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7 Fundamentos de Doctrina

Social de la Iglesia
Dr. Mariano Gustavo Morelli

Unidad 2 Las ideologías sociales


Versión 1 /marzo 2012
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 2

Índice
Presentación .......................................................................................................................................... 3
Objetivos ............................................................................................................................................ 3
Temario .............................................................................................................................................. 3
Mapa conceptual ................................................................................................................................ 4
Las ideologías y sus denominaciones................................................................................................ 6
La Revolución francesa y las ideologías ............................................................................................ 9
Inestabilidad política .....................................................................................................................................11
Sufrimiento del tejido social ..........................................................................................................................11
Violencia desbordada ...................................................................................................................................11
Incoherencia..................................................................................................................................................12
Conclusiones ................................................................................................................................................13

El liberalismo individualismo ................................................................................................................ 15

Las ideologías totalitarias .................................................................................................................... 19


El marxismo...................................................................................................................................... 20
El nacionalsocialismo ....................................................................................................................... 28
El fascismo ....................................................................................................................................... 34
Las ideologías y la “Revolución” ...................................................................................................... 39

La Iglesia frente a las ideologías modernas ........................................................................................ 41


Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia frente a las ideologías ......................................... 43
La Iglesia frente al liberalismo y la Revolución francesa.................................................................. 44
La Iglesia frente al comunismo marxista ......................................................................................................48
Marxismo, cristianismo y “teología de la liberación”......................................................................... 54
La Iglesia frente al nazismo.............................................................................................................. 56
La iglesia frente al fascismo ............................................................................................................. 60

Apéndice: las ideologías y la historia argentina.................................................................................. 64

Síntesis ................................................................................................................................................ 66

Textos de apoyo .................................................................................................................................. 67

Bibliografía específica para esta Unidad ............................................................................................. 68

Fuentes bibliográficas citadas.............................................................................................................. 69

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Presentación
En la unidad anterior sentamos las bases para comprender el origen del orden so-
cial, su justificación, y los principios que deben informarlo para que resulte capaz de
enriquecer a la persona humana.

Sin embargo, a lo largo de la historia, se han planteado diversas “ideologías” que


también pretenden dar cuenta del fundamento y significado de la sociedad y que se
alejan, en mayor o menor medida, de los criterios expuestos en la Unidad anterior y de
los que se expondrán en lo sucesivo.

Tales ideologías son numerosísimas, y como no podríamos tratarlas todas en sus


más mínimos detalles, nos limitaremos a un planteo general, agrupándolas en tres
grandes grupos:

ƒ el liberalismo individualista,

ƒ el colectivismo o totalitarismo (dentro del cuál incluiremos al marxismo, na-


cionalsocialismo y fascismo) y

ƒ la social democracia.

Tengamos presente, sin embargo, que la reducción de las múltiples posiciones


ideológicas a estas pocas categorías es una indudable simplificación, que existen mu-
chos matices y posibilidad de “grados” de adhesión a las mismas (“más o menos libe-
ral”, por ejemplo), y que en la realidad no siempre los hombres o los gobiernos que
dicen inspirarse en alguna de ellas la implementan de manera coherente y completa.

De todos modos, su estudio, aunque más no sea simplificado, contribuye a com-


prender los diversos polos en tensión a partir de los cuales se puede pensar la rela-
ción del hombre con la sociedad. Se comprenderá que tratándose de ideas “encar-
nadas” por hombres y sociedades históricas, no pueden estudiarse desconectadas de
los fenómenos históricos en que se desplegaron.

Objetivos
ƒ Identificar las diferentes posiciones ideológicas respecto del orden social.

ƒ Contrastar los postulados de una doctrina social cristiana con los que propo-
nen las ideologías más difundidas, y precisar la identidad específica de la
primera.

ƒ Analizar críticamente las propuestas ideológicas sobre los principales temas


sociales.

ƒ Comprender las razones por las que se desarrollan y proliferan las diversas
ideologías.

Temario
ƒ El realismo como método y las ideologías: metodología para el estudio de la
ética social.
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ƒ Las ideologías y sus denominaciones.

ƒ La revolución francesa y las ideologías.

ƒ El liberalismo individualista.

ƒ Las ideologías totalitarias.

ƒ El marxismo.

ƒ El nacionalsocialismo.

ƒ El fascismo.

ƒ La Iglesia frente a las ideologías.

ƒ Apéndice: Las ideologías y la historia argentina.

Mapa conceptual

Doctrina Realismo

≠ Reduccionismo Condenas
R interesado
Saber de la Iglesia
Ideologías
ed

Liberalismo Totalitarismos Socialdemocracia

Marxismo
Nacionalsocialismo
Fascismo
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El realismo como método y las ideologías: metodología para el estudio de la ética


social

Cuando abordamos el estudio y la explicación del orden social, se plantea desde el


inicio un problema gnoseológico.

Las teorías para comprender, fundamentar y justificar la sociedad y sus institucio-


nes son elaboradas por seres humanos. Y por esa razón, arrastran la imperfección
que tienen sus autores, imperfecciones derivadas de las limitaciones de la inteligen-
cia humana y de la posible influencia de componentes afectivos y volitivos en las
construcciones intelectuales.

La inteligencia humana es limitada, y la realidad social sumamente compleja y ex-


traordinariamente rica. No siempre la capacidad intelectual de las personas ha permiti-
do comprenderla en toda su integridad, y sobran ejemplos de teorías sociales que ter-
minan simplificando o fraccionando indebidamente por acentuar unilateralmente
algún criterio o cuestión como si fuera el único o principal y no uno de varios, sólo por
ser el que más impactó a sus gestores o el que predominó en el limitado espacio geo-
gráfico y temporal en que le tocó vivir. Así, no faltan pretensiones de mirar a la socie-
dad reduciéndola a relacionas de dominación (marxismo), o a expresión de puras
autonomías individuales (liberalismo individualista).

Pero también ocurre que nuestras pasiones (emociones o sentimientos) e inter-


eses pueden influir en nuestra adhesión a una u otra tesis, a veces de manera incons-
ciente. Amores y odios, esperanzas y temores, están detrás de muchas posiciones
ideológicas. Pensar la sociedad y sus principios fundamentales prescindiendo del lugar
que nos toca ocupar en ella, para ser “objetivo”, es difícil.

Teóricamente, debería ser posible alcanzar alguna certeza sobre la legitimidad de


la huelga, sobre la justicia del salario, o la función social de la propiedad.

Concretamente, por nuestra historia personal estamos a veces más identificados


con los obreros o con los empleadores, y desde esa identificación pensamos tales
cuestiones. Nuestra objetividad e imparcialidad se desvanecen, y con ellas la posibili-
dad de dar cuenta del orden social tal como es.

Más serio todavía es el caso de aquellos que elaboran teorías o posiciones sociales
con la conciencia de que lo hacen sirviendo algún interés. El poder de las ideas sobre
los seres humanos es enorme. Y por eso quienes desean influir sobre los demás, a
fin de obtener que se comporten de una u otra manera, no descuidan la elaboración
de teorías orientadas a preparar o fundamentar tesis favorables a sus deseos o inter-
eses.

Cuando se detecta que una teoría social no refleja de modo fiel y completo la reali-
dad sobre el ser y el deber ser de la sociedad, en virtud de las limitaciones de la inteli-
gencia humana, o de la influencia de pasiones o intereses, podemos llamarla “ideolo-
gía”. 1

1
Ernesto Palacio caracteriza a la ideología no por su carácter parcializado o interesado, sino por su pre-
tensión de implantar modelos artificiales y utópicos (Cfr. Palacio 1979). Nosotros creemos que esa es una
consecuencia, justamente, de haber aportado una visión parcializada o fraccionada del orden social, muti-
lándole alguno de sus aspectos fundamentales.
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La ideología sería entonces un saber parcializado o interesado, que fracciona la En este sentido,
compleja realidad absolutizando o presentando de manera unilateral sólo algu- utilizamos el término
en este texto; aunque
nos de su aspectos. no desconocemos que
en un sentido más
genérico y vulgar, se lo
La actitud gnoseológica realista, a diferencia de la ideológica, procura descubrir
utiliza a veces para
la realidad sobre el ser y el deber ser del hombre y la sociedad, y elaborar una teoría designar sencillamente
capaz de describirla de manera completa e integral. Supone la capacidad de sopesar el “conjunto de ideas
de manera equilibrada sus diversos componentes, y de tomar distancia respecto de fundamentales que
caracteriza el pensa-
las propias pasiones e intereses para ajustarnos a la realidad, en vez de pretender ver
miento de una perso-
una “realidad” porque nos conviene. na, colectividad o épo-
ca” (Real Academia
Esta penetración realista sobre la realidad humana nos permite descubrir en ella un Española).
orden. Las cosas no ocurren de cualquier manera, ni deben ocurrir de cualquier mane-
ra.

Existen reglas que descubrimos en la realidad, a las cuales podemos llamar:


“orden natural”.

Natural no porque ocurra necesariamente: el hombre puede conducirse respetando


o contraviniendo ese orden. Claro que si decide contravenirlo, no será sin consecuen-
cias, porque justamente es “natural” por corresponder con la naturaleza del hombre,
con su auténtico bien y plenitud.

Las ideologías intentan torcer el orden natural, y con ello, son incapaces de llevar
al hombre y la sociedad a su perfección integral. Como enseña Widow (1988: 179), “lo
verdaderamente opuesto a una ideología no es otra ideología de signo contrario, sino
el orden propio de la existencia humana, determinado por las leyes de la naturaleza y
de la Redención”.

Vamos a intentar ahora describir sintéticamente las principales ideologías sociales,


identificando sus aciertos y limitaciones, para aproximarnos así a la realidad del orden
social.

Las ideologías y sus denominaciones


Es importante a la hora de identificar las posiciones ideológicas no perderse en la
terminología, porque no siempre ni en todo lugar se utiliza con el mismo sentido. En
los países anglosajones, por ejemplo, es común llamar como liberales (“liberals”) a
posiciones cercanas a ideas más bien socialistas, y llamar “conservadoras” a las pos-
turas que aquí consignamos como liberales.

También es común identificar al liberalismo con las ideas “de derecha” y a los so-
cialismos con posiciones “de izquierda”. La clasificación de las ideologías en términos
de “derecha” o “izquierda” es, sin embargo, sumamente confusa. La distinción se apli-
có, por primera vez a la política, en la Francia de la Revolución.

Los diputados de la Asamblea Constituyente de 1792 se hallaban divididos en dos


grupos enfrentados:

ƒ el de los monárquicos, que se situó a la derecha del Presidente: más mode-


rados, deseaban reformas a la monarquía pero a través de una evolución
gradual, respetando la legalidad y la libertad;
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ƒ el de la Montaña, que se situó a la izquierda: propugnaban un estado revo-


lucionario que estableciera un régimen social y político igualitario de mane-
ra radical y si era necesario a través de la violencia.

Por eso, a veces se asocia a cada posición con los siguientes postulados:

Izquierda Derecha

Cambios violentos y radicales (revo- Cambios graduales con respeto de la tra-


lución) dición (evolución)

Programas utópicos Propuestas pragmáticas y realistas

Búsqueda de Igualdad Búsqueda de Libertad

Posiciones contestatarias frente a la Defensa del orden, la obediencia a la ley


autoridad y las reglas sociales y la jerarquía

Como vemos, se trata de acentos, y la principal objeción que cabe hacer a cada
una no es tanto lo que afirma sino lo que niega, porque ambas tienen parte de razón y
el problema principal aparece cuando se radicalizan las posiciones rechazando las
tesis de la otra columna.

Por eso, escribió Ortega y Gasset (1937):

Ser de izquierda es, como ser de derecha, una de las infinitas maneras que el hom-
bre puede elegir para ser imbécil: ambas, en efecto, son forma de la hemiplejia moral.
Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la
"realidad" del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experien-
cias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas
prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías (Prólogo, título IV).

Entonces, no tiene sentido preguntarse si la Doctrina Social Cristiana es de iz-


quierda o de derecha: ni lo uno ni lo otro, porque busca un bien común que in-
cluye de manera armoniosa los diversos bienes humanos, sin excluir unos
cuando se incluyen los otros.

Hay otras diferencias derivadas, que no son tipificantes, pero a veces acompañan
las ideologías:

ƒ Las posiciones de izquierda, al acentuar la igualdad, suelen ser cosmopoli-


tas o internacionalistas; mientras las posiciones de derecha, que valoran
la tradición, albergan en mayor medida tesis nacionalistas. Sin embargo,
no es esencial la tesis porque existen “izquierdas nacionales”.

ƒ La actitud contestataria de la izquierda suele llevarla a rechazar la religión,


que impone alguna forma de subordinación a jerarquías eclesiásticas, a
normas y dogmas, y la derecha suele nuclear a las personas religiosas;
aunque, nuevamente, nada impide una izquierda religiosa o una derecha
atea.
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Por otra parte, tengamos en cuenta también que a veces la derecha o la izquierda
Tengamos presen-
se combinan con otras caracterizaciones. Una cosa es la derecha liberal, que de- te además que tales
fiende a ultranza la propiedad privada y el liberalismo capitalista, como los movimien- tesis pueden sostener-
tos “conservadores”, y otra muy diferente la derecha solidarista, que asume postula- se en diverso grado,
dos de la justicia social (como el peronismo) o incluso totalitaria (como el fascismo o el dando lugar a posicio-
nes muy confusas
nacionalsocialismo). Una cosa es la izquierda liberal, que admite ciertas reglas de la (ultra izquierda, centro
democracia (como podría ser el socialismo o la social democracia); y otra la izquierda izquierda, centro dere-
totalitaria (como podría ser el comunismo). cha, ultra derecha).

Derecha Liberal

Solidarista

Totalitaria

Izquierda Liberal

Totalitaria

Como vemos, son diversos los criterios que se toman en cuenta para distinguir la
“izquierda” y la “derecha”, y ello ha llevado a discusiones interminables sobre si de-
terminada persona o corriente política es de derecha o de izquierda. Lo cierto es que
tales categorías, además de ser imprecisas, no sirven para identificar adecuadamen-
te las teorías sociales, que son muy variadas y con muchos matices. Tampoco resul-
tan útiles para valorarlas; por ejemplo, cambiar por cambiar no tiene sentido, el cam-
bio se justifica si es para mejorar, y por ello, calificar una posición como “conservadora
"Mi actitud hacia el
y tradicionalista” o “progresista y revolucionaria” no tiene significación si no se aclara progreso ha pasado
qué se quiere conservar o cambiar, y de qué manera. De otro modo, no hay auténtico del antagonismo al
progreso. El “progresismo”, en cambio, parece postular que lo pasado es malo por ser aburrimiento. Hace
pasado, y lo nuevo bueno por ser nuevo. Lo que no tiene sentido. Por todas esas ra- mucho tiempo que he
dejado de discutir con
zones, sería preferible descartar el uso de terminología tan ambigua. la gente que prefiere el
jueves al miércoles
Es común a las ideologías, por su falta de fidelidad a la realidad, incurrir en utopí- porque es el jueves."
as. (Chesterton, Gilbert,
New York Times Ma-
gazine, 2/11/23).
Utopía es un proyecto o propuesta totalmente irrealizable, diferenciándose de un
“ideal”, que sí es realizable.

Las utopías causan perjuicios de tres órdenes:

ƒ Generan insatisfacción y frustración, pues nunca se consigue su vigencia;

ƒ Violentan la realidad, pues suelen demandar mucha violencia para intentar


su implantación, incrementando los males;

ƒ Desvían a las personas de los proyectos sociales realizables por los que de-
berían trabajar.

Pese a tales daños, a veces las utopías tienen de positivo que alientan el cuestio-
namiento de injusticias en el orden vigente, y como siempre pasa, no dejan de po-
seer parte de verdad.
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La apelación a la utopía es con frecuencia un cómodo pretexto para quien desea


rehuir las tareas concretas refugiándose en un mundo imaginario. Vivir en un futuro
hipotético es una coartada fácil para deponer responsabilidades inmediatas. Pero, sin
embargo, hay que reconocerlo, esta forma de crítica de la sociedad establecida provo-
ca con frecuencia la imaginación prospectiva para percibir a la vez en el presente lo
posiblemente ignorado que se encuentra inscrito en él y para orientar hacia un futuro
mejor; sostiene además la dinámica social por la confianza que da a las fuerzas inven-
tivas del espíritu y del corazón humano; y, finalmente, si se mantiene abierto a toda la
realidad, puede también encontrar nuevamente el llamamiento cristiano (Pablo VI,
1971: n. 37).

La Revolución francesa y las ideologías


La Revolución francesa constituye indudablemente un clásico en la historia general
y la historia del pensamiento filosófico, político y jurídico.

Se trata de un suceso sumamente complejo y con ribetes polémicos. Se ha teji- “Libertad, igualdad
do una leyenda que la presenta como cuna de “libertad, igualdad y fraternidad”, y su y fraternidad” es el
obra como una contribución definitiva a la civilización. lema de la Revolución.

Es cierto que se le debe reconocer valor histórico:

ƒ como difusión del propósito de destruir situaciones de grave injusticia so-


cial o de poner freno a la arbitrariedad del gobierno, aunque la revolución
no fuera en la realidad coherente con estos propósitos.

ƒ También es posible identificar aspectos positivos en algunas de sus obras,


entre las que se cuentan la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, aunque los hechos y la ideología que la sostienen resultan más
bien cuestionables.

Pero esta lectura benigna culturalmente predominante de la revolución, no se


nos aparece como ajustada a la realidad, cuando tomamos conocimiento de muchos
de los hechos que tuvieron lugar durante el proceso revolucionario, y de las convic-
ciones en las que se inspiraron.

Si fuese tan irreprochable, no podríamos explicar cómo el Papa Juan Pablo II ha


Las fuentes históri-
beatificado a 99 mártires asesinados por los revolucionarios franceses por el sólo
cas revelan que los
hecho de su Fe en Cristo, o cómo la Revolución francesa ejecutó en 18 meses 30 ve- ejecutados luego de
ces más personas que las entregadas para ser condenadas a muerte por la Inquisi- juicio de la Inquisición
ción española en 330 años. El mismo símbolo de la Revolución la “Toma de la Basti- en España fueron
alrededor de 4000
lla” del 14 de julio de 1789, parece más bien un fiasco: cuando los alborotadores in- durante los 330 que
vadieron esa cárcel real, que era el monumento a la opresión monárquica, encontraron estuvo implantada. En
que sólo había siete personas detenidas: dos locos, y cinco ladrones de poca impor- cambio, en sólo 18
tancia. meses los Revolucio-
narios mataron
120.000 opositores.
Los hechos

El 5 de mayo de 1789, el rey Luis XVI convoca a los Estados Generales en París
a fin de obtener apoyo para la imposición de impuestos que permitan salir de la crisis
financiera reinante, sin suprimir la exención tributaria que beneficiaba a la nobleza en
un clima de pobreza debida a las malas cosechas.

Sin embargo, el 17 de junio el Tercer Estado y el bajo clero se separan de los Es-
tados Generales y proclaman la Asamblea Nacional, que el 9 de julio se transforma
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en Constituyente para dar una nueva Constitución a Francia y así terminar con los
privilegios y el absolutismo del monarca.

En 1791 sanciona la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y una


Constitución que somete al rey al Parlamento.

Al año siguiente, en 1792, tal Constitución es reemplazada por otra republicana,


que precede a la ejecución del rey en la guillotina.

Los años siguientes conocieron varias constituciones, más o menos democráti-


cas, hasta que en 1804 Napoleón se auto-corona Emperador. Su obra, si bien disímil
con los planteos de algunos revolucionarios, es legítimamente considerada la conso-
lidación de los principios de la Revolución.

Una vez derrotado Napoleón, se restaura la monarquía; luego derrocada por la II Tales ideas habían
República, seguida del II Imperio de Napoleón III, y la III República en 1848. sido difundidas por las
logias u organizacio-
nes masónicas, en-
La Revolución Francesa constituye el intento de desarrollar y construir la socie- tendiendo por tales
dad y el derecho que la regula desconociendo todo vínculo o dependencia del sociedades secretas
hombre para con la religión (naturalismo político), la tradición (revolución), las a las que se ingresaba
circunstancias concretas (racionalismo) y la comunidad (individualismo) me- a través de un jura-
mento y que tenían su
diante la exaltación de la autonomía y la libertad personal (liberalismo). jerarquía, normas de
obediencia, e incluso
un culto a un Dios
El racionalismo la llevó a pensar que sus soluciones, en gran medida arbitrarias, “racional”. Se decían
eran incluso universalmente válidas para cualquier pueblo o nación; por eso, el inten- “humanistas” y comba-
to de exportar su modelo político, constitucional y civil. También llevó a dividir Francia tían con odio a la reli-
en regiones matemáticamente perfectas (ochenta y tres piezas regularmente cuadra- gión.
das, de dieciocho leguas por dieciocho), pero con total desatención de la realidad geo-
gráfica, histórica y social. El carácter revolucionario la llevó a pretender reconstruir
Francia desde cero. Incluso cambiaron
el calendario para
convertir el año de la
El individualismo a enunciar largas listas de derechos individuales como si el fin revolución en año 1.
de la sociedad se limitara a proteger la libertad, la propiedad, la seguridad; como si
casi bastara con su conocimiento para obtener su vigencia y para obtener el bien co-
mún, sin requerirse también el cumplimiento de las responsabilidades y los deberes
sociales, y como si hubiesen sido siempre desconocidos hasta ese momento.

Adelantemos, sin embargo, que el individualismo de la Revolución Francesa estuvo


matizado por la presencia de elementos ideológicos más bien socializantes, pre-
sencia bastante incoherente, distinguiéndose así del proceso constitucional anglosa-
jón. El individualismo burgués se plasmó también, desde el comienzo, en una aver-
sión a los gremios y las corporaciones. En el Acta de la Asamblea que aprobó la
Constitución de 1791 se lee que “la Asamblea Nacional suprime todas las instituciones
contrarias a la libertad e igualdad de los hombres... No habrá gremios ni asociaciones
de artistas o artesanos”.

La Ley de Le Chapelier, del mismo año, disolvía los gremios y prohibía su activi-
dad y las huelgas, considerando delito la actividad sindical. Tendrían que pasar más
de 100 años para que Francia reconozca la existencia de sindicatos.

El naturalismo está presente a lo largo de toda la obra de la Revolución, que la lle-


va a manifestarse como anticristiana. Rousseau y Voltaire no ahorran denostaciones
contra la religión católica. A poco de producida la revolución, la Asamblea decreta,
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además de la confiscación de los bienes de la Iglesia, la Constitución civil del


clero de 1790, por la cual los sacerdotes pasaban a depender del estado, quien elegía
los obispos, regulaba su designación y educación. Napoleón supervisaba personal-
mente las listas de personas que serían ordenados sacerdotes. También regulaba la
formación en los seminarios. En algunos períodos se proyectó incluso una nueva
religión, que adoraría a la diosa razón, con su culto y ceremonias.

Ahora bien, ninguna obra humana se lleva adelante sobre la base de principios in-
coherentes con la realidad sobre el hombre, la sociedad y la política, sin consecuen-
cias.

¿Qué efectos podemos identificar en esta tentativa de refundar un estado desco-


nociendo el papel de la religión, la historia, la tradición, los vínculos comunitarios?

ƒ Inestabilidad política,
ƒ sufrimiento del tejido social,
ƒ violencia desbordada,
ƒ incoherencia.
Inestabilidad política

Cómo conseguir que un régimen impuesto artificialmente a un grupo social sea ca-
paz de durar en el tiempo? Basta recordar la sucesión de regímenes políticos que
se desarrollaron en la Francia pos-revolucionaria, en tan pocos años. Seis constitu-
ciones diferentes en 20 años:

1791 1793 1795 1799 1804 1814

Monarquía Democracia República Consulado Imperio Monarquía


constitucional jacobina burguesa constitucional

Sufrimiento del tejido social

En última instancia, son las sociedades las que pagan el precio de los intentos de
ajustarla a cánones que no resultan adecuados a su realidad. De hecho Francia, luego
de la Revolución, relegó su papel de primera potencia europea.

Violencia desbordada

La guillotina funcionaba a una velocidad asombrosa. Había barrios de París en los


que no se podía ingresar por el terrible olor a sangre que dejaban los cuerpos decapi-
tados. Incluso se colocó el nombre de Comité de Salud Pública al organismo encar-
gado de exterminar a los opositores.

“Para implantar sólidamente la República, hay que reducir la población a la mitad”,


aconsejará Jean Bon Saint André en 1793, y Carrier, el verdugo de Nantes, dirá:
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“Haremos un cementerio de Francia, antes que no regenerarla a nuestro modo” (Ous-


set 1984: 117).
Sarmiento escribía
Muy parecidas fueron en nuestro país las palabras de Sarmiento (20/8/1861),
a Mitre: “No trate de
cuando aconsejaba a Mitre no economizar sangre de gauchos que eran lo único que economizar sangre de
tenían de seres humanos y un abono que había que hacer a nuestro suelo. gauchos. Este es un
abono que es preciso
Ni los mismos revolucionarios se libraron de las ejecuciones. De los 361 diputados hacer útil al país. La
sangre de esta chusma
que votaron la ejecución del rey (ejecución que triunfó por sólo un voto), 74 murieron criolla, incivil, bárbara y
de forma violenta, muchos degollados. El mismo Dr. Guillotin, inventor de la guillotina ruda, es lo único que
para proporcionar un instrumento capaz de producir la muerte con rapidez y eficacia, tienen de seres huma-
murió guillotinado. nos”

Las campañas para someter a grupos populares disidentes, como los campesinos
de la Vendée, fieles a la religión católica, no ahorraban ninguna gota de sangre. Uno
de los generales franceses informaba a París el resultado de sus operaciones:

Conforme vuestro mandato, he arrojado los niños a las patas de los caballos. He
mandado acuchillar a las mujeres que seguramente ahora no pondrán otros hijos en el
mundo. No se me puede echar en cara ningún prisionero: lo he aniquilado todo. Los
caminos están sembrados de cadáveres que, en algunos sitios, forman verdaderas pi-
rámides. En Savenay se fusila continuamente, pues a cada instante llegan ladrones
que se rinden. No hacemos prisioneros, se les habría de dar el pan de la libertad, y la
compasión no es negocio de la Revolución (“Informe del General Westerman a la Co-
misión de Bien Público”, citado por Calderon Bouchet 1967: 102)

Como ya mencionamos, la Revolución francesa mató en sólo 10 años, 10 veces


más personas que los ejecutados por la Inquisición Española en 330 años. Las pieles
curtidas de los habitantes de la Vendée fue utilizada para hacer botas para los oficia-
les; mientas que la piel de las mujeres, más suave, para hacer guantes; y centenares
de cadáveres fueron hervidos para extraer grasa y jabón (Messori 1997: 106)

Incoherencia

Otra de las consecuencias comunes de desplegar acciones políticas de este tipo,


artificiales, es la incoherencia. Siendo utópicas e ideológicas, aparece claramente
como imposible e indeseable llevarlas adelante hasta sus últimas consecuencias. In-
coherencias también previsibles si tomamos en cuenta las ideas de los pensadores
que suelen considerarse inspiradores de la Revolución, contradictorias entre sí: Rous-
seau, Voltaire, Holbach, Condorcet, D’Alembert, Sieyes, Montesquieu, Hobbes, Locke.

La Revolución hablaba de igualdad, y resulta que prohibió el voto a las personas La esclavitud fue
libres pero de color (Martin 1999: 91) y a los asalariados (Constitución de 1795, art. 13 suprimida (sólo nomi-
nalmente) recién 4
inc. 3). De hecho, suprimió la servidumbre pero mantuvo vigente la esclavitud en terri-
años más tarde, para
torios bajo dominio francés. ser restablecida en las
leyes en 1802 y man-
La supresión de la nobleza en rigor constituyó un reemplazo de la nobleza de la tenida por Napoleón.
espada por la nobleza del dinero. La desigualdad de nacimiento fue reemplazada por
la desigualdad de la fortuna. Las Constituciones de 1791 y de 1795 establecieron el
sufragio censitario: sólo votaban quienes pagaran impuestos equivalentes a tres jorna-
les, y con ello sólo elegían a los electores. Napoleón acentuó esta igualdad de los
burgueses, colocando al asalariado en situación de inferioridad, pues lo sometía al
poder de policía de sus patrones.
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La protección de la propiedad y prohibición de confiscación no impidió que


muchos nobles se vieran privados de sus propiedades, ni nacionalizados los bienes de
la Iglesia, adquiridos por hombres de la burguesía.

Las garantías penales de legalidad, juicio previo, imparcialidad judicial, no obsta-


culizaron la persecución política y religiosa con total arbitrariedad. Durante la Conven-
ción y el régimen del terror, se suspende la Declaración de Derechos, se suprime la
división de poderes y los jueces pueden condenar a muerte sin prueba y en crímenes
no previstos por la ley penal (Llerena y Ventura 1991: 354). El 16 de abril de 1796, a
sólo 7 años de la Revolución, se promulgó la ley contra los enemigos públicos, con-
figurándose delito simplemente por escribir o dar discursos contrarios a la obra de la
Revolución.

El individualismo de la Revolución está manifiesto en la pretensión de hacer de los


derechos individuales el fin del estado, de la propiedad privada algo sagrado, del
reconocimiento de la libertad personal algo casi ilimitado, de prohibir la agremiación,
de deteriorar los vínculos familiares (imponiendo la división forzosa de la herencia en-
tre los herederos, por ejemplo). Pero al mismo tiempo la Revolución elevó la bandera
(quizás sólo la bandera) de la “fraternidad”, y no olvidó la existencia de deberes so-
ciales. La presencia de elementos más socializantes y totalitarios tuvo primacía par-
ticularmente durante la Convención dominada por los Jacobinos.

Esta afirmación contradictoria de la igualdad de nacimiento y las desigualdades de


dinero, de la libertad y el autoritarismo de los órganos de gobierno revolucionarios, del
individuo y la comunidad, permiten que la Revolución francesa sea alabada y cues-
tionada, al mismo tiempo, por sectores de derecha y de izquierda.

Conclusiones

¿Qué queda entonces del proceso revolucionario francés en orden a la constitu-


ción del orden social?

Aunque como hemos anotado suficientemente, las idas y venidas de la Revolución


han sido muchas e importantes, podemos identificar algunos principios que caracteri-
zarían un modelo social inspirado en ella:

ƒ Tendencia a pensar la organización política y jurídica del estado como el


producto de la razón, de validez universal, que sin atender a la tradición y
las circunstancias históricas es capaz de ordenar adecuadamente cualquier
comunidad humana.

ƒ Identificación de la finalidad principal del estado y la constitución con la pro-


tección de los derechos individuales, la libertad, la igualdad, la seguridad,
la propiedad privada “sagrada” (individualismo). Pero al mismo tiempo, dis-
posición a sacrificar cualquiera de tales derechos cuando lo exige la instau-
ración y sostenimiento del estado revolucionario y su ideología (totalitaris-
mo), impuesta a través de la violencia. La ideología iluminista de la Revolu-
ción francesa da lugar, por ello y aunque parezca contradictorio, a una es-
pecie de “liberalismo autoritario e intolerante”.

ƒ Hostilidad frente a la religión, e intento de regular legalmente el culto y la


organización eclesiástica.

ƒ Centralización burocrática y concentración del poder en el estado nacional.


Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 14

ƒ Sustitución de las desigualdades de nacimiento por desigualdades en fun-


Como veremos
ción de la riqueza. más adelante, no ex-
trañan los numerosos
ƒ Participación política restringida, discriminación del asalariado y prohibi- documentos que la
ción de la agremiación. Iglesia emitió, contem-
poráneos a la obra
revolucionaria, que la
cuestionaron con dure-
za
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 15

El liberalismo individualismo
Con la revolución francesa, cobra relevancia política una de las ideologías sociales
más difundidas que se conoce como “liberalismo individualista” (también llamado
individualismo liberal), de la que no fue, sin embargo, manifestación totalmente fiel.

Si tuviésemos que definirlo en una breve expresión,

lo que caracteriza al liberalismo es hacer de la libertad de coacción exterior de


cada individuo –la posibilidad de obrar sin trabas exteriores-, respecto de cual-
quier otro ser humano, el valor social más importante.

Lo que debe buscarse y sostenerse principalmente en cada grupo social es evitar


que un individuo pueda ser forzado por otro a hacer lo que no desea. Al acentuar la
libertad de cada uno, el peso se coloca en el individuo y sus bienes particulares, y Se describen aquí
los elementos de la
no en el bien de la comunidad que integra, es decir, individualismo. El estado, los teoría del contrato
grupos sociales, serían ficciones artificiales, creaciones de la libertad humana, y su social (ver Unidad 1)
finalidad la defensa de los derechos individuales y especialmente la libertad y la
propiedad. Lo único real, existente, serían los individuos.

En este marco, todo lo que supone límites a la libertad humana (la legislación, el
gobierno, el estado, los intereses comunitarios, los deberes sociales, la solidaridad)
debe ser reducido al máximo, y en todo caso visto como un mal necesario quizás en
algunos casos.
Así surge entonces
Los derechos de los individuos deben ser fortalecidos, y los poderes de las autori- la “división de poderes”
dades divididos, limitados y controlados. Nadie es mejor juez que uno mismo, y por de la República
tal razón, el estado no debe interferir en las decisiones personales, sino sólo coordinar
las libertades de unos para que no impongan a los demás cosas que no desean. Re- Al capitalismo libe-
ral, lo llamaremos en
clamó también la indiferencia del gobierno en materia religiosa, y en algunos casos, adelante: liberalismo
directamente la total separación de la Iglesia y el estado. capitalista.
Para este tema,
En el ámbito económico, el liberalismo alienta la instauración del capitalismo libe- ver: Smith (1985) y
ral: Mises (2007).

El estado se vuelve
ƒ La libertad exige la posibilidad de desarrollar libremente el comercio y la in- “abstencionista” o
dustria, y de disponer discrecionalmente de la propiedad privada, sin tra- “gendarme”
bas o imposiciones de la autoridad.
A este efecto de-
rrame parece referirse
ƒ La autoridad debe ser mínima, ocupada sólo de un número muy limitado de Juan Pablo II al expre-
cuestiones. sar que “¡Los pobres
no pueden esperar!
ƒ La economía prosperará y se desarrollará para el bien de todos por la vigen- Los que nada tienen
no pueden aguardar un
cia de la ley de la competencia: los agentes económicos tratarán de produ- alivio que les llegue
cir mejor y más barato y de atender mejor a los consumidores para maximi- por una especie de
zar sus ganancias y triunfar sobre sus competidores; y de la oferta y la de- rebalse de la prosperi-
manda: los precios variarán según el deseo que tengan las personas de dad generalizada de la
sociedad.” (Juan Pablo
adquirirlos y los productores de ofrecerlos. Toda intervención del estado II, Discurso a los Dele-
en este proceso es negativa porque reduce incentivos a la producción, gados de la Comisión
creando desabastecimiento, desempleo, privilegios, rigidez, etc. Dejando li- Económica para la
bertad se desarrollará la producción, crecerá la riqueza, y al final se benefi- Comisión Económica
para América Latina y
ciarán todos por el efecto “derrame” sin necesidad de establecer formas el Caribe (CEPALC),
Santiago de Chile, 3 de
abril de 1987).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 16

estatales de distribución con desaliento de aquella.

ƒ La asistencia social como transferencia de riqueza hacia los más necesita-


dos debe limitarse, pues desalienta el esfuerzo por el éxito económico y
espanta las inversiones. En sus formulaciones más radicales, la igualdad
social es considerada una meta utópica, peligrosa e injusta, y la justicia
social un sentimiento tribal y una fórmula sin sentido (Hayeck 2005: 51ss).

Son exponentes clásicos del pensamiento liberal:

ƒ Manuel Kant (1724-1804) en el terreno filosófico,

ƒ John Locke (1632-1704) y John Stuart Mill (1806-1873) en el político, y

ƒ Adam Smith (1723-1790) en el económico.

También pueden ser enrolados en el liberalismo pensadores más recientes, como


Ludwig Von Mises, Friedrich Von Hayek, Robert Nozick, Karl Popper y Milton Fried-
man. Claro que como todas las ideologías son tipos intelectuales, y no siempre todas
las personas que adhieren a ellas lo hacen de manera uniforme o con el mismo alcan-
ce.

Podemos sintetizar de manera simplificada los postulados del liberalismo:

ƒ Liberalismo político: la sociedad y sus instituciones existen para proteger la


propiedad, la vida y la libertad de los ciudadanos. De modo que el derecho
sólo puede intervenir cuando alguien daña la propiedad, la vida y la libertad
de otro. Salvo estos casos, debe permitirse a cada uno vivir como desee.
Suelen hablar de un pacto social que celebra el hombre al ingresar a la so-
ciedad porque le conviene vivir en sociedad. El gobierno sólo es legítimo si
surge de un acuerdo, si tiene el consentimiento de los gobernados, y debe
hacer lo que éstos quieren.

ƒ Individualismo: la sociedad, las necesidades sociales, las obligaciones para


con la sociedad tienen valor secundario; lo que tiene valor es el individuo y
su libertad; y sólo muy excepcionalmente puede ser restringida en interés
de la comunidad.

ƒ Anarquismo de base: la autoridad es un mal necesario, es un mal porque


limita la libertad, y necesario porque sin ella no podríamos vivir protegidos.

ƒ Libre mercado o liberal capitalismo: el estado no debe intervenir en la eco-


nomía, debe dejar su regulación al mercado y la competencia, protegiendo
así la propiedad privada. Por eso, rechazan la fijación de precios máximos,
salarios mínimos, el cobro de impuestos progresivos a la renta y la redistri-
bución de riquezas (quitarles a quienes más tienen para darles a quienes
menos tienen), la actividad de los sindicatos, la existencia de empresas pú-
blicas, etc.

ƒ Indiferentismo moral y religioso: la religión es una cuestión privada de ca-


da uno, el estado debe mantenerse al margen, indiferente. No hay leyes ni
valores morales a los que debamos someternos; o en todo caso, si los hay,
el estado y el derecho sólo debe resguardar la libertad de cada cual de ac-
tuar conforme con sus valores personales.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 17

ƒ Libertad de expresión: cada uno tiene el más amplio derecho de decir, pen-
sar o publicar lo que desee. Sobre todo, hacen hincapié en la libertad de
prensa y son enemigos acérrimos de toda censura o control moral.

El liberalismo descansa sobre algunas afirmaciones verdaderas:

ƒ El hombre es un ser dotado de libre albedrío, y debe hacerse cargo de diri-


gir su vida y la de las instituciones que crea. El hombre necesita, para des-
arrollarse, de un ámbito de libertad, de poder elegir sus conductas y la for-
ma en que va a encarnar los valores.

ƒ La autoridad no debe extralimitarse conduciéndose de manera arbitraria u


opresiva.

ƒ Los grupos sociales no deben anular la legítima libertad de las personas que
la integran, ni puede disponer de sus bienes desconociendo su dignidad.

ƒ La economía crece mejor si se reconoce a las personas la propiedad sobre


los bienes que producen.

Pero también adolece de graves limitaciones:

ƒ No comprende que el ser humano es por naturaleza un ser social, y que como
tal, debe buscar su bien como bien común, en cooperación con los otros.
Por eso, si bien la sociedad debe proteger los derechos de las personas, no
se agota ahí su papel, sino debe promover el bien común y asegurar que
las personas cumplan con sus deberes. Y por ello el individuo no debe re-
clamar una libertad que desconozca sus obligaciones sociales.

ƒ Tampoco comprende que una autoridad mínima deja a los individuos débi-
les a merced de los que son más poderosos (económicamente, por ejem-
plo). Por eso se lo ha descripto con la fórmula “zorro libre en gallinero libre”.
Dejar absoluta libertad de prensa significa poner a los ciudadanos a mer-
ced de lo que las grandes empresas de comunicación (radio, diario, televi-
sión) deseen publicar o silenciar. No toda libertad de expresión debe ser
admitida, porque puede ser dañosa para la comunidad.

ƒ A veces, además, se funda en un concepto demasiado limitado de “liber-


No faltan casos,
tad”; que no nos “prohíban” trabajar, estudiar, desarrollar una industria, no también, en los que no
significa que en los hechos tengamos la libertad de hacerlo, pues nuestra si- se computa la “liber-
tuación económica puede impedírselo, y por eso, no es suficiente que el es- tad” de todos: cuando
tado se abstenga de intervenir para que se asegure una verdadera libertad. algunos liberales ele-
van la bandera del
Por eso, se ha dicho que el liberalismo exalta libertades abstractas (de vo- “aborto libre”, se olvi-
tar o publicar por la prensa) y se olvida las libertades concretas (de tener mi dan de la imposición
casa, mi trabajo, etc.). que se le realiza a la
persona por nacer, que
ƒ En el fondo, no advierte que la libertad no debe ser defendida por sí mis- no ha elegido su muer-
te.
ma, aislada de la manera como se ejercita. Poder elegir es bueno si lo que
se elige es el bien, y en el caso del ser humano, bien es aquello capaz de
enriquecer a la persona de manera integral y comunitaria.

ƒ En cuanto a los análisis económicos del liberalismo capitalista, suelen estar


Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 18

repletos de indebidas generalizaciones: es cierto que la ingerencia estatal


en la economía a fin de lograr la justicia puede causar perjuicios a su fun-
cionamiento, pero en vez de proponer cuidado en tales intervenciones para
prevenir o morigerar tales perjuicios, directamente las descarta de manera
absoluta.

ƒ En los hechos, el liberalismo capitalista significó un gran desarrollo tecnoló-


gico y productivo, pero a costa del incremento de las desigualdades so-
ciales y de la exclusión económica de sujetos a los que no alcanzó el pre-
tendido “efecto derrame”. Cada vez resulta mayor la desigualdad entre los
países ricos y los países pobres; y dentro de los países, conviven sectores
de opulencia al lado de grandísimos grupos en la miseria. Algunos seres
humanos, sobre todo los más débiles, terminan oprimidos no por los go-
biernos, sino por otros individuos más poderosos (multinacionales, institu-
ciones financieras, medios masivos de comunicación).

ƒ Implica también el incremento de actitudes sociales egoístas e individua-


listas, y un deterioro de la vigencia de los valores morales en los individuos
y los grupos sociales.

Dichas consecuencias, puestas de manifiesto a partir de la Revolución Industrial


de fines del siglo XVIII, generó importantes reacciones:

ƒ desarrollo del sindicalismo y surgimiento del derecho laboral para proteger


a los trabajadores;

ƒ difusión de posiciones antiliberales, y entre ellas, ideologías totalitarias co-


mo los socialismos internacionales (marxismo comunista) y nacionales (fas-
cismo y nacionalsocialismo alemán), la socialdemocracia, y además

ƒ la sistematización de la Doctrina Social de la Iglesia.

Es importante entonces no olvidar que los regímenes totalitarios que vamos a estu-
diar a continuación, no son sino hijos del liberalismo, nacidos a raíz de sus conse-
cuencias.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 19

Las ideologías totalitarias


El liberalismo individualista acentuaba la libertad y el interés de cada individuo. En
cambio, las ideologías totalitarias prefirieron erradicarlos totalmente.

Las ideologías totalitarias son llamadas así porque porque sólo les interesa el
“todo”, el grupo social, y las personas sólo son consideradas con valor como
“partes” de ese todo.

ƒ El individuo no tiene existencia “relevante”, carece de valor o dignidad fuera


de su condición de parte del estado o de los grupos sociales. La realidad
fundamental (sustancia) es el grupo, la persona es sólo algo de o en el gru-
po (accidente).

ƒ El individuo no tiene propiamente “derechos” sino funciones sociales que


cumplir.

ƒ No puede reclamar libertad si no es para la realización de las demandas de la


colectividad, en pos de las cuales los miembros son sacrificables. Por eso, se lo co-
noce también como
colectivismo.
Por tales razones, los totalitarismos suelen ser profundamente inhumanos, estan-
do dispuestos a sacrificar de manera insensible a los individuos cuando ello conviene
a los intereses de la clase social, la raza, la nación o el estado.

Vamos a describir a continuación ideologías que encarnan propiamente el totalita-


rismo. Sin embargo, no desconocemos que a veces existen elementos “totalitarios”
en las sociedades que dicen inspirarse en el liberalismo. Así ocurre, por ejemplo,
cuando admiten valoraciones fundadas en el utilitarismo.

El utilitarismo es la doctrina que considera que las conductas son legítimas


cuando la suma de beneficios que traen supera la suma de los perjuicios que
provocan.

Ello lleva a legitimar violaciones de los derechos de las personas cuando se con-
sidera beneficioso para la mayoría. Cuando Estados Unidos resolvió arrojar las bom-
bas atómicas sobre dos ciudades muy pobladas de Japón en 1945, razonó de manera
utilitarista: si se arroja la bomba se provocan algunas muertes y destrozos, pero se
pone fin a la guerra y así se evitan más muertes y destrozos… Claro, no importaron
los derechos de los niños, mujeres, ancianos, que habitaban pacíficamente Hiroshima
y Nagasaki, cuya violación directa y deliberada no podía justificarse pues no se trataba
de “agresores”.

Tampoco debemos desconocer, al tratar de la inhumanidad del totalitarismo, que el


liberalismo también tiene ribetes inhumanos, al enseñar que la comunidad y sus
autoridades deben permanecer indiferentes frente al sufrimiento y las privaciones de
parte de sus habitantes, o ante los abusos de los que puedan ser víctimas los sectores
más débiles frente a los poderosos.

Encontramos regímenes con rasgos totalitarios incluso en el mundo antiguo. To-


memos, por ejemplo, el caso de Esparta. Había subyugado y sometido a muchos
otros pueblos, y vivían con temor a levantamientos, por lo que tuvieron que desarrollar
un fuerte aparato estatal de seguridad, control y disciplina, que algunos han asociado
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 20

al totalitarismo (Cf Massot 1990). Los niños eran propiedad del estado, no pertenecían
a sus padres, y eran preparados desde su nacimiento para las funciones estatales.
Los que no resultasen útiles (los bebés enfermos, por ejemplo) eran asesinados. La
educación de la clase superior, esparciata, era fundamentalmente de preparación mili-
tar, completada con la vida al aire libre y flagelaciones crueles para endurecerlos. En-
tre los veinte y los sesenta años todo su tiempo estaba dedicado al servicio obligatorio
del estado, viviendo en cuarteles bajo vigilancia estricta. Lo ilotas, clase inferior, eran
considerados siervos.

Las ideologías totalitarias más conocidas del mundo contemporáneo son:


Pero como ya diji-
ƒ el marxismo: se gestó en nombre de la clase proletaria (los pobres nunca mos, diversos gobier-
se adhirieron en masa al marxismo, y en muchos estados tampoco los obre- nos han inspirado sus
ros) políticas en sus postu-
lados, no siempre del
mismo modo ni con
ƒ el fascismo y el nacionalsocialismo (nazismo): constituyen más bien movi- total coherencia.
mientos de reacción de la clase media (pequeña burguesía, campesinado,
artesanos, profesionales) reclamando la instauración del orden y la autori-
dad ante la pasividad del liberalismo frente a la crisis y la desintegración
traída por el marxismo.

El marxismo
Se conoce como marxismo a las ideas y doctrinas sostenidas por Carlos Marx
(1818-1883). Gran parte de ellas han sido escritas y elaboradas en colaboración con
Friederich Engels (1820-1895). Como ocurre con todas las ideologías, reconoce va-
riantes y corrientes diversas. No es exactamente lo mismo lo que enseñó Marx, que
lo que desarrollaron, en base a sus ideas, Lenin o Stalin en Rusia, Mao en China, o
Fidel en Cuba. Por razones de espacio, no podemos aquí entrar en tantos detalles, y
pedimos nos disculpen algunas imprecisiones.

Sostiene el marxismo que la realidad es sólo material, y que se mueve por las
contradicciones generadas en ella en virtud de la lucha y oposición entre los
contrarios.

Estas contradicciones se explican a través de una ley dialéctica: la tesis (afirma-


ción) entra en contradicción y oposición con su antítesis (contraria), y del conflicto
entre tesis y antítesis surge la síntesis, que pone fin al conflicto suprimiendo todo lo
contenido en la tesis y la antítesis.

Siendo real únicamente lo material, el ser humano carece de una dimensión espi-
ritual, e incluso de una entidad relevante en sí y por sí mismo: es sólo el conjunto de
sus relaciones sociales.

Al actuar en el mundo y producir objetos, ocurre a veces que el hombre termina


sometido o esclavizado a los objetos que no son más que creaciones suyas. A esta
subordinación o sometimiento a sus propias creaciones como si fuesen extrañas llama
Marx “alienación”.

La alienación tiene dimensiones:

ƒ Económicas: el trabajador se ve privado de lo que produce y termina someti-


do al capitalista dueño de la propiedad privada,
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 21

ƒ Religiosas: el ser humano crea una religión y después se subordina al Dios


que él mismo ha hecho,

ƒ Ideológicas: se inventa una ideología para justificar la dominación económica


y los hombres la adoptan como si fuese verdad,

ƒ Políticas: el estado es creado para proteger sólo los intereses de los opreso-
res y el hombre se somete a él, etc.

Llevadas al plano social, tales ideas condujeron al marxismo a sostener que toda Es lo que se llama
sociedad está constituida por dos grupos en permanente y necesario conflicto: un clasismo o lucha de
grupo opresor y un grupo oprimido. clases.

La base de la opresión se explica por las relaciones de producción, infraestructura


económica, tiene sus privilegiados y sus marginados.

La infraestructura da lugar a una superestructura destinada a favorecer, justificar o


consolidar la opresión, y que estaría integrada por la cultura, la religión, el estado, el
derecho, la idea de patria. Cultura, religión, estado, derecho, patria, no serían más
que creaciones sociales destinadas a legitimar las relaciones de producción y opre-
sión vigentes y sus principios. Estas clases sociales en pugna fueron los amos y es-
clavos en el mundo antiguo, señores y siervos en el medieval, y burgueses y proleta-
rios luego de la revolución industrial.

De este modo,
Por cultura entien-
den: moral, religión,
la historia de la sociedad es la lucha de una clase dominante que quiere oprimir organización familiar,
económicamente a una clase dominada. Y para lograrlo y vencer las resistencias derecho, instituciones
se sirve de la cultura. políticas, educación,
etc)

Para el marxismo, entonces, todo el orden social es una elaboración de algunos


para oprimir a otros; por eso:

Economía Æ infraestructura: está “debajo” de todo

Cultura Æ superestructura: es un medio que utiliza la clase opresora para ocul-


tar una estructura de dominación económica que está debajo.

Por otro lado, entiende que como el único que trabaja es el obrero, él debería ob-
tener toda la ganancia; en cambio, el burgués (dueño de los medios de producción)
paga un salario menor y se queda con las ganancias (“plusvalía”); por este motivo,
considera que el sistema de salarios es de por sí injusto.

Por la lógica propia del sistema capitalista y de manera inevitable, la vigencia de la


aparente libertad económica lleva a una cada vez mayor concentración de la pro-
piedad privada en manos de unos pocos, acelerando la lucha de clases sociales
antagónicas, la de los proletarios y los burgueses, hasta que necesariamente se pro-
duzca la revolución violenta por la cual los primeros arrebatarán el poder a estos últi-
mos para instaurar una dictadura del proletariado que ponga en vigencia un estado
socialista (primera etapa).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 22

De este modo, el orden social evoluciona a partir de la lucha entre clases domina-
das y dominantes por la opresión y desigualdad económica. La causa de esta des-
igualdad y lucha es la propiedad privada: algunos tienen bienes y otros no. Entonces,
para eliminar la lucha de clases y obtener la igualdad es necesario que desaparezca
la propiedad privada, que es la fuente de las desigualdades.

El estado socialista será el único dueño de los bienes de producción, planificará y


dirigirá toda la actividad económica, recibiendo de cada habitante el trabajo de acuer-
do con su capacidad, y entregando a cada uno beneficios según su necesidad. Debe
eliminar todo resabio de la desigualdad opresora del mundo burgués: la propiedad
Así, por ejemplo, la
privada, el salario, la familia, la herencia, la religión. Los individuos trabajarán para Constitución soviética
el estado en la tarea que éste les asigne, y el estado proveería a cada individuo de de 1936 tipificará el
alimento, vivienda, vestido, en la medida en que lo considera necesario. Toda oposi- delito de ser “enemigo
ción al régimen debe ser perseguida y neutralizada. del pueblo”

Gracias a la vigencia de la dictadura del proletariado y del estado socialista, con el


tiempo, se podrá arribar a una “sociedad comunista” (segunda etapa) en la que no
será necesario el estado porque los hombres dejarán de lado su individualismo. Dejará
de requerirse un gobierno, que será sustituido por una administración de las cosas.

PRIMERA ETAPA SEGUNDA ETAPA

Ö
Concentración de la propiedad privada Desaparición de la propiedad privada

Lucha de clases: proletarios vs. Bur- Estado socialista: único dueño de los
gueses bienes de producción, a cargo de la
actividad económica.
È

Revolución violenta Individuos: trabajan para el estado en


la tarea que les asigne, y éste les pro-
È veerá de lo que considera necesario.

Dictadura del proletariado

+
Ø
Estado socialista

Sociedad socialista

Administración

En el marxismo original, entonces, socialismo y comunismo no son sino dos eta-


pas de la misma revolución. Más tarde, en cambio, se podrá distinguir un movimiento
comunista, que adhiere a todo el postulado marxista, de otro socialista, más mode-
rado y menos violento, aunque sin abandonar las tesis marxistas más importantes.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 23

De una manera muy simplificada, podemos sintetizar así los postulados del
marxismo:

ƒ Materialismo economicista: El hombre es pura materia, sin espíritu, su vida


es únicamente terrena: no hay supervivencia después de la muerte; sus úni- Como es una “ma-
cas necesidades reales son las económicas. Es materia más evolucionada teria más evolucionad”,
no se puede hablar de
que la de los animales y vegetales. Análogamente, la última determinante de
dignidad de ser huma-
una sociedad es su estructura económica siendo la cultura, la moral, la re- no.
ligión, la política, el derecho, únicamente un modo de justificar la dominación
económica. En virtud de ello, es necesario rebelarse contra autoridades, de-
recho, y ley moral. De allí que condenaron como opresor hasta el mismo
vínculo matrimonial.

ƒ Determinismo histórico progresista: el hombre no construye la historia sino


que ésta es fruto de la lucha de clases, que no puede ser detenida y que
avanza sin cesar hacia el comunismo. Por eso, todo lo que se haga para in- Para ellos, el fin
centivar la lucha de clases y el advenimiento del comunismo es sensato, y lo justifica los medios.
que intente dificultarlo es insensato. Como podemos ver, hay un determi-
nismo porque el proceso hacia el socialismo y comunismo se producirá de
manera inevitable, por la misma necesidad histórica, y sólo cabe a los
hombres advertirlo o intentar, infructuosamente, oponerse a él.

ƒ Amoralismo: como vimos recién, el proceso que lleva a la implantación del Por eso, su odio
hacia aquellos que se
comunismo no es libre ni optativo, es necesario e imperioso. Es una ley his- empeñan en hacer
tórica tan necesaria como la gravedad. Por eso, el proceso revolucionario desaparecer las injus-
no puede ser juzgado moralmente como bueno o malo: es así, inevitable- ticias sin la revolución
mente. Y como para producirse necesita injusticias (opresión), cada vez ma- socialista, como tantas
obras de caridad de
yores, resulta que el marxismo se nutre y necesita las injusticias. Ateísmo instituciones cristianas,
militante: la religión será o un invento de la clase dominante para hacer porque le quitan su
creer a los dominados en otra vida y que de ese modo no se rebelen; o un base de sustentación
invento de los oprimidos representando su rebeldía; es siempre una crea-
ción del hombre. Engels la llamó “el opio de los pueblos”, porque deja al
pueblo drogado haciéndole creer en una felicidad posterior a esta vida; por
eso, el estado marxista persigue toda religión. Sólo admite “la religión del “La base filosófica
del marxismo es el
hombre” (el culto del hombre), porque no lo aliena, es decir, no lo hace de- materialismo dialécti-
pender de otro. Después de 20 años de revolución comunista, por ejemplo, co…, materialismo
quedaban en la Unión soviética sólo diez sacerdotes católicos libres y sólo indiscutiblemente ateo
once iglesias abiertas al culto. y resueltamente hostil
a toda religión” (Lenin,
Sobre la religión, capí-
ƒ Anarquismo de base: la autoridad es un mal porque nos somete al poder tulo II).
de otro, y debe ser eliminado en la comunidad comunista. El estado, el de-
recho, la patria, la familia y la moral “occidental” son instrumentos de la cla-
se dominante para oprimir económicamente a los dominados; generan
alienación. Luego de la dictadura del proletariado deben desaparecer. Pero
para conseguir la sociedad comunista, admite la instalación de una violenta
dictadura socialista.

ƒ Clasismo: toda sociedad se explica y avanza por la lucha y el conflicto entre


una clase opresora y otra oprimida.

Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de lu-


chas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba,
maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre,
empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta,
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 24

en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el


régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes (Marx y Engels. “Manifies-
to Comunista”,1848).

ƒ Internacionalismo: el único vínculo valioso entre las personas es la clase


social: los oprimidos de todo el mundo deberían unirse contra sus opreso- Por eso, se trata de
res, sin importar su nacionalidad. “Proletarios de todos los países, uníos”, un “socialismo interna-
cional”.
termina diciendo el Manifiesto Comunista (1848), que ya había adelantado
“a los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la
nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo
que no tienen”.

ƒ Igualitarismo: debe suprimirse todo lo que sea fuente de desigualdades. En


los hechos, sin embargo, se impuso una nueva desigualdad: entre los par-
tidarios del comunismo y los disidentes. Según las primeras constituciones
soviéticas, por ejemplo, quienes descendían de familias burguesas eran pri-
vados del derecho al voto.

ƒ Totalitarismo: la sociedad es lo único relevante, los individuos, las personas,


En realidad, “la
no tienen valor por sí, son sólo parte de la sociedad sacrificable en beneficio esencia humana no es
de la lucha de clases. El avance sobre la libertad y privacidad del indivi- algo abstracto inheren-
duo es tan intenso que se propone incluso evitar que las familias eduquen a te a cada individuo. Es,
sus hijos, y que en su lugar lo haga el estado. “¿Nos reprocháis acaso que en su realidad, el con-
junto de las relaciones
aspiremos a abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a sociales” (Marx, Karl,
eso aspiramos… pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantan- Tesis sobre Feuer-
do la educación doméstica por la social” (Marx y Engels, Manifiesto Comu- bach, n. 6, 1845).
nista, 1848). En el mismo sentido, el marxismo denuncia que la mujer está
sometida injustamente al varón por su función de madre, y por eso, propone
liberarla a través del amor libre y del aborto.

ƒ Colectivismo económico y comunismo: la economía es la última determi-


nante de todo el orden social, basado sobre la explotación que realizan los
dueños de los bienes de producción. Por eso, la dictadura socialista debe
eliminarse la propiedad privada de los bienes fundamentales, la propiedad
debe ser colectiva y el estado debe ser el único propietario de las tierras y
los medios de producción (nacionalizaciones coactivas), y dirigir toda la acti- La actividad eco-
vidad económica. Con el tiempo, se pasará al comunismo, en el que los nómica implica decidir:
bienes serán “comunes”. qué va a estudiar,
comer, vestir, vivir y
dónde va a trabajar
ƒ Utopismo: utopía es un falso ideal porque es irreal, imposible. La idea del cada uno.
marxismo de que aparecerá un “hombre nuevo” solidario, que no será ne-
cesario el estado, ni derecho, que cada uno contribuirá de acuerdo a su ca-
pacidad y recibirá conforme con su necesidad, desconoce la debilidad y fra-
gilidad humana, y constituye una utopía que como tal impide el estableci-
miento de las soluciones auténticas a los problemas reales. URSS: revolución
bolchevique de 1917
en Rusia, consolidada
El marxismo tuvo desarrollos concretos en países como la Unión de las Repúbli- por Lenin, Trotski y
cas Socialistas Soviéticas y sus satélites del este de Europa, además de China, Viet- Stalin.
nam, Corea del Norte, Cuba, etc. Intentó instalarse también en España en la década
del 30, pero fue derrotado por el Ejército Nacional liderado por el General Francisco Cuba: revolución
de 1959, que gradual-
Franco. mente se fue decla-
rando marxista.
Cada una de sus realizaciones tuvo matices y diferencias. En los hechos significó:
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 25

ƒ una mayor igualdad económica, pero a costa de la prisión y asesinato de


millones de seres humanos opositores;

ƒ la supresión de toda libertad, inclusive la de irse del país o de manifestar


alguna oposición;

ƒ la prohibición o restricción de la práctica religiosa, confiscando bienes de


la Iglesia, expulsando, encarcelando y eliminando a sus ministros, prohi-
biendo la enseñanza y difusión, etc.;

ƒ la militarización de la sociedad; y

ƒ cierto estancamiento económico: pretendió distribuir sin incentivar la pro-


ducción.

En la Unión Soviética, por ejemplo, los primeros 30 años de comunismo marxista


significaron más de diez millones de personas recluidas en campos de concentración,
y un millón, directamente ejecutados.
La Cheka, policía
El régimen comunista fundado por Lenin y consolidado por Stalin descansaba en secreta soviética, se
tres pilares: partido único, abolición de la propiedad privada de los medios de produc- ocupaba de asesinar a
ción e incorporación forzosa de las nacionalidades no rusas. El régimen se impuso me- quienes se imputaba
diante un verdadero terror. Se aniquiló la base cultural del campesinado, la iglesia orto- ser representantes del
doxa, y a toda la oposición dentro y fuera del comunismo. Millones de personas murie- régimen burgués.
ron a causa de las ejecuciones, purgas, deportaciones, hambre, etc. (Alfaya 1991)

Claro que existieron divergencias dentro del mismo marxismo soviético. Trotski,
por ejemplo, alentaba la difusión del comunismo en otros estados (“revolución perma-
nente”); Stalin, triunfador en la disputa, consolidar el comunismo en la Unión Soviética
y sus países limítrofes y luego negociar diplomáticamente con occidente.

Hay parte de verdad en el marxismo. Hay situaciones de verdadera injusticia por la


pobreza y explotación económica que sufren algunas personas; y muchos se aprove-
chan de las instituciones sociales y jurídicas para generar o proteger injusticias eco-
nómicas. Cambios sociales importantes han ocurrido a veces cuando las víctimas de-
ciden no soportar más y se levantan contra sus opresores.

Pero también hay limitaciones en el planteo marxista:

ƒ Reduce el hombre a la materia, desconoce que tiene una dimensión espiri-


tual y una inclinación natural a la religión, y en lugar de alimentarla y favore-
cerla pretende suprimirla;

ƒ en el mismo sentido, reduce al individuo a ser una parte, producto o conjunto


de relaciones sociales, desconociendo así que constituye un ser que existe
en sí y que las relaciones sociales son un aspecto de su ser, y no al revés;

ƒ supone para todo hay una última determinante económica, restando rele-
vancia a otros móviles o motivos más determinantes en las personas;

ƒ reduce la explicación social a una cuestión de poder, una lucha de domina-


ción de unos contra otros, sin lugar para la cooperación y la solidaridad.

ƒ La idea de que todo sometimiento del hombre es indigno o una alienación,


supone un endiosamiento del hombre, que no reconoce su condición de
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 26

ser finito y dependiente. Y por eso también el odio marxista a todo postulado
o principio absoluto fuera del hombre, sea una moral natural, sea una reli-
gión.

ƒ Considera que toda desigualdad y toda dependencia económica son injustas.


Enseña que el sistema de salarios es en sí mismo injusto; y que todo el va-
lor del trabajo corresponda al empleado, olvidando el trabajo de organiza-
ción, dirección, y el riesgo asumido por el empresario.

ƒ Sostiene postulados utópicos (imposibles en la realidad), como una vida sin


gobierno para la sociedad comunista, o que los hombres van a dejar de ser
individualistas. Incurre así en falsas generalizaciones, y por algunos abu-
sos de poderosos o propietarios pretende eliminar el uso en lugar de corre-
girlo...

ƒ Olvida los beneficios de la propiedad privada: orden y paz social; mejor


cuidado de los bienes (porque cada uno cuida mejor lo propio); incentiva la
producción y el crecimiento económico; asegura un mínimo de libertad.

ƒ Desconoce que las revoluciones violentas, muchas veces, producen daños


irreparables aún en aquellos casos en que sus motivaciones son justas; y
que por ello es preferible el trabajo lento y gradual de transformación y re-
forma.

ƒ Oculta la responsabilidad personal por las acciones libres de hombres li-


bres concretos, como si se tratara de leyes sociales e históricas necesarias,
y con ello, pretende desconocer que todos los proyectos políticos y econó-
micos pueden y deben ser valoradas moralmente, en sus fines y en sus me-
dios (las intenciones no justifican de por sí cualquier medio), antes de com-
prometerse en su instauración.

ƒ Como se nutre y necesita de la injusticia para que se implante su ansiada re- Por ello, por ejem-
volución, el marxismo es intrínsecamente injusto e incapaz de valorar la plo, los guerrilleros
marxistas argentinos
justicia. No puede anhelar una mejora en las condiciones de justicia, porque asesinaron sindicalis-
ello obstaculizaría la revolución. tas que obtenían mejo-
ras graduales para la
Pero quizás el error más grande del marxismo esté en la “solución” que preten- situación de los obre-
de dar al problema de la injusticia económica: prohibir la propiedad privada, la ros.
legítima libertad, la familia, la práctica religiosa etc. Solucionar una injusticia con
más injusticia.

Y peor aún, creer que la solución no viene tratando de evolucionar hacia situacio-
nes más justas por medio de la cooperación sino incentivando las disputas, el resen-
timiento, el odio y la discordia entre las clases y estableciendo una revolución violen-
ta y opresora.

Por todo esto se ha calificado al marxismo de:

ƒ economicista: porque la última determinante de la sociedad serían sus rela-


ciones de producción,

ƒ clasista: porque la sociedad es vista como un permanente conflicto entre cla-


ses sociales,
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 27

ƒ colectivista y comunista: porque la propiedad sería colectiva,

ƒ totalitario: porque el estado dirigiría todo y sería lo único importante, no de-


jando lugar para el desarrollo ni dando valor a las personas,

ƒ determinista: el hombre no es libre sino producto de estructuras sociales que


se mueven por leyes históricas necesarias,

ƒ amoral: todo lo que contribuye a la revolución es legítimo,

ƒ ateo: porque persigue la religión, y

ƒ en el fondo anarquista: porque postula que todo sometimiento es ilegítimo y


que después de la etapa de la dictadura del proletariado no debe haber ya
gobierno.

Más bien al contra-


rio. En la década del
En los hechos fue más opresor el marxismo mismo que las opresiones que decía cuarenta, por ejemplo,
combatir. El régimen del marxismo comunista desapareció de Rusia, Alemania orien- el gobierno de la Unión
tal, Polonia, Austria, Hungría y Checoslovaquia a principios de los 90. Persiste en al- soviética dio por ago-
tada la primera etapa
guna medida en China y en Cuba. Ni allí, ni en ningún lado, se logró pasar nunca de revolucionaria, orienta-
la etapa socialista (“dictadura del proletariado”) a la comunista. da a destruir la cultura
y educación burguesa,
Estos fracasos hicieron que aparecieran corrientes revisionistas a partir del y emprende políticas
más bien contrarrevo-
marxismo, que sin embargo, no abandonan sus postulados principales: lucionarias: reaparecen
los honores y las con-
ƒ El eurocomunismo, inspirado en las ideas del marxista Antonio Gramsci, se decoraciones, renace
propone invertir las ideas de Marx: en lugar de realizar la revolución econó- el sentimiento de pa-
mica para modificar la cultura, realizar una “revolución cultural” para modi- triotismo nacional, se
vuelve a penalizar el
ficar la estructura económica opresiva. Gramsci advirtió que a veces las so- aborto, etc.
ciedades no están listas para aceptar la aplicación inmediata de las tesis
marxistas, y para esas sociedades propone un cambio de estrategia: en lu-
gar de empezar con la revolución político-económica (infraestructura) como
enseñaba Marx, diseñar previamente una vasta actuación en los medios de
comunicación social, las escuelas, el arte, las universidades, las editoriales,
es decir, en los medios de la cultura (superestructura), a fin de erosionar las
convicciones y los valores de la civilización occidental cristiana y prepa-
Vale la pena acla-
rar la mentalidad de la población para aceptar el comunismo marxista. En rar que a veces se
esta obra cultural, los objetivos principales son: suprimir toda idea espiritual designan como socia-
o religiosa, atacar a las iglesias y especialmente a la Iglesia católica para listas movimientos o
desprestigiarla, y así instalar una mentalidad materialista (opuesta a espiri- corrientes de pensa-
tual) e inmanente (opuesta a lo trascendente) para crear las condiciones in- miento que no deberí-
an tener tal calificativo
telectuales de la revolución socialista. y que se asemejan
mucho a la enseñanza
ƒ El socialismo: si bien al comienzo socialismo y comunismo prácticamente se católica sobre la justi-
identificaron, con el tiempo se fueron distinguiendo, reservándose el término cia social. Por eso,
para discernir es nece-
socialismo para una ideología más moderada, que toma el análisis socio sario atender a las
económico marxista (dialéctica opresores y oprimidos), y postula para su so- ideas y las prácticas
lución la dirección de la economía por el estado a los fines de lograr la políticas más que al
igualdad, pero sin la supresión completa de la propiedad privada y sin recu- nombre que se dan a
sí mismos, que a ve-
rrir a la violencia. Promueve para ello soluciones estatizantes en lo eco-
ces puede confundir.
nómico, social, cultural y educativo, desalentando o marginando la iniciativa
privada en dichos ámbitos, y con una visión materialista que pone en el
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 28

bienestar material el fin del hombre y la sociedad.


Tiene mucha se-
ƒ La socialdemocracia: es una especie de socialismo en materia económica mejanza con los postu-
pero matizado con cierto liberalismo en materia política, cultural y moral. El lados de la Revolución
bien común parece identificarse con el goce material y sensible en un Francesa.
marco de la mayor “libertad” y tranquilidad posibles. Postula además la lle-
gada al poder no por medio de una revolución violenta sino por medios de-
mocráticos.

Es interesante señalar que si bien marxismo y liberalismo se enfrentan en sus


conclusiones, guardan importantes vínculos.

En primer lugar, históricamente, el marxismo es hijo del liberalismo porque crece y


se desarrolla por las injusticias y explotación a que este último da lugar. No extraña así que
se enfrenten y hayan
enfrentado en tantas
En segundo lugar, el marxismo también es hijo del liberalismo porque, en última ins- oportunidades, tanto
tancia, continua los postulados de la exaltación desmedida de la libertad que lleva a militarmente, como
cuestionar toda forma de dependencia y autoridad. política e intelectual-
mente.

Marxismo comunista Fascismo y el nacionalsocialismo

Ideología internacionalista, igualitaria y Ideologías totalitarias con fuertes acentos


clasista nacionalistas y jerárquicos.

El nacionalsocialismo
Una ideología totalitaria que se desarrolló enfrentando las tesis del liberalismo y las
crisis a las que dio lugar es el nacionalsocialismo o “nazismo”. Se trató de una ideo-
logía de origen y despliegue fundamentalmente en Alemania, aunque no faltaron ni
faltan seguidores en otras naciones. Corresponde al III Reich (Imperio) fundado por
Adolf Hitler (1889-1945).

Sus orígenes se remontan a circunstancias históricas bien concretas. Alemania


había sido derrotada en la primera guerra mundial (1914-1918), y las potencias triun-
fadoras (fundamentalmente Inglaterra y Francia) buscaron aprovecharse de su triunfo
bélico.

A fin de debilitar a la derrotada Alemania de manera permanente:

ƒ La forzaron a reconocerse como la única culpable de la guerra. La indemnización


de guerra se cifró en
cinco mil millones de
ƒ Desmembraron su antiguo territorio y el de su aliada, la corona austriaca. dólares, que deberían
pagarse durante treinta
ƒ Le impusieron altísimas indemnizaciones de guerra que debían pagar a las años, y los vencedores
naciones vencedoras, no sólo por daños civiles sino también por los gastos podían incrementar la
militares, indemnizaciones que abonaría durante mucho tiempo con bienes y cifra en el futuro.
con el trabajo de sus pobladores.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 29

ƒ Tendría que restituir, con sus barcos mercantes y la construcción de otros


nuevos, todo el tonelaje de buques aliados hundidos.

ƒ Había de reconstruir las vías férreas francesas y entregar o fabricar todo el


material rodante dañado.
Perdió 73.485 ki-
ƒ Entregaría gratuitamente partidas de carbón y hierro, etc.
lómetros cuadrados,
habitados por
ƒ Se la forzó a ceder territorios económicamente muy valiosos a favor de 7.325.000 personas;
Francia, Dinamarca, Holanda y Polonia. cediendo gran parte de
sus yacimientos de
zinc, hierro, potasio,
ƒ También sufrieron desmembraciones y pérdidas territoriales el Imperio Aus- carbón, etc.
triaco y el Imperio Otomano (Turquía).

ƒ Además, se establecieron grandes restricciones a los vencidos para que no


recluten nuevos ejércitos ni los provean de armamento pesado.

Los Tratados de Versalles (1919), al imponer estas limitaciones armamentísticas, En 1919 hubo en
invocaron la necesidad de asegurar la paz y encaminar a todos los países hacia un Alemania 800.000
muertes por causa del
desarme que aleje el peligro de la guerra. En los hechos, forzaron al pueblo alemán a
hambre y de la desnu-
graves humillaciones, privaciones económicas, crisis, elevada inflación y pobreza. trición

El abuso de los vencedores fue tan grave que el mismo Senado Norteamericano se
negó a ratificar el Tratado de Versalles, y el economista inglés John Maynard Keynes,
lo calificó de “criminal” y le dedicó su famoso libro Las consecuencias económicas de
la paz (1919). Keynes era asesor financiero de la corona de Inglaterra y argumentó
que las reparaciones que se imponían a Alemania eran excesivas, que llevarían a la
economía alemana a la ruina y resultarían en futuros conflictos para Europa.

Además, los vencedores comenzaron a armarse militarmente no cumpliendo con el


compromiso de desarme que surgía de los Tratados.

Tal situación llevó a un crecimiento de los votos que recibían los dos principales
partidos totalitarios: el Partido Comunista Alemán (KPD) y el Partido Nacional So-
cialista Alemán (NSDAP). Éste último tuvo su origen en el Partido Obrero Alemán,
pero reformulado por Hitler con un programa que acentuaba las demandas naciona-
listas, alentando devolver a Alemania su antigua grandeza, resistir las pretensiones de
los vencedores de la guerra, culpar al pueblo judío de la postración del país, y esta-
blecer un sistema centralizado en el que todos los poderes quedarían en manos del
Estado, en el marco de una constitución jerárquica, que conduciría a la nueva
grandeza.

Hitler aprovechó el hecho de que gran parte de la banca e instituciones financieras


occidentales estaban en manos de familias judías para responsabilizarlas de la po-
breza y postración del pueblo alemán por tener a su cargo la recaudación y adminis-
tración de dinero proveniente de las indemnizaciones de guerra. Aludió a que miem-
bros de la comunidad judía apoyaban el Tratado de Versalles, dirigían los partidos
marxistas con sus perniciosos efectos sociales, y los acusó de priorizar su carácter
judío antes que su nacionalidad alemana, y así incentivó el odio hacia el pueblo
hebreo.

Obtuvo un creciente apoyo popular. En las elecciones para diputados de 1925, un


millón de personas votaron al nacionalsocialismo (2,5%), votos que crecieron a 6.4
millones en 1930 (16%), 13.4 millones (34%) en 1932. En 1933, Hitler es nombrado
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 30

Canciller de un gobierno heterogéneo. El mismo año, obtiene 17.26 millones de votos


(44%) en las elecciones parlamentarias, y el nuevo parlamento le otorga “plenos pode-
res”.

En julio de 1933, el nacionalsocialismo queda establecido como “partido único”,


y un mes más tarde, anuncia Hitler el advenimiento del III Reich Alemán, apoyado en
un plebiscito popular por 40 millones de votos (94%). Muerto el presidente Hindenburg,
Hitler reúne en sus manos los cargos de presidente y canciller del Reich y asume el
mando del ejército, que presta el juramento de fidelidad a su persona.

En 1935, las leyes de Nurenberg inician la persecución contra el pueblo judío. En


un referendum de 1936 el 98% de los votantes (más de 44 millones) apoyaron su ges-
tión como Führer.

ƒ Establecido en el poder, fue concentrándolo paulatinamente.

ƒ Obtuvo una ley de plenos poderes que le permitió convertir a Alemania en un


estado unitario dirigido por sus lugartenientes.

ƒ Suprimió los sindicatos y partidos políticos.

ƒ La ideología nacionalsocialista determinó la vida pública en Alemania.

ƒ Se oprimió brutalmente a todos los adversarios políticos.

ƒ Invocando la postración económica y el incumplimiento por parte de los paí-


ses occidentales de “desarmarse” también, implementó políticas de desa-
rrollo económico, social y militar dirigidas por el gobierno.

ƒ Planteó la necesidad de reconstruir un gran Imperio Alemán (III Reich) recu-


perando los territorios de los que fue despojado y obteniendo otros que ne-
cesitaba. Invadió Checoslovaquia y luego Polonia.
Esto fue seguido
por un boicot cultural,
ƒ Estableció gradualmente normativas que restringían los derechos económi- económico y financiero
cos y políticos de los judíos residentes en Alemania. internacional contra
productos y servicios
Francia e Inglaterra reaccionaron y comenzó la larga y sangrienta segunda guerra de origen alemán por
parte de empresas,
mundial, que enfrentó a Alemania-Austria e Italia (el “eje”) contra Francia, Inglaterra, instituciones financie-
Rusia y Estados Unidos (los “aliados”). ras y estados influidos
por personas de origen
En el orden interno, el régimen nazi desarrolló una economía fuertemente centra- judío
lizada e intervencionista. El estado absorbió toda la producción y monopolizó el
comercio exterior, y enfrentó la crisis económica con la obra pública: construcción de
viviendas, rutas, industria militar. Controló, además, los medios de comunicación
implementando una propaganda masiva del régimen y sus ideas destacándose las
reuniones multitudinarias a fin de inflamar el fervor popular, persiguió a las personas
de origen judío, de otros pueblos o grupos considerados “inferiores” (como los gitanos
y homosexuales), y a todo aquel que formulara oposición al régimen. Los recluyó en
campos de concentración en Europa del Este, donde varios millones perecieron por
la falta de alimentos, enfermedades, y ejecuciones.

Si quisiéramos sintetizar las ideas del nazismo, podríamos indicar las siguientes:

ƒ Estatismo: el estado conduce toda la vida social, económica y política de la


Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 31

nación.

ƒ Nacionalismo radicalizado: la grandeza de la nación alemana merece el


trabajo y el sacrificio de sus habitantes. Ninguna división ideológica, religio- “Cuando se inicia y
sa o económica debe debilitar el poder de la unidad de la nación, interés que desencadena una
legitima el sometimiento de todo lo que se le opone en el orden interno y en guerra lo que importa
no es tener la razón
el orden internacional, incluso a través de la violencia: autoritarismo y beli-
sino conseguir la victo-
cismo. En este marco, erigió la doctrina del “espacio vital”: cada nación ria” (Hitler citado en
necesita de un territorio de determinada extensión para el despliegue de su Kershaw 2000: 191)
actividad vital, y es legítimo que se avance sobre las otras naciones para ob-
tener dicho territorio, culminando en una posición imperialista.

ƒ Racismo: existen razas superiores (la raza aria) que naturalmente debe pre-
valecer y proliferar, frente a las razas inferiores (como la judía) que deben Famoso fue el mé-
subordinarse y tender a desaparecer. Incluso debe purgarse a la comunidad dico Josef Mengele por
nacional de sus sectores inferiores (discapacitados, homosexuales), a través el uso que hacía de
estos seres humanos
de la eugenesia (esterilizaciones, eutanasias, ejecuciones). En particular, para sus experimentos.
Hitler atribuía al pueblo judío la responsabilidad por el sometimiento econó-
mico y financiero de las naciones. 2

ƒ Autocracia: el poder en el estado debe concentrarse en una única persona,


un líder o “Führer”, que tiene la visión y el proyecto nacional al que deben
subordinarse de manera total las voluntades de la población. Los jóvenes
secundarios estaban obligados a ingresar a la “juventud hitleriana”, donde
aprendían subordinación, disciplina militar, y la fidelidad hacia el partido y su
líder.

ƒ Anticomunismo: el comunismo marxista es considerado enemigo del nacio-


nalsocialismo por varias razones: su internacionalismo destruye el amor a
la nación; su clasismo separa a la nación en lugar de unirla en pos de la
grandeza nacional; su igualitarismo destruye las jerarquías naturales de la
sociedad; su ateísmo desintegra las bases morales de la nación. A ello se
suma la antigua rivalidad entre Alemania y Rusia, estados prácticamente
vecinos, y el hecho de que muchos intelectuales del marxismo eran de ori-
gen judío (Marx, Engels) y que se atribuyó ascendencia judía a líderes del
marxismo ruso (Lenin, Trotski). 3

ƒ Antiliberalismo capitalista: el liberalismo de los países capitalistas, con sus


democracias y derechos individuales, destruye al estado colocándolo como
fácil presa de los intereses financieros y económicos que se valen de ellas
para su enriquecimiento personal. El régimen democrático y liberal impi-
den también la construcción de la grandeza nacional, que se pospone por

2
“Pero no me queda duda del hecho de que si los pueblos de Europa son nuevamente tratados como un
conjunto de acciones por estos conspirados monetarios y financieros internacionales, entonces esa raza,
de nuevo, que es la culpable de esta lucha asesina, también tiene que ser responsabilizada: los judíos. Y
luego tampoco me queda duda de que este tiempo no permitirá que millones de niños arios europeos
mueran de hambre, ni millones de adultos sufran la muerte, ni cientos de miles de mujeres sean incendia-
das y bombardeadas hasta morir en sus ciudades, sin que el verdadero culpable expíe su culpa” (Hitler
1945).
3
“Esta aniquilación de naciones por parte de los judíos bolcheviques y sus colaboradores occidentales
solo puede enfrentarse de una manera: usando toda la fuerza, el extremo fanatismo y la firmeza obstina-
da que la misericordia de Dios da a los hombres en los tiempos duros para que puedan defender sus
propias vidas” (Hitler 1945).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 32

mezquinos intereses particulares.

ƒ Politización pragmática de la religión: el nacionalsocialismo no fue antirre-


ligioso o ateo como el marxismo. Decía inspirarse en el cristianismo, y “Estamos conven-
comprendió su importancia para la nación. El mismo Hitler se declaraba ca- cidos de que el pueblo
tólico (Carta a Gerhard Engel, 1941). Sin embargo, pretendió, por un lado, necesita y requiere de
su Fe. Por eso hemos
subordinar la religión a sus intereses políticos e ideológicos. Así, al princi- emprendido el comba-
pio, intentó ganar el apoyo de las religiones cristianas (protestantes, que te contra el ateísmo”
unió en una iglesia única, y católica). 4 Pero al advertir críticas de la Iglesia (Hitler, Adolf, Berlín,
católica hacia sus políticas, llevó adelante una dura persecución. En el 24/10/1933).
campo de concentración de Dachau, por ejemplo, se encerraron 1856 sa-
cerdotes polacos, 1106 no salieron con vida. Acusó al cristianismo de ser
una religión importada y antinatural para el pueblo alemán (palabras del
13/2/1945), un hijo del judaísmo junto con el marxismo bolchevique, un
instrumento del judaísmo para movilizar a las poblaciones; de ser el fruto
de cerebros débiles que predican un paraíso “insípido” (19/10/1941) y una
igualdad falsa (26/2/1942). Además, existieron tentativas de crear una reli-
gión, pagana y gnóstica, propia para el nazismo, con sus propios ritos.

Como dijimos al hablar del marxismo, también el nazismo aprovecha elementos de


verdad:

ƒ rechaza las desigualdades sociales a que da lugar el liberalismo capitalista,

ƒ combate el sometimiento de pueblos y naciones por parte de los poderes fi-


nancieros internacionales,

ƒ estimula la unión y la concordia de los miembros de la nación,

ƒ combate la disolución nacional a que da lugar la lucha de clases y la defen-


sa de una libertad individualista,

ƒ estimula el patriotismo y el interés común por encima del particular,

ƒ fomenta la aspiración a la grandeza a nivel nacional y personal,

ƒ condena el ateísmo que correo las bases morales de la nación.

Pero tales elementos de verdad se ven empañados por graves errores:

ƒ la negación de la unidad e igualdad esencial de todo el género humano y de


la dignidad de toda persona humana (racismo),

4
“El estado protege la religión, con la única condición de que la religión no se utilice para encubrir finali-
dades políticas. Hubo un tiempo… en el que el Liberalismo era opuesto a la Iglesia, mientras el marxismo
era antirreligioso. Pero ese tiempo es pasado. El nacionalsocialismo no se opone a la Iglesia ni es antirre-
ligioso, al contrario, se sostiene en las bases de un verdadero cristianismo. Los intereses de la Iglesia no
pueden dejar de coincidir con los nuestros como ser la lucha contra los síntomas de degeneración del
mundo de hoy, nuestra lucha contra la cultura bolchevique, contra el movimiento del ateísmo, contra la
criminalidad, y nuestra batalla por la conciencia de comunidad en nuestra vida nacional, para terminar con
el odio y la desunión entre las clases, contra la guerra civil y la discordia. Estos no son principios anticris-
tianos sino cristianos” (Hitler 1934).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 33

ƒ las excesivas generalizaciones para catalogar a los sujetos (judíos),

ƒ la supresión de la libertad incluso en su ejercicio razonable y legítimo,

ƒ la intervención asfixiante del estado,

ƒ la falta de reconocimiento del derecho de las otras patrias y naciones,

ƒ la persecución de la Iglesia, la subordinación de la religión (que debe ser lo


primordial en el hombre) a los intereses de la nación.

El nazismo cayó con la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial. Hitler


murió, aparentemente por un suicidio. Los líderes del régimen fueron juzgados por los
vencedores, muchos condenados a muerte.

Alemania estuvo ocupada (repartida) por los aliados durante décadas. Los parti-
dos inspirados en el nazismo, la propaganda o reivindicación del nazismo, o incluso
la revisión histórica que ponga en duda las acusaciones que se realizaron contra él,
están prohibidos y considerados delito en varios estados como Alemania, Austria,
Francia o Israel 5.

El reconocimiento de los graves crímenes cometidos por la Alemania Nazi ha per-


mitido a los países “aliados”, vencedores de la guerra mundial, “ocultar” los suyos. Así
es como, terminada la guerra, se instituyeron Tribunales de Guerra en Nuremberg y
en Tokio para castigar los crímenes contra la paz y contra la humanidad cometidos
por militares alemanes y japoneses. Tales tribunales estaban constituidos por jueces
norteamericanos, ingleses, franceses, y rusos. Pero los crímenes de igual magnitud Como Dresden en
cometidos por los ejércitos de estos últimos países, lógicamente, no fueron juzgados. Alemania, destruida
Quedaron así impunes y silenciados el bombardeo masivo de ciudades pobladas, por las bombas ingle-
de monumentos históricos (como la Abadía benedictina de Monteccasino, fundada por sas en 1945 que mata-
el mismo San Benito en el año 529, destruida por Estados Unidos), grandes ciudades ron cerca de 150.000
personas cuando la
aniquiladas (como Hiroshima y Nagasaki, bombardeadas con bombas atómicas nor- guerra ya estaba prác-
teamericanas), el asesinato en masa de prisioneros (como los soldados polacos ticamente terminada y
apresados por los comunistas soviéticos, o los franceses anticomunistas perseguidos sólo constituía un
luego de la “liberación” de Francia), la reclusión en campos de concentración y ase- refugio para enfermos,
heridos y refugiados y
sinato de millones de personas (como en la Unión Soviética), la violación sistemática sin ninguna industria
de miles de mujeres alemanas al final de la guerra, etc. bélica

Ni hace falta mencionar que los “aliados” tuvieron gran parte de responsabilidad
en el surgimiento del nazismo y el desencadenamiento de la guerra mundial por el
abuso del que hicieron víctima a Alemania a partir del tratado de Versalles.

El racismo, por otro lado, no fue monopolio exclusivo del nazismo: Inglaterra
Como podemos
siempre despreció las poblaciones de los países africanos y asiáticos, Francia discri-
ver, el nazismo es una
minó injustamente a sus propios combatientes oriundos de sus colonias en África, im- ideología con algunas
notas características, y
debe evitarse el uso de
la expresión para de-
signar otras diferentes,
como ocurre a veces,
5
Es famosa la condena recibida por el historiador inglés David Irving, que luego de varios años de inves- indebidamente, con el
tigación publicó obras sobre la segunda Guerra Mundial, enseñó que no había constancias de un propósi- peronismo o con dicta-
to intencional de Hitler de asesinar judíos a través de Cámaras de Gas en los campos de concentración duras militares lati-
(decía que en su mayoría los judíos recluidos habían muertos fruto del hambre y la carestía en la que se noamericanas.
encontraba Europa del este al final de la guerra, por la falta de suministros). Sus observaciones fueron
consideradas delito en varios estados, en los que fue detenido y tiene prohibido el ingreso.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 34

pidiéndoles relacionarse sentimentalmente con mujeres francesas, y no pagándoles


(hasta el día de hoy inclusive) sus pensiones de guerra como ex-combatientes 6.

El fascismo
El fascismo fue más un movimiento que una ideología completa. La ideología se
fue construyendo con el tiempo y la necesidad práctica. Fue autoritario, pero mucho
más moderado en sus alcances y postulados que el marxismo y el nacionalsocialis-
mo.

Como ocurrió con el nacionalsocialismo, no se puede entender el fascismo desco-


nectado de su contexto histórico. A principios del siglo XX, Italia se encontraba en
crisis. La unidad italiana, que tanto había costado establecer, estaba en riesgo. Los
movimientos inspirados en el socialismo marxista alentaban a los obreros a huelgas,
movilizaciones y actos de violencia para contribuir a la lucha de clases; y el gobierno
italiano se mostraba incapaz de controlar la ebullición social reinante.

En este contexto, cobra importancia la figura de Benito Mussolini (1883-1945).


Profesor y periodista, fue dirigente del socialismo italiano. Combatió para Italia en la
primera guerra mundial. Preso político, observó desde su confinamiento cómo los prin-
cipales dirigentes de su partido socialista “negociaban” con el poder y renunciaban a
planteos radicales, y eso le produjo desencanto y desconfianza. Además, comprobó
que el socialismo levantaba la bandera de la participación popular pero en realidad era
antidemocrático, conducido de manera autoritaria por los dirigentes del Partido. Salido
de prisión, se hizo cargo del principal periódico del socialismo. Pero fue desarrollando
un gradual sentido nacionalista, lo que lo llevó a apoyar la participación de Italia
en la guerra, por lo que fue expulsado del periódico y del partido socialista.

A principios de la década de 1920, Italia vivía la crisis económica de la posguerra,


cierto desaliento nacional por considerar que sus aliados (Inglaterra y Francia) acapa-
raban los beneficios de la victoria mundial y, continuas huelgas y desórdenes socia-
les provocados por dirigentes marxistas abogando por la imposición del comunismo.

Mussolini organizó entonces “fascios de combate”, grupos paramilitares con los


que consigue imponer el orden y asegurar la prestación de servicios públicos du-
rante las huelgas, venciendo las huelgas socialistas y obteniendo el apoyo del pue-
blo sencillo y de la clase económicamente más poderosa. Frente a toda esta situación,
construyó un movimiento contrario tanto al liberalismo como al socialismo marxista,
que rigió los destinos de Italia por más de dos décadas con la pretensión de establecer
un nuevo estado popular, jerárquico y disciplinado, y el partido fascista con el le-
ma: “Creer, obedecer, combatir”.

Triunfó en las elecciones de 1924 por abrumadora mayoría, y en 1925, anunció a la


Cámara la instauración de una “dictadura totalitaria”. Las violencias (asaltos, golpes
e incluso asesinatos) de fascistas y antifascistas se sucedían. Su movimiento unía
reivindicaciones de justicia social para los trabajadores, con una insistencia en el

6
La película francesa “Indigenes”, estrenada en 2006, da cuenta de la discriminación e ingratitud de los
franceses hacia los soldados africanos y asiáticos de sus colonias que combatieron para liberarla de la
ocupación nazi.
Morelli
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orden y la disciplina de la sociedad que le granjeó el apoyo de los industriales y pro-


pietarios agrícolas.

En 1925, obtuvo la supresión de todos los partidos políticos; en 1926, la ley de


prensa que suprimía los medios opositores, y la ley que le otorgaba plenos pode-
res. En 1927, la Carta del Lavoro que organizaba el régimen corporativo, consideraba
al trabajo como un deber social, instituía los contratos colectivos de trabajo, coloca-
ba a la unidad moral, política y económica de la nación por encima del interés de
los individuos y las clases sociales y otorgaba al estado el control sobre la produc-
ción.

Su figura recibió numerosos elogios de sus contemporáneos: desde Inglaterra,


Churchill dijo que era el estadista más importante de su época, Gandhi lo definió co-
mo un superhombre incomparable, Freud como un héroe de la civilización; desde Es-
tados Unidos, Roosvelt lo citaba como modelo de conductor político (Cfr. Rychlak Pese a que tanto
2000: 38). Tales elogios fueron disminuyendo cuando Italia se propuso incrementar Francia como Inglate-
rra tenían un imperio
sus colonias en África ocupando Etiopía, y más aún cuando tomó partido por Alema- colonial mucho mayor
nia, no porque Mussolini tuviese simpatía con el nazismo (más bien lo despreciaba), que Italia, y a que
sino porque Inglaterra y Francia, potencias coloniales, le habían dado la espalda a sus Etiopía era considera-
pretensiones de expansión territorial. De hecho, Mussolini intentó sin éxito convencer do un estado inciviliza-
do y esclavista, razo-
a Hitler de morigerar sus políticas contra la Iglesia y contra los judíos. nes por las cuales la
misma Inglaterra se
Italia intervino en la segunda guerra mundial como aliada de Alemania, confiando había opuesto a su
en el triunfo de ésta, pero las sucesivas derrotas militares restaron apoyo popular al ingreso a la Sociedad
de Naciones.
fascismo. Mussolini fue arrestado por orden del rey en 1943, pero luego liberado por
los alemanes que ocupan parte de Italia. Finalmente, capturado por partisanos comu-
nistas, es ejecutado en 1945.

Como hemos mencionado, el fascismo no es una ideología completa sino un movi-


miento político cuyas ideas fueron apareciendo con el devenir del tiempo. Entre sus
principales rasgos ideológicos encontramos:

ƒ Autocracia: la nación requiere de la dirección del estado, y el estado de un


conductor personal, el “Duce”, capaz de nuclear y conducir las voluntades
de todos hacia la unidad. El fascismo es impensable sin la personalidad ca-
rismática de Mussolini, y poco sobrevivió a la muerte de éste (personalis-
mo). Mussolini consideraba a los gobiernos democráticos como falsos por
estar dominados, en realidad, por los poderes económicos.

ƒ Autoritarismo: el gobierno debe recurrir a la violencia para disciplinar a los


grupos sociales y evitar la acción disolvente de quienes se oponen al desa-
rrollo de la revolución fascista. Sólo era legítimo el partido fascista, y los
jóvenes debían incorporarse a sus filas de forma obligatoria. Frente a las
democracias occidentales, débiles y plutocráticas, propone un estado popu-
lar, jerárquico, disciplinado y autoritario.

ƒ Jerarquía: los hombres no son todos iguales, y postular tal igualdad quimé-
rica destruye las responsabilidades, el orden y la disciplina social. Sin em-
bargo, a diferencia del nacionalsocialismo, el fascismo no es xenófobo ni ra-
cista (aunque su alianza con Alemania la llevó a sancionar algunas leyes de
mitigado racismo).

ƒ Nacionalismo: la grandeza de la nación italiana merece el trabajo de todo el


Morelli
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pueblo de Italia. A diferencia del nacionalsocialismo, sin embargo, no supo-


En África: Eritrea,
ne destrucción o enemistad para con las otras naciones. Sin embargo, tam- Liberia, Etiopía (o
bién tuvo el fascismo rasgos imperialistas, pretendiendo establecer un Abisinia); en Europa:
“Nuevo Imperio Romano” que reuniera colonias ocupadas en África y Euro- Albania, Dodecaneso
pa, lo que la llevó a buscar el apoyo de Alemania. Además, tuvo rasgos de en Grecia, etc.
militarismo, alentando la organización de las juventudes en grupos sujetos
a disciplina y simbología militar y, sin negar que lo deseable es la paz, pos-
tuló que la guerra es el estado habitual de las naciones.

ƒ Totalitarismo teórico: hay en el fascismo expresiones teóricas de clara


orientación totalitaria: “Todo del Estado, nada contra el Estado, nada fuera
del Estado” (Mussolini 1928). “Ningún Estado es más totalitario y autoritario
que el Estado fascista, ningún Estado es más celoso de su soberanía y de
su prestigio” (Mussolini, 1934). Sin embargo, en los hechos, no significó
una pretensión de control de la vida privada tan intensa como en el marxis-
mo soviético o en el nacionalsocialismo, con sus temibles policías secretas.
Por eso decimos totalitarismo “teórico”. Podemos hablar sí, de una cierta
“estatolatría” o culto del estado.

ƒ Corporativismo: la economía es dirigida por el estado pero no a través de su


burocracia, sino de corporaciones. Las corporaciones están presididas por
un funcionario del gobierno, pero las integran representantes de los empre-
sarios y de los obreros, evitándose así la lucha de clases, llamadas a cola-
borar en la construcción de la nación. El corporativismo acompañó la re-
forma social y económica fascista, encarnada en la “Carta del Trabajo”, le-
gislación laboral instaurada con la finalidad de asegurar la justicia social y
los intereses simultáneos de empleadores y empleados en cuanto a remu-
neración mínima, jornada de trabajo, solución de conflictos, etc.

ƒ Anticomunismo: el fascismo rechaza la lucha de clases por enfrentar a los


nacionales en lugar de unirlos en el trabajo por la grandeza de la nación; re-
chaza el estatismo por considerar que burocratiza el gobierno; rechaza la
propiedad colectiva porque anula la responsabilidad individual y propone
en su lugar la propiedad privada pero con función social; rechaza el mate-
rialismo porque desconoce las fuerzas y aspiraciones espirituales de los in-
dividuos y de los pueblos; rechaza el igualitarismo que desconoce la nece-
saria jerarquía y disciplina de los sectores sociales.

ƒ Antiliberalismo: el fascismo rechaza la afirmación de derechos si no se la


acompaña antes, por la proclamación y el cumplimiento de los deberes; re-
chaza la existencia de una propiedad privada desprovista de una función
social; rechaza la democracia que se basa en la manipulación de las masas
a través de un voto individual e igual. En el mismo sentido, se ocupó de
asegurar la moralidad pública y perseguir con la justicia a quienes atenta-
ban contra el respeto debido a la moral y la religión. Fue enemigo del li-
beralismo, y de la masonería que lo difundía, prohibiendo legalmente su ac-
tuación en Italia.

ƒ Pragmatismo religioso: el fascismo no fue ateo como el marxismo, ni antica-


tólico como el nacionalsocialismo. En sus comienzos, no valoró la religión
por sí misma. Mussolini provenía del socialismo ateo. Sin embargo, advirtió
Morelli
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los riesgos de enfrentarse con la Iglesia, que ha permanecido en pie a lo


largo de la historia pese a los intentos de someterla. 7

Por otro lado, el fascismo exaltó la nación, y comprendió que para muchas nacio-
nes su religión es algo que hace a su grandeza y su ser nacional. Y por eso, recono-
ció la práctica religiosa del pueblo, y tratándose de la nación italiana, la religión cató-
lica, que la identifica y distingue. Así, a tres meses de gobierno restituyó los crucifijos
en las aulas y la enseñanza religiosa en las escuelas.

Con el tiempo, sin embargo, fue aumentando el aprecio por la Iglesia católica.
Después de años en que la Santa Sede era despojada de extensos territorios pontifi-
cios por los dirigentes italianos, el régimen fascista firma con ella los “Acuerdos de
Letrán” (1929), por los que Italia reconoce el estado del Vaticano, lo indemniza por
sus pérdidas territoriales, declara la mutua independencia y colaboración de la Igle-
sia y el Estado, y hace de la religión católica, prácticamente, la religión oficial del
estado italiano. En virtud de ello la Iglesia católica tuvo intervención fundamental en la
educación (elección de docentes y selección de textos) y en la regulación del matri-
monio (reconocimiento civil del matrimonio religioso y prohibición del divorcio), entre
otras cosas. Con el tiempo la adhesión del fascismo al catolicismo fue creciendo, y hay
testimonios de que Mussolini, el antiguo socialista ateo, se convirtió sinceramente a
la Fe católica recurriendo con frecuencia a la confesión (Innocenti 2006: 335).

Como vimos, una de las manifestaciones del fascismo fue el corporativismo. Apa-
reció en Europa como otra reacción frente al individualismo y la desigualdad generada
por la vigencia del liberalismo capitalista. Consistió, básicamente, en reconocer la ne-
cesidad de dirección o control de la economía, pero en lugar de asignarla al estado se
buscaba a través de la intervención de organismos infrapolíticos (“cuerpos interme-
dios”), y en particular, de organizaciones económicas como los gremios y los grupos
empresarios. En los hechos, sin embargo, el corporativismo fascista fue fuertemente
dirigido por el estado y con connotaciones autoritarias.

Podemos ver, nuevamente, méritos en el fascismo:

ƒ Rescata la idea del patriotismo y el equilibrio entre el reclamo de derechos y


la afirmación de los deberes.

ƒ Sustituye la lucha de clases por la colaboración entre las clases (asociándo-


Antes de la Guerra
los en corporaciones o asociaciones mixtas). Italia llegó a estar
ubicada en el 7mo.
ƒ Pone el acento en la producción nacional. lugar en el mundo
como productora de
ƒ Afirma el orden en la sociedad, el respeto por los trabajadores y sus dere- manufacturas.
chos pero sin exageraciones igualitarias o utópicas, es decir, sin pretender

7
“Un Estado sólo puede ser victorioso en la lucha contra otro Estado. Puede concretar entonces su victo-
ria impulsando, por ejemplo, un cambio de régimen, una cesión territorial, el pago de una indemnización,
el desarme del ejército, un sistema determinado de alianzas políticas o económicas. Cuando se lucha
contra un Estado, se tiene enfrente una realidad material que puede ser aferrada, golpeada, mutilada,
transformada; pero cuando se lucha en contra de una religión, no se logra individuar un blanco específico:
la simple resistencia pasiva de los sacerdotes o de los creyentes es suficiente para desarmar el ataque
del Estado” (Mussolini 1934).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 38

una nivelación absoluta ni renegar de las legítimas jerarquías ni alentar re-


sentimientos;

ƒ Se opone simultáneamente al liberalismo y el marxismo.

ƒ Reconoce la religión;

ƒ Exalta el sacrificio, del heroísmo y de la nobleza de las fuerzas espirituales


que dan vida a los hombres y a los pueblos.

En los hechos, sin embargo, tales méritos se ven empañados por:

ƒ la violenta persecución de los opositores,

ƒ el abuso de la fuerza en los primeros años del régimen,

ƒ la alianza con la Alemania Nazi (lo que la llevó a introducir una forma mitiga-
da de leyes racistas),

ƒ el dirigismo político y económico de parte del “Duce”,

ƒ la falta de límites y control del gobierno, y

ƒ la exaltación desmedida del estado.

Claro que no es fácil analizar al fascismo como conjunto, dado que dentro del fas-
cismo existieron fuerzas y sectores con diferentes postulados, y estuvo en el poder
más de 20 años conociendo momentos y políticas mejores y otros más cuestionables.

Por otro lado, como escribe Lamas (1990: 164), “no puede ser el mismo el juicio
sobre la doctrina fascista, tal como ella se plasmara a través de los discursos y escri-
tos de su fundador y de sus principales ideólogos, que sobre las realizaciones del ré-
gimen”.

La doctrina fascista es mucho más negativa que lo que fue su moderada imple-
mentación, a la que hay que reconocer logros importantes, y entre ellos, salvar a
Italia de caer en manos del comunismo marxista sin para ello ceder al liberalismo capi-
talista.

Existieron también proyectos corporativos no fascistas, como el de Antonio de


Oliveira Salazar (1889-1970) en Portugal y de Francisco Franco (1892-1975) en Espa-
ña. A diferencia del totalitarismo, en estos no existió la supresión de la propiedad pri-
vada ni la tentativa por parte del estado de dirigir toda la vida económica y social, ni se
inspiraron en ideas colectivistas sino en postulados cristianos; aunque tuvieron en
común una concentración del poder en el jefe de estado, escasa participación popu-
lar, y fuertes restricciones para los opositores. Pese a ello, tuvieron el gran mérito de
salvar a sus estados de caer en poder de los totalitarismos (comunismo, nacionalso-
cialismo) y de colaborar con la obra evangelizadora de la Iglesia. Se los suele cono-
cer como “nacional catolicismo”.

A veces, el término fascista se utiliza de manera impropia. Como hemos visto, se


trató de una ideología específica con características muy peculiares. Pero a veces,
en el lenguaje común, se llama fascista a todo sujeto o régimen que ejerce la autoridad
con particular fuerza, que restringe los derechos individuales, o que se opone al co-
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07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 39

munismo. Se confunde así fascismo con autoritarismo, o antiliberalismo, o anticomu-


nismo.

No extraña la continua y dura propaganda antifascista del marxismo, para el cuál


el fascismo representa una reacción que obstaculiza la revolución comunista, lo que le
impide ver sus méritos y lo lleva acusarlo de ser instrumento del capitalismo (Dicciona-
rio soviético de filosofía, 1965).

Las ideologías y la “Revolución”


Fácilmente se advierte que si bien las ideologías son “construcciones intelectuales”,
son ideas. Y las ideas no se difunden ni imponen por su sola fuerza. Necesitan de
hombres comprometidos en esa tarea.

De allí que ha sido común que pensadores católicos empezaran a hablar de “la Re-
volución”, haciendo referencia no a una revolución concreta, sino a la pretensión de
destruir los cimientos cristianos de la sociedad para “reconstruirla” sobre los postu-
lados de las ideologías. Si bien tales tentativas son antiguas, desde la Revolución
francesa se han visto operar con mayor virulencia.

Esta “Revolución” ha procedido gradualmente.

Etapas Objetivo Lema Concreciones

1° Alejar a los gobiernos de la “Cristo sí, la Reforma protestante (lutera-


Iglesia, sin abandonar el Iglesia no” na, calvinista, anglicana)
cristianismo
2° la sociedad política aban- “Dios sí, Cris- La Ilustración, la Masonería y
donó toda Revelación to no” la Revolución francesa.
aunque sin negar la exis-
tencia de un Dios racional
3° El estado intentó construir- “El hombre sí, Antropocentrismo contempo-
se prescindiendo de Dios Dios no” ráneo, cultura consumista y
totalmente, como si no materialista del capitalismo
existiese occidental y del comunismo
marxista.
4° La sociedad se vuelve co- Nihilismo El aborto, la eutanasia, etc.
ntra el mismo hombre

Hoy en día no es sólo la Ciudad Eterna e Italia las que están amenazadas, sino todo
el mundo. ¡Oh, no nos preguntéis quién es el "enemigo" y bajo qué aspectos se presen-
ta! Se encuentra en todo lugar y en medio de todos: Sabe ser astuto y violento. En es-
tos últimos siglos intentó realizar la disgregación intelectual, moral, social de la unidad
en el misterioso organismo de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia; la razón sin la
fe; la libertad sin autoridad; y a veces la autoridad sin la libertad. Es un "enemigo" que
se ha hecho cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que sorprende:
¡Cristo sí, la Iglesia no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente el grito impío: Dios es-
tá muerto; e incluso, Dios nunca existió. Y he aquí ahora la tentativa de edificar la es-
tructura del mundo sobre bases que no dudamos en indicar como principales respon-
sables de la amenaza que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, un dere-
cho sin Dios, una política sin Dios. El "enemigo" se ha esforzado para que Cristo resul-
te extraño en las universidades, en la escuela, en la familia, en la administración de jus-
ticia, en la actividad legislativa, en las asambleas de las naciones, donde quiera que se
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 40

decida la paz o la guerra. Al presente él corrompe el mundo con una prensa y con unos
espectáculos que matan el pudor en los jóvenes y en las jóvenes y destruyen el amor
entre los esposos; él inculca un nacionalismo que conduce a la guerra (Pío XII, 1952)

Esta “Revolución” tiene, lógicamente, ejércitos. Claro que no llevan uniformes y


sus armas no tienen pólvora. La Revolución es cultural, y sus armas son las de la
inteligencia: medios de comunicación, espectáculos, centros educativos, etc.

Avanza por la labor de sus “ejércitos regulares”. Se trata de políticos, economis-


tas, funcionarios, periodistas, hombres del ambiente artístico, académicos, con muchí-
simos recursos disponibles para su tarea, aunque muchos no son conscientes de
aquello con lo que cooperan.

Pero también avanza gracias a nuestros propios abandonos y complicidades,


pues como se atribuye generalmente a Edmund Burke, es suficiente para que el mal
triunfe que los “buenos” no hagan nada. ¿Cuántos lugares de poder hay ocupados por
personas poco competentes o mal formadas simplemente porque las que han recibido
de Dios los talentos necesarios prefieren “no meterse”? Y tampoco falta lo que se ha
llamado la “quinta columna”, es decir, personas infiltradas que trabajan desde dentro
de la Iglesia a favor de las ideologías. Ideas marxistas, liberales o incluso nazis pene-
tran a veces en miembros de la Iglesia confundiendo a los fieles y conspirando co-
ntra un trabajo fecundo en el orden social.

Cristianos que se consideran excelentes padres de familia, excelentes empleados,


excelentes feligreses; el mundo puede contar con ellos; salvo su ciudad; salvo su pa-
tria... 'A otros más brillantes que nosotros -dicen ellos- corresponde el cuidado de estas
altas y graves cuestiones. Nuestro deber no tiene por qué rebasar el plan de la vida
doméstica. No se puede hacer todo. Existen muchas cuestiones que acaparan nuestra
atención'. Lo que parece sabia respuesta. Y que sin embargo no puede legitimar el
desprecio de un ineludible deber. La verdad es que hay que hacer todo lo que, por
nuestro estado, debemos hacer. ¿Qué marido osaría decir que rechaza cumplir sus
deberes de padre por atenerse a realizar sus obligaciones de esposo, bajo el pretexto
de que no se puede hacer todo? ¿Qué hijo, por la misma razón, osaría justificar el
abandono de su padre enfermo para consagrarse solamente al apostolado parroquial?
Es muy fácil elegir aquel de nuestros deberes de estado que nos agrada especialmente
y rechazar los demás. La ordenación de una vida virtuosa y santa no es otra que la
bienhechora solución consistente en la armoniosa coexistencia de múltiples e irreducti-
bles deberes de estado... Deberes de estado... respecto a Dios; puesto que somos, por
estado, sus criaturas. Deberes de estado... respecto a nuestros padres; puesto que por
estado somos sus hijos. Deberes de estado... respecto a nuestro cónyuge; si por esta-
do somos casados. Deberes de estado... respecto a nuestros hijos y nuestras hijas; si
por estado somos el padre o la madre. Deberes de estado... respecto a la ciudad, a la
Patria; ya que por estado somos miembros de esas comunidades. Deberes de estado...
profesionales. Deberes de estado respecto a los amigos. Deberes de estado de buena
vecindad... etc. Ningún deber de estado puede ser rechazado mientras pertenezcamos
al estado que precisamente nos lo impone. Cada uno es libre de lamentar que nuestras
modernas democracias aumenten cada vez más nuestras cargas imponiendo a todos
los ciudadanos una mayor participación en la vida pública. Obligación tanto más impe-
riosa cuánto que en este terreno los bienes más sagrados corren el riesgo de perderse
por defección de los mejores ¡A la acción, pues! Es el gran deber de la hora presente...
Es posible que nunca la salud de la sociedad no haya dependido tanto del esfuerzo de
un pequeño número. Además, es preciso que este pequeño número vele y sepa que-
rer. Algunos sobresaltos, algunos movimientos de cólera tardía, no harán nada. Guar-
démonos de merecer que nos digan lo que la madre del último rey moro de Granada
pudo lanzar a su hijo cuando perdió la ciudad: 'Es inútil llorar como mujeres lo que no
se ha sabido defender como hombres' (Ousset 1980: 368).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 41

La Iglesia frente a las ideologías modernas


La aparición y difusión de las ideologías descriptas, y otras diferentes de las que no
podemos ocuparnos aquí, llevó a la Iglesia a adoptar una doble actitud:

ƒ Por un lado, una actitud constructiva. El despliegue de tales errores sobre el


hombre y la sociedad incentivó a los pensadores católicos y la jerarquía a
precisar, desarrollar y sistematizar enseñanzas propias tendientes a dar
respuesta a los interrogantes y necesidades que las ideologías pretendían
responder. De este modo, enseñanzas cristianas que remontan sus raíces al
mismo Evangelio, fueron desplegadas y organizadas sistemáticamente a fin
de elaborar un cuerpo doctrinal más claro, completo, y capaz de iluminar
las realidades del mundo moderno. Lo estudiaremos en las unidades si-
guientes.

ƒ Por otro lado, una actitud crítica. Eran necesarias palabras esclarecedoras
respecto a las ideologías que se disputaban el gobierno de estados y socie-
dades, y los pensadores católicos y los pastores no dejaron de reflexionar
sobre ellas marcando sus aspectos desviados. Vamos a ocuparnos aquí,
brevemente, de estas llamadas de atención.

Sin embargo, para comprender la actitud de la Iglesia frente a las ideologías resul-
tan imprescindibles cuatro advertencias:

ƒ La primera: la Iglesia siempre ha tenido mucho cuidado en aclarar que no


toma partido a favor o en contra de una u otra forma de estado o de go-
bierno, o de un determinado partido o movimiento político, que muchos son
legítimos si contribuyen al bien común, que el laico tiene una legítima liber-
tad de opción, y que no compete a la Iglesia brindar fórmulas o soluciones
políticas, económicas o sociales concretas. Por eso, por ejemplo, se ha ne-
gado a juzgar movimientos políticos según resulten más o menos democrá-
ticos, monárquicos, aristocráticos, limitándose a considerar en qué medida
las ideas que los sustentan y las políticas que proponen resultan coheren-
tes con la ley natural y la ley de Dios.

ƒ La segunda: una cosa es el juicio que puede merecer una ideología en abs-
tracto, y otra el que corresponde a un movimiento político o social que dice
inspirarse en la ideología. Las acciones que se emprenden no siempre son
totalmente fieles o coherentes con las ideologías que dicen seguir, y por eso
las valoraciones pueden variar.

ƒ La tercera: una cosa es la enseñanza de la Iglesia respecto de las posicio-


nes “teóricas” de una u otra ideología, y otra diferente, la reacción diplomá-
tica concreta frente a los hombres o gobiernos que implementan políticas
inspiradas en aquellas. Esta reacción diplomática está, y debe estar, sujeta
a consideraciones de prudencia que pueden recomendar mayor o menor
oposición, en aras de obtener el mejor bien dentro de las posibilidades re-
ales. Veámoslo con un ejemplo. La Iglesia siempre ha enseñado la igual
dignidad del varón y la mujer, y en ese sentido, criticado las posiciones que
desvalorizan a la mujer. Ello no impide, lógicamente, que la Santa sede
haya actuado aliada con las naciones musulmanas (que desvalorizan a la
mujer) para combatir el aborto en Conferencias Internacionales. Otros ejem-
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 42

plos es el de Papa Juan Pablo II ha cuestionado permanentemente tanto al


comunismo como al liberalismo capitalista; lo que no obstaculizó su colabo-
ración con las naciones capitalistas de occidente para obtener la caída del
comunismo en Europa del Este. Por su parte, el Papa Pablo VI intentó favo-
recer canales de diálogo con los estados socialistas, bajo los cuales vivían
millones de cristianos, y para ello evitó condenar de raíz a todos los movi- Ha sido muy difun-
mientos de tal inspiración. 8 El Papa Pío XII, advirtiendo la política de repre- dida la idea de que el
salia implementada por Hitler, prefirió protestar en silencio contra las atro- Papa Pio XII era sim-
cidades del régimen nazi en lugar de realizar condenas públicas que sólo patizante del nacional-
socialismo y por eso
agravarían la situación de los cristianos sometidos a él. Tales actitudes polí- no hizo nada contra el
tico-diplomáticas concretas no significan, de ningún modo, que Juan Pablo II nazismo. Nada más
fuese capitalista liberal (aunque nos lo quiera demostrar Neuhau [1997: 32]); alejado de la verdad
ni Pablo VI, socialista; ni Pío XII, nazi. Innumerables textos muestran su cla- histórica. Volveremos
ra oposición a dichas ideologías. sobre el tema más
adelante.

ƒ La cuarta: la actitud de la Iglesia al momento de aparecer cada una de las


ideologías fue predominantemente crítica, dirigida a poner de manifiesto
los graves errores contenidos en ellas y las graves consecuencias a las
que llevarían. Claro, eran tiempos en los que todavía varios estados y so-
ciedades se inspiraban en muchas ideas cristianas, ideas que las ideologías
venían a subvertir; y en los que todavía existían jefes de estado preocupa-
dos en ser fieles a la doctrina de la Iglesia. Sin embargo, con el paso del
tiempo, las sociedades y los estados fueron alejándose cada vez más de la
Iglesia y su Magisterio, y en este nuevo contexto la actitud de esta última El hecho de que no
busca más el diálogo que la condena, identificando puntos en común más hay cambio en la doc-
trina, sino en la forma
que poniendo de manifiesto las diferencias o discrepancias. Por eso encon- se advierte con clari-
tramos diferencias de estilo, de acento, y de enfoque entre los documentos dad por qué los docu-
de la Iglesia a medida que pasan las décadas. Los primeros suelen ser más mentos recientes, el
duros, contundentes y negativos. Los recientes, más matizados. Pero es Compendio de Doctri-
na Social de la Iglesia
esencial tener claro que se trata de un cambio de actitud pastoral y que no o el Catecismo de la
significa que exista un cambio de fondo en la doctrina; porque la enseñanza Iglesia Católica, con-
de la Iglesia sobre el liberalismo, nazismo, comunismo marxista y fascismo, tienen numerosas
como ideologías, no ha cambiado ni podría cambiar. notas en los que remi-
ten a los documentos
anteriores.
[El Concilio Vaticano II] establece entonces una metodología de diálogo con el mun-
do moderno a partir de una visión conscientemente optimista de la historia de la huma-
nidad. Por este motivo, no se hacen condenaciones y se trata más bien de respetar los
valores del mundo, sostener sus esfuerzos, bendecir sus aspiraciones. Todo esto inspi-
rado por el cumplimiento de la caridad y en actitud de servicio para con la humanidad,
tratando de hablar con el lenguaje del hombre de hoy. Podemos decir, entonces, que el
Concilio pone a la Iglesia en actitud de diálogo frente a la modernidad. El secularismo
no va a ser enfrentado por medio de condenaciones. La Iglesia ya lo ha venido hacien-
do y éste es un ciclo de su magisterio que se cierra con Pio XII; el cual, por otro lado,
facilitó con la amplitud de los temas propios de la sociedad contemporánea, que a él le
correspondió tratar, el tránsito hacia la continuidad de una única enseñanza, desde la

8
“Hoy día, los grupos cristianos se sienten atraídos por las corrientes socialistas y sus diversas evolucio-
nes. Tratan de reconocer en ellas un cierto número de aspiraciones que llevan dentro de sí mismos en
nombre de su fe. Se sienten insertos en esta corriente histórica y quieren realizar dentro de ella una ac-
ción. Ahora bien, esta corriente histórica asume diversas formas bajo un mismo vocablo, según los conti-
nentes y las culturas, aunque ha sido y sigue inspirada en muchos casos por ideologías incompatibles con
la fe… La vinculación concreta que, según las circunstancias, existe entre ellas, debe ser claramente
señalada, y esta perspicacia permitirá a los grupos cristianos considerar el grado de compromiso posible
en estos caminos, quedando a salvo los valores, en particular, de la libertad, la responsabilidad y la aper-
tura a lo espiritual, que garantizan el desarrollo integral de hombres y mujeres.” (Pablo VI 1971: n. 31).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 43

que se revela la renovación y la fidelidad que siempre deben aparecer unidas en el ca-
minar de la Iglesia (Fosbery 1999: 601).

De más está aclarar que el rechazo a las ideologías no implica, desde ya, rechazo a
las personas que las sostienen. Justamente al contrario. Se rechazan las ideologías
por el daño que causan, entre otros, a los mismos que las sostienen, al no permitirles
comprender la realidad tal como es y llevarlas a comportamientos indignos del hom-
bre. Como enseñaba San Agustín, “debemos odiar el error, pero amar al que ye-
rra”. Justamente, es el mismo amor al que yerra el que nos lleva a tratar de liberarlo
del error y de liberar a todas las personas de las consecuencias de éste.

El tema de la actitud tomada por la Iglesia frente a las ideologías es materia suma-
mente delicada y, generalmente, tergiversada intencionadamente por los medios de
comunicación social. Es por ello que nos vemos obligados a darle un tratamiento más
extenso, abundando en citas y expresiones literales.

Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia frente a


las ideologías
Como dijimos, las ideologías liberales y totalitarias contribuyeron a que el pensa-
miento cristiano aclare, precise y sistematice sus tesis sobre el orden social, oponién-
dolas a las de aquellas. Tesis bien concretas sobre el bien de la persona y el bien
común, la propiedad, la economía, el estado, la libertad, la igualdad, el orden mo-
ral y religioso, radicalmente diferente de las propuestas de las ideologías. Tal síntesis
y sistematización reconocen un hito importante en la encíclica Rerum Novarum del
Papa León XIII, publicada en el año 1891.

Sobre la base de tales postulados, cuestionó la Iglesia duramente las diversas


ideologías, tanto las de origen liberal como las de alcances totalitarios.

Sintetiza al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2425):

La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos


modernos al "comunismo" o "socialismo". Por otra parte, ha reprobado en la práctica
del "capitalismo" el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el
trabajo humano (cf CA 10, 13.44). La regulación de la economía únicamente por la pla-
nificación centralizada pervierte en la base los vínculos sociales; su regulación única-
mente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque "existen numerosas
necesidades humanas que no tienen salida en el mercado" (CA 34). Es preciso promo-
ver una regulación razonable del mercado y de las iniciativas económicas, según una
justa jerarquía de valores y atendiendo al bien común

Pablo VI enseñó con claridad que:

El cristiano que quiere vivir su fe en una acción política, concebida como servicio,
tampoco puede adherirse sin contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radi-
calmente o en los puntos sustanciales a su fe y a su concepción del hombre: ni a la
ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera
como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo
tiempo toda trascendencia al hombre y a su historia personal y colectiva; ni a la ideolo-
gía liberal, que cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación, estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando las solidari-
dades sociales como consecuencias más o menos automáticas de iniciativas individua-
les y no ya como fin y un criterio más elevado del valor de la organización social
(1971c: n. 26).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 44

Juan Pablo II, que sufrió en carne propia el nazismo y el comunismo marxista, re-
cordó “toda la tragedia que ha afectado a Europa durante este siglo, marcado por los
grandes males del fascismo, el nazismo y el comunismo” (1998b), y sin olvidar los ma-
les del liberalismo, no dejó de repetir que:

Los indecibles sufrimientos de los pueblos y de las personas, entre ellas no pocos
amigos y conocidos míos, causados por los totalitarismos nazi y comunista, siempre
me han interpelado íntimamente y animado mi oración (2002a).

He podido conocer, por decirlo así, desde dentro, los dos sistemas totalitarios que
han marcado trágicamente nuestro siglo: el nazismo de una parte, con los horrores de
la guerra y de los campos de concentración, y el comunismo, de otra, con su régimen
de opresión y de terror (1996b).

Preciso subrayar el peligro de las ideologías, desde el comunismo hasta el libera-


lismo, que paralizan a las sociedades y hacen que aumenten las diferencias entre las
personas y los pueblos (1999c).

Están a la vista los frutos de ideologías como el marxismo, el nazismo y el fascismo,


así como también los mitos de la superioridad racial, del nacionalismo y del particula-
rismo étnico. No menos perniciosos, aunque no siempre tan vistosos, son los efectos
del consumismo materialista, en el cual la exaltación del individuo y la satisfacción ego-
céntrica de las aspiraciones personales se convierten en el objetivo último de la vida.
En esta perspectiva, las repercusiones negativas sobre los demás son consideradas
del todo irrelevantes. Es preciso reafirmar, sin embargo, que ninguna ofensa a la digni-
dad humana puede ser ignorada, cualquiera que sea su origen, su modalidad o el lugar
en que sucede (1999a).

El comunismo y el fascismo han sido eliminados, pero a su lado vemos a veces


nuevas formas de materialismo, tal vez menos ideológicas y menos espectaculares en
sus manifestaciones y contenidos, pero a su manera igualmente destructivas. Ellas de-
rivan de una visión deformada de la persona humana, considerada casi exclusivamente
desde el punto de vista del bienestar económico (2001).

La afirmación de esta verdad era sólo una invocación de la justicia histórica para es-
ta nación (Polonia), que había afrontado tantos sacrificios en la liberación del continen-
te europeo de la nefasta ideología nazi, y que había sido vendida como esclava a otra
ideología destructiva: el comunismo soviético (2005b).

La Iglesia frente al liberalismo y la Revolución francesa


Desde sus primeras manifestaciones en el siglo XVIII, la Iglesia se opuso a las te-
sis del liberalismo. Al principio, sus referencias remiten a los postulados políticos y
culturales liberales. Más avanzado el siglo XIX, cuando se empezó a sentir la crisis
social derivada de la revolución industrial, aparecen de modo más insistente las críti-
cas a sus postulados económicos. Ya consolidado y difundido el liberalismo en mu-
chos estados, la Iglesia abandona su posición predominantemente crítica para intentar
rescatar lo que hay de valedero en la defensa de la libertad, y ayudar a discernir su
sentido legítimo. Pio VI, Alocución al
Consistorio del
Encontramos así en los documentos de la Iglesia, por un lado, críticas a los postu- 9/3/1789, Carta Quod
lados político-culturales del liberalismo; y por otro lado, un poco más adelante, a sus Aliquantum del
10/3/1791, Encíclica
enseñanzas y consecuencias en el ámbito socio-económico. Adeo Nota del
23/4/1791, Pío VII
Respecto de los primeros (aspectos político-culturales), diversas alocuciones, car- Carta Apostólica Post
tas apostólicas y encíclicas marcaron el error de promover: tam diuturnas del
29/4/1814.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 45

ƒ Una igualdad y libertad que desconocen los límites de la verdad y la justicia.

ƒ Un derecho ilimitado de pensamiento, expresión o prensa, sin importar la


verdad ni la rectitud de su ejercicio.

ƒ El principio de que un hombre sólo puede ser obligado a obedecer las leyes si
ha adherido a ellas y por ello que su voluntad y libertad es el único funda-
mento de la obediencia y el único criterio legítimo para valorar su ejercicio.

ƒ El rechazo a la obediencia a las autoridades legítimas.

ƒ La indiferencia del estado frente a la religión católica (“naturalismo”), mayori-


taria en Francia, y la pretensión de separarlo totalmente de la Iglesia.

Tales críticas realizadas en tiempos de la Revolución Francesa fueron sistematiza-


das y profundizadas en un documento posterior, más amplio y completo, por el Papa
Gregorio XVI. Nos referimos a la Encíclica Mirari Vos (15/8/1832), en la que pasa re-
vista sobre los males de su tiempo y sus remedios. Entre tales males destaca el Papa:

ƒ los ataques contra la religión,

ƒ el indiferentismo en virtud del cual se afirma que todas las ideas tendrían el
mismo valor, y con fundamento en él

ƒ la defensa de un derecho ilimitado de conciencia, de expresión y de prensa


que no hace diferencia entre la verdad y lo que no lo es, y

ƒ la rebeldía contra las autoridades.

Además, el Papa atribuye a la acción subversiva de la masonería la tentativa de


alterar el orden público, derribar a las autoridades (los príncipes cristianos) y descono-
cer y atacar las enseñanzas cristianas; peligro tan grave al que el Papa León XIII de-
dicó dos Encíclicas, Humanus Genus (20/4/1884) y Ab Apostolici Solii (15/10/1890) 9.

Por su parte, el Papa Pío IX (beatificado por Juan Pablo II) en su Encíclica Quanta
Cura (1864) sobre los errores modernos, denuncia el “naturalismo” que propone a los
estados gobernar como si no existiese religión, o al menos sin hacer ninguna diferen-
cia entre las religiones, separando totalmente la Iglesia y el Estado. El mismo Pontífi-
ce, en la Carta Per Tristissima (1873) denuncia la confusión, el peligro y el daño que
provocan los llamados “católico liberales” y los que intentan “conciliar” la doctrina
cristiana con las de las ideologías.

Sin embargo, fue el Papa León XIII el que dedicó enseñanzas más sistemáticas
contra el liberalismo.

9
Si bien la pertenencia a la masonería deja de mencionarse expresamente como delito en el Código de
Derecho Canónico de 1983, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal
Joseph Ratzinger (hoy Papa Benedicto XVI), hizo pública la Declaración Quasitum est (26/11/83) aclaran-
do que la falta de mención expresa se debe a un criterio de redacción pero “se mantiene inmutable el
juicio negativo de la Iglesia respecto a las asociaciones masónicas, ya que sus principios han sido consi-
derados siempre inconciliables con la doctrina de la Iglesia y por ello la adscripción a las mismas perma-
nece prohibida. Los fieles que pertenecen a las asociaciones masónicas están en estado de pecado grave
y no pueden acceder a la Santa Comunión”.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 46

ƒ Por un lado, recuerda en la Encíclica Diuturnum Illud (29/6/1881) que todo


poder tiene su origen último en Dios (aunque Dios, lógicamente, no es el En ambos docu-
que elige al gobernante que va a usar de ese poder). mentos (Diutunum… e
Inmortale…), Leon XIII
ƒ Además, publicó la Encíclica Inmortale Dei (1/11/1885) para recordar que el se cuestiona la idea de
que el pueblo sea
gobierno no puede dejar de lado sus obligaciones para con Dios. soberano y origen del
poder, doctrina que lo
ƒ Pero es la Encíclica Libertas Praestantissimum (20/6/1888) la que se dedica liberaría de obedecer a
principalmente al tema de la libertad y su deformación por el liberalismo, las legítimas autorida-
des y de conformar las
acusado de defender una libertad (moral, de conciencia, de expresión, de leyes civiles con la ley
prensa) sin distinguir su buen o mal ejercicio. de Dios.

En la Encíclica Vehementer Nos (1906) el Papa San Pío X vuelve a manifestar el


error de pretender separar totalmente la Iglesia del Estado, y en la Carta Nostre Char-
ge Apostolique (1910) cuestiona duramente al movimiento liberal francés Le Sillon,
imputándole varios errores, y entre ellos:

ƒ afirmar una dignidad humana que exigiría total autonomía prescindiendo de


todo maestro y no obedeciéndose más que a sí mismo;

ƒ considerar que el poder reside en el pueblo (y no en el gobernante) y que


obedecer a una autoridad es indigno del hombre;

ƒ defender una igualdad que desconoce las diferencias naturales;

ƒ promover de manera exclusiva la democracia como única forma de gobierno


legítima. Benedicto XV, En-
cíclica Ad Beatissimi
Para contrarrestar este olvido de Dios por parte de los estados el Papa Pio XI insti- del 1/11/1914 y Carta
Anno iam exeunte del
tuye por medio de su encíclica Quas Primas (1925) la fiesta de Cristo Rey. 7/3/1917.

Las mismas críticas al liberalismo y la Revolución francesa se reiteran en otros Pío XII, Alocución a
pronunciamientos posteriores, y son recordados en el Catecismo de la Iglesia Católica editores, directores y
(n. 2104 a 2109). escritores de grandes
organismos de prensa
de EE.UU. (11/7/1946),
Es doctrina reiterada por los Papas: Discurso al patriciado
romano (8/1/1947),
ƒ el rechazo a concebir la libertad como no sujeta a los límites de la verdad y Encíclica Miranda
la justicia, especialmente referida a la prensa y los medios de comunicación, Prosus (8/9/1957),
Concilio Vaticano II,
y Decreto Inter mirifica
sobre los medios de
ƒ el recuerdo del deber del estado de custodiar la verdad y justicia de lo que comunicación social
se expresa y difunde. (4/12/1963), Paulo VI,
Alocución a los partici-
pantes en el Seminario
Juan Pablo II, recientemente, recordó varias veces que la libertad debe estar aso- de la ONU sobre la
ciada a la verdad y no ser defendida desvinculada de ésta. libertad de información
(17/4/1964), Discurso
Hay que recordar en particular la encíclica Libertas praestantissimum, en la que se al XV Congreso Inter-
ponía de relieve la relación intrínseca de la libertad humana con la verdad, de manera nacional de la Prensa
periódica (1/5/1965) y
que una libertad que rechazara vincularse con la verdad caería en el arbitrio y acabaría
Discurso a la Jornada
por someterse a las pasiones más viles y destruirse a sí misma (Juan Pablo II 1991b: n. Mundial de las comu-
4). nicaciones sociales
(2/5/1967).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 47

[Sin embargo] “diversas fuerzas, guiadas a menudo por una falsa ideología de liber-
tad, tratan de apropiarse de este terreno… Ruidosa propaganda de liberalismo, de li-
bertad sin verdad y responsabilidad (Juan Pablo II 2002b).

Todo ello no impide que como ya hemos señalado, la actitud general de la Iglesia
en los últimos años busca más bien reconocer puentes de diálogo con las ideologías
modernas que condenar sus desviaciones. No extraña por eso que Juan Pablo II
(1980) recuerde a los franceses que los ideales de libertad, igualdad y fraternidad
son herencia que recibieron del cristianismo. Y destaque cómo la Revolución france-
sa contribuyó a difundir esos legítimos ideales, aunque sin olvidar que lo fue a costa
de la sangre de muchísimas personas en la guillotina y de la violación permanente de
muchos de esos mismos principios (Juan Pablo II 2005a), como el caso de los 98 már-
tires asesinados por los revolucionarios sólo por ser fieles a la Fe y que él mismo bea-
tificó, recordando a “los numerosos mártires que... aceptaron la muerte, porque como
dijo Guillaume Repin, quisieron conservar su fe y su religión" (Juan Pablo II 1984).

Hasta aquí los cuestionamientos a los postulados político-culturales del libera-


lismo. Pero numerosos documentos posteriores acentúan la crítica a las posiciones
económicas del liberalismo, sintetizadas en considerar que un sistema económico
basado en la libertad de mercado y de empresa, sin regulación o intervención esta-
tal, pretende hacer de la economía un ámbito ajeno a la valoración moral, expone a
los sujetos más débiles (trabajadores, niños, mujeres) a la explotación e incrementa
la brecha entre los ricos y los pobres.

Dichos cuestionamientos económicos al liberalismo aparecen desarrollados en la


primer gran encíclica social, la Rerum Novarum del Papa León XIII (1891). Allí lamen-
ta la grave situación social en la que se encuentran los obreros (“proletarios”), recha-
za las “soluciones” revolucionarias y comunistas, pero recuerda que el gobierno, cus-
todio del bien común, debe intervenir en la economía para proteger especialmente los
derechos de los trabajadores a fin de que impere la justicia distributiva (los bienes
de la sociedad se distribuyan equitativamente), cuestionando las políticas establecidas
que parecen beneficiar sólo a las clases ricas y prósperas.

Años más tarde, el Papa Pío XI, será todavía más crítico en la Encíclica Quadrage-
simo Anno (1931), señalando que el funcionamiento de la economía no puede dejarse
a la “libre competencia”, principio que considera “fuente envenenada” de una eco-
nomía individualista que olvidando su carácter social pretende ponerla al margen de
la intervención del estado, destruyéndose a sí misma y llevando al “imperialismo in-
ternacional del dinero”. Al hablar del comunismo, el Papa recordará que éste consi-
guió apoyo de las masas obreras justamente porque “estaban preparadas para ello por
el miserable abandono religioso y moral a que las había reducido en la teoría, y en la
práctica, la economía liberal” (1937: n. 16).

Las ideas expresadas por sus predecesores fueron repetidas por Pío XII en el Ra-
diomensaje La Solemnitá (1/6/1941), poniendo de manifiesto nuevamente “las fatales
consecuencias de un liberalismo económico, inconsciente muchas veces u olvidado o
despreciador de los deberes sociales” (n. 6), continuadas por Juan XXIII en la Encícli-
ca Mater et Magistra (1961), recordando que “tanto la libre competencia ilimitada
que el liberalismo propugna como la lucha de clases que el marxismo predica son to-
talmente contrarias a la naturaleza humana y a la concepción cristiana de la vida” (n.
23) y abogando por un estado que “fomenta, estimula, ordena, suple y completa” la
actividad de los particulares sin absorberla ni suplantarla (n. 53).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 48

Pablo VI continúa tales enseñanzas, precisando en su encíclica Populorum Pro-


gressio (1967) que “ha sido construido un sistema que considera el provecho como
muestra esencial del progreso económico, la concurrencia como ley suprema de la
economía, la propiedad privada de los medios de producción como un derecho abso-
luto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes,… liberalismo sin freno, que
conduce a la dictadura” (n. 26).

El tema también fue abordado en varias oportunidades por Juan Pablo II.

En Laborem Excercens (1981), cuestiona al liberalismo como ideología del capita-


lismo por separar y enfrentar trabajo y capital (n. 13), considerar la propiedad priva-
da como un derecho casi absoluto (n. 14), asegurar la iniciativa económica de los po-
seedores del capital sin preocuparse suficientemente de los derechos del hombre del
trabajo (n. 8).

En Centesimus Annus (1991b), rechaza que el trabajo pueda ser considerada una
mera mercancía cuyo precio se determine exclusivamente en el mercado por la ley de
la oferta y la demanda, y que el libre mercado por sí mismo pueda ser considerado un
instrumento suficiente para atender las necesidades de todos.

Cuestiona al liberalismo por hacer del trabajo un mero instrumento de producción


(Juan Pablo II, 1996a).

Más recientemente denuncia cómo

resurge en varios lugares una forma de neoliberalismo capitalista que subordina la


persona humana y condiciona el desarrollo de los pueblos a las fuerzas ciegas del mer-
cado… De este modo se asiste en el concierto de las naciones al enriquecimiento
exagerado de unos pocos a costa del empobrecimiento creciente de muchos, de
forma que los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres (Juan
Pablo II 1991; 1998).

Al año siguiente, vuelve a cargar sobre la ideología, señalando que “en el marco de
un liberalismo sin controles adecuados, se ahonda en el mundo la brecha entre paí-
ses "emergentes" y países "perdedores" (Juan Pablo II, 1999d).

Y el mismo año, exhorta a tener en cuenta que

cada vez más, en muchos países americanos impera un sistema conocido como
neoliberalismo; sistema que haciendo referencia a una concepción economicista del
hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos
en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos. Dicho sistema
se ha convertido, a veces, en una justificación ideológica de algunas actitudes y modos
de obrar en el campo social y político, que causan la marginación de los más débiles.
De hecho, los pobres son cada vez más numerosos, víctimas de determinadas políticas
y de estructuras frecuentemente injustas (1999b).

La Iglesia frente al comunismo marxista

También fue sumamente crítica, desde sus orígenes, la posición de la Iglesia sobre
el comunismo marxista. Su ateísmo expreso y militante le ganó las condenas más
duras y la más firme oposición. No sólo la Iglesia lo declaró intrínsecamente perver-
so, sino que desalentó cualquier intento de colaborar con él, e incluso contribuyó a su
derrota y su caída en Europa del Este durante el Pontificado de Juan Pablo II.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 49

No extraña que fuera tratado con más dureza que el nacionalsocialismo y el fas-
cismo, pues de las tres ideologías totalitarias fue la que manifestó más odio y perse- Notemos desde ya
cución hacia la religión y el catolicismo. Miles de mártires han sido canonizados por la que al considerar esta
Iglesia, asesinados por el comunismo por causa de su Fe en países como Rusia, Eu- ideología, la Iglesia no
siempre ha utilizado un
ropa del Este, España, Méjico, China, Vietnam. Por ejemplo, el Papa Benedicto XVI vocabulario unívoco. A
beatificó el 27 de abril de 2007 nada menos que 498 mártires asesinados por las hor- veces refiere al comu-
das comunistas españolas entre 1934 y 1937, contra las cuales se levantara el Gene- nismo, otras al socia-
ral Francisco Franco y su ejército, recordando “las `violencias inauditas´ a las que el lismo marxista, otras al
socialismo, todas como
mundo, Europa y España se vieron arrastradas por “ideologías totalitarias, que preten-
sinónimos. En otras
dían hacer realidad por la fuerza las utopías terrenas”. oportunidades, en
cambio, remite al co-
Las principales condenas contra las ideas erróneas del marxismo fueron realiza- munismo como el
das por: marxismo más radical,
y al socialismo como
una morigeración o
ƒ León XIII en la Encíclica Quod Apostolici Muneris (1878) y moderación de los
postulados marxistas.
ƒ Pio XI en la Encíclica Divini Redemptoris (1937).

Sabemos que el comunismo marxista se desplegó fundamentalmente a partir de la


publicación del “Manifiesto Comunista” de Marx y Engels en 1848.

Pío IX elabora diversos documentos rechazando esta nueva ideología:

ƒ Cuando en 1846 el comunismo ya difundía sus principales doctrinas, este


Pontífice alertaba sobre sus graves errores en la Encíclica Qui pluribus,
porque “echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma socie-
dad humana” (n. 9).

ƒ En 1948, en la Encíclica Noscitis et nobiscum sobre los Estados Pontificios


(1849), alerta sobre los peligros del socialismo y el comunismo que abu-
san de los términos de libertad e igualdad desnaturalizando su legítimo sen-
tido, aprovechando para agitar a los obreros y los pueblos, atacar cualquier
autoridad superior y saquear los bienes de la Iglesia y de los particulares (n.
9).

ƒ Condenando diversos errores modernos, la Encíclica Quanta Cura (1864) y el


Syllabus acusa a socialismo y comunismo de atacar las bases de la familia
negando su carácter natural y el derecho natural de los padres a educar a
sus hijos (n. 6).

También León XIII realizó importantes aportes a la condena del marxismo:

ƒ Años más tarde, cuando el movimiento ya generaba intensos conflictos en va-


rios estados, dedica al comunismo y el socialismo (términos que utiliza indis-
tintamente) una Encíclica completa, llamada Quod Apostolici Muneris
(1878). Cuestiona su promoción de la desobediencia a las autoridades y
superiores, su incentivo a la conflictividad social, su prédica de una igual-
dad absoluta entre las personas, y su falta de respeto por la propiedad
privada y por el vínculo matrimonial; y atribuye al alejamiento de Dios la
causa de los males que trae consigo.

ƒ En Arcanum Divinae Sapientiae (1880) alerta sobre el rechazo comunista


hacia el matrimonio y la familia.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 50

ƒ En la Encíclica Diuturnum Illud (1881) considera al liberalismo como padre


de tales errores (n. 17), y en Libertas Praestantissimum (1888) como el
causante de los desórdenes sociales (n. 12).

ƒ En Humanus Genus (1884) acusa a la masonería de favorecer los errores


socialistas y comunistas (n. 24), y denuncia el desorden social y la subver-
sión en Ab Apostolici Solii (1890) traída por el socialismo, grave peligro por
su naturaleza, poder de organización y atrevimiento de sus propósitos.

ƒ En la gran Encíclica social Rerum Novarum (1891) rechaza con firmeza la


pretensión socialista de suprimir la propiedad privada (n. 11).

ƒ Y en la Encíclica Graves de Communi (1901) sobre la Democracia Cristiana


precisa la incompatibilidad del socialismo con el cristianismo, y consiguien-
temente, la imposibilidad de un socialismo cristiano.

Tales conceptos expresados por León XIII en muchos de sus más variados docu-
mentos, incluso antes de que la ideología consiguiera ocupar el poder en algún esta-
do, fueron desarrollados y reiterados insistentemente por sus sucesores.

Es el caso de San Pio X en la Encíclica Il Fermo Proposito (1905) alienta a los sa-
cerdotes a una más intensa labor apostólica frente al predominio invasor del socia-
lismo.

Y Benedicto XV, en la Encíclica Ad Beatissimi Apostolorum Princis Cathedram


(1914), denuncia las utopías socialistas de igualación de clases, predicando en lugar
de ella el tratamiento justo e incluso benigno hacia los más humildes (n. 11).

También Pío XI desarrolla muchos de estos conceptos:

ƒ En 1917, el marxismo se establece en Rusia, y avanza en otros estados, lo


que lleva al Pontífice a levantar la voz de alerta. Primero sobre la situación
en Rusia, condenando los errores y métodos de la revolución bolchevique
en una alocución del 18/12/1924.

ƒ Luego, elevó también su denuncia contra las persecuciones comunistas


desencadenadas en Rusia, Méjico y España, expresadas en las encíclicas
Miserentissimus Redemptor (1928), Caritate Christi (1932a), Acerba animi
(1932b) y Dilectissima Nobis (1933).

ƒ En su Encíclica sobre el matrimonio cristiano, Casti Connubii (1930), denuncia


la decadencia de la familia en las regiones en las que domina el comunis-
mo (n. 34).

ƒ Un año antes en la Encíclica Divini Illius Magistri (1929) denunció las preten-
siones “socialistas extremas” de quitar la educación de los niños a las
familias para entregarla a escuelas que los formarán sin Dios, en la irreligio-
sidad y el odio (n. 44).

ƒ Pero es en Quadragesimo Anno (1931), de Pio XI que encontramos un trata-


miento más extenso del socialismo y el comunismo. Ratifica allí las ense-
ñanzas de León XIII y alienta la represión de las organizaciones socialistas
y la promoción de la colaboración pacífica entre las clases (n. 95). Denuncia
la división del socialismo en dos grupos, uno que adopta el nombre de “co-
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 51

munismo” y persigue por todos los medios, incluso matanzas y destruccio-


nes, “la encarnizada lucha de clases y la total abolición de la propiedad pri-
vada” (n. 112); y otro más moderado, que conserva el nombre de “socialis-
mo”, y que reniega del uso de la violencia e intenta mitigar la lucha de cla-
ses. Este último “socialismo” moderado, dice el Papa, tiene elementos co-
munes con las aspiraciones cristianas, pero no debe ser confundido con
éstas, pues aunque de manera mitigada sigue cuestionando la propiedad
privada y afirmando la lucha de clases.

A este socialismo moderado le cuestiona:

ƒ pretender que la sociedad humana ha sido instituida exclusivamente para el


bienestar terreno, desconociendo el destino sobrenatural del hombre (n.
118);

ƒ colocar la satisfacción de las necesidades económicas como las principa-


les, a la que debe sacrificarse todo otro bien humano, inclusive la libertad (n.
119);

ƒ la imposibilidad fáctica de construir una sociedad bajo los postulados socia-


listas sin recurrir a una enorme violencia;

ƒ buscar monopolizar la educación de niños y jóvenes para llevarlos al socia-


lismo;

ƒ la ausencia de cualquier principio de verdadera autoridad social.

Por eso,

si bien el socialismo, como todos los errores, tiene en sí algo de verdadero (cosa
que jamás han negado los Sumos Pontífices), se funda sobre una doctrina de la socie-
dad humana propia suya, opuesta al verdadero cristianismo. Socialismo religioso, so-
cialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen ca-
tólico y verdadero socialista (n. 120).

En Non Abbiamo Bisogno (1931) luego de cuestionar varios postulados del fascis-
mo italiano, reconoce sin embargo al estado fascista el mérito el haber disuelto la
acción del socialismo y la masonería en la península (n. 8).

Las apreciaciones críticas sobre el socialismo moderado se radicalizan todavía más


respecto del comunismo, al que Pio XI le dedica una Encíclica completa, Divini Re-
demptoris (1937). Advierte sobre la revolución que se constataba en tales años, que
ha llevado a una persecución de la Iglesia de una amplitud y violencia desconocidas
en el pasado. El objeto de la Encíclica es exponer sintéticamente los principios del
comunismo ateo tal como se manifiestan principalmente en el bolchevismo, mostrar
sus métodos de acción y contraponerles la enseñanza cristiana (n. 7). Reconoce
que se funda en parte de verdad, como es la necesidad de proteger a los sectores
obreros de la explotación, y denunciar los abusos reales causados por la economía
liberal y la urgencia de obtener una más justa distribución de los bienes, y señala que
esta parte de verdad hace al comunismo sumamente peligroso (n. 15). Por ello de-
nuncia que ha sido el liberalismo el que ha preparado el camino para el comunismo (n.
16), y la complicidad de la prensa mundial con su silencio sospechoso respecto de los
horrores comunistas que tuvieron lugar en Rusia, Méjico y España (n. 18).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 52

Entre los principios comunistas condenados encontramos los siguientes (n. 8 a


23):

ƒ falso ideal que propone una especie de redención pseudo-mística de justicia,


igualdad y fraternidad;

ƒ materialismo histórico y dialéctico que reduce la realidad a la materia, incen-


tiva los conflictos sociales, no deja lugar a Dios, limita la finalidad del hom-
bre y de la sociedad a disfrutar de los bienes económicos y niega toda ley
natural capaz de orientar la conducta humana;

ƒ ausencia de dignidad de la persona humana y de derechos naturales frente


a la colectividad.

ƒ absoluta igualdad rechazando toda jerarquía y autoridad (inclusive la de los


padres respecto de sus hijos) que no provenga de la colectividad;

ƒ destrucción de la propiedad privada;

ƒ negación del carácter natural del matrimonio y la familia, reducidos a insti-


tuciones civiles y convencionales fruto de determinado sistema económico;

ƒ implementación del terrorismo contra millones de hombres para instaurar y


conservar el régimen.

Advirtiendo la gravedad de tales errores y sus consecuencias, declaró con fir-


meza que “el comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir
que colaboren con él, en ningún terreno, quienes deseen salvar la civilización
cristiana” (n. 58).

Frente a los postulados comunistas recuerda las enseñanzas de la Iglesia.

ƒ Dios como realidad suprema a la que todo debe subordinarse;

ƒ la existencia de derechos naturales en el hombre y de leyes naturales que


rigen a la persona, el matrimonio y la familia;

ƒ la natural socialidad del hombre;

ƒ el significado individual y social de la propiedad;

ƒ la dignidad del trabajo y el salario justo; y

ƒ un sano corporativismo que permita la colaboración entre las clases, entre


otras.

Finalmente, en Ingravescentibus Malis (1937), Encíclica dedicada al Rosario, el Por ejemplo, refie-
mismo Pontífice recomienda esa devoción como manera de contrarrestar, entre otros ren a la condena del
males, el del comunismo (n. VI). comunismo de Pio XI
en Divini Redemptoris
Prácticamente, en estos documentos del Papa Pio XI se encuentra condensada to- Cfr. Juan XXIII en
Mater et Magistra
da la enseñanza de la Iglesia sobre el socialismo y el comunismo. Los documentos (15/5/1961), n. 4, y
posteriores y los de sus sucesores se ocupan de desarrollar las enseñanzas ya esta- Juan Pablo II en Fides
blecidas y actualizarlas conforme el devenir de la historia. et Ratio (14/9/1998)
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 53

Así, encontramos enseñanzas sobre el comunismo:

ƒ en Pio XII, en la Encíclica Humani Generis (12/8/1950), sobre el origen del


hombre, atribuye al comunismo adherir a un evolucionismo panteísta para
propagar su materialismo; y en Miranda Prorsus (8/9/1957) sobre el cine, la
radio y la televisión, denuncia que en algunas regiones los medios audiovi-
suales son dominados por el comunismo ateo el que los utiliza para arran-
car la religión de las almas (n. 16). A su vez, a los atentados comunistas
en Rusia, Méjico y España (denunciados por Pio XI) Pio XII agrega en su
encíclica Ad Apostolorum Principis Sepulcrum (29/6/1958) los padecidos en
China luego de la revolución comunista (en este documento refiere indistin-
tamente a comunismo y socialismo). Además, en el Radiomensaje del
24/12/1942 sobre Los Fundamentos del Orden Interno de los Estados re-
cuerda que si bien la Iglesia ha condenado –“y lo condena también hoy”-
siempre el socialismo marxista, ello no implica desconocer las dificultades
que encuentran los obreros para ver satisfechos sus reclamos de justicia (n.
25).

ƒ Pablo VI, en la Carta Apostólica Octogesima Adveniens (14/5/1971), constata


que con el tiempo se fueron dando diversas tendencias o escuelas dentro
del marxismo o del socialismo, algunas no tan radicales en sus postulados,
y se pregunta si no serán legítimos ciertos acercamientos concretos de parte
de los cristianos. Respecto del socialismo, indica la necesidad de distinguir
tres niveles de socialismo: a) una aspiración generosa y una búsqueda de
una sociedad más justa, b) los movimientos históricos que tienen una orga-
nización y un fin político, c) una ideología que pretende dar una visión total y
autónoma del hombre. Precisa que el nivel posible de compromiso y acer-
camiento legítimo de un cristiano con posiciones socialistas depende de
la vinculación que exista en las situaciones concretas entre tales niveles,
porque no cabe “considerar tales niveles como completamente separados e
independientes” (n. 31). ¿Qué quiere decir con ello? Pareciera que para
analizar la posibilidad del trabajo común debería juzgarse en qué medida en
el caso concreto se trata sólo de una posición que levanta banderas de jus-
ticia, o encarna una visión integral del hombre incompatible con la fe. Su
respuesta es, en cambio, más radical en cuanto a la imposibilidad de
acercamientos o compromiso no con el socialismo sino con las tesis espe-
cíficamente marxistas:

si a través del marxismo, tal como es concretamente vivido, pueden distinguirse es-
tos diversos aspectos y los interrogantes que ellos plantean a los cristianos para la re-
flexión y para la acción, sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar el lazo íntimo que los
une radicalmente, aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus rela-
ciones con la ideología, entrar a la práctica de la lucha de clases y de su interpretación
marxista dejando de percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce
este proceso (n. 34).

ƒ Juan Pablo II (2004), conocedor y víctima de “la funesta dictadura del comu-
nismo”, se ha referido al comunismo en muchas oportunidades, algunas de
las cuales ya hemos citado. En Laborem Exercens (1981) recuerda que es
el marxismo la ideología del comunismo, y recorre sus principales postula-
dos. En Dominum et Vivificantem (1986), Encíclica dedicada al Espíritu San-
to, no dejó de manifestarse contra el marxismo, y en particular, contra su
materialismo que pretende suprimir la idea de Dios del corazón humano. En
Centesimus Annus (1991b) vuelve a referirse a la “dictadura comunista”
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 54

(n. 18) y al “totalitarismo comunista” (n. 19); pero al mismo tiempo llamó la
atención sobre la pretensión de algunos estados de construir un sistema de
“seguridad nacional” que para luchar contra el comunismo incrementan el
poder del estado con riesgo de perjudicar los valores de la persona (n. 19).
Alerta también que si bien

la solución marxista ha fracasado, permanecen en el mundo fenómenos de margi-


nación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de
alienación humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenó-
menos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en
condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tan-
tos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada
y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo
de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el to-
marlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento
de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas
de mercado (n. 42).

También abundan en Juan Pablo II y en Benedicto XVI consideraciones sobre la


caída del comunismo en Europa del Este, atribuyéndola a la propia inhumanidad del
régimen, pero destacando que tal caída no debía entenderse como un triunfo del libe-
ralismo capitalista, también condenable en muchos aspectos.

Marxismo, cristianismo y “teología de la liberación”


Desde la década del sesenta, algunos teólogos católicos sostuvieron la utilidad de
usar la metodología y análisis marxista para elaborar una teología concreta y encar-
nada en la situación que padecen los sectores sociales marginales y las naciones más
necesitadas.

La fe cristiana es liberadora, decían, y por ello se hace necesaria una “teología de


la liberación”. Esa tendencia teológica se correspondió con la actitud pastoral de sa-
cerdotes que se llamaron “sacerdotes del tercer mundo” o “tercer mundistas”, y que
consideraron prioridad de todo cristiano combatir las estructuras que causaban pobre-
za e injusticia social, apoyando muchos de ellos incluso a los movimientos revolucio-
narios vinculados a soluciones socialistas y comunistas sin que vieran como obstá-
culos, muchas veces, su recurso a la violencia.

Juan Pablo II recordó el peligro de asumir acríticamente tesis y metodologías deri-


vadas del marxismo (1998c: n. 54), peligro que durante su pontificado fue contrarres-
tado por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal
Josef Ratzinger (luego Benedicto XVI), la que publicó la Instrucción Libertatis nuntius,
sobre algunos aspectos de la "teología de la liberación" (1984) sosteniendo la incom-
patibilidad de muchos postulados de la llamada “teología de la liberación” con las
enseñanzas cristianas. Respecto a estas tentativas de acercar el cristianismo y el
marxismo enseñó que

el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse fuera del


curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un
compromiso imposible entre marxismo y cristianismo; [sin perjuicio de lo cual manifiesta
la necesidad de] reafirmar la positividad de una auténtica teología de la liberación
humana integral (Juan Pablo II 1991b: n. 26).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 55

Así la expuso la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción


sobre la libertad cristiana y la liberación Libertatis conscientia (1986). Las enseñanzas
de estos documentos han sido permanentemente reiteradas por otros posteriores.

En estos dos documentos, la Congregación de la Iglesia señala las confusiones y


desviaciones de la teología de la liberación (Libertatis Nuntius), y el sentido de la au-
téntica liberación cristiana (Libertatis Conscientia).

Claro que sería un error identificar a todo religioso comprometido con la lucha co-
ntra la pobreza como adscripto a la teología de la liberación de inspiración marxista.
Es posible, lógicamente, una auténtica teología de la liberación cristiana no marxista.
Sin embargo, la que tradicionalmente se calificó como teología de la liberación es la
que asumió la metodología de análisis marxista, y por eso conservamos la denomina-
ción.

Entre los errores de la teología de la liberación de inspiración marxista destaca el


documento Libertatis Nuntius:

ƒ Posponer la evangelización, priorizando la promoción social y descuidando


los aspectos espirituales (oración, sacramentos, Gracia, etc.).

ƒ Reducir el Evangelio de la salvación a una redención terrenal, y la liberación


del pecado a la liberación de la opresión política o económica. Cristo no
habría venido a liberarnos del pecado personal que nos condena a perder la
vida eterna, sino de la opresión socioeconómica que nos condena a perder
el bienestar en esta vida. Por ello, incurrir en un mesianismo temporal
(buscar un salvador sociopolítico) y una secularización (desacralización)
de la noción de Reino de Dios.

ƒ Adoptar la opción preferencial por los pobres como opción excluyente (no
sólo preferencial), olvidando atender también a la opción preferencial por los
jóvenes, asumida por la Iglesia americana en la Conferencia de Puebla, y
tomarla como opción dirigida a sacarlos de su pobreza económica y más
que a acercarles el mensaje del Evangelio. No puede tomarse
el método de análisis
ƒ Refugiarse en el análisis marxista de la lucha de clases, que no puede ser marxista de la socie-
dad sin los postulados
separado de la ideología marxista misma. marxistas sobre el
hombre y la sociedad.
ƒ Buscarlos principios de la teología en métodos de análisis sociológicos y
económicos tenidos como “científicos” (marxistas), y no en la luz de la Fe.

ƒ Considerar que sólo se puede comprender la realidad si se combate en ella,


pretendiendo que no hay verdad sino en la praxis partidaria.

ƒ Presentar la lucha de clases como ley objetiva y necesaria de la historia, y


por ello, la necesidad de responder a la violencia de los ricos sobre los po-
bres con una contra-violencia revolucionaria; alentando o favoreciendo el En rigor, debería-
recurso sistemático y deliberado a la violencia ciega. mos decir, lo que ocu-
rre es que desconocen
o “malconocen” la
ƒ Rechazar con desdén la Doctrina Social de la Iglesia como procedente de Doctrina Social de la
la ilusión de un posible compromiso entre las clases, propio de las clases Iglesia y por esos son
medias que no tienen sentido histórico. incapaces de valorarla.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 56

ƒ Restringir la noción del pecado a la estructura social (“pecado social”), y


localizar el mal principal y únicamente en las "estructuras" económicas, so-
ciales o políticas malas, como si todos los otros males se derivasen, como
de su causa, de estas estructuras; olvidando que se trata, en realidad, de
consecuencias sociales de pecados personales y que el mal reside, en últi-
ma instancia, en el corazón de las personas libres y responsables, de las
que las estructuras son frutos o consecuencias.

ƒ Derivar de sus análisis sociológicos consecuencias para la teología dogmá-


tica, moral y espiritual, dando lugar, en palabras de la Congregación (Liber-
tatis Nuntius), a una “perversión del mensaje cristiano”, conservando la
letra del lenguaje y las fórmulas de la fe cristiana pero atribuyéndoles una
significación que niega la verdadera Fe. Así, por ejemplo, alterar “algunas
prácticas litúrgicas, como por ejemplo «la Eucaristía» transformada en ce-
lebración del pueblo en lucha” (IX, 1), “identificar el Reino de Dios y su de-
venir con el movimiento de la liberación humana” socioeconómica, hacer
de la historia un “proceso de la autorredención del hombre a través de la
lucha de clases”, cayendo en una “politización radical de las afirmaciones
de la fe y de los juicios teológico” presentando “la entrada en la lucha de
clases como una exigencia de la caridad” (IX 6 y 7), y considerando “por
Iglesia del pueblo una Iglesia de clase, la Iglesia del pueblo oprimido que
hay que "concientizar" en vista de la lucha liberadora organizada”, y por ello
“se denuncia la jerarquía y el Magisterio [de la Iglesia] como representantes
de objetivos de la clase dominante que es necesario combatir” (IX, 7 y 8),
considerando al final que “el punto de vista de la clase oprimida y revolu-
cionaria, que sería la suya, constituye el único punto de vista de la verdad”.

Todo ello sin perjuicio de aclarar, obviamente, que

la llamada de atención contra las graves desviaciones de ciertas “teologías de la li-


beración”, de ninguna manera debe ser interpretada como una aprobación, aun indire-
cta, dada a quienes contribuyen al mantenimiento de la miseria de los pueblos, a quie-
nes se aprovechan de ella, a quienes se resignan o a quienes deja indiferentes esta
miseria. La Iglesia, guiada por el Evangelio de la Misericordia y por el amor al hombre,
escucha el clamor por la justicia y quiere responder a él con todas sus fuerzas” (XI, 1).

La Iglesia frente al nazismo


Como se habrá podido advertir al examinar sus postulados, muchas de las ideas
que se encarnaron en el régimen nacionalsocialista resultan manifiestamente incom-
patibles con las enseñanzas del catolicismo.

Por esa razón, encontramos en las enseñanzas de la Iglesia permanentes cuestio-


namientos a las mismas. Pero mientras el marxismo debe ser considerado, por sí
mismo (“intrínsecamente”), incompatible con la fe cristiana y como tal cuestionable en
conjunto; en el nacionalsocialismo lo que son condenables (muy condenables) son
algunas de sus posiciones o expresiones, muchas de las cuales no aparecieron con
claridad sino a medida que transcurría la vigencia del régimen en Alemania.

En este punto, resulta importante retomar la distinción que hicimos al comienzo


entre la valoración teórica de los principios de una ideología, y la actitud diplomáti-
ca de la Iglesia en relación con los gobiernos que las implementan. Como Cristo, la
Iglesia no trabaja en la salvación de los santos sino de los pecadores, y en virtud de
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 57

ello, intenta mantener relaciones lo más cordiales posibles con gobiernos liberales,
comunistas, socialistas, etc. Esta Encíclica fue
revisada en su texto
La principal condena contra las ideas erróneas del nazismo fueron expuestas por alemán por el Cardenal
Eugenio Pacelli (futuro
Pio XI en la Encíclica Mit brennender Sorge (1937) sobre la situación de la Iglesia en
Pío XII), quien reco-
el Reich Alemán, que comienza hablando de la “viva preocupación” provocada por la mendó al papa endu-
progresiva opresión sufrida por los fieles en el país. recer los términos con
que condenaba al
También estuvo dedicado al nazismo el Discurso del papa Pio XII al Colegio Car- régimen nacionalsocia-
lista. Incluso pueden
denalicio, el 2 de junio de 1945 (AAS 37, 1945, 159-168). Tales fueron los pronuncia- comprobarse las suge-
mientos vaticanos más importantes, aunque hay también referencias incidentales al rencias de Pacelli con
nazismo en muchos otros documentos. su propia letra en el
borrador de la Encícli-
Tales condenas no obstaron a que la Iglesia: ca. (Cf. Innocenti 2006:
171).

ƒ intente asegurar el respeto de algunos mínimos derechos a través de un


concordato con la Alemania de Hitler (concordato de 1933 que éste no res-
petó);

ƒ procurase siempre evitar que el rechazo al nazismo favorezca un avance del


peligroso marxismo soviético (al que el nazismo se enfrentaba); y

ƒ pese al distanciamiento ideológico progresivo, el Papa Pío XII evitara insistir


con las condenas públicas porque eran aprovechadas por Hitler para adop-
tar represalias contra el pueblo cristiano.
Un cable de la
Numerosos medios anticatólicos insisten en cuestionar la actitud del Papa Pio XII Agencia ACI del
frente al nazismo, reprochándole no haber sido suficientemente duro con él, e incluso 7/1/2007 da cuenta de
simpatizar con el régimen. Nada más alejado de la realidad histórica. Recién mencio- una entrevista publica-
namos cómo influyó para que la condena del régimen nazi en la encíclica Mit Bren- da en la revista Natio-
nal Review Online, en
nender Sorge fuera todavía más dura (Cf. Innocenti 2006: 171). la que Ion Mihai Pace-
pa, ex espía de la KGB
Su primera Encíclica, Summi Pontificatus (1939), sin mencionar el nazismo, de- comunista, confiesa
nunciaba el totalitarismo y el racismo; y por eso, fue soltada masivamente por aviones que se le encomendó
ingleses sobre Alemania para restar apoyo cristiano al nazismo. la tarea de destruir la
autoridad moral del
Vaticano en Europa
En secreto, Pio XII ordenó brindar alojamiento, alimentos y colaboró con la fuga Occidental, entre
de muchos judíos perseguidos por el nazismo, lo que admiró tanto al Rabino de Roma, otras formas, presen-
Israel Zoller, que se convirtió al catolicismo y adoptó el nombre de Eugenio (Pio XII se tando a Pío XII como
llamaba Eugenio Pacelli). simpatizante del régi-
men nazi.

De los 44 discursos que Pío XII pronunció en Alemania antes de ser Papa, entre
1917 y 1929, cuarenta denuncian los peligros de la ideología nazi emergente. Y luego
de ser elegido Papa, sin nombrarla, hace permanentes referencias a sus peligros:

Sigamos a nuestro pacífico Rey, que nos enseñó a amar no sólo a los que no pro-
vienen de la misma nación ni de la misma raza, sino aun a los mismos enemigos (Pío
XII 1943b).

Este voto, la humanidad lo debe a los cientos de millares de personas que, sin culpa
propia alguna, a veces sólo por razones de nacionalidad o de raza, se ven destinados a
la muerte o a un progresivo aniquilamiento (Pío XII 1942).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 58

Durante su pontificado, evitó insistir con condenas públicas contra Hitler prefiriendo
Como también re-
protestar con el silencio, pues sabía que el régimen nazi, cada vez que recibía una conoce Pio XI haberlo
condena formal de la Iglesia, incrementaba su dureza como rabiosa represalia. hecho al principio,
esperando mucho
En Holanda, en 1942, se leyó una carta pastoral de los obispos denunciando el ra- tiempo antes de pro-
nunciar un juicio públi-
cismo nazi y las deportaciones de diez mil judíos. Como respuesta, el nazismo acele- co (Mit brennender
ró la deportación de otros treinta mil cristianos no arios, entre los que se encontraba Sorge n. 5).
la famosa filósofa judía católica carmelita Edith Stein, luego asesinada por los nazis.

Hablando a los obispos alemanes, Pio XII lo reconoce expresamente:

En lo que atañe a las declaraciones episcopales, dejamos a los pastores en función


sobre el terreno el cuidado de apreciar si, y en qué medida, el peligro de represalias y
de presiones, así como tal vez otras circunstancias debidas a la duración y la psicolo-
gía de la guerra, aconsejan la reserva -a pesar de los motivos que existieran para inter-
venir -, a fin de evitar males mayores. Ese es uno de los motivos por los cuales Nos
mismo Nos imponemos unos límites en Nuestras declaraciones. La experiencia adqui-
rida en 1942, al dejar reproducir libremente para uso de los fieles unos documentos
pontificios, justifica Nuestra actitud, en la medida en que podemos apreciarlo” (Pío XII
1943b).
Al finalizar la gue-
rra, había muerto el
De hecho, señala David Dalin, rabino de Nueva York, que 90% de los judíos de la
capital de Holanda
Pío XII favoreció la salvación de al menos 700 mil judíos de manos de los nazis, (donde la estrategia
(…) [recordando] el reconocimiento dado a Pío XII por sus contemporáneos, entre los fue la de hacer conde-
que se encuentra el Premio Nobel Albert Einstein, el rabino jefe de Israel Isaac Herzog, nas públicas), en cam-
los primeros ministros Golda Meir y Moshe Sharett, y en Italia personas como Raffaele bio, se habían salvado
Cantoni, que en aquella época era presidente de la Unión de las comunidades judías el 80% de los judíos
italianas. italianos (donde la
estrategia fue protestar
con el silencio).
(…) Su silencio fue una eficaz estrategia orientada a proteger al mayor número
posible de judíos de la deportación [pues] una denuncia explícita y dura contra los nazis
por parte del Papa hubiera sido una invitación a la represalia, y hubiera empeorado las
disposiciones hacia los judíos en toda Europa (“Revelan archivos que reivindican a Pío
XII”, en diario La Nación, Buenos Aires, 30 de marzo del 2007).

El mismo Dalin propuso en 2001 que el Papa Pío XII fuera proclamado «Justo en-
tre las Naciones», el máximo reconocimiento que ofrece el Estado de Israel a las per-
sonas que se han destacado por ayudar a judíos perseguidos. Incluso se ha demos-
trado que Hitler consideraba a Pío XII un enemigo, y sabía por informes secretos que
ayudaba a los países invadidos y a los judíos a fugarse

Ya al final de la guerra, Pio XII reiteró la condena a las tesis erróneas del nazismo
en el “Discurso al Colegio Cardenalicio” (1945), tituladas justamente “La Iglesia Católi-
ca y el Nacionalsocialismo”. Allí el Papa recuerda:

Continuando la obra de nuestro predecesor, Nos mismo durante la guerra no hemos


cesado, especialmente en nuestros mensajes, de contraponer a las destructoras e in-
exorables aplicaciones de la doctrina nacionalsocialista, que llegaban hasta a valerse
de los más refinados métodos científicos para torturar y suprimir personas con frecuen-
cia inocentes, las exigencias y las normas indefectibles de la humanidad y de la fe cris-
tiana. Era éste para Nos el más oportuno y podríamos incluso decir el único camino efi-
caz para proclamar en presencia del mundo los inmutables principios de la ley moral y
para confirmar, en medio de tantos horrores y tantas violencias, las mentes y los cora-
zones de los católicos alemanes en los ideales superiores de la verdad y de la justicia.
Y tales solicitudes no quedaron sin fruto. Sabemos en efecto, que nuestros mensajes,
principalmente el de Navidad de 1942, a pesar de toda clase de prohibiciones y de obs-
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 59

táculos, fueron objeto de estudio en las conferencias diocesanas del clero en Alemania
y luego expuestos y explicados al pueblo católico (n. 25).

Juan Pablo II (1987) hablando a los representantes de las organizaciones judías


norteamericanas consideraba

ƒ oportuno recordar los grandes, los claros esfuerzos de los Papas contra el
antisemitismo y el nazismo durante el momento culminante de la persecu-
ción a los judíos. En 1938, Pío XI declaraba que “el antisemitismo no puede
ser admitido” (6 de septiembre de 1938), y afirmaba también la completa
oposición entre el cristianismo y el nazismo, afirmando que la cruz nazista
era “enemiga de la cruz de Cristo” (Discurso de Navidad, 1938). Estoy per-
suadido de que la historia revelará aún con más claridad y de un modo más
convincente el profundo sufrimiento de Pío XII ante la tragedia del pueblo
judío, y lo que trabajó para asistirlo intensa y eficazmente durante la segun-
da guerra mundial.

ƒ Los principales cuestionamientos al nazismo alemán, conforme surge de


los documentos que le han dado un tratamiento sistemático, son los siguien-
tes:

ƒ Incumplimiento de los acuerdos y compromisos asumidos para el respeto


de la libertad de la Iglesia y de los cristianos en el Reich.

ƒ Panteísmo y paganismo religioso, identificando a Dios con el mundo o re-


tornando a un germanismo neopagano que pone en lugar de un Dios per-
sonal un “hado” impersonal; utilizando el nombre de Dios como etiqueta va-
cía; promoviendo un dios nacional o una religión nacional; confundiendo la
Fe y la Revelación divina con "sugestiones" que provendrían de la sangre y
de la raza, o la irradiación de la historia de un pueblo; confundiendo la in-
mortalidad del alma personal con la continuidad del pueblo nacional único
que perduraría; ridiculizando la humildad cristiana en nombre de una reli-
gión “heroica” como si fuese una degradación de sí mismo y una actitud co-
barde; separando la religión de la moral excluyendo a la primera de las es-
cuelas y la vida pública.

ƒ Rechazo del derecho natural y su superioridad sobre las leyes humanas,


considerando que es justo y derecho lo que es útil a la nación, lo que con-
duce en el orden internacional a un estado de guerra contra las otras nacio-
nes y en el orden nacional a desconocer los derechos absolutamente invio-
lables de las personas.

ƒ Institución de la raza, el pueblo o el estado como norma suprema de todo,


divinizándolos con culto idolátrico.

ƒ Restricción del derecho de los padres a la educación de sus hijos, según el


espíritu y prescripciones de la verdadera Fe, y consiguientemente, no tomar
en cuenta su voluntad en la educación escolar o usar de la coacción para
imponer determinada educación; y organizar a la juventud en asociación
nacional obligatoria para todos con prescindencia de la religión o incluso
hostilidad hacia la Iglesia.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 60

ƒ Parcialidad para juzgar a la Iglesia, condenándola por ciertos defectos de


algunos de sus miembros con una mirada no ecuánime respecto de otras
organizaciones o instituciones; y uso de presiones, intimidaciones, ventajas
económicas, profesionales, cívicas o de otro género, para alentar a las per-
sonas a dejar la Iglesia.

Ello sin perjuicio de no condenar las aspiraciones de “realización de una verdadera


unidad nacional y a fomentar un noble amor por la libertad y una inquebrantable devo-
ción a la patria” (Mit Brennender Sorge, n. 34).

La iglesia frente al fascismo


Historiar la posición de la Iglesia frente al fascismo italiano resulta complejo. De
todas las ideologías de las que nos estamos ocupando, el fascismo fue la que tuvo
frente al catolicismo y su jerarquía la actitud más benigna, la que más intentó un
acuerdo o acercamiento a sus enseñanzas fundamentales, en una época en la que el
comunismo marxista, la masonería liberal y el nazismo amenazaban su misma exis-
tencia.

Por otro lado, no debemos olvidar tampoco que el fascismo no presenta un cuerpo
doctrinal o de enseñanzas claro y sistemático, sino de un conjunto de ideas fuerza
que orientó, no siempre con toda coherencia ni de manera inmutable, la praxis de un
movimiento político.
Por ejemplo, la
Como ya hemos señalado, el fascismo no constituyó un movimiento uniforme e in- opresión dictatorial de
mutable a través del tiempo. Dentro del fascismo hubo figuras diversas con ideas y los primeros años dio
posiciones propias, y adoptó políticas y actitudes diferentes en distintas regiones y en paso a la llamada
distintos momentos. Por eso es muy difícil un juicio de conjunto. “década del consenso”
entre 1928 y 1938 en
la que se redujeron
En líneas generales, podemos decir que el fascismo fue evolucionando desde un notoriamente las acti-
socialismo patriótico y violento inicial a un paulatino acercamiento a las ideas católicas. tudes violentas.
Esta evolución también se nota en el trato dado por la Iglesia al movimiento, marcando
los errores doctrinales pero al mismo tiempo reconociendo sus méritos en conseguir
la paz en Italia, la concordia entre la Iglesia y el Estado, y la protección de la religión
frente a las amenazas de la masonería y el comunismo.

Como ya hemos explicado, el fascismo comprendió que, para muchas naciones, su


religión es algo que hace a su grandeza y su ser nacional. Y por eso, valoró la prác-
tica religiosa del pueblo.

Después de varios años en los que la Santa Sede fue despojada de extensos terri-
torios pontificios por los dirigentes italianos que buscaban la unificación del estado, el
régimen fascista firma con ella los “Acuerdos de Letrán” (1929), por los que Italia
reconoce el estado del Vaticano, lo indemniza por sus pérdidas territoriales, declara la
mutua independencia y colaboración entre la Iglesia y el Estado, y hace de la reli-
gión católica, prácticamente, la religión oficial del estado italiano. La Iglesia católica
tuvo a partir de ese momento intervención fundamental en la educación (elección de
docentes y selección de textos) y en la regulación del matrimonio (reconocimiento civil
del matrimonio religioso y prohibición del divorcio), entre otras cosas.

En muchos puntos las políticas del fascismo se fueron acercando a lo enseñado


por la Iglesia:
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 61

ƒ Oposición a ideologías anticristianas como la masonería, el liberalismo y el


comunismo.

ƒ Búsqueda de la justicia social y mejoramiento de la clase obrera por vías no


revolucionarias. Pretensión de colaboración y no de lucha de clases.

ƒ Respeto por la propiedad privada con función social.


ƒ Organización de la economía buscando distanciarse tanto del estatismo diri-
gista como del liberalismo capitalista (régimen corporativo).

ƒ Protección de la moralidad pública, el matrimonio y la familia.


ƒ Orden y armonía entre la autoridad civil y la autoridad religiosa.
Pio XI (1929a) atribuyó literalmente a la Providencia el haberse encontrado con un
hombre con el que había podido reconciliarse, luego de tanto tiempo, la Iglesia y el
Estado. 10

Numerosos obispos y cardenales tuvieron expresiones de reconocimiento a Mus-


solini y su movimiento. Mons. Ángelo Roncalli (futuro Papa Juan XXIII) reconocía el
gran bien hecho por él para Italia. El cardenal Merry del Val, legado Pontificio, expresó
durante las celebraciones franciscanas de Asís de 1927:

Vayan también mis agradecimientos a quien tiene en las manos las riendas del go-
bierno de Italia, el que, con clara visión de la realidad y de las cosas, ha querido y quie-
re que la religión sea respetada, honrada, practicada. Visiblemente protegido por Dios,
él ha realzado sabiamente los destinos de la Nación acrecentando su prestigio en todo
el mundo.

Cuando el régimen fascista proyectó la conquista de Abisinia (región de Etiopía),


se propuso civilizar y evangelizar país tan primitivo y el Papa Pio XI en persona ben-
dijo las tropas italianas antes de partir (1935).

Ello no significa, lógicamente, que la Iglesia apruebe todo lo hecho por el régimen ni
que considera aceptable toda su doctrina ni mucho menos que la identifique con sus
propias enseñanzas.

Como veremos en el título siguiente, la Iglesia no propone modelos concretos en


materia política o económica; simplemente señala los principios rectores en el mar-
co de los cuales son lícitos diversos modelos o propuestas específicas de acuerdo con
las circunstancias históricas de los pueblos. De allí que constituiría un abuso decir que
determinado régimen “es” la Doctrina Social de la Iglesia, pues sólo puede tratarse de
una de las posibles aplicaciones de sus principios, entre otras también legítimas.

En relación con el fascismo, específicamente, la iglesia condenó su exaltación


desmedida del estado (“estatolatría pagana”) y sus derivaciones autoritarias y totali-
tarias; y tomó luego distancia también de otros de sus postulados.

10
“A Pío XI se le atribuyó durante mucho tiempo el elogio de Mussolini como “hombre de la Providencia”.
Pero en realidad lo que dijo fue que la Providencia le había hecho encontrarse con un hombre con el que
había sido posible reconciliar a la Iglesia y el Estado. Antes del fascismo habían fallado todos los intentos
de conseguirlo” (Andreotti 2007).
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07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 62

Lo primero tuvo lugar con la Carta Encíclica Non Abbiamo Bisogno, del Papa Pio XI
(1931b). Condena allí:

ƒ La violencia y persecución sufrida por diversas organizaciones católicas,


especialmente juveniles, de parte de miembros del fascismo con condes-
cendencia de las autoridades, acusándolas de realizar política antifascista.
Textualmente señala como

con indecible dolor vemos cómo en Italia, y aun en esta nuestra Roma, se desenca-
dena una verdadera y real persecución contra lo que la Iglesia y su Jefe consideran Al poco tiempo, es-
como más precioso y más querido en materia de su libertad y de sus derechos, libertad tos atropellos contra
y derechos que son también los de las almas, y más especialmente los de las almas de las organizaciones
los jóvenes (n. 7). católicas se acabaron.

ƒ La pretensión del estado de monopolizar la formación de los jóvenes ex-


cluyendo a la Iglesia, imponiéndoles un adoctrinamiento fascista obligatorio "Juro seguir sin
y atentatorio de la libertad de conciencia (n. 13) y los derechos de los padres discutir las ordenes del
(n. 15), obligándoles a la obediencia ciega del partido fascista incluso a tra- Duce y de defender
con toda mi fuerza si
vés de juramentos (n. 16). Literalmente denuncia el Papa es necesario con mi
sangre la causa de la
la presencia de todo un conjunto de auténticas afirmaciones y de hechos no menos Revolución fascista”.
auténticos, que ponen fuera de toda duda el proyecto -ya en tan gran parte realizado-
de monopolizar por completo la juventud, desde la más primera niñez hasta la edad
adulta, en favor absoluto y exclusivo de un partido, de un régimen, sobre la base de
una ideología que declaradamente se resuelve en una verdadera y propia estatolatría
pagana, en contradicción no menos con los derechos naturales de la familia que con
los derechos sobrenaturales de la Iglesia. Proponerse y promover semejante monopo-
lio, perseguir con tal pretexto, como se venía haciendo largo tiempo, clara o encubier-
tamente, a la Acción Católica; atacar con tal finalidad, como últimamente se ha hecho,
a sus Asociaciones juveniles, equivale verdadera y propiamente a impedir que la juven-
tud vaya a Cristo, porque es impedir que vaya a la Iglesia, y donde está la Iglesia allí
está Cristo. Y se llegó a arrancar la juventud, por la violencia, del seno de la una y del
Otros (n. 13).

Todo ello sin perjuicio de reconocer con “perenne gratitud y memoria por todo cuan-
to en Italia se ha hecho en beneficio de la Religión, aunque también en beneficio, si
no simultáneo al menos no menor, y tal vez mayor, del partido y del régimen” (n. 6).
Precisando que

con todo cuanto hemos venido diciendo hasta aquí, Nos no hemos querido conde-
nar ni el partido ni el régimen como tal. Hemos querido señalar y condenar todo lo que
en el programa y acción de ellos hemos visto y comprobado que era contrario a la doc-
trina y a la práctica católica y, por lo tanto, inconciliable con el nombre y con la profe-
sión de católicos (n. 17).

En la Encíclica Quadragesimo Anno (1931a), el Papa Pio XI describe detalladamen-


te el corporativismo fascista como un ejemplo de organización sindical y corporativa,
destacando los beneficios de la misma, al favorecer la colaboración pacífica entre las
diversas clases, la represión de organizaciones socialistas, la supresión de desórde-
nes, y la creación de una magistratura especializada. Sin embargo, anota también un
cuestionamiento: riesgo de burocratización, intervencionismo estatal y manipula-
ción política de las corporaciones.

No faltan quienes teman que el Estado, debiendo limitarse a prestar una ayuda ne-
cesaria y suficiente, vengan a reemplazar la libre actividad, o que esa nueva organiza-
ción sindical y corporativa sea excesivamente burocrática y política o que sirva más
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 63

bien a particulares fines políticos que a la restauración y fomento de un mejor orden


social (n. 37)

Aunque no dieron lugar a pronunciamientos magisteriales, también preocupó a la


Iglesia la alianza (más por oportunismo político que por identificación ideológica) de
Italia con la Alemania Nazi, y las leyes raciales (aunque basados más en una idea
cultural que biológica y más moderadas que las del nazismo).

Pese entonces a la valoración positiva de muchos proyectos políticos del fascismo,


la Iglesia objetó varios de sus postulados y rechazó que se la identifique con ese u
otro programa político concreto.

Al respecto, concluida la guerra y derrotado el fascismo, el Papa Pío XII tuvo que
realizar aclaraciones frente a la acusación de preconizar un corporativismo fascista. En
efecto, en la Carta C’est un Geste, a la 33ª. Semana Social de Francia (10/7/1946),
propone “la institución de asociaciones o unidades corporativas en todas las ramas
de la economía”. Frente a las acusaciones de fascismo, prefiere en su discurso Nous
Avons Lu, a la 24ª. Semana Social de Francia (18/7/1947), usar la denominación “uni-
dades o sociedades cooperativas”, advirtiendo que su posición sobre la organiza-
ción profesional y corporativa había sido tomada en sentido diverso en polémicas pú-
blicas, pues sólo se refería al reconocimiento y apoyo de los grupos intermedios de la
sociedad como lo enseñara Pio XI en Quadragesimo Anno (n. 2).

Posteriormente, los Papa volvieron a cuestionar del fascismo (Juan Pablo II 1999;
2001), no específicamente sino como expresiones de “totalitarismo”, es decir, una
exaltación desmedida del estado que no respeta los derechos y la dignidad del ser
humano.
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07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 64

Apéndice: las ideologías y


la historia argentina
Como hemos dicho, los hechos sociales suelen inspirarse en las diversas ideologí-
as, aunque por lo general de manera matizada y sin reflejarlas de forma plena o inte-
gral. No podemos hacer aquí un desarrollo completo de cómo se han desarrollado a lo
largo de la historia nacional. Es tema, además, sumamente complejo. Pero podemos
identificar algunos lineamientos ideológicos.

Ya desde la llamada “Revolución de Mayo” se advirtió claramente que un grupo de


criollos, entre los que contamos a Mariano Moreno y Juan José Castelli, se inspiraban
en el liberalismo ilustrado, revolucionario, autoritario y antireligioso, de la Revolución
Francesa. A ellos se enfrentó el proyecto, más moderado, tradicional, hispánico y
católico, de otros criollos como Cornelio Saavedra.

Unitarismo y federalismo representan la continuación de esas dos líneas de mo-


renistas y saavedristas.

ƒ El primero, partidario de una economía de libre comercio con las potencias


europeas, un gobierno centralizado oligárquico en manos de las minorías
cultas de Buenos Aires, y una cultura y educación extranjerizante y laicis-
ta.

ƒ El segundo, promotor del proteccionismo de la industria nacional, de un go-


bierno descentralizado en la provincias, y una cultura y educación inspira-
da en la propia historia, identidad nacional y valores cristianos.

El proyecto unitario fue continuado por los gobiernos triunfadores de Caseros: Mi-
tre, Sarmiento, y por la llamada “Generación del 80”.

El marxismo se introdujo más tardíamente. Las primeras organizaciones sindi-


cales argentinas se inspiraban en ideologías marxistas, socialistas y anarquistas. Sin
embargo, fue el peronismo el que canalizó las aspiraciones obreras apartándolas de
las ideologías marxistas e inspirándolas en elementos de la doctrina social cristiana
con analogías, en algunos puntos, con el fascismo.

Gracias a su influencia, en 1950 la Confederación General del Trabajo (C.G.T.,


que reúne a los sindicatos y uniones sindicales) eliminó de su estatuto toda referencia
a la lucha de clases y expulsó a los elementos comunistas por sus efectos disolven-
tes. A partir de allí tales grupos ideológicos tuvieron muy poca aceptación popular.

Pero la revolución cubana y el apoyo de su gobierno motorizaron la formación en


el país de grupos marxistas extremistas, que reclutaron y entrenaron jóvenes para
combatir e imponer de manera violenta un régimen comunista en el país. Comenza-
ron sus desmanes, robos, secuestros y enfrentamientos armados durante la presi-
dencia de Illia, y fueron incrementando sus actos delictivos durante la década del 60 y
del 70, frente a gobiernos democráticos y gobiernos militares indistintamente. Muchos
fueron juzgados y condenados a prisión por los tribunales, pero al asumir la presiden-
cia Héctor Cámpora en 1973, los dejó en libertad mediante un indulto, sin siquiera
reclamarles que devuelvan los armamentos que tenían almacenados, recrudeciéndose
la violencia y los asesinatos.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 65

En 1975 el gobierno constitucional encargó a las fuerzas armadas aniquilar el ac-


cionar de estos grupos subversivos, entre los que se destacaban el Ejército Revolu-
cionario del Pueblo (ERP) y la organización Montoneros.

En 1976, el sector más liberal de las fuerzas armadas, a través de un golpe de es-
tado, tomó el poder y generalizó una represión ilegal a fin de identificar y asesinar a
personas comprometidas con la subversión, mientras implementaba planes económi-
cos de cuño liberal que causaron hambre, pobreza y endeudamiento del país, y que
sería retomado en alguna medida por quienes acompañaron en el poder a Carlos Me-
nem en la década del noventa.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 66

Síntesis
ƒ La actitud realista implica situarse ante la realidad para comprenderla tal
cual es, sin tergiversarla interesadamente ni reducirla a alguno de sus as-
pectos. Las ideologías, en cambio, responden a intereses o reduccionismos
que no la describen como es y debe ser.

ƒ El liberalismo individualista se caracteriza por una exaltación desmedida de


la libertad de coacción de cada individuo, equiparando la verdad con el
error, desvalorizando los deberes de las personas y los intereses de la co-
munidad. Su derivado, el liberalismo capitalista, ha llevado a graves des-
igualdades y opresiones económicas. Rechazando la intervención de la au-
toridad en nombre de la libertad, los débiles quedan a merced de los pode-
rosos.

ƒ Las ideologías totalitarias (marxismo comunista, nacionalsocialismo y en


menor medida el fascismo) exaltan los intereses del grupo separándolo del
verdadero bien de sus miembros y sometiendo a la persona como un mero
instrumento sacrificable en interés colectivo.

ƒ El marxismo concibe a la sociedad como una necesaria e irreconciliable lu-


cha de clases fundada en la opresión económica en el marco de una cos-
movisión materialista; como tal, destruye las aspiraciones espirituales del
hombre y desemboca en actitudes y regímenes violentos que pisotean la
persona humana y su dignidad y postulan regímenes utópicos e igualitaris-
tas.

ƒ La socialdemocracia combina postulados socialistas afines al marxismo en


economía, con la exaltación de libertades desmedidas en lo moral, cultural y
en lo político.

ƒ El nacionalsocialismo, opuesto al comunismo y al liberalismo, postula una


doctrina estatista, de nacionalismo radicalizado y belicista, implementando
políticas de persecución racial y religioso.

ƒ El fascismo implementó también un régimen antiliberal y anticomunista, con


rasgos autoritarios y algunas pretensiones estatistas, pero no fue belicista ni
racista como el nacionalsocialismo y protegió la religión cristiana.

ƒ La Iglesia ha condenado siempre los errores doctrinales de las ideologías


liberales y totalitarias. Los documentos más importantes en esta tarea son
la Encíclica Libertas Praestantissimum de León XIII (contra el liberalismo),
Encíclicas Quod Apostolici Muneris de León XIII y Divini Redemptoris de Pio
XI (contra el marxismo comunista), Mit Brennender Sorge de Pio XI (sobre el
nacionalsocialismo) y Non Abbiamo Bisogno del Papa Pio XI (contra el fas-
cismo italiano). Con el tiempo y la difusión de muchas de esas ideologías, la
Iglesia no ha modificado su enseñanza y doctrina pero sí su actitud pasto-
ral: ha dejado de insistir unilateralmente en poner de manifiesto los errores,
buscando también puntos de coincidencia y acercamiento. Políticamente,
ha intentado siempre en lo posible mantener un trato “cordial” con los diver-
sos gobiernos prescindiendo de sus ideologías políticas.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 67

Textos de apoyo
Dada la naturaleza del tema, se prefirió colocar las citas del Magisterio de la Iglesia
a medida que se trataba cada una de las ideologías.

Aparecen en Europa dos de las formas más aberrantes de sociedades laicas, como
son el nacional-socialismo y el marxismo-leninismo. Ellos constituyen dos formas an-
tagónicas de sociedades inspiradas en ideologías incompatibles, cuando no abierta-
mente contrapuestas con las enseñanzas de la Iglesia, a la que se proponen sustituir o
destruir. En este sentido, también merece ser considerado el fascismo, pero, según la
interpretación de Augusto del Noce, como una forma de “totalitarismo incompleto”.
Entre sí tienen mucho en común: el secularismo que las origina; el gnosticismo, como
forma residual del cristianismo, en que inspiran sus esjatologías; las formas políticas
con que pretenden llevar adelante sus pretensiones, tanto en el Tercer Reich como en
la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; y su odio y persecución a la Iglesia Ca-
tólica. La única diferencia va a provenir del modo distinto de interpretar y tratar de en-
carnar sus esjatologías: el Tercer Reich aspira a instaurar el imperio del racismo ario;
el marxismo-leninismo, el imperio comunista. El nacionalismo germano se enseñará
con los judíos, que representan, a su modo, también un ideal d raza, con un funda-
mento religioso. El nazismo los ataca por un doble motivo: lo racial y lo religioso. No
hay lugar para ellos en el nuevo imperio que se pretende construir para la raza aria, no
para la judía. El comunismo, por su parte, enfrenta al mundo angloamericano, donde
se funda el otro modelo de sociedad laica que se pretende construir y exportar, y que
se les hace incompatible. Busca instaurar una sociedad laica fundada en una nueva
utopía, que pretende convocar a los pobres, a los trabajadores, a los proletarios, para
la lucha revolucionaria que ya se ha iniciado... Tres modelos reconocemos, entonces,
de sociedad laica, que tienen su origen en el secularismo y que quieren expresar, cada
uno a su manera, el sentido último de la modernidad como una forma de plenitud his-
tórica inmanentista e intramundana: el nacional-socialismo, con su intento de imperio
racial; el marxismo-leninismo, con su intento de imperio comunista; y el de la sociedad
laica americana, con su intento de universalizar la democracia, la economía de libre
mercado y los derechos humanos. Allí el individuo, y no el Estado, cobra el máximo
sentido de eticidad social, detrás de la vigencia de una libertad política fundada en el
principio religioso de la libertad de conciencia. La democracia absoluta de valor univer-
sal y el liberalismo capitalista fundan el imperio plutocrático... Occidente se identifica
con el modelo de sociedad laica americana porque sólo los Estados Unidos cuentan
con los tres poderes necesarios para solventar un imperio: el poder político, el poder
militar, y el poder económico (Fósbery 1999: 485-492).
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 68

Bibliografía específica para esta Unidad


Además de la bibliografía general indicada al comienzo de este libro, puede consul-
tarse:
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lica. VI: Doctrina Social de la Iglesia. Buenos Aires: Universidad
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Además, para profundizar en las ideologías marxista y liberal, y conocer la vida y la


obra de un prestigioso profesor argentino, especialista en Doctrina Social, muerto
asesinado víctima de la lucha entre ideologías extremistas de la década del setenta,
recomendamos:
Hernández, Héctor H. (2007). Sacheri. Predicar y morir por la Ar-
gentina. Buenos Aires: Vórtice.
Morelli
07 – Doctrina Social de la Iglesia – Las ideologías sociales 69

Fuentes bibliográficas citadas


Nota: los documentos de la Iglesia pueden ser consultados en www.vatican.va
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