Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Marcos aparece varias veces en el libro de Hechos, donde se le presenta como “Juan, el que
tenía por sobrenombre Marcos”
Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía
Y Bernabé quería que llevasen consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre
Marcos;pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de
ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra.Y hubo tal desacuerdo entre
ellos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a
Chipre, Hechos 15:37, 39)
Era sobrino de Bernabé (Col. 4:10), y la casa de su madre en Jerusalén servía como lugar
de reunión para la iglesia primitiva (Hch. 12:12). Como un hombre, según parece, joven,
Juan Marcos acompañó a Pablo y Bernabé en su primer viaje misionero (Hch. 12:25; 13:5),
pero los abandonó en Perge de Panfilia (Hch. 13:13). A causa de la falta inexcusable de
Marcos, Pablo no quiso llevarlo en el siguiente viaje (Hch. 15:37-38). El asunto provocó
tan fuerte desacuerdo entre Pablo y Bernabé que los llevó a separarse (Hch. 15:39).
Bernabé se fue con Marcos a Chipre mientras Pablo se embarcaba en un segundo viaje
misionero con Silas (Hch. 15:39-41). A pesar de haber traicionado la confianza de Pablo en
el primer viaje misionero, Juan Marcos se convirtió más tarde en un miembro valioso del
equipo ministerial del apóstol. En Colosenses 4:10-11, Pablo pidió a sus lectores que
recibieran a Marcos como uno de sus colaboradores “en el reino de Dios”, y que le había
servido de “consuelo” durante su primer encarcelamiento romano (cp. Flm. 24). Unos años
después, casi al final de su vida, Pablo pidió a Timoteo: “Toma a Marcos y tráele contigo,
porque me es útil para el ministerio” (2 Ti. 4:11). Es probable que Juan Marcos fuera
restaurado al ministerio cristiano, al menos en parte, por el respaldo de Pedro, quien como
dirigente de la iglesia en Jerusalén estaba relacionado con la casa de la madre de Marcos
(Hch. 12:12) y pudo haberle conocido a través de ella. La amistad entre Pedro y Marcos fue
tal que el apóstol se convirtió en una figura paternal espiritual para el joven, a quien se
refirió como “mi hijo” (1 P. 5:13). Si alguien entendía el proceso de restauración después
de un fracaso, era Pedro, quien fue amorosamente restaurado por Cristo después que lo
negara tres veces (cp. Jn. 18:15-17, 25-27; 21:15-17). Es indudable que la influencia de
Pedro ayudó a Marcos a vencer las debilidades y vacilaciones de su juventud, de tal modo
que pudiera llevar a cabo fielmente lo que Dios lo había llamado a hacer.mc arthur
Pero hay otro relato, en Marcos 10, que también cuentan Mateo y Lucas,
que me ha fascinado, y es la historia del joven gobernante rico.
Por cierto, así es cómo está organizado el libro. Marcos es muy fácil de
compendiar, porque el autor nos ofrece ciertas divisiones naturales, como
veremos más adelante. Se divide fácilmente en dos mitades. La primera,
del capítulo 1 al 8, versículo 26, es el Siervo que gobierna, la autoridad del
Siervo. La segunda, desde el capítulo 8, versículo 27 hasta el final, es el
Gobernante que sirve. Leamos los primeros versículos:
Pero, con todo y con eso, las gentes de Jerusalén y de Judea dejaban sus
ciudades, sus pasatiempos y sus placeres para darse una caminata por este
desierto tan tremendo, para oír predicar a un hombre. Es posible que
tuviesen que caminar veinte o treinta millas para poder escuchar a Juan,
pero lo hacían de buena gana, de tal modo que Marcos deja constancia,
apenas exagerando al decir
¿Por qué iba Dios a anticipar con tal fuerza esta verdad? Dios sabía que
era preciso dar un paso de preparación en los corazones de los hombres
antes de que Dios y el hombre pudiesen reunirse. Dios no se limita
sencillamente a hacer acto de presencia ante los hombres, esperando que
le reciban, porque con eso lo único que conseguiría sería darles un susto
de muerte. Por lo tanto, era necesaria cierta preparación, y para eso fue
enviado Juan, el que había de hacer la preparación, para ir delante del
Señor y preparar el camino para Él, por medio del arrepentimiento, cosa
que examinaremos en un momento.
Ahí radica la gloria del relato del hijo pródigo, ¿no es así? Regresó de un
país lejano, después de haber disipado los bienes de su padre y su propia
vida, destrozado y humillado, dispuesto a convertirse en el siervo de su
padre. Pero en el momento en que su padre le vio, abrió sus brazos, y,
antes de que el muchacho pudiese decir ni una sola palabra, se encontró
en los brazos de su padre, recibiendo sus besos y abrazos, mientras
preparaban el becerro gordo. El perdón comienza en el corazón de la
persona ofendida, encontrando una base sobre la cual, por algún motivo
que es válido para esa persona, está dispuesta a olvidar el agravio, a
absorberlo todo él mismo y olvidarlo. Porque eso es lo que significa el
perdón, olvidarlo, no mantenerlo sobre la cabeza de la persona que ha
cometido la ofensa, recordándoselo cada dos por tres, sino olvidarlo,
tratando a la persona como si nunca hubiera pasado.
Pero nunca puede tener éxito o ser completo hasta que no se produzca un
cambio de actitud en el corazón del que ofende. Es decir, debe ser
aceptado por aquel que ha ofendido. Es preciso que reconozca que
cometió una ofensa y que reconozca su culpabilidad. Eso es lo que se
llama "arrepentimiento". Es preciso cambiar de opinión, dejar de
justificarse, admitir que hizo daño, y entonces se está en condiciones de
recibir el perdón y se puede aplicar dicho perdón.
Por eso es por lo que el profeta Isaías dijo que el mensaje de Juan sería
como un gran tractor, construyendo un camino en el desierto, para que
Dios pudiese llegar al extraño aislado en medio del desierto. Sin que haya
una carretera, no es posible adentrarse en el desierto con el propósito de
ayudar a alguien. Es preciso disponer de una carretera, de una autopista en
el desierto. Juan era precisamente el tractor de Dios, que habría de
construir esa carretera. Ya sabe usted cómo se construyen las carreteras,
exactamente como se describe en el capítulo 40 de Isaías: "¡Todo valle sea
alzado y bájese todo monte y collado! ¡Que lo torcido se enderece y lo
áspero se allane! (Isaías 40:4). Eso es lo que consigue el arrepentimiento.
Hace que se conviertan en llanuras todos los altos picos del orgullo sobre
los que nos encontramos, negándonos a reconocer que estamos
equivocados. Se introduce en aquellos aspectos de nuestra vida, en los
que nos criticamos, nos torturamos y nos castigamos a nosotros mismos, y
los eleva. Toma lo que está torcido, las mentiras y el engaño, y endereza la
situación. Hace que todo lo que es duro se vuelva fácil. ¡Dios se encuentra
ahí, en ese momento de arrepentimiento! Es una preciosa imagen, ¿no es
cierto?, y con ella Marcos enlaza la personalidad de Juan:
Por cierto, su régimen era equilibrado. Aquellos de ustedes que siguen las
dietas de moda reconocerán de inmediato que los saltamontes son
proteína y que la miel son carbohidratos. Por lo tanto, el régimen
alimenticio de Juan estaba perfectamente equilibrado, del mismo modo
que su ministerio era elemental, rudimentario, comenzando justo al
principio, nada complicado, sencillamente carnes y patatas. Es más, el
mismo Juan dijo que estaba incompleto:
Juan llevaba a las personas a Cristo por el único camino que podía ir el
hombre, por el del reconocimiento de su culpabilidad. Cuando las personas
vienen de este modo, Dios se encuentra con ellas, las limpia y las perdona.
Juan lo demostró por medio de su manera de bautizar; pero existe un
bautismo superior, el del Espíritu Santo. Y en el día de Pentecostés,
cuando descendió el Espíritu de Dios, nos encontramos a Pedro en pie
ofreciendo dos cosas a las personas: el perdón de los pecados y la
promesa del Espíritu. A partir de ese momento, eso es lo que Dios ha
puesto a disposición de cualquier hombre o mujer que esté dispuesta a
empezar por el principio, el lugar del arrepentimiento.
¿Se ha arrepentido usted alguna vez? ¿Ha cambiado alguna vez su modo
de pensar? ¿Ha dejado de defenderse a sí mismo y de echarle la culpa de
todo a los demás y ha dicho: "No, Señor, no son ellos, soy yo. Así es como
soy, y necesito ayuda"? Ese es el lugar en el que Dios se encontrará con
usted. Siempre se encuentra con el hombre en ese punto, limpiándole de
su culpa, liberándole y perdonándole. Ahí es donde encontrará usted el
perdón de sus pecados. Si nunca se ha arrepentido, le animo a que lo haga
ahora. Dios se encontrará con usted en ese punto. En el silencio de su
corazón, donde solo Dios puede oírle, puede usted decirle: "Señor, me
arrepiento. Señor, enviame el Espíritu Santo por medio de Jesús el Señor".
Y Él lo hará.