Está en la página 1de 3

29 CIENCIA Y FE AL SERVICIO DEL HOMBRE

Lejos de ser obstáculo, la fe ayuda a la ciencia; recuerda el cardenal Martino


en una intervención en el Festival de la Ciencia en Bérgamo (Italia)

BÉRGAMO, miércoles, 13 octubre 2004 (ZENIT.org).- La ciencia moderna «es


producto genuino de una visión judeo-cristiana del mundo», y no fruto de la
Ilustración, recordó el cardenal Renato Raffaele Martino el domingo al participar
en el Festival de la Ciencia de Bérgamo (Italia).
El purpurado puso en duda «la ya habitual consideración» que se tiene de
que la ciencia es «resultado de la Ilustración», pues «para los grandes científicos
y teólogos de la Edad Media como San Alberto Magno, Roberto Grossatesta y
Santa Ildegarda von Bingen la relación entre fe y ciencia era casi connatural».
Así percibían estos «eminentes científicos y creyentes en el Dios creador del
universo» «la armonía entre estas dos formas de conocimiento» –reconoció el
presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz–, pero «esta armonía
entre ciencia y fe viene a quebrarse en una época que corresponde más o
menos al inicio de la Ilustración».
De hecho, el «aude sapere» [«atrévete a pensar», ndr.], «síntesis programática
de la Ilustración», «se presenta como el intento de la razón autónoma de no
admitir otro fundamento que ella misma», explicó el purpurado en su inter-
vención, titulada «Ciencia y Fe al servicio del hombre».
Precisamente a esta época de la Enciclopedia se remonta la «instrumenta-
lización» del caso Galileo Galilei, «surgido como símbolo de una presunta opo-
sición entre ciencia y fe, que ha llevado a muchos a sostener» la «incompa-
tibilidad entre ambas».
«En cambio, la ciencia moderna es producto genuino de una visión judeo-
criustiana del mundo que tiene su fuente de inspiración en la Biblia y en la
doctrina del Logos», puntualizó el purpurado.
Por ejemplo, «la característica de las cosmogonías paganas es la de pre-
sentar un ineluctable ciclo de nacimiento-muerte-renacimiento, sin inicio ni fin
y sustancialmente privado de sentido»: «una visión cíclica y eternalista del
tiempo en el cosmos» en la que «la ciencia no lograba hacer progresos», explicó.
Sin embargo, para la ciencia es necesaria «la capacidad de investigar el inicio
de los procesos en el universo» –prosiguió–, y una «noción adecuada del tiempo
es fundamental para el desarrollo del cálculo diferencial e integral».
«Fue justamente la visión del cosmos lineal y progresiva derivada de la
doctrina cristiana la que suscita el crecimiento de la ciencia, así como otros
aspectos de la empresa humana», afirmó el cardenal Martino.
Pero, de acuerdo con el presidente del dicasterio citado, la idea de que sean
extrañas entre sí Iglesia y ciencia «ha sido exagerada por los enemigos» tanto de
una como de otra.
«Hacer ciencia dentro de la teología es frecuentemente causa de
malentendidos entre teólogos y ciencia --añadió--. Entre los excesos ideológicos
ha habido intentos de debilitar una realidad objetiva a través de un equívoco de
1
la teoría de la relatividad; los intentos de rechazar el principio de la causalidad
a través de un recurso ilegítimo a las mecánicas cuánticas, y ulteriores
aproximaciones que transforman en ideología la teoría de la evolución,
reforzando la idea de la casualidad y negando las finalidades al universo».
«Lo que tienen en común todos estos intentos –alertó el cardenal Martino-- es
que intentan crear una ideología de la ciencia, buscan dar a la ciencia una
tarea que se sitúa fuera de su objetivo».
Ya Pablo VI –recordó el purpurado– «recalcó que la ciencia no agota toda la
realidad, sino que constituye un segmento de ella, el de las verdades que
pueden ser tomadas con procedimientos científicos», y que «la ciencia es
soberana en su campo», pero «esclava respecto al hombre».
«En otras palabras –advirtió–, se debe evitar el cientismo, aún hoy difundido,
el cual tiende a reducir todo el conocimiento a lo científico» y «rechaza admitir
como válidas formas de conocimiento distintas de las que son propias de las
ciencias positivas, relegando en los confines de la mera imaginación tanto el
conocimiento religioso y teológico como el saber ético y estético».
Desde el inicio de su pontificado –continuó–, Juan Pablo II «ha puesto las
bases para que ciencia y fe estén verdaderamente al servicio del hombre» y ha
explicado «la complementariedad positiva de la ciencia en relación con otros
sectores en la perspectiva del amor».
En este sentido, el Papa advierte que «la compresión de nosotros mismos y
del universo alcanzará un momento de auténtica sabiduría sólo si estamos
abiertos a los numerosos modos en los cuales la mente humana llega al
conocimiento: mediante la ciencia, el arte, la filosofía y la teología».
«La investigación científica –proseguía el Santo Padre– será más creativa y
beneficiosa para la sociedad cuando contribuya a unificar el saber derivado de
estas distintas fuentes y lleve a un diálogo fecundo con cuantos trabajan en
otros campos de aprendizaje», cita el cardenal Martino.
En cualquier caso, y siguiendo a Juan Pablo II, la ciencia –investigación y
aplicación– constituyen «una expresión significativa del señorío del hombre
sobre la creación», y puesto que «ciencia y técnica están ordenadas al hombre,
del que traen origen y desarrollo», «éstas encuentran en la persona y en sus
valores morales la indicación de su fin y el conocimiento de sus límites».
«La ciencia y la técnica son preciosos recursos cuando se ponen al servicio
del hombre y promueven su desarrollo integral en beneficio de todos; no
pueden, con todo, indicar el sentido de la existencia y del progreso humano»,
subrayó el purpurado.
De aquí que «se deba rechazar» «la noción falsa de una ciencia libre de los
valores morales» y que sea «ilusorio reivindicar la neutralidad moral de la
investigación científica y de sus aplicaciones», añadió.
Por eso –aclaró el cardenal Martino–, «la ciencia y la técnica requieren, por su
propio significado intrínseco, el incondicional respeto a los criterios fundamen-
tales de la moralidad; deben estar al servicio de la personal humana, de sus

2
inalienables derechos, de su bien verdadero e integral, en conformidad con el
proyecto y la voluntad de Dios».
En este sentido, «la revelación cristiana es la verdadera estrella polar para el
hombre» y «la posibilidad ofrecida por Dios a fin de que se pueda hallar la
plenitud de Su proyecto de amor iniciado con la creación».
Éste «es el camino para garantizar que los descubrimientos científicos
estarán al servicio de la humanidad». «Al hombre deseoso de conocer la verdad,
si aún es capaz de mirar más allá de sí mismo y de levantar la vista más allá de
los propios proyectos, se le da la posibilidad de recuperar la genuina relación
con su vida, siguiendo el camino de la verdad», concluyó el cardenal Martino.

ZS04101310

También podría gustarte