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DEI VERBUM NN 4

Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los Profetas,
"últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a su Hijo, es decir,
al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que viviera entre ellos y les
manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el Verbo hecho carne, "hombre
enviado, a los hombres", "habla palabras de Dios" y lleva a cabo la obra de la
salvación que el Padre le confió. Finalmente, con el envío del Espíritu de verdad,
completa la revelación y confirma con el testimonio divino que vive en Dios con
nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos a
la vida eterna.
DEI VERBUM NN 7
Dispuso Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de
los hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas
las generaciones. Por ello Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total
del Dios sumo, mandó a los Apóstoles que predicaran a todos los hombres el
Evangelio, comunicándoles los dones divinos. Este Evangelio, prometido antes por
los Profetas, lo completó El y lo promulgó con su propia boca, como fuente de toda
la verdad salvadora y de la ordenación de las costumbres. Lo cual fue realizado
fielmente, tanto por los Apóstoles, que en la predicación oral comunicaron con
ejemplos e instituciones lo que habían recibido por la palabra, por la convivencia y
por las obras de Cristo, o habían aprendido por la inspiración del Espíritu Santo,
como por aquellos Apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del
mismo Espíritu, escribieron el mensaje de la salvación.
L U M E N G E N TIU M N N 4
Consumada la obra que el Padre encomendó realizar al Hijo sobre la tierra
(cf. Jn 17,4), fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés a fin de santificar
indefinidamente la Iglesia y para que de este modo los fieles tengan acceso al
Padre por medio de Cristo en un mismo Espíritu Guía la Iglesia a toda la verdad
(cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con
diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos.
L U M E N G E N TIU M N N 9
En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la
justicia (cf. Hch 10,35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a
los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente.
Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la alianza nueva y perfecta
que había de pactarse en Cristo y de la revelación completa que había de hacerse
por el mismo Verbo de Dios hecho carne. He aquí que llegará el tiempo, dice el
Señor, y haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá...
Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus corazones, y seré Dios para
ellos y ellos serán mi pueblo... Todos, desde el pequeño al mayor, me conocerán,
dice el Señor»(Jr 31,31-34). Pues quienes creen en Cristo, renacidos no de un
germen corruptible, sino de uno incorruptible, mediante la palabra de Dios vivo
(cf. 1 P 1,23), no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo (cf. Jn 3,5-6),
pasan, finalmente, a constituir «un linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa,
pueblo de adquisición..., que en un tiempo no era pueblo y ahora es pueblo de
Dios» (1 P 2, 9-10).
Así como al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le
designa ya como Iglesia (cf. 2 Esd 13,1; Nm 20,4; Dt 23,1 ss), así el nuevo Israel,
que caminando en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne
(cf. Hb 13,14), también es designado como Iglesia de Cristo (cf. Mt 16,18), porque
fue El quien la adquirió con su sangre (cf. Hch 20,28), la llenó de su Espíritu y la
dotó de los medios apropiados de unión visible y social.
Gaudium et Spes nn 22
En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es
decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del
misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio
hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que
todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su
corona.
El que es imagen de Dios invisible (Col 1,15) es también el hombre perfecto, que
ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el
primer pecado. En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido
elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su
encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de
hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó
con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno
de los nuestros, semejantes en todo a nosotros, excepto en el pecado.
El hombre cristiano, conformado con la imagen del Hijo, que es el Primogénito
entre muchos hermanos, recibe las primicias del Espíritu (Rom 8,23), las cuales le
capacitan para cumplir la ley nueva del amor.
Gaudium et Spes nn 32
Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la
misma manera, Dios "ha querido santificar y salvar a los hombres no
aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un
pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente". Desde el comienzo
de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en
cuanto individuos, sino también a cuanto miembros de una determinada
comunidad.
El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana. Asistió a las
bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores.
Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las
relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las
imágenes de la vida diaria corriente.
En su predicación mandó claramente a los hijos de Dios que se trataran como
hermanos. Pidió en su oración que todos sus discípulos fuesen uno.
Primogénito entre muchos hermanos, constituye, con el don de su Espíritu, una
nueva comunidad fraterna entre todos los que con fe y caridad le reciben después
de su muerte y resurrección, esto es, en su Cuerpo, que es la Iglesia, en la que
todos, miembros los unos de los otros, deben ayudarse mutuamente según la
variedad de dones que se les hayan conferido.
Esta solidaridad debe aumentarse siempre hasta aquel día en que llegue su
consumación y en que los hombres, salvador por la gracia, como familia amada de
Dios y de Cristo hermano, darán a Dios gloria perfecta.

CRISTOLOGÍA
La cristología es la parte de la teología cristiana que dedica su estudio al papel
que desempeña Jesús de Nazaret, en tanto designado con el título de Cristo o
Mesías, que significa ungido. Podría dividirse en tres grandes etapas: desde la
vida y muerte de Jesús hasta el Concilio de Calcedonia, desde éste hasta la época
de la Ilustración, y desde esta última hasta nuestros días. Esto le es útil a las que
enseñan la palabra de Dios, pues ayudan a tener un respaldo por escrito de todo
lo que dicen, por esta razón la Cristología le es útil a las personas.

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