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PREFACIO {Qué es el psicoandlisis? El cine y las historietas nos ofrecen la imagen de pacientes recos- tados sobre un divan hablando sin parar en el vacio, mientras un bar- bado sefior mayor, silencioso y descolorido, toma notas. Mucha gente que no esté familiarizada con el psicoandlisis lo considera como un camino cobarde, como una admisién de fracaso, como una cesién de control y autoridad a un extrafio. Pero qué pasa con aquellos que se han beneficiado del psicoand- lisis 0 que lo practican? A menudo no se presta ofdos a su vor. El pro- blema consiste en que los conceptos psicoanaliticos tienen su origen y su centro fundamentalmente en la experiencia del proceso analitico, una experiencia intensamente emocional, de elevada carga y profundo contenido personal para ambos participantes. Visto desde dentro, con los ojos de quienes han atravesado un andlisis «exitoso» (es decir, per- sonalmente significativo), el mundo del psicoandlisis es un lugar rico y fascinante. Sus conceptos basicos y sus modalidades de pensamiento estan imbuidos de un cardcter vividamente experiencial, de una clari- dad conceptual y de una continua aplicabilidad préctica a la conducta cotidiana en sus vidas. El pensamiento psicoanalitico ayuda a conectar diferentes dominios de la experiencia: el pasado y el presente, la vigi- lia y el suefio, el pensamiento y el sentimiento, los acontecimientos interpersonales y las fantasfas mas intimas. Los conceptos analiticos oftecen a la mente psicoanaliticamente informada instrumentos titiles para expandir, consolidar y enriquecer 17 ‘MAS ALLA DE FREUD la propia vida y la propia relacién con los demés. No obstante, es difi- cil transmitir esto mismo a quien no haya tenido experiencia del psi- dlisis. Para quienes el psicoandlisis no es una realidad vivida, los coandli conceptos psicoanaliticos resultan extrafios, abstractos, ajenos, inal- canzables. A veces resulta incluso dificil creer que provengan de una experiencia humana real. Pero hay mas que eso. Responder a la pregunta «;Qué es el psico- anélisis?» es m4s complicado de lo que serfa en otros casos a causa de cuatro grandes mitos sobre el psicoanilisis que han tenido gran acogi- da tanto en las esferas populares como en las académicas. Los mismos psicoanalistas han contribuido a perpetuar estas equivocas nociones. Primer mito: el psicoandlisis es en gran medida obra de un nico hombre. Durante las cinco primeras décadas de la historia del pensamien- to psicoanalitico (hasta la muerte de Freud en 1939), habria sido posi- ble sostener que el psicoandlisis era en gran medida un invento del genio singular de Freud. El consideré el psicoandlisis como una forma de tratamiento, pero también como una nueva rama de la ciencia. Dedicé gran atencién y cuidado a la creacién del psicoandlisis y este crecié asi en torno a su persona, Los que fueron pacientes o alumnos del psicoandlisis de Freud estuvieron impresionados con justa razén por sus descubrimientos tempranos, admiraron a Freud y le permitie- ron asumir el papel de liderazgo. El mismo Freud consideré el psicoa- nalisis como un movimiento cuasi politico y fue un lider dominante que tenia recelo de la oposicién y consideraba a menudo la creatividad y originalidad de otros como signos de deslealtad. La afirmacién de Alfred North Whitehead acerca de que la filo- sofia occidental es una serie de notas a pie de pagina en la obra de Platén fue un salto interpretativo. Pero la presencia de Freud tuvo un influjo tan grande sobre el temprano psicoandlisis, que se hizo tradi- cién en muchos escritores psicoanaliticos comenzar sus articulos haciendo una referencia Ilena de conviccién a las formas en que Freud sostuvo o dio crédito, o seguramente habria dado crédito, a las ideas 18 PREFACIO| que él mismo estaba por desarrollar. Asi, autores que hicieron una con- tribucién importante y original han presentado a menudo su propia obra como si se trataseliteralmemte de meras notas al pic de pagina de la obra de Freud. Y grandes figutas de las primeras décadas del psicoa- nélisis —Jung, Adler, Ferenczi, Rank— fueron expulsadas del cauce principal de la corriente freudiana cuando sus ideas divergieron en forma significativa de la doctrina imperante. Pero, a partir de 1939, no ha habido ya ningin Freud al que adju- dicar la competencia del verdadero pensamiento psicoanalitico, En con- secuencia, se lo dejé fluir en forma més natural. Donde antes habfa un tinico canal, ahora hay muchos. Donde habfa una tinica tradicién, ahora hay ya miiltiples escuelas, terminologfas técnicas y formas de prictica cli- nica. El psicoandlisis ya no es més la obra de una tinica persona. Segundo mito: tanto en su teorfa como en la préctica clini- a, el psicoandlisis contempordneo es virtualmente lo mismo que en la época de Freud. ‘A veces se presenta el psicoandlisis como si no hubiese experi- mentado ningtin cambio fundamental desde el tiempo de Freud. A rafz de sus diferencias respecto de Freud y de la tradicién psicoanaliti- ca, algunos autores analiticos escriben como si estuviesen atrapados en un salto en el tiempo, inconscientes de la floreciente bibliograffa inno- vadora que existe sobre la teoria y la técnica del psicoandlisis. Otros, dandose mas cuenta de los desarrollos contempordneos pero mante- niendo su lealtad a la tradicién, presentan publicamente una versién del psicoandlisis que no refleja ya su propia préctica clinica actual.! Y 1. Fred Pine (1985) ha confeccionado un impresionante catélogo de las consideracio- nes que llevan a un enmascaramiento de la innovacién en el pensamiento psicoanaliti- co: «Bl abrumador poder de Freud como mentor y, en forma semejante, el del propio analista; la necesidad de referencias, que lleva a actuar con cautela en lo que uno pre- senta al mundo acerca de su propio trabajo; Ia facilidad con la que pueden interpre- tarse en este campo los motivos de los revisionistas (es decir, el recurso al argumento 19 MAS ALLA DE FREUD, muchos criticos que desprecian el psicoandlisis creen que atacar a Freud o criticar con facilidad las caracterfsticas obsoletas de su pensa- miento equivale a demoler el psicoandlisis en su totalidad. A todo esto, lo llamativo es que es muy poco lo que ha quedado intacto del modo en que Freud comprendfa y practicaba el psicoandlisis. Los pilares més importantes de su teorfa —los impulsos instintivos, el cardcter central del Complejo de Edipo, la primacia motivacional del sexo y de la agresién— han sido objeto de critica y han experimenta- do transformaciones fundamentales en el pensamiento psicoanal{tico contempordneo. Y los principios técnicos basicos de Freud —la neutra- lidad analitica, la frustracién sistemtica de los deseos del paciente, una regresién a una neurosis infantil— han sido reconceptualizados, revisa- dos y transformados en forma semejante por los clinicos actuales. La imagen popular del paciente aislado, recostado de espaldas, dedicéndose a dejar volar sin fin su asociacién libre y entregindose a la autoridad superior del analista, ha evolucionado hacia versiones revisadas del tratamiento psicoanalitico que incluyen una flexibilidad tanto de la forma (en el divén o sentado) cuanto del proceso. Las mis- mas basan su impacto no en la presuncién de la autoridad del analis- ta, sino en el desarrollo de una btisqueda realizada en colaboracién por el analista y el analizando. Pero, con una comprensién més profunda de la naturaleza subjetiva de la experiencia, el analista de hoy no pre- supone ingenuamente ser el arbitro de la realidad como tampoco el gufa en un viaje emprendido en comtin. Asi, el mundo psicoanalitico contemporaneo sélo puede ser carac- terizado sensatamente como postfreudiano. Cualquiera que piense que una familiaridad con la obra de Freud equivale a una comprensién determinada del psicoandlisis esté en un error. Es algo semejante a creer que la fisica contempordnea esté contenida en la obra de Newton 0 que la biologfa contempordnea lo esté en la de Darwin. El corpus de la obra de Freud representard siempre uno de los logros personales més aad hominem) y el “carécter intemporal de la ensefianza”, 0 sea, la tendencia a ensefiar ‘més lo que hemos aprendido que lo que nosotros mismos hemos llegado a pensar o a hacer». (pp. 26s) 20 PREFACIO impresionantes de la historia y de la cultura intelectual de Occidente, pero dificilmente represente el pensamiento y la practica clinica del psicoandlisis contempordneo. El impacto viviente de la revolucién que Freud provocé se ha expandido, ha cambiado y florecido en concep- tos, métodos y comprensiones que dificilmente podrian haber sido imaginables para Freud y sus contempordneos. Tercer mito: el psicoandlisis ha pasado de moda. Este mito se basa en una verdad parcial. Realmente, el psicoand- lisis freudiano clésico esté pasando de moda. Esto se debe a que el psi- coanilisis ortodoxo no es de nuestro tiempo: sus métodos y su com- prensién fueron configurados hace casi cien afios. As{ como el mundo en torno al psicoandlisis ha cambiado, él mismo ha cambiado en cuan- toa los marcos en los que se lo aplica, a las formas en las que se lo prac- tica y a las comprensiones que genera. Con la proliferacién de muchas otras formas de psicoterapia y de medicacién psiquidtrica, asf como también porque el creciente control de los pagos por parte de las compafifas de seguros y del gobierno ha conducido inevitablemente a modos de tratamiento de menor frecuen- cia y mucho mayor brevedad, el psicoandlisis ha perdido, por cierto, el monopolio casi completo que tenia en otro tiempo como tratamiento psicolégico. A pesar de que tanto el nuimero de psicoanalistas cuanto el de pacientes de psicoandlisis se ha ido incrementando en forma constante (Pulver, 1978; Michels, 1988), los tratamientos més breves, orientados a problemas y de cardcter sintomdtico, resultan atrayentes para muchas personas. En nuestro mundo moderno, con su frenético ritmo de cambio, su énfasis en la eficiencia de costos, sus implacables exigencias de ganancia y productividad, la Kinguida intemporalidad y la cualidad profundamente reflexiva del psicoandlisis pueden parecer sin duda como hechas a medida para la chaise longue victoriana de Freud, cubierta con pequefios tapetes orientales. ‘Al mismo tiempo, la década de 1980 ha sido testigo de una expansién psicoanalitica de impresionantes proporciones. Gran parte del amplio espectto de psicoterapias que se practican fuera del psicoa- 21 MAS ALLA DE FREUD ndlisis propiamente dicho han derivado de conceptos psicoanaliticos, tanto de los clésicos cuanto de los més contempordneos, y siguen estando continuamente bajo su influencia. En particular, las teorias psicoanaliticas de las relaciones objetales y la psicologia psicoanalitica del self han ejercido una importantisima influencia en el trabajo indi- vidual dentro del campo social y en prcticamente todas las formas de psicoterapia que se practican hoy en dia (terapia familiar, terapia de pareja, aproximaciones cognitivas y comportamentales, psicoterapia gestiltica y psicoterapia dindmica de corto plazo). La extensién del psicoandlisis mds all4 del Ambito clinico ha sido atin més impresionante. A lo largo de la vida a menudo solita- ria y combativa de Freud, el psicoandlisis ocupé, incluso en sus momentos de mayor influencia, una posicién de minoria acosada en relacién con la sociedad y la cultura en general. Hoy en dia, las apor- taciones de Freud son aceptadas de forma tan amplia y estén tan estrechamente entretejidas en la malla de nuestra cultura y nuestra experiencia de nosotros mismos que, en un sentido amplio, todos somos «freudianos». El psicoandlisis no es sélo una disciplina profesional y cientifica dentro de nuestra cultura, sino una forma de pensar, un enfoque de la experiencia humana que ha llegado a ser constitutivo de nuestra cultura ¢ impregna la manera en que hemos llegado a experimentarnos a noso- tros mismos y a nuestra mente. Las caracteristicas més importantes de las propias contribuciones de Freud, que fueron sumamente contro- vertidas en su tiempo, han pasado a ser ideas comtinmente aceptadas en nuestro mundo actual: la motivacién y el significado inconsciente, la infinita variedad de formas de la sexualidad, el poder formativo de los acontecimientos tempranos, la centralidad de los temas edfpicos en la vida familiar, las dimensiones sexuales y sensuales de las experiencias de la infancia y la nifiez, la eficiencia de la mente para desconocer ver- dades desagradables, etc. Desde un punto de vista literario, la critica de Harold Bloom (1986) ha argumentado que las concepciones de Freud «han comen- zado a mezclarse con nuestra cultura y ahora forman verdaderamente la tinica mitologia occidental que tienen en comiin los intelectuales contempordneos». Y en el mundo muy diferente aunque igualmente 22 PREEACIO contempordneo de la inteligencia artificial, Douglas Hofstadter y Daniel Dennett (1981) sefialan a Freud como el pionero cuya visién de la mente ha conducido‘hacia direcciones nunca imaginables en su tiempo: Cuando Freud formuls inicialmente la hipétesis de la existencia de procesos mentales inconscientes, su propuesta chocd contra una amplia negacién ¢ incomprensién [...] La expansién de los limites de lo pensable realizada por Freud revolucioné la psicologta clini- cay allané el camino a los desarrollos més recientes de la psicolo- gfa experimental «cognitivas. Hemos llegado a aceprar sin la mds ‘minima molestia de in-comprensién una multitud de afirmaciones a propésito de que la verificacién de sofisticadas hipétesis, la biis- queda de la memoria, la inferencia, en sintesis, el procesamiento de informacién, ocurren dentro de nosotros aunque son completa- mente inaccesibles a la introspeccién. (p. 11) No ha dejado de presentarse como algo coherente que, cuando la Unidn Soviética ingresé tambaleando en la moderna cultura occiden- tal, uno de los primeros signos importantes del despertar intelectual fue un nuevo interés por el psicoandlisis (Barringer, 1988). En forma similar, las contribuciones psicoanaliticas a la expe- riencia y cultura modernas no han concluido con la muerte de Freud. La metodologfa de observacién participante, de Harry Stack Sullivan, y su teorfa del campo interpersonal han tenido un enorme impacto en la metodologia contempordnea en todas las ciencias sociales y en los conceptos actuales del constructivismo social. El enfoque epigenético de Erik Erkison sobre el ciclo de la vida y su concepto de identidad han ejercido influencia sobre la antropologia, la historia y la biografia. La llamativa visién de Melanie Klein sobre la vida imaginativa infan- til y la vigorosa y romantica descripcién de Margaret Mahler sobre el nacimiento psicolégico del nifio a partir de su arraigo simbistico en la madre han tenido un amplio efecto en el modo en que los padres e investigadores piensan acerca de los nifios, de sus luchas y de los reque- rimientos que tienen para su desarrollo. La convincente y bien docu- mentada teorfa del apego, de John Bowlby, ha suscitado toda una acti- 23 ‘Ms ALLA DE FREUD vidad de investigacién en torno a la ligazén nifio-madre y a las sepa- raciones entre padres ¢ hijos, investigacién que ha contribuido al deba- te politico y social sobre las necesidades de nuestros nifios (véase Fraiberg, 1977). La evocativa ¢ innovadora comprensién de Donald Winnicott acerca de los origenes de la subjetividad y del lugar del «entorno de contencién» en la diada madre-hijo ha tenido un impac- to penetrante (aunque, a veces, no reconocido) en la experiencia de paternidad de toda una generacién, Y los conceptos de «objeto de transicién» y «experiencia de transicién», del mismo Winnicott, han sido retomados por los educadores de la primera infancia y por los filé- sofos de la creatividad, la cultura y la experiencia estética. Los enfoques revisionistas freudianos de la actualidad han tenido una influencia central y a menudo dramética sobre la critica literaria. Tanto la aplicacién hecha por Roy Schafer del concepto de «narrativay a la psicodindmica y a las historias psicoanaliticas de vida como tam- bigén la provocadora y elusiva visién de Jacques Lacan acerca del inconsciente en funcién de la lingiiistica y la antropologia estructural contempordneas han sido ampliamente citadas. El convincente estudio realizado por Heinz Kohut acerca de las vicisitudes del narcisismo y del self ha sido retomado y desarrollado por intérpretes de la literatura, la historia y la cultura en general. Por ejemplo, en su influyente libro titu- lado The Culture of Narcissism (La cultura del narcisismo), el investiga- dor Christopher Lasch se basé fuertemente en las teorfas sobre el nar- cisismo desarrolladas tanto por Kohut cuanto por Otto Kernberg. Una rica y compleja fecundacién recfproca ha tenido lugar asi- mismo entre el psicoandlisis y el feminismo. Muchos feministas tem- pranos utilizaron justificablemente como punto de partida la visién patriarcal y condescendiente que tenfa Freud de las mujeres. Pero, tal como sefiala el capitulo 8 de este trabajo, la critica feminista prove- niente de fuera del campo psicoanalitico fue acompafiada en forma paralela por una revisién critica dentro del mismo. Los esctitores psi- coanalistas/feministas han desempefiado un papel importante en el pensamiento més innovador de la actualidad acerca del género y la sexualidad. Asi, los desarrollos postfreudianos en las ideas psicoanaliti- cas han calado en la vida y el pensamiento contempordneos y los han marcado profundamente. 24 PREEACIO Por esa razén, lejos esté de ser exacto un retrato del psicoandlisis que lo presente como una teorfa que se desliza hacia la irrelevancia. Las preocupaciones dominantes que se presentan en la literatura psicoana- Iitica contemporanea y en la préctica analitica actual —la naturaleza de la subjetividad, la creacién de sentido y la creatividad personal, la insercién del sujeto en el contexto cultural, lingiiistico ¢ histérico— son, de hecho, las preocupaciones predominantes de nuestro tiempo. Cuarto mit el psicoandlisis es un culto esotérico que requiere tanto una conversién cuanto afios de estudio. Freud fue un gran estilista de la prosa y su brillante manera de argumentar hace que todo aquel que esté dispuesto a trabajar con esa argumentacién pueda seguirla en el desarrollo de sus ideas. Por el contrario, muchos de los textos postfreudianos han sido escritos en un estilo que favorece més bien una visién del psicoandlisis como un mundo en s{ mismo, esotérico ¢ impenetrable, con riquezas auto- proclamadas que s6lo son accesibles a un selecto circulo. El lenguaje es denso, Ileno de jerga propia y de compleja argumentacién. En tales esctitos se presupone, por lo general, una considerable familia ridad tanto con la literatura psicoanalitica previa cuanto con el pro- ceso clinico. Como el psicoanilisis postclisico se fragmenté en escuelas y tradiciones que compiten entre si, los conocimientos que se alcanzan y las aportaciones que realiza cada obra individual son presentadas, generalmente, teniendo en mente los cismas politicos més importantes. Es probable que todo autor particular esté argu- mentando contra uno o més autores 0 posiciones, a menudo sin mencionarlos. A veces se inventa un nuevo lenguaje para transmitir ideas ya antiguas de modo de poder exagerar la diferencia y reivindi- car originalidad. Por el contrario, a veces se estira el lenguaje antiguo para transmitir ideas nuevas de modo de poder exagerar las similitu- des y reivindicar continuidad. Todo esto trae consigo que alguien que no haya pasado afios estudiando la historia del psicoandlisis ten- dré dificultad en escoger un trabajo psicoanalitico individual cual- quiera y captar su aportacién. 25 ‘MAS ALLA DE FREUD También la politica y la economia han desempefiado un papel importante en hacer inaccesibles las ideas psicoanaliticas. En contra de los propios deseos de Freud, el psicoandlisis ha sido convertido hasta fecha reciente, particularmente en Estados Unidos, en un dominio exclusivamente médico. El establishment médico estadounidense rei- vindicé los derechos sobre el psicoandlisis y lo ejercié en forma mono- polica. Asi, la impresién de que las ideas psicoanaliticas eran por natu- raleza esotéricas, altamente técnicas y s6lo accesibles a los oficialmente iniciados reflejé el elitismo politico y los intereses econdmicos de quie- nes se beneficiaban manteniendo la impresién de que el psicoandlisis era una especialidad médica de cardcter altamente técnico. Las tiltimas dos décadas han sido testigos de una revolucién social en la practica y el entrenamiento del psicoandlisis en Estados Unidos. Nunca antes habfan proliferado y florecido en tantas ciudades institutos que formaran psicdlogos y trabajadores sociales cuyo curri- culum no estuviese limitado por la politica de lealtad a Freud o por el modelo médico. Tales institutos ensefian en forma més directa y abier- ta la vigorizadora introduccién de las ideas de escritores més contem- pordneos en las exploraciones conceptuales y en la prictica clinica del psicoandlisis. Un juicio por restriccién de actividad comercial iniciado con éxito contra la American Psychoanalytic Association, dominada por médicos, logré imponer que los institutos formalmente médicos se abrieran a profesionales de formacién no médica. Todo esto ha comenzado a revertir el tradicional elitismo y artificial oscurantismo del estilo literario psicoanalitico. El psicoandlisis se encuentra en pro- ceso de modernizacién; es preciso que sus ideas se hagan accesibles a todos los que estén interesados en él. Mads alld de Freud: una historia del pensamiento psicoanalttico mo- derno se basa en nuestra conviccién de que las ideas psicoanaliticas, desde sus origenes en la obra de Freud hasta la actual diversidad de escuelas en competencia, pueden y deben hacerse accesibles tanto a clt- nicos précticos que no se han sometido a afios de estudio formal cuan- to a todo lector interesado, Esta conviccién se ha desarrollado a lo largo de los muchos afios en que hemos ensefiado ideas psicoanaliticas a estudiantes de diferentes niveles. La efectividad de la ensefianza ha implicado siempre el encontrar una forma de ayudar al estudiante a 26 PREFACIO ver ms alld de la jerga y del ropaje politico y a alcanzar asf el micleo de conceptos tedricos. Cada formulacién psicoanalitica es un esfuerzo por captar y describir alguna experiencia humana, algin aspectd~del funcionamiento de la mente. Cada formulacién hace referencia a gente concreta, a su modo de organizar la experiencia, a sus dificulta- des para vivit, a su lucha para dar forma y mantener un seff personal en relacién con los demas. Este libro presenta las ideas centrales de aquellos que han reali- zado las aportaciones més importantes al pensamiento psicoanalitico contempordneo. No es nuestro propésito hacer una presentacién com- prehensiva. Una consideracién completa de las figuras més importan- tes y de sus perspectivas tedricas requeriria un libro entero para cada una de ellas. Tampoco es nuestro propésito rastrear en forma exhaus- tiva y detallada las fuentes e influencias, las Iineas de continuidad y las progtesiones. Delinear las relaciones histéricas de las escuelas psicoa- naliticas contempordneas entre s{ es otro monumental proyecto que presupone un conocimiento técnico del funcionamiento interno de cada una de ellas. La perspectiva histérica que ofrecemos sirve, en gran parte, para establecer comparaciones, a fin de tener una visién de conjunto de las cortientes y los modelos mas importantes del pensamiento psicoanal- tico contempordneo y considerar sus relaciones mutuas. Comenzamos con Freud no solamente por su importancia histérica, sino porque sigue siendo todavia el punto de referencia més importante para la generacién de perspectivas nuevas: comprender la relacién de cada ted- rico para con Freud es crucial para colocarlos en relacién reciproca. Es nuestra intencién introducir a cada sistema. Presumiendo la ausencia de familiaridad del lector con el tema, ofrecemos una intro- duccién a cada tradicién tedrica, explicando en forma selectiva su sen- sibilidad fundamental y algunos de sus conceptos bisicos, en lo posi- ble a través de ilustraciones clinicas de las luchas humanas que tales conceptos procuran iluminar. Los ejemplos clinicos estén tomados, en su mayor parte, no de los mismos teéricos mds importantes, cuyas ilus- traciones (presentadas con intencién polémica y ya tratadas a fondo por los estudiosos) tienen a menudo un tenor anticuado y remoto para los estudiantes y lectores contempordneos, sino de nuestra propia 27 ‘MAS ALLA DE FREUD labor clinica y de la de clinicos que hemos supervisado y tenido como alumnos. Algunos de los casos, como Angela en el capftulo 2, Eduardo en el 6 y Harvey en el 9, describen el encuentro de un psicoanalista relativamente nuevo y sin experiencia con problemas clinicos para los que las innovaciones tedricas exploradas en esos capitulos fueron sumamente titiles, (Las ilustraciones extendidas son composiciones a partir del trabajo con varios pacientes, cuyas figuras han sido alteradas y combinadas para preservar la confidencialidad.) A pesar de que las teorfas psicoanaliticas han sido desarrolladas por autores en diferentes paises y diferentes puntos de la evolucién histérica y cultural, quere- mos resaltar la aplicabilidad de las ideas psicoanaliticas a la gente real, que vive una vida real con problemas reales en nuestro mundo actual. Se cuenta que uno de los innovadores més importantes del psico- andlisis postfreudiano solia llevar consigo una pistola cuando acudfa a presentar su trabajo en institutos de tenor més tradicional. La coloca- ba sobre el atril sin hacer comentario alguno y procedia a leer su ponencia. Invariablemente, alguien preguntaba sobre la pistola, a lo que él respondia con voz. amable que era para utilizarla con la primera persona que, en lugar de referirse a las ideas que estaba presentando, preguntara si lo dicho era acaso «realmente psicoandlisis». Sea cierta 0 no la historia, capta mucho del ambiente del mundo psicoanalitico contempordneo, en el cual el psicoandlisis ha estado luchando para expandirse y redefinirse. En este libro damos tratamiento a una vasta serie de ideas, a veces competidoras entre si, a veces complementarias, peto que constituyen todas «realmente psicoandlisis», porque derivan de esa exploracién a fondo, detallada y diferenciada que el psicoandli- sis realiza de la experiencia humana. 28 1. sicmunp FREUD Y LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA El pozo del pasado es muy profundo [...] Y cuanto més hondo sondeamos, cuanto més investigamos y nos inter- namos en el mundo del pasado, tanto més descubrimos que los cimientos més tempranos de la humanidad, de su historia y cultura, se revelan como insondables. Thomas Mann En 1873, cuando Freud tenfa diecisiete afios, el arquedlogo aleman Heinrich Schliemann reunié indicios de fuentes fragmentarias tanto histéricas cuanto literarias y localizé la antigua ciudad de Troya en la planicie costera de lo que hoy es Turqufa. Tal vez no haya habido nin- gtin otro acontecimiento que haya encendido tanto la imaginacién de Freud, que tenfa la tendencia a inspirarse en héroes antiguos como Moisés y Anibal. Ms tarde, el consultorio de Freud llegé a asemejar- se al despacho de un arquedlogo, lleno de esculturas y antigiiedades. Sin embargo, el lugar en que Freud excavaba no era la tierra, sino las mentes de sus pacientes. Y las herramientas que utilizaba no eran la pala y los cepillos, sino las interpretaciones psicoanaliticas. No obs- tante, el entusiasmo era el mismo. Freud sintié que habia descubierto un lugar importante y preparé la tecnologia necesaria para exponer la estructura subyacente a la psique humana y para desenterrar la histo- ria arcaica, tanto del paciente individual cuanto de la humanidad toda. El desarrollo histérico de las teorfas de Freud es sumamente inttincado y complejo. No siendo nuestra perspectiva la historia inte- 29 ‘MAS ALLA DE FREUD lectual en sf misma, sino una explicacién de los conceptos que Freud legé al psicoandlisis contempordneo, no examinaremos ese desarrollo en todos sus detalles. No obstante, un esbozo general del despliegue cronolégico de los conceptos més importantes de Freud es esencial para apreciar su origen en los problemas clinicos que le presentaron sus pacientes. A diferencia de Schliemann, que sabfa con exactitud lo que estaba buscando, Freud tropezé con el «pozo del pasado», su acceso a las profundidades, mientras iba de camino procurando responder a las dificultades de sus pacientes en la vida presente y en la superficie. DEL CEREBRO A LA PSIQUE Freud se gradué en la Escuela de Medicina en una época en que el estudio de la estructura fisica del cerebro estaba en su primer flore- cimiento. Hacfa poco tiempo que se habia aislado la neurona, la célu- la nerviosa individual; se estaban desarrollando técnicas para seguir los recorridos nerviosos; apenas se estaba comenzando a percibir la enor- me complejidad del cerebro. Freud comenzé su camino como investi- gador de neurofisiologia, y cuando pasé de la investigacién a la préc- tica clinica, atendié pacientes que sufrian lo que en ese entonces se entendfa como condiciones neurolégicas: nervios débiles o dafiados. Las dramdticas.demostraciones de los renombrados neurdlogos Jean- Martin Charcot ¢ Hippolyte Bernheim, que Freud tuvo oportunidad de presenciar durante su estancia en Francia, despertaron su interés en las ideas inconscientes haciendo que el foco de su preocupacidn se des- plazara del cerebro a la psique, dando asf un paso de trascendentales consecuencias.’ Por ejemplo, la «anestesia de guante, la falta de sensibilidad en la mano, carece de sentido desde el punto de vista neurolégico. Los nervios de la mano se extienden por el brazo. Si los mismos como tales 1. Muchos fildsofos, poetas y psicélogos han descrito, tanto antes cuanto durante la vida de Freud, ideas y sentimientos que operan fuera de la consciencia (véase Ellenberger, 1970). 30 ‘SIGMUND FREUD Y LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA estuviesen dafiados, la insensibilidad no se limitarfa a la mano. Pero la canestesia de guante» tiene sentido desde la perspectiva psicolégica: la idea que el paciente tiene acerca de su mano es central para la disfun- cién. No son los nervios los que estén dafiados: algo esta en desorden en los pensamientos del paciente, en sus pensamientos acerca de su mano. Posiblemente, el paciente no tenga acceso directo a esos pensa- mientos: es posible que los mismos estén ausentes de la parte cons- ciente de su psique. Pero, a pesar de ello, tienen un poderoso efecto y dan origen a un fendmeno fisico. Charcot demostré no solamente que situaciones como la «aneste- sia de guante» o la pardlisis o la ceguera histéricas se debian a las ideas més que a los nervios dafiados, sino también que las ideas podfan pro- ducir asimismo una cura (en general temporaria). Charcot solia colocar a pacientes suyos en trance y, mediante sugestién hipnética, inducfa sintomas histéricos que antes no habfan estado presentes. El podria haber dicho algo as{ como: «Cuando despierte, no ser capaz de ver, 0 de caminar». Pero lo més sorprendente era que solia utilizar la sugestién hipnética para remover en forma temporal los sintomas, haciendo que los que sufrian de ceguera o de pardlisis histérica vieran o caminaran. El problema no esté en la carne; la mano, los ojos, las piernas, estén sanas. El problema estriba en una idea que se encuentra fuera de nuestra consciencia: la idea que tiene el paciente de que no puede sen- tir, no puede ver, no puede caminar. Esta idea patégena es contrarres- tada por otra idea, la orden hipnética de sentir, de ver, de caminar. Esta ultima, introducida en la mente del sujeto por el hipnotizador, puede controlar la experiencia y el comportamiento, a pesar de que parece ser totalmente desconocida ¢ inaccesible para el mismo sujeto. Antes de Freud, los histéricos, 0 sea, los pacientes que sufrfan de disfunciones fisicas pero que no evidenciaban ningin impedimento fisico, real y obvio, se consideraban como simuladores de enfermeda- des, como impostores de dudosa moralidad 0 como victimas de un sis- tema nervioso debilitado en forma general, que producfa disfunciones aleatorias y carentes de sentido. Siguiendo la linea de Charcot, de Bernheim y de otros médicos que practicaban la hipnosis, Freud demos- tr que los histéricos sufrian no una enfermedad del cerebro, sino de la mente. Eran las ideas, y no los nervios, la fuente de su problema. 31 ‘MAS ALLA DE FREUD @Por qué ciertas ideas adquirian en la mente una cualidad tan diferente de las ideas ordinarias? ;Cémo es que las mismas se hacfan inaccesibles? ¢Cémo desarrollaban la capacidad de hacer semejantes estragos? Josef Breuer, un muy respetado médico vienés, especialista en medicina interna y primer colaborador de Freud, habfa realizado ya ciertos progresos para dar respuesta a estas preguntas. En 1880, Breuer habfa tenido bajo tratamiento a una mujer joven y brillante llamada Bertha Pappenheim, que llegé a ser ms tarde una pionera en la disci- plina del trabajo social. Durante un perfodo en que habfa tenido que cuidar de su padre enfermo, Pappenheim habfa desarrollado toda una serie de dramaticos sintomas, incluyendo parilisis y disfunciones del habla. Breuer intenté resolver +l problema colocdndola en trance hip- nético y utilizando los procedimientos experimentales de Charcot y de otros investigadores, removiendo los sintomas mediante la sugestién posthipnética. A pesar de que los intentos de Breuer no fueron efecti- vos, la situacién creada por el trance hipnético hizo que Pappenheim comenzara a hablar acerca de sus diferentes sintomas. Breuer, demos- trando las cualidades de algo que Ilegaria a ser crucial en un psicoana- lista —la curiosidad y la disposicién a seguir la pista del paciente—, simplemente la dejé hablar. Con cierto estimulo de su parte, las aso- ciaciones de la paciente Ilevarfan de regreso al punto de aparicién del sintoma, necesariamente algtin acontecimiento perturbador y estresan- te. Pappenheim y Breuer descubrieron que esta verbalizaci6n y la des- carga emocional que se produce al emerger la memoria del incidente originalmente perturbador tenfan efectos curativos. A través de este proceso, que Pappenheim denominé «chimney-sweeping», limpieza de chimenea, los sintomas desaparecieron (Freud / Breuer, 1895, p. 55). En un punto, por ejemplo, Pappenheim se sintié incapaz de beber Iiquido alguno. No sabia por qué pero, de pronto, habia comen- zado a sentir repugnancia de toda bebida. A raiz de esa abstinencia, suftié deshidratacién y enfermé setiamente. Empleando el procedi- miento que habfan desarrollado entre los dos, Breuer la colocé en tran- ce hipnético y la insté a que hablara acerca de su disgusto. Ella sentia rechazo, pero él la urgié a hacerlo. Superando una fuerte resistencia, ella recordé haber entrado recientemente en su habitacién y haber des- 32 ‘SIGMUND FREUD Y LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA cubierto al perro de su «dama de compafifa inglesa, a quien no amaba», lengiieteando un vaso para beber agua (p. 58). Pappenheim relaté en ese momento con mucha rabia la escena que, en su momen- to, habia callado por cortesfa. Al salir del trance, pidié a Breuer un vaso de agua. Breuer conté a Freud acerca de estas experiencias, de las que este tomé conocimiento con avidez. En 1893, publicaron juntos el primer ensayo psicoanalitico, «Comunicacién preliminar», que afirmaba que «el histético sufre por la mayor parte de reminiscencias» (p. 33). Segdin ellos, la histeria tenfa su causa en recuerdos retenidos y en sentimien- tos que nunca se habfan vivido por el camino ordinario. Separados del resto de la mente, estos recuerdos y sentimientos slo emergian supurando hacia la superficie en forma de sintomas desconcertantes y aparentemente inexplicables. Si tales sintomas se persegufan hasta sus origenes, su significado se harfa evidente y los sentimientos se descar- garfan en una explosin catértica, después de lo cual, los sintomas habrian desaparecido. Freud y Breuer agregaron capitulos de mayor carga tebrica e informes de casos més extensos (incluyendo el de Bertha Pappenheim, a quien Ilamaron Anna O.)? y publicaron en 1895 los Estudios sobre la histeria, Tal vez, la pregunta mds importante que plantearon estos descu- brimientos clinicos iniciales fue la siguiente: spor qué razén ciertas experiencias generan sentimientos que se disocian, se separan del resto de la mente? En este primer trabajo psicoanalitico, Freud y Breuer escribieron en realidad capitulos tedricos separados en los que sugerfan dos hipétesis muy diferentes. Breuer argumenté que las experiencias 2. La prolongada distancia cronolégica entre el tratamiento de Breuer a Anna O. y su publicacién conjunta con Freud sobre la histeria se debié en parte a la forma traumé- tica en que termind ese tratamiento. Anna O, desarrollé una transferencia erética hacia Breuer que se manifesté en un embarazo histérico. Tal circunstancia produjo un con- siderable shock a Breuer y lo levé a abandonar el campo psicoterapéutico y a dedicarse a su labor en medicina interna, Estos sucesos fueron revelados sélo muchos afios més tarde, cuando las nociones psicoanaliticas de transferencia y contratransferencia (véase capitulo 9) habfan alcanzado un avance suficiente como para permitir una interpreta- ibn y elaboracién de desarrollo semejantes (aunque demasiado tarde para Breuer). 33 MAs ALLA DE FREUD que se disociaban y se tornaban por eso mismo problematicas eran las que habfan tenido lugar durante estados alterados de consciencia, que 4 denominé «estados hipnoides». Por ejemplo, Pappenheim estaba exhausta y sobre-estresada por atender a su padre enfermo. Los acon- tecimientos perturbadores no podian ser integrados en sus procesos mentales ordinarios porque habfan sido registrados en un estado men- tal de alteracién, cuando ella no era ya ella misma. Al ponerla en tran- ce y animarla a revivir los recuerdos, la escisién se curd, se produjo el procesamiento normal de las emociones y la psique recuperé su uni- dad. Tal vez, pensaba Breuer, ciertas personas son més propensas que otras a entrar en estados hipnoides y, por eso, tienen més probabilida- des de volverse histéricas. Freud planted una hipétesis muy diferente: para él, las memorias y sentimientos patégenos no se habjan disociado a rafz de un previo estado de consciencia alterado, sino porque el contenido concreto de esas memorias y sentimientos era perturbador, inaceptable, estando en conflicto con el resto de las ideas y sentimientos de la persona. Y el hecho de que hubiesen ido a parar a una parte diferente del psiquismo del paciente no se debia, para él, simplemente a que hubiesen sido registrados por una via diferente: antes bien, eran incompatibles con el resto del contenido consciente y, por esa razén, habjan sido manteni- dos activamente fuera de la consciencia. La diferencia entre estas hipé- tesis tempranas de Breuer y Freud pone de relieve los atributos que lle- garfan a ser caracteristicos de la comprensién freudiana del psiquismo a lo largo de su subsiguiente carrera. Mientras que Breuer veia a los histéricos como personas susceptibles de estados alterados de cons- ciencia, de suftir una escisién, Freud los vefa como personas desgarra- das por conflictos y cargadas con secretos escondidos, tanto sobre sf mismas cuanto sobre otras personas. DE LA HIPNOSIS AL PSICOANALISIS. De 1895 a 1905, Freud produjo una explosién de creatividad teérica y de innovacién técnica clinica que, tal vez, no tenga parangén en toda la historia del pensamiento. La teorfa se vio siempre estimula- 34 ‘SIGMUND FREUD ¥ LA TRADICION PSICOANALFTICA CLASICA da y fundamentada por sus esfuerzos clinicos. A menudo, la teorfa llevé a innovaciones técnicas que generaron a su vez nuevos datos cli- nicos, los que invariablemente estimularon de nuevo los avances teb- ricos. Durante esta década, el psicoandlisis emergié del hipnotismo y pasé a ser una metodologia y un tratamiento diferentes en s{ mismos; en ella se establecieron muchos de los conceptos bésicos que gufan el pensamiento psicoanalitico hasta el dfa de hoy. Freud comenzé a sentir que la hipnosis era menos util para obte- ner un acceso a los recuerdos y sentimientos patégenos de lo que tanto 4 cuanto Breuer habfan considerado inicialmente. Con el crecimien- to de su experiencia clinica, se dio cuenta de que mucho més crucial para una remocién permanente de los sintomas era que el material censurado, inconsciente, se tornara accesible en forma general a la consciencia normal. (Para Pappenheim, por ejemplo, el pensamiento inconsciente puede haber sido algo asf como: «odio al perro de esta mujer y me da rabia que ella le permita beber de mi vaso».) Las remi- niscencias «inquietantes» que emergfan durante un trance hipnético volvian a deslizarse fuera del alcance de la consciencia cuando el paciente salfa de la hipnosis. Habfa una fuerza de resistencia en la psi- que del paciente, que Freud llamé defensa y que, en forma activa, mantenfa los recuerdos fuera de la consciencia. (Una mujer joven y bien educada de la época y la clase social de Pappenheim no habria sentido un enfado tan indecoroso por el perro.) El trance hipnético cludia artificialmente la defensa, permitiendo al analista acceder a los supurantes secretos. Peto era el paciente el que necesitaba saber y no podia porque la resistencia frente a ese recuerdo particular (y a otros similares vinculados asociativamente al mismo) se reinstalaba en cuanto el trance terminaba. Estar simplemente informado acerca del secreto a través del analista después del trance habrfa dado al pacien- te una consciencia meramente intelectual del mismo, pero no una consciencia experiencial. (Basada en su fe en el analista, Pappenheim habria sabido que debfa odiar al perro y, probablemente, también a la duefia, pero no habria sentido el odio y el disgusto.) 35 MAs ALLA DE FREUD El modelo topogréfico La lucha de Freud con este critico problema condujo a cruciales avances teéricos y técnicos. En cuanto a la teorfa, Freud comenzé a con- cebir un modelo topogréfico de la psique, dividiéndola en tres Ambitos diferentes: uno inconsciente, que contiene ideas y sentimientos inacepta- bles; uno pre-consciente, que contiene ideas y sentimientos aceptables que son susceptibles de legar a ser conscientes; y el consciente, que contiene aquellas ideas y sentimientos conscientes en cada tiempo particular. Los avances tedricos representados por el modelo topogrifico fueron acompafiados por innovaciones técnicas. La tarea clinica pasé de ser el descubrimiento de los secretos del paciente hipnotizado por parte del analista a la remocién de las defensas contra esos secretos en la propia psique del paciente. Freud luché por encontrar un método que pudiese desmantelar o disolver las defensas més que aplacarlas tem- poralmente, como lo hacfa la hipnosis. Hacia el cambio de siglo, esco- gié el método de la asociacién libre, el procedimiento bdsico que se con- virtié a partir de entonces en la columna vertebral de la técnica psicoanalitica, La asociacién libre La asociacién libre retuvo algunas de las formas exteriores del hip- notismo. El paciente reposa confortablemente sobre un divan en un entorno sereno y pacifico, situacién esta que pretende inducir un esta- do mental intermedio entre la consciencia normal de vigilia y el trance. El analista se encuentra detras de la cabecera del divén, fuera del alcan- ce de la visién directa del paciente. Este tiltimo dice todo lo que le viene a la cabeza sin esforzarse por tamizar o seleccionar pensamientos; se lo anima a transformarse en un observador pasivo de su propia corriente de consciencia: «compértese como lo harfa [...] un viajero sentado en el tren del lado de la ventanilla que describiera para su vecino del pasi- lo cémo cambia el paisaje ante su vista» (Freud, 1913a, p. 136). Como recurso estratégico, la asociacién libre ayuda al analista a discernir los secretos del paciente, sus deseos inconscientes; mientras 36 ‘SIGMUND FREUD Y LA TRADICION PSICOANALETICA CLASICA tanto, las defensas siguen activas y pueden ser encaradas. Al animar al paciente a informar sobre todo pensamiento que le venga a la mente, el analista espera que el paciente eluda el proceso normal de seleccién que tamiza el contenido conflictivo. No obstante, el paciente esté ple- namente despierto y se le puede mostrar que el fluir no intencionado de sus pensamientos contiene ideas y sentimientos disfrazados que ha estado manteniendo fuera de su consciencia. Transferencia y resistencia Seguin descubrié Freud, es imposible realizar la asociacién libre durante un largo periodo de tiempo. Las defensas impiden que emer- jan los pensamientos que guardan una relacién demasiado estrecha con los secretos reprimidos. Ademés, los pensamientos y sentimientos conflictivos que constituyen el centro de las dificultades del paciente son pronto transferidos a la persona del analista, que pasa a ser objeto de intenso anhelo, amor y/u odio. El paciente se niega a hablar de pen- samientos embarazosos 0 aparentemente triviales, en particular por- que, a menudo, tales‘pensamientos tienen por objeto al analista. Con frecuencia, el paciente afirma que no tiene pensamiento alguno. Freud comenzé a especular entonces que la resistencia a particulares asocia- ciones libres era exactamente la misma fuerza que habfa empujado al comienzo los recuerdos originales fuera de la consciencia. Son justa- mente esta transferencia y esta resistencia las que necesitan ser expues- tas, identificadas y disueltas. Freud creyé que, al analizar las asociacio- nes libres del paciente y su resistencia a tales asociaciones, podia acceder a ambas caras del conflicto patégeno: primero, los sentimien- tos y recuerdos secretos y, segundo, las defensas: los pensamientos y sentimientos que rechazan aquellos sentimientos y recuerdos secretos. Podemos ver este conflicto en el caso de Gloria, una abogada de menos de treinta afios que crecié en una familia de clase media alta en una gran ciudad del oeste de Estados Unidos. Gloria acudié en bis- queda de tratamiento analitico porque se encontraba paralizada frente ala decisién de casarse 0 no con el hombre con el que habia vivido ya 37 MAs ALLA DE FREUD durante cierto tiempo. «No sé si es el hombre adecuado», decfa. El and lisis comenz6 a revelar que el casamiento no era la tinica érea en la que Gloria sufria de indecisién. A pesar de que nunca lo habfa articulado ni siquiera frente a si misma, una duda generalizada ensombrecia todas las reas importantes de su vida. Virtualmente cada actividad parecfa expo- nerla al acecho de amenazas. Le resultaba muy dificil permititse actuar en forma espontanea en toda circunstancia. Consiguientemente, su vida estaba afectada por opresién ¢ inquietud. A cada paso se imagi- naba el peor escenario posible y, después, registraba a fondo el mundo que la rodeaba buscando claves para fijar la probabilidad de que tal escenario se verificara. En los primeros meses de andlisis se hizo un creciente segui- miento de estas dudas, cavilaciones y temores hasta su infancia. Ella recordé haber tenido mucho miedo de que algo desastroso ocurriese a sus padres 0 a sus parientes. Solfa jugar imagindndose poderes premo- nitorios: si un ntimero par de coches giraba por la esquina en los pré- ximos dos minutos, todo estarfa en orden; pero un ntimero impar sig- nificarfa que, seguramente, sucederia un desastre. Gloria estuvo de acuerdo en comenzar sus sesiones de andlisis en una forma muy semejante a la de los pacientes de Freud, a saber, rela- tando todo lo que experimentaba. No obstante, pronto, esto se hizo problemético. Comenzé a tener gran dificultad para reconocer qué era, de lo que sentia, aquello de lo que «debja» hablar. Frente a la horri- ble posibilidad de no tener nada que decir, se dedicé a preparar con antelacién y de forma detallada lo que iba a decir en las sesiones. A veces, dejaba de hablar por completo. Bajo cierta coaccién por parte del analista, revelé que habia comenzado a sentirse ansiosa porque tenia dificultades para captar lo que el analista le decia. Las preguntas y los dichos del analista le parecian complicados y desorientadores, las res- puestas «demasiado grandes» y su propia mente, demasiado pequefia. Entre las observaciones clinicas més importantes de Freud se encuentra el hecho de que las dificultades del paciente en la situacién analftica (la resistencia y la transferencia) no son un obstéculo para el tratamiento, sino propiamente el nticleo del mismo. En el transcurso de muchos meses, se hizo evidente que los temores de Gloria con res- pecto a la asociacién libre y a las interpretaciones del analista deriva- 38 SIGMUND FREUD ¥ LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA ban de los mismos temores que habfan dominado su infancia y que subyacian a su adultez ansiosa ¢ inhibida. Estaba convencida de que, si dejaba fluir simplemente sus ideas, emergerfan pensamientos y fan- tasfas peligrosas y profundamente conflictivas. Sus sentimientos, los procesos de su cuerpo, su imaginacién, eran peligrosos, amenazaban con escapar de su control. Era preciso dominarlos a toda costa. Sin darse cuenta, estaba monitoreando’ y juzgando constantemente su experiencia ¢ inhibiendo asf sus propios procesos mentales. Segrin descubrié Freud, lo mas vitil para pacientes como Gloria no era eludir sus defensas (a través de la hipnosis) a fin de descubrir sus secretos, sino explorar las mismas defensas tal como se manifesta- ban en la situacién analitica. El foco central del proceso analitico pasé al andlisis de la transferencia (el desplazamiento de los sentimientos y deseos conflictivos del paciente hacia el analista) y al andlisis de la resis- tencia (los impedimentos de la asociacién libre). SUENOS Entre las asociaciones que hacfan los pacientes de Freud se encontraban sus suefios. Freud trataba los suefios en forma semejante a las otras asociaciones: para él, era probable que los mismos contu- viesen pensamientos ocultos y referencias a experiencias tempranas. El mismo Freud fue un «sofiador» prolifico. También él tenia cier- tos sintomas neuréticos inquietantes. No pasé mucho tiempo hasta que 4 mismo se convirtié en su paciente més importante. Se sumergié per- sonalmente en la nueva técnica que habia creado, generando asocia- ciones con los elementos que aparecian en su propia vida onirica y comunicando sus auto-descubrimientos en febriles cartas que enviaba a su amigo berlinés, el fisico Wilhelm Fliess, que funcionaba, a seme- jante distancia, como el cuasi analista de Freud. En 1895, Freud sin- tié que habfa captado el secreto de la formacién de los suefios. Freud se convencié de que los suefios son cumplimientos disfra- zados de deseos conflictivos (Freud, 1900). En el suefio, la fuerza dind- mica (las defensas), que ordinariamente impide que los deseos prohibi- dos alcancen la consciencia, se encuentra debilitada, como en el trance 39 ‘MAS ALLA DE FREUD hipnético. Probablemente, si el deseo estuviese representado en forma directa en el suefio, este se interrumpiria. Por eso, se establece asi un compromiso entre la fuerza que impulsa el deseo hacia la consciencia y la que bloquea el acceso a esta tiltima. El deseo puede aparecer en el suefio sélo en forma camuflada, como un intruso disfrazado para que parezca corresponder al medio en que aparece. El verdadero significa- do del suefio (los pensamientos oniricos latentes) sufre un elaborado proceso de distorsién que tiene por resultado el suefio tal como se lo experimenta (el contenido manifiesto del suefio). Recursos como la condensacién, el desplazamiento y el simbolismo son empleados en el trabajo onirico para hacer que los inaceptables pensamientos onfricos latentes se tornen en imagenes aceptables, aunque inconexas, aparen- temente sin sentido, tejidas en la trama de una historia (elaboracién secundaria) que sirve precisamente para mantener al sujeto del suefio fuera de la pista. La técnica para interpretar los suefios se sigue de esta concepcién de su formacién. Se aisla cada elemento del contenido manifiesto del suefio y se lo asocia con los otros. La asociacién de los diferentes ele- mentos conduce en diversas direcciones, exponiendo los diferentes recuerdos, pensamientos y sentimientos que lo han creado (a través de condensacién, desplazamiento y simbolizacién). En algin momento, finalmente, las diferentes Iineas de asociacién se unen en el nudo de los pensamientos oniricos latentes. La interpretacién del suefio invier- te el proceso de su formacién siguiendo el camino que va de la super- ficie disfrazada hacia los secretos que le subyacen. La forma que Freud delineé en su teoria de los suefios pasé a ser la pauta estructural central para su comprensidn de todos los fenéme- nos psiquicos importantes. La estructura de los sfntomas neuréticos, los actos fallidos y los errores motivados en general tienen todos la misma estructura que los suefios: se establece un compromiso entre un pensamiento o sentimiento inaceptable y la defensa contra él. El mate- rial prohibido s6lo puede acceder a la consciencia en forma disfrazada. Un suefio temprano de Gloria puede analizarse desde esta perspectiva. Sofé que tenfa cinco afios y esperaba con gran excitacién el regreso de su padre del trabajo. Cuando este legs, se descubrié que tenia algo desagradable en el zapato: probablemente, habfa pisado los 40 SIGMUND FREUD Y LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA excrementos de algiin perro. Pero habfa algo ominoso en lo que habia traido consigo. El suefio terminé con un sentimiento de horroroso desasosiego (bastante semejante a los sentimientos generados por las vainas alienigenas de la pelicula Jnviasion of the Body Snatchers (La inva- sién de los ultracuerpos]). Al igual que con todos los suefios importantes, a lo largo del ané- lisis salieron reiteradamente a la luz nuevas asociaciones y significados. Algunas de las asociaciones de Gloria con particular relevancia para las teorfas tempranas de Freud acerca de la formacién de los suefios son las siguientes: Teniendo ella cinco afios, nacié un hermano. Ella recordé tener una vaga comprensién del papel de su padre en el embarazo de su madre y, por tltimo, haberse sentido muy celosa de que el padre hubiese dado un nifio a la madre en lugar de a ella. Evocé muchos recuerdos de mufiecas que le resultaban muy valiosas, asi como tam- bién recuerdos horribles de su relacién temprana con su hermano, cuya Ilegada sintié virtualmente como un desastre. Desde la perspectiva de la teorfa freudiana de la formacién de los suefios, el suefio de Gloria podrfa interpretarse como sigue: Como nifia pequefia e incluso como mujer adulta, Gloria estuvo intensamente apegada a su padre y a su miembro viril. (La agitacién erdtica de su relacién con el padre se condensa en la imagen de la ansiosa espera de su regreso a casa y su interés en su pene estd despla- zado a su zapato y simbolizado en el mismo.) Su hermano era para ella un trozo de exctemento y su Ilegada habfa estropeado la relacién er6- tica con su padre. No podfa culpar directamente a su padre por este suceso que le daba tanta rabia, de modo que tendié a mirarlo como un accidente que el padre no podia controlar. El contenido manifiesto del suefio, una historia curiosa y extrafia, oculta los pensamientos oniricos latentes que le subyacen: deseos infantiles, rabia y temor. El suefio es una composicién disfrazada de sus mds profundos deseos infantiles y de sus defensas contra tales deseos, entretejidos (a través de una «ela- boracién secundaria») en una extrafia narracién. 4l MAs ALLA DE FREUD SEXUALIDAD INFANTIL El otro trascendental descubrimiento realizado por Freud duran- te esos mismos afios fue el establecimiento de la importancia de los suefios respecto del tipo de los recuerdos y secretos perturbadores a los que él llegaba en sus excavaciones psicoldgicas. A medida que su expe- riencia clinica se fue extendiendo, Freud descubrié que, a menudo, los sintomas que crefa removidos mediante el método catértico (adaptado a partir del tratamiento de Breuer a Pappenheim) volvian a presentar- se. Cuando investigé mas sobre los mismos, se puso en evidencia que el acontecimiento que se habia considerado como el origen del sintoma ocultaba una experiencia desagradable de data més temprana. Mientras no se siguiese la huella del sintoma hasta el perfodo més temprano, era probable que el mismo recurriera, A menudo se trataba de una serie de episodios relacionados en forma asociativa que se iniciaba en la tem- prana infancia. Era necesario exhumarlos todos. Freud comenzé a sos- pechar que los conflictos y sintomas actuales estaban invariablemente ligados con sucesos en la temprana infancia. Freud descubrié que muchos de sus pacientes, no sélo los histé- ricos, sufrfan de perturbadores recuerdos de experiencias tempranas. Si se examinaba cada recuerdo expuesto para ver si ocultaba prototipos més tempranos, todos los sintomas podfan ser perseguidos hasta llegar a incidentes trauméticos acaecidos durante la temprana infancia (antes de los seis afios). Y, lo que era atin mds sorprendente, esos incidentes tenfan que ver en forma invariable con experiencias precoces en el campo de la sexualidad. Gloria y su analista descubrieron gradualmente la importancia central de las relaciones tempranas de la paciente con su padre, rela- ciones que ella hallaba al mismo tiempo emocionantes y terribles. Durante el tratamiento emergieron muchos recuerdos que tenfan por objeto a su padre pavonedndose en su semi-desnudez. Ella sentia a su vez fascinacién y repulsién por el pene paterno, que le parecfa enorme y demonfaco. En sus tempranas luchas con la informacién que habia sido capaz de reunir acerca de la sexualidad y la reproduccién, no podia imaginarse cémo su pequefia vagina podria dar cabida a un pene semejante. La sexualidad en general y su padre en particular le parecfan 42 SIGMUND FREUD Y LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA intensamente atractivos y profundamente peligrosos. La misma situa- cién analttica, al igual que todas las éreas importantes y generadoras de ansiedad en su vida, estaba organizada (en la transferencia) en torno a esta configuracién central y traumética: las interpretaciones del analis- ta, al igual que el pene de su padre, parecian enormes, intensamente atractivas y extremadamente peligrosas; su mente, como su vagina en Ja infancia, era pequefia y vulnerable. Ella anhelaba dar cabida a las interpretaciones, pero tem{a que las mismas la destruyeran. Un tiltimo aspecto de los tempranos descubrimientos clinicos de Freud fue atin mas Iamativo: si se «pelaban» sisteméticamente los recuerdos de la sexualidad infantil para Hegar hasta su miicleo pertur- bador, todos estaban invariablemente conectados con un encuentro sexual de uno u otro tipo. Estos descubrimientos llevaron a Freud a formular la controvertida teoria de la seduccién infantil: la causa radi- cal de toda neurosis era la introduccién prematura de la sexualidad en la experiencia del nifio.? Este, cuya natural inocencia no le permite procesar la experiencia, vuelve a ser victima de la misma cuando su propia sexualidad se despierta naturalmente en la pubertad. Los nove- dosos ¢ intensos sentimientos de la adolescencia vuelven a encender los recuerdos y sentimientos de la edad temprana, atrapados en su forma no procesada debajo de la superficie del psiquismo del nifio, y crean una potente presién que da origen a sintomas neuréticos. Esta teorfa temprana sugeriria que los recuerdos de Gloria de sus sentimientos y temores con respecto a su padre debfan ocultar alguna situacién real de seduccién por parte del mismo. Y, en efecto, Gloria tenfa muchos recuerdos, no de un acoso explicito, pero si de algo que ella percibfa como un intenso interés de su padre por su sexualidad, actitud esta que le producfa espanto: a pesar de las peticiones de pri- vacidad de la nifia, él solfa irrumpir en su habitacién y hacfa constata- ciones y comentarios acerca de su maduracién fisica de una manera que le resultaba sumamente incémoda y embarazosa. 3. Bl trabajo en comiin de Breuer con Freud terminé poco después de la publicacién de los Estudios sobre la histeria, por lo menos en parte a rafz del controvertido giro de Freud hacia la sexualidad en su exploracién de los origenes de la histeria 43 ‘MAS ALLA DE FREUD Freud amplié y desarrollé su teorfa de la seduccién infantil a pesar de la considerable critica que encontré entre sus colegas médi- cos. Al mismo tiempo, luché con su propio pasado sirviéndose de la initerpretacién de sus suefios. En 1896 murié su padre y Freud tuvo una serie de suefios que revelaban sentimientos para con sus padres que le resultaron sorpren- dentes. Freud se habfa preguntado acerca de la posibilidad de que, en su propia infancia, existiese un encuentro de indole sexual. Si toda neurosis comienza con una seduccién, y él mismo tenfa sintomas neu- roticos, él debfa de haber sufrido seduccién. Pero atin no habfa descu- bierto ninguin recuerdo de esa naturaleza. Los suefios sobre su padre parecian sugerir algo diferente: como muchachito habia tenido deseos sexuales para con su madre y hab/a visto a su padre como un peligro- so rival; tenfa un sentimiento de triunfo en relacién con el reciente fallecimiento de su padre. Parecia como si Freud, en su infancia, no hubiese sido seducido sino, més bien, hubiese deseado serlo. Los sorprendentes descubrimientos de Freud acerca de s{ mismo se tocaban con sus crecientes dudas acerca de la teoria de la seduccién infantil. Los sintomas neuréticos eran muy comunes. :Era posible que tantos nifios vieneses de clase media alta fuesen objeto de abuso en forma tan rutinaria por parte de sus mayores? Irénicamente, cuanto mds datos acumulaba Freud en apoyo de su teoria (la mayoria de los pacientes recuperaba lo que parecfan ser recuerdos de experiencias sexuales en la infancia), tanto menos probable le parecia su teorfa. Reuniendo estas lineas de reflexién, llegé a la trascendente conclusién que anuncié en una carta a Fliess en 1897: era probable que muchos de los encuentros de indole sexual no hubiesen tenido lugar, sino que fuesen recuerdos de deseos y anhelos (Freud, 1985, pp. 283-287).4 Ha sido una sefia particular del genio de Freud el convertir apa- entes reveses en oportunidades para mayores investigaciones. El 4. Jeffrey Masson (1984) atacé los motivos que tuvo Freud para abandonar la teorfa de la seduccién, motivos que, segtin Masson, tienen que ver con los grotescos inten- tos de Freud de ocultar el abuso infantil paterno y el abuso médico de pacientes (par- ticularmente en el caso de Flies). 44 SIGMUND FREUD Y LA TRADICIGN PSICOANALITICA CLASICA colapso de su teorfa de la seduccién infantil lo forz6 a confrontarse de una forma muy diferente con sus datos clinicos. Habfa compartido la suposicién generalizada de su época en el sentido de que los nifios, si se los deja actuar por su propio impulso, son sexualmente inocentes. La sexualidad emergfa con los cambios hormonales de la pubertad. La teorfa de la seduccién infantil habfa parecido tan convincente porque explicaba la introduccién de la sexualidad en la inocencia de la infan- cia por parte de un seductor adulto. Pero si las seducciones nunca habian tenido lugar, si el andlisis no estaba poniendo al descubierto recuerdos de sucesos, sino de deseos y anhelos, habia que repensar toda la suposicién de la inocencia infantil. El colapso de la teoria de la seduccién infantil condujo en 1897 al surgimiento de la teoria de la sexualidad infantil. Segiin creyé Freud entonces, los impulsos, fan- tasfas y conflictos que habfa descubierto detrds de los sintomas neuré- ticos de sus pacientes no derivaban de contaminacién externa, sino del psiquismo del nifio en cuanto tal. Freud se convencié en forma creciente de que no sdlo la nifiez de los faturos neuréticos, sino la de todos los hombres y mujeres esté dominada por intensos conflictos sexuales. demas, la sexualidad que se oculta en la sintomatologia neurética no se limita a la relacién hetero- sexual convencional, sino que se asemeja mas a la sexualidad de las per- versiones. Se implican en ella no sélo los genitales, sino también otras partes del cuerpo, como la boca y el ano, y no sélo procesos corporales como el coito, sino también el succionar, defecar y hasta el mirar. Segtin sentfa Freud a esta altura, esta amplia paleta de intereses y actividades caracteristicas de la sexualidad, tanto de la neurosis cuanto de la perver- sién, podfa perseguirse hasta la sexualidad natural de la infancia. Pero gpor qué la sexualidad es un tan poderoso causante de dificultades en la vida? Los descubrimientos clinicos de Freud lo llevaron a repensar la naturaleza de la sexualidad y su papel en la psique en general. La teoria de las pulsiones Lateorfa de la sexualidad desarrollada por Freud a lo largo de los afios siguientes (1905b) se basa en la nocién de pulsién instintiva, que 3 MAs ALLA DE FREUD llegé a convertirse en el elemento constructivo fundamental de toda su subsiguiente teorizacién. Segiin argumentaba Freud, la psique es un aparato para descar- gar estimulos que inciden sobre ella.’ Hay dos clases de estimulos: externos (como un predador amenazante) ¢ internos (como el ham- bre). Los estimulos externos pueden ser evitados mientras que los internos siguen creciendo. La psique se estructura de tal manera que pueda contener, controlar y, en lo posible, descargar los estimulos internos. Entre los estimulos internos ocupan un lugar central los instin- tos sexuales. Segtin Freud, estos se presentan como una amplia serie de tensiones que surgen de diferentes partes del cuerpo y que demandan una actividad orientada a su descarga. Asi, por ejemplo, la libido oral surge en la cavidad oral (su fuente), crea una necesidad de succién (su meta) y se dirige y vincula a algo (generalmente externo a la persona) como el pecho (su objeto), requerido para la satisfaccién. Seguin Freud, Ja fuente y la meta son propiedades inherentes de la pulsién, mientras que el objeto se descubre mediante la experiencia. Asi, al alimentarse para la preservacién de s{ mismo, el bebé descubre que el pecho es una fuente de placer libidinal. Por tanto, a través de la experiencia, el pecho pasa a ser el primer objeto libidinal. La concentracién de terminaciones nerviosas en érganos particu- lares se relaciona con su funcién como fuente de pulsiones libidinales. Segiin Freud, estas «zonas erégenas» tienen siempre la capacidad para la excitacién sexual, pero a lo largo de la infancia va adquitiendo pree- minencia una u otra y la actividad que implica la zona correspondien- 5. Este modelo era del todo caracteristico de la ciencia en tiempos de Freud, que se basaba ampliamente en la fisica de Newton y en la biologia de Darwin y comprendia tanto a las criaturas vivas cuanto los objetos inanimados en base a materia, fuerzas y movimiento. La teoria freudiana de las pulsiones se divide tradicionalmente cn dos dimensiones diferentes: una psicologfa de la sexualidad, de la conservacién de sf mismo y de la agresién, y una metapsicologia que trata acerca de la distribucién y regulacién de la energfa y de las Fuerzas dinémicas de la psique. Hay una considerable controversia acerca de qué tan independientes son ambas dimensiones entre sf (véase Gill / Holzman, 1976). 46 SIGMUND FREUD Y LA TRADICION PSICOANALITICA CLASICA te pasa a ocupar un puesto central y organizador de la vida emocional del nifio. Asi, Freud propuso una secuencia de fases psicosexuales en las cuales una u otra parte del cuerpo y la concomitante actividad libidi- nal asumen la preeminencia: las fases oral, anal, falica y genital.6 Si el psicoandlisis en general era como una excavacién arqueolé- gica, el desarrollo y la elaboracién de la visién de Freud acerca de la sexualidad humana tuvo toda la intensidad y la emocidn propia de las expediciones de los primeros exploradores que buscaban las fuentes del Nilo. Freud comenzé por el canal principal: la sexualidad adulta y su papel central y obvio en la experiencia humana. Pero ;dénde se inicia? {Qué se presenta como su fuente? Las asociaciones de los pacientes de Freud con sus experiencias presentes y los recuerdos de data progresi- vamente més temprana que ellos revelaron brindaron a Freud el vehi- culo que necesitaba para navegar por ese canal hacia el pasado, hacia experiencias, fantasias y deseos cada vez mas tempranos. El canal prin- cipal se dividié varias veces. No habfa un comienzo tinico de la sexua- lidad, ni en un despertar stibito ni en un trauma especifico (como lo sugeria la teorfa de la seduccién). La sexualidad tenia muchos tributa- rios (Freud los denominé «instintos componentes»). Ella no comienza como genitalidad, sino en una sensualidad difusa, localizada en dife- rentes partes del cuerpo y estimulada a través de muchas y diferentes actividades durante los primeros afios de vida. Segtin cteyd Freud, los impulsos de la sexualidad infantil sobre- viven en la adultes disfrazados (sintomas neuréticos) 0 no disfrazados (perversiones sexuales). Algunos de ellos persisten como caricias esti- mulantes, habiendo sido subsumidos bajo la meta tiltima de la relacién genital. Pero la mayoria de los elementos de la experiencia sexual 6. La fase «félica» es todavia pre-genital porque, a pesar de que la sexualidad del nifio esté ya centrada en los genitales, Freud creyé que el nifio de tres a cuatro afios no tiene una comprensién de la realidad de dos sexos diferentes ni tampoco de la complemen- tatiedad de los genitales masculinos y femeninos. Freud postulé que, en este punto, los nifios creen que el pene y el clitoris son equivalentes y suponen que toda la gente es anatémicamente semejante. Los conceptos freudianos del desarrollo del género y sus subsiguientes revisiones serin objeto de consideracién en el capitulo 8. 47 MAS ALLA DE FREUD infantil son inaceptables para la psique adulta socializada. En la mejor de las circunstancias, se canalizan a través de formas de gratificacin sublimadas, de meta inhibida, Muchas de las pulsiones instintivas son demasiado inaceptables como para permitirles gratificacién alguna. Se construyen, de ese modo, elaboradas defensas para mantenerlas bajo represién o para derivarlas hacia actividades inofensivas. Asi, el rfo de la experiencia adulta esté alimentado por el continuo manar de sus fuentes infantiles, ahora mezcladas, disfrazadas, combinadas entre s{ en lo que se presenta aparentemente como un todo transparente. Consideremos el erotismo anal. El ano, con su agregado de ter- minaciones nerviosas y su papel central durante los afios del entrena- miento higiénico, es una importante zona erégena. El nifio tiene intensos deseos de defecar cuando y donde le plazca, de maximizar los placeres sensuales de la eliminacién, de manipular y estimular el ano, de hacerse encima y de producir olores fecales. La socializacién exige un conjunto completo de inhibiciones y restricciones de tales deseos. La defecacién debe ser regulada y controlada: sélo es permisible en cir- cunstancias especificas. Hay que establecer un cierto grado de pulcri- tud y desarrollar principios basicos de higiene corporal. éQué sucede entonces con los impulsos eréticos anales? Freud llegé a la conclusién de que existe un flujo continuo de impulsos tanto anales cuanto orales y falicos en la experiencia adulta, y que gran parte del funcionamiento adulto esté construido para brindar o bien formas disfrazadas de gratificacién o defensas efectivas, o bien, con més fre- cuencia, complejas combinaciones de gratificacién y defensa. Hay personas, por ejemplo, que son expertas en producir desor- den, No pueden tolerar la pulcritud, que experimentan como represi- va y sofocante. Como huéspedes, siempre dejan la casa de sus anfi- triones un poco mds sucia que cuando Hegaron. Desde la perspectiva de la teorfa de Freud sobre la sexualidad infantil, tales personas estan encontrando constantemente salidas para impulsos de erotismo anal levemente disfrazados y dirigidos a ensuciar, a oler mal. La contrapartida de este grupo la constituyen otras personas cuyas vidas estan dedicadas al orden y la pulcritud y que no pueden tolerar la suciedad. Es gente para la cual todas las cosas tienen su lugar. «gDénde va esto?», preguntan siempre. La vajilla de la cena estd lava- 48

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