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La ética objetivista surge como extensión a la ética humanista, la cual postula la idea de
el surgimiento de normas que cobijen la dignidad humana, donde “Bueno” es aquello
que es bueno para el hombre y “Malo” lo que es nocivo para él.
Los juicios éticos objetivamente válidos, pueden establecerse únicamente sobre hechos
y no sobre valores, es decir, debe sostenerse sobre un conjunto de conocimientos
científicos sobre la naturaleza del ser humano y qué es lo verdaderamente bueno para él.
Por ejemplo, en el arte de la ingeniería existe un conjunto de conocimientos y destrezas
específicas. Si por ejemplo un ingeniero va a construir una vía férrea, deberá construirla
de acuerdo a ciertos principios físicos.
Toda ciencia, se basa en un axioma que define el propósito para el cuál está definida a
ser esta ciencia. La vida, si la entendemos como ciencia, tiene como fin común una sola
acción: “Vivir”. Podemos imaginar una cultura en donde no quieran andar en coche o
no quieran usar ropa, sin embargo, todos tienen un propósito común: La vida, por
consiguiente, la elección entre “La vida y la muerte” ha dejarse de lado para
concentrarse en la verdadera elección: “Una vida buena y una vida mala” y es que, el
hombre moderno pareciera creerse un experto en vivir, es una acción en la que somos
expertos, ¿no? Vivir están sencillo que no requiere ningún esfuerzo en particular, sin
embargo, el hecho de haber llegado a dominar este arte causa que pierda su sentido de
dificultad, causando que nos creamos unos expertos en vivir y pensemos que nuestra
vida no tiene importancia; Todo tiene importancia excepto el arte de vivir, olvidándonos
como individuos, olvidando nuestra propia importancia y dejando de lado nuestra
felicidad.