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Universidad Nacional de San Luis

Facultad de Ciencias Humanas

Fundamentación de práctico, Eje N°2:


Sujeto y Conocimiento

FILOSOFÍA 2015
Recorrido por eje N°2

En el eje Nº 2, nos situamos en la Edad Moderna para analizar las siguientes problemáticas:
cómo conoce el hombre, qué conocimiento es verdadero, qué métodos se utilizan, cómo se
concibe al sujeto y al objeto de conocimiento.

Para ello, partimos del Renacimiento (siglos XV y XVI), que es el primer periodo de los
tiempos modernos y se caracteriza por ser una época de critica al pasado inmediato, es
decir, la Edad Media. En ella prevalecía una concepción religiosa del mundo y de la vida,
centrada y dirigida hacia la divinidad (teocentrismo). El Renacimiento, en cambio, vuelve
su mirada hacia este mundo, hacia la naturaleza, y coloca al hombre en el centro
(antropocentrismo).

En esta época se plantea también el problema del método, la filosofía y la ciencia, porque el
método de conocimiento dominante en la Edad Media era inútil, ineficaz, e impedía
cualquier progreso científico. Esto se debe a que se basaba en el criterio de autoridad, es
decir, se admitía que lo dicho por ciertas autoridades- la Biblia, la Iglesia, Aristóteles- era
verdad por el solo hecho de que tales autoridades lo afirmasen.
Por eso, en primer lugar, se comenzaron a formular las fallas del método criticado, y luego
lo que la Edad Moderna ofrecía en su reemplazo.

En este marco, surgen dos nuevas formas de concebir el conocimiento: el racionalismo y el


empirismo. El gran referente del primero es Renato Descartes (1596-1650), quien luego de
haber vivido la circunstancia de que la filosofía no logró solucionar ninguno de sus
problemas, se niega a soportar lo dudoso, lo verosímil. Y se propone empezar totalmente de
nuevo, es decir, construir nuevamente el conocimiento a partir de la duda, por eso se lo
denomina “hombre nuevo”.

Su método consiste entonces, en la duda. Descartes quería estar absolutamente seguro de la


verdad de sus conocimientos, y no podía aceptar lo dudoso, lo sospechoso, sino que sólo
daría por valido lo que sea completamente cierto. Para eso, comenzó a dudar de todo, para
ver si dudando de todo y aun forzando la duda hasta sus mismos limites, quedaba algo que
se resistiera a ella. Ese algo sería entonces, lo verdaderamente cierto.

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La duda presenta, entonces, tres características: es metódica, porque se la emplea como
instrumento o camino para llegar a la verdad, y no para quedarse en ella; es universal, ya
que se aplica a todo sin excepción, porque nada deberá excluirse de ella, hasta no llegar al
cosa justamente de que resulte imposible la duda; y es hiperbólica, porque es llevada hasta
su último extremo, hasta su última exageración, forzada al máximo posible.

De esta manera, Descartes puso en duda a los conocimientos sensible y racional. Consideró
que el primero debía ser puesto en duda por dos motivos. El primero de ellos es que se
funda en las ilusiones de los sentidos; el segundo, en los sueños. Por lo tanto, debemos
dudar porque los sentidos a veces nos engañan, y con los sueños ocurre algo similar. No
tenemos ningún “signo” seguro o criterio que nos permita establecer cuándo estamos
despiertos y cuándo dormidos. Muchas veces, en sueños nos hemos imaginado estar
despiertos y escribiendo, cuando en realidad estábamos dormidos y acostados. De estos dos
argumentos resulta entonces que todo conocimiento sensible es dudoso.

Con respecto al conocimiento racional, propone otro argumento, que es el del “genio
maligno”. Consiste en suponer que cierto espíritu maligno nos engaña constantemente para
que nos equivoquemos, haciéndonos creer por ejemplo, que 1 +1=2, cuando en realidad eso
es falso. De esta manera, el saber racional se vuelve también dudoso. Pero cuando la duda
llega al extremo, se convierte en conocimiento verdadero. Si yo pienso que todo es falso, es
necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. “Pienso, luego soy”. Yo mismo tengo
que existir, sino no podría ser engañado. La afirmación cogito, ergo sum (pienso, luego
soy) no puede ya ser puesta en duda, aunque la forcemos.

El cogito, constituye entonces, el “primer principio” de la filosofía, porque constituye el


primer conocimiento seguro, el fundamento de cualquier verdad y el punto de partida para
construir todo el edificio de la filosofía y del saber en general.

Se debe admitir como verdadero un conocimiento sólo en caso de que sea evidente, es
decir, cuando no se pueda dudar de él. Esta evidencia tiene dos caracteres: claridad y
distinción. Un conocimiento es claro cuando se muestra directamente al espíritu. Y si
además en ese conocimiento de algo no hay nada que no le pertenezca a ese algo, será
distinto. Otra regla es la del análisis, y nos dice que cuando nos ocupamos de cualquier

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problema, se lo debe dividir, analizar, y seguir con la división hasta el momento,
justamente, en que se llegue a algo evidente. La regla de la síntesis, por su parte, hace
referencia a que en todo conocimiento se debe partir siempre de lo más sencillo, y de allí
proceder hacia lo más complicado, siempre según un orden. Por último, la regla de la
enumeración consiste en examinar con cuidado la cuestión estudiada para ver si no hay
algún tema o aspecto que se haya pasado por alto, sea en el momento analítico o en el
sintético.

Finalmente, este filósofo cree en la existencia de Dios y lo prueba de la siguiente manera:


Esa idea que tengo de Dios, tiene que haber sido producida por alguien, que no puedo ser
yo, que soy imperfecto. Es preciso que esa idea me la haya puesto alguien más perfecto que
yo, Dios. Por lo tanto, Dios existe. Y siendo este ente perfecto, no le puede faltar nada,
porque si le faltase no sería perfecto. Dios es, entonces, una substancia pensante infinita, y
si es perfecto no puede ser engañador.

Paralelamente, en los siglos XVI y XVII, se fue desarrollando la corriente empirista, que
se inicia con F. Bacon (1561- 1626), quien estableció que el único método científico
consiste en la observación y en le experimentación. J. Locke (1632- 1704) fue el primer en
desarrollar sistemáticamente la teoría gnoseológica empirista, sosteniendo que todo
conocimiento en general deriva de la experiencia. Pero el representante más ilustre fue el
escocés David Hume (1711-1776), porque llevó esta teoría hasta casi sus últimas
consecuencias; sus profundas críticas a los dos principales conceptos de que se valía el
racionalismo, los conceptos de causalidad y de substancia, preparan el camino para las
investigaciones de Kant.

El supuesto básico del empirismo es que todo conocimiento deriva en última instancia de la
experiencia sensible. El espíritu no está dotado de ningún contenido originario, sino que es
comparable a una hoja de papel en blanco, que sólo la experiencia va llenando.

El estudio que Hume se propone emprender consiste en el análisis de los hechos de la


propia experiencia, de los que hoy se denominan hechos psíquicos y que él llama
percepciones del espíritu. A las percepciones que se reciben de modo directo las denomina
impresiones, y las divide en impresiones de la sensación, es decir, las que provienen del

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oído, del tacto, de la vista, etc. e impresiones de la reflexión, vale decir, las de nuestra
propia interioridad; ejemplo de impresión de la sensación, un color, o un sabor
determinados; impresión de la reflexión, el estado de tristeza en que ahora me encuentro.
El recuerdo no es un estado originario, sino derivado de una impresión. Todos nuestros
conocimientos derivan entonces directa o indirectamente de impresiones.

Según esto, entonces, el espíritu humano no tiene otra posibilidad como no sea la de
mezclar o componer, dividir o unir los materiales que las impresiones suministran. Y en
esta actividad el espíritu no responde a otra legalidad que a la de las leyes de asociación de
las ideas. Según Hume, son tres: asociación por semejanza, asociación por contigüidad en
el tiempo y en el espacio, y asociación por causa y efecto.

De esta manera, Hume afirma que toda idea deriva en definitiva de alguna impresión, según
se ha visto; pero para que la idea tenga valor objetivo, es preciso que copie o represente
exactamente una impresión, es decir, que le corresponda una impresión con el mismo
significado que posee la idea -y si se trata de una idea compleja, habrá de corresponderle
una impresión a cada uno de sus elementos, y en la misma relación con que se dan en la
idea.

Decíamos anteriormente que este filósofo realizó una crítica a los conceptos básicos del
racionalismo, que son los de causalidad y substancia. Para esto, partió de preguntarse si
existe realmente una relación causal, es decir, si percibimos o vemos que el primer hecho
produce necesariamente el segundo. Y comprobó que la idea de conexión necesaria no
procede de la razón, sino de la costumbre, y se forma mediante un proceso de repetición.

En cuanto al concepto de substancia, consideró que no hay impresión de substancia o cosa,


ya que no vemos esta mesa, ni la tocamos, ni la olemos. Lo único que vemos, tocamos,
olemos, son sus accidentes, no la mesa misma. Esta crítica se aplica para pensar el alma o
yo. Lo que percibimos en nosotros mismos es siempre algún estado particular (placer,
dolor), pero no encontramos ninguna impresión de nuestra alama. Lo que llamamos “alma”
es el conjunto de nuestras percepciones o estados anímicos.

La filosofía de Hume termina por disolver todo conocimiento y toda realidad en meras
impresiones: no hay cosas, ni alma, ni conexiones necesarias.

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Si bien las dos formas de concebir los conocimientos explicados hasta ahora- racionalismo
y empirismo- presentan una oposición, también coinciden en algo, y es que ambas son
formas de realismo. Esto quiere decir que en el acto de conocer lo determinante es el
objeto: que cuando se conoce, quien tiene la primera y última palabra no es el sujeto, sino
la cosa misma.

Esta filosofía moderna repercute en Kant (1724-1804), quien logra superar al racionalismo
y al empirismo, ya que sostiene que conocer no es reflejar los objetos, sino trazar el
horizonte dentro del cual los objetos son objetos, es decir, construir el ámbito de la
objetividad. Esto significa que Kant pone al sujeto como constructor del objeto de
conocimiento, por eso se dice que produce una revolución copernicana, ya que enfoca la
cuestión de conocimiento al revés de cómo se la enfocaba hasta ese momento.

Kant vivió el proceso contra el Antiguo Régimen que se desarrolló a lo largo del siglo
XVIII y finalmente fue derrocado por la clase burguesa en la Revolución Francesa. Se
apasionó por la política de su tiempo, ya que era un entusiasta de la independencia de
Estados Unidos, de la Revolución Francesa, y la Ilustración.

Según este filosofo, el conocimiento envuelve dos factores: la estructura de nuestra razón,
que es independiente de la experiencia; pero la razón, para poder “modelar” los objetos,
requiere un “material moldeable”, las impresiones. Por ejemplo, cuando vemos varias hojas
de colores, nos hacemos la idea, el concepto. Esto es gracias a que tenemos una estructura
en la razón que nos permite ordenar en un espacio- tiempo y según categorías, en este caso,
de cantidad: diversidad. La actividad del sujeto a priori se sintetiza en:

 Intuición: aprehensión de objetos en un espacio-tiempo


 Intelecto: pensar esos objetos mediante conceptos
 Razón: sintetiza los conceptos en complejas ideas (metafísica)

Es decir, la experiencia nos permite representar los objetos desde la intuición, y la razón
formula las ideas.

Las formas que el sujeto "impone" a los datos sensibles para convertirlos en objetos, son
varias, y Kant las estudia en su libro Crítica de la razón pura, el cual tiene dos grandes

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partes: Estética trascendental y Lógica trascendental. "Trascendental" significa todo lo
referente a las condiciones a priori que hacen posible el conocimiento único, es decir, lo
referente a las condiciones de posibilidad de los objetos (de los objetos de experiencia, que
son los únicos, según Kant, que podemos conocer). Por tanto, la Estética trascendental se
ocupa del estudio de las condiciones de posibilidad de la sensibilidad, de las formas a
priori de la sensibilidad.

La Lógica trascendental, por ser lógica, se ocupa del pensar; y por ser trascendental, se
encara con las condiciones de posibilidad del pensar, con el pensar a priori.

El término más amplio posible para cualquier tipo de conocimiento, el género máximo, es
en la terminología kantiana el concepto de representación, es decir, toda referencia posible
a un objeto. Las representaciones se dividen en dos especies principales: intuiciones, que
son aquellas que dan un conocimiento inmediato y que se refieren a un objeto único,
individual; y conceptos, representaciones que proporcionan un conocimiento mediato,
indirecto, y que se refieren a lo que es común a diferentes objetos. Intuición se nos da, por
ejemplo, cuando miramos este papel y tenemos la sensación de blanco; aquí se conoce algo
de manera directa, y lo que en la intuición se me da es un objeto único, esta hoja de papel, y
no todas. Cuando, en cambio, pensamos "papel", no conocemos nada de modo directo,
porque para llegar al concepto "papel" tenemos que atravesar una serie de pasos: al
concepto de papel se llega después de haber visto muchos papeles y de haber hecho un
proceso de abstracción de las notas comunes a los diversos papeles singulares. El concepto
es "mediato" o indirecto porque no se refiere directamente a este papel o al otro, sino a las
"notas comunes" a todos los papeles, y a éstos sólo a través de las notas comunes; es una
representación universal, de lo común a diversos objetos en cuanto está contenida en ellos.
El concepto, pues, no es nada que se nos dé directamente, inmediatamente, sino algo que
sólo se logra de manera mediata o indirecta. Además, el concepto "papel" no se refiere
solamente a esta hoja que tenemos ante la vista, sino a todos los posibles papeles; no es una
representación singular, como la intuición, sino una representación general o universal.

Intuiciones y conceptos, a su vez, pueden ser empíricos o puros. Intuiciones empíricas son
las sensaciones o impresiones. Conceptos empíricos que son resultado de generalizaciones
tomadas de la experiencia, por ejemplo, los de "papel", "silla", "perro", etc. Hay además

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intuiciones que no son empíricas, sino puras -esto es, libres de todo elemento que
pertenezca a la sensación-, y son dos: espacio y tiempo. Por último, hay conceptos puros,
que a su vez se dividen en conceptos puros del entendimiento, o categorías, en número de
doce (unidad, pluralidad, causalidad, substancialidad, etc.), y conceptos puros de la razón o
Ideas, de las que aquí se consideran tres: alma, mundo y Dios.

Con respecto al conocimiento científico, Kant establece que se expresa en juicios, es decir,
en afirmaciones. Estos juicios pueden ser:

 Sintéticos a posteriori. No son necesarios pero amplían el conocimiento. Por


ejemplo: “El triángulo es rojo”. El triangulo puede ser amarillo pero seguirá siendo
triángulo.
 Analíticos a priori: Son universales y necesarios, pero no amplían el conocimiento.
Por ejemplo: “el triángulo tiene 3 lados”.
 Sintéticos a priori: Reúnen la universalidad y necesidad, y amplían el conocimiento.
Por ejemplo: “los tres ángulos de un triangulo suman 180º”.

El pensamiento de Kant corresponde a un idealismo trascendental, porque lo determinante


en el acto de conocer no es el objeto, sino más bien sujeto. Éste comienza conociendo con
la experiencia, pero no termina allí, sino que la razón permite formular las ideas más
complejas.

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Reflexión

Luego de analizar las diferentes posturas anteriormente mencionadas, realizamos un


pensamiento crítico- filosófico sobre ellas, con el fin de elaborar nuestros propios
conocimientos.

Con respeto a cómo conoce el hombre, consideramos que las dos formas de realismo, es
decir el racionalismo y el empirismo, presentan limitaciones, sobre todo por ser
excluyentes. Con esto queremos decir que, desde nuestro punto de vista, el hombre necesita
la razón y la experiencia para conocer. Hay determinados conocimientos que los
adquirimos a través de los sentidos, mientras que otros sólo pueden ser captados desde la
razón, como es el caso de las Matemáticas. Ninguna de las dos formas de llegar al
conocimiento es falsa ni excluyente, por el contrario, las dos se complementan.

Empezando con Descartes, nos resulta ineficaz el método que utiliza y que consiste en
someter todo a la duda, principalmente porque creemos que nunca podríamos dudar de los
sentidos, ya que no crean ilusiones, en todo caso, somos nosotros los que trazamos el
horizonte dentro del cual los objetos son objetos. Y con respecto a los sueños, creemos que
no es válido decir que nos engañan, porque justamente en el estado de sueño no hacemos
uso de la razón.

La suposición de la existencia del genio maligno resulta útil para llegar a la conclusión de
que como somos sujetos pensantes, existimos. Sin embargo, en el mismo acto de conocer,
ya sea a través de los sentidos o de la razón, también podemos comprobar nuestra
existencia.

En cuanto a Hume, referente del empirismo, consideramos que deja fuera de análisis
muchos aspectos al sostener que todo conocimiento deriva, en última instancia, de la
experiencia. No acordamos en que el espíritu sea una equiparable a una hoja de papel en
blanco. Por el contrario, creemos que el hombre nace dotado de ciertas aptitudes, tales
como la capacidad de comunicarse.

En términos generales, desestimamos ambas posturas (racionalismo y empirismo) por


tratarse de formas de realismo, ya que valoran al objeto como determinante en el acto de

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conocer. Pensamos, en cambio, que los objetos no nos muestran la realidad tal cual es, sino
que nosotros, sujetos, la interpretamos y determinamos. Es por eso que adherimos, en ese
aspecto, a la postura de Immanuel Kant, quien puso al sujeto como constructor del objeto
de conocimiento.

Como decíamos anteriormente, tanto razón como experiencia son necesarias para llegar al
conocimiento. Y coincidimos con Kant en que la experiencia nos permite representar los
objetos desde la intuición, mientras que la razón nos permite formular las ideas más
complejas. Ambas se complementan debido a que en un primer momento, intuimos a través
de la sensación un objeto único, individual, y luego, por medio de la razón, nos formulamos
los conceptos, que son universales.

De esta manera, llegamos a la conclusión que nuestro pensamiento corresponde al


denominado idealismo trascendental.

Enlace de presentación

 http://prezi.com/pjwdjfa8eeee/?utm_campaign=share&utm_medium=copy&rc=ex0share

Bibliografía

 CARPIO, A. Principios de Filosofía, Cap. “Descartes”, pp. 155 a 174. Cap. “Hume”, pp.
181 a197.- Cap. “Kant”, pp 227 a 256 y 278 a 289. Cap. “Hegel”, pp. 316 a 349.-

 HUME, D. Resumen del Tratado de la Naturaleza Humana, Fragmentos. Bs. As.:


Aguilar, edic. varias. pp. 9 a 49.-

 DESCARTES R. Meditaciones metafísicas. Ediciones Orbis S.A., Hyspamérica, Bs As,


v. edic. Meditaciones 1º y 2º.

 http://www.webdianoia.com/moderna/kant/kant_fil_conoc.htm

 http://www.buscabiografias.com

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