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Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas


Departamento de Filosofía
Seminario posgrado – Verdad y Veracidad
Ignacio Ávila
Daniel Toro
Protocolo: sesión 17 de abril de 2017

La sesión del lunes 17 de abril se propuso dar término a la reflexión de Williams en torno a
la virtud de la precisión, para lo cual se leyó la última parte de la ponencia de Diego Londoño. A
continuación presento en sus puntos más relevantes la discusión en estos dos momentos de la
sesión.

Ciencia, precisión y libertad

Una vez se concluyó la lectura de la ponencia, la discusión comenzó intentando dar cuenta
del valor intrínseco de la precisión. A lo largo de la lectura de Williams parecía darse por supuesto
que el valor intrínseco de la precisión estaba dado por la forma en que se integra en el ámbito
científico, en el cual el refinamiento constante en los recursos e inversión en la investigación hacen
que se aprecie la verdad por sí misma, y de ahí que los recursos para alcanzarla –como ser preciso,
por ejemplo– adquieran este mismo valor. Pero una cosa que no parecía estar tan clara era cómo
podía cumplir la precisión con una de las condiciones que propone Williams para la valoración
intrínseca, a saber, las relaciones con otras cosas que valoramos. Ahora ¿Con qué tipo de cosas que
valoramos se relaciona la precisión? ¿Cómo lo hace? Uno de los argumentos principales de
Williams tiene que ver con la idea de que la precisión adquiere valor en relación con la libertad.
Pero ¿Cómo? Una de las respuestas posibles tiene que ver con la forma en que el platonismo
comprendía la labor del sabio. Desde el punto de vista de Platón, es la pura pasión por la verdad lo
que hace que un hombre sabio pueda ser libre a través del ejercicio de conocimiento. Solo en la
medida que el sabio se relacione de manera pura con el conocimiento, siendo su interés la verdad
por sí misma, será libre. Pero esta lectura platónica tiene dos dificultades: por un lado, (1)
presupone que quienes se dedican a la ciencia solo pueden hacer bien su trabajo y alcanzar la
verdad si se preocupan de manera desinteresada por la verdad sin dejar filtrar ningún interés
personal. Si esto llegase a ser cierto, entonces cualquier otro que dejara filtrar sus propios intereses
sería alguien que no apreciaría intrínsecamente la verdad ni las virtudes que permiten alcanzarla,
con lo cual la ciencia tendría entonces un puro valor instrumental, al igual que la precisión. Y por
otro lado, (2) que pierde de vista el sentido en el cual la relación entre precisión y libertad puede
llegar a ser relevante, a saber, una relación que explique la libertad en términos de no estar sometido
a la voluntad arbitraria de otro.

El ejemplo del científico que desea hacer buena ciencia con el objetivo de ser famoso en el
ámbito científico es bastante ilustrativo. Sobre este ejemplo se puede plantear la pregunta ¿Acaso su
deseo de fama en el ámbito científico implica que no valore de manera intrínseca la precisión, la
verdad y la ciencia? Es probable que si alguien tiene el deseo de ser famoso sin más, elija medios
que desestimen la necesidad de ser preciso en cierto ámbito específico y que no se preocupe por
alcanzar la verdad de ningún modo. Incluso en el ámbito de la ciencia, alguien podría
repentinamente formular una teoría suficientemente estrafalaria y desajustada con respecto al estado
actual de una discusión específica, y hacerse famoso por ese desacierto. Pero ese no es el caso de
alguien que, específicamente, quiere ser famoso por hacer buena ciencia ¿Puede alguien con este
deseo desestimar la precisión y la verdad? La respuesta de Williams es negativa, y su argumento es
que en ese caso específico el hecho de que el científico tenga un deseo de ser famoso no afecta la
manera en que se aprecia la precisión ni el valor que tiene en la tarea de alcanzar la verdad. Lo que
se sigue de la idea platónica, en este orden de ideas, es que no existe ninguna posibilidad de que lo
humano tenga lugar en la preocupación por la verdad y la ciencia. En la medida que Platón separa
todos los intereses por la verdad y el conocimiento de los intereses humanos, desprende al científico
de esta última dimensión, y lleva la idea de la libertad de la ciencia a un punto tan lejano, que ya no
es posible comprender su valor. Este es otro tropiezo de la visión platónica. Si hemos de establecer
una relación entre la precisión y la libertad apelando al ejemplo de la ciencia, debe ser una relación
que se mantenga en el ámbito humano y no deshumanice la libertad. La experiencia de Primo Levi
resulta reveladora en este punto. Para Williams la forma en que Primo Levi habla de la “nueva
dignidad y majestad” del estudio de la química cobra un valor especial en medio de la circunstancia
política en la cual se encuentra. Para Levi, el estudio de la química supuso uno de los únicos lugares
seguros en los cuales podía estar a salvo de la injerencia de la voluntad arbitraria de los fascistas.
Aquí el sentido que cobra la práctica científica para Levi es precisamente ese, que lo resguarda de
estar sometido a la voluntad arbitraria de otros. Tal como se mencionó en clase, es probable que en
circunstancias políticas diferentes el estudio de la química resultase algo completamente normal, sin
ningún tipo de atributo especial diferente al de ser un estudio que apunta a alcanzar la verdad, pero
en el escenario político de entonces, este estudio no solo apunta a alcanzar la verdad sino que se
vuelve majestuoso y digno en la medida que permite ser libre, pues en ese ámbito no hay manera de
constreñir un resultado a través de la voluntad arbitraria de nadie.

Este examen de la forma en que la ciencia puede constituir un escenario en el que se es libre
de las perversiones arbitrarias de una circunstancia política específica permite observar que la
libertad es algo que valoramos de manera intrínseca, y que sus formas específicas de relacionarse
con la precisión y la práctica científica permite observar también por qué valoramos
intrínsecamente la precisión. Pero este examen permite decir más cosas: el hecho de que la
precisión se relacione con la libertad en tanto que nos permite estar libres de una voluntad arbitraria
no significa que ser libre sea estar desprovisto de obstáculos y de constricciones el mundo. Uno de
los aspectos que sobresalen de la libertad que procura el ámbito científico tiene que ver
precisamente que nos enfrenta ante constricciones del mundo real, constricciones que presentan
dificultades para el trabajo científico y por las cuales ese trabajo tiene sentido. Si esto es cierto,
entonces una de las características más relevantes de la precisión es que nos permite estar bien
ubicados en el mundo y en la realidad, y mantenernos en guardia frente a la realidad política y la
tiranía.

Así, pues, la precisión aparece relacionada con dos cosas que valoramos en esferas
diferentes: por un lado, en la medida que la precisión se refiere a nuestra forma de conocer objetos
en el mundo, la precisión ofrece en ese ámbito un escenario libre de injerencia arbitraria por parte
de otros. Y dado que esa forma en que la precisión se relaciona con la libertad supone
necesariamente incluir un escenario político, la libertad que nos provee la precisión de la injerencia
arbitraria supone que la precisión nos ayuda a estar en guardia contra la arbitrariedad y el
autoritarismo, y por tanto, desde el punto de vista político, nos permite estar mejor ubicados en el
mundo y en la realidad, es decir, no ser víctimas del engaño de quienes quieren hacer valer su poder
por encima de cualquier cosa. Ese es precisamente el sentido de la reflexión que Williams adelanta
respecto al caso de Winston en la obra de George Orwell 1984. Uno de los actos de poder más
radicales que se ejercen sobre Winston es arrebatarle su capacidad de apropiarse con precisión de su
mundo y estar ubicado adecuadamente en la realidad. A través de la tortura se le ha inducido a creer
que 2 + 2 es igual a 5, y eso supone un problema mayor si se considera que se ha alterado su
capacidad de comprender la realidad y la verdad a través de coacciones y torturas. Ahora bien,
podría preguntarse si el problema es que tenga una visión errónea del mundo y la realidad, o si el
problema es que esa visión sea el resultado de una coacción ¿Lo único reprochable en el ejemplo de
1984 es que use medios como la tortura para inducir creencias? ¿Importa la verdad o la falsedad de
la creencia en este caso? Williams discute este punto con Rorty, quien considera que es de poca
importancia si la creencia es verdadera o falsa, pues en últimas el ejercicio de poder radica en que la
creencia sea impuesta. Pero lo que Williams discute en este punto es que existen dos cuestiones
problemáticas que Rorty pasa por alto al omitir el lugar de la verdad en la creencia. La primera
cuestión es que, en la medida que se trata no solo de la imposición de una creencia, sino de una
creencia falsa, al desestimar el valor de la verdad en este tipo de ejercicios Rorty desatiende, entre
otras cosas, el poder que esa creencia falsa tiene para borrar la diferencia, en el caso de Winston al
menos, entre la realidad y la fantasía. El que se imponga una creencia falsa corrompe desde todo
punto de vista nuestra versión de la realidad y del mundo. Eso, desde luego, es ponernos en manos
de alguien que voluntariamente nos ha puesto en esa versión tergiversada de la realidad. Es
probable que este resultado no sea tan obvio si se trata de una creencia verdadera, aún cuando esta
sea impuesta. Lo que se sigue de esto es que, además, la imposición de ideas y creencias que son
verdaderas no siempre surgen de una imposición por el poder, o al menos de una imposición por un
poder ilegítimo. Hablar del poder de la razón o del poder de la persuasión es ubicarnos en un plano
diferente al de la pura arbitrariedad, y esto debe poder distinguirse adecuadamente si se pretende
tener una noción lograda de lo que es la coacción en relación con la verdad y la falsedad en las
creencias.

Una de las dudas más importantes planteadas durante la sesión estuvo relacionada con la
posibilidad de plantear dilemas éticos al interior de la práctica científica que hace uso de la
precisión. Tal como indicó el ponente, algunas prácticas de investigación científica en el régimen
nazi pasaron por alto todo tipo de cuestiones relacionadas con la dignidad humana, de manera que
su afán de investigar y alcanzar resultados “precisos” se decantó en torturas y sometimientos
indignos para muchas personas. Este ejemplo plantea algunas dificultades. En primer lugar, cabría
preguntar si los científicos nazis eran efectivamente virtuosos de la precisión. Existen algunos
argumentos para enfrentar esta posibilidad. Quisiera desarrollar brevemente su contenido.

Argumento 1. Fetiche epistémico: lo que este argumento cuestiona es que se considere


válido cualquier tipo de método para alcanzar la verdad. Empeñarse en que lo único que importa es
el resultado de la investigación comportaría varios riesgos. Por un lado, arriesgar otro tipo de cosas
importantes con el objetivo de preservar los mejores resultados; y por otro lado, desconocer que
puede haber otros métodos que puedan dar lugar a resultados con el mismo valor sin arriesgar otras
cosas que se consideran valiosas. Una versión fuerte de este problema es empeñarse, de hecho, en
que solo hay una manera de realizar ciertas cosas. La falta de precisión, en este caso, es mucho más
evidente, pues considera los métodos casi como dogmas. Esto, en últimas, muestra que no por el
hecho de encontrar la verdad al precio que sea, se está siendo preciso.
El problema con este argumento es que no logra integrar adecuadamente una visión de la
moralidad como parte interna del concepto de precisión. O dicho de otro modo, este argumento no
consigue mostrar por qué cierto tipo de normatividad ética debe incluirse en el concepto de
precisión. Para resolver este problema, se desarrolló un segundo argumento

Argumento 2. Precisión moral y epistémica: El concepto de precisión se enfrenta, tal como


se vio durante el capítulo 6, a lo que se han dado en llamar obstáculos internos y externos. Durante
la discusión se ha dado por supuesto que esos obstáculos se refieren únicamente a obstáculos
epistémicos. Los obstáculos internos, ya lo sabemos, tienen que ver con vicios del investigador tales
como el autoengaño o la pereza; los externos, se refieren a las dificultades que, como tal, presenta el
objeto de estudio para el investigador. Ahora bien, una forma de trazar el lugar de las
consideraciones éticas en la virtud de la precisión podría consistir en argumentar que muchos de los
obstáculos externos a los que se enfrenta un investigador no son obstáculos puramente epistémicos
sino que también pueden ser morales. Pero ¿Cómo puede extraerse adecuadamente la noción de
‘obstáculo moral’? La respuesta más convincente que se ofreció durante la sesión estaba
relacionada con afirmar que, para casos como los de la medicina, el investigador tendría que ser
capaz de distinguir su objeto de estudio como un ser humano y no como una simple cosa. Esta
distinción entre seres humanos y cosas es una distinción que, con una clara intuición kantiana, se
sostiene sobre una distinción ontológica que permite la emergencia de cualidades morales en el ser
humano y, por tanto, permite apreciar en el estudio de seres humanos obstáculos de corte moral que
emergen de su propia naturaleza. Si es posible seguir una intuición de este tipo, entonces existe un
fundamento suficientemente robusto para soportar la noción de ‘obstáculo moral’, y con ella una
noción de precisión en sentido ético.

Una consideración que parece reposar al fondo de estos dos argumentos es que no es
recomendable en ningún sentido hacer valer una virtud específica sobre otro tipo de virtudes. Los
fetichistas epistémicos parecen obsesionarse con la idea de que solo los resultados importan,
independientemente de los medios que se requieran para alcanzarlos. Eso conduce precisamente a
que sea necesario formar un concepto de obstáculo moral que permita enfrentar este tipo de
fetichismo. Si se atiende a la consideración permanente en estos argumentos de que no se puede
hacer valer la virtud de la precisión por encima de otras cosas, cabría formular un tercer argumento:
el argumento del valor intrínseco. Este argumento se mueve en dos niveles y podría esbozarse del
siguiente modo: a un nivel puramente conceptual, poner la precisión por encima de otro tipo de
virtudes en la práctica científica desatiende las relaciones específicas de la precisión con otras
virtudes y, por tanto, le resta su valor intrínseco, que depende justamente de la forma en que se
pueda valorar la precisión en relación con otras cosas que valoramos. Alguien que no pueda valorar
otras cosas conjuntamente con la precisión no puede apreciar intrínsecamente la precisión y no
puede ser un virtuoso de la precisión como tal. Por otra parte, a un nivel factico, las consecuencias
que se siguen de no valorar intrínsecamente la precisión es que de hecho se instrumentalice a tal
punto que sirva para sostener prácticas deshumanizantes que atentan contra otras cosas que
valoramos, como la libertad, etc.

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