Está en la página 1de 278

Capitulo 1

*Leonard*
Sentado en el sofá, con la mirada perdida y el vaso de wisky
en mi mano, con el contenido color caramelo que tanto me
gusta, porque ahoga mis penas, mis ganas de estar con
ella.
Ya ha pasado un año desde que Samantha se fue. No
intente buscarla por miedo a que me rechazara, soy un
completo cobarde y no he sabido nada de ella desde
entonces.
El departamento se escucha feliz por las risas de las niñas,
las hermanas de Lily la vienen a visitar muy seguido,
quedándose a dormir a veces, como hoy. El ambiente es
feliz, pero aun así me siento vacío.
Me hace falta ella. Sus curvas, su cabello, el intenso color
café de sus ojos, su forma de hablar, lo desafiante, segura,
posesiva y demandante que es. Todo de ella me hace falta,
no puedo encontrar una igual, por mucho que busque.
La extraño tanto, es como si se hubiera llevado una parte
de mí.
Me pregunto si ya habrá hecho su vida con otro. Ese simple
pensamiento me enfurece, no soportaría verla con otra
persona.
Se que la cague con ella, pero aun así la sigo amando con
cada parte de mi cuerpo, y estoy seguro de que ella
también lo hace.
Las risas se intensifican, acercándose aún más. Las niñas
están corriendo por el lugar con unas almohadas en las
manos, imagino que están jugando, pero no les presto
demasiada atención.
-Papa – grita entre risas y corre a mis brazos.
No puedo negar que los abrazos de mi hija calman un poco
mi alma. Su amor es tan puro hacia mí, que me es
imposible sentirme mal estando con ella. Sin embargo, muy
poco sonrío desde que ella se fue.
Sus hermanas llegan detrás, todas vestidas con pijamas a
juego. Irene ya cumplió 14 años hace unas semanas y Sofia
cumplió 16 hace meses, esta muy grande y bonita, pero la
veo como otra hija.
Amanda viaja mucho últimamente, dejándome a sus hijas
aquí, lo cual no me molesta, así Liliana no esta sola.
-Señor Fisher, ¿Podemos ordenar pizza? – pregunta Irene
con una sonrisa inocente.
-Lo que quieran. Y pueden llamarme Leonard – les dedico
una sonrisa de boca cerrada.
Sofia es la mayor, pero no habla mucho. Cuando estoy
cerca de ellas, simplemente no habla y se sonroja, no me
parece raro, suelo dar miedo como primera impresión. Sin
embargo, algo en ella me recuerda a Samantha cuando
tenia esa edad y eso me altera un poco.
-Papi, ¿vienes a ver una peli con nosotras? – me mira Lily.
-No, cariño. Debo trabajar en mi despacho. – beso su
cabello y me levanto.
Dejo a las chicas tras de mí, para encerrarme en la soledad
de mi despacho. Miro en mi computador unos documentos
de la empresa, entre ellos me llama mucho la atención una
propuesta de una empresa en Barcelona, que estoy seguro
que era de Black.
Abro el documento y lo primero que sale es la foto de ella
como imagen de la empresa, su empresa. Con el corazón
acelerado, tomo mi celular para marcar el numero de mi
asistente.
-Señor.
-Susan, acabo de ver una postulación de asociación con una
empresa en Barcelona. Infórmame sobre eso – pido.
-Bueno, señor. Enviaremos a uno de los ejecutivos para
evaluar la empresa y personal para...
-Yo mismo iré – la interrumpo.
-No tiene que hacerlo Señ...
-Te he dicho que yo iré – hablo firme.
-Muy bien, Señor. Arreglare todo para su estadía. ¿Llevara
compañía?
Se refiere a mi hija. Lo había olvidado.
-Yo tengo una casa en Barcelona, necesito que esté
disponible y sobre los números de pasajes te aviso en un rato
– corto la llamada.
No puedo creer que volveré a verla, esto será mucho más
que negocios, necesito tenerla conmigo.
¿Cómo estará? ¿Tendrá novio?
No he sabido nada de ella, hasta su celular cambio para
que no la molestara. Me intriga saber la reacción que hará
cuando me vea en su empresa.
Marco el numero de Amanda.
-Hola mi amor – su voz es empalagosa.
-Amanda, necesito que vengas por las niñas. Me iré de viaje
con Liliana – hablo seco.
-Oh, cariño, no puedo. – explica – Estoy ahora mismo en
Roma.
-¿¡Que!? – grito.
-Lo siento, vine de compras. – se excusa.
La mezcla de su irritante voz, mas el hecho de que se fue
del país dejándome de niñera, es suficiente para hacerme
enfadar.
-¡Maldita sea, Amanda! – grito - ¿Crees que soy niñera acaso?
-¿A dónde van? Yo las paso buscando – murmura con
fastidio.
-Voy para Barcelona, ¿Cuándo las puedes ir a buscar?
-¿Te parece dentro de quince días?
Me lleno de furia.
-Bien – bufo.
Corto la llamada antes de que me estrese mucho más.
Envío un mensaje a mi asistente.
Fisher: "Alista el Jet, llevare a mi hija y a sus hermanas."
Susan: "Entendido, Señor"
Acaricio mis cienes, echando la cabeza hacia atrás, en eso
escucho la puerta de mi despacho abrirse, dejando ver a la
cara enrojecida de Sofia.
-Señor Fisher, le traje pizza – extiende el plato.
-Muchas gracias – digo seco.
Ella se acerca hasta mi escritorio mirando el piso y coloca
el plato encima.
-Que la disfrute, Señor – alarga la ultima palabra.
Frunzo el ceño.
-Ya les dije que pueden llamarme Leonard – aclaro.
Sube un poco la mirada dejando ver sus ojos verdes.
-Pero a mi me gusta llamarlo así – susurra con una
pequeña sonrisa.
¿Esta coqueteando conmigo?
No, tengo que dejar de imaginar cosas.
Aclaro mi garganta.
-Ok, Sofia. – miro mi computadora de nuevo.
La joven no se va ¿Qué espera?
Alzo la vista hacia ella y cuando nuestras miradas se
encuentran, ella se sonroja y sonríe.
-¿Necesitas algo? – ella niega.
-Bueno, necesito que tus hermanas y tú, alisten maletas.
Nos vamos de viaje y tu mama las recogerá por allá – digo
volviendo a la computadora.
-Si, Señor – dice despacio y sale del despacho.
Empiezo a sentirme incomodo, esa ultima respuesta de su
parte casi me hace una erección. Debo controlar mis
pensamientos, ella es solo una niña, y no solo eso, es la
hermana de mi hija.
Capitulo 2
*Samantha*
¡Maldita sea!
Odio mi vida, odio estar embarazada y odio a Miller por
embarazarme. No recordaba lo horrible que se siente.
El lado positivo es, que al menos no soy un mar de llantos,
como la primera vez.
He pasado la mitad de la mañana abrazada al retrete,
porque no paro de vomitar comida que no recuerdo haber
comido.
Tengo tres meses de embarazo, aun no se nota la barriga,
me duelen los senos, estoy hecha un mar de emociones
(sobre todo odio), he bajado de peso porque no sostengo la
comida en el estomago y la cereza del pastel es que le
tengo asco al chocolate.
¿¡Cómo es eso posible!? Algo que amaba tanto, ahora me
causa nauseas de solo verlo.
-¿Amor estas bien? ¿quieres que me quede a cuidarte? –
pregunta mi esposo preocupado.
Desde que estoy embarazada, mi humor esta de perros y
Miller esta sobreprotector, lo que nos ha ocasionado
muchas peleas.
-Estoy bien – me levanto despacio – tengo que ir a trabajar.
-Sam, pero...
-Ya hablamos de esto, Miller. Tengo una empresa que
cuidar – hablo fuerte.
-Pero estas embarazada, deberías...
-Estoy embarazada, no paralitica. No voy a quedarme aquí
– salgo de la habitación.
Esa es nuestra típica pelea. Jhon quiere que me quede en
casa, pero no lo hare, tengo una empresa que cuidar.
Antes odiaba mi trabajo, pero desde la muerte de Richard
todo cambió. El confió en mi para dejarme la empresa y
todos sus bienes, no voy a defraudarlo.
Jhon ahora da clases en una universidad muy cerca de
casa. No tiene que hacerlo, pero esa es su pasión, así que
no le puse ningún pero.
Llego a mi nueva oficina, ahora ocupo la presidencia, o sea
la vieja oficina de Black. Sigo con mis dos secretarias que
al verme entrar se espabilan.
-Buenos días Señora Cooper – saluda Lucia, mi secretaria
principal.
-Buenos días, Chicas.
Aquí en la empresa, soy la Señora Cooper, aunque nadie
sepa que estoy casada. Sigo conservando mi apellido, lo
que llevo a otra pelea con Jhon.
*Flashback*
Jhon se pasea por mi oficina con las manos en la cabeza y
con la cara muy roja. Apenas llevamos tres días de casados y
ya estamos discutiendo.
-¿Por qué eres tan dramático? – ruedo los ojos.
Me mira con furia.
-¿Cómo quieres que reaccione? Llamo a mi esposa a su
trabajo y me dicen que no hay ninguna Señora Miller aquí.
-¿Cuál es el problema con que quiera conservar mi apellido?
– me encojo de hombros.
-Yo quiero que tengas mi apellido. Que te llamen Señora
Miller – grita. – Que sepan que eres mía.
-El machismo no te va, Jhon – frunzo el ceño.
Suspira y se pasa la mano por el cabello.
-¿No cambiaras de opinión? – pregunta
-No.
Resopla cansado – Esta bien. – se rinde.
*Fin del Flashback*
Miro a mi secretaria segundaria con expresión fría.
-Quiero desayunar – la chica saca su libreta – Una ensalada
de frutas (sin melones) y un jugo de naranja.
Ella asiente y se va de mi vista rápidamente.
Dentro de mi oficina, miro por el ventanal gigante, la gente
desde aquí parecen hormigas. Todos con una vida
diferente, pensamientos diferentes y sentimientos
diferentes.
Mi vida ha cambiado mucho este último año, estoy casada,
embarazada y dirigiendo una empresa. Sin saber nada de
Nueva York, ni de las personas que deje allá.
¿Cómo estarán Rose y Luci? ¿Leonard y Liliana?
El sonido del teléfono me hace volver a la realidad.
-Dime, Lucia.
-Señora, hay una llamada desde Nueva York en la línea 3 –
informa.
¿Nueva York? ¿Será Leonard?
-¿De quien se trata? – cuestiono.
-Se presento como Rose.
Mi sonrisa se ensancha. Justo estaba pensando en ella y
llamo.
Presiono el botón de la línea tres.
-Aquí Cooper – hablo seria.
-¡Amiga! No sabes lo que me costó conseguir ese número –
ríe.
-Me lo imagino. Lamento no haberte llamado.
-No te preocupes, sé que estoy interrumpiendo tu trabajo,
pero llamo para algo importante – hace una pausa – Voy a
casarme.
¿¡Que!?
-¿Con quién? – pregunto incrédula.
-Con Luci – dice emocionada.
¡Vaya! Entonces iban muy en serio.
-Felicidades.
-Gracias, pero eso no es todo, quiero que vengas a la boda,
eres mi única amiga. – pide.
-Eso es imposible, cariño – explico.
Se queda callada por unos segundos.
-¿Y si nosotras vamos para allá? – propone. ¿Podemos
quedarnos contigo?
Me muerdo el labio. ¿tenerlas aquí conmigo?
-Sería estupendo. – lo digo sinceramente.
-Bien, entonces nos vemos en unos días – chilla emocionada
y corta la llamada.
Tenerlas aquí me ayudara a distraerme un poco. Además, a
Jhon no le molestaría que hubiera más personas
cuidándome.
Unos minutos más tarde, aparece Jeny con mi ensalada de
frutas y un jugo.
-Gracias – murmuro.
-Señora, en diez minutos tiene una junta con el ejecutivo
enviado por la empresa FisherCorporations. – lee de su
libreta.
Casi me atraganto con un trozo de ruta.
-¿¡Que!?
-Se les envió una postulación hace meses y enviaron un
ejecutivo.
¿Un ejecutivo? O sea, no es Leonard.
Suspiro de alivio.
-Ok, te puedes ir – le hago una seña con la mano.
Casi entro en pánico, no sé qué haría si fuera él. No tiene
idea de que me case con Miller, o que estoy embarazada,
de seguro le dará un infarto o le meterá un tiro a Jhon.
Los minutos pasan y me encuentro muy nerviosa por la
reunión con el ejecutivo. Mi corazón da un brinco cuando
escucho los toques en la puerta.
-Adelante – ordeno acomodándome en mi asiento.
La figura de un hombre fuerte, de cuerpo bien trabajado,
con su traje negro elegante a la medida, cabellos castaños
y ojos grises, entra a mi oficina robándome el aliento. Mi
corazón se va a salir del pecho, la sangre se me congelo y
tengo la respiración pesada.
¡Oh mi dios! Es Leonard. Tan imponente y varonil, como
siempre.
-Buenos días, Señora Cooper – saluda con una media
sonrisa.
¿No se supone que vendría un ejecutivo? No el dueño.
-Buenos días, Señor Fisher – respondo seria.
Capitulo 3
*Leonard*
Su mirada hacia mí no es fría, es helada, sin emoción
alguna. Sinceramente no es lo que esteraba que pasaría
cuando nos encontráramos.
Aunque con ella nunca es como lo planeo.
Por casi una hora, solo hablamos de manera muy
profesional sobre la empresa y el servicio que nos va a
prestar, me sorprende mucho el grado de seriedad con que
se expresa, parecemos dos desconocidos hablando de
negocios.
-Entonces, eso será todo, Señor Fisher – me extiende la
mano.
Anhelaba su tacto, sus manos siguen igual de suaves como
las recuerdo, intento extender el contacto, pero ella se aleja.
La reunión ha concluido y no me ha mirado ni una vez, con
algo mas que no sea profesionalismo, solo de vez en
cuando, desvía la mirada a su computador, pero es todo.
¡Estoy harto!
-Samantha... - ella me mira y mi valentía se esfumo de
golpe – Yo...
-¿Si? – alza una ceja.
Es jodidamente hermosa. Tiene un brillo diferente, aunque
se le vea más delgada, imagino que debe ser el estrés de la
oficina.
Mi hermosa reina, ¿Qué ha pasado contigo todo este
tiempo?
-¿Aceptarías ir a almorzar conmigo? – pregunto con
cautela.
Lo piensa unos segundos. ¿Por qué lo duda tanto?
-Es mejor mantener una relación estrictamente profesional,
Fisher. – habla seca.
¿¡Que!? ¿Cómo puede pedirme algo así? Si lo que más
anhelo es volverla a tener en mis brazos.
-Samantha, no soy un maldito desconocido – golpeo la
mesa haciéndola sobresaltarse.
-No vuelvas a hacer eso. – gruñe.
Suspiro tratando de suavizar mi expresión. Se que con
gritos no voy a ganar nada con ella. Mas bien hare que se
moleste y me mande a la mierda.
-Solo acepta, un almuerzo, solo eso – murmuro con
suavidad.
Rueda los ojos con fastidio. ¿No se alegra de verme?
-Está bien, pero solo eso, ¿Ok?
-Si – asiento.
La miro tomar su bolso y rodear su escritorio. ¿Son ideas
mías, o sus senos están mas grandes?
Seguro es el tiempo que tengo sin verla. No puedo negar
que aun me calienta con solo verla.
La llevo a un restaurante cercano, más que todo porque no
conozco mucho esta cuidad y las veces que he estado aquí,
es por negocios, lo que significa que solo me la paso
encerrado en la oficina todo el día.
Nos dan una mesa al aire libre, en un balcón muy bonito
lleno de flores y plantas de todo tipo. El ambiente es
agradable, el olor a flores inunda el espacio, pero a ella no
parece gustarle.
Hace una mueca de dolor al sentarse, lo que hace que las
alarmas en mi cabeza comiencen a sonar.
-¿Te sientes bien? – es imposible no preocuparme.
Esta muy pálida, casi verde se podría decir. No creo que se
sienta bien.
-Estoy bien – suelta de golpe.
No es cierto, la conozco.
-Dime la verdad, Samantha – la riño, aunque se que puede
molestarse.
-¿Podemos cambiar de mesa? – se pasa la mano por la
cara.
Hago una seña al mesero y en cuestión de minutos nos
encontramos en una mesa lejos del balcón y ella manda a
retirar las flores del centro de mesa. Me parece un poco
raro, pero es lo que menos me importa ahora, solo me
preocupa que se sienta bien.
-Tráiganos filetes con verduras y su mejor botella de vino –
ordeno al mesero, pero ella levanta la mano para detenerle.
-No quiero carne. Quiero una ensalada de maíz – pide –
Tampoco quiero vino, solo agua.
El mesero asiente y se va por nuestra orden.
No puedo dejar de mirar a Samantha, se está comportando
muy raro, ella y yo siempre comemos lo mismo. Al menos
ya no está pálida y eso es buena señal.
-¿Segura que te sientes bien? – cuestiono.
-Si – murmura sin mirarme.
Pasamos unos segundos sin hablar y ella tiene la mirada
perdida en un punto fijo de la mesa, pero yo aprovecho su
distracción para observarla detalladamente.
-¿Por qué me miras tanto? – escupe.
-Porque eres hermosa – me apresuro a responder.
Rueda los ojos y fija su vista en ventana a nuestro lado. ¿En
qué tanto piensa?
-¿Cómo esta Liliana? – pregunta de golpe.
Al fin tenemos una conversación normal.
-Esta muy bien, la deje con sus hermanas en mi casa –
sonrío.
Me dedica una mirada confundida. Oh, tranquila que no la
deje en Nueva York.
-Tengo una casa aquí en Barcelona – explico rápido – Tuve
que traerla a todas porque Amanda esta con su nuevo
amante en Roma.
En realidad, dijo que se fue de compras, pero eso no se lo
cree ni ella.
-Entiendo – sonríe.
¿Es todo? ¿No vas a hablar más?
Vuelve a hacer una mueca de dolor.
-¿Te duele algo? – pregunto.
Respira profundo y niega con la cabeza.
-Samantha, te conozco. Por favor confía en mi – ruego
tomando su mano.
Esta helada. Definitivamente no esta bien.
-Ya no tengo hambre, ¿me llevarías a mi oficina?
-No, si tengo que llevarte a algún lado, que sea a un hospital
– gruño.
Su expresión se endurece, esta a punto de gritarme algo,
pero algo la interrumpe. Miro en la dirección hacia donde lo
hace ella y puedo ver a Miller entrar al restaurante,
acompañado de unos hombres, a simple vista sus amigos.
En cuanto nos ve, su rostro se oscurece y se acerca a
nosotros.
-Samantha ¿Qué significa esto? – pregunta molesto, pero
sin hacer escándalo.
-Ahora no, Miller – masculla ella.
Esto es una típica escena de celos, pero ¿Qué pasa aquí?
¿Por qué esta él aquí?
-¿Qué haces aquí Miller? – pregunto irritado.
Me estoy perdiendo de algo y me estoy empezando a
molestar.
-Esa pregunta debería hacértela yo a ti – escupe con furia.
-¡Suficiente! – Samantha se levanta de golpe – No estoy de
humor para esta clase de espectáculo.
Intenta caminar, pero de repente se desvanece, por suerte
Miller la sujeta a tiempo. Ambos nos miramos
preocupados.
-¡Mesero! – grito - ¡La cuenta y un poco de Alcohol, por
favor! – ordeno rápido.
Tratamos de despertarla con un poco de alcohol en su
nariz, pero solo se retuerce, mas no despierta-
-¡Llévala al hospital! – ordeno a Miller, quien está muy
preocupado como para protestar mis órdenes.
En el camino allí, solo puedo pensar en ella. Sabia que no
se sentía bien, debí obligarla a ir al hospital, espero que
este bien.
Capitulo 4
Despierto por un pinchazo que siento en el brazo, mis ojos
están pesados, me cuesta mucho trabajo abrirlos, pero
poco a poco logro hacerlo, encontrándome a Jhon a mi
lado con su mejor cara de preocupación.
-¿Dónde estoy? – pregunto con dificultad.
Me sonríe un poco, se ve muy tierno cuando sonríe así.
-Estas en el hospital, amor – informa.
Frunzo el ceño, odio los hospitales. Miro hacia mi brazo
izquierdo y me doy cuenta que tengo una intravenosa unida
a él.
-¿Por qué me trajiste aquí? Sabes que odio los hospitales. –
digo con la voz débil.
Mi cuerpo se siente muy pesado. Intento repasar lo último
que recuerdo y de me vienen imágenes de Leonard en el
restaurante, la discusión con Jhon, el pequeño dolor en el
vientre y el intenso dolor de cabeza, es todo lo que recuerdo
antes de desvanecerme.
-Estas embarazada, amor. Deberías acostumbrarte a estar
en el hospital. – musita.
Ruedo los ojos con fastidio. Me siento muy mal, no puedo
ni moverme bien, el dolor de cabeza aun me molesta un
poco.
-Ya vienen a traer los resultados de los exámenes –
acaricia mi cabello.
-Ok – digo seca.
Nos quedamos unos segundos en silencio, hasta que Miller
decide romperlo.
-¿Me dirás que hacías con Fisher? – pregunta serio.
Lo miro directo a los ojos, no puedo creer que me este
preguntando eso justo ahora. El dolor de cabeza aumenta,
lo que me produce una mueca de dolor.
-No comiences con eso ahora – hablo con los ojos
cerrados.
-Entonces....
Sus palabras son interrumpidas por el sonido de la puerta
al abrirse, imagino que debe ser el doctor con los
resultados de mis exámenes, pero resulta ser Leonard
enfurecido.
-Me podrían decir ¿Por qué carajos Samanta no esta
registrada con su apellido? – grita.
Hago una mueca de dolor, llamando la atención de ambos,
pero no dejan de discutir entre ellos.
-Fácil, porque es mi esposa – escupe con odio.
Leonard abre mucho los ojos y su cara se torna aun mas
roja de lo que estaba.
Ambos se salvan de que no tengo fuerzas para gritar,
porque ya les estaría escupiendo un montón de cosas en la
cara.
¿Cómo es posible que discutan mientras yo estoy débil en
una cama de hospital?
-¿¡Como que tu esposa!? – lo toma de la camisa y yo me
sobresalto por el grito.
¡Maldita sea! Estos dos me van a matar de un infarto.
La puerta se abre de golpe, entrando un doctor muy
molesto.
-Señores, no están en un circo. ¡Esto es un hospital! Si
quieren quitarse háganlo afuera – los riñe el médico.
Muy bien, al menos logro que se callaran, aunque se siguen
viendo con odio.
-Señora Miller, ¿Se siente mejor? – pregunta en mi
dirección.
Leonard se estremece al escuchar mi nombre con el
apellido de Jhon.
-La verdad no – los miro a ambos con desprecio – Me
siento débil.
-Aquí tengo los resultados de los exámenes que se le
hicieron al llegar – levanta un sobre.
Ambos hombres están a la expectativa, esperando lo que
dice el doctor.
-¿Esta de acuerdo con que los lea con ellos aquí? – señala.
Niego, no quiero que Leonard sepa que estoy embarazada,
y Miller sinceramente no quiero ni verlo ahora.
-Yo no me voy a mover de aquí – espeta Jhon. -Soy su
esposo.
-Yo tampoco me iré – afirma Leonard.
Se están comportando como unos niños.
-Leonard, espera afuera – le ordeno.
Titubea un segundo, pero luego sale con el ceño fruncido y
los puños apretados.
-¿Mi bebe esta bien, Doc? – pregunto.
-Aun no lo sabemos, enviare a su doctora a que venga a
chequearla. – informa – En los exámenes le salió el nivel de
hierro muy bajo, por eso se desmayó. Tiene un grado de
anemia, muy leve, pero puede ser peligrosa. Seguramente
producto de que no come bien o está bajo emociones
fuertes.
Bajo la mirada, la estoy pasando mal con el embarazo, pero
no quiero que le pase nada a mi bebe.
Instintivamente me toco el vientre y Jhon se acerca para
abrazarme.
-La dejaremos unos días aquí, debe comer bien y no
estresarse – dijo esto ultimo mirando con firmeza a mi
esposo.
-Está bien – hablo sin mirarlo.
-En unos minutos vendrá su ginecóloga – informa y sale de
la habitación.
Rápidamente entra Leonard con cara de pocos amigos.
-¿Qué sucedió? – pregunta.
-Tengo anemia – respondo seca.
Jhon me mira sin entender, pero no dice nada, sabe que no
puedo estresarme.
-Te traeré algo de comer – besa mis labios fugazmente y
sale.
Siento la mirada pesada de Leonard sobre mí, está
esperando que le cuente todo.
-¿Cuándo ibas a decirme que te casaste con ese idiota? –
pregunta dolido.
Ruedo los ojos y suspiro.
-Leonard, no estoy de humor para tus dramas ¿Ok? –
espeto fría – No puedo estresarme, así que deja de
molestarme.
-Samantha...
Es interrumpido por el sonido de la puerta. Mi ginecóloga
entra en la habitación con una sonrisa en el rostro, la cual
cambia por una mirada de deseo al ver a Leonard de pies a
cabeza.
-Buenas noches – lo mira con descaro.
-Buenas noches – devolvemos el saludo.
-Usted no es el Señor Miller – levanta una ceja y estira su
mano – Un placer, Maira Jiménez.
Miro la escena con cierta diversión, apenas se han visto y
ya Maira se lo quiere ligar.
-Leonard Fisher – habla seco.
Me sorprende esa actitud de su parte, aunque debe estar
tan molesto que no le presta atención a la linda y fácil
doctora.
Ella carraspea y lo mira con fascinación.
-Señor Fisher, creo que debe esperar afuera – señala
coqueta.
-No voy a moverme de aquí – gruñe.
¿Por qué eres tan terco?
Bueno, si tanto quieres saber, llévate el combo completo
hoy.
-Está bien, Maira – murmuro.
La doctora prepara todo lo necesario para el ultrasonido.
Puedo ver la mirada sorprendida de Leonard que no
entiende lo que pasa. Respiro profundo al sentir al gel frio.
-El bebé está bien – menciona.
Leonard se atraganto con su propia saliva y se acerco a mi
cama rápidamente. Su respiración es un desastre y se ha
vuelto pálido de la nada.
Creo que se va a desmayar.
-Estas.... ¿Embarazada? – balbucea
Respiro profundo para mirarlo a los ojos y enfrentarlo por
fin.
-Si – suelto.
Aprieta los puños a los lados de su cuerpo, lo veo tensarse
y respirar con dificultad. En un instante sale de la
habitación dando un portazo que me sobresalta.
La doctora ve toda la escena con cara de confundida, pero
sigue hablando.
-No voy a preguntar – levanta las manos rindiéndose – Solo
te diré que no puedes tener emociones fuertes, sobre todo
estrés, tu matriz está muy débil. – resopla – Corres el
riesgo de sufrir un aborto espontaneo.
¿¡Que!? ¡No! No de nuevo, por favor.
-Necesitas reposo absoluto – ordena – Y nada de sexo
hasta que yo te diga que es seguro. Nos vemos en un mes
para tu próxima consulta.
Asiento sin decir nada.
No puedo permitir que a mi bebe le pase algo, no de nuevo.
Capitulo 5
*Leonard*
¡¡Voy a explotar!!
Salgo de la habitación lo más rápido que puedo. Me siento
traicionado, con el corazón partido y con unas ganas
incontrolables de matar a alguien.
¿Por qué Miller?
¿Por qué se casó con él?
¿Porque a él si le va a dar un hijo y a mí no?
¿Qué tiene el que no tenga yo?
La furia consume mis venas, quiero partirle la cara a Miller
por atreverse a tocar a mi mujer.
Controlándome lo mejor que puedo, camino a paso
apresurado hacia la salida, encontrándome casualmente a
Miller entrado al hospital con un envase de comida en las
manos.
-¡¡Eres un hijo de puta!! – golpeo su cara con mi puño,
haciendo que caiga al piso.
Las pocas personas que se encuentran en el living se
sobresaltan por la escena que estamos armando. Levanto a
Miller del piso, tomándolo por el cuello y lo saco del
hospital a empujones.
-¿Qué mierda te pasa, Fisher? – grita exaltado.
Vuelvo a estampar mi puño en su cara, esta vez le rompo el
labio y escucho un gemido lastimero de su parte. La ira me
ciega, quiero acabar con él de una puta vez. Saco el arma
que siempre traigo en mi saco y la apunto en su frente
mientras permanece en el suelo.
-Dame una razón para no volarte la cabeza de una vez –
escupo con furia.
Su mirada inspira temor. Esta aterrorizado, pero no se
defiende, eso me da más rabia todavía.
-Solo hazlo – me reta – Pero ella no te lo va a perdonar.
Quito el seguro del arma y cierra los ojos para esperar el
disparo.
No lo haré.
¡Maldita sea! Él tiene razón. Samantha jamás me va a
perdonar que mate al padre de su hijo. No dejare que se
altere estando embarazada.
Respiro profundo y bajo el arma poco a poco. Por último,
vuelvo a golpearlo en la cara y me alejo.
Necesito calmarme, porque soy capaz de regresarme y
matarlo. A este paso voy a terminar llorando como un bebe
y es lo menos que quiero.
*******
Camino a paso apresurado para entrar en el despacho de
Alan Cooper, necesito que me firme los papeles de compra
de un edificio.
Toco la puerta tres veces y la abro al escuchar la voz de Alan.
-Buenos días, Leonard ¿Qué te trae por aquí? – pregunta muy
serio.
Recorro el despacho con la mirada, encontrándome con unos
hermosos ojos cafés, que me miran con curiosidad y se
podría decir que con inocencia.
-Ya esta listo el contrato del Empire State – digo sin dejar de
mirarla.
Es mucho menor que yo, le calculo unos quince años cuando
mucho, pero es hermosa. Su cabello negro cae en su espalda
como una cascada y sus anteojos le dan un aire intelectual
que me deja encantado.
-Muy bien, dame para firmarlos – pide.
Le extiendo el contrato rompiendo el contacto visual con la
hermosa joven y ella vuelve su mirada a un libro que tiene en
sus piernas.
¡Dios, que piernas!
-Leonard, deja de mirar a mi hija. La incomodas – me riñe
Alan.
Es su hija ¡Qué maravilla!
-Disculpa, es que nunca la había visto – digo quitándole
importancia.
Carraspea y me entrega los documentos.
-Hija, te presento al Señor Fisher – habla a la joven.
Esos ojos cafés vuelven a mirarme y yo trato de parecer
calmado. Le extiendo la mano y ella me devuelve el gesto.
-Un placer, Samantha Cooper – su voz es melodiosa, clara y
muy dulce.
-El placer es mío – tomo su mano.
Esta muy fría, como si estuviera nerviosa, pero en su mirada
no hay miedo, solo fascinación.
Jamás olvidare esos hermosos ojos.
Abro los ojos para mirar el techo, estuve toda la tarde
recostado en mi cama, recordando el día en que la conocí.
Eso se ha pasado por mi mente una y otra vez desde que
llegue del hospital.
Me enamoré de Samantha desde el primer momento en
que la vi. Su precioso cuerpo, su inocencia, la forma de
mírame, todo de ella me pareció fascinante y totalmente
adictivo.
Ruedo en la cama buscando una posición cómoda para
dormir, pero los recuerdos sobre ella no paran.
Samantha se ve jodidamente hermosa con su uniforme del
colegio. Su falda corta deja ver sus largas y sensuales
piernas, su camisa tiene un ligero escote que deja ver un
poco de sus senos, sin que parezca atrevido. Me tiene
hipnotizado, es como una fantasía andante.
Hoy he venido a la oficina a buscar unos papeles y me la
encontré en el ascensor, seguramente ira a ver a su padre
también.
En cuanto ella entro en el confinado lugar, el ambiente se
impregno de un exquisito olor a coco y vainilla.
-¿Cómo estas, Samantha? – intento crear una conversación.
-Muy bien, ¿Y usted? – responde de manera automática y sin
mirarme.
Tengo mucha curiosidad en saber su edad, parece muy joven,
pero desde aquí puedo ver sus pechos redondos saludando
desde el escote que le proporciona la camisa, por haber
quitado varios botones.
-¿Puedo preguntar que edad tienes? – cuestiono con cautela.
Puedo ver que frunce el ceño.
-No se ofenda, pero ¿A que debe esa pregunta?
-Simple curiosidad. ¿Por qué no me titubeas? – dibujo una
sonrisa.
-Porque usted no me lo ha pedido – sonríe de vuelta – Y
tengo 15 años.
Sabía que era joven, le llevo diez años.
El ascensor se abre, dando por terminada la conversación y
justo cuando pensé que iríamos a la misma oficina, ella se
desvía hacia otra parte, dejándome solo en el pasillo.
Debí dejarla en paz, no volver a verla, así no estaría
sufriendo ahora.
Daría lo que fuera para que ella estuviera embarazada de
mi y no de otro sujeto, para que fuera mi esposa y no de él.
Esto me esta pasando por cobarde, porque pude venir a
buscarla y no lo hice. Pensé que sería como la última vez,
que ella regresaría y estaríamos juntos. Fui un ingenuo y
ahora la he perdido, pero esto no se queda así, voy a
recuperar al amor de mi vida, cueste lo que cueste, porque
en el fondo se que ella aun me ama.
Capitulo 6
*Samantha*
-Jhon, puedo caminar sola – espeto irritada.
Acabamos de llegar a la casa después de pasar tres días en
el hospital. Fue una total tortura estar todo el día acostada
sin saber nada de mi empresa, ni de los contratos que
tenemos pendientes.
-La doctora dijo que tenias que guardar reposo absoluto,
así que no te dejare ni caminar sola.
Ruedo los ojos con fastidio. Ya me siento mucho mejor,
pero Miller es un exagerado.
Me carga en brazos desde el auto hasta mi cama. Cabe
destacar que es un trayecto muy largo, no se como logra
soportar mi peso.
-Tengo hambre – anuncio.
-Te traeré comida – sonríe y me deposita un beso en mi
frente para luego irse.
Aprovecho que estoy sola para levantarme de la cama y
buscar mi laptop, tengo mucho trabajo acumulado, la
oficina debe ser un caos ahora mismo.
Vuelvo a sentarme en la cama, leyendo por encima los
correos electrónicos, las citas canceladas y las futuras
video conferencias programadas.
-Te dije que nada de trabajo, Samantha – la voz de Miller
me sobresalta.
¿En que momento entro?
Lleva en las manos un emparedado y un jugo.
-Tengo mucho trabajo acumulado por tu culpa. No se que
te costaba llevarme la laptop al hospital – espeto.
Vuelvo los ojos a la pantalla, para teclear furiosa.
-La doctora dijo que nada de estrés – cierra el aparato de
golpe y lo quita de mi regazo.
Lo miro furiosa. ¿Qué mierda le pasa?
-¿Por qué me la quitaste? ¿No ves que estaba ocupada? –
grito.
-Nada de estrés – repite firme.
-AQUÍ EL ÚNICO QUE ME ESTRESA ERES TÚ – gruño
apretando los puños.
Se esta volviendo insoportable. Siento una punzada en la
cabeza que me hace cerrar los ojos y respirar profundo.
-¿Dónde quedo la Samantha que odiaba trabajar? –
pregunta frunciendo el ceño.
Ruedo los ojos.
-Maduró. Ahora estoy a cargo de C&B, no puedo dejar que
todo se caiga – cubro mi cara con las manos.
-¿Y qué hay de ti? Debes cuidarte, Samantha. Tienes a
nuestro hijo en tu vientre – escupe molesto.
Paso mis manos por mi cabello, tratando de tranquilizarme.
¿Por qué se empeña en discutir por todo? Parece que el que
estuviera lleno de hormonas fuera él.
-¿Sabes qué? Estoy cansada, déjame dormir – subo la
cobija hasta mi cuello y me volteo para darle la espalda.
Escucho que se levanta de la cama y sale de la habitación
dando un portazo. Se esta comportando como un
inmaduro, todo quiere que se haga a su modo. Se le olvida
quien soy yo.
**************
Unas suaves caricias en mi rostro hacen que me despierte.
Me remuevo en la cama hasta toparme con algo o mas bien
con alguien. Abro los ojos poco a poco y lo miro frente a mí,
sonriendo como un niño cuando tiene un dulce.
Maldito bipolar.
-Despierta, bella durmiente – besa mi frente.
Solo le gruño en respuesta y vuelvo a cerrar los ojos.
-Te traje dulces – susurra en mi oído.
Abro los ojos de golpe, hace mucho que no como dulces.
Espero que no haya traído chocolates.
Me incorporo en la cama y él saca una caja con golosinas
en su interior. Prácticamente se la arranco de las manos,
devorando cada dulce como si no hubiese un mañana.
-Calma, come despacio – murmura.
-No me digas que.... – no acabo de terminar la frase cuando
las nauseas me hacen correr al baño.
Vacío todo en el retrete mientras mi esposo sujeta mi
cabello para no ensuciarlo. Me dejo caer en el piso para
respirar unos segundos y luego me levanto a lavarme los
dientes.
-¿Entiendes por qué quiero que te quedes en casa? –
reprocha.
Ruedo los ojos mientras camino de vuelta a la cama.
-¿Hasta cuándo tendremos esta discusión? – reclamo.
Resopla – Hasta que entiendas de una vez que no puedes ir
a trabajar – espeta severo.
Bufo. No quiero seguir discutiendo ¿Por qué me lo sigue
reclamando?
-Escucha – se sienta a mi lado - ¿Por qué no buscas un
director?
Lo miro horrorizada. No pienso hacer que alguien mas se
haga cargo, y mucho menos un desconocido.
Pienso por un par de segundos lo que le voy a responder,
para dar por terminada la conversación, sinceramente ya
este tema me esta aburriendo.
-Bien, si yo no puedo ir a trabajar entonces lo harás tu por
mi – espeto
-¿¡Que!? – abre mucho los ojos.
-Así mismo. No pondré a un desconocido a manejar mi
empresa – gruño – si tanto quieres que me quede,
entonces deja de dar clases y ocúpate de mis asuntos.
Se pasa la mano por el cabello, esta entre la espada y la
pared. Él no va a dejar su pasión de lado por encerrarse en
un despacho.
-Sabes que las oficinas no son lo mío – frunce el ceño.
-Entonces déjame tranquila – ruedo los ojos.
Se queda pensando por unos minutos, parece estar
planeando algo, o no sabe como decir las cosas para que
no me enoje, cosa que es inútil, soy un mar de hormonas,
cualquier cosa que diga me irrita.
Respira profundo – Te amo, Samantha. No quiero que ni tu,
ni nuestro hijo estén en peligro. Por eso te pido que dejes la
terquedad y accedas a contratar un director, o sédele el
control a uno de tus socios – murmura
Ya estoy cansada de esto, se como callarlo de una buena
vez.
-Está bien – me encojo de hombros y me mira asombrado.
– Entonces le pediré a Fisher que se encargue. – hablo
firme.
Su rostro se vuelve oscuro, su mirada se llena de furia, pero
yo lo sigo mirando seria. Estoy hablando muy en serio, si no
me deja ir a la oficina, le pediré a Leonard que se encargue.
-¡¡NO HARÁS ESO!! – grita histérico. -¡¡QUIERO A ESE HIJO
DE PUTA LEJOS DE MI FAMILIA!!
Lo miro asombrada ¿En serio me gritó?
-Entonces déjame volver a la oficina – gruño. -Tienes dos
opciones, Miller.
Se pasa la mano por el cabello y camina de un lado a otro.
-Bien, pero no te quiero cerca de él. Yo arreglare todo –
escupe y sale de la habitación dando un portazo.
Dejo salir el aire que no sabia que estaba aguantando. Ni
siquiera estoy segura de que Leonard vaya a aceptar,
imagino que esta enojado conmigo, solo pretendía
persuadir a Jhon, pero no funcionó. Dice que no quiere que
me someta a estrés, pero el es quien me estresa,
definitivamente embarazarme fue la peor de mis ideas.
Capitulo 7
*Leonard*
Estoy encerrado en mi despacho, admirando una foto vieja
que tengo de Samantha, una de las tantas que envió Black
cuando lo mande a vigilarla.
Esta es la mas antigua de todas, tiene puesto su uniforme
del colegio y esta conversando con unos chicos en una
cafetería. Se ve tan relajada y hermosa. Ella era mi niña,
inocente, risueña y tan jodidamente sensual, que me
costaba trabajo apartarme cuando la veía en público.
¿Quién iba a pensar que se convertiría en un ser tan frio?
Admito que extraño a la vieja Sam, pero esta versión de ella
me tiene descontrolado, ahora es consiente de lo hermosa
que es y lo usa a su favor, su mirada siempre me reta, se
convierte en la obsesión de todo hombre.
Acaricio la foto con cierto pesar y se escapa de mis labios
una sonrisa triste, recordando el momento en que por fin le
hice el amor con ese maldito uniforme del colegio.
Su cara esta roja de furia. Es la primera vez que peleamos en
serio, con gritos incluidos, pero no puedo permitir que salga
con esos amigos suyos luciendo tan sensual. Ellos están
esperando la menor oportunidad para meterla en su cama.
Por suerte pase por ella al colegio y la lleve a mi casa antes
de que saliera con sus amigos.
-¿Quién rayos te crees para decirme que hacer? – grita
Tiene razón, no soy nada de ella, solo hemos salido un par de
veces, pero ya la siento mía y no puedo permitir que otro la
disfrute.
-Yo... - paso mi mano por el cabello, no sé qué decir.
-Si no tienes argumentos para discutir, entonces déjame
tranquila – se voltea para irse, pero la detengo.
Tomo su cara entre mis manos y reclamo sus labios con
tanta furia que temo lastimarla, para mi ella es como mi
muñeca de porcelana. Me toma por sorpresa cuando rodea
mi cuello con sus brazos y profundiza el beso. Me desea
tanto como yo a ella.
-Sam...- susurro en sus labios.
Siento como jadea cuando la acerco más a mí, haciendo que
su pelvis roce con mi erección. Sus mejillas se han vuelto
carmesí, al igual que sus labios por el beso tan frenético.
-¿Si? – musita casi sin respirar.
-Detenme, porque no podre controlarme si te vuelvo a besar
– pego su frente con la mía.
La deseo desde el primer momento en que la vi en el
despacho de su padre, quiero hacerla mía, pero no voy a
obligarla, probablemente sea virgen.
-No te detengas – me mira directamente a los ojos – Quiero
esto contigo.
Su voz es segura, sin una pizca de miedo en ella. Está
dándome luz verde para hacer lo que quiera con ella, pero
algo me detiene. Soy yo el que tiene miedo.
-No quiero lastimarte – acaricio su mejilla.
Me sonríe de manera tierna y baja la mirada.
-Solo se gentil. Es mi primera vez – se muerde el labio al
decir esto último.
¡Dios! Esta niña va a volverme loco.
Vuelvo a reclamar sus labios, pero esta vez de una manera
mas suave, quiero que sea una experiencia única para ella.
Nunca he estado con una virgen, pero haré lo mejor que
pueda.
Enreda sus piernas alrededor de mis caderas, esto va en
serio.
Camino con ella en mis brazos hasta llegar a mi cama, donde
la recuesto muy delicadamente.
-Aun estas a tiempo de arrepentirte – aclaro.
Me sonríe de nuevo, lleva sus manos al escote de su camisa
y comienza a sacar los botones, uno por uno sin dejar de
mirarme a los ojos. Al llegar al último botón, la detengo para
que no se la quite del todo, quiero hacerla mía con ese
uniforme puesto.
-Déjatelo puesto – susurro en su oído.
Beso su cuello de manera suave, haciendo que sus jadeos
aparezcan, como música para mis oídos. Mis manos viajan a
su pelvis, por debajo de su falda, masajeando su clítoris por
encima de la tela de sus pantis.
Arquea la espalda y gime alto, cuando mis labios atrapan uno
de sus pezones y mis dedos se hunden en su mojado sexo.
-Deberías usar short debajo de esta falda tan corta – gruño
sin despegar mis labios de su piel.
Solo escucho jadeos de placer, su respiración se pone cada
vez más pesada y sus paredes vaginales se contraen
alrededor de mis dedos. Esta cerca del orgasmo, aumento el
ritmo de mis embestidas, y el volumen de sus gemidos
aumentan, explotando en un delicioso orgasmo.
-Disfruta tu primer orgasmo, mi amor. – lamo cada parte de
su piel, subiendo hasta sus labios.
Puerta de mi despacho se abre, sacándome de golpe de
mis pensamientos. El rostro de Sofia se vuelve colorado al
ver mi expresión de disgusto.
-¿Qué quieres? – espeto.
-Disculpe, es que afuera hay un sujeto que quiere verlo –
balbucea.
-No quiero ver a nadie – gruño.
-Pero tendrás que atenderme – la voz ronca de Miller
resuena al entrar a mi despacho.
Pero... ¿qué mierda? Miro furioso a Sofia
-Sal de aquí Sofia – grito.
La chica se estremece y sale casi corriendo del despacho.
Miller toma asiento frente a mí, con una sonrisa cínica en el
rostro.
-No la agarres contra la chica, yo pase sin dejarle tiempo de
reaccionar – se encoje de hombros.
-¿Qué mierda haces aquí? ¿No ves que en cualquier
momento puedo meterte un tiro? – reclamo.
-Me arriesgaré. Vine a pedirte un favor – musita.
Esto tiene que ser un chiste.
-¿Estas loco? El único favor que te haría, seria matarte – río
sin gracia.
-Mira, ya se que me odias, pero esto no se trata de mí, si no
de Samantha – habla serio.
Haría lo que sea por ella y este imbécil lo sabe.
-¿Qué ocurre con ella? – frunzo el ceño.
Resopla y se pasa la mano por la cara. ¿Es algo malo? Lo
matare si le paso algo a Sam.
-No me hace caso, quiere seguir trabajando y no entiende
que debe estar de reposo – comenta frustrado.
Sin pensarlo suelto una carcajada. ¿Es en serio?
-¿De que te ríes? – pregunta molesto.
-De que te casaste con ella y vienes a pedirme ayuda a mí.
¿Por qué no asumes tu papel de esposo?
Baja la mirada sin decir nada, le ha dolido lo que dije, pero
tengo razón, si tuvo pantalones para casarse con una mujer
que amaba a otro, que los tenga para resolver sus
discusiones.
Capitulo 8
*Leonard*
Miller lleva varios minutos con la mirada perdida, ya me
estoy hartando de verlo en mi despacho.
-Si eso era todo, ya puedes irte – señalo la puerta con
fastidio.
Me mira molesto, como si al fin encontró las palabras que
estaba buscando.
-No me iré todavía. – frunce en ceño.
-¿Qué quieres de mí? Mi paciencia se agota. – masajeo mis
cienes.
Resopla – Ya te lo dije, necesito tu ayuda.
-Ya te dije que no voy a ayudarte – aclaro.
Gruñe de frustración y aprieta los puños.
-Fisher, Mi hijo esta en riesgo y por ende Samantha ¿Crees
que estaría aquí si no fuera una emergencia? – espeta.
Ruedo los ojos. Entiendo perfectamente que debió costarle
venir a pedir mi ayuda, pero aun no entiendo que es lo que
quiere ¿Qué hable con ella? ¿A caso no la conoce? Ni el
mismo diablo la hará cambiar de opinión.
-Aun no me has dicho que es lo que quieres – escupo.
-Quiero que tomes el lugar de Samantha en la empresa –
habla rápido.
Suelto una carcajada de gracia pura. No puedo creer lo que
acaba de decirme, definitivamente este hombre tiene que
ser comediante.
-¿Enloqueciste? – grito sin dejar de reírme.
Me mira con el ceño fruncido.
-No te burles de mi – gruñe.
No paro de reírme, hasta se me ha salido una lagrima y me
duele el abdomen.
-Miller, ¿A caso no conoces a la mujer con que te casaste?
– pregunto disminuyendo la gracia – Ella me mataría si
ocupo su lugar.
Bufa y rueda los ojos. ¡Oh! ¿Piensa que es chiste? Pobre
ingenuo.
-¿Podrás o no? – pregunta serio.
Carraspeo. - ¿Por qué no lo haces tú? De todas formas, aquí
el "Señor Cooper" es usted – me burlo haciendo las
comillas con las manos.
Me mira molesto, le di un golpe bajo.
-¿Qué? ¿Crees que no se que ella no usa tu apellido? – alzo
una ceja.
-Eso no es importante – espeta con falsa tranquilidad.
Bufo – No me vengas con eso, ambos sabemos que eso te
duele, que no la llamen "Señora Miller" como tanto habías
soñado.
Golpea la mesa con furia, levantándose.
-Si vuelves a hacer eso, te mandare al hospital – amenazo.
Su expresión se suaviza, o más bien se entristece.
-Ella te necesita ¿Podrás hacerte cargo? – pregunta serio.
Ruedo los ojos.
-Solo si es ella misma quien me lo pide – me encojo de
hombros.
Quiere asesinarme con la mirada, pero la verdad esta ha
sido la reunión mas divertida que he tenido en años.
-Sabes que no permitiré eso – escupe.
-Entonces que te vaya bien como presidente de C&B – hago
un gesto de despedida con la mano.
Suelta un suspiro de frustración.
-Pensé que harías lo que sea por ella – reclama.
-Por supuesto que lo haría, pero solo si es ella quien me lo
pide. Samantha dejo de ser mía, ahora es tu esposa, o sea
tu responsabilidad – miento, ella siempre será mía, mi
problema, mi responsabilidad.
-¿Ahora me vienes con eso? – bufa – ¿Debo pensar que
después de todo este tiempo, simplemente dejó de
importarte?
-¡No! Sabes muy bien que daría hasta mi propia vida por
Samantha, pero solo si me lo pide, si realmente me
necesita. – grito – Pero a ti te falta mucho para ser ella, así
que ya puedes irte. – señalo la puerta.
Aprieta los puños a sus costados, se queda callado unos
segundos sin moverse.
-Bien, si Samantha te lo pide ¿lo harás? – cuestiona.
Lo miro confundido, ¿En serio haría eso?
-Si – afirmo.
-Entonces es un trato – me extiende la mano – Ve a verla a
la casa y hare que te lo pida, pero solo podrás verla
conmigo presente – aclara.
Ruedo los ojos.
-Está bien.
Lo hago simplemente porque en realidad lo necesita, ella
no debe someterse a ningún estrés durante el embarazo.
Lo que hace que me preocupe visitarla, no quiero que se
estrese al verme discutir con Miller, así que será mejor
llevar la fiesta en paz, al menos delante de Samantha.
******
Manejo en dirección a la casa de Sam, con Liliana en el
asiento del copiloto, ha insistido mucho en venir a verla y
no puede negarme. Quiso traer a Zanahoria, pero le dije que
no se iba a poder, por el embarazo de Samantha, no creo
que sea conveniente tener ese tipo de animal cerca.
-¿Ya llegamos? – pregunta con voz dulce, cuando aparco
en el frente de una enorme casa.
-Si, cariño. – asiento.
Baja del auto y camina a mi lado hacia la puerta principal.
Después de tocar el timbre, esperamos unos segundos
hasta que la puerta es abierta por una mujer joven, que por
el uniforme que trae, puedo notar que es parte del personal
de servicio.
-Buenas tardes – saluda. -¿En que puedo ayudarles?
-Venimos a ver a Miller – informo.
En realidad, es a Samantha, pero primero debo hablar con
el imbécil de Miller.
-Espere un minuto – vuelve a cerrar la puerta.
Ruedo los ojos, mucho protocolo, pero agradezco que la
tengan bien cuidada.
-Papa, dijiste que veníamos a ver a Sam – musita mi hija
con un puchero.
-Y es así, solo que tengo que hablar con el Señor Miller
primero – sonrío.
La puerta vuelve a abrirse y esta vez nos dejan pasar hasta
la sala.
-El Señor Miller los atenderá en un minuto – sonríe amable
y se va.
Miro a mi alrededor, esta casa me parece familiar, creo que
era de la familia Black. No me sorprende que estén viviendo
aquí, ya que Richard le dejo todo a Samantha, pero si me
sorprende que la decoración siga siendo la misma.
-¿Qué tal, Fisher? – saluda Miller.
Sus ojos se posan rápidamente en Liliana y luego vuelve a
mirarme confundido.
-Es mi hija – respondo a su pregunta no formulada.
-Entiendo – dice pensativo. -Entonces la joven del otro día...
Se que se refiere a Sofia, pero no me gusta el tono en que lo
dijo.
-Es mi hijastra mayor – espeto.
Alza una ceja, no me gusta lo que trata de insinuar y menos
delante de Liliana.
-¿Dónde esta Sam? – pregunta mi hija llamando la atención
de ambos.
Miller le sonríe.
-Esta subiendo las escaleras, en ultima puerta del pasillo –
indica.
Lili me mira con ternura, como pidiendo permiso.
-Anda – le sonrío.
Vemos a la niña irse por las escaleras y volvemos a
mirarnos serios.
-Escucha, por el bien de Samantha, será mejor que llevemos
la fiesta en paz – invita.
Me sorprende un comentario tan inteligente de su parte.
Además, yo ya había pensado lo mismo.
-Hecho, pero solo en su presencia. – aclaro – Y que quede
claro que no somos amigos.
-Estoy de acuerdo – extiende su mano.
Estrechamos las manos cerrando nuestro pequeño pacto,
por el bienestar de Samantha.
Capitulo 9
Después de una larga ducha para relajarme, salgo del baño
con una toalla cubriendo mi cuerpo. Antes de vestirme,
miro en el espejo que apenas y se puede notar un pequeño
bulto en mi vientre. Sonrío al pensar que una personita está
creciendo dentro de mí, una mini versión de mí.
Vuelvo a acostarme en mi cama con mi laptop en el regazo,
cuando la puerta de mi habitación se abre lentamente,
dejando ver unos adorables ojos grises, tan familiares para
mí que no puedo evitar sonreír.
-Lili, amor ¿Qué haces aquí? – extiendo mis brazos para
que venga a abrazarme.
La niña entra, cerrando la puerta a su espalda. Con una
enorme sonrisa corre a mis brazos.
-Te extrañe mucho – murmura.
-Y yo a ti, hermosa – acaricio su cabello.
Liliana me mira con curiosidad al separarse de mí.
-¿Por qué estás en cama? ¿Estás enferma? – cuestiona
curiosa.
Le sonrío tiernamente.
-No estoy enferma, cariño. Estoy embarazada, y el doctor
me mando reposo – explico lo más simple que puedo.
Espero que no se ponga a hacer muchas preguntas, porque
mi paciencia es nula. Ya ella debe saber lo que es un
embarazo, según entiendo ya debe estar en la segundaria.
-¿¡Voy a tener un hermanito!? – sus ojos brillan de la
emoción.
¡Oh, mierda! Lo malinterpretó.
Niego repetidas veces con la cabeza y extiendo mis manos
para que se calme.
-No, cariño - ¿Cómo le explico? – Ehh... Es complicado... Es
cosa de adultos.
Creo que me he puesto roja. ¿Cómo le explicas a una niña
que no estas embarazada de su padre?
-¿Cómo así? – ladea la cabeza.
Respiro profundo. No sé cómo explicárselo, quizá Leonard
deba hacerlo, después de todo es su hija.
Como si hubiera escuchado mis suplicas, la puerta vuelve a
abrirse, pero esta vez dejando entrar a Leonard y Jhon.
¿Estos dos juntos? Esto me huele mal, pero al menos me
salve de hablar con Liliana.
-Liliana, hija. ¿Nos dejarías a solas unos minutos? – habla
su padre.
La niña hace un puchero, pero obedece y sale de la
habitación.
Miro a ambos hombres frente a mí, tienen una expresión
seria en la cara. Sin embargo, mi esposo parece relajado y
joven sin su traje; a diferencia de Leonard, que parece
imponente con su saco azul marino, sin corbata.
-¿Qué haces aquí, Leonard?... Oh, espera. Déjame adivinar...
¿Vienes a tratar de que cambie de opinión y me quede en
casa? – ruedo los ojos.
Lo miro alzar una ceja y adoptar su típica pose de
desinteresado.
-La verdad es que no – se encoje de hombros – Solo vine
porque Miller me invitó a verte.
A mí no me engañan, sé que ya Jhon fue de chismoso a
pedirle que tome mi puesto en la empresa.
-O sea que ¿Debo pensar que no estas interesado en
convencerme? – rio sin gracia.
-Si a ti no te importa tu embarazo, ni tu hijo ¿Por qué
debería de importarme a mí? – dice restándole importancia.
Miller no dice nada, solo se queda viéndolo sorprendido.
-¿Disculpa? ¿Cuándo he dicho que no me interesa mi hijo?
– reclamo.
Estoy empezando a enojarme.
Vuelve a encogerse de hombros.
-Miller fue a mi despacho para pedirme que asumiera tu
puesto – señala – Pero ¿Por qué lo haría? Total, tu ya no
eres mi problema.
No lo está diciendo en serio. Debe ser un truco para
manipularme.
-Ya vasta, Fisher. – ordena Jhon – Lo que menos
necesitamos es que se altere.
Muy tarde, estoy molesta.
-Déjame sola con Leonard – le ordeno a mi esposo.
Me mira horrorizado. ¿Qué? De todas maneras, solo estas
de adorno.
Obviamente no le diré eso.
-Estás loca si piensas que permitiré eso – escupe.
Ruedo los ojos.
-Jhonatan, por favor, déjame a solas con tu esposa. – esta
vez es Leonard quien habla.
¿Jhonatan? Nadie lo llama así. Siempre se le ocurre algo
diferente para molestarlo.
-Ya lo has dicho, soy su esposo, así que...
-Así que me dejas hablar con ella en privado – lo interrumpe
- No te llenes la boca diciendo que eres su esposo, porque
el titulo te quedó grande – reprocha molesto.
No puedo creer lo que oigo.
-¡Solo lárguense los dos de una maldita vez! – me tapo los
ojos con la mano.
Ya hicieron que me cansara y me doliera la cabeza. No los
quiero ver a ninguno.
-No hasta que dejes que Fisher tome tu lugar – espeta
Miller.
Me destapo los ojos con molestia.
-¿¡Mi Lugar!? – grito – O sea que ¿Leonard va a estar
embarazado por mí?
Es una idea absurda, pero me hicieron alterar más de la
cuenta.
-Ya mi amor, basta. Esto no es bueno para el bebé – su voz
se suaviza.
Tiene razón, pero ¿cómo calmarme si ya estoy molesta?,
solo quiero gritar y romper cosas, como sus caras, por
ejemplo.
Respiro profundo con los ojos cerrados, luego los abro y
miro a Leonard que tiene una cara de fastidio.
-¿Te podrás encargar de mi empresa? – pregunto seria.
Fija su mirada en mí. Confío con los ojos cerrados en que
Leonard hará lo que yo le pida, sin titubear. Como quisiera
decir lo mismo de Miller.
-Solo si es lo que quieres – asiente.
Resoplo. Ya no tengo opción, debo cuidar de mí y de mi
embarazo si quiero que todo salga bien.
-Confío en que lo harás bien – afirmo – Llamaré a mi
secretaria para que aliste los papeles que debemos firmar.
-Muy bien, si eso es todo, entonces ya me voy – anuncia
seco.
No respondo nada, solo me limito a asentir y volver mi
mirada a la laptop en mis piernas.
-Gracias, Fisher – la voz de Miller nos sorprende a todos.
¿Le está agradeciendo por tomar mi puesto? Como lo odio.
Aunque a la vez me parece tierno que quiera cuidarme, solo
que a veces me siento ahogada.
Leo solo asiente soltando un gruñido afirmativo y sale de la
habitación.
Miller se acerca a mi para abrazarme y besarme el cabello.
-Lo siento, amor – susurra – Pero sabes que es lo correcto.
Ruedo los ojos.
-¿Sabes que hubiese sido lo correcto? Que, en vez de
buscar ayuda en Fisher, hubieses sido tu quien se ocupara
de mi empresa – reprocho.
Baja la mirada, se siente culpable o algo así, pero sabe que
tengo razón.
-Lo sé, pero sabes que las oficinas nos son lo mío. Además,
yo...
-Tu, prefieres seguir con tu maldito pasatiempo – termino
la frase.
Frunce el ceño.
-No lo pongas así. – gruñe.
Respiro profundo, debo dejar de enojarme por todo si
quiero que mi bebé este bien.
-Ya, olvídalo. Todo está resuelto – levanto las manos
rindiéndome – Ahora déjame dormir.
Resopla y besa mi cabello, de nuevo.
-Descansa, amor.
Capitulo 10
Bajo por las escaleras, vestida con un jersey color azul,
jeans rotos color negro y tacones a juego. Por primera vez
en un mes, voy a salir de la casa, pero justo antes de
terminar de bajar, me encuentro con Ana, la nueva
mucama.
La casa es gigante, por lo que tuvimos que contratar tres
mucamas para la limpieza, mas una cocinera aparte. Ana,
es la mas joven de todas, algo me dice que Miller se la esta
tirando, pero aun no lo confirmo.
-¿A dónde va, Señora? – pregunta al verme.
Alzo una ceja. ¿Quién se cree ésta?
-¿A caso tengo que darte explicaciones de a donde voy? –
espeto.
La chica baja la mirada nerviosa.
-Lo siento, es que el Señor...
-El Señor Miller es mi esposo, pero yo soy la Señora de la
casa, así que aquí se hace lo que yo diga ¿Esta claro? –
hablo con firmeza.
-Si, Señora – la chica sale casi corriendo a la cocina.
Entiendo que Miller me mando a vigilar con las mucamas,
pero ya me estoy ahogando de estar encerrada. Además,
hoy debo ir a mi cita con la obstetra.
-Ya extrañaba ese humor de perros tuyo – la voz de Rose
me toma por sorpresa.
Rose y Luci, tienen un par de semanas viviendo aquí, por lo
que me siento mejor, porque tengo con quien hablar, pero
igual necesito salir. Ambas están sentadas en la sala,
tomándose una taza de café cada una, por lo visto acaban
de despertarse, porque aun tienen las pijamas puestas.
-No es humor de perros, es que me molesta tener que dar
explicaciones – ruedo los ojos.
Me mira divertida.
-Eso ya lo sé – se encoje de hombros - ¿Quieres que te
acompañe?
¿A caso no puedo salir sola?
-No, ya se me hace tarde y no puedo esperar que te arregles
– camino hacia la puerta.
-Ok, adiós – se despide con la mano.
Subo a mi Audi rojo, me gusta mucho este auto y no solo
porque fue el que me regalo Leonard. Piso el acelerador
hasta el fondo, hasta llegar al consultorio de la obstetra.
Una chica con trenzas en el cabello y uniforme de
enfermera, me recibe con una sonrisa.
-Señora Cooper, bienvenida. La doctora la está esperando –
señala la puerta.
Así me gusta, que no tenga que esperar tanto, odio esperar,
simplemente la paciencia no es lo mío.
Entro al consultorio de la doctora Jiménez, muy amplio,
adornado con muchas fotos de bebés que ella a ayudado a
traer al mundo. Algo adorable, pero no pienso permitir que
mi hijo forme parte de esas fotos.
-Buenos días, Sam – saluda amable.
-Buenos días, Mariela – sonrío.
-¿El Señor Miller no te acompaña hoy?
-No – respondo seca.
El prefirió ir a trabajar que acompañarme a la obstetra.
-Colócate la bata y siéntate en la camilla – ordena.
Hago lo que me dice rápidamente. Me siento en la camilla y
ella coloca una crema muy fría en mi vientre.
-Ok, para empezar, no deberías usar tacones tan altos – me
mira firme.
Ignoro lo que dice y comienzo a ver la pantalla. Todo esta
en negro y blanco, con una bolita en el centro.
-¿Cuándo podre saber el sexo del bebé? – pregunto sin
dejar de mirar.
-Ya tienes 16 semanas, ya debería ser visible. Déjame ver –
mueve mas el aparato sobre mi vientre. – Felicidades, es un
varón.
Siento una punzada en el pecho de pura felicidad. Es niño,
comenzare a hacer su cuarto de color azul y comprare la
cuna, ropa y todo lo que haga falta.
La consulta dura unos minutos más, al final me dice que
todo esta bien y que ya puedo retomar mis actividades
sexuales, obviamente sin excederme. Estoy muy feliz, debo
ir a contárselo a Jhon.
Manejo en dirección a la universidad donde trabaja mi
esposo, no esta lejos de casa, así que será sencillo volver.
La universidad tiene un campus enorme, me cuesta mucho
dar con la oficina de Jhon. Se que el dice que las oficinas
no son lo suyo, pero igual tiene una como profesor.
Abro la puerta de golpe, sin tocar antes, la emoción que
tengo hiso que se me olvidaran los modales. Además, ¿Qué
pedo? Es mi esposo.
Inmediatamente me arrepiento de haberlo hecho. Jhon
tiene en sus brazos a una estudiante, que al verme se
separa de él rápidamente. Ambos me miran avergonzados,
la chica roja con un tomate y Jhon, con la cara tan pálida
como un papel.
Respira profundo, Samantha – me ordeno mentalmente.
-Lárgate – me dirijo a la chica.
Ella no se mueve de su sitio.
-¿No escuchaste? ¡Que te largues! – le grito.
Se escabulle sin decir palabra y sale de la oficina. Tengo
ganas de gritarle a Jhon, tomarlo por el cuello y golpearlo,
pero no lo hare.
Me siento en un sillón, frente a su escritorio, mientras mira
atentamente cada movimiento que hago.
-Lo siento, Sam... yo...
-Vine a decirte que tendremos un varón – lo interrumpo
hablando muy calmadamente.
Sus ojos brillan por un segundo, pero luego baja la mirada.
-Eso que paso.... Yo...
-No me expliques, no me importa – me levanto del sillón.
-Muy madura ¿Cierto? – expresa.
Lo miro extrañada. Es cierto que estoy molesta, estoy a
punto de golpearlo, pero no pienso perder mi postura.
-Solo déjalo así – murmuro y me dirijo a la salida.
Me toma por el brazo para detenerme.
-Hay que hablar – susurra.
¿Ah, en serio?
-¿Sobre qué? ¿De cómo te acuestas con tus alumnas y por
eso no querías encargarte de mi empresa? – espeto
molesta – Mejor hablamos en la casa, este no es el lugar
correcto.
Me suelto de su agarre y salgo de la oficina.
Los hombres son todos iguales, en cuanto tienen la
oportunidad se acuestan con la primera que le abra las
piernas.
No me molesta que se acueste con otra, la verdad es que
yo hubiese hecho lo mismo, lo que me molesta es lo falso
que es, siempre derramando amor por todos lados,
peleando por mí, porque supuestamente me ama. ¡Pura
farsa! Para el solo soy un premio.
Pero esto no se va a quedar así. Si él puede hacerlo, ¿Por
qué yo no?
Capitulo 11
*Leonard*
Sentado en el despacho de mi casa, reviso unos papeles
que debo hacer que Samantha firme. Son una niñería, pero
no tengo el poder sobre la empresa para firmarlos por ella.
Sabia que la convencería de dejarme ayudarla con la
empresa, a pesar de todo, yo la conozco mejor que la
palma de mi mano, y sabia que si me metía con su ego lo
lograría.
-Si a ti no te importa tu embarazo, ni tu hijo ¿Por qué debería
de importarme a mí?
-Miller fue a mi despacho para pedirme que asumiera tu
puesto – señalo – Pero ¿Por qué lo haría? Total, tu ya no eres
mi problema.
Esas palabras me quemaron el pecho al decirlas. Ella
siempre será mi problema, siempre será mía, aunque este
embarazada de otro idiota, a protegeré a ella y a su bebé
con mi vida. Me alegro de estar cerca de ella para poder
verle crecer el vientre, se ve hermosa con ese brillo
maternal.
Mi celular suena, sacándome de mis pensamientos.
-Fisher – hablo firme.
-¿Dónde estás? – su voz me sorprende, no mire de quien se
trataba antes de contestar.
-En casa – murmuro no muy convencido.
-¿Estas en tu casa cuando deberías estar en mi empresa? –
espeta.
Resoplo.
-Calma, Samantha. Vine por unos papeles que debes firmar.
-Genial, entonces ya voy para allá – corta la llamada.
¿Viene para acá? ¿No debería estar en cama?
Me quedo inquieto en mi despacho, me preocupa que ella
este lejos de su cama, pero no me molesta del todo la idea
de tenerla aquí conmigo.
Unos minutos después, escucho unos gritos en la sala, al
notar la voz de Samantha, salgo corriendo en esa dirección.
Ella no debe alterarse.
-¿¡A caso no sabes quién soy!? – grita histérica.
-Señora, debe esperar afuera hasta que me confirmen que
puede entrar – Yelitza se defiende.
Tengo nuevo personal de servicio, es lógico que no sepan
quien es ella.
-Yelitza, esta bien. Ella no necesita ser anunciada – hablo
frio.
Samantha la mira furiosa. La chica solo asiente y se va a la
cocina.
-Lo siento, es nueva – me disculpo.
Rueda los ojos y camina hacia dentro de la casa.
-¿Tienes idea del frio que hace? – reclama.
Estamos empezando el invierno, así que hace mucho frio.
Tengo ganas de abrazarla para proporcionarle calor, pero
ella decide por acercarse a la chimenea de mi sala.
-¿No deberías estar en cama? – no puedo evitar preguntar.
Me mira con el ceño fruncido.
-Estoy bien, fui a mi cita con la obstetra y aproveché de
pasar por aquí. – murmura sin mirarme.
Cita con la obstetra. Me hubiera gustado acompañarla.
-¿Fuiste sola? – cuestiono.
Resopla – Si, Miller tenia mejores asuntos que atender –
musita con rabia.
Algo esta pasando.
Me siento en un sofá cercano y le hago señas para que me
acompañe. Para mi sorpresa lo hace y se acurruca en mis
brazos. Posas sus manos en el vientre, lo cual me hace
sonreír, se ve jodidamente hermosa estando embarazada.
-Es niño – susurra.
No puedo evitar abrazarla con fuerza y besarle el cabello.
Estoy lleno de emoción, aunque no sea mi hijo, no lleve mi
sangre, ni tendré oportunidad de criarlo, me siento
completamente feliz.
-¿¡Que te pasa!? – chilla zafándose de mi abrazo.
-Estoy feliz de que sea varón. Será todo un campeón. – digo
orgulloso.
¿Esta sonrojada? ¿Samantha Cooper, sonrojada?
Se le escapa una leve sonrisa, que dura poco tiempo, pero
logra iluminar mi día.
-En fin, ¿Dónde están esos papeles? – se levanta de golpe.
Aclaro mi garganta y la invito a seguirme a mi despacho.
Sin embargo, somos interrumpidos por los gritos de las
niñas, corriendo en dirección a nosotros. Liliana para en
seco al ver a Samantha y luego corre a abrazarla.
-¡Estas aquí! – chilla.
-¿Qué hace ella aquí? – pregunta Sofia con cierta molestia.
Sam alza una ceja y mira en mi dirección, sin embargo, yo
solo la miro confundido.
-No seas grosera, Sofia. Samantha puede venir a esta casa
cuando a ella le venga en gana – espeto.
Liliana se queda viendo a su hermana y luego a Samantha,
para luego sonreír tiernamente en mi dirección.
-Papa ¿No le has dicho a mis hermanas? – pregunta
dulcemente.
Todos la miramos confundidos ¿Ahora de que habla?
-Voy a tener un hermanito – informa a sus hermanas – Sam
esta embarazada. – informa con una enorme sonrisa.
Empalidezco de golpe, al igual que Sam. Irene sonríe ante la
noticia de su hermana, pero Sofia enrojece de furia.
-¡Eres una maldita zorra! – grita y sale corriendo.
¿Qué mierda esta pasando? Al parecer todos nos
preguntamos lo mismo.
-Liliana, debemos hablar de esto después, ahora déjame
conversar con Sam – murmuro a la pequeña.
Camino al lado de Sam, hacia mi despacho. Sin decir una
sola palabra hasta que la puerta se cierra y estamos
completamente solos.
No se por donde empezar, no se como explicar el
comportamiento de Sofia. Ella nunca se había comportado
así, de hecho, siempre fue sumisa. Entiendo la confusión de
Lili, ese asunto lo resolveré más tarde.
-Por favor, dime que no estas cogiendo con tu hijastra –
pregunta divertida.
¿Qué le parece gracioso?
-¿¡Estas loca!? – grito - ¡Es una niña!
Suelta una carcajada que me deja frio. Al menos me alegra
que no se haya alterado.
-Tiene la misma edad que yo tenía cuando te conocí –
alega – hasta es un año mayor.
Eso es diferente.
-Yo también era mas joven cuando te conocí ¿Lo olvidas? –
me defiendo – En este momento, ella podría ser mi hija.
-Pero no lo es – sonríe cínica.
Paso mis manos por mi cabello, se que lo hace por
molestarme. Me acerco a ella como un depredador a su
presa, solo que ella no retrocede, mantiene su mirada
puesta en mí, esperando que yo haga un movimiento en
falso.
¡Dios! Como amo a esta mujer.
-¿Me vas a decir que no la deseas? – habla lento y sensual
– ¿Probar de nuevo una virgen?
Me acerco cada vez más, hasta llegar justo en frente de
ella, con nuestros labios separados por un susurro. Es
increíble que me haya dejado avanzar tanto.
-Yo solo te deseo a ti – susurro con voz ronca.
Curva una media sonrisa, de esas que provocan comerle
los labios hasta que gima de placer.
-Pues, entonces... Te doy luz verde, Fisher – musita casi en
mis labios.
Capitulo 12
Mis manos recorren sus curvas, por encima de su ropa. Su
cuerpo responde a mis caricias de una forma única, ella es
toda seducción, es mi adicción, mi perdición. El demonio de
la lujuria en forma de mujer. Sin embargo, algo en ella no
me parece genuino, ha sido muy fácil llegar hasta este
punto.
-¿Me deseas tanto como yo a ti? – susurro en su oído.
Una sonrisa traviesa se dibuja en sus perfectos labios.
-Solo digamos que quiero coger contigo – murmura sin
dejar de mirarme a los ojos.
Y allí esta ella, sin una pizca de delicadeza.
Habla en serio, pero ¿Por qué? ¿Y Miller?
Debería dejar de pensar en tonterías y aprovechar que está
aquí. Hace mucho que quiero hacerla mía. Esta oportunidad
no se da todos los días.
Sus labios se acercan a los míos, lo suficiente para que con
un solo movimiento pueda probarlos.
-¿Y bien...? – mira mis labios, humedeciendo los de ella.
Ok, a la mierda Miller.
Con una mano tomo su cabello y con la otra la agarro por la
cintura para acercarla más a mí, estampando mis labios
con los suyos en un beso apasionado. Sin delicadeza, la
necesito como el aire que respiro.
Es un beso salvaje por parte de ambos, entre jugueteos y
mordiscos leves, nuestras bocas se comen al compás de
nuestras respiraciones agitadas. Mi corazón va a salirse de
mi pecho, la adrenalina que recorre mi cuerpo es exquisita,
ella es mi droga, jamás me cansare de esta mujer.
Un gemido sonoro sale de su garganta cuando decido tocar
sus senos. ¡Dios! Quiero hundir mi cara en ellos y perderme
lamiendo cada centímetro de piel. Sin embargo, mis labios
recorren su cuello, embriagando con su perfume ligado con
su aroma natural, que podría volver loco a cualquiera.
-Quítame la ropa – ordena entre jadeos.
Siempre dominante, queriendo llevar el control de las
cosas.
-Aun no... - jadeo – No quiero hacerte el amor aquí.
Me separo de ella para tomarla en brazos y cargándola por
las escaleras en dirección a mi habitación. A mitad de
camino me encuentro a Yelitza, quien nos mira asombrada.
-Lleva a las niñas al centro comercial, y no regresen hasta
que yo te llame – ordeno lo mas serio que puedo.
La chica asiente y se sonroja al ver a Samantha. La intimida
con solo mirarla, eso me fascina de ella.
Llegamos a mi habitación, cierro la puerta con seguro y la
dejo en la cama. Aunque quiera hacerla mía de la forma
más salvaje posible, estoy consciente que ella aun esta
sensible con el embarazo, así que seré mas delicado.
-Te deseo – gruño, mientras le quito la ropa.
Ella me ayuda un poco, eso me hace pensar que también
me desea, aunque no lo quiera admitir en voz alta.
Mis dedos se apoderan de su intimidad, sintiendo lo
húmeda y deseosa que esta. Gime alto cuando aumento el
ritmo de mis embestidas, jalando las sabanas con las
manos. Aun no quiero que se corra, quiero apoderarme de
todos sus orgasmos, así que me detengo cuando siento
que está cerca.
-¡Diablos, Fisher! – gime.
-Ya te daré tu orgasmo, mi amor – la penetro de una sola
estocada, haciendo que grite de placer.
Cada bello de su cuerpo se eriza al sentirme dentro por
completo. Mis embestidas son lentas, pero fuertes, saco mi
miembro del todo, para volverlo a introducir, lo que la hace
gemir fuertemente. Sus manos arañan mi espalda y sus
piernas se enroscan en mi cintura para que pueda
penetrarla por completo.
-Vamos, Leonard. ¡Mas rápido! – grita con la respiración
agitada.
Sus paredes vaginales se contraen en mi miembro, lo que
me avisa que está cerca de su orgasmo. Se siente tan bien
estar dentro de ella, que yo también estoy cerca de llegar.
Un cambio de posición alarga mas el momento, hasta que
ambos nos liberamos en un mar de placer al llegar al
clímax.
Quedamos un par de minutos esperando que nuestra
respiración se normalice, me encanta tenerla en mi pecho,
aunque luego de sentir su respiración ser más pacífica, me
di cuenta que se quedo dormida.
El embarazo debe cansarla, mas esta actividad física, de
seguro estará rendida por horas. Como puedo, la acomodo
en la cama para dejarla dormir un rato. Parece un ángel
mientras duerme. ¿Quién diría que esa cara de ángel, se
oculta una diabla?
Me rio de mis propios pensamientos y decido ir a
ducharme. Repaso en mi mente lo que acaba de pasar y no
me lo creo del todo. Acabo de hacerle el amor a la mujer
que amo, eso me llena de esperanza, puede que ella aun
me ame. Aunque será muy difícil separarla de Miller.
Salgo de la ducha, encontrándome a Sam, justo como la
deje, plácidamente dormida en mi cama. Sin tener idea de
la felicidad que me da esta escena.
No puedo evitar hacer lo que estoy pensando.
Titubeando un poco, busco mi celular y capturo el
momento en una foto. La tendré guardada para cuando me
sienta solo, aunque tenga muchas fotos de ella, nunca es
mucho.
-Si no la borras, te arrancare los huevos – murmura con los
ojos cerrados.
¡Mierda! ¿No estaba dormida?
Abro los ojos con sorpresa e instintivamente escondo mi
celular.
-¿De que hablas? – trato de disimular.
-Estoy despierta, Leonard. Solo cansada – resopla.
Me acuesto a su lado para acariciar su cabello, su cara y
por último sus labios. ¿Estará de humor para un segundo
round?
-Dame unos minutos para recuperarme, el embarazo me
cansa mucho – habla adivinando mis pensamientos.
Sonrío al pensar en lo obvio que soy.
-Está bien, amor – susurro.
Frunce el ceño, abriendo los ojos.
-No me digas así, suenas muy cursi – espeta.
¿Qué tiene de malo? Bueno, igual siempre termino
complaciéndola.
-Ok – ruedo los ojos.
-¿Por qué en vez de tomarme fotografía, usas tu celular
para llamar a la perra de Amanda y que se lleve a su hija? –
escupe molesta.
Tiene razón, ya Sofia me esta dando muchos problemas.
No pienso tolerar su insolencia de hoy, además no es
bueno que yo le guste.
-Lo hare cuando te vayas – acaricio su cabello.
-No, hazlo ya. – ordena muy seria.
Resoplo para no responderle nada, solo me limito a
levantarme de la cama y tomar de nuevo mi celular.
-Volveré en un momento – informo y salgo de la habitación
para hablar mejor por teléfono.
Capitulo 13
*Leonard*
Dejo a Samantha en la habitación, para ir a hablar por
teléfono con Amanda. Tarda un rato en atender, pero al
final lo hace.
-Dime, amor mío – su voz empalagosa la detesto.
-Necesito que vengas a buscar a tus hijas – suelto sin
rodeos.
-¿Qué? ¿No puedes con un par de adolescentes? – bufa.
-Ellas nos son mi responsabilidad, si no la tuya – espeto.
-Solo tenlas unos días más, ahorita me encuentro en Millán.
He conocido a un jeque, que me tiene como toda una reina. –
informa cínica.
-No me interesa donde estas – escupo – solo necesito que
vengas por tus hijas, no soy un puto niñero.
-¿No querías hijos? Allí las tienes – ríe - ¿Quieres adoptarlas?
Te puedo enviar los papeles firmados.
-¡Estas loca! ¿No quieres a tus hijas ni un poco? – reprocho
Bufa – Si las amo, pero mas amo el dinero que me
proporcionan – confiesa.
-Eres una maldita hija de puta – espeto molesto.
-Solo te pido que las cuides hasta que termine las vacaciones
– dice desinteresada.
-Me quedaré a vivir aquí con Liliana, así que ven a buscar a
tus hijas – escupo y corto la llamada.
Respiro profundo, hablar con esa mujer me deja estresado.
Antes de volver a la habitación, unos gritos me detienen.
Las niñas van entrando con Yelitza a la casa. Si antes
estaba estresado, ahora estoy furioso.
-¡Yelitza! – grito y la chica se estremece - ¿No te dije que no
las trajeras hasta que yo te llamara?
Los ojos de la chica viajan por mi abdomen descubierto,
solo llevo puesto una toalla en la cintura.
-Lo-lo siento, señor. Es que la niña Sofia no se sentía bien
y... - mi mirada se posa en Sofia, quien me mira con aún
más fascinación que la otra chica.
-¡A su habitación! – ordeno molesto - ¡Todas!
Mis palabras resuenan por toda la casa y todas las chicas
salen a paso apresurado hacia sus respectivas
habitaciones.
De vuelta a la habitación, me encuentro con Samantha ya
vestida, sentada en la cama.
-¿Qué pasa? – pregunto controlando el volumen de mi voz.
-¿Hablaste con Amanda? – alza una ceja.
Ruedo los ojos.
-No vendrá por ellas, hasta que empiecen las clases –
informo con cierta molestia.
Ella frunce el ceño y se levanta de golpe, pero se tambalea y
toma mi mano para apoyarse.
-Entonces hablaré con la mocosa – murmura decidida.
No puedo evitar sonreír. ¿Está celosa?
Ok, si le pregunto eso va a arder Troya.
Iba a decir algo, pero unos golpes en la puerta me
interrumpen.
Samantha da hacia allí rápidamente y la abre. Del otro lado
puedo ver a Sofia con una sonrisa totalmente falsa en su
rostro. Esta chica es igual o peor que su madre. Tiene una
taza de té en las manos, a lo que Sam mira con recelo.
-Te traje este té – se lo extiende.
-¿Por qué? – interrogo.
La chica baja la mirada para no responderme. El olor a
canela invade mis sentidos e instintivamente le quito la
taza de las manos, arrojándola al suelo. Ambas me miran
sorprendida.
Tomo por el brazo a Sofia y la llevo a su habitación, casi
arrastras.
-¿Qué es lo que pasa contigo? – pregunto furioso.
-¿De qué hablas? – se hace la inocente.
-¿Crees que no sé lo que pretendías?
Baja la mirada.
-Yo solo le llevaba un té – masculla.
-¿Casualmente un Té de canela? ¿Crees que soy tonto? – le
grito.
-¿Y qué querías que hiciera? – sus ojos se llenan de
lágrimas. – te estaba haciendo un favor.
-Metete conmigo si quieres, pero atrévete a dañar al bebé
de Samantha y se me va a olvidar que eres una niña –
amenazo.
Sofia rompe en llanto y cae al suelo de rodillas.
-Lo siento – lloriquea.
Me alejo de ella y salgo de la habitación dando un portazo.
¿Cómo puede ser tan retorcida para meterse con una
criatura tan inocente? Estoy seguro que Sam no iba a
aceptar el Té, pero no quiero ni imaginar lo que hubiera
pasado si lo hubiera hecho.
Regreso a la habitación donde deje a Sam.
-¿Qué fue todo eso? – pregunta.
Respiro profundo, la verdad no quiero decirle lo que pasó.
-Nada, olvídalo – digo sin importancia.
-Aja – alza una ceja.
-No se que mas hacer con esa niña – me llevo las manos a
la cabeza.
Ella rueda los ojos y se acerca a mí.
-Espera que se consiga un novio – habla tranquila.
-¿tu crees?
-Déjala salir de noche, espera que se obsesione con alguien
más. – se encoge de hombros.
-¿Y si le pasa algo malo? – cuestiono.
-Relájate, le pondremos un guardaespaldas muy atractivo –
me guiña el ojo – Gracias a sus hormonas alborotadas,
será inevitable que se encapriche con él.
Suelto una carcajada. Me encanta la mente maquiavélica
de esta mujer.
-Te amo – suelto sin más.
Me mira sorprendida, como si no tuviera palabras, hasta
que desvía la mirada.
-Tranquila, no tienes que decir nada – acaricio su mejilla.
Respira profundo, recuperando la postura.
-Bien, entonces yo misma hablaré con ella, solo para aclarar
la situación – sonríe maliciosamente.
-¿Por qué te importa tanto? – no puedo evitar preguntar.
-Nadie se mete conmigo y lo dejo pasar – aclara seria.
Tiene razón, Sofia se lo buscó, ahora que se aguante.
-Además, tu eres mío, Fisher. – continua - Y ninguna
mocosa se mete con lo que es mío.
¡La amo!, jamás dejaré de hacerlo. Y se que ella me ama,
aunque sea muy orgullosa para admitirlo.
Contonea sus caderas para salir de la habitación, la persigo
hasta que llega al pasillo, donde titubea sobre la ubicación
de la habitación.
-¡¡Sofia!!- grita
Unos segundos después, aparece la joven con los ojos
llorosos, pero se detiene justo frente a ella, mirándola con
aires de superioridad. A diferencia de Sam, quien la mira
como si se tratara de una pequeña piedra en el suelo,
totalmente insignificante.
-¿Qué es lo que quieres? – habla con insolencia.
-En primer lugar – levanta un dedo – Dirígete a mi como,
Señora. No te permito tutearme... En segundo – levanta
otro dedo – Vuelves a alzarme la voz y te partiré los dientes
de una bofetada ¿Está claro? ¡Yo no soy Leonard! – habla
fríamente.
Eso me dolió en el orgullo, pero ¿Qué más puedo hacer? No
puedo golpear a una niña, mucho menos si no es mi hija,
podría ir a la cárcel.
-Yo... - Sofia intenta hablar, pero es interrumpida por la voz
de Sam.
-Y, por último – alza la voz – Si sigues con tu obsesión por
tu padrastro, te mandaremos directo a un internado de
monjas o peor, a un psiquiátrico. Estoy segura que a tu
madre no le importará – sus palabras son frías.
La joven enrojece, rompe en llanto y por último corre hacia
su habitación. Sam dirige su mirada hacia mí, con una
sonrisa triunfante.
-¡Así se arregla un problema! – me da un beso corto.
Capitulo 14
Llego a casa muy tarde en la noche, se podría decir que es
casi la medianoche. Pensé que al llegar encontraría a todos
dormidos, pero me equivoqué, todos estaban en la sala de
la casa sentados, con cara de preocupación.
-Samantha – salta Jhon de su asiento al verme.
Los miro con el ceño fruncido ¿Acaso se ha muerto
alguien?
-¿Dónde estabas? Nos tenías preocupados – habla Rose
con lágrimas en los ojos.
¿Qué bicho les picó?
-Estoy bien ¿Qué les pasa? – murmuro con molestia.
-Es casi medianoche, Samantha. Creímos que te había
pasado algo – suelta mi esposo.
-Pero no es así. – ruedo los ojos. – voy a dormir,
hablaremos de esto luego.
Me dispongo a subir las escaleras y entrar al baño de mi
cuarto para darme una ducha rápida, o al menos esa era mi
intención, pero cuando el agua caliente toco mi piel, no
puede salirme del agua. Con una esponja lavo mi cuerpo,
cerrando los ojos para dejar mis pensamientos volar.
Pensando en el pasado, cosa que no acostumbro a hacer,
pero que esta noche me lo permitiré, ir a aquellos días en
los que era una adolescente y me deje seducir por un
hombre de 25 años.
Mientras pienso en aquellos días, en aquellas primeras
experiencias sexuales, me es inevitable ponerme caliente,
así que llevo mi mano hacia mi sexo, para masturbarme
con aquellos recuerdos.
.....
Paseo por los pasillos de mi escuela, hablando de cosas
triviales con un chico de mi edad que acabo de conocer en la
clase de biología. Sus ojos son verdes, su mirada intensa, su
cabello rubio y su cuerpo es como salido de un comercial
para esteroides. En fin, es muy guapo y todo, pero yo solo
tengo ojos para Leonard.
-¿Puedo invitarte a comer un helado? – pregunta mientras
caminamos a la salida.
Abro la boca para responderle, pero una voz muy conocida
para mi me detiene.
-Samantha – pronuncia mi nombre con autoridad.
¡Mierda, Leo! ¿Qué hace aquí?
Mi nuevo amigo y yo volteamos al mismo tiempo para verlo.
Se ve tan elegante con su traje negro de corte perfecto, tan
imponente e intimidante, que con solo verlo me sonrojo. A
diferencia del chico a mi lado, que lo mira con el ceño
fruncido.
-Debo ir, te veo mañana – me despido del chico y deposito un
beso en su mejilla.
-Está bien, hermosa – sonríe y se aleja.
Camino a paso apresurado para encontrarme con Leo, quien
tiene cara de pocos amigos, aunque ya estoy acostumbrada,
es su cara de siempre, que casualmente me encanta.
-Hola – saludo tímida.
-¿Quién era? – pregunta directo.
-Un nuevo amigo – mascullo.
-Te quiere coger – escupe molesto.
Lo miro sorprendida. ¿De que habla? A penas acabo de
conocerlo.
-No seas exagerado – ruedo los ojos.
Su expresión se endurece, me toma por el brazo y
avanzamos por los pasillos de mi escuela, hasta llegar a un
salón vacío. Al cerrar la puerta con seguro, me pega de la
pared para bésame con furia, posesión, con necesidad pura.
Estamos tan cerca que puedo sentir su gigantesca erección
en mi estómago, lo que me hace jadear.
-¿Qué haces? Nos van a descubrir – hablo con la respiración
entrecortada.
-Tu eres mía Sam. Voy a recordártelo – vuelve a besarme.
Mi corazón se acelera, mi respiración es un desastre. Sus
manos suben mi falda y bajan mis bragas, doy un paso para
salirme de ellas, al mismo tiempo que su lengua toca mi
clítoris, haciéndome gemir fuerte, a lo que instintivamente
llevo mis manos a la boca. Esto es muy excitante, la
posibilidad de que nos descubran hace que la situación sea
más intensa.
-Nadie puede tocarte, Sam, aparte de mí. Recuérdalo
siempre. – murmura con la cara aun en mi entrepierna.
Muero de placer, su lengua hace maravillas en mi sexo. Mis
piernas parecen de gelatina, la presión en mi vientre bajo
aumenta cuando me penetra con sus dedos, sus
movimientos son rápidos, ya estoy muy cerca de llegar al
orgasmo y él lo sabe, así que se detiene.
-No, por favor – jadeo.
-Te quedarás así, hasta que lleguemos a mi casa, ese será tu
castigo – habla firme.
-Por favor, Leo – suplico.
-No, ahora vamos – ordena.
Acomoda mi falda, recoge mis bragas del piso, pero no me
las devuelve, al contrario, las guarda en su bolsillo.
-Las necesito – frunzo el ceño.
-Las tendrás de vuelta cuando estemos en mi casa. – sonríe
malicioso y abre la puerta para salir del salón.
.......
Salgo de mis pensamientos al sentir unas manos rodear
mis caderas. Abro los ojos de golpe, quitando las manos de
mi sexo y volteando a mirarlo. Miller está desnudo en la
ducha, no se en que momento entro, no sentí la puerta del
baño abrirse o cerrarse, solo sé que mi corazón se saldrá
de mi pecho y mi respiración es muy agitada para hablar.
-Ven, yo te ayudo con eso – se arrodilla ante mí, para
besarme justo en ese punto débil.
Jadeo, gimo y me retuerzo de placer. Es como si mis
recuerdos se materializaran, aunque debo admitir que no
con la misma intensidad.
Jhon me pega a la pared y hace que enrosque las piernas
alrededor de sus caderas para tener mas comodidad. Sus
labios atacan los míos, besándome con lujuria, me penetra
lentamente hasta llenarme por completo y ambos soltamos
un gemido.
-Te extrañé – susurra entre jadeos.
No digo nada, solo disfruto del momento, sus embestidas
son lentas pero placenteras, poco a poco va aumentando el
ritmo hasta que ambos llegamos al glorioso orgasmo que
estaba buscando desde hace rato.
Nos separamos para terminar de bañarnos e ir a la cama.
Miller está inquieto, se pasea por toda la habitación, se que
va a empezar con su interrogatorio.
-Habla, Jhon – invito.
Resopla, se pasa la mano por el cabello y por último se
sienta en el borde de la cama.
-Estabas con él ¿cierto? – me mira serio.
-Si – respondo restándole importancia.
Gruñe y se levanta de golpe.
-¿Entonces esto siempre será así? ¿Yo hago, tú haces? –
pregunta molesto.
Ruedo los ojos, ya empezó el Señor drama.
-Jhon, ¡ya basta!, estoy harta de estas discusiones –
espeto. -¡Hablaremos mañana!
Dicho esto, me cubro con la cobija para dormirme, pero me
sorprende sentirlo abrazarme por la cintura y pegarme a su
cuerpo.
-Lo siento – susurra y besa mi cabello.
Estoy empezando a pensar que todo esto fue un error.
Casarme con alguien que no amaba, tener una familia, ¿En
qué estaba pensando?
Cierro los ojos con fuerza para quedarme dormida y dejar
de pensar en esas cosas.
Capitulo 15
Miro hacia todas partes sin reconocer donde estoy, solo
puedo divisar una chimenea con sillones frente al cálido
fuego, una alfombra peluda y una mesa de té, las paredes
adornadas con trofeos de caza y pesca. Parece una cabaña
de cacería, pero no la reconozco, no recuerdo haber estado
nunca en este lugar.
Una figura masculina esta sentada en uno de los sillones,
pero su mirada parece perdida en la leña que le da vida al
fuego, que me es imposible identificarlo desde la distancia en
la que estoy.
Una ola de miedo invade mis pensamientos ¿Me habrán
secuestrado de nuevo? Eso es imposible, hace unos minutos
estaba dormida en brazos de Miller.
-¿Ven aquí Samantha, no tenemos toda la noche? – habla el
sujeto del sillón.
Esa voz... Esa voz tan familiar que logra erizarme la piel.
Sin darme cuenta, una lagrima baja por mi mejilla, sintiendo
una presión en el pecho que me impulsa a llorar, pero solo
consigo caminar en su dirección a paso lento. Ya frente a él,
llevo una mano a mi boca para acallar un grito; las lagrimas
siguen cayendo como cascadas en mis mejillas y me permito
llorar.
-No puedo creer que seas tú – gimoteo.
Busco sus brazos con desesperación, pensando que los
encontraría fríos como la última vez que sentí su piel, pero
me equivoque, su abrazo es cálido, lleno de amor y consuelo.
-Rick, te extrañe muchísimo – digo entre lágrimas.
-Yo también te extrañé, princesa, pero debes calmarte –
acaricia mi cabello con ternura.
No quiero soltarme de sus brazos, lo extrañé demasiado, fue
como el hermano que nunca tuve, su muerte me afecto mas
que la de mis padres.
-¿Dónde estamos? – me separo un poco para limpiar mis
lágrimas.
Me sonríe, esa sonrisa cálida que tanto me gustaba.
-Eso no importa, tenia que hablar contigo – me indica que me
siente.
Me acomodo en el sillón frente a él, sin dejar de detallarlo, se
ve exactamente igual que cuando murió, solo que con un aire
mas pacifico y feliz.
-Te escucho – musito.
Carraspea y se remueve en su sitio.
-Vine a advertirte sobre Sofia – habla serio.
Ruedo los ojos.
-Esa mocosa no podrá conmigo – musito segura.
-Podrá ser una mocosa, pero es peligrosa – Alza una ceja –
Tiene medios para hacerte daño, tu estas muy vulnerable con
el embarazo y ella lo usara a su favor.
Instintivamente llevo una mano a mi vientre. Esa mocosa no
puede meterse con mi bebé, no la dejaré.
-La mataré – mascullo con rabia.
-Relájate, no vale la pena que te ensucies las manos con ella.
Solo distráela y si comete cualquier error, métela en un
manicomio. – sonríe malicioso.
-Esta bien, pero no prometo nada.
Rueda los ojos y se vuelve a concentrar en el fuego.
Una duda viene a mi mente y me es imposible callarla.
-¿Por qué no habías intentado hablar conmigo antes? –
cuestiono.
-Porque es muy difícil, princesa. Solo lo hice esta vez, porque
te vi demasiado confiada con esa niña, si seguías así iba a
ser tu perdición y no puedo permitir eso – afirma.
Me muerdo el labio para evitar seguir preguntando, ¿Dónde
estamos exactamente? ¿Dónde esta él? ¿el cielo existe?
Tengo muchas dudas.
-Ya debes despertar – informa en tono triste.
-¿¡Que!? ¡No! – me desespero.
Quiero estar mas tiempo con él.
-Debes hacerlo, princesa. – me abraza con fuerza y comienzo
a llorar de nuevo.
Se separa de mi un poco, alzando mi barbilla con la mano,
quedando a centímetros de sus labios. Sim embargo, no me
besa.
-Nunca olvides que donde sea que esté, te estoy cuidando, a
ti y a tu bebé. – limpia mis lagrimas con sus pulgares – Te
amo, Samantha.
.....
Despierto de golpe, sudada y con la cara empapada en
lágrimas. No fue un sueño, estoy segura de ello. Aun tengo
esa presión en mi pecho y el sentimiento de pérdida que no
será fácil de superar.
Miro hacia todas partes, buscando apoyo en mi esposo que
debería estar acostado a mi lado, pero no lo encuentro.
Respira, respira, respira. Me repito varias veces.
Es imposible calmarme, debo ir por agua o un vaso de
leche.
En la cocina me encuentro con mi amiga Rose, quien se
está tomando un té burbujeante. Me mira con sorpresa y
preocupación, debo tener un aspecto fatal después de
llorar tanto. Mientras que ella se ve impecable, con su
pijama rosa con estampado de ovejitas, unas pantuflas de
conejitos y su cabello castaño amarrado en unas bonitas
trenzas a los lados de su cara.
-¿Puedo preguntar que paso? – cuestiona con su taza en
las manos.
-Pesadilla – me limito a contestar y sacar las cosas
necesarias de la nevera.
-Tranquila, yo te la preparo – me sonríe y quita la jarra de
leche de mis manos.
Nos quedamos un buen rato charlando en la cocina, resulta
que ella estaba despierta porque Luci había salido y no
había vuelto, lo cual me pareció muy raro. Además, caímos
en cuenta que Miller no estaba por ninguna parte de la
casa.
-Quiero pedirle el divorcio – digo mirando el vaso de leche
en mis manos.
Ella me mira con cautela, se queda pensando por unos
segundos y luego habla.
-¿No lo amas?
La miro fijamente, sin saber como responder. Resulta que
yo no me había preguntado eso y no sabia la respuesta
exacta.
-No lo sé – mascullo.
Vuelve a pensar un rato, analizando lo que quiere
preguntarme. Se que su lado detective me quiere interrogar
mas a fondo, pero si comienza a atosigarme me enojaré.
-¿Lo amabas antes de que llegara Leonard? – su pregunta
me toma por sorpresa.
¿Lo amaba? ¿o solo me convencía de ello? Siempre me
aferré a la idea de que Jhon me complementaba, que él
tenia lo que yo no, o sea, el es tierno y detallista, sensible,
comprensivo y todas esas bobadas que a mi me falta, pero
últimamente se ha convertido en un cretino.
¿Por qué acepte casarme con él? ¿Cuál era mi empeño en
tener una familia? Ahora estoy embarazada de alguien que
no amo. Traeré al mundo a una personita que se convertirá
en mi mundo, pero ¿Y su padre? A Miller no parece
interesarle nada que ver con él, ni siquiera me pregunto lo
que me había dicho la obstetra, a estas alturas ni siquiera
sabe el sexo del bebé.
-Mañana le pediré el divorcio – informo a mi amiga.
Me dedica una sonrisa tierna.
-Yo te apoyaré en lo que decidas – afirma segura.
Capitulo 16
Después de una larga ducha en la mañana, caigo en cuenta
que estoy de muy buen humor, ya que al mirarme al espejo
y observar con detalle mi vientre, mi corazón se llena de
amor. Está creciendo una personita dentro de mí.
Me visto con una blusa holgada de chiffon blanca, unos
jeans negros, botines del mismo color y una chaqueta de
cuero. Tengo ganas de ir al centro comercial a comprar
cosas para mi bebé, ya tengo diecisiete semanas y no he
comprado absolutamente nada.
Bajo las escaleras, buscando mi celular en mi desastroso
bolso, pero me encuentro con una escena bastante peculiar
en mi sala. Miller al parecer discute con una señora mayor,
de unos cincuenta años, que en mi vida había visto. Está
vestida elegantemente, su cabello corto va de color
plateado, la hace parecer sofisticada. Mira mi casa como si
la estuviera evaluando.
¿Quién demonios es esta señora?
Mi esposo al verme con el ceño fruncido, se sobresalta.
-Lo siento, amor. – se disculpa rápido – trate de llevarla a
un hotel.
Lo miro confundida, ni siquiera me ha explicado porque no
estaba en la cama en la madrugada, pero eso lo
discutiremos después, así aprovecho para pedirle el
divorcio. Por los momentos solo me intriga la presencia de
esta mujer en mi casa.
-¡Oh! Tu debes ser Samy – habla con una voz chillona y muy
irritante.
¿Acaba de decirme Samy? ¿Acaso tengo cinco años?
Se acerca a mí, evaluándome de pies a cabeza, con una
sonrisa totalmente fingida y las manos juntas en su pecho.
-Disculpe, pero ¿Usted es...? – pregunto con incomodidad.
Su sonrisa se amplifica, extendiéndome la mano en señal
de saludo.
-Mi nombre es Margaret Miller, pero puedes decirme Maggi
– guiña el ojo. – Soy la madre de Jhonny. – dice con
orgullo.
¿Jhonny? ¿Cuántos apodos tiene Miller?
Él parece muy incómodo con la escena, se pasa la mano
por el cabello, me mira con atención, esperando a que yo
reaccione. No me dijo que vendría su madre, esto complica
todo, sabotea los planes de pedirle el divorcio.
-Un placer, Samantha Cooper – me presento.
Margaret me mira con asombro, tanto a mí, como a Jhon.
-¿Cooper? Pero Rachel me dijo que se habían casado –
murmura.
Ruedo los ojos ante aquel comentario. Jhon aclara la
garganta, nervioso.
-Si estamos casados, Margaret – espeta mi esposo.
-¡Ja! Entonces no llevas el apellido – mira hacia otro lado –
Trataré de no tomarlo como un insulto.
No quiero a esta señora en mi casa, lleva menos de cinco
minutos y ya la quiero lejos de mí.
-¿Puedo pregunta porque no recibí invitación a la boda? –
se hace la indignada.
Porque no hubo boda, solo firmamos en el registro civil.
-Fácil, porque no te quería aquí – suelta su hijo con
desprecio.
Lo miro asombrada, realmente está muy molesto con la
llegada de esta señora. Al menos no soy la única.
Se dedican unas miradas asesinas que me dejan fuera de
lugar, incomoda en mi propia casa. Después caigo en
cuenta que no tengo porque estar aquí, yo iba saliendo a
hacer mis propios asuntos.
-Ok, como sea. Yo ya me iba – me despido con la mano.
No espero a que respondan, simplemente salgo por la
puerta principal, abriendo mi auto. Antes de sentarme en el
asiento del conductor, escucho la puerta de la casa abrirse
y cerrarse de golpe. Jhon camina como alma que lleva el
diablo y se sumerge en mi auto sin darme chance de
reaccionar.
-¿Qué crees que haces? – cuestiono molesta.
-Iré contigo a donde sea, no pienso quedarme solo con ella
– murmura irritado.
Ruedo los ojos, se comporta como un niño.
-O sea que ¿vas a huir de tu madre todo el día? – alzo una
ceja.
-Si – responde sin mirarme.
Solo le falta hacer puchero.
-¿Y no tienes tu propio auto o cosas que hacer? – pregunto
mientras enciendo el auto.
-¿Te molesta que vaya contigo? – termina preguntando.
Algo. Si.
Resoplo, rindiéndome – Está bien, puedes venir.
Dibuja una pequeña sonrisa, que casualmente lo hace ver
joven y sexy. No me había fijado que lleva puesto jeans y
una polera azul, totalmente informal y comible.
Samantha céntrate.
Me dedico a conducir para estar concentrada en algo. Mis
hormonas son un caos, debería controlarme más. Aunque
es mi esposo, tengo derecho de comérmelo con la mirada,
sin embargo, me conozco bien, terminare encima de él y
quiero evitar eso.
Llegamos al centro comercial, camino a paso seguro con
Miller siguiéndome, hasta que entramos a una tienda de
artículos de bebés. Sus ojos tienen un brillo particular al ver
las cosas, las cunas, andaderas, columpios, mesitas. Pero
yo voy directo a recoger un carrito y me dirijo a la zona de
ropa.
-No me dijiste que vendrías aquí – reprocha.
-Porque pensaba venir sola – respondo sin míralo.
-¿Vas a excluirme de todo lo que tenga que ver con nuestro
hijo?
Él tiene razón, hay cosas que simplemente no le digo, pero
también tiene la culpa por no interesarse.
-Pues si vas a empezar a discutir aquí... – alzo una ceja.
Mira alrededor, hay parejas, mujeres embarazadas, otras
con sus niños y él es el único que parece estar discutiendo.
Resopla – Está bien, luego lo hablamos.
Sonrío maliciosamente. Gané la discusión.
Paseamos por la tienda, eligiendo ropa de colores pastel,
obviando el color rosa. Seguimos en la sección de ropa y
me sorprende al verlo elegir un mameluco de dinosaurio en
colores rojo y verde.
-Se verá muy lindo con esto – sonríe
-¿Cómo sabes que es niño?
Me mira confundido, metiendo el mameluco en el carrito.
-Tú me lo dijiste ¿Lo olvidas? – alza una ceja – cuando
sacaste a Tiffany de mi despacho.
Lo miro de mala manera ¿En serio tenía que nombrarla?
Aunque no lo recordaba.
-Lo había olvidado – busco un mini esmoquin y se lo
muestro.
Me sonríe en aprobación, aunque no buscaba eso, solo
quería cambiar de tema.
-Lo siento – dice por fin.
-¿Por? – pregunto mirando las camisas con escrituras
graciosas.
-Por no ser quien mereces, he estado distante, te he dejado
sola cuando te prometí que nunca lo haría. – baja la
mirada. – Lo de ser padre me tiene aterrado, la llegada de
Fisher me desequilibró. – me toma de las manos – Tengo
miedo que me dejes por él. Yo quiero criar a nuestro hijo
juntos, quiero hacerlo bien.
Sus palabras expresan miedo, al igual que sus ojos. Me he
quedado sin palabras. Ahora ¿Cómo le digo que quiero
divorciarme?
Capítulo 17
*Miller*
Una semana.
Ha pasado toda una maldita semana desde que Margaret
apareció, es tan irritante que ni siquiera puedo estar cerca
de ella. No se que es lo que quiere ¿Dinero quizás? Ella
nunca ha estado a mi lado ¿Por qué ahora?
Samantha tampoco soporta su presencia, pero es muy
educada para decirle que se largue. Yo lo he intentado, pero
la muy maldita no me toma enserio. Maldigo a Rachel por
enviarla aquí, aunque de seguro lo hiso para deshacerse de
ella.
Toda la semana he tenido que soportar la voz chillona de
mi madre, las constantes visitas de Samantha a Fisher y su
mal humor cuando regresa. No la he tocado desde aquel
día en la ducha y debo admitir que ya me está cansando,
extraño mucho su cuerpo, sus gemidos, su pasión, todo de
ella. Es como tenerla cerca, pero al mismo tiempo tan lejos.
Es mi culpa, la he descuidado. No me sorprendería que se
estuviera acostando con Fisher, pero ¿Quién soy yo para
juzgarla? Si en cuanto me sentí frustrado sexualmente por
el reposo de Sam, busqué refugio en brazos de Tiffany.
Apenas tiene veinte años, asiste a una de mis clases, pero
en ese momento no estaba pensando claro. Lo peor del
caso es que no me detuve, la seguí viendo hasta que nos
descubrió mi esposa. Para ser sincero, me hubiera gustado
que ella se molestara, me gritara y armara toda una escena
de celos, pero no fue así, lo tomo con toda la calma del
mundo y eso me puso furioso.
Ahora estoy en un bar, hartándome de whisky para no
pensar tanto. Tengo a una diosa como esposa, pero no
poder disfrutarla me hierve la sangre. Pero voy a
recuperarla, sé que en alguna parte debe quedar la
Samantha que se casó conmigo, no pienso rendirme y
cedérsela a Fisher ¡No lo permitiré!
-¿Esta ocupado? – la voz de una chica me saca de mis
pensamientos.
Parpadeo un par de veces para regresar a la realidad, miro
a una chica rubia que señala el banquillo a mi lado de la
barra.
-Adelante – asiento.
Pido otro trago al cantinero y ella hace lo mismo. La detallo
un poco, tratando de parecer pervertido, pero me parece
extraño que se haya sentado aquí, habiendo tantos
banquillos solos en la barra.
Su cabello es largo y rubio, va vestida con un vestido negro
muy ajustado, que aprisiona sus senos en un escote muy
provocativo.
Concéntrate Miller.
Instintivamente miro mi mano izquierda, donde reposa mi
anillo de casado, suspiro a recordar la discusión con mi
esposa el martes pasado.
......
-Samantha, ¿Por qué no llevas tu anillo? – espeto furioso.
Ella rueda los ojos, haciendo que mi furia aumente.
-Lo olvidé – dice sin importancia.
-Primero no quieres usar mi apellido, y ahora esto – señalo.
No me mira, su visión está concentrada en la película que
estábamos viendo. Me está ignorando, eso me molesta aún
más.
-Pareciera que no quisieras estar casada conmigo –
murmuro molesto.
-Quizás así sea – murmulla para ella sola, pero alcance a
escucharla.
........
Eso me dolió, ella no quiere estar casada conmigo. La he
cagado en grande desde que Fisher llegó, pero no creo
merecer que se separe de mí. Yo quiero criar a nuestro hijo
juntos, ella no puede quitarme eso ¿O sí?
Los tragos llegan y la chica se lleva el suyo a los labios
rápidamente. Observo como sus rojos labios tocan el
cristal del vaso, haciéndome estremecer. Hace mucho que
no tengo sexo, eso me esta afectando el cerebro.
-¿Puedo invitarte otro trago? – le pregunto a la chica
cuando veo que ya ha acabado.
Voltea a mirarme lentamente, tiene unos ojos verdes que
desprenden sensualidad, su cara es como de porcelana,
dándole un aire de inocencia, me sonríe tímidamente y
asiente aceptando el trago. Es una mujer muy atractiva e
interesante, ¿Valdría la pena conocerla?
Deja de mirarme y su sonrisa se desvanece, solo se toma el
trago, ella también parece que la está atormentado algo,
pero no me atrevo a preguntarle.
-Me llamo Jhon – le extiendo la mano.
Titubea un poco, para luego tomar mi mano.
-Victoria – dice su nombre con una sonrisa triste.
Tiene las manos frías, algo me dice que está nerviosa, su
piel se eriza al contacto con la mía, me infla el ego saber
que causo esa sensación en ella.
-Y dime, Victoria ¿Qué te trae a un bar a las cinco de la
tarde? – pregunto coqueto.
Suspira mirando su trago, está pensando.
-Supongo que quería aclarar mis ideas – su voz es muy
dulce.
Es hermosa, dulce, sensual, me sorprende que esté aquí
sola, pero su comentario me deja pensando en que quizás
está pasando por una ruptura.
Pasamos una tarde animada, charlando cosas sin sentidos,
nada que ver con nuestra vida personal, eso ayuda mucho a
olvidarse de los problemas. Es una chica interesante, ha
leído una cantidad de libros asombrosa y cuando le
pregunté el porqué, dijo: "Tengo mucho tiempo libre". Aparte
de eso, habla cinco idiomas, al igual que yo. Tenemos
mucho en común.
A eso de las diez de la noche, ya nos encontrábamos un
poco alegres y la conversación se estaba tornando algo
caliente. No me molestaría tener sexo de una noche con
esta chica, pero algo en mi interior me lo impedía. Quizás el
remordimiento, había dicho que recuperaría a mi esposa,
justo antes de conocer a esta chica, ahora mírenme aquí.
-Quiero preguntarte algo personal ¿Puedo? – pregunta
mordiéndose el labio.
-Por supuesto – respondo con voz ronca.
En cuanto abrió la boca para hablar, mi celular la
interrumpió. El sonido de una llamada entrante, trate de
ignorarlo, pero era insistente. Miro la pantalla de inicio y
casi me ahogo con el trago al ver de quien se trataba.
Samantha me estaba llamando, eso no puede ser bueno.
-Disculpa, debo atender. – me levanto de la silla para
alejarme a un lugar donde la música no se oiga tan fuerte.
-Estaré aquí – dice con una sonrisa.
Me alejo y tomo la llamada.
-¿Si?
-Necesito hablar contigo – su voz es helada.
Resoplo - ¿Justo ahora?
-Si, es algo que no puede esperar. – esta impaciente.
Paso mi mano por el cabello y miro en dirección a Victoria.
-Esta bien, dame diez minutos – murmuro.
Ella corta la llamada sin siquiera despedirse. Diría que es
algo grosero, pero ya estoy acostumbrado.
Vuelvo a la barra con la chica que me mira instigada.
-Debo irme – digo con pesar.
Dibuja una sonrisa triste.
-Fue un placer conocerte, Jhon – me extiende su mano.
Meto mi mano en el bolsillo y saco una de mis tarjetas de
presentación, la cual pongo en su mano extendida.
-Este es mi número personal, llámame cuando quieras –
susurro en su oído.
Suelta un suspiro antes de alejarme de ella.
Manejo en dirección a mi casa, con la duda
consumiéndome. Espero que no sea nada malo, que todo
esté bien y que solo sean malos pensamientos.
Capitulo 18
*Samantha*
Tiro los documentos encima del escritorio donde está
sentado Miller. Él solo me dedica una mirada confundido, y
se apresura a hojear los papeles.
-¿Qué demonios es esto? – espeta molesto.
-Los papeles de divorcio ¿No es obvio? – explico.
Los suelta como si el papel le quemara las manos.
-¡No puedes hacerme esto! – grita.
-¡Anda!, grita todo lo que quieras y despierta a la mansión
entera – señalo a su alrededor. – A tu madre le agradará
que por fin te divorcies de mí.
Esa maldita señora solo ha pasado la semana
hostigándome, me tiene harta, no la he echado de mi casa
porque es la madre de Miller. Su vocecita irritante y su
constante acoso sobre el apellido que no llevo, me ha
llevado al límite de mi paciencia.
Jhon rueda todo lo que está en el escritorio al piso,
haciendo un caos en todas partes. Mi paciencia se está
agotando y no pasara nada bueno si eso ocurre.
¿No puede actuar como un adulto?
-Ni creas que firmaré esa mierda – señala el desorden.
¡Dios mío! Que terco. ¿Por qué se niega a algo que es
inevitable?
-¿¡Qué es lo que quieres de mí!? – grito histérica. -¡Este
matrimonio es un maldito chiste!
Se pasea por el despacho, buscando las palabras.
-¿Por qué? ¿Por qué no hacemos el amor como antes? –
suelta con odio.
Me rio sin gracia ¿En serio eso es lo que le preocupa? ¿Eso
es todos los problemas que tenemos? Bueno, en parte. La
falta de sexo me hiso darme cuenta que realmente eso era
lo que unía este matrimonio.
-¡Porque eres un idiota! y un cretino – grito.
Ahora es él quien ríe.
-Por dios, Samantha. Al menos invéntate otra excusa para
pedirme el divorcio. – se sienta en uno de los sillones - ¿Por
qué no me dices que es por Fisher?
-Porque no es así – mascullo
-¡Entonces dime!
Respiro profundo, tanto estrés no es bueno en mi situación.
-Ok ¿Quieres saber? – hago una pausa – Pones tu trabajo
por encima de todo, no te interesa en lo absoluto nada que
tenga que ver con nuestro hijo, no haces nada más que no
sea discutir o sentirte inferior delante de Fisher....
-¡Ya basta! – grita poniendo las manos en la cabeza.
-¿No te gusta que te diga la verdad? – lo reto.
Se queda pensando, hasta que me doy cuenta que su rostro
está empapado de lágrimas. Se arrodilla frente a mí con la
mirada puesta en el piso, mi corazón se encoge, pero no
cedo.
-Lo lamento, te juro que voy a cambiar – murmura – Pero
no me quites la oportunidad de criar a mi hijo.
Ahora me siento una maldita, pero el se lo buscó. No puedo
seguir con esta farsa.
-Serás parte de la vida de mi hijo, pero no quiero seguir
unida a ti.
-¿Por qué? – pregunta dolido.
No respondo, solo miro hacia otra parte, no quiero seguir
hiriéndolo, se que a pesar de todo es un hombre muy frágil.
-¡Respóndeme mierda! – demanda.
-¡Porque no te amo!
Termina de sentarse en el piso, apoyando la espalda en el
sofá, con las manos en la cabeza y su cara empapada en
lágrimas. Yo solo me recuesto del escritorio, me duele verlo
tan herido, pero ¿Qué más podía hacer? Este matrimonio
empezó con fallas que ahora son más evidentes.
-Samantha, Lamento si...
-Ya, Jhon. – alzo una mano – Solo firma y serás libre.
-¡Que no! – grita de nuevo. – ¡Ya te dije que no firmaré una
mierda!
-¿Por qué? No seas tan egoísta – acuso – Tu solo me miras
como un maldito trofeo.
Se levanta del piso furioso. Se acerca a mi a paso
apresurado, está tan inclinado que pienso que quiere
besarme, pero no lo hace.
-No tendrás el divorcio – masculla – Serás mi esposa y la
madre de mi hijo.
Atrapa mis labios con furia, pero es un beso casto, sin
sentimiento, con sabor a amargura y alcohol, solo lo hace
para terminar su punto. Se aleja de mí, azotando la puerta
al salir, dejándome sola y maldiciéndolo.
¿Por se niega a firmar? ¿Por orgullo? Porque por dinero no
es, firmamos un prenupcial, porque ambos teníamos dinero
que proteger. Además, se supone que sabíamos que no
íbamos a durar mucho.
Es un maldito dramático, tampoco es que le estoy pidiendo
que se aleje de mi vida y de la de mi hijo. Aceptaría seguir
viviendo juntos para criar al niño, siempre y cuando no
estemos atados legalmente.
Respiro profundo intentando hallar la calma. Soy un manojo
de nervios y furia, tanto que ya el dolor de cabeza se está
siendo presente.
¿Dónde habré dejado mis gafas? Hace mucho que no las
uso, creo que en parte ese será el problema con el dolor de
cabeza.
Camino a la cocina con la esperanza de que, con un vaso
de leche tibia pueda lograr dormir. Me sorprende encontrar
a Rose con uno listo para mí. Lleva puesta una de sus
pijamas ridículas que me hacen reír, para ser una policía, es
bastante infantil.
-¿Qué haces aquí? – pregunto, tomando el vaso que me
extiende.
-Sus gritos despertaron a todos – avisa.
Ruedo los ojos, lo sabía. Solo espero no toparme con
Margaret, porque realmente no tengo la paciencia
necesaria para aguantarla.
-¿Y Luci? – me atrevo a preguntar.
-En cama, estaba cansada – dice con rubor en sus mejillas.
Capto el mensaje de inmediato y suelto una risita.
-Y cuéntame ¿Firmó? – pregunta curiosa.
Suspiro frustrada.
-No, el muy imbécil se niega a firmar – espeto con odio.
Me dedica una sonrisa triste. Nos quedamos calladas un
rato, cada quien disfrutando de su taza de leche. Hasta que
ella decide romper el silencio.
-¿Sabes qué? Qué más da – se encoje de hombros – Igual
puedes hacer lo que quieras, si lo hacías antes ¿Por qué no
ahora? En algún punto se cansará y te pedirá el divorcio.
Analizo sus palabras un segundo. Tiene algo de razón, él
hace lo que se le venga en gana ¿Por qué yo no? No
necesito un papel que diga que soy libre, yo lo soy por mi
cuenta.
-Tienes razón – sonrío cómplice.
-Entonces... ¿Volverás con papito Leo? - murmura picara.
Me carcajeo al escucharla decir eso. Pero me detengo a
pensarlo.
-Ya veremos ... - mascullo pensativa.
Capitulo 19
*Miller*
La mañana transcurrió tranquila, mas de lo normal. Me
encuentro aun en nuestra habitación, con una taza de café
que he mandado a pedir, mirando por los ventanales que
dan a una excelente vista de la ciudad.
Anoche esperaba que Sam regresara a la cama en
cualquier momento, pero no fue así, imagino que su orgullo
le impidió dormir conmigo, así que tuve que conformarme
con una cama vacía, ya que no pude pegar el ojo en toda la
noche. ¿Dónde habrá dormido? Tampoco quiero que se
salga de su habitación, esta es su casa, yo soy su esposo,
ella debe dormir conmigo.
¿Cómo es posible que me haya pedido el divorcio? ¡Es
inaceptable! Me costo mucho lograr hacerla mía, como
para que lo arruine. Soy un maldito egoísta, pero no puedo
evitarlo, ella me tiene loco, se ha convertido en mi obsesión
desde que la conocí, desde el primer día que la tuve en mis
brazos.
¿Soy un bipolar? Sí, lo admito. ¿Soy un maldito mujeriego?
También puedo admitirlo. Es algo que no puedo controlar,
soy adicto a sexo, por lo que cuando ella me priva de ello,
tengo que buscarlo en otra parte. ¡Soy un maldito
degenerado!
Me sentiría mal si Sam estaría sufriendo por eso, pero da la
casualidad que es exactamente igual a mí, tampoco puede
resistirse a buscar placer otros brazos, es por eso que me
enamoré de ella. Es una Diosa, es simplemente el sueño de
todo hombre, y es toda mía, al menos legalmente.
Mi teléfono suena, sacándome de mis pensamientos. Noto
que es un mensaje, pero el número no está registrado, lo
que me hace fruncir el ceño.
Número desconocido: "Hola"
¿Quién podrá ser? Me molesta darle mi número a las
personas. Con esto en mente, llamo hacia ese número, solo
para verificar de quién se trata.
-¿Si? – escucho su sensual voz al otro lado de la línea.
¡Mierda! Es la rubia del bar. Olvide por completo que le había
dado mi tarjeta. Bueno, con todo este rollo, es obvio que se
me iba a olvidar.
-¿Cómo estás? Solo llamaba para saber de quién era el
número – me disculpo.
-¡Oh! Lo siento si te incomodé – su voz suena triste.
-No, está bien – me apresuro a hablar. – La verdad me gusta
tu voz.
¿Qué mierda estoy diciendo? Parezco un niñato de
secundaria.
Paso mi mano por la cara, estoy hecho un mar de nervios.
Esta chica me pone nervioso.
-A mí también me gusta la tuya – murmura.
¡Dios! Va a matarme, no puedo creer que le guste, parece
menor que yo, bebo saber mas de ella.
-¿Qué posibilidades hay de que te vea hoy? – cuestiono un
tanto dudoso.
La escucho resoplar.
-Creo que está bien ¿Qué tal el centro comercial? – su voz es
tan dulce como la de un ángel.
¿Centro comercial? No me gusta mucho, es muy público.
-¿Qué tal si paso por ti y vamos a un lugar más privado? –
espeto coqueto.
Me estoy arriesgando con esta chica, es probable que la
asuste y me envíe al demonio.
-Está bien – dice no muy convencida.
¡Perfecto!
-Tranquila, te prometo que no pasara nada que tu no quieras
– hablo con voz ronca.
Suspira. – Nos vemos a las 12, ¿te parece?
-Excelente – susurro.
Se escuchan unos murmullos y risas al otro lado de la línea,
supongo que está en su trabajo.
-Tengo que irme – corta la llamada sin esperar mi respuesta.
Que chica tan misteriosa y complicada. Me encantaría
conocerla más.
Samantha sale de nuestro closet con un par de prendas en
las manos, ignorándome completamente. Sin embargo, yo
me sobresalto a tal punto que me daría un infarto
fácilmente. ¿Cuándo entró a la habitación? ¿Habrá
escuchado la conversación?
Carraspeo acomodando mis nervios.
-Sam, yo... - ella levanta la mano para interrumpirme.
-No me interesa – es lo único que sale de su boca antes de
salir de la habitación.
¿Por qué tiene que ser tan fría conmigo? O peor aún, ¿Por
qué me excito tanto cuando ella me trata así?
Después de unos minutos de pensar, bajo a la cocina a
buscar algo para desayunar y quizás hablar con mi esposa,
con la intención de calmarla un poco. Parece un buen plan,
hasta que me encuentro con mi madre hablando con las
empleadas en medio de la cocina. Frunzo el ceño al verla,
tratando de ignorarla, pero es demasiado tarde.
-¿Cariño? – su vocecita chillona me molesta muchísimo.
-Margaret – digo entre dientes, en forma de saludo.
-Estaba preguntándoles a las empleadas por un cuarto de
costura que encontré en la mansión – espeta curiosa – no
sabía que Samy cocía.
Ruedo los ojos, que mujer tan metiche.
-Margaret, en primer lugar, no deberías andar fisgoneando
en las habitaciones, esta no es tu casa – Murmuro con
autoridad – Y es segundo, no llames de esa manera a
Samantha. Es irritante tanto para mi como para ella.
Pone cara de ofendida, totalmente fingida.
-Ella no me ha dicho que...
-No lo dice porque es educada, es por esa misma razón que
no te ha echado de su casa. – aclaro de una vez.
-¡No puede hacer eso! Esta también es tu casa, yo soy....
-Esta es casa de Samantha, no mía. Si a mi esposa le
incomoda tu presencia, no dudaré el echarte, así que deja
de ser tan metiche. – murmuro molesto.
-¿Todo este alboroto por un cuarto de costura? – masculla
indignada.
Respiro profundo. Ok, tiene razón, creo que me estoy
desquitando toda mi rabia en ella, pero es que me saca de
mis casillas escuchar su voz tan irritante.
-Mejor me voy – resoplo.
Camino hacia la puerta, tomando las llaves de mi auto, pero
me detengo en el camino para hablarle de nuevo.
-Ah! Una cosa más, no atosigues a Samantha con
preguntas sobre la casa. O sobre cualquier cosa, ella es
educada, pero si la sacas de quicios te vas a arrepentir. –
dicho esto, azoto la puerta.
Odio con todas mis fuerzas a Margaret. Es mi madre y todo
lo que quiera, pero es una hija de perra, solo quiere dinero,
estoy seguro, la pregunta es ¿Por qué no lo ha pedido?
¿Qué esta esperando?
Capitulo 20
*Samantha*
Sinceramente, hoy en la mañana pensaba que iba a ser un
gran día. Amanecí de excelente humor, ni siquiera la
conversación que escuché de Miller (sin querer) me iba a
arruinar el día. Hasta que llegue a este punto.
Estoy en el lavabo de la empresa, para ser exacta, el de mi
oficina. Vomitando todo lo que he comido hasta ahora. Se
supone que, para este punto, las náuseas ya cesarían, pero
en cuanto el olor a flores me inundó el olfato, no pude
esperar para correr a vomitar.
-¿Puedo entrar? – escucho la voz preocupada de Fisher tras
la puerta.
-No te atrevas. – amenazo.
No quiero que me vea así, soy todo un asco en este
momento. Por suerte que hoy llevo el cabello recogido en
una coleta alta.
Después de haber terminado, me aseo y cepillo mis dientes,
para quitar cualquier olor repugnante de mí y poder salir.
-¿Quitaste las flores? – pregunto casi en un grito antes de
salir.
-Todas ellas – me responde.
Suspiro aliviada de que no volveré al baño y abro la puerta
para salir. Leonard me espera en el sillón donde estamos
hace unos minutos, con una copa de whisky en la mano, la
cual veo con el ceño fruncido.
-¿Cómo puedes hacer eso en frente de mí? – espeto
molesta.
Suelta una risa ronca, de esas que le mojaría las bragas a
cualquiera.
-¿Qué tiene de malo? – pregunta cínico.
Le dedico una mirada matadora.
-Sabes que yo no puedo beber, y me encanta – murmuro
furiosa.
Me muerdo el labio recordando el sabor del whisky, hace
muchísimo que no he tomado. Miro hacia todas partes
buscando evitar llevar la mirada al vaso con el contenido
color caramelo.
Por último, Fisher se toma el trago que le queda de un solo
golpe, poniendo el vaso sobre la mesa, en un acto bastante
dramático diría yo.
-Listo ¿feliz? – pregunta sonriendo.
Hago un puchero.
-No... Estaría feliz si lo hubiera probado – mascullo
molesta.
Sonríe de forma sensual, se que esta pensando en cosas
inapropiadas, conozco su expresión cuando lo hace, así
que me quedo mirándolo a los ojos para saber como
continuará.
-Se de una forma en la que puedes probarlo – sus ojos
grises se tornan oscuros de deseo.
Me relamo los labios, mirando los suyos. Se exactamente
de qué habla.
Me acerco a sus labios lentamente, sin dejar de mirarlos.
Siento que no había deseado tanto besar sus deliciosos y
carnosos labios.
-Bésame – la palabra se escapó de mi boca, casi como un
gemido.
Sin dudarlo, una de sus manos se poso en mi cabello para
atraerme a él. Nuestros labios chocan con tanta voracidad
que me es difícil respirar, su lengua juguetea con la mía en
una danza sensual que me deja sin aliento, nuestros
corazones se escuchan como uno solo y el sabor del
whisky llega a mi gusto, totalmente embragándome en un
beso pasional.
-¡Dios! – gimo sobre sus labios.
Solo bastó ese beso para que mis hormonas se alocaran,
ya soy un desastre en mis bragas, lo necesito con una
urgencia que no creí ser capaz de sentir. Esto me hace
pensar en la niña inocente y hormonal que un día fui,
derritiéndome con cada roce de sus manos sobre mi piel.
Maldigo a mis hormonas por ponerme en esta situación tan
desesperante.
Leonard se aleja de mí bruscamente, dejándome deseosa y
confundida sobre el sofá. Mi respiración es un desastre, al
igual que mis pensamientos, pero me dedico a
contemplarlo mientras camina por la oficina. Muerdo mis
labios al verlo tan sexy, con su cabello alborotado y su
corbata desabrochada. Es un hombre realmente hermoso,
siempre he pensado que es como los vinos añejos,
mientras más años pasan, mejor es su sabor.
-No te muerdas el labio, Samantha. – pide cerrando los
ojos.
Deshago el gesto, para verlo esta vez con expresión
confundida.
-Me hace querer follarte ahora mismo – se explica rápido.
Sonrío maliciosamente, eso es precisamente lo que quiero.
Que me folle aquí mismo, en este sofá.
-¿Qué te detiene? – pregunto seductora.
Me mira con ojos oscurecidos, se que me desea tanto o
más que yo, está luchando enteramente para no tomarme
ahora mismo.
-Estamos en tu oficina – murmura como si fuera obvio.
Ok, si es obvio, pero no le veo el problema. Ni que fuera la
primera vez que tenemos sexo en una oficina. En fin, si eso
es lo que lo incomoda, lo puedo solucionar.
-Vamos a otro lado – me encojo de hombros.
Se acerca seductoramente, su mirada es de deseo puro.
-¿A dónde quieres ir? – pregunta.
-Tengo un departamento a unas cuadras de aquí – susurro.
Aun conservo el departamento que compartía con Richard.
Nunca quisimos mudarnos a la mansión porque queda muy
lejos de aquí, en cambio ese Pent-house, queda a unas
cuantas calles. Se lo iba a ofrecer a Rose y Luci, por si
querían establecerse aquí, pero me será muy útil para esta
clase de encuentros.
Nos apresuramos a salir, con calma para no llamar la
atención de mis empleados.
En cuanto cruzamos las puertas del ascensor en el
apartamento, sus manos no pudieron quedarse quietas.
Sus besos bajaban por mi cuello, sin siquiera dar tiempo de
llegar a la habitación. Mi ropa terminó en el piso a una
velocidad impresionante, ambos estamos ansiosos por
sentirnos.
Leonard se separa de mí para contemplarme, sus ojos se
llenan de brillo al ver mi vientre, pero no puedo evitar
sentirme incómoda y sonrojarme.
-Eres bellísima. Siempre soñé con verte así – susurra con
voz ronca.
Sus labios vuelven a atacar los míos, mientras que sus
manos recorren mis senos sensibles, sacándome gemidos
descontrolados de mi garganta.
-¡Dios mío! Dime que no estoy loco y si crecieron – jadea en
mis labios.
Se refiere a mis senos. Su comentario me hace reír un
poco, pero me sorprende que hasta ahora se había dado
cuenta.
De la nada me carga en brazos para llevarme a la
habitación. Se deshace de su ropa sin apartar la mirada de
mí ni siquiera un segundo. Ya estoy húmeda, deseosa y
ansiosa de tenerlo dentro de mí, pero él se toma su tiempo
de acariciarme y torturarme con su lengua sobre mi sexo. El
glorioso orgasmo llega pronto, alcanzando el clímax sobre
su boca, pero no es suficiente para mí, yo quiero más,
quiero sentirlo por completo.
-Leonard, por favor – gimo con fuerza.
-Te daré todo lo que tu quieras, mi hermosa reina – susurra
en mi oído.
Capitulo 21
*Leonard*
Verla tan plácidamente dormida en mi pecho, me llena de
una paz absoluta. Mientras esté aquí conmigo, nada malo
podrá pasarle, yo seré su guardián, amigo, amante, o
cualquier cosa que ella me pida.
Sus largas pestañas reposan en sus mejillas, su respiración
es acompasada, demostrando estar en un sueño tan
profundo que me negaría rotundamente a despertarla.
¿Cómo lo hace? Esa es la incógnita.
¿Cómo una persona con tanto pasado, con tantos
demonios internos, puede dormir tan relajada?
Definitivamente se trata de un ser tan único, que me deja
fascinado. Cada parte de ella es tan jodidamente perfecta,
que a veces pienso que un producto de mi imaginación.
Me duele pensar que está atada a otra persona, que
duerme cada noche en la cama de otro hombre, pero verla
aquí, dormida en mi pecho, hace que el mundo entero y
todas mis dudas desaparezca.
Se ve tan angelical mientras duerme. Viéndola así... ¿Quién
diría que tiene un carácter que al mismísimo demonio
asustaría? Trato de ahogar una risa para no despertarla.
Se remueve inquieta hasta quedar de espaldas hacia mí, en
una posición muy tentadora. Me incorporo para admirarla,
recorriendo cada parte visible de su cuerpo con la mirada,
hasta notar algo inquietante. Su anillo de matrimonio no
está. ¿habrá sido un error o se lo quitaría a propósito?
Me levanto de la cama con cuidado de no despertarla.
Salgo de la ducha, unos minutos más tarde, encontrándola
sentada en la cama con un vaso de agua en la mano. ¡vaya!
Se despertó rápido.
-¿Te duchaste sin mí? – pregunta alzando una ceja.
-Lo siento, no quería despertarte – le sonrío de lado.
Si me hubiera gustado ducharme con ella, no tenía idea de
que se despertaría tan rápido.
Deposita el vaso vacío en la mesita de noche y se levanta
para meterse en el baño, dando un portazo al cerrarla.
¿Esta molesta?
Viajo a la cocina, con la esperanza de encontrar algo para
comer, pero todo está vacío, ni siquiera una galleta hay en
la alacena. ¡Que extraño!
Decido pedir comida a domicilio, quiero que comamos
juntos y quizás pasar toda la tarde aquí. Todo dependerá de
lo que ella quiera.
-Lamento si no hay nada que comer, es que aquí no vive
nadie. Solo viene una mucama a sacudir el polvo una vez a
la semana. – Samantha viene hacia mí, con solo una bata
de baño puesta.
¿Cómo poder concentrarme con ella en esas fachas?
-Ya pedí comida a domicilio – murmuro desviando la
mirada. - ¿Para qué tienes este departamento? Si nadie vive
aquí.
Rueda los ojos y se sienta en uno de los taburetes frente a
mí.
-Este departamento era el que compartía con Rick – su voz
suena apagada.
Una ola de celos me invade sin poder evitarlo. Imaginarme
a Samantha en la misma cama con Black, me enferma.
Más todavía, si acabo de hacerle el amor en esa misma
habitación.
Frunzo el ceño, intento decirle algo, pero su voz me
interrumpe.
-Su habitación esta inmaculada, como él la dejó – habla sin
mirarme.
Ok, estaban en habitaciones separadas. Menos mal no dije
nada.
La observo unos segundos, esta conversación la está
poniendo triste, así que mejor cambio el tema.
-¿Por qué no llevas tu anillo de matrimonio? – mi pregunta
la sobresalta.
Pestañea un par de veces, como si acabara de salir de sus
pensamientos, mira su mano izquierda unos segundos,
para luego fruncir el ceño y mirarme.
¿Por qué no le pregunte mejor si quería pizza? Ya la hice
molestar.
-Ya tuve esa discusión con Miller, no pienso discutir eso
contigo también.
Suelto una carcajada, pero a ella no le da ninguna gracia.
-¿Por qué discutes tanto con el pobre? O sea, se que es un
idiota, pero fuiste tú quien decidió casarse con él – digo en
medio de risas.
Quiere asesinarme con la mirada, si digo que está molesta
es poco, está furiosa. Mi risa cesa de golpe al verla así.
Se levanta de repente, paseándose por la cocina diciendo
barbaridades, que no me atrevo a reñirla por eso. Entre
maldiciones hacia mi y hacia su marido, su cara se vuelve
roja de furia, golpea cosas y termina viéndome con los ojos
cristalizados.
¡Mierda! Quiere llorar.
Corro hacia ella para abrazarla, se sujeta a mi para romper
a llorar. Solo ella puede tener esa clase de cambios
repentinos de humor; pasar de molesta a feliz, luego a
furiosa, para terminar, llorando en mis brazos. ¿Cómo no
amarla?
-Ya, hermosa. Todo está bien – acaricio su cabello.
-Todo seria diferente si él estuviera aquí – gimotea.
¿De quien habla? ¿De Black?
Pasa unos minutos hasta que por fin deja de llorar,
volviendo a su estado de calma y frialdad que la
caracteriza.
La comida llega por fin y nos acomodamos en el comedor.
Terminé comiendo la ensalada que pedí para ella, porque
se antojo del pollo que pedí para mí. No pude negárselo y
me deleité viéndola devorar el pollo como si no hubiese un
mañana.
Ya sentados en la sala, decido hablar sobre lo que paso
hace rato.
-Hace un rato... ¿Hablabas de Black? – pregunto no muy
seguro, no quiero que termine llorando de nuevo.
Respira profundo antes de contestarme.
-Si – hace una pausa – Definitivamente las cosas hubiesen
sido diferentes si él estuviera vivo.
Esta triste, pero calmada.
-¿Qué sería diferente? – la curiosidad me mata.
-Todo – ríe – No estaría casada, ni embarazada, quizás si
estaría en España, pero no así. Quizás estaría en Nueva
York, cogiendo con Miller en vez de estar casada con él –
esto último lo dice con rabia.
Proceso todo lo que dice, pensando en que en ningún
momento me nombró a mí.
-¿Y yo? ¿No estoy en ninguno de tus planes? – no puedo
evitar sonar dolido.
Me mira con la ceja alzada.
-¿Quieres que te dé una lista de porque no estoy casada
contigo? ¿Por qué este hijo no es tuyo? O ¿Por qué no me
quede en Nueva York para empezar? – espeta molesta.
Bajo la mirada. Tengo muy presente todo lo malo que hice,
pago por ello cada día, pero aún así, aquí estoy, dispuesto a
recuperarla.
-No es necesario. Lo siento – murmuro antes de verla irse
furiosa a la habitación.
Capitulo 22
*Samantha*
-¡Maldita sea! – gruño azotando la puerta de la habitación.
Mi vida es una completa mierda, no puede ser peor.
¿No pudo quedarse callado? ¡No! Tenía que recordarme lo
furiosa que estaba con él antes de venirme a España. Pero
¿Qué esperaba? ¿Un final feliz con Leonard? Eso es
totalmente imposible, nosotros somos iguales, jamás
podríamos haber sido felices así.
Lo escucho entrar detrás de mí, pero no quiero ni mirarlo,
estoy demasiado furiosa, solo quiero golpear cosas.
-Sam, lo siento. No quería hacerte molestar...
-¡Ya, Fisher! – levanto la mano para interrumpirlo.
Comienzo a buscar algo en mi armario para vestirme, pero
sus brazos fuertes me detienen, atrayéndome a su cuerpo
en un abrazo lleno de amor y necesidad.
-No te molestes, yo solo quiero hablar, no discutir –
susurra.
-Yo no quiero hablar, no insistas – replico con fastidio.
Sus manos juguetean un poco con el escote de mi bata,
mientras siento su respiración sobre mi cuello.
-Entonces... hagamos algo mejor que hablar – murmura
con voz ronca.
Sonrío un poco, me muerdo el labio para evitar que lo note.
Besa lentamente mi cuello, a lo que respondo inclinándome
para darle más espacio. Claramente mi cuerpo responde
sólo a sus caricias, dándole la libertad de explorar mi
cuerpo a su antojo.
-Estoy molesta, Fisher – trato de ahogar un jadeo.
Sonríe mientras lame mi cuello.
-¿Qué mejor para la molestia, que sexo? – murmura
terminando de desabrochar mi bata.
La prenda termina de caer al piso, dejándome expuesta
para él. Sonríe maliciosamente al comprobar que no traigo
nada más puesto.
Instintivamente miro hacia el espejo de cuerpo entero que
se encuentra a mi lado, llevando mis manos a mi abultado
vientre. Mi cuerpo ya no es el mismo ¿Podré recuperarlo
cuando todo esto termine?
-¿Te he dicho que me encanta verte embarazada? – me
abraza por la espalda, colocando sus manos encima de las
mías.
La imagen que proyecta el espejo es hermosa. A los
dieciséis, cuando estuve embarazada por primera vez,
habría dado lo que fuera por ver esta escena. Ahora la veo,
pero no es como lo esperaba, Leonard no es el padre de mi
hijo.
Siento su erección en mi trasero, lo que me hace sonreír
involuntariamente, desviando la vista del espejo para
voltearme para verlo a los ojos.
-¿A caso te excité? - pregunto maliciosa.
Sonríe de lado, esa hermosa sonrisa que me moja las
bragas. Solo que esta vez no tengo ninguna prenda.
-¡Eres un pervertido! – anuncio entre risas.
Me toma de la nuca para atraerme más hacia él, sus labios
casi chocan con los míos y su mirada está fija en la mía.
Está loco de deseo, puedo notarlo.
-Soy tú pervertido – murmura deseoso.
Lo miro relamiendo mis labios. Se ve jodidamente sexy con
la mirada cargada de lujuria.
-Mío – susurro seria – Que te quede claro.
Soy muy posesiva cuando me lo propongo, Leonard es
especial para mí, no importa cuantas veces la cague,
siempre será mío.
Busco sus labios con desespero, jugando con su lengua y
pasando mis manos por su cabello para intensificar el
beso. Sentir su miembro erecto, me hace jadear con fuerza;
culpo a las hormonas alocadas por desearlo tanto.
Terminamos de nuevo en la cama, jadeantes, con el
corazón acelerado y desesperados por liberar nuestro
deseo. Su miembro entra en mí, de una forma lenta,
llenándome por completo para luego salir del todo.
-¡Dios! Leonard, más rápido por favor – suplico entre
jadeos.
-No te desesperes, ya tendrás tu orgasmo – masculla.
Estoy envuelta en deseo y lujuria, lo quiero más rápido, más
agresivo, como a mi me gusta. Sus manos grandes
recorren mi cuerpo, acercándose despacio hacia mi centro,
donde sus dedos tocan ligeramente mi clítoris, sacando un
gemido sonoro de mi garganta. Solo fue un simple roce,
pero fue suficiente para enviar corrientes eléctricas a todo
mi cuerpo.
-Mas, mas, mas – grito agarrándome fuerte de las sabanas.
Leonard aumenta un poco el ritmo, sin ser agresivo.
Disfruta mucho torturarme como lo está haciendo. Sus
dedos vuelven a tocarme, esta vez quedándose más
tiempo, haciendo movimientos circulares para volverme
loca.
Todos mis músculos se tensan, es un orgasmo
impresionante e intenso, cargado de gritos que inundan la
habitación. Siento el miembro de Leonard hincharse dentro
de mí, lo cual me informa que también está cerca, un par de
embestidas mas y se corre por completo clamando mi
nombre.
No fue sexo rudo como lo quería, pero aun así estuvo
fantástico.
Leonard se tumba a mi lado, respirando con dificultad y aun
con las contracciones del orgasmo. Tiene una
deslumbrante sonrisa Post-sexo, que me contagia. Me
quedo unos minutos acariciándole el cabello, hasta que
decide romper el perfecto silencio.
-¿Por qué te casaste con Miller? – pregunta mirándome con
ojos cargados de curiosidad.
Suspiro desviando la mirada. ¿Qué puedo decirle?
-No lo sé – es lo único que se me ocurre decir.
Se queda pensando por un momento, imagino que
buscando las palabras que quiere preguntarme.
-¿Lo amabas? – me mira directo a los ojos.
Frunzo el ceño ¿Qué clase de pregunta es esa?
-No quiero hablar de eso – gruño.
-Algún día lo hablaremos ¿Por qué no ahora?
Resoplo y me giro para tomar su cara en mis manos,
depositando un corto beso en los labios.
-Me case porque tenía miedo – confieso – Miedo de
terminar sola, sin familia, ni nada que diga que yo estuve
aquí.
Es evidente que mi respuesta lo tomó por sorpresa.
-Pero ¿Por qué él y no yo? – pregunta dolido.
-Por que tu la cagaste demasiado, cada oportunidad que te
di la desperdiciaste. La ultima vez me engañaste con la
maldita de Amanda, eso sin contar que tienen una hija
juntos. – reprocho.
Sus ojos comienzan a cristalizarse.
-Sabes que no tuve la culpa por lo de Liliana. Yo ni siquiera
sabía de su existencia – su voz se rompe, pero aun no llora.
-Está bien – tomo su mejilla y lo miro con una sonrisa triste,
solo quiero terminar la conversación.
-No, no lo está. ¡Míranos! Haciendo el amor a escondidas,
cuando deberíamos estar casados y esperando un bebé –
deja caer las lágrimas.
Se tapa la cara con las manos para evitar que lo vea llorar.
Lo destapo suavemente y le doy un beso tierno, que me
corresponde rápidamente, intensificándolo.
-¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué permites que me vuelva
a ilusionar contigo? – reclama en mis labios.
-Porque aun te amo – las palabras salen de mi boca tan
pronto como las pienso.
Vuelve a reclamar mis labios con la cara empapada en
lágrimas.
Genial, volveremos a tener sexo.
Capitulo 23
*Miller*
Hoy es veinticuatro de diciembre, lo que significa que es
noche buena. La casa esta decorada a la perfección con
guirnaldas de colores verde y rojo, muérdagos en cada
puerta, luces intermitentes, y un enorme árbol natural con
decoraciones en rojo y dorado. Todo tal y como la Señora
de la casa lo ha pedido.
Hace dos semanas que Samantha me ha pedido el divorcio
y ha desistido de hablarme desde entonces. Sobrellevo la
situación, gracias a mi nueva amante, una hermosa joven
llamada Victoria. Ella ha hecho que mi obsesión con Sam
disminuya, a tal punto, que mi regalo de navidad será el
divorcio firmado en un sobre, con la expectativa de quedar
como amigos después de todo.
Victoria se ha convertido en un ser muy especial para mí, su
bella voz, su carita tan delicada, su increíble entusiasmo al
hacer el amor, me vuelve loco. No es una experta como mi
esposa, pero el hecho de que haya sido virgen para mí, es
algo que no puedo pasar por alto, siento que no soy lo que
merece, por ello es que quiero divorciarme. En poco tiempo
ha logrado enamorarme, a tal punto que me doy cuenta de
que lo que siento por Samantha es solo deseo físico y una
obsesión egoísta.
Me enteré por boca de la metiche de Margaret, que Sam
invitó a Fisher con todo su clan, a pasar noche buena con
nosotros. Sera una noche muy incómoda, a menos que
decida ahogarme en alcohol imaginando la carita hermosa
de Vicky.
Sonrío pensando en las veces que me pareció conocerla de
otro lugar, pero ella me ha dicho que es imposible, soy la
primera persona que conoce en la ciudad. Aunque no me
habla de nada personal, se que ganare su confianza poco a
poco; empezaré con decirle que me divorcié, en cuanto
Sam reciba los papeles.
-Señor, ¿Desea mas ponche? – pregunta una de las
mucamas, ya olvidé su nombre.
-Si, gracias – asiento y ella se lleva mi vaso.
Estoy en medio de la sala, contemplando la decoración tan
detallada que Samantha ha mandado a colocar. El árbol de
navidad esta repleto de regalos, incluyendo los míos, que
no solo le regalaré a mi esposa (Futura ex) los papeles, si
no también una hermosa gargantilla de diamantes que al
verla me recordó mucho a ella, y por último un libro para
madres primerizas.
Miro por encima el montón de regalos, hay dirigidos a Rose,
Luci, Margaret, Samantha, Leonard, Lili, Irene, Sofia y yo.
Imagino que la mayoría comprados por mi esposa y
Margaret.
-¿A caso estas buscando los tuyos, como niño
desesperado? – la voz de Margaret retumba en la
habitación.
Creo que la llame con el pensamiento.
Ruedo los ojos para encararla, con una sonrisa más falsa
que ella misma. Como regalo, le envolví un cheque en un
sobre colorido, para ver si de una vez por todas se larga.
-¿No has pensado que, el próximo año tendremos a un
pequeño buscando sus regalos junto al árbol? – habla con
una pizca de ilusión en su tono. – Una mediecita más para
la chimenea.
No me había detenido a pensar en eso. Mi pequeño... Ya
me lo imagino con los ojos brillantes buscando los regalos
que Santa le obsequió. Se me escapa una sonrisa de
emoción al imaginarlo.
Tendrá que soportar vivir con padres separados, desde muy
pequeño. Espero que Sam sea comprensiva en ese aspecto
y me deje verlo al menos, que no me separe de él. Tener
una amistad por el bien de nuestro hijo, es todo lo que
quiero.
********
La noche cae muy rápido, todos estamos reunidos en la
sala esperando a los invitados. Luci y Rose, llevan atuendos
a juego, bonitos vestidos en color rojo navidad, adornadas
con un cintillo con cuernos de renos en la cabeza. Sam,
baja por las escaleras dejándome sin aliento, un vestido
color negro realza su figura, dejando notar su vientre de
cinco meses. Es jodidamente hermosa, no podría negarlo,
aunque quisiera.
Mi celular suena y me retiro para contestarlo. A penas me
retiro, suena el timbre de la casa, lo que me indica que ya
llegaron los invitados, yo agradezco haberme metido en el
despacho a contestar.
-¿Si? – hablo rápido.
-¡¡Feliz navidad, primo!! – los gritos de Rachel me hacen alejar
el teléfono.
-Feliz navidad para ti también – respondo calmado.
-Lamento lo de la Tía Maggi – se apresura a disculparse.
-Estoy furioso contigo por eso – reclamo
-Lo sé, lo sé. ¿Cómo van las cosas?
-Luego te cuento, deberías venir cuando Sam de a luz, para
que conozcas a tu sobrino – invito.
-¡¡Tendré un SOBRINO!! – chilla emocionada.
Esta niña va a dejarme sordo. Pero ¿cómo no amarla? Ella es
como mi hermanita.
-Si, sí. Te dejo, que tengo que saludar invitados.
-Ah! Yo también – anuncia.
-Rachel, no hagas un desmadre en mi departamento. Lo
sabré si eso pasa. – la riño.
Se ríe sonoramente, para luego besar la bocina del teléfono y
cortar.
Me arrepiento de no haberla traído conmigo.
Camino a la sala distraído, pensando en Rachel y en cómo
estará destrozando mi departamento. Hasta que una voz
me hace detenerme en seco, causándome escalofríos. Esa
risa, esa voz tan calmada y sumisa.
No, no, no.
Avanzo rápidamente para encararla. Ella no puede estar
aquí.
Me congelo al verla, hermosa con un vestido rosa pálido, su
cara apenas maquillada, el cabello suelto y una copa de
ponche en las manos, jugando animadamente con un par
de niñas.
-Victoria – Espeto nervioso.
Ella empalidece de golpe, y su risa cesa, pero aun así no me
mira.
Ignoro las miradas confundidas de todos al ver esta
escena, pero nadie esta mas confundido que yo. ¿Qué
rayos hace ella aquí?
-Victoria, ¿Qué haces aquí? – inquiero.
No me mira. Se lo sumisa que puede llegar a ser, pero su
silencio me está desesperando.
-¿Qué pasa, Jhon? – murmura Samantha.
No respondo, estoy alterado, confundido y furioso por verla
aquí.
-Sofia ¿Qué es lo que pasa? – espeta Fisher.
¿Sofia? ¿Acaba de llamarla Sofia? Mi furia aumenta al oír la
manera tan dominante con la que le habla Fisher.
-Victoria explícame – mascullo molesto.
Ella solo me mira con los ojos cargados de lágrimas,
rompiendo a llorar en cuestión de segundos.
-¡¡Que alguien me explique, Mierda!! – grito furioso.
Sam me toma del brazo girándome hacia ella. Verla
sonreírme, me calma un poco, pero los sollozos de Vicky
aun son audibles.
-Haber, yo te explico y luego tu lo haces conmigo, ¿ok? –
pregunta calmada.
Asiento lentamente, me siento como un niño perdido. Me
toma del brazo para llevarme de vuelta al despacho.
-Victoria – murmuro pensativo cuando al fin estamos solos.
Sam me acaricia con sus manos suaves.
-No hay ninguna Victoria en la sala. – su voz es
comprensiva – Ella se llama Sofia. Es hermana de la hija de
Leonard.
La abrazo sin pensarlo, solo necesito su protección, su
calor, con ella me siento a salvo. Me siento como un niño,
engañado, estafado, como si jugaron conmigo todo este
tiempo. Dejo las lagrimas salir por si solas.
Es la hijastra de Fisher. ¿No pudo decirme eso? De allí era
donde la había visto, por supuesto, el día que fui a su casa.
¿Cómo pude ser tan estúpido de no recordarlo hasta ahora?
El abrazo de mi esposa me calma un poco, acaricia mi
cabello y me dice palabras reconfortantes. Me alegro de
que esté allí para mí. Definitivamente será una excelente
madre.
Capitulo 24
*Leonard*
Tomo a Sofia del brazo para llevarla a un lugar más
apartado del resto de miradas acusatorias. Estoy
completamente furioso con ella, ¿Cómo fue capaz de
meterse con un hombre casado? Ok, sabia que estaba loca,
pero no la creí capaz de hacer algo así por venganza.
-Sofia Victoria James Núñez ¿En qué rayos estabas
pensando? – me pellizco el puente de la nariz.
Entiendo porque Miller la llamo Victoria, ese es su segundo
nombre, pero solo la llama así su madre.
-Yo...yo... - balbucea nerviosa.
¿Está buscando una excusa?
-Ni se te ocurra mentirme – espeto severo.
¿Por qué estoy molesto? Simple, porque yo estoy a cargo
de estas niñas hasta que su madre le de la gana de venir
por ellas, y no puedo consentir que ande revolcándose con
cualquiera; y mucho menos con un hombre casado.
Respira muy rápido, no ha parado de llorar desde que Miller
la confrontó. Pero, ¿Por qué tanto drama al verla?
-¿Le dijiste que tenías dieciséis? – niega con la cabeza.
¡Por Dios! Hasta siento lastima por el pobre.
-¿A que estabas jugando? – pregunto con el rostro neutro.
Mira hacia todas partes buscado fuerzas para después
mirarme.
-Yo... ¡Solo quería olvidarte! ¿Sí? – explota en lágrimas.
-O sea que solo me usaste – la voz de Miller nos hace
voltear.
¡Mierda! Miller esta recio de nuevo, calmado y denota
seguridad al lado de su esposa. Esta noche va de mal en
peor, sabía que no era buena idea venir. Los celos me
invaden al verlo del brazo de Samantha, pero solo me
queda apretar los puños y esperar.
-¡¡Yo me divorcié por ti!! – grita Miller.
Sofia abre grande los ojos, mira a Samantha y a Miller
juntos.
Espera... ¿dijo que se divorciaron?
-No me dijiste que eras casado – balbucea dolida. - ¿¡Es
que todo tiene que ver contigo!? – mira rabiosa a Sam - ¡El
mundo gira alrededor de Samantha Cooper! – grita
histérica.
El sonido de una cachetada y un grito de dolor por parte de
Sofia, nos dejó a todos sorprendidos.
-No vuelvas a levantarme la voz, jamás en tu vida – Sam
habla lentamente - ¡fuiste tu quien se metió con mi marido!
Sofia se acaricia la mejilla con dolor. No esperaba esa
reacción de Sam.
-Yo no sabia que era tu esposo – se defiende. –¿Cómo iba
a saberlo?
-Pero sabías que lo conocía. Lo viste en la casa – le
recuerdo. – Igual que tú, Miller.
-No lo recordaba – dicen a unisono.
Se miran de nuevo, pero los ojos de Miller expresan rabia,
en cambio los de Sofia, terror.
-¿Qué edad tienes? – cuestiona Miller.
Sofia no tiene intención de responderle, solo se concentra
en llorar, pero esta haciendo que todos perdamos la
paciencia.
-Tiene dieciséis – respondo por ella.
Se pasa la mano por el cabello. Viéndolo así, no me queda
dudas que ya se acostaron, pero no lo juzgare por ello.
-¡Mierda! – grita – ¿Te costaba mucho decirlo? – reclama. -
¡Pensé que al menos tenias unos veinte! O sea, si eras muy
joven para mí, pero no una niña ¡Maldita sea!
-Leonard, dejémoslo solos – habla Sam.
Si, también lo creo. Estamos metidos en una conversación
de ellos, deberían aclarar todo.
-¡No! – habla Miller – Yo me voy – mira a Sam – Lamento
arruinarte la noche, los papeles de divorcio están en un
sobre debajo del arbolito.
Se marcha sin esperar respuesta, azotando la puerta en su
salida. Era obvio que no escucharía explicaciones, y lo
entiendo. Debe sentirse usado o por lo menos un maldito
pedófilo. Tengo mucha experiencia en ello.
Creo que también deberíamos irnos. El resto de la noche
será muy incómodo para todos.
-Nosotros también nos...
-Tu no vas a ningún lado – espeta una autoritaria
Samantha.
Me saca una sonrisa cuando se pone en ese plan.
-Lo siento. Yo... - comienza a hablar Sofia, pero es
interrumpida por Sam.
-¡Ya basta, niña! Ya la cagaste suficiente. Ahora vamos a
disfrutar la noche – espeta fría.
Sam no está molesta, solo es su manera de ser. Quiere
disfrutar la noche sin más interrupciones.
******
Una noche muy larga y una cena muy incomoda gracias a
los comentarios de la madre de Miller. Es hora de abrir los
regalos, el arbolito está abarrotado de ellos, espero que les
guste lo que traje.
-Primero Sam – habla Rose.
Asiento y le paso el primer regalo, una caja de unos 30cm,
forrada en azul eléctrico y un moño plateado.
-Este es de parte de Luci – anuncio.
Sin compasión, rompe la envoltura para sacar un bolso de
mano, muy brillante, pero elegante. A Sam le fascina, puedo
verlo en sus ojos. Se acerca para abrazar a su amiga, para
luego buscar en el árbol su regalo para ella.
La noche avanzó rápido, todos los regalos fueron abiertos,
a excepción los de Miller. Descubrimos el sobre con el
divorcio firmado, al cual Sam decretó como el mejor regalo
de la noche.
-¡¡Leonard ven aquí!! – Samantha grita desde la cocina.
Corro lo más rápido que puedo, cuando llego, está sentada
en uno de los banquillos, con un frasco de crema batida en
las manos y con expresión de asombro.
-¿Qué pasa? ¿Te duele algo? – pregunto asustado.
Me extiende la mano para que la tome, sin decir nada. Posa
mi mano en su vientre, que ya parece pelota, pero aun así
se ve hermosa.
-¿Qué...?
-¡Espera! – me interrumpe.
De un momento a otro, lo siento. Es una patadita,
repito, ¡Una patadita!
Mis ojos se llenan de lágrimas, jamás pensé vivir algo así
con ella. Y está pasando.
Me acerco a sus labios, estoy muy emocionado, no me
interesa que no sea mi hijo, el simple hecho que sea de ella
me basta.
-Te amo – susurro antes de besarla.
No puedo explicar la emoción que siento, en serio tiene una
personita allí, una mini versión suya.
Sus labios saben a crema batida, lo cual me hace reír. Le
quito el frasco de las manos cuando dejo de besarla, y ella
me mira con el ceño fruncido.
-Es mi crema – hace un puchero.
-Ya basta de dulces por hoy – le beso la frente. – Ahora
vamos a dormir.
Capitulo 25
*Samantha*
El día es frío, pero luminoso, típico del mes de enero, mi
auto tiene calefacción y la música está a todo volumen.
Pienso que hoy será un buen día.
Bajo del auto con un cargamento de dulces que compré el
supermercado, cuando casi se me salen los ojos y me
atraganto con la paleta que traigo en la boca, al ver el
buzón de mi casa.
¡Que mierda!
Donde siempre ha estado plasmado el apellido Black a un
lado del buzón (que no se me ha dado la gana cambiar)
esta preciosa mañana se encuentra escrito en letras
cursivas, The Miller's.
Entro furiosa a la mansión, con la intención de descargar
toda mi furia en el responsable.
-¡¡¡Jhonatan Miller, ven aquí ya mismo!!! – el grito retumba
en las paredes alertando a todo el personal.
Siento que tiemblo de la furia contenida, sin embargo,
intento calmarme (sin éxito), ya que puede ser perjudicial
en mi embarazo.
-Sam ¿Qué es lo que pasa? – aparece alarmado.
Aprieto los puños con fuerza ¿Aun se atreve a preguntar?
Hijo de...
-¿Cómo te atreviste a cambiar el apellido del buzón sin
consultarme antes? ¡¡Esta es mi maldita casa!! Tu no tienes
derecho a nada aquí.
Abre mucho los ojos, está sorprendido con mis palabras o
se hace el imbécil, me decido por la segunda opción.
-Espera – estira ambas manos en señal de que me calme –
Yo no he hecho nada, lo juro. Jamás haría algo que te
altere.
Habla con miedo, tartamudea y tiembla, puedo jurar que
está sudando frío. Aww! Se ve muy tierno haciendo eso.
Concéntrate, estas molesta.
-¿Entonces quien carajos lo hizo? – pregunto molesta.
Respira profundo, piensa por unos segundos, para luego
fruncir el ceño y pellizcarse el puente de la nariz.
-¡¡Margaret!! – llama a gritos a su madre.
Vuelvo a apretar los puños, tuvo que ser esa hija de puta, no
encuentra la manera de alterarme, se supone que se iba
hoy.
Aparece rápido con su acostumbrada e irritante sonrisa
falsa.
-¿Llamabas, querido? – pregunta con voz chillona.
No me puedo contener. Es una maldita cínica.
-¿¡Quien mierdas te crees para hacer algún cambio a mi
casa!? – grito tan fuerte como mi garganta me permite.
-¡Calma, querida! Solo fue un pequeño gesto antes de irme.
Aquí viven los Miller, no los Black. – se defiende tan
cínicamente que solo quiero golpearla.
Me muevo rápidamente a su lugar, quiero estamparle mi
puño cerrado en esa sonrisa de suficiencia, pero en vez de
eso, la tomo fuerte del brazo asegurándome de enterrarle
mis uñas y arrastrándola hasta afuera de la mansión.
-¡¡LARGATE DE UNA PUTA VEZ!! – ladro.
-Mis cosas – chilla.
-Jhon te las llevará luego – espeto fría, cerrándole la puerta
en la cara.
Miller me mira como si esperara el siguiente paso, sin
quejarse o hacer comentarios por mi comportamiento con
su madre. Es un pésimo hijo, esposo, hombre en general.
Solo espero que sea buen padre o en serio se las verá
conmigo.
Solo estamos frente a frente, mirándonos a los ojos, con la
respiración agitada por la adrenalina que corre por mi
cuerpo.
-¿Y ahora que harás? – pregunta alzando una ceja.
Ahora quiero sexo y si no fuera porque eres un maldito
imbécil, te besaría con el fin de llegar a la cama contigo.
Vaya, ahora que lo pienso así, creo que me dieron mas
ganas, debo salir de aquí pronto.
-Debo irme – anuncio incomoda.
-¿Tan pronto? – susurra con voz ronca – Acabas de llegar.
– se acerca aún más.
Maldito, sabe que estoy débil y fogosa a causa de mis
hormonas.
¿Por qué aun dejo que viva en mi casa?
-Si, me voy – doy media vuelta y salgo de la casa.
Miro hacia todas partes sin encontrarme a Margaret, de
seguro cogió un taxi y se largó.
Pienso una y otra vez en que hoy es un hermoso día y que
nadie puede arruinármelo. Justamente hoy las mocosas ya
se han ido de la casa de Leonard, deben estar montadas en
un largo vuelo a Nueva York. Ese pensamiento logra
tranquilizarme.
Es más, para celebrar iré a su casa, así quien quita y logro
seducirlo para que me quite estas malditas ganas.
Cualquiera diría que es tarea fácil, pero desde que mi
vientre está más abultado, Leonard es super cuidadoso
conmigo y me trata como si fuera a romperme, tanto así,
que no hemos tenido sexo en dos largas semanas.
El camino es largo, lo suficiente para pensar en algo que
me ayude a seducirlo. Me rio de mis pensamientos locos a
causa de mis hormonas que me han triplicado el deseo
sexual, a tal escala que puedo ver sexy a cualquier sujeto
que se me atraviese. Eso me ha llevado a casi tener sexo
con mi exesposo por varias ocasiones.
Toco la puerta de la casa topándome con la insoportable
mujer de servicio que me abre. Me deja pasar en seguida,
después del incidente la primera vez, ahora lo hace sin
siquiera hablarme o mirarme. Dibujo una sonrisa de
suficiencia al darme cuenta que logro ruborizarla y ponerla
nerviosa con mi presencia.
-¿Dónde está? – suelto rápido.
-En su despacho, Señora. – balbucea.
Camino a paso apresurado por el pasillo, cuando me topo
con esa melena rubia que tanto odio saliendo del
despacho. ¿Qué diablos hace aún aquí?
-Señora – dice en modo de saludo, solo que sin mirarme
directamente.
-¿Cómo estás zorrita? – sonrío para variar.
Frunce el ceño y sale corriendo de mi vista. ¡Vaya! No se
aguanta un chiste, aunque pensándolo bien no lo era,
deberá acostumbrarse a que le llamen así. Yo lo hice
después de un tiempo.
Entro al despacho aun con mi sonrisa en el rostro, lo cual
hace que Leonard me mire con el ceño fruncido.
-¿Te sientes bien? – pregunta juntando las cejas.
-¿No se supone que se irían hoy? – respondo con otra
pregunta.
Respira profundo y se rasca la cabeza, eso quiere decir que
trata de buscar las palabras para decirme algo, en general
algo malo.
-Habla, Fisher – invito con falsa tranquilidad.
Resopla – Se quedarán y estudiarán aquí.
-¿¡Disculpa!? - se me hace imposible no gritar.
-¡Cálmate, por favor! Será por un tiempo, yo... - alzo una
mano para interrumpirlo.
-Escúchame bien, Fisher. Puedo tolerar a Liliana porque es
tu hija, pero no tengo porque soportar a las demás. –
mascullo furiosa – ¡Estoy harta! Elige, ¿ellas o yo?
Capitulo 26
*Samantha*
Leonard está desconcertado con mi pregunta, solo falta
que las escoja a ellas y así acabaría todo.
-¿Estas loca? Claro que te escojo a ti sin siquiera dudarlo –
espeta molesto.
Oye, aquí la molesta soy yo.
-Entonces demuéstralo, no las quiero aquí. Sobre todo, a
Sofia. – sentencio.
Respira profundo, cerrando los ojos y juraría que está
contando en voz baja.
-No voy a obligarte, si quieres que se queden, yo me voy y
listo – continuo.
-¡Ya! Ellas se irán, pero eso no es fácil, dame una semana
para enviarlas a un internado o algo – pasa las manos por
su cabeza.
¿Por qué tanto interés con ellas? Esto comienza a
enojarme.
-¿Qué te pasa? ¿No puedes enviarlas con su madre y ya?
-No, Sam. Eso no es tan simple. – se sienta en su silla.
Ya me estoy cansando de esta charla. Al menos me dijo lo
que quería escuchar, las enviará lejos de mi vista.
-Esta bien, me conformo con que se larguen – ruedo los
ojos.
Suspira y me hace señas para que me siente en su regazo.
No me muevo de mi sitio, solo lo miro con la ceja alzada.
-Vamos, amor. Ven aquí, necesito sentirte cerca, estoy muy
estresado hoy – ladea la cabeza.
¿Cómo decirle que no? Si se ve tan sexy con su camisa
blanca remangada a medio brazo, unos cuantos botones
abiertos y el cabello alborotado, sin contar la barba de
varios días decorando su cara.
Me muerdo el labio recordando mis intenciones iniciales al
venir aquí. Aun me está mirando, esperando que decida,
pero yo no me he movido.
-Esta bien, entiendo si estas molesta – expresa
rindiéndose.
Lo veo tan sexy que, de la nada me llega el pensamiento de
que la mocosa estaba aquí antes de que yo llegara.
-¿Qué hacía Sofia aquí? – pregunto frunciendo el ceño.
-Pidiéndome permiso para ir al centro comercial con sus
hermanas – responde sin titubeos.
No puedo dejar de sentir celos, se que ella se lo come con
la mirada cada que puede, por eso la quiero lejos de aquí.
Leonard se levanta de su puesto y se acerca para
envolverme en sus brazos, haciendo que aspire su perfume,
lo que me hace aferrarme más a su pecho.
-Tranquila, ya se le paso lo que tenía conmigo, imagino que
se trata de que aun se esta viendo con Miller – habla
calmado.
-¿Qué te hace pensar eso? – pregunto con los ojos
cerrados y mi cara hundida en su pecho.
Podría estar aquí todo el día.
-Solo lo sé. – besa mi cabello.
Alzo la mirada para encontrarme con sus lagunas grises
dilatadas, paso una de mis manos por su mejilla, sintiendo
lo rasposo de su barba. Sus labios atrapan los míos en
cuestión de segundos, tomándome por sorpresa, pero me
dejo llevar un beso delicioso y pasional, con pequeños
mordiscos incluidos. Un tipo de beso así solo significa una
cosa, y es lo que yo venía a buscar, sexo.
-Me vuelves loco – gruñe en mis labios – ¿Te he dicho que
me encantas molesta?
No puedo evitar sonreír ante ese comentario y aprovecho
para morder con delicadeza su labio inferior, sacándole un
gruñido de placer. Sus manos avanzan por mi espalda,
acariciando cada centímetro hasta cambiar de rumbo y
buscar mis pechos, donde se detiene y deja de besarme
solo para contemplarlos.
-¡Dios! Me encantan – dice con voz ronca antes de
atacarlos con sus labios.
Mis gemidos aparecen, mis manos buscan su cabello para
jalarlo, juro que soy un desastre en mis bragas, pero no
quiero hacerlo aquí, así que me separo un poco de él.
-Vamos – lo saco del despacho jalándolo por la mano.
Llegamos a la habitación con la respiración entrecortada,
mi corazón a punto de salirse de mi pecho y el deseo al
límite. Me deshago de mi ropa lo más rápido que puedo, al
igual que Leonard. ¡A la mierda el romanticismo!
Nuestros labios se reclaman con voracidad, sus manos van
directo a mi húmedo y deseoso sexo, recibiéndolo de forma
desesperada en medio de un gemido sonoro.
-Ya estas lista – gruñe.
Sus labios bajan depositando pequeños besos, pasando
por mi cuello, mis senos donde se detiene a jugar un poco
con mis pezones, sigue bajando hasta llegar a mi centro.
Por inercia me recuesto en la cama, para sentirlo por
completo cuando introduce dos dedos dentro de mí.
-¡Oh, Dios! ¡Si! – gimoteo.
Su lengua continúa lamiendo y chupando como solo él
sabe hacerlo, llevándome al glorioso clímax que tanto
estaba deseando.
******
Miro el techo después de haber despertado hace como
media hora, mi ansiedad no me deja dormir tanto.
Definitivamente estar embarazada es un completo asco. Lo
digo en el sentido de que a estas alturas ya es muy
complicado tener relaciones íntimas, o sea, es imposible
conseguir una posición que sea placentera a ratos. En fin,
al menos tuve mi orgasmo.
Leonard esta a mi lado en la cama, plácidamente dormido.
Entonces pienso en lo feliz que hubiésemos sido si el no la
hubiera cagado tanto.
Me levanto con cuidado para no despertarlo y busco mi
ropa que esta esparcida por el piso.
-Quédate – la voz de Leonard me sorprende.
Está medio dormido, sin nada de ropa cubriéndolo, verlo así
me desconcentra.
-No puedo, tengo que resolver algo en mi casa – digo sin
mirarlo.
Frunce el ceño.
-¿Algo como qué? ¿Qué pasó? – pregunta preocupado.
Respiro profundo recordando lo que la maldita de Margaret
le hiso a mi casa.
-Solo hubo un inconveniente – le resto importancia.
-Voy a matar a Miller si sigue haciéndote enojar. Si sigues
así, darás a luz antes de tiempo – reprocha.
Lo dudo, mas rabia de que pase hoy dudo que vaya a pasar,
así que si no día luz hoy es porque no lo haré por una rabia.
-No fue nada – mascullo.
Aunque solo recordarlo me molesta.
Leonard me mira con expresión neutra. Yo diría que me
estudia.
-Bien, entonces yo te acompaño – se levanta.
Mi vista va directo a su paquete que luce entre sus piernas
sin ningún pudor. Su cuerpo trabajado y tonificado lo hace
ver malditamente sexy.
Concéntrate – me regaño internamente.
-No, yo lo hare sola. – espeto.
-No te estaba pidiendo permiso, iré contigo y me quedare a
dormir en tu casa – me sonríe cínicamente para luego
meterse en el baño.
Como lo odio y lo amo al mismo tiempo.
Capitulo 27
*Leonard*
-Explícame porque demonios allí dice Miller's – mi voz
suena mas histérica de lo originalmente planee.
Samantha solo voltea lentamente para mirarme con
expresión de fastidio ¿A caso no le molesta que lo hayan
cambiado?
-Si, ya lo vi, ya me enojé, ya me calmé, ahora supéralo y
déjame resolverlo – rueda los ojos.
Entonces, ¿Esto es lo que venia a resolver? O me espera
algo peor al entrar a la casa.
La miro entrar contoneando sus caderas al caminar, la vista
desde aquí atrás no esta para nada mal. Su cabello se
mueve con el viento, su trasero es un verdadero
espectáculo a través de esos leggins. Ok, debo parar, ya
sueno como pervertido.
Apuro el paso para alcanzarla, encontrándome justo en la
entrada al imbécil de Miller, con un vaso de algún licor en
las manos, como si aun fuera el Señor de la casa.
-¿Qué haces tú aquí? – me pregunta con cierta molestia.
Sonrío de lado, mirándolo como si se tratara de una
pequeña hormiga en mi zarpazo. Él lo nota y trata de
erguirse incómodo. Estoy a punto de decirle algo, pero soy
interrumpido por la sensual voz de Samantha.
-Jhon, ¿Quién te crees para cuestionar eso? - ¡Toma tu
tomate! – Puedo traer a quien yo quiera. El que no debería
estar aquí, eres tú.
No puedo evitar sonreír maliciosamente ante esa
respuesta. ¡Esa es mi mujer! Tan dominante como siempre.
Logro intimidarlo incluso mas que yo, haciéndolo irse
deprisa sin decir palabra.
-¿Por qué aun dejas que viva aquí? – la pregunta sale de mi
boca, arrepintiéndome casi al instante de haberla
formulado.
-No tengo porque darte explicaciones – esa respuesta fue
casi automática, pero luego resopla y cambia de actitud –
Te explico luego, ¿Me esperas en el cuarto? Necesito hablar
con Miller sobre lo del buzón.
Asiento con la cabeza y ella comienza a caminar en
dirección a su despacho. En cuanto ella se pierde de mi
vista, mi celular comienza a vibrar en mi bolsillo,
anunciando una llamada entrante. Lo saco rápido,
temiendo que pueda ser una emergencia en mi casa y
contesto sin mirar primero la pantalla.
-Fisher – hablo rápido al descolgar.
-¡Hijo mío! – reconozco la voz de inmediato – ¿Cómo es
posible que me enterara que estas en Barcelona y no has
venido a visitarme? – reprocha la mujer del otro lado de la
línea.
-Madre, he estado ocupado, lo siento. – trato de disculparme
– El trabajo...
-El trabajo no es mas importante que tu familia, siempre te lo
he dicho – me riñe. – te perdonaba que no me visitaras
porque estabas en otro continente, pero ahora estas a solo
horas de aquí y no te atreves ni a llamar.
-Lo sé, lo siento – mascullo.
-Con sentirlo no haces nada – su voz suena molesta – Mejor
ven a visitarme este fin de semana. Tus hermanos y yo te
extrañamos.
Resoplo y pellizco el puente de mi nariz.
-No puedo, tengo cosas que hacer.... – no me deja terminar,
cuando escucho su grito de consternación.
-Me vienes a visitar y punto, Leonard. – ordena - ¿Es que ya
no quieres a tu madre? – se hace la dolida.
Ruedo los ojos, es muy dramática, pero la amo.
-Sabes que te amo, pero... - vuelve a interrumpirme.
-¡Perfecto! Entonces te veo este fin de semana – anuncia
contenta. – Te amo, Lenny.
Termino resignado, no quería dejar a Sam sola, pero algo se
me ira a ocurrir.
-Yo también te amo – escucho un sonoro beso y corto la
llamada.
Camino hacia la habitación principal de la casa, que ahora
es solo de Samantha. Al entrar me encuentro con ella y su
mejor cara de furia. ¿Esta molesta?
-Cariño, ¿Qué pasa? – me atrevo a preguntar.
Al escucharme parece que empeora su enfado, su cara se
vuelve mas roja y sus ojos mas negros. Antes de que me dé
cuenta, una almohada viene en mi dirección, que gracias a
mis reflejos pude esquivar, pero no termina allí, siguen
lloviendo todos los almohadones de la cama, mientras que
ella ahoga gritos de furia.
-¿Qué te pasa? – grito molesto – Si Miller te hiso molestar
deberías pagarlas con él.
-Miller no tiene nada que ver con esto, Fisher – escupe
furiosa.
¿Ahora que le hice?
-Entonces tendrás que explicarme lo que pasa – hablo mas
calmado.
Su enojo es totalmente visible, hasta parece dolida por algo,
pero que yo sepa no he hecho nada. Repaso en mi memoria
las estupideces que pude haber hecho, pero nada.
-¡¡¿Explicarte lo que pasa?!! – grita histérica – Pasa, que te
atreves a llamar a tu amante en mi propia casa. – alza más
la voz – y yo que pensaba que el cínico era Miller.
¿Me esta comparando con el maldito de Miller? Ok, esto es
el colmo.
-Ok, Samantha. ¡ME HARTÉ! – grito furioso haciendo que
ella se estremezca y me mire seria.
Hace muchísimo que no la trataba así, pero este ataque
repentino e injustificado de furia hacia mí, no lo puedo
soportar.
-En primer lugar, no me compares con el imbécil de Miller –
escupo – En segundo, no se de que mierda hablas, porque
yo no estaba hablando con ninguna amante. – señalo aun
mas molesto.
Estoy furioso, la miro directamente para transmitirle toda la
furia que tengo. Si ella esta molesta, quiero que entienda
que yo lo estoy más.
De la nada agacha la cabeza y rompe a llorar,
desarmándome por completo. La sangre se me hiela al
verla de ese modo, prefiero verla molesta que llorando.
-No, no, no, no – corro a abrazarla – No llores, amor mío –
beso su cabeza mientras la acuno en mis brazos.
-Yo te escuche – solloza en mi pecho – Le dijiste "te amo" –
habla con evidente dolor.
¡Oh, no! Malinterpreto mi llamada. Solo me queda apretarla
mas contra mi pecho y tratar de calmarla.
-Mi reina hermosa – la separo un poco para limpiar sus
lágrimas – Yo hablaba con mi madre – informo
dulcemente.
-No te creo – frunce el ceño.
Se ve demasiado tierna con los ojos llorosos, pero aun así
no me gusta verla llorar. Me desgarra el corazón verla así.
-Créeme – beso su cabello – No le diría eso a otra mujer.
Me mira con cautela, ha parado de llorar, pero aun tiene el
semblante triste.
-¡Es más! ¿Me acompañarías a visitarla el fin de semana? –
pregunto con una sonrisa.
Respira profundo y me devuelve la sonrisa.
-Está bien – masculla.
¡Esa es mi chica! La beso dulcemente en los labios,
imaginando que todo esto fue por celos. Me alegra saber
que al menos le importo. Hace mucho que no me hacia una
rabieta como esta, casi siempre lo deja pasar como si le
valiera verga todo. Es bueno saber que mi Samantha aún
sigue allí.
Capitulo 28
*Samantha*
Miro distraída por la ventana del auto, el camino lleno de un
espeso bosque, con pocos autos transitándolo. Espero que
ya estemos cerca, hemos viajado por más de una hora y no
tengo idea de donde estamos, solo sé que estamos a las
afuera de una ciudad, adentrándonos cada vez más en el
desconocido bosque, como en las películas de terror.
Por suerte, aun es de día, porque odio viajar de noche. Me
pregunto cómo será la familia de Leonard, ¿Por qué nunca
me habla de ello? Es algo increíble que hasta ahora me
haya enterado de que tiene su madre aún con vida y tiene
hermanos.
-¿Por qué no me habías hablado de tu madre? – pregunto
sin apartar la mirada del camino.
-Nunca preguntaste al respecto – responde restándole
importancia.
Volteo a mirarlo, parece incomodo, yo diría nervioso. Esto
es algo muy raro, me dedico a mirarlo con los ojos
entrecerrados, examinando cada gesto que hace al
conducir.
-Deja de mirarme así, por favor. Comienzas a ponerme
nervioso – habla con un tono neutral.
-¿Yo te pongo nervioso? – me rio – Ya estas
suficientemente nervioso desde que comenzamos el
camino.
No responde, solo se concentra en el camino delante de
nosotros.
Algo te inquieta, Leonard. Y no quieres decirme.
Plan B, manipulación.
-Amor, ¿Qué te pasa? ¿No quieres que conozca a tu familia?
– pregunto cabizbaja (obviamente fingida) me siento tan
tonta diciéndole AMOR.
-¿Qué? No es eso, Sam – responde distraído.
¿Me ha dicho Sam? Y yo desperdiciando saliva diciéndole
Amor.
-¿Entonces que te pasa? – comienzo a molestarme.
Resopla y continúa ignorándome.
-Si no querías traerme, lo hubieras dicho y me quedo en mi
casa – me cruzo de brazos.
-No armes un berrinche ahora, por favor. – habla molesto.
¿A caso dijo berrinche? ¡No tengo cinco años!
-¡Dime que rayos te pasa o me iré! – levanto la voz.
Estoy harta, si es por mi que esta molesto, entonces no me
hubiera invitado y listo. Todo esto es porque lo escuché
hablando por teléfono y pensé que era una amante,
¡Malditas hormonas! Si no fuera por eso, me habría valido
mierda lo que hiciera con su vida.
-Estoy nervioso ¿Contenta? – masculla.
¡Oh, guao! ¡qué gran secreto!... Nótese mi sarcasmo.
-Eso ya lo sé, la pregunta es ¿Por qué?
Tamborilea un poco los dedos en el volante. Mi vista viaja
por sus musculosos brazos cubiertos por un apretado
suéter que deja ver claramente su tonificado cuerpo, se me
muy tentador.
-Conozco a mi familia, sé que harán muchas preguntas
cuando vean tu embarazo y...
-No sabes que vas a responderles – termino por él – Por
eso no querías que viniera.
-Yo no he dicho eso – gruñe – me alegra que vayas a
conocer a mi madre.
Tiene razón en ponerse nervioso, que pregunten por mi
embarazo y decirles que el no es el padre, es algo muy
doloroso. Es por eso que no se lo hemos aclarado a Lili.
¡Oh por Dios! ¡Lili!
-¿Tu familia sabe que tienes una hija? – pregunto alarmada.
Su expresión vuelve a ser de preocupación.
-No, esa es otra cosa que tendré que explicarle a mi madre.
– habla con pesar.
¡Que mal! Este viaje será mas incomodo de lo que pensé.
A lo lejos puedo ver una enorme mansión estilo victoriana,
con jardines enormes llenos de flores hermosas y un
pequeño lago.
-Bienvenida a la Mansión Fisher – anuncia mientras
recorremos el camino de piedra de la entrada.
Un hombre de color, muy apuesto y musculoso, vestido
totalmente de negro, nos espera en la entrada.
-Bienvenido, Señor – hace una pequeña reverencia a
Leonard y éste le entrega las llaves del auto.
Leonard es muy serio con el personal de aquí, ni siquiera
dejo que me saludara, ¡que grosero! Solo lo saludó con un
gesto con la cabeza.
Entramos a la mansión y juro que es al menos dos veces
mas grande que la mía. Es básicamente gigantesca, tiene
columnas de mármol pulido, estatuas, pinturas, todo con
clase y elegancia, un piano adorna la sala de estar junto a la
chimenea. Hay muebles, pieles, candelabros, tantas cosas
que ver que me voy a marear.
-¡Lenny! – una mujer baja las escaleras.
Una señora mayor, con al menos unos sesenta años
cuando mucho, con cabello castaño, vestida totalmente de
blanco, luciendo tan inmaculada y preciosa como si fuera
una estrella de película. Me recuerda mucho a mi madre.
Llega hasta nosotros y deposita un par de besos en
nuestras mejillas.
-Hasta que mi hijo regresa a casa – sonríe ampliamente,
con un brillo genuino en los ojos al ver a Leonard.
-Madre, te quiero presentar a Samantha – habla Leonard, un
poco nervioso. – Ella es mi... - Busca mis ojos en busca de
ayuda.
-Su esposa, mucho gusto – le estrecho la mano a la señora
y le dedico mi mejor sonrisa.
-¡Oh, por Dios! – sonríe emocionada y me da un fuerte
abrazo – ¡Tengo nuera! Y voy a ser abuela.
Leonard tiene los ojos muy abiertos, esta asombrado con
mi repentino arrebato. Espero que no se moleste. Hasta
ahora mi suegra falsa me cae bien.
-De hecho, de eso tenemos que hablar luego – Leonard
parece un niño esperando su regaño.
-No me arruines el momento – le habla juguetona y me
toma de la mano - ¡Ven! Te presentaré al resto de la familia.
Su voz es tan cálida y dulce, que ya me encariñé con ella.
-Madre, creo que Samantha prefiere descansar – me atrae
hacia él en forma protectora.
-Oh, es cierto. El embarazo debe tenerte agotada ¿Puedo
ofrecerte algo de beber? – que mujer tan dulce y servicial.
-No, pero gracias de todos modos – sonrío cálidamente.
Ya encerrados en nuestra habitación, Leonard se pasea
nervioso por todos lados. Esta molesto, lo sé, fue una
estupidez de mi parte presentarme como su esposa, pero
no me va a negar que estuvo de lujo.
-Deja de dar vueltas, me mareas – ruedo los ojos.
-¿Por qué le dijiste eso a mi madre? – masculla.
-¿Qué querías que hiciera?, la mujer me cae muy bien – me
encojo de hombros.
-¿Y no se te ocurrió que preguntarían detalles? Y ni siquiera
tenemos anillos – se pasa la mano por la cabeza.
Busco en mi bolso, entre un montón de cosas random que
llevo por ninguna razón, están los anillos de mi matrimonio.
Se los muestro en mi mano abierta y el me mira con el ceño
fruncido.
-¿Por qué trajiste eso?
Me encojo de hombros como respuesta.
-Solo póntelo, fingiremos ser esposos.
Respira profundo, viendo las sortijas con recelo.
-Esta bien, pero si alguien pregunta, tu darás las respuestas
– habla serio, se que no le gusta la idea, pero no hay
marcha atrás.
-Hecho – le guiño el ojo.
Capitulo 29
*Samantha*
Miro mi reflejo desnudo en el espejo de cuerpo completo
del baño y la verdad es que no estoy nada mal. A pesar de
estar con un enorme balón como vientre, mis senos están
perfectos, redondos y grandes como un par de melones; mi
piel sigue siendo lozana y mi trasero redondo como
durazno (aunque no pueda ver gran parte de él).
Ya estoy lista para bajar a comer con la familia de Leonard,
que por ahora solo he conocido a la madre y me cae muy
bien, espero que los hermanos sean igual de amables.
Salgo para encontrarme a mi esposo falso sentado en la
cama, contemplando el anillo en su mano izquierda. Se que
todo esto es una farsa, que la verdad no se porque se me
ocurrió, pero a él parece encantarle la idea y eso me hace
sonreír.
-Estoy lista ¿Bajamos? - le dedico una cálida sonrisa que él
me devuelve de inmediato.
Llegamos al comedor principal donde nos esperan para
cenar juntos, mis manos sudan ¿Por qué estoy tan
nerviosa?
Puedo ver a la madre de Leonard recibirnos con una
sonrisa esplendida, paso la mirada por la mesa
encontrándome a dos personas más, una chica de unos
veinte años mas o menos, con cabello rubio y ojos grises; y
un hombre que parece de la edad de Miller, con hermosos
ojos azules y el cabello castaño, tiene un parecido a Leo
cuando estaba mas joven.
-Sam, déjame presentarte a mis otros hijos - señala hacia
ellos y se levantan a recibirnos - Ella es Ivonne, mi hija
menor - saludo a la rubia estrechándole la mano.
-Un placer, siempre quise una hermana - me abraza sin
darme tiempo de responder.
Ok, ¡Ayuda! Me esta abrazando.
-Un gusto, Ivonne. - trato de no sonar incomoda.
-Ya basta, Pelusa. La ahogas - la riñe Leo.
¿Acaba de decirle pelusa?
-Ups! Lo siento - se separa de mi - Luego quiero todos los
detalles del embarazo - habla emocionada.
¡Oh, diablos!
Seguimos paseando por el comedor, para que sigan las
incomodas presentaciones.
-Este es mi hijo...
-Marcos. Un placer, hermosa - le estrecho mi mano, pero el
la besa.
¡Que extraño!
Busco la mirada de Leonard, pero este solo mira a su
hermano con gesto de pocos amigos. El sujeto no deja de
mirarme y ya me está pareciendo incómodo.
-Un placer - mascullo incomoda.
Me separo rápidamente y busco a mi esposo falso. La cena
avanza normal, nada de qué preocuparse, hasta Marcos ya
dejo de verme extraño, pero todo lo bueno no dura para
siempre.
-No puedo creer que al fin tendré mi primer sobrino - Ivonne
rompe en precioso silencio.
Miro de reojo a Leo, que me devuelve la mirada y suspira,
nos entendemos sin hablar, sabe que debe decirles sobre
Liliana.
-De hecho... Ya tienes una sobrina - masculla tomando de
su copa de vino.
Todos parece haberse atragantado con su comida o
bebida, haciéndome imposible no reír.
-Lenny ¿De que hablas? - su madre lo cuestiona.
Pasa su mano por la cabeza y me mira buscando apoyo.
Lo siento amor mío, en este lío te metiste tu solito.
-Yo tengo otra hija... se llama Liliana y tiene doce años -
habla solo con su madre.
Lo mira asombrada al igual que sus hermanos.
-Y si tienen otra hija, ¿por qué no la trajeron? - Ahora esa
pregunta iba para mí
Aclaro mi garganta antes de hablar, tengo que encontrar las
palabras para no sonar grosera o resentida.
-Ella no es mi hija, y no vino con nosotros porque ahora está
en un vuelo a un internado de modas en París - explico lo
más calmada posible.
-¿Tan lejos la has enviado a estudiar? ¿pero que pasa
contigo? - lo acusa su hermana.
Esta cena ya era incomoda, ahora es infernal, aunque muy
entretenida a la vista.
-Eso no es importante ahora, explícame como es eso que
tienes una hija de once años y no se te había ocurrido la
brillante idea de presentármela - su madre habla fuerte.
No puedo intervenir, aunque quisiera, esta conversación ya
me excluyó por completo.
-Me entere de su existencia el año pasado - masculla.
La señora Fisher está molesta, pero no pierde esa calidez
en sus ojos. Cuando pienso que le va a gritar a su hijo,
termina abrazándolo.
-Está bien, amor. Cuando la tengas de visita me la traes -
termina con un beso en su mejilla.
Terminamos la cena y nos sentamos en la sala a tomar
café, contando anécdotas chistosas de cuando eran niños.
Los miro a los tres y creo que me hubiera gustado tener
hermanos, así no estaría tan sola como ahora.
Aprovechan que Janet (la madre de Leonard) se ha ido a la
cama, para contar historias vergonzosas. Todos nos
reímos porque Ivonne se tatuó el nombre de su novio en su
trasero, para luego terminar justo después de eso y tener
que quitárselo con dolorosas sesiones de láser.
-Ahora sí, hermano. Confiesa - Marcos habla mientras ríe -
las cuentas me dan claras, tu hija Liliana la tuviste con tu
sumisa ¿Cierto? - sigue riendo, pero todos nos ponemos
serios.
¿Sumisa?
Miro a Leonard en busca de información, pero solo recibo
una mirada avergonzada.
-¿De que hablas? - interrogo a Marcos.
-Oh, ¿El señor perfecto no te lo ha dicho? - sonríe con
malicia.
-Ya basta, Marcos. Yo hablare con ella luego - espeta frio.
Ruedo los ojos, no montaré una escena aquí. Así que solo
me queda respirar profundo y esperar a que estemos solos.
Pero ni el diablo te sacará de esta, Fisher.
-Entonces, ¿es o no la hija de Amanda? - sigue preguntando.
Esta vez se alarma la menor, pero su expresión no es de
molestia, si no mas bien de burla.
-¿Amanda? ¿Amanda James? - ríe a carcajadas - ¿Te
ponchaste a la esposa de tu mejor amigo?
¡Oh, que tierna! Dijo poncharse en vez de coger. Pero no
sabia que eran amigos, hasta donde llegaba mi información
solo eran socios.
-Si, si, ya maduren. Eso fue hace mucho - rueda los ojos.
Los hermanos siguen burlándose de Leonard, tal parece
que a ninguno les cae bien la maldita arpía de Amanda, así
que, por ende, mis cuñados falsos se ganaron mi simpatía.
Capitulo 30
*Samantha*
Muchas mujeres cuando están embarazadas se vuelven un
mar de sentimientos incómodos y comienzan a llorar por
todo y con todos. En mi caso, me he convertido en una
máquina de mal humor, lo cual hace que, hasta la más
mínima cosa, me haga enojar a tal punto que quiero
romperle la cara a cualquiera.
Los minutos se hacen eternos y la conversación cada vez
mas larga, hasta que ya no aguanto las ganas de
interrumpir a mis cuñados falsos para ir a la habitación con
Leonard; necesito que me aclare las cosas de una puta vez,
antes de que se me olviden o se me pase la rabia.
-Leo, estoy cansada. ¿Podemos irnos a la cama? – trato de
sonar muy calmada para no asustarlo.
-¿Por qué no subes primero? Luego te alcanzo – me sonríe.
Imbécil, ¿Crees que no se que me estas evitando?
-No, quiero que subas conmigo – alzo una ceja.
Sus hermanos se miran a la cara incómodos.
-Ya la oíste Lenny. – se burla el hermano.
Resopla resignado y sube detrás de mí. A cada escalón que
subimos, mi ansiedad aumenta y la rabia me consume. O
sea, el me reclamo cuando se entero de que fui sumisa,
pero se le olvido decirme que él fue un amo, y peor aún, que
su sumisa fue Amanda.
Ahora que lo pienso, no hubiera sido tan malo ser su
sumisa en lugar de la de Sergey. Quizás hubiera durado
mucho más antes de aburrirme, aunque ser sumisa no es lo
mío, pero habría valido la pena ser amarrada, amordazada y
azotada por esas manos grandes. Si he recibido azotes de
su parte, pero creo que no es lo mismo.
Concéntrate, maldita sea, estas molesta recuérdalo.
-¿Hasta cuando vas a mentirme? – suelto al cerrar la puerta
de golpe.
Me mira como si no supiera de lo que hablo. Me molesta
esa expresión, me mira como si estuviera loca y lo que le
estoy diciendo es algo que inventé en mi cabeza. Se que
sueno paranoica, pero es que me miran muy seguido así,
sobre todo cuando reclamo algo. Como en el
supermercado, cuando le reclame al de la caja que me
había vendido una leche caducada.
-¿Ahora de que hablas? - murmura con fastidio.
-¿De que hablo? ¿¡De que hablo!? – aprieto los puños a los
lados de mis piernas.
-Calma, Sam. No te estreses – levanta las manos.
Ignorare el hecho de que me esta tratando como una loca
desquiciada. Necesito respuestas.
-¿Cuándo pensabas contarme lo de Amanda?
Suspira y me da la espalda, al final se sienta en la cama con
mucha pesadez. Siento como si había estado evitando esta
conversación desde hace tiempo, pero ahora tiene que
enfrentarse a mí. Es un maldito imbécil.
-Eso paso hace muchos años, deberíamos olvidarlo. –
murmura quitándole importancia.
-¡Pues no!, porque cuando te enteraste de lo mío me
armaste un escandalo y hasta dolido te pusiste, ¡ahora me
explicas! – demando molesta.
-¿Para qué? – se encoje de hombros y rueda los ojos.
No le está dando la importancia que merece este asusto y
esto ya me está sacando de quicios. Sin darme cuenta,
creo que, en un ataque de furia repentina, mi mano se
estrella contra su cara en un sonido seco. Fue una bofetada
muy fuerte, que hasta a mí me sorprendió, y el solo se limita
a mirarme y llevar su mano a la mejilla lastimada.
-¿Entiendes por qué esto es una farsa? – levanto la mano
izquierda, señalando el anillo de bodas - ¿¡Entiendes por
qué no es real!? – mascullo molesta – Porque me mientes,
eres un maldito cínico y un mentiroso.
Me duela cada palabra que digo, estoy furiosa, pero lo amo.
-Samantha, no te estoy mintiendo... - masculla con los ojos
cristalizados. – Simplemente no creo que sea bueno hablar
de esto ahora.
-¡Me vale mierda lo que creas! Quiero la verdad, ya mismo o
me largo de aquí. – amenazo.
Suspira, se le ve inquieto, pasa la mano por su cabello y
vuelve a mirarme. Yo no me muevo de donde estoy, ni
suavizo el gesto.
-Está bien – suspira resignado – Amanda fue mi sumisa,
pero eso fue mucho antes de conocerte. Mucho antes de
Liliana.
-No quiero que me digas lo que ya se – ruedo los ojos -
Quiero que me expliques ¿Por qué no me dijiste que eras un
amo? ¿Por qué el maldito teatro con Amanda? – me llevo
las manos a la cabeza – Se supone que nos conocemos
desde hace doce años y parece que fueras un completo
desconocido para mí.
Me duele decirlo, pero es verdad, básicamente no lo
conozco y eso no es justo, me pone en desventaja, él
conoce absolutamente todo sobre mi.
-Yo no quería que lo supieras porque ya deje esa vida –
masculla – La deje en el preciso instante en que me
enamore de ti.
Rio sin gracia, llamando la atención de su mirada.
-¿Me vas a decir, que te enamoraste de mi a primera vista?
¡No me hagas reír!
-Ok, no a primera vista, pero si me llamaste la atención
desde un principio.
Lo recuerdo, no dejaba de mirarme en el despacho de mi
padre, pero no es momento para ponerme melancólica.
-¿Y pensaste en hacerme tu sumisa? – Levanto una ceja
-Claro que lo pensé al principio. En cuanto te vi pensé que
eras una sumisa nata, pero luego me di cuenta de que no te
metería en esa vida – baja la cabeza. – Eras tan pura e
inocente...
Muy diferente a lo que soy ahora. Ese pensamiento me saca
media sonrisa, la cual borro al instante.
-¿Y cuando dejaste a Amanda? – pregunto en tono neutro.
Lo piensa unos segundos, imagino que trata de recordarlo.
Solo espero.
-Después de que te vi la segunda vez... – hace una pausa –
Yo simplemente deje de desearla. Solo me imaginaba a una
sola mujer – me mira fijamente – Así que decidí cancelar el
contrato y la transferí a otro amo.
Se me viene a la mente algo muy chistoso.
-¿Contrato? – ahogo una risa – Al estilo Chris...
-No lo nombres – levanta un dedo para callarme, solo hace
que rompa en una carcajada.
-Yo no firmé nada – murmuro pensativa.
Me mira severo y a la vez divertido.
-Pues muy mal de tu parte. Así se negocian los límites de
ambas partes, entre otras reglas – habla como si fuera la
cosa mas normal del mundo.
No puedo evitar reír, ya se ha esfumado el enojo. Supongo
que solo teníamos que hablar.
-Como sea, me aburrí del asunto y lo dejé – me encojo de
hombros.
-No debiste involucrarte en ese mundo en primer lugar –
murmura con pesadez. – Que bueno que le metí una bala
en la frente al maldito que te llevo allí.
Me muerdo el labio involuntariamente. Imagino la cantidad
de cosas que pudimos hacer juntos en ese club.
-Debiste llevarme tu – murmuro juguetona.
Me mira cambiando el semblante a uno seductor y se
levanta para acercarse a mis labios. Ya se dio cuanta que
deje de estar molesta hace mucho.
-Quizás algún día te lleve y nos divertimos ¿te parece? –
susurra con voz ronca.
Me acerco mucho mas a su boca, el ambiente se ha
cargado de una energía sexual muy intensa que me hace
respirar con dificultad.
¡Oh, Dios! Seria un placer volver a ese lugar contigo.
-Si... - mascullo excitada.
-¿Si qué? – habla con autoridad, mirándome desde arriba.
-Si, amo – no termino de decirlo cuando sus labios ya han
atrapado los míos en un beso violento, cargado de pasión
acumulada por el enojo de hace un rato.
Capitulo 31
*Samantha*
Si antes pensaba que estar embarazada era un completo
asco, ahora estoy segura de que no había visto nada. Dar a
luz es la experiencia más traumatiza y dolorosa que he
vivido hasta ahora; y eso que he sido secuestrada, violada,
tratada como juguete sexual, me han disparado, vi morir
ante mis ojos a mi madre y mi mejor amigo, pero nada se
compara con el dolor que siento ahora.
Una punzada de dolor me hace retorcerme y gemir,
quitándome la respiración de golpe; mis caderas se abren
sin anestesia y el dolor me atraganta desde dentro, siento
que me enterraran un fierro al rojo vivo a través de mi
columna vertebral. Me hago la fuerte a los ojos de mis
amigas, para no gritar ni llorar como una bebé, con todo el
drama de "¡¡Estoy en parto!!"
Me cuesta caminar desde que rompí fuente hace unos
minutos, pero no quiero todo el maldito drama que harían
las chicas, prefiero caminar tranquila hacia mi auto,
mientras ellas buscan mi maleta y las cosas del bebé.
-¡Maldita sea, Rose! ¡¡Muévanse!! – grito al salir de la casa.
-Ok, amiga. Solo respira – me habla Luci desde las
escaleras.
La miro furiosa.
-No me digas, y yo que pensaba aguantar la respiración
hasta desmayarme – sueno chocante y muy molesta, pero
no puedo evitarlo ¡¡La vagina se me desgarra!!
El plan era simple, y todo se fue a la mierda. Se supone que
mientras yo iría al auto con Leonard, ellas traerían las cosas
y todo estaría calmado hasta llegar al hospital; pero como
tengo tanta mala suerte, se me adelantó el parto una
semana, Fisher esta fuera del país visitando a su hija y mis
amigas se volvieron inútiles y un maldito mar de nervios al
verme romper fuente en medio de la sala.
-Calma, calma, calma... - murmura Rose poniendo las
manos en el volante, pero creo que lo decía más para ella
que para mí.
El camino fue super largo, yo no dejaba de gemir por el
dolor. Al llegar al hospital se me dificulta caminar ya que
siento que me desgarro a cada paso que doy, las
enfermeras al verme, me traen una silla de ruedas y me
llevan a la recepción.
-Samantha Cooper, mi obstetra es la doctora Jiménez, ya
rompí fuente. ¡¡Llámenla!! – le hablo fuerte a las
enfermeras.
Se miran unos segundos, tienen una expresión nerviosa en
sus rostros que no me gusta para nada.
-La doctora Jiménez tuvo un accidente anoche y se
encuentra en terapia intensiva. – me informan con pesar.
Ruedo los ojos. ¡Esto es justo lo que me faltada! ¿Sera que
hoy es martes 13? Tengo toda la mala suerte del mundo.
Estoy a punto de gritarle a la primera que se me atraviese,
pero llega otra contracción que me quita el aliento, ya
quiero que salga este bebé o voy a morir aquí mismo.
-¿Y no hay otro obstetra? – pregunta Rose ¡Por fin hace
algo útil!
-Si, por supuesto. Esta de turno el doctor Diaz – la
enfermera habla nerviosa.
-Entonces que me atienda ¡Pero YA! – le grito.
*******
Nunca pensé que pasaría por todo esto así, estar dentro de
la sala de parto con mi amiga rose tomando mi mano para
ayudarme a controlar mi respiración y el doctor con la cara
literalmente en mi entrepierna, me hace pensar en que debí
haber aprobado que me programaran una cesárea y ya
hubiera salido de este problema.
La puerta se abre de golpe, entrando un hombre vestido
con una bata azul, como la que usa mi amiga Rose y yo.
Solo eso logro ver, porque cierro los ojos fuertemente al
mismo tiempo que pujo con fuerza.
-Señor, no puede estar aquí – le habla el doctor.
-Soy el padre del bebé – por la voz se que se trata de Miller.
¿Qué mierda hace aquí? ¿Quién lo llamó?
-¡¡Lárgate!! – grito al mismo tiempo que pujo, sacándome
todo el aire de mis pulmones.
Solo siento un desgarrador dolor dentro de mí, como si me
estuvieran arrancando el corazón mismo, pero literalmente
y a sangre fría.
Mi amiga se va de mi lado y le sede el puesto a Miller, no
puedo protestar porque sinceramente tengo mejores cosas
(Mas dolorosas) en que pensar ahora mismo.
-Vamos, muñeca. – me toma de la mano, la cual aprieto
con mucha fuerza.
Si le rompo la mano ¿Qué mas da?
-¡Vamos, Sam! Una vez más – me alienta el doctor.
Tomo aire y pujo con todas mis fuerzas, el dolor es
genuinamente sofocante, en cuanto siento algo salir de mí,
el alivio es instantáneo, el dolor sigue ahí, pero es
soportable. Un hermoso sonido inunda la habitación, el
llanto de mi bebé, hace que mi corazón se hinche y el dolor
desaparezca, pase a segundo plano, mis ojos brillan y se
empapan de lagrimas al verlo frente a mí.
¡Oh, por Dios! Es lo mas hermoso que he visto en mi vida, y
la mejor parte es que es mío, una parte de mi corazón late
en su pecho, estoy segura.
-Felicidades, tienen un hermoso y sano varón – habla el
doctor.
No puedo dejar de mirarlo, se retuerce en mis brazos
buscando calor y no puedo evitar sonreírle como una boba.
Es tan hermoso, una bolita rosada, con abundante cabello
castaño, es tan grande que me sorprende que haya salido
de mí.
-Bienvenido, Matías – le hablo al bebé, aunque no logre
entender ni una palabra de lo que digo.
-Lo hiciste bien, Hermosa. – Jhon besa mi cabello y luego
besa al bebé.
-Es perfecto, Jhon – lo miro a los ojos. – Gracias por darme
la oportunidad de ser su mamá.
No se que rayos digo, pero la emoción me gana. Si hace
rato era un mar de rabia y furia, todos esos sentimientos
cambiaron a un océano de amor y ternura a causa de mi
pequeño, mi hermoso Matías.
-Yo soy que tiene que agradecerte por este bebé tan
precioso. – besa mi frente – Gracias por hacerme padre,
aunque no lo merezca.
Sonrío genuinamente, y beso la frente de mi bebé y luego la
mejilla de Miller. Aunque luego vaya a odiarlo de nuevo, le
agradezco que este aquí y comparta este hermoso
momento, porque, aunque no me guste, él es el padre de mi
bebé y estará en su vida siempre. Espero que sea mejor
padre que lo que fue de esposo.
Capitulo 32
*Leonard*
Cinco días antes...
No me siento del todo cómodo en la oficina de Samantha,
es un espacio bastante extraño para mí, a pesar de estar al
mando, no me siento en control de todo, ya que todas las
decisiones debo pasarlas primero por ella. Es como
trabajar con una jefa, una muy sensual, pero estricta jefa.
Me encanta vivir con ella, aunque las hormonas del
embarazo la tengan como loca, para mi es perfecta. Cada
noche la abrazo para dormir, sintiendo las pataditas del
bebé a la media noche; a veces se despierta pidiendo duces
o algo bizarro para comer, como esa vez que me pidió que
fuera por un trozo de pizza fría que estaba en la nevera,
para luego vaciarle crema batida encima, fue totalmente
asqueroso, pero luego termino vomitando toda la noche y
maldiciéndome por haberla complacido.
Pensar en ella me alegra el día, se ve tan hermosa con su
pancita y esos vestidos que usa para estar en la casa, la
hacen ver dulce, sencilla e inocente, como un ángel, pero
como es Samantha, ella está lejos de ser un ángel, es tan
fogosa, sensual y caliente, que aun en ese estado me hace
desearla con lujuria.
El teléfono de mi oficina suena y me saca de mis
pensamientos.
-Dime – contesto de mala gana a mi secretaria.
No me cae para nada bien, es muy eficiente en su trabajo,
pero a veces la sorprendo viéndome como borrego a medio
morir. No soy estúpido, sé que le atraigo, pero mis ojos
simplemente están en Samantha; además, no me gustan
las rubias.
-Señor Fisher, tengo en la línea a la Señora Pascual – me
informa.
¿Ahora que quiere Millicent? Ruedo los ojos. Es una vieja
amiga de la universidad, la dueña del internado de modas
donde se encuentran las niñas, no me sorprende que este
llamando, lo hace todo el tiempo desde que las niñas están
allá.
-Dile que estoy ocupado – contesto tajante.
-Dice que es algo urgente, Señor – esta vez su tono es de
preocupación.
¿Habrá pasado algo? Se me pone la piel de gallina.
-Está bien, pásamela – trato de sonar calmado.
-Línea tres – indica a través de la línea.
Las manos me sudan, espero que no sea nada malo. Ya
bastante tengo con los nervios de que se acerca el parto de
Samantha, ya solo nos queda una semana para
prepararnos y esperar que todo salga bien.
-Fisher – hablo al presionar el botón.
-Leonard, tenemos un problema. – habla apurada.
Un escalofrío recorre mi cuerpo.
-¿Qué es lo que pasa?
-Sofia está desaparecida – suena nerviosa – Desde ayer en
la mañana no la encontramos, sus hermanas no saben dónde
está y están devastadas. Me temo que lo único que puedo
hacer es llamar a las autoridades, pero necesito que estén
aquí sus padres.
¡Mierda! Justo ahora. No puedo darme el lujo de viajar,
Samantha me necesita, la próxima semana es su parto y yo
tengo que estar allí.
-Milli Sabes que yo no soy el padre de Sofia. Llamaré a su
madre para que vaya – le sugiero.
-Pero Liliana si es tu hija, ella te necesita, esta devastada y
asustada – me reprocha.
¿Qué hago? No puedo dejar a mi hija en esa situación.
Suspiro, pensando en como resolver este problema.
-Lenny, tu hija te necesita – escuchar a Milli es como
escuchar mi conciencia.
No tengo de otra.
-Esta bien, volare hoy mismo para allá. Llamaré a Amada
para que vaya. Nos vemos allá – hablo rápido y corto la
llamada para no escucharla más.
¿Qué le digo a Sam? No puedo decirle la verdad o pensará
que voy por Sofia, no quiero que se moleste a estas alturas.
Necesito conseguir una escusa creíble para podre irme,
pero solo iré a traer a Liliana, no pienso quedarme, tengo
que volver lo mas pronto posible.
Antes de irme de la oficina, le indico a mi asistente que le
llame a Amanda, no quiero ser yo quien hable con ella.
Además, le pido que mande a alistar el jet privado para
volar hoy mismo en la noche. Todo está listo, solo falta la
parte difícil, hablar con Sam.
Al llegar a la casa, la veo en la cocina hablando con sus
amigas muy animadamente, al parecer esta de buen humor
y eso es algo que debo aprovechar.
-Amor, me permites unos minutos – la llamo.
Sus amigas salen disparadas de la cocina, como alma que
lleva el diablo.
-Si dime – me sonríe tierna.
La rodeo entre mis brazos, para no mirarla a los ojos, a ver
si así se me hace más fácil mentirle.
-Necesito viajar esta noche – hablo rápido.
Se remueve en mis brazos para alejarse un poco de mí,
busca mi mirada, pero no la veo.
-¿Y eso? – pregunta seria.
¡Oh, diablos! ¿Cómo rayos le miento en la cara?
-Debo atender unas cosas personales amor, cosas de mi
compañía – sonrío falsamente.
Estoy sudando frio, la verdad espero que los nervios no me
ganen. Me mira con el ceño fruncido, esta estudiando cada
una de mis expresiones.
-Estas mintiendo, Fisher. Habla ya – murmura molesta.
Suelto el aire que había estado guardando sin darme
cuenta. Ahora si la miro a los ojos ¿Cómo sabe que le
miento? Bueno supongo que ya sabe cuando lo hago.
-Esta bien. – decido ser sincero – Sofia escapo del
internado y debo ir a calmar a Liliana y su otra hermana.
Abre mucho los ojos, esta asombrada con lo que he dicho,
pero es la pura verdad.
-¿Y Amanda no es la que debe encargarse de eso? – rueda
los ojos.
-Si, pero no de Liliana. Recuerda que yo tengo la custodia
completa de ella – acaricio su mejilla.
Su piel es tan suave que me distrae de todo lo que estoy
pensando.
-Bien, ¿y cuando regresas? – alza una ceja.
Resoplo – tratare de estar aquí cuanto antes, solo iré a
buscar a Liliana – le explico.
Sin esperarlo, me besa en los labios de forma tierna y me
sonríe. Siento un peso menos de encima, estoy calmado
porque se que no va a quedar molesta conmigo y eso es un
avance.
-Te amo mi reina hermosa – susurro en sus labios.
-Yo también te amo. – susurra – Pero te quiero aquí cuando
vaya a dar a luz – dice firme.
Le sonrío mordiendo mi labio y pasando mis dedos por el
suyo.
-No me lo perdería – vuelvo a robarle un beso.
Capitulo 33
*Leonard*
Once horas de vuelo después, me encuentro entrando al
internado de Millicent Pascual, solo espero que ya Amanda
haya llegado y para así ahorrarme mucho estrés.
Los pasillos están repletos de niñas y adolescentes que me
miran de pies a cabeza al entrar, lo único que puedo hacer
es ignorarlas hasta llegar a la oficina. Entro sin tocar,
encontrándome con mi vieja amiga conversando con
Amanda, mientras toman una taza de algún liquido
humeante.
-Buenos días, Señoras – saludo serio.
-Lenny, ¡que bueno que llegas! – se levanta Amanda para
lanzarse sobre mí, por suerte la puedo detener y obligar a
que se vuelva a sentar.
-No tenemos tiempo para esto, ¿Qué han sabido de Sofia? Y
¿Dónde esta Liliana? – me dirijo a Milli.
Millicent Pascual, es una mujer de tez pálida, con pocas
pecas en la cara, de cabello laceo color dorado, muy
elegante y refinada, tuvimos algunos roces en la
universidad, pero como no tengo inclinación por las rubias,
solo se quedaron en roces y decidimos ser amigos. Luego
de la universidad jamás la volví a ver, hasta que hace unos
meses que me contactó y aproveche lo de su internado
para resolver lo de las chicas y Sam.
-Sofia está bien – la pelirroja se encoje de hombros.
¿Cómo es que no le importa en lo más mínimo sus hijas?
No se que clase de ser humano es la que tengo en frente.
-Mandare a llamar a Liliana – anuncia Milli.
-No se cual es el alboroto, ella de seguro esta con algún
novio pasándola delicioso y nosotros aquí haciendo un
drama. – rueda los ojos la que debería estar mas
preocupada, se supone que es su hija, debería estar
armando un drama para encontrarla.
-Sofia no conoce a nadie en Paris, o al menos eso es lo que
dicen sus hermanas – habla la rubia.
Hasta ella esta mas preocupada por Sofia, y eso que es
solo una alumna más.
-Así como no conocía a nadie en Barcelona y de la nada
terminó siendo la amante de un tal Jhonatan Miller, que
resulto ser el esposo de Samantha. – se ríe Amanda.
No puedo quitarle la razón en eso, Sofia no es lo que parece
ser y seriamente estoy dudando eso de que no conoce a
nadie. Podría estar en cualquier parte, aquí el puto es
encontrarla para yo poder irme a casa, a pesar de lo que
pueda ser sigue siendo una niña ante la ley.
-¿Cómo sabes todo eso? – le pregunto curioso.
Suelta una carcajada sonora, ganándose la mirada
reprobatoria de Millicent.
-¿Crees que mi hija no me lo contaría? – la miro alzando
una ceja y ella deja de reírse en seco – Tienes razón no lo
hiso, me lo dijo Irene – rueda los ojos – Pero la noche que
desapareció hable por teléfono con Sofia, le dije que me
voy a casar con el jeque y que las vendría a buscar para que
asistieran a mi boda... Solo que ella se molesto y actuó
como loca.
Milli y yo nos miramos mutuamente, quizás esto tenga que
ver con la desaparición de Sofia.
-¿De qué más hablaron? – interrogué a la pelirroja.
Se encoje de hombros y hace una mueca que parece estar
pensando.
-Después de que se calmó, le dije que sabía todo lo de ella
con Miller y que podía desahogarse conmigo... – hace una
pausa – ¿Podrías dejarnos a solas? – pregunta a la rubia.
Ella me mira como pidiendo permiso y yo solo asiento, la
miro salir cerrando la puerta detrás de ella. Hago una seña
a Amanda para que continúe con su relato.
-Me dijo que ya te había olvidado – me mira a los ojos –
Estaba enamorada de Miller, pero que le rompió el corazón.
Me alegro mucho que al fin me haya superado, estaba
seguro de que no le iba a ser tan difícil, solo era un simple
capricho, pero eso no nos da una pista de donde carajos
esta.
-Eso no nos da una pista de su desaparición – paso una
mano por mi cabello.
-Hay más – habla agachando la mirada – Cuando me
enteré de que mi hija se acostaba con el esposo de
Samantha lo investigué – su voz se apaga – averigüé todo
sobre él y me enteré de que ellos tendrán un hijo... Así que
se lo dije.
Abro mucho los ojos. Esto es malo, esto es muy muy malo.
-Ella pensaba que ese hijo era mío – digo pensativo. – si
ella me había superado eso no le importaría, pero si esta
enamorada de Miller... - paso mis manos por la cabeza –
Esto la destrozará.
-No lo pensé... - balbucea una Amanda muy preocupada
para variar.
-¡Tu nunca piensas nada! – le grito – ¡No piensas en nadie
mas que no seas tu misma
! – dejo salir toda mi ira sobre ella – ¡No te preocupas por lo
que puedes hacerle a tus hijas! Ni siquiera te mereces el
título de madre – la miro con asco.
-¿Quizás se fue con Miller? – habla con miedo.
La miro de mala manera, definitivamente no pudo hacer
una pregunta más estúpida en toda su maldita vida.
-Miller está en Barcelona – escupo como si fuera un
desperdicio de palabras.
-Si, pero según me enteré, es un hombre con mucho dinero.
Pudo haberla venido a buscar.
No es tan mal argumento, Miller tiene mucho dinero, es
verdad, pero también es verdad que la desprecia desde que
se enteró de que lo engaño y lo uso todo este tiempo. Sin
embargo, no estaría mal llamarlo para corroborar, si no
quiere devolverla me a lo mismo, solo necesito saber que
esta bien para irme a casa.
Salgo del despacho sin decir nada y me dirijo a donde sea
que este en privado. Consigo un salón vacío y me meto
para macar el numero de Miller por Whatsapp.
-Miller – contesta del otro lado de la línea.
-Jhonatan, necesito que me digas algo ¿Estas con Sofia? –
hablo directo al grano.
-¿¡Que!? ¿Estás demente? – se ríe a carcajadas – No la he
visto desde la fiesta de navidad.
Resoplo un tanto decepcionado, esperaba que estuvieran
juntos para terminar esta pesadilla.
-Está bien, gracias – corto la llamada.
No se me ocurre otro lado donde pudiera estar. Intento
marcarle a su número probando suerte y quien quita me
conteste, pero fracaso, solo se escucha la contestadora.
¿Dónde rayos estará esta mocosa?
Capitulo 34
*Leonard*
Han pasado tres días y Sofia no aparece, no hay rastro de
ella, no ha usado su tarjeta en ningún lado y la policía
encontró su celular en un bote de basura cerca de la torre
Eiffel. Sabemos que no fue secuestrada porque ya se
hubieran contactado con nosotros, pero nada, ni señales ni
nada y yo ya me estoy cansando. Si no aparece hoy me iré
de todas formas, no puedo dejar a Sam mucho tiempo sola.
Hablo con Samantha todas las noches, me cuenta como le
ha ido en el día y todas esas cosas, no me pide que vuelva,
solo que espera que lo resuelva rápido. Tengo miedo de
que se le pueda adelantar el parto y yo este por aquí, así
que esta noche me iré, aparezca Sofia o no.
Una llamada me saca de mis pensamientos, miro la
pantalla y me sorprende encontrarme que se trata de Miller.
-Fisher – contesto la llamada.
-Sofia acaba de llamarme – habla preocupado.
Estoy feliz de escuchar eso, al menos se sabe que esta
viva.
-¿Qué te dijo?
-Bueno, estaba llorando y me reclamo lo del bebé, pensé que
ella lo sabía – hace una pausa – Dice que me hará pagar por
lo que le hice – se nota asustado – Fisher, tienes que volver
con Samantha.
No me sorprende que me pida eso, siempre me ha parecido
un inútil a la hora de cuidar de Sam.
-Me iré hoy mismo ¿Te dijo otra cosa? – pregunto rápido.
-Si, si... Que se había convertido en la perra que todos
pensaban que era – dice con pesar.
Esa niña esta mal de la cabeza, solo espero que no intente
una locura.
-Gracias Miller. Llámame si vuelves a saber de ella – corto
la llamada.
Busco a Amanda en su habitación, ya que decidió
hospedarse en el mismo hotel que yo. Toco la puerta y al
cabo de un rato sale con una toalla cubriendo su cuerpo.
-¿Se te ofrece algo? – pregunta con picardía.
Ruedo los ojos, esta mujer nunca puede ser seria, no se
toma nada enserio, su hija esta desaparecida y a ella no le
importa, no le incomoda en lo más mínimo.
-Sofia se contacto con Miller, por lo visto esta bien, pero yo
me voy ya mismo para Barcelona – le informo.
Me mira sorprendida, por lo visto no era lo que esperaba
saber.
-Está bien – se encoje de hombros.
-Necesito que te quedes con tus hijas hasta que se sepa
algo concreto de Sofia – le ordeno firme, como el tono que
usaba con ella cuando era su amo.
Puedo ver que se le erizo la piel y baja la mirada, como toda
una sumisa, así me gusta.
-Muy bien – asiente sin titubeos.
Me alejo de ella para irme a mi habitación con una sonrisa
victoriosa, si hay algo que aun me parezca agradable de
Amanda, es que todavía es totalmente sumisa a mi
presencia, del resto me parece un ser repugnante.
*******
Bajo del avión, ¡Al fin en casa! Me siento muy aliviado de
estar de nuevo en Barcelona, ya podré cuidar con mis
propias manos a mi Sam.
Recibo una llamada al prender el móvil, seguido de eso un
montón de notificaciones y mensajes de textos, me pongo
nervioso y tomo la llamada.
-Aquí Fisher – hablo rápido.
-¡Dios mío, Leonard! Al fin contestas esa mierda – me grita
Rose al otro lado de la línea.
-Calma ¿Qué pasa? – pregunto nervioso.
-¡¡Sam está en labor!! – grita molesta. – Estamos en el
hospital.
¡Mierda, mierda, mierda!
Corro como si me estuvieran persiguiendo, subo a la
limosina y luego corto la llamada al percatarme que todavía
esta en curso.
-¡Pisa el acelerador! – le grito al chofer.
El trafico es un infierno, así que al faltar solo unas pocas
calles me salgo de la limo y corro desesperado por las
calles hasta llegar al hospital. Estoy sudado pero la
adrenalina no me deja detenerme. El ascensor hacia el piso
de maternidad me parece muy lento, estoy muy
desesperado.
Diviso a las chicas con unas sonrisas amplias, parecen
felices, al verme corren hacia mi y me abrazan
emocionadas.
-Ya nació – canturrea Rose. – Se llama Matías.
Me cae como valde de agua fría, no estuve allí para ella
cuando rompió fuente o para tomarle la mano a la hora del
parto, me siento terrible y con unas ganas inmensas de
llorar. Soy un maldito idiota.
-Pero no te quedes allí – me riñe – ¡Anda a verle! – sonríe –
Habitación 206
Al menos ellas no están molestas conmigo, lo malo es que
yo sí, estoy furioso conmigo y me imagino que Samantha
aún más.
A paso lento y triste me dirijo a la habitación, abro la puerta
con cuidado encontrándome con una figura masculina de
espaldas, carraspeo para que note mi presencia y al
voltearse puedo ver que se trata de Miller. Claro, de seguro
el si estuvo presente en todo, eso hace que me sienta peor.
-Shhh, están durmiendo – se lleva un dedo a los labios en
señal de silencio.
Tiene en sus brazos a una bolita color rosa vestido con un
trajecito verde agua, algo simplemente perfecto, mis ojos
brillan al verlo y mis ganas de llorar aumentan al punto de
asomarse un par de lágrimas.
Mi hermosa reina esta profundamente dormida, debe estar
muy casada por el parto, se ve preciosa, con una luz
diferente, parece estar muy feliz. No como yo, que me
siento un miserable.
-¿Quieres cargarlo? – pregunta Miller con una genuina
sonrisa.
No me lo creo, es algo tan frágil que me da miedo romperlo,
su cuerpecito es tan pequeño y calientito, desprende un
olor a bebé inigualable y sé que está muy pequeño para
decirlo, pero es idéntico a su madre. Quiero hablarle como
todas esas veces que le hable estando en el vientre de su
madre, pero tengo miedo de despertarlo.
El sonido de la puerta abrirse de golpe nos sorprende a
todos, incluyendo a Sam, que el sonido la despertó de
golpe, al igual que el bebé que de inmediato comenzó a
llorar. Mi primer intento fue moverme rápido a llevárselo a
su madre que me miraba impresionada, para luego posar
su mirada en algo detrás de mí.
Volteo y miro a Miller con las manos alzada a la altura de
su cabeza y una cara de verdadero espanto, en la puerta de
la habitación se encuentra Sofia vestida como las
enfermeras, solo que esta lleva un arma en las manos y
lagrimas en los ojos. Le apunta directamente a Samantha,
pero Miller se le interpone.
-¿Qué crees que haces? – le pregunto tratando de
acercarme, interponiéndome también entre ella y Sam.
-¡Se acabo! – grita – Ella me arrebató todo lo que soy –
lloriquea y su mano tiembla.
Esto se va a poner feo, pero protegeré a Samantha con mi
vida si es necesario.
********
Capitulo 35
*Leonard*
Estoy sudando frio, mi cuerpo no responde y mi mente esta
repasando posibles escenarios, uno más trágico que el
otro. La chica frente a mí, con un arma en su mano
temblorosa y con lagrimas en los ojos, desprende esa aura
de desesperación y maldad que me es difícil mantener la
calma ante esta situación, donde la vida de Samantha y la
de su recién nacido depende de lo que podamos resistir
Miller y yo.
-Tranquila – levanto mis manos hacia ella. – Por favor baja
el arma. – le hablo tranquilo para que no sienta que la están
atacando.
Esto podría salir muy mal si no lo controlamos.
-Si, Sofie... - habla Miller – Entrégamela, por favor – pide
extendiendo las manos.
La vemos titubear un poco y respirar pesado, al mismo
tiempo traga en seco y Miller aprovecha de acercarse unos
pasos, pero es interrumpido por un sonoro disparo hacia el
techo que alborota el llanto del bebé.
-No se muevan... o todos se mueren – apunta directamente
a Miller.
Por muy mal que suene, eso es algo bueno, al menos dejó
de apuntarle al bebé.
La mirada de Sofia es vacía, como si no fuera ella quien
estuviera presente. ¡No me importa quien sea!, debo buscar
la manera de sacar mi arma y volarle la cabeza, o al menos
herirla lo suficiente para que deje la suya. ¡No entiendo
donde carajos esta la guardia de este hospital!
-Amor, escúchame – Jhon comienza a hablar suave, como
si la intentara seducir para distraerla.
-¡No! – otro disparo al techo.
-Jhonatan, no hagas una estupidez – le riño.
Llevo mi mano a mi espalda, tratando de no hacer
movimientos bruscos para que no se de cuenta, mientras
que me acerco poco a poco al arma que llevo en mi
espalda.
Saco el arma de manera brusca, llamando su atención y
haciendo que me mire horrorizada. Su pistola tiembla un
poco, escapándose otro disparo, que por suerte solo llega a
la pared.
-Deja el arma, Sofia. – amenazo mientras la apunto
directamente.
-Deja la tuya – sonríe maliciosamente y apunta hacia lo
más cerca que tiene, Miller.
¡Mierda! Debo encontrar el valor para disparar, necesito
pensar en otra cosa. Nunca le he disparado a una mujer y
mucho menos tan conocida, pero debo pensar en el peligro
que ella representa para mi mujer y su hijo. ¡Tengo que
hacerlo!
Respiro profundo, acumulando toda mi ira para usarla a mi
favor, le quito el seguro a mi arma y le apunto mirándola
fijamente.
-¡No, espera! – Miller grita.
De la nada le cae encima a Sofia, cayendo ambos al piso,
forcejeando con ella y su arma. Jadean y ella grita furiosa,
mientras que yo solo trato de mantenerlos alejados de
Sam.
-¡Dispárale a Sofia! – grita Samantha.
Ha estado aterrada, acurrucando a su bebé para apaciguar
el llanto y protegerlo.
Le apunto a Sofia, pero se mueven tanto que temo herir a
Miller en el proceso. En eso llega el personal de seguridad
del hospital, que también apuntan a los dos seres en el
piso.
-Suéltala, Sofia – grita Miller. - ¡No disparen!
El sonido seco de un disparo nos sobresalta a todos y el
forcejeo termina. Sofia suelta el arma como si quemara,
arrojándola hacia otro lado, mientras que mira el cuerpo de
Miller con terror y sus ojos se inundad en lagrimas de
nuevo.
El personal del hospital se le lanza encima para apresarla, y
yo corro en dirección a Jhon. Está herido, aún está vivo,
pero el disparo fue en el estómago.
-¡Llamen a un médico! – le grito a los guardias.
-¡Jhon! – Samantha busca incorporarse.
La mano fría de Miller toma la mía rápido y niega con la con
la cabeza, me mira suplicante y luego hace una mueca de
dolor.
-Estarás bien – le digo firme.
-¿Esta herido? – la voz desesperada de Samantha me pone
de los nervios.
-Si, pero ya no tardan en venir los médicos – trato de
calmarla.
Miller aprieta mi mano, toma aire cerrando los ojos y vuele
a negar con la cabeza.
-Ya no importa, Fisher... - susurra con dificultad.
-Claro que sí, estarás bien – frunzo el ceño.
Vuelve a negar... que hombre tan terco.
-Quiero decirte... que te odio enserio – sonríe de lado y un
hilo de sangre sale de su boca – Pero me alegra que estés
en la vida de Samantha... - toce un poco – Tú vas a
protegerlos... - respira con dificultad – Mi hijo necesitara un
padre... - toma el cuello de mi camisa para que me acerque
– Me alegro de que vayas a ser tu... - sonríe dejando salir un
par de lágrimas – lo harás mejor que yo.
Toce mucho más, se está ahogando con su propia sangre.
Intento ayudarlo hasta que los médicos me lo quitan de las
manos y comienzan a revisarlo rápidamente. Yo solo me
alejo para darles espacio, pero siguiendo de cerca cada
movimiento.
-Lo lamento – la doctora me mira con compasión.
Busco la mirada de Samantha y la encuentro con los ojos
empapados en lágrimas, con una mano tapando su boca
para ahogar los sollozos y con la otra abrazando a su hijo.
La rodeo con mis brazos para proporcionarle consuelo, a lo
que ella responde aferrándose a estos con fuerza y
sollozando.
Entiendo que su relación no era buena, pero debe dolerle
mucho perderlo y la comprendo. Por alguna razón, su
muerte me esta afectando, cada palabra que dijo las tendré
grabadas en mi mente toda la vida.
Se llevan el cuerpo de Miller en una camilla, tapado
completamente en una manta. Se me hace un nudo en la
garganta ver semejante escena, pero debo permanecer
sereno.
Con Sam aun en mis brazos, le envío un texto a sus amigas
para que vengan a cuidar de ella, mientras que yo me ocupo
del asunto de Sofia. La hundiré en la cárcel.
-Iré a hacer los tramites de la denuncia hacia Sofia y
ocuparme del cadáver de Jhon – explico en voz baja - ¿Te
molesta que llame a tus amigas? – acaricio su cabello.
Se separa lentamente, respira profundo y niega con la
cabeza.
-Está bien – habla calmada – Que esa maldita se pudra en
la cárcel.
Siento con la cabeza y me dedico a limpiar sus lágrimas,
cuando termino la beso en los labios y deposito un beso en
la frente de Matías. Ellos son mi razón de vivir, no permitiré
que le hagan daño, jamás.
Capitulo 36
*Samantha*
Voy de camino al funeral de Jhon, con un sentimiento
extraño circulando por mi cuerpo. O sea, ya no estoy
llorando, siento que ya lloré todo lo que debía llorar por él,
pero aun así me siento extraña, con la sensación de que
este día será mas odioso de lo que esperaba.
Ya pasaron tres días desde su muerte, pero aún no se había
hecho el funeral por esperar a que toda su familia se
reuniera, lo que significa que hay alrededor de cien o
doscientas personas en una capilla en este momento.
Bajo del auto, y camino al lado de Leonard, que no se me
despega en ningún momento desde que Sali del hospital.
Es como un chicle humano, que ya está empezando a ser
molesto. Ya suficiente tengo con un par de niñeras gratis
que no pueden escuchar a mi hijo llorar, porque corren
como locas a verlo.
Es muy incómodo ver que todas las miradas se posan en
mi en cuanto entro en la capilla. No soy para nada religiosa,
pero juro que cuando entré a la iglesia me dio escalofríos,
lo que me hiso reírme sola, haciendo que todos me miren
como si estuviera demente.
Margaret llora desconsoladamente, como toda una actriz.
Rachel abraza la urna que contiene las cenizas de Jhon y
gimotea como si ya llevara mucho rato llorando, ella si me
hace pensar que su llanto es sincero, cualquiera pensaría
que se trata de su hermana o de su viuda. Esta usando ropa
sencilla y lleva el cabello alborotado, como si no le
importara nada mas en este momento, esta sumergida en
su dolor.
Mi acompañante y yo, por el contrario, estamos
perfectamente vestidos para la ocasión. Llevo un vestido a
la rodilla, color negro con escote modesto y accesorios en
plateado; y Leonard un traje Armani de corte perfecto,
completamente a la medida, a juego con el color de mi
vestido. A decir verdad, se ve tan guapo que casi no
salimos de la casa. Lo salvó el hecho de que no puedo
tener sexo todavía.
-Tu debes ser Samantha – una mujer mayor se me acerca,
sobresaltándome de la impresión.
-¿Disculpe?
-Mi nieto me hablaba mucho sobre ti. – se le sale una
lagrima – El te amaba demasiado.
Busco la mirada de Leonard, que esta igual de confundido
que yo. Imagino que será la abuela de Jhon, pero es muy
raro, hasta donde se él no me amaba, me lo dijo el mismo.
Además, ni siquiera sabía que su abuela aún vivía.
-Mis condolencias – se acerca otra mujer, esta vez un poco
mas joven, pero con un ligero parecido a la anterior.
Ok, Esto ya comienza a ser incómodo.
Estoy tan confundida que, si llego a abrir la boca, será para
preguntar ¿Quién rayos son?
-Sammy, lo lamento – me abraza Margaret de la nada –
Son mi suegra y su hija, la abuela y la tía de Jonny. – señala
a las mujeres.
Esa no era la parte confusa de toda esta situación, pero es
algo.
-Un placer – digo con evidente incomodidad.
Leonard se mantiene callado y a mi lado en todo momento,
la gente pensará que es mi guardaespaldas.
Otra mujer se acerca a nosotras, mirándome
completamente y dibujando una sonrisa triste. Tiene un
enorme sombrero en la cabeza, que mas bien parece un
nido de pájaros, y va vestida con un vestido blanco muy
largo y brillante.
-Así que eres la viuda – señala – No pareces muy dolida –
me mira con el ceño fruncido.
¿La qué? Yo no soy viuda, soy divorciada. Y si no estoy
llorando no es su problema, vieja chismosa.
-Perdónala – habla Margaret – Es la esposa actual del
padre de Jonny.
Muy vulgar y presuntuosa para mi gusto. Un poco parecida
a Margaret, por alguna razón muy sospechosa.
¿Entonces el padre de Jhon está vivo? El muy maldito no
me habló jamás de su familia, tenia que morirse para que la
conociera.
Eso le da un sentido literal a la frase "Sobre mi cadáver..."
Abro la boca, dispuesta a acabar con los males entendidos,
pero una voz retumba en la iglesia y nos hace callar a
todos, obligándonos a tomar asientos para empezar la
ceremonia. Ya tendré tiempo de aclarar todo.
-¿Estas bien? – susurra Leo en mi oído cuando nos
sentamos.
Suspiro – Mas o menos – susurro - ¿Me creerías si te digo
que ya me quiero ir?
Ahoga una risa y sigue mirando al frente, donde el padre
comienza a hablar, dando un discurso sobre la vida y la
muerte, y todas esas mamadas que no le estoy prestando
atención.
-Me sorprendería si quisieras quedarte – murmura.
-Cuando termine el acto, nos vamos a casa. Odio dejar a
Matías con las chicas.
Asiente sin mirarme, sabe exactamente lo que siento. Mi
hijo no solo lleva su apellido, sino que también lo trata
como si llevara su sangre, eso me encanta.
-Ahora unas palabras de la viuda, Samantha... - las palabras
del sacerdote me dejan helada.
¿Es que nadie sabe que nos divorciamos? Miro a Leonard
que solo me responde levantando los hombros.
Respiro profundo y me acerco al podio, ¡esto es humillante!
¿Qué se supone que debo decir? Todo lo que quería decirle
ya se lo dije, sola, en privado, como debe ser. Odio los
funerales, para mi son un circo lleno de hipocresía.
-Ehh... Bueno – miro a todos lados, ordeno mis ideas y trato
de no decir babosadas. – En primer lugar, aclaro que no soy
viuda de Miller, nos divorciamos hace muchos meses... - se
escuchan murmuros en la sala – En segundo lugar, aunque
no lo parezca, me dolió la muerte de Jhon. Muestro
matrimonio fue complicado, pero nunca dejamos de ser
amigos.... En fin, donde quiera que se encuentre en este
momento, estoy segura de que esta descansando en paz.
Sin mas que decir o aportar a mi improvisado discurso, me
bajo del podio, hachando una ultima mirada a Rachel y
saliendo muy rápido de la capilla. Sinceramente vine solo
para no sentirme una maldita, pero entiendo que no fue una
buena idea porque todos me miran con reproche; aunque
eso no me afecta, no estoy para esto y no tengo que
soportarlo. Mejor me voy a casa con mi bebé, no debí
dejarlo solo por venir a este circo.
Capitulo 37
*Samantha*
A paso apresurado camino hacia mi auto con Leonard
siguiéndome el paso, cuando una voz me detiene en seco.
-¿¡Que crees que estas haciendo!? – me grita una mujer que
conozco muy bien.
Volteo poco a poco, respirando profundo para abstenerme
de gritarle o golpearla.
-¿A qué te refieres, Margaret? – hablo calmada.
-Sabes muy bien a lo que me refiero – gruñe acercándose a
mi – Ellos no tenían que enterarse que el matrimonio de mi
hijo fue un fracaso – reprocha – Ni siquiera en su muerte
puedes respetarlo ¿Cómo te atreves a venir este sujeto a su
funeral? – señala a Leonard con mala cara.
Ok, ahora si me enojé.
-Escúchame bien, anciana – me acerco a su cara – Si vine
hasta aquí fue por respeto a la memoria de Jhon, pero no
voy a permitir que me hables así. – escupo molesta.
Dibuja media sonrisa, sin tomarse en serio lo que acabo de
decir. ¡Maldita loca! No sabe de lo que soy capaz.
-Sam, mejor nos vamos – Leonard intente interferir.
-Si, es mejor que se larguen – masculla la mujer frente a mí.
Estoy a punto de soltar toda mi furia sobre esta señora,
pero una voz tras nosotras me interrumpe y me hace
voltear enseguida.
-¿Quién te crees para echarla de aquí? – grita una muy
enojada Rachel.
-Soy la madre de Jonny – se defiende.
Me rio a carcajadas sin poder contenerme, captando la
atención de ambas.
-No seas hipócrita, Margaret – digo entre risas.
Ambas me miran, a la mayor casi se le salen los ojos por mi
comentario, mientras que Rachel parece estar de acuerdo
conmigo, camina hasta llegar a mi lado y me dedica una
sonrisa triste.
-Samantha, según entiendo, estabas embarazada de Jhon
– las palabras de Rachel me sorprenden - ¿Podré conocer a
mi sobrino? – pregunta esperanzada.
Margaret me mira como cayendo en cuenta de que se le
había olvidado ese detalle. Si piensa que la dejaré estar
cerca de mi hijo, está muy equivocada; quizás solo lo
conozca Rachel.
-Por supuesto, pero hay un par de cosas que debo decirte
sobre eso... – aclaro mirándola a los ojos.
Quiero contarle sobre la ultima voluntad de Jhon y la
situación actual de nuestro hijo, pero no será en este
momento, me encuentro muy molesta como para hablar de
eso.
-Hablando del mocoso... digo... del pequeño bebé –
interrumpe la conversación – Sabrás que es el heredero
principal de la fortuna Miller, pero te aclaro que no veras ni
un centavo de eso, hasta que el niño cumpla la mayoría de
edad.
La miro furiosa al igual que Rachel, juro que tengo ganas de
pegarle un tiro en la frente a esta maldita mujer. Busco de
reojo la mirada de Leonard y esta que hecha fuego por los
ojos, aprieta los puños con fuerza intentando controlar la
ira.
Tomo a Margaret por el brazo, enterrándole las uñas en él,
como lo hice un día con Amanda, se que le causa mucho
dolor porque se queja de inmediato.
-¡Mi hijo no necesita su maldito dinero!... ni un solo centavo
de él y ¿Sabe por qué? – la acerco más a mi - Porque mi
hijo ni siquiera lleva tu apellido de mierda. Además, tiene
una fortuna suficiente para vivir tres vidas sin tener que
trabajar ni una sola vez – le restriego en la cara.
Empalidece de golpe, sus ojos expresan miedo. Hace
mucho que no provocaba esa sensación en alguien más, y
debo decir que se siente de maravilla.
-Dime ¿Qué se siente? Que mi hijo tenga tres veces más
dinero, que esa mirable herencia que piensas robarle –
hablo con ironía.
-Eso es imposible – masculla – Es mi nieto... es un Miller –
habla dolida. – Te llevaré ante la corte y demostraré que es
mi nieto. Él merece llevar el apellido de su padre y recibir lo
que le corresponde.
Oh, ¡por supuesto!, ya estoy entendiendo. Imagino que si mi
hijo que el heredero principal, significa que existen más;
entonces, sin Matías, la fortuna pasa al segundo en la lista,
que deduzco que no tiene nada que ver con ella... por eso
tanto drama.
-¡Rachel, apóyame! Ese niño merece llevar nuestro apellido
– le grita a la chica.
-Su nombre es Matías Fisher Cooper – escupo muy cerca
de su cara – Y mas te vale que te alejes de él, porque si te
acercas a nosotros, te sacare con un tiro en la frente ¿Me
oyes?
-Pero... Soy su abuela – tartamudea.
-¡Me vale mierda! – le grito – Por mi puedes ser la reina de
Inglaterra, pero si te acercas, te mato. Tu no tienes idea de
lo que soy capaz. – la suelto de golpe y camino de nuevo
hacia Leonard que me mira con rostro neutral.
Ya dentro del auto, Leonard enciende el motor, no sin antes
recibir la visita de Rachel mirándome como un perrito
regañado a través del cristal, bajo la ventanilla para
averiguar lo que quiere.
-No me importa el apellido que lleve, quiero conocerlo – me
suplica con ojos cristalizados – Es un pedacito de él.
Suspiro resignada y la miro directamente a los ojos. Su
expresión me trasmite sinceridad y la verdad es que ella no
me cae del todo mal, así que ¿Por qué no?
-Esta bien, puedes visitarlo cuando todo esto termine –
señalo la capilla.
Ella siente frenéticamente e intenta abrazarme metiéndose
por la ventana del auto, pero la detengo con expresión
seria.
-Aquí tienes mi tarjeta – le extiendo el pequeño papel y
cierro la ventanilla.
********
El auto avanza por la ciudad, mientras yo me dedico a mirar
por la ventana pensativa. Disfruto del silencio que nos
envuelve, que no es incómodo, simplemente es relajante,
ayuda a aclarar ideas.
-¿Crees que sea buena idea que esa chica se acerque a
Matías? -Leonard rompe el silencio.
Me encojo de hombros.
-No lo sé, pero estoy segura de que no le hará daño –
respondo sin mirarlo – Matías esta bien protegido, y si ella
intenta algo, créeme que le costará caro.
No lo veo, pero sé que sonríe, tanto así que se me eriza la
piel de solo pensarlo.
Mientras tanto en el camino, noto que no estamos yendo a
casa, mas bien nos alejamos más, así que volteo a mirarlo
con el ceño fruncido.
-¿A dónde me llevas? Pensé que iríamos a casa – murmuro.
Sonríe y me mira de reojo.
-Pensé en lo que dijiste... - se encoje de hombros – Matías
esta con una ex detective, así que está bien protegido – me
mira con esa sonrisa bellísima – Por eso te llevaré de
paseo.
Lo miro con los ojos entrecerrados.
-Sabes que no podemos tener sexo – me rio.
Se carcajea de golpe, haciendo que mi risa se pare. ¿De qué
carajos se ríe?
-Yo hablo de una cita, cariño – pone una mano en mi muslo
– Una cena inofensiva, ya sabes, como una pareja.
Alzo una ceja ¿Es en serio? Esto será interesante. Sonrío
con malicia y asiento con la cabeza.
Capitulo 38
*Leonard*
Elijo un restaurante francés ubicado en la planta número
diez de un edificio, excelente elección para empezar la
noche, es una mezcla entre elegante y casual, algo simple
para que no piense que es cursi todo esto, pero con un
toque de sofisticación para que sea digno de su belleza.
Nos espera una mesa en la terraza que nos da una
maravillosa vista de la ciudad y de la puesta de sol.
-Es hermoso este lugar – sus ojos brillan, mientras admira
la vista.
Dibujo una sonrisa triunfal ante ese comentario. Me alegra
que le guste, así se demuestra que las reseñas en internet
si cuentan.
Miramos el menú por unos segundos, la veo fruncir el ceño
y hacer gestos como si no se decidiera lo que quiere
ordenar, lo que se me hace raro porque ella siempre se va
por las ensaladas.
-¡Oh por dios! – exclama en voz baja.
-¿Sucede algo? – pregunto preocupado.
Sonríe abiertamente para luego morderse el labio inferior y
mirarme a los ojos.
-Es que hay un plato que se llama Ratatouille, y solo se me
viene a la mente una película sobre una rata que vi el otro
día – dice entre risas.
Hace mucho que no la escuchaba reír de esa forma, libre,
como una niña risueña. Es por eso que estos momentos
son preciosos para mí, porque hacen que la ame cada vez
más.
-¿Y no quieres probarlo? – le pregunto burlón
No he visto esa película, pero sé que un plato que te
recuerde a una rata no debe ser muy apetitoso, aunque...
¿Por qué no probarlo?
Me mira horrorizada, pero burlona, para luego reírse y
asentir mientras tapa su boca.
Llamo al mesero con una seña, para cuando llega ya Sam
esta calmada y centrada de nuevo; volvió a ser ella.
-Queremos dos Ratatouille – digo mirándola a ella, quien
ahoga su risa. – Y como la dama no puede tomar alcohol,
tráiganos un jugo espumoso.
El hombre asiente y se marcha de inmediato.
*****
Después de la deliciosa cena, cabe destacar que no tenia
nada que ver con ratas, de hecho, solo eran vegetales con
salsa, lo que fue un gran alivio para mí.
Conversamos por unos minutos, solo cosas triviales como
películas, música y esa clase de cosas. Miro hacia la pista
de baile y veo a un grupo de parejas bailando una canción
lenta, todos rodeados por esa atmosfera de romance, y por
alguna razón quiero experimentar eso con ella, ser
espontáneos y románticos por una vez.
-¿Te apetece bailar? – pregunto casi en un susurro.
Podré entender que me diga que no, ya que este día ha sido
estresante y recién salió del hospital después de haber
dado a luz a un hermoso bebé de cuatro kilos.
-Si, me parece bien – responde sonriente.
Esa no me la esperaba.
Me tomó por sorpresa su respuesta, a tal punto que creo
que me quede helado por unos minutos, hasta que me
despiertan los chasquidos de los dedos de mi amada en mi
cara.
-¿Vamos o no? – pregunta alzando una ceja.
Sonrío y asiento, aun no encuentro palabras, eso fue
inesperado, la verdad esperaba que se negara y me dijera
que le dolían los pies, la cabeza o las caderas.
La tomo de la mano y la conduzco a la pista de baile, es una
canción lenta, así que la pego a mi pecho y coloco mi mano
en su cintura. Nuestros movimientos son lentos al ritmo de
la balada, nuestras respiraciones parecen una sola, al igual
que el latido de nuestros corazones. Es la misma sensación
de cuando hacemos el amor, solo que estamos haciendo
algo más simple; sin embargo, existe ese sentimiento de
que nos fundimos en uno solo.
Quisiera que esta canción fuera eterna.
No se cuanto tiempo paso, ni cuantas canciones bailamos,
solo se que estamos en nuestra propia burbuja, ignorando
al resto del mundo.
-Creo que debemos irnos – susurra en mi oído.
Niego lentamente, no quiero romper esta burbuja y volver a
la realidad tan pronto.
-Una canción más – suplico.
La siento sonreír, pero no la puedo ver ya que su cara esta
hundida en mi cuello.
-No quiero dejar a Matías tanto tiempo solo. – aclara.
Cierto, Matías esta con esas lunáticas.
Paro de bailar y la tomo de la mano para ir a nuestra mesa y
pagar la cuenta, pero antes de llegar, somos interrumpidos
por un hombre que me da muy mala pinta. Es alto, mas o
menos de mi estatura, quizás un poco más pequeño, es
árabe estoy seguro, el resto de los detalles me los salto,
solo se que mira a mi mujer como un plato de comida y eso
me esta enojando.
-Mi querida Sam – saluda muy amistoso para mi gusto,
además de que se atreve a besarla en la mejilla.
Por instinto, llevo mi mano a su cintura y la atraigo más
hacia mí, marcando territorio ante aquel sujeto.
-Carlos – ella le devuelve el saludo, y el beso.
Aprieto mi agarre para darle a entender que no me gustó lo
que hiso, pero al parecer me ignoran. Se sonríen
ampliamente y mi sangre comienza a hervir, carraspeo
llamando la atención, lo que funcionó porque el sujeto me
mira con mala cara.
-Ah! Vienes acompañada – alza una ceja – Un placer,
Señor... - hace una pausa interrogante.
-Fisher – respondo de mala gana.
Hacemos un duelo de miradas, este hombre no me cae
bien y si no se aleja o deja de mirarla así, va a conocer el
infierno.
-Hace mucho que no vas a mi bar, ¿Debo pensar que me
estas traicionando? – rompe el contacto visual conmigo y
le habla a ella con una sonrisa.
Maldito Imbécil.
Sam sonríe, ¿Por qué le sonríe? ¿De donde se conocen?
-Bueno... nosotros ya nos íbamos – anuncio – Nuestro hijo
nos espera. – la miro a ella.
Rueda los ojos, me mira con mala cara, al igual que el
tarado que esta frente a nosotros. No he dicho nada malo,
aunque debo admitir que es casi una escena de celos.
-Por ahora no puedo tomar alcohol, pero pasaré por allá
pronto – murmura hacia el Imbécil.
-Te esperaré con ansias – toma su mano y la besa.
O sea, ¿en mi nariz coquetean? ¡Esto es el colmo!
La ira me invade, pero antes de armar una escena, la jalo de
la mano y la llevo hasta donde esta nuestra mesa. Necesito
largarme de aquí pronto o lo golpearé hasta que quede
inconsciente, o muera, lo que pase primero.
Samantha me sigue el paso en silencio, fría y
desinteresada. Ella sabe que estoy molesto, pero no le
importa, está como si nada hubiera pasado, eso me
molesta aún más.
El camino se hace eterno, pero al llegar a casa espero a que
baje del auto y arranco de nuevo. Estoy demasiado enojado
para estar con ella, terminaré gritándole y eso me va a
costar mas caro, mejor me voy a un maldito bar hasta
quedar tan ebrio que solo llegue a dormir.
Capitulo 39
*Samantha*
El llanto de Matías me despierta de golpe, no sé cómo, pero
me quede dormida en la mecedora de su cuarto. Miro la
hora y son casi las tres de la mañana, creo que ya es su
hora de comer.
Muero de frio y tengo el cuello entumecido por la mala
posición en la que me quede dormida; con toda la pereza
del mundo compruebo el pañal del bebé, lo cambio y me
dedico a darle de comer de mi pecho, algo que es
sumamente incómodo para mí, pero que la pediatra dice
que debo hacer.
Miro su hermosa carita mientras lo amamanto y se queda
dormido de nuevo, es un ángel, sus labios son rosados y su
piel tan delicada, no sacó el color de mi cabello, pero amo
como se le ve el castaño. Lo imagino cuando crezca, algo
así como un atleta rompe corazones, el más popular de su
escuela.
Sonrío ante ese pensamiento tonto.
Después de dejarlo en su cuna completamente dormido,
me dirijo a mi habitación, quiero terminar de dormir a ver si
se me quita el dolor en el cuello.
Quedo paralizada al ver mi cama vacía, se supone que
debería estar Leonard dormido allí, pero esta tendida
completamente, sin rastro de que una persona se haya
recostado siquiera.
¿Dónde diablos estará metido?
Busco mi celular para marcar su número, pensando en lo
que le voy a decir, o sea, no le armare una escena de celos,
pero al menos quiero que me explique donde esta, se
supone que desde que nació el bebé hemos intentado que
esto funcione, aunque nuestra relación tenga una larga lista
de intentos fallidos.
-¿Si? – contesta adormilado al otro lado de la línea.
-¿Dónde estás? – pregunto sin rodeos.
-En mi casa... Estaba dormido ¿Qué quieres?
Si suena a que estaba dormido, pero para colmo está
molesto ¿Qué rayos le pasa?
-Quería saber porque no llegaste a dormir, pero es obvio.
Imagino que como no te puedo dar sexo, saliste a buscar a
alguien que si pueda.... Bueno, te dejo, solo era eso.
-¿Y ahora de que hablas, Samantha? – alza la voz.
-De nada, no importa – corto la llamada.
Reevaluando la conversación, creo que si era una escena
¿O no? ¡Como sea! No debe importarme. Solo me duele un
poco que, después de la velada que tuvimos, se haya ido
sin darme explicaciones. No recuerdo haber hecho nada
malo ¿O sí?... ¡Oh! Por supuesto que no, todo lo que hago es
perfecto.
Sonrío pensando que mi ego es maravilloso, está por las
nubes y no piensa bajar.
********
Despierto gracias al llanto de mi bebé que escucho a través
del monitor que tengo en mi mesita de noche. Con toda la
pereza del mundo me remuevo en la cama, tratando con
una fuerza sobre humana de levantarme, pero juro que
estoy agotada; en eso el llanto de Matías cesa, lo que hace
que me levante de golpe.
-Ya, ya.... Shhh... ya estoy aquí bebé... papi está aquí –
ahora es la voz de Leonard la que sale del monitor.
Me relajo de inmediato y miro la hora, son las seis de la
mañana, un poco temprano para que haya vuelto, aunque
realmente no me molesta. Vuelvo a taparme con la cobija,
tratando de cerrar los ojos de nuevo ya que, si Leonard se
va a encargar, imagino que le dará una de las botellas de
leche que dejé en la nevera.
Es un excelente padre, aprendió rápido a cambiar pañales,
darle de comer sin ahogarlo y a cargarlo sin pensar en que
se va a desarmar como muñeco de lego. Es delicado, le
habla como si lo entendiera, cosa que yo hago a veces
cuando nadie me oye; cuando miran la televisión juntos,
Leonard coloca canales para niños y ahora nos aprendimos
todas las canciones infantiles.
Mi vida ha dado un cambio drástico desde que Matías está
aquí (Y eso que solo lleva cuatro días de nacido). Nunca me
imaginé siendo madre y ahora no puedo imaginar mi vida
sin él.
La puerta se abre poco a poco y yo me hago la dormida
rápidamente.
-Se que estas despierta – habla Leonard - ¿Podemos
hablar?
Es obvio que voy a estar despierta después de escuchar a
mi hijo llorar.
-¿Qué quieres? – murmuro sin abrir los ojos.
El colchón se hunde con su peso cuando se sienta en la
orilla de la cama. Abro los ojos poco a poco y miro su cara,
esta serio, molesto o algo parecido, la cuestión aquí es que
no trae a Matías en sus brazos, lo que me deja con la duda
y con el ceño fruncido.
-Rose le está dando de comer – explica como si leyera mis
pensamientos.
Mi expresión cambia a una de alivio y me incorporo en la
cama para quedar sentada.
-¿De que quieres hablar? – pregunto fría.
Suspira y me mira a los ojos.
-Amanda llamó anoche.... – vuelvo a fruncir el ceño al
escuchar ese nombre – Quiere vernos a ambos... dijo que
era algo sobre el juicio de Sofia.
Ruedo los ojos, ya me amargó la mañana.
-Entonces... ¿Pasaste la noche con ella? – lo miro con los
ojos entrecerrados.
Me mira horrorizado y se aparta de mi rápidamente.
-¿Cómo crees eso? ¡Obviamente que no! – gruñe. – Iba a ir
a un bar, pero me fui a casa y me embriagué allá.
-Aja – ruedo los ojos.
Resopla molesto, me mira furioso y aprieta los puños con
fuerza.
-Samantha, lo siento por no venir a dormir anoche... - se
disculpa, pero sigue molesto – Es que tu... y ese sujeto... -
se corta a media oración.
-¿Yo que? – alzo una ceja – hasta donde sé, no hice nada
malo – hablo seria.
Se pasa la mano por la cabeza, esta intentando no gritarme,
lo sé, yo solo estoy esperando que lo haga para tatuarle mi
mano en la cara.
-Es que ustedes.... Estaban coqueteando en mi cara –
gruñe - ¡No tienes ni una pisca de respeto hacia mí! –
masculla apretando los dientes.
Lo miro sorprendida. ¿Coqueteando? ¿Estás demente? No
sabes lo que es coquetear en serio.
-Estás loco – rio en su cara – Eres un demente... y un
celoso de mierda.
Me parece tierno que esté celoso. Además, se ve muy
sensual así de molesto.
-¡Claro que estoy celoso! – espeta. – Que un hombre de la
nada aparezca y coquetee con mi mujer... – me señala -
¿Crees que me quedaré tranquilo?
Aaww Ternurita.
-Ok, en primer lugar, no estaba coqueteando, solo era
amable – explico tranquilamente – En segundo, es un viejo
amigo y tu no me impedirás que tenga todos los amigos
que me dé la gana – me acerco a su cara – Y en tercero,
pero no menos importante... No sabes lo sexy que te ves
celoso – digo con sensualidad.
Me mira sorprendido, para luego abalanzarse sobre mi y
besarme con pasión, un beso lleno de necesidad, posesivo,
de esos que terminan en sexo, pero que por desgracia este
no tendrá ese fabuloso final.
Se separa un poco de mí, mordiendo mi labio inferior.
Estamos calientes, pero lastimosamente aun estoy en la
cuarentena.
-Me vuelve loco – gruñe y vuelve a besarme.
-Es parte del plan – jadeo.
Mis labios están hinchados por tanto jaleo.
-Esta conversación no ha terminado – susurra en mis
labios – pero por ahora tú ganas – me vuelve a besar
frenético.
Solo nos separamos cuando nuestra respiración se acelera
y nos hace falta oxígeno. Me muerdo el labio cuando lo
miro levantarse de la cama dejándome con las ganas.
Se quita la camisa frente a mí, su cuerpo tonificado me
desconcentra y me excita, me hace tragar en seco. El
maldito lo hace a propósito.
-Necesito una ducha fría – anuncia caminando en dirección
al baño.
Mis ojos viajan hasta su pantalón y al mirar el increíble
bulto sonrío. ¡Claro que necesita esa ducha! Aunque quizás
yo pueda ayudarle con eso. Me relamo los labios y camino
para alcanzarlo.
Capitulo 40
*Samantha*
Después de esa increíble ducha con Leonard, me visto muy
casual, recojo mi cabello en una cleta y bajo a la cocina
para darle los buenos días a mi bebé. Rose lo tiene en los
brazos mientras le da palmaditas en la espalda, lo que
significa que intenta hacer que eructe.
-Buenos días – saludo tranquila.
-Buenos días, amiga – me devuelve el saludo.
En seguida trae a mis brazos a mi pequeño bebé.
Agradezco a Rose por su apoyo desde que Matías nació,
básicamente no se separa de mi ni un segundo. Imagino
que algún día querrá el suyo, lo que quizás no sea posible
debido a su situación.
Ahora que lo pienso mejor, las chicas vinieron a Barcelona
porque iban a casarse, pero ya llevan mucho tiempo aquí y
aun no las he visto hacer planes, ni siquiera están juntas
seguido; Luci tiene un empleo y Rose solo se limita a
quedarse en casa siempre viviendo de sus ahorros.
-Sam, necesito hablar contigo... - habla nerviosa.
-¿Sobre qué? – pregunto mirando a Matías.
Carraspea, se remueve nerviosa haciendo que la mire a ella.
Frunzo el ceño al verla tan incomoda ¿Qué me dirá?
-Es que... - no termina, solo cierra los ojos.
Ok, ya me cansé de rodeos.
-Habla, Rose – la incito – No voy a comerte – me burlo.
Sonríe de lado y pasa la mano por su cabello alborotado.
-Quisiera saber.... Si... Ehhh... ¿Tienes algún empleo para
mí? – habla nerviosa.
¿Es eso? Suelto una carcajada sin poder evitarlo. Tanto
royo para decirme algo tan simple. Ella me mira
avergonzada y baja la mirada.
-¡Oh! Lo siento – trato de ponerme seria – Por supuesto que
puedes trabajar conmigo. Llamaré a la oficina para ver en
donde te puedo ubicar.
Sonríe ampliamente y luego hace una mueca como si
pensara.
-¿Y si soy tu asistente? – pregunta
Vuelvo a soltar una carcajada.
-Créeme que no quieres eso, soy muy mala como jefa. Al
final afectaría nuestra amistad. – digo entre risas.
-Entiendo – murmura sonrojada.
-Tranquila, estas bien en cualquier otra cosa – la animo.
Nos quedamos otro rato cotilleando en la cocina, quiero
preguntarle sobre su decisión o sobre su relación con Luci,
pero por ahora creo que sería inapropiado, lo dejaré para
después.
Somos interrumpidas por el sonido de Leo aclarándose la
garganta. Ambas volteamos la mirada hacia él quedando
sorprendidas, está sin camisa, con solo un pantalón de
chándal y con el cabello húmedo por la ducha. Me muerdo
el labio pensando en el increíble oral que le acabo de hacer
el baño después de haber discutido.
-Cariño, necesitamos hablar – murmura paseando por la
cocina.
No despego los ojos de su torso, al igual que Rose, pero al
menos ella se levanta de inmediato y entre tartamudeos me
comunica que se irá a su cuarto. Sonrío por esa situación.
-¿No acabamos de hablar? – me muerdo el labio para traer
su atención a ellos.
Se mueve por la cocina buscando algo para desayunar,
pero al final solo se acerca a mi para darme un beso en los
labios, algo corto porque tengo a Matías en mis brazos.
-Es sobre lo que me dijo Amanda – habla incómodo.
Ruedo los ojos.
-No quiero nada que ver con esa Bruja – escupo con
molestia.
Resopla – Ya lo sé mi amor, pero es sobre el juicio de Sofia
– explica.
-¡Con más razón! -añado - ¿Qué es lo que quiere? ¿Qué
mienta para que no metan a su mocosa a la cárcel?
Pasa su mano por el cabello y me mira.
-¿Por qué no le damos la oportunidad de explicar qué es lo
que quiere? – pasa su mano por mi mejilla.
-¡No! – sentencio.
-Escucha, ella habló sobre ayudarnos... Cualquier cosa que
aporte para meterla a la cárcel, será útil – murmura.
Rio sin gracia, que ingenuo puede ser a veces.
-Ella no hablará en contra de su propia hija – ruedo los ojos.
-Eso no lo sabemos – añade – Le diré que venga aquí.
Se da la vuelta y sale de la cocina dejándome molesta.
No quiero a esa perra aquí en mi casa y mucho menos
cerca de mi hijo, si intenta algo, juro que la mato.
******
Unas horas más tarde, la perra de Amanda se pasea por mi
sala mirando a todas partes. Mis ojos están clavados en
ella, en cualquier movimiento que haga. Definitivamente no
confío en ella, por eso dejé a Rose con Matías en su
habitación, con la orden de no salir en ningún momento.
-Querida, adoro tu casa – suelta con voz chillona.
Leonard, que ya está vestido decente, se sienta en el sillón
y la mira serio.
-Sin rodeos, Amanda. Habla rápido – escupe.
Ella se sienta en uno de los muebles pidiendo su maletín en
sus piernas. Yo la sigo con la mirada para luego sentarme
junto a Leonard.
-El abogado de Sofia pedirá que sea tomada como una
paciente con enfermedad mental – explica.
Frunzo el ceño al igual que Leonard.
-Y ese abogado no serás tú, ¿verdad? – pregunto con ironía.
Me mira horrorizada.
-¡Oh! Por supuesto que no – exclama – No dañaría mi
reputación representando a esa lunática.
-Pero esa lunática es tu hija – habla Leo alzando una ceja.
Rueda los ojos – Eso dejó de ser mi hija en cuanto decidió
se una criminal – murmura.
No puedo evitar reírme, llamando la atención de ambos.
-Supongo que lo de lunática lo lleva en las venas – suelto
entre risas.
Me dedica una mirada asesina, pero yo sigo riéndome.
-En fin, solo quiero que aleguen que ella estaba en sus
cinco sentidos cuando los apunto con esa arma – explica
seria – Nada de que se veía asustada, nerviosa o dolida.
Ella estaba bien y punto.
Entiendo su punto, lo que no entiendo es porque esta
haciendo todo esto.
-Explícame una cosa... ¿Por qué estás haciendo esto? – la
miro con los ojos entrecerrados.
-Fácil, no quiero que la metan a un manicomio – espeta –
Saldría en cuanto la miren bien, lo que será muy fácil,
gracias a lo manipuladora que es. En cambio, si está en la
cárcel, jamás saldrá.
Leonard la mira mal.
-¿Y eso a ti en que te afecta? – le pregunta.
Estoy de acuerdo, algo aquí no encaja.
-No quiero tener mas nada que ver con ella ¿Entiendes? –
murmura asqueada – No quiero que cuando salga del
manicomio me busque o algo por el estilo.
Ahora si entiendo, eso es todo lo que quiere, reiniciar su
vida como si no tuviera una hija. Es una egoísta de mierda,
pero como no me interesa, creo que tiene razón en que
debemos saber que decir para que no la metan a un
manicomio. Esa maldita lunática puede volver a atacarme.
Capitulo 41
*Samantha*
Hace unas horas que se ha ido Amanda de mi casa
dejándome con un mal presentimiento; esa sensación de
ahogo que me hace sudar frio y merodear inquieta por los
pasillos de la casa en busca de la habitación de Matías.
Sostengo a mi hijo en los brazos como si en cualquier
momento me lo fueran a arrebatar. Tenerlo cerca de mi
pecho es lo único que logra controlarme, sentir su corazón
y mirar su carita mientras sus ojos buscan los míos, es
todo lo que necesito para sentirme bien.
Admito que hablar con Amanda fue muy incómodo, sobre
todo la parte donde me di cuenta que ella tiene razón con
sus argumentos. Es la peor madre del mundo y sus actos
son un asco ante los ojos de la sociedad, pero intentare
enfocarme en la parte donde todo esto resulta para mi
beneficio. Que Sofia esté en un manicomio con una
seguridad dudable, significa un gran riesgo tanto para mi
como para mi hijo.
Estoy preocupada y el instinto de supervivencia me hace
pensar en los posibles escenarios de ese juicio.
-Nos sé cómo va a acabar esto – susurro a mi bebé – Pero
te prometo que no dejaré que nada te pase. – Acaricio su
mejilla – Soy tu mamá, así que primero daría mi propia vida
antes de permitir que te lastimen. – con esto último dejo un
beso en su frente.
*********
Una semana después...
-...La sentencio a veinte años de prisión. – habla la juez
hacia Sofia – Condena que cumplirá en el hospital
psiquiátrico "San Martin", hasta que su salud mental mejore
para luego ser transferida a la prisión de mujeres de
Madrid. – pega tres martillazos en el podio, dando por
terminada la sesión.
¡Maldita sea! ¿Cómo pudo pasar esto? se supone que, con
lo dicho entre los testigos, era suficiente para que la
metieran directo a la cárcel.
Salgo de la sala como alma que lleva el diablo,
tropezándome con la gente y sin detenerme a pedir
disculpas. Quiero causarle dolor a alguien, y si no es a la
mocosa, al menos me desquito con la gente que camina
amontonada.
Piensa, piensa, piensa, Samantha. No puedes dejar que esa
loca salga.
No importa lo que mi conciencia grite, no puedo hacer
nada. Me siento impotente, molesta y con ganas de
estrangularla.
No puedo creer que todos hayan creído ese teatro de que
esta loca, y peor aún, me echaron la culpa de ello.
La pobre niña esta traumada con mi perfección. O eso es lo
que entendí de todo lo que explico el psiquiatra, que de
seguro fue comprado.
¡Maldita loca! ¿Cómo se pudieron creer eso? Ni siquiera con
la declaración de la "madre" pudieron tomar todo esto
como un teatro.
Masajeo mis sienes, no tanto para calmarme, mas bien
para pensar mejor en lo que debo hacer. Es obvio que me
siento amenazada, lo que por desgracia saca lo peor de mí.
Al llegar afuera el aire impacta con mi cara y aprovecho
para respirar profundo; en eso unos fuertes brazos me
abrazan por la espalda, el olor a perfume inunda mis fosas
nasales identificando fácilmente a su portador. Supongo
que estaba persiguiéndome.
-Cálmate, amor – susurra en mi oído.
Volteo bruscamente para mirarlo con el ceño
fruncido ¿Cómo se atreve a decirme que me calme? Es lo
peor que puedes decirle a una mujer molesta (o en este
caso furiosa), lo único que quiero es que esa mocosa
desaparezca, de esa forma nos haría un favor a todos.
Debo estar roja de furia, Leonard me envuelve en sus
brazos, haciendo que instintivamente cierre los ojos y
recueste mi cara en su pecho.
-¿Puedo pedirte algo? – Pregunto sin abrir los ojos.
-Lo que quieras – responde de forma automática.
Respiro profundo, aspirando su perfume. Estoy decidida.
-Quiero que la mates – susurro para que solo él pueda
oírme.
Me apreta un poco contra su pecho para luego soltar una
gran exhalación. Esta tenso, puedo sentirlo y no lo entiendo,
tampoco es que sea algo nuevo para él, o sea ya hemos
estado en esta situación antes y no fue un problema.
-¿Qué pasa? – deshago el abrazo – ¿Es mucho para ti? –
reclamo.
Pasa su mano por el cabello y evita mirarme.
-No es eso, es que...
-Es que ¿qué? - interrumpo.
-Es una niña, amor – explica.
Ahora si me alteré, mi sangre hierve, hago mis manos un
puño y mi cara es un encanto cubierto de furia.
-¡Joder, Leonard! ¡Niña mis cojones! – grito exasperada. -
¡Una sola cosa te pido! – levanto uno de mis dedos – Pero
es muy difícil para ti – ruedo los ojos.
Trata de acercarse a mí, pero levanto las manos en señal
de rechazo y hago que retroceda.
-Al menos Miller tuvo huevos para enfrentarse a ella –
espeto.
Mis palabras le dolieron, su cara lo dice todo. Solo doy
media vuelta decidida a hacerlo yo misma, caminando unos
cuantos pasos alejándome de él, hasta que su voz me
detiene.
-Está bien – habla serio. – Solo dame unos días para
arreglarlo.
Dibujo media sonrisa sabiendo que no puede verme, luego
la cambio por un semblante frio para voltear a verlo.
-¿Sabes qué? Olvídalo, si es tan difícil para ti mejor lo hago
yo misma – me encojo de hombros.
Se acerca a mí, pero esta vez no lo detengo, solo lo observo
con la mirada fría.
-Lo hare yo – murmura decidido – Debo proteger a mi
familia.
Luego de decir esto último, me abraza y yo me dejo, me
gusta que lo haga, pero me gusta mas salirme con la mía,
así que cuando sus brazos me rodean dibujo una sonrisa
triunfante en mi rostro.
-Ya sé que estás sonriendo – susurra burlón y besa mi
cabello.
No puedo evitar morderme el labio.
-Creo que eres fácil de convencer – murmuro.
Ahora es él quien ríe.
-Querrás decir manipular – se separa para mirarme a los
ojos.
Me encojo de hombros haciéndome la inocente. La verdad
tiene razón, es muy fácil manipularlo, pero supongo que
nuestra relación funciona bien a pesar de eso.
-Entonces ¿para cuándo? – retomo el tema anterior.
Se pasa la mano por la cabeza.
-Creo que, en unos tres días, recuerda que debe parecer un
accidente o un suicidio – explica mientras caminamos al
auto.
Ruedo los ojos, me parece un completo fastidio, pero tiene
razón, debemos cuidar los detalles.
-Esta bien, solo recuerda que mientras más tiempo pase,
corremos peligro. – aclaro.
Me tiene de los nervios imaginarme a esa loca buscando
venganza, por eso la quiero tres metros bajo tierra, solo así
estaré tranquila.
Capitulo 42
*Leonard*
¡Al fin de vuelta en mi empresa!
Hace mucho que no venía, todo lo estaba controlando vía
internet, ya que no me apartaba de Sam o de su empresa.
Por suerte ya ha empezado a trabajar en su oficina y a
ponerse al día con sus cosas, lo que me llevó a mí a volver
acá.
En la comodidad de mi oficina ordeno a mi secretaria que
llame a uno de mis empleados/sicarios que tengo aquí en
Barcelona. Estoy seguro de que con un solo hombre
bastará para encargarse de Sofia, lo difícil será entrar a ese
psiquiátrico sin ser detectados ni levantar sospechas.
Me gustaría decir que estas son las situaciones para las
que mi reina me necesita, pero conociendo al personaje, se
que realmente solo me lo esta pidiendo para no mancharse
sus preciosas manos de sangre. Es genuinamente capaz de
controlar la situación y encargarse de ello rápidamente, sim
embargo, me gusta ser yo a quien ella recurre como
primera opción.
El teléfono de mi oficina suena, lo cual tomo de manera
automática escuchando la dulce voz de mi secretaria del
otro lado de la línea.
-Señor Fisher, El Señor Castillo ya ha llegado. – habla
rápidamente.
-Has que pase – contesto en tono frio.
Para mis empleados soy un Iceberg (frio y sin
sentimientos), no congenio con nadie, solo cruzo palabras
con mi secretaria, la cual está aterrada la mayoría del
tiempo. La pobre parece un chihuahua cada que estoy
cerca o le hablo.
Si tanto miedo le doy ¿Por qué no renuncia?
La puerta de mi oficina se abre dejando ver al moreno de
cabello largo con una gran sonrisa. Es uno de los pocos
hombres que quedan de los que trabajaban para Black, el
resto desaparecieron cuando Samantha asumió control de
todo.
-Buenas Tardes ¿Para que soy bueno, Señor? – se sienta
frente a mi escritorio.
Me acomodo en mi silla para quedar más derecho y me
dedico a observarlo serio. No hay nada mejor para esta
clase de negocios que intimidar a los demás, así se gana
respeto, o miedo, lo que pase primero.
-Tengo un trabajo para ti – murmuro serio.
-Soy todo oídos – sonríe ampliamente.
Ruedo los ojos, su actitud burlona me molesta un poco. No
entiendo que es lo que le parece tan divertido, esa sonrisa
suya es casi permanente en el rostro.
Busco en mi escritorio una foto que había mandado a
imprimir de Sofia y se la entrego junto con su información
personal.
-¡Uuff! Que hermosa mamita – se relame los labios.
Me aclaro la garganta para que me mire, así puedo
dedicarle una mirada desaprobatoria.
-¿Qué quiere que le haga a la princesita? – pregunta con
ese tono morboso.
-Quiero que la mates – murmuro – Que parezca un
accidente – aclaro.
Me mira con los ojos muy abiertos, por fin se ha borrado su
sonrisa para darle paso a una expresión de sorpresa.
-¿¡Matarla!? – exclama sorprendido - ¿A este ángel? –
señala la foto.
Frunzo el ceño - ¡Ese ángel como tú la llamas, es muy
peligrosa! – explico molesto – Lee la maldita información
que te acabo de dar antes de preguntar idioteces – señalo
el sobre – ¡Está demente! Está internada en el psiquiátrico
"San Martín" por intentar matar a mi mujer y a mi hijo.
Los ojos de Hugo están amenazando con salirse de su
cara, sé que es difícil asimilar que esa carita de inocente
sea una loca asesina, pero eso es lo que hay y tiene que
obedecer mi orden si es que quiere ganar dinero.
-¿Lo harás o es mucho para ti? – escupo serio.
Sacude la cabeza como para volver en sí, al final me mira
serio y asiente con la cabeza.
-Como diga, Señor – responde firme.
-Bien, ahora lárgate y regresa por tu paga cuando hayas
terminado. – espeto.
El hombre de la sonrisa permanente sale de mi oficina con
la cabeza llena de incertidumbre y el rostro sin ninguna
expresión.
Comprendo cómo se siente, tener que matar a una niña
debe ser desagradable, pero yo no tengo porque sentirme
mal, ella es un riesgo para mi familia, lo que significa que
debe ser eliminada.
El sonido del teléfono me hace salir de mis pensamientos,
oprimo el botón rápidamente par escuchar a mi secretaria.
-Disculpe Señor, es que en la recepción está una mujer que
exige subir a hablar con usted, pero no tiene cita – explica
dulcemente mi secretaria.
Frunzo el ceño, ¿Será Sam? Lo dudo, la dejé hace un
momento en su empresa.
-¿la mujer ha dicho su nombre? – pregunto
-Amanda James – responde rápido.
Ruedo los ojos ¿Ahora que quiere?
-Está bien, déjenla pasar – ordeno.
Pasan unos minutos antes de que la puerta de mi despacho
se abra sin siquiera llamar antes. La sensual mujer de larga
cabellera roja y tacones de aguja se pasea por mi oficina
con toda la confianza del mundo hasta rodear mi escritorio
y posarse junto en frente de mí.
-¿Qué quieres Amanda? – pregunto en tono frio.
Rueda los ojos – Vine a saber de ti – deposita un beso en
mi mejilla para luego sentarse en el sofá mas cercano.
No es que me moleste su presencia, es que puede
prestarse para malos entendidos y desde lo que paso aquel
día en su casa, ahora se cree con mucha confianza para
hacer lo que le venga en gana.
-¿Cómo sabias que estaba aquí? – frunzo el ceño.
Cuza las piernas para rebuscar en su bolso y sacar uno de
esos lujosos cigarrillos, seguido de un encendedor.
-No lo sabía – se encoje de hombros – Pase por tu otra
oficina y me encontré con la... - la miro mal y ella capta el
mensaje – con la adorable Samantha – sonríe forzado. –
Así que decidí parar por aquí.
No puede ser. Cierro los ojos intentando hallar paciencia en
algún rincón de mi cabeza, al menos lo suficiente para no
echarla de una patada en el trasero.
Imagino el increíble escenario que debe estar montándose
Samantha en la cabeza. Estoy seguro que no va a
reclamarme nada, pero me hará pagar de cualquier forma
lo que ella piense que estoy haciendo.
-¿Y que es lo que quieres? – escupo molesto
-¿No te agrada mi visita? – se hace la ofendida.
-¡No! – gruño.
Se levanta del sillón para dirigirse a mi a paso lento. Ella
jura que se ve sensual, pero la verdad no le llega ni a los
talones a mi mujer. Rodea la silla donde estoy sentado para
posar sus manos en mis hombros, dándome un leve
masaje.
-Tranquilo Lenny, estas muy tenso – susurra mientras
masajea – Samy no se molestará porque recibas la visita
de una vieja amiga. – esas palabras me ponen más tenso.
Sigue masajeando mis hombros consiguiendo que me
relaje un poco bajo su suave tacto. Lo único malo con eso
es que con tanto toqueteo mi amigo se esta despertando,
pero no pretendo volver a cometer el mismo error que
antes, así que me levanto de la silla desasiendo el contacto
con Amanda.
-¡Oh, vamos! No seas aguafiestas. Imagino que no has
tenido sexo en meses, ya que Samantha no puede dártelo –
hace un berrinche
En eso tiene razón, hace meses que no he tenido sexo, pero
eso no va a cambiar hoy y menos con ella.
-¡Ya basta Amanda! – espeto furioso – ¡Lárgate!
Se sobresalta ante mi actitud y parpadea un par de veces.
Al darse cuenta que no cambiare de opinión se mesta y
toma sus cosas para irse molesta.
¿Quién se cree que es? Ya no permitiré que se tome
atribuciones que no le corresponden, ni mucho menos que
quiera pasarse de lista conmigo. Si no se iba por su cuenta,
estaba listo para echarla yo mismo a la calle.
Capitulo 43
*Samantha*
Es imposible para mi no pasar el día pensando en la
mocosa. De seguro esta planeando algo en mi contra o
contra mi bebé y eso me mantiene inquieta; siento que es
algo que no puedo controlar y por eso es que me preocupa.
Levanto el teléfono de mi oficina y aprieto el botón que me
comunica con mi secretaria principal.
-Lucia ven aquí – demando.
No puedo dejar que las cosas se me salgan de las manos,
por eso es indispensable mantener el control de lo que aun
se pueda.
-Señora – murmura la rubia al entrar a mi oficina.
-¿Tenemos algún informante o contacto en el psiquiátrico
"San Martin"?
Revisa un minuto el Ipad en sus manos para luego mirarme.
-No señora. – informa.
Resoplo decepcionada, creí que teníamos contactos en
todas partes. Necesito mantenerme informada de la
situación de Sofia.
-Necesito que me consigas contacto con quien sea en esa
clínica; un conserje, una enfermera, un guardia, lo que sea.
-Si Señora. Me pondré en ello ahora – asiente con la cabeza
y sale de la oficina.
****
Después de la desagradable visita de Amanda (a quien
mandé al diablo enseguida), me mantuve ocupada entre
reuniones y papeles por revisar, hasta que por fin llegó la
hora de irme a mi casa. Nada mejor que la sonrisa de mi
bebé para calmar mi estrés del día.
Mientras voy conduciendo por las calles de Barcelona, me
distrae el sonido de mi celular repicando, así que contesto
colocando el altavoz rápidamente para mantener la vista en
el camino.
-¿Si? – pregunto al descolgar.
-Sam, amor. ¿Ya vienes a casa? – la voz de Leonard inunda
el auto.
-Si, de hecho, ya estoy muy cerca ¿Paso algo?
-Nada de qué preocuparse, solo te tengo buenas noticias. –
informa animado.
-Está bien, déjame llegar. – corto la llamada.
¿No era más fácil esperar a que yo llegara a la casa? Ruedo
los ojos por ese pensamiento. A veces Leonard es un poco
tonto, pero aun así lo amo.
Estaciono en el garaje y camino rápidamente al interior de
la casa, por alguna razón estoy ansiosa por saber cual es la
buena noticia. Ciertamente espero que sea la muerte de la
mocosa.
Al entrar me encuentro con Leonard en la sala tomando
Wiski, no me sorprende, casi siempre lo hace después del
trabajo, lo que si me da es un poco de envidia porque yo
aun no puedo tomar alcohol. Su camisa blanca está
desabotonada dejando ver su abdomen tonificado, además
esta remangada a medio brazo, lo que hace que se le vean
los músculos; cualquiera diría que esta tratando de
seducirme. Al verme, se levanta dejando el vaso en la
mesita y recibirme con un abrazo.
-Buenas noches, Hermosa – su voz ronca acaricia mi oído.
Muerdo mi labio inferior y me remuevo inquieta para
romper el cálido abrazo.
-La noticia – inquiero.
Rueda los ojos, niega con la cabeza y mientras se ríe vuelve
a su asiento.
-Eres una aguafiestas – me sonríe.
Le devuelvo la sonrisa acercándome a él hasta sentarme en
su regazo, con las piernas a cada lado de las suyas
mientras que sus manos viajan rápidamente a mi trasero.
-Así me gusta – gruñe en mi oído.
Ronroneo un poco mientras beso su cuello y acaricio su
cabello con mi mano. Eso le gusta, su amigo ya esta
despertando.
-Ahora la noticia – susurro.
Se aclara la garganta – Bueno... - se remueve incomodo –
No puedo concentrarme teniéndote así. – aprieta una de
mis nalgas.
Me incorporo un poco para mirarlo a los ojos y encontrarme
con esa hermosa sonrisa suya.
-Solo dilo – sonrío juguetona.
Su mirada viaja desde mis ojos hacia mis labios,
quedándose estancada en el escote de mis senos.
-Ya mandé a que se encargaran de Sofia – murmura.
Mi cara se llena de asombro ¿En serio lo hiso? No puedo
evitar sentirme aliviada y emocionada, lo abrazo tan fuerte
que es posible que le quite la respiración.
-¡Oh por dios! Eso es genial – exclamo animada – Por eso
te amo.
Su mano busca mi mejilla para acariciarla.
-Sabes que haría lo que sea por ti – su voz es ronca y
sensual.
No puedo evitarlo, busco sus labios con desesperación y
lujuria. Como me encantaría hacer el amor ahora mismo,
pero por desgracia no se puede; aunque me conformo con
besarlo. Un beso eufórico, lleno de pasión donde nuestras
lenguas juguetean como si tuvieran vida propia,
acompañado de nuestras inquietas manos acariciando
nuestros cuerpos a su paso.
-¿Sam? – la voz de Rose nos interrumpe - ¡Oh, lo siento! –
se tapa los ojos.
Escucho una maldición por parte de Leonard que me hace
reír.
-Dime Rose – le hablo a la pobre chica sonrojada con las
manos en los ojos.
-Es que necesitaba hablar contigo – murmura nerviosa –
pero si están ocupados puedo volver mas tarde.
Leonard susurra un Gracias para luego intentar retomar en
lo que estábamos, pero lo detengo al pensar que puede
tratarse de nuestro hijo.
-¿Es sobre Mati?
-No, es algo personal – se da la vuelta. – Volveré luego.
Leonard sonríe y vuelve a atacar mi cuello mientras
manosea mi trasero, este hombre es desesperante, no
pierde oportunidad cuando me dedico a hacerle mimos,
pero en este caso mi amiga parece afligida y preocupada
por algo, eso no me deja concentrarme, debo hablar con
ella.
Intento levantarme del regazo de Leonard, en vano porque
me sujeta de la cintura con posesividad.
-Oye, no. ¿A dónde crees que vas? – me dedica una mirada
acusatoria.
Alzo una ceja – Necesito hablar con Rose – me escuso.
Frunze el ceño y maldice por lo bajo, él cree que no puedo
oírlo. Me suelta de mala gana haciendo un puchero como
todo un bebé, así que rodeo su cuello con los brazos y me
acerco a darle un beso en los labios, uno corto pero lleno
de mucho amor; me encanta hacerlo enojar.
-Tranquilo, me tendrás toda la noche para ti solo – vuelvo a
besarlo.
Sonríe y se muerde el labio inferior, no sabe lo jodidamente
sexy que se ve haciendo eso.
-Eso espero – me da un azote cuando me levanto.
Me encanta estos momentos así con él, donde podemos
ser cursis, posesivos, cariñosos, engreídos, en fin, nosotros
mismos. Es como ser pareja de tu mejor amigo, quizás aún
mejor, no importa cuantas cosas hayamos pasado, él
siempre estará a mi lado.
Capitulo 44
*Samantha*
Camino hacia la habitación de Matías, donde creo que
debería estar Rose, ya que aparte de ser su madrina, se ha
convertido en su niñera de tiempo completo. Entro a la
habitación encontrándome a mi bebé plácidamente
dormido en su cuna, con la respiración constante y
tranquila, además de su hermosa carita de ángel. Acaricio
su suave cabello castaño y deposito en su frente un beso
con mucho cuidado para no despertarlo.
-¿Dónde está Rose? – pregunto en un susurro.
Salgo en su búsqueda hacia su habitación, si no estas con
Mati entonces esta en su cuarto.
A medida que avanzo por el pasillo me parece oír unos
sollozos ahogados, seguidos de alguien sorbiéndose la
nariz. Llámenme loca, pero desde que soy mamá mis
sentidos se han agudizado un poco.
Abro la puerta con cuidado, busco con la vista siguiendo el
sonido de los sollozos y me encuentro a un pequeño bulto
en el suelo envuelto en sabanas junto a la cama. Si no me
equivoco es Rose, envuelta en sabanas y en posición fetal.
¿A caso cree que así no la oiría?
-¿Te encuentras bien? – pregunto haciéndola sobresaltarse.
Creo que la asuste.
-¿Qué haces aquí? – habla entre sollozos.
Se quita las sabanas que la cubren dejando ver su cara
llena de lágrimas y maquillaje corrido. El corazón se me
encoge, nunca creí verla en este estado, tan frágil y
vulnerable. Instintivamente me siento a su lado y la abrazo
con fuerza, me duele verla así, nunca antes la había visto
llorar.
-Tranquila, estoy aquí – susurro acariciando su cabello.
No termino de decirlo cuando se suelta en llanto, me abraza
como si su vida dependiera de ello y sus lagrimas son
tantas que logran mojar mi camisa. Esto me empieza a
preocupar, pero no le preguntaré nada hasta que se calme.
Sigue en esta posición como por media hora más, hasta
que por fin se le acaban las lagrimas y solo le quedan
espasmos de los sollozos. Al final se separa de mí, su cara
refleja vergüenza, quizás por haberla visto en ese estado.
-¿Ya estas mejor? – pegunto con dulzura.
Respira hondo varias veces, hasta que al final asiente con
la cabeza.
-Gracias, lo necesitaba – agacha la cabeza.
Sonrío por sus palabras, es mi mejor amiga ¿Cómo
pretende que no este con ella cuando me necesita?
-¿Estas lista para hablarlo? – trato de no presionarla, pero
ya estoy preocupada.
Niega con la cabeza repetidas veces. La entiendo, así que
nos quedamos en silencio por un par de minutos.
-¿Podemos salir juntas? – sus palabras me sorprenden.
-Claro, ¿A dónde quieres ir?
Se queda pensando un rato, muerde su labio mientras le da
vuelta a uno de sus mechones de risos rebelde.
-¿Conoces algún bar? – menciona.
Sonrío ampliamente, ¿Cómo se atreve a preguntarme eso?
Conozco todos los bares de la ciudad y no precisamente
porque sea una alcohólica.
-Por supuesto, y conozco el indicado para esta ocasión –
me levanto y le extiendo la mano. – ponte algo lindo – le
guiño el ojo.
No tengo idea si lo que tiene mi amiga es despecho,
tristeza, depresión o todo junto, pero si ella quiere ir a un
bar y embriagarse, la llevaré a uno donde podamos hablar y
divertirnos mientras estamos seguras.
Busco en mi closet algo bonito, sencillo y coqueto, así que
termino con un vestido rojo muy corto, mis largas piernas
hacen que lo luzca mejor a pesar de ser simple con tirantes
delgados, el escote es moderado sin dejar de ser atrevido y
junto con los tacones brillantes y un pequeño bolso creo
que es apropiado para una noche de chicas.
-¡Dios! ¿Quién es esa reina que esta parada frente al
espejo? – la sensual voz de Leonard me hace girar.
-Saldré un rato con Rose, así que tú cuidas a Mati – señalo.
Solo consigo un gruñido de aprobación ya que sus labios
están ocupados recorriendo mi cuello.
-¿Te he dicho que me encanta tu perfume? – susurra en mi
piel haciéndome cosquillas.
Sonrío ampliamente y tomo su barbilla para buscar sus
labios y devorarlos. Nos separamos cuando nos falta
oxigeno y me doy cuenta de que seguramente Rose me
esta esperando en la sala.
-Debo irme – le doy un beso rápido – Si Mati despierta, hay
una botella de leche en el congelador.
Asiente con la cabeza y yo salgo casi corriendo de la
habitación. Al final de las escaleras se encuentra mi amiga
con un vestido morado, tacones negros y sus risos al aire;
se ve muy bonita, además se maquillo muy bien ocultando
por completo que estuvo llorando.
-Nos vamos. Hoy tendremos una noche de chicas – le
sonrío mientras caminamos al auto.
Todavía se le nota algo triste, pero con muchas ganas de
beber, lo que significa que esto solo terminara en
borrachera. Lo bueno es que yo no tomaré, solo la
acompañare y hablaremos toda la noche.
******
El bar esta un poco alejado de la casa, a casi una hora de
allí, sin embargo, vale mucho la pena, ya que es un lugar
exclusivo con poca clientela en la zona VIP.
Entramos sin problemas, aprovechando saludar al Lucas (El
portero), al entrar la música nos envuelve sin llegar a
aturdirnos. Obviamente nos dirigimos a la zona VIP y nos
sentamos en una de las mesas, llamando la atención de los
hombres allí. Todo el lugar esta lleno de empresarios
vestidos de traje, así que al ver a un par de mujeres bonitas
no pueden dejar de voltear.
Me gusta este lugar porque es tranquilo, además es de mi
amigo Carlos, lo que lo hace más divertido para mí.
Voy a la barra rápidamente y regreso con dos copas con
contenido amarillo haciendo que Rose se espante al verme
tomar.
-Tranquila, es jugo espumoso – me rio al ver su cara de
alivio. – Tu toma tu champaña.
Suspira aliviada – Gracias. – susurra.
Después de un par de copas, la veo más tranquila, así que
decido sacar un tema de conversación.
-Que raro que Luci no estaba en casa, me hubiera gustado
invitarla – comento.
El rostro de mi amiga se descompone, se nota molesta,
aprieta su mano a la copa.
-Ella ya no vive en la casa - explica – Lamento que no se
despidiera – se toma de golpe todo el contenido de su
copa.
Eso explica mucho, quizás por eso es que esta tan triste. Se
supone que se iban a casar ¿Qué habrá pasado?
-¿Puedo saber por qué se fue? – creo que merezco saber
porque se fue de mi casa sin siquiera despedirse.
Una lagrima baja por su mejilla, creo que toque un tema
muy delicado para ella.
-Consiguió a alguien más – masculla triste – Una
compañera de trabajo o algo así.
¡Oh, vaya! Esto es complicado. No tenia idea de lo que
estaba pasando en mi propia casa, de seguro Rose la
estuvo pasando muy mal y yo estaba distraída con mis
propios problemas.
Con una seña le pide al camarero que llene las copas de
nuevo, esto de seguro va para largo; al menos ya no esta
llorando, solo una única lagrima que ya se ha limpiado.
Supongo que hablar la hará desahogarse así que solo me
queda escuchar.
Capitulo 45
Doy gracias a Dios que estamos en un reservado y que no
hay mucha gente por aquí cerca. Mi amiga solloza y bebe
como si no hubiese un mañana, temo que me costará
mucho trabajo meterla en el auto cuando todo esto acabe.
Por otro lado, creo que se esta desahogando bastante, lo
cual es bueno.
-Ella no me amaba – continúa sollozando – Pensé que nos
casaríamos, tendríamos una familia y un final feliz, pero
todo fue una maldita mentira.
Sus lagrimas caen a cantaros, esta completamente roja y
con el maquillaje corrido; una imagen perturbadora para
quien se atreva a mirarla.
-No te merecía – me atrevo a comentar.
Sorbe su nariz dramáticamente y me mira como un
cachorro regañado. Soy mala para consolar a la gente, no
se que decir en estos casos, solo puedo pasarle un pañuelo
para que limpie sus lágrimas.
-Solo pensé que... - limpia sus lágrimas – Una mujer nunca
me haría esto.
Que seas mujer y te enamores de una, no garantiza que no te
romperán el corazón. Obviamente no le diré eso, supongo
que ya lo sabe, lo esta viviendo. Sigue llorando un rato mas
hasta que por fin para y limpia sus lágrimas.
-¿Sabes...? Al final no me diste trabajo en tu empresa – me
recuerda.
Que bueno que al menos cambiamos de tema, eso significa
que ya esta un poco mas tranquila. Lo malo es que saco
precisamente el tema que he estado evitando toda la
semana.
-Es que... - no se como continuar.
-¿Tan mala soy para trabajar? – pregunta un poco dolida.
Respiro hondo, sé que en algún momento me lo iba a
preguntar, así que es mejor ahora que nunca.
-Lo siento amiga. No quiero que trabajes en mi empresa
porque te necesito como niñera – hablo muy rápido – Se
que es egoísta, pero te juro que te pagaría el triple de lo que
ganarías en la empresa solo para que te quedes en casa
con mi hijo.
Abre mucho los ojos, está procesando la información.
-¿Por qué no me lo habías dicho?
Bajo la mirada – Porque no quería que te molestaras como
ahora.
El tacto de su mano sobre la mía me hace mirarla a los
ojos, a lo que ella responde con una sonrisa.
-No estoy enojada, si quieres que me quede como niñera lo
hare – decide.
No puedo con el asombro, me hace muy feliz saber que mi
hijo esta bien cuidado por ella. Claro que le voy a pagar una
fortuna, pero se lo merece, le daría mucho mas si me lo
pidiera. Solo puedo abrazarla de la felicidad que tengo.
Hecho una mirada hacia la barra y esta repleta de hombres
muy guapos con pinta de millonarios. Eso me da una idea.
-¿Sabes qué? La ventaja de ser Bisexual es que puedes
disfrutar de los lados de la moneda – le guiño el ojo –
Vamos a arreglarte el maquillaje para que conozcas a un
hombre o una mujer que termine en tu cama.
No pone protestas, le extiendo la mano y se levanta
conmigo. Le arreglo el maquillaje tratando de ocultar que
estuvo llorando, lo cual es muy difícil porque sus ojos están
hinchados y rojos. Espero que eso no influya.
Llegamos a la barra donde están los hombres y unas pocas
mujeres, pedimos un jugo espumoso para mi y un wiski
seco para Rose.
-¿Estas segura de esto? – pregunta mirando a todas partes.
Sonrío de lado y tomo su mano.
-Solo creo que deberías despejar tu mente por un rato y
¿Qué mejor que el sexo para eso?
Se ríe de mi comentario. Al menos pude sacarle una
sonrisa, eso ya es ganancia.
-Señoritas – una voz ronca nos sobresalta.
Volteo lentamente para encontrarme con un par de ojos
verdes mirándome de pies a cabeza con expresión sádica.
Ni siquiera se molesta en disimularlo, lo cual me divierte,
tiene una obsesión con acostarse conmigo que me parece
muy divertido; jamás deje que me probara y estoy decidida
a seguir en ese plan.
-Carlos – lo saludo animada.
-¿Carlos? – pregunta Rose.
-Eh si, él es el dueño del bar – señalo – Carlos, ella es mi
amiga. – los presento.
Toma su mano para llevarla a los labios y depositar un
ligero beso en ella. Es un romántico empedernido, o
simplemente un cínico. No se puede negar que esta
buenísimo, la barba en su cara le queda de infarto y todo
eso combinado con un ligero acento árabe cada vez que
habla, entiendo porque Rose esta sonrojada.
-Un placer, Señorita...
-Rose – contesta de inmediato con una sonrisa.
Le devuelve la sonrisa sin soltar su mano.
-Un bonito nombre – le guiña un ojo.
Creo que estos dos ya se están llevando bien, si siguen así
me iré para dejarlos solos; quien quita y amanezcan juntos,
a ambos les hace falta un polvo casual.
-El tuyo también es muy bonito – murmura sonrojada.
No puedo evitar reírme a carcajadas al igual que Carlos, no
solo porque mi amiga esta mas roja que un tomate, si no
porque ese no es su nombre real, así solo le digo yo.
-Me alegro que te guste. Ese nombre me lo puso Sam – me
mira aun riéndose.
Rose pasa de sonrojada a sorprendida y confundida al
mismo tiempo, puedo entender porque esta de esa manera.
-¿Cómo así? – nos mira confundida.
-En realidad mi nombre es Walid Hassan...
-Pero yo le dije que tiene cara de Carlos – lo interrumpo con
una sonrisa coqueta.
-Y así me quedé – se encoje de hombros.
Mi amiga cambia su semblante, parece estar entendiendo
la situación. Al final se ríe con nosotros.
-Entiendo – dice por fin.
Nos quedamos hablando un rato sobre cosas triviales,
hasta que llego el momento de rellenar el trago.
-¿Estas tomando jugo en mi bar? – pregunta con asombro y
un rastro de burla.
Todos nos reímos y me siento una niña.
-Si, no puedo tomar alcohol y tenia que acompañar a mi
amiga – me encojo de hombros.
-Eres una buena amiga – me sonríe Rose.
-Lo es – concuerda Carlos – Es más, ahora todos los tragos
que llevan y los que vienen, serán cortesía de la casa –
informa animado.
Ambas aplaudimos con entusiasmo y gritamos de alegría,
para luego abrazarlo. Pasamos la noche entre risas,
anécdotas chistosas y tragos para ellos dos. Hicimos una
apuesta la cual perdimos y nos toco besarnos Rose y yo
delante de todos en el bar. Creo que después de esta noche
mi amiga estará mucho mejor; no garantizo que se repare
su corazón roto, pero al menos tendrá una excusa para reír
cuando recuerde la noche que pasamos.
Capitulo 46
*Leonard*
Estoy en una mezcla de enojado y preocupado porque son
las tres de la mañana y Samantha no ha llegado a la casa.
Matías se volvió a quedar dormido después de tomar su
biberón con leche de bubis, la cual sabe mejor de lo que
parece; lo corroboré una noche mientras jugaba con los
pechos de su madre.
Si antes pensaba que el embarazo hiso maravillas con los
senos de Sam (que nunca fueron pequeños),
definitivamente amantar es mejor que una cirugía plástica;
ahora son redondos, grandes, sensibles, naturales y
apetecibles como un par de manzanas acarameladas que
me tienen hipnotizado.
Dejo de fantasear con los pechos de mi mujer por culpa de
un ruido proveniente de la planta de abajo. Mi sentido
común asocia el ruido con la llegada de Sam, pero mi
instinto de supervivencia me indica que baje a investigar
(como en una mala película de terror).
Ya que aún me encuentro en la habitación de Mati, significa
que no tengo un arma cerca, lo que me hace bajar con lo
primero que encuentre; que termina siendo una escoba que
alguien dejó mal puesta en el pasillo.
No he escuchado pasos en la escalera, lo cual descarta la
idea de que haya sido Sam y mis sentidos se alarman. Esto
me hace pensar en las posibles causas de ese ruido, y
termino en la conclusión de que si fuera un ladrón ¿Cómo
es que no ha sonado la alarma de seguridad?
Bajo las escaleras cuidadosamente para hacer el menor
ruido, agudizo mi sentido del oído para saber en dónde
empezar a buscar. Un jadeo proveniente de la cocina me
hace caminar a toda prisa en esa dirección, para luego
decepcionarme con el resultado.
-¡Ah! Solo eres tú – ruedo los ojos.
La más joven de nuestro servicio de mucamas (no recuerdo
su nombre) está con la cabeza metida en la nevera
devorando las fresas junto con un frasco de crema batida.
Esta vestida con un albornoz muy corto y con cada bocado
que le da a la fresa jadea como si estuviese teniendo sexo.
Ni siquiera se inmuta de mi presencia, es como si ya sabía
que venía para acá.
Definitivamente es muy mal momento para estar sin
camisa, con solo unos pantalones de pijama, pero en mi
defensa, yo estaba a punto de volver a la cama y no
esperaba encontrarme con ella aquí.
-Solo bajé por algo de comer – se encoje de hombros
mientras cierra la nevera.
-¿A las tres de la mañana? – la miro con el ceño fruncido.
Sonríe de lado y vuelve a meter una fresa en su boca, muy
lentamente haciendo un recorrido con la mirada por mi
pecho hasta mis pantalones.
-Sabía que estabas despierto – habla con coquetería.
Vas por mal camino, niña.
-No te he dado permiso para que me titubees – gruño.
Alza una ceja – Lo lamento, es que estaba acostumbrada a
tratar así al Señor Miller.
No me sorprende que Miller haya querido follársela, se nota
a leguas que es totalmente fácil llevársela a la cama, pero
está equivocada conmigo, ya superé esa etapa de
acostarme con la primera que me abra las piernas.
-Escucha, niña – pellizco el puente de mi nariz – No sé qué
clase de relación tenías con el cerdo de Miller, pero yo sí
amo a mi mujer. – no puedo evitar sonar enfadado.
Eso sin contar que es mucho mejor que tú. Obviamente me
reservo el comentario.
Mis palabras parecen importarle un pepino porque solo
sonríe perversamente y se desabrocha el albornoz dejando
ver que no lleva nada puesto debajo. Uso toda mi fuerza de
voluntad para mirar hacia otro lado y no quedar como un
perfecto idiota, y aunque estoy pensando seriamente en
despedirla, no tengo ninguna excusa que darle a Samantha
sin que se arme la tercera guerra mundial.
Viéndolo de otra manera, quizás ni siquiera le importe. Con
ella nunca se sabe.
Tengo la opción de irme y fingir que nada paso o despedirla
sin importar que Samantha se altere, porque no es opción
para mí que ella se entere que esto pasó ya que
obviamente yo quedaría muy mal parado.
-¿No te gusta lo que ves? – murmura de forma sensual.
Ruedo los ojos, intento articular palabra, pero mi conciencia
grita que esto no terminará bien.
-Son muy bonitas – comentan desde la puerta.
Esa voz me congela la sangre.
¡Santa Mierda! Ahora si me van a dejar sin huevos.
Termina de entrar a la cocina mirando de pies a cabeza la
chica pálida, con cara de trauma, que parece haberse
paralizado al escucharla. Chasquea los dedos frente a su
cara en un intento de hacer reaccionar a la pobre chica.
-Lo lamento, Señora. No es lo que... - la interrumpe con un
movimiento de su mano.
-Adivino... No es lo que parece – murmura con ironía.
Al fin mi cuerpo reacciona y me acerco a ella. No parece
molesta, pero como ya dije, con ella nunca se sabe. Podría
estar a punto de estallar y parecer la mas calmada de la
habitación.
-Sam... - intento hablar.
-¿Por qué estas sin camisa? – me interroga mirándome a
los ojos.
Instintivamente miro mi pecho, obviamente ya sabia que
estaba sin camisa, pero fue un acto reflejo.
-Yo... escuché un ruido y bajé rápido – explico.
-Si, supongo que escuchaste cuando llegué hace diez
minutos – dice sin mirarme.
¿Diez minutos? O sea, el ruido fue causa de ella, pero aquí
la pregunta es ¿Dónde estaba? Porque no escuché pasos
en las escaleras.
-Fui a ordenar unas cosas a mi despacho – responde como
si leyera mis pensamientos.
Su mirada se centra de nuevo en la chica, ya se ha
ordenado de nuevo el albornoz y tiene la cabeza gacha.
-En cuanto a ti... Ve a dormir – espeta.
Su rostro se ilumina, se puede ver el alivio que la invade. Me
sorprende la actitud de Sam ante esta situación.
Ciertamente pensé que pasaría lo peor.
-Gracias Señora – sonríe nerviosa – Esto no volverá a
pasar.
-Por supuesto que no volverá a pasar – murmura seria – Ve
a dormir, pero a partir de mañana tienes una semana para
encontrar nuevo trabajo.
Esta nueva información nos deja sorprendidos a ambos.
Pensé que ya todo estaba bien, pero solo esta calmada por
fuera, supongo que cuando estemos a solas me va a tocar
a mí.
Lagrimas llenan los ojos de la mucama quien sale
corriendo hacia su cuarto.
-Estoy cansada, Leonard. Vamos a dormir. – anuncia
mientras camina en dirección a las escaleras.
Frunzo el ceño.
-¿No estas molesta?
Suspira volteando lentamente para verme.
-Por supuesto que estoy molesta, pero también estoy
cansada. Hablaremos de eso mañana – rueda los ojos y
continua su camino.
Me quedo con la boca abierta, no pensé librarme de ese
regaño, pero al parecer sí será una noche pacífica. Tengo la
esperanza que, para la mañana ya se le haya pasado la
rabia.
Capitulo 47
*Samantha*
El agua fría de la ducha cae sobre mi cuerpo, mientras mi
mente se llena de pensamientos profundos.
La mañana es cálida, una de esas típicas que las personas
aprovechan para ir a la playa. Lastimosamente a mi no me
gusta el sol, el calor, la arena en mi piel; mejor me quedo en
casa compartiendo con mi adorado bebé.
Matias esta muy pequeño, sin embargo, me preocupa que
por tanto trabajar, se olvide de mi. Suena dramático, pero
es un miedo constante que tengo desde que puse un pie de
nuevo en mi oficina.
Pasar tanto tiempo fuera de casa me da la sensación de
que mi hijo lo esta criando alguien mas. Debo buscar un
equilibrio entre mi trabajo y mi casa, así solucionaré mi
problema.
Hablando de problemas, me persiguen como si fuera un
imán; primero lo de Sofia, en el manicomio tramando algo
contra mi, luego llego a mi casa y me encuentro a Rose con
depresión post-ruptura, lo que por suerte pude resolver
temporalmente. Por ultimo, pero no menos importante esta
la mucama zorra regalada que, si no fuera porque estaba
cansada anoche, la hubiese despellejado viva; total, me he
metido en peores problemas por menos que eso.
Apago la regadera y salgo rápido para vestirme y bajar a la
cocina, hoy tengo antojo de panqueques con miel y banana.
Mi celular suena, mostrando en la pantalla el numero de mi
asistente Lucia. Estaba esperando esa llamada, solo espero
que sean buenas noticias o mi mañana se arruinará y así sí
habrá problemas.
- Cooper - hablo seria.
- Buenos días, Señora. Espero no haberla despertado.
Ruedo los ojos. A veces me molesta que parezca un
chihuawa con frio cuando estoy cerca, y cuando hablamos
por teléfono tiende a tartamudear.
- Habla rápido Lucia, no tengo toda la mañana. - espeto
molesta
Hoy no estoy de humor para tontearías.
- Tengo el contacto que me pidió. Es una conserje del
manicomio, dice que solo la ha visitado un par de veces un
hombre y que cuando se va ella queda muy nerviosa. -
explica.
- ¿Algún nombre? - pregunto rápido.
- No, Señora. Lo único que sabe es que se mete a
escondidas y esta segura de que no pertenece al personal
del hospital.
Pienso por unos segundos.
- Debe ser empleado de Fisher - afirmo. - Dile que no lo
reporte, que se trata de uno de los nuestros.
- Ok Señora. La mantendré informada de todo.
- Gracias, hasta luego. - cuelgo la llamada.
Estoy aliviada porque estoy segura de que ese hombre es el
contacto de Leonard, lo que me pregunto es ¿Por que no la
ha matado? Debió hacerlo en la primera visita; a menos que
esta tratando de hacer que parezca un accidente, suicidio o
culpa del personal del hospital, solo me toca esperar a que
todo resulte bien.
- Amor, iras tarde al trabajo - la voz de Leonard me saca de
mis pensamientos.
Parpadeo un par de veces antes de enfocarlo por completo,
ni siquiera noté su presencia en la habitación. ¿Cuándo
llego siquiera? Estaba tan hundida en mis pensamientos
que ni lo noté.
Esta vestido casual, jeans y camiseta, lo cual se me hace
raro porque el debería estar en traje para irse al trabajo.
- No iré al trabajo hoy - respondo seria. Su asombro es
notorio.
- ¿En serio? Yo tampoco - sonríe - Me pareció que era un
bonito día, perfecto para ir a la playa.
Ruedo los ojos. ¡Que básico y predecible!
- ¡Pues no! - Expreso - Sabes que odio el sol, el calor, la
arena y todo eso. - Señalo - Me quedaré en casa con aire
acondicionado y mi hermoso bebé en brazos. Además, tu y
yo tenemos una conversación pendiente.
Su cara se pone blanca, ¿tanto miedo me tiene?
- Todo eso te lo puedo explicar - se defiende rápido - lo de
anoche... - lo interrumpo.
- Quiero que me expliques ¡Con detalles! Por qué estabas
desnudo en la cocina con Ana. - demando.
- Te juro que eso no es lo que parece.
- ¿¡Ah no!? - rio sin gracia - porque a mi me pareció bastante
a un juego de "Si me muestras te muestro"
Suspira y se pellizca el puente de la nariz.
- Déjame explicártelo.
- ¡Pero ya! - exijo.
- Muy bien, yo estaba en la habitación de nuestro hijo...
******
Escuché atentamente, con una tranquilidad sobrenatural, la
historia de como terminó en la cocina con una acosadora
regalada. Mi rabia aumenta cuando me doy cuenta de lo
tranquila que actué anoche; o sea tampoco debía actuar
como una celosa toxica y despedazar todo a mi paso sin
dejar que se explicaran. Ya se la versión de Leonard, lo mas
lógico que ahora vaya a hablar con Ana, pero ella perdió su
derecho según mis criterios, lo que significa que
simplemente me la tengo que desquitar.
Bajo a la cocina dispuesta a pagar mi rabia con la persona
que la causó, sin embargo, me sorprende encontrar a Gloria
(la madre de Ana) molesta, limpiando de mala gana el
mesón de la cocina.
- ¿Paso algo? - pregunto confundida.
No creo que su hija sea tan descarada como para contarle.
-¡Con usted quería hablad! - gruñe mientras camina en mi
dirección.
- ¡Cuidadito con como me hablas!- grito molesta.
¿Pero que se ha creído?
- Usted puede tener mucho dinero, un hermoso cabello,
cuerpo escultural, pero no por eso tiene derecho a humillar
a las demás personas.
Una lagrima baja por su mejilla, lo que me deja mas
confundida.
- ¿De que rayos hablas ahora?
Resopla, trata de detener las lagrimas, pero es imposible,
solo siguen bajando dándole una expresión de verdadera
tristeza.
- Mi hija me contó que usted la botó sin ningún motivo -
lloriquea - ¡Usted es un demonio con piel de ángel! - acusa -
¡Es pura maldad!
Es triste la imagen que proyecta, casi me dan ganas de
consolarla, pero me acaba de insultar y eso nunca lo
permitiré.
Reacomodo mi postura y semblante serio para darle una
respuesta.
- Tienes razón - se asombra con mi respuesta - Soy un
demonio, mas no vestida de Ángel, porque jamás he
mentido sobre lo que soy. Aquí la cuestión es que acabas
de acusarme de algo tan cruel y bajo que me es imposible
perdonar tal falta.
Su cara enrojece, pero no dejo que me interrumpa.
- Aquí la que es un maldito lobo vestido de cordero es tu
hija - acuso - O mejor dicho, ¡una maldita zorra vestida de
mucama!
- No voy a permitir... - levanta la mano, pero la detengo
antes de que me toque.
-¡No! Aquí la que no va a permitir que me faltan el respeto
soy yo - ladro - ¡Si! boté a tu hija, pero no porque me diera la
gana o porque me aburriera de ver su cara. La despedí por
insinuársele a mi marido. - abre mucho los ojos - Dile que
sea lo suficientemente mujer para admitirlo - me acerco a
ella - y dale gracias a Dios que anoche estaba cansada,
porque ahorita estarías en su funeral.
Su cara es un poema. Yo quería pagar mi rabia con Ana,
pero ella me enojó mucho mas.
Intenta decirme algo en medio de balbuceos nerviosos,
pero vuelvo a interrumpirla.
- Ahórrate lo que vayas a decir y lárgate - escupo - Y me
refiero a ¡Ya mismo! - señalo la puerta - ¡lárgate y llévate a
tu puta hija antes de que cambie de opinión y me encargue
de que no vuelvan a trabajar en ninguna parte!
Su mirada cambia a una de odio envuelta en llantos.
- ¡Usted es un monstruo! - lloriquea.
Sonrío de lado.
- No tienes ni la menor idea - susurro y doy media vuelta
para salir.
Capitulo 48
*Semanas Después*
-Ok, Thía. Según tu curriculum, eres estudiante de
psicología, buen promedio, sin antecedentes penales, todo
en orden. Solo tengo una pregunta para ti; ¿Por qué quieres
este empleo?
Ya le he hecho esta pregunta a cientos de chicas, todas
responden cosas tontas como "Me encanta limpiar", "Seria
un honor trabajar para usted" y cosas como esas.
¡Ay por favor! A nadie le gusta limpiar el desastre de otra
persona.
La chica frente a mí se ve decente, sencilla, cabello
castaño, con mal gusto en ropa (eso está claro). Lleva
puesto una horrorosa falda tubo color café pasada de
moda, una blusa naranja que no parece de su talla, todo eso
completado con un peinado recogido que la hace parecer
una anciana, pero ni con todo su look de mojigata sosa,
todavía no puedo confiar en ella.
Aclara su garganta y se remueve inquieta en la silla.
-No tengo todo el día, niña. Contesta de una vez - Inquiero.
-Necesito el empleo para pagar la universidad - musita
nerviosa. -Soy perfecta para trabajar de mucama; No tengo
tengo familia, ni amigos, ni novio. Además me ahorraría el
alquiler y la comida si trabajo de interna.
Tiene un buen punto. Además es la respuesta mas
coherente que me han dado hasta ahora.
-Ok, niña. Te voy a dar un mes de prueba. Si cometes
cualquier error ¡Te vas! ¿Entiendes?
Su sonrisa se ensancha y asiente con la cabeza
enérgicamente.
-Gracias, Gracias, muchas gracias - balbucea contenta.
Ruedo los ojos ¡Tampoco es para tanto!
-¿Cuando puedes empezar?
-Hoy mismo, si quiere - habla emocionada.
-Muy bien, te mandaré con un chofer para que recojas tus
cosas y te lleve a la casa. Mas tarde discutimos tus tareas,
sueldo, días libres y todo eso.
La puerta de mi oficina se abre de golpe apareciendo mi
asistente Lucia con la cara pálida y con su Tablet en la
mano.
-¿Pero que... - trato de gritarle, pero me interrumpe.
-Tengo información urgente - murmura nerviosa.
La expresión de su cara me lo dice todo. Hace semanas
que estamos esperando que pase algo con Sofia, pero no
había nada hasta ahora.
-Thía, espera afuera. En un rato mandaré a alguien a
buscarte. - Señalo la puerta.
La miro marcharse, impaciente porque Lucia termine de
hablar.
-¿Que me tienes? - me dirijo a ella.
-Se encontró un cadaver en estado de descomposición
dentro del manicomio.
¿Eso es todo? A menos que sea el cadaver de Sofia, no me
interesa. ¿Por eso tanto nerviosismo?
-¿Y eso por que me interesaría? Me exalto.
Suspira - Sofia James es la principal sospechosa. Las
cámaras la ubican en la habitación el día que falleció el
hombre.
Eso si es interesante. Me deja un poco confundida todo
eso, ¿Quién era y por que Sofia lo mataría?
-¿Identificaron el cadaver? - pregunto distraída.
Revisa la tablet con rapidez.
-Se trataba de Hugo Castillo, me parece - informa.
Me muerdo el labio inferior, pensando, recordando si en
algún momento he escuchado ese nombre, pero temo que
no.
-No me suena - declaro - ¿Hay mas información?
Niega con la cabeza - Solo el nombre. Nuestro contacto
solo pudo conseguir eso, pero dice que no pertenece al
personal del hospital.
En ese momento mi mente se ilumina, atando todos los
cabos. Estoy casi segura que se trata del matón que mandó
Fisher con Sofia; eso explicaría por que no hemos tenido
resultados.
El intercomunicador de mi escritorio suena,
sobresaltándonos a ambas.
-Mi señora, el señor Fisher solicita verla ¿hago que pase?. -
anuncia mi segunda asistente.
Miro a Lucia, le hago una señal con la mano para que se
retire y deje pasar a Leonard.
Hoy está vestido con un traje blanco, camisa azul, sin
corbata. Desborda sensualidad y poder, eso me recuerda
que hoy se acaban los infernales cuarenta dias.
-Buenos dias, Señora Cooper - habla con voz ronca.
Sonrío perversa, me encantan sus juegos.
-Buenos dias, Señor Fisher.
Se acerca para darme un beso, el cual recibo gustosa, es
justo lo que necesito para aliviar mi estrés.
Sus labios son dulces, sus besos apasionados, como si no
me ha visto en años. Sus carisias envían una corriente
eléctrica a cada una de las terminaciones nerviosas de mi
cuerpo.
-¿Todavía esta en pie la cena de hoy? - susurra al separarse
de mi.
Sonrío como boba.
-Por supuesto, pero será en casa - expongo coqueta.
Me mira con invidente sorpresa.
-Eso no me lo esperaba ¿Qué mandaras a preparar?
Llevo una mano a mi pecho para parecer ofendida.
-¡Yo cocinaré! - exclamo.
Suelta a reírse a carcajadas.
-¿No me crees? - frunzo el ceño.
Deja de reírse cuando mira mi expresión seria. Aclara la
garganta y trata de calmar su respiración.
-Pensé que no sabias cocinar - comenta con falsa seriedad.
-Se aprenden muchas cosas en internet. - hablo seria - Voy
a cocinar y te va a gustar.
Toma mis manos entre las suyas y las lleva a sus labios,
depositando un beso tierno.
-Todo lo que tus bellas manos hagan, me lo comeré con
gusto - musita.
Rio mientras me acerco a sus labios.
-Te has vuelto muy cursi, Fisher. - susurro.
-Solo por ti - murmura antes de besarme.
Nos separamos cuando nos hace falta el oxigeno y el beso
se intensifica a tal punto que nos estorba la ropa.
-Podria tomarte aqui mismo - jadea.
Me alejo de sus brazos para tomar aire y aprovechar para
traerle un trago de wiski de mi minibar.
-Ten - extiendo el vaso hacia él - te ayudará a calmarte.
Sonrie de lado y me quita el vaso de la mano.
-No creo que eso sea posible, pero aceptaré el trago.
-Debes controlarte, necesitamos hablar. - me acomodo en
la silla.
Su expresión cambia a una mas seria.
-Eso nunca es bueno - murmura. -Pero soy todo oídos.
Se acomoda el saco para sentarse en la silla frente a mi.
-Me dijiste que habías enviado a uno de tus matones con
Sofia... ¿Puedo saber su nombre?
Frunce el ceño, imagino que se preguntará el punto de todo
esto.
-Hugo Castillo.
¡Mierda! Lo sabia.
-¿Pasó algo? Porque no he tenido comunicación con él
desde hace dias.
-Ni la tendrás, querido. Hallaron su cadaver pudriéndose en
una habitación del manicomio. -explico calmada.
Su cara permanece neutra, parece estar pensando algo, al
final busca su celular en el bolsillo de su saco y se levanta
de la silla.
-Necesito unos minutos para resolver unas cosas. - anuncia
- Nos vemos en la noche.
Se acerca para despedirse con un beso en mis labios y
luego se marcha a toda prisa.
Espero que todo esto no le cause problemas, porque hoy es
noche de sexo y no permitiré que alguien arruine eso.
Capitulo 49
*Leonard*
Camino a toda prisa fuera de la oficina Samantha donde
me acabo de enterar que Hugo fue encontrado muerto en
un cuarto del manicomio.
Tengo tanta ira que aprieto mis puños con fuerza; es decir,
tenia que estar preparado para estas circunstancias, pero
nunca pensé que seria una posibilidad que Sofia se
enterara o se defendiera a tal punto que terminara matando
a Hugo.
Eso no lo vi venir. Esa niña juega con mi paciencia.
Enciendo mi auto pisando a fondo el acelerador, buscando
descargar mi rabia mientras conduzco y no llegar tan
histerico a hospital psiquiátrico. Necesito resolver este
problema antes de esta noche, ya que no quiero que nada
arruine mi cena con Sam.
Aparco en la entrada del Manicomio donde rápidamente
soy recibido por el personal con su mejor sonrisa. Soy un
fiel contribuyente de este lugar desde que Sofia está
internada; así me aseguro de aumentar la seguridad para
que ella no salga. Si estornuda, yo lo sabré; así de
controlador soy.
-Buenos días, Señor Fisher. – saludan muy cordial, mientras
yo les devuelvo el saludo con un asentimiento de cabeza.
No tengo tiempo para formalidades.
-Necesito hablar con el director. – exijo.
Puedo mirar como se tensan ante mi petición y tienen la
intención de negarse, pero les lanzo la mirada más fría y
demandante que tengo, a lo que ellos solo les queda asentir
y guiarme hasta la oficina sin chistear ni hablar de ninguna
forma.
Caminamos por un largo pasillo de paredes color crema y
pisos en impoluto blanco, todo muy tétrico, digno de un
hospital para enfermos mentales. Nos detenemos frente a
una puerta de madera clara con un cartel marrón con las
palabras Director en letras doradas. Toco un par de veces
hasta que una dulce voz me indica que pase.
-Buenos días, ¿en que puedo ayudarle? – una
despampanante castaña con aires de latina me recibe
mirándome de pies a cabeza, devorándome sin pudor
alguno.
Es hermosa, no voy a negarlo. Muerde uno de sus dedos
mientras me escanea y yo trato de que salga algo de mi
garganta, pero al parecer me he quedado mudo.
-¿Señor? – pregunta alver que no respondo
Aclaro mi garganta antes de obligarme a consentrarme y
responder para no parecer un idiota.
-Necesito hablar con el director de la clinica - vuelvo a mi
semblante frio acostumbrado.
Alza una ceja - Soy yo - dice cortante.
Oh no cariño, aqui el unico frio soy yo.
Bajo su atenta mirada, acomodo mi saco para sentarme en
una silla frente a su escritorio de madera. Frunce el ceño
ligeramente, pero sin dejar de mirar mis musculos.
-Verá Doctora...- hago una pausa para que me diga su
apellido.
-Ortiz - anuncia - Maira Ortiz, un placer - estrecha su mano,
la cual tomo rápidamente.
-Leonard Fisher - me presento también.
Sonríe y asiente con la cabeza en forma de saludo.
Aclaró la garganta - Verá Doctora Ortiz, necesito hablar con
la pasiente Sofía James.
Claramente se sorprende al oír mi petición.
- Me temo que eso es imposible - habla sin rodeos - ¿Podría
saber el motivo de su petición?
-Cuestiones personales - miento.
No se lo cree del todo, me mira interrogante. Trata de
analisarme, es lógico, imagino que es una psiquiatra con
experiencia, ya que tiene el puesto de directora siendo tan
joven.
-Mire Señor Fisher. - habla seria- La pasiente James está
bajo una investigación policíaca, así que...
-Así que usted me va a dejar hablar con ella sin ningún
problema. - digo tranquilo.
Frunce el ceño - Ya le dije que no se...
Golpeo el escritorio de madera con el puño cerrado
haciendo que se sobresalte del susto.
-ME VA A DEJAR VERLA Y PUNTO - grito. -Yo soy el mayor
contribuyente de este lugar - señalo al rededor - y si me da
la puta gana usted se queda sin empleo. - espeto molesto.
No puede ocultar lo asustada que está, su cuerpo tiembla y
su mirada es de terror, traga grueso antes de decir palabra.
-Es.. Esta bien - habla nerviosa.
Relajo un poco mi postura, pero mi expresión sigue siendo
de pocos amigos. Ella se remueve nerviosa y se levanta
para guiarme por un largo pasillo hasta las habitaciones de
los pacientes.
Abre la puerta de una habitación amplia, completamente
blanca y limpia, con una cuántas mesas y sillas. Supongo
que es el área de visitas.
-Espere aquí. -señala la silla. - mandaré a traerla.
Avanza a paso rapido de vuelta por el pasillo de donde
venimos. Me quedo mirando hacia la nada por un rato,
pensando en lo que voy a hablar con Sofía. Necesito saber
lo que pasó con Hugo para que ella lo matara, y sobre todo
tengo que saber si descubrió que yo lo envié.
Entran de nuevo a la sala, un par de hombre fortachones
con Sofía esposada. Definitivamente la tratan como
criminal y no como pasiente, aunque quizás es que ya se
haya puesto violenta. Sin embargo, su expresión es
calmada, tierna, como si todo esto fuera un hotel de lujo.
-Leonard, viniste a verme - expresa calmada.
Sonríe ampliamente, se sienta poco a poco frente a mi, los
guardianes quedan a cada lado de ella y uno de ellos une
sus esposas a un anillo que tiene la mesa.
-¿Es necesario que esté esposada? - me dirijo a uno de los
guardias.
- Es una criminal condenada y está bajo una investigación
por homicidio - explica serio - este tipo de pasiente es
considerada peligrosa.
Sofía rueda los ojos al escucharlo.
-Ya dije que no fui yo - murmura con fastidio.
La miro detalladamente, no ha perdido peso, no tiene esa
mirada de loca que tenía hace tiempo. Es como si estuviera
descansada o más bien feliz de estar aquí.
- Déjenos a solas - ordeno.
Se miran por un segundo, dudando.
-Esta esposada y ustedes estarán en la puerta - espeto
serio.
Asienten con la cabeza y salen de la habitación. Acomodo
mi saco y aclaro la garganta antes de hablar.
-Muy bien Sofía, me vas diciendo ya mismo por que
mataste a ese hombre - evito nombrarlo por si no sabe que
trabajaba para mi.
Frunce el ceño - Ya te dije que no fui yo.
Ruedo los ojos - ¿Entonces quien fue? ¿El fantasma de
Miller que vino a defenderte? - hablo con ironía.
Mis palabras le duelen, baja la mirada y sus ojos se
cristalizan, está evitando llorar.
-¿Para que viniste? Si igual no me vas a creer - reclama.
Resoplo resignado y trato de relajar mi expresión. Necesito
ser inteligente si quiero que me de algún tipo de
información.
Alargo mi mano hasta llegar a las suyas, acaricio
suavemente sus manos, se sobresalta ante mi movimiento
y su mirada va directo a mis ojos.
-Escucha, cariño - mi voz es más suave- necesito saber
todo lo que sabes sobre el sujeto que murió aquí. Sobre
todo por que lo vinculan contigo.
Su pulso se acelera bajo mi tacto y sus mejollas se tornan
un color carmín. Me siento de lo peor por estarla
manipulando de esta manera, pero si ella dice que no lo
mató significa que alguien más lo hizo y eso tengo que
saberlo.
- Un... Un sujeto vino a verme - habla nerviosa.
-El que murió - aseguro y ella niega rápidamente.
-Aparte de Hugo - susurra.
-¿como sabes su nombre?
-Me lo dijo él. Era mi amigo - sonríe - Me visitaba muy
seguido. Hablamos de muchas cosas y jugábamos damas
los martes. - su expresión es como si estuviera recordando
algo muy bueno.
Frunzo el ceño, ¿que rayos estaba haciendo Hugo?
-¿Y el otro sujeto? - pregunto intrigado.
Se pone sería de repente.
-No lo conozco - dice rápido - vino un día y me dijo que
Hugo me iba a matar. No lo creí, por supuesto - aclara -
Pero me dijo que se iba a encargar de eso. - baja la mirada -
no entendía nada hasta que me enteré que Hugo estaba
muerto

-¿Por que no le dijiste eso a la Policía? - pregunto molesto.


Rueda los ojos.
-Porque no me creen. - Me mira mal - ellos dicen que no hay
registros de que alguien haya venido a verme aparte de
Hugo.
No entiendo nada, ¿quien podría haberlo hecho? Sin ser
visto. Tengo que averiguarlo rápido. Me levanto con la
intención de irme, pero su voz me detiene.
-Una cosa más - Me mira a los ojos - Necesitas saber que
yo no soy el enemigo aquí - habla con determinación.
La miro sin entender del todo lo que trata de decirme.
- Yo ya no estoy interesada en atacarte - continúa.
-Más te vale - advierto. - Si llegas a tocar a Samantha o a mi
hijo...
Su risa me interrumpe.
-Ahora te crees el padre de ese bastardo - ríe.
Golpeo la mesa logrando asustarla, al verme furioso para
su risa en seco y me mira sería.
-Sólo quiero que cuando todo esto acabe, no creas que yo
tengo algo que ver. - masculla entre dientes.
-¿De que hablas?
-Al parecer tu mujercita no tiene un sólo enemigo. -
Sonríe de lado - El sujeto que vino estaba muy interesado
en destruirla, tanto a ella como a tu adorado mocoso.
Esas palabras me dejaron helado.
-¿Que más te dijo?
- Me felicitó por intentar matarlos - sonríe - Que él si lo
lograría y luego me sacaría de aquí.
Frunzo el ceño y apreto los puños.
-¿Por que debería creerte?
Se encoje de hombros.
-Cree lo que quieras. Yo sólo te advierto para que no
pienses que fui yo. A pesar de que me dijo que no te haría
daño, no me confío.
-¿Algo más que debería saber? -espeto furioso.
Piensa unos minutos y niega con la cabeza. Me voy
rápidamente dejando la habitación a mis espaldas y
acusándole a los guardias que ya pueden llevársela.
Necesito llegar a casa, la cabeza va a estallarme de rabia,
sólo necesito hundirme en mi hermosa reina para dejar de
pensar en todo. Tenerla en mis brazos, protegerla para que
nadie les haga daño, es lo único que me calmara.
Capitulo 50
*Samantha*
Todo está completamente listo para la cena de hoy. Ya
Matías está durmiendo, le daré la noche libre a la
nueva mucama para que no ande rondando por la casa y
Rose se ha ido a pasar la noche con Carlos.
Tengo planeado una noche maravillosa, con una muy
bonita cena, al estilo cursi, para luego pasar a tener sexo en
todo los rincones de la casa.
Termino de maquillarme frente al espejo para luego echar
un vistazo del resultado. En el espejo de cuerpo entero se
puede ver con claridad mi bello cuerpecito. Sonrio
coquetamente a mi reflejo.
Mi atuendo consiste en un vestido rosa pálido, pegado a mi
cuerpo como si fuera otra piel. No me gusta el color, pero
estaba en mi guardaropa, así que quise probar algo
diferente.
Lencería de encaje blanco, muy sexy acorde con la
situación y mi cabello en una cola alta, para ahorrame
tiempo.
Escucho la puerta principal cerrarse, lo que significa que mi
galán ya está aquí, así que salgo rápidamente para que me
vea bajar de una forma dramática las escaleras.
-Buenas noches, Señor Fisher. - susurro con sensualidad
desde lo alto de las escaleras.
Su cara es un poema. Me mira de pies a cabeza y puedo
jurar que tiene una erección.
-Buenas noches, Señora Cooper. - responde con voz ronca.
Bajo lentamente sin dejar de verlo a los ojos. Se nota un
poco tenso, pero lujurioso, como si quisiera mandar todo a
la mierda y tomarme ya mismo al pie de las escaleras.
Tomo su mejilla con delicadesa para posar sus labios en
los míos en un beso suave, tierno que se va volviendo más
necesitado a medida que nuestras lenguas se encuentran.
Sus manos van directo a mi cintura para atraerme más a su
cuerpo y atraparme.
Nos separamos por falta de oxígeno, sus labios están un
poco hinchados por el beso, pero sólo hace que se vean
más provocativos.
-Me encanta ese vestido en ti- susurra en mi oído haciendo
que mi piel se erice.
-Pues espero que no le tomes mucho cariño, porque quiero
que me lo arranques más tarde - susurro con voz ronca.
Sus manos viajan hacia mi tercero, apretandolos con
firmeza, sacandome un jadeo involuntario.
-¿Por que esperar a más tarde? - gruñe exitado.
Sonrio - Porque hice una rica cena. - paso mis dedos por su
cabello.
Su mirada lujuriosa me dice que le vale mierda la cena, pero
de la nada se vuelve fría y apreta su agarre cuando mira
algo detrás de mi. Preocupada volteo para ver que lo puso
tan molesto.
-¿Quien eres tu? - pregunta molesto hacia la pobre chica.
-Es Thia, la nueva mucama. - respondo por ella.
Me extraña esta actitud de su parte, parece en serio
molesto por la presencia de Thia.
-Un placer servirle, Señor - hace una pequeña reverencia.
¡Es monisima como mucama!, super atenta, amable,
sumisa, además es fea y no tiene cara de zorra.
-Samantha,¿puedo hablar contigo a solas? - Fisher en serio
está furioso.
¿Que le pasa?
-Si, está bien- le hago una seña con la mano a Thia para que
se vaya, lo cual hace al instante.
Fisher pasea de un lado a otro, parece que va a explotar de
furia. Yo sólo lo observo con una ceja levantada.
-¿Cuando la trajiste aquí? - pregunta al fin.
-Hoy - respondo normal.
Se pellisca el puente de la nariz.
-¿¡Y cuando pensabas decirme!? ¿Que sabes de ella?
Metiste a una desconocida a la casa donde vive nuestro
hijo. - grita
-¿¡Con quien diablos piensas que estas hablando!?- grito
molesta - ¿A caso me crees una demente para traer a
cualquiera a vivir aqui?
-Es que...
-¡¡Es que nada, Fisher!!. Yo dirijo una puta empresa de
seguridad, tengo detectives privados ¿crees que no se me
ocurriría investigar a mis empleados? - reclamo.
Su expresión se suaviza, ahora parece apenado. Mientras
que yo estoy más que furiosa.
-lo lamento, amor - pasa la mano por su cabello.
-¿Por que estas tan paranoico? - pregunto
Suspira, parece preocupado.
-Nada. Es que quiero que estén asalvo, es todo. Mejor
vamos a cenar - camina en dirección al comedor.
Algo escondes, Fisher.
**********
No es por presumir, pero la cena estuvo deliciosa. Chuletas
de cordero asadas, ensalada y vegetales al vapor. Todo me
quedo fantástico.
Gracias, bendito YouTube.
Ahora vamos por el postre, que consiste en un pastel de
chocolate con nueces. También me quedó perfecto, cierro
los ojos al sentir su sabor en mi paladar. Definitivamente
donare a ese canal de recetas.
-¿Donde está Mati? - Fisher rompe el silencio.
-Durmiendo - respondo sin abrir los ojos.
Aunque no pueda verlo, se que está sonriendo.
-¿Te gustó mucho el postre? - pregunta divertido.
Asiento con la cabeza.
- Es como un orgasmo - suspiro.
-¿Ah si? - abro los ojos para mirar los suyos.
Sigo comiendo, pero está vez sin dejar de mirarlo,
provocarlo con cada bocado que le doy al pastel,
saboreando mis labios con sensualidad, haciendo que
trague grueso.
-Dame tus bragas - dice con voz ronca.
Alzo una ceja. -¿Quien dijo que las llevo puestas? - Me
muerdo el labio.
Se levanta de golpe rodeando la mesa para llegar a donde
estoy. Toma mi mano para que me levante y rápidamente
se apodera de mis labios, muerde mis labios con pasión
mientras que sus manos se hacen camino hasta mis
glúteos alzandome para que mis piernas lo rodeen.
-¿Donde está la mucama? - murmura en mis labios.
Paso los dedos por su cabello para atraerlo de nuevo a mis
labios. Nunca me cansaria de besarlo, sus labios son una
droga para mi.
-Se fue después de sevir la cena - respondo jadeante.
-Muy bien - susurra.
Me lleva hacia la sala para depositarme sin delicadeza en el
sillón. Mi vestido se hace añicos entre sus salvajes dedos,
jadeo sin control sintiéndome más que necesitada. Se
deshizo de su ropa con desesperación al igual que de mi
brasier.
Su lengua recorre cada uno de mis senos, sintiéndome más
y más caliente ante su tacto.
-Fisher, ¡haslo ya! - gimo con fuerza.
Sonríe sobre mi piel mientras se acomoda entre mis
piernas y me penetra de una sola estocada.
-¡Oh Dios! - exclamamos a unísono.
Nuestras respiraciones se hacen una sola. Sus
movimientos rápidos me hacen sentir en el cielo. Nos
necesitábamos la de lo que imaginé.
Grito con fuerza al sentir serca mi liberación y mis paredes
vaginales apricionan su polla haciéndolo gruñir de
exitacion. Llegamos juntos a nuestro ansiado clímax,
bañados en sudor y con la respiración entrecortada.
- Eso... fue... increíble - jadeo buscando controlar mi
respiración.
Sonríe orgulloso y sale de mi interior para recostarse en el
sillón y admirarme.
- Apenas estamos empezando, preciosa. - habla con voz
ronca.
Le devuelvo la sonrisa e intento levantarme.
-Vamos a la habitación - propongo - pero primero iré a darle
una vuelta a Mati.
Asiente y me carga en brazos por sorpresa sacandome un
gemido de lo sensible que se encuentra mi piel.
Subimos a la habitación, tomo un Albornoz para cubrirme y
poder ir a ver a mi bebé, no sin antes probar de nuevo los
labios de mi sensual Adonis nudista que tengo en frente.
-Ve rápido o no te soltare - gruñe.
Sonrio y salgo de la habitación.
Al llegar al cuarto de Mati, algo en mi pecho de descontrola.
La habitación está oscura, lo normal es que tenga una
lamparita en forma de nube encendida junto a su cuna,
pero está todo apagado.
Rápidamente enciendo la luz central y mi corazón se
oprime. Busco la forma de hacer que salga algo de mis
labios, un grito al menos, pero estoy muda. La
desesperación me consume, busco por todas partes y no lo
coonsigo
-¡¡¿LEONARD!!! - un grito desgarrador sale por fin de mi
garganta.
Por el pasillo de escucha sus pasos apresurados llegando
hacia mi, se agacha para llegar a mi altura dandome
cuenta de que estoy en el piso.
-¿Que para cariño? - pregunta desesperado. -¿Donde está
Mati?
-NO ESTÁ - lloriqueo - No está en su cuna, no hay nadie más
en la casa. - sollozo con fuerza.

Capitulo 51
*Samantha*
Mi cuerpo no para de temblar por el llanto, creo que jamás
había estado tan desesperada.
¿Por que estas cosas sólo me pasan a mi?
Mi pobre angelito debe estar asustado quien sabe donde o
con quien. Tengo tanto miedo que me desconozco. Quien
sea que me quiera ver hundida lo está logrando, consiguió
la única cosa que me destrozaría.
-Amor, debes calmarte. Lo encontraremos, pero te necesito
tranquila para eso. - Leonard trata de reconfortarme.
Sus brazos siguen rodeando mi cuerpo evitando que
termine de romperme, pero en este momento mi cabeza no
para de dar vueltas y mis lágrimas no cesan.
-Hey, Sam- limpia mis lágrimas con su pulgar. - Escúchame,
Matías te necesita.
Sus palabras activan algo en mi cerebro, hace que
reaccione de repente y pare de llorar un poco.
-Tienes razón - sorbo mi nariz.
Me levanto del piso con su ayuda. Tengo la mirada perdida
en algún lugar del piso, pensando en las posibles
soluciones.
-¡Las cámaras! - exclamo de repente.
Sin esperar respuesta salgo disparada por la puerta hacia
mi despacho. Necesito revisar el sistema de seguridad,
todo debió haber quedado grabado.
¿Por que no sonó las alarmas? Si alguien entró a la casa
debieron sonar, a menos que tuvieran llaves o el código de
seguridad, lo cual es imposible.
Escucho los pasos de Leonard a mi espalda. Nos
adentramos al despacho donde busco desesperadamente
mi laptop. Mis manos son tan temblorosas que me es
imposible introducir la contraseña.
-Espera, yo lo hago - Me la quita de las manos.
Leonard parece más calmado, pero en su mirada puedo ver
el miedo, se que se está haciendo el fuerte para que yo no
me derrumbe de nuevo.
Su ceño se frunce mientras ve la pantalla y mi sangre se
hiela. Me acerco lentamente para mirar, aguantando la
respiración. Mi corazón se desboca al tener semejante
escena frente a mi.
La cámara del cuarto de Matías muestra a una mujer
sacándolo de su cuna cuidadosamente, toma una pañalera
muy abultada y se va con mi pequeño en brazos. El resto de
las cámaras la muestran metiéndose en un auto aparcado
en la acera del frente.
-¡¡MALDITA HIJA DE PUTA!! - grito entre sollozos y vuelvo a
desplomarme.
Es mi culpa, es mi maldita culpa. Nunca debí dejar que se
acercara a mi familia. Ahora mi bebé está con ella y no se
que diablos le hará.
-Es mi culpa, Leonard. - lloriqueo.
Me abraza con fuerza hacia su pecho para que me
desahogue.
-No, princesa. No tienes culpa de eso - Me acaricia el
cabello.
-Yo dejé que Thia entrara a la casa...
-Pero si la investigaste antes, hiciste lo correcto - su voz es
suave - No tenías como saber sus malas intenciones.
¿Cómo dejé que esto pasara?
¿Por que lo hiso?
Limpio mis lágrimas con violencia y me levanto firme. Estoy
segura de que todo esto tiene nombre y apellido; Sofía
James, esa hija de puta me va a pagar haberse metido con
mi bebé.
-Iré a buscarlo. No pueden estar tan lejos. - intento avanzar,
pero una mano me detiene.
-No, yo resolveré esto. - saca su celular.
-¿Y pretendes que me quede de brazos cruzados mientras
mi hijo está con esa mujer?
-No, pero no harás nada saliendo a buscar sin saber por
donde empezar. - murmura serio.
Tiene razón. Me trago mi rabia y asiento con la cabeza.
Marca algo en su celular para luego colocárselo en el oído.
-Te enviaré los vídeos de seguridad de mi casa para que me
averigües donde está ese vehículo ahora mismo.- ordena
serio - Si, espero. - y cuelga.
Lo miro a la expectativa, guarda de nuevo su celular y me
abraza con cariño.
-5 minutos, amor. - susurra besando mi cabello. - Vamos, te
prepararé un té.
-No quiero nada - murmuro con los ojos cerrados evitando
que sigan corriendo las lágrimas.
-Lo necesitas. Así como yo necesito a la Samantha de
mente fría, inteligente. Que me ayude a resolver esto. - Me
abraza más fuerte.
Agradezco con el corazón sus palabras. Tengo que dejar de
ser tan débil, por Matías, él me necesita.
-Esta bien, ve a la cocina, yo llamaré a Rose. - suspiro.
Asiente y deja el despacho para mi sola. Busco el teléfono
de la oficina y le marcó a Rose, que al tercer tono me
contesta.
-Presley - su voz se escucha somnolienta.
-Amiga ¿Te desperté? - pregunto.
Bosteza al otro lado de la línea.
-Casi - ríe - Me han dejado muy cansada.
Entiendo a lo que se refiere, pero no tengo ánimos para
reírme.
-Entiendo... ¿Dónde estas?
-¿Pasó algo? Te escucho triste - pregunta preocupada.
Tomo aire como si de valentía se tratara.
-Se llevaron a Mati - digo sin más.
-¿¡QUE!? ¿Como así, Sam? - pregunta asustada.
Trago grueso.
-Se lo han llevado de su cuna - rompo en llanto de nuevo. -
Ha sido Thia... Es mi culpa, amiga. - gimoteo.
- Hey, no... Dame 30 minutos y estoy allá. - dice rápido -
Perdona que sea tanto tiempo, pero es que me encuentro
fuera de Barcelona. Iré volando para allá, me vale si me
multan.
-Te espero. - Es lo único que me sale decirle antes de
colgar.
*********
Dos tazas de té después, Rose abre la puerta de la casa con
violencia y corre a donde estoy para abrazarme con fuerza.
Detrás de ella entra mi amigo Carlos con cara de apenado y
las llaves de un auto en sus manos.
Leonard frunce el ceño al ver a Carlos, más no dice nada.
-¿Que han sabido? ¿llamaron a la Policía? - mi amiga
pregunta agitada.
Niego.
-No llamaremos a la Policía- explico- Esto no es un
secuestro cualquiera. No sabemos por que se lo han
llevado, pero estoy segura que todo esto tiene que ver con
Sofía.
-Sofía no tiene nada que ver - escupe seguro.
Lo miro con todo el odio que mis ojos pueden expresar.
-¿Ahora vas a defenderla? - grito - Estoy segura que
esa demente es la que mandó a secuestrar a mi pequeño.
-No es así - espeta- Ella me dijo...
-¿¿HABLASTE CON ELLA?? - lo interrumpo.
Rose se mete entre Leonard y yo.
-¡¡Hey, Calmado todo el mundo!! - levanta las manos. - No
estamos para matarnos entre nosotros, sino para matar a
la hija de puta que se ha llevado al bebé. - murmura
calmada.
-No puedo creer que me esté pasando esto - llevo mis
manos a la cabeza.
-Calma - mi amiga me abraza. - Leonard, ¿le has dado algo
para los nervios? - se dirige a él.
-Si, un té con un calmante diluido. - explica.
Lo miro de mala manera ¿A caso dijo que me derogó?
-Bien, no tarda en hacer efecto. - Me suelta poco a poco.
-Ustedes son increíbles - mascullo con sarcasmo.
Rose me dedica una media sonrisa.
-Tú - señala a Carlos que se ha mantenido callado - Cuida
de Sam. Y tú - señala a Leonard - Vamos al despacho,
necesitamos hablar.
Ambos asienten, aunque Leonard lo hace a regaña dientes.
Me hacen sentir excluida, como si no tuviera ni voz ni voto.
-No me eches la culpa, Rose es muy mandona. - Carlos
habla cuando ya se han ido y se acerca despacio hacia mi.
Suspiro y me tiro en el sofá junto a él, me tapo la cara con
las manos para tratar de calmarme. Esto es demasiado
estrés para un sólo día, estoy agotada y mi cerebro no deja
de pensar en mi pobre bebé.
Capitulo 52
*Leonard*
No me gusta para nada estar discutiendo con Samantha,
mucho menos verla en ese estado tan nerviosa y molesta.
-Fisher ¿Como se te ocurre defender a esa lunatica en
frente de Sam? - reclama Rose.
No tengo mucho trato con ella, pero entiendo que esté
molesta, me porte como un idiota, debí quedarme callado
cuando estábamos hablando de Sofía.
-¿Eso es lo que querías hablar? - espeto molesto.
Ya se que soy un idiota, no estoy de ánimos para que me lo
recuerden.
Rueda los ojos - Obvio que no. Hay que aprovechar que
Sam está durmiendo para actuar con más calma. ¿Que han
averiguado tus hombres?
Olvidaba que Rose, por más loca que parezca, es una
detective muy buena y reconocida en Nueva York. No se
que rayos sigue haciendo aquí en España.
-Están localizando la camioneta. En cualquier momento
pueden llamar para avisar - explico calmado.
Rose pasea por el despacho con las manos en las caderas
y una expresión seria en su cara.
-¿Por que Thia se llevaría al niño? - pregunta más para ella
misma - O sea, tiene que estar trabajando para alguien más,
alguien muy importante -aclara.
-Tienes razón - concuerdo - Según Sam, la investigaron y
todo estaba en orden. ¿Era mentira todo o alguien la
contrato después?
Algo no cuadra y voy averiguar que es.
-Yo misma leí el informe - se señala - Yo ayudé a elegir a las
posibles candidatas... - Se pasa la mano por la cara.
-Esto es algo muy retorcido. Necesitamos saber quien está
detrás de todo esto. - expongo.
Me mira con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
-¿En serio crees que Sofia es inocente? - pregunta con
fastidio.
Suspiro resignado.
-No se trata de eso - murmuro - Yo hablé ayer con ella... y
antes de que digas algo, fue por asuntos importantes. -
aclaro - Me comentó que hay alguien más detrás de
Samantha, que quiere verla hundida.
Mira un punto dijo en el suelo, juguetea con un mechón de
cabello suelto, está pensando.
-Déjame ver si entendí - habla por fin. - La lunática te dijo
que hay alguien más... ¿Y como sabe ella eso?
-Mira eso no importa - meneo las manos restándole
importancia.
El sonido de mi celular inunda el ambiente, tensándonos a
ambos. Lo saco rápidamente y con dedos temblorosos
acepto la llamada.
-Fisher - hablo primero.
-Señor, encontramos la camioneta en un motel a las afueras
de la cuidad ¿Quiere que actuemos ya? - comunica Gustavo,
uno de mis empleados.
El alma vuelve a entrar a mi cuerpo. Por fin una buena
noticia.
-¿Esta ella ahí?
-Si, Señor. Una mujer blanca con un recién nacido, en la
habitación 237. - informa.
-Bien, envíame la dirección y asegúrense que no salga de
allí. Iremos para allá. -cuelgo.
Rose me me mira esperando una respuesta. Dejo salir el
aire que tenía retenido en mis pulmones para poder hablar.
Le explico todo lo que me dijo Gustavo y ella sólo escucha
atenta
-¿Entonces que esperamos? ¡Tenemos que irnos ya mismo!
- sale disparada del despacho.
La digo hasta la sala encontrándonos una escena que no
me gusta para nada. El tal Carlos tiene a Samantha
recostada en su pecho, profundamente dormida, mientras
él le acaricia el cabello.
-Ya veo que hizo efecto el calmante. - Rose sonríe. -
tenemos buenas noticias, ya sabemos donde está el bebé,
iremos por él. - explica feliz.
Miro de mala gana a Carlos, pero no parece molestarle mi
expresión.
-Yo puedo quedarme con Sam. La llevaré a su habitación...
-Eso ni pensarlo - gruño - Mejor deja de toquetear a mi
mujer y lárgate.
Rose me mira mal.
-Hey Fisher calma. Él es mi novio y amigo de Sam - Me
regaña.
-Podrá ser el mismísimo Papa y ni aún así lo dejaría sólo
con ella inconsciente. - escupo.
Rueda los ojos. - ¿Entonces la dejaremos sola? Porque yo
iré contigo.
La tomo en mis brazos sin dificultad, no pesa mucho,
parece un Ángel mientras duerme. Aunque sus ojos estén
hinchados por tanto llorar.
La sangre me hierve al darme cuenta de que está usando
sólo un Albornoz, sin nada debajo. A mi si me dio por
vestirme, pero ella no tenía cabeza para eso.
Así menos la dejo con este tipo.
-La llevaré a la cama. Despertará en unas cuántas horas y
ya habremos regresado para entonces. - explico.
Ambos asienten con la cabeza. Me apresuro a llevar a mi
bella durmiente a la cama, cubro su cuerpo con la cobija.
-Iré por nuestro hijo - susurro depositando un beso en sus
labios.
A respiración es calmada, está en un sueño profundo.
Espero que esté soñando algo muy feliz.
********
El motel está junto a la autopista, a las afueras de
Barcelona, en medio de la nada.
Mis hombres se encuentran fuera de este, camuflados
como cualquier turistas que van de paso.
-¿Dónde esta? - Pregunto rápido.
Apuntan con el dedo hacia una puerta a unos metros de
nosotros. Se lee habitación 237 en números plateados.
Corro hacia ese lugar seguido por Rose y mis hombres.
Entramos tirando la puerta para no darle chance de hacer
nada, pero nos llevamos una gran sorpresa; la habitación
está completamente vacía.
Miro con furia hacia mis empleados, que tienen la cara
pálida de la sorpresa.
-¡¡AQUÍ NO HAY NADIE!! - grito histérico.
-Mi...Señor... Ella estaba aquí, estamos seguros. Nadie salió
de la habitación desde que la vimos entrar. - trata de
explicarse Gustavo.
-SON UNOS INÚTILES DE MIERDA- descargó toda mi ira a
gritos.
Mientras que yo le grito a mis inútiles empleados, Rose
reduzca en la habitación, parece que buscara alguna clase
de pista o algo así.
-Se pudo haber ido por aquí - Señala la puerta que
comunica con la habitación de al lado.
Me tranquiliza que al menos alguien esté haciendo algo útil
en este lugar.
-¿Estas segura? - le hablo más calmado a ella.
Abrimos la puerta que usualmente están con seguro, pero
esta cede sin esfuerzo, dándonos cuenta que no es la única
que está abierta, todas en una línea de cuatro habitaciones
vacías están sin seguro.
-Si, estoy segura que se fue por aquí. - continúa hablando.
El fuerte sonido de unas llantas quemándose sobre el
asfalto al momento de derrapar llama la atención de todos
en la habitación, haciendo que corramos a la puerta para
ver de que se trata.
El auto donde se llevaron a Matías se alejaba de nosotros a
toda velocidad. Reaccionamos rápidamente montándonos
en los diferentes vehículos y pisando el acelerador hasta el
fondo.
-Sólo nos distrajo para escapar - habla una muy agitada
Rose.
-No se va a escapar de mí de nuevo - mascullo apretando el
volante.
Sobre paso a mis guardias, los nudillos de mis manos se
vuelven blancos de lo mucho que apreto el volante. Miro de
reojo a Rose, su cara me transmite el miedo que siente,
supongo que está preocupada porque nos pase algo por ir
tan rápido, pero es incapaz de decirme que disminuya la
velocidad.
Estamos justo detrás de la camioneta, pero no puedo hacer
más nada que esperar a que pare. Mi hijo va dentro, no me
puedo arriesgar a que por un mal golpe el vehículo choque.
-Puedo dispararle a las llantas. - Se ofrece sacando un arma
de su espalda baja.
-No. Van muy rápido. Podrían volcarse. - la detengo.
Como si lo hubiera predicho, el auto gira derrapando hacia
la derecha, lo que provoca que de vueltas sobre si mismo
varias veces.
-¡¡NOOOO!! - UN grito desgarrador sale de los labios de mi
acompañante.
Disminuyó mi velocidad hasta frenar por completo justo a
una distancia prudente del vehículo que está hecho añicos.
No puedo creer lo que ven mis ojos, mi corazón amenaza
con salirse de mi pecho y sin previo aviso las lágrimas caen
por mis mejillas.
Rose sale disparada del auto a lo que la sigo a toda prisa
para detenerla, logrando cubrirla con mi cuerpo, justo a
tiempo antes de que el vehículo volcado explote en llamas
frente a nuestros ojos.
-No, no, no... - grita entre mis brazos.
Su llanto desgarrador, sus uñas clavándose en mi brazo
donde ella se apoya y sus lágrimas derramándose en mi
camisa, parece sacado de una de mis peores pesadillas.
Me es imposible controlarme, también rompo a llorar al ver
lo que ha pasado.
Mis guardias sólo se encargan de llamar a las autoridades
para que vengan ayudarnos, ya que no podemos
acercarnos hasta que se apague el fuego y los extintores
de nuestros autos no son suficientes.
No se como voy a decirle a Samantha que nuestro hijo se
ha ido, de la peor forma posible.
*******

Las sirenas se oyen cada vez más cerca, aunque no les


esté prestando atención. Miro a un punto fijo en el suelo
mientras tengo a Rose en mis brazos. No hemos dejado de
llorar abrazos, ni se cuanto tiempo ha pasado, sólo se que
las llamas aún no cesan al igual que nuestras lágrimas.
-Señor ¿Quiere que la Policía sepa lo del secuestro? -
pregunta Gustavo.
Niego con la cabeza.
-No tienen por que enterarse. Todavía tenemos que
encontrar a quien esté detrás de esto- logro decir.
Asienten y se van a hablar con la policía y los bomberos
que tratan de apagar el fuego.
Pasan unos minutos hasta que Gustavo vuelve corriendo a
donde estamos, su cara es de impresión y preocupación al
mismo tiempo.
-Mi señor, tiene que venir a ver esto. - habla agitado.
Frunzo el ceño soltando a Rose, quien se limpia las
lágrimas y nos sigue hacia donde está el grupo de policías
reunidos.
-Repítale lo que me dijo - pide al Policía.
Aclara la garganta antes de hablar.
-Los forenses me informaron que en el vehículo se
encontró el cadáver de un hombre, de identidad aún
desconocida. - informa serio -¿Tiene alguna información
que pueda sernos útil?
-¿No había un niño en el auto? - pregunto desesperado.
Me miran confundidos.
-No, el único pasajero era un hombre. El conductor -
explican.
No se si llorar de felicidad o enojarme aún más. O sea,
agradezco que mi hijo no haya estado en ese horrible
accidente, pero eso significa que aún no sabemos donde
está.
-No sabemos quien es, pero gracias oficiales. - murmuro
tranquilo y me alejo.
Rose y mis guardias me siguen el paso hasta llegar a
nuestros vehículos.
- O sea que todo fue para distraernos. - murmura Rose con
rabia - Todo ha sido una trampa para que ella pudiera salir
del Motel. - escupe.
La rabia corre por mis venas, definitivamente este día ha
sido una montaña rusa de emociones, pero el alivio que
siento y la esperanza de que mi hijo sigue con vida, me
reconforta un poco.
Aún puedo encontrarte. Pienso antes de poner el auto de
nuevo en marcha. Hay que volver al Motel para investigar a
donde pudo haberse ido Thia.
Mi celular suena unos minutos después de que nos
adentramos de nuevo en la autopista, acepto la llamada por
el altavoz del carro.
-Fisher - hablo.
-Señor, hay que volver a la mansión. - Gustavo suena
preocupado.
-¿De que hablas? Hay que ir de nuevo al Motel.
-No, Señor. El sistema de alarma se activó. Alguien se ha
metido a la casa. -explica exaltado.
-Mierda - pero un golpe al volante.
-Fisher, Samantha está inconsciente y sola - me recuerda
Rose.
Detengo el vehículo para revisar las cámaras desde mi
celular y mi corazón se lleva de rabia al ver como se llevan
a Sam en una camioneta negra.
¿Pero es que este día no puede ser peor?
Capitulo 53

*Samantha*
Mi cuerpo está lo suficientemente cómodo y relajado como
para no querer abrir los ojos aún. Tuve un muy mal sueño,
pero me alegra que todo pasara y esté en mi calientita
cama esperando que el monitor de mi bebé me indique que
ya despertó.
Estoy boca abajo en la cama, con mis suaves sábanas de
algodón egipcio sobre mi cuerpo desnudo. Creo que me
quedé dormida después de tener sexo con Leonard.
Por cierto ¿Dónde estará?
Sin abrir los ojos aún, tanteo torpemente el otro lado de la
cama encontrándolo vacío.
Seguro se está duchando.
Bostezo libremente antes sentarme en la cama y abrir los
ojos con un poco de dificultad debido a la luz que se filtra
por las ventanas.
Parpadeo un par de veces y froto mis ojos para
acostumbrarme a tanta luz solar.
Miro hacia todas partes con el ceño fruncido. ¿Dónde rayos
estoy? Este no es mi cuarto.
Las paredes son de un color verde muy oscuro y los
muebles son de madera oscura. El techo tiene un enorme
espejo y según veo por el ventanal, estoy en un lugar muy
alto.
Estoy confundida. No recuerdo haber venido aquí y
¿Dónde está el monitor del bebé?
Un nudo de forma en mi garganta, pero contengo las ganas
de llorar, tengo miedo de que mi pesadilla no haya sido sólo
eso. Necesito saber primero donde estoy y que hago aquí,
antes de sacar conclusiones.
La puerta se abre lentamente, dejando entrar a un cuerpo
bien trabajado cubierto por un costoso traje de Armani. Una
figura muy familiar para mi, empujando un carrito de
comida.
Mi instinto me hace taparme por completo con las sábanas
y levantarme de la cama rápidamente.
-¡Oh, ya despertaste! - exclama con una sonrisa en su cara.
Lo miro con cara de odio. No creo que yo haya venido aquí
con él, así que necesito explicaciones.
-¿Que haces aquí? O mejor dicho, ¿Qué hago yo aquí? -
pregunto molesta.
-Cálmate, mejor desayuna. - destapa los platos del carrito.
-Marcos, hablo en serio ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí? -
gruño - Porque dudo que me haya metido en un hotel con
mi cuñado. Y ¿¡Por que estoy desnuda!?
Sostengo la sábana con fuerza. No me molesta que me
vean desnuda, pero sólo si yo lo elijo, no así.
-Cariño, ya estabas así cuando te encontré en tu cama - ríe
cínico - Y déjame decirte que no debes taparte, ya te he
visto desnuda, tienes un cuerpo fenomenal. Además de que
esa delgada sábana no te cubre nada.
Lo miro con asco y ruedo los ojos. No sabía que podía ser
tan desagradable.
Empiezo a hacer memoria un minuto. Dijo que me
encontró así en mi cama, lo que significa que ya estaba
dormida cuando me trajeron aquí, pero ¿Por que Leonard
no lo detuvo? ¿Dónde está?
Mi desesperación crece cuando recuerdos de la noche
anterior azotan mi cabeza. No fue una pesadilla, mi pobre
pequeño había sido secuestrado y yo estoy aquí quien
sabe donde con el hermano de Leonard.
-¿Por que estoy aquí? !No sabes que mi hijo fue
secuestrado!- grito furiosa.
Mi cara debe estar de color rojo, estoy furiosa por estar acá
con este patán en vez de estar buscando a mi bebé.
-Ah, sobre eso - saca su celular del saco de su traje y marca
unos números para luego llevárselo al oído.
Busco a mi alrededor algo de ropa con que cubrirme para
salir de aquí lo más rápido posible, pero por desgracia no
hay nada. Los cajones están vacíos.
-Deja de husmear en mis cosas, preciosa. - me riñe
juguetón.
-Necesito ropa para salir de aquí - es lo único que digo.
Diviso dos puertas aparte de donde acaba de llegar
Marcos. Abro la primera encontrándome con un baño muy
amplio, aquí planeo ducharme en cuanto consiga algo de
ropa. Intento abrir la otra puerta, pero no cede.
-Samantha, no necesitas ropa, porque no irás a ningún lado.
- me sorprende esa voz muy cerca de mi cuello.
-¿Y quien me lo va a impedir? ¿Tu? - pregunto irónica.
Ríe.
-Si, aunque no lo creas soy muy fuerte. Además no te irás si
quieres ver a tu hijo.
Sus palabras me dejan helada ¿Él se ha llevado a Mati?
¿Pero por qué? Me volteo lentamente para estar de frente
hacia el y mirarlo directamente a los ojos.
-¿De que hablas? - escupo.
- De que mandé a traer a tu bebé - susurra muy cerca de mi
- Si te portas bien, lo verás muy pronto.
Mi furia crece, así como mis ganas de lanzármele encima
para partirle la cara en pedacitos, pero eso sólo será
cuando sepa que Mati está a salvo.
-Tú te llevaste a mi hijo - murmuro con los dientes
apretados - ¿Por que? ¡Yo no te he hecho nada a ti!
Que yo sepa, no me he metido con la familia de Leonard.
Sólo los visitamos una vez, después de eso solo hemos
hablado por teléfono con Ivonne.
-Verás... - me toma del brazo para regresarme a la cama.
El imbécil es más fuerte que yo; no puedo resistirme a su
agarre. Por suerte solo me deja en la cama y se aleja un
poco.
-Te voy a contar una historia - continúa - Desde que Leonard
se fue de la casa para hacer su vida, "sus propios negocios"
- hace las comillas con las manos - yo tuve que
encargarme de los negocios familiares, así como de mi
hermana y mi madre...
-Ajá ¿Y? - alzo una ceja.
-No me interrumpas, cariño - levanta un dedo - Yo me he
encargado y cuidado a mi familia por años... YO - se señala-
Ahora mi madre está muy enferma, se está muriendo por
así decirlo - explica con amargura - Y me entraré que
cambió su testamento para dejárselo TODO A SUS
NIETOS... - grita lo último. - Yo le he dedicado mi vida entera
a ellas, y no merezco ni siquiera ser nombrado en el
testamento.
No puedo creer lo que oigo. Toda esta mierda es por dinero;
un puto dinero que mi hijo no necesita.
-Mi hijo no necesita nada de ustedes - espeto molesta.
Ríe sin gracia.
-¡Eso ya lo se! - Dice divertido - Hice mi tarea. Investigué
todo, que la verdad no costó mucho...
-A ver, Marcos. ¿Cuál es tu punto? ¿Qué es lo que quieres? -
pregunto ya harta de esta conversación.
Se pasea por la habitación inquieto. Sinceramente su
mirada lo hace parecer un psicópata.
-No me costó mucho manipular a Sofía James para que me
contara todo. - sonríe - ¡Me dijo que Matías ni siquiera es
hijo de Leonard! A parte de que ni siquiera están casados -
ríe y se pasa la mano por el cabello - O sea, que será muy
fácil que tu, como niña buena, le quites el apellido Fisher.
Lo miro con el ceño fruncido, ¿Todo este teatro es para
algo tan estúpido?
-¿Y si mejor le digo a tu madre que mi hijo no necesita su
dinero? - es algo muy simple.
Niega con la cabeza.
- No, porque resulta que conozco a mi madre. Jamás lo
permitiría - forma una línea con sus labios.
-¿Y no se te ocurrió hablar conmigo, en vez de armar todo
este teatro?
Si risa retumba por toda la habitación, mientras yo lo miro
muy seria.
-No, porque si te negabas, o si pretendes negarte, es más
fácil aplicar el plan B - se encoje de hombros.
Lo miro confundida.
-Exterminarlos - se explica.
Sus palabras me caen como un balde de agua fría.
¿Pretende matarnos?
- Estas loco - es lo único que sale de mis labios.
Tocan la puerta, impidiendo que siga hablando. Thia, la
mujer que mas odio en este momento, entra con mi hijo en
brazos. Mi corazón late con fuerza al ver a mi pequeño,
jamás había sentido un alivio tan grande. Ni siquiera dejo
que termine de entrar cuando corro hacia ella para quitarle
a Mati de las manos.
-¿Como se te ocurre meterte con un niño tan pequeño? ¿A
caso estas demente? - me dirijo a Marcus.
Mati de retuerce en mis brazos buscando calor. No tiene ni
un rasguño, pero me siento como una leona cuando se
meten con su cría.
-No le iba a hacer nada - se escusa - No por ahora - aclara.
Lo miro con todo el odio que soy capaz de transmitir.
-Ya te dije que hablaré con tu madre. Ahora deja que me
vaya - espeto.
-Eso no puede ser posible, Princesa - expresa con falsa
tristeza. - Te irás cuando hayas firmado los documentos
que tengo para ti. - le hace una seña con la cabeza a Thia y
sale de la habitación - Como quitarle el apellido a tu hijo es
algo muy complicado... tengo una mejor idea que nos
beneficia a ambos.
No quiero escuchar lo que viene a continuación. Me siento
en la cama para darle pecho a Matías.
-Dudo mucho que vaya a aceptar algún trato de tu parte. -
ruedo los ojos.
Sonríe de lado y como el cerdo que es, no deja de mirarme
los pechos.
-Samantha, eres una mujer cautivadora - susurra - Tu
belleza es como la de una diosa... Cualquier hombre estaría
más que dichoso de compartir su vida contigo...
-Y con la fortuna que poseo - No lo dejo terminar.
-¡Exacto! - chasquea los dedos - Eres bella, además
inteligente y rica... Muy rica. - Se acerca más hacia mi - Mi
hermano no te merece. - susurra.
Ruedo los ojos ¿En serio está tan enfermo?
-Si lo que quieres es dinero, puedo firmarte un cheque -
propongo.
Niega con un movimiento de su dedo.
-No, Cariño. Estoy seguro que la cantidad de dinero que me
des, no se comprará en lo más mínimo en la cantidad que
obtendría si fueras mi esposa. - sonríe como el gato de
Alicia en el país de las maravillas.
No le contesto, sólo lo miro con rabia. Este sujeto me mira
como si fuera un cajero automático con buenos pechos. En
la edad que tengo y con todo lo que me ha pasado, jamás
había estado tan asqueada de un hombre.
Piensa, Samantha. Sabes como salir de esto, no es la primera
vez que te secuestran. Puedes matarlo y salir de aquí con
mucha facilidad.
Mis demonios internos se hacen presentes para darme
consejos.
Justo cuando me estaba debatiendo entre sí matarlo o sólo
noquearlo, la puerta se abre de golpe dejando ver
claramente a Leonard con su mejor cara de Emputadisimo
con ganas de matar al que se atraviese.
-¿Tu que haces aquí? - Marcos se levanta de mi lado.
Leonard no responde, sólo a lanza encima de su hermano
para golpearlo con toda la furia que tiene. Grito de la
sorpresa cuando su puño impacta do la cara de Marcos y
ambos se lanzan golpes en la cara.
Matías llora por el alboroto y me siento impotente por no
poder hacer nada para ayudar a Leonard.
-¿Por que lo hiciste? - escupe Leonard tomando por el
cuello a su hermano.
-¿Como supiste donde estaba? -responde ahogado.
-Eso no importa ¿Qué pretendías? Y cuidado con lo que
respondes, porque estoy luchando por no matarte aquí
mismo. - apreta su agarre.
-Sólo quiere dinero - interfiero.
Otro puño impacta contra Marcos dejando lo caer en el
suelo. Leonard saca una pistola de su saco y le apunta a la
cabeza.
-¿Te metiste con mi familia por el maldito dinero? -
masculla entre dientes.
-Hazlo, mátame - masculla con dificultad - Prefiero la
muerte, a vivir como pobre.
Leonard quita el seguro del arma, está decidido a hacerlo,
la furia lo está cegando.
-¡Espera! - grito antes de que cometa una estupidez.
Este es un problema sencillo, no tenemos que volverlo un
drama.
-Marcos, yo puedo ayudarte a hacer negocios nuevos. Tu
propia fortuna - propongo - Sólo déjame ayudarte.
Leonard no parece estar de acuerdo.
-Sobre mi cadáver va a pasar eso - se dirige a mi. - Una
persona que se mete con mi hijo, no merece ayuda. -lo mira
con furia - pudiste haberme pedido ayuda. Me da asco
llamarte hermano.
Esas palabras son de dolor. No puedo hacer nada.
-Tienes razón - habla Marcos - Soy un asco de persona -
Deja salir las lágrimas. - Sólo te pido una cosa...
Toma el arma de las manos de Leonard antes de que pueda
reaccionar, dejándome con el corazón en la boca.
-Dile a Mamá que todo fue su culpa. - Se dispara en la
frente.
Todo pasó tan rápido que apenas tuvimos tiempo de
reaccionar. Matías no deja de llorar por el ruido del disparo,
Leonard está en shock viendo el cuerpo sin vida de su
hermano y yo miro hacia un punto en la pared tratando de
controlar mi respiración
Capitulo 54
*Samantha*
Un mes ha pasado desde ese trago amargo que fue el
secuestro de Matías y el mío.
Por desgracia no sólo tuvimos que asistir al funeral del
hermano de Leonard, si no también de su madre, quien
falleció al día siguiente debido a un cáncer de estómago
muy avanzado. Está destrozado por no haber sabido antes,
llora en mis brazos como un niño por las noches, pero se
mantiene frío delante de los demás.
Hoy es un día especial, el cual pensé que no llegaría nunca,
pero aquí me encuentro; Vestida de blanco caminando en la
arena de la playa hacia un guapetón musculoso que me
espera vestido de traje. Las miradas caen sobre mi, se que
estoy hermosa con este vestido, me siento fabulosa en él.
-Estas Hermosa. El blanco te sienta bien - habla Leonard
cuando llego hacia él.
-No te acostumbres, es sólo por esta ocasión - le guiño el
ojo.
-Ya quiero quitarte ese vestido. - menciona coquetamente.
-Paciencia pequeño saltamontes - susurro.
Tomo asiento a su lado, justo a tiempo antes de que
comience la marcha nupcial y aparezca una
despampanante Amanda vestida con un inmenso vestido
blanco.
¡Oh vaya! Llegó una piñata. Sonrío por mi pensamiento.
El jeque la espera al final del pasillo y el juez da inicio a la
ceremonia por Civil.
Pensé que este día no llegaría nunca, que por fin me
desharía de ella, ya que ahora tendrá que vivir en Dubái
junto a su esposo.
Los votos de matrimonio más cursis de la vida, un beso
apasionado y la ceremonia ha concluido. Por fin Amanda
está amarrada.
-Creo que por fin tendremos un poco de paz - toma mi
mano para besarla.
Sonrío por su chiste y busco sus labios para besarlo con
amor. Así el mundo se desvanece a nuestro alrededor .
Muerdo su labio inferior, haciendo que me tome de la
cintura para atraerme más hacia él. Junta nuestras frentes
cuando nuestros pulmones reclaman oxígeno.
-Te amo - susurra con la respiración entrecortada.
-Y yo a ti - respondo sacándole una sonrisa. -¿Donde está
Mati?
Se separa de mi para acomodarse el traje.
-Lo tiene Sarah -explica tranquilo - Están en el Hotel con los
guardias.
Lo deje con Matías para poder ir a comprar el vestido que
llevo puesto, ya que no contaba con un vestido blanco en
mi guardarropa.
Trajimos a Sarah (la antigua mucama de Leonard) la
semana pasada desde Nueva York. Decidimos no contratar
a alguien más, sólo personas de confianza se relacionaría
con Matías, así que la trajimos de vuelta. Aparte de eso,
ahora tenemos guarda espaldas, aunque la mayoría son
para Mati.
-O sea, que tenemos la tarde y parte de la noche para
nosotros. - digo con sensualidad.
-¿No quieres ir a la recepción? - Señala Hacia donde se está
yendo la gente. - Fue tu idea venir aquí.
La música empezaba a sonar, la recepción sería en la
misma playa. Una pista de baile había sido instalada,
mesas y sillas, todo adornado en colores blanco y dorado.
Todos los invitados fuimos obligados a asistir de blanco
también, al parecer capricho de Amanda.
-Sólo quería presenciar el momento exacto en el que
Amanda dejaría de ser un estorbo - murmuro - Ahora tengo
otros planes para nosotros.
Toma mi mano para llevarme hacia el estacionamiento,
subimos al auto y sin esperar más juntamos nuestros
labios en un beso desesperado. Manos inquietas recorren
mis piernas erizando mi piel, nos besamos como animales
en celo. La humedad en mis bragas se hace presente a
medida que el beso se intensifica.
-Vamos, ya tendremos tiempo de jugar. - me devuelvo a mi
asiento.
Suspira frustrado, desde aquí puedo ver su erección que
hace parecer a su pantalón como una tienda de campaña.
Rio al verlo tan frustrado.
-¿Hacia donde, Señorita? - pregunta juguetón.
Pongo la dirección en el GPS para que le sea fácil seguirla.
Recorremos las calles atestadas de autos, en total silencio
dentro del auto, solo el sonido de nuestras respiraciones
como acompañante.
Paramos en frente de un edificio discreto, nada fuera de lo
normal, personas mostrando un gafete para poder entrar y
salir.
-¿Esto es lo que creo que es? - pregunta tratando de ocultar
su sonrisa.
Sonrío pervertida y ,bajo su atenta mirada, saco de mi
carrera un collar similar a los que usan los perros, solo que
con diamantes y las iniciales LF en el centro. Colgando de
este, una larga cadena de plata la cual entrego en las
manos de Leonard luego de colocarme el collar.
-¿Esto es en serio? - susurra excitado.
Desde que me enteré de que Leonard había sido un amo,
me entró el morbo de saber como sería tener una sesión
con él, aunque prometí No volver a ser sumisa, no pude
resistirme.
Bajo la mirada para seguir con el juego.
-Si, Señor - susurro como respuesta.
¡Que empiece el juego!
Epilogo
Un escalofríos recorre mi cuerpo en cuanto siento su
mirada cargada de lujuria sobre mi. Se pasea por la
habitación como un león acechando su presa,
contemplando mi cuerpo desnudo arrodillado en el piso en
la posición de sumisa, esperando su primer movimiento.
No lo miro. Mis ojos están clavados en algún punto del
suelo como la buena sumisa que puedo ser. Aunque muera
por cambiar de roles y tenerlo de rodillas ante mi.
Mi piel se eriza al sentir como recorre mi espina dorsal con
una fusta de cuero que, aún sin verla, se exactamente que
se trata de eso, mi piel ha memorizado cada juguete sexual
que se ha usado en mi alguna vez.
-¿Así que mi gatita quiere jugar hoy? - su voz ronca
acompañado de caricias con esa fusta , alborota cada
hormona en mi ser.
Hace muchos años que no lo escuchaba decirme "Gatita",
básicamente porque yo se lo pedí, pero en estas
circunstancias se siente diferente. El apodo va perfecto con
el atuendo que traigo puesto; mi cuerpo totalmente
desnudo, adornado con unas orejas de gatito, el collar de
sumisa y un plug anal con una cola larga y peluda a juego,
todo en color negro a petición de mi Amo.
-Te hice una pregunta - coloca la fusta debajo de mi
barbilla, obligándome a levantar la vista. -¿Quieres jugar?
-Si, Señor - susurro.
Leonard se ve jodidamente sexy como Amo. Solo lleva
puesto un par de jeans azules, va descalzo y sin camisa,
mostrando su trabajado cuerpo. Este hombre es como el
buen vino, con los años se pone mejor.
Mi lado morbo siempre se lo imaginaba de esta forma;
dominante, poderoso y sobre todo sexy, a tal punto que,
aun si hacerme nada, estoy tan húmeda que siento mis
fluidos corres hacia mis muslos.
Ahora que me ha permitido verlo, puedo observarlo
mientras pasea por la habitación buscando los juguetes
que quiere usar conmigo; un par de esposas, un dildo
vibrador y pinzas para pezones. La boca se me hace agua
de solo imaginar todo eso sobre mi.
Se acerca de nuevo hacia mi, tendiéndome una mano para
que pueda levantarme y de inmediato esposa mis muñecas
a un par de cadenas que cuelgan del techo, quedando mis
brazos estirados por encima de mi cabeza. Recorre mi
cuerpo con la fusta de cuero hasta colocarse en mi
espalda, apartando mi cabello para tener libre acceso a mi
cuello donde deposita pequeños besos húmedos que me
ponen aún mas caliente. Involuntariamente muevo mis
caderas para rozar mi trasero con su dura erección.
-Quieta- instantáneamente recibo un azote en la nalga
derecha que deja ardiendo la piel y al mismo tiempo hace
que me retuerza de placer.
Un segundo azote en mi otra nalga aparece cuando no
puedo mantenerme quieta buscando un poco de fricción
para calmar mis ganas.
-Me voy a divertir - susurra con voz ronca, asomando una
sonrisa de suficiencia.
Aumenta la deliciosa tortura acariciando mis senos,
chupando y mordiendo alternadamente cada uno de mis
pezones, para al final ser reemplazados por un par de
pinzas unidas con una fina cadena plateada. La presión en
esa zona envía una descarga eléctrica a cada terminal
nerviosa de mi sensible cuerpo, estallando en gemidos
sonoros que son ahogados con besos.
-¡Oh, si! Leonard - jadeo en sus labios en busca de mas.
Recibo un azote directamente en el clítoris, suave, pero
firme, que me hace estremecer brutalmente llevándome al
borde del orgasmo, pero sin poder liberarme aun.
-No me llames por mi nombre - espeta dominante,
dándome otro delicioso azote.
-Por favor - suplico entre gemidos.
Otro azote llega, un poco mas fuerte que el anterior,
acompañado por un jalón a las pinzas en mis pezones que
me hacen gritar.
-¿Como debes llamarme? - gruñe excitado.
-Señor, por favor... Quiero mas - apenas soy capaz de
hablar.
-Lo tendrás, Amor mío. Solo espera - susurra en mi oído
erizando mi piel.
Una de sus manos acaricia mi piel sensible hasta llegar a la
cola de gato unida al pug, dándole un pequeño jalón que me
saca un gemido al sentir como sale levemente y vuelve a
entrar en mi. Estoy tan estimulada que siento que puedo
correrme con tan solo un toque.
En un rápido movimiento queda de rodillas ante mi, con la
cara directamente en mi entrepierna, con tan solo sentir su
respiración caliente en esa zona mi respiración se vuelve
irregular. Mi cuerpo clama por el siguiente movimiento.
Un largo y rápido lengüetazo me hace que cierre los ojos e
incline la cabeza hacia atrás disfrutando de la sensación.
-Mírame- exige azotando mi trasero. -Quiero que me mires
cuando haga que te corras con tan solo mi lengua.
Muerdo mi labio inferior mirándolo a sus ojos grises
oscurecidos por la lujuria. Es una imagen erótica que se
grabará en mi memoria para siempre.
Levanta una de mis piernas para continuar atacando mi
punto mas sensible, haciéndome temblar y gemir
violentamente. Su lengua hace maravillas en mi vagina y
justo cuando muerde ese pequeño punto lleno de nervios,
estallo en un orgasmo abrasador.
-¿Quieres mas, Gatita? - susurra con voz ronca.
-Si, Señor. Por favor - jadeo con la respiración entrecortada.
-Que bueno, porque apenas estamos empezando.
Aun con las contracciones del orgasmo, levanta mis
piernas para que las enrede en su cadera y libera mis
muñecas de la cadena en el techo, mas no de las esposas.
La fricción entre mi entrepierna y su pantalón me
mantienen jadeando en busca de mas contacto.
Me lleva en brazos hasta la gigantesca cama con barrotes y
sabanas de seda negra, me acuesta boca a bajo, uniendo
mis esposas al espaldar de ésta, levantando mis caderas
para sostenerme de mis rodillas y codos, dándole una vista
privilegiada de mi trasero.
Un par de azotes mas bastan para que mi piel rojiza ponga
mis nervios a flor de piel. Un nuevo objeto recorre la cara
interna de mis muslos haciéndome temblar a la
expectativa; sube lentamente hasta llegar a mi vagina y es
cuando reconozco que se trata del vibrador. Me penetra
con lentitud, arqueo la espalda al recibirlo tan húmeda que
no necesito lubricante y siento como vibra a velocidad
mínima. Inconscientemente mis piernas buscan cerrarse,
pero son detenidas por las fuertes manos de Leonard.
-Si las cierras no dejaré que te corras - sentencia.
Muerdo mi labio para acallar mis gemidos, pero recibo un
par de azotes fuertes con la fusta.
-Vamos nena, déjame oírte. No me prives de tus gemidos -
me embiste con el dildo aumentando la velocidad de las
vibraciones.
-¡Oh, Dios! - grito al borde del colapso.
Se detiene de forma abrupta, ganándose mis quejidos
furiosos.
-Tranquila nena, quiero que tu orgasmo sea conmigo -
susurra penetrándome de una sola estocada.
No se en que momento siquiera se quitó la ropa, solo me
concentro en sus embestidas violentas. Nuestros cuerpos
chocan de fuertemente causando un sonido seco
totalmente excitante. El vibrador va a parar a mi clítoris
palpitante robándome gritos de gloria por lo
sobrestimulada que estoy; las vibraciones al máximo, el
pug anal, las pinzas en mis pezones y el ritmo brutal de las
estocadas de Leonard me llevan a la cima del cielo, pero es
justo en el momento que siento su semen caliente llenarme
por completo, donde el desgarrador orgasmo llega
acompañado de innumerables blasfemias por parte de
ambos.
Siempre pensé que el sexo entre nosotros era maravilloso y
que no podría ser mejor... Que equivocada estaba.

También podría gustarte