Daniel Santiago Avendaño Gómez 1020843081 Reseña: Pulsiones y Destinos de Pulsión Pulsiones y Destinos de pulsión es uno de los textos fundamentales para la comprensión de la teoría psicoanalítica. En él, Sigmund Freud (precursor de esta disciplina) ofrece una definición para el concepto de pulsión, identifica conceptos subordinados que explican su funcionamiento y finalmente evalúa diferentes formas en las que este se manifiesta dentro de la psique humana. En primera instancia, el autor recurre al concepto de estímulo para aproximarse desde una perspectiva biológica a una definición del concepto de pulsión. Freud define al estímulo como una señal externa que suscita una respuesta por parte del organismo. Así, se describe como el aparato nervioso es constantemente bombardeado por estímulos externos, de modo que debe liberarse de la mayor cantidad de ellos reduciéndolos a su mínima expresión. Por esta razón, el autor sugiere que el estado ideal del organismo es en el cual logra mantenerse libre de todo estímulo, lo cual logra mediante la realización de acciones simples que logren detenerlos. A partir de esta reflexión, se describe a la pulsión como un estímulo para lo psíquico. En contraposición al estímulo, la pulsión surge del interior del ser humano y no encuentra solución en acciones simples. Según Freud la pulsión surge como una necesidad que demanda una satisfacción, produciendo un estado de tensión que perdura hasta que se consiga este fin. De este modo, a diferencia del estímulo, es imposible huir de la pulsión y su solución requiere la puesta en marcha de una serie de acciones encadenadas que posibiliten el alcance de la satisfacción deseada. Aquí, surge una contraposición interesante, ya que como indica el autor, la pulsión lleva al organismo a un flujo constante de estímulos, lo cual se opondría al estado ideal al que se hizo referencia anteriormente. Si para Freud la conducta humana se regula por sensaciones de placer y displacer y el placer se asocia a la disminución de estímulos para el aparato orgánico, el placer derivado de la pulsión solo es posible mediante la resolución de la tensión que surge del displacer derivado del aumento de estímulos en el organismo. Llegado a este punto, el autor procede a delimitar ciertos conceptos que explican el funcionamiento de la pulsión dentro del componente anímico del ser humano. En primera instancia, se hace referencia al esfuerzo, el cual representa el trabajo que la pulsión requiere para su resolución, es decir, todas las acciones que el sujeto debe llevar a cabo para encontrar la satisfacción demandada. La satisfacción que surge como producto de la cancelación del estímulo pulsional se denomina meta. Respecto a la meta pulsional, se comenta que no siempre es de carácter definitivo, lo cual implica la existencia de metas parciales o intermedias que contribuyen al logro de la satisfacción. Cuando la meta pulsional se encuentra en disonancia con los valores y creencias del individuo o con aquellos principios que regulan su contexto social, este puede optar por desviarla o inhibirla. Aquellos medios que posibilitan la consecución de la meta pulsional se denominan objetos y se entrelazan a ella de manera indirecta, como consecuencia de su aptitud para procurar placer al sujeto. El objeto de la pulsión, dependiendo de determinadas condiciones puede manifestarse como un ente externo, o como parte del cuerpo del propio individuo. Finalmente, se describe a la fuente de la pulsión como el proceso somático cuyo estímulo se representa en la vida anímica el individuo. Tras realizar estas presiones, Freud propone dos tipos de manifestación que puede adoptar el estímulo pulsional. En primera instancia se describe la pulsión de autoconservación, las cuales hacen referencia a las exigencias del yo para la conservación del individuo, por lo cual también se denominan pulsiones yoicas. Respecto a ellas se comenta que se encuentran fuera del campo de acción del psicoanálisis. La segunda categoría comprende aquellas pulsiones que están al servicio de la conservación de la especie, las pulsiones sexuales. Estas pulsiones tienen como meta primaria el placer del órgano y solo en una etapa posterior se ponen al servicio de la labor reproductiva. Para Freud, las pulsiones sexuales y el tratamiento de los trastornos asociados a ellas constituyen el objeto de estudio del psicoanálisis. Tras concluir su explicación sobre la pulsión y sus distintos componentes, el texto plantea una segunda sección en la cual se describen los destinos de pulsión, los cuales constituyen variedades de defensa del individuo en contra de la pulsión. Dentro de ellos se formulan cuatro categorías: el trastorno hacia lo contrario, la vuelta hacia la persona propia, la represión y la sublimación. De ellas, el autor solo explica las dos primeras, aclarando que la represión y la sublimación se explican en mayor detalle en distintos documentos de su obra. El trastorno hacia lo contrario se da por medio de dos procesos distintos. En primer lugar, se hace referencia al proceso referente a la meta. Mediante dicotomías como el sadismo- masoquismo o el ver-exhibirse, Freud explica cómo se da una sustitución de la meta activa, por una meta pasiva. El segundo proceso se da en torno al contenido, el cual se explica mediante la mudanza del amor al odio en la parte final del texto. La vuelta hacia la persona propia consiste en la mudanza del objeto, de un ente externo al individuo. Este proceso consiste en tres etapas distintas: A) El sadismo se manifiesta como la satisfacción producida por una acción violenta dirigida a otro. B) Se da una mudanza del objeto de la pulsión sádica, sustituyéndolo por la propia persona. C) El sujeto busca a una nueva persona como objeto, tornándose en el actor pasivo de la situación. De este proceso se concluye que el masoquismo no puede manifestarse como estado originario. Del mismo, modo el exhibicionismo depende del ver para manifestarse, presentándose un mecanismo similar donde: A) Se manifiesta el ver como una actividad orientada a un objeto ajeno. B) Se reasigna el objeto por el propio cuerpo. C) Se incluye a otro como objeto en forma de a quien se muestra para ser visto. Tras presentar estos dos ejemplos, Freud indica que las pulsiones activas preceden siempre a las pasivas. Sin embargo, tras llevarse a cabo los procesos anteriormente descritos, las pulsiones activas no se descartan, sino que pueden persistir durante el desarrollo pulsional en coexistencia con etapas pulsionales más recientes. A este fenómeno se le denomina ambivalencia y se ejemplifica empleando la figura de un volcán, donde las oleadas de lava sucesivas representan a las pulsiones y a medida que nuevas oleadas son emitidas estas afectan el curso de las oleadas previa. En el caso del exhibicionismo se identifica un estadio previo a la etapa A) en la que la pulsión se orienta a ver al propio cuerpo. Esta afirmación surge de la observación planteada por el autor en donde se afirma que la permutación del objeto al mudar a la meta pasiva requiere la comparación de los cuerpos ajenos con el cuerpo propio. Para aclarar el funcionamiento de estos mecanismos, Freud incluye las fases del desarrollo psíquico como una forma para explicar cómo estos operan. En primer lugar, se hace referencia a la fase narcisista, la cual corresponde a la etapa de desarrollo temprano del yo, donde los objetos pulsionales se encuentran en el propio cuerpo. De este modo se explica el carácter auto erótico de las pulsiones originales y se ofrece una hipótesis en donde la pulsión pasiva recupera al objeto narcisista original tras suceder a la pulsión activa donde este se supera. Habiendo concluido este apartado, el autor retoma el trastorno hacia lo contrario para explicar el mecanismo de mudanza de amor al odio. Para este fin se plantean en primera instancia tres tipos de polaridades que regulan la vida anímica del ser humano. La primera de ellas es la oposición entre el yo y el mundo exterior (sujeto-objeto) la cual se caracteriza por ser impuesta y acallarse a partir de elementos externos, relacionándose con la actividad intelectual. La segunda oposición la conforman el placer y el displacer, los cuales constituyen las sensaciones que conducen la voluntad humana. Por último, la dicotomía entre actividad y pasividad se explica cómo las dinámicas que se dan entre un yo que es sujeto pasivo ante estímulos exteriores y un yo activo ante la pulsión. Posteriormente se plantean oposiciones referentes al amar y al odiar. Dentro de ellas se identifican el amar-odiar, el amar-ser amado y el amar-odiar en contraposición a la indiferencia. Retomando lo comentado sobre la fase narcisista, el autor explica cómo pueden darse correspondencias entre estas categorías. Por ejemplo, comenta que el yo es en parte capaz de procurarse placer a sí mismo, de modo que durante esta etapa los elementos del mundo exterior le resultan indiferentes en términos de placer. Durante la fase narcisista el individuo solo se ama a sí mismo, sin embargo, es conducido por sus pulsiones yoicas a integrar objetos ajenos que le procuren placer, a la vez que se alejan aquellos objetos que causen displacer. De este modo parte del mundo exterior pasa a ser parte del placer del individuo, mientras que lo que resulta displacentero se hace ajeno. De este ejemplo puede establecerse una correspondencia entre polaridades (El sujeto corresponde al placer mientras que el objeto al displacer) la vez que se establece una relación con el amor y el odio (el placer corresponde al amor y el displacer al odio, así como el amar corresponde a lo activo y el ser amado a lo pasivo). Así, Freud identifica al odio como la tendencia a repeler las fuentes de su insatisfacción, pudiendo convertirse en un deseo por destruirlas. Esta tendencia surge de la relación que se da con el mundo exterior durante la fase narcisista, el cual es percibido como hostil por parte el individuo. Del mismo modo el amor surge como una tendencia por atraer o hacer parte de si aquellos objetos integrados que procuran placer al individuo, no incluyendo aquellos objetos que le sirven para su auto conservación. Tras la fase narcisista se alcanza la organización pre genital y en ella el amor se caracteriza por el deseo de hacer propio el objeto de la pulsión, sin importar si este se ve lastimado o dañado en el proceso. Posteriormente, en la organización genital, el amor deviene finalmente en el opuesto del odio. Tras este análisis, Freud destaca el carácter ambivalente del amor y el odio, aclarando que estos pueden manifestarse sobre el mismo objeto. Al respecto se sugiere que el odio puede aparecer de rezagos de etapas previas al amor que no han sido superadas en fases tempranas del desarrollo. También, se sugiere que la mudanza puede darse al sustituir el amor, tras este agotarse, reemplazándolo por odio hacia el mismo objeto. De este modo concluye la reflexión planteada por el autor sobre el rol que desempeña la pulsión en la psiquis humana y sobre la forma en que los destinos de pulsión someten a la moción pulsional a las influencias de las polaridades de la vida anímica.
Bibliografía: Freud, S. (1915). Pulsiones y Destinos de Pulsión. En, Obras Completas Sigmund Freud Vólumen XIV (págs. 105-134). Buenos Aires: Amorrotu Editores.
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