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JEsTETICA Y PSICOL0f;lA

DEL CINE
2 . LAS F0KhjIA.S

Por
JEAN 'MITRY

Escaela do Ciencias
rte. 176 Comunicación
Dirección
INDICE

siglo veinliuno editores, sa


LtHHO DEL AGUA. 2.W M310 MEXICO D F

siglo veintiuno de espafia editores, sa


U PLAZA. 5 . 28013 MADRID. ESPANA

siglo veintiuno argentina editores, sa

siglo veintiuno de colornbia, ltda


AV. 3a 17-73. PRIMER PISO. BOGOTA. D.E COLOMBIA
--
CUARTA PARTE

RITMO Y TOMAS DE VISTAS MOVILES

L. Los principios del «no montaje)) y lo real global,


3.-LI. La cámara móvil, 28.-LII. Psicología del trá-
1 velling, 35.-LIII. La profundidad de campo, 42.-
LIV. Cinemascope y polivisión, 57.-LV. Fascinación
Primera edición en castellano, novicrnbre de 1978 y distanciamiento, 61.-LVI. La cámara, subjetiva,
Segunda edición en castellano, Ecbrrt-o de 1984 68.-LVII. La imagen semisubjetiva, 82.-LVIII. Inri-
Tercera edición en castellano, noviembre de 1986 genes oblicuas, 91.
@ SIGLO XXI DE ESPAi4A EDITORES. C. A.
Calle Plaza. 5. 28043 Madrid
Eri coedición con LIX. Historia, 99.-LX. Papel y sentido del diálogo,
SIGLO XXI EDITORES. S. A. 105.-LXI. El papel de la música, 135.-LXII. El CO-
Avda. Cerro del Agua, 248.043 10 hlh.xico, D.F. lor en cine, 145.-LXIII. Música y psicología de los
Primera edición en francés, 1963 colores, 152.-LXIV. Estructuras audiovisuales, 165.
LXV. Conclusiones sobre el ritmo, 197.
O Edi tions universitaires, París
Título original: Esthétique e? psychologie du cinéma. 2. L a fo~mes
DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY
QUINTA PARTE

TIEMPO, ESPACIO Y REAL PERCIBIDO


ISDN: 8.4-323-0326-7 (obra completa)
ISHN: 84-323-0328-3 (tomo 11) 13. LA CONCIENCIA DE LO REAL ........................... 213
Dephsito Icgal: M. 34.704-1986
1 LXVI. Lo real percibido, 213.-LXVII. El hecho de
Cornliuestv en Fernández Ciudad, S. L. i
conciencia y la estructuración de lo «real,, 231.-
Imprcso cn Glosas-Orcoyen, S. L. Polígono Igarsa
Paracuellos de Jarama (Madrid)
LXVIII. Esencia y existencia, 254.-LXIX. Causalidad
y determinismo, 265.-LXX. Observaciones sobre Ias
CUARTA PARTE
Indice
RITMO Y TOMAS 1)E VISTAS MOVILES
Pdgs.

rttlaciories de incerticlurilbr,e, 278.---LXXI. Algunas no-


ciones tle esp:icio, 293. -1,XXII. Algunas ilocionec de
1 iempc), 313.

'I'lEMPO Y ESPACIO ]>EL, DMPUIA

14. A 1.11 FlIJSCA I)E UNA TiIZ4lMATURG:IA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343


J.,XXII í. Elel teatro Filr~i,ncln a la rbxpi.i.siitn visual,
343.---1,XXIV. Tcatro y cine, 404.--LXXV. Literatura
y cinc, 420.

1,XICVI. 1mpoitanci:i y valor tiel terna, 452.--LXXVII.


I~sarr~aturgiaclel filni, 473.----LXX.VIII. Realismo y rea-
lidad, 493.-LXXIX. Estriicturas visuales y semiolo-
gía del film, 537.--LXXX. Lógica del Fl:m. 552.
11. CAMARA LIBRE Y PROFUNDIDAD DE CAMPO

Todo cuanto hemos dicho en el curso de los rnpítulos iirrtcriq-


res permite establecer que las imágenes cincniatográkicas coixi-
ponen una realidiici arbitraria bastantc distinta de la re4ilidacl
averdaderar.
Seria exageraclo deducir de ello que c1 cinc nos introduec
cn tin universo nuevo, pero que lo que rlos ofrece a loa ojoh
no es ni será jamás la imagen exacta de la real.
IJna serie de fragmentos discontinuos sustituvcn a lci real
continuo (o, dicho con mayor exactitud, a lo real hornog&neo
di: iiuestra percepción continua). El cine escogc los c~iaciros,
los ángulos, los puntos de vista, y los ordena scgiiil dura-
ciones reiativas otorgándoles un sentido extrarlu al devcnir
r<glabal» del universo del que han sido tornados.
Flor supuesto, la continuidad temporal es rccupcrnda me-
diante la discontinuidad de los planos, al igual que se recu-
bra 1ii unidad del espacio mediante la variedad dimen~ioriril
de los campos. Pero siempre se trata de una reestructura-
cibn, es decir, de «otro» espacio y de «otra» durricihi~.
Cierto que la duración de un plano es casi sicrnprc ideri-
tica a la de las cosas representadas. Sólo es arbitraria cusiiido
el tiempo de la acción es demasiado largo - e l autor cscogc:
entorices un «momento)>privilegiado-, o cuando se Lratn de
u11 objeto inmóvil sin «duración» apreciable y cuva visióri
s61o dura el tiempo impuesto por las circunstni~cias.
Pcro si los planos recortan en la realidad un ncuadroj,
a , un error común considerarlos como otros tan-
c u a l q ~ ~ i e r es
tos fragmentos que sólo se diferenciarían de esa rcaliclaii por
scr trozos arbitrariamente seleccionados. Se vuelven otra cosa,
otra realidad, porque una parte aislada no es igual a csn misma
parte considerada dentro de un conjunto.
Aunque el cuadro no haga más que limitar el espacio reprc-
sentado, define, como ya hemos visto, la imagen a traves de
Cárnarn libre y profidndidad (%ecat?zpo r\

De este modo la continuidad fílmica, formada por ur-i:~sir-


121 c ~ i a l 11 por la cual se nos ofrece uri mundo; entre los cesión de espacioij y (:le tiempos constantemente dil'i:rc:~~r:ii\tios,
elemeritos comprendidos en ese cuadro, el cine crea un con- crea entre estas células -o planos- una serie dt! ii:lncioiic:s
.jui:ito de rc-laciones o de referencia:; que no existen en la reali- que se añaden a las relaciones draináticas o sin-ibófiens dt: su
dad verdadera. coritenido. El fili~ise presenta, por tanto, co111o uri ctes;rivrtillc>
Tornerrios i.ii-1. rincón de calle: uria casa, el firial di- la acera, espaciotemporal discontinuo totalmente dil'ererittr (:le1 c:n?r. 62
u11 fí11-c)I cle gas, un liombre que camina. Evidenterrierite l-iay linuzun unívoco del espacio-tiempo real (en todr-) caso (lo1
loirlo u11 c o n j u n i . ~de re1acir)iles geometric.as y geográEic;is (de ~conti~zuum de nuirsti-o i~niverso inmediato), pesc: n i.aflt:jai. c.1
:lugar, de sitiiación, de taitiafio, de oric:ntaciGn, etc.) entre esquema continuo,.
tis;:ls partes cliversas. Pero 110 por ello están aisladas. Man- Desgajados de su forma contingente e inestable, lo?; r:li:ii.i~ri-
tienen otr.ar rrtlriciones cori las den-iAs partes de la calle, y és-
ta:- con las caliirs vecinas. D'e suerte que, cn t.1 espacio real,
tos se1eccionados son fijados en un devenir que los orticiia
los estabiliza, es decir, en un devenir que, en ciciTto I ~ ~ O C ~ C ) ,
6;
lar; ra:líicinncc; cntr.c: las cosas repercuteil i.iniis sobi-e otras, los transfigura y los ti-asciende. Cada imagen es la posibilii.t;i~l
si: i'irnclci-i y S<.: diluyen rriAs y i~n6s.l.;i ~iic~viiic.t:iil clc i~tietri:L cle ciertas ~elaciohnesfugitivas no captadas I:~I lo rrul iniii.i:di~i-
i~iii,ni:l;:.iiiii.sti..o propio n-ii:ivirnit:iilri, hfii:c~iquc" r:l espüci~)C ~ L ~ C eo, introducidas en una corriente que no es la de l:is crseY
rii:ts i.vile:i 2:tI;j;irrzca como huinc.~gi;iieoy c:c>citiiiilo. S i poci~?nios misinas, sino la de un inundo imaginario fabriciido por e1
f i j ; i r . itlgurins aspectos qilr Ilnn-iiin especialirierilu;: nuestra aten- cineasta.
c:ir.\ii, i i ~ s1-~:~c.ui-ti~mos eri esta tela cuya unidíid pcrriianece cons- De ahí que sea rie una ingenuidad mayúsculí~ peris:ir. qiic
iantti. 11 inierius --coino ya hemos visto (xxxr)-----,que aplique:- porque la cári-iarr, registra automhticamente un dato i.i!rtl, nos
n-itis iin cuadro en tor.i:io a Iris cosas niiradas. ofrece una imagen objetiva e imparcial de csa realidad. Ks 10
Eri tal caso, las cosas comprendidas en e:;e ciraclro son li- que hace Aildré Bazin:
teralmente ((cortadas)),privadas de cualquier t-cincióri in:media-
ta con el ri-iundo exterior. Siis relaciones, :hasta entonces espar- laas virtualidades estéticas de la fotografía residen eii la rt:vel:rcidri
de lo real. No dependia de mi distinguir el reflejo en 1;) acera ~ C P
ci~da~i en la extensión, se hallan replegadas sobre sí mismas,
colnio si los lir-i-iites del cil~idrolas remitiesen hacia el centro
jada, el gesto de un niño, en el tejido del mundo exterior: súlo Iii
impasibilidad del objetivo, despojando al objeto de los i.i;ibitos y di* @
a irilngen semejanza de uri espejo parat:iólico. 10s prejuicios con qut: los cubría mi percepcihn, potlía picsciitarlcr
Poli- lo tanto, la irnagen registra iin fragmento d r espacio ,virgen a mi atirncicin y , por tanto, a mi amor («Ontologic ctc l'iin~igc"
(.x~yarepresentación, limitada 31 ei-icuadrada, dota a las cosas plio tographique))).
representaclac de un conji.irito tle iq:determinaciones», de orieri-
tai:ii~iies ( l u c 1-10 poseen en la iealidacl verdadera. E,se espacio Pero lo que es ef'eclivamente «virgen», lo que la ir1i:igt:n pt.)rlil:
se c.,orrvi,t:u-ti: por sí misino en un (itodo», compone una estruc- de manifiesto no es lo «real en sí», sino una aparienci:~ ilucvia
correlati.va a la realidad inmediata del mundo y di? 1;is cosas,
tura ia~itó~ron-ia y es evidente que ci~alquiercorte practicido de
;i la que metalóriciimente podríamos denominar la itpt:i-ccp-
t:o;ti: inc>tlu actúa de igual Eorina.
ciBn cle la cámara)), la cual, independientemente inc1u.m rle 1;i
Si a r:si<.~riiiadin-ios que los planos restituyen las cosas según voluntad o de 1;i elección del realizador, practicn d c rriodi)
tliiirci-isi~>i.ic?i relativas ciri 1-elilcione!; reales con sus dimerisiones nutoniittico esa segregación del espacio y, por lo trineo, csn
~)t.o~)iri.; (d:ii.t~) cltie el-i un marco irimutable soil relacionados I-i?cstructuraciÓnde lo real que, de este inoclo, ya m» C:S a ~ i 6 i j f : -
I r i s ~::!nxipo!i ir.i;;is diversos) puecle dt::cirse qiie cada urio de estos tiva ni ininediatao.
pli:\iai~:ir?s cu:nci una ((célula)),como un espacio distinto cuya
Nosotros vemos el mundo que nos rodea; miranir>..;i.1 liliim.
i . : i i t i : i ~ ~ ~ ~ i i . : i ( ~sin
i - ~ , embargo, reconstruye un espacio hornogéneo,
Dejando a uri latlo el interks, admisible o no, r:ic 1;t siRistl:ir.i:ii.~
, , ~ . .I I ? ~ I T :c.í:.ipi.iciotio strrnejani'i! a acluel del que estos elerrientos
-l.,
o de las cosas rí:priísentadas, nuestra atención st.: vc ccrii,t;iil-
fi~rrciiiextr ;iitlos. temente estimulada por la novedad de las aparienicipis.
X ~ l e ~ ~ l lIn i s ,clux-ación relativa de los planos y el orden que Lo real captado por el objetivo, en tanto qi.1~592s rln<lo ríii
11:s c:i ;rsit.:rti.icia construyen i.in «devenir» c~iyci duración global imagetz, se estructura según valores foi.nializaclol.es f 4 i . i ~ cimh::irl
ixr-I ir:; nicr.ius rii-biiraria.
6 Ritmo y tomas de vistas rndviles Cámara libre y profundidad de campo 7
tina serie de relaciones nuevas y, por tanto, una realidad imaginario de un autor por un «en sí» trascendental. Exacta-
ritic\ia; por lo rntnos una apariencia nueva. Lo repve.>eirtudo mente confundir la gimnasia con la magnesia.
es percibido a travCb de una representa cid^ que, ncc-esaria Lo que Bazin, Agel y muchos otros ~ ~ ~ i r i t u i i l j s riciiorrii-
tns
inentc, lo ir«nsforma. nnn alma, ese supuesto «más allá de los fenórnenosa qiic el
Dazin sigue diciendo: film Done efectivamente de relieve. no es más nue un xm6s
alla de las apariencias». O mejor dicho, una apetricncia riuevn
La imrigcri ciicnta en prirncr lugar iio por Ir) que ~ 6 n d ca la r.cnlidnd, nacida de un modo de aprehensión no habitual. Es, si st: quie-
siriu por la que de ella rcr~cia(~~i?volution du langage ciiiématogra- re, un «más allá^ de las aprehensiones [y de 1:is coinprcnsio-
phlquc-). nes) inmediatas de la conciencia: percibimos lo quc un ojo
-aunque sea mecánico- ha percibido con anterioridad, lo que
Cierto qiie la imitgcri cinemntogr6fica pone de relievc ualgu una imagen ha estructurado antes; el dato de una pcrcepciún
distinron de lo que rnueslra. Ya hernos insistido e n cl hecho que no es la nuestra, de un esquema organizador cluc no cp
de que rerriitc casi sici.tlpre i~ In cst:ncia de las cu.sris reprc- nuestra conciencia. Ya lo hemos dicho de otra manera: ilrltc
sentadas. Pcro Dazin y sus cpígon«s no considerari esa .cien- la imagen cinematográfica tomamos conciencia dc u n rcal
c i a \ ~corno un hecf~otlel critcndimictito, si~ltrcomo un gren s i t e organizado por esa imagen (organizado e n imagen) nunqiic
iclcal, prccxistcntc al oújctn en no sB qu<i cielo platOriica. De a través de esa imagen lo que vemos sea lo real inrnedk~tri,
ahí n conhidernr cl fcrthnieno como un testimonio -y, pronto, que se encuentra de este modo afectado de un coeficiente cie
U11¿3 prueba- del cspíritunlismo, no había rnhs que ~ i i i paso. irrealidad o de extrañeza que produce el cambio y hace pensar
LO cual lc permitc dccir: en esa espiritualidad, en esa magia con que nos llenan los
oídos. Esta operación tiene en sus efectos, sin duda, algo de
Lejos de nosotros la idea de introducir en la vía deterrninista, como mágico y de fascinante, pero este algo mágico y C~scinaritii
lcgítirnamcntc podría pcnsarsc, cste arte, el más positivo de todos; revela los fenómenos de la percepción y en modo algiirio iixr
insensible íi todo ciianto na scü hecho bruto, pura apariencia, no:; w r i sí» metafísico. En varias ocasiones hemos siibr.av:icio cl
oirrirc, por el contrario, la idea de un universo jerarquizado, ordc- hecho de que lo real cinematográfico es un real nie<lin¿izn<lo.
n:ido iiacia u n hn último. Detrás de lo que el film ofrece a los ojo.;,
no ebtanic)s obligados a buscar la existencia de átomos, sino la de uri Eritre el mundo real y nosotros está la película, la c:&niara, la
m63 al15 de los fenómenos, de un aInia o dc cualquier otro principio rt:presentación, en el caso límite de que no haya, por- ziñaciictil-
cspiritunl. A n t e todo, lo que aquí os propongo buscar en esta reve- rn, un autor. Por mucho que insistamos en este punto nuricn
lacio11 es la poesía de una presencia espintual 1. será suficiente en un tiempo en que se nos habla del sciiic
verdad)>, como si el cine tuviera el poder de registrar una
De lo que S(: hace eco la siguiente observación de Eric Rohmer: «verdad en sí., que nos sería revelada por él; verdad de la
que antes convendría demostrar que existe.. .
No rnc wrdono el haber confundido la causa del cine con la de una Claramente se ve que el idealismo finalista y espiritualista
tesis no solar~ientcclásica sino además espiritualista. Mientras que de Bazin-que curiosamente se confunde con un rei~lislnoin-
cl arte riioderno nos invita a meditar sobre las bases orgánicas del genuo- va en contra del examen fenomenológico que prctcn-
hombre. cl cine encuentra su ser en su condicihn espirilual; parad& día. Más que nunca, la estética remite aquí a una nlctafisícn.
jicarnentc, pero con total seguridad, considero este Último objetivo Más adelante trataremos de abordar el problema.
como cl m85 apto para ser puesto en claro 2. Entretanto, veamos las consecuencias de esta conccpcibn del
cine: puesto que la cámara nos da la imagen de iin murido
L,o que supone simplemente confundir el universo del cineasta, <objetivamente puro», testigo de lo absoluto que lleva en si,
oiairntado de liccho y dirigido hacia un fin último, con lo real conviene, sin duda, registrarlo tal cual es, es decir, glo'oalmen-
inniediato, sicinpre disponible y contingente, y tomar el mundo te, sin perjudicarlo con una intención organizadora (un ciesglo-
se, un montaje) que encerraría el peligro de introdixrir cierta
1 EII Poliicrs t I r r TYiJinu, 51. subjetividad en el seno de su «realidad verdadvrni~. Lo ideal
2 En Culiiars d r i Cindtna, 52. consiste en tender hacia una especie de constatriciiSn, de capta-
cZd>tiutu li.bre y profundidad d e c a m p o 9
i-ic'tii <!t. tri rc-nl ~ c r isu realidacl plenzi y actuante)), aunque esté
De ello debe desprc:nderse necesariamente uri sentido tot ,il clr 1,)
~.c>~)~:c>lt~iJ<) d ~ :~ ~ i u i lc1raniALic:o.
o A los realistas tradicionüli.s existencia. Pero no rn forma de tesis, que el filin r-.1,iri,i ~ l i l i ~ ! ~ l r l:k t r
c i i i t s ~~;iriali;r,ir~
la i-ealidatl, realizanclo una síntesis i:o~ifcirmc.con demostrar o al menoc zi rnostrar, tesis que seIi,i l>~cili,ri r i i 111411 ,t I:I
'ILI a~;xnr:~pciori del miintlo)), Bcizin opone el ((rieorrealismo- ata- concepción tiel film -para emplear una fóimul:t c1v d~iiiiizito1>ti1,11
1t:ti1ii, qiie Lcguri el «reckia;.a el análisis de los personajes o; de cci, la esencia prececiei-ia a la existencia-; aqui, por 4.1 c c ~ r i f ,ix
r ir), 6.1
& , t i ¿ir7ii6i1y considera 13 realidacl como un bloque, no ini.0111- *\entido» forma parte integrante de la actitucl í30iiciArt,icft: y i i ~bsc.
~ ~ r e l i e i ~ s i bsirlo
l e iriclisociablea. Sr. trata de ((una seleccioli on- trata. De ahí su ambig¿iednd (ibid.).
to1ól;ica en el seritido de que Irt rr,llidacl que nos es restituida
e5 tina imagen global)) (aD6fense dcb Rossellini))). Para que quede bien claro que no se recurre a Iln psicalogiíi
L'Yiguientlo en este puiitr, a Aildré B a ~ i n el , abate Ayfre des- ti-adicional, para la cual la esencia precede a la c~isttxnciri,
;irrolla y precisa lo sigiiicnte: ;isucia esta «anterioridad» a la temática del filni L , i c;bibric.ia
nsi entendida :,e convierte en la ((tesis),, mientras la e\ctri-
t.13 trascendental ((forma parte de lo real concretan, ~ I I L ' , por
I::xisii:, es11 forma (i(: tomar a contrapit: t.*[ an&ljsis, 3,;
~ i t ~ ! . i l . i 't0:.11),
p t - ~ r l c rti11 a I I ~ " I ; si*ji~hl
~ estan~,aL ~ C L ho:~~l)i-e
y ~i~:iI I L U I I ~ ~ (:[e
L ) , tI~tj:x~-ctt: siiipucsto, se encarga de ((revelarla)).Ya se v ~ :a clu!iilt>coxlc!iit
l!rlr';::rr :siitililrit:riir los [icaracleres))o los ((ainbientes)),de ponilr todo cl :apriorisino inetlfísico. Se presenta a los iiiirnvciil;nlcs ( ~ J I ~ I O
eili) i:ri ~7il:i-tomoclo entre parkntesis, intentando una aprehen~;itbnto- riccesariarnente existentes y, tomando una opcrat ion [ir corr
tal, !:lii:~:.iix~il~ne~ite 'total, a la rn;iiler;a da un ser eil el tiempo, di: su- cieiicia por uria realrdad metafísica, se los cli~iti~riri-n cLii u l L t
c e s o . ~111.111lüiios coilcretos en los que está copresente el misterio en- expresión p r o f u n d , ~de lo real concreto)). Todo lu c o n t r d ~ ~ u
tero del universo. I>icho de otrcr inodo, el rnisterio del ser sustii:uye una descripción fenoinenológica.
:i la clíir.idaci tlti la construcción [. . . ] . i1Vo es sorprenden.te compro-
Suponiendo que las cosas sean así, para «captar VI rrii\t,-i-io
b : i ~ qui? esta f t i i ' i i i i i del rcalizadoi:. clc: ponernos frerite a un acoi~tcci-
del ser» al término de una aprehensión total -inc~lrizci .!ice- <i
rniv~lto1-iun~i;airi, gliiiialmz~ltecorisicleradc),absteiliéntloce de troccarlo
y rte. :ari..ili/.:ii.io,i[:iri~loen torno a él sirripleinente rodeos, descril~iCr~- sivamente total, n la manera de un ser en el tienipoa--. ( ~ 1 1 -
iiol!: n~oiiuconcreto y operando de tal suerte que en el aspect6cíilo vendría necesarzanzerzte registrar la totalidad del acoritt'cirriitLii
n~ii;ií.~rl i.it:ií: la coriciencia del espectáculo, en el juego la concietlcia to, seguirlo de principio a fin con y entre las corltiri,$ f t ' l I i i'!',
dvI jiii:;!'~, o dicho de otro modo, concediendo siempre la primacía que supone. Ahora bien, a menos de hacer un filin q i i ~cl~"'" ~
a t i r e..xistcr~!-:ja sobre 171 esencia, .no es sorprenclente con~probar'que lo que duran las cos:is, es decir, un film sin principio ni f ir{;
estc r r i t i t c ' i ~ i r i se acerca extraiian~entea lo que los filósofos Il~iinan a menos de concebir un objetivo de 360 grados, una pnrit:ill*z
cit.?;< rilic:ic,in fenoinenológica [ . . .3 ? No se puede negar que l<ossellini circular y, por supuesto, u n espectador ((ideal))dotailo kit, hai.1
(y O . I ~ L I I ~ U Sotros con él) ha intentado, como Hiisseirl, ir «Zu den pares de ojos y capaz de abarcar de una sola mirada el csp:icbio
S;iclien selbsi», a las cosas misni:is para pedirles que se manifiesten que le rodea, ~ ' 1campo más «total» será sieinpre lfmitarln y $u
por sí rnisrnas («Nt?o-réalismeet phénori~énologie»). duración, si no se cicri-a sobre sí misma, se reclucc 2x1 ~ n e ~ l w i ) h
a instantes sucesivos necesariamente discontinuos. ISrr iíltirr~a
Otii: % espectaculo iilisrrio rese 1n conciencia del espectácu-
ch!i. cl instancia, habría que concebir un drama que se Aes,~r-rc>lla%c
10, :n : 1 irrc3vo ILt conciencia del jut:go», he afii iin p ~ o p h s i t o en un lugar ú ~ i i c oy que durase lo que dura 121 eis'nipr? de p i ~ *
.)E l l l l t a 1 ~ > - .idiir3iiinos
~ plenaniente L'erc) no se trata más que yección. Pero no tiay ninguna situación que rio sc:i ctlnscciicra-
¡irb i i ~ i ; i ceiLhstiOrikle escritura, t l c ]>ueq>ta en cXsceila,y mas tarde cia de alguna otra, riingún drama que contei~gae.11 sl misr~io
1,) .I xialimr cbirioqs. Sin ernt>argo, esa pretendida ~ p i i m a c i ade la las razones que lo delerminan. Por tanto, :,ti\ 1írnitc.s serari
arbitrarios, tari co~npletamentearbitrarios como a i laitr:rrios linni
( ~ ~ ~ i 5 l ~,001.(~ n c i ~ la \ esencia)) tle la que se jacta refiriéndose
,i lir 1~ i~oriirrioloi~rn y c l i i e , iniitándola, sirve pai a reiilizar el los límites del plano o de la secuencia. Lle~~ndr)s Iracta c ~ i i
c,i:rl?io, rie) L i a * f ~ vi i t i c t r j l i j < 3 1 0 que preservar iiila «esencia))cuya últimas consecuenisias, el «no montaje)), la nep;itiva n íritcrprz-
t x i i l h ~ i ~IatP ~ ~ ~~ ~~ 1i 1 1r l~i ;1 j ~ que 1:l pálicio reflejo (revelando éste
tar lo real entendido como un «dato objetia'li pilau,~ i i l i c t c r i i i
al absurdo. El film ideal sería, en esencia, itim:i pirzri can u n
a nc~ir6lla,(1ii~ves;t,?rí~i
i t b i nl $11 rc+iticlrid cuiicnctzi):
ccipi-csente en rf'l, coritenida implícitanien- 11 acto desarrollada en un solo decorado. No e;\,it:cri>. c.1 prciprci
Hazin nos lo dice: « E n última instancia poilri;iiiios i n i i t p i i ~ ~ i i
10 Ritmo y toma5 de vistas mdviles Cámara libre y profundidad de campo '11

pcrfcctamentr: iin film de Stroheim compuesto cle un solo plano sumisión a lo real. Si lo que se pretende es lo erccal intcgrals
tan largo y tan amplio como se quieran (Ibid.} O la nc.@ción basta con bajar a la calle. Cada cual puede ver allf al menos
riel cine por el cine. lo que le plazca.
De hecho, en el mundo no hay más que u11 film que acri Si se olvidan estas consideraciones metafísicas, esta aalrria
realidad» se componga de u n plano único indefinidamente prc* dc !as cosasn que las cosas entregarían por sí inisi~iasa tr:ivQs
seguido y que comprenda la simultaneidad de rnil actos diver- de la clara mirada de la cámara, resulta evidentc quc 1s cap-
sos recogidos en un solo acto global. Es cl mundo iriisirío. tación de un momento dramático en su desarrollo concrc:to
Incluso a escala cósmica, el mundo no sería visible más que permite «captar, lo que de único y, al mismo tiempo, de
s r ~ hspccie net~unitntis.Dios es para sí rriismo su único y propio contingente tiene. Pero este es un problema muy distinto. Y las
cspectadur. condiciones, incluso las necesidades de los planos largos o de
Corno nos es imposible ponernos ~ [ c ncl lugar de Dioso, linli- lus movimientos de cámara, no suprimen las necesidades, n1
tados como cstamos, nunca podl-cmos tciicr -clc cualqiiier siquiera las condicioizes del montaje. Lo único que hnccn cs
cosa- mas qiie una vi?ri611 fravm~\nt;tria.I-iay quc resignarse. cambiarlas.
5". la frngrncntacibn dc lo real
Y frngmcnl;iciún por frngrnenta~ion, Baziri advierte que
cri pl:inos y en secuenclns rio cs m4s :irbitrarin quc cualquier
otr.1. Sin coritar con que lo areale que se citx'i-riü captar erii los montajcs de Kulechov, de Eisenstein o dc G m c c iio niastrabün
su cuntiriuidtid cspaciotcnlpol-al íntegra, con objcto dc recibirlo el acontccirniento: lo aludían. Sin duda toiiiilban 13 merivr c:irititlad
«en la pureza objetiva que nos revcia sil cscncini,, es un rcal posible de sus elementos de la realidad que trataban dc dcscriisir,
pero la significación final del film se apoyaba rniicho m5s en la
eminenlemente compuesto: una renlid~rri d r i ¿ ~ ? r d t l ~cuya
« fi-
organización de esos elementos que en su contenido r?ib!ctivo.
nalidad y motivaciones son esencialmente subjetivas. Sería
cuestión, por tanto, de captar la esencia trascendental de una Es evidente. Pero Bazin registra el hecho como si fue.-* ,la una
coristriic~ióníntegramente subjetiva tomada por una realidad enfermedad o una tara, una debilidad de lcngtinje. Cumprrr~icsc
trbjetiva inlparcial. ¡Ya se ve dónde vamos! ... Bazin no quiere tipo de montaje y el montaje actual sin prcguntarsc: por cjtc¿
otra cusa: aquél era así, y presta a esa forma de cine iritencioncs seme-
jantes a las del cine contemporáneo. Coi1 lo cual sc equivoca
En Stroheim la realidad confiesa s u ser~irdo como el sospechoso
ciuríirrte el iriterrogüturio incansable del comicnrio. El principio de
de cabo a rabo.
su g ~ i e i t ai:n escena r:s simple: mirar el niimdo desde tan cerca y Por razones a las que más tarde volvercmcjí, cl tilrri se arien-
cual taritn iri5ibtcricia que terminc por revelar SU crueldad y su feal- ta cada vez más hacia la captación de 10% cz~r~icteres y dr lits
dad (riwf.). comportamientos en el curso de una evoltrc~órziiarrütiva. El rc-
gistro de la duración -una duración lzornogénea- es, por tan-
Si ci principio fuera tan simple, todo el mundo sería Stroheim ... to, una necesidad básica. De ahí que los planos largos se
Adcriiás, el mundo sólo «revela su crueldad y su fealdad» por- adecuen a esa duración sig~ificante
rluc cl autor le incita a hacerlo. Si es preciso le fuerza a ha- No ocurría lo mismo en la mayoría de los films miidos, cuyo
cerlo ... El realismo de Stroheim es, ante todo, uria «síntesis objetivo consistía en registrar hechos brutos: la durnciún era
conforme con su concepción del mundo)), y su universo está en ellos más actuada que actuante. Al no poseer el tiempo
tan cstilixado cunto cl de Lang o el de Murnau, con la diferen- más que un valor descriptivo, convenía ir a lo ~ n á scurto, suzc-
cia dc q ~ i c ,e11 su caso, no son los decorados o los objetos los rir los efectos o las causas sin insistir en las incidencias socbila-
yuc qc Ilnllan wmetidos a determinada interpretación, sino la darias. Este lenguaje cursivo, dinámico, era el de la Ppupcya
sitiiacjón y 10s personajes. Tomar el realismo crítico de este (en el sentido más genérico de la palabra). La psiculvgia, dc la
autor, a iIri tiv~nposardónico y caricaturesco, por una realidad que esos films no se hallaban exentos, era una psrculugín <<de
objeti~taque por si misma <(confiesa su sentido)), no deja de síntesis)), más sugerida que descrita, más descrita que anr'3 1'iza-
ser una hermusa falacia. da. De todas formas, era una psicología sin dura~icin:los iridi-
Y cuariclo cc trata de una realidad «documental)) los límites, viduos se revelaban por los actos, siempre parosjstjcos. ES:^
corno acabamos de vcr, no son menores. Además, el arte no es presentados en estado de crisis, con ayuda de un drarna o una
Cámara libre y pr0;fundidad d e c a m p o 13
12 Ritnro 3' :onzas d e v k t a s móviles
vez mAs cortos (ruedas, bielas, raíles, paisaje que desfila, etc ...),
tragedia. De allí cse montaje eiitr~:coi.t:icio, esos electos violcii- en primer lugar se ven planos generales que muesi-ran a iiri
tf):;, tnjnriles ~ 0 1 ~ 1I0o ! ~ cí~~-actt:i.es
C L I . ~valor'
~ ponían de rnani- mismo tiernpo (en trávelling) la locomotora y el paisaje, es de-
l i ~ - ? . ih ,< cir,, «auténticas imágenes de velocidad)) en el sentido niás cori-
Si I t , , r ! i ! x % ~ e i i ; e11 cirrrklta todo cuuriiio sep:i;a i.1 cine miid0 creto y más descriptivo de la palabra. Imágenes qire :ipar.eceri
(.ilt:l ~!,nai)lac!o,si tíinernos cn c~ic~nta Los flexibles rnedios (Crá- ei~trecortadaspor planos de detalles que vienen a cridiic!ir..i.t: a la
~c.:l!il-lp, i?:r.í~:k, i:tc.) de qi.ie se br:~~.cfici~k el cine, ciiarido 1.m d i i w descripción. Luego los planos generales se hacen c:;til:i voz rile.-
t(.ii- !i;ii.ail Sr: i~rici.ie:ntrahoy día anle cascis st:nricjitritcs ;icti:ia cie nos frecuentes, tanto que al final los planos de cletallc: stiklsisten
ri..: t-i ( . 1 . i...
t.) : r i i , a l . Illiliza esla técriica, es-tos pr.occ<litnit:i-itos,c~;t;]!i l'i-
ellos solos, segíin iin montaje cada vez más coreo; pei.ii el
$:,I $ 1;i?; irli: c::;r ilo, poi.cliic en (::se caso son los ~l-l;iscfíi:;icrs. «contenido» de cada uno de ellos testimonia uraa vc.loi:itlad
J';i lo Ii;abiailiu.s dicl-lo: no se escribt.: un poeniai dc: I i t misma creciente de la mhcjuiila. Ya llemos examinado est:i f:o~-mnal
f i >-i -t n -, i cj,l.ie i.inci iioveI;i, n i uri;z ol:)n"n ~isic:i116p:icaitrliiu u r i a Ira- hablar de El nacinrientc) de tLna nación (cabalgaclix tic( Ku-
gtvii~i.Negarlo supone ig-i-ioi-ar 1;i.s ct:)iiilicioni:s n-iisrnni:. tic1 1~11- Klux-Klan). Al parel-er Razin no ha sabido ver la cfisposicibil
~ : a i ; i , j < . i y [le1 es[:ilo: supone n o c,i.ii:i.er. i:c.>tisic:teriir' Iti i:xi:prrsiOri
lírica de un montaje semejante, pese a haber i~ot:ic.lcii i C ) i - lo
liti.?~;ii.i;i siiio a través de Pr-olii:,t t:.s~ilui;iv;!incr~te,c~ :i li':ii,ids
menos sus efect.os --salvo que se haya negado a vzrlii rieg,;iri-
dc fl'iigo e'tcl~isivaii~ent~:, pe~ui::iiridi3cjiit; siilo ac pcirkiu i;-istaurar dola ((por princ:ipio)) por rio estar (evidenten~esiti:j ci.ia.iforia-ic
y I!iic:ei. válido al lino i.i.:c..li:iz:ini:io riri.csari;tri~znte.al ut-ro. LO con la expresión de u.ria duración psicológica.
i.:l;t! puede servir para i.111 ix-~anu;il., pii:ro en niodo algurio prira Cierto que en loir .últimos tiempos se ha abusado singular-
uina est6tica. niente de tal clase di- i~iontaje.Se ha llegado incliiso a vcr c ~ 6i1
Por utro lado, es ab5;olutan-lente Ialso que «todas las For- el fundainento de la: expresión cinematográfica, por la ser- cilla
rrans de trse inont~ijehayiiri teili<lo en común el sugerir la idea razón de que los planos eran percibidos como ritmo a crniisa
niediiaritc: I:i nni:tiii:or-a o La asociación de ideas», o proliurciciilar de su brevedad y de su sucesión acoinpasada. Al ti;icc.i su
«un resiillnifo abstracto cuyas ~ > i e m i s ario s aparecen en ningún aparición la «músic;2 visual)) y poner de manifiesto su lri)clcr,
~:le;~ll-~nti:i CC)IICJ-~ Auncjlle
~ O » . así haya c,ido en el efecto Kulechov las teorías que d.e el'lo se derivaron no tuvieron otro objeto qiie
(iii!i:i.csii~ifc: p o r sus consecueili.:ias pero falso en SU principio), llevar al film por las vías del «ritmo puro)), después dt: hi.ilrc.i.lo
o en la (;ciiiedialéctica» irisensteiniana, ya herrios visto que fue- desorientado por la!%del teatro o las de la pintura, tal ct9~iio
ron fo1.11ias eexcesivas),. ~ N c )sé: puede condenar e1 empleo de se hace hoy al no querer ver eri él otra cosa quc un ~<:rcpi~cto
:ii.lji.:iivos porque rin auto1 los iitilice de modo abusivo! de la litera.tura),...
Es igilalr-nente falso afirmar q ~ i ee:n La rtledn Para sugerir ese «r~ioritajecorto., j c u á n t o ~coc1ic.s criibal;i-
Abel Gaiice 110s 11l.oliorciorin l a ilusitjn de la aceleración de i11-i;~ lo- do:;, cuánta embriaguez, cuánto vértigo!. . . Cada uno sc r:sn.icr;t
c<:)inc)toi.;lsin haber recurriclo a i~erdaderasimágene:; de velocitlad poi- nlostra'rse más Fue-rte en el manejo de sensacionica j:tclciin-
(porque despiiés de todo las ruetlas poclrian girar sob1.e sí rnisntas), tes. Se hziri llegado a ver cosas pasmosas: jun b:inclsictc eii
sOlo mec1iaui.e la rriultiplicación (le planos cada vez más cortos montaje corto! ... Se veía a uno de los invitados tr-iiicirar iin
(ibid !. faisán, a otro 1-iincar el tenedor, a aquél limpiarse ii.~ boca,
al otro beber, a otro mAs comer glotonamente, luego al primero
F.n )wT."n~er liignr, es 1111 error pensar que «l;is rul-das podrían otra vez, y al segun d.^, y de nuevo al tenedor, el vaso, In mano,
;;ir.nr- sobre sí inismas),. Pu.ec1o hablar con conocimie:nto de la mandíbula, todo ello e11 un ritmo acelerado Lotalmente iil-
causa, por haber rodado primeros planos tie ruedas y bielas col-ierente, que es un ejeinplo de imbecilidad técnica y qiie
el ~,l,nnctu[le t~ilsalyo~ para E'acific 231. l'uve que rechazar- era de una comicidad irresistible, totalmente, [ay!, involun-
Iiis toc1c:is porrlue incliiso viendo sólo lo alto de l a . ~niedas taria.. .
o i.1 inor*iinierito di: las biel:is se potlia percibir de modo per- Al igual que la selección de los temas, la utiilizizcitin tlti
Ir.cttr (!'eA piosiyri girar. a toclzi velocidad, la loi:omotora no los procedimientos no es con frecuencia más q ~ ~ x i i - iI:LIC.;- ;i
avariz:iha. N(.,~ribr:ih;i, no :,vivía»; el cuerpo estaba inerte. Ade- ti611 de modo. IJn capricho sigue a otro. Proseguir e::; ~ i t i ~ v t l
iii;is, iitiricliic c>;c:ii.:i.io que el montaje de Gance coinporta una
veces de cada diez correr a ciegas sobre urra p;aririslln pur.~i
s::isii: ,?ti pi.iriier-os plznos que rcap;-recen con tienlpos cada
14 Ritmo y tomas de vistas móviles Cámara libre y profundidad d e campo
15
aparcritar estar «a la page». Lo más notable es que en literatura Hemos criticado ese nombre porque cl térrriirio de aplario~
(o en pintura) ociirre lo niismo. Después de la frase larga picrde ahí su significación precisa, para convertirse en sínbi~i-
y elabt~radade Marcel Procist, vino la frase breve y precisa mo dc «toma de vistas». Pero sería erróneo pensar que esta
de Blaise Cendrars. Durante diez años no se ha escrito en otro forma de montaje suprime la significacitin alusiva de las imii-
eslils que el telegráfico, a la sombra de Joseph Delteil. Des- gencs. Antes bien, todo lo contraria. tldernris dc quc la sugc-
pii& de hacer caldo rii Bergroii, se ha caído en CI freudismo. rcnciíi es siempre posible, la cualidad dc: sil;nc- adquicrc a h i
Hoy re +<hace-. eriatcnciulismu, a no ser que se haga objeti- uii valor nuevo. La diferencia, por otro latfo coiisidcriiblc,
visnio 8 lo Robbe-C;r-illet. En cuanto al teatro, era de buen estriba en que esta cualidad no es c»n!iccucncia dcl niiuritkije,
tuno dar valeltas eri torno a Beriistein, luego a Pirandello, luego o no lo es necesariamente. En vez dc ser- funcíhn d e tin plano
a: silrtre o a Girnndoux, Hoyl si no se hace Ioncsco, se pone dc dctalle introducido arbitrariamcntc 1-13 la ~oiltinriidad,esa
cii cscenn algo qtrc se le parccc. cualidad depende de una situación privilt:gindtr oiorgc<tia al oh-
S610 una cosa es cicrta: durante los años 1924-lc930, el jeto i n la organización espacial del cawzpo. Producida en el
~ n o n t a j ccm prcdaminantamcnte alriszi>o. Lo strgerido gozaba espacio, en lugar de establecerse en la duracihn, at: cunvicrlc
dc: mayor prcdicameritv quc lo represelitt~do,porcluc lo repre- cri fruto de una coincidencia en lugar de scrlo de una iml~1ic.c~-
hrntndo entonces carecía en cicrta fuirna dc peso, carecía de ciotz. NO obstante, sin contravenir la ley tie Irb co:ilcsccrici:i,
espesor. DC?>l<io al ii-realisnio más accntuacl<i del cinc mudo. sc podría casi decir que hay una especie dc irnp2icuciOir tic
los hcclios por si nilsmos no tenían más que un valor indica- otro orden, al encontrarse las cosas ayer d c s t a ~ a d a scii el titix11-
tiz~o.Por tanto, desaparecían -4 podían desaparecer- tras la po por el montaje destacadas hoy en el c*spacic,. 1-Iay, ir11 ~Cccto,
sigriificación de que estaban cargados. Con evidentes excep- coincidencia, pero el objeto considerado sc situa cii otro plnsio
cioncs, el cine mudo era épico o lírico. Después, al haber dado espacial distinto al de las demás partes dcl cninpo. M3s aun,
la prilnbra (eritre otras cosas) una .presencia)> más concreta siempre hay implicación de este objeto cn relacibri can cl su-
a los pexsonajrs y a los acontecimientos, Y al haber encontrado ceso del plano precedente que se prosigue en cl pIanu siguiente,
en $1 cl re~jlismopsicoIógico una forma adecuada a las nece- y así sin interrupción.
sitl:idcs cle SU cxprcsión, era normal que el cine se orientase Volvamos a tomar el ejemplo del señor. c~ucmira la Itirrrparíi
prx c*n iriii. Como mnsecuencia de afirmarse los hechos de un situada sobre su mesa de despacho. Ya virnos que, por rin lado,
modo rriis cviclcnl~,u más sensible (simultaneidad de acciones, se podía conceder cierta libertad a su mirada; y qii~:,pul- o!i.v,
a~nbigüedad de comportamientos, etc.), ya no era preciso, y se podía implicar a la lámpara en esa niir'ida ritisma. Aliara
resultaba incluso imposible, hacerlos desaparecer detrás de una bien: si se utiliza la profundidad de cninpo-niirrque scu cri
¿tlri.~ión, de una sugerencia o de cualquier signo exterior. Por grado mínimo-, se pueden concordar esas cloh exigenc.iris con-
cm, el montaje s r hizo esencialmente narrativo, es decir, más tradictorias. En efecto, basta con disponer la ciimara (y por
particular y sutilmente elíptico. supuesto, el personaje y los objetos) de tal Corma qiie s e vea
I-Ioy dra ese montajc no sólo asegura una sucesión armo- en primer plano - e n un primer plano- I:i 16rnpara situada cn
niosa y, por supuesto, rftmica de los planos, sino que además, una esquina de la mesa, la mesa, los diversos r.ibjetos e incitiso
y sotiri todo, construye ia obra; asegura su desarrollo a la'vez el señor mismo colocado más allá. De i:stc rr-iocio se ve drira-
tcmzltico, Jrttrnhrico, psicoiógico y temporal. Rige el orden, el mente que si el señor ha elegido contt~rnplnrln Iiirnpartl, ti11
c~~cad~nan-ricntn, la relación de las secuencias. E n lugar de ser elección es totalmente fortuita: ninguna obligaciún IIcgadsa del
conio arites sirnples partes puestas una tras otra, ((continentes)) exterior se lo impone. Al mismo tiempo la Iánipíira, «pr.ivilepin-
nriiorfos de iin grupo de planos significativos, las secuencias da» de esta suerte, adquiere un valor de signo dc i g m l irnpili"-
sc han vuclto ~ignificnrttespor si nzisrnas. Siguiendo a la reaii- tancia que el primer plano antes implicado cn .su niir.acla. De
dad tic los ricontcc:imicntos en su desarrollo concreto, son este modo, el realismo psicol6gico queda a salvo y Ia rcalidarl
otras tantas cclulas orgánicas, constitutivas de la narración del acontecimiento -demos aquí la razón a Bazin- es captada
cinematográfica con igual dercchu que los planos. Hasta cierto globalmente en su espacio-tiempo real.
piziito sería, por' lo tanto, Mgico llamar aplanos-secuencias» a De lo que precede se puede deducir fácilrnentc rlue neinvil
ciertos planos lnrgor debidos a la inovilidad dc la cámara. fue más importante el montaje. Pero ((estn no es rfloritujc
,y t o m a s dé: ilistws rndviles
Cdi.nara libre y profundidad d e c a m p o
--.-:%[irla-iriri Tlnxiri y s i ~ siliscíprilos--. Esta definición de las es- mento dett!rminado en la continuidad, segiiii uaa rrngulo, un
i,kníitini~;ns, r i c !no; elipsis y de los eiiipalmec;, así como (la: las en(-uadrarniento, y iin movimiento tarnf8ii.n dett.rrnlinncif~s.Nv
:,i~aj,ni:ín:.ieu y los movirllieritos, corresponde al guión tecslicüs. se rueda u11 misino plano desde diferentes 6rtgulr)\ pai*,r <iliirbgo
I:i:itoy 1;intci rriás de acuerdo en cuanto que para mí es 10 coger aquel que produzca mejor efecto», pan, c<cul>iirsc», corilo
niib;ina:>.1.0 lic clicho antes y lo digo cma vez rnás: cl Wi6n bucle decirse. Cada plano supone un ángtilo, y ttno ,st~lo,rliir:
ri.!cini<:o i:i i:l inontaje teórico, la puesta en escena teórica. ES la reyponde a una necr?sidad intertza, y no aqud! u t"stc. cscugielos
pcliciilri «sobre el papelr. Las tres operacilones, griioil técriico, a la buena de Dios. Y cada uno de ellos se ini.crlbc n n t l i n n t
r.l:;ifizuc:ióii.nnn:it;tjc, no difiere.n 111:í:; que eri el plano artesano. y lzecesariamente eritre aquellos que lo provai:nrn y ju\tllta;irn.
l..u p u ~ s t aC'II c s w ~ i a:;e hace ya eri el guión técriico, cjric prevé De este modo el montaje y el guión técnico soni dos sibpec tu:,
y t:c~nt.,ibelos planos «c.c:)n vistas a iin cierti:, rnoritaji:;">,~ 1 1rilon- coinplementarios de uria misma operación crc,irtura. L,cl dt*rn:i\
tiij:: >iC realiza ya al rodar los plr.inos; «con vistas a ciertos no es más que «fabricación».
~:~rlip;hl ("les y la realización se: coritinúa eri el montaje que
,), Para terminar con estos problemas del ((no rric~nrdj~ir: cunn-
ticuba y tcrmin:-i el filrn. Al insertar las «incertidumbres del do se sabc que en e1 espíritu de Bazin estas iclerih ili111 nri~itlo
:-iEii'u c:n ilwi ce>ndicioties de la puest:~ eri escancn, el rigoi: del de los films de Or-,on Welles y en especial das Iíiiiz~'rr Klirtc,
~~iriciiIrii<gui01i tgcnico-realizücitjn-islontajex convierte a estas cuyos planos largos) asuprinien incluso la riociorz rniqnui dc
!;.es oyicrar::iones sucesivas en aspectos diferentes de la misma moiltaje», jno sería miijor interrogar al respoi~>;;lhlc,c., tlecir
r,pc..~.~,c-ib~ creadora. al propio C h o n Wellec? He aquí lo que resprriltliri al ~cr,licc>:
l.(:$ qa!c falsea el jiiicjo y la cont:epción del rnorrtaje e.n mu-
cl-ias personas e:; una forma de proceder muy de moda en el Pa1.a nií, casi todo lo que se ha bautizado con el n r x ~ l hC ~ Zprlesht
~
cirie ailierii:a~io .---y tarnbién a veces en el francis-, czonsistente en escena es un gran bhrff. En cine hay realmeultc rtiaiy i>iic,~.;i'ci-
en c01ivert.i~cada escerin en plano general, para luego captar sorias que sean directores, y entre éstos, hay I I I L I ~pi,ccik, rlrrc 1n;iynn
I;i totalid:.td (1esd.e áng~ilosdiversos según ima sucesión de pla-
tenido en alguna ocasión oportunidad de dirigir. 1.a anzit:,n cfirecc.ic)n
11~1smás C:I rilenos cercanos. E'rovisto entoiices de un material de importancia retal se ejerce durante el montaje, Y o f l t : ~ e s l t I~J~L ~ L Y V ~ ~
meses, a seis días senianrtles, para montar Cifizerz k"i~?ia.SI, yo nicm
co,nsi<rlerable,el rnontador tiene libertati di: elegir. Puede acons- té los Ambersons, pese a que había escenas de ld4 clkac y o iiu era
t r i i i r ~cl Film a su gusto. Esie rilétodo se llama de «cobertura» auior, pero mi montale fue modificado. El mont,\jc. cir: bnzc. cs r n i m
I I U ~ ~ I " los
C ajustes slei-ripre son posibles, cualqiriera que sea la y cuando una escena tiel lilrri se sostiene es porq~ic.yo la i n t ~ r i t 1~ 1
curvibin~acihadoptada. Para mi estilo, para ni visión del cine, el 1nont:ajc r i i ) 1.5 i i i ~a.rpcSc
~ l i 1)reciso
i decir cli.te nunca liemos entendido el montaje to, es el aspeclo. Dirigir una película es una inverl~inndc pcriori-1s
cti e>,,t:sentido? Se trata de 1111 mktodo ir~dustrial doilde todos coino usted: no es ~ i r iarte, todo lo mas es un ar tt: ~ I ~ i r ~tkdl ~ i 111i
~ t t ~
---.giiitrnista,director, rnontador-- se reparten las tareas c:on ob- nulo diario. Ese rnin~itoes ternblemerite crucial, j7i.r~) rirL1rit.e' poa ~ t s
j ~ t o<Ic ltrgrcir una solución practica lo más elegante posible. veces El único rriomcnto e11 que se puede ejercer uii ~ ~ ~ 1 1 thubri" i i ~ l

1Jiien:a I) mala, la obra así realizada se inscribe eri el, orden el lilrn es el montaje I: ] Las imágenes por sí rnisniiib r i c j soni iii-
ficientes; son muy irriportantes, pero no dejan de ser in~,iifcniis.1.0
cltt: Ia pr-í~rl~iccióii estáilclcir, pero nirncci es, ni podría ser, expre- esencial es la duración de cada imagen, lo que sigue a cridn imagcb~,
sitiri (:fe ~11.1 artista. Ahora bieri, en una obra de este tipo, estudia- toda la elocuenciia del cine se fabrica en la sala de nioriiaje.
nicrs I ~ l s nii:dios cirrernatog:ráficoc incluidos y utilizados con [ .] No creo qrie la cantidad de trabajo eri el moniaje est& c i ~
vist:is u iirl:i cr'criciOn perscrlral. No se trata de hacer recetas furicidn de la brevedad de los planos. Es un error pensar que los
di.: 1:0Ci:jllii,I'c:~ij ji:t.li~lit~Scl'ít.icos, cu&iitos teÓri(:oS toma11 estias rLisoc trabajaban m~iohoel montaje porque se dedicaba11 a filiu.ir
i.ci.t:tai; --.-.i~i.icI . I P > N c ) ~ ~ ~no
: ) s despreciamos, por 112 deinás, por lo planos cortos. Se piiede pasar mucho tiempo en el montaje de iiri
cinc tI"t:ntn chrr t i f i l i ~ n r i t i - - - i190r- principios básicos! He ahí un f i l ~ na base de planos largos, porque no basta con pegar una escaariii
I:i~rcii cjerriplt:, c!c:I conf~isioiiismoque reina en la profesión. después de otra 3.
I..,n rlui~Iioi;oti«i;a?iitsricls:rnos, lo que siempre hemos enten-
iláclo y í:i,riipi-critfido pos <c~xiont.aje», t:s el heclio de ajustar 10s Con toda lealtad debernos reconocer que la negativa di: D ~ i ~ i i i
[dl;ní,s st?g"i~ rt17it i?!!~:rz~:i(.í)~ ?TI.c?I?zE~~~R de. ~ utal
, forma que cada
apuntaba niucho menos a la «operación necesaria pai-,$ la coti:;"
C:S<:VBIII o e::~ti;l p;)i.t~'tic CS,.:C!-IQ ~1311gaa iilsr-rtarse en Lin nrio. 3 Entrevista con Orson WeIles, Cahiers di4 C i r l é n l ~ ,84.
18 Ritmo y tornas de vistas móviles Cdrnaro libre y profundidad de campo 19
trucción cinematogrfifica))que al ((efecto de mnntajea. Pero si Aunque la relación sea esencial, vemos que la manera de
este efccto se deno~ninaasí es porque la yuxtaposicidn de dos producirla hace que signifique de otro modo y, por lo tanto,
planos, A y B, que tiene por fruto una implicación X (signifi- otra cosa distinta. Por tanto, si la significacibn es funcidri
cacióri, sugerencia o alusicin) no se podía lograr en ticrnpos de In forma, ninguna forma podría, de modo generico y decisi-
de1 cinc mucio m ~ t sque c<ensarnblandoudos plarios fijos, Ahora so, reemplazar a otra.
bien, lo quc cuenta no es el plano, sino el detalle pucsto de Esaniinemos ahora otro aspecto. La extensión temporal pue-
relieve: el objeto (o el hecho) A se rehciona con el suceso B. de scr hallada sin tener que recurrir al «ensambladon de dos
Dicho de otro modo, as la relacihrt obtenida y >20 la fortttii de planos fijos. Tras una breve panorámica o un trhvelling, la
obtenerlu, aunquc cvidenteinente, esta forma entra cri juego. d m a r a puede descubrir (en primer plano o en pIario de con-
Coriio acabannos de ver, el efecto de montaje (o su honlólo- junto) un objeto cualquiera cuyo sentido alusivo puede i5eper-
go) podia ser obtenido en el interior dcl plano por la si~tlple cutir sobre los acontecimientos descritos.
.~valorizaci~iis del objeto. h este raspecto, e1 vaso de Susan L a diferencia principal estriba en que en el montaje pr»-
cn Cititetz K i o ~ ces el cjcmplo con rriás fuerra, casi tan célebre piainente dicho se: produce una ruptura brusca; se pasa árislan-
corno las quevedos del P o l e ~ ~ t k i r i . ~íiicamentede A a U; de ahí ese efecto de G / ~ Q c que ? E ~puedc
~
Pero tarnbi611 liemos visto que en ese caso la sintultaneidad ser necesario (sorpresa, contraste, oposición, etc,. ). Por cl coit-
di: los t&riuinc>sA y B suprime-poco tii3s o menos- las cuali- trürio, con el trávelling se pasa gradualmenfe del urio 31 otro:
dades i>~tpliccztiv(~% del efecto de montaje. Al no ser «engendra- B sigue a A; se añade a él, pero no se le opone o por lo mcnos,
dar (pucsto que cs percibida inmediatamente}, la relación A / B aunque el sentida del objeto (o del hecho) pueda oponersc
pierde las cualidades referidas a los lazos de criusalidad (reales al del suceso A, la oposición no es más que dc significado.
o aparentes). B ya no es (o no puede parecer ser) consecuencia El objeto se integra en el conjunto concreto, El caractcr de
d e A. El sigrio pasa de implicativo E\ sincrético: en cierto modo, signo se distingt~e más de este objeto, mierrtras qiic e:n L.]
i-1 vaso de Susan es el signo ciel plaiio dc: que forma parte, electo de montaje se adhiere de tal forma a ln cxisai cliic dsta
u si sc picfiere, el «lugar significanten del campo del que termina por convertirse sólo en el «soporten de nn:i idcn.
:ip:ir.cnterncnte se separa. La implicación no es ya el hecho Repitámoslo una vez más: en las relaciones consc~wirinsp»t-
de la rclacicin del objeto B (primer plano) con un conjilntu A «no montaje)),lo concreto tiene un poder efectivo rnucho mayor,
(quc le precede o le sigue), sino la relación del conjuillo A / B los objetos adquieren un «peso»,un xespesor), quc a veces les
(que constituye el plano en su totalidad) con otro conjunto era negado: el signo se empareja al objeto sin ideritificarse
(real o irnrigitiario). O dicho de otro modo: con él. Con lo cual, si no más alusivo, al menos es mas siitll.
En iin rriontaje normal tendríamos lo siguiente: A, Susan, Sea como fuere, puede decirse que toda la scn~icdogiadel
acostada en su habitación (plano total). D, el vaso, sobre la lagos cinematográfico se desprendc de las signiiicacioaicc irn-
nlcsilla de noche, con la cuchara y los somníferos (primer plicativas o alusivas debidas a la puesta en reldrioil dc cosas
plano), La idea sugerida es la tentativa de envenenamiento de o de acontecimientos cualesquiera. Ahora bien, aiiaqus. estas
Siiinn. Tal idea viene engendrada por la sucesión de los dos relaciones no siempre sean el hecho del mont:iíe, ~osiclituy~n
ttir~ninos.De hecho, el vaso implica, por relación, la idea de -o reflejan- exactamente su espit itu. Hablar dc moiitaje, por
e~ivcrxcitaniiento.Por lo tanto, se convierte en el signo concreto tanto, no es necesariamente hablar de ensamblado o dc pega-
de csta idea, su figuración simbólica momentánea. do, sino de esta forma significante. Y en este seiltido lu cnten-
En acariipo total» tenemos: Susan, acostada en su habita- demos nosotros aquí.
ciOn, y en primera línea (visto en primer plano) el vaso sobre Entre estas relaciones múltiples, el contracampo es urio de
la mesilla de nochc. D e este modo la idea no queda engendrada los hechos más notables y característicos de la espccificidiid
por la relacióii dc t h n i n o s sucesivos: queda ilzmediatamente cinematográfica.
estrticturadu. Y por 10 tanto, el vaso no implica la idea de Ya hemos visto lo que había que pensar del campo-contra-
envrrici~amicnto: lo testimonia. A este rcspccto sigue siendo campon. El empleo que de él hacen los mediocres apenas si es
un sigtzo ~~~~~~ero, pero signo (o figura~idnsimbólica) de un más irrisorio que el de cualquier otro procedimie~itocmplendo
hecho más que de una idea. sin sentido o utilizado sistemáticamente. Pero el contracampo
74 R i t m o y t o m a s d e vistas móviles Cdmara tibre y profundidad d e c a m p o
debajo, siendo comunicada la angustia por planos de detalle mediación, puesto que no es subjetiva rpor sí misma». Por este
que pongan dc relieve la turbación del héroe, es decir, que tivo el rsubjetivismo absoluto», en el que soñábamos en a q u o
muestren su nxino aferrada a una roca insegura, su pie que época, es una imposibilidad manifiesta.
cne sobre un inuro liso, la cuerda que se tiende, ctc.
Por okro lado, la irziagen subjetiva no es necesariamente, ni Podría ser muy interesante [decía en aquel entonces Pierse Por-le]
de modo 81hwn0, 1;1 rcprcsentaci6n de ninguna «visión subjeti- hacer un film en base a un relato subjetivo continuo. Sucfiu por
va. que resulta iniposible exteriorizar. En ninpín caso se podría eso con una película en la que el personaje principal riunca seria
representar una imagen mental, dado que desde el instante en visible, porque viviría siempre detrás de la cámara y su vida S L ~
que lo fuera, ya no sería una imagen mental. Esta imagen sólo d a vista en la pantalla siempre a través de sus propios ojos iibid.).
es «subjetiva» en tanto que se refiere a un personaje deter-
minado. O dicho de otro modo, no es en absoluto la objetivación Co~nveinte años de antelación, era la misma idea de la película
dc algo subjetivo, sino todo lo contrario, la asubjetivización» de clc Robert Montgomery La d a m a del lago.
una determinada representación objetiva. La intención no es Eri este film policiaco [nos recuerda Barthélemy Arncnwall ci di:-
traducir una realidad «psicológicamente verdadera)), por otra tcc:tive no aparece nunca, salvo cuando está ante un ecpcjo, cl:iclo
parte imposible de determinar, sino en dar al espectador -me- que así es como para todos nosotros las cosas ocurren cri la rcali-
diante un equivalente estético- la impresión que ve o que sien- dad. Si de pronto recibe un puñetazo, el puño llena 1ii pantalla y
te «como. el personaje del drama. todo el campo cinematográfico se oscurece. Si fuma, ílos manm
De igual modo que el flash-back no nos muestra lo que pien- frotan sobre la pantalla una cerilla, luego un cigarro y el ii~inioque
sa el l-iéroe, sino aquello e n l o q u e piensa, la imagen subjetiva despide ocupan la imagen. Cuando fumamos, ilo tcri-ios naclcl ni&.
no nos muestra lo que ve, tal como realmente lo ve, sino como 1.a cámara se ha convertido en actor. Ella intcrprctii c! drarna
él siente verlo ... Al menos conviene tratar de que estas equiva- Y como ella parece ser nuestro ojo -no siendo ya la imaGeia la
cosa mirada sino la i.lzirada- (todos los protagonistiic qire Iiabilan
lencias sean admisibles. Ahora bien, si las imágenes de Sísifo
al héroe miran hacia la sala y por tanto a nuestros ojos) nus cree-
ciego nos muestran las cosas tal como podrían ser vistas por rnos Montgomery. Este film fallido es interesante parque sefial~110s
un miope en el límite de la visión, el paisaje borroso no tra- limites de la subjetividad cinematográfica. Esta asirnilaciun total
duce en modo alguno la visión imprecisa de un personaje que e imposible, que postula para nosotros y para el hCroc, olvida qtie
ve mal, a menos que se halle en el mismo grado que el mecá- la participación estética, imaginaria, exige uria cicrla cornphccrlcia
nico de La rueda, lo cual no es el caso, porque entonces sería por. parte del espectador. Esta supresión constante dc la imagen
incapaz de conducir siquiera un carro. La imagen es sencilla- del héroe contraría la vocación del cine que debe permitir al hombre
mente convencional. Más convencional resulta aun la de Falba- verse. Por último, este a priori de subjetividad se tomit curinsanicn-
las, que pretende traducir, también, una «visión interior». S610 te objetividad. Al prohibir al director recurrir a las eqrtivrrlertczns,
sería válida si se tratase de una alucinación, y no de un «ima- la película está condenada a mostrar escenas en p l a a u
ginario* un poco peregrino. puertas, plataformas, escaleras, en resumen, sólo lo exterior («Le
ic. le moi, le il au cinéman).
De todas formas, la imagen subjetiva no podría ser sino un
complemento. Sólo tiene sentido en la medida en que se refiere Es evidente que la participación exige cierta complacciiciri por
a un personaje objetivamente descrito y situado. No puedo con- parte del espectador; pero decir que la vocación del cine es
siderar ((10 que Pedro ve» más que cuando he visto a Pedro, permitir al hombre v e r s e no es cierto, salvo que se otorgue a
y no puedo compartir su punto de vista salvo en el caso de esta definición su sentido más general. El espectador se n\rCu
quc precisamente pueda atribuírselo, reconocerlo como suyo. actuar, en tanto que hombre, a través del actor. Pero por el
1-a expresión cinematográfica es la constante complementa- mismo motivo de que se proyecta sobre este actor, se separa
rie&id del objeto y del sujeto, la visión descriptiva a la que de él y se distingue de él, y precisamente porque se d i s t i n p c
las imágenes subjetivas vienen a prestar una incidencia per- en efecto de él no puede hacer otra cosa que asociarse n &l.
sonal. Pero 1:~ imagen subjetiva, por sí misma, es incapaz de Si leo en una novela: «Caminaba por la calle cuando ví a
hacernos compartir las impresiones y las sensaciones de un Irene que volvía a su casa. Corriendo cuanto pude lleg~ida al-
personaje en cuyo lugar nosotros nos encontraríamos por su canzarla en el momento en que subía las escaleras.. b, yo en-
S
<
76 Rit~tzuy tomas d e vistas mdviles C(ima~ratiblre 11 pro]undidad d e canzpo

C;II'I~O ese «y(>» C:I~ url ser que soy yo. No nle veo caminando corno «no nuestrinu, esa vivencia no puede ser evidcnte~rir.ritc
prii I i i calle, porque no podría verme, pero experiniento la situa- 1n6.; que la suya. Ahora bien (a excepción de la c.scbcArins l e b t
ci6ii cle estar «carninanclo» e12 la imagen de una calle cualquiera. no le vemos nunca. Lo ignoramos en tantu qaie ialcEá
Sin embargo, no la experii-nento como si se tratara de una viclut) que vive. y actúa. No podemo!;, por tanto, c~k~je"tví~i- la,
sei~s;icióninmediata, Iiltegro los recuerdos en las ideas que me serisriciones que ~.xperimeritarnos,y cabrino~muy hie'ii ~ P J CI L O
Srdfi sugeridas por I;.i-, ~~:ilabra;i. De este modo compongo un expcr.irnentamos 'jino por persoria intei-]niicsta. Acliiellr, qriv olr
rr~i~iitlo iniaginario cirr el que soy actor. Pero este niurido ima- B ~ O Squerría hacer tomar por una avivencia siihjetivris se ~ ! r b .

ginaria Iia nacido de mi, ha sido construido por mí. vnilece para convc-rtirse en un n o yo vago e iinj2reciso. No sahr-
Eri el cine, por el cor~triirio,las irnpresiories calificadas de rrlos quién actíla de esa forma. En lugar del N y i r n , no hav oti.3
subjetivas me >;oildudns, coino todc, lo dem6s: la cámara avanza ~0ci;i que vacíc~,es decir, la ausencia de trqur.1 qiic, en e1 ciiicd,
por. la calle, yo avaii7:q coii slla; sube las escaleras, yo subo reqponde por mí. Mientras en literatura yo rrkici-o tx\rp .i

cori ella. Por .tanto, iispi:i-im13ntci de moda inmediato el caminar, nir' rriismo, en el cine es ~ r n«yo» imaginzirio ci i i ~ t c i i c ' i r i i ~ a i que
l
t./ :err!~ir,13 al menos todo ocurre como si así fuera. Pero la prriyecto sobre otro que, por tanto, debe cxi\tii t r i t ~ a r ~ i t( {r t i t u ($1
cárriara me coridi~ce,rrie g u í ~ ;Inu comunica impresiones que no KQ se debe olviclar que la ptirtisipacióri n o i pioriirir iilin *;a-
11ai.i nacido de mí. Es más, csos pies que silben las escaleras tiskcción simbólica y fictzcia. Por lo cual convicbr\rHinccsr coiri-
y cjiie veo en el marco de la isriiigeri, no son los uníos; esa mano citiir. el sentirriiento, la impresión recibida, ron LIII L . ~ ) I I I ~ u T " ~ ~ -
riizir bu: agarra ;i la bara.ndilI21,no es la rnia. En ningún momento rnienito que los justifique.
rei:oi.íozco la i m a g e n t l e mi cuerpo. Por tanto, rio soy yo, pro- L.21 imagen subjetiva no puede ser rezdnicntc s u b jr\tia~;i rnhs
I-ial-rle~neilte, quien camina y quien actua de ese modo, aunque q ~ en x el caso del recuerdo. Al representar en rsc ciaso un cicrr lo
r::<pr?rirnentesensacitriies serriejantes a las que serían las mías punto de vista personal, se convierte en ;actualizar.itin cli' riiia
si irxtiiviera el1 ese caso. Por tanto, marcho con alguien, com- rcrilidad pasarla que se refiere a un ser /trc.\c~tt:, c.:nptndtr ( ' n i
parto siis inlpresione:;. U si11 rostro, que acaba di: aparecer en s u comportarriierito concreto. El coment;lrio clrhcr.i~pcli¿r~s~ict o):
el espeji-, y que es d.iEerent<:del mío, subraya tocl» lo que nos tzinc:ión de monólogo interior, marca la di5taraci:i tital pre!~c.ilri
separa. Dice precisamente que esta presencia iio es la mía, sino :i1 pasado y lanza la imagen en una interíoriclad i-ct-lt~xiv,i ~ 1 R i i
la cit.! czlgtín olro a quien presenta objetivamente. Por lo cual, clulr, rriediante: este hecho, la única cualidad realxracritt" ~ i r t t j c ~ i i v + i
en Itigi-ir de iiientific:;irnie con él, estas imágenes «subjetivas» qiie efectivamente puede pretender: precentificaciori tic:! r r r i i i h r
riit:: cfistrii-ician in;ís, puesto (lue terminan por hacerme c:ompren-
do. actualización de un pensamiento, objetivación ilc ci*.r i:ih
d e r clr: tina for-ina más precisa aúri que estas impresiones seri- impresiones personales que pertenecen a un pasado vivitlo. Na
tidas c:r-)riio mías no son vividas por nií. N o puedo, pues, en
podría ser algo inmediato y subjetivo experimeniiido tirlui y
ningiln caso c r e e m e ((en 611,. Ello stjlo e:; posible para el autor,
por la sí:ricilla y evidente razón cie q ~ i ces él, Montgomery, quien ahora por url ser que sería un «yo espectador» identific:atti> c o n
un ser iniagi~iarioque no sería él ni yo.
encarna al detectivt: Marlowe. Cu;i.ndo ve la pcllícula, es él, Ya hemos tiicho que el flash-back nos mosiraba sbls~aijtic-llci
NJ.arlowe-Montgomery,quien se ve en el espejo, quien reconoce
N en t ( l c l ~ ) ! i los puntos, c:n todu:)s los l.cigares, la imagen de su pro- en lo que piensa el ser que recuerda. Las cosas evoc:ic$as son
pio <:iic:r?,o.Pero esto es veidad sólo para él. Sería preciso que siempre vividas tal como se l1m desarrollado en el i:.iir %I ~ f i *
esto friera así lrrara todos los espectadores del film. COI] lo cual, las secuencias preccdentes, o tal como hubierainos poclicltr vc.rla\
plani.eai- el problema es demostrar al mismo tiempo su absurdo. si hi.~biésemos,asistido a los acontecirriieiltos l~asado:,. DI. tc1<135
F'oi- otro lado, estias seil:;aciones que experin~entan~os com- Pormias el punto de vista es el del testigo invisible y nu t.1 ilcl bcii
par.ticindolas tenerno:%quc p80ileratribuirlas a ese otro que adi- que recuerda
vinamos tras ellas, ii f i n r3c comprendeirlas, o si se prefiere, Ahora bien, aquí es el acto de la memoria el que permite
a f i r i iic corrocer sus trlotivaciones. POI lo tanto, ese otro debe la autentifica<;ióin cle lo silbjetivo. No es un «trozo» de pasado
tener. tiriii existericia concreta, parr~que nosotros nos hallemos lo qiie se trae al presente como un ladrillo que iuera cari~lri~iclii
en s i l i l i i i : i & j r i clcr validar nuestras irnpi-csioires trasladándoselas de sitio en la constmccióri de un edificio, sino la reentrti~tii-
a 61, C114e i;is itSLii.iie y clebe hacerlo :necesariamente. Al afirmarse raci611 del pasado por la memoria.
78 R i t m o y tomas de vistas móviles
, Cdmara libre y profundidad de campo 79
El recuerdo es un acto gracias al cual las cosas de las que
uno se acuerda aparecen en la conciencia. Por tanto, los re- rtamiento, su vida ((reals, al menos cn cuanto U lo que 01,
cuerdos no son presentados objetivamente, según el desarrollo e no se había apartado de su lado, conocia, L~~ Ucclntecí-
cronológico de los hechos evocados, sino como el resultado de entos pasados eran referidos de una fulma acronoldglca, y
una mirada personal, como una inmersión hacia los momentos narración se borraba a cada instante ante e]. acto
significativos de un yo vivido, relacionados entre sí y confron- do el film se hallaba construido a base de1 sintercambian
tntlos :según instancias referidas al pensamiento actual. La ima- tre el punto de vista actual de¡ conifzntad~ry 10s hechos
gen cs un pensamiento dirigido hacia actos acaecidos que vuel- sados, que ese mismo comentador refcrlri, coinpict&ndolo~o
ven a surgir de modo acronológico y que aparecen a la conciencia
iluminados por una luz distinta. La presencia del narrador, su Citizen Kane sigue siendo el modela dcl género. Y, sin cm-
monólogo interior, arrojan al pasado las evocaciones así pre- hqrgo, ambos films son muy diferentes,
seratificadas que forman parte de su yo actual y que nos infor- En Citizen Kane la vida del héroc es reconstruida por rnu-
man sobre él. El pasado está integrado en el futuro. chas personas que recuerdan. Cada una c8c ellas trma un retrat(2
También en este caso, dado que siempre se trata de una de ICane. Pero lo que se ofrece a nilestras ojos no es el hkroc
presentificación cualquiera, se nos da un presente anterior. Pero tal como fue, sino la idea que en un determinado morncnto 10"
esta fascinación de lo «ya hechon, del desarrollo fatal que los narradores se hacen de él; idea que surgc en su memoria y que
films de la teatralidad nos imponían, los films del «recuerdo», tiende a sustituir al personaje real. Dado que los diversos acioii-
aunque la aFirman, nos libran de ella al darles un sentido. tecimientos son evocados por personajes difere~rtes,las dinren-
Por supuesto, el monólogo interior puede insertarse en un siones temporales devienen constituyentes cle iin oespacjo [?si
presente actuante y referirse a él. Así, en Breve encuentro, culógico» nacido de la confrontacibii de lo> mrlltiplirs puritos
cuando en el restaurante de la estación Celia Johnson, des- do vista actualizados.
garrada por la ruptura de su relación, soporta el charloteo de En El poder y la gloria, los retrato:, que tr*ua tic Thamas
su amiga, y escuchamos «si por lo menos pudieras caIlarte ..., Garner su compañero de infancia no son menos siibjefivos,
si por lo menos pudieras comprender...», este monólogo (dice pc1.0 no dependen sino del narrador. La perspectiva es uri per-
bien B. Amengual), petuo desplazamiento en el tiempo (hace seis meses, hncc veintc
afios, hace dos aiios, hace diez años, hace rin año. ). un asado
cstd inscrito en la realidad de las cosas, en el drama, en el presente
de la accirín, con igual derecho que los gestos y las palabras de los cuyos momentos, constantemente relacionados entre si, soil unti
personajes; no es una relación a posteriori. De igual manera, ob- confrontación de épocas y de opiniones {Jc un ho~nbrcsobre
jetiva, realista, en Citizen Kane y Encrucijada de odios, el relato en otro hombre.
primera persona no cuenta la historia, sino que sirve para confor- En resumen, en El poder y la gloria Iü pcrspcctiva es fllll-
marla (ibid.). lateral, mientras que en Citizen Kane cuenta con niuchos eje$
orientados de modo distinto en tiempos distii~tus.El conjunto
No obstante, aunque la narración en primera persona presta a
los acontecimientos relatados un carácter subjetivo, tales acon- de las situaciones que contribuyen a la reconstruecián dc In
tccirnicntos no corresponden necesariamente a un pasado «per- vicla de Kane constituye una especie de perfil presente de un
sonal)). Puede tratarse de hechos en los quc el narrador ha determinado pasado. Pero no es el ~ e r s o n a j eqiricn es perfilado
p;irticipado en mayor o menor grado y que refiere según su de ese modo; sólo lo son aspectos relativos n quien 10 con-
pi.nnto de vista, creyendo hacerlo objetivamente. sidera. No asistimos a la evolución de Kane, sino a In dtl cuntI'0
El primer film de este género fue El poder y la gloria o cinco ((simili-kanes, es decir, Kane-Thatcher, Kmc-Ldarid,
(de W. K. Howard, 1933). La acción comenzaba con el entierro Kane-Susan, Kane-Berstein. El tiempo viiiido es ri-icnos el del
de: un industrial (Thomas Gar-ner). Después de la ceremonia, héroe mismo que el de los personajes que lo ctleritan y
clurzinfe ltr que elogios y calumnias se confundían, el secretario objetivan su propia duración refiriéndola a &l.Lo misnio ocurre
del difunto -su antiguo compañero de juegos infantiles- rela- en El poder y la gloria. Pero Thomas Garncr no es perfilado.
taba a un periodista cuáles habían sido su carácter, su com- es «visto». Lo que se encuentra objetivado cs la duracihn vivida
por el único narrador, Siempre queda referida a sí rnism.7 Se-
.,...,
I 5
l .1

P.,

l i
1'. J
154 Ritmo y tomas d e vistas móviles La palabra y el sonido 155
2 convencional y a asociaciones accidentales? ¿Cómo se le aso- diferentes: para los moros, el amarillo oro significaba la sabidun'a,
1 .l
ciaron las ideas de perfidia, de traición y de pecado? He aquí mientras que el amarillo palido correspondía a la traición y CI cn-
lo quc dice Portal: gaño [...] Los rabinos pretendían que el fruto prohibido era un
. r-7 limón, oponiendo así su color pálido y su acidez al color doradt.
/ i
l LDS lenp,x.riajes divinos o sagrados designaban con los colores oro O y la dulzura de la naranja, o manzana de oro, según los [l'.rrniii~s
amarillo la unión del alma con Dios, y por oposición, el adulterio latinos [...] En heráldica, el oro es el símbolo del amor, dc la coriy-
en s i l sentido espiritual. En lenguaje profano, era un emblema ma- tnncia, de la sabiduría; y por oposición, el amarillo simboliza hoy
y?
terial que representaba tanto el amor legítimo como el adulterio día todavía la inconstancia, los celos y el adulterio...
r!\
b'

carnal que rompe los lazos del matrimonio ...


La manzana de oro era para los griegos el símbolo del amor y de Lo mismo ocurre con el v e r d e . k j el verde claro es símbolo de

r' la unión, y por oposición representaba también la discordia y todos


los males que ésta entraña; el juicio de Pans es una prueba de ello;
e igual Atalanta, que al recoger las manzanas de oro del jardín de
las Hespérides pierde la carrera y se convierte en presa del ven-
vida, de juventud, de esperanza el verde sombrío lo es de la
desesperación y del abatimienlqi

cedor. El teósofo sueco Swedenborg describe a los locos, cn el infierno,


! '1 r con los ojos verdes. Una vidriera de la catedral de Charti-es describe
.',
Portal insiste en la ambivalencia de las significaciones conce- la tentación de Jesús, y Satán tiene la piel vcrdc y ~ I ~ I I T ~ C oios
S
verdes..
didas a los colores de la antigüedad. Así, k l amarillo mantiene
'"1
l;, relaciones tan fuertes con la unión amorosa como con el adul-
El ojo, en la ciencia simbolista, significa la inteligencia, la luz
i
8 del espíritu; el hombre puede volverlo hacia el bien o hacia cf mal;
terio<j Havelock Ellis dice a este respecto: Satán y Minerva, la locura y la sabiduria, eran los dos represen-
tados con los ojos verdes .
I-'1
Está claro que fue la llegada del cristianismo la que introdujo nue-
; ! vos sentimientos respecto al amarillo ... En gran medida, sin duda,
1 j En el teatro griego, recuerda Eisenstein,
era ciertamente la meta de toda la revolución católica contra el
niirildo clásico y el rechazo de todo cuanto simbolizaba la alegría
y';! y el orgullo. El rojo y el amarillo eran los colores favoritos de este el verde profundo del mar era, en ciertas condiciones, un presagio
! :i
l i mundo, El amor por el rojo estaba demasiado profundamente enrai- siniestro. Este matiz de verde contiene una fuerte propor~idri de
zatlo en la naturaleza humana para que incluso el cristianismo lle- azul; y es interesante señalar que en el teatro japonés, doridc el
gara n vencerlo completamente, pero el amarillo era un punto de simbolismo de los colores se halla tan estrechamente vinculado a
-.,
I1. j niariur rcaistcncia y la nueva religión pudo triunfar fácilmente. la representación particular, el azul es el color que llevan obliga-
: El nniarillo se corivirtií> en el color de los celos, de la envidia, de toriamente los personajes siniestros.
la traicibn. Judas estaba vestido de amarillo y en ciertos países se
obligaba a los judíos a vestirse de ese color. En Francia, en el si-
Añadamos que estas nociones de ambivalencia están a veces con-
,.-7
1
l'.,l
+ glo xvr, las puertas de las casas de los traidores y felones eran pin-
dicionadas por asociaciones directas (como la del limón y la
tadas de amarillo. En España, los herejes que se retractaban estaban
obligatlus a llevar una cruz amarilla como penitencia, y la Inquisi- naranja para el amarillo): el verde es símbolo de esperanza,
ción les obligaba a aparecer en los autos de fe públicos con vestidos por ser el color del renuevo primaveral. Pero también lo cs dcl
r-?,
I/ de penitentes y con un cirio amarillo. sapo y otros batracios y reptiles que en todo tiempo fucron
lb>)
Había una razón muy particular para que el cristianismo cargase objeto de repulsión. S e convierte, por tanto, en el color del ho-
contra el amarillo. Era el color que estaba asociado con el amor rror, de la locura, de la maldición: no s610 los demoríios son
lúbrico. Al principio se hallaba asociado al amor legítimo. Pero pri- verdes, sino que sus formas son variantes antropomórficas del
F.;
l.!
mero en Grecia y luego en mayor escala en Roma las cortesanas sapo, del lagarto o de la salamandra ...
se aprovecharon de estas asociaciones («La psicología del amarillo»).
Puede, por tanto, esbozarse a grosso modo el proceso:
y--\ Por su lado Portal observa que
1! i! 1. Actuando como excitantes sensoriales, los colores son
este color único, que era la marca simultánea de dos sentidos opues- vinculados simbólicamente a tendencias cuyas excitaciones pro-
. ?,.\ tos, se transformó en el curso de la Edad Media en dos tonos vocan reacciones de la misma naturaleza o del mismo orden.
i:
r'"
t1
Ritmo y tonzas (le vistas mbviles La palabra y el sorzido X 57
2 . Atistraidos los feri6menos conc.retos que los producen, impresibn buscadai, y IIO los colores p o r sí rnisnzos. Repiitim#js
IO.Z colores se coriviei-ten en otros tantos valores uen sí» cuyas por tanto aqiú, con Eisenstein:
higñiirit-ricioiies pueden re1ac:ionarse can las cualidades de sen-
titlo opuesto. S e da al color u n sentido arbitrario, se hace de En arte no son las relaciones absolutas las que resiiltan ~ l c r n c i i ~ l - , ,
61 1111 iigno que s e manifiesta en el activo de las tendencias sig- sino únicamente las relaciones arbitrarias en el marco de i i r i , I : % ~ V
nilic:adas segilin un juicio de orden social o afectivo. ma cle imágenes que dicta ima obra de arte dada.
El problema rio es ni será jamás resuelto por i i r i r~t;4iingc~
fijo de
sImbolos-colores, sino que la inteligibilidrid criiocicinal y IIu t ~ i n c ~ n i i
3. Aimque basados en asociaciories sensoriales evidentes, del color nacei-á.n tiel orden natural de dctcrrriinncicin dc: I,i repre-
ertos síinbolos se pierden p m n t o en vagas generalidades. No sentación en color de la obra, coincidiendo con el nat~virnierito red
son e~ltonce5niás que conceptos que hacen alusiún a veces le- y vivo de la obira entera.
jana al sentido de los primitivos excitantes. Al volverse rnás y Incluso en el dominio restringido del blanco y negro, cii cl i ~ i i c .
mas subjetivos, los coloies no tienen otra significación que por la mayoría de las películas se liacen todavía, cada ~iriocit. esos t t b
referencia al sistema esc:ogido por el autor: lores iio s61o exapa a la atribución de un sule) g i i i l u r u cii~iuluiis,
sino que además puede tomar ima significaciói~;-lt~si~lur,irirent~.xnopicri
Ple tr~itado(le expresar con el rojo y el verde las terribles pasiones ta, dependiente :;ólcl del sistema general de iniaginurut uucugicto pai,+
l-iurnailas [dice Vice~itVí.tn C;oglr a propósito de sil cuadro C a f é de este film partici-dai-.
rzuifj. L.;] sala es de color rojo sangre y ainarillo sordo, un billar Bastará con que recordemos el papel temático j i l w ~ i u por el blan-
venir: eii el centro, criatro Ihmparas arnarillo limón coi1 ra)ros na- co y el negro en La Iírzea general y en Alesondct. Ik'c~ilski39.
ranjzi:, y verdes. Por todas parti~shay ~m combate y una antítesis C...'[ Esto quiere decir que no obedecemos n irria Irv orrinipotentc
de los verties y los rojos más diferentes, en los personajes de los de «si~?iificaciories~~absolutas en cuanto a las crirrespi>iidencias en-
pícaros que ducrrneri, en la sala vacía y triste, violeta y azul. El rojo tre colores y sclnidos, en cuanto a las relaciones critw cllos y de-
y el verde aniar.illo del billar, por ejemplo, contrastan con el verde
terminadas emociories. Nosotros decidimos por nuc.;ti.,i ciicntL~ cuales
tierno Luis XV del mostrador, tionde hay un jarrón rosa. Los vesti- son los colores y los sonidos que responderían mrjoi zii p:ipe! o 13
tios l:~l;ui~cocdel patrón, que. vigila desde un rincón en este horno, emoción que les hemos asignado y que necesitamos.
rie ccinvieri:en en amarillo lirrión, verde pálido y luminoso... (Lettres
rh sor! frkre Théo). Por otro lado, pretender significar en cine mediante juegos dc
colores (mediante estilización, elección u orgaiiizacicin nibitx-a
A1 di:scribir su cuadro Ada??do T t ~ p a p a t ~(Gaugiiin
, dice por s u ria de la realidad), refiriéilclose a la simbología ccinvcilcional,
plirhc.: equivaldría a vi:)lvi:r a imponer sobre las cosas las coloraciones
que dt: ellas fueran extraídas y de las que se han hecho signos
LIo t riipleado el pareo conlo colcha del lecho poique está íntima- independientes. Seria otro modo de aplicar los símbolos n la
mcnto ligado a la vida de Lina tahiliaiia. El pafio, hedio de fibras realidad cineni:atogrAfica en lugar de servirse de esta rcnlidad
tli: corteza, debe scr amarillo, porquc este color sugiere algo de para crear las sigpificaciories que implica. Con Eisenstern, di-
Ernprr:vusto íil ahseivador; y tainbikn porque sugiere la luz de una remos también:
18mpar.a y rrie aliorr-ro el abinriiniento de producir tal efecto. Debo
tene:~ un fondo algo terroríficu. El violeta es, evidentemente, ne- Cuando hablamí,s de una armonfa interna de línea, de f o m a y tle
cesíirlo. Los cimientos del laclo inusical de la pintura ya están le- color, liablamos de una armonía con algo, que corresponde ii nll:o.
vantados («Notes 6parse.s~). La tonalidad ini:erria debe participar en la significación de iin wn-
timiento. Por vago que ese seritimiento piieda ser, en iíltinla inslan-
Rojo y verde lmra Van Gogh, violeta p a l a Gauguiil, expresan, cia siempre es i:lirigido hacia algo concreto, que hallará una expre-
por t.irito, el terror. ES1 uno espanto, el otro los vértigos del sión extenor en lo'< colores, en las líneas o en las formas.
alcoholismo. L:i diferencia e:, notable, pero las reacciones con-
sidcbrrcil:is son íiiiBlog;is. Dc todas formas, estos dos artistas ex- En cine, los col.orí:s, que siempre son colores «cle algo», no pue-
prc-s.in ii~<:xio~1301 culorrs «en si» que por arrnonias o violentos den ser más que stimuli que añaden a las estructuras funda-
--.
cornoiastcs. Soal las relaciolzes de colores lo que guía y crea la 39 Vease d volum~en1, pp. 284-285.
158 R i t m o y tomas de vistas móviles
lI La palabra y el sonido

mentales del film, significaciones fugitivas en armonía con la El procedimiento utiliza40 aquí es muy claro [dice Eisenstein]:
situación dada. No pueden hacer más que ((modular))el ritmo abstraer las «tonalidades internas» de uria manera totalmente uex-
(a la manera de los timbres en música) y no podrían modifi- terna». Tal método emprende de modo corlscientt. c.1 divorcio tie
car el marco. todos los elementos de la forma con todos los eleu?ietr/os tZel forltio;
Siri embargo, cuando son abstraídos de la realidad -convir- cuanto afecta al tema o al sujeto es rechnwdo; no se conservan
más que los elementos extremos de la forma que, en u118obrit crea-
tiEndosc cnlonces en formas por sí nzisnzos, como en la pintura dora normal, sólo desempeñan un papel secundario.
no figurativa- pueden ser constitutivos de un ritmo. Pero en- No podemos negar que las composiciones de estc tipo dcspiortan
turiccs, igual qiic eri ese tipo de pintura, el juego no consiste sensaciones c o n f u s a m e n t e turbadoras, pero nada más. Ahora bien,
cri signiticar ndda, ni siquiera en modificar una significación se continúan intentando otros ensayos, que querrían presentar las
dada. Coiisístc en un conjunto de grafismos cuya armonía ra- sensaciones subjetivas y ampliamente personales mediante corres-
dica menos en los colores mismos que en las excitaciones O en pondencias llenas de sentido que, a decir verdad, son tan vagas y
las reacciones que suscitan. tan Forzadas como las otras.
Se sal~cya cuál es el papel jugado por los colores en los
reflejos condicionados o en los usignos Gestaltn (experiencias De hecho, estas tentativas no buscaban correspo~idenciasuple-
dc Kóliler, Tolman, etc.. ). El arte no consiste mas que en orien- nas de sentido» entre los colores y los sentimientos; pretendían
tarlos, porque en estas formas «puras» las interpretaciones sim- establecer una especie de «música de los colores». Las formas,
bólicas se copfunden con las excitaciones sensoriales de donde diversamente coloreadas, se convertían cn otros tantos elemen-
han salido; de todas formas, no interesan más que al sujeto tos rítmicos fundamentales y la significaciln -si es quc podía
que las percibe. Kandinsky, sin embargo, trató de volver a en- haber alguna- debía ser función de las relaciones temporales
contrar, de la forma más objetiva posible, el simbolismo de los de los colores en razón de su intensidad. su torinlidad v cl .tono»
colores en las capacidades físicas de las sensaciones coloreadas. % de las sensaciones provocadas: significación rítmica pura. ,
Al publicar en Munich en 1912 el volumen titulado Der blaue Estas intenciones son, en cierto modo, semejantes a las dc
Reiter 1 El jinete azul], Vassily Kandinsky y Franz Marc crea- Survage. Por desgracia y debido a idénticas razones que i-iicie
3
ron fracasar los intentos de Vicking Eggeling, Hans Richter o
ron como se sabe el movimiento que debía desembocar en la
Walter Ruttmann, los pocos pintores que intentar011 esta avcn-
pintura llamada «abstracta», tras haber reunido en torno suyo a I
tura chocaron con la imposibilidad de crear u n rilrrio visriul
Frana Macke, Paul Klee, Emil Nolde, Hans Arp, Kasimir Male- i por medio de relaciones formales sin objeto. Algunos, al asociar
vich, Alfred Kubin, Campendonck y varios más. Una frase de entonces esta serie coloreada a una obra musical, cratnron de
Coethe servía de leitmotiv a su manifiesto: aEn pintura falta
desde hace mucho tiempo el conocimiento de la base continua,
/0 establecer las correspondencias entre los sonidos y los colorcs.
El fracaso fue entonces más aplastante, dado que se pretendían
es decir, una teoría bien establecida y probada, como ocurre ! leyes racionales para la determinación de esas correspondencias.
en música.» Esta idea debía guiar todas las búsquedas del Pero al menos este fracaso merece que se busque su causa.
grupo@. Pero si la formulación de los ajustes de tonalidades
iba a resultar el mayor problema, el simbolismo de los colores ¿Se puede llegar [se pregunta Étienne Souriau] a una teoría de la
(desarrollado en el tratado de Goethe) atrajo en primer lugar armonía de los colores que sea íntegramente válida para la armonía
la atención de estos artistas: el color azul del jinete adornando de los sonidos musicales, y a la inversa? Como los colores tiei~cn
la cubierta expresaba la «nostalgia de una plenitud del alma», con los sonidos musicales la relación de corresponder a frecuencias
y la obra concluía con la descripción de una composición escé- vibratorias físicas conocidas, se ha intentado aplicar con frecuencia
nica intitulada Sonido amarillo, serie vagamente simbólica y a 10s colores, bien directamente, bien por la mediación de un coefi-
coreográfica cuyo movimiento coloreado era apoyado por ano- ciente a determinar, las relaciones matemáticas de los acordes mu-
taciones musicales. sicales, con el convencimiento de que así se obtenían, a priori, las
leyes de la armonía para los colores.
C...] Salta a la vista, en efecto, que sieinpre se puede, mediante
40 De hecho, no hubo un <rgNpO», sino una coordinación de ciertas ten- procedimientos de ese género, designar entre los colores del espec-
dencias coniunes. tro (en número infinito, puesto que la variación cualitativa es con-
La palabra y el sonirlo lb l
160 Rilrno y tornas de vistas móviles
a la mezcla del verde, del amarillo y del rojo, nimque evihntu;r[-
liiriia} aicle, o doce, o treinta y cinco en1:idades cuyas frecuencias rnente la sucesión de estos colores corresponde a la succsibtl
ti.n$cjari, dt:l,ido a ese coeficiente, las relaciones que corresponden de esas notas. Y lo qrie es mas, e n ningún caso poclrírt rcfe:rirsr:
a 10s <fe sicte, doce o trii:int¿i y cinco nota:; tie la gama; y construir urio a un a priclri que establezca los acuerdos cle b a x , poraluc.
de rs!r wiiixlo a voli~ritad,con eso:; colores, acordes análogos a los de igual modo I : ~ L ~ Clos sonidos sólo adquieren uri seriridik l?cir.
;~cr~r.des perfectos mayores, inenort:s, a los acordes de séptima, de xelación a su contexto, los colores no tienen valor «rt.;rlpj na:is
novc?na, y así para el resto. que por relacióri al conjunto (o a la serie) de que forman parlc.
1,. ..] Miora 'bien, el hecho niás i tnportarite, el hecho deno~ninador Cada obra nueva vuelve a cuestionarlo todo.
1:s que, cori excepcián de algrinas coincidencias Limitaclas que no nos
dt:beri caig;iña.r, la c~rgariizaciónartística real de los qualict polícro-
rno:5, titritn en pintura como en las artes d~.-corativas,no es ni puede Lo cual no quiere decir que tal armonización sea imposible,
scn- ~.orifr>rrnecon estas organizaciones basadas en las f:rccuericias sino que no puede referirse a ninguna regla, a ninguna ley. SOlo
fí>iicas ilc: las radiaciones lilininosas L . . . ] Y esto por muchas razo- puede ser arbitraria y eminentemente subjetiva. Aquí 1;i sc:~.i-
ncs, aur.iqLie cada una íle ellas bastaría por sí sola. sibilidad del ar1:ist:a hará coincidir un acorde en do mayei con
1) Idos colores ~:mpleacloisrealinente el-1 arte no son las radiacio- ilii dorninan.te rojo, allá con un dominante verdir, sikl que I I : I C ~ ~
rtrr, espectrales puras. Son fsiemprt: de una complejidad extrema, sin permita estable~zerque esto es verdadero a falso, exacto o j11-
cluí! sus elementos tengan eritre sí relacio~iessimples C...] 2) El sen- exacto, pero puede se.r que sea válido o no, aigrndahlc ci deíi:\gra-
tido de 1íi vista 110 :inal.iza en nloclo alguno es1.o~coinplejos de ra- dable, siempre que la sensibilidad del espe:.t.tador- c.tinc.rir-:rife o
diaciones. Mientras yiie en música un período vibratorio más o me- no con la del creador. Según, sobre todo, si esta ariliioiiizacii2n
nos co-inplicado, pcro nrmonicamente analizable en tres o ciratro
es sentida como válida o no ante los sentidos que coii<:ede, o
pf:ríodos clut: tengaii ciitre sí sel~icioilessimples, es siempre inter-
prc:t:rdo corno l n niicli<:ión tie varic:)s sonidos sir~~ultáneos que distin,. no concede, a un contenido determinado. Lo que ecliiitfrile a
griillio:; cl:ir-nriic~itr:a través de 1i; linpresihn de conju~ito:;tli generis, decir cliie sin cl:)ntenido, es decir, por sí mismas, esta., formas
nail;í tlc ( I S ~SI: produce eri la peirepcióil de mezclas perfectamente son impotentes para significar cualquier cosa, o que significan
hornogi:.neas ilc colores, E1 blarico constitiiye un quale perfectsimen- entonces todo lo que se desee.
le simple, el rosa l:ambién, pcru no por ello es interpretado como Tras esta psmorámica podemos examinar de mAo; cercii las
~ i nconiplejo de rojo y de l-ilarico,,y 10 mismo para el resto. Ahora l?osibiliclades e iniposibilidades del color por lo qui: :~tnAe.a 1;i
taiiiii, ciitida(les corno el rosa, el verde, el amarillo y el gris son tan expresión o a la simbología de los sentimientos.
ec1iiiir;ilentí:s unos conlo otros para la sensibilidad artística, y prie- «¿Qué color tienen nuestros sentimientos?», se pir:grrrit:$
íIc!ri ipi~:rliinenteproporcioria,r -por. yuxtaposicidn y no por mezcla- Carlo di Carlo en u n estudio sobre El desierto roio cfc t l i l e ~ -
l o > eltxríientcis de lo que constituye un acorde, una armonía. 3) Se nioni. Se le podría contestar que no tienen ninguno. Pero scgiíi~
trata rrr estos acordes de la y-uxi:aposicióri espacial de manchas SO-
l ~ r ezrir.i~\.lscoloreaclas que tienen una forma, una superficie, relacio- Antonioni,
nes ( 1 ~situación .miiy distintas (y nada parecido existe en músi-
ca) [ . . ] 4) La sensibilidaíi estti:tica utiliza como qualia simples puede decirse que el color es una relación entre el objeto y el es-
(unidnife!; de la gama de los sensibles propios) datos .físicamente tado psicológico del observad»r, en el sentido de que se siigeslinriaii
extreniadarriente complejos L...] 5) Añadamos adernis que la pintu- recíprocamente. Es decir, que el objeto, can su color, pos~t..tiii,r
rri niociiila los tonos en la contji~iiidad,procediendo siempre a de- sugestjón deterrriinada sobre el observador, al mis~notiemlw (1ti4-
giadaciories, a pasos iriseri:;ibles, n variaciones en torno a los tonos éste ve el color qiie tiene interés -o placer- en ver sobre este
cardixialrí:~cle sus obr-as; rnientriis que la mí'sica es real y clespia- objelo
dadarriente escalar. (La c o ~ ~ ~ e s p o n r i u rdes
~ c eurts).
Es m u y cierto que el color de las cosas varía según la inten-
E'or otra parte, si como sribr;i.ya É. Souriau, las armonías de ción y la disposici6n del sujeto que percibe. Pero, así entericlida,
los colores se pi,oduceri «por yuxtaposicióri y no por mezcla*, esta explicacióri es muy inexacta. Cuando, p o r ejemplo, se dice
~)oclrl¿inaiiadirse otras consi<leraciones más simples pero no que sc ve la vida « d e color de rosa», las cosas n o son vistas
rrienos evidentes. A sabei., que si una correspondenc:ia racional como a través (.le una lente sosa. Simplemente, en iiuestro espí.
fi.iese posi't~leentre los soriido!; y los colores, no lo sería salvo ritu, asociamos a uri determinado estado de euforia el color
en ef plano melódico, pero nunca en el plano armónico. En rosa cuyas cua1icl:ides dinarnógenas, precisamente, suscjtan re-
efectci, riada prueba que le1 acorde do-nzi-sol pueda corresponder
R i t m o y tomas de vistas móviles 1 La palabra y el sonido
acciones del niismo orden. Igualmente, cuando vemos la vida Lo que equivale a decir que, en el planci percepiivo, 10s
n d ~color negro» asociamos con un estado melancólico los tin- colores tienen mucha menos fuerza que las lorrnas. No pueden,
tes sombrios cuyas cualidades depresivas son evidentes. Dicho por tanto, arrastrar a éstas, y no pueden hacer otra cosa qua
clc «ir<> in«do, cualquiera que sea puestra disposición, no perci- someterse a su realidad o a su irrealidad supuesta. Cosas tudas
hirnos un color: debido a nuestra experiencia, asociarnos intui- que no impiden a las relaciones cromáticas, sin embargo, crear
tit9a~rietztea los colores realí~zeízteperclbidos utza idea d e color situaciones nuevas, es decir, determinar sugestiones o asociñcio-
ctlyns c ~ ~ a l i d a d eson
s aquellas que por naturaleza podriarz deter- ncs susceptibles de modificar o alterar las significaciones for-
rlzinar tin setztzt~zientoq u e , en ese instante, les es, sin enzbargo, niales. Aunque en el plano realista permitan subrayar mAs in-
extraízo. Pero esta «idea de color» no existe en ninguna parte más ti:nsamente la cualidad sustancial de las cosas, lo que cucrita
que en nuestro espíritu. Resulta, por tanto, intraducible, al menos son menos los colores que su dinamismo, sus relaciones en la
en una representación objetiva del mundo, en la que no podría continuidad, su transformación gradual en otros colores.
ser introducida como si se tratase de una coloración real. Aquí Desde este punto de vista, 10s colores pueden ser trabaja-
ericontr íamos, bajo otro aspecto, las imposibilidades de la cáma- dos, interpretados, seleccionado^ en función de lo que el autor
ra c'n primera persona. pretende expres-, Pueden escapar al realismo sin cesar por
Cuiindo Antonioni, para traducir el estado eufórico de Monica cllo de ser verdaderos o verosímiles; pueden ajustarse a los
Vitti, nos la muestra en una habitación coloreada de pronto sentimientos de los personajes, a su drama. Pero entonces en-
e n rosa, mientras que nosotros hemos visto esa habitación con tra en juego Ia subjetividad del creador, y no la personalidad
sus colores reales unas secuencias antes, se produce un hiato supuesta de algún personaje de la historia. Es la visi6n de un
insostenible, montado sobre una ingenuidad psicológica singu- autor y no la traducción convencional de una imagen mental.
larmente primaria. No sólo resulta imposible hacer entrar súbi- Porque si en el film de Antonioni los sollidos deformados
tanicntc nl espectador en la subjetividad de un personaje, hasta son pronto reconocidos como subjetivos es porque no se pre-
ese momento considerado objetivamente, por mediación de un sentan, como las imágenes, junto a un sonido real; lo sustitu-
decorado que, de repente, adoptaría un color ((interior., sino yen, con tanta mayor facilidad cuanto que el sonido no tiene
C ~ U Cc s t e color, como acabarnos de verlo, no existe corno tal. El ninguna forma concreta, ninguna inercia propia.
irrealisnio subjetivo se torna entonces convencionalismo puro. Por el contrario, las representaciones imprecisas y seudo-
Suponiendo que Monica Vitti vea «realmente» la cámara en abstractas no nos hacen ver las cosas a través de los ojvs de la
roxi, cl espectador la ve no menos objetivamente que hace un heroína. Nos las muestran sencillamente iinpresisas, dándonos
rnoincnto. No puede, por lo tanto, admitir, ni siquiera asocian- una visión de ellas similar a la de un miope que tratara de leer
dvlc u11 estado psíquico muy comprensible, este cambio real de sin gafas. No podemos en ningún caso asociarlas a la mirada de
'\
coloración. Giuliana, porque esta mirada no n o s ha sido dada (mientras
i
l .
\ Y no en los colores ni en las formas se puede, so pretexto que la hemos visto escuchar los ruidos y taparse los oídos). No
l.. 1
de objeiivar lo subjetivo, transformar lo real concreto porque, podemos establecer la relación entre «el que mira» y a10 rni-
aunque fuese plausible esta transformación, se ofrece entonces rado» desde el momento en que el (la) que mira está ausente de
m 't
como objetiva insertándose arbitrariamente en la realidad feno- la representación. Tal ausencia no puede ser interpretada como
1[ una elipsis, porque, si sólo se nos da «lo mirado», esto w iden-
1 > ménica del mundo exterior. Una modificación semejante no
puede ser sentida como subjetiva más qzce cllando la descrip- tifica de inmediato con nuestra propia visión del muriclo, n al
ción es ella tlzisina stlbjetiva. Tal ocurre en la Fábula que Giu- menos con la visión que el autor quisiera que tuvi6semos. C(rirnt3
liana cuenta a Valerio para dormirle. Comprendidas inmediata- se ha diclio y repetido, la visión de un individuo dado iio pucde
mente como ilustración de algo imaginario, las imágenes pueden ser referida a éste a no ser que previamente se le haya .sitiiado
de modo objetivo en el decorado. Y esta visión sólo c's com-
entonces revestirse con todas las apariencias que se las quiera
prensible en tanto en cuanto se objetiva por la existciicia de
otorgar. Las coloraciones de caramelo derretido que vienen a
las cosas vistas.
continuación no son quizá de buen gusto, pero al menos con-
A menos que se trate de un imaginario objetivable, toda pre.
cuerdan con el sentimentalismo ingenuo de la leyenda. tensión de figuración concreta -aunque sólo sea siinlirúlica-
Lu palabra :Y el sonido IbS
Ritrno :y tornas de vistas móviles
listas. Pero no permite una interpretación convenciaraal clc lo
dr 1.113 e:stado psíq.ilico 5;ix-i contenido- real no puede tiesembocar ccsubjetivo~, siempr.e denunciado por las cualidades cqoricrctai,
n ~ &c1.u':s en un callejón sin salida, o caer, como en el caso de la de: la represeriiación. No se debe olvidar que irIia irn:1geri psi-
Iinbitación rosa, e- el ridículr:). Las únicas; imágenes mentales quica no con!;iste en mostrar sino en sugerir, y qua el ciiit*, si
sicepiables en cine y si.i5;ceptibles de una traducción cinemato- nos exige segwir u n desciframiento de lo real a iraves rYt8 la
grhfica soiz las del recuerdo. F,ri primer lugar, porque el recuer- visióii de un autor, no tiene por objeto darnos un real rks-
do se refiere a un real vivido y porque los hechos de memoria, cifrado.
en IariLc.i que reestructciran en presente el pasado, se identifican
con 1 0 iinaginarici cuariclo los estados psíquicos asociados con
algii.i;r idea de color son puramente: conceptuales. A.cleinás, por- LXIV. ESTRUC'ITJRAS AUDIOVISUALES
que 10s ?;r:ntiniieritos viricu1ad.o~al recuertio estári inscritos en
los I-lechos evocados y no depende11 sólo de uria manera de No se trata ya de asociar la música al film. Ni siquiera la de
tlecir que quisiera ti-aducir su afectividad '". iiaia comedia musical en la que el movimiento, sometido a de-
E11 ciefinitiva, la verdadera riqueza del color en cine consiste terminada co.reografia, se inscribe en las cadencias ritrnicris de
en iin empleo sutil de los diferentes cromatismos (con vistas a 13 partitura. Sino de la total asimilaci611 de las estructuras ilrre
(ccoritar uria historia por rilet-lio del color:.. Este puede ser un coincide con los principios enunciados por Ro1:irid hl:.ii.ii.itil:
papel c'iramAlico en la :medida en que es empleado corno ele- n saber, que ((si es imposible ajustar el ritmci rriiisicirl :il ritrllo
n1eni.o dc explicaci611 tle las t'uerzas actuantes. Se puede seguir visual, no lo e:s subordinar el uno al otro». Sin einbnry;o, iii.lncjue
tariibic!:~.: tnri ilirierario c:spirii.ual, explicar o sugerir un estado «no necesitarnos rriás que un instante para percibir risclo.; los
anímico, pero sólo «por fuera:,).Ya liemos subrayado este hecho detalles de u11 objeto, se necesita .un tieinpo mucho ii-id3 consi-
a propi5sito cic .!>'citen i7zen froín now, pero son muyy nurrierosos derable para que nuestro oído capte los elemento:; sorni>.ro:; qiie
los eje:mplos ~ilos c~uc::podrírimos referirnos. acompañan a la visión de este objeto)). Y a la i~ivcrsri,ziiirique
13'etodas formas, eli color -conlo totlos los elementos signi- bastan algurisis frases musicales para producir en riosotr.»s iiria
ficalites del film-- debe estar motivado. No debe tener una perturbación cualquiera, el ritmo visual actíia m;.'is 1i:rit;iniente.
exisfencia autórion~aric) justificable concretamen-te para el es- Al obedecer la riiúsica a necesidades de escala -.-la iinugvia no
~)c:~x;i'lor. Debe parecei- como «captado» no corno «dirigido», tiene por qut! hacerlo-, el film gana sometitindose a la parti-
ii~r:lztso aunque se deba efectjvarnente a razones de orden téc- tura, mientras que lo contrario v a . e n detrimento de las dos.
P I ~ C ' D ,Fiasl:a cori decir que rio debe prestarse a una interpreta- Así, «la música es entonces coherente porque impone su ritmo
cicírn pictórica, sino sólo dramática y psico'lógica, y que el símbo- y si1 forma, porque es dueña y señora de su tenzpo».
lo, si existe, debe enconti.ar su justificacióri aparente en L,os dibujos animados, al inscribirse en el ritmo de una par-
la producción de hechos cor.icretos (al igual que las imágenes titura, abrieron una vía nueva que debía tener abundantes con-
que se: coilvierten en .signo por efecto del rriontaje pero que secuencias. Por SUlJueStO, los moviinientos naturales sometidos
ante toda c.o;t:ii-i viriculadas a la descripción de los sucesos). a uri ritmo preestablecido est8n cle cualquier forma icin~cnni-
Mient~nsqiic e n pipi~1.i-ael color es el st:llo del creador sobre zadosn. De donde se deduce un efecto cómico que se añade al
el niili-ido, en cine es el sello de la existericia objetiva del mun- clima geriera%m~:nte burlesco de los dibujos animados.
do, ciialquiera qiie st.a la 5;i.ibjetividad de la visi6n. En efecto, a menos que se trate de uii movimiento ci,i.eogi.B-
S i el color permite analiz.ar la realidad con mayor profundi- fico, la silmisióni clel gesto al compás ridiculiza a los pif'rsort:iijt:9
cid (c) con mayor sutileza) y ayuda a evidenciar las relaciones reales. C11apli.n lla conseguido efectos fascinantes iiiediarnt~:I+P;L:P
croniáticas, tarribién pt:rniite evadirse más fácilmente mediante mecanización del gesto, sobre todo eri Tienzpos nz»dernus (txiilt!
la ~:)roducciónde iin iri~aginai-ioliberado de las obligaciones rea- de Cliarlot con las llaves de tuercas) y en El gra,l di;.~'izilor,
(Charlot titubeando tras haber recibido u11 sartenazo cii In c:it-
JI Tcriei~iosi i i i c:jemplo sorprt:ndente e:n Mnrrrie, de 15itchcock. L.as alii- beza). Sin ernbiirgo, en la fainosa secuencia del barbcrxí, si.1
cin;icir>rie:; coloreadas tle 1:i joven son percibiclacj y comprendidas como au- gesto, guiado por una danza húngara de Brahms, adt.yuicre i ~ i i
t!:iitic,ii-iícrite subjcti\ras por est:ii, ~rinciiladac :i la ii~iagii~acióny los re- cará.cter poético evidente. La razón es muy simple:
ciic.i..!ir:, ticb aqut+l'la.N o <<rriociific;in.
lo rt:al (corno la habitación rosa); se
liiiiii¿iii a iiltiii-oret>irlo.
166 R i t m o y tornas de vistas móviles La palabra y el sonido 167

Los movimientos sometidos a una cadencia ((mecanizada. Pero si los dibujos animados no son nada más que un n ~ o -
scilo ridiculizan al hombre en la medida en que esta cadencia vimiento de líneas y de colores, por poco que Mickey Mouse se
parece venir «del exterior^), cuando se impone ciegamente. El base en algún grafismo abstracto, estos movimientos pueden
hombre parece entonces una marioneta. Pierde sus cualidades convertirse en movimientos de ((formas puras)).
esenciales (voluntad, libertad, control de sí mismo, etc.) y esta Las búsquedas de la «vanguardia» tomaron esta dirección.
degradación - e n la que vuelve a encontrarse el efecto de lo Ya vimos que los intentos de Ruttmann y de Richter lleva-
((mecánico adosado a lo vivo»-, lo hace de inmediato burlesco ron al fracaso. Subrayaron el valor-dtrrnción de las imágenes y
e irrisorio. contribuyeron a la definición de una primera métrica del film,
Y al contrario, si esta sumisión aparece como el efecto de pero faltaba el ritmo buscado. Porque el ritmo es siempre
una elección libremente consentida, la voluntad, el inscribir el ritmo de algo; no podría ser gratuito. Si la música, en efecto,
movimiento corporal en un i-itmo preestablecido, transfigura es ritmo por esencia, éste no es el caso del cine ni de la
las actitudes y hace del hombre una especie de dios alado: el literatura.
bailarín. Esta elección puede ser tanto un acto (el del barbero) Mientras que una nota sola o un acorde aislado no signifi-
como unci interpretación coreográfica (danza con el balón). La can nada, la palabra y la imagen tienen u n sentido preciso. Este
cadencia gcstual se convierte entonces en expresión de un mo- sentido, que se altera o se modifica en la frase, puede ser incre-
vimiento «interno». mentado con un valor emocional debido a las relaciones métri-
Por eso la danza no es nunca ridícula, mientras que un cas. No hay ritmo, sin embargo, más que cuando estas relacio-
gesto involuntariamente mecanizado^^ es siempre grotesco 42. nes dan a esa palabra, a esa imagen, un sentido nuevo que se
Pero la danza, «acto puro de metamorfosis~,poder de significar añade a su sentido primero. Ahora bien, mientras que la serie
por la realización de un ritmo al que el cuerpo se somete, puede musical crea su propia significación por medio de su desarrollo
ser asumida por la movilidad de las formas puras. No se trata mismo, cuando las formas visuales no tienen ningún sentido,
entonces de un gesto consentido sino de una ciega sumisión su serie tampoco puede tenerlo. Por tanto, no se podría actuar
para la que las cosas inertes se hallan tanto mejor preparadas con ellas como con los sonidos. Pretender crear en cine un
cuanto que su inercia misma las hace aptas para todas las mo-
ritmo comparable al ritmo musical es condenarse a una impo-
vilidades posibles sin que les cueste degradación ni ridículo
sibilidad manifiesta. En los ensayos de Ruttmann las figuras
alguno.
Desde los inicios del cine hablado se consiguió una asocia- geométricas en movimiento no determinan ningún sentimiento,
ción perfecta de las cadencias gracias a los dibujos animados. ninguna emoción. Contribuyen sólo a hacer sensible la percep-
Los pequeños personajes actuaban a compás. Pero la evocación ción de una cadencia desprovista de fundamento.
visual y la evocación musical, aunque girando siempre en torno Pero si las formas no figurativas eran incapaces de crear un
a un mismo tema, conservaban su autonomía. Imágenes y mú- ritmo se podía hacer que acompañaran a una serie musical. De
sica, aun teniendo el mismo ternpo, ejecutaban arabescos dife- este modo las relaciones de líneas, de colores y de sonidos po-
rentes en mundos diferentes. dían, mediante sus movimientos ajustados o sus movimientos
En algunas Silly syrnphonies, sin embargo, el arabesco visual contrarios, pretender la novedad de ciertos efectos.
inscribía en torno al tema musical variaciones de formas y >de El primero que supo alcanzar cierta perfección en esta aso-
movimientos, una manera de transposición plástica que no ciación de imágenes y música fue el alemán Oskar Fischinger
siempre carecía de valor. Estos cortomctrajes, resultado de una con sus cinerritmos realizados entre 1932 y 1935. Partiendo de
estructura rigurosa y de una imaginación muy poética, consti- los ensayos de Ruttmann, añadiéndoles a veces el color (Konz-
tuían ballets burlescos que siguen figurando entre las obras ci- position in Blaue, 1934), daba, gracias a la música, un sentido a
nematográficas más válidas. estos arabescos, a estas variaciones, a estos estallidos de líneas,
de círculos, de cuadrados y de rombos. Lo que en Ruttmann no
42 La danza de los animales (un oso erguido, un perro sabio) cs siem- eran más que formas vacías y cadencias gratuitas se convertía
pre grotesca en el sentido de que, sin comprender la razón, el animal obe-
dece a un comportamiento que le es impuesto: su acto es estúpido, eri el en ritmo por el contenido musical al que estas formas se ha-
sentido exacto de la palabra. llaban asociadas,
168 RJt~noy tornas dt? vistas rndviles

Pero pese a su perfecciúri formal estas estruct:uras ponían de acompaña a ésta. No podemos dejar de pensar en el orietji-c dr!
~ t omismo tierri.po sil debilidad. Al asociar 1.0s inovi-
t ~ ~ i i n i f i < :al que 1-iabla Jeaii dlUdine en L'art et le geste, orfebre qmt:
iriieptos cie :figuras geometricas r i l ritmo, a la cadencia, es decir,
;i la torialidad de la serie m~xsic,:al,se li~iiitabana yu~zftlarésta ...ciiando perfila uin broche cincelando la curva particular príirtuci-
----:td~izirablemente---- en vez de :i.sociar un ritmo visual al ritmo da por dos diiipü:jones que vibran a nueve íritervalos el iiiio da1
11-iusical. El ritmo viene dado por completo por la rnlúsica, que otro, cree firnic:mente que está a punto de realizar en el arte p l h -
«llenan c o ~ isu sustancia y su temporalidad Lma forma vacía que tic0 una emoci~jnqut: corresponde a las armonías que Dctm:;sy hit
subraya visuíalmerite su rilovimit:nto y su tenzpo. Dicho de otro introducido en :la miísica ...
modo, si se proyecta un ici~zerritrnoapagarido el soiiido, se vuel-
ve a ccicr en el cii12cjdiñ sin salida en que fracasaron Eggeling, Procediendo tit. ~rioclodiferente en un camino sin embargo al&.
Iiiclite~:y Kuttmann. logo, otros experimentadores se vieron llevados a asociar im5-
La observaciójl sigue sie~ldoválida :para los ensayos del in- genes reales a la música, aprovechando ideas emitidas tiempo
glés Len Lye y del cariaciiense l'+Iorman McL;:iren, que siguieron atrlis por numerosos teóricos. El primero de ellos f ~ i eCanudo,
el cnmii~cirtliicrto por Fischinger dando sin erribargo más agi- cluieri, desde 192.2, proponía apuntalar con uil ritmo musical
lidad y 111-io (McL.arei1 sisbrt: tcido) al despliegue, a la embria- preestablecido todo film que tuviese una iritencióil lírica evi-
p e z sorpre:iidente: de 121:~forrnas colorearlas. (Se sabe que clente.
McLaren pinta direc.tanlente sobre ¡a película mientras que Recordemos, este texto de André Obey:
Fisc11i;rige.r iitiliza los proc:edi~~i.ientos clel dibujo animado foto-
grafiando s ~ l selenxntos irnagen a imagen 43. La míisica ha acornpañado al cine desde su nacimiento y le lia Ilr-
vado por cami~iospor los que todavfa andan a tientas buscaritlo
Por otro lado, y debitlo a lri rapidez no del ritrno musical una armonía. Es cin Iiecho con el que tenemos que confor.marnos.
si.no d(,: las ijonoridcides que el oído percibe en una cadencia Unas veces se ha tratado de asociar dos tenias, u110 visual, ot:ro
insostenible para 1:i vista, si se quiere tradiicir cada percusión sonoro, que ofrecían o parecían 'ofrecer analogías por lo dernás ex-
sonora por medio cie una percusión visual (precisamente como teriores. Otras veces, es el ritmo de las iniágene:; el que trat:~ de
lo Iiace Adclarep), la rap.idez e:; tal que pese al lado esquema- sebwir a la orqiiesta.
tico ,( lineal del grafismo, la serie de 'i.mAgenes determina cho- C...] iEra poco ra:aoriable, pregunto, afirmar que la música cs ge-
qiles i:lt112e] órgano visu:il a duras periias puede soportar por neradora de irn'ágenes, que un poema sinfoiiico es senlejante a iiri
esprii,:io d.e alguno?; rniililtos. aparato cinemtitogiráfico que proyecta visiones sabiamente ericrr<li:-
Pasare:rnos en silencio cierto?; ensayos que tuvieron por meta nadas sobre la paritalla de nuestro consciente y de nuestro ir~ci:>rrs
fol:ogra~fisirlas vibracion'le:; sonc:ras prciducitlas por el registro cient:el) {Era absurdo pretender que los ritmos, los arabescus IIIL:-
lódicos, los timbres instiumentales pudiesen engendrar las línc~iis,itis
óptico cie la música y co.uve:rtirlo en el e1emeni:o gr6fico que
volúmenes y los colores? {Era ridículo insinuar que el ritmo visiral
y. el ritmo auditivo son hermanos, como lo demuestran cl trairn
43 Por 'tiallarse disponibles en el i:omercio (filins de 16 inm) los fifims lírico y el arte c:or~iográfico?Y por íiltimo, (era una locuríi c'oricli.iir-
d<:Mcl-aren, ciialquier ~ificiori;idopuede con:ieguir flegone dull care, prm que, dado cluc im maestro cle baile tiene derecho a extrar.1- cle 1ii.i
yectarlo eri su casa y entregarse a uri experii~iento.inuchas veces repetido Nocttlr?70 de Chopin, del Carnai)al de Schumann, de un pr>cirisi sin-
en el ~DHEC. Una vez pt.oyectaclo el f.ilin, que en su integridad (con In mú-
sica) es tiria espacie de obra maestra., se le vuelve U pr0yecta.r mudo: no fónico tie Rimslci o de un Preludio .de Debussy toda una sc:r-it! ili.
qiicr.c (lecir nada. Al rneilos los ~novimienior;colo~'i?adosno esiPn justifi- realizaciones plarsticas, un director de cine que dispone de i11.i irioelci
c a d ~ : ; 110s nada. :Proyectados al revés -invertidos o revertidos-- son igual- d.e transposicióni infinitamente m8s flexible, más rico y sabr.~:t ~ t f o
mi:litt: jre:r;inosos, igual~rientea,grada.iiles a la vista ... pero también perfec- más «i~iusical» E:n su técnica, concluir que es&?dii-ectar de cine tiziie
tairi<:rltiz gratuitos. Nada S e impone. Con los films de MaclLaren o de derecho a reiviridicar el mismo privi1egio:J (((Musique t:t cini'rna),).
Firtlajir::ei- ocuirí: lo que sucedib iiorr los 0 p l l . s de Rutiniann. (Vease XLV.)
Podría rrae:rse a colaciOn esta reflexibn de Bergson: «Basta cye nos ta- Y este otro párrafo de Paul Kamain que se hace eco del anterior:
pemos los oídos al sonido (le La música en u n salbn de baile, para que al
instaritc los hailarint:~nos parezcan 1-idículos>>(Le rire). Eri efecto, el Ino-
vimienti-, cs incapaz tlc justificar el ritmo que produce si no se relaciona Si es iriútil y peligi-oso crear una música para ac70>ripc~pidr1:t ~ i s i t ~ i i
COII algiina. nccesiclnd tlefinida objetivainenie. Aquí ocompciñn a la ~iúsica. de una obra maestra cinematográfica, resulta por (-1 contrai-iti F r n
Esta lt: justifica: sin ella, no es nada. taioso e indisperisal~lepara el porvenir y la autonoiiii:~( 1 ~ 4~ i i l ecri-j:r
170 R i t m o y tomas de vistas móviles La palabra y el sonido 171

un fifrrt según una partitura sinfónica. Desde hace tiempo somos fugitivas, mediante un juego de alternancias o de sobreimpre-
partidarios de esta teoría: así se llegaría poco a poco al cine ~ a b - siones variadas, mostraba una locomotora en movimiento, es
soluto», sin guión [...] Estamos convencidos de que para llegar al decir, ciertos elementos de ésta referidos a los distintos juegos
cine integral es preciso que el film pase por el estadio de música de la orquesta. Así relacionaba el movimiento de una biela con
silc~tciosa.Ninguna ley biológica y fisiológica se opone a la eclosión, el de un arco, el va y viene del trombón con el del pistbn, etc.
cn el Fondo de nosotros mismos, de sentimientos análogos engen-
drados por el oído y la vista. Es una simple cuestión de adaptación Lo cual no era más que una forma hábil de registrar la actua-
sensorial (((Influence du cinéma sur la musiquen). ción de una orquesta.
A este intento se asemeja en cierto modo el más reciente y
El primer cineasta atraído por esta clase de ejercicio fue Ger- original llevado a cabo por Djon Milie con una orquesta dc jazz
mairic Dulac, quien, desde los primeros días del cine hablado, (Jamrni~zthe blues, 1947), obra fotográficamente sorprendente
trató de poner en imágenes algunas obras de compositores cé- pero sin relaciones precisas con las búsquedas en cuestión, tanto
lebres. Sin embargo, el error de esta pionera, como el de algunos más cuanto que en éstas, en las que la música es admitida como
de lur que la siguieron, consistió en tratar de ilustrar la música un «en sí)), lo primero que hay que hacer es olvidar que esa
dando una interpretación visual del tema en vez de música en música es el producto de una orquesta, y por lo tanto, eliminar
el sentido composicional de la palabra. Toda una parte de a los músicos.
Disque 957 consistía en hacer ver el disco girando sobre el pla- E s evidente que si se quiere asociar un ritmo visual y un
to. E n Arabesque se veían chorros de agua bailando sobre los ritmo musical, y no limitarse a subrayar éste mediante una
cuadros de césped, gotas de lluvia y gran cantidad de movi- forma desprovista de significación, conviene referirse a lo real,
mientos formando arabescos sin que hubiese correlación tonal tomar algo que tenga en sí mismo un sentido quc sc pueda mo-
o rítmica entre las dos formas expresivas. Las imágenes esta- dificar o transformar a placer a través de un ritmo y por este
ban, todo lo más, fotográficamente en armonía pasajera con el ritmo mismo.
tono impresionista de la obra musical. Aquí o allá había una El único peligro consiste en caer en la ilustración, peligro
yuxtaposición arbitraria entre un tema expresado por la música al que no escaparon ni Germaine Dulac ni Eisenstein, pero que
y las imágenes que representaban la acción figurada o evocada, supo evitar el pintor Serge Alexeieff, cuyo film L'r~a t~ochgie n
imágenes cuya serie no variaba en absoluto con los movimien- el Monte Pelado es quizá la obra maestra del género al tiempo
tos de la partitura. que una obra maestra del cine.
Sin embargo, Eisenstein, que hasta su muerte fue uno de Ni gráfico (en el sentido abstracto de la palabra) ni rcpro-
los pioncros de la construcción audiovisual, consiguió a partir ducción fotográfica de lo real, sino serie de imágenes fantsisti-
de 1930 dar algunas indicaciones suficientes en Romance sen- cas, de visiones apocalípticas, este sueño extraño fue realizado
timental, que realizó en Francia con su ayudante Aiexandrov. mediante <grabados animados)). Sobre una pantalla de caucho
Al lado de algunos tópicos y de un gusto narrativo dudoso, se clavaron unos junto a otros millares y millares de alfileres.
cuya paternidad no se le podría atribuir honradamente, com- Según penetraran más o menos, la luz oblicua proyectada sobre
puso durante una larga secuencia (los paisajes de otoño) una este «tapiz de alfileres)) dibujaba zonas de sombra o de luz que
serie de impresiones visuales que ofrecían exactas correspon- el artista modelaba a su gusto sacando o hundiendo (imagen
dencias tonales, aunque no siempre rítmicas, frente a una par- por imagen) varios alfileres, cada uno de los cuales constituía
titura escrita para valorizar las relativas dotes de una cantante un punto brillante o un punto de sombra, según los casos.
en decadencia. Nada de líneas, por tanto, sino un perpetuo juego dc som-
En 1933, una primera adaptación del Pacific 231 de Arthur bras y luces, de formas imprecisas, fantásticas, alucinantes, que
1-Ionegger fue hecha en la Rusia soviética por Tsejanovski. Sin la obra de Musorgski parecía hacer brotar de los infiernos ani-
hablar de los ritmos audiovisuales, el ensayo fue ingenioso. El mándolas con su aliento prodigioso. Nada gratuito, sino una
director, al filmar la orquesta, destacaba de ella, en el momento emoción plástica que prolongaba la emoción musical, y ambas
oportuno, y según las variaciones musicales, la llamada de los sometidas a un mismo ritmo y constituyendo su propio desa-
coros, los aclentos de la batería, los chirridos de las cuerdas, el rrollo: una obra genial donde las haya, que deja muy atrhs los
aullido de los trombones, mientras que en una serie de visiones encantadores grafismos de McLaren y las sabias geometrías de
La pa.labra y el sonido :1 73
172 Ritmo y tonzcis de vistas mdviles
darle las más (:le las veces de modo imperfecto [...] Evidente-
Fischinger. Y el film, esta vez, puede ser proyectado sin rnúsi- mente, tales atrariscripciones visuales* deben ser roclend63s tlc:
ca. 1'irtr.cle muchci: sil resonancia interior, sil temporalidad opri- las mayores precauciones y ofrecer serias garantías dt: gtistu
meriti:, r d o Io que proviene de ella, por su:puesto, p~eroperma- y de medida; ei-1 primer liigar, en la elección de las obriis, Irizgo
nece lii uisitiri, cuyos fantasmas encuentran en su movimiento en su realización [...] El cine puede ofrecer a la iniií*;ic.a iin
y en su forrrin ruiis~natina jusi:ificaciOn suficiente. lugar escogido siri, por ello, perjudicar el interCs del i i l r m i o
Se ha. di,:liu y re-peticlo que los múcic:os se alzaban con vehe- de la iiniagen.
nzi$rncia co1it1.ü es'tíi idea de ((pegar las imágenes a una partitu-
ri~l>.Cierto que ifeterminados intentos frzistrados les han lle- André L'oeuroy: Es preciso que la adaptación a la pantalla
vado ;ii saltar de indign:ii:ióri, -pero es absolutamente falso que conserve el mismis ritmo, el mismo espix-itu, la rnisma natura-
se l-iaj~arsstrbleiw,do alguna verz -al xlienos de forma sistemá- leza que la obra musical. Es un problc~nnmuy ~lelicaclo. Es
tica--- contra las búsquetlas de correspondericias plásticas. Todo preciso que el sistema, el estilo en cierto i~ioduclel director este
lo coriti-ario. Una encuesta realizada hacia 1932 sobre el tema plenamente de acuerdo con la obra musical.
por el f~itr.nnsigearzt daba los siguient.es resultados:
Enlile Vuillernzoz: Es evidente que la maporia de Icis, poe-
Alberr Rciz~ssel: lVIe gustarí;~que un realizador enterado tra- mas sinfonicos descriptivos, y con mayor rnzth, l;ns ra~cloilias
bajasr sobrcx mi Festin de l'arlzignée, por ejemplo; encontraría evocadoras, ofrecen admirables temas a la pantalla. Idas Icyes
ahí niateria parsi efectos c n ~ e l c sy cómicos. de la t6cnica cinematográfica son exactamentt: 1:ib n i i s l ~ ~ nque
s
las de los tralados de composición musical. La síiltesis, por
AZfred Cortot: Creo c?i.ie para las co~nposicionesdel mañana tanto, no sólo es posible sino fácil de llevar a ln Ixicticn C. . j
'hay ahí un. campo de acción c i explotar, tan vasto y fértil en Las leyes del gtSnero serán flexibles, puesto que debeiliii ndiliitir
sug:crtiricirt>; de toda nal:uraleza como la lia sido, para la gene- tanto la mierpl-etación anecdótica como la traduccicin par.ax.eicji-
rziciciri t ~ t i e : ahora se apaga, la forma del poema sinfónico [...] te plástica o rítmica. Y la fórmula no tendrá más lixxiitcs rllw
E1 1)t:ligi.i) radica en llegar, al interpretar un tema piiramente los del genio de los autores.
musical, a contrasentidos o a exagera<:iones molestas. Por eso, Por otro lado, Arthur Honegger había publicado rri 19.11 cii
un;i fi:li,: t:ulnbui.~ución r!r. cint:astas y rnúsicos no (lebe orien- la revista Plan:; un artículo que provocó sensación, ~ l l r i<:ii~rin:i
tarse a :revestir las obras maestras del pasado con u n aspecto sonore a la nii~siqueréelle», del que entresacainos los siguien-
pintoresco, sino a compclner obras niievas en las que la sensi- tes p6rrafos:
bi1iil:td tle las do!; artes quede respetada por igual.
El cine sonoro :Sólo conseguirh ser cuando hava rmliz~iclotina ur1ití11
Alhert W o l f f : La fórmula <(poemasinfónico» es la más adap- tan estrecha entre la expresidn visual y la expresitin niitsicrri' di: rrn
table a la pantalla, porque irriplica un encadenamiento y des- inis~nohecho que a~nbasse expliquen y se cuprupl~~>?tr:rz?(~rr iplrittra-
I)I-er-idegra.ndiositiad. iChántas riquezas pa:ra los directores de metite. Esta sin tesis será el nacimiento tic un arte ctrrioscr, oric~ica-
cirie, pe~isabayo al dirigir El aprendiz rle brujo, el Cascanueces do al mismo tiempo y con igual cnlidad cr I a ~ i ; dciis s t : r . i r i i i r j . ~ ;iic rse
y E.rl lrls estepas del Asia central! [Entiendaine! Hay iina fusión arte hasta ahora s610 hemos percibido algunos :idelarato$i cri ;Ilec.lrlya
y sobi-e todo eri los films de Ruttmann y los Mickey.
a~inrir.:i'i:rle entre la míisica y 1:is imágenes; y para ello sólo se [...] Vayamos rnás lejos. El film sonoro puede riltcy bit:>! acrxb<ir
riecieiitii. la colaboració11 en todo mon.iento entre el compositor con la mzisica, corrzpletarla ddndole tln sentido rt-:u! f . . . La ~i?iisir.¿ii
y el director. no tiene una re:preseritacion real, concreta, perct:ptiblc (le una f o r i ~ i n
idkntica para 1;3 totalidad de los oyentes. El cine: sonoin club& Sr:
.lac:rqties Ibert: En princi:pio soy el partidario más convenci- la dé.
do de este géner.o de adaptaciones. Flo hay razón alguna para Qiiizá un día. la:; relaciones constantes e ignor;;\slths e11tre el ritirii~
que no :se puedan llevar ciertas obras sinfónicas a la pantalla, auditivo y el ritmo visual podrán definirse cori b:.istaitta f~rieisidr!
corno se hricc: diariamen.te en el teatro. El cine, debido a los como para que se,a posible dar a toda expresión riiusi(.:nl I:r ra:prc-
rnúlti1:)les y n-iara\~illososrecu:rsos de su .técnica, ofrece a la sentación visual cisrrespondiente exacta y precisa. f'x j:iitii' tic: <:si!
momento, el n,iúcico poseerá la facultad de hacer Ilrtgar al i:tiZeit-
y :;atisfai::ciones que r:l teatro sólo puede
rriúsica :[)i:>:;íbil.id.ride:s
-
1 __1 -1
rl l. -
174 R i t m o y t o m a s d e vistas móviles La palabra y el sonido 175

'I1 .*
dimicnto del oyente, para el que todo se traduce en imágenes, no
las imagenes que la fantasía del citado oyente le suscite, sino las
Y durante ese lapso, sobre todo, Eisenstein había rodado
Alexander N e v s k i con la colaboración de Prokofiev y publiciado,
irri!insncs concretas de su propia obra, fijadas con nitidez y unidad. en Film sense, una exposición teórica que puede ser considerada
. -."., Ia- inaturaleza del talento del artista, un mismo sentimien-
1j ~s~&
tu artístico es susceptible de expresión diferente: sea la música o la
palabra, el arte gráfico o el arte coreográfico, se tratará de la mis-
romo la base fundamental del arte audiovisual. No hablaremos
aquí más que de los aspectos esenciales.
ma realidad en uno de sus aspectos. Existen, no pueden sino existir
Para dominar este método [dice] es necesario desarrollar en uno
etztre estas expresiones diferentes de una cosa idéntica, re2aciones
-1
l...? perfectas, reversibles, que ~i las conociél-amos, permitirán tl-adttcir
zlna por otra.
mismo una percepción nueva: la capacidad dc rcduc.11- a un deno-
minador común las impresiones visuales y sonoras.
Evidentemente, las «imaginerías» musicales y visuales rio son de
Cuantlr~deje de ser incomprendida o destrozada, la música puede
hecho medibles con la ayuda de elementos ((representativosx Si se
17 c.unrrertirse en ella misma, entrar en la realidad, ser, como el cine
y con 21, una fuerza verdadera, unánime, colectiva, no sometida ya
a las revisiones anárquicas de las individualidades, sino aplicada
habla de correspondencias y de proporciones auténticas y profundas
entre la música y la imagen, esto sólo puede hacerse poi referencia
a las relaciones entre los i~zovirnientosfundamci7iales tic la niiisica
con toda su fuerza a una multitud transportada.
r.1 Se podría discutir hasta el fin de los siglos el interés que
y de la imagen, es decir, entre los elementos tic ~ompos;icioiiy dc
estructura. No podemos hablar de lo que es efectivnmer~te.rcorinieri-
curable», es decir, del movimiento que se halla it In ver. en la base
tendría -0 dejaría de tener- dar a la música una significa- de la estructura de un fragmento dc música dado y cn la dc la re-
j_/
i ción concreta. No creemos que pueda ganar con ello gran cosa, presentación visual dada. La comprensión de las leyes clc c~tiuctura
del método y del ritmo, subyacentes a su estabilizacibn S ¿t su de-
y no compartimos plenamente las opiniones de Honegger. Sólo
sarrollo recíproco, nos proporciona el único terreno firme p,ua es-
podría tratarse, en todo caso, de una determinada música, y tablecer una unidad entre ellos.
ri sobre todo de una música no descriptiva. Dado que ésta con-
tiene elementos propios para la sugerencia (la Pastoral, por Sin embargo, al describir las posibilidades d e asociación del
ejemplo), sería redundante añadirle nada. La música ((impre- ritmo musical y d e un plano estático, Eisenstein precisa:
.
;/ sionista)), sin embargo, permite evitar el pleonasmo. Como no
l..] se trata de evocar sino de traducir -o d e crear- las impre- No podemos negar el hecho de que la impresión 11i.j~ ~orprcridc.ntc
siones, el ajuste se hace posible en la medida en que las imá- y más directa se obtiene de modo natural por la cntift~~rrrrticítirioi'
nzoi~ii?zientode la inúsica con el del contorno visuul, c\ &.(:ir, tlc
genes se esfuerzan por determinar impresiones equivalentes,
'E evitando las representaciones precisas. El film d e Alexeieff lo la composición gráfica del marco; porque este contorno, cstc cflbuio
1 .i o esta línea es el elemento de énfasis más fuerte de la idea riiisriin
prueba. De todas formas, el interés n o radica en la imagen ((en de este movimiento.
r?
l i
sí)), sino, aprovechando la expresión de Honegger, en la ((defi-
nición de ciertas relaciones entre el ritmo auditivo y el ritmo Y aquí nosotros no estamos en absoluto de acuerdo con 21.
visual». Al hablar de la secuencia de la espera que precede al ataque
Compartiendo esta idea desde hace tiempo, y tras haber de los caballeros teutónicos, cuando los ejércitos rusos están
f "'1 mantenido largas entrevistas sobre el tema con Eisenstein mien- reupidos e inmóviles e n las estribaciones de u n montículo sobre
l tras rodaba Roniance senti17?ental, pensando que en ese plano
.li
el que se encuentran Nevski y sus subordinados, Eisenstein
ni él ni Germaine Dulac habían obtenido resultados satisfacto- prosigue:
-'& rios, y valiéndome de la opinión de Honegger, m e propuse en
l I
j 1932 rodar Pacific 231. Por desgracia, los derechos acababan de
ser cedidos para un film del que ya hemos hablado. Este pro-
El primer acorde puede ser evocado visualmente como una «plata-
forma de partida),, como un trampolín. Los cinco negros que siguen
en gama ascendente encontrarían una expresión visual completa-
r'?
yecto n o vio, por tanto, la luz hasta veinte años más tarde. En
ese tiempo, los ensayos de Fischinger, Alexeieff, Len Lye, habían
mente natural en una línea que se eleva intensamente r ] Dc cstc
1 -1 venido a confirmar las opiniones d e Germaine Dulac ... y las
modo encontramos una correspondencia absoluta entre el niotiittiieri-
to de la mzísica y el nzovinziento de la mirada sobre la Iínra r l ~i<r
mías, por más diferencias de detalle que existiesen entre ambas. composición plástica. En otros términos, el mismo movirnicnt~ st.
K
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r-I
176 R i t m o y tontas de vi.stas nzdviles
La palabra y el sonido 1 71'
i.nciicrtti,t lanto en la base dc la estructiir;~musical como en la
k,n,,i. d c Ia estructura plástica. de una a otra. ]..a visión preferencial no es mAs que el punto cle
N o cao;t;irr?iosde acuerdo, pritvo, porque no podernos ver ahí impacto en tonlo al cual la imagen se abre en uria fracc~ónclc
trnh:; caiic L a trarisposición inteligente y «gráfica)) de 1í1 idea, sin segundo. Para mayor exactitud, se podría dividir esta pei-ccp-
eriiL,irgci :ibsurda, que consiste (por ejeriiplo) en asociar una ción en tres tiempos: 1) percepción simulthnea de tot-ias las
gama d'escenderite con el movimiento de un person;ije que baja partes; 2) clesciibrimiento del punto privilegiada que atrar iciA.;
los esc;ilones de iina escalera. Sectrntio, porque en lugar de aso- Ir\ mirada; 3) desarrollo de las formas que se pi ccisan eii ti,[ rio
ciar u n , n~oviinieritovisual a iin movimierlto niusical, asocia a a r:ste punto y a partir de él. Pero no podría ser asunto di* r1ri.i
este niovimierito el dibujo de una forma irimóvil. Asocia una ~~lt*ctura», es dccii-, de una operación intelectual, analitil'i. i:$
progresiún, un ritmo que se desarrolla en la duración, a un i i i i automatisnlo que se resuelve en menos de iiiiii décima de
~:oriJun.l.opercibido instantáneamente. Se produce por este he- sq2wntlo, y quc puede variar sólo en razón de 13 i~lteiisidacl
i;ho uria antinomia enti-e la expresión dináinica de la música lun~inosadel objeto considerado.
y la er:presióil p1;ísticai de 13 imagr:n, que cristaliza el movi-
miento en una a.usenci;l de movimiento. Y coino esta imagen .k1arte de la comgiosición plhstica [añade Eiseristciii] ,isori.;istl: pre-
- Y

dura t;into tiempo comio la frase 'musical adyacente, resulta: cisamente en dirigir la atención del espectador L S r i la direcciúii y en
1st orden queridos por el creador de esta composición. Esto sc nplic:i
tambikil al movimiento de la mirada a lo largo de la siipr:rlii:ic ili:
1. La obligacióri no de mirar, sino de leer esta imagen yendo una tela, en pintura, o sobre la superficie de la p;ini:tilri i:I c.~::t,
de i.tqilierda a dereclra como en un libro, siguiendo de esta de una imagen cinematográfica.
iorri~a,en cornpañía de la rnúsica misma, el tlibujo particular
de la composiciói~plác;tica. Es evidente, pero nos retrotrae a lo que acabzirxios dc tlet.ir
sobre la 1ectur;i cle izquierda a derecha. En c u a ~ i t ua1 rx;iriicna
2. Dado que eri una imagen la mirada es atraída por el analítico de un cuaclro (o de una imagen), cltic p ~ i ~ dvxigir
il 1111
lugar cjlonde convergerr las dominantes plásticas o dramáticas, tiempo más o mt:nos largo, es una operacion i~itclectu~zl qrii:
Ei:;c.risi.eiri se vt: obligado a situar este lugar siempre en el lado sólo puede h;lc:erse a partir de t f n dato percibido. Lo culil tio
izqrric?rdo (prinier plano, personaje 0 tema privilegiado) y, de afecta a la percepción propiamente dicha, aunque de lirc?io at:
una forn1.a más general, a ;ibrir la frase musical correspon- trata de una prof~indizaciónde ésta. La mirada se deja c u i ~ e i i ~ r i r
c1iertt.e con un acorde mayor que responda a esta donriiriante por la línea generadora de las formas o de la rel-rrcst.ittacicíri,
-plástica. pero dsta es una cuestión que nos remite a lo qut: dec*iaiacb:, n
YZvidentemente, la música no se desari:olla en un sentido propósito del linzbarqtiement pour Cytlzkre M.
particular. Eiseii:;teiri hubiera podido también situar el lugar De todas formas, no podría haber correspondencia cnirc: cl
privilegiado a la derecha del marco, o en el centro, y el acorde movimiento milsical y el de la mirada dirigida scik-irr. tina crm,),
inayor a inedio camino del tiempo.ot:orga<ioa la imagen (como sino con el mcjvirniento de esta cosa o de las in~Agene,squc la
a veces lo hace), pero la lectura de esta imagei-I bubie.ra sido representail. Dicho cie otro modo, la mtisica considercirl<z ccirno
más difícil, dado que toda lectura se realiza, por automatismo una serie de j?er~:epciones, n o puede concordar v t ~ q;ii: í ~ Con
psiccilógico, de izquiei-da a d.erecha, al menos en los pueblos otra serie de percepciones y n o con el examen r t ~ z c ~ l í i i ~1 1-1 :o gig7a
que deccifrm las letras eil este sentido y que constituyen la cosa percibida. (Siempre qiie se entienda que se trata dta acortles
mayoría de los el;pectaciores de cine.
A esto Eisenstein responde que «el conjunto inmóvil de una
44 Hagamos, a p~,opósitode este cuadro, las siguient,es obgep;isr.is>nes
imagen y sus partes no alcanzan simultáneamente nuestra per- que se deben a ILodin: (qHabéis observado el desarrollo de esta pc<i.ifo??ii.
cepción)). ¡Claro que sí! Todas las experiencias sobre psicolo- mn? ¿Es en realitiad teatro? ¿Es pintura? No podríamos decin'lo. \'<:d. :,ir1
gía c.le la percepción (Gestalf, etc.) lo demuestran. Si se nece- embargo, que uri artista cuando quiere puede representar no sdle~gc::>t(ia
sít:i i i r l tiempo d e t e m ~ i n a d o-.muy corto- para percibir ple- pasajeros, sino una accibn, para emplear el tCrinino usado en el arte tli.:i-
rla1nenl:e una imagen, est.a 1')enetraci0n se realiza simrtltánea- ~nático.Le basta para consegiiirlo .con disponer sus persona.ji:s tlc lorir.i.i
(lile el espectadcir vea en primer lugar a los que con~ienzar~ 1;i á~critiri,
nlel.rie en todas sus parte:; y no según un desarrollo que iría Iiiego a los que la continiian y , por último, a los que i;i ac;il>;\riu iL.'c¿rl,
entrev.istas reuniiia:j por Paul Gsell, Grassel, 1911).
Ritmo y tomas de vistas móviles La palabra y el sonido 179
178
ópera, pero la asociación rítmica preconizada por él n o fue
rítmicos y no de relaciones afectivas que, evidentemente, no
conseguida -magistralmente- hasta la célebre ((batalla dc los
pla~iieari~ i n g ú r iproblema de estructura.)
Iiiclos», y sobre todo en la secuencia del ataque de los caballc-
La asociación plástica sólo encuentra realmente su sentido
ciiündo se considera la totalidad de la secuencia, es decir, el
ros teutónicos. La conexión de la cabalgada y del movirnier-ito
niiisical que con ella se relaciona levanta entonces el entusi;isrnii
niovi~riicnto de intensidad creciente de plano a plano. En la
de un auditorio físicamente transportado: el movimiento corl-
secuencia de la «espera», los planos pasan a través de fases
cucrda con el movimiento en una construcción compleja for-
sucesivas -asociaciones de tono, de líneas, espacio-lineales,
mada por el conjunto rítmico, plástico y dinámico de una uni-
dramáticas- según una progresión ascendente, desde el bajo
dad audiovisual indisociable.
«juego de luz,, apenas alarmante, insustancial (opertura en fun-
dido), hasta la actividad de los personajes que esperan al ene- Ya hemos visto hasta qué punto el montaje «eisensteiniano»
migo. La unificación de los elementos plásticos y musicales se esforzaba por identificar el ritmo de las imágenes con los
constituye un movimiento de un solo impulso que atraviesa el ritmos psicofisiolÓgicos de la emoción. El ejemplo es, en este
conjunto de los planos. Pero no se trata más que de una [cidea
caso, su realización misma. El ataque de los caballeros está
pautado sobre el ritmo de un corazón angustiado. El incremento
de movimiento», de una gradación sucesiva, de un incremento
pi-ogresivo del movimiento, de su intcnsidad y cle su expresión
de intensidad que puede corresponder a un incremento análogo
soi-iora, por medio de un redoble musical más y más rápido
en el plano musical sin que el dato representado siga el movi-
cada vez, y cada vez más complejo, traduce al mismo tiempo
miento de la partitura.
Lo cierto es que, al margen de estas vinculaciones, el empleo
las pulsaciones del corazón, los choques de las armaduras y el
galope de los caballeros lanzados contra los ej&rcitos rusos.
de sonidos como contrapunto dramático consigue un poder no-
table de sugestión. Los doce planos que preceden el ataque de Todo concurre a crear una unidad dinámica que determina una
sensación semejante a la provocada por la acción representada,
los caballeros van seguidos de tres planos «vacíos., que repre-
pero una emociGn ampliada considerablemente por los recursos
sentan la superficie helada y desnuda del lago:
puestos en juego.
Los films de Eisenstein ofrecen, por tanto, los (10s asfrcctos
En medio del segundo de estos tres planos, el enemigo es anunciado bajo los que s e puede considerar la asociación de la música y
por un elemento cualitativamente nuevo: el sonido de los coros. Este
sonido estalla en el medio temporal del plano del lago desierto, de de la imagen: la asociación rítmica -la más válida en nuchtra
tal forma que nuestra atención, guiada por la analogía y por la opinión, la más sorprendente en todo caso- y la asociaci6ri
sensación de espacio, sitúa el sonido en el centro espacial del plano, lírica o temática, superior en bastantes grados a la asociaciúri
como si proviniese del londo del marco. Se le oye por segunda vez «emocional» que generalmente se emplea para música de film';.
en el segundo de los planos siguientes (que representa a Nevski En este último caso parece que la relación imágenes-i~iusicci
rodeado de algunos hombres), para dar la sensación de que, aunque pueda compararse a la relación de la música y del texto en
procedente de muy lejos (la serie de vistas del lago desierto). llega Pelléas, cuya música está
por lin a Alexander y penetra bruscamente en el marco de los sol-
dados I-risos que lo reciberi de frente. El plano siguiente deja ver tan naturalmente incorporada a la acción, tan naturalmente surgida
la línea lejana dc la caballería teutónica avanzando hacia adelante, de la situación, del decorado y del lenguaje, tan cercana a la música
semejando nacer de la línea del horizonte con la que al principio incluida bajo las palabras que, en la impresión total producida por
parece confundirse (Eisenstein). esta especie de transhsión sonora, resulta imposible disociarla del
texto que ella misma penetrads.
Sin cinbargo, es fácil observar que en Alexnnder Nevski -de Vincent d'Indy se preguntaba al día siguiente del estreno:
igual riiodo que en I l ~ d nel Terrible- la asociación de la música
y de las estructuras plásticas no ofrece nada más que la sensa- ¿En qué reside la causa de esta emoción de Ia que ningún auditorio
ción de plenitud que debiera ser conseguida en otros casos de buena voluntad puede librarse? ¿En el drama mismo?... Sí, por
mediante un acompañamiento musical circunstanciado. Desde
este punto de vista, las partituras de Prokofiev son un modelo 45 Paul Dukas, en Chronique des Arts et de la Ctcriosité, 10 de mayo
y las obras de Eisenstein el equivalente cinematográfico de la de 1902.
180 Jlitrno y tolnus de vistas mdviles
l.il palabra y el sonido 181
siipiietito, pero el di.ania solo no bastaría para producir una impre-
ci6n tie esta clase e:;pecial. ¿En la música? Sí, por supi.iesto, pero /Ay! En lugar de los Fantasmas poéticos de Alexeiefl el it:$aii
1k.t n ~ i ~ s í r solu
,t 110 podría crear la compleja en~ociónde que quiero tallo rio fue otro que malos cromos para ilustrar unn histux-la
1 I.ri música e n s í no juega en l~ellt?'ns
la mayor parte del de la que se supr~níaque la música era la expresidr~.
ticrript, r.ri;l:; que un papel secuil,dario. Es el texto el punto princi- Fantasía, en c.ferto, no sólo fue un grandioso error sino i i r i r i
])al: e l texto maravil1osari~e:nteadaptado, en su concepción sonora, a obra de una natursileta capaz de desacreditar todLt~,1;1s t t nta-
las iní'ler.iories del lt?nguaje, baña las ondas diversamente coloreadas tivas de vinculaciones sonovisilales, que, además, permitíti siipr)
cliie rzalj.zai1 el diseño, porieri de manifia:sto el sentido ot:ulto, mag- nema, incluso al públicc-I enterado, que el objetivo cle estas bús-
niPicai.i la expresidri, dejando pcir. otra parte a la palabra transpa- q i ~ e d a sera «poner la música en imágenes*. No se podría 1i:icci
rentar.se siempre a travls del .fluido elemento que la enwielve46.
xncjor para mostrar lo que conviene ante todo evitar.
PJo tcilemos que clisciit.ir estas opiriiones pero bastaría con Por supuesto, no hay que rechazar todo en este filnri dis-
1-rei~ir>la:~ar los tiirmino:; adrarxia)) y «t:exto» por «film» e ~ i m a - paratado e incoherente. Se puede admitir el ericaba1garnic.rit.o
geno pal-;~que el artículo de Vincent. d'Indy se corivierta en la casi geoniétrico que acompaña a la Toccata y fugn P I Z d o u ~ c t l o r ,
1-c*scii:t rri;ís perfecta de las otiras de Eisenstein. cuyo grafisnio se inspira en las búsqueda'^ tic Fischinger. El
La il.iociar.ión teniática de La in~ageny la música debía ten- nprendiz de Brri,io, que no es más que un;i s s r i u ~ l c .variacic~rac*\
tar a wig~isiüscineastas, :i músicos sobre todo, especialmente a m~isicalesen toirSno a una leyenda, permitc iluswnr el tema;
(:i;ari Carlo Menotti, cuyo l'htz wrediur.n; sin embargo, por inte- convertido, PO sin humor, en Mickey aprrilrli: C ~ Pbiujo, cons-
rt:sanli: y original que sea, no fue pai-ticularmerite convincente. titiiye iin dibujo animado encantador. P'cro el mal gusto se
Debe subrayarse que un viejo actor de cine, Friedrich Feher, apodera ya de La ronda de las horas.
1-inbía realizado en 1936 ----dos a.iios antes por tanto que Nevski-
iina obra atractiva y singular: R0bbt.r S ~ T I Z P I Z Opara I Z Y , la que Se le vio [dice Cleorges Sadoul] patear la música con la engreída
éI mi:;nio había compuesta el [;i.~ión,la música y las imágenes 47. y pedaiitesca pes:ide.a de los hipopótamos qiie vistió de estrellas de
Ida partitul-a. era la base clcl fil,m, pues las imágenes sólo se en- la danza para burlarse de un viejo ballet italiano cIc Poncliic3lli El
car.gabnn del desarrollo dramático de la acción ciiyo lirismo extrei~iado mal gusto de El cascanueces, según Ch.tikovshi, t~ivo
eix iritcgramente asunto de la inúsica.: exacta aplicación de los a veces la excusa del ~ngenio.¿Pero qué decir del ducii~iIc tisi dia-
p r i ~ r c i p i r del
. ~ ~ drarna lírico. Por desgracia, las desigualdades del blo de Museo GrCvin con un ángel sansiilpiciano e i i iiii,i ~.~cnol!rdEía
~;,i~ibri, la ausencia de rigor del tema, la relativa adecuación de de viejo teatro d e niagia, a los sones alternados cit. L'rlci t7ci<'1zt7 t Z t i
el ínorrte pelado tle IMusorgski y del Ave María de Scliubcrt? , C) de
1:is ii-iicigenes y cle la miísica, :y sobre todo la constante niezcla las pretensiones (iósrnicas de La consagracidn de la ~ i r ! r ~ ? « i , c ~ r rrzi
c,
tl~: g6nero:; -el film pasaba del expresionisrno fantástico al que Stravinski hace danzar a volcanes y dinosaurios? , Y s c ~ h ~todo c
sui-rt:ali:;mo burlesco, de la ironía niordaz al realismo sórdido, de una Sinfonía pastoral de Beethoven transformada rii iiri I~~illct
(le1 Clociimental lírico ;t la. caricatura, sin ninguna necesidad ni florido de pegasos engalanados y de centauros excl'ntriaos, cii u n
vinculación interjia--. fiieron 1;i causa de su fracaso. Sin rmbas- Olimpo decorado como un casino de provincia en 1'1103 ( l . i l ~ f o r . a
go, algunas de sus seci.iencia:j no deja11 .por ello de ser autén- del c~i?e~nundial).
ticos trozos de antolog~a.La obra se parece a una sucesión de
t~rillai-itesiinprovisacioi-ies sot>i:e un tema barroco del que se Siil considerar aquí otra cosa que la asociación 1-itmica, debe-
advierte lai arbiti-ariedad y el convencional.ismo; pero la negli- mos convenir, sin embargo, que ciertas secuenci,ts del Casca-
gencia, la prenlilra incluso, ilo carecen aquí de 1111 cierto en- nueces testimonian el perfecto sincronismo de los inoviiiiientos
canto. sonoros y visuales. La danza de los champiñones, el ballet cle
Eri 1940, ampliando sus anibicionrs e inspirándose en obras los peces chinos son, a este respecto, grandes triunfos. Los di-
music.:i!i:s c$lebres, Walt Disne,y tonió por su cilenta --en forma bujos poseen la al;ilidad y la precisión de los arabescos de
de iliI:itijo\i animatios- los priilcipios de la asociacióil rítmica. McLaren, y podrían haber tenido auténtico valor emocion,~l,tli:
no ser por su rrlolesta calidad pictórica que evoca los crorniia
46 Viricent d'Indy, .Yelliía.sn, en L'Occidcfzt, jur-iio tie 1902.
4'7 1:rictlr-ich Feher t:ra coriocido sobre todo por su iriterpretación del es- más delicuescenles . .
Ludiaritr 1:'int.ic.i~en El gobiileie rlei doctor Cnligari, en 1919. Los problemas de la con-iposición audiovisual suponen, por
tanto, diversas :,olriciones. Pero:
182 R i t m o y tomas de vistas móviles La palabra y el sonido 183

O bien cc acompaña la música d e grafismos abstractos que, jante desarrollo exige una significación musical que se
al no poder hacer otra cosa que puntuarla, la implican necesa- irrte en la suya propia, o, dicho con mayor exactitud, qiie
riamente como soporte rítmico y como forma expresiva (Fis- i: el papel del ((contenidoemocional». Es evidente, sin embar-
chinger, McLaren). que en la medida en que no se exige a estos grafismos nada
O bien se sigue la partitura con las imágenes concretas, sig- rluc ser un acompañamiento, esta Fórmula es con mucho la
nificantzs por sí mismas, pero que entonces tienen el defecto or. Ninguna forma concreta captada en la realidad del mun-
de prktcnder cierta «ilustración» del universo sugerido por la y de las cosas tendrá nunca la flexibilidad de las curvas
música (Germaine Dulac). Las formas figurativas pueden, sin ujadas según el arabesco musical, siguiéndolo punto por
embargo, ser bastante imprecisas para evocar a su vez y pro- 110,percusión por percusión. No se maneja la naturaleza tan
longar las sugerencias musicales sin ((ilustrarlas)) (Alexeieff). acilrnente como el pincel.. .
De todas formas, estos modos de «pictorización» toman a Pcro no se trata de acompañar la música, y mucho menos de
la obra musical por fuente de inspiración. ilustiarla. Se trata de asociar dos formas expresivas partiendo
Lík crsociactón propiamente dicha no ha sido obtenida más dr: urza m i s m a estructura rítmica fundai?zeiztal, siendo entonces
que en el plano de un rnovimicnto sinfónico que formaliza una la música menos un «soporte» que un contenido paralelo que
acción dramática cualquiera (Eisenstein). Pero volvemos a en- rtjusta al desarrollo cinematográfico la noción de temporalidad
contrar (a grandes rasgos) las condiciones del drama lírico: las que le faltaba.
imágenes muestran los seres en acción, un movimiento cuyas En efecto, si en un film el ritmo queda definido por la mar-
cadencias son ampliadas por el ritmo musical, pero cuyo ritmo cliri dramática de un acto «en devenir», cuando las imágenes
primero queda asegurado por el desarrollo de la acción re- iln cuentan nada se manifiestan incapaces de asegurar el ((de-
presentada. venir» del poema al faltar relaciones perceptibles referidas a
Ahora bien, nosotros aquí nos hemos preguntado: Liiia unidad de medida nítidamente experimentada. En última
¿No sería posible asociar imágenes y música desarrollando iristancia, al no ser la progresión visual el resultado de una
por ambas partes una nzisnza estructura rítiyzica, sin que las exigencia lógica, se puede montar la película siguiendo un orden1
imágenes tengan la obligación de «contar» nada, sino de evocar, cualquiera; sea cual sea la estructura adoptada, el ritmo efecti-
de sugerir como un poema? (Sin que estén cargadas de un po- t>íirnente sentido, es decir, reconocido como ~ ~ e c e s a r i ofalta-
,
der dramático cualquiera y sin que puedan -aunque concre- rh s i e m ~ r e .
tas- quedar sometidas a la ilustración irrisoria de la música? Se llega, por tanto, al mismo callejJn sin salida que con los
Este es el problema que siempre ha llamado nuestra aten- grafismos abstractos. Con la diferencia, sin embargo, de que las
cibn y por esto a partir de 1932 tratamos de realizar Paci- imágenes, al ser imágenes de algo, tieilCn al rrieilos la calidad
/ i c 231 emocional de las cosas representadas; una calidlid susceptible
El lector nos hará el favor de excusarnos por recurrir aquí de adoptar un sentido en el curso del tlcsarr-ollo ciriematográ-
a nuestras propias obras. No son más que ensayos desiguales fico. Se trata, por tanto, de otorgar a este desarrollo una deter-
que no pretenden en modo alguno haber agotado la cuestióii minada necesidad orgánica asegurándole Lin adcvei~iri,a travks
ni resuelto el problema. Pero como fueron las únicas que se dcl cual las imágenes encuentren el sentido que sc desc~aqtic
intentaron en este sentido, forzoso nos es hablar de ellas. Pese tomen. Ahora bien, esta impresión de ezdui-acidn vivida» se le
a todo, nos referiremos especialmente a las intenciones que pedirá a la música. La nzúsica darci a 10s it?~presintíssvistrn1r.v
las suscitaron. el contenido que les falta, otorgándoles los poticres de rlrru cu-
En primer lugar, eliminamos las formas ((puras)),por ser dencia perceptible.
incompatibles con los datos del problema. En efecto, se vio que Dicho de otro modo, no se trata dc poner Itis irndgcnes subte
no hay más ritmo ni expresión definibles en una serie de gra- la música, sino de introducir la música en una contjrtuiclaíl vi-
fismos cuasi geométricos que en una serie de fonemas que sual. ¡Pero no cualquier tipo de miisicc?! Porque si so cltiicre,
quieren ignorar la semiología del lenguaje (letrismo). Por esto, en efecto, asociar las dos formas expiccivas sirviéncluse dc: unü
misma espina dorsal, es preciso que cstas dos formas concurran
48 Este film no pudo ser realizado hasta 1948. F a producir sensaciones análogas según sus medios rcspcctivos,
j
258 Tiempo, espacio y real percibido conciencia de lo real 259
Se objetar5 que la esencia, que es una cualidad (aunque sea diferencia temporal referida a nuestra propia
conceptual), rio podría ser asimilada a una clase, que no es más
que irn niodo de agrupamiento. Pero la cualidad de ser blanco, Scontinúan -aunque en van*
que sc inscribe en la clase de la «blancura., justifica esta clasc ioridadn del ser que Ic permite
por el hecho riiismo de que la implica o la sobreentie ades» que lo caracterizan, no es otra cosa que
esta cualidad existe, es en la medida en que resulta físico)) de donde nosotros lo sacamos como clfnyma».
a las cosas que son blancas, en lo cual es concreta. o más arriba enunciado, la esencia del hierro
esto, n o es T I ~ que
~ S una abstracción y en modo alguno un nto de energías de las que el hierro es espresihri. La
«esencia),; no hay cualidad que pueda ser independiente de la aterial del hierro tampoco existe «en sí,, p«rqus: el
cosas a las que se refiere. discernible como «cuerpo» más que en determinado
Puesto que todos los hombres tienen capacidades sensoria- undo físico. No es independiente de una serie de
les análogas -al menos aproximadamente-, todo ipdividuo contingentes que lo determi-
percibirá (o podr5 percibir) el mismo objeio - e s e mismo rcf- de su «realidad», la materia
ble- en no importa qué momento, con tal de que le preste de un sistema de energías y de
atención. La objetividad del mundo, su universalidad no es más
que una intersubjetividad generalizada. Al ser la percepción un entido, se podría hacer a las leyes físicas la misma
fenómeno basado en las capacidades «físicas», es cierto que ub.it.ción que a la esencia de los metafísicos. Cuando Gaston
también para ella, en las mismas condiciones, idénticas causas Bachelard nos dice por ejemplo: «La ley pesa más que el hecho,
producen los mismos efectos. e! orden de las cosas se impone como una racionalidad», esta
Este mueble que está a mi espalda, que no veo, no deja de comprobación sólo es superficialmente exacta. Porque son los
existir para mí, dado que mi experiencia me ha demostrado que físicos quienes han establecido las leyes observando 1;1 repeti-
a cada mirada que vuelvo lo encuentro tal cual es. Pero es mi ciiin, la constancia causal o efectiva de los fenómenos. Pero los
mirada lo que lo constituye como objeto, igual que la mirada fenómenos no «obedecen» a las leyes; las hacen o permiten a
de la persona que está frente a mí, para lo cual el mueble está los Eisicos hacerlas. No obedecen más que a una necesidad
presente aunque yo no pueda percibirlo. e, de la que son la manifestación
Lo que no cesa de existir efectivamente es la sustancia, un a determinada ~posibilidadn,man-
determinado <<estado»material que permanece presente h e r a términos de esta posibilidad. La ley es una com-
de mi percepción. Por lo tanto, el objeto no es inagotable; 10 hecho que trasciende (y, por lo tanto, pesa rnás
que se agota es aquello que permite a la conciencia ((constituir- os para el observador, pero no para los hechos ob-
lo». Y SU presencia se despliega en el tiempo precisamente por- meno; no es más que su testirno-
que la conciencia lo reencuentra a cada instante, porque suscita nia simplemente la lógica evidente de las deter-
(O porque vuelve a suscitar) las apariencias. aciones del mundo físico, aun cuando su carácter legislativo
Ahora bien, esta permanencia de las cosas es lo que hace cn sí mismo contingente y relativo.
que le atribuyamos una «esencia»; la que hace que hayamos Podemos decir, por último, para terminar con las «esencias,,
elevado su ainvariante cualitativa* a la (raltur-a»de un absoluto ue las construcciones simbólicas no son otra cosa que cons-
metafísico. Sin embargo, nosotros distinguimos los cuerpos y ~ i t e soperaciones de transferencia que no tienen por objeto
los fenómenos (utilizando aquí esta palabra en su exacto r en evidencia las significaciones creadas o des-
sentido), es decir, por un lado, los sistemas de propiedades sen- 1 espíritu. Se trata de estructuraciones mentales
sib1c.s que presentan una determinada constancia y, por otra, las sólo son -en el plano del juicio- la aplicación de los fenó-
sensaciones que evolucionan. Pero si nos referimos a la esencia OS de la percepción. Ahora bien, la costumbre de asignar
del roble, del hierro, o de alguna cualidad «fija», no tratamos da cosa hace que muy pronto no sólo los signos
de alcanzar la esencia del calor o de la ebullición, porque éstas se vuelvan transparentes, sino que las mismas cosas desaparez-
no son cualidades permanentes (con un carácter de permanen- mri detrás de las significaciones que se les atribuye. El signi-
cia para nosotros). No hay sin embargo, entre unos y otros, ficado prima sobre el significante. No se puede ver wia cosa sin
260 Tiempo, e~pucioy real percibido La conciencia d e lo real Líi l

tratar de cori~prender.lo que hay «detrás de ella». Las cosas s otras, puesto que las penetra y las empapa u tctd;t:í \iii
piei.d.en su v;ilor objetivo, sri inercia propia, para ser pronto en su conjuiito».
«diilai.ni:!adas» por el espíritu. Por tanto, no hay que extrañarse si el yo, en tanto que tal, no preexiste a la ~?crrcpeic%n,
da que el espiritu trate de descubrir una «esencia)>detrás de la conciencia; si se forma (carácter, persoriailitlnd, 11:-
la crxi?itencia si17 darse cucnt,ii de que no hace más que perseguir ); si es consecuencia de la experiencia que: ndquie~e
clc: cstc modo los fa11it;isrrias q ~ i cél ha creado. e un inundo respecto al cual se constituya c~.ayo,;iB
Por el hecho de ser. finita y definida, la existencia parece rno tiempo que lo constituye en objeto; 4,en otro, t$rnii-
-segíin algunos- reducirse a una especie de «exterior» gene- citjn objeto-sujeto no existe u pi~iorisino que íipa-
ra1izai:lo. Resulta evitieintt: que no es captable y definible más mentc, como una fotografía en 1: baño del revclzi-
que desde el exterior, El infinito no tiene «exterior», porque en s tio existe una ontología dc! scr como no exjitc
otro caso dejaría de ser el infinito. Desde el interior, la existen- sí, A l nienos, esta ontología st; rcahsrjrbe en la psico-
cia nc) ya lo particular, lo finito, lo determinado; se confunde a, conic~la cosa en sí se reabsorbe cn la universnli-
con nclucllo de lo que es expresión. do físico. En efecta, en esta perspectiva, no sc ve
E n . iarito que exis-t'ente, el ser vivo se distingue de la cosa por qué la determinación del ser consciente dejaría
conio la materia orgánica de lo inorgán.ico. Dotado de sentido, te.rminaci6n «entre las otras*, palesta qiic el Iieclio
toilia co,nciencia d e y se opc:,ne al mundo que percibe. Se cons- y ernpaparu las cosas o los seres s0lo c3s corise-
tituye eri sujeto y se iriterioi iza en un pura s í que es conciencia ct~enciade esta conciencia, es decir, tlel Iiech~,cir: rslar gcvivon,
de 4 ~ ~ l'k*ro
1 l.i el pam sí no es otra cosa que la conciencia de y este liecho, a sui vez, no es más que el carhcker ci'istintivo de
ser dcl yo [tncx],esta «interjorización), no es aún más que una In orgánico arile lo inorgánico.
capta(:ión exterror de sí misino por sí mismo; el acto voluntario Sin embarg:), cualquiera que sea el objeto pct-cibido o el
del y o que se da a sí mismo como objeto. El si (o el para sí) íiidividuo que percibe, todo ser es irreductible a cunlqi~ierotro.
no e s más que la cclncienc~ade todos los «yo)) sucesivos que La infinita variedad de «posibilidades» otorgada d las detzrini-
corr5tjtuyen el ser pe~isante,actuante, cambiante, siempre refe- n:tciones que 11: caracterizan (espacio, tiempo, rrieclio, entot-110,
rrdo :i 10 que fue al volverie lo qiie es. En otras palabras, la cecétera)' asegura a un tiempo la multiplicidad de Ivs se~iicj,in-
«inleriorización» del sí es Lii.ia inmanencia y no una trascenden- tes y la particularidad del individuo. Llevado hasta sus liniites
cia. Es la individualidad del sujeto y no el en sí del ser. cstrenios, el carácter de identidad queda pronto cinuladci: rnin-
Por olro lado, si según determinadas concepciones existen- guria cosa, ningún ser podría ser idéntico a ningún otro. Nnrlrs
cialles, *lo existente es lo que, en uri orden dado, fundamenta es idéntico a n,:kda., a no ser a sí mismo, y esto incluso cii tina
sir1 e(,t,ir fundamenta<lo>), Ilcgaríanios a decir (puesto que el or- duración limitada que se desvanece eri lo fugaz. La identidad
deri (lado sieirlpre es relativo) que no existe nada a no ser el sblo se da en deterniinados aspectos, en drterminados estados
absoliitu niisrno porque, en el sentido que generalmente presta- el ~ n u n d oy de las cosas, relativos a las nociones subjetivas
nios a 15. existencia (Ernita y definida), nada puede ser que no ub: tenemos del espacio y del tiempo. Como ya liemos ht:cho
eslr rundamejitado. Toda existencia es relativa. La existencia de a t a r (xxxx), ningiin estado se reproduce ni puede reprod~icir-se
los sc.re:j y las cosas no solo está fundnrnentada, sino que se tal cual», es decir, de acuerdo con todas les dctermin;tcioiles
caraclerlza por estarlo. No Biriy nada en el universo que no sea ue lo hicieron tal cual fue. Cada uno de ellos cs iIiriico, y ehta
consecuencia de un deterini~iadofeiiómeno o de un determinado iinicidad es el resultado y la certeza de su exi~teg~ciii misina.
orden -y que - a su vez no determine a otro. Existir, en el sentido No obstante, rios negamos a considerar ccte elmny),, qtic p ~ c
físico de la palabra, t:s ser causa o fiincicin, lo uno y lo otro en senta a lo existente en su unidad existencia[, romo u11 heclio
uxia ~ ~ r a s l ) e c l i ~
temporal.
ra Ida existencia física es existencia de del azar, como una tacticidad irreductiblc ü curilcliiicr explicrt-
rel~it.i,.vze.~. ciún. Aunque es ixldeterminable desde el exterior, no por cllo
h i - lo que se refiere a nuestro yo, si «la primera de las ac- ese «h,ay»está inenos determinado, igual que el sur no t-S niiis
cjoiic*, rubjctivas es la de eaistirtl, hay que oponer a la esencia quc~una determinación de lo probable. «171 rai~iricic> c s lo q i r e
de las cosa5 tina ontología que asegure al ser una determina- ocurre)) dice Wittgenstein; pero nunca ocurre nada qur: nin ,ira
ció~zcllferepti., tlaclo clue su cxistenc,ia no es «una determinación @t~~.esario, es decir, imperiosamente determiiiúiLl.lo,?'orlo liettlr r ~ a i -
262 Tiempo, espacio y real percibido conciencia de lo real 263

na todo: todo e s función de todo. Paradójicamente este hecho inden~ostrable,una causa que, por lo menos, puede con-
mismo es lo que se halla en la razón del indeterininismo. r con los datos últimos de la ciencia contemporánea, no
No Iiay /rpcjiu.s (acciones, acontecimientos, fenómenos físi- nos, al admitirla, sino creer de igual modo que lo hace
cos) que no sean expresión de una determinada exigencia. Pero creyente. Creer tiene, por otra parte, esta singularidad de no
esta neccsidüd no siempre puede expresarse en razón de acon- ortar la negativa: no creer en Dios es creer en la no exis-
tecimientos paralelos que contrarían su producción. Los hechos ,iru de Dios, pero todavía es creer.
entonces no aparecen, no son. Pero cuando la necesidad de ser ' si uno se pregunta sobre este absoluto, parece difícil con-
coincide con la posibilidad de ser, entonces, inmediatamente, los .lo como ser a semejanza de la metafísica, porque ser es la
hechos aparecen, se producen, existen. O dicho de otro modo, idad de lo que existe y toda cualidad existencia1 es necesa-
los !iechos no se produce11 rnAs que cuando son necesarios, pero nente fipita y definida.
la experiencia tle esta neccsidad es contingente. La contingencia N o podría ser entendido en adelante como espíritu. El espí-
es stjlamente la incertidumbre dc las «posibilidades» o de las ritii 5610 tiene sentido para nosotros. Expresión última de nues-
(cpr.obabilidadc>»;en modo alguno rechaza la idea de necesidad, tra inteligencia, de nuestro juicio, no es niás que uno de los
pero ((necesidiitl))no siempre es .realidad>). ütribntos del ser. Hablar de espíritu puro o de ser cn sí, no es
Entendida en el sentido exacto de la palabra (ex sistere: so- otra cosa que un uso abusivo de palabras que pueden xer-vir para
lir de), la existencia, no obstante, plantea un antecedente nece- dchibaar el absoluto, pero no para significarlo. Y hablar tll: los
sario. Ninguna realidad ft:~loménica,ningún existente del mundo aúitr-ibutos» de Dios es un absurdo. Dios no podría tenci- atribu-
físico posee en sí mismo la razón y el principio de su propia tos, porque no podría sino tenerlos todos, y si los ticne todos es
existencia. Nadie existe «en sí», sino como consecuencia de un c o ~ n osi no tuviese ninguno. Atribuirle cualquier cualiclad, sea
conjunto de relaciones en el que por definición ninguna es la que sea, es «limitarle» al definirle.
absoluta. Si se concibe a Dios como voluntad (por ejemplo), no podría
Entendido en la integridad de sus relaciones, el conjunto de ccr sino como el absoluto de toda voluntad, es decir, como vo-
«existentes concretos)) o fenómenos del mundo físico postula, ad absoluta. Ahora bien, ¿qué podría desear irnri voluntad
por tanto, necesariamente, algo que está fuera de esa existencia ejante que no poseyera o que no fuira? En última iristancm:i,
niisma, pues la existencia de ese mundo no puede implicarse a a preciso que el absoluto fuera el :~bsolutomenas lirio, rc-
sí misma dado que no es «en si)). Es, por tanto, a partir de algo resentando ese uno el objeto de su voliciOn. Pero e1 absoluto
que ella no es, de lo que no es más que la expresión y que no enos uno ya no s e n a el absoluto.
puede ser sino un «no determinado)), un «no finito». Ahora bien, , todos los términos cualitativos -voluntad, vandczn,
un no finito no puede ser más que el infinito: éste que es «él d, saber, poder, etc.- que se 1-eficren a nociones humrt-
mismo, en él mismo, por él mismo, homogéneo y eterno», para cualidades que no pueden ser mris que fiimífas y definidas,
adoptar la definición platónica, sin duda la mejor que se ha n ipcluso su sentido cuando se aplican a lo infinito; care-
dado hasta ahora. objeto, dado que el infinito no es ni sujeto rii objeto. Se
En efecto, lo infinito po podría ser entendido como nada. La rata de «ideas» por medio de las cuales cl hombre Iia querido
nada, que no es más que la ausencia de realidades concretas, no .epresentarsex a Dios. Ahora bien, de igiral forma que entre
es comprendida como « ~ a c í o »más que porque nosotros no po- finito y lo infinito no hay medida alguna, tninpoco Ia Eiriy
demos captar, comprender- o concebir otra cosa que lo finito. tre Dios y el hombre.
Pero esta ausencia «para nosotros)) testimonia una presencia: Mientras que se pasa fácilmente, espont5ncamentc, dc lo in-
esta nada d e existencia no es la nada, porque la existencia no finito a lo finito (que no es más que una iiianifcstacibn cingtiler
podría salir de la nada. La nada atestigua el en sí inasible, iljmí- del infinito que se «conoce» al deKinirse), cl pnbo de 10 flnitu a
tado. O dicho de otro modo, lo que para nosotros no es conce- 10 infinito es imposible, porque en ese caso tcndrí:~ quc dcjnr
bible más que en términos de ausencia, lo que para nosotros de ser finito.
es la nada, es precisamente el absoluto. El ser finito retorna a lo infinito como la gota d e iigiia $11
Por tanto, nos hallamos reducidos a un postulado metafísico, oc¿.ano. Pero en este océano donde sc reduce a nada, dnncfc
a un a priori al cual nadic podría escapar. Y si se postula esta desaparece como gota, permanece como sustmcia. Es uri retuir-
T i e m p o , ei:pacio y ~ r t ~ apercibido
l conciencia dt: l o real

nts ci lo absoluto, nci el ailiqiiilamiento total, puesto que esa ia, nada impide suponer la existenci,~clr otros
«padnu 110 cs lii nada. sin n:latión alguna con las estructuras de nilcstr-o iirii-
De ese oct.iirio siir-g;ir:iri otras gotas, que quizB contengan al- esarrolliridose en otra parte siempre posible, scgijri otra\
gunas de Iiis rriol6cul~.io;que constitiiían la gota precederite, pero ades físicas)) salidas de otras causas prioritarias. lil iibbct-
que tainbi61-t cc7ntent.lriin otras moléculas que no las poseían., sería entonces la causa de todas las causas p r i n i ~ r a spcb-
No hay, por tanto, ~qrniisa:iiá~,ni supervivericia eri el sentido
individual de la palabra. Todo ser es único y lleva en sí sil
propio fin.
Para el hornbrc: existir equivale a expresar un aspecto del
e n sí de qiie es portador. Al ((realizara mediante su propia exis-
tencia cstt: aspecto limitado surgido de lo infinito como una it «creacion» no sería entonces más que la aparición de lo
ola crn ci seno clel ocdano, vivir es revelar su sentido eptregán-
dose ;i 61. Es a f i r ~ n a :alguna
~ necec;idnd, alguna posibilidad he-
cha posible entre todas las probabilidades. Y realizarse en SU ción incesante, que no determina tanto esos
inclividualidad más profunda, ser, en fiii, uno mismo, es afirmar orhellinos» cuanto suscita su aparición, como SI el a i l ~ a ~ > l ~ i ~
4 hiciese nacer (de sí misino en cada momcnto de su eternidad.
el sentido de este absoluto en la relatividitd de las contingencias.
Pero este c:rl sí que no es concebible i ~ i á sque como la inago-
table fuente de: todo cuanto @:!S,y que no podría ser comprendido
hajtr ninguno de los atrihuti:)~que e1 hornbre le presta al cons- I.h'JX'. CAUSAL1I)AIl Y DETERMINISMO
inrirlin a. su imagen, este abijoluto puede ser considerado como
t ~ ~ e r g l i NO
a . e11 el sentido de la energía cle los físicos, necesaria- Segitn Huine ' i Stuart Mill, la noción de causalidad ha riarido
nientt: finita por mAij infinitamente grande que sea, y que no de ia experiencia de sucesiones constantes. Así, «el ai-itet ctirriti.
es mh.s qiie sil expresl6n coiicreta, sino la energía e n sí, absolu- tlos fenómenos cualesquiera relacionados por la capt~ricrici,li,
ta, iildiscernible, indefinible:, comprendicia fuera del espacio y t;í c:onsiderado como causa de la consecuencia en la ~riecliclri
fuera clel tie.mpo. Una energía a la que no está prohibido llamar
Dios, pero cuya imagen sul:,raya más la potencia causal fuera
de las simples categoi-las hui12.anasy ofrece el sentido de un Dios
icL~mcontr-ado en su infinitucl, un Dios real y soberano.
De este modo, la existeiicia hcimana no es esta presencia
absurda que habría surgido sin ra:cón nj causa, como una adi-
ciiirl a la nada, sino Lina expresión del absoluto que perrilitiría
ries propias, poslerior a la composición operatc,risl>. Ilc r,il t r ~ i
rna que coilvieiie (considerar la causalidad, siguiendo ;i li,l,iirnc <Ic
decir: todo esl:á en 13i.os, Dios está en todo.
Biran, conio el protlucto de una lectura clirr:c.t:t de la ucc161i
.Por otro lado, si este absoluto contiene todas la:; ((posibilida- voliintaria O dt: una inducción análoga que 11wü n ~ ~ l l ~ i g i ~ iar-
I¿ia
des t:xistenciales», se ve claramente que, desde el momento en casas a partir del niodelo del yo.
que: alguilas de ella:; se coilviertei.1 en (~existeiltesconcretos», En otros términos,
deterininan (o implican) otros existente!; que entonces se vuel-
ven necc.sarzos, y estci cori e:rclusión de cualquier otro. Se com- Ilriirie y Maine de Biran han visto cada uno un aspeclcr cdi* 13 re:a-
prrncle a:;í la direcciori impiiesta a la naluraleza a partir de su Ildntl, pero se cc)rrigen mutuamente: lo que equiv'lle a ifcclr tltir: Iba
ori!;eri y por este origen mismo. Y se ve al mismo tiempo que c'lili5alidad no podi ía resultar de ninguna ((expeiíencia), 171 ~ p i & ~ ~ l l ~ ~ l
est;, «clii-ecciu~iw no es ni voluntad ni azar, sino la expresiói1 de t i A dicha, sino aiiltis bien, desde el principio,
de una orp,aiir/n~rtir.s
las dc.termin;kr'icines ltjgicas de los fenómenos, y clue la natilra- c i i " l(1 experiencia e n tunción del esqucmatismo
de la aciiúi-i [ 1 1 ,i
i las po!)ibilidades q u e suscitan e:,tá en razón de la na-
l c ~ cle pcl t epci6n de la causalidad deriva, como la causalidatl oyiirr n t ~ i
tur:aleza dc aqeiellns que expresan. mjsrna, de la ccmposicir>n conio tal de las relacioiies eii 1iic~;~)
Y ti,)
266 Tiempo, espacio y real percibido conciencia de lo real 267

de una cualquiera de las relaciones compuestas (Epistémologie gé- endo un paréntesis, recordaremos que la implicacimhnno
tjr7'¿ique). *iña necesariamente la sucesión; no obstante, sdla cs cap-
a, en la percepción inmediata, cuando efcctivaincnte hay SLI,-
No hay, por tanto, empirismo causal en el sentido de Hume o i6n. Entonces es comprendida como explicación causul. Mien-
de Maine de Biran, sino una relación indisociable entre el sujeto que las implicaciones son o pueden ser revcrsibles, la c m -
y el objeto. La noción de causalidad se precisa a medida que el ad es irreversible; pero supone la noción de ticrnpag.
ser toma conciencia de las relaciones del yo y del no yo, a me- sí, en el ejemplo ya citada de Citizen Kane, si el vaso im-
dida que «objetiva» el mundo y ~desubjetiviza)?sus nociones el envenenamiento de Susan, está implicado a si mismo
egocéntricas. Como recuerda Piaget, o causa (por el somnífero que contiene). Pero para que
emos esta relación causal, seria preciso que hubiese buce-
el desarrollo de la causalidad consiste recíprocamente en una asimi- n. El vaso sería comprendido como causa si estuviera aisla-
lación en primer lugar egocéntrica de las modilicaciones de lo real 0 (como los quevedos del Potemkiiz), mostrado de cierto T T I ~ Y ~ O
a las acciones del sujeto; luego, en una asimilación descentrada a ztes --o después- del plano general. Por el contrario, y debido
sus operaciones propiamente dichas [...] en una acomodación a los ue nos es presentado simultáneamente, es entendido coma
aspectos más y más profundos de la realidad [...] Bajo sus formas b(4b de un hecho actuaínzelzte presente. Como hemos dicho,
antropomórficas, comienza por no ser más que una asimilación 1x0 sugiere ni implica el envenenamiento: lo testimonia.
lógica de lo real a las acciones del sujeto, pero por la influencia
de la coordinación de las acciones en operaciones, termina por cons- La diferencia reside igualmente en que en la corresponden-
tituir una asimilación a las operaciones mismas: una analogía de cia de plano a plano, la relación engloba las significaciones to-
la deducción aplicada a la experiencia (ibid). mridas al objeto, mientras que en el campo total se limita a im-
prjmir a los objetos una estructura o una disposición que ema-
En efecto, es sorprendente comprobar que todas las formas na de la acción misma. La significación sólo aparece a posteriori.
precientíficas de causalidad consisten en asimilaciones directas Dicho de otro modo, en las estructuras cinematográficas cita-
de lo real a las acciones humanas. Magia, animismo, dinamis- d a ~ el , vaso refleja una significación dada por los hechos, mien-
mo, etc., preceden desde muy lejos al mecanicismo espacio- tras que los quevedos dan un sentido a los acontecimientos
temporal. (Curiosamente ya habíamos encontrado estas ~ e x p l i - representados.
caciones» cuando hablábamos de las nociones perturbadoras Por eso puede verse hasta qué punto la estética del I-ilni y la
del ahecho cinematográfico», cuando no se le sabía vincular a comprensión de las estructuras visuales entraña nociones de
algo racional.) percepción y de juicio y hasta qué punto la causalidad -Ia
Sin pretender volver a trazar aquí la historia de la causali- idea de causalidad- depende de la composición de las rola~ciu-
dad, y remitiendo a este respecto al lector a la obra capital de r1c.s e n juego. Ya hemos hecho notar que el arte del film cc)ii-
Piaget comprobaremos simplemente siguiéndole que siste en parte en crear relaciones de hechos, causales o no, Iógi-
cas aunque arbitrarias, es decir, en crear un real ficticio más
significante que lo real mismo. Ya volveremos sobre el tcma.
pese a Arquímedes, los principios de la, astronomía matemática y
el retorno al platonismo realizado durante el Renacimiento, hay que Para aquellos lectores nuestros que no estén familiarizados
esperar de hecho hasta Galileo, Pascal y Descartes para que la cau- con estos problemas, digamos que conviene distinguir Ins no-
salidad se libere por fin de la acción directa, a un tiempo egocén- cíc~nesde causa y de causalidad. Nadie ha negado jamiic que
trica y fenoménica, y alcance definitivamente el nivel de la com- no hay efecto sin causa, pero la causalidad se encarga de regir
posición operatona, es decir, de las coordinaciones mismas de la
acción, pero aplicadas a la sucesión temporal y no formalizadas 9 La implicación es una relación lógica puramente formal cnlrc: ideas
simplemente en operaciones lógico-matemáticas [... ] La explicación o proposiciones, independientemente de la verdad material de c i t a s ideas
causal no se distingue entonces casi de la implicación lógica, o la o proposiciones. La causalidad es una relación unívoca que supunc: la ver-
causa de la razón deductiva: causa sui ratio. dad material de las cosas consideradas en una duración necesaria. hombre
irriplica vertebrado. Pero el hombre se encuentra implicado en la noción
8 Introduction u l'épistémologie gkizétique, tomo Ir, cap. 7: ~Réalité general de vertebrado (implicaci6n directa o indirccta) El dolor implica
et causalitép. una henda (moral o material) pero la henda es causa de este dolor.
268 Tiempo, espacio y real percibido conciencia tie lo real 2 60

estas relaciones. El principio estriba en «que en condiciones ico la ley coriseiva su carficter preferente. Es el únicn rnrlcilo
semejzinte:i las mismas causas producen los rnismos efectosm; conocimientil posible. Ahora bien, la realidad íntirnn (ir los
la Itiy es 13 d<:terminación de estas relaciones según reglas de ómt~nosque corresponderi a estas leyes es -a cscalrr rni
constancia lo rnás rigiirosas 1:iosible. Para el pensamiento vulgar, casi irrepresenrable.
la itlea~de causa se confunde con la de agente productor, segiin n el nivel microfísico, el determinismo cambia tic f»r-~ilii;
la relacion globiil del anteccxlente con el consecueilte; para la las leyes di: los grandes números subsisten allí doiide w i ~ i n
ciencici, el término de cairsa se precisa en el de condición de- probabilidad estadística. Por tanto, si no se puede
terminante. 1-Iasta el punto de que para muchos sabios -des- x- (le determiilación ri~mrosay necesaria en lo que concicr-
pii6::; cle Augiisto Con-ite-- c.1 objeto esencial de la ciencia con- ilidati de previsión de los fenómeilos, el principio
sistj.ria eri establecer las lyyc:; de cc~nstanciay de coorclinación se derrumba; al menos, se reduce a la única no
de los fenómenos, en le:gis12ii,la causalidad sin buscar las «cau- , evidente pero imprevisible. Corno subraya Phi-
sas)). 13n otros .términos, eri definir el «cómo» sin explicar el
"por yllé".
Recordando que Einile hileyerson ha de.most.racio todo lo
si rio hay regla,^ de coordinación conocidas, el p~incipiode (%usa-
contrario, q ~ i cel pensamiento cieritíiico ha persegiiido constan- jidad se convier.te en una tautología y las leyes causnlcs particul~i-
temente, pese a las pi~ohibicionesdel positivismo, la búsqueda reo; en simples clefiniciones dc la magnitud de los estados: no diccri
de las causas y el estudio del modo esencial de producción de ~xatfamhs acerca tiel m~uidoreal (Le principe tle ircrusnliti ct $<:S
los feniónlenos, 17iaget hace notar que la cuestión sobre el punto !imite:;).
del que conviene part.ir es 121 de los Iímites entre la ciencia y
la metafísica. En mecánica sndulatoria «no es posible coordinar a cualquier
1negni.tiid que figure en una ecuacibn un dato inrnediatci 1ait.n
En efecto [dice], se puede nrio pregintai- si en la misma rriedida determinado o el resultado de una obsemaci6n. Se ve erituriics
en que la ciencia es una perpetua conquista sobre la metafísica, no
qit" las ecuaciones del físico han perdido por este heclio su
hay contradicción en adoptar iina posición antimetafísica, ahora y
en el Iutili-o, y eri clasificar dt: una vez por todas las cuestiones en valar causal, al rnenos en el sentido en que antaño se pcrisab't.
cie11tífica:jy metafísicas. La historia (te las ciencias c0nsist.e en un Estas leyes no asocian ya rnagnitudes directamente obseivablcs,
perpetuo desplazarnient« cle las fronteras entre estos dos dominios, s i n o rnagnitudcs que pueden únicamente, trah una ~lc*trr1ui11~ida
y es t:in vano y taii ~~i-i-ietafísico» especular sobre las fronteras fu- rlriúoi-ación, scr c:omparadas con magnitudes observnblezs. De:
turas de la ciencia como priidcnte y ((científico)> respetar los limites :dlí una determinada interpretación del físico. Por lo tanto, .;si
asigi~a(ios, en ~i-riestadio dado clel decarroll(~histórico, entre lo ve- rios preguntanlos si el principio de causalidad e s verrlndcr~a-
rificable (experiiriental o axioiiiáticamente) y la improvisacióii sub-
jetiva [...] L a rioc:ion tie causa, cuarido se considera el modo de nrcnte una ley dc: la naturaleza, podemos pla~itear1ü i:ucsticiri
pioc.l~ic:ciónde lo:; fenómenos, 110 es en sí ni científicza ni metafísi- desde todos siis Bngulos, y llegaremos siempre '1 1:i coincliiaihirz
ca: el problema debe rcsolvei-!;e a propósito de cada una de sus de que es imposi1)le dar una respuesta, sea positiva o negati\rri*.
rormas e incluso segúii el con1.exto en que interviene (ibid.). Por lo tanto, ima vez más, la copstrucción (o la rej~resi~ntnci<jn
tedrica, necesariamente abstracta) del mundo tcrcal~,cc de<,ir,
Esta Y.ltjma obse:rvacií,iri, impensable antes de 1924,, es fruto de #verdadero, fí:,icci, objetivo o espaciotemporal» ni2 es otra C O I L ~ ~
la niecápica oridulatoria quc cuestionó el principio mismo de que ala ordenacihn de los datos de nuestra experiail~.:ia scg,r\iii
causalidad, cuyas leyes hasta aquel entonces eran consideradas un esquerrian. La causalidad no es ya aquello que permite iilcur.
con10 rigurosas y absolutas. porar los hechos observables a las ecuaciones, y la previ:iion C ~ U P "
A1 ser en parte la definición de las leyes funci6n de la «na- esa causalidad aiiioriza no tiene ya más que un valor estadis-
turaleza intiman de las cosas, era preci:jamente hacer metafi- tico. Sin embargo, «es absurdo extraer de la física at6mic.a
sjca, creyendo .volverle la espalda, el pretender, como Augusto ~oriclusiones inetafisicas, pues sólo confirma la ümal&:tirnn clc.
Coiritc:, instaurar ],as c80sasigriorando :;u riaturaleza íntima. Pero indeterminacion real y de tautología que caracteriza a la cntxb~i-
auni:luc: las leyes están en raxón de los feriómenos, para el cien- lidad en general,. (ibid.).
E n otros términos, lo que plantea problemas no es tanto la la cual resulta el acontecimiento, es eso que llamamos azar. lJcro
causalidad misma como las concepciones absolutistas formu- Sta «chance>,se halla determinada; es consecuencia de divcr-
ladas por la física clásica. La determinación sólo es probablc, as causas. Sólo porque esas causas son demasiado complcjns
110 absoluta. Así, la probabilidad sucede a la certeza formal, sin y demasiado numerosas, imprevisibles e indiscernibles, las ati-i-
que, por supuesto, la noción de causa tenga que sufrir. La ley buirnos al azar, azar que al decir de Poincnre no es más qric
queda afectada en el hecho de que el mecanismo de deduccióii ida de nuestra ignorancia». Ahora bicri, la probabilidad
aparece como relativo y contingente. en la igualdad de las posibilidades. Lejos dc apoyarse r11
Por ello, aunque es cierto que la «explicación probabilista ito, las leyes estadísticas tienen por meta IU eliminación
consiste en insertar lo real observado en lo posible construido, 'izar. La ~chancex--o el carácter fort~iito-- csth sometida
y [que] la noción de probabilidad como tal se define precisa- s leyes de los grandes números. Es conset:uencia de la es-
nicrite por esa relación entre lo real y lo posible», nos parece uclura probabilista del conjunto, aunquc rio sea conocible
que la formulación de Piaget resulta excesiva. En efecto, para
él, [a «deducción causal vuelve a fusionar la modificación física Antes de emprender el examen crítico dc: las relaciones de
con la transformación operatoria, por subordinación de lo real certidumbre>, de las que ha surgido cl datcrininismo estadís-
a lo posible, y a conferir a la generalización de las relaciones co, recordemos brevemente en quri se Puntian.
legales reales un carácter de! necesidad, o de probabilidad, en El determinismo consiste en poder prcvcr cn todo momento
función de esta subordinación misma». Ahora bien, parece que cuales serán los acoiitecimientos que rcsiilten dc otros aconte-
no se puede inferir iin real físico de las posibilidades enuncia- cimientos anteriores, perfectamente conocidos y observados,
das por una ley, aunque sea matemática, ni subordinar su exis- aplicándoles ciertas leyes definida:; por I n cspcricnciri. Expresa
tencia a una necesidad definida por esta ley. Las teorías físicas una exigencia a priori que postula que? hay una cicncia capaz de
no podrían considerarse como el «en si» de los fenómenos, de- ofrecernos una representación racional de 1a 1-calidad sin que
bido a que ese en sí no es más que una abstracción. La exis- se le pueda trazar un límitc necesario. Es, por lo tanto, una
tencia de un fenómeno sólo se vuelve posible por la incidencia aplicación del principio de causalidad, que supone, sin embargo,
o la coincidencia de otros fenómenos o de ciertos estados tam- el rigor absoluto de este principio.
bién imprevisibles. Por tanto, en función de la subordinación Ahora bien, en microfisica, un dispositivo apto para medir
completamente relativa de la realidad a las leyes que se sacan las coordenadas de una masa muy pequeña (un corpiisculo, por
de ella, no se puede conferir a las generalizaciones de las rela- cjcrnplo) excluye la determinación de sri velocidad. Por lo tanto,
ciones legales reales un carácter de necesidad, sino sólo de pro- prever el estado futuro de esta masa a partir dc la. ubscrvación
babilidad. de su estado actual es algo imposible. Esta ubscmaciói~debía
Si sc prefiere, las previsiones sobre la existencia probable de conducir al físico Werner Heisenbcrg n formular- en 1927 el
un feii<lmeno son siempre diferentes, de cualquier manera, de iicipio siguiente, llamado de «indeterminnciúiirt (aunquc sería
las medidas que pueden efectuarse sobre el fenómeno realizado. jor, por una gran cantidad de razones, hablar de relaciones
Lo real probable es distinto de lo real realizado, porque supone incertidumbre) :
un determinado número de posibilidades que lo uexistenten
reduce a una sola. Como señala Pius Servien, «la caída de un Es imposible, incluso por medio cte tdcnicas indciirtidarnente per-
Ccccionadas, determina] simulláncamcnte, y con una precisión su-
dado sobre una cara, si el dado es completamente cúbico y
ficiente, la posición y la velocidad de uii corpíistulo, en rctz¿~n d r
homogéneo, es equivalente a su caída sobre otra cara; pero la alteración introducida por la riiedlda misma en cl fcno111erro oh-
cuando el acontecimiento se ha producido no hay más que una
posibilidad, por eso la probabilidad no existe más que con los
dados en el aire Ion. E1 dado en el suelo es un acontecimiento Pero una cosa es saber si esta ~ r c v i s i ú ae s irriposiblc sú10
fortuito, pero no constituye una posibilidad igual a otras. La para el observador, en cuyo caso un estado corp~rseularpreciso
«chance» de esa posibilidad, su prioridad sobre las otras, de sería indeterminable. Y otra saber si cl fendrncno rnismo es
indeterminado, es decir, si su estado aactuala el; o no es el
10 Citado por Paul Césari en La logique et la science, p. 134. Único determinante de su estado futuro. Este problema, plan-
272 Tiempo, espacio y real percibido

teado por Einstein desde el primer rnoñ-~iento,debía entrañar 1 orden de magriitud de las intervenciones del sujeto nlcrzna7a
una cantidad de iiiterpretaciones teijricas ~ n h so menos contra- p valor tal cliie .se puede hablar de una diferencia de nntilra-
dictor ias. en el carácter y en la cualidad «objetiva,, de las cosas ob-
Sabemos que, sebdr-i las leyes de la electrodinámica clásica, nclas. En rnicrofísica volvemos a encontrar el carAcicr no
las i:argas r n n-iovimiento de los electrones deberkm emitir luz tirllrvo del sujeto y del objeto, la imposibilidad de un:r rlistin-
conr,tantemente. Debido a esta pérdida incesante (-le energía, n p ~ e c i s aeritre lo objetivo y lo subjetivo. Sin embargo, ~ i u
las ortiitas de los electrones deberiaii estrt:charse sin cesar, y el trata mas que de la definición de un «i~iobservable».I'csiliju
elcclr6ri caería por últiino eri el núcleo. Pero sabemos que esto creerse, en efecto, que el fenómeno, aunque tndetel-~ninableno
no (,S así. EP estado riornial los álomos no emiten luz y los s rnenos dett>rrnkzado. Pero los estudios orientados en este
el~clroriesperrrianeceri en mi nivel estacionario. Para que el do han concluido e n u n fracaso, dejando ver con iiitidez
eleclr6n pase a iiri nivel. orbital inferior o siiperior y deje ese r i c t e r determinado del fenómeno, Louis de Broglie nos in-
«estado csstacionario)), es prc-ciso qile pierda -o reciba- una a de la situación:
deteririinada cantidad (le energía. Y esta energía no puede ser
cualqiiier energía: finita y definida, n o puede ser inferior al Cuanto más nos han permitido nuestras observaciones conocer con
~ energía designatio por la constante de Planck, y si
q u a i l t ~ i n(le exactitud la corifiguración de un sistema atóniico, 1:intu n i , i b wa nos
o r , puede se] un múltiplo suyo (tendremos 1
es i i i f ~ ~ ~ i isólo escapa, por eso mismo, su evolución dinámica, y ;r 1,i inversa SI lle-
qiiaiitunl, o 2, 3... n qilanta). Esta constante h, determinada por anos a 1ocaliz.ar los diversos elementos de u11 sistema, solamente
emos cons~rguidoun conocimiento estático iiistnntáneo dr cse
Plalacllc eri el curso de siis estudios sobre 1;-i radiacióri del cuerpo
a, y nos hallaremos en la incertidumbre total sobrc 1.rh tzn-
negio, fue introd~icidaen el sistema atóniico planetario de Ru- S dinámi~rasde que está animado. Si por el contrario, 81i.ga-
therfoid por Niels Bcthr, en 1913. Ahora bien, esta constante el aspecto dinámico del sistema, rios encontrarerrios
Iz es la causa de ]la indeterminación cuántica (al menos, consti- mbre respecto a la localización de sus partes, p.-
tuye su .medida», dado que la causa es la o b s e ~ ~ a c i ómisma:
n ar aún relaciones con carácter «causal~),tales como
la liiz, es decir, el flujo de los fotones que se erivía sobre el as relaciones que expresan la conservación de la energía o del ini-
fenorricno a observar y que lo n~odilicao lo perturba de modo pulso, pero estas relaciones carecerán en cierto sentido apoya
~.spaciotemporal y , según una expresión de Bohr, «trasceriii<*r citt>)
sensible).
61 rllarco del espacio-tiempo. Sin duda, podríamos tod,ivi.i kr~iil.ir
aquí una evolución que puede preverse a partir de u11 cstcido ~rilci..~l
Nuestra descripción habitlial de. la naturaleza, y particularmente la conocido: es 121 di: la fimcjón de onda de Id mectíriica ontlulatoria.
idea tic una rigurosa legalidad en los fenómenos físic.os [dice Wer- Pero esta evolircibn determina solamente cvmo va1í3~1las probabi-
ner 1-It:isei-ibergl, se apoya en e1 supuesto de que sería posible ob- lidades de diversas posibilidades mientras ninguna información niie-
servar lo!; Eeiió~neriossin alterarlos sensiblemente. Subordinar una sea prii>porcionada por la observación sobre el esttidc, del
acción determinada a Lina cairsa determinada carece de sentido a steina considerado. De ello no resulta un deterniinismo catiynl c.ri
no ser que podarnos olrservar í i la vez. las acciones y las causas sin sentido antiguo. Si se pretendiese salvar a cunlc]uii*r precio cl
pei'l~rrl~ai'su ~narcha.En las teorías clásicas esta interacción ha sido rterminismo, se podría, al parecer, tratar de invoc:ir- 1.1 existez~cia
considerada sieiilpre despreciable. En la física atómica, esta inter- c parámetros ocultos; las incertidumbres que nos iinpidrn tuA:i
accion [.rii~.deprovocar modifica.ciones :relativamente grandes e incon- hlccer un exacto determinismo de los fenómenos se debe~ianen-
troliiblc~.Por eso, el pi.'i.ilcipio cie causalidacl, bajo su forma clásica, toilces solamente a la ignorancia en que nos hallaríaixios drl x,rlor
no es dylicable, por su propio carácter, más que a sistemas aisla- preciso de esfos paráinetros ocultos. Es un hecho muy curroso
dos. Eii la física del átomo toda observación va acoinpaiiada de una ( s o b ~ eel cual el sefior Destouches ha insistido con razbn) qtrth se
pertui-l,ación finita y Iiasia i i r i determinado punto incontrolable. pueda demosti-ar la iinposibilidad de emplear en este caso rba es-
Alani-n bir>ri,coino la descripcitjil en tki-minos de espacio y de tiem- capatoria. La forma misma de las incertidumbre:^ cuánticas se opa-
po rlc uur suceso físico depende de In observación, se deduce que rie, en efecto, 3 que se pueda atribuir su origen a la ignorailcia de
esta cic:scripción por uii lado y el principio de causalidad :por otro ciertos paráincatros ocultos. La razón profunda es que las incerti-
corresponden a aspectos corn~~lerrientarios de la realidad que mu- dumbres cuániticas derivan de la existencia misma del quanturn de
tuarnerlte se exclilyen (Les prii~cipes plzysbyucs de la tlzéorie d e s acción y expresan la ~nsuficienciade la concepcióil de un cspriritl-
qziarltri). lie~npoindependiente de los fen6menos dinámicos qiie en i-1 >,c*
274 Tiempo, espacio y real percibido conciencia de lo real 275

desarrollan. La relación entre el aspecto geométrico y el aspecto o se produce, a falta del estado del universo total. D e ahí
dinámico de las entidades físicas, tal como implícitamente se halla e se pueda decir que la indeterminaciún no es el fruto de
contenida en la noción de los quantum de acción y tal como explí- aausencia de causa», sino antes bien de un exceso. Es una
citn~ricritese halla expresada por las incertidumbres cuánticas y las
distribuciones dc probabilidad correspondientes, es de una nattira- de asobredeterminaciúnn cuyas modalidades resultan im-
lcza radicalmente ntrilva: ésta es la razón profunda por la que Ibles, La determinación sólo es evidente a posteriori, una
parece ser totalrrierite imposible interpretar las incertidumbres cuán- que el fenómeno se ha producido, pero jamás se puedc sa-
ticas en el marco de las ideas clásicas con la ayuda de algún arti- antemano, en cualquiera de los momentos anteriores,
ficio como la hipótesis de los parámetros ocultos 11. en qué sentido o cómo se va a manifestar. No se puedc hacer
otra cosa que observarlo, en modo alguno determinarlo: *en
Los elementos que son indeterminables por la experiencia no una tirada de dados nunca se puede eliminar el azars.
lo son, por tanto, solamente en razón de la observación que de No obstante, como las modalidades posibles no son infinitas
ellos se hace. Son de hecho indeterminados, siempre que se en- los fenómenos más inestables obedecen a la ley de los grnn-
tienda una determinación rigurosa como la que se observa en meros, es posible, ya que no prever «sobre segurol,, ;il
los fenómenos del mundo sensible. No hay ((parámetros ocul- S considerar la probabilidad de un fenómeno desde cl ins-
tos», sino imposibilidad manifiesta de constituirlos. A este res- e n que se considera no una unidad sino un c»njurito. E1
pecto, W. Heisenberg es todavía más categórico: inismo estadístico sustituye, por tanto, al dctcrartinisn-ro
clLisico, dado que el error había consistido en concebir la criil-
Suponer [dice] que detrás del universo estadístico percibido se calidad como un principio que regía de modo absoluto cl muri-
oculta otro universo verdadero para el que sena válido el principio do de los fenómenos, es decir, que los afectaba con una niis~na
de causalidad, es una especulación de la que tenemos que afirmar legalidad imperiosa a cualquier nivel y en cualquier ocasihil. Lri
que es estéril y desprovista de sentido. La física debe limitarse a lo
que es percibido (ibid.). fisica atómica demuestra precisamente que eso no es cierto.
Hoy ya no se puede decir como Laplace:
Dejando a un lado cuanto de excesivo contiene este empirismo, Debemos considerar el estado presente del universo como efectu
hay que admitir que no puede haber ~causalidadnfuera-de toda de su estado anterior y como causa del estado que viene a conti-
experiencia posible, dado que la causalidad es un principio que nuación. Una inteligencia que, en un instante dado, conocic:,c: todas
se saca de la experiencia. Si la noción de causa, es decir, de la las fuerzas de que la naturaleza está animada y la sittiacibii rcs-
relación necesaria de un antecedente con un consecuente, sigue pcctiva de los seres que la componen, si fuera bastante aniplia pui's
siendo evidente, esta relación es imprevisible en sus efectos (y, someter estos datos a análisis, abarcaría en la misma fbrmiiln el
por lo tanto, no integrable en una causalidad que exige esta movimiento de los mayores cuerpos del universo y el del m6s lige-
previsión). Además, en el nivel atómico los fenómenos no de- ro Iitomo: nada sería incierto para ella, y el futuro, como el prisa-
penden de un solo antecedente sino también de diversos fenó- do, estaría presente a sus ojos.
menos copresentes cuya influencia es más o menos perturba- Prescindiendo de que una inteligencia i ~ f i n i t ano serfa inteli-
dora. Estas influencias, incesantemente variables, actúan como gencia, semejante determinismo postula una predetermi~~acirirz
otras tantas causas secundarias. La perturbación no correspon- ire engendraría u n mundo paralizado, fijo ante 511 propio fin,
de, por tanto, solamente al observador o a la observación: es rrkejante a aquel que nos deja entender Omar Khayam crian-
inherente a la producción del fenómeno y atañe a la naturaleza
misma del mundo físico.
Para prever con alguna certeza el estado de un fenómeno Con la primera arcilla amasaron al último hombre
cualquiera, habría que conocer todos los fenómenos anteriores Y sembraron la semilla de la última cosecha:
que actúan O pueden actuar sobre él de modo más o menos de- Y la primera mañana de la creación escribió
terminante, es decir, el «estado universal, del medio en cuyo Lo que se ha de leer en el alba del último Juicio.
11 En el prefacio a Physique moderne et philosophie, de Jean-Louis hora bien, el determinismo no es una predeterminación. Es
Destouches, París, Hennann, 1939. comprobación de una relación causal cuyas leyes se trata de
276 Tiempo, espacio y real percibido

esta'ble(:er. Cuando una cosa puede ser absolutamente determi- (jiactivo, un deier~ninadonúmero de Atomos har51i cxlilo*;i8ri
i-iada (por ejemplo, cuando es consecuencia de un ipvariante) en un tiempo dado, no hay posibilidad alguna de distinguir hr:)~
sil t:letcirni.inación no es m i s clue una tautología. Y' cuando es- col htorrio que hará explosión en diez años de aquel otro riiaiiiil
crrpa a este rigor-, entonces Ilii. ley causal no es -según Moritz q ~ correrá
i ~ la niisrna suerte en el año 150.000))( S u r le prohIEvrr:
Sdilick- más que cril.r,rio cr~xistituic.lopara servir de guía a la $11 r"lelc:r.nzitzismt!),SC: puede responder que esta indetermiriacic'iri
iritc.ligcrncia. Sólo sc: vi!-icul;i :t la realidad en determinados Iími- sigue siendo una fonna de causalidad.
res que la experiericia puede reconocer. Aunque se piiede prever que dentro de cuarenta años cl t c i
1x1 mundo es ~iccióny ma.vimiento. De esta acción, de es.te tío de los humanos actualme~itevivos habrá muerto, no se pile-
movimiento sin cesar fluctuante y diverso, nace una cierta «li- decir probable~nentecuáles en el sentido individual d e la
l~ertad),, e:s decir, una r:ausal.idaci imprecisa, que nace de una p:i]rtt.,ra. Este dcterminismo es estadístico. Eso no impide que
probabilidiad estadística o si :se quiere del azar. Es esta aliber- en (:;$da paso particular, el cieceso sea consecuencia de una cau-
1:ads. -.-.estia probabilidad-- lo que constituye el devenir. sa: accidente, ei~ferinedado vejez. No se puede prever que ese
C:orno subraya R.. Lacape, «deterrninisrrio y libertad son dos señor, al salir de sil casa, recibirá el golpe tle una teja en Iri ca-
:i>;~i.:te~scie una misma. cosa: la libertad se percibe en el futuro,
brza o morirá al cinzar la calle; pero la teja y el coeiite: 1i:ri)rán
el tft:tci-irriaismo en el p:rsa.dai la libertad es el elemento de de-
fernlinlzciú;n. Es un liecl?o criire los hechos». Pero sometidos a sido la causa dt: su muerte, evidentemente. Esta I-iabra estado
ílemasi;ados «posibles)) para que pueda ser previsl:~con rigor &terminada, pero con casi total seguridad no predeterminada.
(Déterrninisme et liberfé) 12. Nada permitía prever esta coincidencia accidental. Lri incerti-
N o es meno:; cierto que el. carácter estadístico del determi- dumbre y la irniprr:visibilidad prohíben, por tanto, 1:i iiistn~ira-
nismo pone de manifiesto i i ~ iencadenamiento causal, aunque ciúii de una calrsalidad formal, pero no el deteiniinismo o la
este enca(fienamiento no posea la univocidad que se le suponía causación, porqrie el azar no es otra cosa que u11 cleterminismo
ante!;. La causa.lidad slgue siendo el fundamento de las leyes iildeterminable; un indeterminismo para el físico, pero no para
c?stactísticas que aparecen err los fenómenos de iriasa. Según el filósofo. La mayoría de las controversias sobre tbc;tc tema
C. F. vol1 Weizsiikcr 13, surgen de que se habla de determinismo en el sentido exclusivo
de una predetenniniación, cosa que no podría ser en ningún caso.
Las leyes de la ilaturalezsi son leyes estadísticas qxii: r;iJ;i vez
la diferencia cntre la física clásica y la mecáilica cutinlica no reside
en nioclo alguno en el teorema coridicional del principio de causa- sc hacen m8s probables a medida que se accede :i1 iiive:l rnás
l
lidad, sino sólo eri los llmites hasta los que se p~iedellevar la de- elevado o que las cosas tienen menos influencias iinits subre
lei-iilinaci0n objetiva de tin estado (Le monde v7l par la physique). otras, siendo los cuerpos materiales relativamente cstablcs. En-
tonces el deternlinismo se afjrma como tal en el hecho du que
los fenómerios !,e convierten en relativamente previsibles, IJri
?stl~rí;irnostentados por decir que las relaciones de iilcertidum-
cierto margen de ii~determinaciónles prohíbe siempre ser id61i-
bre i;onfirrnan la causalidad pero dándole una significación in-
ticos en el sentiido absoluto tie la palabra. Tal esquema sinpun-
finitamente más tlexible.
Cuando Eddington ve un caso de incteterminación radical
N

l
dría un universo t:stratificado y sería contrario al diniiri~isii~r~
en el liectio de ciiie «c,i se piiede prever que en un cuerpo ra- de una realidati en perpetuo devenir, un devenir que no podría
ser encerrado eri leyes estrictas como si no fuera sino la simple
repetición de uri pasado o el calco de un plan predetermina~iu.
12 ,,Clianto más profuntiizo en este purito [decía ya Bergson en 19071, El devenir está m:is alld de la experiencia.
tanto niás creo que, si el porvenir está condenado a suceder al presente en
lugar de: producirse a su lado, es que no está integramente determinado en El determini'smo $10 es, por tanto, una regla fornznl n prícrri,
el tiempo presente, y si ei tiempo ocupado por esta sucesidn es d g o dis- icable en igualdad de condiciones a todos los nivelca del
tinto a cin riúmero, es que :;e crea de forma incesante lo imprevisible y lo ndo físico. Podría casi decirse que «se determinar- a nietiidn
nue\r»~~ créatrice).
(1,'P~~nl~riinn la complejidad creciente de los fenbmenos cuya r1etcrrriin.i-
13 No htty cluc confundirlo con el pi;icólogo gesta1tist.a Viktor von
Weizi;a(:Xcer. cion permite coiriocer. Como ellos, el determinis~nodeviene.
LXX. ODSERVACIONES SOBRE LAS RELACIONES DE INCERTIDUMBRB * ad ( p = mv) y que la longitud de onda 1de la onda electró-
h
asociada es igual a -.
Antes de desarrollar los puntos de vista a que nos han condu- mv
cido los estudios sobre ciertos aspectos de la atomística, hay or Último, las incertidumbres introducidas a escala cor-
que subrayar en primer lugar que el principio de indetermina- ular y que son consecuencia del quantum de acción sitlu
ción se halla esencialmente vinculado a una ley que constituye del orden de magnitud de la constante h. Dicho de otro
un determinismo importante: la constante de Planck es cono- a, el producto de la incertidumbre sobre una coordenada
cida al milésimo. El quantum de acción h es igual a 6,54 X lkn ii corpúsculo y de la incertidumbre sobre la conlpuncrltc
ergios-segundo. Es indivisible. Por debajo de este valor ener- rcspondiente de su cantidad de movimiento cs sicmpre por
gético mínimo no existe nada en el sentido físico de la palabra. menos igual a h. Si una de las incertidurnbrcs es nula, In
La energía E de un fotón relacionado con una onda de frecuen- ra es infinita. Es lo que traduce la fórmula Ap.Aq&h.
cia v es igual a h v. La cantidad de movimiento p de los fotones Examinemos ahora. con la mayor brevedad posible. los da-
hv tos consecuentes con la doble naturaleza ondiilritoria y corpuscu-
de energía h v es igual a -, y la longitud de onda X es igual lar de la energía atómica que han conducido a las relaciones
C
h incertidumbre, dado que éstas conciernen tanto a la mate-
a-. romo a la luz, es decir, al electrón y al fotón.
P Veamos en primer lugar el caso de la luz.
Por rcgla general se asimila el fotón --o quantum de energía Una onda, entendida en el sentido clásico de la palabra, es
luminosa- al valor h, pero según las teorías más recientes y o que ondula, es decir, un medio elástico (agua, aire) que
para satisfacer a la estadística de Bose-Einstein, parece que el mite los impulsos dados por una energía cinética cualquie-
f o t ó ~no es asimilable a uno, sino a dos quanta. El quantum i esta energía deja de manifestarse, la onda desaparece.
sería, por tanto, el equivalente a medio fotón y el fotón la aso- i>or otro lado, el medio así perturbado opone, por inercia, una
ciación de dos corpúsculos de masa nula y de la misma natu- dcterminada resistencia, de tal forma que la energía comunica-
raleza obedeciendo las ecuaciones de Dirac. Parece igualmente da a la masa líquida o gaseosa se agota poco a poco; las oxidas
posible identificar el semifotón con el neutrino. El fotón sería se debilitan cada vez más.
igual a un neutrino más un antineutrino. Por lo tanto, cuando se descubrió el carácter ondulatorio
Sea como fuere, estas consideraciones carecen aquí de im- de la luz (Huyghens, Young, Fresnel), el primer problema con-
portancia, por lo que convendremos en identificar, por simple sistiú en saber qué era aquello de lo que las ondas producían
comodidad del lenguaje, el fotón con el quantum h. la ondulación. Como ningún medio conocido resolvía el proble-
Por lo que concierne al electrón, se sabe que su cantidad a al propagarse la luz en el vacío, se pensó -cuando Maxwell
de movimiepto p es igual al producto de su masa por su velo- titiíicó la luz con las ondas electromagnéticas- en uri me-
Iiipotético, imponderable, que servía de apoyo a los fenó-
nos y que se denominó éter.
* Este capítulo, al que en otra obra daremos un carácter científico más A l desplazarse los astros en relación al éter, la velocidad de
desarrollado, debe venir situado, en nuestra opinión, tras las precedentes
consideraciones sobre el indeterminismo, porque -en nuestra opinión- luz debía ser, pues, diferente, según que se desplazase en el
las aclara con una luz nueva. ismo sentido o en sentido contrario. Ahora bien, la experizri-
La estética del cine que tratamos de elaborar aquí -o al menos de C I ~tle Michelson demostró que esta velocidad era la misnla
apoyar en bases psicológicas- está abierta necesariamente a perspectivas
que justifican nuestra postura. Nos es forzoso, por tanto, definir, al me-
300.000 km/s) en todos los sentidos, fueran cuales fueren cl
110s en sus rasgos más generales, esta filosofía que es nuestra y que cons- limiento y la posición del observador. La relatividad debía
tituye el segundo plano de un sistema cuyas estructuras fundamentales, icar este mismo fenómeno, pero se llegaba a la conclusión
así como sus formas más evidentes, se trata de deducir. dc que la luz debía ser otra cosa distinta a la simple ondula-
Aquellos a quienes parezcan engorrosas las consideraciones científicas un de un medio elástico, y que este medio, propuesto sola-
quc contiene podrán «saltárselo» sin perjuicio para la comprensión (al
menos general) de lo que concierne al cine bajo su aspecto más inmediato. ente «para servir de sujeto al verbo ondular», no existía. Slii
Tiernpt~,espucio y real percibido conciencia di? 110 real

ducla, Eir~steinconse~v6la noción cle éter, por comodidad, para , cle Brogli(r y E m i n Schrodinger, por una parte, y Nie:ls
~ i ~ ~ i i f . deterininada!;
i<:~r: propiedades del espacio, pero sería pre- , Ileisenberg y Dirac, por otra.
ferible rio utilizarla. n principio,, parecía que ~ 6 1 0la onda debía tener ilna R.;{-
No obstante, aunque se viera que la onda luminosa no co- física. En efecto, la propagación de las ondas se Iiace se-
rrespc~ntlín 3 la pert~irbaci6ride uil medio, como ocurría can 1111 determi-nis:mo muy preciso, regido por sus ecuiii.iones
las oriila:; dc i i i fí!;il:a clási<:;il,no por ello se dejó de considerar agación. S610 desde el punto de vista corpusculnr cl
esta c~ntlalurniilosa coino el modo de propagación de una de- causal, intiroducido por la mecdnica entre los c:ita~ia>s
terminada cantidad de eneilgía cuya densidad debía disminuir csavos del rnovirniento, desaparece en,el sentido indicnciio por
iiidcflnitjnmcnt,e a medida q,ue se «extenclía» por el espacio. Fue relaciones da: incertidumbre. Para Louis de Broglie, por trin-
cii(.olicc:icuando el desci~br.irnientodel efecto fotoeléctrico de- teoría de 19:!7), el corpúsculo no es más que una sinf;til:iri-.
mosti-ó que las rnc.lialcione:j: eran capaces de eje:rcer accionles en el 'sepo de un fenómeno ondulatorio externo, del ciinl
ent:rgétic;ls que no se de'bilitaban a nleclida que la dist:ancia dc niro. Es una ([cantidad de energía* guiadti por una (iaiidii-
la fuente: aumeiltakia.. e. Sin em'bar,go, la onda se convirtió pronto solarraenge
Al reconsiderar 1;t cuestión y volver a seguir la teoría ~ C K - onda de probabilid,ad~.
~ur;c~il.tir de Ne~vton,Einstcrin se .vio ol~ligadoa introducir la

I'

de: uri n~ecliol:iipotético, sillo como construcción sui generis q~zc: c:ixitidad de mc~virnientodel corpúsculo igual a -. Por tant.0,
1,
sale de la fuente y análoga a una emisiÓn» 14. Las concepciones
conoce exaotainerite la energía E y la cantidad &di.: n-iovirriic~i-
ohqda y corpúsculo, corlsideradas hasta. entonces como Con- de un corpúsculo, debe asociársele
t. .una onda plaii:\ i1~: Fr.e<:i~i:i-i-
tradictoiiias. debían,. -por tarito, asociarse! en una representaciúri r1

úilica, todavía mal definida, apareciendo como corn.plementari:.rs. itud. de onda -. Esta onda representa eirtcsriccs cl
Nunierosas consideracioiles, sobre lar; cuales rio vainos a ex-
teiidernos aquí por su amplitud, debían conducir a Louis de cu,rpijsculo (Matikre ct lumikre).
Bi:oglie a postular eri 19.24 la exislencia de iina onda electróni-
cs. 1.a islateria también parecía constituida por ondas y
púsculos íntimamiente asociados. /U demostrar la difracción :reciente de Heisenberg y de la .aesci.lcla. de C@
los electrones, las experiencias de I)avi:json y Germer vinie y' corpúsculos no fueron e n adelante r n i s clrre.
a isoinfirmar esta tesis, daildo así nacimiento a la mecánica :S de probabilidad)). Su existeil~ia re:il (t:n

dulatoria. eto cle la palabra1 aparece tanto mb's alr?aturia


En ~tdelailte,la onda Iirminosa no podía ser concebida sin irrepresentable objetivamente e ] ~ ~ : ~ ~dc:ck-,
ser ;lco<:iada a los corpúsc:ulos, debido a la disc;ontinuidad cle e:ncia inmediata. Parece, sin embargo, qrie se
ciertos efectos (efecto Coilipton, efecto fotoeléctrico), y debido púsc:ulo una cierta preeminencia:
también a que se atribuía al fotón solamente el poder de ((rnan-
tener)) el estado energético en la propagación de la onda. inoija [escribe Louis de Rroglie] parece tradt.acir cii
Y- de: rnocl~paralelo, el electrón no podía ya ser concebid
sir] estar asociado a una orida, porque, en ciertos casos, se com-
pc:,>rtabacomo la luz.
Est;i dualidad de ondas y corpúsculcis debía dar lugar, en
curso de los veinte años siguientes, a riumerosas interpret
nes coritradictorias cuyos extremos fueron representados , c ~ r p ~ ~ s c z ~tnécanique
lcs, ondulatoire).
' Sin embargo, sigue diciendo el eminente físico,
los corpúsculos aislados no tienen más que un carácter fugaz, teór e es expresión, energia que -se dice- debe ester eonccn-
co y abstracto. Lo que cuenta es el conjunto, un sistema que n en un espacio muy pequeño so pena de desvanecerse pro-
puede ser considerado como una ngurosa reunión de corpúsculos, en el seno de las ondas que la propagan. Pero
sino dc intcraccioncs entre los elementos cuya apariencia corpuscu 6n deriva de la física clásica. Aunque se sepa a
lar es correlativa a la experiencia (Physique et microphysique).
que las ondas luminosas son distintas de las de
un amedio que ondula*, no por ello se deja de aplicar a estas
Ahora bicii, cstc sistema vuelve de modo sirigular y bajo una
oridas cunceptos que carecen de relación alguna con las cxigeri-
dt-Finiribra abstracta, n la onda de la que sc había par.rido. V ~ s t a
c esas ondas suponen. De ahí la idea no s6lo de nimi-
la estxcrna pcqueiiez. del fbtón, su número infinitamente graride ones corpusculares, sino de la ((permapencia de los cor-
en tina crnisibri dada hace que 1n difercricia entre la estructura
OS», permanencia que implica a su vez la noción dc si-
discontiiiua de una sucesión dc fotones y la estructura conti~iua
idad y por tanto la coexistencia de ondas y de corpúscu-
de uri movirrlicnto oiidulatorio sea casi nula. Desarrollado crr
en las expresiones fundamentales de la luz y de la materia.
un «espacio de configuración» no asimilable al espacio tridi- ra bien, si es cierto, y está demostrado físicamente, que la
mcnsional clásico (ecuaciones de Schrodinger), este sistema tra- y la materia son a u n tiempo ondas y corpúsculos, es decir,
duce el carácter «abstracto» de las ondas de la mecánica onclu- e se manifiestan unas veces como ondas, otras corno cor-
latoria; pero un carácter que parece ser precisamente la exprc-
sculos, la simultaneidad que se atribuye a estos aspectos dife-
sión de su realidad concreta: una realidad no asimilable a la
rmtes no es más que una deducción teórica basada en concep-
de las ondas de la mecánica clásica, que se desarrolla en iIn
no pueden tener validez en el plano de la n~icrofísica.
espacio no asimilable al de nuestra experiencia inmediata.
Dc todas formas, las partículas elementales no son ((indivi-
Por ser este punto de vista, en su aspecto más general, el que alizables), y no poseen propiedades intrínsecas. No son «pe-
defenderemos aquí, hemos de recordar en primer lugar el de cñas bolitasn que obedecen a las leyes de la dinámica clási-
Schrodinger, de quien hemos partido: asimilables a la mecánica de las bolas de billar v tales aue
s reencontraría al término de una determinada evolución,
Una interpretación que siempre parece gozar de la preferencia d e se vuelve a encontrar a un individuo al término de un
Schrodinger [subraya Louis de Broglie], consiste en negar la rea-
lidad del dualismo rechazando la existencia de los corpúsculos. Sólo tiempo. No se reencuentran sino equivalencias.
las ondas tendrían una significación física análoga a la de las ondris Aunque la mecánica cuántica esté totalmente dirigida. con-
de las teorías clásicas. En determinados casos, la propagación dc tr8 la noción de objeto en sí, la idea de corpúsculo nen SIB es
13s ondas daría lugar a las apariencias corpusculares, pero no serían
m65 que eso, apariencias (Nouvelles perspectives eiz microplzysiquc).
r el fotón «en alguna parte,, de la onda, cuando se rn;~riifies-
La principal objeción hecha a las ideas de Schrodinger, que como tal en la emisión y en la absorción, pone de manifiesto
afirman que el corpúsculo es un ((paquete de ondas, que sólo davía un concepto mecánico y no un concepto electromabmé-
ocupa una extensión muy pequeña, .consiste en que, según las
ecuaciones de propagaci6n.de las ondas, ese grupo, si existe en
un momento dado, debe dispersarse en un tiempo extraordin e la trayectoria que une a A y a B. No sucede,
riamente corto: el grupo de ondas no presenta el carácter d n absoluto, lo mismo con los fotones, que no se cricuentran
permanencia vinculado a la idea de corptísculo. en ninguna parte» del trayecto de una onda, salvo cn el punto
Subrayamos esta última Erase porque es el punto de partida observación que -como veremos- los ((reconstituyen al es-
de nuestra hipótesis. La crítica que se le puede hacer sólo es
válida, en efecto, en tanto que la permanencia del corpúsculo jos de Jean Mariani han demostrado que el objeto
sea una cosa evidente, lo cual está lejos de haber sido demos-
trado.
Esta idea de ((permanencia, está relacionada fundamental-
mente con la de una onda incapaz de mantener la energía de
Tienzpo, espacio y real percibi 0 corzczencia íle 10 real

«e11sí» ondas o corpúsculos, es decir, si poseen estas propieda , diferentes. Pese a que la ley de Coulomb, que virictil:~
des kuera de la observaciói-i que los revela como tales, puesta
qiie no son strás que apariencias relativas a esta observaciilri. 1 los ~jcctronesal níicleo, es matematicainente semejante :i líi icv
Lltr&tcci6ndc: hlewton que rige los sistemas planetalic>i, 12%
Para el i"is1c.0, se trata solaiilente de aspectos de la función que 8 naialngía no pas,a (le ahí. La mecánica de los electrones c . ~ r r c > ~ c =
da la prol~ahilidad titr uii resultadi> posible eil iiila experien~i:~ de rclciciones con la de los planetas; su gravitación s r liLiIIíi s w -
dada. L.a representarii.jn de las cosas que surge gracias a $ rnrrida a las leyes relativas a una causalidad cuyo eiit-;iili:im,~-
exl)eri.cbiic in no es m:is que la figuración simbólica de una reaii-
' ~rnieri[ues muy distirito.
dad inipii;ible de objetivar Los elementcx del universo microfísico crea11 un espacio dm-
E:iin iinposibilidati no se debe solamei~tea la extrema :6 del nue:jtro porque sus relaciones e interacciopeu se rc-
ñez cie li3s fenón~enosque c.r;capan a toda captación ((objet 11 a. campcis tie fuerza que tienen otra estructura, y ptrr
sino ta~ribikn,y sob1.e todcu, a que no se pilede analizar el 0 otro sentido físico. No se les podría definir refiriéridolos
pai:it~ aa.t~omico a partir de ilocioiles inherentes a nuestro e serían si se produjeran en nuestro espacio, sino. que
cin irimediato ni, por tanto, referi.r los datos más o men tratar cie definir su espacio en razón del modo en que
per-imer~talec;cfe la rriicrofi:jica a nuestra experiencia del an rela.tiv.amente entre ,sí; Indudablemerire hay, debe
da y de las cosas. er, irna «espacialización» posible del universo intrantórriico,
Uno irle los errores fundamentales fue aplicar a la mecáni ro a10 puede tener relaciones directas con l;r 11í. nuestro cspa-
de los átomos las 1e;yt:s observadas en el mundo macroscópi irnimediato. Probablemente puede decirse que una teoría ató-.
como si lo infinitamente grande j r lo infinitamente pequeño pura 110 es posible más que cuando franquea las leyes d e
fuc:ran rnás que dimensiories extremas que eventualmente
podi-ian referir a u ~ i arnisn-ia escala. Sobre todo, considerar e 1 espacio, por no ser una forma independiente u pricwi rle
e,.;Ipaaio
., coino i.tn marco dado a priori, independiente de los fe- i coritenido, s.inci todo lo contrario, por ser funcicin de &te,
nbmenos y anterior :i ellos, e introducir éstos en él se@ "ecisa, s e g h :pensamos os otros (en el seritido geom&trico
relacn0n simple de continente a contenido. Ahor;~bien, palabra) a medida que los fenómenos microf'isicc?~se OS-
q,iie el espacio, como el tieriipo, es con.secuenciu de los f y se cocirclinan en la especie de los cuerpos materiales
nos cuyo conjunto constituye lo real físico, fenómenos que el-1 iverso m;acrosc6pico, es decir, según estnlc1:uras m d i l v a
esencia so11 la energía y el movinliento. El espacio-tiempo no mis riitidamente d.efinidas y más estables. De donde sc: derlirc'c
es n i i s que la proyeccióil cle estos fenóinenos en uila estructu- que, en el plan,,) atómico, las nociones de masa y de irirrcvi 110
ra que ellos determinan inecliante las relaciones que mantienen tleg~iln,eviclentemtante, el mismo sentido que en el espacaii 111-
entre si, estrrictura que los orden:i y coordiria según la lógicd mcdiiito. La identidad de ima masa y de un lugar preciso, es
de su evolución. O mejor clic:ho, el yspacio-tiempo es una funciófz decir, de un cuerpo determinado, es un hecho cuyo sentido sólo
de u~zrverso,y no un substi ato. apalr-rce al nivel de la materia organizada.
Jean l3errii1 decía hace ya treinta años: Así, la ((onda de probabilidad, de Born, que ((sitúa» el cor-
E pUsculo en un espacio de configuración de carácter abstiacto,
1-a rccie~iteatomfstica parece demostrar que el mal-co espaciotern- cnnzjidera las fcinciones de ondas como otros tanto:; puntos
poral ordinario deja de ser iitilizabli: e11 los últimos co~ifinesd e lo un espacio de Hilbert de un número infinito de dimensio-
mai.ei-ia para describir el ordenamiei-ito íntimo de cosas de las que , no es más que un ente imaginario. Pero las dimensic:jnes
puede tener sentid« decir que son progresivanlenie rnenos compl lliples introducidas por el formalismo matemático «tradu-
ja?;, menos ricas en posibilidades, pr'ro no decir que son cada x en cierta forSma las cualidades de un espacio todavia 110
1113s pec~~ieiias. rcturado o m.al definido; puede decirse que corresponden
~1 «incertidumbre» de carácter geométrico.
Así, lo que podría llai~iarse«relatividad del espacio» no es exac- e hecho nc3 h.ay ni podría haber otras ({dimensiones~qiiz:
tariiente: dimensional. Los campos de fuerza mic:roscópicos y s representadas por las coordenadas del espacio-tiempo. Las
n~;icr~osc:t.ipicocson iinconmc~isurables,porque no están regidos dimensiones distintas a las de estas cuatro coordenadas siin
por las mismas leyes. En el sentido físico de la palabra son ternzinacione:; físicas, expresables en términos de geometriii
286 Tiempo, espacio y real percibi onciencia de lo real 287
analítica, pero no determinaciones estrictamente espaciote
porales, consecuentes, precisamente, de estas determinaci 0110 espacial. El problema planteado por las relaciones
de campo. ertidumbre de Heisenberg, y que se reduce a esta obser-
Por ejemplo, el corpúsculo, que no es nada más que , sólo existe en razón de los principios de la rnecdniea
«campo de fuerza)), es el centro a que se refieren a un espacio euclidiano en el que la du-
«crea» el espacio mediante las re1 n, considerada nula o absoluta (lo cual significa 10 mismo),
campos de fuerza más cercanos, sc tiene en cuenta.
provoca. Su presencia modifica 1 En definitiva, el espacio y el tiempo, que tienen una signifi-
posn que le rodean, Por tanto, para evitar los contrasentidos y
las confusiones, sería mejor hablar de espacios de n relaciortcs
o n determinaciones, en vez de hablar de espacios de n «di-
mensiones~. menos. Determina-
Desde el instante en que se admite el espacio como poseedor
en esencia de un sentido físico, como una ((función de univer- laciones, interacciones y transformaciones, pero
so» y no como un cuadro a priori, el problema de la inserciún
del movimiento en el espacio geométrico, o si se prefiere, al Al ser necesariamente todo fenómeno finito y definido, es
problema de la ~espacializacióndel movimiento*, aparece corrio no se podría perseguir indefiniciamente la di-
un falso problema, puesto que consiste en pretender introdu- de los cuerpos materiales. Por ser siempre las dimen-,
cir la causa (el movimiento) en su efecto (el espacio), conside- es «de alguna cosan, necesariamente ha de haber una -di-
rando a éste en aquél antes incluso de que sea su consecuencia. sión más pequeña», más allá de la cual nada podría existir
Se considera un espacio que -contienen movimiento, mientras 1 sentido físico de la palabra. El origen de lo existente real
que es este movimiento el que crea el espacio, s u espacio, re-
ferido él mismo a la duración de producción del fenómeno.
Partiendo de este principio, nosotros postulamos que :i la
Esta medida que proyecta en cierto modo la entidad elemental e ad más pequeña de energía posible (quantum de luz) le
un punto del cuadro fijo de nuestro espacio geométrico [observ ponden necesariamente una duración mínima y uiia ex-
Louis de Broglie], le priva, dirfamos, de toda movilidad y nos dej mínima, que son las ((dimensiones propias» de ese quan-
en una total ignorancia acerca de SU movimiento (Plzysique et m iempo de emisión (O de ab-
crophysique).

En efecto, si .&e considera la flecha de Zenón en un tiempo t ,


se la inmoviliza; po avanza. Si, por el contrario, avanza y si se
considera su movimiento, entonces no es posible ya localizar- espaciotemporal, cste
la, conferirle un lugar preciso en un tiempo t. Dicho de otro te el símbolo 11. En
modo, considerar una posición en el espacio es fragmentar estc cir, en la medida en
espacio en una serie de puntos discontinuos o de partes distín- 1 fotón es consirlcrn
tas y sucesivas; es detener el devenir (el movimiento) en su tiempo cero, de va-
curso, cs iiimo\~iliznrla «función de universo» en su acto crea- lor energético nulo, aparece (o se revela) en forma piiritual.
dor, no considerando más que su carácter espacial, dado que P E ~ esta
O cantidad de energía h, que sólo se puede manifestar
entonces la duración queda reducida a un «tiempo» sin dura- como tal en el movimiento y por el movimiento, se expresa, una
ción fija. en este espacio mismo. vez emitida, según la relación de frecuencia E = h v prnpngdtr-
La doble función espacial y temporal no puede integrar la dose bajo u n a forma ondulatoria. El fotón pierde por taiita sus
inmovilidad de uno sólo de sus aspectos en la movilidad del cualidades «puntualess. Las volverá a encontrar, sin enibargei,
otro. No se puede fijar un «punto de espacio» en la movilidad cada vez que, por una determinada razón, un trpaqucte de on-
T i e m p o , e:vpacio y real percibido conciencia d e lo real

das» cor.respondiente n la cantidad h se inserte de nuevo en el


espacio-.tiempo A.
Ilicho clc otro inodo, la onda no es la «guía))de los corpúscii-
los sino su ((probabilidad de situaciOn». Es el nzodo cie propic-
gacidrl de la ~:ilergía,la t r a ~ s f o r n z a c i ó nde los corpúsculos en
~ i i ~ondaa l o que ?7i<z?:rtJent?, b a j o es!u forrna ondulatoria, la carz-
tid,cz~fdé: e t ~ e r g í ly~ dio r?zovit?~ielztoque expresa, no teniendo la
energía 1-ina forma piintual mas qiie en el límite cuántico que
prcisitlc su existencia o su desaparición.
D~:t>iclo a la relacitln de Plarick, se necesita. un cierto aespa-
cio c%ctiempo» para po.cler determinar la energía de una par
tíclilla o la frec:ilencia de uiia onda. Conocer la partícula (fij
en el espacio aunque sólo fiiera una millonésima de segund
es por. ta.nto ígficiral. sil energía, y conocer sil energía --o la f
cutbncia tie la onda- es ignorar la partícula. Esto es lo que
cen lils irel;irioncs di: i ~ l c a r t i d u m b ~qué:
e afirman que el cono-
cinliento exacto de la energía es incoinpatible cori la deterrni-
1iac:ió:n t::i.acta de i.in tiempo,. Sólo las concli~sionesque se sacan
de a11.í son diferente:;.
Así, por el /zecho ~izisrnode que: una observación cualquiera
detei-miuiu la posición de u11 corpíisculo (y por- tanto d e t e r m i n a alabra, es decir, ((tomar cuerpo», l'cro riin~Uiiciilcti-
la «forma,>corpuscular) es imposible precisar la frecuencia de lo podría indicar la ((pro'babilidad de situacidxi>i de 13 irnagc:n
11i orida, dado que la energía no se mariifiesta ya bajo su aspec- crx iil haz lum-inoco, probabilidad que no sería jarriiis cltro c:us~i
to diriárriico sino bajo el cuántico. Y a la inversa, ningún fenó- qiit: iin iinagi.na:rio».
rneno ondulatorio per-rnite captar el corpúsculo, dado que éste La ((fi~ncióiide probabilidad» permite, se nos dice, &:terni¡-
no existe: como tal eri la onda de propagación. Es evidente, sin a r la probabliliclad de encontrar el corpúsculo el1 uri puritci
enibargo, que las sucesivas medidas son inciertas en el sentido aclo. Pero esta probabilidad no existe más que en virtild dc Izi
dk' (lile, 'por su misrrici acto, la segunda medición perturba los
rcbstill.ados de la primera.
Eri r-e:sumen, pensamos que .no hay onda ((asociadan al cor-
~ í i : i ~ ~ t .sino
l o , lo tino o lo otro. Nada de dualidad, por tanto, to de los errores derivados iit: i:rs in-
sirlo dos aspectos cornp1en:ientarios cuya complementariedad, e.r:!-titiiimbres reliativas a las definiciones simultiineas cle riosi-
si11 einbargo, r?o es sitnult~inen; dos aspect.os que son conse- virriiento es siempre mayor que la coristirr-rte de
cuencia del rnvcto de observación con que se los examina, y de n los 1ímik.j de esta
~inzi tletermin;l<:la relaci011 entre el fencimeno observado y la
«cainfida.tl)) cie espacio-tiempo en ci~yoseno se le observa, o en
cuyo seno se produce.
Si sc quisiera rlnr un.a representacióii en imiigeiles y -pre-
cis:imente- cineinatográl'icíi. de la cosa, se podría decir lo si- eriencia ha permitido desciibrir iiria
gujeri te: nergía luminosa excepto en lo$ puri-
Ilcirarite la pro'jtr:rcióil di: un film, hay una imagen en el cle emisióin ol de absorción del quantum, es decir, CL;CI:I?BO
puritci de: partida, e.; clccir, en la pelicula que pasa por el pro- cionde la cantidad de energía h se manifiesta en el cspcicio-
yector, :y otra imagen en el punto de llegada, e!; decir, en la ~ i p oA. Cu;ind.o el punto de observación supone ui-1 cspiii:io-
pantalla. Pero entre estos dos puntos extremos n o hay imagen. rrrpo superior a esa célula elemental, el valor cuhritico Ir se:
- ,
, 3

1 '

;i P h.!

290 Tiempo, espacio y real percibido conciencia de lo real


'y
i !
1 .L extiende en una onda, se convierte en un «tren de ondas», de tiplo de h. Casi podría decirse que es el spin E no sólo lo
energía h v. Por lo tanto, el problema de la determinación si- caracteriza a los corpúsculos sino lo que los define conlo
multánea de la posición y de la velocidad de un corpúsculo no (con el momento magnético ligado a este spin, en el caso
r-
i: ! tiene más sentido físico que el de la «trayectoria» de un fotón, el «momento» mag-
por la simple razón de que el corpúsculo en propagación no es sería el amomentou
ya u n corpúsculo.
embargo, querer precisar una localización cualquiera
r 1
Si queremos aumentar la precisión sobre la posición en el sentido en nuestra opinión, introducir el corpúsculo en ni~cstn)
I !
vertical [dice Langevin], tomemos dos hojas situadas en un mismo o», es decir, en una representación no conforme, dado
plano tle onda y acerqii~rnoslascon objeto de formar una hendi- io atómico está mal definido y, por lo tanto, cs in-
dura hori~oritalperpendicular a la dirección de propagación. Cuan- el sentido geométrico de la palabra. Es admitir
to más cstrccha sea esta hendidura, tanta mayor precisión tendre- un espacio ({en sí», que sería espacio de nada y que
mos sobre la posición del electrón (o del fotón) en la dirección a con anterioridad a los campos de fuerza que lo cons-
vertical: el error subre esta posición es igualado precisamente por
1-; la ancliura de la I.iea~didura(Notion de corpuscule et d'ntome). . Por otro lado, al ser observada la loca1iz:ición (supues-
l _! medio de una determinada cantidad de luz, se aumenta
De ahí se puede cicducir que, si la hendidura pudiera tener una ente la cantidad de movimiento del electrhn por
anchura bastantc pequeña para corresponder a las ~dimensio- a luminosa (fotones). A raíz de este hecho, el
nes> del fotón, no habría ninguna incertidumbre en cuanto a bia de órbita o se desplaza, y se picsde a la vez la
su posición, dado que el fotón volvería a encontrar su estruc- recisa de su movimiento y la determinación pre-
tura corpuscular en los límites mismos de esta hendidura. Si su ituación. Esta localización, imposible «de hecíiox,
anchura fuera más pequeña (cosa imposible a priori, puesto es a priori por la naturaleza misma del espacio atómico.
que no hay dimensiones concebibles más allá de los límites del Sea como fuere, la experiencias que han confirmado la com-
fotón), entonces no habría ya nada. Pero si es mayor, el cor- ementariedad de las ondas y de los corpúsculos sólo lo han
r;
'..j
púsculo captado entonces «en propagación>)ya no es discerni-
ble, porque su cantidad de movimiento es ondulatoria.
procesos sucesivos. Como observa Louis de Broglie
echoso de desear identificar las ondas y los cor-
Y lo que es cierto para la luz lo es igualmente para el elec- cada vez que un corpúsculo puede represcntarse
trón. Este no es más que el «momento)>de una energía orbital ación de una onda monocromática plana, su acpec-
, -. desaparece, y cada vez que este comportamiento
I * de naturaleza ondulatoria. Sólo aparece bajo una forma cor-
ii puscular cuando puede ser captado en el marco espaciotempo- ntarse mediante el desplazamiento de un cor-
ral que define su «cuerpo propio)). Este marco, por supuesto, nlo localizado en el espacio, su aspecto ondulatorio desapa-
es superior a A, siendo el electrón mucho más considerable (Ondes, corpuscules, mécanique ondulatoire). La idea de
que el fotón. Se le puede representar simbólicamente por h e . ermanencia supuesta
En virtud de la relación de De Broglie, «la cantidad de mo- ue tomamos por as;
vimiento de un electrón está vinculada al número de ondas k
'r"
. 1 de la onda asociada, según la relación p = hkn. Al rechazar nues- El hecho de que la probabilidad de que un fotón produzca un
!.. l tra hipótesis la simultaneidad de la onda y del corpúsculo, di- efecto fotoeléctrico en un punto sea proporcional a la intensi-
remos interpretándolo: «La cantidad de movimiento de la onda dad de la onda en ese punto (experiencia de Taylor) no puede
j
T' electrónica está vinculada con el número de ondas secundarias siiio confirmar tal hipótesis, puesto que salvo en los puntos de
11 o armónicas k que se hallan asociadas a él, según la relación írnp%':to en que se produce el aniquilamiento total o parcial de
p = hk)).Y si las ondas, muy numerosas, interfieren y se anulan, 10s fotones, la luz se manifiesta siempre bajo una forma ondu-
r-' no pueden hacerlo en el «interior)) del marco h e que represen-
j / ta la concentración extrema de la energía, es decir, el aspecto
L.! h h
relativamente puntual del electrón, que no puede desaparecer 15 E1 spin del fotón vale 1 (-); el del electrón, 1/2 (-).
más que emitiendo un número de fotones igual a h o a algún hF 4n
1
1.-

. -.
1 '

1;
Tiempo, espacio y real percibido L,a conciencia d e lo real 3 3
Mientras que en la experiencia (le Bohr urr haz de electrones recciones privilegiadas y que s610 un determinado níirrieio de
pi:oyectado sobre la superficii: de uri cristal prodiice n un mis- ellcjs actúan corno corpúsculos cuando el conjuilto cfc la ii0l2h
m i : i !it:r,i.po (pero pc)i separado y de nzorlr:, sticesivo) manifesta- elcctrÓnica» clifracta. Se puede suponer igualmente qiic, sirl;iiri
ciories ondiilniorias y coi-pusculares (de ahí esa molesta idea de 1s incidencia ;y 1;i fase de estas ondas, los campos atdiriicus 11~;s-

permanencia), iin haz de luz proyectado sobre iina placa crista- algunas de ellas. Al llegar a la pl~ic:a rtri
~ r r c h a no~ ~c~lolarizan)~
liiia no provoca n15s que fenómenos de interferencia. Sin duda q i ~ eson detenidos bruscamente, los ((paquetes de onda!;^) vo!-
porque las estructuras de la trama cristalina no son silficien- ueríain a encoi:itrar, gracias a este t i e ~ n p ode deltención, la estr-~is-
tcrrli:nte estrechas para permitir a los trenes de ondas (sean tura Ae equivalente a la forma corpuscular del electróii.
ci~;ilesF~ici-cri.;ti fre~i.:iienci:i y su longittid de onda), «realizar» De todas formas, parece que la determi~iaciciilsiwzliliiiilc~n
1íi cni-iticii-id:r t:n uii cspncici-tiempo equivalente a A. Hay siempre de la cantidad de movimiento de una onda y de la localizacicin
tlil:ei~e!lci;~scie fase que provienen cle la separación de la trama. dc! un coirpúscul~ono es sólo imposible en razón de lata íncci-ti-
La oilcta i.ie propagación se manifiesta, por tanto, de una forma tlt~nibresre1ai:ivais a la observación, sino también en razbri tic / t i
oi~dulatoria,y sólo ondulaioria, como en la experiencia de los naturaleza misma de los fenómenos electrcínicos o electrr>n~:ig-
a~gujr:ros de Yc>iirig y srl titii,i:; las experiencias que no alcanzan i14ticos, que 110 se mariifiestan nunca más que bajo urio dc los
al q ~ i a n l u m . do?; aspectos efecti.vanlente complemerltarios aunquc ,!o sivtrtl-
1ir-i la eq)t.rienci:~de Bohr, un dispositivo llamado «cañón r<itl~!os.No hay ondas y corpúsculos, sino una ti otra da: itstais
dts talectrones>, proyrcta un haz de electrones sobre la superfi- formas consecuentes de una perpetua truizsfor~r~aciórz, estzindo
cic. clc iin cristal (de hecho, en las capa:; atómicas superficiales ka:; manifestaciones uparentes de la energía en relacitiri (ron el
de e:;c cristal). Cada electron, que tieilc una cantidad de movi- marco espaciinte.mpora1 a través del cual se las consicii:rn. 1-;is
miento pei-fectarnenif: detei,~ninada,puede ser represeiitado por clcter~ninacioriesde probabilidad de uno cualquiera de cato:; es-
iina onda moriocron~áti(.aplana (nosotro:; diríamos: es una onda tcidcis a partir clel conocirniento del otro no son inás que deter-
irionocro~nAticaplana). Si :;e coloc;l una pantalla en el eje per- ininaciones nia-temáticas de un fenómeno tanto mepos asil-)le
pendicular al de ((reflexión» de los electrones, éstos se desplie- cuanto que no existe sino e11 estas fórmulas, que representan
gan sobre 'sci pantalla Coi.inando zona:; de interferencia. Hay uria realidad su.piiesta, rio una realidad verdadera.
dii'raccitjn de los electi-one:;, y, por tanlo, manifestación ondu-
lai.oria. Pero, si !ic: sustituye la pantalla por una placa fotográ-
fica, lo:; e1ectronc.s difundidos aparecen como otros tantos pun- I*XXI. AI.GUNAS NOCIONES DE ESPACIO
to:; cl,c ii1lpaci.o loc:iliz:aclos en un lugar privilegiado de esta pla-
c r i . (1;s ]?asible conibinar los dos aspectos de la experiencia ins- De creer a Kant, el espacio sería una forma a pt-iori del enten-
Lalarido un dispositivo un poco más complicado: los electrones dimiento. Por.que, dice, «no se puede representar nada que no
st: difraiztan sobre la pantalla y aparecen en fori-na puntual en tenga espacio, aunque se puede perfectameilte pensar eri él
la placa situada rnás allá.) sin objetos» ('Crítica de la razóiz pura).
Pí~ii-a explicar este doble fenórrieiio puede siiponerse que, si No obstante, si este conocimiento 1,10s fucrii dado id p r i i ~ i
las ¡?$ti-iicturasatcimicas dcb la trainíl cristalina separan, por su rio tendriarno:.: que deducirlo de nuestra expeir.irís~c:i:i.Sic?i~dui.13r.i-
tli l a.1 i ~ ~ i c i de
i i fase, las ondas sucesivas o superpuestas qur di- dición previa a -toda posibilidad de aprehensiiin y de compren-
-
fuilclcli. tirindo lugar tlc este rriodo a los fenóniénos de interfe-
rencia o de difracción, estas estri~i:tur:ic (ci.iyo campo es clel
sión, supondría el conocirniento implícito di: las propiedades
de las cosas. Al.ior-a bien, este conocin~ientono 110s es dado;
oi-tieii cLe 10-l2c ~ n )deben permitir «encontrar» las dimensiones sólo lo obten~rmosal término de una determinada experiencia.
prop.i;ts del electrón (10-'%:m), otorgando a ciertos «paquetes Debido a que las cosas están alzí, con el espacio y erz el tiem-
de o i ~ d a s »la posibili6:lad de coincidir con la estructura espacio po, no podenlos representárnoslas de otra forma, y sólo por
terriporal h e , y ello debido s la fase de estas ondas y de su inci- rnedlo de la experiencia podemos tener una noci6n clara de
dencia en re1:ición coii los campos atóniicos Que atraviesan. De cste espacio. De igual modo, y aunque copdiciona nuestro enten-
eslt: inodo se justific:ii-ía el hecbo de que los el~rctronesno se dimiento, el espacio no es más que una construcción del espí-
nlíinifiestan de un modo puntual más que en determinadas di- ritu establecida cr posteriori.
naturaleza como condición de los fenómenos

cntonces esos fenómenos antes de que se co-stituyan ese


que haya duración, es preciso
ada cantidad de movimiento, igual
espacio es preciso que haya al nzenus dos
la noción de extensión se confundiría con la noción de tiempo.
No podríamos situar las partículas referidas entre sí; no ten-
dríamos más que la vaga noción d e un cambio indefinible dehi- y tiempos, suficientemente distintos respecto,
do a estos movimientos «neblinosos». Nuestro entendimiento
no podría postular el apriorisnzo del espacio porque la noción
de espacio, consecuencia de un conjunto de relaciones definibltos
entre sí, no le sería dada; si la noción de cuerpo sólido desa-
pareciese como noción primera no se podrían introducir ya a parte. Nada les preexiste a nrt scr el
ejes geométricos a priori para servir de referencia a miembros resupone necesariamente toda pcxiúiliticrd
e movimiento, pero ante el cual y

esa percepción se derivan. En otros términos, el espacio, qu


permite a nuestro entendimiento representarse las cosas y a
nuestros sentidos percibirlas, es comprendido como un absolu-
to en y por el cual esas cosas existen.
Ahora bien, no hay espacio absoluto como tampoco hay tiem-
po absoluto. No hay más extensiones que las linzitadas, ni más do existe. Esta necesidad se nos cscr~pa,
duraciones que las finitas. La duración es lo que dura, y el pensemos que es una necesidad, porque nada pudría ser
tiempo no existe más que por las cosas que devienen. De igual fuera necesario.
modo, el espacio, que siempre es espacio de algo, no existe más dea de un espacio «vacío», que es otra forma d e corisidc-
que por los fenómenos que crean una cierta extensión, a la vez en sí», nace también de Kant, para quien el es-
por el campo que ocupan y por las relaciones que mantienen njunto infinito dado». Pero un infinito no puede
entre sí. Es un sistema de relaciones, el conjunto de todas las es infinito. Si se prefiere, un espacio
relaciones posibles, de todos los aspectos, de todos los lugares,
de todos los movimientos entre sí. O mejor dicho, es una fun-
ción de relaciones entre dos sistemas discontinuos, la función
geométrica de un conjunto de relaciones de «campos». Lejos a. LO real físico es
de ser un «substrato», como con frecuencia se dice, es una lmente como la expresión concreta del espacio
función de universo, no siendo esta función ni el espacio ni el do éste no es más que una abstracción de
tiempo sino el espacio-tiempo. ía no considera más que el espacio constitui-
Sólo por el hecho de que los fenómenos nos son dados en un rnenos, precisamente, lo que le constituye. Ahora bien, los
marco constituido, es por lo que damos primacía a ese marco menos no determinan sólo las relaciones extrínsecas, sino
propuesto a priori en el concepto. De igual forma que propone- acio en el sentido más concreto de la palabra. O dicho de
Tieyr~po,e.spacio y real percibid conciencia de lo real

otro rnodo, siis i-claciones 1-io so11 reducfibles a simples relacl tri «puecle» ser indefitzida~netzteprolongada, proloilgacii'i~~
qxia
iles geoinétricai. La:; exterisiones, las distaricias tiene ~ I L "íntegramente virtual se funda en iin seginento firribn.
nific:;iciCin dindniicci; :son clirecciones, -vectores, relaciones eritr Newton quien, tratando de asegurar una deterrs~iii;ic~i<i~i
(7(ZYll~?O.S de f t i e ~ z c l s . 1:)c una forma genérica podría decirse que cl Irtirr de lugar (contrariamente a Leibniz, quiell fue cl 11r.i.
er;pncio p la L:ravitación no son nihs qiae unLr sola y la rnisr>irx
coscl. El e:;p;.icio geométrico no es más que la traducción ;iJla-
lítica tie:l C L ) P I ~ I I I I ( ~cle
> los ciampos gravitacionales que constilu- acio ahsolluto)) colocado en cierta forrila en el «lugar
yen el universo, y di: la intuí:raccióil de las fuer.zas en el interior
de t.;iles campos. «vacío». Aunque no
Ilecir, corno 1iixt:i-ri algunos físicos, que las propiedades de co, hay tanta materia
lo:; elerrientos expresadas bajo urin forma geométrica irriportan o en todas las galaxias
iniis ~ L I S F :la naturaleza misma de estos elenieriios, equivale a
ciecir, rjur ejemplo, que el forrnal.ismo de las teorías cuánticas
y el idel inovimiepto browriiano son análogos en la definición de
las n1ec;inicas abstrac-tas. Sus consecuencias geomktricas son las ,,, seria atribuir al infinito, es decir, :i lo n t ~fí~icci,cua-,
rriismac;, aunque los corpúsculos. no sean de igu.al naturaleza, que so11 consecuencia de esta realid;\cl física.
pero líi!j propiedades de <.::;tos corpúsculos no se deben mhs inversa de: la geometría, que sienlpi..~:~rriccleconsiderar
qiie a su nntura.leza y a su estado físico il~omentáneo. n la al-istracción pura, la mayoi-i~icir: los astrónomos
A este respecto, la física conteinporanea conf'irma de modo n el espacio como finito, sea cual fitcre. la i~iinensidad
singular las tesis de Bergson, para quien imension~esl b . Pero esta concepcibri lt5s Iici llevado a
i13:iginar un «hlperespacio))para justificar. Iri eisp:irisióil del uni-

acilo que contendría el espacio y It.: sc-rviría de so-


mente coilcebido, este esquttina íntegramente ideal de la d O estí? ente imaginario nos parece tan pc:1-fvctamerite
dad absiracta e indefjnida es el espacio homogéneo [ . . ] 1 6ter. E n efecto, si se admite que el espacio es
hoiilogéxii:~y tiempo lioi~~ogt~neo
no son, por tanto, ni pro
dt: las cosas ni condicio~iesesenciales de nuestra f2icultad to si110 una función, resulta evidi-nte qile el conjunto
campos que lo constituyen no dejriii de constituirle am-
ose o alejáildose unos de otros. Dicho cle oirc~ ocio, siu
el infinito, el hil~erespaciono es ni hipel+,ni espacie).
mismo orden de ideas, la re1;itivici:ic-l nos criseila cltic
[...] Lo clLie es dado, lo i;iue es real, es algo interrnedio entre ación pro'duce una determinacin «ei.irvatur-os cn cl cs-
lo es in:discutible, pero permite suponer i I r l espacio cjLie
ía a los fenómenos y que e n principio ceríii <trrctili-
e n sí». Ahcira bien, la gravitación no curvi\ ci c.ap;icio: cl
c i n es curvo. Si se prefiere, es mas lógico dccir que In:;
POS eii movimiento, al determinar el espacio, lo r : r . ~ f i > oc:drlJo
.szbn de las relaciones de masa de sus cainp~ls<ir: f ' ~ l l a r ~ ; ~ $
y qiie testa curvatura justifica la grarit;ic;itil~,K..Q C ~ I ~ G
Mjrii~id<~lo
bien la representacióri aristotélica er,a más
298 Tiempo, espacio y real percibido La conciencia de lo real 299

equivale a decir que el espacio curvo y la gravitación son dos Edouard Le Roy -a quien debemos mucho- decía bastante
hechos correlativos, debidos a las relaciones de masa de los untes de que la mecánica ondulatoria haya venido a confirmar
cuerpos en movimiento. Si la gravitación no es una fuerza in- su hipótesis:
dependiente, al ser la línea curva en la geodésica espacial la
L3s concepciones usuales del tiempo y del espacio no son v6lidas
línea «más corta)), estas relaciones de masa no deben ser sensi-
sin duda más que para una zona mediana de experiencia a Ia csca-
bles más que por el hecho de la acción recíproca de ondas Ila- Ia de nuestros gestos familiares; pero más acá y m6s allá, cn lo
madas «ondas de gravitación». infinitamente pequeño y en lo infinitamente grande, su irlsuficicncia
Ya se conocen las explicaciones dadas por Marcel Bol1 en se pondna de manifiesto.
sus obras de vulgarización. El autor compara el espacio a un
tapiz de caucho sobre el que bolas de masa diferente distienden Si en su conjunto el espacio obedece a los principios de la geo-
r:,
1: / más o menos el tapiz, arrastrando las pesadas a las más ligeras. metría de Riemann, se sabe que en el interior de un sistema
l.! La explicación es ingeniosa. Pero el espacio no es un tapiz de limitado como el de nuestra experiencia inmediata, llamado
caucho que, precisamente, preexista a las bolas que se colocan %$espaciointuitivo)),es y permanece euclidiano. Por tanto, podría
sobre él. Se trata todavía de una explicación mecánica de fenó- ocurrir que no fuera uniformemente semejante, aunque respon-
menos que nada tienen que ver con la mecánica clásica. De diese a una forma cuadrática universal. Dicho de otro modo,
hecho, la gravitación es el «acto existencial)) de la energía mate- podría ocurrir -postulado a todas luces gratuito pero en modo
rializada, es decir, de los campos de fuerza que constituyen el rtlpno imposible- que no fuera plenamente el mismo en el
espacio, espacio que no podría ser más que curvo debido pre- iiltcrior de un campo de gravitación y en el exterior de ese
cisamente a este mismo hecho. Si se prefiere, espacio, universo, sarnpo, como, por ejemplo, en el interior de las galaxias y entre
gravitación, son tres términos que designan exactamente lo Ins galaxias, en cuyo caso la luz podría (quizá) perder un poco
mismo, según puntos de vista diferentes. de su energía al atravesar tales campos. Al atribuirse la huida
Algunos astrofísicos, como el abad Lemaitre o Eddington, ctc las galaxias -de acuerdo con el efecto Doppler-Fizeau- al
hablan de una hiperesfera o de un espacio «cilíndrico)) para debilitamiento de la luz que nos llega, dado que el espectro se
definir la forma probable del universo. Debe ser así, sin duda, dcsplaza progresivamente hacia el rojo, si este debilitamiento
fi~eraproducido por una causa común, como la supuesta hace
pero sólo para un observador situado en un lugar cualquiera
un momento, la expansión del universo no sería más que una
del universo, es decir, «en el interior)) de éste. Para un obser- iIusión.
vador que pudiese coptemplar el mundo desde «el exterior)), es Sea como fuere, el espacio se define en su conjunto según
decir, que estuviera en «el lugar de Dios» (proposición sin valor las mismas estructuras topológicas, sin lo cual no podría satis-
para un físico pero no para un filósofo), el universo sería per- facer al principio de inercia que exige su homogeneidad. No
fectamente esférico. La hiperesfericidad no existe más que para son las cualidades más o menos estables de estas estructuras
el observador terrestre, debido a la relatividad del tiempo, es las que condicionarían su relatividad parcial.
decir, de los datos relativos a la rapidez de la luz. En efecto, parece que en el universo atómico, donde las in-
Ya hemos dicho que el espacio, como el tiempo, era relativo. tcracciones constantes de estos campos de fuerza desvían o de-
Esto no es más que una proposición personal que está por de- forman sin cesar las ondas o los estados sucesivos de los cor-
mostrar, pero si se admite que el espacio no es «en sí», resul- píi~culos,hay muchas dificultades vinculadas al carácter lineal
taría al menos curioso que una sola de las cuatro coordenadas de las ecuaciones utilizadas para la determinación de tales es-
del continuo espaciotemporal fuera relativa y las otras no. La tados. Por tanto, el verdadero problema consiste en establecer,
contradicción de un tiempo relativo y de un espacio absoluto con este dominio, ecuaciones 1 2 0 lineales análogas a las de la
no ha escapado a la mayoría de los físicos sino porque el abso- relatividad, ecuaciones que, verosímilmente, darían cuenta rle
luto, que se plantea necesariamente como fundamento de «lo 10s fenómenos de una manera satisfactoria, dadas las diferen-
que es», es siempre asimilado al espacio, cuando la idea de un cias que ya hemos subrayado.
infinito fuera del espacio y fuera del tiempo es infinitamente De igual modo que la causalidad se determina)) a sí niisma
más satisfactoria. cn determinaciones más y más rigurosas cada vez, así el espa-
300 Tienzpo, espacio y real percibido conciencia de lo real
cio, 111al definido en principio por las relaciones de fuerzas in-
irxfinito del filósofo. La andcdota siguiente, atribuida a1 céle-
constantes y no ~(inaterializatlas)), se va organizando poco a poco
:t li?c.:didzi que la energía :;e fija en apariencias nl<:nos fugaces.
-c inatemático Hilbert, es prueba de ello:
Nu soilo Las leyes de i : ~ nciti.ii-alcza no son absolutas sino que no
sori Ilon.icitktical; a tctdos los niveles. Varían según el valor esla.- Jm3gi1l~:nios,dice, un liotel con un número i r l f i r a i % i , de! habitaciones
dísticr, ile las ( I C ~ I I S ~ ~ I Z Y C Sc!c las que son expresión. Se forman, y q ~ i vtodas estas habitaciones estén ocirptict;is. ,4 e>tu holel llega
tani'c~itiriellas, y ibt! estabilizan según la 01-ganización natural de an cliente. El propietario desplaza a la pcr5onii quc uciipaba pci-
las corias. Igual que la geometría ei~clidia.napo es rriás que u11 miilv;%rilentela habitación numero 1 a la habitaiitin JitiiiJeio 2, el
JQ [a 2 a la habitacióri número 3, y asi buccbiv;irncaiitc. Y cl rc~i61i
caso lírnite de la geometría riemanniana, así la mecrínica clásica I l ~ ~ a í irecibe
u la habitación número 1 q u qucdn
~ Iil~rc.
no es 1n:ís que una consecuencia estadística de la mecánica Im~ginemosahoi-a un hotel con un riuincro inlinito de habita
cuir,it.ica, un caso lírriite referido a la acción de cuerpos mat~t- Cloric.;, todas ellas cicupadas, y un núrnc~o~nfinitot l r p i~uevoi iii'11
rialc.; riítidnmente definidos en el espacio y eji el tiempo. [es qtiv llegan y piden habitacióii. El pr«pit.tario tl~splaza:iI o i ~ t -
E',l;i;is consicler~acioriesnos conducen de la forma más natu- panrL: cle la número 1 a la 2, el de la 2 a la 4, cl dv I,i í :r lía h v así
ral *t I:is relaciones de lo fiilito coii lo irifii-iito. ';gccsivamente. Tod<is las habitaciones írnpnrck cjtic'dari a"i i~ibrecv
S i se refiere esto a lo' que ya liemos dicho, parece que e l inlinidad de ililevos clientes puede ser F&cilrnr~itc,ilaj:rdii l.1
uiiiverso es finito, n o siendo el contin~rurriespaciotemporal sino
SLI expresión sensible gr rnedil~le.Pero esto nos remite a la iiltcr- amena explicación de las series de Cantor muestra. r:Ii:ie-
pret:icidri geoniétrica segíin la cual el espacio ((no.tiene partes a diferer1ci¿i de que antes hablábanscis. En t!i.ectu, si en
míilirrias» y nos lleva a la definición de punto: «Toda parte del te1 hay un niimero irifinito de habitaciones, jcii.il4:; p i e -
esp;icio, por pequeña que sea, puede siempre ser dividida en podrán ser. todas ociipadas. «Todasu cs uria defiriicicin
una i.nfiriidad cle otra:; parte:; m2s pequenas 3 las que compren- ,---por tanto, una finición- inaplicable al infinito. Par. tanto, si
de nec:esarian~ente,y ciltre clos puntos se puede situar siempre est.ris :habitaciojaes son en número infinito, jümis si: podi-án
otro punto». Pero esta defiiiición, necesaria para la introducción ]leli;ar «todas,> porque siempre hay y siempre hahr-~i habita-.
de métodos analíticos, no er; nunca más que una abstracción. ~ i o n e smás alla de este «todo». Sin desplazar a nin@'un ;iiojn-.
No es nada más que la definic::ión de iin cúinodo ente imaginario: dt>, la infinidad de: nuevos clientes podrá ser aloj;tt.la e11 la infi-
uri rliktodo de trabajo, no una realidad verdadera. Una vez más nidad de habitziciones porque el infinito se aloja B5cilmente e n
se sub'ordina lo real Físico al. coiicepto matemático cuando éste
no 1::s iniis que una extrapo1;:ición de aquél. Dicho de oti-o modo, el inatemático concibe el infinito como
Si pai-tirnos de la hipóte:;is de que las subdivisiones de un rrri« realidad firzitlz indefinidamente exteizsibl~!.I,o qiia cc~iiivnlt.:
conjilr!to (:tralq~rieraprieden l~roseguirseindefinidamente, es pre- a decir que el infinito matemático no es otr;i cosa c 1 i . i ~"'TI jnii.
1 .
ciso clcie csre conjui~tosea ii-ifinito. Pero este razonamiento, ba- iiito lineal, el iiifiriito de una sucesión o de una scrie cliir? puíidc
sado en el priricipio de razón suficiente, nos pai-ece bastante ser indefinidarnerite prolongada, como en el caso clc I:r iir.ie:i
poco razonable eil el sentido de que, si conduce al infinito, en recta. Ahora bisen,a1 lado de esta recta, siempre podriii y» ?iit~~:li.
m»í:io alguno infiere la coniinuaciórr hasta el iiifinito de las no- rsri:t infinidad de otras rectas -o de otras series- siii Biclrait.,
ciories de espacialiclacl de las que ha parl.ido. sin embargo, t:l infinito. Pero si atribuyo a una de rilns o i~
:En la realidad del .mundo físico hay necesarian~eilteun es-. cada una de el.las el término de infinito para expresar csta ni>-
pacio infiiimo, e:s decir, una «parte mínima», más allá de la cual cicin de extensión indefinida, es preciso que para expr-esíic cicr-
la r-iocióri de espacio carece de sentido. Como ya henios visto, tas relaciones eritre esas rectas escoja otro término. Di: allí ~1
part-ce que esti? parte míniina es el quantuni de energía más tt.r.rnino de trlrnsfitzito utilizado por Cantor.
a115 del ciial no po~1i.i:i habei.. ni acción ni moviiniento, es decir, Por eso puede: hablarse de «infinitos iguales», como las si:,
ni tiempo ni espacio. rii:s de números pares y de números inlpares, que pi.ic.dcn siir
Ida aparente contr.nclicció~i desaparece ciiando iiilo comienza emparejados de dos en dos indefinidamente, o de itinliriitti?;
a clsirce cuenta dc q1.w el infinito matemático 110 es más que desiguales», como la serie de puntos sobre un seginerits, dii.
-"--
una iclealizaciún de lo finito y que no t.iene nada que ver con
II Citado por G . Gainov en Uno, dos, tres. .. inf~riito.
recta, mayor en número que la infinidad de los números enteros se puede proseguir indefinidamente la serie de
o fraccionarios, puesto que siempre es posible «situar un punto ero no se hará otra cosa qiie alejarse un poco
entre dos puntos cualquiera», o si se prefiere, describir un
fracción decimal infinita no contenida en la sucesión infinit
de los números. Es esta infinitud no integrable en otra infin
dad paralela a la que se denomina ((transfinitanla.
Sin embargo, decir que la infinidad de números pares cs
«tan grande)) como la infinidad de todos los números, aunque ntar el infiriito es la cifra cero,
los números pares no representen más que una payte de todos
los números, no tiene más que un sentido relativo. Y decir quc ue sean, por tanto, los númcroc cunsidrrndos
«en este caso, la parte puede ser igual al todo» lo tiene menos
aún, porque el infinito no podría tener «partes»,dado que una
parte es necesariamente limitada, y, por tanto, finita.
Todo esto nos lleva a rechazar el infinito matemático. Al no
tratar más que de cantidades o de relaciones definidas, las ma-
temáticas, en efecto, plantean lo finito como fundamental. Ahora
bien, no se podría llegar a lo infinito partiendo de lo finito, infinidad quc no es nunca ni&§
como tampoco se podría alcanzar el número 2 siguiendo, aunque
fuese indefinidamente, la sucesión de los decimales de 1,999...
Indudablemente siempre es posible añadir un número mayor
a la sucesión de una serie numérica cualquiera, pero la multi-
plicación de un número por otro, cualquiera que sea, jamás
determinará otra cosa que una cantidad finita. Lo mismo ocurre
con la división. E igualmente el cálculo diferencial absoluto no 1 modo, la ('cualidadu no es otra cosa
es más que un método de aproximación que «tiende» hacia un ibida como tal. La rcalidacl del mundo
discontinuo siempre más próximo al continuo, pero que nunca el hecho mismo dc ser finita y lirni-
será el continuo. Continua, sería ilimitada y, por lo tanto, indiscernible. No
Por el hecho de que los números no representan más que más continuo homogéneo que lo infinito,
cantidades finitas, no pueden existir en numero infinito, pese Puesto que hemos atribuido al infinito la noción dc crrergíci
a que su serie sea ilimitada. No es propio de las matemáticas oIidta, debemos considerar ésta como el potencial iiiagotable
más que lo finito, porque l o i n f i n i t o n o es u n a cantidad finita ones de las que sale la realidad tlel
indefinidamente a u m e n t a d a o indefinidamente dividida, SINO las que el físico extrae la noción de
LA AUSENCIA DE TODA CANTIDAD FINITA. LO finito continuado ilzde- nómeno particular.
finidanzente n o dará jamás o t r a cosa q u e lo finito, porque PARA e ww a esta energía absoluta y me-
PASAR DE L O F I N I T O A L O I N F I N I T O HAY QUE DEJAR DE SER F I N I T O . mente medible de un fenómeno cual-
Desde el momento en que se ha propuesto la cifra 1 -y por
el hecho de que se la ha definido como una determinada can- 19 El cero sc cree que fue inventado hace aproximadamente dor; mil
tidad finita- se ha vuelto la espalda a lo infinito. Por supuesto, anos por un matemático hindú cuyo nombre se desconoce I33b1-ia rrii~clio
auc decir sobre la relación de este invento con la noción de infiriiro pro-
pia de las religiones brahmánicas.
le Así ocurre en las series transfinitas denominadas Aleph O, Aleph 1, 2J El matemático puede perfectamente razonar sobre el infinito. Pero
Aleph 2, qiie comprenden, respectivamente, la infinidad numerable de todos a condición de que no pierda de vista que estc infinito no es más que
los númcros enteros o fraccionarios; la infinidad numerable de todos los un concepto puro, una aconvenienciai) del espíritu.
puntos geométricos de una recta, un cuadrado o un cubo; la infinidad 21 Por ejemplo, uria onda es a la vez continua y discontinua. Continua
numerable d e todas las curvas geométricas. La serie Neph 3 comprendería se sigue su propia trayectoria, discontinua en relación con la línea me-
todos los infinitos no numerables, etc. a clue expresa su adirecciónn.
Tiempo, e.spacio y real percibido ' l, ccinciencia d e lo real
quir.:rrn, B no c>lmbia eri tanto que el campo de que es funcion no dn más un electrón (si11 duda, con un neutrino en anibob
s ~ i f i amodific¿iciÓn alguna, es decir en tanto que rio se le i n c r e ~ S ) , siendo la ciensidad material del protón o del neutrori
melite ni se le disminuya energía. ces mayor que la de los electrones, las condi-
Sicildo el cluantuni de energía la caritidad de energía más jncs cie transformacion deben ser, si existen, infinitainenti:
prqiicfi,r fisicainente expresable, parece que más allá de est,i
c;-intio:itl finita y cief~nida,es decir, fuera del tiernpo y del es- ta partículas elementales que constitilyen 13%
paciu, esta energía se ideniifica con lo absoliito. El quantiin-, e la energía, sólo algunas --protón, rarii
sería entonces el punto dc iiriicin, el lugar de ex-sistencia espacici- in estables y se encuentran sir] cesar ((en el
tei-riporal en el cual y pni3 t.1 cual lo irifinito se significa (se ». Las demás tienen una existencia muy bre-
«reall~a>,) en lo hilito. en de la millonésiina de seguilclo.
Por tanto, puede decirse que la cantidad de rnovimierito de partículas inestables, creadas artl-
un cuerpo cualquiera es la expresión di: un cierto ((potencial e a partir de otras partículas, no pueden
din;irriico» (o energético) prcipio de ese cuerpo. Pero esta expre- nuestro universo, bien porque no son nece-
s i ó ~ varía
i con el sistema (le coordenadas wgún el cual s r ((deter- s:+ria-, bien porque su presencia se ha vuelto ir~iposil~lt: debido
,rnlrla» el campo ft.ri~)i?i&nicc> del que esta energía y este cuerpo a lirs fuerzas antoigónicas que se hallan fiiaiciori~niiis*nlo~.
son función El (cpolencial dinámico» es, por tanto, también sin embargo, al hallarse nuestro univer-su conic,titliititr $obre las
i-c1:itivo. IVo hay energía E «el1 sí» como no existe lo «real en si». haslbs de una estructura protón-electrón, no cs imposible supo-
La energía ww qiie postulainos coino el absoluto debe ser e un universo constituido sobre las baws de
conlpi endida, por tanto, como la causa de toda energia, más que
conio energía en el senlido concrrto de la palabra. No se le
concede esta denominación más que por comodidad lingúística, u aniquilamiento instanthneo, el cual Iibe
En efecto, aunque la energia propiamerite dicha es expresión a í:n una fLierr:a casi ilimitada este aspecto dthl infinito dcl
suya, esta determinación S(, nos cLscapa.Podemos conocer la arnbos son un testimonio, sin embargo, Fiaiilo )l Irriizi:l(fo.
causa qu~ela produce pero iio la causa de su Ser. No podemos Ilabría, pues, una última explicación posiblc de 10s tcncartle-
hacer otra cosa que postularla. Santo más cuanto que esta cau- nos de que veri~mcishablando. Ya hemos clicflo c7t1t' --can nuestra
sa primera no es ((primera))sino por principio. No podría ser ran otra cosa que 13 L*I~CI.)/J:~ . < ~ 1 1p r ~ ~ p d -
loc¿iliiiadii en un espacio-tiempo inexisteiite. Inmanente y tras- sculos no tenían exi~tcnci,\nnhs qiic eri
ccndente a un mismo tiempo, no está eri ninguna parte y está
en todas.
i k sabe que La materia no es otra cosa principie- que
la rnasa o la ((manifestación de masa)) de la energía. Un cuerpo
material como un electrón puede, desprendiendo una energía
qiie corresponda a su niasa total, desaparecer en tanto que Unía
ncibe esta energía como Itr s~1stri13clii
((r~l'iteria~) y tra1ir;forrri:irse r n energía luminosa. Y a la inversa, de cuanto existe, y si se dccigila por 0pu11t0»
la l ~ i rpuede «materi,iliz;ii-st))dando lugar a un par de electro- 1 giii axiani~iicsincpie
nes. I'«r supiiesto, u11 cueipo material no piiede emitir una un cIetor,~nínaclonaiivi-
eiiergia mayo]- que la que torresponde a su masa, salvo en el
caso extremo en que una niasa negativa aparezca en lugar de
1a masa positiva. S e produce entonces una aparición-desapari-
c i o ~ iinst,intánea de la masa negativa (o antimateria) transfor-
mada pronto en energía liiminosa. Niriguna experiericia, sin figurada las haría ver como otro5 tzintos I¿apunts%
einl)axgo, ha permitido derrioslrar la trarisformación total (pro- icie del agua). Se ded~icc,por tnrtto, riiir
bable) de los núcleos ,+tómic.os. Aunque el protón puecla trans- espacio <lile determinan mediante sus rr1acic)rtzs le<:tpr<rt
forinarse eii un neutión mlis un piositrd~n y el neutrón en un étricamente por nociones de distancizi, de saliiti-
306 Tiempo, espacio y real percibido

ción o de extensión, esta aseparaciónn sería de hecho una vincu- Esta improbabilidad es una cuasi imposibilidad. Sin caer en
laciúri subyacente, sirviéndole de soporte la sustancia infinita e[ vitalismo o en el finalismo debe suponersc, pese a todo, la
de 1:i que no son más que puntos singulares. Toda acción de intcrvcnciÓn de un factor susceptible de bwiar estas variaciones
masa, todo movimiento, toda modificación energética del cam- hacia una meta, y si no se le puede suponrr itna faciiltad nueva
po que constituyen se transmitiría entonces progresivamente que surge ex nihilo, se puede crccr en una deterrnirinrl.~ aten'
por medio de este soporte que sería a un tiempo su fuente exis- dencian, en una fuerza existente ya en los cuerpos niatcri;rlcs y
tencia], su vínculo y su separación, aunque por sí mismo no par'11itada por el equilibrio estático, por la simerríci de tii1c.j
tenga ninguna realidad física. De ahí las ondas de gravitación, cucrpos. Si bien es cierto que la asimetría engendra la vida, el
de ahí la curvatura del espacio y de ahí también la propagación paso de lo inorgánico a lo orgánico que tiene por coi-ol;iric> el
ondulatoria de la energía luminosa y la ((difusión ondulatoriax paso de lo estático a lo dinámico engendraría pronto un rnovi-
del electrón. Todas estas manifestaciones «finitas y definidas», nionto interno tendente a la organización de un eqiillrbrio siem-
sensibles en cierta medida, pueden ser consideradas como «mo- .e cn crisis y cada vez más complejo. En el plano celiila~,la
mentos» O ((lugares de densidad» en la continuidad pese a todo no sería más que la manifestación de una tendencia cner-
homogénea del infinito, de forma similar a los «torbellinos», a no sería consciente de su propía finalídad, que no
los lugares de presión o de depresión en la atmósfera. o la prepararía según una teleología predctcrmlnrin-
Sin duda, esta «explicación» (completamente relativa) es de e sería aguiada)) hacia su ícnicjor f o r r n ~ spor fuci- as
naturaleza más metafísica que física. Para el físico esta ((sustan- sólo sería una expresión. En cierto seittidc> se t'ul-
cia» infinita no es más que un retorno al éter. Con una diferen- verla a encontrar el ((psiquismo elemental» dc Teilliard de
cia, sin embargo -pero considerable-, la de que las propie- Cbardin (aunque nos parezca difícil admitir el ~~psiquí.;rno» a
dades con las que se ha creído conveniente cargar este éter este nivel, a menos que se trate de una simple tlcnominacióii
postulado como una realidad física son inaplicables a la ener- vci-b;il), no siendo la energía cuántica y el psiquismo elemental,
gía en sí, anterior y exterior a todo fenómeno. Estas propieda- cn cierta forma, más que manifestaciones «existenciales» de la
des no pueden ser más que las de los ((existentes físicos» que energía absoluta en los estadios primitivos de lo inorgánico y
ella misma suscita, que son testigos de ella, pero que ella misma dc lis orgánico.
no podría tener siendo infinita y absoluta. Aquí podría verse la Más allá de cualquier manifestación, la energía-en-sí corres-
imagen relativamente concebible de Dios. Un Dios a la vez úni- pondería en el orden térmico al cero absoluto (-2730), expre-
co, multiforme y omnipresente, alfa y omega de todo existente sando toda existencia «material» un valor térmico cualquiera
concreto, imagen gracias a la cual la física y la metafísica apa- gracias a la expresión ((activa), de su energía, aniquildndose
recerían como las dos caras complementarias de una sola y la ués, prosiguiendo su ciclo, al término de una desintegrs-
misma realidad. más o menos lenta. Sin embargo, esta misma materia
En biología, el determinismo del azar que hace derivar el apada), por una congelación brusca podría ((retener* indcfr-
orden natural de un desorden inicial y que «por el sólo juego amente su energía, llevada entonces de nuevo al punto cerr)
de las fuerzas naturales hace salir de un cúmulo de accidentes que había partido; lo cual equivale a decir quc la materia
y de hechos fortuitos este mundo organizado que nos hemos liente, cristalizada de esa forma, podría «retener% la vida
acostumbrado a considerar como el resultado final de una in- fuera de la vida misma, y entonces la vida volvería a encontrar
mensa finalidad» (Guyénot) es tal que parece muy improbable al estado «potencial» que preside su propia existencia. Las cspe-
que el mundo viviente sea el producto de una causalidad ciega. riencias hechas por varios biólogos e histólogos (I-iufnagel,
Este cúmulo de felices combinaciones cargado únicamente en Rey, Simatos) son una demostración sorprendente dc lo que:
la cuenta del azar, supone un tal encadenamiento de causas y dccimos. Nos parece preferible ceder la palabra a uno dc ellos:
de efectos afortunados (si no hay una intencionalidad, una di- lo finito y lo infinito se encuentran aquí, una vez más, en un
rección, una elección) que la organización del mundo viviente printo de unión alucinante:
por selección natural, mutaciones o variaciones fortuitas parece
tan improbable como el milagro de los monos mecanógrafos Durante el curso del proceso de congelación, el equilibrio eeiular
escribiendo la Biblia. sc encuentra profundamente perturbado. La dinámica polimorfa de
Tiempo, espacio y real percibido ~a conciencia d e lo real

r~illrnicns se rc:~uelve~ie11 estr~icturas rígidas y organizadas. L


evoli:ieidn se corivicrtl: cri estabilidad aparente, y la vida mism sidiid de un ser verdadero para expresarla. Sólo permarlri,iir~
cri?;i;iliz:i en copc~sinertes [ . . . ] Una lenta mineralización va fijando red orientada, una serie tie líneas. de fuerza virtuales qne :ttian-
10:s si~~::ínula:;vit;rles. l..r:> rirg;irlico, lo plástico y lo inovieilte ceden
al rigi)i rctic~il;>r'.Por. stlpucsto, todavía siibsisten en este univcrso
físicas que animan la materia. Oscila-
p~,tr-il'ir:;icii:! las li.ir-bul<~i.irirrs
c,ioart:s atc.iriiicra:; y vii-irrrcio~iexi~icileculares continúan manteniendo
eri lus tt:jidcs c.riclureciclos r s i i t ca~ricienciaprimitiva que poseen :los
súli~los.

dec:iece y ya no se i11arii:liestri ixiiis que por algunos restos energét anterior. No pienso que la vida i?.uista fuera del ser vi-

e , decir, que se vuelve a


Lo inmtrtabic es un estaclo ~ ~ e r m a n e n t es
encoritrar idéntico a si misrno pese a que el tiempo corre sin fin ue las condiciones de organización estructiiral y química
l....] A.hcii:a bien, lo iniautable implica la noción de irzfinito. Un ser, provocar la eclosión de la vida puedari cxistir,
Linn estructura pueden parecer inmóviles duranie el tiempo de una dispori.garnos ahí de un ejemplo único para estudiar esle
obxxvación. Pero si se acelera la duración, eiltoilces el movimiento o crecimiento orgánico y ver condeilsarse las pesadas
enmascarado se descubre y aparece, porque no hay objeto alguno
que escape a esta regla [...I Por el contrarici, siendo riiila la entropia
en el cero absoluto, la energía carece de sentido. El ,orden es per-
fecto: 1;i materia está muerta. En tal estado, no puede hacer otra
cosa que perinanecer 3nclefiii.idamen~te..El tiempo no tiene poder
algiin'o sobre ella, dado que ha perdido la posibilidad de evolucio-
nar. Así, al menos eil teoría, la materia vi.viente trcjcada cristalina

y que traduce la toma de conciencia progres'iva de los seres 22.


~ 0 3 2

a hemos visto q u e realismo e idealismo, q u e s e reabsorben


luto ;alcancen así la irirnort.alidad. Esto es impensable dado
físic:ii:nente, eii ese estado pai-ticiilar, han dejado de existir y separan d e una f o r m a arbitraria las dos criras
:nórneno complejo. ¿Veremos d e i g u ~ lforina el
riiaterialismo y el espiritualisrno unirse en t o r n o a la noción cle
energía absoluta, n o siendo espíritu y m a t e r i a más qiie aspectos
diferentes de u.na misma f u e n t e original? No está prohibido
perisarlo, ni siquiera tenerlo como probable.
S e a c o m o h e r e , pensamos q u e p a r a comprender el m u n d o
q u e «darle la vueltan. P o r el hecho d e q u e nosotros esta-
;Hay que admitir que al desaparecer de lo vivo la vida deja su h~
sobi:e uila estructura celular rigidificada, :y qiie sólo subsiste est
310 Tiempo, espacio y real percibido La conciencia de lo real 31 1

mos en un universo aya hechou y no nhaciéndosen, percibimos tema de relaciones sin las cuales precisamente no podríamos
conjuntos constituidos, Vemos las cosas apor el final» y no tener captación ninguna del mundo.
*por cl coniienzo~.Por esto, con frecuencia, tomamos un efecto El espacio no es ni un objeto ni un acto de vinculación del
por una causa. Así, el espacio es comprendido como substrato sujeto, sino la conciencia de una relación objeto-sujeto que, en
o como uinarco,. de 10s fenómenos aunque sea función suya. De tanto que sistema de relaciones, existe independientemente de
este rnodo, las cosas de nuestro entendimiento son compren- la conciencia que de él tenemos. No podría, por tanto, ser un
didas como «datos>,para nuestra percepción, aunque «en tanto resultado de este conocimiento, pero tampoco podría presupo-
que objetos), sean consecuencias de esta percepción. Etc., etc. ncrse a él. NO es un dato trascendental, un a priori dcl que la
toma de conciencia seria la afirmación pura y simple. No se
Si ahora consideramos el espacio desde el estricto punto de &observa»el espacio como un dato global. Lo descubrimos poco
vista psicológico tendremos que coincidir con Merleau-Ponty, a poco, porque las relaciones que mantenemos con u1 mundo
sin ningún esfuerzo, en que es esencial al espacio estar siempre no nos dan una ((conciencia de espacion inás que cuando tene-
(<ya constituido», dado que nuestra percepción no puede ser mos conciencia de estas relaciones. El niño dcscubre el espacio
percepción de nada. En que no podemos tener conciencia de (relaciones izquierda-derecha, arriba abajo) a incdida que toma
un objeto más que en una orientación cualquiera, aunque nece- conciencia de su cuerpo y de sus actos. El primar %nivel espa-
saria, es decir, que no podemos disociar el ser del ser orientado cial), no tiene punto de referencia en u n espacio aún incon-
en la conciencia que tenemos del espacio. En que, por otro sistente.
lado, el primer nivel espacial no puede encontrar e n ninguna
parte sus puntos de referencia, puesto que éstos necesitarían En primer lugar, los espacios visual, thctil, auditivo, aparecen como
un nivel anterior al primer nivel para estar determinados en el heterogéneos. Aunque se hallan centrados en el propio cuerpo del,
espacio. Pero no podemos estar de acuerdo con él cuando su- niño, carecen de coordinación. La noción de permanencia dcl objcto,
pone que la primera percepción y la primera captación del mun- que exige meses para construirse, supone la localización dcl (~bjeL0,
do son la reanudación de una ((tradición personal», con mi y esta, la organización del espacio general con las relacioricb de
arriba-abajo, encima-debajo, etc. Se necesitan dieciocho mescs miís
cuerpo cumpliendo y realizando mediante su presencia el dato o menos [dice Piaget] para que se opere este cambio de porspecti-
de una ((corporeidad esencial)), de donde sacaría en cierta for- va: la construcción de un espacio general que englobe los primeros
ma la preconciencia de un nivel predeterminado, porque esta cspacios particulares con objetos que en adelante serán sólidos y
«esencia» nos arroja una vez más en el universo platónico. La permanentes (Introducfion l'e'pistémologie géi~étique).
experiencia del espacio no es innata, sino adquirida.
Decir, en efecto, que el niño de corta edad mantiene relacio-
El niño no tiene más nivel espacial que el de su propio cuerpo.
nes preconscientes con el espacio tiene sólo un sentido muy Y sólo gracias a la experiencia se constituye un nivel objetivo^,
relativo. Si no hay conciencia de estas relaciones no puede man-
siendo la noción de espacio por sí misma una noción de su-
tenerlas y no podría tener conciencia antes de que su concien-
icción 23.
cia haya salido del «crepúsculo de la conciencia naciente)). Sus
Sin embargo, si rechazamos la noción de ~corporeidadesen-
relaciones con el mundo no existen más que para el observador.
cial,, dada a priori, es decir, la preconciencia entendida como
El niiio en la cuna po se sabe en el espacio en mayor medida
itrin entidad metafísica, nos parece lógico considerar esta pre-
que un objeto que implica, él también, relaciones espaciales con
conciencia -cuyo carácter es evidente- como la huella cie un
su entorno. Las nociones preconscientes que puede tener de SU
acto de conciencia anterior, es decir, como un instinto.
propio cuerpo no son siquiera, a decir verdad, nociones, sino
simples reacciones sensoriomotrices no formalizadas ni objetiva-
das. Con mayor motivo, n6 podría tener preconciencia de un distinción de las diferentes ((orientacionesespaciales» no intervie-
23 La
espacio que supone una determinada objetivación. ne hasta mucho más tarde. Por otra parte, no es más que el producto de
cin razonamiento abstracto porque carece de significación en nuestro mun-
La posición de un nivel no es, en nuestra opinión ael olvido do inmediato. Además, sólo se manifiesta si abandonamos la zona de atrac-
de las contingencias,), sino antes bien la necesidad de una coor- ción terrestre, es decir, en el dominio de la astronáutica, como habíamos
dinación entre el mundo y nosotros según un determinado sis- h~ho observar.
3 12 Tiempo, espacio y real percibido onciencia de lo real 313

Nos poderrios pre.gurit-nr, en efecto, si la operación estructu- uo de un;i conciencia pasada; no solamente una adquisi..
rantt: di:l percibir, ci~yoresultado es dado a la conciencia, 110 anterior rebrotada en una actividad preconsciente, sino la
sería ~ i t lacto consig~iientede una actividad a.nte.rior de la con- cia latente de esta actividad, que sería precisamente la
ciericia. O dicho de o-tro rriodo, si lo que hoy es precons ncia de estar en el mundo,).
00 seria la huella de un acto antziño voluntario y que .h ión pura, que ya hemos visto era iixposible, podría
sido el +:actode concieilcia)~de un ser primitivo (antropopít iar[:o, en los seres deficientes o :a raíz de cierto:;
prirriatci silpeiior- riri í i i i i i i i i i l más aiitiguo), no siendo :ert:brales. Habría entonces una especie de r-egre-
tinto a fin de ci.iciit;n; rri'is que un hecho de conciencia cie la coric:iericia hacia aquello que fue en origen.
titlo egi autorrihtico. :;u evolución a través de las épocas, la conciencia
Si f i ~ e r aasi, no 1i;tbria. por que rechazar lotalmente los me- lo mrís profundo de sí misma un aspecto c.le su
c,iriisnlo:; :isoi:iiirivo?, iicgacfos a la conciencia. Serían ( O habrían o primitivo, aspecto que en el presente coilst.ituirí:t !a re-
sic.10) friito de una conciencia muy antigua que habría tenido In inagotable del inconsciente. Un inconsciente cuyas opera-
s e n s n c i ó ~pura
~ como dato iilmccliato. Así, no sólo la conciencia arg;a de las excitaciones deseric:idi::nadas en el
:.;c. cleis;¿irrollaría en el indivicluo desde el nacimiento, a partir dc uria estimulación interna o e:xt.er.,ia carccci-íiin
iina aciquisicióil grad.ila1, si.no que se rriodificar-ía y se desarro- e de1 clarácter in1;encional o voluntnrir~cli~cIr:ibrinri
11.,irici
.'- en la especie, a través de la evolucióil de ést.a, desplazandu ño, cui~ndoconvenía ajustar una estr-uctrii-n forma-
gr:idi.lal y progresivamente su ceritro de interés. Habiendo sido qut: entonces no era otra cosa que sens:icio!ies pu-
el primer objeto de la coilciencin, las estriicturas, integradas inconsi:ieiite que recubriría las fuentes niismns tle lo
eiz aiclelante en una operacyión refleja, serían, poi. tanto, el re- lama el si~bconscien.te;en cuyo caso el ello de Freud,
siiltado de un acto antiguamente voluntario, de una e1ecciói.l ituido por una masa de pulsiones postulada sin co!.~cicrii:ia
salida clje una serie dc tanteos y de experiencias; un acto reali- a o directriz, el inconsciente de donde emez-ge: Ien-
zado poir el hombre primiti,iio, el cual, acttrnizdo sobre el mundo, ziente el yo (en una zona de conciencia que se desarroiln b:ijo
debía necesariartzerzte constituirlo «en objeto)), según estructci- ocial) n o sería más que el testimonio actual c i ~ .esta
ras categóricas netairiente separadas y diferenciadas. De igual
rrioclo, la coiiciencia actual -acto reflejo en el hombre que pasada cuya acción permanecería vi'vaz y perrriarlente,
pi~?n:;(zel mundo- .prepararía el instinto del mariana, sería yli primer término el contacto interno, la i.cl:icióii
una forrna de instinto para el hombre partic~ilarmerite evolu- ser !J dlzl inundo.
cionado... a rieurovegetativo ¿no sería, por su parte, 1:i reli-
EL 1-iircho psíquico no tendría, por tanto, sus; únicas raíces cerebr-o)) primitivo, el de las prirneras edades zirites
( I I ~las d8etermiriaciorres fisiológicas, sino que el hecho fisiológicu
de ILI aparicióri de los seres organizados y cuya «corii:ic:iicia
se ericontrriría a s u vez nir:)ciificado por el psíquico: ambos S¿: ~ i k g a " no era más que un complejo de reacciones sensor.iumo-
corregirían y se restablecerían niiituamente segúm una interac- triccs? Esta capacidad, conservada por el sistema nctiroxSege-
ción constante. tativo actual, irlo : m í a el fundamento de esta conciexicia i>scura
L,-, qlie la feriornenologí;~denoniina «la experiencia prerreflc- cle {testar eri el rriundo~)?Aquí nos limitaremos a plantear la
xiva del inuridon, y que aparece a la conciencia naciente como
ailtei.ior a la ~Sistinciónprecisa del sujeto y del objeto,
relació~ifunc1ament:il del y<:)y del mundo que es como «el
zoili.ti cle.1 ser del qi.ie arrancan Lodas las tomas de po XII. ALGUNAS NCICI-ONES DE TIEMPO
objei.iv;ii.ites y reflexivas de la conciencia lógica», para empl
los propios término:; de NlerleauPonty; esta ((com-unión)), c'studio de la noción de 1.iempo puede ser abordado siguierir.ii.i
fin, clue esta eii el origen de la experiencia artística y que distiiitos: el estudio del parámetro tienlpo de 1;i
tituye lo prei-reflexi-vo en estado puro o incluso -siguiendo a ica, y e l estudio de la noción de diiración psicológic.::i.
I3r.isserl-- 13 iiniciad ,antepredicati-va de'l mr~ncioy del hombre, po y duración son complementarios de un mismo csr-icepto,
n o ser-ia, por tanto, para 1;i conciericia actual, otra cosa que e1 veces 7-eprest:ntada por un elenlento de medición :nibitr.cn.
riamente elegido, otras experimentado por el ser en su yo an Descartes, con Locke, con Condillac sobre todo, la no-
profundo. dc duración, en principio asimilada a la noción de tiempo,
Pero s i la teoría de la relatividad apela a una nueva concep- 26 a separarse de ella:
ción de tiempo, igual que apela a una nueva noción de espacio,
es equidente que En tanto que pensamos y recibimos sucesivamente varias ideas en
riiiestro espíritu conocemos que existimos; y así, la contiriuiiridn de
este esfuerzo por pensar las relaciones espacio-tiempo del universo xglicstro ser y la continuación de cualquier otro ser, que es medible
no afecta a Ia vida psicológica cotidiana, de la que no se desprende. por la sucesión de ideas que aparecen y desaparecen en nuestro c s ~ ~ í -
Con el ticnipo de la relatividad [dice P. Fraisse] nos hallamos más ritu, puede ser llamada duraci6n de nosotros mismos y duracihn de
allá del problema psicológico de las conductas temporales (Psycho- lodo ser coexistente con nuestros pensamientos [...] Un hombre ais-
logie d u tenips). l a d ~de todo movimiento llegaría a formarse al menos la idcu rlcl
tiempo por el único conocimiento de la sucesión de sus ideas (Erisayo
También nosotros deiaremos de lado este estudio del tiemoo sohrc el entendimiento humano).
cósmico, para limitarnos aquí al análisis del tiempo vivido.
Subrayando, sin embargo, que el tiempo «objetivo» no es mpo, en efecto, es el cambio, la consecuencia y la com-
sólo relativo a un referencia1 cualquiera; su generalidad, en el ción de ese cambio. Sin distinci0r1, sin puntos de referen-
seno mismo del sistema de coordenadas escogido, no es una o hay noción de tiempo.
continuidad tan perfectamente uniforme como se cree. Como
subraya Gaston Bachelard, do en un profundo sueño o muy ocupado por un
es insensible al tiempo [decía Hume en el siglo
el hilo del tiempo está cubierto de nudos. La Fácil continuidad de que carecemos de percepciones sucesivas, no tene-
las trayectorias ha sido completamente arruinada por la microfísica. po, aunque exista una sucesión real en los obje-
Lo real no cesa de temblar en torno a nuestras coordenadas abstrac- no puede hacer su aparición ni completamente
tas. El tiempo de pequeños quanta centellea (Dialectique de la durée). de un objeto constante e invariable, pero se deja
sícmpre descubrir en cualquier sucesión perceptible de objetos cam-
biantes (Tratado d e la naturaleza hunzana).
El curso del tiempo no es semejante a ese otro, uniformemente
continuo, de u n río. Se parece mucho más al de un torrente
en que el agua, constantemente dispersada, choca contra las Si In sucesión es la discontinuidad de nuestros estados, la du-
piedras o se expande en cascadas. raciljrl es la forma e n que los experimentamoi. Contrariamente
Cuando consideramos la evolución de los fenómenos, el mo- a Knnt, diremos, por tanto, que la posibiliclad d c representarse
vimiento de las cosas, su duración, no conservamos de este mo- 13s diferentes sensaciones bajo forma de 1-eli{ciories temporales
vimiento (o d e esta evolución) más que su trayectoria -espa- rio cs innata. E s un resultado de la experiencia, es decir, de
cial o temporal-, es decir, s u manifestación aparente, su cine- nuestra vida vivida. Las relaciones temporales se imponen por
nzrítica. Olvidamos por completo la dinánzicu de este movimien- si mismas, por la sucesión de nuestras sensaciones y de niies-
to, es decir, el impulso interno que lo dirige o que lo crea. tras ideas, sucesión que es el acto mismo por el cual tenemos
Ahora bien, la cinemática contintln no es más que la consecuen- conciencia de ser v afirmamos nuestra existencia.
cia de una dinámica discontinua. Sin duda esta sucesión no basta para dar la idea de suce-'
Esta dinámica nos parece evidente cuando no consideramos sibn, pero la permite y el recuerdo la impone. La idea de suce-
ya la duración objetiva d e las cosas sino la de nuestro yo o, sión es consecuencia de la captación de las relaciones entre el
simplemente, la de nuestro estado físico. La duración subjetiva acto presente y el acto concluido, de los recuerdos mcdiantc
se refiere entonces esencialmente al carácter impulsivo y cam- los cuales nos representamos los acontccimicntos pnsnclos. Es
biante, constantemente móvil, de nuestras decisiones. E s una una operación del espíritu que tiene por objeto lo vivido, desde
cascada de dudas, de impulsos, de restricciones, de reanudacio- e! pasado inmediato hasta el pasado más lejano, ]>era cluc se
nes, en suma, de movimientos contradictorios y contrarios de rurida en la memoria y sólo descansa en ella. Un ser sin mera-io-
los que nuestra conducta aparentemente homogénea es efecto. ria no podría tener noción del tiempo, porque no podría ni
3 16 Tiempo, espacio y real percib cotrciencia d e lo real 3 17

sal~sía~:stablecerjustamente esas viriculaciones necesarias entr


las diferentes etapas del tiempo vivido. El presepte no
la sucesión, puesto que se sucede a sí mismo y no
¿,iquel.]oa lo que sucede.
10 tan1.0, no e!; por el hecho de la duración objetiva
las cosas por lo que tenerrios noción del tiempo; es p nuestro ~rntc~rrio;el otro, el tierrrpo del yo, que es iri~nanerite
actividzid de iaiiestro espíritii une en iin desarrollo lógico y tra experiencia íntima y que brota dc nuestra personalidad.
tinuo los di.v<:isos cambios cuyo sujeto constituiinos. Ento esta tlistinción sólo es valida a condición de cluc no se
esta ilación, salida de nue5;tr;i clu~ici6npropia en un.a perspec1:iva dualista, y de q u e los t2rminos q u e
car-ilc,s a las cosas del n-iundo exterior, con
relación con nosotros nlisrrios y con riuestra duración
Sin embargo, 1x0 podríainoc referir la duración de las cosas a
ni.restra propiri dui-nc;ión, dado que ésta -.que es realmente Si nos encerrarnos en nuestro yo, no hay más que presente, dado
dr~,-acjó;r2- no puede, servir de referente idíineo. Al igual que l¿%
di.~r;i.ciJncliie se aplica a lo que e:;tá fucrri cle nosotros mismos
no es rriás que una rnedida objetiva 'hecha al relacionar el tierrr- riente (es dt:cir, aactualn), hacia un exterior eri el que se
po tle .las cosas con una unidacl temporal escogida 31 detex- Lo que corre po es el tiempo; son los coiztozidos de los
rninzidsi.
L,a d.uraci6ii es ~1.12 sentimiento. Un sentimiento que depen
de 1;i intensitlad psíqi.~ica clel tiempo vivido y no de su duraci mbios y debido a estos cambios.
real. E,s el desarrollo, la permanencia del yo considerado .F4erosi el aspecto dinámico del devenir sólo es relativo a
las .variiaciones intensivas de su desayrollo. Si la duración na ~iusalrosmismos y no es medible más que subjetivamente, la
pixdie, como el tiempo, ser traducida en términos de esp rr;~pci.ienciad e la. duración es la de los intervalos entre las esti-
es ~'recisarnente porque no tiene realidad objetiva. IXulnciones su(:esxvas y el orden de estas sucesiones. expe-
ser referida más que al ser que la experimenta, :/ rio es riencia, sin embargo, sólo es total en la medida en q t i ~e:xiste
rriás qcie en térmii.r.os de intensidad, es decir, de cual una representa.cion objetiva del tiempo que nos peril-iiti: situar
rio ser la di.iración nnás que una interpretación psic 10s sticesos en re:lación urios con otros. Y esta represeotaciói~
tiempo,, no existe la duración pura como no sdlo cs posible por referencia, bien a una medida convencional
;ibstil~~to. Es la ola de la conciencia captada como el tiempo de los relojes o del calendario, bien n Lino re-
coni:inu.a, en iin tiempo irrc,:ductible y 110 medible pero que no Po-' presentación espacial que corresponda a la realidad del tiempo
dría pretetider alcanzar el carácter ab:t;oluto de un «en sí», dc vivida, porque «sólo la situación espacial de los canlbios nos
ifiuí~1forma que no poclrín ser referida a niilguria medida obje- ofrece un moda práctico de representarlos* (P. Fraisse). Nilcstrn
tXperiencia inri-ietiiata debe estar sin cesar mediatizada, objr?ti..
24 N~ hay por qué ~riedir1ii:cesariarnente el tiempo e11 tér~ninosde el$- vada. Debe dirigirse hacia el exterior para ser capaz dC: repri:-
patio (,coritrariamente a las afirmaciones bergsonianas), dado que tanln scnlarse los cambios presentes o pasados con su doble ~::~arhctci.
lino corno otro ~iuedeiireducirse a una misma unidad: ia velocidad de dc orden y de duración.
lir luz, Fiara 1.i que tiem11o y espacio iio son más que dos formas diferentes
<le tlecXi- la misma cosa. La distancia t:spaciotemporal, evaluada en unida-
des-luz,, qi~edaexpresada por Iri raíz cuadrada de la suma de los cuadrados Para considerar (le modo útil esta experiencia. d e la t f ~ t r a c i ~ b ~ ,
de las (c.oordci-iatjas c:sI>aci¿ileiPmenos el cuadrado de la coordenada del este «tiempo del yo», no estará de más subrayar alguniis e\riderb..
tieri-ipo. Sin a ~ i t ~ n r g coinu
o, ante esta constante universal las cuatro coorr -.-
cle~iadastienen el mismo sentido, puede sirnplificarse .la operación d i -
iien,jr., [ i i c iinitlades teinporales a unidades espaciales. Es la llamada trans-
fortniici<in ilc Mi.nkovski. En este caso, el valor espa~io-tienlpoes igual
ai la stirri;i d e lo!j ciiadra.dos d r ias cuat.ro coordenadas: 'la coordenada t a l "
lior;ll, (:,~ilsideriitla coirio imaginaria se representa m e d i a t e $--i-
que afectan al «tiempo del mundo> al que aquélla se refiere. y que constituyen precisamente la geo-mc-
ES de uso normal decir que uno no se puede desplazar ((en*
el tiempo, como si el tiempo fuera una realidad exterior, un r otra parte, si se supone un mundo situado a mil nove-
contenido en el cual uno se podría o no desplazar, idea que es ntos s e s e ~ t ay cuatro años luz de la Tierra y si se sirponen
una secuela de las concepciones del «en sí. atribuidas al tiempo semejantes a los hombres y provistos de
y al espacio. Acabamos de decir que lo que transcurre son 105 ación, hay que admitir que estos seres
contcriidos, eritcridiendo por tales 10s hechos, 10s actos, 10s sen- O a una región de Judea muy precisa, la
timientos. Un acto sucede n otro acto, un pensamiento sucede rio en este misnzo momento. Esto, que para no-
a otro pensamierito, un estado sucede a otro estado. Ahora bien, s que un lejano pasado sería para ellos el pre-
es esta sucesión lo que confornza el tiempo. La evolución de las S, el resultado de una observación presente. Por
cosas no se hace en el tiempo; es el tiempo mismo, su expresión, la coronación de Carlomagno, que para nosotros
su evidencia. e pasado, para ellos sería todavía futuro. No podrían
Lo que llamamos tiempo es esta dirección, esta evoluc dentro de ochocientos años.
perpetuamente tendida hacia un futuro y también la repres algunos filósofos presurosos han deducido que
tación del pasado del cual el presente es consecuencia y cons- y futuro estaban igualmente presentes en el
tante testimonio; en resumen, esta marcha de las cosas que es erso y que el hecho de ser presente, pasado o futuro, de-
la existencia misma. día únicamente del lugar de observación en relación con la
El tiempo, por tanto, e s necesariamente irreversible. Todo observada. Lo cual es, sencillamente, confundir lo real y
retorno hacia atrás resulta imposible. Suponiendo que, gracias to vivido y la simple observaci6n de éste. La
a u.n hecho extraordinario, pudiésemos revivir los años que ifixión es un acto que fue realizado en la Tierra y en ninguna
hemos vivido remontando el curso del tiempo, esta vuelta atrás parte (al menos según podemos creer, y, en todo caso, e n
sería incluso una marcha .hacia adelanten. Reviviríamos al re- cado que, en tanto que acto vivido, no
vés el tiempo vivido, pero después de haberlo ya vivido. Lo cual esente ni a ningún futuro. Sin embargo,
sería un avance a contrapelo, no u n retorno hacia atrás. El ver- límite de la luz, es evidente que este acto,
dadero retroceso sería la anulación pura y simple del tiempo, tanto que acto observado, es decir, en tanto que imagen,
es decir, de lo que fue. Borraríamos nuestro pasado remontando de ser el dato de una observación actual hecha a mil nove-
el curso de las cosas -y esas mismas cosas-; no lo reviviríamos. obo. De tal modo
Si podemos desplazarnos en el espacio es porque el espacio cien mil afios en
tiene varias dimensiones (o direcciones) y porque siempre ugar situado a ciento un mil novecientos sesenta y cuatro
mos situados en una de ellas por referencia a otras dos. luz de su lugar de origen.
hubiese más que una dirección (en cuyo caso tampoco ha a estrella situada
un espacio) no podríamos desplazarnos de igual modo que no la quizá ha clesa-
podemos hacerlo en el tiempo. Tiempo y espacio se conlundi- illones de años. Lo que está pre-
rían: sería lo mismo. Dicho de otro modo, las «cosas» no pue- n, no una realidad verdadera. No hay, por
den existir más que en la extensión que crean mediante su coexistencia del presente, del pasado y del
existencia misma, mediante su movimiento (o relaciones de mo- ado y futuro, por lo que se refiere a u n
vimiento y de situación) y en la duración que atestigua ese r, no dependen en modo alguno del purito
movimiento, ese cambio, que es ese cambio mismo. Y si el es- observación, sino del momento de ese acto, momento qilc
pacio tiene para nosotros una realidad concreta además de exterior. Habría
simples referencias geométricas es porque nuestro espacio es, la relatividad, lo que nos parece
en primera instancia, la extensión tangible del globo terrestre según el referente escogido no es el
sobre el que nos encontramos. Es el suelo por el que camina- rnagen, su ((representación». El cosmos
mos, pues las referencias no son para nosotros más que las ego de espejos ...
Hay, pese a todo, ciert;,%coexi!;tencia de stant~: lejos de allí y cuya presencia sería sin11.11tCinen
relación al espacio terrestre, aparecería para rní coriio pn-
o futuro segíiri mi propio movimiento o el movimierzia dc
iirada. Dich:~cle otro modo, cuanto más extenso es el camyici
as se p~iedencontemplar sucesos simultáneos; cuari-
niis restringido es el campo espacial, más nos aparecer1 lus
prc-cederite (XI.III), hiil~iasido subl-tiyada por Merleau-Ponty cri ccsoc de acuerdo con un modo de aprehensión que. los «rc-
su estudio sobre la temporalidad, diciendo de rnodo notable: i*en tiempos sucesivos (el montaje es un ejemplo sorpren-
c ) , dado que, para el observador, el presente siempre está
1<1 cambio supone cierto lugar en el que ine coloco y desde el que -ido al espacio considerado.
i ahora me tiendo en una barca que desciende por el aglia,
perspectivas te:mporales se invierten. Lo que hace un 1 ~ 1 0 -
nlo era mi futuro se va a convertir eil mi pasado.

Esto sólo es exacto, como acabamos d e ver, en determinadas


coxldiciories. Y si bien es cierto que el río esta presente desde
el inanaintial :hasta la decernbocadi~ra,que no se tlivide en pre.
serite, pr~sadoy futuro para un observatlor que ocupe un lugar
fijo tlesde donde lo 17e fluir, seria inconsecuente decir que el
temblos de tierra que ac:aba de producirse. en un lugar detcr-
rninado se in:;c~-ibe en la perspec:tiva 1:emporal de este lugar durante el curso de ese viaje no ceso de estar, en todo
a la vez que permanece presente en el mundo, porque antes de presente: ante mí. Quiero decir que 13 tota1idnr:l tic
PO constituye una unidad de presencia; mis piis pci..
prodiicirse no existía csn iliriguna parte y luego no existe ya. Por
taiito, para que la proposición sea .verdat:lera, es preciso suporiei al misrno presente que mi cabeza. Ahora bien, ~ 4 ; i . s ~
~ i osólo cl can~bio,sirlo cierta permaneiacia de las cosas, es de- iga que c:amina lentamente subiendo desde los ~Ieila~i:
cir, iin tleterrniilado moviiiliento; considerar una continuidad hasta .mi hombro. Para ella, cuando llegue a mi i-odill;~,
teinporal que exige deterrriinado espacio por el hecho misrno tobillo pertenecerá al pasado, mientras que mi cadera, hacia
de este inoviiniento. Y- sobre este punto Merleau-Ponty no se ha que se cliriglt:, :representará todavía el futuro. Todas estas
detenido suficientemt:.nte, porque esta diferencia de tiempos es dejan por ello de ser, para mí, copñesentes. blientrns
relativa al espacio conside.rado antes que a un egoc:entrismo presente se identifica con mi kxtensibn corporal, el tle
que sólo es lo que es porqut: el carripo visual es limitado. Es una iga no es para ella mas que la extensión de su cuerpo.
coiisecue:ncin de la i.(:lación espacio-tiempo. resente es allí donde está. Está referido al espacio ocupado
Cuando considere-) el río desde la orilla, el ((presente para y al t:spacio englobado por su miradzi, B.
mí. cs el de los aspectos que puedo registrar simultáneamente irante los dos minutos que habrá tenido que
corno comprendidos en la amplitud de mi campo visual. El a en realizar su periplo, ella y yo llabi-enlos des-
(cpasado para mí» y el «fi.~turo para mí» son el presente de otros isrrio (curso; tanto para ella como para mí fiahrhn
espaci»s copresentes ante el espcicio geográfico del curso iie s minutcis. Comprendo perfectamente que estos dos
s rni mirada. Sin embargo, si
agiia, pero no c o m ~ ~ r e n d i d oen presentan para ella una duración mucho rnayor caile
puedo elevarme lo siificie~itemente para abarcar con un solo
golpe de vista toda la extensión del río, entonces éste constitui-
ría en (;,u coriji4nto mi pre:;ente. F'ei-o la extensióil de otro riu
conciencia de lo real
Tiempo, espacio y real percibido
sencia de la memoria no permite, por sí sola, apreciar la
para T I I ~ , pero ante el tiempo terrestre su evolución y la mi'a ración o ni siquiera ordenar los recuerdos.
habrán sido paralelas. Habremos vivido el mismo tiempo, ya Hinguna huella fisiológica o psíquica del pasado puede hacer
que no la misma duración. El tiempo, por tanto, y contraria- render, en efecto, la conciencia del pasado, La memoria
mente a lo que dice blerleau-Ponty, es un proceso real, una ica el recuerdo pero no lo explica; porque la conciencia
sucesión que arrastra en el mismo curso todo un conjunto de pasado, o si se prefiere, la «cualidad» del recuerdo, es una
cosas, es decir, todos los elementos de un mismo sistema. Pero rzciencia del presente. Depende de una intención volcada so-
yo no me limito a rcgistrarlo; se hace conmigo y yo lo hayo cl pasado, es decir, sobre un momento del cual sólo se res-
para mí. No se refiere, en cl interior de este sistema, más ~ L I C en ciertos aspectos en razón del interés o de la similitud
al fragmento de espacio al cual se le refiere, pero soy yo quicn ofrecen respecto a un estado de conciencia actual. El re-
crea tal fragmentación. Por tanto, si la representación del do es una distancia que creo en mí, por relación conmigo
tiempo depende de mi relación con las cosas, depende ante todo rnismo, que me permite enfrentarme a mí mismo, establecer
de mi relación con un cierto espacio, es decir, con un cierto una relación entre diferentes estados de mi ser subjetivo, y cuya
marco: varía con él ón es un estado de conciencia presente, testigo de esta
Exteriormente a este conjunto, la unidad temporal, que in-
teresa entonces a todo el sistema, es relativa a un referencia1
Por tanto, es a través de una interpretación subjetiva, com-
dado; pero el tiempo ordenado con respecto a ese referencjznl
let~imentemomentánea, como consideramos las cosas del pa-
es unívoco. Por esto nos parece bastante inexacto decir, como
do. Estas cosas, cuando son objetivamente reencontradas y
Merleau-Ponty, que «cuando evocamos el curso del tiempo 1 7 0
somos nunca otra cosa que espectadores que, desde lo alto de ndo no han cambiado sensiblemente (paisaje, lugar de nues-
una orilla, miran correr un río que les resulta extrañon, porque infancia, etc.) son siempre distintas del recuerdo qut: de
la orilla misma esta captada por el curso del tiempo. El deve- s tenemos: nos decepcionan. No estamos ya ante ellas en el
nir no puede ser transformado en objeto a no ser que se trate ismo estado que cuando nos marcaron. Porque no es de las
del devenir de otro, esto es evidente. El nuestro es subjetivo. s de lo que nos acordamos, sino de un sentimiento que
Pero es sobre el devenir de otro sobre el que regulamos el s cosas provocaron. Y este sentimiento sólo pertenece a no-
nuestro. sotros, a un momento de nosotros mismos. Es él lo que real-
Si no hay «tiempo absoluto)>,al menos hay un «tiempo ge- rncrite constituye nuestro pasado, nuestra vida vivida. Un re-
neral)) que se refiere a un sistema global. Sin embargo, este cuerdo no es sólo una evocación, es una significaciórz para
tiempo no es nunca sino la «ordenaciÓri>)de una duración nn nosotros. Todo recuerdo tiene un sentidotB. En resumen, rio hay
medible, la cual se refiere sólo a la impulsión dinámica de los
fenómenos. El término «duración pura» podría tener un sentido 28 Es lo que Alain Resnais y Marguerite Duras comprendieron pcrfec-
si f ~ i c r ncomprendido como el curso de las cosas en cuyo seno tamente en Hiroslzima, mon amour y lo que constituye el valor esencial
es imposible establecer relaciones temporales intrínsecas. O di-
cho dc otro modo, no hay una duración sino duraciones incon- Por otra parte, ya hemos visto que en cine consideran~oslo «real re-
mensurables entre sí a no ser por la mediación de una medida grcsentado)) a través de una imagen que es una forma, una estructura
coniposicional, se haga o no IiincapiC en esta composición. La interpreta-
exterior, totalmente convencional, que es el tiempo. cidn procede del exterior, pero es tanto más evidente en cuanto que es
sufrida. De donde se deduce que lo real, considerado a través de la imagen
Veamos ahora el «tiempo del yo». cirie:matográfica, es decir, a través de una ~representaciónn,emparenta en
La experiencia de la duración supone la percepción de la du- cierto modo con lo real considerado a través del recuerdo. Lo real apa-
niemente inmediato nos es dado de esta forma como una realidad de
ración y ésta necesita la introducción de la memoria. Pero la cño o de memoria. Es el recuerdo de un acto que hemos vivido y que
lo conocemos a través de ese recuerdo, que a nuestros ojos se desarro-
Es una de las razones que hacen que lo real cinematográfico sea di- en el presente. Encontramos aquí un aspecto de la magia, de la fasci-
ferente de lo real inmediato, dado que lo real cinematográfico se define ión cinematográfica, a través de una explicación psicológicamentt. c~ai.
en un cuadro formal que encierra un espacio constantemente variable, de iente. Y si, como ya hemos visto, las tomas de vistas en movimiento
donde se desprenden relaciones espaciotemporales incesantemente dife- s dan la sensación de un acto ~haciéndosenen el que participamos ac-
renciadas, siempre distintas a las de lo real registrado.
Tier~zpo,espacio y real percibid ullciencia de lso ?.ea1

«~-i-ciier(Io
puro),, que seria una especie de depósito colmado
la contiiriuidacl ciel tiempo .vivido, en el que la men-ioria no iie este acto de-
dría qui: Iiacer ningiin esfi.ierzo para sumergirse y recordar

elard observa que «sir1 fijacibn hablada, expresada, dra-


a , el recilerdo no puede ser referido a sus marcos),. Sin
preciso (que la reflexión «construya el tiempo en torilo a
n el nlomento mismo en que el suceso se produce,
eiicontrar este suceso en el recuerdo del tierilpo
, si bien stjlo se retiene realmente lo que tia
O » , no nos parece indispensable que esta dia-
n liecho del lenguaje. La fijación puede ser
genes'» como hablada. Una vez más se exagera el
el lengua:je, icorno si el entendimiento no pudiese ser más
para tener la ilocicin cle nuestra duración no sólo es resión verbal. No es necesariodecir para pensar. La ver-
estal:>leceruna distaricia ent.re el hecho evocado y el pens memoria. v:isual no consta sólo de imágenes, sino de
qiie lo i-voca; entre e:l presente y el pasado; te~iemos uras, de :relaciones, de juicios «visualizados» en el con-

uere, fijar los sucesos en el tiempo, fechai-los, su-


ai:;lailos. La historia de nuestra duración no pue-
a esquematización, una serie de puntos de
7111 caos de imágenes y de sensaciones, una eilsoiíacibn sin S de su propia duración. De ahí una serie de
yo. Nile:stra c:li.lració~idebe ser vinculada a las cosas erdos cuya relación lógica subraya su distin-
sil seritido verdaclero. Debe insertarse en un marco social, coiis- to, su separacibn. El recuerdo -ya lo hemos di-
tituii-:;e en «historia», en cronología, n~ostrarse,en resiimcri, - no es urizi repetición, la simple evocación cle una co5;a
memoria; es una construcción -aunque sea
const;intemente tendente hacia el futuro.
a partir de emociones reencontradas, evoca-
El pasado es el tlevenii cumplido: una iniención, una con-
tencional o incidentalmente. Es una reorganización del
sometido a una tendencia de orden generalmeiite afectivo.
subrayado perfectamente este hecho diciendo:
la cciriti:nuidacl y la ~ i n i d a dde nuestro ser pensant o de meinorización no ha terminado cuando el suceso ha
Esta iinidad es, por tanto, constantemente diferida, siendo dado q,ue la memoria se perfecciona en el silencio [ . . . ]
rí:ncia y cambio otros tantos puiltos cle apoyo en los que I cabo de unos días un recuerdo es mejor que al pririclpii.,,
r hecho, niejor trabajado. Es una construcci0ri 1it.erai.ia

Es cierto que: la mayoría de las personas piensan con palíibrns y


futuro; hay qut: tener. conckncia de una cierta duracibn vivida llegado el ciiso, traducir esas palabras a imzigenes. La cuitwin estri-
para presagiar el fi.~turo.No concebimos el devenir más q t ~
porque el presente deja d(! ser presente. Lo concebimos como
ilri 1:riun.fo sobre este cese, como una voluntad de continuación;
tivaii~entt:eri el instante actua:i, este instante actual iio es más q u e la
at:l:iinlizaclliia tli.: algo iriiagiriai-io, un recuerdo, pero un recuerdo que, e
e:;ta ocasióil, seria meirioria irirnediata.
326 Tiempo, espacio y real percib conciencia de lo real 327

que se hace lentamente con perfeccionamientos graduales (L'évo nte, continuamente reflejado en la memoria, queda inte-
tion de la mémoire et la notlon de temps). o en el recuerdo al hilo mismo de la evoliiciún. La percep-
se desvanece, se funde en el recuerdo que la modula.
En fin, la duración es, según Gaston Bachelard, a la inversa, «al definirse la percepción corno captación
resente, parece que la percepción de una; succsidn scrfa
el complejo de las ordenaciones múltiples que se aseguran mii asible» (P. Fraisse).
mente. Si se pretende vivir en un dominio único y homogéneo, nn sucesión no puede darse en un solo y misnlo instante.
percibirá que el tiempo no puede andar Todo lo más, salta. ica un antes y un después. Pero la simultal.iciciad a la yiic
hecho, la duración necesita siempre una alteridad para parecer on invocaba para explicar la captación dc una succsi6r.i
tinua. Así parece continua por su heterogeneidad, en un ter iste más que en el nivel de las construccioncc mCntalcs,
siempre distinto a aquel que se pretende observar. Siempre y
todas partes, los fenómenos del tiempo aparecen en primer lugar CI n el nivel de los hechos perceptivos, como han demostr¿ido
un progreso discontinuo. Nos entregan un orden de sucesión. Ea trabajos de Paul Fraisse:
más, nada menos.
ción de una estimulación incluso breve cs un acto que en
De este modo, no tenemos conciencia de la duración más (1 tiene una cierta duración y que actúa a nrodo de puente
por la distinción de nuestros actos y de los sentimientos qu estimulaciones Eísicamente sucesivas. Percibo I:i sucesión
atro campanadas del reloj que marca las cuatro; lo ciial
se les vinculan. Pero nuestro espíritu, nuestra voluntad orie la primera está en cierta forma presentc cuando la
tada hacia una meta determina su relación construyendo
unidad temporal que los engloba. La duración es, por tanto,
recuperación continua, la organización de un conjunto de vi tanto, es la persistencia del dato percibido -o memoria
laciones referidas a nuestra subjetividad. Es una jerarquía iata- lo que permite asegurar nuestra percepcibn de la
instantes, la organización de nuestras preferencias y de nues ion asegurando la vinculación de las estimulacioncs siicc-
elecciones. Según expresión de Gaston Bachelard, « . Percibimos la duración (igual que el movimierito en cine)
dad psíquica no es algo dado, es una obra)). Esta 1s relación, continua de una serie de percepciones tlis-
del tiempo vivido, de la duración psicológica, se
una sucesión de ritmos, de momentos cuyos valores c aiil Fraisse niega, sin embargo, que esto sea un hecho de la
se ensanchan o se estrechan, igual que los tiempos
tiempos débiles de una melodía.
Sin embargo, aunque la duración -al igual que las co percepción de los cambios aperiódicos puede crear esa ilusión
que percibimos- es una construcción del espíritu, está co ice], pero la de los cambios periódicos no nos permite explicar
truida con datos sensoriales y permanece bajo la dependen presente por la persistencia más o menos grande de huellas de
de éstos. Es la formalización, la ordenación de una serie
estímulos lo que concede a estos estímulos un valor temporal
proporcional a su intensidad. Es, sin embargo, lo que hace el cine ...
La psicología ha tropezado durante mucho tiempo con cl
problema de cómo se establece esta ordenación en la percepcibir 1;; percepción del lenguaje [prosigue P. Fraissc] mi presente se
inmediata. cada vez con una proposición, y no con el fin de una prcipe
aLa duración completamente pura [decía Bergson] es la seguida de un trozo de la proposición siguiente, con un des-
ma que adopta la sucesión de nuestros estados de concienci niento progresivo de los elementos que haría al lenguaje in-
cuando nuestro yo se deja vivir, cuando se abstiene de estab
cer una separación entre el estado presente y los estados an
riores.. Pero esta duración acompletamente pura» es entonc cual es muy cierto cuando se trata de un lenguaje que com-
memoria, sentimiento de una duración que se prosigue sin n.i ritlo. En cuyo caso mi presente es, por supuesto, el de una
dificación neta. Es un estado d e inacción y de ensoñación. posición. Pero si se trata de un lenguaje que no comprendo,
3211 Tienrpo, espacio y real percibi cotzciencia de lo real 3>;

el seritido de las proposiciones (y, por tanto, las proposicio~iea cter de presente y quedando todo lo demás como recisercflo p~iro
mismias) se me escapa y sólo percibo una serie de sonidos. Dis- conscienct: di1 tempsn).
tirigo los periodos sonoros, los acentos rilenos o rnás marcados
que :;e encadenan y qilc: urio arbitrariamente; lo cual, precisa. 13 el fondo y, por otra parte, semejante distinción nri es riiiís
c para mí ininteligible.
meritc.?, biace que ese l r ~ ~ g u a jsea 14suria cuesiióri de palabras. Paul Fraisse anota qiic?
Pa.rece, por tanto, que el. npresi-nte de una proposiciónu rnca
es el «presente percibidaa ---acto (:le percepcióii pura- sino el do reprosducir después de haberlos oído varios eleiric:iitos, ti$>
de 1;i atención y de la corriprerisión, es decir, el de una estruc-
tiiración mental. Es 121 comprensión lo que mantiene despierta
ini atención durante el tien-i.po de una palabra., de una. frase u
de r.iri pt:riodo y lo que constituye una unidad global con este
co~rijuiiito~.Y esta. percepcióri global requiere necesariamente la
, memoria inmediata. C:ilando oigo pronunciar una frase, mi aten-
ción permanece fija sobre e1 sentido, aimque las primeras pra- a l . Cuando escucho rníisica, percibo a cada ii-istnntc i i i i , ~ I.)~.cvc

labras F~ertenezcailya al pasado cuando percibo las últimas. La iiclura rítniica, pero uria estructura que se irilr:yr;:i r:ii i.iir t:oli-
10 rnelódico al que clebt: su resonancia afectiua.
discuiitiriuidati de la lectura (donde la atención es retenida por
los periodos verbales, por las ideas o las im6gen.e~que estos
períctdos sugieren) no es discontinuidad de la percepción, sino
de la ate-nción y de La elaboración merital. Por tanto, aquí, ri Fx-aisse llanra «capacidad de aprehensión de l o sucesivo».
«presente de la proposicióri» es el «presente de la coinpren- i esta memoria( inmediata no se trata de la ~nernurixaciGritle
sión». E,]. tien1.po dt: percepc:ión, mucho rnás breve, se completa pasado ya coristi.tuido como tal, sino de un pasado q ~ i coflu-
iiec,:esariament.e con las franjas de la rriemoria inmediata que aúin en el preijente. Sin embargo, si el presatttzt pa?'<:ibido es
p1:'ecisarriente vincula y estructura orgánicamente las sucesivas Lienipo de perlcepción aumentado con el tiexnpo cle cruiipren-
per.ccpciiopes. Es la coinpreiisióri, la asimilación, 10 que organiza
en este caso ].a duración.
P. Fruise dice, precisamente: enioria iniediata)), o si se prefiere, este ncainpo

Nosotros s610 percibii-rios lo s;i.icesivo porqi.ie, en ciertos límites, iix '

[cacto mental uriiiicad»» es posible. Esta iini emporal entre las estimulaciones, del n6rncr-o da iis-
!;ucesi.vo tiene por consecuencia la existencia de es y, por Último, de su organizacihir, Coino parra 1:i
quo no se! reduce 21 la clesapariiiión pail1atin:i de de 10:s ritmos, el intervalo n o poc1ri:i excccler de dos
en lo (3ut: ya no es L . . . ] Este paso exige, i~iclii
acto de aprehensión que tiene uria duraci6n
~~rt:c:iat)le. gundo, incluso de medio .segundo. Esbijs elcinen-
pueden ser grupos sonoros. y su organizacióa~ facilitir. su
Ahora bien, este «ai;:to merital unificzidov (110 es una amplia-
cilibrr del acto perceptivo niisrrio u c'i se prefiere del «tiempo
de: pt:rcrpciÓn»? (No es una ampliación que supone la memoria
ini-nediat:a? do en cuenta los diversos factores considr:rados, cl presente
C,oi~ioha szibrayado I)el;acroix, ta prác1:icamente a una duracibn de cinco segundos aprosi-
ente. E:3 e:l tiempo necesario Dara uronunciar unii frase de.
it 25 sílabas, los versos más largos en prosodiii, las n~ed[das~n;<Lb
el reciierdo se crea en el seno mismo de la percepción C...] Cierto p.^.; en música rio superan apenas los cinco segunrlos. Por supiitbsta,
qui!, por un lado, los dilerentrs aspeclos dt:l presente no están en el. ciertos caso!; privilcgiadoc puede llegarse a un prcsenae iilgu rn:~.,
rnibmo plano, por lo que el presente nos parecera iriinóvil, y cierto !:o, pero lo inhs frecuente es que nuestro presente r i i , siipcre lilic-
qur:, por otro, no hay eii el presente un elenlerito único dado con el S los dos o tres segundos (P. Fraisse).
Pasados algunos segundos, observaba ya William James, la con- Ón de las estructuras (temporales
ciencia de la duración deja de ser una percepción inmediata las más de las veces de una elec-
para convertirse en una copstrucción simbólica30.
Otro tanto podrfri decirse del film, donde -cuando hay mo
taje rítmico- los planos n o superan apenas los cinco segundos y supuesto, esta intención no tiene ningún valor más que
donde, como en todas partes, la duración requiere organizaciím hay posibilidad de elección entre equivalencias; está
mental. da por los grupos rítmicos cuando los intervalos que se-
Cuando hablamos del ritmo, dijimos que las estructuras tem- an esos grupos son mucho mayores que los que separan sus
porales eran (~formasnbastante análogas a las estructuras e os. Los intervalos entre los grupos son entonces perci-
ciales. Precisamente Paul Fraisse señala esta analogía mostra como lagunas y su duración -sea la que fuere- aparece
que se puede aplicar a las estructuras temporales la distincid
entre figura y fondo:

Tomemos [dice] el tic-tac de los relojes. Tic y tac están organizados


entre sí y delimitan un intervalo que posee una duración. Pero entr
el tac y el tic del doble golpe siguiente se extiende otro intervalo laguna alguna entre los planos.
que sólo es percibido como una laguna sin duración definida. Este
intervalo juega un papel análogo en el fondo a nuestras percepcioi~cs
espaciales. Estas se caracterizan precisamente por su ausencia de
forma; al intervalo entre dos tic-tac le falta también esa forma (le
la organización de lo sucesivo que es la duración.

Podría objetarse que por ser isócronos los intervalos entre «tic
tac» y «tac-ticw, la relación que constituye la unidad temporal
puede ser elegida a voluntad. Puedo considerar como fondo a a otra, que es con frecuencia
org'mico tanto el intervalo entre los golpes sucesivos (t tiempo a otro, vienc mari:ado
corno tic-tac/tic-tac/tic-tac...) o bien el intervalo entre los seini- ido cuya duración real puede ser cic dos a
golpes (tal como tac-tic/tac-tic/tac-tic...). Lo cual en modo a¡- por una ruptura brusca en el caso del rnon-
guno contradice las observaciones de P. Fraisse, demostrando,
precisamente, que en las percepciones temporales, al igual que En el primer caso, el fundido sugiere que un determinado
en las percepciones espaciales, el fondo en ciertas condiciones os fragmentos así unidos, pero en el segundo,
puede ser sustituido por la forma y a la inversa. Lo cual mues- por la que se pasa instantáneamente de un

30 El paso de lo instantáneo (o de lo simultáneo) a lo sucesivo, a partir


del cual la noción de tiempo comienza a tener un sentido, varía - d e
acuerdo con los trabajos de Henri Piéron- de la centésima a la vigésima
de segundo aproximadamente. Este apunto de tiempo), más o menos es-
peso, variable según la intensidad o la naturaleza de las excitaciones, sería
el riempo d e percepción propiamente dicho. El tiempo psicológico, regu- anos antes, pero, en el plano perceptivo, ese paso, pese n SU
lado por las capactdades mentales (toma de conciencia y otras manifesta- instantaneidad -y debido indudablemente a su instantaneidad,
ciones psíquicas elementales) seria del orden de la décima de segundo.
Este sería, de hecho, el presente real Sin embargo, la duración completa
del proceso perceptivo que realiza su eficacia total varia en torno a los
3/4 de qegundo No es, por tanto, vano considerar el segundo como la
mcditln burda -aunque válida para todo lo que afecta a la vida cotidia-
na- dcl i n s t a n t e presente, es decir, hablando por boca de P. Fraisse, del
instante de percepción más el recuerdo inmediato, constituyendo el con- partir. de lo presente percibido, la experiencia de la ciuraciún
junto el «campo de aprehensión>> del presente psicológico el ordenamiento de las estimulaciones, su estirnacidn relativa.
Las condiic-tas que introducen la duración se apoyan en s también, y además, el tiempo «pensador. La rc:i'lisiaal
irnpulso primero. Todo radica en el «comienzo,), que es suces
puro, reflexión o elección instantánea. La duración se apoya,
por, tanto, enterarnerite en este instante: lo c<continua».Corno
observa, no sin I ~ u r n ~ lGaston
i, Bachelard, «lo que hace anclar.
la locomotora es el silbido del jefe de ectaciónu. Todo depende
de esite acto vciluntario, de esta orden, de esta t:lección. Ido ins- se. Para él el tiempo huye, corre deniasiado deprii"" ;io
tantáneci ordt:na la duraciór:~como la selección ordena el acto. po bastarite para colmar su pensamiento, p;nra ser ctil-
La continuación de un ac.to instantáneo o reflejo, ((bloqueado r él. El abiirrimiento no es más que la rneclida del vacio
en el tiempo*, es un hecho de la voluntad, del juicio. Es un es-
fuerzo qiie pi:rpetúa Pa acción, es la perspec-tiva de una duracibn ando se trata de nuestros recuerdos, la estimación del
que irniplica este esfuerzo para ser colmada y franqueada. Y es ado it:s relativa a la cantidad de acontecimientos de
este esfuerzo e1 que tia la iiledida del tiempo vivido. I&s acorda:tnos. Aunque sepamos que, en el calendario, el
En efecto, la conciencia de la duracidn no es conciencia de 120 de las .vacaciones es más corto que el resto del año,
una realidad exterior, sino (:le iiri estadio afectivo, cle una «reae- ticrnpo, nos parece retrospectivamente mucho 1116s largo:
cióil 21 la ejecución del acto:&,por eiiiplcar los n~is,mostérmin d d~i:los viajes, ].as impresiones recibidas, los pla-
cle Pierre Janet. No e!; sólo conciencia de cambio, sino neces ncumulados son otros tantos puntos de referencia dis-
dati, de:ii-o de cambio, y, por tanto, espsrri de &te, concienci que constrastan con la triste repetición de nuestro tra-
de i i ~ aobstíiculo que se opone a niiestro deseo. cotidiano. La duración aparece más larga en la medida en
Ccianto más atenlos estamos a un iritervalo, o cuanta mas
irnj,)c~i:tariciale damos, tanto más largo nos parece, porque Izi
atención está íntegramente liijada el! la duración. C:omo ha sub-
rayado David Katz, (<cadavez que: dirigimos nuestra atenci6n
sobre el. transcurso del tier-npo, parece alargarse)). Por el co~i-
trario, cuanto m i s lleno estií un tiempo tanto más corto parece.
La longitud de un período no es mAs que la medida de su vacio.
No es, 'Flor tanto, la iongit~~d del tiempo lo que cuenta en lia
apreciacióri del tiempo vivitlo, sino su intensidad o, por el con-
trario, sii falta d e tozsidlz.
I'or intervalo no hay que entender todo el tiempo de reposo ello misnio, parece siempre demasiado largo, o bien de
entre dos inomentos de actividad, la espera que prepara o ma- ro de iimpresiones experimentadas, de la riqueza de su
dura una actividad nueva y que es actividad de un tipo distinto, o, pero cuya duración,, colmada por el agrado, sólo
sillo el tiempo «vacio),, la inacción total; un tiempo que no se e como tal en el recuerdo. En el instante presente no
traduce en riatla, un ii~rnovilisn~o que «detiene» el tiempo y no
lo hace seiltir!;e ya sino par sí rriismo. El tiempo entonces se
alarga desmesuradan~enteporque rio «corre». Lo que equivale
a (lecir que la duración no se percibe como tal, en la inacción
o en la espera, más que porqut;t tiay u11 rechazo; rechazo de ac-
tuar d e pensar antes del n-iomcnto deseado, esperado. El tiem- años, un año parece mucho más corto, pero rio e*;
po es entonces tanto más agobiante en cuant.0 que u110 se i-S- ue la cincuentava parte de su vida ... E n fin, tras !os ti.ii-
fuerza en vano por rl-ducirlo, en cuanto que uno lo acecha, en
cuanto que uno lo va royendo a la vez que se niega a colmarlo
excepto por una idea fija que es precisamente la que lo inmo-
vilizzi,. Porcluc el tiei~lpovivido no es solamente 1.51 tiempo c<ac-
Tiempo, espacio y real percibid oriciencia de lo real
centímetro cuadrado de hendan (Le t e m p s et la vie). La cica- de orientaciones, de tendencias que se afirman y se
trización es más lenta en el viejo, de ahí que parezca que 11 en el seno de un marco social. Este influye sir1 duda
tiempo pasa más deprisa, dado que cuatro horas de un ho sobre las determinaciones primeras, pera vierac sobre
corresponden a una hora de niño en el tiempo biológico, y a consolidar el acto realizado, el carácter forrnado, sea
qilc <el subsconsciente proporciona a nuestra inteligencia u11 qeic se le opone, sea, al contrario, porque lo sostícnc. Nuestro
iriformución en brutou (ibid.). terior está fabricado desde «el exterior»: soy y o cliiicii mc'
Para P. Fraisse, aunque el tiempo psicológico esté sin stituyo en yo, quien me fabrico y quien me ordeilo ei-l tanto
condicionado por el tiempo biolbgico, no se podrían relaci acepto o rechazo las contingencias, las obligaciu~ics';ocialcs
poniendo las regulaciones psicológicas en juego todas las orales. Yo me constituyo en el seno de un grupo, en acuerdo
ciones del individuo. Así, la apreciación de las duraciones pu desacuerdo con él, pero no sin él. Por él me formo, pero
de variar también bajo la influencia de ciertas condicion yo quien elijo formarme así. Nuestra expansión esta cyi f i n
físicas. ((Si,bajo la influencia de las variaciones de temperatu 1 de un plan. Nuestra exteriorización es en prinlcr lugar
varía la velocidad de los procesos orgánicos [refiere Henri P orización, creación que va del exterior hacia el intcrior
ron], el tiempo mental se establecerá o se condensará en 1 de abrirse del interior hacia el exterior.
mismas proporciones.)>Y, según Paul Fraisse, el hombre cu ,ada instante de nuestro yo es una consolidación mediante
temperatura ha aumentado golpea más deprisa (a una peticibri la experiencia de las tendencias que nos hemos dado o que
de tres golpes por segundo hecha por el experimentador), cr os aceptado, y esto, según un objetivo voluntario y pre-
yendo que conserva el mismo tenzpo. do.
Sea como fuere, la percepción de la duración es como he es como la duración tiene un sentido.
visto, una percepción discontinua. Un «tiempo», aunque sea
fracción de segundo, sucede a otro tiempo. Pero esta disc
nuidad, que se debe al tienzpo de percepción, no es perci Eri resumen, lo que más resalta de nuestra hipótesis es 'la
como tal y no podría serlo, dado que no percibimos nuest correlación. Lo que se toma por contrarios o por oposiciones
percepciones, es decir, el acto perceptivo mismo. Igualmente, --objeto y sujeto, continuo y discontinuo- no son otra cosa que
el tiempo nos es dado en la continuidad aparente de su evolu- , aspectos a la vez diferentes y complementarios de una misma
ción. La continuidad de la duración no es más que una recons- r realidad, de un mismo fenómeno. Y sólo es nuestro espíritu
trucción mental que agrupa, más allá de las sensaciones reales, quien los divide y quien los opone al distinguirlos, no pudiendo
sus encadenamientos sucesivos, organizando conjuntos más o lieiilca captarlos más que por separado, según el punto (le vista
menos significativos, más o menos intenclonales. t o la posición que ocupa en un momento dado.
Como Bachelard ha demostrado, no hay jamás ningún plan, Pero si esta hipótesis es un intento de superacidn del fealis-
ninguna continuidad de la duración, pero sí una dialéctica de nio y del idealismo, no podría ser comprendida corno uri aspecto
lo pleno y lo vacío, de la acción y del reposo. «Los fenómenos nucvo de estos sistemas. Es otro aspecto que, rechazlarndo las
de la duración están construidos con ritmos, en vez de estar los posiciones extremas de las anteriores, trata de hacer In síntesis
ritmos necesariamente fundados en una base temporal unifor- c l ~ciertos datos que no dejan, sin embargo, de ser vsrdadcrus.
me y regular.)) Cuando no hay intención formalizadora en lii 1 (Podría hablarse de un ((realismo crítico)) en el sentido ar-i-
elección de los intervalos o de las ((lagunas)),cuando los grupos
rítmicos dominan la intención posible, es decir, cuando so11
1 glusojón de la palabra, o de un ((idealismo empíricos (si es q u e
puede decirse así) salido de la fenomenología? Sin embargo, nos
coactivos, entonces los ritmos aparecen por sí mismos. Gracias oporiemos radicalmente a cualquier eidética. El ((realisrrio c i e
a ellos tomamos conciencia de la duración como tomamos con- ' las esencias), no puede -en nuestra opinión- desembocar múc
ciencia de cualquier cosa por su fomza. «La duración, dice por
último Gaston Bachelard, es como una melodía que dura por-
que se repite.))
En fin, en la duración y por la duración nos fabricamos nues-
'
ri

a
que en el idealismo platónico, incluso cuando pretende darlc la
cspalda (Russell se dio cuenta en seguida y tuvo que abarirloranx"
los universale esa de los que había partido).
¿Puede hablarse de un ((relativismo concreto)) según cl C U ~
tro yo gracias a una elección voluntaria y deliberada de direc- e nada existe sino en virtud de ciertas relaciones siempre contin-
Tiertzpo, espacio y reul percibid Ganciencia ,de lo real
gentes? Sin embargo, lo que está más acá o rnhs allá de tod ten más qlle por nosotros y para nosotros. Carccicm <le
relacio11-lo qiie es tiritipreciicativo segun la te.rrninologia husse común coi1 un principio que sólo podeinos postular, siri
liana-- no podría tener iliriguna realidad física o psíquica. N esto que el ser infinito es por
podri:i ser m6s qtie el en sí ante el cual las nocioiles de realida
O clia irr<:alirlritl carec:en de sentido. , car el ser con el absoluto, lo
(Jrnizii pucklera hablarse de un idealismo científico bastapt qiie ser es sinónimo de exis-
i ~ o i d er:ori la!; perspectivas de la física conlempciránea. No obs <cexiste»es «consecuencia de». El horizonte del ser
tante, s i el pcrsitivis:rno debe ser clescartado y el espisitiialismo ralidad por la que se afirma como existente, cuarido
mAs a í ~ rpodría
~, hablarse de un antiespiritualismo o de un espi- -fuera del espacio y fuera del tiempo- engloba y
rii.ua1lsr~oinvertido, es decir, contrario a todas las nociones sión espacial o temporal posible, todo exis-
que representa, vaciado de: los conceptos ontológicos o espiri- r está en perpetiio devenir. Pero el ipfiriito
tiliilisteix de los que es expresión: un antiespiritualismo cuya dado que no sería nada inhs que una ex-
fonna .seria ari;?loga pero c::uyo coiltenido sería completanlente risitjri ilimitada ciiya duración, aunque careciera de límites,
distinto,. itada en el tiempo como preparando
Eri cierto sentido, la idea cle :ibsoluto se cine a la de Dios, ki~-oque ella no seria. Si el infinito es el. absoluto, no deviene:
que el espir:itualisnio plaii.tea como (1 priori .~iiliversal.Pero ir el ser que crea, con sin existencia rnisma,
Dios es uina palabra; todo consiste en saber qué se pone dentro. ción, y que por ello no podría ser infinito
Para el espiritualisino es el espíritu-en-sí, es decir, la extra- resión firiita de lo infinito, aspecto monleniáneo dt: 10
polacióri de cualidades o de valores (conciencia, voluntad, ra- . Absc~luto que no puede concebirse más que como
zón, etc.) que sólo tienen significación en tanto que se refieren a-nosotros, es decir, nada ante todo aquello de lo que
a u11 ser finito. Elevados a categoría (le absoluto, pierden su encia o idea, que es causa de lo que es Y
sentido. Hablar de espíritu puro o de conciencia infinita no es
n-i,ás que una forma de emplear lais palabras para definir lo in- cierto sientido, volvemos a situar al hombre -con SUS
defiriible. Se coloca al psiquismo humano (incluso llevado hasta s morales, ont.olÓgicos, espirituales y demás-- en su 1iarr:ar
el infinito) e11 el centro d.el universo, y tras bautizarle como iiniverso. Por perfecto o imperfecto que sea, no es riada
Dios se le convierte en el alfa y la omega clel cosmos. ue un acon1:ecimiento del mundo y no el mundo. En Ingar
EP té:rminu de absoluto al que hemos recurrido no es ctam- imitivo, preferimos instau-
poco» riada miis que una de:;ignaci6n cónloda que permite acotar el mundo que 110s rodea
lo q ~ l eignorarnos. Al menos, y de aciierdo con la idea que de él es más qui: un aspecto fugitivo, una realidad tangible, cier-
tewiemos, este absoli.ito tiene la ventaja de separar lo indefinible pero cuya misma realidad, consecuencia de lo que somos,
de una inultitud de conceptos que le son extraños. El término completam~:nt~:relativa.
sigiiifica simpleiriente lo que puede siypificar para una concien- De igual forma que, en las primeras edade:;, el primer hom-
cia lluniaila t::l irifinito de todos los posibles existenciales, lo que bre pensante, coilmovido por su reflejo, tuvo de prontc) la in-
es causci sui, lo que !;obret.:iitiende tailti:~la energía del mundo ti.1ición del «doble» del que pronto hizo una divinidad o alma
físico coino el psiquismo del mundo vivo, no siendo uno y otro, , iiiiiversal, así ahora podemos interrogarnos nosotros sobre la
ini:ludablernente, inás que diferentes aspectos de una constante do a nuestra percepción normal urna
y eviderite manifestación d e lo q u e es. Pero a10 que es» no es, e y sin embargo diferente, 1;i pcr-
si11 embargo, ni conrio ser, ni conno espíritu, ni como materia sde este punto de vista, hay mAs
eil el sentido físico o .metafísico de la palabra. No lo designamos iie en todo Aristóteles y cn todo
como energía absoluta rila:; que para sugerir la capacidad infi- miento en la naturaleza que e i i
ilíea que: supone.
Sin rechazar, por nada del mundo, los va1or1:s espirituales, ointelectuales que n-ií.)cesa,
afii-ri.iürriossirriplemcrite que no puede proponerse como causa r«n de despreciar el cine consistió en confundir el insti-iirr~r:nlo
lo ~ L L noC es ni puedt: ser otra coca que expresión. Tales valores con la cosa, cm identificarlo a las l-iistorias que nos contabla,
cuya puerilidad o inconsistencia sólo daba la medida de nuestra el espacio-tiempo cinematográfico que se desarrolla ante
ignorancia, de nuestra incapacidad para servirnos de él en modo sotros, incluso cuando mentalmente nos proyectamos cn el.
conveniente. Aunque sólo hubiera producido historias tediosas te hecho es inherente a toda representación. Querer a b o l i ~ l o
la literatura contendría en potencia las obras maestras que no abolir el arte mismo, y por extensión el cine que, una vez
ha dado. No es, por tanto, exagerado pensar que el cine irá m6 S, no es el inundo sino una ((representación del i n u n d o ~ .
lejos, dado que sus capacidades son a un tiempo semejante Sea cual fuere, por tanto, el montaje o el guión técnico de
y más vastas. e es objeto, lo real cinematográfico no se inserta en iin mes-
Pese a que, repitámoslo una vez más, no hay reglas informu- io-tiempo» abstracto o menos concreto que el espacio-tiempo
lables, sino principios muy generales sobre los que toda expre- . Constituye simplemente una realidad paralela ni más ciei-t~r
sión visual o andiovisual puede ser fundada, principios que son ienos cierta que la otra, igualmente posible desde el momen-
los únicos en atraer nuestra atención en esta obra, podemos en que son posibles las condiciones -sociales, psicológicas,
al menos, desde esta perspectiva filosófica, deducir las consi- arnáticas- del dato representado. Dicho de otro modo, cual-
deraciones siguientes: iiiera que sea el modo adoptado, la representación no falsea lo
Para que haya fenómeno es preciso que haya coincidencia 1 representado que, en sí mismo, puede ser verdadero o falso.
de una necesidad y de una posibilidad. El fenómeno no es otra representación construye con ello «otra» realidad. Sin más.
cosa que una factualidad; pero una factualidad que se repit que equivale a decir que todas las formas de montaje son
en la medida en que se repite esta coincidencia considerad iw;ilmente válidas ante cualquier «ontología» de lo real. Sólo
como ((causan. Nuestro mundo no es más que una construcció stán en función de lo que se trata de significar con él y por él.
hecha en medio de lo que nuestros sentidos retienen de los
fenómenos del mundo físico. Desde el punto de observación de
Sirio, esta construcción es arbitraria. Desde nuestro punto de
vista, para nosotros, los humanos, no es arbitraria, puesto que
el árbitro somos nosotros, y ni siquiera nuestra voluntad sino
nuestra existencia misma, el hecho mismo de estar constituidos
como lo estamos. La mediación de nuestro ser físico, que es
preconsciente, es dada a la conciencia. Para ella, este dato es
inmediato.
Si la imagen cinematográfica es mediata por ser consecuen-
cia de una selección, de una organización voluntaria, también
es mediata por sí misma, por ser consecuencia de un marco que
la define, de una continuidad que la ordena y sin los cuales no
existiría. La intención, sin embargo, sólo es del autor. Para el
espectador la imagen es inmediata. Le es dada como se da a la
conciencia la organización de la percepción. El espectador reci-
be un seudorreal, igual que recibe lo real verdadero. Percibe
de forma distinta, y otra cosa distinta, pero de modo semejante
por el hecho de no darse cuenta de la mediación que prepara
lo que le es inmediato. Y lo seudorreal del film no es «seudow
más que comparado con lo real «mundano», considerado como
((verdaderoa. Fuera de esta acepción, también es válido. Quere-
mos decir lo simiente:
u

Ficticio o no, el espacio-tiempo real se refiere a impresiones


de las que siempre constituimos el centro; por lo cual nos pa-
rece ((verdadero» cuando nos hallamos descentrados en relación i
E
SEXTA PARTE

TIEMPO 'Y EihPAClO DEL DRAMA


: 14. A LA BUSCA D E UNA DRAMATURGIA

/
i
LSSI11. DEL TEATRO FILMADO A LA BXPRESION VISUAL

i Cuando hacia 1898 Mélies acometió la tarea de servirse del cine-


matdgrafo con fines de espectáculo, no pudo hacer otra cosa
que registrar un espectáculo totalmente independiente del apa-
o rato registrador. Se iggoraba todo sobre el cine. Nadie podía
sospechar cuáles eran sus medios propios, ya que no tenían
;O ninguna relación con los medios expresivos entonces conocidos.
En 1898, el cinematógrafo no es más que una máquina de
registrar y reproducir el movimiento por medio de fotografías
1 animadas. La diferencia entre Lumikre y Méliks se limita, des-
de este enfoque, a que el primero registra la vida «captada en
el seno de la vida misman y el segundo un espectáculo com-
a puesto para agrado de las multitudes.
Ahora bien, en esta época quien dice espectáculo dice nece-
snriamente teatro o representación teatral, de igual modo que
qtiien dice coche dice necesariamente simón o diligencia.
Y por eso, de igual modo que los primeros automóviles fue-
ron simones sin varales, que mantenían la estética utilitaria del
i coche de caballos pese a la adición de un motor, las primeras
películas fueron simples representaciones «filmadas,. Pero en
rnodo alguno teatro, como suele decirse. Méliks es un prestidi-
gitador, no un director de escena, y menos aún un autor dramá-
tico. El teatro - e n este caso el teatro de Robert Houdin- no
cs para él otra cosa que un tablado del que se sirve para pre-
sentar fantásticos escamoteos empleando todos los trucos que
1 SU aparato permite. Los primeros films «representados» fueron,
por tanto, sesiones de ilusionismo que utilizaban los procedi-
'
¿
mientos del escamoteo de la escena, sin más. Pero a medida
que avanzan sus ensayos, Méliks descubre y aplica todos los tru-
! cajes que encierra La cámara: sustituci6n por detención de la
vuclta de manivela, reimposición, fundidos encadenados, etc., aña-
diendo a éstos los trucos ya conocidos en fotografía: sobreim-
1 prcsidn, efectos de ocultador y de contraocultador, exposiciones
1
Tiempo J, espacio dranrci A klm blisqueda d e una di-amaturgia

niúltiples, etc., etc., de tal forma que al cabo de algunos mesl:!j 0 Inrilio de investigación no despreciable, el cine pronto f u e
lo «matavilloso» ciriernatog;ráfico se añade a la ilusión escénic;~ , I.riilel;adoal cajóri de los «vehículos utilitarios),, desprovisto tlc
y muy pronto la siistituyr totali~iente. , cualquier pretensión estética. Sus ambiciones espectaciilarrs
!;e supera una primera etapa: no se filma ya un espectáculu cuscitai~la burla. No obstante, aunque sus balbuceos i e pi-c".~r.ii
iiidepeildiente; se le coinpone, se le organiza para su filmación. a. la sonrisa, el menosprecio caracterizado de que es objeto rio
Siri embargo, al corto sainete le sigue muy pronto una ahisto- st: debe a su ingenuidad. Revela consideraciones sociales corrr-
rlan, u11 peqilefio drama brirlesco. De los 75 m el film pasa a 10% pfej;ts de las que aquí s610 podemos trazar un esquerila snily
150, a los 250, y, enseguida, a los 300 m, es decir, a un cuarto de general.
llora dje proyeccióri l . Si sc trata de una averitura fantasmagh Bsi- desprecio deriva en primer lugar de que el cinemat6-
rrca, los sucesos clile la comporieil necesitan una «puesta en g p 3 f ~es y permanece espectáculo d e feria: uno no se colnpro-
escenan, una serie de actos que se desarrollail en decorado^.;^ rnett: yendo a lugares frecuentados por las chachas y los ayudas
, dc cáinara. La primera proyección permanente Fue instalada por
diversos. Y, entoiicec, hay otros tantos «cuadrosu que se suceden,
pero cuya sucesión, que correspoi~dea la de los actos escénicos, aufrhyel en el sex1.0 piso de sus almacenes, u p n r a 1-rt:rmitir a las
es tjiscontinua: se l,asa t)rutalmente de un acto a otro y l;tl nj"er.as y a los riiños distraerse mientras los pndi-es sale11 de
e s ~ t : ~ ~ o l ;Inás
~ ~ i qile
í ~ , ru,iimentai.ia, limita a telas pintadas t compras». Es uri espectáculo de criadas. Se marida allí ü los
y a bal;tidores, mieritras los actores inleI-pretan ante la cámara ni"s buenos, pero se cuida uno mucho de ir, de la rnisi-nn rna-
como hacían antes ante 121s candilejas. riera que 110 se va al guiñol de los Champs-Rly'iSrs. El único
1'01' lo tanlo, por niedio de la película se graba una puesta espectáculo digno de interés, de respeto, sigue hiciirto teatro.
en 1-sct:na teatral, muy sicnplista, a la que el film presta todos 1:.',1 cir.co, el mtrsic hall, son lugares a los quc SOLO sc acude con
los tnlcos de que dispone. Crea la ilusión y con un mundo (ic cierta vergjienza: un placer de saltimbanquis. Se olvida que
tela pintada comporie uri auténtico mundo de magia. En esta i apenas quinientos años antes Arlequín plantaba sus t d h I L ~ ( i ~vn <j
segunda etapa, en la que Mélies se qiiedará, se incluirán todos las plazas públicas. Cierto, en el siglo xv la dlgraidrzil biir-gric~a
(3 casi todos los films realizados entre 1901 y 1006, cualquiera 11s se desplazaba mhs que para asistir a los «i-niisteriosn r-ep1-e-
que s$,1 su género. $entiidos con la bendición del papa en los pórtictri; de Ins cate-
13urri~teeste período, las películas se multiplican. MéliPs, : drales. ¡Los dam;ís estaban excomulgados! l
Pathé, Gauiliorit, eri Frailcia; Vitapragh, Biograph, Edison, eii 1,legado conlo un intruso a un mundo organixlidr~,el ciric. f ~ i c
Estados Unidos, producer~ de dos a diez film:; semanales. El a. s i l vez excoinulgado por la secta de los «bienpcnsaritrs». At
cinematógrafo instala sus barracas en los mercados, en las fcb- , imitar a la escena, al pretender!jc espec~icrilu, Gfrcc.c I
rias, y los ~rodadorirsn ainbulnntes pasan sus proyecciones tly GQSí) que una caricatura suya, representa saridct:cs y, <,in crai-
salas de café a las plazas de los pueblos, siguiendo los lugad g bnrga, se afirrila como un compe:tidor temible. Grtiji Dal.tL'
res (le reunión popular. Cada espectáculo se compone de una 1 del af;allinero» deserta del Ambigú para ir al ciricniotrigr:ifij. Sir1
1

decena de breves pt:licillas -cuentos de hadas, dramas, c0mt.J


(S saber cuáles, se le adivinan perfeccionamientos fiitiir-os. 131 ten- 1
dias, escenas cómicas-- y el pueblo afluye. Pero la burguesiq tro, al parecer, iectá ameilazado. Ahora bien, el teatro cs iiri
mira con malos ojos esta distraccióri que conmueve al populci.
espectáculo eminentemente burgués: el simbolo artístico de la
cho, mientras los espíritiis refinados hacen ostentación de su
derjilén por esas sorribras gesticulantes, por esas acciones sim~i- burguesía y del espíritu burgués. Se va al teailrc? curno se V;I n
ladas cuyas pueriles circi.instancias son más o menos abracal.
misa: tanio p;ira hacerse ver como para asistir a un oficio; r=I.
dabrailtes. , cspcctáculo está tanto en la sala como en la escena. La osciini
4 d;rd 13e la proyección no puede hacer otra cosa que abolir cstr
Admirado un instante por cuanto es capaz de reproducir 1;i
desfile, esa festividad. Es uila agresión. Intelectualmente el tea-
realidad viva y fugitiva, considerado nuevo juguete científico
tro cRa esuect9culos selectos: morales, espirituales. litcxuric>s:
- - es ~ i narte. El cirie no es inás que una payasada. ¿C)iiii ocurrii"6
1N o o l v ~ d e ~ n oque
s liasta el fin del cine mudo la cadencia es d e 16 im:i- . 51 pi-ospera? 1x1 arte drainático y la literatura pi~edcripcrdt.1'-
gencs por segiinclo. 1-Ioy dia, a 24 imágenes por segundo, la duración de , 10 toclo.
la proyc:cci61i de una bobina (.40Q m) es de onre minutos aproximadamenle,
eor sentido del término. En cuanto al tcmn, aunque cxprc-
te, Su construcción era ]a rriayur-a las veces
snfío a las reglas dramáticas rnhs clcmcntalcs.
mejor modo de acabar con el ent:migo es unirse: n 61.
esteticas, De ahí esa desconfianza redhibitoria. tógrafo, ese maravilloso inrdío de graba-
acer otra cosa que imitar falsarriente al teatro,
iablos no imitarlo del todo? Si se Iirnitarn a rcgis-
rdadera puesta en escena con auténticos actairs qrlg
lar con claridad y que no por ello era menos fuerte ni m un drama concebido a la medida de sus posibilida.
confuso. gesto y las actitudes suplieran n la Falta
Además, en el hecho de presentar un «doble» de la realidad e el drama sc construyese como un c~iadi-o,CII-
viva, el cine tiene algo de inquietante, de misterioso, de diab& ne podría llegar ez ser un arte. Al menos registraría
lico; atrae, deslumbra, pero al mismo tiempo asusta e arte y el arte, es decir, el teatro-rey, saldi-ia gu-
más, como se produce en la oscuridad y la sombra es símbolo d Esta idea debió aflorar un día en la mente dc nlwrios
todas las complicidades, de todos los maleficios; despierta en 1
mentalidad burguesa un vago sentimiento de n de El asesinuto del dtrque dc Guisa, en na-
angustia, de erotismo incluso al que conviene sustraer esta en escena dc

la pira de ese incendio jno era acaso un signo revelador?


Un sentimiento análogo h e lo que convirtió en objeto d
menosprecio y burla a los coches automóviles en los primero arte menor, sin duda, pero un artr al
tiempos. Amenazaban con abolir el reinado del caballo, símbolo cabo. ¿Cómo no iba a serlo con tanto arte en Ia puesta
de riqueza y de aristocracia burguesa si los hubo; y su carácter na, con tanto arte en los decorados, con tanto :irte en
monstruoso, mecánico, tenía también algo de inquietante. Sin rpretación? Contemplar un e~pectáculosernejantc, avala-
tantas celebridades, no degradaba. La b u r g ~ ~ c s fse
a pre-
la Charras. Hasta tal punto quc ti la postre, con
hicieron fiestas al automóvil triunfante. También el c e hallarse superados, viendo en cl teatro cn con-
vaba todo un escalafón de valores intelectuales arbitra la única salida comercial posible entre el público sclllti-
jerarquizados. No sólo amenazaba una forma de art Charles Pathé constituyó la «Sociedaci Ciracn~atogrAfca
manera de ser, de vivir y de pensar de la que el te lores y Hombres de Letras» (SCAGL), y Charles Jourjon
manifestación soberana; lo que equivale a decir, una cultur F), la ((Asociación Cinematográfica de Autores Drarnc%rícos~
una civilización quizá. S u admisión resultaba intolerable y la

a a salvo. En adelante se podría ver iina pcli-


sin necesidad de avergonzarse. El cine no tenía, por tanto,
objetivo que poner en imágenes las obras milcostras dcl
in-monio nacional, según las enseñanzas del u f i l m de artes.
348 ~ i e m p oy espacio del drama

Sin ernbargp, miijr pronto tuvieron que desericantarse. . El


I A i(lbií~c/ziednd e ti170 d~nm,2rurgta
Ya hemos dicho que el verdadero cine nació erl las cnrrertzs
3 í1(8

p(il;,]ico s;e c:iri:;¿) ciiseguida <le aquellas piezas en que se gesticu- persecuc:ión. Su movimiento desenfrenado dio 1ug:ii. o la:.,
Inb;~JI no SE:!iablitl:j;i; las glorias de Ia escena, con Mounet-Sully ibios de plai~o,es decir, al montaje, y muy protito ei iin (:1(:.
a ]a <:al--crza, yeriiaii ;I declariiar ante una cámara que no podía errninado 1-itmo. Pero la forma estaba vacía cfe ctin1ij~iie.rctiii-
..., , otra
h.ll(.,t,r . r"~s;icfuc permaiiecer rnuda. Una quieb-ra Poco afor- eliido. Se debía, por tanto, unir drama y m o ~ i ~ ~ ~ i c i yn t pari";ai,,
tirr:acrla p l l ~ ( 3f111 ;s 121 sitiiacitjn. Con Paul Gavault, que prosigui() salir del decoracio exiguo de la escena, de los i<irlt~ri~)i.~.:sr,
el jkegocio, comedia de 1,:iulevai-sucedió al test-ro clásico cantes y estáticos.
~,clici~lac imitíldas, sin embargo, del teatro en sus nuevos modos *ue el cine italiano el primero en dedicarst;! a ctstil t:ii.eu.
ci6: pilesta eri 4-scena.
Desde Los tíltirnos días de Pompeya [Gli tllti,l~ipior>li ~ i Pi i l f i ~ -
Sir1 a.lej:kr::e por complelo del cirie, la burguesla aperlas era pei) a Quo vadis (1908-1912), vastos decorado:<, in~ii~ri~eiabfr:;
sir10 una clicntc:la accesorici. Pero el iinpulso estriba dado. Tm- movimientos dt: niasas, hicieron saitar los 1ín-iitt.s t l c l 'hplntri-,
b a j a ~ ~ c l~ii.:ievíiaiiente
o para 4i:I pueblo no se dejó (le sacar mate- Se h k o hincapié en el lado espectacular, era carr.cn.as clt: r:;il-r,o.i,
riales cito 1 ~ 1literatura; y el ~ u e b l olo ac:eptÓ. en combates di:: g,ladiadores, etc. Sin en.ll>argo, huir. cs~c.
T',ese 3 511 fracaso, a sus falsa:; cuncepciones, a la evidente -ío 1x0 era todavía otra cosa que darle las ciirr.ier.isir>ni?s~ 1 i~k n:
i-egresiOn eri ciliirito a la forma del. relato, corivertido de nueu huir de la estructura dramática, extendci-Iii i~las rfiaricii-
eri cuadros rtrlativamente discontinuos, en favor del «film d un relato. En lugar de actos cerrados s t ~ b r ei,iri tiet-i~~~,.>
arte,, se debe subralynr que fiie el primero en ver en el ci serie de cuadros que desglosaban urja est.r:risicin tc?rrl-
posibilitlnd de un arte, aunque fuese invii-tielido lo que ante íimplia, pero cada cuadro era «puestt) en escer-irt~~.
meri.te r)oclí:i :ser. La:; c~ncr:~ciunes de L.e Bargy, aunque te teatro. La profundidad de campo, las dinrerisiories (le?
les, ensefiar011 a la mayoi-ía de los directores de produccio corados autcirizaban, por supuesto, mayor librilrt~idcit: m(,..
de: la +oca a dirigir a los actores y situarlos en un decorado ntos; los actores no representaban ya < : a i i t i t ~Iü C ' A T ~ ) ~ ~ ; ~
a conlponer y a aniiieblar un espacio, n ciponer en escena)', en sin :preocuparse mucho de ella. Pero lif182irr cliiv , ,

fin, :;eg+n 13rjilcipios válidos para todas las películ:is, cuando lar estos c::onjuntos, y para eso se recurrió a I:t piiittirn.
el 1engi.iaje cineinatográfic,~se hallaba. en el limbo. Esas fragmentci fue compuesto como un cuadro. L,as fori-rizns i l i r l
ct:pciones les enseñaron especialniente a constmir un guión se: ado, el equi!.ibr.io de los volúmenes, el arabefscu di: 10s
gflri una dramaturgia sóliclci, siendo la concentración dramátis: ientos, todo c o a d y v a b a a una armonía pict6xic:a i ~ . i ~ i t ~ u t l ; r
10 í ~ i ~ i cadeciiaciu
o a la 1~ri:vedaddel espectác~~lo. Por último, obras que no siempre eran de la mejor. clase, pero iici PO,.
~cli1i.nde arte» sustiti.iyó la:; telas pintadas por decorados ([coria s los res~iltaciosdejaban de formar una *bell:r. iniiigctl,,, Pi.it's.-
t~iiiitlos».Cunstruidos coilio pueden estarlo sobre una escena que se filn1:iba un espectáculo puesto en esceriíi, la c:alitl:ii.l
por supuesto, siinple ensai:nblaje de hoJas móviles y de bastidc- , In imagen se Iiacia preponderante. Y la image11 se 1 1 ~ ~ 1;a 6
rc:i clur:, sin embargo, conijtituían 1111 espacio dramático idóriel.), rilirrrt !sobre la ccintinuidad, sobre la propia acci(+n cir;iii,Blicn,
ti:: ;icuerdn con uiia instalación adecuada. Estos fueron logi-00;' aastn el punto de llegar a sustituirla cuando ~ i or:iiriscgt?l:i *..qig
q(1a3 rto sc iic:ben olvidar .--porcli.ie resultaron decisivos- pese ific-\l.la»,que a decir verdad era lo más frecuente: ri:ra bi'rsetill:-
a t:!+t;tr lijiac1.o~a una concepcióri errónea, porque el arte este porte no encontraría su sentitlo propio liasta nñipclici
espectáiculo era entonces inconcebible si no se refería a tarde, con el expresioilismo.
cena y si 110 st: ponía bajo los ai:lspicios del teatro. n consecuencia, aunque liberado de los artif'icios dc líis
El cine debería acordaiise de ello, porque desde entonces n i~dilejasy de lar; reglas d e la dramaturgia clásicii, no ~xvrello
ha r'esildci, incluso en el caso de .las tentativas más opuesta permariecici menos tributario de la esce~iii: eri poczis
esa:; concepciones escéi~lciis,de recurrir a ellas, bien para (: br:xs se h i z : ~circo. El público. burgués iba ver e[ incendio
tradecirlas, bien para evi,lrirlas. como iba a ver un numero de trapecistrts o de donta-
.
a no liubiera ahí demasiado arte.. aero sar Lrlitabn ;:i1
e un e:spt:ctáculo de buena calidad. Y, ncienihs, cistirbra
<rA4rrist;i$
2 ric cnlictad rcprcrsentaban sin correr. permanecían in O en Bulwer Lytton, en Sienkiewicz; y ci filra il:ilin!?o
otitiivo iitpa iiitensidacl ci-(:ciente de efecto. Esto causó estupor>)
1r -'.c.
na hor,a de proyección. Sólo por esto valía la p - i ~ r ~ i13e.ra
i.
:;el,en í ? i ~ i ~ : - ~ o i t n ioctubrc
ul, c!e 1911).
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- i .1
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se despreciaban, por supuesto, los breves films que e te 3. En 10s Estados Unidos no hay clase dirigen-
l, ..Jl de tiorzi pretendían construir u n -drama y que aún c ientos millonlirios
lo escncial de la producción cinematográfica. tuyen menos una
'
Sin ser nunca ((gran espectáculo,>, el cine francés trató gada sobre sí misma, que go-
bién de sel. u n arte autónomo manteniéndose en un det o actúa sobre el gobierno de acuerdo con sus intereses.
nado nivel ((cultural». Capellani, Perret, Pouctal adaptan tro lado, para el ciudadano americano el teatro, aunque
las. Dumas, Hugo cubren los gastos. Pero adaptar una n ra en Nueva York y en Boston, no representa los siglos
Ti es escoger 10s episodios más significativos 0 visuales, Po
en escena como se fiaría en el teatro y ensamblarlos
ctillura que representa para u n espíritu Erancés. Es un arte,
0, pero igual que cualquier otro. Procedentes de la
subtítulos explicativos. O dicho de otro modo, filmar una e creen por ello im-
r'a vela es trocearla en el rnhs amplio sentido del término. Y c vez de pedir consejo al teatro,
l .l los actores no hablan, 10s móviles son explicitados por los
tos, que a cada momento vienen a romper la continuidad S, aunque sin embar-
-2 secuc~icias.Las imágenes se limitan a ilustrar. i~irlas,el film no puede ni confundirse ni rivalizar con el
II par supuesto, se cuidan los decorados -cuya i
sigue siendo teatral-, se buscan los «efectos», se juega con
o. Incapaz de dialogar, no puede hacer otra cosa qi.xc: des-
r. Deberá mostrar, por tanto, todo aquello que sea descrip-
",
iluminación (especialmente Léonce Perret), pero, si bi en imágenes animadas: acción, movimiento.
i 'I cede a 10s actores un margen susceptible de dar la im requieren palabras-
I 1 de una realidad «no representada)) (pese a la interp basará en conflictos netos y tajantes, e n aventuras
profundamente teatral), no se sabe sino animar bellas i ~secuciones.Será breve, porque todo desarrollo suscita ma-
r refiriéndolas a los principios de la escena. Debemos subray sables O longitudes inútiles. Por todo ello, indios y
Ci sin embargo, que la plástica de la imagen debe menos boys, soldados y aventureros lueron los primeros héroes
dades referidas a la pintura que a cualidades propia os films americanos.
,
4
-.3 gráficas. Es un punto a favor del cine francés, aunque obo d e un tren (1903), primer film tipo, del que ya
! ,i es el único. En Inglaterra, en Rusia, Dickens y Walter S c ~ t t , portó las primeras nociones de montaje y de
Puskin y Tolstoi reemplazan simplemente a Hugo y Dumas. enta un cuarto de hora de proyecciórj. Esa
En América, donde el ((film de arte» y el cine italiano crearon 10s films hasta 1909. Durante ese lapso de
j,
!. ,i
escuela, se rueda en las arenas de Florida una Vida d lie~npo,el cine se perfecciona, el lenguaje se hace más flexible.
.
[The life of ,240sesl con grandiosos decorados de cartón y Se (''Ponen acciones, hechos, se yuxtaponen lugares y tiempos,
no rnenos grandiosacantidad de figurantes. Napoleón, Wash e invierten las duraciones, se evocan recuerdos, se multiplican
ton, Marco Antonio son tratados de forma semejante de 1909, es posible
II! las películas ponen de manifiesto en todas partes l a mism Pero, para ello serán
puesta teatral en escena, el cine americano ofrece tal diversida S consistentes, es decir, films más lar.g«s,
.m..%
1 ' y tal profusión de films que no ~ u e d eser comparado a ningun lata anécdotas sencillas, cuya comprensibn acre-
1 j de los. demás cines.. Es preciso, por tanto, hacer algun S medios empleados para contarlas. Es dcmasiU-
l ._:
ciones, ya que la evolución de la cinematografía fue al1 Pronto Para pretender alcanzar el drama psicológico, pero
. - ,, Como en Europa, el público refinado rehuía las salas 0 formas de decir son perfectamente claras en el plano narra-
' 1 I Se contarán, por tanto, historias simples, adornadas, sin
J/ Y.
ras. Pero el cine americano no trata de ganarse a los ha
fe^^, ni tampoco de imitar al teatro, de hacer ((arte». argo, con matices y detalles verdaderos. Aplicando estos
Estados Unidos el público popular mucho más considerable superando pronto a la Biograph por el íntergi;
'. r-! proporción que en los demás países, el cine no se sie a, la Vitagraph lanza una nueva serie, las scelie.\
ij
llado trabajando para él; tanto menos cuanto que es 61
representa a la nación, .mientras. en Francia es la bur
. ..,,
1 I

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,, ,,
I'iernpo y espacio del drama la btisc~ueda d e una dramaturgia
352
of trrae l f f c , [escenas (le La vida real]. De los 300 m. se pasa a 3 Cuariclo se coritemplaba el paso de un film en la pantall:~,1;i nr-
nín, la interpre-tación trailquila y ponderada de los artistas t.ili-ci:í;r
los 600, y el c:pisodio b:rutal cede el puesto a breves melodramas a [ocios la ilus-ióri verdadera de la vidah.
irisl>irüdas en sucesos :y gestos de la vida cotidiana. Se filma en
decorados imitados dei rr-iilildo real hasta el punto de parecer Con progreso:: seinejantes debía ser posible narrar cosas tlix-
~erd;lt:ls,:~.o:;:].a clecortic-idii. teatsiil cede el puesto a i.ina arquitee- tixatns a historias infantiles. Pero para ello habría qiie conlsirgiii.
tura r-iiiijrrieoltari:?.I..i:b~;-ictor.e?;rio actúan: se rnueven conforme llora de proyección y dirigirse a un público más cuit-ivniiii.
a I:t r:videncia de sir papel y tie la situacióri, sin preociiparst. rarlo suponía un esfuerzo desproporcionailo riJ.i..
--parece-- de la c61ri;ii.a qiie les to~riadesde distintos puntos reridimiento comercial y en ningíln caso sci pt2-
de vista 1-nediante cambios cle: planos sucesivos, que urieri a uri abitiial clientela popular.
tiernyio los movimientos y uilifican r:l dinamisrno del gesto y de gas habría costado rnucho nlis caro; e i r i
,l;r ziccióri. Se tiene la imprei;ión de asistir a u11 acto vivido cap- co. Las películas cortas, por el contrario,
tnilo tiirectamente por la mirada, uria i~riiradaque tendría el do11 entar incesantemente el riúmtiio; y C O I - I ~ ~ I II.ii>,,
*
de iCiubicuitlad. te las cuales resultiiha Clícil irxlliiii- ~ r r o t - ~ i l . .
r 3 n CGriflith, con 'las sceyze.s o / frrie l i / c , la pue:sta eri escena 01-que las sit~iacionrsc$r:i'it;ial ?.;a i.r,,rbacici!;
c.irleniatográfica desplaza total, definitivamente, a la puesta eri aracteres estereotipnd»:9, list;i i.:itiiii, ~ l t !
escena teatral, que por otro lado sólo es teatral en la medida riorada la mayoría de 1;is VCC~:S p í : ) t . 10s ]listo-
I;II que e:; preciso dirigir a actores de teatro. Tomada del teatro duda, la de mayor iri~peirtnni.ii~,puesti.> qiie
en el caso de las recoristrucciones l~íblic:3~s O históricas, la pi:ies. vo las películas americanas inni ric)!; hcrbinas
t n c1-1 escena americana se convierte en «imitación de la vida. m) mientras que muchos films europeos a.lc:ni~zahiiriya los
cuantllo se trata de filstorins conti~mporáneas,cuando no hay precisa la victoria de las iirrnas ir~rlcpenclirii-
que irriaginar, compoiler ni «fabricar», sino observar. Se preo- tra el trust Edison para cambir~rI r i siti.iacirln
cupa inucho menos de 1-iacrr una «obra de arte)) que he hacer
algo vivci y verd;idero. La revolución es de tal porte que dos efecto, en 1910, la mayoría de las f i r n ~ a s,zrricir.icnirus I'or-
akos niás tarde Victoriri Jasset, uno de los directores franceses arte del itru,st Edison (AIotion Pictures l,kale.a~o C:or-p.). Aun-
más eri auge, queda niaravil:lado y entusiasmado: el: e:; privado, su 'financiación no dc:jrr, por ellts, de
da al control de los ,grandes bar~cos,Vit:tgrupIi y
roladas por el Empire Trtrst, potiii.rosn sacie-
La esciiela americana difería de la niiestra en tres puntos principa- iones, controlada, a su vez, por. Ic~sgrzlpos R»i:kc.
les: ci caillpo d e la cárriara; l a interpretación de los actores; la cons.
truccii5n de los guione:;. Era un método absolutanieilte nuevo, clUe y Pierpont Morgan. Edison pertenece a la Cericr:il Elec-
se seyiari~badecididamente de la esciiela europea. , <?S decir, a los mismos. Vitagr:ipt~ y Riugr.rir)h iii:ncn pocfe-
Los alncricanos liabíari subrayado el interés que podría sacarse del 11 e:[ gobierno. Koopizzan, lirio cie los fiintIaric~rc!;
j i ~ c i l o de fisononiías en los prinieros planos, y se habían servido d e 13 Biograph, está emparentado cojn la fstrniliii ibIcKii~ley.Aiben-t
21 c:ici-ilicando cl decor;ido, el conjuilto de la escena, cuando era itfi director de la Vitagraph, está en relncicín con el fabricnrite
preciso, para presentar al piiblico figuras de personajes que pcP; kirmas Hudcon Maxim, que tiene in tere?;.o;c?ri e1 ni:go<:io, c. tc..
rriaileccn casi completamente inmóviles. ,,
rite el éxito creciente' de las pciículas, los c»i~lcinditnrios
La interpretación rápida les 1i;ibía asustado y la interpretación eríi hecho social «cinema[ogr6ficti~+ y coril<:n-
absolutaniente tranquila, cle una traiiquilidad exagerada. Frente
guión actual, que implica situciciones Jrarnáticas, patéticas, teatrales, y junto con ellos, las gentes (lo íg1w"ili. Iiis
I-ial.iían hecho escenas tan simples e ingenuas como era posible, evi- gadas de vigilar el mantenirnieríto di: 1i.1 iimij.
tando los trucos, los golpes iie teatro, buscando ante todo aquello ronto comprendieron que el filr-r.i o - r i riri rne-
qi.ic Ics permitía acercarse a la vida real, y levantando con frecucri- poder, lejos de ser dc.:sprecial>le, se tirilla-
cia un:%acción sobre la punta de un alfiler con un desenlace alegre rivalizar con la prensi.1, por lo. iiiencis en
o 11-istc".'Tal cual era, :;u i-riétodo resultaba muy supc:i-ior a todo 10
qiic hasta entorices se tiabía hecho, y el entusiasmo del público coils-
tituía la riiejor prueba.
354 Tiempo y espacio del drars n bdsqueda de una dranzaturgia 355
campo de la masa más temible a sus ojos: el proletariado. Col lo puede llevar al desastre y a la vergüenza: The Living-
venía, por tanto, servirse de él en el momento oportuno.
Sería ingenuo creer que al proclamar en 1917 el cine COm Searle Dawley, no tardó
<inrtedel piieblo», 1,enin fue el primero en captar la n hacia los films de aventuras,
dc acción del film sobre las masas; y sería igualmente inge uentos legendarios. Fueron las
pensar que 10s primeros films de propaganda social fueron buyó rnhs ampliamente a esta
films soviéticos. Los americanos lo había.n comprendido mu serie había sidu pensada con
antes. Pero para utilizarlo en un sentido muy diferente. Y onvirtió pronto en una especie
fue la casualidad lo que llevó a Stuart Blackton a iniciarse
la carrera cinematográfica rodando Rasguemos la bandera E s ro: Al1 thal glittet-S is not gold,
ñola, en 1898, en el momento de la guerra de Cuba. que 10s ricos son egoístas, avaros e inmorales: The r?ziserrs
En 1901, pada más terminar McKinley de fortalecer The money lender y la justicia inmanente dispara contra
nización económica del país contando con la omnipot
los tnist, las manifestaciones populares ponían de m
su carácter amenazador para el orden y la seguridad.
vepía, por tanto, permitir a algunos artistas o a dete
espíritus liberales alzarse contra los principios que asegura sas e inmorales».
la hegemonía capitalista, tal como Porter había hecho - c o n podían ser rn& que
tante timidez, todo sea dich*, mostrando a los pobres c s. La organizacidn del hrabajo
eterno blanco de la injusticia social. osa. Se debía convcncei. al pílblico
Los financieros decidieron, por ello, utilizar e
trasar cuanto fuera posible una evolución que co
ligrosa, y de la que el asesinato de McKinley había sido uno a tenido diversos em-
los signos precursores. Fomenta huelgas.
Para ello, era preciso representar la vida bajo una luz con-
forme con la moral tradicional, convencer al pueblo del buen
fundamento de los principios de que era víctima. Había que
aclorlnecer su razón, alejarle de las realidades inmediatas o
pre"t"r a éstas virtudes ilusorias, adecuadas para reconfortarle píritu del pueblo que 10s traba-
y hacerle considerar vanas las menores tentativas de transfor- ores no tenían más derechos que aquellos que les conccdlan
mnci61-i social. patronos. Las huelgas, inspiradas por ngitadores a sueldo
Al nombrar a Edwin Porter director general extranjero, no llevaban sino a la ruina: An anarchisr, The
cstutfios Edison, Gilmore apenas tuvo que trabajar para
vencerle de cambiar la orientación social de sus ~elículas.
ter se sometió con tanta mayor facilidad cuanto que se tra r un joven pastor p ~ ~ t c s -
menos de cambiar de ideas que de método. No se trataba C~ILLde~ los dos crrtrcgar
presentar a los ricos bajo una luz favorable ni de ot la ur~a hucign. Los flrlelgujstas,
poderosos un marchamo de santidad. Al contrario, era pre se dirigen hacia la a s a del pa-
mostrar la riqueza como nefasta o inmoral, y cctejer uyia cor El oficial, que se encuentra allí, marcha err busca dc la
de rosas sobre la frente laboriosa de los trabajadores»; ilus de su regimiento. Pero la multitud se accrca ri la casa,
máximas como la de que «la riqueza no da la felicidad)): roza los muebles y nrnena;a a
need of gold; «una choza y un corazón valen más que un pal, olrno del furor, es&í di$-
solitario, y helado)): More precious than gold; «más vale etra en la casa, impone silen-
pobre y bueno que rico y vicioson: PIain Mame; «la fortun Convence al patrón y a los obreros, obtiene el pcrdóri para
l'ienzpo y espacio del dravna 11 la búsqueíia d e Ltna dramaturgia
356 3 fi-'
E

y perdonada como se debe: His wife's deirotioi!, Lol~i.r i t i l i f i i i


éstos y hace las paces. Al mismo tiei~ipogana el respeto del iaw. Las tent:iciones y los motivos de conflicto sólo poriiaii iriiii
incli.~strial.y cl corazó:ri de la joven. Jcl exterior.
O dicho tic otro iriodo: se gana m8s con dulzura que con El amor janihs era rnostrado como una expresiiiii st;st1:11,
violeilcia: el cilpit~lacepta las reivindicaciones de los trabaja- sino sólo y exclusivamente con10 un:? especie de coillu~iidiii.5-
dores si son planteada:; con calma y con respeto: los conflictos ~ i r i t u a l .Se lo situaba en el mismo plano que el arnor lili;li. t.1
entre patronos y obraros pueden st:r resi~eltosmediante la im. í 1 1 ~ fraternal
~r el amor a la patria. Todos estos amores ccrii-
parcial iriterverición de' la Iglesia y gracias a la geilerosidad de jugados llevaban al camino de la dichi~.iriiei:trsr i i ~ cel g t t s t o
10s patrojrios. pl:jr el riesgo y la a v e n t u r a e r a motivo da clcsvgrttrir;i.
Se esfuerzan, además, en rehabilitar a. los rom;pehue.lgas sin Por lo dertiás, el amor no era indispansel)le p;ir:i asegiilsr
atacar de modo decitlido la solidaridad obrera. Con T h e f0.z is la felicidad de la pareja. Lo indispensable era la igialdad social,
rzot a cozvord, nos hallamo:, en plena huelga: los compañeros % valor del marido. la docilidad y casiidsci de Ia erpona, y su
sindicados han abaildonado el taller. Sólo un obrero se decide, utuo respeto. Lea virtud y el trabajo eran las vlrtudt.!i pri11101.-
t,rat; rnortrilcs arigustias, a reincoz-pararse: al trabajo. S-us ideas S: por un laldo la dote, poryíitro la sit~irici8n.Nada tlc c:il;a-
de. so1id:iridacl profesional no se han doblegado, pero no puede tos desigiialcs, que s61o podían llevar a la r-iiina del hogar.
sopoirtar que ~ L Iesposa, redricida a la miseria, hayli tenido que er romance, contaba la tragedia de una jolrert qiie se cí\iat.)ri,
einpeííai- s ~ iali:.tnxa, íillin~a esperanza cle la casa. Por tanto, ra la opinión de sus padian, con su pi«icsur <ir: iiiUsisa, de
regresa al taller- para salvar a sus hijos hambrientos. Y , enton- edad que ella. Su vida dificil y muy pronto oiisioinbie (la
ces, e:s excluido de los controles del sindicato: es un esquirol illa se hab:ía iiegado a dotarla) desembocabii l r q la drixurrí6n
al clue el sindicato ha puesto en la lista negra. la pareja. l n ihe fire ligizt mostraba a una jo<ze,ri cuiripr,sina
Objeto de las burlas de todos, insultaclo, golpeado, sigue abanc1onat)a M sii familia para seguir a iln h f i ~ . ~ ~ ~ i>~t->
f»i.;is-
s.ie~idoblanco del desprecio general cuarido la huelga termina. "o que le había prometido el matrimonio y fít vitia iaist~iosa
Cierto día se declara Lin incc-ndio en la fabrica y el escl~iir-01se la ciudad. Pero no tarda en ser abandonaiia. Sii I1i.1-iiiíiiii,,
con.iporta corno un fiéroe. !!;alva de una muerte segura a uno e ha venido en su busca antes de que se precipite rii i.i li:ii-ro,
de srrs co~mpañerosde taller, al mismo precisamenteque le per- devuelve arrep~Entida al bogar familiar.
st:g~~í::icoi1 su odio, y rnuere en ese gesto de rehabilitación SUS La responsabilidad de los padres ante sus Iiijos. I<ia pciigi-os
hi,jo!; son. adoptados por el sindicato que honrará en el futura una educación muy libre y, sobre todo, las const:cuci~cia:i
su rneiiloi-ia, porque e1 esquirril no era riri cobarde. la desobediencia filial eran los temas esenciales. El diy<>i-&ii
Siri embargo, las scerzer of trtrru Zife se dedicaron especial- la separación no aparecían más que para subrayar las cuiiaa,.
mente a defender la mor-al burguesa y a ilust:rar las virtudes as desastrosas que provocaban en el futuro dc 10.; I~ijor:
familiares. from izomt?.Y las relaciones extraconyugales s0lo p;hl.:i
El inatrin~oniodebia ser venerado conio una institución di- ir el cal,vario de las madres: soltrsr:~~:Leoh Kiesr~o,o :ti
viria. El, divorcio era inadmisible y las situaciones dudosas en vida de los hijos naturales, di~n.iiriliidospor su cstü~lo
ningízri caso debían ser cornsideradac motivos de conflicto. La %he fotindling, Evil t h a t men do, Tize love of Chri.~«~iil~i:-
mujer. era mostrada dGcil y obediente. Su puesto -estaba en el ?R. Los matr:imc>niosc o n s a n ~ ~ i n e oos contraídos con nlcciki<i-
hogar y su papel consistía exclusi~ramenteen ocuparse de 10s Pan conteirnplados desde idéntico enfoqut:: Tllc ~/t.ti~ik.c~~,il's
hijos y eil preparar excelentes comidas. El té de las cinco y c¡ Stage st-rzick datlghtei..
pastel eran el sinibolo del bienestar y de la dicha conyugal.. En n embargo, ciialquiera que fuese la falta corrirtida, el ser
caisos cle litigio, la nlcijer aceptaba .la situación y esperaba trftn- iio podía sienipre recuperarse y conienzar una vida meji~i-:
quila y 1:)acieritemente la vuelta del in;irido, la cual siempre ):'ay of a trarzsgressor, T h e lost slzeep, F~o17.z0~4tt h e .slzalic->i!,.
ocur-r.ía por la gracia de Dios. Los celos del marido rio conclucian - regla general, el hombre culpable encontraba el bucii i::i-
más qric a la desgr-ac.ia: Jeizlousy rind ti!ze mal?, y el triángulo > gracias al amor de una mujer abnegada: Salvatio~r S¿[/,
coaryirg2rl era c:onsecueilcia d e la intrusión de una aventurera o de or o f t h e fii>nily: o de un hijo: Chilil as benefactor, T l i i
url;li rriiiijcr de rriala vida: M u d o n n ~of the streets, T o y s of fafc;
a vi:C<:b:i, cle uriu arnigzr celos~i,arrepentida al final tie la película
358 ~ i e m p oy espacio del drama la búsqueda de una dramaturgia 359
A veces se abordaba el trabajo de las mujeres de Cuando Taft sucedió a Theodore Roosevelt en presidencia
humilde: Nellie, the beautiful housemaid, Nellie the mOdei$ 10s Estados Unidos (1908), la orientación hacia d ajslacionis-
Bertha, the sewing machine girl. Pero siempre era para mOstr tuvo numerosas r e ~ e r c u ~ i o n ecinematogdficns.
s La propa-
a la rnujcr incapaz de asumir un trabajo que no esta a pantalla de igual niodo que el1 todas
para r h e road t o liuppiness contaba las aventuras de o., Edwin Porter y George ~ ~ c s ere-y
camarera de restaurante que caía enferma a consecuencia momentos de la epopeya nacional: Strrts and
la(; fatigas del servicio. Encontraba la felicidad casándose J The star spangled bannerJ Tfrc birrh r>f ttze sin,. s p ~ n g l e d
el hijo del granjero a cuya casa habia ido a convalecer r, The battle of Lexington, etc., mientras que en Bio-
embargo, no fueron olvidados 10s actos de heroísmo Griffith, al ilustrar con The E>atlle un episodio la gue-
A veces se aprovechaba un film que refería algún acontecimien- rodaba SU primera obra n.iíjesara, Y también
to sensacional, por ejemplo, un naufragio, un incendio, un des- aph dio testimonios de SU ardor por s e i ~ j sa 10s inte-
carrilamiento: T h e land beyond the sunset, T h e lighthouse kec- país- A l mismo tiempo que Van ~ p k Brooke
c y Ccorge
p r ' s daugther, etc. abajaban en las scerres o,+ rrtdc [ife, Stuart
tos dos últimos films fueron producidos por Ediso*. 1-U Trimble glorificaban hnlC.rica, tierra de liber-
Selig contaba las hazañas en la jungla de un explora ando el conocido tema: «recoged alfilerec y mi.
nino, felizmente socorrida por un hombre: Adventur : T h e best m a n wins, From cnbhz hoy fciilg, A sclf
tain Kate. Todas las películas americanas de este Per 1 exaltando la bravura y el patriotis-
11) seguían directrices análogas. Las scenes o f true hazaña heroica: Ccorge ~ ~ « . ~ h i n g r o ~ ~
los únicos modelos del género, y Griffith contaba 1 Id glory, Red cross ~rrartytr;,;rhe b a l f l c
cosas, quizá bajo aspectos más trágicos.
T h e rocky road refiere la historia de Ben Coolc, ilitar era facultativo y precisaba un
teligente y enérgico que un buen día abandona su hogar. erte Y bien entrenado, se mustriiba 13 \rjdü militar
a una lejana ciudad y encuentra un empleo en un gran gar de placer 0 como un iiest:nnso deportivo: ;.\ rlny'
su mujer y su hija parten en su busca. Tras muchas av e soldiers boys, T h e girls itn tlic !larrac&-;,7 ' 1 ~suilL7r'J
~
la a cuyas necesidades la madre no puede sub est Point: 1iAIistaos la marirla y yia-
adoptada por otra familia. LOSaños pasan. El padre obiernon, «r\list~osen el ej&rcítu oh
vertido en un rico industrial Y, como por azar, emplea de las ventajas de la vida al aire Ijbrco, eran las
secretapia suya a su propia hija. Se enamora de ella y va Dncs de estas PelícUlaS que exaltaban el coraje y la l<anltad
casarse. ~a madre se entera casualmente del hecho. S e precip aldado americano.
ta, llega a la iglesia en el instante fatal, revela la atroz verdn ncias políticas del morrisnto pueden leerse a travds
y cae muerta entre los brazos del marido. uchOs films: En 1913, la u n ~ ~ c r s nrueda
l Tire rlrorlq kittg,
En T h e face at the window un joven se casa con una mod 0nh-a 10s fabricantes dc armas: un fabricante de
de artista, contra la voluntad paterna. Pronto la vida se iones maniobra para hacer Fracasar Ia conferij.Iicirrde la
imposible, dado que cada uno de los esposos Posee una edu urante una supuesta guerra balcáriica, para proteger siis
ción, ideas y concepciones distintas. Pese al nacimien Y salvaguardar SUS beneficios y su industria+
hija, el hombre abandona el hogar y se marcha a ar~ialmente financiada por Ilii~dson Maxian, la
otra. La niña crece. El día de su matrimonio, Por la ven tle cry nf pc-nce sobre un guibn dc
aparece el rostro de un vagabundo. Le hacen entrar. Se reto nisrno wilsoniano --a punta de canibiar
entonces al padre que, por un instante, contempla el cu usa de la guerra europea-- cxige uri Estado poderQcr, y
familiar, acepta una limosna y se va5. 0 fabricar munlcioncs para az.m~cir. 10s Estados
ir un eventuaI ntaqxrc, ctc,
S sobre este aspccto propagandista que jeimris
5 Este tema, levemente modificado, puede encontrarse en muchos
mudos o hablados: Tlzunder mountain (19191, Sfella Dalias (mudo LY nifestarse en el cine americano; tümhien vol-
ser madre], 1926; sonoro, 1937), The way o f al! flesh (1927), etc. a hablar de que 10s f i h s crrnstituyerr un teslilnoflio
360 TEernj?o.y espacio del dran busquet-la d e unrr dramaturgiu 36 l

j-]agrailte de las coridiciorres sociales que les Vieron nacer Y po innc3var ~ n á sque imitándoles con retraso (serie ds
siempire, mayor o mericir medida, 10s determinan. 01 con~r:)es», 1911).
Tras csa:d ojead;%basta13tc reveladora, 10 importante en es estos breves films, la puesta en esceriii, los dccurlidos y
rn~,i.rlcriti> e:; confii,mar qi,lir si estas breves pelicillas fueron 1 -pretación s e separan totalmente de In i i i f lirciriciíi tc,i-
{ist,is -.por menos apiirenteniente-- con el prop6sjto de c.,structura aparente del film no hielic' riada qiie .i7ci-coi1
riiinutio de ~ ~ n ~ e n c lo e i -[ueron
, gracias a nuevos métoclos, Y na pie:za escénica: planos y securricias slibiitziyrri a It>s
gr;nr-»ri clLlc: la evoli~6:iicindel cine diera un salto considera OS*, a los actos. Pero en b u coxrcrpcidn, cl clrnrndi s i g i w
<;ir1 blud:x si. trataba de ~verismo-.más que de realismo -Pl esencialnieilte teatral. Bueno 0 malo, vcrrfriricjrc, u fLilso,
ir) qitc 10 r.,:al estaba falseado eii su base-, pero estos drama re se trata de un drama « e » ~ ~ s t r u i d oes
r , decir, plcfi?rdtli-
r.,i~nplisrnribft.ridos como si se tratase de un suceso captado se orienta y desarrolla en hericficiu de un:l idea yirc-
y.ivu, (jabnn pl pego y pasaban nrite 10s ojos de todos Por e , y la moral convencional que p ~ c s i d e~rriia.jiirmtt: c v ~ i -
na:; vividas. Si1 psicología ficticia, que se beneficiaba del re* 1 7 0 está pensada para arreglar las ct~s;as,Si 13 Foi-rri~ics
mci aparente de los heclrus, pasaba por autéiitica con ta si la acción es vivaz, rl culitcnido particip,~ ehLki!ci;ii-
lllavsr Eacili~ladeii cuanto que la impresión de verdad :aun1 del coricepto de teatralrdad, caricepto que por ilkrii I;nh,
[aba gracias al arte comlilt.:tamcnte puevo de1 rriontaje, i siendo cl fundamento del drsanln dc 1;i paritall~r Iiasra
i:ias a la intevretación rie los actores, que se esforzab del cine: mundo; iiiclusci 1116s allh.
,ictuar como si estuvieran realizando un hecl-io cualqu todo caso, a costa de una situaciún coi~vencioiial,cs dcrir,
la vida cotidiana. istoria insípida, la drarnslturgla dcl film consigui6 arna
Aun hoy día, a1 ver algunas tie esas películas, nos sentirn de rriovimientos de~cunucicln hasta eritonccs; y pchse a
coiifiiiididos (si nos trasladamos a la época) por el sentido lidad pura, el draina con~tr¿iirli~ cs ~ i e m p r epri:irrilile
deiallt: y de 1~ exacta observación. L,a autenticidad del mn s ausencia de construcción di: las antig~ictstenias.
Ii,ii,ía parecer verdadera la torpe ficcihn del melodrama, porq Sir1 embargo, la brevedad de estas pclícul¿is irnrl~itProttra~ai.
L L I ~ O parecía ocurrir natilralmeilte, y porque el ~ i í b l i c o , tuaciones un desarrollo tal qiic, U su vez, yriletliial il,ar cl
rnli.3 tlel murido artificioso y teatral de otras películas, entra[ Iquirienclo LUI aspecto no pri'evistri rie nnteii~anu,La 11-
lx,r. ir,termedio de estos Filn-is en contacto con la vida- aún no estriba sino en la form2.
afirmiaremo:; noso~ros,caino hace Gcorges Sadou16, cli a priinera preocupacibn de los prodrictorcs iridcpei~dientec,
ja Vitagraph se actelanió a Griffith en el empleo del m0 , (erijan que luchar contra el tmst Edis»ri y sc rafoizalküil
j~if;sn~lci cori I í t variedad y la multiplicidad de plailos, goiinr el mercado del Cilnz g:\nA~idost: al píil)licu) Cite., por
. ~ i i i ~ prlrci ~ h néle que si las primeras scerzes of true l i f e 0, ftumentar cuanto fuese pasnblr la longitl~ifdel cspcctacu-
i-oil,nd;it; cri ~liciembrede 1907 (con anterioridad, por referir una fiistoria lo menos moralizante que se ~ i u ~ l i c s e
las pririicras de Griffith), el primer film not'able de la a los acontecimientos I n s fluctunciaxies naistrias de la vidit.
T / Z EZ7roken violin, data de noviembre de 1909. Y para es elesgracia el cine 110 se hallabci siificícritcnis:rite rrxatluio
ca, lar3 peqiiefias obras cle Griffiih habían introducido y dcsarroliar psicologías, para trazar al-abescos sritileh PXI
r>rocetlimieritos. LO:^ esfuerzos de Gricfith, Blackton, Van o o situaciones complejas. Nuevamentr In ucciárl .sigiii<'i I:is
Rronke, Geoige D. Baker, fueran sirriult81ieos; según toda las del drama. El primer film a~n<j.ric:inode laigometr-nie
rleiricia, debieron influirse mutuamente. Sería completa m) fue The ,rife o f Bzrffalo BilI, rodado p a r Piercc Kingsl~~y
inconsecuente atriliuírselo a Griffiih; pero tambikn lo lXism Kraft para la Powers Pictures en junio de 1310. Purici
rat-:$i~ selo. r l ~ i i ~ allí
í a su debut al lado dc Patil Prinzt\r., El cspcct:i~*u.
Se*a lo clue fueie, la tlistancia que separa a 10s ~ V i t a g ~ rviclrntenicnt<*un western, no carecía de ritr'retivo, pero si:
y 2, los «Riograph» del cine europeo resulta ya considerable. referir una serie de nvcntiaras claic: exbozakan divi2r-
el mejor rrioinento de sil carrelaa, 1-ouis Feuillade, en Fr*ari os mhs o inenos niit6nticiic d ~ 11ri? vitln del coruricxl
- e
RtifEalo Bill. El iilrn hubiera ~sudicluse:. elos (3 t i c s
b ~ ~ ~ Higtorie
C ; < A Sadoiil: ~ ~ générale du cinéma, vol 3
Tiempo y espacio del drama la busqueda de una dramaturgia

aventuras escogidas. Su éxito, sin embargo, señaló el principio '-La Selig inauguró una vez más el género con T\te odverr-
de que alcanzaban 10s 1.000 metros. o f Kathleen, realizada por F. J. Grandon con Katlileeri
Cierto que algunas semanas antes l a Vitagraph ha ra figura (diciembre de 1913), a la que
do ,rhe life a f Moscs en cinco bobinas (1.500 m). Pe Kip Kop (de Ralph Ince, con Florence
había sido dividido en cuatro partes de 375 metrosi rero de .1914) y The tnillion dollar f>rys.
guíente, La dama de[ lago, de la misma compañía, f o r m nsel,, con Florence La Badie, Thanhouser,
'.
espectáculo. de una hora y c~mrto Pero Como el público
no estaba acostumbrado y las películas de larga duración arst, sorprendido, replicó en semida haciendo rodar un
como además-eran ofrecidas en exclus
tras convertidos en cines, diversos autores (siguien e (febrero de 1914). El éxito fue
fulmi-
a Victoriri J;asset, que había inaugurado el género e parte, el tiraje aumentó del 20 a] 30 por
L.es avermturf:~de Nick Carter) tuvieron la idea de contar Una Como el público hacía colas en las t;iqui.llas, todas las fir-
historia que esbozara las aventuras de un héroe en una reducir películas por episodios, y a]enta-
de breves películas, e p las que cada una de las aventuras c"ns- r la rivalidad, Hearst y los McCormick consifiuicron miiy
t i t d a un espectáculo autónomo..Tal fue.el principio de 10s to tener una firma personal: la Eclectic-Wkarton y la Bal-
rialesv. ambas distribuidas por Pathé, convertida entre tanto en
Tras la Selig, que abrió fuego con Adventures cias a la entrada de capital atilerica-
Kate, en 1911, Edison lanzó una tras otra: What happened ta diarios del grupo Wearsg, ]os del
Mary (julio de 1912), W h o will marry Il/lary? (julio d rmick, publicaron cada uno su f ~ l l c t 6 ~ 1Fue
. lina riada
~ ~ L ol f ythe daiíies (enero de 1914), todas ellas realizadas clfculas por episodios. En el año 1914 puede coritgrse una
Walter Edwin con Mary Fuller como primera actriz. Cada tcrla, Y más de una cincuentena en 1915, entre 10s cuales
o cada quince días, una nueva película venía a referir lallan The clutching hand, EL círculo rojo, Tlie laugrliing
aventuras, manteniendo de este modo al público en susPeX1 Ravengar, El misterio de la doble cruz, dirigidos por
durante todo un año. Gasnier, Joseph Golden, Desmond Taylor, Hayes Ifuntcr,
E] éxito fue inesperad0.A tal punto que un periodista, B. Seitz 0 Fitzmaurice, con Pearl White, Ruth Rolland,
Annenberg, antiguo jefe d e ventas, del Chicago Herald MoIlie King, Paul Panzer, Crieghton tiole, elc.,
W. R. Hearst) que trabajaba para el Chicago Tribune (de de Charles W. Godard, Arthur B. Reeves, Ray
McCormick) sugirió a sus dueños la idea de Un folletó orelli, Payson Terhune, etc., etc. 10.
coincidiendo con la aparición de las ~ e l i c u l a ~ ~ S películas apenas hicieron algo para el
entonces salían en series semanales. La idea era ingeniosa. atográfico, pero no por ello su papel frlc
preparada por Walter Howey, redactor jefe del Chica e. Aparte de que acostumbr@ban 31 píiblico a
ne, con la ayuda de Terry Ramsaye, publicista Y peri todas las semanas al cine, contribuyendo que cl cine fuera
S, ampliaron las condiciones del drama cine
uciendo necesariamente una determinada di,.
7 E ~ por, tanto, falso afirmar, como hacen muchos hi
el primer film americano de largo metraje fue J u d i t d e en la 'estructura del relato, dimensjhn que
por Griffith en 1913 (cuatro bobinas). Fue sólo el prime ba un sentido; pero ya no se trataba. del sentido de ~ i n a
de la Biograph. Además, Griffith había rodado Ya antes el de una novela. El hecho era tan notorio
( M ~ , , ~genesis,
,~ W a r s O / the primal tribes, Primitive : m a n ) e época. distinguía entre las «piezas ~ i n ~ ~ ? ~
de dos bobinas, Es falso igualmente que QUO V a d i s (1912) f u e
film que pasaba de la hora de proyeccibn. Todos ellos
gidos de la leyenda, no de la historia. debía convertirse, años más tarde, en el prinlcr !lis.
t ~ ~Y 1912. un centenar de salas de teatro que pertenecfn
8 ~ i , n 1911) amente, del cine.
los E?r,,pos nKeith-proctor~o «Vaudevillc Co.)>fueron, convertidas en nclatura de todos estos filmes y de todos
dc Cinc, Fueron las primeras salas confortables. Proyectaban en obra con datos, títulos, etc. en l a Fi[nroj:ra-
los g e n d e s filme ilalíarios, franceses O amencanos. publicación por cl r o ~ a c .
364 Tien~.poy espacio del dra biísqueda d e una dramaturgia 3 65

tográfic-as», es decii, los films habituales y las «novelas cine-


irr;tta,gr.iliaacn, cs decir, los folletories.
T'rvibíablei~icz~te, la esct.*nificacitin de estas películas d , El collar d e la reina, Tlne > ~ r r l l i r - > ~ r
,ttr,ii;irl,i. kn ir~ayoiiaeran inferiores a las cosas menos e aquí una especie de tipolo[:j:t ciiyo
la lqit~gr;iphde 1910, especialmente porque e dejaría de ser significativo, tl,ldti
t;bnte%
Iir;acl,tb dc+ pi i 4 : ~ v cori-~cncloen urt t i e ~ ~ i précord,
o pero xpresion se halla en el c0razó.n mismo de la rnilolugí.i
rosirnilitucl desmedieid de las situaciont:~lindaba con una ! . t I'ibxo dejareinos esta tarea a los futuros sociólogo.; cicl ciiic
cie de pop,i:i cluc rltr vscapó a los surrealistas, una poesía Estos filins, por tanto, introdujeron la noción de tlenrpo.
or supuesto, pero con ellos el «ticm-
n el «tiempo del relato)>,al tiempo
e rl desai-rollo lineal reemplazaba la relativa concentración
1.i juya bajo la ameriaza del revólver. Ella suhe en un
c-$rrk triicado. Pearl se ve al-rojacla a un subterráneo Durante mbargo, este modo de narración fracasó Rprriii., fue
IIPXX~ el~latlrón
> O , rotiado tr~itade penetrar en su casa más que e n las películas por episodios p s r ~asei;tirnr
~
l i c t i ~1 L . : , ~ &Ipnpor los tejados. El publicista le
encuentra casualinente en el ba ón temporal de una serie de aventuras sicrilpri: z i i i t r i \ y
lo pncxtlc de vista
W<ii-iic, cliiclid jugaclo un turbio papel en el curso de los aconteci- de el exterior)). A1 escapar entonces Iza i i i e c r l r i r i-
niií ti twt anteriores. a las capacidades cinematográfic:i\, el drarn~ag,t-
L U ~ , ~llega O al subterráneo donde Pearl languidece. Va a soltarla. en conceritración, precisión y concisióri. Y solo s ~ g c a i i ~ n d , ~
I'ero sebq~~ido a su v?r por el malhechor que ncaba de escapar d e camino el arte del cine podía alcanzar alpSijri ~>c.r.fecc.~on~~-
~ ' 1 ,I t ) 1,c)ne iiivoluntai~amente.en el buen camino. Y cuando tras Iiu- liento, dado que cualquier otra preteilsión se h311.1ba ~ 0 CII- r
hr2r. licl bio aGiltar el irirnueble con un e.+plosivo recientemente invcw ciniü de sus m(:dios. El desarrollo parrativo del koflcto~irmiarc'a
t,irlil, cii~ui~nt ta a la bella desvanecida, está maniatada y sin el didi-
nlarite clue le ha robado su diligente adversario. ientativ-i de liberación que no tuvo resultado> porquix
Aquí nc? hay lugar m,ís que para los gestos. La acción sólo nos l i , ~ insión no abarcaba más que el vacío.
apn5inn,itlo por las proezas. ;A quién se le habiía ocurrido discutir" 1910 y 1914, el constante desarrollo dc las fi~rn,a.; i r i -
blct L)'rlii,i tic:inpo para ello IIe ahí el espectactilo que conviene n ridientes determinó el alargamiento progreíivo tic I,i$ p.-
e\itcbsnplo 1"

Trn psic.nnnálisis de este tipo de películíis, p la Farnous Player, sobre las estrellas, piinncro t;l<?rrar
escena y luego auténticos actores de cine ti-n4 el fr-ac,iso
actores de teatro, volvió la moda de las ntlaptn~ii?rle:~,
stos filrris inás largos exigían una acción ~Iiarn~átic-a $r,\-
sustancia ofrecían precisamente 1,i.s picf..ii. dra
IOS, venganza popular, se~itidodf3la justicia y del derech
tol~trjr,Loi- varnpiro.~,.Tz~den);los folleiones alemanes: v ora bien, para escapar a la estructura escéi~ic$1, y so iirc-
cle realismo, se llegó a «desarrollar los ~ ~ I ~ ~ : ~ I I ~ ct L01110
~I(Ps)#,
ice en el lenguaje del oficio, a dar tanta irnpor i;.rriiSiíi :i 10s
ciarieses: hipnosis y alucinación, poder oscuro y maléfi
111 TIclltza, Del henirneligh~?dsfuldeX ) ; con los folletones a
c.ano\. Ii~cliapor la poseaaión del trust de los diamantes S interminables p;tia 1it7 npov
ás que cosas inút1lt.s. i:1 siiccso
de la obra, sc aklogaba rsri ~ i n
-
11 1 ouis Aragon: ii?lic(>iO L ~Ir pnnoranzu, Palís NRF, 1924
366 Tiempo y espacio del drama la busqueda de una dramaturgia 367

Vinieron entonces las primeras grandes películas de Thomac vcces de dominar los inmensos temas que se le exige ex-
Iricc ". Trabajando para una firma independiente, la New York
Motion Pictures, había formado un grupo productor llamado Ince, que viene después, beneficiándose de sus descubrimien-
«Kay Wee~(trzin~cripciónfonética de las iniciales de los socios, mitándose a aplicarlos con cuidado, procedió, si puede
Kcssel y Baiiman). Instalado en el oeste, en el valle de San en sentido inverso. Aceptando In Forma conseguida y
Ferrrando, en los alrededores de Hollywood, su ambición con- ar de perfeccionarla, no consideró de los medias de que
sistía en realizar westerns, dramas y comedias empleando 10s ariia más que aquellos que Ic permitían expresarse clara-
decorados naturales de la región. re con la sola ayuda de la imagen animada.
Volviendo a adoptar los principios de las scenes of true life, a un vocabulario bastante extenso en ese instante y a
pero en mayor escala y sobre temas menos convencionalmentc taxis elocuente, era todavía imposible significar caracte-
melodramáticos, se esforzó por establecer una especie de equi- poco complejos, sugerir matices sutiles. Los menores re-
librio entre la forma y el fondo, entre los medios de expresión gues de conciencia necesitaban el empleo de numerosos sub-
y las necesidades dramáticas de la historia, imponiendo a ésta ulos explicativos. Pero utilizar las imágenes para ilustrar unos
valores y exigencias semejantes a las de la dramaturgia clásica. btitulos, que por sí mismos hacían avanzar la accic-jn, evídcri-
Como los directores de la Vitagraph, Ince se aleja de la pues- cnte, no era hacer cine.
ta en escena teatral. Pero recurre a la dramaturgia como fuente n las malas películas los subtítulos eran tan nurnerr~sos
de una estructura que, sin embargo, escapará a cualquier as- hablar en ellas de continuidad no tendría sentido algu:uriu,
pecto y a cualquier forma de representación escénica. en las menos malas sucedía que cl subtítulo era necesario
Su obra, que puede considerarse como complementaria de a traducir un diálogo. Se cortaba entonces por fo snrie, para
la de Griffith, aparece por tanto como una especie de «dramii- alarlo en la continuidad del plano. Al rodarse el film coxi-
tización~de lo real en el seno de lo real mismo. con la existencia de títulos, Irr imagen que seguía a uno
Casi por necesidad, Griffith se vio llevado a crear un len- os no concordaba con la que le precedía; debía ser asl
guaje que le pennitía expresarse a la medida de su genio. Sus e el subtítulo ocupaba el lugar dc los sucesos qtlc iban
temas no fueron primarios ni simplistas, al principio de SU ca- sarrollarse en ese mismo tiempo. Resultaba, por tanto, im-
rrera, salvo en la medida en que sólo podía significarse a tta- ble suprimirlo so pena de dar un «saltou. Ince y sus colábo-
vés de formas en sí mismas primarias y simplistas. Gracias a colocaron siempre los s ~ b t í t u l o serttac los planos, de
su constante desarrollo, Griffith alzó siempre el tono y expre- do que su eventual supresión no dctcrniinéi mAs que un
só -al menos hasta su apogeo, en 1919- ideas cada vez más t? de plano normal. Sin embargo, para limitar su núine-
ambiciosas: sus debilidades eran conceptos algo superados y cs nce se contentó con desarrollar situaciones claras c jidcas
quematizaciones excesivas, más determinadas por las traba ales, corriendo el riesgo de parecer en ocasiones suniario.
forniales cle un medio aún en gestación que por las capaci los subtítulos a un papel indicativo, sin utilizarlos para
des receptivas del auditorio de la época. No obstante, por el sa que para relacionar las secue:ricias y situar los acon-
cho de haber creado su propio lenguaje, este lenguaje, en ntos; sin despreciar las razones psicológicas, trath de
zón misma de su novedad, parecía hallarse siempre a remolq ítr SUS personajes en situaciones tales que los matices re-
de las ideas para cuya expresión se hallaba concebido. A excep asen inútiles para la comprensión dc sir clrama. SugiriF sir
ción quizá de El lirio roto y de Pobre amor, que son sus obm luclón mediante saltos dados en el tiempo, permitiendo a1
más acabadas, su films más ricos y más complejos, como El t ador suponer las causas de la evolución, mostrando sólo
cimiento de u r u nación e Intolerancia, pecan por una falta nsecuencias; de todos modos siempre prefiriii yoiier en
equilibrio constante entre la forma y el fondo. Por notable q ri personajes definidos por sus actos en un corifiicto breve
sea, la forma, aún precaria, se muestra incapaz la mayoría d
conducir el relato con la suficiente flexibilidad
12 Los dos hermanos de Thomas Ince, John, el mayor, y Ralp ara que el espectador tuviese la impresiijn dc ver un do-
menor, también fueron directofes. Ralph realizó gran cantidad de
de aventuras -especialmente marítimas- y John no cuenta más que c O captado en vivo, por 10 menos una «in~agen>r dc la vida,
unos pocos films válidos en SU activo. Conviene no confundirlos. que una intriga fabricada con fines demostrativos. A1 vol-
368 l'iempo y espacio del drarnr~ a de una drarnaturgta 369

ver a dar al film un esqueleto indispensable, no había Por clud t, 1916) se esfuerza por hacer valer
perder las veniajas dt:l cine, ni sus capacidades para captar 1s
$ c n el seno de la vida inisma».
(:orilo 10s clezarro$lvs psicológicos no eran interesantes
que la rricdicia en ilile: pe1 rnitían comprender los mó
a~iini~nlia~iJos persoriujch, y esthildole pro
Ijitr: orientó por tanto !odc de las convenciones munda~iaso sociales sólo poncrr cn
de los hechos a c.svntial. éstas sirven a sus pasiorles o a sus
que sufrir la eman-
o sugeridos mecliante alusioiirh suficientes, los seguild mo escánrlalo y ponen
dr.cimjticos o los tiei-npos débiles, supriinierido de
te tcjdn cuanto 110 contribiiía 31 avance de 1s acción. De este
intidtr llegó a una ct,ricisión extrelria, pero tarnbién, por fuerza,
a i1n.i ~ec~uematizacibii excesiva en sus tlramct\ sociales.
E ~ i t r eéstos, The pninted soul (de S c o t ~Sidney 13) fue Lino
de IQ? primeros films que supo cLesarrollar una teS
for-in,~cineinatográfic.a válida. La iluminación jilsla, la
ticidad tle los decoraclos y, sobre todo, el caráctei vivaz de or la revelación de La rnrrrca del fuego (de Cecil cle Mille, 1915),
intei-pretes, d a l ~ a nln imprcsion de un drama vivido ue aplicar los métodos de Thomn; Ince,
cie un Iciven pintor enanloriido de una rriuchacha de an espléndido como Berristein! »
qije iraL)aja eil un bar, que le sirve de modelo y que, h De hecho, Elerilstein, Bataille, Brieux, Porto-Riche, es decir,
sil vida aventurera, irata dc Méré o Kistemackers y sus &nulo\
bii:i1 pe~lsnntedel joven se O, Cyrus T. Brady, Hector 'r~irl,ull o
vliel-\lca las calles. La unió11
serlo ante la moral oficial I ~Irmstrong,Fueron los grandes inspiradores del cine de
Llrla ofeilsa a la virtijrl. E,1 1
convencional y meludramatico, pero fije precisame~ite
esta irioi-al hipócrita y coritra los concel~tosestrechame
bueses czontra lo qucA Thcimas Ince y su ~ r i n c i p a l guion a los caracteres son forzados, las sitciaciones c;aarger.:i-
Garchler Sullivan, se sublevaron en sus películas. consecui:ncias llevadas al extremo. La inverosirililnieltl
Y respecto a los temas de las scenes of trlle life, el prag 0s en 10s hechos que en la disposic.ión cit. csu:%~ 1 1 % -
so realizado no era ~neriosconsiderablt:. chos. Todo se hallsi orientado hacia el inelodi,lma
iMo~trlfabrzc (R, B. West, 1916) desarrolla la tesis de objeto (de dar más peso a la tesis que, por cst» rnisriio,
qiiiencsj han ;accedido al poder con desprecio de las leyes y todo su crédito. El autor, preocupadi:, por «dcrrloalrgtrv,
los principios morales son precisamente los que la exigen cu iie Y Í ~a Sus personajes, los (<dirige».Lcs asigilu uti;r cc)~i-
do se sienten apoyados y sostenidos por ellos. perfectamente definida, de tal modo que, por veirlrr ' ( 1C ' I O ?

an, siem1)re aparecen como ((personajes-ideas»quc actrl,irr


-- ".-- satisfacer las exigencias de la tesis en lugar enc,jriiili,il-
Iy i<,* sabe que T h v i l ~ n sIncr 5610 realiz6 pcrsonal~ne~ite algunos
bremeiite hacia la soliición de su drama.
p i o d ~ i j o (rn(i5 de it00 entre 1912 y 1924). Se 1
t i l i i l * , niiic
t>tLl,,, Lz colera ric. l o , d l o l e r El htircican, Lu bcz~alla d e G e r t ~ 1915 el público dr los r.irni*\ r i i ,
1131.13, f S 1 cobrtrde, El siiq~reciilot, La Lrnz d e In lizl,tza~ildad (e brado a este tipo de p e l i c ~ i l a ~iI,iit~r
,
iii,i>.iri,i fiirron ir.~lizndas b a j o su direccion p o ~Regiriald Rarke
S:llililty Wnlici I ' ~ \ Y ~ Rnyrnond
I~L~- B .>West,
, etc Los estilos, po enes y en absoluto con prilnliiah. 1:r:i
',i>ih <ii.,tintos pero ck ~oiireptoestético, que le pertenece, domina por tanto, apoyar, forzar todo cuanto pudiera ;iyii~f,ii
el con junto resión de las ideas. La «reducción a lo esen<:i:rl» no es
T i e m p o y espacio del dranru la busqueda de u n a drarnaturgia

taba referida sólo a la construcción dramática sino tambien be limitarse a hechos precisos, a una acción lineal, y poner
-y por necesidad insalvable- a la sustancia misma del drama. escenas héroes fuertemente caracterizados (Masferer, R ~ l a n -
Además, la ingenua simbología a la que en ocasiones se rc- Sigfrido, etc.1, puesto que todo su valor se encuentra fuera
curría no era la propia de Thomas Ince, ni la de Griffitli, ni si- e la anécdota, en la transposición de los hechos, en la cualidad
quiera la del cine a secas. No se hacía otra cosa que aplic 'crbo, en el ritmo de la prosodia. Todas ellas cualidades
los resultados de un arte pictórico superado, considerado ales, de las que las notaciones, el movimiento dramático
como la manifestación suprema del arte en los medios de ritmo de las imágenes se convierten aquí en algo equi-
tura mccliocrc. No era sino la traducción de los conc
uso corriente a través de los cuales se significa una é El drama sirve de pretexto para la evocación de un «clima».
lo mismo que releer los artículos de los periódicos del tiempo, esfuerza en hacer surgir caracteres a los que la brevedad de
los poemas de circunstancias de Jean Aicard o de Edmond ROS- n, la concisión del relato confieren un brillo particular
tand, o que contemplar los cuadros y las esculturas de 10s sa- de quizá careciesen de interés en caso de que se qui-
lones oficiales de 1914. ebido a un desarrollo inoportuno, profundizar la psico-
Otra cosa muy distinta fueron los westerns, las películas ins- El film no desarrolla más que circunstancias trágicas. LOS
piradas por la guerra de Secesión y ciertos dramas cuyo carác- 'iduos son menos interesantes que su drama y 110 toman
ter documental es sorprendente. Por ejemplo, T h e ltalian iencia de lo que en realidad son más que gracias a éste.
Scott Sidney, 1914). La película mostraba a un emigrante si, al insistir en el papel condicionante del medio, al hacer
cieptemente desembarcado en Nueva York que tenía que O paisaje el personaje principal del drama, Ince corisigiie un
parse de su familia y que, pese a la falsedad de un americari airien que confiere grandeza trágica a algunos de sus westcrns.
que no pensaba en otra cosa que en embaucarle, conseguía ha- L' en ellos una poesía que hasta entonces jamás había aflo-
cer valer sus derechos y encontrar un pequeño puesto entre a la pantalla, una poesía que ni siquiera se podía sospe-
los vendedores ambulantes de Brooklyn. El prólogo, que tranu- del cine; una fuerza lírica debida la mayor parte de las ve-
curre en Venecia, entre los gondoleros, huele a cartón piedra, al modo de expresar o de sugerir, a la constante valoriza-
a pacotilla, a los disfraces del viejo cine, pese a algunas obser- n del detalle justo, a una manera que se afirma aquí como
vaciones no carentes de humor. Pero desde el momento en que 1 f~iridamentode un lenguaje.
nos trasladamos a Nueva York, a las calles de Brooklyn, tod superioridad de estas películas que mezclan con fortuna
cambia. Entonces es la verdad, la autenticidad irritante de o y la realidad, lo imaginario y lo auténtico, y de las que
real .<captado en vivo)). Determinadas secuencias anuncian ya nas no han envejecido, reside sobre todo en las notaciones
Avnriciu, de Stroheim, Y otras, sobre todo aquellas en que adquieren una resonancia singular, como las palnbins cn
emigrante vaga por la calles a la busca del hombre que le 1 cnia. Son los pequeños hechos señalados de pasada, 14,s
engañado, hacen pensar en un Ladrón de bicicletas que hubie ecimientos secundarios que aclaran la acción; y el drnnia
sido rodada treinta años antes del film de De Sica. : a m e tener otro objetivo a veces que suscitar esas irnáge-
En los westerns no se trata ya de oponer seres de condi ue lo transfiguran. Como señalaba ya entonces Louis Dcl-
Des sociales diferentes o de enfrentarlos a las leyes que NO están las notaciones visuales colocadas al lado dc las
oprimen, cosas todas que exigen matices, sino de enfrentar 1
dividuos en un drama breve, violento, brutal, e n jugar con 1 ones psicológicas: ambas son potenciadas a la vez por uri
relaciones de estos individuos con el medio en que se des so que es la poesía misma.»
vuelven, en exaltar los sentimientos frustrados, pero poderos uede decirse que la intención moral premeditada y fabrica-
mediante un acto ejemplar. e los films de tesis queda sustituida aquí por algo que no
De este modo, mientras los dramas sociales se estructura do querido, sino que se revela en el transcurso del film,
según u n planteamiento cercano a la obra teatral de tesis, go de que el autor tiene conciencia y c o n l o que dl com-
wcstcms y los episodios de la guerra de Secesión se acerc e, pero que no ha sido artificialmente compuesto. Plc cste
la novela corta, al poema incluso. Como se sabe, a la , este lado vivo, esta verdad inmediata y sensible, quc
de la novela, el poema -por supuesto, el poema nar a la intención y que les estaba negada a las demás poIicir-
las, aparecía en éstas en toda su fuerza y con todo su niiev rie el sJ,!eriff ponga al culpable en manos de la justi~i;.~.
esplendor. ar e d~isierto,son atacados por 1.111 grupo de irirlir:i:;.
13s ---por ejemplo-- un arroyu.elo espejeando a defienden con ahínco su vida. Al día siguiente se erieurri
(le i l i i l valle gi;andioso y tra~iquilo,mientras en la ori os (10s hombres muertos: Río Jim, sonriente, nlniatie~ic
niás all;&,se .sabe qiie dos hombres dispu1:an y se en
uri conibate ciri tregua. Trr.1:; la lucha, cuyo result S esboí:os debían abocar a The Aryan [La ~nujer yrr~!
dado el. directo]: de no cornunicarrios, el caballo d de R. Bai-ker y Cecil Smith (1916), primera de las ok>rz~:~
vuelve ~ ó l o .I>e la silla arrancada cuelga una cantimplora,
revólver a medio salir de tina funda a medio abrir ... y el S raderas, regresa con su cinto reple-
de oro, motivo de la lucha Eatal.
En arlgunos de estos fil~ns,en los más bellos, hay un
cii: tie idealismo sornbrío y desesperado. Hallándose todos » seduce al ingenuo gigante, le eln-
seritimientos en estado b~'~:ito, se presenta el drailma en su
nudez feroz, la lrr~gcdioestúpida, la vida echada a vuelo
recoger sus frutos más bellos y no cosechar finalrnent
vanidad más o la nada. erte di- sil madre, que le había sido ocultada la víspera
Elltre los prirneros westerns cle William Hart, lo no abandonase la ruleta. Ebrio de furor, se precipita
prenderltes fueron Bud Lr~c:ko / Saiztn I ~ e zy The fugitive, roda ramer'a que le ha engañado, rnata a su amante, la va-
(10s anibos eri 1914, segiín novelas cortas de Bret Harte 14, por a ella y luego, poniéndola de través en su caballo, pica
Rrginald Rarlter y Cecil Srnith. e'ipiielris y retorna en tromba hacia el interior.
El rimero refiere la historia del jefe de una banda que b LOS años han pasado. Río Jim, que ha redut:ido a la esc1;ivi-
de las rIlontaílas con sus'l~ilestesfuera cle la ley. Atacan una ha conservacl(>erl su corazóll
ligericia, devastan ur-ia pequeña aldea del Fat--CVest, saque las generalizaciones el desprecio
sciloo~l del liigar, vi.olan a las muchachas y se marchan or toda su raza. Convertido t.r! jsfr:
hiibjan venitlo, no si11 haber realizado una razzia de enve nri horda de bandidos de todos los colores, ascilta caravairnc,
r:i en 1(1>s raiichos de los alrededores. El fugitivo de la rapifía y siembra el terror por doquier-.
1l~:varáel recuerdo de una inujer --una bailarina
se ha entregado 1ibiement.e a él para evitar peores ierto día, (51 jefe de una caravana de emigrantes y dc btss-
y salvíir, al inenos parcialmente, los bienes de la cornuni e ora qiue se ha extraviado viene a petiirle sytiil;~y
1-ri seguilcla de estas películas pone (le manifiesto ya las ion. Río Jim que sabe cumplir su venganza, st.:nic!g;i
r a sus hermanos de sangre, no da siquiera nGltn p;tr;~
li<lritii:s de la ilovelri, breve y poktica:
IE.ío .Jim, jugador y malvado, st: enternece ante una es m.ás, hace raptar a las mujeres para entier;;ti-Iris n:
cl~,!c;it->;r.ret.La protege contra las osadías de un grupo de s. Pero una joven se atreve a penei.rar sola r n Ktl ~:ai.n-
cancis borr;ir:hos, Coinniovjda y sorpreridida por esta ma venti~rerospara pedir gracia para sus acornpnriantes,
~r:iid,aclrepasiii.ina, ella le ofrece la rosa. que lleva en s1.1 rincipio el jefe La reprende ásperamente, se ríe dc ella, :;t:
Si11 embargo, dur-antt: una partida. de cartas, un hombre miu a dejarse enternecer. Sin embargo, la pobre nificn i ~ osi:
Viene: ,2. continuación un a1t.ercadc) y Río Jim deja a un hom ienta. Per!;evi-ra y suplica al malhechor e11 nouibrl: rle $11
1:riuerto. Aytidado por la bailarina huye, pe:ro no juz y de la sirnple humanidad. Rio Jirn, en medio de sii..; xi.lcc,-
p b l e vuclvc sobre scis pasos y espera al sheriff eri su c de rostro patibulario, tiene de pron1.0 la revelación de szi
1leg:i y le detiene. I..os dos hombres vari a la población vec r. Con peligro de su vida, salvará a las mujeres hlariciis,
nistrará provjsiones a la caravana Y él misino se L : ~ I C ~ ~ F F I ~ I F ~ ~
-"
b,

j d r In --"'"'
nn~rlns o , aceptiar ngii~rlc*cr-
el buen camino. ~ u e ~ sin
14 Bret Harte Fue. i-oli O'llt nry, urio de los más notables autores ,~,,-~~~,.,, íiltimo adiós, el hombre de las pradchras ;,e 1 1 1 -
tearnericanos dc i i o i r l a s cortar, iir finales del siglo pasado. 1.2 llam *c.--., --> - -
1 desierto.
;*%y1 Rl~iirp.iss.gnt del 1'.i1 West»
Tiempo y espacio del drama A la búsqueda de una dramaturgia

Ya puede suponerse todo el partido que los autores Sacaron que la sugiere. Es. Por tanto, normal que la asignificacibni
de este drama. Sin tener en cuenta los detalles que de pronto elernento básico de una forma de lenguaje que tiende a magiii.
adquieren un trágico, como el cubo de agua en que Río ; ficar, a engrandecer 10s acontecimientos: el lenguaju dpico,
lenguaje de Griffith o el de Eisenstein.
Jim bebe con un cazo mientras se niega a socorrer a la cara-
vana sedienta. La mirada de Bessie, el agua que e s ~ e j e a ,la ac-
titud de Río Jim: eri esos planos hay toda una tragedia reunida
i Por el contrario, la «expresión» es generalmente global,
tinua. Depende de las cosas mismas, se apoya en las cosas y
t:n un solo cuadro con un primer plano, el agua. A cada instante no sobrepasa SU sentido inmediato más que para repercutir so-
surge una nota semejante que viene a enriquecer la síntesis t->Rel drama de que f ~ r m a nparte. La implicación en este caso
inipresionista con un gesto esencialmente descriptivo. 1 12s siempre concreta: es la implicación de las cosas sobre las
Porque conviene destacar que en Ince el detalle significati- 3 Cosas, de 10s actos sobre los actos, de los hechos sobre los he-
vo no queda jamitS adecantador como en Griffith. El primer
z chos~de todas las relaciones posibles entre las cosas, los actos
plano que aísla el detalle, con objeto de no retener de 61 más * y 10s hechos, Pero en modo alguno de las cosas, 10s actos o 10s
que su carácter de signo momentáneo, sólo puede aplicarse con sobre las ideas.
éxito en un film épico o en el análisis subjetivo; en todo 10 que 1 Cuando William Hart bebe en el cazo ante la joven a la que
en mayor o menor grado tienda a transfigurar simbólicamente \- +Se rliega a socorrer, la significación subyacente no supcrn el
""antecimiento al que tal acto se refiere. Ninguna idea, ni si-
lo real. Ahora bien, Ince no por ello deja de ser objetivo. E n
sus pelíctilas, donde se trata de subrayar lo inmanente con mu- i q'Jicra aquellas que pueden estar motivadas por una situación
se">ejante. que las y las expresa, queda aquí sugerida.
mayor fuerza que lo trascendente, se utiliza lo que dicen
En lugar de ir siempre, como en la epopeya, de 10 particular a
las cosas, y no lo que se les hace decir. El detalle significativo 10 general. se queda en lo particular de un drama único y prc-
es captado con el universo de que forma parte. Su valorización
ciso. se el hecho concreto. El concepto es inmanente
depende única y exclusivamente de la situación privilegiada que
las cosas mismas; las caracteriza, pero sin trascenderlas !S.
le ha sido concedida. I
LO cual no quiere decir que, aquí, el significante Sea c o a - 2 Nos hallamos, por tanto, y con toda exactitud, ante el len-
tensivo al significado, sino que el sentido es inmanente a las co-
sas mismas, que el sentido se desprende espontáneamente
de ellas.
/ @i:ijc del autor de narraciones, si no exactamente ante el del
not1e1ista El lirismo, cuando existe, no se debe más que a tales
hechos 0 a sus incidencias inmediatas: en modo alguno a cual-
qllier extrapoiación ética o metafísica.
O diciéndolo con mayor sencillez: Ince no significa, sino que
Con Ince, Pues, el film no sólo se aleja definitivarnentc de
expresa.
la (<F)uestaen escena», sino incluso de la estructura teaircrl del
En efecto, la «significación» desemboca en el concepto, no drama. Ince rechaza la constnicción dramática propia de 13 re.
en las cosas: se significan ideas, se expresas cosas. Ahora biert, ~rcscntación escénica para sustituirla por una construccibn
en Ince, el objeto que toma valor de signo se convierte siempre adecllada a la expresión cinematográfica. Podemos decir, por
en cl signo de una realidad concreta inmediatamente sensible
y comprendida en los límites mismos del drama. El símbolo tanto, que 61 fue el verdadero creador de la dramaturgia cinc-
rnatográf ica.
jamás va más allá de los hechos. No se eleva (a veces) hasta el
En efecto, salvo raras excepciones, todas las pe[fcti]as mu-
concepto más que en la medida en que los hechos mismos lo de algún valor fueron construidas y desarrolladao; según ]os
remiten a él.
principios generadores de la lzoveia corta. Y lo mismo para la
Ya hemos visto que la significación cinematográfica -3 la
nW'or.ía de 10s films hablados, al menos hasta estos últimos
inversa de lo que ocurre en la expresión verbal- no ~ r o c c d e tíern~~cls,
hasta que la noción de duración novelesca apareció
de una convención. Es fugaz,
- constantemente diferenciada, pci'o
siempre y por necesidad implicativa. Se apoya en un detalle osa que Bazin no ha comprendido, al dar este mutin dc c.lcpacsjcíri
neralmente aislado) referido a un conjunto, y actúa por dis hito «válido». Cierto que, para él, toda imageri, 3 1 ofrcccr ,xcri
ción y asin~itación(tipo: los quevedos del ~ o t e m k i n ) . cialista, revelana la trascendencia de 10 real. N» \rolucrcillos
Por eso mismo, al basarse en un hecho concreto, desemboc stura metafísica con la que, por otra parte, y a henios ajustado
en una idea que supera de modo singular el acto o el objet
pr,ra desde entonces dar un sentido nuevo al film: el de Si la estruc:tura de la novela corta es muy diferente ]a
de c;ii-ácterpsicológico, que parece deber ser el resultado inch e admitir sin .embargc, que riovr.ln
so dr l a expresión antIiovis~ial.Pero eslo sólo ha sido posible , desarrolla una acción p r ~ . r > r c ~ j E
i r~~~~.~. ~ ,
en los límites que ella se 81in t:al.ifericfi.,y
p a c í a s la extensióri del tiempo de representaciórl, que ha Fa-
sado de 10s nti,vcirita rni11ut:ciic a la!; dos, tres e incluso detrarrollo consecuente a la vez con estos ljI-nibt;s
horas. De igual lodo que 11.0 se puede escribir tina novela-rh tiramático que les quiere hacer tomar, I,*os ir,-
treinta páginas, tarilpoco se puede desarrollar una duraciiiri ya «dirigidos» como en la pieza de tt:sis, ?;iniii
S suceso's se orientan (O son escogidos) con visteis a uila
novelesca, en hora y rriedia (le proyección. Mientras la du
del espectáculo no c o i ~ s i g ~ ~sobrepasar
ió este límite, la estt.L lidnd. Todo se desarrolla en un sentjdo iil.rívi:,-
:[a llovela corta fue la única susceptible de otorgar a aquello que puede hacer adelantar 121 n c ~ i h ~ . ~ ,
O desaiiud.ar el drama, la historia sólo caminri l1;icicJ
filn.1 tina perfección eventual.
AdelTIAs, parti que la puesta en escena concordase con las
conidic2ioriesexigidas, se '11ac:ía indispe11s;lble pr.epararla de al)- ean en ocasiones obstáculos. >j<;lo
n explicita los caracteres y sifil:iciviit:s. 111
temario.
r)csd,2 1909 se esci-ibían 8;yiones. La arquitectura general e1.a 2 las motivaciones psico16gjcas cli" Ir, dcj-i.i-
resuIIiida en algunas páginas que servían de pauta de conducta onces a hacer que se ponga11 cle ma~lifiesto:
al tlirector, pero el film era compi.iesto sobre la marcha segiín ela corta se viielve novela. A menos qiii:, elictjr.setada por
la inspiración clel mome:nto, La «ciirva» de la obra, su ritmo 0 Partes, 111 acción se desborde y se disloque.
su ,llode~íldo(si es cliie pode.mos hablar de tales cualidades Pari3 el contrario, en la medida en que las c i r ~ u i l s t a n c i a ~
con-
,
centrtidas en el espacio y en el tiempo, determinriti un ciranla
las pelíclllas ailteriol-e:j a 1912) eran asunto del niontaje. Ni si* todo en que la duraciór, no interviene
cluier;3 Griffit]l traba,jaba de otro rnodo. Cuando se pi unos caracteres que sol1 expueslos
IlztoZerancia, pese a su extrema corriplejid.ad, fire rodada es esas circunstancias sirve11 de: ;k~.>c~)io
referencia que una treintena de hoijas que servían de memor 3r y l a perfección de la obra. A l seis ir.ikabc,lrtia-
durn ;31 realizador, urio quecl;i conf1.1~0ante la enormidad de si culógica, debido al tiempo pprescrahrrcitjrr
trabajo en el momento de Iri dirección. das, debido igualmente a su ixrudri,, ip:sulga
tes, .que incluso esta prc"inec(jtgccidn $e
c o ~ l s t r u iuna
~ . película «en el papel)), en prever todas las cual en modo alguno quiere decir qi.re
liciridcs cicl rodaje, en hacer lo que hoy deno~ninarnosun < expresado visualmente- se librase de tu-
t tLnico».
.&.. Está fuera cle i.oda duda qiie se vio obligado . .
prenisnmente por el hecho cle que 110 erfi él quieil dirigia limitado en.el espacio y en el tjcnlpo
yor,ía de las pr:lícnlas cuya respon:;abilidad asumía. Est drama necesariamente conforme con j;i
caciones eran la única garantía de que se realizase el tr las tres unidades. Pese. a la multiplicidad de 10s cspa-
corlforme a sus exigencias. 'Y- si, n grosso 1120d0, podemos ión del tiempo, el dra11l;l ~ i r t c m a t ~ g r i í -
que:: C;rif;fith fi.1.e el primero que dio al cine la noción de lnot ayoría de las veces breve a: g:;uIlcentr.;lctil,
je, es decir, de la siji~lificclciónsinzbóliclz obtenida mediante el es otra cosa. que una extcr.i~itjnt c n i l r ~ f i l l ,
iricr~ritaje,tambiérl podemos af m a r que Ince fue el primero lucho más que un determinante.
qiit: aportó la noción y la precisión del gt~i6l.z.El «guión té:cni- ejemplo El naciri7iento de iuui rr«ei<iiz,
con, s;in embargo, no se generalizó antes del cine llablado, aun- desarrolla en muchos ineses 16, se i:t~riipr.i.~cba
clu~: determinados cineastas como Fritz Lang y M~irna una serie de secuencias que son citros
impulsado la precisibn -dc:sde 1922- hasta el punto
dibiij.ar cada uno de los planos de sus películas. Ida est sólo fue 13osible conseguir un desarrollci sc.iu<;i;ir~ti:,og-!:;\~iz;~tl~
ticamente de: una forma clara y continua, por.q~jeI;, ~ , > b r ; ~ (;i-iifiiti,
1)rtisionista basada eii los v;:ilores plásticos de la image:ri les i ros Films de muy largo mctrbje (1()15), <Luruba
.[r>oilia,es cierto, semejante preparación.
Tiempo y espacio del drama la búsqueda de una dramaturgia 379
378
tantos cortes hechos en el tiempo. Se trata de ((momentosrrque icor al mismo tiempo que obtiene de ella sus perspectivas
repercuten unos sobre otros, pero el tiempo en sí mismo es Y sentido de la anterioridad. Por lo tanto, cuanto más se
sigue siendo conceptual. Dado como tal, la duración es simple- han el tiempo Y el espacio en torno al momento crucial,
rnentc significada. Se comprueban SUS efectos, Pero jamás se más carácter fatal a priori consigue el drama, De donde
sigue su desarrollo. La duración novelesca, el tiempo psicOlógi- s ~ r e n d eque el suceso más banal, considerado de este modo,
co, no aparecerán hasta mucho más tarde. Con o sin extensióii arda en adoptar la apariencia de tragedia. Y a la inversa,
(espacial o temporal), el drama, por tanto, es siempre concell- más Se amplía el marco espaciotemporal, cuanto más
trado. ES un momento o una sucesión de momentos, un lugar, ifica, tanto menos aparece la fatalidad corno tal, al tes-
una simultaneidad o una sucesión de lugares, Pero todo c o ~ c i l - la libertad de elección sus aperturas al devenir.
rre a la de un drama comprendido como manifesta- mayoría de 10s films se representan de este modo, p o r ,
ción (le individuos enfrentados en una situación 0 en Lln con- ner a~la mayor Parte de 10s casos el rigor de una trage-
junto de situaciones dadas. su construcción deliberada encierra el drama en una es-
Este marco estricto es el que exige que las circunstanc tira análoga. Esta estructura, aunque más libre, aunque
seleccionadas se equilibren, se alternen y Se c o r r e s ~ o n d a ~ dependiente en el espacio y en el tiempo, no deje por
gún una organización sabiamente concertada; el que exige estar condicionada; la libertad misma estd cicterrninada
10s cal-acteres, predeterminados en mayor o menor grado* 3 Si es perfecta, Y muchas veces a causa esla mihma
dirijan directamente hacia su meta; mediante esta estructura
«cerrada», mediante esta dramaturgia «construida», el fifm o que concuerda con la Óptica de la escena, pero
(mudo o hablado), pese a su despliegue en forma de novela cor- ltradicción con el sentimiento de libertad y d c objetividad
ta, pone de relieve la teatralidad, es decir, el concepto de tra* ensable a la verdad y a la existencia concreta '1~1 film.
gedia entendido como principio de estética. regla de las tres unidades sólo se justifica en la tl-owdia,
La tragedia clásica circunscribe el drama Y deja fuera lo 0 su origen está vinculado al origen mismo del teatro.
hechos que 10 han determinado en mayor 0 menos e*knsibn, chocientos años a. C., el «draman apenas si tenía uiia le-
En lugar de seguir los acontecimientos caminando a su Ií.idol relación con SU concepción moderna, que data s6lu 'le1
los hechos son considerados a partir de un n~omentoúnico, XvIII. En aquel entonces era un poema trágico, un rncnn-
que podría ser consecuencia de una elección aparece, Por rito de carácter religioso para el que no se plUpteabiin
gracias a esta visión invertida (O limitada en el tiempo) cci ~ c i o n e sdel espacio y del tiempo, dado que el lugar era el
la consecuencia ineluctable de un conjunto de causas que agrado donde se desarrollaba la escena. Luego, al recita-
bíajl fatalmente llevar a ese desenlace. o le sustituyó el poema a varias voces (Terpandro, Mim-
En efecto, todo acto humano ofrece ciertos aspectos de Ario). Al ditirambo cantado en honor de Dioniso res-
talidad cuando se coloca, fuera del transcurso del tiempo vi un texto hablado, estableciéndose el diálogo entre un
do, en un «momento» que cristaliza todas las consecuenci¿ls. Y un corifeo. Luego, con Tespis, con Pisístrato, csiis voces
vo]\remos a adoptar la tirada de dados de que nos hemos Je 11 dotadas de un nombre, de un carácter. Eran 10s arque-
vido para el determinismo, se ve claramente que cuando de orden social o moral, interpretados por el misllio actor,
dados han caído parece que todo debía llevar necesaria e inel éimbiaba de máscara y respondía al coro y al corifeo. Fue
tablemente al resultado obtenido, dado que efectivamente ces cuando para justificar su presencia se inventó una ac-
ha concluido en 61. Por el contrario, si Se c ~ n s i d e r ala un « d r ~ ~ - ~quea ) )10s relacionaba, los unía o 10s oponía
permite saber cuáles serán las consecuencias: el resu isiacas). Convertido en espectáculo, el poema exigía enton-
do es imprevisible. lugar privilegiado, una escena: el teatro había nacido.
~ ~ la trascendencia
í , que caracteriza la tragedia es restll la unidad del motivo encantatorio transformado en
do menos del contenido mismo (cualquiera que pueda ser implicaba siempre la unidad de lugar,
sentido efectivamente trágico) que del efecto de una estructu iii embargo, con Esquilo 10s caracteres míticos se individua-
semejante. Uno y otra se condicionan por lo menos r e c í ~ r o se convierten en héroes o semidioses; el coro se encarga
mente. La tragedia exige esta estructura que afirma su c a r k t entar la acción reducida en la mayoría de las ocasiüncs
Tiempo y espacio del d r a m a

a lrion~logos,a nperoratasi>;la tragedia va adquiriendo n el tiempo. Antes de Lope de Vega, (le ~ ; ~ i l l d ~ ~


s,ín
tiene de poema trágici) que de pieza en e Sirso de Moliila, de Quevedo, de Ruiz dc alarc:dr.i,
exacto de esta palabra. Con S o f ~ ~ l elas . importancia derón Y, I?or supuesto, antes de Shakespeare, Marl<.ii.vca y
coro ,jisrI:Linuye,los diálogos se derjarrollan, 10s caracteres se ~ h n s o n ,l!';a Celestinta, monstruosa obra maestra, obrrt
Iiumanizan para convertirse i:n vpersonajesn con Euripides; los a noveleie!:a Y realista; es un drama cinenlatográfico ravtn,rr
personajes basados en la al>!;tracci611de 10s arquetipos se van Pero es0 mislno es una.-mala obra d e teatro, o
haciendo iiiás importarites como seres humanos que corno uni- 1 es miil teatro. Algo más teatral qLie D Q Qriijoae,
~
dades soc:iales+~1 coro ya no es más que un adorno lírico, pero dísI)er!;a en una multitud de direccicines y estia ri.iis.,
al ser la libertnd humana eliminada PO' la tragedia (porClue la ersidad, así como Su duración, dificultan de modo unti,-
ele(:c.i(5n ,:sth presidida por el destino), la valorizaciuii rePresentaci611. Lo mismo ocurre con ciertas pic3,a?; ,:ir.
de la duraciól2 sigue careciendo de sentido. e durancasi cuatro horas en su versión íPitegin.
,,=
.una que la acción liilbo descendido entre 10s hombirs. ea:repaunque dio buena cuenta de las unitjrides de.
se concentró en iin lugar único, se recurrió a ]a triple uni- giir -Y eso de una forma bastanti: relativa- res..
(lall, tanto para ncusui- fatalidad del drama corno para satis- i e m ~ r e10 esencial del teatro: Ia unidad de acción.
facer las necesidades de la representación, dado que el teatro !jer el eslJectácul0 espectáculo y no lectiir;l, la atención
no poclia desplaz,arse ni en el espacio ni en el tiempo. Conside- tador tenía clUe Ser sostenida incesímtinant:nte despierta
racla inviolable, esta regla fue respetada en adelante Por interés único. El retorno a las ae.g,ias no era por
shtiri Aristófancs o pintura de costumbres 'On camente un gesto de coquetería del aritor, sino una
nandro, la comedia iilisma se sometió a ella alegremente- 'la'' ad interria- Inútiles para el drama mismo, en sentidij nie-
t o , 'rel-e.ncio y 10s d<zrnás1;i siguieroil igualmente. frecíall sin embargo la estr~tcturamás idónea para
p~~ aunque el principio se adaptaba bien a 1 ex~resiijnescénica precisa y coricisa:, una arquitectura uni,.
gediri ariligLliia acusaba su trascendencia. no ocurría
a 1;as leyes de la teatralidad que las encerraba
misnio en la kpoca (le Luis XIV. Incl~isoillspiraclas en marco estric:to.
gas, las obras clásicas trataban de 10s hombres -aunque
de entidades o arquetipos Corneil por tanto, :normal que se haya tratado de al
excepcionale~--. y liando la noción de drama tuvo algún valor y cuarldo se
o racinianas, las tragedias consideran la lucha entre la
t a d , el libre arbitrio y cierta fatalidatl debida al deber, a le la relativ:a brevedad del «tiempo de representación),
fatum ba una esI.r~lcturasemejmte. Pero no es menos cierto
ol,ligacj~ones niorale; o a las circnhsta~lcias.Y "0
~ l i ~D~~iiietatisico
~ ~ ) .que era, el sentido de la 1:ragedia rio hacer del tiempo otra cosa que una e x t ~ n s j btcirihirs-
~~
vil-tió en social o pcilítico, y, al no dirigir Ya 10s dioses lo cilvidaba qLie el cine era el Gnico arte capaz de fiilidur
,.le los héroes, las «unidad~:s»no resultaban indispensables :sión en. u11 relativo dominio de la duraciGut, s i n duclZi,
sefi;31ar la orientación. como se sabe, no fueron res'Petad' mprendidas sobre el ritmo condujeron hacia (;.I
por los ili por los elísabetianos. mutlo un determinado c ~ , n o c i m ide ~ ~lost ~valores
A los espaiíoles, empezando por Fernando de Rojas! se Pero si Xa cadencia, el t e m p o , el ritmo, son domi-
el del drama mod~irno,dt? la novela, que no era ración, no 10 son más que en el plano &strictiirncn-
r12hs qiir por la literatrira era entoncss esencialin rmifen estructurar el decir pero no concebir la slis-
pcbciii:i-verso o prosa- y es notable que Cervantesl auto las cosu:; dichas.
Nu,?raplcin, 110 concediese a I)o?I Qt~ijote,primer ensayo en pr bien, eStcz dominio de la duración comprendida como
!;:I clel género, lná:; que i.ii1 crédito lilnitado. f"-ndamental del drama, que guía la evcilución dc. los
Celestina, di: Rojas, tiene 21 actos y clura casi cinco h carácter, devenir, en resumen, comprc.iiciicia
di^ Y collledia a un tjernpo, drama Y melOdraxlJar ente y basamento de cualquier posible análisjs psi<:o-
la priinLi.ri de todas las novelas picai'escas. Su acción, C' ue lo m i s difícil de conseguir en el plano del c o n ~ r r l i ~ a ,
dax,te de verbo df:vida, de movimieilto, de vivacidad! ai. isma manera que la unidad dinámica fue lo más <iificil
fLn(:esaintemeritea los héroes de un lugar Para otro! y d" egLur eri el. plano .formal. Por este motivo el cirle, nr.t<:
T i e m p o y espacio del d r a m la b ú s q u e d a d e u n a dramaturgia

del tiempo, o de las relaciones del espacio y del


en -no hemos cesado de decirlo- un arte
En efecto, fueron las cosas del espacio -paisaje
objetos- los primeros elementos significativos del drama do, justifica todas las
aunque después del teatro fue la pintura el arte que más in ersonajes, los persona-
yó en el cinc, 10 fue porque la pintura es el arte de ComPo S cielos. Sólo existen en
una irnagerr, de componer un espacio en un cuadro de tal Suer rmonizan con un cli-
que esta imagen sea expresiva mediante SUS estructuras Y costumbres nacidas
armonía. Por supuesto, la influencia de la pintura jamás arca y en esa época. Un
el nivel de la imagen, y las películas concebidas exclusi amático semejante, transpuesto a cualquier otro lu-
te desde este Qngulo, como las expresionistas, carecieron S que el desarrollo artificial de una acción
yoría de las veces, ya lo hemos visto, de ritmo. No obsta ejada en torno a personajes imaginarios. Por bien
someterse por ello a las leyes de la pintura, en la interp stuviese el film, el resultado no dejaría de ser
del espacio, y en la organización del movimiento y de las tos
en la fijeza del plano, las películas mudas encontraron 10 ese realismo aparente que, en cierta medida, se puede
cial de su fuerza expresiva. 1))-dado que se halla completamente vinculado
Si exceptuamos 10s elementos integrados en el mon el Oeste en las postrimerías del siglo pasado 17-, .
elementos convertidos en signo O símbolo Y que, aun ral a la temática de los films. Gracias precisa-
prendidos en una estructura dramática más 0 meno te a un realismo semejante, de superficie, las películas mLl-
hicieron del cine un arte completamente autónomo, el film es- darán una impresión de realidad viva pese a su trama con
capó en conjunto a la significación verbal y a la expresión es- frecuencia convencional. Aunque «fabricado,>, {Irama
&nica mediante el decorado natural, mediante el paisaje. i-cía eternamente abierto sobre su devenir. Teatral, escapa
Además del hecho simple de que el espacio era un espacio ales por Su puesta en escena, por su decorado,
real y no un lugar figurado, un «campo))CUYOS límites no erar' 110 CUYO carácter conciso y concreto se debe a
otros distintos a los de la mirada, el paisaje de La llegada cr' estructura análoga a la de la «novela corta».
un t r e n o de la La sortie d u port, rompió desde el prim Victor Sjostrom y Mauritz Stiller van a desarrollar esta es-
e] círculo sofocante de la representación escénica. A f a Ctura sobre una temática más lírica que dramática, otorl+ri-
otra significación, la imagen transmitía la signifi un perfeccionamiento que será el de 10s mejores films
diata de la realidad: «daba» el mundo con sus cuali
sibles, con su verdadero carácter. rsonaje del drama» con Ince, va a convertirse
Habiendo salido de las telas pintadas en que M los en el reflejo, en la expresión simbólica de 10s sen-
carce]ó durante algún tiempo, la cámara al principio no
al paisaje más que su marco. Un marco conmovedor, a o que el simbolismo de los decorados fue el
pero que no era más que un decorado. En efecto, 1 ismo que había de venir un poco m~i -I Starde.
westerns no tuvieron más ritmo que la cadencia de tenciones fueran análogas, los proccc]imien-
das, ni más poesía que la de los grandiosos exteriores. Los letamente: sin duda, porque las mismas co-
tecimientos situados e n el Far W e s t hubieran podido desar Presadas eran también diferentes en cuanto a su sentido.
llarse en otros lugares con tal que se supusiese algún ataque
diligencia o alguna guerrilla. uvas de la imagen, d e su organizaci(,n pldsti-
con Ince, por el contrario, la acción se volvió es que de SU composición pictórica. Lo real se Ralla
de la geografía positiva del drama. En sus mejores filmst do, recreado por un decorado de estudio que conípone
valles de Wyoming o de Colorado, las planicies de Arizona,
desiertos de Nuevo México con los oficios que llevan aPar
dos, por supuesto, trampero y buscador de oro, lefiador o c
T i e m p o y espacio del drama ICJ brísqueda d e 1int1 dr(lmaturgia

el L,nivenjode] drama, drama que ---mundo imagirlario, historia


tantáaticZio pt:sadilla-- es siempre el de una conciencia tortu-
rada, el de una (:ulpable. ES una trageclia de descs-
peración en un rnL~ndc> sin salida. La fatalidad de la Weltafts- arse en la dignidad de ilrl:i
Un acto que, al Superar o rt,+-kiri
clznuulig pesa sobre la coiiciencia de 10s hombres mientras que
moral estrechamente convencional, no pierde conciell
la Urfi~weTtles ahoga y aplasta.
Por tanto, el decorado c.$, conlo la proyección desnlesura su propia rectitud. Sea culpable ante la ley o ante una
melite agrandada de un dr2iina que SU lirquitectilra ((expre n detf'rriinada, el hornbre no cesa de proclanlar
y su sinceridad, la pureza de una intención qiiz jus
simbólicamente.. Pero esta ;irquitect~ira actúa corno un es
paral,ólico: el decorado rerriite a los individiios la conci una actitud soberana. Lcjos de estar dominado, :+l.>risio-
latrnte 'le la que es expresión, de tal suerte que, dominado% h0mb1-e~Por el contrario, domina la situación qale le
por sil conciencia así reiractada, multiplicada hasta el infinito, 1 fra(~as(3,
y S U fracaso mismo, que juega a su favor,
ln~llldoque los na afirmación suplementaria de $11 libertacl y
los iIldivjduos parecen actuar instigados por
en su tela cX<: arana. El diama parece ser la lnanifes-
uIla fataliclad ii1sc:rita en el universo, la concreció11 Por tanto, el1 la externsiSn, era 1'3 é ~ h e r l u ~ . ~
taciól1 )acioS, en la violencia vic*rito
de una (,esencia),, un acto inconsciente que cumple 10 que le
puro que arrastra la sinct.i-ldad de iin ir.t-ir>Lil-
el ,(en s j ) de urra coric iencia culpable. en la fuerza torrencial que cntr;%firiy barJe 10-
si corlsideramos u n film de carkcier aparenteinente (crealis-
a :;U paso. El paisaje no cs solo el clccor,ido
ta», como El delator, concebido sin embargo Y c o m ~ u e s t oen sil a la aventura, el clima que j u s t ~ f ' i iin
~ . ~cunigll,r-
tolíilitiad segúri esta estktica, observareinos que aunque la ac.
iciona ciertas costunlbvcb5 cunfLi<,is
,-ihii traIlscurre en estrechas callejuelas, en sórdidos cuchitriles,
S el fiador de un tenia, ~ i t . u11 jrii13u]sct, de
en ciiev:is, ello ocurre sin tlilda porque 105 ho1nbl.e~ del Sillri- refleja en sus aguas tranquilas y rj\re
Fein bilscados y per~je,miidosse otTlltan, porque la luz djfubLt, a el conocimiento del universo. El c.ilnoc:ionante
la nieb];i, son lavoral)]es a la evasicj11 nocturna Pero este dei.0 naturaleza no se debe sólo al esplexidoI- de la\
rada r(lpnbiélr el estxio de espíritu del delator. Las ca- además al esplendor del drama cuya dcsnu<il>d
llejas solnbrfas, 10s rniiros silcios, las aceras resbaladizas .dan>> cielo abierto la libertad de sentimieritos cliic
cirsib¿,lic~iniente su ci-imen ; ~ n t e sincluso de que 10 realice. Lo
preparan con ljna especie de determinismo ciego y fatal. La opaa dad, no es el paisaje lo que importa, siriu ld
cidac] de la niebla, 10%iayos difractados de 10s faroles a; SO11 Sus elementos, el viento, la niez,r:, el fui.-
iln;igen su cerebro viciado, de bu confilsión mental, de e mantienen con el hombre un diálogo axnistc,so
d e s ~ ~ í 1-3s
o . cllevas pesadcis tie bóvedas espesas, las salas que se convierten en sjmbolo de s~lr,ir.iig~tij-
chos bajos son aplastadas por el peso c1e su rernordimi os y íie sus temores.
las callejas estrechas o sir1 salida se cierra11 en torno a
]a fataliclad irlexorable del castigo. Todo es pegajoso, vistos : al de 10s sentimientos que experinicnta 1:
espeso. tanto, en hacer de tal modo que la n:itiii-nlr-
Ya lo dijinios en c.1 capítulo anterior: en las películas con un estado de ánimo elenienirrl hasta
presionistas --y sobre todo en aquellas cuyo tema « r sugerirlo inmediatamente. La naturaleza acxprt.s;i>,
poiie de relieve uila angustia obsesionante- todo par no la encierra. Frente a un ilniverscJ cerlarjo
rrj, en iln nluricIo en que el aire es más espeso Y en qile el ente a las aristas que los hieren, el huril,~iita.
10 I,e>,acomo una tapa; en un muritlo a IR vez real e irreal, el gesto de los héroes, abre a 1:t c,al,cr.,.iilr;i (.1
d e lo irreal pstaría rc.tenido en el suelo, incorporado a la m s. Al expresionismv tiJr luracicr
ria; un r1lundo 3 la vez oscxiro y Iilmin0~0el1 el que la pr artificial de ]as Jiric:is dc los
lul: p;lrticiparj;i en el ahogo de 10s seres. expresión r i a t ~ ~ r adi.l fiicmas
386 Tielnpo y espacio del dramíl
la búsqueda de una dramaturgla
S87
elementales, al sentido de la forma el sentido de las cosas. E
impresionismo que así atestigua está libre de toda Presión- es Y sombras, suntuosos cIaroscuros, y la cO1l-
proscritos (1917) fue la primera obra maestra del género. de 10s contrastes traducen la austeridad moral del
~~~~~d~ de una sociedad que les condena, una granjera a r en Terje Vigen, como la nieve en pro';-
-hasta ayer rica y respetada- y SU amante ascienden a las go, instrumento de redención y de purificacihn,
de Islandia. Pasan los años. Habiendo descubier- ina la obra, Pero el decorado, la composición plástica, jliL..
tLts do alguno despreciable. Se nota que el cx-
to su refugio, el burgomaestre, antaño enamorado de la joven,
án, influido en sus principios por el cinema
los persigue sin descanso, pues el hombre se halla envuelto en
problemas con la justicia de su país. Durante la fuga, Su 11ijiL¿' a a su vez. Pero no seria hasta El ro-
cae en un torrente y se ahoga. Sin embargo, escapan a su ver- 0s Unidos en 1927, cuando Sjostrgm -y el
dugo. Refugiados en una cabaña, siguen viviendo miserablemen- Or entero- alcanzaría, con una obra magistral, la total
te: poco a poco, su amor de antaño va convirtiéndose en un
odio recíproco, pues cada uno acusa al otro de ser la causa un agotador viaje a través de los desiertos de Arizona
su desgracia, El amor, sin embargo, será más fuerte. stancia desgraciada en casa de unos parientes lejanos,
en medio de una tempestad, la mujer será buscada incansab fans llega a la granja de un hombre Oeste
mente. cuando el l ~ o m b r ela encuentre, medio muerta, enter' aceptado casarse. Allí, en la casa de tablas de
da en la nieve, 61 mismo, extenuado, llegará Para morir a
1
en medio de uria llanura árida y desnti& dorlde
o sin cesar, Y sola, mientras el esposo, al que no
lado. y la nieve, cubriéndolos lentamente con su
ardar 10s rebaños, está aterrori;..ada, espan-
concederá su blancura. to que agita la barraca y alza cnccgncccdoras
Las tres partes del film, la granja, la montaña, la
en las nieves, que podrían testimoniar Una estructura as de arena- Un día, un aventurero de paso tr;ita de
ella le mata. Habiendo tri~mfadode si misma y de sus
parecen mucho más los cantos de un poema que los
es n instante de energía, se ofrece 21 viento
una pieza escénica. La división, por Otro lado,
ble por los cambios de lugar, dramáticamente justif amor de su esposo, afrontará cn adelante.
duración, como siempre, está ausente. Se trata de ay drama en el sentido exacto de la palabra, si se
tragedia de la violación; pero hay Llria cspc-
reunidos entre sí por encadenamientos sucesivos. Sin
ación del ser por el mundo circundante, urla dra-
al ser la obra muchos menos psicológica que lírica
importancia que la que tendría en un Po 1 paisaje mediante una crisis motivada por cl
no tiene inicial entre la mujer y el mundo, un miedo pinic0 quc
teniendo las distancias, también la Ilíada es discont
a un tiempo el temor que el hombre le inspira y sli
Eneula; y la Leyenda de 10s siglos. Lo esencial radica en
rigidez. Y la naturaleza se convierte aquí cli durnci<Sn
yecci& de 10s seres, en el paisaje transfigurad0 por
so de su corazón, en el «llamado» del torrente, de 1 olución de un carácter al qtie forma a su iniagen
riza después de haberlo asustado con su violencine ja-
de la nieve, cuya simbología es demasiado evidente Para
la angustia una Cosa tan natural, tan evidente, como
sea preciso subrayarla. e entre la joven y el viento; jamss
También es la nieve la que COJi SUS extensas =Ona gran-
debió a Una simplicidad más conmaxredora,
la larga procesión del cortejo fúnebre con que
constituye el segundo plano simbólico Y sirve de decorad a vez estamos muy lejos de la tragedia tcalml, EI film
riniza Ya en forma de relato (ya veremos 1nks 2P$~lanfCU
fIerr Ames prngar [El tesoro de Arnel (1919). Y las llama
pectO cuál fue la influencia decisiva de Stroheim y de
vaden Juicio de Dios (1921): dar); Pero, de modo paralelo al cine sueco,
una joven sospechosa de adulterio causa invol
las menores, debía conducir al cine directamcn-
ten-
te la muerte de su marido. La prueba del fuego dirá si nos de la teatralidad.
pable o no arite Dios. Este tema, Cuya acción transcurre
f e c t O ~ ya hemos visto ( ~ I v que) siguiendo al erprcsie
rencia durante el siglo xv, da al film ocasión de se
E [ tesoro de Ame, el más pictórico de 10s films e arquitectónico propio a la formalización visual de las
"S Y de 10s cuentos fantásticos, la acción de car1 hlaye,.
it~ búsqueda de una d r a n ~ n t u r g i ~
- ~
Tiempo y espacio del drat??

orienib de m ~ ~ d cprol;:resivo
j el cine germánico hacia un
más nrea:(ista,,, es .decir, cuyos temas giraban en torno e reconocerse sin embargo que si el Kanzmer.spielÉ. j?i,Il,r
pt:ctiva*; !jociales antes que metafísicas. última elcpresión de la teatralidad en.13 pantalla, lo fue
hliry irlfluidci por el ~ a , n i n ? e r s p i e iye Po]: las teori;ls de
~ ~ , qtle ~ aboga,ba
h ~ , por un :retorno a la teatralidad pura! a temática del tema, la
niarco ec;tricto cerrado sobre las tres i~nidadesclásicas, C íntegramente del t12a-
~ ~ g trató e r de aplicar estas; ideas al cine. cación del drama --por
'ro'lavía en esta época (:1921-24) toda tent.ativa que tuV n íntet;rnrilent~del cine.
desarrollar un drama psicol<jcico, Una ((te io dado b:ijo apariencias
dacl,,, tropezaba con 121 obligación de tener que recilrrir a
silt:,tít.ulos. ~l seguir r:n estado muy rudimentario la ciencia sin duri;r, t:l mayar gi.iio-
la eli:psi5;y de los esconos y al iiriponer la duración de la Ii* el mayui: quizd c[esI.iiibc
liclll;,~iIr1 esquema dramático reducido, todo drama ue orient6 la dramaturgiía fi[rn -.-arlt1-
cornlileio se veía redilciclo al estado de esqueleto. oncepcióp teatral-. liacin al113 rspi~csidn
piciito de vista, el cine apenas había prol:res"do desde
Para hacer u11 fi.[rrl pr:rfecto de acuerdo con 10s medi
prishosde qile se disponia, es decir, Un film decidida gar de sigriificar tkl?; iLlcnc
r n r r d ~totalillente
~, libre de subtítillos, e11 el clue la im al modo qiit.. i~x-~ág~b~~~~
gando a significar íntegramente todo 10 que tenía que Cuyo rigiir y arfjfit:i()
se b;istase a sí misn:]n, co~ivenía,ulla vez más, po1ler en poc.ma. y abs~luka
i-ina d.r;ima breve, c.ircurisci-it0 en el es:liacio Y .tic
vida» f a l s ü n ~ e r lr~~c ~ ~ . .
qLle iixigiese diálogos. Así, Carl Mayer reencontraba los
,-iy,ios forn-ialiLadospor T1-iornas I:nce diez años antes. de igual ~ ~ o que d o Griffith había salvado El lirio T.(~!Q
lligar de r.eccirrir a draina muy simple, quiso integr rilelodrama basarido su poema en el melodrama rz.iisriio.
la simb8010gíaexpresion.ista. u junto .con Eisenstein, quiri-i s ~ p l ."/e+.
0,M ~ l r ~ l afue, >
ti:agedi;i del I.'nr West, donde el ge.St0 y la acción b a s t ~ b ~
pii-;, explicar a 10s pers.«n;~jes,cedió el puesto a 1.1na es rante la epoca del cinc iiliidu. E,xceptca E! f i / l i r f a c i
tragcdja psi(:i:)lbgica ';igníIlcada por el decoraclo, P
pc,:)rla [ J m ~ l e l Pero
t. no poderse ejercer esta signifi un tiempo ,105 recursos del expresiuriisrrio y ciel irnpi-ii
q l ~ esobre un dram;l «sin palabr;is)),las motivaciones rno, 10s i~lodosaparentemente contr.aricis los cl,ic tiizi,
rlue ser necesariame~ltela:; de la (<crónicade sucesos». Una c íntesis m;rlgiijtral. Lejos de -encerrar a srjs li&i.arfs ,?17 I,Iil
.ado, en .R/Iurnari es precisainente- el pnisrije lo qitc? (13
riica de sucesos que toinó pronto el cariz de un ((framento ' y sitiía en el espacio los sentirniellto'; qk1e f : x p r ~ ~ a ~
vida» cuyo realismo exagerado se combinó en una
0 l:!eno de Sol y alegría, a la 1 . ~ 2 j ~ ib]nn<:.n
a de Ij>s
1)ed.e ile natilralisrni:, teórico, en una ((convención» que ps
de relieve 121 bealralictad pura. tura1e:za tiene por objeto expr.zfiaf 10 inexlires:ih[e,
l:>:n<:~tc? srr;aliciixo», lo <(real»,totalmente elaborado, no ral. Aunque su simbología se b:ilsc, ccrnlc-,
c;iptac]i~mas qu~:cri lo clue puede. tener de ((significante),,Y 1
]o?;
la de las cosas mismas, estas cosas ~ e i . ~ j i i rpcjr
l~,~~
hechos, reducidos ;a lo esencial, son organizados para fines
yrresivos; los objetos y las cosas son CEtrOS tantos signos- De ollta.6a en que viven losperseg~iidasr:r; s i l n b ~ l < {je
~
cual se: deduce que la mayor parte de estos dramas fueron aislamiento, de esfuerzo trágicci superar, y iii
.bri(:ad~;>s» para captar mediante la imagen ideas morales de piireza, de redencibn, aunque j : ~ gen~:r;i]iti:~d
cjalr:s decidjda,merite al~stractas,y ya henios d.icho que I-I eda reducida al caso partjcsrilai.. :ialjcljitcc.rr,
paree<: hoy rngs artificial y más falso que esta realidad
T i e m p o y espacio del dra búsqueda d e u n a dramaturgia

por el contrario, si las ciénagas simbolizan la mentalidad impresionistas que traducen la alegría de vivir de 10s
héroe, la influencia de un amor culpable y maléfico, S esposos, tanto como la simplicidad del hombre que en
convierten en símbolo de hundimiento espiritual, de ran ingenuo; su sorpresa inaravi-
cimiento y de caída. Como en los suecos, la naturaleza es ellos de la ciudad: una ciudad de
jada a imagen y semejanza del drama interior, r e f l e ~ aun ada pero suficiente para poner dc rejjc~ie
de ánimo, pero como en los alemanes, se convierte en un 110~0,SU lujo y la vida que la anima, Por fi11,
en un concepto, en una «esencia». Recordemos el tema reso: ahora el estilo expresionista vuelve a tomar su modo
Amanecer: acer con la tormenta que surge en la noche que cae. SG ha
Un joven campesino, seducido por una extranjera de vaca- ado a esta película esa ruptura de tono que es a todas
ciones, decide matar a su mujer: la llevará lejos de la pobla- .emeditada y que está hecha a imagen y semejanza del
ción, al otro lado del lago, y simulará un accidente. Durante la dos episodios sombríos, casi simétricos --las dos tra-
travesía duda, pero la esposa ha tenido tiempo de adivinar 10 tro, una modulación en tono ma-
que pretende y enloquece. En cuanto a él, la mirada espantada los dos jóvenes campesinos.
de su mujer le hace tomar conciencia de SU crimen. Perseguici veinte paginas para hacer la ex&gesis del
por 10s remordimientos, una vez cruzado el lago, trata de reco* uno de 10s más bellos de toda la historia del cine, Aunque
quistar a aquella a la que ha querido suprimir en el transcurso ven sea encontrada al amanecer, este amanecer simboliza
de un ataque de locura pasajera. La joven piensa que es enga- conciencia. El puso del film, su lenta y gra-
fiada, y entonces ocurre el lento retorno de la confianza, el estilística, el paso de las brumas rnatina-
viaje de los dos enamorados que descubren la ciuda ediodía, de las ciénagas a la ciudad, con la res-
grías y sus maravillas. Al atardecer embarcan de nuevo de ese mismo sol elevándose al día siguicrlte por la
hacer la travesía de regreso. La noche ha caído ya y se des Por encima de 10s cañaverales cubiertos de bruma, son
dena una tormenta. La barca zozobra. El hombre consigu icación suficiente.
nar la orilla a nado. Alerta a los habitantes del ~ u e b l o Flotan
. qw todo se convierte en símbolo pero sin que en ningún
sobre el lago sólo se ve un haz de juncos. Más tarde los pes i-ilento se fuerce la significación; la significación procede de
dores traerán el cuerpo de la joven. las cosas: la toma de conciencia del acto criminal
Esta película, que es la historia de una «toma de conciencias a de un vuelo de patos salvajes que parccc 1Ievar
se divide en tres partes. La primera se desarrolla en la bruni elas de un hechizo perpetrado en una gleba pc-
y la espesura de las ciénagas. Un paisaje «real», al qu ara el paso del bosque a la ciudad, cl viaje en
lismo de estudio presta, con una luz cegada y difractada, camino que sigue un espíritu que sc dcspiertn,
transfiguración simbólica y lírica del más puro estilo expre ncia que, por fin, se revela a sí misma. El hombre,
nista. La extranjera atrae al campesino hacia ella. Su papel O en sus dudas y en sus debilidades, conoce su podcr
es sólo el de una seductora, sino el de una especie de volun Sta a SU joven esposa. La jornada en la ciudad uo-
agresiva, el de una potencia maléfica que subyuga al hom ta de una boda a la que ellos asisten y que es
y lo embruja. Aunque cuando le propone acabar ción, mientras que luego la naturaleza ejecuta
el reacciona violentamente, irá dejándose ganar hombre, durante un instante había. caeseado,
para terminar convertido él mismo en cómplice én por delegación, ante el horror de su acto,
Esta parte copcluye con la travesía en barca, cuando
hombre toma conciencia de su acto. Una travesía que se reali ien se trate de expresionismo en el sentido riguroso de f a
en un paisaje a todas luces real en esta ocasión: un lago rode resionismo, puede decirse que esta pcli-
do de bosques sombríos, pinos y abetos; un paisaje q S modelos del arte de significar a trav&s de
un tiempo un aspecto salvaje y grandioso, vasto y, sin e aspectos del mundo exterior. Y aunque está construida como
aplastante, La segunda parte comienza con el viaj alidad que la domina, por s i l rnalefleio
mientras el marido va recobrando poco a poco a on la libertad de un relato. Corno siempre:
posa. El film está hecho entonces a base de una m , el curso de las cosas parece ser lil realiza-
~ i c n i p ay espacio del d r c i ? ~ ~ l c ~búsqueda d e utzu dramaturgia

ciól-, un deslirio oscuro o de alguna fatalidad met:afísica. c1rnt)re por salvaguardar su libertad fi.erltcna las
lejo5; de ser la nlanife,stacióri de un eSpi.ritil~lis opresión; pero a duras penas puecle )jablarsc. de
siinboliza un r::onc:epi.o al tiempo que re 1: no hay conflicto en el sentido exactá~ esla
ánirrio,Se reInitc al modo expresionista en qu
ániirlo <te:rpresados»por el clecor-ado se reflejan en los
el (lecorado, co-rivertido casi en paisaje, es clecir,
tido eii,It&1ticamerite en Weltanschui~*ung considerado negativa a someterse, ].a expresión de una rebelión que
como ,?l univcl:so. Las cosas que a un t i e ~ i p opa aquí en conciencia intuitiva, sucede a la «toma ctt:
a la Liniversalidad del paisaje y a la universalidad del con a)). El arrior y la libertad son para 10s jóvenes su ílIlic;i
apai:ecen entol~ces co:llo expresión conc.reta de una fa de vivir. Su voluntad se opone a las necesidades jerarqLii-
unijrersal. ~ , l~,eclio
l es evidente en Nasferattr ( 1 9 2 2 ) ~en F ~ I - s t i c i o s aque
~ son como una especie crrlbr-8bri(je
(19Lf6)1, irn esa otra obra maestra Clue flle Tflbti. (1g31).
las islas; dr:i P:kcíficcr, la isla de Bora-Bora
vida :;imple de los iridígenas. 1-3s nociones de bie
carecen para ellos de (jeritido, y la vida trariscurre
primeros tienipos del munclo. Matahi y Reri se amfiI1. Dan
ritLiales .van a celebrar su próxinia uni6n. Per
gran sacerdote, desembarcado en la isla vecilla,
traer la diella esperada, será sena1 de duelo: la última
coitsagrada a los dici!jes de la ti.ibu ha muerto, Y la suert
de!;ignado a Reri paria reemplazarla. Una vez consagrada.
ven es declaratla <(tabú».
Matafii, sir1 embargo, rapta a Keri, para la cual tambierl
arrLores carnales sor1 nias fuertes que 10s amores divinos.
to:; los (los 111,iyen buscando asilo en una isla lejana. En Ta
doiide se ocu'ltan, la civilización ha cotnenzado a c"mplil tado, se hiiri<[*:[ras
talyki: se necesita dinero para vivir, y Matalii se convierte a barca N:I ale,;$
de perlas, ílnica felicidad consiste el1 11 c.I calllpo r t ~ a -$ 3
Rei-i tarde en su choza. Sin embargo, el g r la pantalla [subraya Bazin en u110 (Ir ~ ~ u,'~tilc.]ií.!!;]
1 s
un \iurn día desembarca en la isla y encuentra a la love da identificad:^ completamente. con el destino, si^^ qalc itriil...
do tc:>da\tíavirgen ante los dioses, Reri debe seguir su 1i;iga trampas con el realismo rigur-oso de Liri$ pel;ci.il:l ro-
M;;it:itii, de regreso, se lanza en su persecucióll- Se .e a Por e.ntero en un decorado .natural». M u l - ~ i a en
~ ~ ,efecto,
aLLnqile en vano, en alcanzar a nado la barca que se lleva
esposa. Morirh de agotamiento, mientras la embarcación S@
ja y decapal-ece en el hor:l.zon.te.
blo ]lay que buscar en esta película un adocu
rhcl:er emológico nlás o nienos novelacio, sin0 la exPre
u.il tema social bajo las apariencias de una historia mbologia dolldc I ; ~
~ , o s :irriantec hiiye~ipara .vivir felices al margen resa una «existencia>)de la que nunc;i
ciond='; que ]cs han sido irnpuest~ispor las cree
y lt:,s ritos de una sociedad primitiva. El destino, s
--.-a:>; cie:cir, 1:~s leyes de la tribu--, será más fuerte
le:; obligará a s0mc:terse o a morir. Reducid
nlás siinpl.e, la línea. de este film es la de una t
394 T i e m p o y espacio del drama u búsqueda de una dramaturgia 395

duración psicológica está ausente del cine mudo, salvo en O se trata de una corta duración, es siempre llevado
minadas obras de las que más adelante hablaremos y que 1 ocurre en T h e Italian, El c e
ron las que señalaron la entrada de la temporalidad e
pantalla.
La evolución del cine mudo, que fue extremadamente rápi-
da, fue mucho más la formación de un lenguaje que la f
ción de un arte. Aunque no faltan obras de auténtico valor
aunque se puede hablar de arte al referimos a ellas, la p
ción media pone de manifiesto un lenguaje cuya flexibilidad,
duras penas conseguida, no tiene otro objeto que narrar h
torias fáciles. El cine, que expone con habilidad situaciones
actos, que se halla ahora capacitado para significar ideas,
sugerir srntimientos, no sabe aún contar una historia que
luciont., trame acontecimientos, mezcle tiempos y lugares, lla de Gettysburg, El nacinziento de u l ~ n~lacidtz,I s t f ~ v-un-
lr~
a los personajes, los pierda de vista, vuelva a encontra Y o acuso, La caravana de Oregdn, Los NibeIungos, La kuel-
todo ello con el brío de un novelista. Sabe ya, mejor incluso El acorazado Potemkin, Octubre, El fin d e S u n Pctersbrrrgo,
que la literatura, que en este aspecto seguirá sus huellas, pa- poleón, La línea general, Turksib, etc.18.
searse a sus anchas por el tiempo y el espacio, pero para situar Con el cine hablado la continuidad se hizo más flexible, más
los hechos, para mostrar, y no para analizar o sacar las conse-
cuencias psicológicas de semejante libertad. El arte, muy real,
radica todavía en la manera de decir, no en el valor de lo que
debe ser dicho con objeto de significar algo más allá de 10s
hechos y de alcanzar resonancias profundas. Todo esto es VA-
lido, por supuesto, salvo para algunas obras maestras que son
el testimonio de las capacidades del cine en este campo.
De todas formas, el cine describe, expone más que «cuenta*.
Salido de las trabas escénicas del teatro, todavía encuentra a la
sombra de éste las estructuras que le convienen y que garail- te cine por su forma de expresar y de significar, fueron
tizan a sus obras rigor y solidez. Sólo consigue acercarse a la ramente teatro por su construcción, pese a una niovilidad
epopeya en el fresco, y al lirismo en la novela corta. Tiene necc- 1 espacio y en el tiempo incapaz de ser llevada ri Irt escena.
sidad de una acción simple, de un desarrollo lineal, de un cua- gel Azul, La comedia de la vida, La calle, El nrilldn,
dro conciso: el cine m u d o d o m i n ó el espacio; n o supo dominar piro de Dusseldorf, y muchas otras más. Pese n sil
el tiempo. lepdor, Aleluya, primera obra maestra lírica del cine habla-
Sin pretender hacer aquí un índice preciso, podemos señalar , recuperaba la construcción discontinua de los priniesos
que los .dramas» más significativos salen de la teatralidad rnpos, dado que cada secuencia, notable por su ritmo ínttr-
pura: La marca del fuego, Mater Dolorosa, La fete espagnole, 61 , estaba separada de las otras, y un subtítulo aseguraba ULI
gabinete del doctor Caligari, El Golem, Eldorado, La carretfi
fantasma, Las d o s tormentas, Fievre, Scherben, Torgus, Vanina,
Sombras, La calle, El tesoro, Sylvestcr, El zíltimo, Varidtés, LulÚ,
El a m o de la casa, La passion de Jeanne d'Arc. etc.
Las obras líricas sólo se libran del teatro por un detalle.
porque basan su estética en la significación del ~ a i s a j eo 1 rtad cinematográfica, y que tuvo sus mejores momcntos en
cosas, integradas de esta forma en la espacialización del drama.
La acción evoluciona con facilidad en el espacio, pero el tiempo, la nota 10, p. 363.
los aiios 30. Pero inientras se rechazaban las reglas teatrales que ia fuese benéfica. Pero la comedia no tuvo que esperar
paralizabaii ci camino propio de la corriedia y su rnoviniiento, se cine hablado para manifestarse. Los films (le esa categoría
ue busciii., corrio
niaiitiivu del teatro s u diálogo, dejando al cine el cuidado de
asegurar 1zi cr:~ntinuiclad.De t:al forina que en lugar de tener una
oljr~ipesada por una cionstrcicción rígida pero expresada visual-
~ ; ~ i e u ? :;e
e , tuvieron obras constriiidas con una libertad en oca-
siories sorprendente, donde 20 mcis importante, es decir, los sen-
tiruientos, los pei-Isarriientos, el estado deconciencia de los indi-
vicluos, era expresaclo vr:rbalmerzte; el cinc dominaba el nivel
de la. estriictnra draniática, mientras el teatro hacía lo mismo
coi1 el nivel cle la e.x:presióiz.
hlucl-i,asde estas comedii?is eran encan!tadoras. LTna psicolo
..*i, siiperficial -pero psicología al fin y a1 cabo- surgía
f;'tri

la vivacidad tie las riiplicas. Las i~iejores,que presentaban


es de llegar a Estados Unidos en 1924, Lubitsch había
> muchas influencias. Convertido en Alemania en clirector
tituía por entonces lo esencial d e l a pi:oduccion. Con algo de grandes recoilstrucciones históricas, despu6s tie haber
«riirig;ia inodei-na», hacían pensar en una nueva esencia del cine; erado la importancia de las .películas italianas de: 1ii i:l:)o-
cuarido las irriágeries significaban lo hacían con verdadera su- irigido ya unagran cantidad de comedizis algo , .

tileza. io las de Mauritz .Stiller. Estsis eran tnxl lige-


¿(]u6 queda de tocio ello hoy? No mucho, en verdad. S ~ l c e d i r s pesadas. El sueco fue, según todas las r\pa.-
ltria noclic, qt:iizá, C L I ~ Oencanto es evidente. Las demás pelícu ltor del género en Europa y Lubitscl-i ilet:)ía
la:; son ipsoportables por su incesante parloteo y por situaci
' nes c:uyei arbitrariedad es tal que 1:i ironía ofrecida como crítica )o que dramas exaltando el hombre y ri:a[ii-

social tingaña o cae por SLL base. Esta espuma de champán, Sangen o m del? Eldroda Blomfn~r~a,
Jol~íi~r,
proiito evaporada, 1-13 pertlido todo sabor, mieniras que obras

tura superada en la ac:tiialiclad pero que basta con admitir com


postulaclo.
S610 tienen algún valor las comeclias descaradamente bur- rz es una adaptación de El zorro d e plata, de
c Herczeg, y las demás comedias se inspiraron en pit:z:3s

clucicto a un sinseiltido verbal. Por ejemplo, Merrily live. Y' nfluencia europea, fue a través ti<: Liiliitsch,
coinediias cáusticas cuyo mordiente no aparece ni en el diál los húngaros. P o r o t r o lado debe su,bray;tr-
e los autores o gilionistas de corriedins arrie-
os tiempos del cine mudo eran l-iúngaicis:
y y Melchior Lengyel. Su ha-
n las situaciones 1~15sque ccin las
o natural a la exprtlsion ~ i s u ; ~ l .
1,í-i <(comediaamericana)), sin embargo, incitó a los cineasb
no, la comedia americana no vjo 111 1111.
a coi.lstruir sus pelíciilas con mayor libertad, a darles la (cap or qué buscarlo fuera dt. I»s
i-it*nc:ia c.le iin relato)), a falta de saber -o incluso de poder- ma de los pequeños rlraii~as
darles el sentido y las furiciones de la novela. :De ahí que s
Tiempo y espacio del drama a btísgueda de una dramaturgia

Mientras lo burlesco nació en la B i o g r a ~ hcon las car ay que ir a las comedias de Cecil de Mille para buscar
persecuciones de Wallace McCutcheon para desarrollarse c ras manifestaciones de un estilo, de una libertad de
las Christy Comedies y perfeccionarse en los films una altura aún poco habituales en el cine.
Sennett, la comedia de género sucedió a las scenes of tr tono tratar con un desprecio c o r t b
de Vnn Dykc Brooke en la forma de las scenes of constnicciones» muy aproximadas
de Gcorge D. Baker y James Young. Sin duda, est a los juegos de circo. Su mal gusto
que tenían más de cómico que de comedia, eran ta o además de que siempre fue un
como rudimentarias, pero la ironía de las situaciones se es jemplar, hubo un tícmpo en que
; el talento: un don innato de la
l. .i ya en pequeñas obrecillas como S t ~ f f ~ a ~ e t(191tes
origen a las «comedias de salón)) -pequeños saine gudo de la observación de los
r-7 que se burlan de las costumbres, los usos, los modo
j j por Sidney Drew y su esposa a partir de 1915 y luego por
,. J
muchos otros. efecto, suelen ignorarse las «comedias mundanas, que
Por supuesto, el objeto de sus sarcasmos era entre 1918 y 1922 sobre guiones de su hermano, otorgando
cionalismo tal que la ironía de que hacían gala ca S un tratamiento incisivo y pe-
E
1,: gro. No había riesgo de molestar a nadie, y sólo 1
podían pensar en audacia al ver atacar alegremente los tab e la comedia sea
gastados. Pero si estas películas atacaban principios que nadi te de comporta-
; 1L.! '';
podía tomar en serio, sus autores se ejercitaron en el carácte
satírico. Aprendieron a manejar la elipsis, la alusió
pudieron decir cosas menos banales la forma estab a y que preludian todo lo que De Mille hará de
bastaba con llenarla.
Después de la guerra, la turbulencia social y moral que
siguió facilitaron grandemente las cosas. Las relaciones sex
les, el flirteo, el adulterio, aún ayer rehuidos por la panta
pudieron ser abordados, si no directamente al , aquí no hablaremos más que de aquello que
modo alusivo favorable a la ironía. La comedia r y que es lo bastante importante para que ahí
se desarrolló enseguida y hay que ignorar las com rdadero origen de ese famoso ~Lubitschtouch»
canas de los años 20 para conceder un sello de originalidad
las de los años 30. Resultaría muy difícil compararlas e
to al virtuosismo de la puesta en escena, pero la «manera» se
halla ya allí, aunque sólo sea para atestiguar la torpez
neófitos.
Con las comedias interpretadas por Mary Allison, H
Lockwood, Ethel Clayton, Bryant Washrburg, etc., el cine
ricano adquirió una nueva fisonomía. La obrita ingeni
a Mary Pickford, a Mary Miles Miater, a June Caprice, ce
poco a poco el puesto a una comedia acidulada, burlo
vía inofensiva pero ya no inocente. Con Madge Kenne
tance Talmadge, Vivian Martin, Viola Dana, Shirley Mason, stas películas, que hemos tenido la suerte de volvcr n ver
«colegiala» avispada eclipsó a las aldeanitas endomingadas ntemente, han envejecido mucho menos que la mayoría
torpes y la crisálida dio nacimiento a la flapper, la S los años 30. A los hombyes c t l e n t ~
de los años 25, de la que fueron modelo Joan Crawfo a mujer de mundo a quien cl des-
Haver y Clara Bow. O, las manías y la desenvoltura de su marido se han Iiecho
Z'iernpo y espacio del drama Ihr btísqz.ieda dr: u ~ drarnatt~rgia
a
insoportables. 'Le abaridona por uii hornbre que le hace una
corte asic:lua cuya di;stincici)nla deslumbra. Pero en la intimi-
dad todo vuelve: a coroíirizar. El petimetre se muestra tan desen-
vuello, tan maníaco como cl otro, e incluso un poco granuja. ia, están tomados de la vida real.
Tanto qiie iio :.9 queda otro remedio que volver con su marido,
el cu:il :al rrienos le garantiza un cariño sin s e p n d a s intenciones.
Coino pi~ddeverse, esto no va rnuy lejos. IJero por vez pii- e Badger- Iít ccjrri-
mera la corneciia se liace de mil pequeñas «nadas», de esbozos mayoría de las lreces vn ]ar,-
' intinlistas, cilgiinos de los cuales resultan sabrososi. :Los objetns bargo, U,za n.lr~jer d e ]Pcrri.~,
--signo o símbolo con Ii~ce.31 Griffith- se convierten en otras os de hablar, sil;ni-
taritas notaciories qi~r.: subrayan uri pensamiento fugitivo, rliz ntendidos y otras iritruspec-
estado de: espíritu, ui-1.a.manera de ser, y que dibujan levemente a. El escoi-xo, la rlip~;i.s,la
c,;zracteras C L I ~ ; Ipsicología, aunque simple, tiene al menos la evideilci;l cuncretii ;ipa..
ventaja di:. sonar justa en el tono, evidentemente, de la comedia en la point:illa con fines aptos para Lisia psicologiia i.ioiJe-
i;afisticada, I..:i riccióri, que podría ser la de una pieza teatral, y no para tina fantasía teatral. Sin. I i n l ? I i i ~del V L I I O 1\11-
~
perri-iite adivinar -traduce incluso.- el tono de la corriedia clc de la sutileza y de la autenticidad de los i.;lr:cicte:rcs,
teatro, pero hace olvitlar la ~coiistriiccióiiteatral» gracias a una de Paris era, según observa Théodore 1-Iuff, \inri cspt4a:ie
ex~re:,;iónla rriayoría de las veces visual y a una libertad . d e atográfica para 11r;odt: di-
movimieritos cllie anmicia la de las comedias futuras.
Para c:oilocer a qi.16 puriko había llegado --a su cima extre-
n1;i--. el cirie ímtes de 1920, no basta con haber visto El nacis
nzieizto de u n n 17aciórz,o Irziolerancia, películas que: en el plano
del montaje y del ritrno son lo mejor que ha dado el arte de las
irn¿~geriesaniil-iadas; ni El lirio roto o Pobre amor, pequeños
melodramas transfigurados por el lirismo y la sensibilidad del día, el azar le hace V U ~ J T L8* ~<:*:ii-
autor; ni siquiera Los proscritos, primer dúo patét:ico del Iion>
bre y (le: la naturaleza; hay que haber visto El cobarde, de Tho.
11~;isIi-ice, para desculirir las primeras tendencias hacia'el
to, y
,lI Iou honzbtes para seguir los pasos de un medio donc a sala de fiestas noqturnix doi-ide
la expresibn, convertida en i:liptica y nltisiva, trata de trazar 1: nsada de su vida de placeres,
psico1ogí:;is. .madre de quien fui: sil anligo
En este orden de ideas, la obra maestra del.rnudo es
blemente Urra mujer de París. Porque si Griffith, Ince, con las costiirnbres de la.época, hay mucIio di: rne-
tarde Eisenstein, estal.,lecieron las estructuras fuiidamentale ; si no en los hechos, al ~nc:iios
la «sign.iSicaci6ri~~ cinematogi.áfica, no hay cjue ol.vidar qu ski:; concorclancias (azares felices o desgraciados, nia1c:ritcii..
películati no se hacen sólo a base de planos y de relaciones
planos, z;ino también -y ante todo- de escenas que en
imas en otras y que constituyen, al mismo tiernpo que la garan-
tizan, la contiiluidad tiel relato. Toda la significación de la pela'
cula depende de esta arqiijtectura cuya concepción se orient
corno heinos visto, desde unos inicios teatrales hacia la ((novt.
colta*, evolucionando del drama al análisis psicológico. ----Al principio, cuando Marie (Edna Purviaricc) se ericucn-
Dr:sde: este punto de vi:;ta, Una i n ~ ~ j eder París es una en la estación donde está citada con Jean, es dc nciche. S e
las fe:chzis mi:; iniportaiitec en la historia del cine: el 13
la En Thí.odor<: Buff, Charles Cl~rrpin,París, NRF, 1953.
lo rompe el tacón de uno de sus zapatos y llega cojeando
la ve en el andén, en la penumbra, esperando el tren. Cuando e Pierre, que se ríe a carcajadas. Ella le arroja el zapato
éste llega s6io se perciben los reflejos luminosos de las ven
nillas de los vagones que se perfilan sobre el suelo y sobrc
rostro. Los reflejos se deslizan, se detienen. Marie se aleja, - Tras una explicación durante la que le hace comprerider
liendo de campo. Los reflejos se mueven de nuevo. Ella se nia a Sean, la expresión de Pierre demuestra que no cree
marchado a. Sentada sobre el lecho ella repite: «Le quiero...)). El se
ina, la besa en la frente y despidiéndose dice: «Está bien,
- Cuando Pierre Revel (Adolphe Menjou) visita el aparta- e14 mañana por la noche para la cena ...».
mento de Marie sus relaciones se aclaran para todo el mundo
en el momento en que 61 va a buscar uno de sus pañuelos eri -A la mañana siguiente, Marie, tendida sobre una mesa,
el cajón de una cómoda. ta con una sábana, recibe un masaje. Llega una amiga.
orrean. La masajista, impasible, prosigue su trabajo sin
- Cuando Marie recibe en su casa, a su antiguo enamorad«, tención, aparentemente, a la charla de las mujeres. Pero
no puede ocultarle cómo vive en el momento en que, al buscar n s u actitud, en sus reflejos se adivi~iaque no ~iiei-deni palabra.
un vestido con el que él quiere que ella pose, deja caer de un rctirar la sábana que la tapaba, Marie queda desnuda (fuera
cajón un cuello postizo y unos puños de camisa. O,justo por debajo del cuadro de la pantalla). Se adivina
- Cuando Pierre, al llegar a casa de Marie se da cuenta de O gracias a los movimientos de manos de la masajista,
que Jean está con ella, degusta con una especie de voluptuosi- ambién a sus miradas, y entonces aparece otra amiga.
dad fingida un bombón de chocolate cogido de una caja rega- ese momento toda la acción y el chismorreo de las muje-
lada aquella misma mañana, tiende la caja a su amiga e iróni- uadas fuera de campo se leen en el rostro de la masajista,
c a m e ~ t esugiere que «también querría probarlos quizás el señor rnimodrama es digno del propio Charlot.
de la habitación de al lado». - Cuando Jean se reúne con Pierre v Marie en el cabaret,
- Cuando Marie visita a Jean en su estudio y él le ofrece té, 1
!
tras haber hecho llegar un mensaje a ésta, los dos hombres se
dair la mano. Píerre le ruega zentarse al lado de ella, le ofrece
una servilleta desdichadamente desplegada y en muy mal estado
deja adivinar su situación.
1 uri cigarro, fuego, todo ello con amabilidad, pero introduce os-
tensiblemente en su bolsillo el mensaje dirigido a SLI amiga.
- Cuando Marie, en traje de noche y dispuesta a salir con Por fin, la última secuencia del film: en una carretera en
él, le hace una escena a Pierre y se queja de no ser feliz, éste campo, un carro cargado de heno camina lentamente.
juguetea irónicamente con el collar de perlas que ella lleva cn el heno, en el carro, un joven campesino toca el acardcbri.
su cuello y que él le ha regalado unos pocos días antes. Furiosa, lado, Marie acompañada de los niños que tiene a su cargo
ella se lo arranca y lo tira por la ventana. Pierre, sonriente, St: granja. En la misma carretera, y en sentido ii-ivcrso, bas-
sienta y comienza a tocar su saxo (que ya tocaba antes mientras lejos de allí, un gran Marmorit (el Cadillac de la tpoca) cn
ella se vestía) sin inquietarse en modo alguno por este acceso e se encuentran Pedro Revel y un amigo: «¿Qué ha sido
de mal humor. Pero en la calle un mendigo recoge el collar. arie?», pregunta éste. Pedro alza los hombros. Lo ignora
Marie, muy nerviosa, le dice a Pierre que siga tocando tranqui- no le preocupa. Sin embargo, el coche llega a la altura d e la
lamente -y no sin ironía- el saxo. Marie, entonces, baja de Se cruza con ella, pasa raudo prosiguiendo su sarnino,
cuatro en cuatro los escalones a la búsqueda del vagabundo, le que por el otro lado el carro de heno sc aleja icn-
arranca el collar de las manos, vuelve sobre sus pasos para
darle una recompensa y regresa apresuradamente, pero al ha- or supuesto, todavía hay numerosos subtítulos. Pero ya no
m Esta clase de imagen elíptica fue empleada, sin embargo, por Th& imagen la que exige la ayuda del texto: es el texto e1 quc
mas Ince, especialmente en La cruz de la humanidad (1915): sobre urin voca la imagen, el que suscita la expresión visual.
campesina francesa sentada al borde de la carretera, y que estrecha con- Cliaplin utilizaba ya en sus cortas cintas estas figuras de
tra ella a sus hijos, se distinguía la sombra, cascos puntiagudos y bayo. ilo, pero ninguna obra dramática había podido sacar partido
netas, de un ejército prusiano en marcha.
A Ita b ú s q u e d a a'e una drawlaturgia
de ellas. llnn wrtijer d e Purís derriostró, siir embargo, que el cine [~ .'j Si se considera a1 teatro como el arte específico del dr,intiu, tiay
no era. stllo iiri;l cuesl:iijn de montaje, de ritmo, sino tambidn, que reconocer que su influencia es inmensa, y que el cinc cs r:l
y sobre todo, rje escri.tura, de guidn, de concepción. Se coni- bliimo de las artes qile puede escapar a ella. Pero con este r:iscxr>, i ; ~
~irendicicilto~lci?sque una película rio era, como el teatro, @Utnd de la literatura y las tres cuartas partes de las peiívtnlas r i o
«pticsta en escena» de una obra cuyo valor preexis1:ía a su (c srrínn sino sucursale!; del teatro. No se debe plantear el pruhloxaiii de
pr-c.:sr.natat:ión», sino la forma'lización de un tema cliie po se ese niodo: no comienza a existir más que en función dc I:i ribrii
tiiallzaba ni teinísi valor ni :;entido más que a través de e tratrnl encarnada, nci en el actor, sino en el texto2'.
forrila'lizzición.
En efecto, este punto es esencial. Porque si la infIuencia del
te:ltru fue notoria 'eii la mayoría de las películas anteriores a
1940, ral influencia se limitó a la dramaturgia. Ya hcrnos visto
A~YXIV.?'I?ATRO Y CINE! que las 13elícula:i rriudas que dieron muestras de ((teatralidad))
no fiieron menos visuales en su forma y en su estilo. Incluso
Stt aniitnba todavía por- estos problemas cuando el cine hablado iaubo obras capit~ilesde los años 30 que mostraron el camino que
i ~ i l l r )rt pt>rii:rlo todo e.11 cuestión. Dado que aportaba significa- fiabía que seguir si se quería alcanzar una expresión cinemato-
ciories vc:rb~les experimentadas y dominadas desde hacía siglos grAfi<:a y no una expresi6n verbal.
-- por lo tanto, una facilidad-- rnuchos creadores pensaron que Por el contrario, la mayoría de los que creyeron escapar al
exic iriíitil tratar de significar con iinágeiies cuando tan simple teatro volvieron a encontrarlo profundamente en u n texto del
era l-iacei-lo coi1 palabras. De ahí el registro puro y simple de: que i:sos filrns !se convirtieron en medio de expresión Cupda-
u n espectáculo cuyo valor intrínseco era anterior a cualquier mental. Porque si la teatralidad (que considera un <(inornento
otrii oper:ición cinematográfica. No obstante, las obras teatrales bittgico», orientado preferentemente hacia un pasado del que él
fili.iiadas pi,onto fueron sustituidas por las «comedias», de las es :ln corisecuenc:ia actual) permanece como el fundarnerito del
que ya hemor; dicho que no pedían al cine más que su movi- artc dramático, se puede, refiriéndose siempre n él, escapar a
rniebirto y su ubicuiduci. la expresión teatral. como ocurre en Le j o ~ t r.se leve. Pero no se
F'or tanto, como en los tiempos del cine mudo, pero de una esciipa al teatro cuando la expresión verbal se convierte en esen-
forina más pi-ccisa tociavía, el film se basa en el teatro. Si ad- cial. sobre todo cuando se convierte e n diálogo, (lado que ésta
mite una liberiad coiitraria a las reglas cte la escena, la expr~rsn es la manera de ser y de sigriificar teatralmente.
por el diálogo: y si consigue significar mediante la imagen, Por supuesto, el diálogo por sí mismo no cletermiila la cali-
toriia de la dramaiurgia sus vértebras. En resumen, el texto oi6h deci de una pieza teatral, que exige también otros factrjrr,, lyeio
siistiluye al texto leído. En cierto sentido, el proceso es cierto, rlrs hay una obra teatral que no encuentre en el verbo su exprc-
tlado que la audición del diálogo perniite a las imágenes desa- siti11 y su finalidad, puesto que en el teatro todo llega por las
rrollarse con iina corilinuidad homogénea. Por el convario, 10 naiabias.
veibal, gracias a su facilidad, aventaja a lo visual. Por eso tenízin razón los; autores dramáticos qutbadc*;dt. cl
Pndi-íamos, por ello, conienzar este capít~ilohaciendo nues- primer momento vieron en el film hablado o t r a ~ O T I ~ Zi Qi ~teatre>;
"
tras las ideas de Bazin (hecho iniisiial), quieri decía eil uno de I ec dccir, una manera distinta de expresar y de significar r t r t s -
sur; inejores estudios: dicrtife el texto: uria forma liberada de los imperativos y I,.is
obligaciones de la escena.
Rc::;ulta fácil ver. que 11' s relaciones del teatro y del cine son mQs Al parecer, no se ha comprendido, o no se ha querido corn-
nnligiias y rriás íntimas de lo que grneralrnente se piensa, y sobre patondei-, a Mart:el Pagnol, haciéndole decir qui. cl cirit> tirl?li:j
todo que no se limitdi~a eso que dr ordinario y en sentido peyora- limitarse a «fotcigr:liiar el teatro)). Por discutibltas íiue scirii sis.;
tivo se tlirsigna con el nombrt, de ateatro filmadon. También resulta palabras, jarnás dijo semejante tontería. Todo lo cciritr'oiin: (<E1
facil ver que la influencia, tan insoi~scientecomo inconfesada, def íirtc teatral res~lcitabajo otra forma y va a conocer iin,i pro:;-
repertorio y de las tradicion~oc teatr,iles hii sido decisiva sobre 10s
géneros ~irntii6ticoa~ovasideraclosejemplares desde el enfoque de le
--
21 (El subrayado es ~ n i ~ André
.) Bazin, <Théátre el ciiicrn,i*. Eliprrt
puie;.a y de la .cspecificiciads. juriio-julio de 1951.
1
406 T i e m p o y espacio del drama o A la búsqueda d e u n a dramaturgia 407

peridad sin precedentes C...] Un campo nuevo se abre al autor del que el cine no es más que el aparato encargado de registrar-
dramático, y vamos a poder realizar las obras que ni Sófocles, lo. Lo cual no quiere decir que el cine no pueda o no deba pres-
ni Racinc ni Molikre pudieron siquiera soñar porque les faltaban tarse a la valorización de la expresión verbal, sino que en ese
los mecliocs. Y si añade: *El film hablado es el arte de impri- Gasa un hecho semejante utiliza el cine para fines que no so11
mir, de fijar y de difundir. el teatro)), en modo alguno entiende los suyos, estéticamente hablando. Del espectaculo resultante no
por eso «la puesta en escena teatral)), el espectáculo, sino el rechaza su derecho a ser interesante o válido, sino única-
arte dramático, la sustancia y no la representación. Para él la ente que se invoque a la expresión cinematográfica. No todo
dramaturgia encuentra e n el cine otra forrnalización posible. Y que está impreso es necesariamente literatura. No todo lo
si «el film hablado, que aporta al teatro recursos nuevos, debe e se proyecta en una pantalla y que participa del cine «como
reinventar el teatro», el cine debe o puede suscitar un arte dra- medio de reproducción y de comunicación~~ aparece npor prin-
mático a la medida de sus posibilidades. Además Pagnol preci- c i p o y por definición)) como expresión visual, es decir, como
sa: ((Será necesario que el dramaturgo elimine de su obra todas arte de expresar y d e significar mediante imágenes aizimadas.
las convenciones teatrales inevitables en la escena, de las que Ahora bien, Marcel Pagnol cree que el cine no puede hacer
el niic'vo medio de expresión nos liberan 22. otra cosa que ((realizar una obra concebida y pensada antes
No se puede sino ratificar esas ideas. No estamos de acuerdo, incluso de que se haya puesto en movimiento todo el aparato
sin embargo, con el pasaje en que nuestro autor considera el de: realización, una obra que existe fuera de él)). Este torpe
cine como la simple realización de un drama cuyas significacio- error, concebible en 1915, y excusable en 1930, no puede ser
nes son «y siguen siendo)) esencialmente verbales: «de este admitido hoy, porque si hay algo completamente cierto es que
modo, el campo mismo del arte dramático se verá agrandado, el ((aparato registrador)) no tiene más objeto que construir una
su mismo ritmo será modificado por este nuevo arte menor que obra que no posee ni sentido ni existencia con anterioridad a
viene a ponerse a su servicio)). Para Pagnol, al reemplazar a la su acto creador, puesto que el proyecto del cineasta tiene me-
puesta en escena teatral, el film debe, como aquélla, ponerse nos relaciones con la obra misma incluso que el esquema de
al servicio de la obra dramática, es decir, de la palabra. Más una novela antes de estar ésta terminada.
adelante veremos hasta qué punto esto es posible, porque para Cierto que tal definición no considera siquiera más que una
el cine, «arte de representación)),todo es posible. Puede repre- erlueña parte de la producción. Siendo la parte más esencial
sentar cualquier cosa e incluso, como lo entiende Pagnol, no 1 cine las adaptaciones, resulta evidente que en este caso, y,
ser nada más que un medio original de valorizar una pieza con- tes del ejercicio de la puesta en film, existe una obra que no
cebida (o no) a tal efecto. En cuyo caso, la apuesta en escena)) lo tiene existencia propia, sino que además posee un valor
se convierte en una «puesta en film)). Pero en este momento ya intrínseco independiente del hecho cinematográfico. Todo cori-
no tendríamos cine en el sentido estético y semiológico de la pa- siste en saber si las significaciones debidas a las formas litera-
labra. El cine -es preciso decirlo- no es sólo un arte de repre- rias son traspasables al cine, si es posible tomarlas en su esen-
sentacióiz sino Lin arte de creación. La puesta en escena, desde cia y recrearlas mediante determinadas formas visuales o si, por
este enfoque, no es ((representación)),sino narración y sigrzifica- el contrario, el cine en este caso no es ni debe ser otra cosa que
ción por m e d i o d e una determinada furnia d e representación. la «puesta en espectáculo)) de un drama cuya inteligibilidad
Por eso es mucho más una escritura, una apuesta en relaciones
radica total y exclusivamente en la expresión verbal.
y en implicaciones)),que una puesta en escena.
Decir de una película «eso no es cine» supone comprobai- El asunto es importante. Tanto más cuanto que no sólo pone
sencillamente que las significaciones principales que implica en cuestión el problema de la adaptación, sino, además, el de la
-que conciernen al carácter, a la psicología de los personajes, cnncepción del film, porque en Última instancia habría que pre-
o a la inteligibilidad del drama- no se deben a las estructuras guntarse por qué una obra concebida directamente para la pan-
visuales o audiovisuales, sino a algún otro procedimiento que talla como Lady Paname (por ejemplo) es más cinematográfica
nace directamente del teatro, de la literatura o de la pintura, y --o menos teatral si se quiere-, que una pieza teatral cdpiiesta
en film)) como Les parents terribles. Si las examinamos dc cer-
ca, esta última aparece como mucho más visual que aquélla.
22 Les Cahiers dci Film, 15 de diciembre de 1933.
1f
Tiempo y espacio del drama $
A I« h~ísqticdnde una drrimatl-trgicc 409
408
' i4 las fundamentos de la dramatiirgia, pero supera al arte teatral
En efecto, pese a una continuidad que le presta un aspecto propiamente dicho, dado que también se aplica a determinadas
cinei~~ai:ogrrifico, el film tte Jeanson se apoya completamente en el obras literarias t i cinematográficas cuya forma y modo de ex-
texto. Es el diálogo lo que: guía la acción, lo que conduce los pei=
/ presión le soy1 totalniente extraños. Como Razin, ya hemos dicho
soriajes, los explica y esplicita, en resumei-i, lo que lo justifica que lo esencial radicaba en el texto, en el diálogo. Esto es evi-
todo, tle:;dt: la arbitrariedad misma de la historia hasta la arbitra- 1 1
dente, pero no bast,i para caracterizar al teatro, porque la no-
riedad de la,$ palabras, Las imágenes es.tán allí sólo para situar el h e l a utiliza semejantes formas verbales sin que deba nada a los
drarriii en iin decorado. Nada, por tanto, distingue este guión ori-
ginal de uila adaptación, dado que, aunque está desarrollad& li principios escénicos Se trata, por tanto, de una cualidad parti-
cular del diálogo, ccincebido y organizado en virtud de determi-
oorizo tina película, se halla ccincebido corrio una pieza teatral. nadas c»ndiciones.
Pox- i:I contrario, el film de Cocteau,.que sigue siendo ante toda
teain-ril porque en él el verbo es el rey, y porqile conserva un as-
t Estas condiciones son las de la «representación», En efecto,
pecto teatral desde el rriomento en que, de moclo voluntario, la \S
si la obra teatral se expresa y se significa por inedio del verbo,
esta expresión sólo consigue su sentido y su plenitud gracias a
estrLii.:tura de la pieza rio ha sitio modifi.cada, el filin cle Cocteau, una representacitjn para la que ha sido concebida.
conio tlecíamos, otorga al inerios a las irnitgenec y a la signifi- i
cacion visiicil una parte que er;r vano buscaríamos en .Lady Puna- 1-a obra escrita para la escena contiene virtualmente, en su
propia escritura, cualidades que se realizan sobre la escena, pero
ine. N o podría decirse que estando c:onstr!iiclo como una pieza
teatral, se halla c o t ~ c e h i d ocomo una película, pero la imagen [ estas cualidades sólo estan implícitas. Sólo la interpretación y
rio se contenta aquí con ofrecer a 1a.rnirada un decorado y unos % iü puesta en escena las hacen vivas y verdaderas. La iniaginacióri
del lector realiza el espectáculo, pero, en la lectura, el juicio no
persc)najes, con ilustrar uii diálogo: le da un .sentido.
corisidera m&s que las cualidades lite~*arztrsde un texto, cuyas
Para precisar .la diferencia, que quizá parezca sibilina, puede
decirse q ~ i elos dos fili-iis tienen algo semejante: no:< ponen en \.irtudes propiamenite teatrales sólo aparecen en filigrana. Son
10s versos de Raciric lo que se estudia en retórica y no la obra
presencia de personaje:; que Izablati, que viven un dran-ia cuyci
t~nitral,a no ser que se quiera conocer las exigencias del drama
expresión y cuya coinpi.ensióri son vtrr-bales. Pero ep la película
pnid cuya expresión fueron escritos. Pero ante estas exigericias
de Jeansori la acciói-i e . ~ t ádetcrrriinndn por. el diiílogo. En la de
admitidas y rápidaniente recorridas, es la poética la que se con-
Coci.rn~i,por el icontrario, las palabras son cotz.seci.ien6es con una vierte en objeto cle estudio serio, y sólo ella. Ya hemos dicho que
accic-vi a la que la irnageri otorga Lin carácter autéritico. Allí se
Racine, Corneille (e incluso Moliere) fueron poetas draináticos
introducen desal-rollos visua1c:s en torno a las palabras sin aña-
rnAs que dramat~irgos:mayores poetas en todo caso que cirama-
dir riada a su significa.ción, a su sentido; aquí, el film valoriza
ttirgos, a la inversa de Shakespeare, que apenas es poeta. Se
una obra dramática corno ninguna direcc.ión de escena teatral raiializa la Ietzgua de aquellos y no su objeto, el drama. Se nos
sería capaz de hacer. Es la co~iclusiónexacta a que nos llevan la8
responderá que no hay por qué desmenuzar las traducciones,
teoricis (o las ideas) de Marc:el Pagnol. Como puede verse, no
p que el estudio de Sliakespeare s e reserva a las cl,i~cscit. iaa-
eran en modo alguno despreciables, sobre todo si consideramos
g1i.s. Pero en la misrna Inglaterra apenas se estudia ,i. Sliakvs-
que obras como el Harlzlet de Laurence Olivier, o el Macbeth de
pc:ii.e. Mucho menos, en cualquier caso, que a Shelley o a Byi-oti.
Orson Weilles, participan, si rio de esa misina estética, al menos
En primer lugar porque su lengua es arcaica, pero tanibiLi1, y
de concepciones anhlogüs.
sobre todo, porque estudiar a Shakespeare supone estudiar el
Antes de analizar eri qué ir-iedida se puede adoptar una obra
teatro, y la mejor forma de hacerlo es interpretarlo y llevarlo
teatral ti la pantalla, e s decir, en qui2 medida es posible la traris-
a escena; 7-ealizar sus esbozos y confrontarlos. O diclnu de ritro
mui.i~cióncle las signzficccci»ne.s tentrales en sigriificacioncs cinc-
modo, la poesía de Shakespeare se halla sobrc todo en sus di-a-
mn1ogrulir:as --suponierido, por supuesto, que lo sea-, creernos
ma%,mientras quie 1 i poesía de Racine está en sus versos.
necesario deterrriiriar cuáles son las c~talidadrsespecificas d,el
1Zn su estudio Bazin dice: «Si nos fuera perriiitido no i-c.tener
teatro, o a1 111t?110S intentar cileterminarlas.
Fedra más que una acción, y reescribirla c i l iirricií>ri iIc l , i \
14 la luz del camino recorririo puede verse que el principio {le
cxi(;encias de la novela o del diálogo del cinl:, noc cncoiitritr í:i
teat.i-alidatl no e:j el único para definir el teatro. Como condicihn
de 1;i !rag;edia --si no de lo trágico--- la teatralidad es uno dt?
nms cori la hipótrsi:, r...]
de lo teatral reducido a io ~ls~irildtict'r i.
Pero, en realidad, las cosas no son tan simples. Por supu una determinada artificialidad, una transposición nacida del
se podría expresar la tragedia de Fedra bajo formas narra o teatral, es rigurosamente incompatible con el realismo con-
o cinematográficas. Pero el drama en ese caso sería otro mzc del cine. El texto de Molikre no adquiere su sentido más qile
distinto. Adquiriría otro sentido, se abriría a otras perspectiva bosque de tela pintada, y lo mismo ocurre con el juego de 10s
porque, al ser diferente, el medio de expresión expresaría cosa
.. Las candilejas no son las luces de un sol de otoño. En última
ia, la escena de los haces de leña puede representarse ante
diferentes y no las mismas cosas de u n modo diferente. n, pero no al pie de un árbol.
Ya veremos que tal hecho, aún a duras penas admitido, y si
embargo esencial, se halla en la fuente de todos los errores 5 e modo, el bosque real es ridículo respecto al texto de
todas las confusiones que conciernen a la adaptación teatral re; y a la inversa. Para un verdadero bosque se necesita
novelesca para la pantalla. Se cree que se trata de traducir, exto «verdadero», es decir, un texto cotidiano, cualquiera.
como de pasar de una lengua a otra (donde se trata siempre dc lo tanto, el texto de Moliere no lo es. La estilización que
lenguaje verbal, es decir, de un mismo medio de expresión) cuari- ne exige una ((idea de bosque» y no el bosque mismo, dado
do, por el contrario, se trata de pasar de una forma a otra for- ile es a la conversación normal lo que el bosque de tela pin-
ma, es decir, de transponer, de reconstruir. al bosque auténtico: un artificio, una convención. Es pre-
Reducir Fedra, o cualquier otra tragedia, a su fundamento aber que un diálogo teatral no se limita a un intercambio
dramático, no lleva sólo a despojarla de lo ((teatral», como de eas o de sentimientos. No sólo expresa los pensamientos
buena gana admite Bazin, sino a reducirla a sus «motivaciones>~, movimientos psicológicos: los significa. Los presenta, los
a su argumento primero, suprimiendo sus cualidades expresivas los construye desde el interior; por lo cual es abe-
(o disminuyéndolas), es decir, renegando de todo aquello que te respecto a la expresión directa que traduce espontánea-
la hace ser lo que es, de todo aquello que le da valor y sentido: te una emoción, un pensamiento fugitivo y nada más. ES
su forma misma. Ahora bien, su forma, que es teatral, se halla o, intercambio de expresiones y significaciones verbales.
íntegramente en su texto. Y mucho menos en las cualidades o muy acertadamente subraya Roger Caillois: «La concien-
literarias o poéticas de este texto, que son obra del poeta, que rhgica está en la palabranU.
en una determinada cualidad, más sutil, incluida en ellas, y que L,as tragedias clásicas pueden ser representadas ante una
es obra del dramaturgo. le cortina. Se puede vestir a Creón con un smoking; no se
En nuestra opinión, conocer esa cualidad consistirá en captar á a este detalle ninguna atención, porque las palabras
el carácter específico de una expresión que sólo se «realiza» en ncia atestiguan su rango, su personalidad, y sus ves-
la escena. Un ejemplo citado por Bazin nos ayudará a conse- o como sus pensamientos y sus actos. Y si sc pnnc
guirlo: coraza a Mitrídates, un peplo a Nerón, si se hace conversar
Es una cinta que hace estragos aún en las escuelas y liceos franceses a Tito con Berenice ante las columnas de falso mármol, no es
y que pretende ser un intento de enseñanza de la literatura mediante para invocar determinado realismo, sino para ayudar al espcc-
el cine. Se trata del Medecin lui, llevado a la pantalla con i tador a construir en torno a los personajes el mundo imaginario
la ayuda de un profesor voluntarioso por un director cuyo nombre que suscitan. Porque la coraza de Mitrídates, el peplo de Narbn,
callaremos [. ..] La primera escena, la de los haces de leña, situada el murido que les rodea, están en el texto, implicados en las
en un auténtico bosque, comienza con un interminable trávelling palabras que pronuncian y que los definen. Lo cual en nlado
entre la maleza, visiblemente destinado a hacer apreciar los efectos alguno puede darse en un diálogo novelesco o cincmatogrdlicu.
del sol bajo las ramas, antes de descubrir dos personajes grotescos 1 Por la misma regla de tres, podríamos llegar a decir qiie las
ocupados sin duda en recoger setas; el desgraciado Sganarelle Y piezas de Marcel Pagnol, e incluso las de Giraudoux, (*no SOR
su mujer. CUYOS vestidos teatrales parecen aquí disfraces grotescos.
El decorado real se aprovecha durante todo el film cuando es posi- j de igual modo que se dice de las pelícuhs cIpin.lsiado
ble [ . . ] El drama original, y con mayor razón el texto, se encuentran habladoras que ((no son cine», porque el diálogo de hlnrcel Pag-
fatalmente descentrados. El tiempo de la acción teatral no es, de nul, lleno de vigor y saber, es un diálogo vivaz, espontlín~o,~ l u c
modo evidente, el mismo que el de la pantalla, y la primacía dramá-
tica del verbo está desfasada respecto al suplemento de dramatiza- 23 Roger Caillois, «Le tragique a la scene et a I'écran., en Revirr de
ción que la cAmara presta a la decoraoión. Y por último y sobre Filinologie. 4.
412 Tiempo y espacio del d i a » A la busqueda rle una dra~naturgia
eri nir,gúii-i caso «significa» cn el sentido teatral de la palabr ers~n;3jefritegiarriente definido por el texto. De lo que se des-
Se kiutii (del diálogo llevado a la escena, y no del tiiálogo d e e: e que, más aun que el tiempo cinematográfico, el tiempo
cetr r . Deii~asiaclo tlirecto para ser teatral, demasiado verbos 11 no es idtjntico al tiempo real. Generalmente se dice que
par,i ser cinc.matográfico, lleva en si una incompatibilidad dobi dura. lo que duraría xen realidad», porque el tie~npo
cura sri:; (dos form,is rii!tagfini(ras para haber pretendido asimil 11 y t:1 tiempo del gesto son los rnisrnos en la escena
se :i uila i i otra. Eil ci.i:into a l texto de Giraudoux, es demasi ida. Por supuesto. Pero se olvida el «tiempo (le re-
literario esencialmente. Se ti,ata de artificios verbales de un : priicede al acto o la palabra, y que en escena no
nnsnlndn y de una sutileza extremas, pero que hacen arabesc existe, Un tiempo (de esta clase sería un «tiempo muerto». Des-
cri t13[.110 a iris personajes en lugar de definirlos y de signifiws coimtando ciertas (csilenciosn y muy breves, toda duracicín no
los. Nu llegan a iclentificarse con el actor; aunque los pro llenada por la palabra es insoportable en teatro. El actor no
I-ire, cl actor rio los ((encarnan. De este modo llegamos a pi~ínsa su texto, lo dice. Al menos todo ocurre como si el lien-
aprcstrncia del actor), que (la a la «significación verbal» sümicrito estall~iseeri el verbo en el instante mismo en qiie es
s i l ~eriticio. gcnstido. La reflexión que tiormalmente precede a la elocución
Para 1 Icnri Gouhier, «lo especificamerite teatral es la inlpch se egiciientra, pcir tanto, en la palabra, de tal modo que a través
sibiliclad de separar la accibn del actor. La escena admite todas dri aetor la palabra se trarisforma en realidad. El sentimiento
las ilusiones salvo la de la presencia» (L1i:ssence d u théhtre). nn es expresaclo ni traducido por las palabras: es crearlo
Se piieden discutir estas ideas. Ya lo hizo Bazin y no sere- por ellas.
mos riosotros quienes volvamos sobre ello, dado que esta «prr-
sencia)) no es rnenos manifiesta en la pantalla que en la esceila. El Iiercie [dice Rogcr Cailloisl se revela sil1 cesar a sí mismo y a
Pero en cine --ya lo liemos dicho y repetido- el actor, en lugar Iss otros en una ccinstante transfiguración de su ser interior [ 1
de tlesplazarse eil un espacio que siinplerriente le sirve de marco, Cuando Macbeth invoca un mundo lleno de ruido y furia, In h~ice
foi-ma parte de un espacio clue «se compone» con 61; se integra ritic'er corno un brujo, se entrega a él como un alucinado a sus viii~o-
en él. La esencia del cine, dejando 21 un lado la movilidad de Bc,s iics: la imagen no describe tanto el mundo de las cosas en turno
piuitos de vista, estriba, sin duda, en esta unidn íntima del cuanto el movimiento del alma que las invoca [ 1 Una eloc~i~riri~i
de este tipo es eivcatztatoria, creadora de un mundo que, por ~Ircrilo
y del mundo. Toclos los elerrxentos comprt:ndidos en el canlpo de dc alguna manera, se desposa con la superficie de las palabras y les
la cámara -paisaje, tiecorodo, objetos, personajes- constitu- da una realidad auténtica. El mundo trágico se desrubi-e en la
yen ima iinidad formal, en 1i-i cual y por la cual se Iiallan indiscp- palabra y en ella se realiza (ihid.).
liihlcrnente relacionados. Es precisamente esta irnagerz del espa-
cial lo que asegura la ((presencia))en cine, presencia que resta- Desde este punto (de vista, de la tragedia al drama no hay iris
cita en cada pi-oyección un real cuya irrealidad aparece incluso ~ u una
e diferencia de nivel, El encantamiento se muda en ex-
mds (creal))que la realidad de que es in-iagen. plicación, pero no por ello el drama cstri menos íntegramente
1xi teatro, la presencia del actor es una presencia física. El cn las palabras. Dle suerte que la esencia del teatro no raclic-R
actor vive en el inisn~o«espacio» que el espectadar, pero no en tanto crn la ((presencia del actor* como en la dcl verbu que dt--
el rnismo «rriuuitio».Ahora bien, a la inversa del film, ese rnundo viene acto a SLI través y por 61, es decir, gracias al cual esta
es 111. rnzrncii~[ic-ticio. I'or tanto, el actor :;e desprende de él por- cunlida(l específica, completamente virtual en las pal:iibríls, se
qut=110 rrinnti<:ne con él niilgíin lazo que no sea imaginario entre hace efectiva. 1' no se hace efectiva, por tanto, más ~uaesvhlc
su realitfad corporal .y la irrealidad del decorado que finge la escena, en el espectáculo que «realiza» las inteizcini~ec;del
mundo. Pur tanto, coricentrw sobre él toda la atención del espec- aiitor.
iatlor; y, además, su ((presencia*no es s610 presencia física: es El diálogo de teatro es tanto más irreductilali:. ti1 c i n e en
la pr-estllcia del druma bajo la forma cle presencia del verbo. cunntci que lo expresa todo, mientras que el didlcigo Jcl film
Pcii- I o tanto, si en el cirie la presencia consiste en la unidad for- debe tendel-, pcir el contrario, hacia la «no significancian, es de-
mal tic1 per.soizaje y del mirlndo, en teatro deriva de la unidad cir, hacia una expresión comprometida en las ci>ritirigcnci,~s
forrrinl tlel actot. y del verlio; es el verbo ~:ncarnado.En el teatro pero liberada de toda trascendencia. Esta, cuando existe, es
el actor no encnrrza iin papel, asume una palabrci, es decir, un asunto exclusivamente de las imhgenes.
Tienfpo y espacio del dranzu A la búsqueda de una drarnaturgza

Tamafia necesidad no radica en el hecho de que el verbo neralmente se dice, sino un tiempo que está referido a la per-
deba, <:por principio y por definición», someterse a la imagen c e ~ c i ó n La
. realidad teatral es u.na realidad comprendida, la del
so pretexto de que el cipe se basa en lo visual, sin0 en el hecho cine, una realidad percibida. De donde se deduce que la inte-
de que entre estas dos formas de lenguaje existe una constante lección no es en ambos casos la misma.
desincronización en cl orden de las duraciones. Ya 10 hemos En teatro, el espectador forma parte de una comunidad cu-
dicho, serían precisas una o varias páginas de texto Para des- j'os miembros están ligados por un consentimiento Unánime, y
cribir el contenido de un solo plano. El héroe que nos informa fa representación, que supone una determinada connivencia en-
de su cansancio no nos dice nada que no pongan inmediatamen- tre el actor Y el público, se desarrolla como un ceremonial. ~a
te dc manifiesto su rostro, SU actitud, SU comportamiento, salvo pnrticipación individual es corno el reflejo de un sentimiento
añadir varios segundos a la significacióp de una cosa ya signi- colectivo. La comunicación se halla al nivel de la razón, del en-
ficada. De ahí nace un desfase constante entre el tiempo de la tendimiento, mientras que una pieza teatral ofrece un penca-
expresión visual, cuyo ritmo es rápido, y el del «decir»,de ritmo miento acabado, cerrado sobre sí mismo. ~1 espectador piensa
mucho m&, lento. Cuando no provoca las imágenes, cuando ex- siempre en un pensamiento organizado. El autor ha pensado
presa por sí m i s m o , el verbo paraliza el film, frena su ritmo.
s i un tiempo no ocupado por la palabra es insoportable en el Por el contrario, el cine rechaza toda connivencia. NO hay
teatro, porque está «vacío»,u n tiempo ocupado únicamente Por 1lada ((convenido)) entre el actor y el público; lo misnau que
la palabra es insoportable en cine, porque esta duración ((llena entre un individuo cualquiera y una persona q u f~c observa. Por
de palabras» se convierte en un momento de duración. tarlto, todo Parece auténtico, ya que se halla separado de toda
En la vida pormal, este desfase es insensible no sólo Porque «ficción)).El espectador es el testigo de un drama que no parece
actuamos y hablamos libremente, sino porque 10s sucesos se n modo alguno haber sido hecho «para él». Está a111 como por
hacen con ,zosotros, mientras que en Cine -o en teatro- se nsualidad; mira y toma partido en la medida en que deja
hacen ante ,zosotros y se hallan orientados en una corriente de
significaciones. La solución, por tanto, consiste en conceder ES más, se ecuentra aislado, sólo consigo mismo ante el inun-
texto y a la imagen funciones difereptes, en poner sus significa- do que se ofrece a Sus ojos. Este aislamiento, sin embargo, no
cienes f r e n t e a frente, una actuando sobre la otra, Y no en alte- le sustrae de lo colectivo. NO comunica con sus semejantes,
rarlas ni en hacerlas coincidir. e1-0 ve Y siente con ellos, si no lo hace como ellos. Una especie
En cine debe partirse de ese principio que en nuestra o ~ i - lazo subyacente se establece entre los espectadores encerra-
nión es fundamental, a saber: desde el m0Pzento e n que se ftn en su COntemPlaciÓn. El cine sustituye el unanimismo obje-
expuesto la idea antes de la imagen, la irnagelz se hace inútiil del teatro Por una especie de intersubjetividad, menos cons-
puesto que, e n tanto q u e medio d e expresión, está hecha Para te Pero evidentemente más profunda. La comunicación se
sugerir la idea, o por lo menos para desarrollar la narración, a al nivel de la pasión y de la fascinación.
con vistas a lo que hay que expresar y que sólo debe tomar su Mientras que la pieza es comprendida, el film e s percibido
sentido gracias a esta expresi6n. La imagen cinematográfica dc- una continuidad en la que el pensamiento, que no st: de-
sempeña exactamente el papel que en el teatro cumple el verbo nunca, d e f i n i d o por las palabras, se busca y se propone
por 10 tanto, una película puede ser concebida como una pieza últiples sugerencias. El círculo no está cerrado cot2lo en la
el puede fundarse en la concentraci6n de los tien1 teatral; se convierte en espiral, y se ensancha sin cesar, ~1
pos y 10s espacios, puesto que la forma y el modo de decir Son no exige pensar sobre u n pensamiento preciso, sino com-
los de un film. En cambio, si bien el papel de la imagen n pensamiento voluntariamente impreciso. Pide ayuda
film es análogo al del verbo en una pieza teatral, al ser c ctador, exige que ponga algo «de sí». Es uri alimento
tamente distinto su poder, el desarrollo .visual» de un rata de asimilar, una serie de relaciones y d e enigmas
teatral no puede sino deformarla. NO se puede signifzcar e conviene descifrar. Pero como la naturaleza, que ofrece
imágenes lo que se significa con palabras; Y a la inversa. cesar a nuestras miradas, el film no nos conmina peiisar.
Por otro lado, si el tiempo del teatro es el «tiempo del ver diversifica inmediatamente y se transforma en su moviniien-
bo,,, el tiempo del cine no es el «tiempo de la acción», como Que piense quien quiera. De ahí que muchos lleguen a no
1
416 Tiempo y espacio del drama A l a búsqueda de una dramaturgia 417

pensar afirmando que la obra y el arte cinematográfico no hacen cirlo a un argumento que no es mejor ni peor que cualquiera
reflexionar, que el cine es un arte pasivo, cuando sucede todo otra serie de hechos diversos. La única solución, repitámoslo una
VKL más, consiste en guardar intacta la obra original y ((ponerla
lo contrario. Pero para pensar sobre las imágenes hace falta
aprender a ver, saber descubrir su sentido a través de lo que en i:scena» con los medios del cine. Lo cual no es otra cosa más
muestran, como es preciso saber leer para pensar sobre las pa- que el empleo de los procedimientos cinematográficos en bene-
labras. De igual suerte que en la naturaleza, donde el vulgo no ficio de la expresión teatral. Como Bazin subraya «el aporte es-
encuentra más que cosas comunes, ya vistas u oídas, mientras pecífico del cine no podría definirse aquí más que por un au-
el espíritu atento descubre en ella el sentido y la aportación de mento de la teatralidad~.
algo maravilloso sin cesar renovado. Podría objetarse que el teatro clásico que hemos citado ex
En resumen, se asiste a una ((representación teatral», mien- profeso para comodidad de la demostraci~ntiene su finalidad
tras que se ve una película, que es -como ya hemos dicho an- en el verbo. Shakespeare, por el contrario, emplea las palabras
teriormente- presentación antes que «representación». no como un fin en sí sino como uri medio. En sus obras, la sig-
En el teatro, se mira (o se ((escucha,) vivir y actuar a per- oificación desemboca en un mundo imaginario que no es reduc-
sonajes objetiva y físicamente presentes, mientras que en cine titile a la única cualidad verbal. En otros términos, mientras
uno se aproyectan en una sombra viva que absorbe nuestra ca- Racine y Corneille expresan una interioridad definida y limita-
pacidad de ensueño. El sujeto que ve deviene sujeto de lo que da por las palabras, Shakespeare crea, con las palabras, un uni-
ve; se desdobla y se mira vivir una existencia imaginaria. Es, verso que envuelve los sentimientos que expresan. Es dinámico
a un tiempo observador y observado, una conciencia que toma (virtud que comparte con los españoles) allí donde otros son
conciencia de su propio subconsciente, pero que permanece libre estáticos, y se ha dicho con frecuencia que si hubiera vivido en
para tomar sus distancias y para alejarse del encantamiento. cl siglo xx hubiera sido cineasta y no dramaturgo. Somos los
Exagerando apenas - e s cuestión de sensibilidad- puede de- primeros dispuestos a creerlo, pero no por ello dejamos de com-
cirse que en el cine el espectador está solo ante un mundo, como probar que sus obras maestras son piezas de teatro y no pe-
el místico está solo ante Dios. Por .lo que el cine es -o puede liculas.
ser-- una mística, ya que no una religión. Es «cósmico» en el Henri Lemaitre, en su estudio sobre Le cinéma et la tentation
sentido profundo de la palabra, porque si el teatro es un encan- sfiakespearienne 24, hace notar con toda precisión que
tamiento cuya magia íntegramente verbal finge el diálogo del
hombre y los dioses, el cine abre sus horizontes sobre la magia Shakespeare, por sumarios que sean sus medios materiales de repre-
scntación, llega a asegurar la expansión de los valores visuales hasta
de lo real. Nos entrega su- secreto no mediante una figuración el interior mismo de la palabra, por lo cual con mucha frecuencia
arbitraria y convencional, sino a través de una imagen del mun- 61 estremecimiento dramático debe su poder a que las palabras, su
d o en la que la realidad vacila sobre sus semejantes. El diálogo ritmo y su disposición, tienen por objeto producir, ante la mirada
ya no se oye: se experimenta. interior del espectador, el rico desarrollo de un film imaginario.
Se ve, pues, que el problema de la adaptación es un falso [. . ] En la eterna querella del mostrar y del decir, que no ha cesado
problema. No tiene solucióp siguiendo los caminos que se le de torturar la historia del teatro [prosigue H, Lemaitre], parece
imponen, porque es imposible traducir una magia verbal en ma- como si Shakespeare y el cine hubieran querido, cada cual a partir
gia visual, dado que su sentido, sus perspectivas, su horizonte, de dos términos opuestos, negar el dilema mismo que les oponía, y
multiplicar la intensidad del ser dramático haciéndolo nacer dc 13
son radicalmente distintos. indisoluble unión del mostvar y del deciv.
Sin duda alguna se puede expresar visualmente el sentido
trágico de cualquier tragedia -Fedra, o Electra o Cinna- pero Por desgracia, si puede establecerse un paralelo entre run arte
a partir de ese momento se le dará otra significación. Ya no
scrh la tragedia de Racine, de Eurípides o de Corneille, sino / del lenguaje que, como el de Shakespeare, triunfa conlirieiido s
la palabra todo el poder mágico de la imagen, y un arte de lii
otra distinta a partir del mismo tema; una creación y no una S

imagen que, como el cine, triunfa otorgando a la visión todo


adaptacicín. Permanecer fiel a Racine supone condenarse a ilus- I
trarlo; supone condenar al propio Racine, porque sustituir su
lenguaje por imágenes es destruir el sentido de su obra, redu-
418 Tiempo jl espacio del drama la busqueda d e una dra~naturgia
el siigestivo poder de 1a palabra», hay que hacerlo a la manera
dti cIus prucesos i.nversos, cuyo acercamieri.to permit.e captar inu- / Veamos ahora cómo 1,aurence Olivier supo resolver en Erzriqt~e V
la dialectica del realisino cin~rnatogrlficoy de la convención teatral.
chci !rir:jor sil antagoni.smo congénito. En efecto, Shakespeare no i película comienza con un trávelling, pero lo hace para h~indirnos
realiz:r la (cuniónx del mostrar y del decir como dos formas que F ~1 teatro: en el patio de ia posada isabeliila. No pretende haccr
usoc:iarían con vistas a una significación complementaria, a ln rluc mios olvidemos (le la convención teatral; antes bien, la denuncia
nianei-;i diíl cine hablado. En él, lo visual. es funcitjn del decir; i Porque no es Enrique V lo que se pone en cine de modo inrrieíliato
i
está etr el verbo, auqi1.e a veces escape de él corno de la rosa y directo, sino 13 representación de Enrique V [ ] Haciendo cine
di:! teatro, denuriciarrdo previamente mediante el cine el juego y las
escapa su perfuine; la imagen depende de una expresión verbal. convrnciones teatrales en vez de tratar de camuflarlas, ha saldado
En Liila buena película, por el contrario, es el decir el que esta
e n 1;i imagen o el que depencle de una expresión visual. Aspecto
4 la l~ipotecadel realismo que se oponía a la ilusión teatral. Una ve7
naegtiradas estas premisas psicológicas con la complicidad del espec-
éste eri el que Ijhakespeare, pese a las ;apariencias, es tan poco tador, Laurence Olivier podría permitirse tanto la deforinacióri pic-
cinematográfico como Racine o Esquilo. Puede verse incluso que toilca del decorxdo como el realismo de la batalla de Azincourt; el
son la.:; formas más aparenteinente visuales (y puede verse sobre propto Shake~pe~are le invitaba a ello con su llamada cxplicita a la
lodo e n la novela amei-icaria) las más contrarias al cine, porque ir.ia;~&rinacion del riuditorio: incluso ahí el pretexto era perfecto. Este
lo visual ahí es consecuencia de una expresión tzo ijisual, de una ,il¿rr cle cinematogrráfico, dificil de admitir si la película no hubiera
6,lilo máy que la representación de Enriqtle V, encontraba su coar
expresión que no es uri hecho sino yn concepto.
Result:~fácil percatarse dc ello cuando se trata de obras que, rada eri la inisrria piera teatral [ 1 Por que E ~ ~ r i q ~Vl eiao es en
iliriqcin iiiomento «teatro filmado»; tanto el filni como la represeii-
por razón de su mismo tema, debe:rian ser las rnhs cinemato- l ,
gi-álicac: las comedias de magia. tnción teatral se sitúan en cierta forma mas aca y más a116 de 1;1
S escena A pesar de ello, Shakespeare se encuentra prisionero, v tain
BII efecto, { q ~ l éhay más idóneo para crear un mundo imagi- 1 I,i&n el teatro, drido qile están cercados por todos los lados por el
nario que el cine? Y, por lo tanto, ,qué arte más propio para c4ne ( i l ~ i d . ) .
Iraducir -una pieza teatral colno El sueño d e u n a noche de vera- 1

no? Pues bien, lo que ot:uirre es exactamerite lo contrario. Puesta El mayor interés estriba en el alargamiento de una ((dura-
eri escena por kilax Reinhardf. en el Deutsc:he Theat.re, la obra es cicjn)) que la escena no permite. La pieza se enriquece con todos
Lina comedia de magia pura porque se baija en medios teatrales
lui; momentos en que los personajes no hablan, sino que actúan
y se «realiza» eri la óp-i-icrade la escepa. F'uesta en la pantalla por
el n-iismo Max Reiniirirdt, con una amplitud irrealizable en la o reflexionan, de ial suerte que lo que dicen s e encuentra ex-
escena y (con la ayuda de procedimientos cinematográficos que plicado por su comportamiento. Lo cual no es verdad más que
prcteridían «visi.ializarl) la imagen skiakespeariana, la película se eri alg~inospocos ~inomentos,porque si la puesta eri escena cine-
hurirle. Porque una de dos: o bien se crea u n mundo imaginario matográfica da un marco auténtico a la tragedia, también dcs-
propiamente ciilematográficc), un rriundo «irreal)>que no nace poja al verbo dl:: s ~ significac:ión
i trascendente. Dado que curice-
siiio del cine, y entonces se traiciona a Shakespeare porque 10 de al héroe el t-seneficio de una existencia concreta, la terrapcira-
mágico así conseguido -o esla ligado en tal caso a su expresión (idad hace bascular la trascendencia verbal e n La ir~intlner~~.&z(le
verbal,, a términos que conducen a un bosque de tela pintada, a 1 Ir) real vivido. De este modo, sin dejar de ser trágica, la tragedia
uila cabeza de cartón; o bien se respeta la obra, como hizo Max se con7vierle en drrzwzu; y las motivaciones que eran nzetafísicas
Reirihardt, dugantlo coi1 las capacidades espectaccilares de la se convierten eri psicológicas.
pelíc:ula, y entonces se la destruye de un solo golpe por lo irri- Mientras que r:l «tiempo del teatro» es esencialmente el
sorio de una magia de cartóri aberrante para los medios cine- «tiempo del verbo», es decir, de la palabra, en cine toda dura-
ma tográficos. ción que no esté sostenida por u n acto concreto es u n peso
Esto ]la sido compi:rmdidi:) por los únicos adaptadores valio- muerto. Lo conceptual en cine se halla en fuilción de lo real;
sos hasta ahora, Orsori Welles y Laurence Olivier, quienes con lo trascendente, eri función de lo inmanente, precisarnente a la
toda i;lz0ii rechazaron la adaptación pidiendo al cine solamente inversu d e lo q u e ocurre e n teatro. De ahí la imposibilidacl de
un nuevo medio d.e «l-iuesta en esceria)). Hecho que Baziil subra- una transposicilón formal. No sólo sop cie otro orden los valo-
ya cliciendo: res, sino que a(:ti'mn a contrario.
dia no sólo sacaba ventajas en pasar por ese molino:
Por tanto, la única posibilidad estriba en un arte de repre-
spensable. Pero el cine no tenía necesidad alguna de
ssntncibn consistente en poner en escena una pieza teatral uti- estructura, tanto menos cuanto que ésta separa al
lifiindo los procedimientos del cine. Por supuesto, sabiendo quc iento del flujo temporal que tenía que explorar obli-
dc este moda la obra original pierde en trascendencia lo que toriamente, que traducir, dado que era virtualmente capaz de
gana cn inn-ianencia, y que si el resultado es una película la o. Esta capacidad, inscrita en su naturaleza misma, seguía
obra sigue siendo ante todo teatro. siendo, sin embargo, puramente teórica. Para ponerla en prác-
La realidad cinematográfica, en constante desacuerdo con
tenía que beneficiarse de una escritura fluir%%que aún no
U I trasccridencia
~ metafísica que no se actualiza más que en ía, y, sobre todo, de un tiempo de representación suscep-
las palítbms, desemboca en valores de carácter social, represeir-
de integrar una duración algo consistente. En efecto, de
tadós por los principios objetivos y concretos que rigen el com-
modo que no se puede escribir una novela en treinta pá-
portamiento de los individuos. Por tanto, lo trágico cobra ahí
as, tampoco se puede pretender dar una expresión de novela
un nuevo aspecto, realista ahora, y en absoluto conceptual. Se na hora de proyección. Este límite, que le fue impuesto al
trata de una necesidad colectiva que oprime o contraría la liber- durante largos años, le obligó a mantenerse en los liniites
tati individual, se trata de la lucha entre estos dos imperativos, rmas de la «novela cortan. Los mejores cineactas llegaron
de SU fc~oluciónde acuerdo con un equilibrio aceptable. cer u n principio estético de esta obligacibn, en lugar
No es, por tanto, necesario ir a buscar inspiración en o b n s tratar de transgredirla mediante artificios irrisoi-ios (ya he-
dramáticas cuyo tema y cuyas motivaciones están hoy supera-
os visto que el folletón no sabía llenar el tiempo que se le
dos ya y que, siendo teatrales, no encuentran su sentido y $ti
edía más que por medio de la acción «por la acción))). La
finalidad sino en las palabras.
iva concentración ofrecida modélicamente por el teatro con-
llevaba, por tanto, una estructura ejemplar susceptible de man-
/I LXXV. LITERATURA Y CINE3 i
tener la dirección del drama en los límites exigidos por su ex-
presión más favorable: decir el máximo de cosas en u n mínimo
de tiempo.
Porque no hay que olvidar que si el cine es un lenguaje, una es- La flexibilidad de las técnicas y de los medios de expresión
critura, el decir del cine consiste en significar con una realidad
[ que, dc partida, tiene por sí misma un sentido. Se ofrece a la
visuales, la unión de la palabra, el desarrollo del tiempo del
espectáculo (que sucesivamepte pasó de sesenta a noventa mi-
mirada una realidad cualquiera producida en un determinado nutos, luego a ciento veinte y posteriormente a rniís) permitie-
-. espacio durante un determinado tiempo. En cierto modo se
l ron al cine desprenderse de las estructuras teatrales y ori'en-
compone un esp~ctáculo. tarse progresivamente hacia una determinada experiencia de
Escribir una película es organizar una serie de elementos la duración.
r- «puestos en escena)) con vistas a significaciones previstas de Como sabemos, el primer film que se ocupó de unos cnracte-
1 antemano. El cine, por tanto, no es ni podría ser una escritura res en perpetua transformación -una transformación que cra
n ~ á sque en la medida en que es en primer lugar u n espectdculo. consecuencia de las influencias sociales, del medio, y cuyo anfi-
Esta definición sitúa al cine precisamente entre el teatro y lisis no era posible más que por la consecución de una duraciún
la literatura, participando a un mismo tiempo del uno y de la
1- otra, pero subraya con igual claridad los puntos en y por 10s
homogénea- fue el célebre Avaricia, de Eric von Stroheim, ro-
dado en 1924, según una novela de Frank Norris. L a versión
que se separa de ellos específicamente. original, que duraba ocho horas y que debía tener dos partes,
r Porque su expresión era consecuencia de la puesta en esce-
na de una acción que se debe elaborar, el cine fue acaparado
en sus inicios por las gentes de teatro o colocado bajo los aus-
nunca fue editada. La versión que conocemos, amputada en gran
cantidad de escenas contra la voluntad de s u autor, y reducida
15 cuatro horasB, exige numerosos subtitulos explicativos que
picios clel teatro-rey. Ya hemos visto que el teatro filmado sólo
'
1; fue abandonado para expresar mediante la imagen una historia
sometida a la finalidad necesaria del drama, a su ineluctable 25 La visiún q u e actualmente puede verse cn la cinémathkque no cs
avance hacia un desenlace feliz o desgraciado. [ m i s que una copia arnputada. adernss -accidentalmente o n c . d e vana%

r t

i
4211 'Tienzpo y espai:io del drar;uic la Plúsqtieda de una drumaturgia 423

reemplazan riecesariarriente a las escenas que faltan. No por ello


deja tlle c;er una obra rnaestra, la primera obra maestra novelí
tica tle li3 ~ a n t a l l a .
l:,I iniportarite giro que nyiarca esta pelícilla en la historia del 1 de El ladrón de bicicletas. Pero el realismo de la película cs,
ciiic nos incita a decir aquí algunas palabras sobre ella. ri iíltima illstancia, un realismo subjetivo, hipertrofiado por el
MI:'Tt:;3gue, joven sin cultura y sentimental, trabaja en un ocieroso tempi-ramentode !itroheim que, a veces, llega iricliiso
8 niir-ia de oro y vive rriiserablemeilte con su madre. Un día aban- In. caricatura cruel del comportamierito; las preociupctcioi-ies
doiia la región para aprenc.ler un verdadero oficio junto a un óinicas d e Trina se convierten en una obsesión moristi-~ntwa;
deritista ambillarile. Se iilsiala en San Francisco, prospera, sc a .punto de reventar de hambre y frío, y termina por cacus-
casa cori Trina Sieppe,,hija de emigrados alemanes, después de desnuda sobre las monedas de oro que ha esparcida., sotire
haber ganado cinco mil dólares a la lotería, lo cual da envidia inastro. E1 (deseo, la voracidad, la violencia y la pinsitii-i
a laarcus Schoulder, antiguo amigo de Trina. Ahora bien, McTea-
g ~ i e110 tiene titulo de: dentista; denuncia.do por Mareus, se ver&
inipectido para ejercer legalmente, reducido al paro, mientrcis
que 'Yi-inii, hasta hace poco ahorradora, se conviijrte en avar:i. on constantemente transgredidas por el escándalo, tzl ic:;r.:.
IJri dáa, en estado de excitación nclrviosa, la golpea, la mata y la blasfemia, el sueño y el delirio, la pasión y la iiliit*rtik.
huye con los ahorros q u e ella tenía escondidos. Marcus se lanza decir.se que antes de Avaricia la psicología ciiicrn;iici-
en sil persecución. Si.: encuentran en pleno desierto bajo hallaba en un estado rudimentario, porque la psicolo-
de plomo; M c ' l ' e a ~ i emata ü Marcus, pero no sin que ante supone la evolución en el tiempo. Aquí, poco a poco, 10:; se-
le 11ay;i puesto unas esposa!;; perdida durante la Iilcha la SE: rechazan, se molestan, se provocan, se dan celos, se
Mc'Tearge ataclo a su enemigo, arrastrará S L ~
ver durante lcjlónietros y tr::rminará muriendo de agota
La supresión de giran número de seci.~enciasy de personajes
securidarios, hace, a veces, i-comprensibles ciertos pasaje
m i s cu;into que las parejas Zerkow-Mriría y miss Ba
Grrinnis actúari constantemi-:nte sobre la evolución de la pareja
Mc'I'eagi.ie-Trina, y prestan a la obra una solidez novelesca que
falta en la versión proyectada. Es la historia de una pareja qiic
se deshace, de seres que se degrada11 bajo el influ.jo de la mise-
ria y de! una pasión hipertrofiada; la sed de oro, en Trina, es
un;:\ pasión que poco a poco la va vaciando de toda sustancia
huinana. El drama va milcllo más allá del simple naturalismo,
pero Avnricia fue el primer film que tuvo una dilraci8n autén-
tica: tuvo un espesor temporal. Aun hoy en día es una de las
poc:as películas en qiie los :;eres se hallan en perpetuo devenir. Consiguió siisti.tuir un cine teatral (en el sentido dramático
La voluntad cle realismo de Stroheim se pone de manifiesto alc la palabra) por un arte del relato, por el realismo de la
desde el principio, porque la película fue rodada en los l u g a r e ~
1nls;n1os de la acción. :Por otro lado, los personajes y sus pasicb
nec; .no son singularidades patológicas, sino seres que pueden
encontrarse en el marco social que los determina y que es In 1 momento; pero no
causa profunda de sils taras. Hay aquí l.oda una pintura de la más que de fruslerías de poca monta. La obra se ade.
veinte años en cuanto a la exposición y desarrollo de
----
escena.s que forrrlaban parte de la versión presentada en Les Ursulines esi
19211. ?;u cl.uracit5n no llega mas que a tres horas veinte minutos.
424 Tiempo y espacio del drama A la búsqueda de una dramaturgia 425

autenticidad de los hechos. La mediación obtenida gracias a rección, interpretación, decorados) de algunos episodios justa-
estos hechos es consecuencia de su sentido inmediato, y no de mente cClebres. Una especie de ilustración primaria, análoga a
un procedimiento de montaje o de una composición pictórica, liis tiras dibujadas de los periódicos. Pero si olvidamos estos
como solfa ocurrir la mayoría de las veces. En todo el cine balbuceos, si consideramos los films de los años veinte, eii la
mudo, Avtrricia es el único ejemplo de expresión realista y de mayor parte de las películas puede notarse que la adaptación
significación ten~poral,aunque Y el mundo marcha, de King de una novela consiste casi siempre en su reducción a las ,di-
Vidor, pueda compararse con ella en ciertos aspectos, siempre, mensiones de una novela corta, es decir, a su argumento primc-
por supuesto, en un plano relativamente menor. ro, en privarle precisamente de su espesor novelístico, de su
Ya hemos visto que el cine hablado dejó como saldo en sus temporalidad.
inicios un retorno a la comedia, al verbalismo, y en muchas oca- En el mejor de los casos se preparan unos acontecimientos
sioncs n la teatralidad. Pero sólo desde hace algunos aííos esta- condensados que se encadenan o se determinan dramáticamen-
mos asistiendo a un c o n s t a t e esfuerzo de «desdramatización», te como en una pieza teatral. El paso de la temporalidad se fija
a una búsqueda netamente orientada por el camino del relato entonces en una sucesión de «momentos»,y la psicología se tra-,
y c8e las estructuras de la novela. Pero concebir una película duce mediante una abundancia verbal que priva a las im6, ' ~ciles
«como una novela» es una cosa, adaptar una obra literaria otra, de las pocas cosas que les quedaba por decir. Todo qizecla rcclii-
y muy distinta; hasta tal punto distinta que el resultado es casi cido a «lo esencial», es decir, a un esqueleto. Las imágenes, qirc
siempre contrario a lo que se esperaba. se Limitan a describir y situar la acción, reflejan un contenida
La aparente semejanza entre la película y la novela, por lo organizado con vistas a un conjunto de significaciones literarias;
que se refiere a su respectivo avance (desarrollo temporal, na- pero éstas, fruto de una forma que las constituye como tales,
rración de una serie de acontecimientos más o menos cronoló- no pueden testimoniar otra cosa que su ausencia. Recortada,
gicos, etc.) incitó a los cineastas a llevar obras literarias a la raspada, edulcorada de este modo, la novela s610 permltc quc
pantalla, de igual forma que antes la semejanza de las estmc- se transparente un movimiento esquemático orientado hacia uria
turas dramáticas les había llevado a poner obras teatrales finalidad preconcebida. En resumen, de una obra rica y tupida
«en cines. se saca una pieza mediocre, y de esta pieza una película nlhs
La orientación de que acabamos de hablar, la disposición del mediocre todavía.
tiempo de representación, debían -al parecer- permitir una ~
Se argüirá que éstos no son sino los defectos de un mctodo
adaptación más perfecta y más consecuente de las grandes obras instaurado por las costumbres teatrales. Nada impide concabir-
de la literatura. Dejando provisionalmente a un lado la organi- un modo de adaptación acorde con las capacidades de-un artc
ración de un contenido propiamente cinematográfico y exami-
nando, por ahora, el estricto problema de la adaptación, vamos
1 destinado en el futuro a significar no sólo el paso del tiempo,
sino los movimientos psicológicos que éste entraña. Y es niuy
a ver qué determina que la cosa sea imposible. t cierto que determinadas adaptaciones han dado lugar a obras
Teatral o novelística, la adaptación en su origen no fue otra 1 que, incluso teniéndose en un nivel cinematográfico elevadtí, han
cosa que una garantía de valor que se esperaba dar a una pelí- r conseguido traducir algunas de las ideas fundamentales de la
cula aprovechando la notoriedad de las obras adaptadas. La 1 novela adaptada. Pero éstas no son más que excepciones. Pos-
aspiración del cine a aobra de arte>,no era admitida más que que por notables que fuesen, estas obras lo fucron s310 por
cuando se dedicaba a introducir el arte en las películas. Aunque secuencias paralelas, es decir, por secuencias que cxpresñban
degradada por este calco, la obra original conservaba su poder otra cosa muy distinta del contenido específico dc que forma-
virtual incluso en su propia caricatura, otorgaba su sello a la ban parte.
película que inspiraba, le daba el testimonio estético que nece- En efecto, sea teatral o novelística, la adaptacibn pnrtc del
sitaba, pero subrayaba de esta forma la inferioridad congénita ! absurdo principio de que los valores significados cxistcn Inde-
de un arte que la necesitaba. z pendientemente de la expresión que los ofrece íi la vista o al
En los primeros tiempos, y debido a su corta duración, las
adaptaciones no eran otra cosa que la puesta en imágenes (las
1; entendimiento. En el interior de un mismo sistema dc signos
(de una misma lengua o, incluso, de un mismo lcnguajc) esto
más de las vcces mediocres desde cualquier punto de vista: di- quizá sea verdad. Pero cuando se pasa de un sistema a otro, los
?
426 T i e m p o ;y espacio del drama

valores cambiarl. Al ser coiisecuencia las significaciones del O bien permanece fiel al espíritu, es decir, se esfiierza por
sistema adoptado, los n~isil-ioselementos adquieren otro sentido presar ideas semejantes, sentimientos análogos, pero por ca-
rnuy distinto, y Ins cosas significadas son de una naturaleza muy inos torcidos. Por lo tanto, y por necesidad, ce rompe la con..
difei,eilte. uidnd novelística, se transforman los datos, las circunstaricias,
1'01, ejc:.:rr~plo,resulta prácticamente iinposible expresar con. s personajes, y se desenlboca, también en este chso, en una
palabrcrs lo que %eonarc:lo expresa con formas y colores en La ~ i c i ó nevidente. Hablar de adaptación en este etrso roza el
V t'rgi-vi' cJr: las rocas. uso de confianza, porque la pelícu1a;por interesante que pue-
Evidenteinente, este cuadro puede ser descrito, puede ser n ser, nada tiene: que ver con la obra original de Ia que, sin
((contado~8, se puede decir lo que presenta a la vista o al enten- embargo, se prl-teade reflejo.
dimiento, puede ser analizado desde un punto de vista estético Y FlOne de 1rian:ifiesto una mentalidad muy curiosa quien crea
o nietafísico. Eri iíltima instaricia se puede perfilar con palabras. q ~ t ese puede ser fiel al espíritu de una obra sacándola ili: su
las sigr1iíic:;rciones que le son propias, pero jamás se podrá sig- ~ 1 1 normal,
~ ~ 0 cambiando sus datos, transformando sus eiitr-tic-
nificar lo inisnzo, crear significaciones idénticas, obtener median- turas, como si la letra y el espíritu de una obra fuern,n ttoc cosas
tc ~ i r ~ expresión
;i verbal el «coritenido latente» que lo caracteriza. cleciclidninente distintas, sobreponibles o disociadas, L.IIUEICI(J una
Loriseciíencia de una niediación, es decir, de una manera de y o t r a constituyen un conjunto de .hechos, de expi-esioiie?; y de
d e s c i f r ; ~y ~de estructurar el rnundo, este «valor» srilo existe en significaciones cuya interdependencia queda constanteinente
Furición de la forma que lo Iia creado y que le da un senticio. puesta de manifie~~to. Traicionar la l e t r a e s traicionar el esl,iritii,
Esa fo:rrnai es el dato específico de la pintura, de una determi- porque el espíri.tu no está en ninguna otra parte sino en. la letra.
nada pintura. Cualquier otro modo de expresión que describa o Por lo tanto, las únicas soluciones convenierltes sotz esta*;:
cuente lo m i s m o dará a esa misma cosa otro seritido, otra sig- O bien se S ~ ~ L I Ela: historia paso a paso, se la pone crp ili.iigts,.
nificac:ión. Baudelaire (L,es ptfares) nunca tradujo otra cosa que nes evitando ante todo significar cualquier cosa por i-nedio tlt:
una dcterrniriada equivalencia afectiva, emocional, antes referida algúi~artificio tie lenguaje, de tal f o r m a que no se ex1arc:;c n;ict;.i
a 1.m estilo que a una obra. Y era Baudelaire. que le sea extraño. Hay que esforzarse por traducir rio sil~nifi-
Trailsvasar una obra de un modo de expresión a otro, adap- caciones, puesto que todas ellas están en las palabras, sirlo 1;.i
tarla, supone pretender la ~quivalenciadel significado pese a cosas .significad.as por ellas. Desde ese momento el filni cti'.j;i ile
la diferencia de lgis sigi~ificaciones,es decir, la cuadratura del ser creación, expresión, para convertirse en representnci{.>n,cri
ilustración.
círculo. N o solo los signos y símbolos empleados en uno y otro
O bien, des~~re~ocupándose de permanecer fiel al autor, l.iay
caco Lienen distinto poder de expresar o de sigrzificar, sino que
que pensar inti:gr.amente en el tema de la obra para darle un
iio act:iian sobre la c o n ~ i e n c i ~dei la rnisrna forma. Su percep- desarrollo disl:i.nto y otro sentido. Se hace asi uria obra pcrsiii~iil
ción no es la rriisma, y , por 1.0 tanto, tampoco lo es su percep- a partir de la idel autor, que: sirve de inspiración, pero q ~ i cya
ción trieiltal; no se abren a los n~ismoshorizontes conceptuales. no tiene derech.0 a prevalecer.
I'or lo tanto, queixr transvasar los medios de expresián lite- En el primero de estos casos, la película puede ser algo miiy
rarios a medios de expresión. cinernatogriificos es un absurdo. semejante a uri siinple álbum de imágenes, ya que no es utrii
A cada monierito el adaptador se eilcueritra ante el siguiente cosa que un vel~iciilo.Una vez separadas las 'sigriificacioria:; cine-
dilerna: matográficas, nada impide componer imágenes cargadas ric. ~ 1 ~ 1 1 -
O bien permaimtxe Fiel a la letra: sigue paso a paso la marcha tido, es decir, iirnágenes que en el decorado, las luces, I n s c:str.iii:-
del jioveli:ita, el er.ieadt:namiento de las circunstancias tal cual turas plásticas, el comportamie.nto de los personajes, y la acciiii),
hiisn sido referidas; pcro por .la expresión visual de tales hechos creen un conj~intoacorde con el que las palabras' han tenido
si: ve arrastrado ii. significar algo mi.iy distinto a la novela, o a por objetivo evocar. En otros términos, en la puesta en c.;rSerin
torcer un sentido determinado por tina expresión literaria con- -enteindierido poi: ésta la estricta creación de un espacio dra-
fui.rrie al ~iensaniientotlel ailicr~r.Por lo tarito, s e llega a traicio- mático- se coristituye el mundo que la novela sugiere, su ciirim,
llar :il novelista con lo:; misrrios e1eniento:j de su pi-opia fabula- su ambiente, y . se registra por medio de la cámara. Se rrgistra
ción, rriientrns se cree que S<: le sirve. una realidad significada, descifrada, que es coino el. cocicritc r : b
428 Tiempo y espacio del drama

las significaciones verbales en la medida en que éstas se limitan sr'ginal, la más elemental honestidad exige entonces quc no se
a la descripción. '
refugie detrás de su título para aprovechar su notoriedad. Debe
Hay en esta operación todo un arte que en modo alguno es saber hacerse cargo de sus responsabilidades. Con frccuericía
despreciable, que está hecho de eclipsamiento, de renuncia, de La Fontaine se inspiró en las fábulas de Esopo. No las tradujo,
escrupulosa fidelidad a la obra original, y que si no consigue Ilc- Tonid de aquí y de allá un argumento, una máxima, una an6c-
gar a traducir cl sentido profundo, a ofrecer una equivalencia dota, para hacer con ello una obra personal. Al escribir Le Cid,
est6tica por las razones que se acaban de exponer, es capaz dc Corneille no se preocupó de adaptar a Guillén de Castro, ni
producir un reflejo apreciable. siquiera el romancero, en los que visiblemente se inspiró. La
Entre los logros del género de buena gana citaríamos los Eilms Fedra de Racine es tan distinta del Hipólito de Eurípides como
que David Lean hizo a partir de Great expectations [Caden«s 13 Electra de éste lo es de la Sófocles. La literatura abunda en
rotas] y, sobre todo, de Oliver Twist. Las imágenes parecen bro- ejcinplos de este tipo, pero jamás un autor digno de este nom-
tar de entre las páginas de la novela, y, a veces, se reconoce unta bre ha pretendido «adaptar» la obra de su predecesor, y puesto
especie de eco del estilo o de la ({manera))de Dickens. quc, con modestia característica, buen número de cineastas, se
En u13 nivel más alto, se encuentra, sin duda, Le joztrnal d'ztr: comparan con Racine o Shakespeare, nadie les impide Iiacer
curé d e campagne. Sin embargo, además de una determinada como ellos. Incluso si cazan algo en los terrenos de Tolstoi o de
equivalencia de tono y de espíritu propia de las imágenes, Bres- Dostoyevski, de Flaubert o de Zola, o de algún otro de menor
son llega a significar, a veces, el pensamiento de Bernanos, pero in~portancia,podremos tenerlos por verdaderos autores. A con-
hay que convenir que ello se debe esencialmente al texto. Las dición, por supuesto, de que, como cualquier persona honrada,
imágenes, siempre por detrás del pensamiento que apoyan, crean tengan el pudor y la humildad de señalar sus fuentes.
el clima, el ambiente, esbozan los hechos, sugieren apenas (como Sin duda, la adaptación no es hoy día más que una operación
debe hacerse en casos semejantes) y dejan al comentario el cui- comercial. El cine ya no tiene, como antaño, necesidad alguna
dado de penetrar en el alma del sacerdote que, por otra parte, de ampararse detrás de la literatura; pero una gran parte del
se expone por medio de él. El sentido de la novela, que radica púbIico cree aún que cuando se lleva una obra maestra a la
en las palabras, se encuentra en el aparato verbal del film; no pantalla el film tiene asegurado, por lo menos, un valor de prin-
hay aquí milagro. Puede decirse que las imágenes ayudan al tex- cipio. ~ C O si~lasO cualidades de una obra maestra fueran trans-
to prolongándolo, aclarándolo, pero es lo máximo que se puede misibles por simple calco!
esperar de ellas cuando tratan de permanecer fieles a sus signi- Los productores no hacen más que especular con esta situa-
ficaciones verbales. Las envuelven, pero no las traducen. Signi- ción de hecho, y les importan muy poco que se respete o se deje
ficar visualmente sería hacer otro film, echar mano de otras de respetar la novela. Lo que necesitan es el título. Con tal que
estructuras, de otras situaciones. Quizá se llegaría a determina- puedan anunciar a Gabin, Fernandel, Aznavour o Brigitte Bar-
das analogías, pero entonces ya no se trataría de la novela y
mucho menos de Bernanos. Las perspectivas habrían cambiado
\; dot en Los hermanos Kararnazov, se puede muy bien rodar
cualquier cosa, seguros como están de que el público vendrá
totalmente. * a ver no Los hermanos Karamazov, sino cómo Gabin interpreta
De igual modo que la adaptación teatral se reduce a la puesta '
el papel de Dimitri ...
en escena cinematográfica de la obra original -por mucho que
se la quiera respetar-, la adaptación literaria se reduce a la No siendo estos chanchullos el tema de nuestras preociipa-
: ciones, los dejaremos por lo que valen. Pero nos quedaremos,
puesta en imágenes del mundo de la novela. Tanto en un caso
como en otro, el cine no puede hacer otra cosa que registrar un sin embargo, con el papel que en ellos juegan los adaptadores,
, y que consiste en transponer e n el tiempo una obra narrativa
mundo significado, servirle de vehículo; y esforzándose mucho
cuya estructura hay que conservar y cuyo desarrollo debc sctwir
-y casi siempre en vano- por significar cosas, el resultado no / se. Este ejercicio roza la demencia o la chochez precoz. En todo
consigue más que contravenir la intención del dramaturgo o del
novelista.
1 caso testimonia un sólido desprecio por la obra de la que sin
Dicho esto, nada impide a un cineasta inspirarse en una pie- embargo se sirven, y, por lo tanto, una total incomprensión de
za o en una novela. Pero si transforma íntegramente la obra lo que la caracteriza y de lo que le presta su valor esenciial.
430 Tierrtpo y espacio del drama A la búsqueda de! una drawraturgia 43 1

Cuando rin directc):~adapta Thérese Raquin (por ejemplo) minada, es decir, en un arte adecuado a tal contenido y a
no le basta coi1 transformar por este hecho sus significaciones tal forrna.
pr0funda.s; tiene, además, que «modernizar» la acción. Por' su- Evidentemetite, un mismo contenido es susceptible de signi-
put.:st~n,:;e conservar1 las situaciones, los móviles -levemente ficaciones tiivei-sa:;. Son las significaciones que se pretende darle
t i a ~ s f o r i a oen razón del. nuevo contexto-. y se introducen 1;s que ordenan la forma, precisamente porque dependen de
nuevaine.nte lo:< personajes con su carácter y su mentalidad. En clla. Se puede tratar un contenido de cien formas rliicri'ntes,
virtucl de ello se hace actuar en 1960 a los conteinporáneos de pero cada fornia le dará un sentido distinto.
Jules Grtjvy. Desde esr: mon.iento nada se sostiene, dado que el Estamos de acuerdo con Jean Domarchi cuando dice:
eslado de espíritu de los hkroes era característico de una ma-
nera de ser y de perisar, y que las cos-tumbres son las de la ~Córnono admitir que no se puede ser fiel a la inspiración proFunda
peqi~eñaburguesía provinciana de los años 1880. tlc una obra antigua más que realizando una obra nueva, cli" un gé-
Fuera de este cont.e:ícto,por lo tanto, Thérese Raqtlirz ya no es nero nuevo que, i i partir del simple hecho de que se sirve dv una
téciiica diferente, explicita el sentido auténtico que esta »l>iri tielle
TI.rt!rk.se Raquin, sino simplemente el dra:ma de dos amantes que para nosotros, y que lejos de traicionar la significación iniciad nc) Iiace
se desembarazan de un marido inolesto y que experimentan por sino profundizar en ella? Cuando Murnau, por ejeinplo, 1i:i tfatiu ii11.o
ello algúrl remordimiento. Cosas todas ellas que podrían tener traducción cineinatogi-áfica del Tartufo de Moliere y del pr inicr' Firrki-
lugar rio importa dóricle, ni cómo, i-ii cuando, salvo de la forma to de Goethe, el lenguaje expresionista que utilizaba potií<a parecer
descrita por Zola y con sus personajes, cuya exi~~tencia misma un desconocimiento de las siluaciones profundas que habriin presi-
es consecuencia de la época y del medio en que evolucionan. dido la elaboración del Tartufo y del Fausto. En realidad, Miirnau
'Tal forma de actuar testimonia, además, una concepción es- revela el contenido latente de las dos obras, que exige11 equivalencias
túl?icl;i, que consiste e11 creer. que la acción dramática, el espesor plásticas más cfirar es m a s ripreiniantcs qiic I'is riuc propone el
teatro (~Littératureet cinema»).
narrativo, el caráctei- del héroe, son entidades indeformables,
valores permanentes; que pueden ser t:t-ansplantados sin difi- Es cierto que si se pretende significar otra cosa, volver a en-
cultad cl~e una infraestri~ctii~a a otra. Pero la estructura que contrar un mismo «conterlid0 latente)) desde otras perspcclivas
presta a la novela su significación humaria, su aii1:enticidad psi- y bajo otros cielos, la adaptación no plantea ningún pi-~>i>lerna.
cológjca, es f r i ~ í ode la irifraestructura en la que se funda. Se- Alguien afirmará que en tal caso no se trata di: una adaplacióil,
parada de ella, no es .más que una abstracción, un drama teórico puesto que adaptar una obra es transportarla íntegramente con-
sir1 valor real. servando el sc:ntido y las significaciones, puesto que sin ellos
I'or si-ipuesto, nada impirie concebir un drama análogo que lo que se hacla es una obra diferente. Esto es simpre posible;
se de.sarrolle en nuestros dias. Pero supone entonces otras co- es iiicluso deseable, pero los problemas no se resuelven elu-
yurituras, un estado de espír:itu muy distinto y las implicaciones diéndolos.
dc una sociedad sin punto cle comparación con aquella en que Birla Balas:< decía ya (Der Geist des Films) que el adaptador
se ~ L L S la~ L novela de Zola; por lo cual, un drama semejante no 1 no debe utilizair la obra existente más que como una materia pri-
tendría ]lada cn comiíil con aquél. Pero si se quiere cambiar toda 1 ma, consideráridola desde el ángulo específico de su propia forma
la infrae:;tructura, no es necesario irla a buscar. artística, como si para él la obra no fuera otra cosa que la realidad
:;e dirá que la novela es lo único que importa. Una novela bruta; no tiene que preocuparse de la forma y:i conferida a esta
liace vivir algo más que abstracciones: los protagonistas, sóli- realidad.
clarneilte imbricados en el ticmpo y en el espacio, los personajes
que pcino eri escena, sus costumbi.as, su drama, no pueden ser Fácilmente puiedi: comprenderse que si esto es cierto cuando se
sepai;rc!«s del contexto que los determina; de otro modo per- trata de una recreación total, de una película que se aparta Oe-
d e r í a ~s~t i auteriticidad, su valor y su sentido. i cididamente de la obra en la que se inspira, es insosteriit,le
I
.(T'udu~tema /-decía Goethe] dicta al autor la fomm ideal que cuando se trata de una adaptación. No se puede considerar una
lc: corresponde.» Un contenido determinado no puede encontrar obra de arte ---pieza teatral o novela- ((como una realidad brti-
SLL expre:jión perfecta más que en una forma igualmente deter- tan precisamente porque no es tal, sino una realidad descifrada,
mediatizada. Es imposible no preocuparse de la forma, porque
es precisamente la forma de la obra la que confiere a ésta si- hace nacer. No puede decirse que la palabra agote su co-
multáneamente poder y sentido. Fuera de esta Eorma no hay do en la comunicación, porque no se trata de comunicar dc
nada, a no ser una intención, es decir, un argumento que pcr- uier forma indiferente sino de entregar a la vista una for-
mitirá a esta intención manifestarse. Reducir una obra de arte precisa, tan total como sería la visión directa. Por tanto, es
a su argumento es justamente negarla como obra de arte, puesto iso mucho arte, pero un arte que de buena gana calificaria-
que a este nivel no existe más que como virtualidad, como un de extraliterario, aunque también él encuentre su razón de
cierto número de posibilidades entre las cuales el autor deberd. cn las palabras y s610 en las palabras. El estilo de este tipo
escoger, eliminar para construir precisamente. novelas puede ser notable; probablemente da un color, una
Al elegir expresar lo mismo que el novelista, el adaptador evidencia a las cosas descritas, pero estas cosas, estos hechos,
traicionará necesariamente la forma novelística; y si quiere estos actos, son independientes de la forma que se lirnita a SU-
respetarla deberá contentarse con poner en imágenes un mundo gerirlos al espíritu. Tal ocurre en las novelas de Walter Scott,
significado en lugar de crear sus propiar significaciones. El de Dumac, de Jules Verne: e, incluso, en las de Jack Loridon,
transvase cs imposible. Como muy acertadamente subraya René Jrimes Oliver Curwood, Stewart Edward White, Owen \Viste~.s,
hucha, etcétera. En estas obras la palabra se forja a irnagen y sernir-
ariza de algo que no está «condicionado» por clla. La descrip
el lenguaje del arte es inseparable de los signos que lo ponen de no trata de recrear, sino que quiere dar una fotograffa
manifiesto. Modificar las formas o los colores de un cuadro es lo sa del suceso.
mis~rioque destruirlo o crear un nuevo cuadro; escribir un poema o obstante, incluso cuando se transpone esta literatura des-
con otras palabras es lo mismo que deshacerlo o hacer un nuevo va en imágenes cinematográficas, no se puede evitar uriü
poema. Parece que una obra es perfecta [parfaits] (-hecha, [faite], cnntradicción que afecta a la naturaleza misma di- los dos mo-
decía Baudelaire con mayor sencillez) en la medida de su necesidad: os de expresión. Lo que en la novela aparece conlo descrito
porque no puede soportar, una vez concluida, ninguna sustitución. c va formando gradualmente: las cosas aparecen poco a puco a
Incluso a la vida del espíritu -<¡que es una potencia de transforma- ravés de las frases. En cine, esas imágenes son dadas inmedia-
ción siempre en acto- Valéry opone «la composición de una obra amente, de tal suerte que el ritmo es distinto y tnmbidn el de-
del espíritu, quc es una cosa acabada)). Los borradores que Dosto-
yevski va escribiendo sobre el papel para El idiota, las nuevas ver- arrollo. Lo que en literatura es u n resultado -resultado que,
siones que sigue dictando mientras los primeros folletones apare- además, puede ser un fin- en cine no es más que un punto de
cen, esos textos contradictorios son la imagen misma del espiritu artida. Esto es lo que Godard deja entender al decir:
creador antes de que haya acabado su trabajo. Muestran que el nove-
lista abre por todas partes caminos que puede seguir su héroe, Cuando se escribe, lo más enojoso es que nunca se sabe si h a y que
pone a prueba en muchas anécdotas su carácter y sus pala- decir: <(cuandosalí llovía, o bien «llovía cuando salí». En cine la cosa
bras, no le crea en última instancia más que en el lenguaje. Una es muy simple: se muestran las dos cosas al mismo tiempo,
libertad sin freno va íntimamente ligada a un rigor incesante: la
invención psicológica cede al universo de las palabras y de las
figuras (Cinéma et Iittérature). En cuanto a pretender uvisualizarn las imágenes novelfsticas, las
imágenes que la lectura hace nacer en el espíritu, es un absurdo.
Sin embargo, parece que la adaptación -transposición de tér- Además de que la imagen mental depende del lector, se sitúa
mino a término, de valor por valor- es posible en el caso de en el plano de lo conceptual, mientras que la imagen cinemato-
una determinada categoría de novelas, de aquellas que no tie- gráfica es un dato objetivo. Lo correspondiente, en cine, n la
nen más objeto que describir sucesos cuya existencia, aunque irnagen mental, es la idea nacida de una relación dc irndgcnes,
jy en modo alguno la imagen misma.
sea imaginaria, limita su horizonte.
El paso de la novela de acción a la imagen cinematográfica Como ya se ha dicho, la imagen cinematográfica nos irnpidc
no plantea demasiados problemas por la sencilla razón de que imaginar lo real que ofrece a nuestros ojos, pero 110s esíge in-ia-
en ellas la palabra no es utilizada para expresar o recrear, como g i ~ a ra partir de ello, descubrir relaciones, signiflcacioncs. En
en literatura, sino para evocar, para desaparecer en la imagen cine el objeto no es transparente al concepto, pero rernitc siem-
pre a él. El concepto no se deja atrapar más quc a travds del,
434 Tienzpo y espacio del drctttju

es1,esor de lo retal, es (lecir, :Através de uiia deterniirlada repre. ela, ya que la libertad creadora debe poder desarrollarse en
sentuciórz de estn realidatl, una realidad xndividualizada, sinsu. a placer, volver sobre si misma, separar sus perspectivas,
l a ~ i l a d a ,considerada bajo u11 cierto aspt:cto, y presentada en rontar puntos de vista.
un r:ontexto aue le da un sentido. es de examinar hasta qué punto una película pii~'tlc.ser
De ¡grial niodo que 110 hay similitud formal -sino estructu- iida comi3 una novela, será conveniente submriyrir v~irias
ral- entre el lenguaje verbal y el lenguaje cinenlatográfico, rmo cias irretluctibles.
hay similitud entre la imagen conceptual y la imagen proyect'idn tentras en la obra literaria el espacio es conceptrial, la du-
en iinn pantall,~.De igual forma, por otro lado, tampoco Itny cihn se percibe en ella intensamente, dado que la trs[iir,a no-
identidad entre lo real <(dadoen imagen» y la realidad que sus- ~ l e c c a ,el encadenamiento de las circunstancias, la cvuluci~n
cita y co~istituyeesta irnagen. S personajes, dependen de ella y la construyen al mnsrno

Si se rne pidiese ilustra]- el 1c:nguaje cinematográfico tal como [o liempo juega (0 puede jugar) un papel también cletermi-
irilagiiio [sigue diciendo René Micha], ficción que refleja una forvtla i ~ t een cine, pero se trata siempre de una duracibn d e algo,
qtae a su v e z 1 ~ 1r e f l e j ~ zverdad
, humana hecha belleza, citaría riria una realidad objetiva y geográficamente situada, Esta reali-
escena de El crrarto ntlind'nms'clnto [Z'lze mcignificent Arnbersoris]: cl espacial se plsritea, por tanto, necesariamente izrltc4 de la
J<)sepIiCotten se pr-tmsliit:icri cl palacete de los Ambersons, clondc le
espr:i,a Dol~sresC:oslello. Iinire ellos, uria puerta de cristales admira- ración de la qiie es sujeto. Pero la inercia tie estc rsytiic~o,
blen-ieiile zidornacla, un vasto hall al que da la escalera principal; c, sin embargo, afirma la validez del tiempo que siA rcrnitt. a
y de pronto Tim Holt, que no quiere que su inadre siga a este hom- dificulta un verdadero dominio de ese tiempo. En otros ter-
bre, y la rechaza. Alguiei-i se acerca a Dolores Coste110 y le habla, Tim nos, el tiempo de la novela está construido colz las pa1nbrn.s.
Holt silbe la escalera, escapa a su tía que le reprocha violentamente cine se construye con los heclzos. La novela suscita un mun-
su conducta. EII un Inorrlellto 121 cámara, conio un Iátigo, ha unido a mientras el íilm nos pone en presencia de un mundo que
los autores del drarrin, los ha tocado, lcis ha retenido, los ha abando- organiza según una determinada continuidad Lfa ~zovela es L L ~
narlo. El relato está aniidado y el nudo se ha formado al mismo relato qtie se organtza como m u n d o , el film zai m u n d o que se
tiempo en el lenguaje. La mora1:la de los Arribersons ha sido captada organiza cowzo relato.
de u11 golpe, y sobre todo la esc:;ilera: inailo gigantesca que les lleva
del nacimiento a la iniiertc (op cit.).
Además, el espacio y el tiempo componen en cine un conii-
nuum análogo al del espacio-tiempo real (análogo aunque no
Dejantlo a un lado la adaptación y sus falsos problemas, puede semejante), un i'odo irreductible a cualquier toma de conciencia
decii-se qiie el film, en lo quc: respecta a ';u capacidad, no sólo unilateral (:;ea espacial o temporal). Su percepción es la ~1cun
de significar la duración sino de hacerla sentir, de traducir con ili!jo incesante, la de un mundo cambiante y a la vez etcrna-
ella las resonai-icias psicológicas profundas, se acerca de modo mente presente. En este transcurso global el pasado queda abo-
efectivo a la estructura de la novela. lido por ser lo que ya no es (aunque permanezca actual en la
Coirio f=n la novela, la pclícula nos presenta los personajes memoria inmediata), el futuro como lo que todavía no es. Corno
en una serie de acontecimieiitos cuyos lazos no son unívocos ya hemos señalado, en cine, igual que en la vida 'eal, r i c i hay
sino coritiilgentes, que suscit~insignificaciones rio reductibles a más que preseríte, un presente que deviene perpetuamente. En
sí ~ n l s m a s y, cuya duración no se contenta con ordenar o dispo- esta captación, que es captación de un devenir qrle se ~ c v ~ l i z n ,
ner cn series la sitiiaciones, sino que revela a los individuo$, a de un presente que se hace, no percibimos realnzente inát que
siis inotivacioneij psicol6gicas, a su ambigüedad. Por tanto, un espacio, un espiicio en movimiento. No podenlos captar la du-
mundo abierto sucede al universo cerrado de los viejos films, ración dado que ésta se identifica con nuestra percepción, dado
y, igiial que en el caso del relato, el problema consiste en intro- qiie iranscurre y canibia con ella, con nosotros.
ducir un tiempo libre en una estructura limitada. Mientras el En cine, al contrario de la vida real, no podemos percibir 1;i
autor de riovela:; cortas va dxrectamente al lo esencial, el nove- duración «que se hacen, sentirla tal como es, a menos que ($1
lista se «pasea a lo largo de iin camirio*. El curso de su obra espectrículo nos aburra. La acción nos arrastra tras de si: ta
es leilto y :sinuoso, fluvial. Unsi obra precisa y conc~etizadacomo percibimos como acción, como movimiento, no como durriieiai~i,
¡,a prir-icesse t l p Cleves es m á s una larga novela corta que una aunque no obslarite tenemos la noción y la conciencia tic csbn
Tiempo y espacio del dran búsqueda de una dramaturgia
duración -de

manencia de una relación entre el mund uración admitida como verdadera. Por otro lado, la ncciBn
se pone de manifiesto más que en su a novela se inscribe en el pasado, incluso cuando el cstila
en presente. Jamás se trata de otra cosa que de una rea-
ya hecha y no haciéndose; tiene que existir desdc antes
ariamente para que el novelista pueda describirla. Al ni*
si bien la construye con sus palabras, siempre está ya hecha
el lector. De tal forma que para éste (que siempre repre-

ción de la diiración, aunque sea subj de actuar, en el curso de las frases), y esta objetivacihn,
ción que no se hace ni se puede hacer más crea una distancia temporal, entraña un sentimicrito de
do. Por tanto, sólo mediante un acto de me ción vivida, duración de la que testimonia un juicio sobre
la mordedura del tiempo, ya que toda captación inmediata rio mismo (o sobre la apariencia de uno mismo). Por cl con-
es más que la de un estado que tenemos que referir a un estado ne, el espectador que se vincula a un héroe está
anterior para medir sus efectos, a alguna referencia espacial o
cronológica para conocer su duración.
La psicología de la duración es una psicología del recuerdo,
Y ningún arte mejor que el cine puede seguir las huellas de la
memoria, dado que la actualización y la presentificación son la
manifestación más tangible de su esencia misma. or otro lado, el espectador que asiste al desarrollo de un
No obstante, la duración subjetiva, como hemos dicho, es no puede volver atrás como el lector, que puede con toda
y1.
quilidad releer una página o un capítulo z6. Sin duda se pue-
:j 1 mucho menos una duración real que un sentimiento de dura-
ción y las cosas vistas por el recuerdo no son nunca otra cosa er una película muchas veces (incluso es necesario hacerlo
que una interpretación, una imagen mental, y en modo alguno se trata de una auténtica obra, porque de igual modo
ri esta imagen objetiva que siempre da el cine, debido a que la
realidad representada se halla transformada en parte. El cine
e no se puede captar la totalidad expresiva de un poema (4
una sinfonía durante la primera lectura o durante la primera
no puede captar este sentimiento «del interior», como tampoco dición, tampoco se puede captar la totalidad de uri film en
i'l la novela, pero la literatura permite eludir el problema porque primera visión). La narración cinematográfica debe, por tan-
'
1.
1
lo imaginario suscitado por las palabras sigue siendo imaginario, , ser inteligible (si no discernible en todas sus significaciones)
porque las imágenes mentales pensadas por el lector coinciden pesar de ese desarrollo. Sea cual fuere el modo dc narrncibn
-al menos para él- con los pensamientos del héroe, de tal doptado, se trata siempre de expresar el máxima de cosas en
r':l forma que puede creerse en el lugar de éste, pensando como él, rnipimo de tiempo, aunque ese tiempo deba ser alargado a las
1 .l
recordando como él, sintiendo como él. Se cree proyectado en dimensiones de un contenido novelístico. Tal es la raabn cvi-
SU ser cuando en realidad 10 saca de si mismo y lo compone a dente por la que el cine desde el primer momento se puso bajo
7
l! la medida de su espíritu. Al menos su espíritu se halla siempre ralidad y fue llevado a la prhetíca se&
, ..
8 . en condiciones de satisfacerle.
La novela, al contrario que el film, permite una toma de con-
ciencia unilateral. Todo allí es función y está en función de la 26 Ello es posible a condición de ver el film sobre una m=n d e nluri-
, . duración. Los seres, el decorado, el paisaje, imaginados por el taje. Es lo que se hace cuando se le quiere estudiar en serio. Pero eslo
l.' no es más que un instrumento de trabajo, Un film rio cstíí 1rci:hu parn
lector, están constantemente sometidos a las exigencias de esta FCr visto en la moviola por un espectador aislado.

1:

i,
438 I'iempo y espacio del dranza ,4 la busqueda de una dramattlrgia

Ya 10 h e n o s dicho: el cine es una escritura cuyos términos La novela e:; un arte relativamente reciente, dado que 1i1
sc>n elc:rrientos espectaci.ilares. Si se quiere satisfacer las reglas literatura ha sitio esencialmente Cpica o lírica hasta cerca del
de I;I riovt!la y al misrrio tiempo las necesidades de esta escri- siglo X V I ~ ~En. los primeros tiempos el único objeto del poema
tiira, p;ira. lograrlo es preciso ante Lodo satisfacer las reglas y consistió en propoiier un arquetipo que encarnase toclo Liri con-
las riecesjtiatles del esj:~ectáciillo. junto de concepto:; o de aspiraciones colectivas, quc rPptcsen-
Si le e:; lícito ex.tenclerse, considerar acciones que evolucionan tara la pregunta y la respixesta de una problemáticci moral el
e n niúltiples planos, tanto er, el espacio como en el tiempo, si religiosa. La obi-a 110 tenía ningún carácter social en el sentido
puede escapar a la concentración dramática, no podría en cam- realista y objetivo de la palabra, pero la colectividad cliii: se
bio escapa.r a la centración. Es preciso que la pelici~la,por nu- transparentaba tras c:l gesto del héroe hallaba en el rriitc, su
merosas y diversas que sean sus orientaciones parciales, consti- expresión acabada, dado que la inmanencia no fue riuiic.,i siiio
tuya una unidnd glob~zl bien defirnida, es decir, centrada y la imagen de una determinada trascendencia.
orientad.a, no riecesariameni.c: hacia una finalidad o hacia un En 1-1poema épico, como ya en Homero, dict: Lukacs
obje:tivo, sino hacia un sentido. NO puede escapar a esta necesi- lo trascendente se mezcla de forma inextricable a la existencia te-
dad, so pe:na de dispersar la atención y de echar por los suelos rrestre, y lo que !Hornero] tiene de inimitable se basa precisamente
de esta forma el interks que presenta o que pretende presentar. en su perfecto logro de hacerlo inmanente 1 ] Porque In pregunta
Dicho lo cual nada impide al film desarrollarse como una que engendra la epopeya corrio una respuesta creadora de formac
tiovela, viricular. sus es-tructu.ras y sii avance, caminar por aqiií se expresa así: ;,cómo puede volverse esencial la vida? Y si Homero,
o por allá, contar una historia que se propone valorizar la evo- cuyos poemas constiluyen, hablando con propiedad, la única epopeya,
lucihn sensible de los carac1:cres merced a las circunstancias y sigue siendo iniglialable, es sólo porque encontró la respuesta aiites
al tiempo, o circuriscribirse a iIn drarna momentáneo, una crisis de que el desarrollo histórico del espíritu permitiese form~ilar la
pregunta (Teoría de la novela).
pasajera, anudar o desanudar los hilos de una tragedia. Puede
observarse fácilmerite que al no ser los mismos los medios de El arte griego, por reflejar una concepción del mundo que de-
significar, los procesos no podrían ser idénticos. No se trata en semboca en un sistema honiogéneo, es un arte estático basacio
~ i l o d oalgilno de imitar la novela, sino de captar coino ella, aun- en la armonía y eri el equilibrio. Este mundo donde todo está
que de forma diferente, una deter1:ninad:i densidad temporal, determinado, acabado, este universo cerrado donde cl fin es
una dilración que asegure, profundice y defina en sus múltiples todavía un comienzo, sólo en la tragedia podía enconlrar si1 ex-
perspectivas la autenticidad psicológica (:le los personajes en presión total.
cuestión; una duración que salvaguarde su libre arbitrio o les El héroe trágico justituye al hombre vivo de Homero, y por recibir
concerla una determil-lada apariencia de libertad. Se trata de de él su antorcha a punto de apagarse, y hacerla brillar coi1 nuevo
segriit a 10s personajes mediante uri desarrollo lógico a través resplandor, explica precisamerite a ese hombre y lo trarisfigiira [ ]
de :;ituaciones siempre contitigentes, sometidas a impulsos, al Las Porinas no son coacciones sino la simple toma de coricicilcin, 13
puesta a la luz de totlo aquello que, en el seno de cuarito debr: recilti:
azar, a lo imprevisto, eri vez <le dirigirlos, de encerrarlos en los una forma, dormutaba como una oscura aspiración ( i b i d ) .
Límit.es opresores de un drania que siempre nos parece ficticio
cuanclo el. sello del creador st: halla dema:jiado nlanifiesto y vi- i\To obstante, al no ,ser generador de nada, dado que todo ocurre
qible. No iie trata de es(: sello que es el estilo y que just:ifica la cQmo debe ser y segil11 pautas que están inscritas d c antemirlio
creación, s;ino de ese otro que: se introduce en los datos del pro- en los datos del problema, el tiempo no tiene aquí riingiiti
blema con vistas a un desarrollo premeditado, con vistas a un sentido.
equi:librio cuyo rigor fija las cosas en lugar de ser su constante En el curso cle los siglos siguientes, cuando el hombre tc~mri
espre:; ióxi. conciencia de la duración, especialmente a la caírl:i del crileti:a-
'fa volveremos más adelante sobre los problemas de estruc- nisnlo que vino a destruir el inmovilismo del murtdo griego) r%l
tura. E'or aihora nos bastará con examinar todo aquello que, fren- héroe se convirtió en una especie de intermediario entrt* Ilicis
te a la novela, piiede ser desarrollado ven1:ajosamente de forma y los hombres, y el arquetipo de las virtudes esenci:tle.; sc pii!,i>
cinernat.ogt-áfica. de manifiesto en la realización de un determinado t l c v i r i ~ i ,
triunfando de cuanto el mundo temporal ofrece de resistenci o de ese modo por el autor), desciende del mundo de los
a su necesaria realización. ptos para entrar en la vida. En efecto, el pícaro se a%irma
-- la negación deliberada del héroe tradicional tanto en !;u per-
o
La situüciltn del héroe se vuelve de este modo polémica y problerri%- Sonalidad como en los detalles más nimios de sus actos. ~ ~ a r e c i d a
tica; ya no constituye la forma natural de la existencia en la esfera en 1557 con las aventuras del Lazarillo d e T o r m e s (de autor :m&
de las esencias, sino un esfuerzo por alzarse por encima de cuanto aventuras retomadas y concluidas hacia 1620 por 1-1. de
es purarnentc hurnano, masa o instintos. El problema jerárquico de Luna, la novela picaresca acumula una serie de acontecimici~tos
la vida y dc la esencia que constituía un a priori informador para vistos o vividos por el personaje central. Sean burlescas o tr8gi-
cl drama griego y, a consecuencia de ello, jamás podía convertirse en cas, crueles o sentimentales, estas aventuras, que pretenden inte-
objeto rfc In acción, queda introducido en e1 proceso trágico mis- cesar al lector, sólo existen para apoyar y justificar una constante
rno fibíd.).
critica de caracteres y costumbres. Ponen de relieve los vicios y
Comprometido en un acto ejemplar, el héroe muestra que el
hombre puede realizar su esencia en una sociedad de la que eil
1
i
las bajezas de una éioca y de un medio antes de ofrecer en el
pícaro virtudes esenciales. N i bueno ni malo, cruel y tramposo
se& los días y las circunstancias, o fácil de emocionar, sopor-
es, u iin mismo tiempo, expresión viva y trascendencia simbú-
lita. Encarnado en ocasiones por un ser auténtico (el Cid, Ro- : ta de un modo aparentemente fatalista y desesperado los acon-
lando, Sigfrido) sublimado y magnificado, representa el destino r tecimientos de los que es generalmente víctima; el pícaro es una
ejemplar que lo vincula a una colectividad cuyo destino cris- especie de rebelde pasivo. La novela, por su parte, muy poco
taliza a la vez en su propia vida y en la imagen por la que se cuidadosa de la forma. desgrana una serie de hechos cuyo enca-
convierte en mito. l denamiento accidental o insólito no deja de ser arbitrario. El
S610 rri este pivel puede el héroe épico encontrar hueco en tiempo no es más que un curso monótono que jamhs tiene for-
el cine, en un universo estilizado donde la imagen hierática que ma ni se transforma. Permite simplemente asegurar la sucesión
le alza al rango de los semidioses, expresa y significa mucho Je las aventuras a que da lugar, y la participación del pícaro
antes de darle cuerpo. Eso fueron Sigfrido, Alexander Nevski,
Iván el Terrible. Pero los mitos en estado puro, como Sísifo o
'
I
apenas supera el instante que lo pone en juego. El realismo, sin
embargo, aparece en que las motivaciones que lo animan no
Prorneteo, Hércules o Jasón, los personajes que desaparecen son ya ideales teóricos y abstractos, sino reacciones determina-
totalmente detrás del mito en que se han convertido en el trans- ckas por el hambre, el deseo o la venganza. Pobre y oprimido por
curso de los tiempos, como Aquiles, Ulises, Héctor, son impen- naturaleza, ha sido designado por la suerte para ser la víctima
sables en cine. O bien no son sino símbolos vivientes de una pcrmanente de los poderosos y de los fuertes.
representación teatral (insistiendo en todo cuando la palabra Se trate de Antonio Gómez ( V i d a d e D o n Gregorio Cuacioña)
«representación» supone de artificio y de convencionalismo), o de Quevedo (Historia d e la vida del B u s c ó n ZZamado 13on Pa-
como ocurre con la Electra de Cacoyannis, o bien, reducidos a b l o ~ )la
, aventura picaresca es, ante todo, un medio d e evitar
no poder encarnar otra cosa que conceptos fijos, despojados de scsgadamente, una enseñanza teológica y unos principios supe-
su significación, sin poder acceder nunca a ninguna realidad rados, de imponer una crítica del feudalismo bajo capa de una
viva, no son, rio pueden ser más que imágenes de Epinal sin historia excesiva y fantasiosa.
densidad v sin vida. También D o n Q u i j o t e es una especie de novcla picaresca. El
Con Dante, los personajes nson ya individuos que se yerguen héroe no es una entidad encarnada; es un hidalgo semejante n
a sabiendas y con energía contra una realidad que los encade- los que se encontraban entonces, aquí y allá, que vagabundea
na, y mediante esta resistencia se convierten en personas ver- por los caminos de Castilla. La considerable diferencia estriba
daderas*. Pero proyectadas en el cielo o en el infierno, es decir, en que esta novela no apunta a una crítica soi~iala partir C ~ C
fuera del tiempo, no son más que imágenes simbólicas que hechos externos, sino a una crítica moral que trata del coni-
eternizan el aspecto más significativo de lo que fueron. bate librado por un ideal subjetivo contra la bajeza y la vulga-
De hecho, sólo con la novela picaresca, intermediaria entre ridad de la vida material. Y para objetivar este combate, Cer-
la novela y la epopeya, el héroe, mito o arquetipo (que no ha vantes hace de su hidalgo y de sus aventuras, que: siguen siendo
llegado a ser tal en la imaginación popular, sino que ha sido banales, una caricatura de las novelas de caballcria. Y la hace
442 T i e m p o y espacio del drama 1 A, la btisqucida de una dranzaturEio 443
I
de tal modo y tan bieri que Don Quijote es capaz, por un lado,
de asumir los despojos de un mito, y por otro, de simbolizar
uria actitiid ante la vida. La trascendencia se afirrna y revela
'
! podría ser encarnación de un mito. Como 131,no es ni&sqilr
un vagnbunclo sf:ntjmental. rebelde a todo Cunntn le impuealo
siesde fuera; un se]- libre que quiere pregcxvor $ 1 ~libertUtl,pePci
j
rnediarite una inrnanericia caricaturesca cuya sorna condilce n rgocénl.rico, intr,ov<:rtido, que instuura en vez del niilrido socicrl
algo rriuy distinto. Se produce entoilces iina especie de desdo, I : y de las estructuras sociales un universo propio cjue cansicjcsU
blamiento o de superposiciÓi>. por su verdad humana, por sus cl Unico verdadt:ro. Así, por SU actitud ante Jcrs iiunmbrcas y ante
profundas signjficaciones, el personaje adopta, mediante su i , 13 vida, Charlot alcanza fácilmente las diirirrisioazes y el .;enticir>
perspectiva temporal, todas líis apariencias de un mito, pero gra- c1c.l niito. Pero ir1 inito no ::e halla en sil ser coriLr.cto: raciica
cias a la imagen de iiri mito derruido, ridiculizado en vez de j m i s nllú, en las significacioiles que proyecta a su alre~4t:dor. El
rnito es sieinprt: conceptual, mientras que Charlot rio cesa tic
revalorizado, y que ofrece en su forrna vacía y desencarnada la
estrii~turdprecisa para la in:,tauraciÓn de un se:ntitlo nuevo. Un ! rrtar vivo.
alrna n~iievaanirna un caparazón que, sin duda, necesitaba para
'
Í Aquí podemols ver una de las considerables ventajas dt-1 c:lr-ri+
sobre la literatura: al ser Charlot un ser real que actúa vi.iibfc-

Esta interpenetración de; poesía y de ironía, de lo sublime y lo gro-


: ii~enteen una realidad verdadera, s i l propio mita no le puuilt.
devorar. El gesto está ahí, objetivo y concreto; abre ;al niito
tesco, de 1.0 divino y lo monorrianiaco [sigue diciendo Georges Lu- todas las perspc~ctivasposibles e imnginables, pero no piictic n i
kacs], se hallaba I.an estrech¿imeilte vinculada a la situación del podrá nunca dec,aparecer totalmente tras él, mientras que cl per-
espii-.itii e n la época q u e lo v i o nacer, que el. mismo tipo de estruc- sonaje imaginario ide Don Quijote se halla inclixctablemerzlb: ab-
tura rriental no podría rnanife:;tarse, en otras épocas, más que por
medio de otras formas, sin llegar nunca a conseguir la misma sig-
pi1icac:ión épica.
1 sorbido por los propios conceptos que suscita.
Este ejemplo pone de relieve otra cosa. Si adnlitimuir que
hay una buena poi-ción de quijotisiiio en la actituil tic Clinrlot
Sea como fuere, para nosoti,os, en c:l siglo M,Don Quijote es (que es otra coca rnuy distinta), tal actitud permite rlarsc cuen-
1
la expresibn, la figuración de un mito. Como siempre ocurre en 1 ta de la transferencia de las significaciones (ic iiri rilisn~o((tipo»
tale.; casos, el rnito ha clevoi-ado al hombre. El héroe ya no se (o de un tipo análogo) a lo largo de épocas difar rritc:s. 111-1 ciei to
110s aparece, ya no se nos piiiede aparecer- más que a través de
sus propias sigilificaciones. I.!n persoriaje cle este porte es, por
/
*
sentido, Charlot es Don Quijote entre nos<ilros: iin L l i i i i Q i i i -
jote creado y susc:itado por el mundo mocfcrnu, en cui2sI:~nie
t.ant.0, ajeno al cine, porque la vida cede ante el sentido, ante
la idea de la que, sin embargo, fue creadora. Al actuar sólo en
1 relacion con su siglo, y no la .modernizaciÓni. JI im h i i r i , ~que,
inserto en un coritexto actual, sería simpleinsnt~un absurdo.
razón y gracias a las :significaciones con que está cargado (o Para nuestro siglo, la epopeya de Charlot es lo q ~ i cfiie parii <il
parecit:nclo así. desde la perspectiva actual) es un síinbolo puesto suyo la de Do11 Cluijote, pero sus respectivas s ~ ~ ~ ~ ~ I c : I c ~ o Y ~ c \ s ,
en imágenes. Y tanto e:; así qiie sienipre qne se ha querido poner aunque paralelas, son totalmente distintas.
ese mito en escena nos ha parecido un fantoche. Su existencia A través de i-esage, Richardson y Fielding, que poco a yli>co
no t.ierie razón de ser rilis que entre las líneas de la novela y en transformaron la aventura picaresca en novela de cost linibrcs,
torno a 1a.s ideas que si.igierer no se adhiere nunca a lo real. a veces en melodrama social (Clarisse Harlowe), y cctre<-l~arc~n
Y no es que el cine sea rebelde al mito, antes al contrario. los nudos de la acción hasta concebir una estructura con nltx
Pero iiria cosa es poner en imágenes uri mito ~tcristalizadonen frecuencia determinante (hay en Tom Jones muy pocos rairibt,-
sus propias significacioiles literarias, vuelto coizcepto puro, y dios que no sirvan al avance de la intriga); y a través de Danirt
otra dar n 1111 ser vivo el sei~tidoy el valor de un mito. Defoe, cuyo Moll Flalzders prescinde de la aventura externa piii'i
1.;1 ejemplo resulta muy evidente cuando lo contemplamos sondear la profundidad de las almas con un realisino cr~rcl,sa
en el personaje de Charlot, el único mito auténtico fabricado, llega a Tristarn Slzat7dy o al V i a j e sentil~zental,de Sturne, lo!>
significado por el cine. No sólo se ha encarnado en el mundo primeros relatos absolutamente libres y desconyuntad»s. Sin
actual como hicieron en su época Sísifo, el Judío errante o Don embargo, como ocurre con las obras maestras de Rnbcltiis u
Quijote, sino que en tanto que personaje, es decir, en tanto que de James Joyce, no se trata de novelas en el seritidci exacto del
i11di.vicluo -igual que Don Quijote eri su origen- Charlot no es término.
Tiempo y espacio del dranta 4.15
A la búsqueda de una dramaturgia
De hecho, la novela «novelesca» comienza con Stendahl, con
Balzac. Sin embargo sus obras no pueden llevarse al cine; en
o una trascendencia; la inmanencia, por tanto, debe hacerse
transparente en esto, y no existir más que a título indicativo:
particular las de Balzac, a las que nunca se ha podido adaptar
convenientemente. Teniendo en cuenta las dificultades ya enun- decorados de cartón, actos y personajes ~representados-ny no
ciadas, puede decirse que los héroes balzacianos son siempre realmente vividos. Si lo real esta allí, la invocación no tieilc
falsos en la pantalla. Sin duda porque su verdad, a la que nadie sentido.
Por supuesto, los personajes de Balzac no son ni entíd:idcs
se opondril que califique de prodigiosa, es una verdad literario,
ni esencias puras. Pero en un grado menor, su puesta en la
única y fundamentalmente literaria.
pantalla subraya el constante desfase de un ser imaginario
En efecto, la novela balzaciana es el reflejo de un pensamiento
figurado que actúa en un mundo verdadero. A menos quc el
burgués que encuentra su expresión concreta en los actos y la
film narre una historia legendaria (y aunque los indivirlrios
forma de ser de los personajes, construidos a su imagen y se-
puestos en escena en una liistoria cualquiera puedan eviden-
mejanza. Muy tipificados, encarnan los principios y las ideas-
leinente hacer actos de heroísmo), el héroe, en el sentida épico
f u e ~ mdcl momento, expresan las aspiraciones sociales y mo-
de la palabra, es imposible en cine.
rales dcI medio que representan. Sus actos miden la oposición Con mucha frecuencia se ha puesto de relieve el esquema-
necesaria entre la interioridad del ser y un determinado equi- tismo de ciertos personajes que, en las películas, parecen siem-
librio colectivo. Aunque sean vencedores, sólo lo son al precio
pre más o menos estereotipados. Un examen atento, dejando
de una renuncia necesaria, de una «puesta en orden» de sus
dc lado las historias estúpidas y las malas películas, mostraría
aspiraciones ante las exigencias de la moral burguesa. Rastig-
sin embargo que lo son mucho menos que en literatura y que,
nac, Vautrin, tienen todavía algo del héroe, del personaje épico.
cuando lo son, ocurre en la medida en que la historia Iris cn-
Toman su existencia de la formalización de un concepto, más que
cierra en circunstancias que sólo les hacen aparecer ude un
de manifestaciones cuyo sentido no supera jamás el individuo
solo lado», bajo una luz uniforme. Además, los persoriüjes de
ni a las contingencias entre las que se debate. Como los actores tina película están realmente presentes cuando el mundo ima-
de teatro, asumen el papel que les es asignado. Su verdad, hecha ginario en que se mueven los otros atenúa los acentos muy
toda de observación, radica en la expresióri literaria que coin- marcados. Por ejemplo, en la obra de Balzac, Rastignac es u n
cide con la idea que uno se forma de ellos y de la que son el tipo; en cine no lo es, no puede ser más que un estereotipo.
símbolo viviente. 0 , dicho de otra forma, son más verdaderos S010 consigue vida por la omnipotencia de la palabra. Pero e11
que reales, dado que su realidad es el fruto sintético de todo
cine, los seres no se corporeízan mediante un concepto; es el
un complejo de actitudes, de pensamientos y de ideas que concepto el que eventualmente se deja ver a través stiyo; ellos
jamás se encuentran en estado puro.
están siempre ya allí: sólo hay esquematismo cuando el persp
Examinemos el personaje de Julieta, en el teatro de Shakes- naje remite demasiado visiblemente, demasiado exclusivarncrr-
peare. Julieta tiene catorce años. Objetivamente considerado, el te al concepto, cuando se encuentra, como acabamos de decir,
texto que se le hace decir es imposible. Una niña de esa edad «encerrado» en un drama que agota sus apariencias. Un pcr-
nunca podría pensar cosas semejantes ni expresarlas con tal sonaje no es verdadero en cine más que cuando viéndose nrrris-
perfección. Pero Julieta no expresa lo que siente, como podría trado por circunstancias que le superan, cuya necesidad e incvi-
ocurrir si se tratate de una conversación real. Sus palabras tra- tabilidad desarrolla la historia, permanece, sin embargo, dispo-
ducen de una forma ideal el ideal de los sentimientos y los nible, separado de los imperativos de la dramaturgia y de la
pensamientos de una adolescente presa de los primeros pálpitos
conducta arbitraria de los acontecimientos. Por- esto precisa-
de su corazón. Y Julieta las pronuncia en tanto que suscitan un
mente la verdad del ser se pone de manifiesto mcjor cri unu
ser ficticio al que una actriz presta su presencia y su voz. Por
historia cuya preocupación principal consiste en descnibocar
ello la presencia de una Julieta real en una Verona real, como
no tanto en una unidad como en una totalidad sin cornicn~uni
ocurre en el cine, lo echa todo por tierra. Julieta, o bien no
fin. Alií se puede ver cómo alcanza su pleno dcsarrolli, tina
puede como ser real pronunciar el texto de Shakespeare que vida que lo envuelve todo, mientras que la excesiva fipnlidad
se coilvierte en ridículo, o bien lo pronuncia y desaparece tras
de una construcción a priori envuelve y cristaliza hasta In pro-
el artificio de su personaje. El texto teatral invoca una esencia
pia espontaneidad.
44 6 Tiempo y espacio del dranzsi

Esta construcción, propia y definitivamente i~ovelistica y ieiltos, de psicología, ese flujo de tiempo confiere su tota-
que s i i 1 ~ 1 - alas normas de la novela balzaciana aparece con propia a sil existencia; por contingente que sea l~ nptiricit5n
Flaubert : na figura de:,de el punto de vista pragmatico y 11sicolYb' ~ ~ í 511~-
o,
, no obstante di- u11continuo existente y vivido, y la ntriiiisfr~iaq u e
rodea, por el hecho de estar sometida a una sola y diiic;~coriicxite
El tien~po[...] pcisee, de ahora en adelante, una existencia despia- vida, suprime el carácter accidental de sus vivencias y el r..t16cter
daücl, y nadie pilede ya nadar contra la coirieiite de su direccibn o de los acontcci~nientosen el seno de los cuales crprirr:cz.
iii-ii\<i;:r, r i i :~ireglar su curso imprevisto son~etiéndoloa los cliqucs de vida que sirve de soporte a todos los ho~akl,rc*sse
clcl ir pririr-i. t'ero un serrtii~iieni:~ de resignación permanece vivo: es en algo dinámico y viviente: la gran extenbion iic tic>m-
~>n:cisorlrlc tutir, esto venga de alguna parte y vaya a alguna parre; a esta novela, que articula los hombres y la5 Gc.ricbraa lo-
11%c1irc~ir:ibiipuede no re.i/elar ~:iingúnsentido, pero sigue siendo, nu na sus acciones con un complejo históricr, y iricial, no
cil~st:iiite, uris tiirección. Y de esa resignación de un ser devenido modo, uri concepto abstracto, una unidad mental coiih-
rili~iltci proceden las experiencias autén~icanlenteépicas -porque da11 eriori como lo es La comedia hrimana en su conjunto,
r-iuciiniirrito a actos, y porque los actos los han engendrado ella3 idad que existe en si, un continuo concreto y orgánico
mismas- de la temporalidad: esperanza y recuerdo.
[... Lti edticacidn s e n f i ~ n e n t n lde
, Fla~ibert,se basa en esa vivencia Esr.3 larga cita d e Lukacs (op. cit.) nos demuestra h a s t ~ iqiié
de I r i temporalidad; por faltar tsta, por el contrario, por no captar el N
punto el tiempo se convierte abruptamente en factor dinamico.
tielilpo sino bajo su aspecto negativo, las otras grandes novelas de
De extensiór-i teinporal se convierte en praxzs. Solo en este sen-
la desilusi15n so11 fracasos. Entre las obras importantes de este tipo,
Lu ir~Iucrcciónsentirnent~zles aparentemente la rnás carente de com- tido, corno veremos, el cine puede igualar a la literatura, ya
posición; 1-1 autor no hace nada para vencer, mediante un proceso que s u capacidad para estructurar u n continuiim espaciotein-
cilalquieríi, e1 despeclazaniiento de la realidad exterior en fragmentos poml le predispoiile para captar el curso de las cosas precisa-
heterogéneos y carcomidos, ni para suplir la falta de ligazón y de inente en funcióii cle esta p r a i s .
síml1olos :;ensit)les por una pintura lírica de los estados del alma: Por o t r o lado, la renuncia al héroe, a lo excepcional, acerca
los trozos de la realidad perrrianecen simplemente yuxtapuestos en todavía m á s los elementos d e la novela a las capacidades de
su dilracif~il,su incoherencia, c ~ aislarniento.
i Y el autor no confiere investigación del ctne. Se t r a t a d e captar las relaciones del ser
al hCrcie tit: la novela una impcirtancia particular, ni limitando el nú- concreto y del mundo, no considerado como principio sino
mero cle los protagonistas haciendo converger rigurosamente toda la
como contingencia. E l personaje central tiende mas y mAs
composicitjn sobre el persona,je central, ni realzanilo su personali-
dad a fin de que destaque sobre todas las demás. La vida de Fré- hacia el ser cuí~lquiera(int.eresante por sus caracteres perso-
déric Moreau es tari inconsistente como el inundo que lo rodea; ni nales, por su carácl.er, por s u psicología o por su patología, pero
en e:l orden del lirismo, ni en el plano de la contestacicín su interio. despojado de las virtudes del arquetipo), es decir, cotidiano, a
ridad posee potencia poética capaz de hacer contrapeso a su inani- través del cual y gracias al cual nosotros tomanlos conciencia
dacl. Y est: libro, por lo tanto, el más típico de su siglo por lo que de los hechos y gestos de u n a sociedad en marcha, y ya no dc
atañe ;i 1;a problerriática de la novela, es el íinico que, con su conte- un superhombre que encarna las fuerzas vivas clt. iirrri sociedad
nido desolador que nacla puede suavizar, ha alcanzado la verdadera petrificada. Imbricada en lo real, la novela se caiivícrtc. d~ este
o'l:>jetividüd6pica, y gracias a ella, la positividad y la fuerza afirma- modo 1-ealmente épica, en la forma auténtica de la epopeya d e
dora de cii:ia forma perfectamente acabada. uria epopeya vivida en vez de significada. Como sigttci diciendo
El tiernpo es el instrurriento de esa victoria. Su curso no obstaculi-
zadci ni initerrumpido e:; el principio unificador de la homogeneidad Lultacs, «la epopeya da forma a una totalidad de vid:\ ac';ibacla
que pule todos los fragmento:; heterogéneos y los liga en una rela- / en sí niisma; la novela t r a t a d e descubrir y de edificar la trltcili-
ción siri duda irracional e inexpresable. Es el que pone orden en el 1 dad secreta d e 1íi vjda)). E s esta búsqueda, esta e d i f i c a c i h la que
embrollo de personajes y les presta la apa.riencia rie una realidad
or-grínica tiesarrollándose por sus propias hii-rzas: sin ninguna signi-
/ se torna épico: 1. caminar del hombre que tiene qiit. 11lii-h;ircon-
tra s u s propios demonios, contra los del bosque, contra Iris sxe-
ficacioil visible, los personajes surgen y desa1:)arecen de: nuevo, entran nas movedizas, en vez del simple acto del leiiador q u e gibate
en relación unos con otros, rompen los lazo:; que acaban de anudar.
Per-1.1en ese devenir y esa remisión al pasado, carentes de todo sen- troncos d e árbol.
t i d ~ : que
~ , estaban ahí antes di: los hombre!; y que los sobrevivirán, Si todavía se habla de Eugenia Grandet, d e Césai, Birntkctaii,
los personajes no están simplemente irisertados. Más allá de los acon- de Ana Karenina, (le Raskolnikov, como de otras tantas figuras
hay sombra, tampoco hay perspectiva. Esto mismo es lo que ine
típicas, resulta si~mificativoque no se hable de Ivan ni de Di- ta de Tolstoi. Pintan panoramas: el arte consiste cri hacer im
mitri, sino de los Karamazov. Nekludov, Natacha, Lantier, COU- o (Journal des faux-monnayeurs).
peu, Aciib sdlo nos interesan a través de Resurrección, de Gue
los personajes de Los Thibault están vistos de freritc, como
rra y paz, de Genninal, de L'assommoir o Moby Dick. Tolstol en el teatro [dice también Claude E. Magny]. En cambio Gide cn
Lola, marcaron ese gran giro cuyo preludio fue L'éducation Les faux monnayeurs nos ofrece siempre las incidencias más diversas
seritimerztcrlt.. Lfc 10s personajes, mediante una técnica tan semejante a la del cine
A raiz de csto, el novelista h a llegado a tomar conciencia poco que algunas escenas del libro parecen preparadas para ser filma-
a poco de la realidad objetiva de sus personajes. Saliendo de das i.. . l Gracias a esta técnica Gide auede realizar una de sus ambi-
su consciencia, en la que, creyéndose poseedor de derechos divi- ciones esenciales: escribir una novela que posea la complejidad mis-
nos, se había instalado para decir, juzgar y pensar en su lugar, rna de la vida, que sea como ella múltiple, indefinida, continua; en
los ha cunsiclerado desde «el exterior??,como el cineasta con su resumen, un libro cuya última palabra no podría ser sino la célebre
ciimasa. Corrlo él, h a terminado por ver las cosas y el mundo alontinuarán ( o p . cit.).
desde diversos puntos de vista. 1 Establecer la duración novelística. medir su sentido. no consiste.
par tanto, en considerar el paso del tienipo sólo d e la forma c i
Mientras el iritcrés siga centrado en las andanzar de un individuo cpe un observador mira correr C~ rio desde ui, I~~~~~ dc la orilla,
[recuerda Claude Edmond Magnyl. la novela no será otra cosa que Í o lo que es lo mismo, que mirael paisaje miinfras cuniina por
un punto de vista, modificado sin cesar, sobre los acontecimientos
que refiere; al ser invitado el lector a identificarse con el héroe, el una carretera. Se trata de avanzar por el paisaje, de Iranquear
registrador permanece fijo, puesto que es la conciencia mis- los ~ b s t á c u l o s ,de bajar o de remontar el río, en rcsiinirn. 'le
ina dc auuél. Sólo cuando. a finales del siglo XIX. los escritores. su-
u
I moverse en el espacio para captar mejor la duración v sus cons-
peranclo el ser particular, se han puesto a la tarea de esbozar el tnptes relaciones, estar a la vez «fuera» y ([dentrox,; igual qiie
fresco cle una familia, es decir, de una época, se han visto obligados en el cine, donde nos vinculamos a la mirada de un personaje
a buscar mayor flexibilidad para su técnica. La introducción, en la después de haberle contemplado en sus desplazamientos.
novela, de ((cambios de plano» análogos a los del cine, se ha hecho Aprovechando las enseñanzas de James Joycc (así como las
necesaria por la gran transformación interior de la novela, que se
inicia con Zola y se desarrolla plenamente en nuestros días, sobre
1 de proust, de id^ y del c~Iie),~ ~ y D~~ ~P~~~~~lConsi- k ~ ~
todo en América; el paso de la novela histórica de un individuo a la 1 bwieron aportar al arte de la novela esta última perfecciáli. Ya
arte de Dos Passos se
novela histórica de una colectividad, la evolución del relato hacia un
arte impersonal [ ..] La novela que no se centre en un individuo,
1 dicho hasta qué punto
próximo a la construcción cinematográfica Pero donde mejor
aquella que ante todo quiera significar27, debe recurrir a la sucesión captaremos, sin duda, la analogía y la irreductible diferencia
de planos como único artificio técnico que le permite por un lado del cine y del arte literario, lo que a u n mismo tiempo justifica
alcanzar la complejidad requerida en el seno de un relato continuo, la posibilidad de llevar a la pantalla los personajes de la novela
y por otro, conservando idéntica objetividad que el cine, transformar moderna (a partir de Zola), esas mismas novelas, y la imposibi-
suficientemente las escenas descritas para adaptarlas a la meta Edad de significar como ellas -especii~lrnente por lo quc se
deseada y hacerles expresar el sentido profundo de la obra (L'dge rehere a la novela americana contemporánea (,UJX)- ser&
du roman américain).
considerando la ([escuela objetiva> que encarna el act~xaldesen-
Ya André Gide reprochaba a Martin du Gard Iace de los principios del cine aplicados a la literatura.
En la película [dice Robbe-Grillet], las cosas sólo existen corno €en<>-
el ritmo discursivo de su relato; paseándose así durante un gran nú- ~iitlilos;tienen obligatoriamente una forma, y ésta es presentada dc
mero de años, su linterna de novelista ilumina siempre de frente los un lado o de otro, pero nunca de varios lados al mismo ticiripo; cli
acontecimientos que considera; así, cada uno de éstos sale a primer cuanto a su interior, no tiene realidad m i s que cuando logra rnos-
plano, pero sus líneas no se mezclan nunca, y, de igual forma que trnrse al exterior. Influida o no por tales exigencias dct relatu ciric-
--
n No es preciso insistir en la diferencia considerable que hay entre un 28 Para un análisis más amplio, remitimos al lector a los notables c91u-
arte donde todo está significado y aquel que quiere significar. En el pri- dio: de C. E. Magny (op. cit.) y de G. A. Astre (Dos P m s o e , I f i Lettres
mero todo vstá dado, estático; en el segundo, todo es dinámico, función hlridernes).
del devenir, del cambio.
Tiempo y espacio del dranicr
14a búsqueda de una drtzmaturgia

olvidar la atención, la captación de las cosas que es ya


ue fuera transparente a lo real, el objetivo
er todavía en cuenta la sensibilidad de la

Y inhs difícil todavia es pretender, como Micbel Mourlet,


horribrt. Inclu>o si éstcx no es un personaje, siempre sera un oj r:l cine y la novela describen el mismo objeto,
Iiombie. K ~ t 3novela contemporánea, de la que se repite con La novela^^^, porque no se trata de deicribir
cucnci'ii qrir quiere excluir al hombre (le1 universo, le da sin emb reestructurar una sensación. Tampoco el cine describe,
en irnlid:id cl primer puesto, el de observador (Pucir. un nozcv una película no es solamente las imágenes, sino uiia
~~t?ldtl).
a de organizar, de «dar» un rriundo, de con$-
A pebar de las apariencias .,e trata, en efecto, de un retornn a do, el cineasta no crea lo real: compone con
lo itrbjelzvo. Nosotros nunc.a estamos «en» la conciencia del
héroe, es evicleilte; pt:ro desde el moinento en que él ha sido
sitirado en un lugar cualq~iiera,se misa con él, se ve y se cx-
perimenta corno él. Lo que equivale a (lecir que esta escircla
q u ~5t:' 1x3. dado por chjetivo la descripci6n minuciosa del mun-
do y clr las cosas tal r o m o se preseritan a la nziradn nos informa
nieno!, scibre esas cosas que sobre la forma en que son vistas, 1 universo con una materia bruta arrancada a lo real, dán-
Antes qiie la cosa a la que se mira, que pasa de objeto a sujeto ro sentido. Si no temiese jugar con las palabras diría que,
de una fiiziradrr, es esta mirada la qiie nos interesa. El mundo ralura, el poema cinematográfico es una forma
exli.:rior aparece, corrio hasta ahora no lo había hecho, como subjetivo, pero que el autor no lo consigue
una objetivacióri de lo subjetivo. Se trata de una realidad trans- más que «subjetivando» -interpretando-- una realidad
puesta, es decir, «estructur,ida»; por medio de un ensamblaje va. Por ejemplo, considerando el movimiento de flujo y
de palabras, de una e'jpecie de molde que imprirne en la c0i.i. cle Le voyeur al principio de la novela, diría-
cieiicia cliel lector Ia serzsación de la cosa vista, es decir, la visión
de esta cosa. Lejos de ser irimediato, lo real queda mediatizadu
corno nunca hasta ahora lo había sido. A consecuencia de unti.
mirada, el objeto más mínimo estalla eri poesía, y la novela se uno es el suijeto de la otra.
hace poema allí donde no pretendía otra cosa que describir. En Conlo ya heino~jvisto, la literatura, que parece ser cal arte
vez de que la utencidlii --t) la intención- desaparezca tras el ás próximo al cine (porque la literatura utiliza los ranismos
mundo visto, es el mnnclo iiiirado el que desaparece detrás de procedimientos), es la que se muestra más alejada. En tollo case),
la mirada para transparentarse a travéq suyo, cargado ahora ella demuestra la irreductible oposición de estas dos for~r~as tic
con un sentido que antes no tenía, con iina signifjcación que lo arte, haciendo ver claramente que los mismos procedinlientos
exalta y a un tieinpo Lo recluce a la nada. operan precisaniente en sentido inverso. Por tanto, auriqt.ae cl
Por lo tanto, resulta dificil decii-, con Colette Audry, que film se encuentra ante una misma problemática que I:a riovelit,
erl el sentido de que, como ella, puede ser un arte tlel relato,
la mirada clue lariza sobre la escollera el héroe cle Le voyeur, o sobre aunque su andad~irapueda ser semejante, n o podriíi actuar de
la espalda de su mujei el mal ido de La jalousie, es una mirada sin La misina forma ni, por tanto, significar lo misino.
profundidad, a flor de piel, una iniradii de:;l~umaniracla,insensibili- Aunque no le guste a Astruc, la cámara no estar¿\ ntiricaa c ~ i
zatlLi, objetual cn una palabra, propia de una simple lentilla de la punta de una ~iluina,como la pluma no estará al pxtathnno
cristal, de un ubjetivo puro de una cámara.
porq~ieesta in:,ensibil~zacióri no ecth m6s que en el torzo del
- -
29 Eri -Cinérna e t romann, Revcie des Lettres M o d e r n e ~ 1g58 Colciie
rel~nto,un relato cuya aparcmte indiferencia -la objetividad- Audry. <La Caméra cl'Ala~nRobbe-Grillet» Michel M o u r l e t . ~Cilirxii,~
i oii-
Ire roniarin.
15. EL FONDO Y LA FORMA
importancia de ese ser aparentemente insignificante, de
a riqueza humana que había en ella y que él ha perdido, La
e puede resurnirse en una simple frase: «Nos falta un solo
todo queda despoblado.), Lo trágico en la película resulta
e ya es demasiado tarde, y de que el universo, en aciclantc
se cierra en tomo a él inexorablemente.
tema es, por tanto, lo que algunos llaman la «moral de la
a 3 término que s610 conviene a las obras de carhcter dí-
cticd; a las películas de atesism, a todas aquellas cuyas inten-
nes demostrativas regulan de antemano las modalidades de
LXXVI. IMPORTANCIA Y VALOR DEL TEMA
ritriga. El sentido carece entonces de fundamento auténtico,
que lo arbitrario de las situaciones denuncia casi siempre
Nbguna perfección formal hará jamás que una obra sea plc artificio de una orientación preconcebida. Por eso preferimos
y suficiente si esa forma no valoriza un determinado conteni ir que el tema de una obra es su contenido tnttmte, aqucllo
S significado a lo largo de la película, sin ser jamás expli-
que la justifique y para cuya expresión esté hecha.
Es una verdad evidente. Pero resulta indispensable volv ni explícito, y que, poco a poco, se va filtrando en la con-
sobre las definiciones básicas para evitar las confusiones que del espectador.
tantas interpretaciones contradictorias han sembrado en el es- «contenido», en el sentido amplio de la palabra, es, por
píritu de la gente. nto, la intriga y el tema a un tiempo. Es el conjunto de hechos
Para empezar distinguiremos la intriga y el tema, subrayan- ignificantes, y no la historia reducida a un esquema dramático
do de esta forma la diferencia radical que en nuestra opiniún iralquiera, o a intenciones no formalizadas.
existe entre cosas que siempre han sido identificadas. En efecto, La forma es la estructura dada al encadenamiento dc estos
para la mayoría de las personas -y para muchos cnticos tam- hechos, con vistas a expresar lo que esos hechos no podrían
bién- el tema es la intriga. Y no porque se considere esa intri- Pxpresar sin su mediación; es lo que daría a esos mismos hechos
ga como el objetivo esencial de la obra, sino porque se ve en otro sentido distinto si fueran formalizados de otro modo. E1
ella -y sólo en ella- el sustrato que permite dar fundamento estilo no es más que la manera de constituir esa Forma con
a las significaciones. De este modo la historia se convierte en vistas a lo que tiene que significar de acuerdo con su misión.
la materia a significar, dado que la forma no es comprendida Si no hay ninguna medida común, ninguna identidad de nin-
más que como un medio de comunicación, como una fonna n entre una palabra y la cosa que designa, la irnageri no
~ í tipo
particular de llevar hasta el conocimiento de alguien algo que existe más que por las cosas de las que es imagen. Por tanto,,
existiría en sí independientemente de ella. se puede decir, como ya lo hemos hecho, que la imagen cinema-
Nosotros, por el contrario, afirma&os que la base es la for- tográfica es u n real dudo en imagen, el «fantasma» dc un con
ma, y que la intriga no es más que el pretexto que permite vincu- tcnido que subsiste en ella en tanto que forma, dado que el can-
lar más estrechamente acontecimientos susceptibles de tener tcnido es, además, desde un determinado punto de vista, atodo
un sentido. lo que es representado. y a lo que la representación da un
Si se considera, por ejemplo, un buen film medio, como LA
strada, diremos que la intriga está formada por los sucesos que Menos aún en cine que en cualquier otro arte se podria cs-
nos permiten entrar en contacto con los seres escogidos, la s e tablecer una distinción entre fondo y forma: el uno no existe
rie de experiencias que son llevados a vivir y que los revelan más que por la otra.
tanto frente a nosotros mismos como a sus propios ojos. Y el Nada hay más absurdo que esta distinción dc qrie han partido
tema es lo que se desprende de esos econtecirnientos. Es la toma 1;is vanas querellas del formalismo en arte. Nada más absurdo
de conciencia de Zarnpano que, indiferente a los sentimientos que creer que los valores considerados no &erefieren rnhs qiac
de Gelsornina, indiferente a. Gelsomina misma, se da cuenta de a sí mismos o a un «en sír>totalmente teórico que seria el cri-
todo cuanto le falta cuando elia ya no está a su lado, compre]?-
51 fondo y la forrna
a
terio ~ ~ b s o l u tdel o juicio. E,l realismo burgués y el m a r x i s ~ Para el espectador (o el lector) es la forma la que llarrin a la
qiie por razones inversas se hallan eil el origen de tales dis a, dado que la forma es la única manifestacldn szjisible
ciont:%,tic.nt~.nen comiíri, par~idójicarnente,un idealismo ingen
E1 al![: por el arte --la fclrma por la forma- no es más Aunque la forma se someta de modo constante n 1;is iriten-
el resultado de principios estéticos mal comprendidos. es del rnen!;ajt:, es evidente que la intelecciór~,ei valor, el
esta optica, la belleza y la armonía so11 consideradas como ido incluso de éste dependen de las cualldnties !ornnnli,s
sidades siificientes. Las artes plásticas puederi, hasta cierto r permitr:~verlo o entenderlo. La idea es, pnr Bnrito, ;i sii
to, justificar esta concepcióii, pero en literatura, en cine, , tributal-ia cle iina forma sin la cual no podria existir, y ni
podría haber nias carente de sentido. Una forma perfecta siquiera para el autor que mide sus intenciones de acuerdo con
cad? a ui-ia historia pobre no le prestará nunca la intelige os terminos que les otorga, a través de lola cuales y gracias ;I
de que está desprovista; adernás habría que preguntarse de OS cuales tales ideas aparecen.
perleccióil se trata. Niinca stxría otra cosa que la belleza ( Por esto es vano juzgar una obra unicarnentr: a partir cle su
tameiile pictórica o plástica) de las imágenes, la soltura de un ma, tan vana cc~rnojuzgar su contenido independientemente
ii 1ti.i t ( ~sin o t leto,
~ la peifec la :+plicación de un procedimiento que, alor particular que ese contenido toma ii trlivds de uiia
al ino her cxigido por uria necesidad interna, no testimoniarla a dada y de la cual depende el s e n t i d o d e IPJ O / I ~ Umisma
mhs que su inutilidati. ii la mentalidad burguesa, la forma es la tkcnicti, la reali-
il no ser que tal belleza, tal prrfección, separadas de ain zacion de materiales aptos para traducir un contenido deternli-
historia mediocre, sirvan para el desarrollo de determina~i~is riado que existe por sí mismo con anterioridad a un determi-
ideít:;. Atestiguando uri contt:nido extraño, no por ello dejar*i:i~i nado medio de expresión, cualquiera que sea éste. El fondo y
de signiiiicar ---necesariamei.ite- algo. El peligro consiste en la forma no se hallan ligados más que como un conteniclo y
que la historia, aunque sea un simple pretexto, siempre al-ras- continente (el término de «contenido» expresa claraniente
tra consigo en su esttsla la6; significaciones, por su existencja este caso lo que se quiere decir), debido a las necesidatlrs de
,i comunicacióri, clado que el medio empleado no es mal que
misma. El pretexto, por tanto, debe ser válido y susceptibl~: de
justificar tales escapaclas, porque el desfase entre la simple~ri iina forma como otra cualquiera de vehicular un mensíiji*. Al
ser iildependie~tesy heterogéneos, pueden, por tanto, ser con-
de un al-g~~rnerito y 1;i ambicióri de los teinas que bordea va
cideraclos por separado, pueden ser estudiados independieiite-
siempre en detrimento de ambos. La estupidez cle: la historia mente uno de otra.
no hace más qiie ponerse (le relieve, con tanta mayor evidencia Parece que esta idea de separación se debe, en partc, a tiii;a
cuanto mayor sea la vanidad de un mensaje apoyado en el vacío. falsa interpretac;ióil de las cualidades expresivas de la obrn tile
El cine francés de los anos veinte (llamado de vanguardia) tuvo arte, por haberse viiiculado el símbolo con el signo prapiarncrit*.
que sufrir tales contrndiccioiles. Puede irnagiriarse lo que sei.i:i dicho. En efecto, la relacióii que une el signo al sigriificartrii cx
LA porteti.se d e pnirt, escrita por Paul Valéry ... arbitraria; la cosa existe independientemente del signo elrir
131 con~enidose halla, por tanto, condicionado por la obra n la representa. Hay, por tanto, en el punto de partida. (!!crin
ticivés de la cual se revela. Pero admitiendo de una vez pur ción, heterogen~ida d, del signo y del significado. Ahora bicri, tal
todas que no puede habei obra auténtica que no sea elcpresibri distinción, clue es un hecho del lenguaje debido al c*i~'Ac¿c.i~ cx
de unii iclea, (le un scritiniieiito (o de algo válido desde LUI dc- tensivo del signo, se aplica desgraciadamente al hcclio cseltico
termiriado purllo de vista), es evidente que este «contenidon basado en el carácter intensivo del símbolo. Auiiquc el hecho
debe ser ~iornunicado,y que ino podría ser comunicado más qut: estético, igual que el lenguaje, pueda ser signilicmtc, en prime!
por una forma. Y solo poi mediación de ésta el espectador lugar es expresii5n, creación. En cine, el sirnbolo na piiedc obrdi
puede ser llevado a desciibrir el pensamiento del autor, a com- como iin signo más que en función de sus relacíones curi rilgiili
partir 5,uc sentimientos, su lamocióri. otro. Al ser inherente el sentido inmediato de Irt irnagcri a lo
lJara el autor, la idea llarria a la forma, porque mientras ésta que esa imagen representa, no puede separarse del. dato reprc-
110 ha sido forrnuladn no e:, más que unla intención vaga, un sentado, ni este dato del sentido que adopta gracirib a csa rc.
pr'o;,recto.
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Sea como fuere, la profundidad del contenidos es lo que
II resulta de la obra, lo que aparece, lo que debe ser
Esto es lo que se quiere decir expresamente ciian-
dice a veces que en arte la forma es más importante que
por eso, lo menos sometido a discusiones, salvo aqu do. El «más» no tiene en este caso por sujeto un valor
versen sobre la naturaleza de las ideas expresadas. Decir
1:.
~i una cosa estai expresada supone decir que esa cosa se ha h
tativo que corresponda a un «en sí» formal, sino una cua-
sensible mediante -a forma. La verdadera profundidad
siste en saber cómo y por qué, mediante qué operación sec
es tal corno aparece y, por lo tanto, saber cuál es la forma
i adccliíada a la necesidad de tal sentido.
ebe dominar el contenido, aunque no sea más que por con-
o: si se desborda, desaparece y se disloca y, entonces, nada
Todas las discusiones sobre el contenido son suscitadas p
ri la obra cuando ésta exige os y para la cn'-
1.1

es un todo que sólo tiene valor gracias al equilibrio y la


"'i
1, de sus elementos, gracias a la adecuacibn rigurosa de
y una forma sensible. Por miiy mediatizadri que esté
mo es de una mediatización (ideas, tomas de posición
C manera de decir o de significar, cte.)- la obra per-
debe parecer inmediata. Al ofrecerse como expresión na-
del mundo y de las cosas, debe aparecer como un descu-
entregarse de modo espontáneo, desprovista de
11
--t

1 J
permiten comprenderlo. El formalismo de este planteamiento que la simplicidad es siempre la cumbre de la
se halla en el espíritu, ya que no en las formas: por ello es más
insidioso. En defipitiva, el divorcio del fondo y de la forma resulta de
- ,-.
Y si, olvidando la idea tal cual es gracias a la obra, se re-
L: curre a las ideas generales, tampoco esta forma de considerar
una falta de cultura artística o, lo que es lo mismo, de la volun-
tad deliberada de poner el arte al servicio de valores que le
las cosas tiene nada qiie ver con el hecho artístico. Para saber son totalmente extraños. Tal ocurre con esa idea, fuertemente
si una muchacha tiene derecho a casarse con el asesino de SU rraigada en los espíritus, de que la fonria debe tender Iiacio la
" rl padre, tema sobre el que se puede discutir hasta el fin de los
siglos, iio hay necesidad de referirse al Cid, y si éste ha de ser
reproducción perfecta y minuciosa de lo rcal. Este ultimo pro-
blema no interesa ni al teatro ni a la literatura, que se basari
el Único objetivo de la obra no es preciso escribirla, porque la en significaciones abstractas, sino a la pintura, que, durante
, p obra de arte no tiene nada que demostrar sino solamente que
mostrar. Por supuesto, el autor tiene derecho a tomar partido,
muchos siglos, ha representado al arte con una A mayúscula
a los ojos de las clases dirigentes. Identificada con el uretratoa
a exponer su punto de vista, pero siguiendo las pautas de un que los ricos se mandaban hacer por vanagloria (y el retrato de-
r:
, ,
, ,
11.
testimonio y no las de una lección moral.
De hecho, aunque la obra de arte debe expresar cosas vdi-
bia lograr el parecido), toda la pintura fue considerada desde este
fingulo. El academicismo decadente de finales del siglo =S, na-
das, el problerna consiste e n crear una forma a la vez necesaria cido, por otra parte, de esta concepción, que $e ha perpetuado
.- y suficiente, que dé a la idea elegida su sentido acabado, permi- en los medios oficiales hasta el fin de la pnmcm ~ c ~ mrin- ~ r a
lj tiéndole realizarse en una significacidn original, haciendo de una
simple virtualidad algo realmente existente.
dial, no ha conseguido arreglar las cosas. Pero no se juzga una
obra de arte en función de su fidelidad a la representacihn de
Para el artista que se encuentra ante la obligación de dar a lo real. Como subraya Pierre Francastel (entm otros muchos),
r- su mensaje la posibilidad de llegar a la plenitud, todo le de-
1/ «el fin del arte no es constituir un doble flcxibIe del universo;
1 vuelve (o le conduce) al único problema estético que puede ser su fin es explorarlo, informarlo de una insnera nueva: cs un
planteado y resuelto en el terreno de la expresión: el problema modo de conocimiento y de expresión mezclado a la acci6na.
.p : :1
I
458 Tienzpo y espacio del drama I fondo y ln forma
L.a falta de camprei1si6n de que ha. sitio victiina la pintura iitonces capaz ¿le :idoptar una distancia. S610 exi relncihn car.1
moderna (:mcompr.ensic~riconvertida hoy en un esiiobismo ape- l ~ i mcampo de trigo real puedo conocer el espíritu, el ectilci,
nas comprt:nsivc,:) rio tiene otro fundamento. ensamiento o el alma de Van Gogh; sólo así puedo eonsi-
Corrio se cabe, el arte por el arte es una consecuencia del r la interpre1ac:ión que es sujeto de su obra y q'tic? Io sigue
ciesacuerdc~entre: ccsl arl:l!jta y el medio social. Nacido de la pin- o frente al. objeto concreto; Las relaciones de 10 irn;igir\:b
tlira ---dado que! los pi:nt.ores, por re;iccióri, se vierori obligados lo real, de lo representado a la representaci611, peririiten
~t cultivar 13 fornla por la forma- tal desacuerdo se ha exteri- juicio, la com:prensión. Pero al ser abolida esta <iis!anci;i ena
tliclo al doiliilii~ndel pen!;a~nit:rito. El autor, privado cle expresar 13 pintura abstracta, el sujeto que se da como obj¢tq rii.) puede
1ibiei:rien.te ideas no coriforrnistas, se refugia en lo imaginario ser juzgado rnás que por relación a sí misrrio. Tendaia yo
o en u11 pretexto cualquiera que le permite traducir sus inquie- ser el pintor para medir el sentido, si es que tiene algxirio.
~:ude:;pai- una estructura y por armonías Eorrnales que signifi- o ya hemos dicho y como algunos pretenden, sólo hay uri
can sirrib6licamente valores <<,eternos». Al tiempo que sirve de radable juego de formas y de colores que carece de objeto,
refugio al artista, e1 formalisino es la. meta de un pensamiento r q u e al ser «sujeto» este objetoencuentra eri sí mismo su
c:onvenc:ional (burgués o no burgués) que busca im absoluto ropio fin. Se propone como absoluto imaginario y al rnisnio
tan teórico como ilusorio: un pensamiento que sólo se compla- s:rnpo como imaginario absoluto.
<:c en la iciealizaciói~de una realidad conforme a sus exigencias, Para poner (quizá inútilmente) los. puntos sobre lar; íes y
e11 la exaltación de una realidad Eiel.mente(reproducida, «más ra terminar con esta ridícula distinción de fondo y forma,
hellan que la renlidad verdadera, cosa que puede ser (y que es) os contentaremos con un ejemplo basado en la imagen foto-
iipo de los aspec:tos furidameiatales del cine, de la imagen cine- áfica de un objeto cualquiera. Tres son las posibilidades que
matográfica, pero que no podría ser la meta ni el fundamento ofrecen al fotógrafo:
de la p:int~ira.En esta acepción, el formalismo burgués h a sido
incorporado por el forrrialisrrio marxista, para el cual el único. 1. El objeto es bello por sf mismo. Se realiza la fotografrn
contenido válido y verdadero es el contenido objetivo, símbolo tando de dar lo mejor posible la belleza que le es propia. S e
del realismo socialista: la fundición y la caldera sustituyen sim-
ta de iIn 1nedi.o cle reproducción que comunica una cosa cuya
plemente a la lección cle piano o a la mujer desnuda.
existencia le es anterior y cuyas cualidades le son extrañas. Su
En efecto, si el fornlalisnio consiste en no ver c) en ino cul-
.c.alización es testiinonio de un arte Euricional, pero no reflcjn
tivar riás que 1111 aspecto -.forma o contenido- de la obra
(le arte, ep ciisociar los e1eme:ntos cuando ambos no valen más nhgu:na creacióin o.rtística. El contenido, en tanto que objeto
que lino en función del otro, hay tarito formalisrno en un con- fotografiado, es inseparable de la imagen, pero en tanto qrii:
tenido sin arte como en uri arte sin conlenido. objeto real puede s~ercaptado de una forma independiente: iiin.
El. c sujeto^ de un cuadro no es en absoluto la escena repre- píln hecho estético interviene en la representacibn.
sentada., sirio lo que ella entrega a la vista, al seiltimiento o el
pensamierito a través de una interpretación del mundo. Es evi- 2. El objeto, interesante o carente de interés, sólo es coii-
dente que la pintura abstractri. deriva del formalisrno, dado que siderado como ,motivo de una composición pictórica. 7>r.1- . milti
en ella las; formas no 'testimonian rnás que una subjetividad repartir los planos, las líneas, los volún~enes,jugar con Jns solii-
sobelana. En efecto, en el. arte abstracto sujeto y objeto se bras y las luce:;. Mediante el juego de sombras, el Potúi:rnfci
confitntlen más que se identifican, porque si, para el pintor, el puede, evidenteinente, expresar algo, pero será imri n l g ~total-
~
c~ijetose ,:la «c01110 objeto», para el espectador cualquier dis- mente extraño a.1 sentido del objeto, que desaparece tras nqiie-
f.incit5n es imposible, dado qiie tanto uno como otro son para 110 de lo que no fcie sino pretexto. Tales aspectos iio se h:illzarr
él en esencia exi:raños. absolutamente clesprovistos de contenido, puesto que: euprcsen
Pnra seir captado, e l sujeto debe necesariamente separarse algo, aunque, sometido a . la .interpretación person:il del espcx-
del objeta. Por tanto, t5t:be presentarse a kste como un testigo, tador, ese algo expresado se quede en virtualidad pura. Se ha
y la rnejor manera de tiacerlo consiste en partir de una realidad perdido todo contacto con lo real y por ello tambj.kn aquí se
concreta ante la cual jr por referepciii a la cual el e!;pectador es p~ledehablar de formalismo.
Tiempo y espacio del drczma. El fondo y la forma
f
3. En lugar de reproducir tranquilamente el objeto o de cutibles: Le serment des Horaces, de David y una natiiralem
perderlo de vista, el fotógrafo se esfuerza, precisamente gracias muerta de Cézanne.
al jiiego de Iiices y sombras, gracias a la valorízación de las for- En el primer cuadro, David ilustra una escena legendaria.
mas Y de 10s contenidos, por sacar a la luz las cualidades intnn- ofrece una visión personal y compope con ella motivo
secas del objeto, por traducirlo. Nos 10 hará ver bajo una 1- pictdnco que no deja de ser interesante. La meticulosa organi-
Poco habitual, nos pondrá de relieve sus secretos o alguno d a zacibn de las llneas y de las formas presta al suceso un dgol.
sus C F I I ~ ~ C I O S O C U ~ ~ O S1.41 hacerlo, descubrirá en el objeto una pleliamente romano, desarrollando así el sentido profundo del
signjfjcaci6n nueva, una belleza nueva, pero orientadas en e] acto representado. No es menos cierto que, al hacerlo, el pintor
seritido de realidad de este objeto. O dicho de otro modo, no Iiace otra cosa que desarrollar un conjunto de signifim+2iones
10s valores plásticos obtenidos con 61 no se separarán de 61 adquiridas, extraídas de una semántica literaria que nos tia
Para valer Por si mismos. Lejos de hacerlos desaparecer, familiarizado con este tema y que ha agotado todas las PersPec-
aijadirh a 10s vah-es que el objeto tenía desde el principio, de tivas, O dicho de otro modo, el sentido adquirido a través de
tal suerte que éste, acrecentado con estas nuevas cualidades, h forma presente resulta insignificante al lado de aquel que Ya
alcanzar6 su pleno desarrollo a través de ellas, como si estas poseía al principio. Hay, por supuesto, un hecho estético, Fem
cualidades emanasen de 61. de poco peso, cualesquiera que scazi las virtudes dt: este
Cierto que desde ese momento ese objeto representado, ese ,jro, es decir, de su ejecución, Es un C o i i ~ E p f . 0iiterario, una
«contenido)>,Po podría ser separado de esa forma, puesto que idea íntegramente verbal apuesta en imagenn, antes que uDa
recibe de ella las cualidades que no podría tener por sí mismo idea consecuencia de esta imagen.
0 si fuera independiente. Y no las recibe, sin embargo, sólo de cézanne, en cambio, toma tres manzanas, las pone en un
la forma, sino de su presencia a través de una forma. Y bajo frutero y coloca todo sobre un mantel blanco. Fácilme~itese
esta forma. admitirá que 10s valores significantes y e m o c i o ~ d e sde las man-
Ahí radica todo el secreto de la obra de arte. La cualidad ranas son bastante limitados. Nada, pues, más banal ea el ~ ~ t ~ ~ t o
estética, que es cualidad engrandecedora, se mide por la dis- de partida, Pero he aquí que gracias al juego de las formas Y
tancia que separa lo representado de la representación, es decir de 10s colores este cuadro adquiere un sentido. Y que no es
(para ceñirnos momentáneamente al arte pictórico), por la dis- s610 formal; no es el hecho de que estén bien pintadas las man-
tan& que separa la cosa original -su sentido elemental, las zmas en tanto que tales, es decir, en tanto que objetos Puestos
cualidades emocionales que le son propias- del sentido y de los en forma de una determinada manera, 10 que hace qilc esas
valores que adquiere mediante la representación que se le da. ln-anas se conviertan en emocionantes y significanles. El
Esto es cuanto queremos decir cuando hablamos de forma arte aquí es total porque la forma se ha vuelto creadora. Crea-
creadora. La forma, Por supuesto, no crea el objeto represen- dora de un conjunto de valores, ya que no del objeto reyresen-
tado ni la historia que cuenta; no crea el contenido. Pero sí A la inversa del arte abstracto, aquí no se trata de que el
crea las significaciones, y gracias a ello determina el sentido de sujeto se ofrezca como objeto, sino de que el objeto se con-
vierte en sujeto. O mejor dicho, vuelto sujeto, el objeta ve
ese contenido. El valor del sujeto, es decir, lo que es expresado
0 significado Por objeto o por una historia a través de una aumentado con todos los valores subjetivos que son transPut:s-
forma, depende de ella totalmente. A condición, repitámoslo tos a 61 en una representación que es la obra de arte.
una vez más, de que este objeto, esta historia, permitan esas ~1 pintor que me conmueve con una caja dt. cerillas, un
significaciones, las s.usciten O sean capaces naturalmente de frutero o una mandolina es mucho mayor artista que que me
hacerlo. Por el contrario, si la forma se contenta con comunicar conmueve con una mujer desnuda, porque por razones qiic €5-
significaciones 0 emociones ya comprendidas las cosas re- cilmente se adivinarán, por todas las ~ V O C ~ C ~que O ~una
~ S rePre-
presentadas, anula por sí misma el hecho estético, por no ex- sentación semejante suscita, tendría que ser muy mal pintor
Presar nada que no esté dado en el punto de partida. para no conmoveme con un contenido semejante.
Una vez más aún una comparación de orden pictórico nos Tal es el reproche que podría hacerse a muchos films -Y no
permitirá precisar esta cuestión. NOS fijaremos intencionada- de 10s menos importantes-: conmover con una historia o con
mente en dos obras cuyas cualidades muy diferentes son índis- sucesos emocionantes por si mismos y no hacerlo, con Pan
:Tiei?zpo y espacio de2 drarn f fondo y la fornza
frecuencia, sirio gracias a (esta emoción inicial, Dejando a por relaciories fabricadas, sino mostrarse consecuente
lado su valor testirrionial -que es indiscutible- podríam has referidos objetivamente.
1-e~rocharselo,por ejemplo, a Noche y niebla. Es demas y según Eiseilsti:iil esta idea, este choque afectivo, se OPoJIcrt
fácil corimovel- Con campos de coricentr;-ición, col1 torturad a descripción dt; lo real vivido según una narración diamA-
hornos iirematorios, con todos los l-iorrores de la giierra, ente Puede subrayarse, sin eanbnr~o,que' cli
fillil, por supiiesto, 110 se liinita a eso. Sris cualidades co1lsist Rcorazado Potemkin, que es su obra maestra 111&~atiténticd,
en la f r ~ r r n usutil en que csos horrores son traídos a la memo símbolos sienlpre cor~secuencia de los aconteciinientos
de los hombres, pero no por ello deja íle jugar demasiado y se hallan en relación directa con ellos.
c i l ~ ~ i ~con t c ?cr priori eriiocional: la partida está ganada d
~ ~ un ~1 ser por esencia la imagen un símbolo de 10 muestra
anLefllan0. Por el contrario -para no sillir de Alain Resnais-- vigno-(;estalr o analogon) ya hemos visto que en cine --m la
un gran mérito artístico haber conseguido conInover-os ,edida en que el slgnifica~iose limita a 10s actos 0 a los llechos
seanriose entre 10s libros de la Biblioteca Nacional, como presentados-, «:;ignificación y significado 110 sol1 sin0 una
hacerlo en T o ~ l t ela ~néinoired t ~nzonde. *]isma cosan (X:KVI~I). Tambié11 hemos visto que, gracias a una
Eri cambio, pueden encontrarse los defectos del formalismu clacióil fugaz, las imágenes cinematográficas sc hallan carga-
en luz e~.cesosde Eisensteiil, y sobre todo en sus pretensiones iuS de ull sentido llueva, provisorio pero evidcritc.. A l sjgiilficar
de Lina cineclialéctica I~asad,ifundamentalmente en el montaje, rrltonce:s una cosa muy distinta de 10 que muestran (debiclo i~lclu-
Las ideas determinadas de ?se n~otioresultaban extragas a un so al medio gracias al cual lo muestran), actúa11 a la rnm3-a de
coriteilido empleado ínnicamente para construir signos abstrae- Lln signo lingiiís,fico; lo cual nos ha permitido decir en cine
tos, ciiyci sentido carecía de relación inmediata con aquello qur. ii, real se en un elernento de SU propia fabulación
las imágenes re:preseritaban. Ahora bien, en cine la forma no es pero al mismo tie~npohemos subrayado que las imágenes sólo
u11 esqlleina abstracto que hace del film un simple jeroglífico, tenían de modo a(:cesorio este valor de siglzo. Por sí mismas 110
Es un pensamiento ericarnado: es im pensamiellt,> que nos in- ignifican nada, Es el sentido general de la historia el de-
forma de Su presencia --que: aparece- clue nos dice 10 que es, termina a cada momento el valor sígnic0 de una imagen, Y
aclliello hacia lo que tiende, tomando sus puntos íle apoyo en siempre a través de las relaciones de hechos que nos rese en la.
heclios reales (en el sentido d l m á t l c o de la palabra). NO puede Por tanto, no se podría imaginar una película hecha de ulla
mariifestarse válido rriiís que a través d e hechos concretos y, serie exclusiva <le metáforas o de símbolos. Sin el apoyo de la
Por 10 tanto, debe asesirar en primer Lugar la narración de narración las metáforas visuales se hallan desprovistas de scn-
tales liccl~os. tido o se convirrt(-n en signos convencionale~a 10s que falta
(:orno hemos visto, Eisenstein, tie una forma general, esta-
blecía el sentido del iriontaje sobre el choque emocional pro- La que desarrolla 10s acontecimientos segÚ1i
diicido Por el eiicuenti-O de dos imágenes. E incluso sobre repre- pautas de un juego total de articulaciones y de e11cadenarriit.1.i-
5erlt~ciol'lt'~ fragV'lent(Zrias cuya suma y yuxtaposición despier- tos, a la vez lógiico:;y cronológicos, constituye el mensaje Iltcral
del film. Al estar construidas las «células significanteslt {gracias
tan en la inteligencia y en la afectividad del espectador una
al rriont;tje o a una determinada estructuración) con 10s mismos
imafW-1 sintética final, una idea sirribólic;,, la illisma que atar-
menta al autor. , elementos de esa ;liarración, son 1a.3 m i s m a s ilflagenes las que
r,n toda película son a la vez descriptivas y simbólicas.
Es ciel-to que el acercarrriento fortuito de cosas aparente. Empleando la terminología de Hjemslev y de 10s Scini6l~Ws
mente nluy lejanas, el caricier intensivo de las significaciones (que para el presente caso resulta muy esclarecedora), dii'c~nos
Y la con(jensación di? las ideas resultantes del relieve otorgado
con Roland Barthes:
a cirrtos detalles, tienen un poder afectivo considerable. No
obstanie, aunqiie estas innágeiies poélicas se convier.ten en cierto
Sabemos que un s i $ t e r n ~quc toma los signos de Otro sistemli pdra
modo eri «la encarnación afcctiva del tenla», ]a itlea no debe convertirlos en signitic.inics ci un sistema de connotación; por tanto
hacer olvidar la realidad que la provoca Y clue la sostiene; no diremos clue la imagen literal es denotada y la imagen simbólica
d e l ~ ser ilnpuesta por el eilcixentro ;irbifrario de dos imágenes, connotada.
464 T i e m p o y espacio de2 drama El fondo y la forma 465
Los significantes de connotación, que llamaremos connotadores, es-
tán constituidos por s i g m s (significantes y significados reunidos) tualidad pura está constituida por la infraestructura ideal o
del sistema denatado; naturalmente, varios signos denotados pueden intencional del relato, su proyecto, pero s610 formalizándose
rcunirse par21 formar un solo connot~cior,siempre y cuando esté le dan acta de existencia, haciéndole aparecer tal cual es y tal
provisto de un sólo bignificudo de connotación. En otras palabras, cual no puede ser más que gracias a ellas. Orientado por el
las unidades dsl sisteniri conndtado no tienen nccesariamcnte las desarrollo de la historia, por las articulaciones del relato, el
mismas dimcnsioncs qtre las del sistema denotado; largos fragmen- sentido de las connotaciones repercute sobre el mensaje literal
tos de discurso denotado pueden constituir una sola unidad del sis- y le da entonces su significación plena; su sentido profundo se
tcnlzi connotado l...] Cualquiera que sea su manera dc recubrir convierte en sentido del relato revelando sus perspectivas.
cl n~erisnje dornotado, la connotación no lo agota; siempre queda Por lo tanto, aunque es cierto que las células significantes
algo ~cicnutado~ (sin lo cual el discurso no sería posible) y los
cvnnotadores son siempre, en Úitima instancia, signos discontinuos, (o unidades de sentido), al igual que las técnicas narrativas,
uciriitic«sn, i~atiiralizadospor el mensaje denotado que los vehicula. deben plegarse a una estructura temporal que las somete, es
Por s u parte, el significado de connotación tiene al mismo tiempo un inexacto deducir de esa premisa, como hace Claude Bremond
carácter ycricrnl, global y difuso; es, si se quiere, un fragmento de al término de un estudio sobre el «mensaje narrativo>", que
ideologia 1...1 Estos significados mantienen iina estrecha relacibn «la semiología del relato debería preceder y no seguir a la de
C O 1~3 cultura, el saber, la historia; por asf decir, gracias a ellos las técnicas narrativasr. Lo cual es cierto sin duda (aunque
el mundo penetra el sistema; la ideología sería, en suma, la forma sea discutible) para la literatura que trabaja con signos consti-
(en sentido hjelmsleviano) de los significados de connotación, rnien- tuidos y fijos, pero no para el cine que los constituye de modo
tras que la retórica sería la forma de los connotadores30. diverso en cada ocasión: «Si el relato, dice, se visualizn con-
virtiéndose en película, si se verbaliza convirtiéndose e n novela,
E n resumen, un sistema connotado es un sistema cuyo plano si se gestualiza convirtiéndose en mimo, etc., tales transposi-
de expresión está constituido a su vez por un sistema de signi-
ciones no afectan a la estructura del relato, cuyos significantes
ficación. En este sentido, todo arte es un sistema connotado,
permanecen idénticos en cada caso)). ¡Ni mucho menos! Afectan
toda expresión artística es resultado de una connotación. Lo
a la estructura del relato (si no a su infraestructura), como ya
cual, por supuesto, no quiere decir que toda connotación sea un
hemos afirmado en el curso de los capítulos anteriores.
hecho estético, porque así lo subraya incluso el propio Barthes:
E n cine los significantes son siempre visuales o audiovisua-
«La sociedad desarrolla constantemente, a partir del primer sis-
les, esto está claro; pero si su materia es idéntica, su forma
tema que le proporciona el lenguaje humano, sistemas de sen-
no lo es. NO existen a priori, sino que son contingentes, Consti-
tidos segundos, y esta elaboración, ostensible o enmascarada,
tuidos en función de un contenido determinado, al ser por si
racionalizada, es del mayor ipterés para una verdadera antro-
mismos función de ciertas relaciones y (lo que es más impor-
pología histórica».
tante) de un determinado estilo, los significantes son siemprc
Sea como fuere, en cine los símbolos (connotados) sólo to-
distintos, es decir, están acostituidos de otro modon. Si a cst.o
man su sentido en función de los sucesos que les sirven de
añadimos que las unidades de sentido están casi siempre com.
puntos de apoyo y permiten su interpretación, por lo que fácil-
puestas de elementos heterogéneos (imágenes, palabras, soriiclo),
mente puede verse que el mensaje literal es u n soporte necesa-
cuyas articulaciones internas son infinitamente variables, se vc
rio y que ningún mensaje simbólico inteligible podría existir
con toda claridad que, aunque la realidad captada par el len-
sin él.
guaje cinematográfico sea independiente de este lenguaje en
Sin embargo, aunque la intelección de la historia exige unas
tanto que realidad, no lo es e n tanto que realidad represenlndu
determinadas formas expresivas que la signifiquen, no por ello
(consecuencia de una representación). Al poder ser f.ormali.tri-
habríamos de deducir que esta comprensión se halla ya consti-
tuida antes de ser expresada por tales formas. Las estructuras das las significaciones de cien modos distintos, y al liallarsc en
se organizan según una lógica y según una cronología cuya vir- cada película de una forma única que responde a su estila, cl
significado puede ser tantas veces diferente cuantas significa-
ciones (o modos de significar) puedan existir. Ya lo l~ernos
3 R. Barthes, ~Elémentsde sémiologie=,en Cornrnunicatiom, 4, diciem-
bre de 1964.
31 Ibid.
466 T i e m p o y espacio del d r a m jondo y la forma 467

clicho: una misma historia contada por clos directores il Jannings, acróbata saltimbanqui ha rceugiilo
tes no será nurica la rtiisma liistoria. El sentido del relato, ria emigrante, Lya de Putti, a la q u e ha enscna~io
perspectivas, S<: hallai;$n ni(-jdificados. En otros tt$rminos, o. Su asociación con Wanvick Wfird, ttr~pecista
sigl~ificacionesconnotadas del sujeto denotado dependen de -mite montar un número sensíi~ic>rni~l. Iil t r h ric
forrila eri que :;e las produce. célebre. Sin eimbargo, Wanvick Ward no es insrnsiblc a Itrs
]~r!;iiita evidente qiie las técnica-; narrativas y expresivas ritos de su pal-eja, Sucediéndole 10 mismo a P s t i i , y gracins
hallan subordinadas a1 relato, dado que todo depende de 1 ayuda de las circunstancias, se convertirá en, su smnntc..
implicaciones que su desarrollo teinpor:il engeildra. P ,a secuencia qile nos interesa se halla situada tr:is una re-
unidaclcs de sentido se liallan fornializatlas por esas té ntación en gran music-hall berlinés. LOS acoiitccin~lc:n-
Y dacln q u e el relato no d e i ~ esu sentida profu~idomás anteriores 110s han llevado a adivinar que el adulterio no
las sigriilicaciones corlnotadiis, puede co~icluirseclue la lejos. Despu,Ss de su ~iúmero(realizado eri la escena) los
logia dt.1 relato es coiisecuencia de las técnicas que, sin e~nbar- se adelantan a saludar al público y luego :se retiran rilic-n-
go, estdn subordinada:; a él: Un lenguaje deternzinado se hnllai e baja el telón. Los aplausos y gritos solicitan su presencia
constltr~idopor la e x p ~ e s i ó ny la compre~zsiótzd e zlna historitt, nuevo se inclinan ante las aclamaciones. Sin embargo, el
pero la inteligibilidad d e estcr historia depende d r las cua1idadé.i yista, con alguna prisa, baja el telón, Warwick Ward
f o r m ~ l e s d e este lenguaje. ti de Putti re1 roceden, pero Jannings, que no ha vista el g ~ ~ . ; t o ,
Idas reglas sobre la disposición de los planos de un moda queda sa1ud:indo tanto tiempo que el telorj baja a sus rspal-
, qiie respeten la ccintiiluidad so11 las de la dramaturgia (o las y le deja solo ante el salón.
del relato, o las clel tliscur.:;~) aplicadas al cine, puesto que Se trata de 1-in incidente sin importancia, un hecho pu~-~rrrien-
al hacerlci se trata de asegili-ar la inteligibilidad cie la historia te anecdótico. Siri embargo, esta bajada accidental del tclóri
en virtud de la:; n~ofivaciories dramáticas o psicológicas que está vista al sesgo, en contrapicado, de tal forrna que su caída
suF)oric. Pero esta disposicióri se halla igualmente condicionada es captada conio una cuchilla que corta un vínculo imaginario,
por el sentido que se quiere dar ;i las coiinotaciones que de que sitúa a un laclo a Lya de Putti y a Warwick Ward y a otro
ella se derivan. Por lo taritcb, la única regla consiste en actuar a Enljl Jannings. Esa misma noche Lya de Putti estara can br-a-
de tal nlodo que las sigriificaciones aparezcan corno expresión zos de Wai-wiclc Ward.
llatilral c.le las cosas. En nin@i (;aso se debe modificar 10s Por el sentir:io que de esta forma adquiere, la imagen se con-
acoilteciiriientos, ni su sentido inmediato, pura obtener analo- vierte en símbolo, aunque se limite a denotar -de un modo deter-
gías, coniparaciones o metáforas, por mucha necesidad que se minado- un hecho concreto. Pero aunque puede ser interpreta-
teliga de ellas para valorizar ideas más o menos ocultas por el do como símbolo, no es obligatorio hacerlo, y el espectador que
drarna mismo. Esto silpondi.ía introducir por la fuerza hechos no haya captado la alusión tampoco comprenderá lo que*sigue.
con(:retos en una esti.uctur:i preestablec'ida, mientras que tal La connotaciÓri se halla implícita y en modo alguno explícita (PO
estructura debe ser establecida por el desarrollo aparentemente debe estarlo jamás) ", pero presta a la situación una r~sontancin
desinteresado de tales hecho;;. La interpretación subjetiva tiene y unas prolongacjones que constituyen la cualidad n1isrn:i dt' 1;i
en cirie lanto mayor crédito cuanto que se funda en una rela- obra, su estilo. Por supuesto, el sín~bolono super;? la ~igrlific:t-
ción objetiva (O casi objetiva) del coiitenido. Contenido que, ción del conteriido: se contenta con darle LUI acentc), inCnoc
por silpuesto, puede ser por sí mismo fuertemerite subjetivo. un símbolo quie tina metáfora. Se ha dicho que la nic71hi(lrd C r i
Se ~ ~ u e dofrecer e a la vista un murido conceptualizado ( p i ó n , el seritido exacto de la palabra era imposible en ciilc: la i~lia[oen
decorados,, situaciones, etc.) pero la j'ormu en que se ofrece debe rnetafórica es siempre el resultado de una asociación cornp:rr;l-
aparecer como una rt:lacióii no fabricada, no preparada de tiva o de una alusión. Nosotros diremos, en térmiiios [le sci~iia
an terriano. logía, que es i m índice, en el sentido de que si bien la signifi-
1)os ejemplos concretos permitirá captar esto mejor. ----
l k primer lugar escogereinos una secuencia de variétés (film 32 ya liemos visto que el mayor defecto de ciertas secuericiai ( ~ ~ . f r ~
célcbre del último período del cirie n~ildo),desipantlo para bre deriva de qiie bis connotaciones sor1 -o quieren ser - explíiLiak>>:
c!c'f)i
iilayor cornodiclad los personajes por el nombre de los actores. do a este hecllo se hallan sobreañadidas, son exteriores a la ac$*lhn
cación es voluntaria por parte del autor, debe ser adivina están asociados. Ninguno de los dos implica el otro
significación del otro. Sin embargo, esta asociación evoca
nes mentales que son simbólicas. Rechazada por Ir socie-
aplicada o yuxtapuesta, la connotación resulta de una deter ienpensante y por los suyos por haber amado sin tapujos,
nada fffrtr7rrde la denotación. Por lo tanto, depende de ésta, a Gish, en el colmo de la desdicha, no es más quc un des-
que el sentido de la denotación dependa de ella. Su correlac he aquí que ese deshecho social se convierte cn un
es evidente. al: su hundimiento moral se identifica de modo con-
Recorde~~ios que Dovzhenko había empleado esta estilística to con el deshielo natural. La propia naturaleza parece p+
en Tncl tierra prestándole, sin embargo, un sentido muchci miiis frente a ella, reforzando de este modo la crueldad del
aniplio, es decir, autépticamente simbólico. Pero se puede
contrnr un ejemplo análogo en Paish (de Rossellini), cuarndo ta de juzgar aquí ese refuerzo melodramático -por
final de la película, tras los fusilamientos en los pantanos, irablemente realizado, que consigue por su pro-
grandeza real- sino de considerar un hecho de
una forma de expresión.
en Variétés; el tema se manifiesta mediante hechos
, pero no .se limita a la historia propiamente dicha:
torno todo un conjunto de significaciones que no
visión, imagen de desolación, de silencio y de muer iera aunque - c o m o en Variétés- estas significa-
muerte irrisoria que arrastra la corriente, indiferente y co- no tengan más objetivo que la finalidad del drama. Y pue-
berana. se que, contrariamente a lo que ciertos psicólogos han
Entre las relaciones de imágenes que organizan simbólica- do con demasiado apresuramiento, l a imagen cinemato-
sólo no pone obstáculos a la imaginación, sino que
incluso la suscita. No se puede imaginar lo que ofrece a 10s
ojos, p o r supuesto, desde el momento en que es perclbiclo, pero
se puede imaginar a partir de sus relaciones con s u contexto
inmediato, y se debe hacerlo para captar el sentido de las con-
En la primera película, Lilian Gish (expulsada de la grarija notaciones cuando éstas dependen de un aspecto de las cosas
paterna porque ha vuelto a ella con un hijo cuyo padre, a quien representadas. El film se dirige al pensamiento al mismo tiempo
se niega a denunciar, la ha abandonado), se aleja por el campo qiie se dirige a los ojos, y no sólo impulsa a pensar sobre ac1u.e-
en medio de una tempestad de nieve. Enceguecida por la borras- 110 que ofrece a los ojos, sino con aquello que ofrece a los ojos.
ca, cae desvanecida sobre el río helado, cuyos hielos, en cse Por lo que respecta a La madre, ya hemos visto34 con10 Pu-
misino momento, se rompen y la arrastran. Un muchacho de dovkin entrecorta las imágenes mostrando a los manifestantes
la aldea, enamorado de ella, que ha salido en su busca, la sal- que prosiguen su camino por el paseo, a lo largo del Neva, con
vará con peligro de su vida saltando de hielo en hielo. otras imágenes que muestran al Neva arrastrando hielos que se
Aquí no.hay símbolo -mucho menos aún que en Variétés- rompen bajo los arcos del puente. Este montaje paralelo pri)-
sino una simple alusión metafórica, un índice. El montaje para- cede de asociaciones comparativas: el río rompe su curse5 de
lelo que muestra de modo alternativo el cuerpo de la joven que hielo de igual modo que los manifestantes han roto, provisio-
va a la deriva y el héroe que ha salido en su busca crea un nalmente, la resistencia zarista.. Pero muy pronto, y g.ríiciaa
«suspense» dramático, al tiempo que la asociación de un paro- una especie de implicación sugestiva, al pasar de lo particular
xismo rzaturaZ (el deshielo) y un paroxismo dramático (la huida a lo geperal, tales imhgenes adquieren una significacíbn si.mbb-
de Lilian Gish, el peligro que la amenaza) provoca una compa- lica Se convierten en algo así como «la imagen» de la revoiu-
ración dentro de una progresión montada en contrapunto. Los ción en marcha: los revolucionarios han fracasado, la revolu-
33 Véase vol. 1, p. 444.
34 Véase vd. 1, p. 443.
ción continúa. Realmente ahí se produce una sustitución meta- cuando las significaciones están basadas a ~ r i o r i ,es dcl-
fórica --igual que en La íiltirna imagen de Paish--, mientras que 1 cir, cualido se apoyan en conceptos y no en hechos. Sólo cit't-
en Lcis dos tor~?te!ztarno hay mas que una confrontación sin- ' rerilos aquí El silericio, de Bergman, porque al r e ~ m i reri iiri,l
tagrnlitica: metonimia mas que: metáfora. ejemplar todo lo que h3y que evitar, nos parece tipic,i de
I d . i ~relaciones de oposición inscritas en un desarrollo causal 1 esthh defecto. No es que sea una mala película: en cuanto a rea-
p u e d r ~ i iPesultar cóniicas pc.ir e1 exceso de sus relaciones. Asi
ocurre cn Tiempos nzoderrzos (episodio del astillero naval);
, li;r;tción, en cuanto a puesta en escena, se trata de una obra maes-
tr;i; pero en el plario de la creación y de la expresión es el anti-
Ch'lrlot, intiniado por el capataz a traerle una cuila, toma 11) ciric por excelencia.
primer ;a que ~~ricuentra. Pero la cuña sosterlia un estay y el , Al principio nos hallamos en un departamento de ferrocarril,
esi:iy un barco en construcción: de esta forma Charlot provoca o u1 menos toda ociirre conzo si estuviéramos allí, porqur r l
el ILtnzal-ilientoimprevisto del armazón, que va a hundirse en el decorado no nos da sino una indicación vaga. Sin embargo, la
océano. l n c l u s ~ahí el símbolo no se halla en las imágenes con- acción rio parece ser un sueno: todo es muy real. N cabo de uil
creta:; si110 en la imagen mental sugerida por sus relaciones: los iristante, el iiiño que acompaiía a las dos heroínas del drama
hechos dejan ~.ntender,a partir de la ineptitud o la inconscien- sale al corredor y mira por la ventana. ¿Qué ve? Un intermina-
cia tltbI lle'i-oe, SUS re lacio ni.:^ de la enormidad (le los efectos blr convoy de m<?rcancíasabarrotado de tanques. Entorice? pen-
ante la ii1significanci;i de 121s causas. El símbolo 110 está en el l samos: el país está en guerra, o el ejército está haciendo ma-
sigiliticaiite sino en el significado. niobras. Pero las hermanas baj,ul en la siguiente estacióii y
Repitámoslo una v e z más, no insistiremos nunca demasiadci eiitunces se da u110 cuenta de que no se trata ni de guerra ni de
en ello: si la actitutl del 11:ctor consiste en descifrar a través ii-r~riiobrasmilitares. Esas imágenes están allí sólo para crear,
de los signos convenc,ionales una realidad sugerida e ideas sig- tle un modo tari arbitrario como premeditado, una impresión
nificadas, la actitud del espectador, e11 cine, consiste en desci- de disgusto y de nerviosismo, que va a planear sobre toda la
Prnr, a través de lo leal pei.cibido, las ideas sugeridas más que pclícula y que ésta no dejará de producir de modo paralelo.
las sibmiiicadas, dado que por necesidad las significaciones cine- Al-iora nos hallainos en u n gran hotel. Habitualmelitc un ho-
matográficas !$cm imprecisa5 y ambiguas. Los sucesos referidos te1 es un lugar cioride se encuentra mucha gente, pero aquí los
par 12 narración no constituyen más que el elemento primero corredores están desiertos, hasta el punto de que pudizia creer-
de la película, su nivel elemciital dt: coml~rensián.Conviene cap- se que las dos hermanas son las únicas clientes del cstableci-
tar las irnplicaciones que se desprencleil de la ordenación de rnlento, cuyas dimcilsiones atestiguan la exictericia de un cen-
tales hechos, y captarlas ~nstantáneamrnte. Donde la lectura tcnar cle habitaciones por lo menos. Se trata de una idea de
su])oiie tiempo y reil~xión,t.1 cine exige inteleccióii irimediata, a soledad y de der;olíición, dirán los listos. De acuerdo, peno j.fun-
falla de la cual lo eseiicial del mí-nsaje se 110s escapa. No se &da sobre quí,? El niño que juega en esos corredor.t% por
captan las cosas representacias sin comprender el sentido de la cfonde nadie pasa se ciuza, sin embargo, varias veces CINT ~ 1 1 1 3
representación; se cree haber entendido cuando simplemente compaiiía de enanos deformes que han venido a dar una rkA~~it?-
se ha seguido el desarrollo (de una sucesión de acontecimientos .;rntación en la ciudad. Es lógico que entren y salgan del hutcl
que corriponen una historia. donde se alojan, pero totalmente ilógico que no se les vca iiii'i\
Aiites de considerar lo que debe ser, lo que puede ser ésta r que a ellos. No ,lparecen mhs que para simbolizar, por nicdio cfc
en sus relaciories con el ternia, insistiremos sobre las falsas ~ig- su deformidad misma, el carácter deprimente y excitado clcl
nif~cnciorze.~ o, al menos, sobre las significaciones falsamente inundo actual, :;ólo para esto. No hay ninguna donci:lt,~ cbir rilr

1
ciriern~itcrgráficas. liotel, ningí~nmozo, sino un solo servidor, un vejcstor io c1it)i:lio
De i-i~odogeneralmente peyorativo se suele hablar de cine qtie nzituralmente simboliza la muerte y que, ni, rrwncis ii,ttii
litrrario. Pero iina película literaria no es en absoluto -o no ralmerite, muestra al niño imágenes de catástrolcs y clrltin:i-ros
necesariamente- una pelic~ilaadaptada de una obra teatral o Entonces es cuanclo, habiéndose masturbado Euriosanicntc iiriii
de iina novela; tambi@npuede ser10 un i'ilm en el que se habla dc: las hermanas, se ve venir un tanque que, corn1)1vtamrrit~
n-iuclio En este caso, la película es simplemente verbal, sea cual solo, recorre 151s calles vacilante para terminas tfetciiikndosrL,
fiierc la cualidad literaria tlel texto. Un film se deilonlina lite- t.tridentemente por azar, bajo las ventanas dc In I~ahiraciíintlr
472 T i e m p o y espacio del dra fondo y la forma 473

la mujer. Pasaremos por alto la simbología sexual del cañ


se alza en esa direccihn, pero ¿por qué ese tanque se pase
solitaria inquietud por las calles de la villa a no ser para
diicir su efecto y simbolizar simbólicamente una amenaza
bién simbólica? Etc,, etc.
Y3 Venlos cómo sC aplican estas significaciones. Se trata 3evidente la determinación de lo expresivo por lo narra-
conceptos puestos en imágenes e introducidos en una hist del tema por la acción dramática. Resta por saber qué
que se desarrolla en función de tales conceptos, mientras ser ésta para que no sea teatro filmado ni novela puesta en
las sig~iificacionesdcbcrfan ser consecuencia de los acon genes sino película en toda la acepción de la palabra.
micritos, aparecer de una forma tan lógica como natural.
Si: observará, por Último, que toda la simbología de es
pelfc~ilaes de carácter onírico. Lo que aquí es arbitrario, 'TI. DRAMATURGIA DEL FILM
seria co~ir:ebiblesi se tratase de un sueño, o de una fábul
las que. 1.1 propio Bergman nos ha contado, ya que normal ando en el curso de los años veinte Jean Epstein escribió:
el sucrío construye simbolos de esta especie. Pero por teó película en la que no pase nada, o al menos rin
que sci-1, lo real aqui nos es propuesto como tal. Sólo se
quiere d a r la impresión de vivir una pesadilla, cosa muy loa
Pero no se puede con este pretexto introducir la lógica d pese a su terminología engañosa, estos teóricos
ño en el desarrollo d e los hechos concretos, so pena de on por la ausencia del tema, sino por la ausencia
todo contacto con la realidad verdadera, ya que estas dos
tructuras son antinómicas. En este caso sólo se trata de
teratura 35.
Y el problema se plantea menos en términos de realismo o En los films de Jean Epstein pasaban gran cantidad de cosas,
de irrealismo que en términos de un modo de significación con- excepto precisamente aquellas que hacían las delicias de las
trario al ejercicio de las imágenes animadas. Este no consiste multitudes de la época: y el hecho de que esta idea hnygi sido
(lo hemos repetido constantemente) en ilustrar conceptos, en tomada nuevamente por Zavattini en 1945 demuestra que el
introducir símbolos preestablecidos o ideas hechas en un drama objetivo perseguido por los teóricos de 1925 no se hallaba tan
cualquiera, sino en conmover con hechos concretos por medio alejado de aquel que alcanzaron los neorrealistas italianos, con
de los cuales se expresan las ideas, con o sin metáforas, con la diferencia de que en la época era imposible conseguir Iinri
símbolos o con metonimias. captación semejante de lo real. Despojados de las compiicaclo-
Por lo tanto, al decir que la denotación precede siempre a la nes de una historia abusiva, sin duda, pero que daba el pego,
connotación, o más simplemente, que la narración es forzosa- los atrozos de vida» (como se decía entonces) rodados por los
mente anterior a la expresión, puesto que ésta se basa entera- zvanguardistas)) no pasaban nunca más allá de un naturalismo
mente en aquélla, no se pretende decir nada que no sea cono- de circunstancias. Y afortunados cuando no caían en la simple.
cid0 hace mucho tiempo. Todos cuantos han querido rnolestarsc z.a de los hechos más diversos.
en reflexionar sobre la cuestión 10 saben. Pero el objetivo de lviientras los realizadores comerciales ofrecían temas limi-
esta obra no es aportar ideas nuevas u opiniones personales en tndos a una anécdota convencional, los otros elaboraban cstmc-
cada página. Además de estas ideas -fácilmente se admitirá turas que se pretendían significantes pero que no tenfan nada,
que también las hay-, nuestro objetivo consiste en puntualizar o por lo menos no gran cosa, que significar. Por lo tanto, pilrccia
como si para expresar algo hubiera que contar una historia.
35 Si se admite que se trata de un sueño, tales objeciones desaparecen. Creemos haber llegado a definir más o menos clarümentc
Pero entonces lo que no se sostiene es el relato, debiendo coniomarse cl las condiciones fulldamentales del lenguaje cinemiitogrhfico. NO
encadenamiento de las circunstancias a la lógica del sueño y no, como son ni el montaje (en el sentido estricto de 1~1palabra) i i i nin-
aqtil oct!ri.e, a la lógica de lo real (Cf. Marienbad, El dngel exterminador, Lwna figura particular, sino un principio muy getzsrill que es e/
U n perro t~sz~laluz, La edad de oro, etc.).
l'iem.pc.~y espacio del dra fondo y la. fornza
d e la., relaciones y rle las irnplicaciones consideradas en szc.~ partes, pero vuelve inexorablemente a su fuente. «La acción se
nzatiifestaciones exprf3sivas,de cualquier forrna que se prodiucan, tsansiorrna aquí en su contrario», dice Aristóteles. Hasta tal
Lmplicacioncs. Pero l d e q ~ i é ?Es lo que tratamos de definip peiruko responden (os acontecimientos y sus consecueilcias urja
estiicliantlo cl sigrlificndo en vez de las significaciones, las de armonia preestablecida, en virtud clc 1:a cilrrl la Enta-
mas del iclato en vez de las formas de la expresión. En nde- tidad se inscribe en los actos del héroe, que sucainibr toritci m*í%
lanl e tr:i t ni-enlos de constituir una estética del contenido en niarito inás se esfuerza por escapar a ella. Edipo Rry tas, siri
SUS re1nc:iories coi1 uria estélica de la forma, prescindiendo del dutla alguna, el rriodelo acabado de tragedia. En curirkho :il :wtc
lengu~ijeciiieniatográfico para considerar las inotivaciones quc dir~riisíaco,que sC~losiembra la discordia en Apolo %; 1;1 rnaritir::
lo justifican. ~ l citrl hi.jo bastardo nacido de los amores de Grccin y tlc Qricri
La riür-ración ciilerriatogriifica es un discurso organizado con 12, encuentra una evasión en la embriaguez de los sentidos, prro
cos~isseilsibles Pero eri lazóil de iin «drama» que supone unas s610 lo consigue a modo de compensación.
cimieiitos, un tiesarrollo, uria duración. Pese a la filojofiía de Heráclito -también influidii l?«r c.1
Ya hemos vistii q ~ i elas clos foima?; del arte que permiten oriente Próximo por E g i p t ~ la noción de temporalidrtd sólu
dar ctlciit,i de uri hectio y tle sus consecuencias morales o $0- logró de:jarrollarse en los espíritus gracias al cristianisntv. 13ckrtl
ciales w>ri 1í.i tttC~gt'dia,que siipone una situación dramática cen- a Ir> Iargo de toda la Edad Media esta temporalidricl ni, tienc.
traria en torno a un eje central, y la novela, que permite d mas senl.ido que ti1 metafísico: el devenir está en el « ~ n h salla?).
de:,iiriollo de una o de varia?, acciones orientadas hacia un deuc- Aquí abajo, el futuro se convierte en pasado, sin que el curso
nir conlún. Linljtadas por el ((tiempo del relato» estas acciones, de las cocas se vea alterado. Las cosas cambian, la sustanci~i
eveiit~ialmente,«podrían coiitinuar>>. se modifica, pero el inundo permanece idéntico en su esencia,
X-61;icarnente los criterios y cánones estéticos a partir de las 1-ri su soberano eq~ijlibrio.
c~ialesse juzga la perlección de una obra no podrían ser los Sin embargo, el Renacimierito concibe el movimiento como
mismos e:n los dos casos. ti11 desplazamiento tie los seres y de las cosas, es clecir, una
Cotiipreizdiilu en el sentido clúsico de la palabra, la perfeca- 1 iilodificación de los valores relativos. Pero el rilovimiento se
cióii (le una obra no deriv,.~solaniente de la armonía de i ~ n rrliere siempre a uria mirada que cumple la funcr6ri. tic entro
forido y (ir una formn sensible -segíiri la fórmula hegeliana regulador, la moclificación a u n «en sí» que sirve di: rcferrncia.
que se aplica 21 todos los gct:neros--, sino del constante equili-
biio cle >;LIS partes, teniendo siempre en cuenta el alcance hu-
-
Se expresa la accióri del hombre sobre el mu~icloa t t7 íin los cá-
nones del arte griego entonces descubiertos y icciicontrados;
niario de las cosas sigiiificaclas. se expresa el morrimiierito con la inmovilidad. Do zil-ti VI triunfo
Esta idea cle la perfeccidn data del rnundo griego. Y es la dc la arquitectura, de la pintura, en resumen, ile. l;is :irtes del
tratliicciÓn, la expresihn serisible de una determiriada concep- espacio en las qiie el tiempo queda fijado $11 u n ~ ifigilració~i
ció~iclel universo, de i ~ ncosmos irimóvil y cerrado del que el abstracta.
11oniL)i-e es el centro.
Ante iin uriiverso semejante, en que el devenir no es nuncri Ipgspués del Renacimiento [dice Pierre Francastel] el principio pr'i-
otra cosa que un eterno retorno, no pueden expresarse más que 11iordial de toda cirganizaci6n plástica era la yuxtaposiciC~ndi: p a r
cu~ilidadestrascendentes e inmutables, las de las esencias que t e i en simetría más o menos perfecta. Se trate de pinttirrr. r> ric
gobiernan y dominan el m ~ i n d ode las apariencias. Por eso u1 l rni~sica,o de arquitectura, se corisideraba el mundo basado can ri:Ia-
rigcir 13el Parteilóa, cuyas columnas pretenden ser iin trazo qiie: cioi~esde fuerza en equilibrio. El equilibrio, la equivalencin, el-ari In
une el cielo y 1íi tierra, a la actitud hierática dc Minerva, viene Icy de bronce [ . 3 En resumen, se consideraba que la nocl3n dc
a dar una respuesta la tragtadia. organismo era silj>er)or a la especificidad de las partes. SI* cunsi-
La tragedia i~icludableme~ite intn~cluceel diilamismo en arte. deraba que una coniposición bella era un equilibrio clr. lIthrilr)b u
Las p;lsic~neshumanas, hasta entonces fijadas en una inmortn- ~rr7eíos,de mancha:; de sombra y de luz, de líneas recf;is7,quvbrndas
i, curvas. Se consideraba una sonata o una sinfonía cciii~oun sislcx-
lidad de rilárrnol, experimentan su n~ovilidaden la acción. Pexw nia de movimientos rápidos o lentos. Todo cicscriril;,iba en iin:r
esta accitjn jamás se produ<:e fuera de un marco estricto. Tra- compensación estricta de valores, afectivamentc Lti5tiirtos, ~ C L L SL~*;-
)
duce la rebeldía del fiorribrc contra lo que le rodea por todas ~ ~ ~ l , t i bde
l e sser reducidos a una unidad mensiirnble.
r'
l

r T i e m p o y espacio del dram 1 fondo y la f o r m a


[.. 1 Durante cinco siglos [...] el dibujo clásico se ha cornpue:,t rreductibles a cualquier imperativo nacido de las demás acti-
1'
v-,

trazos figurativos, de gestos parciales, integrados en un ~ r n o s especializadas.


qlie a:mdahn al espectador a recomponer el desarrollo del sct r tanto tan completamente erróneo creer en una integración
decir, n integrar el tiempo en una visión espacial inmóvil (il
[:! ieclinipite).

ri das ~ U guiaban,
C si no la acción misma, al menos las f
ple relación de causa a efecto. Tecnificada por algunos de sus

travks de las cuales se producía.


rj Dcspiiés del teatro vagamente temporal de la Edad Med
l.; dcsptaG,i dc Ins tentativas de los españoles y de los isabelii contemporáneas (ibid.).

'
'1
-1
dente que si bien el arte refleja las tendencias o las

onía con una sociedad dada, ya que el artista no está


r/ justificaba parcialmerite los principios que regían su estruct el espacio ni del tiempo. Los valores eternos -si es que
1 ,
Y debe tenerse en cuenta que estas obras, producidas par - no se descubren más que a través de las apariencias,
enden del papel que desempeñan de un modo más
pI
, s decisivo en u n medio y en una época.
el plano que nos ocupa se puede decir, por tanto, que las
ralmente fuera del espacio y del tiempo. 1 tiempo tienen más relación con el mundo moderno
r .-i Hoy día, tal idea de la perfección, completamente estática, artes del espacio, o por lo menos que son mas aptas
' 1
1 .i no es ziccptable, puesto que ya no corresponde a nuestras con- para significarle, para traducir su sentido profundo. Y entre
dicioncs de existencia, ni a la conciencia que tenemos de la las artes del tiempo, las formas abiertas orientadas hacia un
duracihn, una duración «que muerde las cosas y deja en ellas devenir constantemente móvil y contingente son más aptas que
la huella de sus dientes» (Bergson). las formas cerradas, en las que la duración no aparece niUs que
Mientras los siglos pasados se hallaban dominados por el en la resolución de un instante paroxístico. En resumen, 10s
problema del espacio, el nuestro está dominado por el prob1ern;t formas novelescas son más aptas que las formas teatrales,
T'j
del tiempo, es decir, por el problema de la velocidad y del IIIQ- Ahora bien, el cine, que es el arte temporal por ~:xcc.latncia,
1I .1
vimiento, del cambio. En vez de fijarse el tiempo en una repi-c- (dado que el espacio no es en él nunca otra cosa que un r.i~n-
sentación del espacio, es la representación espacial la que ya ponente de la duración), se juzga siempre segíiii principios escl.-
1' no es más que uno de los múltiples eslabones de la tempoi-ali- picos. En efecto, los criterios se refieren con la mayor frecttcn-
j.-.,! dad. Al equilibrio estático de las proporciolzes le sucede, por cia al equilibrio interno de la obra, es decir, a un equilibrio
tanto, como elemento fundamental, el equilibrio dinámico del estático, porque aunque el dinamismo aparente do1 film cs cvi-
r'tlmo, que no se refiere ya a un lugar geométrico sino a una dente, el del tema resulta a duras penas accesible, incompxc~i-
rb continuidad, a un desarrollo, a un devenir. El equilibrio no ra- dido en cualquier caso en su acto creador, en cl poder qiic
1.!'1 dica ya en el reposo sino en el movimiento. obtiene de las modalidades de una acción «en n-iarckia»,
Antes de llegar a la definición de un contenido ,semeJailtc,
-TI Si el desarrollo de las artes aprovecha los conocimientos generales tenemos que dar un ligero rodeo.
1-1 de la humanidad [sigue diciendo Pierre Francastel], el arte sigue
I Desde su nacimiento el cine fue puesto -conio ya licrnos
una evolución estilística ligada a la determinación de valores este v i s t o - bajo la tutela del teatro, porque era uri espect4cuIo. En
r';
1;
i
i
.[]
aqu.ella Clpoca no se le podía considerar más que coma aban carentes cie contacto alguno con cualquier tipo de
vel-iículo susceptible (:le transmitir una olbra preestab1e:cicia
inclriso u11 espectdculc, puesto en esccriro), dado que, con ex Be todas foi-rnaci, y cualquiera que haya sido el contenido,
cE6n clcl hecho cxtcr~iode hallarse constituido por irriíig dramas de cirit: eran siempre «constniidos» (bien o mal
aliirilaclns, sc ig~nor-izhaii~1.1scapacidades específicas. Pero struidos) con vi:;tas y en razón de un equilibrio intei-lro. El
cI~LOD. quti: ,S(: fuero!~ dt:s(:ubrie:ndo, eslas capacidades se pusi mismo de las imágenes seguía una movida acción qut!, sin
al ser-tlici~i t : una ilrarriaturgia concertada, desviándolas, en. c bargo, se res~imíaen el inmovilismo. temporal de u11 circ:ulo
to i~~frtlo, del camino que les era propio. rablemente cerrado. El rizo estaba rizado. En s u s peores
íía hemos visto que los (:aminos de la tea-tralidad, at entos, el arte del film -la dramaturgia del filrn- no cra
contrarios a la r ~ ~ t u r u l e(:Le1~ a filni, restiltaron esencialr que un arte: del círculo vicioso.
bent:fic:iosos, por ofrecer a su caminar todavía torpe una e:, lar(, que las es;tnlcturas cerradas han dado al cine incon-
tura yíi experimentada., una especie d e t u t o r que guiaba sus p !estables obras de arte. No se trata de rechazarlas por principio,
meros pasos. Sarit:o más cuarito que la du:ración del espectdculo f mucho menos de negar sus virtudes, que en ocasiones son
le prohibía a!ej;iirse de los senderos cnnocidos, grandes. Además, no se puede negar que la noción de eclui-
Sir1 enrrb:kr.go, al hzabrr .legado tras todas las deinhs artes, el que se desprende de ellas procura un placer estético s:.oii-
ciiie, con todíts siis capacidades aún como virtualidad, no cest.5 ble. Es como un sentimiento de reposo y de plenitud que
en su pretensión de ig-u.alar a sus mayore:;. Y para hacerlo, pre- movimit:nto trágico y que lo colma en su resolucioil.
cisamente aquellos que le tornaban más en serio, en vez de: i,n- queda por saber si este goce estético debe anteceder a la
terrogarse sobre las conductas que suponía, quisieron adornarle d de los actos, a . l a toma de conciencia di: urra clu-
con todo el prestigio cle su:; predecesores. Yendo a buscar n actuante, al análisis de los caracteres someticlos a las
otra ~":ii-t.t:leyes y principios sólidos pretendieron rendir bene- dumbres (le una acción «en devenir». No lo crrrrrios. Al
ficic.,.; al recién llegado, no tanto para guiarle en sus primeras creemos que estas estructuras son específicas del tea-
pasos, cuanto para colocarle en el rango supremo riel arte. óptica de la escena en que encuentran un receptáculo
Pero estos principios habían sido abandonados ya por Ira ue cuadra perfectamente con ellas. El cine puede y podrá siem-
pintura y el teatro contemporáneos. inspirarse en ellas, sobre todo cuando se trate de películas
Como se sal-re, las reglas cicadémicas van siempre retrasadtts posean un c:irhliter interilpotal .o que traten de una realidad
respecto al arte vivo. !Se oponen a ti1 en La medida en que esas o menos conceptual. Films como Iván el Terrible o ,4!6t.a.uti-
reglas pretenden somi-ter las formas actt~alesa principios esta- Nevski lo dsemuestran suficientemente. Siempre ser$ posi-
blecidos por formas antiguas y que no pueden aplicarse i ~ i á s e concebir obras maestras partiendo de un principio qi.ir: 110
que a kstas. O dicho rie otrc., modo, las reglas académicas. pre., totalmente eli.tra.ño al cine, y que el cine puede curliplir de
suponciil la fijación de las formas en una sociedad inmutable, O notable, a,unque sea u11 hecho que la especifíciilaif tlcl
establ<:cieiido de este modo los criterios del juicio sobre con- es otra mu:y distinta.
cepto:, in(:tafísicos que se rri:inoiltaii a Platón. o que realmente cuadra con la estructura rnisrrin del fiirri
El cine, por lo tanto', s61o prestó su soplo mágico al cuidado es e1 desarrollo (le im drama que se hace y deshace cori el tien!.
metici,~losode .resucitar viejas historias. Recuperar011 una espc- pa, en un mundo en el que la duraci6n influye coilstniltClni:nti:
cit: ds: vitf:i fantasmal ideas y sentimientos que databan de la ~1 ii1ciei:to camino de los seres y las cosas. El cine, ciiyo dt6:a.! r1.t:).
b%

épciii::;~iíc N';ipoleóri 111, a los cuales sólo el diilamismo de la ilo se h.alla vinciilado a la producción misma del Lierripci, cuyas
expresión prestaba una especie de poder nuevo, que actualizaba secuencias pueden utilizar .tantas elipsis como se: di-sec, es el
una innaginación eri falso co:n la evidencia concreta de la reali- íinico arte capaz; dc: dar cuenta de una duración concretn, seri-
dad presente. tiida, ex.perimentada en su realidad viva y actua:nte. Aquí triril-
Pdo se trata, por supuesto, de películas que evocaban deli- biCn la probabilidad sustituye al determinismo.
beradariit:nte los actos ;y los comportainientos de una época dc- NO se trata, por 10 tanto, de un equilibrio qire se refiera n
saparecicla, sino de aquellas películas (la mayoría) que preten. coordenadas sistemáticas. Sino una dificultad taní:o rr~nyur.crian-
dían trrazar un drama conte:mpor8neo y que, por eso mismo, se ti> que el equili'brio incesantemente buscado se: ri~odifica sin
T i e m p o y espacio del drani fondo y la forma

cesar. Ahoru bien, por ser espectáculo, el film debe procura sotros estamos convencidos de ello. La tragedia de niiesti-o
-dinámicamente o n o - este equilibrio que le resulta indisperi mpo no se puede definir ya por Antígotzn o por Promcfeu, y
sable, y que encuentra en la perfecta armonía de los encadc normal que un espíritu poco cultivado, es decir, que no sitfie
namientos, en la evidencia de las situaciones. os dramas en su contexto histórico, se aburra con ellos. La
De ahl que las estructuras cerradas ofrecieran una ci nuestro tiempo se halla más en M, el v a m p i r o d e
garantía, tanto mayor cuanto que concordaban con el cará o en S ó l o se vive u n a vez, incluso en un thrillcr de
relativarncntr esthtico de los planos fijos, medio de expre , que en Sófocles o en Eurípides. Es incluso lo OPUCS-
privilegiado del cine rrludo e incluso del cine hablado de
afios 30. Pero se admitirá que, pese a su credibilidad, obras com e observará, por otro lado, que Sólo se vive una v e z (Fritz
El cielaior -o incluso La diligencia- ponen de manifiesto u 1937), recupera -y renueva- los principios de la tragedia
artificio tan evidente que llega a condicionar su perfecci6 A saber, la lucha de una libertad contra una fatalidad
rnisrn;~.Esta perfección colma uria expectativa legítima, pero e versión de los actos en su contrario.
rirtíficio llcga a destruir incluso el sentimiento de autenticidad omado por un peligroso criminal debido a circunstancias
que el cinc debe presenrar ante todo, por mediato que sea e le acusan, un hombre es encarcelado y condenado n muer-
en esencia. . Para huir se hiere voluntariamente. Llevado a la enfermería,
213ebc el cine, por tanta, para ser auténtico, desprenderse d ace una transfusión a fin de poder ejecutarlo corrcetrt-
la tragedia? Pensarlo sería jugar con las palabras. Porque un al día siguiente. Sin embargo, llega un telegrama: el
cosa es la tragedia entendida como teatralidad y otra el sentido criminal ha confesado, hay orden de suspender la
de la tragedia. Son sus estructuras lo que el cine debe evitar p~i:cuc~ón.Pero el prisionero se escapa y en su fuga mata al
si quiere captar una realidad viva, y no las condiciones trágicas stor que se interponía en su camino. Ya lo tenemos conver-
de la existencia, que puede precisamente captar en sus mani- or tanto, en asesino, en el instante misnlo en que su ino-
festacioncs concretas sin deber dar nunca una representación es reconocida. Perseguido, acosado, morirá junto COI? :su
tedrica y abstracta de ellas. Porque en la obra teatral no sólo cuando ambos estaban a punto de cruzar la frontera,
el fatum determina más o menos los actos del héroe, sino qu uizá las casualidades sean algo forzadas, pero, sin que esto
en el plano de la composición tales actos se hallan siempr se note a primera vista, las cosas son evidentes en su desarrollo
predeterminados. El fin se halla completamente comprendido lógico. La denuncia de la justicia y de la culpabilidad adquiere
-en un sentido estrechamente vinculado con la sociedad con-
en e! comienzo, con objeto de satisfacer las exigencias de las tcmporánea- la significación que podía tener en la tragedia
reglas. De ufií una sensación de artificio adaptado a la ó p t i ~ a de Sófocles donde, dicho sea de paso, las casualidades no
de la csccna -la cual es re-presentación-, pero que en cine hallan menos forzadas.
resulta inaceptable porque este arte es entendido como una Por supuesto que, despojada de sus segundos pla~iosmeta-
presctitcrcrrin directa dt: las cosas. El artificio del cine, que radica físicos, la tragedia no supera apenas el melodrama. Fuera de 10
en la mancra de presentar un mundo, no debe falsear o defor- que sugiere a través de actos que pone en escena, Edipo re)'
mar los I-icchos que presenta, O al menos no darnos Ia impre- no es más que un buen drama policíaco, pero un buen drama
sión de que tales hechos han sido artificialrnente preparados y policíaco puede procurar también tales prolongaciones; las rne-
dispuestos desde un principio. jores films de Fritz Lang pueden servir de ejemplo evidearte de
lo que decimos. No obstante, nos hallamos en los límibcs dc un
La tragedia [subrayaba Roger Caillois hace algunos años] ha encon- género donde la aparente libertad de los sucesos se halla ins-
trado en el film nuevas posibilidades de expresión. Podemos incluso crita en el marco de un drama premeditado, y si el artificio es
preguntarnos si la visión trágica del mundo de nuestro tiempo no aquí menos visible que en El delator (por ejemplo), es sólo por-
se realiza con mayor fuerza y con mayor exactitud en su forma
cinematográfica que en su forma escénica36. que concluye con una tragedia extremadamente convincente.
Por otro lado, el melodrama no es más que un asunto de
forma. La vida hace melodrama a diario, pero en la vida 10s
'6 E n Revue d e Filrnologie, 3, 1948. hechos se limitan a ser lo que son, sin finalidad preconcebida.
Tiempo y espacio del d r a ~ n o
1 61 fondo y la forma
La «cualidad» me1odr.amátic.a no radica rnás que en el tono os hace pensar en la confesión de Stavroguin, e i
se da al relato dándole iin cierto sesgo que tieiie por meta e esadilla que precede al suicidio de Svidriagailov, t:1
siva pro.vocar ~ i n aemoción lo más turl~adoraposible. Cua Crimtin y castigo, en la atracción irresistible y sobre-
la íirtei-pretación resulta estética, cuando hace resaltar con ejercían sobre Dostoyevski algunos de los iirii:«rics
ta:, a significar, cuando se sitúa en un plano mas intelec del instinto sexual? Este horror sin nomhre, la infan- . .

cli.,iai sentimental, entonces, cualquiera q.ue sea el sentido de e por la voluptuosidad monstruosa, parecía fascinar la
interpretación, deja (le habc:r melodrama. Y sin el1.0, como acü-
barnos de decir, las tragedias clásicas no serían otra cosa. De , ,
donde se puede deducir una vez más que no hay rnal tema, sino
m;lilai, formas de tratarlos.
Pcr oLro iado, sin llegar a lo trágico -universal se puede, su-
blirnundo iina anécdota convencional, realizar uiia obra maestra rgo, la doi~iinará;no. se embriagará en adelante sino con el
pul-a. E1 hecho es bastante raro porque se necesita mucho talen-
to, y adurnás porque quizá la tragedia exige a quienes pretendari
tr.atar1i.r. unas virtudes a priori. El ejemplo más sorprendente
es, sin diida, El lirio roto, ile Griffith (1919). A grandes rasgo:$,
el ;ii-g~im.entono es más que un relato ingenuo: en los barrios
bz,jo:i de Londres, la liija de un boxeador frustrado queda sedu- ner Griffith que, pese a sus numerosas fisuras y a sus; am-
cir:lri por el ainor. piiro que le declara im chino de la vecindad:
enfurecido por ello, el padre trata a su hija comci virgen expia-
toria y venga en ella sus frustraciones, golpeándola hasta que
le sobreviene la muerte. El chino, loco de furia, mata al boxea-
dol. y luego se hace e1 hara-lciri ante el cadáver de la joven a la Esta obra, donde lo descriptivo queda sin cesar subordinatio
que tia adornado cori las más bellas galas. a lo expresivo, tiene -bajo las apariencias de un inelorlrtirrta
Esto podía ser un rnal folletón: ;y fue -sigue siéndolo aún- convertido en eiicantamiento, en cantilena-- el i:rnplacablc rigor
uno d e los más hermosos poemas del cine. Sin esfuerzo, y como na tragedia. L;a visión de las cosas en esa película se llalla
por instinto, todas las cosa:; son elevadas en esa película a la rrada en u11 decorado cuya sórdida miseria está furjsdia a
categoría. de síinbolo, es decir, que el símbolo aparece aquí en seres frustrados que riredan por S I ~ S
filigrana sin tener jainás que imponerse por si mismo. No es la ejas, entre las brumas rnacilentas que caen sobre 10s mr.ie-
historia lo que nos interesa, sino una constante significación de Limehouse.
qur: acloptan el mundo y las cosas, una transfiguración que se A este respecto, .El lirio roto es uno de 1.0s modelos tle esla
debe al exceso mismo d e ].as situiiciones dramáticas, a su es- estética «cerrada» que será la herencia del expresionisrrrv uic-
quematización, a una curiosa mezcla dt: satiismo y sueño, de mán; no se trata tanto de una interpretación decorativ.ii cuanto
realisnio sórclido e idealisn~oingenuo. Las cosas no aparecen de una estricta apelación a lo esencial. La esti1,ización estd en
rnAs que para testificar una especie de trascendencia que aflora el drama. Se ve, pues, que, si bien el tema se basa en lo ~i~ti:ccio-
y se niuestra en la merior actitud, en el menor gesto, en el. de- ta, no es esa aridcdota, y sólo depende d e la forma qiri: Ic ritr
talle ina:; insignificarite. E n el colrno cle la ingenuidad sensible valor y sentido.
la poesía se consigue triediarite la superac:ión de lo real, mediante Algunos años más tarde, Griffith tendr6 merios fortuiiir cr.m
un desbordami.ento que irradia pathos y que forja lo irreal con Las dos tormentas. Pese al final notable que ya tiernas cilado,
la realidad misma. las motivaciones no aparecen en esta película más Iqtie por 10
((patético*que suponen. En lugar de borrarse tras 1.in clirria 1:~;-
tic0 a inenudo rrianifiesto, ocupan el primer plano y se conctet;iri
Nirip3n tema e:; rnás terrible que el tratado en esa película [decía en la iínica fin,sliclati de la intriga, mientras eri E! l i r i o Y O K »
enloilces André L.evinsoi11. Pero ese miro chorro de viedad ino - que-
d,i mezclaido en GI-iffith a un l'luido dc exeitacibn sádica? El calvario 37 André Levinson, en Paris J o u ~ n a l ,octubre de 1924
I_:
li

I 484 Tiempo y espacio del drama El fondo ,v la forma 485


-.S

í! desaparecían totalmente tras una constante transposición líri- denomina drama. Al captar su comportamiento cotidiano (toma
-1
ca. A partir d e esc niomento s61o queda11 personajes teóricos el metro, entra en un café, lee su periódico, va a su oficina.
que acliian nio\~idosúnicamente por situaciones tan arbitrarias regresa a su casa, hace el amor) se descubre realmente muy
r r ccjrnu convenriorialcs. poco: tan semejantes son los seres más diferentes. Este voyeu-
I rismo no conduce a nada.
1'- j Sin enibargo, un mes despuds de El lirio roto, Griffith ofre-
cía Pobue amor, película menos conocida, menos apreciada en Pero en vez de la rigidez de una arquitectura opresora puede
hablarse de la flexibilidad de un drama que crece y se desarro-
1,; su época, ciebido, sin duda, a su registro, todavía poco habitual.
En electo, su riqueza no es el fruto de una dramaturgia expe- lla a la manera de una planta. Esta no carece de estructura,
pero por muy intencional que sea, no se halla establecida: se
rimentada, sino de la observacicin de las actitudes de algunos
itidivicluos en circunstancias que evidentemente no son total- establece. No obedece a imperativos a priori, sino sólo al enr-
puje de la savia, a todo aquello de lo que se nutre y que la
ri mcnlc drnrniiticas ni totulmcptc indiferentes; digamos que se
trata de los rrienudos hechos dc la vida cotidiana, de s ~ i striste-
zas !; de s u s nfcgrl:is. El relato, que no sc preocupa por el rigor
constituye en su ser concreto pese a las circunstancias cxte-
riores: naturaleza del suelo, orientación, exposición al sol y a
la intemperie, etc. Obedece a una corriente, a impulsiones, a
p-1 !
rii por fa dcrnostrncitjn. sc pasea por aqiií y por allh, 1111 poco
romo I n s enamorados le la historia pasean por los campos. Es contradicciones que la forman, que la organizan, que la ~nndi-
fican, pero en modo alguno a un molde que la tornaría rígida
In sírnplicidad misma: una narración que sigue a los personajes
cín encerrarlos nunca en su propio drama, que les deja total como un trozo de hierro. Y si en determinados casos toma for-
1'
p.1

./ libertad de acción, incluso la de repetirse o contradecirse. Se mas rigurosamente geométricas (desarrollo en espirales ritrnicas
más O menos conformes con las series de Fibonacci) lo hace
les contempla vivir, sin más.
Mientras El lirio roto justifica el rigor de una arquitectura con la mayor naturalidad del mundo. Igual debe ser en nuestra
p a priori, por el contrario, Pobre amor prepara ese cine moderno
que abandona In historia para no considerar otra cosa que los
opinión el drama cinematográfico.
En los comienzos del cine, el movimiento puro, el movi-
corriportaniicntos. Desde luego, la historia es bastante conven- miento físico -carrera-persecución o western p r i m i t i v e era
cional, pero no tiene más importancia que la de un motivo en lo esencial, el resorte que unía o desunía los héroes. Hoy día la
11 torno al cual sc dibujan arabescos.
Por tanto, hemos vuelto a esa historia que crea sus propias
movilidad temporal debe ser la motivación dinámica de los
hechos, de acuerdo con las fuerzas y los impulsos de una praxis
sig~iificacionesy cuya trama está hecha de todo cuanto condi- más o menos determinante. El relato, por ello, cngcnclra nritu-
r! ciona U los individuos, cuanto condiciona sus actos, su manera ralmente las normas que se impone, normas que de forma no
t .-! I
de ser en una temporalidad actuante. No se trata de una acción menos natural engendran a su vez las connotaciones que le
dan un sentido; pero un sentido que no reduce los hechos a las
arbitraria inserta en un medio rio menos artificial, sino de un
corijurito dc azares, de coincidencias, de encuentros cuyo obje- intenciones supuestas previamente.
tivo (o ciiyo íriterés) radica en mostrarnos seres situados en un Por supuesto, aquí nos colocamos <del lado del espectador*.
mundo cn v e t ~de interesarnos en la problemática de una intriga. Si consideramos las cosas «desde el lado del autor» es evidente
Pcr-o esta i<desdramatiza~ibnn de la que se ha hablado mucho que las circunstancias y los encadenamientos del drama no puc-
den dejar de ser previstos antes, puesto que entonces no podnn
["i
,>
iíltirrianicntt:, y que algunos han interpretado al pie de la letra
realizarse el film. Salvo en casos muy excepcionales la cuestión
sin reflexionai. antes, no tiene por corolario la negación del dra-
ma, como tampoco la negación de toda estructura. Antes bien, no es hacer un film de prisa y corriendo, sin ideas ni plan prc-
todo lo contrario. No se trata en modo alguno de reemplazar un concebido, sino actuar de forma que tal previsión no- para1ic.e
íl esquclcto Jcmasiado rígido por otro invertebrado, sino de reenz- la acción ni anquilose lo vivo; que todo pase como si el autor
iJ
plazar t i r z desarrollo sometido a la exigencia de las reglas por hubiera captado 10s acontecimientos por azar, como si 10s hu-
biera arrancado del seno mismo de la vida. Se trata dc la prc-
. - 11n desclrrollo sometido a la exigelzcia de los hechos.
cedencia del relato sobre el espectáculo, es decir, de un modo
L Cierto que las personas sólo ponen de manifiesto su carác-
tc5r individual, su yo profundo, gracias a circunstancias excep- de narración, en absoluto de u; método de trabajo, aunque cal.
cionales que precisamente son las que constituyen lo que se _-os se prestan a ello mejor que otros.

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1.1
4 86 Tiempo y espacio del drama El fondo y la loruna 487
1

E n resumen, el interés de la obra no debe radicar ya en lo Toda la película [sigue diciendo] esti hecha de instantes que no
tienen otra razc>n de ser que su espontaneidad; la t o r i n ~ n t a qiie
q u e cuenta -que cs el objeto- sino en lo que expresa, que se
estalla durante la elección de la reina de la belle~a,la la;,atiJ:i tle
convierte cn cl sr~jetoen todos los sentidos de la palabra. billar, el sombrío paseo por las calles nocturnas, la calaver,iii;a con
NO S, t i a t a ya clt* ((porier en escena» una historia, sino de las n~uchachasque rodean a Natali, la mañana del baile en [ir i~iit:
crear situ;.iciones, de c:onfrontar personajes, de descubrir pers- Alberto se arrastra borracho perdido, la búsqueda (le Saniii;i !a
pecikvnfl en resumen, de clar forma a los acontecimienlos que parada en el bosque para identificar el canto de los pájrirtio;, L t
.<si:organrzap corno I~i'rtoriai> al hilo de la escritura. Se trata avería del motoi qiie entrega a los imprudentes bromistas :rl rcst:ri
de. descfjrcxr lo r e d y rto de dtzrnos u n real descifrado. timiento de los tra~bajadoresde la carretera: todo parece c-ixr,a~iv
I'or tarito, nada de situaciones que agoten u n personaje, sino narse por azar, sin ninguna lógica, sin ninguna necesidad. hIarlivi
l>ersonaje:; que agoten una situacióri. Hechos, actos que se de- llosa ausencia di- ilecesidad. Suspensión inesperada de la Iogiia. i i l ~
aquí que los hei;hos discurren y se vinculan unos a otros sin m i s
sarroll~in,se engenclrala, se contradic,en gracias a una selección, encadeilamiento que las circuristancias 39.

'
gracias a una impulsión, a u n libre arbitrio, según un margen
de iitct:ttidumbre siempre actuante y no calcando un plan. Por- Relatando diversas entrevistas que mantuvo con Louis D e l l u ~
que tri [OS Iiechos se encuentran siempre en cierto modo deterini- e n 1919, Henri Feijcourt, por otra parte, demuestra -4os cluc
nados, sólo lo están e n la medida en que se determinan mutua- era necesario tieniostrarlo todavía- que estas ideas, ~ U I O I i ~ y
mente según factores siempre cambiantes. El presente de la hechas posibles, no son nuevas, y que las búsqued,i.s c l r La
accibri es lo que ocuri-e, lo que aparece, lo que suscita o modi- «vanguardia» francesa de los años veinte no se hallaban pola- 1
fica las intenciories. El acto vacila entre i.in pasado y u n futuro rizadas sólo por cuestiones de ritmo y de montaje, como algunos
-una i.eridencia- que le actualizan sin cesar en uri acto nuevo. se inclinan a pensar.
El pasado vivido actúa sobre el presente pese a que, sometidos
a las inceitidurnbres tlel inornerito, las iritenciones orientan el Llegado a aquel 1~1gardel guión@ [refiere Henri Fescourt], pregun-
cievenir. Así, siguiendo este camino, el film no pone ya u n mun- té a Delluc: «i'i la acción? No leo más que observaciones de ain-
do <,en irriágene:;)), sino que se con:;tituye en r~zundoa imagen bientew. Y él ni<: 1-í:spondió: «En efecto. No debiera haber siqiiicra
y si?mt:ja.ciza de lo real. más que el pol~ro(le los hechos. Si hubiera pociiclo llryai- hiihla el
C:onio recuerda Henri Agel evocando un formalismo superado, foiido de mis iritericiones, la acción, es decir, la 1iistoir.1, 110 eriir:r-
geria nunca, al rnerios debido a mis esfuerzos. Lo detallcs que Iii L«r-
antil:uarnt'nte. una secuencia se articulaba cori la anterior y anudaba man no se impondrían en detrimento de los otros. Mezclaclos ~ u r i
líi si~:iiirilic, según una progr~:sióridramátic:a irnpecable; un plano ellos, girarian eri el torbellino de la fiesta. L...] Si hubikramos itlo a
Formal'ia con el plano ;rriterior y con todos los siguierites uila cons- España, GermaYiie Ddac y yo nos hubiéramos fijado la sig~iic'iitr:rc
Lruc:cióri cuyo rigor rnnatemático halagaba el gusto por el equilibrio gla: sorprender, si^ preparación de ningUn tienipo, sir1 cortorsi i~;id:i
y el amor por la dialéctica. Pe:ro eiico-ntramos que el hombre no es de antemano, llevados al azar por la cámara, en vivo, t o ~ i oitq~icllnriiic
sólo ese ser constructor. y dialkctico, encontramos .-y toda la exis- se desarrollase ante riuestros ojos, desde el incideritc: b,iri,\l ,al IIUY
tencia de la n<lvela,,de la riovela posterior a Joyce especialniente dente exLraordiriario; se danza, se ríe, se grita, se t ' ~ ) r t ~ c " ,\L"~.tll:illra
sirve para testimoniarlo-- cjue el hombre es ante todo y quizá fun- en un ataque de nervios, se pelea, se entra en una i~:It-i~n,s r Ilor:i,
tiameiitaliliente ese ser i.nacak~:ldo,siernpre .cambiante, que se busca las oriflamas oiidean, las procesiones desfilan, el vít.iit» 1etant:t c i
y que vacila, que anda a tientas en un unive.rso q u e nunca le parecc polvo, las gente:, s~idanbajo un sol aplastante, suena lsi rniisica, do5
comp1t:taniente dado %. rivales se mata11 a navajazos por una mujer que en eíc rni.iii-lio icis-
tante hace el ainoi' con un tercer hombre. La ctriijurtci6n de e x t o l
A este respecto, Agel cita ccrno ejemplo t o s intrtiles, de Fedc.. últimos hechos, qix constituye el tema del film, n o iap:ireccriii uxiit:
rico Felliili, como una clc las pelíciilas rnás características dli la mirada fría de la cámara y iio sería proyectada aobril* In ptirirall,i
una ~ i r i d e n c i aque se ha tlec,arrollado con el neori-ealismo ita- más que como un componente de la fiesta espaiii)l'~,como ~ i r i i t pi3
liano antes de provocar I:j\ corrientes indecisas y a veces con- ripecia sin prepon~ierancia.Corresponde al espiiilu dcl é.b~~cc.tnc!rit
tracliclorias de 13 «nouvella: vague». -
39 Ibid.
Flliriri Agel, &u f i l m
-)U i.rt forme de. chroaiquev, Revile des Letlrrr 40Se trata de La f e l e espagnole, rodada por Louin I)i.llui: y (;crtrr,ii~ii*
Frarrcilise~,36-38. llulnc en 1919.
no influenciado conferirle su dimensión. De este modo surgiría en Allí donde tantas otras películas no son más que la puesta en irnh-
su verdad casi absoluta un momento de la existencia de un pueblo genes de una historia compuesta con anterioridad, la expresi(,li de
de A~idalixcía.Si, pero no del todo [añade Delluc], porque los cua- tina idea que existe «en sí), independientemente del medio qiic la.
dros de ¡a enarriordda y los amantes habrían sido imaginados prime- traduce, y no sirven míís que de apuyo a algo que ellas no han crea-
ro y luego llevados a escenan. do, las de Charlot crean su significacirjn y su emoción por sí rnisrnas
Por li> tanto [prosigue Fcscourtl, para el Delluc de 1919 su historia y ii partir de sí mismas. Se definen por su finalidad, por ser s u pro-
no habria sido expuesta según las estructuras del arte dramático io objeto, y no deben nada a algo distinto de lo qilc son. Sun irrc-
convencional, ni articulada, ni construida, ni desarrollada, ni trñta- iiblcs a cualquier otro medio de expresidn que no sea la rspre-
da conlo drama, sino inserta en observaciones fragmentarias entre n cinematogr(rEica aunque el arte pcrsi>nsl de Charlic Chapliri, C I ~
los dcni5s documentos. R e s u l t a r í a Sería comprendida por el públi- arito que actor, pueda recurrir al niirnodrama y a la danzo. Pienso
co y no ofrecida sobre u n plató. La vida no construye historias. Los qtle esta defiriicidn se opone a la del arte por el arte que sc at~ibuyc
hcchos se sticedcn. A nuestra inteligencia corresponde unirlos 41. slernpre a las tntenciones del cine puro, cuarido Cstas Ic vuclven de-
cididamente la espalda. Aquí tenemos que cl estilo, en iugai. dc de-
Aunque en La femme de nulle part Delluc hiciera aparecer 13 bcrhc a alguna semántica o a alguna morfologisi del lenguaje cirle-
psicología del recuerdo ", nunca pudo llevar a la práctica sus ri~atográfico,es el simple resultado dc una forma de eicritura y de
intcncianes. El momento todavía no había llegado. Stroheirn, composición. Es, por tanto, estilo en cl exacto sentido de la palabra,
y o» artificio formal".
algunos años más tarde, consiguió por vez primera integrar el
tiempo vivido e n Avaricia. Sin embargo, debe reconocerse quc Pucde corregirse esta afirmación subrayando que tal cstt.ticn,
esta estructura libre fue, a partir de 1917, utilizada por la ma- cntonces adecuada iínicarnente a las películas de hlharlot, rio
yoría de los films de Chaplin. Mucho antes, por tanto, de Una es, hablando con propiedad, «peligrosa», sino, con toda eviden-
mujer de París. Hace diez años yo advertía: cia, más difícil. E n todo caso supone la preeminencia ~ i c10s
Las películas de Charlot no están construidas como gdramasn. No personajes sobre el drama, drama que, siendo consecuencia dc
obedecen a una estructura premeditada de la que serían solamente sus actos, no podría, como lo había venido haciendo hasta cl
la expresión, la traducción cinematográfica. El drama no es aquf presente, forzarles a aceptar reglas concebidas i r z ah~trrrr.to.
otra cosa que un encadenamiento de situaciones engendradas según Como también decía Louis Delluc «el cine es iin camino hacia
una continuidad que se construye sobre la marcha, que sólo se apb esta supresión del arte, que supera el arte, y es la vida..
ya en sí misma, con una libertad que sólo pertenece a la vida. Cada Tenemos, además, que esta «forma creadora)), de la que hc-
escena, cada secuencia continúan lógicamente las anteriores, pero mos hablado antes no puede conocer su pleno desarrollo, sil
fácilmente puede percibirse que la menor alarma, el menor golpe total justificación, más que en el marco dc tales estructuras.
de viento hubiera podido hacer que las cosas pasasen de otro moda En las estructuras cerradas, aunque pi-oceclri n valorizar la his-
[ . .] Es evidente que, desde el punto de vista estético, esta construe-
toria, la forma no puede más que acreccritnr, exaltar, magnificar
ción quc: no se basa más que en la continuación y el encadenarnien-
tn de Iris siluaciones resulta peligrosa. Es probable que no pudiera algo que, sin embargo, resulta preexistcritc ü ella (El lirio roto,
adaptarse más que a las películas de Charlot, en el sentido de que El tiltimo, Alexander Nevski). Por el contrario, e n las cstrlictttras
se apoyan por completo en el personaje y en sus actos, y que es él abiertas la forma engendra las significaciones al niismo ticrnpo
solo quien dirige el juego. Y no es menos cierto que esa es una de que los aspectos sensibles del relato, si no el relato niismo, Es
las ramnes que hacen que sus películas, pese a su apariencia de evidente que la forma n o crea las motivaciones; las organiza y
estar r-calizadas de prisa y corriendo, pese a una técnica primitiva, les presta un sentido. Quizá, por tanto, fuera más lhgico I~üblar*
sean cine puro. de una forma generadora, dado que este término est6 In'as cer-
ca, al parecer, de las atribuciones y las capacidades cp~c le
41 ITcnri Fescourt, aCheminements»,en Art Sept, 2, 1963.
42 Lu fetnrne d e rtrrlle pari, de Louis Delluc, 1922,. Una mujer que aban- reconocemos.
donó crntsdo a su tnurido, vuelve ahora a los lugares donde vivió con él.
Una jovcn -la actual inquilina de la villa- se dispone a huir con su 43 Cliarloi et la fabulaiiol~ ~Jiaplinesque,Ed Universitnircs, 1957, EL
amante tal como ella hiciera antaño. Logra disuadirla. De esta forma la evidente que estas observaciones no son válidas para los primcros *Ch;ia-
relación presente-pasado se instalaba por vez primera en el drama, dado lots», montados como verdaderos aballets~~. Los «ballets)>o1 rncrios rio sor1
que la pareja joven era como la proyección del pasado en el ponrenir. aquí más que el desarrollo coreográfico de una circunstancia u de riri met.
cumpliendo la memoria el papel de lazo de unión. mento particular.
490 Tienzpo y espacio del drama El fondo y la f»ry,na 491

Por lo demás, el montaje, entendido colno ({una combinacitln para que podarnos considerarlas con cierta perspectiva, como
de iinágenies o di: cscenas adecuadas para provocar una reac- si las observásemo~s«desde el exteriors.
cicin p:íic*ollrlgic:i y para sigilificar una idea por medio de su Se trate de Lma película, o de una novela, la obra dc arte
yiixts~pa~?;iciUn~, ~iopícrcde ~lira,:uno de sus tlerechos y sigue sie11- no puede hacer otra cosa que contar. Especialmente el filirt, ilitib
d» *.I fundnmcntci clc. lu c:sprc:sión cinematogrjfica si, como ria- no puede captar las cosas más que desde fuera. Pero sin a b r r i -
sotrib:; pens~i.1-ias,zstn t:xlíreslbrr. es sicrnpre el resiiltado de una bnrgo, es capaz, mejor que la novela, de mostrainos lo qur: c ' ~ t : i
serie dc. i~iiy1icai:iorielide orclen a la vez Iógico y psicológico, *viviéndose».
qut: afc:cta,,il taritci a 1tii denotiición como a la connotación. El autor de una película ((cuentan sus personajes. Pero los
E'ero mientras el montaje eisensteiniario permariece al nivel cuenta mostrándolos, y siempre nos los muestra en la iealiza-
clel pli~lio,~ $ 1rixont~zjc i:oritemporáneo, sin rechazar para niida ciún de un acto cualquiera. De tal forma que la narración ciiie-
12s ventajas dr:I iiinterior, se esfuerza por -estar al nivel de. Ir1 ixi~togriifica,mejor qrie cualquier otro tipo de narración, puede
secur:ncin. Siii despreciar un pos,ible incremento de significacia- seg~lirla vida ((más de cerca». En lugar de contar las cosas en
nics grctciiis a I;a v:1lorizrici6n Cle ciertos df:talles (sucesión o si- pasado las cuenta en presente. Nos dice no lo que fue sino lo
1-i-ii.iltaali:icI;iii), el ticon1:ecimie~itomisrno se convierte en signi- q i ~ ees.
i:.icoaite por. la cstructuru de la iinagen que. lo 1-evela. Eri tantu (iLo que fue.) pone siempre entre el narrador y el acto un
que lieclio coricreto lleva en sí un de.termii.iado sentido, pero en di.itailciamiento que reeclifica el mundo y lo coi~stituyeeri obje
tarilo irtii: hecho da.do en imdgenes (encuadre, interrelación tic 10, lo esclerotiza en una «hermosa historian. Y, por el coatra-
personajes entre si y cori su entorno), adquiere una significa- rio, 10 que «se hace)) nos arrastra en su propia corriente, porque
ción securxdaria que 10 revela. Significacióil que actúa sobre fa critonces la narración no introduce entre ella y el acto vivido
de o1:ras se:cuencias daj~ciolugar al seni:ido efectivo, a. la corrien- otra cosa que 1.3 distancia de una mirada.
te general del film. Ante la pantalla, nosotros estamos siempre ((frente a las
F'or tarto, el montaje está en la estructura novelística de la cosas)). Pero ya vimos toda la diferencia que hay entre la pre-
obril, en SLLdesarrollo, y no sólo en el interior del espacio-tiempo sentificacióiz de un acto cumplido que pertenece a un tiempo
inonieiltáneo de una s ~ ~ c e s i óde n planos. SI: convierte realmente pasado, acabado, y la actualización de un acto en trance de
cn de:;glos;e, en constriicción, en elemento composicional del realizarse.
drania: eii una c?scrit~ir.~~. Dijimos que la presentiflcación corresponde a los planos
Por tanto, el tiempo y el espacio no son tiempo y espacio fijos. Se adecua a las hermosas leyendas, a las tragedias reple-
«del d.rttma» (corno ~ i nmarco que contendría a este drama); se gadas sobre uria temporalidad que ellas mismas agotan. La
convierten e n fz~nilión :iuynJ4..O dicho de otro modo, la his- cámara móvil, por el contrario, da una impresión de presencia
toria €:a; un conju~itod e liecli.os, d e acontecimie~tos,espaciali- activa, de acto «en devenir».
zados y tempornli;cados, q u e constitiiyen, por sus relaciones o Por tanto, el cine contemporáneo describe más que cuenta,
sus irriplicaciones recíprocas, su propio continuum. Este no es aunque las imhgenes no describen siquiera, ml~estrall (para
otra cosa que el receptáculo de ~ i nmovimiento dramático, cu- describir un objeto es preciso excluirlo; si el objeto estri ; i f l r ,
yas cll~crcciones,salidas de sus fuerzas vivas, se esbozan a ima- basta con verlo). Al ser la descripción un arte literario, sr raibs
gen de. uil río que aholicla su propio lecho. dirá en seguida que el film de l1oy es una mirada sobic: Iac Cos:B.i
«Ila:,~clilie escoger [dice Sa.i:tre en La Naztsée] entre vivir o «en trance de realizarse)); una mirada que desc~ibi-t: c i ~ex%;
contar. Cuando se vive, no ocurre na.da.» cosas una ilztencionalidad (en el sentido fenomenolúgictr clcl
A.1 coriti:ario, ocurre11 una E;ra.n cantidaci de cosas; pero ape- término), sin jamas, sin embargo, someterlas --al xncilos :ipn-
rias si se las percibe, precisarriente porque se las vive. Al menos rentemente- a una iptención estéticamente detern~ix'iatln,
110 sci: perciben sino desptlés, cuando, convertidas en memoria,
Pero esta forma de mirar las cosas, de seguirlas, stipoiit: pum-
esas cosas se fiallari suficien-temente distanciadas de nosotros parte de los personajes un dialogo perfectamente cobjcaivu (rrh-
jetivo para el ecpectador, por supuesto). Ahora bien, cori derrizi-
siada frecuencia los cosas ocurren como si los individuos r l i l v
44 Véase cnás atris el epigrafe 1x1. hablan considerasen sus propios actos desde cl e.~lt.)iív Sus
palabras precisan las motivaciones que Ic-s hacen actuar con ,lacivelle vague (Godard muy especialmente) han mostrado el
el único fin de hacerlas explícitas. Cuando A se dirige a B, es nino que había que seguir, aunque ellos mismos no lo sigan
más para informar al espectador que para ofrecer a B el testi- l

m o d o tle u11 sentimiento o un pensamiento. Ahora bien, los Se ha dicho y repetido que en cine la significaci6n se obtie-
individ~rosqiie viven un acto no lo piensan, precisamente porque por medio de las cosas mismas, pero esta significación no
10 viven. Si r-eflexionan, lo hacen después (o antes). Sólo el c+ a nunca de lado el sentida de las cosas; además dcl suyo les
mentario realizado sobre un acto pasado puede tomar esta dis. rga otro más. Por tanto, a las cosas corresponde decir lo qutk
tancia, obtener estas perspectivas. El diálogo inmediato no pie- soil, revelarse gracias a un contexto que cumple el pipel de
cle hacer otra cosa que ignorarlas. N o es, por tanto, él el exicar- mtalizador. Y al cirieasta le ipcumbe actuar de forma que esto
gado dc rcrlcfir cuentas de ese pasado.
En cine -y muy especialme~lteen el arte del relato que Las mayores dificultades residen en lo siguiente:
capta la duración en vías de hacerse- sólo las imágencs pueden
y dcbcn cxplicitar los acontecimientos, los actos, porque scjlo 1. La historia, aunque no sea otra cosa que el soporte de
ellas cttenrtrtl. es decir, sólo ellas consideran las cosas des S significaciones y en modo alguno cl aújcrivo del film, no
exterior, niiexitras que los héroes dc la historia viven la ac be servir de pretexto a lo que no seria sino un ejercicio de
contada. tilo. No debe ser descuidada, sino que ricbe tener por si mis-
Por subjetiva que pueda ser la mirada del narrador, siempre a un interés real; debe ser (según los términos consagrados)
sc ofrece cunio desinteresada, y no tiene por qué intervenir eii necesaria y suficiente.
los actos dc los héroes. Decir, pues, que el diálogo del film debe
ser «no significantc* no quiere decir que deba estar despro. 2. El relato, al esforzarse por ser tan objetivo como pueda
visto de sentido, slnri que, estricto revelador de la manera cic ante los acontecimientos de que da cuenta, debe escapar al
ser, de actuar o de pensar de los personajes en cuestión, debe «proceso verbal», a la observación impersonal, como al drama
guardarse de ser explícito en lo que atañe al drama que los prefabricado. En el mejor de los casos se debe llegar a lo ge-
arrastra. Es un comportamiento verbal y nada más. Ahora bien, neral, a lo universal, a partir de lo particular, de lo momentá-
con demasiada frecuencia, e incluso en las mejores películas, neo, sin que, no obstante, la realidad fugitiva sea prisionera de
el diálogo está escrito por personas que no comprenden el de- un comportamiento a priori, sin que sea considerada nunca de
sarro110 clramático más que de una forma teatral: en hncidn otro modo que por sí misma. Es de este <(serahí» de las cosas,
del texto, como en una pieza en la que ese diálogo asume todas de su contemporaneidad, de donde debe surgir su uiliversali-
las significaciones. dad, o más bien de la forma en que se las presenta. Las pers-
Mucho más que una demasiado visible determinación del au- pectivas morales, sociales o metafísicas que superan e l sentido
tur, el diálogo es lo que, nueve de cada diez veces, da a la ma- inmediato no deben resultar más que de las connotaciones; y
yoría de las películas un carácter de drama teórico y fabricado. bstas, inscritas al margen de la denotación -y con ella-, no
El día en que se comprenda que no se puede captar la vida viva, deben en ningún caso deformar o modificar lo real denotado
la vida en acción (o al menos, dar la impresión de ella), sobrc- con el único fin de «fabricar» el sentido. Algunos ejcmplos dn-
cargando ésta con un texto elaborado que escapa a la vida dos hace poco s i n e n para testimoniarlo de sobra.
misma, el arte del cine habrá realizado un notable progreso
~recis¿lmenteen el camino que se ha trazado. Ni pieza de teatro, ni reportaje, sino relato organiz~dome-
En teatro, las palabras ordenan a las cosas comparecer. En diante acontecimientos sucesivos, y de una forma s~ificiente-
la novela, las nombran o las describen. En cine, se las muestr(z: mente ágil para que el transcurso del tiempo sea fundamento
no hay, por tanto, lugar a explicarlas. Sólo debe decirse aquello de sus estructuras, el film de hoy plantea aún otros roblem mas,
que no es mostrado, sólo debe ser oído aquello que no es mos- especialmente el del equilibrio en la continuidad.
trable, que forma parte del comportamie.nt0 de los individuos En efecto, conviene asegurar PO sólo la lógica del contcni-
que actúan en una situación dada. A este respecto, el neorreri- do, es decir, de las cosas desarrolladas, sino también la lógica
lismo italiano (Antonioni sobre todo) y las películas de la del desarrollo que, por hallarse situado en la perspectiva de
Tiempo y espacio del drama El fo~ido y la j'orina
una pi ogi-esión, es necesariiirneilte gel~ético. Al no ser ya la to de las películas neorrealistas, en particular las de Rorsellirii
'duracion iin área cit. tienipo rnás o iiienos estacionaria, sino un (las últimas), que caen en la facilidad o en el melodrama, niieii-
acto cre:icior ; el relato exige i.in equilibrio cuyo dinainisnio debe tras que las de Visconti pecan, quizá por exceso, de construccion.
propoi-cic-~tiígrcsia gdri~asis y iegirla, por ser expresión de una Concedamos, sin embargo, al activo de estos i'ilrns que b i c.1
ilecesiclüd interna. No se trata ya del buen equilibrio en torno tiempo auténticamente vivido posee siempre en ellos iina corta
a uri puiito dado de p'irtida, sino u11 equilibrio que se busca y duracióii, al menos está captado en su manifestación evidente
que se eijtab1ec;e conforme it los acontecimientos. y sensible. Así se ha franqueado una etapa. Esperemos quc chl
'l'titiri ehtructiira planteci, cn efecto, el problema de su géne- resto venga más tarde.
oiis. Si 511 origen no está dudo, esa estnictura no puede sino De lo que se deduce que esta noción de duración, que desein-
~oilstituirijepoco a poco pai-tiendo cada vez de la etapa ante- peña un papel preponderante en el arte del relato, puede inani-
rior: así volvernos a la imagen del ciecirnierito de las plantas. £estarse bajo los aspectos más diversos.
Por lo que concierne al ].elato cinerni~tográfico,esta «etapa En primer lugar, puede manifestarse de Lin modo acrono-
anterior» es un momento, una secuencia, un estado de equili- lógico, considerando las relaciones del presente con el pasado.
brio que ya nci es sólo equilibrio de fondo y de fornla, sino Estas pueden :ser consideradas de dos formas:
armonía entre la lógica de los acoritecimientos y la psicología Estas relacione:~ puede11 considerarse objetivamente, como
de los personajes. Al estar siempre si.ijei:os los «actos en deve- en Citzzefz Kane. En este caso, mediante los constantes retroce-
nir)) a lo imprevisto de las circ~ulst;incias,a las perturbaciones sos y la constante imbricación de los recuerdos (espccialincnte
exteriores, se deduce que el equilibrio adquirido por un acto si se trata, corno en esta película, de recuerdos diferentes que
cualquiera (basado nec:csariainente en el pasado y en una anti- pertenecen al pasado de varios individuos), el establecimiento
cip;icióri provisional), se halla cuestionado de modo constante. de tales relaciones exige una construcción dramática evidente
Hay, por tanto, un nuevo proceso de ecluilibrio qiie se apoya que por nueva que sea no se halla muy lejos de las estructuras
sobre el anterior- y que se es1:ablece en el sentido de lo proba- de la tragedia. EII efecto, el tiempo se halla detenido, fijo en
ble, y ;isí sucesivailiente. un acto (o en un hecho) presente, de donde parten todas las
Ahcira bien, este cornportarniento del relato, esta construcción investigaciones, todos los actos de la memoria que se relacio-
de una forma cuya realización suscita su propio contenido con- nan con él. Se produce de un modo acronológico un desplaza-
tinuando -o pareciendo continuar-- el desarrollo riatural de las miento en el tiempo, pero sólo del presente al pasado y relacio-
cosas, es decir, emplearido una lógica que no extrae sus exigen- nado siempre con Lin acto realizado: Kane esta muerto j su
cias más que de las circunstancias, del moniento, de los luga- rnuerte suscita todas las búsquedas, todos los testiinoriios rlul-
res, clc 10:; personajes, según un equilibrio perpetuamente ame- se refieren a su pasado. Esta ((dominación))efectiva clcl ticriii-tci
nazado y coilstantemente renaciente, es lo más difícil que existe. nos remite al concepto de teatralidad, pero de urin forziiia ,i
A decir verdad, bien pocos lo han conseguido. todas luces origiilal, fundamentalmente cinematogr'f" ~k I C ~ P rn sii
E'uede comprobarse, por ejemplo, que las películas de la expresión y en su forma.
noui)elle vague (las de Godard eri particular), que han contribui- , poder y la gloria, Le jotli
Lo mismo ocurre en R a s h o m o ? ~El
do ampliamente a la ruptura de la:; estructuras «cerradas», a se leve (donde se trata de varias, relaciones e n t r e n ~ c ~ c l a d adt.
s,
la ~lesclran.iatizacióiirle la historia, son inc:apaces de rematar un 1-ecuerdos referidos a la vida de un compañero rjur y;t 110 c.xi%-
desarrollo lógico y coherei~tc:,aunque en muchas ocasiones re- te, o del recuerdo personal de acontecimienios pa\ailus): tb:>
sull:cn soirprendentcs al izivc!l de l ~ isecz~encia. Consiguen mo- todas ellas, lo:; hechos de la memoria están anudzicios cn tc~rnci
inentos cuya aiitei~ticidadvivida alcanza una verdad que no por -y a partir- dr. un momento netamente circun.;críto y dvtec-
ser eseilcial deja I1rinc.n de scbrinmediata y contingente, pero el nido en el tieinpc~.
encadenamiento, el desarrollo de tales secuencias o circuilstan- Como segu11cl;i posibilidad pueden considerai-!>c. c\t:ts i i l ' i -
cias resiilta deficiente o es de una drbitrariedad tanto más fla- ciones subjetivaniente: tal es el caso de Hiroshin,!a, ~ t r t ) >I t~ H ~ o ! ~ P .
grarite cuanto que aparece c,n el seno de una libertad que lo E n esta pelíciila, las relaciones se establecen a partir clc i i r i
tieniinc:ia, cuando el artificio de una hisioria «constniida» po- momento que eslá siendo vivido por la heroína. CoiiiL> se s:ihc,
dria justificarla amp1i:imente. También podría decirse otro tan- ésta confrontei el acto presente con un pasatlr) scnirjaritt: (!tic
496 Tiempo y espacio del drama El fondo y la forma
se interpone entre ella y él y que da (a este acto) una resonan- Por parte de Antonioni hay en esta tentativa un verdadero
cia particular. No sólo el tiempo no se ha detenido, sino que el combate del que en cierta medida ha logrado salir victorioso,
recuerdo lo transforma. Como notablemente ha advertido Ro- interesando siempre, incluso cuando aburre; pero se encuentra
bert Fíngaud, al principio del film en el límite de lo posible; más allá no se puede ir.
Se observará, de paso, que los ((tiempos muertos», utilizados
no existe todavía pasado para la heroína de Hiroshima, y tampoco frecuentemente en las películas contemporáneas, no tienen nada
mcrnsria. L z situación que ya ha vivido no podría ser empleada para que ver con el tiempo «vacíos de la espera o del ~iburrimiento.
dar cucritn de una situación que, pura y simplemente, la repite. Esa
situaciíin no puede surgir de otro modo que en y por esta repetición. Tal denominación, de origen puramente escénico, designa, en
El film, que comicn,va cn Hiroshinla, nos da la impresión de retor- efecto, momentos en que no pasa nada en el sentido teatral de
ijar cn seguida a Nevcrs; pero su desarrollo verdadero se produce la palabra. Pero con frecuencia en esos momentos de inacción
a la inversa. Bajo el empuje de Nevers, Hiroshima se desmorona, dra~?záticapasan realmente cosas. La duración es llenada por
y entoiicas asistimos a una determinada forma de retroceso hacia una actividad del espíritu, o por un acto físico (o verbal). Fiicil-
adelante qur: en primer lugar hace aparecer un episodio en otro, mente puede verse que en ciertas películas, tales momentos,
luego borra este segundo episodio en el primero, anunciando la des- utilizados en el instante oportuno, se convierten en tcctinionio
aparición de Hiroshima por medio de la de Nevers 45. flagrante de un comportamiento psíquico, de una actividad i11-
terior que no quiere, no puede o no osa expresarse, espcciaI-
St: trata de dos continuidades paralelas, una presente, otra pa- mente en las películas de Olmi o de Rosi.
sada, que se interfieren y se entrelazan sutilmente en la afec- Por último, el modo de narración más frecuente, el que si;
tividad presente y actuante de la heroína. La relación no sólo es gue paso a paso el desarrollo cronológico de los heci.ios, iioC
acronológica, sino diacrónica: es un constante conflicto del pre- parece el más apto para esta descripción casi fenom~nol<igica
sente con el pasado, del pasado con el futuro, en el cual lo real de la duración, para esta toma de conciencia de lo rcal cil
y lo imaginario (o el recuerdo) se funden en un todo que es acción, en la medida, por supuesto, en que se pretend, contem-
pura expresión de lo real vivido: un vivido subjetivo inserto en plar desde más cerca la transformación de los seres al iiilo de
la objetividad del relato. los días bajo la influencia de un medio social más o rnenos
Por lo que concierne a la narración cronológica de los acon- determinante. Además de Avaricia, que todavía Iioy sigue siendo
teciniicntos, también se pueden considerar dos formas: una el modelo inigualado, podríamos citar entre los logros dcl gé-
objetiva y otra subjetiva. nero a ... Y la ciudad marcha, La marcha nupcial, El viento,
Una de las pretensiones de un tipo determinado de cine con- Amanecer, Jezabel, La infancia de Máximo Gorki, Vida de
temporáneo, en cuyas dificultades nunca se insistirá demasia- O'Haru, Los inútiles, Los cuentos de la luna pálida, El i?itelt-
do, consiste en querer hacernos sentir, experimentar la pesadez dente Sansho, La dolce vita, América América y algunas otras
de la duración vivida por los personajes del drama. Lo más aún. Formalmente habría que añadir Te querré siempre, c, ifl-
flagrante es que el tiempo vivido es insensible cuando es real- cluso, Europa 51, si la temática de estas pelíciilus no fuera rcai-
mc??te vivido, es decir, ocupado por una actividad cualquiera. mente insostenible.
No es sensible mrís que en la inacción: espera o aburrimien- Aunque no es necesario, debemos precisar que no sc trata
to%. Ahora biep, se nos pueden mostrar personas que se en modo alguno de la continuidad uniforme del tiempo objeto
aburren, que arrastran consigo una laxitud desengañada, pero de la historia (en cuyo caso habría que citar Ln crlerdu, El totign
querernos l ~ a c e rcompartir, experimentar su aburrimiento, sólo e, incluso, Sólo ante el peligro), sino de la vinculaci6n -por f i i c ~
consigue, por Ira Cucrm de las cosas, aburrimos mortalmente. za elíptica cuando la acción se extiende sobre un tiernpu mllv
Nu rios parece que sea posible fundar una estética en el abu- largo- de bloques de sucesos homogéneos y continuos ante 10s
rrimiento del espectador, en la expresión del vacío, en la repre- que tenemos la sensación de una duración vitlidcz por 10s per-
sentación de una detenninada inmovilidad, sea moral o mental. sonajes del drama, siempre más o menos modificados por esta
experiencia temporal. Se trata de seguirles durante esta pnrc-
45 Zjernard Pingaud, eAlain Resnaisn, Premier Plan, 18. ba, de verlos en trance de vivirla y no sólo de aprehenderlos
Véase el epígrafe LXXII. antes y después, en una serie de cortes sucesivos qile no retcn-
498 T'ieínpo y espacio del drama
drícin más que siis <iljc.:t~elais.El tiempo del fiIm y el tiempo de Al cine se le abren dos caminos importantes: el realismo y
la acclóri son entonces isócroilos (o casi), pero sólo en tales mo- el irrealismo. Pese a todo, realista o no realista, no puede actuar
mei-itos. El tiempo global de la historia puede durar algunas más qiie a partir cle iina determinada representación de lo real.
horas o varios afiO?;. Al igual que (<irrealiza»la realidad, el cine i(realiza» (i,mate-
Eri los films irrealistas ((le magia, fantásticos, oníricos o de rializa) lo irreal. I'or lo tanto, lo irreal n o puede ser siritr una
til?c' seint:jante), la d.ti.racióri, infinitamente maleable, 110 plan- realidad algo más imaginaria que la otra, es decir, i i a l ~ irealidad
tea, por silpuesto, ningín ,problenia. Pero en esta c:lase de films cuyos móviles nacen de lo fantástico o desafían la ver«.;ii-tiilltt~~l
las ifslruiituras «cerratLas» reaparecen de otra forma. Hablar de inmediata. Pero la libertad de imaginación que: siiprprie Ic: sitúa
urt espacio-tiempo netamente circuriscrito o situado f i e r a del íntegramente fuera de las condiciones que exigc u ~ctctermina-
i
espticio y del tiempo reales equivale a decir exactamente lo do realismo, y que: debemos desde ahora considerar.
misilto.
Fh.310 queda precisar una vez más que nuest.ro criterio no es,
ni 11;i :$ido jamás, decir cbmo había que actuar pasa salir triiin- LXXVIIX. REALISMO Y REALIDM
faxite de tal o cual obstáculo, ni rnucho menos c6.rno resolver
problemas planteados por. I;i introducción de la temporalidad El cine tiende, por tanto, a reducir especialmente la separación
en la clrarnaturgia del Film. Además de que tal hecho supondría establecida en cl curso de los siglos entre lo real y lo irreal.
una pretensión que no teriemos, implicaria unas reglas que, ya Si la búsqu(ida de lo sobrenatural es un intento realizado
lien~osdicho, no puederi existir, a menos que haya tantas reglas para captar lo que determinados filósofos asimilan a la «esen-
como i:emas l-iosibles. Y , 1.0 que es más, no se podría establecer cia)) de las cosas, o en todo caso, lo que supera el poder dc
iiria Iíriea de conducta que presidiera la organización del relato nuestros sentidos, puede comprobarse que en el cine lo real y
afirmando al mismo tiempo cliie son los propios sucesos los que lo fantástico aparecen como aspectos diferentes de una sola y
suscitan s , i ~propio desarrollo, y que las normas, engendradas misma cosa. Cuando aparece bajo una luz inesperada, lo real se
por su contenido, no se imponen como normas más que en convierte en fantástico. Hasta tal punto que podría afirmarse
razón (de las necesidacles de este coritenido. que lo real no es sino algo Fantástico a lo que nos hemos ha-
El «cói-no,) sólo depende tle la estilística. Corresponde a ese bituado.
margen de actividades que ,preserva el terreno propio de la El agua es algo común. Una simple gota de agua vista :i1 mi-
cr-eacibn. Nosotros hei~los querido limitairnos a destacar con croscopio nos xnuestra ya un universo inquietante. Lo funt:ls-
toda la nitidez que herilos podido las condiciones y los grandes tico, lo maravilloso se hallan enunciados en el seno rrnisrno le
rasgos de la expresióil cinematográfica, con objeto de subrayar lo real. En cuanto a lo sobrenatural, no es más q u ~ :iiii ht~cilo
en Simción suya lo que debía hacerse, lo que no podía dejar de natural que escapa a las explicaciones que puede aptrrt~iriiurs
hacerst:. tro conocimiento sictiial del mundo y de las cosps. Por- ch~ainplo,
Creeinc~sfirmemente que sólo hay un principio riguroso: la la electricidad, que forma parte de nuestra realidad cotidiana,
jt~stífirilcz~íi~.O dicho (-le otro modo, toda forma es válida cuan- era un poder sobrenatural en la época de Tales, Hoy, ir p:ira
do se justifica por lo que cxpresa, a condición precisamente de no hablar de los ,Itomos qut: estamos comenzando a tlonii:i,ar,
que expre:se, es decir, a condición de que agote todas las posi- la radio y la televisión superan con mucho la magia (lb: los al-
bilidades; de uri contenido dado y lo haga de un modo más quimistas, y la realidad mhs banal se muestra a cada iristante
directo y válido que cua1quit:r otra forma. más ingeniosa, mAs sorprendente que el más imaginativo de
Es válido todo conteriido que se justifica por la autenticidad, nuestros novelistas, aunque sea ~ r nnovelista de lo «faiitástico~
la verdad de los caracteres y de las situaciones, por un sentido, o de «ciencia ficción».
condici6n de que ese sentido no 5ólo agote las capacidades Supone bastante decir que el cine, «arte de lo real», nii es
de una forma y supere el interés provisional de una ailécdota, necesariamente «realista». L,lamaremos «realista» a cualqiiier
sino que por ella, a través clc ella, desprenda perspectivas pro- obra clue no sí110 aprehenda el mundo conocido, sino qiic t l c ~
1-iind:lmente humanas de orden m0r¿3l, social, psicológico, o, si criba hechos concretos y se limite a una determinada iriii,u
es preciso, metafísico. nencia, esforzai-idc~sepor expresar o captar su sentirlo profun-
500 Tiempo y espacio del drama El fondo y la forma 501

do, por ello ese sentido tiene que desembocar en una trascen- &,jeto, carente de sentido. Suponiendo que sea posible vehicu-
dencia eventual. lar sino un solo «aspecto» del mundo. Vehicular la realidad
Llaniaremos .irrealista», por el contrario, a toda obra que ctipone ya recordar, realizar una elección y una limitacibn; y
exprese o tienda a expresar una determinada trascendencia a esto es tan cierto que nada puede adecuarse a lo real a no ser
travt:s de una inmanencia más o menos convencional o arbitra- Irr real mismo.
ria, aunque se halle ubicada históricamente. A toda obra que Entre estas posiciones extremas, el ((realismo))supone con-
pueda SCI- verdaiiera en el sentido profundo de la palabra, pero cepciones menos intransigentes. Al no ser una copia de lo real,
que no considere más que verdades esenciales, es decir, aque- al no limitarse a la comprobación pura y simple, no se opunc
llas cuyas relaciones con un medio y una época no se manifies- a la interpretación estética, con tal de que ésta no traicione a
tan ~níísque a través de aspectos superficiales o accesorios. Por la verdad; basta con que siga y desarrolle las significaciones
ejemplo, los filrns de Dreyer o de Bresson, pese a la minucia testimoniadas por las cosas o con que muestre su existencia
((realistan en la realización de determinados detalles precisos. misma; basta con que enaltezca estas cosas sin que se llegue a
En el primer caso, nos limitamos a describir la «existencia» una idealización, a cuyo término, al haber perdido todo contacto
observando una realidad inmediata y concreta. En el segundo, con lo real concreto, las significaciones acabarían en simboIisrno
se t w t a de alcanzar la «esencia)) a través de una existencia 1116s puro y en abstracción.
o rnenos imaginaria, que necesariamente pone de manifiesto Esta concepción del realismo fue más o menos la que surgió
cierto convencioaalismo, tanto más cuanto que esa existencia, cn Francia durante el siglo pasado. Se halla tan alejada del na-
considerada in abstracto, se halla separada, voluntariamente o turalismo -que presupone la identidad del arte y de la natu-
no, de sus contingencias históricas y sociales. raleza- como del idealismo abstracto.
Lo que denominamos «mundo conocido)) no es sólo el mundo Al ser siempre una especie de recreación, el arte se propone
de las cosas percibidas, que sería lo contrario a un mundo in- expresar la esencia de lo real a través de sus formas y de ~ L I
conoscible, sino el mundo de los hechos; el que observamos, el apariencia concreta, entendiendo (como puede suponcr\c') 1s
que vivimos, el que sufrimos. En una palabra, las realidades esencia en un sentido empírico y no como «nóumencai,). Pero
sociales del mundo actual. los hechos, los actos y otras manifestaciones concretas rio p@
Pero antes de ir más lejos, hemos de intentar aclarar algo dnan ser captados en su aspecto individual (que sería una for-
más las concepciones del realismo, que son tan múltiples como ma como cualquier otra de abstraerlos) sino igualmente, y sobre
contradictorias, y cuya ambigüedad se presta a todas las con- todo, en sus relaciones con los otros. El objeto de una obra
fusiones posibles. realista puede ser el estudio de los caracteres o dc las psicu-
Si cándidamente se considera como realista ((aquello que logías, con la única condición de que no se considere al honibre
pertenece a la realidad)), entonces toda obra de arte es realista. en general sino a individuos siempre sometidos a obligncioncs
A la inversa, al ser cualquier obra de arte uva realización de sí más o menos determinantes -sociales, morales o culturales,
misma, exteriorización de la mirada lanzada por el artista sobre y: no «cortados)) de las contingencias que les hacer? ser 1i1
la naturaleza de las cosas, una tentativa de transformar el mun- que son.
do a la medida de su propia transformación, de actuar gracias No obstante, el realismo, comprendido, en priiicipio, conlo
a la mediación de un «mensaje», de modificar las ideas o los una categoría artística, degeneró pronto en un cstilu de escuela,
conceptos (aspecto éste en el que toda obra de arte es necesaria aunque por reacción también fue a perclcrce por los caminas
y fundamentalmente «revolucionaria»), puede decirse que no siempre libres del naturalismo o del simbolisrno. Una vez rnQs
hay, que no puede haber realismo en arte. La interpretación del el hombre cotidiano debía concluir en la noción del «hCroe ti-
mundo no es el mundo. Aunque sea una visión más profunda pico», considerado en sus circunstancias, no menos típicas, aun-
de la realidad, no es otra cosa que una visión, un punto de vista. que fuesen típicamente «realistas».
Pretender captar la realidad «verdadera)) no es más que una Como se sabe, Mam y Engels retomaron estas ideas, a tra-
ilusión o una mistificación. La conformidad con lo real es im- vés de Hegel, para llegar a la noción dc (rrealisrno socialista».
posible en arte. O entonces la obra de arte deja de serlo para Pero si el realismo debe estar basado en las relricioiics del hom-
convertirse en simple vehículo de una realidad sin tema y sin bre y el mundo en un contexto histórico dado, si debe ser

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