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EL JUICIO DE PARIS

Raíces de mitología griega en la francmasonería simbólica

Pedro Martínez Delgado

Texto de la conferencia El Juicio de Paris. Raíces de mitología griega en la francmasonería simbólica,


impartida en la sede de la Gran Logia de España el día 30 de abril de 2014.

Mito y Metáfora
¿Qué entendemos por mito? Un mito es una narración ficticia y atemporal, fuera de lo que enten-
demos por tiempo histórico, protagonizada por personajes sobrenaturales (dioses, monstruos) o
extraordinarios (héroes). Suelen interpretar el origen del mundo, grandes acontecimientos de la
humanidad o alguna realidad humana de significación universal.

La palabra mito proviene del griego mythos que significa “cuento”, “relato” y su función desde
el punto de vista antropológico es aportar un apoyo narrativo al sistema de creencias de una co-
munidad. Por decirlo de una manera llana y sucinta, el mito trata de explicar el mundo y aportar
las pautas de conducta que permitan establecer una relación adecuada. Una característica esencial
del mito es su transformación permanente: no tiene autor y es un producto social en constante
evolución. Cada vez que un narrador lo comunica lo transforma, reorganizándose en la tradición
colectiva.

Mircea Eliade distingue entre un tiempo profano y otro llamado tiempo sagrado que no es
homogéneo ni continuo. Ambos tiempos pueden conjugarse por mediación de Ritos, mediante
los que puede pasarse del tiempo profano al sagrado o mítico. Lévi-Strauss agrega que todo Mito
tiene tres atributos: establece una pregunta existencial, está formado por opuestos irreconciliables
(lucha entre bien y mal) y proporciona la reconciliación entre ambos polos.

Freud, y de manera muy especial Jung, consideran que el elemento fundamental del Mito es el
símbolo, y que estos conducen a los arquetipos entendidos como formas sustanciales. Para Jung,
el inconsciente colectivo constituiría un sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos
y lugares del mundo, constituido por símbolos primitivos que permitirían expresar un contenido
de la psique que está más allá de la razón.

Joseph Campbell señala que mediante el Mito las energías del cosmos son canalizadas al ser
humano. Con el desarrollo del concepto de monomito Campbell expresa la idea de que la totali-
dad de la raza humana podría ser vista como recitando una historia única de gran importancia
espiritual. Campbell destaca que toda mitología cumple una cuádruple función: metafísica, cos-
mológica, sociológica y psicológica. Sin ninguna duda, el Mito de El Juicio de Paris y su inserción

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El juicio de Paris

en el sistema masónico que abordaremos hoy, tiene una clara función psicológica en cuanto a que
ha sido gestado para servir de guía del individuo a través de las etapas de la vida.

La tesis que hoy tengo el honor de proponerles es la existencia de un antiguo mito oculto en la
Francmasonería cuyo simbolismo no es comprendido en la actualidad por lo que no está cum-
pliendo su función ordenadora y transformadora del individuo.

Sabiduría, Fuerza y Belleza


La numerología está muy ligada a la masonería así como, de forma muy especial, la forma de ma-
nifestar sus contenidos mediante tríadas. Con el paso del tiempo parece haberse construido una
mega-tríada en la que confluyen todo tipo de significados como si fueran distintas expresiones de
una sola realidad, lo que suscita la cuestión de la existencia de una simplificación excesiva que ha
conducido a la pérdida de contenidos y de riqueza simbólica. Pretendo señalar en esta conferencia
la posibilidad de la existencia de un error interpretativo que ha conducido con el paso del tiempo
a una explicación unívoca y excluyente de las ideas más universales del Renacimiento.

Uno de los símbolos universales y fundamentales de la francmasonería son las tres columnas,
también conocido por los tres pilares o “pequeñas luces de orden” que simbolizan la Sabiduría, la
Fuerza y la Belleza. Cada una de estas tres columnas sostiene una vela que se enciende y se apaga
en la mayor parte de los ritos practicados mediante un elaborado ritual. Suelen estar situadas físi-
camente en el centro del lugar en el que se celebra la Tenida, que es como se denomina en español
una reunión masónica.

Figura 1. Templo de la Gran Logia Provincial de Catalunya de la GLE.

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El juicio de Paris

Figura 2. Templo de la Gran Logia de Suecia.

Figura 3. Templo de la Gran Logia. Filadelfia.

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El juicio de Paris

La antigüedad de la asociación de estos tres elementos con la francmasonería está fuera de toda
duda y la hallamos en los antiguos manuscritos que se han conservado hasta nuestros días. Estos
antiguos manuscritos contienen la doctrina perteneciente a cada grado en forma de preguntas y
respuestas a modo de catecismo. En 1720 fueron quemados los manuscritos de la francmasonería
operativa por temor a que pudieran ser divulgados, según la explicación oficial, por lo que aquellos
que han llegado hasta nuestros días son de fecha posterior, aunque parecen ser copias fieles o a
partir de la memoria —la memorización de los rituales es una señal distintiva de la francmasone-
ría— de otros anteriores.

Así y en relación con las tres columnas observamos en el Manuscrito Wilkinson (circa 1727), en
la pregunta 51:

Pregunta: ¿cómo está sostenida vuestra Logia?


Respuesta: por tres grandes pilares.
Pregunta: ¿qué significan?
Respuesta: Sabiduría para Inventar; Fuerza para Sostener y Belleza para Adornar.

En 1730 Samuel Pritchard publicó su Masonry Dissected en el que desvelaba los catecismos de
los tres grados: aprendiz entrado, compañero del oficio y maestro masón. En el apartado corres-
pondiente al grado de aprendiz podemos leer:

Pregunta: ¿qué soporta una Logia?


Respuesta: tres grandes pilares.
Pregunta: ¿cómo son llamados?
Respuesta: Sabiduría, Fuerza y Belleza.
Pregunta: ¿por qué así?
Respuesta: Sabiduría para Inventar, Sabiduría para Sostener y Belleza para Adornar.

La concordancia entre el manuscrito Wilkinson y el tratado de Pritchard es total en este punto.


Por agregar un tercer ejemplo y completar así una tríada, permítanme destacar el discurso que el
Señor caballero de Ramsay —una de las columnas de la francmasonería francesa, según el Diccio-
nario de Daniel Ligou— pronunció en la Logia de San Juan el 26 de diciembre de 1736:

“La nación más espiritual de Europa se convertirá en el centro de la Orden y derramará en


nuestros estatutos las gracias, la delicadeza y el buen gusto, cualidades esenciales en una Orden
cuya base es la sabiduría, la fuerza y la belleza del genio.”

Vemos pues que en los inicios del siglo xviii, en el que se forma la francmasonería denominada
especulativa o moderna, el significado de los tres pilares, que como se afirma en diversos rituales
“son los tres pilares que sostienen el Templo masónico”, no albergaba dudas ni tampoco constituía
una imagen polisémica. No sucede lo propio en la actualidad, en la que diversas tríadas, indepen-
dientes en cuanto a significado, se han englobado en lo que anteriormente he denominado una
mega-tríada, con la consiguiente confusión y alteración de su sentido original.

Un ejemplo de lo afirmado sucede con la tríada que gobierna la Logia, formada por el Venera-
ble Maestro, el Primer Vigilante y el Segundo Vigilante. La disposición física de las tres personas

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El juicio de Paris

Figura 4. Prichard. Masonry Dissected.

en las ceremonias de la Logia no ha sido siempre la misma. En 1722 la incipiente francmasonería


especulativa experimentó su primer cisma entre los grupos denominados los “Antiguos” y los
“Modernos”. Las Logias modernas situaban a los dos Vigilantes en el Oeste, contrariamente a la
práctica de los “Antiguos” que colocaban al Segundo Vigilante en el Sur. Los tres pilares también
experimentaron una cambio de disposición. En el manuscrito Prichard, mencionado anterior-
mente, observamos que dos pilares se situaban al Oriente y el tercero en Occidente.

De esta forma y dada la nueva disposición de los tres pilares y de los Oficiales de la Logia, pa-
rece ser que se produjo de forma natural una asimilación entre los pilares y los tres gobernantes.
Por lo que el Venerable Maestro fue asimilado con el pilar del Este que es el correspondiente a la
Sabiduría, el Primer Vigilante con el pilar de la Fuerza y el Segundo Vigilante con el de la Belleza
respectivamente. Pero debemos destacar que no hay pruebas de la existencia de esta concordancia
con anterioridad a 1727 en las Islas Británicas, ni tampoco antes de 1758 en Francia. En 1758 se
publica la obra divulgativa Three Distinct Knocks; or, the door of the most ancient Free-Masonry,
perteneciente a la corriente de los “Antiguos” que asocia de forma definitiva el trinomio “Sabidu-
ría-Fuerza-Belleza” con los tres Oficiales principales de la Logia.

Otra de las tríadas fundamentales de la francmasonería es la constituida por Salomón rey de


Israel, Hiram Rey de Tiro e Hiram Abiff. Según narran las leyendas masónicas, los tres fueron
artífices de la construcción del primer Templo de Jerusalén, primer santuario del pueblo de Israel.
En la actualidad y de forma unánime se concuerda al Rey Salomón con la Sabiduría, a Hiram rey
de Tiro con la Fuerza, al ser el impulsor y principal contribuyente de las obras, y a Hiram Abiff con
la Belleza, por su posición de arquitecto del Templo.

El personaje de Hiram Abiff es una figura simbólica en la francmasonería que trasciende la del
mero artesano, hábil en el trabajo con los metales, sobre el que tenemos conocimiento a partir del
libro Primero de los Reyes y de las Crónicas. Aun así conviene destacar que en 1 Reyes 7:14 las tres

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El juicio de Paris

Figura 5. Los tres pilares, los tres oficiales de


la Logia y los tres personajes históricos.

cualidades que se mencionan de Hiram Abiff son sabiduría, inteligencia y ciencia. Respecto a este
personaje simbólico, Robert Freke Gould, destacado personaje de la francmasonería inglesa, en su
monumental Historia de la Francmasonería, que ocupa seis volúmenes, afirma que el personaje de
Hiram era desconocido para los masones del siglo xvii puesto que, en palabras de Denis Roman
citando a su vez a Gould “de haber figurado en las ceremonias de ese periodo, las Constituciones y los
manuscritos de la época no guardarían un silencio uniforme sobre la existencia real o legendaria de
un personaje tan prominente en la historia y la leyenda posteriores de la Orden”. Según Gould, 1725
es la fecha más probable de aparición de la leyenda de la muerte Hiram en los rituales.

Denys Roman, en el Oriente Eterno desde 1985, discípulo de René Guénon y autor del impres-
cindible Reflexiones de un Cristiano sobre la francmasonería, se refiere al ternario desde su posi-
ción netamente cristiana y afirma que, en relación con el rito practicado al cierre de la reunión del
día de la Logia, la Sabiduría divina estaría presente en el momento en que el Venerable Maestro
pregunta a los Hermanos “si alguno tiene algo que proponer por el bien de la Orden en general o de
la Logia en particular”, en el caso de leerse un fragmento del Evangelio según san Juan como es
costumbre en varias Logias francesas. La “Cadena de unión” posterior, rito que se practica a conti-
nuación en el que todos los Hermanos forman un círculo uniendo sus manos, sería, en palabras de
Roman, “la expresión de la Fuerza comunitaria de los Hermanos”; así como la circulación del Tron-
co de la Viuda, colecta del óbolo preceptiva en toda reunión masónica, sería, también en palabras
de Roman, “manifestación de su caridad, que es la virtud teologal correspondiente a la Belleza”.

En otro lugar de la misma obra de Roman René Guénon y los destinos de la Franc-masonería
leemos en relación con un texto de la Antología palatina que “Minerva era la diosa, a la vez, de la
sabiduría, de la guerra y de las artes; estos tres atributos, corresponden a los tres pilares del Templo;
Sabiduría, Fuerza y Belleza”. Roman trata de explicar de esta forma el proceso de cristianización de
los colegios de constructores originariamente consagrados de Minerva-Athenea.

También en la línea de relacionar el ternario Sabiduría, Fuerza y Belleza con la divinidad, en-
contramos explicaciones que lo asimilan con las características propias de la divinidad en las reli-
giones monoteístas, Omnisciencia, Omnipotencia y la Omnipresencia, relacionadas con la figura
del Gran Arquitecto del Universo, pero sin aportar argumentos que sustenten tal afirmación.

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Figura 6. Templo de la Gran Logia


de Japón en Tokyo.

Frithjof Schuon, autoridad mundial en el denominado Tradicionalismo, corriente conocida


también como “Filosofía Perenne”, afirma en su tratado Resumen de Metafísica integral que “la
trinidad, como hemos visto, comprende las ‘facultades’ a la vez divinas y criaturales: la capacidad de
conocer, la de querer y la de amar. En el ternario masónico Sabiduría-Fuerza-Belleza”, estas facul-
tades están expresadas por sus aspectos cualitativos: la Sabiduría es el contenido del conocimiento; la
Fuerza es la virtud de la voluntad; la Belleza es el objeto ideal del amor.”

Tampoco son infrecuentes la relación de la tríada con la cábala cristiana. En Símbolos Funda-
mentales de la ciencia sagrada, René Guénon, filósofo y metafísico cuya figura y pensamiento con
el paso del tiempo se ha convertido en indiscutible para multitud de iniciados, señala que “Este
rito recuerda en parte al menos, las invocaciones que en Masonería especulativa hacen las Tres luces
del Taller a la Belleza (Gomer), la Fuerza (Oz) y la Sabiduría (Dabar), atributos divinos, y cuyas
iniciales en hebreo, ordenadas según se invocan y de derecha a izquierda, como se hace en hebreo,
forman el nombre de Dios en inglés GOD, tal como señalan los propios masones ingleses”. En teología
cristiana, un atributo divino es una cualidad o característica atribuida a Dios. Estos atributos son
también llamados perfecciones divinas al corresponder en Dios los atributos con su ser. Con el fin
de facilitar su estudio se dividen los atributos divinos en dos grupos: los comunicables a las criatu-
ras y los incomunicables, los exclusivos de Dios. En ninguna de las principales fuentes teológicas
figuran ni la Sabiduría ni la Fuerza ni la Belleza como atributos divinos, ni entre las perfecciones

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comunicables ni tampoco entre las incomunicables. Seguramente Guénon se refería a otra cosa,
partiendo de la base de que el Dios cristiano, en su condición de absolutamente simple e “infinito
en toda perfección” según doctrina del concilio del Vaticano, todo lo posee por lo que también
tanto la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza deben formar parte y emanar de él.

Ernest Wood, profesor de sánscrito, yogui y notable teósofo, publicó en 1925 Los siete rayos en
la que equipara “Sabiduría, Fuerza y Belleza” con el ternario “Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Así
leemos que “para comprender plenamente el significado de las columnas presididas por los tres prin-
cipales dignatarios, debemos recordar la oculta enseñanza de la divina Trinidad del Padre, Hijo y Es-
píritu Santo o de Siva, Vishnú y Brahmâ. En su unidad son los tres el Dios universal en quien existen
todos los seres y todas las cosas, porque nada es sino Aquello. Pero en sus separadas manifestaciones o
aspectos, el Espíritu Santo es el hacedor o constructor del mundo externo, y el Hijo es la vida en todos
los seres, la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo”.

Por otro lado, el reconocido simbolista y ensayista Jean Tourniac añade un nuevo elemento de
complejidad al referirse al pasaje bíblico “Dios lo ha dispuesto todo en números, pesos y medidas” y
situarlo en paralelo con los tres pilares del Templo “Sabiduría, Fuerza y Belleza” y, también, desde
su postura declaradamente cristiana, con el crecimiento en Cristo “en sabiduría, en estatura y en
gracia ante Dios y ante los hombres”, en sus propias palabras.

Sin pretensión de ser exhaustivo, pero sí para señalar la absoluta disparidad y confusión en el
asunto que nos trae hoy aquí, permítanme que de forma sucinta mencione otras explicaciones del
significado del ternario. Así, Gérard de Sorval, prestigioso masón e investigador, en relación con el
simbolismo del Blasón señala en una publicación de 1981 de la GLNF que “la dama en caballería
encarna la Sabiduría, la Belleza y la Fuerza que el caballero busca merecer toda su vida”. René Gué-
non, que como hemos visto ya se aproximó al asunto, en un nota de su obra El esoterismo de Dante
amplifica la relación uniendo “Sabiduría, Fuerza y Belleza” a “Libertad, Igualdad y Fraternidad” y
asegurando que “a estas tres mismas virtudes, Dante hace corresponder San Pedro, Santiago y San
Juan, los tres Apóstoles que asistieron a la Transfiguración”.

En el Museo virtual de Historia de la Masonería, espacio divulgativo de acceso público y al-


bergado en el sitio web de la UNED, podemos leer en la entrada relativa a Herder que en su obra
“Cartas para el progreso de la Humanidad”, publicada en 1793, propugnaba una sociedad en la que
la poesía, la filosofía y la historia serían el triángulo de luces que irradiaría a todas las naciones, las
religiones y las razas. La entrada prosigue con la siguiente explicación: “la filosofía corresponde a la
sabiduría, la historia un juego de fuerzas y de contrafuerzas que corresponde al principio masónico
de fuerza, y la poesía a la belleza”.

Jorge Adoum, conocido también como Mago Jefa, prolífico escritor esotérico, completa la asi-
milación afirmando que “finalmente, señalamos las Tres Grandes Columnas que sostienen el Templo
Masónico llamadas de la Sabiduría, de la Fuerza y de la Belleza. También llamadas Columnas de
Orden. La primera, Sabiduría, corresponde al Venerable Maestro o sea la inteligencia creadora que
concibe y manifiesta interiormente el plan del G.A.D.U. —representada por la diosa Minerva—; la
Fuerza, que corresponde al Primer Vigilante, es la fuerza volitiva que trata de realizar lo que la pri-
mera concibe, —representada por Hércules—; y la Belleza, representada por el Segundo Vigilante”.
Estas tres facultades también las encontramos dentro del mismo hombre. Según nos dice Adoum

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“reciben también el nombre de Columnas Morales. La Sabiduría o pensamiento que la dirige; la


Fuerza o Energía Moral que la ejecuta y la Belleza o armonía de las fuerzas mentales”.

También se ha tratado de hacer confluir las tres potencias en una sola figura, en este caso no
divina, en la persona del Rey Salomón. Así Roman, de quien ya hemos dicho que está considerado
un autor de referencia, en su obra Observaciones sobre algunos símbolos masónicos asegura que
“por otra parte, la gloria, en particular bajo forma militar, tiene relaciones evidentes con la Fuerza.
En el monte Gabaón, Salomón recibió los dones de la Sabiduría, Fuerza y Belleza (las tres columnas
del Templo masónico). En los antiguos rituales de 2º grado se dice que el Venerable Maestro está
revestido de oro, de púrpura y de azul, tres colores que se relacionan con las riquezas, la gloria y la
sabiduría, los tres dones que el Gran Geómetra del Universo dio al rey Salomón”. Sin ánimo de re-
futar sino de aclarar, el suceso mencionado por Roman nos viene relatado en Reyes 3. Se nos dice
que al haberse casado Salomón con una princesa egipcia, propició un sacrificio de mil holocaustos
con motivo de la llegada de ésta a Jerusalén. Al no estar todavía terminado el Templo se ofrecían
los sacrificios importantes en los altos, por lo que Salomón se dirigió al monte Gabaón. Durante
la noche se le apareció Dios y le pidió que solicitara lo que quisiese. Salomón pidió a Yahvé un
corazón prudente para discernir entre lo bueno y lo malo para así poder gobernar a un pueblo tan
grande como Israel. Concluyendo el relato con la frase “Y así fue como el rey Salomón obtuvo su
sabiduría”. Sabiduría de la que sería proverbial pero, ¿Y la fuerza? ¿Y la belleza?

Para concluir este breve viaje a través de distintas fuentes masónicas, a modo de exposición
de las distintas corrientes que, desde la francmasonería, tratan de explicar el significado de la
tríada “Sabiduría, Fuerza y Belleza” permítanme que cite a Francisco Ariza, autor de una extensa
obra divulgativa sobre tradición, historia y simbología de la francmasonería. Ariza escribe en un
artículo publicado en la revista electrónica del G.L.O.L.A. “Simbolismo de la iniciación masónica”
que “la Belleza es el nombre que recibe uno de los tres pilares sobre los que se apoya la edificación del
templo masónico, y por extensión del templo del mundo. Los dos restantes pilares se denominan Sa-
biduría y Fuerza. Sabiduría, Fuerza y Belleza equivalen respectivamente al número, peso y medida
divinas”. Ariza se refiere al conocido pasaje del texto atribuido al propio rey Salomón en el Libro
de la Sabiduría, 11:20: “Pero tú lo has dispuesto todo con medida, número y peso” (en la versión de
La Biblia Católica: “y Sin embargo, tú lo has dispuesto todo con moderación y orden y equilibrio”
correspondiente a la versión “Dios Habla Hoy” de las “Sociedades Bíblicas Unidas”). Permítanme
que me muestre suspicaz ante el razonamiento aportado. ¿Por qué se relaciona a la Sabiduría con
el número y no con el peso o con la medida? ¿Acaso en la Belleza no se halla también el número?
y, por otro lado, ¿la medida no determina la Fuerza?

Recapitulemos lo expuesto hasta el momento. Hemos comenzado fijando nuestra mirada en


un elemento esencial en toda Logia francmasónica: las tres columnas que se hallan situadas en
el centro de la Logia o bien distribuidas cerca de los dos Vigilantes de la Logia, en función de la
particularidad del Rito practicado. Hemos visto que el origen de estas tres columnas o pilares es
remoto y, en todo caso, que está presente en todos los antiguos manuscritos que han llegado hasta
la actualidad. Y también hemos constatado que estas tres columnas o pilares se denominan, sin
ninguna duda y desde tiempo inmemorial, Sabiduría, Fuerza y Belleza.

Posteriormente hemos analizado, y ha sido un poco farragoso por lo que me disculpo ante
Uds., el proceso de asimilación de esta tríada fundamental “Sabiduría, Fuerza y Belleza” con las

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Figura 7. Tres columnas. George Washington. Maestro Masón.

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tres personas, llamadas Oficiales, que gobiernan la Logia: por orden de importancia, el Venerable
Maestro, el Primer Vigilante y el Segundo Vigilante. También hemos conocido las principales
explicaciones sobre el trinomio y las columnas, provenientes de distintas corrientes tradicionales
masónicas, y hemos comprobado la falta de uniformidad y total polisemia en este punto.

También hemos hablado acerca del personaje mítico de Hiram Abiff y de la inconcreción acerca
de la incorporación a los rituales masónicos tanto de su persona como de la “Leyenda del Tercer
Grado” a la que me referiré más adelante. Tan solo hemos averiguado que en algún momento de la
primera mitad del siglo xvii, Hiram Abiff fue asimilado con la Belleza.

Hemos podido comprobar como desde tradiciones espirituales y religiosas se ha tratado de


menoscabar la importancia autónoma de esta tríada, por integración, a modo de una especifici-
dad menor de tradiciones de mayor “solvencia”. No sé qué opinarán Uds. pero a mí ninguna de
las referencias aportadas me resulta convincente, a pesar de mi disposición favorable por tratarse
todas ellas de fuentes de toda solvencia y prestigio. Mi opinión es que respecto al tema que hoy
estamos tratando se han soslayado demasiados aspectos, en aras de buscar un encaje que resulte
comprensivo y explicativo.

Me explicaré. Si decimos que el conocido aforismo “Hay tres cosas que cada persona debería
hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro” atribuida al prohombre
cubano e ilustre masón José Martí, se refiere a la tríada, —distribuyan a su gusto la relación de
los tres actos con la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza— seguramente no situaremos en la órbita del
trinomio, con mayor o menor grado de verosimilitud en función de su elección, más, y espero que
coincidan conmigo, muy alejados del centro del asunto que nos trae hoy aquí. Si bien los argumen-
tos citados hasta el momento pueden contener, algunos más que otros, una porción de la respuesta
correcta, no parece que por sí mismos sean concluyentes. Y muy en especial en lo relacionado con
Hiram y “La Leyenda del Tercer Grado” sobre la que ni siquiera hacen mención. ¿Podemos con-
cluir que son falsos significados? De ningún modo. Ni es la pretensión de esta conferencia abundar
en ese sentido. La verdad suele tener muchas caras y estar constituida por muchas porciones.

Otra de las conclusiones de lo estudiado hasta el momento, y por cierto que no menor, es que
a partir de la asimilación de la tríada “sabiduría, Fuerza y Belleza” con otros elementos y Oficiales
de la Logia, se ha generado una relación jerárquica, en lugar de situarse los tres elementos de la
tríada en el plano de igualdad inicial. De esta manera, en algunos rituales está presente la fórmula
“Al Oriente se asciende por 3 gradas, denominadas Fuerza, Belleza y Sabiduría”, en relación con el
Trono o sitial del Venerable Maestro situado sobre la balaustrada en el Oriente —es de señalar que
también en la iniciación cristiana se descendía y ascendía a la piscina bautismal por tres gradas,
siguiendo a San Ildefonso—. La Belleza ocupa el último lugar en importancia asimilada al Segun-
do Vigilante. La fuerza ocupa un peldaño (físico) por encima, asimilada el Primer Vigilante; y la
Sabiduría se alza sobre tres peldaños, asimilada al Venerable Maestro. Esta circunstancia genera
confusión entre los Hermanos que tratando de explicar lo que no tiene sentido, se aventuran con
hipótesis y discusiones bizantinas sobre el acto creador y la importancia de uno de los elementos
sobre el siguiente, que concluyen todavía con mayor confusión. Al ser la Orden masónica supues-
tamente jerárquica y el acceso al conocimiento gradual, era de esperar que las propuestas explica-
tivas también lo fueran.

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Hoy vengo a proponerles una nueva visión de este asunto complejo. No pretendo que la tesis
que tengo el honor de presentarles sustituya a ninguna de las que hemos tenido el placer de dis-
cutir, sino que la escuchen, vean si es razonable y que, de ser así, le hagan un lugar en plano de
igualdad con las anteriores. Con este fin y por huir del camino un tanto farragoso por el que les he
hecho transitar, permítanme que les conduzca en este viaje a un lugar mítico en un tiempo remo-
to. Me hubiera gustado decirles que tiempo “plácido” pero tratándose del Olimpo, sus dioses y las
relaciones entre estos y con los humanos, sería un desatino.

El Juicio de Paris
Un tiempo mítico, les decía, porque no forma parte del tiempo histórico que es en el que vivimos.
En este punto es necesario significar que los griegos no confundían mitología con realidad. Baste
señalar la opinión de Aristóteles en su Metafísica 1,2: “el filósofo es, hasta cierto punto, un hombre
aficionado a los mitos, porque el mito se construye sobre asuntos maravillosos”, seguido de Me-
tafísica 12,8: “la forma mítica ha sido escogida teniendo en cuenta la capacidad de comprensión
de la muchedumbre, para su formación religiosa y moral”. Volveremos más adelante sobre esta
afirmación.

Figura 8. La boda de Tetis. Circa 470-460 a.C. Louvre. Figura 9. Eris. Pintura ateniense. Circa 575-525 a.C.

Nos encontramos en el monte Pelión, en dónde todo es posible, cuna de centauros y hogar de ju-
ventud de Aquiles, Teseo, Heracles y Jasón; con la madera de cuyos bosques se armó el Argos, y en
el que una espléndida mañana, cerca de la cueva de Quirón, el más sabio, está a punto de celebrarse
un acontecimiento social a la que están invitados todos los dioses, héroes y mortales: la boda entre
Tetis y Peleo, una nereida y un rey. ¿He dicho todos los dioses? Perdón. Quería decir todos menos
uno. Se olvidaron —voluntariamente— de invitar a Eris, conocida también como Discordia, a cau-
sa de su carácter complicado. ¿Quién no ha querido que el día de su boda fuese perfecto?

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Pero Eris se lo tomó muy mal y despechada acudió al lugar del banquete provista de una manza-
na de oro proveniente del ibérico Jardín de las Hespérides con la inscripción Kallistei, que significa
”para la más bella”. De repente y sin que mediara aviso, arrojó la manzana dorada sobre la mesa del
ágape lo que provocó la codicia y disputa entre las diosas Hera, Afrodita y Atenea. ¿Quién de las
tres era más merecedora del trofeo? Este es el origen de la famosa manzana de la discordia. Como
ven, la manzana como fuente de problemas no es un asunto exclusivo del Jardín del Edén...

Apolodoro (Epítome III, 2) lo relata de forma sucinta:

“Eris arroja la manzana de la belleza a Hera, Atenea y Afrodita, y Zeus ordena que Hermes las
lleve al Ida ante Alejandro, para que éste eligiera. Ellas prometen que darán regalos a Alejandro:
Hera el reino de todos, Atenea la victoria en la guerra, Afrodita el matrimonio de Helena. Él elige
a Afrodita”.

Apolodoro es casi telegráfico —a lo mejor por el alto precio del papiro o del pergamino original
de la ciudad en que nació, Pérgamo— pero el asunto merece que nos detengamos unos momentos.

Figura 10. El Juicio de Paris. Circa 560-550 a.C. Louvre.

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Figura 11. Atenea. Figura 12. Hera. Figura 13. Afrodita.

Tres diosas se disputan la manzana: Atenea, Hera y Afrodita.

Atenea, conocida entre los romanos por Minerva, era la hija favorita de Zeus, fruto de la unión
de éste y de Metis. Zeus temía que ésta alumbrara hijos más poderosos que él, como se le había
profetizado, y por este motivo nada más yacer con ella la encerró en su vientre. Pero Metis ya ha-
bía concebido a Atenea, que brotó de la cabeza de Zeus completamente armada. Era imbatible en
la guerra y conocida por ser la deidad de la sabiduría. Platón en su diálogo Crátilo afirma sobre
la etimología del nombre de la diosa que designa “la inteligencia divina” —que conoce (nous) la
deidad (theos)— o “la inteligencia ética” (Ethonóe). Jung aborda en Respuesta a Job la complicada
relación entre la sabiduría y la deidad —en este caso Yahvé—, que debemos entender, según él,
como entidades separadas. Leemos en Eclesiastés XXIV, 3, lo que la sabiduría dice de sí misma,
asimilada al Logos:

“Yo nací de la boca del Altísimo. Y como neblina cubrí toda la tierra”.

En ambos casos la Sabiduría nace de la cabeza de la deidad. Atenea era una diosa pájaro y se la
representaba con una lechuza; se la reconoce por la armadura, el escudo, la lanza y el casco. Que
Atenea es la Sabiduría y no Zeus no deja lugar a dudas. Según lo relata Hesíodo: Atenea era hija
partenogénita —lo que conocemos como nacimiento virginal— de la inmortal Metis quien gober-
naba toda la sabiduría y el conocimiento. Zeus devoró a Metis, encerrándola en el interior de su
vientre, sin que por eso perdiera la sabiduría; Atenea surge de Zeus, pero es hija de Metis.

La conocida como Reina de los Dioses, Hera, a parte de hermana de Zeus también era su legí-
tima esposa. Su nombre significa “señora” y es la Gran Diosa pre-helénica. Representa el poder y
la fuerza, muchas veces descontrolada por los celos, y se la representa majestuosamente solemne

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El juicio de Paris

sentada en el trono. La diosa de los ojos de vaca, como la denomina Homero, ofreció a Paris el
gobierno de toda Asia —los pavos reales que tiran del carro de Hera son de origen asiático— y
riquezas sin fin. No cabe duda que Hera ofrece el poder y que lo hace porque dispone de él.

Afrodita era la diosa de la belleza, también de la sexualidad, de la reproducción y de la lujuria.


Poseía un ceñidor mágico, por el que podemos reconocerla en las representaciones pictóricas suje-
to a su cintura, que en palabras de Robert Graves “hacía que todos se enamorasen de su portadora”.
Afrodita surge de la espuma y está relacionada con el mar y con frecuencia se la representa con
delfines, cisnes y veneras, así como con un pie sobre una tortuga, hecho este que ha ocasionado
multitud de “conjeturas”, que es como denomina Pausanias a las explicaciones al respecto de su
significado.

De nuevo regresa a nuestro tablero la tríada objeto del presente estudio: “Sabiduría, Fuerza y
Belleza”, encarnada esta vez en tres diosas ancestrales. Tres diosas que gobiernan cada una en su
campo y que provienen de tres elementos distintos: aire, tierra y agua. Tres fuerzas sometidas a una
tensión: ¿Quién es la más bella? Formulado en otros términos, ¿Qué es lo más conveniente? De
ser posible ¿Qué elegirían Uds?: obrar con sabiduría y tener el conocimiento sobre las todas cosas,
disponer de la fuerza y de la capacidad que confiere el poder para, por ejemplo, mejorar el mundo;
o, ser admirados, amados y, por qué no, deseados por los que les rodean.

El mito nos cuenta que Zeus, al igual que Uds. en este momento, advirtió de inmediato el terri-
ble peligro en el que se encontraba cuando las tres diosas le conminaron a que sentenciara quién
era la merecedora de la manzana de las Hespérides. Zeus se escabulló del entuerto y encargó a
Hermes, su mensajero y “cruzador de fronteras”, que condujera a las tres diosas al Monte Ida en
presencia de un joven y apuesto pastor llamado Paris para que fuera él quien tomara tan trascen-
dental decisión.

Figura 14. Hermes.

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Pero, ¿quién es Paris? Paris, hijo de Príamo rey de Troya, nació con el nombre de Alexandros
que significa “protector del hombre”. Su madre, Hécuba, soñó durante su gestación que alumbraría
una antorcha que incendiaría Troya, por lo que el rey Príamo decidió que fuera abandonado a su
suerte en el Monte Ida. Allí, oculto, se crió bajo el nombre de Paris en manos del criado Agelao.
Habrán advertido que Paris representa al cuarto elemento del cuaternario de los filósofos pre-
socráticos: el fuego; reuniéndose de esta forma en un mismo escenario los cuatro patrones de la
naturaleza.

Figura 15. Los amores de Paris y Helena. Jacques-Louis David. 1788.

Desde la antigüedad se representa a Paris cubierto con un gorro frigio, elemento que desde
tiempos remotos está relacionado con el ancestral culto al dios Attis. Es el mismo gorro con el que
se distingue a los llamados magos, que ni son reyes ni vienen de Oriente —leemos en Benedicto
XVI que estos hombres provienen de Tartessos en España—, según pueden observar, por ejemplo,
en los mosaicos de la Basílica de San Apolinar Nuovo en Rávena. El culto todavía mantenía vigor

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en el s.v. lo que obligó a San Agustín a pronunciar la frase “El dios del gorro también es cristiano”.
Es el mismo gorro frigio que luce Mithra mientras mata al toro, lo que constituye otro elemento
en común con Paris, puesto que éste recupera su estatus de príncipe al vencer en unas pruebas en
las que el premio es un toro.

Figura 16. Baños de Mitra. Mosaico del mitraeo de Filicissimus en Ostia

Figura 17. Mosaico de San Apolinar Nuovo. Rávena, Italia

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Figura 18. Mitra.

Paris es, por lo tanto, un prototipo del héroe en su camino de transformación personal. Y es en
lo profundo del submundo, es decir, en el Monte Ida, solo y alejado de su círculo natural, que se le
presenta la gran prueba de transformación que determinará su progreso y evolución: ¿qué eliges
para ti? ¿Quién es la más bella? El resto de la historia ya la conocen: Paris es tentado por Hera,
que le ofrece la soberanía y por Atenea, que le propone darle a cambio la sabiduría. Pero sucumbe
ante Afrodita que promete entregarle a la mujer más bella del mundo: Helena. La decisión originó
un desastre mayúsculo como saben, la guerra de Troya. Al parecer, no fue una buena decisión, al
menos para Troya.

Tenemos noticia del relato mitológico del juicio de Paris desde el siglo vii a.C. a partir de la des-
cripción que hace Pausanias de un cofre votivo. Desde entonces, el mito ha permanecido vivo. Se
conservan representaciones en vasos, ánforas y peines de marfil desde el 640 a.C. En Pompeya se
ha conservado un fresco fechado en el 40-50 d.C. En el Palazzo Altemps, en Roma, se conserva un
relieve con el mito de fecha cercana al 141, siglo ii d.C. Del siglo iii puede observarse en el museo
del Louvre un mosaico proveniente de Antioquía.

A partir del siglo v el mito adquiere una lectura moral a raíz de la publicación por Fulgencio de
su libro Mitologías, basada en la tradición clásica (República de Platón, Libro IX, 7 y Política de
Aristóteles, VII, 13), en la que el alma está dividida en tres partes que concuerdan con los tres mo-
dos de vida que el hombre puede elegir: la vida contemplativa representada por Minerva-Atenea,
la vida activa representada por Juno-Hera y la de placer que representa Venus-Afrodita.

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Figura 19. El Juicio de Paris. Tarentum griego. Sur de Italia.

Durante la Edad Media se produce una doble reinterpretación del mito. Por un lado, los autores
cristianos lo reinterpretan a la luz de su moral y en este sentido destaca el papel asignado a Hera
de protectora del hogar conyugal y, por otro lado, el mito es usado para justificar una pretendida
dinastía real —los Habsburgo— proveniente directamente de Paris, dotando al mito de una su-
puesta realidad histórica. Con este fin El Juicio de Paris se reconvierte en El sueño de Paris. En esta
vertiente interpretativa Paris “sueña” el suceso que desencadena, no lo olvidemos, la guerra de
Troya, por lo que la elección en favor de Afrodita es menos culpable. Para esta corriente historicis-
ta la obra De excidio Troiae, traducción latina del siglo xvi de una obra griega anterior atribuida a
Dares el Frigio es una fuente coetánea que al estar escrita por alguien que combatió entre las tropas
troyanas, tiene mucho más valor que la obra de Homero, escrita con posterioridad y por tanto más
lejana. En esta obra se relata que Paris tuvo un sueño en el que se le aparecieron las tres diosas.

El poema medieval Roman de Troie de Benoît de Sant-Maure, escrito alrededor de 1160, de-
sarrolla la versión del “sueño” siendo resumido y traducido al latín por Guido delle Colonne en
1287 En Castilla la obra la traduce Pedro de Ayala. El recurso del sueño permite el tratamiento del
desnudo femenino que en esa época constituía un grave problema. La tradición del sueño seguirá
hasta bien entrado el s.xvi en Europa. En la mayor parte de estas representaciones de Paris dormi-
do aparece la figura de un caballo a su lado, como toque caballeresco al personaje.

En el siglo xiv un franciscano anónimo publica “Ovidio moralizado”, inspirado en la obra de


Fulgencio pero de interpretación cristiana, en el que la manzana representa el Evangelio y las tres
diosas la vida triple. Destaca la insistencia en la importancia del libre albedrío concedido a Paris.
Es de señalar que en esta interpretación parece ser que Paris opta por la sabiduría, es decir, por la
vía complemplativa.

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De Girolamo di Benvenuto se conserva en el Museo del Louvre un tondo fechado en 1424-70.


La composición no deja lugar a dudas respecto al conocimiento general del mito y de su comple-
jidad. Luis Cranach el Viejo pinta no menos de trece composiciones del mito a principios del siglo
xvi, teniendo como fuente literaria a Guido de Colonna.

Se sabe que con motivo de la llegada de Juana la Loca a su llegada a Amberes para casarse con
Felipe en 1496 se pintaron unos grandes paneles conmemorativos con El Juicio de Paris. Se con-
servan arcones de madera matrimoniales (cassones) realizados a lo largo de los siglos xiv y xv.

Durante el Renacimiento el mito no sólo permanece vivo sino que adquiere un nuevo vigor, de
forma especial a partir de la fundación de la Academia Platónica florentina en 1459 por Cosme de
Médicis y protegida con posterioridad por su nieto Lorenzo de Médicis “el Magnífico”. Plethon,
Marsilio Ficino y Pico della Mirandola fueron tres de sus destacados integrantes. La institución
humanista tenía como uno de sus fines la integración del platonismo y del neoplatonismo de Plo-
tino con el cristianismo. Pico della Mirandola, discípulo de Ficino, incorporará la cábala hebrea al
pensamiento hermético.

Nos interesa de manera especial, en este largo viaje que hemos emprendido, la figura de Mar-
silio Ficino. Tradujo del griego al latín los diálogos de Platón, la obra de Plotino, las cartas del
Pseudo Dionisio y el Corpus Hermeticum, conjunto de obras atribuidas a Hermes Trismegisto que
contienen la base de lo que se ha denominado Hermetismo. San Agustín, en el siglo v, refutó la

Figura 20. Eris lanza la manzana. Manuscrito medieval. Circa 1400.

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Figura 21. La discordia lanza la manzana dorada. Epitre d’Othea de Christine de Pisan. Circa 1400.

Hermética no viendo conveniente que los cristianos profundizaran en estos textos paganos, cuya
fuente se afirma en el mismo Corpus proviene del Antiguo Egipto, al entender que contenían tram-
pas mágicas tendidas por demonios.

Marsilio trató de conjugar el platonismo, el hermetismo y el cristianismo, lo que provocó que


alguna de sus obras tuviese problemas con la Inquisición. El camino que propone Ficino es in-
terior en pos de una armonía interna en consonancia con la armonía universal. Ficino será guía
para Miguel Ángel, Rafael, Durero y de forma muy especial para Boticelli de quién será su men-
tor espiritual. Para Ficino la enseñanza debe ser visual: “No les habléis de la virtud, presentádsela
mejor como una atractiva muchacha y se enamorarán de ella”. Para el neoplatonismo de Ficino el
alma humana consta de tres atributos: la inteligencia, la fuerza y la sensibilidad. De esta manera
el hombre completo, el verdadero hombre sabio, no elegirá lo que representa una renuncia a las
otras dos, sino que armonizará las tres obteniendo un crecimiento armonioso en consonancia con
la armonía universal.

En una conocida carta a Lorenzo de Medici, que rescato de Edgar Wind, Ficino desarrolla esta
idea: “Con razón no hay duda de que hay tres clases de vida: la contemplativa, la activa y la del
placer (sapientia, potentia y voluptas) y tres caminos, por tanto, que puede elegir el hombre para la
consecución de la felicidad. Pues bien, seguir en exclusiva cualquiera de ellos a expensas de los demás
no es sólo equivocado, sino blasfemo. Paris escogió el placer, Hércules la virtud heroica y Sócrates la
sabiduría antes que el placer. Todos ellos fueron castigados por las deidades que habían despreciado
y sus vidas terminaron en un desastre. Nuestro Lorenzo, aconsejado por el oráculo de Apolo, no ha

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Figura 22. El Juicio de Paris. Lucas Cranach el Viejo, 1516. Seattle.

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Figura 23. Fresco perdido de Rafael. Grabado de Marcantonio Raimondi. Circa 1515.

rechazado ninguno de los dioses. Él las vio a las tres y adoró a cada una de acuerdo con sus méritos:
por tanto recibió de Pallas sabiduría, poder de Juno y de Venus, gracia, poesía y música”.

Esta idea del arte como medio didáctico la encontramos en Plotino: “No todos los que perciben
con los ojos los productos sensibles del arte son afectados de igual modo por los mismos objetos; pero
si son capaces de reconocerlos en su forma externa como la idea primordial existente en su intuición,
se sentirán conmovidos en su corazón al recobrar el recuerdo de dicho original”. Esta idea enraizó
con gran fortuna hasta el extremo de que en el Renacimiento, siguiendo a Wind, “cumplimentar a
un príncipe por su universalidad comparando su juicio al de Paris se convirtió en una fórmula obli-
gada en el eufemismo del Renacimiento.” De hecho, Isabel I de Inglaterra (1533-1603) recibió en al
menos tres libros de tres autores distintos el mismo cumplido.

El mito seguirá su camino con vigor a lo largo del siglo xvii, lo que muestra que mantenía viva
su potencia metafórica en el acervo popular, produciéndose un sinfín de obras en Flandes, Italia
y España, la mayoría siguiendo el modelo de la extraordinaria interpretación de Rafael, conser-
vada a partir del grabado de Marcantonio Raimondi. Tan solo de Rubens, uno de los principales
pintores del barroco, se conservan seis interpretaciones del Juicio de Paris. La versión pintada
hacia 1638, en la actualidad en la National Gallery, perteneció al mismísimo cardenal Richelieu. El
Juicio de Paris seguirá sirviendo de fuente de inspiración para los artistas de los siglos xviii, xix y
hasta la actualidad. Renoir o Dalí sirven de ejemplo es esta lista que no pretende ser compendiosa.

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Figura 24. El juicio de Paris. Rubens. Circa 1639.

Figura 25. El juicio de Paris. Anton Raphael Mengs. 1717.

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Figura 26. El juicio de Paris. Sandro Botticelli, 1485.

Figura 27. El juicio de Paris. Enrique Simonet, 1904.

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Figura 28. El juicio de Paris. Auguste Renoir, 1915.

La ceremonia del grado de Maestro Masón


De esta forma llegamos al asunto que nos ha traído aquí esta noche. La relación entre la ceremo-
nia de elevación tercer grado, el de Maestro Masón, y el mito de El Juicio de Paris. Hemos visto al
inicio de la exposición como en toda Logia hay tres columnas denominadas Sabiduría, Fuerza y
Belleza. También hemos conocido que en un breve período de tiempo esta tríada es asimilada a
los tres que gobiernan la Logia: el Venerable Maestro, el Primer Vigilante y el Segundo Vigilante.
La cuestión a dilucidar es si en la parte de la ceremonia conocida como La leyenda de la muerte
de Hiram de acceso al tercer grado, se está representando el mito, que como hemos demostrado
seguía vivo y conservaba toda su potencia moralizadora y ejemplarizante en el siglo xviii, período
de tiempo en el que se establece la Francmasonería especulativa.

La leyenda masónica narra que Salomón recurrió a Hiram, rey de Tiro, a fin de construir el
Templo de Jerusalén. El rey de Tiro le envió al rey Salomón, además de cedro del líbano, a un
maestro fundidor llamado Hiram Abiff. Éste se convirtió en el constructor del Templo —no olvi-
demos que los planos y las dimensiones le habían sido facilitadas con anterioridad al rey David,
padre del rey Salomón, por el mismo Dios—, organizando a los miles de obreros en clases distintas
en función de sus méritos y habilidades. Cada clase recibía distinto salario y la forma de conocer el
nivel alcanzado por cada operario era mediante palabras, signos y toques diferentes.

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Quince compañeros —es decir, pertenecientes la segunda clase, o en poder del Segundo Gra-
do— viendo que la obra tocaba a su fin y que aún no poseían los secretos del Tercer Grado cons-
piraron para obtenerlo. En el momento de culminar su conspiración, solo tres persistieron en su
malévolo plan. Con este fin se apostaron en las entradas Este, Norte y Sur del Templo, en espera
de la salida del maestro Hiram que se hallaba rezando en su interior, como era su costumbre a la
hora del mediodía. Al tratar de salir por la puerta Sur, el conspirador allí apostado, encarnado en
la Ceremonia por el Segundo Vigilante (que recordemos representa la Belleza), le demandó los se-
cretos del Maestro Masón amenazándole con la muerte en caso de negativa. El Maestro Hiram se
negó y recibió un fuerte golpe en la sien derecha. Hiram consiguió huir hacia la entrada norte en la
que tropezó con otro de los asaltantes, papel representado en la ceremonia por el Primer Vigilante
(que representa la Fuerza), al que respondió de forma similar por lo que recibió un golpe violento
en la sien izquierda. Tambaleante, se dirigió a la entrada Este respondiendo a las demandas del
tercer asaltante, representado por el Venerable Maestro de la Logia (que representa la Sabiduría)
con la misma firmeza que en las anteriores ocasiones recibiendo un golpe violento en la frente que
lo derribó sin vida a sus pies.

Figura 29. Ceremonia de Maestro. Grabado del s.xviii.

La narración de la leyenda del tercer grado prosigue con el relato conocido como la Historia
tradicional en la que se revela lo sucedido a partir de la muerte del Maestro Hiram, que no tiene
relación con lo que hoy estamos tratando. Determinar con exactitud las influencias y las fuentes
que han enriquecido los rituales masónicos —aunque algunos hablen de contaminación, prefiero
llamarlo enriquecimiento— sería una tarea ardua, cuando no imposible. La Francmasonería ha
devenido con el correr de los siglos, en buen parte gracias a su reserva, discreción y universalidad,
un contenedor para multitud de corrientes espirituales, herméticas y metafísicas en el que han

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hallado refugio a través de los siglos con el fin de proteger y preservar su legado. Debido a su com-
pleta integración en los distintos sistemas masónicos, resulta complicado establecer con certeza
tanto el origen exacto como el momento en el tiempo en el que se produce la asimilación.

Respecto al asunto que hoy nos convoca es el momento de señalar que no se dispone de ninguna
certeza respecto al origen de la aparición del Tercer Grado en la Francmasonería, ni en relación
al momento en el tiempo, ni en lo relativo al lugar geográfico, ni por supuesto en cuanto a los
autores de su redacción. En este sentido citaré un fragmento de El Origen de la Masonería Especu-
lativa, trabajo de investigación de Douglas Knoop, Pasado Maestro de la Logia Quator Coronati
de Londres, que es la Logia de investigación de referencia a nivel mundial junto con la Villard de
Honnecourt de París: “La referencia más temprana que se conoce referida a tres grados distintos en
la masonería, cada uno con sus propios secretos, se halló en el MS. Trinity College, Dublín, 1711,
un documento que formaba parte de la colección de papeles de Sir Thomas Molyneuz (1661-1733),
famoso doctor y científico de esa ciudad, quien, según opinión del Dr. J. Gilbart Smily, bibliotecario
del Trinity College, seguramente lo habría escrito. Así pues, al menos que aparezca alguna evidencia
en contrario, parecería que tenemos un caso en el que prima facie habríamos de atribuir el desarrollo
del sistema de tres grados a los masones irlandeses”. En el mismo trabajo Douglas Knoop concluye
que se desconoce a los autores de los cambios en los rituales en lo relacionado con la aparición
del término Gran Arquitecto del Universo, así como de los tres grados y de la Leyenda de Hiram.

Conclusiones
A falta de certeza sobre su origen y a la vista de lo expuesto hasta este momento, no parece des-
cabellado proponer que la parte de la Leyenda de la muerte de Hiram, relativa a la forma en que
murió, sea una inserción voluntaria del mito de El Juicio de Paris en la versión moralizante del
neoplatonismo de Ficino dentro la ceremonia de Tercer Grado. Se trata de señalar al candidato al
tercer grado que no debe ceder ante las presiones de cualquiera de las tres opciones que se le pre-
sentan y que la armonía reside en recibir la influencia de todas tres a la vez. Fíjense que no se trata
de negar a ninguna de las otras dos, sino en recibir la influencia simultánea de las tres. Es de esta
forma que el hombre, una vez equilibrado por el influjo de las tres potencias, muere a su existencia
actual para renacer en armonía con el universo.

La presión de las religiones del Dios único (hebreo y cristiano) en los rituales masónicos han
establecido un escenario, en cierta medida sofocante, de cierta confusión. No en vano es un Dios
exige exclusividad según afirma Reyes, II, 5:15 “No hay más Dios en toda la tierra que el de Israel”.
De esta manera, tanto la herencia griega —o grecorromana—como el legado del humanismo re-
nacentista permanecen sofocados ante el peso y el influjo de las distintas confesiones religiosas.
El problema reside en la imposibilidad de que el mito cumpla su función al no ser plenamente
identificable por el candidato a la ceremonia de tercer grado. En este sentido la intención original
de los redactores de los rituales, cuyo conocimiento de la mitología clásica y su potencia ordena-
dora moralizante está fuera de toda duda, puesto que formaba parte de la educación escolar, puede
quedar inerte al no producir el efecto señalado por Plotino de sentirse conmovidos en su corazón
al recuperar la idea primordial.

De ser así, puede que el candidato al Tercer Grado siga entendiendo que la enseñanza del grado
consiste en anhelar la Sabiduría como cenit y final, consistiendo la fuerza y la belleza en meros

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componentes o escalafones de orden inferior. La literatura masónica especializada y las modifi-


caciones sobre los rituales han creado un escenario de difícil comprensión a poco que nos deten-
gamos a reflexionar: la explicación común habla de la muerte de Hiram a manos de tres malos
compañeros encarnación de los vicios de la persona, las bajas pasiones. Se nos dice que Hiram
muere por mantenerse fiel a sus principios a manos de la ignorancia, el fanatismo y la ambición.
Prosigue la enseñanza moral añadiendo que esta muerte, sin ceder ante el ataque de las bajas
pasiones, permite renacer en otro plano de consciencia. Pero este desarrollo explicativo obvia jus-
tificar la relación entre “ignorancia, fanatismo y ambición” y las tres columnas o los tres oficiales
principales de la Logia. La cuestión no es menor, como advertí al inicio de esta conferencia, y las
consecuencias de esta desviación son difíciles de señalar puesto que conducen a modelos de trans-
formación completamente distintos.

Permítanme que concluyamos este acto con una imagen portentosa: Las tres gracias de Rafael
de Urbino. Este pequeño óleo sobre tabla formaba conjunto con El sueño del caballero, obra que
representa la aparición en sueños de Minerva y Venus a Escipión el Africano, ofreciéndole la
primera una espada y un libro, y una rama florida la segunda. Como todo lo relacionado con
la mitología y el universo del simbolismo, afirmar con determinación suele resultar errar con el
mismo grado de firmeza. Así pues y a pesar de la ingente documentación, estudios y tesis sobre
esta obra, no me atrevo a asegurarles si están representadas las Tres Gracias, según denominación
de la mitología romana Castitas, Pulchritude y Voluptas, o las tres Cárites de la mitología griega.
Tan solo me gustaría significarles lo que constituye una evidencia: que las tres, armoniosamente
unidas, sostienen cada una una manzana dorada.

Figura 30. Las Tres Gracias. Rafael. 1504-05.

Gracias por su atención.

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