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DEVOCIONAL DIARIO

COMUNIDAD CRISTIANA IN-PACTO


SERIE “NO SE TRATA DE MÍ”

Semana 5
Julio 26 a 1° Agosto

CAPÍTULO 5
SOLO UN MOMENTO

Los padres jóvenes, por regla general, se alegran cuando sus hijos aprenden nuevas
frases.
—Cariño, ¡el pequeño Bobby acaba de decir adiós!
—Mamá, no vas a creer lo que tu nieta acaba de hacer. Ha contado hasta cinco.
O: —Ernie, dile a tu tío cómo hace el pajarito.
Todos aplaudimos momentos como esos. Yo también lo hice. Con una sola excepción.
Una frase que mi hija aprendió me hizo vacilar. Jenna tenía casi o apenas dos años de
edad, y estaba aprendiendo a hablar correctamente. Con su pequeña manita perdida
en mi gran mano, caminábamos por el corredor de nuestro edificio de apartamentos.
De repente, ella se detuvo. Divisando una pelota, levantó su cabeza hacia mí y
demandó: —Sólo un momento—. Deslizando su mano y soltando la mía, se alejó.
¿Un momento? ¿Quién le había hablado de momentos? Hasta aquel entonces, su
existencia había estado libre del concepto de tiempo. Los niños pequeños no conocen
los conceptos de principio o fin, ni de aprisa o despacio, ni de tarde o temprano. El
pequeño mundo de un niño amplifica el tiempo presente y disminuye el futuro y el
pasado. Pero la frase de Jenna: “Sólo un momento”, anunciaba que el tiempo había
hecho entrada en su mundo.
En su autobiografía The Sacred Journey (El viaje sagrado), Frederick Buechner divide
su vida en tres partes: “antes del tiempo”, “encima del tiempo” y “más allá del tiempo”.
Los años de la infancia —dice él— se viven “antes del tiempo... ¿Qué niño, mientras es
verano, se molesta en pensar que el verano llegará a su fin? ¿Qué niño, cuando la
tierra está cubierta de nieve, se detiene a recordar que no mucho tiempo antes esa
tierra no tenía nieve?”.
¿Es la infancia para nosotros lo que la vida en el Jardín era para Adán y Eva? Antes de
que la pareja se tragase el cuento chino de Satanás y el fruto del árbol, nadie imprimía
calendarios, llevaba relojes ni necesitaba cementerios. Ellos vivían en un mundo sin
Tomado del Libro No se Trata de Mí, Autor Max Lucado.
tiempo. Los minutos pasaban igualmente sin ninguna medida en el mundo de dos años
de la pequeña Jenna. No se le ocurría pensar que la vida fuese otra cosa sino paseos
y siestas diarias, música, y papá y mamá. Pero “sólo un momento” fue el disfraz de la
intrusión de piratas en su inocente isla: el tiempo había invadido su mundo.
La vida —estaba descubriendo ella— es un alijo de momentos: incrementos
mensurables y contables, como el cambio que se tiene en un bolsillo o los botones que
hay dentro de una lata. Puede que el bolsillo de usted esté lleno de décadas y que el
mío contenga unos pocos años, pero todo el mundo tiene un número concreto de
momentos.
Todo el mundo, así es, excepto Dios. Cuando enumeremos las afirmaciones de Cristo
—ciertamente desafiantes para la mente—, incluyamos la siguiente cerca de las
primeras: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Jn 8:58). Si la multitud no quiso matar a
Jesús antes de haber pronunciado esa frase, sí que quiso hacerlo después. Jesús
afirmaba ser Dios, el Ser Eterno. Él se identificaba a sí mismo como “el Alto y Sublime,
el que habita la eternidad” (Is. 57:15).
NI SIQUIERA DIOS CREÓ A DIOS.
La Escritura emite este atributo con sonido de efecto ‘surround’. Dios es “eternamente”
(Sal 93:2) y el “Rey eterno” (Jer. 10:10), “incorruptible” (Ro 1:23), “el único que tiene
inmortalidad” (1 Tim 6:16). Los cielos y la tierra perecerán, “pero tú eres el mismo, y tus
años no se acabarán” (Sal 102:27). Será más fácil para usted medir la sal del océano
que medir la existencia de Dios, porque “no se puede seguir la huella de sus años” (Job
36:26).
Siga el rastro del árbol hasta llegar a la semilla. Siga el rastro del vestido hasta llegar a
la fábrica. Siga el rastro del bebé hasta llegar a la mamá. Siga el rastro de Dios hasta
llegar a... a...
Nadie. Ni siquiera Dios creó a Dios. “Aun antes que hubiera día, yo era” (Is 43:13). Por
esa razón tenemos a Jesús haciendo declaraciones como: “Antes que Abraham fuese,
yo soy” (Jn 8:58). Él no dijo: “Antes que
Abraham fuese, yo era”. Dios nunca dice: “Yo era” porque Él ya es. Él está —en este
mismo instante— en los días de Abraham y en el final del tiempo. Él es eterno.
Él no vive momentos secuenciales, trazados en una línea de tiempo y dispuestos uno
tras otro. Su mundo es un solo momento, o mejor dicho, carece de momentos.
ÉL CONOCE SU PRINCIPIO Y SU FINAL,
PORQUE ÉL NO TIENE NI LO UNO NI LO OTRO.
Él no ve la historia como una progresión de siglos, sino como una sola fotografía. Él
capta la vida de usted —su vida entera— con una sola mirada. Él ve en un solo
fotograma el nacimiento y la muerte de usted. Él conoce su principio y su final, porque
Él no tiene ni lo uno ni lo otro.

Tomado del Libro No se Trata de Mí, Autor Max Lucado.


No tiene sentido, ¿verdad? La eternidad no tiene sentido para nosotros, quienes
estamos atados por el tiempo. A usted bien podrían darle un libro escrito en kanji —a
menos, desde luego, que usted fuese japonés; usted mira los caracteres y lo único que
ve son líneas en zigzag. Usted menea la cabeza, pues ese idioma no encuentra lugar
en su cerebro.
¿Pero qué ocurriría si alguien le enseñase a leer y escribir en ese idioma? Suponga
que alguien con esa lengua materna tuviese el tiempo y usted tuviese la voluntad, de
manera que día tras día los símbolos que no significaban nada para usted comenzasen
a significar algo.
Con la ayuda de Dios, lo mismo nos está ocurriendo a usted y a mí con relación a la
eternidad. Él nos está enseñando el idioma. “Ha puesto eternidad en el corazón de
ellos” (Ec. 3:11). Escondidos dentro de cada uno de nosotros están el presentimiento
de que fuimos hechos para la eternidad y la esperanza de que ese presentimiento sea
verdadero.
¿Recuerda la historia del águila que fue criada por las gallinas? Desde el piso del
gallinero divisa otra águila volando en las nubes, y su corazón se emociona. “¡Yo puedo
hacer eso!”, susurra. Las otras gallinas se ríen, pero el águila lo sabe. Ha nacido
diferente. Ha nacido con una creencia.
Y usted también. Su mundo se extiende más allá del gallinero del tiempo. Un para
siempre le corteja. Su vida celestial se levanta como el Everest por encima de los
guijarros de su vida terrenal. Si los granos de arena midieran las dos, ¿cómo se
apilarían? El cielo sería cada grano de arena que hay en cada playa de la tierra, y aún
más. La vida terrenal, como contraste, sería la centésima parte de un solo grano de
arena. ¿Necesita una frase que resuma la duración de su vida sobre la tierra? Inténtelo
con la de Jenna. “Sólo un momento”.
¿Acaso no fue esa la frase que Pablo escogió? “Porque esta leve tribulación
momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”
(2 Co 4:17, énfasis del autor).
¿Y si pudiéramos vislumbrar al apóstol cuando escribió esas palabras? Llegado a aquel
momento él había estado “en azotes, sin número; en cárceles más; en peligros de
muerte muchas veces. De los judíos —escribe— cinco veces he recibido cuarenta
azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres
veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar”
(2 Co 11:23–25). Después continúa refiriéndose a peligros de ríos, peligros en el
desierto, a haber estado expuesto al frío, a ataques, al hambre y a la sed. Esas —en
palabras de Pablo — son ligeras aflicciones que hay que soportar durante sólo un
momento.
¿Y si nosotros adoptásemos la misma actitud hacia la vida? ¿Y si considerásemos
nuestros momentos difíciles como un grano de arena que apenas es digno de contrastar
con las dunas eternas?
Tomado del Libro No se Trata de Mí, Autor Max Lucado.
¿Y si la mujer que me detuvo el otro día hiciera eso? Ella me habló de diecisiete años
de un mal matrimonio. Los errores de él, los de ella; lo que él bebía, la impaciencia de
ella. Y ahora ella quiere dejarlo. Si va a tener una vida, ¡es mejor ponerse manos a la
obra! Además, ¿quién puede asegurarle que el matrimonio funcionará? ¿Cómo sabe
ella que no le esperan otras dos décadas de duros momentos? No lo sabe.
“Se trata de mí”, dice el consejo. “La vida es corta; sal de eso”. La sabiduría de Dios,
sin embargo, dice: “La vida es corta; quédate y permanece”.
La brevedad de la vida concede poder para permanecer, y no una excusa para salir
bajo fianza. Los fugaces días no justifican problemas que se den a la fuga. Los fugaces
días nos fortalecen para soportar los problemas. ¿Se pasarán los problemas de usted?
No hay garantía de que lo harán. ¿Cesará su dolor? Quizá; quizá no. Pero el cielo hace
esta promesa: “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez
más excelente y eterno peso de gloria” (2 Co 4:17).
Las palabras “peso de gloria” evocan imágenes de la antigua balanza: dos platos, uno
a cada lado de la aguja. El peso de una compra quedaba determinado al poner pesas
en uno de los lados y la compra en el otro.
LA BREVEDAD DE LA VIDA CONCEDE PODER PARA PERMANECER,
Y NO UNA EXCUSA PARA SALIR BAJO FIANZA.
Dios hace lo mismo con las luchas de usted. En un lado Él apila todas sus cargas:
hambres, despidos, padres que se olvidaron de usted, jefes que lo ignoraron; amargas
rupturas, mala salud, días malos. Todos apilados; después observe cómo un lado de la
balanza baja en picado.
Ahora vea cuál es la respuesta de Dios. ¿Las quita todas? ¿Elimina las cargas? No; en
lugar de quitarlas, las contrapesa: Él pone un eterno peso de gloria en el otro lado.
Gozo sin fin; paz sin medida; una eternidad de Él. Observe lo que ocurre cuando Él
pone eternidad en la balanza de usted.
¡Todo cambia! Las cargas se alzan. Lo pesado se vuelve ligero cuando es contrapesado
por la eternidad. Si la vida es “sólo un momento”, ¿no podremos soportar cualquier
desafío durante un momento? Podemos estar enfermos durante sólo un momento.
Podemos sentirnos solos durante sólo un momento.
Podemos ser perseguidos durante sólo un momento.
Podemos luchar durante sólo un momento.
¿No es así?
¿No podemos esperar nuestra paz? De todas formas, no se trata de nosotros. Y
ciertamente no se trata del ahora.

Tomado del Libro No se Trata de Mí, Autor Max Lucado.


GUÍA DE ESTUDÍO

Capítulo cinco
SOLO UN MOMENTO

Contempla
1. Dios no ve la historia como una progresión de siglos, sino como una sola fotografía.
Él capta la vida de usted — su vida entera— con una sola mirada.

A. ¿Cómo le hace sentir el saber que Dios conoce todas las cosas acerca de
usted y acerca de todo lo que le ocurrirá?
B. Si Dios puede realmente captar toda su vida con una sola mirada,
¿Entonces qué sentido tiene desatender sus mandamientos e instrucciones?
¿Por qué, de todas formas, los desatendemos?

2. Su mundo se extiende más allá del gallinero del tiempo. Un para siempre le corteja.

A. ¿Cómo le hace sentir el saber que usted fue creado como un ser eterno?
B. Describa un momento en que usted sintiera “el para siempre” cortejándolo.

3. Lo pesado se vuelve ligero cuando es contrapesado por la eternidad.


A. ¿Qué cosas le parecen especialmente pesadas para usted en el presente?
¿Cómo puede ayudar a aligerar el peso el recordar la eternidad?
B. Cuando piensa en la eternidad, ¿qué viene a su mente?

Refleja
1. Lea 2 Corintios 4:13-18.
A. ¿Qué esperanza mantiene adelante a Pablo (v. 14)?
B. ¿Cómo se mantiene Pablo sin perder el ánimo (v. 16)?
C. ¿Qué importante comparación hace Pablo en el versículo 17?
D. ¿Qué importante instrucción para la vida da Pablo en el versículo 18?
¿Cómo puede usted seguir esta instrucción en la práctica?

2. Lea Romanos 8:18-21.

A. ¿Qué comparación hace Pablo en el versículo 18? ¿Cómo le ayuda este


conocimiento a seguir llevando a cabo su trabajo? ¿Cómo puede ayudarlo a
usted a seguir con su trabajo?
B. ¿Quién está, en última instancia, detrás de la historia del planeta tierra (v.
20)?
C. ¿A qué esperanza señala Pablo en el versículo 21?

Tomado del Libro No se Trata de Mí, Autor Max Lucado.

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