El conflicto es un fenómeno natural en toda sociedad, es decir, se trata de un
hecho social consustancial a la vida en sociedad. Así mismo, las disputas son una constante histórica, puesto que han comparecido en todas las épocas y sociedades a lo largo de los tiempos. Incluso, el cambio social que determina toda la dinámica de la vida de los seres humanos es una consecuencia que debe ser imputada de modo mayoritario, aun cuando no de manera absoluta, al conflicto. El conflicto forma parte de la etapa vital de los seres humanos y de la sociedad en sí, y es el resultado de la interacción entre los individuos y grupos; muchas veces se los concibe como negativos o como la ruptura de relaciones entre las partes involucradas. El conflicto es una oportunidad para el aprendizaje de habilidades personales y sociales, para confrontar una serie de conflictos a lo largo de nuestra vida y a la vez desarrollarnos como sujetos con ética y valores, que son fundamentales en el diario vivir. No importa el ámbito en el cual nos encontremos, la comunicación entre humanos se ha desvirtuado a tal punto que asumimos, de entrada, la falsedad del otro, la manipulación, la agenda oculta, los intereses inconfesados. Entonces, a partir de esa premisa preconstruida, actuamos. Es decir, comenzamos a defendernos de una agresión asumida como real pero no explícita, como un mecanismo de protección impreso en nuestro inconsciente que se dispara de modo automático. En esta lucha sin sentido, la comunicación es una herramienta poderosa y se utiliza en ambos sentidos de la escala de los valores humanos con una eficacia aterradora. Se puede transformar en un arma letal o en un instrumento capaz de llevar a la Humanidad por el camino del entendimiento y la razón. Esta dicotomía es palpable en todos sus ámbitos y se traduce tanto en la incapacidad de entendimiento entre colectividades, hemisferios e ideologías, como en la ejecución de extraordinarias iniciativas para beneficio de la Humanidad.Quizá el origen del conflicto entre humanos sea la pérdida de contacto con el otro. La desconfianza, cuyo origen está muchas veces en nuestra propia incapacidad de entendimiento y empatía, es una presencia constante en el diálogo y resulta capaz de alterar la percepción, contaminando cualquier intento de conciliación. Dentro del núcleo familiar ya se instalan los prejuicios y las luchas de poder. Son muchas veces tan crudas y explícitas como para imprimir en la mente de las nuevas generaciones ese patrón de conducta como el correcto, el conveniente, el ventajoso frente al resto de una sociedad con similares esquemas de conducta. De esos patrones devienen el desprecio por el otro con los consiguientes mecanismos de defensa y ataque psicológico a los cuales terminamos por acostumbrarnos como algo aceptable en nuestras relaciones interpersonales. El conflicto nace de la discrepancia entre ideas, creencias, pensamientos, tendencias, puntos de vista. En definitiva, surge porque cada individuo de este planeta usa unas gafas diferentes para ver e interpretar el mundo que le rodea. A lo largo de su vida cada persona va configurando su escritorio mental y lo va llenando con los aprendizajes que va teniendo mientras crece y experimenta, con los valores que le inculcan en casa y en la escuela, con los conceptos sobre lo que considera bueno y malo. Y esto lo hace para cada unas de las áreas de su vida: familia, pareja, trabajo, amistades, política, religión,… De tal forma que cuando alcanza la edad adulta tiene un disco duro lleno de conceptos sobre todo lo que le rodea, y es bajo el filtro de esos conceptos con el que interpreta la realidad en la que vive. Bajo esta perspectiva, encontrarse con una persona que tenga el mismo escritorio mental que el tuyo, es imposible. Se podría esperar que personas que han tenido vidas similares y vivido en entornos parecidos, tuvieran un contenido mental parecido, pero aún así, seguiría siendo absolutamente dispar.Además de la naturaleza única y genuina propia de cada escritorio mental, hay otra característica que es clave a la hora de entender el origen de los conflictos, y es que cada individuo tiene la creencia y la absoluta convicción de que su escritorio mental es el adecuado, es decir, que está firmemente convencido de que su manera de ver e interpretar el mundo es la correcta y estará dispuesto a defender su criterio a toda costa, y llevarlo hasta las últimas consecuencias. Y aquí está el verdadero origen del conflicto.Por tanto, el conflicto surge de la ignorancia, del desconocimiento y de la incapacidad para darse cuenta de que las ideas, conceptos, creencias y puntos de vista con los que interpretamos el mundo, no son mas que condicionantes ligados a circunstancias externas espacio temporales, es decir, surgen en un lugar concreto y en una cultura y época concreta. Vivir siguiendo las directrices que nos marca nuestro escritorio mental, tiene nefastas consecuencias para nuestro bienestar. Nos impide ser libres y ver la realidad sin juicios, es decir, ver las cosas tal y como son. Incrementa las posibilidades de entrar en conflicto con nuestro entorno.