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TEXTOS INTRODUCTORIOS DE

MAX WEBER Y EMILE DURKHEIM1

Por José María Serbia

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Estos textos están editados en el libro de Introducción a la Sociología de la facultad de Ciencias Sociales de la UNLZ
(2020).
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LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL INDIVIDUO

Una introducción al pensamiento de Durkheim

José María Serbia

1. Introducción

En el presente trabajo se abordan los conceptos centrales de Émile Durkheim, pilar


ineludible del pensamiento sociológico, inicialmente describiremos su propuesta metodológica y
posteriormente su planteo sociológico. Durkheim nació en Epinal, Francia en 1858 y murió en
Paris en 1917 (durante la Primera Guerra Mundial). Fue criado en un hogar judío ortodoxo, logró su
ingreso a la Escuela Normal Superior de Paris (École Normale Supérieure), uno de los centros
educativos más prestigiosos de Francia. Se dedicó al estudio de la filosofía moral y de las ciencias
sociales. Fue nombrado profesor de pedagogía y de sociología de la Universidad de Burdeos y de La
Sorbona de Paris, comienza con sus enseñanzas en sociología, siendo el primero en enseñar esta
ciencia en Francia. Sus principales obras son La División del Trabajo Social (1893), Las Reglas del
Método Sociológico (1895), El Suicidio (1897) y Las Formas Elementales de la Vida Religiosa (1912).
Contemporáneo de Max Weber su mirada sociológica difiere de éste, fortaleciendo la existencia de
uno de los paradigmas clásicos (al igual que ocurre con Marx y Weber) de las ciencias sociales. Su
postura es central dentro de lo que se llama la perspectiva o paradigma positivista. El positivismo
plantea el estudio de la sociedad considerada como una totalidad a la que debe abordarse con el
método científico de las ciencias naturales (con un enfoque metodológico cuantitativo) como
herramienta y la objetividad científica como exigencia. Muchas de sus consideraciones
metodológicas y sociológicas son el resultado de la influencia de Saint Simón (Zeitlin, 2001), quien
sienta las bases del pensamiento positivo para estudiar lo social. Tanto Marx como Durkheim
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plantean que la vida social se explica en su devenir por causas que van más allá de la conciencia y
de la voluntad individual, en el caso de este último, por la forma en que se vinculan los individuos a
partir de una determinada estructura social que los moldea. En su propuesta metodológica
Durkheim afirma que lo social sólo se explica por lo social, con una postura objetivista
(seleccionando las manifestaciones objetivas y observables de los fenómenos, descartando lo
subjetivo) a partir del empleo de las herramientas investigativas ya probadas por las ciencias de la
naturaleza. Su teoría social aborda la complejización de las sociedades modernas a partir de la
dinámica creciente de la división del trabajo y analiza el aumento de la autonomía individual como
fruto del progreso social, señalando el potencial peligro de la descomposición social en este tipo de
sociedades. Es muy interesante la reflexión que Robert Nisbet hace sobre el aporte de Durkheim, a
quien compara con Sigmund Freud, ya que la producción intelectual de ambos tiene “…gran parte de
la responsabilidad por haber encaminado el pensamiento social contemporáneo, desde las
categorías racionalistas clásicas de volición, deseo y consciencia individual, hacia aspectos que
son, en sentido estricto, no volitivos y no racionales” (Nisbet, 2003).

2. Objeto y método

2.1. Perspectiva metodológica

En 1895 Durkheim publica Las reglas del método sociológico donde fundamenta su
propuesta de estudiar lo social con rigor científico. La definición del método y del objeto de la
Sociología, y sus argumentos para justificarlos representan el núcleo de este libro. Para Durkheim
el objeto de la sociología son los hechos sociales, fenómenos que solo esta ciencia puede analizar,
ya que “…una ciencia sólo puede considerarse definitivamente constituida cuando tiene por objeto
un orden de hechos que no estudian las demás ciencias” (Durkheim, 1974). Específicamente, afirma
que por medio de la investigación exhaustiva de un objeto, definido con precisión y especificado con
claridad, es que puede efectuarse un análisis científico de un objeto establecido. Afirma que todas
las ciencias deben regirse por los mismos preceptos y obligaciones metodológicas, y que, por lo
tanto, la sociología como ciencia debe dar cuenta sobre los fenómenos sociales empleando el
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modelo de indagación de las ciencias naturales. Los instrumentos estandarizados y las técnicas
cuantitativas de este tipo ciencias constituyen los parámetros metodológicos a seguir para analizar
todos los fenómenos de la realidad. La observación y la medición son dos reglas procedimentales
indispensables a emplear (no es posible explicar lo social por medio de ejercicios introspectivos o
que empáticamente intenten descifrar que sienten o vivencian las personas). El método científico
para Durkheim debe basarse, principalmente, en la observación empírica de la dimensión exterior y
cuantificable de lo que se va a estudiar (en el caso de la sociología los hechos sociales), por ello,
importa su manifestación exterior, visible y medible, a fin de que se puedan elaborar enunciados
científicos que expliciten con precisión los datos. Durkheim plantea que el científico debe buscar el
aspecto o manifestación medible del objeto a estudiar. Por ejemplo, en uno de sus textos
fundamentales, propone que para estudiar el suicidio (uno de los fenómenos que parece a todas
luces un hecho individual pero que también es social) no hay que abordar las manifestaciones de las
subjetividades involucradas sino que hay que analizarlo a través de una medida estadística estable,
como la tasa de suicidios, permitiendo a través de ésta que el examen pueda abstraerse de lo
particular. Establece, desde un enfoque sociológico, contrariando al sentido común, que las causas
del suicidio están fuera de los individuos. El suicidio como acción individual debe estudiarse en el
ámbito de la psicología, por lo cual la mirada sociológica debe ir más allá de las particularidades o
de los casos individuales concretos, como acontecimientos subjetivos, los suicidios no pueden ser
analizados sociológicamente. El conjunto de suicidios revelados por la estadística permite
estudiarlos como hechos sociales y para revelar su naturaleza social. Así, afirma el sociólogo
francés que en cada sociedad y en cada momento histórico se presenta un determinado tipo de
suicidio2 .

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El suicidio egoísta se produce en sociedades que han sufrido un proceso de desintegración, promoviendo un alto
grado de individualismo, se materializa el “el culto al individuo”, lo que supone que el yo individual se afirma con
exceso frente al yo social. El individuo se percibe desajustado en la sociedad, con un horizonte que remite a su
propia individualidad en una situación de normativas débiles. El suicidio egoísta se materializa por ausencia de una
actividad colectiva significativa, la vida individual queda “…desprovista de freno y de significación. En el suicidio
anómico son las pasiones propiamente individuales las que la necesitan y quedan sin norma que las regule”
(Durkheim, 1994). El suicidio anómico se origina en sociedades con deficiencias en la regulación social (ausencia o
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Para su enfoque, la sociología tiene que poder generalizar sobre lo particular, la


cuantificación y la medición de las cosas sociales son procedimientos imprescindibles para
establecer regularidades que puedan tratarse estadísticamente. Considera Durkheim que el análisis
de la especificidad y de la complejidad de lo social no puede partir del estudio de la subjetividad de
los individuos, éstos no pueden ser el punto de partida de análisis de la sociedad. La visión
durkheimiana es holística, implica una forma de considerar a la sociedad como una totalidad, así
múltiples manifestaciones individuales tiene su raíz en lo social; esta perspectiva se opone al
planteo liberal, el cual conceptualiza a la sociedad como una sumatoria de individuos, por lo que
fenómenos como la pobreza o la desocupación serían el resultado de factores personales.
Durkheim afirma que la sociedad, como totalidad organizada, al complejizarse productivamente
disuelve aquellos factores (como las creencias mágicas y las cosmovisiones religiosas) que
tradicionalmente funcionaban cohesionando y asimilando semejantemente a los individuos con lo
colectivo. La división del trabajo incide en que los factores de homogenización se vuelvan
indeterminados y flexibles, permitiendo el desarrollo del pensamiento propio y de las facultades
personales de operar sobre la realidad, nuevas capacidades se tornan vitales para dar respuesta a
las nuevas exigencias de este tipo de sociedades, los individuos son moldeados para cumplir las
funciones de una sociedad diversificada.

fallas en la reglamentación moral), se da en contextos de crisis económica o cambios sociales muy vertiginosos.
Fluctuaciones económicas, ascendentes o descendentes, pueden producir una tensión en las formas habituales de
vida, produciendo un conflicto en las “…expectativas ordinarias de los que experimentan un súbito descenso o una
súbita elevación de sus circunstancias económicas. De ello se sigue una situación anómica” (Giddens, 1994). El
individuo sufre gran insatisfacción y pierde toda razón para vivir, perdiendo las referencias sociales.

El suicidio altruista se genera en sociedades excesivamente integradas, en ellas el yo individual se somete a lo


colectivo. Un caso típico de este tipo de suicidio es el soldado que entrega su vida por la patria. El suicidio
fatalista se presenta en comunidades en los que hay un control de la sociedad sobre el individuo excesivo. La tasa de
suicidios revela como en contextos determinados hay una constante y una estabilidad que no sería tal si el suicidio
fuese un hecho absolutamente individual. Durkheim concluye que el suicidio varía en relación inversa al nivel de
integración social del individuo.
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Un tema central en el planteo metodológico durkheimiano está centrado en la restricción de


las nociones previas, prejuicios o valoraciones del sociólogo sobre el objeto a investigar, “…los
hombres no esperaron a que existiera la Sociología para tener ideas sobre la sociedad…”, por lo
que, es indispensable eliminar toda forma de conocimiento espontáneo. Las ideas previas o
prenociones, pueden ser estudiadas por la sociología, pero no tienen que formar parte de las
herramientas a través de las cuales se conforma el saber científico. La investigación sociológica
debe trabajar definiciones precisas, donde se explicite el alcance de su significado, con hechos
comparables y procedimientos que permiten la medición de las cosas sociales; explica Durkheim
esta idea en la introducción de su libro El suicidio en donde aclara el tema de las nociones previas y
la actitud del científico ante éstas, así establece que, “…como la palabra suicidio surge
constantemente en el curso de la conversación, podría creerse que todo el mundo conoce su
significado y que es superfluo definirla. Pero, en realidad, las palabras del lenguaje corriente, al
igual que los conceptos que expresan, son siempre ambiguas, y el estudioso que las emplease tal
como las recibe en su uso, sin someterlas a una elaboración ulterior, se expondrían a las más
graves confusiones. No sólo su significado está tan poco circunscrito que varía de un caso a otro
conforme a las necesidades del discurso, sino que, además, como la clasificación cuyo producto no
surge de un análisis metódico, antes bien, se limita a traducir las impresiones confusas de la gente
(…) así, pues si nos dejamos llevar por la acepción recibida corremos el riesgo de distinguir lo que
debe ser confundido o de confundir lo que es preciso distinguir…” (Durkheim, 1994).

El investigador está obligado a ser neutral al analizar la realidad social y no debe


contaminar su producción con sus preferencias valorativas o sus estados afectivos. Los hechos
sociales deben ser tratados como cosas, deben ser enfocados y analizados al igual que las cosas
del mundo material. Durkheim destaca la necesidad de estudiar lo social desde su exterioridad,
como si fueran entidades desprovistas de significación personal para el científico, quien debe
tomar distancia de los mismos. De este modo, al producir un alejamiento entre el científico y su
objeto, se evitar caer en afirmaciones provenientes del sentido común, de las creencias o desde la
emocionalidad de quien investiga. El sociólogo francés distingue entre finalidad y función para
explicar los social, “…cuando se va a explicar un fenómeno social, es preciso investigar
separadamente la causa eficiente que lo produce y la función que viene a llenar. Nos servimos de la
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palabra función con preferencia a la de fin precisamente porque los fenómenos sociales no existen
generalmente con miras a los resultados útiles que ellos producen. Lo que hay que determinar es si
existe una correspondencia entre el hecho considerado y las necesidades generales del organismo
social y en qué consiste esta correspondencia, sin preocuparse de saber si ha sido intencionada o
no. Por otra parte, todas estas cuestiones de intención son demasiados subjetivas para poder
tratarlas científicamente” (Durkheim, 1974).

2.2. Los hechos sociales

Desde la perspectiva de Durkheim se diferencian los fenómenos sociales de los biológicos y


de los psicológicos, aunque éstos condicionen o influyan en lo social, la sociedad debe explicarse
por factores sociales. La sociedad no es la consecuencia de la yuxtaposición de conciencias
individuales. Durkheim conceptualiza que las formas de comportamiento social se encuentran por
fuera de las conciencias y de la voluntad de los individuos (obviamente que era conciente que al
mismo tiempo se materializan a partir de individuos concretos, quienes las llevan adelante en el
transcurso de la vida social). Durkheim establece que el objeto de estudio de la sociología son los
hechos sociales. Estos pueden definirse como las formas de actuar, sentir y pensar, que son
exteriores al individuo y que ejercen una fuerza o presión de influencia sobre él 3. Son modalidades
sociales que ejercen una coacción desde el exterior al individuo, o que son generales en la
extensión de una determinada sociedad, manteniendo su presencia más allá de sus manifestaciones
individuales. Algunos ejemplos clásicos de hechos sociales son el lenguaje, el derecho, el suicidio, el
sistema monetario. De su definición se desprenden las dos propiedades del hecho social, su
exterioridad y su coercitividad.

La exterioridad del hecho social no es planteada como un criterio empírico (Giddens, 1994)
ya que, esto llevaría a pensar en una situación ridícula, en la que la sociedad existe sin personas,

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“En toda sociedad existe un grupo determinado de fenómenos que se distinguen por caracteres bien definidos de
aquellos que estudian las demás ciencias de la Naturaleza (...) consisten en maneras de hacer o de pensar,
reconocibles por la particularidad de que son susceptibles de ejercer una influencia coercitiva sobre las
conciencias particulares” (Durkheim, 1974).
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por el contario, Durkheim afirma que, la sociedad existe en los individuos que la componen, pero
que, lo que da la existencia de lo social es la “combinación” de sus elementos (las relaciones entre
los individuos en un contexto preexistente). La exterioridad significa que los hechos sociales
preexisten al individuo, quien además finaliza su existencia antes que aquellos. Esta propiedad no
significa que los hechos sociales no se instituyan o se materialicen en individuos que reproducen y
dinamizan lo social. Las personas nacemos en una determinada sociedad que funciona con
determinada organización previa, de la cual sólo somos un elemento más y la que nos instituye un
nombre, una identidad cultural, un lenguaje, creencias, formas de sentir y empuja nuestro
comportamiento hacia determinados valores y creencias. Estas formas de comportamiento
exteriores a la conciencia individual poseen un carácter coercitivo sobre la persona, aunque no
siempre las personas son concientes de esa fuerza imperativa sobre sus pensamientos, emociones
y comportamientos.

“La exterioridad del hecho social respecto de nuestra conciencia está claramente marcada
por la anterioridad histórica de las reglas sociales en relación con nuestra existencia. Esto significa
que existe un proceso de aprendizaje por medio del cual aprendemos a actuar conformemente a lo
que se espera de nosotros, sin estar todo el tiempo sometidos a un mandato o a la penosa
obligación de reflexionar sobre lo que nos conviene hacer” (Steiner, 2003).

La coerción o coacción de los hechos sociales no se despliega en el sentido físico sino en un


sentido moral. La coerción, que funciona como modos de regulación social, está en íntima relación
con la integración social. Su presión sobre la conciencia individual, en la mayoría de las ocasiones,
es inadvertida, ya que su presencia se naturaliza en el transcurso de lo cotidiano. Desde los
primeros años de nuestra vida hasta el fin de la misma estamos expuestos y somos conformados
en nuestra subjetividad a partir de nuestros vínculos con los otros (grupo de pares, familia,
instituciones). Las costumbres, valores o creencias internalizadas desde la infancia son vivenciadas
como emergentes de la propia individualidad, como el emergente natural de las cosas. Quizás los
hechos sociales que tienen que ver con las emociones son los más difíciles de ver como tales, ya
que solemos asociarlos a respuestas naturales espontáneas de nuestra individualidad. Por ejemplo,
una de las emociones que se perciben como inherentes al organismo humano es el asco. William Ian
Miller explica, en su libro Anatomía del asco, como esta emoción es más que una simple sensación
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de respuesta natural y espontánea del individuo. Argumenta que el asco, como todas las emociones,
“…son sentimientos que van unidos a ideas, percepciones y cogniciones y a los contextos sociales y
culturales en los que tiene sentido tener esos sentimientos e ideas. Las emociones también tienen
funciones y suelen motivar acciones. Confieren a nuestro mundo esa cualidad peculiar de
animación: le convierten en una fuente de temor, alegría, ultraje, asco y deleite. Pero también
pueden restar al mundo animación habiendo que provoque aburrimiento y desesperación. Y también
sientan las bases de nuestro carácter y personalidad, de nuestras actitudes hacia nosotros mismo
y el mundo que nos rodea”.

Como ya se afirmó, los hechos sociales son producidos por la sociedad y en su


funcionamiento ejercen una presión sobre los individuos para que adopten las configuraciones
subjetivas acordes a lo exigido por lo colectivo. A menudo son imperceptibles y se hacen visibles o
explícitos para la persona cuando trata de resistirse a ellos, o cuando intenta transgredirlos. Esta
presión social puede funcionar de carácter formal (o institucional), materializándose en controles
sociales externos al individuo, como las leyes escritas, la instrucción de la educación, o puede
ejercerse de manera informal, actuando a través de controles sociales internos como las modas, la
vergüenza hacia ciertas manifestaciones o las reglas de convivencia cotidiana. La coerción de los
hechos sociales se vincula en su concreción con las sanciones, “…existen sanciones que favorecen
ciertos comportamientos (sanciones positivas) o que se aplican a los que no actúan de conformidad
con lo que se espera (sanciones negativas). La sanción negativa (…) puede tener muchos aspectos,
que van desde las formas más organizadas de la coacción (el derecho penal o las reglas morales) a
las formas más impalpables (la risa, la burla, etc.) pasando por las convenciones o los usos. La
coacción puede ser solo indirecta, como sucede con el empleo de una técnica de producción no
adaptada a las condiciones de mercado y de la competencia o con el uso de la lengua común”
(Steiner, 2003). Durkheim establece que hay tres categorías de los hechos sociales, los hechos
más lentos en cambiar, que los llama morfológicos, como las creencias y las prácticas que se
constituyen con una determinada organización (la religión, el derecho, las reglas de intercambio
monetario), las corrientes sociales que se constituyen dentro de esta formas estructuradas
(manifestaciones que se traducen en la vergüenza, la inhibición, la euforia o la indignación
pasajeras de una multitud ante determinados eventos) y los movimientos de opinión, que pueden
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ser más duraderos que los anteriores o que pueden disolverse rápidamente (aceptación de ciertas
iniciativas políticas o aceptación de ciertas definiciones sobre la realidad particular).

3. Planteo sociológico

3.1. Definición de sociedad

Durkheim establece, a diferencia de los contractualistas (Hobbes y Locke), que la sociedad


no es un producto de las voluntades individuales, sino que es una realidad sui generis (nueva),
diferente a las realidades individuales. En esta definición está presente la metáfora de que la
sociedad es como un organismo (idea proveniente de Saint Simon). La sociedad no es la suma de
individuos, ya que, éstos al entrar en interacción generan realidades que se independizan de ellos y
que pueden perdurar a la existencia individual; además, en su materialización las sociedades
adquieren características que no se hallan presentes en el plano individual. En oposición al planteo
liberal, desde su enfoque es imposible pensar que la sociedad es el producto de voluntades
individuales, ya que, cada individuo sólo tiene un conocimiento ínfimo o recortado de la vida social y,
en muchos casos, sus ideas sobre la realidad están distorsionadas por sus prejuicios o emociones.
Una idea central de este sociólogo francés es que el individuo es un producto de la sociedad
(aunque en las sociedades modernas nuestro sentido común nos indique lo contrario). El individuo
“…es una abstracción, está sumergido en un grupo que, a su vez, se halla subordinado a la
Sociedad” (Zeitlin, 2001). Durkheim afirma que, hasta el propio egoísmo es, en gran medida, un
resultado de la sociedad.

La sociedad no sería una agregación de elementos (individuos) sino una totalidad orgánica,
que funciona indivisiblemente, aunque con diversos grados de diferenciación, y cuya cohesión o
integración depende de una moralidad compartida. Durkheim afirma la superioridad de la sociedad
sobre el individuo con una idea innovadora, que presenta a Dios como una metáfora de la sociedad,
“…hay una realidad que tiene todas las características que la gente atribuye a lo divino. No es la
naturaleza, ni tampoco es algo metafísico. Es la sociedad misma. Porque la sociedad es una fuerza
mucho más grande que cualquier individuo. Nos trajo a la vida y puede matarnos. Tiene un poder
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tremendo sobre nosotros. Cada uno de nosotros depende de ella de innumerables maneras.
Usamos herramientas y habilidades que no inventamos; hablamos un lenguaje que llegó a nosotros
a través de otros. Casi todo nuestro mundo material y simbólico nos es dado a través de la
sociedad. Las instituciones en las que vivimos –nuestra forma de vida familiar, la economía, la
política, lo que sea- viene de las prácticas acumuladas de los demás, en definitiva, de la sociedad.
Esta es la verdad fundamental que expresa la religión. Dios es un símbolo de la sociedad” (Collins,
2009).

La sociedad, a través de sus instituciones (escuela, justicia, policía) y de la socialización,


impone a los individuos pensamientos, cosmovisiones y sentimientos que dinamizan la conservación
de la sociedad, constituyendo una moral para la sociedad. Los vínculos sociales nos sujetan a los
grupos y a las instituciones de las que formamos parte, haciendo de cada uno nosotros sus
“instrumentos dóciles”. Durkheim asegura que tomar conciencia de “esta subordinación necesaria”
es la “mejor dirección” a seguir. Esta regulación social “…permite pasar del universo infinito de las
pasiones y de los deseos humanos (socialmente determinados, pues la individuación es el resultado
de la solidaridad orgánica) al mundo cerrado y jerarquizado de las pasiones sociales” (Steiner,
2003). En una sociedad ser libre y autónomo no significa hacer lo que a cada uno le venga en gana,
actuar sin frenos ni límites supone todo lo contrario: a partir de la obediencia y del ajuste del
comportamiento individual a las formas sociales (la disciplina del propio hacer) es posible que el
individuo sea libre, ya que, así puede controlarse y actuar en coherencia y armonía con lo que la
sociedad exige. La sumisión del individuo a la sociedad es una dependencia liberadora, el
autodominio es la primera condición de la libertad de la persona; en una sociedad con elevados
niveles de cohesión las desigualdades sociales deben ser la expresión de las desigualdades
naturales, de las capacidades y talentos personales.

Para Durkheim la sociedad es una realidad supraindividual, superior a todos los individuos y
a los grupos que la conforman, su cohesión es el resultado de compartir una moral, esto es, un
conjunto de creencias, sentimientos y formas de comportamientos en común; estos elementos,
“…según Saint Simón y según Durkheim, son el cemento real de una sociedad” (Zeitlin, 2001). Los
fines morales son el resultado de la dinámica de la sociedad y, por lo tanto, ellos están más allá del
alcance de la comprensión profunda del individuo. Para Durkheim, las sociedades no están fundadas
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en un contrato a partir de intenciones volitivas individuales (como lo planteaban los


contractualistas), así como la división social del trabajo no es el resultado de las decisiones
racionales de los individuos. La sociedad es una unidad moral, entendiendo a ésta como una
totalidad histórico-social de prescripciones de conductas específicas y definidas. La Sociedad
produce los alcances y los contenidos del sentido, que motoriza los significados de la existencia
individual y colectiva; a partir de la socialización, con el despliegue de los controles sociales
externos, como la escolarización, comienzan a funcionar los controles sociales internos. La
sociedad se internaliza a través del proceso de socialización (educación escolar y familiar), es
fuente de significados, organizando sentidos para el sujeto. Los sentidos generados socialmente se
materializan en las conciencias individuales aunque, a menudo, el individuo vivencia estos sentidos
como emergentes de su propia individualidad.

“Es la sociedad (…) la que nos saca de nosotros mismos, la que nos obliga a tener en cuenta
otros intereses además de los nuestros; es la sociedad la que nos ha enseñado a controlar
nuestras pasiones, nuestros instintos, a dictar leyes para ellos, a refrenarnos, a renunciar a
nosotros mismos, a sacrificarnos, a subordinar nuestros fines personales a fines superiores”
(Durkheim, 1975).

3.2. Tipos de conciencia

Para Durkheim, en cada individuo existen dos contenidos de conciencia y dos orientaciones
en su subjetividad, los provenientes de su socialización que le preexisten y que funcionan más allá
de su voluntad y las propias de su existencia personal. Existen, por lo tanto, dos tipos de conciencia,
una conciencia individual y otra colectiva, la primera es el resultado de las experiencias de vida que
tiene cada individuo, pero que es el producto de las experiencias colectivas. Las experiencias
personales se nutren del lenguaje incorporado y de las categorías perceptivas (tiempo y espacio
son centrales) que permiten mirar el mundo dentro de determinadas formas. En cada cultura hay
un repertorio de emociones, motivaciones e inhibiciones que son normales de sentir y de ser
expresadas. A través de la socialización (primaria y secundaria) los agentes socializadores las
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externalizan como prácticas sociales y se internalizan en los sujetos socializados como normales4
(Berger y Luckmann, 1995). La sociedad moldea al individuo de distintas formas, permite una mayor
o menor individualidad, de acuerdo con procesos que se suceden a nivel de la organización y del
equilibrio interno de la misma sociedad. A nivel de la psiquis humana Durkheim establece que “…en
toda conciencia hay dos conciencias: la del individuo, y la de la sociedad en el individuo” . La
sociedad se halla en el exterior del individuo, pero también, en el individuo mismo, quien se
constituye interiormente desde la exterioridad social.

La conciencia colectiva funciona como un sistema de acumulación que dinamiza formas


sociales (instituciones, valores, modalidades de hacer, de sentir y de pensar) que son propias de la
vida social, los individuos se encuentran con esas formas preexistentes, como un conjunto de
normas y reglas que son el marco de su existencia. En gran medida funciona, inadvertidamente, el
proceso de socialización que ejerce un moldeamiento de los individuos incorporando esas reglas en
la subjetividad, que funcionan entre generaciones, posibilitando que esas formas se reproduzcan
conservando la identidad colectiva. Aunque la conciencia de cada uno parezca el resultado de la
propia individualidad. “en lo más íntimo, nuestra conciencia misma es social. Pensamos con
palabras, pero nosotros no la hemos inventado. No podríamos pensar si no tuviéramos ideas y lo
que guía nuestra conducta son determinados ideales. Pero ni las ideas ni los ideales podrían haber
sido creados por nosotros mismos en forma aislada” (Collins, 2009). En las sociedades primitivas,
con estructuras sociales simples (con lazos de solidaridad mecánica), la conciencia colectiva
recubre la conciencia individual de cada uno dejando poco espacio para el pensamiento propio, esta
existencia social está organizada rígidamente por imperativos y prohibiciones sociales que
funcionan homogéneamente sobre una multiplicidad de individuos. La fuerza de la conciencia
colectiva implica coerción y, también, extensión. Los sentimientos, los valores y las creencias
colectivas tienen una fuerza extrema que se manifiesta con rigor para quienes perturban las

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Para Durkheim “…la normalidad puede determinarse (…) por referencia al predominio de un hecho social dentro de
las sociedades de un determinado tipo. Cuando un fenómeno social se encuentra en todas las sociedades de un
mismo tipo, en la mayoría de ellas, tal fenómeno puede considerarse como normal para aquel tipo de sociedad…”
(Giddens, 1994).
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interdicciones sociales en todos los comportamientos individuales. En las sociedades complejas,


organizadas por vínculos de solidaridad orgánica, esta fuerza de la conciencia colectiva se
encuentra debilitada por el aumento del espacio de desarrollo de la conciencia individual, se
producen márgenes más amplios de interpretación individual de los imperativos sociales.

3.3. Tipos de solidaridad

El cambio social se materializa en Durkheim en los tipos de sociedad, diferenciadas según el


tipo de solidaridad (vínculos sociales) que se establece entre sus integrantes. Son distinguibles dos
grandes tipos de sociedades, las que se integran a partir de lazos sociales de solidaridad mecánica
y las que lo hacen con solidaridad orgánica. Fundamentalmente, la división del trabajo explica el
pasaje de un tipo de sociedad al otro. Para Durkheim no se pueden explicar los fenómenos de
diferenciación social y de solidaridad orgánica partiendo de los individuos, las sociedades con
solidaridad orgánica emergen de las sociedades con solidaridad mecánica, donde, además, de la
diferenciación productiva colaboran en su transformación el aumento poblacional y las
transformaciones técnicas.

Durkheim establece que la solidaridad mecánica, propia de las sociedades primitivas,


descansa en la omnipresencia de la conciencia colectiva y el escaso desarrollo de la conciencia
individual, como consecuencia de una división del trabajo rudimentaria. Durkheim establece que en
las sociedades tradicionales (solidaridad mecánica) la especialización y diferenciación de las
tareas es elemental. La tradición y la religión ejercen una fuerza social que limita el desarrollo de la
individualidad. La sociedad tiene una gran estabilidad, se presenta como una unidad cultural de
creencias y sentimientos. En este tipo de sociedades la propiedad es comunal, las relaciones de
parentesco y de fuerte localismo son vitales, las tareas no son complejas ni diversificadas, prima la
homogeneidad de intereses y de las formas de ver el mundo, hay una moral en común reforzada
por la regulación de las pequeñas comunidades. Su estructura es simple, se divide en diversos
segmentos sociales, son homogéneos entre sí, cada uno de los cuales desempeña las mismas
funciones. Dentro de cada una de estas comunidades (segmentos) quizás la mayor diferencia es la
del sexo de sus integrantes. Las personas tienen las mismas experiencias vitales, se alimentan, se
visten y se divierten de la misma manera, casi siempre están cohesionadas por las mismas ideas
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religiosas, la igualdad de los miembros crea las identidades y los lazos familiares son muy fuertes.
Las desviaciones son reprimidas con castigos y sufrimientos para preservar la conciencia
colectiva. La conciencia colectiva, para ser preservada, cuenta con mecanismos para reprimir las
desviaciones (desterrar o ejecutar al que infringe las normas es una práctica común).

“Las sociedades en la que los principales vínculos de cohesión se basan en la solidaridad


mecánica tienen una estructura agregada o segmentaria: esto es, se componen de grupos político-
familiares yuxtapuestos (grupos de clan) que son muy semejantes entre sí por su organización
interna. El conjunto de la tribu forma una sociedad porque es una unidad cultural: porque los
miembros de los distintos grupos de clan se adhieren todos al mismo conjunto de ideas y
sentimientos comunes. De este modo, cualquier parte de tal sociedad puede desmembrarse sin que
esto signifique una gran pérdida para los demás; de un modo parecido a como los organismos
biológicos sencillos pueden fragmentarse en varios cuerpos que no dejan de ser unitarios y
autosuficientes” (Giddens, 1994).

En cambio, en las sociedades con solidaridad orgánica la división del trabajo es mayor y se
complejizan las tareas, los individuos se diferencian por su especialización productiva generando un
entramado de interdependencias funcionales y de cooperación de las fuerzas laborales en
diferentes tareas y roles, que producen la integración del individuo con los demás. El seguimiento
de las reglas sociales y la moralidad sobre las labores es fundamental para el correcto
funcionamiento de la totalidad social, en la que todos sus miembros participan de una manera u
otra para que se dé el cumplimiento normativo exigido por la sociedad. En las sociedades modernas
(con elevada división del trabajo) la integración moral se constituye y se dinamiza a través de las
diferencias y la interdependencia. Es una forma de solidaridad más compleja y enriquecedora
(permite el desarrollo de los individuos), ya que descansa en la división complementaria de las
tareas. A través de la especialización laboral se enlazan entre sí los individuos, nadie es
autosuficiente, todos necesitan de todos, por ello, la dependencia es mayor que en las sociedades
simples. La conciencia individual que así se desarrolla contribuye a la unidad social, al mismo
tiempo que satisface las necesidades individuales.
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“En la sociedad tradicional la gente se encontraba sujeta a la tiranía del grupo: la


individualidad estaba subordinada a la presión de la conciencia colectiva. La expansión de la división
del trabajo y el debilitamiento de la conciencia colectiva permitieron escapar de esa tiranía, pero la
disolución del viejo orden moral amenazaba al individuo con otra tiranía, la de sus propios e
inagotables deseos. Un individuo sólo podía ser libre si se constituía como un actor autónomo,
capaz de controlar sus impulsos” (Giddens, 1997).

En las sociedades complejas, con solidaridad orgánica, hay una interdependencia funcional,
existen grupos diferentes, con morales diferentes pero que deben ser superpuestas o coherentes
con la moral o conciencia colectiva. En este tipo de solidaridad no debe suprimirse la competencia,
sino que debe moderarse. Más allá que haya una moral para cada clase y profesión, debe haber
también una moral de la totalidad, común a todos. La conciencia colectiva es general e
indeterminada. Como esas morales particulares pueden entrar en conflicto hay una instancia que
asegura el orden entre esos elementos heterogéneos, el Estado y los grupos secundarios
(laborales). Durkheim afirma que la conciencia colectiva en las sociedades modernas se transforma
con respecto al pasado. Un valor central de la misma está asociado al “culto al individuo”, el cual
supone una solidaridad con el sufrimiento del otro, basado en el deseo de igualdad y justicia entre
las personas. Los ideales de la Revolución Francesa (1789) de libertad, igualdad y fraternidad guían
este proceso de evolución social.

Los tipos de solidaridad se expresan para Durkheim en los fenómenos jurídicos,


distinguiéndose dos formas básicas de derecho, cada una de ellas característica de cada uno de los
tipos de solidaridad. El derecho represivo o penal castiga las faltas, los crímenes y ofensas a la
conciencia colectiva. El derecho restitutivo se orienta en el restablecimiento de un estado de las
cosas, cuando se ha cometido una falta se busca reparar el daño cometido. En las sociedades de
solidaridad mecánica prevalece el derecho represivo, el cual sanciona cualquier infracción sobre el
sistema de valores y de creencias compartido por la totalidad social. El castigo reviste una gran
importancia para el mantenimiento de la conciencia colectiva, el trasgresor es escarmentado
severamente si se considera que su acción ofende o perturba el funcionamiento moral. Prevalecen
las sanciones visibles, las manifestaciones de fuerza de la sociedad sobre aquellos que la ponen en
peligro, tanto en su extensión como en su particularización. La fortaleza de la conciencia colectiva
17

permite extender el alcance de lo que se considera un delito, es decir, aquellos actos que violan una
norma, sentimientos o prohibiciones que colisionan con la conciencia colectiva. La función del
castigo es la de satisfacer la conciencia común, que se ha vulnerado por el acto cometido por uno
de los miembros de la comunidad, el infractor. El derecho represivo o penal exige un castigo visible
y físico del culpable, que funciona socialmente como una reparación ofrecida a los sentimientos
colectivos puestos en peligro. La administración y materialización de la justicia penal se dinamiza
por el accionar de la comunidad, a diferencia del segundo tipo de sociedades (con solidaridad
orgánica), donde la administración de la justicia se encuentra a cargo de un cuerpo de
especialistas, lo que es coherente con la profesionalización característica de la división del
trabajo. En contraste con las sociedades con solidaridad mecánica, en las sociedades con
solidaridad orgánica el derecho restitutivo es central, ya que éste exige a los individuos que
cumplan con la ley o que restituyan a aquellos que han resultado perjudicados por sus acciones, su
orientación jurídica busca reparar o reestablecer las relaciones dañadas. En estas sociedades se
producen formas morales y jurídicas cuyos principios legales tienden a la restitución, ya no se
castiga con la intención de ejercer una venganza, sino para reconstruir un equilibrio anterior. Las
personas no suelen reaccionar emocionalmente ante el incumplimiento de las leyes. Con el derecho
restitutivo se pretende reintegrar un estado de cosas considerado justo por la sociedad.

3.4. La importancia de la división del trabajo

La división del trabajo es para Durkheim central en su teoría, ya que le permite explicar el
desarrollo de las sociedades y sus formas de cohesión social. La división laboral posibilita la
especialización, la integración y la cooperación de los individuos en diferentes tareas y roles.
Durkheim establece que hay factores que influyen en el aumento de la división del trabajo, como la
creciente densidad demográfica (concentración de la población), la formación y el desarrollo de las
ciudades y los cambios tecnológicos, que, por ejemplo, permiten reducir los tiempos para
transportarse. Estos factores son los motores que generan la densidad moral, y sobre todo su
complejidad, a través de la incorporación de las vías de comunicación y de transmisión social de
manera constante. Fundamentalmente, la división del trabajo resulta de una combinación del
volumen, la densidad material y la densidad moral de la sociedad. El volumen es el número de
individuos pertenecientes a una colectividad, la densidad material y moral es la intensidad de las
18

comunicaciones y los intercambios activos de los individuos (a mayor número de relaciones entre
los individuos, mayor probabilidad de que trabajen juntos, más estrechas las relaciones
comerciales y competitivas, y mayor la densidad), en la lucha por la existencia la diferenciación
social permite que un número más elevado de individuos sobrevivan diferenciándose. En este tipo
de sociedad el problema fundamental radica en cumplir el ideal de fraternidad humana,
manteniendo cierto nivel de funcionamiento de conciencia colectiva, sin la cual la solidaridad
orgánica conduciría la disgregación social.

“…la creciente división del trabajo, según opinaba, conducía a una solidaridad de intereses
entre todas las clases (partes) de la sociedad. Llama a las clases funciones y las ve como
coordinadoras, cooperativas y unificadoras, nunca antagónicas (…) si el sistema industrial sólo era
un sistema de funciones, todo lo que se necesitaba para asegurar su armonioso funcionamiento era
una regulación apropiada” (Zeitlin, 2001).

La división del trabajo genera una solidaridad más compleja, integra a los individuos a lo
social por interdependencia, a partir de las diferencias. Posibilita el desarrollo de una situación en
la que los individuos puedan desplegar sus talentos y potencialidades, encontrando satisfacción y
conformidad con el orden social. Esta dependencia mutua es creciente como resultado del aumento
de la división del trabajo. Para Durkheim en las sociedades complejas es cada vez más necesario
organizar y coordinar las acciones de una multiplicidad de personas y grupos ocupacionales para el
funcionamiento predecible y armonioso del orden social. Estos ajustes productivos deben estar
revistos de una moralidad que permitan la efectividad del autocontrol exigido socialmente. La
división del trabajo funciona adecuadamente cuando cada persona, según sus talentos, accede a
una tarea acorde a sus capacidades y que, por consiguiente, lo satisface. Esta situación facilita que
los trabajadores incorporen la moralidad específica a su tarea (que debe ser compatible con la
moralidad colectiva) y contribuyan al enriquecimiento de una cohesión diferenciada de la sociedad.
La división del trabajo puede, por diferentes circunstancias, presentar desajustes, como cuando los
talentos no se corresponden con las tareas, produciendo lo que Durkheim llama división forzada del
trabajo (funcionamiento que genera conflictos en la sociedad). Durkheim no considera que existan
los antagonismos entre las clases sociales, como afirma el marxismo, los conflictos no son
normales, su existencia se debe a un funcionamiento desajustado de la división del trabajo.
19

Durkheim confía que en las sociedades complejas cada uno debe ocupar el lugar al que
naturalmente está preparado para ocupar. Las diferencias resultan, así, de la direccionalidad de los
más capaces en la ciencia y en la industria, éstos dirigen a la sociedad, pero no poniéndose por
encima de los otros, ya que esa sólo es su función. Este funcionamiento permite que cada uno
atempere y modere sus instintos egoístas, posibilitando que una moral secular integradora de las
funciones diferenciales de la sociedad. Una ética de la satisfacción con la tarea realizada hace que
los individuos se conformen con su destino y no pretendan más allá de lo que merecen o que
puedan obtener por su capacidad. Se requiere que la satisfacción no pase por tener menos o más,
sino que, los individuos se convenzan que no tienen derecho a más de lo que pueden conseguir.
Deben reconocer la superioridad moral de la autoridad, generándose una “…intensa fuerza moral
capaz de moderar y regular las diversas funciones y de someter el egoísmo y los intereses
especiales” (Zeitlin, 2001).

3.5. El Estado y los grupos secundarios

Durkheim considera que la sociedad tiene una autoridad moral sobre sus integrantes, pero
que necesita para su desarrollo de una autoridad más concreta, la del Estado 5. La autoridad estatal
resulta de la sociedad, y se hace necesaria ya que los hombres son naturalmente seres abocados a
la satisfacción de sus instintos egoístas, si es que nada los limita. El Estado emerge dentro de una
determinada sociedad, expresando la vida social que lo produce. El Estado debe generar nuevas

5
“No es exacto decir que el Estado encarna la conciencia colectiva, pues ésta lo desborda por todos lados. Ésta es
difusa en gran medida; hay, en cada instante, multitudes de sentimientos sociales, de estados sociales de todo tipo
de los cuales el Estado no percibe más que el hecho debilitado. El Estado no es la sede no más que de una conciencia
especial, restringida, pero más alta, más clara, que tiene de sí misma un sentimiento muy vivo. Nada tan oscuro e
indeciso como estas representaciones colectivas que se hallan esparcidas por todas las sociedades: mitos, leyendas
religiosas o morales, etc. No sabemos ni de dónde vienen, no adónde tienden; no las hemos pensado. Las
representaciones provenientes del Estado son siempre más conscientes de sí mismas, de sus causas y de sus
objetivos (…) el Estado es un órgano especial encargado de elaborar ciertas representaciones que tienen valor para
la colectividad. Estas representaciones se distinguen de las otras representaciones colectivas por su mayor grado
de conciencia y reflexión” (Durkheim, 2007).
20

ideas y, a la vez, debe guiarse por la dinámica de la sociedad. Considera que es inevitable para el
funcionamiento de las sociedades complejas la constante ampliación de las esferas de intervención
del Estado como un fenómeno irresistible que debe complementarse con el funcionamiento de
grupos secundarios. Los grupos secundarios o profesionales para Durkheim son asociaciones,
desde las cuales se materializan moralidades especificas, generadoras de solidaridad y regulación,
que sirvan para equilibrar la relación entre el individuo y el Estado. Estas corporaciones
profesionales o laborales deben agrupar a empresarios y obreros en las diferentes ramas de la
economía, su función radica en establecer principios legales y morales acordes a la actividad en
cuestión. Por ello, estos vínculos pueden limitar los conflictos entre los diferentes actores
económicos, ya que los contactos entre ellos deben ser recurrentes para consensuar objetivos,
para organizar la actividad en común. Su función primordial es el fortalecimiento de la
reglamentación moral de las actividades productivas. Estas corporaciones productivas no son
autónomas ni están enfrentadas al Estado, se hallan subordinadas y resguardadas por la autoridad
moral y legal de la esfera estatal. Estos grupos son instancias sociales intermediarias que evitan
que el Estado asfixie a los individuos o que se comporte de forma tiránica frente a ellos, son como
poleas entre los objetivos de la planificación estatal en general, las metas de cada sector
productivo y la necesaria autonomía del individuo.

“Los gremios de oficio deben convertirse una vez más en una institución pública. Basados
en la estructura de clases existente, su función sería establecer principios morales y legales de
carácter general que regularan las relaciones entre las diversas ocupaciones y clases” (Zeitlin,
2001).

La autoridad moral, ejercida principalmente por el Estado y, en menor medida, por estas
asociaciones ocupacionales, es fundamental para el sostenimiento del orden social. El
funcionamiento de la sociedad no puede respaldarse exclusivamente en la fuerza, debe basarse en
la creencia de la moralidad de la autoridad. Para Durkheim, el Estado tiene dos funciones centrales,
la protección de los ciudadanos y la dirección de la sociedad para que concrete sus fines. Los
intereses comunes a toda nación deben personificarse en el Estado. La sociedad encomienda a
determinados individuos el poder de dirigirla para que cumplan sus intereses e ideales. La nación
21

se cohesiona como resultado del funcionamiento de “lazos ideales”, no necesariamente racionales,


como los hábitos, las costumbres, los símbolos y los relatos que materializan el amor a la patria.

Deben procurarse los conocimientos que permitan identificar estos intereses e ideales y
colaborar para seleccionar los medios más adecuados dentro de determinadas circunstancias. La
función de un gobierno es doble, debe proteger a los ciudadanos, los unos de los otros y, al mismo
tiempo, conducir a la sociedad a la realización de su propio fin. Cada sociedad tiene fines e
intereses que le son propios, que en su alcance no son accesibles al individuo. El Estado es central
para inculcar una forma moral de vida, para que empleadores y obreros, grupos e individuos con
intereses diferentes moderen sus apetencias y encuentren en las normas morales una fuerza para
disminuir los conflictos y fortificar la solidaridad social, por ello debe realizar una planificación
racional y extender sus raíces en todas las direcciones de la producción y evitar que ningún grupo
secundario o ocupacional tenga ventajas o privilegios.

“…hay en cada momento corrientes sociales que llevan a la colectividad en tal o cual
sentido determinado, y que no emanan del Estado. Muy frecuentemente, el Estado experimenta su
presión, más bien que darle impulso. Hay así toda una vida psíquica que está difusa en la sociedad.
Pero hay otra que tiene por sede especial el órgano gubernamental. Es allí donde se elabora, y si
influye sobre el resto de la sociedad no es más que secundariamente y de modo de repercusión (…)
hay, pues, una vida psíquica colectiva, pero esta vida no está difusa a todo lo largo del cuerpo
social; aun siendo colectiva, está localizada en un órgano determinado. Y esta localización no
proviene de una simple concentración en un punto determinado de una vida que tiene orígenes
fuera de este punto. Es en parte en este mismo punto donde nace. Cuando el Estado piensa y se
decide, no se debe decir que es la sociedad la que piensa y se decide por él, sino que éste piensa y
se decide por ella. No es éste un simple instrumento de canalizaciones y concentraciones. Es, en
cierto sentido, el centro organizador de los grupos mismos” (Durkheim, 2007).

3.6. Anomia e individualismo moral

La libertad y el individualismo son pilares del desarrollo histórico de las sociedades


modernas, según Durkheim este desarrollo social nos ha liberado de las tradiciones y de las
22

imposiciones de un medio social asfixiante a la individualidad. La existencia de sociedades


complejas (solidaridad orgánica) promueve la diferenciación y el desarrollo de la individualidad.
Esta complejidad y diferenciación social son más enriquecedoras pero presentan el riesgo de en su
seno se desencadenen procesos de debilitamiento de la moralidad y de la cohesión social. La crisis
de las reglamentaciones morales como consecuencia del desarrollo de tendencias egoístas puede
acelerar procesos anómicos, de disgregación social. Para Durkheim el individualismo es una
tendencia irreversible. El aumento de la esfera individual no significa la libertad absoluta del
individuo, la falta de límites tiene un impacto negativo en la sociedad y en el individuo. Dejarse
arrastrar por sus instintos hace que uno sea un esclavo de sus pasiones. El individuo para ser libre
y para ejercer su libertad debe someterse a los principios sociales que permiten el funcionamiento
social. La disciplina de las reglamentaciones morales específicas (grupos secundarios) y generales
(Estado) son inevitables para materializar el “individualismo moral”, que descansa en los valores de
la revolución francesa, como la fraternidad, la justicia, los derechos individuales y el valor supremo
de la vida humana.

“El sentimiento del valor supremo del individuo humano es así un producto de la sociedad, y
es ésta la que lo separa decisivamente del egoísmo. El culto al individuo no se basa en el egoísmo,
sino en la difusión de sentimientos completamente contrarios al egoísmo: la compasión por el
sufrimiento humano y el deseo de justicia social” (Giddens, 1994).

Para Durkheim la anomia significa la ausencia de normas orientadoras del comportamiento


moral de los individuos. La anomía se asocia al debilitamiento normativo y a la crisis de las formas
reguladoras de las interacciones sociales. El proceso anómico se desencadena por el
funcionamiento incorrecto de las instituciones sociales a cargo de la reglamentación moral de la
sociedad. El avance de un individualismo desprovisto de moralidad puede generar efectos negativos
en términos de egoísmo (deseos no refrenados por lo social) y de anomia, la cual supone una
perplejidad e inseguridad en el fundamento de los comportamientos y decisiones ante la realidad.
La anomia implica una situación social desorganizada, que alienta un comportamiento no social, es
la disolución de los controles sociales que no pueden armonizar los conflictos y las diferencias
entre grupos e individuos. En el pasado las formas sociales tradicionales asfixiaban al individuo en
términos de autonomía pero brindaban seguridades y certezas, al entrar éstas en crisis y
23

disolverse en términos de su capacidad de coerción se disparan efectos positivos (capacidad


crítica para enfrentar las imposiciones sociales) y negativos (angustia, confusión ante la
multiplicidad de valores, disgregación de vínculos desarraigo, inquietud, inconformidad). En las
sociedades contemporáneas emergen factores de propensión a la anomia como la incertidumbre
del individuo frente a su realidad, su aislamiento moral, la falta de direccionalidad social, un “vacío
de futuro” y las dificultades para que las personas puedan proyectarse vincularmente en un futuro
con certidumbres. Como establecen Boltanski y Chiapello (2002), la liberación de las tradiciones
producen un efecto paradójico en términos de anomia, “…si las conquistas de autonomía han traído
consigo un número creciente de personas en situaciones de ansiedad, no parece que todo el mundo
haya logrado acceder a las promesas del desarrollo personal”.

Como ya establecimos, para Durkheim el Estado moderno no está en oposición al individuo,


al contrario, es la instancia estatal quien garantiza la conquista de los derechos individuales. El
Estado es quien debe garantizar que las relaciones contractuales laborales se den en un marco de
justicia y moralidad El “culto al individuo” tiene su causa en lo social y, por ello, es tarea del Estado
promover el individualismo moral, protegiendo los derechos civiles de los individuos y permitiendo
que cada uno de ellos administren su libertad con moralidad. La educación es central para que el
individuo se conforme con su destino específico y acepte las normas morales. La educación,
permite internalizar ciertos principios morales que facilitan la aceptación de la autoridad social
para producir y mantener un orden social estable. Estos principios, cuyos orígenes son sociales,
estarían implicados “…en el bienestar de los demás: era la moralidad de la cooperación (…) el
individualismo (…) se basaba en los sentimientos de solidaridad con el sufrimiento humano, en el
deseo de igualdad y de justicia” (Giddens, 1997). La educación moral para Durkheim debe ser
instrumentada estatalmente como parte de un proyecto de fortalecimiento moral de la sociedad,
con eje en el respeto del individuo y de éste hacia los otros. Un moral no religiosa funcionaría como
un cemento social, uniendo por vínculos de dependencia y necesidad mutua, contando con la
educación como herramienta vital para la integración y el sostenimiento de una homogeneidad
mínima para su reproducción a partir del fortalecimiento de la menguada conciencia colectiva. La
educación estatal debe desarrollar individuos autónomos con una disciplina que refrene su egoísmo
y permita vivenciar la importancia de los otros, “…Durkheim arraiga la necesidades egoístas en la
24

estructura biológica (es decir prosocial) del organismo de cada persona; pero deja también bien
claro que el egoísmo es en gran parte producto de la sociedad; por ejemplo, el impulso hacia la
prosperidad económica individual es una creación de la sociedad moderna (…) el individualismo no
es lo mismo que el egoísmo, pero el incremento del primero amplia el alcance de las inclinaciones
egoístas. La situación de anomía que predomina en ciertos sectores de las sociedades modernas
refleja precisamente la extensión del ámbito de los motivos y gustos personales, lo cual es
consecuencia de un largo proceso de desarrollo social” (Giddens, 1994).

Según Durkheim en las sociedades modernas, donde el individualismo (el culto al individuo)
es preponderante, el alejamiento de los procesos anómicos depende del grado de éxito que tenga el
Estado y los grupos secundarios en socializar a los individuos para que tomen conciencia de su
dependencia frente a la sociedad en su conjunto. A través de la especialización de las tareas
revestidas de una moralidad específica y a través de una educación estatal que posibilite una
moralidad general se pueden moderar las ambiciones y el egoísmo humano, generando una división
de funciones concretadas en un equilibrio de interdependencia moral. La multiplicación de valores
debe integrarse en un proceso donde el individualismo moral se materialice con autonomía
personal y, a la vez, con una conciencia de la dependencia de cada uno con respecto a los otros.
Para Durkheim el planteo liberal propone una existencia social que desprecia la vital presencia de la
moralidad, sólo plantea la existencia del interés individual. Los principios morales son los
elementos que permiten constituir un colectivo social (que ejerza la función de autoridad moral)
donde se regulen los apetitos insaciables de los individuos. Durkheim asevera que el Estado tiene la
responsabilidad de establecer y proteger los derechos individuales. Su desarrollo es análogo al
incremento de la división del trabajo y, por ende, de los lazos de solidaridad orgánica. Recomienda
la abolición de la herencia por suponer que ésta obstaculiza la división natural del trabajo, las
propiedades deben ser manejadas por las autoridades de las organizaciones ocupacionales.
Durkheim afirma que la división del trabajo puede encontrar en las injusticias (entre las que
menciona la herencia) de su funcionamiento motivos para la existencia del conflicto y la
desintegración. El Estado no debe tolerar desigualdades muy profundas, las diferencias saludables
son las que resultan de las disposiciones y los talentos naturales de los individuos. Para Durkheim
25

el desarrollo de la división del trabajo debe producirse espontáneamente, las personas deben poder
elegir su trabajo y su forma de vida.

4. Conclusiones

El panorama económico actual se caracteriza por un sistema industrial Postfordista


(Sennett, 2007) que se transforma tecnológica y organizacionalmente (emergencia y consolidación
de un modelo, caracterizado por la organización flexible del trabajo, la terciarización, la
automatización y la robótica aplicada a la producción) y por la importancia que cobra la
rentabilidad económica producto de los negocios financieros (Sennett, 2007). La aceleración en el
proceso de concentración de capital (dinamizado por las transacciones y la rentabilidad financiera)
requiere de la mejora permanente de la tecnología productiva y comercial, a fin de bajar los costos
y aumentar la competitividad frente a los otros oferentes. Los mecanismos de mercado sin
regulación o control estatal operan de forma no planificada, generando una elevada incertidumbre
en las transacciones económicas dependientes del volátil capital financiero; esto impacta en las
estructuras burocráticas empresariales, que son reemplazadas por instancias flexibles de
prestaciones temporales de servicios basados en contratos de trabajos precarios. Se transforma
la estructura empresarial y las modalidades de gerencia para enfrentar contextos de turbulencia
en formas maleables de organización. Los trabajos especializados se integran en programas o
proyectos de baja estabilidad y de un alcance recortado. La mano de obra es encauzada a través de
agencias externas de contratación laboral, quienes proveen demandas puntuales de empresas a
partir de sus necesidades. Las nuevas pautas laborales (contratos terciarizados, de alcance
temporario, con tareas descentralizas y responsabilidades compartidas en entornos grupales
competitivos) impactan en la subjetividad y la vida personal. Desde la cosmovisión neoliberal todas
las personas deben manejarse como empresarios de su propia vida, independientemente de su
condición material o social, ya que el éxito sólo depende de la explotación que cada uno haga de su
propio potencial.
26

La nueva cosmovisión laboral rompe la empatía y la solidaridad social entre compañeros de


trabajo, instaurando comportamientos egoístas al interior de los espacios laborales, facilitando y
fortaleciendo los procesos de precarización laboral. Las doctrinas gerenciales elogian la
cooperación, la comunicación empática y el trabajo en equipo para vender la precarización como
una oportunidad para reinventarnos continuamente. En las organizaciones contemporáneas la
pretendida “gestión de uno mismo” (hacerse cargo individualmente de los riesgos de la trayectoria
laboral, omitiendo o invisibilizando la responsabilidad de la economía y del Estado en el contexto en
el que el trabajador actúa) disuelve la separación entre los tiempos libres y los tiempos de
obligación laboral. La idea de la nueva gerencia laboral es fusionar lo emocional con las
disposiciones técnicas del sujeto, las prácticas laborales e íntimas en un entrelazamiento para
conseguir el empleado total. El panorama brevemente descripto se produce en articulación con un
modelo estatal neoliberal, que remite a un modelo de sociedad considerada como una agregación
de individuos, este modelo socioeconómico está basado en los siguientes pilares: desregulación
económica, presencia menguante de la intervención del Estado, políticas sociales focalizadas,
intervenciones asistencialistas hacia los excluidos y prestaciones de servicios básicos (salud,
educación, transportes) privatizados o mixtos. El Estado se repliega y se reemplaza la lógica del
ciudadano por la del consumidor. La acción estatal de intervención sobre lo social funciona dentro
de un esquema de solidaridad voluntaria y filantrópica hacia los individuos que menos tienen. El
individuo debe hacer frente a las incertidumbres autónomamente, debe poder adaptarse a las
turbulencias de la vida con sus propios recursos (Rosanvallon, 2007). Según Robert Castel (2004)
estas iniciativas motorizan una dinámica de descolectivización, reindividualización y aumento de la
inseguridad, a los cuales podríamos agregar otras consecuencias, como la insatisfacción con el
trabajo y un panorama incierto sobre el futuro 6; factores que son, para la perspectiva de Durkheim,

6
“Más de la mitad de los españoles cree que no accederá a un trabajo acorde con sus habilidades, un tercio de
los jóvenes graduados se sienten sobre cualificados para el empleo que desempeña y casi los mismos se ven
estancados y con pocas opciones de aprender más. Son los datos que arroja una macroencuesta europea realizada
recientemente a casi 50.000 trabajadores de los 28. Las respuestas de España dibujan un panorama pesimista con
datos generalmente peores que la media europea. Los expertos reclaman más formación práctica en los estudios e
implicación en el aprendizaje a lo largo de la vida (…) la encuesta europea de habilidades y empleos ahonda con casi
27

disparadores de estados de anomia; “En el plano subjetivo, el aligeramiento de las constricciones


sociales se compensa con la extensión de la responsabilidad individual y el aumento de las cargas
psíquicas, haciendo gravitar en torno al sujeto el peso del mundo social (…) los sujetos no son
titanes, (…) vencidos por el compromiso que cargan, no sólo se revelan como incapaces de
responder a las exigencias desmedidas, sino como totalmente impotentes. El sujeto encuentra
apoyos o estalla” (Papalini, 2015). Durkheim establece que el peligro de la disgregación social
resulta cuando los individuos se encuentran carentes de normas morales y organizaciones que
direccionen, contengan y protejan su vida ante las incertidumbres del desarrollo de sociedades muy
dinámicas. El individuo no encuentra más referencias en su horizonte que él mismo. Robert Castel
(2004) explica que el repliegue del Estado y la pérdida de fuerza de los lazos sociales para generan
cohesión social produce una frustración colectiva, intensificando un malestar que busca
responsables o chivos expiatorios. Afirma que el resentimiento es una respuesta social que no
predispone al sujeto a la generosidad hacia los otros, por el contario, induce una actitud defensiva 7
y crítica que se dirige hacia los grupos o categorías sociales más próximos a su situación social.

En sociedades que se transforman incesantemente, que se modifican las relaciones


sociales y productivas con cada vez mayor intensidad, se requiere de una presencia reguladora del
Estado. Pierre Rosanvallon (2007) ante esta situación establece la necesidad de “…encontrar un

50.000 encuestados en los desajustes entre el conocimiento del trabajador y el empleo al que accede. Además del
desajuste que perciben los universitarios, un 40% de los españoles creen que tiene más habilidades de las que
necesitan en su trabajo habitual (39% en Europa), aunque también más de la mitad (53%) consideran que estas
quedarán anticuadas en cinco años”.

http://economia.elpais.com/economia/2015/10/30/actualidad/1446234123_613806.html?id_externo_rsoc=FB_CM.
7
“…es incongruente pedirles a los grupos más desfavorecidos que sean sus propios sociólogos y que elaboren ellos
mismos la teoría de su situación (al proletariado industrial del siglo XIX le llevó mucho tiempo hacerlo, antes de
constituirse en clase obrera). Se puede comprender perfectamente que una reacción social tome el atajo más corto
y saltee largas cadenas de razonamiento que habría que desplegar para dar cuenta de todos los componentes de
esta situación, que escapa a menudo incluso a los economistas prestigiosos y a los profesionales de las ciencias
sociales” (Castel, 2004).
28

nuevo cemento colectivo. El problema es que los lugares de lo que se llama civismo ordinario –la
conscripción, la escuela, el barrio mismo- se han descompuesto progresivamente. Las instituciones
en las cuales el individuo podía proyectarse para identificarse con la nación (…) se volvieron más
frágiles y más banales”. La socióloga Vanina Papalini (2015) plantea ante este marco de
desconcierto y de “endeble situación existencial…” cuatro opciones. Una es la vía revolucionaria, a
la que califica como un intento heroico de destrucción del presente orden social que cuenta con
ínfimas probabilidades de éxito. Una segunda opción es el aumento de la tolerancia (resiliencia) del
individuo, echando a mano de apoyos, tales como medicamentos, drogas, terapias y religiones. La
tercera opción es volver al modelo estatal 8 y económico previo al neoliberalismo, el Estado
protector o social (Castel, 2004). Una última opción es fortalecer las agrupaciones de cooperación
mutua basados en la identificación de problemas comunes, pero que parta de una acción local
trascendiendo el tema y el espacio social para su articulación y coordinación con otros grupos.
Podríamos pensar, en vista a lo que estableció Durkheim hace más de cien años, que los dos
últimos caminos deberían complementarse necesariamente.

5. Bibliografía

Berger, Peter y Luckmann, Thomas. La construcción social de la realidad. Ed. Amorrortu, Bs.
As., 1995.

8
El Estado neoliberal se constituye en oposición crítica al Estado de Bienestar o Social (que a partir de la Segunda
Post Guerra Mundial funciona articuladamente con políticas económicas keynesianas), este tipo de Estado (Social)
interpela al ciudadano como titular de derechos, asentándose en políticas universales (provisión de bienes,
transferencias monetarias y prestaciones de servicios públicos en áreas vitales para la construcción de la cohesión
social, como la educación) a fin acolchonar las diferencias que produce el mercado. Este modelo estatal tiene como
fundamento la seguridad (civil y social), “…liberados de toda regulación colectiva, los individuos viven bajo el signo
de la amenaza permanente porque no poseen en sí mismos el poder de proteger y protegerse (…) la seguridad es la
condición primera y absolutamente necesaria para que los individuos, desligados de las obligaciones- protecciones
tradicionales, puedan hacer sociedad” (Castel, 2004).
29

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31

RACIONALIZACIÓN Y JAULA DE HIERRO EN MAX WEBER

por

José María Serbia

1. Introducción

En la fenomenal serie True Detectives Rust Cohle (el personaje de Matthew McConaughey),
un investigador de homicidios, entabla diálogos muy crudos con su compañero de trabajo Martín
Hart (interpretando por Woody Harrelson), en uno de ellos el detective Cohle plantea su
cosmovisión oscura y cínica sobre la existencia humana, que se opone a los mitos y a las creencias
de la religión pero también al mito del progreso (mejora lineal, irreversible y progresiva del ser
humano) como se ha entendido en la Modernidad occidental. El personaje de McConaughey formula
una perspectiva racional, coherente con el desarrollo del conocimiento científico, que implica una
mirada muy áspera sobre el sentido de la existencia de desencanto con el mundo. Si el saber de la
ciencia sobre el surgimiento de la existencia humana se desplegara en una reflexión existencial
este sería coherente con la frase de Rust Cohle, “…creo que la conciencia humana fue un trágico
paso en falso de la evolución. Nos volvimos demasiado conscientes de nosotros mismos, la
naturaleza creó un aspecto separado de ella, somos criaturas que no deberíamos existir de
acuerdo a la ley natural. Somos cosas que funcionan bajo la ilusión de tener un ser propio, una
acumulación de experiencias sensoriales y sentimientos, programada para asegurarnos que somos
alguien, cuando en realidad nadie es nadie”. Esta reflexión expresa una contemplación sobre el ser
humano desprovista de cualquier connotación religiosa, mágica o que remita al orden de lo
inexplicable, supone una lectura cientificista que implica una mirada racional sobre el sentido de la
existencia. El tema de la racionalidad en la vida social se conecta con el planteo de uno de los
referentes ineludibles del pensamiento sociológico, Max Weber.

La producción intelectual de Max Weber (1864-1920) supone para la sociología una de las
bases de su construcción como ciencia. Junto a Emile Durkheim y Karl Marx representan los
32

llamados clásicos de la sociología (aunque Weber y Marx no hayan sido precisamente sociólogos).
Su pensamiento se ha plasmado en obras fundamentales como La ética protestante y el espíritu del
capitalismo, Sociología de la religión o Economía y sociedad (elaborado con posterioridad a su
muerte por su esposa y colaboradores), entre otros. Una de las problemática que emerge de sus
obras tiene que ver con la ruptura con visiones homogéneas del mundo, características de las
sociedades tradicionales, como consecuencia de un proceso de racionalización, el cual tiene
múltiples manifestaciones, que remiten a ámbitos muy diversos de la vida social. Su obra es una
referencia ineludible para analizar la configuración de las subjetividades en un marco social,
cultural y económico apoyado en el funcionamiento de grandes organizaciones. El presente texto no
pretende dar un panorama completo de su vasta producción ni pretende sintetizarla, sino que, se
dirige a presentar el tema de la racionalización, como proceso social que continúa manifestándose
en la actualidad. Max Weber identifica a este desencanto (o desmagificación, como plantean algunos
analistas de su obra) del mundo como resultado de un proceso de racionalización. Para Weber la
racionalización reconfigura diferentes dimensiones de la vida social y subjetiva, generando un
mundo avanzado en muchos aspectos pero deshumanizado.

Si alguien pretendiera entender el proceso de racionalización en occidente y sus


expresiones en la sociedad contemporánea podría mirar su muñeca y reflexionar sobre como el
reloj que allí se encuentra es una herramienta vital para la organización de su vida cotidiana. La
cronometrización del mundo, basada en la estandarización horaria, es uno de los efectos más
permanentes y, quizás por eso, uno de los más imperceptibles en la configuración no sólo de las
actividades laborales, políticas o económicas sino también de las prácticas cotidianas y afectivas
de todo miembro de la sociedad moderna. Si revisamos nuestra billetera encontramos nuestra
cédula de identificación con una serie de datos y una numeración que señala nuestra singularidad
que nos resulta imprescindible para participar de la vida social y de su orden legal. Viajar en un
transporte, trabajar en una organización, realizar ejercicio físico en un centro deportivo, comer en
un restaurante son actividades que tienen en común el hecho de realizarse bajos ciertas
condiciones en determinados espacios sometidos a reglas de funcionamiento. La irracionalidad es
una palabra que cotidianamente tiene connotaciones negativas, inversamente, las personas
emplean la palabra racional o racionalidad como un adjetivo para designar a los comportamientos
33

prudentes o sensatos, se utiliza el término como un sinónimo de la cordura en contraposición a lo


irracional, que se asocia a la demencia o al delirio. Estos significados de racionalidad se diferencian
de los que se van a utilizar en este texto, por ello, para precisar los conceptos a emplear se define
lo racional inicialmente como aquellos hechos, comportamientos o pensamientos configurados bajo
el uso de la razón, presentado así una coherencia o lógica interna.

Una aproximación al concepto de racionalización, desde la sociología weberiana, liga el


término a los comportamientos predecibles que descansan en procesos subjetivos de
calculabilidad, en la aplicación de procedimientos mentales que entrañan una determinada lógica,
consistentes y evaluativos con respecto a datos empíricos fiables para tomar decisiones con
previsión de sus consecuencias. El proceso de racionalización moderna se asocia al desarrollo de
organizaciones a gran escala en el ámbito político, económico y social. Esta forma de organizar la
vida social se diferencia de lo que sucedía en el pasado, ya que, la población en las sociedades
premodernas resolvía la satisfacción de sus necesidades básicas a partir de la autoproducción,
prevalecía en la dinámica social una organización política y económica sustentada en elementos
tradicionales y personales. Todos los ámbitos sociales de las sociedades modernas 9 funcionan a
través de una red de organizaciones (empresas, sindicatos, partidos políticos, aparatos estatales,
ONGs, centros culturales) que persiguen determinados objetivos, priorizando la eficiencia y el
comportamiento preestablecido, en detrimento de la espontaneidad y la naturalidad. Según Weber
la racionalización es un fenómeno que se puede hallar en diferentes contextos y momentos
históricos pero que en occidente moderno 10 presenta peculiaridades que permiten explicar muchas
características objetivas y subjetivas que perduran en la sociedad contemporánea. La metáfora,

9
Se emplea este término de forma genérica para designar a la formación social histórica resultante de la
revolución industrial y de la revolución francesa. Hoy caracterizada por los regímenes democráticos liberales y
relaciones económicas capitalistas.
10
El concepto de “modernidad” se utiliza en este trabajo genéricamente a fin de dar cuenta de una período histórico
determinado (emergencia del una economía de mercado y de formas burocráticas de administración) en su plano
material e ideológico. Lo “moderno” se emplea como para señalar las sociedades que resultaron de las revoluciones
burguesas en occidente.
34

atribuida a Weber, que expresa la inevitabilidad de la racionalización en las sociedades modernas


ha sido la “jaula de hierro”, quizás en la actualidad, debido los cambios producidos en las últimas
décadas en el sistema productivo, haya que repensar esta figura que denota rigidez y artificialidad
por otra metáfora que represente lo que hoy implican las manifestaciones de la racionalidad.

2. Max Weber, conceptos claves

2.1. Epistemología y metodología en Weber

Uno de los núcleos centrales de la obra de Max Weber (1864-1920) es la expansión y la


“inevitabilidad” de un proceso de racionalización en la sociedad moderna sostenido por formas
burocráticas de organización y de gestión de la vida social, política y económica. La sociología que
desarrolla tiene como punto de partida lo que la propuesta sociológica durkheimiana descarta
como insumo del conocimiento científico, la subjetividad humana. Weber no comparte la metáfora
organicista clave en la visión positivista de la sociedad, desde su óptica la sociedad no es una
totalidad integrada, no posee una unidad articulada y organizada alrededor de un conjunto
compacto y homogéneo de valores consensuados. Weber concibe a la sociedad moderna como un
conjunto de órdenes sociales con reglas específicas, que deben analizarse desde múltiples
perspectivas fundamentadas, con el foco puesto en los actores sociales, desde las intenciones y
expectativas propias y de los otros, para así comprender el sentido de sus acciones y del
entramado de relaciones que establecen entre sí. Para el pensador alemán las sociedades son
realidades históricas constituidas por diferentes entramados de relaciones sociales, que, en el
caso de la sociedad capitalista se distingue por vertebrarse a través de formas burocráticas,
fundamentalmente, en el orden político y económico.

Desde una perspectiva multicausal11, Weber establece que la abstracción (abordaje a través
de conceptos y teorías) que el científico necesita llevar adelante para aproximarse a la realidad

11
“Weber no hace sino dar una imagen del mundo en la que cada hombre sólo se diferencia del resto en tanto que las
circunstancias sociales que le rodean son distintas y, por tanto, ante estímulos diferentes tienen reacciones y
35

empírica implica recortes de la misma, que, necesaria e inevitablemente, coinciden con sus
criterios valorativos. Desde el enfoque weberiano no existen criterios atemporales o
universalmente válidos para organizar el sentido de la existencia, la justificación de una
determinada moral supone una decisión de sentido siempre arbitraria sobre múltiples cosmos de
ideales, creencias y valores, ya que “…el mundo no posee ningún valor ni sentido, abierto o
encubierto; son los hombres, por el contrario, en su interpretación de él, siempre variada y
contrapuesta, quienes pueden otorgárselo. Es esta una verdad, para Weber, suficientemente
mostrada por el curso total de la historia universal, así como por cualquier examen imparcial de la
experiencia cotidiana; y es una verdad tanto más evidente cuanto más racionalizada sea la
concepción del mundo” (Ruano de la Fuente, 1996). Plantea que no existe posibilidad de consagrar
racionalmente, o a través de técnicas basadas en la calculabilidad, una ética universal o la
supremacía de una constelación de valores e ideales por sobre otros. Considera que los ideales son
vivenciados como sagrados para aquellos que comparten una época cultural o una forma de vida,
estos ideales se reafirman en competencia con otros compartidos por otras personas que a su vez
los consideran sagrados para ellos, no habría un progreso o camino hacia una ética mejor o
superadora de las anteriores.

Weber establece que desde el análisis científico no se puede evaluar si una ética es positiva
o negativa, una mejor o peor que otra, debido a que no hay técnica o procedimiento de absoluta
objetividad que permita evaluar la superioridad racional de una serie de valores e ideales por sobre
otros Para el enfoque weberiano, la ciencia sólo puede describir lo existente, estableciendo que
realidades son posibles como consecuencia de ciertas condiciones y a partir de ciertas decisiones
o bajo la influencia de ciertos valores. Por lo tanto, desde la ciencia, en tanto sistema experto
apoyado en la confiabilidad técnica especializada, no se puede afirmar racionalmente como se debe

búsquedas distintas. Con ello, ofrece un panorama en el que se elimina cualquier superioridad metafísica relativa a
la raza o a la cultura. Para nuestro autor, el mundo está compuesto por seres humanos ante los cuales se han
presentado una serie limitada de problemas a los que ellos han dado respuesta en uno u otro sentido, con arreglo a
la gestión de su propia racionalidad. Weber no percibe la historia como una línea, sino como una mancha que va
ampliándose o reduciéndose…” (Piedras Monroy, 2004).
36

vivir, lo que debe hacerse o cual es la moralidad más conveniente a seguir. A través de la ciencia
sólo se pueden realizar diagnósticos, establecer factibilidades del obrar y analizar las
consecuencias de determinadas decisiones. El científico debe clarificar a los demás su postura
ideológica y sus valores a fin acercarse a la objetividad en su postura en su accionar profesional. A
partir del saber científico se pueden analizar cuáles son los costos que implican determinadas
decisiones, se puede realizar un análisis técnico para definir el grado de coherencia entre un
comportamiento y determinados valores que supuestamente sirvieron como guías de aquel o se
puede evaluar cuales son las acciones o los medios más eficientes o más coherentes en relación a
un fin. La ciencia no posee instrumentos ni un criterio estandarizado, medible o de calculabillidad
para discernir si una constelación de valores es superior a otra. Los valores no pueden validarse ni
justificarse científicamente 12 , si pueden establecerse las consecuencias factibles que resultan de la
aplicación de ciertas decisiones o los resultados que ciertos valores o fines tienen sobre
comportamientos o decisiones especificas.

Para Weber la realidad era infinita e inabordable para quien pretendiese conocerla
integralmente, careciendo de un sentido fuera del que los humanos puedan atribuirle13; el sentido

12
“Weber rehúsa aceptar la existencia de una personalidad moral unitaria bajo la acción humana; es más, indica de
forma consistente que las diferentes esferas de la existencia o diferentes ordenes de la vida no constituyen los
fragmentos anómicos de alguna totalidad negada. Para Weber, existen muchos dominios éticos diferenciados, y
ninguno de éstos representa versiones diferentes de algún único bien homogéneo o forman ninguna jerarquía
natural” (Du Gay, 2012).
13
“El número y la índole de las causas que determinaron cualquier evento individual son siempre infinitos, y nada hay
en las cosas mismas que indique que parte de ellas debe ser considerada. El único resultado de cualquier intento
serio de conocer la realidad sin presupuestos seria un caos de juicios de existencia acerca de innumerables
percepciones particulares (…) lo único que introduce orden en este caos es la circunstancia de que, en cada caso,
sólo una parte de la realidad individual reviste para nosotros interés y significación, porque únicamente ella
muestra relación con las ideas de valor culturales con las cuales abordamos la realidad (…) un regreso causal
exhaustivo desde cualquier fenómeno concreto en su realidad plena, no sólo es imposible en la práctica, sino
sencillamente disparatado.” (Weber, 1997).
37

que los individuos le asignan a la realidad es consecuencia de procesos subjetivos y sociales


entrelazados dentro de determinados órdenes vitales. Weber consideraba que los ideales y las
creencias que guían estos procesos de construcción de sentido son vivenciados como sagrados
para aquellos que comparten una época cultural o una forma de vida, se reafirman en competencia
con otros compartidos por otras personas, que a su vez los consideran sagrados para ellos; el
pensador alemán planteó no es posible decidir si una ética es positiva o negativa o cual creencia es
mejor o peor; por lo cual es inadmisible que se pueda formular un criterio de validez universal y
ahistórico, ya que, no existe una trascendencia ontológica de los ideales y los valores.

Ante la diversidad de esferas sociales en los que se erigen ideales y valores disímiles el
científico debería admitir su irreductible multiplicidad, ya que la ciencia no posee instrumentos de
medición, ni criterios estandarizados para discernir éticamente si una constelación de ideales o de
valores es superior a otra, a través de sus procedimientos, desde ella solo se pueden realizar
diagnósticos, establecer factibilidades del obrar y analizar las consecuencias de determinadas
decisiones; a través del pensamiento y el método científico, por lo tanto, no podría afirmarse si un
valor concreto o un determinado ideal es bueno o malo, o deseable en sí mismo. Desde la ciencia, en
tanto sistema experto y empírico apoyado en la confiabilidad técnica especializada, no se puede
afirmar racionalmente como se debe vivir, lo que debe hacerse o cual es la moralidad más
conveniente de seguir; el científico no es omnisciente, no dispone de las herramientas cognitivas
para abarcar cognitivamente la realidad, en tanto ésta es una inabordable sucesión caótica de
aconteceres y sucesos14; como no existe una predeterminación racional en el funcionamiento de la
realidad, que consiste en un fluir caótico e irracional de procesos y eventos intrínsecamente
indefinidos, los actores científicos deben organizar, desde una determinada perspectiva, el recorte
de la realidad que le resulta relevante, segmentando y seleccionando elementos que consideran
pertinentes a sus objetivos.

14
http://pijamasurf.com/2016/08/el_fisico_mas_inteligente_del_mundo_cree_que_la_ciencia_no_puede_explicar_el
_misterio_de_la_conciencia/.
38

Su planteo epistemológico radica en que los fenómenos sociales son pluridimensionales y


multicausales15, para analizarlos deben enfocarse desde múltiples perspectivas para así alcanzar
una visión más satisfactoria de lo que se pretende conocer. Desde sus intereses y perspectivas las
personas, inclusive los actores científicos, establecen qué es la realidad para ellos o qué es lo
relevante de la misma, son ellos quienes recortan segmentos y fracciones de esa realidad, que
consiste en un fluir caótico e irracional de procesos y eventos intrínsecamente indefinidos. En gran
medida las diferenciaciones de las sociedades derivan en un conflicto entre sistemas de creencias
y valores, que no puede ser resuelto por métodos racionales y empíricos. La legitimidad de la
autoridad no es consecuencia de la imposición lógica de verdades alcanzadas o reveladas, sino que
adquiere validez en la medida en que las relaciones de dominación surgen de las creencias
compartidas de la sociedad. Weber afirma que, más allá que el accionar humano se constituye a
partir de intereses ideales y materiales, las ideas son centrales en la configuración de las
cosmovisiones (que a su vez influyen sobre esos intereses materiales) o “visiones del mundo” que
orientan y configuran el sentido que los actores construyen 16. A pesar de la fuerza de los “cosmos
de valores”, Weber coincide con Marx en que el plano económico es la dimensión en la que se libra
la lucha por la existencia material, y que, por lo tanto, es un aspecto central en la explicación de lo

15
“…el Estado, por ejemplo, puede considerarse en una multiplicidad de aspectos. En la medida en que realiza
actividades económicas per se, es un fenómeno económico, al menos en parte; y en el grado en que las políticas del
Estado tiene consecuencias para la vida económica está relacionado con lo económico; finalmente, en cuanto a los
intereses económicos influyen sobre las diversas políticas gubernamentales, el Estado es una institución
económicamente condicionada” (Zeitlin, 2001).
16
“…lo que cuenta es en principio conocer la peculiaridad especial del racionalismo occidental (y dentro de este el
racionalismo occidental moderno) y explicar su surgimiento. Debido al significado fundamental de la economía, todo
intento de explicación ha de tomar en consideración ante todo las condiciones económicas. Pero esto no puede
hacer olvidar el nexo causal inverso. Pues en su surgimiento el racionalismo económico no depende no sólo de la
técnica racional y del derecho racional, sino también de la capacidad y disposición de las personas para ciertos
tipos de la conducción práctico-racional de la vida” (Weber, 1998).
39

social17. Afirmando que la economía es dirigente y no dirigida en cuanto a su determinación con


respecto al resto de los fenómenos sociales, Weber resalta que la dimensión material de las
relaciones sociales es un aspecto central en la explicación de lo social, pero rechazando que el
capitalismo pueda explicarse unilateralmente desde los factores económicos, “…en vez de
generalizar de lo económico a lo político, Weber generalizaba de lo político a lo económico: la
especialización burocrática de las tareas (que constituía, ante todo, la característica del estado
racional-legal) era considerada como el elemento más integral del capitalismo” (Giddens, 1997).
Weber (1997) especifica y distingue lo que, desde el marxismo, se engloba como el aspecto
económico de la vida social; para él, debería diferenciarse los fenómenos estrictamente
económicos (relaciones sociales, organizaciones creadas deliberadamente para cumplir con una
finalidad económica y cuya tarea sea sustantivamente esa, como los bancos, la bolsa o una fábrica),
los relacionados con el plano económico (son interacciones, modos de conducta u organizaciones
que no son económicos pero que se vinculan con éste plano en relaciones de influencia mutua,
como la religión o los partidos políticos) y los condicionados por lo económico (son hechos,
organizaciones o relaciones que no están en el plano económico pero que su existencia y la forma
en que se desarrolla depende de este plano, como sucede con los desarrollos artísticos). Weber
(1978) conceptualizaba a la actividad económica como el ejercicio coherente y pacífico orientado a
generar utilidades o las probabilidades de las mismas. Aunque remarcó el cariz pacífico de la
actividad económica, señalaba que cualquier tipo de violencia puede también estar orientada
económicamente, pero que, su respaldo normativo es diferente que la provista pacíficamente 18,

17
“El orden económico capitalista de nuestros días es un cosmos inmenso en el que el individuo se encuentra desde
que nace y que para él (al menos como individuo) está dado como una casa de hecho inalterables en la que tiene que
vivir. Este cosmos impone al individuo, en la medida que está enredado en el nexo del mercado, las normas de su
actuación económica. El industrial que actúa continuamente en contra de estas normas es eliminado
económicamente, igual que el trabajador que no quiere o no puede adaptarse a ellas acaba en la calle como parado”
(Weber, 1989).
18
“A principio de la Edad Moderna la concentración de obreros dentro de los talleres se operó en parte por medios
coactivos; pobres, vagabundos y criminales fueron obligados a ingresar e la fábrica, y hasta entrado el siglo XVIII los
obreros de las minas de Newcastle iban sujetos con argollas de hierro. Pero precisamente en este siglo se operó
40

“...detrás de cada economía existe y debe existir un elemento coactivo –manejado en la actualidad
por el Estado, en épocas pasadas a menudo por estamentos- e incluso un posible régimen
económico socialista o comunista del provenir necesitaría de la coacción para poner en práctica
sus ordenamientos; ahora bien, esta coacción no es precisamente una actuación económica, sino
tan sólo un medio para asegurarla”.

A partir de una perspectiva multicausal, Weber estableció que las abstracciones mediante
el abordaje de la realidad a través de conceptos y teorías que el científico lleva adelante para
investigar empíricamente implican recortes, que, necesaria e inevitablemente, coinciden con sus
criterios valorativos. Desde esta propuesta epistemológica, los fenómenos sociales deben ser
considerados realidades pluridimensionales que emergen de una multicausalidad de factores que
están presentes en un evento cualquiera sin que exista un parámetro natural de evaluación que
permita indicar que causa es prioritaria para explicar un fenómeno, “…un regreso causal
exhaustivo desde cualquier fenómeno concreto en su realidad plena, no solo es imposible en la
práctica, sino sencillamente disparatado” (Weber, 1997), por ello, los analistas sociales deben
enfocarse desde múltiples perspectivas para alcanzar una visión más satisfactoria de lo que se
pretende conocer. La sociología weberiana está dirigida a comprender la actividad social a través
de la interpretación, apoyada en la elaboración de esquemas de tipos ideales: estos esquemas son
construcciones conceptuales que se elaboran a partir de un concepto (como por ejemplo, la
dominación o la acción social), el cual, supone una comprensión histórica previa de la realidad para

por doquiera la sustitución del trabajo servil por el contrato de trabajo. Este significaba: ahorro de capital, pues
eran menores las inversiones que las que implicaba la compra de esclavos; desplazamiento del riesgo del capital
hacia el obrero, mientras que, antaño, la muerte del esclavo constituía una pérdida de capital para su dueño,
desaparición de las preocupaciones causadas por la reproducción de los obreros, problema que determinó el
fracaso de la explotación esclavista ante la imposibilidad de obtener la reproducción de esclavos constituidos en
familia; posibilidad de una división racional del trabajo, respondiendo exclusivamente a fines de carácter técnico, ya
que si bien existieron precedentes de ella, no se constituyó como principio hasta que se logró la concentración del
trabajo en un taller; finalmente, posibilidad de un cálculo exacto, factible, solamente sobre la base de la asociación
de taller y trabajo libre” (Weber, 1978).
41

que luego de ella se deriven los conceptos sistematizados por el sociólogo, aunque los tipos ideales
se derivan de la realidad estos no son reflejos de la misma, suponen implícitamente una
exageración coherente de la misma. Son esquemas construidos por el analista que implican una
serie de abstracciones para guiar el cotejo y la comparación entre la realidad empírica y la
conceptualización en cuestión, “…estas formas de orientación pueden considerarse en modo alguno
como una clasificación exhaustiva, sino como puros tipos conceptuales, construidos para fines de la
investigación sociológica, respecto a los cuales la acción real se aproxima más o menos o, lo que es
más frecuente, de cuya mezcla se compone” (Weber, 2012). El término ideal no implica que los
conceptos hayan sido elaborados remitiendo al mejor de los mundos posibles o con respecto a su
optimización en la realidad (Ritzer, 1993). Los tipos ideales promueven que las entidades
involucradas puedan analizarse tanto desde una consideración estática como dinámica de las
mismas, lo que conlleva la posibilidad que los tipos ideales puedan modificarse en el tiempo.

El empleo de tipos ideales como recurso metodológico supone una reducción intencional de
la complejidad de la realidad, los casos empíricos que se analizan con esta técnica incluyen, con
diferentes variabilidades, los elementos de cada tipo ideal, en términos de probabilidad. Un tipo
ideal no necesita limitarse a acentuar aspectos de la realidad puede también postular procesos de
desarrollo e incorporarlos al esquema teórico; la edificación de un esquema de tipos ideales de un
concepto determinado no representa un fin en sí mismo, sino que, supone un procedimiento que
implica una abstracción de la realidad concreta e histórica para clasificar, ordenar, distinguir y
analizar un mundo social constituido por lo irrepetible de sucesos inabarcables. Como claramente
explica Aronson (2016), “…el proceso de construcción del tipo ideal alude a un procedimiento en
cuyo curso el investigador se provee de herramientas analíticas para interpretar la realidad. Es un
medio para la comprensión de individuos históricos concretos, y la comprensión es la finalidad de la
tarea de indagación. Apoyado en los datos de la historia, aunque despejado de contenido histórico,
el tipo ideal es unilateral porque realza un solo curso de acción y renuncia al estudio de la totalidad
de caminos posibles que dicha acción hubiera podido tomar ”. Weber estableció que los tipos ideales
funcionan como conceptos límites, estrictamente ideales, con los que se resaltan ciertas
directrices y se enfocan ciertos atributos del proceder humano en determinado contexto; suponen
herramientas con las que se contrasta y se compara la realidad con construcciones conceptuales
42

para aclarar determinados aspectos referidos a sus manifestaciones empíricas; las


conceptualizaciones que Weber desarrolló en forma de tipos ideales no tenían como intención de
funcionar como un reflejo de la realidad, fueron propuestas como esquemas que implican una serie
de abstracciones para guiar la comparación entre la realidad empírica y la conceptualización en
cuestión.

Para esta tarea primero, se define con precisión y, posteriormente, se acentúan las
características y las tendencias esenciales que para el investigador tiene el fenómeno en estudio.
Desde las regularidades elaboradas se realzan los aspectos que se consideran vitales para
organizar un esquema conceptual. Los tipos ideales suponen una reducción intencional de la
complejidad de la realidad, a través de la elaboración de escasos tipos que se diferencien
netamente uno de otro sin que haya posibilidad de que sus características se superpongan, las
mismas deben estar integradas con coherencia en el interior de cada tipo. Los casos empíricos que
se analizan con esta técnica incluyen con diferentes variabilidades los elementos de cada tipo ideal,
en términos de probabilidad de su ocurrencia. Un tipo ideal no necesita limitarse a acentuar
aspectos de la realidad puede también postular procesos de desarrollo e incorporarlos al esquema
teórico de tipos ideales, debe construirse “… mediante la abstracción y la combinación de un
número indefinido de elementos que, aunque se encuentran en la realidad, rara vez o nunca se
descubren en forma específica (…) no se forma a partir de una serie de reflexiones puramente
conceptuales, sino que se crea, se modifica y se precisa por medio del análisis empírico de
problemas concretos, y a su vez aumenta la precisión de este análisis” (Giddens, 1994).

La sociología, para Weber, es una disciplina científica interpretativa, que debe no solo
describir las posiciones y conductas de los actores, sino que, fundamentalmente, le corresponde
comprender19 el sentido que estos le atribuyen a su comportamiento o que están implícitos en su

19
Weber diferencia la comprensión directa de la comprensión explicativa. La primera supone un acto de captación
basado en una identificación mental y afectiva, por la cual se intenta revivir lo que el otro hizo, o ponerse en lugar
de ese otro. Esta compresión que se basa en la reviviscencia de lo vivido por otro “…acarrea el riesgo de confundir
la vivencia propia con la del sujeto de la acción que se pretende conocer (…) el recurso a la comprensión no
envuelve en absoluto ninguna modalidad de intuición y no le debe nada a ningún tipo de psicologismo” (Cohn, 1989).
43

accionar. La sociología comprensiva parte de la acción del individuo, y desde allí, analiza las
relaciones para comprender realidades sociales superiores. Como el individuo es el único que
realiza comportamientos con sentido la teoría sociológica debe concebir conceptos como Estado,
Instituciones o Capitalismo remitiendo a las «acciones comprensibles», de los hombres individuales
participantes20. El interés científico de Weber no está puesto en capturar las vivencias de los
individuos, “…tampoco le interesan sus acciones por sí mismas, sino el establecimiento de nexos
causales entre varias acciones del mismo agente (típico) o entre las acciones de varios sujetos
diversos en un mismo contexto (…) el universo de los acontecimientos singulares es puramente
contingente” (Cohn, 1998).

2.2. Tipos ideales de acción social

El objeto de la sociología para Weber es la acción social, esta es la unidad mínima de su


análisis sociológico. La acción social es el comportamiento con sentido del individuo socialmente
orientado, su definición establece que es la conducta que el individuo direcciona desde un sentido o
significado encauzado por la acción de otros (los otros o el otro puede ser alguien en particular o

La comprensión explicativa conveniente para el análisis científico se basa en instrumentar evidencias que permitan
clarificar el comportamiento y las relaciones sociales observadas y los sentidos que las dinamizan y la direccionan,
es buscar la conexión de sentido de la acción y la relación social dentro de una trama de motivos, contextos o
secuencias de comportamientos involucrados en esa conducta o relación. La comprensión “…depende, para ser
utilizada con alguna eficacia, de un cierto grado previo de conocimiento de regularidades empíricas (…) y de la
situación en la que ocurre” (Cohn, 1989).
20
“Para otros fines de conocimiento (p. ej. jurídicos) o por finalidades prácticas puede ser conveniente y hasta
sencillamente inevitable tratar a determinadas formaciones sociales (estado, cooperativas, compañía anónima,
fundación) como si fueran individuos (por ejemplo, como sujetos de derechos y deberes, o de determinadas
acciones de alcance jurídico).Para la interpretación comprensiva de la sociología, por el contrario, esas
formaciones no son otra cosa que desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas individuales,
ya que tan sólo estas pueden ser sujetos de una acción orientada por su sentido. A pesar de esto, la sociología no
puede ignorar, aún para sus propios fines, aquellas estructuras conceptuales de naturaleza colectiva, que son
instrumentos de otras maneras de enfrentarse a la realidad” (Weber, 2012).
44

nadie en concreto, alguien singular o una pluralidad, puede ese otro hallarse en el pasado, en el
presente o en el futuro), debe subrayarse que este concepto implica un hacer (siempre que se
enlace a él un sentido) que se manifiesta externa o internamente (permitiendo u omitiendo). Más
allá de que éste análisis sociológico parte del individuo, los actores weberianos no operan sobre el
vacío, no son entidades atomizadas, robinsons crusoes aislados del mundo, son individuos
socializados que se encuentran dentro de una trama intersubjetiva, en relación con determinados
órdenes sociales y las orientaciones de sentido y cosmovisiones que lo constituyen. La elección de
valores, fines o los estados emotivos que orientan la acción son los disponibles en los órdenes
sociales donde cada individuo ha sido socializado y en los que se halla situado.

Weber (2012) distingue las acciones sociales de aquellas que no lo son, las cuales se
determinan porque su orientación no se dirige hacia la acción de otros. La acción social tampoco es
una acción homogénea de una multiplicidad de individuos, ni el comportamiento influido por las
acciones de terceros. Una acción no es social, por ejemplo, cuando se materializa a través de la
imitación reactiva de un comportamiento ajeno, pero sí lo es cuando un individuo imita una acción
de otro porque la misma está de moda o es considerada como distinguida. Weber rechaza de plano
que los fenómenos sociales puedan explicarse desde una perspectiva psicológica, por lo que habría
que aclarar que, a pesar de que su sociología tiene como punto de partida el actuar individual,
“…rechaza sin equívocos la idea de que las instituciones sociales pueden deducirse, en sentido
explicativo, de generalizaciones psicológicas. Puesto que la vida humana se configura
principalmente por influjos socioculturales, de hecho es más probable que la sociología tenga que
aportar más cosas a la psicología que ésta a la sociología” (Giddens, 1994). Weber establece una
distinción entre las motivaciones (conexiones de sentido) de los actores y el efecto agregado que
tienen éstos sobre el plano social, los fenómenos sociales que se materializan como un efecto no
previsto de los actores sociales. Las acciones sociales pueden tener consecuencia no buscadas o
imprevistas por quienes las llevan adelante, lo que se produce en términos de impacto a partir de
un determinado comportamiento puede ser ignorado o no estar contemplado en el sentido que le
dio origen, por ejemplo, un comportamiento individual en la esfera del consumo como la compra de
bebidas en envase de plástico en lugar de hacerlo en un envase reciclable puede impactar en la
esfera medioambiental generando mayor niveles de basura no degradable. En el esquema de tipos
45

ideales que utiliza Weber para dar cuenta de este concepto, dos de las acciones sociales son
tipificadas como racionales (con relación a fines y con relación a valores) y dos como no racionales
(afectiva y tradicional). Las acciones sociales racionales involucran procesos de análisis y de
evaluación en la configuración del sentido que orienta al actor en vistas a su comportamiento. Las
acciones no racionales, en cambio, carecen en su significación de estos procesos mentales y el
individuo actúa ciegamente orientado por una tradición (costumbres, valores o ideales aceptados
irreflexivamente) o por un estado emotivo, lo que impide que pueda evaluar el comportamiento más
adecuado de acuerdo a los fines que quiere cumplimentar o que pueda establecer las posibles
consecuencias de sus actos.

Lo racional o irracional es una cuestión de perspectiva, no hay una sustancia de lo racional,


Weber explica que lo que para un sujeto que orienta su acción y participa del orden económico es
racional, como el cálculo, la productividad y la eficiencia de todo comportamiento, puede ser
considerada por un individuo inmerso en una cosmovisión religiosa como irracional, la dedicación
vital de la existencia enfocada a la acumulación de bienes materiales puede ser existencialmente,
para este punto de vista, un despropósito. A la inversa, un gerente de una gran empresa puede
considerar el comportamiento de una persona que medita gran parte de su tiempo como una
demencia. Lo que significa racional (el procedimiento evaluado por el actor como el más adecuado
con respecto a un valor o el más eficiente en sus costos y consecuencias con respecto a un fin) o
no racional depende no solo del punto de vista de cada actor, sino de la agregación social que está
contemplada en sus consecuencias, o de la temporalidad de referencia en el que se manifiestan sus
consecuencias. Weber afirma que “…algo no es en sí mismo «irracional», sino que se vuelve así
cuando es examinado desde un punto de vista específicamente «racional». Toda persona religiosa
es «irracional» para cualquier persona no religiosa, y del mismo modo todo hedonista ve cualquier
forma ascética de vida como «irracional», aún cuando considerado en términos de sus valores
fundamentales, una racionalización haya tenido lugar“ (Weber, 1998).

Las acciones no racionales del esquema típico ideal de acción social de Weber están
categorizadas en la acción tradicional y la emocional o afectiva. Ambas son irracionales porque no
intervienen en su materialización procesos de reflexión o de evaluación. La acción social tradicional
es aquella que se lleva a cabo bajo la influencia de costumbres o hábitos muy naturalizados, este
46

tipo de acción procede irreflexivamente del arraigamiento de obligaciones, ideales, deberes o


valores poco precisos o de escasa coherencia, funcionando casi como un comportamiento
mecánico. El significado de la acción se orienta por el anclaje de ciertos mandatos o creencias que
provienen del pasado o que remiten indirectamente a este. El significado preciso de la finalidad o el
valor que guía esa costumbre o ese deber es inaccesible a la conciencia del actor que concreta la
acción. La acción social afectiva se concreta bajo un determinado estado emotivo, pasional o
irreflexivo desencadenado u orientado por otros, esa emocionalidad en la subjetividad del actor
nubla la deliberación o la evaluación de las consecuencias de su comportamiento. Para Weber
(2012) el individuo en este tipo de acción casi actúa en un estado límite entre el accionar
significativo y el no significativo (aquel comportamiento automático o reactivo).

Las acciones sociales racionales se clasifican entre las que se orientan por fines y las que
se orientan con respecto a valores. En la acción social racional con relación a fines el sentido del
comportamiento se constituye a través de la utilización de procesos de cálculo y de evaluación de
los medios, que dispone sobre una base de conocimiento fiable para obtener un fin, aunque debe
aclararse que en esta forma de acción el individuo no sólo evalúa y sopesa medios y resultados
posibles sino también los fines que direccionan la acción. Es un comportamiento orientado por la
utilidad, el individuo conciente sopesa las opciones con las que cuenta y de las probables
consecuencias de la concreción de un determinado acto a realizar. El individuo evalúa las opciones
de las que efectivamente dispone, examina los posibles obstáculos con los que pueda encontrar y
analiza las consecuencias de su decisión eligiendo la de mayor probabilidad de concreción y de
menor costo posible para la obtención de un fin elegido, también considerado dentro de las
circunstancias posibles. La evaluación puede ser subjetiva u objetiva, en el primer caso “…es una
acción conscientemente orientada hacia la utilización planificada de los medios que son
considerados subjetivamente correctos para un fin dado, la otra será exclusivamente aquella
acción que emplee los medios que según la base experiencial y la información científica son
considerados objetivamente correctos” (Ruano de la Fuente, 1996). Este tipo de acción social no
sólo implica la decisión racional entre diversos medios con respecto a un fin (acción técnica 21), sino
21
Weber (2012) entiende por técnica racional al conjunto de medios disponibles aplicables a una acción, evaluada
intencionalmente con respecto a un plan, orientada por su condición de eficacia (reproducción fiable) y
47

también, la estimación entre diferentes fines preestablecidos que se presentan como alternativos,
el contexto en el que se presentan y las posibles consecuencias que cada uno de ellos conlleva, sin
contemplar los valores implicados en ellos. Weber no desconoce que detrás de los fines de
cualquier acción del individuo hay una constelación de ideales, valores internalizados, emociones
latentes o presentes que, con mayor o menor grado de conciencia, orientan, regulan, limitan y
configuran la capacidad de analizar, no sólo los medios disponibles, sino también, los fines a
perseguir. Para la consideración conceptual de este tipo de acción social, los valores o ideales se
encuentran en el exterior de la trayectoria del comportamiento.

En la acción social racional con relación a valores el individuo evalúa y sopesa la


coherencia y consistencia de su comportamiento con respecto a un postulado de valor (el cual está
conformado por un “cosmos ético”, organizado y articulado, abstracta y formalmente, en torno a
ideales y creencias generalizadas) materializándolo sin considerar las consecuencias de su obrar.
Es una conducta realizada concientemente a partir de claras y precisas convicciones. Es racional
porque el individuo a partir de objetivos éticos, fijados reflexivamente de antemano, realiza
coherente y sistemáticamente con respecto a ellos su actividad, estos valores o ideales están
presentes intrínsecamente al curso de la acción. Ejemplos de este tipo de acción se manifiestan en
situaciones donde el individuo se maneja por el honor, por el sentido del deber o por la humildad,
pueden ejemplificar este tipo ideal de comportamiento que es evaluado consistentemente por el
individuo. Los tipos ideales de acción social suponen un recorte analítico de la realidad para
conceptualizar y entender la realidad, a partir de la decisión del investigador. Más allá de esta
conceptualización, debe aclararse que en las prácticas sociales reales los fines que orientan la
acción racional no surgen de forma aleatoria o desconectada de las condiciones sociales de los
individuos, la racionalidad implícita en la elección de un medio por sobre otros para alcanzar un fin

previsibilidad. Afirma que “…hay una técnica para cada forma de actividad: técnica de la oración, técnica de la
ascética, técnica del pensamiento y de la investigación, técnica mnemónica, técnica de la educación, técnica del
poder político o hierocrático, técnica administrativa, técnica erótica, técnica militar, técnica musical (de un
virtuoso, por ejemplo), técnica escultórica o pictórica, técnica jurídica, etc.; y siendo cada una de ellas susceptible
de los más diversos grados de racionalidad”.
48

depende de el nivel de información que se posea a nivel individual, a nivel de la posición social de la
información disponible socialmente en un momento histórico determinado.

A continuación se presenta una situación ficticia que busca ejemplificar la diferencia entre
los dos tipos de acción social racional weberiana. Carlos solamente entabla relaciones eróticas con
mujeres que cumplen con un ideal de belleza internalizado, en el diario devenir se le presentan
oportunidades con chicas que no se ajustan a sus cánones valorativos de lo que para él es la
belleza femenina (que remiten a un orden cultural que resalta ciertos atributos físicos), ante estas
ocasiones Carlos analiza sistemáticamente a cada una de estas mujeres y decide si avanza en un
encuentro amoroso, esta acción racional con relación a valores le imposibilita tener encuentros
con el sexo opuesto más frecuentes, cosa que a él no le importa, se siente muy a gusto siendo
coherente con sus valores estéticos. Félix, en cambio, concreta relaciones con las mujeres que le
muestran una buena predisposición hacia él, su finalidad es aparearse todo lo que pueda, en vistas
a esta finalidad, las consecuencias de salir con chicas que no necesariamente respondan a su gusto
ha sido evaluada y sus decisiones se orientan en tal sentido, por supuesto, que su performance
cuantitativa es mayor que la de Carlos, porque su acción racional con relación a fines le posibilita
una mayor eficiencia cuantitativa.

2.3. Tipos ideales de dominación

Las acciones sociales que se enlazan generan una relación social 22 , esta se define a partir
de una reciprocidad entre acciones sociales. Para que se produzca una relación social no es
preciso que los intervinientes compartan el mismo significado al entablarla, una relación entre dos
personas puede sostenerse en el tiempo y que el significado de la misma para cada una de ellas sea

22
“Por relación social debe entenderse una conducta plural –de varios- que, por el sentido que encierra, se
presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad. La relación social consiste, pues,
plena y exclusivamente, en la probabilidad de que se actuará socialmente en una forma (con sentido) indicable…”
(Weber, 2012).
49

diferente, una de ellas puede sostener el vínculo por conveniencia y la otra por afecto 23. Esta
reciprocidad puede ser positiva o negativa, la existencia de una relación social no implica
cooperación entre los intervinientes ya que esta puede ser una relación de conflicto. Las relaciones
sociales pueden ser efímeras (disolverse casi instantáneamente) o bien, pueden ser duraderas y
uniformizarse en el tiempo. Cuando las relaciones sociales son estables, se constituyen
regularidades en el comportamiento y los mismos son previsibles formando estructuras duraderas,
cuando esta estabilidad y durabilidad tiene un respaldo coactivo externo da lugar a una ordenación
e institucionalización de las relaciones sociales.

Hay un tipo particular de relación social que es central para entender el proceso de
racionalización moderno y para concebir la construcción del poder en un orden social o en una
organización, y es el concepto de dominación, este concepto es definido por Weber (2012) como una
forma particular de ejercicio de poder (relación social donde se produce la probabilidad de una de
las instancias de la relación de imponer la voluntad propia a la de otros, aún con la oposición de
estos) basado en un conjunto de creencias socialmente compartidas que consideran que ese
ejercicio de poder es legítimo. Weber distingue la dominación de aquellas relaciones de poder
basadas en la fuerza, ya que la dominación involucra una relación social asimétrica en la que se
produce la probabilidad de que una de las instancias de la relación pueda ser obedecida por la otra,
esto implica la voluntad de acatamiento del dominado de los fines impuestos como si hubieran
surgidos de sí mismo. La obediencia se concreta cuando el mandato tiene legitimación, esto es
porque la dominación implica la creencia de los dominados en alguna fuente de validez, como el

23
“Sabemos que para Weber la acción social es siempre significativa, y que la relación social lo es de manera aún
más profunda, ya que en ella no sólo interesa la orientación de la conducta del agente en relación con la de otro,
sino sobre todo que el sentido de su acción está condicionado por su orientación en relación con el propio contenido
significativo de las acciones de otro, o de otros agentes posibles” (Cohn, 1989).
50

carisma, la tradición o un orden racional legal. 24 Para que haya dominación debe haber una persona
o un grupo que la ejerza, se debe contar con la voluntad de estos de ejercer su influencia y
mandatos que expresen esta voluntad, en una situación diferencial a estos debe haber personas
sobre las que se ejerce la dominación, quienes poseen la creencia de la validez del mandato, y la
consecuente voluntad de obedecer. La dominación supone algún grado variable de organización del
poder, que se estructura a partir de las creencias en su validez que lo legitiman y estabilizan. Un
orden legítimo produce y regula comportamientos y relaciones sociales, garantizando a través de
una administración un ordenamiento interno que posibilita la estabilidad del mismo25.

24
“…el Estado se mantiene unido, del mismo modo que cualquier otra organización social, por una suerte de
solidaridad precontractual o no racional. Weber describía la base del Estado como su legitimidad. No se trata de un
cálculo racional del interés individual, sino de la creencia de que el Estado es válido y poderoso. La legitimidad puede
existir solo en la mente de las personas, pero si existe allí, hace que el Estado sea fuerte. Cuando el Estado es fuerte
puede obligar a las personas a obedecer y a la vez esto refuerza aún más su legitimidad. Todo el proceso se
retroalimenta en forma circular. Una creencia irracional en el estado, cualquiera sea su fundamento, crea su propia
realidad (…) las personas que comparten un sentimiento en común proveen las bases para que un Estado cuyos
poderes pueden ejercer coacción sobre todos (…) esto no quiere decir que todos tengan que sentirse solidarios con
los demás para que un Estado pueda existir. El régimen puede perfectamente ser una dictadura militar o tal vez un
gobierno temporal de un partido político en particular” (Collins, 2009).
25
“…las leyes son legítimas si han sido legítimamente sancionadas; y la sanción es legítima si ha ocurrido de
conformidad con las leyes que prescriben el procedimiento que ha de seguirse. Esta circularidad es deliberada.
Weber rechazaba explícitamente las definiciones del estado moderno y de su ordenamiento jurídico centradas ya en
los fines de esta comunidad política, ya en algunos juicios de valor especifico inspirados por la creencia de su
legitimidad. Hacía observar que las comunidades políticas han perseguido, en un tiempo o en otro, todos los fines
concebibles, y que pueden hacerlo sin perder por ello el carácter de un estado moderno, así como puede haber
liderazgo carismático tanto si el caudillo es un santo como si es un déspota. Análogamente, la creencia en la
legitimidad del orden legal puede estar fundada en el sentido práctico (por ejemplo, la utilidad del derecho para
proteger la propiedad) o en algún valor último (el derecho, como emanación de la voluntad divina), o en alguna
combinación de ambos elementos” (Bendix, 1970).
51

Toda dominación requiere de un cuadro administrativo (grupo específico de personas bajo


el poder de mando) que ejecute los mandatos (en cada tipo de dominación varían las
características de este grupo social). El concepto de dominación fue desarrollado en un esquema
de tipos ideales, los cuales no deben entenderse como sucesivos en un orden cronológico, ya que,
por ejemplo, “el dominio carismático no es en modo alguno exclusivo de las primitivas fases de la
evolución, así como, en general, los tres tipos fundamentales de la estructura de dominación no
quedan simplemente insertados de un modo sucesivo dentro de una línea evolutiva, sino que pueden
surgir simultáneamente en múltiples combinaciones. Pero lo cierto es que el destino del carisma
queda pospuesto a medida que se desarrollan las organizaciones institucionales permanentes”
(Weber, 2012). La dominación que se describe a continuación suele verse relegada o es de difícil
surgimiento en sociedades basadas en organizaciones de gran desarrollo.

2.3.1 Dominación carismática

En la dominación carismática la legitimación descansa en la creencia de los que obedecen


al carisma de un liderazgo. El carisma es definido como una cualidad extraordinaria, sobrenatural o
fuera de lo común que individuos o un grupo de personas le atribuyen a cierta figura o personalidad
que se considera que la posee por razones fuera de lo común (Weber afirma que no importaba si
las cualidades atribuidas al líder eran reales o no, lo central es que hubiese personas que tengan
esa creencia). A quien se le atribuye el carisma por heroísmo o revelación personal está libre de
cualquier vínculo con lo terrenal, con las obligaciones rutinarias o cotidianas. Esta dominación
carece de cuadro administrativo, el líder tiene un cuadro de íntimos, secuaces o seguidores. No se
rige por reglas preestablecidas, sólo las que va creando el poseedor del carisma en el presente en
el que se despliega la dominación. Los vínculos de la dominación son personales y de fuerte carga
emocional, no remiten a ningún orden externo al de las personas que conforman esta dominación.
Los seguidores se relacionan a través de una devoción por la creencia en las cualidades
extraordinarias del líder, ajena a toda norma formal o tradición, Weber indica que “…la autentica
dominación carismática desconoce todo código y estatuto legal abstracto y todo modo formal de
adjudicación. Su ley objetiva emana concretamente de la experiencia muy personal de la gracia
divina y de la fuerza divina del héroe” (Weber, 1985).
52

La dominación carismática desprecia los procedimientos formales, va más allá o desconoce


las reglas establecidas proponiendo ideales y valores nuevos. Las bases materiales de su
dominación son extrañas a la organización y la planificación racional. Esta dominación que emerge
en situaciones de crisis de un orden establecido, implica un mandato inestable pero posibilita
resolver situaciones que necesitan de la recreación de ideales o fines nuevos o que desplacen a los
prevalecientes. El carisma es una fuerza que rechaza el pasado y por ello se constituye en un
impulso revolucionario, resulta de una fuerza personal de cambio permanente, por ello su carácter
inestable y frágil. Weber asegura que la dominación carismática por sus características intrínsecas
(ausencia de reglas formales, vínculos personales y emocionales estructurando la dominación,
negación de la planificación) es ajena a la economía ordenada, por ello la base material de su
sostenimiento es irracional y, por ende, frágil e imprevisible. Como esta dominación carece de un
sustento material racional, sus apoyos materiales son extracciones ocasionales, provienen de
formas inestables, como las dádivas, la extorsión, el pillaje, los saqueos y las donaciones, todas
ellas modalidades que carecen de continuidad, poco aptas para el desarrollo y afianzamiento de la
dominación. No existe una carrera de ascensos en el personal que rodea al líder, sólo la
convocatoria de este hacia aquellas en circunstancias imprevisibles determinadas personalmente,
“…no hay ninguna “jerarquía”, sino sólo intervenciones del jefe, (…) no existen ni “jurisdicción” ni
“competencias” (…) no hay “sueldo” ni “prebenda” alguna, sino que los discípulos y secuaces viven
(originariamente) con el señor en comunismo de amor o camaradería, con medios procurados por
mecenas” (Weber, 2012).

Esta dominación es frágil, carece de apoyos o estructuras para su funcionamiento, se


sostiene exclusivamente en el accionar personal del líder carismático, carece de una organización
que le permita una estabilidad en el tiempo y especialmente esto se agrava cuando se plantea el
problema de la sucesión del líder, ya sea por su desaparición física o por la pérdida de la
legitimación del carisma atribuido al líder. El carácter extracotidiano propio del desenvolvimiento
de la dominación carismática, que existe en una situación de presente permanente, puede
configurarse en estructuras más estables por ejemplo, a partir de una tradicionalización de las
órdenes pueden transformarse los seguidores del líder en cuadros administrativos patrimoniales.
La rutinización del carisma puede materializarse, según Weber (2012), a partir de una serie de
53

variantes, como la búsqueda de un sucesor que dé señales de poseer el carisma que lo califique
como líder ante la mirada de los dominados, derivándose hacia una nueva modalidad personal o
hacia una forma de dominación tradicional. Weber asevera que “…la dominación carismática es de
carácter específicamente extraordinario y fuera de lo cotidiano, representando una relación social
rigurosamente personal, unida a la validez carismática de cualidades personales y a su
corroboración. En el caso de que no sea puramente efímera sino que tome el carácter de una
relación duradera -“congregación” de creyentes, comunidad de guerreros o de discípulos, o
asociación de partido, o asociación política o hierocrática- la dominación carismática (…) tiene que
variar esencialmente su carácter: se racionaliza (legaliza) o tradicionaliza o ambas cosas en varios
aspectos” (Weber, 2012).

2.3.2 Dominación tradicional

En la dominación tradicional los mandatos se legitiman a partir de la creencia de los


subordinados en un orden y en costumbres de carácter sagrado, provenientes de un pasado que
produce una orientación habitual hacia la conformidad en la obediencia. La perdurabilidad en el
tiempo tornan sagrado a ciertos valores o concepciones de las cosas, los que obedecen creen que
esas reglas existieron desde siempre y por ello son válidas. La tradición supone visiones del mundo
constituidas por creencias, ideales, valores y sentimientos que se transmiten sin cuestionamientos
de generación en generación, muchas de ellas en consonancia con algún orden religioso. El orden
tradicional funciona, a menudo, a partir de las reinterpretaciones de las reglas o normas que los
que ejercen la dominación realizan para adaptarlas a sus necesidades o criterios personales.

La autoridad tradicional elabora sus mandatos orientados por la fuerza de la tradición, la


cual demarca los espacios de libertad para quien ejerce la dominación, restringe que se puede y
que no se puede hacer bajo reglas no escritas, la arbitrariedad de los mandatos es menor que en la
dominación carismática. La obediencia generada en este tipo de dominación tiene más que ver con
la disposición individual del gobernante que con el acatamiento de normativas fijas y
preestablecidas. A su vez, los súbditos o servidores del señor poseen márgenes de libertad para
reinterpretar la palabra que de arriba hacia abajo descendían de la autoridad. La obediencia se
orienta hacia la persona que encarna la tradición, “…los mandatos de esta persona son legítimos de
54

dos maneras: a) en parte por la fuerza de la tradición que señala inequívocamente el contenido de
los ordenamientos, así como su amplitud y sentido tal como son creídos, y cuya conmoción por
causa de una transgresión de los límites tradicionales podría ser peligrosa para la propia situación
tradicional del imperante; b) en parte por arbitrio libre el señor, al cual la tradición le demarca el
ámbito correspondiente” (Weber, 2012). El soberano es considerado por los dominados (súbditos)
como un señor que merced a su gracia y a una tradición que lo respalda designa a los puestos
públicos, los cuales no son asignados por la capacidad y la competencia sino por lealtad y devoción.
Esta dominación puede producirse con cuadro (patrimonialismo y sultanato) y sin cuadro
administrativo (patriarcalismo y gerontocracia), cuando se presenta con cuadro administrativo,
este tiene competencias marcadas por el soberano a partir de la tradición, su reclutamiento es
patrimonial, se constituye como parte de los recursos privados del soberano, no se distinguen
estos de los recursos del ordenamiento, por lo que las relaciones de dominación son básicamente
personales y el mantenimiento de su equipamiento está provisto por el soberano.

La actividad de los funcionarios tradicionales con asiduidad se extiende fuera de lo que está
expresamente señalado, el ejercicio de los cargos es remunerado, fundamentalmente, por el
provecho que el soberano puede extraer de su labor. En los casos en que la dominación tradicional
cuenta con un cuadro administrativo los miembros de este no son reclutados por el conocimiento
profesional respecto del cargo sino que este le es “…asignado un cargo por privilegio o por
concesión del señor (realmente o según ficción de legitimidad) o (…) mediante negocio jurídico
(compra, prenda, arriendo), un derecho propio al cargo, gracias al cual no pueden ser desposeídos
arbitrariamente. Por tanto la administración resulta, aunque limitada, autocéfala y autónoma. El
administrador carece de todo derecho al cargo: tampoco posee formación profesional, ni dignidad
estamental de funcionario. Los medios reales de administración son manejados totalmente en
beneficio del señor, bajo su propia dirección. Cuando el cuadro administrativo depende por entero
del señor, falta por completo una garantía contra las arbitrariedades de éste, que entonces pueden
alcanzar su magnitud máxima” (Weber, 1958).

En la dominación tradicional no existen principios formales e impersonales estructurados y


sistematizados como un orden regulatorio que orienten el devenir de la dominación, las
regulaciones y prescripciones del actuar no están asentadas objetivamente, es la costumbre la que
55

orienta el ejercicio de esta dominación, por lo que al no existir una referencia objetiva se refuerza
la imposibilidad de creación de nuevos principios jurídicos o administrativos. Esta ausencia de
formalización tiene consecuencias negativas (en términos de inestabilidad del orden) en la base
material de esta dominación. La economía fiscal sobre la que se asienta es irracional, no existen
procedimientos de extracción de recursos basados en técnicas de cálculo y previsión, el
sostenimiento económico es discontinuo, no se mantiene establemente, ni es el resultado de
planificación alguna, ejemplos de ello son formas primitivas de recaudación de impuestos, como
prebendas, asignaciones tributarias en especie o rentas de tierras ancladas a vínculos
tradicionales.

2.3.3 Dominación racional legal

En la dominación racional legal la creencia de los dominados, que da validez a este tipo de
dominación, se orienta hacia un orden impersonal legal que, abstractamente, reglamenta y
normaliza las actuaciones de sus miembros. Esta dominación se ejerce cotidianamente a través de
un cuadro administrativo especializado, un aparato burocrático. La burocracia en Weber presenta
un alcance restringido a los órdenes políticos de dominación ejecutando las tareas
gubernamentales y un alcance ampliado del término que remite al cuerpo administrativo de
cualquier tipo de actividad, este sentido lleva a emplear el término para analizar las modalidades de
funcionamiento de cualquier tipo de organización en las sociedades modernas. Esta dominación
desplaza la presencia de factores tradicionales o emocionales, como su funcionamiento se basa en
relaciones impersonales se elimina la influencia de la presencia de lo personal. La dominación
racional legal, que se materializa en organizaciones, tales como, el Estado moderno, las empresas
capitalistas, organizaciones sociales sistemas de salud o recreativos, es racional en calidad de la
instrumentalización calculable en el ejercicio del poder.

El cuadro administrativo de esta dominación es la burocracia, la cual está compuesta por lo


siguientes elementos: a) estructura jerárquica, b) ejercicio continuado sujeto a ley de funciones
reglamentadas con deberes y derechos, c) poderes para efectivizarlos y los medios coactivos para
su cumplimiento, d) división de tareas organizadas en ámbitos de especialización, e) separación del
burócrata o funcionario de los medios administrativos, f) los bienes se hallan separados del
56

patrimonio del funcionario, g) gestión basada en documentos escritos, h) sueldo de base monetaria
estipulado formalmente, i) relaciones impersonales orientadas por un orden legal, j) existencia de
tareas cumplimentadas regularmente, a partir de una concepción abstracta del deber y k)
reclutamiento a partir de la competencia en el cargo. A diferencia de la dominación carismática,
donde la autoridad que se ejerce desde lo personal no tiene ningún límite impuesto, y de la
tradicional, donde el soberano debe actuar sin contradecir una serie de tradiciones poco explicitas
y de amplia resignificación, en la dominación racional legal la autoridad al ordenar y mandar
obedece estrictamente, a su vez, al orden impersonal que orienta su accionar. La orientación de los
comportamientos hacia reglas abstractas e impersonales posibilita la calculabilidad y la
previsibildad regular de las ordenaciones.

El reclutamiento del personal en los diferentes cargos se concreta a partir del saber
certificado en el cumplimiento de la función requerida. Las actividades del personal burocrático son
llevadas adelante por la provisión de medios materiales que son propiedad de la organización. El
gran instrumento de la superioridad de la administración burocrática es el saber profesional
especializado y la calculabilidad que posibilita el sometimiento del comportamiento a reglas
impersonales, precisas y estables, prescriptas formalmente. Weber afirma que estos elementos
hacen a la supremacía de esta forma de dominación por sobre las otras dos. La burocracia es la
forma la forma más racional de ejercer una dominación en términos de precisión, continuidad,
disciplina, rigor y confianza, uniformidad en las prestaciones o en la producción, evaluabildad,
intensidad y extensión en el servicio, aplicabilidad formalmente universal a toda suerte de tareas, y
susceptibilidad técnica para alcanzar el óptimo en sus resultados.

Las actividades exigidas a partir de los objetivos de la organización se distribuyen de forma


estable y delimitada rigurosamente a partir de las órdenes de una autoridad superior, que dispone
de los medios normativos y los recursos de coacción para que las tareas se cumplan en tiempo y
forma. La responsabilidad de las decisiones descienden de arriba hacia abajo a través de canales
formales al igual que la supervisión de las tareas. La forma racional legal de ejercer la dominación
o de llevar adelante una organización implica que sus integrantes perciben una remuneración
monetaria preestablecida en contraprestación de sus tareas, por ello esta dominación debe contar
con un sistema de ingresos o de tributación estable sobre una base monetaria previsible y regular
57

que permita la extracción de recursos de manera continuada, esta es una de las bases de la
superioridad de la dominación racional legal por sobre las otras dos. Weber reconoce que el
funcionamiento burocrático real dista de funcionar según lo planteado en términos de su tipo ideal,
ya que no siempre se cumplen lo definido conceptualmente. Más allá que la actividad diaria de los
empleados y funcionarios estatales esté regulada por un conjunto restrictivo de normativas,
disposiciones y mandatos que se establecen organizativamente, sus tareas se enmarcan en un
determinado contexto, donde el Estado actúa con diferentes grados de autonomía con respecto a
los conflictos e intereses de la sociedad. Los empleados de la burocracia no funcionan como
maquinas impasibles de ejecución de tareas, ya que, son actores con intereses situados política y
económicamente.

La burocratización es un fenómeno que se produce en sociedades donde las organizaciones


son vitales para la dinámica de la sociedad, implica que la administración desplaza los objetivos o
metas organizacionales para constituir fines propios “…así, se llega al punto de que el hospital esté
fundamentalmente al servicio, no de la enfermedad humana, sino del propio hospital; la universidad,
la iglesia y el sindicato llegan a estar dominados, a través de procesos de racionalización , por sus
propias metas organizativas intrínsecas. Para Weber todo esto es la conclusión natural e inevitable
de un proceso que comenzó cuando empezó a sustituirse el carácter directo del dominio basado
sobre la propiedad por los procesos más racionales de la dirección y la administración” (Nisbet,
2003). A fin de ejemplificar este modo de dominación puede ser conveniente presentar un caso
histórico para entender como los tipos ideales no representan la realidad sino que funcionan como
estructuras conceptuales que permiten una aproximación analítica a los casos a estudiar. Cada uno
de los mismos nunca presenta todos los lineamientos propuestos desde el plano teórico. Un ejemplo
que siempre se presta a confusión es el de la experiencia nazi en Alemania. En ocasiones, se señala
este caso como ejemplo de dominación carismática, confusión que fundamentalmente, es resultado
de las características de su líder, Hitler, al cual se le atribuyen cualidades carismáticas.

Zygmunt Bauman (2011) analiza el exterminio social de los nazis bajo esta perspectiva,
establece que las tareas conducentes a este propósito (moralmente repugnable) no se
diferenciaban formalmente de otros quehaceres burocráticos ya existentes en la organización,
supervisión y ejecución estatal y empresarial. Solo una planificación precisa y coordinada, a través
58

de protocolos formales de acción, basada en la deshumanización y distanciamiento de los objetos


de intervención (millones de vidas humanas), a partir de un conjunto coherente de reglas
abstractas, posibilitaron la capacidad de llevar adelante un emprendimiento impersonal de
aniquilación a esa inmensa escala. La gestión administrativa del uso de los recursos, a fin de
abaratarlos, y el control de la complejidad del emprendimiento fueron ejemplares en términos
técnicos.

El proceso de racionalización en la experiencia nazi fue progresivo y no careció de


incongruencias en comparación con lo establecido en el tipo ideal de dominación racional-legal
weberiano. Según el experto analista del fenómeno del nazismo Ian Kershaw (2013) el holocausto no
se hubiese producido sino fuera por la fanática voluntad de Hitler pero que tampoco se hubiese
llevado a cabo sin la activa complicidad de la administración pública en la ejecución burocrática del
exterminio y de los industriales alemanes, que se beneficiaron con la fabricación de los
instrumentos para el asesinato masivo y el establecimiento de las maquinarias y fabricas
instaladas en los campos de concentración. La experiencia del nazismo debe ubicarse como un
ejemplo de dominación racional legal, ya que representó un ejercicio de poder, organizado
racionalmente, a partir de una estructura burocrática, jerárquica, piramidal, formalizada dentro de
un orden abstracto que implicó una legalidad bajo los valores e ideales del nazismo. Weber explica
que, en la cima de las dominaciones racionales legales puede haber un componente no racional y
esto no invalida que la dominación sea encuadrada dentro de ese tipo ideal.

3-Tipos de racionalidad

3.1. Racionalización y racionalidad

Desde los criterios teóricos de Weber y, más específicamente, desde el planteo de Stephen
Kalberg se emplea en este texto el concepto de racionalidad para designar una lógica basada en la
calculabilidad, la sistematicidad y la coherencia con respecto a principios teóricos, prácticos,
valorativos o abstractos en la producción del sentido de la acción y la racionalización como un
proceso por el cual se instala como un modo de vida, configurando heterogéneamente los
59

diferentes órdenes de la vida social. La racionalidad resulta en el sentido de una acción en la ajuste
entre medios y fines, entre opciones de comportamiento y valores, en la elección de las
posibilidades según las expectativas y de manera sopesada y medida. La racionalización implica la
aplicación de algún tipo de racionalidad, se constituye como la transformación de las cosas que no
son racionales bajo criterios de racionalidad. Weber la presenta como una tendencia hacia la
organización de los diferentes órdenes de la vida social (político, económico, cotidiano, cultural) a
partir de principios preestablecidos, coherentes, impersonales, sistemáticos y evaluables, su
presencia en la configuración en los comportamientos y en la subjetividad no supone
necesariamente la materialización de un determinado tipo racionalidad. Es un proceso de
orientación y organización de la subjetividad, de los comportamientos y de las relaciones sociales
de las sociedades modernas en los órdenes económicos, culturales, políticos y sociales. La
racionalización libera a los individuos de las tradiciones, de lo imprevisto, de aquellas modalidades
de regulación del comportamiento arbitrarias pero lo encierra en un cosmos asfixiante de reglas
impersonales de difícil evasión. La capacidad técnica de las organizaciones posibilita que los
individuos superen su dependencia de las formas de dominación tradicionales, pero
paradójicamente, la técnica transformada en fundamento de la regulación del comportamiento
representa una amenaza a la libertad y la creatividad.

La racionalización se apoya en el desarrollo técnico científico y en la aplicación intencional


de reglas como ejes para evaluar el accionar humano, desplazando a la tradición, la emocionalidad
y la espontaneidad de su horizonte. Supone un proceso de complejización de los diferentes ordenes
de la vida (los conocimientos sobre el funcionamiento de la realidad económica, política, social,
cultural aumentan día a día) pero, paradójicamente, esto mismo implica una simplificación de la vida
en términos de procedimientos (cada vez es más fácil es manejar un automóvil, limpiar la ropa,
transportarse de un lugar a otro) que pueden automatizarse en comportamientos casi irreflexivos
en su concreción cotidiana. En comparación con las sociedades premodernas en la que sus
integrantes conocían los instrumentos que empleaban y sabían qué hacer para procurarse los
elementos que le posibilitaban vivir, en la sociedad moderna el conocimiento se ha especializado y
una de sus consecuencias es que la mayoría de la población emplea cotidianamente con eficiencia
elementos pero que no saben cómo funcionan, como por ejemplo un lavarropas o un televisor, ante
60

cualquier desperfecto no queda más remedio que llamar a un especialista para que revise el
artefacto26. La racionalización supone que un viajante de un transporte podría, si quisiera, acceder
al conocimiento que le permitiese entender el desplazamiento del vehículo, descartando que en su
funcionamiento intervenga alguna fuerza misteriosa. Weber (1998) establece que la racionalización
se manifiesta bajo modalidades diversas 27, puede desarrollarse con criterios diferenciales en el
ámbito religioso, en el jurídico, en el militar, en el cultural, en el científico, en el político, en el
económico o en el de la educación. El proceso de racionalización funciona, a partir de diferentes
tipos de racionalidad, de forma disímil en cada sociedad y en cada ámbito de la misma, por ello lo
racional y lo irracional es un asunto de perspectiva, ya que, toda actividad es plausible de
racionalizarse, “…lo irracional no es algo sustantivo, sino por relación a un determinado punto de
vista racional. Nada es racional o irracional en sí mismo, sino por referencia exclusiva al punto de

26
“…la intelectualización y racionalización creciente (…) significan (…) el conocimiento o convicción de que, de
desearlo, podríamos descubrirlo en cualquier momento. Por tanto, significan que, en lo esencial, no intervienen
fuerzas misteriosas incalculables, sino que, en principio, podemos controlar todas las cosas mediante el cálculo. Ello
supone un desencantamiento del mundo. Ya no es necesario recurrir a medios mágicos a fin de dominar o implorar
los espíritus, como hacia el salvaje, para quien existían poderes misteriosos. Los medios técnicos y el cálculo
cumplen esa función” (Weber, 1985).
27
“…la expresión "racionalismo" puede significar cosas muy diferentes. Significa una cosa cuando consideramos el
tipo de racionalización con el que un pensador sistemático elabora la imagen del mundo: un progresivo dominio
teórico de la realidad a través de conceptos cada vez más abstractos y precisos. Racionalismo significa otra cosa
cuando consideramos el logro metódico de un fin práctico y rigurosamente determinado por medio de un cálculo
cada vez más refinado de los medios apropiados (…) "racional" también puede tener el significado de una
"planificación metódica". Y así son racionales estos métodos: métodos de ascetismo mortificatorio o mágico, de
contemplación en sus formas más coherentes, por ejemplo, el yoga; o, el manejo de las máquinas de oraciones del
budismo actualizado. Por regla general, son "racionales" todas las formas de ética práctica, sistemática y
definitivamente orientada hacia fines precisos de salvación, en parte en igual significado en que es racional el
método formal, y en parte en la medida en que se distingue entre preceptos "válidos" y lo que se presenta como
dato empírico” (Weber, 1987).
61

vista valorativo desde el que la acción es considerada” (Ruano de la Fuente, 1996) 28. Aunque la
racionalización moderna es considerada por Weber (2012) como una modalidad histórica
estructurada a partir de la posibilidad de contar un desarrollo científico, con el despliegue confiable
de dispositivos técnicos y administrativos para dinamizar y organizar la calculabilidad, la evaluación
exacta y permanente en los procedimientos según bases racionales y científicas, es necesario
aclarar, que según el análisis weberiano el proceso de creciente racionalidad no se considera como
la única explicación, o que suponga que es la correcta interpretación de la realidad de la sociedad
capitalista. El cosmos de valores del capitalismo moderno estuvo inicialmente impulsado bajo los
principios éticos proveniente de la religión protestante, centralizados en el ascetismo, la
constricción ante los placeres mundanos, la energía de la fe sobre la actividad profesional y el
29
empleo del tiempo en forma productiva (entre otros factores), posteriormente, este impulso de
religiosidad se fue diluyendo permitiendo una creciente fragmentación de sentido integrada
únicamente por los principios de la mercantilización.

Weber establece como un punto de inflexión en el desarrollo del proceso de racionalización


la emergencia, la transmisión y la aplicabilidad del conocimiento científico en ámbitos cotidianos y
extracotidianos. La ciencia moderna no solo tiene efectos de utilidad aplicables a la vida de todos

28
“Hay, por ejemplo, racionalizaciones de la contemplación mística, que es un comportamiento que (visto desde
otros ámbitos de la vida) es específicamente irracional, del mismo modo que hay racionalizaciones de la economía,
de la técnica, del trabajo científico, de la educación, de la guerra, de la administración de la justicia. Además cada
uno de estos ámbitos puede ser racionalizado partiendo de consideraciones ultimas y objetivos sumamente
diversos, y lo que es racional desde un punto de vista puede ser irracional desde otro punto de vista (…) lo decisivo
en su diferencia es que esferas fueron racionalizadas y en que dirección” (Weber, 1998).
29
“El ascetismo protestante intramundano (…) dirigió toda su energía contra el disfrute natural de las propiedades,
freno el consumo y en especial el lujo. Por el contrario, descargó psicológicamente a la adquisición de bienes de los
obstáculos de la ética tradicionalista, rompió las cadenas del afán de lucro al legalizarlo y considerarlo (…) querido
por Dios. La lucha contra el deseo carnal y el apego a los bienes exteriores no era (…) una lucha contra el lucro
racional, sino contra el uso irracional de las propiedades (…) el ascetismo no quería imponer a los propietarios una
mortificación, sino el uso de sus propiedades para cosas necesarias y útiles de manera práctica” (Weber, 1998).
62

los días sino que también genera saberes que se enfrentan a las tradicionales respuestas
religiosas, como las que dan cuenta de la existencia del cosmos, el origen del hombre, la
reproducción de los seres humanos, entre otros tópicos 30. El pensamiento científico no responde
por los fines últimos de las cosas ni pretende resolver el significado de la existencia humana y del
cosmos pero los conocimientos que ha generado sobre el origen y el funcionamiento de la vida y la
dinámica del universo ha puesto en entredicho lo dogmas de fe de las grandes religiones.

Kalberg (2007) establece que en los escritos de Weber no hay un desarrollo puntual, ni una
explicitación precisa de la racionalización como tema, para analizarlo éste debe ser rastreado en
diferentes textos, ya que se hace mención del mismo de forma fragmentada y diseminada, está
implicado al tratar otros temas. El concepto de racionalización no es unívoco, ni designa un
desarrollo general de las sociedades, sino que, se puede vincular con diferentes modalidades de
organizar realidades heterogéneas, a fin introducir regularidades en los comportamientos sociales.
Estas formas de controlar el sentido y las acciones sociales pueden estar institucionalizadas,
remitir a formas valorativas, funcionar como mecanismos impersonales de referencia o pueden ser
ejecutarse a partir de intereses personales y pragmáticos. A partir de cierta racionalización se
pueden generar modos de vida, o bien pueden hacer funcionar acciones acotadas en tiempo y lugar.

3.2. Tipos de racionalidad

Kalberg considera que podrían distinguirse cuatro tipos de racionalidad: la racionalidad


sustantiva, la racionalidad formal, la racionalidad práctica y la racionalidad teórica. La racionalidad

30
“Para Weber, el ascenso de la ciencia como modo de conocer y experimentar auguró consecuencias
particularmente decisivas, ya que amenazó con expulsar los valores por fuera de la arena de la “creencia” y
ubicarlos en el reino del cálculo: con el advenimiento de la visión científica del mundo, incluso los valores pudieron
ser sometidos a la observación empírica, a la medición matemática y a la prueba. Enfatizó que con este desarrollo la
ciencia se ubicó como la oposición más fundada a todas las visiones religiosas del mundo, las cuales, en tanto
postulados éticos, afirmaban la “falta de sentido” de la vida mundana y de ciertas acciones, como resultado de su
valoración de los caminos particulares de salvación” (Kalberg, 1977).
63

sustantiva o material se plasma como un patrón de los comportamientos significativamente


orientados por el acatamiento coherente con respecto a ideales, valores éticos o creencias
internalizadas. Implica en la lógica del comportamiento una evaluación metódica de los actores
sobre como cumplir determinados ideales o referencias valorativas. Este tipo de racionalidad
responde a una perspectiva ética que orienta y configura los comportamientos sociales en
esquemas de acción coherentes y previsibles con ciertos postulados de valor, que pueden
funcionar de forma delimitada o con un alcance general. Esta orientación social se manifiesta en
acciones ligadas sistemáticamente con regulaciones y parámetros normativos determinados por
ideales y valores, como el deber, la decencia, la honorabilidad o la fidelidad a una nación. Los
valores representan guías que orientan la conformación del sentido de las acciones, la racionalidad
aquí consiste en el ajuste consistente de los comportamientos y las relaciones 31. La racionalidad
que surge de la observancia a un orden ético implica un punto de vista que fija la dirección del
proceso de racionalización y se subsume hacia ese orden pero sin que se puedan establecer
criterios o estándares universalmente validos para evaluar otros sistemas éticos o de creencias.
Weber plantea un perspectivismo ético insuperable, que implica que las decisiones, evaluaciones y
preferencias de los actores por ciertos ideales o valores, que posibilitan la consecución de los
comportamientos para ajustarse a dichos valores, no pueden ser justificadas o avaladas por ningún
criterio racional que vaya más allá de ese cosmos ético. Los valores son racionales para el actor
en términos de ajuste evaluado hacia los mismos, es racional la acción en tanto es coherente con

31
“…la racionalidad sustantiva ordena directamente la acción en patrones. Lo hace, sin embargo, no puramente en
base a un cálculo de medios-fines acerca de las soluciones ante problemas rutinarios, sino en relación a un
“postulado de valor” pasado, presente o potencial. No simplemente un valor singular, como puede ser una evaluación
positiva de la riqueza o del cumplimiento del deber, sino un postulado de valor que implica conjuntos enteros de
valores que varían en lo que abarcan, en su coherencia interna y en su contenido. Luego, este tipo de racionalidad
existe como una manifestación de la capacidad inherente al hombre para la acción racional con arreglo a valores”
(Kalberg, 1977).
64

los ideales y creencias que conforman ese orden ético. Lo irracional es, contrariamente, la acción
que responde a una multiplicidad de valores enfrentados o diferenciales 32 .

La racionalidad formal o instrumental descansa en una lógica que emplea la calculabilidad


en la orientación del sentido de los comportamientos, no busca arribar al cumplimiento de un valor
sino al de un fin determinado, cualquiera sea este, a partir de un conjunto de prescripciones,
conocimientos empíricos, técnicas o reglas de un orden impersonal y abstracto. La impersonalidad
propia de este tipo de racionalidad se manifiesta en la lógica de la acción técnica, que supone un
recorte de una totalidad para que su operatividad sea eficiente, evaluable, posibilitando la
reorganización de la realidad enfocada, a partir de finalidades o valores que están por fuera de
esta esfera de acción. Este tipo de racionalidad siempre supone un funcionamiento dentro de una
dimensión local de un orden que lo contiene, y desde donde surge el impulso o las finalidades de su
intervención. El funcionamiento impersonal de las relaciones de mercado implica la imposición de
una racionalidad formal carente de un centro organizador, las acciones dentro del marco de estas
relaciones económicas implican procesos de cálculo y de evaluación de probabilidades de forma
impersonal, que se impone tanto en el pedido de un crédito, en la planificación de la producción de
bienes, la estrategia de comunicación en los servicios al público o en la inversión en la bolsa. Si un
trabajador pretende conseguir un crédito hipotecario, el banco lo tratará impersonalmente, a partir
de las condiciones exigidas por el banco, a partir de los requisitos formales presentados por el
solicitante “…la racionalidad formal legitima fundamentalmente un cálculo racional con arreglo a
medios-fines similar, pero referenciándose en reglas, leyes o regulaciones ya existentes y
aplicadas universalmente (…) en la medida en que reina el puro cálculo en términos de reglas
abstractas, las decisiones se toman “sin consideración de las personas”. Una orientación de la

32
“…la racionalidad de los valores y de las orientaciones valorativas es determinada en virtud de la consistencia y
de la cualidad unificante y sistematizadora de los valores mismos, que, en consecuencia, serán principios
orientadores de un estilo de vida unitario. Sólo los valores que puedan ser abstraídos y generalizados, y
transformados así en principios que puedan ser interiorizados como principios básicamente formales, y aplicados
procedimentalmente, pueden ejercer una fuerza orientadora de la acción lo bastante intensa como para trascender
las situaciones concretas y, en el límite, penetrar sistemáticamente todos los ámbitos…” (Ruano de la Fuente, 1996).
65

acción hacia reglas formales y leyes equivale a un rechazo a cualquier arbitrariedad: aquí el
universalismo y el cálculo con relación a regulaciones aprobadas se ubican estrictamente en
oposición a la toma de decisiones relacionada con cualidades personales de los individuos
implicados” (Kalberg, 1977).

La racionalidad material supone una orientación y ordenación regida por criterios que se
distancian de pautas impersonales, para regirse normativamente con respecto a valores o ideales,
por lo que supone criterios no abstractos o extraeconómicos, llevando a la acción social a guiarse
por estos valores o ideales. La racionalidad formal es una modalidad de orientación y regulación de
los actuaciones que requieren del incremento de las capacidades técnicas (aplicación de un
conjunto de medios planificada e intencionadamente para cumplir con determinados requerimientos
o fines) para consolidar un entramado de relación eficiente entre reglas y fines, dando lugar a un
marco calculable de regulación y de prescripciones habilitantes y restrictivas de los
comportamientos. En la gestión económica la forma dinero representa el máximo de calculabilidad,
impersonalidad y abstracción en los intercambios. En el orden jurídico es constatable que, más allá
que el funcionamiento de la racionalidad formal remite a la coherencia y la sistematicidad entre sus
reglas y principios fundantes y la racionalidad material suponga una referencia a ideales o valores
que están por fuera de la estructura normativa, ambas funcionan en la realidad concreta
implicadas una en la otra, ya que “…la racionalidad material contiene de alguna manera elementos
de la racionalidad formal, y la racionalidad formal contiene algo de la racionalidad material, pues
todo el sistema de normas, jerarquías y procedimientos, etc.. se establece para aplicar
determinados fines, para conseguir determinados objetivos. Además en un mundo con luchas en
todas las esferas, se le presentan al derecho exigencias materiales, de realización de determinados
objetivos, que pueden poner en cuestionamiento la racionalidad formal, en el sentido de que ponen
en entredicho el formalismo jurídico…” (Abellan, 2004).

La articulación entre la racionalidad sustantiva y la racionalidad instrumental se presenta


en la experiencia del nazismo como pocas veces en la historia. La racionalidad instrumental
desplegada burocráticamente en el exterminio de millones de personas resultó de la
materialización de una racionalidad orientada hacia los valores de la superioridad germana, de la
preeminencia de la raza aria por sobre otras razas. Así, la población alemana fue escolarizada,
66

socializada políticamente y conducida desde el aparato gubernamental con el fin de que se


incorporaran los valores sostenidos por el régimen. La concepción ética del Tercer Reich, que se
puede caracterizar como sexista, discriminatoria, racista y materialista, se consolidó en las
prácticas sociales en Alemania en gran parte de la población, como resultado de la efectivización
coherente de una racionalidad sustantiva. Ideales, creencias y valores conformaron una concepción
de la existencia que legitimó las acciones del nazismo, materializándose en políticas
gubernamentales, conformando en militares y funcionarios una racionalidad instrumental o formal,
que no cuestionó los principios éticos del régimen.

Mientras que la racionalidad formal se materializa en una lógica que sopesa medios y fines,
en coherencia con reglas, leyes o regulaciones resultantes de un orden impersonal abstracto, la
racionalidad práctica se manifiesta en una actitud personal hacia el cálculo y la evaluación de las
posibilidades disponibles en la resolución de los problemas cotidianos, a partir de patrones de
acción racional con arreglo a medios-fines que se desprenden de los propios intereses
pragmáticos. Por ello, la racionalidad práctica implica la presencia de procesamientos evaluativos y
de calculabilidad orientando el sentido de la acción en el flujo aleatorio de los intereses cotidianos,
casi al nivel de lo automatizado o de lo no premeditado, se presenta como resultado haber
internalizado estos mecanismos de manera muy arraigada, para sortear los obstáculos que se le
presentan al individuo en el devenir azaroso de la vida cotidiana. Este tipo de racionalidad supone
que el razonamiento metódico forma parte de esquemas cognitivos o actitudinales en la adaptación
pragmática del sujeto a las circunstancias de la vida moderna. Kalberg expresa que este tipo de
racionalidad presenta un carácter impreciso, no remite ni a un conjunto de valores ni a fines
provenientes de un orden impersonal y abstracto que sirva como referencia y coherencia, solo
implica la administración en la resolución de las dificultades rutinarias, cotidianas y pragmáticas.
Las disposiciones subjetivas que conforman la racionalidad práctica predominan en la cotidianeidad
de las sociedades modernas debido a que se posee la disponibilidad de saberes empíricos, consejos
profesionales, documentación técnica sobre aquellas cosas que atiene al desenvolvimiento de la
vida cotidiana.

Los saberes disponibles conforman un marco empírico técnico desde donde se genera una
orientación regular de este tipo de acción, por ello, la racionalidad práctica funciona no solo como
67

un procedimiento personal interiorizado a partir del posicionamiento del individuo dentro una
organización para controlar y ajustarse a la realidad objetiva, sino que, funciona como una
disposición subjetiva cognitiva que orienta y conduce las decisiones de la acción en torno a ciertos
fines o valores. La racionalidad práctica supone acciones de dominio sobre la realidad basadas en
patrones que se dirigen a manipular las rutinas diarias, implica una tendencia sistemática y
coherente con ciertos criterios probados de eficacia. En la racionalidad práctica, la ordenación de
la acción deriva del cálculo intencional, pragmático y maleable con respecto a los intereses o fines
de los individuos con respecto a la dinámica de las vicisitudes de la realidad diaria, esta orientación
pragmática puede en su concreción a través de las rutinas diarias transformarse en protocolos de
conducta implicando un nivel de automatización mental en la configuración del comportamiento.
Opuestamente, la racionalidad teórica requiere necesariamente de un elevado nivel de conciencia
en la organización del sentido ya que tiene como apoyo en el uso de procesos cognitivos desde una
estructura conceptual.

La orientación que provee la racionalidad teórica alude a la utilización conciente,


sistemática y fundamentada en el sentido de los comportamientos y en la lectura de la realidad a
partir de esquemas conceptuales e ideas abstractas definidas con precisión y que coherentemente
conforman cosmovisiones objetivadas (en conceptos) de la realidad. En las sociedades
tradicionales este tipo de racionalidad basada en una cosmovisión religiosa era central en la
organización unitaria del sentido. Este tipo de racionalidad proviene, en la actualidad, de la ciencia y
de la técnica profesional, que establecen parámetros organizacionales y subjetivos. Aún es posible
que la racionalidad proveniente del conocimiento religioso funcione en la esfera privada de aquellos
individuos que profesen algún tipo de fe institucionalizada. La racionalidad teórica (religiosa o
científica) posee una base de valores o supuestos sobre la que funciona, el funcionamiento de la
ciencia implica la existencia de “…supuestos que escapan a la discusión racional no solo la validez
de la lógica y de la metodología, sino también la validez de los valores internos que orientan la
racionalización de la propia esfera científica. Y así, las ciencias de la naturaleza responden a la
pregunta de que debemos hacer si queremos dominar técnicamente la vida; pero las cuestiones
previas de si debemos, y en el fondo, queremos conseguir este dominio y si tal dominio tiene
68

verdaderamente sentido son dejadas de lado o simplemente, son respondidas afirmativamente de


antemano” (Ruano de la Fuente, 1996).

La racionalidad teórica basada en el conocimiento científico genera en la sociedad moderna


una tendencia hacia la intelectualización y la profesionalización de la vida, empujando a los actores
a una permanente confrontación con creencias o tradiciones, provee explicaciones y esquemas
organizados y probados empírica y racionalmente para afrontar prácticamente la realidad, e influye
en la cosmovisión de los actores, que percibir la realidad a través de estructuras conceptuales y
sistemas derivados de la medición y experimentación empírica. En épocas pretéritas a la
modernidad donde los portadores del saber eran los religiosos esta racionalización cerraba el
sentido y la mirada del mundo con la aceptación en base a los principios y creencias de la fe. La
objetivación conceptual y teórica de la realidad permite que la subjetividad produzca instancias
posteriores de sistematización y ajuste en la interpretación de esa realidad. Esta racionalización
provee el fundamento a los mecanismos de cálculo y de abstracción conceptual vitales para el
funcionamiento de la racionalidad formal, además, de su impacto sobre la racionalidad práctica 33.

Las subjetividades expuestas a los productos de la racionalidad teórica pueden


transformarse, posteriormente, a partir de su circulación e internalización (a través de la
educación o la exposición a fuentes de datos o recomendaciones profesionales) en protocolos
estables y normativos que posibilitan la evaluación y conmensuración de comportamientos, las
emociones y las costumbres, esto se verifica, por ejemplo, en la influencia de las guías de
recomendaciones terapéuticas para problemáticas psicológicas o vinculares, que han excedido el
ámbito de la terapia y que aparecen en revistas de interés general. Los procesos cognitivos
implicados en la manifestación de la racionalización teórica se enfrentan con la realidad para

33
“La racionalización teórica y práctico-técnica guardan entre sí, sin duda, una estrecha relación de dependencia.
Porque la racionalidad formal de una acción dirigida a un fin (…) se mide por la corrección del cálculo de medios y
de fines, y esta corrección objetiva es tanto mayor cuanto mayor sea el grado de intelectualización de la realidad”
(Ruano de la Fuente, 1996).
69

categorizarla, analizarla y explicarla en su dinámica a partir un cúmulo organizado y articulado de


saberes o sistemas simbólicos con elevado grado de abstracción. Las creencias de las religiones
organizadas o los supuestos teóricos de la ciencia pueden, según las circunstancias, circular y ser
apropiados socialmente, influyendo en los comportamientos cotidianos. La racionalidad teórica
presume una acción intelectual cognitiva que implica un manejo reflexivo de la realidad, la cual es
segmentada abstracta y conceptualmente a través de la construcción de conceptos definidos
unívocamente y con precisión.

Según Kalberg (1977) los diferentes tipos de racionalidad tienen en común que se basan en
procesos mentales metódicos dirigidos a intentar configurar y controlar la realidad. La racionalidad
supone una construcción de sentido dirigida a organizar y controlar la realidad, a fin de que ésta no
se manifieste como un caos desordenado de percepciones particulares y efímeras. En todo proceso
de racionalización se organiza metódicamente la infinita manifestación de hechos, sucesos aislados
y acontecimientos dispersos. Más allá de que su significación sea consecuencia del cálculo entre
medios y fines a partir de un orden formal, que nazca de la subordinación a un orden ético o que
resulte de una calculabilidad pragmática, la racionalización se concreta como una modalidad de
construcción del sentido, rechazando las concepciones y las significaciones particularizadas para
ordenarlas y canalizarlas dentro de patrones de acción social, de esquemas de organización, de
regularidades comprensibles. Los tipos de racionalidad sustantiva, formal, y teórica suelen ser
decisivas en el proceso de institucionalización social y de conformación de realidades
organizacionales, estructuradas como conjuntos de procedimientos, regularidades y normativas,
en cambio, la impronta difusa de la racionalidad práctica la remite a la resolución de la vida
cotidiana.

4-La tendencia hacia la racionalización

4.1. “La jaula de hierro de la burocracia”

La omnipresencia de la racionalización en las centrales esferas del capitalismo moderno


fue tema de debate de numerosos analistas del pensamiento weberiano y es por ello que su
70

referencia es ineludible; para Weber, este proceso tuvo el carácter de lo inevitable, generando una
transformación social a gran escala, erigiéndose como un “cosmos” organizacional y de sentido de
dificultosa salida; configurado en su ejecución regular, principalmente, como un armazón o
estructura de orientación y enclaustramiento de las intencionalidades y los comportamientos,
anclado en el funcionamiento administrativo de organizaciones a gran escala, el proceso de
racionalización influye, casi imperativamente, en plano de las subjetividades, en los
comportamientos y en las relaciones que se concretan cotidianamente dentro de los estilos de vida
propios del orden económico capitalista. El orden social capitalista se ha caracterizado por una
forma de vida orientada hacia la maximización continua de la ganancia económica a partir de una
creciente calculabilidad de las prácticas económicas y por la burocratización de las instituciones,
por la separación en los ámbitos políticos, militares y económicos de quien ejerce una tarea y los
medios a través de los que la realiza; estos procesos se han anclado en el desarrollo de
estructuras “modernas” de asociaciones en toda clase de terrenos (estado, iglesia, ejército,
partido, explotación económica, asociación de interesados, uniones, fundaciones y cualesquiera
otras que pudieran citarse), las cuales requirieron del desarrollo y del incremento de la
administración burocrática; en ellas, el individuo representa y funciona como un engranaje de una
maquinaria que exige comportamientos abstractos e impersonales regidos por reglas abstractas.
Weber presentó al proceso de racionalización como vital en el capitalismo (o en cualquier otra
forma económica y política dirigida a sostener establemente una dominación en una sociedad de
masas) debido a la superioridad técnica de esta regular modalidad calculable y metódica de
organizar la dominación, haciendo más eficiente el cumplimiento de cualquiera de los objetivos que
ella se proponga. Los mecanismos burocráticos resultan instrumentalmente aplicables a diferentes
ordenes sociales (privados o públicos), constituyéndose en especies de maquinarias que permiten
el cumplimiento controlado de tareas y funciones de manera impersonal, continua, eficiente, veloz,
calculable, discrecional y eficiente en la reducción de costos materiales y desacuerdos personales,
superior en estos aspectos a cualquier otra forma de administración o producción.

Un concepto, muy difundido en el pensamiento sociológico, asociado a Max Weber, que se


emplea como metáfora para designar al proceso de racionalización, en tanto destino ineludible de la
sociedad moderna, es el de la “jaula de hierro” de la burocracia; la figura invita a pensar en la
71

imagen de una maquinaria que, desde afuera de la subjetividad, encierra férreamente a lo humano,
de la cual no habría escape; supone una estructura inerte, conformada por disposiciones formales,
organizaciones y protocolos de acción, que materializa de forma irresistible la anulación, o por lo
menos la regulación de la imprevisibilidad para obtener una predictibilidad de la acción de los
participantes de los entornos organizados, conllevando una amenaza a la libertad, la creatividad, la
espontaneidad y todas aquellas características que hacen a cada persona ser alguien único. Los
párrafos más significativos en la obra de Weber que indujeron a muchos analistas a debatir sobre
este concepto son los que se exponen a continuación, en el primero de estos, Weber explica el
impulso religioso en la materialización de esta tendencia como fuerza social y el posterior repliegue
del factor religioso. En el segundo párrafo advierte el peligro que supone la maquinización moderna
de la administración con respecto a las fuerzas vitales del ser humano:

“El puritano quería ser un hombre profesional, nosotros tenemos que serlo. Pues al
trasladarse la ascesis desde las celdas monacales a la vida profesional y comenzar su dominio
sobre la moral intramundana, contribuyó a la construcción de este poderoso cosmos del orden
económico moderno que, amarrado a las condiciones técnicas y económicas de la producción
mecánico-maquinista, determina hoy con fuerza irresistible el estilo de vida de todos cuantos nacen
dentro de sus engranajes (no sólo de los que participan directamente en la actividad económica), y
lo seguirá determinando quizás mientras quede por consumir la última tonelada de combustible
fósil. El cuidado de los bienes exteriores, decía Baxter, no debía ser más que „un liviano manto que
se puede arrojar en todo instante‟ sobre los hombros de sus santos. El destino ha convertido este
manto ligero en férrea envoltura. La ascesis emprendió la tarea de actuar sobre el mundo y
transformarlo; con ello los bienes exteriores (…) alcanzaron un poder creciente y al cabo
irresistible sobre los hombres, (…) que no ha tenido semejante en la historia. Hoy su espíritu se ha
deslizado fuera de esa envoltura, quien sabe si definitivamente. El capitalismo victorioso,
descansando (…) en un fundamento mecánico, ya no necesita (…) de su sostén” (Weber, 1988).

“Una máquina inerte es espíritu coagulado, y el sólo serlo le da el poder de forzar a los
individuos a servirla, de determinar el curso cotidiano de sus vidas de trabajo de modo tan
dominante como es efectivamente el caso en la fábrica. Es espíritu coagulado, asimismo, aquella
máquina viva que representa la organización burocrática con su especialización del trabajo
72

profesional aprendido, su delimitación de las competencias, sus reglamentos y sus relaciones de


obediencia jerárquicamente graduadas. En unión con la máquina muerta, la viva trabaja en forjar el
molde de aquella servidumbre del futuro a la que tal vez los hombres se vean algún día obligados a
someterse, impotentes como los fellahs del antiguo Estado egipcio, si una administración buena
desde el punto de vista puramente técnico llega a representar para ellos el valor supremo y único
que haya de decidir acerca de la forma de dirección de sus asuntos” (Weber, 2012).

El proceso de racionalización occidental resulta de las acciones intencionales de actores


que promueven ciertos ordenamientos de la vida social destinada a la previsibilidad y la
cotidianeidad organizacional, lo cual tiene como consecuencia la generación de tendencias
subjetivas de permutaciones en la percepción del tiempo y el espacio. La vida moderna transcurrió
hasta la actualidad en ámbitos de creciente burocratización, las reglas y normativas que
constituyen estos espacios habilitaron y respaldaron las decisiones y los comportamientos de las
personas que los integran habilitando transformaciones de la vida social. La otra cara de la
presencia de estos órdenes formales en la vida del individuo radica en los límites y restricciones a
la libertad y la espontaneidad, ya que los mismos modulan, con mayor o menor grado de exigencia,
las expectativas y trayectoria de acción de sus integrantes; en estos ámbitos organizacionales, sus
participantes estables (empleados de una empresa) o transitorios (usuarios de un transporte
público) deben someterse a sus reglas eficientemente probadas de funcionamiento, conformando
sobre las posibilidades de acción de aquellos una “cubierta o caparazón de hierro”. La
estructuración del accionar invocado por esta convencional imagen se enraíza, necesariamente, en
entornos predecibles, donde prevalecen la seguridad y la estabilidad en las realizaciones cotidianas
de sus miembros, pero a la vez, sugiere que son ordenamientos de los que es muy difícil salir, ya
que se erigen en las estructuras del accionar, aún para aquellas propuestas políticas y sociales que
ponen su crítica en las consecuencias de del accionar burocrático, “…el capitalismo, según Weber,
es con razón una <<estructura dura como el Acero>> que parecía limitar más y más el campo de la
actuación individual espontánea. A pesar de esta comprobación desilusionadora Weber creía que no
existía solución real para esta situación…” (Mommsen, 1981), la solución propuesta desde el
marxismo de disolver las mastodónticas estructuras del Estado capitalista e imponer una
semiestructura estatal proletaria carecía de sustento realizable, ya que la planificación colectiva
73

de la administración económica y de la organización política requeriría de mayores exigencias de


acción y control y, por ende, de un aumento de funcionarios y técnicos que, inevitablemente,
fortalecería la propensión racionalizadora que burocratizaría todas las áreas de la vida social.

Es menester resaltar con respecto a esta imagen de asfixiante connotación que la


racionalización del mundo en el capitalismo conlleva una irracionalidad sustantiva que subsume las
racionalidades desplegadas en la interacción entre el plano organizacional y el subjetivo, debido a
que el individuo, con grados variables de conciencia sobre la situación en cuestión, se encuentra
ante férreas tendencias de encuadramiento dirigidas a contenerlo y atraparlo en un mundo
desencantado, motorizado por el funcionamiento casi mecanizado de obligaciones, normativas y
restricciones, donde pareciera que los objetos materiales se autonomizan de la vida humana y se
constituyen como reemplazo de los valores e ideales en tanto orientadores de la acción y el
sentido. En una lectura sobre el tema, Marina Farinetti (en Naishat, 2002) afirma que la metáfora
aludida por Weber y sus analistas sobre “…la jaula de hierro da cuenta de la significación de los
bienes materiales en el mundo de la vida de la economía racional. No hay duda de que esta emerge
a través de una inversión paradójica de la lógica que ha precedido al nacimiento del capitalismo. En
el momento de su invención, el capitalismo era vivido como emancipador, en la medida en que
aliviaba la incertidumbre del puritano de cara a su destino encerrado en la idea de la
predestinación”. El desplazamiento en la orientación de la acción hacia fines seculares y con ello el
fortalecimiento de lógicas instrumentales en torno una vida social organizada en esferas
particulares que tienen en común un creciente desarrollo de disposiciones administrativas,
formalizadas objetivamente, que contienen y, a la vez, restringen la subjetividad de sus
participantes.

Para abordar esta temática desde la sociología se tomaron las reflexiones de Weber para
consagrar un concepto, “La Jaula de Hierro”, que habilitó múltiples análisis y reflexiones sobre la
organización de la vida moderna. Es frecuente encontrar en libros y artículos de ciencias sociales
mencionado este término de “jaula de hierro” de la burocracia”, el sociólogo Eduardo Fidanza
(2005) atribuye a Talcott Parsons la difusión en el empleo de este término, Weber subrayaba la
importancia del impulso religioso y su posterior languidecimiento durante el desarrollo del orden
económico capitalista, el carácter religioso desapareció (o remite como creencia a la esfera
74

personal) como factor de organización social, siendo reemplazado por mecanismos impersonales
orientados hacia determinados fines que someten a los individuos a una férrea orientación del
comportamiento. Fidanza aclara que, “…lo que llamamos “metáfora de la jaula de hierro” es una
imagen retórica utilizada por Weber en una de las últimas páginas de La Ética Protestante para
expresar la pérdida del sentido religioso original que inspiró, según su interpretación, al primer
capitalismo (…) no consta que Weber haya usado en alemán la expresión que Parsons tradujo como
“jaula de hierro” (iron cage). El término textual de Weber es [ein] stahlhartes Gehäuse, que
literalmente podría vertirse como “estuche”, “envoltura”, o incluso “jaula”, “dura como el acero”, y
que suele traducirse por “férrea envoltura”, o bien por términos similares que evocan un
caparazón duro y opresivo”. Otros analistas weberianos, como Yolanda Ruano de la Fuente (1996),
establecen que Weber se refería a una “acerada coraza” de la burocratización. Una analogía
interesante ofrece Derek Sayer (1995) que propone, con respecto a la conceptualización
establecida convencionalmente como “ jaula de hierro”, la figura de un “caparazón”, como el que
transporta un caracol, explica que es más adecuada, ya que supone una imposición exterior que
limita al portador pero sin la cual éste no podría vivir, a diferencia de la figura de la jaula que
implica una estructura externa, con una posibilidad de salida, la “…Gehäuse, en cambio, es una
prisión más rigurosa, la coraza de la propia subjetividad. La dependencia de la petrificación
mecanizada se ha vuelto parte integral de los que somos”. Michael Löwy (2012) reconoce la
productividad de la metáfora popularizada por Parsons, y explica que el término Gehäuse puede
designar varias cosas, como “…el carozo de un fruto, la valva, concha o la caparazón del caracol, la
caja de un reloj pulsera, el cofre de un reloj de pared, un habitáculo, una celda” ; con respecto a esta
propuesta Löwy (2017) considera que el término habitáculo, como “petrificación mecanizada” es, sin
duda, preferible a el de la caparazón, ya que la caparazón no implica dureza y plantea una
estructura no artificial sino orgánica, indisociable a la corporalidad, diferente a lo que Weber
pretendía transmitir, la de una estructura externa históricamente elaborada, de la cual por lo tanto,
sería posible salir34. Por ello Löwy, discrepa con Peter Baehr y Sayer quienes proponen el

34
La implicancia de un habitáculo exterior y artificial supondría latentemente que el provenir podría quedar abierto,
“…el proceso de cosificación –reificación- de las relaciones sociales y los espíritus habría alcanzado su última
75

reemplazo del término jaula por el de un caparazón (shell), ya que éste último supone que forma
parte orgánicamente del sujeto. Löwy afirma que, precisamente por ello, el término no es adecuado
ya que la metáfora weberiana supone un entorno artificial exterior y por lo tanto, el término
habitáculo sería más conveniente de emplear. Quizás la idea de un exoesqueleto que estructura
exterioridad e interioridad pueda representar como la racionalización contemporánea no funciona
desde lo exterior hacia lo interior únicamente, ya que las regulaciones e interdicciones se
internalizan orgánicamente en el sujeto que socializado e interpelado desde diferentes órdenes
sociales asimila y ayuda a sostener no sólo en el cumplimiento de mandatos sino como exigencias
personales a los otros en entornos cotidianos.

En las manifestaciones del proceso de racionalización en las diferentes esferas del


accionar social se enlaza instancias de exterioridad e interioridad, moldeando formatos de
dispositivos objetivos y también de modalidades previsibles de pensar sentir y actuar; la
contradicción entre la constricción y la libertad permite entender que la racionalización opera
restringiendo la creatividad y la espontaneidad pero, a la vez, generando marcos de seguridad para
la acción y, paradójicamente, para el incremento de los márgenes de libertad, por ello, las
tendencias que operan en los procesos de racionalización en las diferentes esferas de la actividad
social (política, cultural, económica, estatal o social) se constituye como “…un sistema de
dependencia total, una «carcasa fuerte como el acero» de «servidumbre», una «aparatización»
general del hombre, un inevitable estar-inserto de cada uno en la «fábrica» en cada caso
específica -de la economía o también de la ciencia- Y «no obstante» (con un tal «no obstante»
cierra Weber también la conferencia La política como vocación), esa racionalidad es justamente,
para él, el lugar de la libertad” (Löwith, 1997). Por ello, muchas conquistas sociales en calidad de
derechos de ciudadanía y el acrecentamiento de las libertades civiles necesitan de esos andamiajes
formales anclados en órdenes jurídicos y estructuras burocráticas de efectivización de sus
cumplimientos

etapa. Sin embargo, Weber también contempla otra posibilidad que, sin duda, cuenta con su simpatía: la posibilidad
de escapar, pese a todo, del habitáculo” (Löwy, 2017).
76

4.2. La dimensión institucional de la racionalización: Estado, Mercado y Derecho


moderno

El fenómeno de la racionalización en el occidente moderno ha tenido un recorrido singular


generando una sociedad fuertemente burocratizada, a partir de su dimensión institucional, puede
analizarse como se materializa en espacios de elevada densidad social en donde las prácticas
sociales son anónimas, constrictivas y ajustadas a las exigencias y las reglas de los espacios
sociales organizacionales. Tres instituciones son los pilares de este desarrollo, el Estado moderno,
el derecho racional legal, y las relaciones económicas de mercado. El Estado moderno es definido
como una “asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de
monopolizar dentro de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación y que, a
este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos
los funcionarios estamentales que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con
sus propias jerarquías supremas” (Weber, 2012).

Para Weber no hay ninguna finalidad o tarea inherente que caracterice al Estado sino su
medio básico e indispensable, la coacción física. Weber establece que el Estado moderno implica un
orden político, administrativo y jurídico con autoridad legítima y legal sobre todas las personas y
los comportamientos que se realizan dentro del territorio de su jurisdicción. Es una asociación
territorial basada en reglamentaciones objetivas con regulación legislativa que son la base del
accionar cotidiano de un aparato de funcionarios que administran los asuntos estatales y con la
monopolización en el uso de la coerción física legítima. Sus características y su funcionamiento se
corresponden con el tipo ideal de dominación racional legal y su instrumentación depende de la
burocracia estatal. La base de la legitimación del Estado descansa en un entrelazamiento subjetivo
de creencias, las cuales no son consecuencia de la legalidad o la existencia formal de una la
estructura impersonal, “…no se trata de un cálculo racional del interés individual, sino de la
creencia que el Estado es válido y poderoso. La legitimidad puede existir solo en la mente de las
personas, pero si existe allí, hace que el Estado sea más fuerte. Cuando el estado es fuerte, puede
obligar a las personas a obedecer y a la vez esto refuerza aún más su legitimidad. Todo el proceso
se retroalimenta en forma circular. Una creencia irracional en el estado, cualquiera sea su
fundamento, crea su propia realidad (…) las personas que comparten un sentimiento común
77

proveen las bases para un Estado cuyos poderes pueden ejercer coacción sobre ellos” (Collins,
2009).

El germen político organizacional del Estado moderno se encuentra en las monarquías


absolutas, como estructura de dominación inició su desarrollo entre los siglos XIV y XV, cuando los
reyes se beneficiaron del resquebrajamiento del orden feudal para concentrar su poder, generando
profundas transformaciones en los mecanismos del gobierno y en el ejercicio de la dominación 35.
En el orden feudal las funciones del posterior Estado moderno se hallaban repartidas entre los
caballeros, la iglesia y los nobles propietarios de la tierra, era un dispositivo descentralizado de
ejercer el poder. El orden jurídico medieval, era consecuencia de la atomización de la autoridad,
carecía de leyes generales y se basaba en derechos particulares. Al soberano monárquico del
Estado feudal le quedaban muy pocos derechos inmediatos de dominación. A causa de la
descentralización y disgregación del control de los recursos de poder (como el bélico) los límites
territoriales de la dominación estatal eran difusos y móviles.36 Esta dominación de carácter
tradicional no podía mantener su ordenación de modo continuo, sino sólo temporalmente,
interviniendo coyunturalmente para eliminar la perturbación del orden estatal que se deseaba

35
“En todas partes, el desarrollo del Estado moderno se inicia a través de la acción del monarca. Este prepara el
camino para la expropiación de los depositarios autónomos y privados del poder ejecutivo que le rodean, de aquellos
que poseen por derecho propio los medios de administración, ejército y organización financiera, así como bienes
políticamente útiles de todo tipo. En conjunto, el proceso presenta un paralelo total con el desarrollo de la empresa
capitalista a través de la expropiación gradual de los productores independientes. Al final, el Estado moderno
controla los medios totales de organización política, los cuales de hecho quedan reunidos bajo un solo dirigente”
(Weber, 1985).
36
Las relaciones feudo-vasalláticas se basaban en pactos de lealtad, que originaban un orden jerárquico tradicional
de señores, vasallos y subvasallos. El mecanismo se basaba en que los señores protegían, mantenían y
proporcionaban un feudo a sus vasallos, a cambio de la fidelidad y prestación de servicios diversos de éstos. Los
feudos, ya tuviesen base territorial o fueran cargos públicos, eran hereditarios, en este contexto, las funciones
públicas se encontraban privatizadas, cada feudo era un microestado, los reinos y territorios de la Edad Media eran,
tanto en lo interior como el exterior, una unidad transitoria de poder político.
78

mantener, como consecuencia de esta dispersión el orden consistía en un conglomerado de


numerosas unidades de dominación, grandes o pequeñas, unidas entre sí por el inestable vinculo
feudal. Los Estados modernos se constituyeron como un dispositivo organizado, estructurado
formalmente, reconocido políticamente por otros Estados, con su poder centralizado, en
constitución paralela con los grandes mercados y con la producción capitalista. Instituciones como
la justicia, la burocracia administrativa, la extracción racional de recursos económicos (fiscales) y
el ejército profesional fueron racionalizándose de forma concentrada en torno a la figura del
soberano, por ello las monarquías absolutas representaron una etapa de transición hacia la
conformación de los Estados modernos, ya que sentaron las bases materiales e ideológicas para la
consolidación de una nueva forma de estatalidad 37.

El entramado centralizado de administración y legalidad del Estado moderno supone la


condición necesaria para la existencia y desarrollo de una esfera de derechos crecientes de
ciudadanía (civil, política, social y cultural) ya que, “…los derechos individuales, no funcionan como
limites trascendentales en la acción del Estado, sino que más bien son el producto de la acción de
los Estados soberanos. Como famosamente argumento Weber, tales derechos y su séquito de
libertades dependen, para su efectividad, de la presencia de unas burocracias centralizadas y
jerárquicas” (Du Gay, 2012). El aumento de la racionalización bien puede estar al servicio de valores
no democráticos que empleen a la burocracia como un instrumento aceitado a sus valores y fines.
Weber advierte que en el plano político la democracia necesita de la burocracia pero no a la
inversa, la burocratización del Estado no implica necesariamente la democratización en el
funcionamiento político de la sociedad. La democracia y las formas burocráticas están íntimamente
relacionadas, su relación es de dependencia de la primera con respecto a las segundas, pero no a
la inversa. No se pueden sostener y ampliar los derechos de ciudadanía sin que el Estado establezca

37
“La racionalización del gobierno –que abarca la centralización, la generalización y también la abstracción del
poder- sacó a Europa del feudalismo y la condujo, a través de las monarquías absolutas, a la nación-estado
contemporánea, en su forma democrática. Si se logra evitar una racionalización burocrática más total, e incluso
totalitaria, será solo por la fuerza permanente de los valores morales y estéticos, que de alguna manera seguirán
siendo para los hombres los límites de la racionalidad pura” (Nisbet, 2003).
79

y formule reglamentaciones burocráticas y disponga del personal adecuado para su mantenimiento


y control, si pueden existir formas burocráticas en organizaciones no democráticas o en regímenes
políticos autocráticos.

La racionalización moderna de la esfera estatal se materializa gracias al Derecho moderno,


obra de juristas y profesionales que estructuraron de forma lógica, sistemática y formal un
entramado de normativas aplicables a “…los miembros de la comunidad (…), pero también a
aquellas personas que, dentro del territorio o del ámbito de poder de la comunidad en el que se
establece el derecho, se encuentren en una relación social que el propio ordenamiento de la
comunidad declare relevante…” (Abellan, 2004), generando un formalismo legal que puede
funcionar en complementariedad con la legitimación del ejercicio de la dominación. El derecho
regula el accionar humano a través de reglamentaciones que responden a determinados contenidos
económicos, políticos e ideológicos, como respaldo objetivo del orden social está organizado formal
y técnicamente, descansando en las prácticas regulares de un personal especializado y legitimado
en su ejercicio jurídico. La legitimación del Estado y el desarrollo de la economía de mercado
descansan en la racionalización del derecho.

El Derecho moderno además de ser una estructura racional basada en reglas abstractas e
impersonales se caracteriza por ser aplicado a partir de un cuadro profesional especializado (“ un
estamento de juristas ”) que conforma un aparato de coacción legal, legitimado para efectivizar su
cumplimiento. Este orden legal supuso para la esfera económica un respaldo para el accionar
empresarial y para el resto de los órdenes sociales un modelo para una administración eficiente
para todo tipo de organizaciones. Weber considera vital la existencia del derecho como
procedimiento formal de pacificación en los conflictos de interés en las sociedades modernas. El
proceso de racionalización en el derecho moderno se evidencia en la formalización, generaliz ación
y sistematización de los contenidos normativos que lo constituyen, este cosmos de reglas jurídicas
es racional al haber “…incorporado procesos de generalización y de sistematización. Por
generalización, se entiende la reducción de los motivos determinantes para decidir en el caso
concreto a uno solo o a varios principios. Sistematización del derecho, por su parte, significa que
los principios jurídicos forman entre si un sistema de reglas lógico, claro, exento de
contradicciones y, sobre todo, sin lagunas” (Abellan, 2004).
80

Según Weber (2012) la Economía de mercado es el resultado de una serie de factores


vitales entrelazados, entre los que se cuentan, la organización capitalista del trabajo formalmente
libre (esto es, la existencia de una amplia masa de trabajadores asalariados libres formalmente de
vender su fuerza de trabajo y obligados en hacerlo para tener un sustento material), el desarrollo
de la administración jurídica racional del Estado moderno (Giddens, 1994), la separación de la
economía domestica en respecto de la empresa (basado en la separación jurídica del patrimonio de
la empresa de la empresa del patrimonio personal), el progreso de ciencia occidental con el
consecuente uso técnico de sus conocimientos, la contabilidad racional y la ausencia de obstáculos
al intercambio económico, con la consecuente comercialización de la economía, cuya consecuencia
es la posibilidad de transformación de los bienes patrimoniales en bienes transferibles, lo cual
permite el surgimiento de un elemento vital del capitalismo, la especulación. La comercialización
implica la creación de títulos ofertados en el mercado de participación en empresas y en las rentas
del Estado generando una racionalización nunca antes vista. Weber establece que la moneda es el
procedimiento más racional para administrar la actividad económica, ya que, permite la
calculabildad y la previsibilidad, por ello, surge este entramado de vínculos donde las relaciones
entre los actores económicos, como los propietarios de bonos y sus acreedores de la banca
hipotecaria, no responden a ningún criterio personal.

Desde su perspectiva la administración de las relaciones de mercado promueve fríos


vínculos carentes de toda carga emotiva, sin amores ni odios. Las relaciones personales carecen
de valor o relevancia en un sistema de relaciones donde los criterios son abstractos e
impersonales, neutralizando cualquier consideración que no sean las que resultan de las reglas
codificadas y objetivas a las que deben atenerse aquellas. El Capitalismo supone una búsqueda
metódica de rentabilidad, a partir de una expectativa calculable, apoyada en el intercambio en un
sistema abstracto, como es el dinero. En su funcionamiento la racionalidad formal del mercado
requiere de apoyos en la racionalidad material que brinda el orden jurídico legal. Que la
racionalidad formal “…se defina a partir de la noción de calculabilidad, no implica que esté libre de
supuestos, sino que sólo significa que éstos se colocan fuera de su definición” (García Blanco,
1986). La lógica de mercado que se presenta en los discursos liberales bajo ropajes de neutralidad
81

valorativa necesita reforzar la no relación con creencias, valores o ideales para legitimarse como
un mecanismo social neutral de ejecución en el intercambio social.

Weber establece que la racionalización opera desde afuera, desde la dimensión


institucional, hacia adentro (subjetividad). La racionalización va solidificándose en torno a las
organizaciones para posteriormente modificar a las personas (a través de la educación y la
instrucción), “…la disciplina de las empresas industriales descansa completamente en una base
racional, pues con ayuda de métodos de medición adecuados, calcula el rendimiento máximo de
cada trabajador lo mismo que el de cualquier medio real de producción. El adiestramiento y
ejercitación racionales basados en tales cálculos alcanza manifiestamente sus mejores triunfos en
el sistema americano del scientific management, el cual extrae las últimas consecuencias de la
mecanización y organización disciplinaria de la empresa. El aparato psicofísico del hombre es aquí
completamente adaptado a las exigencias que le plantea el mundo externo, el instrumento, la
maquina, en suma, la función. De este modo se despoja al hombre del ritmo que le impone su propia
estructura orgánica, y mediante una sistemática descomposición según la función de los diversos
músculos y por medio de la creación de una economía de fuerzas llevada hasta el máximo
rendimiento, se establece un nuevo ritmo que corresponde a las condiciones de trabajo” (Weber,
2012).

5-El caos organizado

5.1. Procesos de reorganización económica

El aparato industrial, resultante de la Revolución Industrial se dinamiza, dando lugar a


modificaciones en su interior y en la relación con el espacio social en el que se estructura y en el
que opera a partir de ese período, el Mercado. Progresivamente, el sistema industrial aceleró la
dinámica de la racionalización, este proceso introdujo la lógica del cálculo y la eficiencia en los
procesos productivos, el trabajador se insertó como un engranaje de una maquinaria fabril de
escala masiva. En el Capitalismo del siglo XIX se forja la creencia de que es posible un orden social
administrado burocráticamente. Frederick Taylor desarrolla ideas que contribuyen al intento de
82

estructurar y mecanizar el funcionamiento productivo (medición y segmentación de la jornada de


trabajo, a fin de reducir los tiempos muertos, descenso de los costos por unidad, vinculación de lo
pagado a lo producido y el debilitamiento de los sindicatos), estandarizando las acciones del
trabajador se lo subordina a una lógica mecanicista.

Los aportes técnico-productivos de Frederick Taylor giran en torno a la búsqueda de


eficiencia, cronometrizando la corporalidad y el ambiente y las herramientas de trabajo, en base a
una consideración del trabajador como el ejecutante controlable de tiempos y acciones simples, el
cual no aporta ningún saber solo se acopla a lo establecido por la dirección. El trabajo especializado
basado en un oficio no es necesario porque un protocolo de producción orienta el comportamiento
del operario. Estas transformaciones tecnológicas permitieron una forma de producir llamada
Fordismo (sistema de producción masiva y uso generalizado de la cadena de montaje, mecanizada
por nuevos adelantos técnicos).

Richard Sennett (2007) afirma que a finales del siglo XX en el sistema capitalista se
producen una serie de transformaciones de gran complejidad que conllevan consecuencias en lo
social, lo político y lo económico. El desarrollo tecnológico en el campo de la producción
(automatización, descentralización), el transporte, la información (miniaturización, procesamiento y
almacenamiento de los datos) y la comunicación (circulación de datos y mensajes en tiempo real).
El elemento central para entender la transformación organizacional de las empresas está en la
transferencia del poder en las grandes empresas de la dirección de las mismas hacia los
accionistas, quienes se convierten en instancias de evaluación y de presión sobre la administración
de las compañías en las que invertían. Una gran cuota del poder pasa a manos de los accionistas lo
cual implica que emerge una nueva forma de gestionar la organización económica. Se acelera el
proceso de concentración de capital, se hace prioritaria la mejora permanente de la tecnología
productiva a fin de bajar los costos y aumentar la competitividad frente a los otros oferentes, se
transforma la organización empresarial y las modalidades de gerencia para enfrentar contextos de
turbulencia. La incertidumbre de mercados desregulados basados en el predominio del capital
financiero impacta en las estructuras burocráticas, que son reemplazadas por instancias de
prestaciones temporales de servicios basados en contratos de trabajos precarios. El capital
orienta su inversión hacia países con mano de obra barata y sobrecualificación laboral buscando el
83

talento barato, generando condiciones de trabajo que tienen múltiples consecuencias, entre ellas,
en la salud de los trabajadores, esta es una realidad que se encuentra ampliamente documentada,
aunque esta información no circule masivamente, esporádicamente, gana algún titular en algún
periódico de gran consumo38. La influencia de los inversores en la administración de las empresas
generó el denominado “capital impaciente”, los términos temporales de retorno de lo invertido y las
ganancias esperadas son de corto plazo comparado con los tiempos del capitalismo industrial. Esta
orientación del capital produce una presión sobre la necesidad de bajar costos, desmontar
estructuras para implementar una reestructuración del trabajo que discurre a nivel internacional.

Los trabajos especializados se integran en programas o proyectos de baja estabilidad,


encauzados a través de agencias externas de contratación laboral, quienes proveen la mano de
obra puntual que las empresas necesitan. La reorganización laboral tiende a materializarse “…en
forma de cadenas productivas flexibles y dinámicas. Las diferentes empresas y actores
económicos actúan de forma semiindependiente, pero dentro de un engranaje en el cual las
distintas unidades participan en diferentes etapas, desde el inicio del proceso hasta la entrega al
usuario o consumidor” (Zabludovsky Kuper, 2009). A partir de estos cambios surge una nueva
“geografía del poder”, donde conviven sectores de la producción que siguen organizándose de

38
Recientemente salió a la luz el caso de Foxconn el fabricante asiático de los principales productos de Apple. Este
fabricante de los productos de Apple recibió denuncias por las condiciones laborales a las que someten a sus
trabajadores. La organización SACOM (Centre for Research on Multinational Companies and Students & Scholars
Against Corporate Misbehaviour) comprobó las violaciones de los derechos laborales de este fabricante. Publicó un
informe en el que se destaca que se han producido explosiones que produjeron cuatro muertos y heridos debido a la
acumulación de polvo de aluminio (producto altamente inflamable) en el lugar de trabajo, se comprobó que los
empleados pasan más de diez horas de pie, con apenas unos minutos de descanso, estaba instaurado en las
instalaciones el "modo silencioso", que no permitía hablar a los trabajadores de otra cosa que no fuesen asuntos
relacionados con el trabajo en la planta, se reiteran errores en los cálculos salariales y el exceso de de horas
extras. La sucesión de muertes en las fábricas de Foxconn llevó al fabricante a obligar a sus empleados a firmar un
contrato con una cláusula que les impide suicidarse, el contrato hace prometer al trabajador que no se suicidará y
que eximirá de toda responsabilidad a la compañía en "el caso de heridas producidas por causas no accidentales.
84

forma piramidal y otros sectores de la economía en las que se disuelve este tipo de ordenación,
surgiendo una trama flexible de mando y de descentralización de las tareas, con estructuras que se
pueden desmontar y trasladar con facilidad y con contratos de trabajo individualizados 39. A través
del trabajo domiciliario, descentralizado, el cumplimiento de horarios y de tareas flexibles el control
y la vigilancia asumen nuevos rostros 40. Las organizaciones que flexibilizan su estructura requieren
mano de obra maleable con actitudes proclives a que puedan adquirir nuevas competencias. El
saber profesional o técnico, que es medular como característica en el tipo ideal de dominación
racional legal, no supone que todos los miembros de una organización lo posean, en la producción
fabril las tareas automatizadas requieren una especialización mínima. Las organizaciones laborales
establecen mecanismos explícitos e implícitos de ingreso y de regulación organizacional, a fin de
socializar o resocializar al empleado a la imagen de la empresa y de los objetivos y protocolos
institucionales. Los empleados jóvenes y sin experiencia sindical representan una óptima materia
prima acorde al moldeamiento organizacional de las identidades laborales (Battistini, 2004).

39
“Las empresas han intentado eliminar capas enteras de la burocracia para convertirse en organizaciones mas
horizontales y flexibles. En lugar de organizaciones con estructura piramidal, la dirección de empresas prefiere
ahora concebir las organizaciones como redes (…) los ascensos y despidos tienden a no estar estipulados en
normas claras y fijas, como tampoco están rígidamente definidas las tareas: la red redefine constantemente su
estructura” (Sennett, 2012).
40
“La ausencia de autoridad en la oficina es una consecuencia de los cambios en la forma burocrática del nuevo
capitalismo. La empresa moderna ha querido eliminar capas de burocracia, actuar a través de equipos y células de
trabajo, pero en pocas ocasiones esas empresas reformadas se convierten en terrenos de juegos nivelados. En todo
caso, el esfuerzo de crear una organización más flexible centraliza el poder en la cima. Gracias a la utilización de las
tecnologías de la información, es posible transmitir órdenes desde este núcleo central rápidamente y a todo el
conjunto, con menos mediación e interpretación a lo largo de la cadena de mando que en las burocracias
piramidales de viejo estilo. La dirección puede además calcular los resultados de forma instantánea y sin ayuda,
gracias a la informatización de los datos empresariales” (Sennett en Giddens y Hutton, 2001).
85

“La microgestión del tiempo sigue realizándose a paso acelerado, aunque el tiempo parezca
desregulado en comparación con los males de la fabrica Smith o del fordismo (…) el trabajo está
descentralizado desde el punto de vista físico, pero el poder ejercido sobre los trabajadores es más
directo (…) en la rebelión contra la rutina, la aparición de una nueva libertad es engañosa. En las
instituciones, y para los individuos, el tiempo ha sido liberado de la jaula de hierro del pasado, pero
está sujeto a nuevos controles y a una nueva vigilancia vertical. El tiempo de la flexibilidad es el
tiempo del nuevo poder” (Sennett, 2012).

5.2. Subjetividades ante nuevas racionalizaciones

Los nuevos modelos de producción y trabajo basados en nuevas formas flexibles de


producción, generan nuevas modalidades de organización dentro del proceso de racionalización
moderno (Sennett, 2007). En el trabajo nada es seguro o permanente, los horizontes temporales
laborales se reducen y se tornan inciertos. En el interior de las organizaciones las reglas pueden
mutar de acuerdo a la brumosidad resultante de la dinámica del mercado, por ello, las normas se
vuelven inestables, invisibles, la cadena de mando se desarticula, se atomiza y las obligaciones se
sofistican, pareciera que el control se relaja, pero no es así solo cambian las apariencias de esa
“caparazón de hierro”. Las nuevas pautas laborales (contratos terciarizados, de alcance
temporario, tareas descentralizas, responsabilidades compartidas, grupales) impactan en la
subjetividad, surgen nuevos ideales de autorrealización y emprendimiento personal.

Las doctrinas gerenciales se presentan como modalidades amables, horizontales,


participativas y con un barniz antiautoritario, ya que promueven la cooperación, el trabajo grupal,
con la promesa de dinamizar las ganas de progresar, promoviendo las motivaciones y las
expectativas personales en la esfera laboral, impidiendo el estancamiento, la mediocridad y la
abulia. El discurso empresarial busca organizar la racionalidad práctica y material invisibilizando
una realidad, que en el mercado de trabajo la capacidad de negociación entre los empresarios y los
trabajadores es desigual. Esta nueva ética de trabajo, se basa en anulación entre el tiempo de
trabajo y el tiempo personal, la nueva racionalización empresarial coloniza no sólo la vida laboral
sino también la vida íntima, todas las áreas de la vida son potencialmente gerenciables por el
propio individuo. Nuevas recetas buscan que cada uno se haga “empresario de si mismo) su jerga
86

descansa en la gestión de la esfera individual del trabajador por parte de él mismo, haciendo
hincapié en sus capacidades maleables, sus recursos emocionales y actitudinales, su capacidad de
trabajo en equipo, de comunicarse empáticamente y de estar predispuesto a la cooperación. Estas
capacidades son necesarias en las organizaciones laborales flexibles, para adaptarse a un marco
caracterizado por la incertidumbre, en el sentido de adaptarse a la dinámica del mercado, el
resultado no planificado de la demanda mercancías.

Según Sennett (2012) la modelización ante la que se enfrenta el trabajador en este contexto
(donde nadie es dueño de su puesto de trabajo, ya que el servicio prestado en el pasado no
garantiza al empleado un lugar en la institución) se apoya en el cumplimiento de desafíos que
implican, la resolución de situaciones y de establecer relaciones en el corto plazo para poder pasar
de una tarea a otra. El trabajador debe tener la capacidad de acomodarse a resolver nuevas
habilidades a medida que las demandas del entorno se modifican, renunciando al pasado, asumiendo
una subjetividad semejante a la del sujeto consumidor (propulsado por la avidez por adquirir
objetos nuevos y por desechar cosas “viejas”). Sennett analiza las consecuencias en las
subjetividades laborales de una nueva racionalización orientada por las modalidades “horizontales”
y “participativas”. Cita al sociólogo Giddeon Kunda quien da cuenta como inciden en los
trabajadores las nuevas modalidades flexibles y grupales implementadas en las organizaciones, con
el concepto de “interpretación profunda“ explica cómo la empresa obliga a los empleados a
manipular su fachada y su conducta con los demás compañeros y jefes para producir una imagen
adecuada a las exigencias de un trabajo en equipo; así, los individuos utilizan máscaras (frases,
formas de dialogar, actitud proactiva) poniendo en escena ficciones o simulacros que se adecuan a
lo previsto por la empresa pero que no se corresponde a lo que harían espontáneamente sin la
vigilancia directa o indirecta de los jefes. Sennett citando a otro investigador, da cuenta como
surgen nuevas formas de enmascarar el posicionamiento laboral “…el sociólogo Robin Leidner ha
explorado los guiones escritos que en la realidad se le entregan a los empleados en las empresas
de servicios; lo que estos guiones tienden a hacer es establecer la cordialidad del empleado más
que dirigirse al fondo de la preocupación de un cliente. En un mundo laboral estilo torniquete, las
máscaras de la cooperatividad están entre los únicos objetos personales que los trabajadores
llevan con ellos de una tarea a otra, de una empresa a otra. Si esta formación en capacidades
87

humanas es sólo un acto, es también una cuestión de mera supervivencia (…) dentro del equipo, las
ficciones que niegan la lucha individual por el poder o el conflicto mutuo sirven para reforzar la
posición de los que están arriba” (Sennett, 2012).

Michela Marzano, en su libro Programados para triunfar, expone la jerga empresarial que
desarrolla junto con las políticas de desregulación y flexibilización laboral, para manipular
emocionalmente a quienes son los destinatarios de las mismas. Se presenta un mundo laboral
donde los factores tradicionales que explicaban la desigualdad en el ejerció del poder en la
organización y en el entramado capitalista desaparecen, la felicidad y la realización personal en el
trabajo dependen de uno mismo. Recursos millonarios de las empresas, capacidad de lobby sobre
los actores políticos y judiciales, se invisibilizan, y parecen carecer de cualquier importancia. El
discurso empresarial se orienta sobre la creencia de que todas las personas son emprendedores,
empresarios de su propia vida, independientemente de su condición material o social, solo depende
de la explotación que cada uno haga del propio potencial, esto será lo que determine nuestro
devenir futuro, es la voluntad individual el único mecanismo para desarrollar el potencial para tener
éxito, esta lectura implica que si las metas no se alcanzan la responsabilidad es exclusivamente del
individuo.

El nuevo discurso empresarial supone una ruptura con el discurso “paternalista” que hacia
recaer la responsabilidad de las acciones dentro de una organización en su autoridad (política,
económica, social o religiosa), ya que, establece que está en las manos de cada individuo el mejorar
su situación de insatisfacción y transformar la frustración en éxito. El mérito, los logros, así como
la responsabilidad de conseguirlo y también el potencial fracaso es exclusiva responsabilidad
personal, pretende una identificación y un apego emocional pleno entre el trabajador y su trabajo41.

41
“Se debe tener éxito en la vida como se tiene éxito en un régimen. Se debe tener éxito con los hijos como se tiene
éxito en las vacaciones. Se debe tener éxito con la pareja como se tiene éxito con una salsa…a partir del momento
en que uno se hace las preguntas adecuadas y se somete a las reglas adecuadas, solo puede obtener los resultados
adecuados (…) si no tienes éxito con tu régimen o si tu hombre te abandona es culpa tuya…no has sido firme. No has
dominado la situación No has tenido suficiente confianza en ti…tú eres quien debe gestionar tu vida, dicen los
empresarios del alma” (Marzano, 2011).
88

Esta cosmovisión rompe la empatía y la solidaridad social entre compañeros de trabajo,


instaurando el individualismo al interior de los espacios laborales, facilitando y fortalece, ya que los
legitima, los procesos de precarización laboral. Este discurso oculta realidades conflictivas,
esencialmente contradictorias, se constituye sobre la bese de contradicciones “…pide a los
individuos una cosa y su contrario; rendimiento y desarrollo personal; compromiso y flexibilidad;
empleabilidad y confianza; autonomía y conformidad (…) pongamos un ejemplo. En el caso del
discurso de la autonomía del trabajo, la empresa propone, o incluso exige a sus trabajadores, cada
vez más autonomía, pero al mismo tiempo les fija unos objetivos y unos calendario que no son
discutibles; los trabajadores se consideran autónomos en la medida en que organizan su trabajo
como quieren para conseguir los resultados esperados. Pero la autonomía de la que se habla no es
más que un pretexto falso. Los únicos márgenes de libertad que la empresa deja a sus trabajadores
tiene relación con los medios que emplean, lo cual no les permite, evidentemente, ejercer una
autonomía real (…) ¿por que hablar entonces de autonomía? Esta bonita afirmación al final solo
sirve para una cosa, para hacer que los trabajadores sean íntegramente responsables de sus
posibles fracasos” (Marzano, 2011)

Para la perspectiva empresarial el trabajador debe auto racionalizarse, ya que el mercado


laboral es un entorno muy competitivo donde cada individuo debe dar lo mejor de sí mismo y debe
diferenciarse del resto, exponiendo la posesión de capacidades racionales como el conocimiento de
idiomas, el manejo de herramientas tecnológicas como de capacidades emocionales, como las
habilidades comunicativas, flexibilidad para trabajar en grupo, creatividad, iniciativa y motivación,
deben formarse en competencias transversales para insertarse en puestos de trabajo cambiantes,
y esto no tiene por qué ser frustrante para ellos. El trabajador debe evaluar y calcular sus
disposiciones y utilidades, debe despersonalizarse, no debe mostrarse tal y como es, es más, no
debe ser de ninguna manera en particular, ya que debe ser empleable. Le incumbe al individuo
gestionar no solo sus recursos, técnicos y afectivos, sino además una imagen hacia los otros
apropiada para evidenciar que es fácil de usar y que se encuentra siempre dispuesto a cumplir con
las exigencias turbulentas en las que se encuentran las organizaciones empresariales, sin que le
89

falte un plus anímico. La extensión de la gestión a cualquier ámbito de la vida personal implica la
abolición, entre otras cosas, de la vida privada y la intimidad. Todo espacio, vínculo o
comportamiento es potencialmente gestionable, los afectos, los conflictos, las relaciones laborales,
la salud, el comportamiento sexual, entre otros.

Abundan dentro de este proceso de racionalización de la subjetividad laboral una explosión


de publicaciones, charlas y cursos de formación destinados a convertir toda la vida dentro de un
proceso de gestión, vivir es gestionarse a si mismo. La reingeniería de los recursos humanos
instrumentalizado por el coaching y los procesos de capacitación se dirigen a alisar y organizar los
contornos de la subjetividad y del comportamiento para que encaje, o por lo menos para que el
trabajador sienta que el sistema económico no es el responsable de su trayectoria personal. La
búsqueda de empleo se constituye en un trabajo en sí mismo, el desocupado no sólo debe estar
motivado para trabajar sino para buscarlo de forma eficiente, debe disponer de un CV, de
estrategias comunicacionales eficaces y de una autropresentación de su imagen para la entrevista
de trabajo, además, los consultores le recomiendan que convierta sus redes sociales en una
vidriera para ser mas empleable (desde la presentación de la propia corporalidad hasta la imagen
de las amistades y vínculos íntimos). La imagen y el comportamiento virtual deben ser acordes a
las expectativas del empleador. Facebook, como otras redes sociales, puede convertirse en algo
decisivo, ya que una mala imagen puede predisponer negativamente a los empleadores, por ello,
debe parecer un buen empleado, tener opiniones correctas en todas sus manifestaciones en la red,
un comportamiento extraño, una imagen indecorosa, opiniones extremas o un humor acido pueden
ser desencadenantes de una evaluación negativa.

6. Conclusiones

En las sociedades occidentales la racionalización discurre en todos los intersticios de la


vida, se manifiesta en el funcionamiento de las grandes organizaciones hasta en las variadas
formas que adopta la subjetividad para integrarse en este modo de vida. El proceso de
racionalización funciona inadvertidamente constituyendo parámetros de la vida objetiva (prácticas
90

sociales en relación a instituciones, reglamentos, bienes, orden legal) y subjetiva (conformación de


actitudes, emociones, perspectivas, percepciones). Conforme la vida económica y política se hace
más compleja y diferenciada, la administración burocrática de los sistemas económicos, políticos y
sociales modernos se hace cada vez más imprescindible. La racionalización se vuelve esencial para
el desenvolvimiento de la vida, además de implicar una forma de organizar y estabilizar la
concreción de objetivos e intereses organizacionales. El proceso de racionalización se ha
incorporado en las subjetividades, en forma de disposiciones, de protocolos de respuesta, de
herramientas cognitivas y emocionales, permitiendo a los sujetos medir, calcular, analizar y
evaluar sus actos, su entorno, los comportamientos de los otros y sus posibles consecuencias. La
racionalización es una colonización del sentido bajo formas organizadas, que es vital para el
funcionamiento de las sociedades postindustriales. Esta organización del sentido, basada en
protocolos de acción y pautas de orientación de la subjetividad depende, en gran medida, del
funcionamiento de la racionalización en la vida organizacional y cotidiana. La vida social se
complejiza aumentando su incertidumbre y los dispositivos de racionalización buscan adaptar sus
regulaciones para funcionar en un marco de previsibilidad. La burocratización de la vida moderna
adopta múltiples formas, presenta una heterogeneidad mayor que en el pasado. La producción y
difusión del pensamiento científico es una condición del desarrollo de este proceso, los
mecanismos sociales específicos que lo posibilitan descansan en el acceso de la población a la
escolarización y a la información.

Abordar el concepto de racionalización en Max Weber supone una gran dificultad, ya que el
concepto en sí mismo no está desarrollado explícitamente, sino que, se encuentra disperso en su
obra y se explicita en los analistas que han trabajado en profundidad su obra, el tema presenta la
ventaja que permite abordar fenómenos sociales de diverso alcance. Se puede pensar en la
racionalización como una dimensión vertebral de la ampliación de los derechos de ciudadanía y del
desarrollo de los valores democráticos pero también se la puede asociar a regímenes políticos y
económicos tiránicos. A partir de la tipología elaborada por Kalberg debe entenderse que el
proceso de racionalización puede funcionar instrumentalmente para obtener con eficacia la
obediencia hacia objetivos puntuales, o en relación a un conjunto articulado de órdenes,
regulaciones y normas (económicas, culturales o políticas), puede, además, posibilitar la
91

organización e internalización de un sistema de creencias y valores, desde una justificación


conceptual coherente con una base teórica. En las sociedades contemporáneas la racionalización
en tanto institucionalización se visibiliza en las formas estatales, mercantiles y legales regulando
los comportamientos sociales. También puede presentarse como mecanismo subjetivo en las
lógicas personales para que el individuo se maneje ante los acontecimientos de la vida cotidiana.
Más allá de que la calificación de lo racional o lo irracional no pueda establecerse desde un sólo
criterio, la racionalización subjetiva no representa un elemento o cualidad implicada en la psiquis
de la persona, sino que es una capacidad variable (cercana a funcionar como un protocolo de
acción en base a la coherencia y la sistematización) fruto de una socialización.

Weber establece que la lógica de racionalización en el funcionamiento de las organizaciones


burocráticas y su omnipresencia se naturaliza debido a la socialización de las personas
transformándose en disposiciones emocionales cognitivas y perceptivas y también porque
funcionan como parte de las rutinas diarias, tanto del tiempo de trabajo como del tiempo libre.
Progresivamente, se consolidan estructuras de racionalización (protocolos y entramados de
normas y reglamentos) en los diferentes ordenes de la vida social, la consolidación de estos
sistemas de regulación permiten que los individuos utilicen estos mecanismos para orientar su
comportamiento pudiendo recurrir a los mismos para disponer que decisión adoptar, asemejando
este tipo de acción racional a la acción tradicional, en la cual el sujeto actúa en relación a la
tradición o la costumbre.

La racionalización no funciona como un proceso social lineal, ni automático, ni unívoco. En


las sociedades modernas supone una tendencia cimentada en avances, crisis y reconfiguraciones.
La concepción de Weber sobre la historia descarta la existencia de una fuerza unidireccional y
previsible impulsora de los acontecimientos, no considera que haya un sentido presocial del devenir
de la realidad social. La mayoría de los analistas de la obra de Max Weber coinciden en que su
mirada sobre el proceso de racionalización no supone que esta funcione como una direccionalidad
irreversible de su incremento en las sociedades modernas. Hecha esta aclaración hay que
subrayar que para Weber el desarrollo de la razón es una tendencia dirigida a dar sentido
coherente y unificado de una existencia caótica y fragmentaria a fin de actuar consistentemente
con respecto a esa lectura de la realidad. En las últimas décadas se han transformado las formas
92

productivas, organizacionales, sociales y culturales pero es verificable la presencia ineludible del


proceso de racionalización advertido por Weber. Es inconcebible que cualquier prestación de
servicios (salud, educativos o recreativos), cualquier provisión de bienes o que cualquier
intercambio que involucre a una multiplicidad de individuos pueda materializarse sin basarse
acciones profesionales organizadas burocráticamente. Ninguno de los analistas citados en este
trabajo afirmaría que hay en el planteo de Weber una intención de profetizar a través de sus
conceptos, pretendiendo así establecer un pronóstico irreversible sobre el devenir de las
sociedades capitalistas. A pesar que su análisis del proceso de racionalización derive en la
metáfora de la cubierta o caparazón de hierro de la burocracia, sugiriendo un destino inevitable, no
es conveniente encuadrar a este pensador alemán dentro de aquellos intelectuales que involucran
en su teorización una evolución o el desarrollo de una secuencia de etapas predeterminadas del
devenir social. Ni siquiera hay en Weber un concepto de sociedad (como sí lo hay en Durkheim), no
hay fuerzas inmanentes que impulsan la acción de los seres humanos, ya que estos se orientan
significativamente dentro de órdenes sociales fundamentalmente a partir de sus intereses ideales y
materiales, produciendo regularidades que sostienen o dinamizan dichos ordenamientos. Teniendo
en cuenta este marco es que se aborda la temática de las manifestaciones de la racionalización en
la sociedad contemporánea.

Max Weber (1978) establece que una de las condiciones del surgimiento del capitalismo fue
la diferenciación de la vida en dos órdenes separados el privado y el público, correspondiente al
hogar y al trabajo. En la economía contemporánea la gestión de uno mismo disuelve esta
separación, los tiempos libres y los tiempos de obligación laboral se entremezclan, ambos
funcionan por un mismo método. La fuerza impulsora de la racionalización actual proviene de
diversas formas organizacionales (privadas y estatales) y de la influencia del saber científico en el
conocimiento vulgar. La intimidad y la energías vitales deben ser gestionadas eficiente y
proactivamente, debe organizarse la vida íntima con eficiencia, ya que esto puede incidir en la
productividad. La idea es fusionar lo emocional con las disposiciones técnicas del sujeto las
prácticas laborales e intimas para conseguir el empleado total. Aunque en las empresas la
racionalidad formal es central para su funcionamiento racionalizador (a partir de la contabilidad
racional se instrumenta un mecanismo impersonal dirigido a maximizar la rentabilidad monetaria y
93

a minimizar los costos) se presentan elementos convencionales (tradicionales) o emocionales en


los individuos y en sus relaciones. En la nueva gestión organizacional estos elementos no racionales
son reutilizados para aumentar el proceso de racionalización y productividad de los empleados. La
emocionalidad se configura en términos de racionalización siguiendo pautas concretadas en
recomendaciones, consejos o dictámenes profesionales con los que se presiona para que los
sentimientos se canalicen hacia determinados comportamientos, gestos y posturas.

“Lo que Weber más temía era que estos sistemas crecieran con un grado de
racionalización cada vez mayor y que un creciente número de aspectos de la vida fuera
racionalizado. Él previó una sociedad en la que la gente estaría encerrada en una serie de
estructuras racionales y donde su única movilidad consistiría en ir de un sistema racional a otro no
menos racional. Así, las personas de instituciones educacionales racionalizadas a trabajos
racionalizados, y de lugares de recreo racionalizados a hogares también racionalizados. No habría
ningún modo de escapar de la racionalización; la sociedad no llegaría nunca a ser otra cosa que una
red, sin fisuras, formada por estructuras racionalizadas (…) un buen ejemplo de lo que Weber más
temía lo encontramos en la racionalización actual de las actividades recreativas. Podemos pensar
en el tiempo de ocio como un esfuerzo por escapar de la racionalización de nuestra vida diaria. El
mundo no racionalizado de la diversión es una vía de escape del mundo racionalizado en el que
todos vivimos actualmente. El único problema que se plantea es que, a lo largo de los años, esa
válvula de escape ha sido racionalizada y ha empezado a incorporar los mismos principios que la
organización burocrática (…) la diversión se ha convertido ya en otro ámbito racionalizado, antes
que en una manera de escapar a ella” (Ritzer, 1998).

En ninguna organización privada o estatal, autocrática o democrática, sus miembros tienen


total libertad de acción, ya que todos ellos se encuentran subordinados tanto al propietario privado
en las empresas como en las organizaciones estatales a las disposiciones de quienes gobiernan y
de las normas establecidas. Ni aún en una ONG los participantes se comportan en contra de las
reglas sin que tengan una probabilidad de quedar sancionados o expulsados. Todas las estructuras,
reglamentos y protocolos de acción organizacional limitan el comportamiento dentro de estos
espacios pero también impiden que se impongan criterios arbitrarios o imprevisibles que
deterioren la dinámica de su funcionamiento. Como consecuencia de la racionalización, el campo de
94

acción cotidiano las personas pueden evaluar elecciones más adecuadas para alcanzar ciertos
fines con ciertos márgenes de libertad, en los ordenes sociales basados en el funcionamiento de
organizaciones, el individuo cuenta con opciones predeterminadas desplegadas en protocolos de
respuesta, sustentadas en procedimientos calificados como inmejorables, que han sido evaluados y,
en algunos casos, reglamentado su utilización, obligando a los comportamientos individuales a
ajustarse a los requerimientos organizacionales. La flexibilización laboral y la reingeniería aplicada
a las organizaciones contemporáneas requieren para su materialización de ámbitos racionalizados,
los cuales restringen la libertad y la espontaneidad de los individuos. Las organizaciones modulan
las expectativas sobre el comportamiento de sus integrantes, quienes deben someterse a sus
reglas eficientemente probadas de funcionamiento, conformando una “cubierta o caparazón de
hierro” que brinda seguridad y estabilidad pero que constriñe su libertad y su espontaneidad, de la
cual es muy difícil evitar.

En cada orden social (económico, político y cotidiano) la racionalización funciona con


consecuencias diferentes. Desde la esfera empresarial las nuevas modalidades laborales exigen
que los trabajadores involucren aspectos irracionales (sentimientos, creatividad, innovación,
motivación) de su ser para tener posibilidades de permanecer y progresar. En el ámbito político es
posible considerar aspectos positivos de la racionalización ya que los procesos burocráticos son
vitales para la consolidación de los derechos ciudadanos y para el desarrollo de los procedimientos
democráticos. En la vida cotidiana los individuos pueden acceder a repertorios y saberes empíricos
sobre como desempeñarse “profesionalmente” como esposos, padres, amantes, amigos o para
equilibrar la economía del hogar (ésta dimensión en la que se manifiesta no se desarrolla en este
texto). Por todo esto, es que persiste el debate sobre un tema planteado por Weber desde hace
varias décadas, y justifica una discusión sobre la metáfora que mejor representa al pensamiento
weberiano sobre la tendencia hacia la racionalización, popularizada como la jaula de hierro de la
burocracia (la cual ha sido revisada por sus más conspicuos analistas para ser reformulada como
estuche rígido como el hierro).

Las condiciones económicas, organizacionales y cognitivas actuales descriptas en este


texto transmutan la metáfora, de esa “jaula de hierro” de las sociedades capitalista de décadas
atrás se pasa a una “caparazón de metal líquido”, que supone una mayor maleabilidad en la
95

racionalización objetiva y subjetiva. La racionalización contemporánea llevaría a pensar que en


lugar de un estuche duro como el hierro, la racionalización actuaría como una membrana de vidrio
metálico42 , rígida, flexible y maleable, que entra en simbiosis con las subjetividades, tornándose en
nuevas exigencias o en sentido común, capaz de adecuarse a horizontes complejos cargados de
incertidumbre. La racionalización habría mutado (elementos antes descartados, como los
sentimientos, son ahora aprovechados), aunque seguiría funcionando restrictivamente sobre el
sujeto, ya no sólo desde afuera hacia adentro (como ocurre en los ámbitos laborales) sino, también,
desde la propia subjetividad como mecanismo para llevar una vida económica, política y cotidiana
“profesional”, más eficiente.

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