedra inerte en cada golpe de
tentarse en todas estas cosas, incluidas las cincel que recibe no puede sentir otra cosa
más pequeñas, con la parte que el alma debe que una punta cruel que la destruye. Esta
poner en la obra de su perfeccionamiento. piedra, al recibir tantos golpes, en modo
Él mismo lo explica claramente, eliminan- alguno capta la figura que el obrero va rea-
do toda duda: «Venera a Dios y cumple sus lizando en ella. No siente más que un cin-
mandatos, y eso es todo el hombre» [Qoh cel que la disminuye, la raspa, la corta, la
12,13]. desfigura. Y esta pobre piedra, por ejem-
Es decir, eso es todo lo que el hombre plo, en la que se va configurando un cruci-
debe hacer de su parte, y en eso consiste su fijo o una estatua, y que lo ignora, si se le
fidelidad activa. Que él cumpla su parte y preguntara: «¿pero qué te está pasando?»,
Dios hará el resto. La gracia reserva para sí respondería: «no me lo preguntes a mí, pues
sola las maravillas que sabe obrar, y que van lo único que yo sé y hago es aguantar firme
más allá de toda inteligencia humana, pues bajo la mano de mi artista, amarle y sufrir
«ni oído oyó, ni el ojo vio, ni el corazón su acción para la obra a que me ha destina-
del hombre llegó» [1Cor 2,9] a captar lo do.
que Dios ha concebido en su mente, ha Él es el que sabe cómo ejecutarla. Yo no
decidido en su voluntad y ha ejecutado por tengo ni idea de lo que él hace y de cómo
su potencia en las almas que se le abando- me voy transformando bajo su operación.
nan con sencillez. Lo único que yo sé es que lo que él hace es
lo mejor y lo más perfecto, y por eso reci-
Lienzo o piedra bo cada golpe de cincel como lo más exce-
que se abandonan al artista lente para mí, aunque, si te he de decir la
Ese lienzo tan armonioso, esa capa tan verdad, cada golpe no puedo menos de sen-
bien aplicada, esos rasgos tan bellos, tan tirlo como una ruina, una destrucción, una
bien acabados, estas figuras admirables, desfiguración. Pero dejo a un lado este sen-
sólo las manos de la Sabiduría divina saben timiento y, contenta del momento presen-
hacerlo, partiendo de la sencilla tela de amor te, no pienso sino en lo que es mi deber, y
y obediencia que el alma tiende sin re- recibo la operación de este hábil artista sin
flexionar, sin buscar, sin andar cavilando entenderla y sin cavilar sobre ella».
por saber lo que Dios hace, pues se fía de
40 El abandono en la divina Providencia

Dejémosle hacer a Dios pre discernir si la inspiración recibida de


Sí, queridas almas, almas sencillas, dejad Dios, la que como tal entiende el alma, no
a Dios lo que le corresponde y, con paz y le separa en absoluto de sus deberes de es-
dulzura, id hilando vuestro copo. Estad con- tado; en cuyo caso, la ordenación de Dios
vencidas de que lo que os pasa interiormen- debe ser preferida, sin que haya nada que
te, así como exteriormente, es lo mejor. temer, excluir o distinguir. Es para el alma
Dejadle hacer a Dios y estadle abandona- el momento precioso, el más santificante
das. Permitid que la punta del cincel y de la para ella, y puede estar segura de que así
aguja actúen. No sintáis en todas estas vici- cumple la voluntad de Dios.
situdes tan grandes una simple aplicación Cada santo es santo por el cumplimiento
de colores, que parecen emborronar vues- de este mismos deberes a que Dios la apli-
tra tela. Y a todas esas operaciones no re- ca. En modo alguno hay que medir la santi-
accionéis sino con la manera totalmente dad por las cosas mismas, por su naturale-
uniforme y simple de un completo abando- za y cualidades propias, sino por el cum-
no, con el olvido propio y con el cumpli- plimiento de esa voluntad divina que santi-
miento de vuestro deber. Seguid, pues, vues- fica el alma, y obra en ella iluminándola,
tra marcha y, sin saber el mapa del país, los purificándola y mortificándola. Toda la vir-
alrededores, los nombres, las circunstan- tud de lo que llamamos santo está, pues, en
cias, los lugares, seguid a ciegas vuestro esta voluntad de Dios. Y así nada se debe
camino y todo lo preciso se os dará pasiva- buscar, nada rechazar, sino tomarlo todo de
mente. Buscad únicamente el reino de Dios su parte y nada sin ella. Libros, sabios con-
y su justicia por el amor y la obediencia, y sejos, oraciones vocales, afecciones inte-
todo se os dará por añadidura [+Mt 6,34]. riores, vienen ordenados por la voluntad de
Cuántas veces se ven personas que se pre- Dios, son todo cosas que iluminan, dirigen,
guntan con inquietud: «¿quién nos dará la unifican.
santidad y la perfección, la mortificación,
la dirección?». Dejadles decir, dejad que Quietismo insensato
busquen en los libros los términos y con- Por eso el quietismo es insensato, al no
diciones de esta maravillosa obra, su natu- querer usar de todos esos medios y al des-
raleza y sus fases. Pero vosotros permane- echar todo lo sensible, pues hay sin duda
ced en paz unidos a Dios por vuestro amor, almas a las que Dios quiere llevar por esta
y caminada a ciegas por el camino cierto y vía, y tanto su estado como sus inclinacio-
derecho de vuestras obligaciones. nes interiores lo están indicando muy cla-
ramente. Es insensato igualmente el
Los ángeles, en esta noche, están a vues- quietismo cuando propone modalidades de
tro lado, y sus manos os rodean como una abandono en las que se rechaza toda activi-
barrera. Si Dios quiere de vosotros algo dad propia, y se pretende una completa quie-
más, su inspiración ya os lo hará conocer. tud, pues si la voluntad de Dios es que se
La voluntad de Dios da a todas las cosas un procure uno por sí mismo ciertas cosas, el
orden sobrenatural y divino. Todo lo que verdadero abandono consiste en hacerlas.
toca y abarca, y todos los objetos sobre los
que se extiende, llegan a santidad y perfec- En vano, pues, dicen: «lo más perfecto
ción, porque su virtud no tiene límites. es la sumisión a la ordenación de Dios».
Sí, es cierto, pero esta ordenación para unos
Siempre fieles a los deberes propios se limita al cumplimiento de los deberes
Para divinizar así todas las cosas y no de su estado y a lo que viene de la Provi-
desviarse ni torcerse, es necesario siem- dencia sin ninguna actividad. Esto es lo más
Jean-Pierre de Caussade 41

perfecto para éstos. Pero para otros, ade- de pura providencia. Ellos han de extender-
más de lo que procede de la Pro-videncia se y medirse según la amplitud de los de-
sin actividad, esa ordenación divina señala signios de Dios, en esa vía que les es re-
también no pocos deberes concretos, di- querida por la gracia, siendo para ellos la
versas acciones que van más allá del pro- inspiración un deber al que han de ser fie-
pio estado. La gracia y la inspiración indi- les.
can entonces lo que dispone la voluntad de Y lo mismo que hay almas en las que todo
Dios. Y lo más perfecto para estas almas es su deber está marcado por una ley exterior,
añadir todas esas cosas inspiradas, pero con y que deben mantenerse encerradas en ella,
las precauciones que la inspiración exige para pues en ella les guarda la voluntad de Dios,
no faltar a los deberes de estado y a las obli- también hay otras que, además de su deber
gaciones de pura providencia. exterior, han de ser fieles a esa ley interior
No más santos por hacer esto o lo otro que el Espíritu Santo grava en su corazón.
Figurarse que estas almas son más o me- ¿Y quiénes serán los más santos? Pura y
nos perfectas precisamente a causa de las vana curiosidad sería tratar de indagarlo.
diferentes cosas a las que son movidas, es Cada uno debe seguir el camino que le ha
poner la perfección no en la sumisión a la sido señalado [+1Cor 7,17.20. 24]. La san-
voluntad de Dios, sino en las cosas mismas. tidad consiste en someterse a la voluntad
Dios se configura en los santos a su gusto, de Dios, y a lo que de más perfecto hay en
y es su voluntad la que los hace a todos, y esa voluntad, sin mirar a las cosas en sí
todos se someten a su ordenación. Esta su- mismas, porque no es la cantidad o la cali-
misión es el verdadero abandono, y en eso dad de ellas lo que obra la santidad, sino el
consiste lo más perfecto. perfecto cumplimiento de lo mandado. En
efecto, por más que nos afanemos para mul-
Cumplir los deberes de su estado y con-
tiplicar nuestras buenas obras, consiguien-
formarse con las disposiciones de la Pro-
do reunirlas en abundancia, siempre sere-
videncia, es común a todos los santos. Y es
mos muy pobres, si su principio no es la
la vocación que Dios da a todos en general.
voluntad de Dios, sino el amor propio, o si
Algunos santos viven ocultos en la obscu-
por lo menos no rectificamos éste en cuan-
ridad, porque el mundo es muy peligroso y
to captamos sus pretensiones.
ellos quieren evitar sus escollos; pero no
es en eso en donde radica su santidad. Sen- Jesús, María y José
cillamente, cuanto más se someten a la vo- Para decirlo más claramente: hay santi-
luntad de Dios, más se santifican. dad en la medida en que amamos la volun-
Del mismo modo, no hay que creer que tad de Dios, y cuanto más amamos la orde-
aquellos santos en los que Dios hace res- nación y voluntad divina, cualquiera que sea
plandecer las virtudes por acciones nota- la naturaleza contenida en su ordenación,
bles y extraordinarias, mediante gracias e tanto más santos seremos.
inspiraciones que se concilian con los de- Y esto lo vemos claramente en Jesús,
beres dispuestos por Dios, caminen por eso María y José, pues en su vida particular hubo
menos por la vía del abandono. En absolu- mucho más grandeza y forma que materia,
to. No estarían abandonados a Dios y a su y nunca se ha dicho que estas personas tan
voluntad, y todos sus momentos no serían santas buscaran la santidad de las cosas,
voluntad de Dios, si se contentaran con los sino únicamente la santidad en las cosas.
deberes de su estado y de las obligaciones Es, pues, necesario concluir que no exis-
42 El abandono en la divina Providencia

ten caminos particulares o singulares que el suyo consiste en caminar fielmente, y


sean más perfectos, sino que lo más per- han de encontrar la paz en su pequeñez.
fecto en general es la sumisión a la volun- Entre las dos vías no hay, pues, más dife-
tad de Dios, cada uno según su estado y rencia que la que pueda haber en el amor y
condición. la sumisión que se tenga hacia la voluntad
Hay tres deberes de Dios. Pues si en esto un alma va más
allá de lo que van aquellas otras almas, que
Hay un primer deber, referente a lo ne-
parecen cumplir mayores trabajos exterio-
cesario, que es obligado cumplir. Un segun-
res, ¿quién pondría en duda que la santidad
do deber es el del abandono y la pura pasi-
de aquélla fuera la más alta? Ya se ve, por
vidad. Y hay un tercero que requiere un co-
tanto, que cada alma debe contentarse con
razón sencillo, dulce y suave, es decir, mo-
los deberes de su estado y las obligaciones
vilidad del alma al soplo de la gracia, que le
de pura providencia. Está claro que eso es
mueve a hacer todo, y por la que ha de de-
lo que exige Dios de todas las almas.
jarse llevar, obedeciendo sencilla y libre-
mente sus mociones. Y para evitar engaños, No querer sino lo que Dios quiera
nunca Dios deja de dar a las almas sabios Y por lo que se refiere a la gracia y mo-
guías, con discernimiento para señalar la ción viva recibida en el alma, es preciso no
libertad o la reserva que convienen al se- quererla por uno mismo, ni estimular el
guir esas inspiraciones. sentimiento interior. El esfuerzo natural es
Pues bien, es el tercer deber el que pro- algo directamente opuesto y aún contrario
piamente excede toda ley, toda forma y toda a esa infusión gratuita, y ésta debe darse en
manera determinada. Es el que hace que este la paz. Es la voz del Esposo la que ha de
designio sea tan extraordinario y singular, despertar a la esposa [+Cant 8,4], que no
es el quien regula sus oraciones vocales, debe moverse sino en la medida en que le
sus palabras interiores, el sentimiento de impulsa el soplo del Espíritu Santo. Si ella
sus facultades y la luminosidad de su vida, se mueve por sí misma, no conseguirá ab-
ciertas austeridades, este celo, aquella pro- solutamente nada. Cuando ella no siente
digalidad total de sí mismo hacia el próji- ninguna gracia que le incline hacia esas ma-
mo. Y como todo esto pertenece a la ley ravillas que hacen admirables a los santos,
interior del Espíritu Santo, nadie se lo ha es preciso que ella misma se diga honrada-
de imponer y prescribir a sí mismo, ni de- mente: «Dios ha querido esas cosas en cier-
searlo, ni quejarse de no tener estas gra- tos santos, pero no lo quiere en mí».
cias que nos permiten procurar esas virtu-
des no comunes, ya que ellas, en una u otra Si se conociera este camino...
circunstancia, deben surgir sólo por la vo- Pienso yo que si las almas que aspiran a
luntad de Dios. Sin esto, como hemos di- la perfección conocieran bien y practica-
cho, será preciso temer las ilusiones en que ran esta doctrina, se evitarían muchos tra-
nuestro espíritu podría caer. bajos. Y lo mismo digo de las personas del
mundo. Si conociesen las primeras el mé-
Conviene dejar claro que Dios quiere
rito escondido en sus deberes diarios y en
mantener ciertas almas ocultas, obscuras y
las actividades propias de su estado; y si las
pequeñas a sus ojos y a los de los demás, y
segundas entendieran que la santidad con-
que muy lejos de mandarles tales cosas es-
siste muy principalmente en cosas peque-
pectaculares, las va llevando justamente a
ñas, de las que no hacen caso, creyéndolas
lo contrario. Y si estas almas son muy cul-
insignificantes al efecto –pues se han he-
tas, se engañarían si tomasen este camino:
Jean-Pierre de Caussade 43

cho de la santidad unas ideas asombrosas la santidad del corazón es un simple fiat,
que, por muy buenas que sean, no hacen sino una simple disposición de la voluntad, que
perjudicarles, pues la limitan a lo brillante se conforma a la de Dios. ¿Hay cosa más
y maravilloso–; si todas, unas y otras, com- fácil? Porque ¿quién no amará una volun-
prendiesen que la santidad consiste en to- tad tan amable y tan buena? Sólo por ese
das las cruces providenciales de cada mo- amor todo se hace divino.
mento, las inherentes al estado propio; y
que todo eso que no tiene nada de extraor-
dinario puede conducir a la más alta per-
fección, y que la piedra filosofal es la obe-
diencia a la voluntad de Dios, que transfor-
ma en oro divino todas y cada una de sus
ocupaciones... ¡qué felices serían! Cómo Capítulo IX
entenderían que para ser santo no es nece-
sario sino hacer lo que hacen y sufrir lo que
sufren. Cómo verían que eso que ellas de-
jan perder y estiman en nada bastaría para La voluntad de Dios
adquirir una santidad eminente. y el momento presente

Misionero de la voluntad divina


Dios mío, yo quiero con toda mi alma ser
misionero de tu santa voluntad y enseñarle Tesoro de la voluntad divina
a todo el mundo que no hay cosa tan fácil, Nada más razonable, perfecto y divino que
tan común y tan al alcance de todos como la voluntad de Dios. ¿Acaso puede crecer
la santidad. Cuánto desearía yo poder con- su infinito valor por algunas diferencias de
vencer a todos de que así como el buen la- tiempo, lugar o cosas? Si os es dado el se-
drón y el malo [crucificados junto a Jesús] creto de encontrar esa voluntad divina en
no tenían que hacer o sufrir cosas distintas todos los momentos, poseeréis entonces
para ser santos, del mismo modo dos al- lo que es más preciso y digno de ser desea-
mas, una mundana y otra muy interior y es- do. ¿Qué andáis buscando, almas queridas?
piritual no tienen que hacer o sufrir una más Vibre libremente vuestra alma, álcense
que otra; que la que se condena, se condena vuestros deseos más allá de toda medida y
haciendo por capricho aquello mismo que límite, dilátese vuestro corazón hasta el in-
el otro que se salva hace por sumisión a la finito: yo sé cómo pueden colmarse todos
voluntad divina; y que la que se pierde, se esos ímpetus. No hay momento en que yo
pierde sufriendo con rebeldía y protesta no pueda haceros encontrar todo aquello
aquello mismo que la otra sufre con resig- que podáis desear.
nación. Es en el corazón donde está la di-
ferencia. Tesoro del momento presente
Almas queridas, que leéis esto, creed que El momento presente está siempre lleno
la santidad no va costaros más. Haced lo de tesoros infinitos, y excede completa-
que hacéis y sufrid lo que sufrís: es vues- mente vuestra capacidad. La fe es la medi-
tro corazón solamente lo que hay que cam- da, y encuentra tanto como cree. También
biar. Ese corazón que es la voluntad, y ese el amor es la medida: cuanto más ama vues-
cambio que consiste en querer todo lo que tro corazón, cuanto más desea y más cree
os va sucediendo por voluntad de Dios. Sí, encontrar, más encuentra. La voluntad de
44 El abandono en la divina Providencia

Dios se presenta a cada instante como un pre y en todos los momentos a esa volun-
mar inmenso, que vuestro corazón no pue- tad adorable.
de agotar. Él recibe tanto como abarca por ¿Pensáis que el alma juzga las cosas
la fe, la confianza y el amor. Todas las de- como aquellos que las miden por los senti-
más criaturas no pueden llenar vuestro co- dos y que ignoran el tesoro inestimable que
razón, pues éste es más grande que todo lo ellas encierran? Aquél que sabe que tal per-
que no sea Dios. Las montañas que asom- sona es el rey disfrazado, le recibe y trata
bran los ojos no son más que átomos en el de modo muy diverso que aquel otro que,
corazón. En esa voluntad divina, escondida no viendo más que la figura de un hombre
y oculta en todo lo que os va sucediendo en ordinario, le trata según su apariencia. Igual-
el momento presente, es donde hallaréis un mente el alma que ve la voluntad de Dios
tesoro que excede infinitamente todos en todas las cosas, hasta en las más peque-
vuestros deseos. ñas, lamentables y mortales, las vive y re-
No hagáis, pues, la corte a nadie. No ado- cibe todas con un gozo, con una alegría y
réis lo que no son más que sombras y fan- con un respeto siempre igual. Y abre todas
tasmas, que no pueden daros ni quitaros sus puertas para recibir con honor las mis-
nada. Solamente la voluntad de Dios reali- mas cosas que otros temen y procuran evi-
zará vuestra plenitud, sin dejaros ningún tar. Y mientras los sentidos, al no ver sino
vacío. Adoradla, pues, entregáos a ella rec- cosas miserables, las desprecian, el cora-
tamente, pentráos de ella, y abandonad en zón reconoce bajo esa presentación tan
cambio todas las apariencias. pobre al rey majestuoso, y le respeta tanto
más cuanto que ha venido en forma tan po-
Guiarse por la fe, no por los sentidos bre y secreta, y le ama por eso con un amor
El reino de la fe se establece sobre la más tierno y ardiente.
muerte de los sentidos, sobre su despoja-
miento, vacío y mortificación; pues mien- María, Jesús, los Magos, los pastores
tras que los sentidos adoran las criaturas, Yo no soy capaz de expresar lo que el
la fe adora solamente la voluntad de Dios. corazón siente cuando recibe la voluntad de
Derribad los ídolos de los sentidos, aun- Dios en forma tan empequeñecida, tan po-
que éstos lloren como niños desesperados, bre, tan aniquilada. Ah, hasta dónde penetra
y que la fe triunfe, pues no puede en el hermoso corazón de María esta po-
separársele de la voluntad de Dios. Y cuan- breza de Dios, este anonadamiento que lle-
do el momento presente aflige, oprime, ga a nacer en un pesebre, reposar sobre un
despoja, abruma todos los sentidos, enton- poco de paja, llorando, temblando. Pregun-
ces es cuando alimenta, enriquece y vivifi- tad a la gente de Belén, a ver qué piensan
ca la fe, que se ríe de todas esas pérdidas, ellos. Si este niño estuviera en un palacio,
como el gobernador de una plaza inexpug- rodeado de un lujo principesco, sin duda que
nable ante tantos asaltos inútiles. le prestarían su homenaje. Pero preguntad
El alma que se entrega totalmente a la a María, a José, a los Magos, a los pasto-
voluntad de Dios, que se le ha revelado, res, qué piensan. Os van a decir que en esta
conoce que Dios se le ha entregado a su pobreza extrema encuentran un misterio
vez, porque en toda ocasión experimenta su que les manifiesta aún más la grandeza y la
auxilio poderoso. Y gozo de la felicidad de amabilidad de Dios. Eso mismo que defrau-
esta venida de Dios a ella con tanta más da a los sentidos, es lo que eleva, acrecien-
dulzura, cuanto mejor comprende el bien ta y enriquece la fe. Lo que menos nutre
inmenso que le produce abandonarse siem- los sentidos, más alimenta la fe.
Jean-Pierre de Caussade 45

Adorar a Jesús en el Tabor, amar la vo- muertes y velos, sombras y apariencias, que
luntad de Dios en las cosas extraordinarias, se esfuerzan una y otra vez para hacer irre-
todo eso no indica tanto una vida excelente conocible la voluntad de Dios, ésa que ellos
de la fe como amar la voluntad de Dios en siguen y aman hasta la muerte en cruz. Sa-
las cosas comunes, y adorar a Jesús puesto ben que es siempre necesario atravesar las
en la cruz, pues la fe no alcanza su plena sombras para acercarse a ese divino sol que,
excelencia sino cuando lo que parece a los desde que amanece hasta que anochece,
sentidos la contradice, y pugna por destruir- sean como fueren los nubarrones obscuros
la. Es precisamente esta guerra que le ha- que lo oculten, ilumina, calienta, y hace ar-
cen los sentidos lo que ocasiona las más der los corazones fieles que le bendicen,
gloriosas victorias de la fe. le alaban y le contemplan en todos los pun-
Encontrar igualmente a Dios en las co- tos que forman es círculo misterioso.
sas pequeñas y comunes o en las grandes Apresuráos, pues, almas fieles, conten-
eso es tener una fe no común, sino grande tas e infatigables, y acercáos al Esposo
y extraordinaria. Contentarse con el mo- amado, que «sale a recorrer su camino, y
mento presente, eso es gozar y adorar la de un extremo del cielo llega al otro ex-
voluntad divina en todo aquello que es pre- tremo» [Sal 18,6]. Nada puede quedar ocul-
ciso sufrir y hacer en las cosas, que en su to a sus ojos, y camina igualmente sobre
paso sucesivo constituyen el momento pre- las pequeñas briznas de hierba, como entre
sente. Las almas sencillas, por la vivacidad los cedros grandiosos. Bajo sus pasos po-
de su fe, adoran a Dios igualmente en todas derosos, se igualan los granos de arena a
las situaciones, hasta en las más humillan- las montañas. Por donde quiera que vayáis,
tes, y nada escapa a la lucidez de su fe. Cuan- por allí ha pasado Él, y no tenéis más que
to más protestan los sentidos –«ahí no puede seguirle incesantemente para encontrarle
estar Dios»–, con más amor reciben esa bol- adonde quiera que estéis.
sita de mirra que Dios le da; nada les con-
funde, nada les disgusta. Dios habla en la Escritura y en la vida
La palabra de Dios escrita está llena de
María, la Virgen fiel misterios, pero no lo está menos su pala-
María ve cómo huyen los apóstoles, pero bra realizada en los sucesos del mundo. Se
ella permanece firme al pie de la cruz, re- trata de dos libros que verdaderamente es-
conociendo a su Hijo en aquella figura la- tán sellados. La letra de uno y otro mata.
mentable, escupida y llagada. Esta aparien- Dios es el centro de la fe, es un abismo de
cia tan miserable, a los ojos de esta dulce tinieblas, que desde ese fondo se esparcen
madre, no consigue sino acrecentar su ado- sobre todas sus producciones. Todas sus
ración y amor; y cuantas más blasfemias palabras y todas sus obras son, por así de-
vomiten contra él, mayor será la veneración cirlo, rayos obscuros de este sol todavía
de su corazón. La vida de la fe no es sino la más obscuro. Nosotros abrimos los ojos
búsqueda continua de Dios a través de todo corporales para ver el sol y sus rayos, pero
aquello que le disfraza, le desfigura, y por los ojos de nuestra alma, por los que ve-
así decirlo, le destruye y aniquila. mos a Dios y a sus obras, están cerrados.
Sigamos contemplando a María. Desde Las tinieblas ocupan aquí el lugar de la luz,
el pesebre hasta el Calvario, ella encuentra y la sabiduría es una ignorancia que ve en
siempre un Dios que todo el mundo igno- lo invisible.
ra, abandona o persigue. Igualmente, las al- La Sagrada Escritura es una palabra obs-
mas de fe atraviesan una serie continua de cura de un Dios todavía más misterioso. Y
46 El abandono en la divina Providencia

los sucesos seculares son también palabras suceden en el universo. Las revoluciones
obscuras de este mismo Dios, tan oculto y no son más que olas de tu Providencia, que
desconocido. Son como gotas de la noche, levantan tormentas y tempestades a los ojos
pero de un mar de noche y de tinieblas. To- de la gente curiosa.
das esas gotas, todos esos arroyos, guar- Y tú también hablas en particular a todos
dan el sello de su origen. La caída de los los hombres a través de cuanto les va suce-
ángeles, la de Adán, la impiedad e idolatría diendo día a día. Pero en lugar de captar
de los hombres, antes y después del Dilu- ellos en todas las cosas la voz de Dios, en
vio, y aún viviendo los Patriarcas, que sa- lugar de respetar la obscuridad y el miste-
bían y narraban a sus hijos la historia de la rio de su Palabra, no ven más que la mate-
creación y de la conservación del hombre, ria, el azar, el humor cambiante de los hom-
siendo aún tan reciente ¡son palabras de la bres. A todo tienen que contradecir, o que
Sagrada Escritura, pero obscuras! Unos añadir, disminuir o reformar, y se toman una
pocos hombres, preservados de la idolatría, completa libertad para cometer unos exce-
mientras todos los demás se extravían, hasta sos que el menor de ellos, tratándose de
la venida del Mesías; la impiedad que se una sola coma de la Sagrada Escritura, se-
hace universal y que manda en todo, este ría considerado como un atentado. «Esto
pequeño número de defensores de la ver- es Palabra de Dios, se dice, y en ella todo
dad, siempre perseguidos y maltratados, el es santo y verdadero». Y si no se compren-
trato dado a Jesucristo, ¡las plagas del Apo- de del todo esta Palabra, aún se le venera
calipsis!... ¿Cómo es posible? ¿Ésas son las más y se rinde gloria y honor a la profundi-
palabras de Dios, lo que Él ha revelado e dad de la sabiduría de Dios, lo cual es muy
inspirado? Y los efectos de esos terribles justo.
misterios, que continúan hasta la consuma-
ción de los tiempos, siguen siendo la pala- Aprender a leer en los sucesos diarios
bra viva de Dios, que nos enseña la Sabidu- En cambio, queridas almas, lo que Dios
ría, el Poder, la Bondad. Todos los atribu- os dice, las palabras que pronuncia momen-
tos divinos se manifiestan en todo cuanto to a momento, no con tinta y papel, sino
sucede en el mundo. Todo ello es una en- con lo que vosotros sufrís o hacéis en cada
señanza. Pero, ay: es necesario creer, pues instante, todo eso ¿no merece un poco más
ahí no se ve nada. de atención por vuestra parte? ¿Cómo es
que no respetáis en esas palabras la verdad
Dios sigue hablando en el presente y la bondad de Dios? No hay cosa que no
¿Qué quiere decirnos Dios por los tur- os disguste, y para todo tenéis pronta la crí-
cos, los Holandeses [jansenistas], los Pro- tica. ¿No os dais cuenta de que estáis mi-
testantes? Todo eso está predicando con diendo por sentido y razón lo que solamente
gran claridad, todo eso está significando las puede ser medido por la fe? Leéis con los
perfecciones infinitas de Dios. El Faraón y ojos de la fe la Palabra de Dios en las Es-
todos los impíos que le siguieron y le si- crituras, pero cometéis un grave error
guen no están más que para eso. Pero, sin leyéndola con ojos humanos en sus obras.
duda, visto todo eso con ojos humanos, la
letra, la apariencia, dice lo contrario. Es Es necesaria la fe para todo lo que es di-
preciso cerrar los ojos y dejar de cavilar vino. Si vivimos continuamente la vida de
con la razón para ver ahí misterios divinos. la fe, estaremos en un diálogo permanente
con Dios, hablaremos con Él siempre ami-
Tú, Señor, hablas a todos los hombres en gablemente. Lo que es el aire para la trans-
general por todos los acontecimientos que misión de nuestros pensamientos y palabras,
Jean-Pierre de Caussade 47

eso es todo cuanto nos sucede en el hacer Es necesario, pues, escuchar a Dios in-
o en el sufrir para transmitir los pensamien- cesantemente para ser doctor en esa teolo-
tos y palabras de Dios. Todos esos sucesos gía virtuosa, que es completamente prácti-
no serán sino el cuerpo de su Palabra, y ésta ca y experimental. Dejáos de aquello que
en todo se irá manifestando. Todo así ven- ha sido dicho por otros, y prestad oídos a
drá a ser santo, todo nos resultará excelen- lo que se os está diciendo a vosotros y por
te. La gloria constituye este estado en el vosotros. Con eso tenéis bastante para ejer-
cielo, pero la fe ha de establecerlo en la citar la fe, pues todo, en su obscuridad, la
tierra, y no habrá diferencia sino en la ma- estimula, la purifica y la acrecienta.
nera.
La fe de los santos sabe leer en la vida
Palabras de Dios escritas La fe es el intérprete de Dios, que nos
no en libros, sino en el corazón traduce el lenguaje de las criaturas, y si ella,
Nosotros somos enseñados verdadera- como en una escritura cifrada, no podría-
mente sólo por las palabras que Dios pro- mos ver más que miseria y muerte. La fe
nuncia expresamente para nosotros. No es, contempla la llama de fuego que arde en la
pues, por los libros, ni por la búsqueda cu- zarza de las espinas, interpreta las cifras
riosa de historias, por lo que se adquiere enigmáticas, alcanza a ver gracias y perfec-
sabiduría en la ciencia de Dios. Ésa no es ciones divinas en el galimatías y el barullo
más que una ciencia vana y confusa, que de las criaturas. Y así la fe da a toda la tierra
hincha mucho [1Cor 8,1]. Lo que de ver- un aspecto celestial. Gracias a ella el cora-
dad nos enseña es lo que nos va sucediendo zón se eleva y se hace capaz de entenderse
de un momento a otro: eso es lo que forma con el cielo. Y de este modo, todos los mo-
en nosotros esa ciencia experimental que mentos son revelaciones que Dios le hace.
Jesucristo quiso tener antes de dedicarse a Todo lo que vemos de extraordinario en
enseñar al pueblo –aunque siendo Dios, la vida de los santos, visiones, palabras in-
desde siempre conocía todo–. A nosotros, teriores, no es sino un destello de la exce-
en todo caso, nos es absolutamente nece- lencia de su continuo estado oculto en el
saria, si queremos llegar al corazón de las ejercicio de la fe. Esta fe experimenta esas
personas que Dios nos confía. elevaciones, puesto que vive de la posesión
Sólo se sabe perfectamente aquello que del dicho estado oculto de fe en todo lo
la experiencia nos ha enseñado por el su- que acontece momento a momento. Cuan-
frimiento o la acción. La unción del Espí- do a veces surge un esplendor visible, no
ritu Santo habla así a nuestro corazón pala- es porque la fe se viera hasta entonces ca-
bras de vida, y todo cuanto decimos a los rente de él, sino para manifestar su exce-
otros debe nacer de esta fuente. Lo que se lencia y atraer a las almas. Igualmente, la
lee o se ve no viene a hacerse ciencia divi- gloria del Tabor o los milagros de Jesucris-
na sino por esa fecundidad, esa virtud y luz to no significaban un acrecentamiento de
que viene de lo aprendido por la experien- su excelencia, sino que eran resplandores
cia. Todo eso no es más que una masa, que de vez en cuando irradiados desde la nube
requiere la levadura y también la sal para obscura de su Humanidad, para hacerla ama-
sazonarlo, y cuando no se tienen sino unas ble a los hombres.
ideas vagas sin esta sal, uno viene a ser Lo maravilloso de los santos es su visión
como un visionario que, conociendo todos continua de fe en todas las cosas. Sin ella,
los caminos del mundo, se pierde al ir a su todo vendría a devaluar su santidad. Esa fe
casa. amorosa, que les permite unirse a Dios en
48 El abandono en la divina Providencia

todas las cosas, hace que su santidad no esté nuevos santos, que no tienen necesidad al-
nunca necesitada de lo extraordinario. Si a guna de copiar la vida y escritos de unos y
veces esto viene a ser útil, es en favor de otros, sino de vivir en un permanente aban-
los otros, que pueden necesitar estos sig- dono a tus secretas mociones.
nos y señales. Pero el alma de fe, contenta Se dice muchas veces «oh, los primeros
en su oscuridad, deja para el prójimo todo siglos, la época de los santos»... Pero ¿qué
lo sensible y extraordinario, y toma para sí se consigue con eso? ¿Acaso no es verdad
lo más común, la voluntad de Dios, centrán- que todos los tiempos constituyen una su-
dose en la ordenación divina, en la que se cesión de efectos de la acción de Dios, que
esconde sin deseos de manifestarse. se expande sobre todos los instantes lle-
La fe genuina no necesita en absoluto de nándolos, santificándolos,
pruebas, y aquéllos que la necesitan no anda sobrenaturalizándolos? ¿Es que en otros
muy sobrados de fe. Los que viven de la fe tiempos pasados ha habido alguna manera
reciben las pruebas no como pruebas que de abandonarse a esa acción divina que hoy
ayuden a creer, sino como ordenaciones de ya no sea posible? ¿Los santos de los pri-
la voluntad de Dios. Y en este sentido no meros siglos estaban en posesión de algún
hay contradicción alguna entre el estado de secreto espiritual distinto, que el de ir rea-
pura fe y esas cosas extraordinarias que se lizando en cada momento lo que la acción
hallan en muchos santos, a los que Dios alza divina quiere realizar en ellos? ¿Habrá que
para la salvación de las almas, como luces pensar que esta acción divina dejará de di-
para iluminar a los más vacilantes. Así eran fundir su gracia hasta el fin del mundo so-
los profetas, los apóstoles y todos los san- bre las almas que se le abandonen sin re-
tos que Dios ha elegido para ponerlos so- servas?
bre el candelero [Mt 5,15]; siempre los ha Amor querido, amor adorable, eterno y
habido, y siempre los habrá. Pero en la Igle- eternamente fecundo y siempre maravillo-
sia hay también una infinidad de santos que so, acción de mi Dios: tú eres mi libro, mi
viven ocultos, pues están destinados a bri- doctrina, mi ciencia; en ti están mis pensa-
llar en el cielo, y en esta vida no irradian mientos y palabras, mis acciones y cruces.
luces especiales, sino que viven y mueren No llegaré a ser lo que tú quieres hacer de
en una gran obscuridad. mí, consultando tus obras en otros, sino
Sólo la fuente puede saciar la fe, pues los recibiendo yo tus obras en todas las cosas,
arroyos sólo sirven para acrecentarla. Si por esa vía real y antigua, el camino de mis
queréis pensar, escribir, vivir como los pro- padres. Como ellos, yo pensaré y hablaré y
fetas, apóstoles y santos, no tenéis más que seré iluminado. Y en esto es en lo que quiero
abandonaros a la acción de Dios, como imitarlos y citarlos a todos, copiándoles
ellos lo hicieron. siempre.
Si no se tiene la ciencia espiritual de sa-
Más atención al hoy que al ayer ber apropiarse en todas las cosas de la ac-
Oh, Amor desconocido, parecería que tus ción divina, es normal que se recurra al uso
maravillas se hubiesen terminado, y que no de innumerables medios. Pero esta multi-
nos quedara sino copiar de tus antiguas plicidad no puede dar lo que se encuentra
obras y citar tus enseñanzas del pasado. Ig- en la unidad original, en la que cada instru-
noramos que tu acción inagotable es una mento encuentra una moción genuina, que
fuente infinita de nuevos pensamientos, le lleva a actuar incomparablemente.
nuevos sufrimientos, nuevas acciones, y de
Jean-Pierre de Caussade 49

Atención al Maestro interior Inmensidad de la acción divina


Jesús nos ha enviado un maestro [el Es- Sí, Amor querido, no seré yo quien te
píritu Santo] al que nunca escuchamos bas- señale horas ni maneras, pues siempre que
tante. Él habla a todos los corazones, y le me visites, serás bienvenido. Yo creo, ac-
dice a cada uno la palabra de vida, la palabra ción divina, que te has dignado revelarme
única. Pero no se le presta atención. Se pre- algo de tu inmensidad, y ya no quiero dar
tende saber lo que ha dicho a los otros, pero paso alguno si no en tu seno infinito. Todo
no escuchamos lo que nos dice a nosotros lo que de ti fluye hoy, venía de ti ayer. De la
mismos. Y es que no miramos suficiente- inmensidad de tu fondo brota un torrente
mente las cosas en la entidad sobrenatural de gracias, que derramas incesantemente
que les es dada por la acción divina. Es sobre todas las cosas, sosteniéndolas e
siempre preciso recibirla y actuar según su impulsándolas. No he de buscarte, pues, en
impulso, a corazón abierto, con un ánimo los estrechos límites de un libro, en una vida
de plena confianza y generosidad, pues ella de santo, o en sublimes ideas. Todas esas
no puede hacer mal alguno a quienes así la cosas no son más que unas gotas de ese mar
reciben. inmenso que veo difundirse sobre todas las
La inmensa acción que desde el comien- criaturas, inundándolas todas. Son como
zo de los siglos hasta el fin es siempre en átomos que desaparecen en ese abismo. No
sí la misma se difunde en todos los mo- pienso, pues, buscar más esa acción divina
mentos, y se comunica en su inmensidad e en los pensamientos de personas espiritua-
identidad al alma sencilla, que la adora y le les, ni mendigaré mi pan de puerta en puer-
ama, y que sólo en ella se goza. ta, ni les haré más la corte.
Según decís, estarías encantados de te- Sí, Señor, quiero vivir de modo que te haga
ner una ocasión de morir por Dios. Una honor, como hijo de un padre verdadero
entrega de tal heroísmo, una vida de este infinitamente sabio, bueno y poderoso.
estilo os sería grata. Perderlo todo, morir Quiero vivir según mi fe. Y ya que creo que
abandonado, sacrificarse por los otros, son tu acción divina se aplica por todas las co-
ideas que os encantan. Pues bien, yo, Se- sas y en todos los momentos a mi perfec-
ñor, te doy gloria, toda la gloria, por tu ac- ción, quiero vivir siempre de esta grande
ción divina, y encuentro en ella toda la fe- renta inmensa, que nunca va a faltarme, renta
licidad del martirio, el mérito de las peni- siempre presente y adecuada a mis necesi-
tencias y el valor de los servicios más ab- dades.
negados al prójimo. Esta acción divina me ¿Hay acaso alguna criatura cuya acción
basta, y de cualquier manera que me haga pueda igualarse a la de Dios? Y puesto que
vivir y morir estoy con ella contento. Me esta mano increada es la que dispone por sí
agrada ella misma mucho más que todas las misma todo cuanto me sucede ¿iré yo a
cualidades de sus instrumentos y efectos, buscar ayudas en las criaturas, que son im-
porque ella, extendiéndose sobre todas las potentes, ignorantes y egoístas? Antes yo
cosas, todo lo diviniza, cambiándolo todo moría de sed, me apresuraba de fuente en
en sí misma. Todo me es cielo, todos mis fuente, de uno a otro arroyo, cuando de
instantes diarios son para mí acción divina pronto una mano invisible derrama sobre
purísima. Por eso, en la vida y en la muer- mí un diluvio, cuyas aguas me rodean por
te, quiero estar contento con ella. todas partes. Todo ahora se convierte en pan
que me alimenta, jabón que me limpia, fue-
go que me purifica, cincel que traza en mí
50 El abandono en la divina Providencia

figuras celestiales. Todo es instrumento de rales son todos obras de gracia. Todos vues-
gracia para todas mis necesidades. Y cuan- tros sentimientos y pensamientos, vengan
to yo buscaba en tantas otras cosas, ahora de aquí o allá, todo procede de esta mano
me busca a mí incesantemente, y se me invisible.
entrega por todas las criaturas. En fin, no hay corazón ni espíritu creado
¿Por qué se ignora tanto todo esto? que pueda enseñaros todo lo que esta ac-
ción divina quiere hacer en vosotros. Pero
Amor divino, ¿será preciso que todo esto
ya lo iréis aprendiendo por sucesivas ex-
sea ignorado, que tú, por así decirlo, te
periencias. Vuestra vida se desliza sin ce-
eches a los brazos de todos lleno de gra-
sar en este abismo desconocido, donde no
cias y que, sin embargo, te anden buscando
habéis de hacer nunca otra cosa que amar,
en rincones y escondrijos donde no te van
creyendo que es lo mejor aquello que os
a encontrar? ¡Qué locura, no respirar al aire
es presente, y confiando totalmente en que
libre, no afirmar bien los pies en pleno cam-
esta acción, por sí misma, sólo puede
po, carecer de agua en medio del Diluvio,
haceros bien.
no encontrar a Dios, no gustar de Él, no
recibir su unción en todas las cosas! Todos podrían llegar a la santidad
¿Andáis buscando algún secreto para por esta vía
entregaros a Dios plenamente? No hay Sí, Amor querido, todas las almas llega-
otro, almas queridas, sino el de servirse de rían a estados sobrenaturales, sublimes,
todo lo que se presenta. Todo lleva a esa admirables, inconcebibles, si todas se con-
unión, todo perfecciona, fuera del pecado tentasen sólo con tus acciones. Ciertamen-
y de lo que falta al deber. No hay más se- te, si se supiera dejar hacer a esta mano di-
creto que recibirlo todo y dejarle hacer a vina, se llegaría a la perfección más alta.
Dios. Todo os dirige, os endereza y os lle- Todos la alcanzarían, pues ella está ofreci-
va. Todo es bandera, litera y carroza con- da a todos. No hay más que abrir la boca, y
fortable. Todo es mano de Dios, tierra, aire ella entra suavemente, como una bebida,
y agua, todo es divino para el alma. pues no hay alma que no esté llamada a una
santidad maravillosa. Todos vivirían, obra-
Fecundidad grandiosa rían y hablarían con una perfección mila-
de la acción divina grosa. Imitándose unas a otras, todas las
La acción divina es más extensa y pre- criaturas, mediante las cosas más comunes,
sente que los diversos elementos. Entra en se verían singularizadas por la acción divi-
vosotros por todos vuestros sentidos, siem- na.
pre que usáis de ellos según la voluntad de ¡Ay, Dios mío! ¿Cómo podría yo conven-
Dios, pues hay que cerrarlos y resistir a todo cer a tus criaturas de las verdades que es-
lo que le sea contrario. No ha átomo que, toy diciendo? ¿Por qué, poseyendo yo este
al penetraros, no haga penetrar con Él esta tesoro, y pudiendo enriquecer con él a todo
acción divina hasta la médula de vuestros el mundo, he de ver secarse las almas como
huesos. Los humores vitales que llenan las plantas en el desierto? Venid, almas sen-
vuestras venas corren por el movimiento cillas, que no tenéis ninguna traza de devo-
que Él les imprime. Todas las diferencias ción; vosotras, que no tenéis talento algu-
de fuerza o debilidad, de euforia vital o de no y que ignoráis los primeros elementos
desfallecimiento, la vida y la muerte, no son de instrucción y método; que ni siquiera co-
sino instrumentos divinos que está obran- nocéis los términos espirituales; que os ad-
do. Y así, hasta los mismos estados corpo-
Jean-Pierre de Caussade 51

miráis y asombráis de la elocuencia de los ces una historia completa de la acción de


sabios. Venid, y yo os enseñaré un secreto Dios.
con el que vais a ser más grandes que esos La continuación del Nuevo Testamento
hombres tan sabios. Venid, y os haré ver se escribe ahora, en el presente, mediante
cómo tenéis la perfección a vuestro alcan- acciones y sufrimientos. Las almas santas
ce, y cómo podéis encontrarla bajo vues- han venido a suceder así a los profetas y
tros pies, sobre vuestra cabeza, a vuestro apóstoles, pero no para escribir Libros ca-
alrededor. Os uniré a Dios y os tendré de la nónicos, sino para continuar la historia de
mano desde el primer momento en que la acción divina con sus vidas, cada uno de
practiquéis lo que os diré. cuyos instantes son como sílabas y frases,
Venid, pero no para estudiar el mapa de mediante las cuales este acción se expresa
la espiritualidad, sino para poseerla y ca- de una manera viva. Los libros que el Espí-
minar con gusto por sus senderos, sin te- ritu Santo inspira al presente son libros vi-
mor a extraviaros. Venid, no para conocer vientes. Cada alma santa es un volumen, y
la historia de la acción divina, sino el modo este Autor celeste va haciendo así una ver-
de haceros objeto de ella; no para aprender dadera revelación de su obra interior, ma-
lo que ella ha hecho en el curso de los si- nifestándose en todos los corazones y a lo
glos y que sigue haciendo, sino para que largo de todos los momentos.
vengáis a ser el simple sujeto de su actua-
ción. No necesitáis conocer las palabras Eterno plan de Dios hoy, en el tiempo
que esa acción divina hace entender a los La acción de Dios realiza en la sucesión
otros, para que las repitáis después inge- de los tiempos el plan que la Sabiduría di-
niosamente, sino tenéis que escuchar aqué- vina ha formado acerca de todas las cosas.
llas que os dará a vosotros como propias. Todas ellas tienen en Dios su propio plan,
que sólo es conocido por la Sabiduría. Si
El Espíritu Santo conociérais todos los planes divinos, ex-
sigue escribiendo historias sagradas cepto el vuestro, tal conocimiento no os
El Espíritu infinito se difunde en todos valdría para nada. El ejemplo a seguir, que
los corazones para darles una vida absolu- es propuesto por la acción divina, es el Ver-
tamente particular. Él habla en Isaías, Jere- bo, en Él ve el modelo en el que tú debes
mías, Ezequiel, en los apóstoles, y todos, ser formado, es decir, Él contiene todo lo
sin estudiar unos los escritos de los otros, que es conveniente para todas y cada una
sirven de instrumentos a ese Espíritu para de las almas santas. Así, la Sagrada Escritu-
dar al mundo obras siempre nuevas. Y si las ra comprende una parte de todo aquello que
almas supieran asimilar esta acción, su vida es conveniente, y las operaciones que el
no sería sino una serie de divinas escritu- Espíritu Santo forma en nuestro interior
ras, que, hasta el fin del mundo, se segui- completan el resto, siempre sobre el mo-
rían escribiendo, no con tinta y papel, sino delo que el Verbo le propone.
sobre sus corazones [2Cor 3,3]. Todo esto Pues bien, ¿no os dais cuenta de que el
llena el Libro de la Vida, que no será, como único secreto para recibir el carácter de este
la Sagrada Escritura, la historia de la acción plan eterno es ser un instrumento dócil en
divina durante los siglos, desde la creación sus manos, y que los esfuerzos y especula-
hasta el juicio final, sino que en él serán ciones son para esto completamente inúti-
escritas todas las acciones, pensamientos, les? ¿No entendéis claramente que esta obra
palabras y sufrimientos de las almas, de tal no va adelante en absoluto por vía de habi-
modo que la Escritura vendrá a ser enton- lidad, inteligencia, sutileza de espíritu, sino
52 El abandono en la divina Providencia

por la vía pasiva del abandono, que dispone perjudicial. En realidad lo único necesario
en todo a recibir y a ofrecerse, como un es aplicarse fielmente a aquello que Dios
metal en el molde, como una tela bajo el va dando para sufrir o hacer.
pincel, como una piedra bajo la mano del
escultor? No, no es el conocimiento de Vana curiosidad espiritual
todos esos misterios divinos que la volun- Y sin embargo, se deja este alimento
tad de Dios obra y obrará en todos los si- substancial divino y se ocupa el espíritu en
glos lo que nos hace conformes al plan que historias maravillosas de la obra divina, en
el Verbo ha concebido sobre nosotros, sino vez de continuarlas en uno mismo por la
la impresión admitida por nosotros de este fidelidad. Nuestra curiosidad se satisface
sello misterioso. Una impresión que no se leyendo esas maravillas de las obras divi-
hace en el pensamiento por medio de ideas, nas, pero esta lectura, en realidad, no sirve
sino en la voluntad por el abandono. más que para disgustarnos de esas cosas,
pequeñas en apariencia, por las que podría
Felices con el plan de Dios hacer Dios en nosotros cosas grandes, si
La sabiduría del alma sencilla consiste en no las despreciáramos. ¡Qué insensatos
contentarse con lo que le es propio, guar- somos! Admiramos, bendecimos esta ac-
dándose en los límites de su camino, sin ción divina en los escritos que exhiben es-
salirse de su línea, sin curiosidad por saber tas historias, y cuando Dios quiere conti-
cómo obra Dios, y se conforma con ver nuar escribiéndolas sin tinta en nuestros co-
cumplida su voluntad sobre ella. No hace, razones, movemos nosotros el papel con
pues, ningún esfuerzo por adivinarla por nuestras inquietudes continuas, y además no
medio de comparaciones y conjeturas, ni le dejamos escribir por la curiosidad de ver
se afana por saber más de lo que en cada lo que Él hace en nosotros y en los demás.
instante le revela esa voluntad divina. Es- Perdón, Amor divino, pues no puede es-
cucha la palabra del Verbo eterno cuando cribir aquí sino mis defectos, ya que en mí
se hace oír en el fondo de su corazón, y no mismo no he captado bien lo que es de ver-
está deseosa de saber lo que el Esposo dice dad dejarte hacer. Todavía yo no me he de-
a los otros, contentándose con lo que ella jado poner el molde. He recorrido tus ta-
misma recibe en lo interior de su corazón. lleres, admirando tus obras de arte, pero en
Y de esto modo, sea que reciba mucho o modo alguno me he entregado todavía a ti
poco, y de la naturaleza que sea, todo, en con el abandono necesario para recibir los
cada instante, la va divinizando sin ella sa- trazos de tu pincel. Pero, en fin, aquí me
berlo. tienes, querido Maestro mío, mi Doctor, mi
Así es como el Esposo habla a la esposa Padre, mi Amor querido. Quiero ser tu dis-
con el lenguaje real de su acción santa, que cípulo, y deseo ir solamente a tu escuela.
ella no comprende, pues sólo ve lo natural He vuelto como el hijo pródigo, hambrien-
de lo que le toca sufrir y hacer. Y así es to de tu pan. Dejo a un lado ideas y libros
como la espiritualidad del alma es santa, espirituales. Prescindo de conversaciones
completamente substancial e íntimamente vanas, y solamente usaré de todas esas co-
difundida en todo su ser. No la mueven a sas cuando lo quiera la acción divina, no por
obrar las ideas ni las palabras altisonantes, satisfacerme, sino para obedecerte en to-
que por sí mismas no sirven más que para das las cosas que se presenten. Quiero ocu-
hinchar el alma. Algunos dan en la vida es- parme en el único asunto del momento pre-
piritual mucha importancia al talento, pero sente para amarte, para cumplir mis obli-
no es apenas necesario, y a veces resulta gaciones y para dejarte hacer en mí.
Jean-Pierre de Caussade 53

Ciencia suprema del plan divino ble, inmutable, siempre eficaz, son capa-
Cuando un alma ha encontrado la moción ces de verla y de gozar de ella en todas las
divina, deja todas las prácticas y obras fi- cosas, sean grandes o pequeñas. Cada mo-
jas, métodos y medios, libros, ideas y per- mento les comunica la acción divina pura y
sonas espirituales, a fin de quedar suelto entera, y así usan ellas de las cosas no por-
solamente bajo la guía de Dios y de su mo- que pongan en ellas su confianza, sino por
ción, que viene a hacerse así el principio obediencia a Dios y a esta acción interior,
único de su perfección. El alma es de este que ellas por la fe encuentran perfectamente
modo, bajo la mano divina, como todos los hasta en las cosas aparentemente contrarias.
santos han sido siempre. Sabe bien que úni- Su vida se pasa así no en búsquedas y ansie-
camente esta acción divina conoce el ca- dades, no en disgustos y lamentos, sino en
mino que le es propio, y que si se pone a una seguridad continua de tener siempre lo
buscar medios creados no conseguirá sino más perfecto.
apartarse de la obra desconocida que Dios Todas las situaciones del cuerpo y del
realiza en ella. En efecto, sólo la acción alma, todo lo que les sucede por fuera o
divina misteriosa puede dirigir y guiar las por dentro, aquello que cada instante les
almas por los caminos que sólo ella cono- revela, constituye para estas almas su feli-
ce. cidad, pues es para ellas plenitud de acción
Participan estas almas de la disposición divina. El más o el menos no tienen impor-
del viento, que sólo puede ser conocido en tancia alguna, porque lo que esta acción
el momento presente, pues en qué direc- realiza es siempre la medida justa y verda-
ción haya de ir después, según la voluntad dera. Y así, si ella quita pensamientos y pa-
de Dios y su ordenación divina, únicamen- labras, libros, alimentos y personas, salud
te podrá ser conocido en los momentos si- y la misma vida, es lo mismo que si diera
guientes [Jn 3,8]. Lo que Él hace en estas lo contrario. Y el alma ama esa acción divi-
almas y les hace hacer, bien sea por inspi- na, y en uno u otro caso la cree igualmente
raciones secretas inequívocas, o bien por santificante, sin dudar nunca de la oportu-
el deber del estado en que viven, es todo lo nidad de su guía. Basta que las cosas estén
que ellas saben de espiritualidad: ésas son para que el alma las apruebe, y basta que no
sus visiones y revelaciones privadas, ésa es estén para que las considere inútiles.
toda su sabiduría y su don de consejo, y es
tal que nunca se ven carentes de nada. El momento presente
El momento presente es siempre como
El justo vive de la fe un embajador que manifiesta la voluntad de
La fe certifica a estas almas la bondad de Dios, y el corazón fiel le responde siem-
lo que están haciendo. Si leen o hablan, si pre: fiat. Así el alma en todas las alternati-
escriben o consultan, solamente es para vas se encuentra en su centro y lugar. Sin
discernir mejor los medios concretos de detenerse jamás, va viento en popa, y todos
la acción divina. Son cosas que entran en el los caminos y maneras la impulsan igual-
orden providencial, y ellas las toman en ese mente hacia adelante, hacia lo ancho e infi-
sentido, como todas las demás cosas, tra- nito: todo es para ella, sin diferencia algu-
tando de apropiarse totalmente la moción na, medio e instrumento de santidad, en tan-
divina, sin apropiarse de las cosas, y apro- to considere siempre que eso que se pre-
vechándose tanto de su presencia como de senta es lo único necesario [Lc 10,42].
su carencia. Estas almas, continuamente No busca ya el alma con preferencia la
apoyadas por la fe sobre esta acción infali- oración o el silencio, el retiro o la conver-
54 El abandono en la divina Providencia

sación, la lectura o la escritura, ni la re- su esencia, es también conocer, amar y ado-


flexión o el cesar de discurrir; no le pre- rar su adorable voluntad en todos los mo-
ocupa el alejamiento o la búsqueda de li- mentos, en todos sus efectos, mirándolo
bros espirituales, o elegir entre abundan- todo como velos, sombras y nombres di-
cia o escasez, enfermedad o salud, vida o versos de esa voluntad eternamente santa:
muerte. Simplemente, lo que ella busca en santa en todas sus obras, santa en todas sus
todo momento es la voluntad de Dios; lo palabras, santa en todas las maneras de pre-
único que pretende es el despojamiento, el sentarse, santa en todos los nombres que
desasimiento, la renuncia a todo lo creado, pueda llevar.
sea real o solamente afectiva, no ser nunca
nada por sí y para sí, ser siempre en la vo-
luntad de Dios, para agradarle en todo, ha- Job, David
ciendo de la fidelidad al momento presen- Así es como bendecía Job el nombre san-
te su única alegría, como si no hubiera otra to de Dios. La desolación total que le afli-
cosa en el mundo digna de su atención. gía era bendecida por este hombre santo,
porque le significaba la voluntad de Dios.
No llamaba ruina a su repentina miseria,
Lo único necesario: sino que la bendecía, mirándola como una
santificar el nombre de Dios significación del nombre santo de Dios. Y
Si todo aquello que va sucediendo al alma al bendecir la voluntad divina, significada
abandonada es lo único necesario, está cla- por las más terribles apariencias, estaba
ro que nunca le falta nada, y que nunca ja- confesando que era perfectamente santa,
más deberá quejarse. Y si lo hace, es evi- sean cuales fuesen la forma y los nombres
dente que le falta fe y que vive por la razón que tomara [Job 1,21].
y los sentidos, que no alcanzan a ver esa Así es como David bendecía siempre, en
suficiencia magnífica de la gracia, y que por todo tiempo y lugar, el santo nombre divi-
eso nunca están contentos. no. El descubrimiento continuo de su ma-
Santificar el nombre de Dios, en la ex- nifestación, esa revelación de la voluntad
presión de la Escritura, significa recono- de Dios en todas las cosas, es lo que hace
cer su santidad, adorarla y amarla en todas posible que Él reine en nosotros, que haga
las cosas que proceden de la boca de Dios, su voluntad en la tierra como en el cielo,
como palabras suyas. Lo que Dios hace en que así nos alimente incesantemente [Mt
cada momento es una palabra suya, que sig- 6,9-11].
nifica algo. Y así todas ellas, expresando
entrelazadas su voluntad, no son sino nom-
bres y palabras que nos revelan sus desig- El Padre nuestro
nios. De ese modo entendemos y vivimos la
La voluntad divina es única en sí misma: substancia misma de el Padre nuestro, la
no tiene más que un solo nombre misterio- oración incomparable que nos enseñó Je-
so e inefable. Pero, en cambio, se multi- sucristo. Todos los días rezamos esta ora-
plica hasta el infinito en sus efectos, que ción varias veces, según el mandamiento de
son otros tantos nombres que ella toma. Y Dios y de su santa Iglesia. En todos los
en este sentido, santificar el nombre de momentos la estamos rezando en el fondo
Dios, al mismo tiempo que es conocer, del corazón, si nuestro amor está pronto a
amar y adorar ese nombre inefable, que es sufrir y hacer todo lo que disponga la divi-
Jean-Pierre de Caussade 55

na voluntad adorable. Y eso que la boca dice, Con libros o sin ellos,
pronunciando sucesivamente sílabas y pa- con medios o sin medios
labras, el corazón lo dice realmente en cada Es completamente justo, Señor, que el
instante. alma que no se satisface en la plenitud di-
Y de este modo las almas sencillas ben- vina del momento presente, «que descien-
dicen a Dios continuamente en lo más pro- de del Padre de las luces» [Sant 1,17], ten-
fundo de su corazón, doliéndose de su im- ga en ello su castigo, siendo incapaz de ha-
potencia, que no les permite hacerlo de otro llarse contenta con ninguna cosa.
modo. Así se hace verdad que a estas almas Si los libros, los ejemplos de los santos,
de fe Dios hace donación de sus gracias y los discursos espirituales quitan la paz y dan
favores incluso por aquello mismo que pa- sensación de hartura, eso es una señal de
rece una privación. Ése es el secreto de la que no nos hemos llenado de todas esas
Sabiduría divina, empobrecer los sentidos cosas por un puro abandono al momento
enriqueciendo el corazón; un vacío de aqué- presente de la acción divina, sino por pro-
llos permite la plenitud de este otro. Y todo pia avidez. La saciedad, entonces, cierra la
esto se cumple tan universalmente, que la entrada a la plenitud de Dios, y es preciso
santidad más grande se da en las aparien- vaciarse de todo eso. En cambio, cuando la
cias más pequeñas. acción divina dispone todas esas cosas, el
alma las recibe como recibe todo, es decir,
Todo lo que sucede en cada momento lle-
como voluntad de Dios, y hace uso de ellas
va en sí el sello de la voluntad de Dios. ¡Qué
en su justa medida, para ser fiel, y pasada
santo es su nombre! ¡Qué justo es, pues,
su hora, las deja al instante, contentándose
bendecir lo que sucede y tratarlo como algo
siempre con el momento presente.
sagrado, que santifica a quien se aplica!
¿Podrán considerarse los sucesos que ex- La lectura espiritual hecha por fidelidad
presan el nombre divino sin sentir hacia a la acción divina da con frecuencia inteli-
ellos una veneración infinita? Son un maná gencia de unas ideas que los autores nunca
divino, que baja del cielo para darnos un tuvieron. Dios se sirve así de palabras y de
crecimiento continuo en la gracia. Son un obras de otros para inspirar verdades que
reino de santidad que entra en el alma. Son no han sido expresadas. Quiere iluminar por
el pan de los ángeles, que se come en la estos medios, y se sirve de ellos en el aban-
tierra como en el cielo. Ninguno de nues- dono. Y todo medio dispuesto por la acción
tros instantes es pequeño, pues todos lle- divina tiene una eficacia que supera siem-
van en sí un reino de santidad, un alimento pre su virtud natural y aparente.
angélico. Es condición previa del abandono llevar
Venga, Señor, ese reino a mi corazón, para siempre por un camino misterioso, por el
santificarlo, alimentarlo, purificarlo y ha- que se recibe de Dios dones extraordina-
cerlo victorioso de todos mis enemigos. rios y milagrosos mediante el uso de cosas
Precioso momento, ¡qué pequeño pareces comunes, naturales, fortuitas, impuestas por
y qué grande eres a los ojos de mi corazón, el azar, en las que no se ve nada más que el
pues eres el medio para recibir uno a uno curso ordinario de los acontecimientos del
los dones de la mano de un Padre que reina mundo y de los elementos. Así, por ejem-
en los cielos! Todo lo que viene de lo alto plo, los sermones más simples y las con-
es excelente, todo lo que de allí viene lleva versaciones más comunes, igual que los li-
el sello de su origen celestial. bros menos notables, por la gracia de Dios,
se convierten para estas almas en fuentes
56 El abandono en la divina Providencia

de inteligencia y sabiduría. Por eso mismo ciertos medios creados, la acción divina le
ellas recogen con todo cuidado esas miga- dice al corazón «mi gracia te basta» [2Cor
jas que los espíritus fuertes desprecian y 12,9]. Pero si ella ansía renunciar a esos
pisan bajo sus pies. Todo les es precioso, medios, la acción divina le dice al alma que
todo les enriquece, guardan una indiferen- son instrumentos que ella no debe tomar o
cia indecible frente a todas las cosas, sin dejar por su cuenta, sino que debe ajustar-
menospreciar ninguna, respetándolas todas se con sencillez a la voluntad de Dios,
y obteniendo de todas alguna utilidad. «usando de todo como si no se usara»
[1Cor 7,31], o bien «privada de todo, pero
Encontrar a Dios en todas las cosas poseyéndolo todo» [2Cor 6,10].
Cuando se encuentra a Dios en todas las Siendo la acción divina una plenitud
cosas, el uso que de ellas se hace por su indeficiente, el vacío que causa la acción
voluntad no es uso de criaturas, sino frui- propia es una plenitud engañosa, que exclu-
ción de la acción divina, que transmite sus ye la acción divina. La plenitud de la ac-
dones por estos diversos canales. Estas ción divina, transmitida por el medio crea-
cosas no santifican en absoluto por sí mis- do que ella aplica, causa un verdadero cre-
mas, sino únicamente como instrumentos cimiento de santidad y simplicidad, de pu-
de la acción divina, que puede comunicar y reza y desasimiento. Se recibe así al prín-
comunica con gran frecuencia sus gracias cipe, recibiendo su séquito. Sería hacerle
a las almas sencillas a través de cosas que, injuria al príncipe no prestar ningún home-
en apariencia, son opuestas al fin que ella naje a sus acompañantes, con el pretexto
se propone. de que se le quiere recibir a él solo. Apli-
La acción divina limpia con el barro [Jn quémonos, pues, todo esto. El mismo Dios
9,6-7], igual que con la más sutil de las ma- santo de los siglos antiguos es el Dios del
terias, y el instrumento del que ella quiere presente y de los siglos por venir, y no hay
servirse [la fe] es siempre único y el mis- momento que Él no plenifique con su infi-
mo. La fe cree siempre que nada le falta. nita santidad.
Nunca se queja de la carencia de aquellos Si lo que Dios mismo elige para ti no te
medios que estima útiles para su adelanta- satisface ¿qué otra mano que la suya podrá
miento, porque sabe bien que el Obrero que contentarte? Si te disgusta la comida que la
les da eficacia, los suple eficazmente por misma voluntad divina te ha preparado ¿qué
su voluntad. En efecto, esta voluntad santa alimento será agradable a gusto tan depra-
divina es la virtualidad de todas las criatu- vado? El alma no puede ser verdaderamen-
ras. te alimentada, fortalecida, purificada, enri-
Con más o con menos talentos quecida, santificada, sino por esta plenitud
divina del momento presente. ¿Qué más
El talento, con todo lo que de él depen- quieres tú? Si puedes encontrar ahí todos
de, quiere ser considerado como el prime- los bienes ¿para qué los andas buscando en
ro entre los medios dispuestos por Dios otras partes? ¿Entiendes tú de estas cosas
para que de ellos nos sirvamos. Y sin em- más que Dios? Si Él ha ordenado que esto
bargo, es preciso reducirlo al último lugar, sea así ¿cómo te atreves tú a desear que no
como a un esclavo peligroso. El corazón sea así? ¿Piensas que pueden equivocarse
sencillo podrá obtener de él grandes servi- su sabiduría y su bondad? Desde el instante
cios, si sabe tenerlo a raya; pero sufrirá de en que ves que Él hace una cosa ¿no has de
él graves perjuicios, si no lo mantiene bien estar tú convencido de que es excelente?
sujeto. Cuando el alma ansía en exceso
Jean-Pierre de Caussade 57

Convéncete de que la acción divina emana- 8,48]. Y ahora, hoy mismo, ¿cómo se con-
da de la disposición de Dios es necesaria- sidera tu voluntad adorable, la tuya, que vi-
mente excelente, pues es su voluntad, y de ves y reinas por los siglos de los siglos,
que no vas a encontrar en otra parte una san- siempre digno de bendición y alabanza?
tidad, por buena que sea en sí misma, que ¿Habrá algún momento, desde la creación
sea más apropiada para tu santificación. del mundo hasta nuestros días o en el tiem-
po futuro, hasta el juicio final, en el que el
Contentos con lo que Dios dispone santo nombre de Dios no sea digno de ala-
¡Cuánta incredulidad hay en el mundo! banza? ¡El Nombre que llena todos los
¡Qué indignamente piensan y juzgan de tiempos y que atraviesa todos los siglos!
Dios, protestando sin cesar de su acción ¡El Nombre que hace santifi-cantes todas
divina y tratándola como no se trataría a un las cosas! Pero ¿cómo es esto? ¿Será posi-
artesano experto en su oficio! El alma se ble que eso que llamamos voluntad de Dios
empeña en obrar dentro de sus límites y pueda hacerme algún mal? A ningún sitio
según las reglas que forja su débil razón. puedo ir yo para encontrar nada mejor, si
Pretende una y otra vez reformar la dispo- soy capaz de captar la acción divina sobre
sición de Dios, y todo son quejas y mur- mí, recibiendo el efecto de esa divina vo-
muraciones. A veces nos sorprendemos de luntad.
lo mal que los judíos trataron a Jesucristo.
Y sin embargo ¡ay, Amor divino, voluntad Oyendo a Dios,
adorable, acción infalible, cómo se te tra- que nos habla en cada cosa
ta! Pero ¿es que acaso puede ser inoportu- ¿Cómo habremos de prestar oído a la pa-
na la voluntad divina o puede equivocarse?... labra que Dios nos dice en el fondo del
corazón en cada momento? Si nuestros sen-
Me dirás quizá: «es que yo tengo tal asun-
tidos y nuestra razón no oyen nada, si no
to, me falta tal cosa, se me quitan los me-
entienden la verdad y bondad de esas pala-
dios necesarios. Este hombre se atraviesa
bras, ¿no es debido a su incapacidad para la
en mis trabajos, que son tan santos. ¿No es
verdad divina? ¿Habrá de extrañarme que el
esto indignante? Esta enfermedad me so-
misterio divino desconcierte la razón hu-
breviene justamente cuando es absoluta-
mana?
mente necesario que yo esté sano»...
Y yo te contesto: la voluntad de Dios es Dios habla, y es un misterio, es muerte
lo único necesario [Lc 10,42]. Y todo lo para mis sentidos y para mi razón, pues los
que ella no da es completamente inútil. No, misterios los inmolan. Pero el misterio no
no, queridas almas, no os falta nada. Todo es sino vida del corazón por la fe, y no hay
eso que llamáis reveses, contratiempos, en esto contradicción alguna. La acción di-
inoportunidades, sinrazones y contrarieda- vina mortifica y vivifica al mismo tiempo.
des, si supiérais de verdad lo que son, que- Cuanto más se experimenta su muerte, más
daríais completamente avergonzados. Todo se cree que da vida. Cuanto más obscuro es
eso que decís, aunque no os deis cuenta, el misterio, más luz tiene para iluminarnos.
son blasfemias. Todo es no es otra cosa que Por eso el alma sencilla no encuentra nada
la voluntad de Dios, blasfemada por sus hi- tan divino como aquello que es menor en
jos queridos, que la desconocen. apariencia. Esto es lo que hace la vida de la
fe.
Jesús mío, cuando estabas en la tierra, los
judíos te trataron de embaucador [Lc
23,2.5.14] y te llamaron samaritano [Jn
58 El abandono en la divina Providencia

de su acción en todo lo que nos sucede. En-


tonces, en dada instante y circunstancia di-
ríamos: «¡Es el Señor!» [Jn 21,7]. Y en to-
das las situaciones que vamos recibiendo
Capítulo X descubriríamos un don de Dios, que las
criaturas son muy débiles instrumentos, que
nada nos falta, y que la solicitud continua
El secreto de la espiritualidad de Dios le hace darnos todo lo que nos con-
está en amar a Dios y servirle, viene.
uniéndose a su santa voluntad Esta fe nos guarda en la paz y el gozo
en todo lo que hay que hacer o sufrir Si tuviéramos fe, nos serían gratas todas
las criaturas, las acariciaríamos, agradecién-
doles interiormente que sirvan y sean tan
favorables a nuestra perfección, aplicadas
Ver al Señor en todo lo que sucede por la mano de Dios.
Todas las criaturas viven en la mano de
Dios. Los sentidos no ven otra cosa que la La fe es la madre de la dulzura, de la con-
acción de la criatura, pero la fe cree en la fianza y del gozo. Es incapaz de sentir otra
acción divina y la ve en todo. La fe ve que cosa que ternura y compasión por los ene-
Jesucristo vive y obra en todo el curso de migos, que tanto se enriquecen a sus ex-
los siglos, y que el menor instante y el más pensas. Cuanto más dura es la acción de la
pequeño átomo contienen una porción de criatura, más beneficiosa para el alma la
esta vida oculta y de esta acción misterio- vuelve la acción de Dios. No hay instrumen-
sa. La acción de las criaturas es un velo que to que la estropee, pues las manos del Obre-
cubre los profundos misterios de la acción ro sobrenatural solamente son implacables
divina. para alejar del alma todo lo que pueda per-
judicarla.
Jesucristo, después de su resurrección,
sorprendió a los discípulos en sus aparicio- La voluntad de Dios solamente tiene dul-
nes, presentándose a ellos bajo figuras que zura, favores y gracias para las almas fie-
le disfrazaban. Y en cuanto le reconocían, les. Es imposible confiar en ella demasia-
desaparecía. Ese mismo Jesús, que vive por do o abandonársele en exceso. Ella puede
siempre, siempre operante, también hoy y quiere siempre lo que más contribuirá a
sorprende a las almas que no tienen una fe nuestra perfección, con tal, claro está, que
suficientemente pura y penetrante. No hay le dejemos hacer a Dios. La fe no duda de
momento alguno en que Dios no se presen- esto. Cuanto más se revuelven los sentidos,
te bajo la apariencia de alguna pena, obli- incrédulos, desesperados, inseguros, con
gación o deber. más fuerza asegura la fe: «¡aquí está Dios!
¡Todo va bien!». No hay cosa que la fe no
Todo lo que sucede en nosotros, alrede- sea capaz de asimilar y superar. Atraviesa
dor de nosotros o a través de nosotros, en- todas las tinieblas, y por mucho que se es-
vuelve y encubre su acción divina invisible. fuercen las sombras, penetra en ellas hasta
Muchas veces nos sorprende, y cuando re- llegar a la verdad, la abraza con fuerza y nun-
conocemos su presencia, desaparece. Pero ca se separa de ella.
si viésemos a través del velo, si estuviéra-
mos más vigilantes y atentos, Dios se nos Más temo yo mi propia acción y la de mis
revelaría sin cesar y nosotros gozaríamos amigos que la de mis enemigos. No hay
Jean-Pierre de Caussade 59

prudencia mayor que ésa de «no resistir al hacer o dejar las cosas, sin una razón clara.
malvado» [Mt 5,39], y la de no hacerle más Muchas veces la ocasión o la razón que
oposición que el simple abandono. Esto es determinan al alma fiel son simplemente
ir adelante viento en popa, guardando el de orden natural, sin que a sus ojos o a los
corazón siempre en paz. Con esas persecu- de los demás se muestre ningún misterio
ciones nuestros enemigos hacen de galeo- especial en ese puro azar o necesidad o con-
tes, que nos llevan a puerto con el trabajo veniencia. Y sin embargo, la acción de Dios,
de su remar. que es la inteligencia, sabiduría y consejo
de sus amigos, se sirve en su favor de todas
En la simplicidad del abandono esas cosas tan simples, se las apropia y las
No hay defensa más segura contra la pru- endereza de tal modo que vienen a frustrar-
dencia de la carne que la simplicidad. Sabe se los planes de quienes pretendían dañar
eludir ésta admirablemente todas las tram- al alma.
pas sin conocerlas, sin sospecharlas inclu-
Atentar contra un alma sencilla es lo mis-
so. La acción divina le mueve a tomar me-
mo que atentar contra Dios. ¿Qué podrá
didas tan justas, que llega a sorprender a los
hacerse contra el Omnipotente, «cuyos
que querían sorprenderle. Se aprovecha de
caminos son inescrutables» [Rm 11,33]?
todos sus esfuerzos, y los intentos para aba-
Dios mismo toma como suya la causa del
tirla le sirven de escalones para elevarse.
alma sencilla. No hace falta, pues, que ella
Todas las contradicciones se vuelven en su
investigue las intrigas de sus enemigos, que
favor, y dejando hacer a sus enemigos, que
enfrente su inquietud a la inquietud de ellos,
son instrumentos, obtiene de ellos un ser-
espiando atentamente todos sus movimien-
vicio tan continuo y suficiente, que lo úni-
tos. Su Esposo la descarga de todos estos
co que ha de temer es participar y trabajar
cuidados, y ella, confiándose a Él, descan-
en una obra de la que Dios quiere ser el
sa llena de paz y seguridad.
único principio.
La simplicidad no ha de hacer otra cosa El abandono todo lo simplifica
que contemplar en paz lo que Dios hace, y La acción divina libera al alma y le evita
seguir con sencillez las mociones de la gra- tener que usar de todos esos medios ras-
cia, que siempre son felizmente guiadas por treros e inquietos, tan empleados por la pru-
la prudencia sobrenatural del Espíritu divi- dencia humana. Todo eso va bien para
no, que abarca infaliblemente las circuns- Herodes y los fariseos, pero los Reyes
tancias más íntimas de cada cosa, y que magos no tienen más que seguir en paz su
conduce al alma tan hábilmente, sin que ella estrella. Y al niño le basta dejarse llevar en
lo sepa, que todo lo que se le opone es los brazos de su madre. Cuando sus enemi-
siempre destruido. gos lleven adelante sus manejos, cuanto más
El movimiento único e infalible de la ac- hagan por perjudicarle, hostilizarle y sor-
ción divina mueve siempre oportunamente prenderle, más libre y tranquilo irá, sin pre-
el alma sencilla, y ésta corresponde a todo tender rehuirles, sin tratar de halagarles
muy sabiamente, llevada por su íntima di- para evitar sus golpes, envidias y malas in-
rección. Por eso quiere todo aquello que tenciones: sus persecuciones le son favo-
le sucede, todo lo que ocurre, todo lo que rables.
experimenta, excepto el pecado. Así vivía Jesucristo en Judea, y así es
Esto unas veces lo hace conscientemen- como vive todavía en las almas sencillas.
te, otras sin darse cuenta, movida sólo de Sigue siendo generoso, dulce, libre, pací-
un instinto secreto que la impulsa a decir,
60 El abandono en la divina Providencia

fico, sin temer nada ni necesitar de nadie, acción divina, para entregarse a todo lo que
viendo todas las criaturas como instrumen- exigen las obligaciones del propio estado,
tos en las manos de su Padre para servirle, dejando hacer al Espíritu Santo en el inte-
unas por sus pasiones criminales, otras por rior, sin ir mirando lo que hace, incluso
sus santas acciones, aquéllas por sus con- estando bien a gusto de no saberlo. Todo
tradicciones, éstas por su obediencia y fi- cuando sucede en el mundo es solamente
delidad. Todo viene a ser ordenado maravi- para el bien de las almas fieles a la volun-
llosamente por la acción divina, y nada fal- tad de Dios.
ta ni sobra, ni hay más males o bienes de lo
preciso. La estatua imponente del mundo,
hecha de oro y bronce, hierro y barro
La voluntad de Dios dispone en cada
La figura del mundo es presentada bajo
momento el instrumento que conviene, y
el aspecto de una estatua de oro, bronce,
el alma sencilla, sostenida por la fe, en-
hierro y barro [Dan 2,31-35]. Este miste-
cuentra todo bien y no desea ni más ni me-
rio de iniquidad [mostrado en sueños al rey
nos de lo que tiene. Bendice, pues, en todo
Nabucodonosor] no es sino el obscuro con-
momento la mano divina, que derrama sua-
junto de todas las acciones interiores y ex-
vemente sus aguas tan santifican-tes en el
teriores de los hijos de las tinieblas, que
fondo del alma; y así recibe con igual dul-
son la Bestia salida del abismo para hacer
zura a los amigos y a los enemigos, pues
la guerra a los hombres espirituales [Apoc
ésa es la forma que tiene Jesús de tratar
13]. Y todo lo que sucede en la historia hasta
como instrumento divino a todas las cosas.
el presente es la continuación de esa gue-
En esa actitud espiritual no se necesita rra. Las Bestias se suceden unas a otras, el
de nadie, y sin embargo de todos se nece- abismo las devora y las vomita de nuevo,
sita. Hay que recibir la acción divina, cuya en medio de nuevos vapores.
ordenación es en todo necesaria, según su
El combate entre Lucifer y San Miguel
calidad y naturaleza, y corresponder con
comenzó en el cielo y perdura en la tierra
dulzura y humildad. Así lo enseñó San Pa-
[Dan 122,13.21; Apoc 12,7; +Vat. II, GS
blo [1Cor 9,19-23], y así lo había vivido
13a, 37b]. El corazón de este ángel sober-
Jesucristo, tratando con sencillez a los sen-
bio y envidioso es un abismo insondable de
cillos y con bondad a los groseros.
toda clase de males. Por él entró en el cie-
Pertenece exclusivamente a la gracia lo la revuelta de ángeles contra ángeles, y
marcar con ese sello sobrenatural a las al- desde la creación del mundo todo su em-
mas, distinguiendo y apropiándose maravi- peño es suscitar entre los hombres nuevos
llosamente de la naturaleza de cada perso- malvados, que ocupen el lugar de los que él
na. Es esto algo que no puede aprenderse se ha tragado. Lucifer es, pues, el jefe de
en los libros, pues es verdaderamente un aquellos que se le someten libremente.
espíritu profético, el efecto de una íntima
Este misterio de iniquidad está hecho de
revelación. Es, en fin, una enseñanza del
odio a la voluntad de Dios y produce un
Espíritu Santo. Y para vivirlo es necesario
desorden diabólico, un caos misterioso,
haber llegado al último grado del abando-
pues oculta bajo hermosas apariencias ma-
no, al desasimiento más completo de todo
les irremediables e infinitos. Todos los
objeto, deseo o interés propio, por santo
malos, desde Caín hasta los que hoy arra-
que sea.
san la faz de la tierra, han tenido siempre
Es preciso tener como único asunto en apariencia de grandes, de príncipes pode-
este mundo el dejarse pasivamente en la
Jean-Pierre de Caussade 61

rosos, que centraban la atención del mun- más que un sueño efímero, que huye de la
do, y que suscitaban la adoración de los memoria de Nabucodonosor cuando se des-
hombres [Apoc 13,3-4]. Y esta apariencia pierta, por fuertes que fueran las huellas que
fascinante y engañosa es un misterio: no grabaran en su espíritu.
hay en ella sino Bestias surgidas del abis- Todas esas Bestias sólo surgen en el mun-
mo, unas detrás de otras, con el fin de tras- do para ejercitar la valentía de los hijos de
tornar y falsificar el orden dispuesto por Dios. Y cuando éstos ya están suficiente-
Dios. mente adiestrados, Dios les concede la
Pero la ordenación divina, que es otro fuerza para matar las Bestias. Y el cielo al
misterio, ha suscitado siempre hombres punto eleva a los vencedores, y el infierno
verdaderamente grandes y poderosos, que traga a los vencidos.
han dado el golpe mortal a esas Bestias. Y a Al punto surge una nueva Bestia, y Dios
medida que el abismo ha vomitado otras suscita nuevos guerreros para darle batalla.
nuevas, el cielo ha hecho nacer también Y así, esta vida no es sino un espectáculo
héroes capaces de vencerlas. La historia continuo, que alegra el cielo, ejercita a los
antigua, sagrada y profana, es la historia de santos y confunde al infierno. Todos los
esta guerra, en la que la voluntad de Dios enemigos del bien vienen a ser esclavos de
permanece siempre victoriosa. Los que se la justicia, y la acción divina construye la
han alineado con ella, igualmente, han ven- Jerusalén celeste con trozos de Babilonia,
cido y son felices por toda la eternidad. Por compuesta por piezas usadas y rotas.
el contrario, la maldad nunca ha sido capaz
de proteger a los desertores, sino que les ¿Sirven para algo las más altas luces, las
ha pagado con la muerte y una muerte eter- revelaciones divinas, si no se ama la volun-
na. tad de Dios? Lucifer no fue capaz de apro-
bar esta voluntad. La decisión de la acción
¡El malo siempre se cree invencible en su divina que Dios le revelaba al mostrarle el
maldad! Pero, Dios mío, ¿quien podrá resis- misterio de la Encarnación, le encendió de
tirte? [Rm 9,19-24]. Aunque un alma sola tu- envidia. En cambio, un alma sencilla, ilu-
viera en contra suya a todas las fuerzas del minada por la luz de la fe, no se cansa de
infierno y del mundo, nada tendría que temer admirar, alabar y amar la voluntad de Dios,
si se abandona a la voluntad de Dios. Y esa descubriéndola no solamente en las criatu-
apariencia monstruosa de la maldad, que pa- ras santas, sino incluso en el desorden y
rece tan poderosa, esa cabeza de oro, ese confusión más caóticos. Un grano de fe pura
cuerpo de plata, bronce y hierro, no es más ilumina más el alma sencilla que a Lucifer
que un fantasma de polvo brillante. Una pie- todas sus luces tan elevadas.
drecilla, cayendo sobre ella, la derrumba, de-
jándola a merced del viento [Dan 2,34-35]. La victoria cierta de la fidelidad
La sabiduría del alma fiel a sus obliga-
El Espíritu divino ciones, tranquilamente sometida a las mo-
vence siempre a la Bestia mundana ciones íntimas de la gracia, dulce y humil-
¡Qué admirablemente va trazando todos de con todos, vale mucho más que la más
los siglos el Espíritu Santo! Todas esas re- profunda penetración de los mayores mis-
voluciones, que conmueven tanto a los hom- terios. Si sólo viéramos la oculta acción
bres, que irrumpen con tal luminosidad, divina en todo el orgullo y dureza de las
como si fueran astros que brillan sobre las criaturas, la recibiríamos con dulzura y res-
cabezas de los pueblos, tantos aconteci- peto. Sus desórdenes, por aparatosos que
mientos extraordinarios, todo eso no es
62 El abandono en la divina Providencia

sean, son incapaces de romper el orden di- rio, es una verdadera resistencia a la acción
vino. divina. En realidad, Dios no tiene otros ins-
Por eso, dulce y humildemente, nunca hay trumentos que los humildes, pues siempre
que dejar esa unión con la acción divina que es contradicho por los soberbios que, sin
esas cosas implican consigo y comunican. embargo, no pueden menos de servirle
Como tampoco hay que detenerse a mirar como esclavos en el cumplimiento de sus
la vía que siguen, sino asegurarse en el pro- designios.
pio camino. De este modo es como, ajus- El alma sencilla reconoce
tándose suavemente a las cosas, caen los y acepta en todo la voluntad de Dios
cedros y se derriban las rocas que no nos
Cuando veo un alma que hace de Dios y
dejaban pasar.
de la fidelidad a su voluntad su todo, por
Si queremos vencer infaliblemente a to- más pobre que esté de otras cosas, me digo:
dos nuestros adversarios, basta que les «he aquí un alma con grandes talentos para
opongamos estas armas. Jesucristo nos las servir a Dios». Así venían a ser las aparien-
ha puesto en las manos para que nos defen- cias de la santísima Virgen y de San José.
damos, y nada debemos temer si nos servi- Sin esta actitud, en cambio, todas las de-
mos de ellas sin cobardía, con generosidad, más cualidades me dan miedo, temo la ac-
pues en eso consiste la acción de los divi- ción de Lucifer en ellos, y me mantengo
nos instrumentos. Es Dios quien hace lo en guardia, pues todo ese encanto no es más
sublime y maravilloso, y jamás una acción que un brillo sensible, como una frágil y
particular que haga la guerra a Dios puede quebradiza copa de cristal.
resistir a quien está unido a la acción divi-
La voluntad de Dios es toda la estrategia
na por la dulzura y la humildad.
de un alma sencilla, que es capaz de reco-
Lucifer es la rebeldía nocerla hasta en aquellas acciones irregu-
contra la voluntad de Dios providente lares que el soberbio realiza para humillar-
¿Quién es Lucifer? Un espíritu bellísi- la. El soberbio desprecia al alma sencilla,
mo, el más inteligente de todos; pero un pero ante ésta él no es nada, pues ella sola-
espíritu descontento de Dios y de sus de- mente ve a Dios en él y en todas sus accio-
signios. Pues bien, el misterio de iniqui- nes.
dad no es sino la extensión de esa incon- A veces el soberbio, viendo al alma sen-
formidad, que se manifiesta de todas las cilla tan humilde, se imagina que se ve afec-
maneras posibles. Lucifer, en cuanto está tada por su desprecio; y no comprende que
en su mano, no querría dejar nada en el or- su humildad es solamente signo de su re-
den que Dios ha dispuesto. Y allí donde él verencia amorosa hacia Dios y su voluntad,
penetra, veréis siempre una desfiguración a quien capta en la misma acción del so-
de la obra de Dios. berbio. No, pobre insensato, no. Tú al alma
Cuanta más luz, sabiduría y capacidad tie- sencilla no le das ningún miedo; lo que le
ne una persona, mayores son para ella los das es compasión. Ella está respondiendo
peligros, si no está fundamentada en la pie- a Dios, cuanto tú piensas que te habla a ti.
dad, que consiste en estar conformes con Es con Él con quien lleva su negocio, y no
Dios y con su voluntad. Estamos unidos a contigo, que solamente eres para ella como
la acción divina por un corazón puro, bien un esclavo, o mejor, como una mera apa-
ordenado, y sin él todo lo que se haga viene riencia bajo la cual Él se disfraza. Por eso
a ser algo puramente natural y, de ordina- cuando tú te elevas, ella se anonada; y cuan-
do tú crees apresarla, es ella la que te cap-
Jean-Pierre de Caussade 63

tura a ti. Tus malicias y violencias son para


ella simplemente favores de la divina Pro-
videncia. El soberbio, pues, es un verdade-
ro enigma, pero el alma sencilla, iluminada Capítulo XI
por la fe, lo descifra con toda claridad.
La ciencia suprema:
conocer y aceptar la voluntad de Dios En el puro abandono en Dios
Este conocimiento de la acción divina en todo lo que parece obscuridad
todo lo que pasa en cada momento es la es actividad de la fe
sabiduría más sutil que en esta vida puede
tenerse de las cosas de Dios. Es una reve-
lación continua, es un diálogo con Dios que
se renueva incesantemente, es gozar del Caminando a ciegas,
Esposo no en lo oculto, a escondidas, en la en total seguridad
bodega o en la viña, sino al descubierto y Hay un género de santidad en el que to-
en público, sin miedo a nadie. Es un océa- das las comunicaciones divinas son lumi-
no de paz, gozo, amor y de conformidad con nosas y claras. En cambio, en la vía pasiva
un Dios visto, conocido o, mejor aún, creí- de la fe todo lo que Dios comunica partici-
do, viviendo y operando siempre lo más per- pa de su naturaleza y de la tiniebla inacce-
fecto, en cuanto se presenta en todos los sible que rodea su trono. Y el alma se ve
instantes. Es el paraíso eterno que, verda- confusa, perdida en la oscuridad. Teme a
deramente, se hace presente en las cosas veces, como el profeta, ir a caer en la fosa,
pequeñas, cubiertas de tinieblas. Pero el caminando a través de las tinieblas.
Espíritu de Dios, que en esta vida compone No, alma fiel, no temas nada. En tu cami-
secretamente todos estos fragmentos con no, bajo la guía solícita de Dios, no hay nada
su acción continua y fecunda, dirá en el día más seguro e infalible que las tinieblas de
de la muerte: «hágase la luz» [Gén 1,3], y la fe. ¿Pero hacia qué lado ir, cuando la fe
se verán entonces los tesoros que encerra- se hace tan obscura? Camina por donde
ba la fe en ese abismo de paz y de confor- buenamente puedas. Cuando uno no tiene
midad con Dios, que se encuentra a cada camino y avanza en una obscuridad total, no
momento en todo lo que hay que sufrir o se puede extraviar. No es posible dirigirse
hacer. a ninguna meta y no hay objeto alguno ante
Cuando Dios quiere darse al alma de este los ojos.
modo, todo lo común se hace extraordina- «Pero yo siento como si cayera en cada
rio, y por serlo verdaderamente, no lo pa- momento en un precipicio. Tomo me ape-
rece. Y es que este camino es por sí mismo na. Ya me doy cuenta de que obro por aban-
extraordinario, y por eso mismo no es ne- dono en Dios, pero parece como si no pu-
cesario adornarlo con maravillas prestadas. diera hacer nada obrando por las virtudes.
Es un milagro, una revelación y un gozo Oigo a todas las virtudes, que se lamentan
permanente, con algunas pequeñas imper- porque me alejo de ellas. Y cuanto más me
fecciones. Su condición propia, sin embar- conmueven y afectan esas quejas, más sien-
go, no es poseer apariencias sensibles y ma- to obscuramente que me alejo de ellas. Es-
ravillosas, sino hacer maravillosas todas las timo sinceramente la virtud, pero me mue-
cosas comunes y sensibles. Así es como vo por la inclinación interior. No estoy se-
vivía la Virgen.
64 El abandono en la divina Providencia

guro de que me lleve bien, pero nada puede sino llevados en brazos de la Providencia?
impedirme que lo crea». Cuantas más tinieblas, abismos, obstáculos,
El espíritu ansía la luz, pero el corazón muertes, desiertos, temores, persecucio-
no quiere sino las tinieblas. Todas las per- nes, sequedades, pobrezas, aburrimientos,
sonas y espíritus lúcidos agradan a mi es- angustias, desesperaciones, purgatorios e
píritu, pero mi corazón sólo gusta de con- infiernos haya en nuestro camino, más gran-
versaciones y palabras que no comprende des serán nuestra fe y nuestra confianza.
en absoluto. Y todo su estado y camino son Bastará con levantar los ojos a ti para ver-
efectos del don de la fe, que lleva a amar y nos protegidos de tan grandes peligros.
gustar de principios, verdades y caminos de Entonces nos olvidaremos de los cami-
los que el espíritu no tiene ni objeto, ni nos y de sus condiciones, nos olvidaremos
ideas, y en los que tiembla, se estremece y de nosotros mismos y, absolutamente aban-
se tambalea. donados a la sabiduría, bondad y potencia
La seguridad está no sé cómo en el fon- de nuestro Guía, solamente nos acordare-
do de mi corazón, y éste camina según es mos de amarte, de evitar todo pecado, in-
impulsado, convencido de la bondad de su cluso el más pequeño, y de cumplir las obli-
impulso, no por evidencia, sino por testi- gaciones de nuestro deber.
monio de su fe. Es imposible que Dios guíe Éste será el único cuidado, Amor queri-
un alma sin comunicarle una certeza de la do, que tú encargas a tus queridos hijos pe-
bondad de su camino, tanto más grande queños, ocupándote tú de todo el resto. Y
cuanto menos se siente. Y esta certeza afir- ellos, cuanto más terrible sea este resto,
ma su victoria sobre todas las criaturas, más esperan y reconocen tu presencia. No
sobre todos los miedos y los esfuerzos, se preocupan más que de amar, como si
sobre todas las ideas espirituales. ellos ya no existieran. Y cumplen sus pe-
Es inútil entonces gritar, luchar, buscar queños deberes como un niño que en el re-
mejor. La esposa siente al Esposo sin sen- gazo de su madre se ocupa en sus entrete-
tirlo, pues cuando ella le va a tocar, Él des- nimientos, como si en el mundo no exis-
aparece. Siente que el Esposo la rodea con tieran más que su madre y sus juegos.
su brazo derecho [Cant 2,6], y prefiere per- El alma ha de ir más allá de todo lo que le
derse, abandonándose a su guía, que le va hace sombra. La noche no es tiempo de
llevando sin razón y sin orden, a tratar de obrar, sino de descansar. La luz de la razón
asegurarse, esforzándose en seguir los ca- solamente puede acrecentar las tinieblas de
minos señalados por la virtud. la fe, y el rayo de luz que las atraviesa ha de
venir de más alto que ellas.
A obscuras, en la paz del abandono
Cuando Dios se comunica a un alma como
Vamos, pues, alma mía, vamos a Dios por
vida, no se presenta ya a sus ojos como ca-
el abandono, y ya que la virtud exige indus-
mino y como verdad [Jn 14,6]. La esposa
tria y esfuerzos, confesémosle nuestra im-
busca al Esposo en la noche [Cant 3,1], y él
potencia y confiemos en que dios no per-
está detrás de ella, la tiene entre sus manos
mitirá que no podamos andar a pie, si Él no
y la impulsa. Ella le busca delante, sin en-
ha decidido en su bondad llevarnos en bra-
contrarle. Pero él ya no es objeto de ideas,
zos.
sino principio e impulso.
Y siendo así ¿qué necesidad tenemos de
En la acción divina hay recursos secre-
luz, Señor, de ver y sentir, de seguridad,
tos e inesperados, maravillosos y descono-
ideas y reflexiones, ya que no vamos a pie,
cidos, para todas las necesidades, proble-
Jean-Pierre de Caussade 65

mas y perturbaciones, caídas y contradic- ella lleva a lo largo de su curso el mal y la


ciones, incertidumbres e inquietudes, así medicina.
como para las dudas de unas almas que ya Llorad, queridas almas, temblad, pasad
no confían en su propia acción. Cuanto más por la inquietud y la agonía. No hagáis nin-
se complica la situación, más feliz se espe- gún esfuerzo por evitar estos temblores di-
ra el desenlace. vinos, estos gemidos celestiales. Recibid
Un cántico nuevo: todo va bien en el fondo de vuestras almas las mismas
olas que aquel mar de amargura arrojó so-
El corazón asegura: «todo irá bien», pues
bre el alma santa de Jesús. Id siempre ade-
es Dios quien realiza la obra. No hay mie-
lante y el mismo aliento de gracia que hizo
do. El mismo miedo, la privación, la deso-
correr vuestras lágrimas ha de secarlas. Se
lación no son más que versos de cánticos
disiparán las nubes, el sol irradiará su luz,
de tinieblas, que son cantados con entusias-
la primavera os cubrirá de flores [Cant 2,11-
mo sin omitir ni una sílaba, en la certeza de
12], y lo que sigue a vuestro abandono os
que todo culmina en el Gloria Patri. Así
hará encontrar la variedad admirable que lle-
es como de su extravío hace el alma su pro-
va en sí el curso de la acción divina.
pio camino. Las mismas tinieblas sirven
para guiar, y las dudas para dar seguridad. Y Soñando o despertados por Dios
cuanto menos va Isaac dónde encontrar algo En realidad, es cosa muy vana que el hom-
para hacer el sacrificio, más Abraham lo es- bre se preocupe. Todo lo que en él sucede
pera todo de la Providencia [Gén 22,7-8]. es algo semejante a un sueño, en el que una
Las almas que caminan en la luz cantan sombra sigue y destruye la sombra prece-
cánticos de luz, y las que caminan en tinie- dente, sucediéndose en los que duermen las
blas cantan un cántico de tinieblas. Hay que imaginaciones, unas tristes, otras alegres.
dejar que cada uno cante de principio a fin El alma no es sino el juguete de estas apa-
la partitura que Dios le ha dado. No hay que riencias que se devoran entre sí. El desper-
añadir nada a lo que Él completa, sino dejar tar le hace ver al alma que nada de eso tenía
que caigan una a una las gotas de hiel de importancia alguna, y ya no se tiene en
esas divinas amarguras embria-gantes. Je- cuenta de todas esas impresiones ni los
remías, Ezequiel, pasando por estas tinie- peligros ni las felicidades del sueño.
blas, no tenían más palabras que suspiros y Puede decirse, Señor, que tú tienes dor-
sollozos, y no encontraban consolación midos en tu seno a todos tus hijos mientras
sino en la continuación de sus lamentos. dura la noche de la fe. Y que te complaces
Por eso, quien hubiera detenido el curso en hacer pasar por sus almas una infinita
de sus lágrimas, nos habría privado de al- variedad de sentimientos, que en el fondo
gunas de las páginas más hermosas de la no son más que santas y misteriosas
Escritura. El mismo Espíritu que llena de ensoñaciones. Éstas, a quienes están sumer-
desolación es el único que puede consolar. gidos en esa noche y sueño, causan verda-
Son aguas diferentes que manan de una mis- deros temores, angustias y sufrimientos,
ma fuente. que en el día de la gloria tú disiparás y con-
En tinieblas absolutas vertirás en verdaderas y firmes alegrías.
Cuando Dios sorprende a un alma, ésta Será entonces, al despertar del sueño,
debe temblar; y cuando la amenaza, ha de cuando las almas santas, completamente
anonadarse. No hay más que dejar que ac- lúcidas y libres para discernir, se llenarán
túe y se desarrolle la acción divina, pues de admiración al conocer las sutilezas y las
66 El abandono en la divina Providencia

invenciones, las delicadezas y trucos amo- insensibilidad que no hubo en Jesús y en


rosos del Esposo, y entenderán hasta qué María, ni en David o los profetas, ni en los
punto «sus caminos son inescrutables» apóstoles: ¡qué poco conocéis el poder de
[Rm 11,33], verán cómo era imposible des- la acción divina, su extensión y su fuerza,
cifrar sus enigmas, descubrir sus artimañas, la variedad y eficacia de las sombras de la
y cómo no había modo alguno de recibir pura fe! No tenéis ni idea del sueño de la
consolación cuando Él quería infundir te- esposa en esta noche profunda. Vuestra
mor y alarma. Al despertarse,, Jeremías, doctrina se manifiesta falsa en las admira-
David y otros como ellos, pudieron ver que bles operaciones y juegos que el Espíritu
aquello que les había desolado Santo nos describe en el Cantar de los
inconsolablemente, era motivo de gozo Cantares. Todas sus palabras están desmin-
para Dios y sus ángeles. tiendo vuestras doctrinas.
Trucos del Amor divino providente En pura fe, en un purgatorio
«No despertéis a la esposa» [Cant 3,5], ¡El estado de pura fe es un estado de pura
espíritus hábiles, artificios, acciones huma- cruz! Todo allí es sombrío, todo es peno-
nas. Dejadla sufrir, temblar, correr, buscar. so. Es una noche que entenebrece todo lo
Es cierto, el Esposo juega a enga-ñarla y se que se presenta. El alma, es cierto, está re-
disfraza, mientras ella sueña y sus penas no signada, incluso está contenta de la felici-
son más que sueños nocturnos. Pero dejad dad de Dios, pero no siente nada que no sea
que siga durmiendo, dejad que el Esposo un purgatorio, en el que todo lo que siente
trabaje en esta alma querida suya, y repre- y percibe es sufrimiento, y el mayor de to-
sente en ella lo que solamente Él sabe tra- dos es no hallar en sí misma más que resig-
zar y expresar. Dejadle continuar con sus nación, y tener una tendencia tan fuerte ha-
representaciones. Él la despertará en su cia su propia felicidad, como si la de Dios
momento. viniera a serle indiferente y lejana.
José hace llorar a Benjamín [Gén 44,1- ¡Qué diferencia tan grande hay entre obrar
17; 45,1-6, haciendo esconder dinero en los según principios objetivos, por un princi-
sacos de su hermanos y su propia copa en pio ideal, de imitación o de doctrina, y obrar
el costal del niño]. Servidores de José, ¡no por el principio de la moción divina! El
descubráis su secreto al pequeño! José le alma es empujada hacia adelante sin ver el
engaña, y su engaño pone a prueba toda su camino abierto ante sus ojos. No va ni por
astucia. Benjamín y sus hermanos se ven donde ella ha visto, ni según lo que ha leí-
sumidos en un dolor inmenso, pero no es do. Así es como va la acción propia, y no
sino un juego de José. Los pobres herma- puede ir de otro modo, ni asumir otros ries-
nos no ven otra cosa que un mal sin salida. gos. Pero la acción divina es siempre nue-
No les digáis nada, que él solucionará todo. va, no vuelve nunca sobre sus antiguos pa-
Él mismo les despertará de su engaño, y ad- sos, y va abriendo siempre caminos nue-
mirarán su sabiduría, que les ha hecho ver vos. Las almas que ella conduce no saben
un mal tan grande y desesperado en lo que dónde van, y sus senderos no están ni en
para ellos va a ser causa de la mayor ale- los libros ni en sus reflexiones. La acción
gría. divina les va abriendo camino continuamen-
te y entran en él empujadas por su impulso.
Quietistas
Quietistas ignorantes y sin experiencia, Un guía amigo nos guía en la noche
que pretendéis en la esposa una paz y una Cuando uno es conducido por un guía a
Jean-Pierre de Caussade 67

través de un país desconocido, de noche, todos sus instantes siguiendo el modelo de


por los campos, sin camino, según su ins- las verdades eternas, que la Santísima Tri-
tinto, sin tomar consejo de nadie, y sin que- nidad guarda en su invisible e impenetrable
rer descubrir sus planes, ¿puede tomarse sabiduría. El alma de Jesucristo recibe en
otra actitud que la del abandono? ¿Sirve de cada momento las órdenes y las realiza, ha-
algo mirar dónde está uno, interrogar a los ciéndolas visibles. El Evangelio nos va
que pasan, consultar el mapa o a otros via- mostrando la continuidad de estas verdades
jeros? El plan y, por decirlo así, el capri- en la vida de Jesucristo, y Él mismo, siem-
cho del guía, que quiere que se confíe en pre vivo y operante, vive y obra continua-
él, se verían contrariados por todo eso. Le mente, también hoy, nuevas cosas en las
agrada poner a prueba la inquietud y la des- almas santas.
confianza del que es conducido, pues lo que
pretende es que se confíe totalmente a él; Abandono perfecto de Jesucristo
y si se asegura de que es bien guiado, ya no Así pues, si queréis vivir evangélica-men-
habría ahí ni fe ni abandono. te, vivid en pleno y puro abandono a la ac-
ción de Dios. Jesucristo es la fuente de este
La acción divina es esencialmente bue- abandono, y «Él era ayer, es hoy mismo y
na, y no quiere en absoluto ser cambiada o lo será eternamente» [Heb 13,8], para
controlada. Comenzó a obrar desde la crea- continuar siempre su vida y no para
ción del mundo y, desde entonces, fecunda recomenzarla. Lo que Él hizo, hecho está,
e inagotable, obra sin limitación alguna, y lo que resta, lo va haciendo en todo mo-
dando cada día y momento nuevas pruebas mento. Cada santo recibe una parte de esta
de su poder. Hacía esto ayer, y hoy hace esto vida divina. Jesucristo es siempre el mis-
otro. Es la misma acción que se va aplican- mo, aunque sea diferente en cada uno de
do a todos los momentos por medio de sus santos. La vida de cada santo es la mis-
efectos siempre nuevos, y así se irá des- ma vida de Jesucristo, es un Evangelio nue-
plegando eternamente. vo.
Dios conduce en la noche a sus santos Las mejillas del Esposo son comparadas
Esa acción divina es la que ha hecho a a los jardines y arriates, llenos de flores
Abel, Noé, Abraham, bajo modelos diferen- perfumadas [Cant 5,13]. La acción divina
tes. Isaac es un original suyo, y Jacob no es es el jardinero que diversifica su jardín de
una copia ni de José ni de él. Moisés no ha modo admirable. Es éste un jardín que no
tenido a nadie semejante entre sus antepa- se parece a ningún otro, y entre todas sus
sados. David y los profetas son todos dis- flores no hay dos que sean iguales, gracias
tintos de los patriarcas. San Juan Bautista al abandono por el que se entregan ellas el
es más grande que todos ellos. cultivo del jardinero, dejándole hacer en
Jesucristo es el primogénito: los após- ellas cuanto le place, contentándose ellas
toles obran más por la moción de su espí- con hacer lo que es propio de su naturaleza
ritu que por la imitación de sus obras. Y y condición. El Evangelio, toda la Escritu-
Jesucristo no se ha imitado a sí mismo, ni ra y la ley común se resumen en dejarle
ha seguido a la letra sus propias doctrinas. hacer a Dios y hacer aquello que Él exige
El Espíritu divino inspira siempre su santa de nosotros.
alma, y él, abandonado siempre a su inspi- Camino fácil, sencillo, recto
ración, no tiene necesidad de consultar al
Ésta es, sin más, la acción fácil, sencilla
momento precedente para dar forma al si-
y propia de todos los instrumentos divinos.
guiente. La moción de la gracia da forma a
68 El abandono en la divina Providencia

Es el único secreto del abandono, un se- escandaliza de Él!


creto sin secreto, un arte sin artificio. Es Desde el principio del mundo Jesucristo
el camino recto. Dios, que lo exige a to- vive en nosotros, y en nosotros obra duran-
dos, lo ha manifestado claramente, hacién- te toda su vida. Aquél que se nos entrega
dolo inteligible y muy sencillo. Lo que hay hasta el fin del mundo permanece siempre.
de obscuro en el camino de la pura fe no es Jesús vivió y vive hoy una vida que comen-
aquello que el alma debe practicar, sino zó en sí mismo, que continúa en sus santos
aquella acción que Dios se ha reservado. y que no terminará jamás. ¡Oh, vida de Je-
Nada más fácil y claro que lo primero. El sús, que comprende y excede todos los si-
misterio está en lo que Dios hace por sí glos! Si todo el mundo es incapaz de con-
mismo. tener todo lo que podría escribirse acerca
Considerad, por ejemplo, lo que sucede de Jesús, todo lo que Él hizo o dijo, toda su
en la Eucaristía. Lo que es necesario para vida; si el Evangelio no nos da sino unos
consagrar el cuerpo de Jesucristo es tan pocos trazos; si sus primeros tiempos son
sencillo y fácil que cualquiera, por basto tan desconocidos y tan fecundos, ¿cuántos
que sea, puede realizarlo, si tiene el carác- Evangelios sería preciso escribir para con-
ter sacerdotal. Y sin embargo, es el miste- tar la historia de todos los instantes de esta
rio de los misterios, donde todo permane- vida mística de Jesucristo, que multiplica
ce escondido y oculto, tan incomprensible, sus maravillas hasta el infinito y las multi-
que cuando se es más iluminado y espiri- plicará eternamente, pues en realidad todos
tual, más fe se necesita para creerlo. los tiempos no son sino la historia de la
El camino de la pura fe es en esto algo acción divina?
semejante. Su objetivo es encontrar a Dios Evangelio vivo y diario
en cada momento, y esto es lo más alto, lo que sigue escribiendo el Espíritu Santo
más místico, lo más beatífico que pueda
El Espíritu Santo ha hecho consignar en
haber. Es un fondo inagotable de pensa-
caracteres infalibles e indudables algunos
mientos, discursos y escrituras, es un con-
instantes de esa larga historia. Ha recogido
junto y una fuente de maravillas. Sin em-
en las Escrituras algunas gotas de ese mar,
bargo, para lograr un objetivo tan prodigio-
manifestando los secretos e ignorados ca-
so ¿qué es lo que hace falta? Una cosa solo:
minos por los que Jesucristo ha aparecido
dejar hacer a Dios y hacer todo lo que Él
en el mundo. En medio de la confusión de
quiere, según el propio estado.
los hijos de los hombres, se ven así los ca-
Camino oculto y obscuro nales y venas por donde se reconoce el ori-
No puede haber en la vida espiritual nada gen, la raza, la genealogía de este Primo-
más sencillo y más al alcance de todos. Éste génito. Todo el Antiguo Testamento es so-
es, pues, el camino maravilloso y obscuro. lamente un caminito entre los innumerables
Para caminar por él el alma necesita una e inescrutables caminos de esta obra divi-
gran fe, pues todo se presenta tan dudoso na, que así señala no más que lo necesario
que la razón siempre halla motivos para pro- para llegar hasta Jesús. Y el resto ha queda-
testar. Aquí es preciso creer en lo que no do escondido en los tesoros de la sabiduría
se ve. A juicio de los judíos, los profetas del Espíritu divino.
fueron santos, pero este Jesús es un «em- En efecto, de todo este océano de la ac-
baucador» [Mt 27,63; Lc 23,2.5.14]. ¡Qué ción divina solamente ha manifestado un
poca fe tiene el alma que, como ellos, se hilillo de agua que, llegando hasta Jesús, se
pierde en los apóstoles y queda abismado
Jean-Pierre de Caussade 69

en el Apocalipsis. De manera que el único bles, todos revueltos y cubiertos de tinta?


objeto de nuestra fe es el resto de la histo- Si la combinación de veinticuatro letras
ria de la acción divina, es decir, toda la vida puede ser tan inmensa que basta para com-
mística que Jesús lleva en las almas santas poner infinidad de volúmenes diferentes,
hasta el fin de los siglos. cada uno admirable en su género, ¿quién
Todo cuanto se ha escrito es sólo lo más podrá expresar lo que Dios hace en el uni-
evidente. Pero ahora nosotros estamos en verso? ¿Quién será capaz de leer y enten-
los siglos de la fe, y el Espíritu Santo es- der el sentido de un libro tan inmenso, en
cribe los Evangelios solamente en los co- el que no hay letra que no tenga su forma
razones. Todas las acciones y momentos de particular, y que en su pequeñez no encie-
los santos son Evangelio del Espíritu San- rre profundos misterios?
to, en el que las almas son el papel, y sus Los misterios no se ve ni se sienten: son
sufrimientos y acciones son la tinta. El Es- objetos de la fe. Y la fe los cree, juzgándo-
píritu Santo, por la pluma de su acción, es- los buenos y verdaderos, sólo por su prin-
cribe un Evangelio vivo, que solamente po- cipio divino, pues en sí mismos son tan
drá ser leído en el día de la gloria, cuando, obscuros, que todas sus apariencias no sir-
después de salir de la prensa de esta vida, ven más que para ocultarlos y esconderlos,
será publicado. y para cegar a quienes pretenden juzgarlos
¡Qué bellísima historia! ¡Qué libro tan por la sola razón.
hermoso escribe el Espíritu Santo en el
presente! Almas santas, es un libro que está Espíritu Santo, enséñame a leer
en prensa todavía, pero no hay día en que el momento presente
no se vayan componiendo las letras, apli- ¡Oh, Espíritu divino, enséñame a leer en
cando la tinta, imprimiendo las hojas. No- este libro de la vida! Quiero hacerme dis-
sotros, sin embargo, permanecemos en la cípulo tuyo y, como un niño pequeño, creer
noche de la fe, y el papel resulta más negro lo que no alcanzo a entender. Me basta que
que la tinta. No se aprecia en los caracte- mi Maestro lo diga. Él ha dicho esto, lo ha
res sino pura confusión, es como una len- pronunciado, ha juntado las letras de este
gua de otro mundo, no se entiende nada. Es modo, y eso me basta. Pienso que todo es
un Evangelio que solamente podréis leer en como Él lo ha dicho, aunque no entiendo
el cielo. nada, porque Él es la verdad infalible. Todo
lo que dice, todo lo que ve, es la verdad. Él
La fe sabe leer este Libro de Vida quiere que se junten ciertas letras para for-
Si pudiéramos ver la vida y mirar todas mar un nombre, y de éste se deriven otros.
las criaturas no en sí mismas, sino en su No hay más que tres, que seis, no hay más
principio. Más aún, si pudiéramos ver la que aquello, pues basta: con menos no ten-
vida de Dios en todos los objetos, cómo dría sentido. Él es el único que, conocien-
los mueve la acción divina, cómo los mez- do los pensamientos, es capaz de juntar las
cla, los junta, los opone, los impulsa entre letras para hacer un escrito. Todo tiene sig-
términos contrarios, reconoceríamos en- nificado, todo posee un sentido perfecto.
tonces que todo tiene su razón de ser, su Esta línea termina aquí, porque así convie-
medida, proporción y relación en esta obra ne. No falta una coma, ni hay un punto in-
divina. útil.
Pero ¿cómo leer este libro en el que los Esto lo creo ahora, en el presente, y
caracteres son desconocidos, innumera- cuando en el día de la gloria me sean reve-
70 El abandono en la divina Providencia

lados tantos misterios, alcanzaré a ver con la llave del abismo [Apoc 9,1] y de la cien-
claridad todo lo que ahora no comprendo cia de Dios [Lc 11,52]. La fe denuncia la
sino confusamente, todo lo que se me mues- mentira de todas las criaturas, y por ella
tra tan revuelto y embrollado, tan desorde- Dios se revela y manifiesta en todas las
nado e imaginario. Y entonces todo me ale- cosas, divinizán-dolas. Ella es la que quita
grará, me llenaré de un gozo eterno por la el velo y descubre la verdad eterna.
bondad y el orden, la razón, la sabiduría y Cuando un alma recibe esta inteligencia
las incomprensibles maravillas que descu- de la fe, Dios le habla por medio de todas
briré. las criaturas. El universo es para ella una
Todo lo que vemos ahora es vanidad y Escritura viviente, que el dedo de Dios tra-
mentira. La verdad de las cosas está en Dios. za incesantemente ante sus ojos. La histo-
¡Y qué diferentes son las ideas de Dios de ria de todos los momentos que pasan es una
nuestras ilusiones! ¿Cómo entender, si no, historia sagrada. Los Libros santos, que el
que estando continuamente advertidos de Espíritu de Dios ha inspirado, no son para
que todo esto que pasa en el mundo no es ella más que el comienzo de las enseñan-
más que una sombra, una figura, un miste- zas divinas.
rio de fe, nos conduzcamos, sin embargo, Todo lo que sucede y que no está consig-
en todo humanamente, guiados por el sen- nado en las Escrituras es para ella una con-
tido natural de las cosas, que no alcanza tinuación de éstas. Y lo que está escrito no
nunca a descifrar el enigma? es más que el comentario de lo que no está.
Caemos una y otra vez en la trampa, como La fe juzga del uno por lo otro. La síntesis
insensatos, porque no levantamos los ojos escrita no es más que la introducción a la
al principio divino, a la fuente, al origen de historia de la plenitud de la acción divina,
las cosas, donde todo tiene otro nombre y que se encuentra resumida en las Escritu-
otras cualidades, donde todo es sobrenatu- ras. El alma descubre en ella los secretos
ral, divino, santificante, donde todo es par- para penetrar en los misterios que encie-
te de la plenitud de Jesucristo, donde todo rran toda su plenitud.
es piedra de la Jerusalén celeste [Apoc
3,12], donde todo se integra y hace entrar
en este edificio maravilloso.
Vivimos según lo que vemos y sentimos,
y hacemos inútil esta luz de la fe que po-
dría conducirnos con tanta seguridad por
este laberinto, donde hay tantas tinieblas e
imágenes, entre las que nos extraviamos
como necios. No avanzamos guiados por
la fe, que solamente ve a Dios y las cosas
en Dios, y que vive siempre de Él, dejando
a un lado lo visible, y yendo más allá de las
figuras.
La fe es la antorcha del tiempo, y ella sola
alcanza la verdad invisible, toca lo impal-
pable, ve todo este mundo como si no exis-
tiese, pues ve algo muy distinto de lo que
es aparente. La fe es la llave de los tesoros,
Jean-Pierre de Caussade 71

1966, 151 pgs.).


Olphe-Galliard había estudiado ya a de Caussade
en el Dictionnaire de Spiritualité (Beauchesne,
Paris II, 1938, 354-370), y había publicado ya acer-
ca del mismo autor Jean-Pierre de Caussade et
Nota bibliográfica la spiritualité du Carmel, «Carmel» 2 (1963) 118-
127; Lettres spirituelles (Desclée de Brouwer,
Paris 1964, 285 pgs.); Textes inédits du Père de
Caussade, publiés par Jacques le Brun, «Revue
d'Ascétique et de Mystique» 46 (1970) 99-114,
214-230, 321-354, 429-448; 47 (1971) 75-88; Traité
Ofrezco aquí algunas referencias sobre sur l'oraison du coeur: instructions spiri-tuelles
ediciones modernas de la obra de Jean (Bruxelles, Desclée de Brouwer 1981), y La
Pierre de Caussade sobre el Abandono. No théologie mystique en France au XVIII siècle:
creo que sea una nota bibliográfica exhaus- le Père de Caussade (Beauchesne, Paris 1984).
tiva, pero al menos permite apreciar la no- Existe también L'abandon à la Provi-
table vigencia de Caussade y de su obra en dence Divine [96 pgs.: en internet, www.
nuestro tiempo. spirimedia.com].
Ediciones en español Ediciones en inglés
En lengua castellana hay ediciones de Son muy numerosas las ediciones de la
esta obra en Madrid 1883, 1902, 1903, del obra de Caussade en el mundo anglosajón,
Apostolado de la Oración, y 1909. La de especialmente en los Estados Unidos:
1903, concretamente, se titula El abando- Abandonment to Divine Providence
no de sí mismo en la Providencia divina, (vers. Ramière, ed. por E. J. Strickland, en
ansiado como el medio más fácil para
Catholic Record Press, Exeter 1925, 377
santificarse (ed. Gregorio del Amo, 280 pgs.).
pgs.).
Self-Abandonment to Divine Provi-
Tratado del santo abandono a la pro-
dence (vers. Ramière, trad. Algar Tho-rold,
videncia divina (Apostolado de la Oración, introd. Dom David Knowles, en Burns,
Buenos Aires 1983, 99 pgs.). Oates & Co., London 1933, 148 pgs.).
Tratado del santo abandono a la Pro- Self-Abandonment to Divine Pro-
videncia divina (Apostolado Mariano, Se- vidence (vers. Ramière, trad. Algar Tho-
villa 1998, 127 pgs.).
rold, ed. por John Joyce, en Burns, Oates
Todas estas ediciones traducen la obra de & Co., London 1959, 449 pgs.).
Caussade en la versión de Ramière. Abandonment to Divine Providence
El abandono en la divina Providencia (Doubleday, New York 1975, 120 pgs.).
(texto orig. de Caussade, ed. M. Ol-phe- Abandonment to Divine Providence
Galliard, trad. J. M. Iraburu - B. Aguerrea, (trad. e introd. John Beevers, en Image
en Fundación GRATIS DATE, Pamplona Books, New York 1975, 119 pgs.); la mis-
1999, 82 pgs.). ma obra y trad. [Paperback, Image Books
1993].
Ediciones en francés The sacrament of the present moment
Michel Olphe-Galliard S. J. publicó (trad. Kitty Muggeridge, en Collins, Fount
L'Abandon à la Providence divine (Des- Paperbacks, London 1981, 128 pgs.); la mis-
clée de Brouwer, Paris 1962, 324 pgs.; ib. ma obra y trad. (Harper & Row, San Fran-
72 El abandono en la divina Providencia

cisco 1982, 103 pgs.; introd. Richard J. Cruz, S. Francisco de Sales y de Caussade
Foster, Paperback, Harper, San Francisco sobre este autor.
1989, 128 pgs.). Patricia Noreen Benson, Surrender to
The flame of divine love: readings from God: a feminist critique an reinterpreta-
the spiritual counsels and letters of Jean tion (Graduate Theological Union, 1990),
Pierre de Caussade, S.J. (ed. e introd. de tesis que critica a de Caussade, consideran-
Robert Llewelyn, en Darton, Longman and do insano e inmaduro el abandono que él
Todd, London 1984, 62 pgs.). propugna y que la autora estima que resurge
Spiritual letters of Jean-Pierre de en el presente.
Caussade (trad. Kitty Muggeridge, en Otros estudios sobre de Caussade:
Collins, Fount, London 1986, 156 pgs.); la Madelaine Huillet, Le Père de Caussa-
misma obra y trad. (en Morehouse-Barlow, de et la querelle de l'Amour pur (tesis,
Wilton, Connecticut 1986, 148 pgs.). Paris 1958).
The joy of full surrender (trad. del Aban- La misma, Le Père de Caussade et la
dono, Paraclete Press, Orleans, querelle du pur amour (Montaigne, Paris
Massachussets 1986, 160 pgs.). 1965, 336 pgs.).
Daily readings with Jean-Pierre de George Scott-Moncrieff, Jean-Pierre de
Caussade (ed. por Robert Llewelyn, en Caussade («Te Month» 26, 1961, 5-14);
Templegate, Springfield, Illinois 1986). Jacques Le Brun, Quelques documents
Self-Abandonment to Divine Providen- relatifs au Père de Caussade, conservés
ce (vers. Ramière, trad. Algar Thorold, ed. aux Archives de Meurthe-et-Moselle,
John Joyce, en Tan Bks. & Pubs., Rockford, («Revue d'Ascétique et de Mystique» 40,
Illinois 1987, 450 pgs.). 1964, 477-480).
The sacrament of the present moment Ciertamente, la palabra de Caussade sobre
(Harper & Row, New York 1989); el abandono, expresada en sus cartas e ins-
The Fire of Divine Love: Readings from trucciones, después de dos siglos y medio,
Jean-Pierre De Caussade (ed. Robert sigue resonando hoy en la Iglesia.
Llewelyn, Paperback, Triumph Books,
1995).
Ediciones en otras lenguas
En italiano, L'Abbandono alla divina
provvidenza (Ed. Paoline, Milano 19865,
144 pgs.).
En alemán, Hingabe an Gottes Vorse-
hung (Benziger, Braunschweig 1981).
Estudios sobre de Caussade
Al menos dos tesis doctorales se han ela-
borado últimamente en los Estados Unidos
relacionadas con nuestro autor:
Ellen L. Joyce, Pray as you can: the
theory of prayer of John Chapman
(Fordham University 1981), en la que es-
tudia el influjo de Sta. Teresa, S. Juan de la
Jean-Pierre de Caussade 73

ta continua, 19. Impulso continuo de gra-


cia, 19. Camino llano y recto del abando-
no, 20. Vivir muriendo, 20. El justo vive de
la fe, 20. Fuerza y fidelidad de la fe, 21. Fe
y abandono entre tormentas, 21. Dios es
Indice quien escribe nuestra vida, 22. Confiados,
dejémosle hacer a Dios. 22. Abandono y paz
en todas las cosas, 23.
V.– El estado de pura fe. En pura fe, 24.
En puro amor, 24. Abandono confiado, ca-
mino universal, 24. Todos llamados a la san-
Introducción, 3. tidad, 25. Lo de menos es tener o no talen-
El autor, 3. La obra sobre l'Abandon, 3. tos, 25. Todos los estados son santos y
La presente edición, 3. Una obra imperfec- santificantes, 26. Con gracias extraordina-
ta, 4. Una obra genial, 4. Algunos avisos, 5. rias o sin ellas, 26. Contentos con el don
de Dios, 27. Paz bajo la guía de Dios, 27.
Prefacio, 6. Tobías, 27. Un corazón puro, 28. Llave de
I.– Cómo Dios nos habla y cómo debe- los tesoros celestiales, 29. Dios reina en
mos escucharle. Dios habla hoy como un corazón puro, 29.
ayer, 7. María, abandonada en Dios, 7. De- VI.– Pura fe y abandono a la acción
jémonos llevar por Dios en cada instante, 8. divina. El Amigo oculto que nos guía en
Es camino para todos, 8. todo, 30. Todo es para bien, 31. Guiados
II.– Modo de actuar en el estado de por mociones, más que por ideas, 31. La
abandono y pasividad, y antes de que se fidelidad a la obligación lleva a la libertad
haya llegado a él. Estado activo y estado del amor, 31. Crisis dolorosa, 32. Humi-
pasivo, 9. Tiempo de abandono, 9. Es ya llación, 32. Crece el corazón como gusano
Dios quien obra en el alma, 10. Voluntad de seda, 33. De día y de noche, sin saber
divina ya expresada y voluntad divina cómo, 33.
providente, 10. Almas llevadas por Dios VII.– El orden de la Providencia es el
providente, 11. Parecen despreciables e in- que nos santifica. Pequeñez de esta or-
útiles, 11. Desasidas y entregadas a Dios, denación en aquellos que Dios santifica
12. El momento presente, 12. Caminando sin brillo y sin esfuerzos. Ordenación di-
bajo la guía de un amigo, 12. Vía pura y sen- vina providente, 34. Interior instinto, no
cilla, 13. No faltan contra-dictores, 13. Per- reflexiones o libros, 34. La ciencia del
severando en la paz, 14. Dirección espiri- momento presente, 34. Voluntad divina
tual, 14. siempre benéfica, 35. Hace crecer en Cris-
III.– Disposiciones para el abandono y to día a día, 35. Todo es nada sin la voluntad
sus efectos. Docilidad a la voluntad de Dios, de Dios, 36. Indiferencia espiritual, 36.
15. Fidelidad a la gracia del momento, 15. Templos de la Trinidad, 36. Quietistas, 37.
Contradicciones, 16. De guiarse a sí mis- Dios da un camino a cada alma, 37. El pan
mo a ser guiado por Dios, 16. Un reproche vivo del momento presente, 37. Pobre apa-
continuo, 17. Pero Dios obra en el centro riencia de la presencia divina, 38. Conten-
del alma, 17. Dios oculto y disfrazado, 17. tos con el pan que Dios nos da, 38.
IV.– El estado de abandono, su necesi- VIII.– Hay que sacrificarse a Dios por
dad y sus maravillas. Voluntad divina, fies- amor al deber. Fidelidad para cumplir-
74 El abandono en la divina Providencia

lo y parte del alma en la obra de la san- la fe, 58. El momento presente, 59. Lo úni-
tificación. Dios hace todo el resto Él co necesario: santificar el nombre de Dios,
solo. Ofrenda sacrificial continua, 39. Vo- 59. Job, David, 59. El Padre nuestro, 60.
luntad divina obligante y voluntad divina Con libros o sin ellos, con medios o sin
operante, 39. El abandono es fidelidad a toda medios, 60. Encontrar a Dios en todas las
clase de voluntad divina, 39. Santo desasi- cosas, 61. Con más o con menos talentos,
miento, 40. Amor puro es puro don de Dios, 61. Contentos con lo que Dios dispone, 62.
40. Amor puro es total indiferencia, 40. Oyendo a Dios, que nos habla en cada cosa,
Vacío de sí, abnegación perfecta, 41. Vía 63.
simple y universal, 41. Pasividad fielmen- X.– El secreto de la espiritualidad está
te activa, 42. La Pasión del Señor, 42. Cara en amar a Dios y servirle, uniéndose a
fea y cara bella del tapiz, 42. Fieles a los su santa voluntad en todo lo que hay que
mandamientos, dóciles a la ordenación hacer o sufrir. Ver al Señor en todo lo que
providente, 43. Deberes generales y debe- sucede, 63. Esta fe nos guarda en la paz y el
res particulares, 43. Camino fácil hacia la gozo, 64. En la simplicidad del abandono,
santidad, 43. Lienzo o piedra que se aban- 64. El abandono todo lo simplifica, 65. La
donan al artista, 44. Dejémosle hacer a estatua imponente del mundo, hecha de oro
Dios, 44. Siempre fieles a los deberes pro- y bronce, hierro y barro, 66. El Espíritu di-
pios, 45. Quietismo insensato, 45. No más vino vence siempre a la Bestia mundana, 67.
santos por hacer esto o lo otro, 45. Jesús, La victoria cierta de la fidelidad, 67. Luci-
María y José, 46. Hay tres deberes, 46. No fer es la rebeldía contra la voluntad de Dios
querer sino lo que Dios quiera, 47. Si se provi-dente, 68. El alma sencilla reconoce
conociera este camino... 47. Misionero de y acepta en todo la voluntad de Dios, 68. La
la voluntad divina, 48. ciencia suprema: conocer y aceptar la volun-
IX.– La voluntad de Dios y el momen- tad de Dios, 68.
to presente. Tesoro de la voluntad divina, XI.– En el puro abandono en Dios todo
48. Tesoro del momento presente, 48. lo que parece obscuridad es actividad de
Guiarse por la fe, no por los sentidos, 49. la fe. Caminando a ciegas, en total seguri-
María, Jesús, los Magos, los pastores, 49. dad, 69. A obscuras, en la paz del abandono,
María, la Virgen fiel, 50. Dios habla en la 70. Un cántico nuevo: todo va bien, 71. En
Escritura y en la vida, 51. Dios sigue ha- tinieblas absolutas, 71. Soñando o
blando en el presente, 51. Aprender a leer despertados por Dios, 72. Trucos del Amor
en los sucesos diarios, 51. Palabras de Dios divino providente, 72. Quietistas, 72. En
escritas no en libros, sino en el corazón, pura fe, en un purgatorio, 72. Un guía ami-
52. La fe de los santos sabe leer en la vida, go nos guía en la noche, 73. Dios conduce
52. Más atención al hoy que al ayer, 53. en la noche a sus santos, 73. Abandono per-
Atención al Maestro interior, 54. Inmensi- fecto de Jesucristo, 73. Camino fácil, sen-
dad de la acción divina, 54. ¿Por qué se ig- cillo, recto, 74. Camino oculto y obscuro,
nora tanto todo esto? 55. Fecundidad gran- 74. Evangelio vivo y diario, que sigue es-
diosa de la acción divina, 55. Todos podrían cribiendo el Espíritu Santo, 74. La fe sabe
llegar a la santidad por esta vía, 55. El Es- leer este Libro de Vida, 75. Espíritu Santo,
píritu Santo sigue escribiendo historias sa- enséñame a leer el momento presente, 75.
gradas, 56. Eterno plan de Dios hoy, en el
tiempo, 56. Felices con el plan de Dios, 57. Nota bibliográfica, 77.
Vana curiosidad espiritual, 57. Ciencia su- Índice, 80.
prema del plan divino, 58. El justo vive de

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