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Liderazgo y Conducción Anexo II
Liderazgo y Conducción Anexo II
Liderazgo y
Conducción
Anexo II
Anexo II: ¿Cómo es el líder empresarial del siglo XXI?
El más buscado es integrador,
firme y abierto a las ideas de los otros aunque sean mejores que él.
Qué tienen en común Daemon Quest, dinámica empresa de marketing avanzado, con Open Finance,
especializada exclusivamente en fidelidad de clientes bancarios, o Xperience Consulting, compañía
de auditoría con usuarios y no con consultores, con Ambisat, ingeniería ambiental que abarca el
diseño y desarrollo de todo tipo de proyectos relacionados con el uso y ahorro energéticos.
La respuesta es simple y ejemplificadora: son empresas que saben liderar y manejar talentos. Que a
sus cargos no les da miedo contar con gente mejor que ellos. Que saben hacer y conservar
equipos humanos, la clave de cualquier negocio. Que no están atadas por convencionalismos en
sus actuaciones empresariales, y que priman la inteligencia y el conocimiento sobre todo. Su
gestión es eficaz porque todos se implican en ella y porque el compromiso se asume por
convencimiento. Aunque sus resultados financieros no sean gigantescos, abren nuevos caminos,
alcanzan sus metas profesionales y crean escuela. ¿Todo esto por qué? Porque son empresas que
destacan y que han logrado ‐‐‐y siguen logrando‐‐‐ una serie de metas y objetivos, ya que están bien
lideradas.
Cuando se analiza la economía de un país suele decirse que tales o cuales sectores o áreas de
negocio están faltos de liderazgo. Probablemente la respuesta no tenga una dimensión clara y
precisa, ya que más que sectores con necesidad más acentuada de liderazgo, cabría reformular la
pregunta y considerar la incidencia de determinados estilos culturales como condicionantes de un
estilo de liderazgo particular.
"Son las culturas y valores empresariales los que de manera clara definen y articulan una forma de
ser y hacer desde el plano de la dirección y de la tipología de liderazgo pretendida. De ahí que
entendemos que aquellos ámbitos sectoriales y/o entornos empresariales o institucionales en los
que prime el componente de la competitividad interna como eje nuclear sustantivo de las
actuaciones son los ámbitos más propicios para generar "discontinuidades" y "desencuentros" en la
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constitución e integración óptima de los equipos. La tipología de líder que tales entornos
generan no armoniza con las demandas de la realidad actual, con los cambios que la misma
aporta", reflexiona un consultor.
Aunque el profesor y psicólogo estadounidense Ralph M. Stogdill, en su conocido resumen de
teorías e investigación del liderazgo, señala que "existen casi tantas definiciones sobre liderazgo
como personas que han tratado de definir el concepto", simplificando un poco puede decirse que ‐‐‐ en
líneas generales‐ liderar es la forma en que alguien dirige, anima y apoya a un equipo de
personas, teniendo cuidado de no confundir liderazgo con famas o hazañas, o liderazgo con
carisma, entre otras cosas. El hecho de ser jefe no significa necesariamente ser líder, como el
ocupar un puesto de responsabilidad no produce automáticamente liderazgo. Se puede quedar en lo
estructural, es decir, en ejercicio de poder. El mundo de los negocios se ha vuelto tan complejo que
ya no basta con sólo dar instrucciones (en España contamos con bastantes ejemplos), y
aunque el poder es una parte del liderazgo, no basta para ser un verdadero líder. El liderazgo es
más que una habilidad o una técnica. Es un estilo de vida o una forma de pensar, lo detecta
aquella persona que consigue que se hagan cosas, que se cambien, que se innove y que se
mejoren.
Para Jorge Boixeda, actual director de Exeller Coach Trainers y con casi dos décadas de intensa
experiencia en el mundo del head‐hunting, líder "significa implicación, compromiso, reto, empatía e
inteligencia emocional, habilidad para extraer lo mejor de uno mismo y de los demás,
potenciación y refuerzo de la unión, de la integración, de la colaboración grupal, frente al
aislacionismo competitivo, potenciación de lo mejor del entorno, de las personas, de los
proyectos, de los enfoques". Es decir, una visión creativa de la vida, una reformulación expansiva
de antiguos clichés y etiquetas obsoletas, un alejamiento de visiones reduccionistas e inoperantes,
basadas en la mera potenciación de la competitividad interna y externa como eje operativo de la
consecución de las emtas y éxitos personales y profesionales. Una reorientación de valores, hábitos,
creencias.
El liderazgo no debe confundirse con la fama, el carisma o las hazañas
En otras palabras, vivimos unos momentos en los que el valor de la unión, de la integración
productiva, del equipo ‐‐‐ en su sentido más profundo y real ‐‐‐, resulta netamente imprescindible y
necesaria para la optimización de las acciones y de los resultados. Es evidente que los liderazgos
integradores y empáticos son y continuarán siendo los generadores del éxito en el resultado, tanto
de las personas como de las instituciones y/o empresas.
Un buen ejemplo podría ser Rafael de la Fuente, que hace seis años creó Ambisat sabiendo
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perfectamente que había ya casi 300 ingenierías trabajando con la Administración y que, en
principio, todas eran técnicamente capaces de hacer consultoría e ingeniería ambiental. Pero De la
Fuente estaba dispuesto a no hacer más de lo mismo; además de reunir un motivado equipo
multidisciplinar (biólogos, ingenieros, economistas y abogados), jugaba con buenas cartas. En
efecto, a su espíritu innovador unía un gran sentido del liderazgo, por tanto capacidad para
motivar, entusiasmar y comprometer a su entonces escasa plantilla en nuevos proyectos,
apoyándolos una visión clara y estratégica, hasta convertirlos en ventaja competitiva. Desde
entonces, sus resultados financieros no han dejado de crecer.
Para Valeriano Torres, director de Recursos Humanos de Gas Natural, el liderazgo no es terreno
exclusivo de la dirección general. Los líderes son necesarios en todas las áreas funcionales; el
ejecutivo superior ofrece una visión de toda la empresa en su conjunto, pero el director de cada
función debe traducir la visión general de la organización para su ámbito de responsabilidad. Las
responsabilidades del directivo tienen un significativo impacto en la organización. El directivo
tiene que ser capaz de recrear e implantar una visión de qué es éxito y cómo llegar hasta él. Tiene
que proveer una clara dirección y visión de futuro, demostrar haciendo y gestionar el cambio,
cuando no determinar incluso la necesidad de ese cambio.
Ahora bien, en el actual mundo empresarial, donde un panorama digitalizado y globalizado ha
puesto de manifiesto la necesidad de un liderazgo nuevo e innovador, con actitudes e ideas que
suponen auténticas ventajas competitivas, un tema ya está claro, el líder tradicional no sobrevivirá a
este siglo. Por ello, la pregunta que muchos se hacen (al menos en el mundo empresarial) es:
¿Cómo será el líder del siglo XXI? ¿Qué papel desempeñará el liderazgo en esta centuria?.
En opinión de Jorge Boixeda, el líder del siglo XXI, tendrá que ser, esencialmente, un facilitador, un
integrador, tendrá que ser "generativo, rompedor de hábitos, potenciador de la acción, generador
de cambios, y cambios sostenibles. Deberá saber dar soporte, abrir nuevas opciones, liberar el
máximo potencial de cualquier persona. Sabrá optimizar la eficacia en el contexto empresarial o
personal, siempre al amparo de un sesgo caracterial (predisposición natural que favorece y potencia
cualquier aprendizaje adicional, extraer lo mejor de nosotros mismos) próximo, integrador,
firme en su esencia interior, y abierto a la escucha activa, a la valoración de las ideas ajenas, a la
integración. Alguien que, esencialmente, sabe unir y generar confianza mutua".
Fuente: www.daemonquest.com
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