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Amazonía, Clima Global e Inversión de Impacto

La capacidad del bosque amazónico de intercambiar CO2 por oxígeno es finalmente una
cuestión de balance total, por lo que cualquier esfuerzo que se haga, en cualquier parte de la
Amazonía, contribuye eficazmente al objetivo de capturar el carbono, impidiendo que llegue a
la atmósfera y contribuya al cambio climático.

Para los que se interesan en la conservación de la Amazonía, esta semana tenemos buenas y
malas noticias. Comenzaremos con la mala noticia: el Gobierno alemán decidió suspender un
programa de cooperación con Brasil en esta materia, debido al avance de la deforestación.
Otra fuente de financiamiento no reembolsable, el Fondo Amazonía –alimentado por Alemania
y Holanda desde el 2008- se mantendrá, pero en el presente clima de deterioro de la
cooperación de gobierno a gobierno, los resultados de esos proyectos seguramente no serán
los esperados.
Más que la ayuda que no llegará a la población beneficiaria, lo que hay que lamentar en este
caso es que esto parece ser el signo de un país cooperante que abandona la lucha. Y lo que se
necesita ahora es justamente redoblado ánimo y perseverancia. Por el lado de las buenas
noticias, mencionaremos que el Papa Francisco se ha interesado en la Amazonía, afirmando
que “Es un lugar representativo y decisivo. Junto con los océanos, contribuye
determinantemente en la sobrevivencia del planeta”.

Otra noticia que nos da esperanza viene de Colombia, en donde un grupo de ciudadanos
demandó al Estado colombiano ante los tribunales por no hacer lo suficiente para evitar la
deforestación. El gobierno estaría incumpliendo su promesa de alcanzar “deforestación cero”
para el 2020, ya que la deforestación ha aumentado 44%, por lo que los tribunales dieron la
razón a los demandantes y fijaron un plazo de cuatro meses al Gobierno para tomar las
medidas necesarias. El gobierno dijo que se allanará a esta sentencia.

En el caso del Perú, insistimos en que el evitar la deforestación y promover la reforestación de


las zonas ya arrasadas por la tala y la minería ilegal no es un tema de interés exclusivo de los
peruanos, aunque nos toca la responsabilidad de actuar, sino que puede beneficiar a la
humanidad entera. Esta constatación debe poner al país en la mira de instituciones
conservacionistas y de cooperación internacional –ciertamente indispensables- pero también
de inversionistas que buscan alinear interés económico con objetivos sociales o
medioambientales.

Esto último no es una utopía, como lo demuestra, entre otras publicaciones,  The Power of
Impact Investing: Putting Markets to Work for Profit and Global Good (El Poder de la Inversión
de Impacto: Poniendo a los mercados a trabajar para rentabilidad y para el Bien Global)
(Wharton Digital Press, 2014). En dicha obra las autoras, Judith Rodin, presidente de la
Fundación Rockefeller y Margot Brandenburg, dan cuenta de los primeros siete años de
experiencia de un grupo de corporaciones encabezadas por la Fundación Rockefeller e
involucradas en la inversión de impacto.

Un punto que es necesario destacar de ese informe consiste en que, a pesar del éxito que han
obtenido en general, todas esas corporaciones, expertas en obtener utilidades, confiesan que
su punto débil radica en la evaluación del impacto social o ambiental. Esto pone de relieve la
enorme ventaja competitiva que tiene el Perú para atraer a este tipo de inversionistas: por una
parte, un gran potencial en cuanto a proyectos de impacto ambiental y social positivo; por otra
parte, muchos especialistas en evaluación de impacto y en gestión de proyectos sociales,
gracias a programas académicos en esa materia establecidos desde mediados de los años
1990 por universidades como la Pontificia Universidad Católica del Perú o la Universidad de
Ingeniería.

La conjunción de todos estos factores permitiría al Perú generar una ola de inversiones de
nuevo tipo, que evitaría la conflictividad socio-ambiental que a menudo despiertan las
inversiones de corte tradicional, y a la vez ayudaría a reactivar la economía, generar fuentes de
empleo formal y mejorar el cumplimiento de estándares sociales y ambientales.

Esto último se podría alcanzar sin necesidad de recurrir a la represión o la exagerada


proliferación de controles, ya que las empresas que practican este tipo de inversión exigen de
sus administradores de fondos información precisa y rigurosa tanto sobre los aspectos
financieros como sobre los temas sociales y medioambientales inherentes al objeto de su
actividad.

Para este tipo de inversión, la reforestación y la preservación de la Amazonía ofrecen un


atractivo evidente; pero en el Perú también encontrarían un vasto potencial en otros sectores
como turismo, infraestructura y agroindustria. Se requiere que las autoridades y la sociedad
civil tomen conciencia de las oportunidades que se abren en este frente, que diseñen la
institucionalidad adecuada para recibir esa inversión, y que realicen una gran campaña
internacional para promover proyectos de alto impacto social y ambiental, de los que el Perú
puede ser una fuente inagotable.

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