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Una vez que vimos para qué Dios nos quiere en este
mundo, y cuáles son nuestros talentos especiales para
llevarlo a cabo, tenemos que resumirlo en una frase, en
un lema que sea nuestro ideal personal. Los Papas y los
obispos tienen en su “escudo de armas”, un lema que
marca su servicio a la Iglesia. El Papa Juan Pablo II, por
ejemplo, tenía como lema «Totuus Tuus Mariae» que
significaba: «Todo Tuyo María», dando a entender que él
era el siervo de la Sierva del Señor. Se trata de encontrar,
siguiendo la guía de preguntas anterior, un lema que
identifique nuestro objetivo en la vida, qué es lo que Dios
me mandó a hacer en este mundo. Y de allí va a surgir el
plan de vida: cultivar entre mis talentos todo aquello que me
acerque al plan de Dios, y alejar para siempre todo aquello
que me aleje.
El plan de vida
1. El primer requisito, el
compromiso de hacerlo
El plan de vida requiere bastante compromiso. Sin este
compromiso, el plan de vida se convierte en un plan
semanal, o mensual, y no de vida. Yo, que soy muy
inconstante puedo parafrasear a Mark Twain cuando
hablaba de dejar de fumar y decir: «Comenzar un plan de
vida es lo más fácil del mundo: lo he hecho miles de
veces». Y allí está uno de los secretos: saber que al
demonio no le gustan nada los planes de vida y dejarlo en
manos de Nuestra Madre, que es la gran educadora y ama
dirigirnos hacia su Hijo.
2. Las actividades periódicas
No todas las actividades espirituales que hacemos son de
periodicidad diaria. Algunas actividades espirituales, como ir
a visitar a enfermos, o a los presos, las podremos hacer
una vez por quincena o una vez por mes. Estas actividades
semanales quincenales o mensuales pueden tener su
propio horario, y las anotamos así:
b. La evaluación y ajuste
Este propósito particular lo voy a evaluar y actualizar en tres
momentos concretos del día: al comenzar la mañana, al
comenzar la tarde, y durante mi examen de conciencia
cotidiano.