Está en la página 1de 6

En las últimas décadas el peronismo ha perdido zonas de interpretación e

interpelación de aquello que transcurre en lo social. La multiplicación de


intereses y expectativas ciudadanas impacta en las tareas de
representación que todo partido u organización intenta realizar. No es fácil
lograrlo. La escucha se fragmenta y agiganta (uno, dos, tres mil oídos). Los
diversos peronismos y kirchnerismos no están por fuera de esta
transformación en el “sistema” de deseos sociales. El partido único de lo
popular, como imaginación del peronismo, se fue desmantelando
pacientemente. Hay situaciones y representaciones que se le escapan y lo
tensionan.

Escribamos una lista incompleta y arbitraria: el mundo piquetero de los ´90,


ciertas clases medias, el impacto de la transformación que ese mismo
peronismo impulsó en el campo y que culminó con la sorpresa de la 125. Y
tantos años después, el salto a la palestra política del El Dipy, un personaje
que da cuenta de un pulso popular al que el peronismo ya no mira o bien le
desconfía. La discursividad sobre el origen y el destino de la computadora
de L-Gante está más cerca de un escape de la comprensión de los circuitos
populares en torno a las políticas públicas que a un tema de precisiones en
la información. La salida lenta de lo popular y de otros sectores, comomodo
de “divisas” sociales, le provoca una herida narcisista y un profundo
desconcierto. Corre peronismo corre. Tras lo social y su compleja
representatividad. En parte allí se juega su campaña y su esfuerzo
discursivo.

Aunque el peronismo reúna un porcentaje importante de la adhesión


ciudadana, existen las fugas. Hay cosas que se escapan. Como una foto.
Un recuerdo familiar en el corazón del poder político y en medio de un sinfín
de restricciones para el acercamiento en momentos de pandemia.

Las fiestas en el “palacio” son parte de las grandes literaturas de hombres y


mujeres en el poder (Carlos Fuentes, Álvaro Vargas Llosa, Miguel Ángel
Asturias, Horacio Castellanos Moya, etc). Toda fiesta en el seno del poder
entraña grandes imaginaciones. Sucedió con Menem y sus supuestas
farras. Sucedió incluso durante la fundación de la patria: Mariano Moreno,
en 1810, se habría enojado con Cornelio Saavedra por una celebración del
Ejército de Patricios a la cual no fue invitado y donde se disolvería la
propuesta republicana y de autogobierno que Moreno buscaba llevar
adelante. En esa fiesta, al modo de una bacanal romana, alguien habría
puesto en la cabeza del Presidente de la Primera Junta una corona. Los
funcionarios, según Moreno, estaban llamados al “decoro” republicano y a
no violentar en un acto “a puertas cerradas” aquello que se pretendía
construir en el espacio público. En las fiestas, como sabemos, existen
licencias pero el rumor político nunca es piadoso. Siempre promete
invenciones de aquello que sucede en “palacio” colaborando con el
desgaste político.
La foto del cumpleaños de Fabiola Yañez, más allá de los moralismos y de
las lecturas machistas sobre los accesos a Olivos, erosiona el imaginario de
igualdad ante la ley o la norma y sobre todo refuerza una idea que no debe
soslayarse sobre el “privilegio” de la política y los políticos. Coloca al
peronismo gubernamental ante el hierro de su propio discurso. La
moralización y normativización que se llevó adelante durante la cuarentena
o aislamiento se volvió un bumerang. Además introduce algo relevante: la
exigencia de sacrificio social. Si éste no es recompensado con la misma
acción gubernamental se establece una herida, un hiato, un resentimiento
clandestino que puede crecer lentamente (como la fuga).

Sacrificio, sudor y lágrimas parecía el llamado Churchilliano de un gobierno


que capitaneaba la tormenta. La foto deconstruye esa invocación,
descomprime el dolor que el peronismo debería llevar a cuestas y que ha
gestionado con eficacia y sensibilidad con los desaparecidos y
desaparecidas de la última dictadura militar. Con esta foto parece quedar
algo alejado del sacrificio y de la muerte social que provocó el covid. El
peronismo no encontró todavía un lugar cómodo en esta tragedia. Nunca
supo cómo “entrarle” y homenajear a este padecimiento existencial. Corre
peronismo corre. Tanto es así que ciudadanos y ciudadanas llevaron como
recordatorio de la “muerte” y el “dolor” a la Casa Rosada, a la Quinta de
Olivos y a otros espacios públicos o gubernamentales. La ciudadanía le
“recuerda” al Estado los muertos y muertas. Piedra a piedra al modo de un
altar que va a ser difícil de mover simbólicamente. “Te llevamos los nombres
para que los recuerdes.”

La foto se introduce en la veloz “maquinaria” de oposiciones políticas y


mediáticas. Nadie, desde la oposición, podría desconocer que puede traer
algunos beneficios electorales. Posiblemente habrá más fotos. Con un
celular hacés destrozos pero no siempre ello conduce a la pérdida
sustantiva de votos. Nadie la despreciaría como objeto de campaña pero su
engolozinamiento no interpela a quienes están más preocupados y
preocupadas por su destino social y económico. En estos días se han
construido diferencias entre Cristina Fernandez y Alberto Fernandez en
torno a una supuesta pericia para administrar la información. Ambos
soportan más lo que se le escapa al peronismo que alguna suerte de
astucia sobre aquello que debe o no circular. Ni Cristina es el Indio Solari ni
Alberto es un torpe exhibicionista. El hermetismo seductor del Indio Solari ni
la apertura o descuido son virtudes a priori de la vicepresidenta y el
presidente. Esto solo afirma roles que a la larga condenarán a ambos.
Existen zonas grises y fugas que ambos han padecido.

Sólo estas interpretaciones establecen campos en el ring oficialista. Una


góndola de opciones para interpretar al gobierno actual. Al interior del FDT
se construyen distinciones que colocan al presidente en una suerte de
consensualismo ingenuo frente a una vicepresidenta real polítilk que
considera la crueldad de la lucha por el poder. Se construye una unidad con
jerarquías interpretativas sobre la acción gubernamental.

Solo un apunte más: los hombres del peronismo tuvieron una relación
compleja con las mujeres del mundo del espectáculo. Hay algo de ese
mundo que promete visibilidad y luminosidad, pero también, en estos
tiempos de redes sociales, un menor control de aquello que se publica y
circula.
¿Se le escaparán votos al peronismo? Posiblemente no tantos pero se van
“fugando” ciertos simbolismos y fundamentaciones que la oposición está
dispuesta a utilizar. La crítica, la burla y la moralización de la oposición
pueden fortalecer trayectorias a futuro; abren fisuras en peronismos
acostumbrados a sentarse en los votos del conurbano y de la mayoría de
las provincias. ¿Podrá controlar las fugas? En esa tarea se ha enfocado la
campaña y el propio peronismo. Solo resta observar en esta suerte de
pospandemia infinita si el combustible representacional y simbólico le
alcanzará hasta 2023.

También podría gustarte